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/ DI ^ _ HIPNOTTSTVIO A LA LUZ DE LA FILOSOFÍA, DE LAS CIENCIAS NATURALES Y DE LA MORAL CRISTIANA X>OE E L I)R. D. JUAN MANUEL BELLIDO CARBAYO rrofosui- de l<"'isica,,(.Juiinica, Ilistoiia Natural, Fisiología 6 Higiene y Agricultura del Seminario Conciliar Central do San Carlos Borromeo y del Ateneo Salmantino. SALAMANCA JACINTO HIDALGO, EDITOR CALLE DE LA RÚA, 12 i88S

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DI ^ _

HIPNOTTSTVIO A LA LUZ DE LA

FILOSOFÍA, D E LAS CIENCIAS NATURALES Y DE LA MORAL CRISTIANA

X>OE E L

I)R. D. JUAN MANUEL BELLIDO

C A R B A Y O

rrofosui- de l<"'isica,,(.Juiinica, Ilistoiia Natural, Fisiología 6 Higiene

y Agricultura del Seminario Conciliar Central

do San Carlos Borromeo y del

Ateneo Salmantino.

SALAMANCA JACINTO HIDALGO, EDITOR

CALLE DE LA RÚA, 12

i88S

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO

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EXAMEN DEL

HIPNOTISMO A LA LUZ DE LA

F I L O S O F Í A , D E LAS CIENCIAS NATUHALES Y DE LA MORAL CRISTIANA / :

I»OB E L

DR. D. JUAN MANUEL BELLIDO

CARBAYO

Profesor de Física, Química, Historia Natural, Fisiología é Higiene

y. Agricultura del Seminario Conciliar Central

lie San Carlos Borromeo y del

Ateneo Salmantino.

y<-

SALAMANCA JA.CINTO HIDALGO. EDITOR

CALLE DE LA RÚA, I 2 1888

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Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley.

Salamanca.—Imprenta de Jicinto Hidalgo, Rúa, 12.

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Suplica eme al Kxemo. *• Ilino. Kr. Ol>isi)o tic fialaiuuncíi <liri«o el autor pidiéndole censor J>u»a «m obra del hipuotiwiao. / . ' " Í7 \N

•^•'.\

ExcMo. É iLMo. SEÑOR: %<.-7' : j " ' : >

El Presbítero que suscribe, doctor en Sagrada Teoloüia, i.icenciado en Ciencias Fisico-Quimicas y Catedrático del Se­minario Conciliar Central de esta ciudad, tiene el honor de suplicar a V. E I. el competente permiso para publicar en la prensa el fol.eto, que le remite adjunto, intitulado £xa. mpt del Hipnotismo d la luz de la Filosofía, de las Cien->'as nntnrales y de la Moral cristiana.

Al efecto, se atreve á rogar á V. E. que se lUgnc desii--P = n ? ? ' ' 1""'*,^»^ e" «1 caso de ser favorable el juicio

su nXlt ' ' • " ' * ^^'^ " ^ " ' " mencionada, pueda autorizarse su lH.Wicacion con la censura previa á que fuese acreedora, de V F T ''"^ " " •l"'^-'' ^'»'^^mr del brndadoso corazón de In 'ni"- •.™y'' '•'"'' «"'"-Je Dios muchos anos para bien ,1^ \ f^^^^ '!"*= ••'" 'l'gnamentc gobierna.—Sal amanea xo Carla°T ' 8 " ^ — E l autor, / » « „ Manuel Vellido

D e c r e t o d e l E x c j n o . é I h n o . X'i-eíatlo d e Ja D i o c e e i » denüitmaindo c e n s o r .

Hay un sello ijuc dice:—Obispado de Salamanca, 9 de Septiembre de 1888.

Por recibida la anterior instancia y los cuatro cuadernos que la son adjuntf)s, en los cuales se contiene el original de la obra á que se refiere aquella.

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VI CENSURA ECLESIÁSTICA

Al efecto (le dccielar lo cnie mejor ))roce(la rcsjiecto de sil publicación, )i.isen al examen y censura del muy ilustre Sr. Maj;istral de esta Santa lylcsia, Dr. I). Francisco Jarrín Moro, de quien esperamos no solamente que lo lea con el celo que le es propio, sino (pie consulte los |)imtos que juz-¡jase tienen mayor importancia con Doctores ó Profesores (pie hayan hecho especiales estudios acerca de estas delica­das materias, y, terminado que hubiera este cometido, dé á Nos por escrito su informe.

Lo decretó y firma S. E. I. el Obispo mi Señor, de que certifico.—FR. TOMÁS, Obispo de Salamanca.—Por man-ilato de S. E. I. el Obispo, mi Señor, Dr. Pedro García Repila, Secretario.

tTiiinio ci'iticH» y <l i«Unnon ilol « c ñ o r c e n s o r .

Excmo. é limo. Sr:—En cumplimiento de lo dispuesto l)or V. E. I. en su Decreto de 9 del corriente, he leído C(m el mayor detenimiento posible el aut('igrafo del Dr. D. Juan Manuel Bellido y Carbayo, titulado Examen del Hipnotis­mo á la luz de la Filosofia, de las Ciencias naturales y de la Moral cristiana, y no veo inconveniente para su publi­cación.—-Los profundos y vastos conocimientos del avitor, tanto en las ciencias físicas, como en las filosóficas y teolij-f;icas, hacen ([uo las difíciles cuestiones que ol libro compren­de, se traten bajo un criterio católico, con tal cúmulo de da­tos, argumentos tan convincentes, y re(;¡las de conducta tan jirovechosas para los fieles, que su lectura ha de ejercer sa­ludable influencia en los ánimos ante los peligros <|ue el sue­ño artificial puede producir contraía salud, y principalmente contra la moral pública. Por otra parte, al mérito del fondo, se unen el plan y orden rigurosamente didácticos, castizo lenguaje, á veces ameno estilo, y tal grado de sinceridad que parece trasparentarse el alma del escritor; cualidades todas (pie avaloran la obra, y contribuirán á su divulgación. Tal es el juicio que he formado; V. K. I., sin embargo, como maestro de la fé y peritísimo además en los estudios expe­rimentales, resolverá lo ipie mejor proceda.—Dios guarde

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CENSURA ECLESIÁSTICA V i l

•' • ^" í- muchos anos.—Siilanianca 30 de Spptipnibrc úr 1S88.—/),-. Francisco fnrriit. KNcmo. úllmo. Sr. Obisi)o 'le Salamanca.

3>o<.vet<. «leí K x c m o , <•• I l i n o . 1'i-ol.-tiU.

iíay un sello que dice:—(Ibisna.ln de S.alanianca, c) d( "clubre de 1H88.

E" vista de la anterior favorable censura, damos Nuestro licrmiso para ([ue se publique el libro titulado Examen del Hipnotismo d la h,z ,ie la Filoso fia, de las Cieneias natu­rales y de la Aforal eristiana, del cual es autor el Doct.ir u . Juan Manuel Bellido (Jarbayo, Catedrático de nuestro seminario toncilúir, á quien dará traslado de este necrcto nuestra Secretaria de Cámara.

Lo decretó y firma S. E. I. c\ Üliispo, mi Scrtor, de que certitico.—.¿-í Obispo de Salamanca.—Vm mandado de >. i-.. 1. el Obispo, mi Señor, Dr. Pedro G. Repila, Se­cretario. ^

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PRÓLOGO

/: 'Vi

i o pocas personas ilustradas y de conciencia recta han tratado con el

i humilde escritor de este folleto la m cuestión del Hipnotismo. Nosotros

procuramos responder á todas ellas de la ma­nera que exponemos y verá el lector, cuan­do pase su vista sobre las páginas que siguen. Amigos muy estimados, nos invitaron á es­cribir algún artículo en la prensa, para saber con brevedad la doctrina que podría susten­tarse en el asunto. La venida del Dr. Das á Salamanca acrecentó la curiosidad de cer­ciorarse sobre la farsa ó realidad de los fenó­menos hipnóticos, y muchos de sus cultos habitantes nos dirigieron preguntas acerca de si era lícito ó ilícito presenciar los espec­táculos de la humana hipnosis. Entonces fué cuando resueltamente nos decidimos á tratar esta cuestión con el Excmo. é limo. Prelado

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PROLOGO

de la Diócesis, Rmo. Dr. Fr. Tomás Cámara y Castro, quien nos dio palabras de aliento para emprender el trabajo que hoy tenemos el honor de presentar al público.

Nuestras aspiraciones se hallarían satis­fechas, si con este folleto lográsemos calmar las ansiedades del corazón salmantino: nues­tra alma rebosará de alegría cuando sepamos que los hombres de criterio en la materia no desechan por completamente inútil este pe­queño libro, para cuya lectura les suplicamos una crítica benévola y desapasionada.

EL AUTOR,

Suan SttaHHíí c6íííi?o (Baiíaxjo.

Seminario Central de Salamanca y Junio 27 de t888.

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('APÍTULO PRIMKRO

Hi|>"<>l¡sino: Su evolución y .lesMiollo cu U» diversos licui-pos ele la Historia. Iniportancia del estudio de la hip­nosis en la época iiresentc. —Omdiciones ])recisas para la

ipnotizacii')]).—]-"ases diferentes que se notan en el sueno piovocado. -Procedimientos para dcsliipnolizar á un so-»ánd)ulo.

j ^ ^ ^ S IPNOTISNÍO. La voz hipnotismo do-I H ) ^ ^ j rivacleUiííriejjfa /iypiios,<:\\\o signitíca iP/Í^^^J! sueño, y con aqui-lla se quiere ex-|/. i H ^ ^ presar el arte de producir el sueño en el hombre de un modo ingenioso. Por hipno­sis entienden los peritos en el arte de dormir, A la perturbación nerviosa que resulta al in­dividuo en quien se hubo provocado el sueño. Para M. Richer la hipnosis es una enferme­dad histérica, acompañada de letargo, cata-lepsia, estado sugestivo y sonambulismo. M. Charcot no dudó afirmar el año 1882,ante la Academia de Medicina de París, que la hip-

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tíXAAÍEN DEL HIPNOTISMO

nosis era, una neurosis experimental, y que los fenómenos hipnóticos eran la manifesta­ción morbosa de los que el fisiólogo examina en el sueño y sonambulismo natural.

Tal es el concepto de hipnotismo, según los sectarios más competentes y famosos en el arte.

Resumamos ahora las vicisitudes por las cuales ha pasado el hipnotismo en los diver­sos tiempos de la humana historia.

Corría el año 1778, cuando un ilustre mé­dico alemán, el Dr. Antonio Mesmer, anima­do de nobilísimos deseos, quiso aprovechar la benéfica influencia del magnetismo sobre el organismo enfermo de sus pobres clientes. Al efecto se valía de una varilla imanada, que tomaba con su mano derecha y pasaba después sobre la persona enferma muchas veces, logrando que ésta entrara, al fin de más ó menos tiempo, en un sueño profundo.

En París dejó Mesmer fama de hipnoti­zador excelente, y tuvo discípulos entusias­tas é imitadores fervorosos en el Marqués de Puysegur y en el Dr. Pétetin, obteniendo éste último en Lyón fenómenos sorprendentes por medio de la transposición de los sentidos; puesto que los catalépsicos de Pétetin oían con el epigastrio y leían con el occipucio.

En 1815 el desgraciado abate Faria quiso dar lecciones de hipnotismo, y sus procedi­mientos mágicos imprimieron un nuevo ca­rácter al magnetismo Mesmeriano.

Faria, con efecto, abandonó el imán y

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KXAMKN DEL HlHNdTlSiVK

fcho^ mano del imperio de su voz para dor­mir ;i sus clientes. Dormid, decía l-'aria á los enternios, y éstos, como hechizados, al punto realizaban el mandato recibido: los párpados cubrían el brillo de la córnea de sus ojos, lí­vido aparecía el color de la epidermis, desen­cajado el semblante y rígidos los brazos y aemas miembros del cuerpo: la respiración se_ hacia más lenta, se trastornaba la circula­ción sanguínea y todo el sistema nervioso so colocaba en estado violento. Faria extendió también sus observaciones á los individuos sa­nos y pocos momentos le bastaban para ha­cerles sumir en un letargo profundo, en el que presentaban aquéllos el aspecto repugnante de un cadáver, aunque antes do la hipnotiza­ción hubieran gozado de la salud más robusta y vigorosa.

.•^" ^} mismo año que Faria hacía sus ex-Hr, "f.' * ' ^"^ia- permitió que en su territo-

o se dieran públicas sesiones de hipnotismo. ' uecia, i^rusia y Dinamarca en 1817 siguie­ron el mal ejemplo de la Rusia.

J-a curiosidad por una parte, y el deseo por otra de averiguar la causa de los hechos raros que los hombres observaban en la hip­nosis, arrastró, desde fines del pasado siglo hasta el primer tercio del presente, á sabios tan ilustres y versados en las ciencias natu­rales como Laplace, Cuvier, Arago, Berze-lius, Hussón, Recamier y otros muchos, y todos ellos, después de minucioso examen, afirmaron de consuno, que son ciertos los fe-

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KXAMKN DEl. HIPNOTISMO

nómenos del sonambulismo provocado, aun­que la causa de su producción fuera por ellos ignorada. El carácter francés, ávido siempre de nuevas impresiones, y curiosos é investiga­dores nuestros convecinos septentrionales, cual ningún pueblo de la tierra, repitieron con furor los espectáculos hipnóticos, y en 1831 la Academia de Medicina de París encargó á diez Doctores de su confianza para que, diri­gidos por llussón, informaran sobre la vera­cidad de los hechos, llamados de clara visión, intuición Y previsión ivierno, que decían ob­servarse en el sueño producido por artificios y manejos de los hombres.

El astuto Dr. Hussón, ardiente magnetó-filo, deseaba á todo trance difundir el hipno­tismo por la Francia; faltábale la sombra pro­tectora de una autoridad competente, como era la Academia de Medicina de París, y á ella acudió para que decidiera la cuestión planteada sobre la realidad de una multitud de fenómenos, que no pocos sospechaban y hasta calificaron de fabulosos y quiméricos.

La comisión nombrada falló, sin embar­go, el litigio pendiente en favor de los secua­ces del Mesmerismo hipnótico; se dio cuenta á la citada Academia de los hechos por el Dr. Hussón, ponente de la causa, y sin dis­cusión ni examen científico, quedó sentada la verdad de aquéllos, por más sorprendentes y admirables que parecían haber sido las cir­cunstancias de su verificación.

Pesarosa, sin disputa, la célebre Acade-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO S

mía de París, de haber sido tan crédula en negocio de trascendencia gravísima, declaro solemnemente en 1840, que desde entonces se abstenía por completo de examinar los fe­nómenos magnéticos, porque en su concepto el hipnotismo no merecía la atención y el es­tudio de los hombres dedicados á la ciencia.

Semejante determinación fué leída y co­mentada en todos los países, y produjo, como era de esperar, honda división en el ánimo de los que se jactaban de seguir los proce­dimientos curativos de Mesmer. Unos, con efecto, negaron la realidad de los fenómenos magnéticos, admitidos hasta entonces sin dis­cutirse apenas; otros los admitieron, pero pro­curaban explicarlos acudiendo á la destreza del operador y á pactos convencionales que suponían existir entre las personas que des­empeñaban algún papel importante en el jue­go hipnótico, merecedor de apellidarse úni­camente bufonada de prestidigitación.

Despreciado ignominiosamente el hipno­tismo por los médicos de algún valer en Fran­cia, sus prácticas ridiculas y sus hechos fabu­losos quedaron á merced de saltimbanquis de teatro y hechiceros de tertulia, que tra­bajaron con ardor por sostener el prestigio Mesmerista á costa del bolsillo de los necios, de la salud de los tontos y del aplauso po­pular.

No sucedió lo mismo en la poderosa Al-bión. Efectivamente, en Manchester, ciudad de Inglaterra, el Dr. James Braid trató de

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6 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

restaurar el hipnotismo antiguo, y en 1843 publicó un tratado de Neuripnología, en que habla con seriedad aquel médico ilustre y re­ligioso sobre los fenómenos que se realizan en el sonambulismo provocado.

El impulso dado en Inglaterra por Braid á los estudios hipnóticos, ha tenido eco en muchos puntos de la culta Europa. Las revis­tas, los periódicos, los libros y la trompeta de la fama, hacen de consuno recordar los hechos admirables obtenidos en Italia por Donato y Zanardelli, y en Alemíinia por Hansen, y en la misma Inglaterra por Hach-Tuke,y en Es­paña por Das, y en Francia por Charcot, Ch. Richet, Liégeois, Liébeault y Bcrnheim, K. Beaunis y Dumontpallier, etc., los cuales, en unión de otros muchos bufones de salón y de teatro, no han cejado en la empresa de difundir en nuestros días las prácticas hipnó­ticas, á pesar de que tal uso es harto peli­groso y detestable.

Importancia del estudio de la hipnosis en la época presente. El simple hecho de haber tomado hoy los fenómenos hipnóticos un vue­lo colosal en las naciones más cultas de la tierra, y la consideración de que la neurosis, producida en el individuo á quien se duerme de un modo artificial, aumenta de día en día los padecimientos que aquejan á la sociedad humana, son motivo suficiente para que los hombres religiosos y de ciencia procuren di­rigir sus estudios á semejantes pruccdimicn-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 7

tos de curación médica moderna y de distrac­ción popular, con el fin noble y desinteresa­do de advertir los peligros y accidentes ane­jos á su uso, y de apartar las inteligencias, extraviadas con el oropel de los descubri­mientos, de las torcidas sendas en que se apaga el brillo encantador de la verdad, y se ponen á mansalva asechanzas insidiosas á la conciencia y al honor.

Somos, ciertamente, amigos entusiastas de inquirir la verdad entrañada en los fenó­menos, que se realizan de un modo natural ó artificioso á la vista del simple observador; sabemos que los problemas fisiológicos son hoy el tema obligado de las conversaciones, y que los estudios de antropología tienen in­terés especialísimo en la época presente; pero también comprendemos que sobre todos los descubrimientos de la ciencia, se halla la vida moral y física del hombre. Importa muy po­co hacer experiencias sobre la excitabilidad nerviosa, y sobre la delicadeza y perfección con que funciona el organismo de un sujeto en estado de sonámbulo, cuando no es esta su condición ordinaria de vivir. Estamos con­vencidos de que el médico fisiólogo puede observar perfectamente en el silencio de los gabinetes y hospitales clínicos los paroxis­mos de catalepsia y epilepsia, que de ordina­rio presentan los enfermos de neuralgia.

En los asilos del dolor encuentran á menu­do los Doctores suficiente número de histéricos en quienes pueden estudiar los momentos de

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO

delirio, y los eíectos que en aquéllos produce el simple recuerdo de pasiones violentas, y to­dos los géneros de locuacidad, de alucinación mental y de quiméricas imaginaciones, sin que haya precisión de añadir nuevas iicítro-sís á la doliente especie humana para satis­facer las exigencias de la ciencia de los se­ñores médicos.

De las reflexiones que anteceden se de­duce, en nuestro concepto humilde, que la cuestión del hipnotismo merece la atención de los hombres de valía y competencia, para que, aunando svis razonamientos, se resuelva pronto la conveniencia ó perjuicio que á la sociedad resulta de las prácticas hipnóticas.

Coiidicionrs precisas para la htfnotizaciihi. Pocos años hace que era común opinión en­tre los médicos juzgar incapaces de sonam­bulismo artificial á todas las personas que no estuvieran afectadas de histerismo. Los tra­bajos concienzudos llevados á cabo, con éxito feliz, por el Dr. Liébeault, desde el mes de Agosto de 1884 hasta fin de Julio de 1885, demuestran que de cien personas influidas por aquél, entraron i8'7 en el período de so­námbulas, y en sueño profundo j s 'g ; y que hecho un cálculo medio de los individuos in­capaces de ser hipnotizados por el Doctor re­ferido, resultaba que aquéllos ascendían so­lamente al si(<tc y nueve décimas por ciento.

El profesor Bernheim logró hipnotizar el 19'g por I üo hasta el período de sonambulis-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO

mo, é hizo aletargar profundamente el 45'3 por IDO, siendo todos los demás influenciados por aquél, con excepción del 2'6 por 100. Así resulta de la estadística que el profesor cita­do publicó en 1880.

Se había creído, también erróneamente, que las mujeres eran mucho más hipnotiza­bles que los hombres; pero la experiencia ha demostrado al Dr. Liébeault, que la desigual­dad de sexo influye poquísimo en los resulta­dos medios; porque mientras de cien mujeres las i9'4 llegan á sonílmbulas, la proporción relativa de los hombres se eleva al i8'8 por ciento.

La curiosidad de Liébeault, le condujo á inquirir la influencia que la edad podía ejer­cer en los resultados de la hipnotización, y id efecto se colocan en el siguiente cuadro las proporciones centesimales halladas por aquél.

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lO EXAMEN DEL HIPNOTISMO

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EXAMKN DEL HIPNOTISMO

Consultada la estadística anterior, apare­ce que con un poco de constancia y operando Liébeault en gabinetes donde reinaba la cal­ma y el silencio, pudo hipnotizar, aunque en diverso grado, á todos los niños y jóvenes hasta los catorce años, y que los periodos más aptos de la vida del hombre para hacer en­trar á éste en estado de sonámbulo, son los comprendidos por la edad de 42 á 49 años, 28 á 35, 14 á 2 1, o á 7 y 7 á 14, en que toca su límite máximo (i). Es asimismo digno de advertirse, que los resúmenes consignados en el cuadro son aplicables á hombres y mu­jeres, sin distinción ni diferencias notables, y que los sujetos sometidos á las experiencias del Dr. Liébeault proceden de poblaciones diversas, siendo los unos de constitución en­deble y otros de robusta, pudiendo, de consi­guiente, tenerse en adelante por seguro, que la inmensa mayoría de los individuos de la especie humana es capaz de sufrir los efec­tos de la hipnosis, con tal de que se presten aquéllos voluntariamente á ser influidos por el hipnotizador durante un tiempo más ó me­nos largo, que dependerá en gran parte de la habilidad, destreza y demás circunstancias que debe reunir un buen operador.

Ahora bien; los procedimientos para conseguir la hipnotización de un individuo

(l) Puede consuUarse El sonamhulLtmo provocado dt ¡i- Beaicnis, traihicidn al cs]iafíol por Enrique Simancas y Larsé, Madrid, J 8 S 8 , páy. 9 . - 14.

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12 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

son muy variados, á juzgar por lo que dicen en sus obras y folletos los experimentadores.

• Hay quien, siguiendo al inglés James Brait, causa en pocos minutos la hipnosis, haciendo que el sujeto hipnotizando fije la vista en una llama ó en un objeto brillante.

El belga Alfredo Donato duerme á las personas comprimiendo á éstas fuertemente las muñecas y dirigiéndolas á un tiempo mis­mo una mirada selvática.

El italiano Zanardelli aprieta con ener­gía los pulgares de las manos, mira con fije­za al individuo sometido á su experiencia, y le deja sonámbulo al compás de melodiosa música.

El Dr. Das, italiano de nación, hipnotizó en Salamanca el 18 de Junio del año corrien­te á su señora esposa, sin más operaciones que la de clavar en aquélla la vista de un modo sostenido durante dos minutos.

Un joven Doctor é ilustrado médico hip­notizó también en la corte madrileña el 2 2 de Junio de este mismo año, á varios vendedores de periódicos, mirándoles de una manera sal­vaje y fija, y apoyando los pulgares sobre las órbitas de los ojos de aquellos muchachuelos.

El profesor H. Beaunis, fisiólogo de Nan-cy, acostumbra á mandar con imperio que le miren con fijeza sus clientes, y al poco tiem­po suelen quedar en estado de sonámbulos.

En una palabra, el elemento principal de que hay precisión de servirse es la vista del hipnotizando, debiendo procurarse que aqué-

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EXAMEN J>EL HIPNOTISMO 13

Ha se fije á toda costa en un objeto cualquie­ra, brillante á ser posible, y de esta suerte se consiguen efectos admirables en la persona hipnotizada, que pueden clasificarse de la si­guiente manera:

Fases diferentes que se notan en el sueño hipnótico. A fines del pasado siglo el ale­mán Mesmer obtenía por los pases de su vari­lla imanada sobre los enfermos, los fenómenos que á contiimación presentamos resumidos: i,^ Convulsión nerviosa; 2.° atracción miste­riosa é irresistible del magnetizante respecto del magnetizado; 3.° parálisis total ó parcial de los miembros del magnetizado por el tiempo que determinare el magnetizador; 4.° priva­ción de la sensibilidad, y aumento, en ocasiones muy exagerado, de aquélla en ciertos puntos del organismo influido; 5.° sueño magnético, en el cual la persona magnetizada conserva única y exclusivaniente comunicación íntima con el magnetizante, ó con las personas que por intermedio de aquél toquen mediata ó inmediatamente al sujeto hipnotizado; 6.° so­nambulismo lúcido, en cuyo estado se obser­va que el individuo, dormido profundamente, lee con los ojos cerrados, con el codo y al través del occipucio, penetra los pensamien­tos ajenos, ve el interior'del organismo hu­mano y diserta con brillantez sobre los medios curativos de una enfermedad determinada.

El Dr, liébeáult admite cinco grados en la hipnosis provocada: i.° somnolencia, acom-

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14 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

panada de pesadez de cabeza y embotamien­to de la sensibilidad; 2." sueño ligero, en el cual oyen las personas la conversación de los que hablan en sitio próximo; 3.° sueño pro­fundo, durante el cual sigue el hipnotizado en relación con las personas que le rodean, ejecu­ta maquina] mente lo que aquéllas ó el hipno­tizador le sugieren, responde á sus preguntas y no se acuerda al despertar de lo que hizo, dijo ú oyó durante su letargo; 4.° sueño muy profundo en el cual la persona hipnotizada se aisla por completo del mundo que le ro­dea, conservando solamente relación con el que la hubo dormido; 5." sonambulismo en el cual los miembros del hipnótico conservan la posición que les da el operador, y los mo­vimientos que éste les imprime se continúan á voluntad suya dé un modo mecánico; el su­jeto paciente no oye masque al hipnotiza­dor, ni responde á otras preguntas que á las sugeridas por aquél, pudiendo recibir de éste órdenes y mandatos, que serán realizados con puntual exactitud y de un modo inconsciente en el día y hora que al hipnotizador pluguie­ra determinar, en la confianza de que al des­pertar olvidará completamente el hipnotizado todo cuanto ha sucedido durante el sueño provocado. -El estado del sonámbulo es tan especial, que en él recuerda perfectamente todo lo que realizara en estado de vigilia du­rante los años de su vida entera, se aumenta en él la sensibilidad auditiva, la del gusto, olfato y tacto de una manera prodigiosa, y

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 15

en tales circunstancias, es capaz el hombre de padecer alucinaciones horribles y ejecutar ac­tos de criminalidad estupenda (i).

Ya el abate Faria conoció perfectamente los caracteres del sonambulismo artificial á principios de este siglo, puesto que bajo el im­perio de su voz transportaba en un momen­to á sus hipnóticos á amenísimos jardines, y por sugestión les hacía gozar el perfume de­leitoso que despiden las flores del limonero y naranjo.

Si en estado de hiperestesia semejante y de trastorno nervioso era invitado el sonám­bulo á olfatear la delicada esencia del jazmín y de la rosa, al punto se operaba en aquél una transformación rarísima, en cuya virtud, pasando la imaginación del infeliz paciente por una serie de alucinaciones estrambóticas, venía á mostrar con sus gestos, ademanes y palabras, que respiraba el aroma embriaga­dor de un vergel, poblado de rosales y jaz­mines, en plena floración.

M. Du-Potet sobrepujó al abate Faría en las prácticas hipnóticas, y jugando con sus adormecidos catalépsicos, hacía que éstos cambiaran el estado de anestesia ó insensibi­lidad, por el de hiperestesia, ó sensibilidad delicadísima, logrando que sus clientes, en circunstancias de sonámbulos, percibieran los sonidos más débiles, cual si fueran ruidos de

(I) Véase Beaunis.—El Sonambulismo, obra citada» p4g. 19—198.

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16 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

intensidad colosal, y que, soñando, se creye­ran á los bordes de precipicios espantables, y en luchas gigantescas que primorosamente fingían entablar contra una plebe sedienta de sangre y ansiosa de tumulto y alboroto.

Resumiendo, pues, los hechos observa­dos en la hipnosis provocada, y teniendo en cuenta la descripción que de ella hacen los hipnotizadores modernos, nos ha parecido conveniente distinguir en el sujeto hipnótico, las siguientes fases:

I." Fascinación. En esta fase el hipnoti­zador comienza por fijar la vista de la perso­na, que voluntariamente y sin reserva se le entregara para los efectos de la hipnotización. Durante el tiempo que transcurre hasta ce­rrar los párpados el hipnotizando, siente éste una como atracción irresistible y afecto miste­rioso y carnal hacia su hipnotizador. 2?- Sucr ño artificial. En esta fase embarga á las per­sonas un letargo más ó menos profundoy en el cual los miembros quedan paralizados total ó parcialmente, y aislados los individuos por completo de cuanto les rodea, con excepcióh del hipnotista, respecto del cual siguen en ÍQ-tima comunicación, obedeciendo sus Hidiea-ciones de un modo indeclinable. Es período de la hipnosis verdaderamente fatal, puesto que el hipnotizado realiza como un instru­mento de mecánica los actos sugeridos por el hipnotizador, entiende lo que éste quiere que entienda, ama lo que le permite el mag-netólogo, siente y se imagina todo cuanto á

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 17

éste pluguiera fingir en su chirumen: la vo­luntad, en fin, el sentimiento y la imaginación del infeliz hipnotizado se hallan á merced del hipnotista, sin límite ni restricción alguna.

En la 3.'' fase se presentan los fenómenos del sonambulismo lúcido, y en ella el hipno­tizado adquiere facultades verdaderamente raras, puesto que penetra el interior del orga­nismo de un hombre, le observa minuciosa­mente é indica su padecimiento ó ausencia de lesiones viscerales, lee y habla en idiomas que nunca conoció, entabla discusiones filo­sóficas, descubre mil secretos ofensivos, y adivina los sucesos que pasan á distancia del sitio donde la hipnosis se realiza.

Como nosotros no hemos presenciado nunca sesiones de hipnotismo, nuestros lec­tores habrán de permitimos que les citemos autoridades hipnotistas, á fin -de comprobar que en la hipnosis provocada se verifican ac­tualmente los hechos conglobados hasta aquí.

Efectivamente, apoyado Campili en el tes­timonio de Richer afirma que en el sueño mag­nético se manifiestan los caracteres siguien­tes: i.° Letargo, ó sueño profundo, acompa­ñado de catalepsia, en que el paciente se des­poja parcial ó totalmente del movimiento y de la sensibilidad: 2.° Estado sugestivo, en el cual ejecuta el catalépsico multitud de opera­ciones que el hipnotizador le ordena, sin que pueda aquel sustraerse á los mandatos ó su­gestiones recibidas; 3.° Sonambulismo ó esta­do en que adquiere el hipnótico en su inteli-

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i8 EX:AMEN DEL HIPNOTISMO

gencia y sentidos energía rara y vigor pro­digioso, obrando, empero, siempre como un simple autómata dirigido por el magnetiza­dor (I).

El hipnotizador Donato, durante los me­ses de Mayo y Junio de 1886, hizo dormir á una multitud de jóvenes honrados, distingui­dos caballeros y oficiales del ejército de Ita­lia ante una turba numerosa de todas las cla­ses sociales que, ávida de impresiones, acu­día en tropel al teatro Scribc de Turín. El operador fascinaba con su mirada penetrante á los sujetos, los apretaba fuertemente las mu­ñecas, y después de unos instantes, los pacien­tes se dormían y realizaban mil extraños mo­vimientos de gozo, de miedo, de plegaria, et­cétera, y jugando unas veces, y gesticulando otras de un modo ridículo, marchaban con fijeza hacia los puntos del espacio, que por mera sugestión les determinara el charlatán hipnotista. Una mirada simple de Donato era suficiente para que el sonámbulo entendiera lo que había de ejecutar; el hipnótico leía en el magín del magnetólogo, al modo que un despierto habría podido hacer, dirigiendo su vista á un pergamino en que las órdenes de aquel se hubieran estampado previamente.

En una palabra; la ciudad de Turín y también la de Milán, fueron testigos, en la primavera, indicada, de que los hipnotizados

(I) Véase Campili, Yl grande Hipnotismo, pag. 2. Tu­rín, 1886.

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k J t A M E Ñ DEL HIPNOTISMO 19

pierden, por influjo del hipnotizador, la con­ciencia de su personalidad, y dominados por el delirio y alucinados de un modo extrava­gante, se ven privados del uso natural de la razón,, de la memoria y los sentidos, adqui­riendo, en cambio, facultades raras, cuyo ejer­cicio se realiza mecánica y pasivamente á discrección y voluntad del hipnotizador (i).

Es tan cierto lo acabado de decir, que se­gún refiere el periódico Z ' Italia, en uno do los números del mes de Mayo de 1886, ocu­rrió en Turín el siguiente caso. Estando de visita Donato en cierta casa, hipnotizó á una joven, apoyando una mano sobre la nuca de aquella y mirándola fijamente. Luego que la hubo dormido, colocó en su mano diestra un puñal y la mandó con imperio que asesinara con él á su madre propia. Anegada en lágri-nias la desdichada joven, se dispuso á cum­plir una orden tan horrible, y la hubiera eje­cutado irresistiblemente si Donato- mismo no la hubiese detenido en su paso fatal.

El periódico La Unión Católica refiere que el 22 de Junio del actual año de 1888, un Doctor hipnotista durmió en Madrid profun­damente á una señora, y al sugerirla después sensaciones de frío y de calor, se vio que la paciente hacía gestos de persona que se hie­la ó que se asfixia.

(') Véase el capitulo V áé. Hipnotismo del célebre je­suíta P . Franco, traducido al castellano por el Dr. D. Joa -quin Font y Bnfer.—Barcelona, 1888.

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20 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

También indica el periódico citado que el hipnotista médico sugirió durante el sueño á otra señora, y la impuso que á una hora fija y después de despertar, disparase dos tiros de pistola sobre un espectador, y asesinara con un puñal á otro. La señora, con efecto, despertó de su letargo al recibir la orden del hipnotizador, y al llegar la hora señalada, Se levantó furiosa, tomó- el puñal, que de inten­to era de cartón, y le hundió sobre el pecho de la persona indicada para ser víctima suya. Lo mismo ejecutó con la pistola, disparándo­la dos veces, según la sugestión, para con­sumar un homicidio, que sin remedio hubiera realizado, si el instrumento de que se valiera tuviese proyectiles.

Entre las experiencias de Donato, verifi­cadas en Milán dos años hace, cuenta el Pa­dre Franco la siguiente en la página 47 de su obra£/ Hipnotismo. Hipnotizó Donato, según costumbre, al estudiante Furia y le imperó suicidarse durante el sueño profundo: al efec­to le entregó un puñal de papel, y el incons­ciente Furia se lo asestó en el pecho, cayendo en el suelo redondo, como si en realidad se hubiera asesinado.

El Dr. A. Voisin hipnotizó á una joven de vida relajada y costumbres vergonzosas. Tan aletargada quedó la desgraciada pacien­te, que su fisonomía tenía aspecto contraído y cadavéiáco, las manos quedaron pálidas y desdeñosamente colocadas sobre los brazos

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 2 !

de una modesta silla, catalépsico, en fin, todo su cuerpo y en anestesia completa.

El Doctor punzó entonces con un alfiler á la joven varias veces, y ésta permaneció in­sensible á los pinchazos: la sugirió después que descubriera los secretos de su vida pa­sada, y al punto aquella hizo una revelación minuciosa de todos los percances de su con­ducta lasciva y deshonesta (i).

M. Demarquay y M. Giraud-Teulon citan asimismo el caso de una señora que, sumida en el sueño hipnótico, les hizo confidencias tan sumamente graves para su honor, que se apresuraron á despertarla, á fin de no expo­nerse á que revelase aquella mil secretos, que importaba conservar ocultos por derecho na­tural.

El Dr. Liébeault afirma que una joven hipnótica le hizo una confesión acabada de sus culpas (2).

M. Pitres, en la página 60 de su libro Suggestions hypnotiques, citada por el pro­fesor H. Beaunis en el folio 223 de su obra El Sonambulismo provocado, asegura que ha­biendo hipnotizado á una mujer, hizo come­ter á ésta un asesinato por sugestión durante 6l sueño, y que hubo precisión de volverla á dormir para que confesara su delito.

(1) Véase Magnetüme é hifnofisme par Cullerre, pagi­na 338.—París, 1886.

(2) Véase El Sonambulismo de H. Beaunis, versión cas­tellana de Enrique Simancas.—Madrid, 1888, pág. 213.

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2 2 EXA.MEN DEL HIPNOTISMO

Cierfo día el profesor fisiólogo de Nancy, M. H. Beaunis, hipnotizó á la joven A. E., di-ciéndola con imperio solamente, dormi'd.T)e&-pués la sugirió que al despertar bajase al co­medor, y tomando del cajón de los cubiertos una cucharilla de plata, la escondiese en el bolsillo de su amiga la señora H. A., sin que ésta lo notase. Hecha una vez la sugestión, impuso á su hipnótica Beaunis la obligación de no acordarse de la persona que la ordenó ejecutar el indicado robo. Inmediatamente despertó A. E., obedeciendo el mandato que la intimó Beaunis, y al cabo de un instante, la fisonomía de la joven sugerida se turbó, y mirando á cuantos presenciaban el hecho, con aire extraño, y como agitada de ansiedad, se levantó del asiento y se dirigió resueltamen­te al comedor, tomó la cucharilla de plata y volvió á la habitación con el rostro encendi­do y sofocado de vergüenza. Entonces su amiga la señora H. A. la preguntó: ¿Qué ha­cíais ahí? señalando al lugar de donde había venido. La joven A. E. respondió en seguida. ¿Yo? Nada.... Y continuó hablando tranquila, y como si nada en realidad hubiera hecho.

Viendo el Sr. Beaunis que la joven A. E. no realizaba la segunda parte de la suges­tión, la convidó á dar un paseo por el jardín de la casa en compañía de la señora H. A., y como pasaba tiempo y la A. E. no metía la cucharilla do plata en el bolsillo de H. A., el hipnotizador la volvió á dormir de nuevo, y paseando, la dijo: ¿Qué habéis hecho antes?

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 23

He robado una cucharilla de plata, respondió la joven con acento tranquilo. ¿Y por qué? replicó el hipnotista. No lo sé, contestó con desenfado la A. E. ¿Sabíais que tal hecho era un delito? Entonces la joven contestó á Beau-nis: no podía hacer otra cosa; no es culpa mía, estaba impulsada. Interrogada lueg-o so­bre cuál era la causa de no haber escondido la. cucharilla de plata en el bolsillo de su ami­ga, replicó con llaneza y sencillez que no que­ría que la culpa recayera sobre otra persona ajena en el asunto del robo.

Entonces Beaunis la volvió á preguntar. ¿Y qué ibais á hacer de esa cucharilla? ¿Dón­de la ibais á poner? ¿En vuestro cuarto? No la hubiera guardado, nunca me hubiera ser­vido de una cucharilla robada; la hubiese tirado, replicó con energía la joven. Un mo­mento después fué mandada despertar, pero al indicarla que si tenía conocimiento alguno del ocurrido suceso y de la conversación con ella sostenida acerca del asunto, afirmó con franqueza que no sabía de qué negocio se trataba, ni recordaba que con ella se hubiera hecho conversación ninguna en momentos anteriores. La joven A. E. había obrado en todo de una manera mecánica y puramente pasiva; no tuvo conciencia de sus actos, y he­cha abstracción de que el robo fué volunta-río en ella por haberse sometido y entregado con entera libertad en manos de un hipnotis­ta, que para fines malévolos podía abusar de su condición inconsciente, habría que decía-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO

rarla absuelta de su crimen ante Dios y ante los hombres (i).

El Dr. Liébeault dice terminantemente que el sonámbulo, bajo el imperio de la su­gestión hipnótica, ejecuta operaciones con la fatalidad de una piedra que desciende hacia el centro de la tierra. Si á un hipnotizado du­rante el sueño se le dice: dentro de diez días haréis tal cosa á una hora determinada, escri­biréis, por ejemplo, sobre un papel, lo cerra­réis luego y lacraréis, sin acordaros después de cuanto hubierais hecho, se observa que, en el día marcado y á la hora prefijada, el acto se verifica, y el sujeto realiza exactamente cuanto se le hubo sugerido, sin acordarse de lo que hizo, ni darse cuenta de lo que obró, siendo necesario hipnotizar de nuevo al indi­viduo para que en el sueño revele las circuns­tancias todas de sus operaciones, y en la in­teligencia de que se disculpará diciendo siem­pre que no estuvo en su mano obrar de otra manera (2).

