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Creencias Doctrinales c Portada

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INTRODUCCIÓN

Hemos de analizar las Creencias Doctrinales de la Iglesia de Dios (7o. día) A.

R. considerando la base bíblica (*) de los diferentes puntos doctrinales

aprobados por el Ministerio de nuestra Iglesia en la República Mexicana y los

delegados que tiene en el Congreso Ministerial Internacional de la Iglesia de

Dios (Séptimo Día).

Éstas, sin embargo, no constituyen un credo cerrado. La Iglesia de Dios se

mantiene abierta para un crecimiento espiritual y para una nueva y mejor

comprensión de la Biblia.

Tampoco son todas las creencias doctrinales establecidas por la Iglesia de

Dios. Nuestra consideración sólo abarca las enseñanzas estructurales, y son

las que forman las bases para su trabajo unido en la predicación de

salvación y doctrina.

(*) Todos los textos usados en este Tratado han sido tomados de la versión antigua Reina Valera (1909).

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INDICE:

I. FE Y SALVACION

(Doctrinas que Revelan Salvación)

Artículo 1.- La Biblia 5

Artículo 2.- Dios, el Padre 6

Artículo 3.- Jesús, el Hijo de Dios 8

Artículo 4.- El Espíritu Santo 10

Artículo 5.- La caída del Hombre 12

Artículo 6.- El Plan de Salvación 14

Artículo 7.- Aceptando a Jesucristo 16

Artículo 8.- El Bautismo 18

II. ACCION CRISTIANA

Artículo 9.- La Cena del Señor 20

Artículo 10.- El Lavatorio de los Pies 22

Artículo 11.- La Oración 24

Artículo 12.- La Oración por los Enfermos 25

Artículo 13.- Los Diez Mandamientos 27

Artículo 14.- El Sábado 31

Artículo 15- Lo limpio y lo Inmundo 32

Artículo 16.- Las Finanzas de la Iglesia 35

Artículo 17.- Matrimonio y Divorcio 37

Artículo 18.- Mundanalidad 38

Artículo 19.- Hábitos Impuros 40

Artículo 20.- Lucha Carnal 42

Artículo 21.- Festividades 44

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III. ESTUDIO Y ESCUDRIÑAMIENTO

(Doctrinas que Revelan una Verdad Aprendida)

Artículo 22.- La Iglesia 46

Artículo 23.- La Organización de la Iglesia 47

Artículo 24.- La Pre-Existencia de Cristo 49

Artículo 25.- La Crucifixión y Resurrección de Cristo 51

Artículo 26.- Satanás 53

Artículo 27.- El Castigo de los Malvados 54

Artículo 28.- El Estado de los Muertos 56

Artículo 29.- La Resurrección de los Muertos 58

Artículo 30.- La Profecía y Señales de Cumplimiento 60

Artículo 31.- El Recogimiento o retorno de Israel 62

Artículo 32.- Mensaje del Tercer Ángel 64

Artículo 33.- Las Siete Últimas Plagas 65

Artículo 34.- La Segunda Venida de Cristo 69

Artículo 35.- El Reino de Dios 71

Artículo 36.- Reino Milenial de Cristo 73

Artículo 37.- La Nueva Tierra 74

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I. FE Y SALVACION

(Doctrinas que Revelan Salvación)

Artículo 1.- La Biblia

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a la «La Biblia», es que:

a) La Santa Biblia contiene en su Escritura la Palabra de Dios, y ningún otro libro

es de origen divino.

b) La Biblia, por ser inspiración divina, es infalible en su doctrina.

c) En su contenido se halla la completa revelación del Plan de Salvación y la

voluntad de Dios para el hombre.

d) Por su naturaleza, es eterna.

El origen de la Biblia

Es una colección de libros que fueron escritos por hombres guiados por el Espíritu

de Dios. De manera que la Biblia tiene un origen divino, es decir: El hombre registró

lo que Dios le inspiró.

El Apóstol Pedro escribió: «… la profecía no fue en los tiempos pasados traída por

voluntad humana…» (2 Pedro 1:21).

El Rey David declaró que el Espíritu del Señor habló por él, por cuanto su palabra había

sido puesta en su lengua (2 Samuel 23:1-2).

Su Contenido

En las páginas benditas de la Biblia se encuentra descrita la completa revelación

del Plan de Salvación, pues testifican de Jesús. Cristo dijo: «…ellas son las que dan

testimonio de mí» (Juan 5:39b).

También describen el gran amor del Padre: «Porque de tal manera amó Dios al mundo,

que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas

tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Ellas enseñan al hombre la completa voluntad de Dios, capacitándolo para adquirir Vida

Eterna en el Nombre de Jesucristo: «Y que desde la niñez has sabido las Sagradas

Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo

Jesús. Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para reargüir, para

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corregir, para instituir en Justicia. Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente

instruido para toda buena obra» (2 Timoteo 3:15-17).

Es en la Biblia donde encontramos el auténtico y veraz conocimiento de lo que es el

Padre Celestial y su Hijo Jesucristo (Juan 17:3).

Su Naturaleza

Por más intentos que el hombre haga por extinguirla, ella habrá de permanecer y

cumplirse, pues tiene la promesa del Señor de perdurar: «El cielo y la tierra pasarán,

mas mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35).

En el Libro de los Salmos encontramos escrita la razón del registro de la Palabra de Dios:

«El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel; La cual mandó a nuestros padres

que la notificasen a sus hijos; Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que

nacerán; Y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos; a fin de que pongan en Dios su

confianza, y no se olviden de las obras de Dios, y guarden sus mandamientos» (Salmo

78:5-7). Es la palabra dada, para que la conozcan generaciones venideras: «Acordóse

para siempre de su alianza; de la palabra que mandó para mil generaciones» (Salmo

105:8).

Es la palabra que permanecerá perpetuamente: «Mas la Palabra del Señor permanece

perpetuamente. Y esta es la Palabra que por el evangelio os ha sido anunciada» (1 Pedro

1:25).

Artículo 2.- Dios, el Padre:

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a «Dios, el Padre», es que:

a) Dios es la suprema deidad del universo.

b) Es el Espíritu infinito y perfecto, en quien toda la creación tiene su origen.

c) El sostiene y sustenta los cielos, la tierra y todas las cosas que en ellos hay.

La Suprema Deidad del Universo

La doctrina que nos presenta el primer pensamiento de la Biblia es que HAY UN

DIOS CREADOR de todas las cosas (Génesis 1:1).

La creencia en esta doctrina es el PRINCIPIO FUNDAMENTAL de nuestra fe, por

consiguiente exige toda nuestra atención (Hebreos 11:6).

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Los escritores inspirados dan por entendida esta doctrina como una verdad

conocida y confesada.

Siendo, pues Dios, el creador del universo (Génesis 1:1), es reconocido como la

Suprema deidad del mismo: «El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus

caminos son rectitud, Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: Es justo y recto»

(Deuteronomio 32:4).

Es aquel al cual se nos invita adorar y honrar: «Temed a Dios, y dadle honra; porque la

hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las

fuentes de las aguas» (Apocalipsis 14:7).

Naturaleza y carácter de Dios

Nuestro Señor Jesucristo, el unigénito del Padre, el único que le ha conocido (Juan

17:25), y el único que le ha visto (Juan 6:46), declaró: «Dios es espíritu…» (Juan

4:24).

El salmista dice en el Salmo 93:2: «Firme es tu trono desde entonces: Tú eres

eternalmente».

El profeta Isaías, hablando de la grandeza y sabiduría de Dios, escribió: «Levantad en alto

vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: él saca por cuenta su ejército: a todas llama

por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud...

¿No has sabido, no has oído que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de

la tierra? No se trabaja, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo

alcance» (Isaías 40:26, 28).

Ser Supremo de la Creación

Habiéndolo hecho todo, Dios atiende y sostiene su Creación: «Así ha dicho Jehová:

Si no permaneciere mi concierto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del

cielo y la tierra» (Jeremías 33:25). «Así ha dicho Jehová, que da el sol para la luz del día,

las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche; que parte la mar y braman sus

ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre» (Jeremías 31:35).

El sustenta la tierra: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, éste,

como sea Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos, ni es

honrado con manos de hombres, necesitado de algo; pues él da a todos vida, y

respiración, y todas las cosas» (Hechos 17:24-25).

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La misma Creación manifiesta a su Creador

Las mismas obras de la Creación prueban la existencia de Dios: «Los cielos cuentan

la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos» (Salmo 19:1). Y el

mismo universo inspira a adorarle: «Te alabaré, porque formidables, maravillosas son tus

obras: Estoy maravillado, y mi alma lo conoce mucho» (Salmo 139:14).

Todas sus obras prueban la existencia de Dios: «Porque desde la creación del mundo las

cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben

claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.» (Romanos 1:20

NVI). «Reconoced que Jehová él es Dios: El nos hizo, y no nosotros a nosotros

mismos…» (Salmo 100:3).

Artículo 3.- Jesús, el Hijo de Dios:

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a Jesús, el Hijo de Dios, es que:

a) Jesús, es el unigénito Hijo de Dios.

b) Fue engendrado por mediación del Espíritu Santo, concebido y nacido de

María, una virgen.

c) El es el Mesías, enviado por Dios para ser Salvador.

Jesús, el unigénito Hijo de Dios

Las Escrituras definen a Jesús como el unigénito Hijo de Dios: «Porque de tal

manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en

él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). «Y aquel Verbo fue hecho

carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre),

lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).

La frase «el Unigénito Hijo engendrado del Padre» revela dos verdades complementarias

acerca de Cristo Jesús: 1) Su Naturaleza inherente y 2) su Posición dentro de la divinidad.

Respecto de su NATURALEZA, la frase indica la total Divinidad de Cristo. Por medio del

acto del engendramiento, el Hijo consiste de la misma naturaleza, sustancia o «materia»

del Padre. El término «engendrado», por definición, hace Divino al Hijo, ya que el UNO

por quien él fue engendrado es divino. Debido a que el Hijo es de la misma sustancia del

Padre, es un miembro igual de la Divinidad y comparte con el Padre la naturaleza,

atributos y título de «Dios».

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Respecto de su POSICION, la frase «el Unigénito Hijo engendrado del Padre» también

indica la relación del Hijo con el Padre. El término «engendrado», por definición, coloca al

Hijo bajo la autoridad del Padre. El Hijo es engendrado, mientras que únicamente el padre

no es engendrado. Debido a que el Hijo sólo actúa en acuerdo con el Padre y no por sí

mismo, está subordinado al Padre en jerarquía. Sin embargo, la subordinación del Hijo no

lo hace un separado o segundo «dios». Por naturaleza, el Hijo permanece igual al Padre,

compartiendo con él la divina y única sustancia de la Divinidad. Aunque el Padre y el Hijo

difieren en FUNCION Y POSICION, la igualdad en Naturaleza del padre y el Hijo preserva

la unidad de la Divinidad.

El Hijo de Dios, hecho carne

El Apóstol Pablo declara: «Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo,

hecho de mujer, hecho súbdito a la ley» (Gálatas 4:4). Es decir, que el Padre envió a su

Hijo como el mismo Jesús lo declaró: «Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me

amaríais: porque yo de Dios he salido y he venido; que no he venido de mí mismo, mas él

me envió» (Juan 8:42). Por lo que entendemos que Jesús vino del cielo a este mundo: «El

que de arriba viene, sobre todos es; el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas

habla; el que viene del cielo, sobre todos es». «Y nadie subió al cielo, sino el que

descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (Juan 3:31,13).

Así Jesús, el Hijo de Dios, al ser enviado a la tierra, nacería de mujer, cumpliendo la

profecía de Isaías: «Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen

concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel» (Isaías 7:14). Correspondiéndole

a María el privilegio de ser la madre del Hijo de Dios: «… el ángel Gabriel fue enviado de

Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazareth, a una virgen desposada con un varón que

se llamaba José, de la casa de David: y el nombre de la virgen era María… Entonces el

ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios. Y he aquí,

concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre JESUS. Este será grande,

y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su Padre»

(Lucas 1:26-27, 30-32).

Así, María concibió en su seno al Hijo de Dios, y esto bajo la mediación o intervención del

Espíritu Santo: «Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? porque no conozco

varón. Y respondiendo el ángel dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del

Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de

Dios» (Lucas 1:35). Preparándose así el completo escenario para que el Hijo de Dios

pudiese venir a cumplir la misión para la cual habría de ser enviado a este mundo: «Así

que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo,

para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo»

(Hebreos 2:14).

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El Cristo, Salvador del Mundo

Jesús, el Hijo de Dios, nacido de María, al manifestarse al mundo como el enviado

de Dios, fue reconocido como el Cristo: «Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el

Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16). «Era Andrés, hermano de Simón Pedro,

uno de los dos que habían oído de Juan, y le habían seguido. Este halló primero a su

hermano Simón, y díjole: Hemos hallado al Mesías (que declarado es, el Cristo). Y le trajo

a Jesús» (Juan 1:40-42). Y así se manifestó a los hombres: «Dícele la mujer: Sé que el

Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo; cuando él viniere nos declarará todas las

cosas. Dícele Jesús: Yo soy, que hablo contigo» (Juan 4:25-26).

Fue Jesús enviado por su Padre con la encomienda de salvar al mundo: «Porque no

envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea

salvo por él» (Juan 3:17). Convirtiéndose así en el medio único de Salvación para los

hombres: «Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado

a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).

Jesús cumplió su misión dándose a sí mismo para redimirnos: «Que se dio a sí mismo por

nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de

buenas obras» (Tito 2:14). Desde entonces, todo hombre puede encontrar en Jesús

redención en su sangre, la remisión de sus pecados: «En el cual tenemos redención por

su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).

Artículo 4.- El Espíritu Santo

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente al «Espíritu Santo» es que:

a) El Espíritu Santo es el Consolador que Jesucristo prometió enviar para que

tomase su lugar en el corazón de los redimidos.

b) No es una persona, sino el poder vivificador que emana de Dios y de Cristo, a

través del cual el Padre y el Hijo se manifiestan en el hombre.

c) Por el Espíritu Santo, Dios revela la verdad de las Sagradas Escrituras a los

hombres, y les da poder para testificar de Cristo.

d) La prueba evidente de la presencia del Espíritu Santo en la vida de los

creyentes es la manifestación del fruto del Espíritu.

El Consolador prometido por Jesús

Al aproximarse el tiempo en el cual nuestro Señor Jesucristo habría de ascender a

los cielos dijo: «Salí del Padre» (Juan 16:28).

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Mas antes de ello, prometió no dejar solos a sus discípulos, sino que enviaría al

«Consolador»: «Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará

otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual

el mundo no puede recibir…» (Juan 14:15-17). Consolador que vendría a ocupar su lugar

entre los suyos: «Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: por que si

no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré» (Juan

16:7).

¿Qué es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo es el poder vivificador (Romanos 8:11) que procede de Dios:

«Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de

verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí» (Juan 15:26), y de Cristo

«…Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él» (Romanos 8:9).

A través del Espíritu Santo, Dios y Cristo se manifestarán en el hombre. Nuestro Señor

Jesucristo dijo: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos

a él, y haremos con él morada» (Juan 14:23). Aquí Jesús promete a quien guarde su

Palabra, que él y el Padre vendrán a hacer morada con él; pero Jesús no mencionó para

nada al Espíritu Santo. El Apóstol Pablo escribió: «¿No sabéis que sois templo de Dios, y

que el Espíritu de Dios mora en vosotros?» (1 Corintios 3:16). Dios el Padre está en el

cielo y Jesucristo se encuentra a su diestra (Hechos 7:55-56), pero ambos a través del

Espíritu Santo están presentes en la tierra y moran en el corazón de los creyentes: «…Y

en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado» (1 Juan

3:24).

Jesús lo definió como «Potencia de lo alto». «Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi

Padre sobre vosotros: más vosotros asentad en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis

investidos de potencia de lo alto» (Lucas 24:49).

Función del Espíritu Santo

El Espíritu Santo revela la verdad de las Sagradas Escrituras: «Pero cuando viniere

aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad…» (Juan 16:13). «Mas el Consolador,

el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y

os recordará todas las cosas que os he dicho» (Juan 14:26).

Evidencia de poseer el Espíritu Santo

La señal de que un creyente posee el Espíritu Santo se manifiesta por tener en su

vida las siguientes cualidades o frutos del Espíritu: «Más el fruto del Espíritu es:

caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra

tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22-23).

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Si una persona posee estas cualidades, estamos seguros que esa persona está llena del

Espíritu Santo, pues éste ha hecho de él una nueva criatura, un verdadero y fiel hijo de

Dios: «Porque todos lo que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de

Dios» (Romanos 8:14).

Obvio es entender, que para poseer el Espíritu Santo habrá que andar de acuerdo a la

voluntad de Dios, pues él sólo concede su Espíritu a quien le obedece (Hechos 5:32).

Jesús lo prometió a quien guardase sus mandamientos (Juan 14:15-17).

Artículo 5.- La caída del Hombre.

Lo que la Iglesia cree y proclama referente a la «Caída del hombre», es que:

a) El hombre fue hecho a imagen y semejanza del Creador.

b) El hombre fue hecho recto (santo, justo, lleno de verdad e inocencia); pero a la

vez, susceptible a las tentaciones. Sin embargo, estaba capacitado para

decidir por sí mismo el ser fiel o no a Dios cuando fuera probado.

c) Si permanecía fiel, podría alcanzar la vida eterna. Si sucumbía, entonces

encontraría la muerte a causa de su deslealtad.

d) En la tentación fue vencido por Satanás y como consecuencia perdió su

posesión en la gloria de Dios, atrayendo dolor, sufrimiento y muerte para sí y

para toda la humanidad.

La Creación del Hombre

Después de haber creado los cielos y la tierra (Génesis 1:1), Dios puso su atención

en el planeta en que vivimos, lo acondicionó como hogar para el ser que más tarde

habría de crear y que llamó «hombre». Hombre que fue creado del polvo de la tierra

(Génesis 2:7) y que creó Dios a su imagen y conforme a su semejanza (Génesis

1:26-27).

El Hombre y la Tentación

El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, fue creado recto, es decir, santo,

justo, lleno de verdad e inocencia; esa fue la conclusión a la cual llegó el rey

Salomón, al investigar lo relacionado con el hombre y su creación (Eclesiastés

7:29).

Sin embargo, aunque el hombre fue recto, a la vez era susceptible a las tentaciones;

razón por la cual fue sometido a prueba (Génesis 2:15-17). El propósito de probar al

hombre fue para mirar su virtud y transformar su naturaleza, en un carácter santo.

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La naturaleza moral es resultado de la creación por nacimiento, pero el carácter

moral es resultado de la prueba por la libre elección de lo bueno en presencia de lo

malo.

El Hombre, la Vida y la Muerte

Dios creó al hombre moral con la oportunidad de poseer vida terna, puesto que en

el huerto de Edén donde fue colocado, Dios había plantado junto con los demás

árboles el árbol de la vida (Génesis 2:9) del cual podría participar y vivir para

siempre (Génesis 3:22). Esto lo hubiese logrado si hubiera permanecido fiel a su

Creador; pues se le había advertido: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no

comerás de él, porque el día que de él comieres, morirás» (Génesis 2:17), por lo tanto, si

el hombre permanecía fiel alcanzaba la vida eterna, si sucumbía en la prueba encontraría

la muerte, por su deslealtad.

Desde el principio el hombre ha tenido frente de si dos opciones las que Moisés presentó

a Israel: «Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal»

(Deuteronomio 30:15). Puesto que el hombre fue creado con capacidad de decidir ser fiel

o no a Dios, puede echar mano de la vida haciendo el bien (obedeciendo a Dios); o recibir

la muerte si es que hace lo malo (desobedeciendo a Dios).

