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El «Gap Palomo» cuando, el 23 de agosto de 1923 zarpaba rumbo a Lisboa. Por su proa, el velero de cinco palos «Cari Vienen» Santa Cruz de ayer y de hoy Cuando en el silencio crecía el viento de la mar Con la limosna de la brisa en las vélaselas fragatas, goletas, bricbarcas y bergantines redondos llegaban a la buena ciudad ma riñera. Con estos veleros, al ritmo cansino de sus alternativas lo hacían los vapores que, empenachados de humo y con buena siem- bra de puntales daban fondo en la dársena para hacer consumo y refrescar la aguada. Todos eran barcos de casa, huéspedes fijos del Atlántico is- leño, la verdadera sal íntima de la vida marinera de Santa Cruz de Tenerife. Llegaban moliendo espumas, rompiendo mares y con el negro y espeso penacho de humo sobre la estela que, como un río blanco, quedaba por la popa. Daban fondo tras noches de pesadilla y guardias continuadas y, al aire la obra viva de sus lastradas, traían el llanto rojo de las planchas y portillos chorreando herrum- bre sobre la obra muerta. Ante la imagen que ilustra estas líneas, preguntarnos qué se hizo de la gracia de las arbo- laduras, la altivez de los palos y las chimeneas y, también, de los cascos finos y elegantes, cascos escualos y cuchillos que cortaban todas las mares. El tiempo ha pasado con días y noches y ha ido borrando mu- cho de lo que bien sumó un nu- do más al hilo de nuestras vi- das. Hoy volvemos a la expe- riencia salobre y, con la injusta manía de los olvidos, a la justa y buena de los recuerdos. Aho- ra, evocar el trasiego de los vie- jos carboneros fatigados —to- dos con palos y chimeneas de mucha guinda y en candela— y, también, a los trasatlánticos apresurados, a los antiguos co- rreos de la Trasmediterránea que, en el Muelle Sur, daban al aire su contraseña. Con ellos, fruteros empenachados con los colores de Pinillos, Thoresen, Yeoward y Oldemburguesa que, con los de la Forwood y los en tránsito —Castles, Malas Reales, «paquetes» de la Eider, «colorados» de la Bullard King, «burras mansas» dt; la üenníe, «bufandas» de la Blue Funnel Line, etc.— tanto y^an bien tra- bajaron en pro de la exporta- ción de las frutas isleñas. Ante la imagen volvemos a cuando los barcos andaban a vapor, devorando carbón por sus hornos, aquel Cardiff de. po- co humo y mucha fuerza que entonces daba vida a casi todos los mercantes que eran en la mar. Venían a Santa Cruz de Tenerife con la precisión de los correos de las navieras Trasa- tlántica y Trasmediterránea, con la de todos los que trillaron con monótona constancia la lí- nea de estas aguas y las del Puerto de la Cruz. Aquí, en la antigua fotogra- fía de Adalberto Benítez, la es- tampa gallarda del «Gap Polo- nio» cuando, el 23 de agosto de 1923, siempre al mando del ca- pitán Ernesto Rolin —Hijo Adoptivo de Santa Cruz de Te- nerife y comodoro de la Ham- burg-Sudamerikanische— recaló por nuestro puerto. Venía de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro y, con 405 pasa- jeros —aquí embarcaron otros- siguió viaje a Lisboa y Hambur- go, despachado por don Jacabo Ahlers. Cuando el «Cap Polonio» dio fondo a la sombra de Anaga y atracó en el Muelle Sur, acaba- ba de hacerse a la mar eluPer- sic», un «mamaria» de 4 palos que, al mando del capitán Da- vies, venía de puertos austra- lianos y Ciudad del Cabo con 162 pasajeros para Southamp- ton. También -había zarpado otro trasatlántico, el belga «Thysville» que, desde Matadí y i ATENCIÓN TENERIFE! DiGELSA, S.A. PRECISA PARA SU DEPARTAMENTO COMERCIAL: 3 Jefes de grupo con coche 10 Agentes de ventas 2 Repartidores OFRECEMOS: —Ingresos superiores a 70.000 ptas. mensuales co- misionables, más pluses. —Cartera de clientes. —Formación a cargo de la Empresa. —Seguridad Social, pasado período de prueba. Intresados presentarse