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VERITATIS SPLENDOR ● EVANGELIUM VITAE ● FIDES ET RATIO VADEMECUM CON DEFINICIONES EXTRAÍDAS ────── DE LAS ENCÍCLICAS ANTROPOLÓGICAS ────── DE S.S JUAN PABLO II ────────────────────────────────────────────── A B C D E F G H I J L M N O P R S T V ───────────────────────────────────────────── Prólogo del Cardenal Angelo Sodano (Decano del Sacro Colegio Cardenalicio) Prólogo para los usuarios de este Vademécum

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Vademecum Antopología San Juan Pablo II

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  • VERITATIS SPLENDOR EVANGELIUM VITAE FIDES ET RATIO

    VADEMECUMCON DEFINICIONES EXTRADAS

    DE LAS ENCCLICAS ANTROPOLGICAS DE S.S JUAN PABLO II

    A B C D E F G H I J L M N O P R S T V

    Prlogo del Cardenal Angelo Sodano (Decano del Sacro Colegio Cardenalicio)Prlogo para los usuarios de este Vademcum

  • Prlogo del Cardenal Angelo Sodano (Decano del Sacro Colegio Cardenalicio)

    PRLOGO

    Al inaugurar el monumento al Siervo de Dios Juan Pablo II en la casa central de la Pontificia Universidad Catlica de Chile, acto con que se conmemor el vigsimo aniversario de la visita apostlica del Pontfice a la nacin chilena y a esta Universidad, tuve ocasin de rememorar el enorme esfuerzo desplegado por su magisterio en orden a favorecer un encuentro siempre ms provechoso entre fe y razn.

    En consonancia con esas reflexiones, suger en esa ocasin cun oportuna resultara una nueva publicacin de las tres encclicas del grande Pontfice particularmente gravitantes en dicha materia: la Veritatis splendor, de 1993; la Evangelium vitae, de 1995; y la Fides et ratio, de 1998. Sera sta, expres, una buena forma de recopilar sus enseanzas y reproponerlas al estudio de los jvenes como un instrumento de apoyo para su formacin, en tiempos dominados por una atmsfera agobiante de relativismo.

    Me alegra que la reconocida revista Humanitas -cuyas pginas se haban ya ocupado de estos documentos papales a travs de la reflexin del Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregacin para la Doctrina de la Fe (cf. Humanitas 31, Invierno 2003)- haya recogido esta sugerencia dando a luz el presente Vademecum, que ofrece ahora para uso de los jvenes alumnos y de sus propios lectores, en conjunto con la Pastoral universitaria, tanto en versin impresa como electrnica.

    Atender con criterios seguros a la grave cuestin de la verdad y a la real posibilidad que tiene el hombre de conocerla a la luz de la razn y de la fe, es un asunto que en nuestros das compromete sustancialmente el destino del hombre, la cultura y la sociedad.

    Vemos en efecto extenderse, tambin en Latinoamrica, una visin de las cosas segn la cual el absoluto divino es reemplazado por el absoluto humano, irguindose ste en fuente de moralidad para s mismo. Segn esta visin, ya no existe Dios como creador del hombre y como autor de la ley moral, sino que es el hombre el rbitro y criterio ltimo del bien y del mal. Dicha matriz moral subjetivista y relativista se proyecta en un desgarrador utilitarismo en funcin del cual es bueno y justo no aquello que conocemos como tal, sino lo que es meramente til, dando as lugar en forma recurrente al abuso del ms dbil y, como es notorio, a un desenfrenado hedonismo que confunde el bien con el simple disfrutar de la vida.

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  • Precisamente por esto la encclica Veritatis splendor quiso recordar al hombre contemporneo la evidencia objetiva de los valores morales fundamentales. Como recordaremos, dicho documento comienza con estas palabras: El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.

    La verdad ilumina la inteligencia y da forma a la libertad del hombre que, de este modo, es capaz de conducirse por el recto camino. Esto resulta posible para nosotros puesto que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, por tanto, tiene en s la real capacidad que el Creador le ha infundido de conocer las cosas. Fue en consonancia con ello que, hacindose eco del Salmo 82, exclam Juan Pablo II todava al inicio de su pontificado: El hombre se asemeja ms a Dios que a la naturaleza.

    En su encclica Veritatis splendor, Juan Pablo II, afrontando la cuestin central de la tica, vista en un escenario global, recuerda y explica que la vida moral tiene su fundamento ltimo en la ley eterna, grabada por el Creador en el corazn de cada hombre. La encclica Evangelium vitae, mostrando por su parte que el hombre no es una mera realidad biolgica sino una persona creada a imagen y semejanza de Dios, con derechos inalienables que ninguna autoridad humana puede violar, enfatiza el gravsimo deber del respeto absoluto de la vida humana. Fides et ratio, en fin -abordando una cuestin crucial para la cultura contempornea como es la relacin entre fe y razn- proclama que la razn humana est capacitada para conocer la verdad, siendo en ello que radica su grandeza y la propia dignidad del hombre como ser libre.

    En esta misma lnea prosiguen hoy las luminosas enseanzas del magisterio del Papa Benedicto XVI. Los lectores de revista Humanitas tienen siempre la posibilidad de ahondar al respecto a travs de su tradicional seccin La Palabra del Papa, siendo particularmente atinente y oportuno destacar en tal sentido la publicacin y comentarios realizados con ocasin de su famoso discurso en Ratisbona, Alemania, el 12 de septiembre de 2006 (cf. Humanitas 44, Primavera 2006) .

    Reiterando mis votos para que la Pontificia Universidad Catlica de Chile contine manteniendo siempre en alto la bandera de la cultura cristiana, bendigo de corazn a los autores y lectores de este Vademecum.

    ANGELO CARD. SOLANO

    Decano del Sacro Colegio Cardenalicio

    Ciudad del Vaticano, 31 de mayo de 2009Domingo de Pentecosts

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  • Prlogo para los usuarios de este Vademcum

    Comentando las catorce encclicas escritas por el Papa Juan Pablo II a lo largo de su extenso pontificado, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregacin para la Doctrina de la Fe, propona un intento de clasificacin de estos documentos tan importantes, diciendo que se pueden agrupar en encclicas trinitarias (Redemptor hominis, Dives in misericordia y Dominum et vivificantem), sociales (Laborem excercens, Sollicitudo rei sociales y Centesimus annus), eclesiolgicas (Slavorum apostoli, Redemptoris missio y Ut unum sint, a la que habra que sumar Ecclesia de Eucharistia y tambin Redemptoris mater) y por ltimo, deca el Cardenal Ratzinger: tenemos tres grandes textos doctrinales, que pueden situarse en el mbito antropolgico: Veritatis splendor (1993), Evangelium vitae (1995) y Fides et ratio (1998) [1].

    Recogiendo esta propuesta de clasificacin, hemos querido presentar la as llamada enseanza antropolgica de Juan Pablo II contenida en estas tres encclicas antes sealadas, hacindola ms accesible a todo aquel que quiera profundizar en el Magisterio de este Gran Papa. Y sta es la razn de ser del trabajo (= libro, volumen, vademcum) que ahora ponemos en tus manos. Se trata de un instrumento bibliogrfico elaborado a manera de vademcum, es decir, como un libro de consulta donde, de manera rpida y muy sencilla puedes encontrar los textos de Juan Pablo II en las encclicas que el Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, ha denominado antropolgicas y que contienen los temas y aspectos ms importantes que el Papa Wojtyla desarroll sobre el ser humano, su dignidad y vocacin, y con todo aquello que tenga que ver con su realizacin plena.

    Hemos elegido los temas ms relevantes del magisterio de Juan Pablo II que tienen que ver directamente con el hombre, limitndonos a los documentos ya indicados por la propuesta de Ratzinger. Estos temas aparecen ordenados por orden alfabtico, para hacer ms fcil su bsqueda y posterior consulta. As, en cada tema (indicado por la respectiva voz o palabra) se recoge el contenido que sobre el particular ha explicado el Papa Juan Pablo II en cada una de las encclicas antropolgicas. Como podrs apreciar, cuestiones perennes como el amor, la santidad, el pecado, la redencin y otras, aparecen desarrolladas junto con otras temticas muy actuales, como por ejemplo el aborto, la mujer, el relativismo, el cientificismo y muchos puntos sumamente importantes. Siendo nuestra fuente las referidas encclicas pontificias y por tanto documentos pastorales, no tratados sistemticos-, es hasta cierto punto inevitable que dos temas distintos se hallen dentro de un mismo prrafo, y por lo tanto, que se repitan algunos textos en dos voces o palabras distintas. Optamos por esta repeticin para dar una presentacin ms completa y clara de la enseanza de Juan Pablo II en cada tema propuesto.

    Al elaborar este vademcum, y a medida que iba concretndose, surga en nuestro interior la impresin de escuchar a Juan Pablo II hablndonos las mismas cosas que a lo largo de sus ms de veinticinco aos de pontificado (1978-2005) nos haba enseado. Y sta es tambin nuestra ms profunda expectativa. Nos ilusiona mucho pensar que cuando leas o consultes estas pginas, t tambin puedas escuchar en tu interior la poderosa voz de Juan Pablo II proclamando la verdad sobre Jess, la verdad sobre la Iglesia y, de manera muy especial, la verdad sobre el hombre, y que, como nosotros, oigas nuevamente al Papa Wojtyla quien, a travs de su magisterio, sigue dicindole al mundo aquello que proclam en el Jubileo de la Redencin de 1984: Vale la pena ser hombre, porque t, Jesucristo, te has hecho hombre![ 2].

