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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES Dopaje y trastornos psicológicos asociados Autora: Sara Martínez Munuera. Directora: Victoria Montes Gan. Madrid Mayo 2019

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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES

Dopaje y trastornos psicológicos

asociados

Autora: Sara Martínez Munuera.

Directora: Victoria Montes Gan.

Madrid

Mayo 2019

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Resumen.

En este trabajo se hace referencia al dopaje como un problema muy extendido en

la sociedad actual, entendiendo como dopaje el consumo de sustancias o la utilización de

métodos que suponen una mejora tanto del organismo como del rendimiento, ya sea en

deportistas o el resto de la población, principalmente adolescentes.

Para comenzar, se hace una aproximación a la definición de dopaje, poniendo de

manifiesto la falta de consenso que hay sobre el tema. Además, se lleva a cabo una

revisión histórica del mismo.

A continuación, se mencionan las diferentes motivaciones que llevan al inicio del

consumo de las sustancias consideradas dopantes, distinguiendo entre población

deportista y la población general, haciendo especial hincapié en la Dismorfia Muscular

(DM). También se explican las causas que llevan al uso prolongado en el tiempo de éstas.

Por último, se enumeran los diferentes tratamientos que existen en la actualidad

con respecto a las adicciones y a la DM.

Palabras clave.

Dopaje, esteroides, anabolizantes, sustancias, métodos, hGH, eritropoyetina,

EPO, dopaje sanguíneo, dismorfia muscular, vigorexia.

Abstract.

This piece of work considers doping as a very widespread issue in today's society,

defining it as the consumption of substances or the use of methods that improve both the

organism and its performance, in either athletes or the rest of the population, mainly

adolescents.

First, the definition of doping is approached, highlighting the lack of consensus

on the subject. Further, a historical review is carried out.

Next, the different motivations that lead to the beginning of the consumption of

substances considered dopant are mentioned, distinguishing between the athlete

population and the general population, with special emphasis on Muscular Dysmorphia

(DM). The causes that lead to their prolonged use over time are also explained.

Finally, the different treatments that exist today with regards to addictions and

DM are listed.

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Key words.

Doping, steroids, anabolic, substances, hGH, erythropoietin, EPO, blood doping,

muscle dysmorphia, bigorexia.

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Índice

1. Introducción. ................................................................................................................. 1

1.1. Aproximación teórica del concepto de dopaje. ...................................................... 1

1.2. Recorrido histórico. ............................................................................................... 3

2. Principales sustancias y métodos dopantes: características y efectos. ......................... 5

3. Motivos para el inicio del consumo de sustancias. ....................................................... 9

3.1. Población general. ................................................................................................ 10

3.2. Población deportista. ............................................................................................ 14

4. Motivos para el mantenimiento del consumo de sustancias. ...................................... 15

5. Tratamiento. ................................................................................................................ 17

5.1. Abuso de sustancias dopantes. ............................................................................. 17

5.1.1. Individual. ..................................................................................................... 18

5.1.2. Grupal. ........................................................................................................... 20

5.1.3. Familiar o de pareja. ...................................................................................... 20

5.2. Dismorfia muscular. ............................................................................................. 21

5.2.1. Tratamiento psicológico. ............................................................................... 21

5.2.2. Tratamiento farmacológico. .......................................................................... 22

5.3.3. Tratamiento dietético..................................................................................... 23

6. Conclusiones. .............................................................................................................. 23

7. Referencias. ................................................................................................................ 27

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1. Introducción.

1.1. Aproximación teórica del concepto de dopaje.

En la actualidad, no existe una definición clara y universal establecida para el

“dopaje” o “doping”; este problema de clarificación de términos se da tanto a nivel

institucional como a nivel de organizaciones o federaciones deportivas. Es muy probable

que, si existiese una definición común y universal en todos los países y a todos los niveles,

la lucha contra el dopaje estaría más avanzada (Ramos, 1999, 2000).

Dumas (1972) ya exponía que existe una gran cantidad de definiciones sobre dopaje,

pero ninguna refleja de forma completa y exacta la realidad de este problema, y presentan

diferencias entre ellas (Ramos, 1999).

Actualmente, en la Real Academia Española, dopaje aparece descrito como la

“administración de sustancias estimulantes para potenciar el rendimiento del organismo

con fines competitivos” (Diccionario de la Real Academia Española, 2005). Aunque ha

ido cambiando a lo largo de los años.

No fue hasta la celebración de la reunión del grupo de estudio especial del Consejo

de Europa en 1963 cuando se estableció la primera definición oficial. Defendieron que

dopaje era la administración ilegal de una sustancia con fines únicamente deportivos

(mejorar el rendimiento de la persona) (Comité de Educación Extraescolar del Consejo

de Europa, 1963, mencionado en Ramos, 1999).

En ese mismo año, también se celebró el Primer Coloquio Europeo de Medicina

Deportiva, donde se planteó una nueva definición de dopaje. En ella, hacían referencia a

que las sustancias consumidas para mejorar el rendimiento académico perjudicaban

gravemente a la persona, tanto física, como psíquicamente (Consejo de Europa. Primer

Coloquio Europeo de Medicina Deportiva sobre el dopaje, 1963, mencionado en Ramos,

2000; Rodríguez, 2008; Rodríguez-Mourullo y Clemente, 2004).

Por otro lado, el Convenio contra el dopaje del Consejo de Europa, realizado en 1989

(pero ratificado en 1992), defendió que el dopaje consiste en el uso de sustancias de

carácter farmacológico o métodos de dopaje prohibidos y que aparecen en la lista del

Grupo de Seguimiento de dicho Convenio (Consejo de Europa, 1989, mencionado en

Ramos, 1999; Rodríguez, 2008).

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Una de las definiciones más importantes es la aportada por la Agencia Mundial

Antidopaje (WADA), recogida en el Código Mundial Antidopaje y definida como la

vulneración de los artículos 2.1 al 2.8 de este código, que especifica la posibilidad de

cometer dopaje por diversos motivos (WADA, 2015):

1. Existencia de sustancias prohibidas, o sus metabolitos, en el organismo del

sujeto.

2. Uso (o intento) de sustancias o métodos prohibidos.

3. Negarse o resistirse a una recogida de muestras.

4. No facilitar la disponibilidad del deportista para poder realizar un control fuera

de la competición.

5. Falsificación (o intento) de los resultados en el control del dopaje.

6. Posesión de sustancias y/o métodos prohibidos.

7. Traficar (o intento) con sustancias y/o métodos prohibidos.

8. Administración (o intento), a un deportista, de sustancias y/o métodos

prohibidos.

Por lo que, con todo esto, podemos concluir que existe una gran variedad de

definiciones de dopaje, pero que todas tienen en común el uso de diferentes métodos que

aumentan y/o favorecen el rendimiento de la persona. Tal y como afirma Dumas, lo

importante no es la definición del problema en sí, sino su comprensión (Dumas, 1972,

mencionado en Ramos, 1999).

Al hablar de este término, conviene hacer una distinción entre el doping cuantitativo

y el doping cualitativo. El doping cuantitativo hace referencia a que, para que se considere

que una persona se ha dopado, es necesario que sobrepase la cantidad mínima permitida

de cada sustancia; y para comprobar la cantidad utilizada se realiza un análisis de orina.

En el doping cualitativo, no es necesaria una cantidad mínima para determinar si existe

dopaje o no, simplemente se considera que sí que existe con la simple presencia de

sustancias en la orina (Ramos, 1999).

Hay sustancias, como la efedrina o la testosterona, que deben superar una cantidad

mínima para ser consideradas dopaje (cuantitativo) y hay otras, como la cocaína y los

esteroides anabolizantes, que su sola presencia es considerada dopaje (cualitativo).

