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Clamores. Voces y culturas de Cuauhtepec nº 0

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Primer número de la revista Clamores, cuyo propósito es dar a conocer las expresiones identitarias de las comunidades marginadas del norte del Distrito Federal, México y su área metropolitana.

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2 Editorial

3 SentIDos Comunes ESMERALDA CISNEROS

4 Cuauhtepec: Un remolino en el tiempo VíCtOR GARCíA tAMAyO

6 Revolución, cultura y cambios sociales. Conversación con Héctor Zagal DANIEL IbARRA MALAGóN

14 La UACM: ¿universidad «del Peje» o universidad del pueblo? NubE VIAjERA

18 Una nueva agricultura para las nuevas ciudades ÁNGEL NúñEz

20 La Sierra de Guadalupe: santuario natural en riesgo FILOVItALIS

26 Noción de cultura RAúL ORtIz GuADARRAMA

29 Tres poemas RAFAEL tOMé zAMORA

31 La palma de Balladares RAúL ISLAS PEñA

33 Poemas LILIANA NúñEz

35 Mamá Grande jOSé juÁREz

37 La ponzoña de los alacranes FERNANDO A. SIERRA

41 Acumo. Expresión artística en grafitti ADRIANA MEjíA (FOtOGRAFíAS) y HéCtOR GONzÁLEz SIERRA (tExtO)

44 Museo de Sitio de Tenayuca. Riqueza histórica cerca de Cuauhtepec RAúL HERNÁNDEz PARDO

46 Alucine: Cuando la pantalla da vueltas. El Gran Truco CREONtE zAGHOLz

47 ¿Cómo la libro? Recomendaciones literarias. Ensayo sobre la ceguera y Frankenstein CREONtE zAGHOLz

48 Convocatoria

Universidad Autónoma de la Ciudad de MéxicoRector: Hugo AboitesCoordinador de Difusión Cultural y Extensión Universitaria: Koulsy LamkoJefe de Publicaciones: Felipe Vázquez

Clamores. Voces y culturas de Cuauhtepec. Publicación cuatrimestralDirección general: Víctor García TamayoConsejo editorial: Héctor J. González Sierra, Erick Vargas Cruz, Raúl Hernández Pardo, Esmeralda Cisneros Torres, Fernando A. Sierra y Raúl Islas Peña.Fotografía: Adriana Mejía Muñoz e Ygnacio Jiménez TinajeroFotografía de portada: Ygnacio Jiménez Tinajero Ilustración de interiores: Sr. ZuritaDirección de arte y formación: Alejandra GaliciaAgradecimientos: Jesús Vergara, Carlos Escamilla; profesor José, integrante de Filovitalis; Fabiana Medina y Claudio Albertani

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Va el primer número de esta revista hecha con sueños clandestinos, rumores, ilusiones perdidas, lágrimas y murmullos de los que adoptamos a este hermoso Va­lle de Cuauhtepec y esta Sierra de Guadalupe como nuestra casa.

Clamores surge como un proyecto conjunto entre la Universidad Autóno­ma de la Ciudad de México y la comunidad de Cuauhtepec, a través de la Casa del Poeta “Rafael Tomé Zamora” y el Círculo de Intelectuales Liberales, con el propósito de fortalecer el desarrollo de la comunidad mediante la educación y la difusión de la cultura, escuchando y dando voz a sus propios habitantes.

Impera la creencia de que en Cuauhtepec solo reina la pobreza, la de­lincuencia y el vicio. Gran error. Si bien las administraciones del gobierno del Distrito Federal no han podido atender hasta ahora debidamente con infraes­tructura, servicios de vivienda, salud, educación, agua, de limpia y de drenaje, así como de promoción de la cultura a sus pobladores, ello no significa que Cuauhtepec sea un caso perdido, pues pese a estas condiciones, los que for­mamos parte de este joven proyecto, habitantes de la comunidad, tenemos la convicción de que podemos sacar adelante acciones que redunden en el mejoramiento de nuestras condiciones de vida, como ya lo han demostrado algunos de nuestros compañeros por medio del trabajo comunitario.

Estos Clamores son parte de un proyecto integral, que anuncia la cons­trucción de la cultura de la lectura y la escritura, un interés por proteger la Sierra de Guadalupe, pulmón verde sin el cual no podríamos vivir. También de la promoción de jornadas vocacionales en escuelas primarias, secundarias y preparatorias; la creación de una feria del libro en Cuauhtepec y la formación de corredores culturales; entre otros programas.

Queremos también desentrañar todas esas voces de la comunidad que cuentan mitos, leyendas, crónicas, cuentos, poemas; que tienen algo que decir sobre sus condiciones de vida diaria, sus aspiraciones, lo que no les gusta y quisieran cambiar; lo que opinan sobre la política, la sociedad y su historia.

Andamos en busca de hombres y mujeres de mentes valientes e inte­ligentes, dispuestos a luchar, a dignificarse por los demás y sumar sus volun­tades a la nuestra.

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Actualmente, ¿quién no ha escuchado la palabra comunidad? Podría­mos decir que casi todos la conocemos, ya que se ha convertido en un término de moda tanto en los anuncios de los programas sociales del gobierno como en las clases de la escuela.

Tal como sucede con todas las palabras comunes, al escucharlas, inmediatamente podemos generar una imagen en nuestra cabeza; proba­blemente, al oír «comunidad», nos imaginamos un grupo muy grande de personas, todos muy parecidos o todos muy diferentes (una masa homo­génea o diversa); o quizá nuestra colonia con sus calles, negocios y gente. Sin embargo, el término hace referencia a algo más allá de eso.

Una comunidad no sólo es un grupo de gente reunida; es decir, la de­finición no solamente toma como parámetro el número de personas que la habitan. Tampoco se refiere a un lugar geográfico o al número de metros cuadrados que conforman determinado territorio. Una comunidad es una red extensa de significados; es decir, las ideas comunes que se comparten por los habitantes del lugar: sobre lo que es importante, valioso, bello, bueno, malo, sagrado, etc. Los significados se construyen en el tiempo, con influencia de lo que sucede en el contexto social e histórico y son cambiantes (como la sociedad y la vida humana misma). Sin embargo, los damos por hecho, no nos detenemos a preguntarnos: ¿de dónde vienen?, ¿quién lo pensó primero?, ¿las cosas son así, y así deben ser?, ¿el mundo podría ser de otra manera, distinta de la que conocemos?

Los significados conforman la identidad de las comunidades; es de­cir, cómo se ven a sí mismas y cómo ven a los otros y al mundo fuera de ellas. Además, no sólo importa lo que pensamos acerca de las cosas, sino lo que hacemos respecto de dichos significados, los cuales se materializan en prácticas como mitos, ritos, tradiciones y costumbres en la vida cotidiana.

En la comunidad, ocurren relaciones interpersonales; hay un inter­cambio de información, de sentidos. Las historias individuales se cruzan y coexisten; las personas crean, construyen y destruyen con amor y con violencia dentro del espacio comunitario.

En las diversas colonias que conforman Cuauhtepec, ¿cuáles son las prác­ticas que encierran dichos significados y dan identidad a sus comunidades?

En esta revista emprenderemos la tarea de investigarlas y darlas a cono cer a partir de la experiencia de los habitantes.

Y tú, ¿cuáles conoces? Nos gustaría que las compartieras con nosotros.

Esmeralda es Psicóloga Social Comunitaria por la uNAM. Estudiante de la Licenciatura en Desarrollo Comunitario. terapeuta de terreno en el Proyecto transmigrantes de Médicos Sin Fronteras, México. Líneas de práctica e investigación: autonomía, subjetividad, violencia, trauma, migración y refugio.

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En el remolino del tiempo y en la inmensidad del espa­cio, se cristalizan los elemen­tos químicos existentes en el

universo, conformando la Vía Lác­tea y dando vida a nuestro sistema planetario. Es en este órgano side­ral donde se forma nuestra nave intergaláctica, el planeta Tierra; de eso hace más o menos unos cinco billones de años. Y hace poco me­nos de sesenta millones emerge del mar y sus océanos la lava que levan­ta la corteza terrestre y da forma a la Sierra de Guadalupe y hace unos cinco millones de años nace el Valle de Cuauhtepec.

En la era Cuaternaria, grupos de nómadas em piezan a re co rrer el fértil valle (ha ce apro ximadamente doce mil años), comienzan a formar clanes, los sitios elegidos para apro­

Cuauhtepec: un remolino en el tiempo

vechar los bosques espesos, la flora y fauna variada y en abundancia; son las partes medias y altas de la actual Sierra de Guadalupe. Así, el valle abre a sus primeros visitantes gran­des expectativas de superviven cia (ca za, pesca, recolección de frutos, vegetales, gusanos, insectos y agua dulce en abundancia).

Hace aproximadamente cinco mil años antes de nuestra era se dan los primeros asentamien tos humanos en el Valle de Cuauh te pec y, hace dos mil años los pri meros poblado­res dejan las cue vas para empezar

Hace aproximadamente cinco mil años antes de nuestra era se dan los primeros asentamientos humanos en el Valle de Cuauhtepec…

a vivir en las la de ras del cerro de Tecpayocan (Chi quihuite). La vida sedentaria les permite sembrar y aprovechar los mantos acuíferos y el lago para cultivar maíz, frijol, calabaza, chi la cayote y chile; asi­mismo, se inicia la elaboración de utensilios en piedra: metate, molca­jetes y figu ras en barro. Estos hom­bres y mujeres crean los primeros centros poblacionales en el Arbo­lillo, Ticomán y Zacatenco (1350 años a.C.). El Valle de Cuauhtepec y Sierra de Guadalupe se convierten en un testigo activo del quehacer humano; ayer sus pasos dieron for­ma a sus veredas, caminos y bre­chas. Estos seres humanos llegaron miles de años antes que los aztecas y se esfumaron en el tiempo. Sus recuerdos, murmullos y clamores, fueron desenterrados al iniciar la

VíCtor GarCía tamayo

En esta crónica poco convencional, el lector verá pasar ante sus ojos, como en un remolino, fragmentos de la historia de Cuauhtepec, episodios memorables para sus habitantes, lugares emblemáticos de la región y el velo de sensaciones y sentimientos que muchas veces los rodea.

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pantla. En Cuauhtepec los hombres son seres humanos incomprensi­bles y agotados por los sueños in­conclusos de la realidad. En cam­bio, las mujeres hermosas nacidas en es te rincón brujo, llevan la mar­ca del signo: un don que las faculta para percibir cosas sobrenaturales e inex plicables. Y después de tres si glos de esclavitud española, los criollos y mestizos se levantan en armas contra la Corona Españo­la y se independizan, mientras en Cuauhtepec siguen los problemas de deslinde y el 11 de octubre del año de 1848 se erige Tlalnepantla como nuevo municipio y el pueblo de Santa María Cuauhtepec pasa a formar parte del mismo.

A partir de entonces, Cuauh­tepec ha sido cuna de personajes y seno de acontecimientos: los bandi­dos de Río Frío vienen de un estado del centro del país y se asentaron en la primera mitad del siglo XIX en el pueblo de Santa María Cuauhte­pec; en 1872, la emperatriz Carlota y Maximiliano hacen su paseo do­minical por estas tierras y a finales de ese mismo siglo el músico poeta Juventino Rosas es adoptado por este valle donde se enamora perdi­damente de la hermana de su amigo, siendo ella su musa inspiradora para componer su vals Sobre las olas.

En las noches de luna llena sus pobladores unen su dolor, entre­mezclan sus odios y sus pasiones con los murmullos de los clamores del Barrio de Abajo y el de Arriba, miestras que en los días de fiesta andan juntos divirtiéndose con el Ahorcado de la mano de la Consen­tida. Brujas y nahuales suman sus encantos para atrapar tlaquicheros y, uno a uno, crucificarlos en las sombras del mechal con sobadas y limpias que curan desamores y de­

construcción de las viviendas por los migrantes que llegaron al valle en la segunda mitad del siglo XX.

La génesis de la comunidad cuauh­tepense está enterrada en las en­trañas del Arbolillo. El Valle de Cuauhte pec es una población que se nutrió ayer y hoy de oleadas de migrantes (hasta el día de hoy, no existen datos fidedignos, hallazgos o descubrimientos arqueo lógicos en Cuauhtepec que corroboren su pasado indígena). En los albores de nuestra era, grupos de chichime­cas y otomíes llegan a Tenayuca y el Valle de Cuauhtepec, su asenta­miento real sucede en Tenayuca y en el periodo de 900 a 1300 de nuestra era se da el florecimiento del señorío de Tenayuca con Xó­lotl. En el año de 1266, llegan los aztecas al Valle de Cuauhtepec y en el año de 1267, en la cima del Tecpayocan, los mexicas encien­den el Tercer Fuego Nuevo; sus tierras fueron regadas con sangre de Tecpatzin, Huitzihuitzin y Te­tepantzin. Tras una corta estadía de cuatro años, avan zan al cora­zón del lago donde fundan con el tiempo (1321) la gran Tenochti­tlan (actual Centro Histórico de la Ciudad de México).

En 1519 llegan los invasores es­pañoles y en 1521 cae Tenochtitlan. Al término de la dominación azte­ca, Hernán Cortés reparte en enco­mienda los pueblos conquistados, y los soldados reciben de Cortés tierras con la tarea de cristia nizarlas y obviamente, para que la Corona Real empezara a recibir sus respec­tivos tributos. En el año de 1709 se funda el pueblo de Santa María Cuauhtepec perteneciente a Tlalne­

En el año de 1266, llegan los aztecas al Valle de Cuauhtepec y en el año de 1267, en la cima del Tecpayocan (Chiquihuite), los mexicas encienden el Tercer Fuego Nuevo

En 1709 se funda el pueblo de Santa María Cuauhtepec perteneciente a Tlalnepantla

sencuentros. Esperan pacientemen­te que los beisbolistas adormilados por el tlapehue se extravíen y salgan volando del campo del Árbol Cha­muscado (actual deportivo Juventi­no Rosas), para chuparles sus almas.

«Sólo un instante perdura­mos…» son los clamores salidos de las campanas que invaden las almas de los muertos; esas mismas notas brotan de sus gargantas año con año anunciando con sus voces las fiestas patronales del pueblo en el alba del primero y dieciséis de julio, y en su cohetería traída de Tultepec se oye el rugir de un león alemán que ríe al contemplar su melena multicolor en el brillo fugaz de las luces en la oscuridad del firmamen­to eterno en las noches sin luna.

Así, de 1963 a 2015 los legítimos pobladores de Cuauhtepec se es­tán acabando. Hoy, nosotros que llegamos a fines de los años setenta y nuestros hijos que nacieron aquí, estamos nuevamente abrevando de los rumores y clamores del génesis del Arbolillo, construyendo junto con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la nueva identi­dad cultural del Valle de Cuauhte­pec y Sierra de Guadalupe.

Víctor (La barca, jalisco, 1961) es un obrero intelectual, de oficio abogado laboralista, perteneciente al Círculo de Intelectuales Liberales, A.C., que no cree en la vía electoral para tomar el poder y sí en la construcción de la Revolución Intelectual. Sus pasiones son la lectura, la música de contenido social y el cine.

…el músico poeta Juventino Rosas es adoptado por este valle donde se enamora perdidamente de la hermana de su amigo, siendo ella su musa inspiradora para componer su vals Sobre las olas

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ENTREVISTA

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Daniel Ibarra: ¿Cuál es su concepto o definición sobre revolución?

Héctor Zagal: Es un cambio en donde hay una rup­tura con las estructuras anteriores, y súbito.

DI: ¿Considera usted que la revolución puede ser un bien a pesar de todos los riesgos que conlleva?