En comprobación do las aserciones pre­cedentes, sentadas por el Dr. Liébeault, de conformidad con el común sentir de los pe­ritos en el arte de dormir, el lector dispen­sará que le contemos el siguiente caso. En la tarde del 14 de Julio del año 1884, hipno­tizó el profesor Beaunis á la joven A. E. y la

( I ) Beaunis.—El Sonambtil/smo provocado, \yÁ^s, 199-iOi.—MadrUl, 1888.

(2) Véase Beaunis, obra citada, págs. 188-190.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 25

sugirió de esta manera: «El i." de Enero de 1885 me veréis á las diez de la mañana; iré á felicitaros la entrada de año y después de esto desapareceré.»

Ahora bien; el indicado día i.° de Enero de 1885 la joven A. E. estaba et\ Nancy y Beaunis en París, y, sin embargo, por refe­rencia de la citada A. E. á otra amiga suya, hecha en el mismo referido día, y repetida más tarde al Dr. Liébeault, á Beaunis y otras personas de importancia, á las diez de la ma­ñana en punto sintió la joven que llamaban á la puerta de su cuarto, y con gran sorpre­sa suya vio entrar en él á Beaunis, y que éste la felicitaba el año nuevo, desapareciendo después, según fué la sugestión (i).

M. Richer afirma en la página 7 48 de su obra La Grande Hysterte, que al hipnotizar á la señora Witt la sugirió, durante el sueño, que en despertando, su mano sería incapaz de escribir una palabra sola, por más que se la dejaba expedita para ejecutar las operacio­nes de costura, lavado, prensión, etc., que de­be hacer muchas veces una mujer, dedicada al régimen y aseo de una casa. Richer man­dó luego despertar á la señora Witt, y, al pretender escribir ésta, no pudo conseguirlo, pues los dedos se levantaban rígidos, el pu­ño se abría y era imposible tomar la pluma con la mano. La escena fué triste y lamenta-

(l) Véase Beaunis .—El Sonambulismo provocado, pá­gina 243-44.—Madrid, i888.

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26 E X A M E N DEL HIPNOTISMO

ble para una señora, que de repente veía in­utilizarse para un oficio de gran estima y con­veniencia suya.

Compadecido el hipnotista de la situación de su sonámbula, no quiso por mas tiempo prolongar la diversión; hipnotizóla de repen­te y la sugirió de nuevo, que al despertar habría recobrado la facultad de escribir. La predicción sugerida tuvo acabado cumpli­miento y resultado feliz.

M. CuUere asegura que una joven fué violada, con gravísimo detrimento de su ho­nor, mientras estuvo profundamente dormida por haberse permitido hipnotizar; y el mismo autor afirma que una señora se volvió loca de vergüenza, al informarse de que un médi­co hipnotista pretendió ultrajarla en la hip­nosis, con un atentado que la pluma se re­siste á describir (i).

El célebre hipnotista Dr. D. Abdón Sán­chez Herrero, consigue en Valladolid de sus clientes catalépsicos fenómenos raros de so­nambulismo lúcido.

Sabemos, con efecto, que en Enero de este año 1888, hizo que su hipnotizado, An­tonio García Lagar, leyera correctamente eti­quetas farmacéuticas y artículos de la prensa periodista, teniendo los ojos cerrados por

( I ) Véase El hipnotismo por e'. P . Franco, versión cas­tellana del Dr. D. Joaquín Font y Botar.—Barcelona, i88H, pág. 74; 2.* edición.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 27

completo y hallándose sumido en un sueño profundo.

El aludido joven seguía con toda preci­sión y exactitud la sinsinuaciones de su mag­netizador: padecía accidentes epilépsicos y reumatismo articular, no podía manejar los brazos para ponerse la ropa que vestía, y bastaba, sin embargo, las imple sugestión del Dr. Herrero, para que el organismo de An­tonio no sufriera dolores en el sueño, y se volviera capaz de llevar á cabo toda clase de actitudes con maravillosa expedición.

El profesor César Lombroso, en su obra Studi sull hipnotismo, páginas i y 11, asegu­ra terminantemente, que ha obtenido de sus hipnotizados el sorprendente fenómeno de la escritura alemana á pesar de que les era des­conocida la lengua por completo.

El famoso catedrático de Italia Zanarde-lli, y el insigne clínico C. Richet afirman de consuno ser testigos en sus naciones respec­tivas de que los hipnotizados por ellos leen con facilidad en varias ocasiones al través de los cuerpos más opacos, y que refieren con prodigiosa maestría los sucesos que durante su catalepsia pasan en países muy distan­tes (I).

El célebre filósofo y jurisconsulto emi­nente de Inglaterra, M. S. Cox, de acuerdo Con el sabio naturalista M. R. Wallace, dicen

(í) Véase El hipnotismo del P. Flanco, pág. 230-31.

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28 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

haber observado ellos mismos en un joven, dependiente de una casa comercial, ignoran­te, y sin estudios literarios ni científicos, que en el estado de la misteriosa acción hipnótica discutía de un modo admirable, y con lengua­je escogido, estilo elegante y frases apropia­das, las difíciles cuestiones sobre la prescien­cia de Dios, el fatalismo y la libertad del hombre, respondiendo siempre con sensatez y energía á las preguntas más intrincadas que en la Psicología se ventilan por los ge­nios filosóficos.

Cuando -el sonámbulo recuperaba su esta­do natural, perdía por completo la ciencia elo­cuente que un cuarto de hora antes poseyera con asombro de los espectadores más sa­bios; puesto que no era capaz de responder el aludido joven á la cuestión más rudimen­taria de Filosofía y hasta no encontraba vo­ces ni modismos en el idioma inglés para ex­presar las ideas más comunes y vulgares (i).

La narración de hechos hipnóticos podría continuarse indefinidamente; pero los referi­dos son bastantes para que el lector se for­me idea clara de los fenómenos más salien­tes, que se notan en las distintas fases de la hipnosis.

Resta, pues, que satisfagamos su curiosi­dad legítima, resumiéndole en pocas líneas

(I) Véase Le Spirithme par le Dr. Paul Gibier, pági­nas 173-74.—París, 1887.

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EXAMEN DEL HIFKOTISMO 2^

los diversos métodos que en la práctica se usan para deshipnotizar.

Procedimientos para deshipnotizar d un sonámbulo. El fisiólog-o hipnotista Beaunis afirma, en la página 34 de su tratado sobre el sonambulismo, que para despertar á un sujeto hipnótico basta mover un abanico de­lante de la cara, ó soplar ligeramente sobro los ojos de aquel, consiguiéndose también el mismo resultado, si el operador manda con imperio que su adormecido despierte. El mis­mo autor afirma, que basta determinar por sugestión á un sonámbulo el tiempo que de­berá dormir, para que despierte aquel exacta­mente en el momento fijado. En muchas oca­siones suele decirse á un hipnótico, «os des­pertaréis cuando sintáis que la mano del hip­notizador toca vuestro brazo ó vuestra fren­te, ó bien en el instante mismo que oigáis tal ó cual palabra,» siendo de advertir, que de ordinario el sonámbulo responde á las in­dicaciones hechas con la precisión de un cro­nómetro.

El profesor Zanardelli suele quitar á sus clientes el sueño catalépsico frotando con un pañuelo empapado en agua fría, los múscu­los rígidos de aquellos, y cuando éstos re­sisten á su método, les toca los brazos con Una varilla de cobre y al punto recobran su estado natural.

El magnetizador Donato despierta á sus hipnóticos, dirigiéndoles al rostro una co-

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EJtAMÉÑ BEL HiPNOriSMU

rriente de aire frío. Así lo confirma la pren­sa de Italia al dar cuenta de las sesiones pú­blicas que dicho señor tuvo en varias ciuda­des de aquel reino durante la primavera del año i886.

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CAPÍTULO II

El liipnotismo es un juego diabólico que envilece la dignidad, degrada la conciencia y de ordinario pone en peligro la salud del hombre.—Los Gobiernos deben fijar su mirada en las prácticas hipnóticas, á fin de evitar, con leyes sabias y prudentes, los males que amenazan A sus administrados por el ejercicio indiscreto de la hipnosis.

NTES de comenzar el desarn^Uo de la doctrina envuelta en los enuncia­dos de este capítulo, conviene que por vía de preámbulo hagamos al

lector algunas advertencias y consideracio­nes que importa sobremanera conocer.

A nadie extraña, ciertamente, que en vir­tud del poderío otorgado por el Creador al hombre sobre el reino animal y vegetal, y también sobre los seres inorgánicos, procure aquel con todo empeño aprovechar el don preclaro de su inteligencia para realizar en 6l mundo físico mil transformaciones útiles,

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con ventaja de las artes industriosas y pro­greso de las ciencias.

Comprendemos, en verdad, que se afane el hombre por combinar de innumerables mo­dos los elementos inorgánicos y orgánicos, á fin de que asi avancen los conocimientos de la Química. Útil es cambiar el color de la ma­teria por medio de sencillas reacciones que la experiencia ha ido enseñando poco á poco, y en fuerza de prácticas asiduas y enojosas.

Importa mucho en circunstancias dadas hacer de ciertos elementos naturales un ju­guete de distracción popular; porque así el espíritu del hombre se ensancha y se recrea, y las fatigas ordinarias del vivir desaparecen y se ennoblecen al propio tiempo las almas con la contemplación de espectáculos que los hombres ingeniosos pueden solamente dis­currir.

¿Quién jamás hubo dudado que la com­bustión del fósforo, del hierro y del magne­sio, en un frasco de cristal, que contenga en estado de pureza al gaseoso oxígeno, son ex­periencias que entusiasman á los expectado-res, porque en un momento observan la des­aparición de aquellos cuerpos en medio de un foco vivísimo que por doquier centellea chispas de irresistible claridad?

¿Quién no se deleita al presenciar la luz purpúrea que emite un hilo delgadísimo de plomo, ó la verde con que se matiza la plata y el cobre, ó la azulada que despide el oro y el estaño, ó la blanca, en fin, con que arde y

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se volatiliza una espiral de hierro ó de plati­no, al ser atravesada por el flujo eléctrico que uejan escapar cuarenta elementos de Bunsen bajo la, forma de emanación sutilísima?

Todo el mundo aplaude al repetidor de las experiencias de Geissler, cuando en tubos apropiados de cristal observa bellísimas es­trías que se tornasolan de verde, rojizo y amarillo naranjado, según que la chispa de un buen carrete de Ruhmkorff los pase, con­teniendo aquellos ácido carbónico, hidróge­no ó nitrógeno, respectivamente.

Nadie ha vacilado nunca en acoger con aplauso la invención de los nitruros de mer­curio, plat^ y oro, de los nitro-picratos de sosa y de potasa y de todas las demás sus­tancias explosivas, cuando manejadas éstas con prudente discrección sirven para conte­ner los alborotos sociales, encauzar á los re­beldes, poner coto á la ambición de los mal­vados, taladrar montañas y desmontar terre­nos, haciendo que éstos se transformen por división mecánica, de incultos en feraces.

¿Quién jamás culpó la destreza de volati­neros famosos, cuando tomadas las debidas precauciones en el orden físico y moral ha­cen la diversión del pueblo con mil contor­siones ridiculas y atrevidos movimientos de equilibrio, que arrancan del corazón de todos aplausos espontáneos y vítores unánimes?

Todos se complacen, sin disputa, en cele­brar las magníficas experiencias de M. Fil-nol, por las cuales se patentiza al hombre de

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un mudo visible ó instantáneo, que, mezcla­dos doscientos centímetros cúbicos de éter sulfúrico con veinte de amoniaco, sé obtiene un líquido de mágico poder, capaz de tornar en verde hermosísimo de yerba de pradera al color rojo que matiza la corola del geranio y de la rosa, y al violado de la lila, y al azu­lado de algunas flores campanudas; sin que deje de admirar á un espectador curioso, que en su mano se halla devolver el cromatismo perdido con sumergir simplemente los péta­los de las flores indicadas en el ácido clorhí­drico, diluido en cien veces su volumen de agua.

Las experiencias y fenómeaos citados, unidos á otros muchos, que sería prolijo refe­rir, cautivan siempre la atención de los sen­cillos y se llevan las miradas y el examen de los hombres ingeniosos; porque sin peligro inmediato de la salud pública y de la hones­tidad y pureza de las costumbres sociales, proporcionan al ánimo solaz, y esparcimiento inocente al corazón humano.

No sucede así, desgraciadamente, con los hechos admirables que á todas horas se halla produciendo en nuestros días el hipnotismo. Por nuestra parte, no dudamos en apellidar juego diabólico á las prácticas hipnóticas, porque estamos convencidos de que ellas son el mejor lazo que en la época presente ha po­dido colocarse á la especie humana para es­clavizarla dentro del ambiente mismoqueres-pira, pronunciando la palabra libertad. Hoy

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que los hombres tratan de descubrir, por cuan­tos medios se hallan á su alcance, los medios de prolong-ar su eh'mera existencia sobre el planeta miserable que habitamos; hoy que la sed de oro y plata ha secado los nobles sen­timientos de los hombres; hoy que apenas pueden contarse unos pocos amantes del sa­crificio y de la mortificación, mientras que •Son innumerables los que marchan por las sendas escabrosas de la corrupción y del li­bertinaje, parece lógico y hasta natural, que el demonio haya inspirado maneras solapa­das de aherrojar con cadenas insufribles é insoportables hierros, á los que se pregonan libres sin tregua ni descanso; y que aquel Ángel de tinieblas procure con empeño oscu­recer las inteligencias de los hombres, á fin de que éstos beban impunes las copas nau­seabundas del placer inmundo, sin gasto ni dispendio de los metales preciosos, que no se hallan muchas veces á disposición de sus ma­nos insensatas; y que Luzbel, por fin, se afa­ne en consumir por momentos las breves existencias" de cuantos se adormecen en el fangoso letargo de los vicios, para que así, después de una vida borrascosa y llena de azares y dolor, comiencen otra interminable de angustia infinita y de tormento sin límite.

Las consideraciones acabadas de apuntar podrían continuarse, pero es ya conveniente pasemos á probar que el hipnotismo envilece ^^ dignidad, degrada la conciencia y pone en peligro de ordinario la salud del hombre.

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36 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

El sentido íntimo testifica de un modo evidente que el hombre es un ser dotado or­gánica, sensitiva é intelectualmente de una actividad prodigiosa, por cuya virtud realiza á cada instante operaciones, no solamente materiales, sino también abstractas y de un orden superior á lo que se toca con las ma­nos y se percibe con la vista y los demás sen­tidos.

Es el hombre una inteligencia nobilísima, que se vale de órganos corpóreos mientras peregrina por este valle de aflicciones y do­lor, para ejecutar los actos relativos á la co­municación con los seres que por doquier le rodean.

El espíritu qiie el hombre siente vivir en sí, lleva el sello de la universalidad en todas las concepciones que realiza. De aquí proce­de que si bien el hombre se impresiona por medio de objetos circunscritos y particulares, sin embargo, al traducir sus impresiones en hechos de conciencia y pensamiento, de tal modo prescinde de las condiciones individua-lizadoras, que formula siempre algún razona­miento general, trasunto fiel de que su mente no se halla regida simplemente por leyes de mecánica. La dote apreciadísima de la liber­tad, que adorna al hombre en todos sus actos conscientes, es una consecuencia palmaria é inmediata de su misma racional constitución. Despojado, efectivamente, el hombre de su racionalidad, obraría guiado de un modo in­declinable por todos los afectos que se des-

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envolvieran en el fondo de su ser al ser impresionado por los objetos exteriores: nin­gún ideal infinito sería capaz de concebir; ninguna belleza sin límites podría formar el objeto de su amor; el placer del cuerpo y el goce de los sentidos llenarían sus aspiracio­nes cuotidianas, y su vida entera no sería otra cosa que una copia exacta del necio que de­lirando afirmara: «las leyes de la fatalidad son mi norte inevitable, húndame yo, pues, en el inmundo lodazal de la materia, viva como los más sucios y asquerosos animales, no haya ley que no se infrinja ni pasión cri­minal que no sea con hartura satisfecha.»

En cambio, sentada la base de que el hom­bre por su naturaleza es racional, queda su dignidad enaltecida de tal suerte, que á todas horas se halla en manos de su propio consejo y tiene la potestad electiva en sus acciones. Perfectamente lo declara así el inmortal Pon­tífice León XIII cuando en su Encíclica so­bre La libertad humana, dada en Roma á 20 de Junio de 1888, se expresa de la siguiente manera: «los animales se dejan llevar sólo de sus sentidos, y sólo por el impulso de la na­turaleza buscan diligentísimamente lo que les aprovecha y huyen de sus contrarios; el hom­bre tiene por guía á la razón en cada una de las acciones de su vida. Pero la razón juzga que de cuantos bienes hay sobre la tierra, todos y cada uno pueden ser, y pueden igual­mente no ser, y discerniendo, por lo mismo, que ninguno de ellos se ha de tomar recesa-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO

riamervte, da poder y opción á la voluntad para elegir lo que quiera. Ahora bien: el hom­bre puede juzgar de la contingencia, como la llaman, de estos bienes que decíamos, á causa de tener un alma por naturaleza sim­ple, espiritual, capaz de pensar, la cual, por ser de tal naturaleza, no trae su origen de las cosas corpóreas ni depende de ellas en su conservación, antes creada por Dios sin in­termedio alguno, y traspasando á larga dis­tancia la condición común de los cuerpos, tiene un modo de vivir propio suyo y modo no menos propio de obrar, con lo cual, abar­cando con el juicio las razones inmutables y necesarias de lo bueno y lo verdadero, co­noce con evidencia no ser, en manera algu­na, necesarios aquellos bienes particulares.» «La libertad, continúa el Pontífice, es pro­pia de los que participan de inteligencia ó razón, y mirada en sí misma no es otra cosa sino la facultad de elegir lo conveniente íi nuestro propósito, ya que sólo es señor de sus actos el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas. Ahora bien: como todo lo que se adopta con el fin de alcanzar algu­na cosa tiene razón del bien que llamamos útil, y éste es por naturaleza acomodado pa­ra mover propiamente el apetito, por eso el libre albedrío es propio de la voluntad, ó me­jor, es la voluntad misma en cuanto tiene al obrar la facultad de elección. Pero de ningún modo se mueve la voluntad si no va delante iluminando, á manera de antorcha, el conoci-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 3Q

miento intelectual; es decir, que el bien ape­tecido por la voluntad es el bien precisamente en cuanto conocido por la razón. Tanto más, cuanto en todos los actos de nuestra volun­tad siempre antecede á la elección el juicio acerca de la verdad de los bienes propuestos y cuál ha de anteponerse á los otros, y nin­gún hombre juicioso duda que el juzgar es propio de la razón y no de la voluntad.» Y añade el sabio Papa: «Si la libertad reside en la voluntad, que es por naturaleza un apetito obediente á la razón, sigúese que la libertad misma ha de versar, lo mismo que la volun­tad, acerca del bien conforme con la razón. Con todo, puesto que una y otra facultad distan de ser perfectas, puede suceder, y su­cede en efecto muchas veces, que el enten­dimiento propone á la voluntad lo que en realidad no es bueno, pero tiene vanas apa­riencias de bien, y á ello se aplica la volun­tad. Pero así como el poder errar y el errar de hecho es vicio que arguye un entendi­miento no del todo perfecto, así el abrazar un bien engañoso y fingido, por más que sea indicio de libre albedrío, como la enfermedad indicio de vida, es, sin embargo, un defecto de la libertad. Así también la voluntad, por lo mismo que depende de la razón, siempre que apetece algo que de la recta razón se aparta, mficiona en sus fundamentos viciosamente la libertad y usa de ella perversamente.»

Y ciertamente que si el hombre no fuera dueño de sus actos, si no estuviera decorado

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40 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

con el don inestimable y precioso de la libertad, seria necesario borrar los códigos y legisla­ción de todas las naciones de la tierra, por­que las operaciones humanas llevarían el sello de la espontaneidad y de la verificación indeclinables, y no podrían, por lo tanto, diri­girse aquellas á ningún fin determinado, que no se hallara contenido expresamente en la naturaleza misma de los impulsos, que for­zosamente habrían de realizar los hombres en el tiempo y el espacio, al verse estimulados por los apetitos interiores y por las aprensio­nes externas, que de continuo les someten á un estado de pena y sufrimiento.

Si el hombre no fuese libre, tampoco ha­bría en el mundo ni pecado ni virtud: la Ju­risprudencia, la Etica, la Teología moral y los tratados bellísimos de perfección ascética serian un mito y vana logomaquia, que era necesario destruir á toda costa para que no ejercieran en los entendimientos esa influen­cia tan saludable y bienhechora, por la cual han descollado en los siglos de la historia personajes de valor heroico, y de celo abra­sador, y de pureza angelical y desprendi­miento generoso, que venciendo en las terri­bles luchas que el organismo propio entabla y la ambición de los perversos, han sabido sacrificar su hacienda y vida en provecho de la patria, y en socorro del indigente futuro y alivio eficaz del menestproso y desvalido.

Si el hombre no fuera libre, habría que identificarle con los brutos de las selvas,

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puesto que la libertad es facultad propia de los seres racionales, siendo aquel don precla­rísimo tanto más perfecto, cuanto más domi­ne la inteligencia en el ser que se examina. Por eso es, como dice muy bien el sabio Pon­tífice León Xn i , en la citada encíclica, «que por el hecho mismo de ser Dios sumamente inteligente, es por esencia también sumamen­te libre,» y los ángeles y santos, moradores del encumbrado empíreo, gozan del sacra­tísimo derecho que les otorga su libre albe-drío, cuando, arrobados en delicioso éxtasis, contemplan á la divina Esencia, sin que pue­dan separarse de su inefable amor y cono­cimiento clarísimo en la inmensurable dura­ción de las eternas edades.

Si el hombre no fuese libre, á todas horas tendría que verse envuelto por una red mons­truosa, que le incapacitara para seguir otro derrotero distinto del que á su vista se des­cubre, al observar los halagos con que el bien útil le brinda, y el placer voluptuoso le seduce; porque siervo fiel de mil apetitos bes­tiales, no tendría otro remedio que hundirse en el fangoso cieno, donde se agitan en albo­rotado torbellino la sed de oro y la ambición de mandar, con todas las demás concupiscen­cias.

La libertad humana es un axioma indis­cutible, cantado por el acento melodioso del poeta en todas las edades, proclamado por boca del legislador en todas las naciones de la tierra, defendido por los filósofos de todos

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los tiempos y altamente esculpido en el fon­do mismo de nuestro corazón.

Negar una verdad tan palmaria es dar alientos al más grosero excepticismo; es des-oir la voz de noble independencia, que bulle en el seno de la conciencia del hombre; es ahogar con nube de asqueroso polvo los in­cesantes gritos de la razón, que se impone con lógicos asertos; es empeñarse locamente en mostrarse sordo á los ecos sublimes, que se lanzan de continuo del interior de nuestro ser, para anunciar al mundo entero la digni­dad majestuosa, á que plugo levantarnos al Hacedor supremo.

Pues bien, los modernos hipnotistas á su antojo pretenden esclavizar al hombre, va­liéndose de la influencia que una mirada suya tiene sobre el organismo de un sujeto, á su voluntad sometido sin restricción ni reserva­das ficciones.

La mirada de un hipnotizador es cierta­mente parecida á la de una serpiente, que en­roscada á un árbol frondosísimo, ú ocultada con amaño entre la fresca yerba y los arbus­tos de un vergel, clava sus ojos chispeantes en la inocente avecilla, que en torno suyo cierne las alas voladoras. Asustado el pajari-11o por la fijeza que nota en la vista de su enemigo cruel, aleteando se dirige en dere­chura de éste para ser víctima al fin de sus apetitos sanguinarios. En la avecilla se tras­tornan las funciones nerviosas, ningún otro punto del espacio la parece hábil para enea-

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minar su rumbo, que el marcado por la recta <}ue la une con el miedoso colúbrido; nada oye que no sea el penetrante silbido de animal tan repugnante, el terror la pone catalépsica, y, paralizada entonces en sus movimientos espontáneos, secunda ciegamente los instin­tos feroces de su enemigo mortal.

El hecho referido no puede ser más apro­piado á nuestro objeto. Efectivamente, un hipnotista clava la mirada del hipnotizando sobre un cuerpo brillante, é inmediatamente queda aquel rígido en sus miembros, con la fisonomía alterada y cadavérica, sumido en un letargo profundo en que no oye, ni ve, ni entiende otra cosa que la sugerida por el hip­notizador. En estado semejante es el infeliz hipnotizado un despreciable y ridículo arle­quín, que sirve de juguete á los espectadores; porque siendo Ubre, se transformó en esclavo; poseyendo el don de la conciencia de sus ac­tos, trocóse en inconsciente loco, incapaz de ordenar por sí mismo ni uña sola idea, ni un solo pensamiento; teniendo uso expedito de los miembros de su cuerpo, se redujo á un saltimbanqui mecánico, que ni pasea ni se mueve si no es á discrección y voluntad de quien le hubo adormecido, tal vez, con mira­das sostenidas y selváticas; gozando de sen­timientos nobles, se puso en la indeclinable precisión de realizar operaciones, que acredi­tan solamente á un corazón bajo y grosero; siendo entusiasta seguidor de las máximas que enseña la más pura y angélica moral, se

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ve necesitado de ejecutar acciones indecen­tes y livianas, que por decoro es imposible describir; teniendo un alma ansiosa de hon­radez y sedienta de saciarse con la práctica saludable de las virtudes cristianas, se cam­bia de repente en vana y mundanal, que ape­tece únicamente lo que la empina sobre la pendiente resbaladiza de todas las insensate­ces y locos devaneos; en una palabra, el in­dividuo que llega á hipnotizarse pierde por completo la conciencia de su personalidad, su memoria, entendimiento y voluntad se ha­llan bajo el imperio absoluto del hipnotiza­dor, no habiendo crimen, que á éste plazca sugerir á su hipnótico, sin esperanza de ve­rificarse impunemente y de un modo fatal en el plazo que al sonámbulo se hubiera seña­lado con frases imperiosas y precisas.

Considere, pues, el lector de este breve escrito, si el hipnotismo le dignifica y encum­bra sobre su esfera ordinaria de vivir, ó al contrario le degrada y envilece, poniéndole en la humillante condición de una bestia ó de una simple máquina, después de haber for­zado de un modo violento su naturaleza, para conseguir de él una serie de actos incons­cientes, anómalos é insulsos.

Recorra de nuevo el lector las páginas que comprende la lección ó. capítulo primero, y observará, sin disputa, que en el breve re­sumen de los fenómenos hipnóticos allí cita­dos para su instrucción, encuentra pruebas suficientes para demostrar al mundo entero,

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EXAMEN I>EL HIPNOTISMO 45

que las prácticas de hipnosis dejan al sonám­bulo en un estado miserable de abyección y de vergüenza. En estado semejante no hay que exigir del hombre, que ejecute ac­ciones en virtud de un juicio práctico, funda­do én motivos racionales de algún valor ob­jetivo, capaz de impulsarle á obrar; porque desconoce por completo la bondad ó malicia de sus actos, y la finalidad á que éstos tien­den, é ignora de un modo absoluto el alcance • y trascendencia de sus operaciones fatales.

Ahora bien, si el atento examen de un loco rematado inspira tanta compasión por el simple hecho de no ser aquel dueño de sus actos; si cada cual procura no ser víctima de la enérgica potencia de su brazo; si todos á porfía se interesan en aislar á los dementes, porque su comercio con el resto de los hom­bres acarrea perturbación y desconcierto á la humana sociedad, haciendo que la vida y la fortuna de los ciudadanos de ésta, se halle á todas horas en peligro permanente; ¿cuál será la diligencia que habremos de poner para que la hipnosis provocada no tome incremento, puesto que una experiencia dolorosa y triste ha venido enseñando á todas las naciones de la tierra, que los sonámbulos realizan incons­cientes y de un modo automático é impune las acciones más horrendas y penadas por los códigos?

Todos sabemos la grande influencia que los escándalos tienen en la dirección de la Conciencia del pueblo. Cuando en una nación

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se cometen á mansalva grandes crímenes, desaparece el horror poco á poco de todo aquello que no va encaminado según la nor­ma y leyes de la severa justicia. El hurto so consuma sin remordimiento; el homicidio se perpetra sin angustias de conciencia, y el suicidio mismo es mirado como un acto de heroísmo y de valor. Pues bien; que el hipno­tismo progrese, y la sociedad quedará al poco tiempo convertida en verdadera jaula de lo­cos, y en recipiente vastísimo de perturbado­res funestos de cuanto se apellida honradez, limpieza de costumbres y rectitud moral.

Póngase en manos de un hipnotista la hermosura é inocencia de una joven recatada, y el amor voluptuoso, que entre aquel y ésta se engendra, pondrá en peligro cuando rne-nos la más angelical pureza de ambos. Así se comprende que, á pesar de mil precaucio­nes y protestas de no mancillar el pudor con las prácticas hipnóticas, una experiencia do-lorosa haya venido á confirmar que en seme­jante materia, las precauciones y protestas son inútiles, puesto que la voluntad de la persona sonámbula queda subyugada de un modo indeclinable á los deseos de su hipno­tizador. Ahora bien; ¿quién es capaz de res­ponder que en tal estado de docilidad extre­ma no se fomentan jamás los incentivos luju­riosos en el sujeto que hipnotiza? ¿Quién será capaz de responder de la constancia de una joven en resistir las sugestiones de su hipno­tizador en punto á violaciones de su pureza

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virginal, cuando sabe por confesión termi­nante de los mismos hipnotistas que han ocu­rrido mil percances en semejante materia? Recuerde el lector los hechos vergonzosos que le hemos resumido en los útimos párra­fos del capitulo primero, y se convencerá de que nuestras aseveraciones no son quiméri­cas ficciones de una fantasía exaltada, sino realidades históricas confesadas francamente por los partidarios y secuaces de la hipnosis.

Ni sirve replicar que estos peligros se ale­jan con sólo prohibir, que el hipnotismo so ejerza en persona alguna sin la presencia de testigos circunspectos y prudentes, interesa­dos de un modo formal en que no se hagan su­gestiones ofensivas á la pública decencia y á la moral cristiana; porque habiendo en la hip­nosis provocada una comunicación íntima y completa entre el alma del sonámbulo y la del hipnotizador, fácilmente puede comunicar éste sus afectos desordenados y lascivos á la doncella hipnotizada con la expresa condición de que ésta olvide las ideas sugeridas, y sola­mente las recuerde en el momento mismo en que ella ha de prestarse á ser instrumento inconsciente de criminales pasiones, obede­ciendo á las insinuaciones internas y ocul­tísimas del magnetólogo impío, que fija á aquella un plazo fatal y conveniente para llevar á cabo sus malévolos deseos con la plena seguridad de no ser visto por los hom­bres, ni penado por la ley.

Quizá no falte quien diga ser remotísimo

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el peligro que la persona hipnotizada corre en manos del hipnotizador, puesto que la co­municación mental de alma á alma no tiene lugar en este mundo sin palabras ó signos exteriores, y que, pudiendo éstos conocerse por los interesados en evitar con diligente celo cualquier infracción referente á los prin­cipios severos, que en todos los momentos impone la hidalguía, y la educación, y la pu­reza de la moral católica, se halla la doncella sonámbula á cubierto de todo ataque crimi­nal á su honestidad y pudor.

La evasiva, ciertamente, no deja de ser especiosa, y al parecer, fundada en motivos y razones suficientes á cohonestar las prácticas hipnóticas; pero examinada á fondo, se ad­vertirá que es un sofisma sin base firme en que apoyarse.

Efectivamente, la sana filosofía enseña que, aunque el entendimiento humano es por su naturaleza intrínseca una facultad inorgá­nica é independiente de suyo de todo con­curso inmediato de organismo corporal; sin embargo, en el actual estado de unión íntima del alma con el cuerpo depende extrínseca­mente de los sentidos corpóreos y de la ima­ginación, como de ministros que le propor­cionan la materia sobre que ha de ejercer aquella facultad sus actos nobilísimos. Los sentidos se encargan, ciertamente, de poner en la esfera de la inteligencia á los objetos limitados y concretos, pero aquella facultad de nuestra alma prescinde en seguida de las

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KXAMKN DKL HII'NOTISMO 4g

condiciones particulares con que aparece in­dividualizado cada ser y unlversaliza sus con­ceptos, siempre que obra de un modo cons­ciente, y razona y emite juicios con abstrac­ción completa de los caracteres peculiares, que el orgfanismo y la imaginación la hubie­ron trasmitido.

La universalidad misma, que consigo lleva la aprehensión de los objetos finitos por nues­tra inteligencia, hace imposible que aquellos puedan arrastrarnos, sin previa determina­ción de nuestra voluntad racional. Libre es el amor que profesamos á los objetos finitos, y nuestra libertad, atestiguada por el sentido mtimo, es una prueba irrecusable de la espi­ritualidad del alma nobilísima, que informa á nuestro cuerpo; porque el espíritu solamente se eleva y encumbra por encima de las leyes de la fatalidad, y campea libre en sus resolu­ciones eminentemente prácticas.

Ahora bien; si nuestra inteligencia es una facultad servida de órganos corpóreos, mien­tras peregrinamos por este valle triste de amarguras y dolor, forzoso es confesar que repugna á la natural constitución de nuestro ^^T formar conceptos ideales sin previa per­cepción de las impresiones materiales, que los objetos externos nos hubieran trasmitido.

No penetra nuestra mente por intuición inmediata en la naturaleza de las cosas, ni tampoco fondea, como Dios, los íntimos se-cf etos del alma, ni escudriña los afectos y mo­vimientos ocultos de la voluntad ajena, sin

V ( y

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ÜKAMKN DEL HIPNOTISMO

que haya señales externas, que fundadamen­te la conduzcan á un juicio prudente sobre los objetos sometidos á su investigación. Ne­cesitamos, pues, de especies sensibles, de mo­vimientos materiales para darnos cuenta de lo que una persona exige de nosotros; preci­samos oir su voz, ver sus gestos ó palpar sus actitudes para conocer los pensamientos que la agitan y las ideas que bullen en el fondo de su ser.

Conste, sin embargo, que esta miserable condición de nuestra naturaleza, de ningún modo supone que el respeto á nuestra fama nos hará impecables, y que la consideración á los demás contendrá nuestros apetitos ver­gonzosos en la línea inquebrantable del de­ber, y que la educación más esmerada no se olvide en un instante á la vista de un bien aparente y engañoso, como por desgracia tes­tifica una experiencia diaria.

Las consideraciones precedentes se re­fuerzan al observar que á los hipnotizados puede sugerirse una idea con palabras tan pausadas y suaves, que sean imperceptibles al hombre más nervioso, en tanto que aque­llos, por su delicada sensibilidad auditiva, re­cogen las vibraciones de mínima amplitud con prodigiosa rapidez y exacta precisión.

Así lo ha hecho constar el profesor fisió­logo H. Beaunis, valiéndose del audiómetro de Du Bois-Reymond, deduciendo de sus de­licadas experiencias, realizadas en el año 1885, que en los sonámbulos perfectos se aumen-

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KXAMEN DEL Hll\Mt)TISiVIO ril

ta extraordinariamonto la finura del oído, pu-diondo, por lo tanto hacerse sugestiones du­rante el sueño hipnótico que no sean percibi­das por los espectadores, y, sin embargo, cau­sen ana impresión eficacísima en el ánimo del que se encuentra, á pesar de su letargo pro­fundo, en un estado particular de hipereste­sia 6 exaltación nervio-auditiva rara y mis­teriosa.

En comprobación de las apreciaciones de H. Beaunis, podemos citar algunos hechos ocurridos en la ciudad de Salamanca durante el primer tercio de la quincena segunda del mes de Junio próximo pasado.

En la citada capital dio, con efecto, sesio­nes de hipnotismo el famoso doctor Das, ita­liano de nación y propagandista en España de los conocimientos que dicho señor asegu­raba poseer en la materia. Una noche quiso hacer alarde de que hipnotizando á su esposa quedaría ésta convertida en mágica vidente; porque con los ojos cerrados, en estado cata-lépsico, y sumida en un sueño profundo, ha­bría de leer el año que el cuño imprimiera en una moneda de plata.

El doctor D. Luciano Navarro, profesor de Matemáticas de este Instituto y Universi­dad, cediendo á las invitaciones reiteradas del hipnotista, se prestó á ocultar en su mano la moneda que había de ser objeto de experi­mentación. Al intento, el Sr. Gobernador ci­vil de la provincia, que se hallaba presente á *a sesión, sacó do su bolsillo un duro, lo en-

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EXAMEN DKL HIPNOTISMO

tregó al doctor Navarro y éste lo enseñó con ligereza al doctor Das, que así se lo indicó; pues, de otro modo, la sonámbula se vería incapacitada para dar respuesta acorde á lo que se pretendía exigirla.

Entonces fué cuando el doctor Das hizo que el doctor Navarro se pusiera en íntima comunicación con la sonámbula, tocando á ésta en una de las manos y en la frente, y, sugiriendo á aquella á un tiempo mismo, que contestara á varias preguntas que iba á ha­cerla. De repente la imperó que dijera el año impreso en el duro que el doctor Navarro te­nía oculto en el puño de su mano. Al instante la sonámbula fué pronunciando en alta voz los números mil ochocientos setenta y seis con gran sorpresa de la multitud de curiosos que de hito en hito la miraban. El doctor Na­varro replicó en seguida que la sonámbula había padecido una equivocación lamenta­ble, puesto que la fecha grabada por el cuño en la moneda, era del año 1878. Sorprendido el doctor Das, volvió á decir á su esposa que se fijase bien en la lectura de los números y respondiese otra vez á la pregunta suge­rida.

La desgraciada señora, obediente á la voz de su marido, repitió con insistencia que el sello del duro llevaba la fecha misma que al principio había indicado, es decir, la del año 1876. No hubo otro remedio entonces que vi­sar de nuevo la moneda, aun á costa de que­dar burlada la sonámbula y su hipnotizador,

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 53

porque efectivamente el año 1878 era el acu­ñado en el metal.

Si el pueblo entendiera, me dijo una tar­de el doctor Navarro, hablando de este asun­to con la confianza de un profesor á su anti­guo discípulo; si el pueblo entendiera que el hipnotizador se divierte á costa suya, burlán­dose de su estupidez y candida ignorancia la mayor parte de las veces, no aplaudiría he­chos en apariencia prodigiosos y en realidad muy vulgares. Yo, me afirmaba el profesor Navarro, estaba á un metro de distancia de la señora sonámbula, y el esposo de ésta, el doctor Das, á unos treinta centímetros de aquella: una vez hecha la sugestión de que la hipnótica había de leer el año grabado en el duro, que imperfectamente hubo visto el doctor Das, éste con voz delicadísima y sua­ve, iba diciendo al oído de su esposa los nú­meros mismos que ella repetía al momento con sencillez y sin vacilación. La sonámbula no leyó nada al través de los dedos del doc­tor Navarro; pero sí oyó perfectamente lo que había de decir al compás de su marido Das, el hipnotizador.

En otra de las sesiones salmantinas quiso el doctor Das que su esposa anunciase en alta voz la hora precisa, marcada por el reloj de uno de los espectadores, con la rara cir­cunstancia, de que dormida profundamente aquella, habría de leer con el occipitcil los signos que en la esfera señalaran las agujas. Efectivamente, Das pidió un reloj, le colocó

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en la región posterior del cráneo de su espo­sa, la hizo la sugestión correspondiente, y al punto aquella anunció á los curiosos la hora, los minutos y segundos que contaban las agu­jas del referido reloj. Esta mágica lectura, rea­lizada, al parecer, poruña trasposición de sen­tidos, no fué en Salamanca otra cosa que uno de tantos juegos de prestidigitación. El doc­tor Navarro, aficionado al hipnotismo y ope­rador en pequeño de la hipnosis, me confesó también ingenuamente que él mismo oyó al doctor Das pronunciar á unos veinte centíme­tros de su esposa las frases mismas que ésta repitió al anunciar la hora que se la exigió por respuesta, y el pueblo mismo debió com­prender la trama con sólo dirigir atentamen­te la vista á los labios del hipnotizador, pues con precaución semejante hubiera presagia­do, que el artificio consistía en indicar de tal suerte el hipnotista la hora del reloj, que pu­diera ser percibida muy bien por la sonám­bula, sin llegar á los oídos de cuantos estu­vieran á dos y tres metros de distancia, que es precisamente lo que en la sesión aludida aconteció.

Otros casos hubo en las sesiones hipnóti­cas celebradas en la culta Salamanca, y por los cuales alguno pudo creer que la sonám­bula penetraba el interior del pensamiento y descubría los secretos más ocultos y escon­didos; pero, si hemos de dar crédito al doctor Navarro, que hizo de medio principal en esta clase de investigaciones, nada puede con-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 55

cluirse con certeza, porque las adivinaciones por él mismo sugeridas, no pasaron los lími­tes de una simple presunción, aug-urable por una persona lista que perfectamente enten­diera el modo y el sentido de formular las preguntas.

