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EL CUENTO y LA CUENTA DEL ORO DE AMERICA

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EL CUENTO y LA CUENTA

DEL ORO DE AMERICA

___ o_o

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FLORISEL

.=!:L UENTO y LA UENTA

DEL RO DE ICA

Lo que de toda América se' llevó España en tres largos siglos.

Lo que trajo y dejó en América, en cambio.

Lo que se llevan los Estados Unidos, sólo de Méjico y en un solo año.

Lo que dejan en Méjico, en pago.

ME]ICO. 1927 •

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uno de sus interesantes artículos de atisbo y de minucia L o s e n -cantos de un catálogo o-­

hace Azorín el elogio, en ese su acostum­brado tono menor, del erudito y del pla­cer del erudito. El erudito que da pie y asunto a este raro elogio es el agustino escurialense P. Miguélez, autor, prim.ero, del Catálogo de los códices españoles de la Biblioteca de El Escorial, y autor, aho­ra, del Catálogo de las relaciones histó­ricas de la misma Biblioteca. En el pró­logo de es.te segundo tomo nos suminis­tra el P. Miguélez dice Azorín algunas

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PLORISlJL

noticias a rO'a.nera de guía de curiosida­des. Por uno de estos códices escurialen­ses nos enteramos de que durante el rei­nado de Carlos 1, el año que más, sólo in­gresaron en nuestras arcas 800,000 duca­dos, equivalentes a once reales cada uno. y más tarde, en tiempos de Felipe TI, cuando el trato con A rnérica era más próspero, no pasaron los ingresos de 10 rojl1ones suponemos que de ducados de a once reales "ya para el Rey, ya para los particulares, pues de todo se llevaba cuenta especial en la Aduana de Sevilla, de donde se extractaron los documen­tos." Y añade el P. Miguélez: "Sería cu­rioso averiguar lo que, en retorno, Espa­ña llevó a América y en .A m.érica se que­daba, no sólo en dinero, sino en especies de todas clases para servicio y utilidad de indios y españoles en el fomento de la industria, el comercio y la agricultura."

b Conque. . .. sólo diez mj]]ones de du­cados, el año que más, entraban en Es­pana procedentes de A m:érica 'Conven­ga.mos en que todos iban de A m:érica­cuando era más próspero nuestro trato cpn este nuevo Continente de aquende el

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EL CUENTO Y LA CUENTA. DEL ORO DE AllERlCA.

mar~ ~Cómp~ ~Sólo eso~ ~Sólo diez mi­llones de ducados ~ ~Pues no se ha dicho, escrito, propalado y .fantaseado tanto y tanto y más cuanto acerca del oro que Es­paña se llevó de América, y de en qué des­mesurada medida, y con qué insaciable codicia se esquilmó y se exprimjó el pro­digiosa regalo de este siempre imaginado y nunca bien entendido, juzgado y sope­sado hemisferio ~

~ y la tan decantada fábula del oro in­diano que el Creso español absorbía ~ ~ y todo aquello que se dijo, en todos los to­nos, de los Méxicos, Perú es y PotosÍes con que alln se llenan la boca y se atiborran la testa los que estudian historia en el ar­bitrario juego de las consejas y de los cuentos, que no de las cuentas y de los sa­nos consejos ~ ~A que va a resultar ahora, al cabo de los años mn, que no hubo tales carneros, o, mejor, que sí hubo tales bo­rregos y no ejércitos innúmeros como su­puso la imaginación exaltada de los fan­tásticos caballeros contantes ~ bA que viene ahora, caballero en asno, paso a pa­so y muy en sÍ, el buen sentido del infalJa-

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FLORI SE L

ble Sancho con la cruda realidad de la rebaja a cuestas '

V.eamos. El eruditísimo P. Miguélez ha levantado la liebre: Cuando nuestro trato

A ,. " con merICa era mas prospero, no pasa-ron de diez millones de ducados por año el oro y plata, y cobre, etc. que ingre­só en las arcas de E.spaña. Rastreemos, pues, la liebre. El primero que aquí, en México, tuvo noticia de la liebre que hubo leva.ntado el escurialense agustino fue el joven abogado Carlos Prieto, diligentísi­mo aficionado a este lina,je de ojeos de ci­negética histórica. Cuando el señor Prie­to leyó, en Azorín, esta cita del P. Migu'­lez, hallábase acaso en la tradicional y evocadora Oaxaca ....