HZ: Yo creo que no toda revolución es buena, hu­bieron revoluciones que no necesariamente fueron para bien. Es decir, hubieron rupturas de acuerdo con la definición que yo tengo, rupturas súbitas, que destru­yen frecuentemente, y que matan. Creo que lo impor­tante es que una revolución sea justa. Y una revolución es algo muy serio. Habría que distinguir dos tipos de re­volución: las revoluciones culturales y las revoluciones armadas. Creo que hoy por hoy, las revoluciones arma­das son un riesgo, un riesgo muy grande y que en pocas ocasiones terminan generando un gran bien. En cambio, creo que las revoluciones culturales, las revoluciones sociales, las revoluciones políticas, sí que generan so­ciedades frecuentemente más justas. Una revolución cultural muy importante fue la revolución del sesenta y ocho, que supuso una ruptura con unas estructuras

de opresión, no en México pero sí en otros países, y permitió que la juventud fuera tomada más en cuenta. Esa es, por ejemplo, a mí me parece, una revolución cultural importante y que no fue sangrienta.

DI: También una revolución que se suscitó fue la del faraón Akenaton, cuando bajo su gobierno en el Antiguo Egipto trató de cambiar la tradición de adorar a varios dioses por sólo uno, ¿no cree usted?

HZ: Así es, y después vino una restauración vio­lenta. Ahora creo que hay revoluciones que, más que el resultado de un proceso histórico, son la irrupción de una fuerza, de un poder que intenta cambiar; este es el caso de Akenaton. Yo no sé demasiado de Egipto, pero hasta donde yo entiendo, no es que hubiera una larga tradición, es la intervención de un monarca, que cambia desde el poder absoluto y que luego todo vuelve a su lugar, porque no estaba preparado el cambio histó­rico, no había llevado un proceso. Yo creo que las au­ténticas revoluciones simplemente ya están ahí, y hace falta un detonante.

DI: Por ejemplo, el caso de México: se está hablando mucho de que hay factores que ya pueden conllevar

Conversación con Héctor Zagal

Revolución, cultura y cambios sociales

La falta de promoción de la cultura, el desinterés por los problemas sociales y políticos, la necesidad de un cambio en la forma de gobierno, son algunos temas que aborda el doctor Héctor Zagal, académico preocupado por la difusión de la cultura y estudioso de la historia de México, en esta conversación con un joven estudiante universitario.

daniEl ibarra malaGónFotografía: adriana mejía

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una revolución. En el semanario estadounidense New Yorker se habló mucho de esto recientemente.1 Que in­cluso México ya había despertado, debido a este mo­mento de violencia que estamos viviendo. ¿Es posible un suceso así en México?

HZ: Bueno, yo soy bastante más pesimista, creo que no, y que la prueba es que el gran éxito del PRI y de los políticos, pero excesivamente del PRI, es que logró crear la apatía. Hoy por hoy, la gente joven no cree en la política y se desentiende de la políti­ca. Prueba de ello son las tendencias de Twitter. Revisa las tendencias de Twitter de hoy, ayer y anteayer, y te darás cuenta cómo la gente no está interesada en la política. Sí hay algu­nos pocos que escribimos de política, pero las grandes tendencias tienen que ver con superficialidades, frivo­lidades. Creo que el PRI logró desen­cantar a las personas de la política, hasta tal punto que la gente descree de la polí tica, y descree por lo tanto de cualquier tipo de revolución. No hay que olvidar por otro lado que a pe­sar de todas las trampas que hizo el PRI, llegó con so­lidez en los votos, llegó con muchos votos, y muchos de esos votos eran votos de personas que no conocían de historia o la conocían y querían el regreso del PRI. Un pueblo que no conoce su historia, que no puede imaginar de otra ma­nera el mundo, es un pueblo dócil y es un pueblo que no es revoluciona­rio. A pesar que la situación no lo es. Hay una miseria, hay una opresión, hay injusticias. Creo que una revolu­ción requiere por un lado caudillos, requiere ideales y requiere de un caldo de cultivo que aún no tenemos. Insisto, creo que la prueba es la poca incidencia que los temas políticos tienen en las personas de la calle; quizá tú y yo que somos universitarios, tenemos más conciencia política, pero la gente de la calle no, y esto lo saben los políticos. Un pueblo con hambre, que vive al día, no tiene tiempo de leer el periódico.

DI: Por eso hay que tener conocimiento sobre lo que sucede en el país.

HZ: Y lo que sucedió. Creo que el conocimiento del pasado es fundamental. Muchas personas dicen: ¿Por qué nos está pasando esto? Yo les diría: esto nos ha pasado muchas veces. Esta historia del milagro

1 El entrevistador se refiere a la nota de la publicación estadou­nidense retomada por la periodista Delia Estévez en el portal de noticias Aristegui Noticias, con fecha del 3 de noviembre de 2014, y que el lector puede consultar en el siguiente enlace: http://bit.ly/1CNoJfD (N. del E.)

mexicano, que siempre resulta que no, esta historia del ejército que mata civiles, de la policía, es la historia de México. Especialmente de los últimos setenta años, du­rante los gobiernos del PRI. Si uno no ha leído, y no sabe cómo era antes, como era el centralismo, uno va pensar que esto es nuevo.

DI: Incluso es un proceso constante en la historia, porque a pesar de que sabemos los riesgos y las desven­tajas de un proceso revolucionario, seguimos haciéndolo.

HZ: No creo que estemos en un proceso revolucionario. Yo creo que la revolución supone un cambio de estructuras, supone caudillos, ideas, objetivos. Hoy por hoy no hay un hacia dónde. La gente sí sabe lo que no quie­re, pero no sabe qué es lo que quiere. La gente no cree en la demo cra cia. Y por otro lado no vemos caudillos, nadie que sea capaz de levantar la mano y decir: soy yo el que puedo dirigir. Y por otro lado, creo que so­

brevaloramos el malestar. Hay un malestar pero aún no ha tocado fondo. Un malestar que la gente no identifica con estructuras de poder. Y por otro lado, algo que el PRI siempre ha sabido hacer, es tener válvulas de es­cape. Puede haber válvulas de escape para aminorar la presión. Pero yo no creo que estemos al borde de

una revolución. Sí creo, en cambio, que estamos en un estado colapsa­do. Pero la revolución supone un movimiento cultural o armado, que intenta cambiar radicalmente las es­tructuras de pensamiento, políticas y sociales. Y aquí no hay un hacia dón­

de, no hay catalizadores, hay malestares. Podrá haber, incluso, pequeñas rebeliones. Pero yo no creo que haya algo propicio para una revolución.

DI: Hay una frase que dice que «la revolución no hizo justicia a la mayoría y sólo hizo justicia a un sector».

HZ: Así es. Bueno, eso pasó en todas las revolu­ciones: la revolución francesa, la revolución rusa, la revolución china y la revolución mexicana. Sin embar­go, si hay algo que hay que reconocer a la revolución mexicana, no me refiero a su movimiento armado in­mediato, sino al re­pensamiento de la revolución (en mi novela La ciudad de los secretos, hablé sobre eso). Y con todos sus defectos, el PRI en algún momento dado, ya hacia los años cuarenta y cincuenta, se dio cuenta o advirtió que hacía falta un Estado de bienes­tar, que fue la educación pública gratuita y el servicio de salud. La seguridad social y la educación pública: creo que esos fueron los pilares de la estabilidad. Servicios de salud poco a poco más extendidos y aceptables, con sistemas de pensión aceptables y relativamente

Yo creo que la educación nos hace críticos, y lo que nos hace falta es ser educados y críticos y autocríticos también. Pero vivimos —me parece— en un momento en el que la educación se convierte en adiestramiento o se convierte en domesticación.

Hoy por hoy los medios de comunicación, la industria de la cultura, se han convertido en una industria de la televisión, y ésta nos enajena.

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dignos; y una educación que en su momento comenzó siendo buena y poco a poco siguió siendo buena. Lo que hemos visto es el desmantelamiento de eso a par­tir de Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, y todos los sexenios panistas de ahora. Y la gente no lo ad­vierte. Creo que cuando pensamos en la revolución, observamos que sí cometió muchas injusticias, pero al final hubo dos resultados buenos: la educación pública y la seguridad social, las cuales lamentablemente están ahora desmanteladas.

DI: Estos elementos que usted acaba de decir: la edu­cación pública y la seguridad social, pueden ser elemen­tos para una reconciliación entre la sociedad mexicana.

HZ: Sí. Yo creo que si nuestros políticos y el go­bierno quisieran reconciliarse, lo que deberían de hacer es recuperar la educación gratuita en tanto espacio para ascenso, así como la seguridad social. Pero hoy por hoy la seguridad social está colapsada. Ayer nos desayunábamos con la idea de que dos terceras partes de los trabajadores no tendrán jubilación y la tercera parte tendrá una jubilación insuficiente. Vamos a tener un país de millones de pobres, de jubilados pobres, de ancianos pobres. Tenemos un sistema médico y un sis­tema educativo colapsado y de mala calidad, y además, por si fuera poco, que ya no es de ascenso social. En los

años cincuenta estudiar preparatoria y universidad te permitía ascender socialmente. Hoy por hoy estamos en un momento en el que la gente que no está calificada gana poco, mientras la gente que está calificada tam­bién gana poco. Ese es el peor de los mundos posibles. Por supuesto que, una auténtica política pública de re­conciliación, no resolverá el problema del narcotráfico, pero estoy seguro de que en el momento en que tuvié­ramos mejores condiciones sociales, seguridad social y una educación que permita ascender socialmente, disminuirían muchísimo los problemas de inseguridad.

DI: El conocimiento también ayuda, para brindar una estructura a las causas justas que motivan el bie­nestar de la sociedad en que vivimos.

HZ: Yo creo que sí. Diría especialmente el conoci­miento de la historia, para saber que lo que sucede, no sucede porque sí. Si la gente hubiera sabido de historia, yo creo que habría votado de otra manera.

DI: Pero desgraciadamente, a pesar de que una persona tenga la necesidad y el gusto por educarse, hay veces que se enfrentan a ciertas trabas.

HZ: Bueno yo creo que hay varios puntos; por un lado está la enajenación; aunque yo no soy marxista, si creo que el concepto, que es en realidad un concepto hegeliano, es un concepto clave. Hoy por hoy los medios

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de comunicación, la industria de la cultura, se han convertido en una industria de la televisión, y ésta nos enajena. Y yo entiendo que nos enaje­nen, porque es más fácil, pero además porqué nos permiten evadirnos de la realidad. Yo tengo la costumbre de leer periódicos diario, antes de venir, y te puedo decir que llego con el estó­mago hecho añicos al trabajo. Yo entiendo que la gente que ha trabajado todo el día, lo último que quiere es ver noticias y leer el periódico. Y creo que la televisión te ofrece una manera de evadirte. Por otro lado también me doy cuenta que la educación es cara. La principal barrera es económica. Yo doy clases en universidad privada en varios lugares, y te puedo decir que yo no podría pagar la educación de un hijo mío en una univer­sidad privada. La novela que hoy acabo de publicar, te puedo decir que es una novela a la cual yo no le pongo el precio; la novela cuesta, yo no diría que cuesta mu­cho, ni me estoy haciendo rico con ella, ni la editorial se está haciendo millonaria, pero es un precio que para millones de mexicanos es prohibitivo; mi novela cuesta doscientos noventa y tantos pesos, que es mucho más que el sueldo mínimo de un trabajador. Cuando tú no puedes comprar un libro, porque el libro representa la décima parte de tus ingresos, es poner barreras. No hay bibliotecas en este país, tendría que haber una biblioteca en cada barrio; las universidades tendrían que tener una biblioteca. Creo que todos los programas culturales ten­drían que estar bien hechos, y ser para todo el mundo. Sin duda hay barreras. Yo creo que la educación nos hace críticos, y lo que nos hace falta es ser educados y críti­cos y autocríticos también. Pero vivimos —me parece— en un momento en el que la educación, o se convierte en adiestramiento o se convierte en domesticación.

DI: Hay que decirle a quienes nos leen que usted conduce un programa de radio cultural, el cual nos ayu­da también a obtener conocimiento, y brinda enseñanza al gran público. Mediante sus comentarios podemos te­ner una orientación.

HZ: A mí el programa me gusta. Lo que yo he intentado es llevar la cultura a la gente, de una manera afa­ble, divertida, no con cara seria. Saber que la cultura divierte, y nos saca una sonrisa, y nos permite también entender mejor el mundo. Reflexio­nar y hacer crítica. La cultura y la educación no consisten solo en algo formal y serio, sino también son una manera de divertirse, y además, bara­tas. A mí me gusta decirlo de manera provocativa, que ser culto es más

barato porque los fines de semana sale menos caro. Yo creo que eso es ofrecerlo; a mí me sorprende como la gente sigue el programa, porque no es cierto que al pueblo de México no le guste leer, lo que pasa es que creemos que no les gusta leer. Es muy emocio­nante ver cómo la gente quiere leer novelas, escuchar hablar de culturas,

música, ver películas distintas… A veces decimos «a la gente no le gusta», porque simplemente no les damos otras posibilidades; yo creo que esto es parte de adies­trar y de enajenar. Pero cuando a los niños los pones en otras condiciones, eso cambia. A una de mis novelas (Se refiere a «Imperio», que habla sobre Maximiliano de Habsburgo, quien gobernara como emperador a Mé­xico) la hicieron una obra de teatro, y se representaba en el Castillo de Chapultepec, y los sábados y domingos era gratuito. Era emocionante como seiscientas perso­nas con niños, sin ningún compromiso para ir, se que­daban y oían, gustaban y preguntaban. Te das cuenta que la gente disfruta de la cultura, que con mayor o menor preparación, la gente quiere oír algo más que la última telenovela.

DI: Con base en sus comentarios, es posible decir que la cultura es una válvula de escape para la revolu­ción. Y la cultura puede ser algo para mejorarnos.

HZ: Yo si insistiré en que no creo en una revolu­ción armada. Creo que las revoluciones armadas son algo muy peligroso, porque al final, además, como tú acababas de decir, la revolución se come a los revolu­cionarios. Creo que las experiencias de la historia en el siglo XX muestran que las revoluciones armadas fueron terribles, y el saldo yo no diría que es negativo, pero al menos, sí muy cuestionable. Y pienso en cambio en revoluciones más silenciosas: culturales, que cambia­ron los temas. Yo si pienso por ejemplo en Alemania, hace varias décadas era un país desigual, terriblemen­te elitista, y hoy Alemania es un país democrático, con una clase media enorme, con grandes beneficios sociales. O los países escandinavos, esas sí son revo­

luciones. ¿Cómo un país que pudo haber sido tan brutal y autoritario, como en el Tercer Reich, sesenta años o setenta años atrás, si miramos hacia dentro, observamos un país democrá­tico, igualitario, justo; un país con una clase obrera crítica y al mismo tiem­po muy de clase media? Eso creo es una verdadera revolución. Además, fue una revolución de estructura, de volver a pensar jurídica y económica­mente. Nadie iba a imaginar que a la vuelta de cien años lo que no logró el

La cultura puede jugar el papel de escapismo, pero también la cultura puede llevarnos a la crítica, a la toma de consciencia. Y un pueblo crítico, es un pueblo que no se deja y está en camino al cambio.

… no es cierto que al pueblo de México no le guste leer, lo que pasa es que creemos que no les gusta leer. Es muy emocionante ver cómo la gente quiere leer novelas, escuchar hablar de culturas, música, ver películas distintas […] A veces decimos «a la gente no les gusta», porque simplemente no les damos otras posibilidades…

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socialismo real lo logró Alemania con la socialdemo­cracia.2 Creo que el camino es la socialdemocracia. Que más que creer en una revolución armada cree en cam­bios estructurales muy serios. La cultura puede jugar el papel de escapismo, si por supuesto; pero también la cultura puede llevarnos a la crítica, a la toma de cons­ciencia. Y un pueblo crítico, es un pueblo que no se deja y está en camino al cambio.

