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El Club de las Excomulgadas - Libro Esotericolibroesoterico.com/biblioteca/Angeles Invocacion/Armstrong Kelley... · El Club de las Excomulgadas Kelley Armstrong – Amgelical - Serie

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ssiieemmpprree.. AA TTooddaass……..

¡¡¡¡¡¡GGrraacciiaass!!!!!!

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Argumento

Eve Levine, en parte demonio y en parte ángel, criada como una bruja, ex

maestra de magia negra, y actual cazadora celestial de recompensa empleada por

las Parcas, está preparada para tomarse unas vacaciones.

Por desgracia, justo cuando se iba a ir, las Parcas la convocan para que detenga a

algunos rebeldes djinn1 que se encuentran fuera de control. Con su Lord demonio

en el exilio, y con su subordinado posiblemente tratando de llevar a cabo un golpe

de Estado, le toca a Eve ponerlos bajo control.

A lo largo del camino, ella descubre conspiraciones y traiciones mientras

intenta llegar al fondo del problema antes de poder unirse a su amante, Kristof

Nast, en sus tan esperadas vacaciones de temática pirata.

1 Un genio, del árabe yinn, es un ser fantástico de la mitología semítica. En ocasiones en vez de genio se usa el término árabe, usualmente transcrito jinn o djinn, de acuerdo con la transcripción francesa o inglesa. En las tradiciones más antiguas, los genios eran los espíritus de pueblos desaparecidos, que actuaban de noche y se escondían al despuntar el día. Otras tradiciones dicen que son seres de fuego. En todos los casos se trata de seres con características de duendes y otros seres mitológicos elementales de la naturaleza, que pueden, según su talante, atacar o ayudar al ser humano.

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Capítulo Uno

Todo el mundo necesita unas vacaciones de vez en cuando, y los ángeles no son la

excepción. Este era un concepto que las Parcas parecían no entender. Mi período

anual, como cazador celestial de recompensas, se suponía que finalizaba la semana

pasada; pero habían surgido complicaciones, como a menudo ocurría. Capturar

almas condenadas al infierno, y dar caza a revoltosos semi-demonios, no es un

trabajo de nueve a cinco.

Pero, por fin, había terminado. Kristof aún no sabía que yo había vuelto, así que

pensé en preparar nuestro viaje de vacaciones y darle una sorpresa. Me estaba

mirando en el espejo, haciendo unos retoques de último minuto, cuando mi casa

desapareció y me encontré mirando el mosaico de una boda, con un montón de

guirnaldas, flores y túnicas. La novia empezó a girarse, tan lentamente que parecía

un truco de la luz. Sobre su cabeza, las alas de una paloma se movieron, sólo un

segundo. El mosaico de la vida... siempre cambiante, siempre el mismo. Profundo.

Me di la vuelta y fulminé con la mirada la caverna de mármol blanco que era la

habitación del trono de las Parcas.

— ¡Eh!— Grité. — ¡Que estoy de vacaciones!

El piso comenzó a moverse, tan lentamente como ese condenado mosaico. En lo

alto de la tarima, la Parca de mediana edad, con el cabello largo, rubio y canoso,

hacía girar una rueca2, recogiendo el hilo mientras tejía. Mantuve la boca cerrada.

No quería que cortarse la vida de nadie innecesariamente.

De todos modos, ella sabía que yo estaba allí. Sin embargo, no me prestó

atención hasta que hubo terminado. Entonces levantó la vista, y se quedó

asombrada ante mi atuendo... un escotado corpiño blanco con encajes, pantalones

ceñidos de piel de becerro y botas de caña alta.

— Es mi conjunto de vacaciones — dije. — Nos vamos a La Ceiba, así que tengo

que vestir a juego.

2 La rueca es un antiguo utensilio que se emplea para hilar manualmente fibras textiles; consiste en una vara, generalmente fabricada de caña, que termina por una cabeza en la cual se enrolla la rama de fibra que se propone hilar, además, cuenta con una rueda, pedal o manivela y un soporte giratorio fijo en el cual se podrá enrollar una manguera para así hacer más cómoda su extensión y utilización.

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— ¿La Ceiba?

— La ciudad pirata. A Kris le gusta jugar a piratas — Hice una pausa. — A

Kris en realidad le gusta…

— Suficiente — La Parca anciana había aparecido ahora, tomando el lugar de

su hermana. Tenía el pelo gris y áspero, la espalda encorvada y la cara arrugada,

que era aún más desagradable por su perpetuo ceño fruncido. — Donde sea que

vayas, Eve, espero que eso no sea parte de tu disfraz.

Señaló, con un dedo marchito, la espada de ángel de un metro, que colgaba de

mi espalda.

— Er, no. Por supuesto que no. Eso sería incorrecto e inadecuado.

Esperó a que yo corrigiese mi descuido. Maldita sea. Una vez que la

desencantaba, no podía recuperarla hasta mi siguiente periodo de servicio. Me la

quité de la espalda, el metal grabado brillando, murmuré algunas palabras y se

desvaneció, reemplazada por un aburrido -aunque más correcto temáticamente -

machete.

— Listo — dije. — Ahora bien, estoy segura que ya saben que Trsiel y yo

terminamos el contrato del semi-demonio. Hemos presentado el informe. Si tienen

preguntas, él estará encantado de responderlas. Si eso es todo, entonces señoras, las

veré dentro de seis meses...

— Tenemos otro trabajo para ti.

La miré fijamente. Ella me devolvió la mirada.

— Otra vez ha olvidado pasar la hoja de calendario, ¿no? — Le dije. — Estoy

fuera de servicio. Técnicamente estaba fuera de servicio también la semana pasada.

No es que me queje por el retraso...

— Ya lo has hecho. En varias ocasiones.

La Parca de mediana edad se hizo cargo. — Tendrás tu descanso. Tan pronto

como hagas esta última cosa para nosotras. Un grupo de djinn ha estado

atormentando a las personas que los convocan.

— Hum, claro, porque eso es lo que los djinn hacen. De acuerdo con el antiguo

tratado de cómo-se-llame, se les permite jugar con cualquier persona que rompa el

contrato de invocación. Jódeles y ellos te van a joder en respuesta. Lo justo es justo.

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La más joven apareció... una preciosa niña de brillante pelo rubio, tan pequeña

que tenía que ponerse de puntillas para verme por encima de la rueca. — ¿Tienes

algo de experiencia en el tema, Eve?

— Con el contrato de invocación por supuesto que sí. Es lo que hace negra a la

magia negra... nosotras usamos lo que está disponible, incluyendo a los djinn. Pero

nunca fui lo suficientemente estúpida como para romper un contrato.

— Ni lo eran estas personas. También son seres sobrenaturales. Profesionales de

la magia negra, como tú, que saben cómo hacer las cosas de manera segura.

Me apoyé en mi machete. — O eso es lo que piensan. Ese es el problema, como

siempre les decía a mis estudiantes. Un djinn quiere que rompas el contrato, de lo

contrario, ¿dónde está la diversión? Son unos astutos y pequeños bastardos, por lo

que hay que tener cuidado.

— Este grupo hace poco firmó un contrato con una bruja joven. Cuando llegó el

momento de cumplirlo, la ataron y la dejaron así, sin comida ni agua, durante dos

días, hasta que el contrato venció, lo que les permitió comenzar a atormentarla de

verdad.

— Eso no es justo.

— Pensamos que podrías estar de acuerdo.

Maldita sea. Sabían que odiaba oir hablar de brujas siendo jodidas por

demonios..., bueno, metafóricamente. Si quieren serlo de forma literal, es su

elección. Una que mi propia madre había hecho, y yo apreciaba el poder extra que

implicaba ser un medio demonio.

Sin embargo, unas vacaciones eran unas vacaciones.

— Trsiel puede ocuparse. Emparéjalo con Marius o Katsuo... ellos siempre están

dispuestos para una aventura extra.

La Parca de mediana edad regresó. — Me temo que están ocupados, como lo

está Trsiel. Ahora bien, creemos que el problema con los djinn es la falta de

liderazgo. Como el Señor de los demonios no está disponible, están probando sus

límites.

— ¿Quién es el Señor de los…? — Me detuve. Mis conocimientos de la política

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demonio no eran lo que debería ser, pero eso sí que lo sabía. — ¿Dantalian?3 Hum,

él ha estado fuera de servicio durante 500 años, ¿y los djinn se acaban de dar cuenta

de que se ha ido?

Ahora era la anciana, lanzándome una mirada furiosa. — Naturalmente, él tenía

demonios subordinados manejando sus asuntos durante su exilio. Creemos que uno

ha decidido finalmente dar un golpe de Estado.

— A Dantalian no le va a gustar eso... Ah, ya veo. Por eso que me quieren a mí...

yo conozco al viejo. Así que simplemente me paso por Glamis, le hablo a Dantalian

acerca de la diabólica conspiración en marcha, y él pondrá a sus otros lacayos a

aplastar esta rebelión. Muy bien, vale. Consideren esto un favor, pero como va a ser

rápido, lo haré.— Levanté las manos para lanzar un hechizo de teletransporte.

— Los ángeles no negocian con los demonios.

— No, pero se chivan de ellos. Solo que no con otros demonios, por lo general.

— No vas a ir a Glamis, Eve. No confraternizarás con demonios. No has visto a

Dantalian desde ese desafortunado asunto de Nix hace cinco años. ¿Correcto?

Ni siquiera me molesté en responder. Ellas sabían perfectamente que había

estado usando al demonio exiliado como fuente. Pero Dios no quería que lo

reconocieran, porque entonces tendrían que admitir que pensaban que era una

buena idea.

Al principio, les había seguido el juego, feliz de mentir por omisión, siempre y

cuando no interfiriesen con mis métodos. Adoro una estratagema solapada para

socavar la autoridad, tanto como cualquier otra persona. Pero, cuando

continuamente se espera que proporcione resultados y mienta acerca de cómo los

conseguí, la cosa empieza a apestar.

— Todos queremos resolver esto rápidamente — les dije. — Así que me dan el

trabajo, yo salgo disparada, soluciono el problema…

— No vas a ir a Glamis, Eve. Y es una orden directa — la mirada de la vieja

Parca perforó la mía, transmitiéndome que hablaba en serio.

— Está bien. ¿No quieren a Dantalian para arreglar esto? Entonces no necesitan

que me ocupe de ello. Consigan a uno de los otros.

— No están disponibles. 3 Ver el libro de haunted.

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— Bueno, yo tampoco.

— Ahora lo estás.

Ella ondeó los dedos y la sala del trono desapareció.

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Capítulo Dos

Las Parcas me teletransportaron a la sala para empleados de los ángeles

ascendidos. Naturalmente, no se llamaba así. Nosotros no éramos empleados. Esto

no era un trabajo. Era una llamada. Un honor. Una noble misión.

Bobadas.

Era un trabajo... el primero que yo había mantenido. Había pasado mi vida

precisamente evitándolo, siendo responsable sólo de mí misma y, más tarde, de mi

hija. Después de dejar el Aquelarre, había pasado años cruzando el país,

aprendiendo el tipo de magia que haría que las más ancianas del Aquelarre echaran

humo.

En poco tiempo, me había convertido en una reconocida maestra de las artes

oscuras. Luego conocí a Kristof, me quedé embarazada, abandoné a Kristof, tuve a

Savannah, y continué adelante, haciéndome una reputación, enseñando mi oficio,

manteniéndome un paso por delante del Consejo interracial y de mi creciente

número de enemigos, hasta que un día no fui lo suficientemente rápida para evitar

el destino del que, algunos dirían, había estado huyendo toda mi vida.

Tenía treinta y ocho cuando fallecí. Sin embargo, si me preguntáis, diría que eran

cuarenta, sólo para evitar esa mierda de guiños y codazos diciendo “ Ya, seguro que

tienes treinta y ocho". Tengo mis defectos. La vanidad no está entre ellos. En mi caso,

lo que ves es lo que obtienes. Sin excusas.

Un defecto que sí admitiré, es un sentido excesivamente desarrollado de la

lealtad. Hago cosas estúpidas por la gente que me importa, y eso es lo que me trajo

aquí. Hice un trato con las Parcas para proteger a mi hija. Ahora paso seis meses al

año con Kristof como un fantasma, y seis meses como un ángel ascendido. Al igual

que Perséfone4, pero desterrada al cielo en vez de al infierno. La idea del cielo de

algún otro, diría yo, porque seguro que no era la mía.

4

En la mitología griega, Perséfone (en griego antiguo Περσεφόνη Persephónē, ‘la que lleva la muerte’) es hija de Zeus y de

Deméter. La joven doncella, llamada hasta entonces Koré (Κόρη, ‘hija’), es raptada por Hades convirtiéndose en la reina del Inframundo.

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Hice el trato, y no me arrepiento. No trato de zafarme de mis responsabilidades.

Vale, fuerzo las normas, pero esa es la razón por la que las Parcas me eligieron. Soy

su solucionador, a quien envían a los trabajos que requieren un toque menos

angelical. Mi tasa de éxito se corresponde con el de ángeles ascendidos que llevan

siglos trabajando.

Y si esto era un trabajo de verdad, no sólo deberían concederme vacaciones,

deberían enviarme a un viaje, con todo incluido, a los Campos Elíseos. Pero no era

como funcionaba. Con otros ángeles, tal vez. No conmigo. Yo era la niña mala, no

importaba lo duro que trabajase, ni cuán bien lo hiciese. Era como cuando estaba

viva. Lo único que los demás veían era lo que hacía mal. En aquel entonces no me

había importado, porque mi reputación de patea culos mantuvo a Savannah a salvo.

Ahora, estaba empezando a molestarme.

— Te das cuenta de que no es así como visten los verdaderos piratas — dijo una

voz profunda detrás de mí. Marius, otro ascendido, me rodeó, se lanzó sobre el

sofá, e hizo una pausa para darme una lenta ojeada. — Lo cual realmente es una

pena.

