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CENTINELA DEL SENDERO Jorge Donato Rosendo

Centinela Del Sendero 1

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CENTINELA DEL SENDERO

Jorge Donato Rosendo

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La antigua Unión Soviética, en su ardua carrera por conseguir los mayores logros aeroespaciales y posicionarse por delante de EE.UU. en la carrera espacial durante la guerra fría, construyó sobre las desérticas estepas rusas la primera y mayor base de lanzamientos del mundo.

La apertura de la base se realizó el 2 de junio de 1955. En un principio, sirvió para realizar el lanzamiento de cohetes balísticos intercontinentales R7 que poseían la capacidad de transportar carga termonuclear a una distancia de 10.000 kilómetros.

Pronto la base fue utilizada para los primeros ensayos del programa espacial y, en los siguientes años, el cosmódromo de Baikonur se convirtió en el núcleo central de los éxitos del ser humano por conquistar el espacio exterior.

Desde Baikonur fue catapultado al espacio el Spútnik, primer satélite artificial terrestre; fue puesto en órbita el primer ser vivo, la famosa y trágicamente fallecida perra Laika, también el primer gran logro del ser humano en el espacio con la puesta en orbitar de Yuri Gagarin, y fue mudo testigo de tragedias como la del Soyuz XI donde fallecieron en la reentrada a la Tierra sus tres tripulantes.

Baikonur es una estricta base militar que, a pesar de que en la actualidad se encuentra ubicada sobre suelo de Kazajistán, su administración y control sigue estando en poder de Rusia.

Tan rígido y estricto es el control dentro del cosmódromo que, incluso la mujer del cosmonauta Gagarin, se enteró de que su marido había sido lanzado al espacio después de que la misión hubo concluido con éxito.

Desde el inmenso Baikonur se han realizado más del cincuenta por ciento de los lanzamientos espaciales mundiales y actualmente sigue siendo un referente en tecnología aeroespacial y punto de conexión con la Estación Espacial Internacional.

En las noches kazajas, cuando el frío escarcha el aliento y el firmamento muestra su gloriosa patria de estrellas palpitantes, un brilloso manto de centelleos lumínicos hace acto de presencia cruzando las heladas estepas que rodean el cosmódromo.

La estela luminiscente serpentea y parece incluso bailar sobre el cielo, causando asombro y pavor en aquellos ojos poco acostumbrados a tan extraño fenómeno nocturno.

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Pero nada hay de misterioso o enigmático en la presencia de las estelas que se aprecian en el firmamento. Son el resultado de la ionización de los gases desprendidos por los motores de los cohetes espaciales lanzados desde el cosmódromo de Baikonur y que, al mezclarse con las bajísimas temperaturas y el seco ambiente reinante, crean formas dispares alrededor de la silueta del fuselaje de las naves espaciales.

Este singular fenómeno se ha podido observar de igual manera en otros lugares del mundo que poseen las mismas condiciones climáticas, como por ejemplo Canadá o en los cielos nocturnos del mar Báltico.

Precisamente sobre las aguas del Báltico, en el espacio aéreo de Noruega, ocurrió en el año 2009 el conocido como el “incidente espiral”, causante de todo un complejo enfrentamiento diplomático de elevada tensión entre Rusia y Noruega. En esta ocasión se supo que el extraño fenómeno en espiral que se pudo observar sobre el cielo nórdico, fue la

estela dejada por un misil de pruebas balístico lanzado por un submarino soviético.

La disputa entre ambos países por el control de las congeladas aguas bálticas, congeló también la diplomacia entre ambos países.

Sin lugar a dudas el espectáculo en las heladas noches es maravilloso y salpica la monótona y fría penumbra de color y belleza.

A 200 kilómetros del agónico mar de Aral, el cosmódromo de Baikonur, sigue albergando el rugir furioso de las moles espaciales, y las estelas luminosas que se forman en pos de los cohetes espaciales, deja sin habla por su espectacularidad y rareza a todo aquel que observa tan mágico fenómeno.

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J.J.D.R.

Hubo una época en la que se juzgaba y condenaba a la gente por considerarlas vampiros. Hubo una época en la que oscuridad y miedo eran palabras que dormitaban tras la niebla del desconocimiento y la sugestión. Hubo una época en la que si eras señalado como vampiro o ente maligno, después de sufrir tortura y ser ajusticiado, el cuerpo cadavérico era profanado hasta asegurarse de que no volvería a beber la sangre de nadie nunca más.

En la vieja Europa, sobre todo en la zona de los Balcanes, la creencia en la figura del vampiro estuvo firmemente arraigada en la sociedad. Tal es así que muchos cementerios de ciudades europeas están sembrados de tumbas sin nombre sobre las cuales frases lacónicas y terribles indican que bajo la tierra yace el cuerpo de un vampiro.

Celakovice es una localidad de la República Checa cercana a la hermosa Praga y ubicada en la margen izquierda del río Elba. Antigua fortaleza medieval de la región de Bohemia, la huella histórica de su emplazamiento, según escritos hallados, se remonta hasta el 1290 de nuestra era. El arte gótico impregna sus calles. La vieja muralla acoge antiguos molinos y su iglesia y los edificios más emblemáticos fueron reconstruidos desde el siglo XVI logrando preservar el casco histórico del deterioro sufrido por el paso de los siglos.

Las prospecciones arqueológicas en esta localidad dieron como resultado el descubrimiento en 1997 de un lugar que llamó poderosamente la atención del arqueólogo Jaroslav Paçek al descubrir catorce sepulturas que habían sido profanadas y sus cuerpos habían sido expuestos a todo tipo de rituales supuestamente para evitar que volviesen a la vida.

Algunos cráneos habían sido atravesados con clavos de hierro, otros aparecieron con la zona pectoral atravesada por enormes picas de madera y, sin salir de aquel macabro enterramiento, se hallaron cuerpos cuyas bocas habían sido selladas clavándoles grandes cuchillos o cerrándolas a base de piedras.

Con este descubrimiento se confirmó el hallazgo del primer cementerio exclusivo de hombres y mujeres acusados de ser vampiros.

El temor a la resurrección de los cuerpos de aquellas personas consideradas malignas en vida, provocó todo tipo de rituales sobre los supuestos vampiros.

Sellando sus bocas, atravesando el corazón con estacas de madera o destrozando sus cráneos, se pensaba que el muerto no podría volver de ultratumba y seguir matando o bebiendo la sangre de sus víctimas.

Hace escasos meses un nuevo descubrimiento arqueológico saltó a las portadas de los principales medios de comunicación del mundo. En la

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ciudad Búlgara de Sozopol, a orillas del mar negro, el afamado y prestigioso arqueólogo Bozhidar Dimitrov, halló un enterramiento a todas luces misterioso a la par que terrorífico.

El tórax de un esqueleto apareció atravesado por una gran vara de hierro junto al cuerpo de su esposa. El hallazgo ha sido datado entre los siglos VIII o IX y según los expertos, cuando la población creía se hallaba ante un ente maligno o considerado vampiro, una vez muerto se le atravesaba el corazón con una vara de hierro con el objeto de que el peso del metal presionara el cuerpo y no pudiese volver a la vida.

Investigaciones posteriores saldaron las dudas sobre la identidad de este cadáver. Se trataba de Krivich, famoso pirata apodado el encorvado, quizás responsable de la construcción de la fortaleza de Sozopol o tal vez fue uno de sus señores feudales.

Al parecer fue un hombre muy inteligente y su sabiduría quizás fue lo que le promulgó su mala reputación. No olvidemos que en época medieval, sobretodo bajo la influencia del poder ejercido por la iglesia cristiana, todo aquel que dijese o hiciese algo que escapase a la comprensión del clero terminaba siendo acusado de hereje, brujo, vampiro, endemoniado, y su cuerpo en el mejor de los casos era quemado en la hoguera o bien ejecutado públicamente y después profanado como ya hemos visto.

En los últimos años han aparecido numerosas tumbas con sus inquilinos destrozados a causa de rituales de todo tipo. El miedo generalizado y la creencia en seres demoníacos tuvieron una gran repercusión en la historia medieval. Posteriormente, con la aparición en escena de macabros criminales que saciaron sus más perversos deseos con la sangre de sus víctimas, la lista histórica de desalmados sicópatas bebedores de sangre es elevadísima.

Guilles de Laval varón de Rais, quién fue protector de Juana de Arco, antes de inmolar a decenas de niños les procuró todo tipo de heridas para poder beber su sangre. Elizabeth Bathory, en el condado de Nyitra en Hungría, mostró el mayor de los sadismos junto con su séquito de doncellas enloquecidas matando y desangrando vírgenes, llegando a bañarse con la sangre de sus víctimas para conseguir mayor blancura en su piel y alcanzar la juventud eterna. Fritz Haarman, más conocido como el vampiro de Hannover, a comienzos del siglo XX asesinó a más de veinticuatro personas a mordiscos y sus cuerpos terminaron descuartizados y vendidos como carne. John George Haigh, Ed Gein,

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Vicent Verzeni o Peter Kurten, este último apodado el vampiro de Duserdölf, cometieron las más horribles barbaridades asumiendo un rol común, todos ellos sentían una necesidad imperiosa de beber la sangre de sus víctimas. Ésa necesidad patológica les estimulaba sexualmente y en muchos casos les llevaba a convertirse en auténticos caníbales o necrófilos empedernidos.

Pero sin lugar a dudas el personaje que pasó a la historia como auténtico vampiro gracias a la popularidad que le otorgó la novela de Bram Stoker, fue Vlad III, Vlad Dräculea, príncipe de Valaquia (actual sur de Rumanía) y apodado tepes (empalador), por su adicción a emplear esta técnica de tortura y muerte contra sus adversarios, a los que llegó a empalar, según cifras que se manejan, entre 40.000 y 100.000 personas en siete años de reinado.

Volviendo a los enterramientos de supuestos vampiros, historiadores y arqueólogos debaten sí la profanación de los cuerpos era para evitar que se convirtiesen en vampiros una vez muertos, o si por el contrario se trataban de personas consideradas vampiros en vida y una vez muertos se les realizaban los rituales para evitar que pudieran revivir.

Fuera como fuese, la realidad nos muestra un periodo oscuro y tétrico de nuestra historia que, a todas luces, marcó la senda de populares leyendas y relatos sobre licántropos, vampiros, brujas, aquelarres y auténticas orgías de sangre y dolor en la vieja y sórdida Europa medieval.

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J.J.D.R Cerca de Riga (Letonia), a unos 55 kilómetros, se encuentra la localidad trimilenaria de Sigulda, perteneciente a la región de Livonie, conocida como la “Suiza letona”. Sigulda se esconde bajo un espeso manto verde de exuberante vegetación, tan sólo reconocible en la distancia, gracias a la espigada silueta del torreón de su castillo medieval construido en 1214 por los livonios y cuyo nombre es Turaida. El valle del Guaja, pulmón gigante Letón, oxigena el paisaje, bello y hermoso, que atraviesa el río de mismo nombre, culebreando alrededor de las inmediaciones de Sigulda, refrescando, aún más, el espeso frío reinante. Y es el frío y, no otro, el protagonista del extraordinario fenómeno que aparece en los cielos de Sigulda, ocasionalmente, para regalarnos uno de los espectáculos más curiosos y extraordinarios que en los cielos podemos ver. Aunque no es nada habitual, cuando el aire impasible no se mueve y el frío intenso crea pequeños cristales de hielo, la luz al refractar sobre ellos, crea inmensos pilares que ascienden hacia el cielo rodeados de bellos colores. Al llegar a las capas más altas del firmamento, las formaciones se difuminan libremente, decorando el lugar, imaginarias columnas terminadas en capiteles asombrosos bajo el cielo Letón. Estas creaciones naturales, asemejan enormes plantas que emergen de la tierra y se elevan hacia el firmamento floreciendo en lo más alto. Es ésta variación de dibujo atmosférico, en las alturas del cielo, lo que representa para los investigadores serías dudas. La teoría más plausible para entender la figura final de luz que se expande en todas direcciones, es que los cristales de hielo son movidos en las capas más altas por ráfagas de aire, que hace que se diseminen y se creen los capiteles que parecen sujetar el cielo de Sigulda. Pocas veces podremos ser testigos de espectáculos más curiosos y extraños. El hombre que tomó las fotografías el 28 de diciembre de 2008, Aigar Truhin, estaba acompañado aquel día de su hijo pequeño. Asombrado, el muchacho al ver tamaño espectáculo, exclamó horrorizado; ¡Los alienígenas están llegando!

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J.J.D.R. Se oscurece el cielo retorciéndose sobre sí mismo al tiempo que sacude y derrama el agua que transportan las grisáceas nubes. En un abrir y cerrar de ojos, el sol desaparece y el mar se torna oscuro a la vez que diabólicas olas rompen furiosas sobre el tapiado rocoso que protege la playa. Una caverna natural situada en medio del mar es incapaz de expulsar la repentina fuerza de la tormenta comenzando a repeler el agua con forzados remolinos estridentes que colapsan la caverna submarina. Minutos después, la estampa plácida de un mar en calma deja paso a un espectáculo extraño a la par que maravilloso. El torrente espumoso entra y sale con una furia inusitada formando corrientes extremas que golpean sin compasión la playa, y es conveniente alejarse del entorno ocasional formado cerca de la caverna submarina, si no se quiere correr el riesgo de ser tragado y devorado por en el agujero marino. Este curioso espectáculo natural conocido popularmente como el pozo de Thor o cuerno Spouting, puede ser observado en la costa del cabo Perpetua en el condado de Lane en Oregón (EE.UU.). Este hermoso rincón del mundo se ha convertido en lugar predilecto de los amantes de la fotografía. Existe un alto riesgo de ser succionado por la fuerza del agujero marino que se nutre de las corrientes que llegan desde tres lugares diferentes del océano pacífico. Ha habido incluso quién ha perecido sal ser arrastrado por la fuerza del mar cuando trataba de acercarse lo máximo posible para tomar la más arriesgada foto del lugar. Tras una jornada tormentosa llega la calma. En ése preciso momento, cuando el atardecer se posa lentamente y el sol comienza a ocultarse tras la línea del horizonte, la naturaleza nos brinda la oportunidad de contemplar la mágica diapositiva de mil colores fundidos en el firmamento al llegar el ocaso. A escasos tres kilómetros del espectacular pozo de Thor hay un recinto de visitantes al sur de Yackats, de donde parten pequeñas embarcaciones en busca de otro sensacional espectáculo, el avistamiento de las formidables ballenas grises.

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El Pozo de Thor es un lugar poco conocido y transitado. Llegar a la playa es fácil, pero si se quiere disfrutar del fenómeno marino, es imprescindible hacerlo en época invernal y con la marea alta. En esta ocasión, un nuevo sendero transita por la costa americana entre rocas, espuma y sal, guiándonos tras el ruido ensordecedor del mar hasta la entrada del pozo de Thor, donde la bravura titánica del mar colapsa la playa y hace que ruja con furia la garganta del mismísimo Poseidón.

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Alfredo Rodriguez nació en 1954 en la enorme ciudad de Tépic, capital del estado Mexicano de Nayarit. A la edad de seis años recibió por navidad un regalo muy especial. Teniendo en cuenta que sus padres apenas podían dar de comer a sus nueve hijos, recibir un cuaderno de dibujo y dos lapiceros fue como poseer un inmenso tesoro inesperado.

El propio Alfredo cuenta cómo las hojas de aquel cuaderno de dibujo a penas le duraron unos pocos días, mientras sus padres veían que un don especial guiaba la mano de su hijo mientras pintaba negro sobre blanco.

Tras aquella navidad, pobre en lo material pero tan rica en sueños e ilusiones, Alfredo Rodriguez supo que dedicaría su vida al arte y la pintura.

Acometiendo un esfuerzo económico grandísimo, pero anteponiendo las visibles cualidades artísticas de Alfredo a otras cuestiones, sus padres decidieron llevar a su hijo ante el afamado pintor mexicano Santiago Rosas. Por diez pesos la hora el joven Alfredo recibió de Rosas seis lecciones que servirían para fundamentar su base artística. Sólo seis lecciones. Sus padres no pudieron permitirse más.

El uso de las tonalidades y colores, la composición artística, las mezclas y la resolución de los problemas de perspectiva, fueron la base que en tan sólo seis horas cambiaron la vida del joven muchacho.

A los catorce años ya dibujaba y retrataba con maestría y con sus trabajos ayudaba a sus padres económicamente. Se puede decir que fue en aquella época cuando comenzó su carrera profesional.

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Desde 1968 hasta hoy día, de forma totalmente autodidacta, Alfredo Rodriguez no ha parado de pintar y sus cuadros, son hoy día un referente del estilo hiperrealista que cuelga en las paredes de galerías y museos del mundo.

Asentado en el condado de Riverside, concretamente en la ciudad de Corona en el Estado de California (EE.UU), es miembro de la prestigiosa asociación americana “Indians and Cowboy Artists”. El resultado de este nombramiento, reside en la influencia de su obra sobre el mundo y la vida cotidiana de los moradores del oeste americano.

Sus cuadros reflejan el día a día de las diferentes tribus indias que poblaron las llanuras y montañas del los estados unidos de América. Tramperos, cazadores, buscadores de oro, todos enmarcados en bellos paisajes han sido pintados por Alfredo con gran talento y realismo.

Para pintar sus cuadros y retratos, ha pasado mucho tiempo en compañía de tribus americanas como Navajos o Sioux, a los que ha retratado con maestría después de primero tener que ganarse su complicidad y confianza.

Como parte de su método de trabajo utiliza viejas fotografías e ilustraciones antiguas que le sirven de guía artística para diseñar en su mente composiciones ya no posibles por desaparecidas.

Alfredo Rodriguez se ha ganado el respeto de los miembros de las diferentes tribus residentes en sus antiguas reservas americanas. Tal es así que, después de algún tiempo de recelo, los Lakota Sioux en una

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espléndida ceremonia, le aceptaron como uno más de ellos y sienten que su obra es altamente respetable y digna para con su pueblo.

Su dominio de la técnica es exquisito. El color y las tonalidades de sus cuadros son excelentes, rasgando la realidad fotográfica con suma viveza en sus retratos, y consiguiendo gran detalle en sus trabajos paisajísticos, que resplandecen bajo el pincel del artista mexicano.

Sus obras del oeste americano son mundialmente conocidas y han ilustrado grandes obras literarias. Está considerado el artista que mejor sabe plasmar en lienzo la vida de los pobladores de las montañas americanas.

Ha expuesto obras en Autry Museum de los Ángeles (California), en el Heritage Gallery de Scottsdale de Arizona, en Jackson Wyoming, así

como en el Museum Boulder de Colorado y el Booth Museum de Georgia.

Ha viajado por Europa en un viaje de búsqueda y visualización de las técnicas empleadas por los grandes genios de la pintura tras un proceso de aprendizaje autodidacta digno de elogiar, acompañado en todo momento de la música de Chopin, de quién se jacta ser un auténtico admirador y con quién comparte musas a la hora de componer sus cuadros.

El don de algunos, representa la magia de todos. Por ello pienso que el don que reside en el pincel del artista mexicano Alfredo Rodriguez, es un canto a todos aquellos hombres o mujeres que un día cualquiera de sus vidas, hallaron esa chispa que prende el motor de sus vidas y hace posible que nos regalen la oportunidad de contemplar la belleza de su increíble arte.

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Templos nubios golpeados por el látigo de Ra, desgarrados por milenios de tormentas y vientos de árido desierto; muros dormidos tras el éxtasis glorioso de colosales efigies e imperios dorados, tuvieron que ser rescatados y alojados en nuevas moradas para evitar que fuesen sumergidos por las eternas aguas del río Nilo.

Los antiguos faraones construyeron sus colosales templos divinos en los márgenes del Nilo. El río de la vida, causa y efecto de la creación de uno de los imperios más grandes y magníficos de la historia de la humanidad, fertilizaba las prósperas tierras egipcias y sus cultivos posteriormente cubrían los graneros del gran pueblo del desierto.

Pero el río podía dar tanto como quitar y anualmente sus enormes crecidas anegaban las tierras destruyendo las cosechas o, en otras ocasiones, el río decrecía tanto su caudal por causa de la sequía, que

daba lugar al hambre del pueblo.

En definitiva el Nilo fue, en época antigua, mecenas de abundancias acuíferas al igual que húmeda culebra que desaparecía del entorno camuflada entre áridas mesetas.

En sus márgenes se elevaron templos de grandes dimensiones como el de Abu Simbel, mandado construir por el gran Ramsés II para conmemorar su idealizada victoria sobre el pueblo Hitita cuyas huestes estaban dirigidos por el gran Muwatallis en la batalla de Qadesh.

Un enorme templo fue erigido junto al Nilo. Cuatro estatuas

sedentes representando al gran faraón Ramsés II presiden la entrada al recinto cuya fachada tiene 33 metros de altura por 38 de ancho y cada estatua, siluetas de 20 metros sacadas literalmente de la roca de la montaña, terminaron sepultadas con el paso de los siglos por pesadas dunas de fina arena.

El otrora gran templo de culto al propio faraón Ramsés II pasó inadvertido junto a un segundo templo más pequeño en honor de su esposa Nefertari.

Este periodo duró mucho tiempo, concretamente hasta la llegada en 1813 del explorador suizo Johann Ludwig Buckhar-también re descubridor de la mítica y mágica Petra en Jordania-, quién lo puso en conocimiento del explorador Giovanni Belzoni, el hombre que finalmente los rescató de la prisión de arena donde llevaban sepultados cerca de 3000 años.

Las aguas provenientes de Uganda y Sudán desbordaban el bajo Nilo en verano causando enormes pérdidas agrícolas en la región. Las cosechas

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se perdían y la población pasaba hambre. El gobierno egipcio tomó la decisión de construir una presa y las obras comenzaron en el año 1899, titánica construcción que daría como resultado la primera presa de Asuán concluida tres años después.

El peligro de desborde no cesó, teniendo que aumentarse la altura de los muros de la presa en 1912 y 1933, y otra vez más en 1946 tras llegar las aguas a límites increíbles. Ante una situación que se tornó compleja y delicada, había que construir una segunda presa 8 kilómetros río arriba para dar definitiva solución al problema de las crecidas del Nilo.

Al construir la nueva presa de Asuán, entre la primera y la segunda se crearía un inmenso lago (Nasser), que de no remediarlo inundaría los templos apostados en las orillas del río.

Expertos y conservacionistas sabían que la futura preservación de los templos en las mejores condiciones posibles pasaba por tomar decisiones de carácter urgente que lograsen finalmente poner a salvo la salud de los milenarios templos egipcios.

Por todo ello se preparó una convención internacional en la que expertos, arqueólogos, técnicos y arquitectos patrocinados por la UNESCO propusiesen un plan de rescate para los templos en peligro.

Después de debatir entre varias opciones plausibles se determinó por mayoría que la más eficaz y rápida forma de trasladar los templos a una nueva y segura ubicación era tratarlos como un gigantesco rompecabezas, seccionando pieza a pieza los templos y reubicándolos en su nuevo emplazamiento en su posición original.

Las obras comenzaron en 1964 y duraron 4 años con un coste de 36 millones de dólares. La nueva ubicación geográfica apenas distaba 200 metros, pero eso sí, 65 metros por encima de la ubicación original, totalmente fuera de peligro.

No todos los templos pudieron ser salvados y algunos hoy día permanecen sumergidos bajo las aguas hasta que algún día exista la tecnología adecuada para poder rescatarlos del fondo.

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La mayor de las tareas resultó lógicamente el traslado de los templos de Abu Simbel. Lo primero que se hizo fue construir diques de contención alrededor de los dos templos y sujetar con enormes vigas las fachadas principales y edificar grandes cúpulas de descarga en su nuevo lugar de asentamiento.

Los bloques superiores fueron los primeros en ser cortados y también fueron los que más ralentizaron el trabajo. Las piezas fueron trasladadas a naves especiales donde fueron almacenadas y numeradas para su posterior colocación. Una vez que los templos estuvieron completamente diseccionados comenzó la reconstrucción en su nuevo lugar. Para unir los bloques se utilizó una mezcla de polvo de piedra arenisca y colorante de la misma tonalidad de los bloques, además de cemento blanco y cal viva para lograr mayor fijación.

A pesar de que se estudió concienzudamente la ubicación original de los templos para reconstruirlos tal y como estaban, un posible error de cálculo dejó el santuario de Ramsés sin una de sus mayores argucias de ingeniería antigua.

Dos veces al año el sol penetraba en la cámara de culto iluminando las representaciones de Amón, Ra y Ramsés, concretamente los días 21 de febrero y 21 de octubre, fechas del nacimiento y coronación del faraón. Actualmente la fecha sufre un día de retraso que, según los expertos, puede deberse al desplazamiento acumulado del trópico de cáncer durante 3280 años, desplazando las fechas un día, esto es, 22 de octubre y 20 de febrero.

El pueblo egipcio quiso premiar la ayuda inestimable de los países participantes en tan ardua tarea regalando algunos templos que actualmente se pueden visitar en diferentes países del mundo, como es el caso del templo de Debod cuyos muros se exhiben en el Parque del Oeste de Madrid.

La unión de un buen número de países consiguió salvar muchos templos de gran valor histórico y cultural, legado humanístico de milenios de antigüedad que podrán disfrutar y estudiar a fondo nuestras generaciones venideras.

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J.J.D.R. Yellowstone es un “supervolcán” cuya primera erupción tuvo lugar hace dos millones de años, volviendo a escupir fuego y cenizas hace aproximadamente un millón de años. Los expertos afirman que, calculando la periodicidad con la que ha actuado el volcán (600.000 a 700.000 años), el momento de la siguiente gran y apoteósica erupción está cada vez más cerca. Ubicado al noroeste del estado de Wyoming (USA), Yellowstone encierra dentro del parque, dos tercios de los géiseres del planeta, unos 200, además de 10.000 fuentes termales repartidas por cada rincón de la reserva nacional. De los muchos y bellos géiseres que se pueden contemplar en Yelowstone, hay uno en particular que llama la atención del excursionista por sus bellos y llamativos colores, y es conocido como Morning Glory Pool, que traducido sería “piscina, gloria de la mañana”. La historia de tan particular nombre, viene dada por la Sra. E.N MacGowan, esposa del responsable del parque en 1883, el señor Charles McGowan. La observadora señora McGowan, relacionó la silueta del

estanque termal con una flor conocida como Gloria de la mañana, y comenzó a llamar así al géiser. En el año 1889 tanto los guías del parque como guardas y responsables de mantenimiento, popularizaron el nombre que perdura hasta el día de hoy. Los colores del géiser pasan del rojo al azul y del azul al amarillo, debido a su composición de algas, y a

las bacterias temófilas y cianobacterias que viven dentro. The Morning Glory Pool ha estallado alguna vez como géiser, aunque es poco habitual. Cuando a sucedido, normalmente ha sido provocado por un movimiento sísmico o pequeños temblores. La actuación degenerada y la violencia ecológica de algunos bárbaros, ha puesto en grave peligro la belleza del géiser. Durante mucho tiempo, se han arrojado monedas, basuras y todo tipo de objetos a la fuente termal, produciendo un grave deterioro. Esto ha afectado notablemente a la circulación del agua, haciendo que el géiser pierda energía y descienda su temperatura. Hoy día se está intentado poner freno a este vandalismo. Los guardas del parque, han llegado a ofrecer recompensa a quién denuncie estos actos vandálicos. Para recuperar la fuente termal, se pensó incluso en provocar una erupción con intención de liberar la basura acumulada pero, posteriormente, se optó por practicar drenajes asiduos y profundos para limpiar el estanque.

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Yellowstone esconde un poder terrorífico en sus entrañas de lava. La reserva es un gigantesco volcán que descansa bajo el influjo de un sueño milenario. Y mientras duerme…nos muestra su benevolencia en forma de bellos parajes. Sólo nos queda disfrutar de su grandiosidad, y esperar que su sueño se alargue lo máximo posible.

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J.J.D.R. Llevado de la mano de la desesperación y la necesidad, fielmente guiado por la fortaleza de su recio espíritu y la pureza de una moral sin límites, fijó su penetrante mirada en aquella impresionante roca que le impedía el paso y, sin pensarlo dos veces, elevó sobre su cabeza su afilado y robusto pico de hierro y comenzó a golpear la piedra con fuerza. Diminuto frente a la roca, pequeño ante el atronador lamento que producía el impacto del duro metal sobre la piedra, atentamente observado por los vecinos del pueblo que entre burlas y chascarrillos lo miraba atónitos, aquella buena mañana, Lino Bueno Utrilla inició una obra hercúlea, la sagaz e improvisada tarea de horadar una montaña de piedra con sus propias manos con el único objetivo de regalar a su numerosa familia un hogar, un techo seguro, el cobijo necesario para la vida, aunque para ello hubiera de pasar toda su vida encadenado a un pico y a una pala. La historia de Lino Bueno Utrilla, es de ésas experiencias de vida que merecen ser recordadas y señaladas como épicas, como la señal evidente de que el ser humano es capaz, ante la necesidad o la voluntad de conseguir su propósito, de plantar cara a las más duras adversidades y conseguir aquello que anhela. Su vida se desarrolló en la localidad de Alcolea del Pinar, municipio serrano de Guadalajara, Castilla la Mancha. Casado con Cándida Archilla Martínez, tuvieron que hacer frente a las necesidades que les exigía su numerosa prole, pues fueron quince los hijos que tuvieron y en una difícil época y siendo una familia humilde, tan sólo las jornadas de trabajo como albañil que realizaba Lino no aportaban lo suficiente como para poseer una vivienda digna para su familia. Obsesionado con dar con la solución a este gran problema, Lino Bueno se fijó en una enorme roca de piedra cercana al ayuntamiento de Alcolea. Ni corto ni perezoso, se dirigió a la autoridad y pidió permiso para que le dejaran construir su vivienda en aquella mole de roca, ante lo que según cuentan, fue recibido con gran desconcierto y algo de chanza pero que terminó con la pertinente autorización. Un día del año 1907 Lino Bueno Utrilla comenzó a picar la roca arenisca ante el asombro de sus vecinos. Cada día, tras llegar de su rutina laboral, el tenaz vecino de Alcolea se ponía a trabajar en su vivienda hasta altas horas de la noche. En el año 1915, ocho años después del comienzo de su laborioso trabajo, la primera habitación se halló terminada y junto a su familia, se trasladó a vivir a ella. Cualquiera podría haber cedido ante el gigantesco esfuerzo y haber cesado los trabajos en la vivienda. Al fin y al cabo, su familia ya poseía lo

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que necesitaban, un techo donde cobijarse y guarecerse del frío en invierno así como del calor de la serranía manchega en verano. Pero obstinado en producir para su familia la mejor de las viviendas posibles, Lino Bueno continúo picando la piedra y descubriendo sus capacidades como constructor incrementando el número de habitaciones distribuidas en dos plantas, una cocina, comedor, pasillos, cuadra, y elementos de mobiliario como alacenas, chimenea, desagües, mesas, armarios y un pesebre, todo ello tallado en la propia piedra, utilizando para ello herramientas tan básicas como cinceles, pico y pala y algunas barras de hierro. En el año 1929 Alcolea del Pinar recibió la visita de Alfonso XIII acompañado de La reina Victoria Eugenia. El motivo de la visita monacal, no era otro que el de entregar la medalla al mérito del trabajo al irreductible Lino Bueno Utrilla, por su gran labor en la edificación de su vivienda en la compacta roca. Ni que decir tiene que aquella visita fue un hecho histórico para la pequeña localidad manchega y como no, para la humilde familia de Lino.

Años más tarde, concretamente en 1978, los descendientes de Lino recibieron la visita del rey Juan Carlos y la reina Sofía, quienes quedaron impresionados con la extrema y eficaz construcción del bueno de Lino. Durante la guerra civil española, la vivienda de Lino serviría como refugio

para mucha gente, gracias a la robustez de sus muros. Lino Bueno Utrilla falleció el 24 de junio de 1935 a la edad de 87 años. El día antes de su muerte, como lo hiciera durante gran parte de su vida, había estado trabajando en las mejoras de su vivienda. Hoy día, la casa de piedra construida con tanto esfuerzo durante décadas, es un museo que muestra con orgullo la proeza realizada por Lino Bueno, quién dedicó su vida en elaborar una morada, la mejor morada, la morada que había de cobijar y resguardar el tesoro más grande y preciado que pueda tener el ser humano, su propia familia.

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J.J.D.R. Duerme el bosque. Hace tiempo que el sol desapareció tras la loma dejando tras de sí un manto de color anaranjado que cubre el frondoso valle. En apenas unos minutos, la oscuridad trasforma el universo cercano y disfraza los senderos y el cielo de oscuros ropajes. La luna llena y brillante como un gran farol colgado del firmamento, se adueña del cielo y descubre una extraña figura reflejada en la claridad del agua del río. De nacarado blanco y resplandeciente pavor demoniaco, efigie de terror depositaria del anonimato del guerrero, la máscara de un joven de la tribu Asaro, termina diluyéndose en pos de la corriente del río como si el busto de la propia muerte lavara sus miedos en el cauce tranquilo del arroyo. Un rostro terrorífico puede causar pavor y un miedo irrefrenable. Un

rostro desfigurado, iluminado por la tenue luz de la luna llena o el fulgor centelleante de una antorcha, es capaz de doblegar la fortaleza de un hombre y, si son muchas máscaras las que irrumpen en la noche, incluso ganar batallas y derrocar a los más acérrimos enemigos. Los Asaro son una de las muchas etnias que pueblan las fértiles y frondosas selvas y valles de Papúa Nueva Guinea en el archipiélago de Bismarck. El valle de Waghi y el Asaro (éste último da nombre a varios grupos étnicos de la región) es morada y cuna de pueblos ancestrales de gran

diversidad antropológica como es el caso de los hombres de barro como tan bien son conocidos los Asaro. Las disputas territoriales entre los diferentes pueblos del valle del Waghi han sido continuas en el tiempo. Aún hoy día, aunque menos frecuente, los pueblos de las montañas dirimen sus diferencias a punta de flecha y las autoridades de Papúa apenas pueden hacer nada por evitarlo. Comenzaba el siglo XX cuando un episodio curioso cambio la vida y costumbre de este pueblo aborigen. La belicosidad de una tribu vecina, quienes les infringían continuos hurtos de ganado e incluso de mujeres, llevó a un jefe Asaro a idear un plan para acabar con sus enemigos. Utilizando una arcilla de un blanco muy puro (para muchos pueblos de piel oscura el color blanco es el color de la muerte) se fabricaron

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máscaras horrendas a cual más terrorífica. Cada individuo, puso toda su voluntad y utilizó sus actitudes plásticas para crear la más siniestra máscara de arcilla. Una vez que las máscaras estuvieron acabadas, esperaron la llegada de la noche y se encaminaron en busca del poblado enemigo. Cuando la luz de las hogueras les indicó la proximidad del poblado, embadurnaron sus cuerpos con barro y encendieron las antorchas. El enemigo les doblaba en número y la única posibilidad de victoria pasaba por infringirles el mayor miedo posible. Alzando sus hachas, blandiendo lanzas y portando con destreza arco y flechas, irrumpieron en el poblado enemigo gritando como posesos amparados por la oscuridad de la noche. Los miembros de la tribu atacada, al ver los rostros deformes y terroríficos que tenían sus enemigos, corrieron despavoridos por el bosque para no volver nunca más. Aquellas máscaras ganaron una batalla decisiva para el pueblo Asaro y demostró, una vez más, que la inteligencia es el arma más notable que puede existir. Desde aquella gloriosa jornada, cada año, los miembros de la tribu fabrican máscaras que utilizan para simbolizar ritualmente la gran victoria conseguida en los márgenes del río Asod. En el año 1957 se inauguró el primer festival cultural en Papua Nueva Guinea. Se conoce como el festival Goroka, y su objetivo es el de servir como escenario común a 1000 pueblos distintos, 820 lenguas diferentes, de un total de 5 millones de individuos que pueblan Papúa. De toda esta inmensa diversidad cultural, son pocos pueblos los que se conocen entre sí, y el festival es una buena oportunidad para mostrar sus costumbres, sus ritos y también su poderío. Digamos que las ceremonias sing-sing -como son conocidas-, sirven para estrechar lazos de unión entre los pueblos, o al menos esa es la intención. El colorido es tan singular como espectacular. Al ritmo del Kundu, instrumento de percusión típico de Papúa, los pueblos cantan y danzan exhibiendo sus cuerpos adornados con todo tipo de abalorios y plumajes exóticos llenos de color.

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Les llega el momento a los guerreros Asaro, Los hombres de barro entran en escena. Cuerpos oscuros y cenicientos saltan y golpean el suelo con sus lanzas mientras las mujeres con sus faldas hechas con las plumas del casuario, con devoción admiran las correrías de sus guerreros por la explanada del valle de Wagh. Ante todos los presentes, quienes observan el ritual con asombro, son las máscaras las que logran erizar los bellos del cuerpo y hacer que un escalofrío recorra la espina dorsal muchos presentes en el festival. Como salidos de una película de ciencia ficción, los guerreros Asaro parecen seres recién salidos del inframundo, monstruos con cabeza de barro cuyas facciones emulan con destreza las mil y una formas en las que el terror puede tomar forma física. Y es que al caer la noche, cuando las tinieblas cubren la espesura del bosque con su ceguera, y el silencio se torna tan puro como el latir desenfrenado de un corazón asustado, la visión de la máscara de un guerrero Asaro, puede hacer creer a cualquiera que a través del bosque, llegó hasta las puertas del mismísimo averno.

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J.J.D.R. Cuando derribó el muro de su vivienda, el hombre quedó desconcertado. De repente se encontró una habitación vacía y oscura inesperadamente adosada a la estructura de su casa. Asombrado e incrédulo se adentró en aquella nueva habitación e inspeccionó la estancia. Era una habitación de mediano tamaño cuyos muros evidenciaban una gran antigüedad. Para mayor asombro y desconcierto, notó que el aire era fresco y no estaba estancado como cabría suponer de un lugar cerrado. Aquello le animó a seguir golpeando las paredes. Al tercer mazazo sobre la débil roca, uno de los muros cayó de inmediato al suelo con gran estrépito, levantando una gran polvareda y dejando al descubierto otra habitación de iguales dimensiones que la primera. Muro tras muro, habitación tras habitación, bajo las horadadas rocas volcánicas del antaño suelo otomano, aquel hombre, sin saberlo, acababa de abrir de par en par las puertas de la hermosa ciudad subterránea de “Derinkuyu”. En un descenso frenético fueron apareciendo túneles, enormes salas comunitarias, depósitos de agua, canales de ventilación, sistemas de alarma y puestos de seguridad a lo largo de una enorme ciudad excavada bajo tierra. Lo que comenzó siendo la simple reforma de una casa, se transformó inmediatamente en uno de los principales descubrimientos de la legendaria región de Capadocia. Derinkuyu se encuentra en Capadocia en Anatolia central (Turquía), y forma parte de las provincias de Aksaray, Nigde y Neusehir. Es un territorio lleno de magia y exuberante belleza cuyos paisajes y monumentos esculpidos por la naturaleza durante milenios, convergen en campos y valles, haciendo creer realmente al visitante que se encuentra en un planeta distinto a la tierra. En el año 1963 tras la reforma de una vivienda, arqueólogos y antropólogos, quedaron maravillados por el descubrimiento de una enorme ciudad subterránea de infinito valor histórico y cultural. Inmediatamente comenzaron las excavaciones y el desarrollo de las

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investigaciones arqueológicas para determinar quienes construyeron la ciudad y el porqué de su ubicación bajo tierra. Actualmente se han excavado 20 niveles en Derinkuyu, de los cuales 8 son los que pueden ser visitados, quedando el resto restringido para arqueólogos e investigadores. El filósofo e historiador griego Jenofonte citó en su escrito “Anabasis de Jenofonte” (subida de expedición al interior, expedición de Ciro el joven), la existencia de ciudades subterráneas en Capadocia, dónde describía cómo familias enteras vivían allí con los requisitos imprescindibles para subsistir. Hasta la fecha, reconociendo la fiabilidad del legado escrito de Jenofonte, se han descubierto 36 ciudades subterráneas en la región de Capadocia, siendo Derinkuyu la de mayor extensión y la mejor conservada. Los arqueólogos han excavado hasta llegar a los 40 metros de profundidad pero según las prospecciones realizadas, creen firmemente que la ciudad se extiende hasta los 80 metros bajo tierra. El primer nivel

descubierto se ha datado en el 1400 a.C. posiblemente excavado por el pueblo que dominó la región desde 3500 al 1200 a.C., los Hititas. Después llegarían los frigios y 500 años después los persas hasta que la ciudad fue tomada por Alejandro Magno

en el 333 a.C. La región estuvo dominada por los Romanos y posteriormente perteneció al imperio Bizantino, pasando a ser ocupada por los primeros cristianos en el siglo II y III. De hecho, Pablo de Tarso, (popularmente conocido como san Pablo), viajó a Capadocia en los años 44 y 58. Los cristianos de los siglos VI y VII llegaron a excavar, acondicionar y decorar, cerca de 600 iglesias que están repartidas por toda la región, de las cuales muchas se conservan en muy buen estado. Ante tan notable historia de grandes pueblos conquistadores, no es de extrañar que la región de Capadocia esté considerado elemento esencial en la historia antigua. Adentrarse en Derinkuyu es introducirse en un mundo antiguo y maravilloso. Parece increíble la habilidad de la que hicieron gala sus constructores, al no faltar detalle alguno, en un lugar que está excavado bajo tierra y que dispone de todas las comodidades imaginables para la época. En distintos niveles hay establos, comedores, iglesias con hasta

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tres metros de altura, cocinas que mantienen aún el hollín dejado por el fuego, prensas de vino y aceite, bodegas, tiendas de alimentación, escuelas, habitaciones familiares, zonas comunes y hasta una taberna. Se han encontrado 52 pozos de ventilación repartidos por diferentes niveles imprescindibles para el abastecimiento de aire que funcionaban como una auténtica red de aire acondicionado. Los ingenieros que se han acercado al estudio de la infraestructura de Derinkuyu, han quedado anonadados frente a tamaño ingenio de construcción. Ninguna de las viviendas de la ciudad se comunica con otra siendo todas independientes. En los lugares estratégicos se han hallado profundos pozos de agua que sirvieron para la manutención del pueblo. Un dato muy importante es la estimación que han hecho sobre la cantidad de gente que pudo vivir en Derinkuyu. La ciudad estaba preparada para acoger a unas 3000 personas, aunque se cree que en situaciones de crisis debidas a conflictos o intentos de invasión podía albergar a cerca de 50.000 almas. Cuando el enemigo acechaba a las puertas de la ciudad subterránea, los habitantes de Derinkuyu, se afanaban en bloquear mediante enormes piedras circulares de 50 centímetros de grosor y un peso de 500 kilos, las zonas que querían proteger. Lo hacían desde dentro quedándose totalmente aislados en el interior de las zonas previstas durante el tiempo que fuese necesario. Las artimañas de los conquistadores para hacerlos salir eran muchas y variadas, como envenenar los pozos de agua. En un mundo subterráneo, la oscuridad fue disipada mediante lámparas de aceite que, colocadas debidamente por toda la ciudad, iluminaba la vida de los pobladores de Derinkuyu. Las ciudades subterráneas de Capadocia fueron construidas obedeciendo a las necesidades de sus habitantes de protegerse de las continuas invasiones. Lógicamente cabe preguntarse el porqué eligieron hacerlo bajo tierra y de manera tan laboriosa, y no en la superficie y utilizando las mismas técnicas como hubiese sido más común. Aquí hay varias teorías, de las cuales, hay una clara diferencia entre lo que los arqueólogos suponen y lo que opina otro grupo de investigadores, que de forma más atrevida aunque no menos brillante, presuponen fueron las circunstancias de tal decisión.

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Capadocia es una región volcánica en la que el terreno muestra unas características muy particulares. La piedra volcánica, mezcla de ceniza y barro creada tras las erupciones volcánicas, es maleable y especialmente fácil de excavar. Por eso los arqueólogos piensan que para los constructores antiguos les fue más cómodo construir la ciudad hacia el interior de la tierra que no en el exterior, sumando además el factor de seguridad frente al invasor que he mencionado anteriormente. ¿Qué cómo lo hicieron? Los arqueólogos creen que excavaron túneles de ventilación hasta alcanzar los 75 o 80 metros de profundidad. Una vez terminado este primer paso, lateralmente a los túneles de ventilación se construyeron lo que serian las calles de la ciudad. Después seguían perforando la tierra hasta encontrar los pozos de agua esenciales para sobrevivir. A partir de aquí se levantaba el resto de estancias hasta completar el núcleo principal de la ciudad. Una ciudad subterránea de las características de Derinkuyu, ¿No habría creado enormes montañas de escombros producto de la excavación? Para éstas cuestiones los expertos piensan que se actuó de la siguiente forma; cuando los pozos de ventilación estuvieron perforados, y también se hubo localizado el agua, se utilizó los canales de ventilación para sacar los escombros que después fueron esparcidos por el terreno o tal vez fueron arrojados a los ríos y terminaron diseminados con el transcurrir del tiempo. Para otros investigadores las ciudades subterráneas de Capadocia esconden realidades muy diferentes y no menos sugerentes para los amantes del misterio. Sus teorías, alejadas de la ortodoxia, se basan en la aparición en las zonas más antiguas de la ciudad, de zonas mucho más elevadas y acondicionadas para gente de mayor altura y envergadura que, tras ser ocupadas por sus posteriores habitantes, fueron adaptadas para la vida de personas mucho más bajas. Entre éstos investigadores se encuentran afamados escritores como Ghahan Hancock, Rand-Ath, Colin Wilson o Andew Collins, quienes hablan de una antigua civilización, anterior a Mesopotamia y Egipto y completamente desarrollada, que desapareció tras la gran glaciación ocurrida hace 11.000 o 12.000 años y que produjo un gran diluvio mundial, recogido por las tradiciones orales y escritas de casi todos los pueblos de la tierra. Andew Collins, refiriéndose especialmente a Derinkuyu, argumenta que hacia el 9 milenio a.c. Turquía sufrió una breve era glacial que perduró durante 500 años. Los habitantes de la región,

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mucho más corpulentos que nosotros, cavaron las ciudades de Capadocia para huir del frío, resguardándose bajo tierra a temperaturas que oscilan entre los 10 y 12 grados. También reflejan en sus investigaciones, la coincidencia de que fuese precisamente en ésta zona dónde nació el mito de Shambalah, reino subterráneo que abarcaría todo el continente Asiático. El misterio siempre ronda los grandes descubrimientos arqueológicos. El desconocimiento de los hechos ocurridos tanto tiempo atrás, da lugar a todo tipo de elucubraciones. Es la magia de la ensoñación. Sin lugar a dudas Capadocia es un lugar místico y decorado con monumentos naturales, recordatorio de un mundo de ficción lleno de magia. Un ejemplo son “las chimeneas de las hadas” que salpican la región. Son formaciones geológicas únicas en el mundo. Pilares cónicos de roca volcánica que por la erosión del viento y el agua, las partes más bajas han sido desgastadas quedando el basalto, mucho más duro, aislado en lo alto de los pilares como graciosos gorros decorativos. Algunas de estas “chimeneas de las hadas” fueron habitadas durante muchos años y hasta cuentan con habitaciones, ventanas y escaleras talladas con enorme detalle en su interior que llegan a ser de cinco plantas. Actualmente algunas funcionan como alberge para los turistas que visitan la zona durante todo el año. Capadocia está en la lista de la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Un simple vistazo sirve para enamorarse del paisaje de Capadocia. El valle de Zelve, el museo al aire libre que forma Göreme, con sus iglesias tan bellamente conservadas, y las ciudades subterráneas de Derinkuyu y Kaymakly, por nombrar las dos más conocidas, hacen que Turquía cuente con uno de los lugares más extraordinarios del planeta. Derinkuyu sigue asombrando hoy día a antropólogos y arqueólogos. La habilidad de la que hicieron gala sus constructores, deja patente excelsos conocimientos de ingeniería y perfección en el desarrollo del trabajo. La ciudad quedó a resguardo de invasores y los que lograron adentrarse en sus laberínticos túneles, terminaron desistiendo al quedar aislados gracias a sus métodos defensivos. Bajo la tierra volcánica de Capadocia, en Anatolia central, la luz penetra hoy día por los túneles de la gran ciudad de Derinkuyu. La oscuridad que reinó en el hueco socavado de la tierra y guió los pasos de sus moradores durante milenios, fue vencida por el mazo de un hombre que sin quererlo, derribó un muro que separaba dos mundos paralelos, dos épocas lejanas, y sin embargo abrazadas desde siempre.

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J.J.D.R. El horizonte se pierde en la inmensidad salina del desierto andino. La fina capa de agua que cubre la agrietada superficie, repele la luz del sol convirtiendo la gigantesca planicie boliviana en el mayor espejo natural del planeta. En la provincia de Daniel Campos – departamento de Potosí (Bolivia)-, el infinito se vuelve abstracto e imperceptible en la lejanía. Bajo la techumbre altiva de los enormes volcanes de la cordillera; nubes, sol y estrellas, coquetean con el reflejo centelleante que muestra la superficie del mayor desierto de sal del mundo. La belleza del paraje es sobrecogedora. En medio de la nada más absoluta, dónde el clima se transforma en gélido viento y ardiente sol, el reflejo nítido y perenne del mundo se mantiene frío y desértico en las alturas del altiplano andino. A más de 3000 metros sobre el nivel del mar, el salar de Uyuni exhibe su magnitud y belleza extrema. Fuertes y constantes vientos son el denominador común en la región dónde, además, el frío y un sol inmisericorde, azotan a los viajeros que se adentran en sus remotos senderos. Hace unos 40.000 años en la región de Uyuni se asentaba un enorme lago llamado Michin y posteriormente hace 11.000 años otro lago llamado Tauca. Las fuertes precipitaciones eran constantes y unidas a un clima húmedo continuo. Los lagos crecieron hasta posicionarse 100 metros sobre el nivel del mar. El clima cambió con el paso del tiempo volviéndose mucho más cálido y seco lo que varió enormemente la superficie y el volumen de los lagos para finalmente quedar aislados en el altiplano boliviano formando el gigantesco salar que hoy día podemos ver. Cerca de 12.000 km cuadrados comprenden los límites del salar de Uyuni desde el sur de la ciudad de Oruro hasta las regiones al oeste de Potosí. Varias capas superpuestas de salmuera y barro lacustre conforman la superficie del salar, teniendo grosores que oscilan entre un metro y los diez metros de espesor. La profundidad total del salar de Uyuni se estima en 120 metros de profundidad. Estimaciones oficiales como las concluidas por la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), cifran la cantidad de sal que cubre el desierto de Uyuni en ¡10.000 millones de toneladas!, de las cuales son extraídas anualmente unas 25.000 toneladas, además de 140 millones de toneladas de litio. El salar de Uyuni es la mayor reserva de litio del mundo. El terreno también segrega ingentes cantidades de metales como potasio, boro o

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magnesio que, una vez tratados convenientemente, generan pingües beneficios a la región y al país andino. La sal que produce el enorme desierto blanco es tratada y procesada casi en su totalidad en la cercana localidad de Colchani a escasos dos kilómetros del salar. De la factoría salen anualmente 18.000 toneladas de sal debidamente tratada para consumo humano, y cerca de 2700 toneladas para consumo animal, comercializados posteriormente por cada rincón del país. En éste mágico rincón del planeta la tierra y el cielo juegan al despiste. Los reflejos y la realidad se tornan en bello espectáculo natural que confunde la vista del espectador que observa el paisaje. Diferentes variedades de flamencos disfrutan en Uyuni de un paraje único de nutrientes básicas para su dieta rica en sales y algas. La zona estuvo poblada desde época remota como demuestran los restos arqueológicos hallados en grutas ribereñas y la aparición de momias de gran valor histórico. En medio de la desértica planicie una isla se alza como un faro en medio del océano.

