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EFRAÍN HUERTA 1914-2014 Centenario de su nacimiento
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HuertaEfraín
1914-2014
GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO
Fausto Vallejo FigueroaGobernador Constitucional
Marco antonio aguilar cortésSecretario de Cultura
María catalina Patricia Díaz VegaDelegada Administrativa
Paula cristina silVa torresSecretario Técnico
raúl olMos torresDirector de Promoción y Fomento Cultural
Héctor Borges PalaciosJefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura
consejo nacional Para la cultura Y las artes
raFael toVar Y De teresa
Presidente
saúl juárez Vega
Secretario Cultural y Artístico
Francisco cornejo roDríguez
Secretario Ejecutivo
ricarDo caYuela gallY
Director General de Publicaciones
HuertaEfraín
1914-2014
Prólogo y selección de textos
ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS
Primera edición, 2014
Dr © Secretaría de Cultura de Michoacán
Dr © Secretaría de Cultura de MichoacánIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc,C.P. 58020, Morelia, MichoacánTels. (443) 322-89-00www.cultura.michoacan.gob.mx
Antologador:Ernesto Hernádez Doblas
Diseño de portada y editorial:Jorge Arriola Padilla
ISBN:
El contenido, la presentación y disposición en conjunto y de cada página de esta obra son propiedad del editor. Queda
prohibida su reproducción parcial o total por cualquier sistema mecánico, electrónico u otro, sin autorización escrita.
Impreso y hecho en México
ÍndicePresentación 9
Prólogo/carta: 13
ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS I 23
CIERTO 25
INMENSO DRAMA 26
SEXOGÉSIMO 27
MANDAMIENTO 27
AMOR 28
¡ACCIÓN! 29
ASÍ ES 30
¡ATENCIÓN! 31
DE PLANO 32
INÚTIL 33
ÚNICO 34
PREMIO . . . 35
LA VERDAD 36
ABSOLUTO AMOR 37
ABSOLUTO AMOR 39
EL POEMA DE AMOR 41
LOS RUIDOS DEL ALBA 45
VERDADERAMENTE 49
PRIMER CANTO DE ABANDONO 55
ÉSTE ES UN AMOR 58
PARA GOZAR TU PAZ 62
ÓRDENES DE AMOR 66
SIEMPRE MÍA 71
BORRADOR PARA UN TESTAMENTO 73
ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS II 79
PASEO II 81
TÓTEM 82
EH Y AA DICEN: 83
HANDICAP 84
MERCADOTECNIA 85
POETITOS 86
REVELACIÓN 87
CONCILIO 88
MANDAMIENTO EQUIS 89
AY POETA 90
EL BÁRBARO 91
PEQUEÑO LAROUSSE 92
Huerta
9
Presentación
Marco antonio aguilar cortés
Empezaré recordando, en esta presenta-ción, uno de los textos atractivos de Fe-derico Nietzsche: "En algún punto per-
dido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inven-taron el conocimiento. Fue aquél el instante más mentiroso y arrogante de la historia universal".
Quizá ese párrafo transcrito se encuentre lleno de la certidumbre de esa invención; pero acaso, también, quede corto de miras, cuan-do la invención de la poesía por parte de esos animales inteligentes nos ha conducido a los sublimes instantes extremadamente engañosos y soberbios en que nos envuelve el bello ritmo de la palabra humana, cuando es conceptuoso, sintético, y atrayente.
Porque la poesía, al margen de la simple versificación, es la esencia del conocimiento, con un fondo de musicalidad que no se ve, ni se huele ni se toca ni se oye ni se paladea, y sin embargo se siente y se vive, y además se goza.
Cien años ha que nació Efraín Huerta, y
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este libro está dedicado a su memoria. Ernesto Hernández Doblas, quien elaboró
esta antología del poeta recordado, realizó una excelente selección y, con talentoso esmero, ha escrito el prólogo en forma de misiva. Reco-nocemos su trabajo.
De los poemas que aquí encontrarás, esti-mado lector, observarás el "inmenso drama" en que vivió Don Efraín:
"Todas
Las mujeres
Que amo
Están casadas
¡Hasta la mía!"
Roto ese drama inmenso, hasta en la gra-mática, Huerta nos entrega la inmensa come-dia de la relación del hombre con la mujer, de manera tan sucinta como concisa.
