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LA CRÍTICA SOBRE EL QUIJOTE EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX 1 José Montero Reguera CONSIDERACIONES PREVIAS Hacer la historia de la crítica sobre el Quijote durante la primera mitad del siglo XX es tarea compleja y difícil, que daría ocasión a una amplia mono- grafía en la línea de la que ya elaboré, para una período más reducido, en mi trabajo sobre El «Quijote» y la crítica contemporánea. 2 Procuraré por tanto hacer un esfuerzo de síntesis con el fin de delinear los principales hitos, ten- dencias y acontecimientos que la crítica sobre el Quijote ofreció entre 1900 y 1950. La tarea es compleja y quedarán, sin duda, autores y obras en el tintero, por lo que solicito de antemano la indulgencia de los lectores invocando una vez más las conocidas palabras de Cervantes en las que pide «no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir». Con ese propósito de síntesis me permito acudir a tres fechas que van a servirme de ejes en torno a los cuales estructurar este trabajo: 1905, 1925, 1947. La primera es el año conmemorativo del tercer centenario de la publi- cación del Quijote: la utilizo como fecha simbólica de inicio del periodo de que me voy a ocupar, aunque haré referencia a algunas publicaciones anteriores, plenamente entroncadas con el cervantismo de la centuria decimonónica. La segunda se corresponde con la publicación del libro quizás de mayor trascen- dencia en la historia del cervantismo: El pensamiento de Cervantes, la obra más lograda de su autor, Américo Castro, que supuso, como es aceptado de manera unánime, un antes y un después en el análisis de la obra cervantina, con atención especial, pero no exclusiva, al Quijote. Esta fecha de 1925 me permite asimismo dividir el período que estoy estudiando en dos partes de igual exten- sión, lo cual me será de utilidad. Finalmente, en 1947 se conmemora el cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, que originó actividades y publicaciones de singular importancia, como la creación de la revista Anales Cervantinos, o los homenajes organizados por la revista Ínsula (1948), por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra en ocasión de su cuarto centenario, Buenos Aires: Universidad, 1947), y por Francisco Sánchez Castañer (Homenaje a Cervantes, Valencia: Mediterráneo, 1950, 2 vols.). En todos ellos colaboraron algunos de los más destacados hispanistas de esos años.

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LA CRÍTICA SOBRE EL QUIJOTE EN LA PRIMERAMITAD DEL SIGLO XX 1

José Montero Reguera

CONSIDERACIONES PREVIAS

Hacer la historia de la crítica sobre el Quijotedurante la primera mitad delsiglo XX es tarea compleja y difícil, que daría ocasión a una amplia mono-grafía en la línea de la que ya elaboré, para una período más reducido, en mitrabajo sobre El «Quijote» y la crítica contemporánea.2 Procuraré por tantohacer un esfuerzo de síntesis con el fin de delinear los principales hitos, ten-dencias y acontecimientos que la crítica sobre el Quijoteofreció entre 1900 y1950. La tarea es compleja y quedarán, sin duda, autores y obras en el tintero,por lo que solicito de antemano la indulgencia de los lectores invocando unavez más las conocidas palabras de Cervantes en las que pide «no se despreciesu trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que hadejado de escribir».

Con ese propósito de síntesis me permito acudir a tres fechas que van aservirme de ejes en torno a los cuales estructurar este trabajo: 1905, 1925,1947. La primera es el año conmemorativo del tercer centenario de la publi-cación del Quijote: la utilizo como fecha simbólica de inicio del periodo de queme voy a ocupar, aunque haré referencia a algunas publicaciones anteriores,plenamente entroncadas con el cervantismo de la centuria decimonónica. Lasegunda se corresponde con la publicación del libro quizás de mayor trascen-dencia en la historia del cervantismo: El pensamiento de Cervantes, la obramás lograda de su autor, Américo Castro, que supuso, como es aceptado demanera unánime, un antes y un después en el análisis de la obra cervantina, conatención especial, pero no exclusiva, al Quijote. Esta fecha de 1925 me permiteasimismo dividir el período que estoy estudiando en dos partes de igual exten-sión, lo cual me será de utilidad. Finalmente, en 1947 se conmemora el cuartocentenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, que originó actividades ypublicaciones de singular importancia, como la creación de la revista AnalesCervantinos, o los homenajes organizados por la revista Ínsula (1948), por laFacultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Homenajea Miguel de Cervantes Saavedra en ocasión de su cuarto centenario, BuenosAires: Universidad, 1947), y por Francisco Sánchez Castañer (Homenaje aCervantes, Valencia: Mediterráneo, 1950, 2 vols.). En todos ellos colaboraronalgunos de los más destacados hispanistas de esos años.

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1. 1900-1925. EL LEGADO DEL XIX: HACIA UNA MODERNA Y NOVEDOSA

CONSIDERACIÓN DECERVANTES Y EL QUIJOTE.

1.1.Preliminar.

Los años que van desde 1900 a 1925 constituyen una época no bienconocida en el campo de la crítica sobre el Quijoteo sobre el cervantismo engeneral.3 Se trata de un periodo en el que trabaja y publica un heterogéneoconjunto de escritores, creadores, estudiosos e investigadores formados en losmétodos y procedimientos decimonónicos que continuará su actividad en elcomienzo del nuevo siglo. A este grupo se van superponiendo nuevas genera-ciones de lectores y admiradores de Cervantes, formados en otras lecturas ymétodos de análisis, lo que les permite introducir savia nueva en el conjunto delos estudios sobre el Quijote. Se trata de un periodo, por poner un ejemplo, delque Américo Castro, en su introducción a El pensamiento de Cervantes, apenasdestaca cuatro o cinco estudios sobre el Quijote.4 Con todo, a pesar de muchocrítico desbocado y de abundante «megalomanía cervántica» —por decirlocon las palabras del doctor Royo Vilanova5—, creo que es una etapa desiembra, de gestación de interpretaciones, análisis, modos de ver el Quijotequeaflorarán a partir de 1923-1925 y que tendrán luego larga descendencia, hastallegar incluso a nuestros días: baste mencionar, aparte del libro de Castro, quecierra este periodo, el discurso de Marcelino Menéndez Pelayo pronunciado en1905 sobre Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del«Quijote», reimpreso numerosas veces, incluso recientemente;6 las Medita-ciones del Quijote, de José Ortega y Gasset (1914); el trabajo de RamónMenéndez Pidal sobre Un aspecto de la elaboración del «Quijote»,que desa-rrolla una de las ideas defendidas por Menéndez Pelayo en el discurso de19057; y la Guía del lector del «Quijote» de Salvador de Madariaga, queinaugura en buena medida el acercamiento psicológico a la obra cervantina.8

1.2. El legado del siglo XIX.

El redescubrimiento y revalorización de Cervantes y su obra que seproduce en el siglo XVIII , especialmente desde la publicación en 1737 de la bio-grafía escrita por Gregorio Mayans y Siscar a instancias del Barón de Carteret,tienen su continuación y desarrollo en la centuria siguiente, de singular impor-tancia en la historia de la crítica e interpretación del Quijote: es en el siglo XIX

cuando empieza a producirse un cambio profundo en la manera en que estaobra se había venido leyendo desde su publicación en 1605.9 El Quijoteempieza a leerse no exclusivamente como un libro divertido que causaba la risay la carcajada de los lectores, sino como un libro serio, en el que se podíaencontrar sabios consejos para conducirse en la vida; más aún, en las accionesde don Quijote y Sancho podía encontrarse un modelo de comportamientohumano: se inauguraba así la interpretación simbólica y filosófica de la obracervantina que presentaba, por ejemplo, a un don Quijote convertido en héroeromántico que desea resucitar un mundo ideal en el que se ha sumergido y quequiere vivirlo dentro de sí. En muchas ocasiones don Quijote parece un román-tico casi incorregible que aun habiendo fracasado en su heroica misión, antesde su muerte, desea vivir en otro mundo ideal e intenta huir hacia un lugar

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idílico pastoril: «[…] y que tenía pensado de hacerse aquel año pastor y entre-tenerse en la soledad de los campos, donde a rienda suelta podía dar vado a susamorosos pensamientos, ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio».10

Esta nueva manera de acercarse a la obra permitió que se establecieran tresgrandes axiomas sobre el Quijote, que se han mantenido hasta fechas muyrecientes, como bien ha precisado Anthony Close: la idealización del héroe yla negación del propósito satírico de la novela; la creencia de que la novelatiene un nivel simbólico y que a través de tal simbolismo Cervantes expresóideas sobre la relación del espíritu humano con la realidad y sobre la naturalezade la historia de España; y, en tercer lugar, la interpretación de ese simbo-lismo como reflejo de la ideología, estética y sensibilidad modernas.11 En con-secuencia con esa nueva manera de acercarse al Quijotea partir del Romanti-cismo, en los últimos veinte años del siglo XIX se va desarrollando un ciertotipo de crítica, al tiempo que toda una imagen de la obra (y del autor), que esla que heredan los que se acercan a la obra cervantina en el primer cuarto delsiglo veinte.

Así por ejemplo, como herencia del romanticismo que se desarrolladespués de forma reiterada tanto en la literatura como en las artes plásticas,debe considerarse la dualidad Quijote-Sancho como «metáfora de los contra-dictorios, pero inseparables, componentes de la personalidad humana»12;asimismo, la simbiosis entre personaje y creador, con la identificación de esteúltimo ante todo «como un rasgo de carácter nacional»,13 primando por tantosu condición de español, lo cual supone, obviamente, una visión nacionalista,como así se muestra inequívocamente en las Exposiciones Nacionales deBellas Artes, «escaparates por excelencia del arte oficial, [que] ofrecen elpanorama más completo de la utilización de Cervantes y de sus personajes alservicio de los ideales del nacionalismo español».14 Lo que viene a conse-guirse con todo ello, según el siglo XIX va avanzando hacia sus últimasdécadas, es «una auténtica institucionalización de antiguas aspiraciones […]junto a la gloria que novela y personaje representaban para el contexto político-cultural del Estado moderno. Cervantes y lo cervantino se convirtieronentonces en iconos glorificadores de lo nacional, lo mismo que tantos otrostemas históricos»15: en fin, un Quijoteque se encuentra por todas partes y esutilizado de manera constante y permanente con propósitos y objetivos muydiversos; es así como se puede entender mucho mejor el artículo de Marianode Cavia en el que, desde las páginas de El Imparcial, 16 se quejaba precisa-mente de esa invasión del Quijote no sólo en la literatura, sino en todas lasbellas artes e, incluso, en otros órdenes de la vida cultural y política deentonces.17

Estos últimos años del siglo XIX , ya en las vísperas del desastre de 1898,suponen una nueva «canonización» (la expresión es de Anthony J. Close) de laobra y el personaje cervantinos, que va a ser caracterizado (el personaje)siguiendo los modelos del Greco, cuya figura y valía se recuperan entonces.18

Igualmente se hará con el autor: el cuadro atribuido a Jáuregui donado a laAcademia en 1910 por José Albiol responde en buena medida a esa tendencia,de ahí, quizá, la buena acogida que recibió inicialmente, al menos desdediversas instituciones: como dice Carlos Reyero, la imagen de Cervantes eneste retrato «respondía a esa adustez ‘grequista’ tan querida en la época».19

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El siglo XIX lega también la penetración generalizada del Quijote en elsistema educativo español. Según Gabriel Núñez,

Cervantes, en opinión de Blair, fue el único autor que supo hacer un libro clásico, delectura agradable y de utilidad literaria. Con El Quijote para niñosy con los fragmentosdel mismo seleccionados por Lista para su colegio, culminará en la década de losochenta, casi coincidiendo con el Programa de Literatura Españolade MenéndezPelayo, que consagra la lección 65 a Cervantes, la implantación del Quijote comomanual de uso obligado en las horas de lectura y escritura al dictado de los escolares detodos los tramos del sistema educativo de los dos últimos siglos […] ahora se inicia lapenetración generalizada del Quijoteen el sistema educativo español.20

De esta manera se culmina el proceso iniciado en el siglo XVIII de incor-poración del Quijote a las historias de la literatura como uno de los grandesvalores de la literatura española21 y continúa y se consolida en los manuales,preceptivas e historias de la literatura decimonónicas, tanto españolas comoextranjeras:22 Francisco Giner de los Ríos (1866-1867),23 Manuel de la Revilla(1872),24 Manuel Milá y Fontanals (1873-1874),25 James Fitzmaurice-Kelly(1898),26 Marcelino Menéndez Pelayo, 27 etc.

Entre el cervantismo de raigambre plenamente decimonónica cabríadestacar algunos nombres de alcance y valía muy distintos; son los nombresque cualquier estudioso del Quijote de principios del siglo XX tendría quemanejar inevitablemente:28 Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), inspi-rador de una de las aventuras tipográficas más curiosas en la historia del cer-vantismo: en 1863 el impresor madrileño Manuel Rivadeneyra decide llevar aArgamasilla de Alba los instrumentos y máquinas necesarios para imprimirun Quijote y unas Obras completas. Tales artefactos se instalaron en laconocida Cueva de Medrano, lugar que parece pudo ser prisión de Cervantes,como reza el pie de imprenta: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Edición corregida con especialestudio de la primera, por D. J. E. Hartzenbusch (Argamasilla de Alba:Imprenta de Don Manuel Rivadeneyra [casa que fue prisión de Cervantes],1863, 4 vols); y Obras completas de Cervantes[…] Texto corregido conespecial estudio de la primera edición, por D. J. E. Hartzenbusch (Argamasillade Alba: Imprenta de Don Manuel Rivadeneyra [casa que fue prisión de Cer-vantes], 1863, 4 vols.). Y también es autor de las 1633 notasredactadas paraacompañar a la edición «foto-tipográfica» de López Fabra:29 sin duda suscomentarios son menos valiosos que el de Clemencín (a quien sigue y discutecon mucha frecuencia), pero todavía tienen cierto interés; desde el punto devista filológico, intervino en demasía sobre el propio texto, ofreciendo lecturasy enmiendas injustificadas, aunque, cuente en su favor, fue el primero que, porejemplo, proporcionó una solución razonable al famoso episodio de la desa-parición del rucio de Sancho Panza. Pascual de Gayangos (1809-1907),conocido sobre todo por sus estudios sobre libros de caballerías, pero autortambién de diversos trabajos cervantinos, como Cervantes en Valladolid(publi-cado a lo largo de cinco entregas en la Revista de España, durante los mesesde marzo a julio de 1884)30, con algunas novedosas consideraciones sobre lapublicación del Quijote31; Manuel Milá y Fontanals (1818-1884), maestro deMenéndez Pelayo;32 Adolfo de Castro (1823-1898), académico, defensor dearriesgadas atribuciones (El Buscapié, Semanas del jardín, acaso sea el autor

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de la Epístola a Mateo Vázquez);33 Manuel de la Revilla (1846-1881), autor deun conocido manual reimpreso varias veces, pero sobre todo de diversostrabajos sobre el Quijoteen los que muestra una mesura y sensatez dignas deencomio al referirse al posible simbolismo del Quijote;34 Cristóbal PérezPastor, autor de dos volúmenes de Documentos cervantinos hasta ahorainéditos(Madrid, 1897); José María Asensio y Toledo, que ingresó en la RealAcademia Española (1904) con un discurso sobre Interpretaciones del Quijoteal que respondió Menéndez Pelayo, 35 y autor también de un extenso volumensobre Cervantes y sus obraspublicado inicialmente en 1870.36

No hay que olvidarse tampoco de otros escritores y creadores a caballoentre estos dos siglos, cuya admiración por el Quijote es bien evidente: JuanValera (1824-1905), cuya novelística está llena de resabios cervantinos, dedicóa Don Quijotedos importantes trabajos: Sobre el «Quijote» y sobre las dife-rentes maneras de comentarle y juzgarle, discurso leído en la Real AcademiaEspañola el 25 de septiembre de 1864, y Consideraciones sobre el «Quijote»,discurso leído también en la Docta Casa el ocho de mayo de 1905 dentro de losactos conmemorativos del tercer centenario del Quijote. Ambos de singularimportancia, quiero destacar sobre todo el primero, pues en él Juan Valerallama la atención sobre los desatinos de parte de la crítica empeñada en buscarsimbolismos y significados esotéricos a la obra de Cervantes, a la par quedefiende el carácter ante todo paródico del texto cervantino respecto a loslibros de caballerías, de manera que destaca así el valor literario, estético, si sequiere, del Quijote antes que cualquier otro.37 José María de Pereda (1833-1906), que tenía en el Quijote una de sus lecturas predilectas, 38 incluye enbuena parte de sus obras en prosa elementos muy cervantinos39 y a él se debeun clarividente artículo, Cervantismo(1880), en el que ya se presentan las dosvertientes del término: el estudio serio, ponderado de las obras de Cervantes,pero también: «Acaso en el cervantismo vea yo algo de la intemperancia, que,entre nosotros, lleva todo lo demás hasta el ridículo de las cosas más serias yrespetables».40 Benito Pérez Galdós (1843-1920), que se

complace en destacar a cada momento su deuda con Cervantes, en un gesto admirativoque vale más que cualquier discurso crítico. En su constante meditación sobre Cervantesy sobre el Quijote como matriz de la novela moderna, descubre Galdós, a partir deGloria, la necesidad de perseguir una forma novelesca total, una construcción queintegre, como ocurre con el Quijote, la representación simbólica o si se quiere alegóricadel espíritu de España; la constancia de los cambios operados en ese espíritu con eldevenir de la historia; la pintura de la vida social, hidalgos, nobles, campesinos,hampones; las manifestaciones de la psicología colectiva e individual, sumida una en laotra, en los estados normales o anormales; todo ello asentado en la literatura científicadisponible e incorporado a una estructura formal de novela realista e idealista al mismotiempo, seria y humorística, culta y popular, trágica y cómica.41

Esa admiración por Cervantes permanecerá siempre, hasta sus últimosdías, como revela la expresión «¡Adiós, Cervantes mío […]!» con que finalizauna conferencia suya (leída por Serafín Álvarez Quintero en el salón de actosdel Ateneo de Madrid el 28 de marzo de 1915) que el autor de Fortunata yJacintarecoge en sus Recuerdos y memorias.42 Leopoldo Alas Clarín (1852-1901) cuya novela La Regentapresenta una filiación cervantina evidente;43

Emilia Pardo Bazán, 44 Jacinto Octavio Picón (1852-1923), que, con las

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palabras de Gonzalo Sobejano, veneraba a Cervantes,45 y participó activamenteen buena parte de los actos conmemorativos del tercer centenario, etc.46

Los críticos y novelistas mencionados, a caballo entre las dos centurias,presentan, en fin, una singular importancia en el campo de la exégesis cervan-tina, pues, por una parte, con sus novelas muestran en la práctica su deuda conCervantes y el Quijote, de manera que lo convierten en un modelo novelescodigno de ser imitado (Galdós, Clarín, Valera); en segundo lugar intentan ponerun poco de orden y mesura ante los excesos de la crítica simbólica (JuanValera, Manuel de la Revilla); y, finalmente, ponen nombre a ese conjuntocada vez mayor de actividades, en ocasiones de difícil clasificación, cuyo prin-cipal objetivo es estudiar, difundir, comentar, interpretar, alabar,… la vida y laobra literaria de Miguel de Cervantes; ese nombre no es otro que el de cer-vantismo, a la par que indican los problemas que puede acarrear este tipo deexégesis (Pereda).

1.3. Los fastos y conmemoraciones de 1905.

En 1905 se conmemora el tercer centenario de la publicación del Quijote.Tal acontecimiento se venía preparando desde un par de años antes47 y originóuna auténtica avalancha de publicaciones, actos, reuniones y proyectos impul-sados, buena parte de ellos, desde el Gobierno que había promulgado a talefecto las Reales Órdenes de fecha 1 de enero, 13 de febrero de 1904 y 8 demayo de 1905. La actividad fue muy intensa como puede verse en la útilCrónica del centenario del «Don Quijote» que publicaron Miguel Sawa yPablo Becerra48 y abarcó todos los ámbitos culturales de la época: música,pintura, escultura, teatro,49 traducción,50 periodismo y, también, la crítica einvestigación histórico-literarias. No es mi propósito ahora inventariar lo publi-cado a raíz de este centenario (labor titánica que excede con mucho las posi-blidades de este trabajo), sino mostrar, siquiera esquemáticamente, su signifi-cación en el contexto de la literatura de la época y, asimismo, destacar losprincipales hitos bibliográficos.

La fecha de 1905 constituye un año de singular importancia en nuestrahistoria literaria: un grupo de escritores jóvenes (noventayochistas, moder-nistas) va adquiriendo poco a poco más peso en los ambientes literarios de laEspaña de principios de siglo; al decir de José María Martínez Cachero, es lafecha clave de triunfo de la corriente modernista, con la publicación de algunosde los libros más característicos de este movimiento.51 Y noventayochistas(Azorín, Baroja, Unamuno) y modernistas (Juan Ramón Jiménez, RubénDarío, Machado, Valle Inclán, Martínez Sierra), esto es, la nueva literatura,van a enfrentarse con la vieja literatura representada por las egregias figurasdecimonónicas todavía vivas: Juan Valera, Benito Pérez Galdós, José Eche-garay, y otros. Este enfrentamiento vino a suponer en buena medida «el finalde una generación y la entronización de otra»,52 todo ello con el centenario delQuijoteal fondo, en el cual, de una u otra manera participan los integrantes deesta nueva literatura, quienes acaban convirtiendo el libro cervantino, con laexpresión de Javier Blasco, en el «evangelio» de los nuevos tiempos.