Pero e to merece capítulo aparte.

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ACUCIADO el joven Prieto por el prurito de orientarse en este rumbo dél oro que de América reflu­

yó a España, dió. en la flor de irse un poco a la ventura por los puestos y alace­nas de libros viejos de la tradicional y evocadora Oaxaca, donde, cobijados y va­lidos de la fresca memoria inhollada del gran D. Hernando Cortés, acu "rúcanse aún por allí mil recuerdos e indicios ~e los tiempos coloniales. Quizá reposara por aquellos rancios parajes, arrebujada en cualquier rincón, dejada de la mano del hombre, cubierta de polvo de siglos y roÍ-

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da de polilla, la orientadora luz del dato querido y requerido. Y quizá tam.bién la buena suerte, que tan a maravilla dispo­ne, ordena y añasca las cosas que le son gratas, ayuda~e y favoreciese el erudito designio. En materia de invenciones, des­cubrimjentos y hallazgos siempre fue la casualidad, aunque a deshora, el guía me­jor. Newton, tumbado a la bartola, a la inactiva hora de la siesta, bajo la propi­cia copa de un manzano, toma, sin deli­berado propósito, el ca.ntino y el secreto de la trascendental ley que rige toda la mecánica del Universo. Y .Arquímides, en la amable la.xitud del baño, y Galileo, en la somnolienta y tácita ociosidad de una iglesia de Pisa, y hasta Rocinante, yendo su vía a la buena ventura, descubren el milagro y la vida de mil insólitos fenóme­nos y concidencias.

Conque yendo, pues, a ojos ceg~J'ritas, por UD casual y angosto 'camino de polvo, telarañas, polillas y libros viejos allá por un lugar apartado de las nostalgiosa Oaxaca topa de manos a boca nuestro buen a.migo Carlos Prieto con los tres primeros tomos de los cinco que integra-

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EL CUENTO Y LA OUENTA DEL ORO DE AMERlCA

ban la edición príncipe del Ensayo Polí­tico sobre el Reino de la Nueva España del ilustre viajero teutón Alejandro de Humboldt, uno de los pocos hombres de extranjis que han proyectado luz, gracia y justicia sobre la épica acción creadora de España en A mérica. Mírala y remíra­la, tómala con avidez, hojéala con noble codicia y se halla, al fin, en la página 325, capítulo XI del tomo tercero, con estas claras palabras encaminadoras:

"Tocaremos ahora una cuestión muy importante y que ha sido tratada de va­rios modos en las obras de economía polí­tica; es a saber: la de la c tidad de oro y plata que ha refluí-do del uevo Mundo al antiguo desde el año de 1492 hasta nuestros días. (Los días éstos del barón de Humboldt deslizábanse por los años de 1800 y pico). En vez de examinar el pro­greso de los laboríos de A rn:érica y de va­luar el producto de las mjnas de cada c()­lonia en diferentes épocas, se ha camina­do siempre sobre la hipótesis de un tal nú­mero de millones de pesos que se supone con sobrada arbitrariedad haberse intro-

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FLORISEL

ducido anualmente en Portugal y en Es­paña, en el espacio de tres siglos."

y con las mismas, y provisto del resul­tado rigoroso de su improba improba, pero proba labor personal y de visu a través de la realidad y de los archivos de América, métese en harina, como suele decirse, y pulsa, y compulsa, confronta, anota, revuelve libros, busca relaciones, comprueba datos, aduce cifras, quita hie­rro, elude yerros e irl'mÚlpe, selva aden­tro, por U ztáriz, Solórzano, Moncada, N a­valTete, Raynal, Robertson, N écker, Ger­boux y el autor de las "Recherches sur le comrnerce." La mayor parte de estos es­critores célebres, cuyas referencias hicie­ron fe en la historia, en vez de, dedicarse a nuevas indagaciones personales, limd­tábanse muy bonita y cómodamente a co­piar las valuaciones de don Geróni mo de U ztáriz, "como si bastara citar la opinión particular de un autor español para inspi­rar confianza." Dice Humboldt que él ha examinado atentamente los datos de to­dos esto::! economistas y que ha tratado de juntar todos los pasajes en que valúan las riquezas caídas en manos de los eu-

