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ENCIERRO Y RESISTENCIA EN LAS CARCELES DE MUJERES EN ARGENTINA AUTHORS: Marcela Nari, Andrea Fabre, Silvia Hauser, Nilda Calandra, Noemí Fraguas y Jacqueline Friedman AFFILIATON: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires PREPARED FOR DELIVERY AT THE 2000 MEETING OF THE LATIN AMERICAN STUDIES ASSOCIATION, HYATT REGENCY HOTEL MIAMI, MARCH 16-18, 2000 1 Esta investigación comenzó en 1994 cuando un grupo de egresadas de la Carrera de Especialización en Estudios de la Mujer de la Universidad de Buenos Aires (UBA) decidimos conformar un grupo de investigación al que denominamos Taller de Estudios de Género. Nos reunía una preocupación política e intelectual por la situación actual de las mujeres en Argentina, y los diferentes campos científicos de los que proveníamos (sociología, medicina, psicología, letras, historia, luego se incluyó una antropóloga) nos daban confianza para abordar un tema, una cuestión en común. Ese mismo año, comenzaba a implementarse el Programa UBA XXII (que posibilita el cursado de carreras universitarias en las cáceles) en el Instituto Correccional de Mujeres, Unidad 3 del Servicio Penitenciario Federal (SPF), ubicado en la localidad de Ezeiza. Desde hacía nueve años, el Programa funcionaba en dos cárceles de varones de la ciudad de Buenos Aires (Devoto y Caseros). Una de nosotras era la encargada de organizarlo y ponerlo en funcionamiento. Uniendo intereses y expectativas, decidimos presentar a la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (convocatoria 1994- 1997) un proyecto de investigación acerca de la educación en las cárceles de mujeres en mayo de 1994. Antes de conocer los resultados de la convocatoria, Buscamos la oportunidad de realizar un taller de reflexión con las internas dentro de la cárcel de Ezeiza. El taller se efectivizó con las alumnas de UBA XII y realmente fue una experiencia muy provechosa para comenzar a conocer y comprender las preocupaciones y necesidades de las mujeres encarceladas. El proyecto de investigación fue aprobado por la UBA, pero sin finaciamiento, con el rótulo FI 223 y el Area Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (ahora Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género) de la Facultad de Filosofia y Letras de la UBA fue nuestro lugar de trabajo. Nuestro primer objetivo había sido investigar, analizar y evaluar las actividades educativas que se desarrollaban en el Instituto Correccional de Mujeres de Ezeiza, y qué motivaba o qué desalentaba a las mujeres a concurrir a dichas actividades. Para ello, era necesario conocer los intereses y expectativas de las internas y si las ofertas educativas respondían o no a ello; y los factores de la vida carcelaria que influían en el acceso o deserción de las internas a dichas actividades. Sabíamos, en la práctica, 1

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ENCIERRO Y RESISTENCIA EN LAS CARCELES DE MUJERES EN

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ENCIERRO Y RESISTENCIA EN LAS CARCELES DE MUJERES EN

ARGENTINA

AUTHORS: Marcela Nari, Andrea Fabre, Silvia Hauser, Nilda Calandra, Noem

Fraguas y Jacqueline Friedman

AFFILIATON: Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires

PREPARED FOR DELIVERY AT THE 2000 MEETING OF THE LATIN AMERICAN

STUDIES ASSOCIATION, HYATT REGENCY HOTEL MIAMI, MARCH 16-18, 2000

1

Esta investigacin comenz en 1994 cuando un grupo de egresadas de la Carrera de Especializacin en Estudios de la Mujer de la Universidad de Buenos Aires (UBA) decidimos conformar un grupo de investigacin al que denominamos Taller de Estudios de Gnero. Nos reuna una preocupacin poltica e intelectual por la situacin actual de las mujeres en Argentina, y los diferentes campos cientficos de los que provenamos (sociologa, medicina, psicologa, letras, historia, luego se incluy una antroploga) nos daban confianza para abordar un tema, una cuestin en comn. Ese mismo ao, comenzaba a implementarse el Programa UBA XXII (que posibilita el cursado de carreras universitarias en las cceles) en el Instituto Correccional de Mujeres, Unidad 3 del Servicio Penitenciario Federal (SPF), ubicado en la localidad de Ezeiza. Desde haca nueve aos, el Programa funcionaba en dos crceles de varones de la ciudad de Buenos Aires (Devoto y Caseros). Una de nosotras era la encargada de organizarlo y ponerlo en funcionamiento.

Uniendo intereses y expectativas, decidimos presentar a la Secretara de Ciencia y Tcnica de la Universidad de Buenos Aires (convocatoria 1994-1997) un proyecto de investigacin acerca de la educacin en las crceles de mujeres en mayo de 1994. Antes de conocer los resultados de la convocatoria, Buscamos la oportunidad de realizar un taller de reflexin con las internas dentro de la crcel de Ezeiza. El taller se efectiviz con las alumnas de UBA XII y realmente fue una experiencia muy provechosa para comenzar a conocer y comprender las preocupaciones y necesidades de las mujeres encarceladas.

El proyecto de investigacin fue aprobado por la UBA, pero sin finaciamiento, con el rtulo FI 223 y el Area Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (ahora Instituto Interdisciplinario de Estudios de Gnero) de la Facultad de Filosofia y Letras de la UBA fue nuestro lugar de trabajo.

Nuestro primer objetivo haba sido investigar, analizar y evaluar las actividades

educativas que se desarrollaban en el Instituto Correccional de Mujeres de Ezeiza, y qu motivaba o qu desalentaba a las mujeres a concurrir a dichas actividades. Para ello, era necesario conocer los intereses y expectativas de las internas y si las ofertas educativas respondan o no a ello; y los factores de la vida carcelaria que influan en el acceso o desercin de las internas a dichas actividades. Sabamos, en la prctica, que el nivel de desercin era alto y, por lo tanto, nos interesaba conocer cul era la concepcin educativa del SPF y cmo se llevaba a cabo; as como evaluar la influencia de la situacin objetiva y subjetiva del encierro en las internas y en su posible disposicin a iniciar o retomar actividades educativas.

Sin embargo, los resultados del primer taller en la carcel y la ausencia de investigaciones acerca de la vida cotidiana en las crceles de mujeres en Argentina, reformularon nuestras ideas originales ms hacia el estudio del contexto, de la crcel, de la vida en la crcel, que hacia el anlisis de las actividades educativas en si. En realidad, no las abandonamos pero comprendimos que era necesario indagar acerca de otras cuestiones como salud, trabajo, comunicaciones con el exterior, sexualidad, hijos, relaciones entre mujeres presas, etc., para poder acercarnos mejor incluso a la dinmica

de las actividades educativas.

En el marco de la educacin formal, el SPF solamente implementa los estudios

primarios obligatorios dentro de la unidad. Los estudios secundarios no estn

desarrollados, a pesar de que ha habido algunos intentos por lograrlo. En ese sentido, las propias internas con educacin media completa ofician como monitoras preparando a sus compaeras para rendir en calidad de libres las materias correspondientes al bachillerato 2 comn en una escuela cercana. Otras actividades educativas estn constituidas por los talleres de laborterapia, donde las internas realizan trabajos de artesana, tejido, adornos infantiles, etc. Los productos son comercializados por el SPF, pero las internas no reciben ningn tipo de peculio en retribucin por su produccin. En ocasiones, ellas canjean esos productos por artculos personales de primera necesidad. Por ltimo, estn los cursos organizados por el Consejo Nacional de Educacin Tcnica, mediante los cuales se pretende brindar algn tipo de capacitacin en diversos oficios. La enseanza tcnica que reciben las mujeres en la crcel se limita a actividades tradicionalmente femeninas, como tejido y peluquera o a la manufactura de productos de escaso requerimiento en el mercado, como la confeccin de tarjetas de salutacin, entre otros. Finalmente, la UBA dicta el Ciclo Comn Bsico de ingreso, la carrera de Sociologa, cursos de idiomas y talleres extracurriculares (por ejemplo, teatro).

Con respecto a nuestra metodologa de investigacin, bsicamente trabajamos con entrevistas semiestructuradas en profundidad a internas, realizadas fuera del penal, y al personal profesional, de seguridad y jerrquico del SPF dentro de la Unidad, y con talleres de reflexin para las internas. No fue fcil realizar la investigacin. Tuvimos muchas trabas. Los talleres fueron dificiles de implementar. Algunos, an avalados por el Ministerio de Justicia de la Nacin, no pudieron realizarse. Los pedidos no eran rechazados pero su implementacin se demoraba hasta el infinito. Las entrevistas a las internas decidimos realizarlas fuera de la carcel, con mujeres que recin haban salido o

que tenan salidas condicionales para trabajar, por dos motivos: era ms rctico, evitbamos la burocracia del pedido, la demora y la incertidumbre; y comprobamos que se desarrollaban en un ambiente de mayor confianza, menos controlado, en donde poda generarse un mejor vnculo para la entrevista (APENDICE 1: MODELO DE ENTREVISTA).

Los talleres de reflexin consistieron en experiencias prolongadas (entre cuatro yseis horas) y solo pudimos realizarlos con presas-alumnas de la Universidad de Buenos Aires. Estuvieron rodeados de experiencias de huelgas de hambre y motines en las crceles argentinas en lucha por conseguir un plazo mximo para que los presos procesados tengan una sentencia firme, por mejorar las condiciones de vida en el contexto de crecimiento notable del nmero de presos, especialmente entre las mujeres.

A pesar de las interrupciones por parte del personal del SPF y el clima eneralizado de control y encierro (los talleres se realizaron en el espacio que cuenta la Unidad 3 para las tareas educativas), pudo generarse una relacin fluida y positiva entre las internas, y entre las internas y nosotras (APENDICE 2: METODOLOGIA DE TALLERES). A pesar de mantener estructuras similares, los talleres tuvieron caractersticas y objetivos diferentes: en un primer momento, nuestro objetivo fue conocer las necesidades y preocupaciones de las mujeres encarceladas. Ms adelante, indagar en relacin a situaciones conflictivas y favorecer el aprendizaje de metodologas de resolucin de conflictos. Adems, de acercarnos a una valiosa informacin, los talleres constituyeron un espacio de contencin que permiti generar un clima de confianza y contribuy a mejorar la comunicacin entre las mujeres.

Finalmente, se realizaron entrevistas a agentes del SPF, tanto del cuerpo profesional como de seguridad y autoridades. Tambin se trataba de cuestionarios semiestructurados en donde se les indagaba acerca de sus trabajos, relaciones con las internas, los objetivos de la institucin, formacin y capacitacin personal (APENDICE 3: MODELOS DE ENTREVISTAS). Adems de las entrevistas, tuvimos una reunin grupal 3 con el personal jerrquico y profesionales de la Unidad 3 del SPF en donde nos informaron acerca de los objetivos y dinmica de la institucin y sus visiones de las mujeres encarceladas. Tambin nos ofrecieron una visita guiada por los pabellones de

presas de buena conducta, de madres (Unidad 31, Ezeiza) y del Centro de recuperacin de drogadependientes.

Como adelantamos, realizar esta investigacin no fue, de manera alguna, una

trea fcil. Por un lado, se trata de una temtica escasamente explorada, hasta hace poco desconocida, y doblemente silenciada por tratarse de mujeres y estar presas. En Argentina, los estudios existentes han tomado como parmetro las experiencias y caractersticas de la poblacin carcelaria masculina. Por lo tanto, nuestras conclusiones sern muy bsicas a la luz de la experiencia de investigacin de otros pases. Por otro lado, lo poco o mucho concretado por el grupo de investigacin, fue efectivizado sin contar con apoyo econmico alguno y debiendo enfrentar a una institucin (como el SPF) que presenta altas resistencia a la penetracin y exploracin.

