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Una unidad didáctica genial sobre los ángeles
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REFERENTE TEOLÓGICO
Partimos de la importancia que se concede a la imagen: el símbolo es un modo de traducir la
realidad por medio de la imagen (tanto en la antigüedad como en la actualidad).
EL LENGUAJE SIMBÓLICO
Los símbolos son un modo como otro cualquiera de captar la realidad y traducirla para aquellos a los
que nos dirigimos. Este lenguaje simbólico es incluso el que traduce las realidades más difíciles, más íntimas
y más profundas.
QUÉ ES UN SÍMBOLO
Etimológicamente “símbolo” procede del griego syn‐balo (σύμβαλλω) es decir, “lanzar con”,
“puente” comparar dos realidades que tienen algo que ver la una con la otra y que están en relación de
unidad entre sí; la una es aceptable inmediatamente por los sentidos corporales, la otra es invisible. Esta
última está implícita en la primera y la primera adquiere su pleno significado en la segunda. La parte material
es el significante, la parte espiritual es el significado.
Un símbolo no es una metáfora, ni una alegoría, analogía o parábola. Estas formas de lenguaje son
signos y, por tanto, participan de lo arbitrario al no mantener una unidad intrínseca entre el significante y el
significado.
En contraposición, “diablo” procede del griego dia‐bollon (διάβαλλω) es decir, “lanzar sin”, “muro”.
FUNDAMENTO TEOLÓGICO DEL SIMBOLÍSMO BÍBLICO
El misterio de Dios está escondido en la envoltura de la palabra humana y, por tanto, el contenido
trasciende el lenguaje que lo traduce: El misterio de Dios revelado en la Escritura supera su expresión en
lenguaje humano. Puesto que este lenguaje humano es incapaz de traducir plenamente la palabra de Dios, la
Escritura es “símbolo” de la palabra de Dios, en el sentido de que es la parte material de la Biblia y pretende
expresar la palabra de Dios, esto es, su contenido divino.
Como dice San Pablo en su Carta a los Romanos: «Desde el comienzo del mundo las obras de Dios
manifiestan a la inteligencia sus atributos invisibles» (Rom. 1, 20); es decir, las cosas creadas son símbolo del
Creador (este es el referente teológico de la presente Unidad Didáctica)
EL LENGUAJE SIMBÓLICO ES ESPIRITUAL
El símbolo es el lenguaje humano de las realidades espirituales, el único lenguaje capaz de hacernos
vislumbrar el más allá y comprender la voz del otro interlocutor. Es un puente entre el hombre y Dios.
Roberto C
ortés L
ópez
Prof. d
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gión Cató
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JUSTIFICACIÓN – LOS ÁNGELES
No se trata de hacer comprender al niño el significado del símbolo, sino de ponerle en contacto con
Dios a través de éste. Atravesar ese “puente” para acercar al niño a la divinidad.
Desde niños hemos oído hablar del “ángel de la guarda”. Cuando visitamos monumentos cristianos o
museos, podemos encontrar figuras de ángeles. En Navidad oímos a los ángeles anunciar el nacimiento de
Cristo a los pastores en Belén. En la fiesta de la Anunciación del Señor uno de ellos es enviado por Dios para
invitar a María a aceptar ser la madre de Jesús. En Pascua son los ángeles quienes anuncian a las mujeres
ante el sepulcro abierto: “El Nazareno, a quien buscáis, no está aquí: ha resucitado”. Ellos son los que, en el
día de la Ascensión, anuncian a los apóstoles que su Maestro volverá al final de los tiempos. Y en este final
de los tiempos, serán ellos, según san Pablo, los que harán sonar la trompeta para llamar a los muertos a la
vida… Esto significa que podemos llevar a cabo esta Unidad Didáctica en cualquier momento de nuestra
programación.
Los ángeles son personajes que aparecen en el vocabulario de la Biblia unas cuatrocientas veces, en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Forman parte de la fe, de las expresiones litúrgicas y de las
representaciones artísticas en la ya larga historia de dos mil años de cristianismo. Al conocer su simbolismo
más profundo encontraremos alimento sustancioso para nuestra fe cristiana.
No podemos tener más fe en los ángeles (o en los demonios) que en el propio Dios. Los ángeles en la
Biblia están en función de Dios, sobre todo para expresar las diferentes maneras de actuar de Dios en el
mundo; no existen por sí mismos, sino que tienen una existencia que podríamos llamar funcional.
Las fuentes de las que bebe la creencia en los ángeles no sólo son bíblicas (hasta 400 veces, aparecen
mencionados en los textos sagrados), sino que también proceden de textos apócrifos, como el de Henoc (la
jerarquía angelical, que luego desarrolló Pseudo Dionisio, el concepto de ángel de la guarda) y el testimonio
de algunas personas (episodios vividos con San Pío de Pietrelcina). Sin embargo es en la Biblia donde
encontramos varias referencias a los arcángeles, Gabriel, Rafael y Miguel, a los querubines y a los serafines.
Desde el siglo IV, en algún momento se compiló una lista de nueve rangos de ángeles: en el A.T. “serafines,
querubines y ángeles” y en el N.T. San Pablo nos ofrece los otros seis grupos (Col. 1,16; 1Ts. 4,16; Ef. 1,21) En
este sentido San Agustín y San Gregorio Magno realizaron estudios profundos sobre los ángeles, así como el
propio Concilio Vaticano II en la encíclica Lumen Gentium.
Juan Pablo II ya afirmó, en una catequesis impartida en 1986, que los ángeles son seres espirituales
que aparecen claramente en los símbolos de la Fe: “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del
cielo y de la tierra, de todas las cosas «visibles e invisibles»”.
El mundo de los espíritus está dividido en buenos y malos (que se han colocado en una situación
totalmente opuesta). La misión de los ángeles es la realización de la “imagen de Dios”, función de mediación
en las relaciones entre Dios y los hombres. Su fin es el bien último, o sea Dios.
La Iglesia enseña claramente que la creencia en los ángeles es un elemento esencial de la fe
cristiana. Los ángeles existen de verdad, como seres personales y espirituales, y nos han sido revelados por
Dios para aumentar nuestra fe. Puesto que los ángeles son obra de Dios, todas las verdades que nos
entregue el conocimiento de los ángeles, nos permitirán conocer mejor su carácter creador.
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En palabras de S.S. Benedicto XVI, durante el rezo del ángelus del pasado 1 de Marzo, «quitaríamos
una parte notable del Evangelio, si dejáramos de lado a estos seres enviados por Dios, que anuncian su
presencia en medio de nosotros y son un signo de ella. Invoquémoslos a menudo, para que nos sostengan en
el compromiso de seguir a Jesús hasta identificarnos con Él.»