La caída del Hombre y su Consecuencia

En la prueba a la cual fue sometido el hombre, fue tentado por Satanás (Génesis

3:1-6), aquella serpiente antigua (Apocalipsis 12:9); (1 Timoteo 2:14; 2 Corintios

11:3). El hombre fue vencido por la tentación, no pasó la prueba (Génesis 3:6-13).

Esto trajo como consecuencia que Dios castigase con la muerte al hombre por su

pecado (desobediencia) (Génesis 3:16-19).

Esta caída afectó a toda la tierra y a sus moradores. Dios por el amor que tiene

hacia el hombre no lo maldijo, pero maldijo a la tierra (Génesis 3:17). El hombre al

caer en trasgresión fue destituido de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Al perder su

justicia y santidad, perdió la comunión con Dios, atrayendo dolor, sufrimiento y

muerte sobre sí (Génesis 3:16-19), y también sobre la humanidad (Romanos 5:12).

Según las Escrituras, la muerte física está establecida como ley para todos los

seres humanos, pero después de ésta han de levantarse para ser juzgados

(Hebreos 9:27): si murieron haciendo bien se levantarán para vida eterna, si

murieron haciendo mal se levantarían para recibir la muerte segunda (Juan 5:28-29).

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Artículo 6.- El Plan de Salvación

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente al «Plan de Salvación», es que:

a) El Plan de Salvación fue trazado por Dios el Padre como un medio para que el

hombre escape de la pena de muerte pronunciada sobre él.

b) La parte central de este plan es Jesucristo, al cual Dios envió a la tierra para

redimir al hombre de la maldición del pecado.

c) La misión que el Padre dio a su Hijo fue cumplida por éste mediante su vida

impecable sobre la tierra; la cual ofreció en sacrificio, derramando su sangre

preciosa en el tosco madero de la cruz.

d) El Padre aceptó la muerte de su Hijo como pago de nuestra redención,

haciendo posible el perdón de nuestros pecados; por lo cual lo resucitó para

nuestra justificación.

e) Este don de Dios que ofrece vida eterna está dispuesto para cuantos lo

acepten bajo las condiciones que Dios ha establecido.

El Plan de Salvación, una expresión del Amor de Dios

Aunque el Creador y Todopoderoso Dios desde el principio decretó la muerte para

el pecador (Romanos 6:23), a través de sus siervos los profetas también ha

externado su sentir diciendo: «Que no quiero la muerte del que muere, dice el Señor

Jehová, convertíos y viviréis» (Ezequiel 18:32). El Apóstol Pedro hablando del por qué de

la tardanza de la Segunda Venida del Señor dice que ésto se debe a la misericordia que

Dios tiene por nosotros: «El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por

tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno PEREZCA,

sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). El Apóstol Pablo escribe

diciendo: «El cual quiere que todos los hombres sean salvos…» (1 Timoteo 2:4). Siendo

el deseo de Dios que todos los hombres sean salvos y que puedan escapar de la muerte

decretada contra ellos por causa del pecado, formó un plan de salvación, el cual llevaría a

la práctica su Hijo unigénito.

El Hijo de Dios y el Plan de Salvación para el Hombre

Como el hombre no puede redimirse a sí mismo y en manera alguna redimir a su

prójimo (Salmo 49:6-8), Dios envió a su Hijo amado para salvar al mundo (Juan

3:17), dándolo como medio y precio del rescate de nuestras almas: «Porque de tal

manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito para todo aquel que en él

cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

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Cumplimiento de la misión que el Padre encomendó a su Hijo

La misión que el Padre dio a su Hijo fue cumplida por éste, llevando una vida impecable

(1 Pedro 2:22), para ofrecerla en rescate por muchos (Mateo 20:28); de lo cual el Apóstol

Pablo escribió: «El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos, para testimonio

en sus tiempos» (1 Timoteo 2:6). Y así fuimos rescatados con la preciosa sangre de

Cristo, como de un cordero sin mancha ni contaminación (1 Pedro 1:18-19).

La muerte de Cristo fue un dolor inmenso que también

el Padre sufrió por nosotros

Si ciertamente por causa del pecado el hombre fue destituido de la gloria de Dios

(Romanos 3:23), ahora en Cristo Jesús es redimido, siendo justificado

gratuitamente por su gracia (Romanos 3:24). Pues Dios, sabía que la única forma de

rescatarlo era enviando a su Hijo a enseñarnos, aunque esto significara entregarlo a

la muerte ya que éste había sido el fin de otros profetas que envió con anterioridad;

pero pudo más su amor por nosotros (Juan 3:16).

Cristo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero y fuimos sanados por

su herida (1 Pedro 2:24). «Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para

que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:21).

El Pecado y la Salvación

Una verdadera apreciación de la salvación del hombre por Dios, puede ser obtenida

por medio de un análisis de la largura, la anchura y la profundidad del pecado. El

pecado es la transgresión de la ley de Dios (1 Juan 3:4). El pecado es cualquier acto

de maldad (1 Juan 5:17), cualquier cosa que esté destituida de la gloria de Dios

(Romanos 3:23). Se comete pecado con el pensamiento (Proverbios 24:9), con la

actitud (Proverbios 14:21), en palabra (Proverbios 10:19; Santiago 3:2), en hábito

(Romanos 7:20), y en omisión (Santiago 4:17). Pecado es el fracaso de no siempre

amar (Santiago 2:8-9) o de no siempre creer (Romanos 14:23). Pecado, en un

sentido general (Salmo 119:96), puede ser definido como cualquier carencia de

conformidad a la perfección de Jesucristo (1 Pedro 2:21-23; 1 Juan 2:6; Romanos

8:29).

Cuando la magnitud del pecado y la justa condenación de Dios sobre él es

entendida, entonces las buenas nuevas de que la paga del pecado ha sido cubierta

por la muerte de Cristo, pueden ser creídas con apreciación (1 Corintios 15:3). Una

relación de fe con el crucificado y resucitado Salvador y Señor, trae la seguridad del

perdón (Hebreos 10:18, 22) y la imputación de la perfecta justicia a los registrados

que están en los cielos (Romanos 8:1). Este mismo Señor, que justifica a los impíos

(Romanos 4:5) gratuitamente por medio de su sangre (Romanos 5:9), también

Page 16: Creencias Doctrinales c Portada

16

principia la obra de santificación a través de su Espíritu regenerante cuando el

hombre cree primeramente (Tito 3:5-6). Existe una fe falsa que no justifica ni

santifica (Santiago 2:14-26). La fe que verdaderamente acepta la gracia salvadora de

Dios (Efesios 2:10; Gálatas 5:5), produciendo frutos de obediencia y santidad que

incrementan continuamente, aunque en forma desigual e imperfecta hacia el

carácter de Cristo (Efesios 4:13).

De esta manera, la fe salvífica siempre produce buenas obras (Santiago 2:18); pero

las buenas obras nunca producen la salvación (Gálatas 2:16), ni tampoco están

suficientemente libres de pecado para mantenerlas (Gálatas 3:3); aquél que cree

para salvación, se mantiene justo (justificado) continuamente en la familia de Dios,

únicamente a través de la fe en la misericordiosa promesa de Dios (Romanos 1:17).

Este irá a la condenación final, sólo si voluntariamente niega el Evangelio de la

Gracia y el reino de Dios, y si perdura en la incredulidad y rebelión subsecuente

(Colosenses 1:22-23; Hebreos 3:12, 4:11; 1 Corintios 10:12).

Vida Eterna para cuantos acepten el mensaje de Dios

Dios quiere que todos los hombres sean salvos; para ello es necesario que vengan

al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4). Y que crean en aquél que ha hecho

posible nuestra salvación. Por cuanto:

a) Jesús es la puerta de salvación (Juan 10:1, 7, 9).

b) Solamente en Jesús hay salvación (Hechos 4:10-12).

c) En él hay perdón de pecados (Hechos 10:43).

d) Creyendo en él, el hombre pasa a ser hijo de Dios (Juan 1:12).

El don de Dios que ofrece vida eterna está dispuesto para cuantos lo acepten, pues

Dios dio a su Hijo por nosotros (Juan 3:16). La resurrección de Jesús nos da la

seguridad de que el plan de salvación ha sido confirmado en nuestro favor (1

Corintios 15:13-23).

Artículo 7.- Aceptando a Jesucristo

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a aceptar a Jesucristo, es que:

a) Debemos recibirlo como Salvador personal.

b) Creer en él como el medio revelador de la voluntad de Dios.

c) Modelar nuestra vida siguiendo el ejemplo de Cristo, conforme a la Palabra de

Dios.

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17

La necesidad de aceptar que Jesucristo es su único

Salvador personal.

Para asegurar los beneficios del plan de salvación que Dios ha puesto al alcance de

todos los hombres, cada persona tiene que aceptar que Jesucristo es su único y

suficiente Salvador.

El Apóstol Pedro dijo de él: «Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre

debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvados» (Hechos 4:12). El

mismo Señor dijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo

Unigénito para que todo aquél que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna» (Juan

3:16). Y Pablo, el ilustre Apóstol de los gentiles, hablando de la misión que Jesús trajo a

este mundo, escribió: «Palabra fiel y digna de ser recibida de todos; que Cristo Jesús vino

al mundo para salvar a los pecadores…» (1 Timoteo 1:15). Para que esto sea efectivo, el

hombre, al recibir a Jesucristo como su Salvador, tiene que manifestar un sincero

arrepentimiento de la vida pecaminosa que llevó, pues el Señor dijo: «…Porque no he

venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento» (Mateo 9:13). Y una de sus

últimas recomendaciones fue que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la

remisión de pecados en todas las naciones, comenzando en Jerusalem (Lucas 24:47).

Creer en Jesús como el medio Revelador

de la Voluntad de Dios

Aceptar a Jesús implica creer en él como el comunicador de la voluntad de Dios,

pues, si ciertamente Jesús vino a este mundo a buscar y a salvar lo que se había

perdido (Lucas 19:10), ciertísimo es también que antes de morir por el pecado de

todos los hombres predicó la santa voluntad del Eterno. Declarando con gran

énfasis la importancia que tiene el acatar esa voluntad: «No todo el que me dice:

Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; mas el que hiciere la voluntad de mi Padre

que está en los cielos» (Mateo 7:21).

Hebreos 1:1-2 dice que el Señor Jesús es el transmisor de la voluntad de nuestro Padre

Celestial: «Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a

los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual

constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo». Y Jesús, al presentar

su doctrina expresó: «Mi doctrina no es mía sino de aquél que me envió» (Juan 7:16). Y

agregaba: «Porque yo no he hablado de mí mismo, mas el Padre que me envió, él me dio

mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento

es vida eterna; así que, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así hablo» (Juan

12:49-50).

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Modelar nuestra vida siguiendo el ejemplo que Cristo nos dio

Todo el que acepta a Jesucristo como su Salvador personal debe arrepentirse de

todos sus pecados y seguir el lineamiento trazado por la doctrina de Jesucristo que

es la auténtica voluntad de Dios, lo que equivale a «modelar nuestra vida en el

ejemplo que él nos legó». Esto es lo que se conoce como la Conversión, el Nuevo

Nacimiento o regeneración que es el proceso por el cual el convertido recibe

transformación de su antigua vida pecaminosa, viniendo a ser una nueva criatura

en Cristo Jesús. Cuando esto se efectúa, el alma se renueva y desea ardientemente

testificar de Dios, y de aquel que ha hecho posible su salvación. El Apóstol Pablo,

al dirigirse a los corintios, lo hizo con las siguientes palabras. «De modo que si

alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son

hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Para ello, el hombre debe dejar su pasada manera de

vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error, y a renovarse en el

espíritu de su mente, y vestir el nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y

en santidad de verdad (Efesios 4:22-24). Viviendo como dijo Juan: «El que dice que está

en él, debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:6), es decir, llevar una vida semejante a la

de nuestro Señor Jesucristo: «Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo

padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas» (1

Pedro 2:21).

Artículo 8.- El Bautismo

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente al «Bautismo», es que:

a) El bautismo es una institución divina.

b) Es el siguiente paso de la fe, arrepentimiento y la conversión.

c) Simboliza la muerte al pecado y nueva vida en obediencia a Dios.

d) Debe realizarse por inmersión.

El Bautismo: Una institución Divina

La ordenanza del bautismo ha venido directamente de nuestro Señor Jesucristo

como algo imprescindible que deben realizar en su favor los que lo acepten como

su Salvador. El Señor mandó: «Por tanto, id y doctrinad a todos los gentiles,

bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19).

El Bautismo es el siguiente paso después de la Fe, el Arrepentimiento y la Conversión.

Creer en Jesucristo y ser bautizado es el medio para ser salvo (Hechos 18:8), pues creer

significa aceptar, tener fe (Hechos 8:12); mas antes del bautismo, el hombre deberá

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arrepentirse: «Y Pedro les dice: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el

nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo»

(Hechos 2:38); «…arrepentíos y convertíos…» (Hechos 3:19). Es decir:

1) El hombre acepta a Jesús y tiene fe en su sacrificio.

2) Se arrepiente (siente pesar) de la vida pecaminosa que ha llevado.

3) Al bautizarse da testimonio público de su entrega y obediencia a Jesús, pues recibe

el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo.

El Bautismo: Símbolo de Muerte al Pecado y Vida para Dios

El Bautismo es como una sepultura a donde el hombre baja para dejar en ella su

pasada manera de vivir y emerger (resucitar) a nueva vida en Cristo Jesús para

Dios: «¿O no sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos

bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el

bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así

también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si fuimos plantados juntamente

con él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección»

(Romanos 6:3-5); «Así también vosotros, pensad que de cierto estáis muertos al pecado,

mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:11).

Forma de efectuar el Bautismo

El apóstol Pablo dijo: «Un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4:5). De esto

entendemos que el acto del bautismo está limitado a una sola forma. En la Biblia donde

se encuentra la palabra bautismo, ésta ha sido traducida del original griego «Bautizo»,

que significa «ser sumergido» (Diccionario Strong de palabras en el Testamento Griego).

Así que cuando una persona es bautizada, debe ser «sumergida» en el agua. Esta fue la

forma de bautismo practicada por los Apóstoles y utilizada por la Iglesia primitiva. Jesús

se sometió a esta forma de bautismo. La Biblia registra: «Entonces Jesús vino de Galilea

a Juan al Jordán, para ser bautizado de él… después que fue bautizado, subió luego del

agua…» (Mateo 3:13,16a).

Juan sólo practicó el bautismo por inmersión según Juan 3:23: «Y bautizaba también Juan

en Enón junto a Salim, porque había muchas aguas; y venían, y eran bautizados». En el

bautismo del eunuco Etíope se registra lo siguiente: «… descendieron ambos al agua,

Felipe y el Eunuco; y bautizóle» (Hechos 8:38). Y fue necesario que ambos descendieran

al agua, así como cuando Jesús fue bautizado.

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II. ACCION CRISTIANA

Artículo 9.- La Cena del Señor

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a la «La Cena del Señor», es

que:

a) La celebración de la Cena del Señor es una ordenanza dada a la Iglesia como

un memorial de la muerte de Cristo.

b) Su celebración nos recuerda el nuevo pacto sellado con la sangre de

Jesucristo.

c) Debe observarse anualmente al principio del día 14 de Nizán (Abid), primer

mes del calendario hebreo.

d) Debe usarse en este servicio solamente pan sin levadura y el jugo de la vid

(sin fermentar), como emblema del cuerpo de Cristo y de su sangre.

e) Sólo los miembros (bautizados) de la Iglesia de Dios pueden participar de

estos emblemas.

La Cena del Señor: una ordenanza a la Iglesia

El Señor Jesucristo, la noche del día en que fue crucificado, estando con sus

discípulos participando del «cordero pascual», instituyó como memorial de su

muerte lo que más tarde el Apóstol Pablo llamaría «La Cena del Señor» (1 Corintios

11:20). «Y estando ellos comiendo, tomó Jesús pan, y bendiciendo, partió y les dio, y dijo:

Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando el vaso, habiendo hecho gracias, les dio y bebieron

de él todos. Y les dice: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.

De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beberé

nuevo en el reino de Dios» (Marcos 14:22-25). El evangelista Lucas registra las palabras

en las que Jesús da la orden a sus discípulos de que esta ordenanza se hiciera en

memoria de él: «Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió y les dio, diciendo: Esto

es mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de mi» (Lucas 22:19).

El Apóstol Pablo, refiriéndose a la orden dada por el Señor, dice: «Porque yo recibí del

Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado,

tomó pan; Y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que

por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa,

después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced

esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. Porque todas las veces que

comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que

venga» (1 Corintios 11:23-26).

Page 21: Creencias Doctrinales c Portada

21

Su celebración nos recuerda

el Nuevo Pacto sellado con la sangre de Jesús

El antiguo Pacto celebrado entre Dios e Israel, teniendo como base la ley de Dios

escrita en dos tablas de piedras y sellado con sangre de animales (Éxodo 24:1-18),

quedó abolido por el mismo Dios, quien prometió efectuar su nuevo pacto teniendo

como base la ley escrita en los corazones de su pueblo y sellado éste con la

preciosa sangre de Jesucristo (Jeremías 31:31-34; Hebreos 10:14-23). A esto se

refirió Jesús al instituir la memorable Cena diciendo: «…Esto es mi sangre del nuevo

pacto» (Marcos 14:23-24). La Iglesia de Dios en este sagrado acto hace remembranza de

su redención en Jesucristo y de la nueva alianza que ha hecho con Dios.

La celebración de la Cena del Señor, por los creyentes de la Iglesia de Dios, no es para

perdón de los pecados sino para hacer remembranza de nuestra salvación que por la

gracia de Dios hemos adquirido por la fe en Jesucristo y para fortalecer la comunión con

Dios y sustentar nuestra fe. Al conocer a Jesucristo, aceptando y creyendo en él como

único y suficiente Salvador, todos nuestros pecados fueron lavados en su preciosa

sangre; ahora cada creyente debe vivir en santidad durante el año, de tal modo que

pueda acercarse dignamente a la mesa del Señor, pues de no hacerlo así, juicio come y

bebe para sí (1 Corintios 11:27-29).

La Cena del Señor: Una Celebración Anual

El Señor Jesús instituyó el memorial de su muerte la noche en que el pueblo de

Israel celebraba la Pascua, participando del «cordero pascual».

«Y vino el día de los ázimos, en el cual era necesario matar la pascua. Y envió a Pedro y

a Juan, diciendo: Id, aparejadnos la pascua para que comamos… Fueron pues y hallaron

como les había dicho, y aparejaron la pascua. Y como fue hora, sentóse a la mesa y con

él los apóstoles…» (Lucas 22:7, 8, 13, 14; ver Mateo 26:17-20). La Pascua era celebrada

el día 14 del primer mes llamado Abid o Nizán del calendario Hebreo. «En el mes primero,

a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová» (Levítico 23:5). Y hoy

como un memorial de la muerte de Jesús, en acatamiento a su mandato, el pueblo de

Dios participa de esta celebración en la fecha en que Jesús fue entregado, anunciando al

mundo la muerte del Señor (1 Corintios 11:23-26).

Emblema del Cuerpo y la Sangre del Señor

En esta conmemoración debe usarse, conforme a la institución del Señor,

exclusivamente pan sin levadura y el fruto de la vid (jugo de uva sin fermentar),

como emblema de su cuerpo y de su sangre. «Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan

(pan ázimo que se comía en la pascua, Éxodo 12:8), y bendijo, y lo partió, y dio a sus

discípulos, y dijo: Tomad, comed esto es mi cuerpo. Y tomando el vaso, y hechas gracias,

Page 22: Creencias Doctrinales c Portada

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les dio, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es

derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo, que desde ahora no

beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con

vosotros en el Reino de mi Padre» (Mateo 26:26-29).