    EL EDITOR

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  • NOTAS:

    [1] Cardenal Joseph Ratzinger. Las catorce encclicas del Santo Padre Juan Pablo II. Conferencia en un congreso internacional celebrado en Roma.

    [2] S.S. Juan Pablo II. Homila durante la misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro (Roma), 15 de abril de 1984. En: LOsservatore Romano, edicin en lengua espaola del 22 de abril de 1984, ao XVI, n. 17 (799), p. 1.

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  • AAborto Amor Anticoncepcin Antropologa

    ABORTOQu tipo de accin moral es el aborto?La razn testimonia que existen objetos del acto humano que se configuran como "no-ordenables" a Dios, porque contradicen radicalmente el bien de la persona, creada a su imagen. Son los actos que, en la tradicin moral de la Iglesia, han sido denominados "intrnsecamente malos" (intrinsece malum): lo son siempre y por s mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien acta y de las circunstancias. () El mismo Concilio Vaticano II, en el marco del respeto debido a la persona humana, ofrece una amplia ejemplificacin de tales actos: "Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier gnero, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coaccin psicolgica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitucin, la trata de blancas y de jvenes; tambin las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilizacin humana, deshonran ms a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador" (Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 27). (Veritatis splendor 80a)

    Se puede decir que el desarrollo mdico y cientfico mal empleado facilita y difunde el aborto?

    Para facilitar la difusin del aborto, se han invertido y se siguen invirtiendo ingentes sumas destinadas a la obtencin de productos farmacuticos, que hacen posible la muerte del feto en el seno materno, sin necesidad de recurrir a la ayuda del mdico. La misma investigacin cientfica sobre este punto parece preocupada casi exclusivamente por obtener productos cada vez ms simples y eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, capaces de sustraer el aborto a toda forma de control y responsabilidad social. (Evangelium vitae 13a)

    Qu significado tiene la aceptacin y prctica tan frecuente del aborto hoy en da?La aceptacin del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es seal evidente de una peligrossima crisis del sentido moral, que es cada vez ms incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando est en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situacin tan grave, se

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  • requiere ms que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentacin de autoengao. () Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusin de una terminologa ambigua, como la de "interrupcin del embarazo", que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinin pblica. Quizs este mismo fenmeno lingstico sea sntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminacin deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepcin al nacimiento. (Evangelium vitae 58b)

    Cul es la calificacin moral del aborto?

    La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias especficas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo ms inocente en absoluto que se pueda imaginar:jams podr ser considerado un agresor, y menos an un agresor injusto! Es dbil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mnima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recin nacido. Se halla totalmente confiado a la proteccin y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminacin, e incluso la procura. (Evangelium vitae 58c)

    Puede ser justificable el aborto en ciertas situaciones y por ciertos motivos (pobreza, desesperacin, salud, etc.)?

    Es cierto que en muchas ocasiones la opcin del aborto tiene para la madre un carcter dramtico y doloroso, en cuanto que la decisin de deshacerse del fruto de la concepcin no se toma por razones puramente egostas o de conveniencia, sino porque se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los dems miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para l lo mejor sera no nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramticas, jams pueden justificar la eliminacin deliberada de un ser humano inocente. (Evangelium vitae 58d)

    Adems de la madre que voluntariamente aborta, quines ms son responsables y culpables de aborto?

    En la decisin sobre la muerte del nio an no nacido, adems de la madre, intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede ser culpable el padre del nio, no slo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino tambin cuando favorece de modo indirecto esta decisin suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo () No se pueden olvidar las presiones que a veces provienen de un contexto ms amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer est sometida a presiones tan fuertes que se siente psicolgicamente obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la responsabilidad moral afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han forzado a abortar. Tambin son responsables los mdicos y el personal sanitario cuando ponen al servicio de la muerte la competencia adquirida para promover la vida. (Evangelium vitae, 59a)

    Pero la responsabilidad implica tambin a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las

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  • estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos. Una responsabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han favorecido la difusin de una mentalidad de permisivismo sexual y de menosprecio de la maternidad, como a quienes debieron haber asegurado y no lo han hecho polticas familiares y sociales vlidas en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con particulares dificultades econmicas y educativas. Finalmente, no se puede minimizar el entramado de complicidades que llega a abarcar incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan sistemticamente por la legalizacin y la difusin del aborto en el mundo. En este sentido, el aborto va ms all de la responsabilidad de las personas concretas y del dao que se les provoca, asumiendo una dimensin fuertemente social: es una herida gravsima causada a la sociedad y a su cultura por quienes deberan ser sus constructores y defensores. Como he escrito en mi Carta a las Familias: "nos encontramos ante una enorme amenaza contra la vida: no slo la de cada individuo, sino tambin la de toda la civilizacin" (n. 21; AAS 86 (1994), 920). Estamos ante lo que puede definirse como una "estructura de pecado" contra la vida humana an no nacida. (Evangelium vitae 59b)

    Cul es la sancin cannica que la Iglesia contempla en caso de aborto?

    La disciplina cannica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con penas ms o menos graves, ha sido ratificada en los diversos perodos histricos. El Cdigo de Derecho Cannico de 1917 estableca para el aborto la pena de excomunin (Cf. Can. 2350, inc. 1). Tambin la nueva legislacin cannica se sita en esta direccin cuando sanciona que "quien procura el aborto, si ste se produce, incurre en excomunin latae sententiae" (Cdigo de Derecho Cannico, can. 1398; Cdigo de los Cnones de las Iglesias Orientales, can. 1450, inc. 2), es decir, automtica. La excomunin afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos tambin aquellos cmplices sin cuya cooperacin el delito no se hubiera producido (cf. Ibid., can. 1329; Cdigo de los Cnones de las Iglesias Orientales, can. 1417): con esta reiterada sancin, la Iglesia seala este delito como uno de los ms graves y peligrosos, alentando as a quien lo comete a buscar solcitamente el camino de la conversin. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunin tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversin y penitencia. (Evangelium vitae 62b)

    Qu calificacin moral otorga Juan Pablo II al aborto?

    Con la autoridad que Cristo confiri a Pedro y a sus Sucesores, en comunin con todos los Obispos que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unnimemente sobre esta doctrina, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminacin deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradicin de la Iglesia y enseada por el Magisterio ordinario y universal (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 25). (Evangelium vitae 62c)

    Cmo valorar moralmente las diversas formas de manipulacin de embriones con fines cientficos?

    La valoracin moral del aborto se debe aplicar tambin a las recientes formas de intervencin sobre

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  • los embriones humanos que, aun buscando fines en s mismos legtimos, comportan inevitablemente su destruccin. Es el caso de los experimentos con embriones, en creciente expansin en el campo de la investigacin biomdica y legalmente admitida por algunos Estados. Si "son lcitas las intervenciones sobre el embrin humano siempre que respeten la vida y la integridad del embrin, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curacin, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual" (Congregacin para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreacin (22 de febrero de 1987), I, 3: AAS 80 (1988), 80), se debe afirmar, sin embargo, que el uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentacin constituye un delito en consideracin a su dignidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo respeto debido al nio ya nacido y a toda persona. (Evangelium vitae 63a)

    La misma condena moral concierne tambin al procedimiento que utiliza los embriones y fetos humanos todava vivos a veces "producidos" expresamente para este fin mediante la fecundacin in vitro sea como "material biolgico" para ser utilizado, sea como abastecedores de rganos o tejidos para trasplantar en el tratamiento de algunas enfermedades. En verdad, la eliminacin de criaturas humanas inocentes, aun cuando beneficie a otras, constituye un acto absolutamente inaceptable. (Evangelium vitae 63b)

    Cul debe ser la actitud del fiel catlico ante las leyes que permiten o promueven el aborto?

    Las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no slo al bien del individuo, sino tambin al bien comn y, por consiguiente, estn privadas totalmente de autntica validez jurdica. En efecto, la negacin del derecho a la vida, precisamente porque lleva a eliminar la persona en cuyo servicio tiene la sociedad su razn de existir, es lo que se contrapone ms directa e irreparablemente a la posibilidad de realizar el bien comn. De esto se sigue que, cuando una ley civil legitima el aborto o la eutanasia deja de ser, por ello mismo, una verdadera ley civil moralmente vinculante. (Evangelium vitae 72c)

    As pues, el aborto y la eutanasia son crmenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no slo no crean ninguna obligacin de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligacin de oponerse a ellas mediante la objecin de conciencia. Desde los orgenes de la Iglesia, la predicacin apostlica inculc a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades pblicas legtimamente constituidas (cf. Rom 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo ense firmemente que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29). (Evangelium vitae 73a)

    AMORQu relacin existe entre vida moral y amor?