mañana Lunes de 10 a 1 y de 5 a 7 en C/ Garcilaso de la Vega, 15, Edf, Tacande, oficina 2, o en Las Palmas C/ Lucas Fdez. Navarro, 5, 1°. Dakar/ al mando del capitán Leemans, traía 191 pasajeros a su bordo. Buzo carbón y la aguada y f posteriormente, fue despachado por sus consigna- tarios en esta capital para los puertos de Casablánca, Lisboa y Amberes. Otro de los barcos que había zarpado era el frutero linglés «Matína» —de la Eider FyrTes— que, en lastre, procedente de Liverpool había llegado para cargar huacales de plátanos con destino a Garston. Este no era otro que el antiguo «Moe- we» que, como crucero-auxiliar de la Marina de Guerra alema 1 na, durante la primera contien- da mundial llevó a cabo dos campañas contra el.tráfico co- mercial aliado. En el primero de ellos, con las tripulaciones de los barcos hundidos envió a Santa Cruz al «Westburn» que, tras desembarcar a los prisio- neros—venía con bandera ale- jníima y dotación de presa— fue I lido por su tripulación írente a Las Teresitas, ya que el crucero inglés «Sutlej» vigilaba su salida. Hoy, la campana del «Westburn» bien luce, cargada de años e historia, en la torre de la iglesia de San Andrés. Aquel 23 de agosto de 1923 f el «Gap Polonio» atracó para realizar operaciones en el Mue- lle Sur, y cuando ya se hacía a la mar —en el «avante poca» de las salidas y el ancla a pie de roda— Adalberto Benítez, el buen fotógrafo, con su maestría desde el extremo del espigón logró la imagen qiíe refleja un antaño casi reciente. En primer término, la boya roja que, con luz del mismo co- lor, a nuestros años niños llegó señalando el límite del vertido de la escollera. A la izquierda, y en la costa, los almacenes carboneros de Hamñton, Cary Hermanos y Depósitos de Car- bones de Tenerife. La cantera de I»a Jurada apenas ponía su señal de piedra rota en las montanas de Anaga y, hacia San Andrés —el antiguo Valle de las Higueras o de Salazar4- se adivinan las playas de María Jiménez, Jagua, Los Pasitos y Los Trabucos. Por la proa del trasatlántico de la Hamburg-Sudamerikanis- che —naviera ligada a Santa Cruz de Tenerife desde 1872 con sus «Brazilian», «Santos» v «Río»— La silueta elegante el «Cari ¥innen» que, de cinco pa- los, tres días antes había dado fondo en estas aguas. El «Cari Vinnen», también de bandera alemana, era velero difícil de clasificar, dado que cruzaba los palos trinquete y mayor central y, en los restantes —mayores proel y popel, y también en el niesana— llevaba cangrejas. El «Cari Vinnen» venía de Cardiff con carga de carbón y, previamente, en Funchal había descargado parte del «best Welsh» que abarrotaba sus bo- degas. Estaba entonces al man- do del capitán Müller y, en aguas de Santa Cruz, por ban- da y banda descargó en las ga- barras que, en la estela del re- molcador «Elsie» —de la firma Depósitos de Carbones de Tene- rife— llegaban a sus costados. Poco después de que el «Gap Polonio» se hiciese a la mar, zarpó el «Garl Vinnen» que, en lastre y con todo el trapo largo, puso proa al Sur, hacia el leja- no puerto de Buenos Aires, Y frente a Santa Cruz de Tenerife desfiló uno de los cinco veleros que, construidos por la Krupp después de 1920 —con él, sus gemelos «Adolf Vinnen», «Su- sarme Vinnen», «Christel Vin- nen» y «Werner Vinnen»— con sus 2.500 toneladas y motores auxiliares entonces causaron sensación en el tráfico maríti- mo. De ellos, el primeramente ci- tado naufragó en el viaje inau- gural. Los «Christel» y «Werner» fueron luego convertidos en motonaves y, vendido en Italia, el «Susanne» tomó primero el nombre de «Patria» y, más tar- de, el de «Imperatore»; el 16 de junio de 1939, recaló por Santa Cruz de Tenerife —en viaje a Río de Janeiro y Buenos Aires— para, por una falúa, desembar- car las crónicas que, para su posterior envío a Roma, había escrito el periodista