La isla de Incahuasi, también conocida como isla del pescado, parece un oasis en el centro de la nada absoluta. Su extensión es de 24,62 hectáreas de arbustos y lechosos cactus, los cuales llegan a medir cerca de 10 metros de altura. Desde lo alto de la isla, la visión de la planicie cristalina de Uyuni es considerado un espectáculo sublime. Tan sublime como ver las estrellas del firmamento reflejadas en la planicie andina, mientras la gigante mole del volcán Tunupa peina sus riscos inalcanzables azotados por el viento. Bajo la techumbre de los gigantes pétreos de la cordillera andina, el salar de Uyuni esconde una mágica cualidad inigualable en el mundo; la capacidad de ver el cielo y la tierra enrocarse en un íntimo abrazo bajo la línea invisible del horizonte.

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J.J.D.R. En ocasiones, cuando el mar está en calma y las condiciones atmosféricas en la costa nororiental de Irlanda son apacibles, sobre la fina línea que delimita el horizonte, la tierra escocesa puede observarse en la lejanía. A unos tres kilómetros de Bushmills en el condado de Antrim (Irlanda del Norte), una gran cantidad de extrañas columnas aparecen como marcando las lindes de una imaginaria frontera entre dos costas, la irlandesas y la escocesa. Sobre el terreno, un sendero de columnas de diferentes formas y tamaños conformaron hace millones de años la singular y famosa “calzada de los gigantes”. Muchas y muy hermosas son las leyendas que narran cómo se formó la calzada del gigante. De entre las que pude leer, me gustó una en particular que demuestra la audacia e inteligencia de su protagonista y que sigue así… Se dice que Finn Mccool, un gigante irlandés y su homónimo y odiado archienemigo escocés Bennandoner de la isla de Staffa, solían pavonear su bravura y su fuerza encarándose constantemente uno frente al otro, pero manteniendo siempre la oportuna distancia que separaba sus dos tierras, Escocia e Irlanda. En ocasiones, las bravuconadas llegaban a más, y de los gritos y ademanes intimidatorios se pasaba al lanzamiento de enormes piedras que quedaban varadas en ambas orillas. Tras una de estas continuas disputas el gigante escocés, harto de burlas e intuyendo que su fortaleza era mayor, aprovechó la gran cantidad de rocas que sobresalían del mar y corrió hasta alcanzar la costa irlandesa. La esposa del gigante Finn Maccool al ver que su marido corría serio peligro, tramó rápidamente un plan. Cuando el gigante escocés llegó hasta la morada de su contrincante, abrió con furia la puerta y se topó de frente con la esposa de Finn, quién rápidamente le dijo que su marido no estaba en casa. Muy enojado recorrió la estancia buscando algún escondite dónde pudiera haberse ocultado su contrincante, pero sólo descubrió una cama en la que descansaba un gigante vestido con ropas de bebé. Ante la mirada de incredulidad de Bennandoner, la mujer le dijo que era su hijo, y que pronto su marido regresaría y le daría su merecido. Tras una última mirada, en la no quitó ojo del tamaño de aquel bebé, salió

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atropelladamente de la casa con el pánico en el cuerpo e imaginándose cada segundo el tamaño que tendría el padre de tan monstruoso hijo. En poco tiempo atravesó el sendero de piedras de regreso a su casa, hundiendo fuertemente miles de rocas para evitar que el padre de aquel enorme bebé nunca lograse alcanzar su tierra. Con su ingenioso plan, la esposa del gigante Finn logró vencer la osadía del gigante escocés, sin tener siquiera que despertar a su durmiente marido. Con tanto brío y miedo encaró su regresó el gigante que, a mitad de camino, perdió una de sus botas, que aún hoy día se puede ver cerca de la playa. Aunque la explicación geológica de la calzada de los gigantes sea una bien distinta, con esta simpática leyenda, los irlandeses explican cómo se formó uno de sus más ilustres iconos naturales. La calzada la conforman cerca de 40.000 columnas de roca basáltica que difieren en tamaño y forma. La mayoría es de forma hexagonal, aunque las hay de cinco, siete e incluso ocho lados, y algunas llegan a tener una altura de hasta 12 metros.

La miles de columnas se formaron hace unos 60 millones de años, producto de la lava expulsada por el cráter de un volcán o caldera volcánica. El basalto es una roca cristalina que surge in situ tras enfriarse la lava. En el proceso,

relativamente rápido de enfriamiento, el basalto disminuye de tamaño y toma su característica forma hexagonal, en un proceso denominado “disyunción columnar”. Después, producto de la erosión practicada por los diferentes elementos climáticos, son eliminadas las partes de roca más débiles y sólo queda el basalto más resistente, perfilando en su conjunto la belleza natural que hoy podemos apreciar y que parece ser una obra manufacturada por el propio ser humano. El descubrimiento de la calzada del gigante se hizo público en 1693 a través de un documento presentado por Sir Richard Bulkeley, miembro de la Trinity College de Dublín a la Royal Society, aunque al parecer, se limitó a poner de manifiesto el descubrimiento de la calzada un año antes por parte del obispo de Derry, quién anduvo inspeccionando la región y quedó maravillado de lo que allí encontró. La calzada de los gigantes está constituida reserva natural desde 1987 y forma parte de la afamada lista de lugares Patrimonio de la Humanidad desde el año 1996.

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Nuestro mundo no cesa en su profundo cambio natural. Millones de años de continuos movimientos labraron, delinearon y construyeron a lo largo de la piel de nuestro planeta, un sin fin de cicatrices colosales que tatúan la morfología sin par de nuestro mundo, como hitos que nos han de recordar cada segundo la importancia y el respeto que le debemos a cada palmo del sendero majestuoso que Gaia nos ha regalado.

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J.J.D.R. Bajo el sofoco dictatorial de la canícula veraniega, las playas de medio mundo se llenan de bañistas y turistas que buscan el disfrute de un buen chapuzón reparador. Litoral tras litoral, las arenas del mundo pasan a convertirse en apeaderos humanos que motean de color el mar en sus orillas. Jugar con la arena y crear castillos almenados es una de las diversiones de los niños y los no tan niños, y, en pocos metros cuadrados de playa, se pueden encontrar multitud de ellos a medio construir. Pero anualmente en algunas ciudades podemos toparnos con auténticos maestros del arte con arena capaces de construir gigantescos edificios o moldear un sin fin de mágicos mundos con tan sólo apelmazar arena y embeberla de agua.

Paseos marítimos y malecones se vuelven gradas donde los caminantes se quedan absortos mirando cómo se crean las esculturas en la playa. La mayoría de los escultores que se dedican a esculpir arena son artistas profesionales que han visto en este medio una forma de ganar algo de dinero, ya que cada día son más frecuentes los eventos internacionales de este tipo, y su difusión hoy día tiene mucha aceptación. El público muestra su entusiasmo y asombro al contemplar lo que son capaces de hacer estos artistas con tan básicos elementos. Castillos enormes, verdaderos palacios y monumentos históricos, montañas de arena transformadas en paisajes legendarios, bustos de

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personajes de moda o míticos y legendarios, pirámides egipcias o mayas son creados bajo la atenta mirada de cientos de personas que normalmente no pierden detalle de tan laborioso trabajo. Como herramientas los escultores utilizan utensilios tan básicos como palas, redes, plásticos, tenedores, pinceles etc.…y la calma y precisión que se necesita para tan ardua tarea. La compactación y humectación de la arena es la base del trabajo, y en algunas esculturas hay jornadas de hasta 9 horas diarias de dedicación y paciencia. Agencias de publicidad y empresas de negocios se valen de los escultores de arena para crear anuncios publicitarios o escenarios temáticos donde realizar distinguidos eventos. Anualmente playas de todo el mundo albergan concursos de grandes proporciones en los que los artistas ponen todo su talento al servicio del cielo el mar y el viento. Uno de los grandes escultores de arena es Benjamín Probanza, natural de san Sebastián (España) donde cursó diseño clásico y lugar en el que se inició en este singular mundo mientras trabajaba como diseñador. En 1997 participó en el Campeonato internacional Esculturas de Arena de las Islas Canarias donde consiguió el segundo premio, y desde aquel momento ha dedicado su vida por completo a esta modalidad de arte. Se instaló en Acapulco (México) donde creó Sand Dreams, Sueños de arena, y no ha parado de participar en concursos internacionales que le han aportado premios y gran fama. En muchos de estos concursos internacionales es habitual que la temática sea algún tema escogido por la organización del concurso, pero en otras ocasiones es el artista el que transforma la arena a su gusto. En estos grandes eventos se pueden llegar a mover del orden de las 7000 toneladas de arena y algunas de las composiciones pueden alcanzar los 9 metros de altura. También son españoles los artistas Sergi Ramírez y Monserrat Cuesta, promotores y creadores del único parque dedicado en España a la escultura con arena el Món Arena Park, ubicado en el Parque Natural del Delta del Ebro y que está compuesto por dos hectáreas, de interés turístico plenas de biodiversidad engalanadas de rica fauna y flora. Como Sergi y Monserrat, del mismo modo que trabaja Benjamín Probanza, un numerosísimo elenco de artistas se gana la vida esculpiendo las arenas del mundo. Hacinados en paseos marítimos de bellas ciudades marineras, las esculturas de arena, son una muestra del ingenio artístico de algunos hombres y mujeres que se ganan la vida componiendo sueños de arena.

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J.J.D.R. Hasta el ser más afortunado del mundo, ése que pudiese pasarse media vida o toda ella viajando, jamás lograría entrever siquiera una ínfima parte de los recónditos y misteriosos lugares que guarda nuestro planeta. No es suficiente una sola vida para viajar tanto. Son muchos y muy lejanos los rincones de la tierra que albergan enigmas complejos y milenarios. Así es el misterio que encierran los ataúdes colgantes del sur de China, que desde las alturas, son capaces de medir la capacidad de asombro del viajero. Los féretros, madera tosca y agrietada por el paso del tiempo, yacen cual nido de águilas en riscos y acantilados intransitables, esperando adosados a la roca, el ansiado reencuentro con el cercano cielo. Precisamente los arqueólogos piensan que el motivo principal de colgar los ataúdes en lo alto de las montañas, formase parte del ritual funerario de las distintas etnias locales, cuyo propósito final era acercar el alma del

difunto lo más próximo al cielo. Aunque también, se baraja la posibilidad de que fuese una manera de proteger los cuerpos de los fallecidos de los corrimientos de tierra ocasionados por riadas y fuertes trombas de agua que inundan habitualmente el país, e incluso alejar a las alimañas y profanadores de tumbas de los ajuares funerarios con los que eran enterrados. Aunque hay ataúdes de diferentes épocas, no se ha podido fijar un periodo concreto de inicio de éste ancestral ritual. Hay féretros como los que se encuentran en la montaña Taoísta sagrada de Longhu, al sur del río Yangtsé, cuya datación dio un cálculo aproximado de 3000 años de antigüedad.

Normalmente los ataúdes eran tallados de una sola pieza de madera, lo que hacía que fuesen mucho más confortables para el difunto, a la vez que enormemente pesados, alcanzando en ocasiones los 300 kg de peso. Fueron varias las etnias que tuvieron entre sus costumbres tan osada y curiosa forma de enterramiento. Los Bo fueron seguramente los más importantes. Abarcaron un periodo cronológico muy amplio, y sus ataúdes son muy numerosos, así es el caso de Gonxiam, dónde son más de 300 los que se conservan con una antigüedad que ronda los 3000 años. Otros como los Guyee, acostumbraron a introducir los ataúdes en cavernas aisladas en los riscos pedregosos, estando los más cercanos al suelo a 20 metros y los más altos cerca de 300 metros. También los Shang usaron de ésta técnica de enterramiento en las montañas. Se sabe que los féretros de ésta etnia se remontan a los años 1766-1121 a.c., por

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las placas de bronce encontradas en los ajuares funerarios, lo que los convierte hasta el momento en los más antiguos de toda china. Aunque sin duda alguna los que más han llamado la atención de arqueólogos e historiadores, son los ataúdes encontrados en Bawuxia a orillas del Yangtsé, en las inmediaciones de las tres gargantas. Cuando se abrieron varios de los féretros, se encontraron con que estaban ocupados por parejas de hombre y mujer, y no solo con un cuerpo como era habitual. Se piensa que al morir el hombre, se encargaban de dar muerte a su mujer para que así lo acompañase en el otro mundo. En el año 2003 en la provincia central de Guizhou, se descubrieron más de 1000 féretros en una sima con una característica de enterramiento peculiar. Los ataúdes que se encontraron a más altura pertenecían a las generaciones más antiguas, alineándose sucesivamente hacía abajo las generaciones más recientes. En Filipinas también se han encontrado ataúdes colgantes. Los de Sagada son los más populares. La diferencia entre ambos estilos radica en la mayor complejidad de los enterramientos chinos, que logran mantenerse soportados por estacas y sogas, apareciendo además muchos más aislados. Los féretros encontrados en Sagada se apiñan indiscriminadamente y, como norma general, en cuevas o cavidades en las paredes de las montañas. Lo increíble de enterramientos tan extraordinarios, es intentar dilucidar cómo se las ingeniaban para transportar y colocar tan pesada carga en lugares prácticamente inaccesibles. Se cree que primero escalaban la montaña y una vez ubicados en el lugar deseado, soltaban las cuerdas que amarrarían el ataúd, para posteriormente izar el féretro hasta su lugar de descanso. Sin duda alguna la tarea no debía de ser nada fácil. Desde tiempos ancestrales el ansia del ser humano de alcanzar una vez fallecido, el cielo como lugar de descanso, ha llevado a nuestra especie a idear ritos y religiones que avalaran la ansiada meta del cielo. Cuál es el método indicado si lo hubiera, nadie lo sabe ni lo sabrá jamás. Pero de lo que no cabe duda, es que al enterrarse a cierta altura, un trecho del trayecto ya está recorrido.

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J.J.D.R. El 6 de mayo de 1950, Viggo y Emil Hojgaard, dos campesinos que trabajaban en la extracción de la turba del pantano de la pequeña localidad de Tolland en la península de Jutlandia (Dinamarca), se quedaron petrificados ante la visión de una pequeña cabeza semienterrada en la ciénaga. Se hallaba en una explanada de unos 60 metros de tierra y el cuerpo apenas era visible entre la oscura turba. Cuando se acercaron tímidamente para comprobar la identidad del sujeto, se toparon de lleno con un rostro de extraño aspecto cuya piel tersa y reluciente parecía pertenecer a alguien fallecido recientemente. Nerviosos y excitados, observaron que una cuerda rodeaba el cuello del fallecido y, alertados por la posibilidad de que se tratase de un joven perteneciente a la escuela de Copenhaguen desaparecido hacía poco tiempo en la región y del cual no se había vuelto a tener noticias, decidieron avisar de inmediato a las autoridades competentes que se personaron en el lugar dos días después, justo el sábado 8 de mayo. Cuando la policía llegó rápidamente se percataron de que el hombre no había fallecido recientemente sino

todo lo contrario. El cuerpo mostraba claros indicios de no pertenecer a la época y, posiblemente, llevase sumergido en la turba de la ciénaga muchos años, más de los que ninguno de los presentes podía imaginar. Cuando Peter Vilheim Glob, Director General

de Museos y Antigüedades y también director del Museo Nacional de Copenhagen se presentó en el lugar del macabro descubrimiento avisado por las autoridades, se topó de lleno con un cuerpo momificado en espléndido estado de conservación. Se trataba de un hombre que reposaba tumbado de costado, con las rodillas dobladas y pegadas al estómago y uno de sus brazos bajo la barbilla. El hombre parecía dormido en el tiempo. Parecía reposar plácidamente en el pantano y hasta el rictus mortuorio de su boca, dejaba entrever una leve mueca de satisfacción. La piel estaba en perfecto estado y lucia barba de pocos días. Lo que llamó poderosamente la atención de los especialistas, fue comprobar como una cuerda de dos tiras de piel trenzada rodeaba el cuello del cadáver señalando la posibilidad de que hubiese muerto de forma violenta. La cabeza estaba cubierta por una boina de piel de ocho piezas cosidas a mano. La edad del individuo se estimó entre 30 y 40 años y su estatura era de 1,6 m de altura, datándose su antigüedad en unos 2300 años, en plena época Del Hierro Prerromana. De inmediato se procedió a rescatar el cuerpo del pantano. Para ello se utilizó una caja de madera que se

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colocó alrededor del cuerpo, logrando con ello extraerlo conjuntamente con el terreno que lo cubría en un único bloque minimizando al máximo cualquier deterioro o daño a su estado natural de conservación. Una vez el individuo se halló en el laboratorio nacional se procedió a practicarle todo tipo de pruebas. Lo primero fue comprobar el estado interno de sus órganos con resultado más que satisfactorio. De su estómago, sin ir más lejos, se pudo extraer residuos que indicaban qué había ingerido en su última cena. El resultado era una especie de papilla de verduras y semillas. Había semillas de lino, manzanilla, cebada y centeno. El centeno contenía hongos con cornezuelo, elemento que produce alucinaciones y alteraciones de la mente. A raíz de éste descubrimiento se analizó en profundidad las posibles causas de la muerte del hombre de Tollund, (nombre por el que se le conoce desde su descubrimiento en la pequeña localidad de Tolland). Antiguos ritos prehispánicos, posiblemente como ofrenda a la diosa Nerthus, son relatados y referidos en la obra “Germania Magna” de Cornelio Tácito en el cual, el autor narra cómo se sacrificaban humanos ahogándolos en un ritual mortal. Tácito menciona también la costumbre que tenían los antiguos pobladores de colgar en los árboles a los delincuentes, desertores, o los que eran considerados unos cobardes. Historiadores y arqueólogos se preguntan si el hombre de Tollund podría pertenecer a esta clase de hombres repudiados y sentenciados a muerte. Lo que sí se sabe, es que probablemente pertenecía a una clase alta, debido al cuidado estado de sus uñas y piel así como la indumentaria que vestía. Ya en la edad del Hierro la zona de Jutlandia en la que apareció el cuerpo momificado, era señalada como lugar predilecto para la extracción de la turba, por su gran calidad y abundancia en la región. Por los vestigios descubiertos en la zona, se sabe que explotaban las ciénagas pantanosas para la utilización de la turba como combustible.

Se piensa que los sacrificios rituales pudiesen ser una ofrenda a los dioses en agradecimiento por la obtención de la turba. Esto aclararía el estado relajado del cuerpo del hombre de Tollund, quien

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quizás, podía haber ingerido ciertas drogas para morir plácidamente antes de ser colgado, fuese o no de libre elección su sacrificio. El extraordinario estado de conservación de la momia se debe a la turba del pantano que emite pequeñas cantidades de ácido. Estos ácidos al mezclarse con los propios de la descomposición de los residuos vegetales, cuya combinación crea el ácido húmico (conocido también como ácido de los pantanos), hace imposible la proliferación de bacterias y por lo tanto la materia orgánica no se descompone. A estos factores hay que añadirles las bajas temperaturas de la zona, la humedad reinante y la escasez de oxígeno en el agua del pantano. Antes de que el cuerpo del hombre de Tollund pudiese ser expuesto en el museo tuvo que ser preparado a conciencia. Para empezar, dado el elevado coste de conservación que suponía preservar todo el cuerpo, se determinó conservar solo la cabeza, los dos pies y un dedo. Durante 6 meses se sumergió en un baño de agua, formalina y ácido acético. Después fue sumergido en alcohol de 30º y posteriormente de 99º. Finalmente se sumergió en Tolueno puro que iba siendo saturado con parafina hasta ser sustituido por cera caliente. En el proceso el cuerpo menguó un 12% de su tamaño original y, el color oscuro que presenta la piel hoy día, es consecuencia de la limonita y los ácidos húmicos contenidos en el pantano. Pasado un año el cuerpo del hombre de Tollund pudo ser al fin expuesto en el museo de Silkeborg. La región de Jutlandia guarda aún bajo la húmeda turba de sus ciénagas pantanosas, la posibilidad de redescubrir retales de la historia a través de los cuerpos que la naturaleza ha momificado lentamente, y que están esperando ser rescatados del olvido del tiempo y mostrarnos los detalles de un mundo atávico, desconocido, antiguo y ancestral.

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J.J.D.R. Nació sin brazos y con unas piernas muy pequeñas. Su madre, la misma que la dejó abandonada con tan sólo cuatro meses de vida, le puso por nombre Alison Lapper. Su padre tan sólo le concedió algún que otro rato en su pesarosa infancia. Ambos trabajaban en Yokshire en una fábrica de automóviles y decidieron separarse cuando nació su hija. El siguiente paso fue dejarla al amparo de la beneficencia, criándose en el Schailey Heritage Institute en Sussex Inglaterra, junto con otros muchos pequeños que tenían algún tipo de minusvalía física. Alison cuenta que, como estaban imposibilitados para levantarse si se caían, los colocaban en zócalos de escayola como si fueran muñecos de exposición. También habla de cómo desde los tres meses de edad, los médicos le implantaron brazos y piernas artificiales, que más fueron una pesada carga que una ayuda, y en cuanto pudo hablar, Alison pidió que le quitaran aquellos artilugios que tan incómodos le resultaban y entorpecían sus movimientos. Comenzó a pintar a los tres años de edad usando su boca y sus pies. Cogiendo el pincel con su boca, empezó a trazar líneas y figuras mediante suaves movimientos de cabeza. Con doce años comprendió realmente su minusvalía, una malformación congénita denominada Facomelia (ausencia de extremidades) y se aferró a una vida que no le había hecho justicia, sin prejuicios y plenamente convencida de ser capaz de vivir dignamente y ser autosuficiente. “¿Porqué colocar a los minusválidos por encima o debajo de los demás? Calificarnos de ángeles o monstruos es un mismo insulto. Es excluirnos del mundo. Yo soy una mujer sexuada, tan fuerte o tan débil como cualquier. Igual de buena o mala.”Así se expresa Alison. “Mi cuerpo es bello, no estoy acomplejada””He aprendido a amarme sola” Estudió en la escuela de Heatherley de bellas artes y posteriormente se graduó en la Universidad de Brighton en 1994 con honores de primera clase. Ha sido galardonada con la condecoración de mayor prestigio en Inglaterra, el Members Of The British Empire (MBE) por servicios prestados al arte entregado por la reina de Inglaterra en persona. “No sé cuáles son exactamente esos servicios. Tampoco sé quién me propuso para este título. El voto es anónimo. Quiero creer que sólo se ha juzgado mi trabajo artístico y no mi deformidad.”

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En el año 2003 fue galardonada con el premio de mujer del año en España. Pero sin duda alguna, su mayor reto y el mejor regalo que la vida le podía dar, es criar a su hijo Paris. Su gran miedo fue pensar que su hijo podía heredar su malformación, pero su pequeño nació sano para alegría inmensa de Alison que veía hecho realidad el sueño de su vida. Del padre, tan sólo dice que no se merece a su hijo, que ella se vale sola. La popularidad de Alison Lapper llegó del arte del escultor Marc Quinn. Durante 10 meses realizó, sobre una pieza de 3,6 metros de mármol de carrara, la escultura del cuerpo de Alisson embarazada de 8 meses. La pieza de 11,5 toneladas tomó por nombre “Lapper embarazada” que para el autor es un modelo de heroísmo femenino. La escultura se expuso en la mítica plaza de Trafalgar Square en septiembre de 2005 y permaneció allí hasta finales de 2007. La pintura de Alison Lapper; desnudos, collages y composiciones, han sido expuestas en numerosas exposiciones internacionales al igual que sus montajes fotográficos, muy apreciados por su gran calidad artística. Alison es miembro de la asociación de artistas pintores con la boca y el pie (AAPBP) de refutado prestigio. La artista británica es un ejemplo de superación constante. A cada golpe de su robusto cuello, una nueva traza emerge sobre el rugoso lienzo. Muerde el pincel, a la vez que su boca se desliza firme y segura recorriendo el lienzo con la maestría y don que caracteriza a los artistas con talento y experiencia. La falta de brazos en su cuerpo hizo que la herramienta de los artistas acabara besando sus tiernos labios, y a golpe de pequeños cabezazos, terminó pintando bellas obras de arte. Su sacrificio y tenacidad son como un espejo en el que debemos intentar vernos reflejados.

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J.J.D.R. Solitario, sobresaliendo de la blanca arena como un ramal frágil y cristalino de una rara especie de raíz, una gran “fulgurita” emerge de la tierra como recuerdo del poder que ostentaba Zeus sobre los dioses del Olimpo, cual bandera y escudo de la arrolladora fortaleza que ejerce Gaia sobre su reino terrenal o símbolo petrificado del ancestral, temido y legendario poder del rayo. Las fulguritas son la huella o el rastro que deja un rayo al impactar contra la tierra. Localizar una fulgurita no es nada sencillo. De hecho, es bastante poco común poder encontrar una intacta en el terreno ya que su estructura es sumamente frágil. Las regiones desérticas y las dunas de litoral son las zonas donde con mayor éxito se han hallado estas huellas físicas del impacto de un rayo. Cuando un rayo impacta sobre una superficie arenosa o rocosa se generan temperaturas de más de 2000 grados centígrados que hacen fusionar los granos de sílice vitrificándolos, creando estrechos canales al fundirse el terreno formando tubos de rayo cuyas medidas suelen ser de 2 a 50 mm de diámetro de formaciones dispares, normalmente siluetas retorcidas, también finas ramificaciones que dibujan a la perfección la trayectoria del impacto o, con menor frecuencia, tubos rectos y perfectamente delineados. El resultado de la caída de un rayo tras fusionarse la sílice del terreno, es la creación de un mineral perteneciente a la familia del cuarzo que recibe el nombre de Lechatelierita. Las fulguritas tienen gran interés geológico y son muy apreciadas por los científicos gracias a los datos que a través de ellas se pueden recoger en cuanto a la fuerza e intensidad eléctrica de un rayo, así como su distribución. Según el Sistema de Detección Mundial de Meteorología diariamente en todo el mundo se producen alrededor de 8 millones de rayos. La velocidad de impacto ronda los 94.000 kilómetros por segundo alcanzando temperaturas que oscilan entre los 17.000 a los 39.000 mil grados, con picos de corriente que varían de los 10.000 a los 30.000 amperios. Los rayos al caer sobre la tierra pueden profundizar en el terreno hasta 15 metros o incluso más. La fulgurita más grande hasta la fecha encontrada y que ostenta el récord Guinness alcanzó los 17 metros bajo tierra. Se han encontrado fulguritas de color negro, blanco translúcido, bronce o con tonalidades verdes. Su estructura es muy frágil, de ahí su gran dificultad a la hora de hallar una intacta. El exterior suele ser poroso y el

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interior liso o cubierto de una fina capa de burbujas cristalizadas y, en la gran mayoría de casos, su silueta se asemeja a la raíz de un árbol. El cielo sobre la duna solitaria que abraza la costa dormida, se torna oscuro y parpadea con denuedo mientras el eco distante de su negro bramido irrumpe arrollador solapando la calma del día. Segundos después, el firmamento parece querer precipitarse sobre la tierra, y la duna es salpicada por el poder centelleante del cielo, que golpea con furia la arena dejando sobre esta su magno sello y poderoso emblema, cuerpo y rostro del poder eléctrico del sublime cielo.

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J.J.D.R Meteora significa en griego “Rocas suspendidas en el cielo”. En el valle de Tesalia, próximo a la ciudad de Griega de Kalambaka, los monasterios cristianos ortodoxos de Meterora, llevan siglos desafiando el vacío que se cierne bajo sus cimientos, posados a más de quinientos metros de altura. Las cuevas que salpican la orografía de las puntiagudas rocas, ya fueron habitadas por seres humanos hace unos 50.000 años. Ascetas y anacoretas desafiaron el vértigo de las pendientes abruptas, para instalarse en cuevas que llamaron allá por el siglo X Teopetra (Piedras divinas). En éstas cuevas ancladas en abismos insospechados, buscaron el descanso del alma y el espíritu, mientras la roca pétrea y antigua escuchaba la letanía de sus oraciones divinas. El ascenso era realizado con cuerdas y escalas, ayudándose también de las hendiduras que la propia naturaleza había excavado en la piedra. Solían permanecer toda una semana en las cavernas, bajando únicamente los días domingo para escuchar misa y, acto seguido, ascender de nuevo la roca y cobijarse en las lúgubres y ermitañas oquedades. Fue en los siglos XI y XII cuando comenzaron a construirse monasterios en Meteora precisamente por parte de éstas comunidades ascetas primigenias, para escapar de los turcos que querían acabar con las comunidades cristianas de la zona. En el siglo XIV se construyó el monasterio de la Metamorfosis, es el más grande de todos. Su fundador fue San Atanasio, de quién cuenta la leyenda, fue ascendido en las garras de un águila hasta la cima de la montaña. Antaño hubo hasta 24 comunidades de monjes en la zona y hasta 20 monasterios colgados de las cimas de Meteora. Pasado el momento de esplendor de las comunidades antiguas, el abandono y posterior expolio de sus monasterios, acabó dejando gran número de ellos en ruinas y desapareciendo totalmente tiempo después. Actualmente se conservan y siguen funcionando 6 monasterios entre los que destaca el de San Esteban, regido solo por mujeres. Viven del turismo y, hoy día, se han practicado rutas seguras de acceso a los recónditos monasterios por los que se realizan visitas guiadas. En el transcurso de la segunda guerra mundial, los nazis bombardearon brutalmente la zona y el monasterio de San Esteban, según decían, les constaba como lugar de refugio de milicias guerrilleras. San Esteban ya estaba habitado en el siglo XII. Allí vivió el emperador de Bizancio Andrónicos Paleólogo III, por lo que está considerado como monasterio real y patriarcal.

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El monasterio de Varlaam es del siglo XVI, y en él se encuentran importantes pinturas e iconos, y un cuadro de sus fundadores Teofanis y Nectarios, de la iglesia ortodoxa. También es de destacar los murales detallados y bien conservados del monasterio de Rusanos de 1380. El templo de la Metamorfosis es el más grande de todos. Dispone de un templo principal llamado (Catolicón) destinado a ceremonias. Pero en él, es de destacar el Iconostasio, esculpido en madera en el siglo XVII, que detalla la transfiguración del salvador y da nombre al monasterio, sus bellos murales del siglo XV, y el cofre de plata que guarda el cráneo del santo. La búsqueda en la antigüedad de lugares seguros y ocultos llevó al hombre a ocultarse en la oscuridad de cavernas y cuevas. Desde las alturas de Meteora, se sentían privilegiados y a salvo de intrusos y enemigos. Posteriormente, el hombre trepó a las cavernas huyendo del propio hombre, buscando la paz y el descanso del alma. El sosiego y el recogimiento que brindan los monasterios de Meteora no tienen parangón. Hoy día, el hombre sigue ascendiendo las rocas de Meteora, pero con la única intención y posibilidad de reconocer un mundo antiguo y místico, a través de la lente de sus cámaras fotográficas.

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J.J.D.R. El valle del río Omo en Etiopía (África oriental) es posiblemente el lugar con mayor diversidad y disparidad de etnias y costumbres de todo el continente africano. En un espacio geográfico reducido, se congregan hasta cincuenta etnias distintas cuya idiosincrasia y cultura milenaria nos muestra todo un mundo de olores y colores, rituales extraños, curiosos desfiles, sangrientas demostraciones de hombría, bailes eléctricos, y un sinfín de imágenes que parecen extraídas de un libro de viajes antiguo, de una época pasada en la que se muestran hombres y mujeres semidesnudos atrapados en un mundo que para ellos nunca mostró signos de cambio y del cual nunca quisieron ni desean hoy día desprenderse. La tribu Bodi es uno de estos pueblos de gran singularidad etnológica. Tribu seminómada, pastorean sus rebaños en busca de verdes prados junto a las riberas y senderos que mellan el valle Omo dedicando canticos a su ganado, a quienes les une una más que estrecha relación, ya que no es raro encontrar a un miembro de la tribu Bodi dedicando diálogos peculiares y sentidas estrofas a su vaca o búfalo. El ganado es, sin lugar a dudas, el sujeto del bienestar social, la moneda de cambio y el elemento diferencial que marca el status social de un individuo dentro de la tribu. Pero aparte de poseer pocas o muchas cabezas de ganado, para ser bien visto dentro de la sociedad Bodi es esencial estar bien gordo. Sí, poseer la mayor y más oronda barriga demuestra el poder del individuo y su posición social. Estar gordo y mostrar con entusiasmo la tersura apocalíptica de un vientre hinchado se torna un reto para los hombres Bodi llegado el mes de junio, cuando se celebra el festival que elegirá al individuo con la panza más grande que será proclamado soberano por un día y como premio tendrá derecho a elegir la esposa que desee. Entre tres y seis meses dedican los hombres Bodi a ensanchar sus estómagos a base de una estricta dieta supercalórica- cuya base estará

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constituida por sangre de res mezclada con leche- hasta que consiguen duplicar o incluso triplicar su peso original. Llegado el día de la festividad, los diferentes grupos Bodi se juntan y celebran la jornada bailando el gulay (baile típico) mientras comen y beben sholu, brebaje alcohólico que preparan de forma casera, y rinden cánticos al amor, las prósperas cosechas, la alegría de estar vivos y el amor divino y auténtico. En torno al chamán o Kornorut gira la sociedad Bodi siendo éste el encargado de mostrar el camino espiritual al individuo así como ejercer de juez y parte en los litigios que puedan surgir dentro de la tribu. Los hombres que se disputarán el preciado honor de ser soberano y de esta manera poder elegir esposa comienzan a bailar llevados por un frenético ritmo. Resulta grotesco observar cómo sus enormes panzas viajan de un lado a otro del cuerpo como si de bolas de demolición de tratasen a punto de ser estrelladas contra un muro impenetrable. Enormes, obesos cuerpos estirados al máximo, deletrean con sus

cuerpos la letra antigua y distinta que narra cual diferente puede ser la visión social que se puede tener del culto al cuerpo. Para los Bodi ser gordo es sinónimo de poder, de estabilidad, y es la señal que muestra al resto qué individuo posee la capacidad de mantener sobradamente una familia. Ellos son

pastores y no guerreros, son nómadas, tan sólo dueños del sol que tersa su piel cada día y no necesitan poseer un cuerpo atlético que les ayude a cazar o guerrear con otras tribus. Aunque, a pesar de no tener cuerpos esculturales, los Bodi no se amedrantan con sus vecinos y en ocasiones los conflictos generados por lindes territoriales o cuestiones derivadas del pastoreo del ganado suelen acabar de forma violenta. Para elegir al vencedor se establece un jurado que medirá concienzudamente la circunferencia de la barriga de los aspirantes y su peso. Para aquellos atrevidos que hayan osado emplear argucias para aparentar mayor obesidad, como por ejemplo atiborrarse de agua para acabar hinchados, los miembros del jurado, abrirán pequeñas incisiones en el vientre para cerciorarse de que no sale líquido del estómago. Victorioso el hombre Bodi, muestra el enorme elemento que le ha consumado como soberano por un día, su enorme y prieta barriga, moviéndola incansable como si dentro de su ser hubiera un pequeño monstruo a punto de salir corriendo. El honor es suyo. Ahora elegirá

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mujer, una joven y bella mujer Bodi que al contrario que los hombres, suelen ser esbeltas y de rasgos delicados. La fama le durará un año, justo el tiempo que transcurrirá hasta que de nuevo, enormes barrigas bailen y se contoneen bajo la aspereza de un sol inclemente en el valle Omo. Desde hace algunos años y como resultado de las incursiones de médicos cooperantes en la zona, se está tratando de convencer a la etnia Bodi de que cuide la forma en la que se realiza este ritual. Los hombres que engordan de manera tan agresiva están expuestos a graves enfermedades y problemas cardiovasculares que pueden producirles la muerte instantánea. Algunos jóvenes parecen querer atender a lo que la ciencia les dice, y desde hace algunos años, muchos son los que tras someterse al ritual y elegir esposa, dejan a un lado la obesidad y comienzan a cuidarse y ponerse a dieta. Aunque parece que no son bien vistos por el resto de miembros de la tribu. Alrededor de 200.000 individuos viven en los territorios del valle Omo según Survival. Tribus

como los Erbore, Dorze, Surma, Kwegu, Deasamach, o los populares y temibles Mursi, comparten vecindad territorial con el pueblo Bodi. Un mismo sol para todos, la misma carga pesada que trae la lluvia intermitente y constante, o la misma suavidad de la brisa de un valle tan antiguo como único en el mundo, es

compartido por todos, como para el resto de poblaciones de este planeta. Pero en el valle Omo la vida gira a un ritmo dispar, alternativo, diferente. Por algo bajo la fértil y verde llanura del Omo etíope, fueron hallados los que son considerados hasta la fecha los restos más antiguos de homínidos y Homo sapiens. Posiblemente, a orillas del río Omo fue ensamblado el gen que nos dio la esencia para convertirnos en humanos. Por ello, por las características etnológicas, de biodiversidad y paleontológicas; los territorios que concluyen en la frontera de Sudán y Kenia, y rodean el maravilloso delta del lago Turkana donde muere el río Omo tras recorrer 760 kilómetros, son Patrimonio de la Humanidad desde 1980. Los Bodi son un magnífico ejemplo de la gran diversidad de costumbres sociales que hay en nuestro mundo. Cada sociedad elige su modo de sentir, su modo de ver la inmediatez de su presente, así como el sendero por el cual desean dejar la huella de sus vivencias y sueños.

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J.J.D.R. Gracias a los avances logrados en ciencia y tecnología el ser humano ha sido capaz de lograr hitos históricos que, incluso en fechas no muy lejanas, nos hubieran parecido objetivos imposibles y casi de ciencia ficción. En el ya extinto siglo xx la ciencia y el conocimiento del medio por parte del hombre, cambió el mundo en cien años más de lo que lo había hecho en toda su existencia. Algunos de estos grandes logros fueron gracias a la inestimable ayuda de seres no humanos que, en pos de la ciencia y nuestro afán de conquistar el universo, fueron verdaderos héroes- en muchos casos anónimos- que sirviendo con sus vidas al desarrollo y consecución de grandes hazañas, como lo fue la alocada y desenfrenada carrera del hombre por explorar el espacio. A continuación les narraré la historia de Laika y Ham, una preciosa perra rusa y un pequeño chimpancé de origen camerunés que sirvieron a dos potencias, la URSS y EE.UU., en sus misiones espaciales a mediados del siglo xx. Sin ellos, al igual que muchos otros de sus congéneres anónimos, la decisiva carrera espacial y sus futuras consecuencias seguramente hubiesen tardado mucho más tiempo en producirse. Fueron héroes anónimos sin desearlo. Fueron seres vivos que, con su sufrimiento y su vida, le dieron al hombre el conocimiento necesario para desarrollar su aventura espacial. Laika tenía 3 años de edad cuando fue capturada vagando errante por la calles de Moscú. Sus captores la llamaron Kudryavka (pequeña de pelo rizado), aunque la perra de moteado color café, pasaría a la historia por el nombre de su raza…Laika, que significa ladradora. Laika fue escogida junto a otros perros para el adiestramiento que culminaría con su lanzamiento al espacio exterior. Tanto EE.UU. como la Unión Soviética ya habían lanzado animales en cohetes, pero solamente con carácter suborbital. Tras ver las cualidades de los animales escogidos, Laika destacó enseguida por encima del resto y fue elegida para la misión más

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sofisticada y difícil, la que llevaría al primer ser vivo a orbitar alrededor del planeta tierra. Al mando de su adiestramiento se encontraba Oleg Gazenko. Junto a Laika se adiestró Albina, perra que fue lanzada dos veces en cohete a gran altura y que sería la sustituta de Laika si surgía algún contratiempo. Mushka fue la designada para llevar a cavo los estudios y experimentos con los equipos de soporte vital y la instrumentación, formando así un equipo de tres perros bien adiestrados. Su entrenamiento se basó en la superación del estrés causado por el insoportable ruido y las gigantescas vibraciones. Ambas circunstancias ponían a los animales en situaciones de alto riesgo, exprimiendo al máximo su fortaleza, llevando al límite tanto las pulsaciones como la presión sanguínea de los canes. Parte del entrenamiento consistía en tener a los animales durante periodos de hasta 20 días en un espacio mínimo dónde apenas podían moverse, simulando las condiciones que tendrían que soportar en el espacio. El deterioro de los animales tras el entrenamiento en la misión fue máximo. En el cosmódromo de Baikomur (actual Kazajistán), todo estaba

preparado. La trepidante carrera espacial estaba en su máximo apogeo. Las dos potencias mundiales peleaban por ser los primeros en poner un hombre en el espacio y la tensión crecía exponencialmente. La misión Sputnik 1 había logrado orbitar alrededor de la tierra y era el momento de enviar al primer ser vivo al espacio.

Laika fue conducida dentro de la capsula espacial el día 31 de octubre de 1957, donde estuvo recluida hasta el día elegido para el lanzamiento, bajo una estrecha vigilancia. El día 3 de noviembre de 1957 todo estaba listo. Laika fue limpiada con exhaustivo rigor con etanol, y sobre su cuerpo colocaron los sensores que medirían sus constantes vitales durante el lanzamiento y los días posteriores. Llevaba un pequeño arnés que la amarraba a la capsula y una bolsa a modo de pañal para la recogida de los excrementos. Comería y bebería compuestos gelatinosos que le aportarían los nutrientes necesarios. Un regenerador de aire le proporcionaría el oxígeno fresco en todo momento. Laika podía ponerse de pie dentro de su estrecho cubículo o permanecer tumbada, estando la capsula totalmente acolchada para amortiguar lo que sabían sería un duro viaje. La capsula medía 4 metros de alto por 2 metros de diámetro y, en un compartimento sellado y continuo viajaría Laika, que no podría ser vista

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por cámara de televisión alguna, siendo sus constantes vitales únicas señales que advertirían de su estado en todo momento. El pobre animal estaba a punto de viajar al espacio y a la historia, sin saber que su viaje la llevaría a la muerte sin remisión posible. Laika estaba sentenciada a muerte, ya que el programa ruso tenía pensado sacrificar al animal transcurridos 10 días envenenándola con comida previamente preparada para tal efecto, ya que la capsula estaría en órbita más de cien días. A las 19:12 horas del día 3 de noviembre de 1957 la capsula Sputnik fue lanzada desde el cosmódromo de Baikomur. Rápidamente las pulsaciones de Laika se dispararon tras el lanzamiento. La telemetría advirtió el aumento de su respiración y cómo su frecuencia cardiaca pasó de 103 pulsaciones a 240 por minuto. Cuando la capsula alcanzó la órbita terrestre se produjo la expulsión del cono de la capsula, pero no así el núcleo del bloque A como estaba determinado. Se produjo entonces un fallo en el sistema de temperatura, influenciado además por la pérdida de varias placas termoaislantes, inconveniente que produjo una repentina y elevada subida de la temperatura dentro del habitáculo que protegía a Laika. El calor dentro de la cápsula sobrepasó los 40 grados. Laika murió de 3 a 5 horas después del lanzamiento, cuando teóricamente debía de haber sobrevivido 10 días. Su sufrimiento y agónico final fue silenciado de inmediato por parte del gobierno ruso, que reiteró en varias ocasiones que Laika se encontraba bien y que incluso regresaría sana y salva a la tierra. Después del reingreso en la atmósfera de la capsula orbital el día 14 de abril de 1958, 163 días y 2570 vueltas a la tierra después, el gobierno ruso cambió su discurso en lo referente a la muerte de Laika. Como segunda versión, dijeron que Laika falleció por asfixia debido a un fallo en las baterías. Todavía en el año 1999 siguieron mintiendo al respecto, declarando que la perra logró sobrevivir 4 días para fallecer luego por el intenso calor que se generó dentro del Sputnik 2. Tuvo que llegar el año 2002 para que la verdad sobre el sufrimiento de Laika saliese a la luz. Sucedió de boca del científico Dimitri Malashenkov quién fue partícipe del proyecto Sputnik y testigo de lo que realmente ocurrió. Con un detallado artículo presentado en un afamado congreso mundial del espacio en Houston, relató como Laika sobrevivió tan sólo 5 horas después del despegue. Las enormes prisas por poner en marcha la misión- tan sólo cuatro semanas de preparación- fueron determinantes, no habiendo planificado adecuadamente el regreso con vida del animal. Dentro de los programas que se realizaron posteriormente se aseguró el adecuado y seguro retorno de cualquier animal poniendo punto y final al sufrimiento innecesario de ningún ser vivo, pelea que mantuvieron y ganaron los defensores de los derechos de los animales de medio mundo. Muchos años después le llegó a Laika, en forma de reconocimientos por medio mundo, su merecido homenaje póstumo. En 2005 un pedazo de Marte pasó a llamarse Laika, e incluso, apareció en los sellos de su país natal. Monumentos como el que se erigió en Moscú el 11 de abril de 2008

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junto al Instituto Medicina Militar donde medio siglo antes habían experimentado con ella, muestra su figura en dos metros de brillante bronce, recordándonos por siempre que la raza canina ha viajado con nosotros en la aventura de nuestra historia, tanto fuera como dentro de nuestro planeta. Ham nació en julio de 1957 y fue capturado en las selvas de Camerún cuando tenía pocos años de vida. De las arbóreas ramas y verde follaje pasó a ser objeto de cambio en el mercado animal, puesto en venta en una granja de aves exóticas y animales raros en Miami. Su naturaleza libre murió entonces para siempre, quedando a merced de lo que dispusiesen sus humanos compradores. La adquisición recayó en manos de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. en 1959, quienes utilizarían a Ham en sus programas de adiestramiento espacial dentro del proyecto Mercury, en la base aérea de Holloman (Nuevo México). Fueron 40 chimpancés los elegidos para las pruebas iniciales, reduciéndose el número hasta los 16 una vez avanzaban los ensayos, para quedar sólo 6 elegidos tras las pruebas especificas. Se buscaba un animal que, tanto física como mentalmente, estuviese por encima de la media normal, siendo nuestro protagonista el candidato idóneo. Fue en el laboratorio de la base aérea donde le pusieron su curioso nombre, acrónimo de Holloman Aerospace Medicina Center (HAM), aunque también le llamaban cariñosamente Astrochimp o Chop Chop Chang. Las pruebas consistían en conseguir la respuesta de Ham a estímulos sonoros y luminosos, además de conseguir que el chimpancé moviese una palanca durante 5 segundos, acción que tendría que repetir una vez estuviese en el espacio al encenderse un piloto luminoso. Pero desgraciadamente para Ham no todo era idílico en su duro entrenamiento. Si no acertaba a desempeñar correctamente los ejercicios, era castigado mediante descargas eléctricas en las plantas de sus pequeños pies. Si acertaba con los ejercicios era premiado con un plátano o alguna golosina, manjar que el pequeño Ham deseaba en todo momento. Tras un arduo y estresante periodo de entrenamiento Ham estaba listo para ser el primer homínido en orbitar en el espacio, segundo ser vivo detrás de la perra Laika.

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El 31 de enero de 1961 la capsula en la que había sido introducido Ham salió despedida hacia el firmamento desde la base de Cabo Cañaveral. El programa Mercury Redstone 2 tenía como meta alcanzar los 185 kilómetros de altitud, y una velocidad máxima de 7.081 km/h, pero un fallo del regulador de velocidad en pleno ascenso, elevó el cohete hasta los 253 kilómetros de altura a una velocidad de 9.426 km/, poniendo en jaque la misión y la vida de Ham en serio peligro. Después de pasar en ingravidez 6,6 minutos y permanecer en el espacio 16 largos minutos, la capsula en la que viajaba Ham cayó en aguas del océano Atlántico. Cuando el barco de rescate subió la capsula y la abrió, se pudo comprobar con entusiasmo que el pequeño chimpancé no había sufrido daños más allá de una pequeña deshidratación y alguna leve contusión. La misión fue un gran éxito. Gracias a Ham y su vuelo orbital, el ser humano estaba dispuesto y preparado para lanzarse a la conquista del espacio. El 5 de Mayo de 1961 Alan Shepard Jr. Fue el primer astronauta americano en viajar al espacio, un mes después de que lo hiciera el cosmonauta ruso Yuri Gagarin (12 de abril de 1961), primer ser humano en orbitar alrededor de la tierra. Ham fue trasladado al Zoo nacional de Washington D.C, donde estuvo 17 años. Después fue trasladado al Zoo de Carolina del Norte donde moriría el 19 de enero de 1983 a la edad de 26 años. Tras la autopsia que se le practicó en el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas, le fue extraído el esqueleto para su conservación en el Museo Nacional de Salud y Medicina en Washington D.C, descansando el resto del cuerpo en el Paseo Espacial Internacional de la Fama en Alamagordo (Nuevo México, EE.UU.). Hace pocos días se cumplió el 50 aniversario del viaje al espacio de Ham. Pronto será el aniversario de la misma gesta por parte de Yuri Gagarin. Gran parte de los méritos que el ser humano ha conseguido es gracias a seres tan magníficos como Laika y Ham. La ciencia y el progreso les arrebató la libertad y en muchos casos la vida. De nosotros depende que, al menos, su recuerdo siga perdurando en el tiempo y sus hazañas sigan ligadas por siempre a nuestra historia.

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J.J.D.R.

Una imagen extraña aparecía y desaparecía en su mente desde muy niño. Figuras antropomorfas desveladas en las alturas de pórticos desnudos de cátedra, pintaban en su imaginación la silueta ideal del palacio perfecto.

Caminando un día, mientras viajaba con su mente de universo en universo, se topó con una singular piedra en el camino y tras recogerla cuidadosamente, enseguida contempló reflejada en la rugosidad de la lasca pétrea la imagen del templo que desde muy niño divagaba por su mente.

Fue en aquel preciso momento cuando Ferdinan Cheval, humilde cartero de la villa de Hanterives en el departamento de Drome (Francia), tomaría la mayor y más trascendental decisión de su vida, crear el sueño que su mente dibujaba insistentemente desde niño, dedicando el resto de su existencia en la construcción de un hermoso y peculiar palacio, “el Palacio del cartero Cheval”.

Ferdinand Cheval nació en 1836 en el condado de Drome, en una pequeña aldea sumergida en las hermosas colinas de Provenza. Su vida nunca fue fácil, e incluso podríamos decir que resultó bastante dramática. No había cumplido los 17 años cuando quedó huérfano y en su pueblo se reían de él y le tomaban por tonto.

En 1858 se casó y tiempo después conseguiría empleo como cartero del pueblo.

Sería en 1873 cuando de nuevo la tragedia sacudiría a Ferdinand con la prematura muerte de su mujer. Volvería a casarse en 1878 y de este segundo matrimonio nacería una niña que fue el impulso necesario que le restaba a Ferdinand para emprender su original proyecto.

En su peregrinar diario de casa en casa y localidad en localidad, este humilde cartero, recorría diariamente unos 30 kilómetros en su reparto del correo.

