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C O N S O L I D A C I Ó N E S T R U C T U R A L Y R E S T A U R A C I Ó N
D E L T E M P L E T E D E L M U S E O C E R R A L B O ( M A D R I D )
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1. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Como dice Paul Goldberger en su libro POR QUÉ IMPORTA LA ARQUITECTURA: “Todas las construcciones tienen algo que decir sobre la cultura que las construyó, todas las construcciones tienen al menos cierto interés visual y todas las construcciones evocan ciertos sentimientos y emociones”, y la pequeña construcción del Templete en el jardín del Museo Cerralbo es un ejemplo de todo ello, como se irá reconociendo al exponer tanto sus características constructivas como la historia de la época de su construcción y la de los personajes que la hicieron posible.
1.1. La sociedad española en el siglo XIX El cambio de coyuntura política que se produjo en España desde finales del siglo XVIII y durante todo el XIX, en el tránsito del Antiguo Régimen al Régimen Liberal, produjo cambios significativos en la configuración de la sociedad a pesar de que las transformaciones no fueran radicales. Entre ellos fue determinante un ascenso significativo al poder de una nobleza media o “burguesía”, basada en la pujanza de la banca y de las transacciones comerciales, en lugar del atávico liderazgo por patrimonio terrateniente aristocrático, lo que provocó que esta clase social de “nuevos ricos” tomara contacto con otras élites, haciéndose más abierta y cosmopolita, convirtiéndose así, junto con los poderosos militares, en la clase social española más influyente durante este periodo. La alta burguesía comenzó a ennoblecerse y a englobar las filas de la hasta entonces inaccesible aristocracia. Esta transformación en los modos de vida y en las bases económicas de las clases altas fue especialmente significativa en los reinados de Isabel II y Alfonso XII. Durante el reinado de Isabel II,(1833‐1868), la personalidad y vulnerabilidad de la Reina, sin dotes para el gobierno y presionada en todo momento por la Corte, especialmente por su propia madre la reina Mª Cristina de Borbón y por los generales Narváez, Espartero y O'Donnell, impidió que el debido tránsito del Antiguo Régimen a un modelo Liberal, Progresista e Ilustrado culminase satisfactoriamente, por lo que España llegó, al último tercio del siglo XIX, en condiciones claramente desfavorables respecto a otras potencias europeas. La derogación de la “Ley Sálica “por medio de la Pragmática Sanción de 1830, para favorecer el reinado de Isabel II, provocó la insurgencia del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, quien quiso proclamarse rey, apoyado por los grupos absolutistas y antiliberales, los denominados “carlistas” . Este movimiento tradicionalista propugnaba la vuelta al antiguo Régimen y ello llevó a que se produjeran, por disputas en la sucesión de la corona, las denominadas tres “Guerras Carlistas”.
Tras la tercera Guerra Carlista (1872‐1876), promovida por Carlos María de Borbón, nieto de Carlos Maria Isidro, pretendiente a la Corona bajo el nombre de Carlos VII, comienza una estrecha relación política con el aristócrata Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII Marqués de
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Cerralbo (1845‐1922), que le llevará a proclamar en 1888 su adhesión incondicional a don Carlos María y su renuncia a cualquier otra jefatura que no fuese la suya. En ese mismo año será nombrado mayordomo mayor de la Casa de don Carlos y gentilhombre con ejercicio y servidumbre. Ya desde entonces el Marqués de Cerralbo organizará el partido, ejercerá su jefatura y lo sacará de la lucha militar para llevarlo a combatir en las Cámaras Legislativas, Ateneos Culturales y otros centros de todo el país. En 1889 la restructuración del partido era un hecho. A partir de 1890, tras la muerte del joven rey Alfonso XII y en el periodo de la denominada Restauración Borbónica, el Marqués de Cerralbo estuvo al frente del carlismo, reconstruyéndolo como un moderno partido de masas de fuerte ideario tradicionalista, centrado en asambleas locales, llamadas círculos, que llegaron a ser cientos en toda España, lo que llevó al carlismo a una participación activa de oposición al sistema político de la Restauración, aunque esta oposición fuera minoritaria.
1.2. El Marqués de Cerralbo y la creación del Museo El marqués cuyo linaje aristocrático se remontaba al siglo XIII, emparentado con las casas de los Pacheco, Guzmán, Alba, Osuna, Veragua y Medinaceli, nació en Madrid en 1845 y recibió una educación católica y tradicional en las Escuelas Pías de San Fernando, mostrando desde su adolescencia interés por la política pero también sensibilidad por las Bellas Artes y dotes para el dibujo, la pintura y la poesía. Cursó estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central de Madrid y ya desde joven se interesó por la literatura y por el coleccionismo, algo que llevaría a cabo durante el resto de su vida. Heredero de varios títulos nobiliarios y dos veces Grande de España, por lo que fue diputado y senador en las Cortes. A lo largo de su vida también consiguió los nombramientos reales de Caballero de la Orden del Toisón de Oro y del de la Orden del Espíritu Santo. A partir de su matrimonio con doña Inocencia Serrano y Cerver en 1871, viuda de don Antonio del Valle, fallecida en 1896, la recién creada familia con los dos hijos del primer matrimonio de su mujer, don Antonio del Valle y Serrano, I marqués de Villa‐Huerta, y doña Amelia, II marquesa de Villa‐Huerta, empezó a viajar por toda Europa visitando museos y galerías y adquiriendo todo tipo de objetos de arte, llegando a poseer una de las colecciones privadas más importantes de España y una de las más completas de su tiempo. Compaginando sus tareas políticas de la jefatura de las filas carlistas con sus intereses culturales, don Enrique se dedicó también a la investigación histórica y a la arqueología, lo que le llevó a
pagar él mismo más de cien campañas arqueológicas. Comenzará sus trabajos de excavación en 1888 en la necrópolis del vaso campaniforme de Ciempozuelos para continuar con diversas campañas en Soria, Cuenca, Teruel y Guadalajara con la ayuda de Juan Cabré Aguiló, activo colaborador del Marqués y figura predominante en el descubrimiento del arte rupestre en España.
