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CELINA MANZONI ERRANCIA y ESCRITURA EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA CONTEMPORÁNEA ;~ ALCALÁ LA REAL ALCALÁ GRUPO EDITORIAL MMIX

Del insularismo al meta-archipiélago. El Caribe según Antonio Benítez Rojo

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CELINA MANZONI

ERRANCIA y ESCRITURA

EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA

CONTEMPORÁNEA

;~

ALCALÁ LA REAL

ALCALÁ GRUPO EDITORIAL

MMIX

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DEL INSULARISMO AL META-ARCHIPIÉLAGO.EL CARIBE SEGÚN ANTONIO BENÍTEZ ROJO

MARíA GUADALUPE SILVA

La isla que se repite, ese largo ensayo de Antonio BenítezRojo que fue creciendo a través de los años, ha logradofundar una imagen del universo caribeño. Su visión delCaribe como espacio "supersincrético" -rnenos una re-gión en el mapa que una dinámica de comportamientosculturales- se ha instalado en el discurso crítico con lafuerza de una premisa'. Nociones como cruce, bibridis-mo, desplazamiento, traducción, transculturacián y otrostérminos precedidos por el prefijo trans, circulan ha-bitualmente en la bibliografía especializada, a menudoremitiendo a las hipótesis de Benítez Rojo. Por eso seriaimportante regresar a las condiciones que originaronaquel ensayo, las tradiciones y circunstancias de las queprocede. Porque no fue elaborado desde una perspecti-va "fríamente" académica, sino por alguien que se reco-noce caribeño y despliega en su discurso un entusiasmofrancamente caribeñista.

1 La isla que se repite ha tenido dos versiones. La primera, con la quetrabajo aquí ya la que remiten todas las citas, fue publicada en Ha-nover, Estados Unidos, por Ediciones del Norte, 1989. La segunda,que lleva como subtítulo Versión definitiva, fue publicada en Barce-lona por Casiopea en 1998.

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Arcadio Díaz Quiñones ha mostrado muy bien cómoel exilio en los Estados Unidos marcó decisivamente elenfoque de este libro, subtitulado en su primera edi-ción El Caribe y la perspectiva postmoderna', Hayal menosdos aspectos fundamentales del ensayo en los que seríaposible reconocer la circunstancia del exilio. Uno deellos es el abandono de una perspectiva nacionalista enla relación Cuba-Caribe; el otro es la recuperación deun horizonte utópico ligado a la superación del vínculodominador / dominado. En ambos casos es visible eldiálogo con la narrativa de la Revolución así como conotros linajes intelectuales de Cuba. Por más que asumauna mirada que se dice "postmoderna" y reconozca alCaribe como su patria grande, Benítez Rojo no deja deser un escritor cubano en diálogo con la tradición desu país. No es por ello un dato menor el hecho de queen esa tradición intelectual los lazos fraternales con elCaribe no hayan sido realmente estimulados hasta bienentrado el siglo XX; esa era la primera deuda que su li-bro venía a saldar.

A continuación propongo algunas notas acerca de larelación del ensayo de Benítez Rojo con la figura delinsularismo, y de cómo su texto alienta el anhelo de su-perar un viejo trauma colonial. La fuente de este trau-ma podría resumirse con las palabras del dominicanoJuan Bosch: "La historia del Caribe es la historia de lasluchas de los imperios contra los pueblos de la regiónpara arrebatarles sus ricas tierras; es también la historiade las luchas de los imperios, unos contra otros, paraarrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había

2 Arcadio Díaz Quiñones, "Caribe y exilio en La isla que se repite deAntonio Benítez Rojo", Orbis Tertius, revista digital del Centro deEstudios de Teoría y Crítica Literaria de la Universidad Nacionalde La Plata, n" 13, 2007, Dossier "Puerto Rico y el Caribe en pers-pectiva", pp. 1-17. En línea:<http://163 .1O.30.2 38:8080/0rbisTertius/numeros/numero-13/02.%20Diaz%20Quinones.pdf>

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conquistado; y es por último la historia de los pueblosdel Caribe para libertarse de sus amos imperiales."?

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Decía Jorge Mañach que la denominación de Cubacomo "la Isla" se impuso durante el segundo tercio delsiglo XIX al iniciarse el largo proceso de su emancipa-ción. Fue entonces, explicaba Mañach, cuando Cubaempezó a descubrir que su condición insular cifraba undestino histórico, no sólo porque la plegaba sobre sí y laobligaba a definir su independencia con fuerzas propias,sino también porque la dejaba en un estado de vulnera-bilidad, "aislada y débil"4.