En general suelen exigir los hipnotistas que el pensamiento adivinable se manifieste al magnetólogo para que, poniendo éste en comunicación á la hipnotizada con el sujeto cuyas ideas va á penetrar y revelar después, aquella las manifieste con palmaria precisión y sencillez. Como se ve, en estos asuntos pue­de haber, y de hecho hay, grandísimos enga­ños; porque el magnetólogo, valido de la hi­perestesia auditiva de su sonámbula, revela á ésta de un modo, no inteligible á los demás, los secretos más recónditos que precedente­mente se le hubieren confiado por la perso­na misma sometida á la experimentación di-vinatoria.

De los hechos precedentes y de otros mu­chos que sería enojoso referir, se deduce de un modo incuestionable que la persona hip­notizada es capaz, por su especial estado de exaltación nerviosa, de recibir por audición impresiones malévolas, que después ella se­cunda al abrigo de la impunidad é impelida por una fuerza irresistible que la obliga á obe­decer.

Importa, pues, sobremanera ú la morali­dad y pureza de costumbres sociales, que se considere al hipnotismo como un peligro

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S6 KXAMEN DEL HIl'NOTtSMO ,T

verdadero para conservar los individuos la libertad santa de obrar el bien honesto en armonía con los principios que deben siem­pre regular la rectitud de las conciencias.

Ni la educación, ni la hidalguía, ni el res-poto humano bastan para impedir una suges­tión, que puede fácilmente hacerse á la per­sona hipnotizada, sin ese fingido temor de ser mañana lanzados á la pública vergüenza los que no temieron abusar de la docilidad absoluta con que á sus insinuaciones respon­dieran los infelices hipnóticos.

No haya padre de familia que entregue en manos de un hipnotizador el pudor y ho­nestidad de sus amadas hijas, porque aunque aquel fuese honrado y hasta piadoso, puede alimentar en un instante su pecho con pasio­nes indecentes, y concebir proyectos crimi­nales, y maquinar venganzas insidiosas, y valerse de la hipnosis para sugerir ideas avie­sas sin ser advertido de ninguno.

No haya hombre que en tan poco estime la libertad de su concieacia y la racionalidad de su propio existir, que desee ligarse á un hipnotista con tan estrechos vínculos que no pueda moverse sino dentro del apretado cír­culo de operaciones señaladas en un momen­to cruel de letargo catalépsico.

Pensar de otra manera arguye insensatez y locura; porque la dignidad humana se re­siente, el orden social peligra, y la concien­cia individual sufre perturbaciones horribles y espantables.

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO ,57

Veamos ahora si el hipnotismo es también de ordinario un peligro para la salud del hombre.

Suelen citar algunos hipnotistas curacio­nes obtenidas por el sueño provocado. Cuen­ta H. Beaunis de una joven, llamada Victo-rina L., que hallándose de resultas de un susto atacada de corea desde los cuatro años 3 medio de su edad, tenía dolores agudísimos en las articulaciones huesosas y sufría horri­blemente en sus accesos. Victorina atormen­taba mucho á su madre cariñosa con el pa­decimiento que sufría, vulgarmente conocido por el nombre de Baile de San Vito, y can­sada aquella de ensayar planes curativos y probar medicamentos, la puso en manos del Dr. Liébeault á los doce y medio años de su edad. El Doctor durmió varías veces á Victo-rína, y logró al cabo de unos días que los desordenados movimientos se calmaran has­ta desaparecer completamente. De manera que la joven Victorína, inutilizada para coser y escribir, consiguió por el tratamiento hip-noterápico la facultad de dedicarse á las fae­nas ordinarias de una mujer hacendosa (1).

Al Dr. Navarro hemos oído referir una «uración de corea también por él mismo ob­tenida en un pobre aldeano, que se hallaba desahuciado por los médicos en el año de la

(1) Véase El Sonambulismo por H. Beaunis, versión española de Enrique Simancas. -Madrid, íS88, página 24^-Í50.

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58 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

fecha de este escrito. El enfermo se hallaba en estado deplorable, todos los miembros de su cuerpo se agitaban convulsivamente de un modo espantoso. Para dormirle hubo ne­cesidad de síajetarle con cuerdas á una silla, y para fijarle los ojos en un punto fué preciso alzar y comprimir los párpados contra los huesos orbitarios, haciéndole después la su­gestión del sueño colocándole una mano so­bre la región frontal.

Por nuestra parte, debemos consignar aquí que por más que admitamos de buen grado los hechos que preceden, y aun otros que po­drían citarse relativos á curaciones consegui­das en maniáticos por los procedimientos de la hipnosis; es muy justo, sin embargo, que refiramos á continuación el juicio competen­te de insignes hipnotistas, autoridades médi­cas y gubernamentales, acerca de los males físicos á que predisponen y que de hecho cau­san la mayor parte de las veces las prácticas hipnóticas.

Así, tal vez, conseguiremos que el lector se forme verdadera idea en un asunto de tan vital interés, y á un tiempo procuraremos, con la divina ayuda, hacerle comprender que de­be huir del hipnotismo por amor siquiera á la salud de su cuerpo y al bienestar material.

Efectivamente, el Dr. Grasset, clínico in­signe en Francia de la Universidad de Mont-peller, emitiendo con franqueza su opinión acerca del sueño provocado, dice: «que si á un hombre de constitución nerviosa se le ador-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 59

mece muchas veces, comienza aquel por ha­cerse neuropático, histérico después, y no es raro que concluya por demente.» El Dr. Vi-zioli afirma que él mismo había tenido entre sus clientes á un joven alocado por el_ s\icño, que en él hubo provocado el hipnotizador Verbek ( I ) .

El profesor Zanardelli, en la página 28 de su obra La vrritd sull' ipnottsmo, publicada Pn Roma el año 1886, se ve en la precisión de confesar, que el hipnotismo origina con­gestiones sanguíneas en la cabeza y en el corazón, y que produce síncopes con ataques convulsivos epilépsicos, y extingue con fre­cuencia la voz en los sonámbulos, y trastor­na la función respiratoria, y pone en peligro, finalmente, á las personas de padecer sofo­caciones más ó menos lentas. En la página 36 de la citada obra asegura el mismo pro­fesor, que estando en Madrid fué llamado una noche á casa del General Echevarría para despertar á una señorita, que se hallaba rí­gida é inmóvil y con aspecto cadavérico por las maniobras de un magnetizador, que en aquella provocó la hipnosis catalépsica.

El médico alemán Drosdow afirma que ^na maestra joven tuvo que renunciar á su profesión, porque las fuertes emociones que sufriera de resultas de presenciar espectácu-

(') Véase El Hi/iiiotisiiw por el V. ].]. Franco, versií'm castellana ¡lor el Dr. D. Joaquín Konl.-Barcelona, 1888. página 182.

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6 o E X A M E N DEL HIPNOTISMO

los hipnóticos, causaban en ella ataques con­vulsivos, que degeneraban en un sueño letár­gico y tenaz.

El mismo H. Beaunis dice en la página 35 de su Sonambulismo provocado, que los hipnóticos se quejan ordinariamente de cefa­lalgia ó dolores de cabeza más ó menos vivos al despertar de su letargo; y en la página 51 de la citada obra afirma, que se pueden re­tardar ó acelerar los latidos del corazón por sugestión hipnótica, debiendo ser muy reser­vado el hipnotista en esta clase de experi­mentos, porque compromete con facilidad la vida del paciente (i).

Nada extraño es, por consiguiente, que al pretender el dinamarqués Hanssen dar se­siones públicas de hipnotismo el año 1880 en la ciudad de Viena, se reuniera la Facultad de Medicina y nombrase esta una comisión para que informara sobre la conveniencia ó perjuicio, que en la salud pública podían cau­sar semejantes bufonadas.

La referida comisión fué presidida por el distinguido profesor Dr. Hoffmann, y de co­mún acuerdo resolvió la prohibición, en \ ir-tud á que el hipnotismo no solamente priva­ba al hombre de su conciencia personal, sino que también exponía los individuos á padeci­mientos cardiacos, exacerbando á estos de un modo alarmante en cuantos padecían le-

" " ' • ;

( I ) Véase El Sonambulismo pur H. Beaunis.^-^faiJrid, 1888, pág. 67.

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^ líJÍAMKN DP.L HlHNoTlSiMo 61

siones de semejante viscera; y que la misma rigidez y tensión convulsiva de los músculos, sometidos á la voluntad absoluta del hipno­tizador, era capaz de producir graves acci­dentes en la salud de los individuos y tras­tornos de consideración en personas propen­sas á desórdenes nerviosos, pudiendo, en con­secuencia, dada la irritabilidad mujeril y lo susceptibles que son los jóvenes de ambos sexos de padecer neurosis, serlas prácticas hipnóticas un foco nocivo de verdaderas epi­demias y enagenaciones mentales, que era preciso matar en su origen por interés alta­mente humanitario y patriótico.

El ejemplo de Austria lo han seguido los Gobiernos de Dinamarca y Holanda, prohi­biendo el hipnotismo como contrario á la pública salud (i).

El mismo Gobierno alemán, á pesar de su Constitución protestante y de hallarse hoy

' en la cumbre del honor mundano y del pres­tigio ante los ojos de la Europa por las gue­rras victoriosas que sostuvo en 1866 contra Austria y en 1870 contra Francia, no ha va­cilado ocuparse detenidamente acerca de la cuestión hipnótica y tomar serias medidas para contener los progresos do tan desastro­sa plaga.

Efectivamente; tenemos el gusto de con­signar aquí noticia tan importante, extrac-

(I) Véase j57 Hipnotismo, jior el P. J. J. Franco, obra <¡'tada otras veces, pág. 198-199.

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KX.AMKN DEL HM'NOTlSMo

tándola del número 11. i ,5 S de IM Corres­pondencia de ^.i7i«;7cí',quoleímos casualmente el día 17 del actual mes de Octubre al tiempo de corregir las cuartillas que la imprenta de este folleto nos mandara.

Dice así el aludido periódico: «En Alema­nia, el Tribunal de Carlsruhe ha condenado á un hipnotizador como reo de ataques á la libertad individual. Al mismo tiempo la Ad­ministración superior ha hecho saber á las autoridades prusianas que en los ensayos de hipnotismo hay probabilidad de perder la sa­lud los llamados médiums, y que deben pro­hibir las representaciones públicas de hipno­tismo.»

Nosotros hubiéramos añadido algo más si tuviésemos facultades para ello; la mi­sión, sin embargo, de sacerdote católico nos obliga á hacer constar el deseo vivo de que, interesadas los gobiernos en promover la prosperidad terrena y el bien moral de sus administrados, procuren con esmero evitar á todo trance los males horribles que les ame­nazan por el ejercicio público y privado de la humana hipnosis.

Si una experiencia amarga y dolorosa en­seña que es justa la prohibición del hipnotis­mo, porque atenta éste contra la conciencia del hombre, viola su libertad legítima y po­ne en peligro su física existencia, no com­prendemos que ningún Estado sea tan parco en extender la acción bienhechora de sus le­yes, que solamente quiera aplicarlas al caso

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EKAMEN DEL HIPNOTISMO

en que el mismo pundonor y el respeto á los demás son motivo para evitar en muchas ocasiones los grandes escándalos, que en lu­gares retirados y escondidos se consuman á mansalva y se toleran con facilidad mayor.

Si las públicas sesiones de hipnotismo se consideran como un crimen social, preciso es también mirar aquellas como un insulto gro­sero á la civilización cuando se practiquen en la casa de un magnate ó en la choza humil­de de algún pobre aldeano.

Que lo entienda así Alemania, y su con­ducta merecerá el aplauso de los hombres imparciales y científicos: sepa Berlín que los gobiernos europeos fijan mucho la mirada en sus determinaciones; cuide el joven Empera­dor Guillermo de aplicar remedios eficaces y absolutos á la superstición hipnótica, y no dude un instante que sus resoluciones acer­tadas tendrán eco fabuloso y altamente hu­manitario en la mayoría de las naciones cul­tas-, entretanto, nosotros celebramos con júbilo, los acuerdos que el Imperio alemán ha toma­do últimamente, porque indican un gran pa­so en las autoridades civiles para aceptar por completo las doctrinas que nosotros defen­demos en este breve libro.

El 14 de Febrero de este año 1888, decía La Correspondencia de España, diario ma­drileño: «El hipnotismo está fijando la aten­ción en Francia. Por su parte, Mr. Delacroix, "magistrado de Besanqón, ha publicado un folleto pidiendo que se promulgue cuanto

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04 KXAMKN DEL "ftlPNUTtSMo

antes una ley, que impida su vulgarización y explotación; y entre otros periódicos france­ses, La Verdadera Francia y La República Francesa, dicen que, además de ser el hipno­tismo atentatorio contra la libertad y la dig­nidad humanas, sus prácticas constituyen un verdadero peligro bajo el punto de vista de la salud, y aun bajo otros puntos de vista, puesto que produce una neurosis, ó sea el tránsito de la salud á una enfermedad men­tal, que sobreexcita grandemente al sistema nervioso.»

El Dr. Mr. Richer, profesor clínico en el hospital de Salpetriére, á pesar de ser admi­rador entusiasta y discípulo del célebre hip-notista el Dr. A. Charcot, no duda de afirmar, en la página 726 de su obra Z« Grande Hysteric, que el hipnotismo causa la amne­sia ó desmemoramiento en los individuos so­metidos á aquel procedimiento fatal, y añade después en la página 742, que desconfía de las llamadas curaciones hipnóticas, y que la experiencia médica le ha ido enseñando poco á poco cuan nociva sea á la salud la hipnosis provocada. La sugestión hipnótica torna, con efecto, á las personas en maniáticas, y las vuelve medio lelas, haciendo que experimen­ten aquellas en estado de vigilia alucinacio­nes horribles y espantables.

La prensa católica, y en especial La Ci-viltá Cattólica, de Roma, no ha cesado un punto desde 1856 hasta el presente de ad­vertir al mundo entero el gran peligro social

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EXAMEN DEl. HIl^NOTISMO 65

que de las prácticas hipnóticas resulta no so­lamente para la marcha ordenada de las pú­blicas costumbres, sino también para 1A con­servación de la salud en medio de los pue­blos; porque es triste y desconsolador que unos cuantos saltimbanquis de teatro y un reducido número de médicos tengan conmo­vida á la sociedad entera, y con sus prácticas ridiculas vengan á convertirla en una jaula de furiosos mentecatos, y en lupanar inmun­do donde se sacien todas las concupiscencias por los medios bochornosos de una sugestión infamante y criminal.

El Siglo Futuro, en su número 3.988, co­rrespondiente al 23 de Junio de este año 1888, copiaba del periódico La Unión Cató­dica, de Madrid, acerca del hipnotismo, las palabras que trasladamos á continuación: «El hipnotismo no produce beneficios de ningu­na clase en orden á las ciencias experimen­tales y á los progresos de la Terapéutica, sino por el contrario, es enemigo á la salud privada como fenómeno patológico de alto histerismo; á la higiene pública como epide-niia moral, que produce en momentos dados ííscenas como las de San Medardo; á la mo-'•al y al derecho en cuanto priva al hombre de la conciencia de sus actos y de su libre albedrío, y puede convertirle, y de hecho le Convierte en muchas ocasiones, mediante la sugestión sencilla ó la sugestión á plazo fa­tal, en mero autómata y esclavo de la volun -tad, de la imaginación y del capricho de otra

V V í --^ - . .

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56 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

persona, y á la civilización misma en cuanto ofrece la espectativa de seres racionales, des­poseídos de su dignidad y de su responsa­bilidad, y entregados al ridículo y á la befa de un público enfermizo, sediento de emo­ciones.»

Y en verdad que España se halla hoy tan ansiosa de espectáculos hipnóticos, como ha­cia el año 186o se halló el mundo americano. Efectivamente, en aquel entonces, fué tal la efervescencia de los espíritus en el hemisferio nuevo, que en tertulias, en congresos cientí­ficos, en revistas y periódicos, los abogados y hombres de letras y los rudos é ignorantes, discutían, se agitaban y hasta se llenaban de injurias y denuestos al hablar de los prodi­gios que el hipnotismo producía en su fase de sonambulismo lúcido.

En situación tan crítica, el congreso le­gislativo de Alabama propuso un decreto por el cual habría de exigirse una multa de qui­nientos dollares á todo el que tomara parte en las manifestaciones hipnóticas. Semejante determinación contuvo el entusiasmo de los sabios y la algarabía de las alborotadas mu­chedumbres: nadie volvió á hablar, ni perdió lastimosamente el tiempo, ocupándose de las escenas ocurridas en San Medardo con famo­sos epilépsicos ( I ) .

Un decreto análogo limpiaría de visiona-

(l) Le Spirithme par le Dr. Paiil Gibicr.—Paris, 1887, pág. 58.

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liXAMEN I>KL HIPNOTISMO

ríos, encantadores, magos, hechiceros, hipno-tistas y espíritu-hipnotistas á la sociedad de Europa, harto conmovida hoy y expuesta á poUgrar en la salud de sus ciudadanos con superchería tanta, cuyo resultado final es la corrupción de las costumbres del modo más universal y horrible que pudiera imaginarse.

Hasta aquí hemos procurado demostrar con argumentos contundentes, que el hipno­tismo envilece la dignidad, degrada la con­ciencia y pone en peligro de ordinario la sa­lud del hombre. Hemos visto en compendia­do resumen el grito de alerta lanzado por pe­ritos en el arte contra las prácticas hipnóticas, y nos hemos hecho cargo de las justas recla­maciones de la prensa de matices distintos, que pide con urgencia sea considerada la hipnosis artificial como un ataque funesto á la honestidad de las costumbres y un lazo cruel que tiranizando las conciencias, escla­viza al hombre y le convierte en loco rema­tado, después de haberle hecho pasar por las horribles fases de una enfermedad histérica que le gasta y le consume el organismo sin Ventaja ni provecho de ninguna especie.

Justo es, pues, que por vía de corolario consagremos unas líneas para indicar, desde 'as columnas de este breve escrito, la nece­sidad que los gobiernos tienen de fijar su mi-i"ada en las prácticas hipnóticas, á fin de evi­tar con leyes sabias y pruderttes los males que amenazan á sus subditos por el ejercicio indiscreto de la hipnosis.

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68 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Nada interesa tanto á las naciones, bajo el punto de vista material, como la íntegra conservación de la salud en los individuos de aquellas; porque sin joya tan preciosa, las ar­tes se aniquilan, la industria languidece y las ciencias se estancan en su carrera de noble y progresivo desarrollo.

Todos los pueblos de la tierra se hallan convencidos de esta verdad palmaria, y por eso los Estados han procurado á porfía me­jorar con diligente celo las condiciones del terreno y clima donde forzosamente han de habitar los subditos de aquellos.

En el siglo XVI la vida media del hom­bre era de diez y ocho años y medio, según las estadísticas incompletas de aquel tiempo parecen indicar. Hoy en España la vida me­dia se eleva á veintinueve años y un mes, en Francia á treinta y nueve, en Inglaterra á cuarenta y en Noruega alcanza la vida colec­tiva de sus habitadores el límite máximo en­tre todas las naciones europeas, pues la cifra de aquella viene representada por cuatro de­cenas y ocho años.

No basta, sin embargo, que los gobiernos fomenten la higiene pública por medio de le­yes que establezcan la limpieza y el aseo de las poblaciones y el allanamiento y cultura forestal de mil cadenas de montañas, que la mano del cultivador convierte, con trabajo rudo, en veneros de riqueza y en paisajesher-mosísimos que sirvan de expansión al ánimo y de recreo á la vista: ni tampoco basta que

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en circunstancias críticas sepan evitar con entereza los desastres de una guerra cruel, de la que ningún otro resultado pueda vis­lumbrarse que la satisfacción de una vengan­za imprudente á costa de la sangre de nume­rosos ciudadanos, cuya vida, si en flor no se arrancara de un modo violento, daría tal vez mucha gloria á las repúblicas é incrementa­ría los fondos del Erario público y privado, sino que es preciso además que los Estados se interesen por extirpar todos los focos en que á mansalva se fragüen la inmoralidad y la licencia.

Las sociedades, con efecto, tienen dere­cho á conservarse por la naturaleza misma de su ser, y Dios, autor de aquellas, exigirá con rigor inexorable de los que su Providen­cia ha colocado en la cumbre del honor y del poder, el cumplimiento más estricto de esa ley, tan ineludible como racional y santa.

Aunque protestante la Reina de Inglate­rra, no por eso desconoce que el oficio de regir al pueblo lleva consigo el deber impe­rioso de anatematizar todos los vicios y pa­siones criminales: persuadida Victoria de que es imposible la paz en sus dominios, y que en su territorio jurisdiccional no puede haber armonía ni concierto de voluntades honradas mientras no se persigan sin tregua ni des­canso todas las prácticas que atenten al buen orden ó induzcan á ejecutar operaciones de suyo escandalosas y nocivas, no ha dudado un instante en publicar el decreto siguiente.

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que hemos visto en la página 421 de la R e ­vista agustiniana La Ciudad de Dios, corres­pondiente al 20 de Julio de este año de 1888, y que tomado aquel á la letra, dice así:

«Victoria, Reina. Nos, considerando reli­giosa y seriamente que nuestra indispensa­ble obligación es emplear nuestros cuidados para que se conserve sobre todo lo demás y progresen al mismo tiempo el respeto y ho­nor debidos á Dios, así como á perseguir y oprimir todos los vicios, profanaciones é in­moralidades que tanto desagradan al Señor y son perjudiciales á nuestro Gobierno, en­cargamos á todos nuestros subditos que sean vigilantísimos en la indagación y castigo de todo aquel que se hiciera culpable de actos disolutos, inmorales ó de prácticas contrarias al buen orden, como también que tomen las medidas más eficaces para suprimir los luga­res de obras escandalosas y de perdición.»

Decreto semejante habla muy alto en fa­vor de los sentimientos católicos que domi­nan el corazón de la magnánima Reina Vic­toria, cuya vida ha sido empleada estos años últimos en favorecer de su peculio propio la construcción de iglesias y el sostenimiento de obras de acendrada caridad, que los reli­giosos emprendieran en la poderosa Albión, separada desgraciadamente de la romana fé por la soberbia y el capricho del voluptuoso Enrique VIII. Plegué al cielo que esta Reina, en apariencia protestante y católica en el fon­do, según hemos oído decir veces repetidas

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a los Nobles Irlandeses que se albergan en un suntuoso Colegio de esta capital, sea ilu­minada por completo con la luz esplendorosa de la fe, á fin de que ultime sus días coronán­dolos con una muerte feliz y dichosísima en brazos del Señor, que tan eficazmente parece que va llamando á las puertas de su alma tierna y generosa.

Por lo demás, de la simple lectura del de­creto referido se desprende que aun las na­ciones protestantes reconocen el deber de reprimir toda acción que de suyo ceda en menoscabo de la dignidad humana y de la honestidad y pureza de costumbres. Ni podía ser de otra manera, puesto que si la salud pública es ley suprema del Estado, y la ex­periencia nos dice á todas horas que los ex­cesos en el orden moral se pagan de ordinario con muerte prematura, los gobiernos tienen el deber de impedir con firmeza y energía que en la sociedad se difundan enseñanzas y se pregonen prácticas cuyo ejercicio no pue­da realizarse sin la producción de una enfer­medad más ó menos peligrosa, y que siem­pre compromete la salud del ciudadano con detrimento grave de los intereses morales y terrenos.

Libres son, ciertamente, las naciones para constituirse bajo la forma de gobierno que mejor las conviniera, porque la Iglesia Cató­lica, tesorera fidelísima é infalible de la doc­trina revelada y de todos los derechos de justicia, ningún género de régimen condena

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con tal de que procure aquel la utilidad del ciudadano, dejando siempre íntegros los de­rechos de la naturaleza y de la misma Igle­sia, como dice sabiamente el inmortal Pontí­fice León XIII en su admirable Encíclica del 20 de Junio próximo pasado. Vivan, sí, las naciones con santa independencia: amplia fa­cultad tienen aquellas para aumentar los ren­dimientos materiales cada día, y para regirse por leyes propias, sin estar supeditadas á nin­gún señor extranjero, con tal que todo esto pueda hacerse quedando la justicia incólume, según dice el referido Papa en la citada En­cíclica; pero lo que los Estados de ninguna manera pueden tolerar, es la práctica de ac­ciones inmoderadas y viciosas, puesto que, entonces, no sólo no buscarían aquellos algún alivio para el bien común de todos, sino que pretenderían únicamente con tan villana con­ducta impedir el derecho de hacer bien, otor­gando el paso libre á la licencia, para llenar la sociedad de crímenes y de males físicos, sin cuenta ni medida.

Dios, fuente suprema de todo orden y ar­monía, ha puesto en la naturaleza de los hom­bres una iticlinación espontánea á vivir en sociedad, y esta tendencia innata.é imperdi­ble ho puede realizarse mientras los indivi­duos, ya se consideren aislados, ya colectiva­mente, no procuren ejecutar todos sus actos con un fin honrado y decoroso. Empero, la debilidad humana es tan grande y tan pode-tosos los alicientes del desorden, que se hace

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preciso un celo constante y una vigilancia asidua para contener al pueblo, encauzado en la hermosa esfera del deber, impidiendo con valor heroico, si fuera necesario, toda prácti­ca que no realice la cultura intelectual de los hombres, ó que no armonice los afectos de sus corazones, ó que no concuerde de un mo­do amistoso las voluntades de los mismos.

Los encarg-ados de cumplir una misión tan sublime y delicada, son las autoridades que se levantan del seno mismo de la socie­dad humana para que esta realice en todas las manifestaciones de su vida los instintos nobles de perfección continua, que sin cesar bullen y se agitan en cada individuo de la especie Adámica, y dirigidos de un modo prudente y racional, son capaces de traducir­se en obras, que por doquiera prediquen la paz, el orden y el concierto.

La naturaleza misma del hombre, y por consiguiente Dios, que es autor de aquella, imponen de consuno á los Estados la obliga­ción santa y estrechísima de cohibir con ma­no fuerte todos los procedimientos que no tiendan á mejorar la dignidad humana: Dios y la naturaleza á voz en cuello piden que no omitan los gobiernos medio alguno para fo­mentar el legítimo progreso de las criaturas racionales, impidiendo que se lancen éstas por las sendas extraviadas de la corrupción y la licencia. En toda sociedad bien consti­tuida se refrenan siempre con leyes vigoro­sas los atentados contra la salud moral y fí-

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sica del hombre; porque de lo contrario, la pública autoridad no proporcionaría á sus subditos la prosperidad de esta vida terrena, como dice el Pontífice Sumo León XII I en la Encíclica aludida ya otras veces, ni facili­taría tampoco los medios de conseguir el fin último, que es la sempiterna bienaventuranza, axequible únicamente por aquellos cuyos ac­tos religiosos hayan sido informados por una virtud sólida y sincera.

Los razonamientos precedentes nos con­ducen como por la mano á resolver la cues­tión planteada sobre si conviene que los go­biernos pongan cotoá las prácticas hipnóticas, una vez que por derecho natural se hallan aquellos obligados á impedir directamente las manifestaciones que lesionen los intere­ses sociales, y á refrenar los atentados contra la justa libertad del individuo, y la honesti­dad, pureza é hidalguía de las costumbres públicas.

Expondremos francamente nuestra humil­de opinión en la materia.

Ante todo conviene que advirtamos al lector, que el hábito mismo que tenemos de explicar los fenómenos de la naturaleza, in­fluye poderosamente en nuestro ánimo píira ser entusiastas decididos de cuanto se apelli­de experimentación material y fisiológica. Conste, sin embargo, que los procedimientos inductivos, á la manera que los deductivos, deben regularse siempre por la madre de la sabiduría, por una exquisita prudencia, cuyos

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limites á nadie es permitido nunca rebasar impunemente.

Guiados por semejante norma de conduc­ta, aplaudimos que los señores hipnotistas se diviertan con los gallos, al modo que lo hi­ciera en el siglo x v i i el hábil jesuíta P. Kir-cher, según él mismo nos refiere en su Ars magna, publicada en Roma el año 1646. Para '"epetir la experiencia admirable del citado religioso de la Compañía de Jesús, basta co­locar sobro una mesa negra la referida galli­nácea, y, sujetas una vez las patas y aplica­do el pico contra la superficie que sirve al gallo de base de sustentación, procúrese tra­zar con rapidez una raya blanca, por medio de una tiza de yeso ó cal, dirigida desde el vértice del pico rectilíneamente por una lon­gitud de 40 á 50 centímetros sobre el plano de la citada mesa, y, concluida que sea tan sencilla operación, cualquiera puede ver al gallo catalépsico, con la vista inmóvil, rígida la cresta é incapacitado aquel de hacer uso de sus miembros por un espacio de tiempo que varía entre medio y un minuto. El mismo re­sultado se consigue valiéndose de tiza negra en mesa blanca (i). En ambos casos aparece como aterrado el gallo, y, al imaginarse erró­neamente que la raya abre á sus pies un abis­elo infranqueable, se llena de espanto y de pavor y queda cadavérico por el tiempo que

, (•) Les ICC real icin .i'iv'(v////7(/7/fj p;ir G. Tissandier, pá­gina 9 . , o. . / 1 1

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y 6 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

hemos referido. No sabemos si nuestra ex­plicación será atendible; pero estamos dis­puestos á aceptar otra, siempre que ésta sa­tisfaga las exigencias de la ciencia.

Hagan los médicos, si quieren, experien­cias de hipnotismo con los monos y los pe­rros, porque en ello no habrá ningún peligro para la salud moral y física del hombre; pero respeten á éste que, al fin, es un ser racional harto vejado por mil sufrimientos y dolores, y asaz combatido por enfermedades histéri­cas y desarreglos nerviosos en la penada existencia que tiene que arrastrar, mientras en el mundo peregrina rodeado por doquiera de apetitos criminales y de miserias orgá­nicas.

La experiencia, de acuerdo con la fe, nos enseña diariamente que la desgraciada extir­pe Adámica sufre continua lucha entre los elementos materiales, que de suyo tienden á la disolución, y las aspiraciones inmortales del espíritu, que todos y cada uno de los indi­viduos de aquella siente latir en sí.

Ni son tan pocas las alucinaciones á que se halla sometida la mente de los hombres, para que á gusto y gana de los que no saben apreciar la dignidad y nobleza de los dones especiales, con que les hubo decorado la mano liberal y bondadosa del Hacedor Su­premo, se dé el triste espectáculo de ver transformada á una criatura racional en sal­timbanqui de tertulia, que, merced á suges­tiones hipnóticas, haga mil contorsiones ridí-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO

culas, y se preste á ser la befa y el escarnio de los espectadores, y se esclavice de tal modo que pueda ser ciego instrumento de pasiones criminales y bastardas.

Los gravísimos trastornos que sufre de ordinario la salud de los hipnotizados, y el peligro inminente deque el hipnotizante abu­se de la miserable condición en que coloca á sus catalépsicos sonámbulos para fines que la moral condena y la misma educación se resiste á tolerar, nos ponen en la precisión de no ser partidarios de la hipnosis, ni aun considerando á ésta bajo el punto de vista de procedimiento curativo ó simplemente tera­péutico.

Como la Iglesia católica no ha hablado todavía expresamente acerca de la cuestión del hipnotismo, hay médicos que de buena fe le utilizan en sus clínicas en lugar del clo-foformo para producir la anestesia y realizar ^ esta suerte en un enfermo operaciones do-lorosas, al modo que con éxito, al parecer feliz, lo ha ejecutado con seiscientos clientes el doctor Esdaíle, cirujano del hospital de Calcuta.

Ni tampoco falta quieij ensaya el hipno­tismo en determinados casos de locura ó de "^anía sintomática, siempre que el enfermo ^o padezca del corazón, ni sea irritable en sumo grado por su constitución exagerada-''^ente nerviosa, logrando así disminuir y has-t* curar las pesadillas y tribulaciones del *flig«io enfermo, como consta de experien-

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"8 KX.AMEN DEL HIPNOTISMO

cias practicadas en el hospital de .Salpétriére de París con una joven de 17 años, á quien la pesadumbre de haber perdido á su buen pa­dre la volvió loca de repente, siendo después un hecho averiguado, según hemos leído en El Cosmos del 14 de Junio de 1886, que la ci­tada joven ha recuperado la razón y el buen sentido que tuviera, por medio de la hipno­sis en ella provocada.

Considerando, empero, que las curaciones hipnóticas forman una excepción verdadera á lo que de ordinario suele acontecer en los sujetos sometidos al procedimiento del letar­go artificial; teniendo en cuenta que médicos ilustres y peritos famosos en el arte de pro­vocar la hipnosis desconfían de las curaciones obtenidas por tal método, según hemos pro­bado en el transcurso de estas páginas; re­cordando que á los gobiernos pertenece, por derecho natural, y por consiguiente divino, impedir toda manifestación que atente con­tra la salud de sus subditos; no olvidando que sobre los Estados pesa la estrecha é ineludi­ble obligación de fomentar la honestidad de costumbres y la de reprimir con leyes vigo­rosas los ataques á la rectitud y santa liber­tad de la conciencia de los hombres; trayendo á la memoria que la entrega voluntaria del hipnotizando en manos del hipnotizador es un acto que de suyo expone á mil peligros en el orden psíquico, social, moral y religioso, puesto que trastorna las facultades cognos­citiva, volitiva y sensitiva del hombre, é im-

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EXAMEN DEL Hll'NOXlSxMU "¡q

pide que éste, una vez enfermo, utilice su ac­tividad y enerjría en provecho propio y en el de sus semejantes, convirtiéndole, por un tiem­po más o menos largo, en miserable autómata, capaz de ejecutar con la mayor frescura y de un modo inconsciente todo género de accio­nes, por escandalosas y criminales que en sí fueran: fundados, repetimos, en las conside­raciones precedentes, que son el fiel trasunto de los fenómenos hipnóticos, nos parecería oportuno que los gobiernos fijasen en ellas su mirada, á fin de contener con el poder ro­busto de su brazo los excesos lamentables de la artificial hipnosis.

Mediten seriamente la cuestión los encar­gados de velar por la conservación del orden y la paz entre los ciudadanos que dirigen; mediten la conveniencia ó perjuicio que á la sociedad resulta de albergar en su seno un crecido número de locos é insensatos; medi­ten, en fin, que la legislación de un pueblo ha de aqomodarse siempre á las necesidades que aquel experimentara, y que el deber de los poderes públicos es procurar á todo tran-pe el bien común, aun á costa de sacrificar individuales y mezquinos intereses.

¿Toleraría,por ventura, un gobierno cauto que para experimentar los efectos del arsé­nico, del cloruro mercúrico, de la estricnina y la morfina, convocara un químico excelen­te al populacho inexperto, y previa le venia de éste, administrase en los que voluntaria-niente lo quisieran las drogas referidas? No,

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y mil veces no; porque el organismo sano de los individuos se resiente por la acción tóxi­ca que en aquel provocan sustancias seme­jantes, y no es lícito producir enfermedades en ciudadanos que precisan atender al cum­plimiento de las cargas del Estado, de sí mis­mos y de su propia familia.

¿Permitiría el Estado el homicidio, el sui­cidio, el adulterio, el bandolerismo, las quie­bras fraudulentas y otros crímenes sociales que turban la armónica paz de las naciones, por más que los perpetradores de tan horri­bles faltas convengan respectivamente en es­candalizar la pureza, la inocencia, la justicia, la humildad y todas las virtudes cristianas, que resplandecen de un modo bellísimo en las personas honestas? No, y mil veces no; porque el Estado tiene que reprimir con ma­no fuerte los insultos á la civilización, so pe­na de purgar con mil desórdenes su culpable negligencia en gobernar con justicia y rec­titud.

Ahora bien; la pública y privada profe­sión del hipnotismo conduce lógicamente y de un modo inevitable, según hasta aqui lle­vamos demostrado con abundancia de he­chos, á análogos abusos de la salud del hom­bre y á idénticos extravíos de su conciencia, con la sola circunstancia agravante de que los crímenes hipnóticos podrán cometerse á mansalva y al abrigo de la ley, mientras los gobiernos, que todavía guardan silencio res­petuoso en la cuestión, no se resuelvan á dic-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 8i

tar algún decreto que prohiba jugar con la humana hipnosis, ya que la dignidad del hom­bre y la salud de su organismo exigen de consuno no ser vilipendiadas por un diestro explotador.

Y si por un momento desplegamos las alas de nuestra imaginación, y acudimos a argu­mentos de posibilidad, bien podemos augu­rar que el hipnotismo está llamado á produ­cir los mayores desconciertos en el mundo y las iniquidades más estupendas que pueden concebirse.

íQuién duda, en efecto, que estando sub­yugada de un modo mecánico la voluntad de un sonámbulo á la de su hipnotizador, puede este sugerir á aquel, durante el sueño, que le firme una escritura de deuda, ó que le entre­gue, si es banquero, una suma considerable en billetes á determinada hora y en día fijo, originando así el hipnotista un desfalco ho­rrible que haga peligrar la subsistencia de alguna familia pudiente, y hasta labre la mi­seria y perdición del capitalista más afortu­nado?

¿Quién duda, que durante el sueño mag­nético es capaz el infeliz hipnotizado de re­cibir una sugestión por la cual se obligue á prestar con juramento acusación calumnio­sa ante un juez competente, poniendo así en conmoción á una familia honrada, cuya fama no ha sufrido nunca el dicterio más in­significante?

¿Quién duda que un hipnotizador puede 6

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consegfuir de su hipnotizado que le suscriba un testamento á favor suyo y pierda la me­moria de lo hecho, dejando así burlada la es­peranza más halagüeña y legítima de cuan­tas personas se creyeron aptas para ser re­tribuidas por los servicios que liberalmente prestaran á un individuo no ligado con ellas por vínculos de parentesco inmediato?

¿Quién duda que un sujeto, obedeciendo las insinuaciones de su hipnotizador, puede cometer un parricidio infamante, un homici­dio horrendo y hasta el repugnante crimen del suicidio?....

La experiencia ha demostrado de un mo­do terminante que por estupendos y asom­brosos que parezcan los hechos hipoteseados hasta aquí, es, sin embargo, verosímil y aun probable su verificación, siendo, por lo tanto, suficiente dicha circunstancia para que los Gobiernos pongan coto á los hipnotizadores, á fin de que éstos, con el ejercicio de un arte maléfico y de suyo conducente á mil desór­denes en el régimen social, no produzcan des­equilibrios ofensivos á la paz del ciudadano, ataques violentos á la conciencia del hombre, funestos atentados á la propiedad, é invecti­vas criminales al respeto venerando con que deben mirar siempre los legisladores las cos­tumbres honestas de los pueblos.

Es cierto que las prácticas hipnóticas co­locan al hombre en un estado de servidum­bre cruel respecto del hipnotizador: es cierto asimismo, que se precisa una virtud heroica

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EXAMEN BEL HIPNOTISMO 83

y en grado muy perfecto, para que, dada la fragilidad del hombre, éste no abuse do la miserable condición en que se encuentran los que por experiencia sabe han de obedecerle eon puntual y necesaria exactitud: sería ver­daderamente excepcional y raro el que un hombre, convertido de repente en dueño de otro sin límites ni restricción alguna, no exi­giera de su siervo bufonadas á su gusto y aun actos criminales, con tal de que por ellos sa­tisfaga sus antojos y caprichos.

Ahora bien; si los actos excepcionales y heroicos no suelen considerarse objeto de le­gislación en los Códigos civiles, mientras que deben formar su materia preferente las accio­nes que de ordinario ocurren en la vida; obli­gación es ineludible de los Estados observar los amaños é invenciones, que por lo común se ejecutan con daño notable de sus subdi­tos, para evitar á toda costa y de un modo eminentemente práctico los desmanes que del uso agresivo de semejantes arterías puedan ocurrir en los individuos sometidos á su gu­bernamental solicitud

Terminemos, pues, este capítulo diciendo á los sabios, á las personas instruidas y á los legisladores de todos los países, que el ejer­cicio hipnótico ni es santo ni inocente; antes al contrario, excita las pasiones más aviesas, promueve mil escándalos sociales, fomenta la holgazanería y vanidad, y contribuye á aumentar eficazmente el número de los men­tecatos y los tontos.

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Convenzámonos, por último, de que la hip­nosis artificial no es un juego inofensivo y de recreo pueril, y que los espectáculos hipnó­ticos no deben garantirse por ningún gobier­no serio, porque no es el hombre un toro de plaza que, para procurar la diversión de los demás, haya de ser víctima de la agilidad y agudeza de un hábil sorteador, ni es tampoco una simple bestia para que impunemente so juegue con su conciencia y libertad de un modo lastimoso y detestable.