Todo esto mencionado con anterioridad puede conocerse como dopaje físico, que

es el más conocido y utilizado, pero también cabe resaltar la existencia de otros tipos de

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dopaje más relacionados con la mejora de aspectos cognitivos o emocionales, y no

simplemente del aspecto físico o del rendimiento deportivo.

Por un lado, el dopaje cognitivo nació como consecuencia de la preocupación por los

procesos cognitivos (atención, memoria, percepción…) en el deporte, ya que influyen

notablemente en él y en el rendimiento del sujeto, por lo que las mejoras cognitivas

empezaron a ser relevantes para los deportistas y esto se debe, principalmente a dos

motivos (Pérez, 2014):

- A la existencia de competiciones y deportes en los que, además de ser importante

el aspecto fisiológico, también lo es el mental (por ejemplo, el ajedrez).

- A que tanto cuerpo como mente están unidos y es imposible separarlos en

cualquier momento, por lo que la mente también tiene un papel fundamental en el

rendimiento del deportista y sus resultados.

El dopaje cognitivo consiste en el consumo de potenciadores cognitivos, que son

productos que tienen como fin el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, pero

son utilizadas por personas que no las necesitan ya que aumentan la capacidad de

concentración y atención, y ayudan a la persona a permanecer despierto durante más

tiempo, entre otros aspectos, por lo que influyen directamente en el rendimiento deportivo

del sujeto (Pérez, 2014).

Por otro lado, el dopaje emocional es aquel que hace referencia al consumo de

sustancias cuyo fin es el tratamiento de trastornos mentales como la depresión o la

timidez. En algunas ocasiones pueden utilizarse como solución a trastornos de estos tipos,

ya que en muchas ocasiones éstos generan que se abandone el deporte en cuestión, o como

tratamiento del bloqueo emocional, generado principalmente por el estrés al que está

sometido, ya que ambos factores influyen en el rendimiento del deportista; pero la

mayoría de las veces, su consumo tiene como fin el alcanzar estados óptimos de

confianza, plenitud e incluso, aumentar la agresividad, ya que mejoran la productividad

de la persona (Pérez, 2014).

1.2. Recorrido histórico.

Para hablar de los comienzos del dopaje, conviene remontarse a los inicios del

deporte, a los Juegos Olímpicos celebrados en Grecia en el año 776 a.C., a los gladiadores

que luchaban en el Circus Maximus de Roma, ya que éstos utilizaban hongos, plantas o

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incluso carne, entre otros, para mejorar su rendimiento, e incluso, a la mitológica nórdica,

en la que se explica que los guerreros Bersekers aumentaban su fuerza mediante el uso de

un hongo.

Como se puede imaginar, esto ha ido evolucionando, adecuándose a las

necesidades y características de la sociedad de cada momento (Ramos, 1999; 2000;

Baron, Martín, y Mags, 2007, McVeigh, Evans-Brown y Mark, 2012; Pérez, 2015).

Desde siempre, el triunfo en todo lo relativo al deporte ha estado íntimamente

ligado con el éxito social y económico. El deportista de élite ha sido, constantemente, una

figura de éxito y de superación, y un ejemplo a seguir. Todo esto generaba (y sigue

generando) un gran nivel de estrés en el deportista, lo que provocaba que, en muchas

ocasiones, se utilizasen sustancias dopantes para mejorar el rendimiento deportivo

(Salazar, Sandoval y Armendáriz, 2013).

Por la magnitud del abuso de sustancias en el deporte, se empezó a pensar que era

necesario tomar medidas estrictas contra el dopaje; estas medidas tenían y tienen que ser

multi e interdisciplinares para que surtan efecto y, para conseguirlo, era imprescindible

“anular o al menos dejar en suspenso todos los récords obtenidos, hasta que no fuera

posible detectar y evitar cualquier forma de dopaje” (Baron et. al, 2007, p. 119; Atienza

y Armaza, 2016).

Aunque en 1967 se realizó la primera lista de sustancias prohibidas, no fue hasta

1999 cuando, debido a lo mencionado con anterioridad, el Comité Olímpico Internacional

(COI) organizó una Conferencia mundial sobre el dopaje en el deporte y, a partir de ésta,

se creó la World Anti-Doping Agency (WADA), que se encarga de luchar contra el

dopaje, de manera independiente (Baron et al., 2007; Rodríguez-Mourullo y Clemente,

2004; Salazar et al., 2013).

En España, la encargada de la lucha contra el dopaje es la Agencia Española de

Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD) (Hernández, Fernández y Ortiz, 2017).

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Las técnicas de aumento del rendimiento en el deporte siempre han estado

presentes a lo largo de la historia, pero han ido evolucionando, pudiéndose definir

diferentes etapas (Pérez, 2015; Atienza, López y Pérez, 2014):

1. Dopaje natural o naturista. Esta etapa recibe este nombre debido a que las

sustancias que se utilizaban para mejorar el rendimiento deportivo eran

bienes que se encontraban en la naturaleza como, por ejemplo, algunas

plantas u hongos.

2. Dopaje químico simple o de primera generación. El cambio de la anterior

etapa a ésta se produce como consecuencia del desarrollo de la medicina,

entre otros aspectos. Durante esta época, se empezaron a utilizar productos

sintéticos simples y puros (cocaína, heroína, etc.).

3. Dopaje químico sistematizado o de segunda generación. Esta etapa se

caracteriza por un avance en las sustancias utilizadas en el periodo

anterior; las estructuras de dichos productos comienzan a ser más

complejas y elaboradas (anfetaminas, anabolizantes…).

4. Dopaje biotecnológico. Esta última fase se corresponde con la actualidad,

ya que los avances en tecnología y ciencia han hecho posible la creación

de nuevas técnicas de dopaje, muy relacionadas con la introducción de

pequeños cambios en el genoma humano. Pero cabe destacar que esta

etapa no acaba aquí, ya que está en continua evolución y, con el paso del

tiempo, se podrán llevar a cabo nuevas técnicas, como la creación de

cyborgdeportistas mediante la implantación de prótesis destinadas a esa

mejora en el rendimiento de la persona.

2. Principales sustancias y métodos dopantes: características y

efectos.

En la actualidad, y debido a la evolución que han ido sufriendo tanto las sustancias

como los métodos de dopaje, se puede apreciar una gran variedad de técnicas para mejorar

el rendimiento deportivo de una persona y la apariencia física, entre otros aspectos. Estas

sustancias prohibidas vienen recogidas en la Resolución de 26 de enero de 1995 del

Consejo Superior de Deportes y en la página oficial de la WADA, pero esta lista está en

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continuo cambio debido al incremento de tipos de sustancias y métodos que van surgiendo

(Platonov, 2001).

Para la USADA (Agencia Anti-Doping de los Estados Unidos), una sustancia debe

ser prohibida si cumple, al menos, dos de los siguientes criterios (Castillo y Comstock,

2007):

• Favorecer y aumentar el rendimiento deportivo del sujeto que las ingiere.

• Suponer un riesgo para la salud de la persona.

• Violar las normas éticas y el espíritu deportivo.

Estas sustancias y métodos dopantes están clasificados en tres secciones, según

las características de cada uno de ellos y los efectos que provocan, correspondiéndose las

dos primeras secciones con distintos tipos de sustancias, mientras que en la tercera se

recogen todos los métodos que pueden utilizarse. Esta clasificación es:

Tabla 1. Clasificación sustancias y métodos.

Sección 1 Estimulantes tipo A

Analgésicos narcóticos

Anestésicos locales

Cannabis y sus derivados

Alcohol

Bloqueantes ß-adrenérgicos

Sección 2 Estimulantes tipo B

Anabolizantes:

• Esteroides anabolizantes androgénicos (EAAs)

• Otras sustancias con actividad anabolizante

Hormonas peptídicas, glicoproteínicas y análogos

Corticosteroides

Sección 3 Métodos de dopaje:

• Dopaje sanguíneo

Manipulaciones farmacológicas, físicas y/o químicas

Nota. Recuperado de BOE (1995). Resolución de 26 de enero de 1995, del Consejo Superior de Deportes,

sobre lista de sustancias y grupos farmacológicos prohibidos y de métodos no reglamentarios de dopaje

en el deporte. Madrid: Boletín Oficial del Estado.