Con este equipaje y estas dificultades, en esta ponencia nos proponemos reflexionar sobre los componentes del encierro carcelario, los espacios y tiempos en el adentro, sus efectos sobre la vida cotidiana y sobre la subjetividad de las mujeres presas, sus estrategias de adaptacin y de resistencia. En consecuencia, hemos dividido el trabajo en tres partes: 1] el encierro carcelario y su sentido en nuestra sociedad; 2] los efectos del encierro en la vida cotidiana de las mujeres presas; 3] las prcticas y estrategias de resistencia de estas mujeres para sobrevivir en el encierro.

El encierro carcelario

En nuestra sociedad, la privacin de la libertad es la pena por antonomasia con la que se castiga a quienes rompen las normas. Existen otras formas punitorias alternativas, algunas vigentes, otras en estado de proyectos, pero su aplicacin es errtica e nfima comparada al encarcelamiento. An as, estas penas alternativas, desde el arresto domiciliario o la tobillera hasta -incluso- la pena de muerte, conllevan en definitiva un cuestionamiento al sistema carcelario, a la reclusin. Estas penalidades, alternativas a la privacin de la libertad, son en realidad alternativas al encierro carcelario1.

Efectivamente, nos encontramos ante conceptos diferentes.

La privacin de la libertad plasmada en un sistema de encierro carcelario implica mucho ms que la prohibicin de circular. El precio que hay que pagar por el delito cometido es un quantum de tiempo de la propia vida, tiempo del que se apropia el Estado2. Segn las leyes, a las crceles se les otorga un fin manifiesto de custodiar y rehabilitar a la persona que ha cometido un delito. Pero, para este supuesto fin, se ejerce tanta violencia que es imposible separar el encierro que se ha impuesto como castigo del degradamiento y la desestructuracin de ese ser que se enuncia querer rehabilitar. Esta violencia no es independiente del encierro carcelario, circula en sus formas ms variadas, desde la agresin fsica hasta los ms simblicos mecanismos de despersonalizacin y 4 deshumanizacin. En su movimiento continuo, en las distintas rbitas que dibuja a su paso, la violencia clausura el espacio que la contiene: el espacio carcelario43. Un espacio cuyos lmites fsicos son los muros y las rejas, pero que se proyectan sobre el plano de lo simblico estableciendo otras fronteras. Es el espacio de lo reglamentado. En su interior, los distintos lugares se distinguen por lo que est lo que no est permitido, lugares por donde se puede circular y por dnde no. Un espacio continuamente vigilado y observado que permite disponer de las personas y someterlas a

una relacin de vulnerabilidad. Un lugar delimitado, lugar restrictivo, donde se pueda ejercer un control exhaustivo y permanente sobre las personas y sus actos. En el tiempo carcelario, el afuera se desvanece y el adentro se expande. Los

lmites del encierro pretenden hacer desaparecer aqullo que no contienen. La prisin intenta anular la dialctica interior - exterior propia del espacio. Que slo el adentro exista.

Que no cuente el afuera. Adentro, las reglas son otras; adentro, hay otras personas y otras son las relaciones; adentro, los cdigos tambin son otros. Lo anterior, lo del mundo del afuera, slo existe como prdida. La crcel posee un conjunto de reglas de comportamiento, estrictas y exhaustivas, por las cuales se establecen la circulacin, las presencias, las ausencias, se instauran unas comunicaciones, se prohiben otras, se vigila permanentemente la conducta. Esta coercin, ininterrumpida y constante, como la describe Foucault, constituye un importante mecanismo de disciplinamiento4. Sin embargo, junto a esta normativa estricta, se evidencia tambin una arbitrariedad total en su aplicacin. Es que la arbitrariedad disciplina an ms que un control rgido unvoco. La discrecionalidad no deja lugar a dudas sobre quin tiene el poder total. "Lo correcto" y "lo incorrecto" son categoras cambiantes. En este contexto, establecer algn tipo de anclaje tico se vuelve difcil para las personas encarceladas. La anomia y la regresin contribuyen, dan su aporte a esa tarea bsica de desestructurar el yo. Desestructuracin que es condicin de dominio.

Mantener a las personas dominadas en este espacio parece ser la clave del sistema penitenciario para implementar sus criterios de seguridad y de resocializacin.

Disciplinamiento, castigo y aislamiento constituyen la tecnologa penitenciaria. En el marco de esta ideologa perversa, a la violencia se le atribuye una funcin pedaggica y correctiva que la legitima como metodologa para enderezar a las personas "desviadas", estandarizar a las "anormales" e intentar recuperar a las "perdidas".

Sin embargo, esta conjuncin de encierro y mecanismos de disciplinamiento no

alcanza para explicar el universo violento que es la crcel. Existe tambin un poder de castigar que est naturalizado y legitimado y que opera ininterrumpidamente. A la crcel no se va slo a cumplir un castigo (la privacin de la libertad) sino que se es castigado en forma diaria y continua. El poder de castigar tiene distintas dimensiones en la prisin.

Una de ellas es la forma que puede adoptar el castigo. En la voz oficial de la institucin, los castigos pueden abarcar desde la prohibicin de visitas hasta la reclusin en celdas de aislamiento. Son las llamadas "sanciones", los castigos institucionalmente legalizados.

En una entrevista grupal que tuvimos con las autoridades de la Unidad 3 de Ezeiza, se precis que:

Las sanciones pueden ser graves para quienes cometen algn delito como agredir al personal o agredirse entre ellas o insultar. A estas internas, les corresponde un aislamiento de hasta quince das en celdas individuales. Las sanciones medias se corresponden con la privacin de actividades en conjunto, llamadas telefnicas,salidas a recreo. Y las leves estn constituidas por amonestaciones (1997).

La celda de aislamiento o tubo fueron descritas por una interna, de la siguiente manera:

El tubo es una celda que debe medir dos metros por uno de ancho. Ah no tens nada de nada, ests a oscuras. Te tiran un pedazo de gomaespuma y, a veces, puede ser que te den una frazada para taparte. No tens ni inodoro. Si quers ir al bao tens que matarte llamando a la celadora, que a las cansadas viene a buscarte... (Patricia, entrevista, 1997).

Sin embargo, es necesario resaltar que la accin de castigar tiene otros alcances. A diario, silenciosamente, se castiga con una comida escasa y repugnante o con la desatencin de la salud. Como refleja este relato:

Yo me dej de alimentar y ah me enferm. Tuve un deterioro fsico porque la

comida que hacan, el guiso, era incomible, entonces dej de comer. Empec a

sentirme mal (Mnica, entrevista, 1995).

Tambin se somete con requisas salvajes y destructivas. Algunas internas sostenan:

Me toc una vez, cuando recin haba ingresado, una requisa en que me sacaron todo. Me mezclaron la yerba con el azcar, el arroz con los porotos. Te vuelcan todo y te dejan todo en el piso. Te sacan el colchn, te sacan la funda, si tenes una almohada hecha por vos, te la abren, te sacan todo el relleno. Nunca encuentran nada. Lo hacen para joderte (Ins, entrevista, 1996).

... y las requisas personales supuestamente son volantes, si te toc, te toc. Pero ellos tambin saben a quin se la hacen. Te hacen sacar toda la ropa, te la revisan toda y cuando ests en bolas te hacen agachar para mostrarles la cola y te hacen abrir la vagina, y te hacen levantar el cabello (Beatriz, entrevista, 1995).

Otra dimensin de los castigos la constituyen las vas de su aplicacin. Los que

hemos mencionado se aplican directamente sobre las personas presas. Otros, en cambio, se sufren indirectamente: por ejemplo, las humillantes requisas a las que son sometidos los familiares y amigos que visitan a las internas en el penal. All, y justificado siempre por la "seguridad", las visitas reciben todo tipo de maltrato y de violacin a la 6 intimidad. Sus cuerpos son groseramente expuestos y revisados; los objetos o alimentos que ingresan, destrozados y desparramados5. Una interna nos relataba:

Las requisas a los familiares son realmente humillantes, mi familia no me contaba nada para que yo no sufriera, me decan que los trataban bien para no

preocuparme. Sabs que no pueden venir con ropa oscura? Ellos te dicen qu es lo que pods usar, lo que es ropa decente o indecente. No pueden usar nada que pueda parecerse a los uniformes de ellos (Patricia, entrevista, 1997).

Los nios que concurren a ver a sus madres no lo sobrellevan mejor. Desde una mirada diferente, una asistente social del SPF sostena:

Es algo pattico ver a los chiquitos cuando visitan a sus madres, vos ves en la

entrada la larga cola de chicos, esperando y esperando, los tienen que revisar para que no los usen para entrar cosas... (entrevista, Unidad 3, 1997).

Finalmente, otro elemento a tomar en cuenta es quines detentan el poder de

castigar. Porque, aunque una sancin contemplada en los reglamentos slo puede ser impuesta por una autoridad penitenciaria, los castigos y humillaciones continuos y diarios a los que son sometidas las internas pueden ser aplicados tanto por la celadora como por la maestra, la asistente social, el mdico, la enfermera o un guardia externo.

Para que la crcel pueda ejercer este poder de castigar requiere de un complemento: el aislamiento, el cual tambin contiene diversas dimensiones. Es aislamiento respecto del mundo exterior, de la vida cotidiana del afuera. Aislamiento de los afectos, del trabajo, del pasado. La presa sabe y siente que est en manos de la institucin y sus posibilidades de realizar cualquier tipo de accin libre han quedado suspendidas por el tiempo que dure su detencin. Como sostiene Michel Foucault, ...(E)l aislamiento asegura el coloquio a solas entre el preso y el poder que se ejerce sobre l6.En un taller de reflexin, una de ellas nos deca: ... y si con tanto que te aslan termins dndote cuenta que ya no te pertenecs, le pertenecs a ellos, sos de ellos. No slo porque te encierran ac , sino porque se apoderan de tu cabeza (Mnica, testimonio, 1996).

El aislamiento se da en un encierro hacinado y violento, en ese espacio en el que la violencia circula sin interrupcin tomando diferentes formas, en donde la arbitrariedad est instalada y es muy difcil prever el prximo foco de conflicto. En la crcel conviven dos grupos antagnicos: de un lado, las presas; del otro, las carceleras o carceleros, "la polica", un trmino importado del afuera para expresar una directa identificacin entre el SPF y una fuerza represiva7. La polica, entonces, est afuera y adentro. Director, guardiacrcel, celadora, maestra o profesional, todo agente u oficial del Servicio es, para las presas, "polica". As, se convive con el que domina, con el que somete. Pero tambin

con otras dominadas y sometidas que no fueron elegidas, con las cuales no parecen existir, de manera espontnea e inmediata, intereses en comn. En una entrevista, una interna nos describa la rutina del pabelln de esta manera:

Hay mucho barullo. La msica est fuerte desde las 8 de la maana, msica de

cumbia. Llega un momento en que ests con los nervios destrozados... Una no

puede decir que se callen... Ellas consideran que son presas de la polica. No se dan cuenta que tambin lo son de sus propias compaeras. Una le dice: "Baj la radio que quiero leer". Y la ponen ms fuerte y la dejan toda la noche. Y no pods decir nada... (Beatriz, entrevista, 1995).