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Patrocinó y dirigió abundantes excavaciones en el alto del Jalón y potenció métodos modernos de documentación, como la fotografía de campo, con resultados publicados en 1909 en “El Alto Jalón, descubrimientos arqueológicos”, una labor que le proporcionó reconocimiento científico nacional e internacional, nombrándolo miembro de las Reales Academias Españolas, de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, el correspondiente del Instituto Imperial de Berlín, de la Pontificia de Roma, miembro honorario de la Sociedad Arqueológica de Burdeos, de la Sociedad de Anticuarios de Londres, de la Academia de Bellas Artes y Letras de Burdeos, etc. Tras su reconocido prestigio en este campo, el Ministro de Instrucción Pública invitó al Marqués a participar en el debate del Senado sobre el proyecto de la Ley de Excavaciones de 1911, cuya promulgación limita la salida del país de objetos artísticos y arqueológicos. De 1913 a 1919 asumió de nuevo la jefatura del partido tradicionalista, esta vez al servicio de Jaime de Borbón, hijo de Carlos Maria de Borbón. Falleció el 27 de agosto de 1922 en su palacete de la calle Ventura Rodríguez, donando todos los hallazgos arqueológicos y paleontológicos al Museo Arqueológico Nacional y al Museo Nacional de Ciencias Naturales. El Marqués de Cerralbo y posteriormente su hijastra la Marquesa de Villa‐Huerta donaron también a la nación española todo el ingente patrimonio artístico que contenía su residencia, fundando el Museo Cerralbo, con el fin de que sus colecciones: “perduren siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte”. El Estado aceptó el legado testamentario por Reales Órdenes de 10 de abril y 24 de septiembre de 1924
1.3. Madrid en la segunda mitad del siglo XIX
A partir de finales de siglo XVIII y durante todo el XIX también tuvo lugar en Madrid un cambio en la estructura residencial y edilicia de la nobleza. Los nuevos gustos de la Monarquía Borbónica comenzaron ya a apreciarse desde el inicio de su reinado con la llegada de Felipe V a España en el año 1700, levantando como ejemplo singular el nuevo Palacio Real en el lugar donde se había erigido el antiguo Alcázar. Esa apertura de mentalidad provocó la vuelta hacia los gustos y tendencias europeas y a que, durante los dos siglos siguientes, se mantuviera la influencia dominante de los modelos de construcción europeos, principalmente franceses e italianos.
La arquitectura fernandina, correspondiente a la elaborada durante el reinado de Fernando VII, es un periodo en el que la Academia ejerce una tiranía estilística cercana a la política absolutista de monarca. El talante abierto del liberalismo, por el contrario, se instala en el reinado de Isabel II. La arquitectura del reinado isabelino se caracterizará por mirar a frentes diferentes a la Academia. Cuando comenzó a llegar el gusto por los palacios de fachada decoradas y grandes jardines, procedente de Francia, influencia del pensamiento ilustrado que pretendía mejorar la calidad de vida a todos los niveles y en todos los ámbitos sociales, no quedo más remedio que buscar grandes solares en la periferia de la ciudad, que permitieran desarrollar el tipo de vivienda que
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la aristocracia demandaba. Se concentraron principalmente en la zona oriental y occidental, coincidiendo con la vecindad del Palacio Real y el del Buen Retiro. Los palacios de Liria, Buenavista, Villahermosa y Osuna son buenos ejemplos de ello.
De los grandes palacios concebidos al modo tradicional y habitados por la antigua nobleza, podríamos señalar los de Villafranca, el de la Alameda de Osuna, o el de Liria, junto a la Puerta de San Bernardo, en el límite de la ciudad. Propios de la “burguesía” o nueva nobleza surgida gracias al dinero, los del marqués de Salamanca en Recoletos y el Palacio de Gaviria, ambos de influencia italiana. Poco más tarde, de influencia francesa, destacó el palacio del duque de Uceda en la plaza de Colón, o el de los Marqueses de Portugalete en la calle Alcalá que se destacaban por sus importantes fachadas y grandes jardines.
Los palacios de finales del XIX, de los que sin duda el de los Marqueses de Cerralbo es un buen ejemplo, mezclaban el lujo tanto interior como exteriormente. Las fachadas clasicistas solían ser de ladrillo y piedra, formando con ello una combinación bicromática. En ellas se podían contemplar elegantes frisos, cornisas y portadas en las que se encajaban los escudos familiares. Además, rodeaba al edificio jardines con fuentes y pequeños estanques, limitados con formidables cerramientos que incluían en muchos casos monumentales puertas de entrada. La mezcla de estilos, la ostentación y el marcado eclecticismo son características innegables de estas construcciones.
Elementos imprescindibles por su carácter de representación, eran también el vestíbulo de entrada y la suntuosa escalera principal, frecuentemente de varios tramos e imperial.
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El lujo interior se reflejaba en ambientes minuciosamente programados, con combinación de elementos de madera, piedra, cristal, dorados y pintura, que muchas veces, fingían otros materiales: espejos, mármoles, tapices, alfombras, cortinas, papeles pintados que cubrían las paredes, pintura mural en los techos, colecciones de cuadros, esculturas, lámparas de cristal, grandes ventanas que daban a los jardines, habitaciones decoradas al gusto mudéjar, grandes Bibliotecas y esplendidos Salones de Baile como los existentes en la residencia del Marqués de Cerralbo. También hay que destacar que a mediados de siglo el urbanismo de la ciudad sufrió una remodelación sustancial. En 1846 el proyecto de “El Ensanche de Madrid”, (conocido también como Plan Castro), realizado con la idea subyacente de acomodar el crecimiento ordenado de la ciudad a una separación de barrios por clases sociales, fue la base del urbanismo madrileño durante los dos siglos venideros.
