El estado Liberal por Schwartz

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El estado liberal

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  • ENSAYO

    EL ESTADO LIBERAL*

    Pedro Schwartz**

    La divisin del espectro poltico en izquierda y derecha, en defensores delos intereses de clase del proletariado y de los intereses de clase de los pu-dientes, no tiene sentido hoy.La verdadera divisin, la que corresponde a los verdaderos problemas dela sociedad contempornea, es la que separa dos ideologas: la de los so-cialistas de todas clases, de izquierdas y de derechas, para quienes primael carcter colectivo, social, interventor de la actividad estatal; la de losliberales, para quienes el fin primordial del Estado consiste en crear y de-fender el marco legal e institucional en el que pueda florecer el individuo.La divisin real es la que distingue entre quienes quieren conservar el Es-tado paternalista y quienes buscan restaurar el Estado liberal.En esta conferencia el autor hace un anlisis del "Estado Liberal" con n-fasis en el caso espaol. Propone un "Programa para la Libertad y la Pros-peridad", referido al poder, la ley, el gasto pblico y los impuestos. Lue-go se ocupa de la estrategia poltica que, a su juicio, deberan llevar acabo los partidarios de las ideas liberales, dados los tiempos que corren.

    * Conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI, en Madrid, el 22 de mar-zo de 1984. Se publica con la debida autorizacin.

    ** Catedrtico de Historia de las Doctrinas Econmicas en la UniversidadComplutense de Madrid, uno de los rectores del Instituto de Economade Mercado, Honorary Research Fellow del University College de Lon-dres, diputado al Congreso en el Grupo Popular y portavoz de la Comi-sin de Presupuestos. Es tambin Secretario General de Unin Liberal.Ha escrito, entre otras obras, La nueva economa poltica de J. StuartMill, El Banco de Espaa, una historia econmica, El Producto Nacionalde Industria, 1941-1976 (en colaboracin con Jess Manuel Gonzlez),Empresa y Libertad, as como numerosos trabajos cientficos y artculosperiodsticos.

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    "No hay alguno que no exija de Vuestra Alteza nuevas leyes para mejo-rar la agricultura, sin reflexionar que las causas de su atraso estn por lamayor parte en las leyes mismas, y que, por consiguiente, no se deba tra-tar de multiplicarlas sino de disminuirlas; no tanto de establecer leyesnuevas, como de derogar las antiguas".

    G. M. de Jovellanos(Informe en el Expediente de la Ley Agraria, 1795)

    " Qu desafortunados efectos tienen todas las reglamentaciones del siste-ma mercantil (ista)! No slo introducen desrdenes muy peligrosos en elestado del cuerpo poltico, sino que, adems, son desrdenes muy difci-les de remediar, sin ocasionar, al menos por un tiempo, perturbacionesan mayores".

    A. Smith(Riqueza de las Naciones, 1776)

    El Liberal, en Busca de S Mismo

    Los liberales no slo estamos divididos polticamente en dosgrupos que siguen caminos electorales diferentes, sino que, adems,hemos perdido el norte ideolgico. Ni nosotros ni el pblico parece-mos saber ya qu distingue a un liberal de un socialista o de un con-servador, ni si puede hablarse del liberalismo como un credo polti-co bien trabado con una misin que realizar.

    Para muchos, el liberalismo es un talante, una forma de enfren-tarse con la vida, una expresin de la urbanidad, como el lavarse to-dos los das o el comer con buenas maneras. Parece como si el libe-ralismo se hubiese convertido en patrimonio de todos los demcra-tas: los socialistas son socialistas "a fuer de liberales". Los conserva-dores niegan ser conservadores a secas y reclaman el ttulo de "libe-ral-conservadores".

    Mientras se divide su heredad, los liberales intentan recobrarel favor del pblico vistindose con ropajes que no son los suyos.Unos echan agua al vino individualista, espritu esencial del liberalis-mo, y adoptan posturas paternalistas y socializantes que los propiostrabajadores no defienden sino por miedo a lo desconocido. Otrospretenden poner puertas al campo de la libre competencia, por pro-teger a grandes intereses econmicos establecidos, sin ver que laprosperidad padece cuando los poderosos ponen el Estado a su ser-vicio.

    En frase de un joven pensador, oda recientemente con ocasinde esas largas conversaciones sobre la existencia de Dios y el sentidode la vida a las que los liberales de las novelas rusas eran tan adictos,"todos quieren ser liberales, mientras los liberales quieren dejar deserlo".

    Con esta conferencia persigo dos objetivos: uno, el de definirel liberalismo, paradjicamente para muchos, como una doctrina so-bre el Estado; otro, el mostrar que hoy, en una democracia, no ca-ben sino dos ideologas rivales: el liberalismo y el socialismo.

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    Estado Liberal Frente a Estado Paternalista

    En efecto, el liberalismo propone a los ciudadanos la recons-truccin del Estado para aumentar su eficacia y modificar su carc-ter. El Estado hoy se entretiene en muchas actividades que no lecompeten y abandona las que le son propias. Produce alimentos,automviles, computadoras; ofrece servicios telefnicos, televisivos,bancarios; impone enseanzas, estatutos laborales, seguros mdicos.En cambio, descuida la defensa nacional, que es insuficiente; mania-ta la justicia, que es premiosa e imprevisible; mina el orden pblico,con medidas que favorecen al delincuente a costa de la persona hon-rada; permite la invasin de la intimidad personal, por periodistas,por funcionarios; adultera la moneda; abandona las obras pblicas;despilfarra el dinero de los contribuyentes. La eficacia del Estadocomo instrumento al servicio de los individuos puede aumentar siconseguimos reducir su actividad a lo que le es propio. El carcterdel Estado puede transformarse si reducimos sus intervenciones enfavor de ste o aquel grupo y concentramos su actividad en la crea-cin y sostenimiento del marco legal e institucional indispensablepara el ejercicio de la libertad individual.

    Por esta sumaria descripcin de algunos de los vicios del Esta-do moderno, puede verse en seguida que la divisin del espectro po-ltico en izquierda y derecha, en defensores de los intereses de clasedel proletariado y de los intereses de clase de los pudientes, no tienesentido hoy. La verdadera divisin, la que corresponde a los verda-deros problemas de la sociedad contempornea, es la que separa dosideologas": la de los socialistas de todas clases, de izquierdas y dederechas, para quienes prima el carcter colectivo, social, interventorde la actividad estatal; la de los liberales, para quienes el fin primor-dial del Estado consiste en crear y defender el marco legal e institu-cional en el que pueda florecer el individuo. La divisin real es laque distingue entre quienes quieren conservar el Estado paternalistay quienes buscan restaurar el Estado liberal.

    Es verdad que actualmente los espaoles hemos emprendidouna profunda reforma del Estado que persigue su descentralizaciny su fusin ms ntima con la sociedad. El nuevo Estado autonmi-co, sin embargo, no nos est saliendo bien, sobre todo, en opininde este liberal, porque no es suficientemente autonmico, especial-mente en el campo fiscal.

    Tambin es verdad que una parte de la herencia liberal ha sidoasumida por todos los grupos polticos democrticos, lo que haceque la distancia entre socialistas e individualistas no sea un precipi-cio. El Ttulo I de la Constitucin de 1978 recoge lo que los revolu-cionarios franceses llamaron "los derechos del hombre y del ciuda-dano", que constituyen un baluarte mnimo, pero esencial, de de-fensa de la individualidad que ninguno de los que refrendamos esa

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    Constitucin pone en cuestin. Adems, la mayor parte de los obje-tivos ltimos de socialistas e individualistas son los mismos: pros-peridad, libertad, felicidad, seguridad discrepamos en los medios yen nuestro concepto de cmo funcionan los mecanismos sociales.

    Por ello, no he querido dibujar una situacin desesperada yopresiva, al decir que los liberales nos distinguimos por ofrecer unanueva concepcin del Estado que no es atentatoria de las libertadesindividuales. Muchos de los elementos estn ah, dispersos en lasinstituciones existentes, las reformas incoadas, las ideologas pro-puestas. Las bases existen, la voluntad no falta, el enfrentamientono es profundo, pero es menester reunir todas esas mieses en unasola gavilla. Tal es mi intencin esta tarde.

    El Nacimiento del Estado Liberal en Espaa

    El siglo XIX, en el que, desde el punto de vista poltico, eco-nmico y social seguimos viviendo, nos leg una gran construccin,el Estado liberal. Esta construccin naca con defectos y ha adquiri-do algunos vicios ms en el curso del tiempo, pero en su esencia eraun instrumento de civilizacin, de prosperidad y de liberacin.

