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CULTURA ESCOLAR Y APRENDIZAJE ORGANIZATIVO Doctorado en Educación EL HOMOECONOMICUS ATRÁS DEL AO. Centro mi atención, en esta segunda reflexión, en el origen del concepto “Organizaciones que Aprenden” (OA), esto desde un punto crítico. El tema de la OA, se ubican en la línea de investigación de la Comunicación Organizacional (CO), razón por lo que iniciaré hablando un poco sobre ella. Dentro de la construcción e interpretación simbólica de la comunicación organizacional (CO), se establecen relaciones de mando-obediencia en donde intervienen códigos de poder, de autoridad y jerarquía por parte de los grupos hegemónicos pasando por alto la esencia interactiva de la comunicación (el feedback, la puesta en común) para imponer un estado de autoritarismo encargado de establecer y delimitar un flujo horizontal y descendente en la comunicación, implícito ya desde la concepción del organigrama, y donde el sentido unívoco prevalece sobre la mediación simbólica. De esta manera, el mundo organizacional se encuentra sostenido por una red de operaciones tendientes al control efectivo y calculado que suplanta la interpretación, y donde el lenguaje se subordina al cálculo, y la realidad adopta Mtro. En C. Fernando A. Granados Hernández 1

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EL HOMOECONOMICUS ATRÁS DEL AO.

Centro mi atención, en esta segunda reflexión, en el origen del concepto

“Organizaciones que Aprenden” (OA), esto desde un punto crítico. El tema de la

OA, se ubican en la línea de investigación de la Comunicación Organizacional

(CO), razón por lo que iniciaré hablando un poco sobre ella.

Dentro de la construcción e interpretación simbólica de la comunicación

organizacional (CO), se establecen relaciones de mando-obediencia en donde

intervienen códigos de poder, de autoridad y jerarquía por parte de los grupos

hegemónicos pasando por alto la esencia interactiva de la comunicación (el

feedback, la puesta en común) para imponer un estado de autoritarismo

encargado de establecer y delimitar un flujo horizontal y descendente en la

comunicación, implícito ya desde la concepción del organigrama, y donde el

sentido unívoco prevalece sobre la mediación simbólica.

De esta manera, el mundo organizacional se encuentra sostenido por una

red de operaciones tendientes al control efectivo y calculado que suplanta la

interpretación, y donde el lenguaje se subordina al cálculo, y la realidad adopta

modelos de simulación. Así persiste un interés por el poder dentro de la

organización no como acción neutral, sino como doctrina ideológica que es

impuesta a los demás, el cual es señalado por Eisenberg y Goodall (1993); y

donde el ejercicio del poder se ejerce con base en prácticas de control

organizacional sobre los empleados mediante el uso de formas simbólicas

(metáforas, mitos, e historias), aprendidas a través de la comunicación, pero,

perfectamente legitimadas y por consiguiente no objetadas, ni cuestionadas

legalmente (Mc Phee, 1985).

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Por tanto prevalece un manejo hegemónico de la Cultura Organizacional

para mantener las relaciones de poder dentro de la organización, tal como lo

señala Daniels, Spiker y Papa (1997), además de una marcada centralidad de las

utilidades por encima de lo humano dentro de las organizaciones señalada ya por

Hage (1980).

Ante este panorama de imposición y control, Michael Bland (1992: IX),

sostiene lo siguiente: “Por miles de años el ser humano ha tratado de

comunicarse. Sin embargo, todavía no ha logrado satisfactoriamente, en especial

en el aspecto industrial y empresarial [léase organizacional] en donde con

frecuencia existe menos comunicación en la realización de labores que entre un

puñado de cavernícolas tratando de mantener a raya un mastodonte capturado”.

Como puede observarse, la comunicación interpersonal, hoy como siempre,

comprende interacciones en las que los individuos ejercen influencia recíproca

sobre sus respectivos comportamientos, siempre en una situación de presencia

física simultánea, cara a cara. En dicha relación de interacción, cada interlocutor

intenta adaptarse al comportamiento y expectativas del otro, pues la interacción

implica el establecimiento de reglas, normas y dinámicas compartidas, mas nunca

de imposiciones, que sin embargo se dan en la CO.

Al interior de la llamada CO se habla de cultura, como el conjunto de formas

y modos (valores, tradiciones y ritos entre otros) con los cuales se responde a los

retos de su existencia; como una serie de técnicas y estrategias para ajustarse a

su público interior como exterior; como lo que une a sus integrantes, aunque en

sus planteamientos se omite la presencia del homo economicus (Granados, 2010).