— ¡Eh!, los ángeles no pueden comerse a nadie con los ojos — le dije, retirando

mis piernas remilgadamente.

— ¿No pueden o no deben?

Negué con la cabeza y lancé un hechizo para cambiar a mi atuendo habitual:

una blusa, vaqueros y botas. Marius lucía como si estuviese preparado para ir a una

fiesta de disfraces, vestido con una toga y sandalias. Pero él tenía una excusa. La

mayoría de los ángeles ascendidos fueron guerreros en su otra vida. Marius había

sido un gladiador. Él no tenía necesidad de seguir usando la misma ropa, pero

consideraba los pantalones de la misma forma que yo las faldas... una tortura de la

moda que había que evitar a toda costa.

Marius tenía mi edad cuando finalmente perdió un combate. Sin embargo,

aparentaba al menos una década más, con el pelo canoso y un rostro curtido,

cuadrado. Las cicatrices no ayudaban, pero como para la mayoría de los guerreros,

éstas eran marcas de orgullo, y no algo que contemplaría eliminar por arte de

magia.

— He oído que te dieron el contrato djinn — dijo. — Creía que estabas de

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vacaciones.

— Yo también.

— Mierda. Malditas Parcas.

Estaba segura de que él no decía mierda, condenación o alguna otra maldición

anglosajona. Sin embargo, eso es lo que escuché. Con lo de ser ángeles, obtenemos

unos pocos poderes, y uno de ellos es un traductor universal integrado.

Marius hablaba latín del siglo I y yo escuchaba inglés del siglo XXI, lo que podía

ser un poco extraño, como ver una película mal doblada, en la que los labios

raramente coinciden con las palabras procedentes de ellos.

— Si necesitas ayuda, he tenido mucha experiencia con los djinn — él continuó.

— ¿Tú no estás en una asignación?

— Nop. Terminé pronto y las Parcas aún no tienen nada para mí, así que estoy

relajado...— Al ver mi expresión se detuvo. — Las Parcas te dijeron que nadie

estaba libre, ¿no?

— Ajá.

— ¿Cuál es su problema contigo? — Sacudió la cabeza. — Bueno, si necesitas

ayuda, aquí estoy. En serio. Sólo pide. — Sonrió. — Para mí, patear traseros de

demonio son unas vacaciones.

¿Así que las Parcas me pusieron en este trabajo, sabiendo que Marius no sólo

estaba impaciente en espera de destino, sino que además tenía más experiencia con

los djinn? Basta ya de esta mierda. Quería salir. Era hora de dejar de deprimirme y

quejarme al respecto y de conseguir salir.

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Capítulo Tres

Antes de pasar a la acción, se necesita un plan. Esa es la parte que no se me da

bien, y no había razón para hacerlo sola, cuando mi leal cómplice es un estratega

consumado. Además me daba una excusa para ir a verlo. Técnicamente, yo todavía

estaba de guardia angelical, sin visitas conyugales permitidas, pero tras el primer

año, había encontrado una puerta trasera en nuestra dimensión del mundo

fantasma. No la usaba más de una o dos veces por temporada, y sólo para visitas de

muy corta duración, o lo habrían averiguado y tapado el agujero.

Me colé hacia nuestra dimensión. Kristof no estaba en su casa flotante, ni en el

palacio de justicia.

Sí, tenemos tribunales en la otra vida. Los fantasmas tienen pleitos como todos

los demás. Kris era abogado defensor.

El tercer lugar que comprobé fue la pista de hockey. Me aparecí detrás de las

gradas. Un tipo de mediana edad, sentado al fondo, se giró y sonrió.

— Hola, Eve. Bienvenida de nuevo. ¿Buscas a Kris?

Asentí con la cabeza. — Si estás aquí, Brianna está jugando, lo que quiere decir

que Kris está jugando.— Escudriñé la pista de hielo. — ¿Pero dónde...?

— ¿Realmente necesitas preguntarlo? — él señaló.

Le di las gracias y me fui hacia Kristof, saludando a Brianna mientras rodeaba la

pista. En el más allá, todos los equipos son mixtos. Yo misma había jugado un par

de veces, pero no soy buena en los juegos con reglas. Y no era la única.

Aflojé el paso mientras me acercaba al banquillo de penalización5. Habían

pasado dos meses desde mi última visita furtiva. Por supuesto Kristof no había

cambiado. Los fantasmas no lo hacen. Nunca pasaría de la edad de su muerte a los

cuarenta y siete. Su cabello rubio no iba a continuar cayéndose... ni tampoco

recuperaría el que ya había perdido. Y ninguna cantidad de hockey tensaría esa

ligera barriga en su cintura.

Todavía poseía una imponente figura, anchos hombros, metro noventa de

estatura, y un rostro atractivo con penetrantes y glaciales ojos azules. También

5 Lugar donde los jugadores que han cometido una infracción deben entrar durante un tiempo determinado

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poseía una actitud intimidante, habiendo heredado el completo lote genético de

arrogancia de los Nast, con una mirada que podía congelar a un testigo en mitad de

una frase.

Sin embargo, él no fulminaba con la mirada a nadie ahora, a pesar de estar

exiliado en el banquillo de penalización. En vida, nadie se habría atrevido a

imponer un castigo tan nimio a Kristof; era demasiado rico, demasiado privilegiado

y demasiado poderoso. En la muerte, era un cambio agradable. No es que

escarmentara; el castigo solo incrementaba su determinación de que no le pillaran

la próxima vez.

— !Eh, tú¡ — le dije mientras me acercaba por detrás.

Se volvió, sonrió, me agarró por la cintura y me balanceó sobre las tablas. No es

poca cosa, si tenemos en cuenta que mido un metro ochenta. Tampoco dejarme

caer en su regazo era algo más fácil... no soy del tipo de las que se sientan en el

regazo. Cuando me resistí, sólo me abrazó con más fuerza, su boca se unió a la mía

en un beso que me hizo dejar de luchar.

Si hubo un error que cometí en la vida, fue huir de Kristof. Lástima que hubiera

tenido que morir para darme cuenta.

Deslizó las manos debajo de mi blusa con una sonrisa, mientras sus fríos dedos

me hacían saltar. — Así que, ¿lista para empezar las vacaciones?

— Han sido aplazadas.

Sus dedos se detuvieron. — Déjame adivinar. Las Parcas.

Esperé a que terminara de maldecir, y se lo expliqué.

— Sí, me jodieron de nuevo — dije cuando acabé de contarle todo. — Pero esta

es la última vez.

— Lo dudo, ellas pueden salir cualquier cosa.

El árbitro pitó, advirtiendo a Kristof que su tiempo había transcurrido, pero él le

indicó que se fuera.

— Cuando hayas terminado, vamos a discutir cómo manejar esto — dijo él. —

He tenido unas cuantas ideas.

— Ah, ya sé cómo manejarlo. Voy a despedirme yo misma.

Yo esperaba un contundente "ya era hora". En cambio, Kris frunció el ceño, como

si no hubiera oído bien.

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— ¿Despedida?

— ¿Jubilada? ¿Desempleada? ¿Despachada?

Estudió mi rostro, como si no estuviese seguro de que hablara en serio.

— Ya he tenido suficiente, Kris.

— Lo sé. Vamos a... este no es un buen lugar. Espera.

Le hizo un gesto a su capitán, diciéndole que se largaba. Luego me llevó fuera de

la pista, a un campo de juegos que estaba detrás. Había pocos niños fantasmas para

jugar en este lugar. Los niños siguen envejeciendo hasta alcanzar la edad adulta,

pero las ciudades del más allá son réplicas exactas de las humanas, atrapadas en un

período de tiempo determinado.

— Tienes todo el derecho a querer retirarte justo ahora — comenzó diciendo.

— Diablos, sí. Tenía todo el derecho hace años. Estoy cabreada— Y no sólo con

las Parcas. Había esperado que Kristof saltase con planes para librarme de mi

obligación. Una mirada a su rostro, sin embargo, y supe lo que venía ahora: alguna

variación de "cálmate y piénsalo bien ".

Podríamos compartir la misma mentalidad de "conseguir acabar el trabajo a

cualquier precio", pero mientras que yo había ejercido mi profesión en solitario,

Kristof había desempeñado la suya como segundo al mando y presunto heredero de

la corporación multinacional de su familia. Eso significaba que teníamos enfoques

muy diferentes. Él tramaría, planificaría y procedería con cuidado. Yo me tiraba de

cabeza, y también me metía en donde la mayoría ángeles temían pisar.

Efectivamente, comenzó a decirme que hiciese este trabajo, y que discutiríamos

esta situación cuando regresase. Por ahora, debería simplemente dejarles claro a las

Parcas que se trataba de un favor, y demandar tener el doble de ese tiempo añadido

en mis días de permiso en el mundo fantasma.

— Lo cual es exactamente lo que estoy harta de hacer — le dije, caminando

hacia los columpios. — Reclamar, quejarme, negociar pequeñas concesiones. Eso

ya no es suficiente.

— Lo sé, pero tranquilízate y…

— ¿Así que no me vas a ayudar? — le dije.

— Claro que te ayudaré. Solo haz este trabajo antes, así tendremos seis meses

para planificar…

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Me teletransporté antes de que pudiera terminar.

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Capítulo Cuatro

Sin la ayuda de Kristof, podía olvidarme de cualquier estrategia sofisticada para

salirme. Eso estaba bien, porque yo no hago nada sofisticado. Me gusta claro y

simple, y había una clara y simple manera de conseguir que me despidieran. Rápida

también, lo que era un plus.

Recuperé mi espada y me puse en camino, transportándome a un campo de

Escocia en el mundo de los vivos. En la distancia, las torres del castillo brillaban al

sol de la mañana. Otra vez me dije a mí misma, que necesitaba urgentemente

encontrar un código de teletransporte para introducirme en el castillo, pero utilizar

éste era más seguro, aunque significara vagar a través de un campo lleno de mierda

de vaca. Incluso Trsiel -quien me había dado este código-, no se atrevía a aparecer

directamente en el castillo por miedo de alertar a las Parcas. En cuanto a por qué

mi compañero ángel, de sangre pura, tenía este código, digamos que había una

razón por la cual las Parcas nos habían emparejado.

Miré hacia el castillo.

— Glamis sois vos, y Cawdor, ¿y seréis lo que prometéis ser? Sin embargo, temo tu

naturaleza.

Una de las vacas de pelo largo de las Highland puso los ojos en blanco.

— Oye, es lo único que recuerdo de Shakespeare. Que me cuelguen si no lo voy a

aprovechar en cada oportunidad que tenga.

Empecé a andar. Las vacas se movían lentamente hacia un lado. Como la

mayoría de los animales, podían oír y sentir a los fantasmas, pero no se daban

cuenta de que apartarse de mi camino no era necesario.

Así que caminé por el campo, crucé los terrenos del castillo, atravesé las grandes

puertas, subí la escalera de caracol.....verdaderamente necesitaba ese código de

acceso directo.

Finalmente, escuché a un guía turístico por delante.

— Y se cree que otro fantasma de Glamis se asoma desde esa ventana alta —

Estaba diciendo. — La Dama Blanca, Janet Douglas, la viuda del sexto Lord de

Glamis. Una bruja, según dicen. Fue quemada en la hoguera por conspirar para

envenenar al Rey James V. Sin embargo, los historiadores nunca han encontrado

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ninguna evidencia de que fuese parte de la conspiración, y su muerte se cree que fue

una simple venganza política. Se dice que su fantasma se aparece en la escalera,

constantemente alerta, esperando a los hombres que venían a matarla — La guía

condujo al grupo doblando la esquina, su voz desvaneciéndose. — Y así, con todas

las historias que les he contado hasta ahora, pueden ver por qué es considerado el

castillo más embrujado de Escocia.

En realidad, era el menos embrujado. Tener un demonio de alto rango dentro de

éstas paredes tendía a ahuyentar a los espectros habituales. Sin embargo, yo podía

ver a la Dama Blanca, de pie en su puesto, justo donde dice la leyenda, vigilando

eternamente. Ella no era un fantasma, sino un residuo, una imagen grabada.

Atajé pasando entre la brigada turística vestida de poliester, y di un paso a través

de la pared, quedando mi ojo a la altura de la cuenca del ojo de un esqueleto que

gritaba en silencio. Nunca fallaba. Había sólo media docena de ellos a lo largo de la

pared, pero yo siempre me estrellaba contra uno.

En la esquina había más huesos, apilados y cubiertos de marcas de roedores.

Viejos huesos, procedentes de un clan Escocés emparedado aquí para cabrear a su

señor. El saber que sus almas se habían ido hacia tiempo, no impedía que me diese

un escalofrío cada vez que los veía, y trataba de no imaginarme la historia que estos

esqueletos contaban.

El escalofrío no duró mucho. La habitación era como un sauna, calor seco

envolviéndome. Dantalian estaba en casa. No es que él tuviera muchas opciones. El

mismo había sido emparedado aquí por cabrear a su señor. La historia era que el

Lord Glamis, culpable de esos esqueletos, había sido, como yo, el vástago medio

demonio de un Señor de los demonios, en este caso, de Baal. Le había ofrecido el

sacrificio de esos hombres a cambio de un beneficio. Baal aceptó. Pero el beneficio

requería de los poderes de Dantalian para la transmigración. Dantalian se negó, por

razones que sólo él y su Señor conocen, y terminó emparedado con los miembros

del clan, condenado a permanecer aquí durante quinientos cincuenta y cinco años.

— ¡Dantalian!— llamé. — Tenemos que charlar.

Un suspiro susurró a través de la sala, llevando una corriente de aire caliente que

me hizo cosquillas en la nuca. No me molesté en mirar por encima del hombro. No

vería nada. En este plano de la vida, incluso el Señor de la transmigración no podía

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manifestarse sin un cuerpo al que poseer.