    La vida moral se presenta como la respuesta debida a las iniciativas gratuitas que el amor de Dios multiplica en favor del hombre. Es una respuesta de amor, segn el enunciado del mandamiento fundamental que hace el Deuteronomio: "Escucha, Israel: el Seor es nuestro Dios, el Seor es uno solo. Amars al Seor tu Dios con todo tu corazn, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazn estos preceptos que yo te dicto hoy. Se los repetirs a tus hijos" (Dt 6, 4-7). As, la vida moral, inmersa en la gratuidad del amor de Dios, est llamada a reflejar su gloria. (Veritatis splendor 10c)

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  • De qu manera se unen amor a Dios y amor al prjimo?

    Los dos mandamientos, de los cuales "penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22, 40), estn profundamente unidos entre s y se compenetran recprocamente. De su unidad inseparable da testimonio Jess con sus palabras y su vida: su misin culmina en la Cruz que redime (cf. Jn 3, 14-15), signo de su amor indivisible al Padre y a la humanidad (cf. Jn 13, 1). (Veritatis Splendor 14b)

    Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son explcitos en afirmar que sin el amor al prjimo, que se concreta en la observancia de los mandamientos, no es posible el autntico amor a Dios. San Juan lo afirma con extraordinario vigor "Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1 Jn 4, 20). El evangelista se hace eco de la predicacin moral de Cristo, expresada de modo admirable e inequvoco en la parbola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37) y en el discurso sobre el juicio final (cf. Mt 25, 3 1-46). (Veritatis splendor 14c)

    El amor que nos permite conformarnos con el Seor Jess, es un don o una realidad que brota de nosotros mismos?

    Imitar y revivir el amor de Cristo no es posible para el hombre con sus solas fuerzas. Se hace capaz de este amor slo gracias a un don recibido. Lo mismo que el Seor Jess recibe el amor de su Padre, as, a su vez, lo comunica gratuitamente a los discpulos: "Como el Padre me am, yo tambin os he amado a vosotros; permaneced en mi amor" (Jn 15, 9). El don de Cristo es su Espritu, cuyo primer fruto (cf. Gl 5, 22) es la caridad: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5). San Agustn se pregunta: "Es el amor el que nos hace observar los mandamientos, o bien es la observancia de los mandamientos la que hace nacer el amor?". Y responde: "Pero quin puede dudar de que el amor precede a la observancia? En efecto, quien no ama est sin motivaciones para guardar los mandamientos" (In Iohannis Evangelium Tractatus, 82, 3: CCL 36, 533). (Veritatis splendor 22c).

    Pero si el amor es un don, por qu lo consideramos como obligacin, es decir, como mandamiento?

    El amor y la vida segn el Evangelio no pueden proponerse ante todo bajo la categora de precepto, porque lo que exigen supera las fuerzas del hombre. Slo son posibles como fruto de un don de Dios, que sana, cura y transforma el corazn del hombre por medio de su gracia: "Porque la Ley fue dada por medio de Moiss; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo" (Jn 1, 17). Por esto, la promesa de la vida eterna est vinculada al don de la gracia, y el don del Espritu que hemos recibido es ya "prenda de nuestra herencia" (Ef 1, 14). (Veritatis splendor 23b)

    De esta manera, se manifiesta el rostro verdadero y original del mandamiento del amor y de la perfeccin a la que est ordenado; se trata de una posibilidad abierta al hombre exclusivamente por la gracia, por el don de Dios, por su amor. Por otra parte, precisamente la conciencia de haber recibido el don, de poseer en Jesucristo el amor de Dios, genera y sostiene la respuesta responsable de un amor pleno hacia Dios y entre los hermanos, como recuerda con insistencia el apstol Juan en su primera Carta: "Queridos, ammonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor... Queridos, si Dios nos am de esta manera, tambin nosotros debemos amarnos unos a otros... Nosotros amemos, porque l nos am primero" (1 Jn 4, 7-8. 11. 19). (Veritatis splendor 24a)

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  • ANTICONCEPCINQu relacin existe entre anticoncepcin y aborto?

    Es cierto que anticoncepcin y aborto, desde el punto de vista moral, son males especficamente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto sexual como expresin propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la anticoncepcin se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino "no matars". (Evangelium vitae 13b).

    A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo estn ntimamente relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto que no faltan casos en los que se llega a la anticoncepcin y al mismo aborto bajo la presin de mltiples dificultades existenciales, que sin embargo nunca pueden eximir del esfuerzo por observar plenamente la Ley de Dios. Pero en muchsimos otros casos estas prcticas tienen sus races en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egosta de libertad que ve en la procreacin un obstculo al desarrollo de la propia personalidad. As, la vida que podra brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la nica respuesta posible frente a una anticoncepcin frustrada. (Evangelium vitae 13c)

    Lamentablemente la estrecha conexin que, como mentalidad, existe entre la prctica de la anticoncepcin y la del aborto se manifiesta cada vez ms y lo demuestra de modo alarmante tambin la preparacin de productos qumicos, dispositivos intrauterinos y vacunas que, distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actan en realidad como abortivos en las primersimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser humano. (Evangelium vitae 13d)

    Puede considerarse a la anticoncepcin un ataque contra la vida?

    Como afirm con fuerza en Denver, con ocasin de la VIII Jornada Mundial de la Juventud: "Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata slo de amenazas procedentes del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Canes que asesinan a los Abeles; no, se trata de amenazas programadas de manera cientfica y sistemtica. El siglo XX ser considerado una poca de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destruccin permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor xito posible" (Discurso durante la Vigilia de oracin en la VIII Jornada mundial de la Juventud, 14 de agosto de 1993), II, 3: AAS 86 (1994), 419). Ms all de las intenciones, que pueden ser diversas y presentar tal vez aspectos convincentes incluso en nombre de la solidaridad, estamos en realidad ante una objetiva "conjura contra la vida", que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar autnticas campaas de difusin de la anticoncepcin, la esterilizacin y el aborto. Finalmente, no se puede negar que los medios de comunicacin social son con frecuencia cmplices de esta conjura, creando en la opinin pblica una cultura que presenta el recurso a la anticoncepcin, la esterilizacin, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida. (Evangelium vitae 17b)

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  • ANTROPOLOGADnde podemos encontrar resumida y explicada la antropologa cristiana?

    El Concilio Ecumnico Vaticano II, por su parte, presenta una enseanza muy rica y fecunda en relacin con la filosofa. No puedo olvidar, sobre todo en el contexto de esta Encclica, que un captulo de la Constitucin Gaudium et spes es casi un compendio de antropologa bblica, fuente de inspiracin tambin para la filosofa. En aquellas pginas se trata del valor de la persona humana creada a imagen de Dios, se fundamenta su dignidad y superioridad sobre el resto de la creacin y se muestra la capacidad trascendente de su razn (cf. nn. 14-15). () Ciertamente tiene tambin un profundo significado filosfico la expresin culminante de aquellas pginas, que he citado en mi primera Encclica Redemptor hominis y que representa uno de los puntos de referencia constante de mi enseanza: Realmente, el misterio del hombre slo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adn, el primer hombre, era figura del que haba de venir, es decir, de Cristo, el Seor. Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocacin (Gaudium et spes, 22; cf. Enc. Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), 8: AAS 71 (1979), 271-272). (Fides et ratio, 60)

    De qu manera se vincula una filosofa vlida y correcta con la antropologa?

    Es necesaria una filosofa de alcance autnticamente metafsico, capaz de trascender los datos empricos para llegar, en su bsqueda de la verdad, a algo absoluto, ltimo y fundamental. Esta es una exigencia implcita tanto en el conocimiento de tipo sapiencial como en el de tipo analtico; concretamente, es una exigencia propia del conocimiento del bien moral cuyo fundamento ltimo es el sumo Bien, Dios mismo. No quiero hablar aqu de la metafsica como si fuera una escuela especfica o una corriente histrica particular. Slo deseo afirmar que la realidad y la verdad trascienden lo fctico y lo emprico, y reivindicar la capacidad que el hombre tiene de conocer esta dimensin trascendente y metafsica de manera verdadera y cierta, aunque imperfecta y analgica. En este sentido, la metafsica no se ha de considerar como alternativa a la antropologa, ya que la metafsica permite precisamente dar un fundamento al concepto de dignidad de la persona por su condicin espiritual. La persona, en particular, es el mbito privilegiado para el encuentro con el ser y, por tanto, con la reflexin metafsica (Fides et ratio 83).

    Qu tipo de antropologa se requiere para fundamentar la teologa moral?

    He subrayado claramente el papel fundamental que corresponde a la verdad en el campo moral. Esta verdad, respecto a la mayor parte de los problemas ticos ms urgentes, exige, por parte de la teologa moral, una atenta reflexin que ponga bien de relieve su arraigo en la palabra de Dios. Para cumplir esta misin propia, la teologa moral debe recurrir a una tica filosfica orientada a la verdad del bien; a una tica, pues, que no sea subjetivista ni utilitarista. Esta tica implica y presupone una antropologa filosfica y una metafsica del bien. Gracias a esta visin unitaria, vinculada necesariamente a la santidad cristiana y al ejercicio de las virtudes humanas y sobrenaturales, la teologa moral ser capaz de afrontar los diversos problemas de su competencia como la paz, la justicia social, la familia, la defensa de la vida y del ambiente natural del modo ms adecuado y eficaz (Fides et ratio, 98)

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  • BBien Bienaventuranzas Biblia Biblicismo

    BIENCul es el Bien supremo y ltimo al que todo ser humano se dirige y anhela?