Y por otra parte, la nueva literatura se va a enfrentar al cervantismo oficialponiendo de relieve sus preferencias por el libro antes que por el autor, mos-trándose, por tanto, mucho más quijotistas que cervantistas: eso es lo que

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explica los conocidos libros de Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote ySancho,53 y Azorín, La ruta de Don Quijote, ambos publicados en 1905 comoconsecuencia directa —al menos el de Azorín— de las celebraciones del cen-tenario; y es lo que explica también, por ejemplo, el rechazo inicial de Fran-cisco Rodríguez Marín al cervantismo de Azorín, cuya recreación del caminoseguido por don Quijote es calificado por el erudito como «tentativas baladíesen que no hay ni pizca de cervantismo».54

Entre las abundantes publicaciones aparecidas en esa fecha55 se puedendestacar la Gramática y diccionario de la lengua castellana en «El ingeniosohidalgo don Quijote de la Mancha»,de Julio Cejador y Frauca, 56 hoy ya muydesfasado, pero en su momento esfuerzo importante y ampliamente utilizadodurante años; el conocido discurso de Menéndez Pelayo al que ya me hereferido antes; el libro de su discípulo, Adolfo Bonilla y San Martín, DonQuijote y el pensamiento español, ensayo de corte nietzscheano y volunta-rista,57 en el que pueden encontrarse no obstante algunas ideas, muy enesquema, que Américo Castro desarrollaría unos años más tarde en El pensa-miento de Cervantes; el ensayo de Santiago Ramón y Cajal, precedente detoda una línea de acercamiento al Quijote;58 el libro de Ángel Salcedo Ruizsobre Estado social que refleja el «Quijote»,59 «el estudio más completo escritoen la primera mitad del siglo XX», en palabras de Javier Salazar Rincón;60 yaunque no referida exclusivamente al Quijote, merece la pena recordar laBibliografía crítica de las obras de Miguel de Cervantes(Madrid: 1895-1904,3 volúmenes), de Leopoldo Rius, todavía útil.61

Y finalmente, el llamado «Quijote» del centenario, un ambiciosoproyecto editorial llevado a término finalmente por Ricardo López Cabrera—yerno del pintor sevillano especialista en temática cervantina José JiménezAranda— que concibió una lujosa publicación de la novela en ocho tomos,cuatro de textos y cuatro de láminas, que aparecieron en Madrid entre 1905y 1908.62 Aunque filológicamente no presenta ningún valor, fue un esfuerzoartístico de primer orden, en el que colaboraron algunos de los mejorespintores españoles de la época. El principal ilustrador de ese proyecto fueJosé Jiménez Aranda, que había comenzado a trabajar en él hacia 1896 ymurió antes de ver terminado su proyecto para el que preparó seiscientosochenta y nueve «gouaches», cuyos originales se encuentran dispersos. Sonilustraciones, en opinión de Carlos Reyero, «muy bien compuestas y magní-ficamente dibujadas, realizadas con extraordinaria naturalidad, destacando lacaptación precisa de gestos y detalles, con gran fidelidad narrativa, aunque,a la vez, de gran espontaneidad». En la misma edición colaboraron lossiguientes pintores: Luis Jiménez Aranda (1845-1928), autor de treinta ysiete láminas; Ricardo López Cabrera (1864-1950), que realizó veinticuatroilustraciones; Nicolás Alpériz (n. 1870), Gonzalo Bilbao (1860-1938), autorde cinco; José Villegas (1844-1921), que llevó a cabo tres; Emilio Sala(1850-1910), que realizó tres; Manuel Benedito (1875-1963), dos; JoaquínSorolla (1863-1929), también autor de dos; José Francés, autor de una que,dado su condición de escritor, tenía un valor más bien testimonial, y JoséGarcía Ramos (1852-1912).63

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1.4.Otro centenario más: 1916.

Cuando todavía no se habían apagado del todo los ecos de las celebra-ciones de 1905, nuevos acontecimientos se prepararon con el propósito deconmemorar esta vez, en 1916, el tercer centenario de la muerte de Miguel deCervantes. Como en la ocasión precedente, no hubo campo de las bellas artesque se escapara de estas conmemoraciones, 64 aunque, bien es cierto, no sellegó a los extremos de 1905. Desde el punto de vista crítico, los resultados nofueron muy destacados: abunda la crítica extravagante, 65 pero es posibledestacar el libro de Francisco de Icaza (El «Quijote» durante tres siglos)66, conrica información y sugerentes interpretaciones, aunque hoy ya desfasado; ylos volúmenes de Adolfo Bonilla y San Martín que, si bien no referidos exclu-sivamente al Quijote, incluyen ideas y consideraciones inteligentes a la par queson reveladores del encono que en ocasiones demuestra el cervantismo.67 Unanueva edición del centenario viene a cerrar el de 1916: no es otra que la quepublicó Francisco Rodríguez Marín en 1916-191768 con ilustraciones deRicardo Marín.69 Esta edición fue reseñada en la prensa con éxito diverso:favorablemente, por Aurelio Baig Baños («El Quijote más ilustrado y laedición crítica de Rodríguez Marín», El correo español, 29 de marzo de 1917,31 de marzo de 1917 y 1 de abril de 1917) y Francisco Morán («La nuevaedición del Quijote», El Debate, 4 de abril de 1917); en cambio, Luis AstranaMarín se mostraba muy crítico con la labor de Rodríguez Marín.70 Finalmente,la Academia Española publicó una edición facsimilar de las primeras edicionescervantinas con las técnicas de que se disponía en esas fechas.71

1.5. La enseñanza del Quijote.

En este primer cuarto de siglo se plantea una cuestión que acabará enabierta polémica: cómo enseñar el Quijote y, aún más, ¿es lectura adecuadapara la escuela?. Lo cierto es que desde principios de siglo son abundantes lasediciones destinadas a los niños. Acudiendo a la benemérita recopilación deJosé María Casasayas encontramos entre 1904 y 1915 no menos de treinta yocho ediciones en castellano del Quijotedestinadas entera o parcialmente a losniños: en 1904 se publica una, dieciocho en 1905, una en 1907, otra en 1909,otra más en 1910, dos en 1912, seis en 1913, cinco en 1914 y tres en 1915.72

Todo esto se inserta en una época en la que existe un vivo interés por lopedagógico, en la que se renuevan los métodos y técnicas de enseñanza a todoslos niveles; lo que explica, en fin, que los Premios Nacionales de Literatura de1928, 1929 y 1932 se convoquen con temática de este tipo: en 1928 lo obtieneJosé Montero Alonso por su Antología de poetas y prosistas españoles, 73 en laque se dice expresamente: «El tema para el Concurso Nacional de Literatura de1928 era ‘Antología de poetas y prosistas españoles, con semblanza de cadaautor’. Se quería premiar, según la convocatoria, un libro de lectura para lasEscuelas nacionales de niñas y niños». (p. 9; cursiva mía). Al año siguiente loobtiene Ángel Cruz Rueda por sus Gestas heroicas castellanas contadas a losniños74 y en 1932 recae en Alejandro Casona por su Flor de leyendas.75

A propósito del Quijote, esta cuestión se había planteado en Francia a lolargo del siglo XIX con la publicación de varias ediciones «para la juventud»;76

en España se plantea en cambio, casi como una consecuencia del centenario de

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1905, aunque la preocupación existe desde mediados del siglo XIX , pues ya el10 de diciembre de 1856 el Gobierno aprueba dos antologías del Quijoteparasu uso en las escuelas: El Quijote de los niños y para el puebloeditado porNemesio del Campo y Rivas y El Quijote para todos.77 Las Reales Órdenes de13 de febrero de 1904, 8 de mayo de 1905, 28 de noviembre de 1906 y de 12de octubre de 1912 coinciden en ordenar que «Los maestros nacionalesincluirán todos los días a contar desde primero de enero próximo, en sus ense-ñanzas una dedicada a leer y explicar brevemente trozos de las obras cervan-tinas más al alcance de los escolares».78 Las consecuencias son inmediatas: asípor ejemplo, el editor Saturnino Calleja empieza a publicar una Edición Callejapara escuelas que tendría una amplia difusión. En ella se decía «a los profe-sores de primera enseñanza» que «la lectura del Quijote en las escuelas con-tribuirá, seguramente, a levantar en España la afición a lo clásico, y con estepropósito hacemos esta edición dedicada a los niños», y se indica asimismo elmétodo para poner el Quijoteal alcance de este público: «la necesidad y aunla conveniencia de no administrar en toda su extensión esta obra sublime,guiaron la vacilante diestra, y en gracia a la intención seguramente ha de sernosdispensado el atrevimiento. Lo que no hemos osado, considerándolo comoinaudita falta de respeto, es modificar lo escrito por Cervantes. Por eso prefe-rimos suprimir por completo algunos capítulos antes que profanar la obrainmortal».79 También responde a esa orden de 1905 el librito Catecismo deCervantesa cargo del profesor auxiliar del Instituto de Oviedo D. AciscloMuñiz Vigo, que reimprime en 1912, como consecuencia de la otra ordenministerial mencionada, bajo el título Cervantes en la escuela, cuando de laprimera obra ya se habían agotado seis ediciones. Y, como estos, otros muchostextos que responden a esas órdenes que harán que esa cuestión —la enseñanzadel Quijoteen la escuela— pase a un primer plano, con opiniones contrarias ycon la intervención de destacadas plumas de la época: acaso la polémica másconocida es la que sostuvieron Antonio Zozaya y José Ortega y Gasset, 80 conconclusiones cercanas, pero debidas a razones distintas; y también Mariano deCavia, 81 Rodríguez Marín, 82 Ezequiel Ortín, 83 etc.

1.6. La edición y anotación delQuijote.

El siglo XIX lega a la siguiente centuria un Quijoteanotado copiosamente(los comentarios de Bowle, todavía en el XVIII [1781]; el comentario de DiegoClemencín [1833-1839], imbuido plenamente de espíritu neoclásico; lasfamosas 1633 notasde Juan Eugenio Hartzenbusch), pero muy deficientedesde el punto de vista de la edición del texto. Dentro de la amplia variedad deediciones decimonónicas destaco (entre 1850 y 1900) las siguientes, de ampliadifusión y, por tanto, influencia en los inicios del siglo XX: el Quijotede Riva-deneira (1863); el facsímil de López Fabra (1871-1879), cuyo tercer volumenlo conforman Las 1633 notas puestas por el Exmo. e Ilmo. Sr. D. Juan Eugeniode Hartzenbusch; el Quijotede Ramón León Máinez (1877-1879), y el Quijotede James Fitzmaurice Kelly en colaboración con James Ormsby para losprimeros veinticinco capítulos.84

Todos esos esfuerzos editoriales, en su conjunto, aportan notas y comen-tarios de interés que permiten entender mucho mejor el Quijote: pasajes paró-dicos de libros de caballerías, significación y contexto de determinadas

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palabras, posibles fuentes, etc.; pero ninguna ofrece un estudio riguroso de lasdiversas ediciones de la obra ni un exhaustivo cotejo de variantes (aunquealguna lleve un mínimo aparato crítico, v. g. la de Máinez).

El primer cuarto del siglo XX ofrece algún avance en esta cuestión, pero nosustancial. Se publican trabajos importantes, como el de Homero Serís en elque registra y describe los Quijotesde la Sociedad Hispánica de América conalgunas importantes novedades85 y las ediciones en castellano de la obra cer-vantina se multiplican: cerca de dos centenares ha inventariado José MaríaCasasayas entre 1900 y 1915, en España y fuera de España, presuntamentecríticas, para niños, con ilustraciones… de todo tipo. No tengo en cuenta ahoralas traducciones a otras lenguas, también muy abundantes.86 Bien es cierto quela edición del Quijote se alentó desde ámbitos institucionales con las realesórdenes de 1905 (para conmemorar el tercer centenario del Quijote) y de 1912,que reafirmaba la primera, en la que se ordenaba que «La Real AcademiaEspañola informará, en el término más breve, a este Ministerio acerca de laforma, plan de publicación y personas a quienes haya de confiarse la direcciónde las dos ediciones del Quijote, una de carácter popular y escolar y otra críticay erudita».87

Sin embargo, los resultados no son muy alentadores desde una perspectivafilológica. Fuera de España se publican algunos Quijotes, pero de escaso valor:por ejemplo el publicado por la Biblioteca Románica(Estrasburgo, 1911-1916)a cargo de Wolfgang von Wurzbach «conjugando un ignorante apego a las‘ediciones legítimas’ con el despojo (tácito) de Cortejón para la inserción deunas escasas variantes»88; y el incluido en la Romanische Bibliotheka cargo deAdalbert Hämel (Halle: Max Niemeyer, 1925-1926), con aún peores resul-tados.89

En España contamos con El Quijote en seis volúmenes a cargo deClemente Cortejón, 90 que tuvo a la vista ediciones muy diversas, pero sin dis-criminar adecuadamente el valor de cada una ellas, lo que le lleva a preferirvariantes sin interés, incorporar variantes gráficas de valor nulo y, en conse-cuencia, a elaborar un aparato crítico muy complicado, confuso y lleno deerrores.

Y, por otro lado, comienza la labor filológica y de anotación de FranciscoRodríguez Marín que se plasma en cuatro ediciones:91 todas ellas y en especialla última incorporan abundantes novedades sobre la inmediatamente anterior yse pueden considerar como la respuesta del cervantismo académico y oficial alo que las órdenes reales de 1905 y 1912 indicaban sobre la elaboración de una«edición crítica y erudita» que dejaban en manos de la Real AcademiaEspañola. Rodríguez Marín, que a la altura de 1910 se había convertido en elcervantista español acaso más constante y preparado92, fue elegido académiconumerario en 1907 y en varias ocasiones se mostró defensor y portavoz de lasopiniones de la docta casa, como por ejemplo en el asunto del retrato de Cer-vantes atribuido a Jáuregui que José Albiol donó a la academia en 1911.93 Pesea los reparos que inicialmente se le pusieron94, la labor de Rodríguez Maríndesde el punto de vista de la anotación del texto cervantino es de enorme valor,como así ha destacado un crítico exigente como pocos: «[…] es indiscutibleque su comentario supone un paso formidable en la elucidación literal de laobra: Bowle, Clemencín y don Francisco son los tres grandes anotadores del

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Quijote, y los restantes no van (no vamos) más allá de añadir respuestas acuestiones de detalle».95 Desde el punto de vista filológico en cambio, sus edi-ciones presentan abundantes deficiencias: adjetivadas todas ellas como críticas,en modo alguno pueden ser consideradas como tales y ni siquiera la última,aparecida póstumamente y con abundantes novedades respecto a las anteriores,roza siquiera ese objetivo.

Lo cierto es que, en buena medida, el primer cuarto del siglo XX apenassupone avance, rigor, novedad en la edición del Quijote, pero sí, en cambio, enlo que tiene que ver con la anotación del texto y, por ende, su mejor compren-sión.

1.7. Ensayistas y creadores en la exégesis delQuijote.

1.7.1.La generación del 98.Como ya señalé antes, la fecha de 1898 supuso una nueva «canonización»

de Don Quijotesimilar a la que un siglo antes habían efectuado los románticosalemanes. Tanto la obra como el personaje serán objeto de adhesión unánimepor los escritores comúmente englobados dentro de la denominada generacióndel 98, que los utilizan con profusión y les dedican numerosos comentariosdonde la huella de la filosofía germana, Nietzsche en concreto, es evidente ycontribuyó de manera decisiva a la revalorización de Don Quijote.96 De unamanera muy general —este tema daría lugar a una monografía muy ampliatodavía por hacer—, la lectura noventayochista del Quijotesupuso ante todo laprimacía, por encima el autor, del personaje principal de la novela que se con-virtió a los ojos de estos escritores en paradigma de la dignidad y ejemplopara lograr la regeneración nacional, bien palpable en Unamuno, aunque notanto en los otros integrantes del mismo grupo literario.97 Sobre esa caracte-rística común, cada escritor ofreció su propia lectura, fruto de sus inquietudesy preocupaciones.

El Quijote acompañó a Miguel de Unamuno durante buena parte de suvida intelectual, a lo largo, según el recuento de Jesús González Maestro, detreinta obras:98 desde Quijotismo(1895) hasta Cancionero (Diario poético),obra que apareció póstuma en 1953; y entre una y otra cabe mencionar algunostítulos de singular importancia: El caballero de la triste figura. Ensayo icono-lógico (1896), Vida de don Quijote y Sancho(1905), Sobre el quijotismo deCervantes(1915), etc. Todavía en fechas no muy lejanas, la prensa españolainformaba sobre la aparición de un inédito Manual del Quijotismoentre lospapeles de la Casa Museo de Unamuno en Salamanca.99 Su lectura del Quijoteno es siempre la misma y ofrece matices diversos conforme pasan los años yla situación política española cambia.100

Desde posiciones menos beligerantes que las de Unamuno, el caso deAzorín es muy similar. Más quijotista que cervantista en sus inicios, no secentró en cambio exclusivamente en el Quijote(uno de sus libros de cabecera,sin duda) sino que dedicó numerosas páginas a Cervantes a quien recreó admi-rablemente en ocasiones, identificando incluso autor y personaje.101 A Cer-vantes y el Quijote dedicó ensayos de geografía literaria (La ruta de donQuijote, 1905), recreaciones de personajes y temas cervantinos (Tomás Rueda,1915), trabajos de crítica histórico-literaria (Con permiso de los cervantistas,1947; Con Cervantes, 1948), y obras teatrales (Cervantes o la casa encan-

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tada, 1931), mostrando en todos ellos su fina sensibilidad para acercarse a lasobras y autores clásicos.102

El caso de Baroja es complejo. Sin duda fue un lector reiterado del Quijote,obra que influye decisivamente en las novelas del escritor vasco, pero sustrabajos relativos al Quijoteno son abundantes (en comparación con Unamunoo Azorín).103 Una vez más se muestra más quijotista que cervantista, 104 perodefendiendo un quijotismo que no llegue al absurdo.105

Y tras ellos Antonio Machado, que simboliza en don Quijote el eternoideal porque «algún día habrá que retar a los leones, con armas totalmenteinadecuadas para luchar con ellos. Y hará falta un loco que intente la aventura.Un loco ejemplar»,106 pero que apenas dedicó unas líneas del Juan de Mairenaa analizar el Quijote; Ramiro de Maeztu y su conocido ensayo sobre los tresgrandes mitos literarios españoles: Don Quijote, Don Juan y La Celestina;107

Ángel Ganivet;108 Ramón del Valle Inclán, 109 etc.110

1.7.2. Un caso especial.En el discurrir literario español de principios del siglo XX merece especial

mención en el campo de la exégesis cervantina, la figura de José Ortega yGasset, cuyas obras completas incorporan diversos trabajos sobre el Quijote,entre los que destaca, sobre todo, sus Meditaciones del Quijote(1914), libroprimerizo, con el que sale a la palestra literaria, pero de capital importancia enla historia de la crítica sobre el Quijote, «quizá la obra más seminal del siglo,llena de intuiciones más tarde desarrolladas por otros», por decirlo con laspalabras de E.C. Riley.111 He aquí algunas de esas intuiciones: Ortega ponía enduda la supuesta ejemplaridad moral de las novelas ejemplares, defendía elperspectivismo como una de las claves del Quijote («El ser definitivo delmundo no es materia ni alma, no es cosa alguna determinada, sino una pers-pectiva»)112 y reclamaba para esta obra cervantina el carácter de germen de lanovela moderna: «Falta el libro donde se demuestre al detalle que toda novelalleva dentro, como una íntima filigrana, el Quijote, de la misma manera quetodo poema épico lleva, como el fruto del hueso, la Ilíada».113

1.7.3. El modernismo.Los escritores modernistas también consideran el Quijote como uno de

sus libros predilectos; de manera general, encuentran en el Quijote, por unlado, el idealismo, la ilusión, la fantasía y el ensueño que posibilitan la creaciónde un mundo imaginativo alejado de la realidad. En segundo lugar, el sentidohumanitario: la locura quijotesca se interpreta como un acto de caridad en elque el héroe defiende a los débiles sin preocuparse de sí mismo; en tercerlugar, se destaca un sentimiento religioso: don Quijote es comparado enmuchas ocasiones con Cristo y se le atribuye una naturaleza divina por suexcesiva humanidad. Y, finalmente, el sentido artístico de la obra de Cer-vantes.114 Pero son pocos los ensayos que dedican a Don Quijote. Hallamosecos, por ejemplo, en un cuento de Rubén Darío, en su conocido poema«Marcha triunfal», así como en otros poemas;115 Gregorio Martínez Sierraescribe Tristezas del Quijote(Madrid, 1905) y Benavente La muerte de donQuijote;116 Juan Ramón Jiménez destaca del Quijotesus valores estéticos, espe-cialmente los que tienen que ver con el ritmo y variedad léxica, de origen

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popular en su parecer;117 en Emilio Carrere encontramos costumbrismo ymelancolía…118

Acaso el que más páginas críticas le dedicó fue Manuel Machado, entrabajos como «Viajando por el Quijote» y «Don Quijoteen el teatro». 119 Desu devoción por lo cervantino da buena prueba su biblioteca personal, hoyconservada en la Biblioteca de Castilla y León (Burgos), en la que se puedenencontrar numerosos libros de temática cervantina. De entre estos me permitoponer como ejemplo los estudios y ediciones de Francisco Rodríguez Marín(los dos eran académicos de la Española), buena parte de ellos dedicados. Aunmás interesante si cabe es que algunos de esos volúmenes están anotados depuño y letra de Manuel Machado, con consideraciones muy curiosas sobre lamanera de anotar de Don Francisco.120

1.8. La crítica en España.

Por un lado han de señalarse las publicaciones periódicas como DonQuijote, publicación de corte radical y republicano en la que, entre 1892 y1903, confluyeron escritores ya veteranos (José Nakens, Marcos Zapata,Eusebio Blasco, Clarín) con escritores de los considerados ya como gentenueva: Miguel y Alejandro Sawa, Alfredo Calderón, Dicenta, Valle Inclán,Baroja, Maeztu, Benavente. De corte literario y político, esta revista publicópoco o nada de interés en lo que tiene que ver con la crítica e investigaciónsobre el Quijote.121 Los Quijotes(Madrid, 1915-1918), donde se publicanalgunas de las «primeras descubiertas de los movimientos de vanguardia».122

Más interesante desde el punto de vista cervantino es la revista mensual ibe-roamerica Cervantes, que se editó en Madrid entre agosto de 1916 y diciembrede 1920 y en la que publicaron escritores a caballo entre Modernismo y Van-guardia: Rubén Darío, Amado Nervo, Francisco Villaespesa, Rafael Cansinos-Asséns, Joaquín Dicenta (hijo), Eduardo Haro, Joaquín Aznar, Guillermo deTorre, etc. Aunque la revista presenta ante todo un interés especial por lo his-panoamericano, Cervantes y el cervantismo también tienen cabida: en poemasen los que, por ejemplo, se señala a Cervantes como la guía espiritual de lasnuevas tendencias;123 y en artículos críticos debidos a la pluma de César EArroyo, Luis G. Urbina y J.A. González Lanuza, entre otros.124 Plenamentecervantista es ya la Crónica cervantina, un poco posterior, que dirigieron entre1930 y 1936 los bibliófilos catalanes Juan Suñé Benages y Juan Sedó Peris-Mencheta: en ella se alternan trabajos serios y rigurosos con otros de dudosacalidad; y una constante parece ser la crítica, también constante pero muydura, a la labor editorial de Francisco Rodríguez Marín.125 A estas publica-ciones deben añadirse también los números dedicados íntegramente a Cer-vantes con motivo de los centenarios de 1905 y 1916: Revista de Archivos,Bibliotecas y Museos; Revista General de Marina, Boletín de la SociedadCastellana de Excursiones, etc.