— ¿Un poco de respeto, tal vez, mi adorable demonio-ángel? — Dijo, su voz

profunda y resonante.

— Lo siento. Tío Dantalian. Tenemos que hablar.

Él suspiró más fuerte. Era su culpa. Durante una de mis visitas habituales, él

había tratado de ganarse mi favor al señalar que mi padre, el Señor demoníaco

Balam, era su hermano mayor, lo que significaba que nosotros compartíamos un

lazo de sangre. Él no había conseguido lo que quería. Buen intento, sin embargo. Y

ahora nunca iba a dejar que lo olvidase.

— Hay un problema con tus djinn — le dije.

— Es bueno verte, también. Tienes buen aspecto. Todavía cargando esa

lamentable espada, según veo.

— Sip, ¿quieres verla más de cerca?

Levanté la espada del ángel desde mi espalda y corté el aire. Él sólo se rió entre

dientes... desde el otro lado de la habitación ahora, fuera de alcance.

— Estoy irrumpiendo, en mitad mis visitas habituales previstas, para traerte un

mensaje importante, Dantalian. Tengo un problema y, como resultado, mi

problema es tu problema.

Le expliqué la situación.

— Supongo que era sólo cuestión de tiempo, el que uno de mis subalternos

tratara de tomar mi lugar — dijo él. — La mayor sorpresa es que no lo hayan

intentado hasta ahora. Sin embargo, es fácilmente manejable. Simplemente tendrás

que llevarle un mensaje a uno de mis demonios.

— ¿Y esperar que no sea él quien quiere dar este golpe de Estado?

— No lo es. Él es un excelente soldado, sin aspiraciones de ser un general. Sabe

que le recompensaré por su lealtad cuando este libre, y prefiere una recompensa

que vendrá sin molestas responsabilidades políticas.

— ¿Dónde lo encuentro?

Al parecer iba a ser algo problemático.

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Capítulo Cinco

¿La mejor parte de este ardid para hacer que me despidan? No sólo no estaba

eludiendo la responsabilidad de detener a los djinn, sino que además me ganaba un

montón de gratitud por parte de un demonio muy poderoso. O la tendría cuando

Dantalian fuese libre.

Ahora bien, si pudiera aparecerme, y transmitir el mensaje tan rápido como lo

había hecho con Dantalian, seria genial. Sin embargo, como era lógico, los

demonios no pasaban su tiempo en las mismas dimensiones que los ángeles.

Para encontrar a Armaros, el soldado de confianza de Dantalian, tendría que ir a

un lugar que sinceramente preferiría evitar.

Me teletransporté a un desierto, el viento caliente golpeándome, el pelo

batiéndose sobre mi cara, la arena acribillando mis ojos. Cuando entrecerré los ojos,

pude distinguir la figura descomunal de un perro enorme y babeante, bloqueando

mi camino. Cerberus. Contrariamente al mito, la bestia guardiana no tiene tres

cabezas. Al igual que una gran cantidad de leyendas, es una versión fantasiosa de la

verdad. No había tres cabezas, pero si tres perras, cada Cerberus de cara a una

dirección diferente, bloqueando todos los puntos de entrada al infierno.

Bueno, en realidad, era a una biblioteca, pero la definición estaba lo

suficientemente cerca.

Saqué mi espada. La Cerberus número uno se sentó, después se estiró, la cabeza

sobre sus patas, gimiendo suavemente. La dos y la tres hicieron lo mismo,

manteniendo sus posiciones, vigilando el este y el oeste.

— Buenas chicas — dije mientras me acercaba.

Me detuve para acariciar detrás de las grandes orejas a la número uno. Ella hizo

un ruido profundo en su garganta, el cual Trsiel insistía que era un gruñido, pero yo

sabía que era más bien un ronroneo, su gran cabeza inclinándose, y dándome un

mejor acceso para rascar. Las otros dos observaban esperanzadas. Las acaricié

también. No soy una gran amante de los perros, pero es prudente hacer amistad

con los porteros, sobre todo cuando tienen colmillos del tamaño de mi antebrazo.

— Chicas, ¿me dejarían pasar si no hiciera esto?

Agité mi espada. La Cerberus uno, contenta, gruñó y empujó mi mano,

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buscando más rascado. Lo tomé como una señal positiva.

Devolviendo mi espada a mi espalda, me dirigí a las escaleras de mármol de la

Gran Biblioteca de Alejandría. Sí, esa Gran Biblioteca. La que Caesar

accidentalmente incendió, mientras quemaba las flotas de Egipto. Ups.

Sin embargo, como ya dije, en el mundo de los fantasmas, a veces, las áreas se

congelan en cierto período de tiempo, por lo general en su cenit. Así que todavía

teníamos la Gran Biblioteca. Sin embargo, como los perros guardianes sugerían,

no estaba abierta al público.

Tengo una relación difícil con la Gran Biblioteca. En verdad puede ser mi

versión del Infierno: pasillos interminables de libros enmohecidos, a los que las

Parcas me exiliaban cada vez que tenía una nueva misión. Cuando era niña, odiaba

cuando los profesores me decían que buscara algo, y ahora lo apreciaba mucho

menos. Cuando quiero respuestas, me gusta obtenerlas de mi red de contactos. A

las Parcas no les gusta, lo cual probablemente tiene algo que ver con la idoneidad

de esos contactos.

Pero los libros tienen su lugar, concretamente como depositarios de conjuros

arcanos, y para eso, nada mejor que la Gran Biblioteca. Puedo encontrar más

información aquí en una tarde, de lo que podría rebuscando durante años en las

tiendas de grimorios6 del mercado negro. Las mismas Parcas no conocen todos los

libros que las amplias salas contienen, lo que significa que, a menudo, se

encuentran auténticas joyas de magia negra.

Dentro de estos muros, podría encontrar libros sobre demonología que me

llevarían a Armaros. Lo que llevaría horas, incluso días. En su lugar, caminé a

través de la especial recopilación de referencias, más allá de todas las mesas de

mármol y de los académicos de pelo gris, y me metí en un pasaje secreto, hacia una

recopilación muy especial, una que contenía una única e inapreciable referencia.

El pasillo era un corredor típico de oficinas del gobierno, lleno de puertas sin

nombre, cerradas, garantizado para convencer a cualquier persona deambulando,

de que se había equivocado de camino. Un poco más adelante, sin embargo, el

6 Un grimorio es un libro de conocimiento mágico escrito entre la Alta Edad Media y el siglo XVIII. Tales

libros contienen correspondencias astrológicas, listas de ángeles y demonios, instrucciones para aquelarres, lanzar encantamientos y hechizos, mezclar medicamentos, convocar entidades sobrenaturales y fabricar talismanes.

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suave perfume de las flores tropicales llegaba flotando en una bocanada de vaho. El

murmullo del agua corriendo se oía cada vez más fuerte, hasta que una cascada

bloqueó el pasaje. Seguí adelante. Me empapé -el agua era real-, pero un hechizo

rápido me secó, y me encontré en una gruta llena de flores, pájaros y mariposas. No

me pregunten el nombre de cualquiera de ellos, sólo sé que son lo suficientemente

espectaculares para aminorar la marcha y admirarlos, y se necesita mucho para

hacerme ir más lenta.

En el centro de la gruta, un hombre de cabello oscuro se sentaba debajo de un

árbol, mirando un libro de colores.

No levantó la vista cuando me acerqué, simplemente levantó una mano,

agitándola como si saludara, y yo choqué contra la barrera mágica invisible que él

había erigido. Terminó la página y luego miró hacia arriba.

— Ah, Eve. Entra — otra sacudida de mano y la barrera desapareció. — ¿Estás

aquí para ver a Delphia?

— Sí— Revolví en mi bolsillo y saqué un amuleto.

Sus ojos grises se abrieron como platos. — ¿Es…?

— Ajá.

Una sonrisa arrugó su cara y tomó el amuleto cuidadosamente, como si fuera a

romperse por el contacto. Luego me hizo señas con la mano para que entrara, la

mirada fija en el premio. Distraer al portero. Siempre funciona.

Pasé a través de otra cascada entrando en otra gruta, una que se extendía más

allá de la vista, y que era demasiado grande como para estar realmente dentro de un

edificio, incluso de la Gran Biblioteca. Era una ilusión, por supuesto, pero

indistinguible de la realidad. Ni siquiera podía imaginar la cantidad de magia

necesaria. La última jaula dorada... para el último pájaro cantor.

Las ninfas retozaban por el claro, chapoteando en los charcos, persiguiéndose las

unas a las otras a través de las flores, y haciendo lo que supongo que seguía

naturalmente a capturarse las unas a las otras. Me acerqué a una pareja entrelazada.

No se dieron cuenta. No las culpo.

Las ninfas parecen humanas. Son humanas, tanto como lo es cualquier otro ser

sobrenatural, salvo que las ninfas son guapísimas, cada una de ellas. En la sociedad

moderna, ese es el único poder que tienen, la capacidad de parar el tráfico con una

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sola sonrisa.

Pasé a un trío participando de un pasatiempo un poco más cerebral, un antiguo

juego de mesa. Me miraron y sonrieron, sin dar signos de que me hubiesen visto

antes por aquí. Si lo hubiesen hecho, no lo recordarían. Las Ninfas fantasmas

claman por temporadas en este paraíso, pero tiene un precio. Mientras están aquí,

pierden su memoria a largo plazo y la mayor parte de la de corta duración. Para el

momento en el que el juego terminase, no recordarían quién había ganado la última

partida. Vivían el momento y para el momento. Para mí sería el infierno, pero para

algunos es una ocasión de máxima felicidad, con la ventaja añadida de servir a

Delphia, más conocida como El Oráculo de Delfos.

Encontré a Delphia sentada en un columpio, viendo a un trío de Adonis

idénticos tejer una guirnalda de flores para ella. Las flores eran lo único que ella

llevaba puesto, y era tan hermosa como cualquier ninfa de su jardín. Cuando me

vio, saltó desde el columpio, sorprendiendo a sus pretendientes mientras aplaudía

de alegría.

— Has regresado. Qué adorable.

— ¿La conoces? — uno de los jóvenes preguntó, frunciendo el ceño.

— Por supuesto. Nos conocimos en Sparta, antes de la guerra del Peloponeso.

¿O fue en Britannia?— Examinó mi rostro. — ¿Tal vez no nos hemos encontrado

todavía? Sí, eso es. No nos encontraremos hasta después de la Tercera Guerra

Mundial. Es decir, si hay una. Si no la hay, no nos conoceríamos en absoluto. Lo

que sería una lástima.

La memoria. Una bendición y una maldición. Para Delphia, sin duda lo último.

En su cabeza, tiene los recuerdos de todos los tiempos que han pasado y todos los

tiempos por venir. Salvo que, debido a que el futuro no está escrito, sólo ve los

tiempos que podrían venir. Todos ellos. Todo lo que era, y todo lo que podría ser. Es

por eso que las ninfas aquí debían vivir el momento, y así ella podía también

hacerlo, consiguiendo lo más parecido a la paz que podía encontrar.

— ¿Fue en Britannia?— Preguntó. — ¿O en América? No, tampoco. Fue en…

Delphia se detuvo cuando sostuve una piedra con apariencia de perla. La miró y

luego echó sus brazos a mí alrededor.

— ¡Eve! Qué delicia. Ha pasado demasiado tiempo.

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— Cinco meses.

— Ocho días y diez horas.

Ella tenía razón, por supuesto. En el mito, el Oráculo de Delfos hablaba con

acertijos. En realidad, solo estaba muy, muy confusa, con todos esos recuerdos

atiborrando su cabeza. Para solucionarlo, se necesita una piedra de enfoque. Es

temporal, por desgracia. También debe utilizarse con moderación, y por eso las

Parcas hacían que los ángeles pasaran unos días hurgando en los montones de

referencias, en vez de hacer cola fuera de la gruta de Delphia.

Para acceder a Delphia, los ángeles tenían que presentar su caso a las Parcas,

entonces les daban la custodia temporal de una piedra de enfoque y una escolta

para pasar la guardia. En cuanto a cómo conseguí mi propia piedra de enfoque,

vamos a decir que no fue fácil. Pero me había ahorrado incontables días de

investigación.

¿De verdad creen que las Parcas no se dieron cuenta de que yo tenía una piedra y

acceso a Delphia? Por supuesto que lo sabían. Simplemente miraron hacia otro

lado... hasta que me vi atrapada por una deidad superior, y entonces aseguraron que

no sabían nada de ello. Otro juego que estaba enferma de jugar.

Una vez que Delphia supo quién era yo, hablamos. Sólo charla social. No es lo

mío, pero a ella le gustaba, y no le regatearía esos pocos minutos de conversación

lúcida. Después le conté que tenía que encontrar al demonio Armaros y ella buceó

en su cerebro-bola de cristal, rastreando hasta su ubicación actual y me la dijo.

— Cuando lo encuentres… ¡Oh! — Se detuvo de golpe, sus ojos azules se

abrieron ampliamente y se quedaron en blanco, ensimismada en su mirada mental.

— Armaros. El djinn. Vas a... — Parpadeó con los ojos llenos de alarma. — Oh.

No, Eve. No debes…

Parpadeó. Con sus grandes ojos azules desenfocados, su mente se escapó de

nuevo. Sonrió y me tocó la mano. — Nos hemos visto antes, ¿verdad?

— Si nos vimos — Apreté su mano. — Cuídate, Delphia.

Empecé a irme. Ella sonrió y agitó sus dedos en despedida. De repente saltó

poniéndose de pié.

— ¡Espera! Yo iba a decirte...— frunció el ceño. — Iba a decirte algo, ¿no?

Estaba segura de que ella sabía lo que había visto...mis planes para dejar el

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cuerpo de ángeles, lo que significaba que tal vez nunca la volvería a ver. Esbocé una

sonrisa.