Todo fue así en él; y, en mi caso, sólo con-cluiré dejando libre tu mirada para que goces de esta poesía generada por uno de esos animales inteligentes que han fallecido, pero que como es-pecie sigue viva en este planeta llamado Tierra, voluta de polvo insignificante en un universo al que no le hemos encontrado ni final, ni principio.
Huerta
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Prólogo/carta:
A ti que pasas por aquí y detienes tu atención en estas líneas. A ti que llegas a este libro por medio del azar, que es
uno de los muchos rostros del destino. A ti que vives convocado igual que todos a esta realidad que nos tocó vivir como una heren-cia terrible y hermosa y no solicitada. A ti que tienes entre tus manos esta Antología tejida con amor, como se tejen las cosas que valen la pena. La pena y el gozo, por supuesto. A ti, dedico estas palabras que llevan en su inten-ción presentar-te humilde pero apasionada-mente a un poeta que anduvo por este miste-rio que llamamos vida y que es Caja de Pandora mitad hecha de vida y mitad hecha de muerte. El poeta llevó por nombre Efraín Huerta y nació en Silao Guanajuato hace cien años. Anduvo por este mundo ofreciendo su poesía como se ofrece el pan y la sal en la mesa de todos, para todos. Parece que fue ayer. Pero con un poeta nunca se sabe si es el hoy o el mañana el que lo vive y hace vivir, el
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tiempo de la poesía no es de este reino sino el de la intensidad y la lectura, la intensidad de la lectura, la lectura de la intensidad. Es decir, que el tiempo de un poeta y su poesía, depen-de de su vuelo y de sus lectores. La lectura es un encuentro siempre afortunado y azaroso. Lectores, escritores y libros van formando al mundo con su amor, con su constancia, con sus señales de humo y sueño en el sueño del tiempo. Ahora digo, te digo, tú que ahora mismo lees estas líneas y que te dispones a ocuparte de los relámpagos en verso de nues-tro poeta celebrado: tienes en tus manos, en tus ojos y en tu corazón, la tarea de hacer vivir una vez más la vida que palpita en cada ver-so. Sin poeta y sin lector no hay poesía. La poesía es un misterio que lo habita todo, pero sin nosotros es únicamente intuición en el pensamiento del infinito. La humanidad es la encarnación de lo invisible, que es también, de la poesía. Quiero decirte a ti, que la razón primera de este libro es la celebración del pri-mer centenario de vida del llamado Cocodri-lo/poeta, llamado por sí mismo Poeta Saurio. Anduvo por aquí y nos dejó la huella de su paso en las herencias de cada poema. Anduvo
Huerta
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por aquí en tiempos difíciles y al mismo tiem-po henchidos de una vertiginosa esperanza. Esos tiempos en los que era imposible para un poeta no sentirse tocado por la rabia y la espe-ranza y reflejarlas ambas en su palabra, con su palabra, como fiel testimonio de un país que al mismo tiempo era lleno de la gracia de un espíritu joven y de un espíritu maligno que amenazaba con hacerlo todo escombro y que en medio de esas dos fuerzas se jugó sus apuestas que ganó y perdió en un mismo vo-lado de abismos. Pero además quiero decirte, que la razón de ser de mi humilde y apasiona-da participación como su antologador, no es otra sino la de ser uno más de sus lectores, que en este caso mío, tuvo la suerte de andar caminos autobiográficos de poesía, acompa-ñado por don Efraín. Allá por años de mi ado-lescencia, entregado con ingenuidad al sueño de la poesía, tuve la fortuna de hallar frente a mi edad a este poeta de juventud eterna, de rebeldía sabia. Leer sus poemas fue y es des-nudarse de bostezos para cantar y danzar la hermosa y terrible vida. Puedo decir sin rubor alguno que su poesía fue influencia en mi poesía y que lo primero y más importante que
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en aquellos años aprendí de él fue a vivir con intensidad (intensa edad) el oficio de tinieblas que el destino me tenía reservado. Ninguna palabra suya está de más ni de menos, porque su medida es la de la sangre que es ante todo río de manzanas en el edén de cada día. Hay razones del fuego que la quietud no entiende. Yo, como lector y suspirante a poeta, no pude menos que agradecer y arrodillar el corazón ante los altares de una poesía del gozo, ante el santo espíritu de la pasión, ante los templos del poema. No es que no haya heridas aquí, no es que solamente haya ebriedad ilumina-da; también en sus poemas hay la humana ex-periencia de la oscuridad, del lado moridor de la existencia: los crepúsculos que dan su gol-pe justo en donde más duele. Sin embargo, el amor aquí siempre salva todo naufragio, el amor es ave invencible, fuente de luz entre la sombra. Los poemas elegidos para esta Antolo-gía son una selección del tomo de su Poesía Completa, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1998 y compilada por Martí Soler. Los poemarios de donde hice la selec-ción son -en orden cronológico-: Absoluto amor, Poemas prohibidos y de amor, Los hom-
Huerta