Los Ensanches, que presenta Carlos María de Castro, dividen la nueva ciudad en grandes barrios, al mismo tiempo que determina numerosas reformas en los barrios existentes. El Plan Castro propone un aumento de casi dos millares de hectáreas al norte y noroeste de la ciudad creando los grandes ejes de desarrollo de la ciudad futura. En definitiva, en 1875 son tres las zonas que destacaban: Chamberí, el barrio de Salamanca y Argüelles, el más aristocrático, entre Princesa y Pintor Rosales, zona en la que la Casa Real y su administrador de bienes Martin de los Heros, promovieron la urbanización de la Montaña de Príncipe Pío, cercana al Palacio Real, donde construyen su residencia los Marqueses de Cerralbo, en terrenos que pertenecieron anteriormente del Duque de Fernán‐Nuñez.
Plano de situación y emplazamiento.
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1.4. El edificio del Museo
El Palacete, sede del actual Museo Cerralbo, se construyó como residencia donde disponer las colecciones de arte y antigüedades que sus propietarios habían reunido a lo largo de su vida. El edificio se proyectó más como galería visitable que como domicilio, con amplios salones para las colecciones más relevantes y espacios más reducidos para la vida cotidiana. Se sitúa en el recién creado barrio de Argüelles, en un solar de 1.716 m², con fachada a las calles Ferraz y Ventura Rodríguez y dispone, hasta la calle Juan Álvarez de Mendizábal, de un pequeño jardín delantero que sigue, aún en su reducida dimensión, modelos del paisajismo romántico con un estanque rodeado de numerosas estatuas y cuyo cierre es una verja sobre un zócalo de piedra y ladrillo. En el chaflán de ambas calles y como parte integrante del jardín se dispuso el pequeño pabellón auxiliar denominado “El Templete”. Los arquitectos de la edificación, Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra, trabajaron sucesivamente desde 1883, siguiendo las estrictas directrices del marqués de Cerralbo, hasta el fin de los trabajos en 1893. Si bien el estilo arquitectónico de la fachada se integra dentro de las corrientes neo‐clasicistas de la época, el diseño y decoración interior del palacio deja constancia de las preferencias del marqués por un estilo predominantemente romántico y ecléctico, en el que se mezclan elementos decorativos de influencia francesa e italianizante. Las fachadas del núcleo principal alternan ladrillo y piedra. Cada una de las fachadas está dividida en tres cuerpos articulados por pilastras y con tres torreones en sus esquinas y un pequeño torreón en la fachada de acceso, con el escudo de la familia en su frente. Inicialmente ─según el alzado del proyecto de Alejandro Sureda de 1884, que se conserva en el
Archivo de Villa, y según corroboran las fotografías antiguas los torreones estaban rematados por azoteas y balaustradas y los cuerpos centrales, de la planta de buhardillas, con cubiertas inclinadas y balaustradas. El recercado de vanos, alternando frontones curvos y triangulares, rememora cierto manierismo italiano.
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El remate de los torreones fue modificado posteriormente, en 1963‐64, con el proyecto de Fernando Chueca Goitia, con transformación de sus vanos y con la introducción de inclinadas cubiertas de pizarra de acusada pendiente que modificaron sustancialmente la imagen del edificio original.
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En la pequeña ala adosada y estrecha fachada a la calle Juan Álvarez de Mendizábal, que pasó a ser utilizada como Sala de Verano, se dispuso un torreón al que también se le incorporó una cubierta inclinada rematada de pizarra.
En el año 1948 se construyó ocupando parte del jardín y con fachada a la calle Juan Álvarez de Mendizábal un pabellón de Dirección con proyecto de Guillermo Diz Flores.
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La distribución interior del edificio principal, articulada por la bella escalera central, cuya balaustrada de hierro forjado procedía del Palacio‐ Monasterio de la Salesas Reales que fundó Dª Bárbara de Braganza, cuenta con un patio central y estancias distribuidas en cuatro plantas: semisótano, entresuelo, piso principal y buhardillas. El entresuelo estaba destinado a la vida cotidiana de los marqueses. El principal era el dedicado a su ajetreada vida social y albergaba las importantes obras de arte en sus diversos salones entre los que destacaba el “Salón de Baile “y la “Biblioteca” como piezas más relevantes. El semisótano y las buhardillas estaban dedicados a servicios, alojando cocinas, despensas, cocheras, cuadras, calderas o cuartos de los criados. El primer director del recién donado Museo Cerralbo fue su amigo y colaborador Juan Cabré Aguiló, designado por el propio marqués, que realizó un minucioso inventario de los objetos del piso principal con una descripción de todas sus salas, una labor que continuó con el entresuelo tras la muerte de su heredera la marquesa de Villa‐Huerta en 1927. Dicho inventario figura en el “Boletín de la Sociedad Española de Excursiones “nº 36, Junio de 1928 (pág. 96‐122) Al final de la guerra fue el propio Cabré quien comenzó a devolver las piezas trasladadas durante la contienda a su lugar exacto, una labor delicada y dificultosa, que solo podía hacerse a partir de los inventarios. Pero en noviembre de 1939 fue apartado de la dirección, cuando la recuperación todavía no era definitiva, con muchas de sus estancias todavía vacías. Con el cese de María Córdova y Bravo quien dirigió el Museo entre 1939 y 1941, el Patronato y la Fundación del Museo eligieron en 1942 a Consuelo Sanz‐Pastor Fernández de Piérola para dirigirlo; esta directora se mantuvo más de cuarenta años en activo. En 1940 tras los desperfectos sufridos en el Templete por el impacto de un obús, el arquitecto Manuel Martinez Chumillas redactó un proyecto de “Obras de demolición parcial y reconstrucción del Templete”, del que se conserva la Memoria, fechada en octubre de 1940, y algún otro documento de comunicaciones con el Patronato del Museo. En 1944 tras realizar los primeros trabajos de restauración en el edificio y completar la compra del inmueble que todavía estaba en manos de los sucesores, se realizaron obras de adaptación de las instalaciones que fueron abiertas al público como Museo en 1948. En el año 1948 y para cumplir lo estipulado en el testamento de la Marquesa de Villa‐Huerta, se edificó finalmente el pabellón auxiliar para la dirección y ampliación con fachada a la calle Juan Álvarez de Mendizábal, que se construyó con proyecto y dirección de Guillermo Diz Flores, siguiendo las directrices de un proyecto anterior realizado por Ortiz de Villajos. El palacio fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1962 y considerado posteriormente como Bien de Interés Cultural B.I.C. como traslado de ese expediente.
