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7/27/2019 Carta Acerca Del 0origen de La Imagen de Nuestra Senora de Guadalupe Icazbalceta http://slidepdf.com/reader/full/carta-acerca-del-0origen-de-la-imagen-de-nuestra-senora-de-guadalupe-icazbalceta 1/28  Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México- Joaquín García Icazbalceta Advertencia Con el deseo de publicar el señor licenciado don José Antonino González su apología de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe de México, solicitó en 1883 la correspondiente licencia de la autoridad eclesiástica. El ilustrísimo señor Arzobispo, don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, pasó el manuscrito al señor don Joaquín García Icazbalceta a fin de que diese su opinión; pero este Señor se lo devolvió inmediatamente, pidiéndole que le excusase de ocuparse en este asunto, pues no era teólogo ni canonista. Insistió el señor Labastida, diciéndole por escrito que no le pedía su opinión como teólogo o canonista, sino como persona muy versada en la historia eclesiástica del país, y añadía «que se lo rogaba como amigo y se lo mandaba como prelado». Cediendo el señor García Icazbalceta a estas instancias, se resolvió a dar su parecer, y le dio en efecto: aunque desentendiéndose de juzgar la obra del señor González, se ocupó en general de las Apariciones de la Santísima Virgen y de su imagen de Guadalupe,bajo el aspecto puramente histórico. Tal es el origen de la Carta que ahora se publica. Varias personas ilustradas tuvieron oportunidad de ver el autógrafo original y aun de sacar copias. El señor don José María de Ágreda y Sánchez le tuvo tres veces, por lo menos, en su poder y sacó copia íntegra. También estuvo en las manos del señor don Francisco del Paso y Troncoso y en las del sabio padre carmelita fray José María de Jesús, a quienes lo envió el autor por conducto del señor Ágreda, y no mucho tiempo antes de la muerte del señor Icazbalceta le vieron, entre otras personas, el señor don Jesús Galindo y Villa y el distinguido académico don Rafael Ángel de la Peña. El señor Ágreda instó al autor a que publicara la Carta; pero éste se excusó diciéndole que no tenía vocación de mártir, y que de publicar aquella, se expondría, sin duda alguna, a las iras de los aparicionistas, quienes, si no habían respetado al señor Obispo de Tamaulipas, que rehusó sostener la llamada tradición, por no hacer traición a su conciencia, mucho menos respetarían a él, que no estaba revestido de tan alto carácter. No faltó, empero, quien se procurase una de las copias de la Carta, la tradujese al latín, y dándole nueva forma, la publicase en un folleto de 61 páginas en 4.º común, y dos hojas de índice y erratas, intitulándola: De Beatissima Maria Virgo Apparitione in Mexico sub titulo de Guadalupe Exquisitio Historica. Sin fecha ni lugar de impresión. El señor don Fortino Hipólito Vera, Canónigo entonces de la Colegiata y exaltado aparicionista, la tradujo enseguida al castellano y la insertó en su abultado e indigesto volumen que lleva por título: Contestación histórico-crítica en defensa de la Maravillosa Aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe al anónimo intitulado: Exquisitio Historica -Querétaro.- Imp. de la Escuela de Artes. Calle Nueva núm.

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Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe deMéxico- Joaquín García Icazbalceta

Advertencia

Con el deseo de publicar el señor licenciado don José Antonino González suapología de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe de México,solicitó en 1883 la correspondiente licencia de la autoridad eclesiástica. Elilustrísimo señor Arzobispo, don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, pasó elmanuscrito al señor don Joaquín García Icazbalceta a fin de que diese suopinión; pero este Señor se lo devolvió inmediatamente, pidiéndole que le

excusase de ocuparse en este asunto, pues no era teólogo ni canonista. Insistióel señor Labastida, diciéndole por escrito que no le pedía su opinión comoteólogo o canonista, sino como persona muy versada en la historia eclesiásticadel país, y añadía «que se lo rogaba como amigo y se lo mandaba comoprelado». Cediendo el señor García Icazbalceta a estas instancias, se resolvióa dar su parecer, y le dio en efecto: aunque desentendiéndose de juzgar laobra del señor González, se ocupó en general de las Apariciones de laSantísima Virgen y de su imagen de Guadalupe,bajo el aspecto puramentehistórico. Tal es el origen de la Carta que ahora se publica.