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A continuación, se expondrán las sustancias y métodos de dopaje más conocidos

y utilizados en el mundo del deporte.

Los estimulantes “son sustancias que estimulan o avivan el tono vital” (Ramos,

1999, p. 305). Por lo que muchas personas consumen este tipo de sustancias para

aumentar el umbral de agotamiento físico o, incluso, aumentar la agresividad y la euforia.

Éstos pueden dividirse en dos grandes grupos, teniendo en cuenta su composición.

Por un lado, están los estimulantes de tipo A, que son aquellos que no contienen

anfetaminas en su composición, y, por otro lado, los de tipo B, que sí que están

compuestos de anfetaminas (Ramos, 1999).

Tanto los de tipo A como los de tipo B, tienen una serie de efectos bastante

negativos para la persona que los consume, como pueden ser, entre otros, presentación de

pánico y miedo o el aumento de la tensión arterial (Ramos, 1999). Y, al igual que con el

resto de las sustancias de esta naturaleza, hay que tener mucho cuidado con su consumo

ya que pueden llegar a producir la muerte.

Dentro de los estimulantes de tipo A están la efedrina, la fenilpropanolamina, la

cafeína… Mientras que en los de tipo B existen algunos como las anfetaminas y la

premolina, (BOE, 1995) que son sustancias más conocidas por la población en general.

Otro tipo de sustancias son los anabolizantes, definidos como “sustancias

químicas utilizadas para aumentar la intensidad de los procesos anabólicos del

organismo”. Las más conocidas dentro de este grupo son los esteroides anabolizantes

androgénicos (EAAs), cuya principal sustancia es la hormona sexual masculina

(testosterona), que se utilizan, principalmente, para aumentar el tamaño y la fuerza del

sujeto, además de potenciar la agresividad y reducir la sensación de fatiga y cansancio

(Ramos, 1999; Barbany, 2012; Águila, Mercado y Palma, 2013).

El consumo y abuso de los EAAs tiene graves consecuencias en el organismo a

diferentes niveles, aunque cabe mencionar que muchas de ellas, por ejemplo, la atrofia

testicular y el acné, son reversibles si se abandona el consumo de éstos. También tienen

consecuencias mucho más graves y su recuperación es más difícil, por ejemplo,

alteraciones hepáticas, efectos a nivel musculoesqueléticos, efectos reproductivos y

endocrinos, neurológicos y psicológicos, y cardiovasculares, entre otros, e incluso

cambios en el estado de ánimo y el comportamiento (Baron et al., 2007; Hernández et al.,

2017; McVeigh et. al, 2012; Laudo, Puigdevall, del Río y Velasco, 2006).

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El consumo de EAAs también tiene efectos psicológicos en el sujeto y éstos son

comunes a la manía o hipomanía, agresividad, irritabilidad, labilidad emocional intensa,

anorexia, trastornos de humor o trastornos depresivos o bipolares (Pope y Katz, 1988,

mencionado en Cantón y Checa, 2011; Hernández, Fernández y Ortiz, 2017; Pérez,

Valencia, Rodríguez y Gempeler, 2007).

También existen otro tipo de hormonas utilizadas con fines de mejora en el

deporte. Estas hormonas “son sustancias que producen efectos similares a los que

producen los esteroides anabolizantes en el organismo por su uso” (Ramos, 1999, p.

307). Es decir, tienen funciones como el aumento de la fuerza y la masa muscular del

sujeto, entre otras. Dentro de este grupo de sustancias, destacan, entre otras, hormonas

con bastante renombre dentro del dopaje deportivo, como pueden ser la hormona del

crecimiento (hGH) o la eritropoyetina (EPO) (Ramos, 1999).

El consumo en grandes cantidades de la hGH puede provocar enfermedades como

el cáncer o una miocardiopatía, intolerancia a la glucosa e hipertrofia muscular, también

pueden aparecer una resistencia a la insulina y trastornos musculoesqueléticos e incluso,

puede llegar a provocar una muerte prematura (McVeigh et al., 2012; Baron et al., 2007;

Salazar et al., 2013).

El abuso de la EPO puede provocar un aumento en la coagulación de la sangre y

producir trombosis, tanto venosa profunda y coronaria como cerebral, además de poder

provocar embolias pulmonares, arritmias, accidentes cerebrovasculares o, incluso, la

muerte (Baron et al., 2007).

Tanto la hGH como la EPO se engloban dentro del dopaje génico o genético, que

consiste en hacer uso tanto de genes como de elementos y/o células genéticas para mejorar

notablemente el rendimiento deportivo. Fue incluido en la lista de sustancias y métodos

prohibidos en 2005 por la WADA (Salazar et al., 2013; WADA, 2006, mencionado en

Gaffney y Parisotto, 2007).

La inyección de genes (dopaje génico) puede llevarse a cabo mediante dos

métodos, in vivo (directamente al atleta) o ex vivo (primero se transfieren a un cultivo

para, posteriormente, implantarlas en el atleta) (Gaffney y Parisotto, 2007; Argüelles y

Hernández-Zamora, 2007).

Dentro de los métodos de dopaje cabe destacar el dopaje sanguíneo o

autotransfusión, que consiste en la administración de sangre (o productos sanguíneos con

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hematíes) al deportista para aumentar el contenido de hemoglobina. Cabe mencionar que

la EPO también puede incluirse dentro de este tipo de dopaje (Barbany, 2012; Ramos,

1999, Platonov, 2001).

Antiguamente, la autotransfusión hacía referencia a la transfusión de sangre

alterada para aumentar la capacidad de oxígeno, pero, actualmente, se conoce como

dopaje sanguíneo cualquier conducta asociada al incremento de masa sanguínea o mejora

de los tipos de ayuda ergogénicas (ayuda para mejorar el rendimiento de la persona)

(Pommering, 2007).

Normalmente, el dopaje de sangre se realiza mediante la extracción de sangre, ya

sea total o únicamente una suspensión de glóbulos rojos, al deportista unos días antes de

la competición para volver a inyectársela justo antes de que empiece la misma. Con esta

técnica se consigue aumentar tanto la concentración de oxígeno ya sea utilizando métodos

naturales o artificiales, como la resistencia muscular, pero, al igual que todo, tiene una

serie de efectos negativos en la persona como puede ser un shock metabólico o una

sobrecarga del sistema vascular (Ramos, 1999; Barbany, 2012).

Por último, cabe destacar que dentro del dopaje también existen otras técnicas

como pueden ser las manipulaciones farmacológicas, físicas y/o químicas. Dentro de este

grupo, cabe resaltar la sustitución o alteración de la orina, o la utilización de diuréticos,

que pueden provocar, entre otros efectos, insuficiencia renal o deshidratación (Ramos,

1999).

Como se puede apreciar, estas técnicas consisten más en la evitación de resultados

positivos en dopaje que en la mejora del rendimiento, por lo que podríamos decir que se

pueden llegar a utilizar como respuesta a un dopaje anterior. Algunas de ellas, también

pueden utilizarse como método de reducción del peso corporal (Ramos, 1999).

3. Motivos para el inicio del consumo de sustancias.

En la actualidad, son muchas las causas que impulsan a una persona a empezar a

consumir sustancias dopantes. Y, dependiendo de los motivos que motiven a una persona

a empezar a consumir estas sustancias, se emplea una sustancia u otra, ya que no todas

tienen las mismas características ni producen los mismos efectos en el organismo. Se

clasifican en dos grandes grupos en función de si afectan a la población en general y no

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tienen relación con el rendimiento deportivo, y aquellos que son más específicos de la

población deportista.

