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CON SU PERDÓN... EL PROBLEMA DE LA TEORÍA Pbro. Alfonso Maldonado Hay cosas que se reflexionan sobre la marcha en este laberinto llamado Venezuela. Y este “sobre la marcha” implica los hechos, pero también las palabras. Mejor dicho, las entrevistas.

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CON SU PERDÓN... EL PROBLEMA DE LA TEORÍA

Pbro. Alfonso Maldonado

Hay cosas que se reflexionan sobre la marcha en este laberinto llamado Venezuela. Y este “sobre la marcha” implica los hechos, pero también las palabras. Mejor dicho, las entrevistas.

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La primera impresión que se tiene es que la visión del asunto es práctica. O pragmática. O sea, las cosas no sirven porque van mal. Ante ello se discute para conseguir la solución técnica, quirúrgica, hace que se debería hacer intervenciones puntuales, circunscritas a lo que no funciona para enderezarlo. Si se sospecha que lo puntual refleja algo mayor, entonces se concluye: esto no va bien, por lo que está pasando; o el modelo de país es falso, porque no consigue acercarse a los objetivos propuestos y declarados. Pocos se plantean el problema de la totalidad, pues eso se relega a lo ideológico, que al final es justificativo de por qué están en el poder quienes están, o por qué deberían estar los que no han llegado. Pero la totalidad no aparece como reflexión, quizás porque se reserva para lo arcano, lo no demostrable.

Pero tal camino resulta insatisfactorio, pues en más de una oportunidad se apelan a los llamados principios y valores, y ambos, que pueden ser muy prácticos y formar parte de la estructura del mundo, se hacen evidentes para la actividad del espíritu. No me refiero a espiritual en el sentido religioso, sino a lo que tiene que ver con escudriñar la totalidad. No es del todo ideológico, aunque se filtre a través de las ideas. En

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efecto, solo el nombre de “principio” alude a lo que está al comienzo, a la base, lo irrenunciable, sobre lo que se fundamenta el resto, de donde parte todo. Y si se trata de “valores”… ¿qué es lo que realmente es valioso, si con ello no queremos señalar lo cuantificable?

Por lo tanto, excepto que creamos que “principios” y “valores” están flotando en el vacío existencial o que son caprichos culturales, se necesita de un bastidor conceptual, que se asiente sobre un bastidor tejido en la realidad.

Pongamos un elemento como la convivencia: es un valor porque debe polarizar el esfuerzo humano, pese a todas las fuerzas centrípetas que puedan recurrir. Psicológicamente no se puede concebir al ser humano como una mónada, por lo que se encuentra referido a los demás. Más dicha referencia no es puramente afectiva, si bien la necesidad exista. Aunque haya justificativos de tipo religioso o metafísico, puede haber coincidencia en que el ser humano solo sobrevive en sociedad. Pensemos en los “facta” humanos (hechos), o en la “technos”: el crear un ambiente donde el ser humano pueda crecer y desenvolverse es algo que se consigue por la intervención humana. El mundo de lo natural, entendido como salvaje, es inhóspito para la humanidad, cosa que se nos olvida. Pareciera “etapa superada”. Por supuesto que en los días que vemos correr, si el ser humano no tiene el debido cuidado, la naturaleza va a seguir sintiendo que lo humano es profundamente amenazante… con el reverso que produce sobre la humanidad los desequilibrios en el medio ambiente.

Un sistema de interpretación de la realidad, más si aspira a ser rector de la organización social, debe tomar en cuenta premisas que están ahí no de forma caprichosa. En efecto, el capitalismo o marxismo no necesitan de críticas externas para demostrar su falsedad o parcialidad. Internamente se

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vuelven insostenibles, más si pretenden soluciones absolutas. Inclusive dicha crítica pasa por la simple evidencia de que no pueden sustituir a la realidad que intentan de explicar.

Verdad, belleza, bondad, convivencia, libertad… son valores no negociables, porque simplemente porque la realidad humana. Ni el control social del Estado interventor comunista ni laissez-faire del liberalismo más irresponsable puede erigirse como el todo o la nada. Cualquier propuesta, inclusive la que se valora como innovadora y que representa un avance, siempre será una respuesta parcial. No solo por la condición histórica y temporal de la humanidad, sino por la capacidad de renovarse y reinventarse de las personas. Porque el entendimiento propositivo necesita pasar por el experimental para desvelar toda su capacidad. Toda propuesta debe crear el espacio para que el ser humano pueda desarrollarse. Ese es su criterio de verdad y exigencia de corrección.

Si no se corrige el molde mental por donde filtramos la realidad, poco podremos avanzar. La solidaridad social debe ser una constante recordada por la ética, no por la economía o política, que deben ajustarse a ella. La economía ordena el mundo de la satisfacción de necesidades engranándose de una forma de hacer política. Pero lo último, lo que está ligado a la conciencia, no puede depender de conveniencias políticas o económicas.

No es renunciar a principios tales como la libre iniciativa o la solidaridad y atención con los más pobres y abandonados. Sino liberarlo de moldes anacrónicos, sin edulcorar los aspectos conflictivos que se presenten.

Reflexionar tiene que ver también, en esta perspectiva, con poner en duda las maquetas mentales que se han elaborado,

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cuando estas han perdido sentido interpretativo para entender la realidad y orientar las decisiones.