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Texto presentado para el curso de Maestría en Filsoofía: "La hermeneútica en Heidegger".Autor: Edward Tamayo DuqueUniversidad Pontificia BolvarianaSede Medellín
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EL SER Y EL ARTE DE LA VIDA. UNA EXPLICACIÓN SOBRE LA SUPERACIÓN
DE LA METAFÍSICA EN MARTÍN HEIDEGGER
Trabajo escrito N°1
EDWARD ANDRÉS TAMAYO DUQUE
Docente a cargo:
DR. Orlando Arroyave
8 de Abril
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLVARIANA
FACULTAD DE FILOSOFÍA, TEOLOGÍA Y HUMANIDADES
SEDE MEDELLÍN
2015
Tabla de contenido
Introducción............................................................................................................3
1. Presentación de términos clave en el orden del texto.................................5
2. Ensayo: El ser y el arte de la vida. Una explicación sobre la superación
de la metafísica en Martín Heidegger...................................................................6
2.1. El ser y el arte en el mito.............................................................................6
2.2. La existencia y la superación de la metafísica............................................9
Referencias...........................................................................................................14
Introducción
Este texto representa un esfuerzo por responder a la pregunta por el ser desde
una perspectiva que ha rodeado las reflexiones del curso de Maestría sobre la
Hermenéutica en Martín Heidegger. Se trata de la pregunta por la relación entre el
arte de la vida y el ser, entre las determinaciones de diversas condiciones de
posibilidad a las cuales sólo se puede acceder por medio del encuentro con la
realidad fundante de la angustia. De manera que el objetivo central es resaltar el
sentido de la tragedia griega de la antigüedad en función de la pregunta por el ser
de la existencia. Este trabajo, toma por consiguiente la interpretación
Heideggeriana del pensamiento de Friedrich Nietzsche respecto a la fiesta y a la
tragedia, como una posibilidad para superar la metafísica.
El escrito se encuentra dividido en dos partes: La primera, presenta a Nietzsche
como un seguidor del mundo griego mitológico, y por tanto opositor de la filosofía
platónica que pone en el lugar más elevado al mundo suprasensible, condenando
con ello el mundo sensible. Bajo esta mirada, se explica porque el estudio riguroso
de la filosofía, y no la vida en las condiciones de la existencia, representaron un
primer punto de ruptura para la pregunta de qué es lo que es, es decir, un
rompimiento y transformación de la pregunta por el ser. Dicha ruptura, presenta al
ser como algo completamente nuevo, porque antes responde a la pregunta por su
existencia desde el carácter de la experiencia, pero luego aparece evadido a otros
mundos. Este viraje es al cual acude Heidegger en el texto “La voluntad de poder
como arte”, para explicitar: primero, el sentido de la metafísica que llega hasta
nuestros días, y por otra parte, la necesidad de su superación.
La inversión del platonismo, o en otras palabras, la superación de la metafísica,
hace parte de la segunda parte del texto. En este apartado, se retoma la
interpretación que realiza Martín Heidegger sobre Nietzsche para fundar la
necesidad de una transformación en el sentido de la pregunta por el ser, que no
necesita olvidarse de su relación con el mundo sino que debe entenderse en él
como dualidad. Para lograr plantear dicha relación, se toma el concepto del
superhombre Nietzscheano ligado al ideal de la inversión del platonismo
Heideggeriano, como una propuesta de liberación de las dicotomías que
atraviesan toda nuestra cultura occidental, en la cual se pretende negar lo sensible
y afirmar lo suprasensible, olvidando que lo uno no puede entenderse sin lo otro.
Se plantea que ambos necesitan unión y no división, y es allí donde se funda la
angustia como una posibilidad artística del ser, aquello que en el heleno aparecía
como una necesidad de lo grotesco, es al mismo tiempo una afirmación de lo
suprasensible en lo sensible, es así como se demuestra la importancia del arte de
la vida en todas sus facetas para la propuesta de Heidegger respecto a superación
de la metafísica.
