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El Camino de Los Reyes - Brandon Sanderson

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E.P.A.

Brandon Sanderson

El camino de los reyes

Brandon SandersonEl camino

de

los reyesPara Emily,

que es demasiado paciente demasiado amable y demasiado maravillosa para expresarlo en palabras. Pero lo intento de todas formas.

ndice

Resumen7Agradecimientos512Preludio a La Guerra de las Tormentas

17LIBRO PRIMERO

18Prlogo

34PRIMERA PARTE

35Captulo 1

49Captulo 2

64Captulo 3

79Captulo 4

91Captulo 5

104Captulo 6

124Captulo 7

141Captulo 8

162Captulo 9

169Captulo 10

176Captulo 11

186INTERLUDIOS

187Captulo 1-1

193Captulo 1-2

197Captulo 1-3

205SEGUNDA PARTE

206Captulo 12

228Captulo 13

239Captulo 14

251Captulo 15

278Captulo 16

294Captulo 17

315Captulo 18

340Captulo 19

357Captulo 20

360Captulo 21

374Captulo 22

391Captulo 23

408Captulo 24

419Captulo 25

429Captulo 26

448Captulo 27

474Captulo 28

502INTERLUDIOS

Captulo 1-4503511Captulo 1-5

518Captulo 1-6

528TERCERA PARTE

529Captulo 29

548Captulo 30

559Captulo 31

565Captulo 32

580Captulo 33

597Captulo 34

604Captulo 35

610Captulo 36

627Captulo 37

644Captulo 38

650Captulo 39

660Captulo 40

676Captulo 41

683Captulo 42

700Captulo 43

715Captulo 44

729Captulo 45

751Captulo 46

772Captulo 47

786Captulo 48

798Captulo 49

809Captulo 50

814Captulo 51

821INTERLUDIOS

822Captulo 1-7

826Captulo 1-8

831Captulo 1-9

839CUARTA PARTE

840Captulo 52

860Captulo 53

868Captulo 54

886Captulo 55

903Captulo 56

917Captulo 57

943Captulo 58

964Captulo 59

983Captulo 60

997Captulo 61

1007Captulo 62

1022Captulo 63

1030Captulo 64

1040Captulo 65

1051Captulo 66

1059Captulo 67

1081Captulo 68

1101Captulo 69

1123QUINTA PARTE

1124Captulo 70

1131Captulo 71

1139Captulo 72

1143Captulo 73

1154Captulo 74

1158Captulo 75

1164Eplogo

1169Nota final

1170Ars Arcanum

ResumenEn Roshar, un mundo de piedra y tormentas, extraas tempestades de increble potencia barren el rocoso territorio de tal manera que han dado forma a una nueva civilizacin escondida. Han pasado siglos desde la cada de las diez rdenes consagradas conocidas como los Caballeros Radiantes, pero sus espadas y armaduras an permanecen.

En las Llanuras Quebradas se libra una guerra sin sentido. Kaladin ha sido sometido a la esclavitud, mientras diez ejrcitos luchan por separado contra un solo enemigo. El comandante de uno de los otros ejrcitos, el seor Dalinar, se siente fascinado por un antiguo texto llamado El camino de los reyes. Mientras tanto, al otro lado del ocano, su eminente y hereje sobrina, Jasnah Kholin, forma a su discpula, la joven Shallan, quien investigar los secretos de los Caballeros Radiantes y la verdadera causa de la guerra.

AgradecimientosTermin el primer borrador de este libro en 2003, pero empec a trabajar en diversas partes a finales de los noventa. Fragmentos de esta novela se remontan aun ms atrs en mi imaginacin. Ningn libro mo ha tardado tanto en cuajar: he pasado ms de una dcada dando forma a esta novela. Por eso no debera ser ninguna sorpresa que muchas personas me hayan ayudado con ella. Va a ser imposible mencionarlos a todos: mi memoria, sencillamente, no es tan buena. Sin embargo, hay algunos partcipes importantes a los que me gustara dar sinceramente las gracias.

En primer lugar est mi esposa, Emily, a quien dedico este libro. Dio mucho de s para ver como se iba formando la novela. Eso incluye no solo leer y dar consejos sobre el manuscrito, sino renunciar a su marido durante largos periodos de tiempo. Si mis lectores tienen la posibilidad de conocerla, no estara nial que le diesen las gracias (le gusta el chocolate).

Como siempre, mis excelentes editor y agente (Moshe Feder y Joshua Bilmes) trabajaron muy duro en este libro. Moshe, especialmente, no cobra ms cuando sus autores entregan monstruosidades de cuatrocientas mil palabras. Pero edit la novela sin una queja: su ayuda fue incalculable para entregar la novela que ahora tiene usted en la mano. Tambin hizo que E Paul Wilson repasara las escenas mdicas, para mejorarlas.

Gracias tambin a Harriet McDougal, una de las mejores editoras de nuestro tiempo, quien asumi la correccin por pura bondad. Los fans de La rueda del tiempo la conocern como la persona que descubri y edit a Robert Jordn, con quien luego se cas. No se dedica a editar muchos libros hoy en da, y por eso me siento muy honrado y halagado por contar con su colaboracin y ayuda. Alan Romanczuk, que trabaja con ella, debe recibir tambin su agradecimiento por facilitar la publicacin de este libro.

En Tor Books, Pauls Stevens ha sido de gran ayuda. Como nuestro contacto editorial, ha hecho un trabajo excelente. Moshe y yo tenemos suerte de contar con su ayuda. Igualmente, Irene Gallo (la directora artstica) ha sido una ayuda maravillosa y paciente al tratar con un autor molesto que quera hacer cosas raras con los dibujos de su libro. Muchas gracias a Irene, Justin Golenbock, Greg Collins, Karl Gold, Nathan Weaver, Heather Saunders, Meryl Gross, y todo el equipo de Tor Books. Dot Lin, que fue mi publicista hasta la publicacin de este libro (y que ahora trabaja para aadir unas cuantas letras ms despus de su nombre), fue una ayuda maravillosa no solo en publicidad, sino al darme consejos y acompaarme en una divertida sesin en Nueva York. Gracias a todos.

Y hablando de dibujos, se darn cuenta de que el interior de este libro es mucho ms extenso de lo que normalmente se encuentra en una novela de fantasa. Esto se debe a los extraordinarios esfuerzos de Greg Cali, Isaac Stewart, y Ben McSweeney. Trabajaron duro, haciendo numerosos bocetos para rematar las cosas. El trabajo de Ben en las pginas de bocetos de Shallan es simplemente maravilloso, una mezcla de lo mejor de mi imaginacin y sus interpretaciones artsticas. Isaac, que tambin hizo los dibujos interiores de las novelas de Nacidos de la Bruma, fue mucho ms all de lo que habra cabido esperar razonablemente de l. Trabajar hasta tarde y con plazos de entrega exigentes fueron la norma para esta novela. Hay que alabar su trabajo. (Los iconos de los captulos, mapas, guardas en color y las pginas de notas de Navani son suyas, por si tienen curiosidad.)

Como siempre, mi grupo de escritura ha sido una gran ayuda. Sus miembros se componen de unos cuantos lectores alfa y beta. Sin ningn orden concreto, son: Karen Ahlstrom, Geoff y Rachel Biesinger, Ethan Skarstedt, Nathan Hatfield, Dan Wells, Karylynn ZoBell, Alan yjeanette Layton, Janci Olds, Kristina Kugler, Steve Diamond, Brian Delambre, Jason Denzel, Michelle Trammel, Josh Walker, Chris King, Austin y Adam Hussey, Brian T. Hill, y el tal Ben cuyo apellido nunca s escribir bien. Estoy seguro de que me olvido de algunos. Sois todos gente maravillosa, y os dara espadas esquirladas si pudiera.

Guau. Esto se est convirtiendo en un agradecimiento pico. Pero hay todava ms gente a la que debo mi reconocimiento. La redaccin de estas palabras tiene lugar en torno al aniversario de haber contratado al Inevitable Peter Ahlstrom como secretario personal, corrector ayudante y cerebro extra. Si revisan las anteriores pginas de agradecimiento, siempre lo encontrarn all. Lleva aos siendo un querido amigo y un gran defensor de mi obra. Ahora tengo suerte de que trabaje para m a tiempo completo. Hoy se levant a las tres de la maana para leer las ltimas pruebas de imprenta del libro. La prxima vez que lo vean en una convencin, cmprenle un buen queso.

Tambin sera negligente por mi parte si no le diera las gracias a Tom Doherty por permitirme que me saliera con la ma al escribir este libro. Pudimos conseguir que la novela fuera tan larga porque Tom crea en este proyecto, y una llamada personal suya fue lo que consigui que Michael Whelan hiciera la portada. Tom ha dado aqu ms de lo que probablemente merezco: esta novela (con la extensin de que alardea, con el nmero de ilustraciones que contiene) es de las que echara atrs a muchos editores. Este hombre es el motivo por el que Tor lanza tantos libros asombrosos.

Finalmente, un momento para la maravillosa portada de Michael Whelan. Para los que no han odo la historia, empec a escribir novelas de fantasa (de hecho, empec siendo lector de ellas) cuando era adolescente gracias a una hermosa portada de Michael. Tiene una capacidad nica para capturar el alma verdadera de un libro en sus pinturas; siempre supe que podra confiar en una novela con una de sus portadas. He soado con que algn da hiciera la portada de uno de mis libros. Pareca algo imposible de conseguir. Que haya sucedido por fin, y en la novela de mi corazn en la que he trabajado tanto tiempo, es un honor sorprendente.

Preludio a La Guerra de las TormentasKalak rode un promontorio rocoso y se detuvo agotado ante el cuerpo de un tronador moribundo. La enorme bestia de piedra yaca de costado; las protuberancias de su pecho, parecidas a costillas, estaban rotas y agrietadas. La monstruosidad era de forma vagamente esqueltica y sus miembros anormalmente largos brotaban de unos hombros de granito. Los ojos eran manchas de un rojo oscuro en la cara afilada, como creados por un fuego que ardiera en las profundidades de la piedra. Perdan su brillo por momentos.

Incluso despus de tantos siglos, ver de cerca un tronador hizo que Kalak se estremeciera. La mano de la bestia tena casi su misma altura. Manos como esa lo haban matado antes, y no haba sido agradable.

Naturalmente, morir rara vez lo era.

Rode a la criatura, escogiendo con cuidado su camino por el campo de batalla. La llanura estaba cubierta de piedras y rocas deformes, columnas naturales que se alzaban a su alrededor, cadveres que regaban el terreno. Pocas plantas crecan all.

Los riscos y montculos rocosos presentaban numerosas cicatrices. Algunos eran secciones arrasadas donde haban combatido los absorbentes. Con menos frecuencia, pas ante huecos resquebrajados de extraa forma donde los tronadores se haban soltado de la roca para unirse a la batalla.

Muchos de los cuerpos que yacan alrededor de l eran humanos; otros muchos, no. Sangres diversas. Roja, anaranjada, violeta. Aunque ninguno de los cadveres se mova, una confusa neblina de sonidos flotaba en el aire. Gemidos de dolor, alaridos de pena. No parecan los sonidos de una victoria. El humo surga de los pocos arbustos o de los montones de cadveres ardientes. Incluso algunas secciones de roca humeaban. Los polvorientos haban hecho bien su trabajo.

Pero yo he sobrevivido, he logrado sobrevivir esta vez, pens Kalak, con la mano en el pecho mientras se apresuraba hacia el lugar de encuentro.

Eso era peligroso. Cuando mora, era enviado de vuelta, sin remisin. Cuando sobreviviera a la Desolacin, se supona que deba volver tambin. De vuelta al lugar que tema. De vuelta a aquel dao de dolor y fuego. Y si decida..., no ir?