La Cena del Señor: una Celebración exclusiva de

los creyentes que viven de acuerdo a la voluntad de Dios

La celebración de la Cena del Señor es una participación emblemática del cuerpo y

la sangre del Señor, comparándose a nuestro Señor Jesucristo con la pascua,

«porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros» (1 Corintios 5:7b).

Entendemos que, «las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron

escritas» (Romanos 15:4). De tal manera, que si de la pascua ningún extraño (extranjero)

podía participar de ella (Éxodo 12:43), así ahora, ninguna persona que no viva de acuerdo

a la voluntad de Dios puede participar de la celebración, de la Cena del Señor.

Artículo 10.- El Lavatorio de los Pies

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «Lavatorio de los Pies», es

que:

a) El lavatorio de los pies es una ordenanza dada por Jesús como ejemplo de

humildad.

b) Esta ordenanza debe practicarse en la relación con la Cena del Señor.

El Lavatorio de los Pies: una Ordenanza del Señor

El Lavatorio de los Pies es una ordenanza dada por Jesús para que aprendamos a

ser humildes. «Pues si yo, el Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también

debéis lavar los pies los unos a los otros» (Juan 13:14). Entendemos que este acto fue

instituido por el Señor para que entre los suyos nadie se sienta más grande que los

demás.

Cristo predicó y practicó la humildad, así desea que viva el hombre; él advirtió: «Porque

cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla, será ensalzado» (Lucas

14:11). La humildad es la virtud que el Señor desea que aprendamos de él, siguiendo su

ejemplo; haciendo un resumen de esta santa instrucción para estar al servicio de los

demás y no esperar a que ellos estén a nuestro servicio. El dijo: «Llevad mi yugo sobre

vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso

para vuestras almas» (Mateo 11:29).

Page 23: Creencias Doctrinales c Portada

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El Lavatorio de los Pies en relación con la Cena del Señor

El Lavatorio de los Pies, debe practicarse en relación con la observancia de la Cena

del Señor, aprovechando el momento de comunión especial que el pueblo de Dios

vive al estar recordando la muerte del Señor Jesús.

El registro sagrado nos indica que al participar de la Pascua, el Señor Jesús en

compañía de sus discípulos participa del pan «ázimo», emblema de su cuerpo, y del

«Fruto de la vid», emblema de su sangre, e instituye el lavatorio de los pies. «Y la

Cena acabada, como el diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón

Iscariote, que le entregase» (Juan 13:2). «Levantase de la cena, y quitase su ropa, y

tomando una toalla, ciñose. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de

sus discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido» (Juan 13:4-5). Lo que a

continuación se registra nos da entender la importancia que tiene la práctica del lavatorio

de los pies: «Dícele Pedro: No me lavarás los pies jamás. Respondió Jesús: Si no te

lavare, no tendrás parte conmigo» (Juan 13:6-8).

Pedro se resistía a que el Señor le lavara los pies, pero en cuanto oyó que el que no

participe de este acto, no tendría parte con Jesús, reaccionó de la siguiente manera:

«Díceles Simón Pedro: Señor, no sólo los pies, mas aun las manos y la cabeza. Dícele

Jesús: El que está lavado, no necesita sino que le lave los pies, mas está todo limpio: Y

vosotros limpios estáis, aunque no todos» (Juan 13:9-10).

En seguida Jesús habla del significado de este acto, y deja asentado que éste debe

seguirse practicando entre sus discípulos: «Así que, después que les hubo lavado los

pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, díjoles: ¿Sabéis lo que os he

hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor: Y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el

Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos

a los otros. Por ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también

hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es

mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurado seréis, si las hiciereis»

(Juan 13:12-17).

El consejo respecto a la humildad que debemos tener para someternos a sus ordenanzas

nos lo brinda el Apóstol Santiago al decirnos lo siguiente: «Humillaos delante del Señor, y

él os ensalzará» (Santiago 4:10). Humillarse delante del prójimo al lavarle los pies no es

fácil cuando el orgullo no nos da lugar a que nos guíe el Espíritu de nuestro Dios. Más por

la influencia del Espíritu Santo, lavar los pies de nuestros hermanos es manifestación de

amor a nuestro Dios: «Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es

mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a

Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:20).

Page 24: Creencias Doctrinales c Portada

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Artículo 11.- La Oración

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a la práctica de la oración, es

que:

a) Es el medio que el hombre tiene para comunicarse con Dios.

b) Esta debe hacerse en nombre de Jesucristo.

c) Jesús, como Sumo Pontífice del Pueblo de Dios, penetró los cielos y está a la

diestra del Padre Celestial intercediendo por sus discípulos.

d) La oración debe hacerse con plena certidumbre de fe.

La Oración: medio de Comunicación con Dios

La oración es un don de Dios: «Clama a mí y te responderé…» (Jeremías 33:3), «Velad

y orad, para que no entréis en tentación…» (Mateo 26:41). La oración es el conducto que

el hombre tiene para comunicarse con su Creador: «Oye pues la oración de tu siervo, y de

tu pueblo Israel; cuando oraren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu

habitación, desde los cielos: que oigas y perdones» (1 Reyes 8:30).

Es el medio que el hombre tiene para manifestar delante de Dios sus necesidades y su

gratitud: «Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de

Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias» (Filipenses 4:6). Jesús enseñó

a sus discípulos a orar dirigiendo su plegaria a Dios que está en las alturas de los cielos:

«Vosotros pues, oraréis a sí: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu

nombre» (Mateo 6:9).

El creyente debe orar en nombre de Jesucristo

Jesús indicó a los suyos, que la oración la debían hacer en su nombre: «Y todo lo

que pediréis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el

Hijo. Si algo pidieres en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14:13,14). Orando en el nombre de

Jesús, la oración del cristiano será eficaz y los que verdaderamente buscan a Dios en

oración tendrán cubiertas sus necesidades.

Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidieres al Padre en mi nombre,

os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada

habéis pedido en mi nombre: pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido»

(Juan 16:23-24). ¿Por qué debemos orar a Dios en el nombre de Jesucristo? porque él es

el mediador entre Dios y los hombres: «Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre

Dios y los hombres, Jesucristo Hombre» (1 Timoteo 2:5).

Page 25: Creencias Doctrinales c Portada

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Jesús, Sumo Pontífice, Puente del Pueblo de Dios

«Porque todo pontífice, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los

hombres en lo que a Dios toca, para que ofrezca presentes y sacrificios por los pecados»

(Hebreos 5:1). Tal fue la misión que tuvieron los hombres llamados a este ministerio; y a

semejanza de ellos, pero en forma más efectiva, nuestro Señor Jesucristo fue constituido

nuestro Sumo Pontífice: «Por tanto, teniendo una gran Pontífice, que penetró los cielos,

Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un Pontífice que

no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra

semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:14-15). Hoy, en su nombre podemos acercarnos

a Dios: «Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar

misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). Pues él intercede

por nosotros a la diestra de Dios: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió:

más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también

intercede por nosotros» (Romanos 8:34).

Algunas Recomendaciones sobre la Oración

1.- Debe hacerse obedeciendo a Dios (1 Juan 3:22).

2.- Debe hacerse con corazón lleno de fe (Hebreos 10:22; Santiago 5:17).

3.- Debe ser un hábito diario (1 Tesalonicenses 5:17).

4.- Debe ser persistente, con reverencia, sin desmayar (Lucas 18:1).

5.- La mujer debe cubrir su cabeza al orar (1 Corintios 11:5-6).

6.- Se deben pedir cosas útiles para el desarrollo de la vida espiritual (Santiago

4:3).

7.- Debemos pedir de acuerdo a la voluntad del Señor (1 Juan 5:14).

El Señor no dejó una oración para repetirla continuamente, sino como modelo para

mostrarnos las cosas que podemos y debemos pedir y que él nos dará (Mateo 6:9-

13).

Artículo 12.- La oración por los Enfermos

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a la «Oración por los enfermos»,

es que:

a) Dios oye y contesta las plegarias de fe, tanto individuales como colectivas a favor de

los enfermos.

b) Los enfermos deben llamar a los ancianos de la Iglesia para que oren a Dios y los

unjan con aceite.

Page 26: Creencias Doctrinales c Portada

26

Dios oye y contesta la oración a favor de los enfermos

Dios manifiesta su amor a los hombres, interviniendo a favor de aquellos que le

buscan; el salmista escribió: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio

en las tribulaciones» (Salmo 46:1). Y referente a la enfermedad dice: «El es quien

perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias» (Salmo 103:3).

El Rey Ezechías oró a Dios cuando estaba enfermo; Dios lo sanó y prolongó su vida (2

Reyes 20:1-6). Por la oración del Apóstol Pablo, el padre de Publio fue sano: «Y aconteció

que el padre Publio estaba en cama, enfermo de fiebres y disentería: al cual Pablo entró;

y después de haber orado, le puso las manos encima y sanó» (Hechos 28:8).

La unción con aceite y la oración para sanidad

El don de sanidad lo tuvieron los Apóstoles y lo usaron sanando a muchos

enfermos, al orar por ellos en el nombre de Jesús, puesto que tal poder les dio él

Señor: «Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio potestad contra los espíritus

inmundos, para que los echasen fuera y sanasen toda enfermedad y toda dolencia»

(Mateo 10:1). Jesús dio la siguiente orden: «Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad

muertos, echad fuera demonios: de gracia recibisteis, dad de gracia» (Mateo 10:8). Los

Apóstoles pusieron por obra este don, no sólo en los días en que Jesús estuvo con ellos,

sino después de que el señor ascendió a los cielos: «Y por las manos de los apóstoles

eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo… Tanto que echaban a los

enfermos por la calles y los ponían en camas y lechos... Y aun de las ciudades vecinas

concurrían multitud a Jerusalem, trayendo enfermos y atormentados de espíritus

inmundos; los cuales todos eran curados» (Hechos 5:12, 15, 16). Tan grande era el poder

y don de sanidad que poseyeron los apóstoles, que aun enviando a los enfermos sus

pertenencias, con ellas éstos sanaban: «Y hacía Dios singulares maravillas por manos de

Pablo: De tal manera que aun se llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos

de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían de ellos»

(Hechos 19:11-12).

Aunque no siempre se ejerció con efectividad el don de sanidad, de tal suerte que Pablo

(quien tuvo potestad de enviar los sudarios y pañuelos de su cuerpo a los enfermos y

éstos sanaban) poco tiempo después recomendó a Timoteo lo siguiente: «No bebas de

aquí adelante agua, sino usa un poco de vino por causa del estómago, y de tus continuas

enfermedades» (1 Timoteo 5:23). También da el siguiente informe: «Erasto se quedó en

Corinto: y a Trófimo dejé en Mileto enfermo» (2 Timoteo 4:20). ¿Por qué dejó a Trófimo

enfermo en Mileto? ¿Acaso no quiso sanarlo? ¿Por qué a Timoteo le recomendó el uso

de vino en sustitución del agua por sus enfermedades? ¿Acaso huyó de él el don de

sanidad? No, no huyó de él, sino que no fue la voluntad de Dios sanarles. Santiago

recomienda la oración y la unción con aceite: «¿Está alguno enfermo entre vosotros?

Llame a los ancianos de la Iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del

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Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si estuviere en

pecados le serán perdonados. Confesaos vuestras faltas unos a otros y rogad los unos

por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede

mucho» (Santiago 5:14-16).

Artículo 13.- Los Diez Mandamientos

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a los «Diez Mandamientos», es

que:

a) Los Diez Mandamientos de Dios son la ley básica para la conducta de la

humanidad.

b) Puesto que ninguno de ellos ha sido revocado o cambiado, deben observarse

todavía.

La Ley de los Diez Mandamientos

1.- Muchas personas creen que esta ley fue exclusivamente para Israel, porque al

ser proclamada en el Monte Sinaí, Dios se la dio a Moisés escrita con su

propio dedo en dos tablas de piedra (Éxodo 31:18), como el pacto que

concertó con este pueblo (Deuteronomio 4:13). Pero esta ley es la que desde

los albores de la humanidad fue dada al hombre como la voluntad del eterno.

2.- Los Diez Mandamientos o Decálogo, como comúnmente se conoce, fueron

dados por Dios como norma de conducta para su pueblo. En Éxodo 20:3-17 se

encuentran una lista tal como fueron proclamados en el Monte Sinaí.

MANDAMIENTO PRIMERO: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Entonces Jacob dijo a su familia y a todos

los que con el estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y

mudad vuestros vestidos» (Génesis 35:2).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Entonces Jesús le dice: Vete,

Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás» (Mateo 4:10).

MANDAMIENTO SEGUNDO: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que

esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: No te

inclinarás a ellas, ni las honrarás…» (Éxodo 20:4-5).

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VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Así dieron a Jacob todos los dioses

ajenos que había en poder de ellos (figuras y estatuillas, ídolos), y los zarcillos que

estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina, que estaba junto a

Sichém» (Génesis 35:4).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Siendo pues linaje de Dios, no

hemos de estimar la divinidad ser semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de

artificio o de imaginación de hombres» (Hechos 17:29). «Hijitos guardaos de los ídolos» (1

Juan 5:21).

MANDAMIENTO TERCERO: «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano» (Éxodo

20:7).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Y llamó el nombre de aquel lugar Massah

y Meribah, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo:

¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?» (Éxodo 17:7).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Todos los que están debajo del

yugo de servidumbre, tengan a sus señores por dignos de toda honra, porque no sea

blasfemado el nombre del Señor y la doctrina» (1 Timoteo 6:1).

MANDAMIENTO CUARTO: «Acordarte has del día de reposo, para santificarlo: Seis días

trabajarás y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no

hagas en él obra alguna, tú, ni hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu

extranjero que está dentro de tus puertas…» (Éxodo 20:8-10).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Y acabó Dios en el día séptimo su obra

que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y bendijo Dios al día

séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda su obra que había Dios criado y

hecho» (Génesis 2:2-3).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Y vueltas, aparejaron drogas

aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado conforme al mandamiento» (Lucas 23:56).

MANDAMIENTO QUINTO: «Honra a tu padre y a tu madre…» (Éxodo 20:12).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez

de su padre, y díjole a sus hermanos a la parte de afuera… Y despertó Noé de su vino, y

supo lo que había hecho con él su hijo el más joven: Y dijo: Maldito sea Canaán; siervo de

siervos será a sus hermanos» (Génesis 9:22-25).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Honra a tu padre y a tu madre,

que es el primer mandamiento con promesa…» (Efesios 6:2).

Page 29: Creencias Doctrinales c Portada

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MANDAMIENTO SEXTO: «No matarás» (Éxodo 20:13).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «Y habló Caín a su hermano Abel: y

aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le

mató… Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi iniquidad para ser perdonada» (Génesis

4:8,13).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Porque: No adulterarás; no

matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; no codiciarás; y si hay algún otro

mandamiento, en esta sentencia se comprende sumariamente; Amarás a tu prójimo como

a ti mismo» (Romanos 13:9).

MANDAMIENTO SEPTIMO: «No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA ante del Sinaí: «Y aconteció después de esto, que la mujer

de su señor puso los ojos en José y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso y dijo:… ¿Cómo,

pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios» (Génesis 39:7-9).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Honroso es en todos el

matrimonio, y el lecho sin mancilla; mas a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios»

(Hebreos 13:4).

MANDAMIENTO OCTAVO: «No hurtarás» (Éxodo 20:15).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA ante del Sinaí: «He aquí, el dinero que llevamos en la boca

de nuestros costales, te lo venimos a traer desde la tierra de Canaán; ¿cómo, pues,

habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro?» (Génesis 44:8).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «El que hurtaba no hurte más;

antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de que dar al que

padeciere necesidad» (Efesios 4:28).

MANDAMIENTO NOVENO: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio» (Éxodo

20:16).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA antes del Sinaí: «¿No me dijo él: Mi hermana es: y ella

también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón, y con limpieza en mis manos

he hecho esto... Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿Y

en qué peque yo contra ti, que has traído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado?

Lo que no debiste hacer has hecho conmigo» (Génesis 20:5, 9).

Page 30: Creencias Doctrinales c Portada

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VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «Por lo cual, dejada la mentira,

hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros»

(Efesios 4:25).

MANDAMIENTO DECIMO: «No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer

de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu

prójimo» (Éxodo 20:17).

VIGENCIA Y OBERVANCIA antes del Sinaí: «y vio la mujer que el árbol era bueno para

comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría; y tomó

de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella» (Génesis 3:6).

VIGENCIA Y OBSERVANCIA en el Nuevo Testamento: «¿Qué pues diremos? ¿La Ley es

pecado? En ninguna manera. Empero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque

tampoco conociera la concupiscencia, si la ley no dijera: no codiciarás» (Romanos 7:7).

Vigencia de la Ley en la Actualidad

Nuestro Señor Jesucristo no vino a abrogar (abolir, invalidar) o a cambiar la ley, él

vino a cumplirla sujetándose a ella. El dijo: «No penséis que he venido para abrogar la

ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir» (Mateo 5:17); y agregó:

«Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota (la letra

más pequeña del alfabeto hebreo) ni un tilde (signo ortográfico de figura de coma o

rasguillo; rayita muy delgada que se coloca sobre algunas letras) perecerá de la ley, hasta

que todas las cosas sean hechas» (Mateo 5:18).

Nuestro amor hacia Dios debemos manifestarlo guardando sus mandamientos: «En esto

conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus

mandamientos. Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y

sus mandamientos no son penosos» (1 Juan 5:2-3). Si amamos al Señor, debemos

guardar sus mandamientos (Juan 14:15).

En la observancia de la ley está la seguridad de haber conocido a Dios: «Y en esto

sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos» (1 Juan

2:3). Por la ley es el conocimiento del pecado: «Porque por las obras de la ley ninguna

carne se justificará delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado»

(Romanos 3:20). «Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado

es la transgresión de la ley» (1 Juan 3:4). Razón por la cual debemos vivir de acuerdo a

esa norma de conducta que Dios nos ha dado: «Porque cualquiera que hubiere guardado

toda la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos. Porque el que dijo. No

cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no hubieres cometido

adulterio, pero hubieres matado, ya eres hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así

obrad, como los que habéis de ser juzgados por la ley de libertad» (Santiago 2: 10-12).

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Artículo 14.- El Sábado

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «Sábado», es que:

a) El Cuarto Mandamiento de la ley de Dios nos ordena observar el séptimo día

de la semana, comúnmente llamado Sábado, como Día de Reposo.

b) Se debe observar desde la puesta del Sol del Viernes y concluirse hasta la

puesta del Sol del Sábado.

c) Fue dado como memorial de la creación y es un día que debe usarse para

descanso y adoración a Dios.

El Cuarto Mandamiento ordena observar el Sábado

El Cuarto Mandamiento del Decálogo ordena al pueblo de Dios observar el séptimo

día de la semana llamado sábado (Éxodo 31:15). El mandamiento es: «Acordarte has

del día del reposo para santificarlo» (Éxodo 20:8). Moisés les había hablado: «Esto es lo

que ha dicho Jehová: Mañana es el santo sábado, el reposo de Jehová… En los seis días

lo recogeréis, mas el séptimo día es sábado, en el cual no se hallará… Así el pueblo

reposó el séptimo día» (Éxodo 16:23, 26, 30).

Esta observancia del sábado la hizo Israel antes de recibir la ley en el Monte Sinaí, pues

ya conocía los mandamientos de Dios.

Se debe observar el Sábado como sagrado y santo

El Señor dijo: «seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día será reposo

para Jehová tu Dios: No hagas en él obra alguna, tú, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni

tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas» (Éxodo 20:9-10). Al hombre se

le dan seis días para que haga su obra (se dedique a su trabajo secular) y se le ordena

reposar en el séptimo día para que lo dedique a su Dios.