DI: Un pensamiento crítico nos ayuda a evitar un derramamiento de sangre, esta situación fratricida en que ha caído México.

HZ: Sí; te diría más bien, porque no fuimos críticos es que estamos donde estamos. Porque siempre permi­timos que la autoridad hiciera lo que le diera la gana. Mi familia es de Guerrero y te puedo decir que Guerrero ha sido esto desde hace años, pero desde hace sesen­ta, setenta años. Hay un pozo, que se llama «el Pozo Meléndez», no sé si te suene… es una gruta natural que se usaba para mandar a los enemigos políticos y desaparecerlos. Lo sorprenden­te es que tengamos esta capacidad de apatía, de resistencia, de no ver. Creo que ha habido mucho de com­plicidad de nuestra parte, no de todos los mexicanos, pero sí de quienes hemos tenido la oportunidad de leer y escri bir e ir a la universidad. Creo que nuestra despolitización ha sido parte de la complicidad. Llegamos a donde llegamos desde hace setenta años.

DI: Una verdadera cura, para evitar la revolución es el conocimiento, la enseñanza, el aprendizaje.

HZ: Yo no diría que debemos de evitar la revolu­ción. Debería de haber una refundación o una revolu ción cultural. Creo que debe de haber un sentido del deber, lo primero que tengo que ver es cumplir con mis de­beres: sociales, políticos, profesionales, eso es el punto de partida. Y parte de eso es saber exigir. Creo que te­nemos que exigir, exigir…y concientizar, hablar. Las revoluciones armadas y no armadas se organizaron en

2 Concepto que se utiliza para designar a los movimientos so­cialistas que intentan moverse rigurosa y exclusivamente en el ámbito de las instituciones liberal­democráticas y aceptan dentro de ciertos límites la función positiva del mercado y de la propiedad privada. Las circunstancias históricas llevaron a la socialdemocracia a presidir durante largos años los gobiernos de varios países europeos y conducir los procesos de recons­trucción y desarrollo económico posteriores a la Segunda Gue­rra Mundial, con una política moderada: estatista (sin eliminar la iniciativa privada), distribucionista (sin eliminar la ganancia privada) y partidaria de un fuerte incremento de las funciones sociales del Estado, lo que condujo al llamado «Welfare State» o estado del bienestar. (N. del E.)

las chocolaterías, en los cafés. Esas conspiraciones eran cuando los muchachos, los intelectuales o las señoras hablaban. Así fue la Revolución Francesa, la Revolución de Independencia. Yo sí creo en estos pequeños gru­pos que conspiran, no en un sentido de poner bombas, sino que conspiran intelectualmente, se reúnen para hablar. Pero cuando un grupo de amigos solo puede ha­blar de futbol, o lo único que puede hablar es de como uno se puede emborrachar el fin de semana, no nos extrañe entonces que el país se esté cayendo a peda­zos. Tenemos que hablar y conspirar para cambiar el mundo. Un país donde la gente habla de política en su casa, es un país donde los políticos acaban siendo so­metidos. A mí me gusta mucho una novela de un autor ruso, Máximo Gorki: La Madre. Yo no sé si la hayas leído, donde se retratan los tiempos previos a la Revo­lución Rusa. Lo bonito es como un obrero va cambian­

do y él va con su ejemplo, aunque subversivo; va cambiando a su ma­dre y su madre que no es una mujer educada y no está comprometida con la causa de la revolución, al fi­nal termina como el hijo: conspira en la casa y cambia y ve; termina la madre siendo atraída a la causa. Yo creo que algo de esto tendría que pasar, pero mientras la gente joven, los universitarios, los preparato­rianos (no todos insisto), vivamos para la frivolidad, pues no nos ex­trañemos que si nosotros que so­mos la consciencia del país somos

frívolos, pues el resto del país va estar en manos de la televisora en turno o de «La Rosa de Guadalupe».

DI: Es también la responsabilidad de cada persona, sobre sus propias acciones que realice.

HZ: Todo mundo debemos de saber que el primer compromiso es personal. La revolución comienza con uno mismo, uno tiene que comprometerse. Y compro­meterse quiere decir, además, saber qué es lo que uno quiere, y decidirlo racionalmente. No vaya a ser que tam­bién vayamos en bola. Y creo que tenemos que ejer cer la crítica y la autocrítica.

DI: Para tener una autonomía.HZ: Así es. Lo has dicho muy bien. La autonomía

no quiere decir hacer lo que a uno le pegue la gana, sino hacer lo que uno cree o considera que es racionalmen­te lo mejor. Como decía el filósofo alemán Immanuel Kant: «Tenemos que salir de la minoría de edad, y los hombres —decía Kant— estamos en la minoría de edad, por perezosos, y porque nos da miedo». Creo que un pueblo autónomo, es un pueblo que deja de ser perezo­so en el sentido de leer, pensar y dejar de tener miedo al compromiso.

… cuando un grupo de amigos solo puede hablar de futbol, o lo único que puede hablar es de como uno se puede emborrachar el fin de semana, no nos extrañe entonces que el país se esté cayendo a pedazos. Tenemos que hablar y conspirar para cambiar el mundo. Un país donde la gente habla de política en su casa, es un país donde los políticos acaban siendo sometidos.

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DI: Y esto también nos ayuda a evitar revoluciones que conlleven violencia. Y nos dan un camino mejor a un cambio, pero que sea social y de cambio de pensa­miento.

HZ: Ahora yo te diría que el cambio es muy difícil que se dé dentro de las instituciones. Yo sí creo que tiene que haber una revolución cultural y estructural. Lo dije… por ahí publiqué un artículo de por qué no creo en el PRI. Dije que porque son los mismos haciendo lo mismo es que no van a cambiar. El cambio no viene haciendo lo mismo que ya estamos haciendo, con los mismos opera­dores. Los señores que hoy nos gobiernan son los hijos de los que hace setenta años nos gobiernan y que están haciendo lo mismo que hace setenta años. Ellos no van a hacer el cambio, y en ese sentido, sí hace falta alguna ruptura. A mí sí me parece importante un hecho clave que aún simbólico, la renuncia de un presidente, sería un modo de cambiar; creo que va por ahí y lo que hace falta son nuevas opciones políticas. Está claro que los que tenemos, son lo mismo haciendo lo mismo.

DI: La revolución para usted ¿es algo que se puede evitar o es necesaria?

HZ: Yo no soy un determinista histórico. Creo que las revoluciones no son algo que necesariamente suce­da. Si no hacemos algo vamos a llegar a un empobre­cimiento mayor de este país; una lucha de clases más acrisolada. Pero eso no necesariamente desembocará en una revolución. Porque si hay algo que el capitalismo o el neoliberalismo ha demostrado, es que tiene una ca­pacidad infinita de amaestrar y domesticar. Y la gente, aunque tú y yo podremos estar muy enojados… la gente se acostumbra a todo, incluso a comer muy mal, a la delincuencia; y además al mismo tiempo termina sien­do cómplice del sistema, por su silencio, su apatía. Yo creo que eso es la perversidad. Podemos estar mucho peor, me temo que vamos a estar mucho peor, porque nos vamos a acostumbrar; estamos ya acostumbrados.

DI: Es la apatía de la que usted habla.HZ: Exactamente. Porque además son unos cam­

bios paulatinos para mal y para bien. Y los cambios para mal se han dado así, sin que mucha gente los advierta.

DI: Los elementos que debemos de tener en cuenta es: independencia, un sentido crítico, la educación.

HZ: Yo diría, a mí me gusta esta expresión de Kant, la cual menciona en su ensayo Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? Hay que ser ilustrados, y para eso hay que ser mayores de edad, y la culpable minoría de edad es la pereza y la falta de compromiso. Pereza porque tenemos que aprender a pensar por nosotros mismos, y no tener miedo a pensar por nosotros mismos. Eso lleva al compromiso y esto es precisamente el pensamiento crítico. Un pensamiento crítico que lleva a la acción.

DI: Maestro muchas gracias, pero me gustaría sa­ber ¿cuál es su reflexión final sobre esta entrevista?

HZ: Bueno, pues me da mucho gusto que vengas. Es para mí muy importante hablar con la gente joven, y ojalá esto llegue a gente joven que piense en la res­ponsabilidad que tienen ellos; pues yo al fin y al cabo, ya estoy mayor. Pero yo pienso en que una muchacha, un muchacho, no tiene derecho a no ver las noticias. ¿Quiénes son parte del problema? un universitario que no sabe hoy lo que está sucediendo en el país; un mu­chacho que no vio ayer las noticias o no las leyó, o no abrió en internet una página sobre noticias, es parte del problema. ¿Por qué esta el país así? hay gente que le aburre la política. Hoy por hoy, no es solo un problema de ignorancia, es un problema de pereza; como decía Kant. Un estudiante universitario tiene medios de co­municación, información sesgada, o lo que sea pero la tiene. El primer paso es tener acceso a la información. Y yo te diría que muchas personas no se interesan por ver la información de política. Pregúntale a tus com­pañeros quien leyó un periódico, o quien vio un tweet político, o quien vio en internet algo o escucho una no­ticia política; te vas a quedar espantado no porque vi­niera en el microbús, sino porque la escuchó o la buscó. La gente pasa más tiempo en el Facebook y es incapaz a veces de simplemente por curiosidad saber qué es lo que está pasando en el país… en ese sentido, son parte del problema, son cómplices.

DI: Sí, es verdad profesor, y yo creo que usted nos ayuda con base en lo que escribe en sus libros y comen­ta en sus programas de radio, como es «El Banquete del Doctor Zagal» que se transmite los sábados a las 17:00 h. por el 102.5 FM; así como mediante sus cápsulas en el programa, «Charros contra Gánsters», en la misma esta ción, de lunes a viernes de 19:00 a 21:00 h., los cuales invitamos a escuchar a nuestros lectores. Quiero agradecerle a usted el que nos quite un poco de nuestra ignorancia y nos ayude a pensar y a reflexionar.

HZ: Por eso me gusta mucho la frase de Kant: «Sa­pere aude», «atrévete a saber»; yo creo que este debe de ser el lema de un universitario: «atrévete a saber».

DI: A no tener miedo.HZ: A no tener miedo.

Héctor Zagal es doctor en filosofía por la universidad de Navarra, España. Interesado en la difusión de la cultura, ha escrito para medios impresos y realizado programas y cápsulas radiofónicas, además de publicar ensayo y novela. Actualmente se desempeña como profesor investigador de la universidad Panamericana y conduce el programa «El banquete del Dr. zagal» que se transmite por MVS Noticias.

Daniel es estudiante de la carrera en Ingeniería en Sistemas Electrónicos y de telecomunicaciones por la universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel Cuautepec. Se rige por la máxima: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti «, la cual trata siempre de poner en práctica.

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Creada para satisfacer la necesidad apremiante de brindar una educación superior de calidad que llegara a los sectores más desfavorecidos de la población, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México tiene un proyecto educativo integral que busca no sólo el bienestar del estudiante sino también comprometerse con la sociedad. La autora de este artículo nos habla al respecto.

La UACM: ¿universidad «del Peje» o universidad del pueblo?

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La pedagogía del oprimido, deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.

Paulo Freire

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México nació a raíz de dos importantes movimientos: por un lado la lu­cha que dan los pobladores de Santa Martha Acatitla en Iztapalapa donde exigían la construcción de una prepara­

toria en la antigua cárcel, al grito de «¡Prepa si! ¡Cárcel no!», y por otro lado la huelga de la UNAM en 1999. Fue entonces que, gracias a estas dos luchas, el 26 de abril del 2001, por decre­to del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, se funda la Universidad de la Ciudad de México, que tres años más tarde obtendría su autonomía. Es importante mencionar que en México no se construía ningu­na institución pública de nivel superior desde la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en 1975.

La UACM tiene desde sus orígenes el objetivo de contra­rrestar la problemática de exclusión y rezago educativo que año con año incrementa en nuestro país; por ello abre sus puertas a todos aquellos jóvenes y adultos que deseen ingresar a la edu­cación superior, sin examen de admisión ni cuotas, solo se pide el certificado de educación media superior y se lleva a cabo un sorteo, brindando una educación científica, humanística, crítica y popular.

En este sentido, el Proyecto Educativo de la Universidad busca responder a las necesidades de quienes no tienen acceso a la educación superior; por ello el proyecto se concreta en la ubicación de forma estratégica de sus planteles: Casa Libertad y San Lorenzo Tezonco en Iztapalapa; Del Valle en el sur de la ciudad; Centro Histórico, y al norte se encuentra el plantel Cuautepec. También cuenta con dos espacios culturales: Casa Vlady, en Mixcoac al sur de la Ciudad de México y Casa Talave­ra, en el Barrio de la Merced.

La autonomía en la UACM se comprende en dos sentidos: por un lado la responsabilidad y el compromiso de autogo­bernarse en el máximo órgano de gobierno que es el Consejo Universitario donde están representados los tres sectores de

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La UACM nace a raíz de la lucha del pueblo, con un proyecto educativo que busca responder a las necesidades

de quienes no tienen acceso a la educación superior

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la comunidad universitaria: estudiantes, aca­démicos y personal administrativo técnico y manual; dicho órgano se debe conformar de manera eficaz para resolver mediante el diálo­go los conflictos que surjan, buscando formar consensos. Y por el otro, se refiere a que las comunidades académicas tengan un pensa­miento crítico, analítico, inteligente y autó­nomo para contribuir al desarrollo de la socie­dad, generando conocimientos referentes de pensamiento humanístico, artístico, tecnoló­gico y científico. Dicho conocimiento no debe ser como simple adiestramiento, ni mera acu­mulación de información, mucho menos sim­ple propaganda. Las personas que ingresan a la UACM, dejan de ser alumnos entendidos sola­mente como sujetos pasivos y dependientes que solo escuchan al otro que cultiva, alimenta y educa, para entonces convertirse en estudian-tes, es decir, sujetos activos, que realizan un trabajo para lograr sus objetivos, que crean un proceso de aprendizaje autodidacta, autóno­mo, y asumen la responsabilidad de formarse un pensamiento propio para desarrollar su gran potencial.

Es importante mencionar que dicha insti­tución es sostenida por los impuestos del pue­blo, es por ello que la educación además de ser un derecho y un beneficio para los ciudadanos también resulta una gran responsabilidad que se tiene para con la sociedad. La UACM tiene el pro­pósito de crear profesionistas comprometidos que establezcan una relación y una búsqueda de soluciones a las dificultades y retos que enfren­ta y seguirá enfrentado nuestro pueblo, porque como dice su lema «Nada humano me es ajeno».

La UACM, construye una comunidad acadé­mica, un espacio en el que estudiantes y profe­

sores desarrollen e innoven el conocimiento; donde los intereses no sólo sean la obtención de certificados y diplomas en el caso de los estu­diantes, y los intereses laborales en el caso de los profesores, sino que tengan como motiva­ción el desarrollo del conocimiento, la forma­ción de las nuevas generaciones, satisfacción de un aprendizaje recíproco y continuo entre estu­diantes y profesores, así como la construcción de un proceso de enseñanza­aprendizaje, la di­fusión de la cultura y el servicio a la sociedad.

Los académicos y los estudiantes deberán contribuir con trabajo, cultivando disciplina y for mación humanística, científica, crítica y pro ­fesional. La universidad asume este com pro miso porque la formación meramente profesional es insuficiente para enfrentar con éxito los múlti­ples y complejos retos de la vida contemporánea en sus diversas dimensiones: económica, social, política, moral, cultural, laboral, familiar.