Cesco To- maselli, de «U Corriere de la Se- ra», que viajaba a su bordo. El «Cap Polonio» —que en fe- brero de 1922 fue el primer gran trasatlántico que atracó en el Muelle Sur— también dejó su buena historia en el Puerto de la Cruz donde, pilotado por el capitán Brunetto, en cierta ocasión dio fondo para desem- barcar pasajeros dado el tem- poral de Sur que azotaba las costas de Santa Cruz. Por lo que respecta al «Cari Vinnen», cuando en 1939 comenzó la Se- gunda Guerra Mundial buscó el refugio de la paz española en aguas de Cartagena. AHÍ per- maneció fondeado hasta que, en 1946, fue cedido a Gran Bretaña. Remolcado a Gibral- tar, allí estuvo hasta que, en 1953, fue vendido para des guazar. En las aguas entre Santa Cruz y San Andrés, dos estam- pas marineras que, con el buen hacer de los hombres de la mar —con el sonar de la antigua campana del «Westburn»— a muchos llega como el recuerdo de un recuerdo, como cuando en el silencio -crecía todo el viento de la mar.— Juan A. Pa- drón Alhomoz Luces y sombras de El Hierro El hombre de la montaña Habitaba en la Villa un hombre alto y fuerte, de ojos vivarachos y cabello negro y rizado. No tendría más de sesenta años, pero su peso era exagerado: no corres- pondía a su talla, y, corno siempre andaba cansado y muy despacio, parecía aún más viejo. Cada día madrugaba pa- ra llegar pronto a una de sus propiedades. Guando Isidro llegó a su lugar de ensueño, sentóse en la pared junto al camino. Para él no había otra tierra más bella que la montaña erguida más allá de los llanos, cubierta de hierba verde y tierna. La la- dera mostraba siempre ri- cos pastos, y nunca se había utilizado allí la hoz: una ca- bra firanca y otra morisca pastaban en ella algunos meses del año, mostrándose muy satisfechas y retozo- nas. Había una higuera de tronco robusto, de color gri- sáceo y tupido y verde ra- maje, que era una verdade- ra tentación para los anima- les herbívoros: en sus esca- padas solían comer ávida- mente sus hojas y púas; sin embargo, a cada primavera brotaban nuevas ramas, muestras de su savia inago- table. Cada nisperero reve- laba su deseo de no parecer- se a los demás, y todos eran altos, bien conformados. Isidro detúvose para as- pirar las benditas esencias del amanecer; había obser- vado en huertas ajenas, a lo largo del camino que andu- vo para llegar a su terreno, que los manzanos ya esta- ban en flor. Uno de aquéllos, en la esquina de un huerte- cilio ? era como un viejo ami- go, aunque sus frutos no ha- bían crecido mucho, y, más bien no eran apetecibles, sin embargo, sus abundantes flores semejaban blancos ramilletes u oleadas niveas en aquellos amaneceres propios de algún paraíso, Durante la noche el rocío lavó todo el polvillo de las hojas, y las dejó brillantes. En Ja montaña apuntaron los primeros rayos de la au- rora. Y en su cúspide flotaba un velo frío, la bruma diá- fana. El campesino Isidro con- templó largo rato la tierra que había cavado con su azada, arrancándole las malas hierbas y dejándola fina y ligera, sin terrones ni matacanes. Más abajo na- cían las habas, surgiendo de la tierra sus faojitas temblo- rosas. Con las primeras lu- ces también dibujábanse al- gunas sombras que lucían tan perfiladas como al claro de luna.— Flora Lilia Ba- rrera 5.000 pesetas por tener el TeleDIA Otro de los afortunados que obtuvo cinco mil pesetas cuan- do el equipo sorpresa de nues- tro periódico llamó a su puerta y comprobó que tenía el Tele- DIA, suplemento TVE de ÉL DÍA, en su casa. Se llama Do- mingo Morales González, y vi- ve en la barriada La Cepsa, blo- que tercero, número 68, de Santa Cruz. LOCAL OFICINA O DESPACHO C/. CARRERA LA LAGUNA Superficie 100 m2. Decorado. Con garaje. Propio para cualquier tipo de oficina o despacho profesional. Consulte precio y condiciones al teléfono:: 258910