    El "Maestro bueno" indica a su interlocutor y a todos nosotros que la respuesta a la pregunta "qu he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?", slo puede encontrarse dirigiendo la mente y el corazn a Aquel que "slo es el Bueno": "Nadie es bueno sino slo Dios" (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19). Slo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien, porque l es el Bien. (Veritatis Splendor 9b)

    En efecto, interrogarse sobre el bien significa en ltimo trmino dirigirse a Dios, que es plenitud de la bondad. Jess muestra que la pregunta del joven es en realidad una pregunta religiosa y que la bondad, que atrae y al mismo tiempo vincula al hombre, tiene su fuente en Dios, ms an, es Dios mismo: Aquel que slo es digno de ser amado "con todo el corazn, con toda el alma y con toda la mente" (cf. Mt 22, 37), Aquel que es la fuente de la felicidad del hombre. Jess relaciona la cuestin de la accin moralmente buena con sus races religiosas, con el reconocimiento de Dios, nica bondad, plenitud de la vida, trmino ltimo del obrar humano, felicidad perfecta. (Veritatis splendor 9c)

    De qu modo se vinculan el Bien con la Verdad?

    Slo Dios, el Bien supremo, es la base inamovible y la condicin insustituible de la moralidad, y por tanto de los mandamientos, en particular los negativos, que prohben siempre y en todo caso el comportamiento y los actos incompatibles con la dignidad personal de cada hombre. As, el Bien supremo y el bien moral se encuentran en la verdad: la verdad de Dios Creador y Redentor, y la verdad del hombre creado y redimido por l. nicamente sobre esta verdad es posible construir una sociedad renovada y resolver los problemas complejos y graves que la afectan, ante todo el de vencer las formas ms diversas de totalitarismo para abrir el camino a la autntica libertad de la persona. "El totalitarismo nace de la negacin de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningn principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o Nacin, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio inters o la propia opinin, sin respetar los derechos de los dems... La raz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negacin de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nacin o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayora de un cuerpo social, ponindose en contra de la minora, marginndola, oprimindola, explotndola o

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  • incluso intentando destruirla" (Carta Enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 44; AAS 83 (1991), 848-849). (Veritatis splendor 99a)

    Y esta vinculacin, supone para los catlicos un desafo pastoral? Cul sera?

    La confrontacin entre la posicin de la Iglesia y la situacin social y cultural actual muestra inmediatamente la urgencia de que precisamente sobre tal cuestin fundamental se desarrolle una intensa accin pastoral por parte de la Iglesia misma: "La cultura contempornea ha perdido en gran parte este vnculo esencial entre Verdad-Bien-Libertad y, por tanto, volver a conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de las exigencias propias de la misin de la Iglesia, por la salvacin del mundo. La pregunta de Pilato: Qu es la verdad?, emerge tambin hoy desde la triste perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quin es, de dnde viene ni adnde va. Y as asistimos no pocas veces al pavoroso precipitarse de la persona humana en situaciones de autodestruccin progresiva. De prestar odo a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer el carcter absoluto indestructible de ningn valor moral. Est ante los ojos de todos el desprecio de la vida humana ya concebida y an no nacida; la violacin permanente de derechos fundamentales de la persona; la inicua destruccin de bienes necesarios para una vida meramente humana. Y lo que es an ms grave: el hombre ya no est convencido de que slo en la verdad puede encontrar la salvacin. La fuerza salvfica de la verdad es contestada y se confa slo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autnomamente lo que es bueno y lo que es malo. Este relativismo se traduce, en el campo teolgico, en desconfianza en la sabidura de Dios, que gua al hombre con la ley moral. A lo que la ley moral prescribe se contraponen las llamadas situaciones concretas, no considerando ya, en definitiva, que la ley de Dios es siempre el nico verdadero bien del hombre" (Discurso a los participantes en el Congreso Internacional de Teologa moral (10 abril 1986), 1; Insegnamenti IX, 1 (1986), 970). (Veritatis splendor 84c)

    Quin ensea con autoridad que proviene de Cristo cul es el bien que debe practicarse?

    Cuando los hombres presentan a la Iglesia los interrogantes de su conciencia, cuando los fieles se dirigen a los Obispos y a los Pastores, en su respuesta est la voz de Jesucristo, la voz de la verdad sobre el bien y el mal. En la palabra pronunciada por la Iglesia resuena, en lo ntimo de las personas, la voz de Dios, que "slo es el Bueno" (Mt 19, 17), que slo "es amor" (1 Jn 4, 8. 16). (Veritatis splendor 117b)

    Qu es necesario para alcanzar y salvaguardar el bien comn?

    Juan XXIII record en la Encclica Pacem in terris: "En la poca moderna se considera realizado el bien comn cuando se han salvado los derechos y los deberes de la persona humana. De ah que los deberes fundamentales de los poderes pblicos consisten sobre todo en reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover aquellos derechos, y en contribuir por consiguiente a hacer ms fcil el cumplimiento de los respectivos deberes. Tutelar el intangible campo de los derechos de la persona humana y hacer fcil el cumplimiento de sus obligaciones, tal es el deber esencial de los poderes pblicos (Carta Enc. Pacem in terris (11 abril 1963), II: AAS 55 (1963), 273-274). (Evangelium vitae 71d)

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  • Quines son los responsables de trabajar por la obtencin y el cuidado del bien comn?

    Esta tarea corresponde en particular a los responsables de la vida pblica. Llamados a servir al hombre y al bien comn, tienen el deber de tomar decisiones valientes en favor de la vida, especialmente en el campo de las disposiciones legislativas (Evangelium vitae 90c)

    Cul es la primera condicin para la edificacin del bien comn?

    Trabajar en favor de la vida es contribuir a la renovacin de la sociedad mediante la edificacin del bien comn. En efecto, no es posible construir el bien comn sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los dems derechos inalienables del ser humano. Ni puede tener bases slidas una sociedad que mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz se contradice radicalmente aceptando o tolerando las formas ms diversas de desprecio y violacin de la vida humana sobre todo si es dbil y marginada. Slo el respeto de la vida puede fundamentar y garantizar los bienes ms preciosos y necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz. (Evangelium vitae 101d)

    BIENAVENTURANZASQu son las Bienaventuranzas? Qu relacin tienen con los mandamientos?

    Las bienaventuranzas no tienen propiamente como objeto unas normas particulares de comportamiento, sino que se refieren a actitudes y disposiciones bsicas de la existencia y, por consiguiente, no coinciden exactamente con los mandamientos. Por otra parte, no hay separacin o discrepancia entre las bienaventuranzas y los mandamientos: ambos se refieren al bien, a la vida eterna. El Sermn de la Montaa comienza con el anuncio de las bienaventuranzas, pero hace tambin referencia a los mandamientos (cf. Mt 5, 20-48). Adems, el Sermn muestra la apertura y orientacin de los mandamientos con la perspectiva de la perfeccin que es propia de las bienaventuranzas. Estas son ante todo promesas de las que tambin se derivan, de forma indirecta, indicaciones normativas para la vida moral. En su profundidad original son una especie de autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a la comunin de vida con l. (Veritatis splendor 16c)

    Qu relacin hay entre Bienaventuranzas y santidad?

    Es la vida de santidad, que resplandece en tantos miembros del pueblo de Dios frecuentemente humildes y escondidos a los ojos de los hombres, la que constituye el camino ms simple y fascinante en el que se nos concede percibir inmediatamente la belleza de la verdad, la fuerza liberadora del amor de Dios, el valor de la fidelidad incondicionada a todas las exigencias de la ley del Seor, incluso en las circunstancias ms difciles. Por esto, la Iglesia, en su sabia pedagoga moral, ha invitado siempre a los creyentes a buscar y a encontrar en los santos y santas, y en primer lugar en la Virgen Madre de Dios "llena de gracia" y "toda santa", el modelo, la fuerza y la alegra para vivir una vida segn los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas del Evangelio. (Veritatis splendor 107b)

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  • BIBLIAQu importancia tiene la Sagrada Escritura para la enseanza moral de la Iglesia?

    La Sagrada Escritura es la fuente siempre viva y fecunda de la doctrina moral de la Iglesia, como ha recordado el Concilio Vaticano II: "El Evangelio (es)... fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta" (dei Verbum, 7). La Iglesia ha custodiado fielmente lo que la Palabra de Dios ensea no slo sobre las verdades de fe, sino tambin sobre el comportamiento moral, es decir, el comportamiento que agrada a Dios (cf. 1 Tes 4, 1), llevando a cabo un desarrollo doctrinal anlogo al que se ha dado en el mbito de las verdades de fe. La Iglesia, asistida por el Espritu Santo que la gua hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13), no ha dejado, ni puede dejar nunca de escrutar el "misterio del Verbo encarnado", pues slo en l "se esclarece el misterio del hombre" (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 22). (Veritatis splendor 28b)

    Y qu nos dice acerca de la relacin entre la fe y la razn?

    La Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el vnculo tan profundo que hay entre el conocimiento de fe y el de la razn. Lo atestiguan sobre todo los Libros sapienciales. Lo que llama la atencin en la lectura, hecha sin prejuicios, de estas pginas de la Escritura, es el hecho de que en estos textos se contenga no solamente la fe de Israel, sino tambin la riqueza de civilizaciones y culturas ya desaparecidas. Casi por un designio particular, Egipto y Mesopotamia hacen or de nuevo su voz y algunos rasgos comunes de las culturas del antiguo Oriente reviven en estas pginas ricas de intuiciones muy profundas. (Fides et ratio, n. 16).

