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ABRIL / JUNIO 2009 253 CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS El espejismo multilateral La geopolítica entre el idealismo y la realidad JAVIER RUPÉREZ Almuzara, Córdoba, 2009 Una de las cuestiones de más candente ac- tualidad en el difícil mundo de las relaciones internacionales es, sin duda, el debate sobre el papel que debe jugar el multilateralismo y, muy particularmente, el peso especifico que debe reconocerse a las Naciones Unidas. Pocas organizaciones suscitan tantos encuen- tros y desencuentros. Para muchos, el mejor ex- ponente de la superación de las soberanías nacionales; para no menos, en cambio, la mejor representación de la defensa a ultranza de los intereses unilaterales. Varios diplomáticos españoles, que han des- empeñado cargos de primer nivel ante las Na- ciones Unidas, nos han ofrecido en los últimos años valiosos testimonios sobre esta organiza- ción, permitiéndonos apreciar algunas de sus virtudes y sus numerosas carencias y limita- ciones. Podemos recordar ahora, entre otros, el libro Confesiones de un diplomático. Del 11-S al 11-M (Planeta, 2006), de Inocencio Arias, durante casi siete años Representante de Es- paña ante las Naciones Unidas y protagonista de excepción de la entrada de España en el Consejo de Seguridad de la ONU.También, otro título muy descriptivo, Vulnerabilidad e irrele- vancia. El papel de las Naciones Unidas en el siglo XXI (Ediciones Internacionales Universita- rias, 2007), recoge las reflexiones de Ana Luz Menéndez, con nada menos que doce años de servicio en la Misión Permanente de España ante las Naciones Unidas. El espejismo multilateral completa las ante- riores narraciones con las vivencias del diplo- mático español que ha ocupado el puesto más alto dentro de la estructura de las Na- ciones Unidas. Javier Rupérez, nacido en Ma- drid en 1941, trabajó durante tres años (2004-2007) para esta organización, como subsecretario general -tercer nivel en la línea jerárquica de la ONU- al frente del Servicio Antiterrorista que le habían encomendado crear. El autor es una de las figuras más in- fluyentes en la definición de la política exterior y de seguridad española de los últimos treinta años y ha estado al frente de destacados des- tinos, como el de embajador ante la OTAN (1982-1983) y ante los Estados Unidos de América (2000-2004). En la actualidad es Cónsul General de España en Chicago. La primera mitad del libro describe con detalle las peripecias del autor en el seno de las Na- ciones Unidas, que nos permiten conocer con realismo el alcance y tratamiento del terrorismo en nuestros tiempos. A finales de 2003, cuando Rupérez todavía ocupaba el puesto de embajador de España en Washington, el en- tonces presidente del Gobierno José María Aznar le ofreció un puesto de alto nivel que pronto se habría de crear en las Naciones Uni- das y que tendría como responsabilidad directa la lucha contra el terrorismo. No tuvo que es- perar mucho para comprobar en sus propias carnes las peleas y luchas “onusianas” de

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El espejismo multilateralLa geopolítica entre el idealismoy la realidadJAVIER RUPÉREZAlmuzara, Córdoba, 2009

Una de las cuestiones de más candente ac-tualidad en el difícil mundo de las relacionesinternacionales es, sin duda, el debate sobreel papel que debe jugar el multilateralismo y,muy particularmente, el peso especifico quedebe reconocerse a las Naciones Unidas.Pocas organizaciones suscitan tantos encuen-tros y desencuentros. Para muchos, el mejor ex-ponente de la superación de las soberaníasnacionales; para no menos, en cambio, lamejor representación de la defensa a ultranzade los intereses unilaterales.

Varios diplomáticos españoles, que han des-empeñado cargos de primer nivel ante las Na-ciones Unidas, nos han ofrecido en los últimosaños valiosos testimonios sobre esta organiza-ción, permitiéndonos apreciar algunas de susvirtudes y sus numerosas carencias y limita-ciones. Podemos recordar ahora, entre otros, ellibro Confesiones de un diplomático. Del 11-Sal 11-M (Planeta, 2006), de Inocencio Arias,durante casi siete años Representante de Es-paña ante las Naciones Unidas y protagonistade excepción de la entrada de España en elConsejo de Seguridad de la ONU.También, otrotítulo muy descriptivo, Vulnerabilidad e irrele-vancia. El papel de las Naciones Unidas en elsiglo XXI (Ediciones Internacionales Universita-rias, 2007), recoge las reflexiones de Ana LuzMenéndez, con nada menos que doce años deservicio en la Misión Permanente de Españaante las Naciones Unidas.

El espejismo multilateral completa las ante-riores narraciones con las vivencias del diplo-mático español que ha ocupado el puestomás alto dentro de la estructura de las Na-ciones Unidas. Javier Rupérez, nacido en Ma-drid en 1941, trabajó durante tres años(2004-2007) para esta organización, comosubsecretario general −tercer nivel en la líneajerárquica de la ONU− al frente del ServicioAntiterrorista que le habían encomendadocrear. El autor es una de las figuras más in-fluyentes en la definición de la política exteriory de seguridad española de los últimos treintaaños y ha estado al frente de destacados des-tinos, como el de embajador ante la OTAN(1982-1983) y ante los Estados Unidos deAmérica (2000-2004). En la actualidad esCónsul General de España en Chicago.

La primera mitad del libro describe con detallelas peripecias del autor en el seno de las Na-ciones Unidas, que nos permiten conocer conrealismo el alcance y tratamiento del terrorismoen nuestros tiempos. A finales de 2003,cuando Rupérez todavía ocupaba el puesto deembajador de España en Washington, el en-tonces presidente del Gobierno José MaríaAznar le ofreció un puesto de alto nivel quepronto se habría de crear en las Naciones Uni-das y que tendría como responsabilidad directala lucha contra el terrorismo. No tuvo que es-perar mucho para comprobar en sus propiascarnes las peleas y luchas “onusianas” de

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poder, que intentaban impedir su nombra-miento. Afortunadamente, no tuvieron éxito.

El terrorismo es uno de los mejores exponen-tes de las reacciones tan variadas y divergen-tes que un mismo tema puede suscitar en lacomunidad internacional. En 2001, a raíz delos ataques terroristas del 11-S, fue aprobadala resolución 1.373, la más comprometida encontra de esta lacra y en virtud de la cual elConsejo de Seguridad creaba un Comité con-tra el Terrorismo. Hasta ahí, todo perfecto, peropronto, ya desde el mismo momento de suaprobación, comenzó su cuestionamiento y elenfrentamiento entre los países.

Dos aspectos de este problema resultan parti-cularmente debatidos y generadores de con-flicto en las Naciones Unidas. En primer lugar,la denominada teoría de las “causas profun-das”, es decir, las situaciones que pueden estaren el origen del terrorismo −pobreza, injusticia,opresión…− y que pueden acabar “justifi-cando” para algunos el empleo de la fuerza. Ensegundo lugar, las dudas sobre cómo debe ca-lificarse la utilización de la violencia indiscrimi-nada contra lo que se consideran potenciasopresoras o invasoras −traducido, Israel o Es-tados Unidos−. Para muchos de los países is-lámicos, los responsables de tales actos noserían terroristas, sino “luchadores de la liber-tad”, lo que acaba convirtiendo al terrorista sui-cida en un mártir de “causas justas”.

El final de todo este proceso tiene dos caras:una buena y una mala. La buena, que el 8 deseptiembre de 2006, la Asamblea Generalaprobaba por unanimidad la “Estrategia glo-bal de las Naciones Unidas contra el terro-rismo”, zanjando en la dirección correcta losaspectos antes apuntados. La mala, espe-cialmente para España, que con fecha de 30de junio de 2007 Javier Rupérez dejaba supuesto en la organización, producto de la in-satisfacción y la frustración con el trabajo des-arrollado por el Comité contra el Terrorismo.

Muy jugosos resultarán para el lector, en lasegunda parte del libro, los seis capítulos de-dicados al análisis sobre geopolítica, a unarevisión crítica de las Naciones Unidas y a unrepaso de los temas más destacados de laescena mundial actual. Hoy en día, nos en-contramos ante nuevos escenarios, en losque la comunidad internacional, además detener que hacer frente a los riesgos tradicio-nales de los ataques de otros Estados, ha deluchar también contra nuevas amenazas que,como en el caso del terrorismo, incluye a los“agentes no estatales”, ya sean organizacio-nes o individuos.

El análisis sobre el multilateralismo que hace elautor se mueve con soltura en el justo y difícilequilibrio de no dejar de constatar sus induda-bles logros, junto al claro reconocimiento de suutilización como instrumento de oposición a lapolítica americana. Oposición en la que el inicial“Grupo de los 77”, que con el tiempo ha ido au-mentando hasta los 130 miembros, desem-peña una notable influencia. De ahí, la rotundaafirmación de que estamos ante una organiza-ción intergubernamental, no supraestatal, en laque la organización adopta decisiones en la me-dida en que existen las mayorías necesarias porparte de los Estados. Tanto es así que hasta lospaíses que han limitado sus soberanías nacio-nales a través de acuerdos regionales −bastacon pensar en la Unión Europea− son, sin em-bargo, en Nueva York, los mayores adalides delos intereses unilaterales. Por eso, es importantetomar conciencia de que “las Naciones Unidasson del que sabe trabajárselas”. Frente a la granmaestría de los británicos −con numerosa pre-sencia en el funcionariado −, la hábil neutrali-dad de los nórdicos, el modelo de paísesrecientemente descolonizados como la India, laestrategia de los “países ex enemigos” −Japóny Alemania–, o el modelo “guerrillero” −Cuba,Pakistán, Venezuela–, contrasta “la pusilánimepasividad de la que ha hecho gala la diploma-cia española en los últimos años”, que “revelaimpotencia y acarrea frustración”.