Hija predilecta de España, fuertemente uncida a la me-trópoli por un sistema económico centrado en el azúcar,Cuba tardó muchos años en conseguir su independen-cia política, y muchos más, luego de esto, en reconocerque no estaba completamente sola en el mar Caribe, sinoque a su alrededor existían también otras islas con las queacaso podía compartir un vínculo de familiaridad. No fuenunca fácil admitir esta posibilidad si se consideraban losantiguos recelos entre las naciones colonizadoras, católi-cas y protestantes, y mucho menos si se recordaba el vie-jo temor cubano al avance de la población afro-caribeña,predominante en otras islas del Caribe.

La construcción intelectual de la identidad nacionalno siempre se corresponde con la verdadera faz, cultu-ral, racial y étnica, de una nación'. En el caso de Cuba

) Juan Bosch, De Cristóbal Colón a Fidel Castro. (El Caribe, fronteraimperial), 1,Madrid, Sarpe, 1985, p. 40.4 Jorge Mañach, Historia y estilo, La Habana, Minerva, 1944, p. 61.5 Como indica Rafael Rojas: "El nacionalismo cubano es una menta-lidad, un discurso y una práctica cultural de ciertas élites criollas, so-bre todo blancas y mestizas, de los últimos dos siglos; pero la nacióncubana es la hechura social de pequeñas y grandes inmigraciones,como la africana, la española, la china, la judía, la norteamericanao la rusa." R. Rojas, Tumbas sin sosiego,Barcelona, Anagrama, 2006,p.415.

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llevó tiempo asumir su composición étnica mixta, comoprueban algunas célebres disputas dentro de su campointelectual. Sólo basta recordar, por ejemplo, el acen-to vindicativo de Nicolás Guillén en el prólogo de suSóngoro Cosongo (1930), donde repudiaba por anticipadola reacción de aquellos que no tolerarían que la poesíatratase "asuntos de los negros y del pueblo". Esta pre-sunción, en efecto, iba a tener respuesta tiempo des-pués, cuando el poeta José Lezama Lima refutara la "te-sis mulata" de Guillén, justamente en el texto en el queexhortaba a instituir un "mito" nacional bajo la figuradel insularismo", La postura de Lezama y otros poetasde su grupo origenista era una muestra de la arraigadaresistencia a problema tizar la discriminación racial enCuba. Una resistencia que, en su caso, era justificadamediante el ideal de una reconciliación superadora,ciega a las diferencias de clase o de piel y orientada ala construcción de un ethos nacional que no se pensabaincluido en el mapa caribeño. Con toda su historia deexplotación y violencia, el Caribe no era precisamenteel ámbito en función del cual se quería imaginar el des-tino de la Isla.

La integración de Cuba al Caribe fue por lo tantouna tarea largamente resistida, y no sólo por Lezama ylos poetas de su grupo. La pujanza de un discurso na-cionalista heredero del orgullo colonial español y fija-do a la certeza de un destino propio, aislado -como su-brayara Mañach- del resto de las islas, impidieron queCuba se pensara hermanada al archipiélago antillano.Incluso dentro de las políticas culturales y económicasde la Revolución, más sensibles al problema de la des-igualdad y la dependencia, el acercamiento a la regióniniciado en los años 70 estuvo marcado por un posicio-namiento particular de Cuba en relación con el Caribe.

6 José Lezama Lima, Coloquio conJuan Ramón Jiménez, La Habana,Publicaciones de la Secretaría de Educación, Dirección de Cultura,1938.

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Una buena muestra de esta manera de situarse se en-cuentra en el discurso de Carlos Rafael Rodríguez parala apertura del Comité de Desarrollo y Cooperación delCaribe (1975), donde se puede ver cómo era pensado supapel en la región. Cuba se presenta allí como modelo,país precursor en la lucha contra ese imperialismo quedesde siempre había lastrado a las naciones caribeñas,las había hermanado en el empobrecimiento y les im-ponía ahora con urgencia la necesidad de una coopera-ción. Como indicaba Rodríguez, el "primer pueblo querompió con sus calludas manos la vieja servidumbre fueel de Cuba", protagonizando así un esfuerzo ejemplaren aras de la construcción de un futuro prornisorio".