    Ofrece la Biblia verdades que puedan ser importantes para el pensamiento filosfico?

    La Sagrada Escritura contiene, de manera explcita o implcita, una serie de elementos que permiten obtener una visin del hombre y del mundo de gran valor filosfico. Los cristianos han tomado conciencia progresivamente de la riqueza contenida en aquellas pginas sagradas. De ellas se deduce que la realidad que experimentamos no es el absoluto; no es increada ni se ha autoengendrado. Slo Dios es el Absoluto. De las pginas de la Biblia se desprende, adems, una visin del hombre como imago Dei, que contiene indicaciones precisas sobre su ser, su libertad y la inmortalidad de su espritu. Puesto que el mundo creado no es autosuficiente, toda ilusin de autonoma que ignore la dependencia esencial de Dios de toda criatura incluido el hombre lleva a situaciones dramticas que destruyen la bsqueda racional de la armona y del sentido de la existencia humana.

    Incluso el problema del mal moral la forma ms trgica de mal es afrontado en la Biblia, la cual nos ensea que ste no se puede reducir a una cierta deficiencia debida a la materia, sino que es una herida causada por una manifestacin desordenada de la libertad humana. En fin, la palabra de Dios plantea el problema del sentido de la existencia y ofrece su respuesta orientando al hombre hacia Jesucristo, el Verbo de Dios, que realiza en plenitud la existencia humana. De la lectura del texto sagrado se podran explicitar tambin otros aspectos; de todos modos, lo que sobresale es el rechazo de toda forma de relativismo, de materialismo y de pantesmo. (Fides et ratio, 80)

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  • Acaso ensea la Biblia que el ser humano puede conocer la verdad?

    En efecto, la Sagrada Escritura presupone siempre que el hombre, aunque culpable de doblez y de engao, es capaz de conocer y de comprender la verdad lmpida y pura. En los Libros sagrados, concretamente en el Nuevo Testamento, hay textos y afirmaciones de alcance propiamente ontolgico. En efecto, los autores inspirados han querido formular verdaderas afirmaciones que expresan la realidad objetiva. (Fides et ratio, 82)

    BIBLICISMOQu es el biblicismo?

    Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fidesmo, que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexin filosfica para la inteligencia de la fe y, ms an, para la posibilidad misma de creer en Dios. Una expresin de esta tendencia fidesta difundida hoy es el biblicismo, que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exgesis el nico punto de referencia para la verdad. Sucede as que se identifica la palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura, vaciando as de sentido la doctrina de la Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecumnico Vaticano II. La Constitucin Dei Verbum, despus de recordar que la palabra de Dios est presente tanto en los textos sagrados como en la Tradicin, afirma claramente: "La Tradicin y la Escritura constituyen el depsito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depsito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostlica" ( n. 10). La Sagrada Escritura, por tanto, no es solamente punto de referencia para la Iglesia. En efecto, la suprema norma de su fe proviene de la unidad que el Espritu ha puesto entre la Sagrada Tradicin, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que los tres no pueden subsistir de forma independiente" (ibid., n. 10). (Fides et ratio, 55).

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  • CCaridad Ciencia Cientificismo Conciencia Consecuencialismo Cultura

    CARIDAD

    Qu relacin hay entre caridad y santidad?

    La vida de los santos, reflejo de la bondad de Dios de aquel que "slo es el Bueno", no solamente constituye una verdadera confesin de fe y un impulso para su comunicacin a los otros, sino tambin una glorificacin de Dios y de su infinita santidad. La vida santa conduce as a plenitud de expresin y actuacin el triple y unitario "munus propheticum, sacerdotale et regale" que cada cristiano recibe como don en su renacimiento bautismal "de agua y de Espritu" (Jn 3, 5). Su vida moral posee el valor de un "culto espiritual" (Rom 12, 1; cf. Flp 3, 3) que nace y se alimenta de aquella inagotable fuente de santidad y glorificacin de Dios que son los sacramentos, especialmente la Eucarista; en efecto, participando en el sacrificio de la Cruz, el cristiano comulga con el amor de donacin de Cristo y se capacita y compromete a vivir esta misma caridad en todas sus actitudes y comportamientos de vida. En la existencia moral se revela y se pone en acto tambin el efectivo servicio del cristiano: cuanto ms obedece con la ayuda de la gracia a la ley nueva del Espritu Santo, tanto ms crece en la libertad a la cual est llamado mediante el servicio de la verdad, la caridad y la justicia. (Veritatis splendor 107c)

    Cmo ha vivido la Iglesia la caridad a lo largo de la historia?

    La Iglesia, dejndose guiar por el ejemplo de Jess "buen samaritano" (cf. Lc 10, 29-37) y sostenida por su fuerza, siempre ha estado en la primera lnea de la caridad: tantos de sus hijos e hijas, especialmente religiosas y religiosos, con formas antiguas y siempre nuevas, han consagrado y continan consagrando su vida a Dios ofrecindola por amor al prjimo ms dbil y necesitado. Estos gestos construyen en lo profundo la "civilizacin del amor y de la vida", sin la cual la existencia de las personas y de la sociedad pierde su significado ms autnticamente humano. Aunque nadie los advierta y permanezcan escondidos a la mayora, la fe asegura que el Padre, "que ve en lo secreto" (Mt 6, 4), no slo sabr recompensarlos, sino que ya desde ahora los hace fecundos con frutos duraderos para todos. (Evangelium vitae 27b).

    Cmo vivir hoy la caridad sobre todo con el prjimo?

    En virtud de la participacin en la misin real de Cristo, el apoyo y la promocin de la vida humana deben realizarse mediante el servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio personal, en las diversas formas de voluntariado, en la animacin social y en el compromiso poltico. Esta es una exigencia particularmente apremiante en el momento actual, en que la "cultura de la muerte" se contrapone tan fuertemente a la "cultura de la vida" y con frecuencia parece que la supera. Sin embargo, es ante todo una exigencia que nace de la "fe que acta por la caridad" (Gl 5, 6), como nos exhorta la Carta de Santiago: "De qu sirve, hermanos mos, que alguien diga: Tengo fe, si no tiene

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  • obras?Acaso podr salvarle la fe? Si un hermano o una hermana estn desnudos y carecen del sustento diario, y algunos de vosotros les dice: Idos en paz, calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo,de qu sirve? As tambin la fe, si no tiene obras, est realmente muerta" (2, 14-17). (Evangelium vitae 87a)

    En el servicio de la caridad, hay una actitud que debe animarnos y distinguirnos: hemos de hacernos cargo del otro como persona confiada por Dios a nuestra responsabilidad. Como discpulos de Jess, estamos llamados a hacernos prjimos de cada hombre (cf. Lc 10, 29-37), teniendo una preferencia especial por quien es ms pobre, est slo y necesitado. Precisamente mediante la ayuda al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado como tambin al nio an no nacido, al anciano que sufre o cercano a la muerte tenemos la posibilidad de servir a Jess, como l mismo dijo: "Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos mos ms pequeos, a m me lo hicisteis" (Mt 25, 40). (Evangelium vitae 87b)

    Y se puede ejercer la caridad desde el compromiso social y poltico?

    El realismo tenaz de la caridad exige que al Evangelio de la vida se le sirva tambin mediante formas de animacin social y de compromiso poltico, defendiendo y proponiendo el valor de la vida en nuestras sociedades cada vez ms complejas y pluralistas. Los individuos, las familias, los grupos y las asociaciones tienen una responsabilidad, aunque a ttulo y en modos diversos, en la animacin social y en la elaboracin de proyectos culturales, econmicos, polticos y legislativos que, respetando a todos y segn la lgica de la convivencia democrtica, contribuyan a edificar una sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se defienda y promueva la vida de todos. (Evangelium vitae 90b)

    CIENCIA

    Qu valoracin hace Juan Pablo II de la ciencia en general?

    El desarrollo de la ciencia y la tcnica testimonio esplndido de las capacidades de la inteligencia y de la tenacidad de los hombres no exime a la humanidad de plantearse los interrogantes religiosos fundamentales, sino que ms bien la estimula a afrontar las luchas ms dolorosas y decisivas, como son las del corazn y de la conciencia moral. (Veritatis splendor 1c)

    Los avances de la ciencia hoy, conllevan algn peligro de endiosamiento o de soberbia para el hombre?

    El hombre, rechazando u olvidando su relacin fundamental con Dios, cree ser criterio y norma de s mismo y piensa tener el derecho de pedir incluso a la sociedad que le garantice posibilidades y modos de decidir sobre la propia vida en plena y total autonoma. Es particularmente el hombre que vive en pases desarrollados quien se comporta as: se siente tambin movido a ello por los continuos progresos de la medicina y por sus tcnicas cada vez ms avanzadas. Mediante sistemas y aparatos extremadamente sofisticados, la ciencia y la prctica mdica son hoy capaces no slo de resolver casos antes sin solucin y de mitigar o eliminar el dolor, sino tambin de sostener y prolongar la vida incluso en situaciones de extrema debilidad, de reanimar artificialmente a personas que perdieron de modo repentino sus funciones biolgicas elementales, de intervenir para disponer de rganos para trasplantes. (Evangelium vitae 64b)

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  • Cmo debe entenderse la ciencia respecto del hombre, y especialmente respecto de la vida humana?