El Profeta Isaías nos dice cómo se debe observar este día: «Si retrajeres del Sábado tu

pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de

Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus

palabras: Entonces te deleitarás en Jehová…» (Isaías 58:13, 14). El hombre debe

cuidarse de profanar este día: «Bienaventurado el hombre que esto hiciere, y el hijo del

hombre que esto abrazare; que guarda el sábado de profanarlo y que guarda su mano de

hacer todo mal» (Isaías 56:2). Este día debe ser observado desde la puesta del sol del

viernes hasta la puesta del sol del sábado. «Sábado de reposo será a vosotros,… de

tarde a tarde holgaréis vuestro sábado» (Levítico 23:32). Los días, conforme a la Biblia,

comienzan a la puesta del sol y acaban a la siguiente puesta del sol: «Y llamó Dios a la

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luz día, y a las tinieblas llamó noche: y fue la tarde y la mañana un día» (Génesis 1:5). «Y

llamó Dios a la expansión Cielos; y fue la tarde y la mañana el día segundo» (Génesis

1:8). «Y la tarde y la mañana el día tercero» (Génesis 1:13).

El Sábado: memorial de la Creación

Dios, definiendo la causa de la observancia del Sábado, dice: «Porque en seis días

hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el

séptimo día; por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó» (Éxodo 20:11);

quedando así como memorial de la creación: «Y bendijo Dios al día séptimo y santificolo,

porque en él reposó de toda su obra que había Dios criado y hecho» (Génesis 2:3). Este

día fue santificado y bendecido para beneficio del mismo hombre: «También les dijo

(Jesús): El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado.

Así que el Hijo del hombre es Señor aun del sábado» (Marcos 2:27, 28).

El hombre debe santificar este día con su actitud, dejando de obrar en lo material (Éxodo

20:10), dedicándolo para Dios. No haciendo sus caminos, ni buscando su voluntad, no

hablando sus palabras (Isaías 58:13), sino venerándolo, dedicándolo a las cosas

espirituales, glorificando a su Creador. He aquí el ejemplo de Jesús: Jesús acostumbraba

ir a la sinagoga en los sábados (Lucas 4:16). Enseñaba en los sábados (Lucas 4:31).

Después de la muerte de Jesús, sus discípulos guardaron el sábado: «Y vueltas,

aparejaron drogas aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al

mandamiento» (Lucas 23:56).

En los días de Pablo se registra que casi toda la ciudad de Antioquía de Pisidia dejó sus

labores en día de sábado para oír la Palabra de Dios: «Y el sábado siguiente se juntó casi

toda la ciudad para oír la Palabra de Dios» (Hechos 13:42, 44). Y estos no eran judíos,

sino gentiles.

Artículo 15.- Lo Limpio y lo Inmundo

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a la Alimentación, es que:

a) Dios ha dejado recomendaciones sobre la alimentación para su pueblo.

b) El pueblo de Dios usará para su alimento aquellos animales que las Sagradas

Escrituras autorizan.

c) Han de desecharse como alimento los animales no autorizados.

Page 33: Creencias Doctrinales c Portada

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Los animales que se pueden comer

y los que no se pueden comer

Nuestro Creador, el sempiterno Dios, estando al pendiente de su obra, puso

atención en el hombre y de la vida que éste debe llevar; le entregó juntamente, con

otras leyes, la ley sobre los animales que se deben comer y los animales que no se

deben comer. Esta ley está en Levítico capítulo 11 y Deuteronomio capítulo 14.

Es importante hacer la aclaración que, aunque Moisés especificó esta ley, el

hombre desde tiempos remotos ya la conocía. Noé, antes del Diluvio, recibió orden

de seleccionar «los animales limpios» y los «animales inmundos», pues en el Arca

en la cual se salvó junto con su familia, el Señor Jehová le ordenó metiera de siete

en siete macho y hembra; de los animales limpios y de los inmundos dos, macho y

hembra; de las aves de los cielos, de siete en siete, macho y hembra, para guardar

en vida la casta sobre la faz de la tierra (Génesis 7:1-3).

Por esta declaración, entendemos que esta ley de «lo limpio y de lo inmundo» no

fue dada por Moisés al pueblo de Israel, sino por mandato de Dios; Moisés

solamente la especificó a su pueblo: «Y habló Jehová a Moisés y a Aarón diciéndoles:

Hablad a los hijos de Israel, diciendo: Esto son los animales que comeréis de todos los

animales que están sobre la tierra» (Levítico 11:1-2); y enseguida describe cómo los

habían de conocer.

En Deuteronomio 14:2-3, Moisés da la razón de la observancia de esta ley: «Porque eres

pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo

singular de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. Nada abominable

comerás». Aun después de la muerte de Cristo se continuó respetando (Hechos 10:9-14).

Animales autorizados en

la Biblia para alimentación

1.- De entre los cuadrúpedos, se comerán los animales que reúnan estas

características:

a) Que rumien.

b) Que tengan pezuña hendida (Levítico 11:3). Ejemplos: el buey, la oveja, la

cabra, el ciervo, el corzo (gacela o antílope), el búfalo, el cabrío salvaje, el

unicornio (animal de la familia del bisonte), el buey salvaje y la cabra

montes (Deuteronomio 14:4-6).

2.- De los animales que viven en el agua, se comerán los que tengan estas

características:

a) Que tengan escama

b) Que tengan aletas (Levítico 11:9; Deuteronomio 14:9).

Page 34: Creencias Doctrinales c Portada

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3.- Toda ave limpia se podrá comer (Deuteronomio 14:11).

NOTA: Se entiende por ave limpia la que queda excluida de la lista de aves que

se dan por inmundas.

4.- De los reptiles alados que caminan sobre cuatro pies, que tuvieran cuatro

piernas además de sus pies para saltar con ellas sobre la tierra, se comerán:

la langosta, el langostín, el aregol, y el haghab (Levítico 11:21-22).

Animales que deben ser desechados como alimento

1.- De entre los cuadrúpedos, no se deben comer los que no reúnan las

características exigidas (rumiar y pezuña hendida), aunque solamente tengan

una característica. Ejemplo: El camello, rumia pero no tiene pezuña hendida

(Levítico 11:4). El conejo y la liebre, rumian pero no tiene pezuña, tienen garra

(Levítico 11:5-6). El puerco, tiene pezuña hendida pero no rumia (Levítico 11:7;

Deuteronomio 14:8).

2.- De los animales que viven en las aguas que no reúnan las dos características

(escamas y aletas) que deben tener para identificarlos como buenos para

comer, se tendrán por inmundos (Levítico 11:10-12; Deuteronomio 14:10);

además de los varios peces que no reúnen dos características se deben

desechar: los mariscos o moluscos, algunos de ellos son el ostión, caracol,

cangrejo, camarón, langosta, langostín, adulón, pulpo, etc.

3.- De entre las aves, las que no se pueden comer se mencionan por nombre en

Levítico 11:13-19; Deuteronomio 14:12-18.

4.- De entre los reptiles, los alados y que tengan pies, se tendrán por

abominación (Levítico 11:20-23).

5.- Todo reptil que se arrastra sobre la tierra o que anda sobre su pecho se tendrá

en abominación (Levítico 11:41-42).

Ejemplo: La comadreja, el ratón, la rana, el erizo, el lagarto, el caracol, la

babosa, el topo y toda clase de serpientes (Levítico 11:29-30).

6.- Toda cosa mortecina (animal muerto en forma natural o por enfermedad) o

animal que haya sido arrancado de las garras de las fieras, no se comerá, es

inmundo (Levítico 17:15; 22:8; Deuteronomio 14:21).

7.- Animales limpios pero que no hayan muerto ahogados (Hechos 15:20).

8.- No se comerá carne con su sangre (Génesis 9:4).

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Artículo 16.- Las Finanzas de la Iglesia

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a «Las finanzas de la Iglesia», es

que:

a) El plan de Dios para el sostenimiento del trabajo de la Iglesia, es por medio de

la entrega de los diezmos y ofrendas que cada miembro debe dar.

b) El diezmo es la décima parte de las ganancias obtenidas y debe darse como

obligación cristiana.

c) Las ofrendas son contribuciones voluntarias.

El Plan de Dios para

el sostenimiento del trabajo de su Iglesia

Como discípulos de Cristo observamos el plan establecido por Dios para el

sostenimiento de obra, que es la entrega de sus diezmos. Así ni el que gana mucho

da más, ni el que gana poco da menos; sino que con justicia todo miembro de la

Iglesia contribuye a su sostenimiento. Igualmente el Señor invita a su pueblo a que

voluntariamente, además de sus diezmos, ofrenden de su posesión.

El Diezmo, la décima parte de la ganancia,

es consagrado al Señor

Dios nos invita a hacer entrega de nuestros diezmos para cubrir los gastos de su

obra original: «Y todas las décimas de la tierra, así de la simiente de la tierra como del

fruto de los árboles, de Jehová son: es cosa consagrada a Jehová… Y toda décima de

vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, la décima será consagrada a

Jehová» (Levítico 27:30-32).

«Indispensablemente diezmarás todo el producto de su simiente, que rindiere el campo

cada un año» (Deuteronomio 14:22).

Abraham, quien viviera cerca de 500 años antes de Moisés, nos dio el ejemplo al entregar

a Melchisedec, sacerdote del Dios alto, los diezmos: «… dióle Abraham los diezmos de

todo» (Génesis 14:18-20).

Jacob, nieto de Abraham, prometió dar diezmos: «Y esta piedra que he puesto por título,

será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti»

(Génesis 28:22).

Page 36: Creencias Doctrinales c Portada

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El Diezmo: Una obligación Cristiana

Nuestro Señor Jesucristo recomendó seguir obedeciendo el mandamiento que

induce a entregar los diezmos: «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas porque

diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es más grave de la ley, es a

saber, el juicio, la misericordia y la fe: esto era menester hacer y no dejar lo otro» (Mateo

23:23). Mas, ¿para qué es el Diezmo? El diezmo es para el sostenimiento del ministerio:

«Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio»

(1 Corintios 9:14).

Al entregar los diezmos, se adquiere la bendición del Señor: «Traed todos los diezmos al

alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,

si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que

sobreabunde» (Malaquías 3:10).

Mas el no diezmar es una falta a Dios: «¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me

habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias»

(Malaquías 3:8).

Las Ofrendas: Contribución voluntaria

Ofrenda es un don o dádiva. Las ofrendas pueden ser para el sostenimiento de la

Obra de Dios, en nuestra gratitud hacia él por lo que nos da; para alguna obra de

caridad, por misericordia, o como correspondencia de amor y reconocimiento al

trabajo de los pastores (1 Corintios 9:9-11).

Dios ama y bendice al dador alegre. «Cada uno dé como propuso en su corazón; no

con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para

hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las

cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra» (2 Corintios 9:7-8).

Jesús elogió a una viuda que ofrendó para Dios todo lo que tenía (Lucas 21:1-4).

Pablo da testimonio del desprendimiento de los hermanos de macedonia, los cuales en su

profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad cooperando para los pobres (2

Corintios 8:1-4). Y exhorta a que trabajemos obrando con nuestras manos lo que es

bueno para que tengamos que dar al que padeciere necesidad (Efesios 4:28). El apóstol

Santiago nos dice que la ayuda o auxilio al necesitado es una obra que habla de la fe que

tenemos (Santiago 2:14-17).

Al creyente se le instruye para que ayude económicamente a sus pastores, con

reconocimiento a su labor: «Y el que es enseñado en la palabra, comunique en todos los

bienes al que le instruye» (Gálatas 6:6).

Page 37: Creencias Doctrinales c Portada

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Artículo 17.- Matrimonio y Divorcio

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «Matrimonio y al divorcio», es

que:

a) El matrimonio fue instituido por Dios y tuvo por objeto la unión duradera de

ambos cónyuges.

b) Quienes contraen matrimonio después de divorciarse sin la autorización

bíblica comenten adulterio. Igualmente quienes se casan con personas

divorciadas sin autorización bíblica cometen adulterio.

El Matrimonio: Una institución Divina

Dentro de las múltiples explicaciones que Jesús dio, se encuentra la del

matrimonio. Explicó que el matrimonio es de Origen divino y que quienes lo

contraen se unen por toda la vida. «Y él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el

que los hizo al principio macho y hembra los hizo, y dijo: Por tanto, el hombre dejará

padre y madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne? Así que, no son ya más

dos, sino una carne: Por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre» (Mateo 19:4-6).

El apóstol Pablo declara que mientras ambos cónyuges vivan, están ligados a la ley (del

matrimonio): «¿Ignoráis, hermanos, (por que hablo con los que saben la ley) que la ley se

enseñorea del hombre entre tanto que vive? Porque la mujer que está sujeta a marido,

mientras el marido vive está obligada a la ley; mas muerto el marido, libre es de la ley del

marido. Así que, viviendo el marido, se llamará adúltera si fuere de otro varón, mas si su

marido muriere, es libre de la ley, de tal manera que no será adúltera si fuere de otro

marido» (Romanos 7:1-3). Y agrega: «La mujer casada está atada a la ley, mientras vive

su marido; mas si su marido muriere, libre es: cásese con quien quisiere, con tal que sea

en el Señor» (1 Corintios 7:39).

El Matrimonio después del Divorcio

ilícito conduce al adulterio

Quienes contraen matrimonio después de divorciarse sin la autorización bíblica

cometen adulterio. Nuestro Señor dijo: «…Cualquiera que repudiare a su mujer (dejare

o se apartare o se divorciare), y se casare con otra, comete adulterio contra ella: Y si la

mujer repudiare a su marido y se casare con otro, comete adulterio» (Marcos 10:11-12).

Igualmente quienes se casan con personas divorciadas por razones no bíblicas, cometen

adulterio: «Cualquiera que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera: y el que se

casa con la repudiada del marido, adultera» (Lucas 16:18).

Page 38: Creencias Doctrinales c Portada

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La Iglesia y su concepto sobre el Divorcio

Siendo el matrimonio una institución divina (Mateo 19:4-6), Dios no permite el

divorcio entre los miembros de su pueblo (Romanos 7:1-3). La única razón para

aceptar o conceder el divorcio es la fornicación (entiéndase cualquier infidelidad o

inmoralidad sexual). Cuando esto ocurre, el cónyuge ofendido tiene derecho a

solicitar el divorcio ante la respectiva autoridad civil, y la iglesia debe estar de

acuerdo con tal solicitud, quedando dicho hermano facultado para contraer nuevo

matrimonio, si lo deseare. El Señor Jesús dijo: «Y yo os digo que cualquiera que

repudiare a su mujer, si no fuere por causa de fornicación, y se casare con otra, adultera:

y el que se casare con la repudiada, adultera» (Mateo 19:9). Jesús dejó claramente

asentado que la fornicación es la única causa para permitir que las personas se vuelvan a

casar después de haberse divorciado: «Mas yo os digo, que el repudiare a su mujer, fuera

de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada,

comete adulterio» (Mateo 5:32). Fuera de esta excepción bíblica, la Iglesia no reconoce

ninguna razón o motivo para estar de acuerdo con el divorcio. Sin embargo, la Iglesia

acepta como casados a las parejas de divorciados que se hayan unido otra vez en

matrimonio antes de su conversión, con tal que dicha unión haya sido reconocida como

legal por la autoridad civil; es decir, que se le reconoce el divorcio otorgado por la ley civil,

si éste les fue concedido antes de su conversión. La razón de ello es que se considera

que obraron fuera del conocimiento de los preceptos de la doctrina cristiana y al

convertirse al Señor y bautizarse, el Señor perdonó todos sus errores.

Artículo 18.- Mundanalidad

Lo que la Iglesia de Dios cree, y todo miembro de la misma debe proclamar

referente a la Mundanalidad, es que:

a) Dios condena la mundanalidad, que incluye: Lujuria de la carne, lujuria de los

ojos y el orgullo de la vida.

b) Por tanto, el cristiano no debe buscar las cosas mundanales.

c) El cristiano debe llevar una vida ejemplar ante los incrédulos y creyentes.

La Mundanalidad condenada por Dios

Por mundanalidad debemos entender la desmedida atención que el hombre presta a

las cosas del mundo: diversiones, placeres y vicios.

En las Santas Escrituras encontramos la siguiente aseveración: «…¿no sabéis que la

amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo

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del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Santiago 4:4). El apóstol Juan en su primera

carta dice: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama el

mundo, el amor del padre no está en él» (1 Juan 2:15). El hombre que vive en

mundanalidad, lejos de ser amado de Dios, es aborrecido a sus ojos.

Con especialidad la Palabra de Dios se refiere a la lujuria o concupiscencia de la carne y

de los ojos, así como a la soberbia de la vida: «Porque todo lo que hay en el mundo, la

concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es

del Padre, mas es del mundo» (1 Juan 2:16). Amonestándonos en contra de la

concupiscencia (deseo inmoderado de los bienes terrenos y los goces sensuales), lo que

tiene su equivalencia con la «Lujuria», apetito desordenado de los deleites carnales. Por

soberbia de la vida entendemos que se refiere al orgullo desmedido (falta de humildad),

como sentirse superior a otros, ser preferido a otros, magnificencia, suntuosidad o pompa.

Amonestación a no buscar las cosas de la carne

La inspiración divina nos proporciona la siguiente amonestación a través de Pablo:

«Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la

carne: Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si por el espíritu mortificáis

las obras de la carne, viviréis» (Romanos 8:12-13).

Y el apóstol Pedro aconseja: «Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, os

abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma» (1 Pedro 2:11). Si Dios

condena la mundanalidad, advirtiendo al hombre que el que participa de placeres

mundanales se constituye en enemigo de Dios, lógico es pensar que el cristiano debe

abstenerse de ellos y vivir como nuestro Señor Jesucristo lo manifestó al Padre Celestial:

«No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo» (Juan 17:16).

La razón del por qué el cristiano debe abstenerse de las cosas mundanales (lecturas

inmorales, tabernas, juego de azar, salones de baile y bailes particulares, centros

nocturnos, diversiones insanas, obras de teatro y películas obscenas), es porque ahora en

Cristo Jesús es llamado a ser una nueva criatura, a una nueva vida para gloria del

Creador; y es menester que se ubiquen en el lugar al que ha sido trasladado. Pablo dice:

«Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado

Hijo» (Colosenses 1:13). Viviendo en el mundo, pero sin practicar la mundanalidad. «Yo

les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como

tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del

mal» (Juan 17:14-15). Pablo dice: «Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las

cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las

cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:1-2).

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Responsabilidad de llevar una vida ejemplar

El cristiano tiene la responsabilidad de llevar una vida ejemplar delante de los

incrédulos y de los creyentes. Delante de los incrédulos, para que el nombre de

Dios no sea blasfemado; porque al obrar pecaminosamente delante de los hombres,

seremos criticados por vivir desordenadamente: «Porque el nombre de Dios es

blasfemado por causa de vosotros entre los gentiles…» (Romanos 2:24). Pablo

recomienda: «Todos los que están debajo del yugo de servidumbre, tengan a sus señores

por dignos de toda honra, porque no sea blasfemado el nombre del Señor…» (1 Timoteo

6:1).

Delante de los creyentes, para que con nuestro ejemplo sean impulsados a la superación

espiritual: «Ninguno tenga en poco tu juventud; pero sé ejemplo de los fieles en palabra,

en conversación, en caridad, en espíritu, en fe, en limpieza» (1 Timoteo 4:12).

La mejor forma de evangelizar al mundo la encontramos en el consejo amplio que

procede de nuestro Señor Jesucristo, pues él dijo: «Así alumbre vuestra luz delante de los

hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en

los cielos» (Mateo 5:16).