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EL OUENTO y LA OUENTA DEL ORO DE AlfERIOA.

ropeos, en pesos ensayados o en castella­nos de oro. Porque estos datos, y no las expresiones vagas y repetidas de "enor­mes cantidades de oro, o de tesoros in­mensos" subraya la intención del íncli­to viajero son los que pueden conducirle a inducciones satisfactorias ....

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III •

MO decíamos, Humboldt recoge, confronta y contrasta todas las ci­fras que al propósito dan los auto-

res ya nombrados y q también hemos notado 'eran genera.lmente la mismas, copia.das unas de otras y acreci­das, o mayores progresivamente, a causa de que, en tratándose de millones y ramo­nes má o menos y no yéndole en ello in­terés o ooneficio personal alguno, incliná­banse a.ntes a pecar por carta de más que no de menos. Y así la manida y rodada metáfora de la bola de nieve cum­pliendo al paso y compás del último au-

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tor copista que advenía a engrosar el nú­mero de la generosa ristra. Entonces, co­mo alÍn ahora, las cosas de A mérica re­basaban siempre, bejucalmente, por fue­ra de los acotados dominios de la exacti­tud verificada y comprobada. Solía ser el millón, y aún el mil millones billón francés la socorrida unidad de medir, singularrnente en cua.nto al medir mone­tario. El "the greatest in the W orld," aun­que de uso y abuso exclusivo hoy en N or­tearn:érica, tuvo su origen tácito en el caos aritmético de las fabulosas leyendas de Indias. Y es seguro que, a más del cli­matológico factor de exuberante bejuco­si dad prolífi:ca que infla y desmesura las proporciones de todos los fenómenos ame­ricanos, contribuyó ta.mbién mucho a es­ta desenfrenada megalomanía la exalta­dora oriundez meridional de la mayor par­te de los conquistadores y pobladores, tan dados al libre juego de la hipérbole.

Alejandro de Humboldt advierte que to­das estas' que acusan, ci­mentadas sobre las de los espa.ñoles, todos 108 extraños autores citados son cuatro o cinco veces más fuertes de lo que debie-

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EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE ,Un:RJCA

ran, como puede cualquiera convencerse pasando la vista por los registros del Po­tosí, y recordando que las mjna.s de Nue­va España 1;10 han dado hasta principios del siglo XV 111 m,ás de tres millones de pesos al año. Los cálculos echados en nú­meros redondos de miles de millones:­añade el buen alemán , lejos de poder apreciarse como fruto de investigaciones exactas, no son sino ilaciones por aproxi­mación, y así cada autor se ha: creído li­bre para fijarse en cantidades diferentes.

En evitación de tales errores jmagina-1ivos, el ilustre viajero germano toma un ('amino diverso del que han seguido los autores que le precedieron en el uso arbi­trario de los nÚmeros. Es decir, toma, en realidad, un camino en firme: el camino duro, preciso y fatigoso de la investiga., ción real. No el sendero innum~rable de los espacios por dó voló a sus .anchas, a horcajadas sobre Clavileño, la briosa ima­ginación numérica de los economistas an­tecesores. Humboldt hace entrar en cuen­ta como él dice el oro y la plata que por los registros de las casas de moneda y tesorerías reales se sabe que se han saca-

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FLORISEL "

do, año por año, de las rnjnas de México y del Potosí, y añade a esto, a favor de los conocimientos históricos que hubo ad­quirido respecto a los laboríos 3,rnerica­nos, lo que en distintas épocas ha dado ca­da región metalífera del Perú, Buenos Aires' y Nueva Granada, y distingue ade­más lo que se había registrado de lo -que pa ó fraudulentamente.