Un buen día, en su camino encontró una piedra que le llamó la atención, y tras cogerla y examinarla cuidadosamente, vio o creyó ver en ella la silueta esquiva de un palacio a sus ojos ideal y perfecto.

Desde aquel día y en su periplo diario por caminos y senderos, comenzó a recoger piedras de diferentes tamaños que guardaba en sus bolsillos para luego amontonar en su solar. Aquella tarea constante y diaria se convirtió en una obsesión y, transcurrido un tiempo, cargaba piedras en una carretilla y las seguía amontonando en una improvisada cantera que crecía más y más.

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Imagino que la gente del pueblo pensaría que Ferdinand había terminado por perder el juicio, máxime cuando comenzaron a ver como de la nada una tímida estructura comenzaba a elevarse sobre la apelmazada tierra de la Probenza.

Sin ninguna experiencia en albañilería, totalmente profano en materias arquitectónicas y poco o nada entendido en las artes escultóricas, de manera sobradamente autodidacta, Ferdinand Cheval, fue robando sus etéreas ilusiones a su imaginación y plasmándolas en los enlucidos muros de su primigenio palacio que ya se elevaba varios metros sobre el pavimento.

Cualquier piedra del camino era buena para su palacio. Cualquier ensoñación de su agitada mente le propiciaba un día completo de ardua tarea.

Poco a poco, mientras los cayos retorcidos en sus manos aplacaban el dolor que debía sentir al golpear la piedra, siluetas y cuerpos apretados entre muros y columnas parecieron como trasladados de un sueño gótico o hinduista, árabe o moderno, con una enorme carga de místico enigma en el que todos los estilos arquitectónicos posibles cabían en mente tan extraordinaria.

A los quince años de edad su hija fallecía prematuramente. De nuevo la tragedia acudía a su macabra cita con el humilde cartero que cayó presa de un dolor irreparable que ya jamás le abandonaría.

Desde aquel instante se volcó de lleno en su trabajo y de sol a sol trabajaba en su palacio como embrujado por aquellos muros que abrazaban el viento y le ocultaban de la desazón de la lluvia y el desgarro de un sol implacable.

Pasadas dos décadas había conseguido levantar los dos muros exteriores del palacio, y emplearía otros 15 más en terminar el resto de la construcción.

Piedra sobre piedra, argamasa de arena y cemento, piedra sobre ilusiones, sueños de niñez embebidos de obstinación y trabajo agotador, levantaron de la nada un palacio rodeado de muros en los que Ferdinand Cheval fue dejando plasmadas frases que enmarcaban su estado anímico y el respeto que sentía por su labor para con el mundo y su propia

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imaginación, frases como…”Para un corazón valeroso nada es imposible”.

Entre la frescura del interior del palacio aparecen figuras que representan personajes bíblicos como Adán o Eva, o ilustres genios de la talla de Arquímedes o el mítico Vercingetorix, mezclados con otras tallas imaginarias de formas antropomorfas de difícil aspecto.

Cuando por fin logró acabar su palacio ideal tenía 78 años. Viendo próximo el ocaso de su azarosa vida, pidió permiso para que al fallecer fuese enterrado bajo aquellos muros que tanto oficio y penar le había entregado. Pero la petición fue desestimada por las autoridades, a lo que contestó con 8 años más de trabajo, tiempo que empleó en la construcción de su propio mausoleo, su “tumba de silencio y de reposo infinito”- como él la definió, que acabó definitivamente 20 meses antes de morir, justo en 1924 a la edad de 88 años.

Tras fallecer su titánica obra llamó la atención de ilustres como el pintor Pablo Picasso o el poeta y ensayista André Bretón. Su obra comenzó a ser considerada seriamente e incluso algunos vieron similitudes estilistas con los trabajos de Antoni Gaudí.

Desde el año 1969 las autoridades francesas declararon el palacio del cartero Cheval Monumento Histórico Nacional. A partir del año 1994 está abierto al público y anualmente son muchas las visitas que la localidad de nacimiento de Ferdinand recibe. Anualmente, sobretodo en fechas estivales, fuegos artificiales y diferentes eventos culturales adornan con reflejos de luces los muros del palacio del homenajeado cartero francés.

En uno de los muros del palacio Ferdinad Cheval, humilde cartero que jamás traspasó las fronteras de su pueblo, dejó escrito; “1879-1912. 10.000 días, 93.000 horas, 33 años de sacrificio, si hay alguno más obstinado que yo, que se ponga a trabajar”.

La construcción de Cheval es fiel reflejo de la obstinación humana y un ejemplo de tesón y trabajo. Sin conocimientos técnicos, sin facilidades tecnológicas pero con la ambición y la ilusión de reflejar arquitectónicamente un sueño revelado, Cheval fue capaz de crear su palacio ideal con los recursos que tenía a su alcance dejando en la Provenza francesa un nuevo ejemplo de la capacidad del ser humano de afrontar cualquier reto que se proponga con determinación y pasión.

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En Mejorada del Campo, localidad cercana a Madrid, un plus más de obstinación-según Cheval- debía tener aquel que desease vencer su tesón.

Día a día, la obstinación sin parangón es la razón de ser de Justo Gallego, quién desde hace más de 50 años construye con sus propias manos y sin apenas ayuda una catedral de dimensiones extraordinarias, que como suele pasar en estos casos, la fama y la consideración que se merece tan épica proeza la obtendrá cuando ya no se encuentre entre nosotros.

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J.J.D.R. Cientos de esferas de piedra, sembradas en el tiempo por una cultura antigua, reclaman hoy día la atención de la ciencia exigiéndole tesón y horas de investigación minuciosa, para lograr averiguar el misterio de su geometría perfecta y su significado aún sin respuesta. Bajo la tutela sombría que ofrece un territorio minado de verde y espesa floresta, o amparadas por la variable geografía de un país mimético y pleno de contrastes, las esferas de piedra de Costa Rica, son un claro ejemplo de cómo la ciencia, en éste caso la arqueología, se encuentra ante un enigma frente al cual los investigadores no hayan una explicación unánime. En la confluencia del río Sierpe y río Grande de Térraba, corazón del maravilloso delta del río Diquis en la península de Osa e Isla del Caño (Costa Rica), aparecen sin aparente ubicación lógica, cientos de misteriosas esferas de piedra magistralmente delineadas y perfectamente pulidas, como mudos testigos de un recuerdo antiguo e incompresible para nosotros. Sobre la cultura que las realizó nada se sabe con certeza. Hay constancia histórica en la región desde hace 8000 años, pero no han quedado vestigios que sirvan para identificar concretamente de qué pueblo se trata. El gran misterio que trae de cabeza a los arqueólogos, radica en lograr averiguar por qué se tomaron tantas molestias en crear éstas esferas y sobre todo con qué fin lo hicieron y para qué sirvieron. Las esferas de piedra -también llamadas bolas por los ticos- difieren en tamaño y peso, habiéndose encontrado esferas de apenas 10 centímetros, hasta la más grande que mide 2,57 metros de diámetro y su peso ronda las 16 toneladas. Cada bola de piedra está confeccionada a mano y muchas de ellas contienen grabados o petroglifos de difícil transcripción. La mayor parte de ellas son de origen granítico, aunque se han encontrado algunas trabajadas en roca caliza. Esparcidas por todo el país, es fácil encontrarlas en las faldas de una ladera, próximas a la playa, semiocultas bajo una gran bóveda boscosa, o en sitios tan alejados como Isla del Caño, lugar éste que trae de cabeza a los investigadores que no entienden cómo pudieron desplazar las enormes esferas hasta territorio tan lejano y deshabitado. Nada se hizo correctamente en el descubrimiento de las esferas. En el año 1939 la compañía bananera estadounidense Standart Fruit Company se establecía en Costa Rica. Sus enormes máquinas y su

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tecnología tardaron poco en desforestar cada palmo de terreno que se abría en su horizonte, para después sembrar todo el horizonte de banano. Al abrir grandes claros en la tupida selva, quedaron al descubierto cantidad de extrañas esferas que rápidamente llamaron la atención de los trabajadores. George P. Chittenden era el explorador y responsable de la compra de terrenos para la compañía bananera. Cuando se enteró del descubrimiento trató de realizar algunas pesquisas pero sin mucho entusiasmo. Las leyendas populares no tardaron en hacer furor entre los trabajadores de la compañía bananera, sobre todo cuando supieron de una historia que aseguraba que las esferas guardaban oro en su interior. Poco tardaron los extranjeros en dinamitar unas cuantas piedras hasta que cansados de tanta voladura, llegaron a la conclusión de que no había oro en sus entrañas. ¡Qué habría sido de la humanidad sin mentes tan maravillosamente amuebladas! Tras varios días en los que el hallazgo de las esferas fue constante, contactó con su compatriota la arqueóloga Doris Stone. La doctora Stone, al escuchar de boca de su amigo la historia del inquietante descubrimiento, supo que aquello era algo importante y le hizo ver a Chittenden que era de suma importancia no tocar nada hasta que ella llegase. Cuando en 1940 Doris Stone llegó a Costa Rica el mundo se le vino abajo. Las máquinas no habían respetado nada. Una cantidad enorme de vestigios antiguos fueron arrasados sin ningún miramiento. Alrededor de las esferas, según le contaron, habían aparecido grandes figuras humanas y animales que fueron destruidas o expoliadas y muchos restos humanos que descansaban en tumbas antiguas fueron tirados literalmente a la basura. Con la deforestación de la tierra, también llegó la deforestación del recuerdo de los pueblos nativos costarricenses y la irrecuperable perdida de un sin fin de detalles que hubieran sido fundamentales para comprender la cultura que realizó las esferas. Durante año y pico la arqueóloga trabajó sin descanso sobre el terreno y en 1943 publicaba un extenso trabajo de investigación que a la postre serviría como base científica para muchos otros investigadores. Pero el daño causado por la compañía bananera fue terrible. Los grandes terrateniente comenzaron a llevarse las esferas a sus grandes fincas como elementos ornamentales para sus jardines, convirtiéndolo en una

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estúpida moda en la cual, si no poseías una esfera en tú jardín no eras nadie. Por este motivo las esferas de Costa Rica son visibles en muchos lugares del país. Con el paso del tiempo, muchas fueron donadas a museos o colecciones privadas y otras adquiridas por estamentos gubernamentales para decorar fachadas, parques y edificios. La imposibilidad de concretar la ubicación exacta de las esferas genera un gran problema en la investigación. Actualmente algunos astrofísicos interesados por tan enigmáticas esferas creen que podría tratarse en origen de un calendario astronómico de grandes dimensiones. Otros investigadores aluden a la posibilidad de que fueran utilizadas para señalar lugares sagrados o periodos conmemorativos, o bien podría indicar, colocadas a ambos lados de de una vivienda, la casta social de una familia y su poder jerárquico dentro del clan social. No se ha podido averiguar cómo fueron manufacturadas. No hay herramientas ni inscripción alguna que detalle el proceso. Lo único que se ha podido averiguar, es que cada una de las esferas fue confeccionada

a mano y de forma individual, cuando las herramientas de hierro aún eran una quimera y el transporte de las esferas se realizó manualmente ya que se desconocía el uso de la rueda. Tanto la simetría como el

pulimento de la piedra son excepcionales. No han sido descubiertos, ni se tiene constancia, de la existencia de canteras de granito. Por todo ello, sorprende contemplar la geometría esférica más grande del mundo situado en Palmar Sur, en el yacimiento arqueológico conocido como el Silencio, y cuya circunferencia mide 2,57 metros y su peso alcanza las 16 toneladas. Es una enorme bola de granito actualmente muy deteriorada, no por la acción del tiempo, sino por la quema de las adyacentes tierras de cultivo y la miserable actuación de muchos turistas que se dedicaron a extraer pequeñas porciones de roca como suvenir. Desde que la arqueóloga Doris Stone realizase la primera investigación sobre las esferas de piedra hasta el día de hoy, diferentes grupos de investigación continúan tratando de desvelar el misterio que rodea a las esferas. Pero hasta la fecha no se ha conseguido dilucidar su significado.

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Costa Rica es uno de los países más hermosos de nuestro planeta, en el cual un Radiante horizonte de naturaleza exuberante embruja al observador. Las aguas de un mar cristalino braman y mueren en brazos de la blanca y fina arena, y el húmedo e interminable bosque acoge el sinfónico concierto de miles de aves de bello plumaje. Costa Rica es un paraíso natural, un oasis único e incomparable donde el sentimiento de “pura vida” se torna amigable saludo. El misterio de las esferas sigue inmutable, sin respuesta. Quizás, quién sabe, porque perdimos hace tiempo la capacidad de dialogar con nuestro entorno, con nuestro universo natural, seguramente la única clave para entender el mágico legado pétreo dejado por los antiguos pobladores del hermoso territorio costarricense.

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J.J.D.R. Cuando las primeras luces del amanecer caen sobre la Huasteca Potosina y penetran en la gran cavidad subterránea, miles de bellas y atronadoras aves, dejan sus lugares de descanso ubicados en las paredes del “Sótano de las golondrinas”. Mientras baten alas, forman grandes grupos que ascienden en espiral y salen de la fría y oscura oquedad convirtiendo el amanecer del poblado de Aquismón, en un auténtico espectáculo de la naturaleza. En ordenados grupos, las aves recorren más de cien kilómetros diarios hasta alcanzar las costas veracruzanas en busca de alimento. Cuando regresan al atardecer, descienden en picado hasta alcanzar sus nidos en las paredes del enorme agujero, logrando con sus piruetas y destreza en vuelo, convertir el amanecer y atardecer del día en un añadido más al espectáculo natural que constituye el sótano de las golondrinas. Aquismón es un bello pueblo situado en el estado Mexicano de San Luis de Potosí. A unos doce kilómetros de distancia, rodeado de parajes de exuberante y densa vegetación, se encuentra el abismo natural cuya caída libre es de las más grandes del mundo. El enorme agujero de origen

Kárstico se abre al abismo durante 376 metros de caída libre sobre un total de 512 de profundidad. El sótano de las golondrinas tiene una anchura, a ras de suelo, de unos 60 metros que se van ampliando a medida que se desciende bajo tierra hasta alcanzar en su parte más ancha y profunda los

300 metros. Justo en su parte más holgada podrían caber perfectamente tres campos de fútbol, mientras que la torre Eiffel, quedaría oculta perfectamente entre sus paredes. Está considerada la caverna ó sótano vertical más bello del mundo, además de ser considerado por espeleólogos, ornitólogos y aficionados a los deportes de riesgo, uno de los parajes predilectos para contemplar y disfrutar de la naturaleza y la aventura en estado puro. Dos especies de aves destacan en el sótano. Una es un loro conocido como “cotorra de cueva” (Aratinga Holochlora), y la otra es un vencejo (Apus apus) ave del viejo mundo que por su parecido con la golondrina da nombre al sótano. El gran agujero vertical fue descubierto en 1976 por un equipo de ornitólogos de la universidad de Texas que realizaban un pormenorizado estudio de las aves de la Huasteca Potosina. Las aves que viven en el Sótano de las golondrinas, quedaron enclavadas en sus paredes verticales tras la búsqueda de un refugio seguro dónde escapar de sus depredadores.

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Después del interés de los ornitólogos, los espeleólogos descubrieron un auténtico paraíso en el sótano para sus incursiones subterráneas, hallando recorridos que llegan a los 4 kilómetros. Llegaron los turistas seguidamente después y, ansiosos por experimentar nuevas y emocionantes sensaciones, comenzaron a lanzarse en paracaídas y descender en rappel por sus verticales paredes, haciendo de éste lugar del mundo el escenario perfecto para el disfrute de la naturaleza, la aventura y las emociones fuertes. Como consecuencia de la excesiva afluencia de turistas los ornitólogos, han detectado un considerable descenso en las poblaciones de aves que pernoctan en la cueva. Para lograr un mayor control y protección de las especies que habitan en el sótano de las golondrinas, el gobierno mexicano le ha otorgado mayor seguridad al nombrarlo reserva protegida de la biosfera. El entorno en el que se haya el sótano de las golondrinas es un reducto de gran interés ecológico y también histórico y cultural. La región de la Huasteca Potosina ha sido el refugio ancestral de los Ténnek, quienes han conservado su lengua, tradiciones y cultura, arraigadas desde tiempos inmemoriales a pesar de haber sido objeto durante siglos de invasiones y conquistas de diferentes pueblos indígenas y extranjeros. La región dónde se encuentra ubicado el sótano de las golondrinas es un hermoso paraje. Por doquier, ríos como el Gallinas, Santa María o el Tampaón, derraman sus caudales en las densas y verdes colinas y valles, formando enormes cataratas como las de Tamúl, de 105 metros de altura, la cueva del agua del río Tampaón, la ciénaga, la cascada de Minas viejas y la de Micos o el puente de Dios, los cuales decoran los rincones de tan espléndido territorio mexicano. En Tamúl también podemos encontrar vestigios arqueológicos de suma importancia histórica y enorme valor etnográfico, al igual que en el poblado de Tanchanaco, en el cual se escucha como hierve el agua como así indica su nombre Huasteco, Tan – Sanac, que en español quiere decir, Tan (lugar) Sanac (frijol), (lugar que hierve como una olla de frijoles). En un lugar no muy alejado como son las fértiles y complicadas quebradas de la localidad de Xilitla, se encuentra el maravilloso jardín surrealista construido en las Pozas por el excéntrico artista Inglés Sir Edward James, quién diseñó un lugar enclavado en medio de la naturaleza esplendorosa, transportando al viajero a un mundo fantástico en el que duendes hadas y seres de leyenda, parecen estar observándonos en cada recodo del camino.

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La naturaleza sorprendente de nuestro mundo, es inquietante y sobrecogedora. En cada continente, país, ciudad o pueblo de nuestro planeta, hay un rincón diseñado por “Gaia” para ser observado, para ser admirado y para ser venerado como único e inigualable.

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J.J.D.R.

Su cuerpo se estremecía poseído por un calambre constante. Todo a su alrededor se tornó oscuro y el impacto de los proyectiles indicaba que el lugar donde se escondía rápidamente sería borrado del mapa.

Atrapado en aquella angosta trinchera, horadada en primera línea de fuego, sintió que un miedo irrefrenable se apoderaba de su ser. Varios compañeros se quedaron mirándole fijamente con un gesto de asombro. Advertido por la inesperada atención de los hombres, el joven soldado preguntó que sucedía y a qué se debía tanta mirada de extrañeza. Entonces, un compañero, incrédulo ante lo que estaba observando en el rostro del muchacho le contestó, -amigo, tus ojos están llorando sangre-.

Son las cuatro de la mañana. Llegó la hora. El sonido de los grilletes que apuntalan con escarnio sus pies y sus brazos es el único que se percibe en el largo corredor. Cuando llega a la pequeña sala una solitaria silla cual demonio con los brazos abiertos le espera solemnemente fría.

Le sientan y en un instante su cuerpo pertenece más a la silla que al mundo que le rodea. Apenas faltan unos minutos. Ha de llegar la hora exacta. La eterna pausa sumerge su cuerpo en una convulsión interna incontrolable producto del miedo, y de sus dilatadas pupilas y su pálida frente continuos y dispersos regueros de sangre cubre su rostro.

En la silenciosa sala, un tenue murmullo de asombro fue el último sonido que el reo escuchó antes de ser electrocutado.

Aunque las dos escenas narradas son productos de mi imaginación, podían bien ser el reflejo de casos ocurridos en la vida real.

El hecho de sudar o llorar sangre – aunque poco común- es un fenómeno clínico conocido como hematohidrosis o hemohidrosis del que existen referencias muy antiguas, como el caso de un soldado que sudó sangre antes de entrar en combate y que fue citado por Leonardo Da Vinci.

La hematidrosis es la respuesta que nuestro organismo ejecuta ante una situación de estrés máximo. Nuestro cuerpo actúa provocando una descarga del sistema nervioso vegetativo simpático (reacción de alarma o estrés) causando efectos cardiovasculares y metabólicos además de una

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fuerte vasoconstricción cutánea y abdominal. Esto produce un masivo desplazamiento de sangre hacía el cerebro y el corazón aumentando la presión arterial del individuo. En ése instante, el organismo reacciona con un proceso de descarga vasodilatadora. Ante la necesidad de paliar la excesiva presión sanguínea de los órganos vitales, el cuerpo se defiende derivando el torrente sanguíneo hacia las glándulas sudoríparas, ahora vasodilatadas, y el tejido cutáneo. Los tejidos de la piel no pueden aguantar la presión y ceden extravasándose la sangre mezclada con sudor. La estadística es muy concluyente con este fenómeno y la casuística indica que puede darse en uno de cada ocho millones de personas. Posiblemente la mayoría de médicos a lo largo de su experiencia clínica jamás se encuentre con un caso de estas características.

La literatura clínica y los casos que han sido objeto de estudio son muy escasos. En el siglo XX apenas se recogieron algunos pocos casos.

De condenados a muerte antes de ser ejecutados se conocen seis casos. Uno cuando Londres fue bombardeado y, otro más, fue el de una mujer que sudó sangre ante una situación de violación. También hay reportes de algunos soldados que padecieron los síntomas antes de entrar en combate y el de una persona que navegando se tuvo que enfrentar a una gran tormenta.

Pero si hay un personaje que ejemplariza el fenómeno de la hematohidrosis este es Jesús de Nazaret ante la terrible visión de su pasión en el huerto de Getsemaní. El caso es recogido por el evangelista Lucas en (San Lucas 22-44) y, teniendo en cuenta que la Biblia reconoce al evangelista como Galeno (Colonenses 4:14), quizás nos sirva para entender que aquel fenómeno fisiológico sufrido por Jesús, fuera testimoniado de manera tan explícita en su evangelio y no le pasara inadvertido. La medicina aborda el fenómeno de la hematohidrosis en dos vertientes diferenciadas. La que reporta casos relacionados con estigmatizados, y el de aquellas personas que no refieren marcas relacionadas con la pasión sufrida por Cristo.

El cuerpo humano es una máquina de tal perfección que ante lo que podemos llegar a sentir mentalmente como heridas o un sufrimiento desmesurado, nuestro cuerpo es capaz de reaccionar provocando todo tipo heridas, enfermedades, e incluso en algunos casos extremos, la propia muerte. La máquina funciona, y lo hace de manera eficaz, tanto que aún en pleno siglo XXI, no deja de sorprendernos su capacidad para solventar cualquier error en sus más íntimos y ocultos circuitos internos.

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J.J.D.R. Hace poco, mientras curioseaba en Internet, una imagen llamó poderosamente mi atención. La escena mostraba la figura de un hombre desnudo sentado en un rincón. El lugar de la escena no era importante. Tampoco lo era su identidad, ni tan siquiera el porqué de su desnudez. Lo realmente fascinante de aquella figura era su tamaño, y como a su alrededor, varias personas observaban cada detalle de su anatomía desde la perspectiva de un ser humano normal. Y al decir normal, he de aclarar que la figura del hombre desnudo y arrinconado en la pared, aún a pesar de mi incredulidad al observar cada detalle, era la escultura de un afamado autor llamado Ron Mueck. Motivado por la curiosidad que me invadió en aquel instante me dispuse a recabar información sobre la obra del artista, e intentar saber más sobre el autor de tan genial escultura. De lo que he encontrado, y de lo que he podido recopilar en base a mi profano conocimiento de las técnicas modernas del arte, detallaré a continuación algunos aspectos importantes del autor, convencido de que muchos quedaréis impresionados, como yo quedé en su día, ante una obra tan aparentemente real y a la vez asombrosa. Ron Mueck nació en Melbourne en 1958. Hijo de fabricantes de juguetes, desde temprana edad comenzó a crear pequeños muñecos tal y como veía hacer a sus padres. Rodeado de tal afición pronto la experiencia adquirida y sus dotes artísticas, le llevarían a trabajar en los años setenta en el mundo del cine. Se encargaba de realizar efectos especiales y animación, creando muñecos para series como barrio sésamo, los teleñecos, o la película protagonizada por David Bowie “Dentro del laberinto” dirigida por Jim Henson. Sobradamente capacitado para desarrollar su arte de manera autónoma, decide trasladarse a Londres y montar su propia compañía de útiles para efectos especiales. Sus trabajos son asiduamente requeridos por la gran calidad de sus detalles. Pero no dejan de ser creaciones naturales y para ser vistas a través de fotografías o en la pantalla de un cine o televisor. Pero todo cambiará para Ron en el año 1996. Con motivo de la exposición de pintura de Paula Rego, se le encarga un trabajo sobre Pinocchio. La escultura que realiza es un gran éxito, y decide dedicarse plenamente a esculpir el arte que lleva dentro realizando trabajos que ya comienzan a solicitarle.

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Es en 1997, un año después, bajo el título de Sensation en la Royal Academy de Londres, cuando expone su obra más polémica Dead Dad (papá muerto). La escultura refleja con absoluto realismo a su padre en el momento de ser descubierto muerto en su apartamento. Incluso en la obra, Ron caracteriza la escultura utilizando su propio pelo. El impacto producido por Dead Ded fue tremendo. Los materiales utilizados por Ron Mueck son mayoritariamente silicona, resinas especiales y poliéster. Estos materiales aportan a sus obras mucha flexibilidad y la sensación de estar ante seres de carne y hueso. La recreación de los bellos del cuerpo, cada arruga de la piel, los pliegues perfectos de los miembros y las expresiones de sus creaciones confieren a su obra un realismo casi palpable. Pero la naturaleza del impacto que golpea al espectador es consecuencia de las escalas utilizadas por Ron en sus esculturas. Según él mismo ha manifestado, diariamente estamos ante gente normal. El utilizar medidas exageradas para mostrar la naturalidad de personas normales en facetas íntimas y cotidianas, consigue enseguida captar la atención del espectador. Una de sus más conocidas esculturas es la de un niño de 5 metros de altura. En cambio con Two Woman, juega con el realismo absoluto de dos ancianas a una escala muy pequeña. Las críticas favorables son muchas, máxime teniendo en cuenta que es imposible quedar impasible ante sus esculturas. Pero también ha sufrido duras críticas en contra de su manera de entender el arte. Le acusan de aplicar técnicas que van más en concordancia con efectos especiales del cine de ciencia ficción y de terror, que con el estilo hiperrealista del que hace gala. Tan solo hay que ver su obra y decidir quién tiene razón. No gusta de usar modelos naturales. Según ha explicado en alguna entrevista, le incomoda la presencia del modelo, y prefiere servirse de fotografías y libros para posteriormente implantarle su toque imaginativo. Ha expuesto en las mejores galerías del mundo, (Biennale Di Venecia, Brooklin Museum of Art de Nueva York, o la Nacional Galerie de Hamburgo, por citar solo tres) y hoy día es considerado adalid del movimiento artístico llamado hiperrealismo. Sus esculturas pueden gustar más o menos. Pueden parecer estrambóticas o excesivamente realistas. Pero lo que nadie puede discutir sobre la obra de Ron Mueck, es que haya conseguido que el espectador jamás quede indiferente ante sus exposiciones.

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J.J.D.R. En la península de Paracas, entre los ríos Ica y Pisco (actual departamento de Ica, Perú), la cultura de los Paracas se extendió desde el norte del río Cañete hasta Yauca en el sur, estableciendo Ica como centro neurálgico de su extenso territorio. Su procedencia, aún hoy día incierta pese a los estudios realizados, se concretó entre el 500 a.c. y el 200 d.c., abarcando dos periodos definidos arqueológicamente; el primero denominado “Paracas cavernas”, en el cual los enterramientos se realizaban en posición fetal y en forma de “copa invertida o caverna”, y el segundo “Paracas necrópolis”, cuyos enterramientos pasaron a ser más complejos y sofisticados. Fue en el año 1925 cuando el médico y arqueólogo peruano Julio César Tello descubría en Cerro Colorado los primeros restos de la cultura Paracas. Desde aquel instante, el esplendor y la riqueza de una de las culturas madre del Perú, no ha dejado de iluminar y maravillar a historiadores y arqueólogos de todo el mundo. Bajo la árida y reseca tierra, fueron desenterrados 429 fardos funerarios que aparecieron rodeados de ricos y espléndidos telares, múltiples instrumentos de caza, cerámicas, alimentos, y numerosos animales que acompañaron al otro mundo a sus difuntos dueños. Tras más de una década de estudios, el doctor Tello y posteriormente Toribio Mejía Xesspe - discípulo de Tello y descubridor de la necrópolis Paracas-, definieron los fundamentos básicos de una cultura que desarrolló conocimientos extraordinarios en anatomía tales como la práctica de trepanaciones curativas entre sus congéneres y la deformación de sus cráneos. La seña característica y principal de la cultura Paracas fue precisamente la deformación de sus cráneos. Desde muy temprana edad, normalmente antes de los tres años aprovechando la flexibilidad de los huesos, las comadronas y las propias madres, colocaban tablillas de madera en los cráneos de los pequeños y las ataban con ligaduras o vendas durante un largo periodo de tiempo. A medida que el individuo crecía, el cráneo se veía modificado en su aspecto, llegando en edad adulta a ostentar formas alargadas o de pera. Según historiadores y arqueólogos, la práctica de deformar cráneos fue algo habitual en muchas culturas de América como de otros lugares tan distantes como el antiguo Egipto. Para los investigadores el fundamento

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de dicho uso y costumbre radicaba en la posición social del grupo, aunque a medida que el periodo Paracas avanzó, ésta definición social debió desaparecer ya que se han encontrado deformaciones tanto en individuos de clase alta como en los de escalafón social más bajo. También se cree que podía tratarse de una medida estética o una señal de religiosidad. Se han catalogado varios tipos de cráneos según su fisonomía. Cabeza cónica, cráneo tipo J, tipo M, y premoderno, siendo éste el más antiguo de todos. Para las trepanaciones utilizaban cuchillos de obsidiana, cucharillas labradas en dientes de cachalote, algodón, paños y vendas. La mayoría de estos utensilios han sido hallados en las necrópolis funerarias. Como anestésico seguramente utilizaban la coca o un brebaje típico de la zona conocido como chicha. Gracias a restos de cráneos encontrados, en los que se aprecia regeneración del tejido, se ha podido atestiguar que hubo individuos que sobrevivieron a tan drástica operación. En multitud de cráneos trepanados, se aprecia la incrustación de placas de oro u otro

metal que utilizaban para cerrar el hueso seccionado. Las trepanaciones se realizaban para paliar dolores extremos de cabeza, coágulos aparecidos tras algún accidente o por golpes recibidos en las batallas. También se trepanaba el cerebro para ahuyentar malos espíritus y, en ocasiones, también en ritos chamánicos. La técnica de deformación craneal era habitual en algunas culturas antiguas. Civilizaciones que nunca supieron las unas de las otras, utilizaron las mismas técnicas para deformar los cráneos, seguramente intentando emular el aspecto de sus dioses.

¿Cómo es posible que culturas de lugares tan lejanos entre sí usaran técnicas similares en sus ritos? ¿Quiénes eran sus dioses? ¿Cómo técnicas tan complejas como una trepanación craneal fue practicada por culturas tan dispares como la egipcia y los Paracas del Perú? ¿Quizás sus antiguos dioses, ésos a los que quisieron imitar, tenían el aspecto que hoy muestran los cráneos de Paracas? ¿Qué fue lo que les movió e incitó a transformar su fisonomía tan drásticamente? Cualquiera que se pare a contemplar los curiosos y enigmáticos cráneos de Paracas, puede sentir cómo infinidad de preguntas que aún hoy día no tienen respuesta, suelen acudir libremente a una mente abierta y sin ningún tipo de prejuicio. Las vitrinas de los museos arqueológicos peruanos de Lima e Ica, y otros tantos del territorio sudamericano, muestran al visitante los misteriosos cráneos de la cultura Paracas, que suelen dejar al visitante con la boca abierta.

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J.J.D.R. Posiblemente uno de los fenómenos menos habituales pero a la vez más exclusivos y únicos del mundo sea el conocido como Arco iris de fuego. Solamente teniendo en cuenta cuántas circunstancias se han de dar para que un arco iris de fuego se transforme en el firmamento, hace que este fenómeno sea algo único y su observación un regalo maravilloso e inolvidable para el afortunado que pueda disfrutarlo. Su nombre científico es Arco circunhorizontal, y su formación es producto de una serie de factores muy concretos y de escasa frecuencia. Los Cirros son nubes muy altas que acumulan cristales de hielo. Para que un arco iris de fuego se forme, los pequeños cristales de hielo han de tener una forma específica, de forma plana y hexagonal, pues cualquier otro tipo de cristal que no cumpla con este requisito geométrico no sirve. A parte de esta característica difícil de encontrar, todos los cristales han de encontrarse alineados horizontalmente para que al recibir la luz del sol actúen como un gigantesco prisma refractando la luz y llenando

de esta forma el cielo de color. Por si fueran pocas las casualidades que se deben de dar para ver este fenómeno, hay que añadir que el sol ha de incidir a una latitud determinada estimada en 58º, por lo que, según los expertos, la observación de este singular fenómeno, es casi exclusiva de lugares al norte de los 55º o desde montañas muy elevadas y cercana a esta latitud. El arco iris de fuego más popular hasta la fecha es el fotografiado por Coeur D’Alene en Idaho el 3 de junio del año 2006. Por su notoriedad, las fotografías fueron publicadas en la revista New Scientist así como en periódicos como el Daily Mail, y posteriormente tuvo gran difusión gracias a su aparición en National Geographic News. Recorriendo senderos, espolvoreando la arena del camino al pisar con nuestra huella curiosa y humana el mundo que nos rodea, bien por la casual providencia del destino o llevados de la mano de la diosa fortuna; en contadas ocasiones el viajero atento, el caminante impenitente o el avezado e inquieto senderista que no deja de observar en ningún

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momento el firme que pisa, el horizonte que avista o el cielo que extendido sobre su cabeza se muestra por segundos diferente, puede toparse ante sí con espectáculos naturales únicos e irrepetibles. Extraños cúmulos nubosos que aparentan tomar vida, auroras boreales, luces de hielo verticales como lanzas impactando contra el cielo, alertan nuestros sentidos, despabilan nuestro rutinario caminar, avivan el espíritu que nos fuerza a seguir indagando sobre el qué y el por qué de las cosas que nos rodean. Fenómenos extraños en los cielos hay todos los días. Algunos son comunes, otros únicos y muy extraordinarios, pero siempre hay que estar atentos a aquello que se mueve a nuestro alrededor, pues puede ser que Gaia haya decidido obsequiarnos con una visión única, con un espectáculo que no volveremos a ver nunca más en la vida, como un arco iris de fuego crepitando sobre nuestra atónita mirada.

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J.J.D.R. Aislados del mundo, resguardados bajo la inmensidad de una selva repleta de misterio y vida, la tribu Zoé es el ejemplo perfecto del significado de la palabra felicidad. Ocultos y alejados de un progreso que pone en riesgo su cultura y ancestral mundo, los Zoé siguen pisando con sus pies descalzos territorios amazónicos intransitables para profanos, y recorriendo los mismos senderos que tiempo atrás transitaron sus antiguos ancestros. La felicidad fluye entre los miembros de la tribu sin rencores. El odio, el egoísmo o el rencor, son términos desconocidos que se alejan mucho de su concepto cultural y social. Es un pueblo mágico, soñador y bello por dentro, que ha conseguido sobrevivir en un entorno hostil gracias a priorizar el colectivo por encima del propio individuo. Sus territorios se extienden por las regiones montañosas del noroeste del estado de Pará en la Amazonía Brasileña, entre los márgenes de los ríos cuminapanema y erepecuru. Más detalles no son convenientes y, aunque

han sido contactados en varias ocasiones, desean seguir perteneciendo a la selva pese a que cada día les sea más difícil huir de las explotaciones sin control que ejercen las grandes compañías en

territorios limítrofes a los suyos. Rodeados del verde intemporal de la selva, entre acordes animistas y el ingente rugido del Amazonas, los Zoé despiertan con los primeros rayos de sol. Sus viviendas son grandes y amplias casas de madera con tejados hechos de paja y grandes hojas. Las familias conviven juntas sin problemas durmiendo en hamacas hechas con fibras de nueces que las mujeres se encargan de tejer cuidadosamente. Fuera del recinto techado el pueblo disfruta de la vida al aire libre cocinando en pequeños fuegos mientras los niños gozan del aprendizaje a través del juego. Son cazadores recolectores. Parte de su dieta se basa en el cultivo de yuca, plátano, urucum (semilla también conocido como achiote) y patatas dulces. Para la pesca utilizan arpones y el Timbo- veneno tóxico que vierten en el agua y mata el oxígeno de los peces- que recogen cuando salen a la superficie. El carácter pacífico y amigable de los Zoé no ha de confundir su gran capacidad para la caza, campo éste en el cual se manejan magistralmente. Suelen cazar solos, excepto en épocas

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concretas de abundancia de especies como el mono gordo, el pecarí o los zopilotes, periodos en los que ejercer la cacería en grupo suele ser más productiva. Sus arcos son pequeños pero no así su destreza con ellos. Pueden ensartar un animal a decenas de metros incluso cuando éstos se esconden en las copas de los árboles y apenas son visibles desde el suelo. Ciertos exploradores y misioneros en sus incursiones a través de las selvas amazónicas, extendieron la leyenda de que los nativos de ciertas zonas comían niños. Cuando se contempla el cuerpo despellejado de un pequeño mono listo para ser cocinado, el parecido con un pequeño bebé no deja de ser sorprendente; siendo éste motivo para pensar que muchos mitos antropófagos de tribus amazónicas fueron causa de ambiguas interpretaciones sin base ni fundamento. Una pieza de madera, el “Poturu”, es el rasgo que diferencia a los Zoé de cualquier otra tribu. Desde muy temprana edad, entre los 7 y 9 años, a los jóvenes Zoé se les hace una incisión en el labio inferior por donde se le

introduce una pequeña pieza de madera que se irá incrementando en tamaño a medida que vaya creciendo. Para los Zoé es de suma importancia llevar el poturu. Tanto las mujeres como los varones no visten prendas ninguna que cubra sus cuerpos. Pero la

falta del poturu en su boca es considerado la mayor desnudez sintiéndose feos sin éste distintivo tan característico que miman y cuidan como algo sagrado lavándolo diariamente y puliendo con fina arena para que aparezca reluciente. El poturu es el único objeto que los Zoé se llevan al otro mundo cuando mueren. La sociedad está marcada por la empatía colectiva. No tienen líderes, y si bien se escucha con deleite los consejos de los más ancianos, las decisiones se toman siempre en conjunto siendo partícipes todos los individuos ya sean hombres o mujeres. No entienden el concepto de infidelidad, siendo la poligamia una práctica habitual. Las mujeres Zoé suelen convivir con varios hombres y viceversa. No existen tabú en cuanto al sexo, que interpretan de una forma totalmente libre y sin prejuicios de ninguna clase. Hasta el aprendizaje en este campo lo cuidan al mínimo detalle. Los jóvenes Zoé suelen casarse en su primer matrimonio con parejas de mucha más edad, siendo estos los

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encargados del aprendizaje sexual de los jóvenes. No es raro encontrarse parejas conformadas por jovencitos muchachos cuya mujer es una veterana de avanzada edad. Este periodo de adaptación es fundamental en sus vidas. Aprenden todo lo relacionado con las artes amatorias además de adquirir la educación y la experiencia de los mayores. Transcurrido un tiempo, cuando la madurez les ha llegado, vuelven a elegir pareja normalmente de edad similar. Las mujeres gustan de adornar sus cabellos con una diadema característica hecha con algodón y el plumón blanco de ciertas aves como el zopilote (una especie de buitre), que también utilizan para engalanar flechas y arcos. El achiote – pasta roja que extraen del urucum- les sirve para pintar sus cuerpos desnudos y darles un aspecto rojizo que les sirve de camuflaje en la espesa selva. Los Zoé son un pueblo afable cuya sencillez y humildad no tiene límites. No entienden el significado de la palabra castigo y, cuando algún miembro se siente malhumorado por algo, se marcha voluntariamente del poblado hasta que recapacita y la alegría vuelve a iluminar su rostro. Cuando regresa, los miembros de la tribu lo reciben con algarabía, mostrándole su cariño con abrazos y caricias. Una curiosa costumbre que tienen para estos casos es tumbar al miembro del grupo en el suelo y comenzar a hacerle cosquillas haciéndole reír hasta casi provocarle el llanto para, según dicen, con la vuelta del buen humor también regresará la cordura. Les gusta tocar y acariciar, sentirse unidos mediante el tacto de la piel, reconfortarse con abrazos y caricias, consiguiendo trasmitir todo lo que sienten hacia el prójimo en cada instante. La magia del pueblo Zoé reside en el magnetismo que trasmiten en cada una de sus amplias sonrisas. El Seh´py es la más grande ceremonia colectiva para el pueblo Zoé. Este ritual de bailes y cánticos que perdura hasta el amanecer, suele conmemorar desde la primera menstruación de las jovencitas hasta la primera pieza cobrada en cacería por un joven varón. Los hombres beben de un brebaje fermentado de cierto tubérculo que les hace vomitar hasta pulgar sus estómagos por completo. Los Zoé han tenido malas experiencias con los extranjeros que llegaron hasta sus tierras por vez primera en 1982. Los primeros en contactar con ellos fueron los misioneros evangelistas Misión Nuevas Tribus de Brasil, quienes llegaron a instalarse en sus territorios. Las enfermedades que les fueron trasmitidas, sarampión y gripe, les provocaron grandes daños y diezmaron considerablemente su población. Pero la gran amenaza que puede llegar a extinguir a este magnífico pueblo son las grandes industrias. Las empresas madereras, de minería, las encargadas de la explotación de nueces, el cultivo de soja, así como las acciones incontroladas de algunos misioneros, están acabando con el pueblo Zoé.

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Ellos, ajenos al mundo cruel que se ciñe cada vez más a sus fronteras, reciben con júbilo aquellas gentes extrañas y feas que se adentran en sus ancestrales territorios. Los Zoé sólo piden que les dejen acuñar los conocimientos del mundo que les rodea, pero igualmente les dejen vivir tranquilos en su selva como lo han hecho siempre; libres, gozosos y felices, sin que nadie les oprima con la intención de expulsarlos de sus territorios. Por primera vez en el año 2011 un grupo nativo Zoé viajó a la capital Brasileña (Brasilia) para demandar a las autoridades proyectos de educación, así como un programa eficiente de protección de sus territorios. Actualmente el pueblo Zoé mantiene una tasa demográfica estable. El riesgo de ser aniquilados y pulverizados por la rueda deshumanizada del progreso sigue latente. El cauce del río Cuninapanema silva cuando pasa por encima de las rocas desgastadas de su lecho acuífero. Por el sendero antiguo que transcurre paralelo al río, los Zoé caminan altivos con sus cuerpos desnudos acariciando la naturaleza. Un cordón umbilical estrecho, débil e invisible, mantiene unido a los Zoé con la selva que los vio nacer. Cuidar ése apéndice vivo y mágico es parte de la conciencia de todos. Si ése vínculo que une a los Zoé con su madre selva se rompe desaparecerán, igual que tantas otras tribus antes que ellos. Sólo espero que la sonrisa del pueblo Zoé perdure por siempre en la selva, y que bajo ningún concepto se deteriore el ecosistema del que son parte fundamental en la Amazonía brasileña.

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J.J.D.R. Naica es una población perteneciente al municipio de Sauquillo al sur del estado de Chihuahua en el norte de México. Bajo la tierra desértica de la sierra de Naica, Industrias Peñoles explota las minas de plomo, plata y cinc de la zona desde hace muchos años. Peñoles posee réditos suficientes como para ser considerada la mayor industria abastecedora de plata mundial. En México explota la mina de Fresnillo la más rica en plata del mundo, también la Ciénaga, considerada la más rica en oro de Mexico, y la Herradura, la de mayor tamaño y donde el oro fluye constante. Naica posee plata al igual que cinc, pero sobretodo es importante en plomo. Cuando por medio de bombas de drenaje succionaron el agua del nivel 290, se descubrió la formación de gigantescos cristales de selenita de dimensiones jamás antes imaginados. El espectáculo era propio de un mundo de ficción. Todo lo que se veía en la cavidad subterránea estaba dimensionado al máximo. Los hombres parecen diminutos entre los magníficos bloques de cristal, que forman laberintos mientras se retuercen abrazando las paredes de la cavidad subterránea. Aunque al ver las imágenes de la formación natural, la primera idea que nos puede venir a la cabeza es la de un frío glacial, la temperatura en la cueva ronda los 50 grados centígrados y la humedad es casi del 100 por ciento. Los bloques de pulido brillo miden desde los 6 metros hasta los 14, con diámetros que superan el metro de contorno. La composición es de yeso de altísima pureza, de ahí su nombre de selenita, aludiendo a la diosa griega de la luna Selena. Algunas de estas formaciones pueden alcanzar un peso de 55 toneladas. La caverna tiene una longitud de 40 metros y 30 de altura y se encuentra inmersa en una burbuja creada por la naturaleza. Por debajo de la cueva pasa un río de magma causante de las temperaturas tan elevadas que se sufren en la cavidad. De hecho, se sabe que el efecto del agua termal unido a temperaturas excesivas, han sido el motivo de estas creaciones tan espectaculares. La cueva de los cristales gigantes es la más llamativa, pero en Naica se encontraron tres cuevas más, igualmente importantes por sus

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formaciones como por los motivos de su creación y el camino que abre a la ciencia en su investigación. La cueva de las espadas fue la primera en descubrirse. De hecho han pasado casi 100 años desde su descubrimiento. Es la que se encuentra a menor profundidad, 120 metros de la superficie, y tanto su temperatura como la humedad reinante son menores que en sus cuevas hermanas. Su nombre le viene dado por las formaciones de los cristales que, en ésta cavidad, aparecen como espadas desafiantes de dos metros de longitud. La cueva de las velas es la de mayor tamaño. Debido al enfriamiento de las paredes, corre serio peligro de perder su belleza. La creación de espeleotemas delgados y finos creados hace tan solo 20 años, tienen forma de bellas velas que parecen incluso encendidas. A continuación está la cueva del ojo de la reina. Su nombre se lo pusieron los hermanos Delgado cuando la descubrieron mientras trabajaban en la mina, por la sensación que tuvieron al entrar, como si un ojo enorme y brillante les estuviese observando. También la cueva del ojo de la reina sufre

actualmente las consecuencias de no estar bajo la superficie del agua al aparecer en sus paredes y formaciones abundante calcita. En el año 2006 se creó el proyecto Naica. Una plataforma de investigación multidisciplinar en la que diferentes ramas científicas abordan la difícil tarea de recabar datos sobre la creación de los

enormes cristales. Científicos, geólogos, fotógrafos y divulgadores, así como microbiólogos, palinólogos, cristalógrafos, inmunólogos y expertos en geoquímicas, participan activamente en la mina. Una de las causas que hacen que la investigación de las cuevas sea dificultosa es la temperatura asfixiante y los índices tan altos de humedad. De hecho, los trabajos de investigación que se realizan, están sujetos a estrictas medidas de seguridad y límites de tiempo rigurosos. Con los trajes especiales fabricados en Italia, cuyo peso es de 25 kg y refrigerados por placas de hielo, un hombre no puede superar una hora dentro de la cueva. Aún así, incluso con estos trajes, cuando salen de la cueva después de tomar datos o fotografías, el cuerpo muestra signos de fiebre y cansancio extremo. Actualmente los trajes han sido rediseñados. Pesan menos y son más cómodos. Están equipados con respiradores que incluyen un serpentín por el cual el aire fresco oxigena y enfría la temperatura corporal. Pero aún con las mejoras realizadas, las condiciones dentro de la cueva son

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insufribles. Un ser humano si los equipos especiales de aislamiento, tardaría 8 minutos en morir deshidratado. Paolo Forti es máxima autoridad en espeleológica. Dirige el Instituto Italiano de Espeleología y fue presidente de la Unión de Espeleología Internacional. A sus 62 años colabora activamente en el proyecto Naica y es base fundamental en las investigaciones que se llevan a cabo en la cueva. Después de su primera visita a la cueva de los cristales comento: “La humanidad jamás ha visto nada semejante, ni siquiera lo ha soñado. En las novelas de Julio Verne, si, pero jamás en la realidad” El gran dilema de las cuevas de Naica es su futuro. Una vez se haya terminado de explotar la mina, las bombas de drenaje que en su día dejaron al descubierto la belleza de las formaciones cristalinas, dejarán de funcionar inundándolas de nuevo. Seguramente, cuando esto suceda, el proceso de crecimiento de los cristales se reanudara, y, quien sabe, que longitudes pueden alcanzar en un futuro lejano. La profundidad alcanzada en la mina actualmente es de 700 metros. Se calcula que quedan aun 20 años de abastecimiento antes de echar el cierre. Sin lugar a dudas estamos ante un gran descubrimiento natural. Ya hay voces que se han alzado pidiendo la conservación de las cuevas. Pero el proceso natural de las formaciones cristalinas ha de continuar, y estamos ante un espectáculo de belleza incomparable bastante efímero y pasajero. La labor de hoy es tomar pruebas y datos para su análisis. Cuando las cuevas desaparezcan bajo las aguas termales, quedará pendiente para el futuro nuevas prospecciones e investigaciones sobre la evolución de las maravillosas formaciones cristalinas. En el año 2000 los hermanos Francisco y Eloy Delgado, trabajaban perforando en el nivel 290 de la mina a una profundidad de 300 metros bajo la superficie terrestre, cuando ante sus ojos apareció uno de los mayores espectáculos que la tierra puede ofrecernos. Hoy día, aún bajo el riguroso estudio de afamados científicos internacionales, la belleza espectacular de las cuevas descubiertas en Naica, sigue asombrando a propios y extraños.

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J.J.D.R. En lugares dispares del globo terráqueo, alejados por kilométricas distancias, el manual de indiscutible grandeza creado por Gaia en los albores del tiempo, llevó al nacimiento de lugares con gran similitud, gotas de color y genialidad que emergieron de la tierra, convirtiéndose en paraísos únicos y dignos de ser descubiertos y apreciados. Dos senderos transitaremos en esta ocasión. Por ambos caminos antiguos llegaremos hasta conocidos escenarios creados de igual manera por nuestra madre Tierra, y aunque en continentes diferentes, de gran similitud que denota como la naturaleza se abre camino allá donde encuentra los elementos necesarios para crear sus magníficas obras de arte. El primer sendero nos lleva hasta la antigua y espléndida península de Anatolia a unos 350 kilómetros de Estambul, donde pasearemos por las laderas del valle del río Menderes que atraviesa la provincia de Denizli hasta alcanzar las radiantes y bellas piscinas conocidas como “Pamukkale”, que en turco quiere decir “Castillo de Algodón”. Sobre un farallón de 200 metros de altura la naturaleza a tallado un hermoso balneario de turquesas aguas termales. Justo en la cima del monte estuvo ubicada la ciudad de Hierápolis fundada en el 190 a.c. por Athalos II rey de Pérgamo, como balneario y lugar de descanso muy apreciado y utilizado en la antigüedad, y cuyas ruinas arqueológicas siguen desvelando los secretos de tan deslumbrante pasado en la cima de la montaña. El arquitecto romano Vitruvio citaba Pamukkale como lugar de gran relevancia y belleza, y a sus aguas termales se le atribuían dotes curativas y medicinales. Múltiples piscinas se crearon durante milenios tras movimientos tectónicos y posteriores terremotos. Sobre rocas antiguas, mármoles cristalinos, cuarcitas, esquistos del Plioceno y sobretodo Creta, se fueron formando las características termas con forma de medialuna y escalones de uno a seis metros de altura que horadan la montaña. La principal causa del color blanco radiante de las paredes calizas y travertinos es el carbonato sódico que fue derramado, literalmente, por la ladera de la montaña, creando con su lento paso tan curiosas formaciones que asemejan cascadas congeladas rodeadas de hermosas estalactitas disecadas.