El homo economicus, es constructor de significados y contextos sociales

que crean y reproducen relaciones asimétricas de poder. Lo cual lo logra a través

de dirigir a su favor la cultura, por un acceso diferencial a los escasos recursos y

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oportunidades, y por mecanismos institucionalizados para la producción,

transmisión y recepción de formas simbólicas debidamente justificadas y por tanto

no objetadas. También se aprovecha de la ignorancia (producida por ese acceso

diferencial a los recursos educativos) y de la reacción mecánica (o inercia mental)

que ha predominado en la sociedad.

“El trabajo fundamental de la cultura consiste en organizar estructuralmente

el mundo que rodea al hombre” (Lotman-Uspenki, 1971: 70). A su vez, el lenguaje

que es producto de la cultura, “modeliza no sólo una determinada estructura del

mundo, sino también el punto de vista del observador” (Lotman, 1978: 31),

(Lotman, 1971: 25).

Ante estas perspectivas de significación Clifford Geertz (1991), considera al

hombre como un animal inserto en telarañas de significación que él mismo ha

tejido, pues la cultura se puede entender como una “telaraña de significados”. Bajo

esta concepción el Dr. Ávila en su ensayo Tensiones y recensiones en la CO

(2009), se pregunta si ¿la CO ha quedado atrapada en su propia imaginería

gerencial como el animal simbólico de Geertz?

Para responder a dicho cuestionamiento refiere en su ensayo, que la

tendencia siempre funcionalista de la CO la apartó radicalmente de la raíz

simbólica que define todo proceso comunicativo, para erguirse como instrumento

rígido de gestión de las mentalidades y las apariencias, las jerarquías y los

discursos de cooperación. Es decir, tendiente al predominio de la univocidad y la

imposición de sentido entre los actores organizacionales.

En la concepción interactiva de los hechos comunicativos hace posible

entender que cualquier forma simbólica, cualquier realidad objetivada

(sistematizada) es el resultado de un complejo proceso de construcción (proceso

poiético), así como el punto de partida también de un complejo proceso de

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recepción (el proceso estésico) que reconstruye la realidad objetivada (Vicente,

2004). Y aquí es donde considero surge el AO.

Cada sector de la actividad racionalizadora de las personas apunta al

ordenamiento de la realidad, creando semiosferas para la sociabilidad humana

(Cassirer, 1987: 118). Así, la cultura cuenta con dispositivos estereotipizadores,

entre los que además del lenguaje natural se pueden incluir otros elementos

culturales tales como, las normas, las técnicas expositivas, la lógica de la acción,

entre otros, y que son hipercodificadores, e interpretantes finales. Y son los

empleados en las organizaciones, quienes se encargan de enseñarlos

(reproducirlos) entre los nuevos elementos.

Gracias al carácter interpretante, las normas, pueden ser tratadas

precisamente como un “programa”, que en su interior contiene las estructuras más

evidentes y coherentes” (Lotman-Uspenski, 1971: 71, 73). Lo cual podemos

extender a la cultura organizacional, y a su forma de reproducción: el AO.

Fuentes:

Ávila Rafaél, Tensiones y recensiones en la CO, ensayo, UAM-UNAM, 2009.

Bland Michael, Peter Jackson, Comunicación interna eficiente, Legis, Colombia, 1992.

Cassirer, Ernst, Antropología filosófica, México, Fondo de Cultura Económica, 1987.

Daniels Tom D., Barry K. Spiker, and Michael J. Papa, Perspectives on Organizational Communication, Dubuque, IA, Brown & Benchmark Publishers, 1997.

Eisenberg Eric M., Goodall H.L., Organizational Communication. Balancing Creativity and Constraint, New York, St. Martin’s Press, 1993.

Geertz, Clifford y otros, La interpretación de las culturas, México, Gedisa, 1991

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Granados Hernández Fernando, Análisis crítico del discurso (ACD) de la cultura organizacional en tres autores nacionales y su contribución al control operativo, UDF, 2010.

Hage J., Theories of organizations, Wiley, Nueva York, 1980.

Lotman Iuri M., Estructura del texto artístico, Madrid, Istmo, 1978.

Lotman Iurij M., Uspenski Boris A., “Sobre el mecanismo semiótico de la cultura”, en Lotman Jurij M. y Escuela de Tartu, Semiótica de la cultura, Madrid, Cátedra, (pp. 67-92), 1971.

McPhee R. D. y Tompkins P. K. (eds.), Organizational Communication: Traditional Themes and New Directions, USA, Sage, 1985.

. Vicente Gómes Francisco, La dinámica de la comunicación literaria y la noción de cultura, en Revista electrónica semestral de estudios semióticos de la cultura, Entretextos, 2004.

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