Y, en este espacio tenso, recortado por las relaciones de poder, la violencia se propaga con la rapidez del fuego.

Los efectos del encierro en la vida carcelaria

Cuando una mujer es llevada a la crcel, lo primero que debe enfrentar es una

requisa. Deber despojarse de toda su ropa para que personal de seguridad registre su cuerpo en busca de droga o armas. Un oficial la interrogar para abrir su legajo y, luego, le tomarn sus huellas dactilares. No encontrar jabn o un trapo para quitar la tinta de los dedos. Deber frotar sus manos contra la misma pared donde otros cientos de manos negras, nombres y fechas hablan de las otras mujeres que por all pasaron. Antes de entrar al "pabelln de ingreso", le quitarn sus efectos personales y cualquier objeto de valor. De ah en ms, paso a paso, comprobar cmo se la despoja tambin de todo aquello que constitua su cotidianeidad. Advertir que su lenguaje no le sirve, no le alcanza. Tendr que aprender cdigos de comunicacin diferentes. Palabras y gestos que antes carecan de significacin adquirirn el valor de contrasea, de clave fundamental para sobrevivir en ese espacio. Sus hbitos y rutinas tambin sern cambiadas. Deber compartir un espacio hacinado repleto de otras mujeres que, al igual que ella, piensan que ya van a salir, que slo estn all por pocos das, que "la otra" es peligrosa.

El da que llegu, una chica me prest un pedazo de cama, ..., tena miedo, yo no conoca a esa chica, si estaba enferma?.. Estuve en Ingreso ms de lo normal porque tena miedo de irme. Si bien estaba terriblemente mal ah, no saba cmoera en otro lado. Me haba hecho un grupo de cinco o seis personas queestbamos bien. Me quede casi un mes y medio. Me decan que me fuera pero yo quera irme con las cuatro o cinco chicas porque decan que te pegaba, que haba un montn de lesbianas,.... Eso lo decan las chicas que ya haban estado presas, ... las que era la primera vez que estbamos tenamos miedo a todo. La puerta estaba toda quemada del lado de adentro porque haban quemado colchones...8

(Andrea, entrevista, 1996).

Los primeros das fueron terribles. En Ingreso dorma en el piso, tapndome las

orejas con las manos, de tantas cucarachas que haba... (Ins, entrevista, 1996).

El encierro corta abruptamente la cotidianeidad del afuera. Esa cotidianeidad que, an en condiciones de vida desfavorables, y situaciones conflictivas, representara, como sostiene David Le Breton (...) el refugio seguro, el lugar de los puntos de referencia tranquilizadores, el espacio transicional del adulto. Es el lugar en el que se siente protegido dentro de una trama slida de hbitos y rutinas que se fue creando en el transcurso del tiempo, de recorridos conocidos, rodeado por caras familiares (...)9

La vida cotidiana, la del afuera antes del encarcelamiento, ha muerto y lo que

sigue es el duelo. Un duelo que las presas describen como "muerte en vida", un prolongado perodo de depresin, de apata, de angustia y de rebelda. Cmo sobrellevar la prdida y soportar la angustia de esta nueva realidad que ni siquiera logra constituirse como tal para la persona? Imperceptiblemente, se pondrn en funcionamiento mecanismos de defensa con el fin de procurarse alguna forma de auto-proteccin. Los ms usuales son las negaciones: "no voy a pedir que me traigan ropa porque me voy en dos das"; las racionalizaciones: "esto es un error, se equivocaron de persona"; y las proyecciones: "qu hago yo ac rodeada de delincuentes"? En su libro On Death and Dying, Elizabeth Kubler Ross seala cinco etapas que atravesara una persona al enfrentar la muerte10. Pensamos que dichas etapas pueden servirnos para analizar la "muerte en vida" relatada por las mujeres presas. Ante el choque emocional, la primera reaccin es la incredulidad. Posteriormente, sobreviene la agresividad, la rebelda. La manipulacin es lo que caracteriza a la tercera etapa, en la cual comienzan los intentos de negociacin para conseguir la libertad, presionando a los allegados, a los abogados, etc. Luego, la depresin y, con ella, un sentimiento de culpabilidad, especialmente en relacin a los hijos y a la familia, se apodera de las mujeres presas, que caen en la apata, duermen todo el da o recurren a drogas. Finalmente, la aceptacin es, por lo general, muy dificultosa para estas mujeres que en lo que observamos parecen recorrer repetidas veces las cuatro primeras etapas.

Uno de los momentos cruciales para las mujeres presas es, efectivamente, la

aceptacin de la realidad, de la prdida de la libertad y del encierro. De alguna manera, 9 esa realidad debe ser incorporada. Esa difcil y dolorosa incorporacin se manifiesta, por ejemplo, en el aprendizaje y uso de los nuevos cdigos de comunicacin y comportamiento:

... es muy tpico "luquear", que es cambiar una cosa por otra... lo que ms se luquea son las tarjetas de telfono, las pastillas, los cigarrillos. Hay una terminologa para cada cosa: el "pique" es la llave que tiene la celadora para abrir las puertas; la "rocha" es la chorra... (Mariana, entrevista, 1996)

Cmo superar el debilitamiento y fracturas del psiquismo de la persona, la ruptura de sus redes sociales habituales? Cmo enfrentar los efectos desvastadores de la violencia del encierro? A estas preguntas, muchas mujeres encarceladas responden con persistentes intentos por construir una nueva cotidianeidad en el adentro, por reconstituirse como sujetos sociales. Construir una cotidianeidad significa armar ciertos espacios confiables, establecer vnculos de mediana predictibilidad, incorporar los datos perceptuales de esa realidad con la significacin especfica que les otorga el encierro para poder ejercer algn dominio sobre ellos. Los gritos en la noche, las rejas que se golpean, las seas a travs de las ventanas, la msica a todo volumen. Construirse una nueva cotidianeidad significa, tambin, apropiarse de alguna forma de control del tiempo.

Esta reconstruccin de la vida cotidiana en el encierro debe darse a partir de lo dado, impuesto por la realidad penitenciaria: las prohibiciones, las normas rgidas de un reglamento estricto y exhaustivo y las arbitrariedades en su aplicacin, la violencia intrnseca, la convivencia compulsiva...

Pero el sistema tiene sus fisuras y esta construccin tambin se afirma sobre ellas para lograr alguna reformulacin del encierro. Entre lo dado y lo construido, entre las rupturas y el restablecimiento de los lazos sociales, el desafo se constituye en lograr comprender y ejercer algn tipo de dominio sobre los factores que interceptan la reconstruccin de lo personal y lo social, constantemente acometida por las arbitrariedades y violencias del sistema penitenciario, de las instancias jurdicas, de las otras mujeres encarceladas. La investigadora mexicana Elena Azaola sostiene que (L)as mujeres expresan coraje y se rebelan cuando se percatan de que estn en la crcel y de que la institucin controla sus vidas. Despus del primer ao, sienten cmo sus familias las abandona, y el mundo de afuera les aparece cada vez m s lejano. (...) El coraje de las mujeres se expresa mediante una necesidad de control, de sentir que pueden manejar lo que les pasa y cuando les pasa. (...) lo que les permite sentir que tiene algn dominio sobre su situacin. Hacen creer a sus custodios que acatan sus rdenes haciendo finalmente otras cosas. Esto se debe a que necesitan saber que todava pueden tomar alguna decisin sobre sus vidas. De manera que adquieren poder en un sistema que la hace sentir "sin poder"11

Reconstituir lo personal y lo social, aprendido y aceptado en el afuera -an cuando para cada una de ellas sea producto de experiencias singulares y heterogneas -, resulta dificultoso en la crcel. Reorganizar una nueva red de sostn, de soportes afectivos, rearmar formas de vida y de pensar, es una tarea ardua. Lo personal aparece inmediatamente invadido, y lo social, hostil. Por lo general, el resultado es un entramado 10 complejo, indiferenciado y confuso entre lo personal y lo social. Los parmetros aprendidos y aceptados de lo pblico y lo privado no sirven en la crcel12. La cotidianeidad armada en el encierro es muy diferente de la qued all, en el afuera. En la crcel, todo reaparece mezclado: se duerme, se juega y se trabaja en los mismos espacios, con las mismas personas, pero bajo la misma autoridad y con actividades diarias controladas por otros13. Los vnculos del afuera no siempre se pierden

totalmente. En el encierro, pueden retornar como sostn y como carga, constituyndose, casi siempre, en un vector de tensin insoslayable para la subjetividad femenina. Para el Director de la Unidad 3 del SPF, Las mujeres tienen otra insercin en la familia, lo que agrava ms su situacin de encarceladas, ellas no se desprenden de la funcin de madre. Si el hombre falta en la familia es una cosa, si falta la mujer es distinto. Las mujeres son ms demandantes, les preocupa mantener sus lazos con la familia. La mayora de los problemas que surgen son la preocupacin por la familia, la pareja, los padres...

(entrevista grupal, Ezeiza, 1997).

Las visitas, las cartas, las comunicaciones telefnicas permiten, en algunos casos, mantener, transformados, los vnculos con el afuera; a la vez que marcan el paso del tiempo. El tiempo del crecimiento de los hijos, de la muerte de los padres. El tiempo de la vida que no se est viviendo. Afuera, generalmente tenemos incorporada una manera de vivir el tiempo asociada a intentar no perderlo, a una sensacin de tristeza o de frustracin por lo rpido que pasa. En el penal, es diferente. La vivencia del tiempo se transforma. All, todas quieren que el tiempo pase lo ms rpido posible. Si afuera tememos perder el tiempo, adentro el tiempo ya est perdido. Adentro, es un tiempo de espera, un tiempo de condena y un tiempo de castigo. No es un tiempo de vida sino un tiempo muerto. Tiempo eterno. Slo a travs de la puesta en marcha de diferentes estrategias, las mujeres encarceladas consiguen reformular el tiempo y, de esta manera, el encierro.

La reformulacin del tiempo provoca la reformulacin del espacio, un lugar que va ms all de lo geogrfico, un lugar simblico, de relaciones sociales, de alianzas y enfrentamientos. Lo inverso tambin ocurre: nuevas formas de vivir el espacio reformulan la vivencia del tiempo carcelario. En esta recombinacin del tiempo y del espacio se encuentra la experiencia de la vida cotidiana.

Prcticas cotidianas y estrategias de las mujeres encarceladas

De alguna manera, superadas las primeras reacciones de negacin y desesperacin, propias del ingreso, las mujeres encarceladas comienzan a intentar reconstruir una cotidianeidad en el adentro, empresa constantemente amenazada e 11 interrumpida por las arbitrariedades y violencias del sistema. La vida cotidiana se reconstruye a travs de prcticas y estrategias, individuales y colectivas, indispensables para sobrevivir, para adaptarse y resistir en el encierro carcelario.

Se trata casi de una nueva socializacin que debe llevarse a cabo en condiciones adversas y que slo servir mientras dure su estancia en la crcel. Es un aprendizaje total, forzado y, a la vez, sentido como intil para su vida posterior en el afuera. Las mujeres encarcelas consideran que casi nada de lo que aprenden en prisin ser provechoso. El encierro las denigra, no las rehabilita. Slo, desde ellas mismas, y en determinadas ocasiones, algunas experiencias vividas durante el encarcelamiento pueden ser convertidas en un aprendizaje til: comprender errores previos, conocer mejor a la gente, armar vnculos con ms cuidados. Cuando recuper la libertad, Hilda tena muy en claro:

Creo que no lo voy a volver a hacer [al delito por el cual haba sido detenida], pero no lo puedo asegurar... Pero lo que s s es que, si lo hago, lo hago por m. Nunca ms me como sto por otro [su pareja]... (entrevista, 1995).