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Las numerosas fuentes termales hicieron el resto llenando con sus cálidas aguas los blancos cubiletes pétreos. Pamukkale tiene una longitud de 2700 metros sobre una altura de 160 metros, y las fuentes termales que alimentan de minerales la tierra expulsan la nada despreciable cantidad de 250 litros de agua por segundo. El hermoso castillo de algodón tuvo que soportar la inconsciencia del hombre y el egoísmo radical de los promotores turísticos. A finales del siglo XX se construyeron hoteles que invadieron la propiedad privada de Gaia. El mal uso de los turistas, que incluso andaban calzados por entre las blancas rocas calizas, destruyó buena parte del entorno geológico y natural. Algunos de estos hoteles incluso llegaron a utilizar el agua de las piscinas de Pamukkale para abastecer las propias de sus instalaciones, y aquellos otros que se bañaban en las termas de la montaña, utilizaban el champú y el gel como si estuviesen en el baño de su casa. Gracias al esfuerzo y dedicación de algunos que piensan con eso que tenemos sobre los hombros, y a la UNESCO, Pamukkale fue nombrado Patrimonio de la humanidad en el año 1988, lo que ha significado, indudablemente, una mejora sustancial para la zona, que ahora se encuentra en mejor estado aunque lejos de ser lo que antaño fue, un lugar inmaculado y blanco como un enorme castillo de algodón. De un salto cambiamos de sendero y de continente dejando Pamukkale en la lejanía y adentrándonos en el continente americano. A escasos cincuenta kilómetros de la bella localidad de Oaxaca, donde el árbol del Tule nos recibe con sus enormes y viejas ramas abiertas al mundo, se encuentra San Isidro Roaguía (municipio de San Lorenzo Albarradas), que pertenece al estado de la ya citada Oaxaca en México; lugar donde se encuentra nuestro siguiente destino, las cascadas petrificadas o “Hierve el Agua”, así conocidas por los mexicanos. Como en el Pamukkale, la acción durante milenios del carbonato de calcio escurriendo por la montaña ha creado cascadas petrificadas, blancas y bellas, que parecen congeladas en el tiempo. Lugar sagrado para los antiguos Zapotecas, Hierve el agua fue canalizado por estos, y las aguas termales y curativas que emanaban de la tierra nutrieron sus sembríos. Los antiguos moradores prehispánicos, que durante siglos supieron rendir culto a tan sagrada tierra, se sirvieron de sus valiosos minerales y se afanaron en conservar sus blancas terrazas. Rodeado de pozas naturales, donde el termómetro no se mueve de los 25 º centígrados, los lugareños y turistas que se acercan a la zona, pueden disfrutar del magnífico marco natural y disfrutar de un agradable baño en

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la alberca o anfiteatro, desde donde se puede apreciar la mejor vista de las cascadas petrificadas. Toda la zona está actualmente habilitada para alojar en cabañas acondicionadas a los excursionistas y ofrecerles recorridos ecológicos por los adyacentes senderos de verde foresta, o bien por la zona arqueológica de Mitla, donde es más fácil entender como los antiguos mexicanos sabían elegir sus lindes y moradas. Una de las cascadas, la de mayor tamaño, mide alrededor de 50 metros, mientras que su hermana menor no supera los 12. El agua es de color llamativamente turquesa, y el contraste con el blanco y oro de las paredes es maravilloso. Geológicamente, ambos lugares, Pamukkale y Hierve el agua, son el resultado natural de la exposición y tratamiento de diferentes minerales del agua y su acción continuada durante un largo periodo de tiempo sobre la tierra. Ambos sitios son el resultado final de un hermoso experimento de la madre Tierra. Ambos lugares, durante milenios, han moldeado y rociado con minerales las laderas de las montañas, edificando, pacientemente, un castillo de algodón en tierras turcas y dos hermosas cascadas petrificadas en México donde, desde la lejanía, parece que Hierve el agua.

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J.J.D.R. Al sureste de las islas Marianas y cerca de la isla de Guam en el pacífico noroccidental, se encuentra el abismo más oscuro y gigantesco conocido de nuestro planeta. Con una profundidad de 11.012 metros, una anchura de 69 kilómetros y una longitud de 2.250 kilómetros, la oscuridad en la fosa de las Marianas es absoluta; precipicio de misterios desconocidos que sigue siendo un auténtico enigma para la ciencia y un extraordinario reto para aquellos aventureros que deseen explorar uno de los últimos reductos que el ser humano aún no conoce con detalle. Los primeros datos sobre la existencia de la fosa de las Marianas fueron aportados gracias a la labor de investigación de un grupo de científicos que comandaron la que se denominó expedición Challenger. Durante cuatro años comprendidos entre diciembre de 1872 y mayo de 1876, la corbeta británica HSM Challenger –de quién tomó el nombre la expedición- después de zarpar del puerto de Portmouth recorrió cerca de 120.000 kilómetros surcando el océano Atlántico, Ártico, Indico y también parte del pacífico, comandada por el capitán George Nares. Fue la primera expedición oceanográfica de la historia y el Challenger salió equipado con la mejor tecnología de la época ya que, incluso, contó a bordo con su propio laboratorio. La expedición estuvo dirigida y promovida por el escocés Sir Charles Wyville Thomson, quien contó con la participación de los también científicos William Benjamín Carpenter y Sir John Murray. El día 23 de marzo de 1875 mientras se realizaban sondeos en la zona de las Marianas, se registraron varias mediciones que señalaron una profundidad de 8.114 metros. El lugar donde se midió tan extraordinaria profundidad fue bautizado con el nombre de abismo Challenger en honor al navío británico y por ende a la expedición oceanográfica de igual nombre. Pasaron muchos años antes de que de nuevo se realizasen mediciones en la fosa de las Marianas. Esto ocurrió en el año 1957 cuando el buque científico soviético Vityaz, construido en 1939 y que realizó 7942 investigaciones oceanográficas por todo el mundo, realizó nuevas mediciones en el abismo que indicaron una profundidad de 10.934 metros. Poco después en 1962 el buque científico MV Spencer Baird, dotado tecnológicamente con aparatos de profundidad de mayor precisión realizó mediciones que marcaron una profundidad de 10.915 metros. Pero sin lugar a dudas el mayor logro en la fosa de las Marianas lo llevó a cavo el Batiscafo Trieste en el año 1960. Diseñado por el profesor de física y aventurero suizo August Piccard, fue botado en 1953 cerca de Nápoles y financiado por el consejo de la ciudad italiana de Trieste.

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Sería el hijo de August, Jaques Piccard, quién acompañado del teniente de la marina estadounidense Don Walsh, bajaron hasta lo más profundo del abismo Challenger el 23 de febrero de 1960. Fue la primera y última vez que un ser humano se adentraba a tan escalofriante profundidad. Alcanzaron el fondo de la fosa a una distancia de 11.034 m después de descender durante 5 horas. Cuando alcanzaron el fondo marino estuvieron 20 minutos, en los cuales, debido a los sedimentos levantados tras posarse sobre el suelo, apenas pudieron ver nada con

nitidez. El ascenso del batiscafo duró tres horas y 15 minutos, y la proeza del diseño sumergible de Piccard fue todo un éxito científico y marcaría un antes y un después en la aventura de la exploración submarina. Hasta la fecha nadie se ha aventurado a descender de nuevo al abismo Challenger. El frío mortal, la oscuridad eterna y la presión atmosférica

estimada en 1072 atmósferas, contribuyen a pensarlo dos veces antes de intentar un nuevo descenso. Aunque la hazaña de los tripulantes del Batiscafo Trieste es mucho menos reconocida popular y socialmente, es comparable a la llegada del hombre a la luna. Varias expediciones posteriores llevadas a cavo mediante el uso de

robots mecánicos submarinos han surcado el abismo en búsqueda de datos científicos. Se ha testimoniado la presencia de extrañas criaturas de formas y siluetas desconcertantes, así como la presencia de seres vivos luminiscentes que viven en profundidades donde la luz del sol jamás ha penetrado. En fechas recientes el afamado director de cine James Cameron ha anunciado su intención de bajar hasta el fondo del abismo Challenger. El proyecto Deep Sea Challenger, en el que participan Nacional Geographic y la marca Rolex, quiere poner a Cameron nuevamente en las portadas de los periódicos mundiales. Para Cameron no es nada nuevo sumergirse en las profundidades oceánicas pues sobre sus espaldas recaen ya cerca de 72 inmersiones, de las cuales 51 las ha realizado a bordo de

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sumergibles MIR rusos llegando a alcanzar los cinco kilómetros de profundidad. Entre estos descensos se cuentan también los muchos que realizó para filmar su portentoso documental sobre el Titánic. Para esta nueva aventura contará con la ayuda de la mayor tecnología disponible a bordo de un submarino DCV1 de construcción australiana, de ocho metros de largo y con capacidad para un solo tripulante. Está equipado con cámaras de alta definición, incluso en 3D, y la mejor instrumentación lumínica disponible para documentar cada centímetro de tan grande aventura submarina. Un punto azul gira en la inmensidad oscura que reina en el sistema solar. De entre la hermandad de planetas que surgieron del frío primigenio de la creación estelar, uno en concreto gira alrededor de su estrella bajo un complejo a la vez que específico y perfecto sistema de relojería que ha permitido que la vida en infinidad de formas se abriese camino cubriendo por entero su superficie. Se le llamó Tierra obviando totalmente su principal característica, ser un planeta cubierto de agua casi en su totalidad. Mar hubiese sido su nombre correcto por el azul inmenso que recorre los cuatro puntos cardinales del globo y como tributo a los mares que fueron los responsables del caldo primigenio y primordial de nuestra existencia. Hemos recorrido tierra firme de polo a polo, abriéndonos camino por senderos peligrosos entre exuberante vegetación. Sobre las más altas cumbres montañosas hemos picado banderas multicolores y se ha sufrido ante la grandiosidad de los desolados y ardientes desiertos. Los océanos han sido surcados desde tiempos remotos sirviendo de vía de comunicación con otros mundos generando el intercambio de cultura y ampliando la propia visión que tenemos de nosotros mismos. Pero aún hoy día, cuando nos encontramos en los instantes previos que nos llevarán a pisar por vez primera la superficie de Marte, no conocemos que se oculta debajo de nuestro manto oceánico, ni qué criaturas pueblan las grandes fosas marinas. Seguramente ha llegado el momento en el que estemos en disposición de comenzar la gran aventura de explorar concienzudamente las fosas que perforan la corteza de nuestro planeta, y poner algo de luz en los oscuros rincones de nuestra geografía que aún permanecen vacíos de conocimiento.

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J.J.D.R. En la periferia de Madrid, a escasos veinte kilómetros del mundanal ruido y la toxicidad del caótico tráfico, en la localidad de Mejorada del Campo, se alza una construcción que sólo por el mérito y la pasión que ha conllevado su edificación merece la pena adjetivarla como obra genial y monumental. Se trata de una catedral de hechura idéntica a las que estamos habituados a ver en muchos lugares de nuestra geografía, pero con la particularidad de que la catedral de Mejorada ha sido levantada gracias al esfuerzo continuo de un solo hombre. A simple vista asombra su arquitectura y sus grandes dimensiones que nada tiene que envidiar a muchas otras perlas catedralicias, sobre todo si tenemos en cuenta que aún sin estar acabada, toda la estructura ha sido concebida y labrada por una persona que ni sabe de albañilería, ni es constructor, ni tan siquiera se guió de plano o proyecto alguno. Aunque pueda parecer una locura, así es la historia viva de la catedral de Mejorada del Campo, ensoñación velada en promesa maternal, que lleva repicando y dibujando en la mente de su constructor Justo Gallego cada centímetro de su faraónica obra desde hace medio siglo.

Con su gabardina color azul y su gorro rojo en la cabeza Justo Gallego es un hombre satisfecho de sí mismo. Y cómo no estarlo cuando cualquiera que se adentra en su inmensa catedral puede admirar y disfrutar la pasión y el denodado esfuerzo que está realizando. Nació el 20 de septiembre de 1925 en Mejorada del Campo, su pueblo de siempre y el que le vio partir con 27 años rumbo a la ciudad de Soria. Su vocación cristiana dictó en su conciencia la idea de consagrar su vida a Dios, y encaminó sus pasos hacía el monasterio de Santa María de la Huerta donde residió durante ocho años.

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Durante este periodo no llegó a tomar los votos monásticos ni lo haría nunca, pues aquejado de tuberculosis, tuvo que abandonar el monasterio por el miedo que se generó a posibles contagios y la recomendación de respirar aires más saludables. De regreso a su pueblo natal, lejos de sentirse desanimado, su fe, y dicen que una promesa hecha a su madre si lograba curarse, hizo que comenzara a vender algunas propiedades heredadas y en los terrenos familiares comenzase a edificar una catedral que dedicaría por supuesto a Dios y a la virgen del Pilar (patrona de la hispanidad), por lo que las obras comenzaron un 12 de octubre de 1961 como no podía ser de otra manera. Han pasado cincuenta años desde aquella fecha. Por las manos de Justo Gallego dicen que han pasado más de 80.000 sacos de cemento, sin contar los olvidados, así como presiones administrativas por falta de licencia de construcción y en muchos casos la antipatía de algunos vecinos, quienes no han dudado de tildarlo de excéntrico y a su obra titularla como la “catedral del loco”.

Lejos de querer hacer valoraciones sobre arquitectura y construcción-.jamás podría, ni me atrevería, pues no tengo ni idea- lo que personalmente me encontré cuando visité la catedral de Justo me dejó helado. Pero no helado por su desfachatez o su inacabado aspecto, sino helado y perplejo al encontrarme ante una edificación majestuosa producto de una mente sencilla que después se me antojó mágica. La catedral ocupa una superficie de 4.740 metros cuadrados. Desde el suelo a su cúpula mayor, ya prácticamente acabada, hay 40 metros. A parte tiene otras dos torres de 60 metros de largo por 25 de ancho que dan volumen al conjunto arquitectónico. Como en cualquier catedral que se precie, en la mente de Justo Gallego surgieron escaleras de caracol que ascienden hasta las cúpulas, hay patios exteriores, capilla, arcadas, pórticos, claustro, y una amplia cripta

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digna de contemplar justo debajo de la planta principal compuesta por tres naves decoradas con coloridas vidrieras en las paredes. La construcción es todo un ejemplo de reciclaje, habiendo sido utilizados bidones de productos químicos venidos de China para el encofrado de las columnas y neumáticos usados de camiones para dar forma a los arcos en un alarde de imaginación sin límites. En su inacabada construcción no falta de nada. Todo ha sido detalladamente pensado y también leído, ya que como inspiración para muchos detalles se basó en antiguos libros de Catedrales y castillos, muchos de ellos escritos en latín. Si locura es el adjetivo que muchos utilizan al referirse a Justo Gallego, yo opino que bendita locura. Pues la locura que presencié ante su obra la sentí más como sinónimo de valentía, tesón, sacrificio y constancia, todo ello unido a grandes dosis de fe instaladas en el espíritu inagotable de un anciano soñador, que la construcción de un hombre desquiciado y hecha sin sentido ni lógica.

La catedral de Justo Gallego está prácticamente construida con materiales reciclados. Le sirve cualquier cosa que pueda dar forma a su idea. Los materiales sobrantes de algunas empresas de construcción son su mejor regalo. Ladrillos y cemento se amontonan por doquier esperando que Justo les saque provecho y coloque en algún hueco. Eventualmente ha recibido ayuda de ciertas personas, algún sobrino, amigo o voluntarios que, sobre todo en época estival, han arrimado el hombro bajo la atenta mirada del maestro de obra. Actualmente y desde hace unos años, su ayudante Ángel es quien realiza el trabajo más pesado. Nunca ha recibido ayuda administrativa ni emolumento alguno por parte del ayuntamiento de su pueblo o por parte de la comunidad de Madrid. De la iglesia ni hablamos. Algún calendario solidario y las constantes donaciones particulares y colectivas sirven para que Justo siga soñando con ver terminada su catedral.

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Justo Gallego se hizo popular tras un spot publicitario de la marca Aquarius en 2005. Entonces recibió algún dinero extra por tres días de rodaje. Pero lo más importante fue comprobar cómo su catedral, y él mismo, fueron conocidos tras aquel anuncio. Hoy día las visitas de curiosos es un goteo continuo. Incluso llegan autocares de infinidad de sitios para contemplar la descomunal obra. Todo aquel que se acerque a la catedral de Mejorada del Campo puede ver a Justo aparecer y desaparecer entre andamios y ladrillos, acarreando cemento en su vieja carretilla o enfoscando paredes trepado a una escalera en las alturas. A sus 86 años de edad sigue trabajando todos los días desde que amanece hasta que se pone el sol. Acorralado por los muros que dolorosamente él mismo ha levantado con tanto esfuerzo, Justo Gallego está en la recta final de su faraónica construcción. Ya estamos tapando aguas, me comenta, mientras con la vista ojeo la inmensidad de aquel lugar y soy consciente de lo que aún queda por hacer. Su optimismo y entusiasmo apabulla. Lástima que los años pasen tan deprisa y sean tantos los que Justo ya tiene. Mucho me temo que no logrará ver acabada su catedral. Por el momento ha conseguido que su obra viaje hasta el prestigioso museo de arte moderno de Nueva York. En el MoMA se expusieron fotografías de la construcción de la catedral con gran aceptación y asombro de los visitantes. Arquitectos de todo el mundo han quedado maravillados con la obra de Justo Gallego. Este es el caso del Inglés Norman Foster arquitecto quién declaró tras su visita a Mejorada del Campo; “Es lo más impresionante que he visto nunca”.

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¿Qué pasará cuando Justo ya no esté? Es la pregunta del millón. Hace algún tiempo Justo quizás no hubiera estado convencido de que sucedería con su catedral, si la demolerían o quedaría abandonada pero, hoy día, está convencido que perdurará en el tiempo. Su idea es verla acabada, para ello, según sus propias palabras, trabaja como lo hacían en la edad media para poder darse el lujo de sentirla acabada así sea el último día de su vida. Una vez concluida está decidido entregarla al obispado para que ellos decidan sobre su futuro. Justo Gallego, labrador de la localidad de Mejorada del Campo en Madrid, es un gran ejemplo de constancia, trabajo y perseverancia. Grandes artistas hicieron en sus afamadas vidas maravillosas obras de arte, y grandes constructores lograron asombrar al mundo con magníficas edificaciones. Pero que un solo hombre haya acometido la bestial singladura de crear una catedral de la nada, sólo y sin apenas recursos, es algo que no tiene parangón. Seguramente será, cuando ya no esté entre nosotros, cuando los méritos y los réditos se los quieran llevar otros. Todos querrán sacar provecho del esfuerzo del bueno de Justo. Su catedral está en fase de finalización aunque obviamente queda aún mucho por hacer. Como los grandes locos que han caminado por los senderos de este nuestro lunático mundo, Justo Gallego es el emir de la locura arquitectónica. Consuelo para aquellos que amamos la ciega locura del acierto y el arte, es saber que la calle donde se encuentra la catedral de Mejorada del Campo se llama Arquitecto Gaudí que, para fortuna de todos, fue sin lugar a dudas otro maravilloso loco.

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J.J.D.R. En las profundidades de la selva inhóspita del sureste de Papúa Nueva Guinea, los Korowai, vigilan el terreno desde la altura que les proporcionan sus casas construidas en los árboles. También conocidos como Kolufo, constituyen la única etnia conocida de carácter arborícola. Los korowai son temibles y temerosos. Temibles por sus costumbres alimenticias, las cuales incluyen en su menú la carne humana, y temerosos de sí mismos, pues huyen de la oscuridad, momento en el que los Khakahua, brujos con forma humana, llegan para matar y comerse a sus congéneres. Según cálculos aproximados, los individuos pertenecientes a la tribu de los Korowai, rondarían los 4000 individuos. Ajenos al mundo exterior, viven en territorios aislados completamente del resto de humanos y, tan sólo la tribu Kombai, ejerce de vecino incómodo. Celosos de su intimidad, recelan de los extranjeros, a los cuales no dudan en abatir si se sienten en peligro. Fueron los misioneros en la década de los años 70 los que contactaron por vez primera con los indígenas y supieron de su ferocidad y su gusto por la carne humana. Para los Korowai los hombres de raza blanca son Laleo “fantasmas demonios” y al parecer dejamos de ser hace tiempo apetecible carne en sus cenas familiares. Hoy día, se sabe que algunos grupos aún no han tenido contacto con seres de raza blanca. Sus comunidades, repartidas por grandes territorios, no exceden de los 10 a 12 individuos. Son de estatura pequeña, ágiles y fibrosos escaladores, que construyen sus viviendas en las copas de gruesos árboles dónde se sienten protegidos de los animales de la selva y también de sus peores enemigos los Khakahua, brujos con forma humana, hombres de tribus rivales que acechan de noche y matan a sus familiares. La construcción de sus casas, a pesar de la fragilidad que pueda apreciarse, es muy consistente, tanto es así, que ante fuertes monzones y temporales frecuentes en la selva, perduran abrazadas al cuerpo del árbol. Se han encontrado casas a una altura de 35 metros. Usan troncos gruesos como pilares y ramas anudadas por lianas que, al secarse, endurecen los nudos y sujeciones. En el centro de la cabaña tienen un hogar que permanece encendido. Varias cuerdas soterradas sujetan la estructura donde prende el fuego. En caso de que las llamas prendan la cabaña, tiran de la cuerda para dejar caer el fuego a través de un agujero en el suelo de la choza, alejando el peligro al instante.

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La base de la vivienda no suele superar los 5x8 metros, y las paredes no superan el metro y medio, hechas con tallos de hojas y palmas de árboles. El acceso a las viviendas es mediante lianas, que en las partes más bajas se asemejan a escaleras. La seguridad preocupa mucho a los Korawai. Sus estructuras están diseñadas con múltiples ramblas y utensilios que les avisan ante la llegada de algún intruso. En las casas de mayor tamaño las mujeres y los niños permanecen en estancias separadas. Los hombres Korawai gustan de reunirse por las noches y entablar largas conversaciones al calor de la hoguera. Estas veladas nocturnas están vedadas a las mujeres, siendo para ellas un auténtico tabú. Nunca abandonan sus cabañas de noche. Sienten pánico a la oscuridad. En lo alto de sus protegidas casas, se sienten protegidos y a salvo del mundo que les rodea. La piel del cuerpo del jefe tribal está sembrada de marcas infringidas a fuego. Para el líder del grupo, es de suma importancia, rendir tributo con tales marcas en su piel, al aspecto que presenta la piel del cocodrilo, animal sagrado para ellos. Les gusta la carne de serpiente y las larvas de insectos. En ocasiones abaten a lanzazos algún enemigo tribal o cazan sus fantasmas demonios como ellos los llaman. Del sujeto muerto se lo comen todo, asando la carne envuelta en hojas de banano sobre un improvisado horno hecho con piedras calientes. Sólo desechan las uñas, los huesos y el pene del desdichado infortunado. Los Korawai viven aún en la edad de piedra. Es cierto que, algunas incursiones de extranjeros, han logrado establecer breves contactos con ellos, pero aún permanecen ajenos al progreso y aislados del mundo. La luz eléctrica, el agua corriente, los coches, las carreteras, forman parte de un lenguaje ininteligible para ellos, siendo su mundo la selva, junto a los árboles, sus ritos y sus costumbres y el entorno arcaico y ancestral que les rodea. La ropa es un absurdo complemento. Su desnudez es la desnudez de sus complejos y lo único que tapan, celosamente, es la intimidad de sus vidas y sus hogares. En las selvas inhóspitas e intransitables de Papúa Nueva Guinea, el pueblo de los hombre árbol, la tribu de los cazadores de demonios fantasmas, la etnia comedora de carne humana Korawai; pervive a pesar del progreso ocupando el lugar que la historia de su pueblo les dejó como legado, con la única esperanza de que les dejen vivir, de la única manera que conocen y desean conocer, allá en las copas de sus amados árboles.

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J.J.D.R. Franz Reichelt es un buen ejemplo del dramatismo y riesgo que supuso la carrera que emprendieron algunos hombres por lograr alcanzar el sueño de volar. Nació en Wegstädtl hoy día Steti (República Checa) en 1878. Su profesión era la de sastre y la moda parisina le abrió las puertas a una ciudad rebosante de vida y negocio. Procedente de Viena llegó a París en 1898 y en 1911 ya contaba con la nacionalidad francesa y le precedía una notable fama de buen sastre. Su negocio funcionaba, era feliz en París, pero para llegar a completar el círculo mágico que le llevase a la felicidad completa, deseaba con todas sus fuerzas conseguir volar. Seguramente Franz estuvo al tanto de los saltos realizados en paracaídas por Andrei Garnerin en 1797 desde 8000 pies de altura sobre la ciudad de Londres con un paracaídas de campana de seda y nada menos que 7 metros de diámetro, así como de los avances del italiano Joseph Pino en el diseño de paracaídas para los pilotos de aviación que fueron un rotundo éxito. Franz se enfrascó en el diseño de un extraño traje con el que pretendía asombrar al mundo y demostrar que podía saltar desde una gran altura aterrizando posteriormente con cómoda elegancia. Para ello se enfrascó en investigar tratados y libros del genial Leonardo da Vinci, y fue diseñando sobre el papel sus primeros bosquejos. En su taller de la rue Gaiblon confeccionó sus primeras prendas, todas ellas muy alejadas de los diseños y estereotipos comunes, obsesionado con crear un traje de cuerpo entero que emulase la silueta de un murciélago que fue probando en maniquíes que lanzaba desde la azotea y que lógicamente terminaban destrozados en el patio de su vivienda. Lejos de sentirse frustrado se dispuso a dar un paso más allá y, un buen día, se dirigió hasta la torre Eiffel donde después de ascender a gran altura suspendió su maniquí equipado con su traje de murciélago y lo lanzó sin más. El muñeco quedó hecho añicos ante las curiosas miradas de los parisinos que allí se encontraban. Para los que le observaban con el gesto contrariado, algunos con irónica sonrisa y que fueron testigos de su desastroso ensayo, Franz Reichelt tuvo una rápida respuesta; el fallo está en que el maniquí es incapaz de abrir los brazos tras el salto y así es imposible mostrar las bondades del traje. Y concluiría por sentenciar que, para tener éxito, tendría que ser él mismo quien demostrase que su invento funcionaba. La obstinación debió de ser sin duda alguna una de las características del carácter de Franz, ya que poco tiempo después del nefasto ensayo, se presentó ante los guardias de la torre para comunicarles su intención de saltar. Supongo que aunque Franz era un personaje conocido y respetado, los guardias debieron de tomarle por un pobre trastornado, y le indicaron que sin una autorización policial no le dejarían acometer su ansiada hazaña. Quizás pensaron que allí acabaría aquella anécdota, pero

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lo que no esperaban, era encontrarse de nuevo con Franz delante de ellos y portando en su poder una autorización policial la cual aún nadie entiende como pudo ser concedida. Para quedar eximidos de cualquier responsabilidad ante un fallo mortal, los mismos agentes que custodiaban la torre hicieron que Franz firmase un documento constatando que nada tendrían que ver en aquel experimento.

El día 4 de febrero del año 1912 Franz Reichel ascendió hasta posicionarse sobre los 90 metros que separa la primera plataforma de la torre Eiffel del suelo. Cerca de una treintena de periodistas acudieron a la cita, además de dos cámaras de filmación que fueron colocadas estratégicamente, una en la misma barandilla desde la que saltaría Franz y la otra a ras de suelo. La gente comenzó a agolparse en las inmediaciones del campo de Marte y las orillas del río Sena. Había autoridades policiales y muchos curiosos y amigos de Franz que hasta el último momento intentaron disuadirle para que no saltara. Franz Reichelt contempló las hermosas vistas de París desde la primera plataforma de la torre Eiffel vestido con su negro y extravagante traje. Sin demasiados preámbulos se acercó hasta la barandilla y se dispuso a saltar. Las filmaciones de aquel día, muestran un claro titubeo en el cuerpo de Franz de apenas unos segundos, tras los cuales, dejó caer su cuerpo al vacío hasta que el pavimento lo frenó de golpe, dejando tras de sí un socavón de 15 centímetros como huella del trágico suceso. Murió al instante, puede que incluso su corazón se parase en el momento en el que fue consciente de que su invento había fracasado. Murió de manera trágica aquel 4 de febrero a la edad de 33 años, ante una multitud atónita y dos cámaras que filmaron el salto y que constituyen la prueba histórica de la locura de un hombre apasionado cuyo deseo de volar le costó la vida.

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La tecnología ha minimizado mucho el riesgo inherente a ciertos deportes extremos, pero la sombra de la muerte siempre estará sujeta con un estrecho hilo a los talones de quienes se atrevan a pisar la línea que separa la lógica del estricto deseo. El pasado 23 de agosto saltaba la noticia del mortal accidente sufrido por el presentador y deportista Álvaro Bultó cuando practicaba en los Alpes suizos una modalidad de salto en paracaídas denominada Wingfly, donde el saltador viste un traje aerodinámico con el cual emulan a cientos de kilómetros por hora el vuelo de los pájaros. En esta ocasión el traje falló y el paracaídas de Álvaro no se abrió, costándole la vida. El 14 de octubre de 2012, el austriaco Feliz Baumgartner ascendió en un globo aerostático hasta la estratosfera para lanzarse al vacío desde 39.068 metros de altura, batiendo tres récords históricos y entrando en el Olimpo de héroes ilustres o locos amantes de la aventura y el riesgo más absoluto. Logros y tragedias como estas seguirán repitiéndose mientras el hombre tenga anhelos y sueños por conseguir objetivos extremos. Desde el trágico salto de Franz Reichelt, hasta el impresionante éxito de altura de Baumgartner, hombre y tecnología han conseguido traspasar barreras que se creían imposibles de superar tejiendo un estrecho vínculo entre superación, valor, técnica, y el deseo irrefrenable de verse y sentirse capaz de emular el vuelo grácil y estético de un ave.

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J.J.D.R Cuerpos perfectos sobrevuelan la estancia. Cientos de gestos y formas detallan cada rincón de la capilla. Seres de un mundo glorioso, legaron en la imaginación del artista inmortal, la mágica fórmula para llegar a transformar la divinidad del ser en contornos, colores y fisionomías humanas hasta el momento nunca vistas. La chispa de perfección prendió en la mente adecuada y el momento preciso. El fuego encendido tras la chispa, generó un incendio de locura e ingenio absoluto que, tras ser sofocado por el talento y la perseverancia de un genio loco, dejó cenizas de arte que fueron convertidas en únicos y bellos seres celestiales de la mano y obra del genio de genios absoluto…Miguel Ángel Bounarrotti. Sixto IV, perteneciente a la familia De La Rovere, decidió restaurar una antigua estancia papal, aplicándole las medida que tuvo tiempo atrás el Sancta Sanctorum que albergó el Arca de la Alianza en el Templo de Salomón. Como la santa reliquia del sabio rey no estaba disponible, se contentó con llamar a los mejores artistas del momento en tierras de Florencia y Umbría, para que decorasen la capilla con su arte en forma de

frescos. Salidos de los talleres del ilustre Verrochio, grandes maestros como Perugino o Botticelli, aceptaron la propuesta del papa y se afanaron en llevarla a cabo. La composición de la obra de los artistas ilustró las paredes de la capilla con escenas de Cristo y Moisés, en la parte inicial y, en la superior, con los retratos de los primeros

papas de la historia. Para el techo de la estancia, en un principio, se diseñó y ejecutó una bóveda celeste que representaba el cielo estrellado como era costumbre y gusto en la época. Pero la estancia, a pesar de la magnificencia de los frescos impregnados por tan grandes genios, aún estaba inacabada para los ojos de Julio II, sobrino de Sixto IV. Su idea era cubrir la bóveda estrellada de la capilla con imágenes de los doce apóstoles, y decide encargar la obra al afamado escultor y pintor Miguel Ángel. La idea de dedicar su tiempo a la pintura no agrada a Buonarroti, pues él se siente escultor y no pintor. En mayo de 1508 Miguel Ángel comienza los dibujos que posteriormente trasladará a la capilla. El artista no es amigo de trabajar con ayuda en sus creaciones. De hecho, Miguel Ángel, tuvo pocos amigos en su vida, dado su carácter huraño e irascible. Pero la bóveda de la capilla Sixtina es enorme y recurre a la colaboración de algunos adelantados aprendices y al talento de Francisco Granacci, amigo de juventud en la escuela de Girlandaio.

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Para la preparación de los frescos, Miguel Ángel diseña un andamio de 20 metros de altura anclado en las paredes, en el que pasará los siguientes cuatro años de su vida dedicado en cuerpo y alma en la creación de sus frescos. La pintura al fresco requiere de una perfección y rapidez absoluta. Sus ayudantes se encargan de aplicar la capa de cal y puzolana sobre la pared. A continuación se delimita la zona que se va a pintar ése día con cuerdas de colores. Previamente Miguel Ángel ha dibujado en cartones los personajes de su obra en la escala definitiva. El cartón con el dibujo es alzado al andamio y emplazado en la zona delimitada con las cuerdas de colores. Una vez la ubicación es correcta, usando un punzón, se taladra el contorno del dibujo perforando mediante puntos la pared, dejando la huella de la silueta impresa en la cal fresca. Una segunda mano de yeso provoca que el carbonato cálcico haga que los colores queden fijados. Es en éste instante cuando la mano diestra y firme del artista ha de actuar. Ha de ser rápido y eficaz, ya que depende del tiempo de secado de la pared para fijar el dibujo, momento que en la época era conocido como jornada, por ser el periodo de trabajo posible en un solo día. Para acelerar el proceso, sus ayudantes mezclaban los colores a petición del maestro. Una vez acabado el dibujo en la pared, cuando ya estaba seca la superficie, Miguel Ángel se encargaba de corregir errores y perfeccionar las sombras y los contornos de sus creaciones. Tras su primer año de trabajo en la bóveda de la capilla Sixtina, sus colaboradores regresaron a Florencia quedándose tan sólo con algunos aprendices noveles que le ayudaban en tareas de menor importancia. El tamaño enorme del andamio que tuvo que utilizar, taponó la entrada de luz en la estancia, haciendo que el maestro tuviese que trabajar la mayor parte del tiempo bajo la luz de velas en lo alto del andamio. Así estuvo cuatro largos años. Comía y dormía jornadas enteras en la estancia papal. Las figuras crecían y se extendían por la bóveda de la capilla, bajo la atenta mirada de Julio II, que gustaba de interrumpir el trabajo de Miguel Ángel. El artista era poco amigo de las visitas. Para colmo, las sumas pactadas por el trabajo se demoraban y Julio II le presionaba para que acabase el trabajo lo antes posible.

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El proyecto inicial del papa se vio modificado abruptamente por la capacidad e ingenio de Miguel Ángel, que creó un universo repleto de seres magníficos. David y Goliat, Judit y Holofernes, o los antepasados de Cristo, Tosías, Ezechias, Naasón o Aminadab. Pintó nueve historias del Antiguo Testamento, que rodeó de doce lunetos con imágenes de Sibilas y profetas, distribuidos entre una sucesión de grandiosos arcos de triunfo. En la parte central, destacó la separación de la luz de las tinieblas, la creación de los astros, la separación de la tierra y el agua, o la tan afamada creación de Adán, considerada por muchos como la gran obra del arte de todos los tiempos. Ante la culminación de la obra del artista, el mundo volvía a sentir la fuerza del arte de un Genio con mayúscula. Nunca antes se vieron cuerpos tan extraordinariamente anatómicos y perfectos en el arte. Los músculos de los miembros, los rostros marcados, venas que parecen saltar de la piel, huesudas manos, y pies desnudos y perfectos se desparraman sobre un cielo perfecto de dioses y divinidades ancestrales. De nuevo Miguel Ángel. Otra vez, el gran maestro, alumbraba con su inagotable imaginación y destreza una obra cumbre en la historia del arte. Satisfecho con su trabajo, quizás, pensó que nunca más volvería a pintar, y dedicaría el resto de sus días a horadar con su cincel el duro mármol que tanto amaba. Pero, de reojo, en sus años subido en el andamio, seguramente se fijó en la pared del altar de la capilla. Aquella pared que quedó ajena a su mano y su ingenio, le daría un respiro, largos años de descanso en los cuales se dedicó a incrementar su inmortalidad entre mármoles eternos, mientras el tiempo dañaba sensiblemente su fortaleza física. Hasta que, un nuevo papa, decidió un nuevo destino para él y para aquella pared irregular del altar de la capilla Sixtina. Su vida, por entonces ligada ya a un cuerpo envejecido, quedaría sellada definitivamente a los muros de la estancia vaticana. En 1534 Miguel Ángel llega a Roma. El papa Clemente VII le había hecho llamar para encargarle un nuevo trabajo en la capilla Sixtina. Cuando Miguel Ángel acudió el papa acababa de fallecer. En su lugar, Paulo III Farnesio, calzaba ya la tiara pontificia. El trabajo que designa a Miguel Ángel es la restauración y decoración de la pared del altar de la capilla Sixtina. Han pasado 23 años desde que el artista acabase la bóveda de la capilla y su cuerpo vaga inexorablemente ante una vejez dolorosa y llena de achaques con 66 años de edad.

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De nuevo el reto de una gran obra se cierne sobre su persona. Otra vez la Sixtina pone a prueba su genio innovador y su arte descomunal. El 18 de mayo de 1537 comienza la obra en la estancia. Después de picar los dos frescos que aparecían en la pared, para dar mayor perspectiva a la obra que se gesta en su cabeza, inclina la superficie del muro para darle mayor profundidad. El tema referente que tiene que plasmar es el juicio final. El destino del hombre desde la creación hasta que Cristo resucitado premia a los justos con el cielo y condena a los injustos a las calderas del averno. A derecha e izquierda, ascienden los resucitados junto a los ángeles. En la parte central, aparece un Cristo enérgico y autoritario, junto a la virgen María, rodeado de apóstoles, beatos y otras figuras del Antiguo Testamento. En la parte baja del mural, los condenados caen en las garras del infierno. Caronte subido en su barca infernal, espera que se llene de desdichados condenados, que arderán en la llamas del infierno. Falta poco para que la obra esté concluida. Es el año 1540 y, Miguel Ángel, sufre la visita del papa y una multitud de prelados, entre los que se encuentra el Cardenal Caraza y Biaggio de Cesena maestro de ceremonias del papa. El cardenal acusó a Miguel Ángel de inmoral al mostrar tanto cuerpo desnudo en la capilla sagrada. Biaggio, quien no estimaba en nada la figura de Miguel Ángel, atacó ferozmente al artista. En su diatriba, llegó a confesar que, el juicio final pintado por Michelangelo le parecían figuras para ser mostradas en baños y tabernas, nada aceptables dentro de las estancias papales. Fueron muchos los que estuvieron de acuerdo con las palabras del cardenal que, años más tarde, verían la desnudez de aquellos cuerpos corregida. Pero la venganza, dicen, es plato que se sirve frío. Y Miguel Ángel preparó debidamente su sutil venganza contra Biaggio de Cesena, pintándolo como Minos -juez del infierno-, con sus enormes orejas de asno, y una enorme serpiente abrazando su cintura mientras su boca abierta está a punto de morder las partes nobles del maestro de ceremonias.

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Los cuerpos ascienden y descienden por la pared con sutil elegancia y destreza. Toda figura en la composición de la obra ocupa un espacio esencial. No hay una imagen discordante, un cuerpo que se desdibuje sin sentido. Toda la composición se ciñe exactamente a un plan previamente establecido por el maestro. El día 31 de octubre de 1541 se descubrió la obra de Miguel Ángel. El resultado es una apoteosis de color y belleza. La pared de la Sixtina deslumbra cegando la mirada del espectador. Un mes antes de la muerte del maestro, en enero de 1564 en el concilio de Trento, se aprobó la solicitud de tapar las partes intimas de los personajes del juicio final. El trabajo se designó a Daniel de Volterra, quién sería posteriormente conocido como Il Braghettoni, o pintacalzones.

La capilla Sixtina fue sometida a su última restauración en los años 1990-1994. Tras los trabajos realizados en los frescos, recobró sus magníficos colores, y todo el vigor y la fuerza de una de las obras cumbres del arte de todos los tiempos. Al entrar en la estancia vaticana, uno siente un escalofrío intenso cuando, al alzar la vista hacia el cielo, se pierde en un mundo aéreo de divinas formas y escenas arrancadas de un sueño. La gente se apretuja en la sala. Los guardias de uniforme, y los que pasean junto a ti, te apremian para que salgas lo antes posible. La gente espera fuera. Largas colas de visitantes llenan las horas del día para admirar la obra del

maestro de maestros. No es posible. No es justo. Una obra infinita, un monumento a la perseverancia y el amor por el arte, tan sólo puede ser admirado por espacio de vagos segundos. El privilegio, como ocurre siempre con todo lo maravilloso y extraordinario del mundo y la vida, queda acotado para unos pocos.

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Gracias a las nuevas tecnologías, aunque carente de la sutil realidad de las cosas, nos brinda la posibilidad de acercarnos tranquilamente a lugares y objetos sin movernos de casa. En punto alguno tiene comparación con la realidad, como es lógico pero, al

menos, podemos deleitarnos tranquilamente ante la obra del que bajo mi humilde opinión, ha sido y será el mayor genio del arte de todos los tiempos, el inigualable Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni.

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J.J.D.R. Primero pensaron que se trataba de un montón de basura dejada por algún desaprensivo, pero, aún así, decidieron acercarse al extraño bulto que aparecía semienterrado en la blanca nieve y el frío hielo. La pareja de turistas se fue acercando paulatinamente hacia aquella misteriosa forma que, a mayor proximidad, comenzó a definirse como una realidad bastante incómoda. Una vez estuvieron a escasos metros la sorpresa les cogió desprevenidos cuando pudieron comprobar que el bulto extraño semienterrado en la nieve era la fisonomía helada de un ser humano. Con la angustia justa de momento tan dramático la pareja Alemana, Helmut y Erika Simón, inmediatamente decidieron dar aviso a las autoridades austriacas que, una vez llegaron a la zona, pensaron se trataba del cadáver de un joven desaparecido hacía poco en las gélidas latitudes de la planicie del subglaciar Tisenjoch. La historia del dramático descubrimiento el día 19 de septiembre de 1991 de aquel cuerpo momificado bajo el hielo, daría un giro inesperado con la llegada de los restos a Innsbruck (Austria) donde se realizaron los análisis pertinentes al sujeto. El personaje que yacía bajo el hielo de los Alpes había fallecido 33 siglos atrás, en la edad del cobre europea, erigiéndose desde su descubrimiento como el humano momificado de forma natural más antiguo hasta la fecha descubierto. Desde entonces, el pequeño cuerpo momificado, no ha dejado de sorprender a los historiadores y a la propia ciencia aportando numerosos datos sobre cómo vivían los humanos de época tan remota, y en el caso concreto del personaje en cuestión, la investigación exhaustiva de una muerte en circunstancias a todas luces trágica. Se le conoce como Ötzi, nombre que hace referencia a la región de Ötztal donde fue hallado por la pareja alemana. La investigación de carácter multidisciplinar llevada a cavo sobre Ötzi es un viaje en toda regla a un pasado muy remoto, cuando el hombre se enfrentaba al mundo con los escasos medios de los que disponía, y la naturaleza y sus inclemencias juzgaban quién vivía o moría cada día. Ocurrió hace nada menos que unos 5300 años. Ötzi era cazador. Medía 159 centímetros y su edad rondaría los 45 años. Pesaría alrededor de 60 kilos e incluso se ha descubierto que padecía de artritis y sus intestinos eran el paraíso de numerosos parásitos.

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Las avanzadísimas técnicas forenses actuales, han permitido a la ciencia ir más allá. Se averiguó que Ötzi había comido dos veces antes de morir. Carne de gamuza (bóvido conocido también como rebeco o sarrio), también carne de ciervo, todo ello combinado con cereales, endrinas ciruelas y algunas clases de raíces. Su mano derecha presentaba una herida entre el pulgar y el índice que le llegaba hasta el hueso. Parece ser que trató de curarla con musgo, interpretándose con ello que tuviera conocimientos de ciertos musgos o hiervas de carácter curativo, ya que algunas de estas especies tienen propiedades coagulantes. Incluso se ha precisado, gracias al microscopio y mediando en los bordes de la herida, que le sucedió tres días antes de su muerte. El cuerpo del hombre que emergió del hielo está decorado con 57 tatuajes. Para tal efecto, se infringió pequeñas heridas que posteriormente cubrió con carbón. Muchos de estos tatuajes tenían un significado mágico y curativo. Hemos hablado que Ötzi tenía artritis en sus piernas, y los expertos creen que los tatuajes que tenía en sus extremidades inferiores debían de obedecer a algún rito de carácter curativo. Otras marcas le cubrían la muñeca izquierda, dos en la zona lumbar, 5 en su pierna derecha y 2 en la izquierda, formados casi toso por líneas paralelas sin forma definida. Calzaba unos zapatos hechos de cuero e impermeables, diseñados para andar en la nieve y compuestos por piel de oso en la planta, piel de ciervo en las partes superiores y rodeados por una red de cortezas de árbol. Una cantidad importante de hierba aglomerada alrededor del rudimentario pero eficaz zapato, le servía y protegía a modo de calcetín. Vestía un chaleco además de una capa y se cubría la cabeza con un gorro de piel de oso. Junto a su cuerpo había múltiples utensilios. Se halló un hacha de cobre y pedernal con el mango de madera de tejo. Un cuchillo también de pedernal con su extremo de fresno. Un disco de mármol blanco con un agujero en su centro, que posiblemente fuera un talismán. Un carcaj lleno de flechas con vástagos de viburno (una especie de arbusto), y las puntas de pedestal más un arco inacabado que media más que el propio Ötzi. También se encontró entre sus posesiones dos especies de setas y hongos. Una de ellas, el hongo del abedul, tiene propiedades antibacterianas, mientras que la otra especie servía para hacer fuego, que conseguiría utilizando pedazos de plantas, pedernal y pirita para la chispa

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inicial, más trozos de carbón incandescentes envueltos en hojas hallados junto a la momia. Pero según la ciencia y las pruebas diagnósticas practicadas sobre el cuerpo de Ötzi, indican que el hombre que surgió del hielo murió en circunstancias verdaderamente dramáticas. Tras realizarse un TAC (Tomografía Axial Computarizada) se descubrió la punta de una flecha alojada en su pulmón izquierdo. La capa que vestía tenía un desgarro producido por la flecha que, según parece, fue extraída post-mortem quedando tan sólo la punta en el cuerpo del difunto. También se observaron múltiples cortes en el pecho, manos, y en la muñeca derecha junto con diversas contusiones de diverso grado. Las pruebas de ADN realizadas detectaron la presencia de sangre en los objetos de Ötzi, (capa y cuchillo) de al menos cuatro personas diferentes. Los forenses aseveran que el hombre murió seguramente asesinado. La flecha fue disparada a una distancia no mayor de treinta metros, muriendo desangrado y por asfixia en cuestión de minutos. Una posible correlación de los hechos que concluyeron con la muerte de Ötzi sería de la siguiente manera. Posiblemente tuvo una pelea en la aldea donde vivía. Tras la disputa salió huyendo del poblado para escapar de su agresor o agresores. La urgencia con la que salió se evidencia al comprobar que su arco no estaba acabado, objeto indispensable para subsistir fuera de la comunidad. Después de darle alcance, una flecha le entró por la espalda perforándole el pulmón e hiriéndolo de muerte. Una vez muerto, según los especialistas, sus sicarios le sacaron la flecha del cuerpo, posiblemente con la intención de poder reutilizarla posteriormente. Con el paso del tiempo el cuerpo de Ötzi quedó sepultado bajo una gruesa capa de hielo, conservando la esencia de su vida y guardando celosamente el motivo de su muerte hasta nuestros días. Alfons y Adrie Kennis son dos hermanos gemelos holandeses expertos mundiales en reconstrucción de rostros humanos, para lo cual usan la última y más sofisticada tecnología forense basada en imágenes en tres dimensiones, infrarrojos y tomografías computarizadas de la cabeza.

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Según refleja el estudio realizado a Ötzi y que ha durado la friolera de 20 años, nos muestran a un hombre de complexión delgada pero de músculos firmes y de huesos robustos. Tenía el pelo moreno en forma de melena que le sobrepasaba los hombros, cubría su rostro arrugado con una barba prominente y tenía los ojos de color marrón. Los resultados obtenidos tras el estudio de la momia de Ötzi nos muestran, con un porcentaje de fiabilidad del 98%, la imagen y el aspecto de un cazador que vivió hace aproximadamente 5300 años y que conocemos con el nombre de Ötzi. La propiedad de la momia tuvo en disputa diplomática a Italia y Austria durante un largo período de tiempo. El motivo fue la demarcación de la frontera entre ambos países y el lugar exacto donde se encontró el cuerpo. La justicia dio la razón a Italia que enseguida reclamó la momia a Austria. El país vecino devolvió el cuerpo de Ötzi siete años más tarde, justo cuando terminó de realizar todos los estudios posibles sobre el cuerpo del hombre que renació del hielo. Actualmente la momia se encuentra expuesta al público en el museo de arqueología del Tirol del Sur, en Bolzano (Italia), bajo excepcionales medidas de conservación; con un 99,6% de humedad, -6º centígrados, y es regada cada dos meses con agua destilada para que siga su proceso de congelación y así siga conservándose en condiciones optimas. El frío mermó el cuerpo de Ötzi durante más de cinco milenios conservando el recuerdo de su vida y las evidencias de su muerte e ilustrando con su presencia una época remota y apasionante de nuestra historia humana.