CUANDO EN EL SILENCIO CRECIA EL VIENTO DE LA MAR

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1985/06/16

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Page 1: CUANDO EN EL SILENCIO CRECIA EL VIENTO DE LA MAR

El «Gap Palomo» cuando, el 23 de agosto de 1923 zarpaba rumbo a Lisboa. Por su proa, el velero de cinco palos «Cari Vienen»

Santa Cruz de ayer y de hoy

Cuando en el silencio crecía elviento de la mar

Con la limosna de la brisa en las vélaselas fragatas, goletas,bricbarcas y bergantines redondos llegaban a la buena ciudad mariñera. Con estos veleros, al ritmo cansino de sus alternativas lohacían los vapores que, empenachados de humo y con buena siem-bra de puntales daban fondo en la dársena para hacer consumo yrefrescar la aguada.

Todos eran barcos de casa,huéspedes fijos del Atlántico is-leño, la verdadera sal íntima dela vida marinera de Santa Cruzde Tenerife. Llegaban moliendoespumas, rompiendo mares ycon el negro y espeso penachode humo sobre la estela que,como un río blanco, quedabapor la popa. Daban fondo trasnoches de pesadilla y guardiascontinuadas y, al aire la obraviva de sus lastradas, traían elllanto rojo de las planchas yportillos chorreando herrum-bre sobre la obra muerta.

Ante la imagen que ilustraestas líneas, preguntarnos quése hizo de la gracia de las arbo-laduras, la altivez de los palosy las chimeneas y, también, delos cascos finos y elegantes,cascos escualos y cuchillos quecortaban todas las mares.

El tiempo ha pasado con díasy noches y ha ido borrando mu-cho de lo que bien sumó un nu-do más al hilo de nuestras vi-das. Hoy volvemos a la expe-riencia salobre y, con la injustamanía de los olvidos, a la justay buena de los recuerdos. Aho-ra, evocar el trasiego de los vie-jos carboneros fatigados —to-dos con palos y chimeneas demucha guinda y en candela— y,también, a los trasatlánticosapresurados, a los antiguos co-rreos de la Trasmediterráneaque, en el Muelle Sur, daban alaire su contraseña. Con ellos,fruteros empenachados con loscolores de Pinillos, Thoresen,Yeoward y Oldemburguesaque, con los de la Forwood y losen tránsito —Castles, MalasReales, «paquetes» de la Eider,«colorados» de la Bullard King,

«burras mansas» dt; la üenníe,«bufandas» de la Blue FunnelLine, etc.— tanto y^an bien tra-bajaron en pro de la exporta-ción de las frutas isleñas.

Ante la imagen volvemos acuando los barcos andaban avapor, devorando carbón porsus hornos, aquel Cardiff de. po-co humo y mucha fuerza queentonces daba vida a casi todoslos mercantes que eran en lamar. Venían a Santa Cruz deTenerife con la precisión de loscorreos de las navieras Trasa-tlántica y Trasmediterránea,con la de todos los que trillaroncon monótona constancia la lí-nea de estas aguas y las delPuerto de la Cruz.

Aquí, en la antigua fotogra-fía de Adalberto Benítez, la es-tampa gallarda del «Gap Polo-nio» cuando, el 23 de agosto de1923, siempre al mando del ca-pitán Ernesto Rolin —HijoAdoptivo de Santa Cruz de Te-nerife y comodoro de la Ham-burg-Sudamerikanische— recalópor nuestro puerto. Venía deBuenos Aires, Montevideo yRío de Janeiro y, con 405 pasa-jeros —aquí embarcaron otros-siguió viaje a Lisboa y Hambur-go, despachado por don JacaboAhlers.

Cuando el «Cap Polonio» diofondo a la sombra de Anaga yatracó en el Muelle Sur, acaba-ba de hacerse a la mar eluPer-sic», un «mamaria» de 4 palosque, al mando del capitán Da-vies, venía de puertos austra-lianos y Ciudad del Cabo con162 pasajeros para Southamp-ton. También -había zarpadootro trasatlántico, el belga«Thysville» que, desde Matadí y

i ATENCIÓN TENERIFE!DiGELSA, S.A.

PRECISA PARA SU DEPARTAMENTO COMERCIAL:3 Jefes de grupo con coche

10 Agentes de ventas2 Repartidores

OFRECEMOS:—Ingresos superiores a 70.000 ptas. mensuales co-

misionables, más pluses.—Cartera de clientes.—Formación a cargo de la Empresa.—Seguridad Social, pasado período de prueba.