Los aprendizajes se imponen desde el lenguaje. Como veamos anteriormente, en la crcel, deben conocerse una serie de trminos y giros imprescindibles para interactuar entre ellas y con sus carceleras/os. Junto al lenguaje, se imponen, adems nuevos cdigos de comportamiento, una nueva escala de valores. Es un "saber decir" y "saber hacer" desconocidos para quienes nunca estuvieron en una prisin e indispensables para convivir con gente tambin desconocida, extraa y, muchas veces, hostil.

Efectivamente, todos estos conocimientos, personales, individuales, se hallan

inmersos e influidos por un contexto de relaciones sociales forzosas, muchas veces antagnicas. El aislamiento carcelario se complementa con la convivencia compulsiva con otras mujeres que no se conocen, que frecuentemente no son afines y de las cuales se desconfa. Pero entretejer algn tipo de relacin social es fundamental no slo para reconstruir una vida en el encierro sino para reconstituirse como sujetos sociales y, as, tejer una malla de proteccin para la propia identidad.

Los primeros aprendizajes se adquieren en la relacin con las otras mujeres presas. Gradualmente, se consolidarn algunos vnculos, a veces impuestos, otras veces elegidos, con objetivos y fines diferentes: defensa, conservacin, adaptacin, resistencia.

Por un lado, se conforman las "bandas", grupos jerrquicos de presas liderados por una de ellas. Las bases del poder de las lderes pueden ser diversas, pero generalmente tienen como referente la fuerza fsica y de temperamento, la antigedad en la crcel y las experiencias acumuladas. Estos poderes son conflictivos y revocables. De alguna manera, deben ser ganados, sostenidos y pueden ser perdidos, lo cual genera y aumenta el clima violento de la crcel. La pertenencia a una banda constituye, segn los testimonios de las presas,, uno de los nicos, o de los ms seguros, elementos de proteccin frente a las agresiones de otras internas. El sistema carcelario no limita sino, por el contrario, alienta los lideratos y los conflictos entre ellas puesto que le permite

introducir y justificar su propia violencia, as como espiralar los conflictos en el penal.

Ins nos relataba cmo, despus de haber sido golpeada por otra interna, una celadora le haba dicho:

12

Se ve que Usted no tiene instruccin carcelaria. , Ud. tiene que hacerse de un

bando, ... de un grupito que la defienda... (entrevista, 1996).

Las "ranchadas" son otro tipo de agrupacin que se vincula, ms especficamente, con los desafos de organizar algunas actividades bsicas de la vida cotidiana, como las comidas, el mantenimiento de la limpieza, etc. Frecuentemente, las mujeres encarceladas carecen de los elementos ms bsicos - sbanas, papel higinico, jabn- para reelaborar una vida, an de pobreza, como la que la mayora llevaba en el exterior. El SPF slo les da colchones y una comida que, en la medida de las posibilidades de cada una, se

negarn a comer. As, dependern de las visitas de familiares o amigos, una va muy incierta o improbable para algunas cuyos familiares viven muy lejos, son extranjeras, no reciben visitas o stas no pueden proveerlas. En algunas ocasiones, entonces, las ranchadas pueden servir como instancia de socializacin de algunos bienes. Sin embargo, en un contexto de privaciones muy agudas, queda poco margen para la solidaridad. Por otro lado, la crcel importa y reproduce las relaciones de clase del afuera. Algunas internas disponen de bienes para intercambiar, para pagar servicios o

proteccin. Julia nos describa, de esta manera, la situacin:

Yo tengo y vos no tens, entonces me hacs de mucama... La proteccin se paga, hay algunas que no se lavan la ropa, que no planchan, tienen mercadera... la que no tiene, tiene que subordinarse... (entrevista, 1995).

La crcel tambin importa y reproduce las diferencias y relaciones de gnero. Esto es perceptible en muchos aspectos: en los comportamientos, en las prcticas y valores que las internas traen del afuera y se proponen o necesitan reconstruir en el adentro; en las relaciones con el otro sexo; en las relaciones entre mujeres; y, tambin, en la mirada del otro, de las autoridades y personal del SPF. As, se repiten pautas de comportamiento, valores y creencias aprendidos en el afuera, casi siempre reforzados en el adentro por los otros o por ellas mismas. An cuando los componentes de gnero sean muy heterogneos, ya que difieren de acuerdo a la clase social, la edad, las vivencias previas de las mujeres encarceladas, encontramos nudos muy fuertes provenientes tanto de la ideologa hegemnica como de las experiencias de gnero. Por ejemplo, en la reconstruccin de lazos afectivos intramuros que intentan llenar o reemplazar las familias perdidas total o parcialmente o que, quizs, nunca tuvieron en el afuera.

Coincidiendo con diversos estudios, podemos afirmar que las mujeres encarceladas tienden a recrear en el encierro relaciones de parentesco o "simil-familias", de amistad y de pareja, con gran compromiso emocional, en mucha mayor medida que los varones14. Entre las relaciones "familiares" ms comnmente recreadas, encontramos las de madre-hija, abuela-nieta, padre-hija o entre hermanas.13

Frecuentemente, intentan reproducir un modelo ideal importado del afuera, quizs nunca experimentado antes. Las "madres" son nutrientes y afectuosas; las "hermanas" se aman y se pelean; los "padres" son autoritarios, controlan y protegen. Esta recreacin de relaciones familiares entre las mujeres presas puede explicarse a partir de la existencia de una identidad social femenina que, cultural e histricamente, an tiene un fuerte referente en la familia. Referente que se pierde al ingresar a la crcel, aunque se mantengan vnculos con las familias de origen, con los cnyuges o los hijos, a travs de las visitas. En uno de los talleres de reflexin realizados en la Unidad 3, una mujer manifestaba:

... como madres, nos quedamos sin hijos; como esposas, sin maridos; como hijas,sin padres... (Liliana, testimonio, 1994).

Una estrategia de reestructuracin de esa identidad social y personal es

precisamente crearse un lugar dentro de un nuevo sistema de parentesco, inventado en el encierro, pero conocido puesto que en l se cumple un papel aprendido previamente.

Ellas saben lo que las dems esperan de ellas, como hermanas, madres, abuelas. Es habitual que, entre ellas, y, ante otros, se denominen y comporten como "hermanas", incluso, despus de haber recuperado la libertad. Algunas adoptan o son colocadas en un rol maternal. Ana nos contaba, por ejemplo, cmo por haber escrito y elevado a las autoridades unas cartas que le permitieron a otra mujer encarcelada ver a sus hijos, sta: ... estaba tan agradecida conmigo que a la noche vena y me deca: "vos sos como mi mam"... (entrevista, 1996).

Tambin, nos relataba: Un da dije: "Ay!, cmo extrao el mate cocido que me haca mi mam!" Y una seora comenz a hacerme mate cocido (Ana, entrevista, 1996).

En algunos casos, el rol que cumplan en sus familias de origen es tan fuerte que automticamente es desplazado al adentro. Una seora que constantemente hablaba de su nieta, se convirti en la "abuela" de su pabelln. Tambin hay "tatas" en la crcel. Y, aqu, ms all del sexo biolgico, se mantiene la importacin y reforzamiento de la ideologa y relaciones de gnero. La paternidad es asumida por internas frecuentemente descriptas como fuertes, con capacidad de liderato y que pueden ofrecer una proteccin eficaz, especialmente frente a la violencia fsica o institucional. A pesar de la presencia habitual de este tipo de relaciones, las "simil-familias" no agotan ni abarcan un universo tan heterogneo como la crcel de mujeres. Muchas se niegan explcitamente a creer en la posibilidad de reconstruir relaciones parecidas a las familiares en el encierro, o no lo juzgan deseable. Para Julia, por ejemplo, .. todo es un fin... en la crcel. A veces, por necesidad econmica o de proteccin, se entra en relacin con otras, pero ... lo mejor es arreglarte vos sola, si tens para comer, coms ... (entrevista,1995). 14

Algunas consideran que slo las ms dbiles intentan recrear familias dentro de la crcel:

Yo tengo bien claro que mi familia est muerta, sera muy loca si voy a buscar una familia en la crcel... si una persona te ayuda es como una hermana para m; pero est claro que no es mi hermana (Claudia, entrevista, 1996).

De acuerdo con otras investigaciones realizadas, el porcentaje de relaciones

homosexuales en crceles de varones y mujeres es similar, aunque les otorgan

significados diferentes. Algunos relatos autobiogrficos tambin sostienen que, entre las mujeres, la homosexualidad se vinculara ms a la necesidad de amor y afecto; mientras que, entre los varones, aparecera ms relacionada a la necesidad de una descarga fsica, un intercambio econmico, hasta adoptar, en ocasiones, la forma de la violacin.

Dejarse violar o ser seducido, abrira un camino de humillaciones y violencias

permanentes hacia el quebrado que automticamente pierde todo respeto y

consideracin por parte de los otros presos, que tambin mantienen relaciones

homosexuales pero desde el rol "activo/viril"15. Tanto en la experiencia de mujeres y varones encarcelados, como en la mirada del investigador o investigadora, se cuelan preconceptos y prejuicios sexistas que obstaculizan, por ejemplo, reconocer en las mujeres la necesidad de experimentar placer y encontrar vas para ejercer la propia sexualidad ms all del amor; o aceptar en los varones la bsqueda amorosa de un compaero que los ayude a mitigar la hostilidad de la prisin. As, las relaciones sexuales en el encierro son complejas y variadas, lo cual resulta casi una obviedad puesto que en este aspecto, como en muchos otros, la crcel no constituye una isla dentro de la

sociedad. Segn nuestra experiencia, las relaciones homosexuales entre ujeres presas pueden adoptar diversas formas que van desde la formacin de parejas "butch/femme" a relaciones ntimas de amistad y compaerismo profundo, que podran describirse como relaciones sexuales sin genitalidad. La formacin de estos vnculos de amistad-amorpasin dentro de la crcel conlleva tensiones y conflictos parecidos a los del afuera y, ms an, al verse entremezclados con otros provocados por el contexto de encierro y violencia en donde, si bien pueden encontrarse manifestaciones de solidaridad, tambin existen las desconfianzas, los celos y los odios. Un tanto impresionada, Hilda contaba:

Yo nunca pens que dos mujeres se podan pelear de esa manera... Las palizas asustan a cualquiera. Y la lesbiana a la que se le mira la pareja ... Yo no entiendo mucho, pero s que una hace de hombre y otra de mujer. La que hace de hombre, en la mayora de los casos, tiene un aspecto masculino. Generalmente, es muy fuerte... o aparenta ser muy fuerte. Entonces, se hace un problema de celos...porque no se te ocurra mirarlo!... (entrevista, 1995).

La experiencia y el aislamiento de la crcel transforman, con frecuencia, las

percepciones del lesbianismo que algunas mujeres tenan previamente. Por un lado, no resulta banal el dato de que las mujeres encarceladas son abandonadas por su pareja 15 externa, en mucha mayor medida, y ms rpidamente, que los presos varones16. Por otro, las relaciones de pareja en el encierro no slo satisfacen las necesidades de sentir y dar afectos sino que se piensan, frecuentemente, como un lazo ms fuerte que la coyuntura del encierro y ofrecen una ilusin de estabilidad.