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CAPÍTULO III

Teorías inventadas para explicar el hipnotismo.—Examen filosófico-científico de la hipótesis magneto-mesmeriana. —Su inutilidad para dar explicación de los fenómenos que en el hipnotismo humano ocurren.—Consideraciones acerca del sonambulismo natural.-—No pugna con la doc­trina filosófica, ni se opone á los principios de las cien­cias fisicas, que la inducción magnética remotamente con­tribuya á que los sujetos, influidos por aquella, puedan ser afectados de sonambulismo natural, pero nunca los magnetólogos probarán que las fases de aquel son idénti­cas á las observadas en el hipnotismo moderno.—Exposi­ción de la teoría sujctivista: juicio filosófico-científico á que se hace acreedora.—-La ciencia se declara impotente para explicar los fenómenos hipnóticos por la sugestión ima­ginativa y el poder fascinante de la fantasía del hombre.

EORÍAS inventadas para explicar el Hipnotistno. El espíritu investiga­dor del hombre lleva en sí grabado el sello de la curiosidad, y por esto

no se encuentra satisfecho mientras no ave­rigüe la causa de los mtiltiples fenómenos que ocurren á su vista, cualquiera que sea el or­den á que aquellos pertenezcan. Envanecido el hombre del poder de su razón, fascinada

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86 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

muchas veces por los delirios de una ima-g-inación calenturienta, formula hipótesis que distan mucho de relacionarse con principios ciertos ó evidentes, y sucede entonces que las explicaciones, en apariencia plausibles, tienen que ser abandonadas por completo en virtud á no hallarse conformes con las leyes inflexibles de la lógica. Así acontece, por des­gracia, con la cuestión del hipnotismo, que al presente nos ocupa. Para que el lector se persuada de la verdad que entrañan nuestras aserciones, vamos á trasladar aquí las cavila­ciones ideadas por los corifeos principales de la hipnosis, y aunque sea rápidamente, exa­minaremos á la luz de la Filosofía y de las Ciencias Naturales Ijis concepciones maravi­llosas que han brotado del peregrino magín hipnoterápico.

Hipótesis magncto-incsiiieriana. Antonio Mesmer, adalid insigne y fundador entusias­ta de la medicina hipnótica, supuso á fines del pasado siglo que la raíz de las enferme­dades del hombre debía encontrarse en la falta de orientación de las corrientes magné­ticas que sin cesar han de recorrer su orga­nismo en la dirección seguida por un íiúido sutil, que por doquiera circula y envuelve al espacio de un modo universal. Los pases su­cesivos de la varilla imanada á que sometía Mesmer el organismo de sus clientes, tenían por objeto inmediato orientar las corrientes eléctricas en las personas enfermas, á fin de

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 87

que apropiando y reteniendo éstas á aquellas por la acción poderosa del imán, lograran conciliar el sueño y reparar las abatidas fuer­zas con beneficio grandioso para la salud.

Juicio filosójico-cicntijico de la anterior hipótesis. No seremos nosotros,ciertamente, los que neguemos la existencia de corrientes magnéticas ó eléctricas en el universo mun­do. Por lo que respecta á la tierra que pisa nuestro pié, convencidos estamos de que ella es un imán poderoso, cuyos polos magnéticos coinciden en posición con los del universo sideral. Nuestro planeta se halla indudable­mente circuido por enérgicas corrientes de magnetismo eléctrico, descendentes al nacien­te y ascendentes al ocaso del sol para un ob­servador que mire al Norte, según la expre­sión feliz del eminente físico M. Ampere. De otro modo no podría explicarse la imanación que presentan las barras de hierro dulce de tres ó más metros de longitud cuando se las coloca en la dirección de la meridiana mag­nética; ni los solenóides móviles al rededor de un eje vertical, al ser atravesados por una corriente eléctrica, se dispondrían de manera que el plano de las espiras fuese paralelo al ecuador magnético y el eje de aquellas á la aguja de la declinación. Las mismas auroras polares presentan períodos de aumento y de disminución, que se hallan íntimamente liga­dos con el magnetismo terrestre. De obser­vaciones numerosas practicadas en la bahía

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO

de Hudson, Labrador, en el Sud de Groen­landia, Islandia, en el mar Caspio, en el Norte de la Siberia y en el Estrecho de Behring, consta que las auroras boreales, más frecuen­tes en la época de los equinocios que en la de los solsticios, abundaron extraordinaria­mente en los años 1728, 1780, 1842 y 1885, cuyos períodos distan entre sí 52, 62 y 43 años respectivamente, con la circunstancia especial de haberse notado en aquellos un exceso en el magnetismo de la tierra.

Ahora bien; si el estudio de la Física nos conduce á admitir que por doquiera nos ve­mos rodeados de corrientes de magnetismo ó electricidad, también aquel nos patentiza por medio del galvanómetro de Ruhmkoríf que hay un flujo eléctrico incesante de los nervios á los músculos en el organismo del hombre.

Ni podía ser de otra manera, porque si el magnetismo y la electricidad son manifesta­ciones del movimiento que en armónico tor­bellino agita á la materia, es muy lógico que las corrientes aludidas se realicen en el cuer­po humano, ya que los tejidos de éste se reconstituyen por la dinamicidad de los ele­mentos químicos, regulada por la eficaz vir­tud del principio de la vida.

I.a experiencia demuestra, con efecto, que la acción química entre dos sustancias se

( I ) Les Plienomi'neí de I' aímosphére, etc, par H.Monh. —París, 1884, pág. 431-432.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 89

acompaña siempre de movimiento recíproco por parte de los átomos que entre sí acti'um, según leyes fijas y constantes para provocar la reacción.

Ahora bien; si en el organismo humano hay un trabajo incesante de transformación químico-vital de los elementos inorgánicos en tejidos anatómicos, será preciso admitir también un movimiento de avance que pon­ga á la materia mineral dentro de los límites de la esfera de acción de las moléculas orgá­nicas, á fin de que estas la conviertan por Síntesis en sustancia similar, y al propio tiem­po originen corrientes sutilísimas de efluvio eléctrico, capaces de decviar ocho y diez gra­dos á un sistema astático de agujas suspen­didas de un hilo de seda sin torcer y sujetas a moverse sobre un bastidor de marfil en que estuviera arrollado treinta mil veces un alam­bre finísimo de cobre (i).

La observación empírica ha confirmado el anterior razonamiento de la manera más completa, y sería inútil empeño poner en duda noy que el organismo humano, bajo el punto

*') Llaman los físicos sislenia astáüco á la reunión de >los ayujas de igual fuerza magnética, cuyos [(lañes coincidaa Entre sí, y los jjolos contrarios de aquellas se hallen miran­do el uno al otro, á fin de <)ue siendo entonces cero el valor de la resultante de las acciones del magnetismo terrestre so-

''c el referido sistema, pueda acusar éste desviaciones muy j^precialdcs en gra<los aumiue se utilice ¡lara corrientes debi-'S'mas, como son las ¡lue la Fisiología observa en el orga­nismo del hombre.

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go EXAMEN DEL HIPNOTISMO

de vista material, es un foco de corrientes eléctricas y un laboratorio químico admira­ble. No extrañamos que, vislumbrando estas ideas el módico alemán Mesmer, quisiera aprovechar de la manera tosca y sencillísi­ma, que en su tiempo era posible, la acción de los imanes sobre los enfermos: recto fué, sin disputa, su fin, y poderosos los motivos que le impelían á obrar de una manera tan beneficiosa en ciertas circunstancias para el organismo del hombre. La conducta de Mes­mer fué posteriormente imitada por multitud de fisiólogos y físicos, quienes convirtieron en panacea universal la medicina magnética, no sin detrimento grave muchas veces del or­ganismo de aquellos que pretendían curarse por tal procedimiento, sin las debidas pre­cauciones que el asunto requería.

Convencido Galvani, profesor de Anato­mía en la Universidad de Bolonia, de que la función circulatoria y digestiva podían en­torpecerse, y que en especial las secreciones seguirían una marcha irregular y anómala, si en los actos importantes de la nervación ha­bía un desequilibrio, accidentalmente origi-.nado por una causa cualquiera,hizo aplicación de las corrientes eléctricas, con éxito feliz

'muchas veces, en individuos afectados por indisposiciones semejantes.

El insigne abate NoUet y M. Boze se va­lieron de la electricidad como de un medio ap­to de suyo para curar ciertas dolencias de parálisis, y nosotros mismos hemos facilitado

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 91

varias veces el aparato magneto-eléctrico del Dr. Duchenne á Doctores médicos de esta capital, con el exclusivo fin de utilizarlo pa­ra restablecer el movimiento que ciertas per­sonas habían perdido en los músculos del brazo y de la mano, á consecuencia de acci­dentes apopléticos, siendo de notar que una de aquellas era sacerdote y consiguió decir la Santa Misa á los dos meses de hallarse so-nietido á tal procedimiento.

Conste, sin embargo, que las corrientes eléctricas procedentes de las acciones quími­cas realizadas en las pilas que inventaron I^aniel, Grove, Búnsen, Kemp, Grenet, Ca-llaud, Minotto, Planté, Duchemin, Leclanché, Delaurier y otros, desorganizan fácilmente los tejidos que atraviesan, y pueden ser cau­sa de lesiones muy funestas para el individuo * quien se apliquen, teniéndose hoy por re­conocido en la ciencia que las corrientes de inducción magnética son las que mejores re­sultados vienen ofreciendo, siempre que aque­llas no fueren continuas y se procuren em­plear con prudente discreción é intermitencias graduales.

Tal es la extensión que hemos dado á la 'Jiedicina electricista y á la exposición de los '•andamentos en que basa, que á buen seguro nos preguntaría el lector: ¿en qué quedamos? ¿«•s cierto que el magnetismo produce los afectos maravillosos del sueño catalépsico ^Ue Mesmer obtenía en sus clientes? ¿Puede ^ ciencia admitir los procedimientos Mesme-

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<)2 EXAMEN DEL HirNOTISMO

ríanos sin que por ello se rebaje la dignidad de sus principios, ni merezca el dictado ig­nominioso de insensata?

Vamos, con la divina ayuda, á contestar brevemente las preguntas formuladas.

Hablando con toda ingenuidad, debemos asegurar al lector, que por más que hemos sometido infinidad de veces á nuestros discí­pulos de muchos años á la acción de las co­rrientes magnéticas, nunca hemos observado que aquellos se durmieran por tal procedi­miento; antes bien, han sentido ligeros hormi­gueos en las articulaciones huesosas, cuando las corrientes eran débiles, y dolores agudísi­mos en los nervios sensitivos y conmociones violentas en los músculos, cuando aquellas alcanzaban grande intensidad. Hemos visto jóvenes y hombres bien fornidos de toda clase de constitución orgánica, arrojarse á nuestro pié pidiéndonos por misericordia que cesára­mos de dar vueltas á las bobinas del aparato de Clarke, porque de otro modo no podrían soltar los cilindros por donde pasaban las corrientes inducidas á su mano, y se verían expuestos á algún desagradable accidente, motivado por la violencia del dolor que so­portaban.

Las mismas experiencias hemos realizado con la botella de Leyden y con el inductor aparato de Matteucci:con las debidas precau­ciones hemos manejado al carrete de Ruhm-korff, experimentando la energía eléctrica de aquel con auxilio de un pequeño modelo, do

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO g^

que disponemos en el gabinete de Física de este Seminario, y nunca hemos observado que de su acción sobre el organismo resulte sueño cdtalépsico, antes por el contrarío exal­ta la sensibilidad y contrae tan fuertemente los tejidos, que las personas más hipnóticas lanzan compasivos ayes, y hasta lloran, si pronto no se interrumpe el paso de la corrien­te al través de su organismo.

Bien comprendemos que si se aprovecha una corriente inducida de primer orden, cuya intensidad sea muy pequeña, para hacerla pasar por el organismo de un enfermo, puedo conseguirse fácilmente que las contracciones niusculares y la excitación nerviosa se reduz­ca en aquel á un grado mínimo, suficiente, sm embargo, á restablecer el equilibrio que debe existir siempre en las funciones fisioló­gicas, á fin de que resulte do su marcha or­denada el estado de salud.

Partiendo de la verdad empírica que en­cierra este último é importante dato, no ex­trañaríamos tampoco que un enfermo dur-"^lera mejor después de haber experimentado ía acción de las corrientes magnéticas, que antes de que con él se ensayara aquel méto­do curativo, tan sencillo como beneficioso en Ciertas circunstancias.

No pocas veces hemos oído asegurar que, poniendo la cama del dormitorio en la direc­ción de la aguja magnética, se concilia más Pi"onto el sueño, y éste repara en menos ho-'" S las abatidas fuerzas, consiguiéndose tam-

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94 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

bien que el individuo se levante de Su reposo diario con la cabeza despejada y los miembros expeditos para dedicarse con mayor facilidad y soltura á las faenas literarias ó á los traba­jos mecánicos, que la que tendría si no hu­biera puesto en planta semejantes precau­ciones. -

En más de una ocasión hemos sido con­sultados por personas religiosas y dignísimas sobre la causa que podría influir en el orga­nismo humano para realizar en él un cambio tan beneficioso á expensas de una circuns­tancia, que, al parecer, no merece la pena de fijarse en ella por su valía insignificante. Sin hacer alarde de haber hallado nosotros la verdadera explicación de fenómeno tan raro, expondremos aquí resumida nuestra humilde opinión acerca del asunto.

Sabido es, con efecto, que el trabajo inte­lectual y el ejercicio de los músculos con­mueve violentamente los centros nerviosos del hombre: nadie ignora que las fatigas del díaproducen abatimiento y cansancio en todo el aparato locomotor humano, porque se de­prime de un modo considerable su sistema nervioso cerebro-espinal y ganglionar, ten­diendo á disminuir las pulsaciones cardiacas, y haciéndose al propio tiempo la respiración más lenta, anhelante y fatigosa.

Ahora bien; la Fisiología enseña que las arterias y venas de nuestro sistema circula­torio sanguíneo reciben en el grosor de sus túnicas filetes nerviosos, procedentes, en su:

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niayor parte, del gran simpático y de los pa­res nerviosos raquídeos que acompañan en el tronco y en los miembros á las divisiones de los vasos; y que la contractilidad de las paredes vasculares depende principalmente de la energía con que sobre aquellas actúen las ramificaciones nerviosas que hemos in­dicado.

Cuando, pues, se entregue un individuo a! descanso de la noche, para reparar así las fuerzas que perdiera por el trabajo del día, se encontrarán en él relajados los vasos arteria­les y venosos á causa de la depresión que su­friera en sus centros nerviosos, y será fácil que la sangre se congestione en la tenue membrana que constituyen las vesículas aé­reas del pulmón, y muy especialmente en la red capilar que forma la delicada trama de la piamadre ó envoltura meníngea del cerebro, y entonces sienta malestar indefinible y vahi-<los ó desvanecimiento de cabeza al levan­tarse, y como un abatimiento y postración general que le incapacita para dedicarse á las habituales faenas de su profesión cuotidiana.

Con objeto de evitar, en parte al menos, tan funestos accidentes, á que se halla ex­puesto el hombre, conviene que éste, al to-'^ar la horizontíil sobre la cama, dirija su rumbo apartándose hacia el occidente de la estrella polar unos diez y seis grados con Cincuenta y ocho minutos, qué aproximada-'Jiente vale la declinación en París en el año • e la fecha, ó lo que es más expedito y ase-

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gó EXAMEN DEL HIPNOTISMO

quible, orientar el lecho paralelamente á la dirección que toma una aguja ¡manada, apo­yada suavemente sobre la punta fina de un montante de bronce.

Semejante precaución evitará que la san­gre se distienda y congestione en las diver­sas partes del organismo humano; porque orientado éste á la manera de un solenóide eléctrico, sentirá la benéfica influencia de la corriente magnética terrestre, que sin cesar tiende a envolver los glóbulos rojos de la sangre, orientándolos de manera que el eje de aquellos se dirija paralelamente á la me­ridiana magnética del lugar en que se halla la persona que quiere descansar con sueño reparador y tranquilo, y la superficie de los referidos glóbulos y el organismo entero ar­mónicamente se hallarán circuidos por co­rrientes ascendentes al poniente y descen­dentes al orto solar, restableciéndose así la contractilidad que los vasos de la circulación habían perdido á causa de la depresión ner­viosa que el trabajo produjo en los filetes que á las paredes de las arterias y venas abo­caran.

Efectivamente, M. Claudio Bernard y otros fisiólogos ilustres han demostrado que haciendo pasar una corriente galvánica por la extremidad del nervio correspondiente á los vasos, cuya elasticidad se ha aminorado por simple depresión de las raices nerviosas que los enramaran, se consigue restablecer la contractilidad de los tejidos, observándose

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO

que en estos desaparecen las congestiones sanguíneas, normalizándose á un tiempo la circulación y la función calorífica (i).

Nada extraño es, por consiguiente, que la persona que duerme orientada con la gran corriente magnética, que circula por la tie­rra, no sea turbada por crueles insomnios, mientras ella pretende suspender las funcio­nes de relación con el mundo exterior que la rodea: ni tampoco deberá admirarnos que su cabeza se sient?. despejada al despertar del sueño tranquilo que tuviera, porque comba­tida en su origen la causa que produce la congestión sanguínea, cesa el efecto de la pesadez y embarazo que para recibir nuevas irnpresiones la embargaran.

A lo dicho hasta aquí se reduce, en com­pendioso detalle, cuanto la ciencia ha podido averiguar sobre la acción del magnetismo en el organismo del hombre.

Ahora bien; razonando con lógica inflexi­ble sobre los hechos que la ciencia suminis­tra, observaremos, sin disputa, que las con­vulsiones más ó menos violentas, producidas por el magnetismo en el organismo humano, Van siempre acompañadas de un vivo dolor ^n las articulaciones por donde pasa la co­rriente, y que las ondulaciones realizadas por las fibras musculares disminuyen por grados

(') Véase el Trátalo dfmental de Fisiología humana n"^ J- Rccl.ird, versión española de D. Mi};uel de la Plata y •"•Joaquín González, pAg, 267.—Madrid, 187 I.

( / \ .

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insensibles su amplitud hasta adquirir, des­pués de un tiempo proporcional á la energía del flujo eléctrico que las atravesó, la forma natural que las correspondiera en sus respec­tivas inserciones.

Mal se compaginan, ciertamente, los he­chos aludidos con la cat;dcpsia, que Mesmer lograba en los individuos sometidos á la ac­ción magnética de su varilla mágica; porque si el diccionario médico no miente, catalep-sia significa suspensión de sensaciones é in­movilidad del cuerpo en cualquiera actitud que pluguiera colocarse. -Por otra parte, el magnetismo obra de un modo necesario, y sus efectos nat'^rales y apropiados de con­vulsión, dolor y rigidez en el organismo del hombre no dependen de la libre voluntad de un hábil magnetizador; podrá éste moderar á su capricho la intensidad de las corrientes, pero no estará en su mano destruir la natu­raleza física de aquellas. Debemos concluir, en consecuencia, que el magnético fluido, hi-potescado por Mesmer, es incapaz de produ­cir los efectos de catalepsia obtenidos en el letargo hipnótico.

Aún hay más; porque en el sueño Mes-meriano queda el paciente reducido á de­nigrante esclavitud; sus actos son por com­pleto inconscientes; su imaginación es la misma que ]a del magnetizante; sus movi­mientos todos, por ridículos que sean, no pro­ceden de la ingeniosa iniciativa del sonám­bulo, sino que son parto de un autómata

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KXAMEÑ DEL HIPNOTISMO ()9

g^iiiado ciegamente por las sugestiones de un bufón; ol ontendimicnto, en fin, la voluntad y la memoria del hipnotizado funcionan con en­tera dependencia de la memoria, voluntad y entendimiento del hipnotizante.

Ahora bien;ni la Ir'llosnfía.ni la l^'ísicahan onseñado nunca, que el fluido magnético ori­gine en los sujetos sometidos á su acción un trastorno semejante en la libertad de aquellos.

Podrá un individuo ponerse hasta tetáni­co, por las convulsiones que experimente al sufrir descargas repetidas de electricidad; pero en medio de los ataques violentos de que es víctima, conserva siempre íntegras sus facultades mentales: un grito de dolor es­capa de su boca, que indica libremente al magnetólogo no hallarse en sxi mano resistir por más tiempo la intensidad de las corrien­tes con que pretendiera aquel probarle la pa­ciencia y la orgánica energía de un modo tan cruel y poco apetecible.

De buen grado concedemos á los parti­darios do la medicina magnética que las per­sonas por ellos influidas con auxilio de apa­ratos eléctricos, cuya energía sea débil, eje­cutan después sus orgánicas funciones de una nianera más regular y armónica, y concillan TTiejor el sueño en ciertas circunstancias, y has­ta es posible que en aquel se hallen expedi­tas para contestar á determinadas preguntas, que las sugiriera algún impertinente ó curio­so explorador....

Sabido es, con efecto, que cuanta mayor

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l o o EXAMEN DEL HIPNOTISMO

ViT.

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sea la tranquilidad con que en el sueño des­cansa el hombre, tanto más pronto repara éste las abatidas fuerzas y se hacen aptos los sentidos corporales para recibir impresiones del mundo exterior.

Como por otra parte nos consta, que en el sueño conserva el alma sus facultades in­telectuales tan íntegras y perfectas como en

L el estado de vigilia, nada extraño es ni sor-' préndente que la inducción magnética pueda

disponer á un individuo para que en él se ve­rifiquen fácilmente los fenómenos del sonam­bulismo natural.

Efectivamente; el estado de especial quie­tud que disfrutan los sentidos en el sueño contribuye á que la imaginación del hombre, que es una facultad orgánica, concentre su energía en los hechos pasados y se excite con el recuerdo de los fantasmas que alguna vez la hirieron vivamente, y sea víctima, por fin, de rail alucinaciones incoherentes ó es­pantables, hijas sólo de su poder fascinador y aumentativo.

El simple hecho de que el hombre recu­pere pronto las fuerzas, Jurante el período del sueño profundo y tranquilo, da margen á sospechar que sea capaz aquel de recibir impresiones olfatorias, gustativas y táctiles, obedeciendo con facilidad suma las sugestio­nes que se le hubieran intimado en tal momen­to, y ejecutando actos espontáneos en confor­midad de aquellas, sin darse, empero, cuenta de lo que hubo realizado.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO lO!

Es un misterio verdaderamente lo que al hombre ocurre en el estado del sueño con los delirios, alucinaciones, operaciones que ejecuta, contestaciones que da á preguntas recibidas, y con el olvido completo de cuan­to le pasara en período semejante. ¿Quién sa­be si en tal estado ocurre lo mismo que suce- '',7>.~ , de á los beodos, dementes o coléricos, quie- r'-y^C^'f''-'. nes restituidos á la calma de la razón natural/¿-, ' r , ' ¿ no saben distinguir, ni se acuerdan de lo quoi " ( ^áí' • realizaran en circunstancias tan anómalas, en\i^y^~''Zf/ virtud á que en ellas su imaginación estuvo x ¿ i > ^ agitada extraordinariamente, y las impresio­nes subjetivas no dejaron, por tal motivo,hue­llas en el alma, y las imágenes fantásticas desaparecieron en el instante mismo de ha­ber sido producidas, á la manera que se bo­rran los caracteres de un sello si se trata de estamparle en derretida cera?

El fluido magnético puede, con verdad, ser ocasión de que un individuo sea capaz de con­vertirse en sonámbulo durante las horas que habitualmente consagra al descanso de la noche, ya por la excitación nerviosa que en aquel originan las corrientes experimenta­das, ya también porque con estas el sueño en menos tiempo es más reparador y más traii-quilo; pero el magnetismo, influyendo sobre el organismo de un hombre, no puede reali­zar nunca las palabras por aquel articuladas en estado de sonámbulo, ni tiene eficacia pa­ra patentizar los recónditos pensamientos que bullen Qii el interior de su alma, ni tiene vir-

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I02 E X A M E N DEL HIPNOTISMO

tud siquiera para ejecutar los raros movi­mientos que en estado tan singular y miste­rioso se suceden. Es que las ideas y los fenómenos intelectuales no pueden ser jamás producto de una causa material, y las opera­ciones, por otra parte, realizadas en el sueño, arguyen que el sonámbulo conoce muj ' bien io que ha de hacer, aunque lo lleve á cabo sin libertad completa.

Nosotros estamos persuadidos de que en el estado de vigilia incompleta, conocido en la Fisiología con el nombre de sonambulismo natural, se verifican fenómenos admirables por el hombre en medio del letargo más pro­fundo. Recordamos muy bien haber oído á persona fidedigna que en cierto pueblo de esta provincia una mujer honrada investi­gó los proyectos de su esposo, haciendo ú éste preguntas en conformidad de lo que du­rante (>1 sueño hablara. ¡Y cuál no fue la sor­presa de la infeliz esposa al ver realizado por completo y de una manera escandalosa y pú­blica cuanto la fué comunicado por el mismo interesado en ocultarla las viles y denigran­tes pasiones que en su corazón hervían!

El Dr. Azam refiere que una joven lla­mada Felisa padecía de histerismo, y en los accesos pasaba por la fase de catalepsia ó anestesia, para convertirse después en hipe-restésica con exagerada sensibilidad en la epi­dermis y el olfato. En los paroxismos presen­taba todos los caracteres de un sonambulismo delirante, acompañado de alucinaciones rarí-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO lo.l

simas, siendo, desgraciadamente, violada en uno de aquellos por un joven de iS á 20 años, i-a víctima no tuvo conciencia de haberse prestado á cometer una acción tan indecoro­sa é infamante; pero una vecina suya la ma­nifestó el secreto cierto día, y al saberlo Fe­lisa, dice el Dr. Azam, la dio un ataque de histerismo tan violento, que las convulsiones la duraron dos horas y media. Los hechos posteriormente confirmaron que no era ca­lumnia el secreto á que aludimos (i).

Los hechos enumerados bastan para cer­ciorarnos de que es un estado verdaderamen­te miserable y digno de compasión aquel en que se colocan los afectados de sonambulis­mo natural; porque siendo los constitutivos de todo acto humano el conocimiento, la vo­luntad y el albedrío libre, falta al hombre el don precioso de elegir en tales circunstan­cias, y es harto imprudente, y en ocasiones crimen inaudito, arrancar de una persona en­tonces los secretos que abriga en el interior de su alma, ó hacerla que se preste incons­ciente y dócil á servir de pasto y cebo á las pasiones más groseras y livianas.

Suficientes son los hechos aducidos para demostrar palmariamente que en el sonam­bulismo natural el individuo obra siempre en armonía con las sugestiones auditivas que re­cibe, ó en conformidad de las ideas que le

( I ) Hipnotisine par le Dr. Azam.—Pmls, 188", pá¡,'inas 73-78.

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104 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

hubieron dominado en estado de vigilia. Ja­más se ha visto que una histérica en los de­lirios del sueño articule palabras en idioma que no entiende ni conoce.

Aunque las corrientes de inducción mag­nética fueran capaces de producir en el hom­bre una predisposición al sonambulismo na­tural, jamás conseguiríamos que en las fases de éste leyera aquel por la espalda un libro cerrado, ni penetrara sin auxilio de señales ó palabras exteriores el pensamiento que escon­demos en nuestra inteligencia, y el afecto que guardamos con celo diligente en nuestro co­razón; porque las causas naturales no pueden trascender nunca en sus efectos la energía que las limita dentro de la esfera de actividades necesarias y constantes en su modo de obrar.

Ahora bien; el magnetismo puede equili­brar ciertamente las funciones fisiológicas que en un sujeto se hallan trastornadas por acci­dentes morbosos; puede asimismo impedir las congestiones sanguíneas y regularizar la mar­cha tónica del sistema orgánico del hombre; pero se precisa ser un loco rematado é inco­rregible para confundir el equilibrio funcio­nal con el pensamiento humano, y afirmar con cínica frescura que la magnética induc­ción goza del raro privilegio de transformar­se en don de lenguas, cuando al período de convulsión nerviosa y muscular sigue la cal­ma y el aparente reposo de un pobre sonám­bulo, que de buen grado ha sufrido su acción estimulante y bienhechora.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 105

Se necesita haber perdido el juicio para suponer que las corrientes mag-néticas tienen la virtud ignorada de convertir las fibras ra­quídeas en nervios oculares; y que por esto hacen aquellas aptos á los hombres para con­centrar en la espalda la actividad visiva con­tra las enseñanzas del común sentir y los principios que establece la Anatomía fisioló­gica y la Física.

Por otra parte, aunque se admita que la inducción magnética facilita la conciliación del sueño, sin embargo, la experiencia testifi­ca que el individuo influido no entra de re­pente en un letargo profundo, ni pasa por las fases de rigidez cadavérica, ni de hipereste­sia de un sentido con anestesia de otros, por la simple voluntad del magnetista Mesme-riano.

De lo dicho se deduce claramente que la ciencia y el buen sentido rechazan de un mo­do absoluto la teoría fluidista del hipnófilo Mesmer, como inútil y completamente ab­surda'para explicar los efectos obtenidos en el sueño provocado.

Los hipnotistas más famosos de consuno reconocen que la ciencia es incapaz de dar cuenta de los fenómenos raros que se notan en el sonambulismo artificial, si se atiende sólo á la eficacia de las causas naturales co­nocidas hasta hoy. Debánanse los sesos á pu­ro discurrir hipótesis, y no encuentran nin­guna que satisfaga por completo, y podremos añadir que ni -remotamente se acerque á la

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verdadera explicación que debe darse con rigorosa lógica á los fenómenos hipnóticos, mientras no acudan á la energía de las cau­sas preternaturales, que con tanto empeño como desenfado relegan al olvido y al desdén.

Por eso es que, rechazada por ellos la teoría flnidista que noventa años hace ex­pusiera con furor el magnetólogo Mesmer, consideran muchos como efectos simples de una imaginación excitada las fases diferen­tes que en el hipnotismo se notan. l>a opinión de estos últimos, llamada j/c/V//77Í'/'«, preten­de roborarse en los procedimientos moder­namente usados para conseguir la hipnosis.

Exposiciofi de la tcoriastigetivista. Aban­donada, con efecto, la varilla imanada de Mesmer, se ha echado mano de la acción que ejerce una luz directa, ó su reflejo intensivo sobre un objeto brillante do plata, de nikel ó latón, etc., y del poder, en fin, que una mirada imponente y selvática, sostenida con fijeza, tiene para con el sistema nervioso d e u n in­dividuo sometido voluntariamente, ó por sor­presa y sin consentimiento alguno anterior, á la fascinadora energía do los medios refe­ridos.

A la manera, dicen, que la fulgorosa bri­llantez de un relámpago, ó el ruido aterrador del trueno que le sigue, y los bruscos estam­pidos de un cañón, de un fusil ó de un re­vólver, ó el intenso relumbrón de una espa­da que se blando, ó el agudo rechino de una

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 107

tabla y ol crugir desagradable de los dientes, o el movimiento de las yemas de los dedos que suavemente se deslizan sobre una su­perficie pulimentada y tersa, ó una noticia fausta ó triste, bastan, según la predisposición y temperamento de los individuos, para cau­sar en ellos síncopes, cuyos caracteres son análogos á los manifestados en la catalepsia hipnótica; así también un observador hábil é ingenioso pone en práctica mil medios para dormir á sus clientes, conmoviendo vivamen­te su sistema nérveo y excitando su imagi­nación, sin más que secundar las sabias lec­ciones que la naturaleza le presenta á todas horas.

Juicio Jilosújico-ciciitijico á que parece acreedora la teoría anterior. Ya hemos di­cho en otras ocasiones que nuestras tareas profesionales nos obligan á conceder á la na­turaleza cuanto sea posible, con tal de que por ello no se menoscaben los severos prin­cipios de la Filosofía cristiana y los dogmas •sagrados de la Religión católica, á que tene­mos la dicha inestimable de pertenecer.

Tenemos asimismo muy presento en la memoria aquella regla de moral conducta y de buen sentido práctico, que San Alfonso Míiría de Ligorio estampó en su libro IV, tra­tado I, párrafo x x , y que sacada de su Teo­logía Moral y traducida libremente dice así: «Los católicos deben presumir que son natu­rales todos los fenómenos que en el mundo

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Io8 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

ocurren, mientras no se pruebe lo contrario de un modo evidente (i).»

El Dr. Angélico Santo Tomás de Aquino nos advierte, que, «cuando no hay indicios manifiestos para juzgar maliciosas las opera­ciones de un sujeto, procuremos interpretar aquellas del modo más favorable posible (2).»

Antes, pues, de dar nuestro fallo á la cuestión que nos ocupa, conviene hagamos algunas consideraciones sobre materia tan importante y embrollada.

En muchas ocasiones hemos oído referir á personas muy dignas de respeto y crédito, que ellas mismas han sido, ciertamente, tes­tigos presenciales de turbaciones profundas é imprevistas del sentido, ocurridas en indi­viduos propensos á desórdenes nerviosos, con el simple olfatear un olor desagradable, ó con el recibo de una visita molesta, ó con el habla emitida en tono imperioso y altanero.

En esta capital de Salamanca, el profesor de Matemáticas del Seminario conciliar, ami­go nuestro muy estimado, tuvo hace trece años á una hermana suya con ataques epi-

(1) Thfol. Moralis Sancti Alphonsi M. ite Ligorio; Matritt, iSyO; lomo \, lib. IV, fractatns \, par. \\, página 210, ie6i at'í: íyiioíi in dnbio pmsiimeniins sil aliqíiis ef-

fectits pútiiis provenire d cansa naturali quam d supers-titione.^

(2) D. 2'hom. 2-2, q. r,X, ari. IV, ait: «ubi tion app<r-rent manifesta indicia de malitia alien ¡ns, dehfmns en ni ni bonnm habcrc, in meliorcm pariem interpretando, qnod dubÍHin est.»

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iCXAMEN DEL HIPNOTISMO 109

lépsicos, seguidos de catalepsia y de ferióme-' nos raros de sonambulismo natural.

Diez y seis años contaba la joven aludida, y hasta los veintitrés fué su enfermedad una continua alarma y sobresalto para la familia; porque el solo rozamiento de los goznes de una puerta, y el ruido apenas perceptible que produjera un gato juguetón al agitar un tro­zo de papel con suaves manotees, eran sufi­cientes para causar en la enferma un desma­yo acompañado de convulsiones violentas á las cuales sucedían momentos de aparente reposo y tranquilidad sosegada.

En los intervalos de profundo sueño era cuando adquiría la paciente una hiperestesia o sensibilidad exquisita en los órganos olfa­torio y táctil, hasta el punto de distinguirper-fectamente las personas que la visitaran sin que las viera ni las oyera hablar,' en virtud de precauciones tomadas al efecto.

Individuos de toda clase y condición so­cial observaron á la enferma, y era de ver la admiración que en los médicos causaba, cuan­do aquella emprendía su favorita tarea de ri­diculizar á algún prójimo en quien hubiera visto, estando sana, cualquier defecto físico ó amaneramiento excesivamente urbano; por­que era tal la gracia con que expesaba en alta voz las representaciones de su imagina­ción calenturienta, que hacía soltar á todos Una risa estrepitosa á pesar de la compasión a que movía su estado doloroso y aflictivo.

En más de una ocasión oimos nosotros, en

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l i o EXAMEN DEL HIPNOTISMO

iinión de varios sacerdotes y otras personas seglares, repetir versos y hablar latinajos á la joven aludida, qui-jn, por otra parte, diser­taba á veces con primor sobre asuntos de po­lítica gubernamental, recordando, sin disputa, en sus paroxismos las vivas impresiones que recibiera al conversar con dos hermanos su­yos, sacerdotes, en los ratos de ocio y entre­tenimiento.

Tenía momentos en que cerrados los ojos y rígidos los miembros corporales, parecía volverse loca de furor y desempeñaba pape­les de diferentes personajes, cuyos gestos y palabras repetía con precisión admirable y fabulosa exactitud. Unas veces imitaba las acciones de un guerrero que á un ejército dirige con destreza en la campaña militar; otras se figuraba ser un misionero apostólico é imaginándose que se hallaba en un pulpito subida ante un auditorio numeroso, dirigía á éste exhortaciones para que se encaminara por la senda de la penitencia y de la mortifi­cación; otras se representaba que estaba en una iglesia y comenzaba á rezar devota y compungida las oraciones que retenía en la memoria, mandando con imperio que nadie chistara en el tiempo que ella estuviera re­creándose con las dulzuras de la meditación.

Así pasó la desgraciada joven por espa­cio de unos siete años, al cabo de los cuales finalizó su mal casi por completo, y hoy, Í'I los veintinueve de su edad, goza de salud ro­busta, merced al pleno desarrollo de su orga-

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EXAMEN ÜEL HIPNOTISMO 1 11

nismo fuerte y de la benéfica influencia de los baños que en el mar Cantábrico tomara du­rante cinco años seg.uidos en la temporada veraniega.

Excusado es advertir que la hermana de nuestro buen amigo y comprofesor ha guar­dado siempre una conducta intachable, y que en el tiempo mismo en que los ataques ner­viosos la incapacitaban para dedicarse á la piedad, solía cada mes recibir los Santos Sa­cramentos de la Penitencia y Comunión.

No pocas veces fué interrogada al reco­brar el conocimiento después de los accesos, que por espacio de tres años sufrió casi dia­riamente, sobre los asuntos que había trata­do y las palabras que dijera mientras estaba sonámbula; pero con llaneza y prontitud con­testaba á todos que no sabía absolutamente nada de lo que por ella había pasado, y sola­mente se admiraba de haber tenido alientos para ocuparse de negocios tan variados, cuando tanto la aquejaban los dolores que sentía en la cabeza y corazón.

Con lo dicho bastará para que el lector se forme idea de que no estamos ayunos en la cuestión de observar prácticamente lo que suele acontecer en las fases que experimen­tan las personas atacadas de histerismo y de sonambulismo natural, en virtud á su consti­tución exageradamente nerviosa y al poder fascinador de su imaginación excitable en sumo grado por un accidente cualquiera.

Ciertamente, que no hemos presenciado

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sesiones de hipnotismo, pero hemos leído al­go sobre la materia, y unido nuestro estudio á las observaciones que pudimos hacer en el caso referido anteriormente y á las que en otros han hecho personas instruidas y de nuestra confianza, nos parece tener algunos fundamet^tos y razones poderosas para des­echar completamente la quimérica opinión de los que afirman ser los fenómenos hipnóticos un caso particular de histerismo exagerado, en que las alucinaciones imaginativas son frecuentes, y el recuerdo de los hechos todos de la vida del enfermo se realiza en él con detalles minuciosos y se patentiza á los ob­servadores con sólo dirigir preguntas apro­piadas al paciente.

Efectivamente; comprendemos, en verdad, que un hombre de constitución orgánica irri­table, y que una mujer de temperamento ner­vioso exagerado, puedan fascinarse con facili­dad por un accidente cualquiera, quedando en virtud de la enérgica impresión que aquellos recibieran como adormecidos, y con los mús­culos paralizados, y la voz extinguida, y con el semblante descompuesto y las funciones nutritivas trastornadas; pero lo que se resis­te á la humana compresión es, que el hipno­tismo se preste á ser ensayado de igual suer­te en las personas sanguíneas que en las nerviosas y linfáticas; en los individuos de constitución hercúlea y en los clorósicos y anémicos; en los que tienen idiosincrasia bi­liosa y en los que inminencia morbosa de

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EXAMEN J»EL HIPNOTISMO 113

histerismo; en los de pasiones sosegadas y en los caracterizados por sus apetitos fuerte­mente eróticos; y para acabar una ve/, la hip­nosis se provoca lo mismo en el campesino humilde que en el ciudadano envejecido en profesiones literarias ó científicas, en la joven retirada y devota que en la mujer lasciva, coqueta y mundanal.

Así, efectivamente, lo demuestran las ex­periencias últimas del hipnotizador í íanssen realizadas el año 1880 en Breslabia con hom­bres literatos y científicos, y con individuos de organismo vigoroso y de salud robusta: así también lo patentizan las observaciones practicadas por el profesor Bernheim y el doctor Liébeault, y que hemos detallado al principio de este libro: así lo testifican los tres mil hipnotizados por Donato, los cuales per­tenecen á todas las clases sociales desde el ínfimo plebeyo hasta el magnate y encopeta­do príncipe: así, en fin, los innumerables que M. Charcot, Richet y Dumontpallier han dor­mido en Francia por medio de la sugestión hipnótica.

Es además raro y en extremo singular que los nervios y los músculos de un hombre se conmuevan á voluntad de un hipnotista, y que aquellos obedezcan las insinuaciones de éste con la precisión y exactitud que la co­rriente eléctrica pasa por un hilo de cobre, que mano extraña une á los conductores in­terpolares de un carrete de Siemens en ple­na actividad.