1. Presentación de términos clave en el orden del texto
Nietzsche seguidor del mundo griego, del sentido trágico del mito
Primera transformación en la pregunta por el ser: abandono del logos mítico
a cambio del surgimiento del logos racional
Filosofía platónica que pone el mundo suprasensible arriba del mundo
sensible
El ser aparece transformado en algo nuevo, evadido a otros mundos y con
este lo hace la metafísica
Heidegger interpreta a Nietzsche para plantear su superación de la
metafísica, lo cual implica una reversión del platonismo
En su nuevo sentido, el ser perdió su primera naturaleza, esta al contrario
aparece fragmentada o dividida
Es posible tomar al superhombre para lograr esta transformación del ser y
así desdibujar las dicotomías del mundo platónicas
En la superación de la metafísica no existe dicotomía sino dualidad, de
manera que lo suprasensible afirma lo sensible y viceversa
El mito es un ejemplo de la necesidad de la angustia para la unión o
comunión entre lo mundano y lo ideal. Allí existe una necesidad por lo
grotesco que es al mismo tiempo sublime
Esto posibilita un acceso a la verdad del ser partiendo de una verdad
sensible y fundante
Existe para Heidegger, quien retoma los planteamientos de Nietzsche, la
necesidad de una nueva posición de los valores, la transformación del
esquema ordenador: cruzar el abismo que separa al hombre del
superhombre
La superación de estas dicotomías son aquellas que permiten afirmar el
gozo existencial, el presente.
Afirmar la vida en todos sus estados es una nueva autenticidad, y se logra a
partir de la edificación de una nueva moral
2. Ensayo: El ser y el arte de la vida. Una explicación sobre la superación
de la metafísica en Martín Heidegger
2.1. El ser y el arte en el mito
Sin lugar a dudas, Nietzsche fue seguidor del mundo antiguo, pero más que de la
antigüedad en general, fue seguidor de la caracterización mitológica de la cultura
griega; de una especie de ingenuidad estética de los habitantes de la Hélade que
encontraban en la poesía y los cantos órficos la explicación al arte de la vida. Al
respecto Heidegger menciona las siguientes palabras citando al mismo pensador
que tenía por nombre el homónimo quien fue rey de Prusia:
“Es en los tiempos de mayor peligro –cuando la rueda del tiempo corre cada vez
más rápida- cuando aparecen filósofos; ellos y el arte entran a remplazar al mito
que se desvanece” (Heidegger, Voluntad 113). Estas palabras, demuestran que
para Nietzsche existió un punto de ruptura en antigüedad que modificó la pregunta
por el ser, y la cuestión que se afirma es la existencia de aquello que
probablemente Heidegger representa como el Dasein: el ser ahí y el ser en el
mundo.
La filosofía luego de Platón, aquella que condenó a la poesía y al sentido trágico
de la vida rompe con toda la tradición mitológica y se convierte en un edificio de
posibilidades abstractas. Para Nietzsche esto representó un abandono categorial
respecto a la vida, un distanciamiento de la filosofía frente a las condiciones de
posibilidad del ser de la existencia, poniendo al mundo suprasensible por encima
del mundo sensible: el primero sería el nuevo ideal por alcanzar.
Pero según las escuelas helenísticas, y como rescata prudentemente Pierre
Hadot, la filosofía es ejercicio, “no consiste en la mera enseñanza de teorías
abstractas o, menos aún, en la exegesis textual, sino en un arte de vivir. La
actividad filosófica no se sitúa en la dimensión del conocimiento, sino en la del yo
y el ser” (Hadot, Ejercicios 25). Bajo esta hipótesis se puede observar que tanto
para Nietzsche como para Heidegger, la práctica de la filosofía cayó en un estado
inauténtico en el que la vida transcurre en la oscuridad de la consciencia socavada
por las preocupaciones de algo que está en el más allá.