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En 1964 con proyecto arquitectónico de Fernando Chueca Goitia, se hizo una nueva remodelación del Museo suprimiendo las estancias de servicio de la planta sótano para dotar al museo de una sala de exposiciones temporales y un salón de actos y se modificó sustancialmente su imagen exterior al modificar los torreones y cubrirlos con inclinadas cubiertas de pizarra que le daban al edificio un aire arquitectónico propio del “Madrid de los Austrias”. En 1973 se realizan obras urgentes de cubiertas con proyecto de Ana Iglesias González. Entre 1976 y 1977 se realizan obras de cubiertas, paramentos y saneamiento, con proyecto y dirección de Jose Manuel González Valcarcel. En 1978 se realiza un proyecto de acondicionamiento para almacenaje y dependencias en planta semisótano de Amparo Berlinches Asin. En la década de los 90 sucede a la directora Sanz Pastor, Pilar de Navascues Benlloch que escribe varios libros sobre el legado del Marqués y se realizan obras de restauración de fachadas y reorganización de áreas internas con proyecto redactado por Mª Antonia Gonzalez‐ Valcarcel Sanchez‐Puelles. En la década de 2000, ya bajo la dirección actual de Mª Lourdes Vaquero y Argüelles, el museo se embarcó en la tarea de recuperar los ambientes originales de la casa y cumplir con las disposiciones testamentarias del marqués, para lo que se adoptaron criterios historiográficos consultando, fundamentalmente, los inventarios de Cabré, los archivos del palacio, fotografías o cualquier otro documento que pudiera servir para recuperar la apariencia de cada sala en vida de los marqueses. En sus salones se exhibe una enorme variedad de objetos que van desde la pintura europea de los siglos XVI al XIX, esculturas, dibujos, estampas, monedas, medallas, objetos arqueológicos, armas y armaduras, hasta una amplia representación de las artes decorativas de toda época y estilo: relojes, lámparas, joyas, cerámicas, muebles, alfombras y tapices. El Museo Cerralbo ha sido galardonado por los Premios Europa Nostra 2008, con una Medalla en la categoría de Conservación del Patrimonio, por la recuperación de los ambientes originales del palacio. En 2010 el Museo Cerralbo fue reinaugurado ya como casa‐museo, con estancias que muestran la vida cotidiana de la alta aristocracia madrileña entre fines del siglos XIX y comienzos del XX y que están repartidas entre el zaguán de entrada, la escalera de honor y los pisos entresuelo y principal. En cuanto a su estructura interna el museo consta en la actualidad de treinta y cinco estancias distribuidas en tres plantas. En Marzo de 2011 se redacta un proyecto de Intervención de urgencia para el apeo provisional del Templete, siendo el arquitecto redactor Arturo Tomillo Castillo. La actuación ha consistido en el apeo de los dos forjados y de la viga de la puerta principal de acceso desde el jardín.
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1.5. El Jardín y el Templete. Superficie de actuación
En el chaflán, entre las calles Juan Álvarez de Mendizábal y Ventura Rodríguez, se dispuso en vida del marqués, un escenográfico pabellón con una terraza superior rodeada de esbeltas columnas que, a modo de “belvedere”, cierra y conforma el espacio del jardín y que, paradójicamente, no se concibió con utilidad de “mirador” sino con un carácter paisajístico, de acuerdo con los intereses románticos. La función, entendida como utilidad, estaba desdeñada en la arquitectura romántica porque se entendía que el “placer visual” que pueden proporcionar algunos objetos es una función tan estimable y digna como su utilitarismo y posiblemente con esa mentalidad de crear un punto de atención estético y posibilitar paisajísticamente el cierre del espacio del jardín se construye el templete, dotándolo de cierta “gracia ecléctica “, como señala la paisajista que lo restauró Lucia Serredi, ya que los únicos observadores que se asoman a la balaustrada del “mirador” son los estáticos bustos romanos. En el templete se disponen elementos arquitectónicos y escultóricos procedentes de edificios antiguos que formaban parte de la variopinta colección del marqués ya que, su interés por las antigüedades le llevo a rescatar del abandono y demolición numerosos elementos arquitectónicos de otras edificaciones que incorporó a sus colecciones y que, con el carácter ecléctico de la época, se fueron integrando sin miramiento en las nuevas construcciones en donde los sistemas constructivos pasaban a ser en muchos casos meros repertorios ornamentales.
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Son elementos antiguos fácilmente constatables en el templete los capiteles, canecillos, columnas y basas tanto las del mirador como las de su acceso desde el jardín, e incluso seguramente el antiguo artesonado que constituía el techo de la primera planta, así como todos los bustos, escudos y elementos ornamentales que se intercalan en los intercolumnios. Hay algunos historiadores que indican que en su origen, la planta baja del pabellón también acogió una gruta con grutescos, de inspiración manierista, típicamente romántica. Esta pequeña edificación de sólo 38,50 m² de superficie en planta, constituye en exclusiva el objeto de este proyecto de consolidación estructural y restauración. La superficie total de actuación puede considerarse la de las tres plantas en las que se interviene: Planta baja, primera y cubierta. Total superficie actuación 38,50x3 = 115,50 m²
Su arquitecto Luis Cabello y Asó lo proyectó en 1891 y aunque se conserva un pequeño plano del proyecto original, este no concuerda ni en planta ni en alzado con lo construido posteriormente.