Por lo que podemos encontrar motivos meramente deportivos, o más relacionados con

una baja autoestima y falta de confianza, es decir, motivos de carácter psicológico.

3.1. Población general.

Uno de los principales motivos que llevan a una persona a doparse es el mejorar su

imagen física, ya que, tener un buen aspecto físico, actualmente, es sinónimo de éxito y

salud. La apariencia física hace referencia a las características externas que los demás

perciben de nosotros y que nos hace diferentes al resto. El aspecto físico no tiene porqué

guardar relación con la autopercepción y la autoimagen, es más, en la mayoría de las

ocasiones, no concuerdan, ya que la imagen que tiene una persona sobre sí misma no es

la misma que la que tienen los demás sobre ésta (Castro, 2013; Arbinaga y Caracuel,

2003). La presión social relacionada con la belleza y la imagen física es algo que afecta

tanto a mujeres como a hombres, principalmente adolescentes, pero son estos últimos los

que más recurren a estas sustancias dopantes, como los esteroides, para alcanzar el

aspecto deseado, ya que son utilizadas para aumentar la masa corporal y muscular,

principalmente (Eréndira, Karina y Elia, 2011; Hernández, Fernández y Ortiz, 2017;

González, 2008; Cantón, Revert y Chávez, 2008; Kanayama, Hudson, y Pope, 2009,

mencionado en González-Martí, Fernández-Bustos, Contreras y Sokolova, 2018;

Holland-Hall, 2007). Es decir, muchas personas comienzan a consumir para mejorar su

imagen corporal, porque no se encuentran cómodos con ella (Arnedo et al., 1999).

En la actualidad, la imagen que una persona proyecta ante la población es de vital

importancia, especialmente para los más jóvenes, a los que les interesa, especialmente, el

ser aceptado por sus compañeros y estar integrados, para lo que es imprescindible tener

un buen aspecto físico; ajustarse a un cuerpo normativo, está muy relacionado con tener

una alta autoestima (Compte, 2009; Castillo y Comstock, 2007). Y es por eso por lo que

las personas buscan ayuda externa para adecuarse a los cánones de belleza impuestos por

la sociedad, en la mayoría de las ocasiones, motivados por esa disonancia entre la

autopercepción y la apariencia física real. Esta distorsión es tanto perceptual (la persona

no es capaz de verse y percibirse como es físicamente en la realidad), como cognitivo-

afectiva (la persona piensa y siente que su aspecto físico no es el adecuado) (Garner y

Garfinkel, 1982, mencionado en Castro, 2013; Compte, 2009).

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Estas alteraciones se generan tanto por las propias interpretaciones que hace cada uno

sobre sí mismo, influida por atribuciones y distorsiones cognitivas, como por el conjunto

de comentarios y análisis que hacen el resto sobre esa persona y su apariencia física

(Cantón y Checa, 2011).

Esta intranquilidad y esa distorsión sobre la apariencia física se expresa a través de

cuatro vías; la psicofisiológica (activación del sistema nervioso simpático), conductual

(conductas destinadas a mejorar el físico), cognitiva (distorsiones, creencias irracionales,

etc.) y emocional (vergüenza, tristeza…) (Salaberria, Rodríguez y Cruz, 2007,

mencionado en Compte, 2009).

La disparidad entre la apariencia física real y el autoconcepto viene recogida en el

DSM-V como Trastorno de Dismorfia Muscular (DM), pero también puede conocerse

como vigorexia.

Este trastorno fue definido por Pope en 1993 y es descrito como la distorsión de la

imagen corporal de uno mismo que, en la mayoría de las ocasiones, se percibe como de

menor tamaño y fuerza de la que en verdad se tiene (Pope, Gruber, Choi, Olivardia y

Phillips, 1997, mencionado en Compte y Sepúlveda, 2014). Baile (2005) lo define como

una incapacidad para verse musculado cuando en realidad sí lo está. Es importante

mencionar que esa distorsión no sólo afecta a su autopercepción, sino que también influye

en su vida social, laboral, psicológica y diaria (Pérez, Valencia, Rodríguez y Gempeler,

2007; Baile, 2005).

En la actualidad, viene recogido en el DSM-V en el apartado de Trastorno Dismórfico

Corporal (TDC), dentro del grupo de Trastornos Obsesivo-Compulsivos (TOC), aunque

no hay consenso sobre en qué grupo incluirlo (López-Cuautle et al., 2016).

Se considera que la DM es un TOC debido a que el foco de atención se centra en la

obsesión y en la compulsión que se generan como consecuencia del malestar que les crea

su aspecto. Defienden que estas personas tienen pensamientos recurrentes y obsesivos

sobre su físico y, como consecuencia, realizan actividades para cambiarlo y adecuarlo a

sus gustos de forma compulsiva; además, se mantienen alejados del resto de personas

para evitar comentarios negativos o situaciones incómodas, aunque no lleguen a

producirse en realidad (Compte y Sepúlveda, 2014; Castro et al. 2013; Muñoz y Martínez,

2007; Pérez et al., 2007; Eréndira et al., 2011; Arbinaga y Caracuel, 2003; López-Cuautle

et al., 2016).

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En un principio, empezó conociéndose como Anorexia Inversa (AI) o Anorexia

Reversa, debido a que la sintomatología que presentaban las personas con este trastorno

era contraria a la que presentaban las personas con anorexia, pero debido a que muchos

defienden que no se trata de un Trastorno de la Conducta Alimenticia, sino más bien un

Trastorno Somatomorfo, debido a que la preocupación no está relacionada directamente

con la alimentación sino con el aspecto físico, el nombre se cambió a vigorexia o

Dismorfia Muscular o, incluso, complejo de Adonis (Muñoz y Martínez, 2007; Pérez et

al., 2007; Compte, 2009; Cantón et al., 2008). En la actualidad, algunos defienden que sí

que se trata de un trastorno de este tipo, ya que presentan características propias de éstos,

como la presencia de obsesiones y las preocupaciones relacionadas con la imagen

corporal (Compte y Sepúlveda, 2014; Pérez et al., 2007).

Posteriormente fue incluido en el apartado de Trastornos Somatomorfos del DSM-IV,

como consecuencia del problema que generaba, a las personas que lo padecían, la

disonancia entre su aspecto físico y su autopercepción y a la preocupación que les

ocasionaba a éstas personas su imagen corporal (López-Cuautle et al., 2016).

Como se ha puesto de manifiesto, existen opiniones dispares sobre dónde debería

englobarse este trastorno, que aún están presentes en la actualidad.

Es muy común observar este trastorno en personas que presentan una baja autoestima

y bajo autoconcepto, además de ser introvertidos con problemas de integración y

socialización, y poco maduros, entre otros (Cantón et al., 2008). Muchos defienden la

existencia de un perfil psicológico característico de las personas vigoréxicas, conocido

como el perfil SIMÓN (s: soltero, i: inmaduro, m: masculino, o: obsesivo y n: narcisista)

(García, 2001).

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13

En la actualidad, existen varios modelos explicativos acerca del origen de la dismorfia

muscular (Compte y Sepúlveda ,2014):

• Modelo biopsicosocial: que expone que el origen del DM está muy

relacionado con la insatisfacción sobre el aspecto físico propio debido a la

presión social, y las soluciones que se buscan para mejorar la apariencia, que

son bastante fáciles de conseguir.

• Modelo cognitivo-conductual: que defiende que existen una serie de factores,

tanto internos como externos, que predisponen a la persona a padecerlo.