Esta voluntad de acercamiento no se limitó al traza-do de estrategias de cooperación económica, sino quetambién se orientó hacia la actividad cultural, comoprueba la creación en 1979 del Centro de Estudios delCaribe en Casa de las Américas. Su primer director fueAntonio Benítez Rojo, quien ya había dirigido previa-mente dos secciones de la revista y había recibido en1967 su premio por el libro de cuentos Tute de reyes.Varios de los artículos publicados por Benítez Rojo enCasa de las Américas dejaban ver su interés personal en ladifusión de la literatura caribeña, prácticamente desco-nocida en su país. Su labor como director del Centro deEstudios del Caribe duró sin embargo muy poco, ya queal año siguiente, en 1980, partía hacia el exilio y rompíaabruptamente relaciones con el medio cultural cubano.A partir de entonces fue considerado un "apátrida" y sus

7 "El primer pueblo que rompió con sus calludas manos la vieja ser-vidumbre fue el de Cuba. Estamos orgullosos de ello, pero más loestamos de que ese pueblo en revolución ha protagonizado un es-fuerzo de desarrollo que nadie puede dejar de tomar en cuenta. Ensu centro está la disposición al sacrificio, tanto para trabajar condenuedo y sin descanso como para renunciar a las posibilidades in-mediatas de consumo en aras de la necesaria acumulación que nosgarantice el porvenir". C. R. Rodríguez, "Discurso", Casa de lasAméricas, n° 96, mayo-junio 1976, p. 61. ---...

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textos dejaron de ser difundidos en Cuba". No por esto,claro, cesó su actividad como caribeñista.

Así llegamos al texto que nos interesa. Nueve añosdespués, en 1989, Benítez Rojo publica en los EstadosUnidos La isla que se repite, ensayo en el que encarala tarea de leer el Caribe de un modo nuevo, sin pre-eminencias ni exclusiones. Su lugar de enunciación loeximía de ambas cosas, ya que si de algo podía pres-cindir en la intemperie de la diáspora era del recursoal argumento nacionalista. Ahora Cuba, la isla heroica,quedaba integrada a la región como un elemento másde la estructura rizomática, sin jerarquías ni centros or-ganizadores del "meta-archipiélago", un área cuyo nú-cleo imaginario excedía lo nacional. ¿Cuál era esa islacuya repetición originaba el espacio caribeño? Ningunareal. "Ese origen, esa isla-centro, es tan imposible defijar como aquella hipotética Antilia que reaparecía unay otra vez, siempre de manera furtiva, en los portulanosde los cosmógrafos" (v). El meta-archipiélago es unaconstrucción conceptual, un modelo que le permite aBenítez Rojo explicar mediante una imagen visual tantola unidad como la fragmentariedad de la región, tantola multiplicidad de sus componentes culturales comosu interplay o juego de relaciones. En esta construcciónfigurativa el mar juega, por supuesto, un papel crucial:es el soporte que religa, conecta, permite el flujo de lasinterrelaciones. Más aun, es la materia misma de lo ca-ribeño:

8 Sobre las circunstancias del exilio de Benítez Rojo, ver las entrevis-tas de María Rita Corticelli ("Entrevista con Antonio Benítez Rojo.Amherst, 28 de noviembre 2001", en Corticelli, El Caribe Universal:la obra de Antonio Benítez Rojo, Oxford, New York, Peter Lang, 2006.También en línea: <http://www.literatura.uslrojo/maria.htmb);Reina Roffé (Cuadernos hispanoamericanos, n° 627, setiembre 2002,pp. 125-136; Y "Antonio Benítez Rojo entrevisto por Encuentro",Encuentro de la cultura cubana, n" 23, invierno de 2001-2002, pp. 9-15.

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El Caribe es el reino natural e impredecible de las co-rr~entes marinas, de las ondas, de los pliegues y re-pliegues, de la fluidez y las sinuosidades. Es, a fin decuentas, una cultura de meta-archipiélago: un caos queretorna, un detour sin propósito, un continuo fluir deparadojas; es una máquina feed-back de procesos asi-métricos, como es el mar, el viento y las nubes, la VíaLáctea, la novela uncanny, la cadena biológica, la músi-ca malaya, el teorema de Güdel y la matemática fractal(xiv).

~enítez Rojo hace reverberar el significante "isla", apartir del cual va componiendo una metáfora extendiday proli~erante. Así por ejemplo, si la isla es una partícu-la de tIer:~ en l~ superficie acuosa, se podrá decir que~na re~lllon de Islas es un conjunto de partículas-par-ticularidades, de donde se puede pasar a la idea de quecor:stituye una "galaxia" de unidades diversas pero re-lacionadas entr~ sí, y lue?"o, dando un paso más, a queconforman un SIstema abierto de relaciones asimétricasequiparable a otros sistemas abiertos de relaciones asi-métricas. Y se pueden hacer más derivaciones, todas lasque permita el mecanismo de las analogías que rige estemodo de razonamiento por imágenes.. Pero lo que resulta sugestivo es que el punto de par-