— Nada importante — le dije, y me fui.

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Capítulo Seis

Armaros estaba pasando el rato en el mundo de los humanos, como los

demonios a veces acostumbraban a hacer.

De acuerdo con Delphia, él estaba llevando a cabo alguna estratagema en

Tánger, que es uno de esos lugares de los que había oído hablar, pero que no tenía

ni idea de dónde encontrarlos en un mapa. Para eso, tuve que abrir un libro. Era la

manera más rápida para obtener el código de teletransporte.

Tánger estaba en Marruecos, otro lugar sobre el que tenía una idea un poco

confusa. En el norte de África, al parecer, y Tánger justo a la entrada del Estrecho

de Gibraltar.

Iba a perder esta parte de ser un ángel. Me encantaba el trabajo de PI7 ,

rastreando fantasmas, demonios y humanos, en los rincones más lejanos de todas

las dimensiones. Incluso más que la caza, me encantaba la persecución. Y aún más

que la persecución, me encantaba la gran pelea final.

Echaría de menos todo esto, al igual que iba a perder a Delphia, y mi pase de

acceso ilimitado a la Gran Biblioteca y...

Pero no iba a pensar en eso. Quería salirme. No era momento para dudas. Arar

hacia adelante sin perder de vista la línea de meta.

Llegué a Tánger. Una ciudad genial. Debería guardar el código y traerme a

Kristof de viaje, aunque supongo que no sería tan divertido sin mi incorporado

traductor universal, sin ocultarme furtivamente en callejones exóticos y escuchar

conversaciones clandestinas a escondidas.

Tal vez aprendería francés... o cualquiera que fuera el idioma que se hable en

Tánger.

Hablando de conversaciones clandestinas... con unos cuantos hechizos rastreé y

encontré a Armaros en un café en la calle, bebiendo una enorme y humeante taza

del mismo, con algunos compañeros muy sospechosos. Armaros encajaba

perfectamente. Había poseído el cuerpo de un chico rubio, que parecía una versión 7 Investigador privado

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moderna de un Indiana Jones villano, con desgreñado cabello rubio, una chaqueta

vieja del ejército, gafas de sol de aviador y barba de unos pocos días. Un

despreocupado aventurero convertido en un peligroso traficante de armas.

Y el tráfico de armas parecía ser el orden del día. Suministrar armas a alguna

facción rebelde. Típico. En las películas, los demonios siempre están tratando de

derrocar al mundo. En la realidad, no son muy diferentes de los matones en la

esquina de la calle, que les dan a los niños drogas gratis, con la esperanza de

convertirlos en clientes habituales. El traficante de drogas quiere dinero para

alimentar sus vicios; el demonio quiere caos para alimentarse.

Las personas suelen decir que no hay Dios, porque si lo hubiera, no permitiría

que una mierda como ésta suceda. Él detendría a los demonios y entonces los seres

humanos, libres de la tentación, vivirían felices para siempre. Tonterías. Armaros

no estaba obligando a nadie con sus armas. No hacía más que facilitar un proceso

humano que ya había comenzado, y cosechar su recompensa de caos.

Cuando me acerqué, echó un vistazo en mi dirección, con el ceño fruncido.

Saqué mi espada. Él se estremeció, sus labios formando un juramento. Luego sus

ojos se entrecerraron y se acomodó en su asiento, con el ceño fruncido hacia mí.

Los demás siguieron regateando, incluso cuando me dejé caer en el borde de la

mesa y empecé a sacar brillo a mi espada con el dobladillo de mi camisa.

— ¿Qué quieres?— Gruñó Armaros entre dientes.

— Un trato justo — dijo uno de los hombres. — Es lo que siempre quiero,

Charles. Un trato justo.

— La paz mundial también— añadí. — Él dice que quiere las armas, pero lo que

realmente quiere es la paz en el mundo. Mata a todo el mundo y todo quedará muy,

muy tranquilo.

La mirada de Armaros fue de ellos a mí, y murmuró — Tengo que ir a mear.

Haced las cuentas mientras estoy fuera.

Lo seguí a un callejón. — Soy…

— Sé quién eres. La puta hija traidora de Balam.

— Bueno, puedo ver por qué Dantalian dijo que eras mejor soldado que político.

Su cabeza se levantó de golpe. — ¿Dantalian?

— Hoy hago de mensajero angelical. Te lo entregaría como un telegrama

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cantado, pero no puedo pronunciar estas letras.

Le entregué la nota que Dantalian me hizo escribir. Me había llevado una

eternidad, porque las palabras no eran palabras. Eran símbolos. Un lenguaje

demoníaco que mi traductor angelical no incluía. Al menos, todavía no. Había

hecho una copia de la nota para investigarlo más tarde.

— Hum — dijo Armaros después de leerla. Me dirigió una mirada burlona.

Seguro que se preguntaba por qué estaba ayudando a Dantalian, pero yo no iba a

dar explicaciones.

Dantalian me dijo que Armaros sabría que el mensaje provenía de él, y no me

desafiaría. No lo hizo.

— ¿Todo claro?— le dije.

— Sí. ¿Le puedes llevar un mensaje mío en respuesta?

¿Otra muestra del lenguaje para mi investigación? No podía argumentar contra

eso. Conjuré un boli y un papel, pero Armaros lo rechazó.

— Sólo transmítele un mensaje verbal.

Le hice señas para que continuara. Dijo algo en un idioma que mi traductor no

cubría... el mismo que el de la nota, supuse.

— ¿Lo tienes?

Le tendí el papel y el bolígrafo. Una vez más lo rechazó con un gesto.

— Sólo retransmite el mensaje. Ponte lo suficientemente cerca y él lo entenderá.

¿Necesitas que lo repita?

— Uh, sí.

Lo dijo de nuevo y me obligó a repetirlo. Cuando me equivoqué, lo dijo otra vez.

Yo lo repetí de nuevo y…

El callejón desapareció.

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Capítulo Siete

Esperaba llegar a la sala de las Parcas. En su lugar, me teletransporté dentro de

una habitación vacía, en lo que parecía ser una casa vacía, preparada para la venta.

Me había mudado lo bastante a menudo en mi vida para reconocer el aspecto: la

tenue capa de polvo en el alféizar de la ventana, las paredes relucientes de color

hueso, con una mano de pintura nueva dada rápidamente. Me acerqué a la ventana,

pero el sol estaba demasiado brillante para que pudiese ver algo fuera.

Mientras me dirigía a la sala, maldije a Dantalian por tonto, pero no sin antes

dirigir la misma maldición contra mí misma.

— ¿No podía ser Armaros el traidor, Dantalian? ¿No? Claro que no. Así que voy

a ir a hablar con él, y cuando me pida que repita una línea en la lengua de los

demonios, voy a hacerlo también. ¿Por qué no? No es como si me fuese a enviar a

la otra parte del país, reunir a sus tropas djinn y advertirles de que Dantalian sabe

todo acerca de su malvada conspiración.

Recorrí el pasillo, abrí de par en par la puerta principal, y me quedé mirando la

cegadora luz blanca de la nada. Maldije un poco más y cerré la puerta de golpe.

— Mejor aún, envíame a otra dimensión. Eso me demorará más.

Lancé un hechizo de teletransporte. No pasó nada. Lo intenté con otro, y otro,

sintiendo mi poder descender, mientras mi pánico aumentaba.

— Tranquila— me dije, hablando en voz alta. — Ya has sido lanzada a otra

dimensión antes.

Y era exactamente la razón por la qué me estaba sintiendo presa del pánico. Los

hechizos no funcionan bien en dimensiones vacías como ésta. Podría llevarme días

escapar o ser encontrada. En mi primer caso, el Nix, al cual había estado

persiguiendo, teletransportó a un ángel ascendido a otra dimensión, donde había

permanecido durante, para ella, siglos. Ahora vivía en una habitación acolchada,

loca de atar.

— Y ese es exactamente el tipo de pensamiento que te ayudará a salir de aquí.

Mi voz resonó a través del pasillo vacío. Entré en una habitación y me senté con

las piernas cruzadas en el suelo. Cuando recuperase las fuerzas probaría algunas

otras cosas…

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— ¿Mamá?

Di un salto tan rápido, que mis piernas se enredaron y caí hacia atrás, casi

atravesándome yo misma con mi espada.

— ¿Mamá? ¿Eres tú?

La voz de Savannah llegaba de algún lugar encima mío. Corrí hacia el pasillo.

— ¿Savannah?

Su risa tintineó. —Eres tú. ¿Dónde estamos? En un momento estoy haciendo un

montón de facturas para Paige y al siguiente...

Su voz desapareció.

— Un segundo. Te encontraré.

Maldito Dantalian. Maldito seas mil veces. Caminé por el pasillo, en busca de

las escaleras. Pero solo continuaba, un interminable corredor lleno de puertas.

— ¿Mamá?

— Ya voy, cariño. No te muevas.

Cuando pasaba junto a una habitación, otra voz me detuvo.

— Sí, si pueden encontrarla de nuevo, lo agradecería. No, no hagan nada. Sólo

háganme saber dónde está y si está bien.

— ¿Kris? — dije.

Me metí en una habitación amueblada. Un despacho en casa. Kris se sentaba

detrás del escritorio, inclinado hacia delante, con la frente apoyada en su mano.

— ¿Papá?— Al otro lado de la habitación se abrió una puerta, y un muchacho

rubio, de unos cinco años, asomó la cabeza.

Cuando Kris levantó la cabeza, vi el rostro del hombre que había dejado hace

veinte años. Miré al niño, Bryce, el hijo menor de Kris, como se veía en aquel

entonces.

Kris esbozó una sonrisa cansada, dirigida a su hijo.

— Hola colega. Justo iba a…

— ¿Era tu novia, la bruja?

El veneno en la voz de Bryce hizo a Kris estremecerse. — ¿Novia? No, yo no

tengo…

— Ya no. El tío Josef dijo que te abandonó.

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Kristof parpadeó por la sorpresa. Habíamos hecho un gran esfuerzo para

mantener nuestra relación en secreto.

— Vale colega. Qué tal si vamos a tomar un helado y hablamos…

— Por eso mamá se fue, ¿no? Debido a tu novia bruja.

La sorpresa de Kristof se tornó en shock. —No, eso no es…

Bryce salió corriendo. Kristof corrió tras él.

¿Así que Bryce lo había sabido? ¿Me culpaba de que su madre los hubiese

dejado? No era cierto, ella los había abandonado antes de que yo conociese a

Kristof.

Por eso Bryce odia a Savannah, susurró una voz detrás de mí. Odia que Sean la trate

como a una hermana. Odia que su padre muriese tratando de salvarla. Él nunca lo superó, y

todo es por tu culpa.

Me di vuelta. No había nadie allí.

Djinn.

Como soldado de Dantalian, Armaros estaría al mando de los djinn. ¿Y cuál era

su especialidad? Llevar a la gente a la locura.

— ¿Mamá?

— ¿Savannah?— dije ahora con cautela. Probablemente era sólo una ilusión,

pero no podía estar segura. Seguí por el pasillo.

—…puñado de estúpidas arpías…

— Savannah, por favor— respondió una voz ronca y familiar. —Sé que estás

enfadada, pero hablando así…

— Voy a hablar de la forma que me dé la gana. Tú no eres mi madre, Paige.

Seguí la voz para ver la antigua sala de estar de Paige. Su casa en East Falls hacia

siete años. Savannah estaba allí, con trece años, paseándose. Paige estaba sentada al

otro lado de la habitación. Estaba reclinada hacia atrás en la silla, sus largos rizos se

derramaban por la parte superior, mientras miraba fijamente hacia el techo, como si

orase buscando guía.

Dios, Paige se veía joven. Me había olvidado de lo joven que había sido.

Veintidós años tenía cuando conseguiste que te mataran y arrojaste a tu hija en su regazo.

— ¿Crees que mi lenguaje es malo?— Dijo Savannah. —Deberías haber oído lo

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que decía mi mamá. Pequeñas estúpidas arpías del Aquelarre. Mi madre fue

inteligente. Ella las dejó.

— Tienes que ignorar lo que dicen de ella, Savannah. No hagas caso…

— ¿Dejarles decir esas cosas? Eres tan mala como ellas, Paige. E igual de estúpida

también. ¡Las odio y te odio!

Savannah salió furiosa, golpeando la pared cuando se iba. Una moldura se

aflojó.

Paige se levantó lentamente y trató de empujar la moldura en su sitio, sus manos

temblando, parpadeando para contener las lágrimas y murmurando en voz baja.

Maldiciéndote, Eve. Sabes que es verdad. Dile que no se moleste en arreglarlo. Su casa va a

incendiarse en pocos meses. Es lo que obtiene por hacerse cargo de tu hija. Destruyó su casa,

destruyó su reputación, destruyó su vida. Pero, por lo menos, Savannah no tuvo necesidad de

preocuparse por el Aquelarre, después de que echaran a Paige por quedarse con ella.

— Cometí un error, ¿vale? ¿Crees que no lo sé?

Avancé por el pasillo.

— ¡La mataste!— El grito de Savannah se hizo eco a través de la casa. —

¡Prometiste que Paige estaría a salvo y la mataste!

Eché a correr. Esta vez, estuve a punto de pasar de largo la habitación,

deteniéndome sólo al oírla gritar de nuevo. Me giré y vi un horno. Savannah estaba

arrodillada al otro lado, frente a la pared, sollozando.

Miré esa habitación y el estómago me dio un vuelco.

— No— susurré. —Esto no. Vamos. No…

— Estoy aquí, Savannah— la voz de Paige llegaba desde detrás del horno. —

Nadie me ha matado.

— Oh, gracias a Dios— Otra voz que conocía muy bien. Kristof. — ¿Ves, cariño?

Paige está bien.