Publica, al efecto, muchedumbre de es­tados detalladísimos, año por "año, región por región, mina por mina el oro a lID

lado, al otro la plata ,y llega por fin a esta conclusión de totalidad para Portu­gal y España:

Valor del oro y plata acados de la minas de Arn:érica desde 1492 hast.a 1803: $ 5,706.700,000.

Pero entendám'onos el valor sacado de las mjnas no quiere decir el valor ido a E paña y Portugal. Sacar de la mjnas enuncia lID concepto muy distinto del que incluye la frase "entrar en las arcas

de España." P ero todo se andará. En el próxim.o capítulo aparecerá, a par nues­tro, el tío Paco con la rebaja.

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IV

UEDAMOS en que la cantidad más propincua a lo cierto es la que ex­presa la cifra que obtuvo la inqui­diligencia del Barón de Humboldt

tras una prolija, larga y celosa investi­gación real y numérica.

O sea: 5,706.700,000 de pesos de a ocho reales cada uno.

A tanto asciende, miles más o menos, el valor del oro y de la plata que el tesón, el ardid y la ciencia hija de la paciencia­inventiva de los grandes mineros empíri­cos españoles extrajo, en tres siglos, de las miDas de América.

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La congl ua proporción y distribución relativa por minas y años en cuanto a México, segiín los registros oficiales vis­tos y compulsados por el propio Hum­boldt, es así:

El reino de la Nueva España reino, no colonia, señores hispanistas y señores detractores políticos de la colonjzación es­pa.ñola smnjnjstró a la Casa de Moneda de México, desde el año de 1690 hasta el año de 1803, 1,355.452,000 de pesos de a ocho reales cada uno.

Las minas de Tabasco, Zultepec, Pa­chuca y Tlalpujahua, son casi las únjcas que trabajaron jmnediatamente después del cerco de la gran Tenoxtitlán, en 1521, y desde esta fecha memorable hasta el año de 1548. Y como la cantidad de oro y plata acuñados a principios del siglo XV 1I1 no pasó de cjnco millones de pe­sos al año, el Barón de Hu ro boldt, con esta cifra por pie de cálculo aproximativo, cuenta que el producto total de México desde la conquista de Hernán Cortés has­ta el año de 1548 es de 40.500,000.

En esta. fecha, en 1548, -empezó el labo­leo de las minas de Zacatecas; en 1558, el

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EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE AVERIOA

de 4ls de Guanajuato, y muy poco des­pués empezóse a usar el procedimiento de amalgam.ación que inventó el expertísi­mo y ya casi olvidado 13artolomé de Me­dina. Según la rigorosidad de cálculos del Barón de Humboldt, se puede contar, des­de 1548 hasta 1600, por lo menos dos mi­llones, y desde 1600 hasta 1690, tres mi­nones al año, que arrojan un total de 374.000,000 de pesos. Que, sumados a los 1,355.452,000 registrados por la Casa de Moneda de México desde 1690 hasta 1803, más los 40.500,000 que se supone pruden­cialmente acuñados desde la fecha de la toma de México en 1521 hasta el año de 1548 en que empezó el laboreo de las mi­nas de Zacatecas, dan un total para Mé­xico de 1,769.952,000 de pesos de a ocho reales.

Añádase a esto para que no se nos pase nada por alto ni por bajo el monto de la extracción fraudulenta, que por lo visto fue considerable en la NuevaEspaña hasta mediados del siglo XVill. Al decir de Humboldt, el oro y la plata no regis­trados que se extrajeron de las minas de México desde la fecha de la Conquista

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hasta el año de 1803, se puede hacer as­cender a una séptima, parte del total ex­traído oficialmente y ya consignado. O sean, más O menos, 260.000,000.