Varias personas ilustradas tuvieron oportunidad de ver el autógrafo original y

aun de sacar copias. El señor don José María de Ágreda y Sánchez le tuvo tresveces, por lo menos, en su poder y sacó copia íntegra. También estuvo en lasmanos del señor don Francisco del Paso y Troncoso y en las del sabio padrecarmelita fray José María de Jesús, a quienes lo envió el autor por conductodel señor Ágreda, y no mucho tiempo antes de la muerte del señorIcazbalceta le vieron, entre otras personas, el señor don Jesús Galindo y Villa yel distinguido académico don Rafael Ángel de la Peña. El señor Ágreda instó alautor a que publicara la Carta; pero éste se excusó diciéndole que no teníavocación de mártir, y que de publicar aquella, se expondría, sin duda alguna,a las iras de los aparicionistas, quienes, si no habían respetado al señor Obispode Tamaulipas, que rehusó sostener la llamada tradición, por no hacer traición

a su conciencia, mucho menos respetarían a él, que no estaba revestido detan alto carácter.

No faltó, empero, quien se procurase una de las copias de la Carta, latradujese al latín, y dándole nueva forma, la publicase en un folleto de 61páginas en 4.º común, y dos hojas de índice y erratas, intitulándola: DeBeatissima Maria Virgo Apparitione in Mexico sub titulo de Guadalupe ExquisitioHistorica. Sin fecha ni lugar de impresión. El señor don Fortino Hipólito Vera,Canónigo entonces de la Colegiata y exaltado aparicionista, la tradujoenseguida al castellano y la insertó en su abultado e indigesto volumen quelleva por título: Contestación histórico-crítica en defensa de la Maravillosa

Aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe al anónimo intitulado:Exquisitio Historica -Querétaro.- Imp. de la Escuela de Artes. Calle Nueva núm.

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10.-1892. En 4.º, XV pág. 715 de texto y una hoja de índice. El mismo autor de latraducción latina, suprimiendo la pretendida refutación del señor Vera yanotando la traducción castellana de éste, la imprimió de nuevo con el títulode Exquisitio Historica. Anónimo escrito en latín sobre la Aparición de la BeataVirgen María de Guadalupe. Segunda edición. -Jalpa. Tipografía de Talonia. -

1893.- En 4.º, 47 páginas y una hoja de Tabla.

Pero ninguna de estas ediciones reproduce íntegro el texto del señor GarcíaIcazbalceta. El traductor latino, cambiando la forma epistolar, lo publicó comodisertación, omitió varios párrafos y mutiló otros. En la traducción castellana sesiguió enteramente el texto anterior, y así quedó desfigurado el estilo en quefue escrito el original.

La presente edición, única correcta e íntegra, se ha hecho teniendo a la vistala copia fiel y exacta que, con permiso expreso del autor, sacó del original elseñor Ágreda.

Por último, hay que advertir que desde el año 1883, en que fue escrita la Carta,hasta el presente, han sido impresos varios documentos que el autor de ellacita como manuscritos.

En cuanto al mérito de la Carta, el lector imparcial encontrará en ella, elmismo recto criterio y honradez que caracterizaron a los escritos del doctobibliógrafo y eminente historiador.

—1 

(Octubre 1833).

Ilustrísimo señor.

1.- Me manda Vuestra Señoría Ilustrísima que le dé mi opinión acerca de unmanuscrito que se ha servido enviarme, intitulado: Santa María de Guadalupede México, Patrona de los Mexicanos. La verdad sobre la Aparición de laVirgen del Tepeyac, y sobre su pintura en la capa de Juan Diego. Paraextender, si posible fuera, por el mundo entero el amor y el culto de Nuestra

Señora.