Un da vi a unas chicas que se estaban acariciando y me agarr una cosa... Cada uno que haga lo que quiera, pero que no lo hagan a la vista de todos .... Hay ms de las que realmente uno cree, pero no es que sean lesbianas realmente. Tienen marido, hijos, pero estando ah..., es estar juntas..., alguna es cariosa... No estoy exenta de que me pueda llegar a pasar. Por ah, un da estoy triste y no s entonces... Yo no soy omnipotente (Mariana, entrevista, 1996).

Por su parte, en el tema de la sexualidad -como en muchos otros aspectos, el SPF mantiene una doble poltica. De acuerdo a una interna, ... el Servicio Penitenciario empuja a las mujeres heterosexuales (en base a todas

las trabas que les ponen para tener visitas ntimas con sus parejas) a mantener

relaciones temporales con otras chicas... Pasado sto, el mismo Servicio las

castiga, las discrimina y normalmente culpan a las que son homosexuales desde la calle de incitar a las dems a ese tipo de relaciones (Luisa, testimonio del taller de reflexin, Ezeiza, 1994).

A diferencia de los varones encarcelados, en las mujeres no se encuentra ninguna actitud "vergonzante" con respecto a la homosexualidad. Por el contrario, el lesbianismo no se oculta, sino que es reivindicado. Ana afirmaba,

Todas mis compaeras y todo el Servicio saben que soy homosexual y lo saben porque mi pareja est detenida tambin y hace tres aos que estamos juntas y nos separan y logramos volver a estar juntas. Pero ... si alguna compaera desea hacer una maldad y hace alguna denuncia contra mi pareja y contra m, slo por el hecho de que le molesten las personas homosexuales o porque crea que los homosexuales son enfermos y tenga miedo por no se qu cosa, puede hacernos mucho dao, de todo tipo... Declarar ante algn expediente que sos homosexual, es el comienzo de todas las trabas. Trabas para la conducta y el concepto. Trabas para conseguir trabajo en algn taller... (testimonio del taller de reflexin, Ezeiza, 1994).

Todos estos esfuerzos por recrear vnculos afectivos, no exentos de conflictos,

permiten reformular las vivencias de los tiempos muertos y los espacios cerrados y grises. Una relacin amorosa puede implicar tambin crear un espacio de intimidad. La fantasa de un espacio propio, privado, un refugio. Materialmente, esto queda plasmado en el esmero demostrado por las internas en arreglar sus celdas, colgar cortinas, en 16 intentar sentirlas como algo ms propio colocando fotos, adornos, recuerdos, plantas.

Algunas, incluso, intentan hacer un jardn de un patio de tierra.

Por otra parte, estos lazos afectivos escapan al control de los carceleros. Los

familiares, amistades o parejas del afuera, en cambio, se hayan sujetos a un rgimen de visita con rgidas normas, controlado por el SPF. No cualquiera, ni en cualquier momento, puede visitar una presa17. Sin embargo, las internas intentan apropiarse de estos espacios. Las fuerzas en crear nuevos vnculos en el encierro no menguan el empeo en mantener las relaciones con el afuera, cuando stas existen. A travs de visitas, cartas o comunicaciones telefnicas, las mujeres presas luchan por sostener los hilos que las unen a su vida anterior. Durante toda la semana, esperan sus visitas y cocinan para ellas. Encerradas, las mujeres an se sienten responsables de alimentar a sus hijos y

familiares.De dulces estoy saturada -nos contaba Ins. Creo que las mujeres tratan, de

alguna manera, de hacer que sus familiares las tengan presentes y cocinan

muchas cosas dulces para la comida: postres para que se lleven, comida para

compartirla durante la visita. Kilos y kilos de harina, oquis, ravioles, fideos,

estofado, tartas... infernal! Y, despus, lo dulce... Entre doce que estbamos haba un nivel de quince tortas... Yo aprend a hacerlo porque sino ya me pareca que era una mala madre... (entrevista, 1996).

Estos preparativos no ahorran frustraciones. Mnica nos contaba, por ejemplo, que ... para hacer la comida o calentarla, a veces, te tenas que pelear. Y, a lo mejor, te habas peleado con alguien [otra interna], y te dejaban plantada [las visitas] (entrevista, 1996).

Algunas que, por determinados motivos, no reciben visitas, comparten las de sus compaeras, contrarrestando, en parte, el individualismo feroz alentado por el sistema.

En el marco de las relaciones familiares en el encierro, la cuestin de las mujeres encarceladas con sus hijos/as merece un captulo aparte. Segn la reglamentacin vigente, las mujeres condenadas por un delito pueden mantenerlos/las con ellas hasta que cumplan los 4 aos18. En la Unidad 31 de Ezeiza, existe el "pabelln de madres" donde se alojan las mujeres con sus hijos y las embarazadas19. Son las propias mujeres quienes deben decidir conservar o no, con ellas, a sus hijos/as, en la situacin de encierro. Esta decisin resulta muy conflictiva puesto que ellas saben que, si optan por la

primera, fuerzan a sus hijos a crecer en un ambiente muy hostil y violento, a crecer encerrados, a compartir la condena de la madre en un mundo delimitado por las rejas de 17 la crcel. Las internas nos comentaban que la primera palabra que los nios aprenden a decir es "cela" (apcope de celadora). Una de ellas que haba decidido enviar a su hijo con su familia, afirmaba:

Si yo no quiero todo esto para m, menos lo iba a querer para mi hijo. No quera que mi hijo tuviera este recuerdo desde tan chico... Aparte pens que me iba a apegar mucho a l y cuando lo tuviera que sacar, qu? Iba a ser peor porque yo ya estaba acostumbrada a l y l a m. Por eso fue mi decisin (Hilda, entrevista, 1995).

Pero muchas veces la alternativa familiar no existe. En tal caso, el Juzgado de

Menores puede colocar al nio con una familia sustituta, opcin altamente conflictiva tambin para las mujeres encarceladas:

Qu pasa con ese nene alejado de su madre durante la noche, en sus nanas, en sus deseos? Qu pasa con ese beb con su mam lejos? Alguien pens en la ruptura del vnculo madre-hijo? Ese nio llora con un extrao que le hace mimos, que lo reta, al que con el correr del tiempo va a querer y cuando tenga que irse con su mam va a tener un conflicto interno del cual seguramente va a tener secuelas (Claudia, testimonio del taller de reflexin, Ezeiza, 1994).

Por estas u otras razones (como la necesidad de establecer un nuevo vnculo afectivo, de sentir algo como propio), muchas deciden conservar al hijo en la crcel. La crianza del beb les permite sostener una serie de actividades cotidianas similares a las que llevaran en el afuera. Para el SPF, la decisin de embarazarse o conservar hijos en el penal constituye una estrategia plenamente consciente de las mujeres para obtener beneficios. Cuando nos llevaron a conocer el pabelln de madres, una autoridad del SPF nos alert:

... ellas no son madres como nosotras. Utilizan a los nios para obtener cosas,

conseguir permisos... (testimonio, Unidad 31, Ezeiza, 1997).

Cualquiera de las opciones a las que se ven enfrentadas las mujeres encarceladas, en tanto madres de nios/as pequeos/as, se constituye en una encrucijada. No se trata de elegir entre una alternativa buena y otra mala, sino entre dos malas. No podemos dejar de mencionar que hemos recibido, tambin, testimonios de mujeres que, al ser encarceladas, desconocan la posibilidad legal de mantener a sus hijos menores con ellas:

Cuando me llevaron presa yo estaba con mis dos hijos pequeos, uno de techo.

Yo no saba que poda tenerlos conmigo en la crcel. Se los llev una institucin.

En la crcel, mis compaeras me explicaron que yo poda haber elegido. Recin ah me enter (Susana, entrevista, 1997).

Otra de las estrategias adoptada para reformular el tiempo inacabable y los espacios del encierro es concurrir a los oficios religiosos, ms all de la fe que profesen.

Algunas internas lo hacen una vez por semana; otras, en cambio, van en distintos das a 18 diferentes cultos. Los encuentros religiosos les posibilitan romper con el tiempo del pabelln y generar un espacio de comunicacin con otras presas y con otros que vienen de afuera.

La asistencia a actividades educativas es otra de las posibilidades de reformular el encierro, en especial la que no son obligatorias y, por lo tanto, no se hallan organizadas por personal docente del SPF20. Quienes son alumnas de la Universidad de Buenos Aires en la crcel coinciden en sostener que este acceso a la educacin les ofrece un sentimiento de libertad simblica y apertura intelectual, as como la posibilidad de sentir que aprovechan el tiempo. Afirman que les permite defenderse mejor en el adentro y aduearse de algo valioso para el afuera:

A m, me hizo muy bien estudiar. Me abri el cerebro, las neuronas que tena dormidas. Aparte de mi familia, fue el estudio lo que me sostuvo (Patricia, entrevista, 1997).

La Universidad en la crcel no es slo un espacio de estudio. Es un lugar vivido y defendido como un recorte autodeterminado dentro del encierro impuesto. Un lugar privado y, precisamente por eso, libre. Muchas sostienen que es uno de los pocos o el nico lugar en el cual no se sienten tratadas como presas. La Universidad de Buenos Aires es una de las pocas instituciones independientes que penetra los muros de la crcel 21. La educacin universitaria genera y refuerza un inters por aprender y aprovechar los recursos legales disponibles. En su ms alta expresin, sto se manifiesta en el inters mostrado, tanto por parte de varones como de mujeres encarcelados, por estudiar leyes y abogaca. Ms bsicamente, escribir adecuadamente una carta a un juez es un recurso personal valioso y que, con frecuencia, se socializa. Como sostena Mnica:

Yo la ayudaba a una seora que no saba leer ni escribir. Ella me deca: mi

maestra (entrevista, 1995).

De manera ms general, la universidad ofrece una autoconfianza, una comunicacin con el exterior a travs de los profesores, una capacidad crtica con respecto al SPF, que no pasa inadvertida para el mismo. Como sostiene Mariana, existe una actitud de sospecha permanente:

Ir a estudiar es una lucha constante entre el SPF y el preso. Te dicen: "Qu quiere salir doctora de aqu? No entienden nada.Cmo le pods explicar a una 19 persona ignorante? Ellos tienen miedo que los profesores nos inculquen por el pensamiento (entrevista, 1996).

Como destacbamos en otro artculo, la crcel deteriora la salud22. Tanto los profesionales como las propias internas hicieron referencias a los problemas de salud fsica y mental provocados por el encierro: ya sea porque surgen nuevas patologas o porque se agravan las preexistentes. El jefe del Servicio Mdico de la Unidad 3 sostena que

Las enfermedades ms frecuentes, aqu, son ginecolgicas, hipertensin, crisis

asmticas, somatizaciones, trastornos nerviosos (entrevista, 1997).

Andrea, una interna, afirmaba:

Lo que se genera ah es todo nervioso, psicosomtico, porque una persona vive en constante tensin, es inhumano (entrevista, 1996).