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LOS ÁNGELES EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA
328 – Establece explícitamente que la existencia de los ángeles es una “verdad de fe”.
331 – Cristo es el centro del mundo de los ángeles.
336 – Protegen cada vida humana desde su comienzo hasta la muerte.
350 – Glorifican a Dios sin cesar.
351 – Le asisten en su misión salvífica.
352 – Ayudan a la Iglesia
TEXTOS BÍBLICOS
‐Ángeles de las siete iglesias: Ap 2‐3
‐Ángeles en el culto a Dios: Is 6, 1‐7.
‐Los arcángeles: 1 Tes 4, 16; Jds 9.
‐Gabriel: Dn 8, 15‐26; 9, 20‐27; Lc 1, 19‐26.
‐Rafael: Tob 3, 17; 12, 14‐15.
‐Miguel: Dn 10, 13‐21; 12, 1; Jds 9; Ap 12, 7‐12.
‐Tronos, Dominaciones, Potestades: Col 1, 6.
‐Querubines, guardas del templo: Gn 3, 24; Ex 25, 17‐20; 37, 6‐9; 1 Sm 4,4; 2 Sm 6, 2; 1 Re 6, 23‐35; 8, 6; 1 Cr 13, 6; 2 Cr 3, 13; Sal 18, 11; 80, 2; Is 37, 16; Ez 10, 1‐20.
‐Ángeles anunciadores de mensajes de Dios: Gn 16, 7‐13; 18, 1‐15; Jue 13, 2‐24; Mt 1, 20.25; Lc 1, 5‐20.26‐38; 2, 21; Hch 1, 10‐11.
‐Ángeles reveladores de secretos: Jue 2, 1‐5; Ez 40, 2‐3; Hch 27,23‐26; Ap 1,1; 8‐11; 22, 6‐8.16.
‐Ángeles del juicio: Gn 19, 1.13; 2 Sm 24, 16‐17; 2 Mac 3, 24‐26; Mt 25, 31; Hch 12, 23.
‐Ángeles, siervos de Dios rey: 1 Re 22, 19; Job 1, 6‐12; 2, 1‐8; 4, 17‐21; Sal 148,2; Is 6, 1‐10.
‐Los querubines cantan sus alabanzas y cubren el arca de la alianza: 1 Re 6, 23‐29.
‐El ángel exterminador de los enemigos del pueblo: Ex 12, 23; 2 Sm 24, 16; 2 Re 19, 35.
‐Los ángeles intercesores presentan a Dios nuestras oraciones: Tob 12, 12; Job 33, 22 24; Ap 5, 8; 8, 3‐4.
‐Los ángeles prestan culto a Dios: Heb 1, 3‐14; 2, 5‐99; 1 Pe 3, 22.
‐Dios y «el ángel del Señor»: Gn 16, 7‐11; 32, 23‐33; Ex 3, 1‐5.
‐Los ángeles anuncian la resurrección: Mt 28, 1‐10; Me 16, 1‐8; Lc 24, 1‐12.22‐23; Jn 20, 1‐18.
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LOS SÍMBOLOS DE LA LUZ Y LA ESTRELLA
LA ESTRELLA – SÍMBOLO DE LA LUZ CELESTE
Colocadas en la bóveda celeste, como la bóveda de un templo, representaban siempre la luz divina
que viene de lo alto del cielo para iluminarnos; son, pues, lugar de encuentro con el mundo celestial, divino.
Las estrellas son obras salidas de la mano de Dios (Gn. 1, 16‐18)
Al contemplar la belleza de un cielo cubierto de estrellas titilantes, la actitud del ser humano no es el
miedo ante un Dios tan poderoso, sino la alabanza. (Sal. 148, 1‐3)
LA LUZ – CARACTERÍSTICA DE LA DIVINIDAD DEL BIEN
El símbolo de la luz, por ser la característica fundamental de la divinidad, va ligado en casi todas las
culturas a lo bueno, positivo, divino. El mundo de lo divino es de felicidad y luz.
Y siendo la luz lo más importante para el hombre, Dios la crea en primer lugar, antes que los astros
luminosos, cuya creación tiene lugar el cuarto día. La luz es la primera obra creada, cirtamente porque es lo
más divino que existe, un atributo de Dios por excelencia, una especia de emanación del mismo Dios, fuente
de toda luz (Sal. 104, 2). La luz es aquello a lo que muchas veces se llama “la gloria de Dios”, o sea una
irradiación de su luz. La luz es, por tanto, el símbolo más hermoso y más fácil para que el hombre pueda
hablar de Dios y decir sus maravillas.
Caminar en la luz es vivir según la voluntad de Dios. Vivir según la voluntad de Dios en este mundo es
dejarse iluminar por su luz, como dice el salmo 119. Este es el más bello canto a la ley de Dios como luz que
ilumina la oscuridad de los caminos de los hombres (Sal. 119, 105)
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CONOCIMIENTOS PREVIOS
Es conveniente que los niños ya conozcan, al menos dos relatos:
1.‐ RELATO BÍBLICO DE LA CREACIÓN Gn. 1; 2, 1‐3
Normalmente este relato se trabaja en Educación Infantil y en las primeras unidades didácticas del
primer curso de Educación Primaria.
2.‐ RELATO DEL ÁNGEL MALO
Este relato, también se puede narrar en Educación Infantil y en los primer curso de Educación
Primaria, justo antes del carnaval (con motivo de los disfraces de ángel y demonio y previo al relato de las
tentaciones de Cristo). Suele ser habitual que algunos niños vengan con ideas precocebidas acerca de la
naturaleza del Diablo, su forma, su intención de hacer daño a las personas… ellos le ven como se lo muestran
los medios de comunicación, es decir, como alguien malvado y terrorífico, e incluso algunos niños tienen
pesadillas con él.
Esta historia muestra al Diablo como un ángel que desobedece a Dios, Luzbel,(con forma de ángel,
cara de ángel, exactamente igual que los demás) y por ello, al no arrepentirse, debe abandonar el cielo y
marcharse a vivir al infierno. A partir de entonces su único propósito es tratar de convencer a los humanos
para que desbodezcan también a Dios y que no se arrepientan de ello, que sean tan malos como él. Pero el
diablo no puede hacernos daño, porque Dios nos envió un ángel de la guarda antes de que nacieramos.
Igual que, sólo por el aspecto físico, no podemos distinguir a un niño bueno, de un niño malo,
nosotros no podríamos distinguir a un ángel bueno, de un ángel malo. Por eso, en la televisión, en los tebeos
y en los cuentos, le pintan de rojo, le ponen cuernos y un tridente, para que sepamos quién es. Pero en
realidad es un ángel, no da miedo.
Otros relatos que se conocen o se pueden conocer serían:
1.‐ LA HISTORIA DEL ARCÁNGEL GABRIEL Lc. 1, 26‐38
Mensajero de Dios que anuncia a María que va a ser la madre de Cristo.