El dibujo representa el alzado del templete a la calle Juan Álvarez Mendizábal junto al muro de cerramiento de la parcela en ese frente. La planta del templete es menor que la construida y la disposición de las columnas no se corresponde con lo realizado. El cierre de la parcela en esta calle se concibió como un alto muro de ladrillo bicromático remarcado con pilastras, con la misma confi‐guración que el muro de planta baja del templete y con distinto criterio que el cerramiento existente de la calle Ventura Rodríguez que es más transparente con sólo el zócalo bajo de obra y la verja metálica. El jardín, cuya apariencia actual es una recreación realizada en 1995 por la paisajista Lucia Serredi, nos presenta un jardín de estilo clásico‐romántico similar a la idea original que su dueño, el Marqués de Cerralbo, dibujó en un boceto hacia el año 1880.
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En síntesis los criterios adoptados en la remodelación, transcritos de su Memoria, son:
Se crea un jardín de características clásico‐románticas con unidad estilística con el Palacete
Se reinterpreta la composición primitiva del boceto del Marqués
Se renuncia al eje original Escalera‐ Templete ,debido a la intromisión del pabellón de Dirección
Se mantiene el carácter de las circulaciones existentes
Se interpreta el espacio diáfano central como “espejo de agua “, creando un pequeño estanque como elemento atencional.
La plazoleta de doble curvatura se transforma en un “belvedere” sobre el estanque.
Se plantan especies botánicas de la jardinería romántica con la nota exótica de ejemplares aislados de magnolias, palmeras, arboles de papel, etc. Se conservará parte de la vegetación existente.
Senderos curvos y densa vegetación en torno a un estanque central.
Se utilizan materiales nobles: granito, canto rodado, tierra compactada sobre macadán, material cerámico para aceras y granito o caliza para los pedestales y plintos de las esculturas.
Bocas de riego manuales e iluminación exclusiva para las esculturas.
Se sustituye la bajante del templete por una gárgola que tenga su caída en correspondencia con la arqueta del jardín.
Existían en el jardín original numerosos bustos de emperadores y esculturas de seres mitológicos de mármol de Carrara y en el proyecto de remodelación se colocaron en una nueva disposición completándolos con los plintos, pilastras y basamentos necesarios y con el criterio de ornamentar el jardín y considerar la escultura” romana” como parte de un recorrido culto y en consonancia con la tradición más auténtica de la jardinería clásica.
Los bustos y esculturas que jalonan el jardín y también los dispuestos en la planta primera del templete, procedían del palacio de los marqueses en Santa María de Huerta, mientras que el jabalí que hay junto al estanque estaba originalmente en el desaparecido palacio de Medinaceli, en Madrid, demolido en 1890. Es una escultura del siglo XVI realizada en mármol y que imita el jabalí romano que hay en la Galería de
los Uffizi de Florencia.
Esta disposición de estatuas nos evoca a algunos jardines clásicos italianos, mientras que los caminos curvos y la plantación recuerdan más a los jardines paisajísticos decimonónicos.
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2. DESCRIPCIÓN DEL TEMPLETE. ESTADO ACTUAL 2.1. Análisis constructivo y estructural La frágil situación en la que se encuentra en la actualidad el Templete, en parte es debida a los sistemas empleados en su construcción original pero especialmente a las reformas posteriores, alguna de ellas realizadas en épocas de penuria económica, en las que se emplearon materiales y elementos estructurales y constructivos ajenos a la “legalidad arquitectónica” de la edificación original. También es debido, al menos en parte, a la falta de mantenimiento y singularmente, al precario sistema de estanqueidad de sus cubiertas. El templete tiene dos plantas, su estructura está constituida por un sistema de muros portantes perimetrales en planta baja que soportan el forjado de planta primera. Sobre estos muros se levantan seis columnas, en donde apoya el forjado de la cubierta, coronado por una balaustrada apoyada sobre un friso decorado con tondos en sus esquinas y una cornisa con canecillos de madera. Los frisos han perdido las guirnaldas y decoración romántica que los decoraban. La construcción se realiza en su origen, como se exponía anteriormente, aprovechando elementos arquitectónicos de otras edificaciones, dándoles una nueva formalización en un momento en el que se tenía especial interés por los efectos paisajísticos y ambientales, propio del periodo romántico.
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Su planta es un hexágono irregular con un eje principal marcado por el chaflán de la calle y por el acceso principal desde el jardín. Los muros portantes de la planta baja son de fábrica de ladrillo de dos pies y medio. Las caras exteriores son de fábrica bicromática de ladrillo aplantillado sin junta, con cierto aire neo‐mudéjar. Las ventanas tienen arcos de medio punto ajedrezado, así como los huecos laterales con fachada al jardín sin embargo, la puerta situada en el chaflán de la calle es adintelada, con cargadero de madera.
Enfrentado a esta puerta, dando al jardín, se abre un hueco enmarcado por dos columnas de granito decoradas con figuración de elementos vegetales, posiblemente proveniente de alguna construcción del XVII, con sus capiteles originales también de granito de orden compuesto, sobre los que descansaba un cargadero de madera complementado posteriormente con perfiles de acero laminado. Los forjados están constituidos por viguetas metálicas y bovedillas de rasilla.
Se une por tanto, a las dificultades de aparejo que entraña el aprovechamiento de materiales de otras construcciones, el objetivo de levantar un pabellón con fines más paisajísticos que de uso, desestimando quizás aspectos constructivos. A esta situación de origen, se añadirían posteriormente las reformas hechas con pocos medios y a esta, como se exponía anteriormente, la falta de mantenimiento.
Sobre los muros de planta baja se levanta otra planta constituida por un orden arquitectónico de seis columnas, intercalando bustos sobre pedestales entre las columnas y que forman un hipotético mirador, al que solo se accede a través de una escala vertical desmontable. Este
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hecho refuerza la idea de que el templete fue levantado con el único objetivo de crear un jardín al gusto de la época, desdeñando las exigencias constructivas propias de un ámbito que se proyecta para ser habitado. En la actualidad en el templete están apeados los dos forjados y el dintel de la portada de acceso desde el jardín, debido a su inestabilidad estructural y se ha instalado un andamio lateral para facilitar el acceso y la inspección a la terraza superior.