Artículo 19.- Hábitos impuros

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a los «Hábitos impuros», es que:

a) Los hijos de Dios deben abstenerse de todo hábito que sea dañino y que

contamine a su cuerpo.

b) Ninguna práctica o uso de cosa que altere la honestidad, la vergüenza o la

modestia, se encontrará en un cristiano.

Razón de la abstención de hábitos impuros

La razón por la cual el hijo de Dios debe abstenerse de todo hábito impuro y

corrompido, es que Dios lo ha escogido para que su cuerpo sea templo del Espíritu

santo. Pablo expresa: «¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios

mora en vosotros?» (1 Corintios 3:16). Por lo cual Dios pide que su templo sea

conservado en limpieza y santidad, advirtiendo al que lo violare que: «…Dios destruirá al

tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es» (1 Corintios 3:17). Y al

amonestar sobre la corrupción dice: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del

Espíritu santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1

Corintios 6:19).

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Hábitos Impuros

El Apóstol pablo, al darnos una lista de las obras de la carne, menciona que la

práctica de dichas cosas impedirá la entrada al Reino de Dios: «Y manifiestas son las

obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, (homosexualidad)

disolución (en algunas traducciones de la Biblia se encuentra la palabra «lascivia», que es

propensión a los deleites carnales; disolución es relajación de vida y de costumbres),

idolatría, hechicerías (condenándose la práctica y/o consulta de la misma); enemistades,

pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,

banqueteos y cosas semejantes a éstas: de las cuales os denuncio, como ya os he

anunciado, que los que hacen tales cosas, no heredarán el reino de Dios» (Gálatas 5:19-

21).

NOTA: En tiempo del apóstol Pablo no se usaba el tabaco ni las múltiples drogas y

narcóticos que hoy están en uso y que dañan al cuerpo; estas cosas entran en la

lista que el apóstol Pablo dejó al decir: «…Y cosas semejantes a estas».

En Colosenses 3:5-9 se amonesta a aquel que ha aceptado a Jesucristo:

«Amortiguad (haced morir), pues, vuestros miembros que están sobre la tierra:

fornicación, inmundicia, molicie (afición al regalo y la comodidad; también significa

afeminación), mala concupiscencia (en todo lo anterior se amonesta en contra de las

pasiones desordenadas, antinaturales y degradantes), y avaricia, que es idolatría: Por las

cuales cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de rebelión. En las cuales vosotros

también anduvisteis en otro tiempo viviendo en ellas. Más ahora, dejad también vosotros

todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, torpes palabras de vuestra boca. No

mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos».

Vida santa, justa y pía en los hijos de Dios

Siendo los hijos de Dios templo del Espíritu Santo deberán cuidar su cuerpo

(Templo), conservándolo en santidad, libre de toda impureza y práctica de cosa

degradante. Por lo que debe abstenerse del uso de enervantes, alucinógenos o

estimulantes.

Ninguna práctica o uso de cosa que altere la honestidad, la vergüenza o la modestia

debe practicar el cristiano; por el contrario, procurará en su vida consagrar su

cuerpo para que sea morada de Dios en espíritu: «Así que, amados, pues tenemos

tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la

santificación en temor de Dios» (2 Corintios 7:1).

La amonestación que se nos da sobre nuestra manera de vivir, es: «Andemos como de

día, honestamente: no en glotonerías y borracheras, no en lechos y disoluciones, no en

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pendencia y envidias» (Romanos 13:13) «…renunciando a la impiedad y a los deseos

mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente» (Tito 2:12).

El Apóstol Pedro dice: «Porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida

hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando conversábamos en lascivas, en

concupiscencias, en embriagueces, en glotonerías, en banquetes y en abominables

idolatrías» (1 Pedro 4:3).

Pablo concluye: «Porque comprados sois por precio: (el precio de nuestro rescate lo pagó

el Señor muriendo en la cruz) glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro

espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:20).

Artículo 20.- «Lucha Carnal»

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a la «Lucha Carnal», es que:

a) La lucha carnal es repudiada por la doctrina cristiana.

b) El cristiano debe amar a sus enemigos.

c) Por tanto, todo miembro de la Iglesia de Dios (7º. Día) se opondrá

terminantemente a participar en toda lucha carnal.

d) La lucha del cristiano es espiritual.

La Doctrina Cristiana: una Doctrina Pacifista

Se entiende por lucha «carnal» toda clase de pleitos, contiendas, riñas, disputas,

altercados, enemistades, peleas, guerra, etc., que el hombre pueda tener con su

prójimo. El cristiano debe repudiar cualquier forma de lucha carnal, ya que la

doctrina cristiana es de paz.

El escritor a los Hebreos dice «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie

verá al Señor» (Hebreos 12:14). Y nuestro Señor Jesucristo, hablando sobre la diferencia

de accionar entre la dispensación antigua y la presente, indicó: «Oísteis que fue dicho a

los antiguos: ojo por ojo, y diente por diente. Mas yo os digo: No resistáis al mal; antes a

cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra; y al que quisiere

ponerte a pleito y tomarte tu ropa, déjale también la capa» (Mateo 5:38-40). Todo ello

para evitar el pleito y la contienda, la riña, la pelea, etcétera.

La manera de actuar que nos recomienda hacia aquél que ha obrado mal contra nosotros,

es la siguiente: «No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los

hombres. Si se puede hacer, cuanto está en vosotros, tened paz con todos los hombres.

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No os venguéis vosotros mismos, amados míos; antes dad lugar a la ira; porque escrito

está: Mía es la venganza: yo pagaré, dice el Señor» (Romanos 12:17-19).

Los pleitos, las iras, las contiendas, las enemistades, las disensiones, etcétera, son obras

de la carne (Gálatas 5:19-21). Por lo cual el cristiano no debe ser partidario de ellas.

Amemos a nuestros enemigos

El cristiano no debe aborrecer a sus enemigos pues la doctrina que ha aceptado lo

impulsa a amarles, ya que así dijo el Señor: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

(Mateo 22:39).

El Señor Jesucristo, al dar mandamiento sobre amar a nuestros enemigos, dijo: «Mas yo

os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los

que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5:44). También

expuso la razón de este comportamiento: «Para que seáis hijos de vuestro Padre que

está en los cielos; que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos

e injustos. Porque si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿no hacen

lo mismo los publícanos? Y si abrazareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de

más? ¿no hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro

Padre que está en los cielos es perfecto» (Mateo 5:45-48).

Oposición a participar en las luchas carnales

Todo aquél que sigue el lineamiento trazado en la doctrina a la cual ha sido

entregado (Romanos 6:17), no tendrá en su corazón lugar para pleitos, iras,

contiendas, riñas, enemistades, peleas, etcétera; sino que seguirá lo que hace a la

paz (Romanos 14:19), amando a sus enemigos. Quien así viviere será

bienaventurado.

El miembro de la Iglesia de Dios se opondrá terminantemente a participar en toda

lucha carnal, porque ésta le orilla a herir a su prójimo. No debe ser impulsado a

tomar las armas en contra de sus semejantes, porque el mandamiento de Dios es:

«No matarás» (Éxodo 20:13). No debe dejarse arrastrar por el hombre para participar en

luchas carnales, porque entendemos que: «es menester obedecer a Dios antes que a los

hombres» (Hechos 5:29). O que juzgue el mismo hombre si es justo delante de Dios

obedecer a ellos antes que a Dios (Hechos 4:19).

El Señor Jesús no permitió que sus siervos pelearan en guerra ni aun por él porque su

reino no es de este mundo (Juan 18:36). Amonestó con severidad a quien quiso hacerlo,

diciéndole: «Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espada, a espada

perecerán» (Mateo 26:52).

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La Lucha del Cristiano es Espiritual

El cristiano tiene una lucha en la cual participa, pero ésta no es lucha carnal, sino

espiritual: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados,

contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra

malicias espirituales...» (Efesios 6:12). Razón por la cual «…las armas de nuestra milicia

no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Corintios

10:4).

NOTA: En cualquier conflagración en la que nuestro país llegase a tomar parte, como

ciudadanos debemos cooperar en auxiliar a los caídos como una labor humanitaria.

Artículo 21.- Festividades

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a las «Festividades», es que:

a) Las festividades comúnmente conocidas como: Navidad, cuaresma, domingo

como día de reposo, día de muertos, etc., no son instituidas por Dios.

b) Observarlas es mezclar el verdadero culto a Dios con cuya práctica El

condena.

Festividades que no se deben celebrar

La mayor parte del mundo religioso y de la sociedad celebra muchos días a los que

les ha dado carácter religioso y cristiano. Toda persona, antes de celebrar un día

festivo de éstos, debiera analizar y estudiar la razón y el origen de tal

conmemoración para saber si es lícito o no hacerlo.

Gran parte de los días que se festejan como conmemoraciones cristianas tienen su

origen en costumbres paganas que han sido introducidas muy astutamente dando

origen a un falso cristianismo; otros días son celebrados como festivos por error

doctrinal o por ignorar las Escrituras; otros han sido elevados a la categoría de

festividades solamente por sentimentalismo.

El Profeta Jeremías advirtió de parte del Señor a su Pueblo, así: «…No aprendáis el

camino de las gentes…» (Jeremías 10:2). ¿Por qué el hombre festeja el 25 de diciembre

llamándole NAVIDAD? Porque muchos creen que en esa fecha nació nuestro Señor

Jesucristo. Fecha que la Biblia no señala.

¿Por qué conmemora el hombre la Cuaresma? Irineo, Obispo de la Iglesia Católica en

Francia, escribía al Obispo de Roma diciéndole: «La Cuaresma entró en la Iglesia como

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una costumbre por imaginación popular» (Historia de la Iglesia, por Eusebio, Libro 5,

capítulo 24). De modo que celebran la CUARESMA no por ser mandato divino, sino por

profesar un cristianismo adoptado por los Gentiles, pues este periodo de abstención de

cuarenta días ya era observado antes de Jesucristo; y en los días de Jesucristo, por los

gentiles.

¿Por qué observa el hombre el DOMINGO como día de reposo? Por la errónea

consideración que hace de las Escrituras. Idénticamente está la celebración del Domingo

de Ramos, viernes santo, etc. ¿Por qué festeja el hombre los días de muertos? Por la

tradición que del paganismo se ha infiltrado en el cristianismo. Y ésta, como muchas

festividades más han sido fomentadas por los comerciantes, que por beneficio propio

explotan los sentimientos de las gentes, promovidos por doctrinas erróneas: «Porque

todas las gentes han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra

han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido por la potencia de

sus deleites» (Apocalipsis 18:3).

Nuestra Religión: Un verdadero culto a Dios

Pablo, refiriéndose a la forma en que hay que creer, dice: «Empero teniendo el mismo

espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual también hablé: nosotros

también creemos, por lo cual también hablamos» (2 Corintios 4:13). Nosotros como

pueblo de Dios para nuestras celebraciones tenemos base en las Sagradas Escritura.

Nuestro Señor Jesucristo dijo de quienes no adoran en Verdad: «Hipócritas, bien profetizó

de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honran, más su corazón

lejos está de mí. Y en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de

hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradición de los hombres…»

(Marcos 7:6-8).

En la Santa Escritura solamente encontramos dos festividades que deben conmemorarse:

Una semanal y la otra anual. La semanal, es el día de Reposo: el sábado; y la anual, es la

Cena del Señor. Estas son las únicas festividades que la Iglesia de Dios celebra.

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III. ESTUDIO Y ESCRUDRIÑAMIENTO

(Doctrinas que revelan una verdad aprendida)

Artículo 22.- La Iglesia

Lo que la iglesia de Dios cree y proclama referente a «El Nombre de la Iglesia», es

que:

a) Dios ha dispuesto que su pueblo lleve su nombre.

b) El nombre de la Iglesia registrado en la Biblia es «IGLESIA DE DIOS».

El nombre de Dios sobre su Pueblo

Entendemos que no es el hombre el que escoge ser discípulo de Cristo, sino que es

el Señor el que elige a los hombres, pues Jesús dijo: «No me elegisteis vosotros a mí,

mas yo os elegí a vosotros…» (Juan 15:16). Por lo mismo comprendemos que es Dios

quien va eligiendo a los que deben formar parte de su pueblo. Pueblo que es elegido para

llevar el nombre de Dios. «Simón ha contado cómo Dios primero visitó a los Gentiles, para

tomar de ellos pueblo para su nombre» (Hechos 15:14).

El profeta Isaías escribió el sentir del Señor: «Todos los llamados de mi nombre; para

gloria mías los crié, los formé y los hice» (Isaías 43:7). Dios ha dispuesto que su pueblo

sea conocido y llamado por su nombre. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús, al

elevar al Padre una de sus últimas plegarias sobre la tierra, le informaba sobre su acción

entre los hombres, diciéndole: «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo

me diste: tuyos eran, y me los diste, y guardaron tu palabra» (Juan 17:6). Y le suplicaba:

«…a los que me has dado, guárdalos por tu nombre…» (Juan 17:11). Es así como

entendemos que el pueblo de Dios, lleva el nombre del Padre sobre sí» (1 Corintios 8:6).

El nombre Bíblico para la Iglesia

Sabiendo que: Nombre es la palabra o categoría gramatical con que se designan o

dan a conocer las palabras o las cosas, y que Iglesia es la congregación de los

fieles de una religión, en la Biblia encontramos perfectamente definido el nombre

que el Señor puso a su Iglesia.

Antes de la era cristiana, la humanidad estaba clasificada delante de Dios, en dos

grupos: Los judíos o pueblo de Israel y los Gentiles, en los que se agrupaban todas

las demás naciones. Después de Jesucristo, se formó un tercer grupo que surgió

por la actividad del Señor en favor de la salvación de las gentes. El Apóstol Pablo

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da razón de este grupo mencionándolo juntamente con los que ya se conocían:

«Sed sin ofensa a Judíos, y a Gentiles, y a la Iglesia de Dios» (1 Corintios 10:32).

Fue el grupo de cristianos o discípulos de Cristo los que, formando el pueblo de Dios,

llevaron el nombre de «IGLESIA DE DIOS». Iglesia de la cual Pablo da testimonio

diciendo que antes de convertirse al cristianismo, persiguió en gran manera: «Porque ya

habéis oído acerca de mi conducta otro tiempo en el Judaísmo, que perseguía sobre

manera la Iglesia de Dios y la destruía» (Gálatas 1:13). Conducta de la cual se

avergonzaba y por la cual se sentía indigno de llamarse apóstol: «Porque yo soy el más

pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí la

Iglesia de Dios» (1 Corintios 15:9).

Iglesia de Dios es el nombre y no otro, con el cual se conoce al pueblo de Dios o Iglesia

del Señor. Pablo al dirigir sus epístolas pastorales, les da el siguiente tenor: «Pablo,

llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Sóstenes el hermano, a la

Iglesia de Dios que está en Corinto…» (1 Corintios 1:1-2). «Pablo, apóstol de Jesucristo

por la voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto,

juntamente con todos los santos que están por toda la Acaya» (2 Corintios 1:1).

Muchos nombres hermosos y llamativos se le podrían poner a la Iglesia por parte de los

hombres; pero si el mismo Señor nos ha dado el nombre que debe llevar su Iglesia, no

tenemos por qué desecharlo, sino glorificar su santa voluntad: «Y si no fuere tan presto,

para que sepas cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios

vivo, columna y apoyo de la verdad» (1 Timoteo 3:15).

Mas aun, como dijera el apóstol Pablo, ratificando el nombre de la Iglesia, así también

decimos nosotros: «Con todo eso, si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos

tal costumbre, ni las Iglesias de Dios» (1 Corintios 11:16).

NOTA: El agregado (7º. Día) que ponemos al nombre «Iglesia de Dios» es sólo para

distinguirlo de otras denominaciones y evitar confusión.

Artículo 23.- La organización de la Iglesia

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a «La Organización de la Iglesia»

es que:

a) La Iglesia del Señor es un cuerpo debidamente organizado.

b) La organización de la Iglesia, confirmada escrituralmente, es bíblica y

conveniente.

c) La forma de organización de la Iglesia se adapta a las necesidades que ésta

afronte.

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La Iglesia: un Cuerpo debidamente organizado

Siendo nuestro Dios un Dios de orden, ha indicado que todo siga esa regla:

«Empero hágase todo decentemente y con orden» (1 Corintios 14:40). La Iglesia está

comparada con el cuerpo humano: «Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene

muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un

cuerpo, así también Cristo... Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, miembros en parte»

(1 Corintios 12:12, 27).

Así como el cuerpo humano está perfectamente organizado, también lo está la Iglesia:

«pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy

mano, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy

ojo, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde

estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado

los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso» (1 Corintios 12:14-18).

El ejemplo de la organización del cuerpo humano es la base para la organización

escritural de la Iglesia: «Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte. Y a

unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores;

luego facultades; luego dones de sanidades; ayudas, gobernaciones, géneros de

lenguas» (1 Corintios 12:27-28).

La Organización primitiva de la Iglesia

Nuestro Señor Jesucristo, encargado por Dios para edificar su Iglesia, procedió a

organizarla, siendo él mismo la principal piedra del ángulo (Efesios 2:20), y cabeza

de la Iglesia (Efesios 5:23). De entre sus discípulos nombró doce Apóstoles: «Y

como fue de día llamó a sus discípulos y escogió doce de ellos, a los cuales también

llamó apóstoles» (Lucas 6:13). «Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y

vinieron a él. Y estableció doce para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar»

(Marcos 3:13-14).

NOTA: La palabra «apóstol» significa «enviado» y su misión es predicar.

Después de los doce apóstoles, el Señor nombró otros setenta: «Y después de estas

cosas, designó el señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a

toda ciudad y lugar a donde él había de venir» (Lucas 10:1). Estos dos grupos, los Doce

Apóstoles y los Setenta que después nombró el Señor, fueron oficiales que durante el

ministerio de Jesús sobre la tierra tuvieron cargo en la administración del Señor. El Señor

sabía que esos hombres eran y serían insuficientes para la obra: «La mies a la verdad es

mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a

su mies» (Lucas 10:2).

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Una Organización en la Iglesia

adaptable a la época en que se vive

Cuando la iglesia creció, crecieron juntamente con ella las necesidades de una

mejor atención. El apóstol Pablo menciona diferentes clases de ministerios que en

su tiempo existían y aduce que el Señor fue el que los dio: «Y él mismo dio unos,

ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y

doctores; para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del

cuerpo de Cristo» (Efesios 4:11-12). Estas categorías ministeriales fueron nombradas

después del ministerio del Señor. Para las tareas materiales hubo necesidad de que los

apóstoles nombraran de entre los discípulos a hermanos que se encargaran de ello

(Hechos 6:1-7). Y así la organización de la Iglesia se iba modificando según sus

necesidades. Pablo, dando instrucciones a Tito, le dice: «Por esta causa te dejé en Creta,

para que corrigieses lo que falta, y pusieses ancianos por las villas, así como yo te

mandé» (Tito 1:5).

Así como los apóstoles vieron la necesidad de hacer designaciones de oficiales,

reestructurando la organización de la Iglesia, así también la organización de la Iglesia

debe adaptarse a las necesidades del momento, para proporcionar los medios por los

cuales:

1.- El evangelio del Reino de Dios sea proclamado.

2.- Sus reglas y doctrinas pueden establecerse.

3.- Los miembros de la Iglesia de Dios pueden disfrutar de la confraternidad. Mas

siempre se tendrá a Cristo como la cabeza de la Iglesia (Efesios 5:23).