2.‐ LA HISTORIA DE TOBÍAS Y EL ARCÁNGEL RAFAEL Tob. 5‐12
Cómo Tobías, hijo de Tobit, es acompañado por Azarías en su viaje a Ragues.
3.‐ LA HISTORIA DE LA BURRA DE BALAÁN Num. 22‐24
Balaán y su burra van camino del monte. El ángel del Señor le impide el paso y Dios hace que la burra
pueda hablar. Balaán bendice al pueblo de Israel.
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OBJETIVOS, CONTENIDOS Y CRITERIOS DE EVALUACIÓN
OBJETIVOS
Conocer la existencia de los ángeles.
Descubrir la presencia de Dios en los ángeles.
Identificar obras de arte donde podemos ver un ángel representado.
Valorar las cualidades y funciones de los ángeles.
CONTENIDOS
CONCEPTOS
Tipos de ángeles: arcángeles, ángel de la guarda.
Funciones y cualidades de los ángeles (mensajero de Dios, Belleza de Dios, Fortaleza de Dios,
Sabiduría de Dios).
Lugares y obras de arte donde encontramos representaciones de los ángeles.
Oraciones sobre los ángeles.
PROCEDIMIENTOS
Audición del relato.
Colorear dibujos de ángeles.
Identificar a los ángeles en las obras de arte.
Identificar los nombres de algunos ángeles.
Destrezas manipulativas.
ACTITUDES
Interés por conocer a los ángeles y en concreto a su ángel de la guarda.
Actitud de respeto hacia los ángeles como signos (símbolos) de la presencia de Dios.
Valorar la oración como forma de relación con los ángeles y con Dios.
CRITERIOS DE EVALUACIÓN
Nombrar algunos ángeles.
Expresar la relación de los ángeles con Dios.
Reconocer a los ángeles en diferentes obras de arte.
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DESARROLLO DE LAS ACTIVIDADES
Primera Sesión: LECTURA DE LA PRIMERA PARTE DEL RELATO ― 45 min.
Previamente a la lectura, escribimos en la pizarra el título: “Rastro de Dios” y preguntamos a los niños qué es un “rastro”. Algunos sabrán, otros no, vamos orientando sus respuestas hasta llegar al concepto “huellas”. Escribimos esta palabra en la pizarra y ahora pedimos a algunos niños que salgan y dibujen diferentes huellas (de pájaro, de perro, de persona…) y preguntamos “¿cómo serán las huellas de Dios?”. Aquí habrá diferentes respuestas e intentos: “no me acuerdo”, “no tiene”, “¿sabes tú como son?”, “una nube”… Procedemos a la lectura de la primera parte parándonos a comentar algunos de sus apartados:
1) “San Miguel tuvo que hacer una lista con los ángeles fieles, y apretar las filas de su ejército, para que no se notase el hueco que habían dejado los ángeles malos.” Aquí recordamos la historia del ángel malo, que previamente les habremos contado al inicio de la Cuaresma con motivo del relato de “Las Tentaciones” (Lc. 4,1‐13) El diablo es un ángel muy malo que desobedeció a Dios (y que no se arrepiente por ello) y que quiere que todos los hombres y mujeres seamos como él. “Ese es su trabajo”: lo consiguió con Adán y Eva (Gn. 3) y lo intenta con Cristo hecho hombre.
2) Los nombres de los ángeles representan las cualidades de Dios (Fortaleza de Dios, Sabiduría de Dios, Belleza de Dios, Orden de Dios…)
3) El protagonista de nuestra historia es un ángel chiquitín y torpón que apenas sabe volar. “Él sólo
sabía volar en el rastro luminoso que dejaba Dios a su paso: como una callecita de luz.” Por eso le llaman “Rastro de Dios” y esta circunstancia provoca la compasión de unos y la burla de otros. El profesor puede pedir a los alumnos que caminen por la clase, siguiendo sus huellas, sin que nadie
se salga del “camino”.
4) Rastro de Dios contempla embobado y como espectador privilegiado, al lado del Señor, La Creación (Gn. 1; 2, 1‐3). Este es el primer ejemplo de la predilección de Dios por el débil, y como no podía ser de otra manera, las primeras palabras de Dios son: “Sea la luz” (Gn. 1, 3). Las huellas de Dios son LUZ, el primer regalo de Dios es la LUZ, que es Dios mismo. Asistimos pues, al relato de la Creación, que los niños ya conocen.
5) Dios crea las ESTRELLAS, que todos los ángeles colaboran en colocar en el firmamento. “Todos los ángeles se volvieron a Dios para alabarlo” Explicamos a los niños lo que significa ALABAR. Repartimos unas estrellas a los alumnos, para que las recorten y las coloquen por la clase, donde ellos quieran.
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6) Hay una ESTRELLA que parece que sobra, pero el Señor se la entrega a Rastro de Dios, sin decir nada, EN SILENCIO, “vio que todo estaba bien” (Gn. 1, 18) Porque todo lo que hace Dios es bueno. Recalcamos este concepto y el hecho de la entrega de la ESTRELLA porque forma parte del plan salvífico de Dios.
7) La estrella no pesa demasiado, pero obliga a Rastro de Dios a sentarse mientras continua la creación.
Ya no puede ver lo que hace el Señor, así que los otros ángeles vienen a contarle lo que ocurre cada día, cómo son los hombres y mujeres, a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1, 27), “pero por más que se lo explicaron, Rastro de Dios no pudo imaginárselo”.
Finalizada la lectura de la primera parte de la historia, realizamos algunas preguntas a los alumnos
para comprobar la comprensión del texto y hacer un repaso de la historia: ‐ ¿Qué es Rastro de Dios? ‐ ¿Por qué le han llamado así? ‐ ¿Quién le puso el nombre? ‐ ¿Qué otros nombres de ángeles recuerdas? ¿Por qué se llaman así? ‐ ¿Ha hablado Dios? ¿Qué ha dicho, cuáles han sido sus primeras palabras? ‐ Además de la LUZ que ha creado Dios, ¿qué más es de LUZ? ‐ ¿Ha hecho Dios algún comentario a cerca de Rastro de Dios, de que no puede volar, o de su
torpeza? ‐ ¿Por qué crees que Dios le ha dado esa ESTRELLA? ‐ Si tuvieras que alabar a Dios… ¿qué le dirías? ¿en qué postura se lo dirías: sentado, de pie, de
rodillas…? Hacemos entrega a los alumnos de una ficha para colorear que, si nos da tiempo, podemos
comenzar en clase, pero que proponemos que se lleven para realizar en casa. Con esta actividad el niño suponemos que comentará la historia y su experiencia o vivencia durante la clase de Religión, haciendo partícipes también a los padres. Se les pide que la traigan coloreada a clase, el próximo día.