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bres del alba, Estrella en alto, Poemas prohibi-dos y de amor IV, Responsos y Tranza poética. ¿Qué elegir de lo mucho digno de ser elegido? Mi decisión tuvo que ver con mi lectura per-sonal de Huerta como un poeta que ante todo es amoroso con toda la complejidad y profun-didad que esto implica. Todos los temas o es-tilos de nuestro poeta son trabajados desde los talleres del corazón. Seguramente cada lector tendrá a su Efraín y por lo mismo su Antología personal. Todo gran hombre y mujer son en realidad inabarcables. Para entenderlos, o para sentirnos más cerca de ellos, hacemos abstracción, inventamos palabras, los coloca-mos en ciertos lugares para tener la sensación de verlos mejor. Todo es inútil y sin embargo necesario. El misterio siempre nos desborda. Y es inabarcable y lejano porque misterio somos nosotros mismos que deseamos verlo/vernos. El arte es misterio mirándose a sí mismo: ena-morado asombro. Desde mi punto de vista, desde el sitio en donde miro y admiro a nues-tro festejado, veo al amor como al eje central que impulsa el hacer y el decir, el doler y el sangrar de su trabajo. Amó a la Mujer, como símbolo y realidad de lo más hermoso y apa-
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sionante de la vida. Amó a su país, como al vientre de paisajes en donde anduvo con los ojos y los oídos muy abiertos para renacer siempre una y otra vez como Fénix prometei-co. Amó a la Libertad, como al concepto hu-mano que más dolores de cabeza y corazón ha causado, pero sin el cual, parece a veces que no vale la pena respirar, ni levantarse cada día para resistir frente a todo aquello que busca encarcelar al aire. Amó a la poesía –por supuesto- Musa suprema de sus noches/días, Madre blanca que siempre tiene la palabra en la boca para darnos el alimento del cual vive nuestro espíritu. En resumiendo cuentas: amó a lo humano, a lo sencillo, al hombre y a la mujer de a pie que recorren y dejan huellas en el mundo. Siguiendo ese hilo de Ariadna en este laberinto de poesía llamado Efraín Huer-ta, decidí presentar ante ti los poemas amoro-sos, los sensuales, los que dan fe del palpitar de su amantísimo y rojo fruto hecho palabra. Además de ello, comparto contigo los llama-dos Poemínimos, que son juegos poéticos que sin duda caracterizaron el perfil literario de nuestro poeta. En estos breves relámpagos de carcajada franca, nos muestra que la poesía
Huerta
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no siempre viene de traje, no siempre habla solemne, y no por ello deja de ser. A veces, hay demasiada seriedad en la poesía. A veces no se puede ni escuchar el zumbido de una mosca porque de inmediato carraspean los hombres de gris, encargados de cuidar que las cosas queden en su sitio para siempre como momias de Guanajuato en su vitrina de silen-cio. Al congreso de la poesía don Efraín llega para cargarse de risa a todos los solemnes, bo-tella en mano y cigarro en labio suelta sus chispazos, hace chocar piedras de bilis para que pierda peso el mundo y pueda la senci-llez tomar por asalto los palacios de lo dema-siado grave para poder siquiera mover su me-tálico esqueleto. Amor y risa, risa y amor como dúo dinámico de la poesía. Más o me-nos estas son las razones por las que la pre-sente y mínima antología está hecha de esta y no de otra forma. Estoy seguro de que otras y otros habrían elegido textos distintos e igual hubieran dado en el blanco, porque un escri-tor como Huerta es mucho poeta para intentar encerrarlo en una camisita de once varas. Mi deseo no es otro más que compartirte en pri-mer lugar mis asomos a una obra de la que he
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bebido en más de un sentido y que considero más que digna de ser conocida por más perso-nas, en segundo lugar, deseo compartirte al-gunos de los poemas que considero más emo-tivos, más cercanos a nosotros, más amables para quien gusta del gusto de la palabra poé-tica, ya sea que se inicie en ella o que ya ten-ga camino recorrido. Pero sobre todo, deseo que esto sea solo la punta de una madeja en la cual tú seguirás buscando enredarte. Enre-darte para entenderte, para gozarte de manera mejor y más profunda, para dejar que las pa-labras de Efraín sean las tuyas mismas, con-fundidas como se confunden los que se aman, y al confundirse se descubren como parte de un mismo Universo, de un mismo misterio, de un mismo eco de la palabra de Dios. Estimado lector(a), agradezco tu atención, te dejo ya en buenas manos. Disfruta con deleite estos poe-mas, con serenidad, con la paciencia de quien sabe que la prisa en el mundo es una trampa de la que nos puede salvar la poesía. Estoy seguro de que harás tuya esta breve antología, que la llevarás a tus ojos y a tu corazón, que dejarás que las palabras te digan, te mencio-nen, te dejen en la boca besos de silencio para
Huerta
21
que con ello el mundo sea algo digno de habi-tar, que la compartirás con otr@s para que siga su camino infinito. Para que mañana (que ya es hoy) el mundo sea el eco del amor, que no es sino el eco de la luz que nos inunda, lo se-pamos o no.