Intresados presentarse mañana Lunes de 10 a 1 y de 5 a7 en C/ Garcilaso de la Vega, n° 15, Edf, Tacande, oficina 2, oen Las Palmas C/ Lucas Fdez. Navarro, 5, 1°.

Dakar/ al mando del capitánLeemans, traía 191 pasajeros asu bordo. Buzo carbón y laaguada yf posteriormente, fuedespachado por sus consigna-tarios en esta capital para lospuertos de Casablánca, Lisboay Amberes.

Otro de los barcos que habíazarpado era el frutero linglés«Matína» —de la Eider FyrTes—que, en lastre, procedente deLiverpool había llegado paracargar huacales de plátanoscon destino a Garston. Este noera otro que el antiguo «Moe-we» que, como crucero-auxiliarde la Marina de Guerra alema1

na, durante la primera contien-da mundial llevó a cabo doscampañas contra el.tráfico co-mercial aliado. En el primerode ellos, con las tripulacionesde los barcos hundidos envió aSanta Cruz al «Westburn» que,tras desembarcar a los prisio-neros—venía con bandera ale-jníima y dotación de presa— fue

I lido por su tripulaciónírente a Las Teresitas, ya que elcrucero inglés «Sutlej» vigilabasu salida. Hoy, la campana del«Westburn» bien luce, cargadade años e historia, en la torrede la iglesia de San Andrés.

Aquel 23 de agosto de 1923fel «Gap Polonio» atracó pararealizar operaciones en el Mue-lle Sur, y cuando ya se hacía ala mar —en el «avante poca» delas salidas y el ancla a pie deroda— Adalberto Benítez, elbuen fotógrafo, con su maestríadesde el extremo del espigónlogró la imagen qiíe refleja unantaño casi reciente.

En primer término, la boyaroja que, con luz del mismo co-lor, a nuestros años niños llegóseñalando el límite del vertidode la escollera. A la izquierda,y en la costa, los almacenescarboneros de Hamñton, CaryHermanos y Depósitos de Car-bones de Tenerife. La canterade I»a Jurada apenas ponía suseñal de piedra rota en lasmontanas de Anaga y, haciaSan Andrés —el antiguo Vallede las Higueras o de Salazar4-se adivinan las playas de MaríaJiménez, Jagua, Los Pasitos yLos Trabucos.

Por la proa del trasatlánticode la Hamburg-Sudamerikanis-che —naviera ligada a SantaCruz de Tenerife desde 1872con sus «Brazilian», «Santos» v«Río»— La silueta elegante el«Cari ¥innen» que, de cinco pa-los, tres días antes había dadofondo en estas aguas. El «CariVinnen», también de banderaalemana, era velero difícil declasificar, dado que cruzaba lospalos trinquete y mayor centraly, en los restantes —mayoresproel y popel, y también en elniesana— llevaba cangrejas.

El «Cari Vinnen» venía deCardiff con carga de carbón y,previamente, en Funchal habíadescargado parte del «bestWelsh» que abarrotaba sus bo-degas. Estaba entonces al man-do del capitán Müller y, enaguas de Santa Cruz, por ban-da y banda descargó en las ga-barras que, en la estela del re-molcador «Elsie» —de la firmaDepósitos de Carbones de Tene-rife— llegaban a sus costados.

Poco después de que el «GapPolonio» se hiciese a la mar,zarpó el «Garl Vinnen» que, enlastre y con todo el trapo largo,puso proa al Sur, hacia el leja-no puerto de Buenos Aires, Yfrente a Santa Cruz de Tenerifedesfiló uno de los cinco velerosque, construidos por la Kruppdespués de 1920 —con él, susgemelos «Adolf Vinnen», «Su-sarme Vinnen», «Christel Vin-nen» y «Werner Vinnen»— consus 2.500 toneladas y motoresauxiliares entonces causaronsensación en el tráfico maríti-mo.

De ellos, el primeramente ci-tado naufragó en el viaje inau-gural. Los «Christel» y «Werner»fueron luego convertidos enmotonaves y, vendido en Italia,el «Susanne» tomó primero elnombre de «Patria» y, más tar-de, el de «Imperatore»; el 16 dejunio de 1939, recaló por SantaCruz de Tenerife —en viaje aRío de Janeiro y Buenos Aires—para, por una falúa, desembar-car las crónicas que, para suposterior envío a Roma, habíaescrito el periodista Cesco To-maselli, de «U Corriere de la Se-ra», que viajaba a su bordo.