La filosofía se desinteresó por aquel estado vital nuevo y auténtico del mito a partir
del cual el hombre alcanza la visión exacta del mundo. Y así, siguiendo los
estudios de Jean Vernant se puede afirmar que luego de dicho punto de ruptura, el
logos mítico abandona su ideal trágico para instaurarse principalmente en las
ideas y conceptos que llevaron a que las prácticas ligadas a la experiencia y las
determinaciones de la existencia se alejaran del mundo sensible para instaurarse
en otros mundos.
En la escuela de Mileto, por primera vez, el logos se habría liberado del
mito de igual modo que las escamas se desprenden de los ojos del ciego.
Más que de un cambio de actitud intelectual, de una mutación mental, se
trataría de una revelación decisiva y definitiva: el descubrimiento de la
razón… El advenimiento del logos introduciría pues en la historia una
discontinuidad radical. Viajero sin equipajes, la filosofía vendría al mundo
sin pasado, sin padres, sin familia; sería un comienzo absoluto… El logos
se hace carne (Vernant, Sociedad 334).
Con el advenimiento del logos racional nace la filosofía platónica, y con esta el
ideal de las artes y ciencias que se han extendido hasta hoy. Pero en la era
arcaica, no se desprendía una de otra, la vida era arte y ciencia al mismo tiempo,
con lo cual, el surgimiento de la filosofía, gestó las bases del pensamiento
positivista: un cientificismo completamente original fundado en la razón, que Jean
Pierre Vernant considera como el “pensamiento sin más” (Mito y Sociedad, 334).
Esta discontinuidad única en la historia de la humanidad, causó entre otras cosas
una transformación en el ideal del hombre griego, un vuelco en el discurso que le
llevó a reestructurar el sentido de su vida en la mesura y el cultivo del alma: el ser
se desprendería luego de este punto del mundo sensible. “En efecto: el formalismo
va a retirar progresivamente Grecia de la vida. Por etapas –Parménides, Sócrates,
Platón, estoicos– retrocede, abandona el botín vital, abre la garra, huye de este
mundo, y por la cabeza espiritual del enorme Plotino, acaba, en un éxtasis,
evadiéndose al otro mundo” (Howald 38).
Es por esto que, en Heidegger, se puede interpretar que la pregunta por el ser no
corresponde con un abandono de las condiciones vitales, sino, por el contrario,
con la afirmación del mundo y la existencia, ambos conceptos pertinentemente
desarrollados por este filósofo de la Universidad de Friburgo en “La esencia del
fundamento”. Y así, es tal vez él quien por primera vez entiende a Nietzsche como
un metafísico, tomando como punto de referencia las siguientes palabras: “El
pensamiento abstracto es para muchos un esfuerzo; para mí en los buenos días,
una fiesta y una embriaguez” (Heidegger, Voluntad 116).
Pero “debemos tener en cuenta cómo ve Nietzsche la esencia de la fiesta”… “En
la fiesta están incluidos: orgullo, elación, desenfrenada alegría, la burla de toda
clase de seriedad y de probidad burguesas; una divina afirmación de sí mismo
hecha de plenitud y de perfección animales” (Cit. Op). Es por esto que el logos
abandonó su carácter vitalicio, para quedar inscrito en la representación de
palabras que “agrupan sílabas y las sílabas letras”…. Esta “es una naturaleza
fragmentada, dividida contra sí misma y alterada, que ha perdido su primera
transparencia” (Foucault, Palabras 42).
En Platón, afirma Heidegger, lo suprasensible es planteado en la posición del
verdadero ser, y por consiguiente, prometido en el más allá. “En relación con esto
Nietzsche observa alguna vez refiriéndose a Leibniz, Kant, Fichte, Schelling,
Hegel, Shopenhauer: que todos son solamente tejedores de velos”… “Velan las
cosas, frente a esto, el rechazo, aunque burdo, de lo suprasensible como algo
desconocido” (Heidegger, Voluntad 126). Es así como en el texto de Heidegger
“La voluntad de poder como arte”, se manifiesta la necesidad de la inversión del
platonismo, una forma de establecer los fundamentos de la metafísica alejados de
la dicotomía entre lo sensible y lo suprasensible.