La crítica en España en el primer cuarto de siglo está representada enbuena medida por la figura destacadísima de Menéndez Pelayo, autor de unpequeño número de trabajos sobre el Quijote del que destaco su conocidodiscurso sobre «Cultura Literaria de Miguel de Cervantes y elaboración delQuijote» al que ya me he referido antes, 126 y su escuela:127 Francisco Rodrí-guez Marín, que representa, por un lado, la vertiente más positivista y erudita

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en recopilaciones documentales y en sus estudios histórico-literarios y, porotro, la edición de textos;128 y Adolfo Bonilla y San Martín, inteligente exégetade Cervantes y el Quijote, pero desde una perspectiva más hermenéutica yfilosófica, a la par de iniciador de una importante edición de Obras completasde Cervantes en colaboración con Rodolfo Schevill.129

1.9.El Quijotea los ojos del hispanismo.

El hispanismo de principios del siglo XX encuentra en el Quijoteuna obrallena de posibilidades y la enriquece con nuevos estudios y análisis.

En Francia debe destacarse a Alfred Morel Fatio con su trabajo, todavíapublicado en el siglo XIX, sobre Le «Don Quichotte» envisagé comme peintureet critique de la societé espagnole du XVIe et XVIIe siècle.130 Se trata del primerestudio de importancia en lo que se refiere a analizar las relaciones de la obrade Cervantes con el contexto histórico-social en que se inscribe la novela;realmente más que de un estudio se trata de una antología de textos con los quese ilustra cada una de las clases sociales que aparecen en el Quijote. Pese a lasuperficialidad de algunas de sus afirmaciones, el libro de Morel Fatio incor-pora «intuiciones y juicios muy acertados, difíciles de encontrar en la críticaespañola de la misma época, con los que el autor se anticipa a la investigaciónmás reciente: la relación que existe entre la condición social del hidalgo y laafición a los libros de caballerías; la manía hidalguista de las gentes de laépoca, cuya crítica constituye la principal intención del libro; y, sobre todo, elénfasis que el autor ha puesto en el contenido social de la novela».131 ErnestoMerimée incluye en su Historia de la literatura Española(1908) un largocapítulo dedicado a Cervantes, valorando el Quijotepor encima de cualquierotra de sus obras y destacando de él su carácter divertido y jocoso;132 y ElieFaure sitúa el Quijotea la altura de las grandes creaciones de la literatura uni-versal, pues lo equipara con Homero, Rabelais y Shakespeare.133

En Italia, la rica bibliografía sobre «Cervantes en Italia» reunida porDonatella Pini Moro y Giacomo Moro muestra palpablemente el interésque el Quijotedespierta en este país en el primer cuarto de siglo: ediciones,traducciones y estudios a cargo de los más destacados críticos de esetiempo (Benedetto Croce, Eugenio Mele, Giovani Papini, Arturo Farinelli,Marco Aurelio Garrone, Paolo Savj López, etc.) se cuentan por decenas.134

Entre tanta actividad crítica sobre el Quijote quiero destacar tres trabajospor su singular importancia. En primer lugar, entre 1907 y 1908 LuigiPirandello escribe su ensayo L’umorismo, sin duda el trabajo fundamentalpara entender las bases teóricas de la obra literaria de Pirandello, en el quepropone una nueva poética para la moderna literatura italiana basada en elconcepto de «umorismo» que puede definirse como «el intento de trans-poner a nivel literario la relatividad e inconsistencia de la realidad que sepercibe».135 Y para fundamentar esa idea, el autor de Seis personajes enbusca de autoracude reiteradamente al Quijote, que acaba convirtiéndoseasí en el modelo esencial, pues, por un lado, es la obra donde mejor sepercibe lo anteriormente indicado y, por otro, porque se puede considerarcomo la cima del desarrollo evolutivo de la ironía cómica hasta que esta seconvierte en una «postura existencial, resultante de la identificación delautor con la obra».136 Pirandello encuentra en el Quijote la relatividad (más

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tarde, Ortega hablará de perspectivismo y Américo Castro de realidad osci-lante) y la ironía que él considera como los elementos claves para suconcepto de literatura, el que quiere que fundamente la literatura italianamoderna.137

Unos años más tarde, en 1920, Giuseppe Toffanin publicaba un extensolibro, La fine dell’Umanesimo(Milan-Torino-Roma: Bocca), en el que ana-lizaba el final del Humanismo desde la perspectiva de la literatura compa-rada y sus manifestaciones en Italia, Francia y España. En lo que se refiereal Quijote, afirma que es el resultado de las ideas y polémicas literarias delRenacimiento, situándolo así, por primera vez, en un contexto culturalconcreto, el mismo —de ahí en parte su extraordinaria importancia— queluego Américo Castro en El Pensamiento de Cervantesanalizó con tododetalle. Valga decir que es uno de los pocos trabajos citados con elogio porCastro al inicio de la obra antes citada. La reacción no se hizo esperar: en1924 Cesare De Lollis publica un provocador Cervantes reazionario138 enel que defiende que Cervantes y el Quijotepertenecen claramente a la Con-trarreforma. En el mismo asunto terciarán otros investigadores en fechasposteriores: Américo Castro dedica el capítulo sexto de El pensamiento deCervantesa esta cuestión; más tarde se enfrentarán Hatzfeld y AmadoAlonso, 139 etc.

En Alemania, ya lo he mencionado antes, se edita el Quijotenuevamenteen dos ocasiones y aunque se ha convertido en obra «máximamente pública, enel libro de los niños y del vulgo, de los periodistas, de los eruditos, de los filó-sofos»,140 esto no se traduce en estudios de importancia: ensayos en los que laimpronta romántica es evidente, artículos, trabajos breves sobre posibles com-paraciones entre Shakespeare y Cervantes, recepción de las obras cervantinasen Alemania…, poco más. Habrá que esperar realmente al segundo cuarto delsiglo para encontrar trabajos de entidad.141Algo parecido sucede en Inglaterra,donde apenas cabe destacar las páginas que James Fitzmaurice-Kelly dedicó alQuijote en su Historia de la Literatura Española, prontamente traducida alespañol con prólogo de Menéndez Pelayo.142

En Estados Unidos la situación es similar, con la excepción de RodolfoSchevill, Catedrático de la Universidad de California, que emprendió, en cola-boración con Adolfo Bonilla y San Martín, una de las mejores ediciones deObras completasde Cervantes; los tomos del Quijote, sin embargo, no seimprimieron hasta el segundo cuarto del siglo XX. La América española, encambio, ofreció algunos cervantistas de primer orden: bibliófilos, como eluruguayo Arturo Xalambrí, que reunió una impresionante colección deQuijotes;143 eruditos, como Francisco de A. Icaza que conoció como pocos losvaivenes de la crítica e interpretación del Quijote a través de los siglos;144

Ricardo Rojas, excelente exégeta de la poesía cervantina; José de Armas yCárdenas;145 Enrique José Varona y otros, como Alfonso Reyes, ArturoMarasso y Jorge Luis Borges, ya un poco posteriores.146

Y es en estas fechas cuando la lectura y estudio del Quijotese extiende aotros lugares del mundo en los que va surgiendo un incipiente hispanismo: (pororden alfabético): Argelia, 147 Brasil, 148 Bulgaria, 149 Checoslovaquia, 150 China,151 Corea, 152 Filipinas, 153 Grecia, 154 Japón, 155 Polonia, 156 Portugal, 157 Rusia,158 Serbia.159

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1.10. Brillante cierre de este período.

Dos libros de singular interés e influencia vienen a cerrar con brillantez losprimeros veinticinco años del siglo veinte: la Guía del lector del Quijote, deSalvador de Madariaga, y El Pensamiento de Cervantes, de Américo Castro.

Entre junio de 1923 y febrero de 1925, Salvador de Madariaga habíavenido publicando en el diario bonaerense La Naciónuna serie de artículossobre el Quijote, en los que recogía, a su vez, ideas expuestas por él en laUniversidad de Cambridge, en el transcurso de una serie de conferencias queallí pronunció unos años antes. Después, esos artículos se publicaron envolumen con el título general de Guía del lector del Quijote. Ensayo psicoló-gico sobre el Quijote.160

Acaso influido por los los abundantes trabajos de corte médico que sepublicaron en torno a 1905, como por ejemplo el de Santiago Ramón y Cajal,«Psicología de don Quijote y el quijotismo», en los que «se ve (y se lee) elQuijote tanto como inventario de comportamientos o tipos humanos, lo que leequipararía con la psicología, cuanto exponente de perturbaciones de talescomportamientos, esto es, psiquiatría, tomando como base en el primero de loscasos a la pareja compuesta por el caballero y escudero, mientras la carga decomportamiento alterado recae, exclusivamente, en don Quijote»161, Salva-dador de Madariaga analiza los personajes del Quijote como si de sereshumanos se tratase y llega a la conclusión de que en don Quijote y Sancho seproduce una evolución que lleva al primero a incorporar a su personalidadelementos característicos de la personalidad del segundo y viceversa. Con Qui-jotización y Sanchificación, los terminos acuñados por Salvador de Mada-riaga, se viene a denominar el «proceso de asimilación convergente entre losdos personajes que se produce […] ya en la primera parte y se acentúa en lasegunda».162 No me interesa ahora analizar con pormenor la tesis de Mada-riaga, bien conocida, sino destacar su influencia, enorme, pero pocas vecesconfesada abiertamente y que llega a nuestros días, mostrando su importanciay vitalidad: como expuso no hace mucho tiempo Carroll Johnson, el libro deMadariaga ha estado detrás de estudios muy recientes llevados a cabo desdeperspectivas psicológicas, piscoanalíticas y feministas de la más viva actua-lidad.163

Pocas monografías tan influyentes hay en el campo del cervantismo comoEl pensamiento de Cervantes, de Américo Castro. Su publicación originó unaconsiderable polémica por su novedad, pero sin duda, sus tesis e ideas han per-mitido situar la obra cervantina en su contexto histórico, estableciendo de estamanera las bases fundamentales de la exégesis cervantina posterior.164

Partiendo de su idea de que historia y literatura están profundamenteunidas y de que los textos literarios pueden servir para ilustrar los hechos de unpueblo, un país, una sociedad, Américo Castro estudia la obra cervantina (nosólo el Quijote) de acuerdo con tales premisas. Surge así un libro capital en lahistoria del cervantismo, El pensamiento de Cervantes165, en el que sitúa laobra de Cervantes en las coordenadas de la cultura europea de la épocasiguiendo las directrices de la Kulturgeschichteimperante entonces: eras-mismo, relaciones con la cultura italiana, humanismo renacentista, etc. Allí seestudian por primera vez el peculiar concepto cervantino del honor, su «hipo-

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cresía» (que tanta polémica levantó166), el perspectivismo (la «realidad osci-lante» de la que hablaba Castro)…

Su influencia ha sido y es amplísima y aparece más o menos explícita enmuchos trabajos de otros autores sobre Cervantes. Dejemos a D. AlonsoZamora Vicente explicar el porqué de tal importancia:

…descubrimos [en El pensamiento de Cervantes] a ese Cervantes… que aún es precisoconocer, el Cervantes que demuestra que no es un ingenio lego, sino que sabe perfecta-mente de qué está hablando, de dónde viene, adónde va, que maneja con gran rigortodos los mitos y todos los tópicos literarios de su tiempo cuando le conviene, y, cuandono, los pone en solfa de una manera genial, como nunca se ha hecho. Un Cervantes queconoce perfectamente los límites, los prejuicios de la sociedad en que vive y que él noacepta a ciegas, sino que, llegado el momento, pone en tela de juicio con toda valentía.Un Cervantes que al fin nos explicábamos por qué no era citado como ejemplo y modelode virtudes nacionales españolas, puesto que ocupaban Lope o Calderón, nunca el«príncipe de los ingenios167.

2. 1925-1950: EL QUIJOTE, PRIMERA NOVELA MODERNA

2.1. Preliminar.

Desde 1925 la crítica sobre el Quijotese conoce y se ha estudiado mejor:hay una mayor cercanía temporal a nosotros, lo que permite una cierta fami-liaridad con nombres y títulos que todavía hoy se recuerdan sin dificultad (Elpensamiento de Cervantes, Salvador de Madariaga, Erich Auerbach, HelmutHatzfeld, etc.); la importancia del libro de Américo Castro por lo que supusodesde que se publicó y su influencia posterior; la pujanza de la llamadaescuela filológica española con trabajos todavía hoy fundamentales, extraor-dinariamente imbricada con la relectura del Quijote (y de Cervantes) efec-tuada por la Generación del Veintisiete (poetas, pero también, excelentesfilólogos y críticos); acaso también por la labor de análisis de esta crítica rea-lizada por diversos investigadores, singularmente por Dana B. Drake desdeun punto de vista puramente documental168 y por Anthony J. Close, desde unaperspectiva de análisis, clasificación y exégesis de esa crítica en diversostrabajos, de entre los que destaco su contribución a los preliminares de laedición del Quijote auspiciada por el Instituto Cervantes («Las interpreta-ciones del Quijote», pp. cxliii-clxv) y, sobre todo, «La crítica del Quijotedesde 1925 hasta ahora», capítulo del libro que coordinamos Pablo Jauraldey yo mismo en 1995 y que publicó el Centro de Estudios Cervantinos con eltítulo general de Cervantes.169

En este periodo, continúa la labor crítica de autores del primer cuarto desiglo, pero nueva savia empieza a llegar al cervantismo, en España y aún másen el ámbito del hispanismo. Desde diversas escuelas y tendencias críticas loque se irá consiguiendo poco a poco es explicar las principales razones queconducen a definir el Quijotecomo un texto literario que, perfectamente imbri-cado en el contexto de la época, tal y como Américo Castro demostró ejem-plarmente, sin lo cual no se podría entender, en él se sientan las bases de lanovela moderna.

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2.2. La edición y anotación del Quijote.

El segundo cuarto del siglo veinte viene marcado en el campo editorial, deuna parte, por la continuación de la labor ecdótica de Francisco RodríguezMarín a la que ya me he referido antes y, de otra, por la continuación de lacolección de Obras completasde Cervantes que habían iniciado en 1914Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla y San Martín. Muerto este último (1926),el catedrático de la Universidad de Berkeley continuó esta magna empresaque culminó con los cuatro volúmenes dedicados al Quijote.170 Esta colecciónde obras completas de Miguel de Cervantes constituye sin duda una de lasempresas editoriales más importantes y sólidas del siglo XX en el campo delcervantismo. En lo que se refiere, de una manera más acotada, al Quijote, laedición de Schevill muestra algunas carencias que tienen que ver sobre todocon la utilización de facsímiles y no de las ediciones originales, pues esto lelleva a considerar como variaciones entre diversos ejemplares de la príncipe loque en realidad no son sino defectos de la edición facsímil manejada; perotambién indudables aciertos: rigurosa transcripción, metódico registro devariantes, acertada y sintética anotación. Lo cierto es que, de ahí su impor-tancia singular, estas dos empresas editoriales (Rodríguez Marín, RudolphSchevill) son la base, para bien y para mal, de toda edición del Quijoteposte-rior. Con las palabras de Francisco Rico: «Las virtudes de Schevill y las caren-cias de Rodríguez Marín (que no al revés) han condicionado la ortodoxia delcervantismo en la segunda mitad del siglo XX».171

2.3. La crítica sobre el Quijote en España.

2.3.1. La escuela de Menéndez Pelayo.En España continúa la labor de los discípulos de Menéndez Pelayo, carac-

terizada ante todo por su erudición y positivismo:172 Francisco RodríguezMarín, cuyos estudios cervantinos se reúnen en un solo volumen en 1947 ypublica dos ediciones más del Quijote;173 Agustín González de Amezúa, pro-loguista del volumen de estudios cervantinos de Rodríguez Marín, académico,poseedor de una vasta erudición que puso al servicio de Cervantes en libroscomo Cervantes creador de la novela corta española;174 y Narciso AlonsoCortés, catedrático de instituto y también académico, recopilador de docu-mentos cervantinos, 175 y autor también de una síntesis de la vida y obra deCervantes.176 Los tres eruditos, positivistas, académicos y recelosos o, sinambages, claramente enfrentados a la imagen de Cervantes presentada porAmérico Castro en El pensamiento de Cervantes, libro que en buena medidadebe considerarse el desafío más radical al cervantismo tradicional y acadé-mico.177

2.3.2. Una isla en el océano del cervantismo.Como tal podemos considerar a Luis Astrana Marín. Por su tipo de crítica,

también erudita, profundamente positivista, se le podría emparentar con laescuela de Menéndez Pelayo (de quien no fue discípulo),178 pero su intempe-rancia crítica le llevó a enfrentarse agriamente con Rodríguez Marín desdefechas muy tempranas, 179 y también con Menéndez Pidal.180 Como es obvio,su labor se desarrolló fuera de las dos instituciones que representaban Rodrí-guez Marín y Menéndez Pidal (la Academia Española; la Universidad y el

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Centro de Estudios Históricos), con la consiguiente marginación. Sus abun-dantes trabajos sobre Cervantes y el Quijote, algunos de los cuales reuniódespués en volumen, vieron la luz fundamentalmente en los diversos perió-dicos del momento (El Imparcial, ABC, La Libertad). Culminación de sustrabajos cervantinos es la prolija, extensa, laberíntica pero rica de información(si se tiene la paciencia suficiente para encontrarla) Vida ejemplar y heroica deMiguel de Cervantes Saavedra(Madrid: Instituto editorial Reus, 1948, sietevolúmenes).181

2.3.3. Los bibliófilos.La bibliofilia de estos años ofrece algunas personalidades de singular

importancia en el campo que nos ocupa, pues reunieron colecciones cervan-tinas importantes, algunas de las cuales han pasado a ingresar hoy día losfondos de bibliotecas públicas: José María Asensio y Toledo, 182 IsidroBonsoms i Siscart, que durante cuarenta años reunió casi cuatro mil volú-menes de temática cervantina, entre ellos los procedentes de la biblioteca deLeopoldo Ríus, donados en 1915 al Institut d’Estudis Catalans y hoy incorpo-rados a los fondos de la Biblioteca de Cataluña;183 Juan Sedó Peris-Mencheta,que empezó a reunir fondos bibliográficos cervantinos desde 1926 y logróreunir casi dos millares de ediciones del Quijote, hoy en la BibliotecaNacional;184 etc.