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En todo caso, de la Organización de las Na-ciones Unidas puede decirse muy bien aque-llo de que “si no existiera habría queinventarla”. No deja de ser cierto que tiene unindudable valor como foro para el diálogo ycomo barómetro para conocer la opinión pú-blica internacional. Recuerda el autor que yaChurchill solía decir que es mejor hablar y ha-blar que disparar y disparar. No podemos ol-vidar que desde 1945, momento en que sefirma la Carta, el mundo ha permanecido librede conflictos mundiales generalizados y que,en líneas generales, la Humanidad es ahoramás libre y más próspera.

Por otra parte, no está de acuerdo Rupérezcon la idea del final inmediato del “Imperioamericano”, tan anunciado desde hace déca-das y a favor de otras potencias emergentes,como es el caso de China. Al menos, pen-sando en el horizonte del 2025, los EstadosUnidos van a seguir jugando un rol de primerorden en la política mundial, fruto de la com-binación de su fuerza militar, capacidad eco-nómica y proyección cultural.

El penúltimo capítulo del libro recoge cómo vivióel autor, desde la distancia, el “proceso de pazespañol” abierto por el presidente Zapatero paralograr la desaparición de ETA, a través del “finalnegociado de la violencia”. Con estupor −recor-demos que Rupérez estuvo un mes secuestradopor la banda terrorista en 1979−, señala con lu-cidez y sin pelos en la lengua las fundamentalesdiferencias respecto de contactos con la bandade etapas anteriores y los numerosos errores delos responsables socialistas. Entre ellos, el másgrave, haber otorgado alcance político a las ne-gociaciones y haber establecido la interlocucióncon los criminales en pie de igualdad, convo-cando a mediadores internacionales y solici-tando la ayuda de gobiernos extranjeros.

Concluye el autor rindiendo homenaje a la“capital oficiosa del Imperio”, con un entra-ñable retrato familiar de la bella ciudad deNueva York. “Vaya sitio. Menuda ciudad. No tela pierdas. Y, si puedes, vive en ella. Aunquesea poco tiempo. No te arrepentirás”.

Javier SOTA RAMOS

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Las democraciasoccidentales frenteal terrorismo globalCHARLES T. POWELL, FERNANDO REINARES (eds.)Ariel Ciencia Política-Real Instituto Elcano. Madrid, 2008. 382 págs.

El terrorismo global, entendido por los autorescomo aquel que tiene relación, directa o indi-recta, con Al Qaeda, ha colocado a la luchaantiterrorista desarrollada a nivel nacional einternacional ante una serie de problemas y

retos realmente impensables en las décadasde los 70 y 80.

Ciertamente, con los inicios de la década de1970 comenzaron a gestarse en determina-

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dos países europeos una serie de grupos uorganizaciones que pretendían, mediante laejecución de actos terroristas, bien sustituirun determinado sistema político-social porotro más acorde con sus postulados ideoló-gicos (terrorismo de carácter social-revolu-cionario, como por ejemplo las BrigadasRojas en Italia, o la RAF, Fracción del EjércitoRojo, en Alemania), o bien lograr la escisióntotal o parcial de un determinado territoriode la soberanía ejercida por un Estado (te-rrorismo de carácter etno-nacionalista, comoel IRA norirlandés, o la persistente ETA en elcaso español). En estos casos, los actos te-rroristas tenían lugar preferentemente en elterritorio del Estado donde se establecían,con algunos matices, como en el caso de labanda terrorista etarra, puesto que su de-manda se circunscribe a Euskal Herria, in-cluyendo así en su reclamación parte delterritorio francés.

Esta territorialización de las actuaciones te-rroristas ha llevado a estos países a prove-erse de instrumentos policiales, penales yprocesales, para hacer frente al terrorismoendógeno.

Pero, en la década de los 90, el fenómeno te-rrorista experimentó un cambio radical entodos los niveles, destacando su nuevo ca-rácter transnacional; si bien es indudable queel hito del cambio legislativo lo marca el aten-tado contra el World Trade Centre del 11 deseptiembre de 2001.

Tras este mega-atentado, que para muchossupone el fin de una era y el principio de otra,los aparatos de seguridad de muchos paísesoccidentales tienen que hacer frente a un fe-nómeno nuevo, que deja en muchos casos deser visible, previsible, concretable e indivi-dualizable, para convertirse en impredecible,de origen múltiple y sin ningún inconvenienteen emplear métodos que incluyen la propiadestrucción personal.

Mucho se ha escrito en relación con las cau-sas de la aparición de este fenómeno, de suextensión por Occidente, o sobre ese choquede civilizaciones del que ya hablaba SamuelP. Huntington y del que Fernando Reinarestambién da cuenta en anteriores estudios.Igualmente, ríos de tinta han corrido sobre losretos que representa esta nueva modalidadde violencia para las sociedades occidenta-les, y cómo los distintos países han respon-dido a ello, tanto a nivel individual ysupranacional, como mediante la cooperacióninternacional.

Pero no es hasta la publicación de Las de-mocracias occidentales frente al terrorismoglobal cuando podemos disponer de un volu-men que recoge, en castellano, diversos estu-dios sobre la cuestión relativa a las diferentespolíticas antiterroristas de esta nueva era, dela pluma de algunos de los más destacadosespecialistas en la materia.

Como dicen los editores en la Presentacióndel libro, parece evidente que las perspecti-vas estadounidense y europea difieren encuanto a la percepción de esta amenaza te-rrorista, quizás debido a que mientras que Es-tados Unidos es un claro objetivo terrorista,Europa es a su vez objetivo y base de los te-rroristas; por tanto, para los primeros el yiha-dismo terrorista es algo ajeno, surgido ydesarrollado lejos de su territorio, por lo quepuede ser combatido con los mismos mediosque cualquier otra amenaza exterior, mientrasque para los europeos se trata de un fenó-meno de índole interna por cuanto es prota-gonizado por individuos que comparten connosotros no sólo el espacio y el tiempo, sinola propia condición de ciudadanía, de modoque predominan los elementos policiales y ju-diciales en lugar de los militares.

Además, en el caso europeo, se entremezclanlos debates sobre el componente multirracialy sobre la identidad étnica, ligüística y cultu-

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ral, con el eterno debate sobre el predominode la libertad o de la seguridad pública.

Es por tanto de sumo interés poder analizarcómo cada país ha hecho frente al cuestiona-miento del papel tradicional del Estado, comoconsecuencia de este nuevo tipo de amenaza.Charles T. Powell y Fernando Reinares selec-cionan los casos de Estados Unidos, Australia,España, Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia, yañaden la Unión Europea como ente supra-nacional que tiene igualmente competenciasen la materia, además de importantes retosque afrontar como consecuencia de las ca-racterísticas de la amenaza islamista. Estosretos serían, según Powell y Alicia Sorroza (co-autora del capítulo referente a la UE), en pri-mer lugar la dificultad de lograr un consensorespecto al equilibrio entre los objetivos de li-bertad y seguridad, en segundo lugar la difi-cultad de coordinar veintisiete coordinacionesde una amplia gama de instrumentos y acto-res institucionales y sociales para lograr unapolítica antiterrorista eficaz, y por último, el retoque supone la constatación de la naturalezatransnacional del fenómeno terrorista, que re-quiere de una amplia cooperación entre losdistintos Estados, quienes a su vez recelan deperder el control sobre determinadas políticase instrumentos que atañen al núcleo duro desu soberanía.

A pesar de estos retos, la primera incursiónmega-terrorista de Al Qaeda en Europa, con-cretamente en España con los atentados del11 de marzo, situó la lucha contra el terro-rismo en lo más alto de la agenda comunita-ria, de modo que el 25 de marzo de 2004 elConsejo Europeo aprobó una Declaraciónsobre la Lucha Contra el Terrorismo, que re-conocía las deficiencias en la implementaciónde medidas del Plan de Acción de 2001(adoptado tras los atentados del 11-S), y quedefinía siete objetivos estratégicos, que hacenreferencia a los cuatro pilares en los que seapoya la estrategia europea de lucha contra el

terrorismo, a saber, prevención, protección,persecución y respuesta.

Entre los principales instrumentos con quecuenta la UE en su lucha contra el terrorismoestán la definición común del delito terrorista,que dio pie a la posibilidad de elaborar unalista de personas y organizaciones terroristasde la Unión Europea, la Oficina Europea dePolicía (EUROPOL), los Equipos Conjuntos deInvestigación, la Unidad de Cooperación Judi-cial Penal (EUROJUST, que es competente entodo lo referido a la investigación y actuaciónjudicial contra las formas graves de delin-cuencia, así como en la ejecución de las so-licitudes de extradición y la Orden deDetención Europea, que es otro de los instru-mentos), y la figura del Coordinador de lalucha contra el terrorismo.

Sin ánimo de sintetizar la complejidad de larespuesta dada a nivel nacional por cada unode los Estados analizados en el libro, cabedestacar algunos aspectos relevantes.

En el caso español, el primero de los territo-rios europeos que sufrió en sus carnes unmega-atentado de corte islamista, se da lacircunstancia de que tres días después delmismo, con la sociedad española aún cons-ternada por el suceso, tuvieron lugar las Elec-ciones Generales que llevaron a un cambio deGobierno. Tanto la legislación como las Fuer-zas y Cuerpos de Seguridad del Estado esta-ban preparados para combatir el terrorismode ETA, pero no tanto para la especificidaddel terrorismo islamista. Así, en los mesesposteriores al atentado de Madrid, el Ministe-rio del Interior trató de potenciar en medios ypersonal las unidades de la Policía y GuardiaCivil dedicadas al terrorismo internacional, ytambién se incidió en una estructura profe-sional que pudiera recibir información, anali-zarla y evaluar los riesgos de este tipo deterrorismo. Fernando Reinares describe contodo detalle este proceso renovador, puesto

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que fue testigo privilegiado de ello por su cer-canía al Ministerio del Interior durante ese pri-mer periodo tras los atentados.