El «Cap Polonio» —que en fe-brero de 1922 fue el primergran trasatlántico que atracóen el Muelle Sur— también dejósu buena historia en el Puertode la Cruz donde, pilotado porel capitán Brunetto, en ciertaocasión dio fondo para desem-barcar pasajeros dado el tem-poral de Sur que azotaba lascostas de Santa Cruz. Por loque respecta al «Cari Vinnen»,cuando en 1939 comenzó la Se-gunda Guerra Mundial buscó elrefugio de la paz española enaguas de Cartagena. AHÍ per-maneció fondeado hasta que,en 1946, fue cedido a GranBretaña. Remolcado a Gibral-tar, allí estuvo hasta que, en1953, fue vendido para desguazar.

En las aguas entre SantaCruz y San Andrés, dos estam-pas marineras que, con el buenhacer de los hombres de la mar—con el sonar de la antiguacampana del «Westburn»— amuchos llega como el recuerdode un recuerdo, como cuandoen el silencio -crecía todo elviento de la mar.— Juan A. Pa-drón Alhomoz

Luces y sombras de El Hierro

El hombre de lamontaña

Habitaba en la Villa unhombre alto y fuerte, de ojosvivarachos y cabello negroy rizado. No tendría más desesenta años, pero su pesoera exagerado: no corres-pondía a su talla, y, cornosiempre andaba cansado ymuy despacio, parecía aúnmás viejo.

Cada día madrugaba pa-ra llegar pronto a una de suspropiedades. Guando Isidrollegó a su lugar de ensueño,sentóse en la pared junto alcamino. Para él no habíaotra tierra más bella que lamontaña erguida más alláde los llanos, cubierta dehierba verde y tierna. La la-dera mostraba siempre ri-cos pastos, y nunca se habíautilizado allí la hoz: una ca-bra firanca y otra moriscapastaban en ella algunosmeses del año, mostrándosemuy satisfechas y retozo-nas.

Había una higuera detronco robusto, de color gri-sáceo y tupido y verde ra-maje, que era una verdade-ra tentación para los anima-les herbívoros: en sus esca-padas solían comer ávida-mente sus hojas y púas; sinembargo, a cada primaverabrotaban nuevas ramas,muestras de su savia inago-table. Cada nisperero reve-laba su deseo de no parecer-se a los demás, y todos eran

altos, bien conformados.Isidro detúvose para as-

pirar las benditas esenciasdel amanecer; había obser-vado en huertas ajenas, a lolargo del camino que andu-vo para llegar a su terreno,que los manzanos ya esta-ban en flor. Uno de aquéllos,en la esquina de un huerte-cilio? era como un viejo ami-go, aunque sus frutos no ha-bían crecido mucho, y, másbien no eran apetecibles, sinembargo, sus abundantesflores semejaban blancosramilletes u oleadas niveasen aquellos amanecerespropios de algún paraíso,

Durante la noche el rocíolavó todo el polvillo de lashojas, y las dejó brillantes.En Ja montaña apuntaronlos primeros rayos de la au-rora. Y en su cúspide flotabaun velo frío, la bruma diá-fana.

El campesino Isidro con-templó largo rato la tierraque había cavado con suazada, arrancándole lasmalas hierbas y dejándolafina y ligera, sin terrones nimatacanes. Más abajo na-cían las habas, surgiendo dela tierra sus faojitas temblo-rosas. Con las primeras lu-ces también dibujábanse al-gunas sombras que lucíantan perfiladas como al clarode luna.— Flora Lilia Ba-rrera

5.000 pesetas por tenerel TeleDIA

Otro de los afortunados queobtuvo cinco mil pesetas cuan-do el equipo sorpresa de nues-tro periódico llamó a su puertay comprobó que tenía el Tele-DIA, suplemento dé TVE de ÉL

DÍA, en su casa. Se llama Do-mingo Morales González, y vi-ve en la barriada La Cepsa, blo-que tercero, número 68, deSanta Cruz.

LOCAL OFICINAO DESPACHO

C/. CARRERA LA LAGUNASuperficie 100 m2. Decorado. Con

garaje. Propio para cualquier tipo deoficina o despacho profesional.

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