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Segunda Sesión: LECTURA DE LA PRIMERA PARTE DEL RELATO ― 45 min.
Antes de comenzar con la segunda parte, podemos recoger los dibujos que les habíamos mandado colorear en la sesión anterior, mientras comentamos con ellos “qué les han dicho en casa”, “si le han contado la historia a sus padres”, etc. Escribimos en la pizarra “Plan de Dios” y le preguntamos a los niños si Dios tiene algún plan ¿cuál puede ser? Procedemos a la lectura de la segunda parte parándonos a comentar algunos de sus apartados:
1) “En seguida los hombres empezaron a dar mucho trabajo. Eran rebeldes y desobedecieron a Dios; orgullosos y quisieron igualarle.” Preguntamos ¿cómo es posible esto? ¿por qué las personas se hacen malas? Esperamos sus respuestas, tratando de orientarlas y recordándoles que hay un ángel malo que quiere que seamos malos como él.
2) Muy importante: Hemos cambiado la frase “Dios tuvo que castigarles” de la versión original del texto por “Dios tuvo que dejar de ser tan bueno con ellos”. Recordamos que Adán y Eva vivían en el Jardín de Edén, no tenían que trabajar, ni cocinar, ni siquiera necesitaban llevar ropa… Todo eso lo perdieron por desobedecer a Dios, por eso deja de ser tan bueno con ellos (Gn. 3), PERO LOS SIGUE QUERIENDO MUCHO. Y continúa la frase diciendo: “pero en seguida les prometió un Salvador”. Dios sigue siendo bueno con ellos y COMO SIEMPRE PERDONA, promete enviarles a su Hijo Jesús, para que todos los hombres y mujeres aprendan a ser buenos hijos. Es muy importante comentar y recordar estos aspectos de la misericordia de Dios, con los niños.
3) Para que no olviden esta promesa “Dios da a cada hombre y mujer, niño y niña, anciano y anciana,
un Ángel de la Guarda”. Esto quiere decir que TODOS TENEMOS UN ÁNGEL DE LA GUARDA. “San Miguel apunta la hora y el día en que deben ser enviados a la tierra”. Preguntamos a los niños “¿Cuándo será esto?”. Muchos contestarán que cuando nace el niño, pero entonces nosotros les recordamos lo que les ha contado su mamá de cuando daban pataditas cuando estaban en su vientre… todavía no habían nacido, eran del tamaño de una lentejita, ¡pero estaban allí! Los niños de esta edad ya saben que un embarazo dura nueve meses… así que ¿cuándo envía Dios al Ángel de la Guarda?
Providencia de Dios es quien guarda esa lista para recordar a cada ángel cuándo debe echar a volar.
Repartimos un ángel de la guarda para cada niño y niña.
4) Esto provoca un constante ir y venir y ya nadie hace caso de Rastro de Dios y viéndole todo el tiempo allí “sentao”, empezaron a llamarle “El Sentao”.
5) Belleza de Dios pinta el Arco Iris por primera vez ¿os acordáis cuando salió el Arco Iris por primera vez? Y entonces les recordamos la historia del Arca de Noé (Gn. 6 – 9). Es el primer ángel que se para a charlar con Rastro de Dios y otros lo harán después narrándole toda la historia de la Salvación (aquí podemos recordarles las historias que ya les hemos contado ―cuando Abraham estuvo a punto de Sacrificar a Isaac, la historia de Moisés, David y Goliat, la historia de Tobías, Daniel en el foso de los Leones, la burra de Balaán―
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6) Llega el tiempo de LA GRAN PROMESA. Todo está preparado. Es 24 de Diciembre pero FALTA ALGO. ¿qué falta? Falta la ESTRELLA. Pero Dios tiene un PLAN desde el momento de la Creación (que no sólo está relacionado con Rastro de Dios sino que es el nacimiento de su Hijo).
7) Todos van a buscar a Rastro de Dios, San Miguel lleva su espada de LUZ desenvainada, y Dios… va el último.
8) Rastro de Dios tiene el encargo de llevar la ESTRELLA, pero no sabe volar. Dios hace una calle de LUZ donde Rastro de Dios puede volar… y al hacerlo, todo el polvo del cielo ―que es polvo de luz― que tenía acumulado sobre él después de siglo de estar allí sentado, se esparce por el mundo entero…
Mi Ángel de la Guarda me trae la luz de Dios. Esta luz ilumina mi corazón y me hace semejante a
Dios (porque he sido creado a su imagen y semejanza), es decir: capaz de amar, capaz de perdonar,
capaz de pensar y hablar y capaz de crear. Las estrellas que hemos repartido por la clase, las
recogemos ahora. Cada niño se queda con una y escribirá una de estas palabras, para regalárselo a
su compañero: AMOR / BONDAD / CARIÑO / FE / PERDÓN / FELICIDAD / PACIENCIA / AMISTAD / PAZ
/ COMPARTO ALEGRÍA / SONRISA / TE QUIERO / ME GUSTAS / TE RESPETO
Finalizada la lectura de la primera parte de la historia, realizamos algunas preguntas a los alumnos
para comprobar la comprensión del texto y hacer un repaso de la historia:
‐ ¿Cómo empezaron a llamar a Rastro de Dios? ¿Por qué? ¿Todos? ¿Dios también le llamará así?
‐ ¿Qué historias recordamos en las que sale un ángel?1
‐ ¿Por qué va Dios el último? ¿y cuando nosotros nos ponemos en la fila? ¿Quién es el ángel más importante para Dios? ¿el más Fuerte? ¿el más Bello? ¿el más Sabio?
‐ ¿de dónde ha salido toda esa luz que lleva Rastro de Dios? ¿por qué? ¿qué está a punto de suceder?
Hacemos entrega a los alumnos de una ficha en
la que tienen que realizar varias actividades: 1) Colorear a Rastro de Dios, sentado con su
estrella y escribe su nombre de bajo (Algunos escribirán Rastro de Dios y otros el Sentado, lo que nos dará pie a volver a explicar la importancia de llamar a cada persona por su nombre y no burlarnos de nadie). Si nadie escribe “El Sentado” es un motivo de felicitación para toda la clase.
2) Busca en la sopa de letras los nombres de otros ángeles que han aparecido en la historia. En la historia no sólo hemos hablado de Rastro de Dios, sino de otros muchos ángeles.
1 Consultar la más adelante la relación de historias Bíblicas en las que aparecen los ángeles.
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Tercera Sesión: MI ÁNGEL DE LA GUARDA ― 45 min.
