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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS SOCIALES La humanidad ha entrado en una nueva fase, en la que parece que la economía de mercado ha conquistado virtualmente el mundo entero. Esto no sólo ha producido una creciente interdependencia de las economías y de los sistemas sociales, sino también una difusión de nuevas ideas filosóficas y éticas basadas en las nuevas condiciones de trabajo y de vida, que están introduciéndose en casi todas las partes del mundo. La Iglesia examina cuidadosamente estos nuevos hechos a la luz de los principios de su doctrina social. La globalización del comercio es un fenómeno complejo y en rápida evolución. Su característica principal es la creciente eliminación de las barreras que dificultan el movimiento de las personas, del capital y de los bienes. Representa una especie de triunfo del mercado y de su lógica que, a su vez, produce rápidos cambios en los sistemas sociales y en las culturas. La globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Ningún sistema es un fin en sí mismo, y es necesario insistir en que la globalización, como cualquier otro sistema, debe estar al servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien común. Una de las preocupaciones de la Iglesia con respecto a la globalización es que se ha convertido rápidamente en un fenómeno cultural. El mercado como mecanismo de intercambio se ha transformado en el instrumento de una nueva cultura . Lo que está sucediendo es que los cambios en la tecnología y en las relaciones laborales se están produciendo demasiado rápidamente para que las culturas puedan responder. Las garantías sociales, legales y culturales, que son el resultado de los esfuerzos por defender el bien común, son muy necesarias para que las personas y los grupos intermedios mantengan su centralidad. Sin embargo, la globalización a menudo corre el riesgo de destruir las estructuras construidas con esmero, exigiendo la adopción de nuevos estilos de trabajo, de vida y de organización de las comunidades. Todas las sociedades reconocen la necesidad de controlar este desarrollo y asegurar que las nuevas prácticas respeten los valores humanos fundamentales y el bien común. La afirmación de la prioridad de la ética corresponde a una exigencia esencial de la persona y de la comunidad humana. Pero no todas las formas de ética son dignas de este nombre. Están apareciendo modelos de pensamiento ético que derivan de la globalización misma y llevan la marca del utilitarismo. La ética no puede ser la justificación o legitimación de un sistema; más bien, debe ser la defensa de todo lo que hay de humano en cualquier sistema. La ética exige que los sistemas se adecuen a las necesidades del hombre, y no que el hombre se sacrifique en aras del sistema. La Iglesia, por su parte, sigue afirmando que el discernimiento ético en el marco de la globalización debe basarse en dos principios inseparables. El primero es el valor inalienable de la persona humana, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. El segundo es el valor de las culturas humanas, que ningún poder externo tiene el derecho de menoscabar y menos aún de destruir. En todas las diferentes formas culturales existen valores humanos universales, los cuales deben manifestarse y destacarse

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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO IIA LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS SOCIALESLa humanidad ha entrado en una nueva fase, en la queparece que la economa de mercado ha conquistado virtualmente el mundo entero.Esto no slo ha producido una creciente interdependencia de las economas y de los sistemas sociales, sino tambin una difusin de nuevas ideas filosficas y ticas basadas en las nuevas condiciones de trabajo y de vida, que estn introducindose en casi todas las partes del mundo. La Iglesia examina cuidadosamente estos nuevos hechos a la luz de los principios de su doctrina social. La globalizacin del comercio es un fenmeno complejo y en rpida evolucin. Su caracterstica principal es la creciente eliminacin de las barreras que dificultan el movimiento de las personas, del capital y de los bienes. Representa una especie de triunfo del mercado y de su lgica que, a su vez, produce rpidos cambios en los sistemas sociales y en las culturas. La globalizacin no es,a priori, ni buena ni mala. Ser lo que la gente haga de ella. Ningn sistema es un fin en s mismo, y es necesario insistir en que la globalizacin, como cualquier otro sistema, debe estar al servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien comn.Una de las preocupaciones de la Iglesia con respecto a la globalizacin es que se ha convertido rpidamente en un fenmeno cultural.El mercado como mecanismo de intercambio se ha transformado en el instrumento de una nueva cultura. Lo que est sucediendo es quelos cambios en la tecnologa y en las relaciones laborales se estn produciendo demasiado rpidamente para que las culturas puedan responder.Las garantas sociales, legales y culturales, que son el resultado de los esfuerzos por defender el bien comn, son muy necesarias para que las personas y los grupos intermedios mantengan su centralidad. Sin embargo, la globalizacin a menudo corre el riesgo de destruir las estructuras construidas con esmero, exigiendo la adopcin de nuevos estilos de trabajo, de vida y de organizacin de las comunidades. Todas las sociedades reconocen la necesidad de controlar este desarrollo y asegurar que las nuevas prcticas respeten los valores humanos fundamentales y el bien comn.La afirmacin de la prioridad de la tica corresponde a una exigencia esencial de la persona y de la comunidad humana. Pero no todas las formas de tica son dignas de este nombre. Estn apareciendo modelos de pensamiento tico que derivan de la globalizacin misma y llevan la marca del utilitarismo. La tica no puede ser la justificacin o legitimacin de un sistema; ms bien, debe ser la defensa de todo lo que hay de humano en cualquier sistema.La tica exige que los sistemas se adecuen a las necesidades del hombre, y no que el hombre se sacrifique en aras del sistema. La Iglesia, por su parte, sigue afirmando que el discernimiento tico en el marco de la globalizacin debe basarse en dos principios inseparables.El primero es el valor inalienable de la persona humana, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. El segundo es el valor de las culturas humanas, que ningn poder externo tiene el derecho de menoscabar y menos an de destruir. En todas las diferentes formas culturales existen valores humanos universales, los cuales deben manifestarse y destacarse como la fuerza que gue todo desarrollo y progreso.La Iglesia seguir colaborando con todas las personas de buena voluntad para asegurar que en este proceso triunfe la humanidad entera, y no slo una lite rica que controla la ciencia, la tecnologa, la comunicacin y los recursos del planeta en detrimento de la gran mayora de sus habitantes.