Artículo 24.- La Pre-Existencia de Cristo:

Lo que la Iglesia de Dios cree, y proclama referente a «La Pre-existencia de el Hijo

de Dios», es que:

a) El Hijo de Dios, antes de humanarse, ya existía.

b) Fue engendrado por Dios en la eternidad.

c) Desde el principio ha compartido en plenitud la gloria con el Padre.

d) En la creación del universo, El estuvo presente, y fue el agente principal para

traer a la existencia todas las cosas.

¿Desde cuándo existe el Hijo de Dios?

Encontramos en los evangelios que conforme a las profecías, Jesús, el Hijo de

Dios, nació de una virgen en Betlehem de Judea. Pero el Hijo de Dios, ¿existe sólo

desde que nació de aquella virgen llamada María? ¿O acaso Jesús ya existía antes

de nacer de María?

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Las Escrituras enseñan con toda claridad que nuestro Señor Jesucristo existió

antes de su encarnación. Al nacer de la virgen María solamente se humanó, es

decir, tomó forma humana para ser semejante a nosotros; y en esa condición,

poder ayudar a la humanidad, muriendo por nuestros pecados.

El evangelista Juan, haciendo alusión a la pre-existencia de Jesús, dice: «En el

principio era el Verbo, y el verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio

con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue

hecho» (Juan 1:1-3).

En dichos pasajes, Juan afirma lo siguiente:

1.- El Verbo era desde el principio

2.- El Verbo era con Dios

3.- El Verbo era Dios

4.- El Verbo tomó parte principal como hacedor de todas las cosas. Después, el

mismo Evangelista, declara: «Y aquel El Verbo fue hecho carne, y habitó entre

nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia

y de verdad» (Juan 1:14).

Mas el carácter de la pre-existencia de Cristo no puede tener mejor y mayor expresión,

que la de la gloria original que él mismo pidiera a su Padre al estar concluyendo su misión

entre los hombres: «Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella

gloria que tuve cerca de ti antes que al mundo fuese» (Juan 17:5).

Jesús fue el primogénito (superior, preeminente) de toda criatura: «El cual es la imagen

del Dios invisible, el primogénito de toda criatura». «Y él es antes de todas las cosas, y

por él todas las cosas subsisten» (Colosenses 1:15, 17). Es el principio (origen, fuente,

causa) de la creación de Dios: «… He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el

principio de la creación de Dios» (Apocalipsis 3:14).

Su Gloria y Condición

Desde un principio, disfrutó de la gloria y divinidad de su Padre: «El cual siendo el

resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las

cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados

por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas» (Hebreos 1:3).

Cuando fue enviado a la Tierra, dejó su gloria; pero al estar por retornar al cielo, la volvió

a solicitar de parte de su Padre: «Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con

aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese» (Juan 17:5). Gloria que el

mismo Padre le había entregado y que Jesús deseaba que fuera contemplada y conocida

de los suyos: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén

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51

también conmigo; para que vean mi gloria que me has dado; por cuanto me has amado

desde antes de la constitución del mundo» (Juan 17:24).

Su Participación en la Creación

Jesús tomó parte activa en la creación, siendo el agente principal para traer a la

existencia todas las cosas: «Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo

que es hecho, fue hecho» (Juan 1:3). «Porque por él fueron criadas todas las cosas que

están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean

dominios, sean principados, sean potestades; todo fue criado por él y para él»

(Colosenses 1:16).

Artículo 25.- La Crucifixión y Resurrección de Cristo.

Lo que la Iglesia de Dios cree, y proclama referente a «La Crucifixión y

Resurrección de Cristo», es que:

a) Jesús fue crucificado en el día de la semana comúnmente conocido como

Miércoles (la mitad de la semana).

b) Fue colocado en la tumba justamente antes de ocultarse el sol de aquel día.

c) Resucitó exactamente antes de ocultase el sol del siguiente sábado semanal.

d) Jesús duró en la tumba «Tres días y tres noches» (72 horas), cumpliendo así

la «Profecía Mesiánica» dada a los judíos (Mateo 12:39-40).

Señales de Jesús

Al manifestarse Jesús al pueblo de Israel, a quienes había sido enviado (Mateo

15:24), como el Mesías o prometido (Juan 1:41), los judíos siempre estuvieron

pidiéndole señal (Juan 6:30) para poder creer en él. No obstante que el Señor les

manifestó varias pruebas de que él era el Hijo de Dios (Juan 5:36; 14:11), ellos

permanecieron indiferentes.

Señal Mesiánica

Debido a la incredulidad e insistencia de los judíos por ver «Señal» de parte de

Jesús, el Señor da como «Señal póstuma» lo que llamamos «La Señal Mesiánica»;

pues para confirmarles que él es el verdadero Mesías prometido, el enviado por

Dios como Cristo, les da como señal la profecía del tiempo que duraría en la tumba

después de su muerte. Tres días y tres noches (literales y completos), en

cumplimiento también de la «señal» de Jonás profeta: «Entonces respondieron

algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Y

Page 52: Creencias Doctrinales c Portada

52

él respondió, y les dijo: La generación mala y adulterina demanda señal; mas señal no le

será dada, sino la señal de Jonás profeta. Porque como estuvo Jonás en el vientre de la

ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra,

tres días y tres noches» (Mateo 12:38-40).

Tiempo de la Crucifixión de Jesús

El día de la crucifixión y muerte de Jesús generalmente es confundido por la

expresión que encontramos en Lucas 23:54, la que refiriéndose a este

acontecimiento dice: «Y era día de la víspera de la Pascua; y estaba para rayar el

sábado». Por lo que se piensa que si estaba para «rayar el sábado», entonces ese día

tenía que haber sido viernes. Más el evangelista Juan aclara que ese día que estaba por

llegar, no era un «Sábado común», sino que «era el gran día del sábado» (Juan 19:31).

Sábado que en el pueblo judío se tiene como la más grande de las fiestas, ya que en él

conmemora su liberación de la esclavitud de Egipto, y que por mandato de Dios quedó

como el primero de los «Sábados Ceremoniales» (días festivos) (Éxodo 12:12-17; Levítico

23:6-8).

Conforme la profecía de doble aplicación que nos da el profeta Daniel, Jesús muere a la

mitad de la semana, es decir, el Miércoles: «Y en otra semana confirmará el pacto a

muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda»… (Daniel 9:27).

Profecía de doble aplicación: Demanda profética y literal, por la fuerza de la evidencia.

Esto se confirma al tener la referencia del tiempo exacto de la resurrección de Jesucristo.

Resurrección que aconteció la tarde o fin del día sábado. «Y la víspera (víspera, del latín

víspera, tarde. Una de las divisiones del día romano, que correspondía al crepúsculo de la

tarde) de sábado, que amanece para el primer día de la semana, vino María Magdalena, y

la otra María, a ver el sepulcro… y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis

vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado. No está aquí; porque ha

resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor» (Mateo 28:1, 5). Por

lo que si contamos de la tarde del sábado (tiempo de la resurrección) hacia atrás, se

cumplen perfectamente «los tres días y las tres noches» de la Señal Mesiánica, el

miércoles por la tarde, día en que murió y fue sepultado nuestro Salvador.

Jesús enfatizó el tiempo de su estancia y permanencia en la tumba, y no podemos dudar

de su palabra: «Y comenzó a enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese

mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los

escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días» (Marcos 8:31). Y Jesús murió,

fue sepultado y resucitó conforme lo marcan las Escrituras, no solamente en

acontecimiento, sino en tiempo (1 Corintios 15:1-4).

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53

Artículo 26- Satanás.

Lo que la Iglesia de Dios cree, y proclama referente a «Satanás», es que:

a) Satanás es un ser real, al cual también se conoce con el nombre del Diablo y

otros nombres más.

b) Es el adversario de Dios y su Pueblo.

c) El introdujo el pecado en el mundo; y desde entonces su labor es la de

engañar y hacer caer al hombre en pecado. Por tanto, se nos aconseja

rechazarlo y no darle lugar en ningún momento.

d) Su fin está cerca, pues en la Biblia se nos dice que será destruido juntamente

con sus ángeles en el lago de fuego que es la muerte segunda.

Existencia real de Satanás

Las Santas Escrituras, en su declaración y enseñanza, no dejan lugar a dudas sobre

la existencia de un maligno ser sobrenatural y espiritual que se manifiesta en contra

de la obra de Dios, engañando a los hombres incrédulos y tratando de influenciar a

los creyentes para que obren en contra de la voluntad de Dios: «Y un día vinieron los

hijos de Dios a presentarse delante de Jehová, entre los cuales vino también Satanás. Y

dijo Jehová a Satán: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satán a Jehová dijo: De rodear

la tierra y de andar por ella» (Job 1:6-7). Se le identifica como «La serpiente antigua»

(recordando a quién hizo caer al hombre en el huerto de Edén, Génesis 3:1-15) y se le

llama también Diablo: «Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y

Satanás, y le ató por mil años» (Apocalipsis 20:2).

Nombres que se le dan, mismos que denotan su actividad:

Satanás (Adversario)………………............................................ 2 Corintios 11:14

Diablo (Calumniador)………………........................................... Mateo 4:1

Tentador………………...................................…........................... 1 Tesalonicenses 3:5

Acusador……………..................................................................... Apocalipsis 12:10

Belial (Vileza)…………………....................................................... 2 Corintios 6:15

Beelzebub (príncipe de los demonios)……………................... Mateo 12:24-47

Abaddón (Destruidor-Apollyón-Destructor)…......................... Apocalipsis 9:11

Príncipe de la potestad del aire…………………......................... Efesios 2:2

Dios de este siglo…………………................................................ 2 Corintios 4:4

El Malo………………………........................................................... Mateo 13:19

Maligno……………........................................................................ Efesios 6:16

Serpiente antigua y Gran Dragón………….........…................... Apocalipsis 12:9

Page 54: Creencias Doctrinales c Portada

54

Por estas y muchas declaraciones más que nos brinda la Biblia, no podemos negar

la existencia de Satanás, ni pensar en él como en una cosa abstracta, etérea e

imaginaria, puesto que la Palabra de Dios lo describe como un SER REAL.

El adversario contra el cual hay que estar alerta

Siendo la labor de Satanás, la de engañar y hacer caer al hombre en pecado, se nos

advierte acerca de él: «Sed templados, y velad, porque vuestro adversario el diablo, cual

león rugiente, anda alrededor buscando a quien devore» (1 Pedro 5:8). Se nos aconseja

rechazarlo, resistiendo sus lazos de tentación: «Someteos pues a Dios; resistid al diablo,

y de vosotros huirá» (Santiago 4:7). «Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que

podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo… sobre todo,

tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del

maligno» (Efesios 6:13-16).

Se nos recomienda permanecer alertas, en su forma de actuar y proceder contra

nosotros: «Porque no seamos engañados de Satanás: pues no ignoramos sus

maquinaciones» (2 Corintios 2:11). Por lo tanto, no hay que darle lugar o motivo para

actuar: «Ni deis lugar al diablo» (Efesios 4:27).

El destino de Satanás

El fin de Satanás habrá de llegar, su destino ya está profetizado: «Entonces dirá

también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno

preparado para el diablo y para sus ángeles» (Mateo 25:41).

Satanás será destruido, pues recibirá la muerte segunda o eterna, al ser lanzado al lago

de fuego y azufre… «Y el diablo que los engañaba, fue lanzado al lago de fuego y azufre,

donde está la bestia y el falso profeta: y serán atormentados, día y noche para siempre

jamás» (Apocalipsis 20:10). La expresión «y serán atormentados día y noche para

siempre jamás», lejos de significar «tormento eterno», significa la condición en la que

estarán. Considerándola a la luz de Apocalipsis 20:14, significa «muerte segunda», es

decir, eterna: «Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la

muerte segunda». Expresión repetida y aclarada en Apocalipsis 21:8: «…en el lago

ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda».

Artículo 27.- El Castigo de los Malvados

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «CASTIGO DE LOS

MALVADOS», es que:

Page 55: Creencias Doctrinales c Portada

55

a) Los pecadores tendrán que encararse al juicio de Dios para recibir la muerte

eterna como pago de su maldad y no un tormento eterno.

b) El malvado recibirá como castigo ser lanzado al «LAGO DE FUEGO», que es la

muerte segunda.

c) Los condenados por Dios serán destruidos por fuego, quedando reducidos a

ceniza y será como si nunca hubieran existido.

Muerte y no Tormento Eterno para el Pecador.

Si se acepta como válida la doctrina de que el hombre va a ser atormentado en un

infierno de fuego eternamente, entonces surge la pregunta: ¿A quién se le promete

vida eterna, al justo o al pecador? O ¿Será que a los malos y a los buenos se les va

a conceder vida eterna? Porque para que el hombre pecador sea atormentado por

toda la eternidad, necesita estar consciente de ese tormento; es decir, debería tener

vida eterna para sentir el tormento al que ha sido destinado en la llama del infierno.

Todos deberíamos entender que la vida eterna sólo se promete a los justos, a

aquellos que en el nombre de Cristo se han hecho acreedores a ella. Dios es

contundente en su declaración sobre la sentencia que el pecado ha de recibir: «…el

alma que pecare, esa morirá» (Ezequiel 18:20). Y el Apóstol Pablo afirma: «Porque la

paga del pecado es muerte…» (Romanos 6:23).

Lago de Fuego: Destino para el Malvado

El Señor, en su declaración, usa las siguientes expresiones: «Apartaos de mí,

malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles» (Mateo 25:41). «E irán

estos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna» (Mateo 25:46). El fuego eterno

preparado para el Diablo y para sus ángeles donde el pecador ha de recibir el tormento

eterno, es el lago de fuego a donde también han de ir el Diablo, la Bestia, el falso

profeta, el infierno y la muerte (Apocalipsis 20:10-14); esto es lo mismo que la

muerte SEGUNDA.

Se llama muerte segunda porque existe la primera, pues está escrito: «Y de la

manera que está establecido a los hombres que mueran una vez, y después el juicio»

(Hebreos 9:27); por tanto, la primera muerte es la muerte física por la cual han pasado

todos los que una vez vivieron sobre la tierra y han fallecido; ahora esperan el día del

juicio para ser juzgados y que reciban el pago de sus acciones, ya sean buenas o malas

(2 Corintios 5:10). Si el hombre hizo bien, resucitará para vida eterna; si hizo mal

resucitará para condenación eterna (Juan 5:28-29).

La condenación del malvado consiste en ser lanzado al lago de fuego; que es la muerte

segunda, la muerte eterna. Muerte que ha de recibir todo aquel que no sea digno de la

vida eterna, como está escrito: «Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue

Page 56: Creencias Doctrinales c Portada

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lanzado en el lago de fuego» (Apocalipsis 20:15). Esto será el tormento eterno, la muerte

eterna, lo que Pablo llama eterna perdición (2 Tesalonicenses 1:9). Y Pedro: «…perdición

de los hombres impíos» (2 Pedro 3:7).

Destrucción de los Condenados

Dios tiene decretada la destrucción por medio de fuego como castigo para el

pecador. Está escrito: «Porque si pecaremos voluntariamente después de haber

recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado, sino una

horrenda esperanza de juicio y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios»

(Hebreos 10:26-27).

Muy común es pensar en Dios como el Dios de AMOR y es loable, porque Dios es AMOR

(1 Juan 4:8, 16); pero es menester que tomemos en cuenta que también Dios es fuego

consumidor (Hebreos 12:29), razón por la que se dice: «Horrenda cosa es caer en manos

del Dios vivo» (Hebreos 10:31).

El profeta Malaquías hace la siguiente descripción: «Porque he aquí, viene el día ardiente

como un horno; y todos los soberbios y todos los que hacen maldad, serán estopa; y

aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, el cual no les dejará

ni raíz ni rama» (Malaquías 4:1).

Artículo 28.- El Estado de los Muertos

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «estado de los muertos», es

que:

a) La muerte es la cesación de la vida y no hay conciencia en ella.

b) Al morir, la persona permanecerá en la tumba en ese estado hasta que llegue

el día de su resurrección.

La Muerte: cesación de la Vida

El diccionario define la palabra muerte como: «Cesación definitiva de la vida»

(Pequeño Larousse Ilustrado). La Biblia nos proporciona datos específicos del

estado en que se encuentran los muertos. El predicador escribió: «Porque los que

viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque

su memoria es puesta en olvido. También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya; no

tiene más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol» (Eclesiastés 9:5-6).

De esta declaración se entiende que el que ha muerto, queda en estado de inconsciencia;

todo feneció para él. Ni sabe, ni siente, ni puede participar entre los vivos. El salmista nos

Page 57: Creencias Doctrinales c Portada

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da la siguiente definición del estado de los muertos: «Saldrá su espíritu, tornaráse en su

tierra. En aquel día perecerán sus pensamientos» (Salmo 146:4).

Job escribió: «Sus hijos serán honrados, y él no lo sabrá; o serán humillados y no

entenderá de ellos» (Job 14:21). La muerte es el estado en el cual el hombre queda

inerte, en el silencio: «No alabarán los muertos a Jehová, ni cuantos descienden al

silencio» (Salmo 115:17). Nuestro Señor Jesucristo habló de la muerte comparándola con

el «sueño» (dormir): «Dicho esto, díceles después: Lázaro nuestro amigo duerme; mas

voy a despertarle del sueño. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, salvo

estará. Mas esto decía Jesús de la muerte de él; y ellos pensaron que hablaba del

reposar del sueño. Entonces, pues, Jesús les dijo claramente: Lázaro es muerto» (Juan

11:11-14). Lucas, al escribir en el libro de los Hechos de los Apóstoles sobre la muerte de

Esteban, la define igualmente como sueño: «Y puesto de rodillas, clamó a gran voz:

Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió» (Hechos 7:60).

Los Muertos estarán inconscientes hasta su Resurrección

El hombre al morir queda en la inconsciencia, sus sentimientos y pensamientos

dejan de ser; entra en inactividad, en el silencio; y así ha de permanecer hasta que

venga su resurrección. Nuestro Señor Jesucristo dijo: «No os maravilléis de esto

porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que

hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal, a resurrección de

condenación» (Juan 5:28-29). Del lugar en donde estén los muertos, de allí han de

resucitar. El profeta Isaías en su cántico de alabanza expresó: «Tus muertos vivirán; junto

con mi cuerpo muerto resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! Porque tu

rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos» (Isaías 26:19).

Job espera en la tumba hasta que venga su mutación (transformación): «¡Oh quién me

diera que me escondieses en el sepulcro, que me cubrieras hasta apaciguarse tu ira, que

me pusieses plazo y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los

días de mi edad esperaré, hasta que venga mi mutación» (Job 14:13-14). «Si yo espero,

el sepulcro es mi casa: Haré mi cama en las tinieblas» (Job 17:13). Los hombres santos

del pasado no han recibido recompensa: «¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltará

contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jephté, de David, de Samuel y de todos

los profetas… Y todos estos, aprobados por testimonio de la fe, no recibieron la promesa,

proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen perfeccionados sin

nosotros» (Hebreos 11:32-40).

Page 58: Creencias Doctrinales c Portada

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Artículo 29.- La Resurrección de los Muertos

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a la «Resurrección de los

muertos», es que:

a) Los muertos habrán de resucitar para que sean juzgados conforme a sus

obras.

b) Habrán dos resurrecciones, las que se efectuarán con un intervalo de mil

años.

1.- La primera resurrección se efectuará al venir el Señor Jesucristo por

segunda vez a la tierra. En ella, se levantarán los justos que han de reinar

con Cristo mil años y recibirán la vida eterna (inmortalidad).

2.- La segunda resurrección se efectuará después de mil años del reino de

Cristo; en ella los malos serán resucitados para ser juzgados y

destruidos.

