El mensajero olvidadizo E.Wolf.doc

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EL MENSAJERO OLVIDADIZOde Ema Wolf (Silencio, nios! y otros cuentos) Hace mucho tiempo haba reinos tan grandes que los reyes apenas se conocan de nombre.El rey Clodoveco saba que all donde terminaba su reino empezaba el reino de Leopoldo. Pero nada ms.Al rey Leopoldo le pasaba lo mismo. Saba que del otro lado de la frontera, ms all de las montaas, viva Clodoveco. Y punto.La corte de Clodoveco estaba separada de la de Leopoldo por quince mil kilmetros. Ms o menos la distancia que hay entre Portugal y la costa de China.Entre corte y corte haba bosques, desiertos de arena, ros torrentosos, precipicios y llanuras fenomenales donde vivan solamente las lagartijas. Tan grandes eran los reinos...

Cuando Clodoveco y Leopoldo decidieron comunicarse, contrataron mensajeros.

Y como siempre se trataba de comunicar asuntos importantes, secretos, nunca mandaban cartas por temor de que cayeran en manos enemigas. El mensajero tena que recordar todo cuanto le haban dicho y repetirlo sin errores.

El mejor y ms veloz de los mensajeros se llamaba Artemio. Adems, termin siendo el nico: nadie quera trabajar de mensajero en aquel tiempo. No haba cuerpo ni suela que durase. Pero Artemio era veloz como un rayo y no se cansaba nunca.El problema es que tena una memoria de gallina. Una memoria con poca cuerda. Una memoria que goteaba por el camino.Artemio parta de la corte de Clodoveco de maana bien temprano con la memoria afinada y tensa como un arco. Al llegar al kilmetro 7.500 ms o menos, haba olvidado todo, o casi todo. No era para menos...Lo que no recordaba, lo iba inventando en la marcha.Una vez la esposa del rey Clodoveco le mand pedir a la esposa del rey Leopoldo la receta de la mermelada de frambuesas.Artemio volvi y recit ante la reina la receta de los canelones de acelga. No se sabe si haba trabucado el mensaje en el viaje de ida o en el viaje de vuelta.La reina pens que la otra seora estaba loca, pero prepar noms la receta.

- Qu buena mermelada, Majestad! - decan todos, mientras coman canelones.

Otra vez el rey Leopoldo quiso anunciar al rey Clodoveco la feliz noticia del cumpleaos de su abuela. El mensaje que Artemio deba transmitir era:

Te saludo, Clodoveco,y te anuncio que maanava a cumplir noventa aosla reina nona Susana.

Artemio cruz valles, selvas, acantilados y charcos, nad ros y atraves planicies a lo largo de quince mil kilmetros.Cuando lleg a la corte del rey Clodoveco se present en la sala del trono y dijo lo que le sali:

Te saludo Clodoveco,y te cuento: esta maanaen el jardn florecidose me ha perdido una rana.

Clodoveco no entenda por qu tanta preocupacin por una simple rana. Leopoldo deba estar chiflado. Pero all mand a Artemio con un mensaje que deca:

Lo siento, ya conseguirs otra.

Leopoldo, creyendo que se refera a la abuela, se enoj mucho y jur que no cambiara a su nona por ninguna otra en el en mundo aunque estuviera viejita.A veces Artemio recorra quince mil kilmetros solamente para decir "gracias". Y volva con la respuesta. "de nada".Un da Clodoveco lo envi para que pidiera a Leopoldo la mano de su hija Leopoldina. Quera casarla con su hijo, el prncipe heredero.Mientras marchaba a travs de los caminos peligrosos, Artemio se iba olvidando.- Qu tengo que pedir de la princesa Leopoldina? Era la mano? No sera el codo? Me parece que era el pie.Cuando estuvo frente Leopoldo, dijo:

Te hace el rey Clodovecouna peticin muy grata:que le enves enseguidade Leopoldina una pata.

A Leopoldo le dio un ataque de furia. Cmo se atreva ese delirante a pedir una pata de su hija!Mand a Clodoveco una respuesta indignada por semejante ocurrencia.Artemio se olvid de todo. Cuando lleg a la corte de Clodoveco, dijo sinceramente:

Necesito dormir la siestaantes de darte respuesta.