Ciertamente, parece que estas actuaciones enla vertiente policial han logrado abortar posi-bles atentados de características similares. Sibien, de lo que no cabe duda es de que lavertiente judicial requiere de algunas reformaspara que España gane en eficacia en su luchaantiterrorista, y que un lustro después del fa-tídico 11-M siguen pendientes.

En el Reino Unido, otra de las víctimas direc-tas de Al Qaeda, destaca la compleja descen-tralización policial, lo cual puede dar lugar a laexistencia de agendas paralelas entre los dis-tintos cuerpos policiales. En este caso las re-formas legislativas habían comenzado inclusoantes del 11-S, con la Ley de Terrorismo de2000, con sucesivas modificaciones para irmatizando aspectos, nuevamente en busca deese equilibrio entre la libertad y la seguridad.

Australia no ha sufrido en su territorio el ata-que terrorista de Al Qaeda, pero sí en sus car-nes, puesto que en los atentados de Bali de2002 fallecieron 88 ciudadanos australianos.Ello, quizás junto con el hecho de que el pri-mer ministro australiano, John Howard, se en-contrara en Estados Unidos en visita oficial enel momento de los atentados del 11-S, hamarcado la respuesta australiana en la luchaantiterrorista. Así, tras cada gran atentado enel exterior se ha producido una modificaciónen su legislación, en lo que el autor del capí-tulo, David Wright-Neville, denomina hiperac-tividad legislativa, que quizás se veamodificada por el reciente ascenso del Par-tido Laborista al Gobierno.

La experiencia francesa en la lucha antiterro-rista viene de largo, en el contexto de la Gue-rra de Argelia. A nivel judicial ha pasado porvarias fases, desde el juicio en una jurisdic-ción especializada, hasta ser incluido dentro

del derecho común. Y aunque si bien estápendiente de ciertas reformas, contiene tiposdelictivos que son de mucha utilidad en elcaso del terrorismo de nuevo cuño, como eldelito específico de “asociación de malhe-chores en relación con una empresa terro-rista”, introducido ya en 1992.

Bélgica, igualmente, se ha visto afectada porel terrorismo relacionado con la Guerra de Ar-gelia. Es interesante el enfoque integral queplantea el ordenamiento belga, que implica lanecesidad de aumentar el dialogo y mejorar elentendimiento entre culturas y civilizaciones, ycuyas características se resumen en empatía,búsqueda de las causas (sin entenderlascomo justificaciones) y preocupación por nocercenar los derechos fundamentales.

Y en el caso de Italia, Luigi Bonanate hace unareflexión interesante, amén de detallar la ac-tuación antiterrorista italiana, relativa a las di-ferencias de percepción por parte de la opiniónpública entre las actuaciones de los grupos te-rroristas islamistas en comparación con las ac-tuaciones de la mafia. Parece que se trata másde una cuestión simbólica, de modo que no eslo que se haga lo que produce el mayor re-chazo, sino el cómo y el por qué.

Tras la lectura de este oportuno compendiode artículos de análisis, que para el lector noexperto en el tema en ocasiones recuerdaaquel poema de Dámaso Alonso, “La invasiónde las siglas”, queda en el aire una cuestión:¿se puede acusar de terrorismo a quienesaún no han realizado actos terroristas peroprobablemente los realizarán, aunque a lomejor no los realizan nunca? Las democraciasoccidentales deben ser capaces de dar unarespuesta adecuada, sin destruir su propiaesencia.

Ana COLLADO

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El retorno de la historia y el fin de los sueñosRobert KAGANTaurus, Madrid, 2008. 182 págs.

Es difícil que un autor aúne por igual dos ca-racterísticas que son tan difíciles de encon-trar por separado: la claridad y la brevedad.Robert Kagan, el célebre autor de Poder y de-bilidad y uno de los mayores expertos mun-diales en política internacional, reúne lasdos. Su última obra, El Retorno de la Historiay el Fin de los Sueños, es una obra funda-mental para entender el estado actual de lascosas en la política y en las relaciones inter-nacionales.

A lo largo de sus escasas 160 páginas,Kagan disecciona con mano maestra la si-tuación política internacional y nos desvelalas claves y los retos de futuro que tendránque afrontar las naciones libres en los añosvenideros, ofreciendo una precisa radiogra-fía de cómo se encuentra el equilibrio depoder internacional, cuál es el estado de lasprincipales potencias mundiales, cómo hanllegado a esa posición, cómo interactuaránlas unas con las otras y cuáles serán los fac-tores determinantes que marcarán las rela-ciones internacionales en las próximasdécadas.

El ensayo comienza con una mirada críticasobre aquellos planteamientos que, tras el de-rribo del Muro de Berlín y el final de la GuerraFría, apostaban por que se acabaría la com-petición entre los grandes poderes y el mundotendería hacia una tranquila expansión de la

democracia liberal que concluiría con los con-flictos entre naciones, trayendo así lo que Fran-cis Fukuyama bautizó como “El fin de lahistoria” en su célebre ensayo publicado aprincipios de los años noventa. Kagan cons-tata que no sólo no fue así, sino que las na-ciones y los grandes poderes siguencompitiendo como siempre, que las ambicio-nes nacionalistas y los sueños hegemónicosde las potencias mundiales se mantienenigual que hasta ahora. Recuperando senti-mientos como el honor y el orgullo nacional,las naciones luchan hoy de nuevo por alcanzaruna posición de predominio en el panoramapolítico internacional. Las viejas pasiones quehan forjado y modelado la historia retornan denuevo. Estados Unidos continúa ocupando elpapel de única superpotencia, pero Rusia,China, la Unión Europea, la India, Japón, Irány otros disputan por alcanzar un mayor podery predominio a escala no sólo regional, sinotambién mundial.

Nuevas amenazas se ciernen en el horizontepara las democracias y, frente al bálsamo depaz y la tranquilidad pronosticada por algu-nos hace pocos años, nos encontramos conuna situación política internacional quizá másdifícil y peligrosa que la del final de la GuerraFría. Con una mirada cargada de realismo, Ro-bert Kagan nos alerta del lento pero constanteaumento del poder y del peso político inter-nacional de las autocracias, especialmente de

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las dos más poderosas, Rusia y China, y desu deseo y obsesión por ocupar un papelmucho más determinante en el equilibrio depoder internacional. Regresa una vez más elviejo antagonismo entre la democracia liberaly la autocracia, y las naciones empiezan denuevo a alinearse según su pertenencia a untipo de régimen u otro.

Uno de los mayores puntos de interés dellibro es el análisis breve, pero preciso, quehace el autor sobre la naturaleza de los Go-biernos autocráticos, de los métodos y la vi-sión de sus gobernantes, y de cómo ambosdeterminan la política exterior de estos regí-menes. En efecto, Kagan analiza la visión po-lítica de Vladimir Putin y de los gobernanteschinos –auténtico modelo para Putin, segúnel autor– y concluye que ambos creen pro-fundamente en las virtudes de un Gobiernocentral fuerte, casi férreo, y consideran quelas debilidades que para ellos son intrínse-cas al régimen democrático conducirían in-exorablemente al debilitamiento, la divisióne incluso la fragmentación de sus naciones.Así, para obtener la grandeza, la influencia yel reconocimiento internacional a los que as-piran es imprescindible la existencia de unGobierno autoritario. Admiten la aperturaeconómica y el libre comercio, pero sólo en lamedida en que el aumento del bienestar y lariqueza de sus ciudadanos contribuye almantenimiento de su poder. Se concedecierta libertad económica, pero se sigue co-artando la libertad política. Junto al bienestareconómico, se aumenta la propaganda na-cionalista despertando viejos sueños degrandeza para mantener así anestesiados ysatisfechos a sus ciudadanos. Kagan llamade esta forma la atención sobre cómo seequivocaban los que auguraban que la inte-gración de ambos en los mercados interna-cionales traería consigo el tránsito paulatinohacia la libertad política interior y el giro deestos países hacia el liberalismo.

Pero el autor también pone de manifiesto eltemor de los autócratas a las democracias yla conciencia que tienen de su propia debi-lidad. Saben que el peso de la democraciay el anhelo de los pueblos por la libertadpueden acabar con el poder de la casta do-minante, y por ello reprimen y sofocan todomovimiento no controlado de oposición po-lítica. Temen que las democracias intentendesestabilizarles desde fuera financiandomovimientos opositores, como han hechopor ejemplo en Ucrania y Georgia, y desdeese temor reprimen duramente toda oposi-ción política y desarrollan una política exte-rior de defensa a ultranza de la soberaníanacional y de crítica de la intervención e in-jerencia de países extranjeros en los asun-tos internos de los Estados. Es por ello que,al igual que “en la era moderna las demo-cracias han perseguido políticas exteriorespara hacer que el mundo sea más seguropara la democracia, actualmente los autó-cratas sostienen políticas exteriores dirigidasa hacer que el mundo sea más seguro, si nopara todas las autocracias, por lo menos sípara la suya” (p.96). Eso explica la cons-tante búsqueda de alianzas de Moscú yPekín, y su colaboración con otras autocra-cias como Irán y Corea del Norte.