tida sea la isla, unidad mínima del archipiélago. C0{I10decíamos antes, la visión de Cuba como "la Isla", contodo lo que esta visión llevaba aparejado en términos deautodefinición, estaba muy arraigada en el imaginariocubano. Pero fue específicamente Lezama Lima quienpropuso elevar esta imagen al rango de "mito", dándoleasí un relieve y una resonancia particulares. Es ciertoque Lezama no se cuenta en el panteón de precursoresde La isla que se repite. Apenas se lo menciona dos o tresveces de pasada, mientras que sí se dedican abundantespáginas a escritores que, a diferencia suya, se ocuparonde subrayar la importancia del componente africano enla conformación de una cultura "supersincrética" como

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la cubana (Ortiz, Guillén y Carpentier). Pero compa-remos, aunque sea como ejercicio, ambas maneras deexplorar la resonancia de este significante.

La primera función del mito, decía Hans Blumenberg,es nombrar, puesto que al dar nombre se conjura el te-mor a lo desconocido". El nombre sustantiva, instau-ra una imagen a la que luego se hace trabajar como situviera una existencia real y concreta y no sólo fuerauna entidad imaginaria. No fue otra la meta de Lezamacuando en su Coloquio con Juan Ramón Jiménez (1938)requería la fundación de ese "mito que nos falta" y pro-ponía que éste se mantuviese con la "mínima fuerza se-creta" para obrar por el efecto de su eco. El mismo,de hecho, no aclaró concretamente el sentido de "insu-larismo", aunque toda su obra puede leerse como unacontinua expansión de aquella imagen. Claro que en sucaso, como en el de Cintio Vitier, se pensaba en un thelosnacional, mientras que BenÍtez Rojo, muy al contrario,busca disolver esta idea. Sin embargo hay por lo menosdos cosas que conectan significativamente la imagen delmeta-archipiélago con la del insularismo. Una es el he-cho de que en cierta forma Benítez Rojo también estárealizando un acto de fundación mítica'". La otra es que

9 Hans Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Barcelona, Paidós, 2003.10 Quiero recoger aquí el testimonio de Kevin Sedeño Guillén,quien en un homenaje a Benítez Rojo recuerda cómo éste le revelópor primera vez la idea de una unidad caribeña, algo que el pro-pio Guillén, como "cubano de Camagüey, creído por su educación'revolucionaria' de que la Isla era el ombligo del mundo", dice nohaber apreciado previamente. Cito su evocación de aquella confe-rencia, en la que Benítez Rojo proponía expresamente la fundaciónde un mito: "En una modesta postura de futurólogo, de los que lehan faltado al Caribe, el maestro proponía 'algunos lineamientos ge-nerales que ayudarían a la conformación de discursos disciplinariosque estudien globalmente este fragmentado territorio oceánico'.Excedía su perspectiva literaria y cultural anterior, para lanzarse auna aventura de carácter político y humano que le permitiera a lospaíses de la región conformarse en una especie de confederacióny escapar así al naufragio de índole globalizador. 'Nada como unbuen mito de fundación para consolidar identidades, y hay que con-

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la imagen del insularismo a su vez suponía la noción desincretismo, dado que uno de los componentes esen-ciales del "mito" que Lezama planteó en ese momentoy luego re elaboró en su tesis del barroco americano, esla metáfora del mar como puente que conecta y no tansólo separa territorios.

Las islas, decía Lezama, "plantean cuestiones re-ferentes a culturas de litoral". Esto significa que sonabiertas, porosas, que están predispuestas a recibir loque traen las corrientes y se inclinan por lo tanto mu-cho más a los procesos de asimilación. Tal vez sorpren-da descubrir que Lezama estaba tomando esta idea deun africanista, Leo Frobenius, quien en un artículo ti-tulado "La cultura de la Atlántida" había demostradoque el mar no sólo no aísla a los hombres sino que loscomunica. Las corrientes de agua, decía el antropólogo,son un extraordinario vehículo de cultura:

Si lanzo al agua una botella con un mensaje en el cur-so superior del Saale, y la botella en su camino no esdetenida por algunas ramas o no encalla en algún ban-co de arena, sé de antemano que algún día será re-cogida en las playas del Spitzberg. Pues esto mismoexactamente sucede con los elementos culturales. Si,por ejemplo, un pueblo de los que viven a orillas delmar Rojo, una tribu abisinia, recibe y asimila una nue-sva propiedad cultural, esta propiedad, de no encallardurante su curso, arribará seguramente al Senegal o alGabón. Esto quiere decir que los espacios presentan elfenómeno de predisposiciones culturales!'.

cluir que el de la legendaria Atlántida nos viene como anillo al dedo'-afirrnaba-, para proponer luego que el nuevo conjunto de islas [... ]se llamara en lo adelante: Nueva Atlántida, 'el último archipiélago"'.K. S. Guillén, "La isla que no se repite", Encuentro de la cultura cuba-na, n° 23, invierno de 2001-2002, p 9l.11 Leo Frobenius, "Li. cultura de la Atlántida", Revista de Occidente,tomo 1, julio-septiembre 1923, p. 300.