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J.J.D.R. Entre sus dedos se filtra la luz del mudo que busca refugio en el lecho marino. A través de su manto de bronce, se arremolinan los peces raspando sus escamosos lomos por piernas y brazos e incluso atusan con sus negras bocas los cabellos velados por la azulada oscuridad que oculta el rostro sereno y pacífico del Cristo del abismo. La escultura del Cristo del abismo abre sus brazos al mundo submarino sumergida a 15 metros de profundidad en el golfo de Génova, concretamente en la bahía de San Fruttuoso entre Camogli y Portofino (Italia), área natural protegida y cuyo acceso solo se puede realizar a través del mar. La estatua del Cristo fue una idea original de Duilio Marcante quién, tras la trágica muerte de su compañero de inmersiones Darío Gonzatti en 1950, llevó a cavo la idea de buscar colaboradores para la creación de una escultura que le rindiese homenaje a su estimado amigo y a todos aquellos pescadores y submarinistas del mar. Gracias a las aportaciones de marineros, buzos, así como particulares que regalaron medallas o incluso algunas anclas y también campanas de embarcaciones, se consiguió alcanzar el peso necesario en bronce para realizar la escultura del Cristo. El trabajo artístico fue realizado por el italiano Guido Galletti quien tradujo la idea en una escultura de dos metros y medio de altura. El Cristo aparece con los brazos en una pose tranquila y pacificadora, donde su rostro sereno y su gesto apacible, parecen indicar el camino oculto en la oscura soledad submarina a través de la luz tenue que se filtra por encima de su cabeza. La marina italiana fue la encargada de colocar la escultura a 17 metros bajo el mar. El hecho ocurrió el 22 de agosto de 1954, y desde entonces la escultura submarina es venerada por los muchos buzos y pescadores que se acercan hasta la zona y ven en el Cristo del abismo un signo de paz y un icono de salvaguarda marina. Tal es la devoción que representa entre los lugareños la escultura del Cristo, que el día 15 de julio se celebra una gran procesión hasta el lugar donde reposa bajo el mar. El trabajo de limpieza y cuidado del Cristo bajo el agua, es un privilegio que recae en el cuerpo de bomberos genovés, y tan sólo son tres los elegidos para tan venerada tarea. La escultura fue bendecida en el año 2000 por el entonces papa Juan Pablo II. En el año 2003 fue sacada del agua y se procedió a una exhausta restauración, debido sobre todo a la gran cantidad de crustáceos que se

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habían adherido a su broncíneo cuerpo, así como para colocarle una mano que fue seccionada por el ancla de una embarcación. El día 17 de julio del año 2004 fue nuevamente colocada en su pedestal de piedra de nueve toneladas bajo el mar, esta vez a 15 metros de la superficie. Diferentes copias de este Cristo del abismo están repartidas por el mundo, siendo la que hay en el puerto de Saint George en la isla caribeña de Granada la más popular de todas. El hecho de que sea tan popular se debe a que fue un regalo de la compañía naval Costa Cruceros como agradecimiento a la población por la ayuda prestada el día 24 de octubre de 1961cuando el barco italiano Bianca C sufrió una explosión en su sala de máquinas y terminó incendiado y hundido. La población de Granada se dirigió rápidamente al puerto y, aunque tres personas fallecieron en el accidente, otras 700 fueron rescatadas y puestas a salvo en tierra firme. Tal fue el incendio en el barco que hubo de alejarlo del puerto y terminó hundiéndose a varias millas lejos de tierra. En primer momento se sumergió la escultura bajo el mar, al igual que yace sumergida la italiana, pero tiempo después se colocó en el puerto, donde hoy día puede apreciarse. Bajo las aguas del mar mediterráneo, de pie y dirigiendo su fija mirada hacia la superficie luminosa, el Cristo del abismo emerge de la oscuridad del fondo marino regalando un maravilloso abrazo, regalo para el mundo y para aquellos buzos y pescadores que se sumergen a saludarle en su frío nicho de algas y sal.

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Sobre la vertical de la República de Mali, en la parte occidental del continente africano, el día 25 de febrero de 1996 la lanzadera espacial Columbia realizaba una serie de experimentos fuera de la atmósfera terrestre denominados STS –75 (Tethered Satellite System) o sistema de satélites atados.

El objetivo de la misión llevada a cavo por la NASA, era poner en órbita un generador de energía el cual, estaba unido a un cable denominado Tether que se encargaría de capturar la energía del campo magnético de la tierra para poder transformadla y utilizarla a posteriori por futuras misiones espaciales.

Cuando el operativo está en marcha y todo parece estar en perfecto estado, el gran cable o Tether se rompe bruscamente a unas 77 millas del Trasbordador y queda suspendido en el vacío orbital desprendiendo en todo momento una gran cantidad de luminiscencia.

Decenas de cámaras ultravioletas graban cada secuencia. Decenas de cámaras siguen en directo desde la Tierra y desde el propio Trasbordador espacial cada segundo de lo que está aconteciendo.

De inmediato, cuando sobre la oscura realidad del espacio exterior, sólo la luz intensa del cable reluce como un farol en el vacío, unas extrañas formas difícilmente identificables comienzan a acercarse al cable centelleante desde todas partes.

Recordemos que todas las secuencias están siendo grabadas por la NASA. Es el propio astronauta Claude Nicollier encargado de grabar las maniobras del Columbia quien advierte la presencia de los extraños objetos, y continúa grabando asombrado al ver cómo cada vez son más objetos los que se aproximan al cable ionizado y luminiscente que no cesa de desprender la energía acumulada.

Los objetos son semicirculares y dentro de la transparencia de sus siluetas muestran parpadeos rítmicos y regulares como el pálpito continuo de un corazón.

En las imágenes se aprecia como aparecen y desaparecen de la nada más absoluta y, de vez en cuando, tras la imagen luminosa del Tether, se puede ver claramente que desde la atmósfera Terrestre y a velocidades

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increíbles los extraños objetos salen de la Tierra y en segundos rodean el cable atraídos por la enorme luz que ilumina el espacio.

Durante un periodo de 5 largas horas imágenes y conversaciones entre el Columbia y la base de Houston son grabadas y los datos protegidos y guardados.

Por momentos son varias decenas de objetos los que se pueden ver en la grabación, diferenciándose dos tipos o clase de objetos, unos de menor tamaño y más versátil, y la aparición posterior de varios de gran tamaño y con forma de herradura con un círculo en el centro. A estos últimos objetos no identificados lo ufólogos les llaman Xendras o portales, supuestamente avistados por numerosos testigos que recuerdan la singular silueta de su presencia.

Lógicamente, como era de esperar, la NASA rápidamente desmintió cualquier incidente ovni en la misión,- máxime al ser partícipe de la posterior divulgación del vídeo a nivel mundial, y el eco mediático que un caso de ésta índole promueve a nivel social-, saliendo al paso del bullicio producido diciendo que no había caso ovni y que tan sólo se trató de la aparición, quizás más misteriosa aún, de diminutas motas de polvo o basurilla cósmica diseminada sobre la lente de la cámara.

Ser escéptico ayuda mucho a usar la lógica y refugiarse a salvo de incomodas preguntas. Pero ser escéptico no significa desmentir por sistema lo que no comprendamos. No poner trabas a la mente quizás sea una solución para poder llegar a entender extrañas situaciones como la ocurrida con el STS-75, u otras muchas que se dan a diario. Ahora sólo os pido que visualicéis el famoso vídeo y cada cual saque sus conclusiones.

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J.J.D.R. Una inusual y helada corriente submarina hace acto de presencia bajo el dosel de hielo antártico. El flujo salino se comporta de manera extraña, creando de manera inmediata una espesa y sólida columna que crece rápidamente desde la superficie y desciende hasta el lecho marino congelando a su paso toda forma de vida que se interponga en su camino. El helado manto de hielo antártico se muestra sereno mientras bajo la entraña oscura y fría de su vientre submarino, un Brinicle cruje su torso de hielo y recrea para el mundo visual uno de los fenómenos naturales más extraños y poco conocidos por la ciencia. Un Brinicle es una estalactita de hielo. Quizás, tan simple descripción no sea demasiado atrayente, pero lo que hace que un Brinicle o carámbano salado sea diferente a cualquier otro fenómeno natural es su propia formación y el carácter mortal y desafiante que lo rodea. Para que se forme un Brinicle son necesarios varios factores determinantes. En la superficie, sobre la capa de hielo del Ártico o el Antártico, las temperaturas están por debajo de los 20º centígrados. El mar a de estar en calma total y la zona donde se creará el tubo de hielo no ha de ser muy profunda. La temperatura del agua es mucho más elevada que en superficie. Llegado el momento decisivo, cuando todos estos factores se han cumplido, el eslabón que unirá la cadena de circunstancias especiales que hará que se cree el Brinicle, será un flujo marino de elevada salinidad y ritmo constante sin corrientes en el mar que influyan en su recorrido. Ahora sí, bajo el techo de hielos perpetuos del desierto antártico, un rígido tubo comienza a descender a una velocidad vertiginosa cual afilada lanza que blandiese el mismísimo Poseidón, congelando todo signo de vida que interceda en su camino. Peces, crustáceos y algas, quedan atrapadas en una telaraña de hielo que acaba al instante con sus vidas, mientras el tubo de hielo, o dedo de la muerte como también es conocido, culmina su trayecto y se une al lecho del mar formando una deforme columna de cristal mortífero. Éste fenómeno natural, muy poco común, es conocido desde la década de los años sesenta. Quién describió con mayor detalle su formación fue el oceanógrafo estadounidense Seelye Martin en 1974. Pero fue en el año 2011 en el rodaje de la serie Frozen Planet para la cadena BBC, cuando los cámaras Hugh Miller y Doug Anderson lograron grabar y constatar el precioso momento de la formación de un Brinicle aportando un documento único y de gran valor científico. La zona de la grabación fue Little Razorback Island cerca del archipiélago de Ross en la Antártida.

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La naturaleza no deja de sorprendernos bajo todo tipo de situaciones y formas inesperadas. En medio del batiburrillo que conforma la enorme biodiversidad de ecosistemas que nutren y dan vida a nuestro planeta, Gaia muestra su grandeza a través de mil formas y colores, de mil y una siluetas y geometrías dispares. A nosotros, los humanos, nos compete deleitarnos con ellas y protegerlas, conscientes de que la admiración y la belleza de nuestro mundo es también nuestra responsabilidad.

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Bustos de piel adormecidos por el silencio, cuelgan por doquier de las paredes de la estancia, como en una sala de trofeos taurinos o la colección privada de un taxidermista.

Bustos que parecen querer salir de su prisión de cal, retorcidos sobre sí mismos, tratan de alcanzar con la expresividad de sus ojos cristalinos el alma del que observa con detalle sus fisonomías desgarradas pendiendo de las paredes.

Joseph Seigenthaler es el autor del hiperrealismo que cuelga en las paredes del museo.

Nació en Nashville, Tennessee (EE.UU.) en 1959 y lleva más de dos décadas esculpiendo figuras, y haciéndolas caminar entre la credulidad y el desconcierto que origina en el espectador el hiperrealismo más absoluto.

Comenzó muy joven realizando esculturas de cera y pronto su detallada técnica y el buen uso de los materiales modernos le han puesto en el disparadero de los más cotizados y afamados artistas hiperrealista del momento.

Su estudio, tachonado de resinas, óleos, acrílicos, siliconas, ceras y telares para vestir a sus creaciones, encubre toda una sociedad de seres amputados de vida pero tan reales en apariencia, que miedo me daría quedarme en una habitación a oscuras y solo ante ellos.

Como casi la mayoría de los artistas que disfrutan creando esculturas hiperrealista, el objetivo es alcanzar el mayor realismo posible y, sobretodo, provocar en el espectador todo tipo de sensaciones raras y controvertidas.

Joseph Seigenthaler consigue de sobra captar la atención con sus obras, sobre todo con los Noggins, bustos que reflejan con increíble detalle hasta los poros de la piel por los que transpirarían sus obras si cobrasen vida.

Junto a su esposa y sus tres hijas, trabaja y reside en la actualidad en Chicago (EE.UU.), donde además tiene de la mano de Carl Hammer Gallery, una de sus colecciones permanentes.

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Inmersos en un mar de siliconas y vidriosos ojos que fijamente miran hacia el vacío, todo un mundo de brujas, zombis, mutantes y pequeños duendecillos del bosque, aparece entre pinceles, paletas, acrílicos, y toda clase de utensilios de atrezo.

Mecido por la corriente de fantasía que destilan sus creaciones, Thomas Kuebler tiñe y perfora formas y colores bajo el telón que cubre su bizarro mundo de personajes diabólicos y frikis figurillas de silicona.

Thomas Kuebler nació en Cleveland, Ohio (EE.UU.) en 1960. A muy temprana edad, comenzó a perfilarse como un inquieto y hábil artista, que esculpía figuras de barro y se divertía arreglando todo tipo de juguetes mecánicos.

Después de terminar sus estudios en Kent, trabajó como diseñador de juguetes para la empresa Americam Greeting durante dos décadas y media, diseñando prototipos de juguetes, pero sin descuidar en ningún momento su gran pasión, crear un sin fin de personajes fantásticos que eran exhibidos en diferentes galerías y certámenes.

Pasado un tiempo Thomas decide realizar su sueño y dedicarse a ser escultor de lo bizarro, como él mismo se denomina, y de manera independiente, vende esculturas a museos, empresas y colecciones privadas, que demandan sus cotizados trabajos en todo el mundo.

Su técnica es muy depurada y el realismo de sus personajes monstruoso, ya que su obra está compuesta de los más variados y extraños personajes del panteón mágico de los cuentos infantiles.

Para llegar a la perfección soñada, Thomas Kuebler ha seguido los consejos de expertos antropólogos para crear monstruosos cráneos y fisonomías imposibles.

Cuerpos de silicona vestidos con telas, ojos de cristal que parecen mirar en el interior de la mente del observador, cabellos sedosos y dientes amarillentos, siluetas obesas y ancianos arrugados hasta un extremo imposible, hacen que la obra de Kuebler no deje a nadie indiferente, y sus Trolls maléficos y sus duendes cejudos, lleguen a dar la sensación de querer salir en cualquier momento.

Joseph Seigenthaler y Thomas Kuebler son dos grandes exponentes del increíble arte escultórico y figurativo denominado hiperrealismo que tantos adeptos tiene en el mundo, sobre todo a través del apoyo que

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reciben desde las redes sociales y los medios de comunicación en Internet.

Ante cualquiera de las obras de estos extraordinarios artistas, la ficción parece ganarle terreno a la realidad, y cualquier personaje salido de la mente de estos hombres, asusta por el frío y perfecto reflejo que proyectan en un espejo.

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J.J.D.R. Desde la lejanía del espacio exterior, la irregular esfera del planeta Tierra, muestra singulares marcas y accidentes geográficos de gran tamaño. Algunas de estas marcas que Gaia exhibe como antiguos tatuajes, sólo son visibles desde el lejano y frío espacio en toda su magnitud. De ello fueron testigos en junio de 1965 el comandante James McDivit y el Piloto Edward White, que orbitaban la tierra en pos de conseguir el primer paseo espacial de un astronauta estadounidense. Si bien no conseguirían ganar a los soviéticos en los programas EVA (Actividad Extra - Vehicular) -honor que le fue otorgado al cosmonauta Alexei Leonov en marzo del mismo año- Edward White consiguió ser el primer estadounidense en pasear por el oscuro firmamento. En aquella intensa y exitosa misión de la Nasa, los dos tripulantes de la Gemini 4, reportaron datos concisos de un extraño y gigante accidente geológico de forma espiral que resaltaba sobre la monótona extensión del desierto del Sahara.

Desde aquel mes de junio de 1965, las diferentes misiones espaciales han tomado como referencia esa marca sobre el desierto, denominada “Estructura de Richat” y más popularmente conocida como “Ojo del Sahara”. La estructura de Richat se encuentra ubicada a escasos 30 kilómetros de Ouadane, localidad caravanera de la región de Adrar en el borde occidental del desierto del Sahara en Mauritania. La formación de tan caprichoso accidente geológico, de 48 kilómetros

de longitud, está aún bajo la lupa de los recientes estudios científicos. Desde que fue descubierto en 1965 desde el espacio, el ojo del Sahara, ha alimentado muchas hipótesis y estudios científicos que intentan dar una explicación factible de su misteriosa formación. Unos dicen tratarse de una estructura simétrica de un Domo anticlinal erosionado durante millones de años y que nos muestra su núcleo. Algo así, como una erupción frustrada, en la cual, el terreno no pudo soportar el peso de las rocas y la tierra se hundió. Otros muchos, siguen creyendo en la posibilidad de que se trate de los restos dejados por el impacto de algún meteorito o asteroide en época remota. Sea como fuere, la estructura de Richat, con sus formas y colores y sus círculos concéntricos de basalto y rocas volcánicas, se ha convertido hoy día en un punto elemental y de referencia continua para los vuelos espaciales.

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Hoy día sigue latente el enigma de la formación del ojo del Sahara. Las investigaciones siguen abiertas y, seguramente, la ciencia no tardará en dar averiguar qué dio lugar a la estructura de Richat. El gran ojo del desierto guía con su iris de color los pasos del ser humano fuera de la atmósfera terrestre, mostrándonos desde las alturas la complejidad de nuestro mundo y nuestro entorno, y la belleza que renace tras un cataclismo semejante al que sucedió en el desierto del Sahara.

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J.J.D.R. La isla recibe los últimos rayos de un sol que acaricia el horizonte en su rápido descenso. Desde lo alto del volcán Manga Terevaka, la magnitud del océano en el litoral pascuense, desvela la soledad de un lugar alejado de todo. La luna aparece reflejando furtivamente su circunferencia sobre la laguna del cráter Rano Aroi, mientras su luz blanca y eterna, perfila el contorno de figuras extrañas que rodean el cráter y aparecen esparcidas por toda la isla. Los singulares monolitos pétreos miran al cielo con sus grandes ojos vacíos escudriñando el firmamento en busca de alguna antigua respuesta o señal definitiva que les devuelva su arcaico y perdido esplendor de épocas pasadas. Los Moáis de Rapanui, alzados sobre sus pedestales, ejercen de centinelas de la ínsula más alejada del mundo, y son los insignes portadores de la única verdad sobre el gran misterio que encierra la isla de Pascua. Perdida en medio del océano Pacífico, a 4.100 km de Haití y 3.700 de la costa chilena, isla de Pascua es el lugar más recóndito del planeta. Por ello el nombre nativo que recibe la isla es “Te pito o Te henua” que significa “Ombligo del mundo”. Isla de Pascua o Rapanui, así llamada por los pascuenses, pertenece a la región de Valparaíso (Chile) desde 1888. Desde el año 2007 formar parte de un territorio que goza de un estatuto especial, y en 1995 la UNESCO la incluyó en la lista de lugares patrimonio de la humanidad. Fue el navegante holandés Jacob Roggeveen quien tras iniciar su viaje en Texel -la mayor isla de la Frisias- y después de recorrer el litoral chileno, descubriría la isla para los europeos el domingo 5 de abril de 1722, día de pascua. Posteriormente llegaría a la isla en 1770 el navegante español Felipe González de Ahedo, cuya expedición realizó el primer mapa cartográfico de la isla, y más tarde llegaría James Cook en 1774 y Jean- Francois de la Pérousse en 1786.

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Tras el arribo en el litoral pascuense de los europeos la isla pasó a formar parte de las rutas establecidas entre Oceanía y Sudamérica convirtiéndose en lugar de paso para los navíos oceánicos. La tuberculosis y la viruela transmitida por los extranjeros diezmaron rápidamente la población nativa. Las enfermedades mataban sin contemplación y el negocio de la esclavitud contribuyó enormemente al declive de las etnias locales que, a su vez, mantenían conflictos por la hegemonía sacerdotal. En este periodo convulso fueron derribados los centros ceremoniales. La clase sacerdotal también fue derrocada perdiéndose con ello las claves para descifrar su antigua escritura “Rongo Rongo” que, hoy día, sigue sin ser comprensible. Se estima que cerca de 10.000 personas habitaban Rapanui en su época de máximo apogeo. En 1877 sólo quedaban 110 nativos en la isla. Las crónicas de los primeros viajeros que llegaron hasta el litoral pascuense, narraron cómo la isla estaba repleta de monolitos pétreos de gran tamaño que miraban al cielo. Lo más distintivo de estas figuras eran sus grandes orejas y el tocado que cubría sus enormes cabezas. Los

nativos les llamaban Moáis y les rendían culto. Cincuenta años después de la llegada de los europeos apenas quedaba alguna escultura en pie. Las tribus

rivales en conflicto derribaron los Moásis de sus ahus (plataformas) sobre las que se alzaban las canteras donde fueron esculpidos tumbando con ello el culto a los dioses que tanto sacrificio les había exigido. El poder social y la jerarquía de Rapanui se ponían en manos de los más valientes jóvenes de cada clan social. Diez eran los linajes que en una desenfrenada carrera, competían por apoderarse del primer huevo depositado por “Manu-tara”, una gaviota que anida en un pequeño islote frente a Orongo. La recompensa para el primero que consiguiese el trofeo era la denominación como Tangata-Manu, considerado desde entonces la reencarnación del dios Make-Make. El gobierno de la isla recaía desde entonces en el clan vencedor y seguramente las rivalidades continuas entre linajes harían de cada sucesión en el poder un periodo de calvario para los súbditos del nuevo gobierno. Posiblemente estas continuas rivalidades fueron las causantes del declive social y el arremetimiento contra cualquier signo sagrado que

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pudiera recordar a un clan enemigo, cuyos caciques eran representados posteriormente en un nuevo Moái. De dónde cómo y cuando llegaron los primeros pobladores a la isla, poco se sabe y muchas son las teorías e hipótesis barajadas. Siguiendo el rastro de las tradiciones orales pascuenses, los primeros habitantes que arribaron a la isla llegaron tras escapar del hundimiento de una enorme isla o continente llamado Hiva, actualmente sin identificar. Los expertos establecen como fecha de la llegada de los primeros pobladores alrededor del s IV d.C. Los rasgos físicos esculpidos en la piel pétrea de los Moáis no son representativos de la población polinesia, lo que ha contribuido a especular con su posible origen sudamericano, concretamente con la cultura Mochica del norte del Perú. La influencia Inca en Pascua es apoyada por muchos investigadores. En 1947 el noruego Thor Heyerdahl realizó una expedición que partió desde Perú y recorrió 4700 millas hasta alcanzar 101 días después la isla polinesia de Tuamotu utilizando barcos hechos de troncos de madera de balsa y guiándose por el impulso del viento y la inercia de la corriente y las mareas. La expedición llamada Kon tiki, nombre que hace referencia al dios solar inca Viracocha, llegó a la isla y demostró con éxito que los antiguos moradores del Tinhuantisuyo pudieron haber realizado este tipo de travesía llegando a las islas del pacífico polinesio en época antigua. La teoría que esgrimen los más heterodoxos atribuye un origen polinesio a los primeros pobladores de Pascua. Los Moáis representarían a los caciques locales. Pero en una cantera se encontraron cerca de 400 moáis aún en fase de tallado. Pensar que 400 caciques gobernasen en un periodo tan corto de tiempo o en un mismo momento es complicado de entender y aceptar. Los Moáis aparecen repartidos por todo el litoral pascuense. Alzados en sus plataformas sagradas (Ahus) todos miran hacia el interior de la isla menos un grupo de siete esculturas que fueron erigidas mirando hacia el profundo océano. Sobre este grupo de vigías del océano, las tradiciones dicen que representan a los siete exploradores que llegaron por vez primera a la isla. Se piensa que fueron tallados y esculpidos por los nativos de la isla entre los siglos XII y XIII, y eran la representación de sus antepasados que, una vez alzados sobre sus sagradas plataformas, velarían por el pueblo con su poder divino.

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Fueron elaborados cortando la piedra volcánica con herramientas de basalto y obsidiana. Los bloques de piedra eran seccionados en las canteras y después semienterrados para esculpir los detalles del rostro. Cómo hacían para levantar y transportar bloques de roca de varias toneladas es uno de los grandes misterios de Pascua. A los Moáis se les colocaba originariamente unos moños o sombreros de piedra roja (escoria volcánica) llamados “Pukao” que llegaban a pesar hasta 10 toneladas, y eran colocados sobre la cabeza de la estatua una vez estaba en pie. Después se cubría las cuencas de los ojos con placas de coral confiriéndoles un aspecto más expresivo y vivaz. Sin evidencias de la utilización de maquinaria para poder alzar tanto peso a varios metros de altura, los expertos sólo pueden hacer conjeturas sobre tal proceso. La deforestación en la isla de Pascua es quizás una evidencia del proceso utilizado para la construcción de los moáis. La madera de los árboles, hoy prácticamente inexistentes, pudo ser utilizada para realizar rampas por las que deslizar las enormes piedras desde las canteras donde eran esculpidas y, probablemente, confeccionar poleas, trineos o alguna maquinaria aún sin descubrir que les ayudase en tan fatigoso trabajo. Hemos de tener en cuenta que los nativos de Rapanui no contaban con la ayuda de animales de carga, y la ubicación de algunos Moáis, distribuidos en lugares de muy difícil acceso, complica aún más cualquier explicación plausible. El monolito de mayor envergadura es conocido con el nombre de Paro. Es un moái de toba volcánica de de 11 metros de altura y 85 toneladas de peso para cuya construcción se estima fueron utilizados una veintena de hombres durante todo un año. En la actualidad la escultura se encuentra derribada y seccionada en tres partes. En una de las canteras se halló un Moái en proceso de construcción de 21 metros que sigue dormido en su yacimiento terrenal. No hay dos estatuas iguales y repartidas por toda la isla se pueden observar cerca de 1000. Es de reseñar las facciones de los Moáis con sus grandes orejas, boca descomunal, gran frente y una extensa planicie como nuca. La práctica totalidad de las enormes caras de Pascua fueron esculpidas en las canteras situadas en las faldas de la ladera del volcán Rano Raraku, donde actualmente se pueden apreciar monolitos en su fase de confección.

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Uno de los lugares más espectaculares de la isla es Ahu Tongariki, lugar ceremonial en el que 15 enormes Moáis vigilan la isla desde su predominante posición. Desde el año 1956 se lleva a cavo un continuo proceso de restauración de muchos Moáis, pues como ya hemos visto, fueron derribados y abandonados cuando llegó el periodo decadente de las etnias nativas en Rapanui. Hoy día Pascua es una isla turística a pesar de su distante ubicación. La construcción en los años 70 del aeropuerto Mataveri en la isla, ha permitido elevar los ingresos de los pascuenses ubicados en su capital Hanga Roa. La isla de Pascua emerge del océano marcando con su litoral el ombligo del mundo. De su ancestral historia poco sabemos. ¿Quiénes fueron los primeros pobladores de Rapanui? ¿Qué les llevó a erigir los singulares Moáis? ¿Cómo lograron transportar tan pesados monolitos hasta lugares casi inaccesibles de la isla? Estas y muchas otras preguntas siguen hoy día sin respuestas. Lo único que nos legaron los antiguos pascuenses, es la mágica diapositiva de un mundo mítico y arcaico que, si bien no comprendemos en profundidad, nos fascina por su belleza y la fuerza que reflejan sus extrañas figuras alzadas sobre el litoral de Rapanui, como pétreos centinelas del océano, el cielo y los senderos que discurren entre los apretados riscos de la isla más alejada del mundo.

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J.J.D.R.

Una tras otra las huellas aparecen en línea recta sobre el farallón rocoso. Erosionando el duro terreno, las enormes pisadas de los grandes saurios dibujan un diverso e imperfecto sendero de dactilares joyas paleontológicas que han convertido al yacimiento de Cal Orcko en el mayor archivo de huellas de dinosaurios del planeta.

El nombre del yacimiento deriva de la designación quechua Cal Urqu (Cerro de cal) y está ubicado a cinco kilómetros de la ciudad boliviana de Sucre, en el departamento de Chuquisaca (Bolivia).

Bajo el lecho calizo de la cantera perteneciente a Facesa (Fábrica Nacional de Cementos) se halló un catálogo impresionante de huellas de dinosaurios del periodo cretácico enmarcados en una pared de ochenta

metros de altura y mil doscientos metros de longitud.

Impregnadas en la gigantesca pared, las andanzas de los grandes saurios quedaron impresas hace la friolera de 65 millones de años. Las huellas son el reflejo de la existencia en época remota, en Cal Orcko, de 294 especies diferentes de dinosaurios del periodo cretácico superior.

El número de huellas del yacimiento no se ha podido certificar fehacientemente, pero se estima que el farallón calizo contiene alrededor de 5000 marcas de diversas especies de saurios.

La difícil climatología de la zona ha dificultado las tareas de conservación del yacimiento que, en sucesivas ocasiones, ha perdido numerosas y valiosísimas

huellas por consecuencia de desprendimientos de tierra, que a la vez han dejado al descubierto otras tantas de igual valor arqueológico.

Aunque desde hacía años se tenían noticias de las extrañas huellas que aparecían en la cantera de Cal Orcko, no fue hasta 1994 cuando Klaus Pedro Schutt, aficionado paleontólogo, se percató de la importancia que residía en dicho lugar.

Inmediatamente se puso en contacto con el museo de ciencias naturales de la Paz (Bolivia), y otras instituciones científicas del país, quienes hicieron caso omiso del asunto expuesto por Klaus, obviando el descubrimiento y desoyendo sus matices cuando éste les indicó que había encontrado más de 500 huellas de saurios.

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De manera casual, el vídeo documentales que Klaus Pedro Schutt había realizado en Cal Orcko llegó a Suiza, siendo visualizado por el prestigioso paleontólogo Cristian Meyer de la Universidad de Basilea.

Meyer se dio cuenta enseguida de que estaba ante un hallazgo impresionante. Decidido a investigar el yacimiento bolivariano de Sucre, llegó al lugar en 1998 acompañado de doce expertos investigadores.

Meyer quedó deslumbrado ante lo que el descomunal farallón calizo contenía.

Todo un valle repleto de senderos llenos de huellas estaba ante sus ojos.

Había pisadas de Brontosauros, Terópodos depredadores con sus huellas de 35 centímetros, Carnosauros diversos y el mítico Tiranosaurio Rex, cuyas huellas de 70 centímetros soportaron un día el cuerpo de un gigante de 25 metros de altura. Llamaron poderosamente la atención de Meyer las huellas del Anquilosaurio, una especie de saurio parecido a un armadillo pero de 8 toneladas, que se creía nunca caminó por el continente sudamericano.

También se descubrió las huellas de la caminata más larga de un dinosaurio en el mundo, un paseo de 347 metros dejado para la posteridad por una cría de Tiranosaurio Rex a la que bautizaron con el nombre de Jonny Walker.

Cientos de especies remotas dejaron sus enormes huellas en Cal Orcko, apreciándose sobre el muro de cal más de 462 sendas dactilares diferentes.

En pleno periodo cretácico superior, el país andino era un vergel con lagos poco profundos. Posteriormente, ya en el periodo terciario, se formó la cordillera Andina que tras continuos movimientos tectónicos de grandes magnitudes, elevó el lecho hasta posicionarlo verticalmente quedándose las huellas de los gigantes moradores elevadas sobre el terreno como hoy día las podemos contemplar.

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Las conclusiones del equipo de científicos dirigido por Meyer fueron exhaustivas, lo que llevó al gobierno boliviano a nombrar el yacimiento Monumento nacional Protegido.

En marzo de 2006 se inauguró en las inmediaciones de Cal Orcko el Parque del Cretácico, lugar temático para la interpretación de las huellas, en el cual también se pueden contemplar réplicas de los dinosaurios que vivieron en la zona.

Desde hace años, Meyer y Klaus, se afanan en mostrar al mundo el potencial arqueológico del yacimiento, buscando la manera de proteger tan inigualable patrimonio mundial histórico y cultural, y desean que la UNESCO lo añada a su selecta lista de lugares considerados Patrimonio de la humanidad.

El día 2 de febrero de 2010 una parte considerable del farallón calizo se desprendió debido a las inclemencias climatológicas. El bajo presupuesto destinado a su conservación, concluyó con la perdida de importantes huellas que quedaron destruidas, aunque nuevas marcas aparecieron en la pared.

Como bien comenta Meyer, tras 7 años de investigación, ha visto desaparecer muchas huellas de saurios, pero como si la pared fuese una enorme cebolla llena de capas superpuestas con cada desprendimiento surgen nuevas pisadas sobre el terreno listas para ser analizadas y estudiadas.

El objetivo que los científicos sobre Cal Orcko pasa por

recibir las ayudas económicas necesarias para proteger el yacimiento lo antes posible.

Geólogos, especialistas geotécnicos e incluso alpinistas, estudian un método para anclar la pared y así evitar nuevos y devastadores desprendimientos del terreno.

Por todos los medios posibles, hay que evitar que los más de 25.000 metros cuadrados del farallón de cal se despeñe un día cualquiera, y con ello se pierdan para siempre estos valiosísimos recuerdos del pasado remoto de nuestro planeta.

El mismo sol que diariamente nos regala la vida deslumbró sus pupilas descarnando y agrietando su piel acartonada.

La mole inmensa de sus cuerpos transitó los senderos de nuestro planeta tierra en un tiempo ya antiguo, tan remoto y ancestral, que tan sólo las huellas de sus pasos sobre la árida tierra, han perduraron como legado de aquellos gigantes que vivieron y murieron en Cal Orcko.

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J.J.D.R. En un lugar al noroeste de la república popular China, sobre un paraje salpicado de montañas y abruptos desfiladeros, el mismísimo arcoíris decidió descansar su bello y deslumbrante cuerpo de tonos y colores sobre la árida piel de una zona desierta y lejana. Aquel arco iris impregnó de mágicos matices una gran extensión de la provincia de Gansu, en las postrimerías de los condados de Linze y Sunan, regalándonos la visión de un espectáculo atípico, mágico, y de gran interés por su belleza y singularidad único en el mundo. El paraje es conocido como Danxia, que significa “nubes rosadas”, paisaje característico solamente en algunas zonas de China como es el caso de Zhangye, ciudad que fue punto importante en la ruta de la seda y cuyo nombre significa “el brazo” y que alude a la importancia geográfica de su ubicación por conectar China con la parte central del continente asiático. Danxia de Zhangye se creó por la formación de un conglomerado de capas de arenisca y lutitas (rocas sedimentarias detríticas) de colores rojizos, y la ayuda de posiblemente la mayor concentración de pigmentos diferentes reunidos en piedra del mundo. La erosión y el paso del tiempo han dado como resultado un mar de color ondulante que, como si en una inmensa marejada de olas gigantes, parecen cabalgar a lomos de las grandes montañas y los oscilantes y peligrosos acantilados aglutinados en esta vasta región asiática. La mejor época para apreciar el colorido del paraje de Danxia es la época de lluvia, cuando al mojarse la tierra, los pigmentos relucen y crean un mundo de fantasía y color digno de cualquier decorado de ciencia ficción o cuento de hadas. La zona puede ser visitada utilizando un autobús que recorre el sendero entre sus abruptas paredes rojizas, sus cuevas escondidas entre las montañas, las enormes paredes y los desafiantes riscos de formas peculiares, y por entre grandes valles conectados por puentes pétreos naturales y rocas desperdigadas de gran volumen y rico color. En la inmensidad terrenal que duerme bajo el velo misterioso de la milenaria cultura China, por doquier hayamos senderos cuyo tránsito oscila entre la magia y el espectáculo sublime de una naturaleza en su máximo apogeo. Danxia de Zhangye fue el lugar escogido por un espectacular arcoíris que, un buen día, cansado de deambular por la Tierra proyectando su faz de color, descendió para descansar y quedarse dormido sobre las rocas ondulantes de este lugar extraordinario de China.

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J.J.D.R. Su enorme mole de granito saluda al visitante con sus brazos abiertos al puerto carioca. Desde lo más alto del cerro corcovado, la pose serena y afable del Cristo redentor, es el icono brasileño más universal y quizás la imagen más buscada por los cientos de miles de turistas que visitan la esplendorosa ciudad de Río de Janeiro. La figura de Jesús, de 30 metros de altura, se eleva sobre el cerro corcovado a 709 metros sobre el nivel del mar dentro del Parque Nacional de la Tijuca en la denominada sierra del mar. Símbolo de la ciudad de Río y del propio Brasil, el 7 de julio de 2007 entró a formar parte de las nuevas siete maravillas del mundo moderno votadas en el estadio de la luz en Lisboa. La construcción de dicho monumento fue ideada inicialmente por Pedro María Boss y la princesa Isabel de Brasil en el año 1859, pero ni la idea original ni la propia monarquía brasileña vieron aquel primer proyecto realizado. En el año 1921 en vísperas del centenario de la independencia de Brasil se retomó el proyecto y se planificó su ejecución. La responsabilidad de tan magna construcción recayó sobre el ingeniero Heitor de Silva Costa que conjuntamente con un equipo de ingenieros llevarían la obra a término. Para la confección del boceto que finalmente coronaría el monte corcovado, Silva Costa contó con la ayuda del pintor Carlos Oswald, quienes idearon en principio una figura de 23 metros de altura. Para la creación de la figura se contrato al escultor francés de origen polaco Paul Maximilien Landoswski que sería el encargado de dar vida a la imagen del Cristo redentor. El lugar elegido para ubicar la escultura fue el mirador sobre el cerro corcovado, también famoso por acoger la última etapa del recorrido del ferrocarril que ejecuta su ruta entre Cosme Velho y el propio cerro. Las vagonetas de este singular tren eléctrico fueron puestas en funcionamiento por Pedro II el 9 de octubre de 1884 y fueron utilizadas posteriormente durante cuatro años para transportar los materiales de construcción del Cristo redentor. En 1926 comenzaron las obras que durarían 5 años y, a pesar de las duras condiciones de trabajo en la época, no se tuvo que lamentar la pérdida de ninguna vida humana. Inicialmente la figura de Jesús se ideó para que sostuviera en la mano derecha un crucifijo y en la izquierda el orbe terrestre, pero la idea fue desestimada por el cardenal brasileño Sebastián Leme, según consta en los documentos presentados en la exposición del SESC (Servicio Social de Comercio) en el populoso barrio carioca de Flamengo.

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Una vez estuvo clara la configuración de la estatua, Landoswki comenzó la escultura en tierras francesas y las obras en el cerro corcovado fueron preparando el terreno que albergaría el coloso. Las proporciones del Cristo redentor fueron finalmente las de un auténtico gigante de piedra. Obrado en hormigón armado, su altura es de 38 metros contando el pedestal que mide 8 metros, y su peso es de 1000 toneladas. Cada mano mide 3,20 metros, el manto tiene una longitud de 8,50 metros y, solamente la cabeza, mide 4 metros y pesa 30 toneladas. Se estudió e investigó mucho sobre qué material revestiría la escultura una vez finalizada. La importancia del revestimiento radicaba en su capacidad de aguante ante las inclemencias meteorológicas y el desgaste propio del tiempo, además de la propia estructura de la escultura, la cual presenta la cabeza inclinada y los brazos abiertos en cruz, posición ésta de mucho más riesgo. Se eligió un material denominado piedra jabón, por poseer cualidades como las de no rajarse ni deformarse fácilmente y ser de gran resistencia, condiciones fundamentales para una escultura que permanecería en altura y expuesta a los elementos naturales constantemente. Cinco años duró la construcción del Cristo redentor, de los cuales, dos de ellos dedicó Paul Landowski en terminar la cara de la escultura. Una vez estuvo todo preparado, la escultura fue trasladada a Río de Janeiro y finalmente transportada a lo más alto del cerro corcovado utilizando las vagonetas del famoso tren de cremallera. El día 12 de octubre de 1931, a las cinco y cuarto de la tarde, Río de Janeiro inauguraba el monumento entre gran júbilo y espléndidos festejos. Uno de los momentos más esperados fue cuando llegó el anochecer y la escultura encendió sus luces pudiéndose ver su reflejo luminoso a varios kilómetros de distancia. Desde aquel día, el Cristo redentor o Cristo corcovado de Río de Janeiro, es el icono más importante de Brasil y su imagen es mundialmente conocida. El sistema lumínico como las oportunas restauraciones ha mantenido en perfecto estado la gigantesca escultura. En 2002 se colocaron escaleras mecánicas que permiten evadir el esfuerzo de subir los 220 escalones hasta la base del Cristo. En dicha base se encuentra la capilla de Nuestra

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Señora de Aparecida, lugar que desde el año 2003 oficia todo tipo de ritos cristianos como bodas y bautizos. Su pose regia y serena abre sus manos y abraza el mítico Pan de Azúcar arropando bajo su manto la Bahía de Botafogo, su homónima de Guanabara y el cabo Morro de la viuda. El Cristo del corcovado abraza al mundo, a sus turistas, a los barcos que en la distancia se acercan a Río de Janeiro, y vislumbran en las noches su mágico halo en las alturas. La escultura carioca es un abrazo al arte y para muchos un abrazo de fe esculpido en hormigón que vela por los designios de muchos creyentes. Colosal figura de bello rostro y magna postura cordial, el Cristo redentor del corcovado, extiende sus brazos al mundo cada amanecer siendo el encargado de arropar al sol, en su cenit carioca, cuando el horizonte brasileño se torna oscuro.

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J.J.D.R Phillipe Petit nació en Nemours (Francia) el día 13 de agosto de 1949. Desde muy temprana edad, comenzó a mostrar una personalidad inquieta y extrovertida. A medida que crecía, igualmente sus actitudes para el arte aumentaban, tanto, que pronto dirimía su tiempo entre la pintura, la escultura, el dibujo y el teatro, e incluso la equitación y el complejo esgrima ocuparon su deseo y su tiempo de juventud. A los 17 años abandonó su casa. Se dedicó a callejear en busca del aplauso de los viandantes como mimo en alguna esquina, o haciendo malabares entre las terrazas de los bares y las plazas importantes llenas de turistas. Es cierto que en aquellos años pasó hambre y mucho frío. Pero el aplauso del improvisado público calentaba su espíritu y reconfortaba su sufrimiento. Phillipe Petit está considerado uno de los primeros juglares callejeros modernos de París. Monociclista, mago y equilibrista, en el año 1968 comenzó realmente su carrera con la que se ganaría posteriormente el respeto, llegando incluso a dejar absortos y boquiabiertos a medio mundo. Es en la cuerda floja dónde Phillipe muestra su grandeza absoluta. Le gusta ascender por el milimétrico cable y sentir el zarandeo del viento en sus costados. Cuanto más alto asciende, más es su disfrute y su convencimiento de alcanzar retos aún mayores. Un día, tras un terrible dolor de muelas, acude a la consulta de un dentista. En la sala de espera decenas de revistas esperan ser ojeadas. Hay una en concreto que llama la atención de Phillipe. En su portada se muestran las fotos de la construcción en Nueva York, de dos torres de tamaño descomunal. Son gemelas, y tras el concurso de obreros y arquitectos, las azoteas de aquellas moles de hormigón cristal y acero, alcanzarán las nubes del cielo neoyorquino sobrepasando los 400 metros de altura. Sin lugar a dudas, nada más grande se ha construido hasta la fecha. Aquel día de 1968, Petit salió de la consulta del dentista con una idea fija en su cabeza. Quería subir aquella torre, pasar un cable hasta su hermana gemela, y cruzar el vacío que las separaba caminando. Los Franceses asombrados vieron como Phillipe Petit caminó sobre la catedral de Notre Dame. Después fueron los australianos en su puerto de Sydney los que le vieron danzar sobre su cable de acero, mientras el vacío penetrante se abría a sus pies. Pronto vino la Torre Eiffel y el Palais

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de Chaillot, al igual que por las mismas fechas, acudió con su cable y su contrapeso a deslumbrar al público de Luisiana o Hennepin County en Estados Unidos. Fue precisamente en Estados Unidos, concretamente en Nueva York, donde en 1970 actuó exitosamente en el Washington Square Park. Es en aquellos primeros viajes a Nueva York dónde Phillipe comienza a recabar información sobre la construcción de la torres. Haría incluso varios viajes expresamente a observar la edificación de las gemelas. Cruzar el vacío entre ambas torres se convirtió en su máxima obsesión. Tanto es así que, después de 6 largos años, decide que ha llegado el momento de alcanzar su meta. Contando con un reducido grupo de colaboradores, comienza a visitar asiduamente las instalaciones del WTC (World Trade Center), familiarizándose con el personal de seguridad, con los horarios de los empleados, y dejándose ver hasta llegar a resultar familiar. En varias ocasiones se coló en las azoteas de las torres. Fue de ésta

manera como consiguió recabar los datos esenciales que necesitaba para abordar su arriesgada travesía. Llegó incluso a falsificar tarjetas de identificación. En alguna ocasión lograron detenerle interrogándole sobre su actividad. Salió al paso diciendo que era trabajador de una empresa que estaba instalando vallas electrificadas en las azoteas.

Cuando había tomado todos los datos que necesitaba sobre la estructura y armazón de las torres, planificó al detalle las medidas del contrapeso que utilizaría y el grosor y peso del cable por el cual caminaría. Ésta tarea no fue nada fácil, ya que aún tendría que calcular las oscilaciones que soportaría su cuerpo debido al balanceo de las propias torres. Al final tomó la decisión. Caminaría sobre un cable de 240 kg y cargaría con un contrapeso de 7,9248 mts y 27 kg. Llevaba 6 largos años planificando al detalle aquella gran actuación. Se dedicó plenamente a estudiar cada detalle no dejando nada al azar, para que tan solo, su valentía, su tesón, y su locura pasión por el riesgo exacerbado hicieran el resto. El día 7 de agosto de 1974 estaba todo dispuesto. El día anterior, una vez más sorteando las medidas de seguridad del WTC, lograron subir hasta las escaleras de la azotea de la torre sur el material necesario.

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Eran las 7:15 de la mañana. Phillipe Petit, de 24 años, estaba en su lugar soñado. Casi podía tocar las nubes con los dedos. El viento no hizo acto de presencia, y una calma perturbadora envolvía su cuerpo. Con un arco lanzaron una flecha con un sedal de torre a torre. De esta manera pasaron el cable, para posteriormente calzarlo y asegurarlo con soportes y vientos a la estructura. “Es una línea recta. Que se enrolla sobre sí misma. Que oscila. Que se comba. Que vibra. Que es hielo. Que está tensionada a tres toneladas, lista para explotar. Para disolverse. Para disolverme. Para tragarme. Para lanzarme silenciosamente al vacío encerrado entre las dos torres. El cable espera.” Con las dos torres casi terminadas, aquella mañana, los viandantes rápidamente comenzaron a ver cómo un hombre, caminaba sobre el cielo de Manhattan. La muchedumbre que salía de las bocas del metro, se agolpaban en las aceras, y de los vehículos se bajaban para contemplar el espectáculo maravilloso de Petit. La policía y los servicios de vigilancia corrieron a detener al joven funambulista. Pero era demasiado tarde. “Éste es probablemente el final de mi vida, caminar por ese cable. Y, por otra parte, algo a lo que no me podía resistir, ni haría ningún esfuerzo por resistirme, ese cable me llama. Y la muerte está muy cercana.” Phillipe Petit caminaba a 417 metros sobre el suelo, elegantemente, parándose de vez en cuando para saludar tranquilamente a la gente. Los guardias le arengan e increpan para que vuelva a la azotea y se entregue. Es en ése momento cuando Petit se acomoda recostándose sobre el cable y comienza a hablar con una gaviota. El estupor de la gente es absoluto. No dan crédito a lo que ven. Creen que está loco, que es un lunático, pero la belleza del espectáculo que Petit les regala es demasiado potente para ser calificarlo de manera tan simple. Durante 45 minutos caminó hasta 8 veces de un lado a otro de las torres, salvando una y otra vez los 42,672 metros que las separaban. A cada regreso a las azoteas le esperaban los policías, y Petit les regalaba una sonrisa para acto seguido dar media vuelta y volver al vacío. Y todo concluyó. El mayor espectáculo artístico posible terminó. Al final alcanzó Petit la azotea y fue tragado por los brazos de los agentes de policía. Lo empujaron y esposaron, mientras bajaban a la calle. Después declararía que fue mayor su miedo en brazos de los agentes que sobre el propio alambre. Al llegar a la calle, una multitud entusiasmada aplaudía y

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vitoreaba a Petit. Los medios de comunicación intentaban sacar alguna palabra al joven que, tras la pregunta de un periodista sobre el porqué de aquella locura, Petit respondió pausadamente; “Cuando veo tres naranjas hago malabares, cuando veo dos torres, las cruzo.” Se le imputó varios cargos de los que rápidamente fue absuelto, sobre todo por el gran impacto mediático que logró. La gente sentía verdaderamente admiración por Phillipe Petit. Y, como única sanción, se le impuso actuar para los niños en Central Park sobre el lago Belvedere Tartle Pond. Lógicamente lo hizo encantado. Su arte espontáneo y lleno de belleza inundó las páginas de los periódicos. El presidente del WTC, Guy F. Tozzoli, al que se le conoce como gato de 9 vidas por salir ileso del 11 de septiembre dijo; “Phillipe Petit planificó y ejecutó el crimen perfecto…y el mundo entero lo adoró por ello”. Sobre la vida de Petit se realizó un documental, Man on Wire, dirigido por James Marsh y que acaparó todos los premios posibles. Ganó el premio del jurado y el de audiencia en el festival de cine de Sundance 2008. Posteriormente en 2009 ganó el Bafta a la mejor película británica, el Independent Spirit Awards y el Oscar como mejor documental de larga duración. Petit llegó a decir, no necesito de la fama ni de la publicidad, y no dejaré que me conviertan en millonario. Cuando entregaban el Oscar al mejor documental, Petit corrió hacia el escenario junto a James Marsh lleno de energía y con una sonrisa en su rostro. Mientras hablaba al público ejecutó un truco de magia con una moneda, y cuando le cedieron el Oscar, lo cogió y se lo puso en la barbilla para realizar equilibrios con la estatuilla bajo la mirada de asombro de todos. Después se despidió agradeciendo a la academia por haber creído en la magia. El siguiente presentador comentó alucinado; nada más que por esto que ha hecho, se merece el premio. El arte tiene infinidad de formas y maneras de expresión. Sobre un cable de acero Phillipe Petit, caminó entre las nubes como quién pasea por el salón de su casa. El arte no tiene fronteras ni alturas, el arte es un germen que nace y se desarrolla en el interior del ser humano, y clama salir y ser entregado para disfrute del mundo.

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El antiguo y espléndido imperio Inca, fue incapaz de doblegar el espíritu de los Shuar. Pueblo guerrero e indomable, defendieron sus territorios de los ejércitos Incaicos con sangre y violencia. Durante mucho tiempo, las confrontaciones fueron cruentas y terribles, logrando expulsar de sus territorios a los Incas en el año 1490.