Ernesto Hernández DoblasMorelia, Mich. 2014
ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS I
Huerta
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CIERTO
Es
La única
Verdad
Amor
A quien
Amor
Merece
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26
INMENSO DRAMA
Todas
Las mujeres
Que amo
Están casadas
¡Hasta la mía!
Huerta
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SEXOGÉSIMO
MANDAMIENTO
No
Desdeñarás
La mujer
De tu
Prójimo
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28
AMOR
Te
Buscaré
Lo menos
Pronto
Posible
Huerta
29
¡ACCIÓN!
Voy
A poner
Manos
A la obra
Comenzaré
Por el
Muslo derecho
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30
ASÍ ES
Todas
Las cosas
Se parecen
A su
Sueño
Huerta
31
¡ATENCIÓN!
Cuidado
Amigos:
Las
Experiencias
Engañan.
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32
DE PLANO
No hay
Peor
Poesía
Que la
Que no se
Hace
Huerta
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INÚTIL
No por
Mucho
Publicar
Te consagras
Más
Temprano
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ÚNICO
Un
Lugar
Para cada
Verso
Y cada
Verso
En su
Lugar
Huerta
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PREMIO . . .
Premio
Dado
Ni
Dios
Lo
Quita
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LA VERDAD
Yo no soy
Un poeta
Serio
Soy
Un poeta
Saurio
ABSOLUTO AMOR
Huerta
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ABSOLUTO AMOR
Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa
como una violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza
del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
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40
ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
Huerta
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EL POEMA DE AMOR
El poema de amor es el poema
de cada día: la sombra de una hoja
y este mirar al cielo en anhelante
perseguir una flor, una sonrisa
de solemne quietud, suave deseo.
¿El poema de amor? La más humilde
y la más tierna lluvia, el sobresalto
de una gota en la mano, como si una
leve mirada tuya iluminase
la selva en que se nutre el desconsuelo.
¿El poema de amor? El gran poema
de caminar conforme van los ríos
con un sollozo –nube- sobre el dorso,
y vigilar, con un sonriente miedo,
tu imagen de jazmín en el crepúsculo.
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El poema de amor es la palabra
que ya se dijo ayer, que hoy no se dice.
Porque de sol a sol, de amor a amor,
reina un silencio fiel, como de mármol,
que es el clima ideal de estar de acuerdo.
El poema de amor bien puede ser
un soñar escribirlo y declararlo.
Y despertar, al fin, estremecido,
abrazarte entre tibia y azorada
como a rosa ceñida por la brisa.
¿El poema de amor? Viene del fuego
y en el fuego perece, no sin darnos
la maestría en el tacto, la sorpresa
de imaginarnos vivos y con alas
cuando el beso es un ave en agonía.
Huerta
43
Del poema de amor todo se dice
y nada se recuerda. Pero es bueno
señalar que se sabe y que se siente
un hondo respirar cuando tu paso
de adolescente ritmo llena mi alma.
No quise decir alma, sino sangre
y música de junio. Pero insisto
en que tu paso enciende mi alegría
como un poco de sol sobre los trigos.
Y es como darle vueltas al poema.
El poema de amor es darle vueltas
a lo que por sabido ya es callado.
Y volver a empezar como si nunca
te hubiese visto así, lánguida y pura,
desmenuzando mi habitual tristeza.
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44
¿El poema de amor? Discretamente
habría sido resuelto en una frase.