Los Muertos resucitarán para ser juzgados

Conforme a la declaración de la Biblia, creemos que el hombre ha de ser juzgado

después de su muerte: «Y de la manera que está establecido a los hombres que mueran

una vez, y después el juicio» (Hebreos 9:27). Juicio que efectuará nuestro Señor

Jesucristo: «…que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su

reino» (2 Timoteo 4:1).

Por tal motivo creemos que la resurrección de los muertos es una de las doctrinas que la

Iglesia recibió de parte del Señor: «Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo

enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de

Isaac, y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, mas de vivos, porque todos

viven a él» (Lucas 20:37-38).

El divino Maestro declaró la doctrina de la resurrección de los muertos: «No os maravilléis

de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y

los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal, a

resurrección de condenación» (Juan 5:28-29).

El Apóstol Pablo, al comparecer en juicio ante Félix (Gobernador romano de Judea),

expresó su credo, fe y esperanza: «Teniendo esperanza en Dios que ha de haber

resurrección de los muertos, así de justos como de los injustos la cual también ellos

esperan» (Hechos 24:15; Apocalipsis 20:5, 6).

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Las dos Resurrecciones

En los santos dichos de nuestro Dios, encontramos la declaración de que habrá

dos resurrecciones. La primera se efectuará al venir nuestro Señor Jesucristo. En

ella se levantarán los justos: los que durmieron en el Señor, las personas que

recibieron el conocimiento de la verdad y vivieron conforme a ella. En la segunda se

han de levantar todos los que no tuvieron parte en la primera: aquellos que

conociendo a Dios, no vivieron de acuerdo a su palabra; y aquellos que ignorando

parcial o totalmente la Palabra de Dios, condujeron su vida conforme a su muy

particular manera de sentir o de pensar.

La Primera Resurrección

Al venir nuestro Señor Jesucristo tendrá lugar la primera resurrección, tomando en

ella parte solamente aquellos que murieron en el Señor: «Porque el mismo Señor con

aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los

muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16). Los justos que estén

vivos, al venir el señor, serán transformados, recibirán inmortalidad: «He aquí, os digo un

misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados. En un

momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta, porque será tocada la trompeta, y los

muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es

menester que esto corruptible sea vestido de incorruptible, y esto mortal sea vestido de

inmortalidad» (1 Corintios 15:51-53).

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte

no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él

mil años» (Apocalipsis 20:6).

La Segunda Resurrección

La segunda resurrección se efectuará al finalizar el reino del Señor, es decir, mil

años después de la resurrección primera: «Mas los otros muertos no tornaron a vivir

hasta que sean cumplidos mil años…» (Apocalipsis 20:5).

En esta segunda resurrección se han de levantar todos los que no tuvieron parte en la

primera, sólo para ser destruidos.

«Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron

abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por

las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras... Y el que no fue hallado

escrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego» (Apocalipsis 20:12,15).

Page 60: Creencias Doctrinales c Portada

60

NOTA: El lago de fuego es la muerte segunda o destrucción eterna, según el verso

14 y Apocalipsis 21:8.

Artículo 30.- La Profecía y Señales de su Cumplimiento

Lo que la Iglesia de Dios cree respecto a la «Profecía y Señales de su

Cumplimiento» es que:

a) La profecía bíblica fue escrita por hombres santos inspirados por Dios.

b) Jesús, el Hijo de Dios, también anunció muchas profecías, y los evangelistas

las registraron.

c) El objeto de la profecía es respaldar la veracidad de las Escrituras y hacer

entender a los hombres los tiempos en que vivimos con relación a la segunda

venida de Cristo.

La Profecía: escrita por hombres

inspirados por el Espíritu de Dios

Entendemos por profecía la declaración de las cosas que han de acontecer en el

futuro. La profecía ha sido escrita por hombres santos de Dios, inspirados por el

Espíritu Santo: «Porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad

humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo»

(2 Pedro 1:21). David, profeta de Dios (Hechos 2:29-30), declaró lo que todos los profetas

de Dios habían dicho: «El Espíritu de Jehová ha hablado por mí. Y su palabra ha sido en

mi lengua» (2 Samuel 23:2). A través de los profetas, Dios habló a su pueblo: «Dios,

habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por

los profetas» (Hebreos 1:1).

Jesús: Hijo y profeta de Dios

Nuestro Señor Jesucristo no solamente fue enviado de Dios a la tierra para morir

por nuestros pecados, también vino a declarar con amplitud la doctrina del Padre,

la cual está llena de profecía: «Porque yo no hablo de mí mismo; mas el Padre que me

envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar» (Juan

12:49). «…decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo» (Juan

6:14). Así como Dios ha hablado a los hombres a través de sus profetas, también nos

habla a través de su Hijo. «Dios habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras

en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el

Hijo…» (Hebreos 1:1-2). Algunos ejemplos.

Page 61: Creencias Doctrinales c Portada

61

Jesús Profetizó

1.- Del Fin del Mundo Mateo 13:36-43

2.- Del Reino de Dios Mateo 8:10-11

3.- De su Segunda Venida y de

muchas señales acerca de ella Mateo 24:4-26; 32-36

4.- El cerco de Jerusalem Mateo 24:15-22

5.- La Destrucción del Templo Mateo 24:1-2

6.- El Esparcimiento de Israel Lucas 21:20-24

7.- Las Aflicciones de su Iglesia a

través del tiempo Juan 16:14, 33

8.- De los Sellos del Apocalipsis Mateo 24:29;

Apocalipsis 6:1, 12, 14

9.- Del Juicio Final Mateo 10:15, 24-41; 13:40-41.

El Objeto de la Profecía

El objeto de la profecía es: Manifestar la veracidad de la Palabra de Dios. El

contenido de la Biblia está considerado en no menos de un 30% de profecía; esto

es un respaldo para todo fiel creyente, y es la mejor garantía de que es Palabra de

Dios. Es la antorcha de la verdadera Iglesia de Dios (Proverbios 29:18). El hombre,

viendo el cumplimiento de las profecías hasta nuestros días, y convencido por ello,

no tendrá obstáculos para creer y aceptar las cosas que anuncian el fin de todas las

cosas (1 Corintios 14:24-25; Isaías 46:9-10; Números 23:19).

Pedro escribió: «Tenemos también la palabra profética más permanente, a la cual hacéis

bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día

esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones» (2 Pedro 1:19). El

Señor, al dar a conocer las señales que anuncian la cercanía de su advenimiento, dijo: «Y

cuando estas cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque

vuestra redención está cerca. Y díjoles una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles:

Cuando ya brotan, viéndolo, de vosotros mismos entendéis que el verano está ya cerca.

Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, entended que está cerca el

reino de Dios» (Lucas 21:28-31).

Mucho de lo que ocurre en el mundo, en el aspecto religioso, físico y social, es el

cumplimiento de la profecía, y nos indica que la venida de Cristo está cerca. Del aspecto

religioso se dice: «Empero el Espíritu dice manifiestamente que en los venideros tiempos

algunos apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios;

que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia» (1 Timoteo 4:1-

2). Del aspecto social se nos dice: «Esto también sepas, que en los postreros días

vendrán tiempos peligrosos: Que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,

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vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad,

sin efecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno,

traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios; teniendo

apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: Y a éstos evita» (2

Timoteo 3:1-5).

La Profecía llega al hombre de parte de Dios, con el propósito de prevenirlo de cómo

puede evitar su destrucción: «El avisado ve el mal y escóndese; mas los simples pasan, y

reciben el daño» (Proverbios 22:3). «Por tanto, también vosotros estad apercibidos;

porque el Hijo del Hombre ha de venir a la hora que no pensáis» (Mateo 24:44).

Artículo 31.- El Recogimiento o Retorno de Israel

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «Recogimiento o Retorno de

Israel», es que:

a) La Biblia registra la profecía de que Israel será recogido a la tierra antes

conocida como Palestina.

b) Esta profecía está en proceso de cumplimiento y es una señal de que la

Segunda Venida de Cristo está cerca.

Israel esparcido en todos los Pueblos

Desde los días de Moisés, el pueblo de Israel recibió la advertencia de que si no

obedecía a la voz de Dios, sería esparcido por todos los pueblos: «Y será, si no

oyeres la voz de Jehová tu Dios, para cuidar de poner por obra todos sus mandamientos y

sus estatutos, que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti estas maldiciones y te

alcanzarán... Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde el un cabo de la tierra

hasta el otro cabo de ella…» (Deuteronomio 28:15, 64). Israel, a pesar de la advertencia

del Señor (1 Reyes 9:6-9), no vivió de acuerdo a su palabra y la sentencia se cumplió en

el año 722-721 a. C. cuando el pueblo de Israel, ya dividido en dos reinos, el reino del

norte (Israel), fue llevado cautivo a Siria (2 Reyes 17:6, 23). Más tarde, el reino del sur

(Judá) fue llevado cautivo por los babilonios en el periodo de 606-586 a. C.

(2 Crónicas 36:15-29). Cautividad de la que más tarde, parte del pueblo judío regresó a su

tierra (Esdras 1 y 2; Nehemías 1:2). Nuestro Señor Jesucristo anunció el esparcimiento

último y total del pueblo Judío de su tierra, diciendo: «Y caerán a filo de espada, y serán

llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalem será hollada de las gentes, hasta que

los tiempos de las gentes sean cumplidos» (Lucas 21:24).

Page 63: Creencias Doctrinales c Portada

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En el año 70 de nuestra era esto se cumplió, pues los ejércitos romanos comandados por

Tito destruyeron la ciudad de Jerusalem. Los Judíos que lograron escapar fueron

dispersados por todo el mundo (esto es a lo que se llama diáspora). Desde entonces el

pueblo Judío vivió en tierra ajena sufriendo grandes penalidades y vejaciones, pues era

un pueblo sin patria.

Profecía sobre el Recogimiento o retorno de Israel

Los santos hombres de Dios hablaron de su recogimiento de entre los pueblos a

los cuales habían sido llevados. El profeta Amós escribió las palabras del Señor:

«Porque he aquí yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre las

gentes…» (Amós 9:9); luego escribió: «Y tornaré el cautiverio de mi pueblo Israel, y

edificarán ellos las ciudades asoladas y las habitarán… Pues los plantaré en su tierra, y

nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo» (Amós

9:14-15).

También Jeremías escribió las palabras de Jehová: «Por tanto, yo os haré echar de esta

tierra a tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido…» (Jeremías 16:13).

«He aquí yo los vuelvo de tierra del aquilón, y los juntaré de los confines de la tierra... Oíd

palabra de Jehová, oh gentes, y hacedlo saber en las islas que están lejos y decid: El que

esparció a Israel lo juntará y guardará, como pastor a su ganado... Y vendrán, y harán

alabanzas en lo alto de Sión, y correrán al bien de Jehová... He aquí que yo los juntaré de

todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo y saña grande; y los

haré tornar a este lugar, y harélos habitar seguramente» (Jeremías 31:8, 10, 12; 32: 37).

Ezequiel da razón del recogimiento de Israel de parte del Señor: «Por tanto di a la casa de

Israel: Así ha dicho el Señor Jehová: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel sino por

causa de mi santo nombre el cual profanasteis vosotros entre las gentes a donde habéis

llegado... Y yo os juntaré de todas las tierras y os traeré a vuestro país» (Ezequiel 36: 22,

24). «Y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel

entre las gentes a las cuales fueron, y los juntaré de todas partes, y los traeré a su tierra...

Y sabrán las gentes que yo Jehová santificó a Israel, estando mi santuario entre ellos para

siempre» (Ezequiel 37:21-28).

El recogimiento de Israel es señal de la cercanía de la Segunda Venida de Jesús. La

profecía del recogimiento de Israel está en proceso de cumplimiento; las noticias en radio,

prensa y televisión nos lo indican. Israel, desde el 14 de mayo de 1948, ya ha sido

reconocido como país libre, habiendo proclamado su independencia en esa fecha. Y día

con día, y año con año, muchos judíos están volviendo de entre las naciones a su tierra;

señal de que la venida del Señor Jesucristo está cerca (Mateo 24:32-33; Romanos 11:26-

27).

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Artículo 32.- Mensaje del Tercer Ángel

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto al «Mensaje del Tercer Ángel»,

es que:

a) Un mensaje conocido comúnmente como el «MENSAJE DEL TERCER ANGEL»

debe ser predicado y está siendo predicado por la Iglesia de Dios.

b) Este mensaje advierte en contra de la adoración al paganismo.

El mensaje del Tercer Ángel

Mensaje es la comunicación de una noticia, aviso, o informe de una persona a otra.

La palabra ángel, tanto en su procedencia hebrea como en su traducción griega,

significa «mensajero»; éstos pueden ser seres (espíritus) celestiales (Salmo 104:4,

Mateo 22:30), los elementos de la naturaleza como los vientos o los hombres, y

mayormente el Ministerio de la Iglesia (Apocalipsis 1:20; 2:1). El mensaje del Tercer

Ángel es la predicación de advertencia que ha de llegar a todos los hombres de

parte de Dios a través de su Iglesia.

¿Por qué el mensaje de Tercer Ángel?

En Apocalipsis 14:6-10 encontramos la enunciación de tres mensajes dados por

tres ángeles. Creemos que estos tres mensajes deben ser predicados por la Iglesia

para su conocimiento y para conocimiento del mundo. El mensaje del primer ángel

se refiere a la predicación del evangelio para el reclutamiento de almas para el

Reino de los cielos, principiando en la era apostólica: «Y vi otro ángel volar por medio

del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a

toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo en alta voz: Temed a Dios y dadle honra;

porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y

el mar y las fuentes de las aguas» (Apocalipsis 14:6-7). Mensaje que con énfasis fue y

debe ser predicado (Hechos 14:15-16; 17:30-31).

El mensaje del segundo ángel hace referencia a la caída del poder que hostigaba a la

Iglesia, marcando el fin de la persecución que en contra de los santos se levantó en

cumplimiento de la profecía de Daniel 7:24-25 y mencionada en Apocalipsis 12:6,14;

concluyendo la era de terror y persecución del cuerno que habló palabras contra el

Altísimo y quebrantó al pueblo de los santos. El mensaje de referencia es: «Y otro ángel lo

siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad, porque ella ha dado

de beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación» (Apocalipsis 14:8).

Page 65: Creencias Doctrinales c Portada

65

NOTA: La caída de Babilonia hace referencia a la conclusión del tiempo que se le dio para

obrar con poder sobre los santos, y no a la caída o conclusión de este movimiento, pues

si hablase de su caída total, no habría razón para el mensaje del tercer ángel.

El mensaje del tercer ángel es parte de la gran comisión que la Iglesia ha recibido y debe

predicarlo al mundo, advirtiéndole que quien adora a la bestia y a su imagen será

destruido por Dios. El mensaje es: «Y el tercer ángel los siguió, diciendo en voz alta: Si

alguno adora a la bestia o a su imagen, y toma la señal en su frente, o en su mano, éste

beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado puro en el cáliz de su ira, y será

atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del cordero»

(Apocalipsis 14:9-10). La bestia es un movimiento seudo religioso de gran potencia

(según se describe en Apocalipsis 13 y 17), en donde se conjugan las falsas doctrinas

que la humanidad ha tomado como cristianas. La imagen de la bestia, es todo movimiento

religioso que deseando tener una religión cristiana pura y santa, lo único que ha logrado

es mejorar algunos conceptos pero sigue teniendo la mayor parte de esas doctrinas

antibíblicas. Adorar a la bestia o a su Imagen es ser miembro o practicante de las

doctrinas seudo cristianas que el mundo ha tomado como bíblicas, pero que su origen

está en el paganismo o en el error de la interpretación que de la Biblia han hecho los

hombres.

Tomar la señal en la frente es aceptar sus doctrinas; tomar la señal en la mano es

practicar sus doctrinas. La adoración a la bestia y a su imagen es propiciada por las

señales, milagros y prodigios que éstas hacen, pues está escrito que «engañarán si es

posible aun a los escogidos» (Mateo 24:24). La Palabra del Señor, al concluir la visión del

«Mensaje del Tercer Ángel», da a saber la fidelidad que al solo Dios Todopoderoso le

tributan sus hijos: «Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los

mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apocalipsis 14:12).

Artículo 33.- Las Siete Últimas Plagas

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama referente a «Las Siete Plagas», es que:

a) La ira de Dios contra el pecado y los pecadores será consumada con el

derramamiento de siete Plagas Postreras.

b) Estas plagas afectarán principalmente a los que tienen la señal de la Bestia y

que adoran a su imagen.

c) Estas serán derramadas antes y al tiempo de la Segunda Venida de nuestro

Señor Jesucristo.

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La ira de Dios contra el pecado y los pecadores

Dios tiene determinado castigar a los pecadores con terribles plagas, llamadas «Las

Siete Plagas» postreras.

NOTA: Plaga es una calamidad grande que afecta a un pueblo. Estas plagas

representan eventos literales que producen gran tribulación y angustia en el

mundo: «Y vi otra señal en el cielo, grande y admirable, que era siete ángeles que tenían

las siete plagas postreras; porque en ellas es consumada la ira de Dios» (Apocalipsis

15:1).

La ira de Dios está por ser derramada sobre la tierra: «Y oí una gran voz del templo, que

decía a los siete ángeles: Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra»

(Apocalipsis 16:1). Con algo de resentimiento se ha suscitado la siguiente pregunta: ¿Por

qué Dios, que es toda bondad, toda misericordia, todo amor, ha de castigar a los que no

lo obedecen ni lo conocen, con terribles castigos? Jesús enseñó que Dios es nuestro

Padre Celestial, un Padre amoroso que tiene compasión hacia la humanidad y hacia sus

hijos fieles.

Todos admiten que Dios ha sido misericordioso y longánime, y que al mismo tiempo hace

un llamado a sus criaturas para que le obedezcamos; consideramos cuánto nos ha

amado, pues ha entregado a su propio Hijo para nuestra Redención y la del mundo. Su

amor nos ha llevado hacia él, de tal modo que exclamamos: ¡Señor, anhelo hacer tu

voluntad! Su amor y bondad han sido probados. Sin embargo, y a causa de su justicia,

tiene que castigar a los malos y pecadores. Casi en el principio del tiempo, el

Todopoderoso exclamó: «…No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre,

porque ciertamente él es carne…» (Génesis 6:3).

Las siete postreras plagas, como se describen en Apocalipsis 15 y 16, son razones por

las cuales debemos preocuparnos conforme al evangelio para ir al encuentro de nuestro

Dios, y así evitar su ira. Al estudiar el tema de las «Siete Plagas», la ira de Dios y el

castigo de los impíos, pensamos seriamente en nuestra salvación y también en la de los

demás. En Apocalipsis 15 se nos da un cuadro de la preparación del derramamiento de

aquellas copas que los ángeles tenían en sus manos. Estos ángeles estaban vestidos

como los sumos pontífices cuando inquirían delante de Dios. Los antiguos rabinos tenían

el sentir de que «toda plaga que puso Dios sobre los egipcios en tiempo pasado, son las

mismas que pondrán sobre los enemigos de su pueblo en todo los tiempos». Sería

erróneo suponer que estas últimas plagas abarquen un largo periodo de tiempo (varios

años), puesto que aquellos que sufren la quinta plaga, habían sufrido previos juicios

aflictivos (Apocalipsis 16:1-9).

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Descripción de las Siete Plagas Postreras

En Apocalipsis 16 se describen estas plagas, mencionándose sobre quiénes caen,

en qué consiste y los efectos que causarán.

PRIMERA PLAGA: Derramada en la tierra sobre los hombres que tienen la señal de

la «bestia» y sobre los que adoran su imagen. Se menciona como una plaga mala y

dañosa (Apocalipsis 16:2).

SEGUNDA PLAGA: Es derramada sobre el mar, haciendo que éste se convierta en

sangre causando la muerte de todo ser viviente que se encontraba en él

(Apocalipsis 16:3).