Años después llegaron los conquistadores Españoles. Y, enseguida, comprendieron porqué, ni la fuerza de los guerreros Incas ni otras tribus de las regiones cercanas, habían sido capaces de doblegar a tan indómitos y aguerridos hombres. Las incursiones Españolas desde 1549 fueron repelidas una y otra vez por los aborígenes. Cuando algún español caía en manos de los guerreros Shuar, eran decapitados y realizaban un ritual llamado “Tzantza” que terminaba con la cabeza reducida del infeliz abatido. Al contemplar estas costumbres, los españoles les llamaron Jíbaros (salvajes). Fue en el año 1599 cuando finalmente expulsaron a los españoles de sus territorios, habiendo quedado zonas como Morona Santiago y Chinchipe, sin ser conquistadas por los extranjeros, debido al terrible ardor guerrero que mostraron los jíbaros de la zona. La fórmula que utilizaban los jíbaros para reducir las cabezas, se mantuvo en secreto hasta hace poco tiempo. Cuando lo jíbaros entraban en contienda contra sus enemigos, una vez acabada la refriega, para poseer la fuerza y agradar a los espíritus de la guerra, el jefe vencedor cortaba la cabeza del jefe vencido. El resto del grupo pasaba a formar parte de los vencedores, sin mostrar por parte de ningún bando rencor, ira o deseos de venganza. Después se procedía a preparar la Tzantza. Primero se realiza un corte desde la nuca al cuello para, acto seguido, tirar de la piel hasta desprenderla del cráneo, desechando el cerebro, los ojos y las partes blandas, así como los huesos. La piel se introduce en agua hirviendo, se le añade un caldo de liana y otras hojas que evitan que el cabello se desprenda. Aproximadamente durante 15 minutos la piel está sumergida. Si el tiempo es mayor, corre el

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riesgo de pudrirse. Al sacarla del agua, la piel ya tiene la mitad de su tamaño original. Es el momento de ponerla a secar. Una vez seca, se rasca la piel por dentro para quitar los restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción, frotándola con aceite de carapa justo después. Es en éste momento cuando se procede a coser el corte inicial. También los ojos y la boca se cierran como si fuera una bolsa. Se le añade una piedra o arena caliente. Se cuelga sobre el humo del fuego para desecarla, dándole forma al cuero con una piedra caliente. Es ahora cuando la cabeza acaba reduciéndose. Después se retira la arena o la piedra y se tiñe de negro toda la piel. Los Shuar, término que significa gente o persona, son el pueblo amazónico más numeroso, cuyos territorios se encuentran en una amplia zona de Ecuador y Perú. Actualmente la cifra de individuos de ésta comunidad se estima en unos 80.000. A pesar de que las zonas de influencia de éste pueblo no está bien definida, en Ecuador se extienden por las regiones del río Pastaza, Upano, Zamora y Morona Santiago, ubicándose en Perú en el norte de sus regiones amazónicas. A partir del año 1930, con la llegada de los misioneros Salesianos, se unificaron los asentamientos repartidos por diferentes regiones. Esto provocó que en 1964 se estableciera la Federación Shuar. Pero muchos otros grupos decidieron desplazarse hasta zonas selváticas y aisladas. Los Shuar basan su economía de la producción de los productos que cultivan; yuca, camote, maíz, palma de chonta y plátano. La caza y la pesca, junto a la recolección de frutos e insectos, aportan a la comunidad lo necesario para la sustentación. Entre las comidas predilectas de los Shuar, está la carne asada de mono y la carne de jabalí. Y uno de sus postres más especiales y suculentos son las hormigas asadas. La chicha es un brebaje con un altísimo grado de alcohol que se bebe asiduamente. El mundo ritual de los Shuar es extenso en cuanto a dioses de su panteón espiritual. Pueblo animista, veneran valles, ríos, cascadas, y en sí toda la selva, la cual creen habitada de espíritus que viven en ella. Así mismo, cada acontecimiento de la vida, la creación del universo, la creación del mundo, la vida, la muerte y las enfermedades, tiene su propio ser

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espiritual. El bien fluye a través de Etsa, el mal lo hace con Iwia, la fuerza la encarna Shakaim, el agua Tsunki, así cómo, de la felicidad, se encarga Nunkui. Al fallecer, su espíritu (Arútam) pasará a otro ser, ya sea un hijo o un nieto, y el proceso se repetirá de forma indefinida. La persona encargada de canalizar todas las influencias espirituales es el chamán o Uwishin, líder político y mediador entre lo divino y lo mortal. Los hombres se encargan de la caza y la protección del pueblo, dejando a las mujeres las labores de cultivo y las propias del hogar. Las viviendas son de forma elíptica- suelo de tierra, paredes con tablillas de chonta y el techo de hojas de palma-, con dos zonas diferenciadas, Ekent, un área familiar para las mujeres y niños pequeños, y Tankamash, destinada a los hijos varones y las visitas. La vestimenta típica del Shuar es, en el varón, una falda llamada Itip hecha de algodón y pintada con tintes de colores, mientras que la mujer usa una túnica amarrada al hombro y atada a la cintura con un cordón. Hoy día son muy reducidos los grupos jíbaros que aún viven en aislamiento. Es cierto que los que siguen residiendo en las profundidades de la selva, mantienen sus costumbres ancestrales. Sus territorios se extienden por zonas prácticamente inaccesibles dónde, por ahora, la civilización y su poderosa ola de destrucción no ha llegado. Sus cabañas de madera y cade, cobija a indómitos guerreros que se niegan a aceptar un solo modelo de vida y, a la espera de intrusos en sus territorios, las hogueras prenden encendidas para seguir ahumando la Tzantza. Actualmente, el gran pueblo Shuar, está seriamente amenazado por las grandes compañías petrolíferas. La aparición de reservas de petróleo en sus territorios desde 1970, les está conduciendo lentamente al desastre. Sus zonas de caza y pesca se han reducido considerablemente y la contaminación de sus recursos naturales está mermando su población. La sangre del pueblo Shuar está siendo contaminada progresivamente con cadmio y plomo que las empresas petroleras vierten en sus ríos impunemente, contaminando su medio natural de vida y diezmando sus recursos naturales. Hoy día la maldición de los jíbaros no son pueblos belicosos con hambre de expansión y conquista. La gran amenaza que recae sobre la estirpe de éste gran pueblo amazónico, es el capitalismo corrupto, el egoísmo absurdo del ser humano unido a un progreso mal entendido, en el cual, la vida de seres humanos que decidieron un día no caminar bajo su influencia, sufren los pesares y la maldición de ver como su mundo ancestral cae derrotado sin poder hacer nada al respecto.

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J.J.D.R. Orbitando a seiscientos kilómetros del suelo que pisamos, un enorme ojo otea las profundidades del cosmos tras la búsqueda de respuestas sobre la creación de nuestro universo y su antigüedad. Con sus alas solares desplegadas buscando la luz que desprenden las estrellas y planetas, el telescopio Hubble se ha convertido en el mejor instrumento que el ser humano posee parar comprender el complejo y sutil mecanismo que ha logrado crear nuestro mapa estelar. Dentro del programa espacial Grandes Telescopios, proyecto conjunto de la NASA y la Estación Espacial Europea, se llevó a cavo la misión STS-31 que puso en órbita el telescopio Hubble (HST siglas en Inglés) a bordo del trasbordador Discovery lanzado desde Cabo Cañaveral. Al día siguiente del lanzamiento, una vez alcanzada la órbita prevista en los bordes exteriores de la atmósfera, el Hubble fue desacoplado del trasbordador con éxito, comenzando entonces a funcionar de manera independiente. La misión del trasbordador duró 10 días. La puesta en órbita del gran telescopio espacial tuvo un coste de 2.000 millones de dólares que, hoy día y en base a la gran cantidad de datos y aportes que el Hubble a transmitido, en sus más de veinte años de funcionamiento, es considerado el proyecto más rentable en cuanto a coste y rendimiento. La mayor garantía que se obtiene con la disposición de tan alta tecnología en el espacio, radica en la posibilidad de eludir la distorsión provocada por la atmósfera y que es un inconveniente para la resolución de observaciones desde los telescopios terrestres. El nombre del telescopio espacial rinde tributo a Edwin Powel Hubble, astrónomo estadounidense, responsable de un cambio gigantesco en la visión científica del universo al descubrir nebulosas fuera de nuestra propia galaxia y abriendo con ello la investigación científica y exploración extragaláctica; esto es, “más allá de nuestra vía láctea”. También sobre el astrónomo americano recae la autoría de haber determinado la expansión del universo al descubrir que las nebulosas extragalácticas se alejaban de la vía láctea y aquellas que se encontraban a mayor distancia lo hacían además a mayor velocidad. No obstante, hace poco, el 9 de noviembre de 2011, la prestigiosa revista Nature publicó el trabajo de investigación del astrofísico Mario Livio quién atribuye al parecer con bastante fiabilidad que no fue Hubble sino el astrónomo y sacerdote belga Georges Lemaître quien dos años antes ya expuso sobre escrito.

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Volvamos a las alturas cósmicas del Hubble para describir sus capacidades y así entender mejor su funcionamiento. El Hubble es un telescopio reflector del tipo Ritchey-Chrétien. La estructura del telescopio es de aluminio recubierto de plásticos que, a su vez, están reforzados por fibra de carbono para conseguir un total aislamiento ante las crudas temperaturas que tiene que soportar. El cuerpo principal lo forma un tubo de 13,2 metros de largo y 4,2 de diámetro y el peso total del aparato supera los 11.000 kilos. Posee dos espejos que enfocan la luz de las estrellas, planetas, u otros objetos astronómicos, para ser analizados por los instrumentos de a bordo. El espejo principal tiene un diámetro de 2,4 metros y su distancia focal es de 57, 6 metros. Dos enormes placas solares son las encargadas de atrapar la energía y acumularla en las baterías permitiendo al telescopio tener propia autonomía incluso en aquellos momentos en los que la Tierra eclipsa el sol en su órbita. La energía de dichas baterías igualmente alimentan los sofisticados

mecanismos que hacen funcionar el Hubble. Instrumentos de refrigeración, cuatro motores imprescindibles para estabilizar el telescopio y orientarse, la electrónica del aparato, varios espectrómetros y tres cámaras; una de campo estrecho para zonas de brillo débil y

pequeñas, una de campo ancho para las imágenes de planetas y una última de infrarrojos. El Hubble órbita alrededor de la tierra a una velocidad de 28.000 km/h y tarda en ejecutar dicha orbita unos 97 minutos. A pesar de tan alta velocidad, es capaz de enfocar cualquier objeto con elevadísima resolución “su desviación es inferior al grosor de un cabello humano visto a una distancia de un kilómetro y medio”. Dispone de un catálogo de posicionamiento de más de 15 millones de estrellas, y la distancia que ha recorrido desde su puesta en órbita es superior a la que sería necesaria para alcanzar el planeta Neptuno. El Hubble no ha dejado desde su puesta en órbita de aportar imágenes del universo de gran interés y sobretodo de gran belleza. Todos los datos recogidos son almacenados en la memoria interna del telescopio. Dos veces al día toda la información es enviada por radio a un par de antenas ubicadas en las instalaciones de White Sands y de allí son remitidas

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nuevamente al centro de vuelo espacial Goodard y al Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial donde son archivadas. Pero en un principio, cuando comenzó a trabajar, la desilusión de los científicos y los técnicos del proyecto fue rotunda. Al comenzar a enviar las primeras imágenes, se pudo comprobar que el espejo principal estaba dañado, y las imágenes del telescopio aparecían desenfocadas debido a una aberración esférica producto de un fallo en el pulido del espejo principal. La elaboración de dicho espejo, adjudicada mediante concurso a la empresa Perkin-Elmer, puso en jaque todo el proyecto. Para solucionar el descalabro técnico que supuso para el programa, se envió una primera misión de reparación que instaló un sistema llamado COSTAR que, de igual manera que harían unas gafas, corrigió la miopía del telescopio y comenzó a enfocar adecuadamente. A partir de entonces el Hubble no ha dejado de asombrar a la ciencia con las imágenes captadas por su gran ojo cósmico escrutando las profundidades del universo y revelando diariamente los misterios del lejano y oscuro espacio. El Hubble se diseñó para que los transbordadores espaciales pudiesen estacionar y realizar el mantenimiento del aparato en misiones denominadas SM. El Discovery, Columbia, Endeavour y el Atlantis, se han encargado de realizar estas tareas de mantenimiento, además de complementar el telescopio con nuevas tecnologías. Entre los grandes descubrimientos del Hubble hay que destacar que gracias a él, se ha podido estimar la edad del universo en 13.500 millones de años. Su visión privilegiada nos ha proporcionado el conocimiento de que en el núcleo de las galaxias siempre hay un agujero negro. Hoy día sabemos que nuestro sistema solar es más joven que el universo gracias al Hubble y el aporte de sus datos ha servido para datar en 13.700 millones de años el estallido primordial o “BIG BANG” que supuestamente fue el origen de todo. También gracias al telescopio espacial conocemos cómo se forman las galaxias y su evolución. En el año 2005 obtuvo la primera fotografía de un planeta que orbitaba fuera de nuestro sistema solar, la estrella Fomalhaut. Desde su puesta en funcionamiento no ha parado de enviar datos ampliando el conocimiento de todo lo que rodea a nuestro planeta.

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Captó en 1994 la colisión del cometa Shoemaker Levy 9 contra el planeta Júpiter. Así mismo en el año 1995 envió imágenes espectaculares de la nebulosa del águila, una de las captaciones más sorprendentes que ha remitido. Mucho más reciente, en este año 2012, captó la imagen de un exoplaneta al que se ha denominado con las siglas Gj1214b, compuesto en gran parte de líquido y dotado de una atmósfera muy densa. El telescopio Hubble ha superado con creces sus expectativas de vida útil. Lleva más de veinte años persiguiendo y catalogando el espacio profundo y se estima que seguirá haciéndolo hasta el año 2014. Para entonces está previsto que el James Webb, telescopio de última generación, sustituya al Hubble en el espacio. El pulido ojo de solares alas no duerme ni descansa. Lleva más de dos décadas persiguiendo la luz de los astros universales, rasgando con su visión privilegiada la esencia de la creación, y demostrándonos tras cada grandiosa imagen captada del cosmos que nuestro mundo y nosotros mismos, somos un ínfimo grano de arena en un denso e inagotable desierto.

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J.J.D.R Gunter Von Hagen es un tipo peculiar. A lo largo de su controvertida carrera artística, ha conseguido eludir la impasibilidad del espectador ante sus obras, abriendo alrededor del mundo un debate ético y moral sobre la realidad extrema de sus especímenes plastinados. “Yo soy lo que tú eres, y tú puedes convertirte en lo que yo soy ahora” La frase es de Gunter, y no puede ser más aclaratoria sobre la intención de sus obras. Delante del espectador, los cuerpo muertos y descarnados de lo que fueron antaño seres humanos, posan en escorzos delirantes, buscando con sus ojos vacíos el asombro que produce la plastinada desnudez de sus miembros y entrañas. Le llaman doctor muerte. Y aunque a Von Hagen le pueda molestar ésta calificación, él insiste, su propósito no es otro que mostrar al público qué somos en realidad y de qué estamos hechos los humanos. Gunter lo llama “arte anatómico”. Nació el 10 de enero de 1945 en Alt-Skalden, Posen, (Polonia) por entonces perteneciente a Alemania. En un país a la espera de una inminente ocupación Soviética, con tan sólo cinco años, sus padres lo introdujeron en una cesta para la ropa y emprendieron un viaje de huída en carromato que duró seis meses. Llegados a Berlín, pasaron en ésta ciudad un tiempo, hasta establecerse definitivamente en Greiz, donde Gunter, crecería y viviría hasta los 19 años. A los seis años de edad, estuvo a punto de morir debido a un trastorno hemorrágico que le tuvo entre la vida y la muerte. Su fuerte personalidad, sus formas y carácter extravagante, definieron pronto su quehacer en la vida. Su afiliación al partido comunista dio con sus huesos en la cárcel a la edad de 23 años. Entre rejas estuvo preso dos años, en los que, según él mismo a manifestado, la experiencia le sirvió positivamente en su vida, forjando en él su capacidad de ayuda al prójimo y los fundamentos que le ayudarían en su posterior carrera como investigador y divulgador científico. En 1973 se graduó en medicina en la Universidad Lubeck. Comenzó a trabajar como residente en el Hospital de Heligoland, para un año después incorporarse al equipo de anestesiología y medicina de urgencias de la Universidad de Heidelberg.

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Su verdadera afición por convertir en arte la anatomía humana, llegó tras observar una colección de especímenes introducidos en bloques de plástico transparentes. Le vino a la cabeza la idea de introducir en las células de los cuerpos los polímetros reactivos, para conseguir con ello poder llegar a tocar los cuerpos. Se dedicó a experimentar en éste sentido, y pronto diseñó y patentó la técnica de plastinación de los cuerpos. El primer paso del proceso es detener la descomposición del cuerpo. Mediante una inyección de formalina en las arterías, los cuerpos de un tamaño mayor quedan embalsamados, teniendo que ser sumergidos los de menor volumen en una solución de la misma sustancia. A continuación, se extraen los fluidos corporales y la grasa, que son sustituidos por resinas reactivas y elastómeros como la goma silicónica y la resina epoxiclica. Por último, se colocan en la posición que tendrán finalmente y son expuestos a la luz y el calor, hasta conseguir la rigidez oportuna. Su exposición de cuerpos plastinados “Body Worlds” ha recorrido medio

mundo. Son más de 25 millones de personas las que han contemplado los cuerpos plastinados de Gunter Hagens, en más de 40 países y medio centenar de ciudades del mundo.

Creó su propia empresa dedicada a la comercialización de máquinas, materiales y técnicas de plastinación, que distribuye a fundaciones, hospitales y empresas dedicadas a la investigación en el campo de la anatomía humana. La empresa se llama Biodur products, y se encuentra ubicada en lo que era una antigua fábrica en la localidad de Guben, en la frontera entre Alemania y Polonia. En éste lugar, se encuentran las cámaras de precisión para aplastamiento de los cuerpos, las mesas destinadas para las inyecciones plásticas y maquinaria capaz de cortar cualquier parte del cuerpo humano. Sobre cómo consigue Von Hagens los cuerpos se ha derramado mucha tinta. Asegura que todos y cada uno de los cadáveres han sido donados voluntariamente, cedidos libremente y de carácter privado. El doctor Hagens, asegura una total discreción en sus trabajos y el anonimato absoluto de sus donantes. Posee más de 600 cuerpos preparados para exponer y dice tener actualmente más de 7000 donaciones firmadas.

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El anonimato de los cadáveres es la pieza esencial necesaria para salvar las trabas legales que pueden surgirle. Se ha llegado a denominar a sus exposiciones, cementerios ilegales. Pero Von Hagens no se ofende, no dramatiza sobre su obra, no intenta eludir el enfrentamiento moral y ético de su arte, al cual llama “democratización de la vida después de la muerte”. En sus exposiciones nos podemos encontrar con fetos de niños con malformaciones extremas. Cuerpos descarnados difíciles de ver, duros de asimilar, sobre todo si son vistos bajo un prisma ético o moral. En sus salas se pueden conocer los efectos mortíferos del tabaco, al contemplar lo macabro y real de un pulmón calcinado frente a otro sano y lustroso. Sala tras sala, los especímenes plastinados nos enseñan a mirarnos hacia dentro, consiguiendo, nos guste o no, reflejar tan sólo lo que verdaderamente somos. En el mes de enero de éste año 2011, el doctor Gunter Von Hagens, anunció que plastinará su propio cuerpo después de fallecer. A los 65 años de edad, el Parkinson está destrozando su cuerpo. Como médico, sabe que la enfermedad actuará rápida y contundentemente sobre él. Por ello, prepara junto a su mujer la Dra. Angelina Whalley-comisaría de las exposiciones mundos corpóreos-la que será su última aportación a la ciencia y a su arte escalofriante, su propio cuerpo plastinado. Según ha dicho, su siguiente exposición que llevará como título “El testamento del Doctor Muerte” tendrá como anfitrión en la entrada para dar la bienvenida a los visitantes, su propio cuerpo ya cadáver y plastinado con la mano levantada en posición de saludo. Según sus propias palabras; “quiero dar la bienvenida a mis huéspedes, también cuando haya muerto”. Sin lugar a dudas Von Hagens es un tipo curioso, el cual, ha decidido no pasar inadvertido a pesar de ser el epicentro de miles de críticas y, en algún caso, hechos violentos. Para sus adeptos e incondicionales, el doctor muerte es el “Da Vinci” del siglo XXI, un genio que a conseguido hacer del cuerpo humano esculturas en las que contemplarnos tal y como somos, sin tapujos ni enmascaramientos. La realidad y transparencia de los especímenes plastinados sobrecogen. La muerte es uno de nuestros mayores tabúes, sin lugar a dudas, nuestro mayor miedo, que hoy, gracias a la intervención del doctor Gunter Von Hagens, podemos ver y contemplar en un museo…siempre y cuando nos atrevamos a enfrentarnos con la cruda realidad de lo que somos.

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J.J.D.R Imagino el aleteo grácil y colorido de una guacamaya entre las copas de las gigantescas y ancianas ceibas ecuatoriales. Puedo incluso percibir el eco profundo y nítido de su estridente canto y cómo la profunda y densa niebla devora el arcoíris de su lomo emplumado cuando atraviesa el verde corazón del Parque Nacional de Yasuní. En la medianía de nuestro mundo, donde el sol cae perpendicular sobre la tierra y apenas deja constancia de su oscura sombra, la dichosa naturaleza tuvo el capricho de sembrar los senderos de las regiones de Orellana y Pastaza (Ecuador) del más hermoso y vasto imperio de vida del cual se tiene constancia. A unos 250 kilómetros de la colonial Quito, bajo el refugio fluvial que ofrece la cuenca del los ríos Napo y Curaray se extienden los límites del Parque Yasuní, considerado uno de los lugares con mayor biodiversidad de nuestro planeta Tierra. La enorme extensión del Yasuní, unas 980.000 hectáreas de puro pulmón vegetal, comprenden además 615.000 hectáreas de territorio Huaorani, ancestral pueblo ecuatoriano que sobrevive bajo el influjo universal que ejerce la sangre verde que desprende el húmedo y tropical manto amazónico. Los Huaorani saben de los quehaceres del hombre que arrasa y palidece con sus máquinas las raíces de su mundo. Pero hay otros pueblos que no han sido contactados y parte de sus territorios están dentro de los límites vírgenes del Yasuní. Dos pueblos indígenas, Tagaeri -del mismo grupo étnico Huaorani- y Taromenani, voluntariamente decidieron no ser contactados y huyeron a lo más profundo de la selva. Pero desgraciadamente, ni en lo más recóndito del profundo alma de la selva ecuatoriana, son capaces de esconderse de la sombra tenebrosa que proyectan las máquinas humanas y el hedor asqueroso que desprenden e impregnan las hojas, manchando la corteza sublime de los árboles, dibujando la matriz del mal en los senderos que recorren el pecarí y el jaguar, moteando de veneno negro las raíces del bosque y perforando el lecho de los acuíferos y manantiales que son utilizados por la avifauna del Yasuní así como por los miembros ocultos e invisibles de estos pueblos amazónicos. Yasuní es sinónimo de vida. Los últimos estudios realizados en la región demuestran en cifras como la vida se abre paso en un infinito de formas animales y vegetales. De esta manera, se han logrado catalogar unas 150 especies de anfibios, cerca de 43 especies de ranas, entre las que se

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encuentran las más bellas y extrañas del planeta cuyos intensos y variados colores es un claro aviso de su mortífero y tóxico veneno. De la familia de los reptiles se han contabilizado 122 especies diferentes. El panteón ornitológico cuenta en Yasuní con 598 especies distintas de aves y, en cuanto a los mamíferos, se estima que son unas 204 aunque las que han sido confirmadas son 69. Yasuní es un gran pulmón terráqueo. Sus nada más y menos que 2113 especies de flora confirmadas, son las encargadas de tejer el verde pulmón que hace que fluya el oxígeno que alimenta nuestras vidas. Tres son los ecosistemas vegetales que conforman el parque. Hasta un setenta por ciento es área de tierra firme no inundable, sobre la cual crecen árboles cuya altura puede superar los 40 metros. Un nueve por ciento del territorio se inunda ocasionalmente y es conocido como Vázzera, lugar donde se puede apreciar la Sangre de Drago y la Palma o la Cruz Caspi. El Igapó es el bosque siempre inundado, que comprende una densa

vegetación que crece en agua negras y cuya especie más característica es el guarango. Entre sus infinitos senderos, marcados por la huellas del anegado suelo tropical, nace el chontaduro y se yergue el ungurahu, el palmito, el pambil o la chambira. Una alfombra de musgo tamiza el terreno y son los helechos y

las lianas las que junto a líquenes y arrebatadoras trepadoras fabrican la urdimbre perfecta donde las espléndidas orquídeas ocultan su belleza mágica. Mirando hacia arriba se pueden observar las heridas abiertas en los troncos del bálsamo, la sublime delicadeza de la caoba, el sobrio zapote y la artística madera de tagua , sin olvidarnos del platanillo o la madera de balsa. Gigantes ceibas dan sombra a la chonta, el laurel y el palmito que crecen en las subcuencas de los ríos Tiputini, Yasuní, Narhiño, Corocaco y Curacay, todos ellos hijos fluviales del gran río Napo el cual desembocará finalmente en el majestuoso Amazonas. Son ríos nacidos en las cordilleras andinas. Ríos de aguas límpidas. Ríos de aguas frescas y clara, pero también ríos que se tornan negros y capaces de ocultar grandes peligros. Las aguas verdosas y oscuras de estos ríos ocultan la misteriosa vida del delfín rosado y también del gris, así como la escurridiza nutria gigante o el sedoso y ciego manatí amazónico, especies estas que se encuentran en grave peligro de extinción.

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Yasuní es un gigantesco abanico de vida. Es un laboratorio natural de especies que nacen y se reproducen salvajemente. En la espesura de la selva, al amparo de la noche eterna que dibujan las copas de los árboles, sigilosamente se mueve el diminuto Leoncillo, pequeño mono que cabe en la palma de una mano y que prefiere la privacidad del silencio a la vida de coros y parloteo acróbata que llevan sus congéneres los monos araña. A ras de suelo, prestos a lanzar su temible y certero ataque sobre algún Pecarí o armadillo desprevenido, jaguares, pumas, panteras y algún Tigrillo, esperan ocultos para dar su zarpazo final bajo la atenta mirada de un águila Arpía que lustra sus plumas con su afilado pico aposentada en la gruesa rama de un vetusto árbol. Los cielos del oro verde del Yasuní, son el territorio del águila crestada, el halcón pechinaranja, el elanio plomizo, los hermoso tucanes o el pavón de salvin, así como la guacamaya, a quién continúo imaginando con su grácil vuelo sobrevolando las márgenes del río Yasuní batiendo alas sobre las corrientes ascendentes para dejarse llevar con suavidad por una leve brisa que acaba con su espigado cuerpo sobre la rama de una

anciana caoba junto al cauce del río. Su enorme ojo, cuya negra raya perfila su contorno como lo hubiese hecho la mismísima Cleopatra, fija su vista en las aguas del río. Flotando aparecen negros signos de violencia, negras manchas que delatan un nuevo crimen, la oscura señal que indica que de nuevo ha vuelto a ocurrir, que de nuevo, el hombre ha vertido su venenosa ambición sobre el oro verde ecuatoriano. El Parque Nacional de Yasuní obtuvo éste título el 26 de julio de 1979, siendo Jamil Mahuad –entonces presidente de la república ecuatoriana- quien declaró la zona de valor intangible con el objetivo de salvaguardar el

territorio de los pueblos no contactados. La UNESCO en el año 1989 declaró el Parque Reserva de la Biósfera. Pero hay una gran sombra que planea por encima del interés de conservación y protección del Yasuní. Es una sombra negra y profunda, oculta bajo el manto de tierra por el que las miles de especies animales viven y se reproducen. Un manto de oscuridad que yace en las entrañas de la tierra y que conocemos como petróleo. Y es que en el Yasuní, se encuentra una de las reservas más importantes del continente sudamericano, y este hecho se muestra como una enorme guillotina que se cierne sobre el manto verde ecuatorial. La estimación de la reserva es de cerca de 846 millones de barriles de petróleo cuya explotación emitiría una cantidad de 407 millones de toneladas métricas de Co2 por la quema de los combustibles fósiles, y los ingresos que el gobierno ecuatoriano podría sacar con su explotación es de unos 7611 millones de dólares. En el año 2007 el actual presidente ecuatoriano Rafael Correa hizo en la Asamblea General de Las Naciones Unidas un llamamiento atípico y pionero. Pidió a los países miembros su

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ayuda para no tener que extraer el petróleo de la reserva natural. Para ello, exigía al menos el aporte económico del 50% del beneficio que Ecuador dejaría de ingresar, y de esta manera la reserva de la biósfera no sería tocada, en lo que fue llamado reserva ITT. Desde la fecha de aquel llamamiento al mundo han sido muchos los países que han aportado cantidades de dinero, pero en ningún caso se ha llegado al mínimo exigido para la preservación de la reserva natural. La pelota vuelve a estar otra vez en el tejado de la presidencia ecuatoriana y las últimas noticias no son nada halagüeñas al respecto. Pero incluso poco después de aquel histórico llamamiento, compañías petroleras como Repsol YPF y Petrobras explotaban algunos bloques como el 31 muy al límite de las fronteras con el parque. De hecho, en el año 2008 se denunció en Orellana por parte de las comunidades indígenas Huaorani de la zona, el vertido al Yasuní de agentes contaminantes y las amenazas constantes por parte de las agencias explotadoras amparadas por el propio ejército ecuatoriano. De hecho se sabe que los vertidos en las márgenes del parque y el destrozo y envenenamiento en los acuíferos donde pescan y beben las comunidades Huaorani se llevan gestando desde tiempo atrás, pero sus denuncias siempre han sido calladas a base de infundir miedo seguidas por represalias. Hace muy poco, en el año 2011, de nuevo la ruptura de un oleoducto enterrado en el km 100 de la vía Repsol dentro del campo Amo en el bloque 16, a menos de 2 km de la comunidad de Dicaro y escasos 3 km del límite del parque, produjo un vertido que llegó al Yasuní y afectó de manera trágica a la comunidad de la zona que tuvo que abandonar sus acuíferos y manantiales al ver que los peces se morían. Como podemos ver y entender no conocemos a las personas por sus palabras sino por sus actos, y en este caso concreto las palabras de salvaguarda del parque se las llevó el andino viento. No me sirve la excusa de que Ecuador es un país con muchos recursos pero también con mucha pobreza y que la economía se vería reflotada con el petróleo

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del Yasuní. Pues mi pregunta es ¿A cuántos necesitados ecuatorianos le llegará algo de los beneficios de ése oro negro? Sinceramente, estoy convencido que nada de esto cambiará sus vidas, y serán los mismos de siempre los que se llenarán los bolsillos. Eso sí, en este caso como en otros muchos en otros lugares del mundo, a cambio se juega con el futuro de las generaciones venideras que no podrán disfrutar y ni siquiera recordar que un día hubo un lugar en el mundo llamado Yasuní que se puso en venta, un lugar en la Tierra que fue visto como moneda de cambio y no como un paraíso natural y reino de miles de especies salvajes que fueron olvidadas y poco a poco devastadas por la acción humana. Un de las reservas más importantes de fauna y flora del mundo puede estar en serio peligro. Uno de los lugares más maravillosos del planeta corre el riesgo de ser irremediablemente contaminado, envenenado y destrozado por la ambición y el egoísmo; y los pueblos que viven desde siempre entre los verdes bosques del Yasuní y beben de sus ríos y se abrazan al viento que sopla entre las viejas ceibas, también corren el peligro de desaparecer. A veces me pregunto cuánto tiempo aguantará la Pachamama tanto dolor infringido, tanta herida abierta en su afable y generoso útero. Vuelvo a imaginar el vuelo de la guacamaya sobre las copas de los árboles. Deseo que ascienda rápido y pierda de vista la sangre negra que lamina los arroyos del río. Ahora vuela alto y el colorido de su emplumado lomo se pierde en la espesura de la selva ecuatoriana. Quiero seguir imaginando qué, en un futuro no muy lejano, los miembros de las etnias invisibles que viven en el hermoso e intangible Parque Nacional del Yasuní, puedan alzar la vista y ver pasar por encima de sus cabezas el vuelo eterno de la hermosa guacamaya.

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J.J.D.R. Cuando descolgué el teléfono la alegría invadió mi rostro. Al otro lado de la línea telefónica, mi hermano Javier me alegraba una tarde monótona con su llamada. Muchos kilómetros nos separan, pero parecemos estar interconectados por un hilo imperceptible e invisible que vibra cada vez que uno quiere saber del otro. Javier tenía cosas interesantes que contarme. Tanto a mi hermano como a mí nos unen pasiones similares, y no dudamos en llamarnos cuando surgen noticias relevantes de índole histórica o cuyo trasfondo está relacionado con el misterio, las ciencias o la arqueología. Aquella tarde mi hermano deseaba pasar un buen rato al teléfono. En cuanto comenzó a narrarme la noticia que me tenía preparada, noté por el tono de su voz que se trataba de algo importante. ¿Que sabes de Gobekli Tepe? –me soltó de repente. La verdad es que no mucho,- le contesté-. Sé que el nombre pertenece a un yacimiento arqueológico encontrado en Turquía y… poco más. Así es, -me contestó-, -Gobbekli Tepe es un yacimiento encontrado en Turquía, pero veo que no estás al tanto de la magnitud que puede tener lo que allí han descubierto-…sonrió para añadir seguidamente- ponte cómodo y disfruta, porque lo que vas a escuchar es una auténtica bomba que te va a encantar-… Gobekli Tepe, cuya traducción es “Monte Ombligo”, se encuentra en el punto más elevado de una colina cercana a la ciudad turca de Sanliurfa, la antigua Urfa o Edessa. La árida y desértica región se expande hasta escasos 15 kilómetros de la frontera con Siria, Irán e Irak, cercada por los cauces de los ríos Eúfrates y Tigris. En el año 1994 gracias a un hecho casual, como suele suceder con los grandes descubrimientos, el destino se adueñó de los pasos de un pastor de origen Kurdo que guiaba su ganado por la colina Panzuda. Azotado por un sol inclemente y despiadado, el hombre buscó refugio bajo la escasa sombra que desprendía una vieja morera. Cuando se hubo sentado para descansar, se percató de la cercanía de unas piedras de extraño aspecto. Movido por una incipiente curiosidad, recorrió los escasos metros que le separaban del lugar. Pisando ya el terreno donde estaban las piedras, descubrió que sobre los márgenes y los pulidos

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cantos de las extrañas rocas aparecían signos y dibujos de animales de formas extravagantes. Enseguida se percató de la importancia que podían tener aquellas piedras grabadas y decidió avisar a las autoridades competentes. Aquel hombre, sin saberlo, estuvo sentado a solas en el epicentro de la civilización humana, a escasos centímetros del primer templo ritual del hombre, cuyas piedras, las mismas que el pastor tocó con temor y recelo, fueron erigidas hace nada más y nada menos que 11500 años, y que arqueólogos e historiadores creen podían pertenecer al auténtico Edén del Génesis bíblico. Al menos eso es lo que opina el director de las excavaciones en Gobekli Tepe el arqueólogo Klaus Schmidt del Instituto Alemán de Arqueología, excavación que comparten con los científicos del Museo de Sanliurfa. Para Schmidt no es nada descabellado pensar seriamente en paralelismos entre Gobekli y el Edén del relato bíblico. Lo que han encontrado ciertamente avala esta hipótesis. Cuando comenzaron las excavaciones, pronto se pudo comprobar que se trataba de un yacimiento prehistórico. Al llegar al estrato primigenio, el

más antiguo, las dataciones realizadas fijaron una fecha desconcertante para los científicos, 11500 años de antigüedad. “Al minuto de verlo supe que tenía dos opciones: salir de allí y no contárselo a nadie o pasar el resto de mi vida trabajando en ese lugar” declaró Schmidt. Las piedras con forma de T de enormes dimensiones, de 10 a 50 toneladas y más de 3 metros de alto, dibujan

círculos que asemejan los radios de una rueda. Tienen brazos y manos grabados y pegados a los costados como simulando un cuerpo humano, pero carecen de rostro, boca, ojos o nariz. Se han excavado 4 de los 20 círculos que estiman hay en la colina. De hecho, en casi una década de excavaciones, tan sólo se ha desenterrado un cinco por ciento del total del yacimiento, lo que apunta a que serán necesarias décadas para que salga a la luz todo el complejo. Grabados en los frentes de las T de piedra, aparecen todo tipo de glifos y pictogramas animalistas. Hay zorros y jabalíes, leones, cocodrilos y venados, buitres, patos, escorpiones, arañas y todo tipo de insectos. Pero sin duda alguna la serpiente es el animal que más aparece sobre las pulimentadas piedras que se alzan sobre el terreno calizo. Las hay por doquier, en los muros, en las columnas, en las rocas, por todos sitios hay serpientes en extrañas simulaciones y formas.

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“Y el hombre fue poniendo nombre a todos los ganados, a todas la aves del cielo, y a todas las bestias salvajes, pero no encontró una ayuda adecuada para él”. Gn.2,23 En el centro de los círculos pétreos aparecen dos columnas igualmente en forma de T, de mayor tamaño, seis metros de altura. Los arqueólogos creen que es la primera representación de un hombre y una mujer, quizás, como epicentro de un ritual de fertilidad. Klaus Schmidt cree que puede tratarse de la primera representación de los dioses. ¡Un templo de hace 11500 años! El descubrimiento es tan impresionante y anacrónico, que cuestiona la cronología oficial del nacimiento de la civilización. Gobekli Tepe es un gigantesco Ooparts fuera de contexto y hasta ahora inexplicable que deja en pañales construcciones como Stonehege, las pirámides de Egipto o las primeras edificaciones de las regiones Mesopotámicas. Hasta el momento en el que se descubrió Gobekli Tepe la historia databa en fechas muy posteriores los inicios del hombre en el manejo del cultivo y el pastoreo de ganado. Los constructores que erigieron Gobekli Tepe no conocían la rueda, la escritura, la cerámica, ni tan siquiera cultivaban el trigo. Aquellos hombres eran cazadores de gacelas y vivían en reducidas aldeas. Pero en un momento muy concreto, hace 11500 años, algo sucedió, algo que, en espera de nuevos descubrimientos que puedan aportar luz al enigma, hizo que aquellos cazadores cambiaran sus costumbres y su forma de vida y, lo más curioso, les alentó a edificar templos y a comenzar a mitificar y ritualizar extraños dioses, rodeándose de esfinges de piedra varios milenios más antiguas que las encontradas en Egipto. Para Schmidt no cabe duda de que Gobekli Tepe es un centro ceremonial. Los restos arqueológicos encontrados atestiguan el sacrificio de animales en ritos arcaicos. No se han encontrado restos humanos ni enterramientos, lo que también acentúa más el hecho de que el complejo fuese un templo de peregrinación de gran influencia que estaba dirigido seguramente por una clase social sacerdotal o de chamanes. Pero ¿quiénes eran esa clase social capaz de convencer a hombres tan primitivos de la necesidad de construir tan grandes templos? No olvidemos que cada columna en forma de T podía pesar de 10 a 50 toneladas, lo que supone la intervención de más de 500 personas para su transporte, y teniendo en cuenta que realizaron el trabajo de construcción con herramientas de piedra totalmente rudimentarias. ¿Qué necesidad tenían? Las preguntas se amontonan sin respuesta.

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Los especialistas dicen de Gobekli Tepe que es una “supernova”, una luz estelar en la oscuridad de la humanidad, una “edad dorada en plena edad de piedra”. Cuando en todo el mundo no había un solo núcleo de hombre que viviese como campesinos, en Monte Ombligo se comenzó a domesticar el cultivo del trigo y se formó probablemente la primera sociedad sedentaria de la humanidad. El Instituto Max Planck para la investigación de cultivos de Colonia, llevó a cabo un estudio genético sobre 50 tipos de escanda moderna realizado por investigadores italianos y alemanes, cuyos resultados señalaron la zona de Gobekli Tepe como el lugar en el cual se originó la agricultura. Este dato no deja de sorprenderme. Los cazadores nómadas se convirtieron en cazadores recolectores y, como en un Big Ban de la evolución, el ser humano se concentró en torno a un templo y experimentó un cambio radical en su manera de concebir la vida, y seguramente a través de los ritos celebrados en el templo, cambió su concepción de la muerte. A pocos kilómetros del lugar donde se asienta Gobekli Tepe se encuentra la gruta en la que, según la tradición, nació Abraham. Precisamente en las inmediaciones de éste lugar, en el yacimiento de Balikligöl, arqueólogos turcos de la facultad de Herran, hallaron la escultura de un hombre de enigmático aspecto cuya datación es mil años más antigua que la de Gobekli Tepe. En la figura apenas se demarcan rasgos en su rostro y en su cuerpo de piedra. Bajo una redonda y pelada cabeza, los huecos vacíos de los ojos fueron cubiertos con pequeñas piedras negras de obsidiana. Su mirada vacía y penetrante hipnotiza a la vez que aterroriza. Sus brazos se entrecruzan por debajo de la cintura cubriéndose los genitales y en su pecho, dos líneas cruzan el tórax como si el misterioso ser vistiese un peculiar traje. Otra gran noticia fue el hallazgo en la misma colina panzuda de una pequeña placa de esteatita (talco), de unos 4 centímetros de alto que tiene grabados dos signos muy peculiares, un árbol y una serpiente. ¿Quizás los signos de la placa querían identificar un lugar concreto? Los geólogos junto con expertos climáticos afirman que hace 11500 años la región donde se encuentra el yacimiento era un auténtico vergel. El clima era suave y el agua de los numerosos ríos surcaba las colinas y los valles. Grandes rebaños de gacelas se alimentaban en las inmensas praderas verdes. Todo tipo de animales, aves y plantas, tenían su hogar en la región. Gobekli Tepe era un paraíso.

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¿Puede que el Edén? Para esta pregunta no hay respuesta cierta, pero los investigadores, aunque parezca una locura, piensan que puede haber algo de base real en el relato bíblico. “El señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y en él puso al hombre que había formado”. Gn.2,23 También Ezequiel en 28:14 señala; “el jardín del Edén estaba emplazado en un monte sagrado”. Gobekli Tepe sin lugar a dudas era un lugar sagrado. Otra gran cuestión es averiguar quiénes eran los sacerdotes o chamanes del templo. Tenían que tener una gran capacidad de convicción. Seguramente su poder emergía del miedo y la superstición que inoculaban con sus ritos y sacrificios en el pueblo. Nada sabemos de su procedencia y sus enseñanzas. En su libro Enoch narra lo siguiente; “Seres denominados vigilantes, se mezclan con humanos entregándoles las artes y ciencias prohibidas del cielo. Las hiervas y plantas, la metalurgia, el embellecimiento femenino y la astronomía”. ¿Las artes y las ciencias prohibidas del cielo? En los ritos y leyendas sumerios, los Anunnaki, vivían con lo mortales proporcionándoles los rudimentos necesarios para su civilización. En el relato bíblico, los Nefilim (gigantes o titanes, hijos de los hijos de Dios que se unieron con las hijas de los hombres), son idealizados como hombres-pájaro, representados como buitres encargados del tránsito de la vida a la muerte y que aparecen en relieves de Gobekli Tepe. ¿Son acaso los descendientes de los Nefilim o los Anunnaki, los sacerdotes o chamanes que oficiaban los sacrificios y ritos en Gobekli Tepe? “Es evidente que aquí vivieron unos seres humanos que trataron de comunicar algo a otros congéneres de una forma perdurable” Sentencia el arqueólogo Klaus Schmidt. De repente todo cesó. Toda la actividad de Monte Ombligo se esfumó, desapareció, y el templo ceremonial fue fulminado y arrancado de la luz para ser depositado bajo la oscuridad infinita de miles de centímetros cúbicos de arena y piedra. Éste suceso es uno de los grandes misterios de Gobekli Tepe. Los arqueólogos no saben cuál fue la causa por la que en el 8000 a.C. los templos fueron enterrados, repudiados y abandonados por sus moradores. La forma en la que ocultaron los templos bajo tierra, llevó implícito un trabajo casi tan parecido al de su propia construcción. ¿Por qué se tomaron tantas molestias en enterrar Gobekli Tepe, y no optaron simplemente por destruirlo? Incluso tuvieron que transportar piedras desde otros lugares para acabar de soterrar los templos. ¿Superstición, miedo, respeto?

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Lo que ocurrió en Gobekli Tepe en aquel periodo de abandono, aun hoy día es una incógnita más de las muchas que planean sobre la colina panzuda. De lo que no cabe duda es de la importancia que tuvo en la época el estallido monumental que supuso el aprendizaje de aquellos humanos en Gobekli Tepe. Las bases de la civilización habían quedado establecidas. Los rudimentos esenciales para la creación de las primeras sociedades de cazadores recolectores estaban aprendidos. La semilla de la civilización estaba plantada y comenzaba a regarse, el tiempo haría el resto. Durante un largo rato, mi mente se distrajo caminando por los áridos círculos enigmáticos de Gobekli Tepe, rodeado de grabados míticos de un mundo que aún no comprendemos. El silencio al otro lado de la línea telefónica me devolvió enseguida al sillón de mi casa. Después de haber logrado abrumarme con datos y encandilarme viajando a un pasado remoto, mi hermano Javier se despedía de mí con una frase que me dejó pensativo a la vez que conforme. Acuérdate de Troya- me dijo- después colgó el teléfono. ¿Qué tiene que ver Troya en todo esto? Se estarán preguntando. Con Gobekli Tepe absolutamente nada. Pero sí existe un paralelismo en el concepto de mito y realidad entre Troya y Gobekli Tepe. Heinrich Schliemann dedicó su vida y su fortuna en descubrir un mito desoyendo frases lapidarias que le catalogaban de loco y soñador. Nadie le creía. Afanado en la búsqueda de la mítica ciudad de la Ilíada de Homero, Schliemann descubrió Troya para la arqueología, para el mundo y para la posteridad, convirtiendo en realidad lo que para el mundo hasta entonces tan sólo era un mito y una leyenda. Puede ser que el relato bíblico esconda las coordenadas que lleven directamente a esclarecer pasajes considerados hasta ahora parábolas o simples leyendas. Puede ser que de la mano de la arqueología, Gobekli Tepe sea el punto hacia donde apunten esas coordenadas y el relato bíblico del Génesis, en el que se detalla el lugar del comienzo de nuestra civilización llamado Edén, tan sólo esté esperando a que un nuevo Schliemann sea capaz de desoír las críticas y sacar a la luz la realidad de nuestra historia, aunque para ello la ciencia tenga que reescribir capítulos de la cronología establecida y aceptar que, a veces, las leyendas y los mitos pueden convertirse en realidad.

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J.J.D.R. Sobre las verdes praderas, a lomo de caballo y oteando el precipicio de un rojo y ardiente cañón vertical, mientras las sedosas crines del animal dibujan el último aliento de libertad verdadera, la estampa perfecta y gloriosa de un indio norteamericano es absorbida por la lente de una cámara que atrapa el momento que deja en el vacío del tiempo los últimos estertores de un mundo que se apaga, de vidas y costumbres aniquiladas, desprovistas del sello impenetrable que marca la esencia de los pueblos en su obligado ocaso. Apaches, Navajos, Comanches, Hopi, Lakotas,Cheyenne, Chimakum, Inuit, así como otras muchas tribus, fueron fotografiadas por Edward Seriff Curtis en los años más difíciles de sus vidas, cuando la aniquilación y el exterminio les habían recluido en pequeñas reservas desojándoles de

su entorno, de sus costumbres, de la magia volátil y etérea que une tierra y hombre. En la frontera del olvido, la cámara de Edward S. Curtis voló por praderas y montes, se proyectó sobre acantilados y bosques, surcó ríos y recorrió los senderos perdidos del norte de América tras la huella de los últimos indios norteamericanos, con el propósito de dejar constancia en imágenes de un mundo que fenecía sin remedio bajo el yugo de la intolerancia y el desprecio. El 16 de febrero de 1868 nacía Edward Seriff Curtis en la localidad de Whitewater en Wisconsin (EE.UU.). Desde muy temprana edad mostró

un carácter inquieto y observador recorriendo con entusiasmo las lindes boscosas que parapetaban la finca donde crecía. Con tan sólo doce años se fabrica una rudimentaria cámara fotográfica en la que coloca unas lentes que su padre le ha regalado y con la que consigue realizar sus primeras fotografías. Con tan sólo diecisiete años ya entiende la fotografía como su modo de vida y trabaja como aprendiz, montando su propio negocio en el año 1891en la localidad de Seattle donde residía desde la prematura muerte de su padre. En poco tiempo se granjea una refutada fama como retratista y gracias a su talento puede enfrentarse a la ardua tarea de mantener a su familia. Un buen día le encargan retratar a la Princesa Angeline hija del gran jefe Sealth de las tribus Suquamish y Duwamish, en honor del cual, tomó el nombre la ciudad de Seattle, la más grande del estado de Washington.

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Conocer y retratar a la princesa Angeline fue una experiencia que le dejó una imperecedera huella, y algo en su interior comenzaba a revelar una incipiente curiosidad sobre la vida de aquellos hombres y mujeres llamados indios. En el año 1899 forma parte de una expedición que se adentrará en territorios de Alaska y se maravillará con los paisajes serenos moteados de bosques espesos y las inmensas e inhóspitas llanuras de nieve y hielo que también supo describir la genial pluma de Jack London. Las tierras de Montana y el monte Rayner le ofrecen la oportunidad de plasmar con elegancia paisajes y, de nuevo, la mística y la enigmática aura de misterio que rodea a los miembros de las diferentes tribus indias que se va encontrando. Sus fotografías son expuestas y galardonadas en un certamen que llama poderosamente la atención de varias familias adineradas que ven un gran potencial en el joven Edward S. Curtis. Sus trabajos son comprados con avidez. Uno de sus mecenas será el popular banquero J.P Morgan quien era un gran coleccionista de arte. De esta relación, auspiciada por el beneplácito de Teodoro Roosevelt, nace un proyecto en el que se le ofrece a Edward financiación para viajar por toda Norte América fotografiando a las tribus indias en sus territorios, documentando sus vidas y creando un archivo visual que se venderá por volúmenes. Desde aquel instante Edward viaja sin cesar por cada rincón del país tras la huella de los indios norteamericanos, con la esperanza de poder capturarlos con su cámara, antes de que el olvido caiga sobre sus ritos y costumbres para siempre. Pocas décadas habían pasado desde las grandes masacres que diezmaron pueblos enteros de indios a manos de colonos, buscadores de oro y el ejército norteamericano. Las tribus que aún perduran, lo hacen aislados en sus propios territorios o en pequeñas reservas acotadas por el gobierno. La gloria ancestral de muchas tribus indias apenas se vislumbra en sus vestimentas y ritos, o en el carácter obstinado y

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orgulloso de pequeños grupos que malviven recorriendo largas distancias alejados de los territorios que un día fueron su patria. Edward S. Curtis fue un gran apasionado de la vida y el espíritu libre que rodeaba la vida de los indios de Norteamérica. Deseó con todas sus fuerzas dejar grabado en imágenes los últimos filamentos que, como en un estrecho cordón umbilical, unían culturas milenarias al vacío histórico al que habían sido expuestas. Durante treinta largos años convivió con innumerables tribus granjeándose su confianza y logrando con ello captar momentos íntimos vetados para cualquier otro. En su cuaderno de campo, realizaba tareas antropológicas, llevando a cabo una labor de documentación que más tarde serviría como una inagotable fuente de información histórica. Su metodología fue duramente criticada. Al no tener formación académica, la relación sistemática de sus trabajos fueron

duramente desprestigiados, llegándose a afirmar que engatusaba a los indios para que posasen con sus trajes en actitudes que más réditos podían proporcionar a la imagen, buscando ése contacto presupuesto entre indio y naturaleza que tanto gustaba en aquella época a la alta burguesía americana. Lo cierto es que gracias a Edward, gracias a su autodidáctica manera de operar

sobre el terreno, gracias a su valentía y tesón, hoy día, podemos contemplar cómo eran y qué intentaron trasmitir los indios a través de las imágenes en las que quedaron cautivos, observando en muchos casos, el miedo en las pupilas del guerrero, el coraje cautivo de la mujer india, el miedo contenido o el orgullo indeleble pese al genocidio sufrido. Perdido entre mil territorios y bosques, Edward se olvidó incluso de que tenía una familia. Padre de cuatro hijos, quedó desposeído de todos sus bienes cuando su esposa Clara J.Phillips denunció a las autoridades abandono de hogar. Sus volúmenes sobre los indios comenzaros a no tener la misma acogida entre el público y la financiación de sus viajes se terminó. Tras treinta años fotografiando más de ochenta tribus norteamericanas, con un resultado de más de 40.000 fotografías, terminó

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arruinado y paradójicamente en el mismo olvido del cual quiso rescatar a los pueblos indios. Entre sus más afamados trabajos resaltan Land of the Head-Hunter rodada en 1914, o su archiconocida obra The North American Indian, cuyo contenido de más de 2000 fotograbados es una de las mejores obras documentales existentes sobre los indios norteamericanos. Edward S. Curtis murió en los Ángeles en 1952 sin el menor reconocimiento por su trabajo. Su extensa obra de cinco tomos y veinte volúmenes se encuentra actualmente en la Biblioteca del Congreso de los EE.UU en Washington D.C. Con su cámara a cuestas, recorriendo cautivos senderos otrora libres, Edward S. Curtis logró mimetizarse junto a los pueblos indios sin prejuicios xenófobos, sin el lastre de la codicia o el resentimiento, ajeno al sentimiento que poseen muchos hombres de poner nombre y apellidos a la tierra, cuando la tierra jamás tendrá dueño alguno. Ojos profundos, miradas distantes, colores, sonidos infinitos aullando a la luna llena, ritos ocultos, cenicientas hogueras, cánticos ancestrales, un depósito inviolable de la historia hermosa y brillante de un centenar de tribus; fueron el objetivo fundamental de la vida de este gran fotógrafo que vivió obsesionado con devolver, lleno de gratitud y respeto, la gloria perdida de los indios del norte de América.