• Modelo hipotético de factores implicados en el desarrollo de la vigorexia: que

añade otros dos factores más a los ya expuestos por el modelo cognitivo-

conductual, de forma que plantean que el origen se encuentra en la presencia

de factores predisponentes (propios de la persona y su entorno), precipitantes

(la realización de actividades que afectan negativamente al organismo, como

el consumo de sustancias) y de mantenimiento (que hacen que no desaparezca

este trastorno).

• Modelo conceptual: defiende la influencia de numerosos factores en la

persona, tanto suyos propios, como del entorno (psicológicos, ambientales,

emocionales, etc.).

• Modelo tentativo de la vigorexia como un trastorno de la imagen corporal, que

fue propuesto por Rodríguez-Molina y Rabito-Alacrón, en 2011. En él, se

expone que, en la aparición y prevalencia de la vigorexia, influyen factores

predisponentes (facilitan la aparición del trastorno), desencadenantes

(provocan el inicio) y conductas de mantenimiento (tienen un efecto

reforzante, provocando que se prolongue y/o se agrave el trastorno) (Baile,

2005). Un modelo muy similar al modelo hipotético de factores implicados en

el desarrollo de la vigorexia.

La DM presenta una alta comorbilidad con algunos trastornos como el depresivo o el

ansioso, el obsesivo-compulsivo, la anorexia nerviosa o el de abuso de sustancias, como

esteroides anabolizantes, hormonas de crecimiento o complejos vitamínicos (Castro et al.

2013; Muñoz y Martínez, 2007; Compte, 2009; López-Cuautle et al., 2016; García, 2001).

Sin embargo, el consumir sustancias dopantes no tiene relación con padecer alguno de

estos trastornos, pero sí con el hecho de tener una menor preocupación que el resto por la

salud propia (Martínez et al., 2013; Cantón y Checa, 2011).

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14

Además, muchas personas recurren al consumo de sustancias como los EAAs por

motivos psicológicos como pueden ser miedo al fracaso o aumento de la confianza

(Anshel, 1991, mencionado en Martínez, Micol, Monera y Pérez, 2013).

3.2. Población deportista.

Otro motivo para consumir sustancias dopantes es el aumentar y mejorar el

rendimiento físico en las actividades deportivas y reducir el esfuerzo al realizar éstas, ya

que son muchas las sustancias que favorecen esta productividad y favorecen el alcanzar

metas y objetivos que, quizá, son demasiado altos (Brower, Blow, Beresford y Fuelling,

1989; mencionado en Arnedo et al., 1999; López-Cuautle et al., 2016; Cantón, Lago y

López, 2007). Ser una persona muy competitiva, con muchas ganas de vencer y cuyo

único objetivo es ganar, favorece el consumo de este tipo de sustancias (Petróczi, 2007).

Esta mejora del rendimiento también puede estar motivada por el dinero y por el éxito

deportivo, y no únicamente por ser bastante competitivo o el querer alcanzar las

expectativas fijadas (Piffaretti, 2011; Cantón et al., 2007). Muchas personas,

principalmente adolescentes, se ven motivados por el éxito individual y no por el del

grupo, su meta final y vital es el ganar y sobresalir por encima del resto (Holland-Hall,

2007).

Otros muchos también consumen sustancias dopantes para ganar (gracias al consumo

de la hormona del crecimiento o de EAAs, entre otros) o perder peso (mediante el uso de

diuréticos, por ejemplo), dependiendo del deporte al que se dediquen, o, incluso, aumentar

la agresividad para poder realizar esfuerzos mayores, o la altura, en aquellos que son más

jóvenes (Piffaretti, 2011; Laudo, Puigdevall, del Río y Velasco, 2006; Manonelles, 2001;

Kuhn, Swartzwelder y Wilson, 2003). Aunque este primer motivo también puede tener

mucha relación con la distorsión entre la apariencia física y la autopercepción de ésta,

mencionada con anterioridad.

Incluso algunos deportistas hacen uso de estas sustancias, principalmente diuréticos,

para que sea más difícil que se encuentren sustancias dopantes en una prueba antidoping

(Kuhn et al., 2003).

También se puede observar a personas que consumen sustancias para aliviar y calmar

el dolor que puedan tener como consecuencia de una lesión o, incluso, para acelerar el

tiempo de recuperación y rehabilitación de ésta, ya que hay algunas sustancias con efecto

analgésico (Anshel, 1991, mencionado en Martínez et al., 2013; Manonelles, 2001).

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Otro motivo de abuso es la presión de la gente de su entorno (entrenador, familiares,

amigos, compañeros, etc.) para alcanzar un buen resultado o, incluso, debido a la presión

a la que está sometido el deportista por la cercanía de la competición. Esto hace que

aumente el estrés y la ansiedad en la persona y que se ponga metas demasiado altas, lo

que acaba provocando que consuma sustancias para alcanzar estos objetivos y cumplir

con las expectativas que tanto los demás como él mismo tienen sobre él. En estos casos

coincide el hecho de que los demás esperan algo importante de esta persona con una baja

autoestima y una falta de confianza en sí mismo, lo que le lleve a la conclusión de que no

es capaz de alcanzar los objetivos (Beneite, Berenguer, Ferrándiz y Soriano, 2013;

Piffaretti, 2011; Martínez-Sanz, Sospedra, Mañas Ortiz, Gil-Izquierdo y Ortiz-Moncada,

2017).

Estos motivos vienen definidos y explicados en el modelo propuesto por Strelan y

Boeckmann en 2003, denominado Modelo de Disuasión de Drogas en el Deporte

(DSDM), que se basa en la teoría de la disuasión, propia de la Criminología. En este

modelo explican que existe una serie de costes y beneficios, tanto individuales como

sociales, derivados del consumo de sustancias dopantes que impulsan o no a ese consumo.

Algunos ejemplos son el poner en riesgo la salud, en el caso de los costes, o el alcanzar

el objetivo fijado, como beneficio. Defienden que el consumo también se ve motivado

por lo que denominan factores situacionales, entre los que podemos destacar, el estatus

de la persona o el tipo de sustancia (Strelan y Boeckmann, 2003; Petróczi, 2007; Yelmo,

2014).

4. Motivos para el mantenimiento del consumo de sustancias.

Además de los motivos de inicio de consumo mencionados con anterioridad,

también existen una serie de factores que influyen notablemente en que se sigan

consumiendo este tipo de sustancias.

Uno de ellos, y de los más importantes, es el hecho de que este tipo de sustancias

son altamente adictivas puesto que son consideradas drogas, por lo que pueden llegar a

producir una dependencia a ellas. Incluso, en numerosos casos, es necesario un

tratamiento para superar la adicción (García, 2001).

El término de dependencia venía definido en el Manual Diagnóstico y Estadístico

de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV), pero tras la reformulación, desaparece en el

DSM-V y no se hace alusión a este concepto ni al de abuso, únicamente se refiere a

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Trastornos Relacionados con Sustancias (TRS), en el que se engloban criterios y síntomas

de ambos términos (Portero, 2015; Becoña, 2014; Ortiz y Ortiz-Márquez, 2018).

Anteriormente, dependencia se definía como el estado que aparece tras una

interrupción del consumo brusca o una reducción de la dosis necesaria (abstinencia), entre

otros aspectos. Es decir, la aparición de una serie de síntomas negativos que impulsaban

al sujeto a seguir consumiendo, a pesar de conocer las consecuencias perjudiciales que

esto podría generar en su organismo. E incluso se hacía una distinción entre la

dependencia fisiológica y la psíquica (Portero, 2015; APA, 1995, mencionado en Arnedo

et. al, 1999).

Cabe mencionar que, aunque no aparezca definido en el DSM-V como tal, tiene

que tener especial relevancia en estos casos porque alrededor del 30% de las personas que

consumen estas sustancias, se vuelven adictas a ellas, especialmente a EAAs, y el

abandono de éstas es muy complicado (Hernández et al., 2017).