Clodoveco crey que esa era la verdadera contestacin de Leopoldo y qued convencido de que el pobre no tena cura. Cmo poda pensar en irse a dormir la siesta cuando le peda la mano de su hija!

Y as siguieron las cosas.

Hasta que un da, un da...

Un da el rey Leopoldo le pidi prestado al rey Clodoveco algunos soldados. Quera organizar un desfile vistoso. Qu mejor que los soldados de Clodoveco, que tenan uniformes tan bonitos!

Entonces le mand decir por Artemio:

Necesito seis legiones,o mejor: diez batallones.

Pero Artemio, en el colmo del olvido, dijo:

Que me mandes cien ratones.

Todo mal!Cuando Leopoldo recibi en una linda caja con moo cien ratones perfumados, la paciencia se le termin de golpe.- Basta! - grit. Clodoveco me est tomando el pelo! No lo soporto! Si no le hago la guerra ya mismo el mundo entero se va a rer de m!Y sin pensarlo dos veces mand alistar sus ejrcitos para marchar sobre el reino de Clodoveco.Pero antes, como era costumbre, le mand una declaracin de guerra:

Yo te aviso, Clodovecoque me esperes bien armadopues voy a hacerte la guerrapor insolente y chiflado.

Artemio se lanz a travs de montaas y llanuras llevando en su cabeza el importante mensaje. Tanto y tanto tiempo anduvo que cuando lleg a la corte de Clodoveco la noticia se haba convertido en cualquier cosa:

Mi querido Clodoveco,esprame bien peinado,pues visitar tu reinoen cuanto empiece el verano.

Clodoveco se llev una alegra.- Leopoldo va a venir a visitarnos! Seguramente quiere arreglar el casamiento de Leopoldina con mi hijo. Vamos a prepararle una recepcin digna de un rey.Y orden a sus ministros que organizaran la bienvenida.Mientras en el pas del rey Leopoldo los ejrcitos se armaban hasta los dientes, en la corte del rey Clodoveco todo era preparativo de fiesta.Leopoldo amontonaba plvora y caones. Clodoveco contrataba msicos y compraba fuegos artificiales.Leopoldo preparaba provisiones de guerra mientras los cocineros de Clodoveco planeaban menes exquisitos.En un lado fabricaban escudos y lanzas de dos puntas. En el otro adornaban los caminos con guirnaldas de flores y banderines.Por fin lleg el da.Las tropas de Leopoldo avanzaron hacia el reino de Clodoveco haciendo sonar clarines y tambores de combate mientras la corte de Clodoveco sala a recibir al rey Leopoldo vestida de terciopelo, con bufones, bailarines y acrbatas.Se encontraron a mitad de camino. Unos formados para la batalla, otros cantando himnos que decan "Bienvenido rey Leopoldo".Los dos reyes, frente a frente, se miraron. Uno con cara de guerra y otro con una sonrisa de confite en los labios.Artemio se encontr entre los dos. Estaba quieto, muy quieto. Miraba a Leopoldo y miraba a Clodoveco. Se rasc la cabeza y pens que algo andaba mal, muy mal... Tan mal que mejor encontrara una solucin antes de que fuera demasiado tarde.Bram un tambor y estall un fuego de artificio.Entonces Artemio tom aire y grit con toda la fuerza de sus pulmones:Cudense del rey Rodrigosi es que quieren seguir vivos!- Rodrigo? Y quin es el rey Rodrigo? - peguntaron los dos reyes.El que les morder el ombligo...!... grit Artemio, y sali corriendo hacia el norte, veloz como una lecha enjabonada.Clodoveco y Leopoldo se quedaron pensando. Nunca haban odo hablar del rey Rodrigo, pero pareca un enemigo de cuidado.- Ser el rey de Borboa? - deca Clodoveco.- No, se se llama Atalfo - deca Leopoldo. Debe ser el rey de Bretoa.- No creo, me parece que se llama Ricardo, y adems tiene un apodo que ahora no me acuerdo...As siguieron.Y todava estn all, tratando de averiguar quin es el famoso Rodrigo.

Mientras tanto Artemio sigue corriendo, que para eso estaba bien entrenado. Ya se olvid del rey Rodrigo, y seguramente tampoco se acuerda por qu corre.