Pensamientos comprometidos, quiz pensamientos traicioneros. Aviv el paso.

El lugar de encuentro estaba a la sombra de una gran formacin rocosa, una torre que se alzaba hacia el cielo. Como siempre, ellos diez lo haban decidido antes de la batalla. Los supervivientes llegaran hasta aqu. Extraamente, solo uno de los dems lo estaba esperando. Jezrien. Haban muerto los otros ocho? Era posible. La batalla haba sido demasiado cruenta esta vez, una de las peores. El enemigo se volva cada vez ms tenaz.

Pero no. Kalak frunci el ceo mientras se acercaba a la base de la torre. All haba siete magnficas espadas, clavadas en el suelo de piedra. Cada una de ellas era una obra de arte, elegante en su diseo, grabada con glifos y pautas. Las reconoci todas. Si sus amos hubieran muerto, las espadas se habran desvanecido.

Estas espadas eran armas de poder superior incluso a las espadas esquirladas. Eran nicas. Preciosas. Jezrien permaneca apartado del crculo de espadas, mirando hacia el este.

Jezrien?

La figura de blanco y azul se volvi a mirarlo. Incluso despus de tantos siglos, Jezrien pareca joven, como si apenas estuviera en la treintena. Su barba negra estaba bien recortada, aunque su ropa, antao elegante, estaba chamuscada y manchada de sangre. Cruz las manos a su espalda mientras se volva hacia Kalak.

Qu ocurre, Jezrien? pregunt Kalak. Dnde estn los dems?

Han partido la voz de Jezrien era tranquila, grave, regia. Aunque haca siglos que no llevaba corona, conservaba sus modales reales. Siempre pareca saber qu hacer. Podramos decir que fue un milagro. Solo uno de nosotros muri esta vez.

Talanel dijo Kalak. La suya era la nica espada que faltaba.

S. Muri defendiendo ese pasaje junto al ro norte.

Kalak asinti. Talanel tena tendencia a elegir luchas desesperadas y ganarlas. Tambin tena tendencia a morir en el proceso. Ya estara de vuelta en el lugar donde iban entre Desolaciones. El lugar de las pesadillas.

Kalak descubri que estaba temblando. Cundo se haba vuelto tan dbil?

Jezrien, no puedo regresar esta vez Kalak susurr las palabras, se acerc y agarr al otro hombre por el brazo. No puedo.

Kalak sinti que algo en su interior se quebraba con aquella admisin. Cunto tiempo haba sido? Siglos, tal vez milenios de tortura. Era tan difcil seguir la cuenta... Aquellos fuegos, aquellos garfios clavndose en su carne cada nuevo da. Arrancndole la piel del brazo, quemando luego la grasa, buscando despus el hueso. Poda olerlo. Todopoderoso, poda olerlo!

Deja tu espada dijo Jezrien.

Qu?

Jezrien indic con un gesto el crculo de armas.

Me eligieron para que te esperase. No estbamos seguros de que hubieras sobrevivido. Se ha..., se ha tomado una decisin. Es hora de que el Juramento llegue a su fin.

Kalak sinti una aguda punzada de terror.

De qu servir eso?

Ishar cree que basta con que uno de nosotros siga unido al Juramento. Existe la posibilidad de que pongamos fin al ciclo de Desolaciones.

Kalak mir al rey inmortal a los ojos. De un pequeo montculo a su izquierda brotaba una negra columna de humo. Los gemidos de los moribundos los acosaban desde atrs. En los ojos de Jezrien, Kalak vio angustia y pesar. Acaso incluso cobarda. Era un hombre que penda de un hilo sobre un acantilado.

Todopoderoso pens Kalak. T tambin has llegado al lmite, verdad? Les haba sucedido a todos.

Kalak dio media vuelta y se dirigi a un pequeo risco que se alzaba sobre una parte del campo de batalla.

Haba muchsimos cadveres, y entre ellos caminaban los vivos.

Hombres con atuendos primitivos, con lanzas rematadas por puntas de bronce. Entre ellos, haba otros con brillantes armaduras plateadas. Un grupo pas de largo, cuatro hombres con pieles curtidas o cuero gastado que se unieron a una poderosa figura con una hermosa armadura plateada, sorprendentemente intrincada. Qu contraste. Jezrien se detuvo junto a l.

Nos ven como divinidades susurr Kalak. Confan en nosotros, Jezrien. Somos todo lo que tienen.

Tienen a los Radiantes. Eso ser suficiente. Kalak neg con la cabeza.

Esto no detendr al enemigo. Encontrar un modo de superarlo. Sabes que lo har.

Tal vez el rey de los Heraldos no ofreci ninguna otra explicacin.

Y Taln? pregunt Kalak. La sangre ardiendo. Los fuegos. El dolor una y otra vez....

Mejor que sufra un hombre y no diez susurr Jezrien. Pareca tan fro. Como una sombra causada por el calor y la luz que cayeran sobre alguien honorable y sincero y proyectara detrs esta negra imitacin.

Jezrien regres al crculo de espadas. Su propia hoja se form en sus manos, apareciendo de entre la bruma, hmeda de condensacin.

Ha sido decidido, Kalak. Seguiremos nuestros caminos, y no nos buscaremos unos a otros. Nuestras hojas deben quedarse. El Juramento termina ahora.

Alz su espada y la clav en la piedra junto con las otras siete.

Jezrien vacil, mirando la espada, y luego inclin la cabeza y dio media vuelta. Como avergonzado.

Escogimos voluntariamente esta carga. Bueno, podemos decidir dejarla si queremos.

Qu le diremos a la gente, Jezrien? pregunt Kalak. Qu dirn de este da?

Es sencillo respondi Jezrien, alejndose. Les diremos que finalmente han ganado. Es una mentira fcil. Quin sabe? Quizs acabe convirtindose en verdad.

Kalak vio que Jezrien se marchaba a travs del paisaje calcinado. Finalmente, convoc a su propia hoja y la clav en la piedra junto con las otras ocho. Dio media vuelta y ech a andar en la direccin opuesta a Jezrien.

Y sin embargo, no pudo dejar de volverse a mirar de nuevo el crculo de espadas y el nico hueco que quedaba. El lugar donde tendra que haber estado la dcima espada.

Aquel de ellos que se haba perdido. Aquel al que haban abandonado.

Perdnanos, pens Kalak, y luego se march.

LIBRO PRIMEROEL CAMINO DE LOS REYES4.500 aos ms tarde

Prlogo

MATAREl amor de los hombres es fro, un arroyo de las montaas cercano al hielo. Somos suyos. Oh, Padre Tormenta..., somos suyos. Solo faltan mil das y la Eterna Tormenta viene.

Recogido el primer da de la semana Palah del mes Shash del ao 1171, treinta y un segundos antes de la muerte. El sujeto era una mujer de ojos oscuros, embarazada, de mediana edad. Su hijo no sobrevivi.

Szeth-hijo-hijo-Vallano, sin-verdad de Shinovar, vesta de blanco el da que iba a matar a un rey. Las ropas blancas eran una tradicin parshendi, extraa para l. Pero haca lo que sus amos exigan y no peda explicaciones.

Estaba sentado en un gran saln de piedra, caldeado por numerosas hogueras que proyectaban una luz brillante sobre los juerguistas, haciendo que en su piel se formaran perlas de sudor mientras bailaban y beban y chillaban y cantaban y aplaudan. Algunos caan al suelo con la cara enrojecida; la fiesta era demasiado desenfrenada para ellos, los estmagos demostraban no estar a la altura de los odres de vino trasegados. Pareca como si estuvieran muertos, al menos hasta que sus amigos los sacaron del saln donde se celebraba la fiesta y los llevaron a las camas que los esperaban.Szeth no segua el ritmo de los tambores, ni beba el vino de color zafiro, ni se levantaba a bailar. Estaba sentado en un taburete al fondo, un criado silencioso vestido de blanco. Pocos en la celebracin por la firma del tratado reparaban en l. Era solo un sirviente, y los shin eran fciles de ignorar. La mayora de la gente del este crea que la raza de Szeth era dcil e inofensiva. Generalmente tena razn.

Los tambores iniciaron un nuevo ritmo. El comps sacudi a Szeth como un cuarteto de corazones latientes, bombeando por toda la sala oleadas de sangre invisible. Los amos de Szeth, despreciados como salvajes en los reinos ms civilizados, estaban sentados ante sus propias mesas. Eran hombres de piel negra moteada de rojo. Parshendi, se llamaban, primos de los pueblos de servidores ms dciles conocidos como parshmenios en la mayor parte del mundo. Una rareza. Ellos no se llamaban a s mismos as: parshendi era el nombre que les daban los alezi. Significaba, ms o menos, parshmenios que saben pensar. Nadie pareca considerarlo un insulto.

Los parshendi haban trado a los msicos. Al principio, los alezi de ojos claros se mostraron reticentes. Para ellos, los tambores eran instrumentos de la gente corriente de los ojos oscuros. Pero el vino fue el gran asesino tanto de la tradicin como de la propiedad, y ahora la lite de los alezi bailaba con abandono.

Szeth se levant y empez a abrirse paso por la sala. La fiesta haba durado mucho: incluso el rey se haba retirado haca horas. Pero muchos seguan celebrando. Mientras caminaba, Szeth se vio obligado a evitar a Dalinar Kholin, el hermano del mismsimo rey, que se haba desplomado borracho en una mesita. El hombre, mayor pero fornido, haba rechazado a aquellos que trataron de convencerlo para que se fuera a la cama. Dnde estaba Jasnah, la hija del rey? Elhokar, el hijo varn y heredero, estaba sentado ante la alta mesa, dirigiendo la fiesta en ausencia de su padre. Conversaba con dos hombres, un azish de piel oscura que tena una extraa marca de piel clara en la mejilla, y un alezi ms joven que no dejaba de mirar por encima del hombro.

Los compaeros de farra del heredero no tenan importancia. Szeth se mantuvo alejado de l, quedndose en los lados de la sala, y pas junto a los msicos que tocaban los tambores. Los musispren flotaban en el aire a su alrededor, los diminutos espritus tomaban la forma de lazos transparentes que giraban. Los msicos repararon en Szeth cuando pas por su lado. Se retiraran pronto, al igual que los dems parshendi.No parecan ofendidos. No parecan furiosos. Y sin embargo en apenas unas horas iban a romper el tratado. No tena ningn sentido. Pero Szeth no haca preguntas.

En el fondo de la sala, pas ante hileras de luces azules que brotaban donde la pared se encontraba con el suelo. Contenan zafiros imbuidos de luz tormentosa. Profanos. Cmo podan los hombres de esas tierras usar algo tan sagrado solo para iluminarse? Peor, se deca que los sabios alezi estaban a punto de crear nuevas hojas esquirladas. Szeth esperaba que solo fueran exageraciones. Porque si llegaba a ocurrir eso, el mundo cambiara. Probablemente de un modo que acabara con la gente de todos aquellos pases, de la lejana Thaylenah a la alta Jah Keved, donde se hablaba alezi.

Eran un gran pueblo, estos alezi. Incluso borrachos, tenan una nobleza natural. Altos y bien proporcionados, los hombres vestidos con atuendos de seda oscura que se abotonaban a los lados del pecho y tenan elaborados bordados de plata o de oro. Cada uno pareca un general en el campo de batalla.

Las mujeres eran an ms esplndidas. Llevaban elegantes vestidos de seda muy ajustados cuyos brillantes colores contrastaban con los tonos oscuros que preferan los hombres. La manga izquierda de cada vestido era ms larga que la derecha y cubra la mano. Los alezi tenan un extrao sentido del decoro. Llevaban la negra cabellera recogida en lo alto de la cabeza, a veces en intrincados rodetes. A menudo los remataban con lazos o adornos dorados, junto con joyas que brillaban con la luz tormentosa. Precioso. Profano, pero precioso.