2.3.4. La Escuela Filológica Española.Con el rótulo Escuela Filológica Española quiero referirme a un señero

grupo de investigadores que, en el segundo cuarto del siglo veinte, se formaronbajo el magisterio de Ramón Menéndez Pidal en el seno del Centro de EstudiosHistóricos. Con ellos viene a nacer en España la Filología en el sentidomoderno del término:

Ellos elevaron su disciplina en nuestro país desde los cimientos documentales hasta unosplanteamientos teóricos propios, con los que procuraron alcanzar los ambiciosos propó-sitos que les movían. Anhelaban una filología científica comparable a las demás europeascomo imprescindible herramienta en la obsesiva preocupación de la época por la inter-pretación del ser de España.185

Cuento entre ellos a su fundador, Menéndez Pidal, a sus primeros colabo-radores (Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Vicente García de Diego) ya los discípulos de estos, que desarrollaron su labor académica e investigadoradentro y fuera de nuestras fronteras: Amado Alonso, José F. Montesinos,Federico de Onís, Dámaso Alonso, Manuel de Montoliú, Joaquín Casalduero,Samuel Gili Gaya, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Enrique MorenoBáez. Como quiera que se ha venido discutiendo su aportación al campo delcervantismo, revisaré ahora los principales hitos, problemas y referenciasbibliográficas de esta escuela en lo que se refiere a su exégesis sobre elQuijote.186

El fundador de esta escuela no se denominó nunca cervantista, ni hoy endía se le puede considerar como tal: sus trabajos, más orientados a la gramáticahistórica, la dialectología y el romancero, incluyen no obstante un nutridonúmero de páginas sobre cuestiones literarias, de las cuales sólo unas pocasvan referidas al Quijote: algunas páginas sueltas de El lenguaje del siglo XVI

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(1933), Los españoles en la literatura(1949) o la inédita hasta 1986 La lenguacastellana en el siglo XVII, contienen interesantes referencias al Quijote, perosin abordar cuestiones de alcance.187 Realmente, Menéndez Pidal dedicó sólodos trabajos amplios a esta obra de Cervantes: Un aspecto de la elaboracióndel Quijote(1920)188 y Cervantes y el ideal caballeresco(1948).189 Hoy endía estos estudios mantienen su vigencia, muy especialmente el primero, queha originado singular controversia sobre las fuentes inspiradoras de Cer-vantes.190 Lo que me interesa destacar ahora no es tanto la vigencia de lostrabajos cervantinos de Ramón Menéndez Pidal, evidente al menos en elprimer caso, sino que esos trabajos fueron dilectos para su autor hasta el puntode que los incluyó en la antología de estudios críticos suyos que seleccionó en1957 con destino a la editorial Gredos: «Bien claramente aparece que estaspáginas sobre el Quijoteson por mí muy preferidas».191

Esta preferencia pidalina sobre sus estudios quijotescos es lo que acasoexplique que cuando Américo Castro quiere homenajear a su compañero uni-versitario lo haga con un extraordinario libro, El pensamiento de Cervantes:«A Ramón Menéndez Pidal al cumplirse XXV años de su profesorado universi-tario». Pero esta dedicatoria no debe considerarse como mera anécdota, con-secuencia de la amistad entre ambos filólogos, sino que la predilección delmaestro por los temas cervantinos y el Quijotede modo más concreto, ha per-vivido entre sus discípulos, de manera que raro es el caso de investigador inte-grante de la Escuela Filológica Española que no haya dedicado siquiera unaspáginas de interés a la novela de Cervantes. Es más, este hecho casi parecehaberse convertido en una constante de esta escuela.

En efecto, la nómina de estos investigadores incluye en casi todos loscasos trabajos sobre Cervantes: el ya referido Américo Castro, pero tambiénAmado Alonso, José F. Montesinos, 192 Federico de Onís, Dámaso Alonso,Joaquín Casalduero, Samuel Gili Gaya, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicentey otros menos recordados: Manuel de Montoliú, Enrique Moreno Báez. Yaunque no escriban, o escriban menos, sobre Cervantes, su lectura está siemprepresente en ellos, hasta en cosas de detalle, como cuando Alonso ZamoraVicente se refiere a los estudios que puede seguir un joven de la España dehoy:

… el joven español ha de estar siempre en carne viva ante la crítica que Cervantes hacede la sociedad en que vive y aprender de él la postura que un intelectual ha de mantenerfrente a las estructuras sociopolíticas, tan cambiantes: hay que ir a la vanguardia deellas, en permanente oposición constructiva, marcando una ética y un inextinguible afánde mejoramiento. La voz de Cervantes suena como una cenefa desencantada para todaslas situaciones que se nos puedan plantear en la existencia, y su consejo y su sonrisa dis-culpadora llenan de esperanzada luz cualquier escenario, por tenebroso que se presente.De ahí su permanente actualidad, su constante patronazgo literario. Nunca se nos hadicho tan alto y tan claro que el hombre es solamente hijo de sus obras, que no puedehaber distingos de otros tipos (apellidos, nacimiento, fortuna, influjos sociales, etc.) y quecada cual hará muy bien con llenar con justeza el hueco que tiene en la comunidad […]durante años, siglos, hemos leído a carcajadas la ceremonia de la armazóncaballerescade don Quijote (notemos ya esa alarmante armazón), cuando, en realidad de verdad, nose trataba de risas fáciles, sino de una burla dolorosa, de un formidable escarmientoante las pompas humanas […] El joven español podrá recorrer tranquilo y desenvueltotodo el horizonte posible si lleva bien hondo el aviso cervantino, y lo pone de acuerdocon su conducta y convicciones.193

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No obstante, en 1936 tiene lugar un acontecimiento que va a remover loscimientos de la vida española: una larga guerra civil que trae como conse-cuencia, en lo que se refiere a esta escuela filológica, que algunos de susmiembros más destacados deban continuar su carrera académica fuera deEspaña. Y, precisamente, de todos ellos son los más cervantistas quienes han desalir de su país. La mayor parte de ellos se dirige a los Estados Unidos, y allíforman discípulos, algunos de los cuales cuenta entre lo mejor del cervan-tismo: Federico de Onís (ya desde antes de la guerra) se afinca en Nueva Yorkdonde dirige el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad deColumbia;194 Américo Castro recala en Princeton donde forma una excelenteescuela de cervantistas (Vicente Lloréns195 y, sobre todo, Joseph H. Silverman,Stephen Gilman, Manuel Durán, 196 Ludmilla Buketoff Turkevich);197 AmadoAlonso llega a Harvard, donde años después enseñará Francisco MárquezVillanueva, y en donde inician su labor académica Juan Bautista Avalle Arce198

y Luis Andrés Murillo;199 Joaquín Casalduero desarrolla su actividad acadé-mica también en los Estados Unidos, etc.200

Los que se quedan en España tienen el Quijoteen la cabeza, pero escribenpoco sobre él, aunque cuando lo hacen ofrecen páginas de enorme interés:Dámaso Alonso, 201 Rafael Lapesa;202 otros más olvidados como Manuel deMontoliú, director del Instituto de Filología de Buenos Aires en 1925 y autorde diversas monografías cervantinas;203 Enrique Moreno Báez, discrepante enocasiones con Américo Castro y autor de unas Reflexiones sobre el «Quijote»todavía válidas.204 Pero en general, los objetivos de los filólogos que se quedanen España van por otros caminos; se concentran en otros autores o temas:Góngora, Valle Inclán, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Dialecto-logía, Historia de la Lengua… Como posible razón de la falta de estudiossobre el Quijotese ha sugerido, por ejemplo, el peso excesivo de la tradiciónfilológica que acaso ha impedido la incorporación de otras corrientes críticas;205

quizás también el extraordinario influjo de las ideas de Castro sobre todos susdiscípulos, tanto en Estados Unidos como en España: pero aquellas no eran deltodo bien vistas en España, con una situación política que quiso hacer de Cer-vantes un héroe glorioso con una imagen afín al régimen, muy alejada de laque Castro nos ofreció; acaso por eso los filólogos del Centro de EstudiosHistóricos en España no se ocuparon con frecuencia del Quijote: por un ladoexistía la convicción de que poco nuevo se podía añadir a lo ya dicho porAmérico Castro206 y, por otro lado, eran ideas no bien vistas: mejor, por tanto,no acercarse al tema.

En fin, sea como fuere, el número y la calidad de trabajos ofrecidos por laEscuela Filológica Española sobre el Quijoterevela su singular importancia enel campo de los estudios cervantinos, que en modo alguno debe minusvalo-rarse.

2.3.5. Ensayistas y creadores a la búsqueda del Quijote.Apenas hay escritor, ensayista en este periodo que no dedique alguna

atención al Quijote: Concha Espina escribe un ensayo pionero, Mujeres delQuijote, 207 Ramón Gómez de la Serna prologa al menos una edición delQuijote, 208 el cervantismo (y quijotismo) de José Gaos y León Felipe son evi-dentes…209 Pero la lista podía ser interminable. Quiero por eso centrarme en un

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grupo de escritores, la Generación del 27, que ven en el Quijote una obra deextraordinaria importancia a la que dedican numeros ensayos y relecturas, querevelan el magisterio que ejerció Cervantes sobre todos ellos. Esta influenciaes conocida suficientemente, por lo que me permito destacar sólo algunosaspectos, 210 en especial lo que tiene que ver con la relación de los escritoresdel 27 y la escuela filológica española a la que me referí más arriba: todos ellosson poetas, sí, pero también, algunos de ellos, excelentes filólogos e historia-dores de la literatura, como Pedro Salinas, 211 que se doctoró con una tesissobre los ilustradores del Quijote y Jorge Guillén, 212 los dos catedráticos deuniversidad, primero en España (Sevilla, Murcia), luego en Estados Unidos:ambos dedicaron importantes trabajos al Quijote; también catedrático de uni-versidad y poeta es Dámaso Alonso, que cuenta en su haber con lúcidostrabajos sobre el Quijote, según ya se vio; y Gerardo Diego, catedrático de ins-tituto y miembro de la RAE, premio Cervantes, a él se debe en buena parte larevalorización en el siglo veinte de la poesía cervantina.

Los demás son poetas, ensayistas, mas no filolólogos de profesión; eso noimpide que se acerquen igualmente al Quijote, desde perspectivas muy dis-tintas: más técnicamente, Francisco Ayala; filosóficamente, María Zambrano;desde una perspectiva extraordinariamente personal, José Bergamín… Comodice Ana Rodríguez Fischer «Renovación transformadora es la lectura quetodos estos escritores han hecho de la obra cervantina».213

2.4. El Quijote a los ojos del hispanismo.

En estos años es posible constatar un fenómeno interesante dentro delmundo del hispanismo: el Quijoteno sólo ha llegado a los lugares más insos-pechados, sino que los grandes nombres de la Filología y de la Romanística,ocupados hasta entonces en otros temas y cuestiones, encuentran ahora en lanovela cervantina la obra clave de la literatura española que les sirve paraejemplificar o desarrollar sus métodos de trabajo. Es el caso por ejemplo deLeo Spitzer:

En este ensayo el procedimiento consistirá en armonía con los principios explicados enel primer artículo de este libro en tomar como punto de partida un aspecto particular dela novela de Cervantes, que seguramente llamará la atención a cualquier lector, es asaber, la inestabilidad y variedad de los nombres dados a algunos personajes (y lavariedad de explicaciones etimológicas de esos mismos nombres) para descubrir tras esapolionomasia (y polietimología) el posible motivo psicológico de Cervantes. A mientender, trátase de una deliberada renuncia por parte del autor a hacer una elección defi-nitiva de un nombre (o etimología): en otros términos, de un deseo de destacar los dife-rentes aspectos bajo los que puede aparecer a los demás el personaje en cuestión. Si elloes así, entonces esta actitud relativista de Cervantes colorará sin duda otros detalles lin-güísticos de la novela. Efectivamente, esa actitud es la que seguramente se oculta en losfrecuente debates (entre don Quijote y Sancho, principalmente), que nunca llegan a unaconclusión definitiva, sobre la relativa superioridad de una u otra palabra o frase. Parececomo si Cervantes mirase el lenguaje desde el ángulo del perspectivismo.

Lo que le lleva a concluir:

Acaso este procedimiento es sintomático de algo fundamental en la contextura de lanovela; quizá un análisis lingüístico de los nombres pueda llevarnos camino adelante endirección al centro y nos permita echar una ojeada a la actitud general del creador de lanovela moderna hacia sus personajes. Este creador tiene que ver que el mundo, tal como

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se ofrece al hombre, es susceptible de varias interpretaciones, exactamente igual que losnombres son susceptibles de varias etimologías. Los individuos pueden ser engañadospor las perspectivas bajo las que ven el mundo igual que por las etimologías que esta-blecen. Por consiguiente, podemos aceptar que el perspectivismo lingüístico de Cer-vantes se halla reflejado en la concepción de la trama y de los personajes; y de la mismamanera que, por medio de la polionomasia y la polietimología, hace Cervantes aparecerdistinto el mundo de las palabras a sus distintos personajes, mientras él personalmentepuede tener su propio punto de vista, como creador, sobre los nombres, así también con-templa la historia que nos va narrando desde su propia y personal posición panorámica.La manera que tienen los personajes de concebir la situación en que están envueltospuede no coincidir en nada con la manera de verlos Cervantes, aunque esta última nosiempre esté clara para el lector. En otras palabras, el perspectivismo de Cervantes, sealingüístico, sea de cualquier otra clase, le permitió en cuanto artista estar por encima ya veces alejado de las falsas concepciones de sus personajes.214

Algo parecido puede señalarse de Erich Auerbach. Exiliado tras la SegundaGuerra Mundial en Estados Unidos, donde ocupó una Cátedra de LenguasRomances de la Universidad de Pennsylvania, ya había escrito en 1942 sugran obra, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura215, dondeestudia a lo largo de tres milenios cómo se ha considerado la realidad en la lite-ratura. El método es similar al de Spitzer: un mínimo texto, un fragmento lesirve para llegar a conclusiones generales, ahora sobre la representación de larealidad en un determinado autor, obra o época. Así por ejemplo, analiza larepresentación de la realidad en la poesía griega a partir del fragmento delcanto XIX de la Odiseaen el que Euridea, la anciana ama de llaves que habíasido nodriza de Ulises, le reconoce por la cicatriz en el muslo («La cicatriz deUlises»). De la misma manera, se acerca al Quijotea partir de un fragmento delcapítulo diez de la segunda parte («La Dulcinea encantada»).216 Como certe-ramente ha expuesto Anthony Close, 217 la pregunta que se hace Auerbach es¿cómo y cuándo se produjo el paso de la mimesis clásica, según la cual lo coti-diano era esencialmente risible, a la novela moderna, que es capaz de tratarlocomo algo trágico y problemático? He aquí cuando el Quijote adquiere unaimportancia fundamental, pues representa el momento clave de ese cambio, alencontrase en él ya todos los constituyentes de la forma moderna de repre-sentar la realidad: un héroe que choca constantemente con la realidad y noconsigue más que fracasos; estos, además, no se sufren trágicamente, demanera que sus actos no ponen en entredicho la sociedad de la que surge laobra; finalmente, el autor ve la acción lúdicamente, deleitándose en la variedadde acciones: «Nunca, desde Cervantes hasta hoy, ha vuelto a intentarse, enEuropa, una exposición de la realidad cotidiana envuelta en una alegría tan uni-versal, tan ramificada y, al mismo tiempo, tan exenta de crítica y de proble-mática como la que se nos ofrece en el Quijote; ni acertamos tampoco a ima-ginarnos dónde ni cuando habría podido acometerse la empresa».218 Lainfluencia de este trabajo de Auerbach ha sido grande, hasta el punto de poderconsiderarse como alternativa a las ideas de Américo Castro en El pensamientode Cervantes. Trabajos ya de nuestros días como los de Thomas R. Hart oAnthony J. Cascardi muestran palpablemente la huella de Mimesis.219

Los esfuerzos críticos del hispanismo en estas fechas son muy abundantesy de singular alcance: se desarrollan y matizan ideas ya conocidas (de Ortega,

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Castro, Pirandello, etc.), se ensayan otras nuevas y, en buena medida, se con-diciona toda la crítica posterior.

Helmut Hatzfeld se acerca al Quijotedesde la estilística;220 Mario Casellada a la imprenta dos gruesos volúmenes sobre Cervantes: il Chisciotte, 221 queno han recibido la atención que realmente merecen; en Francia, el gran hispa-nista Marcel Bataillon entabla polémica con Castro sobre el posible erasmismode Cervantes, cuestión que llega a nuestros días sin una solución definitiva;222

en Inglaterra, Alexander Parker, aplica al Quijote la particular visión inglesa deacercarse con rigor a los textos clásicos combinada con las más modernascorrientes del «New Criticism» americano, a fin de recuperar el significadooriginal de la obra de Cervantes.223 Los estudios de Parker han sido seminalespues, como ha señalado Javier Herrero, mostraron a una nueva generación decríticos que, para estudiar de manera responsable una obra literaria es esencialuna atención muy estrecha al propio texto y, al mismo tiempo, iniciaron un«non sense, irreverent reading of the Quijotewhich is the basis of some of themost important modern interpretations of Cervantes’ masterpiece».224

2.5. Final.

Se cierra la primera mitad del siglo XX con la conmemoración del cuartocentenario del nacimiento de Cervantes. La nueva situación política españolainfluye decisivamente en el campo de la crítica sobre el Quijote, pues se haceevidente el intento de asimilar obra y autor a las nuevas ideas imperantes. Asíse explica la novela de Ángel María Pascual Amadís, 225 de claro significadopolítico, a través de alegorías y referencias directas: en ella se recrea a unesforzado y desinteresado héroe caballeresco y su proyección simbólica enalgunos protagonistas de la historia de España, al tiempo que se introduce elpensamiento falangista y la idea del Imperio. Son ideas muy similares a las quese pueden encontrar sobre el autor o sobre la novela en boca de altos repre-sentantes de la España del momento: Cervantes es

el prototipo español de todos los tiempos. Del español acendrado de españolismo, o seaaudaz, aventurero, hombre de fe, poeta, soldado y mutilado de guerra. ¿qué español deltiempo que fuere no es algo de todo eso, aunque, a decir verdad, Cervantes lo fuera todojunto? La vida de Cervantes fue dura en todo momento, conoció todos los sinsabores dela ingratitud, del desorden y del renunciamiento, pero, como buen español, no se deses-peró jamás, porque todo se lo ofrendó a sí mismo.226

Y don Quijote representa:

La consagración literaria, en una obra de dimensiones inmortales, del concepto españoldel mundo y de la vida que es el de ese eterno peregrinar por los confines de la tierradefendiendo la causa de los débiles, el sentido de la libertad y el imperio de la justicia;imperecederas andanzas y aventuras en las que la vida se pone a cada instante en riesgopara defender una empresa noble, de romántica ambición y de un ideal remoto y casi ina-sequible. Ello quiere decir que don Quijote es ante el mundo la primera carta constitu-cional de la historia literaria, donde los atributos inalienables de la personalidad delhombre han sido recogidos por una pluma de dimensión más ecuménica que la deninguno de los legisladores de importancia más universal.227

Hay efectivamente mucha propaganda y carga ideológica detrás de losabundantes actos que tuvieron lugar para celebrar esa conmemoración, 228 perotambién hay publicaciones e iniciativas dignas de aplauso, algunas de las

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cuales todavía perviven, como emblema del mejor cervantismo: la revistaAnales Cervantinos(el recuerdo, ahora, de Alberto Sánchez se hace obligado),varios volúmenes monográficos, libros sobre el Quijote…229

En fin, el siglo XX se inicia con una crítica que intuye en el Quijote ele-mentos, aspectos, recursos que llevan a pensar que se encuentra ante una obrade primer orden dentro de la literatura universal, quizás la primera novela ensentido moderno del término, pero sin llegar a concretar y especificar talesatributos; eso se conseguirá ya en el segundo cuarto del siglo, que brinda alcervantismo posterior un Quijote analizado exhaustivamente con métodos yprocedimientos muy distintos pero que vienen a confirmar, en la teoría y en lapráctica, que efectivamente esa intuición anterior se cumple: El Quijotepuedeconsiderarse como la primera novela moderna de la literatura universal.

NOTAS

1 Este trabajo ha sido elaborado en el seno del proyecto de investigación subvencionado por laUniversidad de Vigo, convocatoria de 1999, sobre El «Quijote» a través de cuatro siglos (1605-2005). Historia de la crítica sobre el «Quijote» desde su publicación hasta los albores del cuartocentenario. Agradezco a José Montero Padilla y Fernando Romo Feito su minuciosa lectura deestas páginas.

2 José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea. Premio Fernández Abril dela Real Academia Española, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997.

3 Véase ahora lo que dice Javier Blasco, «El Quijotede 1905 (apuntes sobre el quijotismo fini-secular)», Anthropos, 98-99 (1989), p. 120.

4 Américo Castro, El pensamiento de Cervantes[1925], Barcelona: Noguer, 1972. Nuevaedición ampliada y con notas del autor y de Julio Rodríguez Puértolas, p. 14.

5 Así define este concepto: el «delirio de grandezas con que muchos comentadores e intérpretesdel Quijote, hablan, escriben y opinan sobre los propósitos de su autor al concebirlo, sobre el sim-bolismo de sus personajes al componerlo y sobre la intención de su lenguaje al publicarlo». Tomola cita de Joaquín López Barrera, Cervantes y su época. (Lecturas cervantinas) (Madrid: BibliotecaHispanoamericana de Divulgación, 1916, pp. XI-XII).

6 Publicado inicialmente como discurso en 1905, después se ha reimpreso, entre otros lugares,en el volumen I de la Edición Nacional de Obras Completas de Marcelino Menéndez Pelayo(Madrid: CSIC, 1941, Estudios y discursos de crítica histórica y literaria), pp. 323-356; y muyrecientemente como prólogo a la exposición bibliográfica celebrada en la Biblioteca Nacional deMadrid durante 1997: Cervantes. Cultura Literaria(Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cer-vantinos, 1997). Sobre la influencia posterior de este discurso de Menéndez Pelayo puede consul-tarse José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares: Centro deEstudios Cervantinos, 1997, pp. 53-54, 93 y 194.

7 Madrid: Ateneo de Madrid, 1920; 2ª ed. aumentada en 1924. Hay varias ediciones posteriores.Véase lo que dice Anthony Close sobre la influencia de las ideas de Menéndez Pelayo en MenéndezPidal en «Interpretaciones del Quijote», capítulo prologal de la edición del Quijoteauspiciada porel Instituto Cervantes (Barcelona: Crítica, 1998), vol. I, p. clvi.

8 La Guía del lector del Quijotese publicó inicialmente en forma de artículos publicados entrejunio de 1923 y febrero de 1925 y, después, en forma de libro (Madrid: Espasa-Calpe, 1926) con eltítulo general de Guía del lector del Quijote. Ensayo psicológico sobre el Quijote. A su vez, elgermen de esta publicación está en unas conferencias pronunciadas por Madariaga unos años antesen la Universidad de Cambridge. Aunque me referiré más adelante con pormenor a la influencia deeste libro de Madariaga puede consultarse al respecto el libro de Carroll B. Johnson, The Quest forModern Fiction(Boston: Twayne Publishers, 1990), p. 29.