— ¡La mataste!— Gritó Savannah. — ¡La mataste! ¡Tú lo prometiste! ¡Lo

prometiste y me has mentido!

La cabeza de Savannah cayó hacia adelante, con lágrimas deslizándose por su

cara, mientras sollozaba. Kristof dio un paso hacia delante, los brazos abriéndose

para abrazarla. Paige le gritó que se detuviera. Él no lo hizo.

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Savannah se volvió rápido y levantó las manos. Kristof voló hacia atrás. Su

cabeza golpeó el muro de hormigón con un sonido horrible. Sus ojos se agrandaron

sorprendidos . Luego se cerraron. Y se desplomó en el suelo. Paige corrió a

comprobar si tenía pulso.

No lo encontraría.

Ella te estaba llamando, la voz susurró. Antes de que él llegara. Gritando por ti. Pero tú

no viniste. Y él sí. ¿De verdad crees que ella no sabe lo que pasó? ¿Qué no sabe que mató a su

padre? Ella lo sabe, Eve. Lo sabe.

Si le hubieses hablado a Savannah acerca de Kristof... Si le hubieses dejado saber que era

un buen hombre, si le hubieras permitido saber que lo amabas, nada de esto…

— ¿Crees que no lo sé?— Gruñí. —Conozco cada jodido error que he cometido

en mi vida y no necesito que me lo recuerden.

¿Cuánta gente mataste, Eve? No sólo tangencialmente, como Kristof. Sino de hecho,

enviándolos tu misma al más allá.

— Oh, no— solté una áspera carcajada. —Ahora estás desesperado. De eso no

me arrepiento. Nunca maté a nadie que no fuese una gran amenaza para mí, y no

tendría que haberlo hecho si hubiesen retrocedido. No siento ninguna culpa por

ellos.

— ¿No?— Dijo una voz joven detrás de mí. — ¿Y yo qué? ¿Te sientes culpable

por mí?

Me volví para ver a un niño de unos diez años. —No te conozco.

— Soy el hijo de Terri Blake. Mi mamá te traicionó. Tú la mataste. ¿Sabes lo que

me pasó a mí?— Buscó mi mirada. — ¿Te importa?

— Mira, yo…

— ¿Y yo qué?— Una mujer salió por otra puerta. —La esposa de John Salton.

La viuda debería decir, aunque nunca me percaté de eso. Pensé que me había

dejado, a mí y a los niños. Hiciste un buen trabajo en ocultar su cuerpo, ¿verdad?

— Él me habría hecho…

—...lo mismo— El niño y la mujer dijeron al unísono, sus voces se unieron a

otras, más gente saliendo por las puertas, los interminables pasillos llenándose. —

Tuviste que matarlos. No tenías otra opción. Matar o morir. La ley de la selva.

La viuda de John Salton saltó hacia mí, mostrando los dientes. —Bienvenida a

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la selva, Eve.

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Capítulo Ocho

No sé cuánto tiempo pasé en este infierno, atormentada por los fantasmas de

aquellos a quienes había hecho daño.

No me había hecho un ovillo en el suelo y aceptado lo que sucedía. Me defendí,

verbal y físicamente, lo que fuera necesario.

Cuando no se detuvieron, me alejé, sólo para entrar en otra escena de Esta es tu

Vida.

Luché. Me resistí. Rabié. Pero, finalmente, el djinn ganó. Y no recuerdo nada

después de eso.

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Capítulo Nueve

Lo siguiente que escuché fue una voz susurrando —Shhh, shhh, no pasa nada—,

mientras que una mano acariciaba mi cabeza. Abrí los ojos. Estaba en una de esas

habitaciones vacías, hecha un ovillo en el suelo, mi cabeza apoyada en un regazo.

Me giré para ver a Kristof.

— Hola, preciosa— dijo él.

Lo miré fijamente. Entonces parpadeé y me aparté. — En realidad no eres tú.

— ¿No?

— Pruébalo.

Él hizo una pausa, considerándolo, y luego dijo: — ¿Y cómo voy a hacerlo?

Me senté. — ¿Qué quieres decir?

— Bueno, la forma habitual sería que yo te dijera algo que sólo sé yo, lo cual

funcionaría si tú sospecharas que soy un impostor. Pero si, como parece, has estado

alucinando, entonces podría ser un producto de tu imaginación, lo que significa que

voy a decir lo que tú quieras que diga, lo cual no prueba nada en absoluto. Por otra

parte…

Arrojé mis brazos alrededor de su cuello y lo abracé.

— ¿Prueba superada?— Dijo él.

— Así es—Me eché hacia atrás.— ¿Cómo has llegado hasta aquí? Dondequiera

que aquí sea...— Miré a mi alrededor.

— Tánger parece.

— No. Yo estaba en Tánger, y después... Tú dijiste que estaba alucinando.

Todavía estoy en Tánger, ¿no?

— Al parecer. Estabas atrapada en una especie de construcción mental. Un truco

típico de los djinn.

— Lo cual sabría si hubiese hecho mi investigación. Pero ¿cómo me has

encontrado?

— Tú llamaste, yo vine. En cuanto a cómo llegué hasta aquí, como tú sabes, soy

un maestro de la teletransportación.

Me eché a reír y me acomodé, abrazando mis rodillas. — ¿Igual que la vez que

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trataste de alcanzarme en la playa y terminaste en el Sahara?

— Había arena. Sólo parece que tengo problemas para teletransportarme porque

tengo que conservar mi poder, para cumplir adecuadamente con mi papel de la

prudente y educada novia del héroe.

Se me escapó una carcajada.

Él continuó. —Todo héroe necesita una compañera. Yo soy la prudente y

educada novia, que se sienta en el banquillo, aconsejándolo para tomar las mejores

decisiones, y lo ayuda a levantarse cuando él, que siempre hace caso omiso de sus

consejos, cae.

— Ah, pero si fueses la novia de un verdadero héroe, serias tú quien necesitaría

un rescate.

— Verdadero— suspiró y estiró las piernas. —Es una parte del papel que estoy

encontrando difícil de cumplir. Pero estoy trabajando en ello.

— ¿Estás trabajando en la parte de la chica también?

Él arqueó las cejas. — ¿Quieres que lo haga?

— Nunca.

Nos sentamos en silencio por un momento. Mis manos comenzaron a temblar

otra vez, y las metí en mis bolsillos.

— La fastidié, Kris. Menuda sorpresa, ¿eh? Tú trataste de hacerme ir despacio,

yo te ignoré, y sólo empeoré las cosas. Pero ni siquiera dices "te lo dije".

— Ya te castigas tú lo suficiente, Eve. No necesitas que nadie más lo haga por

ti— Me llevó a su regazo. —Podemos arreglarlo. Sólo dime lo que pasó.

— Yo…— Miré a mi alrededor y me estremecí. —Lo haré. Sólo… quiero salir de

aquí y aclarar mi cabeza primero.

— ¿Una distracción? Ésa sí que es, sin duda, una de mis especialidades de

compañero.

Murmuró un hechizo de teletransporte. La casa se evaporó y caí sobre un suave

colchón. Miré a mi alrededor para ver la casa flotante de Kris.

— Buena puntería— le dije.

— ¿Mencioné mis expertas habilidades de teletransporte?

— Creo que lo hiciste. ¿Y esas expertas habilidades de distracción?

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— Comenzando justo ahora— dijo, bajando su boca hacia la mía.

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Capítulo Diez

Media hora más tarde le estaba contando todo a Kris. Yo estaba todavía en la

cama, las mantas enroscadas alrededor mío, hablando mientras lo veía prepararme

un tentempié. Los fantasmas no necesitan comer, más de lo que necesitan dormir o

tener sexo, pero la otra vida sin noches de pasión, mañanas perezosas y desayunos

en la cama, no es el tipo de eternidad que yo quería.

Los fantasmas hacen cosas que disfrutaban en vida, sean o no necesarias, y para

Kris, una de esas cosas, era cocinar. Su ex esposa se largó cuando sus hijos eran

poco más que bebés, y había decidido que nunca sufrirían carencias por dicha

causa. Incluidas las comidas caseras.

Hoy estaba manteniendo las cosas simples. Cuando trajo mi bandeja, contenía

un vaso de leche y un sándwich de mantequilla de cacahuete y mermelada. Mi

comida preferida.

— Haces esa cosa de ser educada realmente bien, sabes — le dije mientras

tomaba un cuarto de sándwich.

— Es pura fachada. Por debajo, soy un bastardo frío y despiadado — Se sentó en

el extremo de la cama y puso mis piernas encima de su regazo. — ¿Entonces

piensas que el tal Armaros está detrás del golpe de Estado?

— Por supuesto. ¿Qué más…? — Capté su expresión. — Se me está escapando

otra posibilidad, ¿no?

— Podría ser. ¿Dantalian tal vez?

— ¿Derrocándose a sí mismo? No tiene sentido. ¿Por qué escenificaría…?

Espera. Palabra clave ¿no? Escenificar. Crees que es un montaje. Si los djinn causan

suficientes problemas, la manera más fácil de someterlos sería concederle la libertad

condicional a Dantalian. Y la última cosa que él querría es tenerme fisgoneando.

Por lo que le envió ese mensaje codificado a Armaros, diciéndole que me distrajera.

Ese traicionero hijo de puta. Voy a…

Kristof no me interrumpió. No tuvo que hacerlo. Puede que yo no sea material

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para un Ph.D.8, pero en ocasiones soy capaz de aprender.

— Esa es exactamente la actitud que me metió en este lío en primer lugar, ¿no?—

Le dije. — Dantalian sólo lo va a negar, así que perdería mi tiempo, el cual es mejor

gastar en detener a Armaros y a sus Djinn, antes de que hagan más daño. Después

podré ocuparme de Dantalian — lo miré — ¿Correcto?

Él sonrió. —Correcto.

Tuvimos que planificar rápidamente; había pasado demasiado tiempo en el

mundo de los fantasmas. Así que, veinte minutos más tarde, estaba de vuelta

adonde había empezado, en la sala de empleados de los ángeles ascendidos, donde

un fornido hombre de pelo oscuro maldecía, mientras trataba de que la máquina de

café funcionase.

Conjuré una taza de café recién hecho para él.

— Presumida— dijo.

Katsuo era otro ángel ascendido, un antiguo samurai que se parecía más bien a

un estudiante universitario, equipado con pantalones vaqueros, camiseta y

zapatillas de deporte.

— No puedes permanecer lejos de nosotros, ¿verdad? — Dijo él.

— De hecho, todavía estoy trabajando.

— Sí, me he enterado. Tiene que ver con los djinn, ¿verdad? Marius ha estado

dando vueltas como un alma en pena, esperando que lo llames.

— Por eso estoy aquí. Tengo que recurrir a su cerebro.

— ¿Investigación? — Katsuo hizo una mueca. —No creo que sea exactamente lo

que él tenía en mente.

Yo no era la única ascendida que prefería balancear la espada a leer libros.

Podría no haber sido la habitual recluta de siempre, pero, en cierto modo, me había

adaptado perfectamente, y hasta había hecho amigos aquí. Buenos amigos, como

Katsuo. ¿Los vería de nuevo cuando lo dejara?

8Doctorado en investigación

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Me di la vuelta. — Será mejor que vaya a buscarlo.

— Está en su cuarto — Katsuo atrapó mi codo antes de que pudiera alejarme.

— ¿Eve?

— ¿Hum?

Él bajó la voz. — Él nunca te lo diría, es demasiado orgulloso, pero quiere

ayudar de veras. Últimamente… ha tenido algunas misiones que no salieron

demasiado bien.

— Lo entiendo. Haré lo que pueda.

— Genial. Y si necesitas más ayuda, del tipo patea culos...

— Te daré un grito.

*****

— ¿Cómo convocar a un djinn? — Dijo Marius, frunciendo el ceño.

Estábamos en su habitación, la cual se veía como la habitación de cualquier

soldado. Una pequeña habitación, amueblada de manera simple.

— Múltiples djinn, si es posible. Sabía cómo hacerlo cuando estaba viva, pero...

— No funciona después de muerto — Se sentó en el borde de su cama. —Por lo

general, yo los cazo como a cualquier otro semi-demonio. Supongo que podrías

tratar de encontrar a un sobrenatural vivo, que esté tratando de convocar a uno.

— Eso podría llevar días. Igual que cazar a uno.

— Hum. ¿Qué te parece si me lo dejas a mí? Se suponía que estabas de

vacaciones, así que tomate unas cortas y ve a ver a Kristof — Sonrió. —Estoy

seguro de que sabes cómo colarte en el mundo de los fantasmas.

— Puede ser, pero ahora mismo, tengo que trabajar. Tengo una idea, así que voy

a seguirla mientras tú buscas otras alternativas. Cuando esté lista, os llamaré a ti y a

Katsuo para ayudar a ponerles un collar. Si puedo conseguir tantos como espero,

voy a necesitar la ayuda.

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Capítulo Once

Tenía la esperanza de poder ayudar a Marius. Él había hecho mucho por mí.

Pero no podía involucrarlo hasta que fuese el momento de poner los djinn bajo

custodia, porque para traerlos aquí, tenía que andar por un camino menos

angelical.

Mi primera parada fue un teatro donde, de acuerdo con mi "baliza Jaime", podía

encontrar mi enlace con el mundo de los vivos. Jaime Vegas es una nigromante, lo

que significa que puede ver y oír fantasmas. Nosotras tenemos un acuerdo. Yo le

ahuyento a los fantasmas indeseados y, a cambio, ella hace lo que yo no puedo,

como recibir información y ponerme en contacto con la gente en el mundo de los

vivos.

Las Parcas no tenían problemas con esta relación, pero lo que yo iba a pedirle a

Jaime sería un problema, razón por la cual estaba manteniendo a Marius fuera.