Szeth dej atrs el saln. Nada ms salir, pas ante la puerta tras la que se celebraba la Fiesta de los Mendigos. Era una tradicin alezi, una sala donde se ofreca a algunos de los hombres y mujeres ms pobres de la ciudad un festn que aunaba al del rey y sus invitados. Haba un hombre de larga barba canosa desplomado junto a la puerta, sonriendo como un necio, aunque Szeth no supo si era por el vino o porque era dbil mental.

Me has visto? pregunt el hombre con habla pastosa. Se ech a rer, y entonces empez a hablar en un extrao galimatas, mientras echaba mano a un frasco de vino. As que era la bebida, despus de todo. Szeth pas de largo, dejando atrs una fila de estatuas que mostraba a los Diez Heraldos de la antigua teologa vorin. Jezerezeh, Ishi, Kelek, Talenelat... Fue contndolos uno a uno y advirti que solo haba nueve. Resultaba muy sospechoso. Por qu haban quitado la estatua de Shalash? Se deca que el rey Gavilar era muy devoto del culto vorin. Demasiado devoto, para algunos.

El pasillo giraba a la derecha, siguiendo el permetro del palacio. Se hallaban en la planta del rey, en la segunda planta del edificio abovedado, rodeados de paredes de roca, techos y suelos. Eso era profano. No se poda hollar la piedra. Pero qu poda hacer l? Era un sin verdad. Haca lo que sus amos exigan.

Hoy, eso inclua vestir de blanco. Pantalones blancos anchos atados a la cintura con una cuerda, y sobre ellos una fina camisa de mangas largas, abierta por delante. Las ropas blancas para los asesinos eran una tradicin entre los parshendi. Aunque Szeth no lo haba preguntado, sus amos le haban explicado el porqu.

Blanco para ser osado. Blanco para no mezclarse con la noche. Blanco para advertir.

Pues si ibas a asesinar a un hombre, tena derecho a verte venir.

Szeth gir a la derecha, siguiendo el pasillo directamente hacia los aposentos del rey. Las antorchas ardan en las paredes, su luz insatisfactoria para l, un ligero guiso tras un largo ayuno. Diminutos llamaspren bailaban a su alrededor, semejantes a insectos hechos de luz solidificada. Las antorchas eran intiles para l. Ech mano a su bolsa y las esferas que contena, pero vacil al ver ms luces azules por delante: un par de lmparas de luz tormentosa flotaban en la pared, con brillantes zafiros resplandeciendo en sus corazones. Szeth se acerc a una y tendi la mano para envolver la gema recubierta por el cristal.

Eh, t! exclam una voz en alezi. Haba dos guardias en la interseccin. Guardias dobles, pues haba salvajes en Kholinar esta noche. Cierto, se supona que esos salvajes eran ahora aliados. Pero las alianzas podan ser endebles.

Esta no durara una hora.

Szeth vio acercarse a los dos guardias. Llevaban lanzas: no eran ojos claros, y por tanto tenan prohibida la espada. Sin embargo, sus petos pintados de rojo eran ornamentados, igual que sus yelmos. Puede que fueran ojos oscuros, pero se trataba de ciudadanos de alto rango con puestos honorables en la guardia real.

Tras detenerse a unos pocos pasos de distancia, el primer guardia hizo un gesto con la lanza.

Mrchate. Este no es sitio para ti. Tena la piel bronceada y llevaba una perilla recortada.

Szeth no se movi.

Bien? dijo el guardia. A qu ests esperando?

Szeth inspir profundamente, atrayendo la luz tormentosa, que fluy hacia su interior, absorbida por las lmparas de zafiro gemelas de las paredes, como si su aliento las hubiera convocado. La luz tormentosa rugi en su interior, y el pasillo de pronto se volvi ms oscuro, sumindose en las sombras como la cima de una colina que pierde la luz del sol por el paso de una nube.

Szeth pudo sentir el calor de la luz, su furia, como una tempestad que hubieran inyectado directamente en sus venas. Su poder era vigorizante pero peligroso. Lo impulsaba a actuar. A moverse. A golpear.

Conteniendo la respiracin, se aferr a la luz tormentosa. Poda sentirla brotando de l. Solo era posible contenerla unos pocos instantes como mximo. Se filtraba, pues el cuerpo humano constitua un contenedor demasiado poroso. Szeth haba odo que los Vaciadores podan contenerla perfectamente. Pero claro, existan todava? Su castigo declaraba que no. Su honor exiga que existieran.

Ardiendo de energa sagrada, Szeth se volvi hacia los guardias. Estos pudieron ver que filtraba luz tormentosa, y que arabescos de luz brotaban de su piel como humo luminiscente. El primer guardia entorn los ojos, frunciendo el ceo. Szeth estaba seguro de que el hombre nunca haba visto antes nada as. Por lo que recordaba, Szeth haba matado a todos los pisapiedras que haban llegado a ver lo que poda hacer.

Qu..., qu eres? la voz del guardia haba perdido su seguridad. Espritu u hombre?

Qu soy? susurr Szeth, y un poco de luz man de sus labios mientras miraba ms all del hombre al fondo del largo pasillo. Yo..., lo siento.

Szeth parpade, lanzndose a aquel lejano punto del pasillo. La luz tormentosa surgi de su ser con un destello, helando su piel, y el suelo dej inmediatamente de tirar de l hacia abajo. En cambio, fue empujado hacia aquel lejano punto: como si, para l, esa direccin se hubiera convertido de repente en su abajo.

Era un lanzamiento bsico, el primero de sus tres tipos de lanzamientos. Le proporcionaba la habilidad de manipular cualquier fuerza, spren o dios que sujetara a los hombres al suelo. Con la sacudida de este lanzamiento, poda sujetar a las personas o los objetos a distintas superficies o enviarlas en distintas direcciones.

Desde la perspectiva de Szeth, el pasillo era ahora un pozo profundo por el que caa, y los dos guardias estaban de pie en uno de los lados. Se sorprendieron cuando los pies de Szeth los golpearon en la cara, derribndolos. Szeth cambi su punto de vista y se arroj al suelo. La luz brot de l. El suelo del pasillo se convirti de nuevo en su abajo, y aterriz entre los dos guardias, con las ropas crujiendo y dejando caer copos de escarcha. Se levant, y comenz el proceso de invocar a su espada esquirlada.

Uno de los guardias trat de echar mano a su lanza. Szeth toc al soldado en el hombro y alz la cabeza. Se concentr en un punto sobre l mientras dejaba la luz salir de su cuerpo y entrar en el guardia, lanzando al pobre hombre hacia el techo.

El guardia solt un grito de sorpresa cuando el arriba se convirti en el abajo para l. Sacudindose con la luz, choc contra el techo y solt la lanza, que no haba sido sacudida directamente y que cay al suelo cerca de Szeth.

Matar. Era el mayor de los pecados. Y sin embargo all estaba Szeth, sin verdad, caminando profanamente sobre piedras usadas para construir. Y no terminara. Como sin verdad, solo haba una vida que tena prohibido tomar.

Y era la suya propia.

Al dcimo latido de su corazn, su hoja esquirlada cay en su mano, que permaneca a la espera. Se form como si se condensara a partir de la bruma, el agua perlada a lo largo de la hoja. Era una espada larga y fina, de doble filo, ms pequea que la mayora de las espadas. Szeth la blandi, traz una lnea en el suelo de piedra y atraves el cuello del segundo guardia.

Como siempre, la hoja esquirlada mataba de manera extraa: aunque cortaba con facilidad la piedra, el acero o todo lo que fuera inanimado, se difuminaba nada ms tocar piel viva. Viaj a travs del cuello del guardia sin dejar una marca, pero una vez terminado su trayecto, los ojos del hombre humearon y ardieron. Se volvieron negros, marchitndose en su cabeza, y el hombre se desplom, muerto. Una espada esquirlada no cortaba la carne viva: cortaba el alma.

Arriba, el primer guardia jade. Haba conseguido ponerse en pie, aunque estos estuvieran plantados en el techo del pasillo.

Un portador de esquirlada! grit. Un portador de esquirlada ataca el saln del rey! A las armas!

Por fin, pens Szeth. Los guardias desconocan su uso de la luz tormentosa, pero conocan una hoja esquirlada en cuanto vean una.

Szeth se arrodill y recogi la lanza que haba cado de arriba. Al hacerlo, liber el aliento que haba estado conteniendo desde que atrajo la luz tormentosa. Lo retena mientras la empuaba, pero aquellas dos linternas no contenan mucha cantidad, de modo que pronto necesitara respirar. En cuanto dej de contener el aliento la luz empez a vaciarse cada vez ms rpido.

Szeth apoy la culata de la lanza en el suelo de piedra, y luego mir hacia arriba. El guardia dej de gritar, abriendo mucho los ojos cuando los faldones de su camisa empezaron a resbalar hacia abajo, y la tierra empezaba a recuperar su dominio. La luz que brotaba de su cuerpo mengu.

Mir a Szeth. Mir la punta de la lanza que sealaba directamente a su corazn. Miedospren violetas brotaron del techo de piedra en torno a l.

La luz se apag. El guardia cay.

Grit cuando alcanz la lanza que le atraves el pecho. Szeth dej caer el arma, que golpe el suelo con un golpe sordo a causa del cuerpo que se retorca en su extremo. Con la hoja esquirlada en la mano, se volvi hacia un pasillo lateral, siguiendo el plano que haba memorizado. Dobl una esquina y se peg a la pared justo cuando un pelotn de guardias llegaba al lugar donde yacan los soldados muertos. Los recin llegados empezaron a gritar de inmediato, en seal de alarma.

Las instrucciones de Szeth eran claras. Deba matar al rey, pero tenan que verlo hacindolo. Que los alezi supiesen lo que era capaz de hacer. Por qu? Por qu haban accedido los parshendi a este tratado, si haban enviado a un asesino la misma noche de su firma?

Ms gemas brillaban en las paredes del pasillo. Al rey Gavilar le gustaba la ostentacin, y no poda decirse que dejaba fuentes de poder para que Szeth las usara en sus lanzamientos. Las cosas que Szeth haca no se vean desde haca milenios. Las historias de aquellos tiempos casi se haban extinguido, y las leyendas eran horriblemente inadecuadas.

Szeth se asom al pasillo. Uno de los guardias de la interseccin lo vio y, sealndolo, solt un grito. Szeth se asegur de que lo vieran bien, luego se escabull. Inspir profundamente mientras corra, atrayendo luz tormentosa de las linternas. Su cuerpo se llen de vida con ella, y su velocidad aument, los msculos rebosantes de energa. Dentro de l, la luz se convirti en una tormenta; la sangre le tron en los odos. Era algo terrible y maravilloso al mismo tiempo.

Dos pasillos por delante, uno a cada lado. Abri la puerta de una habitacin de almacenaje, entonces vacil un momento (lo suficiente para que un guardia doblara una esquina y lo viera) antes de meterse en la estancia. Preparndose para un lanzamiento completo, levant el brazo y orden a la luz tormentosa que se acumulara all, haciendo que la piel resplandeciera. Entonces hizo un gesto con la mano hacia el marco de la puerta, esparciendo luminiscencia blanca como si fuera pintura. Cerr la puerta de golpe justo cuando llegaban los guardias.

La luz tormentosa sostuvo la puerta en el marco con la fuerza de cien brazos. Un lanzamiento completo una las cosas, sujetndolas hasta que la luz se agotaba. Tardaba ms tiempo en crearse que un lanzamiento bsico, y apuraba la luz tormentosa con ms rapidez. El picaporte de la puerta se estremeci, y la madera empez a quebrarse cuando los guardias arrojaron su peso contra ella. Un hombre pidi un hacha a gritos.