La formación académica de la UACM, se di­vide en tres ciclos importantes: Ciclo de Integra­ción, Ciclo Básico y Ciclo Superior. En las dos primeras etapas el estudiante llega a la universi­dad a aprender, a desarrollar sus conocimientos y capacidad de juicio, así como también a cono­cer y comprender el Proyecto Educativo de la Universidad. Este es el sentido de los primeros semestres de todos los planes de estudio, y de la política de posponer los estudios especializa­dos hasta el Ciclo Superior cuando el estudiante haya adquirido una formación académica, una amplia visión cultural y el acrecentamiento de su autonomía como sujeto activo de su proceso de aprendizaje.

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México cuenta con licenciaturas e ingenierías, las cuales se dividen en tres colegios:

Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales:• Arte y Patrimonio Cultural• Ciencia Política y Administración Urbana• Ciencias Sociales

…abre sus puertas a todos aquellos jóvenes y adultos que deseen ingresar a la educación superior, sin examen de admisión ni cuotas…

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• Comunicación y Cultura• Creación Literaria• Filosofía e Historia de las Ideas• Historia y Sociedad Contemporánea,• Derecho

Colegio de Ciencia y Tecnología: • Ingeniería en Sistemas y Transporte Urbano• Ingeniería en Sistemas Industriales• Ingeniería en Software • Ingeniería en Sistemas Electrónicos y Tele­

comunicaciones • Ingeniería en Sistemas Energéticos• Modelación Matemática

Colegio de Ciencias y Humanidades • Promoción de la Salud

La UACM fue creada para satisfacer las nece­sidades de nuestra sociedad, de nuestro pue­blo, es por ello que el Enlace Comunitario es un mecanismo de vinculación, para que exista un espacio real de discusión, análisis, crítica y búsqueda de soluciones, bajo la premisa de que la UACM se debe al pueblo.

El Proyecto Educativo de la UACM mencio­na que «las instituciones de educación supe­rior de nuestros días requieren consolidarse como entidades plurales y libres que gocen de plena autonomía, profundamente conscientes de su responsabilidad, para poder desplegar su indeclinable misión de acercamiento al saber y a la verdad»1. Como señala Paulo Freire, reco­nocido pensador brasileño de grandes contri­buciones al terreno de la educación durante el siglo XX, «la ciencia y la tecnología, en la socie­dad revolucionaria, deben estar al servicio de la liberación permanente de la humanización

1 En «Principios del proyecto de la Ley de la Universi­dad Autónoma de la Ciudad de México para el 2014, Apartado 9. Establecer una relación responsable con la sociedad», consultado el 25 de febrero de 2015 en la página web: http://bit.ly/1IvliKO (N. del E.)

Garantizar la libertad académica y la pluralidad de pensamiento, son objetivos que

promueve la universidad.

del hombre», un servicio a la búsqueda de solu­ciones a las necesidades y carencias de la so­ciedad y a la difusión de la ciencia y la cultura.

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México, es un espacio para que los estu­diantes desarrollen la facultad de aprender a aprender para comprender y entender la reali­dad. Este proceso de enseñanza­aprendizaje va de la mano con sus profesores, quienes en­señan no sólo en el aula o laboratorio, sino también impartiendo asesorías y tutorías para un aprendizaje más profundo y personalizado, construyendo un ambiente donde la experien­cia sensorial sea rica y libre para desarrollar las habilidades, cualidades y capacidades de los estudiantes, necesarias para crear patrones de aprendizajes que activen su pensamiento y de­sarrollen su creatividad intelectual, creando pro fesionistas con una educación científica, hu­manística, crítica y popular, capaces de aportar soluciones concretas a las problemáticas y ne­cesidades del entorno en conviven diariamente.

¡Autonomía, educación y libertad!¡En lucha la Autónoma de la Ciudad!

Nube Viajera es estudiante de la carrera en Historia y Sociedad Contemporánea por la universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel Cuautepec.

La UACM se debe al pueblo, y por ello tiene el propósito de crear profesionistas comprometidos

con los problemas de la sociedad…

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18 El Valle de Cuauhtepec se localiza en la segunda

delegación más poblada de la Ciudad de México, pues según las cifras del censo de 2010 en la Gus­tavo A. Madero hay 1185772 habitantes, ubicán­

dose solo detrás de Iztapalapa. Por eso no es raro que

La nueva agricultura de las ciudades

Conseguir alimentos en las grandes ciudades se ha convertido en un asunto muy costoso y riesgoso para los consumidores. No obstante, en últimos años ha surgido la agricultura urbana como una excelente opción para conseguir

hortalizas de calidad, más saludables y a un menor costo.

resienta las carencias de todo lugar muy poblado: los servicios básicos. De ahí se desprenden otro tipo de pro­blemas; por ejemplo, la falta de agua puede llevar a que aparezcan enfermedades como el cólera; una urbaniza­ción desordenada que provoca la ocupación de zonas

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opción para reducir los riesgos ya mencionados.

Cultivar en la ciudad, tal y como se ha demostrado en ciudades europeas, norteamericanas y sudamericanas, es una solución de entre las muchas que son necesarias a los problemas de la urbanización, por contribuir al abasto de alimentos aprovechando los recursos disponibles en el espa­cio urbano.

En Cuauhtepec tendremos, so­bre todo, el problema en cuanto a la

calidad de los alimentos. Nosotros mismos podemos darnos cuenta que desconocemos el origen de las hor­talizas que consumimos, y si bien podemos apostar a que vienen de fuera, no resulta visible la manera en que se han producido. Esto no significa que hay que des­confiar de lo que venden en los puestos del tianguis; más bien debemos estar conscientes de que la produc­ción de esos alimentos no está en nuestras manos, y la mayoría de las veces tampoco está en las manos del productor y sí en las de las empresas dedicadas a la fa­bricación de químicos. Es decir, no sabemos cómo los hicieron, sólo sabemos que no estuvo en nuestras ma­nos cómo los hicieron.

La disponibilidad de estas hortalizas se encuentra sujeta por los precios que fijan los acaparadores de la Central de Abastos y por el precio de los combustibles.

Eso se suma para el precio fi­nal que pagamos, y si no exis­te la oportunidad de pagarlo, la mercancía es enviada a la basura, a los tiraderos. Aun así, al parecer no faltan en los tianguis puestos que oferten hortalizas variadas.

Quien cultive en su casa descubrirá que Cuauh tepec tiene un clima templado, donde es posible la siembra de hortalizas durante todo el año. Además, las fuentes de abastecimiento de agua pro­

vienen de la red norte de pozos, algunos ubicados en el cerro del Chiquihuite, por lo que el agua no represen­ta mucha limitación si se sabe utilizar adecuadamente junto a la captación de agua de lluvias.

Ángel gusta de vivir la vida y divertirse. Como norma de vida sostiene: «soy amigo de los amigos, caballero con las damas y malo con mis enemigos.» De profesión agrónomo, busca ayudar al pueblo con la agricultura. Aficionado a la literatura, al futbol, a las bicis, al ajedrez, y ateo fundamentalista-de-línea-dura, aunque le entretienen ciertos temas relacionados con lo sobrenatural.

Cultivar en la ciudad, tal y como se ha demostrado en ciudades europeas, norteamericanas y sudamericanas, es una solución de entre las muchas que son necesarias a los problemas de la urbanización, por contribuir al abasto de alimentos aprovechando los recursos disponibles en el espacio urbano.

¿Quieres saber más acerca de cómo aprovechar los pequeños espacios urbanos

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estrategias de producción de agricultura urbana disponibles para habitantes de Cuauhtepec.

donde hubo vegetación, o bien que continuamente los edificios o las casas deben irse construyendo hacia arriba.

Podríamos seguir con una lista interminable de todos los pro blemas que surgen de la gran po bla ción que se ha asentado en el Valle de Cuauh­tepec, pero es preferible pasar a las soluciones. Eso sí, debemos tomar en cuenta que para un enredo de problemas una solución es apenas el comienzo para poder desenredarle.

Fijémonos en la cantidad de construcciones que actualmente hay en Cuauhtepec: en sus techos dejan una superficie de loza que espera a ser ocupada, pues si queremos avanzar a las soluciones entonces nuestro pensamiento debe observar que todo aquello que no está en uso no es otra cosa que un recur­so desperdiciado. En esta categoría podemos ubicar al plástico PET, que pasó de ser basura a un recurso, y de la misma manera podríamos utilizar la superficie de los te­chos, el agua de las lluvias y la radiación solar que caen sobre nosotros. Podemos llegar a darnos cuenta que ese recurso hasta entonces desperdiciado era una fuga de dinero en nuestra economía personal y familiar.

Tenemos la superficie, tenemos el recurso, luego entonces hallamos algo que puede aprovecharse: mo­delos de huertos familiares­urbanos. Y es que desde la falta de un crecimiento ordenado de las ciudades y el aumento de la población se puede ver que el abasto a la necesidad de la comida no re­sulta fácil, pues en el caso de las hortalizas puede que no es­tén del todo disponibles o que haya problemas con su calidad.

Alimentar a una gran población requiere técnicas que en ocasiones resultan riesgosas para la salud de las personas y la estabilidad del medio ambiente, por el uso de sustancias químicas que tienen el objetivo de fertili­zar al cultivo, controlar las plantas que le hagan com­petencia y evitar las pérdidas por ataques de insectos, hongos o enfermedades. Sinceramente se ría imposi­ble alimentarnos sin continuar con dichos riesgos, lo único que se puede hacer es irlos disminuyendo. Des­de hace ya varios años ha aparecido la «agricultura or­gánica», que se abstiene de usar productos químicos, realizada en sus inicios en el medio rural, pero que ya ha sido ampliamente adaptada para la agricultura urbana, ayudándole a presentarse también como una

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La Sierra de Guadalupe: Santuario natural en riesgo

Basta alzar la vista para verlos. Ahí están, los cerros y su vegetación, que esconden tesoros naturales invaluables. Desafortunadamente, la falta de cuidados y concientización han ido mermando estos espacios. Se trata de la Sierra de Guadalupe, y los problemas que enfrenta hoy en día.

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¿Podríamos imaginar la sorpresa con que los ojos de los primeros humanos contempla­ron el espacio geográfico de lo que hoy es Cuauhtepec y la Sierra de Guadalupe cuando, allende los inicios de la llamada era cristiana o nuestra era, milenios atrás, por primera vez, sus pies hollaron estas tierras? Aquellos ojos no cabrían en sus cuencas debido al

asombro, pasmados ante el maravilloso y paradisiaco paisaje que ante ellos aparecía: la Sierra, un enclave orográfico boyante de vida, inmerso en las plácidas aguas del gran lago que cubría el actual Valle de México; y el rincón que andando el tiempo sería Cuauhtepec, una lengüeta del lago, poblada de peces y aves, lamiendo las faldas de los cerros.

Esos mismos ojos se morirían de estupor al contemplar el espectáculo actual: el lago se ha ido y en su lugar se yergue una espectral selva de asfalto y concreto cuya maleza ha carcomido las estri baciones de la sierra más allá de su parte media y se extiende demencialmente hasta los confines del horizonte. De aquel edén sólo queda un reducto de vida en la cresta de la serranía. La historia del ecocidio, larga, primero lenta y después vertiginosa, al principio parecía inofensiva.

FiloVitalis Fotografía: ygnacio jiménez tinajero

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Remontémonos al año 1325, al lago con el mítico islote sobre el que se funda la gran Tenochtítlan y a sus riberas donde proliferan otros centros de población. El llamado «Ombligo de la Luna» experimenta entonces un ensanchamiento galopante. Desde la cumbre del ce­rro cuya forma dio origen al nombre de la comunidad, las águilas fueron testigos de la caída de la ciudad de los caballeros águila, e impotentes vieron cómo, paso a paso, durante la Época Colonial y los primeros años del México Independiente, el lago desaparecía merced al caserío. Observaron consternadas cómo los bosques eran talados y, poco a poco, la amenaza que venía de abajo, la espectral mancha urbana fue devorando todo a su paso hasta las faldas de los cerros milenarios trocan­do árbol junto a árbol por piedra sobre piedra.

La Sierra de Guadalupe, la Sierra, nuestra Sierra, es una formación geológica de origen volcánico que se­meja una diadema de esmeraldas en la testa del Distrito Federal, cuyos contrafuertes se extienden a través de la delega­ción Gustavo A. Madero y los municipios mexiquenses de Tlal ­nepantla, Ecatepec, Coacalco y Tulti tlán. Entre sus promi­nencias se cuentan El Picacho, los cerros Tlayacampa, El Te­nayo, Chiquihuite, Tlalayote, Petlécatl, Cabeza Blanca, Las Canteras, Ecatepec, Gordo, Zacatenco, El Guerrero, Los Gachupines y Tepeyac; los picachos La Cruz, El Jaral y El Fraile así como los picos Tres Padres, Moctezuma, Xoncuico y Los Díaz.

Contrario a lo que muchas personas pudieran pen­sar, la parte de la Sierra de Guadalupe que permanece libre de asentamientos humanos no está cerrada al paso de visitantes interesados por conocerla. Mirando desde abajo se antoja la cumbre, El Picacho, el techo norte de la Ciudad de México. A él se puede acceder por veredas que, en un rápido ascenso de una hora u hora y me­dia, partiendo de la zona urbana, lo ponen a uno en las alturas. El visitante llega, si no tiene buena condición física, con paso cansino y sin aliento a los 3100 metros sobre el nivel del mar. Ya ahí, se encuentra, para su sor­presa, no una cumbre desierta y virgen para plantar su bandera a la usanza de los alpinistas; ya otros llegaron antes que él y plantaron no un pabellón de gloria sino la antena de comunicaciones de la ignominia. Destaca la devastación hecha por el consorcio televisivo, Televisa, para poner allí sus instalaciones. Desde luego, con el ci­nismo y prepotencia que lo caracteriza, no importaron las voces que en favor de la Sierra se opusieron a su fatí­dica presencia. Afortunadamente, en estas alturas toda­vía, de vez en cuando, se observa el majestuoso vuelo de una o dos rapaces solitarias que lanzan su grito

estridente y bravío al otear los páramos de un hábitat atrozmente mermado en busca de su sustento.

Desde lo alto no se sabe si se domina toda la ciudad o es la gran urbe, que rodea por doquier, la que domina. Se ve imponente e infinita; un océano de concreto o luz cuyas orillas se pierden en lontananza. Las verdes estri­baciones de la Sierra se advierten como una pequeña isla que se hunde en la mar urbana. No obstante, su majestuo­sidad no se opaca y parece la dorsal de un gran dinosaurio tendido a descansar o a morir en el anchuroso valle.

