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En plena pandemia, Brasil está en manos de un psicópata Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org) Imprimir articulo Exportar a PDF Volver En plena pandemia, Brasil está en manos de un psicópata A contramano del mundo, Bolsonaro permite las misas, exige a los gobernadores brasileños que reabran las escuelas, acusa a la prensa de “generar histeria” y asegura que no hay motivo para quedarse en casa. Por Bruno Bimbi CTXT, 29 de marzo, 2020.- El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un psicópata. No es hora de eufemismos ni medias palabras. No solo es fascista, nepotista, ignorante, incapaz, misógino, xenófobo, homofóbico, admirador de dictadores y torturadores, está rodeado por un gabinete de lunáticos, terraplanistas y fundamentalistas religiosos, y vinculado personalmente con bandas de milicianos y asesinos a sueldo. Además, es un psicópata. Algunos lo advertimos años antes de que llegara al poder y nos dijeron alarmistas. Ahora, este tipo está al frente de una nación de 210 millones de habitantes durante una pandemia mundial que costará demasiadas vidas, en un país con gravísimos problemas sanitarios y sociales, por lo que arriesga mucho más que Italia o España. La irresponsabilidad criminal de Bolsonaro frente al coronavirus –les miente día y noche a los brasileños, niega el conocimiento científico, difunde información falsa, boicotea el trabajo de gobernadores, alcaldes y de su propio ministro de Salud y desoye las recomendaciones de la OMS y los especialistas– está transformando su incapacidad manifiesta para ser presidente, que no es novedad, en un problema de salud pública. Mientras escribo, jueves 26 de marzo por la mañana, ya hay 2.989 casos confirmados de coronavirus en Brasil, 194 pacientes en UTI, 205 en hospitales y 77 fallecidos, de los cuales 20 murieron en las últimas 24 horas. No se sabe cuántas personas se han contagiado realmente, porque se hacen pocos tests, pero, según datos de la prestigiosa fundación Fiocruz, en la semana del 15 al 21 de marzo hubo 2.250 ingresos por enfermedad respiratoria aguda, con síntomas como fiebre, tos, dolor de garganta y dificultad para respirar. Sin embargo, el presidente sigue negando el problema. Page 1 of 7

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En plena pandemia, Brasil está en manos de un psicópata

A contramano del mundo, Bolsonaro permite las misas, exige a los gobernadoresbrasileños que reabran las escuelas, acusa a la prensa de “generar histeria” y aseguraque no hay motivo para quedarse en casa.

Por Bruno Bimbi

CTXT, 29 de marzo, 2020.- El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un psicópata. No es hora deeufemismos ni medias palabras. No solo es fascista, nepotista, ignorante, incapaz, misógino,xenófobo, homofóbico, admirador de dictadores y torturadores, está rodeado por un gabinete delunáticos, terraplanistas y fundamentalistas religiosos, y vinculado personalmente con bandas demilicianos y asesinos a sueldo. Además, es un psicópata.

Algunos lo advertimos años antes de que llegara al poder y nos dijeron alarmistas. Ahora, este tipoestá al frente de una nación de 210 millones de habitantes durante una pandemia mundial quecostará demasiadas vidas, en un país con gravísimos problemas sanitarios y sociales, por lo quearriesga mucho más que Italia o España. La irresponsabilidad criminal de Bolsonaro frente alcoronavirus –les miente día y noche a los brasileños, niega el conocimiento científico, difundeinformación falsa, boicotea el trabajo de gobernadores, alcaldes y de su propio ministro de Salud ydesoye las recomendaciones de la OMS y los especialistas– está transformando su incapacidadmanifiesta para ser presidente, que no es novedad, en un problema de salud pública.

Mientras escribo, jueves 26 de marzo por la mañana, ya hay 2.989 casos confirmados de coronavirusen Brasil, 194 pacientes en UTI, 205 en hospitales y 77 fallecidos, de los cuales 20 murieron en lasúltimas 24 horas. No se sabe cuántas personas se han contagiado realmente, porque se hacen pocostests, pero, según datos de la prestigiosa fundación Fiocruz, en la semana del 15 al 21 de marzohubo 2.250 ingresos por enfermedad respiratoria aguda, con síntomas como fiebre, tos, dolor degarganta y dificultad para respirar. Sin embargo, el presidente sigue negando el problema.