Szeth cruz la habitacin con rpidas zancadas, entre los muebles cubiertos por sbanas que haba almacenados dentro. Eran de pao rojo y maderas oscuras y exquisitas. Lleg a la pared del fondo y, preparndose para otra blasfemia ms, alz su hoja esquirlada y descarg un golpe en horizontal contra la piedra gris oscuro. La roca se abri con facilidad: una espada esquirlada poda cortar cualquier objeto inanimado. Continu con dos tajos en vertical, luego otro horizontal al pie, hasta obtener un gran bloque de forma cbica. Presion con la mano, introduciendo la luz tormentosa en la piedra.

Tras l, la puerta de la habitacin empez a quebrarse. Mir por encima del hombro y se concentr en la temblorosa puerta, lanzando el bloque en esa direccin. La escarcha se cristaliz en sus ropas: arrojar algo tan grande requera tambin gran cantidad de luz tormentosa. La tempestad en su interior se apacigu, como una tempestad que queda reducida a una llovizna.

Se hizo a un lado. El gran bloque de piedra tron, deslizndose hacia la habitacin. Normalmente, mover el bloque habra sido imposible. Su propio peso lo habra arrastrado hacia las piedras de abajo. Pero ahora ese mismo peso lo liber, pues para el bloque la direccin de la puerta de la habitacin era su abajo. Con un sonido profundo y rechinante, el bloque se solt de la pared y recorri el aire dando tumbos, aplastando los muebles.

Los soldados finalmente irrumpieron a travs de la puerta, y entraron en la habitacin en el instante en que el enorme bloque chocaba contra ellos.

Szeth volvi la espalda al terrible sonido de los gritos, la madera al quebrarse y los huesos al romperse. Se agach y pas por su nuevo agujero, accediendo al pasillo exterior.

Camin despacio, atrayendo la luz tormentosa de las lmparas por delante de las que pasaba, absorbindola y almacenando de nuevo la tempestad dentro de s. A medida que las lmparas menguaban, el pasillo se oscureci. Al fondo haba una gruesa puerta de madera, y cuando l se acercaba, pequeos miedospren, con forma de goterones de baba prpura, empezaron a sacudirse en el artesonado, sealando hacia la puerta. Los atraa el terror que sentan al otro lado.

Szeth abri la puerta, y entr en el ltimo pasillo que conduca a los aposentos del rey. Altos jarrones de cermica roja adornaban el pasillo, intercalados con nerviosos soldados. Flanqueaban una alfombra larga, estrecha y roja, que semejaba un ro de sangre.

Los lanceros no esperaron a que se acercase. Echaron a correr, alzando sus cortas azagayas. Szeth dirigi la mano hacia un lado, introduciendo luz tormentosa en el marco de la puerta, usando el tercero y ltimo tipo de lanzamiento, el inverso. Este actuaba de manera distinta a los otros dos. No hizo que el marco de la puerta emitiera luz tormentosa; de hecho, pareci atraer hacia ella la luz cercana, dndole una extraa penumbra.

Los lanceros arrojaron sus armas, y Szeth permaneci quieto, con la mano en el marco. Un lanzamiento inverso requera su contacto constante pero relativamente poca luz tormentosa. Durante ese tipo de lanzamiento, todo lo que se acercara a l (en especial los objetos ms ligeros) era en cambio dirigido y devuelto hacia el origen mismo de aquel.

Las lanzas giraron en el aire, rodendolo y clavndose en el marco de madera. Mientras las senta golpear y hundirse, Szeth brinc y se lanz hacia la pared de piedra de la derecha, contra la que dio con los pies.

De inmediato reorient su perspectiva. Para sus ojos, no estaba de pie en la pared: lo estaban los soldados, y la alfombra rojo sangre se extenda entre ellos como un largo tapiz. Szeth ech a correr por el pasillo, golpeando con su hoja esquirlada, abrindose paso entre los cuellos de los hombres que le haban arrojado sus lanzas. Se desplomaron uno a uno, despus de que les ardieran los ojos.

Los otros guardias del pasillo fueron presa del pnico. Algunos intentaron atacarlo, otros gritaron pidiendo ayuda, los hubo que se apartaron de l. Los atacantes tenan problemas: se sentan desorientados por intentar golpear a alguien que estaba colgado de la pared. Szeth abati a unos cuantos, luego dio una voltereta en el aire, rod y se arroj de nuevo al suelo.

Aterriz en mitad de los soldados. Completamente rodeado, pero empuando su hoja esquirlada.

Segn la leyenda, las hojas esquirladas fueron usadas por primera vez por los Caballeros Radiantes muchos siglos atrs. Regalo de su dios, les permitan combatir contra horrores de roca y llama de docenas de metros de altura, enemigos cuyos ojos ardan de puro odio. Los Vaciadores. Cuando tu enemigo tena una piel tan dura como la roca, el acero resultaba intil. Se requera algo de origen divino.

Szeth se incorpor, con la mandbula apretada y las ropas blancas ondeando a los lados del cuerpo. Atac; el arma resplandeca, reflejando la luz de las antorchas. Lanz golpes elegantes, amplios. Tres, uno tras otro. No pudo ni cerrar los odos a los gritos que siguieron ni evitar ver la cada de los hombres. Se desplomaron a su alrededor como juguetes derribados por la patada descuidada de un nio. Si la hoja tocaba la columna vertebral de un hombre, este mora con los ojos ardiendo. Si atravesaba el ncleo de un miembro, mataba a ese miembro. Un soldado se apart tambalendose, con un brazo inutilizado. Nunca podra sentirlo ni usarlo de nuevo.

Szeth baj su espada esquirlada, alzndose entre los cadveres de ojos cenicientos. Aqu, en Alezkar, los hombres hablaban a menudo de las leyendas, de la dura victoria de la humanidad contra los Vaciadores. Pero cuando las armas creadas para combatir pesadillas se volvan contra soldados corrientes, las vidas de los hombres no tenan valor ninguno.

Szeth dio media vuelta y continu su camino sobre la suave y resbaladiza alfombra roja. La espada esquirlada, como siempre, brillaba limpia y clara. Cuando se mataba con ella, no haba sangre. Eso pareca una seal. La hoja esquirlada solo era una herramienta: no poda culprsela de las muertes.

La puerta que haba al fondo del pasillo se abri de golpe. Szeth se detuvo cuando un pequeo grupo de soldados sali corriendo por ella, rodeando a un hombre de regias vestiduras que mantena la cabeza gacha como para protegerse. Los soldados vestan de azul oscuro, el color de la Guardia Real, y ni por un instante se detuvieron a mirar los cadveres. Estaban preparados para lo que poda hacer un portador de una espada esquirlada. Abrieron una puerta lateral y mientras unos conducan por ella a su protegido, otros apuntaban a Szeth con sus lanzas sin dejar de retroceder.

Otra figura sali de los aposentos del rey: llevaba una brillante armadura azul hecha de placas entrelazadas. Sin embargo, al contrario de las armaduras normales, esta no tena cuero ni malla visible en las juntas: solo placas ms pequeas, unidas con intrincada precisin. La armadura era preciosa; el azul entretejido presentaba bandas doradas en los bordes de cada placa, y el yelmo estaba adornado con tres hileras de pequeas alas en forma de cuerno.

Era una armadura esquirlada, el complemento habitual de una espada del mismo tipo. El recin llegado empuaba una enorme hoja esquirlada de dos metros de largo con un diseo en forma de llamas grabado en la hoja. Se trataba de un arma de metal plateado, tan brillante que pareca resplandecer, diseada para matar a dioses oscuros, una versin ms grande de la que Szeth portaba.

Szeth vacil. No reconoci la armadura; no le haban advertido que tendra que encargarse de esa tarea, y no haba tenido tiempo de memorizar las diversas clases de cotas y espadas que portaban los alezi. Pero habra de encargarse de un portador de esquirlada antes de perseguir al rey: no poda desentenderse de un enemigo semejante.

Adems, exista la posibilidad de que un portador de esquirlada lo derrotase y pusiese fin a su miserable vida. Sus lanzamientos no funcionaran directamente con alguien ataviado con una armadura esquirlada, y esta hara an ms fuerte a su portador. El honor de Szeth no le permita traicionar el objeto de su misin ni buscar la muerte. Pero si la muerte llegaba, se sentira agradecido.

El portador de esquirlada atac, y Szeth se lanz a un lado del pasillo, brincando y haciendo un quiebro para aterrizar en la pared. Retrocedi, con la espada preparada. El portador de esquirlada adopt una postura agresiva, realizando uno de los movimientos de esgrima habituales en el este. Se mova con ms agilidad de lo que cabra esperar de un hombre ataviado con una armadura tan pesada. La esquirlada era especial, tan antigua y mgica como las espadas tradicionales.

El portador de esquirlada atac. Szeth se hizo a un lado y se arroj al techo mientras la hoja de su atacante se hunda en la pared. Sintiendo un escalofro, Szeth salt hacia delante y lanz un golpe hacia abajo, tratando de alcanzar el yelmo del portador. Este se agach, hincando una rodilla en el suelo, y la hoja de Szeth ara el aire.

Szeth retrocedi de un salto cuando el portador solt un mandoble hacia arriba, hendiendo el techo. Szeth no posea una armadura, ni le importaba. Sus lanzamientos interferan con las gemas que daban poder a la armadura esquirlada, y tena que elegir una cosa u otra.

Mientras el portador se volva, Szeth avanz por el techo. Como esperaba, el portador solt un nuevo golpe, y l se arroj a un lado, rodando. Se irgui y salt de nuevo al suelo. Se volvi para aterrizar tras el portador de la esquirlada, cuya espalda golpe con la hoja de su arma.

Por desgracia, la armadura ofreca una ventaja importante: poda contrarrestar una hoja esquirlada. El arma de Szeth golpe con fuerza, haciendo que una telaraa de brillantes lneas se extendiera por la espalda de la armadura, y la luz tormentosa empez a brotar de ellas. La armadura esquirlada no se deformaba ni mellaba como el metal corriente. Szeth tendra que golpear al portador en el mismo sitio al menos una vez ms para abrirse paso.

Szeth se puso de un salto fuera del alcance del portador cuando este lanz un mandoble furioso, tratando de alcanzarle las rodillas. La tempestad desatada dentro de Szeth le proporcionaba muchas ventajas, incluyendo la capacidad para recuperarse rpidamente de las heridas pequeas. Pero no restauraba los miembros cercenados por una hoja esquirlada.

Rode al portador, y luego tom impulso y avanz con mpetu. El portador volvi a golpear, pero Szeth salt por un instante al techo, eludiendo el arco trazado por la espada, y luego de nuevo al suelo. Lanz un golpe mientras aterrizaba, pero el portador se recuper rpidamente y ejecut un perfecto golpe de continuacin que por medio palmo no alcanz a Szeth.

El portador era peligrosamente hbil con aquella hoja. Muchos de sus iguales dependan demasiado del poder de su espada y su armadura. Este era diferente.

Szeth salt a la pared y lanz al portador rpidas estocadas. El portador lo mantuvo a raya con unos amplios mandobles de su larga hoja.

Esto est durando demasiado!, pens Szeth. Si el rey lograba escabullirse y encontrar refugio, Szeth fracasara en su misin, no importaba a cunta gente matara. Se prepar para atacar de nuevo, pero el portador de la esquirlada lo oblig a retroceder. Cada segundo que durase la pelea era otro segundo con que el rey contaba para escapar.

Haba llegado el momento de ser intrpido. Szeth se impuls de un salto hacia el extremo opuesto del pasillo. El portador no vacil en lanzar un golpe, pero Szeth se agach justo a tiempo y la hoja esquirlada cort el aire por encima de l.