Caminaba por detrás del escenario, cuando vi una figura familiar entre

bambalinas. Él era unos cuantos centímetros más alto que yo, delgado, cara

angulosa y pelo negro con canas. Veía el espectáculo a través de las cortinas, las

manos en los bolsillos y la mirada fija en Jaime, que estaba en el escenario.

Cuando me acerqué, se puso tenso y miró por encima de su hombro.

— Hola, Jeremy. Me alegro de verte.

No respondió. Al no ser un nigromante, no podía verme u oírme. Sin embargo,

me presentía. Podría ser debido al lobo en él... o al zorro. Jeremy es otro

sobrenatural de doble filiación: hombre lobo por el lado de su padre, kogitsune por

su madre. Hasta que Jaime me lo contó hacia unos meses, nunca había oído hablar

de los kogitsune, una muy poco frecuente, y casi extinta, especie de descendientes

de seres humanos y de las kitsune, doncellas zorro japonesas y semi-demonios. A

diferencia de los medio-demonios, los kogitsune eran una raza mágica, y al mirar a

Jeremy, también veía un atajo directo a los djinn. Por desgracia, no serían solo las

Parcas quienes se resistiesen a esta idea.

*****

Los aplausos todavía tronaban cuando Jaime abandonó el escenario. Su

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asistente, Tara, se abalanzó con agua fría y un porta-papeles lleno de mensajes.

Cuando los fans irrumpieron a través de las cortinas, llamando a Jaime y tomando

fotos, dos guardias de seguridad cerraron el hueco detrás de ella.

Jaime dio unos diez pasos, fuera de alcance, y se volvió, sonriendo y saludando.

Les indicó a los guardias que dejaran a un devoto admirador de mediana edad, que

se tambaleaba a través de la fila, darle un ramo de lirios ligeramente marchitos.

Con su largo y alborotado cabello rojo, su sonrisa de anuncio de pasta de dientes,

y sus piernas, que van más allá que mi mejor hechizo de teletransporte, Jaime

parecía una cantante de salón. ¿La verdadera razón de su fama?

— ¡Jaime!— Gritó una mujer entre la multitud. — ¿Has visto a mi padre esta

noche?

Jaime le hizo señas a la mujer para que se acercara. Los guardias se juntaron y la

fulminaron con la mirada, acercándose a su protegida.

Jaime tomó las manos de la mujer. — No, no lo vi, cariño. Lo siento. Puede ser

difícil para los espíritus cruzar, pero puedo sentirlo aquí, contigo. Sé que si él

lograra pasar un mensaje, te diría que…

Yo repetí las palabras con ella. —…te echa de menos, pero que es feliz y está en

un buen lugar.

La cabeza de Jaime se giró y su mirada se encontró con la mía.

— ¿Jaime? — Alguien llamó entre la multitud. — ¿Qué es? ¿Ves algo?

Ella se estremeció. — No estoy segura. Tengo la sensación de... problemas.

— Ja, ja — le dije. — Me estoy comportando, ¿no? Permaneciendo atrás, como

otra de tus admiradoras.

Ella puso los ojos en blanco, lanzó unas cuantas sonrisas más, firmó un par de

autógrafos, y discretamente le hizo señas a Tara, quien entró en escena,

susurrándole a Jaime que tenía un cita. Jaime se disculpó con el público, los

guardias cerraron el hueco y ella se alejó, con Tara trotando a su lado, dándole un

resumen de las citas reales, las cifras de asistencia, los problemas técnicos y todas

esas cosas aburridas de después del show. Jaime respondía, pero su mirada iba

fijándose en el rostro de cada miembro de su equipo mientras pasaban, a la

búsqueda de alguien y, cuando lo encontró, se iluminó como un niño que divisa un

cartel de "helado gratis".

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Le indicó a Jeremy que se acercara, y él se juntó a un paso al lado de ella,

murmurando "buen espectáculo". Tara dijo algo sobre comprobar el horario y se fue.

— Eve está aquí— susurró Jaime, sacudiendo su mentón hacia mí.

— Ah— Jeremy miró al otro lado de ella. —Hola, Eve.

— Dile que he dicho hola.

Ella lo hizo, y seguimos en silencio hacia los camerinos. Por mucho que deseara

empezar a explicarle -no es como si los guardias de seguridad fueran a oírme-,

había aprendido a no hablar con Jaime, cuando estaba rodeada de humanos. No

puede evitar escuchar y responderme.

Una vez en el camerino, me dejé caer en la silla más cercana, y puse las botas

sobre una mesa cubierta de revistas. Jeremy miró a Jaime.

— Está ahí— dijo ella, señalando.

Jeremy asintió con la cabeza y tomó otra silla.

— Bienvenida de nuevo— dijo Jaime mientras se sacaba las horquillas del pelo.

—Llegas justo a tiempo. Tengo que pedirte un favor.

— En realidad, no estoy de regreso todavía. Será poco tiempo, sin embargo.

¿Qué pasa?

— Nada que no pueda esperar.

Ella esbozó una sonrisa forzada y tomó la crema facial. En otras palabras, un

hijo de puta la estaba acosando. No tenía ningún sentido empujarla a admitirlo.

Ella sabía lo que yo hacía en mi "Paseos de aquí para allá", y nunca dejaría que sus

propios problemas me distrajeran de mi vocación más elevada, no importa lo

mucho que yo argumentase.

— Entonces, ¿qué necesitas? — Preguntó.

Se lo dije. Su sonrisa se congeló a medio camino, y luego desapareció.

— ¿Quieres a Jeremy para hacer qué?

Jeremy levantó la vista del periódico que había estado leyendo, con las cejas

arqueadas en interrogación, demasiado educado para interrumpir.

— La respuesta es no — dijo ella. — Categóricamente no.

Un momento de silencio, luego Jeremy se aclaró la garganta. — Como esa

negativa me concierne, ¿puedo preguntar a qué se refiere?

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— No — Ella enrojeció, y murmuró una disculpa antes de volverse hacia mí y

ladrar — No.

Jeremy dobló el periódico. — Me gustaría saber.

La mirada asesina que ella disparó en mi dirección, hubiera funcionado mucho

mejor en una persona que pudiera ser asesinada.

— Sí, te estoy poniendo en una difícil posición — le dije. —Ahora tendrás que

contárselo, y él va a considerar hacerlo. Pero no te lo pediría si no fuese importante,

y sabes que no corre ningún peligro, siempre y cuando yo tenga esto… — Saqué mi

espada.

— Entonces esto es... ese tipo de trabajo.

— Si no lo fuera, ¿de verdad crees que te lo pediría? Tengo que obtener respuestas

rápidas, y esta es lo mejor manera de hacerlo. Había planeado que tú se lo pidieras

a Paige o Savannah, pero eso significa otro paso y otro retraso.

Una vez más, Jeremy se aclaró la garganta. Jaime trató de ignorarlo, pero su

mirada paciente y directa finalmente la venció. — Quiere que convoques a un

djinn. Pero creo que Savannah es mucho más adecuada para ello.

— ¿Debido a que necesitas un lanzador de hechizos para convocar a uno? — él

preguntó.

— Un ser humano puede hacerlo si conoce el ritual, pero vendrán más rápido

para una persona con habilidades mágicas.

— Como yo. Y, si consideramos todo, soy probablemente una opción más segura

que Savannah.

Tenía razón. Savannah no estaría en peligro por un djinn, pero... solo puedo

decir que la seguridad de Savannah no era siempre la principal preocupación. Mi

hija era una persona adulta ahora, veinte en unos pocos meses, pero en algunos

aspectos, era muy joven todavía.

Jeremy miró en mi dirección. — Dime lo que tengo que hacer.

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Capítulo Doce

No teníamos todos los ingredientes necesarios para un ritual adecuado. No

importaba. Cuando Jeremy los invocó, los djinn vinieron como un caníbal

hambriento al olor de la carne cruda. Estaba segura de que nunca habían sido

convocados por un hombre lobo, y mucho menos el alfa de la manada de América

y miembro de una raza casi extinta. Se estaban muriendo de ganas de ver lo que él

quería.

Apenas había tenido tiempo de enviar una señal mental de humo a Marius y

Katsuo, cuando los djinn comenzaron a aparecer. Para cuando Marius llegó, ya

tenía tres brochetas de djinn en mi espada.

— Necesito un arma más grande— le dije.

Marius sonrió. —Vamos a tener que requisar una para ti.

Eché un vistazo detrás de él. — ¿Está Katsuo contigo?

— No lo he visto, pero seguro que podemos manejar a estos tres.

El djinn parecía humano... o casi. A diferencia de la mayoría de los demonios y

semi-demonios, pueden manifestarse en el mundo de los vivos. Y al igual que la

mayoría de los que se pueden manifestar, presentaban algún parecido con sus

homólogos míticos, en este caso, con los genios de la tradición árabe.

Los djinn eran calvos y musculosos, y sólo llevaban puestos unos pantalones

anchos y ondulantes. Sus ojos amarillos y su piel cobriza brillaban. Medían apenas

un metro cincuenta de alto, pero seguro que para los seres humanos que los

convocaban, parecían mucho más grandes.

Ensartarlos con mi espada no los mataba. Les escocía como una hija de puta,

pero eso no era lo que realmente les cabreaba. No sé lo que hace el resplandor de la

espada de un ángel, pero es como un Krazy Glue9 celestial para demonios. Una vez

que los tocaba, no iban a ninguna parte, por mucho que maldijeran y luchasen, y

créanme, estos djinn lo hicieron un montón.

9 Krazy Glue es un pegamento instantáneo

.

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— ¿Quieres que me lleve a estos chicos bajo custodia? — me preguntó Marius.

—Tú puedes esperar y ver si aparecen más.

— Primero necesito interrogarlos, y saber que andaba maquinando exactamente

Dantalian.

Marius se encogió de hombros. — Yo digo que ni te molestes. Tú ya has hecho

suficiente. Deja que las Parcas manejen el interrogatorio, mientras te diriges a tus

merecidas vacaciones.

Tentador. Muy tentador. Pero cualquier idea de hacerme despedir se había

desvanecido bajo la necesidad de terminar este trabajo. Así que le pedí que se

quedara y viese si venían más djinn, luego di las gracias a Jaime y a Jeremy, y llevé

a mis cautivos a una celda dimensional.

Naturalmente los djinn no querían hablar, pero puedo ser muy persuasiva, sobre

todo cuando llamé a Kris para que me ayudara a jugar al policía malo/policía

psicótico. Esta era otra razón por la que había dejado a Marius custodiando la

puerta de entrada; no me importa romper las reglas, pero no voy a dejar a un colega

angelical ser cómplice.

Kris estaba en lo cierto. Dantalian estaba detrás del plan. Los djinn sólo eran los

soldados de a pie, por lo que sabían muy poco sobre el plan general, solamente su

pequeña parte en él, la cual conllevaba trabajar horas extras respondiendo a todas

las invocaciones, y darle al invocador un pase rápido a la tierra de la locura.

Cuando los poderes divinos se dieran cuenta de que los djinn estaban rompiendo

los contratos, enviarían a los ángeles, quienes comprobarían que el problema se

había propagado como un fuego sobrenatural. Los Señores demonios verían a las

tropas de los ángeles marchar y se involucrarían... no reuniendo sus propias tropas,

sino sofocando rápidamente la rebelión.

En realidad, la batalla entre el bien y el mal es una guerra fría. Cada bando hace

pequeñas incursiones en el otro, luchando por mantener el equilibrio de poder

inclinado un poco de su lado, ambos sabiendo que no tienen la supremacía militar

para arriesgarse a un ataque en toda regla.

Por tanto, los Señores demonios querrían una solución rápida a la situación. Ahí

es donde, presumiblemente, Armaros sugeriría una manera segura de terminar con

el conflicto. Liberar a Dantalian. Después de todo, él había cumplido la mayor

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parte de su condena. Había aprendido la lección. Si le concedían la libertad

condicional, estaría dispuesto a demostrar su valía deteniendo a sus djinn.

Entonces, en el momento en que diese su palabra, los djinn caerían en fila india.

Problema resuelto.

Todavía estaba terminando el interrogatorio, cuando Marius se pasó a ver.

Ningún otro djinn había aparecido y él estaba ansioso por lanzar a estos tres a las

Parcas. Dejé que él se encargara. Yo tenía una cita más apremiante.

— ¡Dantalian!

Caminé a través de la pared, evitando un esqueleto. El juramento que resonó a

mi lado me informó de que Kristof no había tenido tanta suerte.

— Estuve hablando con Jaime acerca de hacer aquí un "programa especial", ella

sintiendo a los espíritus, y yo tirando abajo la pared para poner a estos pobres

chicos a descansar — le dije mientras caminábamos hacia la habitación. — Una

gran publicidad para ella, pero no queremos correr el riesgo de liberar a Dantalian.

— Oh, estoy seguro de que eso no ocurriría — la voz de Dantalian se deslizó

pasando a nuestro lado.

Yo solté un bufido y me dirigí al sofá.

— Veo que has traído a tu novio — dijo él, una nota petulante arrastrándose en

su voz.

— No, he traído a mi abogado.

Kris se acercó al centro de la habitación. — Tenías un acuerdo vinculante con

Eve, Dantalian, y has violado el artículo tres, inciso dos, lo que significa…

— El abogado me gusta incluso menos que el novio. Seguro de que tú y yo

podemos resolver esto, Eve.

— Él se queda. ¿Kris? Continúa por favor.

— Tú has violado el artículo tres, inciso dos, del acuerdo con Eve de dos visitas

al año, en pago de servicios ya prestados. Por lo tanto, queda liberada de su

obligación y puedes considerar ésta su última visita.

— Tal vez podamos negociar.

— Ni siquiera vas a negar haberlo hecho, ¿verdad? — le dije.

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— Te respeto demasiado para participar en semejantes maquinaciones nimias…

Mi carcajada cortó su frase.