El orden de este primer piso, tienen los pedestales de piedra de granito y columnas de caliza con basas áticas y con collarín metálico sobre las que apoyan capiteles que recuerdan a los de orden corintio, donde las hojas de acanto están sustituidas por guirnaldas. La cornisa está constituida por canecillos, también reaprovechados, de talla barroca del siglo XVII, sobre los que descansa un doble tablero de rasillas. Originalmente parece que todos los elementos de la cornisa eran de madera. El conjunto cierra las dos terrazas con sendas balaustradas; la superior de mortero de cemento armado y la inferior de escayola.
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2.2. PATOLOGÍAS 2.2.1. Afecciones estructurales Desde el punto de vista estructural, la planta baja es una caja, aparentemente estable, formada por muros de gran espesor, arriostrados por su forjado. La planta primera, formada por seis columnas esbeltas es, sin embargo, un sistema estructural porticado de mayor inestabilidad a pesar del atado del forjado de cubierta; es un sistema cuya firmeza está basada en la distribución de cargas verticales, desde la azotea, a través de las columnas, que han de estar bien aplomadas, a los muros de planta baja. La distribución de las cargas de las viguetas del forjado de cubierta a las columnas se realiza a través de cargaderos de doble perfil metálico que apoyan en sus capiteles. Los pedestales de las columnas descansan en la cabeza del muro de planta baja. Ambos nudos, apoyo en el capitel y del pedestal en el muro, deben ser sólidos y estables para evitar que se produzcan deformaciones en los apoyos, que originarían esfuerzos horizontales y la desestabilización de la estructura.
2.2.1.1. Apoyos de las columnas nº1 y nº2
El mayor problema estructural del templete es precisamente, el descenso del apoyo de los pedestales de las columnas Nº1 y Nº2 de la planta primera.
Alzados interiores.
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Demuestran los testigos que la deformación se ha producido hasta la colocación de los apeos, gracias a los cuales se ha conseguido la estabilización de la estructura. Efectivamente, mientras que las cuatro columnas restantes, Nº3, Nº4, Nº5 y Nº6 no han sufrido descensos, por estar apoyadas en la coronación del muro, las Nº1 y Nº2, han experimentado asientos verticales de 15cm y 7cm respectivamente. La causa de los asientos ha sido el aplastamiento del apoyo, que en este caso no es muro, sino un cargadero de madera que, como decíamos anteriormente, se encuentra podrido.
Se trata de las entregas de un cargadero de madera, de la primera fase constructiva, muy afectados por hongos, prácticamente deshecho, que se apoya en los capiteles de dos columnas de granito de la planta baja.
Las zonas de la coronación del muro, ligadas a estos puntos, se han deformado, cizallado y disgregado sus fábricas. La deformación de los apoyos de las columnas Nº1 y Nº2, han originado así mismo, desplazamientos horizontales de sus pedestales hacia fuera y estos han presionado los capiteles de las dos columnas de granito de planta baja, produciéndoles un vuelco también hacia fuera de estos elementos. Consecuentemente, las columnas Nº1 y Nº2, están desplomadas, con el pedestal desplazado hacia fuera, y las inferiores con el capitel también desplazado hacia fuera. Ver esquema. 2.2.1.2. Apoyos en el terreno de las dos columnas de planta baja
El desplome de las columnas de planta baja lleva consigo la plastificación del terreno, consecuencia de una distribución de cargas desequilibrada en el contacto de las basas. Es decir, las zonas exteriores de las basas se han clavado parcialmente en el terreno. Se da la circunstancia de que el desagüe de las terrazas se produce en este punto, lo que favorece el reblandecimiento. Será por tanto necesario mejorar la cimentación de estos elementos. 2.2.1.3. Deformaciones estructurales en muros Además de las aludidas zonas cizalladas, deformadas y disgregadas de la coronación de los muros, ligadas a los apoyos de los pedestales de las columnas Nº1 y Nº2, se aprecian algunos signos de deformación en otras áreas cercanas que son también consecuencia de los esfuerzos horizontales que se originan en estos puntos. Nos referimos a la deformación del arco de uno de los huecos de planta baja de paso al jardín y del pequeño desplome de de la fachada a C/ Ventura Rodríguez.
Otras afecciones de disgregaciones de fábricas son debidas a permeabilidad de los muros, con escasas incidencias estructurales.
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2.2.1.4. Afecciones en vigas, cargaderos y forjados
Consecuencia de los importantes cedimientos de las columnas Nº1 y Nº2, el forjado de cubierta también ha cedido parcialmente y se ha deformado y quebrado, apreciándose fisuras, marcándose las viguetas y perdiendo su monolitismo. Las dobles vigas IPN 200, que forman los cargaderos entre capiteles, donde se apoya el forjado de cubierta, se encuentran sometidas a mayores esfuerzos en aquellas zonas situadas en el entorno a los asientos, generando deformaciones de estos elementos y sus nudos. Se aprecian desprendimientos parciales de los revestimientos, así como fisuras que demuestran tensiones a cortante, transmitiendo mayores esfuerzos a los capiteles, con las consiguientes roturas de los elementos pétreos en varias volutas, lo cual obliga a mejorar el reparto de cargas en los capiteles del orden superior.
Desconocemos la importancia de las afecciones en los elementos metálicos relacionadas con la oxidación, aunque podemos intuir a la vista de los puntos descubiertos de sus revestimientos, que la afección es muy intensa, y generalizada. Muchas de sus piezas estructurales han perdido su capacidad mecánica, debiendo ser reforzadas o sustituidas.
Alzados exteriores.
