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El verdadero teatro de la crueldad: españoles en Mauthausen Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) El verdadero teatro de la crueldad: españoles en Mauthausen Enviado por Durán el Mar, 09/29/2015 - 12:32 Antetítulo portada: MEMORIA HISTÓRICA Foto portada: Sección principal: Culturas Cuerpo: Pocas veces sabemos la verdad de los hechos históricos. Quizá nadie la sabe, ni siquiera quienes estaban en ellos y sólo vieron una parcela de la realidad y eso les impidió tener perspectiva. En Mauthausen, en el campo de concentración cercano a la cantera de Wiener Graben, había una escalera llena de muertos cargando piedras a sus espaldas. 187 escalones de humillación y esclavitud. La realidad del campo nunca la sabremos, hay demasiados que no pudieron contarnos sus experiencias y otros que prefirieron olvidar para reinventarse en una vida alejada de diez años de guerra y derrota. Es difícil saber cuántos españoles murieron antes de comenzar los registros, casi imposible saber el número de desaparecidos entre campos de concentración y el maquis, pero lo que sí tenemos es la memoria, la que nos legaron humildemente los pocos que tuvieron fuerzas para agarrar un lápiz. Página 1 de 4

El verdadero teatro de la crueldad: españoles en Mauthausen

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El verdadero teatro de la crueldad: españoles en MauthausenEnviado por Durán el Mar, 09/29/2015 - 12:32 Antetítulo portada: MEMORIA HISTÓRICAFoto portada:

Sección principal: CulturasCuerpo:

Pocas veces sabemos la verdad de los hechos históricos. Quizá nadie la sabe, ni siquiera quienesestaban en ellos y sólo vieron una parcela de la realidad y eso les impidió tener perspectiva.

En Mauthausen, en el campo de concentración cercano a la cantera de Wiener Graben, había una escalera llena de muertos cargando piedras a sus espaldas. 187 escalones de humillación yesclavitud.

La realidad del campo nunca la sabremos, hay demasiados que no pudieron contarnos susexperiencias y otros que prefirieron olvidar para reinventarse en una vida alejada de diez años deguerra y derrota.

Es difícil saber cuántos españoles murieron antes de comenzar los registros, casi imposible saber elnúmero de desaparecidos entre campos de concentración y el maquis, pero lo que sí tenemos es la memoria, la que nos legaron humildemente los pocos que tuvieron fuerzas para agarrar un lápiz.

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El verdadero teatro de la crueldad: españoles en MauthausenPublicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

Dentro de esa miseria, de los hornos funcionando incansablemente, algunos supieron enfrentarse ala muerte de la mejor manera que sabían: viviendo. Y vivir es tratar de ser feliz hasta en lospeores contextos. Eran jóvenes y anhelaban respirar, buscar los pájaros que no querían atravesar elcampo porque las cenizas les impedían volar.

Cuando comencé a interesarme por Mauthausen, para construir un texto teatral, me encontrémuchas sorpresas: un plan para sacar las fotos de la visita de Himmler al Lager (que fueron laprueba para condenar al dirigente nazi) gracias a Paco Boix; un niño procedente de Auschwitz que sepaseaba vestido de bombero (un niño que ahora sigue pintando en Mallorca y con el que tuve unaentrañable charla); los partidos de fútbol, los combates de boxeo o la Rondalla, la orquestaparcamente montada con instrumentos fabricados en el propio campo…

Pero fue hablando con Jacques, hijo de José Fernández, 'El inglés', que acababa de publicar lasmemorias de Luis García Manzano, Luisín, guardadas durante años por su padre, prisionero delcampo de exterminio. Ahí estaba la clave que llevaba varios años buscando: La Opereta del Rajá deGorra, una obra de teatro, con toda su parafernalia, estrenada dentro de los barracones.

A los nazis del campo los españoles les resultaban pintorescos por su desparpajo y su vitalidad antela muerte. Poco a poco fueron consiguiendo alcanzar los trabajos donde no se moría y empezaron aorganizarse. Dejaron a un lado las luchas entre anarquistas y comunistas y formaron un bloquecomún para sobrevivir.

Lo que no les arrebataba la enfermedad, la tortura o el hambre, se lo ofrecían a la parcasuicidándose, tirándose desde lo alto de la cantera en "el salto del paracaídas", o lanzándose a lavalla electrificada. Había que inventar algo para conseguir que los muchachos tuvieran quehaceresque los alejaran de la tragedia… ¿una revista de variedades con números de humor, poesía,claqué, gimnasia rítmica y las canciones de la Rondalla?

Sí, ésa era una buena idea. Así nació, de la mano de Antonio Díaz, la opereta que iba a ser recordadapor todos el resto de sus vidas. Una comedia en cinco actos donde participarían prisioneros de variospaíses.

Todo el campo ayudó a su construcción y eso construyó su moral: la sastrería remendando trajespara vestuario; los de carpintería haciendo pelucas con las virutas de la madera y haciendo detramoyistas; el maquillaje a cargo de los franceses que habían trabajado en la ópera de París; losdecorados del Puerto de La Habana, dirigidos por Ramón Mila; los efectos de luces e instalacióneléctrica a cargo de los electricistas... Toda una producción teatral que sin duda hubiera triunfado enlas mejores salas.