Por ejemplo, decir: “Amada mía. . . “
Pero aquí llegas tú, puntual, serena,
a cerrarme la boca, dulcemente.
Huerta
45
LOS RUIDOS DEL ALBA
I
Te repito que descubrí el silencio
aquella lenta tarde de tu nombre mordido,
carbonizado y vivo
en la gran llama de oro de tus diecinueve años.
Mi amor se desligó de las auroras
para entregarse todo a tu murmullo,
a tu cristal murmullo de madera blanca
incendiada.
Es una herida de alfiler sobre los labios
tu recuerdo,
y hoy escribí leyendas de tu vida
sobre la superficie tierna de una manzana.
Y mientras todo eso,
mis impulsos permanecen inquietos,
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esperando que se abra una ventana para seguirte
o estrellarse en el cemento doloroso
de las banquetas.
Pero de las montañas viene un ruido tan frío
que recordar es muerte y es agonía el sueño.
Y el silencio se aparta, temeroso
del cielo sin estrellas,
de la prisa de nuestras bocas
y de las camelias y claveles desfallecidos.
II
Expliquemos al viento nuestros besos.
Piensa que el alba nos entiende:
ella sabe lo bien que saboreamos
el rumor a limones de sus ojos,
el agua blanca de sus brazos.
(Parece que los dientes rasgan trozos de nieve.
El frío es grande y siempre adolescente.
Huerta
47
El frío, el frío: ausencia sin olvido.)
Cantemos a las flores cerradas,
a las mujeres sin senos
y a los niños que no miran la luna.
Cantemos sin mirarnos.
Mienten aquellos pájaros y esas cornisas.
Nosotros no nos amamos ya.
Realmente nunca nos amamos.
Llegamos con el deseo y seguimos con él.
Estamos en el ruido del alba,
en el umbral de la sabiduría,
en el seno de la locura.
Dos columnas en el atrio
donde mendigan las pasiones.
Perduramos, gozamos simplemente.
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48
Expliquemos al viento nuestros besos
y el amargo sentido de lo que cantamos.
No es el amor de fuego ni de mármol.
El amor es la piedad que nos tenemos.
Huerta
49
VERDADERAMENTE
I
Verdaderamente soy todo oído para ti
cuando tu pecho en blanco
torna lluvia mis manos,
te duelen los hombros hasta el grito
y te corren gladiolas enfermizas por las piernas.
Verdaderamente.
Con la certeza de lo que sentirían en el invierno
una nube con festones de azúcar,
en el otoño dos mujeres sin párpados
o en el alba las rodillas desesperadas
de una virgen.
Ennoblecida verdad la del olvido,
purísima verdad aquella de la ternura muerta.
Verdaderamente muertos, encerrados en mármol,
cristalizados en miserables corolas sin angustia
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y con asomos de fastidio,
crucificados míos,
petrificados en el filo de las espadas,
en esa hora agradable de los barqueros
blasfemando en los ríos
y el duelo espejeante de los remos.
En esta hora y en otras,
tan bien soy todo oídos para ti,
que tu sombra amanece en pleno día del mundo
y mi amor impaciente se atreve sin error
por tu vida.
II
Aquella daga en que nacieron amarillos
y desenfrenados destellos
de violetas ahogadas,
ese mismo jardín que nos espera tarde a tarde,
esa espléndida voz de los árboles difuntos,
aquellas chispas de tontería caídas en el musgo
Huerta
51
caliente de las banquetas,
aquellas plumas líquidas que siempre
nos golpearon en los hombros
como crudas imágenes de un destierro,
cuando escalábamos angustias invernales.
Las mismas tibias bocas que mansamente
arrullaron nuestro fastidio de los veinte años
y esos lentos oídos desde niños sometidos
a la esclavitud de suficiencias y vaciedades.
Y nuestras propias manos, delgadas,
amarillas del fuego triste del insomnio.
Y nuestros ojos,
nuestros ojos
en donde nadan los escombros del alba.
Y nuestra carne,
esta maciza y blanda carne de nosotros
en la que finos y desenfrenados destellos
de violetas se ahogan,
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ahogándonos el tiempo que nos urge,
hiriendo con astillas de roble aquella
soberana soledad que ignoramos ahora.
III
Toda la falsedad del alba redimida,
todo ese ruido inmóvil de las estrellas,
ese gemido caliente y apagado de las manos,
toda esa robusta cantidad de índices
que señalan al viento,
que se desangran en el vacío cobarde
de una plaza pública.