2.- Quiere también Vuestra Señoría Ilustrísima que juzgue yo esta obraúnicamente bajo el aspecto histórico; y así tendría que ser de todos modos,pues no estando yo instruido en ciencias eclesiásticas sería temeridad quecalificara el escrito en lo que tiene de teológico y canónico.

3.- No juzgo necesario hacer un análisis de él, por cuanto que no me propongoimpugnarle: prefiero poner sencillamente a la vista de Vuestra SeñoríaIlustrísima lo que dice la historia acerca de la Aparición de Nuestra Señora deGuadalupe a Juan Diego.

4.- Quiero hacer constar que en virtud del superior y repetido precepto de

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Vuestra Señoría Ilustrísima falto a mi firme resolución de no escribir jamás unalínea tocante a este asunto, del cual he huido cuidadosamente en todos misescritos.

—2 

5.- Presupongo desde luego que al hacerme Vuestra Señoría Ilustrísima supregunta, me deja entera libertad para responder según mi conciencia, porno tratarse de un punto de fe: que si se tratara, ni Vuestra Señoría Ilustrísima mepediría parecer, ni yo podría darle.

6.- Las dudas acerca de la verdad del suceso de la Aparición, tal como serefiere, no nacieron de la Disertación de don Juan Bautista Muñoz: son bienantiguas y bastante generalizadas, a lo que parece. Prueban esto último lasmuchas apologías que ha sido necesario escribir, lo cual fuera excusado si elpunto hubiera quedado esclarecido de tal modo desde el principio, que nodejara lugar a duda. En cuanto a la antigüedad de la desconfianza, puede

Vuestra Señoría Ilustrísima ver entre los libros y papeles que le dio el señorAndrade una carta autógrafa del padre Francisco Javier Lazcano, de laCompañía de Jesús, fecha en México a 13 de abril de 1758 y dirigida a donFrancisco Antonio de Aldama y Guevara, residente entonces en Madrid.Contesta a una de éste, escrita el 10 de mayo de 1757, en que se habla ya dela impugnación de un «desatinado fraile jerónimo», sobre lo cual pide másdatos el padre Lazcano. La Bula de la concesión del patronato es de 1754; desuerte que antes de los tres años de conocida, ya hubo un religioso que depalabra o por escrito no temiera impugnar lo que se dice aprobado enaquella bula. El doctor Uribe, en los últimos años del siglo anterior, estimuladosin duda por el sermón del padre Mier, aunque no lo nombra, tuvo que salir a

la defensa del milagro. La Memoria de Muñoz, escrita en 1794, permaneciósepultada en los archivos de la Real Academia de la Historia, hasta el año de1817.

7.- Para añadir hoy una nueva apología a las varias que ya se han escrito,convendría tener a la vista los muchos documentos descubiertos después depublicada la última, que es la del señor Tornel (pues no quiero dar tal nombreal virulento folleto anónimo no ha mucho publicado en Puebla). Parece que elautor del manuscrito no ha conocido estos documentos, pues no los cita.

8.- Muñoz tampoco los conoció, ni pudo conocerlos; pero todos ellos no han

hecho más que confirmar de una manera irrevocable su proposición de que«antes de la publicación del —3 libro del padre Miguel Sánchez, no seencuentra mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a JuanDiego».

9.- Caímos ya en el argumento negativo, tan impugnado por los apologistasde la Aparición, sin duda porque conocen que no puede haber otro contra unhecho que no pasó. Porque sería absurdo exigir que los contemporáneostuvieran don de profecía, y adivinando que más adelante se inventaría unsuceso de su tiempo, dejaran escrito con anticipación que no era cierto ni sediera crédito a quienes lo contaran.

10.- La fuerza del argumento negativo consiste principalmente en que el

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silencio sea universal, y que los autores alegados hayan escrito de asuntos quepedían una mención del suceso que callaron. Ambas circunstanciasconcurren en los documentos anteriores al padre Sánchez; y aun hay en ellosalgo más que argumentos negativos, como pronto vamos a ver.