Aterriz agazapado, us su impulso para arrojarse hacia delante y golpe al portador en el costado, agrietando la armadura. Descarg un potente golpe. La pieza de la armadura se quebr y trozos de metal fundido saltaron por el aire. El portador de la esquirlada gru, cay sobre una rodilla y se llev una mano al costado. Szeth alz un pie y arroj al hombre hacia atrs con una patada cuya fuerza la luz tormentosa incrementaba.

El fornido adversario choc contra la puerta de los aposentos reales, hacindola pedazos y cayendo dentro de la habitacin. Szeth se meti en cambio por la puerta de la derecha, siguiendo el camino que haba emprendido el rey. Aqu el pasillo tena la misma alfombra roja, y las lmparas de luz tormentosa en las paredes le dieron a Szeth la oportunidad de volver a llenarse de tempestad.

La energa ardi de nuevo dentro de l. Si consegua llegar lo bastante lejos, podra encargarse del rey y dejar al portador para despus. No sera fcil, de todos modos. Un lanzamiento pleno contra una puerta no bastara para detener a un portador de esquirlada, y la armadura permitira a este correr a una velocidad sobrenatural. Szeth mir por encima del hombro.

El portador no lo segua. Estaba sentado en el suelo, rodeado de trozos de madera, al parecer aturdido. Szeth apenas poda verlo. Tal vez lo haba herido ms de lo que crea. O tal vez...

Se detuvo. Pens en la cabeza agachada del hombre al que haba neutralizado, en el rostro oscurecido. El portador no lo segua. Era muy hbil. Se deca que pocos hombres podan rivalizar con la habilidad de Gavilar Kholin con la espada. Podra ser...?

Szeth dio media vuelta y ech a correr, confiando en sus instintos. En cuanto el portador lo vio, se puso rpidamente de pie. Szeth corri ms deprisa. Dnde poda estar ms seguro el rey? Rodeado de unos guardias, huyendo? O protegido por una armadura esquirlada, como si de un guardaespaldas se tratase?

Muy astuto, pens Szeth mientras el portador, antes aturdido, adoptaba otra pose de lucha. Szeth atac con renovado vigor, blandiendo su hoja en un torbellino de golpes. El portador de la esquirlada, s, el rey, respondi agresivamente con amplios mandobles. Szeth los esquiv, sintiendo el viento del arma muy cerca de l. Calcul su prximo movimiento, y luego se lanz hacia delante, agachndose ante el siguiente contragolpe.

El rey, esperando otro golpe en el costado, se volvi con el brazo alzado para cubrir el agujero abierto en su armadura. Eso dio a Szeth espacio para eludirlo y entrar en sus aposentos.

El rey dio media vuelta para seguirlo, pero Szeth atraves la sala lujosamente amueblada, tendiendo la mano y tocando los muebles a su paso. Los insufl de luz tormentosa, lanzndolos hacia un punto detrs del rey. Los muebles se volcaron como si la habitacin hubiera cado de lado, divanes, sillas y mesas se precipitaron hacia el sorprendido rey. Gavilar cometi el error de golpearlos con su hoja esquirlada. El arma atraves fcilmente un gran divn, pero las piezas chocaron contra l de todas formas, hacindolo vacilar. Un banquito lo golpe a continuacin, derribndolo.

Gavilar se apart rodando de los muebles y carg, la armadura filtrando chorros de luz por las secciones agrietadas. Szeth se detuvo a continuacin hacia atrs y a la derecha cuando lleg el rey. Se apart del golpe que le arrojaba este y luego se arroj hacia delante con dos lanzamientos bsicos seguidos. La luz tormentosa fluy de su interior, helando la ropa, mientras se diriga hacia el rey al doble de velocidad de una cada normal.

El rey se mostr sorprendido al ver que Szeth volaba por el aire y luego se volva hacia l, blandiendo la espada. Descarg su hoja contra el yelmo del monarca y de inmediato se lanz hacia el techo. Se haba lanzado en demasiadas direcciones demasiado rpidamente, y su cuerpo haba perdido el sentido de la orientacin, lo que le dificult aterrizar con gracia. Se puso de pie tambalendose.

Abajo, el rey dio un paso atrs, intentando colocarse en posicin para golpear a Szeth. Por las grietas del yelmo se filtraba luz tormentosa, e intentaba proteger el costado roto de la armadura. El rey descarg un golpe con una sola mano, hacia el techo. Szeth se lanz hacia abajo, juzgando que el ataque le imposibilitara contraatacar a tiempo.

Szeth subestim a su oponente. El rey acept el ataque de Szeth, alzando su yelmo para absorber el golpe. Justo cuando Szeth golpeaba el yelmo por segunda vez, rompindolo, Gavilar descarg su mano, enguantada de hierro, sobre la cara de Szeth.

Una luz cegadora destell en los ojos de este, que sinti un dolor terrible en el rostro. Todo se volvi borroso.

Grit de dolor, la luz tormentosa lo abandon, y choc contra algo duro. Las puertas del balcn. El dolor recorri sus hombros, como si alguien lo hubiera apualado con un centenar de dagas, y cay el suelo y rod hasta detenerse, temblando. El golpe habra matado a un hombre corriente.

No hay tiempo para el dolor. No hay tiempo para el dolor. No hay tiempo para el dolor!, se dijo. Parpade, sacudiendo la cabeza. Todo era tinieblas en torno a l. Acaso haba perdido la vista? No. Fuera estaba oscuro. Se encontraba en el balcn de madera: la fuerza del golpe lo haba hecho atravesar las puertas. Algo resonaba. Fuertes pisadas. El portador de la hoja esquirlada!

Szeth se puso en pie con dificultad. La sangre manaba por un lado de su cara, y la luz tormentosa surga de su piel, cegando su ojo izquierdo. La luz. Lo sanara, si pudiera. Senta la mandbula desencajada. Se la habra roto? Solt la espada.

Una pesada sombra se movi delante de l: la armadura del portador haba filtrado tanta luz tormentosa que el rey tena problemas para caminar. Pero se acercaba.

Szeth grit, arrodillado, insuflando luz tormentosa en el balcn de madera y lanzndolo hacia abajo. El aire se llen de escarcha a su alrededor. La tempestad rugi, corriendo por sus brazos hasta la madera. La lanz hacia abajo, luego volvi a hacerlo. Lanz por cuarta vez cuando Gavilar sala al balcn, que se estremeci con el peso adicional, hasta resquebrajarse.

El portador de la esquirlada vacil. Szeth lanz el balcn hacia abajo por quinta vez. Los soportes se quebraron y toda la estructura se desprendi. Szeth grit a pesar de tener la mandbula rota y us sus ltimos restos de luz tormentosa para saltar a la pared del edificio. Pas por delante del aturdido portador, luego golpe la pared y rod.

El balcn se desgaj, el rey alz aturdido la cabeza mientras perda pie. La cada fue breve. A la luz de la luna, Szeth lo observ solemnemente, con la visin todava turbia, cegado de un ojo, mientras la estructura caa hacia el suelo de piedra de abajo. La pared del palacio tembl, y el estrpito de la madera rota reson en los edificios cercanos.

Todava de pie en la pared, Szeth se incorpor con un gemido. Se senta dbil. Haba agotado su luz tormentosa con demasiada rapidez, forzando su cuerpo. Baj por el lado del edificio y se acerc a los restos del balcn, apenas capaz de permanecer en pie.

El rey an se mova. La armadura esquirlada lo haba protegido, pero solo en parte; un gran trozo de madera ensangrentada asomaba por el costado de su cuerpo. Szeth se arrodill a inspeccionar el rostro dolorido del hombre. Rasgos fuertes, barbilla cuadrada, barba negra moteada de canas, ojos verdes sorprendentemente claros. Gavilar Kholin.

Yo..., esperaba que..., vinieras dijo el rey entre jadeos.

Szeth palp bajo el peto de la armadura en busca de las correas. Las solt y retir la coraza, revelando las gemas de su interior. Dos se haban roto y estaban apagadas. Tres brillaban todava. Aturdido, Szeth inspir profundamente, absorbiendo la luz.

La tormenta empez a rugir de nuevo. Ms luz surgi del lado de su cara, regenerando su piel y sus huesos lastimados. El dolor apenas si mermaba: la cura proporcionada por la luz tormentosa estaba lejos de ser instantnea. Pasaran horas antes de que se hubiera recuperado.

El rey tosi.

Puedes decirle..., a Thaidakar..., que llega demasiado tarde. No s quin es ese dijo Szeth, ponindose en pie. Se llev las manos a un costado, invocando su hoja esquirlada. El rey frunci el ceo.

Entonces quin...? Restares? Sadeas? Nunca pens...

Mis amos son los parshendi respondi Szeth. Pasaron diez segundos y la espada apareci en su mano.

Los parshendi? Eso no tiene sentido. Gavilar volvi a toser y dirigi una mano temblorosa a un bolsillo de su pecho. Sac una esfera pequea y cristalina atada a una cadena. Coge esto. No debe ser..., suyo aadi, aturdido. Dile..., a mi hermano..., que tiene que encontrar las palabras ms importantes que puede pronunciar un hombre... Guard silencio y se qued inmvil.

Szeth vacil, pero luego se arrodill y cogi la esfera. Era extraa, diferente de cuanto hubiera visto antes. Aunque era completamente oscura, pareca desprender una especie de resplandor negro.

Los parshendi? Eso no tiene sentido, haba dicho Gavilar.

Nada tiene sentido ya susurr Szeth, guardando la extraa esfera. Todo se desencadena. Lo siento, rey de los alezi. Pero dudo que te importe. Se levant. Al menos no tendrs que ver el fin del mundo en compaa de nosotros.

Junto al cuerpo del rey, su hoja esquirlada se materializ en la bruma y, ahora que haba muerto, choc contra las piedras del suelo. Vala una fortuna: reinos enteros haban cado en la lucha por poseer una sola espada esquirlada.

Del interior del palacio llegaron gritos de alarma. Szeth tena que irse. Pero...

Dile a mi hermano...

Para el pueblo de Szeth, la peticin de un moribundo era sagrada. Cogi la mano del rey, la hundi en la sangre del hombre, y la us para garabatear en la madera: Hermano, debes encontrar las palabras ms importantes que puede pronunciar un hombre.

Con eso, Szeth escap hacia la noche. Dej la espada esquirlada del rey: no tena ninguna utilidad que darle. La hoja que Szeth portaba ya era suficiente maldicin.

PRIMERA PARTEARRIBA SILENCIO

KALADIN * SHALLAN

Captulo 1

BENDITORMENTAMe habis matado. Hijos de puta, me habis matado! Mientras el sol sigue calentando, yo muero!

Recogido el quinto da de la semana Chach del mes Betab del ao 1171, diez segundos antes de la muerte. El sujeto era un soldado ojos oscuros de treinta y un aos de edad. La muestra se considera cuestionable.

CINCO AOS MS TARDEVoy a morir verdad? pregunt Cenn.

El curtido veterano que Cenn tena al lado se volvi a mirarlo de arriba abajo. Llevaba barba corta, y en los lados de la cara los pelos negros empezaban a ceder paso al color gris.

Voy a morir. Voy a morir. Oh, Padre Tormenta. Voy a morir..., pens Cenn, aferrado a su lanza, cuya asta estaba resbaladiza por el sudor.

Qu edad tienes, hijo? pregunt el veterano. Cenn no recordaba el nombre del hombre. Era difcil recordar nada mientras vea al otro ejrcito formar lneas al otro lado del rocoso campo de batalla. Aquel alineamiento pareca tan ordenado, tan limpio. Las lanzas cortas en las primeras filas, las lanzas largas y las jabalinas a continuacin, los arqueros en los laterales. Los lanceros ojos oscuros iban equipados igual que Cenn: jubn de cuero y faldn hasta las rodillas con un sencillo bonete de acero y un peto a juego.