En verdad,
en verdad no nos alcanza el sentimiento
para gritar debidamente en contra del recuerdo.
Todo ese verde sucio que amanece
en las manos de las estatuas,
esa molestia de conocer el crecimiento
de las orquídeas,
Huerta
53
esa tristeza de camelias de las adolescentes
al ver caer la lluvia,
esa terrible languidez de algunas horas
y aquella recia y abominable castidad
con que sueñan todavía
algunos de los hombres que conocemos.
En serio,
en verdad no nos alcanza el sentido de la
piedad,
de la lástima prohibida tantas veces,
para ese tierno gotear de cosas,
de objetos blandos y cómodos,
de infancias exprimidas con torpeza.
Ese murmullo casi de pupilas de buey,
de lámpara caída en un estanque suave,
de cuando alguna rosa blanca
se muere de cansancio.
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54
Toda esa variedad de crepúsculos que motivan toda suerte de insomnios,
aquellas manos como lirios en bruto
de indefinibles novias.
Verdaderamente:
en esa atrocidad impune de los pantanos,
en esa pátina de las medallas
y los poemas cívicos
de los esclarecidos cuadros de los museos,
de las espadañas,
de las campanas,
debían permanecer para siempre,
hasta morir de sublime aburrimiento,
tantas y tantas causas de suicidios,
de irredentas perezas,
de absurdas santidades.
Huerta
55
PRIMER CANTO DE ABANDONO
1
Si mi voz fuese nube, ira o silencio
crecido con el llanto y el amor;
si fuese luz, o solamente ave
con las alas cargadas de tristeza;
si el silencio viniese, si la muerte. . .
¿Adónde ir con ella, iluminada
con fuego de gemidos y caricias
y gérmenes de mustias esperanzas?
Y una voz inhumana:
-Donde no existan lágrimas de odio
ni pantanos con rosas y claveles.
Mi voz en la saliva del olvido,
como pez en un agua de naufragio.
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2
(Pero yo amo el abandono por violeta y callado.
Amo tu entrada al invierno sin mi cuerpo,
admiro tu fealdad de dalia negra dolorida,
adoro con ceguera tu pasión por la lluvia
y el encanto de tus narices frías,
amada razonable y sencilla.)
3
Ya mi voz no suplica ni lastima
como la vieja música del mar
a los marinos tímidos y al cielo.
Si pudiera la haría tan suave
como fino suspiro de muchacha,
como brillo de dientes o poema.
Oh, voz del abandono sin sollozos:
oh, mi voz como luz desordenada,
como gladiola fúnebre.
Huerta
57
Ella hace el canto primero del abandono
en lo alto de risibles templos,
en las manos vacías de millones de hombres,
en las habitaciones donde el deseo es lodo
y el desprecio un pan de cada noche.
Ella es mi propio secreto,
lo invisible de mí mismo: mi conducta
en la carne de los jardines,
en el alma de las playas
cuando hacia ellas voy con las manos cantando.
Mi voz es el resumen de todos los insomnios:
mi adolescencia mediocre y sencilla
como una ceniza palpitante.
No lloraría por mi ternura finalmente enterrada
ni por un sueño herido sentiría fina tristeza,
pero sí por mi voz oculta para siempre,
mi voz como una perla abandonada.
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58
ÉSTE ES UN AMOR
A Rosaura Revueltas
Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz
como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos
y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera
una pequeña agonía.
Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
Huerta
59
y del ansia que uno respira
bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe,
porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
-esas terribles manos delgadas
como el pensamiento-
se entrelazan y un suave sudor
de –otra vez- miedo
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aun cuando el beso,
los besos
los miles y millones de besos
se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía –y es poesía.
Ésta es la historia de un amor
con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma
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60
y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano
y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba
como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas
y de las flores
y quería gritar y gritarle al oído que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del
tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe
en la palma de la mano.
Y yo veía que todo estaba en sus ojos
Huerta
61
–otra vez ese mar-,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu
que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy
con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe
el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras
–y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben
y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida
para no rompernos el alma
y no llorar de amor.
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62
PARA GOZAR TU PAZ
Como el viento agita las altas hierbas
así mis dedos vuelan sobre tu cabellera
de diamantes,
y la noche de alcohol y los árboles de oro
encierran para siempre un sollozo de triunfo,
el ay de la alegría, el ah definitivo.
Como el aire de junio en la colina
mueve la dulce sombra de la nube,
así mi corazón se sacrifica
en el húmedo templo de tu pelo.