Con todo, la actual área de conservación ecológica de la Sierra de Guadalupe, con sus cinco mil a seis mil hectáreas, es el espacio natural más grande del mundo in­merso en una demarcación urbana. Es un santuario que alberga una enorme biodiversidad entre especies vege­tales y animales, nativas e introducidas. Los bosques de encino y madroño, de eucalipto y ciprés mexicano, los parajes de pastizales y arbustos poblados por innume­

rables especies de plantas con insospechadas cualidades cura­tivas, son el hogar de mamíferos, reptiles, aves, moluscos y artró­podos. Hay lugares de exuberan­te e inusitada belleza que, con su verdor y multicolor florido, parece increíble que existan en el seno de la megalópolis, allá arriba, en un lugar que parece

estar a salvo de la huella humana.Bajando por sus estrechos senderos, transitando

por sus numerosas brechas o aventurándose incluso entre la espesura de sus barrancas, cañadas y laderas, se puede encontrar aún con sorprendentes hallazgos: una exuberante flora cuando el temporal es bueno que va desde los nativos y recios encinos, huizaches y tepo­zanes hasta los forasteros eucaliptos, cedros blancos y casuarinas, pasando por las delicadas dalias, begonias, flores aztecas y de mayo; las medicinales árnica, peri­cón, estafiate y gordolobo, sin dejar de lado las arbus­tivas yerba blanca, peshto, palo dulce, uña de gato o a las rastreras jabonera o jícamas silvestres o los agaves serranos, los nopales bondos y chamacueros creciendo en las escarpaduras y grietas de las rocas, las yucas, las biznagas, y un largo etcétera, entre las 319 especies vegetales reconocidas. Maravilla que entre la muy mer­mada fauna se encuentre uno con mamíferos (27 es­pecies reportadas) tales como conejos, ratones, topos, tuzas, murciélagos, tlacuaches, cacomixtles; aves (80 especies registradas) tales como águilas, halcones, gavi lanes, cardenales, gorriones, codornices, azulejos, le chuzas, búhos, golondrinas, colibríes; reptiles (20 es­pe cies catalogadas) entre serpientes de cascabel, cin­cuates, camaleones, tecuishes, lagartijas y anfibios (ocho especies) rana verde, rana gris, sapos; moluscos y

La actual área de conservación ecológica de la Sierra de Guadalupe, con sus cinco mil a seis mil hectáreas, es el espacio natural más grande del mundo inmerso en una demarcación urbana. Es un santuario que alberga una enorme biodiversidad entre especies vegetales y animales, nativas e introducidas.

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numerosas especies de insectos y otros artrópodos ta­les como abejas, avispas, chapulines, mariposas, escara­bajos, ciempiés, arañas, alacranes, cochinillas, etc.

Las principales amenazas para este oasis vital so­mos, irónicamente y en definitiva, nosotros, los habi­tantes de Cuauhtepec. En primer lugar nuestra demanda de espacio urbano redunda en detrimento y merma del hábitat natural, y no son pocos los políticos y caciques venales e inescrupulosos que trafican con la Sierra. También es cierto, desafortunadamente, que muchas personas al visitar los parajes de la Sierra, lejos de cuidar, preservar o simplemente disfrutar, suben a depredar de muchas maneras: colectan chapulines y caracoles, cortan nopales, flores, hierbas y hongos de manera in­discriminada y sin un criterio de sustentabilidad, como si el cerro fuera una fuente inagotable de comida para sus fauces y estómagos hambrientos y veleidosos. Cuan do de día de campo van, arremeten con cuanta infortunada especie animal o vegetal se les atraviesa en el camino; encienden fogatas que son la causa más frecuente de incendios forestales y para colmo dejan un espléndido regalo: basura por doquier y a manos llenas. Sumemos a esto la devastación y la erosión que provoca el pas­

toreo; la proliferación, del lado del Estado de México, de vertederos de basura, eufemísticamente llamados rellenos sanitarios donde incluso se depositan residuos industriales peligrosos; la lluvia ácida que provoca el aglomerado demográfico e industrial que ya ha cobra­do víctimas entre algunas especies forestales.

La barda perimetral en el DF detuvo el avance de la mancha urbana en algunos tramos, pero su carencia en otros así como en el Estado de México, donde pese a que se han obtenido grandes financiamientos y no se ha construido, representa la más seria amenaza para esa área de conservación ecológica. Urge que la Sierra de Guadalupe en su conjunto sea elevada a la catego­ría de Área Natural Protegida (ANP), que son espacios naturales que no han sido alterados por la actividad humana para su preservación y protección por decreto presidencial, asignando programas de manejo y orde­namiento ecológico permanentes bajo la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente. Además se pide que las autoridades de ambas entidades ejerzan acciones enérgicas y contundentes para revertir y evitar más invasiones a la Sierra, así como la asigna­ción de presupuesto para garantizar permanentemente

TLALNEPANTLA

TLALNEPANTLA

COACALCO

ECATEPEC

G.A.M.

TULTITLÁN

SIERRA DE GUADALUPE Datos retomados de la Red para la conservación de la Sierra de Guadalupe

El pulmón verde al norte de la zona metropolitana

6 503 hectáreas

4 municipios1 delegación

5 millones de personas dependen directamente de ella

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y en la práctica un control más estricto del acceso de visitantes, a tono con el estatus de ANP.

También es importante que las instituciones de educación superior en general y de la UACM en particu­lar, máxime por tener uno de sus planteles enclavado en la zona, participen comprometidamente con todo su potencial académico y humano en el estudio y preser­vación de la Sierra. A este respecto vale traer a cuento que Filovitalis, organización ambientalista de Cuauhte­pec, el 11 de abril de 2013 durante el interinato de Enrique Dussel Ambrosini presentó ante el pleno del Consejo Universitario las siguientes propuestas:

• Participación de la UACM en un órgano Colegiado Interinstitucional y Ciudadano para poner en fun­cionamiento el Centro de Educación Ambiental en Joya de Nieves antes de que los elementos am­bientales, el tiempo y el vandalismo acaben por reducirlo a ruinas.

• Que la UACM a través de las carreras relacionadas con la salud y el medio ambiente funde un Centro de Estudios de la Sierra de Guadalupe que auspi­cie y conduzca científicamente los esfuerzos para la conservación de la citada ANP.

• Que la UACM inicie en Cuauhtepec la fundación de las Clínicas de Salud en Medicina Tradicional y Alternativa.

• Que la UACM coadyuve en las gestiones para exten­der el Corredor Cero Emisiones hasta el Plantel Cuauhtepec.

Ojalá que los actuales consejeros universitarios reto­men estas sugerencias, las pongan a la orden del día so­bre la mesa de discusiones y se pueda poner manos a la obra en su implementación.

Respetar, rescatar, conservar y cuidar de este mer­mado y deteriorado espacio natural es responsabilidad de todos. Es acuciante la necesidad de acciones enca­minadas a reforestar con especies nativas; revertir el robo y deterioro del suelo; evitar y sofocar incendios; proteger a las especies animales y vegetales, muchas de las cuales están seriamente amenazadas; combatir el saqueo de sus recursos bióticos, concientizar a los visitantes acerca del cuidado y disfrute respetuoso y responsable del espacio durante su estancia o tránsito.

Si socialmente pudiéramos ser capaces de cobrar conciencia de la importancia de la Sierra para la propia supervivencia de la humanidad y de la pervivencia de la vida, la cuidaríamos como una joya, como el tesoro más preciado. Para valorarlo y quererlo más, detengámonos a pensar por un momento en los enormes beneficios ambientales que nos brinda: es una trampa para uno de los principales gases de efecto invernadero, el bióxido

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de carbono, CO2, que genera el calentamiento global

del planeta (cada árbol maduro consume en promedio 6 kg de CO

2 al año); evidentemente es un importante

generador de oxígeno, al mantener una cobertura vege­tal, ya que por un lado contribuye a evitar la erosión, la conservación y enriquecimiento del suelo, por otro a la captación de agua pluvial para la recarga de los man­tos freáticos, también como atrapapolvo y barrera con­tra tolvaneras, y todavía más, es un agente refrescante y regulador de la temperatura local; es una magnífica reserva biótica al ser el lugar de asiento y desarrollo de la biodiversidad; es el hogar de millones de insec­tos polinizadores a quienes debemos en gran medida la producción de los alimentos que consumimos; es un lugar de esparcimiento que brinda, con el sólo hecho de contemplarlo, un placer inenarrable a quien lo sabe apreciar y disfrutar. Ni la totalidad de nuestros exiguos recursos económicos, bastarían para retribuir los servi­cios que recibimos de la Sierra.

No todo está perdido. Mientras haya personas dis­puestas a amar y respetar la vida, la Sierra de Guadalupe tiene futuro. Mujeres y hombres con esa disposición han existido y existen. Algunos de ellos durante años han plan­tado arbolitos y cuidan de la Sierra. Sus esfuerzos han desembocado cual arroyos tributarios en un torren te conjunto de voluntades y capacidades para mantener

Para mayor información sobre cómo unirte para el rescate y la conservación de la Sierra de Guadalupe, añádenos a:Facebook: Filovitalis CuauhtepecFacebook: red por la Conservación de la sierra de GuadalupeDonde te informaremos de las actividades en las cuales puedes contribuir.

viva la llama de la vida allá arriba, a ras de cielo: los días 21 y 22 de abril de 2012 en un evento realizado en la cumbre del Picacho se constituyó la Red por la Con­servación de la Sierra de Guadalupe (ReCoSiG) como organismo coordinador de los esfuerzos de diversas or­ganizaciones ambientalistas de la sociedad civil del DF y el Estado de México en su lucha por preservar la Sierra. Entre las múltiples actividades que realizan están: ca­minatas diurnas y nocturnas, visitas guiadas a grupos escolares, campamentos de formación ecológica, estu­dios sobre el ecosistema, trabajos de conservación como la reforestación, construcción de represas y tinas ciegas para la captación de agua de lluvias, bebederos para la fauna, vigilancia del espacio, concientización de los visitantes, combate de incendios, etc.

Si en tu mente y corazón existe la chispa del amor hacia la vida sobre este hermoso planeta y estás dis­puesto a cuidarla y preservarla para la posteridad: ¡Sú­mate a la lucha!

Respetar, rescatar, conservar y cuidar de este mermado y deteriorado espacio natural es responsabilidad de todos. No todo está perdido. Mientras haya personas dispuestas a amar y respetar la vida, la Sierra de Guadalupe tiene futuro.

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Definir qué es la cultura implica una enorme dificultad en estos tiempos de relativismo; consciente de ello, no as­piro a desarrollar una definición sino

que presento una noción a través del análisis del significado del término cultura.

El término cultura proviene del verbo «cultivar», que significa dar a las plantas las atenciones y cuidados necesarios para que crezcan, se desarrollen y fructifiquen.

Cultivar implica acción, es una práctica; lo cultivable tiene su fundamento en un orga­nismo natural, al que se le aplica una acción inteligente, una finalidad. Así, se cultiva para obtener un resultado, primeramente una cose­cha, el sustento; después para mejorar el rendi­miento a través de la selección de las mejores características de una planta.

Así, cultivar es una acción y un resultado. En tanto acción es el despliegue de la inteligen­cia humana sobre organismos naturales para

Se habla de la palabra cultura en medios de comunicación, discursos de gobernantes, escuelas, institutos y hasta dentro de las conversaciones habituales de una familia. Pero ¿sabemos realmente de dónde viene esta noción o cuál es su significado? El autor de este breve ensayo trata de examinar algunas cuestiones acerca de este término.

Noción de cultura

propiciar su desarrollo, su sostenimiento, su mejoramiento y su conservación. Como resul­tado es el producto de una actividad inteligente que mejora las características de un ser natural.

Cultivar implica el mejoramiento de las características naturales de un organismo, lo que equivale a una transformación a la que subyace la naturaleza del organismo. La in­tervención del hombre en la naturaleza de los seres, es parcial, no se puede modificar de manera absoluta. Solamente se desarrollan cambios parciales, es decir que en la transfor­mación de los organismos vivos no se altera su composición elemental, sino que se operan cambios para el desarrollo de ciertas caracte­rísticas deseables.

Cultivar es una acción presente en casi to­das las sociedades humanas, donde el apren­dizaje de la agricultura supuso la posibilidad de sobrevivir sin estar a expensas de los ciclos naturales. Esta capacidad humana de romper

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con las limitaciones que nos impone la naturaleza, ha sido la fuente del desarrollo de la cultura.

Gracias al desarrollo cons­ciente de la capacidad para culti­var, el ser humano pudo acceder a la transformación de sí mismo, de su entorno y así establecer nue­vas relaciones con el medio que lo rodea.

El ser humano no solamente fue un organismo más en lucha por la sobrevivencia, sino que se colocó en el plano de decidir la sobreviven­cia de otros organismos naturales que competían con él en la natura­leza. Así, los depredadores fueron a su vez depredados. Resulta irónico que la capacidad que poseemos para cuidar y preservar ciertas plantas y animales tiene su contraparte: la de destruir y extinguir otras especies.

El mundo moderno ha desarrollado los conoci­

mientos para conocer, cui­dar y preservar la naturaleza;

pero también con esos cono­cimientos se destruyen y se

extinguen especies. Lo anterior tiene su base en la relación que

la modernidad estableció como proyecto: el dominio de la natura­

leza. Los filósofos Francis Bacon y René Descartes lo plantearon como un dominio parcial y progresivo, donde finalmente el ser humano llegaría a ser el amo de la natura­leza. Si bien no podemos negar que en parte ese proyecto moderno se

ha hecho realidad, hay que reconocer el costo en sufri­miento y en contaminación que ha producido.

El núcleo de estas capacidades es el conocimiento, y el conocimiento no es, por sí solo, bueno ni malo.

El término cultura proviene del verbo “cultivar”, que significa dar a las plantas las atenciones y cuidados necesarios para que crezcan, se desarrollen y fructifiquen

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Lo que establece esta valo­ración es la pregunta acerca de ¿qué hacemos con él? y ¿para qué lo usamos? Así, el problema que entraña nues­tra relación con la naturaleza y con nosotros mismos es de tipo ético.

Desde la antigüedad ha existido la gran preocupa­ción por saber el origen del ser humano; el porqué nos sentimos diferentes a los microorganismos, plantas y animales del planeta a pesar de ser organismos vivos al igual que ellos, dependientes de las mismas condicio­nes. Acaso sea porque podemos modificar el ambiente para sobrevivir, y hemos negado nuestro ser natural a través del desarrollo de eso que llamamos cultura.

En nuestra tradición judeocristiana (también co­nocida como Occidental),1 el hombre es diferente de las plantas y animales. Esta diferencia está dada por el pneuma divino (alma), que le da vida al hombre. Este soplo divino constituyó el alma humana, diferente de la naturaleza de los ángeles. La tradición judeocristiana nos revela que el ser humano está de paso sobre la tie­rra, que su finalidad es llegar al origen de todo lo exis­tente, que es Dios. San Agustín, en su obra La ciudad de Dios, muestra que la verdadera patria del ser huma­no es la ciudad celestial y no las ciudades terrenas. El verdadero cristiano ha de esforzarse en vivir conforme a los dictados de la religión para ser merecedor de la ciudad celestial y de la vida eterna. Sin embargo, la rea­lidad nos muestra que la constante en el ser humano es la desobediencia, la negación de los propósitos de Dios.

La negación es la potencia creativa; la negación de la naturaleza en nosotros mismos da origen a la cultu­ra, a lo que llamamos educación. Así, nuestros deseos naturales, nuestras tendencias, apetitos y deseos son profundamente trastocados y alterados para dar lugar al cultivo del ser humano. El gran reclamo de Nietzsche

1 Se refiere a que en los países conquistados por imperios euro­peos heredamos su sistema de leyes, de enseñanza, organiza­ción política y social, entre otros conocimientos, sociedades que tenían como religión oficial el cristianismo que en su libro sagra­do, la Biblia, integra textos de origen judío. (N. del E.)

ha sido que el idealismo y el cristia­nismo son los negadores de la vida

en pos de una idea metafísica.2 No hay ideas físicas, la realidad

del pensamiento es el eterno deseo del ser humano por adecuar el pensamien­

to al orden de los hechos físicos y, en la medida en que se ha logrado, se ha preten­

dido hacer de esa relación de adecuación el verdadero conocimiento.

Sin embargo la vida humana despliega una enor­me variabilidad en las circunstancias, acontecimientos y manifestaciones, que hasta ahora no se han podido sintetizar en leyes y teorías que puedan revelar un co­nocimiento completo del ser humano y de la sociedad, como fue la pretensión que los modernos atribuye­ron al conocimiento científico. Sigue siendo un ideal al cual tender, proyecto todavía imposible de dar por terminado.