    El respeto de la vida exige que la ciencia y la tcnica estn siempre ordenadas al hombre y a su desarrollo integral; toda la sociedad debe respetar, defender y promover la dignidad de cada persona humana, en todo momento y condicin de su vida. (Evangelium vitae 81b)

    Existe algn tipo de riesgo o amenaza a la que se ve sometida la ciencia hoy?

    En el contexto cultural y social actual, en que la ciencia y la medicina corren el riesgo de perder su dimensin tica original, ellos (los trabajadores de la salud) pueden estar a veces fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o incluso en agentes de muerte. Ante esta tentacin, su responsabilidad ha crecido hoy enormemente y encuentra su inspiracin ms profunda y su apoyo ms fuerte precisamente en la intrnseca e imprescindible dimensin tica de la profesin sanitaria, como ya reconoca el antiguo y siempre actual juramento de Hipcrates, segn el cual se exige a cada mdico el compromiso de respetar absolutamente la vida humana y su carcter sagrado. (Evangelium vitae 89b)

    CIENTIFICISMOQu es el cientificismo?

    Otro peligro considerable es el cientificismo. Esta corriente filosfica no admite como vlidas otras formas de conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas, relegando al mbito de la mera imaginacin tanto el conocimiento religioso y teolgico, como el saber tico y esttico. En el pasado, esta misma idea se expresaba en el positivismo y en el neopositivismo, que consideraban sin sentido las afirmaciones de carcter metafsico. La crtica epistemolgica ha desacreditado esta postura, que, no obstante, vuelve a surgir bajo la nueva forma del cientificismo. En esta perspectiva, los valores quedan relegados a meros productos de la emotividad y la nocin de ser es marginada para dar lugar a lo puro y simplemente fctico. La ciencia se prepara a dominar todos los aspectos de la existencia humana a travs del progreso tecnolgico. Los xitos innegables de la investigacin cientfica y de la tecnologa contempornea han contribuido a difundir la mentalidad cientificista, que parece no encontrar lmites, teniendo en cuenta como ha penetrado en las diversas culturas y como ha aportado en ellas cambios radicales.

    Se debe constatar lamentablemente que lo relativo a la cuestin sobre el sentido de la vida es considerado por el cientificismo como algo que pertenece al campo de lo irracional o de lo imaginario. No menos desalentador es el modo en que esta corriente de pensamiento trata otros grandes problemas de la filosofa que, o son ignorados o se afrontan con anlisis basados en analogas superficiales, sin fundamento racional. Esto lleva al empobrecimiento de la reflexin humana, que se ve privada de los problemas de fondo que el animal racional se ha planteado constantemente, desde el inicio de su existencia terrena. En esta perspectiva, al marginar la crtica proveniente de la valoracin tica, la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acepten la idea segn la cual lo que es tcnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible. (Fides et ratio, 88)

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  • CONCIENCIA

    Qu es la conciencia moral?

    Nunca se valorar adecuadamente la importancia de este ntimo dilogo del hombre consigo mismo. Pero, en realidad, ste es el dilogo del hombre con Dios, autor de la ley, primer modelo y fin ltimo del hombre. "La conciencia dice san Buenaventura es como un heraldo de Dios y su mensajero, y lo que dice no lo manda por s misma, sino que lo manda como venido de Dios, igual que un heraldo cuando proclama el edicto del rey. Y de ello deriva el hecho de que la conciencia tiene la fuerza de obligar" (In II Liber Sentent. Dist. 39, a. 1, q. 3, concl.: Ed. Ad Claras Aquas, II, 907 b). Se puede decir, pues, que la conciencia da testimonio de la rectitud o maldad del hombre al hombre mismo, pero a la vez y antes an, es testimonio de Dios mismo, cuya voz y cuyo juicio penetran la intimidad del hombre hasta las races de su alma, invitndolo fortiter et suaviter a la obediencia: "La conciencia moral no encierra al hombre en una soledad infranqueable e impenetrable, sino que la abre a la llamada, a la voz de Dios. En esto y no en otra cosa reside todo el misterio y dignidad de la conciencia moral: en ser el lugar, el espacio santo donde Dios habla al hombre" (Discurso (Audiencia General 17 agosto 1983), 2; Insegnamenti, VI, 2 (1983), 256). (Veritatis splendor 58)

    San Pablo no se limita a reconocer que la conciencia hace de testigo, sino que manifiesta tambin el modo como ella realiza semejante funcin. Se trata de razonamientos que acusan o defienden a los paganos en relacin con sus comportamientos (cf. Rom 2, 15). El trmino razonamientos evidencia el carcter propio de la conciencia, que es el de ser un juicio moral sobre el hombre y sus actos. Es un juicio de absolucin o de condena segn que los actos humanos sean conformes o no con la ley de Dios escrita en el corazn. Precisamente, del juicio de los actos y, al mismo tiempo, de su autor y del momento de su definitivo cumplimiento, habla el apstol Pablo en el mismo texto: As ser "en el da en que Dios juzgar las acciones secretas de los hombres, segn mi Evangelio, por Cristo Jess" (Rom 2, 16). (Veritatis splendor 59a)

    Qu tipo de juicio es propio de la conciencia?

    El juicio de la conciencia es un juicio prctico, o sea, un juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no hacer, o bien, que valora un acto ya realizado por l. Es un juicio que aplica a una situacin concreta la conviccin racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal. Este primer principio de la razn prctica pertenece a la ley natural, ms an, constituye su mismo fundamento al expresar aquella luz originaria sobre el bien y el mal, reflejo de la sabidura creadora de Dios, la cual, como una chispa indestructible ("scintilla animae"), brilla en el corazn de cada hombre. Sin embargo, mientras la ley natural ilumina sobre todo las exigencias objetivas y universales del bien moral, la conciencia es la aplicacin de la ley a cada caso particular, la cual se convierte as para el hombre en un dictamen interior, una llamada a realizar el bien en una situacin concreta. La conciencia formula as la obligacin moral a la luz de la ley natural: es la obligacin de hacer lo que el hombre, mediante el acto de su conciencia, conoce como un bien que le es sealado aqu y ahora. El carcter universal de la ley y de la obligacin no es anulado, sino ms bien reconocido, cuando la razn determina sus aplicaciones a la actualidad concreta. El juicio de la conciencia muestra "en ltima instancia" la conformidad de un comportamiento determinado respecto a la ley; formula la norma prxima de la moralidad de un acto voluntario, actuando "la aplicacin de la ley objetiva a un caso particular" (Suprema S. Congregacin del Santo Oficio, Instruccin sobre la tica de situacin Contra doctrinam (2 febrero 1956): AAS 48 (1956), 144). (Veritatis splendor 59b)

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  • Qu relacin hay entre accin moral y conciencia?

    Igual que la misma ley natural y todo conocimiento prctico, tambin el juicio de la conciencia tiene un carcter imperativo: el hombre debe actuar en conformidad con dicho juicio. Si el hombre acta contra este juicio, o bien, lo realiza incluso no estando seguro si un determinado acto es correcto o bueno, es condenado por su misma conciencia, norma prxima de la moralidad personal. La dignidad de esta instancia racional y la autoridad de su voz y de sus juicios derivan de la verdad sobre el bien y sobre el mal moral, que est llamada a escuchar y expresar. Esta verdad est indicada por la "ley divina", norma universal y objetiva de la moralidad. El juicio de la conciencia no establece la ley, sino que afirma la autoridad de la ley natural y de la razn prctica con relacin al bien supremo, del cual la persona humana acepta el atractivo y acoge los mandamientos: "La conciencia, por tanto, no es una fuente autnoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo; al contrario, en ella est grabado profundamente un principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la congruencia de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano" (Carta enc. Dominum et vivificantem (18 mayo 1986), 43: AAS 78 (1986), 859; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Past. Sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16; Decreto sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 3). (Veritatis splendor 60)

    Puede equivocarse el juicio de la conciencia? O es siempre infalible?

    La conciencia, como juicio de un acto, no est exenta de la posibilidad de error. "Sin embargo dice el Concilio muchas veces ocurre que la conciencia yerra por ignorancia invencible, sin que por ello pierda su dignidad. Pero no se puede decir esto cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hbito del pecado, la conciencia se queda casi ciega" (Const. Past. Sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 16). Con estas breves palabras, el Concilio ofrece una sntesis de la doctrina que la Iglesia ha elaborado a lo largo de los siglos sobre la conciencia errnea. (Veritatis splendor 62a)

    La amonestacin de Pablo nos invita a la vigilancia, advirtindonos que en los juicios de nuestra conciencia se anida siempre la posibilidad de error. Ella no es un juez infalible: puede errar. No obstante, el error de la conciencia puede ser el fruto de una ignorancia invencible, es decir, de una ignorancia de la que el sujeto no es consciente y de la que no puede salir por s mismo. (Veritatis splendor 62c)

    Existen diversos tipos de conciencia?