1) Dibújate con tu ángel de la guarda. Cabe la
posibilidad de que algún niño dibuje su busto con
el ángel de la guarda al lado (diciéndole que sea
bueno, que se porte bien) y puede darse también
el caso de que dibuje al otro lado al diablo (como
ve en los dibujos animados). Hay que insistir que
dibuje sólo a su Ángel de la Guarda porque, al
lado tiene que escribir lo que le diría. Estamos
pidiendo al niño que se comunique con su Ángel
de la Guarda, que en última instancia es
comunicarse con Dios.
2) Incluimos el dibujo, para colorear, tratando de
hacer intuir al niño que su Ángel de la Guarda es
un “puente” para llegar hasta Dios.
3) Pedimos al niño que investigue (en casa, en la
parroquia…) qué día celebramos la festividad del
Ángel de la Guarda. Con esto, además, estamos
promoviendo la implicación de su familia o de
otros miembros de la comunidad educativa.
4) Profundizamos en la función del Ángel de la
Guarda y pedimos al niño que complete la
historia. Se espera que el niño explique cómo
éste nos ayuda y nos protege.
5) Por último, aprendemos y rezamos juntos la
oración del Ángel de la Guarda. Quizás algunos
ya la conozcan, por eso damos pie para que ellos
hablen de otras oraciones a los ángeles que les
hayan enseñado en casa o en la parroquia, como
por ejemplo, el Ángelus.
Roberto C
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Cuarta Sesión: ¡ÁNGELES POR TODAS PARTES! ― 45 min.
1) Elaboramos a nuestro Ángel de la Guarda, con
plastilina. El modelo mostrado es sólo una
muestra para orientar al niño, pues debemos
potenciar las producciones propias y deseamos
que el niño exprese su experiencia y sentimientos
a través de la manipulación de este material.
2) Recortamos las figuras de los ángeles que se
encuentran en el apartado de “recortables” y
pedimos al niño que coloque a cada uno en su
lugar. Se trata de que el niño identifique de quién
se trata mediante la observación de sus
elementos característicos, que hemos podido
conocer a través de la lectura del cuento: la
espada de Miguel, la flor para María, de Gabriel, y
las sandalias para el camino, de Rafael.
Podemos comentar la figura que acompaña esta
actividad: los querubines pintados por Rafael.
Preguntamos a los niños si han visto alguna vez
este cuadro o si conocen algún lugar donde
aparezcan estos “angelitos”. Se espera que algún
niño mencione los retablos de su parroquia, por
ejemplo.
4) También con recortable, pero esta vez estamos
completando obras de arte que hacen referencia
a escenas de la Historia de la Salvación en las que
se encuentran presentes los ángeles.
Acompañamos al niño en este proceso,
comentando cada una de las escenas y relatando
o recordando las historias. También se puede
preguntar a los niños si reconocen de qué historia
se trata, si reconocen a todos los personajes, etc.
‐ La Anunciación
‐ El sacrificio de Isaac
‐ La oración de Jesús en el Huerto de los olivos.
‐ La Resurrección de Cristo.
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MATERIALES COMPLEMENTARIOS
1) Ficha de refuerzo / ampliación. Se trata de
construir un marca‐páginas a partir de la
propuesta. Tan sencillo como recortar, colorear y
plastificar.
En la parte de atrás, que estará en blanco, el niño
escribirá su nombre y lo adornará.
Una vez terminado se lo llevarán a su casa o lo
utilizarán como marcador en el libro de lecturas
que tienen en el colegio.
2) Ficha de recortables.
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3) Angelitos de la Guarda que se
reparten a los niños durante la
lectura del cuento.
4) Imagen de “Papá Dios”,
motivadora, conductora del cuento.
5) Estrellas que se reparten a los
alumnos para que las recorten y las
peguen durante la lectura del
cuento. Posteriormente servirán
para escribir un mensaje y
convertirnos nosotros en
“mensajeros” para nuestros
compañeros.
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Autor: Roberto Cortés López [email protected]
Nombre: ___________________________________________ ¿Quién es este ángel? Colorea y escribe su nombre debajo. Este ángel se llama _________________________ Busca en esta sopa de letras el nombre de otros cinco ángeles
G A B R I E L B B C D F G H M N L E R A F A E L Z Q L P L K J N M B V L M I G U E L R T E P S D F G H J K Z S A B I D U R I A
Autor: Roberto Cortés López [email protected]
Nombre: ___________________________________________ Dibújate con tu ángel de la guarda. Escribe al lado lo que le dirías.
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¿Sabes qué día celebramos la fiesta del Ángel de la Guarda? ______________________________
Autor: Roberto Cortés López [email protected]
Completa la siguiente historia... Había una vez un niño que patinaba en el parque, cuando de repente… _________________________
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Oración a mi Ángel de la Guarda
Aprende esta oración. ¿En qué momento del día podemos rezarla? ____________________ ¿Conoces otra oración de ángeles? ____________________
Autor: Roberto Cortés López [email protected]
Nombre: ___________________________________________ Construye un ángel de plastilina. Recorta y pega a los ángeles:
San Gabriel San Miguel San Rafael
Autor: Roberto Cortés López [email protected]
Recorta y pega el ángel en cada una de estas escenas de la Biblia:
Autor: Roberto Cortés López
Construye un marca-páginas:
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RECORTABLES
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Autor: Roberto Cortés López [email protected]
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(PRIMERA PARTE)
Se llamaba Rastro de Dios. Así lo había apuntado San Miguel, capitán de todos los ángeles, al final de su lista. Porque San Miguel tuvo que hacer una lista con los ángeles fieles, y apretar las filas de su ejército, para que no se notase el hueco que habían dejado los ángeles malos.
A todos les puso su nombre, empezando por Gabriel, el ángel que Dios había creado para anunciar al mundo la más importante noticia, y después apuntó a Rafael, que debía acompañar a Tobías, el del viaje, y que desde entonces se cuidaría de conducir, sanos y salvos, a todos los viajeros.
Y así fue poniendo a todos su nombre hasta que sólo quedaba uno: Un ángel chiquitín y torponcillo, que no sabía apenas volar.
San Miguel había encargado a un ángel grande y fuerte, que se llamaba Fortaleza de Dios, que le enseñase; pero todo fue inútil. Él sólo sabía volar en el rastro luminoso que dejaba Dios a su paso: como una callecita de luz. Allí sí; allí el ángel chiquitín extendía las alas y volaba sonriendo feliz; pero en cuanto se descuidaba un poquito y se salía de las huellas de Dios, o se retrasaba demasiado y perdía la luz, sentía un peso de plomo en las alas y empezaba a caer, a caer, hasta que algún ángel lo recogía y volvía a colocarlo en la callecita, donde el ángel chiquitín volaba feliz, sintiéndose seguro como un niño en su cuna.