Los recientes acontecimientos internaciona-les ponen de manifiesto la verosimilitud delas tesis de Kagan: el aumento de la agresivi-dad de Rusia, vista en su agresión a Georgiao en la reciente crisis del gas con Ucrania; lacarrera armamentística llevada a cabo por elGobierno chino en los últimos años y la re-presión en el Tibet; la carrera nuclear de Irán,buscando ser la potencia predominante enOriente Medio; la alianza entre esta últimacon Rusia y Venezuela, o la obtención delarma atómica por una dictadura como la deCorea del Norte, dibujan un panorama polí-tico internacional mucho más complicado queel que muchos intelectuales preveían tras lacaída del comunismo.

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Por otra parte se encuentra la amenaza delterrorismo islamista. Kagan analiza las aspira-ciones de los radicales defensores del tradi-cionalismo islámico e impulsores de la Jihad,y argumenta que, mientras sus sueños radi-cales son irrealizables pues supondrían la pri-mera vez en la historia en el que la tradiciónse impone a la modernidad, sí podrían causardaños catastróficos y terribles. Amenaza que,si cabe, se hace más peligrosa con la proba-ble obtención del arma atómica por parte deIrán.

Como contrapartida a ese eje de las autocra-cias, y a los peligros que acechan el futuro delas naciones del mundo libre, Kagan sugierela creación de una gran alianza o concierto delas democracias, liderada por Estados Unidos,y que integre, entre otros, a países tan pode-rosos como la India y Japón, quienes, a pesarde las grandes diferencias culturales, mantie-nen muchos elementos en común con las de-mocracias liberales occidentales. Ambas songrandes socios comerciales de los EstadosUnidos y comparten una gran desconfianza yrecelo ante las amenazas expansionistas deChina. Ese concierto mundial de las demo-cracias complementaría y no sustituiría a losactuales organismos internacionales como laONU, el G-8 y otros que en la actualidad seencuentran bloqueados precisamente por ladivisión existente en su seno, entre los miem-bros democráticos y las autocracias.

Esta alianza, como propone Robert Kagan, in-tegraría y uniría a países como Japón, la India,Australia o Corea de Sur, con los miembros

de la OTAN de Europa y Norteamérica, juntocon otras democracias que van ganando re-levancia internacional, como Brasil. La Alianzatendría una vocación integradora y se busca-ría la entrada en ella de nuevos países de-mocráticos, así como la promoción de lalibertad, los derechos humanos y las institu-ciones liberales y democráticas en el mundo.En ella podrían valorarse políticas, formar con-sensos y acordar líneas conjuntas de actua-ción para afrontar todos esos riesgosinherentes a la expansión de las autocraciasy el terrorismo islamista, y promover la trans-formación de este tipo de regímenes en de-mocracias. Al fin y al cabo y, como el propioautor indica, “el orden internacional no des-cansa únicamente en las ideas y en las insti-tuciones. Obedece a configuraciones depoder” (pp.147-148).

No fue sólo con la fuerza de las ideas de la li-bertad y la superioridad moral de la demo-cracia como se derrotó al nazismo en la IIGuerra Mundial y posteriormente al comu-nismo en la Guerra Fría, y será sólo afron-tando estos retos y defendiendoconjuntamente el orden mundial actual en elque predominan las democracias liberalescomo se podrá garantizar la seguridad en elfuturo. En palabras de Kagan: “El futuro ordeninternacional será establecido por aquellosque tengan el poder y la voluntad colectiva dedarle forma. La cuestión es si las democra-cias liberales del mundo volverán a estar a laaltura de ese reto” (p.161).

Pablo SANZ

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Misa negraLa religión apocalíptica y la muerte de la utopíaJohn GRAYPaidós, Barcelona, 2008. Traducción de Albino Santos Mosquera

John Gray comienza este brillante libro con lacontundente afirmación de que la política mo-derna no es sino un capítulo en la historia dela religión, y que las revoluciones de los últi-mos doscientos años no son sino episodiosde la historia de la fe, momentos puntualesde una larga disolución del cristianismo y delnacimiento de la religión política moderna.Las consecuencias de estas afirmaciones noson desdeñables. Según el autor, los lengua-jes políticos modernos, occidentales, no se-rían sino la presentación secularizada de untipo de creencias vinculadas con la idea dela salvación, esto es, con el advenimiento deun tiempo donde el mal y el sufrimiento que-darán abolidos. El mensaje es exactamente elmismo que el del cristianismo. La diferenciaradicaría en que el mensaje salvador se ha-bría trasladado a este mundo terreno: se ha-bría hecho secular y por eso habla el lenguajede la religión civil. Ejemplos de esta religiónpolítica apocalíptica son las ideologías políti-cas occidentales y versiones extremas de lamisma son las utopías políticas. Pues, ¿quéotra cosa son las ideologías políticas que na-rraciones de la salvación, de la construcciónde sociedades perfectas donde el mal que-daría abolido?

Estas afirmaciones no deben verse comouna mera provocación dirigida a estimularesa actividad típicamente occidental de laauto-reflexión, que también, sino que, me

parece, deben entenderse y atenderse sobretodo desde un doble punto de vista. En pri-mer lugar, este libro se propone revisar elmito del progreso, la autopercepción hege-mónica en Occidente y, en segundo lugar,alertar sobre las consecuencias prácticas,desastrosas, de la renovación de dicho mitoen el presente.

En relación a lo primero, John Gray es un epí-gono, quizás el último, de la brillante tradicióndel conservadurismo británico. Esta tradiciónsiempre denunció el proyecto moderno de re-cuperar en la política las certidumbres que yano proporcionaba la religión. La política tieneque estar dirigida a la gestión del conflicto,cuando se orienta a la expectativa mesiánicade su abolición, entonces aparece la políticaideológica, apocalíptica en su peor sentido.Así, en el proyecto denunciado por el conser-vadurismo británico, las certidumbres cristali-zaron en una narración mítica que afirmabaque a través de la Ilustración y la ciencia lassociedades humanas avanzarían en el sentidode una humanidad unificada, donde al abo-lirse las diferencias propias de las sociedadestradicionales el conflicto quedaría conjurado.Esta narración recibió la denominación dehistoria whig, después liberal, y sostenía queaquello que separa a los hombres es la su-perstición y la ignorancia, encarnadas esen-cialmente en la religión, y aquello que los unees la razón y la ciencia. Cuando se crean las

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condiciones en las que razón y ciencia pue-den desarrollarse, entonces se produce pro-greso, esto es, estamos en el camino de lasalvación. Cuando están ausentes estas con-diciones, entonces la religión es hegemónicay se produce conflicto.

Esta historia, mito o narración surgió al hilode las guerras de religión que asolaron Eu-ropa en el XVII y, por tanto, fácilmente llegó ala conclusión de que la institución de la tole-rancia era el instrumento esencial del pro-greso. En primer lugar, porque mediante lalibre concurrencia religiosa nadie se sentiríaperseguido y el recurso a la violencia se haríainnecesario; en segundo lugar, porque la con-currencia religiosa produciría una discusiónen la que resultaría triunfadora la verdad y laciencia, y de este modo se produciría, así seesperaba, la secularización de la sociedad,eliminándose la base del conflicto. Esto es, lareligión, en presencia de la ciencia, se desva-necería.

El problema de la filosofía de la historia whigo liberal fue que el desplazamiento de la reli-gión de la política y de la sociedad no pro-dujo esa esperada nueva sociedad sinconflicto, sino que el derrumbe de la socie-dad tradicional alumbró conflictos nuevos. Ylo que es más grave, en este proceso de mo-dernización de las sociedades, se produjeronmutaciones anómalas del mito del progreso,y aparecieron nuevas narrativas del mismo,que lejos de prometer la paz a las socieda-des europeas adoptaron deliberadamente ellenguaje de la guerra. La lucha de clases seconvirtió para unos en el motor del progresoy se ensalzó la épica de una guerra a muerteentre pobres y ricos; para otros, el ordennuevo, armónico y sin conflicto, se produciríamediante la militarización de toda la socie-dad, a la que se exigió creer, obedecer y com-batir. Cuando se desplegaron estas nuevasversiones del mito, sobrevinieron los conflictosmás terribles experimentados jamás por la so-

ciedad europea. No es pequeña paradoja quelos totalitarismos comunista y fascista, con suinmensa cosecha de violencia y muerte, hi-cieron de su objetivo principal acabar, preci-samente, con el liberalismo, al que acusaban,precisamente, de la división y el enfrenta-miento en la sociedad.

Sin embargo, la promesa de estas versionesanómalas era la misma que la del mito origi-nal: la salvación en la tierra. Curiosamente,estos desarrollos no previstos no afectaron almito del progreso que anima la empresa mo-derna: comunismo y fascismo fueron vistoscomo manifestaciones patológicas de la mo-dernidad, callejones sin salida, que las so-ciedades recorrieron por error, pero quedesandarán para reintegrarse en la verdaderaavenida del progreso, la civilización occiden-tal liberal y capitalista.

Tras la segunda guerra mundial, el conflictoideológico se declaró abolido en Occidente yse desplazó a la esfera internacional mediantela Guerra Fría. Entonces sobrevino en elmundo desarrollado una inédita era pacíficadonde el consenso, de hecho el consenso deposguerra, sustituyó al conflicto ideológico. Poreso se habló en los años sesenta del siglo XX

del final de las ideologías: porque la política seorientó a la resolución de los problemas quehabían alimentado el conflicto ideológico. Deeste modo, liberales, conservadores y socia-listas aceptaron la democracia representativay la economía social de mercado como ins-trumentos básicos de integración social. Estaposición fue aceptada unánimemente porquese fundaba en la atribulada experiencia euro-pea de las décadas anteriores. El fin de lasideologías era bueno porque, simultánea-mente, legitimaba la autoridad política y des-activaba la lucha de clases.