Él comenzó de nuevo. — No fue nada personal, y estoy seguro de que, de todas

las personas, Eve, tú lo entiendes. Estoy muy encariñado contigo.

— ¿Encariñado? Tu djinn trató de volverme loca.

— Sólo temporalmente, y te aseguro que, cuando estuviese libre, tenía toda la

intención de compensarte por ese inconveniente — su voz se deslizó a mi alrededor

en una cálida brisa. — Y me ibas a encontrar mucho más útil como un demonio

libre.

— Buen intento. Pero te vas a quedar aquí. Capturé a tres de tus djinn y me

contaron todo.

— Ah.

— Están siendo llevados a las Parcas ahora, y cuando se enteren de la historia y

la transmitan a la cadena alimentaria, entonces el Señor Baal...

— Ah — suspiró. — Supongo que voy a tener que cumplir mi sentencia

completa entonces. Lástima.

Mis ojos se estrecharon. — No pareces muy molesto.

— No tiene sentido enfurecerse contra el destino. O las Parcas, en este caso.

Como curiosamente lo expresaste, fue un buen intento. Ahora bien, en cuanto al

contrato. Creo que las re-negociaciones están en el orden del día.

— Realmente no estás para nada preocupado por lo que Baal… — me detuve en

seco. — ¡Mierda!

Me giré hacia Kris. — ¿Puedes volver a casa por ti mismo?

— Ve, te esperaré aquí.

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Capítulo Trece

Primero aparecí fuera de la sala de las Parcas, por si estuviese equivocada, pero

como me temía, no había señales de Marius. Regresé al teatro. Jaime y Jeremy se

habían ido y tampoco había ninguna señal de Marius, pero revisé el edificio y

finalmente lo encontré detrás del escenario, sentado en el suelo, en shock.

Cuando lo sacudí no respondió, sólo se quedó mirando fijamente, sin pestañear.

Lo sacudí más fuerte, llamándolo por su nombre, y estaba a punto de recurrir a un

despertador mágico cuando él saltó, su mano yendo directamente hacia la

empuñadura de su espada... sólo que no había ninguna espada.

— ¿Marius?

Él me miró, parpadeando. — ¿Eve?

— ¿Dónde están los djinn?

— ¿Djinn? — Sus labios formaron la palabra como si realmente no la

reconociese. Luego se levantó de un salto, mirando a su alrededor. — No. ¡No, no,

no!

— ¿Qué pasó?

— Yo… — parpadeó con fuerza. Entonces me miró. — No sé. Los tenía en

mis...

Bajó la mirada hacia sus manos vacías, luego a su vaina vacía y juró, el final de

la maldición rozando en el pánico. Sus dedos extendidos temblando,

tartamudeando mientras lanzaba el encantamiento. Cuando apareció la espada en

sus manos, se tambaleó de alivio. No lo culpaba. ¿Un ángel perdiendo su espada

por un demonio? Digamos que era una de esas cosas de las que había oído hablar,

pero nunca había conocido a nadie que le hubiese sucedido, y sospechaba que había

una buena razón para ello.

— La debes haber des-conjurado y ellos escaparon— le dije. — ¿No te acuerdas

de nada?

Sacudió afligido la cabeza lentamente. Entonces sus ojos se abrieron de golpe.

—Recuerdo...— Miró la espada, aun brillando a través de sus palmas. Su voz se

redujo a un susurro. — Vi la espada de un ángel. Después todo quedó a oscuras.

Una espada de ángel significaba un ángel, lo que significaba que su atacante era

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uno de nosotros. Un traidor. Y lo que más me desconcertó fue mi propia reacción.

No estaba sorprendida. Ya había considerado la posibilidad, cuando Dantalian no

pareció estar demasiado preocupado porque sus djinn fueran llevados ante las

Parcas, y era porque sabía que eso nunca iba a suceder. Debí adivinar que para una

operación de esta envergadura, necesitaría tener a un ángel en el bolsillo.

Lo que sí me sorprendió fue mi reacción visceral. Dolor e indignación. Una

pequeña voz me recordó que yo había planeado mi propia traición, pero incluso en

mi traición, sólo usaría un demonio para terminar mi asignación. No acabarla no se

me había ocurrido nunca.

— Creo que sé... — Marius tragó saliva. — Katsuo. No vino cuando pediste

ayuda, pero debió haber escuchado la llamada y supo que tenías a los djinn. Sabía

dónde estábamos— Una fuerte sacudida de cabeza. — No, seguro que estoy

equivocado. Katsuo nunca...

Su voz se fue apagando por la duda.

—De cualquier manera, tenemos que apresar de nuevo a los djinn— le dije.

— Si... si fue Katsuo, quizá sepa dónde los llevaría.

— Llévame.

*****

Las olas batían las rocas, empapándome con cada golpe. Era imposible ver nada.

Incluso con mis poderes Aspicio no conseguía visualizar lo que estaba delante, con

mi pelo azotando sobre los ojos. Me lamí los labios probando la sal. El océano. Era

una versión del mundo de los fantasmas, si yo era capaz de sentir y probar el agua.

Me até el cabello en una trenza, mis manos moviéndose de forma automática, la

mirada aun viajando a mí alrededor, los poderes Aspicio activándose, dejándome

ver a través de la niebla. Estaba con el agua hasta los tobillos, en una roca que

sobresalía del mar tormentoso. Era un afloramiento rocoso pequeño, apenas lo

suficientemente grande para una tienda de campaña. Más allá de eso, no había

tierra hasta donde mi visión biónica podía alcanzar.

—…abajo…cueva.

Detrás de mí, Marius gritó para hacerse oír a través del estruendo de las olas y el

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aullido del viento. Me volví para verlo encorvado contra las ráfagas de agua, con

una mano protegiendo sus ojos del viento y la otra apuntando hacia un pequeño

agujero en la roca, que descendía en la oscuridad.

— Katsuo… encontramos… asignación del año pasado… dijo… lugar

perfecto…

No escuché el resto, pero podía llenar los espacios vacíos. El interior de esa

cueva, en este saliente rocoso abandonado, era el lugar perfecto para guardar un

prisionero...o tres.

— Bajaré — gritó él. Luego torció la boca en lo que probablemente sería una

sonrisa irónica, si no fuese por la lluvia helada que azotaba su ancha cara. —…tu

trabajo… quieres hacerlo… Me quedaré vigilando.

— No, tú necesitas pillarles — grité, acercándome para que pudiera oírme. —

Baja y atrápalos. Yo haré guardia aquí.

El agua caía a raudales por su cara, cuando negó con la cabeza. — No, esta es tu

asignación. Deberías…

Echó la cabeza hacia atrás de golpe, con la punta de mi espada en su garganta.

— ¿Eve? — Abrió mucho los ojos. — ¿Tú?

— No, yo no. Y tampoco Katsuo, pero tú ya lo sabes. Te preguntaría por qué,

pero la verdad, Marius, es que me importa una mierda el por qué lo hiciste. No hay

ninguna excusa posible.

— ¿Crees que soy el que…?

— ¿Me equivoco? Bien. Vamos a bajar y me lo demuestras.

Él no se movió.

— Entonces, ¿a dónde lleva? — pregunté, señalando con la cabeza hacia el

agujero. — ¿Una cueva? ¿Un portal? Un agujero al centro de la…

Me golpeó las espinillas. Me tambaleé hacia atrás, pero me recuperé a tiempo

para saltar fuera del camino. Se abalanzó sobre mí. Bailé a su alrededor, nuestras

hojas centelleando. Él se agachó y cargó. Yo me hice a un lado. Mi pie resbaló en la

roca. Él se lanzó sobre mí, empujándome hacia el agujero. Intenté detenerlo, pero

no pude conseguir ningún agarre y sentí mis zapatillas golpear el vacío. Dejé caer

mi espada, pronunciando el encantamiento que la haría desvanecer, mientras me

agarraba al borde de la toga de Marius. Caí en el agujero... y él me acompañó.

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*****

Parecía que caeríamos por siempre, gruñendo y dándonos patadas y puñetazos,

en una oscuridad que ni mi visión Aspicio era capaz de perforar.

Caí de espaldas, con un chasquido de huesos sacudidos que me dejó aturdida.

Escuché, pero por supuesto no oí nada. Los fantasmas, incluido los ángeles, no

respiran. Marius podría estar justo a mi lado y no lo sabría. Debajo de mí el suelo

estaba resbaladizo y frío.

¿Piedra? ¿Mármol? ¿Cristal? No tenía ni idea.

Podría conjurar una bola de luz, pero sólo le mostraría dónde estaba yo, así que

en lugar de eso me esforcé por ver. Sin embargo mis poderes, al igual que cualquier

visión nocturna, necesitaban de una fuente de luz, aunque fuera débil, y aquí no

había ninguna. Cuando distinguí una luz tenue, salté a mis pies, girando cuando la

espada resplandeciente de Marius fintó hacia mí.

Me sumergí en la oscuridad. Mis zapatillas chirriaron. Al escuchar eso, Marius

voló hacia mí. Corrí fuera del camino y salté, sacándome los zapatos mientras lo

hacía, demasiado apresurada para hacerlos desvanecerse con un hechizo. Cuanto

tiré uno, el salió disparado en esa dirección; yo me dirigí hacia la otra, y me agaché.

Él recogió mi zapato, maldijo y lo arrojó a las sombras.

— Eres demasiado buena para este trabajo, Eve — dijo. — Los dos lo somos.

Me mordí la lengua para no contestarle.

— Ellas no te tratan bien y lo sabes. Es la sangre de demonio. No pueden superar

sus prejuicios. Podrías ser el mejor ángel que haya existido y todavía te tratarían

como una mierda.

Podía verlo débilmente por el brillo de su espada. Caminaba cautelosamente,

barbilla en alto, escuchando cualquier sonido que me revelara, sin dejar de hablar.

— ¿Te imaginas cómo te tratarían los demonios? ¿La hija de un Señor demonio?

¿Maestra de las artes oscuras? ¿Ex ángel ascendido? Se me pagará bien por mi

parte, pero tendré suerte si a lo sumo me dejan ser tu guardaespaldas.

Mis calcetines susurraron contra el suelo cuando me moví. Él se detuvo,

sacudiendo la cabeza para seguir el sonido. Me puse en cuclillas y lancé el otro

zapato, dejando que se deslizara lejos a través del áspero suelo. Cuando él se volvió

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en esa dirección, me escabullí, yendo hacia su espalda…

Él se volvió. Yo retrocedí.

Se rió entre dientes. — Bonito intento. Pero no lo suficientemente rápido. ¿Has

olvidado en que destaco, Eve? Soy un gladiador. He luchado contra gigantes y

enanos. He luchado contra animales salvajes y feroces. He luchado contra uno, dos,

contra una docena a la vez, pero ¿qué fue lo que finalmente me mató? Mi pareja.

Apuñalándome por la espalda. Aprendí la lección. Haz a los demás antes…

Me precipité hacia adelante, de frente, pillándole con la guardia baja. Él se

tambaleó hacia atrás, su espada destellando. Agarré la hoja. Sentí dolor, un

punzante e increíble dolor, pero me aferré a ella. Le arrebaté la espada de sus

manos, me giré y la tiré lo más lejos que pude.

Y nos hundimos de nuevo en la oscuridad.

Me abalancé. Luchamos. No fue fácil. Él era tan bueno como decía, pero estaba

luchando sin visibilidad y el lejano resplandor de su espada era suficiente para que

yo viera su figura, eludiera sus golpes y entregara los míos. Pronto lo había

atrapado.

— ¿Necesitas algo de ayuda? — preguntó una voz detrás de mí.

— Has tardado demasiado.

Katsuo se echó a reír y sacó su espada, agitándola para que nos iluminara. —

Tienes suerte de que consiguiera seguir tu baliza hasta aquí. Y tienes suerte de que

trajese un poco de polvo mágico para llevarnos de regreso. ¿Lista para irnos?

Sí, lo estaba.

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Capítulo Catorce

Katsuo y yo tomamos a Marius bajo custodia. Las Parcas estaban sorprendidas y

agradecidas. Vieron el error que habían cometido en su forma de tratarme, y me

prometieron un mes adicional de permanencia en el mundo de los fantasmas cada

año.

¡Vale!

Entregamos a Marius a los guardias fuera de la sala del trono de las Parcas. Uno

de ellos llevó un mensaje dentro y volvió para decirnos que ellas estarían con

nosotros en breve. Después de sentarnos en la sala de espera durante una hora, le

dije a Katsuo que me cubriese en la reunión; iba a empezar mis vacaciones.

Encontré a Kris donde lo había dejado, con Dantalian. Le conté lo que había

sucedido. No le dirigí ni una palabra al demonio, pero él podía escuchar, por

supuesto, y supo que su plan había fallado. Maldijo. Grandes y graves maldiciones.

Ninguna, sin embargo, estaba dirigida a mí. Como él había dicho, traicionarme

había sido puramente cuestión de negocios. Yo lo entendía.

Cuando me iba, él ya estaba haciendo ofertas para re-negociar el contrato. No le

hice caso. Lo escucharía, pero sólo cuando hubiese tenido unos meses para ponerse

nervioso y entrar en pánico y estuviese muy, muy solo. Entonces, me aseguraría que

me pagara malditamente bien para que mis visitas sociales continuaran.

Nos teletransporté de regreso a la casa flotante de Kris, mientras le explicaba

cómo había descubierto que era Marius.

— Sabía que algo estaba pasando cuando Katsuo no respondió a mi llamada. Si

hubiese sido él, tendría que haber venido. Y no hay nadie que fuera menos probable

que nos traicionara que Katsuo. Lealtad samurai y todo ese rollo. Al chico le

encanta su trabajo. Marius...— Me encogí de hombros y traté de ignorar la punzada

de dolor. — Era una posibilidad.

— ¿Él bloqueó tu señal a Katsuo?