    El profesor Artola ha definido la organizacin del Estado libe-ral como:

    "La de un Estado cuyo poder se legitima por su carcter repre-sentativo, por la igualdad de trato a todos los individuos y porel reconocimiento de un terreno de accin que queda reserva-do a la libre iniciativa individual".1

    La organizacin del Estado liberal era muy diferente de la de lamonarqua del Antiguo Rgimen. El poder del rey antes de la Revo-lucin francesa no vena legitimado por la soberana popular, sinopor mandato divino. Los individuos reciban trato muy distinto amanos de autoridades, jueces y recaudadores, segn fuera su extrac-cin social o su domiciliacin geogrfica. El crculo mgico alrede-dor del individuo, en el que ste ejerce su autonoma, poda verseinvadido por toda clase de acciones arbitrarias; y sus acciones con-juntas con otros individuos, tales como contratos y asociaciones,podan verse anuladas por las autoridades.

    No se me entienda mal. Es muy posible que la suma total delas libertades en el antiguo rgimen no fuera mucho menor que enalgn Estado liberal, si dejamos de lado la mayor prosperidad eco-nmica bajo ste. Es conocida la frase del historiador Elie Halvy alconcluir su estudio de la Inglaterra de 1815:

    1 M. Artola: "El Estado liberal" en Historia econmica y pensamientosocial, Edic. e Introd. de G. L. Anes, L. A. Rojo y P. Tedde (AlianzaEd.,1983), p. 164.

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    "England is a free country" significa en el fondo que Inglaterraes en 1815 un pas de obediencia voluntaria, de organizacin libre-mente originada y libremente aceptada.2

    Verdad es que el sistema del antiguo rgimen en Espaa no es-taba basado en un sistema parlamentario, en una economa capita-lista y en la libertad religiosa como el de Inglaterra despus de lagloriosa revolucin. Pero tambin en Espaa y sus Indias era elsistema reinante muy libremente aceptado. No se olvide que en lasIndias antes de la Independencia no exista ejrcito permanente, nohaba tropas profesionales; y que en Espaa los franceses encon-traron muy diferente resistencia en 1808, cuando pretendan esta-blecer un rgimen nuevo, que en 1823, cuando los cien mil hijos deSan Luis acudieron a defender el absolutismo de Fernando VIL

    Durante los primeros 75 aos del siglo XIX, Espaa se debatien la lucha de quienes queran imponer las instituciones del Estadoliberal y quienes defendan el Antiguo Rgimen o alguna parte desus tradiciones. Frente a la diversidad legal del Antiguo Rgimenfueron promulgndose, a partir del de Comercio en 1829, los diver-sos cdigos legales y quedando las costumbres civiles reducidas aunos pocos apndices forales del Civil. Frente a la diversidad fiscal einstitucional de la monarqua mal llamada absoluta, se fueron retro-trayendo las aduanas a los lmites de la Pennsula y definiendo el al-cance de la diversidad foral de Navarra con la ley de 1841 y la de lasProvincias Vascongadas, con la de 1876. En 1833 se decreta la divi-sin de Espaa en provincias. En 1836 inicia Mendizbal la des-amortizacin eclesistica, que completa Madoz con la civil a partirde 1855. En 1837 se promulga la Constitucin que, bajo un ropajeu otro, iba a regir hasta 1931. En 1838 se suprime el diezmo. En1840 se promulga una ley centralista de ayuntamientos. En 1844 secrea la Guardia Civil y en 1856 el Banco de Espaa. Al iniciarse elsiglo XIX se establecen los cuerpos civiles de ingenieros de minas,montes, caminos, y aparece el cuerpo de abogados del Estado. Conla abolicin de la esclavitud en 1880, la creacin del Ministerio deInstruccin Pblica en 1900 y la promulgacin de leyes sociales apartir de 1908, qued consolidado el peculiar modelo de Estado li-beral que an perdura en Espaa.

    La Enfermedad del Estado Liberal

    No es cosa de poner esta creacin en una peana, ni tampocoecharla abajo con denuestos. El marco as creado no obedece estric-tamente al modelo del Estado liberal que voy a defender esta noche,pero al menos sirvi para encauzar la actividad de los espaoleshacia la creacin de una sociedad moderna.

    2 E. Halvy: England in 1815. (A History of the English People in the19th C.), vol. I (1913-1924.) Conclusin.

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    Verdad es que la poltica econmica era proteccionista, a pesarde varios intentos de liberalizar plenamente el comercio exterior; yera capitalista en el peor sentido de la palabra, porque una y otravez el poder pblico se pona al servicio de los grandes negociantesindustriales o banqueros. La instruccin pblica era clerical, pues enlas pocas reaccionarias, sobre todo cuando el aparato del Estado lodiriga un dictador, se difunda una ideologa eclesial. La adminis-tracin era centralista, por cuanto el sistema electoral y la organiza-cin de las provincias pona al pas en manos del Ministro de la Go-bernacin. El aparato de la defensa nacional era militarista, en elsentido de que pareca creado para promover los intereses de la ofi-cialidad ms que los de la patria.

    Pero quedarse en este catlogo de defectos supondra pasar poralto las virtudes esenciales del sistema. Estas virtudes se notan sobretodo en los momentos en que el Estado liberal quiebra y se intentasu substitucin por un Estado autogestionario o revolucionario. Losdos aos de la primera Repblica, de 1873 a 1875, y los cuatro aosde Repblica revolucionaria de 1934 a 1938 nos dan un indicio dequ ocurre con las libertades, con la seguridad econmica, con lamisma existencia de la patria, cuando se cuestiona o desaparece elmarco administrativo del Estado liberal.

    Hasta 1975, la parte sana del sistema de administracin pblicaliberal haba garantizado que, cualquiera fuese el rgimen poltico,la vida espaola transcurriese por los siguientes cauces: nadie ejercaun poder absoluto, especialmente cuando la jefatura del Estado ve-na desempeada por un monarca y el Poder Ejecutivo ejercido porun Presidente del gobierno; la administracin pblica, si bien dilato-ria y burocrtica, era proba y los casos de corrupcin eran la excep-cin ms que la regla; los administrados tenan recursos legales fren-te a los poderosos y los derechos individuales tendan a restablecer-se cada vez que un rgimen de excepcin los suspenda; la carga fis-cal era ligera, aunque no bien repartida; y una gran parte de la vidasocial y econmica discurra al margen de la intervencin pblica,por los cauces que los individuos se trazaban a s mismos.

    Los fenmenos patolgicos que ahora estn haciendo explo-sin y que tan necesaria hacen la vuelta a un Estado liberal depura-do, no son de hoy, aunque hayan tomado proporciones alarmantesen la dcada de 1970. Se remontan a principios de nuestro siglo y sehan instalado en nuestra sociedad en cuatro grandes etapas.

    La primera es la etapa regeneracionista, que se inicia en 1903con la creacin del Instituto de Reformas Sociales. Mucho habraque decir sobre la responsabilidad de Joaqun Costa por la difusinde la idea de que el Estado deba intervenir activamente para obs-taculizar el libre funcionamiento de la economa y la sociedad. Entodo caso, esa ideologa se extendi desde la prensa y la novela has-ta los polticos y el rey, y renaci varias veces a lo largo del sigloXX, en especial cuando gobernaron los dictadores Primo de Riveray Franco. El efecto de toda la legislacin "social" previa y posterior

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    a la Primera Guerra Mundial consisti en poner las bases de un siste-ma intervenido de mejoras laborales, de un sistema centralizado deseguros sociales. Es cierto que las leves dosis en que se produjo talintervencin la hacan asemejarse a la creacin de un mnimo debienestar social de que somos partidarios los liberales porque no seinterfiere con la creacin de riqueza, verdadera esperanza de losdesheredados: en especial, las reformas de Canalejas y de Dato,truncadas por sendos asesinatos en 1912 y 1921, sirvieron paraestabilizar la monarqua, al hacer sentir que el Estado liberal no seolvidaba de los pobres; pero esa legislacin estaba concebida de talmanera que dejaba el portillo abierto a posteriores abusos.