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La actuación de Bolsonaro ha sido enloquecida desde el primer día, pero su pronunciamiento del 24de marzo en cadena nacional llevó a muchos políticos –inclusive a sus aliados– a dejar de fingir queno se daban cuenta. En el que tal vez haya sido el discurso más irresponsable de un presidente en lahistoria, atacó a los gobernadores y alcaldes que tomaron medidas de distanciamiento social, acusóa la prensa de promover la “histeria”, dijo que el coronavirus es “una gripecita, un resfriadito” yrecomendó a quienes están en sus casas que vuelvan a su vida normal y no hagan más cuarentena.

El mundo dice: quédense en casa. Bolsonaro dice: salgan a la calle

Cuando 157 países ya habían cerrado sus escuelas, Bolsonaro reclamó a los gobernadores quevolvieran a abrirlas. “El grupo de riesgo son las personas de más de 60 años. Entonces, ¿por quécerrar escuelas?”, argumentó. Criticó el cierre de comercios e iglesias, así como las políticas deconfinamiento adoptadas por casi todos los países afectados. La semana pasada, en otra declaraciónpública, había dicho que en Italia hubo muchas muertes porque es “una ciudad” muy chiquita y “encada departamento hay una pareja de viejitos”. No mueren por el coronavirus, dijo, sino porque son“débiles” y “cualquier gripe” podría matarlos.

Este martes, después de asegurar que “el 90 por ciento” de la población está a salvo del virus,Bolsonaro habló de sí mismo, centro del universo: “Por mi histórico de atleta, si fuese contaminado,no precisaría preocuparme: no sentiría nada”, aseguró. No hay evidencia de que la prácticadeportiva proteja del virus, ni de que él haya sido atleta alguna vez, pero Bolsonaro es un mentirosocompulsivo. También repitió otra fake news que ya había usado en Twitter: que la cloroquina cura laenfermedad. Más tarde llegó a mostrar por televisión una cajita de ese remedio. Una ola deautomedicación causó el desabastecimiento de esa droga –vital para pacientes con lupus y otrasenfermedades–, cuya eficacia contra el COVID 19 está en estudio, pero aún no ha sido comprobada.

El comportamiento del presidente brasileño frente al coronavirus era previsible, ya quesiempre fue un negacionista de la ciencia

El presidente repite en cada pronunciamiento que no hay motivo para quedarse en casa, que laenfermedad solo afecta a “los viejitos” y que el resto debe volver a trabajar, porque el país “nopuede parar”. Lo dice y ataca a todo el mundo. Su verborragia ha despertado estos días a buenaparte del país, que finalmente entendió que este hombre no debería seguir en el cargo, pero sucomportamiento frente al coronavirus fue el mismo desde el principio y era previsible, ya queBolsonaro siempre fue un negacionista de la ciencia. La presidencia no iba a cambiarlo, comoprometían algunos de los que lo apoyaron sabiendo quién era.

El domingo 15 de marzo, mientras España ya estaba en cuarentena y Argentina cerraba fronteras ypreparaba el confinamiento, declarado días después, Bolsonaro convocó a sus fanáticos amovilizarse en las calles contra el Congreso y el Supremo Tribunal Federal, que no le permitengobernar como un dictador, como le gustaría.

Rodeado de pancartas que pedían el cierre de los poderes legislativo y judicial y un autogolpe, hizouna retransmisión en directo en Facebook y, según una estimación del diario Estado de SãoPaulo –que en su editorial del día siguiente lo llamó “un irresponsable al que solo le interesa suproyecto de poder”–, abrazó o tocó con sus manos en la calle al menos a 272 personas. Por la noche,en entrevista a la CNN Brasil, desafió a los presidentes de la Cámara de Diputados y el Senado a ir“a las calles” como él, criticó a la Confederación Brasileña del Fútbol por suspender los partidos porla pandemia y aseguró que en el pasado hubo virus “peores” pero los medios no decían nada porquegobernaba la izquierda y ahora exageran para perjudicarlo a él.