Nave sin dueño, sombra de ardorosa
violencia, esta mi mano canta
bajo el murmullo alado de tu gloria.
Porque tienes la luz y la belleza
en el sereno estanque de tu rostro,
así el negro laurel es tu corona
Huerta
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y es mi fatiga y es
la sangre del insomnio.
Sólo cuando el pecado es la guirnalda
y la atadura, la cadena infinita
y el profundo latido; sólo cuando
la hora ha llegado, y tú,
joven de rosas y jazmines,
miras al horizonte del deseo
y dejas que el tesoro de seda y maravilla
sea la noche en mis manos,
sólo entonces, dorada,
todo me pertenece;
las hierbas agitadas y el viento
corriendo como el agua entre mis dedos:
agua de mi delirio, eterna fiebre,
espejismo y violencia, dura espina,
pedernal de la muerte, lento mármol,
millón de espigas muertas.
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Donde nace la idea,
donde tus pensamientos
-aves en dulce selva sometidas-,
donde mis labios buscan el milagro,
ahí estará mi fuerza.
Ahí estará el dolor de mi presencia:
al pie de tu dominio y tu pureza,
sin más aroma que el júbilo
y una medalla de aire,
palpitante, como el fuego
de una lágrima viva.
Crece la hierba, el río,
y el ala de la garza
es la mano de Dios que se despide.
Crece el amor en invisible grito
(quemante, activa espada),
y el corazón despierta
como herido de muerte.
Doblo la lenta hoja del silencio
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y te apareces tú, página y perla,
con el cabello al viento
y una cierta sonrisa de alta luna.
Suave y veloz, como el aire de junio,
beso tu cabellera de diamantes,
el tesoro escondido de tu sueño,
y digo adiós a la violencia
para gozar tu paz,
tu dulce, tu gloriosa geografía,
por siempre detenido,
por siempre enamorado.
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ÓRDENES DE AMOR
¡Ten piedad de nuestro amor
y cuídalo, oh Vida!
CARLOS PELLICER
1
Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.
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2
Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.
3
Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo:
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
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mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.
4
Amor mío, justifícame,
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame. . .
Amor mío.
ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
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con tu cuerpo invisible,
oh, tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.
5
Amor mío, encuéntrame.
Aislado estoy, sediento.
De tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
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amor-infierno,
desesperado amor.
6
Amor, despiértame
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro,
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.
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SIEMPRE MÍA
Criatura irresistible, nube, voz de mi sueño,
suave espejo nupcial, escúchame en tu vida,
víveme con tu vida, ámame con tu amor
y déjame a tus plantas como raíz despierta.
Eres el árbol vivo de mi antiguo paisaje,
criatura echa de amor, amorosa criatura;
eres la estatua dócil y la violenta lluvia,
y eres canto y silencio en mi templo de carne.
Criatura, piel de mi alma y sangre de mis labios;
deja que mi dolor se apoye en tu valiente
y clara juventud; deja que mis deseos
sean el vivo reflejo de tu propio deseo.
Criatura hecha de besos, criatura siempre mía:
una orquídea en tu cuerpo
me llama desde siempre,
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y yo la bebo entera con mis labios-cuchillos
y me muero de fiebre sobre tu pecho abierto.
Eres diosa en mi sueño, hembra de mi delirio,
espejo de mi piel y azucena en mis brazos.
Déjame ser la espina nupcial y soberana
de tu soberbia vida. Déjame ser feliz.
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BORRADOR PARA UN TESTAMENTO
A Octavio Paz
1
Así pues, tengo la piel dolorosamente
ardida de medio siglo,
el pelo negro y la tristeza más amarga
que nunca.
No soy una lágrima viva y no descanso y bebo lo mismo
que durante el imperio de la Plaza Garibaldi
y el rigor en los tatuajes y la tuberculosis
de la muchacha ebria.
Había un mundo para caerse muerto y sin tener con qué,
había una soledad en cada esquina,
en cada beso;
teníamos un secreto y la juventud
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nos parecía algo dulcemente ruin;
callábamos o cantábamos himnos de miseria.
Teníamos pues la negra plata
de los veinte años.
Nos dividíamos en ebrios y sobrios,
inteligentes e idiotas, ebrios e inteligentes,
sobrios e idiotas.
Nos juntaba una luz, algo semejante
a la comunión, y una pobreza
que nuestros padres no inventaron
nos crecía tan alta como una torre de blasfemias.
Las piedras nos calaban.