La cultura posee un carácter de apertura al igual que la vida humana. Es movimiento en cada individuo como en los grupos de seres humanos a que da lugar; la cultura al igual que la vida humana requiere sentido. Cada individuo le da sentido y dirección a su proceso de adquisición de cultura y a eso se le llama educación. La cultura es un sustantivo abstracto, que se singulari­za en cada ser humano, se concreta en la adquisición de la tradición y en la asimilación de las diversas for­mas de comprender e interactuar en el mundo. Sola­mente se puede hablar de forma general y abstracta de la cultura, aunque la realidad nos muestra que existen un sinnúmero de sociedades, civilizaciones y pueblos entendidos también como culturas, que interactúan y dialogan entre sí.

Raúl estudió filosofía en la universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente se desempeña como profesor de la carrera de Filosofía e Historia de las Ideas, donde imparte varias asignaturas.

2 Para adentrarse en el pensamiento del Friedrich Nietzs che, re­comendamos de Eugen Frink, La filosofía de Nietzsche, publica­do por Alianza Editorial y para ir directamente a las obras del filósofo alemán, sus libros Ecce Homo, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y El nacimiento de la tragedia. (N. del E.)

… la negación de la naturaleza en nosotros mismos da origen a la cultura,

a lo que llamamos educación. Así, nuestros deseos naturales, nuestras

tendencias, apetitos y deseos son profundamente trastocados y alterados para dar lugar al

cultivo del ser humano.

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Autorretrato¡Yo sí que estoy contento con mi suerte!Sin avaricia, la naturaleza,me agració de los pies a la cabeza,desde el norte hasta el sur, de vida a muerte.Juzga si no, mujer, para atraerte,tengo el supremo bien de la bellezaunido a mi elegancia y mi riquezay abundo en culto, inteligente y fuerte.Busca uno como yo de polo a poloque en grabados, retratos y chaquirasalcance –aun supere– al mismo Apolo.En cuanto a mi interior (¿a qué suspiras?)poseo tanto que carezco sólodel feo vicio de decir mentiras.

Tres poemasraFaEl tomé zamora

DiscursoNo hay voz como la tuya ni más justa,ni pensamiento hermano;la furia contenida en el arroyodesemboca en el mar propiciatorioy es fiel espectro, como es miel la rosay pan la espiga.¡Habla!Signo de amores a través de espantos.Condena por un fruto de las manos.ajenas al cordel de las entrañas.Di que el cielo está muerto y sólo quedaen la promesa del puñal dormido,di que el árbol que hermana sus raícesen el abismopronostica tumultos multiformesque ya no pueden ser —pues no es posible—más tiempo más furores clandestinos.

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(Conozco esta mujer)No sé cuando he tocadosu cuerpo deslucido.No sé cuando he libadoen sus labios rugosos.Sólo sé que la he amadoen el momento en que el silenciose cierne sobre la conciencia.Conozco esta mujer y no me afrentaque al pasar a mi ladono me dirija la palabra,no me dirija la sonrisa,no me dirija la mirada,no me dirija el pensamiento.Conozco esta mujer.Hurgando en mi recuerdo, la conozco.Mis labios aún conservanla herida de sus dientes;mis manos aún resientensu piel accidentada,aún recuerda mi sexosu mano áspera,crotálica,rugosa.Pero no la conozco,porque no la recuerdo,porque no me ha miradoal pasar junto a mí.Conozco esta mujer,pero no la conozco,porque no me ha dejadoavanzar por sus ojoshacia el alma dolienteen espera de mí.

Rafael Tomé Zamora (1950-2010) fue un incansable promotor de la cultura y sobre todo de (1950-2010) fue un incansable promotor de la cultura y sobre todo de la lectura en voz alta en el Valle de México. Escribió cuento y poesía en diversas antologías la lectura en voz alta en el Valle de México. Escribió cuento y poesía en diversas antologías independientes. Su novela independientes. Su novela Máscara de cristalMáscara de cristal, se publicó póstumamente en 2010. , se publicó póstumamente en 2010.

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El mezquital, tierra árida y feroz que se agrieta como los talones resecos de hombres y mujeres del lugar, fiera sedienta que ab­sorbe sin dejar huella de un escupitajo o los orines de un ani­mal, tierra que al pisar por la mañana se queja crujiendo del frío y la sed, páramo que permanentemente lucha con su enemigo

el viento que sopla del norte. Y cuando se trenzan en desigual batalla, el viento levanta la tierra en remolinos para dejarla caer muy lejos de su lugar, dejando desnudas piedras y tierras de labrar.

Hace muchos años en un pueblo de esta región, hubo una sequía que se prolongó más de lo acostumbrado. Los jagüeyes casi secos no tenían ya agua suficiente para dar de beber a sus animales, si acaso la gente podía tomar uno o dos jarros de agua en todo el día pero nada más. Las mujeres asustadas y desesperadas acudían a la iglesia del lugar a pedirle a Dios que les hiciera el milagro de que lloviera, pues, de lo contrario, su milpa no se lograría y ellos y sus animales pronto morirían de sed… desgraciadamente no ocurrió el milagro.

La leyenda cuenta que en esa sequía tan espantosa como ninguna otra, había un joven matrimonio muy trabajador. Diariamente caminaban a su parcela por el camino real donde había una palmera muy vieja y tenebro­sa, de esas que hay en el desierto. Estaba ubicada junto a las tierras de un señor de apellido Balladares, por lo cual se le conocía como la palma de Balladares.

Pues bien, en este sitio decía la gente que por las noches espantaban, pues salía un hombre sin cabeza y un perro negro lanzando lumbre por los ojos, oyéndose gritos de terror y viéndose bolas de fuego saliendo de la palma surcando el cielo. Se decía que los cristianos que llegaran a ver esas escenas de terror, morirían a los pocos días gritando como se oían los gritos en aquel tenebroso lugar.

La palma de Balladares

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En una ocasión, la joven mujer ya emba­razada, ayudando a su marido a mover una pie­dra grande que estaba en medio de su parcela, abortó por el esfuerzo realizado, en los surcos de su parcela. Tendida, la mujer descansaba en uno de los surcos para reponerse del dolor físi­co y moral a causa del aborto sufrido.

—Y ahora, ¿cómo lo vamos a enterrar? ¡No tenemos ni un centavo para veladoras, cirios, ni para pagar la misa ni el cajón! ¿Qué haremos entonces? —dijo la mujer.

—Por la noche le daremos cristia­na sepultura en el panteón —respon­dió el esposo.

—¡No, porque alguien nos puede ver y nos meten a la cárcel! —excla­mó la mujer.

—Pero… entonces, ¿qué hace­mos? —dijo él, y después de pensar­lo mucho rato agregó— ¡Ya sé! Aquí mismo en el surco lo enterramos, nada más que se nos puede salar nuestra par­cela y después nosotros mismos trillaría­mos a nuestro propio hijo.

—Mejor lo enterramos donde nadie nos pueda ver. ¿Sabes dónde? ¡En la palma de Balladares, nada más que pardee un poco más la tarde!

—¿Y si nos espantan?—¡Pues ya estará de Dios! Ahí, por la tarde, está

muy solo, así que nadie podrá vernos.Efectivamente, dominado el miedo, de regreso por el

camino real y precisamente al pie de la palma, sepultaron Raúl Islas Peña (1934). Obrero con conciencia de clase, promotor Obrero con conciencia de clase, promotor cultural, incansable luchador social y un importante impulsor de la cultural, incansable luchador social y un importante impulsor de la educación en la zona de Cuauhtepec. educación en la zona de Cuauhtepec.

a su malogrado primogénito. Envuelto en un aya­te lo sepultaron para después colocar una enorme piedra sobre la pequeña tumba improvisada. Y con el dolor de haber perdido a su hijo, dirigieron sus pasos cansados hacia su humilde casa.

Al día siguiente visitaron el lugar donde se encontraba sepultado el pequeño cadáver. La sorpresa fue grande cuando, debajo de la pie­

dra que servía como lápida, brotaba mucha agua que corría por la orilla del camino

real, rumbo a las tierras de cultivo.—¡Quita la piedra! —decía la

mujer—. ¡Quiero ver a mi hijo!Pero al mover la piedra no

había nada, ni ayate ni retoño. Habían desaparecido, y llorando hombre y mujer, sin saber por qué, si por ver tanta bendita agua que salía del manantial recién nacido o por el hijo que jamás encontraron.

Y desde entonces, aquel pueblo miserable ahora es prós­

pero. El matrimonio tuvo otros hi jos que vivieron en abundancia y en paz y jamás volvieron a espantar en la palma de Balladares.

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Poemasliliana núñEz bolaños

Vengo caminando tu noche, madre tierra,el reloj a punto de las cuatro va marcando cada uno de mis pasos,por la vereda enramada de tus largos cabellos.

Salté al monte de donde vengo.Camino las olas tardías, espumosas tazas de cacao¡Tú!, madre, llenándome las tardes de historias.¡Cuéntame otro cuento!siéntate conmigo aquí en la cima de los cerroscobija mi cuerpo con el gabán que llevas puesto,el que guarda tu aroma de chía y aguacate.

Por tu llanura vamos bajando,llevamos chile, pulque y amaranto,ya imagino el tiempo,en que me he de quedar dormido a la sombra de un viejo río.Madre abraza mi cuerpo, e invítamecomo antaño a soñar, mientras me cobijo en tu regazo, para escuchar la voz del monte susurrandoesa infantil tonada que me hace llorar...

Voz de tiempo

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En tus ojos se ha eclipsado mayocon su sabor a tequila y grafía espumosa,derramándose, eufórica en el vaso,amarillo recipiente de todo lo florido.

No te miré en otro tiempotan eterno como hoy tarde,tu cara fresca posee la ternurade días nublados,instantes trémulos en que buscasun libro, un amigo, un tabaco.

Tu cuerpo se diluye en el inquietoolor a jazmín.

La resaca de abril se me anuda en la garganta,siento en la boca el sabor amargo a nieve y sal.Se quebró el tiempo en tus labios,empañado el cristalino humorde mi ojo desecado, escudriño en los añoslos ecos de tu voz,murmullos de mariposas, sueños de palabrasrevoloteando en mis manos,con lágrimas de letras lloro tu ausencia,y por no llorarte un año, te escribo un verso…

El sueño de una palabra

A Rafael Tomé Zamora

Liliana pertenece al Círculo de Intelectuales Liberales A. C. Ha escrito en las antologías Funk y Estamos jodidos todos ustedes de la uACM, y en Poemario de danzantes (Palabranzas).

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En los llanos de Tlaxcala, sembrados de magueyes, está un pue­blito llamado San Mateo de las Trancas, con vista a los volca­nes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Ahí vive la abuela Guadalupe, Mamá Grande, y su pequeño nieto José, «el Negrete».

Mamá Grande, de rostro enérgico y cansado, encorvada por los años de trabajo, miserias y sustos que vivió en la Revolución y el movimiento cristero; sus brazos fuertes aún y recias manos de campesinos pobres de nuestro amado México.

José, «el Negrete», como lo llama Mamá Grande, de escasos nueve años, cara redonda, ojos negros de capulín, flaco y desnutrido con el vien­tre abultado cual perro de rancho después de darse a placer con las sobras de una fiesta. Trabajaba mediodía de peón con Crescencio, el cacique del lugar, el hombre rico del entorno. Por las tardes asistía a la escuela y los fines de semana cuidaba seis ovejas de su tío Venancio, que estaban tan flacas que el pellejo se les pegaba a las costillas.

Mamá Grandejosé juÁrEz

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El tío Venancio, hijo ma­yor de Mamá Grande, la visi­taba de vez en cuando, y le daba algunas monedas para su pulque. El tío era bajo de estatura, más bien algo enano, con unas pier­nas arqueadas co mo si estuviera montado en un barril, cara redonda como co mal y la piel de negro cambujo. Trabajaba en el ferrocarril de peón de vías; solterón empedernido, dueño de un carácter violento que ha­cía maltratar al pequeño Negrete y llenarlo de maldi­ciones: «Mi hermana estaba borracha cuando te parió, ca… Negrete.»

Un día de otoño, cuando las hojas de los árboles caen suavemente, el campo muestra matices dorados y el frío acaricia los cachetes, Mamá Grande clamó a gritos:

—¡Negrete, Negrete! Ven acá, que te voy a encar­gar un mandado.

—¡Ya voy Mamá Grande! —responde el chiquillo que está encerrando las borregas de su tío.

—¡Ve con don Poncho, que te mande mi pulque! Toma el cuero y no quiero que te dilates, ¿entendido? ¡O ya sabes!

—Sí, Mamá Grande.—Ah, y le dices a don Poncho que me lo apunte,

que hoy viene mi hijo Venancio y al rato le pago. El niño toma el cuero para el pulque y se marcha.

En el camino contempla los hermosos volcanes y el eterno hielo de sus cúspides; escucha el trinar de los gorriones y piensa en su querida madre. «¡Madre, ma­dre, te extraño mucho! ¿Cuándo vendrás por mí? Ya no aguanto este sufrimiento; la abuela siempre me golpea y también el tío Venancio, siempre humillándome: ‘Ne­grete, soquete, chimpete’. Y cuantas majaderías más. Ven pronto madrecita».

Así iba con sus pensamientos, hasta que llegando al tinacal lo detiene en seco Melesio, el vástago de don Poncho.

—¡Negrete, no puedes entrar al tinacal! —¿Y por qué no? —pregunta sorprendido Negrete.—¡Porque dejó dicho mi papá que ya no te dejára­

mos entrar! ¡Siempre traes las manos mugrosas, y así las metes a las tinas y a los cueros! De esa manera se corta el pulque.

Negrete se pone triste pues dejará de saborear el blanco y espumoso neutle. Melesio, de prolongada pan­za como si estuviese embarazado de pulque, entra al tinacal y vuelve luego con el cuero lleno.

—Ten tu cuero —le dice a Negrete.

—Dijo Mamá Grande que se lo apunte a su cuenta,

que al rato que llegue el tío Venan­cio se lo pagará; gracias.

De regreso a casa se encuentra con su amigo Jua­nito y se ponen a jugar a las canicas, dejando a la orilla del camino el cue ro del pulque, y así transcurren dos horas.

Mientras tanto, Mamá Grande, desespe rada y con la sed en los labios, decide ir en busca de su nieto. A unos metros de los niños, una vez que los encuentra, grita:

—¡Negrete, hijo de pu…! ¡Me las vas a pagar, gran­dísimo ca…!

Negrete, al oír los gritos, salta como conejo persegui­do por feroces perros y se esconde entre los magueyes.

—¡No corras, o te acusaré con tu tío para que te dé una chinga!

—No corro, Mamá Grande, estoy buscando el cuero del pulque.

—¡Ay, canijo! ¡Te tomaste mi pulque!Efectivamente, Negrete bebió un poco del pulque

de la abuela y el resto se le derramó en la tierra. El niño, oculto entre los magueyes, observa a la abuela regañar a su amigo Juanito.

—Y tú, chamaco, ¿por qué le quitas el tiempo al Negrete si sabes que lo mandé a un mandado? ¡Le voy a decir a doña Petra para que te chingue por sonsacador!

En esas estaba la abuela cuando Negrete siente por los hombros unas manos ásperas y callosas que lo suje­tan. Al voltear, es el tío Venancio quien ahora vocifera:

—¡Ah!, ¡con que otro berrinchito, escuincle…!Negrete empieza a temblar sabiendo inminente una

terrible tunda; intenta zafarse pero es imposible: los bra­zos fuertes de su tío lo tienen bien sujeto. Acto seguido es golpeado con esas botas de obrero, sin piedad.