    La segunda etapa la constituye la dictadura del general Primode Rivera, y en especial la actuacin de Calvo Sotelo en el Ministe-rio de Hacienda, que crticas tan acerbas recibi de polticos msmonetaristas de la poca, en especial de Camb. El establecimientode monopolios compartidos por el Estado y los grandes capitalistas,como Campsa y Tabacalera; la creacin de instituciones para regularla economa hasta en sus menores detalles, como el Consejo de Eco-noma Nacional o los comits reguladores de la produccin indus-trial o la industria textil; el proteccionismo exterior, con el reforza-miento del Arancel de Camb; la presentacin de presupuestos ex-traordinarios y tolerancia de las emisiones de deuda por los ayunta-mientos para cubrir sus dficit; la intervencin pblica en la nego-ciacin colectiva y la creacin de magistraturas de trabajo: he aquun catlogo de extralimitaciones que la relativa prosperidad econ-mica del directorio y su legado de obras pblicas no deben hacernosolvidar

    Las obras pblicas forman parte de las actividades legtimas delEstado liberal, dentro de las condiciones que ahora dir pero no sufinanciacin heterodoxa. La admiracin que nos produce la labordel conde de Guadalhorce y de Lorenzo Pardo no debe ocultarnoslas insuficiencias de la administracin hacendstica que ni las finan-ciaba normalmente ni las contraa a lo prudente. La prosperidad delperodo de Primo de Rivera se debi en gran parte al "boom"mundial, como lo demostr su escasa duracin al llegar la crisis de1929. En todo caso, durante estos aos extraconstitucionales se re-forzaron las tendencias del Estado liberal a salirse del recto camino.

    La tercera etapa patolgica la constituyen, curiosamente, losaos finales de la dictadura de Franco. Digo curiosamente porquems se apartaron del modelo del Estado liberal los primeros aos dela poca franquista. Pero esos aos fueron una repeticin tan exage-rada de las polticas paternalistas de la dictadura de Primo de Riveraque la primera apertura de ventanas al exterior los hizo esfumarsecomo un mal sueo. De 1939 a 1959 el dictador haba intentadoverter la sociedad espaola en un molde autrquico y corporativista:los resultados fueron lo que permite prever la teora econmica, ypor ello los rechazaba el cuerpo social, precisamente por la pobrezay escasez que causaban.

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    Con la estabilizacin y liberalizacin de 1959, el rgimen vol-vi a la tradicin pblica espaola y a la tendencia de lenta hincha-zn tentacular del Estado. El comercio exterior se entreabri con elnuevo arancel de 1960 y con mayor tolerancia de las inversiones ex-tranjeras. El sistema fiscal se reform para que pudiese atender me-jor a los gastos del Estado. En cuatro puntos (sin embargo) la evolu-cin se hizo inquietante: 1) La empresa pblica bajo la aparente ins-piracin del principio de subsidiariedad comenz a florecer en todaslas actividades de la economa: la financiera, con los bancos del Cr-dito Oficial; la agrcola, industrial pesada y de servicios, con las em-presas del INI, y con la intervencin de la Direccin General delPatrimonio como hospital de empresas; 2) La Seguridad Social, queen lo referente a pensiones pas en 1966 de un sistema de capitali-zacin a un sistema de reparto y en lo referente a sanidad comenza buscar la sustitucin de los seguros mdicos privados por un siste-ma pblico; 3) La legislacin laboral, que extrem su rgida prohibi-cin del despido econmico y la omnmoda interferencia de las ma-gistraturas de trabajo, y 4) La intervencin administrativa, que pro-lifer en todos los campos, el de pagos extranjeros, el de preciosagrcolas, el de reconversin industrial, el de organizacin del trfi-co martimo o por carretera y ms que huelga nombrar.

    La cuarta etapa es la de los aos 1975 hasta el momento ac-tual: es la de la eclosin de todas las malas semillas sembradas en lasetapas anteriores. La descripcin de las enfermedades del Estado li-beral que acabo de hacer puede hacer pensar que soy enemigo detoda intervencin pblica, todo control gubernamental, todo soco-rro estatal: ahora mismo se ver que no. Mi tesis es que todas esasactividades, que en puridad son impropias del Estado liberal, hacenalgn bien, o en el peor de los casos, poco dao si su cuanta absolu-ta es pequea o al menos su tamao relativo es insignificante encomparacin con la produccin nacional. Si no existen frenosinstitucionales de su creacin, y desaparecen los frenos polticos desu abuso, entonces lo que poda ser beneficioso o balad se convier-te en deletreo.

    El Socialismo Rampante

    Baste con unas pocas indicaciones de lo grave del problema. Eltamao del sector pblico comparado con la produccin nacionalha crecido de forma disparatada. En 1974, el gasto pblico suponauna cifra equivalente al 22% del PIB, mientras que diez aos mstarde, en 1984, puede pasar del 40%.3 (Ver grfico N 1.)

    3 El gasto presupuestado para este ao representa una cantidad equivalen-te al 37,7% del PIB, pero a lo largo del ejercicio presupuestario se gastams de lo previsto como consecuencia de la aprobacin de crditos extra-ordinarios y suplementos de crditos.

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    Grfico N 1

    Crecimiento Gasto Pblico(En % del PIB)

    Presupuestado

    Fuentes: Banco de Espaa, Informe Anual 1982.Ministerio de Economa y Hacienda, Presupuesto del Sector Pblico (li-bro verde) aos 1983 y 1984.Informe econmico-financiero Presupuesto 1984.

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    Grfico N 2Crecimiento de la Presin Fiscal

    (En Porcentaje)

    - - Presupuestado

    Fuentes: Banco de Espaa, Informe Anual 1982.Ministerio de Economa y Hacienda, Presupuesto del Sector Pblico (li-bro verde) aos 1983 y 1984.Informe econmico-financiero Presupuesto 1984.

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    Aunque en esta conferencia he procurado no limitarme a con-sideraciones de tipo econmico y he pretendido subrayar que elliberalismo, lejos de ser economicista, es una doctrina que abarca elser del Estado y de la sociedad toda, s me parece que el crecimien-to del gasto de las Administraciones Pblicas es un sntoma de losfenmenos patolgicos a los que vengo refirindome. Este creci-miento ha dado lugar a su vez al crecimiento de la presin fiscal, enun vano intento de financiarlo de manera ortodoxa; en una dcadala suma de las tarifas del impuesto sobre la renta y de las cotiza-ciones a la Seguridad Social se ha doblado (como proporcin de losingresos) y no ha dejado de crecer ni un solo ao. (Ver grficoN 2.)

    Tambin es preocupante el crecimiento del dficit pblico, noslo por las consecuencias financieras que comporta, sino por sersntoma de la incapacidad del Estado para confesar a los ciudadanosel verdadero costo de todas las actividades y transferencias que reali-za en su nombre. En 1974 el dficit de las Administraciones Pbli-cas era virtualmente nulo; en 1984 pasar de una cifra equivalente al6 por ciento del producto nacional en ese ao, aunque el Gobiernolo haya estimado en una cantidad menor, en parte porque ahora in-cluye crecidos gastos de ayuntamientos y autonomas. (Ver grficoN 3.)

    De igual manera es indicativo que el Estado hace mucho delo que no debe y hace mal lo que s debera, el que por una partecrezca la actividad deficitaria de la empresa pblica, y por otra se re-duzca la proporcin del presupuesto de la nacin dedicada a funcio-nes necesarias. (Ver grfico N 4.)

    La "necesidad de financiacin" de las empresas pblicas se hamultiplicado por 2,7 de 1977 a 1982, y el Estado dedica ahora un10,9% del presupuesto a sus fines propios en vez de un 12,5% comolo haca hace diez aos.

    Tambin quiero referirme al aumento del paro juvenil. Es elque ms agudamente refleja las deficiencias del mercado de trabajo,por ser los jvenes los ms susceptibles a la discriminacin de quie-nes se parapetan tras la legislacin laboral para defender situacionesde privilegio. De los jvenes de 16 a 19 aos, no slo est oficial-mente desempleado hoy el 52% sino que el diferencial del paro delos jvenes respecto del de los mayores de 25 aos casi se ha dobla-do en cuatro aos. (Ver grfico N 5.)

    Y nada preciso puedo decir sobre el peso de la creciente inter-vencin y reglamentacin pblica, pues no hay otra forma de medir-lo que el hacer la lista de las disposiciones que podran derogarse sinque padeciese el bienestar pblico. Esas reglamentaciones van desdeel monopolio de la televisin y el cuasimonopolio universitario, has-ta la prohibicin de la venta callejera de peridicos fuera de losquioscos, pasando por el retiro obligatorio y el salario mnimo. Snos da una idea de ese peso, sin embargo, el crecimiento imparablede la economa "irregular" u "oculta" en nuestra patria. Don Joa-

  • 58 ESTUDIOS PBLICOS

    Grfico N 3

    Crecimiento del Dficit Pblico

    Previsto (en 1983) y estimado (en 1984)

    Fuentes: Banco de Espaa, Informe Anual 1982.Ministerio de Economa y Hacienda, Informe econmico financiero Pre-supuesto 1984.