Este modelo funcionó hasta los años ochentacuando, por diversas razones, que van desdela crisis fiscal a la ineficiencia económica y la

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corrupción social, entró en crisis. La llamadanueva derecha, Ronald Reagan y, sobre todo,Margaret Thatcher, se ocuparon de dar la pun-tilla a este modelo. Gray ya señaló hace añoscómo el thacherismo, en su opinión, fue el res-ponsable de la extraña muerte de la Inglaterratory. Para nuestro autor, el conservadurismoera una posición política realista, que otorgabaprimacía a lo existente que funciona frente alas ensoñaciones ideológicas que prome-tiendo la salvación nos condenan al infierno.La paradoja para Gray fue que el conservadu-rismo británico, de la mano de Thatcher, aban-donó esta doctrina política prudencial yrealista por una ideología neo-liberal que ins-tituía en la sociedad la incertidumbre propiadel mercado. Esto es, Thatcher convirtió al Par-tido Conservador británico en un partido ide-ológico y lo contagió del mito whig de lafilosofía de la historia como progreso y comoemancipación.

Pero el alcance de esta visión no era única-mente británico. Cuando en 1989 se produjoel desplome del Telón de Acero, dando fin ala Guerra Fría, Francis Fukuyama, desde Esta-dos Unidos, pudo anunciar al mundo el finalde la historia. Con ello señalaba que el con-flicto ideológico había llegado a su fin, perono como en los años sesenta, cuando éstehabía dado paso a la política de consenso,sino que esta vez había terminado con la vic-toria de un contendiente sobre los demás. Esevencedor único era el liberalismo. El libera-lismo, político y económico, constituía el mo-delo único y permanente sobre el queorganizarían la vida las sociedades humanas.Algunas ya habrían llegado a este modelo, lassociedades avanzadas, y otras aún estabanpor llegar, pero el horizonte era el mismo paratodas.

Gray en su libro señala cómo la muerte de lautopía comunista no significó la muerte de lautopía en el mundo, esto es, la muerte de lapolítica ideológica, sino su traslado desde la

izquierda a la derecha. Así, el mensaje profé-tico, cristiano secularizado, de la religión po-lítica, que había alimentado el mito whig de lafilosofía de la historia, se desplazó en el es-pectro político hacia la derecha y abrió, denuevo, el conflicto ideológico, con la diferen-cia de que ahora no tenía un alcance occi-dental, sino global. Ahora el conservadurismonorteamericano hacía de la emancipación dela humanidad el destino manifiesto que co-rrespondía a los Estados Unidos como pue-blo elegido, esto es, como pueblo de lalibertad.

Democracia y mercado habrían de imponerseen el resto del mundo, al precio que fuera, asangre y fuego, incluso si esto significaba abo-lir en determinadas situaciones los derechoshumanos. Esta es la política de George W.Bush, una política ideológica que reclama serjuzgada no por sus consecuencias, ni por suprecio en vidas y sufrimiento humano, sinopor los principios proféticos en los que sebasa, por la promesa de emancipación queencarna. Esto es, que se postula como reli-gión política de alcance universal.

Sin embargo, como hemos visto, los funda-mentos de la religión política, aunque secula-rizados, son particulares, son cristianos, sonapocalípticos, son propios de la cultura de Oc-cidente. Por eso, quienes reciben la violenciade la emancipación a la fuerza no puedensino resistirse y denunciar la hipocresía delque busca afirmar sus valores mediante laviolencia al resto del mundo.

He señalado al principio que hay, en mi opi-nión, dos elementos centrales en el libro deGray. Uno es la denuncia de la filosofía de lahistoria progresista. El otro es la denuncia dela violencia y el conflicto que traerá al mundoesta nueva versión del mito encarnada en lapolítica de la administración del presidenteG.W. Bush. Hay también, por último, una re-comendación.

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Frente a esta misa negra, esta religión apo-calíptica invertida que se ha vuelto hegemó-nica en la visión de Occidente, Grayreivindica, como ha hecho desde hacemucho tiempo, una aceptación radical delpluralismo. Esto significa aceptar la diversi-dad irreducible de los fines humanos y obraren consecuencia. Para él, obrar en conse-cuencia entraña el abandono del liberalismocomo una ideología y su aceptación comouna doctrina política minimalista que ofreceun modus vivendi en presencia de diferenciaspermanente. Significa, en relación al mitowhig de la filosofía de la historia como pro-greso, el abandono del secularismo comoproyecto de igualación de todos los hombresy la aceptación de que vivimos en un tiempopost-secular. Esto es, significa el abandonode las religiones políticas que, habiendo pro-metido el fin del conflicto humano, lo han ra-dicalizado, extendiendo la violencia deOccidente por el mundo.

En un mundo sobre el que se ciernen conflictossobre recursos escasos, sobre el que se cierneel colapso ecológico, Gray sugiere que el aban-dono del proyecto secularizador occidental y laaceptación de que la religión responde a unanecesidad humana universal y que debe ser in-tegrada en el espacio público, haría que, almenos, se desactivara el choque entre funda-mentalismos. Desde el punto de vista de unconservador escéptico como Gray, lograr estoúltimo constituiría un éxito extraordinario.

En suma, se trata de un libro que, al margendel acuerdo o el desacuerdo, pone sobre lamesa cuestiones ineludibles de nuestrotiempo, en particular la de la relación entrereligión y política, que ha resurgido con fuerzaen Occidente, para sorpresa de muchos, y queestá y estará presente en una gran parte delos conflictos globales.

Ángel RIVERO

La cara oculta del ChéDesmitificación de un héroerománticoJACOBO MACHOVERBronce. Editorial Planeta. Barcelona, 2008.

Difícil la tarea de remar contracorriente. Sin em-bargo, muchas veces resulta necesario. Aludi-mos al esfuerzo por desactivar el mito mejorconstruido por la izquierda –en este caso por lacubana, la más maliciosa y radical de todas–en el pasado siglo. Los carteles y camisetas quereflejan la imagen adusta y severa del llamado“guerrillero heroico”, incluso, el kilométrico me-

traje hagiográfico de Steven Soderbergh, en elcual se enaltece la figura de este trotamundos,fanático de la violencia y la muerte a escala pla-netaria, contribuyen a sedimentar en ampliossectores de la conciencia colectiva internacionalel mito ya asumido respecto al devoto y esfor-zado luchador en favor de los oprimidos de latierra. Nada más lejos de la verdad histórica.

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El exiliado cubano y profesor universitario enFrancia, Jacobo Machover, a partir de una ex-haustiva investigación, asumió la ardua misiónde desentrañar el pensamiento y trayectoria vitaldel mito, así como la faz encubierta de este de-predador de las libertades, heraldo del paredónde fusilamiento y forjador del “hombre nuevo”comunista.

Machover comienza su relato exorcizándose delmito guevarista, pues reconoce que él tambiénse encontró cautivo de la leyenda hasta que co-menzó a leer la casi totalidad de sus escritos ydiscursos mediante los cuales comenzó a darsecuenta de que no correspondían en absolutocon la idea que él se había forjado sobre el per-sonaje. “Nada más dogmático, en realidad, queesos textos donde la mayor ortodoxia política ri-valiza con un impulso frenético de muerte, diri-gido hacia sí mismo y hacia los demás”.

Ché Guevara, un consumado aventurero, dis-puesto a enrolarse en cualquier empresa sub-versiva contra los poderes establecidos, igualen América que en África y siempre en nom-bre de los desheredados de la tierra, no fuemás que uno de los brazos armados –quizásel mejor y más emblemático– de la revolucióncastrista. Su icónica imagen reproducidahasta la saciedad en camisetas, vallas, mani-festaciones antiglobalización, moda de di-seño, tatuajes en la piel de famosos, etc., hafundido en un solo haz a diferentes sensibili-dades, hasta convertir a muchos en fieles fa-náticos de su figura irredenta. De tal suerte, elmito ha terminado por anclarse también en elgusto colectivo de un sector simpatizante dela socialdemocracia –eufemísticamente lla-mado “progre”– el cual hipócritamente piensay predica de izquierdas, aunque vive al estilode la derecha de la cual reniega.

Sin embargo, para los hombres de su tropa cu-bana, Guevara fue en la Sierra el jefe guerrilleroa quien no le tembló el pulso a la hora de me-terle un plomo en la sien a sangre fría a cual-

quier cubano sospechoso de delación, aun sinpruebas concluyentes que le incriminaran. Deigual modo, una vez conquistado el poder, con-virtió la fortaleza de La Cabaña en una autenticacarnicería al ordenar el fusilamiento sumario devarias decenas de prisioneros muchos de loscuales eran inocentes de haber cometido algúncrimen durante el régimen de Batista. Y no sólofue el riguroso ejecutor de sus víctimas, sino queen los organismos internacionales, como laONU, se ufanaba de auspiciar y alentar esosactos criminales.

El autor expresa que la intención de su libro “esno sólo mostrar al revolucionario en toda su di-mensión utópica sino también en su insensibi-lidad y su crueldad cotidianas”. Para ello analizósus textos y recogió testimonios de algunos delos hombres cercanos al Ché “para intentar re-velar sus contradicciones, bajar de su pedestaly sacar de su mausoleo a ese dios que no loera, y que sólo fue uno de los instrumentos delcastrismo al que sacrificó su vida, como tantosotros ‘héroes’ caídos en campos de batalla le-janos y absolutamente inútiles”.