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Colgada de un cielo oscurecido por la medianía de la noche, la luna se muestra cual farol de luz inagotable sobre la mar en calma en Bahía Mosquito. Una pequeña embarcación se mueve despacio. Alrededor del kayak, un efecto lumínico resalta en la oscuridad, decorando con fluorescente colorido el contorno de la pequeña embarcación.

El efecto bioluminiscente lo provoca un microorganismo protozoario unicelular y fotosintético que forma parte del plancton, concretamente en Bahía Mosquito el protagonista es una variedad de dinoflagelados conocido como (Pyrodium Bahamensis).

Cuando éstos minúsculos organismos de forma circular, que poseen un apéndice en forma de látigo, se unen en grandes cantidades y se agitan al sentir presión externa, reaccionan químicamente y emiten destellos luminiscentes como medida de defensa, provocando en la superficie del mar un efecto espectacular.

Son muchos los mares del mundo en los cuales es posible contemplar este efecto producto de la microscópica fauna marina, pero en la isla Portorriqueña de Vieques, puede uno deleitarse con tal fenómeno natural en su máximo esplendor, en gran parte por el aporte de nutrientes de los manglares y la escasa renovación del agua de mar.

La Isla de Vieques, o Isla Nena, como fue apodada por el poeta y periodista puertorriqueño Luis Llorens Torres, es la mayor isla de todo el Caribe.

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Ubicada a diez kilómetros de la isla principal de Puerto Rico, Vieques conjuga perfectamente los elementos esenciales que necesita tener un paraíso. Playas de aguas cristalinas y temperaturas suaves delimitadas por una exuberante vegetación, apretados manglares, zonas selváticas y una rica flora y fauna. En total 146.064 kilómetros de lugares para perderse y disfrutar del sol caribeño, de sus gentes, y de la fina arena de sus extensas costas. Por todo ello, Bahía Mosquito está considerado Reserva Natural Bioluminiscentes de Vieques. De las cinco Bahías de América en las que es frecuente observar la luminiscencia marina, tres de ellas están en Puerto Rico.

El fenómeno luminoso ha convertido Bahía Mosquito en un lugar de gran interés turístico, cuya gran atracción es sumergirse en las noches de luna llena en sus aguas y sentir como el cuerpo se adorna con brillantes luces fluorescentes.

La isla de Vieques es un lugar perfecto para desarrollar tanto el buceo como deportes acuáticos, convirtiéndose en experiencia única si las actividades se desarrollan de noche, momento éste en el que cualquier movimiento cobra una dimensión totalmente diferente.

Una vez más, los senderos que se abren paso entre la magia natural de nuestro gran planeta, sorprende mostrándonos lo complejo y maquinal de la creación natural y su ambiciosa biodiversidad de formas de vida en la que un minúsculo organismo, es capaz de crear todo un espectáculo maravilloso mientras es mecido por las olas del mar caribeño.

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Un humo ceniciento asciende desde la base del campamento. A cierta altura, unos trescientos metros del suelo, se forma una estrecha capa de niebla blanquecina que dificulta la respiración, nublando la visión y entorpeciendo cada movimiento que realizan en las alturas los recolectores de miel del Nepal.

Sobre la piedra antigua de los montes malayos, en la región de Surkhet entre grietas y agujeros, unos pocos pies desnudos se aferran a la vida con tan sólo la ayuda de trenzadas cuerdas y algunas escaleras fabricadas con caña de bambú.

Colgados del abismo, desafiando la muerte, los recolectores se acercan con antorchas encendidas hasta llegar a escasos metros de los codiciados nidos de la Apis Laboriosa, la mayor y más productiva abeja melífera del mundo.

Dos veces al año en sus arriesgadas batidas de recolección los diferentes pueblos se desplazan hasta las faldas de los acantilados. Aunque hombres y mujeres comparten diariamente sus tareas, la recolección de la miel y su procedimiento y ritual, es una tarea sólo permitida a los hombres y un legado que pasa de padre a hijo.

Al llegar a los pies de la montaña se asienta el campamento y se procede a los rituales antes de abordar la pared rocosa.

Aunque cada etnia tiene su propia ceremonia, casi todos coinciden en la ofrenda de flores, fruta y arroz, amenizado todo ello con plegarias que son tributo a la Apis Laboriosa y en honor de aquellos hombres que jamás llegaron a descender con vida de las alturas.

Las grandes y verdes hojas sirven para que el humo suba en chimenea hasta alcanzar las colmenas y adormilar de esta manera a las abejas. Acto seguido son los hombres los que, sin ningún tipo de arnés o elemento de seguridad, se descuelgan sobre las trenzadas sogas hasta llegar a escasos metros del nido. Utilizando una larga vara, en cuyo extremo han colocado un machete, seccionan en cuartos el panal y lo depositan en los fardos y capachos que bajan hasta la base del campamento.

Los nidos de las abejas llegan a medir hasta un metro de longitud y ochenta centímetros de ancho, son enormes circunferencias rojizas que sobresalen del acantilado como abanicos abiertos en el cielo asiático.

Un ejército de rayados soldados lucha por no caer en el aturdimiento que provoca el áspero humo que desprenden las antorchas y revolotean alterados prestos para lanzar sus aguijones sobre los atrevidos ladrones.

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Protegidos con sus Lukspa-rudimentarios sayos fabricados con fibras de ortigas- los cazadores de miel de la etnia Raji, cortan con sus grandes varas de caña los panales repletos de rica y codiciada miel.

Durante la jornada de caza que suele durar de tres a cuatro horas, cada individuo ha de protegerse de las picaduras de las abejas mientras el humo les nubla la visión y sus fosas nasales se obstruyen con el hollín. Pero no hay día en el que los penetrantes aguijones dejen de sellar con dolor la piel de los intrépidos recolectores.

Generación tras generación, diferentes etnias del Nepal cosechan los frutos de la Apis Laboriosa o abeja de las rocas con la perfección desarrollada durante siglos colgados entre los acantilados y riscos a alturas sorprendentes.

La mayor abeja del mundo, que llega a medir tres centímetros de longitud, es endémica de las regiones del Himalaya y puede construir sus enormes nidos a alturas superiores a 3500 metros, siendo sus panales capaces de reunir hasta 60 kilos de miel. El aguijón de la Apis Laboriosa es de pequeño tamaño siendo su efecto terriblemente letal.

El fruto de las colmenas es muy codiciado en el mercado mundial, y su precio puede superar hasta cinco veces el precio de una miel común. Una de las características más sugestivas de esta rica miel es el efecto relajante que produce su consumo producto de la ingesta por parte de las abejas de la grayanotoxina que se encuentra en el néctar de los rododendros blancos.

Durante siglos y siglos, los Raji, Irula, Kutumba y otras etnias nepalíes, han cosechado la miel de los árboles y acantilados para el uso terapéutico de su pueblo o como moneda de intercambio comercial con otras tribus de la zona. El incremento del turismo y la proliferación de los campos de cultivo de té, unido a la expoliación de los nidos de abeja fuera de los periodos establecidos de manera natural, están poniendo en jaque la continuidad de la especie melífera y el sustento de los pueblos de la región.

El trabajo de dos fotógrafos, Eric Tourneret y Eric Valli, es eco vivo y testimonio viajero, de las andanzas de estas etnias nepalíes por sus extensos territorios a través de senderos legendarios tras la búsqueda de las abejas melíferas del Nepal.

Desde tiempos inmemoriales, testimonio de vida y riesgo mortal grabado en rupestres pinturas de más de dos mil años de antigüedad, las

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genuinas sociedades tribales del Nepal siguen recolectando la miel de la Apis Laboriosa como lo hicieron sus ancestros en tiempos pasados, evocando son sus ritos y arriesgado método de recolección, la estampa primigenia del hombre ante la mayor despensa de la Tierra…la propia naturaleza.

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J.J.D.R. Sentados cómodamente alrededor de la pequeña mesa, las pastas y dulces decoraban el mantel y el aroma de la esencia del café invadía el salón de casa. La conversación había pasado de diseccionar con opiniones las últimas noticias de la semana, para luego emprender un viaje con la mente y la palabra por aquello lugares que a cada uno de nosotros le gustaría visitar una vez en la vida. Apareció Egipto y se habló con lógica de Roma y Grecia, alguno desvió su ruta hasta la lejanía de las islas de Borneo y Pascua e, incluso, hubo quién soñó con atravesar la selva amazónica o ascender los empinados e inevitables senderos que hay hasta enfrentarse cara a cara con la majestuosidad de Machu-Pichu. De un lado a otro del globo viajamos bajo el influjo de la mente disfrutando de una agradable tertulia. Cuando llevábamos un rato con la maleta de la ensoñación a cuesta, recayó el turno de palabra en mi hermana Susana quien, tras una pausa adelantó el que sería nuestro siguiente destino; algún día viajaré a Petra dijo, y un murmullo de aprobación precedió a su exposición sobre lo que sabía de tan antigua y esplendida ciudad nabatea. Situada en Jordania, cerca del mar muerto, Petra es tierra de leyendas bíblicas y de beduinos viajeros que, encubierta por farallones de roca y angostos senderos de árida tierra, fue uno de los lugares más destacados de la ruta de la seda y por ende del mundo antiguo. Tatuado en la piel rocosa de la montaña, relieves majestuosos evidencian en sus fachadas la sorprendente habilidad creadora de los antiguos arquitectos de la ciudad jordana. Algo así debió pensar el joven explorador suizo Johann Ludwig Burckhartd cuando, a comienzos del siglo XIX, redescubrió la ciudad de Petra sorprendente labrada en la roca. Llegar hasta Petra no le resultó nada fácil. El imperio Otomano ejercía una dura imposición sobre sus territorios y la presencia de extranjeros en sus tierras podía conllevar incluso la muerte. Era territorio hostil dónde los beduinos ejercían su derecho de pernada a todo aquel que se adentrase en sus dominios.

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Estando en el Cairo el joven e intrépido Burckhartd escuchó noticias de una ciudad antigua que se encontraba en un lugar inaccesible entre las montañas jordanas. Conocía las costumbres musulmanas, había estudiado el Corán con entusiasmo é, incluso, había viajado haciéndose pasar por musulmán por territorio egipcio. Así que pensó que sería una grata aventura adentrarse por nuevos territorios tras la pista de la afamada ciudad labrada en la roca de la que tanto había escuchado hablar. Utilizando el falso nombre de Ibrahim Ibn Abdallah emprendió su viaje acompañado de un beduino que le serviría de guía. Con su equipaje a cuesta y su camuflada identidad poniendo en riesgo su vida, llegó hasta las desérticas tierras que controlaban los beduinos. Para no ser reconocido como un intruso extranjero previamente dijo que se encaminaba por aquellos territorios para rendir honores a Aarón hermano de Moisés, y que sacrificaría una cabra en su tumba, sepulcro que lindaba con la ciudad mágica que perseguía. Poco después estaba caminando por un sendero estrecho entre grandes desfiladeros. El calor sofocante era un desánimo continuo y, en ocasiones, las dos paredes rocosas que pertrechaban el camino, se estrechaban tanto que ni el sol podía penetrar a través de ellas.

El trayecto entre las múltiples encrucijadas desembocó al final en una pequeña explanada frente a una fachada de piedra rojiza deliciosamente labrada. El joven Burckhartd quedó extasiado. Por doquier aparecieron ante sus ojos tumbas excavadas en la piedra y grandes columnas finamente talladas por antiguos pobladores. La enorme fachada de la ciudad de Petra apareció ante su mirada atónita. Tomó notas e hizo dibujos a escondidas tratando de no ser descubierto por

su guía. Los beduinos llamaban aquel lugar Khazmeh al-Faroum, y se decía que fue el palacio donde un faraón escondió un gran tesoro. Burckhartd había redescubierto Petra y enseguida se dio cuenta de que estaba ante un monumento extraordinario del mundo antiguo. Temiendo que le descubrieran, ascendió la montaña sagrada de Aarón (Jebel Haroum) y cumplió con el sacrificio que había prometido. Ya de regreso, en agosto de 1812, describió en su cuaderno las maravillas encontradas en Jordania y dio a conocer al mundo la majestuosa ciudad de Petra, reino y patria de los antiguos nabateos. Pero no fue hasta llegado el siglo XX después de que el imperio otomano desapareció de territorio jordano cuando se pudo comenzar las excavaciones y establecer una cronología sobre Petra. Petra (piedra en griego) se encuentra al este del valle de Arauá y se extiende cercano al Mar muerto hasta el golfo de Aqaba. Los cincuenta grados centígrados son fáciles que se superen en tierra tan inhóspita. Los Beduinos,- nómadas viajeros que vendían productos agrícolas y ganaderos por la región-, fueron los guardianes en la antigüedad del paradero de la ciudad de Petra.

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Aunque se sabe que la zona estuvo habitada desde al menos el 10.000 a.c, (vestigios en Beidha) los primeros asentamientos y la fundación de la ciudad se cree recayó en el pueblo edomita posiblemente en el siglo VII a.c. Un siglo después fue ocupada por los nabateos, siendo estos los encargados de instaurar allí su reino y convertir Petra en una gran ciudad hasta que llegado el 63 d.c. el imperio romano de mano de Pompeyo ocupó la zona y anexionó los territorios a su imperio. Durante mucho tiempo Petra se convirtió en lugar imprescindible de paso de las caravanas que hacían rutas de distribución de sedas con la India, marfil con África, perlas que llegaban del Mar rojo e incienso desde el sur de Arabia. Por aquel entonces la ciudad de piedra se convirtió en punto estratégico de caravanas viajeras y refugio para los comerciantes de la ruta de las seda, la más importante de la época. La entrada a la ciudad se hacía a través de un estrecho y angosto cañón de un kilómetro de recorrido franqueado por farallones rocosos de más de ochenta metros. Pero llegado el siglo VIII y debido a la variación de las rutas comerciales, Petra entró en un periodo de declive hasta desaparecer como ciudad importante y caer en decadencia y finalmente en el olvido. Aunque en Petra todo es singular y bello, la fachada de Al –Khazneh (el tesoro), es sin lugar a dudas su lugar más famoso. Tiene 30 metros de anchura y 43 de alto y fue la tumba de un importante rey nabateo en el siglo I d.c. Tumbas hay en Petra en cada rincón de la montaña, están bien elaboradas y esculpidas en la piedra, y hoy día aún se conservan más de 500 en buen estado. Las paredes rocosas fueron convertidas con sutil habilidad en cubículos donde residir, tumbas donde morir, calles por las que transitar rodeadas de obeliscos, templos en los que rezar e incluso un teatro con capacidad para 3000 personas de estilo romano. Además el agua en Petra, aunque pueda resultar extraño, no escaseaba ya que un complejo sistema de canales excavados en la roca y que circunvalaba la ciudad servía para canalizar y filtrar el agua de lluvia que finalmente se almacenaba en cisternas para su posterior distribución. Como se puede deducir, Petra era una gran ciudad donde vivir rodeado de gran belleza y dentro de un paraje idílico.

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La ciudad de Petra aún tiene mucho que mostrar al mundo. Cerca del ochenta por ciento de la ciudad se encuentra todavía bajo tierra a la espera de que los arqueólogos sigan rescatando de la oscuridad la belleza de la cual gozó en su día tan mítico lugar. El 6 de diciembre de 1985 la UNESCO grabó el nombre de Petra en su lista de lugares patrimonio de la humanidad. El día 7 de julio del año 2007, la ciudad de piedra fue incluida entre las siete maravillas del mundo moderno. Mi hermana Susana terminó de imaginar su soñado viaje y todos nos quedamos en silencio. Como un velo pintado de rojizas piedras, el relato de Susana se desvaneció en el salón de casa entre el aroma del café que aún permanecía en el aire y la sensación de haber cambiado de época y caminar por los sinuosos senderos que conducen a la mágica ciudad de Petra.

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J.J.D.R

En Colombia, justo en la cuenca hidrográfica del Orinoco, se encuentra seguramente el río más hermoso del mundo, conocido como “río de los cinco colores” o “caño cristales”, acuñado el término “caño” por los lugareños, para definir un río de pequeñas dimensiones o riachuelo.

Caño cristales nace en la Sierra de la Macarena en el departamento del Meta, y transcurre durante 100 Km. atravesando ésta serranía antigua y maravillosa para morir plácidamente en brazos del Guayabero.

Lo asombroso de éste río es su color. La causa, la alta proliferación de varios tipos de algas de vivos tono; rojo, azul, amarillo, verde, que salpican las pozas y cuyos líquenes y musgo adheridos a las rocas embellecen y dan colorido al lecho fluvial.

El río nace en una zona de un valor geológico y natural de gran interés, cerca de los Tepuys más antiguos de la sierra, dónde se encuentran numerosos grabados rupestres de gran valor histórico é incluso, se sabe de zonas que aún no están exploradas con detalle.

Al desembocar caño cristales en el Guayabero lo hace despojado de sus colores brillantes y distintivos, pues los pierde en la Vereda la Cachivera a la altura del camino real. En verano la sequedad del río, hace que proliferen en abundancia las curiosas algas. El lecho está abarrotado de rocas de diversos tamaños que hace que al llover moderadamente, de manera inmediata el río aumente espectacularmente de nivel, ocurriendo lo contrario también en un tiempo récord. Las rocas de éste río están datadas en unos 1200 millones de años. De hecho, la sierra de la Macarena, constituye la prolongación hacia occidente del llamado escudo Guyanés de Venezuela, Guayana y Brasil, cuyas rocas están consideradas las más antiguas del mundo.

Las aguas del río de los cinco colores discurren tranquilas y puras por entre parajes propios del paraíso. Las cascadas y saltos de agua son espectaculares. La naturaleza brilla en cada rincón de sus quebradas, cómo es el caso de la quebrada de la Curia, o en otro caño de nombre Canoas, cuyo salto de agua es espectacular.

La temperatura de la sierra oscila entre los 12 y 25 grados, convirtiendo el lugar en un ecosistema único de selvas húmedas y bosques fríos.

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La ornitología tiene en éste lugar del mundo uno de sus paraísos mágicos. Cientos de especies de bellas aves con los más hermosos plumajes, hipnotizan al excursionista y aventurero. Las orquídeas, con cerca de 48 especies, también son un reclamo fantástico para los botánicos. Aquí crece el cacao, la palma, el guayabo, Zapotillo o el algarrobo. Y sus densos bosques y rocosos parajes, son dominados por múltiples especies de reptiles, osos hormigueros, marsupiales, murciélagos, micos, chucha mantequera o el perro de agua, sin olvidarnos de los cocodrilos y el temido y espectacular puma.

Entre toda ésta exuberante fauna y vegetación, caño cristales salpica aquí y allá su curso fluvial con infinidad de pozas llamadas popularmente “marmitas gigantes”.

Éstas marmitas gigantes se forman cuando algún mineral de gran dureza, (por ejemplo el diamante u otro mineral de dureza extrema), cae en una cavidad y gira constantemente hasta aumentar su tamaño y abrir un hueco importante.

El parque nacional de la Sierra de la Macarena de 650.000 Km cuadrados, es Patrimonio Biológico de la Humanidad, y desde 1948 parque protegido por la ley de la república Colombiana.

Pero esto no ha impedido que unos de los lugares más extraordinarios del mundo, esté seriamente amenazado.

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La expulsión de las sierras andinas de millares de campesinos, constituyó en las inmediaciones del parque la semilla que daría como resultado el movimiento revolucionario conocido por su acrónimo F.A.R.C. Actualmente la zona es constantemente centro del conflicto armado, además de sufrir fumigaciones indiscriminadas y la siembra de campos de coca.

En el año 2005 murieron 28 militares encargados de labores de exterminio de plantaciones de coca. Al año siguiente, Uribe mandaba bombardear los territorios de la región.

El paraíso está ahí, en la sierra de la Macarena. Caño cristales resurge cada mañana lleno de vivos colores, mientras las aves del paraíso surcan el cielo batiendo el fresco aire andino. El paraíso existe y está entre nosotros, en éste mundo, en éste planeta que llamamos tierra.

Pero quizás… mejor sigamos expulsados del paraíso una buena temporada.

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J.J.D.R Durante un año se libró la campaña de Birmania en la segunda guerra mundial. Concretamente entre (1944-1945) con el objetivo de recuperar la isla de Ramree y su vecina Cheduva a los japoneses, quienes se habían hecho con su control en 1942. El ejército británico y la 71ª Brigada India necesitaban apoderarse de la isla para construir bases aéreas para el suministro marítimo. Como primer paso para dicha campaña, se envió un ataque anfibio bajo el nombre de “operación matador”, cuya misión consistía en apoderarse del puerto de Kyaukpyu, en el extremo septentrional de la isla y el aeródromo junto al puerto. Varios reconocimientos aéreos británicos alertaron sobre los movimientos de los japoneses. A marchas forzadas, el ejército imperial colocaba artillería pesada en los puntos altos de la isla para repeler el desembarco de las tropas aliadas. Ante tales movimientos, la marina real inglesa apoyó la ofensiva con un acorazado y un portaaviones, enjaulando a los japoneses y dejándolos sin apenas

escapatoria. El día 21 de enero comenzó el ataque y asalto a la isla de Ramree. Las baterías antiaéreas japonesas se emplearon a fondo, pero el barrido aéreo aliado llevado a cavo por los B-24 Liberators, y P-47 Thunderbolts, sumado al fuego de los cañones de los barcos ingleses (Acorazado Queen Elizabeth), pronto comenzaron a allanar la toma de la playa por parte de las tropas terrestres de la 4ª división India de

Infantería. En el otro lado de la isla, se desarrolló el día 26 de enero la operación Sankey, ocupando rápidamente la isla de Cheduba. El cerco estaba establecido. Los japoneses estaban acorralados, pero aún así, en Ramree plantaron dura batalla hasta que cayó uno de sus emplazamientos estratégicos. Fue en este momento cuando las tropas japonesas, en un número de aproximadamente 900 hombres, decidieron atravesar la isla huyendo del fuego enemigo adentrándose en un territorio de 16 Kilómetros de manglares. Para desgracia de aquellos soldados, la zona por la que trataron de huir era un lugar infecto de mosquitos, plagado de enormes escorpiones y territorio exclusivo del mayor reptil sobre la tierra, el cocodrilo de agua salada. Pronto los soldados japoneses se percataron del enorme error que habían cometido al penetrar en zona tan inhóspita. En cuestión de horas, estaban sumergidos de barro hasta la cintura, y caminar requería un esfuerzo sobrenatural bajo un sol de justicia.

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Como si de un nudo corredizo se tratase, británicos e indios, estrechaban el cordón de fuerzas terrestres sobre los japoneses. Cada vez que un soldado japonés intentaba escapar o salir del pantano, era rápidamente abatido por los aliados. Durante días el acoso fue brutal y encarnizado. Los japoneses se resguardaban del fuego enemigo buscando la profundidad del manglar, pero pronto averiguaron que los peligros de la naturaleza eran aún peores que los humanos. El grupo de casi mil hombres avanzaba muy lento. De vez en cuando, un soldado desaparecía bajo el agua emergiendo enseguida una capa espesa de sangre. Segundos después, los gritos de otro infeliz rompían el silencio del lugar, y el resto de soldados salían corriendo horrorizados. Sobre el agua turbia y espesa, una enorme cabeza repleta de afilados dientes zarandeaba al desdichado hasta enmudecer su vida volteando su frágil cuerpo contra el agua una y otra vez. Las muertes se fueron sucediendo tan rápidamente que, en cuestión de horas, el número de soldados japoneses descendió considerablemente. Para colmo de males, algunos hombres comenzaron a enfermar a causa de los mosquitos y otros tantos fueron abatidos por los aliados al intentar escapar. El festín de los cocodrilos no cesaba. Como si se hubiesen adentrado en la mismísima caverna del infierno por todas partes aparecían cuerpos mutilados siendo por momentos tan trágicos y delirantes los gritos que los hombres profesaban que en el bando aliado un susurro de piedad acalló por momentos la cólera de la batalla. Mediante megafonía se instó a los japoneses a deponer las armas y rendirse. Pero los hombres del pantano quisieron desoír la tregua. Los alaridos de dolor erizaban la piel y martilleaban los oídos. Incluso se escuchaba el crujir de los huesos siendo destrozados por las mandíbulas de los cocodrilos. La batalla de Ramree se convirtió en una auténtica sangría de carne humana. Cuando los ingleses penetraron en el pantano, tan solo lograron apresar a una veintena de japoneses. Unos quinientos lograron escapar y romper el estrecho cerco aliado. El resto de hombres murieron víctimas de las fiebres tropicales, por picaduras de escorpión y la gran mayoría bajo las enormes fauces de los cocodrilos.

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J.J.D.R. Un tímido resplandor sale de una pequeña loma del campo lituano. Desde la lejanía, es posible apreciar la incidencia de los rayos del sol sobre la colina, y se puede contemplar cómo estos son repelidos por una gran cantidad de metales que devuelven la luz como si fuera un gigantesco espejo. Una cruz por cada alma perdida. Dos, o quizás tres, por cada corazón herido y derrotado en guerras y batallas. Cuatro, tal vez cinco de cada diez es símbolo de resistencia, de coraje, de amor, de dolor, de fracaso y humillación, de sangre y sufrimiento, de anhelos de libertad. Sobre esta pequeña loma lituana, rodeándola, socavándola, esparcidas por el suelo o ancladas a la tierra, colgadas de enormes mástiles o simplemente apelotonadas unas con otras por el sendero que discurre hasta su cima; decenas, cientos, cientos de miles de cruces, refractan la luz del día indicando el lugar en el que descansa el espíritu de libertad y el recuerdo póstumo de todo un pueblo a lo largo de su historia. La colina de las cruces está ubicada a escasos 13 kilómetros de la localidad de Siauliai, al norte de Lituania, y hoy día es un importante lugar de peregrinación y culto para los lituanos. Su origen se remonta al año 1236 fecha en la que se funda la ciudad amurallada para salvaguardar los territorios adyacentes de la invasión de las fuerzas Teutonas, los livonios y las huestes lideradas por los cruzados del Báltico. Tras librar enconadas batallas, la ciudad resiste el envite de las fuerzas invasoras y en la pequeña loma se emplazan las primeras cruces-cristianas y paganas- como símbolo de resistencia y recuerdo de los caídos en las duras batallas. Con el paso del tiempo la colina verá aumentar considerablemente el número de cruces, sobre todo por la santidad que muchos comienzan a atribuir al lugar. Ya en el siglo XIX Rusia se anexiona los territorios de Lituania tras encarnizadas luchas y miles de muertos que no pueden ser enterrados por sus familiares. Para rendirles tributo y orar por ellos, se extiende la costumbre de llegar hasta la colina y en señal de duelo y recuerdo

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póstumo clavar una cruz y rezar por el alma del difunto. Durante años esta práctica se convierte en una extendida costumbre y la pequeña colina, pronto comienza a saturarse de crucifijos y estandartes religiosos entre los que destacan 150 enormes cruces. Las dos guerras mundiales también afectarán profundamente al pueblo Lituano. En ambos conflictos rusos y alemanes se disputarán sus territorios, y entre conquistas y reconquistas, el coste en vidas humanas incrementará la alegórica costumbre de clavar una nueva cruz sobre la ya afamada colina. El lugar de las cruces se convierte en una meca espiritual para el pueblo lituano. Muchos son los que atraviesan grandes distancias para clavar su cruz en memoria de algún familiar fallecido. La colina, imposibilitada para crecer en tamaño, se ve sobrepasada por las grandes cruces que ya apenas deja ver un palmo de tierra bajo su sombra. La segunda guerra mundial acabó hace tiempo y el régimen ruso no ve con buenos ojos tanta devoción y tanta espiritualidad sagrada por un

lugar que desvela su simbología de resistencia ante la opresión. Decididos a acabar con este problema, en la primavera de 1961 los enormes y acorazados bulldozrers entran en la colina arrasando con toda cruz visible y destrozando cualquier signo de culto sobre el terreno. Las cruces de madera arden en grandes

hogueras y las de metal son fundidas. Antes de marchare, no dudan en prender fuego a la colina, no sea que alguna brizan de hierba fresca libre del paso de las rodaduras de los bulldozers, le dé por abrazar el sol emulando una verde cruz. Pero aunque parezca curioso tras aquel primer intento de acabar con el símbolo de un pueblo, al caer la noche, los lituanos salieron y comenzaron a clavar más cruces en aquella colina. Durante mucho tiempo, para ser exactos hasta 1985, semana tras semana, mes tras mes, las máquinas rusas aplastaban las cruces y el nuevo amanecer traía otras nuevas. Fue tanta la obsesión por acabar con la simbología de este lugar por parte del régimen ruso, que llegó a convertir inundar la loma con aguas residuales, convertirla en vertedero y catalogarla como lugar contaminado por la rabia prohibiendo taxativamente su acceso. Pero la obstinación de los habitantes de Siauliai por preservar un lugar que

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guardaba tanto de su historia, consiguió doblegar las absurdas acometidas rusas que terminaron por ceder. No quedan cruces de épocas antiguas sobre la pequeña colina. Las que hoy rodean el montículo de tierra, tienen apenas unas pocas décadas. El número de cruces no se sabe con exactitud y hay cifras que hablan de 50 a 100 mil, aunque observando cómo las reliquias y exvotos religiosos han poblado la colina, no me extrañaría que el número fuese incluso superior. La peculiaridad de la colina de las cruces como es lógico está en el gran número de estos elementos litúrgicos religiosos clavados en su tierra. Aunque pienso que lo realmente importante de este lugar es en sí la propia tierra y su carga energética, capaz de comportarse como el interruptor que da acceso a la máquina que nos permite contactar con las almas de aquellos seres que ya no están entre nosotros. Comienza el sol a invadir con su luz la ciudad de Siauliai. Un nuevo día comienza, y a través del sendero abarrotado de cruces, un haz metálico rodea la colina.

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J.J.D.R. Todos, en algún momento, hemos relacionado objetos o formas con imágenes reales que conocemos. ¿Quién no ha jugado de niño a reconocer figuras en la silueta de las nubes?, o nos hemos reído comparando tal o cual forma con algún personaje conocido. Nos pasa habitualmente con cosas de nuestro entorno, aunque en muchas ocasiones no le demos importancia y lleguen a pasar inadvertidas. Éste “engaño” de nuestro cerebro recibe el nombre de “Pareidolia”, y es el resultado de la asociación entre lo que nuestra vista percibe a través de un estímulo vago y aleatorio y las imágenes que nuestro cerebro tiene almacenado y erróneamente relaciona. (La palabra deriva del griego eidolon “figura” o “imagen” y el prefijo para: “junto a” o “adjunta”) según descripción etimológica de Wikipedia. Las nubes son un catálogo abierto y enorme de pareidolias. Pueden mostrarnos animales como un bonito perro, una enorme cabeza amenazadora o incluso, realizar un gesto a todas luces poco decoroso. En el campo o en algún parque, los árboles se transforman en bellas siluetas femeninas, rostros alocados, y alguno hasta se disfraza de pinocho. Observando un paisaje en la distancia podemos apreciar cómo las montañas pueden también tornarse familiares. Por momentos, nuestra vista capta un rostro que, aunque terrorífico y feo, nos parece familiar. En la cocina de casa una pareidolia puede sacarnos de quicio en forma de imagen en el fondo de la sartén. Un lavabo puede ponernos cara de sorpresa y un pomelo intentar darnos un susto. También nos puede ocurrir que nos asombremos al comprobar cuando paseamos como un poste- que más parece un robot- nos sonríe, o esa máquina antigua nos regala una mirada melancólica, antes de casi tropezar con una roca siniestra. Las pareidolias y el fuego dan mucho juego. De hecho ni el mismísimo Juan Pablo II se libró de aparecer en una hoguera. Los hay que decían haber visto a un ser demoníaco aparecer en las explosiones de las torres gemelas, y quienes rezan apasionados al ver aparecer la virgen en forma de llamas. Incluso Marte no ha logrado escapar a las pareidolias.

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El mundo de la pareidolias me ha parecido divertido y estimulante. Internet cuenta con una cantidad estimable de fotos curiosísimas, en las que nuestra imaginación y nuestro entorno nos regalan un mundo paralelo al nuestro lleno de diversión y sorpresas.

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J.J.D.R. La trimilenaria ciudad de Cádiz vivió en el siglo XVIII una de sus épocas más prosperas y brillantes gracias al comercio de ultramar entre España y las indias occidentales. El puerto gaditano, oficializado como principal punto de partida y llegada de los navíos de línea comerciales, condensaba en la bahía un continuo e intenso flujo de naves cuyas bodegas almacenaban toda clase de mercancías dispuestas a ser vendidas por toda Europa. Ante el creciente desarrollo de la ciudad, familias adineradas de todo el continente europeo se afincaron en Cádiz, construyendo sus casas cercanas al puerto en lo que hoy día es el casco antiguo de la ciudad y sobre sus azoteas erigieron torres vigía o torres miradores para controlar la llegada de los barcos que trasportaban el fruto de sus boyantes negocios. Cádiz se convierte en una de las más populosas ciudades de Europa en éste periodo romántico y prospero. Los ricos comerciantes europeos quieren llevar a cavo sus negocios de primera mano en la creciente sociedad gaditana, a la que Felipe V traslada en 1717 la casa de contratación así como el Consulado de Indias convirtiendo Cádiz en centro neurálgico del comercio con América. Estas torres comenzaron a ser comunes en el siglo XVII y toda aquella familia que se considerase pudiente terminaba construyendo su torre vigía en la azotea de su vivienda,-por norma general de planta cuadrada y una o dos plantas-, que además de servir como observatorio del tráfico marítimo también eran punto de reunión y esparcimiento para los negociantes y sus familias. Según una maqueta del año 1777 había en Cádiz 160 torres mirador de las que hoy se conservan 126, la mayoría de ellas construidas en poniente al resguardo del viento y de cara a la bocana del puerto. La torre Tavira es la principal y más famosa de todas ellas. Fue elegida torre oficial del puerto de Cádiz en 1778 por ser el punto más elevado de la ciudad con sus 41,23 mts sobre el nivel del mar y 34,55 sobre la calle. La torre Tavira está en la casa palacio de los Marqueses de Recaño (hoy día conservatorio de música de Cádiz), y el primer vigía que tuvo al frente fue el teniente de fragata D. Antonio Tavira del cual tomó posteriormente el nombre que hoy conserva.

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Torre Tavira es un maravilloso lugar para palpar con gran lujo de detalles la geografía blanca y lúcida de la tacita de plata (nombre con el que se conoce popularmente a la ciudad de Cádiz), gracias a su elevada posición desde la que se puede apreciar toda la bahía. Dentro de la torre Tavira se construyó un complejo sistema de espejos y lentes denominados Cámara oscura pionero en España, cuyo dispositivo permite una visión de 360º de todo el casco antiguo de la ciudad al ser proyectado sobre una gran pantalla redonda. La cámara oscura fue inaugurada en 1994 y constituye una manera novedosa de sobrevolar muchos rincones ocultos y ajenos para el pie del caminante. Pero hay una torre en Cádiz que es totalmente diferente al resto. Una torre octogonal y revestida de color, cuya historia y construcción, difiere en gran medida de la intencionalidad con la que estas torres eran levantadas. La hermosa torre es conocida popularmente como la Bella escondida,

nombre que le dio el periodista Bartolomé Llompart cuando caminando por las adoquinadas callejuelas de la ciudad y a través del roto dejado en el horizonte por una fachada derruida, contempló la hermosa torre que sólo era posible divisar desde otras atalayas vigías o algunas azoteas cercanas. La Bella escondida fue construida en 1730. Su estilo es mudéjar y su arquitectura es de planta octogonal siendo la única de esta característica. Actualmente la torre es propiedad del diseñador sevillano Manuel Morales de Jordan, quién la adquirió en un estado lamentable cuando buscaba una cama que supuestamente había

pertenecido a San Francisco de Asís y que le informaron que se encontraba en el interior de la torre. Según el mismo Manuel cuenta en alguna entrevista, quedó fascinado por la arquitectura de la Bella escondida y enseguida vislumbró la oportunidad de devolver a tan bella construcción buena parte de su esplendoroso pasado. Las investigaciones realizadas por el diseñador sevillano sobre la historia de la torre, le han guiado hasta el rastro que dejó un amor fraternal y el dolor de la soledad de una joven gaditana. Según señala Manuel, la torre fue construida para ser contemplada por una joven que tras tomar lo votos eclesiásticos quedó recluida en un convento muy cercano. Su padre, acaudalado burgués dueño del palacete, hizo construir la torre para que la joven no se sintiera sola y pudiese contemplarla y sentir el

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amor que le profesaba su cercana pero a la vez tan alejada familia. Según la teoría de Manuel Morales, la Bella escondida fue construida para ser observada y no para observar como el resto de torres miradores. Hoy día, sobre los adoquines de la calle José del Toro número trece, la Bella escondida espera seguir siendo presa de las miradas cautivas de los curiosos que se asomen a las azoteas gaditanas para admirar su belleza. Durante más de siglo y medio las torres vigía o torres miradores de la bahía de Cádiz fueron el observatorio perfecto desde el cual controlar la llegada y partida de los navíos que cruzaban el Atlántico, y para los navegantes se convirtió en punto de referencia de la costa gaditana desde alta mar. Hoy día las torres miradores motean con sus elevadas siluetas la perspectiva aérea de Cádiz, y son elegantes y vistosos apéndices de la historia marinera de una ciudad nacida bajo el hechizo de las aguas del mar y la nacarada luz del occidente peninsular.

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J.J.D.R. Una procesión de huesos y calaveras guían al visitante a través de los pasillos de las catacumbas. Cuerpos momificados cuelgan de las paredes, otros, sucumben impertérritos ante el paso del tiempo en cajones de madera y vitrinas acristaladas. Juntos, apretados, vestidos con ropas de antaño; ajados cuerpos de miles de momias decoran las estancias de la cripta de los capuchinos de Palermo, en recuerdo de una época en la que un cuerpo bien conservado e incorrupto era el póstumo deseo de los fieles Palermitanos. Las catacumbas se encuentran en la ciudad italiana de Palermo bajo el monasterio de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, lugar que antes fue cementerio allá por el siglo XVI, y que posteriormente utilizarían los monjes para el descanso eterno de los miembros de la orden. La sequedad del terreno unido a las corrientes de aire que sopla entre los gruesos muros, ayudó para que los cuerpos allí enterrados se conservasen magníficamente. Éste singular hecho fue advertido por los monjes capuchinos en 1599 cuándo, debido a las reformas que hicieron en las primigenias criptas y que tenían como motivo construir un lugar de descanso y atención para los caminantes, dio con el descubrimiento de cerca de 40 cuerpos momificados de forma natural que se conservaban de manera extraordinaria. En un principio tan sólo los monjes de la orden podían acceder a su descanso eterno en las catacumbas, hasta que un decreto de la santa sede de 1637, concedió permiso a los capuchinos para enterrar a personas ajenas a la orden. El cambio en la política interna de la congregación se debió a la necesidad de trasladar los conventos fuera de la ciudad a edificios cedidos por gente acaudalada, cuya única petición era que al fallecer fuesen enterrados en las catacumbas junto a tanta reliquia y santidad eterna. El clima del lugar en unión con las técnicas que utilizaban los monjes para el embalsamamiento de los cuerpos fenecidos, paralizaban los efectos de la putrefacción y conservando los cuerpos. La aplicación de baños de vinagre, la inmersión de los cadáveres en cal o arsénico, seguido del cuidadoso arreglo al que se sometían los cadáveres vistiéndolos con sus mejores galas, hicieron del arte de

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embalsamamiento de los capuchinos una auténtica moda a la hora de ser enterrado, dónde todo acaudalado quería descansar después de muerto. En un principio fueron los familiares de los frailes quienes quisieron ser embalsamados en el lugar, extendiéndose rápidamente la moda por diferentes ámbitos sociales de Italia e incluso del extranjero, encontrándose hoy día cuerpos momificados tanto de artistas como de militares o personajes influyentes en la economía y la política Italiana. Morir con rango abolengo era ser embalsamado y expuesto en las catacumbas de los capuchinos. Una de las momias más antiguas es la del fraile Silvestre de Gubbio, cuyo cuerpo, envuelto en su hábito y encapuchado de forma tétrica, reposa en una de las criptas subterráneas desecado por el paso de los siglos. Los cuerpos se esparcen por doquier entre las encaladas paredes. Los hay de pie sujetos con ganchos a las paredes, otros tantos están sentados y, en cada rincón, cuerpos y más cuerpos se apilan en una sucesión macabra de siniestro gusto, dónde huesos y calaveras de oscuros y vacíos gestos dejan helado al visitante.

Tras un decreto de exclaustración emitido en 1866, los monjes capuchinos cedieron la custodia de las catacumbas al ayuntamiento de Palermo. Durante el periodo que el cabildo de la ciudad se hizo cargo del

mantenimiento del lugar, las estancias y muchos de los cuerpos sufrieron un gran deterioro al no contar con el esmero y cuidado que desempeñaban los monjes en su trabajo. Años más tarde, concretamente en 1897, la orden de los capuchinos regresó para volver a instalarse en el convento, y se afanaron en la restauración de las momias y las galerías. Algunos cuerpos invadidos por hongos fueron desecados eliminando la humedad por medio de telas de saco llenas de paja. En 1920 se realizó uno de los últimos embalsamamientos. El proceso fue llevado a cavo por el profesor Alfredo Salafia sobre el cadáver de una niña de dos años llamada Rosalía Lombardo. El cuerpo se encuentra en perfecto estado. De la fórmula utilizada por el profesor para este caso nada se supo, llevándose el secreto a la tumba. Durante la segunda guerra mundial varios incendios en las catacumbas destruyeron algunas secciones de galerías y calcinaron varios cuerpos. Otro incendio ocurrido en 1966, junto a las filtraciones de agua producidas por el arreglo de las calles de la ciudad, fueron ocasionales vicisitudes que fueron solucionadas por los monjes. También tuvieron

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que cercar las momias con vallas metálicas para impedir que los visitantes tocasen los cuerpos y los deteriorasen, acción que aunque parezca macabra, comenzaba a ser habitual en los visitantes que acudían a las catacumbas. Las galerías y criptas están bien iluminadas. Los visitantes caminan lentamente por los pasillos de blancas paredes. Allá donde posan sus ojos, cientos de ojos vacíos les devuelven la mirada. Bocas que se retuercen en monstruosos gestos gritan en silencio, mientras los huesudos dedos de las manos parecen querer arañar un hálito de vida que les regrese a nuestro mundo. Calaveras ataviadas con sombreros. Niños y niñas con trajes de domingo. Mujeres con blancos vestidos de paseo. Militares que parecen prestos para la batalla. Monjes con hábito y obispos con sus ricas mitras y reliquias adosadas a sus cuellos esqueléticos, de donde cuelga un mísero cartel indicando el nombre del difunto, se apiñan en cada metro cuadrado de las catacumbas en una procesión que bien podría ser de zombis de una película de miedo. Un mundo de huesos y polvo marchito se abre bajo el suelo del convento. El espectáculo es sombrío y tétrico, aunque las catacumbas de Palermo tan sólo muestran lo que realmente somos… envoltorios frágiles con una innegociable fecha de caducidad.

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J.J.D.R. En el parque nacional del “Valle de la muerte”, un misterio singular lleva quebrantando la lógica de los investigadores desde hace casi un siglo. Racetrack playa es un lago Terminal en estado de evaporación, ubicado al norte de la cadena montañosa Panamint en California. Precisamente es en éste lago, dónde sucede con mayor frecuencia, el extraño fenómeno que hace que las rocas del valle se desplacen por el terreno. Aunque suene extraño e increíble, las rocas, que varían considerablemente en tamaño y peso, se desplazan por la llanura desértica dejando un rastro fácilmente identificable, sin que hasta el momento, se haya podido demostrar que causa tal fenómeno ilógico y absurdo. El valle de la muerte soporta temperaturas de 57º, las más altas y extremas de todo el hemisferio occidental. El terreno, seco y agrietado, tan sólo recibe escasos cinco centímetros de lluvia al año. De hecho, el nombre del valle, referencia el número elevado de personas que fenecieron bajo clima tan extremo. La primera persona que se percató del extraño movimiento de las rocas fue el explorador y minero Joseph Crack en 1915, quien atribuyó el enigmático fenómeno al magnetismo de la zona. Las rocas se desplazan a su antojo por el lago, sin ritmo, sin sentido, sin una clara y definida ruta, sin llegar a descifrar su recorrido; ya que algunas, al haberse desplazado un trecho grande sobre el terreno, han regresado a su lugar de origen de nuevo. Hay rocas que pesan más de 300 kilogramos. Algunas otras tan sólo alcanzan varias decenas de gramos. Pero muchas de ellas, sin una causa hasta hoy día lógica, se mueven a su antojo, llegando algunas de ellas a recorrer distancias de miles de metros. Tras las piedras, como el velo de una novia, la huella de su paseo perdura en el suelo durante años, gracias a un terreno que no sufre variación climática de ningún tipo. Los rastros de las rocas indican que los movimientos no siguen pauta alguna entre unos y otros. Hay surcos que son rectos y largos. Otros, comienzan rectos y terminan desviando su ruta dibujando una media circunferencia. Los hay cortos y también en zig-zag. Cada roca va donde

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quiere y cuando quiere, sin que nadie haya sido testigo de los movimientos y su velocidad. Las hipótesis son muchas y variadas aunque ninguna ha podido demostrar hasta el momento tan extraño fenómeno. El primer estudio referenciado sobre las rocas de Racetrack es de 1948, y fue llevado a cabo por Jim Mac Alister y Allen Agnew. Ambos personajes, publicaron su investigación en el Geological Society of America´s Bulletin. Estaban convencidos de que la causa del movimiento de las rocas era consecuencia del viento. A partir de aquí, muchas otras ideas han querido dar explicación a lo que acontece en el valle de la muerte. La interferencia humana es inaceptable. El mero hecho de llegar hasta el lugar es una aventura, porque es necesario atravesar más de 40 kilómetros de desierto árido y sofocante. Además, hablamos de un parque nacional, protegido por guardas que, aunque son pocos y las distancias a vigilar enormes, habrían descubierto la falsa enseguida. No olvidemos que las primeras referencias de movimientos de rocas son de casi un siglo. Se pensó en campos magnéticos en la zona que atrajesen las rocas. Pero si fuera así, se moverían todas las rocas y en una misma dirección, pero no sucede así. En 1972, Bob Sharp y Dwight Carey, decidieron investigar el caso. Monitorizaron 30 rocas y estuvieron haciendo un seguimiento e ellas durante 7 años consecutivos. Querían profundizar sobre la teoría de George Stanley quien en 1955, señaló la posibilidad de que el frío nocturno en la zona crease una capa de hielo que envolvería las rocas. Al comenzar a descongelarse, se formaría una especie de balsa húmeda que haría rodar la roca, viéndose amplificado el recorrido por la influencia del viento. Bob y Dwight, efectivamente, detectaron fases de congelación en las rocas. Con pequeñas estacas rodearon un número de piedras con la intención de averiguar sus movimientos. Pero las piedras continuaron moviéndose sin afectarles las estacas colocadas. También experimentaron con parejas de piedras, las cuales se hallaban en la misma posición, comprobando como una se movía mientras la otra se mantenía en el mismo lugar. La conclusión a la que llegaron fue que la mayor parte de las rocas, en algún momento, efectuaba movimientos extraños ya fuesen simples centímetros o largas distancias. Los geólogos llegaron a poner nombre a las rocas, las cuales fotografiaron en detalle. Precisamente una piedra, a la que llamaron Karen, un día

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desapareció de su posición original y no volvieron a saber de ella. Hasta que tiempo después Paula Mesina quien dedicó su tesis doctoral al fenómeno de las rocas del valle de la muerte, encontró la roca llamada Karen a mucha distancia de donde fue fotografiada por Bob y Dwight. Las rocas de Racetrack siguen vagando sin sentido lógico por la llanura agrietada del valle de la muerte. Los geólogos e investigadores, mediante los más sofisticados sistemas de medición GPS, escudriñan las entrañas del valle y persiguen los movimientos de las rocas sin hasta el momento demasiado acierto. Para ser que el hielo y el viento puedan ser una causa probable en algunos de los casos pero nunca en todos, ya que hay rocas que pesan más de 300 kilos, y el viento necesario para moverlas ya no sería viento sino huracán, y los huracanes no frecuentan el valle. Las rocas se mueven con lluvia y cuando no llueve, de noche o de día. Para los antiguos indígenas de la zona, los espíritus están en las rocas y esperan a no ser vistos para mover su cuerpo granítico. Es muy probable que todo sea consecuencia de varios elementos conjuntos y especiales en esta zona en particular. Seguramente la ciencia termine dando una explicación lógica y determinante a tan raro fenómeno. Pero, por el momento, tan solo el misterio pasea bajo el asfixiante calor del valle. Para dar aún mayor énfasis al fenómeno de las rocas, hay quien ya apunta al área 51 como culpable de los extraños movimientos, al encontrarse próximo al valle de la muerte. Sin respuesta posible, nos queda el consuelo de pensar que hay cosas en la vida y en el mundo que pese al empeño de la ciencia por explicarlo todo, se pierde bajo la bruma de la ignorancia y la fantasía. Sucede a veces y es más enigmático y mucho más divertido.

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Siempre me llamó la atención aquel libro de gran tamaño y tapa dura. Solía cogerlo de pequeño y me gustaba sentir el cuero marrón y oler sus amarillentas páginas mientras con mis dedos seguía la ruta extraña que marcaban las primeras letras de cada capítulo. Pero lo que más me apasionaba del hermoso libro, era contemplar sus grandes ilustraciones llenas de matices en blanco y negro.

Las cervantinas letras del bello ejemplar de cuero no me atraparon por entonces, lo harían más tarde y ya no me dejarían nunca, pero sí me impregnó todo un maravilloso mundo de ilustraciones que me sirvieron para crear mi propio y particular quijote imaginario.

Postrado sobre un vetusto sillón, amarrado a su locura y litigando con las letras de cientos de libros, un quijote desarmado por su inagotable fantasía, derrotaba genios y demonios de ínsulas lejanas atrapado entre cuatro paredes.