O sean, en última totalidad y en núme­ros redondos, JnUcho más de fiar que los esquinados, que afectan engañosamente imposible minuciosidad:

2,029.952,000. (Dos mil veintinueve mi­llones y novecientos cincuenta y dos mil pesos-de a ocho reales.) -

Va incluso en este total último el valor que, por concepto de botín de guel'l'a, presentes y tesoros extraídos de los lagos, a donde los arrojaban los indios, se re­partieron los conquistadores y cuyo monto, para toda A ruérjca, asciende a la hoy irrisoria ca.ntidad de 80,000 ma.rcos de oro ,a juzgar por las cifras que apor­taron los cronistas de Indi.as y a calcular por la inducción verificada después con apoyo y pie en el quinto que se pagaba al Rey tal como consta expreso en los códi­ces del Escorial y de SeviJ1a.

Todo lo dicho corre a cuenta y razón del valor extraído de las minas del reino de la Nueva España, singulaI'lIlente. Pero

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EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE AllERICA

ya hemos advertido de antemano que no hay que confundir el concepto de "valor sacado de las luinas" con el otro concep­to de "valor que ingresó ~n las arcas de España." En el próximo capítulo hare­mos la pertinente resta del caso trayen­do a colación y cálculo los sustraendos principales. Tales como el que acusa y re­presenta lo que aquí hubo quedado en calidad de num.erario y alhajas, y el que incluye el dinero que pasó a Asia por las costas occidentales, que por cierto que montan, en junto, un piquejo de alto fus­te. Y en ese mismo capítulo pondremos de resalte bien visible, a favor de datos mo­dernos innegables, UD elocuentísimo con­traste de cifras, según el cual se lleva N orteamérica de México sin dejar aquí nada, en trueque de lo que se lleva ,en sólo diez años normales, más de lo que pa­só de aquí a España o, mejor dicho, a Europa y a Asia, porque es éste otro cuen­to que hay que volver a contar en tres largos siglos. . . . .

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minas de Poto í fueron descu-biertas el año de 1545. Desde esta fecha hasta el año de 180 ue es

siempre, en estos cálculos, el término final de la administración de la Metrópoli.­dieron plata por valor de 1,095.500,000 de peso.

Tal como sigue: Desde 1545 hasta 1556, 127.500,000. Desde 1559 a 1789: 788.258,500. Seg1ÍJl

los registros de las tesorerías respectivas. Hay que añadir, a causa del valor del

"peso de minas," desde el año de 1556 hasta el de 1600, 134.000,000. Y ademá ,

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lo extraído desde el año de 1789 hasta el año de 1803, o sean: 46.000,000.

Todo lo cual, sumado, da, para el PotosÍ, la cantidad ya inserta arriba. A saber: 1,095.500,000.

Las minas del cerro de Yauricochoa, o de P¡asco, que fueron descubiertas el año de 1630, rindieron, desde esta fecha hasta la consabida de 1803, un producto de pla­ta por valor de 300.000,000.

A saber: . Desde 1630 hasta 1792, a razón de

200,000 marcos de plata al año, ...... . 274.400,000. .

Desde el año de 1792 hasta el de 1801, segú,n los registros: 21.501,600.

y desde el año de 1801 hasta el de 1803, 3.400,000 . . O sea: valor del producto total de las

minas del cerro de Yauricochoa: ...... . 299.301,000 de pesos.

Allá por el año de 1771 descubriéronse las minas de Gualgayoc, que, desde esta fecha hasta la de 1773, produjeron un va­lor de 4.300,000.

Desde el año de 1774 hasta el de 1802, estas mismas minas, junto con las de Gua-

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EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE AMERICA

machuco y Conchucos, dieron un total de 185.339,900.

Se añade, para el año de 1803, la cifra de 504,000.

El barón de Humboldt valúa el produc­to de las mjnas de Huatajaya, Porco y otras mjnas peruanas de bajo porte, 'des­de su origen hasta el año de 1803, a ra­zón de 150,000 ó 200,000 m'arcos de plata al a.ño. De suerte que las mjnas de Gual­gayoc, Gu,arnachuco, Conohuoos, Huan­tajaya, Porco y otras casi jnnomjnadas, produjeron un total de: 350.000,000 de pesos.