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U 4 EKAMEN DEL HIPNOTISMO

Aún es más extraño que la rigidez mus -cular desaparezca en los miembros del hip­nótico con una mirada simple, ó con un lige­ro sopló de aire, ó con una indicación del hipnotista, y que la persona sumida en letar­go catalépsico quede sin libertad para discu­rrir por sí misma, y sin actividad en la me­moria para recordar lo que no pluguiera al hipnotizador.

Es completamente anómalo y hasta in­natural que los nervios de un infeliz hipnoti­zado no puedan recibir por sugestión otras impresiones orgánicas que las fingidas por el que le durmió, y que el sonámbulo no tenga facultad para moverse sino es á discreción del hipnotista, y que aunque quiera desper­tar no pueda hacerlo sino á la hora que el hipnotizador le precisara con exactitud ma­temática.

Y para que ninguno crea ser exageración cuanto decimos, vamos á referir algunos he­chos en comprobación de las aserciones que preceden.

El célebre jesuíta P. Franco, narra en su folleto de FA Hipnotismo, que el Dr. Lombro-so sugirió á una mujer hipnotizada la cegue­ra y k otra que se volviera sorda, resultando después que ni la primera vio una luz que se la aproximó á la vista, ni la segunda se dio cuenta del estampido de un revólver que se disparó á corta distancia de su oído.

El Dr. Seppilli sugirió á un enfermo que . á las ocho de cierta noche se vería necesita-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO I 15

do de dormir y despertaría á las cinco de la mañana siguiente, con la rara circunstancia de que á las cinco y cuarto de la misma uno de sus brazos manaría sangro por una serie de puntos, que en forma de V hubo en él tra­zado previamente. El tiempo se encargó de cumplir la profecía del Dr. Seppilli con in­creíble precisión (i).

La prensa, en fin, ha hecho constar, con grande asombro, que el magnetólogo Hans-sen consigue, por sugestión hipnótica, que los sonámbulos se olviden del pueblo en que nacieran, de su propio nombre, de la edad que tienen y hasta del domicilio que sirve de morada á aquellos de un modo habitual, sien­do preciso dormir de nuevo á los pacientes aludidos y hacerles sugestiones en contrario para que desaparezca la amnesia, y recupe­ren otra vez la memoria que fatalmente per­dieron.

Ahora bien; si los hechos aludidos fue­ran ciertos, que harto lo dudamos, porque nos parece que los hipnófilos se hallan gran­demente interesados en dar realce ásus obras para embobar á incautos, y mantenerse lau­reados con el aura popular y el prestigio que en momentos de efervescencia y confusión tan fácilmente se adquiere aun á costa de la acogida favorable de los doctos é instruidos: tendríamos también que confesar con el mis­mo magnetólogo Braid y el hipnotista Char-

(l) & Hipnotismo, por el P. Franco, pig. I53-165.

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n 6 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

cot, que la verificación de los fenómenos hipnóticos no puede explicarse satisfactoria­mente por los razonamientos de la ciencia, debiendo añadir por nuestra parte que seme­jante misterio será incapaz de aclararse mien­tras los señores hipnotistas no quieran con­fesar ingenuamente que en sus operaciones son ayudados por causas, cuya energía no se rige por las leyes de la naturaleza visible.

I.a Fisiología nos enseña, que no basta la imponente voz de un hombre para impedir que otro sienta determinadas impresiones, cuando ni falta objeto que trasmita aquellas, ni hay lesión en el órgano nervioso que las ha de recibir, ni tampoco se halla ausente el alma del sujeto impresionado para que deje de transformar los movimientos que la agitan en hechos de conciencia y pensamiento.

Jamás prueba la Física que el mandato de un hombre sea capaz de impedir la mar­cha de los rayos luminosos á la retina del ob­servador; antes bien, se precisa la interposi­ción de un cuerpo opaco para que aquellos no hieran al nervio óptico de quien, estando sano, les mira atentamente.

Nunca vio la Lógica ilación alguna entre el curso de una enfermedad y la voluntad li­bre del que la produjo á su gusto y placer; antes al contrario, el estado morboso se pro­longa más ó menos tiempo, según fuera la energía de la causa que le originó, y el modo de obrar que necesariamente tuvo en el or­ganismo humano.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO I17

Jamás la Terapéutica consigna que puede determinarse á un histérico por simple suges­tión el tiempo que han de durar sus paroxis­mos con la certeza infalible de que aquellos cesarán en el instante preciso que marcara un arlequín.

Pues bien; precisamente todo este cúmu­lo de hechos sin explicación científica se rea­liza en los períodos del sonambulismo provo­cado; porque el hipnotizado siente y conoce lo que el hipnotista determina con su bella voluntad: el sonámbulo es un lindo juguete manejado en sus accesos de locuacidad y de delirio á plena discrección de quien le dur­miera en latargo catalépsico: en el hipnotismo no dura la rigidez orgánica y la enfermedad histérica más tiempo que el que pluguiera fingir el veleidoso magín del hipnotista: to­do, en fin, está clamando que en el hipnotis­mo se ejecutan los múltiples fenómenoj de sus fases variadas por la energía de algún agente, que transciende por completo la ma­nera con que obran las causas naturales.

¡^

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CAPÍTULO IV

Vanidad y locura de la hipótesis de Greyory acerca de los fenómenos hipnóticos.—La semi-atrofia nérvea, iniafjina-da por Grej;ory en el compuesto humano, se halla en evi­dente oposición con los rudimentos más elementales de la Anatomía Fisiolóf^ca, y se torna en ardimiento contra su pro))io inventor, ponjue de ser cierta la hipótesis, i)robaria t(ue en ¡a rcalixacióii <}c los fenómeno» ))ij)nóticos intervie­ne la influencia de un agente, cuya energía supera la acti­vidad de las causas naturales.—La teoría frenológica de Gall, además de ser contraria á los principios filosóficos y á los descubrimientos de las ciencias, es incapaz de dar luz en la misteriosa cuestión del hipnotismo, aunque se patrocine por ingenios tan famosos como el del materia­lista Huxley.—Consideraciones importantes acerca de las causas que contribuyen á la rápida difusión del hipnotis­mo en nuestros días.

ANIDAD y locura de la hipótesis de Gregory acerca de los fenómenos hipnóticos. Es doctrina católica be­llamente compendiada en el aforis­

mo latino, qtios Deus perderé vult, prius dementat, que la justicia de Dios enloquece primero á los que, en pena de sus crímenes é infidelidad, trata de perder. Tal sucede, por desgracia, con los señores hipnotistas; adver-

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I20 EXAMEN DEI. HIPNOTISMO

sanos estos por sistema del orden sobrenatu­ral, buscan con empeño inusitado la explica­ción d? los fenómenos hipnóticos en las causas naturales, y sus desvelos se hacen cada día más infecundos y estériles. Ellos han visto rodar por el suelo la famosa teoría de Mes-mer; han comprendido que la hipótesis de pretender confundir los fenómenos del so­nambulismo natural con los del hipnotismo provocado es tan absurda como quimérica y vana; han entendido que es una ficción irra­cional y anticientífica el afán de atribuir los hechos de la humana hipnosis al poder fasci­nador del hipnotista respecto del hipnotizan­do, y ahora que observan cubiertas con el ig­nominioso polvo del olvido y el desdén las elucubraciones insensatas del humano inge­nio en este punto misterioso, procuran reco­ger velas y abroquelarse del si.'-tema nervio­so del hombre, que se atrofia ó vuelve activo merced á la influencia poderosa de un hábil hipnotista.

AI inglés Gregory debemos ocurrencia tan feliz como ignorada de los sabios hasta hoy. Supone, con efecto, el defensor de los sectarios de la humana hipnosis, que la mitad del encéfalo se halla inactiva en el estado de salud normal del hombre, funcionando sola­mente la mitad restante, á fin de sostener el equilibrio orgánico de la economía animal en sus actos nutricios y de relación.

El hipnotista goza de la rara facultad de atrofiará discreccíón las células nerviosas que

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 121

se mantuvieron activas antes del sueño hip­nótico, y de excitar en éste las perezosas é inertes, decorándolas con el don precioso de la actividad que las faltara, á fin de que pue­dan vibrar y trasmitir con armonía mecánica los impulsos materiales, que del mundo exte­rior las hayan de conmover durante el perío­do del magnético letargo.

Descanse el Sr. Gregory bajo la sombra de los laureles que ha merecido conquistar con el ingenioso parto de '•u desatinada hi­pótesis. Nosotros le diremos, desde las pági­nas humildes de este desaliñado escrito, que ningún fisiólogo de mediano juicio puede to­lerar desaciertos tan atroces.

Efectivamente, el estado de salud de un individuo cualquiera, es incompatible con el desequilibrio de sus funciones orgánicas y de relación, y no hay términos hábiles de conci­liar la armonía fisiológica con la inercia par­cial del sistema nervioso, cuyo fin inmediato es mantener regulada la tonicidad de los va­sos y músculos del hombre y poner á éste en conveniente relación con los objetos que por doquier le rodean.

La Anatomía, con efecto, nos enseña que el sistema nervioso cerebro-espinal del hom­bre se compone de una parte central, llama­da encéfalo, y de otra, que pudiera apellidar­se periférica, constituida por cordones que se distribuyen por todo el organismo.

La masa encefálica se considera, para su estudio, dividida en cerebro, cerebelo, istmo

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122 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

del encéfalo y bulbo raquídeo. El cerebro corresponde á la parte superior de la rabeza, es de figura redondeada y se halla dividido en dos lóbulos por un surco longitudinal, reci­biendo aquellos los nombres de hemisferios cerebrales. Cada masa hemisférica nerviosa se une en la base con su correspondiente por el mcsolobo ó tabique horizontal de materia nérvea, lisa y blanca.

El cerebro presenta en su masa circun­voluciones numerosas, separadas entre sí por surcos profundos llamados anfractuosidades: su cara externa se halla constituida por mul­titud de células gríseas, agrupadas entre sí, mientras que el espesor interno es formado por blancos tubos nerviosos: cada tubo nér­veo se compone de cubierta externa transpa­rente, sustancia semilíquida ó médula nervio­sa, y cilindro eje ó blanda fibra central; los tubos, á su vez, longitudinalmente se reúnen y constituyen los haces nerviosos que se pre­sentan envueltos por una membrana ó ncii-rileina, cuyo tejido celular es muy resistente.

Los tubos nerviosos del cerebro comuni­can con las células grises de la circunferen­cia, las cuales se hallan por continuidad re­lacionadas con las fibras, también grises, pero centrales, de la médula espinal, observándo­se que estas asimismo son atravesadas por delicados tubos nerviosos, que forman ángu­los muy agudos de sustancia blanca con la grísea materia de las células.

El cerebelo es una masa nerviosa, redon-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 12¡

cicada y dividida en dos mitades, llamadas hemisferios, cuyo volumen se aproxima á la quinta parte del cerebro, y se halla situado debajo de este órgano en la región postero-inferior del cráneo. I>a superficie del cerebelo es de color gris y presenta infinidad de sur­cos curvilíneos, paralelos entre si, y dirigidos en sentido transversal á un dibujo arbores­cente gríseo, que se nota como incrustado en el espesor medio de su masa blanquecina.

El istmo del encéfalo se compone de la protuberancia anular y de los pedúnculos ce­rebrales y cerebelosos, siendo la primera un ábultamiento semicircular de materia ner­viosa, y los segundos blancos y gruesos cor­dones, por cuyo medio se une aquella á los hemisferios del cerebro y cerebelo.

La módtila espinal es un largo cordón nervioso, que, partiendo de la protuberancia anular ó puente de Varolio, se continúa des­pués por el canal raquídeo que los agujeros de las vértebras forman con su disposición seriada y longitudinal en el eje flexible del esqueleto humano.

Una vez sentadas las nociones ligeras que preceden acerca del sistema céntrico nervio­so cerebro-espinal del hombre, conviene aho­ra consignar aquí algunas ideas sobre las ra­mificaciones que derivan de aquella masa nérvea, á fin de que podamos entender los convincentes argumentos que por completo destruyen la hipótesis inglesa de Gregory.

Suelen, en efecto, dividir los anatómicos

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124 EXAMEN PEL HIPNOTISMO

los haces nerviosos en craneales y raquídeos, según que aquellos se originen del centro nérveo contenido en la cavidad del cráneo ó de la médula alojada en el raquis. Los cra­neales derivan de varios puntos del encéfalo, salen por la base de los hemisferios de éste bajo la forma dominante de raíces solitarias que se dirigen á los finos agujeros de la lá­mina cribosa del etmóides para ramificarse luego en el organismo de un modo especial.

Doce son los pares de nervios craneales que el célebre anatómico Soémmering clasi­ficó en olfatorios, ópticos, óculo-musculares comunes, patéticos, trigéminos, óculo-muscu­lares externos, faciales, auditivos, gloso-fa-ríngeos, pneumogástricos, espinales é hipo-glosos, cuyo principal oficio se reduce á tras­mitir las impresiones de los cuerpos á fin de que el alma, por tal medio, aprecie sus propie­dades táctiles, gustativas, olfatorias, cromá­ticas y sonoras.

Las ramificaciones espinales proceden de la médula raquídea, y se distinguen con los nombres de cervicales, dorsales, lumbares y sacras, atendiendo á la región de las vérte­bras, de cuyos agujeros de conjunción brotan aquellas, imitando á un doble manojo de rai­ces que, aunque separadas en su origen, des­pués se unen formando un abultamiento gan-glionar, del que derivan, por último, infinidad de filetes, que se distribuyen en la periferia de los órganos y en el profundo espesor do la masa de los músculos.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 12 =

Multitud de experiencias realizadas por eminentes fisiólogos demuestran claramente, que las raices posteriores de la médula espi­nal se extienden por las papilas dérmicas cé-lulo-fibrosas, conocidas por el nombre de cor­púsculos de Meissner, y que la impresión de estas es condición indispensable para que el alma del hombre pueda darse cuenta de la aspereza, suavidad, temperatura, pesantez, etcétera, y demás cualidades de los cuerpos, apreciables por el órgano del tacto. Cuando se punzan ligeramente los filetes nerviosos que proceden de las raíces mencionadas, siente el hombre un vivísimo dolor que le hace derramar lágrimas abundantes de aflic­ción y desconsuelo, como se observa en las amputaciones quirúrgicas en que no se admi­nistra al enfermo las anestésicas inhalaciones del tóxico cloroformo.

En cambio las raíces anteriores parecen, en su mayoría, destinadas á la ejecución de los movimientos musculares, que forzosa-ínente resultan de las impresiones sensitivas comunicadas al cerebro, y actuadas por el alma que providencialmente le informa. Si con un escalpelo se cortan las ramas nervio­sas que deriban de la parte anterior de la médula espinal, se ve de manifiesto que los músculos correspondientes quedan paralíti­cos, y que el animal en cuyo organismo se realice experiencia semejante puede dar gri­tos de dolor acerbo al ser herido por la fina punta de una simple aguja, sin que sea ca-

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paz de retirar convulsivamente los músculos del dermis que recibieran la lesión.

Antes de concluir estas nociones, conviene hacer constar: que en el cuerpo humano exis­te también el sistema nervioso, llamado gran simpático, reducido á un doble cordón gan-gliónico, nudoso de trecho en trecho, y simé­tricamente colocado á los lados de la colum­na vertebral en forma de cadena: el cuello, la cabeza, el estómago, el hígado, los ríñones, la viscera pulmonar, el corazón y el abdo­men, se hallan enramados por los filetes ner­viosos que en indefinido número proceden de semejante sistema. El gran simpático co­munica además con los puntos de conjunción de las dobles raíces que derivan de la médu­la espinal, y sus fibras diminutas se extien­den por los órganos de la reproducción, y por los vasos arteriales y venosos de la cir­culación sanguínea: su oficio directo é inme­diato es sostener la armónica tonicidad de los tejidos que componen las membranas y aparatos, destinados á la realización de las importantes funciones secretorias y nutricias, aunque, por las conexiones íntimas que tiene con la médula raquídea, no haya impresión orgánica en las esplénicas cavidades que no sea trasmitida por intermedio de los nervios espinales al cerebro, y sea, de consiguiente, sentida por el alma racional que en aquel centro preside y regula de un modo especia-lísimo las delicadas acciones de la que de este modo viene á ser una sola red nerviosa.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 127

Ahora bien; los datos precedentes nos conducen como por la mano á hacer al señor frregory las reflexiones que se expresan á continuación.

La Fisiolog-ía enseña que, cuando se ex­citan las ramas periféricas de un nervio, la conmoción se trasmite al cerebro, marchando con movimiento rítmico y armónico hacia aquel centro anatómico, para ser devuelta luego á los músculos y demás fibras orgáni­cas al través de la pulpa medular contenida en los tubos nérveos, que se distribuyen y penetran el interior del organismo del hom­bre. Un obstáculo cualquiera que se oponga á semejante transmisión basta para impedir que el alma humana pueda ser influida por las vibraciones cerebrales, y desde aquel mo­mento pasan desapercibidas las impresiones que los nervios recibieran, no siendo posible, por lo tanto, realizar la sensación.

De poco serviría que los. cuerpos des­prendieran de su masa odoríferas partículas, y que éstas, en torbellino agitado, repartidas por el aire, penetraran los cornetes de la na­riz, y se fijaran en la membrana mucosa que reviste sus paredes interiores; porque si los tubos nerviosos que abocan á las raíces pi­tuitarias se hallan atrofiados en virtud á fuertes impresiones, que antes traspasaran los cercanos límites de su elasticidad, será por completo inútil esperar que aquellos vi­bren al unísono de la agitación que los con­mueve, y el hombre entonces se verá inca-

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pacitado de experimentar lo agradable ó nauseabundo de los aromas que respire.

Si la mitad del nervio hipogloso estuvie­ra paralítico en el curso ordinario de la vida, nuestra lengua carecería de la flexibilidad que la distingue, no podríamos articular una palabra sola, y nos veríamos privados de sen­tir las cualidades gustativas que la Divina Providencia ha colocado en los cuerpos de una manera tan delicada como incompren­sible y admirable.

Si los delirios de Gregory y de su escue­la fueran una verdad, ningún fisiólogo ni fí­sico sería capaz de darse cuenta de la for­mación de las imágenes en la retina ocular; porque no habría ya un solo punto ciego en el nervio óptico, sino que la mitad de éste se hallaría inerte para ser impresionada por las acciones luminosas, y todos padeceríamos un defecto esencial en el órgano más impresio­nable y perfeQto que Dios nos concediera. La experiencia demuestra, contra cavilaciones semejantes, que el hombre, por lo general, tiene su vista bien conformada, con la cual, no á medias, sino por entero distingue en cir­cunstancias convenientes el relieve y variado colorido de los cuerpos, y la distancia pro­porcional á que estos se encuentran coloca­dos en el espacio que ocupan, y los mil acci­dentes, en fin, que á cada uno de aquellos en­vuelven y rodean.

Es un hecho comprobado por la Fisiolo­gía, que una sola célula, de las infinitas que

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO I2g

compoi^n los tubulosos nervios del haz acús­tico, es suficiente para impedir la audición de una manera cabal, si aquella no presenta mé­dula que se continúe con la de las inmediatas que la preceden y la sig-uen hasta la masa encefálica, de donde procedieron todas. I.as vibraciones sonoras pondrán en movimiento á la membrana del tímpano, y ésta, por su elasticidad, agitará rítmicamente á la báscu­la que forman los hue.secillos, martillo, yun­que, lenticular y estribo; pero la agitación será parcialmente neutralizada y hasta se anulará por completo en el oído interno, se­gún que las ramificaciones distribuidas en la linfa de Cotumni y en las fibras de Corti, carez­can en más ó menos cantidad de médula ner­viosa, ó no la tengan, por la supuesta iner­cia de Gregory, en disposición de trasmitir á la masa cerebral las impresiones que reciben, para que actuando aquella entonces sobre el alma que la informa, pueda el hombre con­vertir las ondulaciones materiales en sensa­ciones auditivas.

No somos nosotros los que rechazaremos la opinión de fisiólogos ilustres, que sostiene, opoyada en la experiencia, ser más fácil la percepción de los sonidos en el sueño hipnó­tico y en muchos casos de sonambulismo na­tural, que en el común estado de vigilia; por­que harto sabemos que la hiperestesia de un órgano nervioso está relacionada íntimamen­te con el reposo sosegado de los filetes nér­veos que corresponden á los demás sentidos

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pues si la actividad de la masa ence^lica se concentra en una impresión sola, lógico es también que aquella actúe con mayor vive­za y energía sobre el alma racional del hom­bre, y que éste, colocado en semejantes cir­cunstancias, aprecie oscilaciones vibratorias de pequeñísima amplitud, cuando en la tra­yectoria descrita por aquellas no son altera­das por otra multitud que en rumbos dife­rentes y con velocidad distinta modifican por entero y simultáneamente el organismo hu­mano. El lector comprenderá, por la conside­ración de lo que acabamos de decir, que el referido modo de explicar la sensibilidad au­ditiva en el sueño hiperestésico, en nada con­cuerda con la hipótesis extravagante de Gre-gory, porque mientras este señor supone que las células del nervio acústico se hallan iner­tes por mitad en el ordinario estado de sa­lud de un individuo, y que aquellas se con­vierten en activas á expensas del mágico po­der del hipnotismo hábilmente provocado; la opinión que por cuenta propia hemos expues­to, atendiendo indicaciones razonables de médicos de fama y valía real, parte del prin­cipio fisiológico de ser incompatible el estado de salud orgánica en el hombre con la paráli­sis parcial del sistema nervioso, cuyas ramifi­caciones alcanzanybenéficamente influyen en todas y cada una de las partes de su cuerpo.

Además, ¿no ve, por ventura, el señor Gre-gory, que si el nervio llamado pneumo-gás-trico se paraliza en alguna porción celular

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del trayecto que le une al cráneo, es de todo punto imposible que la respiración, la circu­lación y digestión se verifiquen con regula­ridad, puesto que las ramas de aquel nervio se extienden por la faringe y el estómago, el corazón, la laringe y los pulmones? r;Acaso no recuerda que cualquier desorden en este nervio craneal origina en el timbre de la voz humana cambios de intensidad vibratoria has­ta el extremo de extinguirla, y comprometer por asfixia la vida del afectado por semejan­te parálisis? Si las cavilaciones de Gregory para explicar el hipnotismo fueran ciertas, habría que eliminar la vida fisiológica del hombre sobre el planeta terrestre que pisa­mos, y en el cual afortunadamente no ocu­rren de ordinario esos trastornos que debie­ran suceder en tan absurda hipótesis.

El señor Gregory parece que ha olvidado hasta los rudimentos más sencillos de la Fi­siología, porque desconoce la necesidad de que la pulpa y el eje de los tubos nerviosos, que derivan de la médula raquídea, se hallen en su totalidad íntegros y activos, á fin de que el individuo sano pueda darse cuenta de las impresiones táctiles de los cuerpos.

Ni tampoco ha considerado que si los pe­dúnculos cerebrales estuvieran en su mitad inertes, el hombre de salud más robusta y vi­gorosa se vería precisado también á ejecutar, sin quererlo, movimientos circulares de ca­beza en opuesta dirección á la parálisis, y no es esto, sin embargo, lo que advertimos al

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132 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

observar atentamente el ejercicio de los ór­ganos en el compuesto humano.

Y si por un momento nos fijamos en los pedúnculos cerebelosos, recordaremos al se­ñor Gregory que éstOvS se hallan divididos por los modernos fisiólogos en superiores, medios é inferiores, según que respectiva­mente liguen el cerebelo con el cerebro, á la protuberancia anular con el cerebelo, ó á este órgano, por fin, con la médula espinal. Ahora bien; si los scmiatrofiados en el estado de sa­lud fueran los superiores, los movimientos del hombre serían á todas horas inciertos y vacilantes, y semejarían á los que realiza aquel cuando se halla dominado por fatales impresiones de espanto y de terror: si los me­dios son los imaginados semi-inertes, ninguno de nosotros se sostendría en pié, sino que al pretender guardar la referida actitud, daría­mos á la redonda unas cuantas vueltas al mi­nuto para arrojarnos al suelo precipitada­mente con la vista turbada y bañados en sudor, cual si un vahído terrible nos hubiera colocado de repente en estado tan fatal: y si el señor Gregory optara por suponer semi-activos á los infenores, sería preciso, para confirmar su hipótesis quimérica, que viéra­mos á los sujetos sanos con la cabeza y el tronco de su cuerpo dirigidos curvilíneamen­te hacia los puntos en que estuviera inerte la médula pulposa de los nervios, porque el exa­men anatómico comprueba que en éste y en los casos anteriores el hombre se halla inca-

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pacitado de marchar de frente con la cabeza erguida y el paso firme y sostenido.

Y si alguno de los hemisferios cerebelo-sos se encontrara endurecido, ¿no ve el señor Gregory que las experiencias habilísimas de M. Flourens han puesto hoy fuera de toda duda racional que aquel órgano, animado por el espíritu del hombre, es quien coordina los variados movimientos de la locomoción? ¿Por ventura existe algún fisiólogo moderno que ignore ser bastante un desorden en la masa cerebelosa para que el paso del hombre se ejecute por tamboleos ridículos, que imiten á los que verifica una persona embriagada por el ardiente alcohol?

Si los hemisferios cerebrales se atrofiaran alternativamente, ¿no ve el señor Gregory y los de su escuela, que el hombre vivina dur­miendo siempre en un letargo profundo, del que ningún hipnotista podría sacarle nunca, según comprueba de un modo palmario la anatómica experiencia?

¿No es, por ventura, un hecho averiguado por la ciencia fisiológica que la acción de los hemisferios cerebrales mencionados es cru­zada sobre los haces musculosos? ¿No afir­man los médicos que la hemiplegia izquierda procede de una parálisis del hemisferio de­recho cerebral? Pues dirija su vista el señor Gregory sobre las criaturas racionales que habitan la superficie dilatada de la tierra, y se convencerá de que la hemiplegia no es carácter ni condición ordinaria del organis-

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mo humano, como debiera suceder en el caso de que la hipnosis artificial fuera imprescin­dible para desenvolver la actividad de cual­quiera de los hemisferios cerebrales de suyo semi-inertes.

Por último; el empirismo fisiológico ha demostrado en nuestros días que la acelera­ción en el curso de la sangre y las palpita­ciones cardiacas siguen marcha inversa á la excitabilidad producida en las ramificaciones del sistema nervioso, llamado gran simpáti­co: cuando éste duerme, la circulación san­guínea se acelera, y las pulsaciones que pro­ceden de los latidos del corazón se hacen incontables, y si la actción continúa, queda en poco tiempo agotada la vida fisiológica del hombre más robusto; en cambio, si los ner­vios simpáticos se excitan, los movimientos cardiacos disminuyen, los músculos del cora­zón se paralizan por instantes, y el hombre se muere bruscamente, como suele aconte­cer por castigo providencial á muchos, cuya vida relajada y costumbres de erotismo bru­tal y licencioso les pone en la ocasión de con­mover libidinosamente los nervios de seme­jante sistema.

Ahora bien; los hechos precedentes des­truyen por completo la hipótesis famosa de Gregory; porque de ellos se deduce clara­mente que la salud de un individuo es incom­patible con la semi-atrofia de los nervios del sistema gran simpático, una vez que la ínte­gra, aunque moderada energía de aquel, se

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hace necesaria en todo el trayecto garglió-nico y sus ramificaciones para el sostenimien­to del equilibrio funcional en la economía orgánica del hombre, so pena de verse éste acometido á cada instante de mil desagrada­bles accidentes que le pongan en peligro de perder su propia vida.

Ahora bien; como por otra parte hemos probado que si la masa cefalo-raquídea se compusiera de células no activas en un hom­bre viviente, era imposible que aquel desem­peñara las funciones de relación de una ma­nera libre, regular y armónica, resulta que es una hipótesis ridicula y completamente falsa la de suponer que en las condiciones ordina­rias de la vida humana funciona solamente la mitad del sistema nérveo que se distribu­ye en el organismo de cada individuo, hallán­dose la mitad restante inerte, aletargada y dormida, mientras la mano hábil de un hip­notizador no la saque de la miserable inep­titud en que se encuentra.

H a y además, según hemos expuesto en las breves nociones anatómicas que han ser­vido de preámbulo á nuestras reflexiones, tal enlace y trabazón entre los nervios encefá­licos y gangliónicos, entre los tubos medu­lares blanquecinos y las blandas y gríseas fibras de Remak, que una alteración cual­quiera en los tejidos de los vasos destinados al desempeño de las funciones vegetativas y reproductoras,conmueve y modifica á la mé­dula espinal, al cerebro y cerebelo, y á los

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cordones mismos que unen estas masas entre sí. Nunca se realiza una atrofia ó endureci­miento en la sustancia nérvea sin peligro pa­ra la salud; luego una de las dos cosas habrá de ser verdad, á saber: ó ningún hombre tie­ne el organismo sano, ó la hipótesis de la semi-atrofia nérvea imaginada por Gregory es una locura sin fundamento alguno positivo y racional; pero la primera parte del dilema es completamente falsa, y pugna con los he­chos observados por el docto criterio de los médicos anatomistas y fisiólogos: luego la semi-atrofia nérvea es una insensatez de hom­bres soberbios, que presumiendo de sabios encuentran en evasivas ignorantes la solu­ción de las más arduas cuestiones.

Y, efectivamente, que es una evasiva ne­cia la semi-atrofia de los nervios imaginada por Gregory para dar explicación de los fe­nómenos que ocurren en el sonambulismo provocado; porque si tan contundentes son las pruebas que la Anatomía fisiológica nos da en contra de su hipótesis, aplicada á los ordinarios actos de la vida humana, mucho más ridicula y vana se presenta á los ojos de un inteligente cuando por ella se pretendie­ra dar razón do las prodigiosas sensaciones táctil, olfatoria, gustativa, de la audición y visiva, que se notan en los sujetos embarga­dos de catalepsia artificial.

Si la mitad de la masa cefalo-raquídea es­tuviera inerte en las fases de la humana hip­nosis, tampoco sería posible, por el modo de

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obrar que hemos visto tiene el sistema ner­vioso en la economía del hombre, que éste se moviera con armonía rítmica á voluntad y discrección de las sugestiones que le hicie­ra un veleidoso hipnotista. En una palabra; si la semi-atrofia nerviosa es una verdad du­rante las fases del sonambulismo provocado, con semejante dato bastaría para probar á su inventor que en la verificación de los fenó­menos hipnóticos interviene la influencia de una causa, cuya energía supera á la de los agentes conocidos en el orden de la natura­leza visible que palpamos.

Afírmese, enhorabuena, que en el sueño hipnótico se «xalta de un modo admirable la sensibilidad táctil, auditiva, gustativa y olfa­toria: dígase con franqueza si la transposición de la vista y los demás sentidos son hechos innegables, ó un engaño manifiesto con que se pretende explotar la admiración de los in­cautos, según aconteció en esta ciudad de Salamanca, como ya llevamos indicado en otro lugar de este breve escrito, é imagínense teorías más aceptables que la del señor Gre-gory para la explicación de los fenómenos sorprendentes y maravillosos de la humana hipnosis, y nosotros seremos los primeros en aceptar la que, sin contradecir los principios evidentes de la P ilosofía Católica.'se halle más armonizada con las deducciones de la fría ra­zón, y la lógica inductiva de los hechos que el empirismo de las ciencias naturales ha ido atesorando en nuestros días.

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138 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Entretanto no cesaremos de repetir, co­mo hoy lo hacemos, que las hipótesis ideadas por los señores hipnotistas son insuficientes para darnos cabal explicación de los múlti­ples fenómenos que ocurren en las diversas fases de la hipnosis provocada.

Ni sirve replicar que la hiperestesia ence­fálica es bastante para que el hombre en ta­les circunstancias colocado, pueda impresio­narse con mayor viveza queen'las condiciones ordinarias de su vida, y recordar mejor los acontecimientos pasados, y hasta moverse fa­talmente por sugestiones recibidas al modo que lo hace en los paroxismos una mujer his­térica, ó un infeliz sonámbulo en los periodos de su profundo sueño; porque si bien es cier­to que se nota alguna analogía en las fases de la hipnosis natural y las que se realizan en la artificial, no hay, sin embargo, identi­dad completa entre una serie y otra de fenó­menos, y no es, por consiguiente, lícito dedu­cir que ambas reconocen por origen una misma causa.

Efectivamente; jamás se ha visto que una persona sonámbula despierte con fijeza á una simple indicación de aquel que la examina, y á quien da respuestas acordes en tan mise­rable estado: nunca ha podido un médico fijar la acción química de los elementos que ad­ministra á sus clientes para un tiempo que dependa solamente de su libre albedrío; antes al contrario, el organismo del enfermo, el pa­decimiento que le agobia y la energíaatóniica

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 139

de los medicamentos, son factores principales que deciden el éxito feliz ó desgraciado con independencia del magín del curador.

Cuando un médico famoso y hábil receta, por ejemplo, la estricnina á dosis de dos á cinco miligramos para excitar los nervios y corregir de este modo la muscular parálisis en que yace postrado un pobre paciente, no consigue despertar en éste la energía perdi­da en un instantáneo cerrar y abrir los ojos, sino que pasan muchos meses y el enfermo medicinado va recuperando dificultosa y len­tamente el estado de salud. No sucede lo pro­pio, ciertamente, con la parálisis que en un in­dividuo se produce por medio de la hipnosis provocada, pues basta que el hipnotizador determine el tiempo que ha de durar la rigi­dez catalépsica para que cese aquella en el instante prefijado con toda exactitud.

Nadie duda que la cantaridina, diluida en el alcohol y tomada interiormente, excita al sistema ganglionar del hombre, entorpece en éste la circulación sanguínea, le dificulta los

. movimientos cardiacos y le produce delirios en medio del aparente reposo de un sueño le­tárgico: ni tampoco hay quien ignore que, ad­ministrado á un individuo aquel venenoso ál­cali en papeles epispásticos ó en emplastos farmacéuticos, origina sobre la piel levanta­mientos epidérmicos por su acción vexicante. I-o que sí extraña en gran manera, es que el Veleidoso chirumen de un hipnotizador ten-gra fuerza bastante para determinar que á una

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140 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

hora fija salgan ampollas en el brazo ú otra parte del organismo de un cliente suyo, y és­te las presente perfectamente formadas en el momento mismo que su cabeza fingió.

Así,con efecto,refiere M. Beaunis que su­cedió con una joven, llamada Elisa, el día 12 de Mayo de 1885. Hallábanse presentes M. Bernheim, M. Liébeault, M. Beaunis y otras personas á una sesión de hipnotismo, que en Nancy dio el indicado día M, Foca-chón: éste comenzó por transformar á Elisa en catalépsica, después aplicó sobre su hombro izquierdo el engomado papel de ocho sellos de correo y la sugirió que á las siete de la mañana del siguiente día habría de desper­tar y tendría en el lugar designado las am­pollas que levanta un vejigatorio. Efectiva­mente; la sugestión se realizó á las once de la mañana del día 12 de Mayo; á las siete de la misma del día 13 despertó Elisa con pun­tual exactitud; á las ocho y media fué levan­tado el vendaje de su hombro izquierdo, y los competentes señores, cuyos nombres hemos indicado aquí, fueron testigos de que la pa­ciente tenía, con efecto, la epidermis engro­sada y rugosa, concluyendo por hacerse bien visibles hasta cinco flictenas, que el 28 de Mayo aún se hallaban supurando serosidad lechosa.

El mismo M. Focachón parece ser que produjo dos vejigatorios en el arco temporal y ángulo que la mandíbula inferior forma con el cráneo junto al lóbulo de la oreja iz-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO I41

quierda, haciendo experiencias de hipnosis con la joven María G., que padecía de neu­ralgia, y fué curada por completo después de doce sesiones de hipnotización.

El Dr. Bourru, profesor clínico de la es­cuela médico-naval de Rochefort, yM. Burot dieron también cuenta en 11 de Julio de 1885 á la Sociedad de Biología, de haber logrado obtener sudor sanguíneo y epistaxis por su­gestión hipnótica en un svijeto hemiplégico, sin más operaciones que la de decir el expe­rimentador al enfermo hipnotizado las pala­bras siguientes: «esta tarde á las cuatro te dormirás y sangrarás por las líneas que con la punta de un estilete romo acabo de trazar sobre tu antebrazo izquierdo (i).»

El lector comprenderá que la serie de fe­nómenos hipnóticos indicadaúltimamente, en­vuelve cierta apariencia de misterio, que no es fácil descifrar mientras los peritos en el arte no revelen algo de las causas inmedia­tas que intervienen en la producción de aquellos.

Entretanto nosotros no dudamos consig­nar aquí, que, aunque estamos persuadidos de que los sectarios de la humana hipnosis pueden producir efectos sorprendentes y ad­mirables, valiéndose de procedimientos físi­cos y químicos, cuya actividad oculten con diligencia cautelosa, al modo que en la anti-

(i) Vési^c £1 Sonaminlisi/w por H. Bcaunis, otras ve-**s citado, págs. 77-82.

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142 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

güedad hicieran los sacerdotes del Egipto, con el fin de granjearse entre las masas in­conscientes un prestigio raro y singular; sin embargo, dada la certeza de las circunstan­cias que rodean á los hechos aducidos, de­bemos confesar ingenuamente que la sana Lógica parece exigir la intervención directa en ellos de alguna causa, que en sus opera­ciones no se semeja á las que se realizan por agentes conocidos en el campo anchuroso de la Filosofía y de la Física.

La experiencia acredita, ciertamente, que cuando un individuo se duerme con la idea de despertar á hora determinada y fija, lo consigue con más ó menos aproximación sin que sepa darse cuenta de semejante fenóme­no, en el cual interviene de un modo indu­dable el eficaz poder del alma sobre el orga­nismo que informa para conseguir que éste obedezca á las determinaciones tomadas por aquella con resolución anticipada.

Conste, empero, que los resultados obte­nidos en la materia que nos ocupa por per­sonas diferentes, distan mucho de la preci­sión matemática é infalible que de ordinario se nota en el despertar de los hipnotizados de una manera artificial.

Comprendemos asimismo que un pesar profundo, un dolor acerbo, una afección car­diaca, etc., pueden producir en un sujeto sanguíneas congestiones que se transformen en epistáxico sudor; porque, faltando tensión á los vasos arteriales y venosos por la anes-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 143

tesia que semejante estado origina en las raices nerviosas que abocan á aquellos, la sangre se derrama al través de las paredes de los tubos que la encierran y los poros epi­dérmicos se encargan sin demora de arrojar­la al exterior.

Lo que de ningún modo podemos enten­der es, que la palabra sola de un hombre sea capaz de fijar en un sujeto la hora precisa en que deberá sangrarse sin previa operación mecánica, ni física, ni química, y se obtenga, sin embargo, el efecto apetecido con toda exactitud.

Las ciencias no enseñan, ni explicarán ja­más sin la influencia de una causa trascen­dente del orden físico ordinario, que pueda brotar sangre del organismo de un enfermo, después de un intervalo más ó menos largo, por la única razón de haberlo determinado así un saltimbanqui famoso en el arte de dormir.

Ni tampoco podemos persuadirnos de que la hiperestesia de unos ramos nerviosos, com­binada con la anestesia de otros, explique satisfactoriamente todos y cada uno de los fenómenos hipnóticos; porque en la hipnosis provocada hay emisión de ideas y de pensa­mientos afectuosos, y ni aquellas, ni estos, resultan de una mera evolución de la masa cerebral.

Los organistas fisiólogos, partidarios con Gall de la localización de las facultades aní-i^icas en las células de la materia encéfalo-

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gangliónica, han tenido que renunciar á sus quiméricas aseveraciones por no sufrir el dic­tado ignominioso de aventureros miserables y comerciantes rudos de una ciencia, que carece de principios que la apoyen y sos­tengan.

Gall, con efecto, en el presente siglo so ha esforzado en sentar las bases de] sistema craneoscópico, por el cual se pretende cono­cer las facultades cognoscitivas del hombro, sus inclinaciones y aptitudes, por el examen minucioso de las protuberancias y depresio­nes que en los huesos craneales se notaran, una vez que estas corresponden al desenvol­vimiento ó atrofia de determinadas células nerviosas, por cuyo medio realiza el ser hu­mano los actos todos intelectivos y afecti­vos.

Así, pues, dicen algunos modernos hipno-tistas, ampliando las ideas de Gall, y siguien­do las explicaciones del materialista Huxley: «El pensamiento no es más que una secre­ción ciclónica de la masa cerebral; la idea afectuosa es una oxidación de la matferia nér­vea, y la oscilación mecánica de las células que producen el primero ó la segunda, origi­na en torno del inteligente ó amoroso encé­falo una onda esférica de vibraciones, que trasmitida al espacio, es capaz de conmover los sesos de quien se halle en disposición de recibir aquella, poniéndose de este modo en íntima comunicación de ideas y pensamien­tos las personas que se encuentren envueltas

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por tan activa atmósfera de agitación pura­mente material.»