La estampa ilustrativa a la que me refiero la firmó Gustave Doré, genial maestro que impregnó de viveza y detalle cientos de obras ilustres como el Quijote, marcando toda una época en la que grandes artistas románticos vieron un filón de inagotable inspiración en su extensísima y polifacética carrera artística.

Gustave Doré nació un 6 de febrero de 1832 en el número 5 de la Nuée Bleue (la nube azul) en Estrasburgo (Francia). A la edad de cinco años demuestra ya su gran potencial artístico dedicando cada momento en dibujar y pintar todo lo que observa. Con tan sólo ocho años crea su primera obra ilustrativa a la que llamará “un viaje a los infiernos”.

Esta actividad casi compulsiva de Gustave por el dibujo, llegó a ser un punto de discordia entre sus progenitores. Su padre, ingeniero de puentes y calzadas, deseaba que su hijo siguiera sus pasos y encaminara su vida en estudios politécnicos. En cambio, su madre, intuyendo el gran talento de su hijo, consiguió que estudiase en el colegio Charlemagne dibujo y pintura, a pesar de la desaprobación paternal.

Con quince años publicó su primera ilustración en la Journal pour Rire, gracias al apoyo de Philipon, y también su primer encargo litográfico que realizó sobre los trabajos de Hércules.

En el año 1847 se traslada a París, y desde entonces su vida y su carrera artística entró en un gran bucle de éxitos imparables que continuarían sin freno hasta el final de su vida.

Capaz de captar la esencia de los sueños, su detallada interpretación de las grandes obras literarias y un mágico don que le capacitaba para crear

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paisajes y personajes de su onírico mundo artístico, le catapultaron hacia el éxito de manera fulminante.

De sus manos, ilustres personajes de Balzac, Rabelais, Dante, Cervantes, Alan Poe, y obras como la Biblia o los cuentos de Perrault, o las aventuras del Barón de Münchhausen, fueron poco a poco ilustrados por Doré, sellando con su ingenio la belleza de un círculo perfecto entre magnas letras y el perfil de sus dibujos.

De Francia a Inglaterra, de Inglaterra a España o desde aquí hasta Rusia o Alemania, el talento de Gustave Doré se extendió como la pólvora y toda gran editorial deseaba ver sus libros firmados con las ilustraciones del artista francés.

Una etapa importante del arte europeo comenzó gracias a Doré. Artistas románticos se vieron rápidamente atraídos por los oníricos escenarios pintados por Gustave, sirviéndoles de inspiración para muchas de sus obras.

Las capacidades de Doré, polifacético e insaciable trabajador, le hicieron atreverse con la escultura además de pintar óleos y acuarelas, si bien fue en su trabajo como ilustrador donde supo exprimir al máximo todas sus cualidades artísticas.

Uno de sus más logrados éxitos fue su trabajo al ilustrar la Biblia en 1865, logrando escenas de gran dramatismo y bella factura sobre los momentos cruciales de la leyenda bíblica.

Dos años después, en Londres, se llevó a cavo una grane exposición de su dilatada obra que obtuvo un rotundo éxito y una repercusión definitiva internacional.

En el año 1931 Henri Leblanc realizó un exhaustivo estudio sobre la obra de Gustave Doré y publicó un catálogo razonado de su obra. Como dato, para poder tener una impresión detallada del insaciable trabajo del ilustrador francés, solo hay que leer las siguientes líneas.

Gustave Doré publicó 9850 ilustraciones, 68 títulos de música, 5 carteles, 51 litografías originales, 54 aguadas, 526 dibujos, 283 acuarelas, 133 pinturas y 45 esculturas. De sus pinturas, hay que destacar sobretodo dos cuadros, El Enigma, ubicado en el Museo de Orsay, y el Cristo que deja el pretor, obra que se encuentra en el Museo de arte moderno y contemporáneo de Estrasburgo.

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Gustave Doré falleció en su hotel de la calle Saint Dominique en París, un 23 de enero del año 1883, a la temprana edad de 51 años.

Hombre polifacético de incansable ingenio creativo, Doré marcó el camino a ilustres artistas modernos y románticos, y sus instantes oníricos, sellaron con magia las obras eternas de los universales literatos.

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J.J.D.R ¿Han oído alguna vez, que un cirujano se opere así mismo? Pues aunque suene raro y notablemente excéntrico ocurrió de verdad, y no debido a una locura pasajera del protagonista sino a la necesidad de salvar su propia vida. El galeno de tan rocambolesco episodio se llamaba Leonid Rogozov (14 de marzo de 1934- 21 septiembre 2000). Licenciado en medicina en 1959 por el Instituto Pediátrico de Leningrado, éste médico ruso, comenzó la especialidad de cirugía cursando estudio hasta el año siguiente, dejando los libros para formar parte de la sexta expedición Antártica soviética a la edad de 27 años. En la estación de investigación Novolazarevskaya inaugurada el 18 de enero de 1961, compartían experiencias trece personas, siendo Rogozov el médico del grupo y único con conocimientos en medicina y quirúrgicos. El día 29 de abril de dicho año, Rogozov comienza a sentirse indispuesto. Un dolor agudo y severo se apodera de su abdomen y trata de mitigarlo con calmantes. Pasado un tiempo, el aumento de la fiebre y los síntomas que padece le hace especular con la posibilidad de que esté padeciendo un inoportuno proceso de apendicitis. Los síntomas son muy claros y evidentes. Comienzan a llamar a las estaciones internacionales más cercanas con la esperanza de que en alguna de ellas dispongan de un avión. Pero no es así, y el joven Leonid empeora a cada minuto. La climatología es muy mala y la estación rusa de Mirny está a 1.500 kilómetros de distancia. La situación es cada vez más delicada para Rogozov. Los vómitos son más frecuentes y el miedo a que la apendicitis desemboque en una peritonitis es palpable. Al día siguiente Rogozov toma una decisión. A sabiendas de que es imposible su traslado a una unidad quirúrgica, organiza el material necesario y dispone la sala para intervenirse así mismo. Sólo si actúa de inmediato podrá sobrevivir. Para tan intrépida cirugía, fue respaldado por el conductor y otro miembro del grupo que era meteorólogo. Ellos le pasarían el instrumental que precisase y a la vez, sirviéndose de un espejo, darían visibilidad en las zonas donde el propio Rogozov no llegase a ver. Después de anestesiar la zona localmente con novocaína, abrió su abdomen a las 22:00 horas infringiéndose una incisión de doce centímetros, por la cual, logró extirpar el apéndice que ya mostraba síntomas evidentes de perforación. Varias veces tuvo que parar el proceso quirúrgico debido a las náuseas y algún que otro desvanecimiento, pero dos horas después, tras aplicarse antibióticos

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directamente en la cavidad peritoneal, cerró la incisión y concluyó con éxito su operación. Poco a poco y en los días sucesivos, la mejoría en su estado fue notable, y cuando había transcurrido una semana desde la intervención, procedió a quitarse los puntos. La gesta lograda por Leonid Rogozov tuvo gran repercusión social, hasta tal punto, que se le otorgó la Orden De La Bandera Roja Del Trabajo. Como anécdota de tan curioso acontecimiento diré que aún se conservan en el museo de San Petersburgo del Ártico y la Antártida, el instrumental utilizado por Leonid Rogozov, con el que salvó su vida de una muerte segura.

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El municipio de Page, se encuentra ubicado en el sudoeste Estadounidense, al norte de Arizona. A tan sólo cuatro horas de trayecto, nos sorprenderíamos al encontrarnos con la luminiscencia perpetua de la ciudad de las Vegas. Pero ésta vez, nos deleitaremos con la plácida y maravillosa serenidad que, nos ha de transmitir, uno de los lugares más extraños y a la vez mágicos del mundo, el “Cañón del Antílope”.

Durante milenios de lento transitar del tiempo, un proceso de epigénesis (cambio de naturaleza química de un mineral), ha convertido la arenisca roja del cañón del antílope en un subterráneo sendero mágico extraordinario. En realidad, el paraje está conformado por dos cañones similares; el cañón del antílope superior, y su hermano, el cañón del antílope inferior. Las paredes de los cañones pueden alcanzar una altura de alrededor de 40 metros y, el camino por él que los turistas transitan, no supera los tres metros de anchura. Muy cerca del cañón del antílope se encuentra uno de los puentes naturales más grandes del mundo, el Rainbow Arch que, además de ser lugar sagrado para los aborígenes, constituye uno de los emblemas nacionales estadounidenses. Este puente alcanza una altura de 90 metros y su longitud llega a los 85 metros. Se encuentra ubicado cerca del lago Powell en Utah, y junto al cañón del Colorado, comprenden una de las rutas más hermosas de Estados Unidos.

Debido a la complejidad del ecosistema que encierra los cañones del antílope, las visitas a éste lugar, son dirigidas siempre por guías Navajos, expertos conocedores del terreno. La norma se implantó en 1997, después de que 11 excursionistas de nacionalidad Francesa murieran dentro del cañón, debido a una repentina tromba de agua que los atrapó y les causó la muerte. En aquella ocasión, el único superviviente del desastre, precisamente fue un guía Navajo.

En esta zona las precipitaciones, sobretodo en primavera, son muy repentinas y caudalosas, lo que hace que las cavidades del cañón se inunden en cuestión de minutos. Las imágenes de las formaciones naturales del cañón del antílope, lo dejan a uno sin palabras.

Nuestro mundo está plagado de inmensas maravillas naturales. Muchas de ellas, son bellos enigmas de formas exuberantes, la gran mayoría, pertenecen a un mundo antiguo y ya distante, y parecen haberse detenido a la espera de mostrar su belleza a las generaciones de hombres, con la intención de que sepan apreciar su esplendor.

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J.J.D.R Hablar de Miguel Ángel Buonarroti es hablar de perfección y belleza. El artista y gran maestro Italiano, llenó de magia y esplendor, no sólo los lugares dónde su obras quedaron instauradas para la posteridad, sino toda una época de apogeo brillante y genio desbordado, impregnado de un tesón infinito por adquirir la perfección en cada una de sus obras de arte. De entre las magníficas obras eternas de Miguel Ángel, La Piedad, seguramente sea su obra más íntima. Él sentía que su don artístico era producto de la gracia de dios, y ante la oportunidad de mostrar la pasión que fluía de su interior, fruto de su fe, creó una obra sublime dónde la belleza del conjunto escultural paraliza al espectador. En un bloque de delicado mármol de carrara, sacó una de las composiciones artísticas más bellas que se han creado nunca, dónde el maestro supo plasmar al detalle el dolor de una madre ante su hijo muerto. Fue su primer gran éxito como artista. Supuso un triunfo precoz en una época dónde los genios se multiplicaban por centenas, y sólo los grandes maestros alcanzaban la gloria. La obra fue encargada por el cardenal San Dionisio Jean Bilhéresde Langraulas, cuyo contrato se firmó el día 26 de agosto del año 1498, y cuyo trabajo le reportaría a Miguel Ángel la cantidad de 450 ducados de oro. La obra tenía que estar acabada en el plazo de un año. Tenía 23 años cuando se le encargó la escultura. Para comenzar, eligió un bloque de mármol de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana. Un único bloque. Pero no elegido al azar, sino estudiado por los ojos del gran maestro, el cual podía ver en el interior de la roca, cómo la obra terminada, clamaba ser rescatada de su prisión pétrea. “Dime, oh Dios, si mis ojos, realmente, la fiel verdad de la belleza miran; o si es que la belleza está en mi mente, y mis ojos la ven doquier que giran” Durante aquel año Miguel Ángel trabajó sin descanso hasta que, a pocos días de expirar el plazo de entrega de la obra, por fin su escultura vio la luz. Le expectación fue grande y aún más la fascinación por la obra acabada. En seguida, como la pólvora, se propagó la grandeza de Miguel Ángel y su aclamada Piedad. Soportada por una base de 60 cmt, que recuerda un peñasco del calvario, la figura de una sedente María, hermosa, delicada y joven, sostiene en brazos a su hijo muerto, al que Miguel Ángel presenta sin los rigores del

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martirio y de forma tan equilibrada que parece flotar en el regazo de su madre. Éste equilibrio se ve reflejado en el brazo que cae extendido de Jesús, y el brazo izquierdo de María, que se extiende levemente en un gesto de incomprensión y acatamiento. El rostro del difunto Jesús es hermoso y refleja serenidad. María absorbe la atención de la obra ceñida en el gesto de su rostro, que refleja el dolor contenido y la resignación, inclinando levemente la cabeza y cerrando casi por completo los ojos de un rostro joven e inmaculado. Miguel Ángel Buonarroti vio su obra expuesta sobre la tumba del cardenal que la mando realizar, aunque el propio cardenal no pudo disfrutar de ella, ya que días antes de ser presentada murió. Entre tanto reclamo del nuevo genio Italiano, que era requerido por todos, y al cual pronto le lloverían grandes encargos, también aparecieron los que viendo obra tan sublime terminaron diciendo que no podía pertenecer a Miguel Ángel por ser éste demasiado joven para haberla realizado. El rumor corrió tan rápido que, en poquísimo tiempo, ya se decía que había sido el artista lombardo Christoforo Sorlari el autor de la escultura.

Cuando llegó a oídos de Miguel Ángel dichos rumores, para acallar cualquier duda y terminar con el asunto de una vez por todas, aquella misma noche cogió su cincel y grabó sobre la banda que cruza el pecho de María lo siguiente: “Miguel Ángel Buonarroti, Florentino, lo hizo” Es la única obra

firmada por el maestro del renacimiento. La piedad ha sido trasladada varias veces. Su segundo emplazamiento estuvo en la Capella Della Vergine Delle Febbre, para tiempo después y por orden de Gregorio XIII, pasar al coro de Sixto IV. Desde éste último lugar, se trasladó finalmente a la capilla de la Piedad en la Basílica de San Pedro del Vaticano, dónde hoy se puede admirar. Pero no todo ha sido admiración ante la escultura de Miguel Ángel. En el año 1972, un perturbado mental atentó contra la Pietá. Serían alrededor de las 11 de la mañana del día 21 de mayo (día de Pentecosté), cuando Laszlo Toth camuflado entre los feligreses que se aproximaban a la Piedad, apartándose del grupo, sacó un martillo y la emprendió a golpes con la figura de mármol. Para cuando los agentes de seguridad quisieron reducirle, los golpes violentos de Laszo habían ocasionado grandes desperfectos en la figura

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de María. Partió el brazo de la virgen, además de romper la nariz y las cejas del rostro. “Desde que amanece el día puedes pensar: hoy he de encontrarme con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un envidioso y un egoísta” Quisieron lincharle allí mismo, pero la actuación de la policía lo impidió. Cuando era trasladado por los carabinieri gritaba poseído ¡Soy Jesucristo! ¡Soy Jesucristo! Húngaro de nacimiento, Australiano de nacionalidad y geólogo de profesión, éste individuo de 33 años fue condenado a 9 años de cárcel, cuya condena se tradujo en traslados continuos a varios centros psiquiátricos para posteriormente ser deportado a Australia su país de nacionalidad. Hay que decir que el atentado cultural de Laszlo Toth tuvo incluso adeptos, creándose en torno a la figura de éste perturbado, un movimiento en contra de la institucionalización del arte. Y digo yo ¿A caso Miguel Ángel Buonarroti creó alguna institución artística? ¿Pensó el maestro, mientras las heridas en sus manos le desgarraban la piel a cada golpe de cincel, en algún otro propósito que no fuese crear la belleza que anhelaba y dar rienda suelta a su magistral arte? Después del siniestro altercado, la Piedad tuvo que ser restaurada. Se encargó tan delicada faena al director de los museos vaticanos Deodecio Redig de Campos. Para restaurar las partes deterioradas, se ayudaron de una copia exacta fabricada en el año 1964 en yeso, y cerca de 3000 fotografías que fueron tomadas para la exposición internacional que hubo en Estados Unidos. Le debemos a Laszo Toth el hecho de que hoy día no podamos disfrutar plenamente de la grandeza de la obra. Antes de sufrir el ataque, una simple barandilla separaba el grupo escultórico del público, lo que facilitaba observar con detalle la Piedad. Hoy, permanece tras un grueso cristal a prueba de balas, dónde apenas podemos apreciar la magnitud de su belleza. “No sé que es preferible: el mal que hace el bien o el bien que hace el mal” Michelangelo di Ludovico Buonarroti Simoni (Caprese, 6 marzo 1475 – Roma 18 de febrero 1564), firmó con la edad de 23 años el reflejo de su espíritu hecho piedra. Nos regaló la imagen del dolor mutado en belleza y nos legó un patrimonio artístico incalculable, cuyo origen fue la naturaleza de su infinito arte, y nuestra obligación es la de contribuir a su conservación para siempre…incluso a pesar del tiempo.

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El valle se estrecha y parece retorcerse sobre sí mismo. Se torna angosto el horizonte y el sol deja tras de sí un despojo de penumbra que envilece la roca de la montaña.

En una quebrada del cañón del río Guáitara, por encima del murmullo que apalabra el agua sobre el musgo y los guijarros, blanco y elegante se elevan los muros del Santuario de las Lajas.

Al sur de Colombia, en el corregimiento de las Lajas del municipio de Ipiales dentro del departamento de Nariño en Colombia, a escasos diez kilómetros de la frontera con Ecuador, el santuario de Las lajas fue erigido en el lugar exacto donde la leyenda narra la aparición milagrosa de la imagen de la Virgen sobre la superficie llana de una piedra laja.

La leyenda cuenta que en el año 1754 la india María Mueses de Quiñones salió en compañía de su hija Rosa de cinco años, sordomuda de nacimiento, desde Ipiales hasta un caserío en Potosí para ver a unos familiares. Sorprendidas por una tempestad cuando descendían la ladera del cerro Pastarán, se vieron obligadas a guarecerse en una pequeña oquedad de la roca. Fue en este lugar donde la pequeña Rosa habló por vez primera en su vida, indicándole a su madre que había una mestiza que la llamaba rodeada de luces extrañas.

En el lugar exacto donde ocurrieron los supuestos hechos apareció la imagen de la virgen en una piedra laja. En ése lugar, poco después y tras las indagaciones de las autoridades eclesiásticas y gubernamentales que dieron fe de los hechos narrados, los fieles erigieron una pequeña ermita donde rendir culto a la santa aparecida en la piedra.

Los primeros escritos que refieren lo acontecido en Ipiales, son las menciones que del caso refiere Fray Juan de Santa Gertrudis en su viaje por el sur del reino de nueva Granada 1756-1762, donde menciona el santuario en el tercer tomo de las maravillas de la naturaleza.

Durante cerca de cuarenta años la capilla fue una estructura de madera recubierta de paja. Tras siete años de construcción, en 1796 se construyó una nueva edificación de ladrillos, de siete metros de largo por seis metros de ancho, y se instaló también la cúpula.

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El arquitecto ecuatoriano Mariano Aulestia emprendería la primera gran ampliación del santuario que tardaría en verse realizada más de un siglo. Pero sería el uno de enero de 1916 cuando comenzó la edificación que se puede ver hoy día de estilo neogótico, y que terminó en agosto de 1949 bajo la supervisión del también arquitecto ecuatoriano Gualberto Pérez y el colombiano Lucindo Espinosa.

Denominada basílica menor, fue canonizada por el vaticano en 1951. Es patrimonio cultural de Colombia desde 1984 y está considerada una de las siete maravillas del país sudamericano desde 2007.

El santuario se eleva cien metros sobre el cauce del río Guáitara, y consta de tres naves de piedra gris unidas por un puente de veinte metros de largo y diecisiete de ancho suspendido cincuenta metros en el vacío.

Dentro de la nave central destaca la imagen de la virgen. La luz entra por los vitrales y vidriosos mosaicos y siembra la claridad por las galerías del santuario. El ábside de las tres naves lo conforma la propia piel de la

montaña, sobre la cual reposa el edificio.

Una de las escenas más típicas y hermosas del santuario de las Lajas, la conforman los accesos al mismo, decorados con las placas y adornos dejados por los fieles en sus

visitas al santuario como agradecimiento a la virgen.

Miles de peregrinos viajan cada año a Ipiales para venerar a la santa y cumplir con sus promesas. Otros muchos se acercan a contemplar el entorno natural que rodea el Cañón del río Guáitara y ver de cerca el abrazo rocoso del monte con los muros del santuario.

Una piedra laja y una imagen, o un sueño, o quizás un deseo, hizo que el hombre construyera un templo de gran belleza y lo abrazase al entorno de manera magistral y, hoy día, sirve como argumento y arraigo de fe para muchos o como fantástico reclamo turístico, natural y arquitectónico para otros por su elegante belleza.

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J.J.D.R Con mayor frecuencia de lo que popularmente se piensa, se dan circunstancias anómalas poco comprensibles incluso para la tan aclamada ciencia. Así ha sucedido en diferentes lugares del mundo con lluvias poco habituales. Del cielo han caído ranas (Rákócifalva a cien kilómetros de Budapest, 21 junio 2010), o peces, (Lamajanu, un lejano pueblo de Australia, 3 de marzo de 2010), por poner dos de los ejemplos más recientes. Según los expertos, las circunstancias de dichos fenómenos, tendrían una explicación razonable. En algunos casos la hipótesis más plausible se basa en fenómenos meteorológicos, como pequeños tornados que transportarían los animales fuera de su hábitat natural, dejándolos caer después en otros lugares. También se argumenta la posibilidad de que ciertas nubes absorban los renacuajos, los cuales seguirían su proceso evolutivo dentro de la nube hasta que terminan cayendo por razón de su peso, siendo también posible en el caso de pequeños peces. Ya hace tiempo Charles Fort (6 agosto 1874- 3 mayo 1932) entre sus más de 60 mil notas recopiladas de revistas y prensa de la época, dejó claro que estas lluvias suceden a menudo. Este curioso, a la vez que extraordinario personaje, recopiló lluvias amarillas, negras, lluvias de sangre, e incluso carne caída del cielo. Estoy convencido de que tales precipitaciones tienen un carácter lógico y explicable. Pero el caso que narraré a continuación, por su complejidad, y sobre todo porque hasta la fecha de hoy los resultados obtenidos están siendo investigados con significativos resultados, la lluvia roja caída en la provincia India de Kerala, tiene condiciones, al menos hasta hoy, de ser destacada como caso excepcional. En la región India de Kerala, en el año 2001 y durante dos meses, no cesó de llover un agua de color rojizo. La lluvia comenzó a caer el 25 de julio sobre las localidades de Kottayam e Idukki, extendiéndose a otras poblaciones hasta el 23 de septiembre. Los ciudadanos de dicha región, asombrados y perplejos, terminaron acostumbrándose a tan insólita lluvia. El líquido rojizo impregnaba las prendas, y la superficie del suelo se cubrió de una fina capa de color sangre. Cómo era de esperar, ante tan singular fenómeno, las autoridades comenzaron a indagar. Formada una comisión para tal efecto, se determinó que el color rojizo del agua se debía a la transportación aérea de esporas de una especie de alga muy común y abundante, que cayó en forma de lluvia sobre la región. Pero en el año 2006 surgiría rápidamente la polémica. Los científicos Godfrey Louis y Santhosh Kumar de la universidad Mahatma Gandhi, aseguraban que las muestras realizadas al microscopio, indicaban la aparición de células no terrestres. Según los dos investigadores, la lluvia caída durante dos meses sobre la India, tenía una procedencia extraterrestre, aludiendo que el fenómeno encuadraba perfectamente

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dentro de la teoría de la Panspermia. Pero ¿Qué es la Panspermia? La panspermia sugiere la idea de que las células y bacterias están diseminadas por todo el universo, y llegaron a nuestro planeta a través del estallido continuo de meteoritos y asteroides sobre la superficie terrestre. Según ésta controvertida teoría, todos seríamos extraterrestres, al provenir nuestra esencia del espacio. Desde que Godfrey Louis hizo público su estudio de las muestras tomadas, se le tildó de arriesgado y fantasioso, e incluso alguno utilizó términos más dañinos. Pero el científico, ignorando las críticas, basaba su teoría en la demostración de que dichas células carecían de ADN, esencial en nuestro mundo para la vida, tal y como la conocemos. El estudio que realizó se publicó en la revista de ciencia Astrophysic And Space ese mismo año 2006. La noticia más sorprendente ha llegado en el año 2010. Cuando de nuevo Louis Godfrey, ha saltado a la palestra de los medios de comunicación, al demostrar que dichas células se están reproduciendo a temperaturas extraordinarias de 121 grados. En la tierra, tan sólo algunas esporas de extremólilos son capaces de reproducirse a esas temperaturas. El cuerpo de las células de Kerala, se asemeja mucho a nuestros glóbulos rojos en

forma y aspecto. Y es sorprendente apreciar, cómo se subdividen y crecen cuando son expuestas a una fuente de calor tan elevada, manteniéndose inactivas e inertes, a temperatura ambiente. El siempre escéptico mundo científico, parece haber abierto mucho los ojos ante tan evidente descubrimiento, del

cual Louis ha dado todos los detalles técnicos de realización y secuenciación de las pruebas realizadas. Además tanto Louis como su equipo de investigación, señalan que las células reaccionan ante estímulos luminosos, cuestión ésta enormemente llamativa. Según la teoría de Louis Godfrey y su equipo internacional de colaboradores, en el que está el investigador de la Universidad de Cardiff (Reino Unido), Chandra Wickramasinghe, defensor a ultranza de la teoría de la Panspermia; “Un cometa se desintegro en la atmósfera superior salpicando las nubes cuando flotaba sobre la tierra, provocando la lluvia roja sobre la región de Kerala”.

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Según aseguran los científicos, muchos testimonios de la localidad de Kerala y alrededores comentan haber escuchado un extraño zumbido el día que comenzó la lluvia. Incluso parece ser que el grupo de investigación puede demostrar la existencia de informes que acreditan que aquel día un objeto traspaso la barrera del sonido, pudiéndose tratar del cometa o meteorito al desintegrarse en la atmósfera terrestre. Sin duda habrá que estar muy pendiente a partir de ahora, de los resultados que obtengan Louis y su equipo en el laboratorio. La investigación continúa y quién sabe que les puede deparar. Sin ADN la vida en la tierra no es posible. Pero... ¿Es la vida, como la conocemos en la tierra, la única posible en el universo?

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J.J.D.R. Bajo la espesa niebla y rodeado de bosques de frío bambú, las termas de Beppu bañan las legendarias tierras niponas de ardientes aguas benefactoras. Como en un continuo vómito de sangre, multitud de manantiales de intenso carmesí, son derramados por cálidas fuentes de prodigiosas facultades curativas. Las nueve famosas termas conocidas popularmente como “infiernos de Japón”, están ubicadas en la localidad de Beppu en la prefectura de Oita, isla de Kyushu (Japón). La gran cantidad de fuentes termales de la región, más de tres mil, hace que Beppu esté en el segundo puesto en el ranking de zona con mayor volumen de agua de la tierra, después del parque Yellowstone en Estados Unidos. El magnetismo y poder curativo de las aguas, unido a la belleza y singularidad de los pequeños lagos de vivos colores, crean un paradisíaco lugar de relax y descanso en un paraje único.

Cerca de tres millones y medio de visitas anuales avalan la gran reputación que albergan los nueve infiernos nipones de Beppu, convirtiéndolo en un lugar de obligado transito y disfrute para personas en búsqueda de un necesario descanso.

Sus aguas, ricas en ácidos, sulfuros, sales y aluminio, han sido bendecidas y utilizadas para fines curativos desde hace siglos. La historia narra que en el año 1192 el gran Samurai Otomo Yoriyusu, construyó alrededor de las termas casas para el alojo de los soldados de su ejército, para que descansaran y fueran restablecidos de las heridas sufridas en los combates librados contra las fuerzas invasoras mongolas. En el año 1950 el gobierno japonés le otorgó a la localidad de Beppu el título de ciudad balneario. Finalizada la segunda guerra mundial, la reputación del lugar se acrecentó. El actor Charles Chaplin o el poeta y diplomático francés Paul Claudel se sumergieron bajo el influjo enigmático de las coloridas aguas termales de Beppu. El color del agua ardiente que constantemente emana de la tierra, se debe, básicamente, al gran aporte de hierro y las altas temperaturas de las termas.

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Umi Jigoku (infierno del mar), Shiraike Jigoku (infierno blanco), Komado Jigoku (caldera del infierno) o Chinoike Jigoku (infierno de sangre) son cuatro de las nueve famosas termas de la región, y parte de los nueve infiernos japoneses recreados en la superficie de la tierra. El chorro del infierno o (Tatsumaki Jigoku), es un geiser que se activa cada treinta minutos. Después el agua es sacudida hacia fuera por intervalos de tres a cuatro minutos, cesando después su actividad. Alrededor de la localidad de Beppu se halla el monte Akasaki, extensa y boscosa montaña, famosa por albergar una nutrida colonia de macacos japoneses en estado salvaje. Los monos son alimentados diariamente por guardas forestales para evitar los continuos escarceos de los macacos a los cultivos vecinales y el acoso a los turistas, a quienes no dudan en arrebatar cualquier objeto que brille o les llame la atención. Una de las imágenes más insólitas y bellas es contemplar a los macacos disfrutando de los baños termales en pleno invierno en la cumbre del Takasakiyama, sobre todo si consideramos el gran parecido de éstos seres con los humanos. El colorido del balneario de Beppu es espectacular. Un lugar, sin lugar a dudas, en el cual, todos quisiéramos disfrutar de un idílico día de descanso.

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J.J.D.R. Edgar Muller nació el 10 de julio de 1968 en Mülheim an der Ruhr y se crió en la localidad de Straelen en el borde occidental de Alemania. Desde muy joven comenzó a destacar por sus dotes artísticas y fue perfilando sus cualidades para con el dibujo y la pintura. Sobretodo gustaba dibujar paisajes rurales y hacer copias exactas de los grandes genios de la pintura clásica, aunque pronto, en sus trayectos a la escuela de secundaria, admiró los murales que hacían artistas callejeros y comenzó a sentir inspiración por el arte urbano. A los 19 años se presentó al prestigioso concurso internacional de pintura urbana celebrado en Geldern, localidad en las llanuras de Renania al oeste del Rin, ganando el certamen con una copia impecable y maravillosa de la Cena de Emaús del mítico maestro lombardo Caravaggio. En la ciudad italiana de Peregrino Grazie se celebra el mayor certamen de arte urbano del mundo, y desde el año 1988 Edgar Müller ostenta el título de maestro pintor de la calle, galardón que sólo unos pocos artistas a

nivel mundial ostentan en la actualidad. Desde los 25 años se dedica en exclusiva a exponer su arte por las calles y plazas del mundo. Su obra, cuyos lienzos son el pavimento, los adoquines y las aceras de las ciudades, es reconocida

mundialmente y sus creaciones son admiradas enormemente en Internet. Formó la primera escuela de arte callejero en Alemania y desarrolló foros a través de la red de entendimiento del arte urbano para los ciudadanos de su país. Las pinturas acrílicas son la base fundamental de sus creaciones. La ciudad cambia radicalmente bajo la mano de Müller. El Street 3D Art o arte callejero deforma por completo la perspectiva del viandante. Ése es el fundamento de la obra de Müller, utilizar la técnica conocida como anamorfosis, para crear ilusiones ópticas que cambien la visión de la obra según el ángulo desde donde se observe. Otra particularidad de las creaciones del artista alemán es la inclusión en sus obras de elementos y personajes reales, consiguiendo con ello un realismo radical en sus dibujos. De esta manera uno puede caminar por una calle y terminar precipitándose sobre un mar de lava, o caer al cruzar una esquina por un

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precipicio de hielo absoluto. Un tiburón puede saltar sobre los vehículos aparcados y una enorme cascada de agua caer bruscamente frente a los edificios. Un claro ejemplo de ello es la imagen apocalíptica que Müller creó en agosto de 2008 en Geldern, donde se puede apreciar un mundo de fuego y lava bajo los pies de los peatones, o una edad de hielo radical en el muelle de la bahía de Dun Laoghaire en Dublín Irlanda, que pintó en 5 días para el festival mundial de la cultura, y que sumerge al viandante en un mundo de frío mortal y paredes de un azul arrollador. Edgar Müller es un artista que sabe mezclar el arte clásico con las técnicas y la concepción del arte actual. Toda su formación radica en la práctica de sus cualidades artísticas, siendo su formación totalmente autodidacta. Edgar Müller es sin ningún tipo de dudas un genio de la pintura y un gran divulgador del arte 3 D o arte callejero que, a través de su habilidad para jugar con la ilusión óptica de sus obras, hace de la calle un auténtico museo de experiencias surrealistas.

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J.J.D.R Nacido en Tamjun Jaya a unos 150 Km. de Yakarta (Indonesia), Dede Koswara un humilde pescador. Saltó a la fama hace unos años por padecer una extraña enfermedad. Se le conoce como “el hombre árbol”, apodo que sin lugar a dudas le hace justicia, si observamos las fotos de Dede que dieron la vuelta al mundo. Cuando era un adolescente normal y estaba trabajando, sufrió un percance que le provocó una herida en su rodilla. Según cuenta Dede, es en éste momento cuando aprecia las primeras verrugas en su pierna y en sus pies. No le da importancia y su vida continua con normalidad. Pero al poco tiempo comienza a experimentar cambios notables en su fisonomía. Las verrugas son más abundantes y no tardan mucho en aparecerle por todo el cuerpo. Hasta tal punto, que en un espacio de tiempo muy reducido, todo su cuerpo se convierte en un amasijo informe de extensas verrugas que le cubren la piel por completo. Las enormes protuberancias que se han desarrollado en sus manos y pies, le impiden caminar y ejecutar cualquier acción con sus manos. Le despiden del trabajo y comienza un terrible calvario personal. En el año 1993 acude al médico, y en el hospital provincial no son capaces de diagnosticar su rara enfermedad, ni ponerle remedio. Su aspecto cambia radicalmente. Las verrugas son tan enormes que la gente le bautiza con el nombre de “Hombre Árbol”. Lejos de encontrar apoyo en la sociedad en la que vive, el rechazo es total. Su mujer le abandona y se marcha con sus dos hijos. Y en su pueblo llegan a comentar que lo que padece Dede es una maldición que lo tiene poseído. Pero la suerte del pescador cambia de repente. Un doctor de la universidad de Maryland (EE.UU.), se entera del extraño caso que afecta a Dede Koswara, y pide le envíen una muestra de sangre para analizar. Los resultados pronto son concluyentes. Las verrugas que padece, son debidas a una malformación genética de su sistema inmunológico (Epidermodisplasia Verruciforme), unida al Virus del Papiloma Humano (HPV), que convierte los efectos de dicho virus en muy severos, con verrugas de tamaño desproporcionado y gran dureza. Una vez que se conocen las causas de la enfermedad, se deciden a intervenir a Dede Koswara, que en aquel momento tiene 35 años. Por creencias arraigadas en la cultura del pueblo del joven pescador, no quiere viajar al extranjero, y se operará en el Hospital de Java Occidental. La operación fue todo un éxito, logrando extirpar hasta un 95% de las verrugas de su cuerpo después de 9 intervenciones. Dede, ahora puede comer sólo, coger un bolígrafo y hasta caminar, acción que no podía

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realizar desde hacía mucho tiempo. Las probabilidades de que las verrugas aparezcan de nuevo son muy elevadas, ya que su enfermedad no tiene cura. Pero al menos, mientras que la medicina le pueda paliar sus efectos, podrá llevar una vida casi normal. La enfermedad del hombre árbol, tiene la probabilidad de aparecer en un 1% entre un millón. Dede Koswara ha vuelto a su pueblo y ya no le consideran un bicho raro. Incluso está deseando encontrar trabajo, y si tiene suerte, hasta una nueva mujer.

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J.J.D.R. Enorme mole de piedra, rígido y sereno en la soledad de un horizonte diáfano de nubes, la Torre del diablo aparece como una gran chimenea de roca arañada por las afiladas garras del tiempo; monumento natural que un día brotó de la tierra y quedó clavado en un fotograma americano de aventureros e intrépidos escaladores. Se estima que la Torre del diablo surgió de la tierra en pleno periodo terciario hace aproximadamente unos 65 millones de años. Hasta ése preciso instante se hallaba a nivel de la tierra y tras el colapso volcánico se elevo 1558 metros sobre el nivel del mar, formándose el cuello volcánico que hoy día podemos contemplar y que algunos geólogos interpretan también como el producto de un enorme tapón rocoso formado tras el estruendo geológico de las tripas de la tierra. La datación de las rocas exteriores de la montaña arroja una cifra de 195 y 225 millones de años. Éstas forman la parte más singular y particular de la fisonomía natural de la Torre del diablo con sus gritas y estrías porosas que rayan regular y simétricamente toda la fachada exterior de la montaña, y que es consecuencia directa de la acción del viento y la lluvia durante milenios de exposición a los elementos. Ubicado en el condado de Crook al noroeste de Wyoming, junto al paso del río Belle Fourche cerca de Hulett y Sundance (EE.UU.), la Torre del diablo fue el primer monumento nacional norteamericano. Dicho estatus natural fue otorgado por el presidente Theodore Roosevelt un 24 de septiembre de 1906. La historia narra como Wiliam Roregr y Willard Ripley, rancheros de localidades cercanas a la popular montaña solitaria, decidieron escalar su cumbre y para ello se pasaron varios meses apuntalando enganches y colocando maderos horizontales que fueron estructurando una larga escalera hasta la misma cima. Cuando estuvo terminada, esperaron a que llegase el día 4 de julio de 1893, día de la independencia norteamericana, y decidieron juntos ascender los 386 metros del montículo ante la mirada de asombro de sus familiares y amigos. Lo lograron e históricamente la gesta de esta ascensión es la primera a la Torre del diablo de la cual hay constancia fidedigna. Pero teniendo en cuenta en qué territorio se encuentra la montaña, casi estoy seguro de que algún Sioux, Kiowa, Arapahoe, Crow o Cheyenne, pueblos que vivieron alrededor del monte, ascendieron la cumbre solitaria

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que consideraban lugar sagrado y que llamaban el Aposento del Oso antes que nadie. Para estas tribus indígenas, de las cuales actualmente aún quedan algunas reservas protegidas, Torre del diablo es una manera indigna y poco apropiada para designar el monte. Ellos narran en su imaginario colectivo, cómo un oso enorme arañó las paredes de roca del monte en un intento frustrado de atrapar a unas jóvenes y bellas indias que en su cumbre buscaron refugio, y por ello las paredes del Aposento del Oso aparecen profundamente bifurcadas por brechas enormes. Dejando leyendas antiguas a un lado, lo que es innegable es la belleza natural de la Torre del diablo. En total son 5,45 kilómetros cuadrados de terreno protegido cuyos límites rodean sus verdes praderas y, junto a viejos pinos y zonas de arbustos bajos, como un centinela del tiempo surge en el horizonte la figura ilustre y afamada de este monte americano. El gran Esteven Spielberg, en Encuentros en la tercera fase - para mí sin dudas una de sus mejores obras cinematográficas- dio a conocer al mundo este promontorio rocoso. Lo hizo tan popular que, aún hoy día, muchos creen haber visto detrás de sus arrugadas paredes o encima de su achatada y firme meseta, la silueta rutilante y enigmática de algún objeto volante no identificado. Hoy en día la Torre del diablo es uno de los lugares más populares de Estados Unidos. Lugar de referencia para escaladores y alpinistas, la cifra de visitantes que ascienden su cumbre está en 400.000 mil al año. Monumento natural de gran porte y misteriosa figura, la Torre del diablo se torna mágico lugar al llegar la noche y sobre todo cuando el sol se esconde tras las rendijas pétreas que conforman su cuerpo antiguo, y termina dibujando en el paisaje Kiowa, Sioux o Cheyenne, la magnificencia de un mole tatuada por la lluvia y el viento persistente que abraza diariamente su lomo calcáreo cuajado de heridas abiertas.

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J.J.D.R. Día 4 de septiembre de 1971. Un avión del Instituto Geológico de Costa Rica toma fotos secuenciales del terreno. Sobrevuela a 10.000 pies de altura (3.048 metros de altitud) la región de Alajuela, a cinco kilómetros al norte de la ciudad de Arenal y unos 40 km de la frontera con Nicaragua. La tripulación del avión está compuesta por cuatro personas; el piloto, un geógrafo, un topógrafo y un especialista en fotografía. Cada 17 segundos la cámara de alta resolución y última tecnología situada en el fuselaje de la aeronave, dispara el obturador y el diafragma, captando con precisión cada palmo del terreno que sobrevuela. La tripulación trabaja para el gobierno costarricense. La misión consiste en sobrevolar buena parte del país y realizar fotografías cartográficas para el Ministerio de obras públicas y transportes. Hace un día espléndido y el cielo se encuentra totalmente despejado. El volcán Arenal se muestra altivo y las aguas oscuras del lago Cote se dibujan con perfecta simetría bajo la silueta del avión. La misión trascurre con total normalidad. Fue poco después, en pleno análisis de las fotografías realizadas, cuando surgió la incertidumbre y nació el misterio de la fotografía más famosa del fenómeno ovni. Un trabajador que realizaba el estudio detallado de las fotografías se percató de algo inusual y extraño en la toma nº 300. De forma nítida y clara, un objeto de forma ovalada y aparente estructura metálica, aparecía en la instantánea sobrevolando las aguas del lago Cote. En la toma anterior y posterior, no había nada anormal y la figura discoidal no aparecía. Nadie del equipo que volaba aquel día sobre Alajuela y el lago Cote experimentó nada extraño. Ninguno de los cuatro tripulantes se percató del objeto que voló, por un pequeño espacio de tiempo, bajo su avión. Su velocidad, aunque sin estimación posible, era elevadísima, ya que solamente aparece en la toma (Nº 300) y 17 segundos después, en la siguiente toma, ya no aparece el objeto. En el año 1979 la fotografía, casi olvidada en las estancias del laboratorio geológico, recaba en manos de Carlos y Ricardo Vilchez, afamados investigadores del fenómeno ovni de Costa Rica y miembros de Icice (Instituto costarricense para la investigación ovni). Avisados por el propio Instituto Geográfico, envían las fotos para ser analizadas por el laboratorio estadounidense de William Spaulding. Los análisis determinaron que la fotografía no había resultado manipulada.

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La calidad del fotograma es de excelente nitidez, resultado de la gran calidad de las lentes utilizadas. El objeto aparece bien definido y con una estructura clara, siendo explícito que no se trata de un reflejo. Su diámetro se estimó en 40 metros. El examen del laboratorio concluyó que no había posible manipulación ni irregularidades en el proceso fotográfico, “imagen de buena fe de un objeto aéreo desconocido”. Teniendo en cuenta que la fotografía no es personal sino gubernamental, le confiere a la imagen ovni un plus añadido de fiabilidad y confianza. Siempre que se cita el acrónimo ovni, un halo de incertidumbre sobrevuela por encima de la propia palabra. Citarla en público no es fácil, ya que enseguida se asocia a estereotipos divulgados hasta la saciedad, sin que mucha gente se pare a pensar en el verdadero significado de la palabra (Objeto Volante No Identificado). No necesariamente ha de tratarse de hombrecitos verdes ni naves de otros mundos. Son objetos de incierta y desconocida energía y procedencia que aparecen y desaparecen a su antojo en nuestros cielos y cuyos movimientos, a veces, son captados por las cámaras fotográficas de testigos de lo insólito. La foto del ovni del lago Cote es una muestra inequívoca de que algo se mueve allí arriba y escapa a nuestra comprensión. La foto del ovni del lago Cote es un documento de gran peso para los amantes del misterio ovni y, sin duda alguna para mí, una de las mejores fotos captadas hasta el momento.

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J.J.D.R. El mar de Aral agoniza lentamente. Décadas de desidia y abandono, testimonio mudo de un desastre sin precedentes, generó la desolación más absoluta de un mar interior que antaño fue bellamente azul y pleno de vida. Hoy día, el Mar de Aral, se desangra entre aguas apestadas por químicos productos y gases tóxicos. La vida huyó del agua que un día fue fértil manantial de vida y dejó tras de sí un desierto de sal apelmazada como recuerdo envenenado de una muerte planeada. El mar de Aral agoniza. Muertos sus afluentes, convertido en lodazal infecto su litoral, fenece entre el olvido y la fétida brisa venenosa que lo envuelve todo. En Asia central, entre Kazajistán y Uzbekistán se encuentra el mar interior de Aral. En el periodo cenozoico estuvo en conexión con el mar negro convirtiéndose en una depresión del desierto de Asia central. En el pleistoceno fue cubierto por el agua de los ríos, creciendo su caudal hasta convertirlo en un gran lago o mar interior que llegó a ser considerado un día el cuarto lago más grande del planeta. Repleto de vida fue sustento de las comunidades que poblaban sus orillas y un mundo de biodiversidad compleja se desarrollaba alrededor del mundo acuático del Aral. Pero la diversidad ecológica del mar de Aral comenzó a morir de forma escandalosa en 1960. Los trasvases de los ríos Amu Daría y Sir Daría que vertían sus caudales de agua en el Aral, fueron desviados para regar cultivos de cereales y principalmente de algodón en las regiones limítrofes. La antigua Unión Soviética comenzó de forma gradual a construir canales a gran escala en 1930. Los canales comenzaron a desviar las aguas del mar en pésimas condiciones. Eran de tan mala calidad que el agua se filtraba y se evaporaba. A partir de los años 60 se impermeabilizaron y el cauce de los afluentes del Aral comenzaron su andadura hacía los campos de algodón obviando el seno acuífero del mar interior como punto de desborde final. El mar de Aral no tardó mucho en notar los efectos devastadores y las consecuencias del desvío del caudal de sus afluentes. Desde 1961 hasta

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1970 disminuyó de 20 centímetros por año. En la década de los 70 bajaría de 50 a 60 centímetros hasta llegar en los años 80 a generar una merma de 90 centímetros cada año. La única ambición de la extinta Unión Soviética fue extender sus campos de cultivo de algodón aunque para ello tuviera que desecar completamente el mar de Aral. Actualmente Uzbekistán es uno de los mayores exportadores de algodón del mundo. ¿Pero a qué precio? El Aral ha pasado de ser el cuarto mayor lago del mundo a perder un estimado del 60 al 80 por ciento de su volumen en la actualidad. Otro gran problema que se cierne sobre el mar de Aral es la toxicidad de sus aguas y el aumento desproporcionado de sal que en el año 2003 era ya 2,4 veces superior a la del océano. Más de 1500 pequeños islotes que se extendían por toda la superficie del mar han desaparecido. En 1987 se construyó un canal que dividió el mar en dos secciones, Aral norte y Aral sur, pero en 1999 la unión de las dos porciones del mar se perdió debido al descenso brutal del volumen de agua. La zona del Aral norte, después de la disgregación de la ex Unión

Soviética, recayó en el gobierno de Kazajistán que construyó la presa Aique Kokaral en 2007. Por razones puramente económicas se dejó abandonado el lado sur del Aral. Esta zona es hoy un lugar árido e inhóspito. Terribles

tormentas de arena que transportan enormes cantidades de pesticidas arrasan las llanuras de sal y la climatología en la zona ha sufrido grandes cambios con veranos más calurosos e inviernos más crudos. La fuerza de las tormentas que se producen en la parte devastada del Aral es de tal magnitud que alcanzan ciertas zonas del Ártico y Pakistán. Las poblaciones que una vez vivieron de los frutos de un mar fértil, abandonaron las regiones contaminadas. Los que aún viven en localidades cercanas a las orillas del mar sufren enfermedades graves como la tuberculosis, hepatitis, fiebres tifoideas, enfermedades respiratorias y cáncer de esófago, según un estudio reciente de la UNESCO. Son pocos y estériles los esfuerzos que se están realizando para paliar de alguna manera el desastre ecológico producido en el mar de Aral. Ni la agrupación de los países limítrofes de la zona, ni las pequeñas aportaciones económicas realizadas son de ayuda para una zona asesinada sin compasión. Ideas como el trasvase de agua de glaciares desde Siberia, erradicar la utilización de productos químicos o la

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construcción de plantas desalinizadoras, son soluciones que además de llegar demasiado tarde se muestran como ideas sin una base práctica y meramente populistas. En el año 2008 se creó una ONG Uzbeka cuya pretensión es recuperar la mayor porción posible de un mar en estado más que crítico. Lejos de creer que algún día la zona pueda recuperar su antiguo esplendor, los gobiernos que controlan su perímetro, siguen firmando acuerdos como los adoptados en el año 2005 por Uzbekistán con empresas de gas y petroleras que intensificarán sus acciones sobre los yacimientos del Aral apuntillando definitivamente la región. El mar de Aral una vez tuvo puertos pesqueros que albergaba grandes barcos y la economía de las poblaciones colindantes era fluida. El puerto de Moynag llegó a emplear a más de 60.000 personas que vivían gracias a los productos que el mar les regalaba. Hoy en día este puerto que pertenece a Uzbekistán se encuentra muy alejado del agua que un día le garantizó sustento, y los barcos que amarraban en sus muelles se agolpan dispersos y abandonados por todas partes ahogados bajo un manto rojizo de óxido. Como fruto de una irónica contradicción, la única empresa pesquera que sigue en la zona, sobrevive importando pescado desde el Pacífico. Si de por sí ya es vergonzosa la actuación humana en el mar de Aral, derivada del abusivo desvase de su caudal, peor y más grave son las actuaciones militares que el gobierno ruso puso en práctica en 1948 en una isla conocida como Renacimiento (Vozzozhderya). En dicha zona se construyó bajo un extremo secreto un laboratorio de armas químicas y biológicas. Todavía hoy en día no se conoce el alcance de los ensayos que en este lugar se pusieron en práctica y, lo peor de todo, cómo se controlaron y que efectos tuvieron. La base secreta fue abandonada en 1992 cuando la Unión Soviética se desintegró. Últimas investigaciones al respecto revelaron que en la isla renacimiento se produjeron armas biológicas, sobretodo de ántrax, y se utilizó como vertedero de las mismas. Un proyecto internacional tuvo que intervenir para realizar una complicada y exhaustiva limpieza de la zona que, lógicamente, resultó dañada para siempre como no podía ser de otra manera. Hoy el mar de Aral, sobretodo en su lado sur, es un oscuro vertedero de miseria y abandono. Las enormes moles de los navíos perdidos en el recuerdo, perfilan gigantescas sombras donde los camellos y las cabras se refugian del sol.

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Y yo me pregunto, ¿Somos dignos de este mundo? ¿Merecemos seguir pisando la piel viva del planeta que nos sustenta? ¿Cuánta locura humana ha soportado y soporta la Tierra? ¿Cuánta devastación seguirá aguantando Gaia de una especie insignificante y cruel? Cuando el agónico latido del planeta desfallezca; cuando la magia de un mundo quebrado por el hombre se apague; cuando las cenizas de la ignominia sapiens cubra las hermosas orquídeas y se tiñan de negro las altas cumbres nevadas, el último estertor de la Tierra hará crujir nuestro mundo y el hombre desaparecerá como especie y sólo será un oscuro recuerdo del universo, como un borrón o un renglón torcido de la creación. Entonces la Tierra agonizante morirá, pero morirá matando, para resurgir tiempo después sin la necesidad de que exista una especie que no respete la grandeza de su seno universal.

Jorge Donato Rosendo, (Octubre 2013, Madrid)