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    qun Trigo y doa Carmen Vzquez han publicado recientementepara la Generalitat de Catalunya un estudio que, con todas sus lagu-nas, indica la relacin directa del incremento de la presin fiscal yde las reglamentaciones administrativas con el crecimiento de la eco-noma oculta. Especialmente llamativa es la imagen de la "zona deviviendas en cualquier parte del Valles Occidental" en que "se pue-de or a altas horas de la madrugada" el funcionamiento de telaresprocedentes "del primero o segundo plan de reestructuracin tex-til".4

    El problema as descrito ha alcanzado dimensiones de tal gra-vedad que incluso el gobierno socialista est buscando, con pocoxito por cierto, la forma de atajarlo. Ya no se oyen en bocas socia-listas apologas del dficit pblico; ni promesas de nacionalizar losmedios de produccin, distribucin y consumo; ni defensas a ultran-za de la legislacin laboral heredada del rgimen anterior o de la Se-guridad Social desde entonces a la deriva. Todo es hablar de orto-doxia financiera, reconversin industrial, flexibilidad de plantillas,economa de mercado.

    Frente al Socialismo de Derechas y de Izquierdas5

    Vemos que los propios defensores del Estado providencia hanperdido la fe en su dolo, porque las consecuencias del culto que lehemos venido rindiendo los espaoles se estn haciendo insoporta-bles. Es curioso ver a las izquierdas socialistas debatirse frente a laherencia socialista de Franco. No saben reformar las institucionesdel nacionalsindicalismo, porque estn rendidos ante el Moloch esta-tal. De ah que insista en subrayar que los liberales nos enfrentamoscon el socialismo de derechas y de izquierdas, al querer que el Esta-do depure de sus vicios paternalistas y se reduzca a sus funcionesnecesarias.

    La actitud de los liberales ante el Estado suele caricaturizarsepor incomprensin ms que por inquina poltica. Quienes no entien-den bien los mecanismos sociales y por tanto no marcan adecuada-mente los lmites de la accin pblica, creen que el liberal en el fon-do desea abolir el Estado, cuando busca centrarlo y reforzarlo. Enrealidad, no debera hablar de "marcar los lmites de la accin p-blica" sino de "distinguir las dos clases de accin pblica, la necesa-ria y la ociosa". Y no crean que peco de soberbia al decir que quie-nes no saben distinguir entre accin pblica necesaria y ociosa noentienden bien los mecanismos sociales. Ser liberal no es slo, o si-

    4 J. Trigo y C. Vzquez: La economa irregular (Gener. de Cat., 1983),p. 57.

    5 Quienes sostienen que la idea de un socialismo de derechas es un contra-dictorio interminis, no tienen ms que leer los Puntos de la Falange, o re-cordar que en la dcada de 1930 apareci en Alemania un rgimen quese titulaba "Nacional Socialista".

  • 60 ESTUDIOS PBLICOS

    Grfico N 4

    Prdidas Empresas Pblicas(Miles de Millones de Pesetas Corrientes)

    Fuente: Ministerio de Economa y Hacienda, Cuentas provisionales de las "Em-presas pblicas no financieras" correspondientes al ejercicio 1982 en tr-minos de Contabilidad Nacional. Diciembre 1983.

  • EL ESTADO LIBERAL 61

    quiera, amar con libertad, vivir con imaginacin, pensar sin dogma-tismo, vestir sin conformismo, cultivar la tolerancia y hasta el escep-ticismo: ser liberal es conocer las condiciones necesarias de la liber-tad y la prosperidad individuales y luchar por su aplicacin. Estascondiciones necesarias parecen a veces duras o restrictivas, inclusopoco liberales; pero si con ellas florecen las libertades, entonces hayque atreverse a defenderlas sin hacer demasiado caso del qu dirn.Recordemos las palabras de Keynes al elogiar a los economistas dela escuela de Cambridge en su ensayo biogrfico sobre Malthus, pen-sador al que coloca en la tradicin que nos sugieren:

    "Los nombres de Locke, Hume, Adam Smith, Paley, Bentham,Darwin y Mill, una tradicin marcada por un amor a la verdady una noblsima lucidez, por un buen sentido libre de senti-mentalismo o metafsica, y por un inmenso desinters y espri-tu pblico".6

    Ideas claras, pulso firme y rumbo al norte de la libertad. Nadaha hecho tanto dao a nuestra causa como los ayes de los corazoneslacrimosos que querran que el mundo y los hombres fuesen deotra manera. Nos cuenta Pabn que el duque de Valencia aconseja un amigo que iba a formar gobierno que no entrara en l ningntonto; "porque la tontera no tiene cura y, adems, se contagia".7No dira yo que debamos cerrar las puertas de la familia liberal anadie, pero al menos s deberamos vacunarnos contra la tontera.

    Precisamente cuando la evidencia del fracaso del llamado Es-tado de bienestar es irresistible, omos los liberales exhortaciones aque nos acerquemos a la social-democracia. Esas exhortaciones na-cen del deseo de recoger los "votos prestados" que el PSOE toma la difunta UCD y a la conviccin de que el liberalismo, por su pro-pio carcter templado, debe ser de centro. El liberalismo es de cen-tro, s, pero de otro centro. Busca su sitio en el punto hacia el quese estn moviendo los espaoles tras las tres desilusiones que hansufrido en las ltimas dcadas: con la desaparicin del rgimen deFranco han perdido la ilusin de que fuese sostenible un rgimenautoritario, intervencionista y social de derechas; con la disolucinde UCD, han perdido la ilusin de que fuera posible un gobiernosocial-demcrata de centro; con el fracaso del gobierno de PSOE,han perdido la ilusin de que sean viables las soluciones social-de-mcratas de izquierda.

    De todo ello hay que deducir que falla el elemento comn, elingrediente socialista. Por ello, el liberalismo debe rechazar las acti-

    6 J. M. Keynes: "Thomas Robert Malthus. The First of the Cambridge Eco-nomists", en Essays in Biography, collected Writings (Royal Ec. Soc.,1972), vol. X, p. 86. En espaol, el ensayo aparece como prefacio delEnsayo sobre la poblacin de Malthus, editado por Alianza Editorial.

    7 Jess Pabn: Narvez y su poca (Austral, 1983), p. 235.

  • 62 ESTUDIOS PBLICOS

    Grfico N 5

    Desempleo Juvenil

    Fuente: Banco de Espaa, Indicadores de Coyuntura, marzo 1984.

  • EL ESTADO LIBERAL 63

    tudes paternalistas, autoritarias, socialistas e igualitarias, tanto dederechas como de izquierdas - o resignarse a la incapacidad perma-nente-.

    El Mito del Liberalismo SalvajeDe mis reflexiones anteriores sera difcil deducir que el libera-

    lismo sea un credo que pretende la destruccin del Estado. Sin em-bargo, me temo que muchos, asustados por la dureza de mis crticase influidos por las caricaturas del Liberalismo "decimonnico","salvaje" o "anarco-capitalista" que, como moneda falsa, corren demano en mano, muchos, digo, pensarn que la ideologa liberal caeen todas las ingenuidades del anarquismo. Quiero marcar la distan-cia entre los liberales y los anarquistas, otra vez de izquierdas y dederechas que creen que en un mundo tan poblado como el actualpuede existir una sociedad libre sin Estado.

    El liberalismo se distingue no slo del socialismo de izquierdasy de derechas, sino tambin del anarquismo de izquierdas y de dere-chas. Del anarquismo de izquierdas poco hay que decir: el pensarque en un mundo de escasez como el nuestro, sea posible organizaruna sociedad en que todo es de todos, sin desembocar en la guerracivil es cosa demasiado absurda para sostenerla seriamente. Msinters tiene el anarquismo que podramos llamar de derechas o"anarcocapitalismo".

    Lo conciben sus seguidores ms sensatos y modernos comouna sociedad en la que todos los derechos de propiedad estn defi-nidos y atribuidos naturalmente, por lo que no hace falta una auto-ridad superior que dirima en caso de duda, ni un cuerpo especializa-do que castigue en caso de infraccin. Si todos respetan los dere-chos de todos los dems (o sus infracciones aparecen con toda clari-dad y se castigan cooperativamente) y todas las cosas y servicios sonobjeto de derechos bien definidos, entonces no hace falta Estado,polica, ejrcito, justicia. El anarquismo es, pues, esa forma de orga-nizar la sociedad que sera posible si el liberalismo fuese umversal-mente aplicable, si toda la accin social pudiera abandonarse al es-pontneo acuerdo de los individuos.

    Sin embargo, en una sociedad progresiva es imposible definirlos derechos de propiedad naturalmente y de una vez para siempre.Como he dicho en otro lugar,8 cualquier cambio en las condicionesde la oferta de factores o demanda de productos en la sociedad, seapor un avance tecnolgico, sea por un cambio de gustos, causa laaparicin de beneficios y prdidas inesperados que a alguien habrque atribuir. Cuando esos cambios de riqueza, causados por ejemploal propietario de un terreno agrcola que es absorbido por la ciudad

    8 P. Schwartz y A. Carbajo: "Teora Econmica de los derechos de apro-piacin", en La nueva economa en Francia y en Espaa (Forum Univer-sidad-Empresa, 1980), p. 132.