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Lejos de ser propiedades fijas, los hechos culturalesviajan por mar de un extremo a otro de la tierra, se al-teran en cada orilla y vuelven a aparecer, en otro lugary tiempo, reciclando un proceso incesante de repeticióny cambio; el mar enlaza, religa, transforma. Esta es pre-cisamente la condición del archipiélago para BenítezRojo: "un conjunto discontinuo" de "condensacionesinestables, turbulencias, remolinos, racimos de burbu-jas, algas deshilachadas, galeones hundidos, ruidos derompientes, peces voladores, graznidos de gaviotas,aguaceros, fosforescencias nocturnas, mareas y resacas,inciertos viajes de la significación" (xiv). O como afirmaen otro lugar: "La insularidad de los antillanos no losimpele al aislamiento, sino al contrario, al viaje, a la ex-ploración, a la búsqueda de rutas fluviales o marítimas"(xxxii).

No se trata de probar una relación posible entre lasideas de Frobenius y las de Benítez Rojo; tampoco deinsinuar que Lezama ha sido una fuente secreta. Se tra-ta más bien de mostrar que existe -para seguir con lametáfora- una corriente que conecta la tesis insular conla del meta-archipiélago, y a ambas, a su vez, con unafigura varias veces mencionada en La isla que se repite: ladel barroco como lenguaje de la transculturación. Pormás que sortee las fronteras acotadas del nacionalismoy descentre cuanto pueda su visión del espacio caribeño,la lectura de Benítez Rojo nace de una cierta tradiciónde figuras, metáforas y representaciones, una en la queel mito del insularismo era ya portador de buenos mo-tivos para superar todo sentimiento de exclusión y todasensación de aislamiento.

CONSAGRACIÓN DEL CARIBE

¿Qué es, entonces, lo que "se repite"? Benítez Rojo davarias respuestas: una "cierta manera" de actuar, tro-pismos y series de tropismos, ritmos, formas, danzas,

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lenguajes, estilos. Pero hay un dispositivo último de larepetición que se esconde en el origen de todas estas: laviolenta explotación a que fue sometido el Caribe des-de los comienzos de su historia. Partiendo de la tesisde Sydney W. Mintz, según la cual el Caribe se definecomo una societal area regida por el sistema de planta-ción, Benítez Rojo sitúa dicho sistema en el centro de lahistoria caribeña, e incluso da un paso más al conferirlecategoría paradigmática!'. La Plantación (con mayúscu-la) incluye tanto el desarrollo de la economía azucareracomo la sociedad y la cultura que resultan de ella; deallí su carácter metahistórico y su funcionamiento como"máquina" o mecanismo reproductor:

Las máquinas plantaciones ayudaron a producir ca-pitalismo mercantil e industrial (ver Eric Williams,Capitalism and Slavery), subdesarrollo africano (verWalter Rodney, How Europe Underdeveloped Africa),población caribeña (ver Ramiro Guerra y Sánchez,Azúcar y población en las Antillas); produjeron guerrasimperialistas, bloques coloniales, rebeliones, repre-siones, sugar islands, palenques de cimarrones, bananarepublics, intervenciones, bases aeronavales, dictaduras,ocupaciones militares, revoluciones de toda suerte e,incluso, un "estado libre asociado" junto a un estadosocialista no libre (XII).

Pero también hay un Otro de la Plantación, el tipo desociedad que se constituye como resistencia a sus me-canismos de poder y que puja por liberarse de su orde-namiento unilateral y autoritario. Eso Otro que se fugaconstantemente en busca de su libertad es el reductoúltimo de lo caribeño, que se configura en esta dialéc-tica del dominador y el dominado, dialéctica en la queel primer término, el término configurador (la Ley, el

12 Sydney W. Minrz, "The Caribbean as a Socio-Cultural ATea",Cahiers d'Histoire Mondiale, IX, 1966, pp. 912-937.

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Padre, en el esquema simbólico que maneja el texto), estanto el adversario corno la condición de posibilidad delCaribe que presenta aquí Benítez Rojo.