El Choco poblóse en el año de 1539; la provincia de Antioquía que habitaban antropófagos fue conquistada y someti­da el año de 1541; las minas de transpor­te de la Sonora y de Chile empezaron a ser beneficiadas ya muy tarde. Esto, pues, no cuenta.

Agrega Humboldt, además, por pro­ducto total del oro extraído de las colonias españolas, con exclusión del sacado del reino de la Nueva España, ya contado, 332.000,000.

Total de los totales de oro y plata re-

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gistrados en la A mérica española desde el año de 1492 hasta el de 1803: ....... . 4,035.156,000 de peBOS.

Total de oro y plata no registrados, o sea extraídos fraudulentamente: ...... . 816.000,000.

En fin, y en cuentas ya bien resu midas: valor del oro y de la plata extraído de las minas de A mérica, junto con botines de guerra, presentes y hallazgos de lagos y huacas:

4,851.156,000 ("cuatro mil ochocientos cincuenta y un millones y ciento cincuen­ta y seis mil pesos. ")

La diferencia que media entre esta ci­fra y la otra de 5,706.700,000, que hemos consignado en el tercer capítulo de esta serie, es la cantidad que corresponde a la A mérica portuguesa.

Ya hubimos de advertir al principio de estos trabajos que iría asomando poco a poco, con la rebaja a cuestas, el nunca co­mo se debe y se necesita ponderado tío Paco.

El cual habrá de actuar, con toda pon-deración, en el capítulo próxirdo.

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MOS, pues, que, según las pro­lijas y rigorosas cuentas hechas en el ya largo decurso de estos cálcu­

los, el valor del oro ' y plata habidos en Indias y exirruídos de las minas de' la América española en el espacio de tres­cientos once años asciende a la Sllma de 4,851.156,000 de pesos de a ocho reales cada uno.

Sobre esta cifra cumple hacer, en ho­nor y cuenta de la aproximada exactitu.d que buscamos o sea de la exactitud del metal precioso ido a Europa, que no pre­cisamente a España , unas cuantas com-

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probadas extracciones, y tal vez algunos otras extracciones no comprobadas arit­mética.mente, por ausencia de datos, pero que pueden inferitse a merced de un ló­gico manejo de razonables conjeturas.

Por ejemplo. P<>r ejemplos de restas comprobadas que no hay por qué omitir.

Todos los historiadores de Indias y de Europa, afirman, sin aso­mo de duda, que por las costas occidenta­les de A mérica pasó clandestinamente y a ojos vistas metal precioso con rumbo a Oceanía y a .&sia. Humboldt considera, ponderadamente, que la cantidad de me­tales preciosos que desde fines del siglo XVI refluyó por Acapulco sobre las islas Filipinas monta un total de 133 mj1lones, pn la proporción media de 600,000 por -hno.

Así, pues, tenemos: 4,851 m~nos 133 igual a 4,718 mj)]ones. Por el año tantas veces referido de

1803, el numerario de Aroérica, así en al­hajas como en plata y oro, estimábase en 153 romones, que hay que deducir de la última cifra total consignada: Así:

4, 718 menos 153 igual a 4,565.

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EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE AMERIOA

Extraigamos aún de esta cantidad los 25 millones que pasaron como botín a ma­nos de los conquistadores, y tendremos 4,540 mj]]ones.

Quedan todavía unos cuantos sustraen­dos de lógica y firme conjetura.

Está probado evidentemente que una parte del oro y plata sacados de las minas de América pasó inmediatamente a Afri­ca y a Asia, sin tocar en Europa; sábese también que, si bien raras, hubo en los Últimos tiempo de la administración es­pañola expediciones de Lima a Manila, y 110 hay duda alguna en cuanto a que de ]as Antillas y de los puertos de los Esta­dos Unidos iban buques a las costas occi­uentale de Africa a por negros y que l1e­'¡aban, a más de armas de fuego, aguar­diente, qtúncallerÍa y paño de Europa, plata acuñada también.