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    vecina, o al dueo de una fbrica de sombreros cuando cunde la mo-da de la cabeza descubierta, cuando esos cambios de riqueza, digo,son pequeos, entonces se permite sin protesta que afecten a lospropietarios de los derechos definidos en el pasado. Pero si los cam-bios son exorbitantes o catastrficos, la distribucin de derechossuele ponerse en cuestin y slo la existencia de una autoridad pue-de evitar conflictos destructivos.

    Por fin, incluso si todos los derechos estuvieran definidos yaceptados, de tal forma que una sociedad pudiese funcionar espon-tneamente sin gobierno, queda la dificultad de tomar algunas"decisiones trgicas", como las llama el Prof. Guido Calabresi.9 Porejemplo, Atenas tiene que decidir quines van a ser las mil vrgenesque hay que enviar al Minotauro cada ao; o los habitantes de unaciudad asediada tienen que repartir la comida almacenada y decidirquines reciben una racin especial. En todos esos casos y muchosms, los valores tradicionales que hacen de la eleccin una decisinautomtica pueden quebrar y es necesario que una autoridad im-ponga alguna decisin, incluso arbitraria, para que el nexo socialsubsista.

    De cualquier manera, se plantea en la sociedad anarquista elproblema, no de la definicin de los derechos, sino de su respeto, yms an, del respeto del propio sistema por el que la gente tiene de-rechos y se les respetan. El Estado desempea un papel tico, que esel de inculcar o defender la propia validez del sistema y defenderlono ya slo contra las acciones "delictivas" sino contra las acciones"Subversivas del sistema". Incluso un Estado liberal puede tener queno ser liberal con los totalitarios, y en todo caso preparar su defensacontra enemigos exteriores.

    A diferencia del anarquismo, pues, el liberalismo conoce sus l-mites, se los marca al aceptar la necesidad de una autoridad estatal,y estudia la manera de constituir esta autoridad de tal forma que nodestruya la libertad para cuya defensa existe.

    El Estado, Un Arma de Doble Filo

    En la historia humana no ha sobrevivido ninguna sociedad sinjerarqua ni poderes pblicos, a no ser en el caso de tribus largamen-te aisladas del influjo de sociedad progresivas. Adems, la obedien-cia de la mayora a los dictados de la minora no podra mantenersesi no supusiera a la larga para todos ms beneficios que costes. Hay,sin duda, una tendencia genticamente impresa en el ser humanoque le lleva a inclinarse espontneamente a los dictados de la autori-dad. Como ha dicho Bertrand de Jouvenel:

    9 G. Calabresi y Ph. Bobbit: Tragic Choices. The Conflicts society con-fronts in the allocation of tragically scarce resources (Norton, New York,1978).

  • EL ESTADO LIBERAL 65

    "En esencia, se obedece, porque el obedecer es una costumbrede la especie".10

    Dado el xito de supervivencia y multiplicacin de nuestra ra-za, cabe suponer que tal inclinacin le ha convenido en la luchapor la vida.

    Estas reflexiones, por fuerza demasiado superficiales, no debencegarnos ante lo extrao del fenmeno de la obediencia, ni ante lavariedad de formas que toma la autoridad civil. Segn nos cita elpropio Jouvenel:

    "Una tal subordinacin - ha dicho Necker (el Ministro de LuisXVI) - debe forzosamente llenar de extraeza a los hombresque son capaces de reflexionar. Es un fenmeno singular, unhecho casi misterioso, el que la gran mayora obedezca a unaminora", (p. 35.)Ms misterioso an es el hecho de que las formas de obedecer

    la mayora a la minora sean tan distintas y que el peso del podervare tanto segn las pocas, lugares, campos de aplicacin y reg-menes polticos. El liberalismo no es sino una manera de obtener to-das las ventajas posibles de la obediencia civil con el mnimo costeen trminos de libertad, de innovacin, de individualidad; y paraello hay que saber penetrar los arcanos misteriosos de la sociologa.

    No es ste el momento de exponer lo que sabemos y lo que nosabemos los liberales de cmo funciona la sociedad; de cules sonlas leyes econmicas y sociolgicas que condicionan el quehacer po-ltico; de cmo evitar las consecuencias inesperadas del intervencio-nismo de los socialistas de derecha y de izquierda. Podra analizar elpensamiento de nuestros grandes clsicos del pasado o nuestros pen-sadores de hoy: desde Hume, Adam Smith y Jovellanos; pasandopor Malthus, Say y Ricardo; siguiendo por Flrez Estrada, De Toc-queville y Stuart Mill; continuando por Marshall, Fisher y Bohm Ba-werk; y terminando con Hayek, Friedman, Stigler y Schultz, nues-tros recientes premios Nobel de Economa, o con Karl Popper, Ray-mond Aron y Konrad Lorenz, representantes de la filosofa, la pol-tica y la biologa liberal y no digamos Ortega!. Si la lista con-tiene muchos economistas, ello se debe a que la ciencia econmica,enfocada desde el lado liberal, ha resultado ser muy fructfera en eldescubrimiento de las leyes naturales de la sociedad. Pero dejar elanlisis de estos pensadores para otra ocasin porque aqu hemosvenido a hablar de poltica.

    La gente cree, pues, que los liberales perseguimos la destruc-cin del Estado. Muy al contrario, he dicho y quiero probar ahora,el liberalismo como programa poltico es un programa estatal y p-blico. Nosotros no nos ocupamos del individuo, que sabe lo que

    10 B. de Jouvenel: El poder (Ed. Nacional, 1956), p. 38.

  • 66 ESTUDIOS PBLICOS

    quiere, que lleva su propia vida la mayor parte de las veces con buenseso; nos preocupamos por el Estado, por las razones de su existen-cia, por la necesidad de que funcione bien, por el temor de que sedesve de su tarea para convertirse en un mecanismo opresor.

    Otros credos polticos, en especial el socialismo de izquierdas yde derechas, tienen un aspecto mesinico que repugna a un liberal.Buscan imponer formas de vida en nombre del igualitarismo o de lautilidad pblica. El hecho es que una gran mayora de las personasviven una vida sensata, dedicadas al cuidado y prosperidad de la fa-milia, cumplidoras de la palabra dada, amantes de la patria y respe-tuosas de la autoridad. Sus desviaciones de lo normal suelen ser po-cas y en el margen de lo permitido por el "ethos" social. Pero porgrados de disconformidad aparecen grupos de personas que delin-quen, otros que subvierten, otros que idean o inventan, actan delevadura o como explosivo, provocan catstrofes o crean la nove-dad: el liberal pide que la sociedad est constituida de tal forma queelimine o discipline el menor nmero de disconformes posible, quepueda haber personas que, como Arqumedes, pidan un fulcro paramover al mundo. Cuando leo La Vida de los Csares, de Suetonio,me pregunto cmo poda sobrevivir el imperio con tanto vicio in-controlado, con tanta locura asesina. Pues bien, mientras la familiaimperial desbarraba, los gobernadores provinciales cumplan sudeber, los prefectos dictaban justicia, los centuriones protegan el"limes", y la gran mayora de ciudadanos y peregrinos viva unavida frtil y apacible. Los liberales queremos evitar los abusos de lafamilia imperial e inculcar en la ciudadana, no este credo o aquellareligin, que es cosa suya, sino el respeto de la ley, de la propiedadprivada, de la libertad individual.

    El Estado, pues, es un arma de doble filo, una institucin so-cial ambivalente. Como ha dicho el economista suizo-americanoKarl Brunner,11 al poner fin a la anarqua, el Estado reduce las acti-vidades destructivas de piratas, bandidos y hordas brbaras invaso-ras. Pero el monopolio de la coaccin que utiliza para limpiar as elcuerpo social de parsitos, le convierte a su vez en un instrumentoapetitoso para los que viven a costa de los dems con rentas obteni-das por la fuerza o la coaccin.

    Si distinguimos entre dos tipos de actividad social fundamen-tal: la actividad mercantil, que redunda en beneficio de todos losque en ella participan, porque es voluntaria y por lo tanto el que nogana con ella se retrae; y la actividad de robo o pillaje, que resultaen una prdida social neta pues la ganancia del parsito no compen-sa la prdida del expoliado involuntariamente y del resto de la socie-dad, entonces, no hay duda de por qu existe una organizacin esta-tal en todas las sociedades. El coste de mantenimiento de la Admi-nistracin pblica tiene que ser menor que los beneficios que pro-

    11 K. Brunner: Reflections on the Political Economy of Government: thePersistent Growth of Government, University of Rochester, 1978.