A semejantes aserciones debemos respon­der, que si bien parece averiguado exis­tir cierta relación entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen y peso del cerebro, está, sin embargo, muy lejos de aprobar la ciencia las quiméricas suposiciones de la Fre­nología de Gall, y mucho menos autoriza aquella las extravagancias Huxleyanas .

Efectivamente; el insigne fisiólogo Fran­cisco José Gall, originario de Badén, abando­nó su patria de Alemania para hacerse médi­co de Viena, en cuya Universidad fué conoci­do á fines del siglo pasado por sus ideas raras acerca del sistema nervioso del hombre: abu­rrido de la oposición que en el territorio aus­tríaco hallaban sus teorías, se dirigió hacia el año 1807 á la nación francesa, y en París fijó su residencia y publicó su obra intitulada Anatomía y Fisiología del sistema nervioso en getieral y del cerebro en particular, con­signando en ella que el asiento de la inteli­gencia humana corresponde á la región fron­tal de los hemisferios cerebrales; que las pasiones instintivas se encontraban localiza­das en la porción lateral, limitada por los parietales del cráneo, y los afectos nobles se hallaban circunscritos por el plano tangente á la parte superior de la cabeza: Gall atribu­yó, asimismo, al cerebelo los instintos de la reproducción, no vacilando en afirmar que el «desarrollo anómalo de los hemisferios cere-

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belosos se manifestaba por saliente abulta-miento en la región del occipucio, y que por aquel carácter podía guiarse uno para indi­car las pasiones libidinosas, que con más ó menos energía habrían de dominar la vida de un sujeto.

Ahora bien; examinada tan ruidosa hipó­tesis á la luz esplendorosa que de sí arrojan en este género de asuntos las ciencias expe­rimentales, se ha visto en nuestros días la palmaria falsedad de sus ridículos asertos.

Efectivamente; si fuese cierta la doctrina frenológica de Gall, el examen anatómico del cerebro de genios tan eminentes como lo fué en lingüística M. Juan Francisco Champo-llión, debería acusar la presencia del órgano de la Filología; pero precisamente la obser­vación atenta ha destruido cavilación seme­jante, porque según afirma M. Lélut, médico de Salpétriére, de los Anales de Frenología se deduce que ChampoUión carecía por comple­to del órgano nervioso de las lenguas, á pesar de que aquel filólogo francés fué individuo de la Academia de Inscripciones, descubridor del alfabeto geroglífico y fundador insigne en el primer tercio de este siglo del Museo Egipcio de París.

La historia testifica que el gran Pontífice León X protegió en el siglo x v i de un modo especialísimo al pintor por excelencia Rafael Sanci, á cuyo pincel delicado debe el arte el cuadro maestro de la Transfiguración del Se­ñor y los magníficos lienzos en que aquel

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genio inmortal estampó la imagen de la San­tísima Virgen, fijando unas veces su mirada candida y modesta en el tiemísimo niño Je­sús acabado de salir de su seno virginal, y otras derramando aquella lágrimas dfe triste­za y desconsuelo cabe al madero afrentoso de la Cruz, en donde le contemplara afligida y traspasada de amarguísimo dolor, y otras, en fin, llevada, por ángeles al cielo entre nubes de esplendorosa gloria, para ser coronada en el empíreo por la Trinidad beatísima como reina excelsa del mundo y de los hombres.

Pues bien; M. Lélut afirma que, exami­nado el cráneo de tan célebre pintor, no ha podido hallar en él la Anatomía la protube­rancia correspondiente al órgano del colori­do. Idéntica experiencia se ha practicado con el cráneo del prodigioso calculista Vito-Man-guiámele, quien á pesar de resolver á los diez años de su edad los problemas más difíciles de Aritmética y Algebra, no tenía desenvuel­to el órgano del cálculo, cognoscible, según los frenólogos, por la prominencia exagera­da de los arcos de las cejas (i).

En la página 57 de la Fisiología humana del Dr. Debreyne leemos asimismo, que en el cráneo de Lacenaire había ausencia com­pleta del órgano del hurto, estando, en cam­bio, desenvuelta la protuberancia de la bcnc-

(l) Véase el Compendio de Fisiología humana del Dr. DebreynCj versión española del Dr. D. P. P. y J. C.— Barcelona, 1862; p¡lg. 61, en la nota.

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valencia, de la religiosidad y de Xa, justicia, según la Revista me'dtca del mes de Marzo de 1836. Ahora bien; de los datos eonsig-na-dos en la estadística criminal de Francia se deduce! claramente, que Lacenaire era ladrón de profesión, en religión ateo, reo convicto de siete asesinatos acompañados de robo, y hombre, por último, que hacía alarde de sus vicios y maldades hasta el punto de afirmar que en fuerza de los asesinatos por él come­tidos sin remordimiento, había encontrado la felicidad, que en vano buscan los filósofos cuando de su pluma salen lecciones de moral. Este solo hecho bastaría para destruir com­pletamente la teoría famosa de la localiza-ción de las facultades anímicas, con tan au­daz atrevimiento planteada por el frenólogo Gall, y con tan singular entusiasmo propa­gada por el materialista filósofo M. Brous-sais.

Aún hay más; porque Gall se atrevió á considerar al cerebelo como el órgano que servía de asiento á los instintos de la repro­ducción: el desenvolvimiento en grado anó­malo de los hemisferios cerebelosos era cau­sa de que el individuo en quien tal aconte­ciera fuera víctima de pasiones libidinosas más ó menos fuertes, que no estaba en su ma­no el evitar, en cambio la carencia de aquella masa nérvea acreditaba la imposibilidad fí­sica de ejecutar actos de amor voluptuoso por parte de un sujeto. La observación con­cienzuda ha venido á desmentir las gratuitas

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aserciones del frenólogo alemán; porque el médico insigne M. Richerand afirma termi­nantemente, que en el hospital de San Anto­nio de París murió una joven y de su autopsia resultó que la faltaba el cerebelo, á pesar de haberse aquella entregado con furor á los des­órdenes de una vida disoluta y licenciosa.

M. Flourens, M. Calmeil y M. Wagner han realizado experiencias muy curiosas, arrancando el cerebelo á las aves y reptiles, y de sus observaciones delicadas se deduce, que no hacía falta aquel órgano á los anima­les referidos para el desempeño de las fun­ciones de la generación (i). La misma Zoo­logía se halla de acuerdo con las conclusio­nes opuestas á las que Gall saca de su hipó­tesis absurda; puesto que en aquella ciencia se patentiza el escaso desarrollo del cerebe­lo en los peces, sin embargo de ser estos tari fecundos que muchas hembras hacen postu­ras de huevos numerados por millones, se­gún acontece con las incluidas en la familia de los gádidos, como la abadeja ó bacalaa, y otras por millares como sucede á la sardina y alosa entre los clupétdos, y á la besuga del Mediterráneo y Cantábrico entre los es­pártaos.

Con los hechos referidos nos parece que el lector tendrá bastante para refutar las ca­vilaciones de los modernos hipnotistas, que

(I) Véase T.n Fisiología Humana por J. Beclard, obra citada ya, pAg. 833.

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150 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

estrechados en sus pomposas teorías sobre la hipnosis provocada, acuden con cínico desca­ro á la cuestión frenológica, pretendiendo es­cudar sus explicaciones en los asertos y deli­rios de aquella hipótesis de Gall.

Nosotros confesamos francamente, que no podemos darnos hoy cuenta satisfactoria de los múltiples hechos realizados en la hip­nosis humana, atendiendo solamente á los principios severos, que sirven de base lógica á los razonamientos filosófico-científicos, y no tememos afirmar que es soberanamente ridí­culo apelar á las investigaciones frenológicas para sacar á flote la hipótesis de la paraliza­ción de ciertos nervios y de la hiperestesia de otros, á fin de decir algo sobre la facultad que el hipnotista tiene para despertar ciertas ideas y determinados sentimientos en los in­dividuos sometidos á su acción.

Las facultades anímicas del hombre no se hallan localizadas en los nervios, sus pa­siones afectivas no son tampoco una simple evolución de la materia encefálica; porque las ideas y los afectos que brotan del com­puesto humano, son conceptos simplicísimos por los cuales expresamos siempre de un modo universal las imágenes de los objetos que hubimos percibido con caracteres deter­minados y concretos, y es de todo punto im­posible, en sana lógica, que lo universal y sim­ple sea causado por un órgano tan material y circunscrito como es el sistema nérveo-cc-falo-raquídeo.

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Lo que no es simple por su naturaleza, jamás puede originar lo simple, puesto que afirmar lo contrario sería admitir que una cosa puede ser y no ser á un tiempo mismo. Por eso es que el cerebro es capaz de elabo­rar cerebrina, y el hígado glanduloso de se­gregar bilis, y la mucosa membrana del estó­mago de producir jugo gástrico, etc.; pero nunca aquellos órganos podrán trascender en sus efectos la naturaleza grosera que los constituye.

Es un hecho patente á la observación de todo el mundo que el hombre tiene ideas y forma juicios sobre entidades que no caen bajo el dominio de sus fibras nerviosas, no pudiéndose explicar semejante resultado de un modo plausible, sino acudiendo á la espi­ritualidad del alma que informa su organis­mo, pues, siendo aquella por su naturaleza intrínseca independiente en sus operaciones de todo órgano corpóreo, es muy lógico que discurra, verbigracia, sobre los atributos de Dios y los constitutivos de los espíritus an­gélicos, á pesar de que estos seres no puedan impresionar materialmente al compuesto hu­mano.

Es cierto que, siempre que un hombre se entrega con exceso á trabajos mentales, ex­perimenta dolores agudísimos hacia el medio de la frente; pero este hecho no prueba que la inteligencia se halle localizada en la región frontal; antes bien la razón deduce, de seme­jante fenómeno, que la masa nérvea del ce-

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152 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

rebro, concurre de ana manera integral á la verificación de las funciones intelectuales, como instrumento que supedita al alma en el estado actual de cosas, las impresiones del mundo exterior que por doquiera le envuel­ve y le rodea, á fin de que, actuando enton­ces este órgano nervioso sobre aquella, pue­da el hombre concentrar su actividad en las impresiones recibidas, apreciarlas, comparar­las entre sí y transformarlas de un modo mis­terioso é inexplicable en hechos de concien­cia y pensamiento.

La inteligencia humana es, con efecto, una facultad admirable y prodigiosa encar­gada de conocer, no solamente las verdades en el orden lógico y abstracto, sino de pene­trar, con auxilio de los sentidos corporales, la naturaleza de los objetos sensibles, á fin de deducir de las impresiones que aquellos la causan con sus propiedades externas de lus­tre, dureza, pesantez, extensión é impenetra­bilidad, etc., la energía oculta que bulle en el fondo de su masa interior. Por tal razón, precisa nuestra alma, mientras viva asociada á la pesada ligadura del organismo corporal, de las imágenes materiales que se proporcio­na mediante la actividad nerviosa, y como quiera que nunca se realiza un trabajo fisio­lógico sin gasto del tejido componente de los órganos que le desempeñan, no habrá más remedio que sentir después de aquél dolor más ó menos agudo, que obliga al individuo á procurarse descanso y tomar medidas, á fin

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 15 3

de reparar las pérdidas ocasionadas, por me­dio de una alimentación que le reconstituya y ponga de nuevo en disposición de reanu­dar sus fatigosas tareas. ,

Se engaña lastimosamente el darwinista Huxley, cuando confunde la condición nece­saria para formar el compuesto humano las ideas, que pudiéramos llamar sensibles, con el mismo pensamiento que brota de la acti­vidad anímica. Empero, si hemos de ser in­genuos, no nos extraña la conducta filosófica del profesor materialista, porque haciendo és­te alarde de seguir en todo las ideas ateas de los monistas alemanes Haéckel y Virchow, era imposible pedir explicaciones á su orgulloso chirumen, que no estuvieran calcadas en la vibración cerebral, como fuente y origen de todos los conocimientos intelectuales que el hombre es capaz de poseer en esta tierra mi­serable, de luto y de dolor.

A Huxley no basta, por lo visto, el revol­cón que sufriera ante el Congreso de la Aso­ciación británica el año 1879, cuando, ufano y placentero exhibió á los ilustres sabios de aquella respetable Asamblea, presidida por M. Almánn, el célebre batibto, considerado por su maestro Haeckel como el elemento primordial de que derivaba el hombre por evolución fatal, llevada á cabo al través de siglos infinitos: no basta que Huxley, entre carcajadas y silbidos desdeñosos, viera aco­gida su profesión ridicula de positivista re­matado al pronunciar que el mucus amorfo.

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1,54 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

de aspecto gelatígeno, que tenía la honra de presentar á la consideración de los señores académicos, era su mayor amigo y antiquísi­mo pariente: no basta que el insolente Hux-ley haya visto derrumbada por el suelo la base misma de su teoría flamante ante el cla­mor de la ciencia que por boca del sabio na­turalista francés M. Milne-Edwards dice, des­pués de numerosos trabajos microscópicos y químicos para reconocer el decantado batibio de los mares, que no es aquel otra cosa dife­rente de una simple masa de mucosidad, que las esponjas y otros rízópodos dejan escapar de sus tejidos, cuando se frotan estos por el contacto de las redes de pescar (i): no basta que en 15 de Octubre de 1882 la ciencia de­rrocara en el Instituto de París las sandias y atrevidas aserciones de la hipótesis Haécke-liano-Huxleyana, en lo referente al origen del organismo humano, ni que los sabios de la poderosa Albión se rían en las barbas del in­feliz y necio Huxley; es preciso también que este filósofo soberbio quede humillado y con­fundido entre el polvo despreciable de los tontos, cuando presume hallar en el materia­lismo la explicación satisfactoria de los fenó­menos hipnóticos.

El pensamiento, dice Huxley, no es más que una vibración cerebral, que en forma de

(I) Véase el magnllico libro intilulado Apologie scienti-fique de la fot chreticiine par le chanoine F. Duilhé.—Tou-louse, 1885, pág. 230.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 155

ondas esféricas se comunica al espacio, hiere el encéfalo de la persona hipnotizada, y ésta por movimientos rítmicos y armónicos en­tiende las ideas y sentimientos que bullen en su hipnotizador.

Permítanos el señor Huxley demostrarle que el estado lastimoso de su inteligencia no le permite distinguir entre el medio de co­municar el pensamiento y el pensamiento mismo ninguna diferencia sustancial, siendo así que entre ambas cosas existe un abismo infranqueable y una distinción completamen­te radical y entitativa.

¿Qué persona hay tan necia que al obser­var los movimientos vibratorios de la lámina de un teléfono, trasmisor de la palabra que ante su boquilla se pronuncia, identifique las ideas con la oscilación ondulatoria del apa­rato conmovido por la voz del que habla?

La palabra será el vestido con que se en­galana el pensamiento que se agita en el es­píritu del hombre; será la expresión tosca y material que anuncie aproximadamente los sentimientos del alma, pero nadie hay tan estúpido, que, atendiendo al testimonio fiel de su conciencia, afirme con sinceridad que su lenguaje es el mismo espíritu que siente vivir en sí, y que su mente se identifica con las gesticulaciones que se ve precisado á ha­cer para la articulación de las palabras, sali­das de su garganta y moduladas por los la­bios y la lengua.

Los mismos positivistas, representados por

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M. Littre y M. Robín, se han visto moderna* mente en la precisión de confesar, que en el lenguaje humano van envueltas ideas uni­versales, imposibles de explicar en la teoría monista, que sustenta ser el pensamiento del hombre una mera evolución de la materia encefálica (i).

Y efectivamente, al expresar el hombre los sentimientos y afecciones que le embar­gan, lo hace siempre de manera que no pue­de ocultar el poder de la abstracción, que sirve de guía y norte á todas las operaciones de sus actos mentales. Por eso desprecia el dolor con agradable sonrisa, y domina los brutales apetitos de venganza con el ejerci­cio de la caridad y mansedumbre, y los mo­vimientos instintivos de lujuria con la prác­tica constante de la mortificación y la pure­za; y por decirlo de una vez, el hombre ma­nifiesta en todas las acciones volitivas de su vida racional, que no es una máquina de car­ne movida solamente bajo el ciego impulso de impresiones orgánicas y materiales, sino que en él reina una actividad espiritual é in­dependiente de suyo de las vibraciones on­dulatorias, con que se agita sin cesar en tor­

il) Advertimos al lector con gusto que M. Littre, con­sagrado á defender que en el universo no existia más que materia y movimiento, y que el espiritxi no era otra cosa que la misma energía de la sustancia organizada, abjuró sus erro­res hace pocos años y se bautizó unos dias antes de morir, teniendo el consuelo de abrazar la Santa F t Católica antes de presentarse al tribunal de Uios.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 157

bellino armónico el mundo corpóreo que por doquier le circunda.

Por eso es, que entiende y vislumbra las dulzuras de la vida celestial, que no se halla sometida al grosero choque de los átomos que la Química examina: por eso es, que al dirigir su vista á las páginas de un libro en que se halla retratada con singular maestría la vida heroica de un cristiano virtuoso en medio de las horribles luchas, que á cada pa­so debe sostener contra los enemigos que le punzan y le asedian, el corazón se le enterne­ce, el alma se abisma con silencioso desdén de las cosas temporales, y busca en la contem­plación de las perfecciones infinitas del Dios vivo la satisfacción de la conciencia, y las ilus­traciones de la gracia para marchar tranquilo por el proceloso mar del mundo entre las con­gojas y aflicciones que acompañan al vivir.

Sin disputa que el Sr. Huxley, á puro ha­cer alarde de científico, se ha olvidado de las ciencias; porque de otro modo no puede concebirse que haya forjado su magín la hi­pótesis quimérica de suponer que el hombre es una simple pasividad orgánica, y dispén­senos la frase el Diccionario de la lengua; no puede comprenderse que un hombre de in­genio haya divagado tanto en cuestión de valía trascendental, puesto que si las asercio­nes Huxleyanas fuesen ciertas, habría que eliminar todos los cálculos y razonamientos filosóficos del hermoso campo de las ciencias.

¿No ve, por ventura, el Sr. Huxley, que la

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158 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Hidrostátíca es una mentira solemne sin el principio del insigne geómetra Pascal? ¿Y quién ha visto nunca comprobado, que la presión ejercida en un punto de la masa de un líquido se trasmite á todos con igual in­tensidad? Prescinda el Sr. Huxley del gran poder generalizador do la mente humana, niegue que el espíritu del hombre penetra por abstracción en la naturaleza de los cuer­pos que examina, y de un solo golpe habrá concluido con el edificio majestuoso que las ciencias han ido levantando en el dilatado transcurso de los siglos.

¿Quién jamás ha visto un péndulo ideal? ¿Quién ha hecho experiencias con un torno considerado en su límite de potencial ener­gía? Nadie absolutamente de los nacidos, ni tampoco es posible que tales cosas vengan á realizarse por los que restan de nacer en los futuros tiempos. Pues bien: consulte el Sr. Huxley las obras de mecánica, y obser­vará que el hombre formula con cálculo exac­tísimo las condiciones esenciales que la natu­raleza de uno y otro exige en teoría. Si el pensamiento del hombre fuese una simple manifestación de la oscilación cerebral, care­cerían de fundamento serio todas las demos­traciones matemáticas y físicas, porque en los cálculos se prescinde por completo, al uni-versalizarlos, de las condiciones individuali­zantes, con que los cuerpos materiales afec­taron los nervios sensitivos del hombre.

Si la humana facultad intelectiva fuera or-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 159

gánica, habría que decir á los astrónomos que son unos mentecatos al corregir los errores producidos en la magnitud y posición de los asteroides por la reflexión y refracción lumíni­cas; porque el Sr. Huxley ha descubierto que el pensamiento del hombre resulta fielmente de la vibración nerviosa, y sería un garrafal disparate enmendar la plana á la impresión mecánica que el encéfalo recibe. Afortunada­mente, los cientíñcos hacen poco caso de las elucubraciones del fatalista Huxley, y por eso cuando quieren visar una estrella dirigen el telescopio orientando su eje físico por de­bajo de la dirección aparente, con que aque­lla lanza sus destellos centelleantes al ojo del observador, y así es como la encuentran real­mente en la campurosa bóveda del cielo.

No hay, pues, razón ninguna que coho­neste el disparatado modo de pensar del posi­tivista Huxley. Los hipnotistas deben buscar otro maestro que patrocine mejor sus ideales, y, mientras aquel aparezca, les rogamos enca­recidamente que se abstengan de emitir teo­rías que cedan en desprestigio de cuantos se precien de llevar con honra la respetable borla de doctores laureados.

Hasta aquí hemos procurado exponer y rebatir del modo que nuestras fuerzas lo per­miten, las famosas teorías que los hipnotistas modernos han inventado para cubrir su ig­norancia respecto de la causa verdadera de los fenómenos rarísimos que en las distintas fases de la humana hipnosis acontecen.

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i 6 o EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Réstanos ahora consignar algunas refle­xiones sobre las circunstancias que ayudan, y las causas que favorecen el progresivo de­sarrollo de la humana hipnosis en la época presente, contestando así á la pregunta que en nuestro programa formulamos de la ma­nera que sigue.

Consideraciones importantes acerca de las causas qiie contribuyen á la rápida difusión del hipnotismo en nuestros días. Después del examen minucioso que hasta aquí hemos hecho de las teorías inventadas por los par­tidarios de la humana hipnosis, y de la refu­tación de sus concepciones ridiculas, y de la claridad con que hemos hecho ver á los lec­tores en el discurso del folleto lo detestable y abusivo que es el ejercicio hipnótico, quizá no falte quien se atreva á preguntarnos cómo el hipnotismo se mantiene en pié y se escri­ben en la época presente artículos y obras destinadas á su vulgarización.

La pregunta no deja de ser oportuna é ingeniosa, y á ella debemos solamente con­testar que el hipnotismo no podría difundirse con tanta, rapidez en nuestros días, si los hom­bres no tuviesen tan anublada la inteligencia para la verdad, y tan seco para la virtud el corazón.

Efectivamente; el lector ha podido con­vencerse por los razonamientos vigorosos en este libro expuestos á su consideración res­petuosa, que no es la ciencia quien guía á los

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^ EXAMEN DEL Hlt-NOIISMO i 6 i

caballeros hipnotistas de la presente edad para perseguir con entusiasmo sus locos idea­les. La refutación de las opiniones imagina­das por los secuaces de la hipnotización ar­tificial nos dice claramente que los ing-enios cobijados bajo los pliegues de una bandera tan infamante de suyo é ignominiosa, no pue­den, en lógico rigor, proponerse otro fin, con sus hipótesis ridiculas é indecorosas prácticas, que el de embobar á incautos, y sorprender la sencillez candida de los pueblos ignoran­tes y de los poco versados en el estudio de las ciencias y de la Filosofía.

Hacen, con efecto, profesión los hipnotis­tas de ser amantes del progreso y la cultura, y hunden al hombre en el abismo tenebroso de la abyección y la miseria: se pregonan in­ventores de nuevas teorías en el campo be­llísimo y hermoso de las ciencias naturales, y bien examinadas, sin embargo, sus quiméricas hipótesis, no son otra cosa que la resurrec­ción de los errores crasos, difundidos en la antigüedad por la secta de los materialistas.

Nosotros hemos visto, ciertamente, que fa­mosos hipnotistas lanzan por su boca las blas­femias que en el siglo VI, antes de Jesucristo, se atrevió á enseñar Anaximandro, director del movimiento filosófico que bullía en la es­cuela jónica; puesto que para tales sabios la materia es el océano inmenso por donde cir­culan las corrientes del movimiento y la vi-ia, el espíritu no existe y es un mito la liber­

tad del hombre.

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102 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Al abrigo insolente de la coriupción que por doquier campea, no temen divulgar, por medio de folletos y revistas detestables, el veneno del error, sembrando así el amor á la molicie en todas partes con sus éxtasis mag­néticas, y preparando una atmósfera en que se respira un aire pestilente de monstruosa esclavitud, que amenaza destruir hasta la ba­se firmísima del orden en que descansa la hu­mana sociedad. .

No parece sino que los adoradores de la humana hipnosis se han desvanecido en sus pensamientos, y por tal razón no brilla en su corazón insensato la luz esplendorosa de la sabiduría. A ellos, con efecto, pueden apli­carse las palabras que el Espíritu Santo dijo por el Apóstol San Pablo (i): evanuerunt in cogitationibus stit's, et obscuratum est insi-piens cor eorum: dtcentes se esse sapientes, stulti/acti sunt; pues en la cuestión presente con dificultad cabe en los hombres instruí-dos buena fe por invencible ignorancia, por­que las prácticas hipnóticas enseñan al mo­mento que ninguna persona de reflexión me­diana debe cooperar á superstición semejante, una vez que es injuriosa á la ciencia y al honor.

Solamente se concibe la profesión de hip-notista en una sociedad, donde la concien­cia se halle tergiversada de tal modo, que á lo malo se apellide bueno, y á la verdad mis­

il) D. Paulus ad Rom. Cap. l, v. xxi et xxil.

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_ EXAMEN DEL MlráüTISMO 163

ma se confunda con el error, por una igno­rancia supina, criminal y horripilante. Consul­te el lector los hechos aducidos por nosotros en este folleto breve, y observará, sin disputa, que en el hipnotismo truecan los hombres de ordinario la inmortal gloria de Dios por la imagen corruptible de sus criaturas, y por eso en pena de tan grande crimen les entrega el Señor á los deseos inmundos de un corazón depravado, que se nutre de pasiones vergon­zosas. Así se verifica que los medios por los cuales tolera la providencia adorable del Om­nipotente el trastorno del armónico concierto de la naturaleza del hombre, queden, para sa­ludable aviso de éste, convertidos en instru­mentos de ignominia horrible, y de aflicción denigrante y tortura sin consuelo.

Celosa la sabiduría de Dios del bien físico y moral de sus hijos, que son todos los hom­bros, quiso apartar á estos de las sendas que derechamente les conducen en un tiempo cualquiera al envilecimiento y corrupción, y por tal motivo se dignó inspirar al apóstol de las gentes, al sabio doctor de las naciones y evangelizador de los pueblos de la tierra, las ideas magníficas que nosotros acabamos de apuntar, parafraseando las bellísimas pala­bras que, literalmente copiadas de la Carta de San Pablo á los de Roma, se ponen en la Vulgata latina del siguiente modo: et muta-

• "verunt gloriam incorruptibilis Dei in stmtli-tudinem imáginis corrupUhüis hóminis , proptcr quod trádidü illas Dcus in dcsideria

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164 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

coráis eorum, in tnmundüiam: ut continne' lits a/fictant córpora stia in semetipsis (i).

Y en verdad que se precisa tener el jui­cio trastornado para declararse hoy partida­rio decidido de' la artificial hipnosis; porque la experiencia y la voz más culta y sana de los sabios imparciales, reprueba de una ma­nera terminante é inequívoca las prácticas nocivas y sarcásticas de aquella, como ene­migas insidiosas de la par de \as conciencias honradas y martillo que tritura en indomable yunque la nobleza y dignidad de las criatu­ras racionales.

Hace falta que en el mundo se halle la vergüenza por el suelo y que la perversión de ideas haya llegado á su colmo, para que el hombre yazca tan glacial é indiferente res­pecto de sus operaciones, que descuide el re -sultado hoy de las determinaciones de su vo­luntad libre, y se entregue como máquina á sufrir las sugestiones de un hipnotizador, que en un instante solo es capaz de hacerle inú­til para siempre.

No se explica de otro modo que en na­ciones cultas haya talentos consagrados á ul­trajar impunemente la modestia, recato y dig­nidad de personas que se precian de llevar con honra semejante nombre.

El ánimo se espanta al considerar que los sectarios del hipnotismo moderno, haciendo causa común con los de la magia espiritista.

(I) D. Paulus ad Rom. Cap. I, v. XXIiret xxiv.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 165

superen á cien mil asociados en la villa sola de París, y que en Francia se ranplee la ri­queza en sostener 13 revistas, limitadas á di­fundir los procedimientos y fenómenos de sugestión hipnótica y la superstición pagana del Fakirismo antiguo, y que de aquellas ha­ya 27 en Inglaterra, y en Alemania 5, y en Portugal 3, y en Italia 2, y en Rusia una, y en lengua española 36 (1).

Da lástima, ciertamente, registrar la his­toria de la presente edad; porque el mund^ de las inteligencias parece haberse converti­do en jaula de dementes rematados, puesto que no hay error que no se patrocine, ni vi­cio moral que carezca de secuaces entusias­tas: la maldición, que el Omnipotente fulmi­nara contra la estirpe de Adam, tiene hoy una manifestación más amplía y un desarro­llo más extenso que en los siglos anteriores.

Es, sin disputa, que toca á nosotros reco­ger los frutos ponzoñosos de la licencia que mucho tiempo hace se otorga en el mundo para enseñar é imprimir cuanto pluguiera á los cerebros más extraviados.

Alemania, en efecto, permite ensalzar á los racionalistas en las Universidades; Ingla­terra predica el materialismo y la heregía; Rusia fomenta el idealismo cismático; Fran­cia enseña con furor el positivismo naturalis­ta, y España é Italia, entre frases de panteísmo

(I) Véase Le Sptritisme par le Dr. Paul Gibier, página 35-39-—^«ris, 1887.

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166 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

grosero, difunden la indiferencia que hiela los corazones honrados. Falta hoy en las nacio­nes la unidad majestuosa de creencias y de prácticas morales, que en otro tiempo fué la gloria y el blasón de la Europa en general: por eso no hay locura en religión que no ten­ga seguidores contumaces, ni en Filosofía existe error que no revista fascinadoras apa­riencias de verdad: el equilibrio social se ha­lla roto y el terror de la fuerza regula, como

^entre los paganos, las condiciones de obe­diencia de los pueblos: las artes se han hecho sensualistas, y por doquiera existen cuadros asquerosos que recuerdan la molicie y afemi­nación del gentilismo antiguo.

El cuadro que precede, diseño pálido de la situación social en nuestros días, nos da la clave para explicar la rápida difusión del hip­notismo en la época actual; porque sus prác­ticas halagan toda clase de concupiscencias y encuentran los ánimos dispuestos á abra­zar cualquier género de insensatez y locura, con tal de que por su medio se haga oposi­ción á los principios inmutables de la Filoso­fía Cristiana, y á los dogmas reveladoÍ5, y á la severidad de las costumbres que imponen los santos preceptos de la moral católica.

Ardua es la empresa é ilusoria la tarea que acometen los débiles pigmeos de nues­tro siglo, porque las puertas del infierno no prevalecerán nunca corftra la saludable doc­trina, que el Eterno ha querido conservar in­cólume en la tierra al través de las edades.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 167

La divina Providencia ha depositado, afor­tunadamente, en el seno mismo de la socie­dad humana un fondo de bien y de verdad, que impide sea envuelto el mundo en el su­cio manto del vicio y del error, á pesar de los esfuerzos que en contrario hagan cuantos alimentan su espíritu dé malévolas ideas y pasiones vergonzosas.

En Dios esperamos confiadamente, que vueltos sobre sí los señores hipnotistas aban­donarán su obra una vez que la experiencia va deshaciendo de día en día sus ilusiones quiméricas; y si al principio tuvieron alguna fe en sus procedimientos, hoy que la obser­vación ha hecho ver á las claras cuan peli­grosos sean aquellos para la salud moral y aun física del hombre, desistirán, sin disputa, de sus prácticas, contribuyendo así á evitar uno de los infinitos males que aquejan al hombre en el actual momento histórico.

Bien comprendemos que es difícil hoy la realización de los deseos que nos animan, por­que habiendo propagandistas tan famosos co­mo M. Gladstone, expresidente del ministerio Británico, y M. Alejandro Aksakoff, conse­jero secreto del Czar Alejandro III de Rusia, y tin cuerpo tan numeroso como la Societó Royale de Londres, que cuenta 254 miembros efectivos, 21 honorarios y 255 asociados,cuyo talento se consagra á difundir por el mundo los fenómenos del espiritismo y del mesme-rismo hipnótico con el profesor Balfour-Ste-wart á la cabeza, y personas como los doc-

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168 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

tores Bernheim y Liébault de Nancy, y M.Car­los Richet, profesor agregado á la Facultad de Medicina de París y Director de la Re^mc Scienttjique, que se dedican á crear sectarios por doquiera de la humana hipnosis; no es hacedero destruir en un instante la deleté­rea atmósfera que tan esforzados y entusias­tas adalides han logrado formar á costa de multitud de escritos, que se leen con ansie­dad por individuos pertenecientes á todos los estados y jerarquías sociales (i).

Sabemos lo que vale el sistemático em­peño en sostener una idea y el sacrificio de lastimar intereses materiales; porque ambas cosas son á menudo motivo suficiente para que las inteligencias más preclaras desoigan el grito de la verdad desapasionada y pura.

Nosotros, empero, cumpliendo con un de­ber que nos impone la conciencia, damos con este libro la voz de alerta al prójimo, á fin de que no caiga en las redes monstruosas que amenazaa envolverle de un modo fatal en un laberinto de desórdenes y crímenes sin cuen­ta ni medida-

Obligación es, con efecto, del escritor ca­tólico esmerarse por el triunfo de la doctrina sana, á fin de que la iniquidad y la licencia no reinen como señoras en el mundo, y por eso nosotros procuramos consignar aquí que vemos con dolor la difusión rápida que el

(I) Véase Le piritisme par le Dr. Paul Gibier, pAgt-na J6-39.—París," 1887.4

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 169

hipnotismo ha tomado en nuestros días, á pe­sar de que en su abono no pueden encon­trarse ni las Ciencias, ni la Filosofía, ni los principios más universales y rudimentarios de la civilización y de la moral social.

Terminando, pues, nuestras advertencias y consideraciones acerca de la popularización lamentable que el hipnotismo ha conseguido en la época actual, y dando fin á las reflexio­nes sobre las causas que, en nuestro concep­to, contribuyen á la propagación de semejan­te plaga, cerramos el capítulo y pasamos al siguiente.

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CAPÍTULO V

Opinión de los católicos acerca de los fenómenos Mesmé-ricos ó hipnóticos.—Ideas del P. A. Lehmkuhl.—Doc­trina del P. J. Mendive.— Opinión del autor acerca de los fenómenos que se realizan en la hipnotización del hom­bre: juicio crítico que le merecen las ideas del P. A. Lehm­kuhl y las indicaciones formuladas por el P. Villada sobre el mismo asunto en sus Casos de conciencia.—Conáncia, de la Congregación del Santo Oficio, respuestas de la Sa­grada Penitenciaria y fallo de la Santa Sede apostólica Romana respecto de las prácticas magnéticas—Deduc­ciones importantes que pueden aplicarse A la cuestión del hipnotismo.—Reglas morales que todo hombre debe co­nocer para saber á qué atenerse en el asunto de la hipnosis provocada.—Conclusión.

IPINIÓN de los católicos acerca de los \fenómenos Mesméricos ó hipnóti-I COS. Siendo el hipnotismo unacues-I tión delicada y de trascendencia su­

ma en la época presente por las relaciones intimas que sus prácticas tienen con asuntos de que trata la Teología dogmática y moral, no hemos dudado añadir á la impugnación razonada que de sus prácticas y teorías hu­bimos hecho hasta aquí bajo el punto de vis-

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172 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

ta filosófico y científico, la doctrina que sus­tentan acerca de la humana hipnosis varones insignes en ciencia y en virtud, procurando coronar nuestro trabajo humilde con las re­soluciones autoritativas de quien tiene por oficio la misión de llevar las conciencias por los caminos rectos de la honestidad y del orden.

Comenzaremos, pues, nuestra tarea dan­do á conocer á los lectores la respetable opi­nión del sabio jesuíta P. A. Lehmkuhl, que con aprobación del Rdmo. Arzobispo de Fri-burgo y del Rdmo. P. Juan Bautista Loh-mann. Superior de la provincia alemana, á que el teólogo aludido pertenece, no ha du­dado abordar la moderna cuestión del hipno­tismo, y consignar en su magnífica obra de moral que le parece lícito el uso de la huma­na hipnosis, como medio curativo de ciertas enfermedades nerviosas, reumáticas, etc., y que no ve contrario á la rectitud de la con­ciencia de un médico el que éste se valga in­geniosamente del procedimiento hipnótico para realizar amputaciones quirúrgicas.

Las razones en que apoya el insigne Pa­dre Lehmkuhl su opinión pueden expresarse así: Ni el método empleado para conseguir la hipnosis, ni los efectos en aquella obser­vados, se opon«i á que puedan considerarse como lícitas las prácticas hipnóticas.

Efectivamente, el modo de obtener el sue­ño artificial en un hombre, no envuelve de suyo injuria alguna respecto de Dios, ni tam-

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K3¿AMEN t)tt ttlPNOtlSMÓ 173

poco viola legítimos derechos, que en el pró­jimo haya que conservar incólumes, puesto que las acciones hipnóticas no son supersti­ciosas, una vez que por mirar á un individuo con fijeza, y dejarle dormido en más ó menos tiempo, no se da culto al Demonio, ni á cria­tura racional ó irracional, con detrimento del honor y reverencia que el hombre debe á su Criador bondadoso, y por otra parte el hip-notista y el hipnotizando se convienen libre­mente en dejarse actuar de un modo mutuo y espontáneo, y es axioma de Teología mo­ral scienti et volenti non Jit injuria, que no tiene derecho nadie á quejarse de la acción de otro, cuando la acción ha sido ejecutada con mutuo consentimiento y plena libertad de los interesados en el asunto que se pacte;

Por razón de los efectos obtenidos en la hipnosis provocada, tampoco juzga el ilustre jesuíta que pueda considerarse aquella como ilícita; porque aunque parezcan sorprenden­tes y hasta prodigiosos los fenómenos que el hipnótico realiza en los períodos de aluci* nación mental, sin embarga, la experiencia de los médicos demuestra que los afectados de enfermedad nerviosa hacen también cosas estupendas y rarísimas en los paroxismos, sin que de observaciones semejantes deba con­cluirse en sana lógica que los atacado^ de neuralgia realizan sus operaciones admira­bles, bajo la influencia de una causa que tras­ciende el orden natural.

Es cierto, continúa el Rdo. P. Lehmkuhl,

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174 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

que, privado el hombre del uso de la razón, se. expone á manifestar secretos de importan­cia, y á ejecutar actos inconscientes que pue­den ser de fatales consecuencias; pero esto solamente indica que, para realizar el hipno­tismo en un sujeto cualquiera, se precisa cau­sa grave y proporcionada á los peligros que probablemente se esperan en el sueño, no debiendo nunca provocarse éste por recreo pueril, sino fijándose siempre en algún moti­vo racional, y proponiéndose un fin honesto, y evitando á toda costa la circunstancia de entregarse en manos de un hipnotista que no sea conocidamente probo y de costum­bres honestas (i).

Otro sabio, no menos ilustre que el ante­rior, perteneciente á la misma Compañía de Jesús, el Rdo. P. J. Mendive, cuyo talento clarísimo y fecundo llama con justicia hoy la atención de la culta España, opina que debe atribuirse á la energía intelectiva y má­gico poder de Satanás la producción de los fenómenos hipnóticos, no debiendo, por con­siguiente, ningún hombre de recto y sano jui­cio someterse á las prácticas de hipnosis bajo pena de hacerse reo de un crimen idolátrico.

Las razones en que apoya su juicio el dis­tinguido P. Mendive pueden resumirse de la manera siguiente: No se concibe que un hip-

(I) Véase Theologia moralis, auctore Augustino Lehm-kuhl, S. J. vol. I, pág. 619 in nota ad núm. 994; ed. i.* Friburgi Brisgoviw, MDCCCLXXXV.

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EXAMEN 1>EL «IPNOTISMO 175

notista pueda causar en un sujeto el sueño, acompañado de rigidez cadavérica y de alu­cinaciones, por cuya virtud el hipnotizado se transforme, á voluntad de quien le duerme, en Obispo, Emperador ó cantatriz de teatro, sin que para la ejecución de tales hechos no sea preciso admitir la posesión diabólica, puesto que el fluido nervioso ó biótico es Incapaz de producir fenómenos tan raros, que por otra parte desaparecen en el instante mismo que finja el chirumen del hipnotizador, sin dejar rastro ni reliquias en la persona hipnotizada contra lo que suele acontecer en el orden natural.

Además no es posible explicar la suges' tión inhibitoria sin la intervención directa del demonio, porque el poder de un hombre, por ingenioso que él sea, no alcanza nunca á impedir que una persona en condiciones convenientes y apropiadas al efecto no dis­tinga un color, ó un objeto presente á su vis­ta, ó se le borre de la memoria el nombre de un sujeto que conoce, sin más razón que por­que así lo quiere el hipnotista.