Por eso, cuando San Miguel-Capitán hizo su larga lista con el nombre de todos los ángeles, escribió el último: Rastro de Dios, para que así se llamase en adelante el ángel chiquitín.
Y dijo San Miguel:
― Ten cuidado, Rastro de Dios, y no te apartes de sus huellas, porque Dios va a crear el mundo y los hombres nos darán mucho trabajo y, si te caes, tal vez no podrá mandar un ángel para que te recoja.
Y San Miguel miraba compasivo a Rastro de Dios, pensando qué sería de aquel ángel chiquitín, perdido en el espacio. ¡Un ángel tan torpe que ni siquiera sabía volar!
Rastro de Dios dijo que sí, que tendría mucho cuidado, y desde entonces seguía a Dios a todas partes muy de cerca, sin distraerse un momento, para no perder la calle de luz que dejaba al marchar.
Por eso vio muy bien cómo creó dios, el primer día, el cielo y la tierra, que sólo eran, al principio, un montón de barro oscuro; y Dios dijo:
― Sea la luz
Y dividió después la luz de las tinieblas, y a la luz la llamó día y a las tinieblas noche.
Rastro de Dios
Rastro de Dios miraba todo, muy asombrado y repetía por lo bajo las nuevas palabras que pronunciaba Dios, y decía bajito:
― Día… día… día… día…
Y después:
― Noche… noche… noche… noche…
Para que no se le olvidasen, porque eran muy bonitas palabras.
Tan ocupado estaba en estas cosas que se quedó un poco retrasado y ya no le alcanzaba del todo la luz de las huellas divinas. Tropezó en el aire, porque se le enredaban las alas torponas. Tuvo miedo de caer; y hubiera sido terrible, porque todos los ángeles estaban mirando la creación y nadie se hubiera ocupado de recogerlo. Hizo un esfuerzo y movió las alas. Cuando llegó junto a Dios, comenzó el día segundo. La voz divina decía:
― Hágase el firmamento en medio del agua.
Al firmamento lo llamó cielo. Rastro de Dios empezó a decir:
― Cielo… cielo… cielo… cielo…
Pero era ésta una palabra más difícil que las otras. Por eso tuvo que repetirla muchas veces, y sin darse cuenta empezó a decirla en voz alta:
― Cielo… cielo…
Sabiduría de Dios, un ángel muy listo que estaba a su lado, le dijo muy enfadado que se callase, porque estaba molestando a todos, y que no hacía falta repetir tantas veces la palabra cielo porque era muy fácil de aprender.
San Miguel preguntó qué pasaba y aunque hizo callar a Rastro de Dios, no le regañó porque al fin y al cabo era el más pequeño de todos los ángeles. Había que tener paciencia con él.
Se fue, moviendo las alas lentamente, y pensando lo poco que iba a servir un angelito tan torpón.
En esto, empezó el día tercero, porque en el cielo los días pasan tan deprisa como una tarde de vacaciones.
Dios dijo:
― Que se junten en un sitio las aguas reunidas que est án debajo del cielo y aparezca lo seco.
A lo seco lo llamó tierra y al agua reunida, mar. Hizo nacer la hierba y las plantas y los árboles. Puso Dios en todos los frutos las simientes, para que más tarde se pudieran sembrar, y así, cuando se secasen las que había creado, nacieran otras nuevas.
Rastro de Dios estaba maravillado, y pensaba qué más cosas podría crear Dios los otros días, cuando las que había hecho eran tan bonitas. Y volaba impaciente, esperando a que empezase el día cuarto.
Dijo Dios después:
― Haya luceros en el firmamento del cielo, que distingan el día y la noche, y sirvan de señal a los tiempos y los días y los años. Brillen en el cielo e iluminen la tierra.
Rastro de Dios lo entendía todo muy bien gracias a que los días anteriores se había aprendido las palabras, y por eso sabía lo que eran la tierra y el cielo, el día y la noche.
Vio cómo creó Dios el sol, tan grande y luminoso que sólo Dios podía mirarlo sin deslumbrarse y tocarlo sin quemarse.
Y después la luna, más chiquitita, blanca y juguetona como una pelota, que parece divertirse escondiéndose a veces en la noche. También hizo Dios las estrellas, ¡miles!, que iban saliendo bellísimas de sus manos, llenas de luz. Unas eran blancas, muy blancas y pequeñas. Otras, de colores. Todos los ángeles tuvieron trabajo colocando estrellas donde Dios les decía. Todos volaban de un sitio para otro, y se podía seguir su vuelo por la raya luminosa que trazaban en la noche las estrellas, que llenaban todo el firmamento, y el cielo parecía la Plaza Mayor en una noche de fuegos artificiales.
Todos los ángeles volaban colocando estrellas, menos Rastro de Dios. Porque San Miguel le había dicho que no se moviera, no se fuera a perder entre tanto jaleo, y que ahora sería muy difícil buscarlo con tantas cosas como había hecho Dios.
Allí estaba San Rafael, ocupándose de colocar, de modo bien visible, la Estrella Polar, ésa que siempre señala el Norte, para que guiase a los navegantes.
Allí iba Fortaleza de Dios, con una estrella tan grande que ningún ángel había podido moverla, mientras que él la llevaba sin ningún esfuerzo.
Sabiduría de Dios, como un policía celestial, dirigía el tráfico para que ninguno chocase.
Miles de ángeles iban y venían, y cuando veían a Rastro de Dios con las alas plegadas, sonreían con un poco de compasión, pensando: «Nunca valdrá para gran cosa. ¡Un ángel que ni
siquiera sabe volar bien!».
Rastro de Dios no se daba cuenta de sus burlas, porque sólo le daba tiempo para mirar, con los ojos muy abiertos, tan fantástica fiesta de luz.
En un momento estuvieron colocadas todas las estrellas. El cielo había quedado precioso.
Todos los ángeles se volvieron a Dios para alabarlo.
Y entonces se dieron cuenta de que no habían terminado todavía, porque aún faltaba una estrella por colocar.
Era una estrella blanca, no muy grande, y Dios la tenía en su mano derecha.
Los ángeles empezaron a preguntarse dónde había que colocar aquella estrella, porque el cielo estaba lleno, y todas tan bien colocadas y dispuestas que parecía imposible poder meter ninguna otra.
Y un ángel dijo:
― Esa estrella sobra. Habrá que tirarla.
Y otro:
― Seguramente es que ha salido una estrella de m ás.
Dios, en silencio, bajó la mano derecha. A su lado estaba Rastro de Dios, mirándole embobado. Dios se agachó más aún y le entregó la estrella. Rastro de Dios la cogió con muchísimo cuidado, no se le fuera a caer. Creyó que sólo la tendría un momento, mientras Dios decía a algún ángel mucho más listo, más bello y más forzudo que él, dónde debía colocarla; pero Dios no dijo nada, vio que todo estaba bien, y así terminó el cuarto día.