9 Véanse ahora los trabajos de Anthony J. Close, The Romantic Approach to «Don Quixote».A Critical History of the Romantic Tradition in «Quixote» Criticism, Cambridge: Cambridge Uni-versity Press, 1978; del mismo, «Don Quixote as Landmark», Cervantes. Don Quixote, Cambridge:CUP, 1990, pp. 109-125; Leonardo Romero Tobar, «El Cervantes del XIX», Anthropos, 98-99(1989), pp. 116-119; José Montero Reguera, «La crítica sobre Cervantes en el siglo XIX», Carlos

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Reyero, ed., Cervantes y el mundo cervantino en la imaginación romántica, Catálogo de la Expo-sición celebrada en Alcalá de Henares con motivo del 450 aniversario del nacimiento de Miguel deCervantes, Madrid: Comunidad de Madrid — Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1997, pp. 29-42,y mi reseña a Ascensión Rivas Hernández, Lecturas del «Quijote» (Siglos XVII-XIX), Salamanca:Ediciones Colegio de España, 1998, en Anales Cervantinos, XXXIV (1998), pp. 363-365.

10 Don Quijote, II, 73, ed. del Instituto Cervantes (Barcelona: Crítica, 1998), p. 1213.11 Anthony J. Close, The Romantic Approach to «Don Quixote». A Critical History of the

Romantic Tradition in «Quixote» Criticism, Cambridge: Cambridge University Press, 1978, p. 1.12 Son palabras de Carlos Reyero, «Los mitos cervantinos en pintura y escultura. Del arrebato

romántico a la interiorización noventayochista», en VV. AA., Cervantes y el mundo cervantino enla imaginación romántica, Madrid: Comunidad de Madrid, 1997, pp. 89-120. El texto citado enp. 94.

13 Ibidem.14 Carlos Reyero, art. cit., p. 97. Cfr. Karl-Heinz Bark, «Don Quijote, arquetipo nacional»,

Beiträge zur Romanischen Philologie, VI (1967), pp. 161-168, y Carlos M. Gutiérrez, «Don Quijotey Don Juan: notas a una oposición finisecular», Javier Blasco et alii, eds., Actas del Congresosobre José Zorrilla, Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 343-349.

15 Nuevamente son palabras de Carlos Reyero, art. cit., p. 97.16 Mariano de Cavia, «El Quijoteen solfa», El Imparcial, 18 de marzo de 1900.17 Cfr. Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, 5 (1996), p. 203. Un

ejemplo de cómo el Quijote invade campos alejados de lo literario es la revista Don Quijote(1892-1903), uno de los principales medios de expresión de la ideología radical republicana. Cfr. JesúsRubio Jiménez, «Don Quijote(1892-1903): prensa radical, literatura e imagen», Leonardo RomeroTobar, ed., El camino hacia el 98 (Los escritores de la restauración y la crisis del fin de siglo),Madrid: Visor, 1998, pp. 297-315.

18 La conocida monografía de Manuel Bartolomé Cossío es de 1908.19 Carlos Reyero, art. cit., p. 110.20 Véase Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, 5 (1996), pp. 20-12.21 Véase ahora Joaquín Álvarez Barrientos, «Sobre la institucionalización de la literatura: Cer-

vantes y la novela en las historias literarias del siglo XVIII », Anales Cervantinos, 25-26 (1987-1988), pp. 47-63.

22 Véase Leonardo Romero Tobar, «La historia de la literatura española en el siglo XIX (Mate-riales para su estudio)», El Gnomo, V (1996), pp. 151-183.

23 Francisco Giner de los Ríos, «Plan de un curso de principios elementales de literatura»(1866-1867), incluido en sus Estudios de Literatura y arte(Madrid: Victoriano Suárez, 1876).

24 Manuel de la Revilla y P. de Alcántara García, Principios generales de Literatura e Historiade la Literatura Española, Madrid: Tipografía del Colegio Nacional de Sordos, Mudos y Ciegos,1872, 2 vols. Se reeditó aumentada y corregida en 1877 y 1884. Hay una cuarta edición en 1898.

25 Véase su programa de la asignatura (1873) luego incluido en sus Principios de LiteraturaGeneral y Española, Madrid, 1873.

26 A History of Spanish Literature, Londres: W. Heinemann, 1898. Se traduce al español en1900 por Adolfo Bonilla y San Martín con un prólogo de Menéndez Pelayo bajo el título de Historiade la Literatura Española desde los orígenes hasta el año 1900(Madrid: La España Moderna,1900). Se reeditó en varias ocasiones, la cuarta en 1926 (Madrid: Ruiz Hermanos).

27 Menéndez Pelayo no dejó escrito ningún manual de historia de la literatura española, perobuena parte de sus trabajos recogen datos y elementos que bien podían haber sido utilizados con esedestino. Cfr. Leonardo Romero Tobar, «La historia de la literatura española en el siglo XIX (Mate-riales para su estudio)», El Gnomo, V (1996), pp. 179-181.

28 Tengo a la vista, como trabajos generales, los de Joaquín de Entrambasaguas, «Panoramahistórico de la erudición española en el siglo XIX», Arbor, 14 (1946), pp. 165-191; y de SergioBeser, Salvador García Castañeda, Miguel Ángel Garrido Gallardo, José María Martínez Cachero,Manuel Sánchez Mariana y José Sánchez Reboredo que conforman el capítulo octavo («La críticaliteraria») del volumen coordinado por Leonardo Romero Tobar, Historia de la Literatura Española.Siglo XIX (II), Madrid: Espasa-Calpe, 1998, pp. 845-928.

29 Barcelona: Narciso Ramírez, 1874.30 Cfr. Francisco Rodríguez Marín, Estudios cervantinos, Madrid: Atlas, 1947, pp. 110-111.31 Sobre Pascual de Gayangos pueden verse los siguientes trabajos: Pedro Roca, «Noticia de

la vida y obras de don Pascual de Gayangos», RABM, I (1897), pp. 544-565, II (1898), pp. 13-32,

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70-83, 110-130 y 561-568, y III (1899), pp. 101-107; la necrológica de James Fitzmaurice-Kellyaparecida en la Revue Hispanique, IV (1907), pp. 339-341; Jorge Ticknor Letters to Pascual deGayangos…Ed. Clara Luisa Penney, Nueva York: HSA, 1923; Antonio Rodríguez Moñino, «Epis-tolario de D. Pascual de Gayangos a D. Adolfo de Castro», BRAH, CXLI (1957), pp. 287-329;«Epistolario de Gayangos a Francisco de Borja Pavón. Aportación documental para la erudiciónespañola. Epistolario de D. Pascual de Gayangos». Suplementos de los tomos II (1948), III (1949)y IV (1950) de la Revista Bibliográfica y Documental; Richard Ford, Letters to Gayangos. Trans.By Richard Hichcook, University of Exeter, 1974; Manuel Carrión Gútiez, «D. Pascual deGayangos y los libros», Documentación de las Ciencias de la Información, VIII, 1985, pp. 71-90;

32 Véase la introducción de Américo Castro a El Pensamiento de Cervantes(Barcelona:Noguer, 1972), p. 16.

33 Véase José Montero Reguera, «Epistolario de Miguel de Cervantes», Castilla. Estudios deLiteratura, 17 (1992), pp. 87-89 y «La obra literaria de Cervantes. (Ensayo de un catálogo)»,Anthony J. Close et alii, Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp.43-74; Yolanda Vallejo Márquez, «Aproximación al cervantismo decimonónico: el cervantismogaditano», Draco. Revista de Literatura Española, 5-6 (1993-1994), pp. 243 y ss; de la mismaautora, Adolfo de Castro (1823-1898). Su tiempo, su vida y su obra, Cádiz: Ayuntamiento de Cádiz,1997.

34 Para su manual de literatura española véase supra; sus juicios sobre el Quijote puedenencontrarse en La interpretación simbólica del Quijote, publicado en 1875 en La ilustraciónEspañola y Americana, y Cervantes y el Quijote, publicado en el mismo lugar en 1879. Cfr. CarlosGarcía Barrón, «El Quijotesegún Manuel de la Revilla», Criado de Val, Manuel (dir.), Cervantes:su obra y su mundo, Madrid: EDI-6, 1981, pp. 909-13.

35 José María Asensio y Toledo, Interpretaciones del «Quijote», Madrid: Imprenta Alemana,1904. La contestación de Menéndez Pelayo se hallará en pp. 19-41.

36 José María Asensio y Toledo, Cervantes y sus obras, Sevilla: Imprenta que fue de D. JoséMaría Geofrín, 1870. Segunda edición en Barcelona: F. Seix editor, 1902.

37 Véase P. Romero Mendoza, Don Juan Valera. Estudio biográfico-crítico con notas, Madrid:Ediciones Españolas, 1940, pp. 149-153 y Carlos M. Gutiérrez, «Cervantes, un proyecto de moder-nidad para el Fin de Siglo (1880-1905)», Cervantes, 19 (1999), p. 120. Valera es autor de otrostrabajos referidos al Quijote: «Qué ha sido, qué es y qué debe ser el arte en el siglo XIX», Estudioscríticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884,2ª ed., vol. II, pp. 165-179, esp. 177; «Cuentos y fábulas de D. Juan Eugenio Hartzenbusch. TomosI y II», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: FranciscoÁlvarez, 1884, 2ª ed., vol. II, pp. 205-215; «Sobre La estafeta de Urganda, o aviso de Cide Asam-Ouzad Benengeli, sobre el desencanto del Quijote, escrito por Nicolás Díaz de Benjumea, Londres,1861», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, Madrid: FranciscoÁlvarez, 1884, 2ª ed., vol. III, pp. 17-29; «Contestación al último comunicado del Señor Benjumea,autor de La estafeta de Urganda», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres denuestros días, Madrid: Francisco Álvarez, 1884, 2ª ed., vol. III, pp. 31-55. Asimismo, contienen ricainformación sobre el cervantismo de Valera los diversos epistolarios que se han venido publicando(Menéndez Pelayo [Pedro Sáinz Rodríguez, Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, Madrid,1930], Rodríguez Marín [Leonardo Romero Tobar, «Cartas de Valera a Rodríguez Marín», BRAE,LXXVI (1996), pp. 209-258; del mismo, «Valera ante el 98 y el fin de siglo», VV. AA., El caminohacia el 98. (Los escritores de la restauración y la crisis de fin de siglo), Madrid: Visor, 1998, pp.91-116;]). Véase también Obras desconocidas de Juan Valera, por Cyrus C. Decoster, Madrid:Castalia, 1965.

38 Véase José Montero, Pereda. Glosas y comentarios de la vida y de los libros del IngeniosoHidalgo Montañés, Madrid: Imp. del Instituto Nacional de Sordomudos y Ciegos, 1919, p. 266. Cfr.p. 295.

39 Por señalar sólo un ejemplo, de La levaafirmó Menéndez Pelayo que «desde Cervantes acáno se ha hecho ni remotamente un cuadro de costumbres por el estilo». Véase José Montero, Pereda[…], ob. cit., pp. 80-81.

40 José María de Pereda, «Cervantismo» [1880], en Esbozos y rasguños, Madrid: Imprenta yfundición de M. Tello, 1881. Ahora —es la edición que manejo— en Obras completas de JoséMaría de Pereda, ed. dirigida por Anthony H. Clarke y José Manuel González Herrán, Santander:Ediciones Tantín, 1989, vol. II, pp. 387-399. La cita en p. 388.

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41 Son afirmaciones de Rubén Benítez, Cervantes en Galdós (Literatura e intertextualidad),Murcia: Universidad de Murcia, 1991, pp. 14-15.

42 Benito Pérez Galdós, Recuerdos y memorias. Prólogo de Federico Carlos Sáinz de Robles,Madrid: Tebas, 1975, pp. 189-190. Cfr. asimismo (de ahí tomo el dato) José Montero Padilla,«Monumentos cervantinos en Madrid», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 38 (1998), p.371. Hay ya una abundante bibliografía sobre la influencia de Cervantes en Galdós que sintetizaPilar Berrio Martín-Retortillo al inicio de su trabajo «Cervantes en Galdós: la primera serie de losEpisodios nacionales», VV. AA., Actas del III Coloquio Internacional de la Asociación de Cer-vantistas, Barcelona: Anthropos, 1993, pp. 139-148. Posteriormente se han publicado otras contri-buciones a este tema: algunas de las páginas que Dolores Troncoso incluye en su edición de Tra-falgar y La corte de Carlos IV(Barcelona: Crítica, 1995); Carolina Pascual Pérez, «Don Quijote yDon Juan en Tristanade Galdós», Javier Blasco et alii, eds., Actas del congreso sobre José Zorrilla,Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 453-460; Victoriano Santana Sanjurjo, «Galdós:cervantista en La desheredada», Cervantófila teldesiana, Gran Canaria: Ayuntamiento de Telde,1998, pp. 75-106, etc.

43 Véase al respecto el capítulo IV («Cervantismo») de la introducción que Mariano BaqueroGoyanes preparó para su edición de La Regenta(Madrid: Espasa-Calpe, 1999), pp. 19-23

44 Remito al trabajo de Cristina Patiño Eirín en este mismo IV CINDAC.45 Jacinto Octavio Picón, Dulce y sabrosa, edición de Gonzalo Sobejano (Madrid: Cátedra,

1990, 3ª ed.), p. 21.46 En el Catálogo de la segunda exposición bibliográfica cervantina(Madrid: Biblioteca

Nacional, 1948) pueden encontrarse registrados buena parte de los artículos que Picón publicósobre Cervantes. Cfr. asimismo Miguel Sawa y Pablo Becerra, Crónica del centenario del DonQuijote, Madrid: Establecimiento tipográfico de Antonio Marzo, 1905, 560 pp.

47 Mariano de Cavia, uno de los principales promotores del centenario de 1905, publica en1903 el artículo «La celebración del tercer centenario del Don Quijote» (El Imparcial, 2 dediciembre de 1903). Puede encontrarse reproducido en Miguel Sawa y Pablo Becerra, Crónica…,ob. cit., pp. 93-102.

48 Ob. cit. en la nota anterior. Muy útil es también, una vez más, el Catálogo de la segundaexposición bibliográfica cervantina, Madrid: Biblioteca Nacional, 1948.

49 Muy conocida es la pieza teatral de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, La aventura de losgaleotes. Adaptación escénica del capítulo XXII de la primera parte de Don Quijote de la Mancha,Madrid: Sociedad de Autores Españoles, 1905. Se representó en el Teatro Real el 10 de mayo de1905 con ocasión del III centenario de la publicación del Quijote. Cfr. además Pilar Vega Rodríguez,«Las conmemoraciones teatrales del III centenario del Quijote», VV. AA., Actas del CongresoTeatro del siglo XX, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1994, pp. 352-368.

50 Véase por ejemplo Ildefonso Rullán, «Cuatre paraulas d’es traductor a n’es lectors» a Miquelde Cervantes Saavedra, L’enginyós hidalgo don Quixote de la Mancha(1905)», en MontserratBacardí, Joan Foncuberta, Francesc Parcerisas, Cent anys de traducció al catala: 1891-1990. Anto-logia a cura de…, Vic: Editorial Eumo, 1998, pp. 17-32; asimismo, Montserrat Bacardí e ImmaEstany, «La mania cervàntica. Les traduccions del Quixot al català (1836-50?-1906)», Quaderns.Revista de traducció, 3 (1999), pp. 49-59. Desde el punto de vista anecdótico puede mencionarsela traducción al latín macarrónico debida a Ignacio Calvo y Sánchez publicada en 1905 y reeditadaen 1922. Cfr. Ricardo Senabre, «El Quijoteen latín», ABC, 25 de octubre de 1994, p. 3.

51 Véase el prólogo de José María Martínez Cachero a Azorín, La ruta de Don Quijote(Madrid: Cátedra, 1984), pp. 18-19. En 1905 Francisco Villaespesa publica Rapsodias, GregorioMartínez Sierra, Teatro de ensueñoy Enrique de Mesa, Flor pagana, etc.

52 Javier Blasco, «El Quijotede 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)», Anthropos, 98-99 (1989), p. 121.

53 Unamuno afirma sobre su libro que es «una libre y personal exégesis del Quijote, en el queel autor no pretende descubrir el sentido que Cervantes le diera, sino el que le da él, ni es tampocoun erudito estudio histórico». Cit. por José María Martínez Cachero, ed. cit., p. 23, nota.

54 Tomo la cita de José María Martínez Cachero, ed. cit., p. 23.55 Una amplia bibliografía, aunque no exhaustiva, de las publicaciones aparecidas en 1905

puede verse en el apéndice que Pedro Pascual incluye al final de su trabajo, «El 98 de Don Quijote»,VV. AA., Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Edi-ciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 143-158. Véase también Carlos Gutiérrez Gómez, «Biblio-

222 José Montero Reguera [28]

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grafía cervantina finisecular (1880-1910)», VV. AA., Cuatro estudios de literatura, Valladolid:Grammalea, 1995, pp. 97-149.

56 Madrid, 1905-1906. De Julio Cejador debe verse también su manual, Historia de la lenguay literatura castellana[…], Madrid: Tipografía de la RABM, 1915-1922, 14 vols. Ed. facsímil enMadrid: Gredos, 1972. El capítulo sobre Cervantes se encuentra en t. III, pp. 191-262 («100. Año1583. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616) nació en Alcalá de Henares, probablemente el29 de setiembre…»). Y estos dos trabajos más breves: El Quijote y la lengua castellana. Confe-rencia dada en el Ateneo de Madrid con ocasión […], Madrid: Establecimiento tipográfico de JaimeRates Martín, 1905, 24 pp.; y Miguel de Cervantes Saavedra. Biografía, bibliografía, crítica,Madrid: Imprenta de la RABM, 1916, 77 pp.

57 Véase Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España, Madrid: Gredos, 1967, pp. 470-472.58 Santiago Ramón y Cajal, Psicología de Don Quijote y el Quijotismo, incluido en la Crónica

del centenario del Don Quijote. Publicada bajo la dirección de Miguel Sawa y Pablo Becerra,Madrid: Establecimiento Tipográfico de Antonio Marzo, 1905, pp. 161-168. Allí encuentro afir-maciones como «Porque don Quijote, a más de poseer un yo hipertrófico, desbordante de voluntady de energía, se siente fortalecido por esa fe ciega en la fortuna carácterística de los grandes con-quistadores de almas y tierras» (p. 162a). Véase lo que digo más adelante con respecto al ensayo deSalvador de Madariaga.

59 Con el mismo título publicó otro trabajo Julio Puyol Alonso, pero menos interesante.60 Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote»,Madrid: Gredos, 1986, p. 11.61 Véase lo que digo en mi reseña a Ascensión Rivas Hernández, Lecturas del «Quijote»

(Siglos XVII-XIX), Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1998, en Anales Cervantinos, XXXIV(1998), pp. 363-365.

62 Quijote del centenario[…], Madrid: R. L. Cabrera, 1905-1908. Véase José María Casasayas,Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V. Ediciones castellanas del Quijote hasta sutricentenario (1605-1915). Relación ordenada y compuesta por…, Mallorca: edición del autor,1995, p. 151, nº. 513.

63 Tomo los datos de Carlos Reyero, «Los mitos cervantinos en pintura y escultura. Delarrebato romántico a la interiorización noventayochista», en VV. AA., Cervantes y el mundo cer-vantino en la imaginación romántica, Madrid: Comunidad de Madrid, 1997, pp. 106b-107a.

64 Por señalar sólo un ejemplo, resultado del centenario de 1916 fue el monumento a Cervantesen la plaza de España de Madrid, terminado muchos años después; cfr. José Montero Padilla,«Monumentos cervantinos en Madrid», AIEM, XXXVIII (1998), pp. 367-378, esp. p. 376-377

65 Véase Norberto Pérez García, «El filo de un centenario: la crítica extravagante sobre elQuijoteen 1916», Anales Cervantinos, XXXIII (1995-1997), pp. 325-333.

66 Madrid: Imprenta de Fortanet, 1918.67 Adolfo Bonilla y San Martín, Cervantes y su obra(Madrid: Francisco Beltrán, 1916) y De

crítica cervantina(Madrid: Ruiz hermanos editores, 1918).68 En realidad son dos las ediciones publicadas por Rodríguez Marín en 1916-1917: La primera

es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra.Edición crítica anotada por Francisco Rodríguez Marín (Madrid: Tipografía de la RABM, 1916-1917, 6 vols.) y dedicada a la reina Victoria Eugenia. «De esta edición crítica —dice Río y Rico(Catálogo bibliográfico de la Sección Cervantes de la Biblioteca Nacional, Madrid: Tipografía dela RABM, 1916, p. 377b)— se hizo una tirada de 1600 ejemplares, hoy casi enteramente vendidos:1500 en papel de algodón fabricado ad hocpor La papelera española, con la siguiente filigrana:Cervantes. Don Quijote. 1916. Edición del Centenario, y cien en papel de hilo, cincuenta de ellosnumerados y destinados a la venta, fabricada también ad hoc por la casa Guarro, con dos filigranas,una que representa a don Quijote en la aventura de los molinos de vientoy otra que es un cuadradodentro del cual va la fecha de 1916». La segunda es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Edición dispuesta por Francisco Rodríguez Marín,ilustrada por Ricardo Marín y subvencionada por el gobierno de su Majestad para conmemorar eltercer centenario de la muerte de Cervantes (Madrid: Tipografía de la RABM, 1916-1917, 4 vols.).Va dedicada a S. M. Alfonso XIII. Río y Rico (ob. cit., p. 378b) se refiere a ella en los siguientestérminos: «espléndida edición hecha a expensas del estado para conmemorar el tercer centenario dela muerte de Cervantes. Se hizo de ella una tirada de 125 ejemplares, que a excepción de los que sereservó el Estado, se vendieron al precio de 2000 ptas. cada uno, agotados ya, y en poder de opu-lentos particulares, amantes de los libros bellamente presentados e impresos o formando parte de lascolecciones más ricas y notables de las obras del inmortal genio alcalaíno».