Supongamos, por corta providencia y cálculo admisible, que se hayan filtrado cte América por estas otras dos ventanu­cas abiertas la que rnjraba a Africa y la que -daba por Lima sobre Manila 100 mi­llones, no más.

y deduzc.amos otra vez. 4,540 meno

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100 igual a 4,440: "cuatro mil cuatro-­rientos cuarenta mj]]ones."

N o deduzcamos ahora, por no saber cuá.nto ni en qué proporción, lo que ya a su tiempo y por su cuenta y riesgo dedu­jeron de los galeones de Castilla que cruzaban el Atlántico los famosos y ape­nas infamados piratas ingleses y france­ses, que intentaron así, por 8 mor históri-o patrio, tomar parte en algÚn modo en

la ingente labor hispánica de civilizar al Nuevo Mundo e incorporarlo ética y cul­turalmente dentro de la gran trayectoria religiosa del viejo.

N o deduzcam.os tampoco ahora, tam­bién por carencia absoluta de datos apro­ximados, lo que el mar asimismo codi­cioso com.o un pirata se hubo engullido.

N o deduciendo nada de esto-que, sin em.bargo, es forzoso deducir alÍn en otro linaje de cuentas más escrupuloso ,que­dan, en mÍmeros redondos, los 4,440 mi­llones de pesos dichos, como signo del va­lor que pasó direct.amente y a sabiendas a Europa.

A Europa hemos dicho. N o a España. Conviene insistir en esto. Porque, según

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EL CUENTO T LA CUENTA. DEL ORO DE AVJl:ruOA

Forbonnais, gran crematista de la época, no desmentido ni rectificado por nadie en este punto, la mitad del metal precioso ido de América fue absorbido por la In­dia y por Levante, una cuarta parte in­virtióse en vajilla, fundición y joyería y el resto hubo de transmutarse en moneda. En moneda, que es casi como decir en na­da, si bien se mira, o si se mira a la luz rigorosa de un buen criterio sobre rique­za en producción, en trance de vida. A la luz de un criterio tal como el que traslu­ce, aludiendo a México, el barón de Hum­boldt, cuyo tercer tomo de su Ensayo Po­lítico ciérrase y concluye con estas no aprovechadas palabras proféticas:

"Hagamos votos por que los mexica­nos, conociendo sus verdaderos intereses, tengan siempre presente que los únicos capitales cuyo valor crece con el tiempo son los productos de la agricultura, y que las riquezas nominales son ilusorias cuan­do un pueblo no posee las materias pri­meras que sirven para el mantenimiento del hombre, o que dan ejercicio a su in­dustria. "

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Medite el lector estas palabras, en tan­to que nosotros meditamos el tal vez últi­mo capítulo de esta serie.

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VII

DMITAMOS, pues, el inferido dato numérico de 4,440 millones como signo del valor del oro y plata ex­

traídos de las minas de América merced al inigualado tesón, ardid y ciencia pa­ciencia inventiva de los grandes mine­ros empíricos españoles, y hagamos hin­capié en él para base de nuevos cálculos y conjeturas. Si bien conviene, en tal ca­so, no perder de vista el dato ya consig­nado y apuntado por nosotros en el Catálogo de las Relaciones históricas del escurialense agustino P. Miguélez. Dato que, según hemos visto, advierte que

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cuando nuestro trato con América fue más próspero no pasaron los ingresos de diez mmones de ducados de a once reales cada uno, vellón, "ya para el Rey, y~ pa­ra los particulares, pues de todo se lleva­ba cuenta especial en la Aduana de Se­villa, de donde se extractaron los docu- ­mentos respectivos."

Pero, en fin, atengámonos a la cifra mayor de 4,440 rnj]]ones de pesos.

y ahora dividamos. 4,440 entre 311-años que duró la ci vilizadora tutoría es­pañola sobre América dan un cociente de 12 millones anuos, y lID poco más.

i Mísera cifra, vive Dios, e inútil ade­más, vista desde el punto de mira del va­lor humano!