Muchos de los ojos claros tenan armaduras completas. Iban a caballo, y las guardias de honor se congregaban a su alrededor con corazas que brillaban en color burdeos y verde bosque. Haba entre ellos portadores de esquirlada? El brillante seor Amaram no era un portador de esquirlada. Lo eran algunos de sus hombres? Y si Cenn tena que combatir a alguno? Los hombres corrientes no mataban a portadores. Haba sucedido tan pocas veces que cada caso era ahora legendario.

Est pasando de verdad, pens con terror creciente. Esto no era una maniobra del campamento. No era un entrenamiento sobre el terreno, jugando con palos. Esto era real. Al aceptar el hecho, el corazn latiendo en su pecho como un animal asustado, las piernas temblorosas, Cenn advirti de repente que era un cobarde. No tendra que haber dejado los rebaos! Nunca tendra que...

Hijo? dijo el veterano, la voz firme. Qu edad tienes?

Quince aos, seor.

Y cmo te llamas?

Cenn, seor.

El gigantesco hombre barbudo asinti.

Yo soy Dallet.

Dallet repiti Cenn, todava mirando al otro ejrcito. Haba tantos! Miles. Voy a morir verdad?

No Dallet tena voz grave, pero de algn modo eso era reconfortante. Todo va a salir bien. Mantn la mente despejada. Qudate con el pelotn.

Solo he recibido tres meses de instruccin! A Cenn le pareca or, como dbiles taidos, el sonido metlico de las armaduras y los escudos del enemigo. Apenas soy capaz de sujetar esta lanza! Padre Tormenta, estoy muerto. No puedo...

Hijo lo interrumpi Dallet con voz suave pero firme. Alz una mano y la apoy sobre el hombro del muchacho. El borde del gran escudo circular que llevaba a la espalda reflejaba la luz. Todo va a salir bien.

Cmo puedes saberlo? las palabras de Cenn sonaron a splica.

Porque, muchacho, formas parte del pelotn de Kaladin Benditormenta.

Los otros soldados cercanos asintieron mostrando su acuerdo.

Tras ellos, formaban oleadas y ms oleadas de soldados: miles de ellos. Cenn se encontraba al frente, con el pelotn de Kaladin, compuesto por unos treinta hombres ms. Por qu haban trasladado a Cenn a un nuevo pelotn en el ltimo momento? Tena que ver con la poltica del campamento.

Por qu estaba este pelotn en el mismo frente, donde las bajas tendran que ser mayores? Pequeos miedospren, como manchas de baba prpura, empezaron a surgir del suelo y a congregarse alrededor de sus pies. En un momento de puro pnico, casi estuvo a punto de dejar caer la lanza y echar a correr. La mano de Dallet se tens sobre su hombro. Al mirar los confiados ojos negros del veterano, Cenn vacil.

Measte antes de que formramos filas? pregunt Dallet.

No tuve tiempo de...

Hazlo ahora.

Aqu?

Si no lo haces, acabars mendote pierna abajo en la batalla, lo que te distraer y tal vez acabe por matarte. Hazlo.

Avergonzado, Cenn le tendi a Dallet su lanza y orin sobre las piedras. Cuando termin, mir a los que lo rodeaban. Ninguno de los soldados de Kaladin sonri con burla. Permanecan preparados, las lanzas a los costados, los escudos en las espaldas.

El ejrcito enemigo casi haba terminado su maniobra. El campo entre las dos fuerzas era despejado, de piedra negra, notablemente regular y liso, roto solo por algn macizo rocoso ocasional. Habra sido un buen pasto. El clido viento sopl en la cara de Cenn, cargado con los olores acuticos de la alta tormenta de la noche pasada.

Dallet! dijo una voz.

Un hombre se acerc entre las filas, llevando una lanza corta que tena dos fundas de cuero para cuchillos atadas al asta. El recin llegado era un hombre joven, quizs unos cuatro aos mayor que Cenn, pero era ms alto incluso que Dallet. Llevaba el uniforme de cuero corriente en los lanceros pero debajo usaba un par de pantalones oscuros. Esto se supona que no estaba permitido.

Su negro cabello alezi le llegaba hasta los hombros, y sus ojos eran marrn oscuro. Tena tambin nudos de cordn blanco en los hombros de su pelliza, lo que lo converta en lder de escuadrn.

Los treinta hombres que acompaaban a Cenn se pusieron firmes, alzando sus lanzas en gesto de saludo. Este es Kaladin Benditormenta, este joven??, se pregunt Cenn, incrdulo.

Dallet, pronto tendremos un recluta nuevo dijo Kaladin. Tena una voz fuerte. Necesito que... guard silencio cuando advirti a Cenn.

Lleg hace unos minutos, seor dijo Dallet con una sonrisa. Lo estaba preparando.

Bien hecho replic Kaladin. Pagu buen dinero por apartar a ese muchacho de Gare. Ese hombre es tan incompetente que bien podra estar luchando en el otro bando.

Qu? pens Cenn. Por qu pagara nadie por m?

Qu te parece el terreno? pregunt Kaladin. Varios de los lanceros alzaron sus manos para protegerse del sol y escrutar las rocas.

Ese hueco junto a los dos macizos rocosos a la derecha deltodo?pregunt Dallet.

Kaladin neg con la cabeza.

Demasiado spero.

S. Tal vez. Y la colina baja de all? Lo bastante lejos para evitar la primera cada, lo bastante cerca para no adelantarse demasiado. Kaladin asinti, aunque Cenn no poda ver lo que estaban mirando.

Parece bien.

Lo os, panda de patanes? grit Dallet.

Los hombres alzaron sus lanzas.

chale un ojo al chico nuevo, Dallet dijo Kaladin. No conocer las seales.

Naturalmente dijo Dallet, sonriendo. Sonriendo! Cmo poda sonrer? El ejrcito enemigo haca sonar sus cuernos. Significaba eso que estaban preparados? Aunque acababa de aliviarse, Cenn sinti un hilillo de orina correrle por la pierna.

Mantente firme dijo Kaladin, y luego ech a correr por la lnea para hablar con el siguiente jefe de pelotn. Tras Cenn y los dems, las docenas de filas seguan creciendo. Los arqueros de los laterales se prepararon para disparar.

No te preocupes, hijo tranquiliz Dallet. Nos ir bien. El jefe Kaladin tiene suerte.

El soldado al otro lado de Cenn asinti. Era un veden larguirucho y pelirrojo, con una piel bronceada ms oscura que los alezi. Por qu combata en el ejrcito alezi?

As es. Kaladin est bendecido por la tormenta, vaya que s. Solo perdimos... cunto..., un hombre en la ltima batalla? Pero alguien s que muri dijo Cenn. Dallet se encogi de hombros.

Siempre muere gente. Nuestro pelotn pierde menos que nadie. Ya lo vers.

Kaladin termin de consultar con el otro jefe de pelotn, y luego volvi corriendo con su equipo. Aunque llevaba una lanza corta, de las que se usan con una mano mientras la otra sujeta el escudo, la suya era un palmo ms larga que las que utilizaban sus hombres.

Preparados!exclam Dallet. Al contrario que los otros jefes de pelotn. Kaladin no se uni a las filas, sino que se plant delante de su pelotn.

Los hombres alrededor de Cenn arrastraron los pies, excitados. Los sonidos se repitieron por todo el enorme ejrcito, la quietud dio paso a la ansiedad. Cientos de pies arrastrndose, los escudos chasqueando, los correajes resonando. Kaladin permaneci inmvil, contemplando al otro ejrcito.

Preparados dijo, sin volverse.

Detrs, un oficial ojos claros pas a caballo.

Preparaos para combatir! Quiero su sangre, hombres. Luchad y matad!

Preparados repiti Kaladin, despus de que el hombre pasara.

Preprate para echar a correr le dijo Dallet a Cenn.

Correr? Pero nos han entrenado para marchar en formacin! A permanecer en nuestra lnea!

Claro dijo Dallet. Pero la mayora de los hombres no tienen mucha ms instruccin que t. Los que saben luchar bien acaban siendo enviados a las Llanuras Quebradas para combatir a los parshendi. Kaladin est intentando ponernos en forma para llegar hasta all y luchar por el rey Dallet seal con la cabeza la lnea. La mayora de los que estn aqu romper filas y atacar. Los ojos claros no son lo bastante buenos como comandantes para mantenerlos en formacin. As que qudate con nosotros y corre.

Debera sacar mi escudo?

Alrededor del equipo de Kaladin, las otras filas aprestaban sus escudos. Pero el pelotn de Kaladin los dej en sus espaldas.

Antes de que Dallet pudiera responder, son un cuerno desde atrs.

Vamos!dijo Dallet.Cenn no tuvo mucha opcin. El ejrcito entero empez a moverse con un clamor de botas al paso. Como haba predicho Dallet, la marcha firme no dur mucho. Algunos hombres empezaron a chillar, y el rugido fue imitado por otros. Los ojos claros les ordenaron que avanzaran, corrieran, lucharan. La lnea se desintegr.

En cuanto eso sucedi, el pelotn de Kaladin ech a correr a toda velocidad hacia delante. Cenn se esforz por mantener el ritmo, se dej llevar por el pnico y se aterroriz. El terreno no era tan liso como haba parecido, y casi resbal con un rocapullo oculto, las enredaderas encogidas en su cascarn.

Se irgui y continu, sujetando la lanza con una mano, el escudo chocando contra su espalda. El lejano ejrcito estaba tambin en movimiento, los soldados cargaban. No haba ninguna semejanza con una formacin de batalla ni de lnea cuidadosa. Esto no se pareca a nada de lo que haban enseado en la instruccin.

Cenn ni siquiera saba quin era el enemigo. Un terrateniente pretenda apoderarse del territorio del brillante seor Amaram, cuya tierra, en ltima instancia, perteneca al alto prncipe Sadeas. Era una escaramuza fronteriza, y Cenn pensaba que era con otro principado alezi. Por qu combatan unos contra otros? Tal vez el rey podra ponerle fin, pero estaba en las Llanuras Quebradas, buscando venganza por el asesinato del rey Gavilar cinco aos antes.

El enemigo tena un montn de arqueros. El pnico de Cenn aument cuando la primera oleada de flechas salt al aire. Tropez de nuevo, ansiando coger su escudo. Pero Dallet lo agarr por el brazo y tir de l.

Cientos de saetas hendieron el aire, oscureciendo el sol. Trazaron un arco y cayeron, como anguilas del cielo sobre su presa. Los soldados de Amaram alzaron sus escudos. Pero no el pelotn de Kaladin. No haba escudos para ellos.

Cenn grit.

Y las flechas cayeron en las filas centrales del ejrcito de Amaram, tras l. Cenn mir por encima del hombro, sin dejar de correr. Las flechas caan detrs de l. Los soldados gritaban, las flechas se rompan contra los escudos. Solo unas pocas flechas dispersas aterrizaban cerca de las primeras filas.

Por qu? le pregunt a gritos a Dallet. Cmo lo sabas?

Quieren que las flechas alcancen donde hay ms gente congregada replic el hombretn. Donde tendrn ms posibilidades de encontrar un cuerpo.

Varios otros grupos en vanguardia dejaron sus escudos bajados, pero la mayora corra torpemente con los escudos vueltos hacia el cielo, concentrados para que las flechas no los alcanzaran. Eso los retras, y se arriesgaron a ser atrapados por los hombres de detrs que s estaban siendo alcanzados. Cenn ansiaba levantar su escudo de todas formas: le pareca un error correr sin l.