  • EL ESTADO LIBERAL 67

    porciona la seguridad nacida de que se reprime la expoliacin. Sinembargo, el propio aparato administrativo tiende con el paso deltiempo a utilizar su autoridad para expoliar l: si el expolio es pe-queo y viene protegido por el mito o la tradicin, la ciudadanapuede soportarlo como un coste ms del servicio pblico. Perocuando, como est ocurriendo hoy en casi todo el mundo civilizado,el gasto pblico amenaza con sobrepasar una cifra equivalente a lamitad del producto anual y las reglamentaciones administrativas em-pujan a un nmero creciente de productores a refugiarse en la eco-noma sumergida, entonces ha llegado el momento de pedir el votopara hacer una limpia en los establos augeos de la Administracin.

    Liberalismo y Etica Social

    No debemos entender el liberalismo, pues, como una excusapara no pagar impuestos, para enriquecerse en el mercado negro opara dedicarse a la francachela y a la buena vida, con desprecio deobligaciones libremente contradas. Quiero subrayar aqu el elemen-to moral de la doctrina liberal, la denuncia de la hipocresa que su-pone defender el paternalismo y la intervencin en pblico y dedi-carse al mercado negro en privado, como hacen muchos socialistasde izquierdas y de derechas.

    Para ser liberal en poltica no basta con permitir con un guioa los dems (y a s mismo) la bsqueda del propio inters y del pro-pio placer: es indispensable la defensa de un sistema tico que sirvade base para la tolerancia hacia los dems, para la aceptacin delmutuo beneficio mercantil y para la recta ordenacin de la actividadestatal nicamente en lo que es indispensable. Si no se concibe el li-beralismo en este plano tico, no hay argumento contra quienes uti-lizan el sistema administrativo para expoliar a los dems, en perse-cucin de su propio inters y capricho.

    La tica del liberalismo exige precisamente una teora del Esta-do y del servicio pblico. Lo ideal, lo que buscamos los liberales, esque, a pesar de su carcter coactivo, el poder del Estado para defen-der la libertad sea legitimado por la gran mayora, o incluso la tota-lidad, de los ciudadanos, porque no impone a nadie lo que sera im-posible imponer a cualquiera, como podra haber dicho Kant. Nome detendr en la necesidad de que, por lo tanto, el poder del Esta-do liberal est basado en una aceptacin democrticamente expresa-da por los individuos. Slo quiero sealar la existencia de dos indi-cadores sociales de que el Estado se extralimita en el uso del podercoactivo que le conceden los gobernados y que deberan cambiarselas instituciones para que la bsqueda del apoyo popular no setransforme en hipocresa o demagogia.

    El primer indicador es el ya mencionado de la existencia demercado negro o economa sumergida, de la que he hablado al refe-rirme & las, esfermedades del Estado moderno. Cuando un nmeroconsiderable de empresarios, trabajadores, consumidores, se refugia

  • 68 ESTUDIOS PBLICOS

    en un mercado en el que no rigen reglamentos, no obligan impues-tos, no mandan leyes laborales, no amenazan inspecciones, y lo haceen proporcin tan notable como ocurre hoy en Espaa o ms anen Italia, entonces no hay duda de que la legitimidad de la accinpblica no es sino aparente. No es de verdaderos liberales el consen-tir en la hipocresa de aprobar ms intervenciones, ms impuestos,ms estatutos obreros, ms anlisis de calidad, y luego desconocer-los en la prctica. Se impone una accin poltica para que la reali-dad se corresponda con los pos deseos de la legislacin, que ha deservir nicamente de marco para la libre expresin de las voluntadesde los individuos.

    El segundo indicador es el dficit pblico. Cuando el Estadono puede cubrir sus gastos con impuestos o con deuda pblica auto-liquidable, nos encontramos con el mismo tipo de hipocresa que enel caso de la economa sumergida. O bien los impuestos son ya de-masiado gravosos en opinin de la mayora, o bien los gastos adicio-nales no son de los que crean por s mismos ingresos que permitenliquidar la deuda. En ese caso el gobierno recurre a la acuacinexcesiva de moneda o a la emisin de deuda irresponsable, con loque demuestra que no se atreve en realidad a hacer pagar a las clarassu programa con aportaciones de la ciudadana. Otra vez nos encon-tramos con un marco de accin pblica que desva la accin de cier-tos individuos, en este caso de los gobernantes, hacia el disimuloinflacionario.

    Prosperidad o Libertad?

    Lo peor de estas intervenciones pblicas disimuladas que carac-terizan el Estado paternalista es que ponen trabas al crecimiento dela prosperidad general. Las propias actividades pblicas innecesariasabsorben la energa del sistema productivo, por dos razones: porquesuministran servicios y bienes que nadie quiere, o querra de otraforma, y porque produce ineficaz y burocrticamente. Esas activida-des pblicas funcionan como agujeros negros del universo econmi-co, como reductores netos del bienestar general. Adems, al despla-zar actividades privadas gananciosas reducen la capacidad de creci-miento de la economa, no slo por su propio despilfarro, sino porimpedir la innovacin y mejora que otros podran realizar.

    Por ello me parece artificial el contraste que muchos socialistasde izquierdas, pero sobre todo de derechas, trazan entre libertad yprosperidad. De qu sirve, dicen, ser libre si no tiene uno un peda-zo de pan que llevarse a la boca o un techo bajo el que cobijar a loshijos?

    Precisamente eso decimos los defensores de la libertad econ-mica: con el crecimiento del Estado paternalista corremos todospeligro de quedarnos con meras libertades formales mientras nues-tras tripas cantan de hambre.

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    El contraste entre libertades formales (o derechos humanos ypolticos) y libertades reales (o prosperidad econmica, especial-mente para los desfavorecidos) se plante equivocadamente en ladcada de 1930, cuando pareci que haba que elegir entre fascismocon prosperidad y democracia con hambre. El locus clasicus de taldistincin se encuentra en el ensayo del pensador britnico de ori-gen ruso Isaiah Berlin Dos Conceptos de la Libertad. En este traba-jo el Prof. Berlin contrasta la "libertad negativa" y la "libertad posi-tiva" y presenta esta segunda como una adulteracin peligrosa. Lalibertad negativa consiste en que cada individuo goza de un rea ocrculo en el que no debe sufrir obstruccin por los dems. La liber-tad positiva consiste en que cada individuo pueda hacer lo que levenga en gana; cuanto mayor sea su riqueza, ms libre es en el senti-do positivo de la palabra. Berlin rechaza esta segunda concepcin dela libertad, pues teme que con el seuelo de la riqueza los hombresabandonen el respeto, a veces engorroso, de los derechos humanos,de la propiedad privada, de la inventiva individual.

    Este tipo de dilema es el que plantearon Mussolini y Hitler alos demcratas del entre-dos-guerras. Sea usted demcrata y pobre,o permtame organizar la produccin centralizadamente y castigara los provocadores de conflictos sociales. Es el pensamiento que seesconde tras la frase tan repetida de "Con Franco vivamos mejor"!,cuando aquellos lodos paternalistas han trado este polvo socialista.

    Pronto se ve que la distincin libertad negativa o formal, y li-bertad positiva o real, no tiene sentido si se considera que la una escondicin de la otra. Si nos elevamos por encima de la ancdota deeste ao o aquel, no cabe duda de que los pases ms ricos, ms pro-gresivos y ms libres, son aquellos en que ms cuidadosamente se res-petan las libertades formales. Si en la tierra pudiese haber un para-so del proletariado, que no puede desde que Eva hizo morder lamanzana a Adn, no cabe duda de que ese paraso del proletariado seencontrara en los Estados Unidos de Norteamrica.

    El Prof. G. Stigler, en un trabajo brevsimo e iconoclasta comoacostumbran a ser los suyos, titulado La riqueza o quiz la libertad,ha hecho ver que libertad y riqueza son observablemente imposiblesde distinguir. Por ello el liberal debe preguntarse en qu tipo de so-ciedad tiene el individuo las mximas posibilidades de hacer lo queprefiere o considera bueno porque las interferencias de otros en suvida son mnimas y porque tiene el mximo de medios para realizarsus proyectos; y tambin en qu sociedad se desarrollan estas liber-tades ms de prisa, en especial para los ms pobres.12

    12 Comprese el ensayo erudito y pasablemente oscuro de Sir Isaiah Berlin,"Two Concepts of Liberty" (1958), en Four Essays on Liberty (Oxford,1969), esp. p. 122 a 134, con las pginas astringentes del Prof. G. Stigler:"Wealth and Possibly Liberty", The Journal of Legal Studies, VII, 2 (ju-nio de 1978), pp. 213-217.