Esta dependencia se genera porque el consumo de EAAs altera el eje

hipotalámico-hipofisario-testicular, produciendo, normalmente, hipogonadismo, lo que a

su vez puede provocar que se consuman otras sustancias, como la hormona del

crecimiento, para contrarrestar los efectos de los esteroides anabolizantes (Hernández et

al., 2017).

Además, tras su retirada, puede aparecer sintomatología psicológica como

depresión, pérdida de la libido y/o del interés por las actividades que se realizan con

frecuencia e, incluso, ideas suicidas que, aunque suelen desaparecer con el tiempo,

pueden ocasionar que la persona vuelva a consumir para paliar estos síntomas (Hernández

et al., 2017).

Otro motivo que puede favorecer el mantenimiento del consumo es el hecho de

que la persona o está contenta con su aspecto físico y quiere mantenerlo como está, o aún

no se gusta a sí mismo y quiere alcanzar su ideal de belleza, por lo que puede seguir

consumiendo este tipo de sustancias para alcanzar o mantener sus objetivos (García,

2001).

A estos factores se le suma todo lo relacionado con el éxito y el reconocimiento

que puede ver reflejado el sujeto tras alcanzar unos estándares y unos cánones de belleza

impuestos por la sociedad, lo que genera que quiera seguir manteniendo ese estatus y,

para ello, recurra a estas sustancias por miedo al fracaso.

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Así mismo, puede estar relacionado con la obsesión por tener un cuerpo cada vez

más musculoso, principalmente en las personas con DM, que nunca lo ven suficiente

(García, 2001; Pope, 1999, mencionado en Martínez et al., 2013).

Además, tanto el inicio del consumo de sustancias dopantes como su

mantenimiento en el tiempo, se ve muy influido por la facilidad que existe hoy en día

para poder obtener estas sustancias, ya que se pueden encontrar, sin demasiado esfuerzo,

en internet o en cualquier tienda de deporte e, incluso, en algunos gimnasios (Martínez et

al., 2013).

Con todo esto, existen una gran diversidad de motivos que pueden facilitar el

inicio y el mantenimiento del consumo de sustancias de mejora del rendimiento

deportivo, pero, en la mayoría de los casos, están relacionados entre sí y afectan al

individuo en su totalidad.

5. Tratamiento.

Dentro del tratamiento, es importante hacer una distinción entre el tratamiento de abuso

de sustancias dopantes y el de la Dismorfia Muscular ya que presentan diferencias entre

ellos y es relevante hacer una mención especial a cada uno de ellos.

5.1. Abuso de sustancias dopantes.

El consumo de sustancias se produce como consecuencia de diversos factores que

influyen en la persona, por lo que el tratamiento tiene que ser multifactorial, teniendo en

cuenta motivos biológicos, conductuales y sociales (Secades y Fernández, 2001).

Para comenzar con el tratamiento de estas personas es recomendable llevar a cabo

una evaluación psicológica personalizada en la que se recojan los aspectos más

importantes de cada una de ellas para poder prevenir de una forma más adecuada las

posibles recaídas futuras (Barreda, Díaz-Salazar, de Ena, López, Rodríguez, Sánchez y

Zulaica, 2005; Mack, Franklin y Frances, 2003).

Por último, hay que destacar la dificultad que existe en torno a la evaluación y

tratamiento de estas personas debido a que no suelen acudir a terapia ni buscar ayuda de

un profesional. La motivación al cambio supone un aspecto fundamental en estas

situaciones (Becoña, Cortés, Pedrero, Fernández, Casete, Bermejo y Tomás, 2008;

Stillman, Brown, Ritvo y Glick, 2016; Martín, 2002).

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Con respecto a la motivación al cambio tiene gran relevancia el Modelo

Transteórico de Cambio propuesto por Prochaska y DiClemente (1982-1985), que

permite reconocer y determinar el estadio en el que se encuentra la persona, además de

clarificar la predisposición del sujeto al cambio. Los estadios que propusieron estos

autores son (Becoña et al., 2008; Becoña y Cortés, 2011):

1. Precontemplación: la persona no tiene intención de cambiar, principalmente

porque desconoce las consecuencias de su problema y no se cuestiona su

situación.

2. Contemplación: la persona es consciente de que existe un problema y quiere

cambiarlo, pero a largo plazo.

3. Preparación: la persona está más motivada al cambio y empieza a realizar

actividades que lo faciliten.

4. Acción: los cambios que realiza son más notorios e importantes para el

cambio. En esta etapa es en la que la recaída tiene más posibilidades de

aparecer.

5. Mantenimiento: se trabaja sobre los cambios establecidos para instaurarlos en

el sujeto. También se trabaja sobre la posible recaída.

Cabe destacar que el avance en los estadios no es lineal ni progresivo ya que, en

personas drogodependientes, es muy común que haya retrocesos en ellos y pasen por la

misma fase en diferentes ocasiones (Becoña y Cortés, 2011).

5.1.1. Individual.

Dentro del tratamiento de las adicciones, una parte muy importante es la terapia

individual con la persona. Hay que tener muy en cuenta que no es un simple

asesoramiento, sino que va más allá, y que aumenta su eficacia si se acompaña de

tratamientos farmacológicos y de psicoeducación (Mack et al., 2003; Stillman et al.,

2016).

En todas las terapias y tratamientos psicológicos, y en especial en este tipo de

pacientes, es fundamental la motivación de la persona para alcanzar los objetivos

establecidos. Por ello, sería recomendable comenzar la intervención con la entrevista

motivacional, que es un asesoramiento empático por parte del terapeuta que puede llegar

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a aumentar la eficacia del tratamiento establecido en cada caso (Becoña et al., 2008; Mack

et al., 2003; Martín, 2002; Stillman et al., 2016).

La que más peso tiene es la cognitivo-conductual (TCC), una terapia muy

organizada que se basa en la identificación y modificación de patrones de pensamiento y

de actitudes desfavorables que promueven el consumo de sustancias, y desarrollar

conductas más adaptativas y de control. Dentro de la TCC podemos encontrar diferentes

estrategias para alcanzar estos objetivos, como puede ser el entrenamiento en habilidades

sociales, la prevención de la recaída o el biofeedback (Becoña et al.; Carroll, 2001;

Labrador, Vallejo, Matellanes, Echeburúa, Bados y Fernández-Montalvo, 2003; Mack et

al., 2003; Martín, 2002).

En la TCC, una técnica muy utilizada dentro de la sesión con el paciente es la

“regla del 20/20/20”, recibe su nombre porque los 60 minutos totales de la sesión de

dividen en tres partes iguales de 20 minutos en los que se realizan diferentes actividades

(Carroll, 2001):

1. Primeros 20 minutos. Se lleva a cabo una evaluación de la situación de abuso

de sustancias y se escucha al paciente acerca de sus dudas y preocupaciones.

Para finalizar se revisa la tarea realizada por el paciente entre las sesiones.

2. Segundos 20 minutos. Se lleva a cabo el tema que esté planificado para esa

sesión y se relaciona con las dudas y preocupaciones expresadas por el

paciente con anterioridad.

3. Últimos 20 minutos. Se planea la tarea a realizar para la próxima sesión.

También se tienen muy en cuenta las posibles situaciones y factores de riesgo

que puedan precipitar una recaída.

Por último, destacan las terapias psicoanalíticas o psicodinámicas, dentro de las

cuales existen diferentes modalidades como la Terapia de soporte expresivo o la Terapia

interpersonal. Aunque no está demostrada empíricamente su eficacia, obtienen resultados

positivos en casos de abuso de sustancias, especialmente en aquellos en los que exista

ansiedad y depresión (Becoña et al., 2008; Carroll, 2001; Labrador et al., 2003; Mack et

al., 2003).

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5.1.2. Grupal.