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2.2.2. Otras afecciones en materiales constructivos
2.2.2.1. Afecciones en la piedra
Son utilizados dos tipos de materiales pétreos; el granito y la caliza. Ambos son parte del fundamento compositivo del edificio. Forman su basamento, en forma de sillería, así como en otros elementos, como fustes, basas, capiteles y pedestales. La patología está asociada en general a la acción del agua, debido a filtraciones, a la ascensión capilar y al salpiqueo de lluvia, aunque también se aprecian signos de deterioro relacionadas con acciones antrópicas. Los daños están vinculados a disoluciones, arenizaciones, eflorescencias de sales solubles, algunas manchas negras de origen biogénico, depósitos de suciedad, tinciones férricas, algunas fisuras y grietas, deplacaciones, erosiones y abrasiones. Otras afecciones tienen origen en problemas estructurales y constructivos, como la rotura del capitel por apoyos de cargaderos, a la que nos hemos referido anteriormente. El escudo y las esculturas que adornan las balaustradas, algunas embaladas, también tienen afecciones de disolución, pulverulencias y arenizaciones, manchas negras, suciedad, fisuras y deplacaciones, pérdida de material, etc., entre las desembaladas, unas en mayor medida que otras, que deberán, como en el resto de los materiales pétreos procederse a una caracterización de las rocas, según se definirá en siguientes apartados.
2.2.2.2. Afecciones de las balaustradas Las dos balaustradas tienen diferentes sistemas constructivos; la situada en cubierta es de mortero de cemento armado, y de escayola la del primer piso. Ambas tienen afecciones derivadas de las deformaciones estructurales antes aludidas y otras propias de su constitución, aunque el estado de conservación de la superior es alarmante por la cantidad de balaustres abiertos por la oxidación de su armadura con signos de inestabilidad, por lo que proponemos su sustitución.
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2.2.2.3. Sistema de estanqueidad y evacuación, afecciones de elementos de madera Una parte importante de los daños que sufre el templete son originados por el mal funcionamiento de su sistema de estanqueidad y evacuación. Según se ha comentado en capítulos anteriores, la causa principal de las afecciones estructurales está ligada a la pudrición de un elemento de madera y cedimiento de dos columnas por aplastamiento de dicho elemento. El origen de la pudrición es la falta de estanqueidad de la terraza de la primera planta. Otros muchos daños derivados de la falta de estanqueidad son la oxidación de elementos estructurales metálicos, afecciones en la piedra, disgregación de fábricas, disgregación de revestimientos, pudrición de carpinterías y otros elementos leñosos, etc. Por tanto, es un objetivo de primer orden resolver la impermeabilización y la evacuación. Están especialmente afectados los canecillos de madera pertenecientes a la cornisa superior. Corresponden posiblemente a un edificio del siglo XVII que, como otros elementos del templete, fueron reutilizados para su construcción, siguiendo las ideas eclécticas del momento.
Pudrición y aplastamiento de elementos de madera Desagüe obturado en planta primera del mirador
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2.2.3. Degradaciones arquitectónicas Hemos definido en el apartado anterior los daños que afectan al soporte físico del templete, pero existen otros daños, tan importantes como los primeros, que afectan a la identidad arquitectónica del edificio que han de ser resueltos para recuperar toda su significación. Así la pérdida del artesonado del último forjado, del sistema estructural de la cubierta o de elementos arquitectónicos y decorativos atentan contra la esencia de su arquitectura. El proceso de cambio que sufren los edificios, cualidad inherente a la arquitectura por los usos a la que está sometida, no siempre lleva consigo un apoyo a su “legalidad arquitectónica”. A veces, el modo en que se orientan las reformas no favorece su identidad, implicando degradaciones que deben ser corregidas. Nos valemos, cuando es posible, de los proyectos, memorias, fotografías históricas o cualquier otra documentación que defina las transformaciones acaecidas para hacer una correcta interpretación de la aportación de cada una de ellas o en su caso, de las distorsiones sufridas. En el caso que nos ocupa, disponemos de fotos del templete, anteriores a la guerra civil española y una serie correspondientes a los años sesenta, dos décadas posteriores a la rehabilitación dirigida en 1941 por el arquitecto Manuel Martínez Chumillas, tras los desperfectos que sufrió por el impacto de un proyectil de obús durante la contienda. Sin duda, la falta de medios o la incorrecta orientación del proyecto de restauración, dieron un resultado no exento de críticas realizadas por los conservadores del museo: “Dice el arquitecto que el templete está levantado, pero no dice que está sin terminar. Falta poner los balaustres de la parte baja, los escudos heráldicos y guirnaldas que ornamentaban la parte exterior y alguna otra reparación. Los balaustres colocados son mayores, amazacotados, sin la esbeltez de los que tenía; el artesonado no se parece en nada al anterior”.
De la documentación histórica proporcionada por la dirección del museo, así como de las fotos puede llegarse a algunas conclusiones indiscutibles sobre distorsiones que afectan a la identidad de su arquitectura y que su recuperación nos acercaría a los fundamentos y a las formalizaciones originales. Degradaciones más significativas desde su origen
1. Perdida del sistema estructural de cubierta 2. Pérdida del alfarje de cubierta. 3. Pérdida de madera en cornisa: tocadura, solerilla, sofito y metopa entre canes. 4. Balaustrada superior con diseño diferente a la inferior y pérdida de la fábrica de ladrillo
visto en machones. 5. Pérdida de los diferentes planos del friso superior y guirnaldas. 6. Transformación del perfil del entablamento que da al jardín, sobre las columnas de
planta baja. 7. Acerado perimetral degradante.