El Caribe aparece así caracterizado por una dinámicade confrontaciones que tiende hacia lo mítico. Asociadaal orden racionalizador occidental, la Plantación orga-niza el espacio, las relaciones de poder y las jerarquíassociales, ejerciendo una violencia que motiva comorespuesta la emergencia de fuerzas que trabajan en di-rección inversa, buscando un sincretismo en el que sedisuelvan no las diferencias sino las jerarquías. ParaBenítez Rojo uno de los Íconos de esta voluntad re-conciliadora es la Virgen de la Caridad del Cobre, encuya imagen supersincrética se reúne el culto cristia-no a la Virgen María con el taíno a Atabey y el yorubaa Ochún. Si por un lado es posible reconocer en estasoposiciones el juego alegórico de aquel viejo debate deCarnal y Cuaresma al que se remitiera Fernando Ortiz,por otro lado es muy visible el funcionamiento de la te-sis de Mijail Bajtín sobre la cultura popular carnavalescacomo resistencia al discurso ordenador de las institu-ciones oficiales!'. BenÍtez Rojo relaciona la figura de lafiesta con la consagración de lo femenino:

En su más espontánea expresión [el texto caribeño]puede referirse al carnaval, la gran fiesta del Caribe quese dispersa a través de los más variados sistemas de sig-nos: música, canto, baile, mito, lenguaje, comida, ves-timenta, expresión corporal. Hay algo poderosamentefemenino en esta extraordinaria fiesta: su condiciónde flujo, su difusa sensualidad, su fuerza generativa, sucapacidad de nutrir y de conservar (jugos, primavera,

13 El ensayo de Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y elazúcar (1940) es fundamental para entender el enfoque de BenítezRojo. A ese maestro y ese libro está dedicado La isla que se repite. Encuanto a Mijail Bajún, me refiero a su conocido ensayo La culturapopular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de FranioisRabelais (1941).

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polen, lluvia, simiente, espiga, sacrificio ritual, son pa-labras que vienen para instalarse). Piénsese en el des-pliegue de los bailadores, los ritmos de la conga o dela samba, las máscaras, los encapuchados, los hombresvestidos y pintados como mujeres, las botellas de ron,los dulces, el confeti y las serpentinas de colores, elbarullo, la bachata, los pitos, los tambores, la corne-ta y el trombón, el piropo, los celos, la trompetilla yla mueca, el escupitajo, la navaja que corta la sangre,la muerte, la vida, la realidad al derecho y al revés, elcaudal de gente que inunda las calles, que ilumina lanoche como un vasto sueño, una escolopendra que sehace y se deshace, que se enrosca y se estira bajo elritmo del ritual, que huye del ritmo sin poder escaparde éste, aplazando su derrota, hurtando el cuerpo y es-condiéndose, incrustándose al fin en el ritmo, siempreen el ritmo, latido del caos insular (xxxviii).

La retórica torna más convincente esta visión colo-rida y sincrética de lo caribeño, "barroca" en el estiloacumulativo de Alejo Carpentier. Pero cabría pregun-tar, luego del primer entusiasmo que suscita la imagen:¿es éste el ideal del ensayo: la reunión del escupitajoy los tambores, del ron y la navaja? Sí y no. La fies-ta tiene un poder igualador extraordinario, lo mezclatodo y rompe con las jerarquías que ordenan el call1posocial. Pero este carnaval estalla justamente allí dondela represión es mayor, es una contestación a las fuerzasde un sistema inclemente y su desborde puede llegaral punto mismo de la aniquilación. Hay un límite en lafuga carnavalesca y Benítez Rojo señala este límite alfinal del ensayo. Si la dialéctica del opresor y el opri-mido es la condición originaria de este festivo dramacaribeño, su superación estribará en el encuentro de uncierto equilibrio entre el legítimo anhelo de igualacióny la posibilidad de una convivencia. Tal superación nopuede darse por el uso de la fuerza -lo que no haría más

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que perpetuar la lucha- sino por el recurso a ese "algopoderosamente femenino" que descansa en el funda-mento de la caribeñidad.