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIN "TICA Y ECONOMA"Los procesos econmicos actuales se estn orientando cada vez ms hacia un sistema que la mayor parte de los observadores define con el trmino "globalizacin". En realidad, la riqueza producida queda a menudo concentrada en pocas manos, y eso tiene como consecuencia una ulterior prdida de soberana de los Estados nacionales, ya bastante debilitados en las zonas en vas de desarrollo, y la confluencia en un sistema mundial gobernado por unos cuantos centros en manos de privados. La doctrina de la Iglesia ensea que el crecimiento econmico debe integrarse con otros valores, de modo que sea un crecimiento cualitativo y, por consiguiente, justo, estable, respetuoso de las individualidades culturales y sociales, as como sostenible ecolgicamente. El trmino "global", entendido de modo coherente, debe incluir a todos. Por tanto, es necesario esforzarse por eliminar las persistentes bolsas de marginacin social, econmica y poltica. Slo si el hombre es protagonista y no esclavo de los mecanismos de produccin, la empresa se convierte en una verdadera comunidad de personas. A ellas estn vinculadas tanto la liberacin del hombre frente al trabajo como la bsqueda de una solucin eficaz para el problema del desempleo, plaga mundial que podra resolverse si los movimientos de capital jams perdieran de vista el bien del hombre como objetivo final.La globalizacin es un fenmeno intrnsecamente ambivalente, a mitad de camino entre un bien potencial para la humanidad y un dao social con graves consecuencias. Para orientar en sentido positivo su desarrollo, ser necesario esforzarse a fondo con vistas a una "globalizacin de la solidaridad", que hay que construir con una nueva cultura, con nuevas reglas y con nuevas instituciones, tanto nacionales como internacionales. En particular, ser preciso intensificar la colaboracin entre poltica y economa, para elaborar proyectos especficos que tutelen a los que podran ser vctimas de procesos de globalizacin a escala mundial. RELACIN ENTRE LO QUE DIJO EL SANTO PADRE JUAN PABLO II CON LA GLOBALIZACIN EN LA ACTUALIDADLa Globalizacin es un proceso que pretende expandir mercados y empresas que sobrepasen las fronteras de sus propias naciones, incluyendo con esto mejoras en los bienes y servicios, flujos internacionales de capitales, desarrollo de una sociedad, etc. El problema actual radica en que el Hombre ha puesto su ambicin de poder y riqueza, por encima de las consecuencias que produce esta; la Globalizacin ha perdido el rumbo o mejor an el objetivo inicial con que se cre, siendo esta una fuente potencial de oportunidades, son opacadas por la prdida de tica y por la ciega avaricia de unos pocos (pero poderosos!), que da a da oprimen a las masas subdesarrolladas hacia el abismo de la desigualdad, la ausencia de oportunidades y an, hasta lo incierto. La Iglesia est llamada no slo a promover una mayor integracin entre las naciones, contribuyendo de este modo a crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad, sino tambin a colaborar con los medios legtimos en la reduccin de los efectos negativos de la globalizacin, como son el dominio de los ms fuertes sobre los ms dbiles, especialmente en el campo econmico, y la prdida de los valores de las culturas locales en favor de una mal entendida homogeneizacin.La doctrina de la Iglesia ensea que el crecimiento econmico debe integrarse con otros valores, de modo que sea un crecimiento cualitativo y, por consiguiente, justo, estable, respetuoso de las individualidades culturales y sociales, as como sostenible ecolgicamente.