  • 70 ESTUDIOS PBLICOS

    Las libertades formales son condiciones necesarias de la crea-cin de riqueza. Sin respeto de los derechos humanos desaparecenlos lmites de la arbitrariedad de los poderosos; sin respeto de lapropiedad privada, se esfuma la confianza necesaria para la inversinproductiva; sin respeto de los derechos polticos de los ciudadanos,la riqueza acumulada est a merced del primer demagogo que consi-ga subvertir la dictadura. Ms generalmente an, si en algn sitio delmundo no existiera un grupo de pases en los que se respetan las li-bertades formales, las dictaduras comunistas que sobreviven comosanguijuelas gracias al trigo, los ordenadores, los diseos de autom-viles o aeronaves, o las modas en el vestir y el divertirse tradas delmundo libre, se hundiran en una miseria an ms negra que la queahora sufren.

    Un Programa para la Libertad y la Prosperidad

    El Estado liberal rectamente entendido puede caracterizarse encuatro planos: el del poder, el de la ley, el del gasto y el del impues-to. Definir mis posturas, sin pretender que en todo punto sean in-mediatamente aplicables.

    a El Poder

    Una sociedad liberal se caracteriza porque el poder est dividi-do y las funciones especializadas. La soberana no se centra en unasola persona o grupo de personas y las funciones pblicas estn atri-buidas a rganos distintos.

    En primer lugar, los ciudadanos ejercen el voto para ser repre-sentados en distintos momentos y distintas instancias. Como en unasociedad moderna es raro que una opinin obtenga la mayora abso-luta de los votos ciudadanos, puede elegirse entre dar el gobierno auna combinacin de grupos que renan la mayora de las voces o aun solo grupo poltico que haya obtenido la mayor minora. Estoltimo es lo que ocurre en Espaa despus de las elecciones genera-les de 1982, pues el PSOE gobierna con mayora absoluta a pesar dehaber obtenido slo el 42% de los votos. Si hay otras salvaguardias ylimitaciones, esto me parece conveniente para el buen gobernar. Sinembargo no es bueno que tal representacin se realice por el sistemade listas provinciales y algn da me gustara ver aplicado en Espaael sistema de circunscripciones uninominales a dos vueltas, como enFrancia.

    En segundo lugar, mi inclinacin por los gobiernos monocolo-res slo es excusable si la existencia de un monarca evita que el per-sonalismo de los espaoles centre todas las lealtades en la personadel lder vencedor en las urnas. Adems, la accin de un gobiernomonocolor debe estar limitada por el respeto de los derechos funda-mentales de la Constitucin, inclusive el derecho a la propiedad pri-vada, y por la independencia en su plano correspondiente de los go-

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    biernos autonmicos, y las autoridades provinciales y municipales.En especial, las autonomas, a pesar de su mal comienzo, pueden lle-gar a ser un vehculo adecuado para plasmar el deseo de variedad na-cional de muchos espaoles.

    En tercer lugar, los grandes rganos del Estado, en especial lasCortes y los Tribunales de Justicia deben mantenerse independien-tes del Ejecutivo, en especial los segundos. Pero incluso las Cortes,porque se potencie ms la labor moderadora del Senado y fiscaliza-dora del Congreso, tienen que encontrar otro papel que no sea el demeros facedores de leyes para convivencia del gobierno.

    En cuarto lugar, la administracin pblica, instrumento detransmisin de los mandatos de los gobernantes, debe ser reglada,profesional y neutral. La destruccin de los grandes cuerpos del Es-tado liberal a que estamos asistiendo constituye un grave error delos gobernantes socialistas, ansiosos de colocar a sus paniaguadospara conseguir ciega obediencia a sus deseos.

    b La Ley

    Una de las enfermedades del Estado liberal ha sido la de adul-terar el concepto de ley. Comenz la ley por ser una disposicin decaractersticas especiales, por ser la expresin de la igualdad de loshombres y los ciudadanos y ha llegado a convertirse en el vehculodel capricho de los gobernantes sometido nicamente a la condicinformal de pasar por las Cortes Generales.

    La ley debe constituirse en otra de las barreras del poder, y noen el instrumento para hacer favores a los grupos de presin en losque se apoya el gobierno.

    Para un liberal, la ley debe cumplir cuatro condiciones, quehan sido acuadas por Friedrich von Hayek. En primer lugar, debeser general, es decir, aplicable a todos, incluidos los gobernantes yexpresada como un conjunto de reglas abstractas que sirven paraguiar el comportamiento individual. En segundo lugar, la ley debeaplicarse igualmente, de tal forma que no haya privilegios. En tercerlugar, la ley debe ser cierta, tomando la forma de reglas a largo pla-zo y ampliamente reconocidas. En cuarto lugar, la ley debe serjusta, en el sentido de la justicia conmutativa de dar a cada uno losuyo, y no de la justicia distributiva: en otras palabras, debe limitar-se a la proteccin de la vida, la libertad y las posesiones y derechosde cada individuo.13

    Esta reconduccin de la ley a su propio carcter implica la de-rogacin de mltiples reglamentaciones e intervenciones: desde la

    13 Vase el resumen de la posicin de Hayek en J. A. Dorn: "Law and Li-berty: a comparison of Hayek and Bastiat", en Journal of LibertarianStudies (Otoo 1981), pp. 376-377. En castellano pueden leerse los librosde Von Hayek: Los fundamentos de la libertad (1975) y Derecho,Legislacin y Libertad (1979).

  • 72 ESTUDIOS PBLICOS

    derogacin de la ley de control de cambios hasta la transformacindel estatuto de los trabajadores en reglas mayormente de aplicacinvoluntaria; desde la derogacin del control de alquileres hasta la su-presin de los monopolios pblicos de televisin, telfonos, trans-portes y estanco de tabacos, correo y carburantes. Todas ellas estnbasadas en leyes que otorgan privilegios, estn sujetas a cambios ar-bitrarios, o expolian injustamente a determinados individuos de loque es suyo.

    c El Gasto Pblico

    En este punto me atrevo a citar un texto clsico cuya validezpara nuestros tiempos ha sido refrendada por la aparicin de losabusos modernos que he venido reseando. Dice como sigue:

    "Segn el sistema de la libertad natural, el soberano slo tienetres deberes a los que atender. . .: primero, el deber de prote-ger la sociedad de la violencia e invasin de otras sociedades in-dependientes; segundo, el deber de proteger, tanto como seaposible, a cada miembro de la sociedad de la injusticia u opre-sin de cada uno de los otros miembros de ella, o sea, el deberde establecer una exacta administracin de justicia; y tercero,el deber de erigir y mantener ciertas obras pblicas y ciertasinstituciones pblicas, que a ningn individuo, o pequeo n-mero de individuos, interesa erigir o mantener; porque el bene-ficio no podra compensar nunca el gasto realizado por un in-dividuo o pequeo nmero de individuos; aunque frecuente-mente pague con creces a la sociedad". (IX, IX, 51.)He ledo un texto famoso de Adam Smith, con el que el filso-

    fo escocs introduce el Libro V de su Riqueza de las Naciones, quetrata del soberano, es decir, del Estado. En lo fundamental, es vli-do para la actuacin del Estado liberal.

    El Estado espaol abandona la defensa nacional en persecucinde seuelos pacifistas. Espaa debe integrarse en la comunidad denaciones democrticas del Atlntico Norte y, dentro de esa comuni-dad, contribuir a que el peso de la defensa occidental no recaiga tanpesadamente sobre las armas nucleares de los Estados Unidos. Entiempo de paz y para respetar mejor los planes individuales de losjvenes, el ir a las Fuerzas Armadas debe ser totalmente voluntario,como en los EE. UU. o en el Reino Unido.

    La justicia espaola es dilatoria y demasiado obediente a losdeseos del gobierno. Las penas para los delincuentes son cambian-tes. Las crceles donde se cumplen, inseguras e indisciplinadas,patios de monipodio, en vez de lugares de castigo. La delincuenciacomn se ha multiplicado por la negativa de la progresa izquier-dista a aceptar que puede haber delincuentes profesionales, slo

  • EL ESTADO LIBERAL 73

    atentos al coste de sus actividades. He aqu otro punto en el que elEstado espaol abandona sus funciones necesarias.