El argumento: un emigrante que llegaba a La Habana y explicaba su odisea. A partir de ahí,españoles, polacos, checos, yugoslavos... dando el do de pecho para entretener a sus compañeros.

Eran los primeros días agosto de 1943 y nada parecía presagiar una victoria absoluta frente a Hitler,que amenazaba con emplear sus armas secretas y la superioridad en la batalla del ario común, asíque había que seguir resistiendo y diseñar una red de solidaridad de mayor alcance.

Para eso servían los ensayos, para establecer debates y constituir un comité internacional desolidaridad que tomase las decisiones dentro del campo. Ni los judíos ni los soviéticos sobrevivíanmás de un par de días, eso nadie lo iba a cambiar. Pero con los demás debían intentarlo.

Tres días duró la representación de la opereta y los aplausos llegaron a Zeiris, comandante delinfierno, que quiso hacer una función el día 11 solo para alemanes. El éxito fue rotundo y sonó avictoria, como si hubieran asestado un golpe dentro del corazón nazi. Habían ganado el derecho aser personas, a sonreír, a dejar de ser mierda por un día. Infrahumanos, como Zeiris los llamaba.

Esa victoria moral les dio fuerza para gritar un "no" rotundo, semanas después, cuando quisieronenrolarles en la División Azul. Así, con el humor renovado, inauguraron el ''selecto'' Club de losCapricornios, al que sólo se accedía si tu esposa te abandonaba y la decisión quedaba acreditadapor carta.

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Con el carnet de entrada, a modo de bienvenida, se les hacía una caricatura con unos gloriososcuernos. Tan dignos retratos eran expuestos en el barracón 12, el comedor.

Cuentan cómo una noche los mandos alemanes llamaron a los músicos para que les amenizaran lacena y el comandante Zeiris pidió a Juanito, el catalán, que entonase La dona e Mobile de Rigoletto.Él aprovechó para cantarla en catalán y, según dice Luisín, construyó la siguiente coplilla: La dona Emobile/sois unos cabrones/unos hijos de puta/y unos maricones/unos mal paridos/ dados por elculo/etc...

Eso sí, cantado muy seriamente junto al maestro Botella, quien dirigía la Rondalla. Al finalizar, losnazis aplaudieron como si se tratase del mejor tenor italiano.

Serrano Suñer había tratado de robarles la identidad al nombrarles "apátridas", ya no eran niespañoles, aunque su triángulo azul con la S les ubicase. Ahora eran luchadores por la libertadsin fronteras. De hecho, casi ninguno regresó nunca a España y tardaron decenas de años enobtener del gobierno español algún mínimo homenaje.

Algunos supervivientes que se reunían durante los años 60 y 70 en casa de 'El Inglés', decidieron nodestapar estas ''diversiones'' por miedo a que no fueran entendidas en su dramático contexto.Decidieron ocultar lo que les había hecho humanos, una dicotomía dentro de otra. Sin duda,nada más lejos de la realidad.

Esa búsqueda poética de la felicidad, de la juventud, esa celebración de la vida era la lección máscompleja. Pero la sociedad, como ahora, no estaba preparada para entenderlo. Era más sencillohablar sólo de la muerte y cosificar a los prisioneros, haciéndoles números y uniformes rayados.

Una de las anécdotas más graciosas de la opereta fue la que le ocurrió a Manuel Peris, queinterpretaba a Lolita, la rubia. Los maquilladores franceses eran tan buenos que le habíantransformado en una verdadera señorita cuando entró un Unterscharfürer SS.

El nazi, al ver a la rubia, la Lolita, la agarró del brazo para llevarla al burdel, pensando que se habíafugado de allí. Peris, por supuesto, protestó, pero el nazi siguió arrastrándole hacia la puerta hastaque, en un acto glorioso, mostró la fe de bautismo al incauto alemán que no pidió la cuenta y semarchó tan aprisa como su vergüenza le permitió.

Al salir, todos se miraron y soltaron una carcajada que duró horas. Era un pequeño triunfo, otrapequeña victoria y así se tomó cuando la historia corrió por el campo. Se estaban riendo de losnazis, quizá la única arma que podían tener contra ellos.

Luisín, en su manuscrito, dejó alguna de las letras de Ricardo Garriga que cantaron en la operetaaquellos días. Me resulta emocionante leer estas estrofas e imaginar cómo fueron interpretadas enaquellas funciones. Así cantaba el emigrante recién llegado a La Habana:

Tengo en España mi pueblomis ilusiones y amoresy una mujer que me quieretan bella como las flores.Con las esperanza de verlay de brindarle mi amor,no me amargan las penasni de la vida, el cruel dolor.Y al regresar, con gran pasiónle cantaré esta canción.

(Morenita, de Ricardo Garriga. Para La opereta del Rajá de Gorra).

Sirva este artículo de homenaje a los hombres que me regalaron su experiencia y la asociación deAmical Mauthausen por su inestimable ayuda. A veces, viendo cómo está el mundo, miro a la

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ventana y sonrío sabiendo que, como decía Neruda: "Podrán arrancar todas las flores, pero nopodrán detener la primavera".

Pie de foto: Un prisionero de Mauthausen yace en la nieve.Temáticos: campos de concentraciónEdición impresa:

Licencia: CC-by-SAPosición Media: Cuerpo del artículoCompartir:

Tipo Artículo: NormalAutoría: Rubén BurenFormato imagen portada: grande

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