Yo, yo, yo, yo, dice el presidente

Bolsonaro acababa de llegar de un viaje a Estados Unidos y, de acuerdo a los protocolos de su propioMinisterio de Salud, debía ponerse en cuarentena. Más de veinte integrantes de su comitiva dieron

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positivo por coronavirus, entre ellos su secretario de comunicación, que estuvo con él en unencuentro con Donald Trump. Pero él decidió salir a la calle a abrazar a sus seguidores. Cuestionadopor un periodista amigo –a los periodistas críticos no les da entrevistas; los insulta– sobre por quévioló la cuarentena sin saber si se había contagiado, dijo que no iba a “vivir preso en el palacio,esperando” para saber si tenía el virus y que “apretar la mano del pueblo” era su “derecho”. Hastael día de hoy, no mostró el resultado de su análisis, aunque jura que fue negativo. En una maniobraque ya es habitual, su hijo filtró a la prensa extranjera que le había dado positivo para despuésdesmentir la información y acusar a los medios de mentirosos.

El martes 17, miles de personas realizaron caceroladas contra el Gobierno en las principalesciudades de Brasil, sin salir de sus casas, asomados a sus ventanas y balcones. Fue la mayorprotesta realizada contra Bolsonaro desde su llegada al Ejecutivo y se sintió muy fuerte en barriosricos, de clase media y favelas, inclusive en distritos donde el presidente tuvo más del 70% de losvotos en el segundo turno de 2018. Todo comenzó con un joven inmigrante haitiano que lo interpelócara a cara en la puerta del Palacio de la Alvorada y le dijo: “Bolsonaro, acabó. No eres máspresidente”, reprochándole su conducta frente al coronavirus. El video lideró los trending topics enTwitter con el hashtag #BolsonaroAcabou y, por primera vez, comenzó a hablarsede impeachment en el Congreso, aunque todavía no hay acuerdo en la oposición para iniciar lostrámites. Aún no dan los números y temen su reacción.

El miércoles 18, Eduardo Bolsonaro, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámarade Diputados, dijo en Twitter que la culpa por el coronavirus era del gobierno “comunista” chino, locomparó con Chernobyl y provocó una durísima respuesta de la Embajada de ese país, que aseguróque habría “consecuencias” si no se disculpaba. China es el principal comprador de productosbrasileños. Bolsonaro mandó al ministro de Relaciones Exteriores a defender a su hijo y atacar alembajador, provocando una crisis diplomática inédita. El expresidente Lula envió una carta alpresidente chino, Xi Jinping, pidiendo disculpas en nombre del pueblo brasileño.

El jueves 19, Bolsonaro cerró las fronteras. Antes lo había hecho solo con Venezuela. Tambiénrestringió el ingreso de extranjeros de una lista de países afectados. Parecía que al fin comenzaba aactuar, pero pronto quedó claro que no: es probable que sólo buscase una forma de prohibir elingreso de personas provenientes de China, como venganza contra el embajador. Sus reacciones sonsiempre infantiles. Ese mismo día, volvió a criticar el cierre de comercios, supermercados yaeropuertos, e insinuó que no estaba claro si las muertes registradas eran realmente porcoronavirus.

En una entrevista por televisión, Bolsonaro dijo que va a morir alguna gente, bromeó con quela vida un día se termina y agregó que no se puede “parar la economía” por eso

Durante el fin de semana, dio entrevistas a medios evangélicos y, nuevamente, a la CNN Brasil, ydijo que el gobernador de São Paulo, que declaró la cuarentena, es “un lunático”. También aseguróque pronto la población verá que fue “engañada” por el periodismo y los gobernadores sobre lagravedad del coronavirus y acusó por los cacerolazos a la TV Globo. El lunes 23, dictó un decretosuspendiendo los plazos de la ley de acceso a la información pública, luego derribado por elSupremo. Al día siguiente fue el discurso en cadena nacional: la gota que rebalsó el vaso.