La estrella no era muy grande, pero Rastro de Dios era tan pequeño que, así, de pie como estaba, casi no la podía sostener.
Era preciso tenerla más segura. ¿Qué diría San Miguel si la dejaba caer? Se fue agachando,
agachando, hasta quedarse sentado, con las piernas estiradas y la estrella sobre las rodillas. ¡Así! ¡Muy bien! Sentía un calorcito muy agradable y una gran luz. Apenas podía ver nada porque se lo tapaba la estrella, pero no le importaba, porque estaba cumpliendo un encargo de Dios.
El día quinto, Dios se fue a crear los peces, y Rastro de Dios no pudo seguirlo porque la estrella pesaba mucho y le fue imposible levantarse.
A la noche, los ángeles vinieron a contarle cómo eran los peces y las aves y, al otro día, los animales.
Por último, le dijeron cómo eran los humanos, a imagen y semejanza de Dios, pero por más que se lo explicaron, Rastro de Dios no pudo imaginárselo.
El día séptimo del mundo fue de descanso para todos, y Rastro de Dios echó la siesta, con la cabeza apoyada en la estrella.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
(SEGUNDA PARTE)
Tenía razón San Miguel-Capitán. En seguida los humanos empezaron a dar mucho trabajo. Eran rebeldes, y desobedecieron a Dios; orgullosos y quisieron igualarle. Como esto no era posible, Dios, con mucha pena porque les había cogido cariño, tuvo que dejar de ser tan bueno con ellos; pero en seguida les prometió un Salvador, que había de nacer, vivir y morir entre ellos, para salvarlos.
Para que los humanos no se olvidasen de la promesa, les mandaba de vez en cuando a sus ángeles a que se la recordaran, y también en muchas ocasiones, para ayudarles.
Y dio a cada hombre y mujer, niño y niña, anciano y anciana, un Ángel de la Guarda, mensajero entre Dios y las personas.
San Miguel sacó su lista e hizo una gran cruz al lado de todos los ángeles que habían sido nombrados guardianes de las personas. Y al lado de la cruz, puso el día y la hora en que debían ser enviados a la tierra. Una copia de esa lista se la dio al ángel Providencia de Dios, para que recordara a cada uno cuándo debía echar a volar en dirección a la tierra.
Con esto se armó un continuo ir y venir del cielo a la tierra y de la tierra al cielo, y podía oírse a todas horas el vuelo de los santos ángeles.
Todos andaban muy ocupados y nadie hacía caso de Rastro de Dios, que estaba ahí, sentado desde el principio del mundo, con la estrella entre los brazos, muy quietecito, no la fuera a perder.
Rastro de Dios no se aburría. Miraba lo que podía por encima de su estrella y escuchaba las palabras que decían los ángeles al pasar.
A fuerza de verle así años y años, ya nadie le llamaba Rastro de Dios sino “El Sentao”. Tanto que llegaron a olvidar su verdadero nombre.
Un día, un ángel había ido a la tierra por encargo de Dios, para pintar, por primera vez, el Arco Iris. Era un encargo muy importante, pues lo pintó sin regla ni compas, en medio de la lluvia, cuidando de que no se le mancharan los colores mezclándose unos con otros, y terminándolo muy bien, hasta rozar los árboles. Resultó que, cuando el ángel, que se llamaba Belleza de Dios, estaba dando los últimos toques, un pajarito se le enredó en las alas, y como Belleza de Dios tenía mucha prisa en acabar el Arco Iris y ver cómo había quedado, no se ocupó del pájaro, que subió en las alas del ángel hasta los cielos.
Belleza de Dios pasó junto al Sentao, que nunca había visto un pájaro. El ángel le dijo al verlo:
― Belleza de Dios, qué flor más bonita has traído de la tierra.
Rastro de Dios
Belleza de Dios le explicó que no era una flor sino un pájaro de los que había creado Dios en el quinto día, y que podía volar, como los ángeles, y que también sabía cantar. Desenredó al pajarito de entre las plumas de sus alas y se la dio al Sentao.
― Toma
El Sentao, con mucho cuidadito, retiró una sola mano de la estrella y sintió sobre la palma al pajarito, que en seguida echó a volar. Y el Sentao quedó maravillado de lo bien que volaba.
Belleza de Dios le contó entonces muchas cosas de lo que había visto en la tierra, y hasta pintó para él un Arco Iris chiquitín con los colores que le habían sobrado.
El Sentao escuchaba con tanta atención que daba gusto contarle historias; y desde entonces los ángeles que llegaban de la tierra se acostumbraron a detenerse un momento a su lado.
Así supo cómo salió de Egipto el pueblo de Dios, y cómo fue conducido por el desierto hasta la Tierra Prometida, y cómo sonaba, profunda y grave, la voz de los profetas.
El Sentao escuchaba maravillado las historias de la tierra, y le parecía que los otros ángeles eran muy listos y muy valientes. Nunca se hubiera atrevido él a entrar en un horno ardiendo para refrescar con el viento de sus alas a los tres jóvenes que ese Rey Nabucodonosor ―de nombre tan
difícil― había arrojado allí por no adorar la estatua de su ídolo.
Y menos aún se hubiera atrevido a bajar a la cueva de los leones y cerrarles la boca con sus propias manos, para no hicieran ningún daño al profeta Daniel.
Era una suerte que Dios le hubiera dado un encargo tan fácil como ése de guardar una estrella; porque así, sentado como estaba, no había peligro de que se le cayese, y cuando Dios quisiera la podía venir a recoger.
El Sentao estaba contento.
Fueron pasando los siglos y llegó al fin el tiempo de la Gran Promesa.
Todo estaba muy bien preparado. San Miguel-Capitán había mandado un ángel para que cuidase del musgo y de las pajas que estarían en la cunita del Niño Jesús; para que las pajas fueran creciendo muy finas y doradas y el musgo muy verde y fresco.
También había buscado el buey y la mulita que calentarían con su aliento el portal; la mula fue elegida toda gris, como la plata, y el buey marrón, como el chocolate.
Los ángeles que debían cantar «Gloria a Dios en las alturas», llevaban meses ensayando, y desde todos los rincones del cielo se podía oír tan bonita canción.
Así fue cómo el Sentao se enteró de lo que iba a pasar. Porque en los últimos tiempos andaban los ángeles tan ocupados que ya no se paraban a contarle nada, pensando que no podían perder su tiempo en charlas con aquel angelito bobalicón, del que parecía haberse olvidado Dios.
Al fin llegó el 24 de diciembre y aquella había de ser la primera Nochebuena del mundo.