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69 La revista Nuevo Mundode 17 de julio de 1915 publica un artículo de Dionisio Pérez sobre«Don Francisco Rodríguez Marín, ilustre literato, director de la Biblioteca Nacional, a quien ha sidoencomendada la labor de comentar el Quijote que ha de publicarse con motivo del Centenario.Don Ricardo Marín, notable dibujante, a quien ha sido encomendada la misión de ilustrar la edicióndel Quijoteque se publicará con las fiestas del Centenario».

70 «El Quijotede Rodríguez Marín. Plagios, irreverencias, caprichosas anotaciones, y variantesdel texto original», El Imparcial, 30 de septiembre, 14 de octubre, 28 de octubre, 4 de noviembre,11 de noviembre, 18 de noviembre y 25 de noviembre de 1918. También son duras las críticas deJuan Suñé Benagés y Juan Suñé Fonbuena a las ediciones de Rodríguez Marín, tanto la de 1911-1912 en Clásicos Castellanos, como la de 1916-1917. Véase la Bibliografía crítica de ediciones del«Quijote» impresas desde 1605 hasta 1917. Recopiladas y descritas por Juan Suñé Benages yJuan Suñé Fonbuena, Barcelona: Editorial Perelló, 1917, pp. 188-199 y 207-221.

71 Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1917, 6 vols. Véaseahora la nota que antecede a la edición facsimilar del Quijote publicada por la R.A.E. (Valencia:Gráficas Soler, 1976, 2 vols.).

72 Véase José María Casasayas, Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V. Edi-ciones castellanas del Quijote hasta su tricentenario (1605-1915). Relación ordenada y compuestapor…, Mallorca: edición del autor, 1995. Véanse las entradas siguientes: 482, 496, 506, 511, 520,522, 523, 524-531, 535, 548¿?, 556, 557, 558, 567, 580, 588, 606, 607, 612, 613, 614-16, 617, 619,620, 621, 622, 624, 626, 627, 628, 635.

73 Se publicó en Madrid: Renacimiento, 1929.74 Madrid: Biblioteca Nueva, 1931.75 Madrid: Espasa-Calpe, 1933.76 Véase ahora el trabajo de Michel Moner, «Cervantes en Francia: El Ingenioso Hidalgoy sus

avatares ultramontanos», Edad de Oro, XV (1996), pp. 75-86, especialmente, pp. 80-81.77 Véase Gabriel Núñez, «La literatura al alcance de los niños», El Gnomo, V (1995), p. 194.78 Reproduzco el artículo once de la Real Orden de 12 de octubre de 1912 del libro de Acisclo

Muñiz Vigo, Cervantes en la escuela(Burgos: Imp. y lib. Hijos de S. Rodríguez, 1913), p. 14. Véasetambién los trabajos de José Montero Padilla, «Los clásicos y el niño», VV. AA., Literatura infantil,Cuenca: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla La Mancha, 1990, pp. 101-113;Santiago López-Ríos Moreno y José Manuel Herrero Massari, «La polémica del Quijote comolibro de lectura en España (1900-1920)», Giuseppe Grilli, ed., Actas del II Congreso Internacionalde la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 873-886 y Nieves Sánchez Mendieta,«Polémica en torno a una real orden quijotesca: ¿es conveniente declarar obligatoria la lectura delQuijoteen las escuelas?», VV. AA., Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cer-vantistas, El Toboso (Toledo): Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 471-480.

79 Véase Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.Edición Calleja para escuelas, Madrid: Saturnino Calleja Fernández, ed., 1905. Las citas en p. 7. Yaen 1904 la Librería de los sucesores de Hernando había publicado un Don Quijote de la Manchacompuesto por Miguel de Cervantes Saavedra compendiado para que sirva de libro de lectura enlas escuelas; cfr. Casasayas, Ensayo de una guía de bibliografía cervantina…, p. 146, nº. 482.

80 El 5 de marzo de 1920 El Solpublicaba un artículo sobre «La lectura obligatoria del Quijoteen las escuelas». Una semana más tarde, el doce de marzo, Antonio Zozaya expresaba en LaLibertadsu opinión —contraria— sobre la lectura del Quijoteen las escuelas y el 16 y 18 de marzoOrtega y Gassset publicaba en El Solsus artículos sobre «Biología y pedagogía o el Quijoteen laescuela». La prensa de la época recoge algunas opiniones más al respecto. Véase en este sentido elCatálogo de la segunda exposición bibliográfica cervantina, Madrid: Biblioteca Nacional, 1948, 2vols.

81 Mariano de Cavia, «El libro de los viejos», La correspondencia de España, 1901. Cit. porAlberto Sánchez en su introducción a Ramiro de Maeztu, Don Quijote o el amor. (Ensayos ensimpatía), Salamanca: Anaya. 1964, p. 31.

82 Francisco Rodríguez Marín, «¿Se le mucho a Cervantes?» [28-05-1916], recogido en susEstudios cervantinos, Madrid: Atlas, 1947, pp. 453-464.

83 Ezequiel Ortín, «Los libros y los niños», Crónica cervantina, I, 5 (noviembre de 1930) pp.101-102. Ya al final del período que estoy analizando puede verse también el artículo de MiguelAllúe Salvador, «El problema del estudio del Quijote en los centros españoles de EnseñanzaMedia», RFE, XXXII (1948), pp. 319-337.

84 Londres y Edimburgo: por T. y A. Constable, impresores de cámara de Su Majestad, 1898.

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85 Homero Serís, La colección cervantina de la Sociedad Hispánica de América. Ediciones deDon Quijote. Urbana, Illinois: University of Illinois Studies in Language and Literature, 1920.Entre las novedades que aporta este trabajo (vid. pp. 15-16) se encuentran una nueva impresión dela edición príncipe, diferencias entre las portadas de dos variedades de la edición de Lisboa de 1605,diversos pormenores de la tercera edición de Cuesta de 1608 no consignados hasta la fecha, etc.Entre los diversos artículos aparecidos en la prensa de la época para dar noticia de los descubri-mientos de Homero Serís, pueden consultarse los publicados por Luis Astrana Marín en El tiemposobre «En los Estados Unidos se descubre una edición del Quijoteanterior a la tenida por primera»,26/02/1921, 05/03/1921, 15/03/1921, 07/04/1921, 01/05/1921, 12/05/1921.

86 Véase José María Casasayas, «La edición definitiva de las obras de Cervantes», Cervantes,VI, 2 (1986), pp. 141-190 y sobre todo su Ensayo de una guía de bibliografía cervantina. Tomo V.Ediciones castellanas del «Quijote» hasta su tricentenario. Relación ordenada y compuesta por…Mallorca: edición del autor, 1995. También he consultado Gabriel Molina Navarro, Catálogo de unacolección de libros cervantinos reunida por[…] (Madrid: Librería de los Bibliófilos Españoles,1916); el Catálogo Bibliográfico de la sección Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madridacargo de Gabriel Martín Río y Rico (Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas yMuseos, 1930); el Homenaje tributado por la sección de manuscritos a la de impresos de dichabiblioteca [Biblioteca cervantina de Juan Sedó Peris - Mencheta] con motivo de la adquisición parala misma del ejemplar número mil […] precedido de una introducción […](Barcelona: ImprentaEscuela de la Casa Provincial de Caridad de Barcelona, 1942), y los catálogos publicados conmotivo del centenario de 1947: Catálogo de la exposición cervantina en la Biblioteca Nacional(Madrid: Dirección General de Propaganda, 1946) y Catálogo de la Segunda exposición biblio-gráfica cervantina, (Madrid: Biblioteca Nacional, 1948, 2 vols.).

87 Reproduzco el artículo 12 de la Real Orden de 12 de octubre de 1912 del libro de AciscloMuñiz Vigo, Cervantes en la escuela(Burgos: Imp. y lib. Hijos de S. Rodríguez, 1913), p. 14.

88 Son palabras de Francisco Rico en su «Historia del texto», en Miguel de Cervantes Saavedra,Don Quijote de la Mancha, Barcelona: Crítica, 1998, vol. I, p. ccxxx.

89 Cfr. el parecer de Francisco Rico, ed. cit., pp. ccxxx-ccxxxi. Véase también J. J. A. Bertrand,Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1950, pp. 217-8.

90 Madrid: Victoriano Suárez, 1905-1913; todos los tomos con la colaboración de alumnossuyos —era catedrático del Instituto de Barcelona— y el último, póstumo, a cargo de Juan GivanelMas y Juan Suñé Benagés.

91 Madrid: Clásicos Castellanos, 1911-1913, 8 vols.; Madrid: Tipografía de la Revista deArchivos, Bibliotecas y Museos, 1916-1917; y, ya en el segundo cuarto del siglo, otras dos, acaso lasmás interesantes: Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1927-1928 yMadrid: Atlas, 1947-1948, póstuma. Véase ahora Daniel Eisenberg, «Balance del cervantismo deFrancisco Rodríguez Marín», Actas del Coloquio «Cervantes en Andalucía»,Estepa: Ayuntamientode Estepa, 1999, pp. 54-64 y Alberto Sánchez, «El Quijote de Rodríguez Marín», VV. AA.,Homenaje a José María Martínez Cachero, Oviedo: Universidad de Oviedo, 2000, vol. III, pp. 445-464.

92 Antes de su ingreso en la RAE ya había publicado su edición crítica de Rinconete y Corta-dillo (1905, premiada por la Academia en «certamen público extraordinario») además de variostrabajos de diversa índole y extensión: Cervantes y la Universidad de Osuna(1899), Cervantesestudió en Sevilla(1901), El Loaysa de «El celoso extremeño»: estudio histórico-literario(1901),En qué cárcel se engendró el «Quijote» (1905), Cervantes en Andalucía: estudio histórico-literario(1905). Cfr. el «Catálogo de las obras de Don Francisco Rodríguez Marín» que se imprime al finalde los Discursos leídos ante la Real Academia Española por los Excmos. Señores D. FranciscoRodríguez Marín y D. Marcelino Menéndez Pelayo en la recepción pública del primero el día 27de octubre de 1907(Sevilla: Tipografía de Francisco de P. Díaz, 1907, pp. 105-107). Cfr. asimismola edición publicada por el Patronato del IV centenario de Cervantes de los Estudios CervantinosdeRodríguez Marín (Madrid: Atlas, 1947), con interesante prólogo de Agustín González de Amezúa,y el artículo de Francisco López Estrada, «Recuerdo de Don Francisco Rodríguez Marín», BRAE,XLIX (1969), pp. 153-163.

93 La tormenta crítica que se desató sobre este asunto ha sido grande; de entre los trabajospublicados en el primer cuarto de siglo pueden consultarse por ejemplo los de Julio Puyol, Elsupuesto retrato de Cervantes(Madrid: Imprenta Clásica Española, 1915), en el que señala susrazones para sospechar de la falsedad del cuadro, y el de Francisco Rodríguez Marín, El retrato deMiguel de Cervantes. Estudio sobre la autenticidad de la tabla de Jáuregui que posee la Real

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Academia Española(Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 1917), enel que defiende la veracidad del retrato, no sin indicar de manera expresa que «Este trabajo esexclusivamente mío en cuanto a la iniciativa y en cuanto a todo, y nada tiene que ver con él, ni consu publicación, la Academia Española, ni aun yo mismo como individuo de ella. Por esto, contra loque acostumbro, no he mencionado esta honrosa cualidad en la portada» (p. 14)

94 Véase por ejemplo Juan Givanel y Mas, Examen de ingenios I. Apostillas, comentarios yglosas al comentario del «Don Quijote» editado por D. Francisco Rodríguez Marín, Madrid: Imp.Fortanet, 1912. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que Givanel fue uno de los colaboradores yultimadores del Quijotede Cortejón y en buena manera este Examen de Ingeniosse plantea en partecomo defensa de esa edición del catedrático del Instituto de Barcelona.

95 Son palabras nuevamente de Francisco Rico, ed. cit., p.ccxxxi.96 Véase ahora el libro de Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España(Madrid: Gredos, 1967), pp.

170-172, 174, 200, 271, 273, 291-301, 303, 332-334, 342, 416, 461-463, 467-470, 470-472, 486, y483-484.

97 La bibliografía sobre el cervantismo-quijotismo de la generación del 98 es amplia, perofalta todavía de una monografía exhaustiva y rigurosa. Además de los ensayos generales sobre laGeneración del 98 a cargo de Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, E. Imman Fox y Donald Shaw,he consultado: Gonzalo Sobejano, Nietszche en España, Madrid: Gredos, 1967, passim; Guillermode Torre, «El Modernismo y el 98 en sus revistas», Del 98 al Barroco, Madrid: Gredos, 1969, pp.12-70; Paul Descouzis, Cervantes y la generación del 98. La cuarta salida de Don Quijote, Madrid:Ediciones iberoamericanas, 1970; Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas»,Manuel Criado de Val, dir., Cervantes, su obra y su mundo, Madrid: Edi-6, 1981, pp. 1047-1054;Javier Blasco, «El Quijote de 1905 (apuntes sobre el quijotismo finisecular)», Anthropos, 98-99(1989), pp. 120-124; Santiago Alfonso López Navia, «Dos quijotes finiseculares: D.Q. de RubénDarío (1899) y El alma de Don Quijotede Jerónimo Montes (1904)», Anales Cervantinos, XXXI(1993), pp. 99-111; Pedro Pascual, «El 98 de don Quijote», Actas del VIII Coloquio Internacionalde la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, 143-158.

98 Véase Jesús González Maestro, «Miguel de Cervantes, Miguel de Unamuno: el Quijotedesde la experiencia de la estética de la recepción de 1898», VV. AA., Actas del II Coloquio Inter-nacional de la Asociación de Cervantistas (Barcelona: Anthropos, 1991), pp. 241-264.

99 «Aparecen nuevos inéditos de Miguel de Unamuno en su Casa Museo de Salamanca», ABC,10/01/93, p. 43; «Lo que queda por conocer de Unamuno», El Mundo, 11 de enero de 1993, p. 42;«El inédito Manual de quijotismode Unamuno revisa las tres obras fundamentales de su pensa-miento», El País, 11 de enero de 1993, p. 30.

100 Véase el esquema, muy sintético pero útil, de Ana Suárez, art. cit., pp. 1051-153 y las refe-rencias bibliográficas básicas en Javier Blasco, ob. cit., p. 123, nota 20. He aquí algunas de lasúltimas contribuciones: T. Berchem y H. Laitenberger, eds., El joven Unamuno en su época, Sala-manca: Junta de Castilla y León, 1997 (véanse los trabajos de Antonio Vilanova, «El antiquijotismode Unamuno ante el desastre del 98» y H. Laitenberger, «Geografía y literatura (El Quijotedel jovenUnamuno)»); Marco Cipollini, «Espejos y espejismos de un exiliado: ínsulas del sueño y libertaddel lector en las últimas querellas cervantinas de Unamuno», Actas del VIII Coloquio Internacionalde la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 81-90;Ángel Estévez Molinero, «Unamuno, la «profunda lección» de Cide Hamete y Cervantes en loor dela paradoja», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso:Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 105-118; Cecilia García Antón, «Unamuno y don Quijote:Del Caballero de la locuray los Hidalgos de la razón», Actas del VIII Coloquio Internacional dela Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 119-126;Rogelio García Mateo, «Don Quijote de la Mancha e Íñigo de Loyola en Unamuno según la Vidade don Quijote y Sancho», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervan-tistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 127-141; Sandra Regina Moreira, «Larecreación quijotesca en Nieblade Unamuno», Anuario Brasileño de Estudios Hispánicos, 7 (1997),pp. 129-144.

101 Véase por ejemplo el admirable capítulo XIV («Un viandante») de su discurso de ingresoen la Real Academia Española el 26 de octubre de 1924. Véase Azorín, Una hora de España, ed.de José Montero Padilla (Madrid: Castalia, 1993), pp. 105-107.

102 He mencionado sólo libros de Azorín de tema cervantino exlusivamente, pero a ellos habríaque añadir otros muchos que incluyen capítulos sobre el mismo asunto: Los pueblos(1905), España(1909), Lecturas españolas(1912), Castilla (1912), Clásicos y modernos(1913), Los valores lite-

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rarios (1913), Al margen de los clásicos(1915) y un largo etcétera. A la espera de una monografíade conjunto que estudie las relaciones Cervantes-Azorín pueden consultarse: Elena Catena, «Azorín,cervantista y cervantino. Apuntes para una antología», Anales Cervantinos, 12 (1973), pp. 73-113;José María Martínez Cachero, «Con permiso de los cervantistas(Azorín, 1948): Examen de un librode melancolía», Anales Cervantinos, XXV-XXVI (1987-1988), pp. 305-314; C. Manso, «JoséMartínez Ruiz, Azorín, y Cervantes», BHi, 96 (1994), pp. 521-528; Aniano Peña, «Cervantismo yquijotismo en Azorín a la luz de la Völkerpsychologie», Giuseppe Grilli, ed.,Actas del II CongresoInternacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 863-70; Isabel Castells, «La rutade Azorín por el libro de La Mancha», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación deCervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 69-80; J. Ignacio Díez Fer-nández, «La invención (y reinvención) de El Toboso: La mirada de Cervantes (y la de Azorín)»,Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: EdicionesDulcinea del Toboso, 1999, pp. 91-103; Rita R. Rodríguez, «Cervantes en Tomás Rueda», Actas delVIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea delToboso, 1999, pp. 159-170.

103 Pueden verse en la recopilación de Obras completasque ha publicado en Madrid el Círculode Lectores los siguientes textos barojianos sobre tema cervantino: «Quijotescos y hamletianos»,Desde la última vuelta del camino. Memorias, Madrid: Círculo de Lectores, edición de Obras com-pletas, vol. II, pp. 887-892; cfr. vol. II, p. 1151. La nave de los locos, pp. 1137-1388, parte deMemorias de un hombre de acción: «Prólogo casi doctrinal sobre la novela, pp. 1139-1170, en elmismo sitio; vol III, p. 240: «Lecturas de Hugo»; vol. XIII, Ensayos, I: «Sobre la técnica de lanovela», pp. 186-190; «La novela», pp. 178-179; «El prestigio del libro español», pp. 293-7; «Cer-vantes, Shakespeare, Molière», p. 376; «Pérez Galdós y la novela histórica española», pp. 857-8;«Condiciones de la novela histórica», pp. 858-860; Vol. XIV, Ensayos, II: «Manías de los biblió-filos», pp. 304-309; «La lectura», pp. 383-385; «Los fines de la lectura», pp. 385-6; «Capacidadpara la cultura», pp. 404-5; «Qué se debe leer», pp. 405-407; «La literatura culpable», pp. 1070-1076; «Las lecturas», pp. 1226-1229; «Bibliofilia», pp. 1248-1249.

104 «Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de afirma-ción de la vida. Don Quijote vive más y con más intensidad que los otros», Pío Baroja, El árbol dela ciencia, ed. de Pío Caro Baroja (Madrid: Cátedra, 1998, 15ª. ed.), p. 167.

105 «[…] se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una reglageneral es absurdo», Pío Baroja, El árbol de la ciencia, ed. cit., p. 127.

106 Citado por Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas», art. cit., p. 1052.Deliberadamente no me refiero a los poemas machadianos inspirados en el Quijote.

107 Ramiro de Maeztu, Don Quijote, Don Juan y la Celestina, Madrid, 1926. Véase, además dela edición de Alberto Sánchez (Salamanca: Anaya, 1964), el artículo de Macarena Cuiñas, «Ramirode Maeztu, Carlos Fuentes: dos momentos de la cultura hispánica ante el Quijote» (Anales Cer-vantinos, 34 [1998], pp. 269-277) donde pone de relieve algunas coincidencias entre la lectura delQuijoteefectuada por Ramiro de Maeztu y Carlos Fuentes.

108 A Ganivet corresponden estas afirmaciones sobre el Quijote: «No existe en el arte españolnada que sobrepuje al Quijote, y el Quijote, no sólo ha sido creado a la manera española, sino esnuestra obra típica, ‘la obra’ por antonomasia, porque Cervantes no se contentó con ser un ‘inde-pendiente’: fue un conquistador, fue el más grande de todos los conquistadores, porque mientras quelos demás conquistadores conquistaban países para España, él conquistó España misma». ÁngelGanivet, Idearium español [1897], Madrid: Victoriano Suárez, 1915, p. 79. Cfr. Gonzalo Sobejano,Nietzsche en España, Madrid: Gredos, 1967, pp. 259-276 y las pp. 33-34, 46 y 56-58 de la intro-ducción que precede a la edición que José Montero Padilla ha preparado de Ángel Ganivet, Lostrabajos del infatigable creador Pío Cid(Madrid: Castalia, 1998).

109 Véase ahora José Servera Baño, «La influencia de Cervantes en Farsa italiana de la ena-morada del rey, de Valle Inclán», Giuseppe Grilli, ed.,Actas del II Congreso Internacional de laAsociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 771-780; y María Nieves Fernández García, «Lapresencia de Cervantes en Valle Inclán», Giuseppe Grilli, ed.,Actas del II Congreso Internacionalde la Asociación de Cervantistas, Nápoles, 1995, pp. 743-770.

110 Sobre otros autores menos conocidos, véanse Santiago A. López Navia, «Dos quijotes fini-seculares: D.Q. de Rubén Darío (1899) y El alma de don Quijotede Jerónimo Montes (1904)»,Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 99-111; Julián Bravo Vega, «Un don Quijote regeneracio-nista: el caso de Eduardo Barriobero y Herrán», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Aso-ciación de Cervantistas, El Toboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 55-68.