El libro no representa una biografía sobre elguerrillero argentino-cubano, sino que se con-centra en rescatar pasajes de la vida de ésteprevio a la insurrección contra Batista, así comotambién durante la experiencia guerrillera deSierra Maestra, tras la conquista del poder po-lítico en Cuba, y por último, durante su infiltra-ción subversiva en el Congo y en Bolivia. El autorrevela cómo en el comportamiento en la Sierraya estaba el sustrato de lo que más tarde cons-tituiría la esencia de las alucinantes teorías gue-varistas: la necesidad de la construcción de una“nueva sociedad” que aboliera la propiedad pri-vada y las libertades individuales, construyendoun nuevo ordenamiento social basado en elmonopolio del Estado sobre el conjunto de lavida económica, política, social, cultural, infor-mativa, deportiva, etc. de la nación. La masa deobreros, campesinos y burócratas que com-pondrían tal proyecto de ingeniería social tenían

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que purgar sus pecados y reminiscencias bur-guesas hasta llegar a convertirse en una nuevaespecie de hombre, el cual, por obra y graciadel adoctrinamiento marxista-leninista, respon-dería entonces a estímulos estrictamente mo-rales, trasmitidos así por su nueva concienciacolectivista y proletaria. Para alcanzar este ob-jetivo, Ché declaraba sin pudor alguno que enCuba se había fusilado, se estaba fusilando y seseguiría fusilando, pues según afirmaba, sulucha era una lucha a muerte. O sea, no habíaalternativa al jacobinismo castrista: comunismoo muerte. En esencia, esta fue la consigna debarricada del nuevo poder.

Nos aclara Machover que más allá de la perti-nencia política actual del régimen que gracias alterror contribuyó a instaurar en 1959, o de loscombates que libró, el mito pervive, pues el efi-caz departamento de orientación revoluciona-ria del partido comunista cubano se haencargado de amplificar su figura, asociándolaa algo que está más allá del comunismo y quetiene que ver más con el espíritu de rebeldía in-

trínseca, patrimonio de la juventud, que desafíapor igual a todos los poderes y en todas lasépocas. Asimismo, la idea de su renuncia a lascomodidades de la burocracia estatal cubanapara emerger de nuevo como sacrificado héroeguerrillero en la selva boliviana retroalimentan laleyenda. De modo que únicamente por el co-nocimiento de sus textos y discursos, así comopor el testimonio de quienes lucharon junto a él,es posible descomponer el mito y representarsecabalmente al fanático que no vaciló en empe-drar con cadáveres el camino hacia una des-cocada, populista y horrorosa utopía que aúngana adeptos en todo el mundo, particular-mente en América Latina.

Por todas estas razones y por lo importante queresulta desenmascarar al mito y a sus hipócri-tas defensores, es que resulta útil leer, prestar yrecomendar encarecidamente el libro de mi pai-sano Machover.

Enrique COLLAZO

Iconos latinoamericanos9 mitos del populismo del siglo XXINGER ENKVISTEditorial Ciudadela, Madrid, 2008, 278 páginas

El tema de los mitos y de los iconos esrecurrente a lo largo de la historia. Algunaspersonas, con independencia de su origen y elcargo o profesión que desempeñen, lotrascienden y se convierten en el emblema yel símbolo de generaciones enteras. Sin

embargo, aquello que supuestamenterepresentan o las virtudes que se les atribuyenen la vida pública, pueden estar muy lejos delo que fue su vida personal y del ejemplo quedaban en la intimidad. Por ello, es una granalegría encontrar entre las novedades

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editoriales un libro como Nueve iconoslatinoamericanos de Inger Enkvist. Este librorecorre las trayectorias vitales de nuevepersonajes de gran relevancia en la AméricaLatina del siglo xx, y analiza los diferentespuntos de su pensamiento y el uso que se hahecho del mismo. Hace uso de una extensabibliografía, que incluye en algunos casostextos caracterizados por enfoques parcialespara ofrecer una mejor imagen global.

Los vacíos o partes oscuras de la historiapersonal de muchos iconos no hacen sinoañadir atractivo a sus historias. Así, porejemplo, la autora señala que de CarlosGardel no se conoce la filiación, el año denacimiento, ni la nacionalidad, los rumores ydudas sobre su vida sexual son muchos y sumuerte está plagada de incógnitas. Sinembargo, “consiguió que se le identificara conel rioplatense del siglo xx, y que su imagenllegara a representar todos los valores,esperanzas y sueños de aquellas gentes enaquel momento”.

Otro personaje cuyos orígenes están envueltosen una bruma de misterio es Eva Perón. Paraexplicar la complejidad de este personaje, sufigura se pone en relación con la de sumarido, Juan Domingo Perón. Inger Enkvistconsidera que su mayor aportación alperonismo fue el culto al líder. Haciendo usode su experiencia teatral y del hecho de quesu público conocía su baja extracción, lograbauna gran verosimilitud en sus arengas en lasque se identificaba con una descamisada,aunque en la vida real no dejara que se leacercara un trabajador.

La misma técnica se aplica con Frida Kahlo,quien no puede ser entendida sin referirse ala muchas veces tormentosa relación conDiego Rivera, con quien se casó en dosocasiones. Fue éste quien se puede decir quele mostró un modelo estético a seguir, el delindigenismo, que ella desarrollaría más allá

de la idea inicial del esposo, convirtiendo supreocupación por el vestido y loscomplementos en una seña de identidad. Sinembargo, la autora hace notar que “no hay enella, o en Rivera, huella alguna de unauténtico pensamiento indígena o un interéspráctico por los campesinos indios”. Tambiénrealiza una crítica al uso que se hace de Fridadesde el feminismo, que deriva más de suambigüedad sexual que de sus palabras.

Fidel Castro es un personaje del que se haescrito de modo abundante, pero la autoralamenta que los estudios más recientes noson necesariamente más objetivos, a pesarde la perspectiva histórica, y achaca parte delproblema al ocultamiento sistemático de lainformación en Cuba. Expone en toda sucrudeza la distancia que existe entre lo queCastro pretende representar y lo que es enrealidad. Alude a su capacidad demanipulación y de mantenerse en el poder atoda costa, traicionando incluso a loscolaboradores más fieles e íntimos yneutralizando a todo aquel que pueda hacerlesombra. Así Enkvist considera que, comoCastro ha dicho tantas cosas y tancontradictorias, más útil que estudiar lo quedice, es estudiar lo que hace.

La figura del Che Guevara, inseparable de lade Castro, es para la autora la que presentamayor distancia entre su imagen y suverdadera persona. Tras su fallecimiento seconvirtió en un icono de la juventud cuyaimagen presidió reivindicaciones de libertad,igualdad y solidaridad. Curiosamente se eligiópara representar estos valores a alguien queenardecía el uso de la violencia, que eraautoritario, poco realista y tremendamentedogmático. Si bien nadie niega su grancapacidad de trabajo, Enkvist recuerda quecarecía de experiencia alguna en los cargosque ocupó en Cuba y que los resultados de supaso por el Ministerio de Industria fueroncatastróficos.

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Al llegar a Gabriel García Márquez, supuesta-mente el más intelectual de los personajesanalizados, encontramos de nuevo un cúmulode paradojas. La autora desmenuza sudiscurso de aceptación del premio Nobel deLiteratura y lo califica como plagado devaguedades, sin ninguna autoironía, adjudi-cando la responsabilidad de la situación enAmérica Latina a los europeos y acusán-doles de tener ideas estereotipadas deLatinoamérica. Sin embargo, Márquez norealizó crítica alguna al comunismo ni a la faltade libertad en Cuba. Por eso, subraya Enkvist,“García Márquez utiliza su propia libertad deexpresión en Occidente, pero no pareceindignarse por la ausencia de libertad culturalen los países comunistas”.

Maradona, como Gardel o Evita, parte de unosorígenes humildes y de un bajo nivel educativoy se presenta como un luchador. La autoraseñala la contradicción que representa queexprese simpatías por Castro y el Che, pero queal mismo tiempo persiga el lujo y la juerga; quediga odiar a los ricos, pero que quiera ser unode ellos. Contrasta la diferente manera dereaccionar frente a la celebridad de Maradonay Pelé, mientras el primero no sabe rectificar atiempo ni reencauzar su vida, el segundo esconsciente de que es un ídolo para muchosniños brasileños y decide ser un buen ejemploy completar su formación.

Rigoberta Menchú es un caso paradigmáticosobre un peligro de la figura iconográfica: eldesinterés por la verdad. Al icono se le otorgauna autoridad moral per se con independenciade que lo que diga sea verídico o fruto de unainvención. Rigoberta obtuvó el premio Nobel dela Paz merced a la popularidad que obtuvo trasla publicación de Me llamo Rigoberta Menchúy así me nació la conciencia, libro que recogíasu testimonio sobre lo que aconteció a sufamilia y a ella durante la guerra en Guatemala.Se trataba de un libro que recogía en términosmuy maniqueos el contraste entre los

inocentes indígenas y la maldad del ejército ylos terratenientes ladinos. La recepcion deeste libro en los ambientes universitariosnorteamericanos fue espectacular, ya queofrecía el testimonio perfecto de una mujer queera víctima del racismo, del sexismo y de laexplotación por parte de las clases altas de supaís. Se convirtió en el arma ideológicautilizada por las corrientes multiculturalistaspara influir ideológicamente en los estudiantes.Sin embargo, destaca nuestra autora,investigaciones posteriores han demostradoque su testimonio incurre en inexactitudes,falta de sinceridad, engaños y contradicciones.Muchos hechos que cuenta no ocurrieron talcomo los relata y realiza omisiones interesadasde su paso por la guerrilla. Pero, curiosamente,estos investigadores que dejan al descubiertolas sombras del testimonio de Rigoberta sonsistemáticamente vilipendiados y condena-dos al ostracismo. Además, su propiopensamiento se lleva muy mal con sus actos:siendo doctora “honoris causa” por muchasuniversidades, no pide educación para losindígenas; siendo feminista, no protesta contrael machismo indígena; siendo ecologista, no sequeja cuando se tala la selva para aumentar latierra cultivable de los suyos.