Si bien existe en la crcel de Ezeiza un servicio mdico que cubre diversas especialidades, la instrumentacin de la atencin de la salud es visualizada por las internas como deficiente y precaria. Asimismo las trabas y limitaciones a las que se encuentran sujetas la consultas mdicas no escapan a las arbitrariedades que afectan a todo lo carcelario. Por ejemplo, Mnica nos contaba:

Yo peda ir al centro mdico y con una fiebre terrible me daban una aspirina y que me diera una ducha fra. Entonces, yo lo haca y, as, estuve ms o menos cuatro meses. Y lo que tena era tuberculosis (entrevista, 1995).

Por otro lado, las mujeres trasladan a la crcel un conjunto de prcticas y hbitos incorporados histricamente en relacin al sistema de salud. En mayor medida que los varones, aqullas como depositarias culturales de la atencin de la salud familiar- han desarrollado un vnculo ms fludo con los servicios y profesionales mdicos. Esto no pasa desapercibido por los profesionales del SPF. Quienes tenan experiencia en crceles de varones sostuvieron que las mujeres son mucho ms demandantes que aqullos en la atencin de su salud fsica y mental. Por otro lado, en las entrevistas, sealaron que, para ellos, esta demanda no era ingenua ni sincera:

Las mujeres son mucho ms demandantes de atencin mdica, sobre todo de atencin ginecolgica... Utilizan su sexo para conseguir cosas... Desde mi trabajo mdico en la Unidad, las hay muy demandantes. Nunca se satisfacen sus necesidades que, en muchos casos, son ficticias. Otras son ms conformistas. Las ms jvenes son las ms demandantes (entrevista, Unidad 3, Ezeiza, 1997). 20

Efectivamente, ms all del real deterioro en la salud constatado, la demanda de atencin puede ser leda, tambin, como otra de las estrategias para salir de los pabellones, romper la monotona diaria, tener acceso a otros espacios: la enfermera, la sala de espera, los consultorios, y ser escuchada por otros y otras: los profesionales y auxiliares, las otras internas que esperan tambin ser atendidas. A pesar de esta necesidad de ser escuchadas, la atencin psicoteraputica ofrecida por el SPF no resulta til para las internas. Por un lado, como reconocieron algunos profesionales, ellos no tienen una preparacin adecuada para tratar a mujeres encarceladas. Por otro, existe una lgica dificultad, por parte de las internas, para tener una disposicin transferencial positiva con un terapeuta que ellas identifican como agente

del SPF.

La mayora va y miente, porque tienen miedo que la psicloga informe al juez por sus problemas. Van slo por medicamentos y no a plantear problemas (Ana, entrevista, 1996).

Efectivamente, los psicofrmacos circulan en forma habitual en la crcel. Las internas los demandan para uso personal y el SPF los ofrece sin restricciones para mantenerlas tranquilas23. Durante una visita realizada a los consultorios mdicos dentro de la crcel, se constat que ms de la tercera parte de las internas estaba recibiendo psicodrogas. En relacin a este tema algunas sealaron: El SPF cuenta con psiquiatras que lo solucionan todo con psicofrmacos que te

dejan zombies (Diana, testimonio del taller de reflexin, 1994).

Cuando una entra, lo primero que te aconsejan es ir al psiquiatra y ya te empiezan a medicar a la maana, a la tarde y a la noche... te empastillan (Claudia, entrevista, 1996).

... entonces, cuando se ponen violentas, las llevan, las empastillan y las mandan de vuelta (Andrea, entrevista, 1996).

Las psicodrogas forman parte de un conjunto ms amplio de adicciones corrientes en el penal, como el tabaquismo y la comida. Las drogas ilegales tambin son habituales dentro del penal y objeto frecuente de trueques. A pesar de que existe un discurso manifiesto, punitorio y moralista, contra el consumo de drogas e, incluso, un Centro Modelo de Rehabilitacin en la Unidad 3, de acuerdo a los testimonios recogidos entre las internas:

... la droga anda, va y viene, no s qu es lo que controlan. Las chicas fuman y se siente un olor que voltea y las celadoras estn ah, saben. Yo nunca haba probado la droga antes de entrar... (Susana, entrevista, 1997).21

Otra interna relataba, de esta manera, el doble discurso del propio SPF:

Ac entra cocana y marihuana, pero cuando saben quienes las traen, no las requisan. Cuando saben que no traen nada, las desnudan para cumplir con las formalidades (Julia, entrevista, 1995).

Para el SPF, el trabajo constituye una pieza central del programa de rehabilitacin de la poblacin carcelaria. A juzgar tanto por el tipo de tareas que deben realizar las mujeres condenadas como por las ofertas de capacitacin laboral existentes en la crcel, el trabajo parece tener un fin ms moralizador que perseguir una posible mejora en la reinsercin social-laboral de la interna, cuando sta recupere la libertad. Las tareas son siempre y fundamentalmente "femeninas" y han variado escasamente desde las pocas de las Hermanas del Buen Pastor24. Por un lado, estn los trabajos que tienen que ver con el mantenimiento - cocina, limpieza - y, por otro, los talleres en donde se realizan trabajos para empresas externas - carpetas, borlas de cortinas, empaquetamiento de virulana. Estas tareas, adems de ser rutinarias, repetitivas y visualizadas como intiles para quienes las realizan, son escasas. Efectivamente, no hay trabajo para todas, algunos son espordicos y la paga es nfima. A esta paga se la denomina pecunio. Los pecunios pagados por determinados trabajos son irrisorios, no ms de cinco pesos semanales y, por lo general, se realizan en rdenes de compra de la provedura de la crcel, la cual ofrece mercaderas mucho ms caras que en los comercios de afuera. Esto tambin fue corroborado por las autoridades del penal. En la entrevista grupal, sostuvieron que ... el pecunio vara entre $20 a $30 pesos por mes (Unidad 3, Ezeiza, 1997). Ana, una interna, nos contaba: Cuando trabajaba con virulana, estbamos todo el da trabajando. Eramos 5 chicas y me pagaban ms o menos $12 cada 15 das (entrevista, 1996).

Dadas las caractersticas que asume y que el SPF le imprime, podemos sostener que el trabajo se constituye en una pobre estrategia para las mujeres encarceladas. Se vincula ms a la disciplina que a la resistencia; responde ms a la obediencia, al acatamiento de las normas internas, a la necesidad de dinero por nfimo que sea, que a una posibilidad genuina de otorgarle al trabajo algn significado provechoso para ellas mismas. Pero, para el SPF, el trabajo es un elemento fundamental, en mucha mayor medida que la educacin. La asistencia a algn tipo de trabajo influye en el puntaje de las internas, dentro del sistema de calificacin de "conducta" y "concepto". De acuerdo al puntaje otorgado, las mujeres encarceladas pueden obtener o no determinados beneficios, conforme van avanzando en el "rgimen de progresividad". As, una calificacin alta puede favorecer el acortamiento de la condena, las salidas transitorias o 22 laborales, etc. De acuerdo a las autoridades penitenciarias, un puntaje alto en "conducta" se vincula a la demostracin de un comportamiento correcto, fundamentalmente en el rea de trabajo. El "concepto", en cambio, se relaciona a las apreciaciones del propio SPF sobre el comportamiento de la interna. Es decir, es un juicio acerca de lo que el Servicio considera su "real" transformacin y rehabilitacin. Su objetivo es contrarrestar las posibles "simulaciones" de las presas. El puntaje otorgado al "concepto", entonces, abre un espacio para la arbitrariedad reglamentada. Como sintetizaba categricamente una autoridad de la Unidad 3 de Ezeiza:

Es decir, la "conducta" es lo que la presa hace; el "concepto" es lo que nosotrosvemos que hace... (entrevista grupal, 1997).

A pesar de estos lmites, o precisamente por ellos, "hacer mritos" puede constituirse en otra de las estrategias individuales de las internas. La buchona", la presa que colabora encubiertamente con el SPF, representa el extremo en la escala de ganarse su aprobacin. Una interna sostena:

No hay presas que digan que colaboran con el SPF, pero las hay. Hay quienes van y cuentan todo lo que sucede, todo lo que se va a hacer. Generalmente, las que se creen lderes transan con el SPF (Andrea, entrevista, 1996).

Existen otras estrategias de resistencia, formas que se insertan en mecanismos permitidos y formas que utilizan intersticios institucionales para manifestarse. "Hacerse or" para denunciar, para demandar, constituye una imperiosa necesidad para las personas encarceladas. Enviar cartas al juzgado, pedir audiencias a las autoridades del penal, son formas tradicionales de canalizar denuncias o reclamos, comnmente aceptadas por la institucin. En estos ltimos tiempos, sin embargo, las presas comenzaron a recurrir a otros mtodos para hacer conocer sus problemas. Por ejemplo, a travs de los llamados telefnicos a programas en vivo de radio o televisin para realizar alguna denuncia. Destaquemos que la instalacin de telfonos pblicos en los pabellones del penal de Ezeiza, con horarios restringidos de empleo, slo data de 1996.

Las internas tambin suelen recurrir a medidas de fuerza, como las huelgas de hambre, de brazos cados, los motines. Estas medidas las toman cuando retenden modificar sus condiciones de existencia, para hacer evidente el hacinamiento, ante determinadas arbitrariedades manifiestas, por la lentitud del sistema judicial, por solidaridad con poblaciones carcelarias de otros penales, etc. Algunos sostienen que las mujeres presas utilizan estos mtodos de protesta en mucha menor medida que los varones. Sin embargo, para realizar tal afirmacin, habra que tomar en cuenta una serie compleja de factores: el peso cuantitativo y cualitativo que se le da a la poblacin carcelaria femenina dentro del sistema penitenciario, la repercusin de sus protestas en los medios de comunicacin, formas diferentes de resistencia que suelen desafiar menos el control y la seguridad de la institucin. Indudablemente, lo que no se puede extraer como conclusin de esta aparentemente menor y menos violenta protesta femenina es que las presas "se encuentran bien" o que sus necesidades son menos apremiantes que las de los varones que protestan ms.

Los motines constituyen la forma ms virulenta de protesta, ya que suponen la toma de pabellones y la captura de rehenes del SPF. Si bien se trata de una estrategia 23 colectiva, no todas las internas participan de los motines, pues algunas temen recibir represalias mucho ms terribles por parte del Servicio, una vez acabado el motn, y cualquiera haya sido su resultado. Los motines no slo representan un conflicto abierto con el SPF, sino que tambin constituyen una fuente de emergencia de conflictos entre las presas. En un taller realizado con posterioridad a un motn en Ezeiza, una interna afirmaba:

Con todo esto surgi mucho egosmo, mucha discriminacin, se foment la divisin entre las compaeras y con eso ms divisin. Es como el cangrejo: perdimos lo que habamos conseguido. Cuando ms necesits estar con otros, ms te aisls o ms te aslan (Andrea, testimonio del taller de reflexin, 1996).

Todas estas prcticas y estrategias de sobrevivencia, de resistencia, suponen la existencia de un trabajo de restauracin del yo por parte de las internas, demuestran una oposicin consciente a las infantilizacin, a la cosificacin a las que permanentemente son sometidas. La mayora de ellas se basan en la conformacin de una red de vnculos sociales que favorece la reestructuracin subjetiva y social de la persona. Una interna nos ofreca este testimonio de lucha interna y externa: Si no te sostens tratando todo el tiempo de conservar tus pensamientos y de acordarte cmo te llams, y todas esas cosas, ests lista. Sabs cmo nos llaman ellos? Ellos nos llaman "paquetes". Dicen: "Bajo paquete, llevo paquete a la 3 o a la 5. Voy a buscar paquete". Yo despacito les digo: "Yo no soy un paquete no ves que tengo manos, boca, cara, camino con mis piernas? No soy un paquete". Pero lo digo para mi, no para que ellos cambien. Nosotras somos seres humanos, personas, no somos paquetes y se nos tiene que meter bien en la cabeza (Mirta, testimonio del taller de reflexin, Ezeiza, 1996).