2.2. La existencia y la superación de la metafísica
La ingenuidad de la vida antes de convertir a la filosofía en estudio riguroso, es
decir, durante el periodo de la Grecia arcaica, hizo que el hombre existiera sin
largos rodeos. El mundo verdadero no se hallaba ni en el más allá ni en el disfrute
de los placeres terrenales, sino que su único bienestar se encontraba en el interior
de los deliciosos límites del tan bello mundo. Para Pierre Hadot, esta es la razón
que hacía que el Heleno se alegrara espontáneamente de su propia existencia, sin
pasar, como lo hacemos los modernos y posmodernos, por el giro de la reflexión y
del lenguaje (Hadot, Vivir 27).
De esta manera, uno de los elementos clave a considerar, en la superación de la
metafísica, o si prefiere, en la inversión del platonismo que propone Heidegger es
el superhombre Nietzscheano, del cual, y de las múltiples interpretaciones que es
posible realizar, aparece en este pensador nacido en Messkirch como una
posibilidad de transformación, una liberación de las dicotomías platónicas de
verdad y belleza, del mundo sensible o inteligible. Para entender al superhombre
bajo esta perspectiva, es preciso en primera instancia desdibujar la categorización
del mundo, lo más importante es entenderlo como unidad de la manera que lo
plasma Nietzsche en “El origen de la tragedia” partiendo de la relación apolínea y
dionisiaca.
En su forma de hablar y de actuar ahora, el dios que aparece se asemeja a
un individuo que yerra, anhela y sufre: y el que llegue a aparecer con tal
precisión y claridad épicas es efecto del Apolo intérprete de sueños, que
mediante aquella apariencia simbólica le da al coro una interpretación de su
estado dionisíaco … Así es como surge aquella figura fantasmagórica, que
parece tan escandalosa, del sátiro sabio y entusiasmado, que es a la vez el
«hombre tonto» en contraposición al dios: reflejo de la naturaleza y de sus
instintos más fuertes, más aún, símbolo de la misma, y a la vez pregonero
de su sabiduría y de su arte (Nietzsche, Tragedia 84).
En la superación de lo suprasensible no existe dicotomía sino dualidad, aquella
que es propia del espíritu del heleno, quien a veces es valorado de ingenuo por
creer en mitos, pero que al mismo tiempo posee la sabiduría para encontrar en los
límites de su existencia el encuentro con la totalidad del ser, mientras de repente a
través del sentido trágico se encuentra con la angustia y la nada. Es por ello que
las técnicas de la existencia en el hombre no podían abstraerse del sentido divino,
social, ni material, porque hasta los dioses y la naturaleza hacían parte de este
juego de luces y sombras.
Para revertir el platonismo desde la propuesta heideggeriana, el ser humano
necesita entender, en primer lugar, que el mundo entero lo habita bajo las formas
de aquello que vive, siente, odia, ama, aborrece y desea; de ahí la imposibilidad o
la dificultad de que suceda con el último hombre que se plasma en “Así habló
Zaratustra”. Para lograr la inversión del platonismo, existe la necesidad de verse
artísticamente trazado bajo la óptica de la vida a través de la figura trágica de la
angustia y del encuentro con ella, allí es como se fundaba el mito para el heleno
como una especie de pesimismo que reafirma la necesidad por lo grotesco pero al
mismo tiempo por lo sublime.