El libro finaliza con el estudio de PabloEscobar como prototipo de cacique o caudillolatinoamericano. Escobar no escapa a latónica general de contradicciones quecomparten todos los personajes. Sus negociosle situan al margen de la ley, pero busca laprotección del Estado e incluso llega a serelegido diputado. Aclara Enkvist que parte desu éxito se debió a la falta de confianza de lospropios colombianos en su Estado de derechoy sus representantes. Ante ellos, Escobaraparece como un hombre de éxito que sehace a sí mismo hasta llegar a lo más alto,como un modelo a imitar. A pesar de susmúltiples crímenes y ejecuciones a sangrefría, para muchos encarna al típico bandidolatinoamericano romántico y sentimental.

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Guía políticamenteincorrecta de Israely Oriente MedioMartin SIEFFEdición española a cargo de Rafael BardajíCiudadela libros, Madrid 2009. 238 págs.

Martin Sieff, como editor jefe de Internacionalen la agencia United Press International, co-noce a la perfección los temas relativos aOriente Medio e Israel. El autor pertenece a laescuela de pensamiento realista que, en elmarco de las relaciones internacionales, seenfrenta al pensamiento liberal y se identificamás bien con la prudencia que con la propiaideología. La edición española de Guía políti-camente incorrecta de Israel y Oriente Mediola ha llevado a cabo Rafael Bardají, directorde Política Internacional de la FundaciónFAES, quien resalta en el prólogo y en el úl-timo capítulo los desacuerdos con el autor,estableciendo una visión de Oriente Medio eIsrael mucho más adaptada al siglo XXI. Sieffda una visión peculiar de la zona y explica surelación histórica centrándose en temas comoel terrorismo y la forma de enfrentarse a estaamenaza. La finalidad de este análisis es des-baratar una serie de clichés muy arraigados

en la sociedad occidental, especialmente enEspaña, que harán entender un poco mejor loque sucede en esa compleja “comunidad devecinos”.

Para comprender el actual escenario deOriente Medio el autor profundiza en el con-texto histórico de los países de la zona. Nopodemos entender la presente amenaza delrégimen de Ahmadineyad sin conocer previa-mente la revolución islámica en Irán (1979),proceso de levantamientos que desembocóen el derrocamiento del Sha MohammadReza Pahlevi, y la posterior instauración deun régimen teocrático encabezado por el aya-tolá Jomeini. Advirtiendo esto, no extraña queen la actualidad el régimen teocrático iraníno sólo utilice y financie a las organizacionesterroristas Hamás y Hizbullah para atacar aIsrael, sino que también amenace al mundocon su programa nuclear. Las palabras lite-

En suma, se trata de un libro imprescindible pararomper con mistificaciones e idealizacionesimpuestas por el pensamiento buenistadominante. Defiende el rigor y la verdad porencima de las consideraciones políticas y luchacontra los tópicos y los estereotipos. No sequeda en una mera sucesión de anécdotas

biográficas, sino que dota al lector de toda lainformación relevante para hacerse una ideade conjunto y poder sacar sus propiasconclusiones.

José Luis LÓPEZ VALENCIANO

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rales del propio Ahmadineyad dan lugar apoca interpretación: “Irán está cerca de suobjetivo final” [nuclear], “no teme las ame-nazas” [de la comunidad internacional], “lospueblos de la zona arrancarán de raíz la en-tidad sionista”.

Tampoco podremos entender el auge del te-rrorismo islamista sin previamente recordarque ciertos regímenes árabes lo apoyan, en-trenan y financian. Es precisamente el augede este tipo de terrorismo lo que más preo-cupa a los Estados democráticos occidenta-les. El fenómeno, cada vez más en alza enalgunos países de Oriente Medio, es real-mente alarmante y evidencia la escasa capa-cidad de éstos para enfrentarse a la principalamenaza de la zona.

Respecto a cómo afrontar estos peligros(tanto el auge del terrorismo de origen isla-mista como el programa nuclear iraní) es lí-cito discrepar del autor. Martin Sieff adoptauna postura crítica hacia las políticas que pre-tenden basarse, de forma humilde, en el prin-cipio de “Democracy Building”. Elpensamiento hiperrealista conservador quemantiene Sieff cree más en las pequeñas de-cisiones con el fin de mantener la estabilidadde la región, que en la política de grandes me-didas que acabarían por revolucionar almundo islámico y acentuar la temida inesta-bilidad que durante las últimas décadas mo-nopoliza la zona. Por ello, el autor se declaracontrario a la guerra de Iraq, aunque desdeuna óptica que nada tiene que ver con los ar-gumentos esgrimidos durante la contiendapor la izquierda antiamericana.

Uno de los objetivos de esta Guía política-mente incorrecta es demostrar la falsedad delas mitologías creadas en torno a OrienteMedio, en especial sobre Israel. Uno de losclichés más extendidos explica que la falta deprogreso y libertades en los países árabes de-riva del establecimiento de Israel y del apoyo

de EE.UU. Esto se evidencia en el Informesobre Desarrollo Humano Árabe de 2004, enel marco del programa para el desarrollo de laONU, que pretendió mostrar la culpabilidadde Israel y EE.UU. en la falta de progreso y li-bertades de los países árabes. Parecidos tér-minos se desprendieron en la Conferencia deDurban (2001), muy de actualidad ante lapróxima reunión de Ginebra a la que EE.UU.,Canadá, Israel e Italia, por ahora, se han ne-gado a asistir por lo sesgado de su enfoque ysus conclusiones.

No sorprende que ciertos países árabes fo-menten estos clichés, mientras que sí nos re-sulta llamativa la escasa perspectiva históricacon la que el continente europeo estudia losestallidos de violencia, los cambios de regí-menes y la falta de respeto de los DerechosHumanos en Oriente Medio. En las sociedadeseuropeas, el conflicto de Oriente Medio ado-lece en general de un análisis objetivo. Europa,por tanto, deberá depurar sus abundantes pre-juicios y su renuencia a enfrentarse con el is-lamismo radical. Si no lo hace, perderáopciones de ser un interlocutor válido en uneventual proceso de estabilización de la zona,y habrá desaprovechado una magnífica opor-tunidad de devolver a la escena internacionalel peso histórico de la diplomacia europea.

En su entretenido ensayo sobre Israel yOriente Medio, Martin Sieff distingue clara-mente qué es democracia y qué es dictadura,qué sociedades viven en libertad y cuálesviven bajo un régimen que somete a su pue-blo a la opresión; diferencia entre la autocrí-tica occidental y la preocupante penetraciónde la conformidad con la dictadura en los pa-íses islámicos y en sus ciudadanos. Estas dis-tinciones nos harán comprender la gravísimasituación que provoca la violencia terroristainstaurada desde hace décadas en OrienteMedio.

Jacob ISRAEL SANANES

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Lincoln: una vidade determinación y poderRichard CARWARDINELincoln: A Life of Purpose and Power, New York: Alfred A. Knopf, 2006

En 1922 el New York Times afirmaba que 50años después de la muerte de Abraham Lin-coln las bibliotecas públicas de la ciudad lis-taban más de un millar de tomos acerca del16º presidente de los Estados Unidos. Hoy,esa figura alcanza los 14.000 tomos. Lincolnmantiene el doble récord de ser el presidentemás alto de la historia de la nación (1,93 me-tros) y haber sido objeto de más estudios mo-nográficos publicados en Estados Unidos quecualquiera otro personaje histórico excepto Je-sucristo. Por lo tanto, no es sorprendente queeste año, en el que celebramos el bicentena-rio de su nacimiento, todo historiador repu-tado en los Estados Unidos del siglo XIX (yalgunos que no lo son) parezca haber publi-cado su personal monográfico en la materia.Incluso Steven Spielberg está trabajando enun biopic de Lincoln para su distribución en2011, año del 150 aniversario del inicio dela guerra civil, y que al parecer enfatiza el ca-rácter racista y maniaco-depresivo de nuestroprotagonista. Teniendo en cuenta el volumende esta auténtica ‘industria de Lincoln’ unobien puede preguntarse por qué leer este libroy no otro o, incluso, por qué debería el lectorgeneralista pero educado invertir su tiempoen leer cualquier libro acerca de Lincoln.

La última cuestión es fácil de contestar. Du-rante la vida de Lincoln los políticos nortea-mericanos empleaban a los “padresfundadores” como fuente de inspiración y de

legitimidad para sus propuestas. Hoy, Lincolncumple en gran medida esta misma funciónen la vida pública norteamericana más alláde las visiones ideológicas o partidistas. Así,la Casa Blanca informó al público que el pre-sidente Bush invertiría las vacaciones de2006 en leer dos biografías acerca de Lincoln(una de ellas el objeto de esta reseña). Nodebería sorprendernos que las limitacionesimpuestas por Lincoln sobre las libertades ci-viles durante la guerra civil fueran usadaspara justificar medidas homólogas en la ‘Gue-rra Contra el Terror’. Sin embargo, semejantehistorial no ha sido óbice para que las refe-rencias a Lincoln puntearan los discursos deBarack Obama o para que la revista Time de-clarará que Lincoln habría sido un entusiastade sus programas de estímulo fiscal. La in-fluencia política de Lincoln llega hasta lo cu-linario: el menú servido durante el almuerzoen la última inauguración presidencial se pla-neó como un homenaje a las papilas gustati-vas de… Abraham Lincoln.