TERCER PLAGA: Derramada sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas

haciendo que se convirtieran en sangre, trayendo como consecuencia que los que

derramaron sangre de los santos y de los profetas, bebieran sangre (Apocalipsis

16:4-7).

CUARTA PLAGA: Derramada sobre el sol, aumentando su calor y como

consecuencia quema a los hombres con su gran calor; blasfemando los hombres

del nombre de Dios, pero no se arrepintieron de sus malas obras (Apocalipsis 16:8-

9).

QUINTA PLAGA: Derramada sobre la Silla de la bestia, cubriéndose sus lenguas por

el intenso dolor, blasfemando el nombre de Dios, pero no se arrepintieron de sus

obras (Apocalipsis 16:10-11).

SETA PLAGA: Derramada sobre el río Éufrates, secándose sus aguas y

preparándose el camino para los reyes de oriente. Junto a esta plaga, Juan tiene

otra visión: Tres espíritus inmundos a manera de ranas que salen de la boca del

dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta. Espíritus que hacen

señales a los reyes de la tierra y de todo el mundo para congregarlos para la batalla

de aquel día del Dios Todopoderoso, congregándolos en el lugar llamado

Armagedón (Apocalipsis 16:12-16; Isaías 66:6, 16; Joel 3:9-16).

SEPTIMA PLAGA: Derramada sobre el aire, escuchándose una gran voz del templo

del cielo, del trono diciendo: Hecho es. Habiendo relámpagos y voces y truenos y

un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual no fue jamás desde que los

hombres han estado sobre la tierra. Partiéndose en tres partes la ciudad grande;

cayendo las ciudades de las naciones, viniendo en memoria la grande Babilonia

para que se dé del cáliz del vino del furor de la ira de Dios; desapareciendo las islas

y los montes. Y cayó del cielo sobre los hombres un grande granizo como del peso

de un talento (45 kilos aproximadamente), blasfemando los hombres contra Dios

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por lo grande de esta plaga (Apocalipsis 16:17-21; Ezequiel 38: 18-22; Job 38: 22-

23).

Estas plagas serán derramadas sobre:

1. Los hombres que tienen la señal de la bestia y sobre los que adoran su

imagen.

2. El mar.

3. Los ríos y las fuentes de las aguas.

4. El sol.

5. La Silla de la bestia.

6. El río Éufrates.

7. El aire. Sufriendo los hombre las consecuencias de estas plagas.

Algunas referencias bíblicas nos hacen pensar que las plagas que hubo en Egipto,

son un tipo de «Las Siete Postreras Plagas»: «Y estas cosas les acontecieron en figura

y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado» (1

Corintios 10:11). De modo que si las plagas en Egipto fueron literales (Éxodo 7, 8, 9, 10).

Creemos que las «Siete Postreras Plagas» también lo serán.

Analizando podemos ver que la primera y quinta plaga afectarán a los hombres

identificados por un credo o actitud religiosa. La segunda, tercera y cuarta plagas, serán

derramadas sobre objetos físicos y literales, los que al recibir estas plagas afectarán a la

humanidad. La sexta y séptima plaga afectarán directamente a la humanidad.

Duración de las Siete Plagas

Las plagas en Egipto cubrieron un periodo de varios meses (Éxodo 7, 8, 9, 19, 11).

Creemos que las plagas postreras cubran alrededor de un año: «Por lo cual en un día

vendrán sus plagas, muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor

es fuerte que la juzgará» (Apocalipsis 18:8). Tomando la regla profética de «día por año»

(Ezequiel 4:6; Números 14:34), la expresión «por lo cual en un día vendrán sus plagas»,

creemos que se refiere a un año.

¿Cuándo serán derramadas las Plagas?

Si el tiempo de duración de estas plagas es de un año y la sexta plaga nos advierte

la inminente venida del Señor, y la séptima y última plaga describe los

acontecimientos del Armagedón, podemos ubicar su derramamiento en torno al año

de la Segunda Venida del Señor.

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Protección para el pueblo de Dios

Así como fue protegido Israel de las Plagas en Egipto, así será protegido el Pueblo

de Dios cuando estas plagas sean derramadas: «El que habita al abrigo del Altísimo,

morará bajo la sombra del Omnipotente… No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu

morada» (Salmo 91:1-10). De la consecuencia de las plagas, el pueblo de Dios será

librado. El profeta escribió: «Anda pueblo mío, éntrate en tus aposentos; cierra tras ti tus

puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la ira. Porque he aquí

que Jehová sale de su lugar, para visitar la maldad del morador de la tierra contra él…»

(Isaías 26:20-21). Y se invita a buscar esta protección: «Buscad a Jehová todos los

humildes de la tierra, que pusiste en obra de su juicio; buscad justicia, buscad

mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová» (Sofonías 2:3).

NOTA: Nuestro Señor Jesucristo se hace manifiesto en la SEXTA PLAGA. Es en este

tiempo cuando los santos resucitan y los fieles que están vivos serán transformados. De

esta manera, cuando Jesús lucha contra sus enemigos en el Armagedón (Séptima Plaga),

los santos ya glorificados miran la recompensa de los impíos (Salmo 91:8). ¡Gloria sea

nuestro buen Dios!

Artículo 34.- La Segunda Venida de Cristo

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a la «Segunda Venida de Cristo»,

es que:

a) Jesús vendrá por segunda vez a la tierra conforme a su promesa.

b) Vendrá en forma personal y visible.

c) Su propósito será glorificar a su Iglesia y establecer su Reino.

La promesa de Jesús sobre su Retorno

Jesús prometió a sus discípulos que regresaría, pues dijo: «Habéis oído como yo os

he dicho: Voy y vengo a vosotros» (Juan 14:28). Y ante las multitudes dijo: «Porque el

que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el

Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los

santos ángeles» (Marcos 8:38). Los discípulos, al entender que Jesús les había prometido

volver, le preguntaron sobre cómo podrían conocer los tiempos de su venida; entonces les

dijo: «…Mirad que nadie os engañe». Y continuó dando una serie de señales, entre otras:

Muchos dirán: Yo soy el Cristo. Habría guerras, pestilencias, hambres, terremotos, se

levantarían muchos falsos profetas, se multiplicaría mucho la maldad, habría asolamiento

sobre Jerusalem, etc. (Mateo 14:4-30).

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Jesús vendrá en forma personal y visible

Jesús, después de su muerte y resurrección, ascendió a los cielos y a la vista de

sus discípulos, a los cuales se les dijo que así vendría como lo habían visto ir al

cielo: «y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le recibió y le

quitó de sus ojos. Y estando con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he

aquí dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les

dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido

tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo»

(Hechos 1:9-11).

Jesús ascendió ante la vista de sus discípulos y una nube lo recibió y le quitó de ante sus

ojos. Cuando retorne nuevamente, nosotros esperamos verlo porque será visible a los

que vivan en ese día, así está dicho: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá,

y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre él. Así sea.

Amén» (Apocalipsis 1:7).

Al venir nuestro Señor Jesucristo resucitarán todos sus santos. Jesús dijo que en el

tiempo de su venida enviaría a sus ángeles para que de los cuatro cantones de la tierra

los muertos en él resuciten y sean glorificados y suban al encuentro de su Señor. La

promesa de Jesús sobre su segundo advenimiento, abarca la declaración de que todos

los hombres le verán en su regresó: «Y entonces se mostrará la señal del Hijo del hombre

en el cielo: y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre

que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria» (Mateo 24:30).

Su venida no será silenciosa: «Porque el mismo Señor, con aclamación, con voz de

arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del Cielo…» (1 Tesalonicenses 4:16). Todo

será visible, para que la humanidad no pase desapercibido la hora del regreso del Rey de

Reyes y Señor de Señores: «Entonces habrá señales en el sol y en la luna y en las

estrellas; y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido de la mar y de las

ondas: Secándose los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que

sobrevendrán a la redondez de la tierra: porque las virtudes de los cielos serán

conmovidas. Y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en una nube con potestad

y majestad grande» (Lucas 21:25-27).

Jesús vendrá y establecerá su reino sobre la tierra

El ángel Gabriel notificó a María: «Y he aquí, concebirás en tu seno y parirás un hijo, y

llamarás su nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el

Señor Dios el trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su

reino no habrá fin» (Lucas 1:31-33). Este reino será establecido por el Señor Jesús al

regresar a la tierra. «Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos

ángeles con él, se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él

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todas las gentes…» (Mateo 25:31-32). El que da testimonio de estas cosas dice:

«Ciertamente, vengo en breve. Amén, sea así. Ven, Señor Jesús» (Apocalipsis 22:20).

Artículo 35.- El Reino de Dios

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a «El Reino de Dios», es que:

a) El Reino de Dios fue tema principal de la predicación de Jesucristo.

b) Es la principal predicación de la Iglesia de Dios.

c) El Reino de Dios se divide en tres fases:

1. El Reino de Gracia.

2. El Reino Milenial.

3. El Reino Eternal de Dios.

El Tema Principal de la Predicación de Jesucristo

El evangelista Marcos registra y declara en qué consistía la predicación de

Jesucristo: «Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el

evangelio del Reino de Dios, y diciendo: El tiempo es cumplido, y el Reino de Dios está

cerca: arrepentíos, y creed al evangelio» (Marcos 1:14-15). Anunciar el evangelio (buena

nueva) del Reino de Dios fue la parte central de la predicación de Jesucristo, anunciando

la cercanía de su establecimiento e invitando a prepararse para recibirlo: «Desde

entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, que el Reino de los cielos se

ha acercado» (Mateo 4:17).

NOTA: Reino es el territorio que ocupa un estado que con sus habitantes están sujetos a

un Rey

Divisiones del Reino de Dios

Por la relación que el hombre puede tener con el Reino de Dios, éste, para su

compresión y estudio, se divide en tres fases. Fases que se perciben y se alcanzan

a definir en la consideración de las Escrituras.

1. El Reino de la Gracia.

2. El Reino Milenial de Cristo.

3. El Reino Eternal de Dios.

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El Reino de la Gracia

Entendemos por «Gracia» el favor que hace uno sin estar obligado a ello. También

es el don de Dios que eleva sobrenaturalmente a la criatura racional.

El Reino de la Gracia se inició desde que Cristo Jesús hizo discípulos para que

sirvieran a Dios en la forma en que él los venía instruyendo: «Mas la hora viene, y

ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;

porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que

le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Juan 4:23, 24).

Jesús murió en cruenta cruz, para expiar la iniquidad del hombre, y así habilitarlo para

que sea participante del Reino de Dios. «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de

la gloria de Dios; siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es

en Cristo Jesús» (Romanos 3:23-24). Este favor lo recibe el hombre por «gracia» (favor

inmerecido); quien así lo entienda, recibiendo a Jesucristo como su Salvador, pasa a ser

parte de este Reino de Gracia: «Para que, de la manera que el pecado reinó para muerte,

así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por Jesucristo Señor nuestro»

(Romanos 5:21). A este Reino hemos sido trasladados: «Que nos ha librado de la

potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo» (Colosenses 1:13). El

Reino de la Gracia, existe actualmente al reinar Cristo Jesús en el corazón del creyente;

Reino que durará hasta que el Señor Jesús venga y establezca la segunda fase del

Reino: el Reino Milenial.

El Reino Milenial de Cristo

Cristo establecerá su reino sobre la tierra en su segundo advenimiento y los

redimidos reinarán con él mil años: «Y cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y

todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria» (Mateo

25:31). «Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda

muerte no tiene potestad en éstos, antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo»

(Apocalipsis 20:6), y de sus santos (Daniel 7:27). Este lapso es llamado «La

regeneración» (Mateo 19:28), también «Los tiempos de la restauración de todas las

cosas» (Hechos 3:21). El Señor Jesús reinará hasta que todos sus enemigos sean

dominados, entonces entregará el reino al Padre Celestial (1 Corintios 15:25).

El Reino Eternal de Dios

Después de que el Señor Jesús haya reinado hasta poner a todos sus enemigos

debajo de sus pies, entonces el Reino pasará al poder del Padre Eterno: «Luego el

fin; cuando entregará el Reino a Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y

toda potencia y potestad. Porque es menester que él reine, hasta poner a todos sus

enemigos debajo de sus pies... Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces

Page 73: Creencias Doctrinales c Portada

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también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas... (1 Corintios

15:24-25, 28). Esto ocurrirá cuando tengamos cielos nuevos y tierra nueva en las cuales

more la justicia (2 Pedro 3:13) y Dios será el todo en todos (1 Corintios 15:28).

Artículo 36.- El Reino Milenial de Cristo

Lo que la Iglesia cree y proclama respecto a «El Reino Milenial de Cristo, es que:

a) Cristo reinará literalmente sobre la tierra.

b) El periodo de su reinado será de mil años.

c) Durante su reino pondrá a sus enemigos bajo su dominio.

d) Al finalizar este período Jesús entregará el reino al Padre Celestial.

El reino de Cristo: Literalmente sobre la Tierra

Cuando Jesús cumpla la promesa de venir otra vez a la tierra asentará sus pies en

el monte de las Olivas: «Después saldrá Jehová, y peleará con aquellas gentes, como

peleó el día de la batalla. Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las

Olivas...» (Zacarías 14:3-4). El monte de las Olivas está enfrente de Jerusalem a la parte

de oriente. Será en este tiempo cuando se siente en el trono de su gloria: «Y cuando el

Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se

sentará en el trono de su gloria» (Mateo 25:31). Conforme a la promesa, es en el trono de

David su padre: «Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el Señor

Dios el trono de David su Padre» (Lucas 1:32). En este tiempo los reinos del mundo serán

los reinos de Cristo: «Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y fueron hechas grandes voces

en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser los reinos de nuestro

Señor, y de su Cristo y reinarán para siempre jamás» (Apocalipsis 11:15). El pueblo de

los santos del Altísimo reinará con Cristo: «Y que el reino, y el señorío, y la majestad de

los reinos debajo de todo cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino

es reino eterno y todos los señoríos le servirán y obedecerán» (Daniel 7:27); «Y nos has

hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, reinaremos sobre la tierra» (Apocalipsis

5:10).

Jerusalem será cabecera de los reinos «Y acontecerá en los postreros tiempos, que el

monte (reino) de la casa de Jehová será constituido por cabecera de montes (reinos), y

más alto que los collados, y correrán a él pueblos. Y vendrán muchas gentes, y dirán:

Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y enseñarán en sus

caminos, y andaremos por su veredas: porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalem la

Palabra de Jehová. Y juzgará entre muchos pueblos, y corregirá fuertes gentes hasta muy

lejos: y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces: no alzará

espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra» (Miqueas 4:1-3). Toda la

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tierra tendrá un solo Rey. El gran Señor Jehová de los ejércitos, nuestro Señor Jesucristo.

«Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre»

(Zacarías 14:9).

El Reino del Señor durará mil Años

Las palabras Milenial o milenio no se usan en la Biblia, sino que son la definición que el

diccionario de nuestro idioma da al periodo de MIL AÑOS. El reino de nuestro Señor

Jesucristo durará mil años, de allí que le demos el nombre de el «REINO MILENIAL» o

simplemente Milenio. Comprobemos: a los justos, se les ha hecho la promesa de reinar

con Cristo sobre la tierra (Apocalipsis 5:10), reinando sobre las gentes: «Y al que hubiere

vencido, y hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las gentes; y

las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero, como también

yo he recibido de mi Padre» (Apocalipsis 2:26-27). Reino que durará mil años:

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte

no tiene potestad en estos, antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él

mil años» (Apocalipsis 20:6).

Durante su reino Cristo someterá a sus enemigos

Durante su reino florecerá la justicia y muchedumbre de paz, hasta que no haya

luna (Salmo 72:7). A este periodo se le llama la REGENERACIÓN (Mateo 19:28).

Pedro le llama TIEMPOS DE LA RESTAURACION DE TODAS LAS COSAS (Hechos

3:21). Para todo ello será menester que el mismo Señor someta a todos sus

enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será deshecho será la

muerte (1 Corintios 15:25-26), preparando así la tierra para la siguiente fase del

reino, la ETERNIDAD, cuando el Padre Celestial será el todo en todo.

Artículo 37.- La Nueva Tierra

Lo que la Iglesia de Dios cree y proclama respecto a «El Reino Eternal», es que:

a) Después del Milenio se establece el Reino Eternal de Dios.

b) Es el tiempo de la nueva tierra, donde no habrá adversidad ni límite de tiempo.

c) Al principio del Reino Eternal la nueva Jerusalem descenderá del cielo.

d) Será el tiempo en que Dios habitará con su pueblo siendo visible para él.

Después del Milenio se establece el Reino Eternal de Dios

Nuestro Señor Jesucristo vendrá por segunda vez y entonces establecerá su reino

que durará MIL años (Apocalipsis 20:4-6), en el cual el Señor quitará todo imperio y

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toda potencia y potestad (1 Corintios 15:24). «Porque es menester que el reine hasta

poner a todos sus enemigos debajo de sus pies» (1 Corintios 15:25). Entonces entregará

el reino a Dios el Padre: «Luego el fin (de mil años); cuando entregará el reino a Dios y al

Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad» (1 Corintios

15:24).

Luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará

al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todo (1

Corintios 15:28). Así terminará el Reino Milenial y se iniciará el Reino de la ETERNIDAD.

El tiempo de la Nueva Tierra

El reino Milenial de nuestro Señor Jesucristo será el periodo que se utilizará para

acondicionar a la humanidad para el gran momento en que el reino sea entregado al

Padre Eterno, siendo renovado el cielo y la tierra hecha nueva: «Bien que esperamos

cielos nuevos y tierra nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia» (2

Pedro 3:13).

NOTA: La expresión «cielos nuevos y tierra nueva» significa que al final del milenio, la

tierra y los cielos que son ahora serán purificados con fuego (2 Pedro 3:10-12). Esta será

la nueva tierra donde no habrá adversidad: «Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de

ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las

primeras cosas son pasadas» (Apocalipsis 21:4); «Y no habrá más maldición, sino que el

trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán» (Apocalipsis 22:3).

La Nueva Jerusalem descenderá del Cielo

Al principio del Reino Eternal, cuando ya haya cielo nuevo y tierra nueva, la nueva

Jerusalem descenderá del cielo. «Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva: porque el

primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es» (Apocalipsis 21:1). «Y yo

Juan vi la santa ciudad, Jerusalem nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta

como una esposa ataviada para su marido» (Apocalipsis 21:2). Esto significa que del cielo

de Dios descenderá su propio tabernáculo, para que habite el mismo Dios con los

hombres.

Dios viviendo entre los hombres será visible ante ellos

El tiempo de la nueva tierra y los nuevos cielos será la bendita eternidad cuando la

«Nueva Jerusalem del cielo» haya descendido a la tierra y el mismo Dios habite

entre los hombres y sea visible a ellos: «Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí

el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y el

mismo Dios será su Dios con ellos» (Apocalipsis 21:3). «Y no vi en ella templo; porque el

Señor Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. Y la ciudad no tenía necesidad de

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sol, ni de luna, para que resplandezca en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el

Cordero era su lumbrera» (Apocalipsis 21:22-23).

Será en este tiempo cuando tendrán cumplimiento las palabras de Jesús:

«Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios» (Mateo 5:8). «Y no

habrá maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella y sus siervos le

servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y

no tiene necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol; porque el Señor Dios los

alumbrará; y reinarán para siempre jamás. Y me dijo: Estas palabras son fieles y

verdaderas…» (Apocalipsis 22:3-6).

Y cualquiera que tiene esta esperanza en él se purifica, como él también es limpio. Amén.

CREENCIAS DOCTRINALES COMENTADAS

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