No nos calentaba el sol.
Una espiga nos parecía un templo
y en un poema cabía el universo del amor.
Dije “el amor” como quien nada dice
o nada oye.
Dije amor a la alondra y a la gacela,
a la estatua o camelia que abría las alas
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y llenaba la noche de dulce espuma.
He dicho siempre amor como quien todo
lo ha dicho y escuchado. Amor como azucena.
Todo brillaba entonces como el alma del alba.
¡Oh juventud, espada de dos filos! ¡Juventud
medianoche, juventud mediodía,
ardida juventud de especia diamantina!
2
Teníamos más de veinte años y menos de cien
y nos dividíamos en vivos y suicidas.
Nos desangraba el cuchillo-cristal
de los vinos baratos.
Así pues, flameaban las banderas como ruinas.
Las estrellas tenían el espesor de la muerte.
Bebíamos el amor en negras tazas de ceniza.
¡Ay ese amor, ese olor, ese dolor!
Esa dolencia en pleno rostro, aquella fatiga
de todos los días, todas las noches.
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Éramos como estrellas iracundas:
llenos de libros, manifiestos, amores desolados,
desoladamente tristes a la orilla del mundo,
víctimas victorias de un
severo y dulce látigo de aura crepuscular.
Descubríamos pedernales-palabras,
dolientes, adormecidos ojos de jade
y llorábamos con alaridos de miedo
por lo que vendría después
cuando nuestra piel no fuera nuestra
sino del poema hecho y maltrecho,
del papel arrugado y su llama
de intensas livideces.
3
Después,
dimos venas y arterias,
lo que se dicen anhelos,
a redimir el mundo cada tibia mañana;
vivimos
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una lluvia helada de bondad.
Todo alado, musical, todo guitarras
y declaraciones, murmullos del alba,
vahos y estatuas, trajes raídos, desventuras.
Estaban todos –y todos construían su poesía.
Diría sus nombres si algunos de ellos
no hubiesen vuelto ya a la dorada tierra,
adorados, añorados cada minuto
-el minutero es de piedra, sol y soledad-;
entonces, no es a los vivos sino a mis muertos
a quienes doy mi adiós, mi para siempre.
A ellos y por ellos
y por la piedad que profeso
por el amor que me mata
por la poesía como arena
y los versos, los malditos versos
que nunca pude terminar,
dejo tranquilamente
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de escribir
de maldecir
de orar
llorar
amar.
ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS II
Huerta
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PASEO II
No
Me tardo
Voy a dar
Una vuelta
Alrededor
De mi muerte
. . . . . .
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TÓTEM
Siempre
Amé
Con la
Furia
Silenciosa
De un
Cocodrilo
Aletargado
Huerta
83
EH Y AA DICEN:
Después
De todo
Todas
Han sido
El amor
De
Mi
Vida
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HANDICAP
No puedo
Dejar
De
Escribir
Porque
Si me
Detengo
Me alcanzo.
Huerta
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MERCADOTECNIA
Salido
El poema
No se
Admite
Reclamación
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POETITOS
El que
Esté libre
De influencias
Que tire
La primera
Metáfora
Huerta
87
REVELACIÓN
Lo único
Que ambiciono
Con mis versos
Es darle
Al mundo
Protección
Con
Sentido
Humano
1914-2014
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CONCILIO
Se
Convoca
A todos
Los poetas
Al primer
Concilio
Energuménico
Condición
Única:
Saber amar
Entre verso
Y trago
Y entre trago
Y verso
Amén
Huerta
89
MANDAMIENTO EQUIS
No
Desearás
La
Poesía
De
Tu
Prójimo
1914-2014
90
AY POETA
Primero
Que nada:
Me complace
Enormísimamente
Ser
Un buen
Poeta
De segunda
Del
Tercer
Mundo
Huerta
91
EL BÁRBARO
Siempre
He procurado
Descender
Lo más
Alto
Posible
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92
PEQUEÑO LAROUSSE
“Nació
En Silao.
1914.
Autor
De versos
De contenido
Social”
Embustero
Larousse.
Yo sólo
Escribo
Versos
De contenido
Sexual.
Se terminó de imprimir en junio de 2014en los talleres gráficos de Impresora Gospaubicados en Jesús Romero Flores no.1063,
colonia Oviedo Mota, C.P.58060en Morelia, Michoacán, México
La edición consta de 1,000 ejemplaresy estuvo al cuidado del Departamento de
Literatura y fomento a la Lectura.