La segunda andanada los alcanz, y los hombres gritaron de dolor. El pelotn de Kaladin carg hacia los soldados enemigos, algunos de los cuales moran por las flechas de los arqueros de Amaram. Cenn pudo or a los soldados enemigos aullando sus gritos de guerra, y pudo distinguir sus rostros individuales. De repente, el pelotn de Kaladin se detuvo, formando un tenso grupo. Haban llegado a la pequea inclinacin que Kaladin y Dallet haban escogido antes.

Dallet agarr a Cenn y lo empuj hasta el centro mismo de la formacin. Los hombres de Kaladin bajaron sus lanzas y sacaron sus escudos mientras el enemigo se volva hacia ellos. No atacaron en formacin, no mantuvieron las filas de lanzas largas detrs y lanzas cortas delante. Tan solo corrieron hacia delante, chillando de puro frenes.

Cenn se debati para soltar el escudo de su espalda. El estrpito de las lanzas reson en el aire cuando los pelotones se enzarzaron en lucha. Un grupo de lanceros enemigos corri hacia el pelotn de Kaladin, acaso buscando la superioridad del terreno. Las tres docenas de atacantes tenan cierta cohesin, aunque su formacin no era tan tensa como el pelotn de Kaladin.

El enemigo pareca decidido a compensarlo con pasin: gritaban y chillaban de furia, corriendo hacia la lnea de Kaladin, que mantuvo la fila, defendiendo a Cenn como si fuera un ojos claros y ellos su guardia de honor. Las dos fuerzas se encontraron con un estruendo de metal sobre madera, los escudos entrechocaron unos con otros. Cenn se estremeci.

Todo acab en un par de parpadeos. El pelotn enemigo se retir, dejando dos muertos. El grupo de Kaladin no haba perdido a nadie. Mantena una pujante formacin en V, aunque un hombre se qued atrs y sac una venda para protegerse un muslo herido. El resto de los hombres cerraron el hueco. El herido era fornido y de brazos gruesos; maldijo, pero la herida no pareca grave. Se puso en pie en un instante, pero no regres al lugar donde estaba antes. En cambio, se dirigi a un extremo de la formacin en V, un lugar ms protegido.

El campo de batalla era un caos. Los dos ejrcitos se entremezclaban de forma indiferenciada. Sonido de golpes metlicos, crujidos y gritos flotaban en el aire. Muchos de los pelotones se separaron, y sus miembros corrieron de un encuentro a otro. Se movan como cazadores, grupos de tres o cuatro buscando individuos solos para cebarse luego brutalmente sobre ellos.

El grupo de Kaladin mantuvo el terreno, enfrentndose solo a los pelotones enemigos que se acercaban demasiado. Eran as realmente las batallas? Cenn haba sido entrenado para largas filas de soldados, hombro con hombro. No esta frentica mezcla, este caos brutal. Por qu no mantenan la formacin?

Los soldados de verdad no estn aqu pens Cenn. Luchan en una batalla autntica en las Llanuras Quebradas. No me extraa que Kaladin quiera llevar all su pelotn.

Las lanzas destellaban por todas partes; era difcil distinguir amigo de enemigo a pesar de los emblemas en las corazas y los colores en los escudos. El campo de batalla se disolvi en cientos de pequeos grupos, como si un millar de guerras diferentes tuvieran lugar al mismo tiempo.

Despus de los primeros encontronazos, Dallet cogi a Cenn por el hombro y lo coloc en la fila en el mismo fondo de la formacin en V. Cenn, sin embargo, careca de ningn valor. Cuando el grupo de Kaladin se enzarz con los pelotones enemigos, toda su instruccin desapareci. Hizo acopio de todas sus fuerzas para quedarse all, empuando la lanza y tratando de parecer amenazador.

Durante casi una hora, el pelotn de Kaladin defendi su pequea loma, luchando en equipo, hombro con hombro. Kaladin a menudo dej su posicin en el frente, corriendo aqu y all, golpeando su escudo con su lanza en un extrao ritmo.

Son seales, comprendi Cenn, mientras el pelotn de Kaladin adoptaba una formacin en anillo. Con los gritos de los moribundos y los miles de hombres que se gritaban unos a otros, era casi imposible or una sola voz. Pero el brusco taido de la lanza contra el metal del escudo de Kaladin sonaba con claridad. Cada vez que cambiaban de formacin, Dallet agarraba a Cenn por el hombro y lo guiaba.

El grupo de Kaladin no persigui a los enemigos rezagados. Permanecieron a la defensiva. Y, aunque varios hombres del pelotn sufrieron heridas, ninguno cay. Su pelotn era demasiado intimidatorio para los grupos ms pequeos, y las unidades enemigas ms grandes se retiraban despus de unos cuantos intercambios, buscando enemigos ms fciles.

Al cabo de un rato cambi algo. Kaladin dio media vuelta y observ la marea de la batalla con sus penetrantes ojos marrones. Alz la lanza y golpe su escudo con un rpido ritmo que no haba utilizado antes. Dallet agarr a Cenn por el brazo y lo apart de la pequea loma. Por qu abandonar ahora?

Justo entonces, el cuerpo del ejrcito de Amaram se dispers, y los hombres se separaron. Cenn no haba advertido lo mal que haba ido la batalla en esta zona para su bando. Mientras el equipo de Kaladin se retiraba, pasaron ante muchos muertos y heridos, y Cenn sinti nuseas. Haba soldados abatidos, las entraas al descubierto.

No tena tiempo para el horror: la retirada se convirti rpidamente en una derrota. Dallet maldijo, y Kaladin volvi a golpear su escudo. El pelotn cambi de direccin, encaminndose hacia el este. All, Cenn vio que un grupo grande de soldados de Amaram resista.

Pero los enemigos haban visto las filas disgregarse, y eso los envalenton. Corrieron en grupos, como sabuesos salvajes que cazaran cerdos perdidos. Antes de que el grupo de Kaladin cubriera la mitad del campo regado de muertos y moribundos, un gran contingente de soldados enemigos los intercept. Kaladin golpe reacio su escudo, y el pelotn redujo la marcha.

Cenn siti que su corazn empezaba a latir ms y ms rpido. Cerca, un pelotn de soldados de Amaram se vino abajo: los hombres tropezaban y caan, gritando, intentando escapar. Los enemigos usaban sus lanzas como trinchetes, ensartando a los hombres en el suelo como si fueran presas de caza.

Los hombres de Kaladin recibieron al enemigo en una amalgama de lanzas y escudos. Los cuerpos empujaron por todas partes, y Cenn tropez. En la mezcolanza de amigo y enemigo, morir y matar, Cenn se vio superado. Tantos hombres corriendo en tantas direcciones!

Sinti pnico y corri hacia lugar seguro. Un grupo de hombres cercanos llevaba uniformes alezi. El pelotn de Kaladin. Cenn corri hacia ellos, pero cuando algunos se volvieron hacia l, se aterroriz al advertir que no los reconoca. Este no era el pelotn de Kaladin, sino un grupito de soldados desconocidos que trataba de mantener una lnea irregular y rota. Heridos y aterrorizados, se dispersaron en cuanto un pelotn enemigo se acerc.

Cenn se qued inmvil, sujetando la lanza con mano sudorosa. Los soldados enemigos cargaron hacia l. Sus instintos lo instaron a huir, pero haba visto a demasiados hombres caer uno a uno. Tena que resistir! Tena que enfrentarse a ellos! No poda huir, no poda...

Grit, y atac con la lanza al soldado que vena en cabeza. El hombre apart sin problemas el arma con su escudo, y luego clav su lanza corta en el muslo de Cenn. El dolor fue caliente, tan ardiente que la sangre que borbote en su pierna izquierda pareci fra en comparacin. Cenn jade.

El soldado liber su arma. Cenn retrocedi tambalendose, dej caer su lanza y su escudo. Cay al suelo rocoso, chapoteando en sangre ajena. Su enemigo alz la lanza, una silueta acechante contra el cielo azul, dispuesto a clavrsela a Cenn en el corazn.

Y entonces apareci l.

El lder del pelotn. Benditormenta. La lanza de Kaladin sali de ninguna parte, desviando el golpe que habra matado a Cenn. Kaladin se plant delante del muchacho, solo, enfrentndose a seis lanceros. No vacil. Atac.

Sucedi con mucha rapidez. Kaladin derrib con una zancadilla al hombre que haba lanceado a Cenn. Mientras ese hombre caa, Kaladin desenvain un cuchillo de una de las fundas atadas alrededor de su lanza. Su mano chasque, el cuchillo destell y alcanz el muslo de un segundo enemigo. Ese hombre cay sobre una rodilla, gritando.

Un tercer hombre se detuvo, mirando a sus aliados cados. Kaladin se abri paso frente a un enemigo herido y clav su lanza en la barriga del tercer hombre. Un cuarto soldado cay con un cuchillo en el ojo. Cundo haba sacado Kaladin ese cuchillo? Gir entre los dos ltimos, la lanza un borrn, empundola como si fuera un bastn. Durante un instante, Cenn pudo ver algo que rodeaba al lder del pelotn. Una contorsin del aire, como el viento mismo hecho visible.

He perdido un montn de sangre. Brota tan rpidamente...

Kaladin gir, enfrentndose a los que lo atacaban por el flanco, y los dos ltimos lanceros cayeron con borboteos que Cenn interpret como de sorpresa. Eliminados todos los soldados enemigos, Kaladin dio media vuelta y se arrodill junto a Cenn. El jefe del pelotn solt su lanza y sac de su bolsillo una blanca tira de tela que envolvi con eficacia en torno a la pierna del muchacho. Kaladin trabajaba con la habilidad de quien ha vendado heridas docenas de veces antes.

Kaladin, seor! dijo Cenn, sealando a uno de los soldados que Kaladin haba herido. El enemigo se sujetaba la pierna mientras se pona en pie. Sin embargo, un segundo ms tarde, el alto Dallet apareci all, para empujar al enemigo con su escudo. Dallet no mat al hombre herido, sino que lo dej marcharse a trompicones, desarmado.

El resto del pelotn lleg y form un anillo en torno a Kaladin, Dallet y Cenn. Kaladin se levant y se carg la lanza al hombro. Dallet le devolvi sus cuchillos, recuperados de los enemigos cados.

Me preocupaste un momento, seor dijo Dallet. Al echar a correr as.

Saba que me seguiras respondi Kaladin. Alza el estandarte rojo. Cyn, Korater, vais a volver con el muchacho. Dallet, qudate aqu. La lnea de Amaram se desva en esta direccin. Deberamos estar a salvo pronto.

Y t, seor? pregunt Dallet.

Kaladin contempl el campo de batalla. En las fuerzas enemigas se haba abierto un hueco, y un hombre se acercaba montado en un caballo blanco, blandiendo una maza. Llevaba una armadura completa, pulida, de plata brillante.

Un portador de esquirlada dijo Cenn.

Dallet buf.

No, gracias al Padre Tormenta. Solo un oficial ojos claros. Los portadores son demasiado valiosos para malgastarlos en una disputa fronteriza menor.

Kaladin observ al ojos claros lleno de odio. Era el mismo odio con que el padre de Cenn hablaba de los ladrones de chulls, o el odio que la madre de Cenn mostraba cuando alguien mencionaba a Kusiri, que se haba fugado con el hijo de un zapatero remendn.

Seor? pregunt Dallet, vacilante.

Los subpelotones dos y tres, formacin en pinza dijo Kaladin, con voz agria. Vamos a bajar de su trono a un brillante seor. Seguro que eso es aconsejable, seor? Tenemos heridos. Kaladin se volvi hacia Dallet.

Es uno de los oficiales de Hallaw. Podra ser l.

Eso no lo sabes, seor.