11.- Que no hay informaciones o autos originales de la Aparición, es cosa quedeclaran todos sus historiadores y apologistas, incluso el padre Sánchez, yexplican la falta con razones más o menos plausibles. Algunos se hanempeñado en que realmente existieron, y quieren probarlo refiriendo que elseñor arzobispo don fray García de Mendoza (1602-1604) leía con gran ternuralos autos y procesos originales de la Aparición, lo cual no consta más que poruna serie de dichos. Cuentan también que fray Pedro Mezquia, franciscano,vio y leyó en el Convento de Vitoria «donde tomó el hábito el señor ArzobispoZumárraga», escrita por este prelado a los religiosos de aquel convento, lahistoria de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, «según y comoaconteció»... El padre Mezquia partió para España y ofreció traer a su vuelta el

importantísimo documento; pero no le trajo, y reconvenido por ello, respondióque no lo había hallado, y que se creía haber perecido en un incendio quepadeció el archivo; con lo cual quedaron todos satisfechos, sin meterse aaveriguar más. Vuestra Señoría Ilustrísima sabe que el señor Zumárraga notomó el hábito en el convento de Vitoria, ni aun consta que alguna vezresidiera en él: tampoco hay otra noticia del oportuno incendio del archivo.Por lo demás, la falta de los autos originales no sería, por sí sola, un argumento—4 decisivo contra la Aparición, pues bien pudo ser que no se hicieran, oque después de hechos se extraviaran: aunque a decir verdad, tratándose deun hecho tan extraordinario y glorioso para México, una u otra negligencia esharto inverosímil.

12.- El primer testigo de la Aparición debiera ser el ilustrísimo señor Zumárraga,a quien se atribuye papel tan principal en el suceso y en las subsecuentescolocaciones y traslaciones de la imagen. Pero en los muchos escritos suyosque conocemos no hay la más ligera alusión al hecho o a las ermitas: nisiquiera se encuentra una sola vez el nombre de Guadalupe. Tenemos suslibros de doctrina, cartas, pareceres, una exhortación pastoral, dostestamentos y una información acerca de sus buenas obras. Ciertamente queno conocemos todo cuanto salió de su pluma, ni es racional exigir tanto; perosi absolutamente nada dijo en lo mucho que tenemos, es suposición gratuitaafirmar que en otro papel cualquiera, de los que aún no se hallan, refirió el

suceso. Si el señor Zumárraga hubiera sido testigo favorecido de tan granprodigio, no se habría contentado con escribirlo en un solo papel, sino que lehabría proclamado por todas partes, y señaladamente en España, adondepasó el año siguiente: habría promovido el culto con todas sus fuerzas,aplicándole una parte de las rentas que expendía con tanta liberalidad;alguna manda o recuerdo dejaría al santuario en su testamento; algo dirían lostestigos de la información que se hizo acerca de sus buenas obras: en laelocuente exhortación que dirigió a los religiosos para que acudieran aayudarle en la conversión de los naturales venía muy al caso, para alentarlos,la relación de un prodigio que patentizaba la predilección con que la Madrede Dios veía a aquellos neófitos. Pero nada, absolutamente nada en parte

alguna. En las varias Doctrinas que imprimió tampoco hay mención delprodigio. Lejos de eso, en la Regla Cristiana de 1547 (que si no es suya, como

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parece seguro, a lo menos fue compilada y mandada imprimir por él) seencuentran estas significativas palabras: «Ya no quiere el Redentor del mundoque se hagan milagros, porque no son menester, pues está nuestra santa fetan fundada por tantos millares de milagros como tenemos en —5 elTestamento Viejo y Nuevo». ¿Cómo decía eso el que había presenciado tan

gran milagro?...Parece que el autor de la nueva apología no conoce losescritos del señor Zumárraga, pues nunca los cita y solamente asegura que sinada dijo en ellos, dijo bastante con sus hechos levantando la ermita,trasladando la imagen, etc. Es necesario decir, para de una vez, que todasesas construcciones de ermitas y traslaciones de la imagen no tienenfundamento alguno histórico. Todavía el autor discute la posibilidad de que elseñor Zumárraga hiciera una de esas procesiones a fines de 1533, siendo yacosa probada con documentos fehacientes que estaba entonces en España,y que volvió a México por octubre de 1534.