—¡Hijo, no lo sueltes, que lo voy a colgar en los magueyes como a los alacranes! —grita Mamá Grande. Luego toma a Negrete de las orejas y le dice estas pala­bras maternas—: ¡Ora sí, te voy a colgar de los merititos huevos, grandísimo ca…!

Negrete, sangrando en el piso piensa:—¡Algún día me largo de esta pinche casa, y de

este infierno! ¡Y juro que nunca más volveré!

José es uno de los miembros fundadores del Círculo de Intelectuales Liberales, A.C. Comprometido con las causas sociales desde varios frentes de acción, comenzó a escribir de manera autodidacta en los talleres de creación literaria del CIL. Actualmente se desempeña como instructor de natación en el Instituto Politécnico Nacional.

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Yo conocí a Pedro Infante cuando vino a rodar la película Los tres huastecos. Desde entonces Cuauhtepec es la Huasteca Capitalina. Sí, eso fue allá por el año del cuarenta y siete o el cuarenta y ocho; yo estaba bien chamaco, todavía vivían mis abuelos. Recuerdo que llegaron en camiones con todos

sus tiliches de cine y les ayudamos a bajarlos en la Plaza Hidalgo. Y ahí estaban afuerita de la iglesia de La Preciosa Sangre de Cristo, con toda la gente tan contenta cual si se les hubiera aparecido la Virgen de Guadalu­pe. Me acuerdo requetebién cuando le dije al Aurelio, mi hermano gemelo (porque somos cuates, nacidos el mismo día aquí, en el mero Barrio Alto): «Vente manito, vamos a ver cómo hacen una película».

La ponzoña de los alacranes

FErnando a. siErra

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El Aurelio, que a todo lo que le decía se ponía remo­lón y arisco, me siguió del otro lado de la calle, como no queriendo la cosa, lanzándome piedritas durante todo el camino. Y cuando llegamos allí, nos pusimos bien con­tentos, al ver a las estrellas del cine mexicano. El Aure­lio siempre fue muy hablador y jocoso, no como yo; ahí lo tenían bien platicador con doña Blanca Estela Pavón (¡qué señora más bonita y amable!), a quien incluso le hizo algunos mandados, el muy endino. A mi hermano y a mí nos dieron cuatro pesos por salir de extras en la escena donde va todo el pueblo, corre pa’cá y corre para allá a linchar al coyote, y mientras él sí aparece en la película, a mí nomás se me ve una mano detracito de él. Todos contaban que los de la película comieron bien sabroso aquí en el pueblo: barbacoa, chicharrón, el pápalo que crecía como epidemia por todo el campo, y el pulquito; pero como les cobraron la pitanza a precio de robo, jamás volvieron a filmar otra película en Cuau­htepec, prefiriendo irse mejor a Ticomán y a La Pastora a grabar El gavilán pollero.

Cuauhtepec era por ese entonces un lugar bien bo­nito, erigido con un puñado de casas a partir de la iglesia de cantera, pueblo arrinconado entre los brazos de la Sierra de Guadalupe, siempre enverdecida. Dicen que este bello entorno inspiró a Juventino Ro­sas a escribir su famoso vals «Sobre las olas», y a don José María Velasco a pintar la ciudad de México desde estos cerros. Las barrancas, hoy en día llenas de basura, eran arroyuelos de aguas claras y limpias; el paisaje campestre se antojaba para pintarlo en un cuadro de mil matices. Todas las viviendas tenían su parcela y siempre un corral para gallinas, chivos, puercos o alguna vaca. Los menos pobres tenían sus buenos cuacos y sus bue­nos pesos ahorrados para las fiestas.

Nosotros teníamos una casa que parecía un ranchi­to en la falda del cerro. Mi padre vendía su pulque que traía de unos magueyales monte arriba. Lo vendía en el patio de la casa, y la gente conocía esta pulquería fa­miliar con el nombre de Los Alacranes. Era bien famo­sa por aquellos tiempos. Aquí, alguna vez estuvieron echándose sus pulcazos don Manuel Ávila Camacho, el «Indio» Fernández, los hermanos Soler y algunos muralistas, entre otros muchos famosos. Le llamaban El Rincón, y gustaban de recrearse por ahí los fines de semana en familia, o de plano para parrandear, por­que aparte de prestarse el lugar para extasiar los ojos y alegrar el alma, también los lugareños les arrimaban sus hijas bonitas a los visitantes para los recreos de los amores casuales. Por eso se ven aquí nativos con cara de Cantinflas, Chicotes, Diegos Rivera, o con rasgos de políticos pachangueros pasados a los libros de historia.

Cada mañana, el Aurelio y yo íbamos al monte a raspar los magueyes. Aurelio se echaba sobre el pasto a reponer la desmañanada, mientras yo duro y dale extraía la aguamiel. Como mi madre ni siquiera nos mandaba con un itacate para almorzar, me daba unas emborracha­das de miedo. A mí nunca me gustó el trago, en cambio mi hermano le agarró el gusto a las parrandas, lo cual hasta la fecha nunca se le ha quitado. Mis padres siempre lo consintieron más que a los otros diez hijos que tuvie­ron, disque porque el Aurelio nació después que yo, y que venía malito de no sé qué sarna. Lo que sí sé es que a él siempre le dieron lo mejor. Le compraban mejores juguetes, sus buenos trapos y cualquier cosa que pidiera. En cambio a mí, me pasaban lo que le sobraba a aquél… ¡Carajo! Cuando cumplimos quince recuerdo que le re­galaron un potrillo muy chulo, el Capistrano. Sí, bien que me acuerdo de aquel penco de negras crines y patas blancas. En cambio a mí nomás de pura consolación, un pinche burro viejo y flaco me dieron; con él me manda­ban hasta Zacatenco a traer dos tinacos de agua cada tres días, porque en este pueblucho rascuache ni agua tenía­mos en aquellos tiempos, más que la poca que bajaba de

los cerros en tiempo de lluvias.Mi hermanito siempre anda­

ba de parrandero, y a veces le daba por la pendencia. Buenísimo para los guamazos, eso ni quién lo dude, pero más bien era abusón, pues nun­ca se agarraba a uno de su tamaño. Por el contrario, siempre les pegaba a los más enclenques y chaparros, ra­zón por la cual se ganó la enemistad

con muchos hombres del pueblo, quienes se la tenían sentenciada. Yo nunca fui de pleito, más bien me gus­taba hacer amigos, aunque me lo impedía mi timidez. Mi desgracia era parecerme tanto al Aurelio en la jeta, pues sus enemigos no hacían distingos, ni venían pre­guntando cuál era Aurelio y cuál el otro cuate. Así que, de puritita y recanija casualidad, siempre me tocaban a mí las golpizas que debían ser para él.

Fue en una de esas fiestas de la Preciosa Sangre cuando todo el pueblo anda allá abajo revuelto. Divisé a la muchacha más bonita que hubieran visto mis ojos: la Carmela Jiménez, que paseaba entre los puestos don­de se vendían sombreritos de papel y huevos rellenos de harina, comiéndose un buñuelo junto con su prima Ofelia. Lucía un vestido blanco, con un rebozo colorado que le cubría los hombros tostados de sol. Bien bonita que estaba la chamaca, con sus cabellos rubios oliendo a jabón de tocador. Anduve como tres o cuatro vuel­tas pasando junto a ella y sin poder hablarle; figúrense que hasta me trepé a la rueda de la fortuna nomás para poder verla desde allá arriba. Y así me pasaba las ben­ditas horas caminando tras ella, como perro que anda

Cuauhtepec era por ese entonces un lugar bien bonito, erigido con un puñado de casas a partir de la iglesia de cantera, pueblo arrinconado entre los brazos de la Sierra de Guadalupe, siempre enverdecida.

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tras un carrito de fritangas. Fue entonces que me vaciló el Aurelio, botella en mano acompañado de una bola de amigos igual de vagos y borrachos que él. Me dijo que me la encandilaría si me trepaba al palo encebado y lograba bajar un guajolote y una Viuda de Romero para él. Ni tardo ni presuroso me vi trepando con har­tas dificultades el maldito poste, echando a perder mi ropa y rompiéndome los botines. La muchacha bien valía el animal, incluso mucho más, ¿por qué no? Ese pensamiento me dio el coraje que hacía falta para su­birme hasta lo mero arriba, con no pocas penas de por medio. Y lo hice, lo conseguí. En lo que fui y vine de cambiarme la ropa, anduve buscando al Aurelio y a la Carmela. Los encontré bailando el tatachún tachún de los músicos que tocaban desafinados una de esas pie­zas de huarachazos. Y pues sí señores, como ya podrán imaginarse, mi hermano me había bajado a la chamaca, valiéndose de un ardid más viejo que el meritito diablo. Sin más remedio me hice el loco, y me puse a bailar con mis hermanas, que por estar tan feitas las pobres no las sacaban a bailar ni los más borrachos. Y ¿cómo no? No pude aguantarme más y lloré mientras los demás esti­raban chicos ojotes mirando los fuegos pirotécnicos del castillo en la plaza, frente a la iglesia.

La Carmela comenzó a frecuentar la casa, aunque mi madre le echaba habladas y le hacía toda clase de desaires nada más llegaba. Recuerdo que muchas veces aquella se quedaba hasta la hora de comer, esperando que despertara el Aurelio o volviera de sus habituales parrandas. ¡Qué hermosa se veía sentadita junto al fo­gón echando tortillas, sin saber cuánto la quería yo, más y más cada que la volteaba a ver! Luego, cuando el galán triunfante se aparecía, ya fuera en la puerta como sacándose de encima la cobija y levantándose, camina­ba delante de todos cual si se tratara de la divina garza y nadie más que él valiera en toda la casa. La reacción de ella era correr a sus brazos, muy cariñosa, y a mí nada más me daba rabia verlos en sus arrumacos, por lo que mejor me largaba al llano a apedrear los árboles. En una de esas veces que los divisé mientras estaban a la sombra de un pirúl, no pude contenerme, y les lancé un pedradón, así de este tamaño, con tan mala puntería que mejor le atiné en la mera cabezota a mi burro que a ellos dos, dejando patas pa’ arriba y con los ojos bien opacos de mala muerte al desgraciado animal. Mi pa­dre, cuando se enteró de lo sucedido, se enojó de veras y me dio una buena de chingadazos. Fue por eso que desde entonces me quedó chueco este ojo que ven.

Así las cosas, sucedió lo que tenía que suceder, pues de tanto ir al cántaro el agua que salió panzona la Carmela. Lo malo fue que Aurelio, en lugar de afrontar su responsabilidad, se hizo el desentendido y la dejó con su apuro, pues ya andaba con la hija de uno de los caciques de por estos rumbos, pues le convenía más

aquello para las ambiciones de catrín que tenía el muy méndigo. La familia de la Carmela no se quedó con los brazos cruzados, y vinieron a buscar al Aurelio varias veces, primero en son de paz; luego, cuando creyeron encontrarlo en mi persona, tomándoles el pelo juran­do que no era él a quien ellos buscaban, me metieron una madriza de aquellas, obligándome a casarme con la agraviada. La mera verdad era que yo quería de ley a la Carmela, por eso fue que de buena gana le entré a lo del casorio. Cinco meses después de la boda nació el bo­doque, prietito pero simpático; como al fin y al cabo se parecía a mí, pues lo quise como si fuera mi propio hijo en lugar de mi sobrino, que era lo que en realidad era.

Aurelio se casó con la catrincita que les referí hace rato, medio año después de mi boda. La pachanga fue pa­gada por mis jefecitos, quienes tuvieron que vender algu­nos terrenos y así poder soportar el fuerte desembolso que debieron realizar para pagar las nupcias. La familia de la novia nomás pago los músicos, y eso porque eran de su parentela. A la semana siguiente me fui de bracero.

Tardé cuatro años en volver de aquellos nortes, y cuando lo hice ya tenía otro hijo de escasos meses. Ni le den muchas vueltas, mi hermano me ayudó a ser pa­dre de nuevo con el buen consentimiento de mi señora esposa. Haciendo de tripas corazón hasta dejé que me apadrinara a la creatura. Con la dolariza que me traje de los Yunaites puse una petrolería, negocio con el que soñaba hacerme viejo, y también poco después compré un camioncito de pasaje para la ruta Cuauhtepec­La Vi­lla de Guadalupe y anexas. Mi vieja atendía la venta del petróleo, mientras su servidor le daba de chafirete todo el méndigo día. Los escuincles crecían sanotes; cons­truíamos más grande y bonita la casa. Lo que sea de cada quien, nos iba bien y bonito.

Hasta que llegó uno de esos días en que la desgracia pide limosna a la prosperidad, dejándola a esta a su vez en la miseria. Bien clarito lo tengo aquí grabado en la me­moria, ese día mi madre vino a verme por la mañana, de a tiro con el ánimo muy amolado a pedirme un pequeño fa­vor. Al Aurelio no le iban bien las cosas, andaba de fraca­so en fracaso, y como no sabía trabajar de nada, pues ahí tienen a mi madrecita con los ojos hechos puras lágrimas, pidiéndome que lo dejara trabajar el camión al Aurelio; al fin yo tenía suficiente con lo que ganaba del petróleo, y como bien nacido era mi deber ayudar a mi hermano en apuros, que por añadidura me había hecho la valona de ser mi compadre. «Eso, hijo mío, no tiene precio a los ojos de la Santísima Providencia», dijo mi madrecita. Luego, cuando ya me había sacado hasta para prenderle su veladora a la virgencita, secándose los llantos se fue muy oronda a darle la buena nueva a su vástago.

Así que me apreté el cinturón y hasta dejé que el Au­relio no me diera ni un quinto del pasaje, el cual seguía con sus borracheras escandalosas. Varias veces incluso,

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llegó a chocar el camión mientras manejaba bien briago. Ya sabrán mis amigos quién tenía que pagar sus desperfec­tos y hasta sacarlo del bote. Un día de tantos, en que quiso ganarle una carrerita al tren, me desmadró mi patrimonio, ya de por sí muy mermado. Tres muertos y doce heridos fue el resultado de sus ocurrencias. De puritito milagro no le dieron fondo en la penitenciaría, porque otra vez mi ma­drecita con sus lágrimas me hizo vender hasta la casa para dar la mordida al juez para que lo dejara libre. Mi herma­no juró una y mil veces, muy convincente, que me pagaría todo lo que me debía. Así que cuando me hube alivianado, seis años después de andar de bracero nuevamente, un día vino a verme para que invirtiéramos en la compra de otro camión. La Carmela y mi madre me convencieron del ne­gocito, las dos muy puestas en su papel de intermediarias de la caridad. Así que le entré a la asociada.

Yo trabajaba como burro todas las mañanas, el Aurelio nomás las tar­des y algunos domingos. Nos empezó a ir bien, el Aurelio parecía que ya era un hombre responsable y trabajador. Nos hicimos de otro camión, más grande y menos viejo. Cuauhtepec crecía en población por esa epide­mia de vecinos que azotó a la Ciudad de México, gracias a que el gobierno explotaba con sus reformas agrarias al campo nacional devastándolo has­ta la miseria y el transporte se hacía muy necesario. Trabajamos más horas todos los días, y ya emocionados compramos un taxi que dimos a traba­jar a los hijos. Ahora sí éramos buenos hermanos. Pero ocurrió que llegó un licenciado (pinches licenciados), me enseñó no sé cuantos papeles y ¡tómala mi cuate! Mi buen compadrito, nada buey, tenía a su nombre los camiones y el taxi, mi casa y hasta la de mis padres. Y como se los estoy contando, de repente me vi en la mera calle con una mano adelante y otra atrás.