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111 E.C. Riley, Introducción al «Quijote»,Barcelona: Crítica, 1990, p. 228. Véase el desarrolloy aprovechamiento posterior de algunas de esas intuiciones de Ortega en mi libro El «Quijote» y lacrítica contemporánea(Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997), s.v. el índicealfabético final. Véanse además: Ciriaco Morón Arroyo, Nuevas meditaciones del «Quijote»,Madrid: Gredos, 1976; Alberto Porqueras Mayo, «El Quijote en un rectángulo del pensamientoespañol»[1962], Temas y formas de la literatura española, Madrid: Gredos, 1972, pp. 141-156;Manuel Cifo González, «El tema de Cervantes en Ortega y Gasset (Meditaciones contrastadas conlas de Américo Castro, Salvador de Madariaga y Azorín», Cuadernos Hispanoamericanos, 403-405(1984), pp. 308-316; José Luis Molinuevo, «Algunas notas sobre José Ortega y Gasset», Revista deOccidente, 156, (1994), pp. 33-54; Jaime de Salas, «Sobre la génesis de las Meditaciones delQuijote», Revista de Occidente, 156 (1994), pp. 77-86; José Ortega y Gasset, «Sobre Cervantes yel Quijote desde El Escorial (Notas de trabajo)», Revista de Occidente, 156 (1994), pp. 36-54;Pedro Cerezo Galán, «Meditaciones del Quijoteo el estilo del héroe», Revista Canadiense deEstudios Hispánicos, 21 (1996), pp. 57-75.

112 Citado por Alberto Porqueras Mayo, «El Quijote en un rectángulo del pensamientoespañol»[1962], Temas y formas de la literatura española, Madrid: Gredos, 1972, p. 145.

113 José Ortega y Gasset, «Flaubert, Cervantes, Darwin». Cap. 20 de su «Meditación primera».Meditaciones del Quijote. E ideas sobre la novela[1914 / 1925], Madrid: Revista de Occidente,1958, 5ª. ed. en castellano, p. 134.

114 Véase Ana Suárez, «Cervantes ante modernistas y noventayochistas», Manuel Criado deVal, ed., Cervantes, su obra y su mundo, Madrid: Edi-6, 1981, p. 1049.

115 Véase Alberto Sánchez, «Cervantes y Rubén Darío», Seminario Archivo Rubén Darío, 6(1962), pp. 31-44; Ana Suárez, art. cit., pp. 1049-1050; «Santiago A. López Navia, «Dos quijotesfiniseculares: D.Q. de Rubén Darío (1899) y El alma de don Quijotede Jerónimo Montes (1904)»,Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 99-111; Manuel Reyes Ramos, «El Quijotea través de unpoema de Rubén Darío [»Marcha triunfal»], La palabra y el hombre, 90 (1994), pp. 168-178.

116 Véase Lola Montero Reguera, «Jacinto Benavente: La muerte de don Quijote», AnalesCervantinos, 34 (1998), pp. 279-287.

117 Véase Ana Suárez, art. cit., p. 1050.118 Véanse sus artículos «La estatua y la casa de Cervantes» y «A la estatua de Cervantes le

hace falta media espada» recogidos en Emilio Carrere, Antología, edición de José Montero Padilla,Madrid: Castalia, 1999, pp. 392-395.

119 Recogidos ambos en el volumen El amor y la muerte. (Capítulos de Novela), Madrid:Imprenta Helénica, 1913, pp. 205-209 y 211-216. Deliberadamente no me refiero a los poemas deManuel Machado inspirados en el Quijote.

120 Por ejemplo, en esa Biblioteca de Castilla y León puede consultarse la edición de Rinconetey Cortadillo de Rodríguez Marín (Madrid, 1920, 2ª impresión; signatura 1/1325). Perteneció a laBiblioteca de Manuel Machado (nº 93) y está dedicada a este por Rodríguez Marín: «A su queridoamigo y compañero D. Manuel Machado, excelente poeta, afectuosamente, F. Rodríguez Marín».Hay numerosas indicaciones manuscritas de Machado especialmente en las notas: pp. 19, 22, 23, 35,201 y notas 318, 321, 348, 349, 357, 360, 362-3, 402, 422, 423, 443, 468, 479. En esta mismabiblioteca hay otros libros de Rodríguez Marín dedicados a Manuel Machado: El casamientoengañoso y el coloquio de los perros(1/0808), Quijote (1/1319, 1/1320, 1/1321, 1/1322, 1/1323,1/1324), etc. Por otro lado, he registrado un total de otros trece libros de Rodríguez Marín en elmismo fondo, algunos de ellos dedicados: A la antigua española(1/0262), A la real de España(1/0448), El alma de Andalucía(1/0764), Cantos populares españoles(1/0479), Ciento y un sonetos(1/0646), Discurso leído en la Biblioteca Nacional(1/1288), En un lugar de la Mancha(1/0781),Ensaladilla(1/0635), Luis Barahona de Soto(1/1488), Madrigales(1/1392), Nuevos documentoscervantinos(1/1316), Pedro Espinosa(1/1481), Sonetos sonetiles ajenos y propios(1/0749).

121 Véase ahora, Jesús Rubio Jiménez, «Don Quijote(1892-1903): prensa radical, literatura eimagen», Leonardo Romero Tobar, ed., El camino hacia el 98. (Los escritores de la Restauracióny la crisis de fin de siglo), Madrid: Visor libros, 1998, pp. 297-315.

122 Son palabras de Víctor García de la Concha, «Dos revistas cervantinas en las primerasescaramuzas de la vanguardia», Homenaje a Gonzalo Torrente Ballester, Salamanca: Biblioteca dela Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1981, pp, 409-410.

123 Como en estos versos de F. Villegas publicados en el número de 19 de marzo de 1919:«Cervantes es la estrella en el cielo de España / que guió el rumbo de nuestra nave espiritual / él

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fulgura en la luz de una razón extraña / el romance de oro del manchego genial». Cit. por Mª.Ángeles Varela Olea, art. cit. más abajo, p. 73.

124 Véase ahora M. Ángeles Varela Olea, «Del Modernismo a la Vanguardia: Cervantes. Revistamensual ibero-americana. (Agosto 1916-Diciembre 1920)», Cuadernos para la Investigación de laLiteratura Hispánica, 23 (1998), pp. 63-90; cfr. Víctor García de la Concha, «Dos revistas cervan-tinas en las primeras escaramuzas de la vanguardia», Homenaje a Gonzalo Torrente Ballester, Sala-manca: Biblioteca de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1981, pp. 409-423 y elclásico trabajo de Guillermo de Torre, «El Modernismo y el 98 en sus revistas», Del 98 al Barroco,Madrid: Gredos, 1969, pp. 12-70.

125 Véase ahora Carlos Arconada Carro y Victoriano Santana Sanjurjo, «Un poco más sobre laCrónica cervantina», Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantista, ElToboso: Ediciones Dulcinea del Toboso, 1999, pp. 481-514.

126 Véase el apartado 1.1. He aquí la relación de trabajos cervantinos de Menéndez Pelayo:«Obras inéditas de Cervantes», Miscelánea Científica y Literaria, Barcelona, 1874. Reimpreso enla Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos decrítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941, pp. 269-302; Interpretaciones del «Quijote».Discurso leído en la Real Academia Española, el 29 de mayo de 1904, en contestación al de recep-ción de don José María Asensio. Reimpreso en la Edición Nacional de las Obras Completas deMenéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC,1941, pp.303-322; Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote, Discursoleído en el Paraninfo de la Universidad Central en la solemne fiesta de 8 de mayo de 1905. Reim-preso en la Edición Nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y dis-cursos de crítica Histórica y Literaria, I, Madrid: CSIC, 1941 pp. 323-356; «El Quijotede Avella-neda». Introducción a El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha. Compuesto por el Licen-ciado Alonso de Avellaneda, natural de Tordesillas. Nueva edición cotejada con la original […]anotada y precedida por una introducción por Don Marcelino Menéndez y Pelayo de la RealAcademia Española, Barcelona: Toledano, López y C.ª, 1905. Reimpreso en la Edición Nacional delas Obras Completas de Menéndez Pelayo, vol. VI, Estudios y discursos de crítica Histórica yLiteraria, I, Madrid: CSIC, 1941, pp. 357-420. Además, hay referencias sueltas en la Historia de lasideas estéticas en España, Madrid: Imprenta de A. Pérez Dubrull, 1883-1891, especialmente en elvolumen II; y en los Orígenes de la novela, especialmente en los volúmenes II, III y IV.

127 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja,dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp.350-354.

128 Véanse los apartados 1.4., 1.6., 2.2. y 2.3.1.129 Véanse los apartados 1.3., 1.4., 1.9. y 2.2., y lo que digo más abajo sobre la Edición de

Obras completasde Cervantes. Cfr. Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote»,Madrid:Gredos, 1986, pp. 10, nota.

130 Incluido en sus Études sur l’Espagne, 1ª serie, París, 1895, pp. 297-382.131 Son palabras de Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote»,Madrid: Gredos,

1986, pp. 10-11.132 Véase también E. Allison Peers, «Aportación de los hispanistas extranjeros al estudio de

Cervantes», RFE, XXXII (1948), pp. 162-163.133 Elie Faure, Cervantes, Madrid: Cuadernos Literarios, 1926, pp. 25 y 26. Véase también

Antonio Marco García, «El Cervantesde Elie Faure», VV. AA., Actas del II Coloquio Internacionalde la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 265-271.

134 Donatella Pini Moro e Giacomo Moro, «Cervantes en Italia», Donatella Pini Moro, ed., DonChisciotte a Padova, Padova: Editoriale Programma, 1992, pp. 149-268. Para el periodo que nosinteresa, véanse las pp. 198-211. Véase asimismo Francisco A. de Icaza, «La ironía de Cervantes yla nueva crítica italiana», El «Quijote» durante tres siglos, Madrid: Imp. Fortanet, 1918, pp. 191-208.

135 Richard Schwarderer, «Importancia de la figura de don Quijote en el ensayo L’umorismo(1908) de Pirandello», VV.AA, Actas del coloquio cervantino, Würzburg, 1983. Theodor Berchemy Hugo Laitenberger, eds., Münster: Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung Gmb H & Co., 1987,pp. 118-126, la cita en p. 120.

136 Son palabras de Richard Schwarderer, art. cit., p. 120.137 Américo Castro dedicó un trabajo a analizar las relaciones entre Cervantes y Pirandello,

pero sin ocuparse de este ensayo; cfr. Américo Castro, «Cervantes y Pirandello», La Nación(Buenos

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Aires), 1924, después incluido en Hacia Cervantes, Madrid: Taurus, 1967, 3ª ed., pp. 477-85. Enfechas más recientes, Gonzalo Torrente Ballester confesaba la influencia de Pirandello en la gesta-ción de su conocido libro El «Quijote» como juego, Madrid: Península, 1975 (véase p. 7).

138 Roma: Treves, 1924.139 Helmut Hatzfeld, «Don Quijote, ¿asceta?», NRFH, II (1948), pp. 57-70; Amado Alonso,

«Don Quijote, no asceta, pero ejemplar caballero y cristiano», NRFH, II (1948), pp. 333-359. Véasela nota que añade Julio Rodríguez Puértolas en Américo Castro, El pensamiento de Cervantes(Bar-celona: Noguer, 1972), pp. 307-308

140 J.J.A. Bertrand, Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica,1950, p. 217.

141 Véase J.J.A. Bertrand, Cervantes en el país de Fausto, Madrid: Ediciones Cultura Hispá-nica, 1950, pp. 206-213 y 217-219. Cfr. Dietrich Briesemeister, «España y la hispanística alemana»,VV. AA., Estudios de literatura española de los siglos XIX y XX. Homenaje a Juan María DíezTaboada, Madrid: CSIC, 1998, pp. 458-466.

142 A History of Spanish Literature, Londres: W. Heinemann, 1898. Se traduce al español en1900 por Adolfo Bonilla y San Martín con un prólogo de Menéndez Pelayo bajo el título de Historiade la Literatura Española desde los orígenes hasta el año 1900(Madrid: La España Moderna,1900). Se reeditó en varias ocasiones, la cuarta en 1926 (Madrid: Ruiz Hermanos). Nótense laspalabras de E. Allison Peers sobre ella: «Pero a nuestra comprensión más profunda de Cervantes,Fitzmaurice-Kelly no contribuyó casi en nada» («Aportación de los hispanistas extranjeros alestudio de Cervantes», RFE, XXXII [1948], p. 185).

143 Véase «Un ilustre cervantista uruguayo», Crónica cervantina, 28 (1934), pp. 550-552. Másdatos sobre algunos de sus libros en Crónica cervantina, 25 (1934), pp. 487-8 y 33 (1935), pp. 649-651.

144 Véase Francisco A. de Icaza, El «Quijote» durante tres siglos, Madrid: Imprenta deFortanet, 1918. En los preliminares de la reimpresión de su libro sobre Las novelas ejemplares(Madrid, 1928) se incluye una biografía del autor. cfr. Dámaso Santos, «Recuerdo y homenaje aFrancisco A. de Icaza», Arriba, 3 de febrero de 1963, p. 13; Juan Sampelayo, «Un perfil y unosrecuerdos íntimos», Arriba, 3 de febrero de 1963, p. 13 y Andrés Henestrosa, «Un cervantistamexicano: Francisco A. de Icaza», VV. AA., Guanajuato en la geografía del «Quijote» (Guanajuato:Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988), pp. 85-92.

145 José de Armas y Cárdenas, cubano (1866-1919), es autor de una larga nómina de estudiossobre Cervantes y el Quijote, de entre los que destaco Cervantes y el «Quijote» (La Habana:Imprenta y Librería La Moderna Poesía, 1905) y Cervantes y su época(Madrid: Renacimiento,1915).

146 He tenido en cuenta: Juan Suñé Benages, «El cervantismo en América», Crónica cervan-tina, 28 (noviembre-diciembre, 1934), pp. 552-554; Nilda Blanco (sel. y pról.), Visión cubana deCervantes(La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1980); VV. AA., Guanajuato en la geografía del«Quijote» (Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988); VV. AA., Apuntes cervantinosmexicanos(México, 1988); VV. AA., Apuntes cervantinos hispanoamericanos, II(México, 1990);Emilia de Zuleta, «El hispanismo de Hispanoamérica», Moenia, 4 (1998), pp. 33-59; Matilde AlbertRobatto, «El hispanismo en Puerto Rico. (Apuntes para una historia de amistad y cooperación)»,Moenia, 4 (1998), pp. 61-69; Ignacio M. Zuleta, «La tradición cervantina (Algunos aspectos de laproyección del Quijoteen Hispanoamérica)», Anales Cervantinos, XXII (1984), pp. 143-157; y mipropio trabajo, «La recepción del Quijote en Hispanoamérica. (Siglos XVII-XIX)», CuadernosHispanoamericanos, 500 (febrero, 1992), pp. 132-140. Sobre Alfonso Reyes puede consultarse:Manuel Alcalá, El cervantismo de Alfonso Reyes, México: UNAM, 1997 (Discurso de ingreso en laAcademia Mexicana leído el 30 de agosto de 1962). Para Arturo Marasso es recomendable acudira su libro, Cervantes. La invención del «Quijote» (Buenos Aires: Librería Hachette, 1954), en el querecoge trabajos suyos anteriores, todos ellos llenos de sugerentes indicaciones y a su edición delQuijote(Buenos Aires: Librería El Ateneo, 1954, 2 vols.), con prólogo y anotación muy interesantes.Finalmente, la lectura del Quijotepor Borges cuenta ya con una importante bibliografía: FrederikViña, «El cervantismo de Jorge Luis Borges», Manuel Criado de Val, dir., Cervantes, su obra y sumundo, Madrid: Edi-6, 1981, pp., 1087-1095; Ilan Stavans, «Cervantes para Borges», Anthropos,98-99 (1989), p. IX; Alí Víquez Jiménez, «La lectura borgesiana del Quijote», Revista de Filologíay Lingüística de la Universidad de Costa Rica, 20, 2 (1994), pp. 19-30; Carlos Orlando Nállim, Cer-vantes en las letras argentinas, Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 1998; Ana MaríaBarrenechea, «Cervantes y Borges», Melchora Romanos, coord., Para leer a Cervantes, Buenos

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Aires: EUDEBA, 1999, pp. 281-290; Eduardo Urbina, «La sinrazón de razón: Cervantes, Borges yArrabal», Para leer a Cervantes, ob. cit., pp. 349-357.

147Ahmed Abi-Ayad, «Presentación y análisis de la bibliografía argelina sobre Miguel de Cer-vantes», Actas del tercer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma deMallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 99-108; Adriana Arriagada de Lassel, «Cer-vantes visto por los franceses de Argelia (1830-1962)», ibidem, pp. 125-132

148 Véanse los trabajos de Maria Augusta da Costa Vieira, «Las relaciones de poder entrenarrador y lector: Cervantes, Almeida Garret y Machado de Assís», Cuadernos Hispanoameri-canos, 570 (1997), pp. 59-71; «Huellas de Don Quijoteen la literatura brasileña», Actas del IVcongreso internacional de AISO, Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá de Henares, 1998, vol.I, pp. 469-75. «Recreaciones de Don Quijoteen la literatura Brasileña: facciones del héroe», Actasdel tercer congreso internacional de la Asociación de Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidadde las Islas Baleares, 1998, pp. 733-739; «Un itinerario posible: de Cervantes a Machado de Assís»,Melchora Romanos, coord., Para leer a Cervantes, Buenos Aires: EUDEBA, 1999, pp. 307-316;Asimismo, Mª. de la Concepción Piñero Valverde, «Una novela quijotesca de la literatura brasileña:Quincas borba, de Machado de Assis», Actas del tercer congreso internacional de la Asociación deCervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 709-716.

149 Mariana Dimitrova, «Don Quijoteen la interpretación de los críticos y ensayistas búlgaros»,Giuseppe Grilli, ed.,Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Nápoles,1995, pp. 927-934.

150 Pavel Stepánek, «Los destinos de Don Quijoteen Checoslovaquia», Anales Cervantinos,XXIX (1991), pp. 191-215.

151 José Chang, «El Quijoteen China y sus influencias en la literatura del país asiático», ABC,s. f. (1955?). Liu Xiaopei, «Cervantes en China», Actas del II Coloquio Internacional de la Aso-ciación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 319-325.

152 Kim Chang-su, «Don Quijoteen Corea: su influencia en los escritores modernos (1915-1940)», VV. AA., Actas del primer congreso de hispanistas de Asia, Seul, Corea: AsociaciónAsiática de Hispanistas, 1985, pp. 453-460.

153 Guillermo Gómez Rivera, «El espíritu quijotesco en dos escritores filipinos: José Rizal,prosista, y Francisco Zaragoza, poeta», VV. AA., Actas del primer congreso de hispanistas de Asia,Seul, Corea: Asociación Asiática de Hispanistas, 1985, pp. 429-36.

154 Véase el trabajo de Dimitris Filippis en este IV CINDAC.155 Jaime Fernández, «Cervantes en Japón», Anales Cervantinos, XXIII (1985), pp. 201-211;

del mismo, «Cervantes en Hombre en caminode Natsume Sôseki: una versión japonesa de Elcurioso impertinentede Cervantes», Anales Cervantinos, XXXI (1993), pp. 131-150.

156 Cfr. Kazimierk Sabik, «La recepción de la obra de Cervantes en Polonia durante el períodode la Ilustración y el Romanticismo (1781-1855)», Actas del II Coloquio Internacional de la Aso-ciación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 307-317.

157 Aunque referida a un tiempo anterior, es imprescindible la monografía de María Fernandade Abreu, Cervantes no Romantismo português, Lisboa: editorial Estampa, 1997, 2ª. ed.

158 Vsevolod Bagnó, El Quijote vivido por los rusos, Madrid: CSIC, 1995.159 Jasna Stojanovic, «Hajim DaviËo, traductor y crítico de Cervantes en las letras serbias»

[1854-1916], Anales Cervantinos, XXXV (1999), pp. 501-510.160 Madrid: Espasa-Calpe, 1926.161 Son palabras de Carlos M. Gutiérrez, «Cervantes, un proyecto de modernidad para el Fin de

Siglo (1880-1905)», Cervantes, 19 (1999), p. 119.162 Utilizo las palabras de José Manuel Martín Morán en su artículo «Don Quijote está san-

chificado; el des-sanchificador que lo re-quijotice…», BHi, 94 (1992), pp. 75-118. La cita en p. 80.Véase en p. 81 una lista de algunos de los estudiosos que han recogido las ideas de Madariaga.Añádase ahora el capítulo IV de las Reflexiones sobre el Quijotede Enrique Moreno Báez (Madrid:Prensa Española, 1968).

163 «This book has been followed by other explorations of the characters’, psyches, notablyfrom a Jungian perspective by John G. Weiger, Freudian analysis tempered by American ego psy-chology by C. B. Johnson, Jungian analysis tempered by contemporary feminist theory by Ruth ElSaffar, and the wildest of them all, the unsettling psychosexual ambiguities by Louis Combet». Sonpalabras de Caroll B. Johnson, Don Quixote. The Quest for Modern Fiction, (Boston: Twayne,1990), p. 29. Véase asimismo mi trabajo «Mujer, erotismo y sexualidad en el Quijote», Anales

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Cervantinos, XXXII (1994), pp. 97-116 y las consideraciones de José Manuel Martín Morán en elartículo citado en la nota anterior.

164 Los estudios sobre Américo Castro y su exégesis del Quijoteson abundantes. Remito a milibro El «Quijote» y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos,1997, pp. 32-33 («Los estudios de Américo Castro»).

165 Publicado en 1925 como anejo de la Revista de Filología Española. Hay edición facsímilreciente (Barcelona: Crítica, 1991). Julio Rodríguez Puértolas lo reeditó en 1972 con abundantesnotas suyas y del propio Américo Castro (Barcelona: Noguer, 1972). Aunque pensado con un pro-pósito divulgador, debe tenerse en cuenta también su libro, en francés, Cervantès(París, 1931)monografía casi de cabecera para Azorín en varios de sus trabajos posteriores a esta fecha.