13.- Si del señor Zumárraga pasamos a su inmediato sucesor, el señor Montúfar,

a quien se atribuye parte principal en las erecciones de ermitas y traslacionesde la imagen, hallaremos que en 1569 y 70 remitió, por orden del visitador delConsejo de Indias don Juan de Ovando, una copiosa descripción de suArzobispado (que tengo original), en la cual se da cuenta de las iglesias de laciudad sujetas a la mitra, y para nada se menciona la ermita de Guadalupe.Por pequeña que fuese, lo ilustre de su origen y la imagen celestial queencerraba merecían muy bien una mención especial, con la correspondientenoticia del milagro. Interrogando a los primeros religiosos, los hallaremosigualmente mudos. Fray Toribio de Motolinía escribió en 1541 su Historia de losIndios de Nueva España, donde refiere varios favores celestiales otorgados aindios; mas no aparece nunca en ella el nombre de Guadalupe. Lo mismo

sucede en otro manuscrito de la obra, que poseo, muy diferente del impreso.Es muy notable el silencio de la célebre carta del ilustrísimo señor Garcés alseñor Paulo III en favor de los indios, en la cual refiere también algunos favoresque habían recibido del cielo. Tampoco se halla cosa alguna en las cartas delV. Gante, del señor Fuenleal, de don Antonio de Mendoza, y de otros muchosobispos, virreyes, oidores y personajes, que últimamente se han publicado enlas Cartas de Indias, y en la voluminosa Colección de Documentos inéditos delArchivo de Indias.

—6 14.- Fray Bartolomé de las Casas estuvo aquí en los años de 1538 y 1546:

indudablemente conoció y trató al señor Zumárraga, pues ambos asistieron ala junta de 1546: de su boca pudo oír la relación del milagro. Con todo, enninguno de sus muchos escritos habla de él, y eso que le habría sido tan útilpara esforzar su enérgica defensa de los indios. ¡Qué efecto no habríaproducido en los católicos monarcas españoles la prueba de que la VirgenSantísima tomaba bajo su especial protección la raza conquistada! ¡Quéargumento contra los que llegaron a dudar de la racionalidad de los indios ylos pintaban llenos de vicios e incapaces de sacramentos!

15.- Fray Jerónimo de Mendieta vino en 1552: compuso su Historia EclesiásticaIndiana a fines del siglo, valiéndose de los papeles de sus predecesores: era

ardiente defensor de los indios: cuenta, lo mismo que Motolinía, los favores querecibían del cielo; y particularmente en el capítulo 24 del libro IV trae la

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aparición de la Virgen el año de 1576 al indio de Xuchimilco Miguel de S.Jerónimo, quien la refirió al mismo padre Mendieta; pero nada dice de NuestraSeñora de Guadalupe, ni tampoco en sus cartas, de que tengo algunasinéditas. Aun hay más, porque escribió de propósito en tres capítulos la vidadel señor Zumárraga, y calló todo el suceso ¿Para cuándo guardaba su

relación? Podrá haber acaso almas caritativas que, por haber yo publicadoesa obra, hagan el mal juicio de que suprimí algún pasaje. Debo advertirlespara su tranquilidad, que el manuscrito existe en poder del señor don JoséMaría Andrade, y que esa misma biografía silenciosa de Mendieta fue enviadaal General de la Orden, fray Francisco de Gonzaga, quien la imprimiótraducida al latín en su obra De Origine Seraphicae Religionis. El general de laorden franciscana no echó de ver aquella omisión, ni dijo en 1587 cosa algunade tan notable acontecimiento.