Los fenómenos mismos de sugestión mm-tal no tienen explicación satisfactoria, dice el P. Mendive, si no hay un agente preterna­tural que intervenga en el asunto; porque la naturaleza del compuesto humano exige pa­ra conocer los pensamientos de una persona, que ésta los manifieste por algún signo exte­rior, puesto que la comunicación de ideas sin auxilio de la palabra ó de otro medio mate-

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l-jb' EXAMEK t>EL HIPNOTISKÍO

rial, es propia solamente de los ángeles, se-giin de ello nos certifica la revelación que Dios se ha dignado hacemos en las Santas Escrituras.

Es cierto, que el demonio no puede co­nocer los pensamientos que bullen en el al­ma de quien no desee manifestárselos; pero sí es capaz de entender por simple indicación tnterna cuanto uno quiera sug-wirle, y valer­se después de las noticias recibidas para ha­cer de ellas s&bedor á quien el hipnotista de­signara por un acto mental. No es de extra­ñar, por consiguiente, que en virtud de pxc-tps diabólicos imph'citos ó explícitos pueda un hipnotista comunicar mentalmente sus órdenes á los clientes sometidos á su acción; pero lo que no puede concederse nunca es, que un hombre por sí solo sugiera á un so­námbulo un mandato puramente interno y que aquel obre en armonía de las imagina­ciones de su hipnotizador: si, pues, los hechos de sugestión mental son verdaderos, hay tam­bién precisión de conceder que aquellos no pueden realizarse sin la intervención diabó­lica en la hipnosis provocada (i).

Opinión del autor de este escrito acerca de la cuestión hipnótica. Confesamos, ante todo, que somos hijo humilde de la Iglesia Católica, en cuya fe hemos sido bautizados

(I) Véase Instíttitiones phüosophia scholasticce d P. Jo-sefho Mcndive, S. / . , págs. 96-122.— VatUseleti, ¡88f.

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KXAMEN BKL HlPMoriSMü 177

y en la cual vivimos afortunadamente por la misericordia de Dios, deseando con toda la energ-ía de nuestra alma que el último hálito de esta pobre vida Corporal sea exhalado en el ósculo de paz que el Omnipotente otor­ga á los que perseveran en su gracia divina. La Iglesia, nuestra madre bondadosa, no ha hablado todavía de un modo terminante y explícito sobre la cuestión que nos ocupa, pero su prudente silencio no tardará mucho tiempo en interrumpirse por algún decreto, que declare á los católicos la norma de con­ducta que deberán seguir en lo relativo á la hipnosis provocada. Hoy, con efecto, dispu­tan los sabios acerca de los fenómenos que abarca el hipnotismo, y no sería discreto fa­llar la solución del problema planteado, mien­tras no se conozca el verdadero valor de las incógnitas que entran en aquel.

Entretanto las personas instruidas, qué posean conocimientos de Teología, Filosofía y Ciencias Físicas ó naturales, deben esfor­zarse por aclarar los misterios que rodean á las prácticas hipnóticas, á fin de que poco á poco se haga luz sobre los puntos tenebro­sos que la ciencia discute con afán.

Por lo que á nosotros respecta, adverti­remos al lector que aun no vemos clara en todos sus puntos la cuestión del hipnotismo; porque si bien es cierto que los Doctores Pe­dro Janet, Gley, Carlos Richet, César Lom-broso, Julio Campilli, etc., afirman que en la humana hipnosis so dan casos de penetración

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17S EXAMEíí DEL HlPlíÓTISMO

del pensamiento y de comunicación de ideas entre el hipnotizante y el hipnotizado, sin in­termedio de signos exteriores, y que hay fe­nómenos tan estupendos y maravillosos como el de hablar un sujeto catalépsico y sonám­bulo en idioma pare" él desconocido, adivi­nar el porvenir y trasportarse con la vista á países remotísimos para narrar á los curio­sos múltiples sucesos que en aquellos acon­tecen, y trasponerse, en fin, los sentidos de manera que un hombre sumido en un letar­go profundo lea con las rodillas, ó con los de­dos y aun la espalda, si así fuera la voluntad del hipnotizador; otros doctores y famosos hipnotistas, como Braid, Richer, Morselli, Gonzales, Donato, Beaunis, etc., aseguran que esa multitud de fenómenos superiores, incluidos en la categoría de sonambulismo lúcido, clara-visión ó éxtasis magnética, son muy propios de las antiguas prácticas de Mesmer y sus discípulos, apellidados hoy con el rumboso nombre de espiritistas modernos, pero que jamás han podido comprobarse, al menos hasta ahora, en los sujetos puramente hipnóticos.

Efectivamente, el Dr. Richer, en su obra La Grande Hysterie, página 506, dice: «que pone en duda la existencia de los fenómenos extraordinarios echados á volar por los mag­netizadores, tales como la comunicación del pensamiento, la transposición de los sentidos, la adivinación, etc.» Enrique Morselli, direc­tor del Manicomio de Turín y médico insigne

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO i ; g

de Italia abriga la opinión de que el magne­tismo animal no es más «que un conjunto de procesos destinados á provocar en al cuerpo humano fenómenos insólitos, derivados de un estado particular anómalo del sistema nervio­so,» y dice, que en ciertos casos de locura é histerismo se nota, ciertamente, hiperestesia del sentido de la vista, leyendo entonces el enfermo casi en la oscuridad, pero que no hay datos científicos para afirmar la existencia de videntes al través de cuerpos opacos. Así, pues, añade el referido clínico «que un hip­nótico lea con las rodillas es una superchería; los casos áe clara-visión, de transposici'n de los sentidos, de la transmisión del pensamien­to ó de la simple voluntad del magnetizador á través de las distancias, se demuestran en faz de la ciencia, como hechos llenos de exa­geración ó mal interpretados (i).»

H. Beaunis, profesor fisiólogo de Nancy é hipnotista célebre de Francia, de tendencias al materialismo bien marcadas, según expre­siones que deja escapar de la pluma en su obra del sonambulismo provocado, no duda resumir el fruto de sus observaciones acerca de lo que no ha podido conseguir en los su­jetos hipnóticos de la manera siguiente: «Ja­más he podido, al menos hasta ahora, com­probar en los sujetos que he observado los

( I ) Enrique Morselli, / / magnetismo anímale, publicado en \a,Gaceta de Turín del i." de May.) de 1886, citado por el P-Praiico en la pág. 23-3 I Af- El hipnotismo pueíto en moda

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i8o E:*:AMEÑ DEL HiPíioítSMo

fenómenos maravillosos, admitidos por cier­tos magnetizadores, tales como la adivina* ción mental, la dohle vista, el don de profC' cía, etc. Siempre que la sugestión que he querido hacer ha sido solamente pensada y no expresada de una ú otra manera, jamás se ha realizado. Nunca, tampoco, pudieroA adivinar los sujetos la naturaleza del objeto que yo tuviera en la mano; ni jamás supieron decir lo que yo pensaba, ó lo que había hecho en tal ó cual momento. No quiero, sin embar­go, negar en absoluto estos hechos ante las afirtnaciones de hombres ilustres de absoluta buéha fe; lo único que puedo decir es, que nunca los he observado (i).»

A. Cullerre se indigna contraía cfedulidati de las gentes, que, aficionadas á lo maravi* lioso, admiten la transposición de los sentidds y otros fenómenos de adivinación mental en los sujetos hipnotizados, y añade: «Todas las maravillas que han sido atribuidas á los so­námbulos, no merecen, en nuestra opinión, rtiás que el carácter de tentativas rtiás 6 «le-rtos vartas por ver de rfealizair ideas sugeridas. Si una sonámbula, por lo tanto, adivina él porvenir, ve á través de los cuerpos opacos, realiza, en una palabra, ese repertorio de pro­digios que todo el mundo conoce, es porque se le ha sugerido la idea (2).»

(1) Véase El SonambtUismo pro^tocado de H. Beaiinis, pág. 221.—Madrid, 1888.

(2) Véase la p.ig. 106 del Magnetismo ¿ Itipriotisnto por él T>t. A. Ctiñérre.

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EXAMEN UEL HIPNOTISMO i 8 i

Cuando en la quincena segunda del raes de Junio próximo pasado el Dr. Das preten­dió convencer á los salmantinos, que en la hipnosis provocada se realizaban los fenóme­nos de divinacidn mental y transposición de los sentidos, por medio de experiencias que verificó con su ¿esposa, salió burlado por com­pleto el ingenioso hipnotista, como de ello puede convencerse el lector repasando lo que á este propósito consignamos en el capí­tulo 11 de este escrito. Allí, con efecto^ decía­mos, que la sonámbula repetía simplemente lo que su esposo, el hipnotizador, la sugería al oído de un modo tan pausado, que lor> es­pectadores en general no pudieron darse cuenta de la trama, hasta que el Dr. Navarro indicó claramente el valor real de la incóg­nita misteriosa del asunto. La hipnotizada no leyó por el occipucio la hora de un reloj, que en la parte posterior del cráneo se la puso para adivinarla por transposición del sentido de la vista, ni tampoco vio el duro colocado apretadamente en el puño del Dr. Navarro, sino que la una y el otro fueron vistos por €Í hipnotizador Dr. Das, y éste indicaba á la hi-perestésica sonámbula, por medio de palabras exteriores, lo que ella repitió con extraño pasmo de curiosos inexpertos.

En fin, es tal el laberinto de hechos y opiniones referentes á la cuestión del hipno­tismo, que la imaginación se abisma y el en­tendimiento se confunde al pretender decidir sobre quién tendrá razón.

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Debemos, sin embargo, hacer constar, que no extrañamos la conducta de aquellos hip-notistasque niegan los fenómenos áéísonam^ hultsmo huido en la humana hipnosis; porque interesados muchos de ellos en afirmar de un modo sistemático que en el hipnotismo no hay más que fases de neuralgia exagerada, han de procurar también cubrir con un tupi­do velo cuanto se refiera á la elocución de los hipnóticos en lengua que no hubieron sa­ludado, y todo lo que respecte á la intuición del pensamiento y visión de sucesos no sabi­dos en países muy distantes, puesto que, ad­mitidos sin obstáculo ni réplica los hechos numerados y los referentes á la transposición de los sentidos, se verían forzados á confesar, en buena lógica, la directa intervención de una causa preter-natural en el desarrollo evo­lutivo de la hipnosis provocada.

Hay, por otra parte, empeño decidido en nuestra época de agotar los recursos del in­genio humano en disculpar las invenciones más criminales y estupendas, con tal de que éstas puedan utilizarse para la satisfacción de algún deleite femenil ó de pasiones des­bordadas. Este aire ponzoñoso, que todos res­piramos, se infiltra mejor en los corazones de aquellos infelices que, por sus ideas materia­listas y sentimientos no cristianos, se hallan más propensos á santificar las acciones que conduzcan al envilecimiento y corrupción. Tal sucede, por desgracia, con muchos hip-notistas que, adversarios del orden sobreña-

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tural, atribuyen la milagrosa curación de los enfermos, realizada por Jesucristo para dar al mundo testimonio de su divinidad, al po­der hipnótico que en alto grado poseía Aquel, merced al mágico influjo de su palabra tierna y persuasiva. Esta blasfemia del hipnotista Donato ha tenido eco en el ánimo del mate­rialista H. Beaunis, que, después de referir hechos de epistaxis y sudor sanguíneo por sugestión hipnótica, obtenidos en un sujeto hemiplégico y hemianestésico, apunta las si­guientes impiedades:

«Todos estos fenómenos explican multi­tud de hechos hasta ahora incomprensibles, y en particular los fenómenos presentados por las estigmatizadas de la Edad Media y de los tiempos modernos: en todo ello no había, como ha solido creerse por muchas gentes, ni milagro, ni superchería, sino únicamente infelices histéricas que hubieron de llegar, por el éxtasis y la contemplación, al estado en que las sugestiones se realizan, y las cua­les se sugerían á sí mismas ó se dejaban su­gerir las llagas, sudores de sangre y todos los fenómenos de la crucifixión de Jesucristo (1).»

Con razón sobrada se queja amargamen­te el Exorno, é limo. Sr. Obispo de Madrid-Alcalá, en carta pastoral que sobre el hipno­tismo dio con fecha 19 de Marzo de este año 1888, de que los hipnógrafos se declaren ene-

(I) Véase la pág. 83 del Sonambulismo^rovtcado, por H. Beaunis,

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migos de las enseñanzas de la Iglesia cató­lica acerca de los favores extraordinarios con que Dios en carne humana ha querido mani­festar su poder omnipotente por medio del milagro y de los dones particularísimos con que en la sucesión de las edades ha enalte­cido á los fieles seguidores de su ley inmacu­lada. Los hipnotistas, dice muy bien el Exce­lentísimo Sr. Dr. D. Ciríaco María Sancha Hervás, no quier^i distinguir el éxtasis es­piritual de la letargía magnética, siendo así «que el primero es una obra del amor divino, mientras que la segunda es un resultado de alteraciones fisiológicas; el uno tiene por prin­cipio la caridad, y la otra un sueño artificial provocado por medios puramente humanos; el éxtasis impulsa el alma á unirse libremen­te á Dios, en tanto que la letargía la impulsa á unirse necesariamente al hipnotizauJor; y, en fin, el éxtasis la llena siempre de sen­timientos de divino amor y de santa pure­za, mientras la letargía no deja cti ella más que los sentiíOientos que la sugiere la volun^-ta<d del hombre, que no pocas veces son de odio y de torpe sensualidad.»

«La desconfianza que inspira á los católi-cosla impiedad, manifestada por algunos hip-nógráfos, no puede menos de aumentarse, isi se consideran las ideas de otros hipnotistas en materia de religión, do los cuales unos están afiliados á la escuela materialista, como el Dr. Charcot; otros pertenecen al protestan­tismo, como Richer, y muchos de ellos han

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mostrado en sus escritos ser enemig-os decía» rados de la fé católica, como Broca, Littré, Rénan y Figuier, proponiéndose todos, en nombre de lo que ellos llaman ciencia, de-mostrar que los milagros, profecías, revela­ciones, curaciones alcanzadas por la interce­sión de los santos, éxtasis y demás gracias sobrenaturales y extraordinarias que han merecido la aprobación de la Iglesia, y han sido recibidos por la misma como obras por­tentosas de la bondad infinita y de la omni» potencia de Dios, no son más que fenómenos hipnóticos y manifestaciones de una exalta­ción nerviosa, para destruir así la idea de todo orden sobrenatural, y anular el valor evidente de todos los motivos de credibili» dad en que descansa nuestra sacrosanta Re» ligión (I).»

Nosotros estamos convencidos, ciertanjen» te, de que el hipnotismo no puede suí¡citar en los durmientes el espíritu profetice; porque solamente Dios adivina el porvenir y sabe con certeza inÉalible las acciones que el hom­bre ha de verificar en lo futuro, en virtud de su libre albedrío, y Dios no juega mimca con miserables hipnotistas y bufones da teatro. La majestad del Hacedor Supremo no comu­nica el don exclusivo de su sabiduría á los hombres para qi*e estos recreen á los demás,

(t) Véase la páj;. 15-16 de Ja magnifica Pastoral del 19 fie Marzo de 1888 del Excmo. é limo. Sr. Obispo de Madrid-Álcali sobre el hipnotismo.

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y les armen lazos seduciendo la inocencia de su alma y arrebatándoles la fé que á Él plu­go enseñarles. La bondad divina no puede tampoco permitir que los ángeles del cielo, ocupados en cantar con melodioso acento las glorias del Dios vivo, y en ser de éste mensa­jeros, conduzcan á los hombres por los rectos caminos de la virtud y la justicia, penetren los arcanos escondidos de la sabiduría divina para estorbar la salvación de sus criaturas predilectas. Y por lo que respecta á Lucifer, los ángeles rebeldes y las almas del infierno, estamos convencidos plenamente, por la re­velación divina, de su incapacidad absolu­ta de hacer divinaciones proféticas y comu­nicarlas á los hombres. Las almas, en fin, de los difuntos, que ya gozan de la visión intui­tiva del Señor, ni están ligadas á organismo corporal para comunicarnos sus conocimien­tos, como exige nuestra naturaleza, si es que hemos de recibir aquellos, ni tampoco su fa­cultad intelectiva se extiende á adivinar los futuros contingentes sin permisión del Sabio por ,esencia, y Este no tolera nunca que los bienaventurados se ocupen en divertir y co­rromper á las personas, que viven desterra­das de la patria celestial y en medio de las luchas de un mundo engañador y fementido.

En resumen, concluiremos asegurando, sin temor de ser mañana desmentidos, que por los sujetos hipnóticos no pueden realizar­se divinaciones proféticas, y conste que en este punto nos hallamos contormes con los

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partidarios más perversos de la hipnosis pro­vocada.

No opinamos de la misma suerte respec­to á la penetración del pensamiento humano, y de la elocución en idioma extraño, y de la visión clara á distancia, y de la transposición de los sentidos con todos los efectos consi­guientes á la alucinación imaginativa y sen­soria, incluidos en la categoría del sonambu­lismo lúcido.

Efectivamente, sabemos por las Santas Escrituras, y por la razonada y autorizada exposición que de aquellas hacen los docto­res teólogos, que la inteligencia diabólica es capaz de penetrar los secretos más escondi­dos del espíritu del hombre, con la sola con­dición de que éste quiera descubrirlos al as­tuto ángel de tinieblas.

Sabemos asimismo que Satanás, por divi­na permisión, puede, como espíritu sutil, tras­ladarse en el espacia á puntos remotísimos en un instante solo, y narrar después los su­cesos, que allí advierta, por interna suges­tión á quien formara con él pactos implícitos ó explícitos de entablar mutuamente comu­nicaciones íntimas y estrechas relaciones.

Es cierto que Luzbel no es autor de la na­turaleza, y por lo tanto no puede tampoco trastornarla ni derogar sus leyes por medio del milagro, pero sí es capaz de remedar á éste, abusando del conocimiento que de las ciencias tiene su preclara inteligencia, para alterar la imaginación del hombre y embau-

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car su facultad sensitiva con mil alucinacio­nes quiméricas é infinidad de impreKÍones ilusorias y fantásticas.

Los Escolásticos, afirman con Santo To­más á la cabeza, que Lucifer tiene suficien­te potestad para impedir que un sujeto vea á determinada persona y que oiga su voz cuando ésta hable junto á él, y que por medios ignorados á la miope mente de los hombres, puede cambiar con presteza la po­sición que en el espacio ocupan los obje­tos visibles, reemplazando estos por otros en el lugar que los primeros existían. Puede también el espíritu maligno excitar á su gus­to la fantasía del hombre, fingiendo condu­cir á éste por bellísimos jardines, donde su vista se recree ante la perspectiva de mag­níficos paisajes y su imaginación se enlo­quezca al contemplar las muelles dulzuras del placer erótico, con evidente detrimento de la inocente pureza de su alma.

Los ángeles rebeldes poseen asimismo el don de lenguas, y gozan extraordinariamen­te cuandió los hombres se afilian bajo los plie­gues horrendos de su bandera cruel, y por tal razón les imprimen el carácter de vocalizar palabras en idioma que no saben.

Es tan perspicaz la inteligencia de Luzbel y tan maligna su intención en el obrar, que no'teme discutir las más difíles cuestiones de Filosofía y Terapéutica, de Derecho político y administrativo, etc., y, como no puede reft' lizar sus ideales sin que los hombres se eiv-

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tregüen á sus órdenes; por eso busca medios con celo diligente de que aquellos, víctimas de la desesperación, le pidan sus auxilios y eficaz apoyo. En situación tan triste se po­sesiona del alma de sus fieles servidores, se burla lindamente en muchas ocasiones de su locura y necedad, y en otras les alienta, dán­doles prestigio entre las personas de valía; porque se vale del organismo corporal de los que se hubieron declarado sus secuaces para lucir con primor y gallarda maestría los so­fismas insidiosos de su ciencia, á fin de pro­pagar entre los aplausos del prodigio el ve­neno del error y la pestilencia infamante de la inmoralidad (i).

Nada más frecuente en las sagradas letras que la aseveración del comercio íntimo del demonio coií los hombres: llenas están las Escrituras do advertencias saludables que el itiismo Dios nos intima, á fin de que procúre­nlos no dejarnos seducir por los halagos se­ductores con que el príncipe del Averno ma­quina medios insidiosos para llevarnos por la senda de la perdición y del libertinaje.

La Historia de consuno con la revelación afirma, que el hombre ha buscado con empe­ño, en todas las edades, comunicaciones ín­timas con el astuto ángel de tinieblas, y que

(I) Div. Thom. 1, qtmest. Lili; /, qimest. LXV; I, guaest, CXI; I, quaest. CVI; 1-2, quaest. LXXX; i, guaesí. XCI, i, c; i, quaest. CVII, 4, i,"'; 1-2, quaest, LXXXIX, 4,í.'*

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i go EXAMEN DEL HIPNOTISMO

éste ha respondido con astucias á las invoca­ciones supersticiosas de sus adoradores in­sensatos.

Sabido es, con efecto, que los gentiles da­ban culto al demonio bajo el nombre de Apo­lo Pythio, el cual por boca humana respon­día acerca de los sucesos futuros y hacía asi­mismo aparecer la sombra de los muertos.

Conocido es de todos que el rey. primero de los israelitas, Saúl, á quien ungiera el Santo Profeta Samuel, desobedeció el man­dato de Dios que le intimaba la destrucción completa de los Amalecitas, porque movido á compasión dejó con vida al rey de aquellos Agág, en pena de cuyo crimen fué sustituido en el reino por el profeta David. El trance, aunque justo, fué, sin disputa, terrible y de prueba dolorosa para el desgraciado Saúl, y montado en cólera éste concibió contra Da­vid un odio mortal, y congregó escuadrones de los servidores adictos que en Israel le quedaran, y se dispuso á arrojar del trono á aquel rey magnánimo que Dios había forma­do según su corazón.

El imponente pueblo de los filisteos se armó para librar una batalla decisiva contra el rival de David.

Sobrecogido entonces Saúl y dominado por el miedo, se entregó en manos de la Py-thonisa de Endor, por cuyo medio fué evoca­da el alma de Samuel é interrogada sobre el éxito de la batalla próxima, respondió al pri­mero de la siguiente manera: «mañana tú y

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tus hijos moriréis: el Señor pondrá el campa­mento de Israel en mano de los Filisteos, porque no cumpliste el mandato del Señor contra los Amalecitas; tu reino pasará á ma­no de tu rival David (i).»

Los teólogos enseñan, hablando de este hecho famoso de la vida de Saúl, que el de­monio fué quien simuló la aparición del ya difunto Samuel, y aquel, y no éste, quien for­muló la respuesta á la pregunta exigida por intermedio de la Pythonisa de Endor, puesto que las Santas Escrituras dicen que Dios guardó silencio en el asunto, y por su testi­monio consta que Satanás tiene fuerza bas­tante sobre la materia cósmica para conse­guir que ésta impresione nuestros sentidos de análoga manera á la que les impresionara el organismo corporal de algún difunto, si de la mansión de los muertos viniese á la región de los vivos.

Lucifer y sus secuaces, dicen los Esco­lásticos, se hallan adornados de inteligencia poderosa y perspicaz, y por conjeturas adi­vinan lo que ha de suceder, resultando cier­tos muchas veces sus pronósticos, porque asocian mil ideas que el hombre no tiene en cuenta ni percibe al tiempo de razonar sobre los hechos sometidos á su investigación. El demonio puede asimismo imitar la voz de Una persona ausente, y narrar los hechos de

íl) Véase la Vulgata latina del P. Scio.—Lib, I, Reg. Capítulo xxviil, V. I-Xix.

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su vida, y satisfacer así la curiosidad del mal­vado que por su medio pretende inquirir co­sas ocultas.

Iva Teología nos asegura que, envidioso Lucifer de la gloria prometida por el Omni­potente desde la eternidad á las almas que cumplan su ley con fiel exactitud, procuracon engaños y mil supercherías, hijas de su enten­dimiento agudísimo, halagará los incautos pa­ra que vivan en el mundo descuidados de la salvación, y se entreguen á toda clase de vi­cios, y devoren su pobre existencia en pocos días, y marchen luego á ser compañeros su­yos en el lugar espantable donde reina sola­mente el tormento y la aflicción sin límites ni fin.

La infinita sabiduría de Dios, que nombra lo futuro y pasado, como lo presentCy supo desde la eternidad que el hombre, caído del estado de perfección y ordenamiento sobre­natural en que fuera colocado por su mano bondadosa, había de prestarse en el tiempo á realizar pactos diabólicos, apostatando de la obediencia y la fe que El mismo le impusiera.

Queriendo Dios, por otra parte, que sus elegidos no tengan parte jamás con las obras del demonio, que es su enemigo capital y en­carnizado, prohibió con pena de muerte el uso de la Magia en el pueblo de Israel. «No permitirás que vivan los hechiceros,» dijo Dios á Moisés en el cap. xxri, v. i8, del libro del Éxodo: (¿.maléficos nonpatieris vivere.» Y en el Dmteronomto, cap. xviil, V. lo, dice el

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Espíritu-Santo de un modo claro y terminan­te, «que no haya en su pueblo escogido quien haga preguntas á los que profesen el arte divinatoria, ú observen los sueños y se dedi­quen á la agorería, ó sea hechicero maléfico ó encantador, ó consulte á los pythones é in­quiera de los muertos la verdad: nec inve-niatur in te..,, qui ariolos sciscitetur, et ohser-vet somnia atque auguria, nec sit maléjicus, nec incantator, nec qui pythones cónsulat...., aut qucerat d mortuis ventatem.»

En los Hechos de los Apóstoles, cap. xiii, se refiere, que habiendo enviado el Espíritu Santo á los Santos Pablo y Bernabé á predi­car el Evangelio á los gentiles, llegaron á Papho y allí convirtieron al procónsul Ser­gio, á pesar de los esfuerzos realizados en contrario por el adivino Elymas, á quien el mismo San Pablo no dudó apellidar hijo del demonio, enemigo de la justicia y amigo so­lamente de.toda astucia y engaño.

En el cap. xvi, v. 12-18, del libro inspirado que acabamos de citar, se da cuenta que en la ciudad de Fhilipos, colonia romana enton­ces, lanzó San Pablo, en nombre de Jesucris­to, al espíritu pythónico de que se hallaba po­seída una joven, quepor cierto sacaba muchos cuartos á los que de ella se valían para saber el porvenir y averiguar asuntos secretos.

Lea quien quiera hacerlo así el cap. viii de los Hechos apostólicos, y se convencerá de que en la ciudad de Samana existía un Varón, que con su magia y encantaciones dia-

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bólicas engañaba á las personas sencillas, siendo tan estupendas y al parecer milagro­sas sus operaciones, que hubo precisión de que el Señor realizara por sus Apóstoles San Pedro y San Juan milagros verdaderos, á fin de que las gentes no presumieran que el mago Simón era otro Cristo, pues venían comparando su poder al del mismo Dios y su sabiduría á la del Verbo.

En los tiempos actuales de incredulidad y de licencia, no faltan tampoco narraciones ve­rídicas, que aseguran hallarse el diablo suelto y á caza de corazones apóstatas.

Efectivamente; era el año 1847, cuando en el mes de Diciembre ocurrió el siguiente caso en la América del Norte. Fox, ministro protestante de la secta metodista en Alema­nia, emigró de su tierra y se estableció en el pueblo Hydesville, circunscripción de la Ar­cadia, Estado de Nueva-York.

Juan Fox, como buen sectario, tenía es­posa y tres hijas, y, estando para cenar un a noche reunida la familia, se oyó un gran rui -do en el dormitorio de la prole protestante-, el espanto y el pavor se apoderaron del alma de aquellos infelices, y, haciéndose por fin en su flaqueza fuertes, examinaron con escrupu­losa vigilancia y atención el sitio ¿ morada-dormitorio del percance.

Margarita, de quince años, y Kata de do­ce, repetían con insistencia á sus papas que los balcones estaban entoraados y cerrada la puerta de la habitación; pero que los mué-

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bles giraban sobre el pavimento, y todos los adornos de la sala habían trocado su posición simétrica en virtud de las oscilaciones brus­cas que sufrieran.

. ' Entonces fué cuando Fox y su esposa, ' abandonando el cenador, súbitamente pene­

traron en la morada que sirviera de dormito­rio á sus hijas, y á su presencia observaron el balanceo de los muebles, cual si fueran éstos agitados por el flujo turbulento de un oleaje de mar: las jóvenes Margarita y Kata sentían que una mano semi-helada pasaba por su rostro, y las parecía que un perro muy grande frotaba su vestido.

En Febrero de 1848 la vida se había he­cho insoportable en la casa de Fox; pero en la noche del 31 de Marzo del año referido llegó á su colmo el alboroto y confusión que los ruidos incesantes produjeron en la fami­lia aludida.

Meditabundo y reflexivo andaba Fox que­riendo investigar la causa de sucesos tan in­esperados, cuando á su hija Kata le ocurrió que, sin duda, el demonio era quien alboro­taba el silencio de la casa.

Así estaban las cosas, y cierto día la atre­vida Kata hizo crugir sus dedos y al punto invocó al diablo, increpándole con las pala­bras siguientes: «Vamos á ver si tu cruges los dedos como yo, alborotador.»

Apenas terminó Kata de hablar, oyó cla­ramente todos los ruidos que había hecho: movió después con pausa los pulgares de sus

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manos sobre una mesa^ é increpó de nuevo á Satanás para que repitiera su acción, ob­servando con efecto que la mesa repetía pau­latinamente los movimientos que en ella hu­bo realizado poco antes la joven inesperta.

Llena de miedo entonces Kata, y sobre­cogida de temor, llamó á su madre con pre­mura, y enterada de lo ocurrido, dijo ésta: «Contad hasta diez,» é inmediatamente se repitieron diez golpes. Asombrada la señora de Fox, se atrevió á preguntar: «¿Sois un hombre?» y como no hallase respuesta, aña­dió: «¿Sois algún espíritu?» y al momento se oyeron golpes repetidos con distinción y cla­ridad, para indicar, sin disputa, que el autor de aquella magia era, con verdad, espíritu.

Trasladada la familia de Fox á Roches-ter, comenzó á difundir en el pueblo la ma­nera de obtener respuestas curiosas por la invocación de Satanás. No siempre era feliz la referida familia al negociar con el demo­nio; porque invitado el pueblo de Rochester un día á presenciar el repugnante espectácu­lo, que á su vista ofreciera Fox comunicando á sabiendas con el diablo, no quiso éste res-pondei- á las preguntas y hubo de costar la vida á Fox y á su familia, porque en el tra­yecto de la tierra hasta el infierno se intercep­tó el hilo telegráfico que había de traer noti­cias sorprendentes del espíritu maligno (i).

(I) Le Spiritismc parle Dr. Paul Gibier, págs. 45-55-—París, 1887.

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No extrañamos el fracaso, porque en tal moneda suele pagar el diablo al que bien le sirve, y es frecuente tener que despachar de los teatros y salones de tertulia de la Amé­rica á los espectadores de hechos espiritistas, porque el burlón Satanás se muestra sordo á los convenios establecidos con sus magos, y ni las mesas giran sin mecanismo que las mueva, ni los lapiceros escriben las respues­tas que los médiums quieren, ni las almas de los muertos entretienen á los vivos con la narración de lo que pasa en los misteriosos lugares de la eternidad.

No detendremos por más tiempo la aten­ción del lector curioso con la narración de sucesos, que testifican la posibilidad de que el hombre entable comercio criminal con el demonio: las pruebas aducidas bastan para cerciorarnos de que el hombre ha realizado obras estupendas por virtud de la maléfica influencia del príncipe del Averno Satanás, pudiendo estar seguros de que la verificación de obras que trasciendan el orden admirable, que observamos en la naturaleza visible, exi­ge la intervención directa de Luzbel, siempre que se lleve á cabo aquella para satisfacer una pasión bastarda, ó para desviamos de la senda que conduce á la glorificación del poderío divino y de la majestad y perfeccio­nes con que debe brillar y ensalzarse á todas horas el Eterno por esencia.

Resumiendo, pues, convendremos en de­cir á los señores hipnotistas, que repugna á

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igS EXAMEN DEL HIPNOTISMO

la naturaleza del compuesto humano el co­nocimiento intuitivo de las cosas, mientras dure el estado actual y condición en que vi­vimos, siendo, por consig-uiente, indisputable la incapacidad de un hombre para penetrar los pensamientos de otro sin auxilio de me­dios exteriores, por los cuales el primero pue­da interpretar las ideas que bullen en el alma del segundo.

Asimismo, se halla en abierta oposición con las leyes que rigen á la inteligencia humana la expedita locución de un individuo en idio­ma que nunca hubo saludado.

Es también inconciliable con los princi­pios de la ciencia Fisiológica, el que un hom­bre vea por las rodillas y lea por la espalda; porque los nervios que pasan por la región crural y raquídea son aptos solamente para comunicar al alma las impresiones táctiles de los cuerpos con absoluta exclusión de las vi­sivas.

Es incompatible con los severos razona­mientos de la Filosofía y de la Física, el que la sensibilidad visiva de un sujeto, y la audi­tiva, y la olfatoria, y la de la gustación y táctil, pueda excitarse respectivamente sin la presencia de partículas que impresionen el órgano del gusto ó del olfato, y con ausencia de elementos materiales que conmuevan las ramificaciones de los nervios espinales, au­ditivo ú óptico.

Tampoco se explica en sana lógica, que un hombre no sienta en condiciones apropia-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 199

das el ruido de un timbre que tañe junto á él, y Olga, sin embargo, el estampido aterrador de un trueno que estalla en países del globo terrestre, apartados de su oído centenares de leguas geográficas: ni que un sujeto vea á determinada persona y sea incapaz de distin­guir á otra colocada á igual distancia de él entre las circunstantes, é iluminada de idén­tica manera por los rayos de un foco de luz que se halle situado en el centro de la super­ficie esférica, que contornea al lugar geomé­trico por todas ocupado.

Ahora bien; de la doctrina sentada prece­dentemente, se deduce el vigoroso dilema, que ponemos á la atenta consideración de los lectores, de la manera siguiente:

O los hechos superiores del sonambulis­mo lúcido se verifican en la humana hipno­sis, ó no: si la primera parte del dilema se realiza, también es preciso conceder que en su ejecución interviene Satanás de un modo directo, no siendo, por lo tanto^ nunca lícito provocar la humana hipnosis, puesto que se entablarían entonces relaciones estrechísi­mas con el enemigo de Dios, y se demanda­rían auxilios al espíritu perverso que por la soberbia hirió de muerte á la descendencia Adámica, y á cada instante urde tramas é imagina artes para envolver á los hombres en el lúgubre manto de la noche eterna de tormentos que por el pecado les depara.

Si la segunda parte del dilema fuese cier­ta, habremos de decir con franca lealtad á los

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200 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

lectores, que aunque se tomen precauciones exquisitas para evitar la sugestión que al hipnotizado lleve á ejecutar actos de suyo criminales, y se pongan en práctica los me­dios adecuados para impedir que el procedi­miento hipnótico produzca enfermedades de neuralgia, afecciones morbosas en el corazón y congestiones sanguíneas; sin embargo, nos

' inclinamos á opinar que el hipnotismo no puede ensayarse bajo" el pretesto de que ceda con tales circunstancias en provecho de la corporal salud de un individuo, porque la rectitud de la conciencia, la nobleza de nues­tros sentimientos y la hidalguía de nuestra alma, nos obligan de consuno á reprobar el uso de la hipnosis, como atentatorio falaz de la civilización y cultura de Jos pueblos, de la libertad humana y de la pública honestidad de las costumbres sociales.

Es cierto que el P. Lehmkuhl opina de otro modo, y que el doctísimo P. Villada, de la Compañía de Jesús, no ha dudado tampo­co consignar, en el volumen tercero de sus Casos de Conciencia, publicados en Bruselas el año 1887, que alguna vez puede ser lícito provocar la humana hipnosis, con tal de que su uso fuere motivado por una causa gra­ve, y se eviten con esmero diligente los peli­gros á que las prácticas hipnóticas exponen la salud y la moral del hombre, y se haga firme protesta de toda intervención diabóli­ca, y la experimentación no exceda los lími­tes de las fases que se notan en el sonam-

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E X A M E N DEL HIPNOTISMO 2 0 I

bulismo natural, ni tampoco se prolongfue aquella por recreo más tiempo del preciso para obtener la curación morbosa en el infeliz paciente (i);pero convencidos nosotrosde que las condiciones exigidas por maestros respe­tables y sabios no se cumplen nunca en la práctica, mientras que se realiza siempre la pérdida completa de la humana libertad en el ejercicio curativo de la hipnosis, y se pone además el hombre en un peligro inminente y próximo de manchar la pureza de su alma, lastimar el candor de su conciencia y ejecu­tar actos que atenten contra su existencia propia, pudiendo servir á un tiempo mismo de instrumento que satisfaga venganzas cri­minales, agresivas de inviolables y legítimos derechos de justicia conmutativa, distributi­va y legal, nos atrevemos á emitir una opi­nión más restringida que la sustentada en esta materia por autores tan preclaros.

No estamos solos, empero, en el juicio que acabamos de anunciar á los lectores res­pecto del uso ilícito de la humana hipnosis, aun en el caso de que se realice aquella bajo las apariencias más inofensivas é inocentes; porque el insigne P. Franco, escritor de la Chivütá Cattólica de Roma, dice también así: «Juzgamos que no es lícito provocar, si­quiera sea el sueño hipnótico, la catalepsia,

( I ) Castis consckntiie cura et studio P. V. Moralis Theologite Professorts, pars tertia; Bruxelis, 1887; pági­na 294-300,

•^••'iiX;

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202 E X A M E N DEL HIPNOTISMO

el sonambulismo, aunque sea sencillo, los mo­vimientos musculares y nerviosos ú otros de los fenómenos más elementales del hipnotis­mo (I).»

El Excmo. é limo. Sr. Obispo de Madrid Alcalá, partiendo de que la licitud de una ac­ción no se basa nunca en la utilidad de la misma sino en la relación que guarda aque­lla con el orden moral, dice terminantemente que no considera lícito nunca el uso del hip­notismo, aunque como medio terapéutico tra­jera muchas utilidades á la sociedad; porque la persona sometida á las prácticas hipnóticas no puede salir de ellas sin detrimento grave de su dignidad racional, sin rebajamiento de su conciencia, sin repugnante desorden en los afectos de su corazón, sin menoscabo de su libertad y sin grandes perturbaciones en todo su ser (2).

Este mismo es el sentir del teólogo in­signe y esclarecido filósofo de la Compañía de Jesús D. José Mendive, como el lector ha­brá observado al pasar su vista por el resu­men compendioso que en precedentes pági­nas hiciéramos de la doctrina admirable de aquel autor, tan distinguido hoy en España por sus obras filosóficas y de moderno inte­rés teológico-científico.

Ni sirve, ciertamente, replicar con los par-

(1) Hipnotismo por el P. Franco, S. J., pág. 296. (2) Pastoral del Excmo. Sr. Obispo de Madrid-Alcalá,

19 de Marzo de 1888, pág. ^5-36,

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 203

tidarios de la licitud del uso hipnótico como medio terapéutico, que así como es lícito am­putarse un brazo para salvar la vida que pe­ligra de un modo inminente, y tomar el opio para deprimir la sensibilidad nerviosa y ex­citar la actividad del corazón y estiniular los órganos arteriales y venosos de la circula­ción sanguínea, aun con previsión de produ­cir en el paciente sueños voluptuosos y agi­tados que de ninguna manera se intentan ni pretenden; con mayor razón debiera tolerar­se á un médico el uso racional del hipnotis­mo, cuando por su medio espere obtener la curación de un pobre enfermo, ó se vea pre­cisado á emplear las prácticas hipnóticas, á fin de realizar en sus clientes operaciones do-lorosas de anatomía quirúrgica.

Las razones que destruyen de raiz tan in­sidioso sofisma son muy claras y evidentes para todo hombre que discurra.

Efectivamente; si los moralistas justifican la amputación del brazo que hace peligrar la vida de un enfermo, es porque acción tan dolorosa y repugnante de suyo realiza en las condiciones supuestas un bien físico, cual es la conservación de la existencia corporal de un individuo, sin que por ello se comprometa la vida moral de éste. Antes al contrario, la Lógica y el Derecho natural están diciendo á voz en grito que el hombre debe, en tales circunstancias, despreciar la integ^dad orgá­nica de los miembros de su cuerpo, para sal­var una vida que recibiera de Dios, con el fin

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204 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

de utilizarla, mientras sea posible, en servi­cio suyo, en honra propia y en provecho de los semejantes con quienes vive en sociedad.