“En este momento grave, el país precisa un líder serio, responsable y comprometido con la vida y lasalud de su población”, respondió el presidente del Senado, David Alcolumbre (centroderecha), yrepudió lo dicho por Bolsonaro en televisión. El líder de la oposición en la cámara alta, RandolfeRodrigues (centroizquierda), dijo que el presidente superó “todos los límites de la irresponsabilidad”.El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia (centroderecha), dijo que las palabras deBolsonaro eran “equivocadas” porque “atacan a la prensa, los gobernadores y los especialistas ensalud pública”. Hay mucho malestar en la poderosa ala militar del gobierno –el Ejército piensamantener la cuarentena, para proteger a sus soldados– y en el Supremo Tribunal Federal.

Después del discurso psicopático, sus seguidores iniciaron una campaña en las redes sociales bajo ellema “Brasil no puede parar”, alimentada por los bots que suelen replicar las consignas del

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Gobierno. Llaman a todos a salir de casa y romper la cuarentena dispuesta –dentro de los reducidosmárgenes de sus competencias– por gobernadores y alcaldes. En São Paulo, el estado más afectado,el aislamiento dispuesto por el gobernador y criticado por el presidente ya había comenzado areducir la tasa de crecimiento de la pandemia. En Camboriú, en el sur del país, los “bolsominions”hicieron una manifestación para pedir a la gente que volviera a trabajar.

Además de atacar a los alcaldes en Twitter y en sus transmisiones en vivo por Facebook, comenzóen los últimos días a emitir decretos revocando las medidas que toman para proteger a sushabitantes. En una entrevista por televisión, dijo que va a morir alguna gente, bromeó con que lavida un día se termina y agregó que no se puede “parar la economía” por eso. Criticó el cierre deoficinas, empresas, shoppings y comercios y apoyó a los pastores que se niegan a suspender loscultos en las iglesias evangélicas, que tanto dinero recaudan para esa mafia, uno de los principalesrespaldos políticos del presidente.

Este martes 24, el juez del Supremo Marco Aurélio Mello les dio la razón a los gobernadores yalcaldes, dictando una medida cautelar para que puedan disponer medidas de aislamiento,cuarentena, restricción del transporte y tránsito en rutas, puertos y aeropuertos. Un decreto deBolsonaro lo había prohibido. Los veintisiete gobernadores crearon un grupo de Whatsapp paraponerse de acuerdo y asumir el mando de la crisis, ya que casi todos ellos evalúan que el presidentees un inútil y solo crea problemas.

El conflicto político se agrava. Cuando el gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, un exaliado delpresidente, quiso cerrar los aeropuertos de su estado, Bolsonaro emitió un decreto impidiéndoselo ylo acusó de “demagogo”. “Quédense en casa”, insistió Witzel. El gobernador de Maranhão, elcomunista Flávio Dino, denunció que Bolsonaro intentó impedir la realización de controles sanitariosen rutas y aeropuertos de su estado y dijo que es “un irresponsable que elige pelear con losgobernadores por pura politiquería, en vez de pelear con el virus”. El gobernador de Pará, HelderBarbalho, de centroderecha, dijo que no va a “pedir permiso” al presidente para proteger a lapoblación. El de Goiás, Ronaldo Caiado, que era aliado del presidente pero es médico, dijo queBolsonaro no tiene “postura de gobernante”, es un ignorante y sus palabras son irresponsables yvergonzosas. “No hay más diálogo” con él, afirmó. El de Espírito Santo, el socialista RenatoCasagrande, dijo que las palabras del presidente están “desconectadas de la realidad”, “confunden ala sociedad” y muestran que el país está “sin dirección”. El de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, decentroderecha, dijo que no se resuelve una pandemia con “ataques a la ciencia” y pidió a loshabitantes de su estado que se queden en casa. El de Bahía, Rui Costa, del Partido de losTrabajadores, denunció que el gobierno federal trata de impedir los controles sanitarios en su estadoy advirtió que no lo obedecerá.