16.- En las demás crónicas de aquel tiempo, escritas por españoles o indios,buscaremos también en vano la historia. Muñoz Camargo (1576), el padre

Valadés (1579), el padre Durán (1580), el padre Acosta (1590), Dávila Padilla(1596), Tezozomoc (1598), Ixtlilxochitl (1600), Grijalva (1611), guardan igualsilencio. Tampoco —7 dijo nada el padre fray Gabriel de Talavera que en1597 publicó en Toledo una historia de Nuestra Señora de Guadalupe deExtremadura, aunque hace mención del santuario de México. El cronistafranciscano Daza, en su Crónica de 1611, Fernández en su Historia Eclesiásticade nuestros tiempos (1611) y el cronista Gil González Dávila en su TeatroEclesiástico de las Iglesias de Indias (1649) escribieron la vida del señorZumárraga y callaron la historia de la Aparición. Ya la contó el padre Luzuriagaen la vida del mismo prelado, como que publicó su Historia de Nuestra deAránzazu en 1686.

17.- Vengamos ahora al padre Sahagún. El autor del manuscrito copióhonradamente el famoso texto: no así el anónimo de la disertación poblana,que con mala fe le truncó, suprimiendo lo que contrariaba su intento. HagaVuestra Señoría Ilustrísima la comparación entre ambos textos: va subrayado,para mayor claridad, lo que omitió el escritor de Puebla.

Texto del padre Sahagún

Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muysolemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejas tierras. El uno de estos es

aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac y losespañoles llaman Tepeaquilla, y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe.En este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los Dioses, que ellos lallamaban Tonantzin, que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchossacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejas tierras, de másveinte leguas de todas estas comarcas de México, y traían muchas ofrendas:venían hombres y mujeres y mozos y mozas a estas fiestas. Era grande elconcurso de gente en estos días; y todos decían «vamos a la fiesta deTonantzin»; y ahora que está allí edificada la Iglesia de Nuestra Señora deGuadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de lospredicadores, que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De

dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto;pero esto sabemos de cierto, que el vocablo significa de su primera imposición

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a aquella Tonantzin antigua; y es cosa que se debería remediar, porque elpropio nombre de la Madre de Dios, Señora nuestra, no es Tonantzin sino Dios yNantzin. Parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo laequivocación de este nombre Tonantzin; y vienen ahora a visitar a estaTonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes; la cual devoción también es

sospechosa porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora yno van a ellas, y vienen de lejas tierras a esta Tonantzin como antiguamente.

Texto de Puebla

Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían (los indios) hacermuy solemnes sacrificios, y venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estosse llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla, y agora se llamaNuestra Señora de Guadalupe. En este lugar tenían un templo dedicado a la

madre de los dioses que la llamaban Tonantzin, —8

 quiere decir nuestraMadre... y agora que está allí edificada de la iglesia de Nuestra Señora deGuadalupe también la llaman Tonantzin, tomada ocasión de los predicadoresque a Nuestra Señora la Madre de Dios llaman Tonantzin... y vienen agora avisitar esta Tonantzin de muy lejanas tierras.

Este pasaje del padre Sahagún se encuentra igual en la edición de don CarlosMaría de Bustamante y en la de Lord Kingsborough.

18.- No sólo aquí habló de Nuestra Señora de Guadalupe el padre Sahagún.

En un códice manuscrito en 4.º que existe en la Biblioteca Nacional, rotuladopor fuera Cantares de los Mexicanos y otros opúsculos, al tratar del Calendariodice: «La —9 tercera disimulación (idolátrica) es tomada de los nombres delos ídolos que allí se celebraban, que los nombres con que se nombran en latíno en español significan lo que significaba el nombre del ídolo que allíadoraban antiguamente. Como en esta ciudad de México, en el lugar dondeestá Santa María de Guadalupe se adoraba un ídolo que antiguamente sellamaba Tonantzin; y entiéndenlo por lo antiguo y no por lo nuevo. Otradisimulación semejante a esta hay en Tlaxcala, en la iglesia que llaman SantaAna» etc.