Por lo que respecta al uso prudente del opio, debemos consignar aquí que no existe paridad entre aquella medicina y las prácti­cas hipnóticas, porque el sujeto adormecido por el opio no se presta á seguir las sugestio­nes de quien le administró aquel remedio cu­rativo, ni tampoco surge entre el enfermo y el médico esa atracción voluptuosa é irresis­tible, que los mismos hipnógrafos aseguran existir entre la persona hipnotizada y su hip­notizador. Es cierto que el abuso del opio, tan común entre los orientales y aun en Rusia é Inglaterra, suprime la secreción urinaria, al­tera las facciones del semblante, produce vér­tigos y vómitos biliosos, postra los sentidos y hace sucumbir á los opiados en medio de un letargo profundo al cabo de seis ú ocho horas; pero en cambio es un precioso agente terapéutico, cuyos extractos emplea la me­dicina á dosis de uno á cinco centigramos co­mo anodino y sedante, siendo su accipn cura­tiva segura é infalible en los casos de insomnio y de neuralgia.

En cambio las raras curaciones de maniá­ticos, de afectados de corea y de neurosis, que se dice ha realizado el hipnotismo, ni son tan ciertas y evidentes que de ellas no duden los mismos hipnotistas, como sucede con el famoso clínico Richer, según hemos consig­nado ya en otro lugar de este libro, ni tam-

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EXAMEN DEL HIlr'NOTlSMO ¿05

poco se verifican nunca aquellas sin un abu­so formal de la conciencia del enfermo.

En confirmación del juicio crítico acerca de la ninguna confianza que al hipnotista M. Richor ofrecen las curaciones hipnóticas, podemos nosotros aducir también algunos hechos muj' recientes.

Dos hermanos, Antonio y Nicomedes Gar­cía Lagar (primos del que escribe), origina­rios de la alquería de Villafuerte, distante seis leguas de esta ciudad de Salamanca, se hallan afectados de accidentes epilépsicos, y, después de mil consultas médicas y ensayos de planes curativos, se decidieron á marchar á Valladolid con objeto de que el famoso hip­notista D. Abdón Sánchez Herrero, les diera la salud que apetecían.

Informado el doctor de la enfermedad que aquejaba á sus nuevos clientes, les prometió que sanarían con su procedimiento hipnote-rápico. Cuarenta días seguidos durmió pro­fundamente á Antonio, consiguiendo en este fenómenos admirables de catalepsia á volun­tad y discreción, y hechos prodigiosos de lec­tura con los ojos cerrados, movimientos y actitudes raras en la locomoción, que realiza­ra durante el sueño en que permanecía su­mido, y fenómenos, en fin, de sugestión inhi­bitoria, puesto que el sonámbulo paciente no podía ver á más personas de las que presen­ciaban las sesiones, ni sentir la palpación de ningún otro sujeto que el designado por el hipnotizador.

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2ob EXAMÉN DEL IlIPÍÍOTISMO

Con Nicomedes no se prolongaron las hipnotizaciones por mks tiempo de diez y ocho días; y, á pesar de la confianza que el doctor Sánchez Herrero, tuvo de que no vol­verían al joven aludido, de veinticuatro años, los ataques nerviosos de que con tanta ansia deseaba verse libre, nos consta, sin embargo, que hoy padece, por desgracia, paroxismos más horrendos y espantables que los que su­friera antes de la hipnotización.

Por lo que respecta al estudiante Antonio, de catorce años de edad, debemos decir, que á las tres y media de la tarde del 8 de Octu­bre próximo pasado, y á los ocho meses de su estancia hipnoterápica en Valladolid, fué sorprendido por un ataque violento de epi­lepsia en este Seminario Conciliar de Sala­manca, habiendo tenido después que aban­donar el estudio, porque los paroxismos se repitieron con frecuencia, aunque el Dr. Sán­chez Herrero le afirmó rotundamente que en lo sucesivo no sufriría jamás ningún accidente nervioso Aun hay más; pues si hemos de ser francos, debemos consignar aquí que el mismo hjpnotista, señor Abdón, no parece tener mucha confianza en su procedimiento, porque manda usar, como ha sucedido á los mencionados Antonio y Nicomedes, el bro­muro potásico, que es uno de los agentes te­rapéuticos mejores contra la epilepsia.

A dos médicos veraces y de probidad re­conocida hemos oído referir también que, habiendo hipnotizado un amigo de aquellos á

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO ¿07

cierta joven con el exclusivo fin de curarla de una afección nerviosa que sufría, se halla­ba arrepentido y pesaroso de su obra; porque si bien parecían calmados los ataques, se en­contraba, empero, la aludida joven en un es­tado tan deplorable de moral excitación, que era presumible atentara contra su propia existencia.

Por lo demás, no negáremos al reveren­do Padre Lehmkuhl que la producción del sueño catalépsico por la fijeza de la vista de un hipnotizador no envuelve de suyo la in­tervención directa, ni indirecta, de un agente preternatural; puesto que la síncope, acompa­ñada de la rigidez muscular y del hipnótico delirio, puede naturalmente originarse en los individuos por el fulgor de un instantáneo relámpago, que les hiera con viva intensidad el nervio óptico del ojo, y en las personas histéricas basta de ordinario para producir un estado semejante el ruido que hace una puer­ta al girar sobre los goznes, y aun el zumbido monótono de la moscarda, cuando se agita vertiginosamente contra las telas del damas­co que decora los huecos de una habitación.

Lo que sí advertiremos al sabio jesuíta alemán, y perdone la franqueza, es, que hay mucha diferencia, sin embargo, entre la cata-lepsia originada por accidentes imprevistos en sujetos predispuestos á exaltaciones y des­arreglos nerviosos, y el letargo en que sume un hipnotista á sus clientes; porque la cata-lepsia espontánea no desaparece con un so-

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2otí EXAMEN DEL KíPNO'flSilu

pío de aire frío en el tiempo matemático que pluguiera fingir á un saltimbanqui, que por casualidad ó de intento pusiera su mano en la frente de la persona atacada y la hiciera la sencilla sugestión de despertar de su le­targo profundo, sino que por grados va recu­perando la enferma el equilibrio nervioso, sin obedecer su salud á las indicaciones de un curioso explorador.

Por otra parte, los periodos de alucinación mental que por la sugestión experimenta un hipnótico, aunque análogos, distan, empero, mucho de poderse confundir con los obser­vados por los terapéuticos en sus clínicas, cuando tratan á lunáticos, histéricos, ó perso-nasde constitución exageradamente nerviosa.

Es cierto que la obediencia fiel del hip­notizado á los mandatos que le indica su hip­notizador es un remedo muy exacto de la prontitud con que ejecuta un atacado de so­nambulismo natural las órdenes que otra persona de intento le insinúa, hablando con él en el sueño.

Es cierto, asimismo, que la pérdida com­pleta de la memoria sobre lo acaecido en la sugestión hipnótica no arguye de suyo tam­poco influencia maléfica del diablo; porque esta misma amnesia ó desmemoramiento se nota, con frecuencia, en las personas que de­liran en un sueño morboso, y á las histéricas acontece una cosa igual con las cavilaciones y secretos que en los paroxismos publican de un modo inconsciente, sin que en su es-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 209

píritu quede recuerdo alguno acerca de lo que en tal estado hicieron.

Conste, sin embargo, que la analogía de fonómenos no es argaimento firme para de­ducir como axiomática la consecuencia de que si en los casos de histerismo, de neural­gia y de sonambulismo natural no interviene de ordinario el ángel de tinieblas, tampoco en las fases del hipnotismo provocado; por­que los hechos que ocurren en las neurosis y enfermedades histéricas siguen su curso pe­riódico ó anómalo sin dependencia de ningu­na sugestión realizada de común consenti­miento por personas libres, mientras que los rarísimos fenómenos observados en la arti­ficial hipnosis se presentan y desaparecen cuando así lo determinara el chirumen del hipnotizador: la amnesia misma de los sonám­bulos naturales no se identifica con el desme-moramiento de los sumidos voluntariamente en catalepsiá profunda; porque la primera no desaparece por simple sugestión en contrario, mientras que la segunda sí, según hemos he­cho notar ya al lector en otra parte de este escrito.

En suma, tas circunstancias todas de la verificación de la humana hipnosis, aunque ésta se considere solamente en sus fases pri­meras, llamadas inferiores, con exclusión ab­soluta de las conocidas con el nombre de superiores ó del sonambulismo hicido, pare­cen indicar, en nuestro concepto humilde, que en el hipnotismo moderno hay una in-

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2lO EXAMEN DEL HIPNOTISMO

fluencia preternatural y diabólica á que no es lícito acudir jamás; porque, como oportu­namente afirma el P. Franco «el enemigo del género humano algunas veces simula {&-vorecer haciendo alguna curación real, pero al saldar cuentas, la ventaja queda converti­da en pérdida; ilumina para oscurecer más tarde, hace un pequeño favor para robar un bien importante, ofrece lo temporal para arre­batar lo eterno (i).»

Por lo que respecta al axioma célebre de los moralistas scienti et volenti nonjit inju­ria, debemos advertir al insigne P. Lehm-kuhl que á nosotros no parece pueda tener aquel aplicación racional al hipnotismo; por­que la renuncia absoluta de la voluntad del hipnotizado en manos del hipnotizador su­pone la explícita concesión á éste de un de­recho que á solo Dios corresponde, como au­tor y fuente y origen de toda realidad, que merece ser obsequiado por sus criaturas con un rendimiento plenísimo á las determina­ciones de su voluntad soberana.

El hombre posee únicamente dominio útil de su vida y de las acciones que de su ejer­cicio dimanan, sin menoscabo de los dere­chos inviolables divino y'natural, careciendo, por lo tanto, de facultad legitima para cons­tituirse en siervo de otro sin reserva ni res­tricción ninguna,como sabemos acontece, por desgracia, en las prácticas hipnóticas.

(I) Hipnotismo por el P. Franco, S. J., pág. 300.

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E5CAMEN DEL HIPNOTISMO 2 1 1

Puede el hombre disponer de las rique­zas materiales con que el cielo le adornara,, y cederlas con mano liberal en obsequio de su prójimo: puede asimismo pactar sobre los servicios que en favor de olro prestase en de­terminadas circunstancias: puede, en fin, ven­der el fruto de su industria y de sus operacio­nes ingeniosas, pero es incapaz de renunciar á la conciencia y al honor sin detrimento grave de lo que exige la justicia.

La entrega voluntaria é incondicional del hipnotizado en poder del hipnotista pone á aquel por lo menos en inminente peligro de llevar á cabo un adulterio ó una acción inde­corosa, ó de suicidarse, ó de cometer un ro­bo, ó de ejecutar un homicidio, y en ningiin punto de la tierra puede tolerarse como sana y lícita la facultad de abusar de los dones admirables que el hombre recibiera de la pró­diga mano del Hacedor Supremo.

Aunque á los teólogos constara de una manera evidente que en los procedimientos hipnóticos no existe influencia alguna diabó­lica, y que examinada en abstracto la opinión del P. Lehmkuhl pudiera un sabio calificarla de probable; sin embargo, la palmaria viola­ción de la dignidad humana, los riesgos físi­cos de la salud individual y pública, y el in­mediato peligro de atentar por medio de las prácticas hipnóticas contra la honradez y pu­reza de costumbres, son motivo suficiente para que los sabios moralistas no deban con-

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212 EXAMEN nEL HIPNOTISMO

siderar como lícito el suoño provocado por los modernos peritos en el arte de dormir.

La Iglesia, con efecto, juzga indignos de la absolución sacramental á los que se en­cuentran en ocasión próxima y voluntaria de cometer pecados, según se desprende de la siguiente proposición,condenada en 1591 por el Pontífice Sumo Inocencio XI: potest ali' guando absolví qui in próxima ocasione ver-satur, quam potest et non vult deserere; quin imo eam directe et ex propósito quxrit aut ei se ingerit, la cual dice así en nuestra lengua española: Puede alguna vez ser absuelto el que estando en ocasión próxima de pecar no quiere abandonarla, antes bien busca á aque­lla de intento y se pone en peligro inminen­te de ofender á Dios.

Ahora bien; si el catolicismo reprueba la conducta de cuantos deliberadamente se constituyen en ocasión de pecar, ¿será lícito sostener como probable en la práctica el uso hipnoterápico que defiende el P, Lehmkuhl, cuando la observación constante, apoyada en confesiones sinceras de los mismos hipnotis-tas, está clamando á voz en cuello que el hipnotismo tortura la libertad de la concien­cia, pone asechanzas á la moral más pura y obliga á cometer acciones en absoluto veda­das por la eterna ley de Dios?

El lector habrá adivinado la respuesta, debiendo nosotros decirle solamente que el preclaro autor á que aludimos se halla arre­pentido, sin disputa, de haber consignado en

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EXAMfeN DEL HIPNOTISMO 21

SU obra inmortal doctrina semejante. Supo­ner lo contrario, sería temeridad imprudente en hombres de la talla del Rdo. P. Lehm-kuhl, que sabe apreciar en su justo valor la verdad que entrañan los aforismos latinos hómtnum est errare: prudentts esf mutare consüium: de hombres es el errar, y propio del sabio cambiar de opinión.

La Iglesia Católica no ha hablado toda­vía acerca de la cuestión del hipnotismo, y por esto reina hoy divergencia entre los doc­tores católicos sobre la licitud ó ilicitud de las prácticas hipnóticas, consideradas bajo el punto de vista de procedimiento terapéutico.

No tenemos nosotros, ciertamente, la mi­sión de dirimir controversias de este género, pero no dudamos que nuestra Madre la Igle­sia, encargada por el Espíritu Santo develar por la conservación de la doctrina sana eñ eí pueblo fiel, decidirá en algún día, tal vez no lejano, con la madurez y prudencia que se

. caracterizan en sus fallos infalibles, los pun­tos á que debemos atenernos en cuestión tan importante.

Entretanto, séanos lícito consignar aquí que no estamos por completo ayunos acerca de la segura norma de conducta que habre-

«mos de seguir en la palpitante cuestión del hipnotismo; pues siendo éste la continuación bajo forma nueva del procedimiento curati­vo de Mesmer, podremos aplicarle, como aná­logo, las resoluciones de la Sagrada Congre­gación del Santo Oficio, de la Penitenciaría

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2 14 E X A M E N D E L HIPNOTISMO

y de la Inquisición universal, dadas en con­testación á las consultas repetidas que se ha­cían á Roma con motivo de las prácticas magnéticas.

Conducta de la Congregación del Santo Oficio respecto del uso magnético. «Apenas principiaron á propagarse las prácticas mag­néticas, dice el Excmo. é limo. Sr. Obispo de Madrid-Alcalá, los teólogos vieron en ellas grandes peligros contra la moral y las cos­tumbres, y publicaron trabajos luminosos y llenos de erudición para demostrar que aque­llas eran contrarias á las tradiciones cristia­nas é inductivas á la superstición y á la im­piedad (I). Ese juicio teológico recibió mayor valor con la enseñanza de los Obispos del mundo católico, cuando levantaron su voz para condenar los abusos del magnetismo , y para prohibir á los fieles de sus respectivas Diócesis la asistencia á las sesiones magné­ticas , á fin de que el genio del mal y el espíritu de las tinieblas, que informaba tan perniciosos espectáculos, no engañase á las almas que estaban encomendadas á su vigi­lancia pastoral y las arrastrase á su eterna perdición (2).

»Esa enseñanza, dada con celo altamente ,

( I ) Kisard, Nampón, Martijjnón, Gaumc, Gousset y oíros muchos teólogos.

(2) Asi lo hicieron los Obispos de Alemania, Baviera, Francia, Espaüa", Italia y los de América.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 215

laudable por los teólogos y por el Episcopa­do, fué grandemente enaltecida y con auto­ridad infalible confirmada por la resolución del Supremo Jerarca de la Iglesia, quien con­sultado sobre si era lícito ó ilícito el magne­tismo, considerado en su acepción genérica, respondió por la Sagrada Congregación del Santo Oficio, en decreto de 23 de Junio de 1840, que se viera sobre ese particular lo que enseñaban los tratadistas de sana doctrina, y que rechazado todo error, sortilegio y la ex­plícita ó implícita invocación del demonio, el mero acto de emplear medios físicos, que por otra parte fueren lícitos, no está moralmen-teprohibido, siempre que no se intente algún fin malo, ó de alguna manera reprobado; pero que la aplicación de prittcipios y de medios puramente físicos á cosas ó efectos de suyo sobrenaturales, para explicarlos naturalmen­te, debe tenerse como un engaño ilícito y he­retical [i).»

Resolución importante de la Sagrada Pe-fiitenciaría acerca de las prácticas del magne­tismo (2). «Habiéndose consultado el mismo caso con algunas circunstancias de las que ocurren frecuentemente en la práctica del magnetismo, como cuando un magnetizado

(1) Véase la página 26-27 de 'a excelente carta pasto­ral, ya citada, del Excmo. é limo. Sr. Obispo de Madrid Alcalá sobre el hipnotismo.

(2) Seguimos copiando literalmente la mencionada pas­toral.

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2 l 6 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

falto de instrucción se vuelve al momento docto, lee en un libro cerrado, obedece á gran distancia la voluntad (no manifestada) del magnetizador, y hace otras cosas por este es­tilo que fomentan la incredulidad y son con­trarias á la modestia, declaró expresamente la Sagrada Penitenciaría, con fecha i.° de Julio de 1841, que no era licito el uso del mag­netismo, tal como se exponía en el caso con­sultado.

»E1 Rdo. Obispo de Lausana y de Gine^ bra, con fecha 19 de Mayo de 1841, hizo la siguiente consulta. Manifestó que las perso­nas magnetizadas, que ordinariamente eran mujeres, quedaban en estado de sopor, lla­mado sonambulismo magnético, y que éste era tan profundo, que ni el ruido más extra­ordinario, ni tampoco el hierro y el fuego aplicados á las mismas eran bastantes para despertarlas; que en ese estado solamente las podía poner el magnetizador, al que ellas ha­bían dado su consentimiento, el cual se re­putaba necesario, y el magnetizador provo­caba dicho sonambulismo empleando pases de manos ó varios gestos y signos cuando estaba presente, ó el solo mandato de su vo­luntad, aunque éste fuera interno, y aunque el magnetizador se hallase á muchas leguas de distancia de las sonámbulas; que interro­gadas éstas por medio do sugestiones, bien hechas de viva voz, ó solo mentalmente,acer­ca de la enfermedad de sí mismas ó de suje­tos ausentes y desconocidos, respondían, aun-

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que fueran rústicas, con una claridad cientí­fica que superaba sobremanera á la de los mismos médicos; que hablaban con exactitud de fenómenos anatómicos, y señalaban la cau­sa, la naturaleza y el lugar de las enferme­dades internas del cuerpo; y en términos téc­nicos explicaban su progreso, las variaciones y sus complicaciones, su duración y los reme­dios que debían aplicarse para curarlas, cosas todas sumamente difíciles hasta para los más doctos; que veían con los ojos vendados ó sin ellos; que sin haber aprendido á leer leían manuscritos y libros cerrados, colocando unos y otros sobre su cabeza ó sobre el epigastrio; y, finalmente, que luego que se despertaban por el precepto, aunque fuere interno, del magnetizador, no recordaban absolutamente nada de lo que se las había preguntado, ni de lo que habían respondido, ni tampoco de lo que las había sucedido durante el sueño magnético.

»E1 susodicho Prelado, abrigando dudas sobre si eran naturales todos esos efectos, puesto que con ellos no guardaba proporción alguna la causa que los producía, para tran­quilidad de su conciencia y para bien de las almas redimidas por Jesucristo, deseaba sa­ber, si, supuesta la existencia de los fenóme­nos mencionados, podían los confesores y los pcirrocos permitir á sus feligreses y á los pe­nitentes que ejercieran el magnetismo, reves­tido de las circunstancias expuestas y de otras semejantes, como un arte auxiliar ó su<-

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pletorio de la medicina, y consentir que se entregasen á ese estado de sonambulismo magnético; si podía permitirse que los fieles susodichos consultasen acerca de sí mismos ó de otros sujetos á las personas magnetiza­das, y si podrían poner en práctica alguno de esos puntos, haciendo antes protesta formal de renunciar á todo pacto explícito con el diablo y á toda clase de intervención satáni­ca, toda vez que, aun tomada esa precaución, algunos habían obtenido varios efectos del magnetismo practicado en la forma consul­tada. La Sagrada Penitenciaría, por decreto de I.°de Julio de 1841,respondió á dicho Pre­lado que examinado detenidamente el caso con las circunstancias de referencia, no era licito el uso del magnetismo tal como se ex­ponía en su consulta.

»Los abusos del magnetismo seguían aumentándose, especialmente en Italia, cau­sando graves perjuicios á la moral y sirvien­do de ruina espiritual á muchas almas, por lo que la misma Sagrada Inquisición de R o ­ma, después de reproducir las decisiones que se habían ya publicado sobre esa materia, dio una circular con fecha 28 de Julio de 1847, dirigida á los Vicarios de los Estados Pontificios, en la cual se lamenta de que, á pesar de haberse antes acordado lo más conveniente para respetar el progreso de las ciencias físicas, y á la vez reprimir el vicio de las aplicaciones magnéticas, sin embargo, una triste experiencia aconsejaba la necesi-

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dad de adoptar medidas más eficaces, toda vez que el magnetismo no se presentaba en

formas legitimas, ni se ordenaba afines ho­nestos y naturales, sino que, al contrario, se­gún resultaba de frecuentes reclamaciones hechas por personas respetables, había mu­chos magnetizadores que se atrevian á llevar la aplicación del magnetismo afines no na­turales, con grave detrimento de la morali­dad pública y privada, pretendiendo adivinar acontecimientos futuros y revelar cosas ocul­tas. Por esa razón consideraba que á esos es­pectáculos no era ajena alguna ilusión ilícita é irreligiosa, y que por lo mismo era absolu­tamente necesario prohibirlos y castigar á sus autores, fautores y cooperadores. En su consecuencia, encargó á todos los Obispos c Inquisidores de los Estados Pontificios que vigilasen para remediar esos males, y que procediesen gubernativamente para aplicar las penas correspondientes de prisión tempo­ral, mayor ó menor, conforme á la naturaleza de los hechos, procurando informar de todo al Supremo Tribunal de la Inquisición, espe­cialmente cuando el uso del magnetismo re­vistiese circunstancias hereticales que exi­gieran un procedimiento vigoroso al tenor de los Sagrados Cánones.

»No siendo suficientes todas esas resolu­ciones, dadas con motivo de quejas y de con­sultas particulares, para impedir las funestas consecuencias del magnetismo, la Sagrada Congregación de la Inquisición universal, con

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aprobación del Papa Pío IX, dirigió el 4 de Agosto de 1856 una carta encíclica á todos los Obispos del orbe católico, en la que, pon­derando la malicia de los hombres, que en vez de dedicarse al estudio de las ciencias, prefieren ocuparse en curiosidades y Í n glo­riarse de haber descubierto el secreto de ha­cer augurios y de adivinar cosas futuras, con gran detrimento de las almas, de la piedad y dp la sociedad civil, manifiesta que, fascina­das por el sonambulismo y la clara visión, hay algunas mujeres que pretenden ver co­sas invisibles, pronuncian sermones sobre la religión, evocan las almas de los muertos, se encargan de responder á todo lo que las pre­guntan, descubren cosas ocultas y distantes, y practican otros muchos actos supersticio­sos de esa misma índole.

y>Fallo de la Santa Sede sobre las prácti­cas del magnetismo. En la encíclica aludida, dirigida el 4 de Agosto de 1856, con apro­bación del inmortal Pontífice Pío IX, á todos los Obispos del orbe católico, se declara que cualquiera que sea la ilusión ó el arte con que se hagan esos fenómenos, como quiera que los medios físico.s que se emplean con ese fin, se ordenan á conseguir efectos que no son naturales, no cabe dudar que tales proce­dimientos encierran una adivinación comple­tamente ilícita y heretical, y ademásunescán­dalo contra la honestidad de las costumbres.

»Para reprimir eficazmente tanta iniqui-

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dad, sumamente perjudicial á la Religión y á la sociedad civil, se excita de un modo es­pecial en dicho documento apostólico la soli­citud, el cuidado y la vigilancia pastoral de todos los Obispos, encargándoles que, con el auxilio de la divina gracia, y valiéndose de su caridad paternal, de severas amonestacio­nes y de los medios que prescribe el derecho, según las circunstancias de las personas, de los tiempos y de cada localidad, trabajen cuanto puedan, y no perdonen sacrificio al­guno para reprimir y extirpar los abusos del magnetismo, á fin de que la Grey del Señor se vea defendida contra el hombre enemigo, se conserve íntegro el sagrado depósito de la fé, y se preserven los fieles de la corrupción de las costumbres (i).»

Deducciones importantes que resultan de la ense fianza anterior y pueden aplicarse á la cuestión del hipnotismo. De las hermosas y decisivas resoluciones que acabamos de apun­tar, se deduce claramente el dilema que á con­tinuación ponemos.

O en el hipnotismo se realizan las fases del sonambulismo, ó no. Si la primera par­te del dilema es una verdad, también hay que conceder entre sus fenómenos la trans­posición de los sentidos; la locución en idio-

(i) Cart.1 pastoral del Excmo. é limo. Sr. Obispo de Madrid-Alcalá sobre el hipnotismo, publicada con fecha j-9 da Marao de 1888, pág. 27-31.

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mas ignorados; la visión-clara de lo que su­cede en el interior de las familias; la penetra­ción del pensamiento que en secreto guarda una persona; la lectura de un libro al través de cuerpos opacos; la averiguación instantá­nea y sin medios apropiados al efecto de los sucesos que ocurren en países remotísimos; la transformación de un ignorante en sabio clínico, jurisconsulto ó filósofo, todo lo cual arguye manifiestamente la directa interven­ción de Satanás en las prácticas hipnóticas, tan reprobables por tal motivo hoy^ como lo fueron antes los llamados métodos mesméri-cos ó magnéticos, puesto que á ellos son aplicables completamente la resolución de la Sagrada Penitenciaría, fechada en i ° de Ju­lio de 1841, y la circular de la Sagrada Inqui­sición de Roma, dada en 28 de Julio de 1847, que ya hemos dado á conocer á los lectores de este folleto, y salieron de los tribunales referidos con el fin de evitar que el pueblo cristiano se hiciera reo, con el uso del llama­do magnetismo, del horrible crimen de su­perstición demonolátrica.

Si la segunda parte del dilema se realiza, habrá por lo menos que admitir en la huma­na hipnosis la catalepsia artificial; la suges­tión externa ó no puramente mental; la obe­diencia ciega del hipnotizado á la voluntad del hipnotizante y la atracción voluptuosa y liviana entre ambos; la inminencia de perpe­trar acciones sumamente indecorosas, y el peligro próximo de contraer el paciente en-

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fermedades en el cuerpo y predisponerse á ejecutar horrendos crímenes en plazos más ó menos distantes, para satisfacer las pasiones bastardas que abrigase un hipnotista malva­do. Como se ve, la segunda parte del dilema está fallada también por la Carta-Encíclica, que á todos los Obispos del Orbe Católico dirigió el Pontífice inmortal Pío IX con fecha 4 de Agosto de 1856. Es, pues, el hipnotismo, aun considerado en el sentido más favorable, un escándalo contra la honestidad de las cos­tumbres; un peligro para la libertad humana; un vilipendio de la dignidad del hombre; un insulto á la civilización y una bufonada dia­bólica y grosera, en medio de la ideal cultura que pregonan los pueblos tener hoy. No es, de consiguiente, lícito provocar la hipnosis en el hombre, ni aun bajo el pretexto espe­cioso de servirse de ella como de un remedio terapéutico, y hacer protestas contra la inter­vención diabólica, y de contenerse en las fa­ses más cercanas al sonambulismo natural.

A lo dicho, nada tenemos, en verdad, que añadir; pero consecuentes con el plan que desde el principio nos hubimos trazado, nos falta sólo para terminar el trabajo, que en fines del pasado Junio emprendimos, resumir brevemente unas cuantas reglas morales en armonía de la enseñanza, que hemos denfen-dido hasta aquí, para que sirvan de guía á todo hombre imparcial en la cuestión del hip­notismo.

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2 24 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Reglas de moral conducta para las frac-ticas hipnóticas. I.—En general debe mirar­se al hipnotismo, por toda persona discreta, como arte peligroso para la salud corporal del hombre, que al propio tiempo que depri­me la libertad humana, atenta contra la ho­nestidad y pureza de las costumbres sociales.

II.—Que si al verificarse los fenómenos del hipnotismo artificial, ocurren hechos de transposición de los sentidos, ó de penetra­ción del pensamiento, sin auxilio alguno de medios exteriores, ó de clara visión de obje­tos en puntos del espacio remotísimos, á pe­sar de ser ciego el sonámbulo ó de tener los ojos cerrados en el letargo profundo que le embarga, ó de locución en idiomas que el hip­notizado no conoce, etc., es indicio seguro de que Lucifer interviene en el asunto de la hip­nosis, siendo entonces gravísimo pecado de superstición demonolátrica valerse del hip­notismo para obtener á sabiendas contesta­ciones del espíritu del mal, y explotar su ciencia engañosa y seductora para perder las almas que Jesucristo redimió con el precio in­finito de su sangre divina (i).

III.—Que, si para realizar las fases del so­nambulismo lúcido tuvieran que apostatar de la fé católica, ó rechazar alguno de sus dog­mas infalibles, el hipnotizante, ó el hipnoti­zando, ó los espectadores, á un tiempo mismo se harían todos reos, no sólo del crimen ido-

(I) D. Thom. í-2, q. xc; xcv et xcvi.

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 225

látrico al dar culto á Satanás con sus invo-caciones implícitas ó explícitas, sino que tam­bién incurrirían en la excomunión que el Pontífice inmortal Pío IX dejó vigente con­tra los herejes y apóstatas en su Constitución Apostólica Seáis, dada con fecha 12 de Oc­tubre del año 1869, y que, por lo que respec­ta á este asunto, dice así:

«Incurren en excomunión, reservada de un modo especial al Pontífice Romano, to­dos los apóstatas de la religión cristiana, y todos y cada uno de los. herejes, cualquiera que sea el nombre con que se apelliden ó la secta á que vivan afiliados, y cuantos exter­namente asientan á las ideas por aquellos emitidas, ó les defiendan y patrocinen en su causa (2).»

IV. — Que ningiin buen católico puede prestarse, en conciencia, á ser víctima de la sugestión hipnótica, aunque le conste de un modo cierto que en la provocada hipnosis no han de realizarse las fases del sonambulismo lúcido; puesto que la catalepsiíi, la anestesia de unos sentidos y la hiperestesia de otros, los trastornos de la respiración y de la circu­lación sanguínea, los delirios, la alucinación mental y la obediencia ciega, en fin, á que temporalmente un hipnotizado queda reduci­do respecto del que le durmió, son hechos que en su verificación transcienden el orden y

(I) Theol. Mor. autore A. Lehmkiihl, S. J. vol 11, pá­gina C53.655.—Friburgi Brisgovia;, MDCCCLXXXV.

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energía con que suelen obrar las causas na­turales, y llevan consigo el sello de la inmo­ralidad y la predisposición inminente del sonámbulo á ejecutar toda clase de indecen­cias y locuras, con peligro inmediato de con­traer enfermedades de curación difícil.

V.—Que debe reprobarse el hipnotismo, aun considerado bajo el punto de vista tera­péutico; porque, aunque el hipnotista sea pro­bo de suyo, y haga mil protestas contra toda intervención diabólica en sus opera­ciones, y prometa seriamente no abusar del estado miserable en que por su medio se co­loca la persona por él hipnotizada, y procure ejecutar á todo trance su procedimiento cu­rativo delante de sujetos interesados en el bien propio del paciente, para evitar así las externas sugestiones que sean inoportunas ó mal intencionadas, y los actos ofensivos á la decencia y honestidad de las costumbres, y toda clase de bufonadas ridiculas ó humillan­tes de la dignidad y nobleza con que deberá tratarse siempre á una criatura racional como es el hombre; sin embargo, la experiencia ha venido á confirmar que en la práctica se vuel­ven ilusorias todas las condiciones indicadas y todas las promesas referidas, quedando siempre cierto el trastorno innatural del or­ganismo humano y el próximo peligro de pervertirse el corazón, enloquecerse la inteli­gencia y mancharse la conciencia de las al­mas inocentes.

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Conclusión. Con la intención recta y ele­vada mira de servir á nuestros semejantes de alguna utilidad, hemos procurado dar á cono­cer á los lectores un resumen compendioso de la historia y evoluciones por que ha pasa­do el hipnotismo desde los tiempos de Mes-mer á nuestros días.

A grandes rasgos hemos delineado en este escrito los procedimientos que los hip-notistas emplean para dormir á un individuo, sumiéndole en un letargo profundo y cata-lépsico: hemos reseñado también los métodos seguidos para deshipnotizar, y hemos fijado detenidamente la atención de los lectores acerca de los grandes peligros que amena­zan á la humana dignidad, á la privada y pú­blica salud, y á la honestidad y pureza de cos­tumbres, por el ejercicio indiscreto de la hip­nosis.

Nos hemos esforzado en recordar á los gobiernos las obligaciones que tienen con­traídas con sus subditos, á fin de que, funda­mentados aquellos en el derecho natural y los principios lógicos del razonamiento, pro­cedan por medio de leyes sabias y prudentes á contener los desórdenes con que muchos mentecatos tratan hoy de vilipendiar el no­bilísimo albedrío del hombre, con detrimento grave de la civilización y cultura de los pue­blos.

Nos hemos detenido de una manera es­pecial en la refutación de las teorías inven­tadas por los sectarios de la artificial hipno-

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2 28 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

sis, y hemos visto cuan lejanos se hallan de haber encontrado los Mesmeristas, Hipnotis-tas. Materialistas y Frenólogos la explicación acertada de los fenómenos rarísimos que acontecen en las distintas fases del sueño provocado.

Hemos puesto empeño cuidadoso en de­mostrar, que si bien es cierto hay alguna ana­logía en multitud de hechos observados en el curso de las fases del sonambulismo hip­nótico, con los que la Patología médica regis­tra en los histéricos y afectados de neuralgia; sin embargo, no puede afirmarse que dicha analogía sea completa y convertible en igual­dad; antes al contrario, aun los fenómenos apellidados inferiores en el moderno hipno­tismo, distan radicalmente de los que se ve­rifican en el sonambulismo natural y enfer­medades de neurosis.

De acuerdo con la doctrina escolástica, sustentada por los teólogos, con Santo Tomás á la cabeza, hemos procurado persuadir á los lectores que en la realización de los fenó­menos hipnóticos se advierte de un modo muy claro la influencia satánica; puesto que la manera de producirse, desenvolverse y ter­minar la hipnosis provocada inducen el áni­mo á sospechar racionalmente, que en el hip­notismo todo se ejecuta por la malévola energía de un ser invisible y preternatural.

Nos hemos abstenido, empero, de dirimir la controversia acerca de si en el hipnotis­mo se dan siempre las fases del sonambulis-

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EXAMEN DEL HIPNOTISMO 22g

mo hicido, ó si en ocasiones se presentan so­lamente los fenómenos ordinarios de catalep-sia, alucinación mental, obediencia ciega del hipnotizado á las sugestiones de quien le dur­mió, etc.; pero en cambio, apoyados en las de­cisiones que nuestra Madre la Iglesia Cató­lica se ha dignado dar en la análoga cuestión del magnetismo, hemos sentado base firme para saber discernir cuándo estamos obliga­dos á no intervenir en las diabólicas opera­ciones del hipnotismo, y cuándo nos halla­mos en la santa libertad de formular opinio • nes más ó menos probables acerca de la innaturalidad, ó actividad física y moralmen-te peligrosa de los fenómenos hipnóticos.

Por fin, hemos dado cuenta de la ense­ñanza que moralistas eminentes consignan en obras inmortales sobre la cuestión del hipnotismo, y nos hemos atrevido á resumir su doctrina, condensando al propio tiempo nuestro modo de pensar en unas pocas re­glas, que pueden ser muy útiles para saber en esta época de furor hipnótico la manera de conducirse las conciencias católicas en un asunto, que todavía la Iglesia no ha deslin­dado y definido expresamente.

No sabemos si nuestro trabajo compla­cerá al lector; pero lo que sí podemos asegu­rar de un modo terminante es, que al em­prenderlo y terminarlo,no hemos tenido otro fin por guía, que la esperanza de ser útiles al prójimo en las circunstancias difíciles porque atravesamos.

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230 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

Quiera Dios premiar nuestros desvelos y vigilias con el consuelo de ver que los parti­darios de la artificial hipnosis retroceden en la senda que en mala hora emprendieron: ple­gué al cielo servirse de este libro para hacer entender á los hombres de la presente edad, qu8 los tesoros de la riqueza y del prestigio no deben buscarse nunca en la profesión de artes supersticiosas, porque éstas vilipendian la dignidad humana, y, más tarde ó más tem-

,__ prano, la manchan con el asqueroso polvo de /•vM v l ^ ignominia y el desdén.

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PROGRAMA DE LA OBRA

CAPITULO PRIMERO

Hipnotismo: su evolución y desarrollo en los diversos tiem­pos de la Historia.-—Importancia del estudio de la hipno­sis en lá época presente.—Condiciones precisas para la hipnotización.—Fases diferentag que se notan en el svie-flo provocado.—Procedimiento para deshipnotizar A un sonámbulo (Comprende desde la pdg. i?- d la 30),

CAPÍTULO II

El hipnotismo es un juego diabólico que envilece la dignidad, degrada la conciencia y de ordinario pone en peligro la salud del hombre.—Los Gobiernos deben fijar su mirada en las prácticas hipnóticas, á fin de evitar, con leyes sabias y prudentes, los males que amenazan á sus administrados por el ejercicio indiscreto de la hipnosis (Comprende desde la pa'ff. 31 d la 84J.

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¿ 3 ^ PLAN DE LA OBRA

CAPITULO III

Teorias inventadas para explicar el hipnotismo.—Examen lilosófico-cientifico de la hipótesis magncto-mesmeriana, —Su inutilidad para dar explicación de los fenómenos que en el hipnotismo humano ocurren.^Consideraciones acerca del sonambulismo natural.—No pugna cot\ la doc­trina filosófica, ni se opone á los principios de las cien­cias físicas, que la inducción magnética remotamente con­tribuya i que los sujetos, influidos por aquella, puedan ser afectados de sonambulismo natural, pero nunca los magnetólogos probarán que las fases de aquel son idénti­cas á las observadas en el hipnotismo moderno.—Exposi­ción de la teoría sugetivista: juicio filosófico-cientifico á que se hace acreedora.—La ciencia se declara impotente para explicar los fenómenos hipnóticos por la sugestión ima­ginativa y el poder fascinante de la fantasía del hombre (Comprende desde la pág, S£ rí la iiT),

CAPITULO IV

Vanidad y locura de la hipótesis de Gregory acerca de los fenómenos hipnóticos.—La semi-atrofia nérvea, imagina­da por Gregory en el compuesto humano, se halla en evi­dente oposición cotí los rudimentos más elementales de la Anatomía Fisiológica, y se torna en argumento contra su

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P L A N DE L A O B R A 2 3 3

propio inventor, porque de ser cierta la hipótesis, probaría que en la realización de los fenómenos hipnóticos intervie­ne la influencia de un agente, cuya energía supera la acti­vidad de las causas naturales.—La teoría frenológica de Gall, además de ser contraria á los principios filosóficos y á los descubrimientos de las ciencias, es incapaz de dar luz en la misteriosa cuestión del hipnotismo, aunque se patrocine por ingenios tan famosos como el del materia­lista Huxley.—Consideraciones importantes acerca de las causas que contribuyen á la rápida difusión del hipnotis­mo en nuestros días (Comprende desde la página iig á la 169).

CAPÍTULO V

)pinión de los católicos acerca de los fenómenos Mesmé-ricos ó hipnóticos.—Ideas del P. A. Lehmkuhl.—Doc­trina del P. J. Mendive.— Opinión del autor acerca de los fenómenos que se realizan en la hipnotización del hom­bre: juicio critico que le merecen las ideas del P. A. Lehm­kuhl y las indicaciones formuladas por el P. Villada sobre el mismo asunto en sus Casos de conciencia,—Conducta de la Congregación del Santo Oficio, respuestas de la Sa­grada Penitenciaria y fallo de la Santa Sede apostólica Romana respecto de las prácticas magnéticas.—Deduc­ciones importantes que pueden aplicarse á la cuestión del hipnotismo.—Reglas morales que todo hombre debe co­nocer para saber á qué atenerse en el asunto de la hipnosis provocada.—Conclusión (Comprende desde la pág. ¡y¡ d la 230.J

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El precio de esta obra es do DOS PE' SETAS, en Salamanca, y en el resto de la Península D OS PESETAS CINC UENTA CÉNTIMOS: los pedidos se harán expresa­mente á D. JACENTO HIDALGO, callo do la Rúa, número 12, Salamanca.