Algunos de estos ejemplos son evidente-mente superficiales cuando no cómicos, peroaun así ilustran dos importantes aspectosacerca de Lincoln. En primer lugar, práctica-mente todos los políticos y creadores de opi-nión más o menos relevantes consideran queLincoln fue como mínimo un gran líder de lanación, cuando no el presidente más impor-tante en la historia de los Estados Unidos. Sin

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entender la historia de Lincoln es imposibleentender la simbología y las constantes alu-siones que emergen en el discurso políticonorteamericano. Por las mismas razones, sinuna cierta familiaridad con su figura tampocoresulta fácil dilucidar qué pretenden aquellospolíticos actuales que se declaran sus here-deros. En segundo lugar, una vez admitidoque Lincoln fue un líder excepcional, el lectorinquieto se preguntará en qué, exactamente,consistió su grandeza.

Lincoln: A Life of Purpose and Power se pre-senta como una obra especialmente indi-cada para resolver estas cuestiones. RichardCarwardine no sólo ganó el Lincoln Prize almejor libro sobre la guerra civil, además lohizo con una obra que evitaba seguir lamoda de desmitificar los ‘grandes hombresblancos’ de la historia. De hecho, una con-clusión fácil de extraer de este libro es pre-cisamente que, en gran medida, el mito deLincoln está justificado. Y, sin embargo, estaobra va más allá de la mera hagiografía del‘Gran Emancipador’ y salvador de la Unión.El propósito de Carwardine es explorar lapersonalidad y el comportamiento de Lincolncon el fin de localizar los orígenes de su au-toridad política y de su éxito. Con este fin, elautor analiza la filosofía moral y política deLincoln y se aproxima al universo mentalmás íntimo de un personaje que, en granmedida, continúa siendo un enigma para suspropios biógrafos. Aunque las actitudes po-líticas de Lincoln constituyen el meollo delanálisis, el lector también se aproxima acuestiones como sus hábitos lectores (ade-más de leer la Biblia y Shakespeare, Lincolnera un aficionado a la sátira política) o suácido sentido del humor: cuando un grupode partidarios de la ley seca achacó las di-ficultades militares de la Unión al consumode alcohol en el ejército, Lincoln respondióque los victoriosos rebeldes consumían máswhisky y de peor calidad que el degustadopor los norteños.

Carwardine también nos presenta a un Lin-coln que contemplaba el mundo de las ideascon seriedad. Durante su presidencia, el pen-samiento de Lincoln evolucionó considera-blemente en ciertos aspectos importantespasando, por ejemplo, de ser un firme defen-sor de enviar a los afroamericanos al extran-jero a apoyar, desde la cautela, la concesióndel derecho de voto a los negros alfabetiza-dos o que habían prestado servicio en el ejér-cito. No obstante, Lincoln fue mucho más queun líder pragmático a merced del devenir po-lítico, a pesar del cinismo que exhibió en lafamosa carta a de 1864 a Albert G. Hodgesen la que afirmó “no he controlado los suce-sos y confieso claramente que ellos me hancontrolado a mí”. Según él mismo, era Diosquien controlaba los ‘sucesos’, pero eso no leimpidió obsesionarse sobre cuándo aparece-ría en cierto periódico clave para influir sobrela opinión pública local. Así, a través de tiem-pos enormemente cambiantes Lincoln man-tuvo firmemente ciertos principios, incluyendouna clara repugnancia por la esclavitud y unsentido de la justicia y de lo correcto que lepermitieron resistirse a la creciente presiónpara que se retractara de la Declaración deEmancipación cuando la suerte de las armasestaba en contra la Unión.

Sin embargo, como el profesor Carwardinedeja bien claro, el talento, la ambición y laconvicción personal de Lincoln, si bien fueronprerrequisitos fundamentales de su éxito, hu-bieran sido insuficientes sin su enorme habi-lidad para la comunicación política necesariapara capturar y retener apoyo popular. La ca-rrera política de Lincoln se desarrolló en uncontexto en el que el público norteamericanose involucraba en lo político hasta un puntodifícil de imaginar hoy en día y en el que elnormal proceso democrático continuó ininte-rrumpidamente a pesar de la guerra. Los his-toriadores se han preguntado con frecuenciacómo fue posible que el público en el Nortese mantuviera relativamente unido, al menos

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en comparación con sus homónimos del Sur,durante toda la contienda. En primer lugar,desde luego, el hecho de que las principalesacciones bélicas tuvieran lugar en el Sur con-tribuyó a que los efectos de la guerra se hi-cieran más tolerables en el Norte. Aún así, elconflicto se alargó por cuatro largos y san-grientos años durante los cuales poco más deun mes pasaba sin alguna elección, de untipo u otro, potencialmente catastrófica parala Administración Lincoln.

Una de las grandes aportaciones de este libroes la explicación que aporta acerca de cómoel presidente respondió a unos retos extraor-dinarios. Lincoln trabajó sin descanso parapreservar la unidad –en su propio partido ymás allá de éste– y nunca cejó en el empeñopor transmitir su visión política y las iniciativasde su Gobierno a un público con frecuenciaescéptico. Un empeño que fue más allá, peroque también incluyó eso que en la jerga polí-tica anglosajona actual denomina spin y sepodría traducir como ‘manipulación mediá-tica’. Así, aunque Lincoln estuvo dispuesto alimitar las libertades civiles y a asumir poderesextraordinarios en aras de ganar la guerra, suautoridad no emanaba de acciones ‘cuasi mo-nárquicas’ o ‘dictatoriales’ como manteníansus oponentes políticos, sino de su hábil usode lo que podríamos llamar ‘poder blando’.Lincoln fue un comunicador extraordinaria-mente efectivo que, de hecho, ascendió a laprominencia política a través de sus famososdebates contra el demócrata Stephen A. Dou-glas en 1858. No obstante, aunque esta habi-lidad se manifestó en ciertos momentoscruciales como el Discurso de Gettysburg o elde su segunda inauguración, éste no fue suprincipal medio de comunicación con el pú-blico durante su presidencia. Durante la gue-rra Lincoln pronunció pocos discursos y supoutilizar otros canales para mantener un con-tacto fluido con el electorado y generar apo-yos para su Administración. Según el profesorCarwardine, uno de esos canales fue la ma-

quinaria política de su propio partido: los re-publicanos permanecieron divididos durantela guerra, pero Lincoln solventó los principalesretos contra su liderazgo y logró construir unarelación extraordinariamente armoniosa conlos gobernadores estatales, que contrastabaenormemente con las debilitadoras luchas in-ternas entre el Gobierno central y los estadossufridos por los Confederados. Destaca la oca-sión en la que el presidente, ante la grave es-casez de tropas, se las arregló para que losgobernadores fueran a la Casa Blanca supli-cando una medida tan impopular como la ex-tensión del servicio militar obligatorio. Lincolntambién supo hacer un uso extensivo y eficazde la prensa escrita, cultivando buenas rela-ciones con editores de todas las tendenciaspolíticas y empleando cartas ‘personales’(como la ya mencionada carta a Hodges) cui-dadosamente escritas para su publicación ydiseñadas para suplir la ausencia de discur-sos o de un periódico claramente identificadocon su Administración.

Asimismo, cabe destacar que los protestan-tes evangélicos constituyeron los aliados po-líticos potenciales más importantes de entrelos grupos de interés a los que Lincoln debíaprestar atención. Como el profesor Carwar-dine ya señaló en sus obras previas, la com-pleja relación entre política y religión durantelos años anteriores a la guerra aseguró que,tras la ruptura de las hostilidades, las igle-sias evangélicas constituyeran una de lassubculturas políticas más influyentes, y es-tuvieran dotadas además de una poderosared institucional sin rival en su época. Noobstante, las creencias religiosas personalesde Lincoln no siempre se ajustaban a losprincipios evangélicos y, como es bien sa-bido, su no pertenencia a ninguna iglesiaconcreta y su gusto por el teatro fueron fuen-tes de cierta tensión con los protestantes or-todoxos. Sin embargo, éstos continuabansiendo un sector de la opinión pública queLincoln se esforzó en cultivar, tanto a través

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de su uso del lenguaje como en su voluntadde responder satisfactoriamente en aquellosasuntos que más concernían a los evangéli-cos. Lincoln no sólo recibió a todo evangé-lico de relevancia en la Casa Blanca sinoque, además, dejó clara su visión de la gue-rra como una empresa de carácter ‘divino’ ydecretó la celebración de ‘días de ayuno’ ode ‘acción de gracias’ en momentos de es-pecial sensibilidad.

Por último, merece la pena destacar que unodebe evitar la tentación de glorificar en excesoal 16º presidente de los Estados Unidos y esjusto decir que Carwardine escapa airosa-mente de este acicate. Por ejemplo, el autorexamina en detalle cómo Lincoln sufrió perio-dos de gran impopularidad, hasta el punto deque en 1864 temió perder las elecciones pre-

sidenciales y, con ellas, cualquier oportunidadde salvar la Unión. Por la misma regla, tam-bién es justo reconocer que tanto el resultadoelectoral como el éxito en la guerra fueron, engran medida, triunfos personales de AbrahamLincoln.

Tras la lectura de este monográfico resulta in-evitable concluir que Lincoln se encuentraentre los grandes presidentes de los EstadosUnidos no sólo gracias a unos logros excep-cionales. Su enorme capacidad de adapta-ción a las circunstancias, dentro de unosclaros y firmes principios éticos, explica por-qué todo aspirante a líder de los norteameri-canos insiste en tratar de capturar al menosun poco del aura de Lincoln.

Nichola CLAYTON

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