Da igual: es el jefe de un batalln. Si matamos a un oficial de tan alto rango, tendremos garantizado estar en el prximo grupo que enven a las Llanuras Quebradas. Vamos a por l su mirada se volvi distante. Imagnate, Dallet. Soldados de verdad. Un campamento de guerra con disciplina y ojos claros con integridad. Un lugar donde nuestra lucha significar algo.

Dallet suspir, pero asinti. Kaladin seal a un grupo de soldados, luego cruzaron corriendo el campo. Un grupo ms pequeo de soldados, incluyendo a Dallet, esper atrs con los heridos. Uno de ellos, un hombre delgado con negro pelo alezi moteado con un puado de pelos rubios, lo que indicaba cierta sangre extranjera, sac un largo lazo rojo de su bolsillo y lo at a su lanza. Alz la lanza, dejando que el lazo ondeara al viento.

Es una llamada para que los mensajeros retiren a los heridos del campo le dijo Dallet a Cenn. Pronto te sacaremos de aqu. Fuiste valiente, al enfrentarse a esos seis.

Huir me pareci una estupidez repuso Cenn, intentando distraer su mente de la herida de su pierna. Con tantos heridos en el campo cmo podemos pensar que van a venir a por nosotros?

El jefe Kaladin los soborna dijo Dallet. Normalmente solo se llevan a los ojos claros, pero hay ms mensajeros que ojos claros heridos. El jefe dedica la mayor parte de su paga a los sobornos.

Este pelotn s que es diferente coment Cenn, sintindose mareado.Ya te lo dije.No por la suerte. Por la instruccin.

Eso es una parte. La otra parte es porque sabemos que si nos hieren Kaladin nos sacar del campo de batalla. Hizo una pausa y mir por encima del hombro. Como Kaladin haba predicho, la lnea de Amaram regresaba, recuperndose.

El ojos claros a caballo de antes sacuda enrgicamente una maza. Un grupo de su guardia de honor se dirigi a un lado, enfrentndose con los pequeos pelotones de Kaladin. El ojos claros hizo volverse a su caballo. Llevaba un yelmo abierto por delante con los lados rectos y un gran penacho de plumas en lo alto. Cenn no poda distinguir el color de sus ojos, pero saba que seran azules o verdes, tal vez amarillos o gris claro. Era un brillante seor, elegido al nacer por los Heraldos, marcado para gobernar.

Impasible, observaba a aquellos que combatan cerca. Entonces uno de los cuchillos de Kaladin lo alcanz en el ojo derecho. El brillante seor grit, y cay de la silla mientras Kaladin de algn modo se deslizaba entre las lneas y saltaba sobre l, la lanza en alto.S, es en parte por la instruccin dijo Dallet, sacudiendo la cabeza. Pero sobre todo por l. Lucha como una tormenta, y piensa el doble de rpido que los dems hombres. La manera en que se mueve a veces....

Me vend la pierna dijo Cenn, advirtiendo que empezaba a decir tonteras debido a la prdida de sangre. Por qu recalcar lo de la pierna herida? Era algo sencillo.

Dallet tan solo asinti.

Entiende mucho de heridas. Y sabe leer glifos tambin. Es un hombre extrao, nuestro jefe de pelotn, para ser un simple lancero ojos oscuros. Se volvi hacia Cenn. Pero deberas ahorrar fuerzas, hijo. Al jefe no le gustar que te perdamos, no despus de lo que pag por ti.

Por qu? pregunt Cenn. El campo de batalla se volva ms tranquilo, como si muchos de los hombres moribundos hubieran gritado ya hasta quedarse roncos. Casi todo el mundo alrededor era aliado, pero Dallet segua vigilando para asegurarse de que ningn soldado enemigo trataba de atacar a los heridos de Kaladin.

Por qu, Dallet? repiti Cenn, con urgencia. Por qu traerme a este pelotn? Por qu a m?

Dallet sacudi la cabeza.

l es as. Odia la idea de que los chicos jvenes como t, apenas entrenados, vayan a la batalla. De vez en cuando, coge a uno y lo trae al pelotn. Ms de media docena de nuestros hombres fueron una vez como t los ojos de Dallet adquirieron una expresin remota. Creo que todos vosotros le recordis a alguien.

Cenn se mir la pierna. Dolospren, como pequeas manos anaranjadas con dedos extremadamente largos, reptaban a su alrededor, reaccionando a su agona. Empezaron a volverse, perdindose en otras direcciones, buscando a otros heridos. El dolor de Cenn remita, y senta la pierna entumecida, al igual que el resto del cuerpo.

Se ech atrs y contempl el cielo. Pudo or un trueno lejano. Qu extrao. No haba nubes en el cielo.

Dallet maldijo.

Cenn dio media vuelta, tratando de sacudirse el estupor. Galopando directamente hacia ellos vena un enorme caballo negro con un jinete de brillante armadura que pareca irradiar luz. La armadura no tena costuras: no haba cota de malla debajo, solo placas ms pequeas, notablemente intrincadas. La figura llevaba un casco ornamentado, y la coraza era dorada. Llevaba una enorme espada en una mano, al menos de la altura de un hombre. No era una simple espada recta, sino curva, y el lado que no tena filo era ondulado. Toda la hoja estaba grabada.

Era hermosa. Como una obra de arte. Cenn nunca haba visto a un portador de esquirlada, pero supo inmediatamente que este hombre lo era. Cmo poda haber confundido a un simple ojos claros acorazado con una de estas majestuosas criaturas?

No haba dicho Dallet que no habra ningn portador en este campo de batalla? Dallet se puso en pie y llam al pequeo pelotn para que formara. Cenn se qued sentado donde estaba. No podra haberse levantado, no con la pierna herida.

Se senta mareado. Cunta sangre haba perdido? Apenas poda pensar.

Fuera como fuese, no poda luchar. No se lucha contra algo as. El sol brillaba contra aquella armadura. Y esa preciosa, intrincada, sinuosa espada. Era como..., como si el Todopoderoso hubiera tomado forma para caminar por el campo de batalla.

Y por qu querra nadie combatir contra el Todopoderoso?

Cenn cerr los ojos.

Captulo 2

EL HONOR A MUERTODiez rdenes. Nos amaron, una vez. Por qu nos has olvidado, Todopoderoso? Esquirla de mi alma dnde has ido?

Recogido el segundo da de Kakash, ao 1171, cinco segundos antes de la muerte. El sujeto era una mujer ojos claros en su tercera dcada.

OCHO MESES MS TARDEEl estmago de Kaladin grua cuando extendi la mano a travs de los barrotes y acept el cuenco de bazofia. Introdujo el pequeo tazn entre los barrotes, lo olisque y luego hizo una mueca mientras la jaula empezaba a rodar de nuevo. El mejunje gris pastoso estaba hecho de grano guisado, y este en concreto estaba sazonado con trozos de la comida del da antes.

Por repugnante que fuera, era todo lo que podra conseguir. Empez a comer, viendo pasar el paisaje, con las piernas asomando entre los barrotes. Los otros esclavos de su jaula agarraron sus cuencos con gesto protector, temerosos de que alguien pudiera robrselos. Uno de ellos trat de robarle la comida a Kaladin el primer da. Casi le rompi el brazo a aquel hombre. Ahora todo el mundo lo dejaba en paz.

Y eso le pareca bien.

Comi con los dedos, ignorando la suciedad. Haba dejado de reparar en la suciedad haca meses. Odiaba sentirse parte de la misma paranoia que mostraban los dems. Cmo poda no hacerlo, despus de ocho meses de palizas, privaciones y brutalidad?

Combati la paranoia. No se volvera igual que ellos. Aunque hubiera renunciado a todo lo dems, aunque se lo hubieran arrebatado todo, aunque ya no tuviera ninguna esperanza de escapar. Esto lo conservara. Era un esclavo, pero no tena por qu que pensar como uno de ellos.

Termin lentamente la bazofia. Cerca de l, uno de los otros esclavos empez a toser dbilmente. Haba diez esclavos en el carromato, todos hombres sucios y de barbas desgreadas. Era uno de los tres carromatos que avanzaban en caravana por las Montaas Irreclamadas.

El sol arda rojizo en el horizonte, como la parte ms caliente del fuego de un herrero. Iluminaba las nubes con un chorro de color, pintado descuidadamente sobre un lienzo. Cubiertas de altas y montonas hierbas verdes, las montaas parecan interminables. En un montculo cercano, una pequea figura revoloteaba entre las plantas, danzando como un insecto nervioso. La figura era amorfa, vagamente transparente. Los vientospren eran espritus maliciosos que tenan la mana de quedarse donde no eran queridos. Kaladin haba albergado la esperanza de que este se aburriera y se marchara, pero cuando intent apartar su cuenco de madera, descubri que se le haba pegado a los dedos.

El vientospren se rio, pas zumbando, poco ms que un lazo de luz sin forma. Kaladin maldijo, sacudiendo el cuenco. Los vientospren a menudo gastaban ese tipo de bromas. Tir del cuenco, y finalmente se solt. Gruendo, lo lanz a uno de los otros esclavos. El hombre empez a lamer rpidamente los restos de la porquera.

Eh susurr una voz.

Kaladin se volvi a mirar hacia un lado. Un esclavo de piel oscura y pelo enmaraado se arrastraba hacia l, con timidez, como temiendo que Kaladin se enfadara.

No eres como los dems. Los negros ojos del esclavo se dirigieron hacia la frente de Kaladin, que llevaba tres marcas. Las dos primeras componan un par de glifos que le haban dado haca ocho meses, su ltimo da en el ejrcito de Amaram. La tercera era ms reciente, concedida por su amo ms reciente. Shash, deca el ltimo glifo. Peligroso.

El esclavo tena la mano oculta entre sus harapos. Un cuchillo? No, eso era ridculo. Ninguno de estos esclavos podra haber ocultado un arma: las hojas ocultas que Kaladin llevaba en el cinturn eran lo mximo que poda uno lograr. Pero los viejos instintos no podan ser desterrados fcilmente, as que Kaladin vigil esa mano.

He odo hablar a los guardias continu diciendo el esclavo, acercndose un poco ms. Tena un tic que le haca parpadear con frecuencia. Dicen que has intentado escapar antes. Que has escapado, de hecho.

Kaladin no respondi.

Mira dijo el esclavo, sacando la mano de detrs de sus harapos y revelando su cuenco de bazofia. Estaba medio lleno. Llvame contigo la prxima vez susurr. Te dar esto. La mitad de mi comida a partir de ahora hasta que escapemos. Por favor mientras hablaba, atrajo a unos pocos hambrespren. Parecan moscas marrones que revoloteaban alrededor de su cabeza, casi demasiado pequeos para que pudieran ser vistos.

Kaladin se volvi a contemplar las interminables colmas y las hierbas siempre en cambiante movimiento. Apoy un brazo en los barrotes y descans la cabeza contra l, las piernas todava colgando por fuera.

Bien? pregunt el esclavo.

Eres un idiota. Si me dieras la mitad de tu comida, estaras demasiado dbil para huir, si yo fuera a hacerlo. Cosa que no har. No funciona.

Pero...

Diez veces susurr Kaladin. Diez intentos de escapatoria en diez meses, huyendo de cinco amos distintos. Y cuntas de ellas salieron bien?

Bueno..., quiero decir..., todava ests aqu...

Ocho meses. Ocho meses como esclavo, ocho meses de bazofia y palizas. Bien podra haber sido una eternidad. Apenas recordaba ya el ejrcito.

No te puedes esconder si eres esclavo dijo Kaladin. No con esta marca en la frente. S, escap unas cuantas veces. Pero siempre me encontraron. Y entonces tuve que regresar.

Antao, lo llamaban afortunado. Benditorm