Un juez del Supremo les dio la razón a los gobernadores y alcaldes, dictando una medidacautelar para que puedan disponer medidas de aislamiento. Un decreto de Bolsonaro lohabía prohibido

Los alcaldes de este estado –de todos los partidos– hicieron una declaración conjunta diciendo que elpaís está “desgobernado” y que el presidente, con sus “delirios”, desacredita los esfuerzos de losgobiernos locales y contradice las recomendaciones de su propio ministro de Salud. El alcalde deSalvador, ACM Neto, de centroderecha, dijo que Bolsonaro es un “irresponsable”, y el secretario deSalud del estado, Fábio Vilas-Boas, admitió estar “horrorizado” porque el presidente trata de“deshacer todo lo que se construyó en el combate al coronavirus en las últimas semanas en Brasil”.Los gobernadores del Nordeste también emitieron una declaración conjunta.

En una reunión con gobernadores del Sudeste por videoconferencia, Bolsonaro se mostró fuera decontrol. Confrontado por el gobernador de São Paulo, el empresario derechista y exaliado João Dória,empezó a gritar como un loco y le reprochó por no apoyarlo a pesar de que aprovechó “sus” votosen las últimas elecciones. El gobernador hablaba de salvar vidas y Bolsonaro le respondíareclamándole lealtad, hablando de las elecciones de 2022 y gritándole que era un cobarde. Dória loobservaba atónito, mientras el general y vicepresidente Hamilton Mourão, sentado al lado de su jefe,movía su cabeza como diciendo que no. Está todo filmado. Contrariando al presidente, el vice dijo a

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la prensa que la posición del Gobierno es “cuarentena, aislamiento y distanciamiento social” y queBolsonaro “tal vez se haya expresado mal”.

Después del incidente, los bots que impulsan las campañas sucias del Gobierno en las redesempezaron a atacar a Dória y el gobernador denunció en una comisaría que comenzó a recibiramenazas de muerte, algo que ya forma parte de la nueva “normalidad” brasileña: cada vez queBolsonaro y sus hijos atacan a un adversario o un periodista, este empieza a sufrir amenazas.Muchos ya partieron al exilio.

Este miércoles 25, veintiséis gobernadores se reunieron por videoconferencia con el titular de laCámara de Diputados, Rodrigo Maia, para discutir qué hacer frente a las locuras de Bolsonaro. Sólofaltó el del Distrito Federal. Decidieron ignorar las decisiones del presidente y mantener las medidasde distanciamiento social.

El jueves, Folha de São Paulo publicó un editorial con el título “Presidente, retírese”. Sin dar un pasoatrás, Bolsonaro emitió un nuevo decreto declarando a las iglesias y administraciones de loteríacomo “servicios esenciales”, lo cual impide a los estados y municipios cerrar sus puertas. Y, como sino hubiese dicho suficientes pavadas, bromeó ante los periodistas que los brasileños “tienen que serestudiados” porque “se meten hasta en el agua de las cloacas y no les pasa nada”. Aseguró quemuchos ya deben haber contraído el virus “hace meses” y “ya tienen anticuerpos” e insistió enacusar a la prensa de exagerar sobre la pandemia para perjudicarle.

La Cámara de Diputados aprobó este jueves 26 un subsidio por tres meses de 600 reales (poco másde cien euros) para toda persona que demuestre no tener ingresos, o bien de 1.200 reales por grupofamiliar (inclusive madres solas), para enfrentar los efectos económicos de la crisis. El Gobiernoquería limitar esa suma a 200 reales, pero la oposición le torció el brazo. La secretaría deComunicación de la Presidencia, cuyo titular dio positivo para la “gripecita”, lanzó una campaña conla consigna “Brasil no puede parar”, proponiendo que solo los más viejos hagan cuarentena.Exactamente lo opuesto a las recomendaciones de la OMS, el ministro de Salud brasileño y losdemás gobiernos del mundo. El spot es de tal perversidad que cuesta creer que sea verdadero.

En la TV Globo, el noticiero de mayor audiencia del país destrozó una por una las mentiras delpresidente, mostró imágenes de la cuarentena en todo el mundo, entrevistó a científicos, médicos,directivos de hospitales, gobernadores y líderes de la oposición, dio los datos que muestran que lacuarentena está funcionando en otros países y reprodujo las declaraciones de presidentes yprimeros ministros que, al contrario del brasileño, piden a la gente que se quede en casa.