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3. PROPUESTA DE INTERVENCIÓN Las acciones que se llevarán a cabo seguirán un criterio de prioridades, procediendo en primer lugar a eliminar la causa del proceso de deterioro, resolver los problemas de estanqueidad, reforzar y consolidar la cimentación y la estructura y, finalmente, restaurar todos sus elementos. También se propone restituir el pabellón a su estado primitivo, eliminando degradaciones cometidas en obras de reforma anteriores, recuperando elementos, formalizaciones y tratamientos originales. 3.1. Desmontaje parcial del templete
Según manifestábamos en el apartado 2.2.1. Afecciones Estructurales, la causa principal del deterioro estructural es el cedimiento de las columnas Nº1 y Nº2, situadas en la primera planta, en la fachada al jardín. Demuestran los testigos que la deformación se ha producido hasta la colocación de los apeos, gracias a los cuales se ha conseguido la estabilización de la estructura, pero el apoyo de estas columnas no son aptos y consecuentemente, deben crearse nuevos apoyos que soporten las cargas. Asimismo, comentábamos en ese apartado que paralelamente, se ha producido la plastificación del terreno bajo las columnas de planta baja, por lo que se propone un recalce de su cimentación. Hacíamos referencia a la rotura de volutas del orden superior, por el mal reparto de cargas de las vigas metálicas sobre los capiteles y la obligada sustitución del forjado superior. También del pésimo estado de conservación de la balaustrada del nivel de cubierta, que debe ser sustituida.
En el apartado 3.1.2. Degradaciones Arquitectónicas, manifestábamos la importancia de recuperar los sistemas constructivos originales de la cubierta, entre las acciones de recuperación de la legalidad arquitectónica del pabellón, coincidiendo con la necesidad de sustituir el forjado existente, dado su deterioro, por una cubierta inclinada.
Este cúmulo de circunstancias aconseja realizar una intervención, aparentemente de cierta importancia, consistente en el desmontaje parcial del templete, con el convencimiento de las grandes dificultades existentes para encontrar soluciones a muchos de los problemas y la imposibilidad de resolver algunos de ellos, sin proceder a su desmontaje parcial. Además y sin lugar a dudas, el costo de las operaciones de consolidación y refuerzo de su estructura, sería mucho mayor, si no se desmontase parcialmente. Consecuentemente, se propone el desmontado de la balaustrada superior, el desmontado del forjado de cubierta, el de las columnas Nº1 y Nº2 del orden superior con sus pedestales y el desmontado de los frentes anejos de la balaustrada de la primera planta. Se demolerá el dintel del hueco entre estas columnas. El resto de elementos quedarán en su lugar mientras se procede a su restauración.
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3.2. Esquema de la propuesta y proceso general de intervención
1.‐ Vallado de obra, acotándola respecto del jardín y de la vía pública, andamiándola perimetralmente.
2.‐ Inventariado, desmontado, traslado y protección con cajas de los elementos escultóricos situados sobre la balaustrada y otros en la planta baja y del jardín, en el entorno del templete. 3.‐ Protección del escudo, balaustrada de la primera planta y jambas, con cajas de tablero.
4.‐ Operaciones de apeos y apuntalamientos complementarios a los existentes, incluso anillo de atado de los fustes del orden superior y apeos de las columnas de planta baja. 5.‐ Estudios de caracterización de la piedra, morteros, sales, etc., análisis de la madera y otros.
6.‐ Realización de calas para el análisis de los sistemas constructivos y tratamientos, para proceder adecuadamente al desmontado. También será importante hacer un testeo para reconocer el estado de conservación de las viguetas y apoyos del primer forjado. 7.‐ Una vez conocidos los sistemas constructivos se iniciará el desmontaje parcial:
1.‐ Balaustrada superior. 2.‐ Cornisa, inventariado, desmontado y protección de canes. 3.‐ Solado de azotea y entrevigado del último forjado. 4.‐ Viguetas metálicas. Los cargaderos entre capiteles servirán de atado provisional. 5.‐ Tramos de balaustrada de planta primera. 6.‐ Columnas del Nº1 y Nº2.
8.‐ Recalce de cimentación de las dos columnas de granito de planta baja, demoliendo previamente su entablamento y posterior aplomado de las columnas.
Resumen de la intervención.
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9.‐ Reconstrucción y consolidación de la coronación del muro de planta baja en la zona afectada por los cedimientos de las columnas Nº1 y Nº2. 10.‐ Reconstrucción de las vigas cargaderos entre columnas de planta baja para apoyo de las viguetas del forjado en ese sector, construcción de nuevos apoyos de las columnas Nº1 y Nº2 y reconocimiento y consolidación de los apoyos del resto de las columnas del orden superior. 11.‐ Montaje de los pedestales y columnas Nº1 yNº2 en su posición, recuperando su cota original. Atado provisional de sus fustes al anillo ya realizado de todas las columnas del orden superior. 12.‐ Reconstrucción de nuevos cargaderos del friso del orden superior y reconstrucción de la armadura de cubierta y material de cobertura. Eliminación de apeos innecesarios. 13.‐ Demolición del solado y consolidación del forjado de planta primera.
14.‐ Instalación de saneamiento enterrado para evacuación de pluviales.
15.‐ Reconstrucción de cornisa, restauración y anastilosis de canes de madera. Montaje de la nueva balaustrada superior. Impermeabilización y solado del forjado de cubiertas. 16.‐ Reconstrucción del friso superior, instalación de nuevo alfarje esquematizado bajo forjado de cubierta. Restauración de elementos pétreos. 17.‐ Impermeabilización y solado del forjado de la primera planta. Montaje de la balaustrada inferior. 18.‐ Limpieza y restauración de fábricas de ladrillo, carpinterías y acabados de diferentes elementos.
Plantas y sección estado reformado.
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Consolidación estructural y restauración del templete del Museo Cerralbo (Madrid) Redacción Proyecto: Septiembre 2013 Inicio obra: Noviembre 2014 Finalización obra: Junio 2015 Promotor : Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos Arquitecto coordinador:
José Gaudencio Pérez Pinto Arquitecto Técnico coordinador:
Mª Dolores Collantes Cardeñosa Redacción de proyecto y dirección obra :
BAB ARQUITECTOS S.L.P. Arquitectos:
Eduardo Barceló de Torres Ignacio Barceló de Torres Mercedes Álvarez García
Empresa constructora: PROIESCON, S.L.
Inversión : Servicios: 36.731 € Obras: 175.490 €
Inversión total: 212.221 €
Sección estado reformado.