    Por fin las obras pblicas, y las instituciones pblicas cual sonlos establecimientos de enseanza, los hospitales, y los museos, bi-bliotecas y conservatorios, sufren al tiempo de hipertrofia y abando-no. La razn no es difcil de encontrar: una cosa es que el Estado seocupe de suplir con tales instituciones las deficiencias de la iniciati-va privada y otra muy distinta el que su financiacin y organizacindeban ser monopolio pblico. En el Estado liberal, las obras pbli-cas debern financiarse en cuanto sea posible con las aportacionesde sus beneficiarios, por medio de tarifas o peajes realistas. Las sub-venciones a la enseanza debern entregarse directamente a las fami-lias o a los mismos estudiantes, por medio de "cheques escolares" ode prstamos a la educacin, que garanticen la libre eleccin de cen-tros. El actual sistema de la sanidad social, crecientemente absorbi-do por el Estado, debera sustituirse por otro abierto a la competen-cia privada, y el de pensiones renovado con arreglo a un criterio decapitalizacin del ahorro privado, con la colaboracin de entidadesprivadas de seguros, para as conseguir una mejora de prestaciones,en vez de sufrir el deterioro actual. Por fin, el contribuyente deberapoder deducir del impuesto de sucesiones los fondos que destine afundaciones benficas y culturales.

    d El Impuesto

    Controlado el gasto pblico por la reconduccin del Estado asus actividades necesarias, el monto total de los impuestos debe po-der reducirse.

    No hace falta lamentar aqu cun difcil es el conseguir la talreduccin del gasto pblico. En especial, durante la transicin habrque emplear lo obtenido con la venta de empresas pblicas y conlos propios impuestos indemnizar a quienes pierden sus puestos detrabajo o sus derechos adquiridos por la eliminacin de las empresaspblicas.

    En todo caso, tal reconduccin no puede realizarse sin el plenoapoyo de los votantes. Por eso debe imperar en la recaudacin y elgasto pblicos el principio de la transparencia fiscal. Los municipiosy comunidades autnomas no deberan poder aumentar sus gastos sino incrementan correspondientemente sus propios impuestos.

    Consgase reducir o no, el impuesto debera ser proporcional,salvo en la medida que se exime de l a los ms desfavorecidos, cier-to, y no arbitrario y cambiante, con el Presupuesto de cada ao:constituido de tal manera que facilite el pago por el contribuyente,y administrado de la forma ms econmica posible. No dir quinrelacion estas cuatro condiciones para no escandalizar a mis oyen-tes.

    Slo quiero detenerme brevemente en la condicin de propor-cionalidad atenuada. En el Estado liberal debera establecerse lo que

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    se ha llamado "impuesto sobre la renta negativo o inverso", queconsiste en la prestacin de un subsidio a quienes se encuentren pordebajo de un cierto nivel de vida. Pero aparte esta garanta de nivelmnimo, que convierte el resto de los impuestos en progresivos, elprincipio del beneficio conduce a la idea de una exaccin proporcio-nal. De la idea de que los individuos prestan su lealtad al Estado delque son ciudadanos por los beneficios que ello les reporta, se dedu-ce que deberan pagar en proporcin a los ingresos que gozan bajola proteccin del Estado. La medicin del beneficio obtenido por latransferencia de renta de ricos a menos ricos es tan difcil e implicacomparaciones interpersonales de utilidad de tan dudosa validez,que mejor es equiparar el beneficio con el impuesto, en vez de fijar-se en la capacidad de pago. En todo caso, podra establecerse un do-ble sistema a eleccin del contribuyente: o bien el pago de una tari-fa, pongamos del 15%, sin desgravacin alguna sobre todo lo ingre-sado; o bien la liquidacin de un impuesto progresivo sobre el gasto.

    La Estrategia Poltica de los Liberales

    Me he ocupado de los principios generales de un programa parala libertad, en vez de presentar un plan de gobierno, porque creoque este ltimo no pueden definirlo los liberales solos. Llegado elcaso, un plan de gobierno tendra que ser objeto de un acuerdo delos partidos de la Coalicin Popular, y sus detalles dependern de loque se piense que las circunstancias permiten llevar a cabo, a sabien-das de las dificultades polticas y sociales que comporta una liberali-zacin.

    Otro es el objeto de mi discurso. He pretendido definir el lugarde los liberales en el mundo poltico espaol y detallar las metasque a largo plazo deben perseguir en el problema central de sus preo-cupaciones, en la cuestin de los fines y actividades propios del Es-tado.

    Los liberales, lejos de pretender la destruccin del Estado y susubstitucin por no s qu orden social espontneo, buscan la res-tauracin de un Estado fuerte, limitado y capaz de cumplir sus fun-ciones necesarias: un Estado que sepa establecer y mantener el mar-co en el que vaya a florecer la actividad individual.

    Dada la adulteracin del aparato estatal, sobre todo en los aosdespus de 1970, y visto el enquistamiento de los malos hbitospblicos, la reforma liberal no la podemos realizar los liberales so-los. Por eso prefiero hablar de estrategia para restaurar el Estado li-beral, que de plan de un gobierno que nosotros solos no podramosni soar en constituir en lo que falta del siglo.

    A la vista de la magnitud de la tarea, la estrategia poltica delos liberales se manifiesta a la vista del ms miope. Consiste en for-mar parte de una coalicin de formaciones polticas dispuestas a de-jarse convencer de que la tarea ms urgente para quienes no somossocialistas ni anarquistas consiste en limpiar el Estado de adheren-

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    cias y hacerle capaz de navegar en beneficio de todos sus tripulan-tes.

    De ah la importancia de las ideas en la formacin de una coali-cin capaz de desplazar a los socialistas del poder. El objetivo debeser tan convincente e ilusionante que lleve a que las diversas piedrasde talla de la coalicin caigan en su sitio y se mantengan en obra porsu propio peso y sin argamasa alguna. Como en el puente romanode la Alcntara extremea, como en el acueducto de la Segovia cas-tellana, los bloques conservador, liberal y cristiano deben ensam-blarse y mantenerse en equilibrio estable porque no tienen otro sitiodonde colocarse.

    Mas para que tal construccin resista los embates del tiempo,las convicciones bsicas deben estar del todo claras. Frente al socia-lismo de izquierdas ya no cabe otro socialismo, ste de derechas:slo cabe la visin liberal.

    La visin liberal basta para satisfacer lo ms esencial de las exi-gencias de los otros grupos. Los conservadores aplaudirn nuestra vi-sin del Estado, como una institucin fuerte y especializada, capazde defender las libertades patrias y de encauzar los apetitos indivi-duales hacia la prosperidad. Los cristianos apreciarn nuestra exqui-sita defensa de las creencias de cada cual, especialmente por cuantose refiere a la libertad de enseanza as como el respeto de los dere-chos humanos y polticos de todos los ciudadanos. Los dos gruposse tranquilizarn con la explcita aceptacin por parte de los libera-les de la garanta de un nivel de vida mnimo para cuantos habitenen el territorio espaol.

    Algo habrn de sacrificar los tres grupos de sus ms carascreencias, pero en lo que no cabe claudicacin es en la necesidad deabandonar las interferencias, reglamentaciones, subvenciones, activi-dades que, so capa de proteger a los dbiles, no hacen sino privile-giar a quienes menos lo necesitan.

    Espero que no se tome lo que voy a decir en conclusin comouna muestra de presuncin, sino ms bien como el efecto de micreencia razonada en la validez de las ideas liberales.

    Frente al socialismo, marxista y a la social-democracia no hayotro baluarte que el liberalismo. Tan convencido estoy de ello quecreo que si algn da el centro y la derecha se organizan en un solopartido, tendrn que hacerlo bajo el nombre de "Partido liberal".

    Mientras tanto, creo que la estrategia poltica de los liberalesconsiste en centrar la Coalicin Popular, para que deje a un lado y aotro las dos formas de ser socialista: el paternalismo de la derechay el igualitarismo de la izquierda.

    Al sealar lo que de socialista tienen las posturas tradicionalesde la derecha espaola, los liberales podremos contribuir a rescatara esa derecha espaola de ataduras pasadas, tanto clericales comoautoritarias.

    Tampoco es malo que los liberales nos encontremos inmersosen la Coalicin Popular. El barco de la libertad derivara si navegase

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    slo con las velas del pensamiento: necesita una quilla de prudenteatencin a los intereses creados y tradiciones establecidas. Nuestroscompaeros de coalicin contribuirn a que los liberales resistamosla tentacin del progresismo infantil por la izquierda, y del capitalis-mo salvaje por la derecha.

    En fin de cuentas, la Coalicin Popular debe convertirse en larepresentacin poltica de una constatacin ideolgica. La democra-cia clsica, con su prosperidad econmica, su equilibrio de poderesy su espontaneidad individual, es un sistema delicadsimo que, si nosabemos defenderlo, puede desmoronarse bajo el asalto de los br-baros exteriores o interiores. Los derechos humanos, los frenos po-lticos, las libertades empresariales, que los distintos partidos de laCoalicin Popular defendemos desde diferentes ngulos, son insepa-rables, y por ello igualmente inseparables deben ser los partidos dela Coalicin.