Uno de los tratamientos de adicciones más efectivos y utilizados es el tratamiento

en grupo, que permite que todos los afectados estén en contacto los unos con los otros y

compartan experiencias entre ellos, además también son muy efectivos con aspectos

como la mejora de las habilidades sociales o la mejora de la autoestima (Mack et al.,

2003; Stillman et al., 2016).

Este tipo de tratamientos puede dividirse en tratamientos ambulatorios, si la

persona únicamente asiste a estos centros para llevar a cabo la intervención, o

residenciales, si la persona, además, vive en esos centros.

Dentro de los tratamientos ambulatorios cabe destacar la importancia de los

Centros de Atención a la Drogodependencia o CAD, en los que se lleva a cabo un

tratamiento individualizado. En ellos existe atención tanto sanitaria y social, como

psiquiátrica y psicológica, y son fundamentales para la rehabilitación de la persona

(Becoña y Cortés, 2011; Cuatrocchi, 2007).

Por otro lado, en los tratamientos residenciales pueden encontrarse (Becoña y

Cortés, 2011):

- Unidades de Desintoxicación Hospitalarias. Son espacios asistenciales

sanitarios dentro de un hospital en el que se llevan a cabo tratamientos de

desintoxicación.

- Comunidades terapéuticas. Su objetivo principal es la deshabituación y

reinserción de las personas y se lleva a cabo mediante tratamientos

psicológicos, médicos y educativos.

5.1.3. Familiar o de pareja.

Un aspecto básico a tener en cuenta es la terapia con la familia y/o la pareja de la

persona, ya que suponen un avance en la motivación y el compromiso del sujeto con el

tratamiento (Becoña et al., 2008; Carroll, 2001).

Estas terapias se centran en el entrenamiento de habilidades sociales y suponen un

aumento en el refuerzo positivo de este tipo de relaciones. Son fundamentales porque

tanto la familia como la pareja son factores externos que influyen notablemente en el

comportamiento y en la actitud del sujeto (Mack et al., 2003; Secades y Fernández, 2001;

Stillman et al., 2016).

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Existen varias modalidades dentro de estas terapias como pueden ser la Terapia

familiar estratégica breve, la Terapia familiar multidimensional y multisistémica o la

Terapia conductual familiar y de pareja (Becoña et al., 2008).

5.2. Dismorfia muscular.

Al igual que en los Trastornos de la Conducta Alimenticia (TCA), es muy

complicado que los pacientes con vigorexia busquen ayuda de cualquier tipo,

principalmente, porque no tienen consciencia de enfermedad, por lo que habrá que

conseguir que estas personas lo reconozcan (Compte, 2009).

Además, también es importante señalar que muchos de ellos sean reacios a

someterse al tratamiento si intuyen que una de las partes fundamentales del tratamiento

es el abandono de la actividad física (Compte y Sepúlveda, 2014).

5.2.1. Tratamiento psicológico.

Con respecto al tratamiento de la Dismorfia Muscular, cabe destacar que hoy en

día no hay un tratamiento establecido para este trastorno, pero sí parece haber una serie

de técnicas que pueden funcionar en las personas que lo padecen (Compte, 2009; Compte

y Sepúlveda, 2014; Muñoz y Martínez, 2007).

Una de las técnicas más utilizadas debido a su alta eficacia es la cognitivo-

conductual. Este modelo se basa en la idea de que en los trastornos psicológicos prima el

pensamiento irracional y, como consecuencia, los acontecimientos se interpretan

conforme a una serie de creencias irracionales, que definen la identidad y la forma de

interpretar la vida de una persona; por lo que, la terapia cognitivo-conductual trabaja

sobre dichos errores, modificándolos y/o eliminándolos, haciendo que la persona deje de

lado su preocupación por su apariencia física, y aprenda conductas sanas tanto a nivel

personal como social (Castro, 2013; Compte, 2009; Compte y Sepúlveda, 2014; Muñoz

y Martínez, 2007).

Es Baile (2005) quien define una serie de errores cognitivos propios de la

Dismorfia Muscular, como pueden ser el de “ideal imposible”, que hace referencia a que

los cánones de belleza establecidos por la sociedad son imposibles de alcanzar, o el de

“la mente ciega”, que defiende que las personas que padecen este trastorno son incapaces

de apreciar los aspectos y las características positivas físicas de sí mismos (Compte,

2009).

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Uno de los modelos más utilizados, dentro de la terapia cognitivo-conductual, en el

tratamiento de la DM es el de Raich (2000), que consta de 6 fases (Castro, 2013; Compte,

2009; Compte y Sepúlveda, 2014; Muñoz y Martínez, 2007):

1. Fase informativa, cuyo fin es el de informar y formar a la persona sobre el tema

de la imagen corporal.

2. Fase de ajustar la autopercepción, en la que se trabaja que la persona se aprecie

de una forma realista.

3. Fase de pensamientos sobre el cuerpo, que se centra en identificar los

pensamientos en torno al cuerpo y a la propia imagen.

4. Fase de sentimientos sobre el cuerpo, que trabaja sobre los pensamientos

negativos de la persona sobre su propio cuerpo.

5. Fase de comportamientos referentes al cuerpo, que consiste en identificar las

conductas desadaptativas del cuerpo y buscar estrategias de cambio para dichas

conductas.

6. Fase de prevención de recaídas, en la que se estudian las posibles situaciones que

pueden llegar a provocar una recaída.

Otro de los modelos que se utilizan en el tratamiento de la Dismorfia Muscular es el

psicodinámico, pero no tiene una eficacia tan contrastada como el anterior (Compte,

2009).

También es fundamental trabajar sobre el entorno de la persona, ya que suponen un

apoyo y una motivación para ésta en su lucha contra la DM (Castro, 2013).

5.2.2. Tratamiento farmacológico.

Al igual que en el tratamiento psicológico, no hay un método farmacológico

universal establecido, pero uno de los tratamientos más utilizados en torno a la Dismorfia

Muscular es la utilización de antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de

serotonina (ISRS), que trabajan, principalmente, sobre el componente obsesivo-

compulsivo de dicho trastorno, pero también actúan sobre otros factores como el aumento

de consciencia de enfermedad o la disminución de la ansiedad (Castro, 2013; Compte,

2009; Muñoz y Martínez, 2007).

Aunque lo más recomendable es acompañar dicho tratamiento farmacológico con

uno psicológico de corte cognitivo-conductual (Compte, 2009).

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5.3.3. Tratamiento dietético.

Otro aspecto fundamental en el que hay que hacer hincapié es en la dieta de estas

personas, modificándola por completo ya que los alimentos y productos artificiales que

utilizan tienen graves consecuencias para la salud y el organismo (Castro, 2013; Muñoz

y Martínez, 2007).

6. Conclusiones.

Una de las principales causas por la que la lucha contra el dopaje no sea tan

efectiva como sería deseable es la falta de consenso en la definición de qué es dopaje.

Esta definición ha sufrido numerosas modificaciones y adiciones a lo largo de la historia.

La primera definición oficial aparecen en 1963 tras la reunión del grupo especial del

Consejo de Europa. En lo único en lo que coinciden las diferentes definiciones es que

para que haya dopaje tiene que existir un consumo de sustancias, tanto químicas como de

origen fisiológico, o alteraciones en el organismo por medios artificiales que supongan

una mejora en el rendimiento deportivo.

En la historia del deporte siempre ha existido un afán de mejora del rendimiento

por parte de los atletas, lo que ha supuesto el uso de sustancias dopantes desde la

antigüedad. A lo largo del tiempo los métodos usados para este fin han sufrido una

evolución como consecuencia del avance de la sociedad y del conocimiento científico.

Dependiendo de las características de las sustancias utilizadas nos encontramos con

cuatro etapas bien definidas; dopaje natural o naturista, dopaje químico simple o de

primera generación, dopaje químico sistematizado o de segunda generación y dopaje

biotecnológico.