D 'II - di' A ,. oce 101 ones por ano omenca·-la abscóndita entraña de la tierra de A mé­rica violada y horadada por el audaz ím­petu de la voluntad triunfante española -a trueque de todo el bien y del saber to­do posibles que la Cruz y la Ciencia del mundo y de la Historia recogidos, culti­vados y nutridos por aquel entonces a pe­chos de Castilla y trasvasados generosa­mente, en toda su integridad viva, al mol-

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EL CUENTO Y LA CUE NTA DEL ORO DE AK ERICA

de virgell del Nuevo Mundo trajeron a los hombres a través del lento crisol depu­rador de iglos, como un don de dioses.

"Sería curioso averiguar dice inge­nuamente el escurialense agustino lo que, en retorno en retorno de los diez mHlones de ducados España llevó a América yen América se quedaba, no só­lo de dinero, sino de especies de todas cla­ses para servicio y utilidad de indios y es­pañoles en el fomento de la industria, el comercio y la agricultura."

No, buen agustino. Eso no hay que ave­riguarlo. Eso bastaría con verlo, si fuera dable visión tal. Averiguarlo sería inútil, en el supuesto de que fuera huma­namente posible tam'aña averiguación, porque, al cabo de tal empresa inquisiti­va, nos hallaríamos con que no había me­dida ni nlÍmero capaces de apuntar y pre­cisar una idea que incluyese y acotara tan desaforada magnitud.

Aparte lo imponderable, lo que esquiva toda medición física, o sea lo que el espí­ritu, la virtud, el sacrificio, el pensamien­to y la casta españoles trajeron y produ­jeron en América, en cuyo ingente ámbi-

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to baldío y vacío de toda cosa inrnanen­te y trascendente hubo de soterrarse Es­paña como la portentosa semma del por­venir del orbe, tal que el dios de una ini­maginada cosmogonía universal; aparte de todo esto, que es más que todo, trajo España. . .. las gallinas, como en el sa­bido apólogo. Todo cuanto, a partir de entonces, puso huevos en A mérica. El huevo de todo cuanto en A merica hay, en quietud incubadora o en trance de vida dinámica, externa y eterna, púsolo, prodi­giosamente, la maravillosa clueca hispa­'na.

Y, a ca.mbio de todo esto, a cambio de la parición, creación y salvación de un mun­do, llevóse, según dicen, 12 millones de pesos al año. O sean 4,440 millones en trescientos once años.

Modernamente, y a título sólo de mer­caderes, llévase N orteamérica, de México sólo, en oro, plata, cobre, etcétera, y pe­tróleo, 500.000,000 de pesos al año, según datos del Departamento de la Estadísti­ca' N acional M~;icana.

Y, en pago da:esto, deja el sitio en rui­n~, e~ .pobre sitio esquj]mado, y con el si-

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!:L CUENTO Y ¡,A CUENTA DEL ORO DE AMERJCA

tío y por el sitio-que no se lleva también, porque no puede el más inaudito des­dén que ca be imaginar. Deja la desolación económica y la inquietud política tras sí.

•••• En llegando aquí, caigo en la cuenta.­

otra cuenta digna de tenerse en cuenta­de que el lector, si es que le tengo, debe de estar ya fatigado. Concedám:osle, pues, un hiato de respiro. Y, en tanto, rehagá­monos nosotros para una segunda salida por los intrincados campos de la magna aportación de Espana a América. Hay que buscar el origen, y seguir el éxodo, y asis­tir al proceso del ganado, de los cereales, de las legumbres, de las frutas, de. la cul­tura y de las vidas humanas que la casi inconcebible voluntad creadora de Espa­ña trasplantó a América, para gloria y pasmo de las siglos venideros.

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DE ESTE AUTOR :

PUBLICADO :

POR EL ALMA Y POR EL HABLA DE CASTILLA , agotada )

EL CUENTO Y LA CUENTA DEL ORO DE AMERICA (agotándose )

EN PRENSA :

IDEAS PARA UN LIBRO . . . . .. QUE NO SE PUDO PUBLICAR

EN PREPARACION : L A GRAN BRIGADA DEL SILENCIO