Reflexiones finales

Todo lo expuesto en este trabajo no es ms que una aproximacin a la vasta temtica de la crcel y a la forma en que esta institucin opera sobre las mujeres detenidas, y cmo ellas intentan resistir a travs de una reformulacin del encierro. Intramuros, incesantemente, un brutal enfrentamiento se libra entre un sistema represivo que busca la cosificacin de las personas detenidas y la capacidad de stas para desarrollar una prctica social cotidiana que les permita sobrevivir como personas y, por lo tanto, resistirlo. La investigacin nos revela que el encierro y todo lo que ste implica afecta las subjetividades tanto de mujeres como de varones. Este sistema represivo busca desestructurar sus identidades, destruir su fuerza yoica y disminuir su capacidad de reaccin y accin como sujetos sociales. No podemos evitar sealar que cuando la tecnologa penitenciaria despliega sus mtodos sobre las presas, posiblemente se encabalgue en un sentido de la obediencia femenina, social e histricamente, construido. En nuestra sociedad an sigue predominando una visin patriarcal que amenaza la autoestima de las mujeres, configurando subjetividades que dificultan la emergencia y ejercicio del juicio crtico. En la crcel, un nuevo anillo de marginacin intenta estrangular las condiciones de posibilidad de ser sujetos. Sin embargo, hemos podido comprobar que un contexto tan violento y amenazador no logra reducir totalmente a las mujeres a 24 sujetos pasivos. Al escuchar sus voces, al observar su vida cotidiana, advertimos que es a travs de las diversas prcticas y estrategias que ellas logran reformular el encierro carcelario. Prcticas que contribuyen a sostener la integridad del yo, prcticas de oposicin, de disputa, de negociacin, de recreacin, de integracin. Estrategias para crear espacios de resistencia donde puedan establecerse relaciones solidarias, asumir compromisos afectivos y proteger su identidad.

El principal objetivo que nos impulsa a presentar este artculo es instalar el tema de las mujeres encarceladas en tanto problemtica de un grupo marginado, excluido, pero que integra constitutivamente el tejido social. Creemos que se trata de una realidad oculta, poco conocida y doblemente silenciada por tratarse de personas privadas de su libertad y mujeres. La mujer presa, an cuando slo se encuentre procesada, representa para el imaginario social a la anti-mujer. Representa a aquella que rompi con el pacto social y sexual; la que traicion ese mandato social de gnero que la naturaliza como buena, abnegada, sumisa y altruista. Ms all de las psimas condiciones de vida en la crcel y del lento funcionar de la justicia, ms all incluso de la perversidad del sistema penitenciario, es preciso resaltar la indiferencia social que permite mantener a cientos de mujeres (y varones) en una situacin de aislamiento que en la mayora de los casos se prolonga a sus vidas luego de la excarcelacin. Mientras la situacin de las presas siga sumida en el silencio, las crceles continuarn siendo para ellas campos de concentracin legitimados.

Si nos proponemos promover e incentivar el debate sobre el sistema carcelario es porque estamos convencidas de que es indispensable que la sociedad deje de dar la espalda y asuma la responsabilidad de pensar soluciones. El silenciamiento y la indiferencia social son formas de violencia que deben revertirse si se quiere realmente encontrar una salida que no pase por cristalizarlas en la culpa y perpetuarlas en una condena de marginacin y exclusin social. 25Notas

1 Cf. Pavarini, Massimo: Menos crcel y ms medidas alternativas? en Poltica penitenciaria y doctrina oficial,, Asociaci Catalana de Juristes Demcrates, Barcelona, Siglo XXI, 1993.

2 Cf. Foucault, Michel: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin, Barcelona, Siglo XXI, 1995; y Pavarini

Massimo: Control y Dominacin, Barcelona, Siglo XXI, 1993.3 Daroqui, Alicia: Violencia carccelaria y universidad, en Izaguirre, Ins (comp.): Violencia y Derechos

Humanos, Buenos Aires, Eudeba, 1997.

4 De acuerdo con Foucault, Este espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el que los individuos estn insertos en un lugar fijo, en el que los menores movimientos se hallan controlados, en el que todos los acontecimientos estn registrados, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro con la periferia, en el que el poder se ejerce por entero, de acuerdo con una figura jerrquica continua, en el que cada individuo est contantemente localizado, examinado y distribuido... todo esto constituye un modelo compacto de dispositivo disciplinario. Cf. Vigilar y Castigar, op. cit., p. 201,

5 Con respecto a las situaciones que deben soportar quienes visitan a los presos, Eva Giberti sostiene que la revisin de alimentos... se efectuaba sobre una mesa larga, ms alta que cualquier mesa y sumida en ostensible suciedad. Para escarbar la comida se utilizaban cuchillos que las empleadas se pasan de mano en mano limpindolos a veces con algn papel que encuentran entre los envoltorios de los alimentos; o sin mediar limpieza alguna cortan alternativamente un biscochuelo, una tortilla o revuelven un dulce. Desde su pertenencia al gnero mujer, no ignoran los efectos de tal promiscuidad como tampoco desconocen lo que significa llevar un biscochuelo sobreviviendo un largo viaje, protegindolo para no daarlo... Giberti Eva:

6 Mujeres carceleras, un grupo en las fronteras del poder Ediciones de la ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS, Buenos Aires, 1989, p. 14. Sobre visitas de mujeres a crceles de varones en Argentina, cf.: Girardi Renee: Mujer e institucin: visita femenina vs. Crcel, trabajo presentado a las V JORNADAS INTERESCUALES-DEPARTAMENTOS DE HISTORIA, Montevideo, 1995. 6 Foucault, M.: op. cit., p. 240.

7 Generalmente, presas y carceleras provienen de la misma clase social o, a veces, la procedencia social de las primeras es ms elevada que la de las segundas. Esto aumenta las tensiones entre ambas puesto que frecuentemente las carceleras sienten que las presas sufren menos privaciones que ellas. Por ejemplo, una nos coment... yo que trabajo todo el da, no me alcanza el dinero para hacerme un anlisis y, ac, se trata de brindarles todo... y es injusto a veces (1997). A su vez, las presas sienten que deben someterse a personas con una menos preparacin intelectual que ellas. Sobre tensiones, cf. tambin el citado trabajo de Eva Giberti: Mujeres carceleras..., op. cit.

8 Durante la primera etapa de encarcelamiento (entre quince das a un mes), las presas son alojadas en un sitio denominado "pabelln de ingreso". En el momento en que se recogi este testimonio, dicho pabelln en la crcel de Ezeiza tena aproximadamente 40 metros cuadrados de superficie, 18 camas y un pequeo ventiluz. En l convivan entre 30 y 40 personas. El bao no tena puerta ni techo y era el nico lugar para lavar la vajilla y la ropa.

9 Le Breton, David: Antropologa del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visin, 1995, p. 91.

10. Kubler Ross, Elizabeth: On death and dying, New York, Mc.Millan Publishing, 1969.11. Azaola, Elena: Las Mujeres olvidadas, Mxico, Colegio de Mxico, Comisin Nacional de Derechos

Humanos, 1996, pgs. 46-47.12. Aunque indudablemente constituy una experiencia particular, Judith Filc analiza el complejo entramado entre lo privado y lo pblico en torno a las relaciones familiares de los presos y presas polticos durante la dictadura militar. Cf., Filc Judith: Entre el parentesco y la poltica. Familia y dictadura 976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997.

13. Goffman, Erwin: Internados. Ensayos sobre la situacin social de los enfermos mentales, Amorrortu, 1972, p. 19.14Cf. Por ejemplo, Pollock-Byrne, J.: Women, prison and crime, Brooks\Cole Publishing Company, 1990;

Serna, Idella: Locked Down. A woman`s life in prison, New Victoria Publichers Inc.., 1992. Sobre la formacin de bandas y ranchadas, jerarquas y enfrentamientos, en crceles argentinas de varones, cf.

Schocklender Sergio: Infierno y resurreccin, Colihue, 1995. Una primera aproximacin a estos temas la realizamos al II JORNADAS DE ACTUALIZACION DEL FORO DE PSICOANALISIS Y GENERO, Buenos

Aires, 1996, con una ponencia titulada "Crcel de mujeres: la construccin de la domesticidad como estrategia de sobrevivencia". Cf., adems, el captulo dedicado a las prcticas familiares, en la crcel, de presos y presas polticos durante la ltima dictadura militar en el citado libro de J. Filc.

15. Pollock-Byrne, J.: op. cit., pp. 140-144; Serna, Idella: op. cit., Shocklender, Sergio: op. cit., p. 139.

16. Las visitas a las crceles, tanto de hombres como de mujeres, son en su mayora realizadas por mujeres (madres, hermanas, amigas etc.) Las parejas de las mujeres presas suelen distanciar las visitas y es comn que dejen de hacerlas, segn muestran otras investigaciones y los testimonios recogidos por nosotras.17. Las internas pueden ser visitadas por familiares y amigos, con autorizacin previa. Desde 1994, funciona el rgimen de "visitas ntimas", mediante el cual las parejas de las presas, que acrediten el vnculo, pueden disponer de dos horas cada quince das para tener relaciones sexuales en un sector destinado a tal fin.

18. La maternidad encarcelada constituye uno de los puntos ms conflictivos y crticos sobre el encarcelamiento de las mujeres y los diversos aspectos del tema exceden el alcance de este artculo. Las condenadas pueden convivir con sus hijos/as en el penal hasta los cuatro aos de edad; para las procesadas, esta posibilidad se reduce a tres. Hasta 1996, el lmite era dos aos.

19. De acuerdo a los datos proporcionados por el SPF, en 1997, haba 44 madres detenidas con sus hijos en el pabelln de la Unidad 31.20. El SPF implementa el cumplimiento de la educacin primaria obligatoria. En la crcel de Ezeiza, no se dictan clases de educacin secundaria. Quienes desean realizar o terminar ese nivel de estudios deben preparar las materias en calidad de alumnas libres (generalmente con la ayuda de otras internas) y, a fin de ao, profesores de una escuela de la zona vienen a tomar los exmenes. Desde 1995, dentro de la crcel, se dictan clases del Ciclo Bsico Comn y de la carrera de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, as como actividades de Extensin Universitaria. 21. Sobre educacin, universidad y crceles en Argentina, cf. Laferriere Marta y Hctor Leis (comp.): Crcel y democracia: un debate necesario, Buenos Aires, CEAL, 1990; y Zerba Diego y Mara Massa (comp.): El malestar en el sistema carcelario, Buenos Aires, Ediciones El Otro, 1996.22. Hemos desarrollado el tema de la salud de las mujeres encarceladas, ms extensamente, en Calandra Nilda y Silvia

Hauser: "Mujeres encarceladas: salud puertas adentro", ponencia presentada a las II JORNADAS DE LA RED NACIONAL POR LA SALUD DE LA MUJER, Villa Giardino, Crdoba, 199623. Esta facilidad para recetar psicofrmacos es aprovechada por las internas, tambin, para obtener elementos valiosos para el trueque dentro del penal: por ejemplo, se intercambian pastillas por tarjetas telefnicas.24. Tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Capital Federal, el control y la custodia de las mujeres encarceladas estuvo en manos de una orden religiosa (Hermanas del Buen Pastor) hasta la dcada de 1970. Sobre la historia de la Casa Correccional de Mujeres, cf. Caimari, Lila: "Whose criminals are these? Church, State, and Patronatos and the rehabilitation of female convicts (Buenos Aires, 1890-1940), en The Americas vol. 54, nro. 2 octubre 1997.