En este ensayo de marcado pacifismo, el sustrato"femenino" del Caribe obra como una suerte de fun-damento redentor. Ese fondo parecería responder, enprincipio, a dos órdenes de cosas: por un lado, siguien-do el esquema de oposiciones con que trabaja el texto,es la contra cara del imperio patriarcal de la Ley, el or-den autoritario impuesto por Occidente, y muy espe-cíficamente, la contracara de la Plantación; desde otropunto de vista, no del todo separado, ese femenino re-mite también al arquetipo de lo maternal-acuático: lanaturaleza en cuyo regazo las violencias se disuelven.Algo de ambas cosas hay en esta lectura del Caribe,como sugiere la imagen de aquellas dos viejas negrasque -recuerda Benítez Rojo- una tarde pasaron bajo subalcón en La Habana, y mientras el mundo se conmo-vía con la posibilidad de una guerra (era la Crisis delos Misiles), le permitieron descubrir con la sabiduríade sus gestos que el apocalipsis no llegaría al Caribe."Las opciones de crimen y castigo, de todo o nada, depatria o muerte, de a favor o en contra, de querer espoder, de honor o sangre, tienen poco que ver con lacultura del Caribe; se trata de proposiciones ideológicasarticuladas en Europa que el Caribe sólo comparte entérminos declamatorios, mejor, en términos de primeralectura" (xiv). Las consignas de sacrificio, heroísmo ydisciplina que poblaban el discurso de la Revolución,son tan ajenas al Caribe como la razón ordenadora delsistema de plantaciones. Ambas maneras de la ley mas-culina quedan reunidas en este ensayo cuando BenítezRojo sitúa la fallida "zafra de los diez millones" de 1970en la larga historia de la represión azucarera l4. Para él la

14 "La exrraordinaria influencia de las dinámicas de la máquina azu-carera en las sociedades coloniales -al punto de casi ser éstas unreflejo amplificado de aquéllas- no cesa con la liquidación de la es-

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revolución institucionalizada no era, evidentemente, lasalida al antiguo problema caribeño.

Hay entonces un impulso libertario que se vuelveinstintiva mente contra toda fuerza de dominación. Esteimpulso proviene, según Benítez Rojo, del criollo origi-nario, primer sujeto caribeño. Lo "criollo propiamentedicho" (25) nace en la periferia del dominio colonial, enlas comunidades que se sustraen a los dictados de la me-trópoli para inventar "una forma de vivir más libre, másal natural, al margen de las convenciones moralizantesdel cristianismo a la europea" (31). El criollo practicaasí una "resistencia al discurso patriarcal de Occidente"(31) que será característica de las reservas vitales propiasdel Caribe, esa arcana sabiduría que Benítez Rojo invo-ca como rasgo diferenciador y garantía de superviven-cia. La fuga hacia lo profundo de la selva, el cimarrona-je, la institución del palenque -verdadera anti-planta-ción-, la proliferación de sociedades secretas y núcleosde resistencia, son así expresiones de la insaciable sedde libertad propia de una cultura donde lo que rige esla explotación, ya sea en la forma de la máquina azuca-rera, ya sea en el actual estilo de la industria turística.Esta dolorosa recurrencia es el tema de todo el ensayo,que parecería celebrar esa fuga al carnaval, la repeticióncíclica del gesto libertario ... pero sólo hasta un cierto~nto. •

Ese punto se hace explícito al final, en el último ca-pítulo, donde Benítez Rojo analiza la novela del puer-torriqueño Edgardo Rodríguez Juliá, La noche oscura delniño Avilés. Aquí se hace patente cuál es el límite delcarnaval caribeño. Sí, la historia "otra" del Caribe -unaque rescate la significación histórica del palenque en

clavitud. Cierto que con esta nueva situación hay cambios y ajustes,pero en lo esencial la máquina de la plantación continúa operandodel modo represivo que lo hacía. [... ) En 1970, cuando el gobiernocubano intentó producir diez millones de toneladas de azúcar, elpaís quedó virtualmente paralizado, o si se quiere, convertido en unadescomunal plantación estatal donde la zafra dictaba la ley" (53).

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lugar de la Plantación-, está por escribirse, pero no setrata únicamente de festejar su fuga hacia la naturaleza,ya que esta fuga constituye en definitiva un nuevo tipode cárcel, uno que la aísla de la convivencia con el mun-do y la reduce al silencio. La meta que Benítez Rojo ex-presa bajo la forma del anhelo es la del retorno a la Ley,pero una que no haya sido impuesta sino que respondaal estilo propio del sincretismo caribeño. Sólo entoncesla búsqueda desesperada de la libertad encontraría sulegítimo lugar en la historia. . .