Se considera dopaje tanto la ingesta de sustancias como la utilización de diferentes

métodos, como el dopaje genético o génico, el dopaje sanguíneo y la manipulación

farmacológica, física o química. Uno de los métodos utilizados es la alteración de la orina

mediante diuréticos para evitar dar positivo en un control. Los diuréticos producen

insuficiencia renal y deshidratación.

En 1967 se elaboró la primera lista oficial de sustancias prohibidas por ser

consideradas dopaje, las más utilizadas son los estimulantes, los anabolizantes (EAAs),

la hGH y la EPO.

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Los estimulantes son sustancias que mejorar la vitalidad de la persona. Se pueden

encontrar dos tipos, los de tipo A, que no contienen anfetaminas, y los de tipo B, que sí

que tienen. El abuso de estimulantes pueden provocar, entre otros, problemas

circulatorios o psicológicos (pánico o miedo).

Los anabolizantes son sustancias químicas que mejoran el proceso anabólico,

aumentando el tono muscular y, como consecuencia, la fuerza. Los más conocidos son

los EAAs. Como efectos secundarios nos encontramos problemas endocrinos y

psicológicos (manía y labilidad emocional intensa).

Las hormonas tienen la misma influencia en el organismo que los anabolizantes.

Las más importantes son la hGH, cuyas consecuencias son la aparición de

miocardiopatías y trastornos musculoesqueléticos, y la EPO, que provoca un aumento en

la coagulación sanguínea y embolias pulmonares. Ambas son consideradas dopaje

genético porque se utilizan genes, elementos y/o células genéticas. Además, la EPO,

también se considera dopaje sanguíneo.

El abuso de todas estas sustancias puede llegar a provocar la muerte.

Hoy en día, el uso de estas sustancias está muy extendido entre la población,

incluidas personas que no se dedican al deporte de manera profesional, y de manera muy

importante en la población adolescente. Se utilizan para mejorar aspectos físicos,

habilidades, etc., sin tener en cuenta los efectos que esas sustancias pueden tener en el

organismo (Buckley, Yesalis, Friedl, Anderson, Streit y Wright, 1988, mencionado en

Arnedo, Martínez-Sanchís y Salvador, 1999).

La causa principal de este abuso, por parte de personas que no son deportistas

profesionales, es la dismorfia muscular o vigorexia, que es el trastorno psicológico que

provoca una visión distorsionada del propio cuerpo y que fue definido por Pope en 1993.

Esta distorsión se expresa a través de cuatro vías; la psicofisiológica (activación

del sistema nervioso simpático), conductual (conductas destinadas a mejorar el físico),

cognitiva (distorsiones, creencias irracionales, etc.) y emocional (vergüenza, tristeza…).

La DM viene recogida en el DSM-V dentro de los Trastornos Obsesivo-

Compulsivos (TOC), aunque no hay consenso sobre en qué grupo incluirlo. Se engloba

dentro de estos trastornos debido a los pensamientos recurrentes y obsesivos que tienen

estas personas sobre su físico y que, en consecuencia, realizan actividades para cambiarlo

y adecuarlo a sus gustos de forma compulsiva.

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No siempre fue tratado como un TOC, sino que se consideró un Trastorno de la

Conducta Alimenticia y se conocía como Anorexia Inversa (AI), debido a que la

sintomatología era contraria a la que presentaban las personas con anorexia. También se

incluyó dentro de los Trastornos Somatomorfos por la obsesión de estos individuos con

el aspecto físico.

La DM presenta una alta comorbilidad con algunos trastornos como el depresivo

o el ansioso, el obsesivo-compulsivo, la anorexia nerviosa o el de abuso de sustancias

(esteroides anabolizantes, hormonas de crecimiento, complejos vitamínicos, etc.).

Entre los deportistas profesionales el principal motivo de inicio de consumo de

estas sustancias es la mejora del rendimiento deportivo, ya sea por razones económicas,

de reconocimiento profesional o la necesidad del aumento o la pérdida del peso en función

del deporte que se practique.

También se utilizan para reducir el tiempo de recuperación de una lesión y aliviar

el dolor provocado por ésta, ya que muchas sustancias tienen un efecto analgésico.

Es importante mencionar la presión que sufre el deportista, ya sea por sí mismo o

por su entorno, para alcanzar y superar metas.

Una vez alcanzados los objetivos por los que se inicia el uso de estas sustancias,

es necesario continuar el consumo para mantener sus efectos. Además, éstas son

altamente adictivas, lo que favorece el abuso continuado.

Cuando la persona es consciente de su problema (DM y/o adicción) es necesario

iniciar un tratamiento.

El tratamiento de las adicciones tiene que ser multifactorial, teniendo en cuenta

motivos biológicos, conductuales y sociales.

Es recomendable llevar a cabo una evaluación psicológica personalizada en la que

se recojan los aspectos más importantes para poder prevenir de una forma más adecuada

las posibles recaídas futuras.

Por último, hay que destacar la dificultad que existe en torno a la evaluación y

tratamiento de estas personas debido a que no suelen acudir a terapia ni buscar ayuda de

un profesional. La motivación al cambio supone un aspecto fundamental en estas

situaciones.

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Hay diferentes formas de enfrentarse a la adicción. Puede ser de manera individual

o grupal.

En la terapia individual destaca la cognitivo-conductual (TCC), una terapia muy

organizada que se basa en la identificación y modificación de patrones de pensamiento y

de actitudes desfavorables que promueven el consumo de sustancias, y desarrollar

conductas más adaptativas y de control. Aunque también cabe destacar la terapia

psicoanalítica o psicodinámica que, aunque no está demostrada empíricamente su

eficacia, obtienen resultados positivos en casos de abuso de sustancias, especialmente en

aquellos en los que exista ansiedad y depresión.

En la terapia grupal nos encontramos tratamientos ambulatorios, si la persona

únicamente asiste a estos centros para llevar a cabo la intervención (CAD), o

residenciales, si la persona, además, vive en esos centros (comunidades terapéuticas).

Además del trabajo con el paciente, es fundamental la terapia con la familia y/o la

pareja de la persona, ya que suponen un avance en la motivación y el compromiso del

sujeto con el tratamiento.

Al igual que en los Trastornos de la Conducta Alimenticia (TCA) y en las

adicciones, es muy complicado que los pacientes con vigorexia busquen ayuda de

cualquier tipo. Además, también es importante señalar que muchos de ellos sean reacios

a someterse al tratamiento si intuyen que una de las partes fundamentales del tratamiento

es el abandono de la actividad física.

Dentro del tratamiento de la Dismorfia Muscular, cabe resaltar el tratamiento

psicológico, el tratamiento farmacológico y el tratamiento dietético.

En el tratamiento psicológico, una de las técnicas más utilizadas debido a su alta

eficacia es la cognitivo-conductual, que se basa en la idea de que en los trastornos

psicológicos prima el pensamiento irracional y, como consecuencia, los acontecimientos

se interpretan conforme a una serie de creencias irracionales, que definen la identidad y

la forma de interpretar la vida de una persona. Otro de los modelos que se utilizan en el

tratamiento de la Dismorfia Muscular es el psicodinámico, pero no tiene una eficacia tan

contrastada como el anterior.

En el tratamiento farmacológico destaca el uso de antidepresivos inhibidores

selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que actúan sobre el componente

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obsesivo-compulsivo de dicho trastorno, pero también actúan sobre otros factores como

el aumento de consciencia de enfermedad o la disminución de la ansiedad.

Por último, es importante trabajar sobre la dieta de estas personas, modificándola

por completo ya que los alimentos y productos artificiales que utilizan tienen graves

consecuencias para la salud y el organismo.

Cabe resaltar que la eficacia de estos tratamientos aumenta si se combinan entre

sí.

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