    De cualquier modo, la dignidad de la conciencia deriva siempre de la verdad: en el caso de la conciencia recta, se trata de la verdad objetiva acogida por el hombre; en el de la conciencia errnea, se trata de lo que el hombre, equivocndose, considera subjetivamente verdadero. Nunca es aceptable confundir un error subjetivo sobre el bien moral con la verdad objetiva, propuesta racionalmente al hombre en virtud de su fin, ni equiparar el valor moral del acto realizado con una conciencia verdadera y recta, con aqul realizado siguiendo el juicio de una conciencia errnea. El mal cometido a causa de una ignorancia invencible, o de un error de juicio no culpable, puede no ser imputable a la persona que lo hace; pero tampoco en este caso aqul deja de ser un mal, un desorden con relacin a la verdad sobre el bien. Adems, el bien no reconocido no contribuye al crecimiento moral de la persona que lo realiza; ste no la perfecciona y no sirve para disponerla al bien supremo. As, antes de sentirnos fcilmente justificados en nombre de nuestra conciencia, debemos meditar sobre las palabras del Salmo: "Quin se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas lmpiame" (Sal 19, 13). Hay culpas que no logramos

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  • ver y que no obstante son culpas, porque hemos rechazado caminar hacia la luz (cf. Jn 9, 39-41). (Veritatis splendor 63a)

    Qu significa "formar la conciencia"? Cmo puede y debe hacerse?

    En las palabras de Jess antes mencionadas, encontramos tambin la llamada a formar la conciencia, a hacerla objeto de continua conversin a la verdad y al bien. Es anloga la exhortacin del Apstol a no conformarse con la mentalidad de este mundo, sino a "transformarse renovando nuestra mente" (cf. Rom 12, 2). En realidad, el corazn convertido al Seor y al amor del bien es la fuente de los juicios verdaderos de la conciencia. En efecto, para poder "distinguir cul es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2) s es necesario el conocimiento de la ley de Dios en general, pero sta no es suficiente: es indispensable una especie de connaturalidad entre el hombre y el verdadero bien. Tal connaturalidad se fundamenta y se desarrolla en las actitudes virtuosas del hombre mismo: la prudencia y las otras virtudes cardinales, y en primer lugar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. En este sentido, Jess ha dicho: "El que obra la verdad, va a la luz" (Jn 3, 21). (Veritatis splendor 64a)

    Los cristianos tienen como afirma el Concilio en la Iglesia y en su Magisterio una gran ayuda para la formacin de la conciencia: "Los cristianos, al formar su conciencia, deben atender con diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues, por voluntad de Cristo, la Iglesia catlica es maestra de la verdad y su misin es anunciar y ensear autnticamente la Verdad, que es Cristo, y, al mismo tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Declaracin sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 14). Por tanto, la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningn modo la libertad de conciencia de los cristianos; no slo porque la libertad de la conciencia no es nunca libertad "con respecto a" la verdad, sino siempre y solo en la verdad, sino tambin porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debera poseer, desarrollndolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone slo y siempre al servicio de la conciencia, ayudndola a no ser zarandeada aqu y all por cualquier viento de doctrina segn el engao de los hombres (cf. Ef 4, 14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones ms difciles, la verdad y a mantenerse en ella. (Veritatis splendor 64b)

    No menos decisivo en la formacin de la conciencia es el descubrimiento del vnculo constitutivo entre la libertad y la verdad. Como he repetido otras veces, separar la libertad de la verdad objetiva hace imposible fundamentar los derechos de la persona sobre una slida base racional y pone las premisas para que se afirme en la sociedad el arbitrio ingobernable de los individuos y el totalitarismo del poder pblico causante de la muerte. (Evangelium vitae 96b)

    A la formacin de la conciencia est vinculada estrechamente la labor educativa, que ayuda al hombre a ser cada vez ms hombre, lo introduce siempre ms profundamente en la verdad, lo orienta hacia un respeto creciente por la vida, lo forma en las justas relaciones entre las personas. (Evangelium vitae 97a)

    En qu situacin se halla la conciencia moral en el mundo contemporneo?

    En lo ntimo de la conciencia moral se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas sus mltiples y funestas consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la conciencia de cada

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  • persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se encuentra sola ante Dios. Pero tambin se cuestiona, en cierto sentido, la "conciencia moral" de la sociedad. Esta es de algn modo responsable, no slo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino tambin porque alimenta la "cultura de la muerte", llegando a crear y consolidar verdaderas y autnticas "estructuras de pecado" contra la vida. La conciencia moral, tanto individual como social, est hoy sometida, a causa tambin del fuerte influjo de muchos medios de comunicacin social, a un peligro gravsimo y mortal, el de la confusin entre el bien y el mal en relacin con el mismo derecho fundamental a la vida. Lamentablemente, una gran parte de la sociedad actual se asemeja a la que Pablo describe en la Carta a los Romanos. Est formada "de hombres que aprisionan la verdad en la injusticia" (1, 18): habiendo renegado de Dios y creyendo poder construir la ciudad terrena sin necesidad de l, "se ofuscaron en sus razonamientos" de modo que "su insensato corazn se entenebreci" (1, 21); "jactndose de sabios se volvieron estpidos" (1, 22), se hicieron autores de obras dignas de muerte y "no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen" (1, 32). Cuando la conciencia, este luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama "al mal bien y al bien mal" (Is 5, 20), camina ya hacia su degradacin ms inquietante y hacia la ms tenebrosa ceguera moral. (Evangelium vitae 24a)

    Qu errores modernos aparecen en teologa moral referidos a la conciencia?

    En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sera la fuente de los valores. En esta direccin se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explcitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categrica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia se ha aadido indebidamente la afirmacin de que el juicio moral es verdadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia. Pero, de este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de "acuerdo con uno mismo", de tal forma que se ha llegado a una concepcin radicalmente subjetivista del juicio moral. (Veritatis splendor 32a)

    Y cul sera la raz de estas errneas teoras sobre la conciencia y el valor moral de su juicio?

    Como se puede comprender inmediatamente, no es ajena a esta evolucin la crisis en torno a la verdad. Abandonada la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razn humana pueda conocer, ha cambiado tambin inevitablemente la concepcin misma de la conciencia: a sta ya no se la considera en su realidad originaria, o sea, como acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situacin y expresar as un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aqu y ahora; sino que ms bien se est orientado a conceder a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autnomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visin coincide con una tica individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los dems. El individualismo, llevado a las extremas consecuencias, desemboca en la negacin de la idea misma de naturaleza humana. (Veritatis splendor 32b)

    Qu es la objecin de conciencia? Cundo es legtimo plantearla?

    El rechazo a participar en la ejecucin de una injusticia no slo es un deber moral, sino tambin un derecho humano fundamental. Si no fuera as, se obligara a la persona humana a realizar una accin

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  • intrnsecamente incompatible con su dignidad y, de este modo, su misma libertad, cuyo sentido y fin autnticos residen en su orientacin a la verdad y al bien, quedara radicalmente comprometida. Se trata, por tanto, de un derecho esencial que, como tal, debera estar previsto y protegido por la misma ley civil. En este sentido, la posibilidad de rechazar la participacin en la fase consultiva, preparatoria y ejecutiva de semejantes actos contra la vida debera asegurarse a los mdicos, a los agentes sanitarios y a los responsables de las instituciones hospitalarias, de las clnicas y casas de salud. Quien recurre a la objecin de conciencia debe estar a salvo no slo de sanciones penales, sino tambin de cualquier dao en el plano legal, disciplinar, econmico y profesional. (Evangelium vitae 74c)

    CONSECUENCIALISMO

    Qu es el consecuencialismo?

    Segn estas teoras, la voluntad libre no estara ni moralmente sometida a obligaciones determinadas, ni vinculada por sus elecciones, a pesar de no dejar de ser responsable de los propios actos y de sus consecuencias. Este teleologismo, como mtodo de reencuentro de la norma moral, puede, entonces, ser llamado segn terminologas y conceptos tomados de diferentes corrientes de pensamiento consecuencialismo o proporcionalismo. El primero pretende obtener los criterios de la rectitud de un obrar determinado slo del clculo de las consecuencias que se prev pueden derivarse de la ejecucin de una decisin. El segundo, ponderando entre s los valores y los bienes que persiguen, se centra ms bien en la proporcin reconocida entre los efectos buenos o malos, en vista del "bien ms grande" o del "mal menor", que sean efectivamente posibles en una situacin determinada. (Veritatis splendor 75a)

    Qu ensea el Magisterio de la Iglesia acerca del consecuencialismo?

    Estas teoras pueden adquirir una cierta fuerza persuasiva por su afinidad con la mentalidad cientfica, preocupada con razn de ordenar las actividades tcnicas y econmicas en base al clculo de los recursos y los beneficios, de los procedimientos y los efectos. Ellas pretenden liberar de las imposiciones de una moral de la obligacin, voluntarista y arbitraria, que vendra a ser inhumana. (Veritatis splendor 76 a)

    Sin embargo, semejantes teoras no son fieles a la doctrina de la Iglesia, en cuanto creen poder justificar, como moralmente buenas, elecciones deliberadas de comportamientos contrarios a los mandamientos de la ley divina y natural. Estas teoras no pueden adjudicarse a la tradicin moral catlica, pues, si bien es verdad que en esta ltima se ha desarrollado una casustica atenta a ponderar en algunas situaciones concretas las posibilidades mayores de bien, es igualmente verdad que esto se refera solamente a los casos en los que la ley era incierta y, por consiguiente, no pona en discusin la validez absoluta de los preceptos morales negativos, los cuales obligan sin excepcin. (Veritatis splendor 76 b)

    CULTURA

    Qu relacin existe entre el hombre y la cultura?