La isla que se repite compone así un relato de legiti-mación que contiene una postura ética y un horizon-te utópico. Su ética es la del respeto de las diferenciasen el espacio de un multiculturalismo. Su horizonte esla sanación de las heridas producidas por el trauma dela violencia a la que fueron sometidos los pueblos delCaribe desde su comienzo. En este relato la racionali-dad de Occidente es vista como la fuerza ordenadora,autoritaria, de la que es preciso salir mediante una ra-cionalidad otra. Pero ¿cuál? Benítez Rojo encuentra larespuesta en un modelo que a su vez se vuelve contra lahegemonía de los relatos totalizadores: el discurso post-moderno. Aquello que toma del nuevo paradigma tieneque ver precisamente con este gesto de sublevación:

Si examinamos la definición de postrnodernidad quehace jean-Francois Lyotard, vemos que ésta surge desu resistencia a aceptar como legitimo el discurso de lasdisciplinas, ya que su pretendida legitimidad reside en elhecho arbitrario de tomar como centro y origen genea-lógico alguno de los grandes relatos o narrativas del pa-sado, tales como la dialéctica del espíritu, la hermenéuti-ca de la significación, la emancipación del sujeto racionalo trabajador, o la creación de la riqueza (150-151).

Benítez Rojo encuentra en Lyotard las razones quele permiten denunciar la manipulación oculta bajo la

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pretendida universalidad de los metarrelatos modernos,con cuyo auspicio se había sojuzgado a los pueblos delCaribe. Pero ¿era necesario apoyarse en este nuevo pa-radigma, a fin de cuentas destinado a sociedades desa-rrolladas, para legitimar su propia legitimación? Había,por empezar, una necesidad de situar este ensayo en unacomunidad de lectores más amplia que la cubana, lo queponía a Benítez Rojo en una situación discursiva difícil,in between, a la manera de su admirado Carpentier, enel límite bifronte entre la "periferia" de donde prove-nía y el "centro" desde el cual ahora estaba escribiendo.Al radicarse en los Estados Unidos y obtener su plazacomo profesor universitario, Benítez Rojo podía per-mitirse libertades impensables en Cuba, pero tambiénestaba obligado a escribir en un lenguaje exportador, sicabe el término, que le imponía su propia agenda y suspropias pautas de prestigio. Benítez Rojo había estu-diado economía, provenía de un país en el que se dabauna gran importancia al método científico y ahora sefamiliarizaba repentinamente con un ámbito en el quela theory había llegado a ser una disciplina autónoma. Laisla que se repite, que llevó varios años de preparación,propone así un peculiar ensamble teórico de marxismo,postmodernismo, post-estructuralismo, teoría del Caosy tradiciones de pensamiento propiamente cubanas,como el concepto de "transculturación" de FernandoOrtiz, que por entonces Angel Rama había incorpora-do con éxito a su lectura de América Latina". BenítezRojo justifica este ensamble ecléctico en una nota final,alegando que "un espacio referencial supersincrético"como el Caribe requiere una "suma no lineal" de mode-los interpretativos. Sin embargo la fuerza persuasiva delensayo no parece provenir tanto de esta "suma", sino desu construcción retórica, su calidad literaria y su vastoconocimiento de la cultura caribeña. Eso que "se repite"

15 Ángel Rama, Transculturacion narrativa en América Latina, Méxi-co, Siglo XXI, 1984.

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de acuerdo con la tesis del ensayo, va haciéndose cadavez más visible a medida que el texto avanza, y en eseavanzar desde Bartolomé de las Casas hasta la narrativadel siglo xx, va recuperando y complejizando su pri-mer núcleo argumentativo. Hay un ritmo también eneste ensayo, cuya seducción procede en no poca medidadel hecho de que su performer es, ante todo, un escritoratravesado por el drama y la fiesta caribeños.

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FORMAS DE LO ILEGIBLE.EN TORNO A LA REVISTAXUL

CARLOS BATTILANA

Durante el último régimen militar se construyó, tra-bajosamente, en el ámbito de la poesía argentina, unespacio que inauguró nuevas líneas estéticas, algunas delas cuales ya se estaban delineando en los inicios de losaños setenta: el neorromanticismo, el neo barroco y elconcretismo. Este reducido espacio, relativamente au-tónomo, puede ser inscripto en el interior de un con-junto de expresiones artísticas que resistieron a la vozmonológica del Estado representada en el discurso decensura que se articuló en la forma de disposiciones ydecretos coercitivos l.

La formación de un ámbito poético no implicó nece-sariamente una disidencia explícita en términos orgáni-cos, pero las revistas de poesía tampoco participaron delas proyecciones deseadas por el poder político y, en estesentido, construyeron un discurso de alteridad. Al no es-tar previstos por los mecanismos represivos del Estado,los discursos de las revistas (como discursos marginalesy de circulación restringida) se situaban en el ámbito delo "difuso" y, por eso mismo, de la "sospecha", lo cual

I Estudié este tema en "Poesía, política y subjetividad", Cuadernos delSur n" 34, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades, Universi-dad Nacional del Sur, 2004, pp. 39-50.

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