166 Vid. por ejemplo Agustín González de Amezúa, Cervantes creador de la novela cortaespañola, Madrid: C.S.I.C., 1982, reimpresión [1956], 2 vols.

167 Alonso Zamora Vicente, «Américo Castro y Cervantes», Homenaje a Américo Castro,Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1987, p. 216.

168 Dana B. Drake, Don Quijote (1894-1970): A Selected Annotated Bibliography, ChapellHill: University of California Press, 1974, vol I; Miami: Ediciones Universal, 1978, vol. II; NuevaYork: Garland, 1980, vol. III; vol. IV, hasta 1979, en colaboración con Frederick Viña, Nueva York,1984.

169 Anthony J. Close, «La crítica del Quijotedesde 1925 hasta ahora», Anthony Close et alii,Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, pp. 311-333.

170 Madrid: Gráficas Reunidas, 1928, 1931, 1935 y 1941.171 Francisco Rico, «Historia del texto», ob. cit., p. CCXXXIV.172 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja,

dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp.350-354.

173 Las referencias bibliográficas se han consignado anteriormente.174 Agustín González de Amezúa, Cervantes, creador de la novela corta española, Madrid:

CSIC, 1956-1958.175 Véase por ejemplo, «Los Cortinas de la villa de Barajas», Cuadernos de Literatura, 8-9

(1948), pp. 103-108; «Tres amigos de Cervantes», BRAE, XXVII (1948), pp. 143-175; «De lafamilia Salazar», Anales Cervantinos, I (1951), pp. 327-331, etc.

176 A Narciso Alonso Cortés se debe el capítulo sobre Cervantes en la Historia general de lasliteraturas hispánicasdirigida por Guillermo Díaz Plaja (Barcelona: Vergara, 1949, vol. II, pp.803-856).

177 Véase ahora Anthony J. Close, «La crítica del Quijotedesde 1925 hasta ahora», AnthonyClose et alii, Cervantes, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995, p. 314.

178 Véase Alfredo Carballo Picazo, «Seguidores de Menéndez Pelayo», Guillermo Díaz Plaja,dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, p. 354.

179 Véase más arriba el apartado sobre el centenario de 1916.180 Véase su trabajo «Desafueros contra el Cantar de mío Cid», recogido en el volumen Cer-

vantinas y otros ensayos, Madrid: Afrodisio Aguado, 1944, pp. 391-420. Véanse especialmente losadjetivos que dedica a Menéndez Pidal en pp. 392-3.

181 Véase José Montero Padilla, «Luis Astrana Marín», Arbor, 170 (1960), pp. 122-125; GildaCalleja Medel, Luis Astrana Marín, un solitario y casi heroico hombre de letras, Madrid: SociedadCervantina de Madrid, 1990.

182 Véase Miguel Santiago Rodríguez, Catálogo de la biblioteca cervantina de D. José MaríaAsensio y Toledo, prólogo de Ángel González Palencia y noticia bibliográfica de Enrique LafuenteFerrari, Madrid: Gráficas Ultra, 1948.

183 Joan Givanel Mas, Catàleg de la col·lecció cervàntica formada per D. Isidro Bonsoms iSiscart i cedida per ell a la Biblioteca de Catalunya, Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 1916-1925, 3 vols. He aquí lo que dice Río y Rico sobre la formación de esta biblioteca: «Formó estacolección don Isidro Bonsoms, el cual, durante cuarenta años, y sin escatimar gastos para adquirirlas ediciones y piezas más raras, fue reuniendo cuanto acerca del autor del Quijotey de su obra lite-raria era ofrecido en venta por libreros y particulares, siendo, desde luego, su principal adquisiciónla de la biblioteca cervantina que a fuerza de desvelos y aun privaciones logró reunir don LeopoldoRíus. Con el firme propósito de que fondo tan importante no se dispersase a su muerte, lo donógenerosamente al Institut d’Estudis Catalans, mediante contrato firmado en Barcelona el día 7 dejunio del año de 1915, y esta institución cultural barcelonesa ha sido la que a sus expensas ha

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publicado el repertorio bibliográfico que nos ocupa. Es su autor don Juan Givanel Mas, docto yconocido cervantista, el cual, antes de echar sobre sí esta tarea, había terminado la publicación dela edición crítica del Quijotede Don Clemente Cortejón, acompañado del señor Suñé Benages, ytenía reunidas numerosas papeletas para publicar dos libros con los títulos de Omisiones y correc-ciones a la Bibliografía de don Leopoldo Ríusy Mil números cervantinos para añadir a la Biblio-grafía de Ríus». Gabriel Martín Río y Rico, Catálogo bibliográfico de la sección Cervantes de laBiblioteca Nacional de Madrid, Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas yMuseos, 1930, pp. 591-593.

184 Véase Luis María Plaza Escudero, Catálogo de la colección cervantina Sedó, Barcelona:José Porter, 1953-1955, 3 vols. Véase también el Homenaje tributado por la Sección de Manuscritosa la de Impresos de dicha biblioteca [Biblioteca Cervantina de Juan Sedó Peris-Mencheta] conmotivo de la adquisición para la misma del ejemplar número mil de ediciones del IngeniosoHidalgo D. Quijote de la Mancha[…], Barcelona: Imprenta Escuela de la Casa Provincial de laCaridad de Barcelona, 1942, XII + 64 pp. + 121 láminas; y el discurso de ingreso de Juan SedóPeris-Mencheta en la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge, Embrujo y riesgo de las BellasArtes, Barcelona, 24 de noviembre de 1952 (Barcelona: Imprenta de Enrique Tobella, 1952), en elque se incluye una valiosa «Iconografía de la Aventura de los molinos de vientoseleccionada de lasdiversas ediciones ilustradas de nuestra colección y dividida en tres partes».

185 Son palabras de José Portolés, Medio siglo de filología española (1896-1952). Positivismoe idealismo, Madrid: Cátedra, 1986, p. 11. Cfr. además Alfredo Carballo Picazo, «La escuela deMenéndez Pidal», Guillermo Díaz Plaja, dir., Historia general de las literaturas hispánicas, Bar-celona: Vergara, 1973, reimpr., vol. 7, pp. 359 y ss.; Rafael Lapesa, Generaciones y semblanzas declaros varones y gentiles damas que ilustraron la Filología Hispánica de nuestro siglo, Madrid:Real Academia de la Historia, 1998, y el comentario a este libro de Francisco Abad en Hesperia.Anuario de Filología Hispánica, II (1999), pp. 173-178.

186 Véase ahora Pablo Jauralde Pou, «Cervantes and the Spanish Philological School», Anne J.Cruz y Carroll B. Johnson, eds., Cervantes and His Postmodern Constituencies, New York andLondon: Garland Publishing Company, 1999, pp. 105-115.

187 Ramón Menéndez Pidal, «El lenguaje del siglo XVI» [1933], La lengua de Cristóbal Colón,Madrid: Espasa-Calpe, 1947, 3ª ed., pp. 49-87 (esp. pp. 85-86); Los españoles en la literatura[1949], Madrid: Espasa-Calpe, 1971, 2ªed.; La lengua castellana en el siglo XVII[1986], Madrid:Espasa-Calpe, 1991.

188 Madrid: Cuadernos literarios, 1924, 2ª. ed. aumentada; la primera es de 1920 y se ha reim-preso en diversas ocasiones.

189 Madrid: Patronato del IV Centenario del nacimiento de Cervantes, 1948. Enrique MorenoBáez, discípulo de Menéndez Pidal, titula de manera muy similar («Cervantes y los ideales caba-llerescos») el capítulo IV de sus Reflexiones sobre el Quijote, Madrid: Prensa Española, 1968, pp.29-36.

190 Véase ahora José Montero Reguera, El Quijote y la crítica contemporánea, Alcalá deHenares: Centro de Estudios Cervantinos, 1997, cap.VI.

191 Ramón Menéndez Pidal, Mis páginas preferidas. Estudios literarios, Madrid: Gredos, 1957.La cita en p. 196. («Un aspecto sobre la elaboración del Quijote», pp. 222-269; «Cervantes y el idealcaballeresco», pp. 270-297).

192 José F. Montesinos estudió sobre todo el erasmismo, la lírica de Lope de Vega, teatro delsiglo XVII y novela decimonónica. Pero en esos trabajos, especialmente los dedicados a la noveladel siglo XIX, las referencias a Cervantes y el Quijoteson constantes, por ejemplo en su Introduc-ción a una historia de la novela en España en el siglo XIX (Madrid: Castalia, [1960], 1973, 3ª ed.)donde incluye capítulos como «Cervantes antinovelista» (pp. 35-42), «Cervantes» (pp. 100-102) enlos que analiza la difusión e influencia del Quijoteen los siglos XVIII y XIX y efectúa consideracionesmuy inteligentes sobre el valor de la novela cervantina (pp. 40, 104, 105, 106-107, etc). AsimismoCervantes aparece constantemente en Valera o la ficción libre(Madrid: Gredos, 1957) donde seencuentran afirmaciones como las siguientes: «Sería erróneo, empero, creer que Morsamores mera-mente un hacinamiento de todo el saber noticioso que atesoraba la memoria de Valera. Respondecomo ninguna otra a aquel concepto de novela en libertad que defendió toda su vida, el más fiel ala fórmula cervantina que justificaba las novelas, aun de caballerías y aventuras, por el ‘sujeto queofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse…, porque daban largo y espaciosocampo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentas,

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reencuentros y batallas’» (p. 184). Evidentemente, quien escribe esto tiene metido el Quijoteen lacabeza.

193Alonso Zamora Vicente, «La literatura», Pedro Laín Entralgo (Coordinador y prologuista),Los estudios de un joven de hoy, Madrid: Fundación Universidad-Empresa, 1982, pp. 188-189.

194 Discípulo directo de Menéndez Pidal, en 1911 obtiene la Cátedra de Lengua y LiteraturaEspañolas en la Universidad de Oviedo, de donde se traslada a la de Salamanca en 1915, labores quecompatibiliza con la de agregado del Centro de Estudios Históricos y Director de la Residencia deEstudiantes. En 1916 empiezan sus viajes a la Universidad de Columbia (Nueva York) donde seencarga de organizar los estudios hispánicos, en alza después de la segunda guerra mundial, lo quele lleva a pedir en 1921 la excedencia en la universidad española e instalarse definitivamente en losEstados Unidos. Poco recordadas hoy, a él se deben algunas páginas interesantes sobre Cervantesque se encuentran recogidas en el volumen que la Universidad de Puerto Rico publicó en 1955 conla mayor parte de sus trabajos: Federico de Onís, España en América. Estudios, ensayos y dis-cursos sobre temas españoles e hispanoamericanos, Santander: Ediciones de la Universidad dePuerto Rico, 1955, 854 pp. Cabe destacar el capítulo «Cervantes» (pp. 317-339), que había apare-cido anteriormente como estudio preliminar a su edición del Quijote(Buenos Aires: W. M. Jackson,1948, t. 1, pp. VII-XXXVII). También interesa el capítulo «Concha Espina» (pp. 531-534) donderecoge su introducción a la edición americana del libro de Concha Espina Mujeres del Quijote(ed.de W.M. Becker, Boston: Heath, 1931). De la etapa en Puerto Rico se conserva todavía el recuerdode sus enseñanzas en el hoy Seminario Federico de Onís. Un libro bien conocido entre los cervan-tistas como el de Carlos Varo, Génesis y evolución del «Quijote» (Madrid: Ediciones Alcalá, 1968),está inspirado en buena medida en las enseñanzas de Federico de Onís. Agradezco al Dr. AguirreVega su amabilidad al proporcionarme diversos datos sobre la labor de Onís en Puerto Rico.

195 Más ocupado por otras épocas y problemas de nuestra literatura, Lloréns publicó un exce-lente estudio sobre el Quijote hoy poco recordado: «Don Quijote y la decadencia del hidalgo»,Aspectos sociales de la Literatura Española, Valencia: Castalia, 1974, pp. 47-66.

196 Véase Anthropos, 98-99 (1989), p. XII.197 Es muy interesante a estos efectos consultar el volumen de Américo Castro Semblanzas y

estudios españoles(Madrid - Princeton: Ediciones Ínsula, 1956), donde se incluye la nómina de dis-cípulos americanos de Castro. Cfr. asimismo Vicente Lloréns, «Américo Castro: los años de Prin-ceton» [1971], Aspectos sociales de la Literatura Española, Valencia: Castalia, 1974, pp. 163-180.Por otra parte, no creo necesario recordar aquí los trabajos cervantinos, sobradamente conocidos, deGilman, Durán o Buketoff Turkevich.

198 Véase Rafael Lapesa, «Mi recuerdo de Amado Alonso», VV. AA., Estudios de Literatura yLingüística Españolas. Miscelánea en honor de Luis López Molina, Lausanne: Sociedad de EstudiosHispánicos, 1992, p. 330.

199 Además de numerosas referencias sueltas al Quijote que se pueden encontrar en su librofundamental Materia y forma en poesía(Madrid: Gredos, 1955), Amado Alonso dedicó tres trabajosal Quijote: dos incluidos en el mismo libro («Cervantes», pp. 187-192 y «Don Quijote no asceta,pero ejemplar caballero y cristiano», pp. 193-229); y un tercero, «Las prevaricaciones idiomáticasde Sancho Panza» que apareció en la NRFH (2, 1948, pp. 1-20).

200 No dispongo ahora del espacio necesario para analizar los estudios sobre el Quijote deCasalduero, autor de uno de los cuerpos de exégesis cervantina más amplio y sugerente del sigloXX; véase como primera aproximación el trabajo de Gonzalo Sobejano, «La obra crítica de JoaquínCasalduero», VV. AA., Homenaje a Casalduero. Crítica y poesía, Madrid: Gredos, 1972, pp. 453-469.

201 Dámaso Alonso, «El hidalgo Camilote y el hidalgo don Quijote» [1933-1934], Del Siglo deOro a este de siglas, Madrid: Gredos, 1962, pp. 20-28; «Sancho-Quijote, Sancho-Sancho» [1950],Del Siglo de Oro a este de siglas, Madrid: Gredos, 1962, pp. 9-19; La novela cervantina[1969], enModesto López Otero, Emilio Lorenzo, Dámaso Alonso y Federico Mayor Zaragoza, Lecciones dearquitectura, lengua, literatura y ciencia, Santander: UIMP, 2000, pp. 87-133.

202 Rafael Lapesa, «Aldonza-Dulce-Dulcinea» [1947], De la Edad Media a nuestros días,Madrid: Gredos, 1967, pp. 212-218; «Góngora y Cervantes: coincidencia de temas y contraste deactitudes» [1965], De la Edad Media a nuestros días, Madrid: Gredos, 1967, pp. 219-241; «Comen-tario al capítulo 5 de la Segunda Parte del Quijote», VV. AA., Actas del III Coloquio Internacionalde la Asociación de Cervantistas, Barcelona: Anthropos, 1993, pp. 11-21. También debe tenerse encuenta su Historia de la lengua española, Madrid: Gredos, 1980, 8ª ed.

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203 Manuel de Montoliú, Vida de Cervantes, Barcelona: I. G. Seix & Barral Herms., S. A.editores, 1930, 5ª edición; eiusdem, Tríptico del «Quijote»,Barcelona: Cervantes, 1947; eiusdem,Manual de Historia de la Literatura Castellana, Madrid, 1947, 2ª ed. («El genio de la novela. Cer-vantes», pp. 358-396, «Conclusión», pp. 850-863 y «Apéndice: Cervantes y Ariosto», pp. 864-868).

204 Madrid: Prensa Española, 1968. También es autor del capítulo «Perfil ideológico de Cer-vantes» incluido en la Suma cervantinacompilada en 1974 por J. B. Avalle-Arce y E. C. Riley(Londres: Támesis Books, pp. 233-272).

205 Véase Pablo Jauralde Pou, «Cervantes and the Spanish Philological School», Anne J. Cruzy Carroll B. Johnson, eds., Cervantes and His Postmodern Constituencies, New York and London:Garland Publishing Company, 1999, pp. 110-111.

206 «Esto no viene sino a comprobar desde un punto de vista estrictamente literario lo queAmérico Castro ha probado desde el plano del pensamiento al estudiar el de Cervantes en un exce-lente libro», Dámaso Alonso, La novela cervantina, lección de clausura del curso académico 1969de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Ahora recogido en Modesto López Otero, EmilioLorenzo, Dámaso Alonso y Federico Mayor Zaragoza, Lecciones de arquitectura, lengua, literaturay ciencia, Santander: UIMP, 2000, p. 93. Asimismo, es muy ilustrativa e interesante a este respectola cita de Alonso Zamora Vicente transcrita más arriba, apartado 1.10.

207 Madrid: Renacimiento, 1930, pero publicado ya antes.208 México: Hermes, 1947. Se trata de una edición abreviada: «Reducción de la inmortal obra

hecha por Ramón Gómez de la Serna» dice la portada. Véase también Luis López Molina, «RamónGómez de la Serna frente al Quijote», Irene Andrés Suárez, y otros, Huellas del Quijote en lanarrativa española contemporánea, vol. Monográfico de Cuadernos de Narrativa, I, 1995, pp. 55-66.

209 Véase Fernando Salmerón, ed., Los estudios cervantinos de José Gaos, México: El Colegiode México, 1994 («Los estudios cervantinos de José Gaos», pp. 3-50) y Alberto Sánchez, «Cer-vantismo y quijotismo de León Felipe», Anales Cervantinos, XXII (1984), pp. 181-198.

210 Véase por ejemplo Margarita Smerdou Altolaguirre, «Cervantes en la Generación del 27(Esbozo de un libro)», VV. AA. Actas del II Coloquio Internacional de la Asociación de Cervan-tistas, Barcelona: Anthropos, 1991, pp. 273-279; Ana Rodríguez Fischer (pres. y sel.), Miguel deCervantes y los escritores del 27, Barcelona: Anthropos, 1989.

211 Véase Francisco Florit Durán, «Pedro Salinas y el Quijote», Homenaje al profesor Antoniode Hoyos, Murcia: Real Academia Alfonso X el Sabio, 1995, pp. 183-189.

212 Javier Yagüe Bosch, «Dos episodios de Don Quijoteen Aire nuestrode Jorge Guillén»,Criticón, 53 (1991), pp. 7-55; Francisco Florit Durán, «Jorge Guillén y su Homenajea los clásicosdel Siglo de Oro», Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco, eds., La claridad en elaire. Estudios sobre Jorge Guillén, Murcia: Caja Murcia, 1994, pp. 175-189; Margarita SmerdouAltolaguirre, «Cervantes, Guillén y otros poemas», VV. AA., Jorge Guillén: el hombre y la obra,Valladolid: Universidad de Valladolid, 1995, pp. 499-503; Almudena del Olmo Iturriarte, «JorgeGuillén y el Quijote: la dimisión de Sancho», Actas del III Congreso Internacional de la Asociaciónde Cervantistas, Palma de Mallorca: Universidad de las Islas Baleares, 1998, pp. 689-708; ElizabethMatthews, «Heroic Vocation: Cervantes, Guillén and Noche del caballero», Modern LanguageReview, 93, 4 (1998), pp. 1021-1033.

213 Ob. cit., p. 5.214 Leo Spitzer, «Perspectivismo lingüístico en el Quijote», Lingüística e historia literaria,

Madrid: Gredos, 1955, pp. 161 y 178-180.215 Manejo la traducción al castellano, México: Fondo de Cultura Económica, 1950.216 Ob. cit., pp. 314-339.217 Véase Anthony J. Close, «La crítica del Quijotedesde 1925 hasta ahora», art. cit., p. 319.218 Erich Auerbach, ob. cit., p. 339.219 Véase las referencias completas y comentario en José Montero Reguera, El «Quijote» y la

crítica contemporánea, ob. cit., pp. 82-3, 93, 104, 119-120, 248 y 257. Asimismo, pueden consul-tarse los siguientes trabajos generales sobre Auerbach y su acercamiento al Quijote: Maria Augustada Costa Vieira, «A Dulcinéia encantada de Auerbach e Dom Quixotede Cervantes», Anuario Bra-sileño de Estudios Hispánicos, 4 (1994), pp. 131-140 y David Damrosch, «Auerbach in Exile»,Comparative Literature, 47 (1995), pp. 97-117.

220 El «Quijote» como obra de arte del lenguaje[1927], Madrid: CSIC, 1966, 2ª ed. Cfr.Anthony J. Close, «La crítica del Quijotedesde 1925 hasta ahora», ob. cit., pp. 320-321.

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221 Firenze: Le Monnier, 1938, 446 + 430 pp. 222 Véase José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, ob. cit., pp. 32-35223 Alexander A. Parker, «Don Quixoteand the Relativity of Truth», Dublin Review, 220

(1947), pp. 28-37 y «El concepto de verdad en el Quijote», RFE, 32 (1948), pp. 287-305. A la zagade Parker seguirán trabajos de Peter Rusell, Anthony Close, etc. suficientemente conocidos. Cfr.José Montero Reguera, El «Quijote» y la crítica contemporánea, ob. cit., pp. 106-115.

224 Javier Herrero, «Dulcinea and her Critics», Cervantes, II, 1 (1981), p. 31. 225 Madrid: Espasa-Calpe, 1943.226 RFE, XXXII (1948), p. 559.227 RFE, XXXII (1948), p. 560.228 Véase Joaquín Arrarás, «Crónica del IV Centenario de Cervantes», RFE, XXXII (1948), pp,

537-592.229 José Manuel Martín Morán da cumplida información de todo ello en su contribución a este

IV CINDAC. Véanse asimismo mis Consideraciones previas.

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