En palabras de Nietzsche, existe la necesidad de “considerar la ciencia con la
óptica del artista y el arte con la óptica de la vida” (Nietzsche, Tragedia 35), pero
para lograrlo, sería necesario alcanzar el abandono moral, una mutación
axiológica tan fuerte que en el proceso se desdibujen las categorías del bien y el
mal, de la verdad y la mentira, de lo mundano y lo ideal, todos estos deberían
aparecer como unión y comunión.
“El mundo verdadero –lo suprasensible- y el mundo aparente –lo sensible-,
integran ambos lo que se opone a la pura nada: el ente en su totalidad.
Cuando ambos son suprimidos entonces todo se derrumba en el vacío de la
nada. Esto no lo quiere Nietzsche, ya que él quiere la superación del
nihilismo en todas sus formas. Si nos acordamos de que Nietzsche quiere
fundar el arte a través de su estética fisiológica, en la vida corporal,
entonces en ello se halla una afirmación del mundo sensible y no su
supresión” (Heidegger, Voluntad 129).
Y así es como el arte del mito griego, la afirmación de lo sensible, no representa
una negación de lo suprasensible, más bien puede interpretarse como un acceso
a la metafísica través de la verdad sensible. Pero “de lo que se trata es de evitar la
falsa interpretación y anatematización de lo sensible, lo mismo que la
desmesurada exaltación de lo suprasensible” (Heidegger, Voluntad 130). Se trata
de un nuevo orden jerárquico y una nueva posición de los valores: es transformar
el esquema ordenador.
Esto es hacer como el Fausto de Goethe respecto a Helena y enamorarse de su
belleza, perderse momentáneamente en un mundo que propone conocer las
cosas y sentirlas en el interior de sí mismo, hasta que de ellas brote el
conocimiento como la sabia brota de los árboles, como si proviniera de las cosas
en sí mismas y viceversa. Este ejercicio metafísico, puede entenderse
metafóricamente como un enamorarse de la figura desnuda e ingenua del
conocimiento, enamorarse de la figura de la filosofía desprovista del logos en tanto
verdad platónica.
Del mismo modo, la superación de la metafísica Heideggeriana puede entenderse
como ponerse de pie por unos instantes sobre el puente que cruza el abismo entre
el hombre y el superhombre del Zaratustra y cruzarlo. Que luego de ser sumisos y
obedientes camellos durante más de dos mil años de historia, se pueda alcanzar
un poco de la majestuosidad del león para derrumbar en el interior una moral
construida con torpes trazos, dónde no queda más que mirar con nostalgia aquella
inocencia olvidada, en parte sumisa pero también poderosa del conocimiento
antiguo del mito, que posee el espíritu del niño que aprende y vive cada día como
un construirse a partir de sus sensaciones frente al mundo.
“Hoy” es el día más indicado para comenzar a reconocer la belleza de la figura de
la antigüedad a la manera que lo hizo Fausto. “Hoy”, es momento de abandonar
idealismos para acoger la vida en toda su expresión, es el momento de
“considerar la ciencia con la óptica del artista y el arte con la óptica de la vida”
(Nietzsche, Origen 35), encontrar en la vida la necesidad por la expresión de todo
sentimiento, sea glorificado o trágico. “Hoy”, es el día oportuno para abrazar el
momento, para aferrarse al presente, a la salud de vivir la vida con su desidia,
turbulencia y constante ocaso.
Esta particular sentencia nietzscheana, afirma la belleza Helenística en el amor
por una experiencia estética desdibujada de los límites del ser humano
contemporáneo, quien vive entre lo agradable y lo grotesco, lo consciente e
inconsciente, el placer y el dolor. Estos criterios, en Heidegger, afirman las
prácticas sensibles pero también las del alma, representan la edificación de una
autenticidad viva, una moral personal en relación con el mundo. Allí, no debería
existir negación pero tampoco afirmación excesiva de la inconsciencia, es
entender el ser como totalidad en un entorno, y este es el verdadero reto que
impone la filosofía: aprender a vivir, a superarse, ir más allá de la metafísica.
Referencias
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