Los años pasaron y jamás me volví a preocupar de intentar nuevos negocios. Me busqué chamba de elec­tricista en la Comisión Federal, ganaba más o menos; los hijos crecieron, se casaron y se fueron, y la Carmela dejó de hablarme; bueno, sí me hablaba, pero nomás para pedirme su chivo o quejarse de sus achaques.

Por otro lado, a mi hermano le fue bien: se hizo de varios camiones, combis y taxis. Además tiene sus tiendas de abarrotes bien surtidas, sus buenas casas y su pachocha metida en varios bancos. Por más que lo buscaba no me hablaba, aunque nos encontráramos en misa no era de echarme una mirada siquiera.

Hace unos veinte años murió mi padre, y quince años después mi madre. En ese par de ocasiones, el Au­relio se apareció por mi casa muy sonriente para pe­dirme una ayudadita por lo de los gastos del funeral,

que más bien terminé pagando en su totalidad. Después de los funerales se me acercó nomás para ir a ver con qué cosas de su herencia me había quedado. Se llevó algunos muebles de la casa, creyendo que eran de los jefes, argumentando que a él lo quisieron más y que por eso todo era suyo. Yo nomás lo fui tanteando, pero no hice nada; creí que volveríamos a hablarnos y olvidar el daño que nos habíamos causado. Luego vino otra vez el largo silencio y el consiguiente abandono.

Y sí, un día volvió a hablarme. Lloró aquí en mis bra­zos, suplicando mi perdón. Lo perdoné, ¡qué remedio! Ya teníamos muy viejo el pellejo pa’ guardar rencores, creí, y además éramos hermanos. Me pidió, yo no sabía para qué, mi credencial de elector. Se la presté, aunque me era ne­cesaria para cobrar mi pensión. Nunca la volví a ver. Tuve que sacar otra. Luego pude enterarme que el Aurelio co­

braba con mi credencial la pensión que el gobierno del deéfe da a los viejitos.

¡Que jija es esta vida caraja! Ver­dad de Dios que sí. Nunca me gustó el trago; me acostaba temprano pa’ madrugar; hacía mucho ejercicio por­que me gustaba la vida saludable. Ni siquiera un pinche cigarrito me chu­pé en toda mi vida, y ahora me estoy muriendo de cáncer en los pulmones. Tendido en este catre desde hace me­ses, espero dolorosamente que ya me lleve la chingada. Solo, como vil pe rro

de la calle, sin el consuelo de los hijos y en la indife­rencia de una mujer que nunca me quiso… En cambio el Aurelio, siempre tan saludable y aún con hartas ambicio­nes de seguir en esta vida progresando como los piojos y las chinches, a costa de la desgracia ajena. Ha estado viniendo casi todos los días a buscar el revólver cuarenta y cinco milímetros con cachas de plata moreliana que me regaló mi abuelo, y como no la halla, aprovecha para robarse algo que esté mal puesto por su camino.

Sólo que la próxima vez la va a encontrar el muy jijo de su jijúrria… Sólo le pido a Dios que me dé un poquito más de tiempo y fuerzas suficientes, nomás para mover tantito esta mano engarrotada por apretar con tanta rabia la pistola. Ahí está el cabrón, con esa maldita risita de tracalero. Saluda a todos. Exige que le sirvan un plato de frijoles, luego otro más. Ni siquiera sabe que ya se va a morir. Nomás que se acerque tanti­to, aquí donde lo pueda ver y no erre el tino.

Pero nací con tan chueca suerte, que me voy a poner a lloriquear en cuanto lo tenga en la mira de la pistola que escondo bajo las cobijas, y terminaré por perdonarlo, porque a fin de cuentas es mi hermano.

Fernando es un curioso paseante del reloj del universo, quien a es un curioso paseante del reloj del universo, quien a plumazos insurrectos nos descubre la pplumazos insurrectos nos descubre la palabra oculta en lasalabra oculta en las ventanas ventanas polvorientas del alma.polvorientas del alma.

Hasta que llegó uno de esos días en que la desgracia pide limosna a la prosperidad, dejándola a esta a su vez en la miseria. Bien clarito lo tengo aquí grabado en la memoria, ese día mi madre vino a verme por la mañana, de a tiro con el ánimo muy amolado a pedirme un pequeño favor.

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Acumo: expresión artística

en grafitti

Acumo, Arte y Cultura en Movimiento, es un colectivo que se creó en 2012, en un evento

del Faro Indios Verdes, con el propósito de pintar y apoyar a otros colectivos para recuperar espacios públicos y culturales. Jóvenes con diferentes ocupaciones y orígenes, unidos por su gusto y habilidad para realizar grafitti pero que también se dedican, por separado y de acuerdo con sus intereses personales, a otras actividades como el hip hop, al body paint, a la aerografía y a la pintura en óleo. Responden a los nombres de batalla de Sonck, Sneew, Roast, Woer, Dotar y Sinsemilla. El interés por expresarse los ha llevado a buscar sitios para pintar los muros, bardas y espacios libres de las calles de Cuauhtepec. Quizá no los conoces, pero seguramente ya habrás visto algunas de sus obras mientras caminabas hacia a tu casa, trabajo o escuela.

Fotografía: adriana mEjíatexto: HéCtor GonzÁlEz siErra

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Adriana es fotógrafa, docente, estudiante, voladora y lo que se vaya atravesando en su camino. Puedes ver más de su trabajo en: facebook.com/anidarafoto

Héctor es distraído de tiempo completo. jazzista y futbolista frustrado. De vocación imaginante, el cine y la literatura le alegran la vida. twitter: @HGSierra

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En la comunidad ubicada al noroeste de la Ciudad de México y que en sus inicios fuera conocida como San Bartolo Tenayuca, se en­cuentra un lugar llamado Museo de Sitio Xólotl, junto a una enorme y antigua construcción de tiempos prehispánicos. En este lugar los

descendientes del líder chichimeca Xólotl se establecieron, bautizándolo como Oxtopolco, que en español se refiere al lugar de muchas cuevas; y el de Tenayuca, o lugar de las cercas de piedras.

Quedándose más grabado en la memoria de sus habitantes el nom­bre de Tenayuca, sabemos que aproximadamente en 1224 d.C. se empezó a consolidar una cultura que habitó en cuevas, viviendo de la caza y la recolección, vistiéndose con pieles de animales y fibras de maguey. Di­chos pobladores sostuvieron un intercambio, al llegar, con otros de origen Tolteca, que conocían la agricultura y tenían asentamientos permanentes, formando una mezcla que pone en cuestión la creencia de que los chichi­mecas eran bárbaros. El desarrollo de los chichimecas puede sostenerse por documentos como el Códice Boturini, donde se da cuenta de que fueron capaces de formar una cultura y ser el antecedente de establecimientos mexicas. Hallazgos arqueológicos señalan que Tenayuca estuvo habitada mucho tiempo antes del periodo que abarca del 900 a 1521 d.C., conocido como Posclásico. Así, podemos ubicarla después de la caída de Tula (siglo XII) y antes de la fundación de Tenochtitlan (siglo XIII).

Hablando del basamento, ahora conocido como la Pirámide de Tena­yuca, una mole que destaca de entre calles asfaltadas y autopistas urbanas en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México, vale la pena mencionar

Museo de Sitio de TenayucaRiqueza histórica cerca de Cuauhtepec

Punto de referencia de Tenayuca, hay una pirámide que muy pocos han visitado. Esta es la breve reseña de un tesoro histórico y cultural injustamente olvidado cercano a la comunidad de Cuauhtepec.

raúl HErnÁndEz Pardo

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primero el muro de serpientes o Coatepantli, que ador­na sus flancos inferiores. El lado norte cuenta con 43 serpientes, el oriente 50 y el sur con 45, y fueron pinta­das de color azul verdoso en su mitad del lado oriente, mientras el detalle de escamas de pintura negra al norte contaba con ovales blancos, donde existió un altar se­pulcro con pinturas, huesos cruzados y esculturas en formas de cráneos. Existen otros dos altares, cada uno con una serpiente enroscada en la parte superior, una cresta relacionada con el ciclo de las cincuenta y dos renovaciones del Ciclo del Fuego, que se cree que es la representación de estrellas.

Aunque el Museo de Sitio Xólotl, bautizado así en honor al fundador del asentamiento, cuenta con objetos y esculturas que tratan de explicar la historia y desarro­llo de la cultura Chichimeca, cabe señalar que la infor­mación que ofrece a sus visitantes no ha sido actualizada con miras a hacerla más atractiva y accesible, además de no contar con facilidades para personas discapacitadas.

La importancia de renovar el espacio del Museo de Sitio, así como los accesos al basamento o Pirámide de Te nayuca, va más allá de un interés para los estudiosos de las culturas originarias del Valle de México como antropólogos, arqueólogos e historiadores. También es importante que el público en general, niños, jóvenes y adultos, conozcan la riqueza histórica y cultural del pueblo de San Bartolo Tenayuca, ahora absorbido por la mancha urbana del Área Metropolitana y conocido simplemente como Tenayuca.

Acaso el descuido en el que permanecen se deba no sólo a la falta de atención de las autoridades del Ins­tituto Nacional de Antropología e Historia, que admi­nistran los sitios arqueológicos del país, sino también al olvido de la comunidad que no alcanza a ver en el basamento o Pirámide de Tenayuca un símbolo que propicia la identidad y el patrimonio histórico.

Este excelente ejemplo de arquitectura chichime­ca, poco conocido en comparación a sitios como el de Tlatelolco y Cuicuilco en el Distrito Federal, ado­lece también de una falta de difusión de parte de las autoridades de promoción cultural y turística, lo que ha hecho que se vea cada vez más alejado de nuestra apropiación y comprensión cotidiana como muchos de los museos, rezagados en tiempos donde las nuevas tecnologías capturan la atención de un público ávido de novedades. Falta así un trabajo de actualización de los museos para que estos realmente cumplan la labor para la cual fueron hechos y su gran importancia en la

sociedad mexicana, pues el trabajo reclama profesiona­les de carreras como Arte y Patrimonio que se com­prometan con su cuidado, difusión e investigación y le devuelvan su lugar como pieza clave de un desarrollo comunitario donde los habitantes estén informados de los elementos que construyen una identidad histórica y social, motivo de orgullo e identificación frente a otras comunidades.

No obstante lo anterior, te invitamos a conocer el Museo de Sitio de Tenayuca y su basamento, de las po­cos vestigios prehispánicos que quedan en la zona nor­te de la Ciudad de México y área metropolitana, muy cercana a Cuauhtepec.

Raúl es pasante de la carrera de Arte y Patrimonio en la universidad Autónoma de la Ciudad de México. tiene interés en elaborar estudios de diagnósticos para proyectos que mejoren la calidad de vida de los habitantes de la comunidad gracias a la conciencia y comprensión de la realidad social. Actualmente forma parte de un proyecto de alfabetización en Cuauhtepec.

Fuente: Ing. Marquina, Tenayuca. Estudio arqueológico de la pirámide de este lugar, hecho por el departamento de monumentos de la Secre-taría de Educación Pública (1935­2010). Talleres Gráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, México.

Es importante que el público en general, niños, jóvenes

y adultos, conozcan la riqueza histórica y cultural del pueblo

de San Bartolo Tenayuca...

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Estamos en los tiempos anteriores al internet, a la televisión y al cine. Para divertirnos, vamos a un teatro donde un hombre elegante hace cosas que desafían la lógica, como partir en dos a su bella asistente para después volver a unirla. Vemos también aparecer y desaparecer animales; levitar personas; el número y color de nuestra carta adi­vinado de entre un mazo de naipes a pesar de que nadie más podía verla.

El gran truco (2006) evoca el mundo de la magia, espacio donde lo cotidiano se transforma en lo irreal, ingenios ocultos cuyo secreto indes­cifrable hace pensar en quien lo ve sin compren­derlo, la presencia de un acto sobrenatural. Los jóvenes Alfred Borden (Christian Bale) y Robert Angier (Hugh Jackman) están fasci nados con todo ese misterio, arte que solo unos pocos son capaces de realizar. Iniciándose como asistentes de un mago, cierto suceso trágico marcará sus vidas, obligando a tomar cada uno su propio ca­mino, dispuestos a destacar como el mejor mago de la ciudad de Londres, Inglaterra. Cuando uno de ellos presenta el truco más increíble nunca antes visto, el otro tratará de superarlo, no importando el precio que tenga que pagar por conseguirlo,

una carrera que no parece conocer límites y que de fondo encierra viejas rencillas personales. Se­guimos así la angustiosa lucha de los protagonis­tas por ser el mejor, mientras son atormentados por sentimientos como el rencor, la desespe­ración y la soledad, sumergiéndonos junto con ellos en el tono opresivo y lúgubre que impera en esa ciudad brumosa de interminables edificios, asemejando la película a un truco de magia que su director ejecuta con la habilidad suficiente para desconcertarnos. Entonces debemos estar atentos a todos los detalles que ocurren dentro y fuera del escenario, pues Christopher Nolan (El caballero de la noche, 2008; El origen, 2010; Inte-restelar, 2014) apuesta al suspenso con base en una historia enredada; así como de una fotogra­fía, dirección de arte, sonido y edición que crean una experiencia intensa en el espectador, que lo mantendrá al borde del asiento de principio a fin.

El gran truco muestra cómo la ob sesión de dos hombres, los llevará, cada uno a su manera, a cometer actos que pondrán en riesgo su propia vida, todo ello con tal de no sólo sobrepasar a su enemigo sino de aniquilarlo.

El gran truco

CrEontE zaGHolz

ALUCINE // Cuando la pantalla da vueltas

El gran truco (The Prestige)Dir. Christopher NolanEU, 2006, 135 min.

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Ensayo sobre la cegueraJosé Saramago, Editorial Punto de Lectura

Un día como cualquier otro, varios habitantes de una ciudad empiezan a manifestar una peculiar enfermedad, que pronto se propaga como una epidemia. Nadie sabe de dónde vino, ni cómo se transmite. Sólo se sabe que el gobierno, alarmado, trata de contenerla aislando a los por­tadores en albergues donde se les suministra todo lo nece­sario para vivir. Ahí, en aparente igualdad de condiciones, comienza a extenderse entre los infectados una plaga mu­cho más mortífera y violenta, con la cual sale a relucir lo peor de cada uno de los portadores. El escritor de la no­vela, José Saramago, nos muestra una situación absurda a la vez que crítica, donde el egoísmo y la necedad hacen tropezar al género humano, que se conduce como un grupo de ciegos tomados de las manos rumbo a un abismo. Si quieres un libro que te haga pensar sobre la forma en que vivimos y deseas echar a volar tu imaginación con una his­toria fuera de lo cotidiano, éste es el indicado.

FrankensteinMary Shelley, Editorial Punto de Lectura

Dos almas atormentadas, cada una por su propia trage­dia. Recorriendo los confines del mundo, huyen, en una loca carrera que sólo puede tener como fin la muerte. Una escritora del siglo XVIII, Mary Shelley, creó un relato que se ha tornado en clásico de la literatura fantástica. Se ha tergiversado mucho el tono y la historia original en las adaptaciones para cine y televisión que todos hemos visto o escuchado al menos alguna vez. La criatura sin nombre es más humana de lo que pensamos, presa de la incertidumbre y negada de afecto por quienes creía sus semejantes. Su creador ha jugado a ser un dios, y horrori­zado por este acto, huye de ella y la abandona a su suerte. Así comienza una trama de venganza, una oda descarna­da a la soledad y el dolor, un poema oscuro que enchina la piel. Es el relato del doctor Frankenstein y su creación, que deberías haber leído ya.

¿Cómo la libro? Recomendaciones literarias

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