— Al parecer. Afortunadamente mi llamada de seguimiento funcionó, o todavía

estaría en ese hoyo — Me dejé caer en una silla de la cubierta y suspiré. — No

puedo creer que cuando los matones de Dantalian fueron a buscar a un ascendido,

para hacer que cambiara de bando, ni siquiera me buscaran. Soy un ángel rebelde.

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Soy un fraude y todos lo saben.

— Me imagino que no esperas que responda a eso — Dijo él, inclinándose para

mirarme.

Él tenía razón, por supuesto. Yo no era un fraude. Una cosa de la que siempre

me había enorgullecido era de cumplir mi palabra. Por supuesto no la daba muy a

menudo, pero si lo hacía, la mantenía. Esa era la clave para el éxito en el lado

oscuro del mundo sobrenatural. Puedes ser tan malo como quieras ser, pero si

esperas sobrevivir y prosperar, la gente tiene que saber que, si estás de acuerdo en

enseñarles un hechizo mortal, no te volverás contra ellos y vaciaras su cuenta

bancaria.

— No quiero renunciar a mi trabajo, Kris. Pero lo has sabido todo el tiempo,

¿no?

Tampoco respondió.

— Por mucho que me guste, sin embargo, no puedo soportar las gilipolleces.

Simplemente no puedo.

— Lo sé.

Le miré detenidamente. — Necesito tu consejo.

Él sonrió. — Pensé que nunca lo pedirías.

*****

Las Parcas me convocaron una hora después. Cuando llegué, Katsuo se había

ido, así que me tocaba una audiencia privada. Y si esperaba ser recibida como un

héroe... bueno, digamos que fue bueno que no lo esperara.

La Parca más joven estaba en el telar, tejiendo. Ni siquiera levantó la vista

cuando llegué.

— Sabían que había un traidor en las filas, ¿verdad?

Levantó la vista, sus ojos brillantes bailando. — Lo sabemos todo.

— Entonces no me necesitaban para encontrarlo.

— Casi todo.

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— ¿Por qué me eligieron? ¿Es debido a que creen que una persona problemática

puede reconocer a otra?

La Parca de mediana edad se hizo cargo. — No, querida, porque sabíamos que si

había un traidor, tú no te detendrías hasta encontrarlo.

— Y lo hice, así que ahora puedo empezar mis vacaciones, ¿correcto? Y

hablando del tema…

— Deseas una ampliación — dijo ella enfatizando con un suspiro.

— No.

— ¿No? — La Parca anciana apareció. — Es mejor que no quieras nada más,

Eve Levine. Nosotras no concedemos favores a los ángeles por hacer su trabajo. Te

daremos el número exacto de horas que perdiste, porque eso es justo, pero no te

atrevas a presionar…

— No iba a hacerlo. Voy a tomar una compensación por las horas que he

perdido. Sé que no merezco un tratamiento especial.

Sus ojos se estrecharon.

Continué — Pensé en un par de cosas mientras estaba fuera. Al principio, estaba

cabreada como el infierno, despotricando sobre lo injusto que era. Entonces me di

cuenta de que ustedes no están siendo injustas en absoluto. Soy un celestial dolor en

el culo, siempre escabulléndome, metiéndome en problemas, rompiendo las reglas.

Si quiero ser tratada mejor, tengo que actuar mejor. Tengo que ser un ángel de

verdad.

Ella me miró, esperando el final del chiste.

— Cuando regrese, voy a seguir las reglas. Todos ellas.

— Nadie te pidió que…

— Lo entiendo. Han sido muy pacientes conmigo, pero han pasado cinco años y

es hora de que progrese y siga las instrucciones.

Las tres Parcas se transformaban dentro y fuera, como si clamaran por hablar.

Entonces la vieja regresó y, por un minuto, se hizo el silencio. Encontré su mirada,

la mía lo más abierta y cándida que podía aparentar.

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— Bien — carraspeó. —Toma un mes adicional, pero no…

— No, lo digo en serio. ¿Desean a la bruja buena? Yo puedo ser la bruja buena.

— Seis semanas — Frunció el ceño. — Y es mi última oferta.

— Guau. Bueno, está bien, supongo. Pero quieren que me comporte, ¿verdad? Es

lo que siempre me critican: mi mal comportamiento. Ergo, deben querer que…

— Queremos que hagas tu trabajo.

— Y yo quiero hacerlo — Trabé la mirada con ella. — Quiero hacerlo

correctamente. Mi definición de correcto. Y si quieren lo mismo, entonces deben

retroceder y dejarme trabajar.

Nos quedamos allí un momento, mirándonos una a la otra. Luego se retiró,

murmurando en voz baja antes de decir: — Vete. Hablaremos cuando vuelvas.

Me di la vuelta sonriendo y me teletransporté al encuentro de Kris en La Ceiba.

Hora de jugar a los piratas.

Fin

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Serie Mujeres De Otro MundoSerie Mujeres De Otro MundoSerie Mujeres De Otro MundoSerie Mujeres De Otro Mundo

00000000---- RenacimientoRenacimientoRenacimientoRenacimiento

Relato Corto incluido en Cuentos de Otro Mundo, narrado por Aron, vampiro. La

historia de cómo Aaron se convirtió en un vampiro.

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01010101---- InyecciónInyecciónInyecciónInyección

Relato Corto incluido en Hombres de Otro Mundo, narrado por Malcom Danvers,

hombre lobo. La concepción y el nacimiento de Jeremy Danvers, hombre lobo Alfa

de la Manada.

02020202---- SalvajeSalvajeSalvajeSalvaje

Novela incluida en Hombres de Otro Mundo, narrada por Clayton Danvers,

hombre lobo. Cómo Clayton se convirtió en un hombre lobo, y cómo Jeremy lo

encontró y lo crió.

03030303---- AscensiónAscensiónAscensiónAscensión

Novela incluida en Hombres de Otro Mundo, narrada por Clayton Danvers. La

infancia de Clayton Danvers y cómo Jeremy Danvers llegó a convertirse en Alfa de

la manada.

04040404---- DemonologíaDemonologíaDemonologíaDemonología

Relato Corto en línea, narrado por Talia, humana. La concepción de Adam,

medio-demonio, y cómo Talia Lyndsay se enteró de lo que era y cómo conoció a

Robert Vasic, medio-demonio.

05050505---- HechizadaHechizadaHechizadaHechizada

Novela incluida en Cuentos de Otro Mundo, narrada por Eve Levine. Cómo

conoce a Kristof Nast, hechicero de Camarilla, y la concepción de Savannah.

06060606---- HerenciaHerenciaHerenciaHerencia

Relato Corto incluido en Cuentos de Otro Mundo, narrado por Logan, hombre

lobo. Cómo Logan se enteró de que él era un hombre lobo.

07070707---- OrígenesOrígenesOrígenesOrígenes

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Novela Corta, narrada por Elena Michaels. Cómo Clayton y Elena se conocieron y

se enamoraron.

08080808---- El Caso Del Espía MedioEl Caso Del Espía MedioEl Caso Del Espía MedioEl Caso Del Espía Medio----DemonioDemonioDemonioDemonio

Historia Corta en línea, narrada por Adam Vasic. Una aventura de la infancia de

Paige y Adam.

09090909---- ExpectativasExpectativasExpectativasExpectativas

Relato Corto incluido en Cuentos de Otro Mundo, narrado por Lucas Cortez.

Lucas Cortez trata con el hecho de ser el hijo de una infame Camarilla.

10101010---- Verdad y ConsecuenciasVerdad y ConsecuenciasVerdad y ConsecuenciasVerdad y Consecuencias

Relato Corto en línea, narrado por Elena Michaels. Elena trata con una amenaza

para la manada.

11111111---- TerritorialTerritorialTerritorialTerritorial

Relato Corto en línea, narrado por Karl Marsten, hombre lobo. Cómo Marsten

termina involucrado en la conspiración llevada a cabo en Bitten.

12121212---- Mordida (Jauría)Mordida (Jauría)Mordida (Jauría)Mordida (Jauría)

Narrada por Elena Michaels, un hombre lobo. Ella tiene que lidiar con una infancia

terrible, así como con la aceptación de todos de quién es ella.

Elena y el resto de la Manada luchan contra perros callejeros no autorizados.

13131313---- FantasmasFantasmasFantasmasFantasmas

Historia Corta incluida en Cuentos de Otro Mundo, narrada por Jeremy Danvers.

Jeremy se enfrenta con sus recuerdos.

14141414---- FugaFugaFugaFuga

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Relato Corto en línea, narrado por Eve Levine. Eve intenta escapar del complejo

con Savannah.

15151515---- SecuestradaSecuestradaSecuestradaSecuestrada

Narrada por Elena Michaels de nuevo. Elena se enfrenta a científicos locos que

están secuestrando seres sobrenaturales.

16161616---- A A A A Golpe De MagiaGolpe De MagiaGolpe De MagiaGolpe De Magia

Narrada por Paige Winterbourne, una bruja. Líder del Aquelerre estadounidense.

Paige recoge a Savannah y lucha contra su padre biológico para quedársela.

17171717---- Algo Más Que MagiaAlgo Más Que MagiaAlgo Más Que MagiaAlgo Más Que Magia

Narrada por Paige Winterbourne de nuevo.

Paige trata de encontrar a un asesino dirigiendo a niños sobrenaturales de las

camarillas.

18181818---- Campanas De Boda InfernalesCampanas De Boda InfernalesCampanas De Boda InfernalesCampanas De Boda Infernales

Relato Corto incluido en Cuentos de Otro Mundo, narrado por Paige.

La boda de Paige y Lucas.

19191919---- EmbrujadaEmbrujadaEmbrujadaEmbrujada

Narrada por Eve Levine, el fantasma de una bruja medio-demonio. Ella tiene que

lidiar con los temores por la seguridad de su hija, que le sobrevivió y está siendo

criada por otra bruja. Ella no puede proteger directamente a su hija ya que ella está,

así, muerta.

Eve contacta a la nigromante Jaime Vegas y busca un Nix (un semi-demonio),

mientras ella trata de proteger a Savannah

20202020---- AventureroAventureroAventureroAventurero

Relato Corto en línea, narrado por Kenneth, Chaman. Kenneth tiene una aventura.

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21212121---- CaóticaCaóticaCaóticaCaótica

Novela Corta incluida en la Antología Citas del Infierno, narrada por Hope Adams.

La medio-demonio del caos Hope Adams, periodista de True News (prensa

sensacionalista) intenta capturar y luego termina haciendo equipo con Karl

Marsten.

22222222---- TraTraTraTratotototo

Relato Corto en línea, narrado por Xavier Reese, medio-demonio de

teletransportacion. Xavier intenta hacer un trato con Elena.

23232323---- QuebradaQuebradaQuebradaQuebrada

Narrada por Elena Michaels de nuevo.

Elena queda embarazada, y persigue a Jack el Destripador en la moderna Toronto.

24242424---- El Caso De El ChupacabrasEl Caso De El ChupacabrasEl Caso De El ChupacabrasEl Caso De El Chupacabras

Novela Corta incluida en Cuentos de Otro Mundo, narrada por Lucas Cortez y

Sean Nast, hechicero. Paige y Lucas persiguen a un asesino que puede ser un

vampiro.

25252525---- Ningún Humano InvolucradoNingún Humano InvolucradoNingún Humano InvolucradoNingún Humano Involucrado

Narrada por Jaime Vegas, un nigromante. Ella trabaja en Hollywood como un

nigromante de la televisión, pero guarda sus poderes reales para otro trabajo.

Jaime trata de averiguar por qué está siendo hostigada por los espíritus.

26262626---- IncriminadoIncriminadoIncriminadoIncriminado

Novela Corta en línea, narrada por Nick Sorrentino, hombre lobo.

Nick está decidido a demostrar que puede hacer frente a una situación por sí

mismo.

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27272727---- CrepúsculoCrepúsculoCrepúsculoCrepúsculo

Historia Corta en línea, narrada por Cassandra DuCharme, vampiro.

Relata lo que podrían ser los últimos momentos en la vida de Cassandra.

28282828---- AcosadaAcosadaAcosadaAcosada

Historia Corta en línea, narrada por Clayton Danvers. La luna de miel de Elena y

Clay.

29292929---- Demonio PersonalDemonio PersonalDemonio PersonalDemonio Personal

Narrada por Hope Adams, un medio-demonio, y Lucas Cortez, un hechicero.

Hope se enfrenta a lo que significa ser un ser sobrenatural joven en Miami.

30303030---- CaballerosoCaballerosoCaballerosoCaballeroso

Relato corto incluido en antología, narrado por Zoe Takano, vampiro.

31313131---- El Muerto IngratoEl Muerto IngratoEl Muerto IngratoEl Muerto Ingrato

Historia Corta en línea, narrada por Jaime Vegas. Una aventura entre Jaime y

Savannah.

32323232---- Viviendo Con La MuerteViviendo Con La MuerteViviendo Con La MuerteViviendo Con La Muerte

Narrada por: Hope Adams; Adele Morrissey, clarividente; Robyn Peltier, humana;

y John Findlay (Finn), nigromante.

Un ser humano se encuentra inmerso en el mundo sobrenatural cuando es acusado

de asesinato.

33333333---- KitsunegariKitsunegariKitsunegariKitsunegari

Relato Corto incluido en Hombres de Otro Mundo, narrado por Jeremy Danvers.

Cómo Jeremy descubre cosas de su pasado y su madre.

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34343434---- Zen y El Arte Del VampirismoZen y El Arte Del VampirismoZen y El Arte Del VampirismoZen y El Arte Del Vampirismo

Historia Corta incluida en antología, narrada por Zoe Takano.

35 35 35 35 ---- AngelicalAngelicalAngelicalAngelical

Novela Corta, narrada por Eve Levine. La situación de Eve como un ángel.

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Próximamente

Serie Mujeres de Otro Mundo XXXVI

Curva De Aprendizaje

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