Bibliografa

Azaola, Elena: Las Mujeres olvidadas, Mxico, Colegio de Mxico, Comisin Nacional de Derechos Humanos, 1996.

Caimari, Lila: "Whose criminals are these? Church, State, and Patronatos and the rehabilitation of female convicts (Buenos Aires, 1890-1940), en The Americas vol. 54, nro. 2 octubre 1997.

Daroqui, Alicia: Violencia carccelaria y universidad, en Izaguirre, Ins (comp.): Violencia y Derechos Humanos, Buenos Aires, Eudeba, 1997.

Filc Judith: Entre el parentesco y la poltica. Familia y dictadura 1976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997.

Foucault, Michel: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin, Barcelona, Siglo XXI, 1995.

Giberti Eva: Mujeres carceleras, un grupo en las fronteras del poder Ediciones de la ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS, Buenos Aires, 1989.

Girardi Renee: Mujer e institucin: visita femenina vs. Crcel, trabajo presentado a las V JORNADAS INTERESCUALES-DEPARTAMENTOS DE HISTORIA, Montevideo, 1995.

Goffman, Erwin: Internados. Ensayos sobre la situacin social de los enfermos mentales, Amorrortu, 1972.

Kubler Ross, Elizabeth: On death and dying, New York, Mc.Millan Publishing, 1969. Laferriere Marta y Hctor Leis (comp.): Crcel y democracia: un debate necesario, Buenos Aires, CEAL, 1990.

Le Breton, David: Antropologa del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visin, 1995.

Pavarini, Massimo: Menos crcel y ms medidas alternativas? en Poltica penitenciaria y doctrina oficial,, Asociaci Catalana de Juristes Demcrates, Barcelona, Siglo XXI, 1993.

Pavarini Massimo: Control y Dominacin, Barcelona, Siglo XXI, 1993.

Pollock-Byrne, J.: Women, prison and crime, Brooks\Cole Publishing Company, 1990.

Schocklender Sergio: Infierno y resurreccin, Buenos Aires, Colihue, 1995.

Serna, Idella: Locked Down. A woman`s life in prison, New Victoria Publichers Inc..,1992.

Zerba Diego y Mara Massa (comp.): El malestar en el sistema carcelario, Buenos Aires, Ediciones El Otro, 1996.

APENDICE 1

ESTRUCTURA de ENTREVISTA a MUJERES ENCARCELADAS

FICHA PERSONAL

Nombre:

Edad:

Estado civil:

Hijos (edad):

Clase social (actividades que realizaba antes, de qu viva):

Lugar de origen:

Nivel de educacin alcanzado:

Tiempo que lleva en penal:

Reincidente (?): (en caso afirmativo, el cuestionario debe ser comparado con anteriores experiencias carcelarias)

Si tiene condena, tiempo que le queda por cumplir:

1. PABELLONES

a. En que tipo de pabelln vive? Descrbalo.

b. Ha estado o conoce otros pabellones en esta unidad? Descrbalos. Cules fueron las razones de los traslados?

c. Ha estado alguna vez en celdas de castigo, aislamiento? Como describira esa experiencia?

e. Describa un da comn en el pabelln.

2. ALIMENTACION

a. Que tipo de alimentacin recibe?

b. Obtiene comida de otras fuentes?

c. Dnde come? Con quines? Quines cocinan? Hay restricciones en los alimentos?

3. SALUD

a. Ha estado enferma alguna vez?

b. Ha notado algn tipo de cambio en su salud (fsica o mental) desde que entr en el penal? (no olvidar obesidad, cigarrillo, trastornos menstruales, drogas)

c. Ha recibido algn tipo de tratamiento psicolgico? Porque?

d. Como es la atencin de la salud (mental y fsica) en la crcel?

e. Quines estn a cargo de la atencin de la salud en el penal?

f. Como calificara a los profesionales que estn a cargo de la atencin de la salud?

g. Quines la atienden y cuidan si se enferma?

h. Le hicieron alguna vez un chequeo de salud y/o PAP?

i. Cmo son las condiciones de higiene dentro del penal? (por ejemplo, baos).

EMBARAZO/PARTO: controles prenatales; donde se atendi el parto y quien lo

hizo; si recibi algn tipo de ayuda material y/o psicolgica del SPF, otras instituciones, compaeras, familiares; complicaciones puerperales, etc. Mantuvo el hijo/a en el penal los dos aos establecidos? si/no, porqu?

SIDA: portadora o enferma; desde cundo lo sabe; como se infect (dentro o fuera de la crcel); si recibe atencin mdica (describir); actitudes preventivas hacia ella y hacia los/las dems (cules); si nota discriminacin entre sus compaeras, el SPF, los profesionales de salud.

4. EDUCACION

a. Ha recibido algn tipo de educacin dentro de la crcel? Cul? Que le ha parecido?

Como calificara a los docentes?

b. Concluy o abandon sus estudios? Porqu?

c. Porque ha decidido estudiar en la crcel?

d. Piensa que el estudio ha influido, de alguna manera, en su vida dentro del penal?

e. Que le gustara estudiar o en que le gustara capacitarse dentro de la crcel?

5. TRABAJO

a. Ha realizado algn tipo de trabajo dentro de la crcel? Porque?

b. Que tipo de ofertas de trabajo existen dentro de la crcel?

c. Cules trabajos se remuneran y cules no? (Con respecto a los primeros), Cuanto?

Como? (sistema de pago).

d. cules son los horarios de trabajo? En qu lugares de la crcel se realizan?

e. Quines controlan o dirigen el trabajo?

f. Existen interferencias entre el trabajo y las posibilidades de estudiar?

6. Adems del trabajo y/o el estudio, realiza otro tipo de actividades en la crcel?

(charlas, visitas de religiosos/as, de asociaciones -caridad-, etc.).

7. RELACIONES ENTRE MUJERES ENCARCELADAS

a. Como describira las relaciones, la convivencia, con las compaeras de pabelln, de trabajo, de estudio, dentro de la crcel? (desde situaciones de solidaridad, formacin de redes y lderes entre las presas, hasta situaciones de conflicto, violencia; conformacin de "pseudo-familias", de parejas; el lesbianismo en la crcel)

b. Cmo se recibe a una internada nueva? Recuerda su primeros tiempos en la crcel?

Describa su da de llegada.

c. Como se comunican entre Uds. y/o como se enteran de lo que ocurre en otros pabellones? d. Existen cdigos de convivencia internos? Cuales son? (qu es considerado

"respetable" y qu no en la crcel).

e. Qu tipos de negociaciones existen?

8. RELACIONES CON EL PERSONAL DE SPF

a. Como son tratadas por el personal del SPF? Distinguir entre autoridades, profesionales y de seguridad.

b. Cmo se realizan las requisas? Qu puede originarlas?

c. Con quienes pueden comunicarse mejor? A quines se dirigen cuando necesita algo?

d. Que tipo de negociaciones pueden establecerse con ellos/as?

e. Percibe alguna diferencia de acuerdo al sexo (si es varn o si es mujer)?

f. Se comunica habitualmente por TE con su abogado/a? (El/ la abogado/a es de oficio o particular?)

9. Qu cosas han cambiado de su personalidad desde que est presa? En que medida cree Ud. que el sistema ha cambiado (o no) su vida? (tratar de medir "adaptaciones" y "resistencias").

10. Que piensa de las protestas en la crcel? (motines, huelgas de hambre)? Ha participado o presenciado alguna? Descrbala.

11. Piensa que la situacin de los varones presos es idntica a la de las mujeres? (Si contesta que no), que diferencias percibe y a que las atribuye? (tener en cuenta, por ejemplo, salidas laborales, visitas, rgimen de vida -qu cosas pueden o no hacer).

12. LA FAMILIA

a. Como era su familia de origen? (indagar por antecedentes)

b. Como est compuesta su familia? Con quien viva antes de caer presa?

c. Recibe visitas? Quien? Frecuencia. Caractersticas de las requisas a los/as visitantes?

d. En qu medida la instalacin de el TE modific su vida en la crcel? Con quines se comunica?

e. En caso de tener pareja, como es su relacin desde que cayo presa? (Rgimen de "visitas ntimas:; si la pareja tambin esta presa, cmo se realizan las visitas de penal a penal; relato de los traslados).

f. En caso de tener hijos/as, como es su relacin desde que cayo presa?

APENDICE 2

Metodologa de los talleres

A continuacin presentamos un esquema general de realizacin de talleres, adaptado y re-ordenado en funcin de cada temtica a tratar.

Momentos

1. Apertura

2. Encuadre

3. Reflexin y conceptualizacin (oral y escrita)

4. Intermedio

5. Plenario

6. Evaluacin y previsin para futuros encuentros

1. Apertura: Habitualmente denominada "caldeamiento", es la motivacin inicial para centrar el tema, la creacin de un clima de confianza y trabajo, que permita a las participantes ambientarse, ubicarse, en la temtica a abordar. En este momento, pueden utilizarse preguntas, problemas a resolver, juegos, etc.

2. Encuadre: Es el marco formal del trabajo, de modo que las reglas que regirn la tarea sean conocidas y sostenidas por parte de todas las participantes. Esto implica la necesidad de explicitar, en todos y cada uno de los talleres, la frecuencia de los encuentros, el tema, el tiempo de duracin, los momentos, los roles, el horario del intervalo, etc. La correcta explicitacin de estos aspectos es indispensable para el encauzamiento y re-encauzamiento de la tarea. Por ejemplo, permite y facilita intervenciones por parte de la coordinacin que seale la pertinencia o no de las temticas que afloran.

3. Reflexin y conceptualizacin: Bsicamente, este momento apunta a posibilitar el proceso de produccin y reflexin, que pasa por lo individual y lo interaccional. La produccin puede pertenecer al orden de lo concreto y de lo real, as como de lo imaginario y lo simblico.

A lo largo de esta etapa, se hace "algo", se reflexiona sobre ese "algo", y se

conceptualizan descubrimientos y logros. Esto implica privilegiar tres aspectos bsicos:

* vivencia o anclaje en el sentimiento y la accin;

* experiencia reflexiva, en el sentido de intercambio de ideas o aparicin de interrogantes;

* informacin, basada en el trabajo intelectual, para provocar la ruptura de prejuicios,

mitos y creencias, que estereotipan las conductas y obstaculizan muchas veces el aprendizaje.

En esta parte del taller, la coordinacin podr apelar, segn la dinmica del grupo, a diferentes tcnicas (vivenciales, de actuacin, auditivas y audiovisuales, visuales, etc.).

Posteriormente, se promover la conceptualizacin (pasaje de lo vivencial al

pensamiento), en un primer momento, en forma oral y conjunta; dando lugar a un segundo espacio, individual y escrito. El acto de escribir es de fundamental importancia dado que permite la revalorizacin del intercambio y del propio pensamiento, favorece la conversin de "saberes" en "conocimiento".

4. Intermedio: Uno de los momentos previstos en el encuadre es el intervalo, utilizado para almorzar, de manera conjunta internas y coordinadores