    No se puede negar que el hombre existe siempre en una cultura concreta, pero tampoco se puede negar que el hombre no se agota en esta misma cultura. Por otra parte, el progreso mismo de las culturas demuestra que en el hombre existe algo que las trasciende. Este algo es precisamente la naturaleza del hombre: precisamente esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condicin para

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  • que el hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su dignidad personal viviendo de acuerdo con la verdad profunda de su ser. (Veritatis splendor 53b).

    Las culturas, estando en estrecha relacin con los hombres y con su historia, comparten el dinamismo propio del tiempo humano. Se aprecian en consecuencia transformaciones y progresos debidos a los encuentros entre los hombres y a los intercambios recprocos de sus modelos de vida. Las culturas se alimentan de la comunicacin de valores, y su vitalidad y subsistencia proceden de su capacidad de permanecer abiertas a la acogida de lo nuevo. Cul es la explicacin de este dinamismo? Cada hombre est inmerso en una cultura, de ella depende y sobre ella influye. l es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece. En cada expresin de su vida lleva consigo algo que lo diferencia del resto de la creacin: su constante apertura al misterio y su inagotable deseo de conocer. En consecuencia, toda cultura lleva impresa y deja entrever la tensin hacia una plenitud. Se puede decir, pues, que la cultura tiene en s misma la posibilidad de acoger la revelacin divina. (Fides et ratio, 71)

    Cul es el punto central, el ncleo, de toda cultura?

    Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original de su condicin de criatura, que recibe de Dios el ser y la vida como don y tarea. Slo admitiendo esta dependencia innata en su ser, el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su vida y, al mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las dems personas. Aqu se manifiesta ante todo que "el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio ms grande: el misterio de Dios" (Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 24: AAS 83 (1991), 822). Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamientos, se acaba fcilmente por negar o comprometer tambin la dignidad de la persona humana y el carcter inviolable de su vida. (Evangelium vitae 96c)

    Se puede decir que la cultura actual est en crisis?

    En el fondo hay una profunda crisis de la cultura, que engendra escepticismo en los fundamentos mismos del saber y de la tica, haciendo cada vez ms difcil ver con claridad el sentido del hombre, de sus derechos y deberes. A esto se aaden las ms diversas dificultades existenciales y relacionales, agravadas por la realidad de una sociedad compleja, en la que las personas, los matrimonios y las familias se quedan con frecuencia solas con sus problemas. (Evangelium vitae 11b)

    Cul es el punto de partida y la raz de la crisis de la cultura hoy?

    La confrontacin entre la posicin de la Iglesia y la situacin social y cultural actual muestra inmediatamente la urgencia de que precisamente sobre tal cuestin fundamental se desarrolle una intensa accin pastoral por parte de la Iglesia misma: "La cultura contempornea ha perdido en gran parte este vnculo esencial entre Verdad-Bien-Libertad y, por tanto, volver a conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de las exigencias propias de la misin de la Iglesia, por la salvacin del mundo. La pregunta de Pilato: Qu es la verdad?, emerge tambin hoy desde la triste perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quin es, de dnde viene ni adnde va. Y as asistimos no pocas veces al pavoroso precipitarse de la persona humana en situaciones de autodestruccin progresiva. De prestar odo a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer el carcter absoluto indestructible de ningn valor moral. Est ante los ojos de todos el desprecio de la vida humana ya concebida y an no nacida; la violacin permanente de derechos fundamentales de la persona; la inicua destruccin de bienes necesarios para una vida meramente humana. Y lo que es an ms grave: el hombre ya no est convencido de que slo en la verdad puede encontrar la salvacin. La fuerza salvfica de la verdad es

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  • contestada y se confa slo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autnomamente lo que es bueno y lo que es malo. Este relativismo se traduce, en el campo teolgico, en desconfianza en la sabidura de Dios, que gua al hombre con la ley moral. A lo que la ley moral prescribe se contraponen las llamadas situaciones concretas, no considerando ya, en definitiva, que la ley de Dios es siempre el nico verdadero bien del hombre" (Discurso a los participantes en el Congreso Internacional de Teologa moral (10 abril 1986), 1; Insegnamenti IX, 1 (1986), 970). (Veritatis splendor 84c)

    Qu es la "cultura de muerte"?

    En efecto, si muchos y graves aspectos de la actual problemtica social pueden explicar en cierto modo el clima de extendida incertidumbre moral y atenuar a veces en las personas la responsabilidad objetiva, no es menos cierto que estamos frente a una realidad ms amplia, que se puede considerar como una verdadera y autntica estructura de pecado, caracterizada por la difusin de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera "cultura de muerte". Esta estructura est activamente promovida por fuertes corrientes culturales, econmicas y polticas, portadoras de una concepcin de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar, en cierto sentido, de una guerra de los poderosos contra los dbiles. La vida que exigira ms acogida, amor y cuidado es tenida por intil, o considerada como un peso insoportable y, por tanto, despreciada de muchos modos. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o, ms simplemente, con su misma presencia pone en discusin el bienestar y el estilo de vida de los ms aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena as una especie de "conjura contra la vida", que afecta no slo a las personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va ms all llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados. (Evangelium vitae 12)

    Cul es la raz de esta "cultura de muerte"?

    Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, caracterstico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas. Quien se deja contagiar por esta atmsfera, entra fcilmente en el torbellino de un terrible crculo vicioso: perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder tambin el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez, la violacin sistemtica de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscacin de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios. (Evangelium vitae 21a)

    En lo ntimo de la conciencia moral se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas sus mltiples y funestas consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la conciencia de cada persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se encuentra sola ante Dios. Pero tambin se cuestiona, en cierto sentido, la "conciencia moral" de la sociedad. Esta es de algn modo responsable, no slo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino tambin porque alimenta la "cultura de la muerte", llegando a crear y consolidar verdaderas y autnticas "estructuras de pecado" contra la vida. La conciencia moral, tanto individual como social, est hoy sometida, a causa tambin del fuerte influjo de muchos medios de comunicacin social, a un peligro gravsimo y mortal, el de la confusin entre el bien y el mal en relacin con el mismo derecho fundamental a la vida. Cuando la conciencia, este luminoso ojo del alma (cf. Mt 6, 22-23), llama "al mal bien y al bien mal" (Is 5, 20), camina ya hacia su

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  • degradacin ms inquietante y hacia la ms tenebrosa ceguera moral. (Evangelium vitae 24a)

    Quines estn llamados a crear la "cultura de la vida"?

    Es urgente una movilizacin general de las conciencias y un comn esfuerzo tico, para poner en prctica una gran estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que sea asumida con una conviccin ms firme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente con todos. La urgencia de este cambio cultural est relacionada con la situacin histrica que estamos atravesando, pero tiene su raz en la misma misin evangelizadora, propia de la Iglesia. En efecto, el Evangelio pretende "transformar desde dentro, renovar la misma humanidad" (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975), 18: AAS 68 (1976), 17); es como la levadura que fermenta toda la masa (cf. Mt 13, 33) y, como tal, est destinado a impregnar todas las culturas y a animarlas desde dentro, para que expresen la verdad plena sobre el hombre y sobre su vida (Evangelium vitae 95b)

    Cul es el papel de los educadores, intelectuales, etc., en la creacin de una "cultura de la vida"?

    En la movilizacin por una nueva cultura de la vida nadie se debe sentir excluido: todos tienen un papel importante que desempear. La misin de los profesores y de los educadores es, junto con la de las familias, particularmente importante. De ellos depender mucho que los jvenes, formados en una autntica libertad, sepan custodiar interiormente y difundir a su alrededor ideales verdaderos de vida, y que sepan crecer en el respeto y servicio a cada persona, en la familia y en la sociedad. (Evangelium vitae 98b)

    Tambin los intelectuales pueden hacer mucho en la construccin de una nueva cultura de la vida humana. Una tarea particular corresponde a los intelectuales catlicos, llamados a estar presentes activamente en los crculos privilegiados de elaboracin cultural, en el mundo de la escuela y de la universidad, en los ambientes de investigacin cientfica y tcnica, en los puntos de creacin artstica y de la reflexin humanstica. Alimentando su ingenio y su accin en las claras fuentes del Evangelio, deben entregarse al servicio de una nueva cultura de la vida con aportaciones serias, documentadas, capaces de ganarse por su valor el respeto e inters de todos. Precisamente en esta perspectiva he instituido la Pontificia Academia para la Vida con el fin de "estudiar, informar y formar en lo que atae a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promocin y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relacin con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia" (Motu Proprio Vitae mysterium (11 febrero 1994), 4: AAS 86 (1994), 386-387). Una aportacin especfica deben dar tambin las Universidades, particularmente las catlicas, y los Centros, Institutos y Comits de biotica. (Evangelium vitae 98c)

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  • DDemocracia Derecho a la vida Dignidad Humana Dios Disenso

    DEMOCRACIA

    Cul es el fundamento de una autntica democracia?

    Slo en la obediencia a las normas morales universales el hombre halla