Una larga fila de ángeles cantores estaba preparada para echar a volar, con sus alas llenas de luz y la boca llena de alegría, y ya no podían estar callados por más tiempo. Como pasa cuando queremos dar una sorpresa a mamá, que sólo se puede callar un poquito, pero que en seguida se tiene que decir, porque se escapa.
Así estaban los ángeles esperando la señal de Dios, porque la noticia que ellos llevaban al mundo era la mejor de todos los tiempos, y se les escuchaba la alegría en su canción. Y San Miguel-Capitán tenía que estar mandándoles callar todo el rato.
Porque todos esos ángeles eran los que debían anunciar a los pastores que había nacido el Hijo de Dios.
Dios vio que todo eso estaba muy bien, pero dijo que faltaba algo.
San Miguel-Capitán, se puso colorado, porque todos los ángeles lo miraban con reproche. ¿Cómo había podido olvidar algo en una noche tan importante? Escondiendo la mano, contó con los dedos: el pesebre, la paja, la mula y el buey, los ángeles cantores… Cuatro cosas. ¿Qué más podía faltar?
¡Faltaba la estrella! ¡La Estrella de los Reyes Magos! ¡Esa estrella que había que enviar muy lejos, para que guiase a los Santos Reyes hasta el Portal! San Miguel-Capitán lo organizó todo en un momento: llamó a Belleza de Dios para que eligiera la estrella más bonita de todas, a Sabiduría de Dios para que pensase qué camino había de seguir para ir a cogerla, y a Fortaleza de Dios para que la llevase.
Pero lo cierto era que Dios, hacía ya mucho tiempo, había creado una estrella especial para este momento.
― ¿Una estrella sin usar?
Sí, eso era: ¡Una estrella nueva del todo! San Miguel, guiado por Rafael y seguido por los tres ángeles, Belleza de Dios, Sabiduría de Dios y Fortaleza de Dios, se fue al sitio donde se guardaban las cosas nuevas.
Había muchas plantas, fuego, nubes y luces preciosas, pero no había ninguna estrella.
Volvieron cabizbajos delante de Dios. Sí, Él había creado una estrella para que se estrenase en ese momento, y se la había dado a guardar a un ángel.
― ¿A un ángel? ¿A qué ángel?
San Miguel buscó su lista. La llevaba siempre guardada entre la armadura y el cinturón de la espada. Tan apurado estaba que no la encontró. Siguió buscando en todos los bolsillos… ¡pero nada! Se le había caído en el sitio de las cosas nuevas, cuando levantaba, ayudado por Fortaleza de Dios, una nube muy grande para ver si estaba la estrella debajo.
Orden de Dios, un ángel que estaba encargado de que todo estuviera siempre muy limpio y
ordenado, acababa de encontrar la lista y vino en un vuelo a dársela a San Miguel.
La lista estaba bastante vieja, muy gastada por los dobleces, de tanto sacarla y volverla a guardar.
¿Cómo se llamaba el ángel?
Dios todo lo sabe. Se llamaba Rastro de Dios.
San Miguel empezó a mirar la lista, señalando con el dedo, pero tardó mucho en encontrarle, porque estaba el último de todos.
Ponía: «Rastro de Dios». Y al lado no había ninguna señal; así que se trataba de un ángel que jamás había bajado a la tierra. Pensó:
― ¿Dónde estará metido este Rastro de Dios que yo no me acuerdo de él?
Todavía estaba tratando de recordar, cuando Sabiduría de Dios se acercó y le dijo al oído unas palabras y a San Miguel se le alegró la cara y contestó:
― ¡Ah, sí! Ya me acuerdo. ¡Es el Sentao!
Y Dios, al oírle, sonrió.
Se dirigieron todos adonde estaba Rastro de Dios sentado con su estrella sobre las rodillas, desde el principio del mundo.
Primero iban los ángeles cantores y detrás todos los demás ángeles. Después iban Miguel, Gabriel y Rafael, que son como príncipes de los ángeles. Como era una ocasión muy solemne, San Miguel-Capitán había desenvainado su espada, que brillaba llena de luz. Y el último, iba Dios.
El Sentao, mirando por encima de la estrella, los vio venir y pensó que ya había llegado la Gran Noche, y que era una suerte que fueran a pasar por aquel lado, porque así lo podría ver todo, sin perder detalle. Lo que no se imaginaba era que todos los ángeles y Dios mismo venían en su busca. Creyó que allí sentado estorbaba el paso del desfile, e intentó correrse. Pero por poco se le cae la estrella, así que no se movió y siguió como siempre, quieto, con la estrella sobre las rodillas.
Llegaron los cantores, y todos los ángeles y se pararon rodeándolo. Rastro de Dios estaba cada vez más asombrado. Cuando llegó Dios se le quedó mirando y le sonrió, lo mismo que el día cuarto de la Creación, cuando le dio la estrella con su mano derecha.
San Miguel le dijo:
― Oye, Sentao…
Pero se calló enseguida muy apurado, porque no le parecía bien llamarle por el mote delante de Dios, y empezó de nuevo:
― Escucha, Rastro de Dios: esa estrella que tú guardas está hecha para anunciar a los Santos Reyes el Nacimiento el Niño Jesús. Tienes que marchar esta noche al Oriente llevando la estrella…
En ese momento, Rafael lo interrumpió y empezó a explicarle a Rastro de Dios en un mapa muy grande por dónde debía ir, y en seguida Fortaleza de Dios le dijo cómo debía llevar la estrella, y Belleza de Dios cómo tenía que volar para que el trazo de luz, en la noche, quedara más bonito.
Rastro de Dios no entendía ni palabra. No sabría hacer el encargo. Además ―San Miguel se
acordaba ahora― apenas había aprendido a volar, y como llevaba tanto tiempo sentado, lo haría peor aún… Sería mejor mandar a otro.
Dios se había acercado al ángel chiquitín, y lo miraba. Rastro de Dios sintió que ya no le pesaba la estrella. Se levantó. Dios hizo una seña con la mano, y Rastro de Dios vio que se abría una calle de luz en el espacio. Movió las alas. Primero torpemente. Después con fuerza. ¡Volaba!
Como llevaba miles de siglos sentado, sin moverse, le había caído encima todo el polvo del cielo, que es un polvo de luz, y ahora, al batir las alas lo soltaba en la noche, dibujando un trazo luminoso.
Los ángeles estaban maravillados.
Así fue, volando, volando, por el camino que le había señalado Dios. Llevaba la estrella en las manos extendidas y dejaba a su paso una cola de luz.
Los Santos Reyes, en su palacio, miraban las estrellas y uno de ellos dijo, señalando la que llevaba Rastro de Dios.
― ¡Mira! ¡La señal! ¡Ha nacido el Hijo de Dios!
Rastro de Dios, lleno de alegría, se echó a reír.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
Rastro de Dios y otros cuentos Montserrat del Amo
(Adaptación)