El ministro de Salud asegura que no va a renunciar, no critica al presidente, inclusive loelogia en público, pero no le hace caso

Históricos adversarios, los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silvadijeron basta. FHC afirmó que las opiniones del presidente eran “desastrosas”: “Si no se calla, estápreparando su fin y es mejor el suyo que el de todo el pueblo”. Lula dijo que “Bolsonaro no tieneestatura psicológica para continuar gobernando el país” y, por primera vez, defendióel impeachment: “O ese ciudadano renuncia o se hace un impeachment, porque no es posible quealguien sea tan irresponsable de jugar con la vida de millones de personas como él está jugando”.

Cabe recordar que, si el corrupto juez Moro no tuviese hecho trampa, inventando una causa contraLula y haciendo del expresidente un preso político, lo que le impidió ser candidato, este seríapresidente y esta locura se hubiese evitado. Moro recibió un ministerio como premio y ahora no abrela boca.

Hay responsables de todo esto, que a nadie se le olvide

Todas las entidades profesionales de médicos, abogados, periodistas y hasta algunos jueces de laCorte repudiaron la conducta de Bolsonaro y pidieron a la población que lo ignore y se quede en

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casa. Economistas de todas las orientaciones teóricas y políticas refutaron, inclusive con los másfríos números, su argumento que antepone la economía a la vida de las personas. Un grupo dediputados presentó un pedido de impeachment, apoyado por personalidades de la cultura eintelectuales.

Mientras, el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, un político con un pasado turbio de lobistade las empresas de medicina privada pero que, como médico, no puede acompañar el discursoanticientífico de su jefe, enfrenta de forma cada vez más ambigua su dilema. Asegura que no va arenunciar, no critica al presidente, inclusive lo elogia en público, pero no le hace caso. Como suelehacerse con los locos, le dice a todo que sí y después hace lo contrario. Cada pronunciamiento de suministerio contradice al presidente, aunque lo disimule. Cuando los periodistas le señalan lacontradicción en las ruedas de prensa, cambia de tema o permanece en silencio. Días atrás, variosministros se quedaron varios segundos en silencio ante preguntas incómodas de la prensa: nosabían qué decir. El vicepresidente Mourão, con su estilo sutil y a veces irónico, da a entender queBolsonaro no sabe lo que dice y no representa la opinión del gobierno.

¿Qué gobierno? ¿Hay gobierno?

Bolsonaro está solo, políticamente aislado, desacreditado, diciendo sin parar estupideces, mentiras ybarbaridades, gritando como un loco que el resto del mundo está equivocado y solo él tiene razón,insultando a la prensa y a los gobernadores, desautorizando a su ministro de Salud y pidiéndole a lagente que no les haga caso a los médicos. Pero aún le queda un núcleo duro de fieles, entre 30 y35% del país según las encuestas, que le creen y actúan con un comportamiento típico de secta,siguiendo a su líder al suicidio. Muchas de esas personas, como acto de fe, van a salir de su casa enestos días y volver a su vida normal, como si no pasara nada. Muchos se van a contagiar. Y van acontagiar a otros, inclusive a sus padres y abuelos, que pueden morir.

Esas muertes podrían evitarse, pero, para eso, el presidente tiene que caer.

Bolsonaro es un psicópata y hay que sacarlo del poder antes de que haga más daño, porque anteuna emergencia de este tamaño, las prioridades y los parámetros no pueden ser los mismos que enuna situación normal. A Dilma Rousseff, una presidenta honesta y democrática que no habíacometido ningún crimen, la destituyeron por nada.

¿Qué esperan ahora?

Está en manos del Congreso y del Supremo Tribunal Federal decidir si quieren salvar vidas o pasar ala historia como cómplices de un psicópata y asesino.

---* Bruno Bimbi es periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diezaños en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros ‘Matrimonioigualitario’ y ‘El fin del armario’.

----Fuente: Contexto y Acción: https://ctxt.es/es/20191120/Firmas/31523/brasil-jair-bolsonaro-coronavirus-bruno-bimbi.htm [1]

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