19.- El padre Sahagún vino en 1529 y debía estar bien enterado de la historiade la Aparición, si ésta hubiera acontecido dos años después. Nadie como éltrató con los indios: pudo conocer perfectamente a Juan Diego y demáspersonas que figuraron en el negocio. A pesar de todo, dice terminantementeque «no se sabía de cierto el origen de aquella fundación»; y por los dospasajes citados se advierte con toda claridad que le desagradaba ladevoción de los indios, teniéndola por idolátrica, y que deseaba verlaprohibida. Uno de sus fundamentos es que allí acudían en tropel los indioscomo de antes, mientras que no iban a otras iglesias de Nuestra Señora.Supuesta la realidad de la Aparición, ninguna extrañeza podía causar al padreSahagún que los indios prefiriesen el lugar en que uno de los suyos había sido

tan singularmente favorecido por la Santísima Virgen. Bien mirado, eltestimonio del padre Sahagún es ya algo más que negativo.

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 20.- Por aquellos mismos tiempos preguntaba el Rey a don Martín Enríquez cuálera el origen de aquel santuario; y el virrey contestaba con fecha 25 deseptiembre de 1575, que por los años de 1555 o 56 existía allí una ermita conuna imagen de Nuestra Señora, a la que llamaron de Guadalupe por decir

que se parecía a la del mismo nombre en España, y que la devoción comenzóa crecer porque un ganadero publicó que había cobrado la salud yendo aaquella ermita. Vemos, pues, que el virrey mismo, con tener tantos medios deinformarse y haber de dar cuenta al Rey, no alcanzó a saber el origen de laermita: explica de dónde vino a la imagen el nombre de Guadalupe y nosinforma de que la devoción había —10 crecido porque se contó un milagroobrado allí. Pronto veremos confirmado por otro documento auténtico, queprecisamente hacia esos años se declaró la devoción a Nuestra Señora deGuadalupe, y se publicaban muchos milagros. Como Muñoz sólo insertó en suMemoria el párrafo de la carta de Enríquez que hacía a su intento, no hafaltado quien se atreva a suponer que en el resto de la carta se hablaría algo

más: suposición enteramente gratuita, como ya está demostrado con eldocumento íntegro publicado en las Cartas de Indias.

Tenemos, además, una minuciosa relación del viaje del Comisario franciscanofray Alonso Ponce, y en ella se refiere que habiendo salido de México el 23 de julio de 1585, pasó una gran acequia «por una puente de piedra junto a lacual está un poblecito de indios mexicanos, y en él, arrimada a un cerro unaermita o iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe a donde van a velar y tenernovenas los españoles de México, y reside un clérigo que les dice misa. Enaquel pueblo tenían los indios antiguamente en su gentilidad un ídolo llamadoIxpuchtli, que quiere decir virgen o doncella, y acudían allí como a santuario

de toda aquella tierra con sus dones y ofrendas. Pasó por allí de largo el padreComisario» etc. Que el redactor de la relación, como nuevo en la tierra,equivocara el nombre del ídolo, nada tiene de extraño; pero lo es, y mucho,que si la tradición existía, como se afirma, ninguno de los de la comitivahubiera dado aviso al Comisario de que en aquella ermita se guardaba unaimagen milagrosamente pintada, para que entrara a verla y venerarla, en vezde pasarse de largo.

21.- Los pasajes de Torquemada y de Bernal Díaz en que se habla de la iglesia,han dado materia de larga discusión a los apologistas. El hecho indudable es,que ninguno de estos autores menciona la Aparición. Aquí debo hacer una

observación importante. Todos los apologistas, sin exceptuar uno solo, hancaído en una equivocación inexplicable en tantos hombres de talento, y hasido la de confundir constantemente la antigüedad del culto con la verdad dela Aparición y milagrosa pintura en la capa de Juan Diego. Se han fatigado enprobar lo primero (que nadie niega, pues consta de documentosirrefragables), —11 insistiendo en que con eso quedaba probado losegundo, como si entre ambas cosas existiera la menor relación. Innumerablesimágenes hay en nuestro país y fuera de él a que se tributa culto desde tiempoinmemorial, sin que de eso deduzca nadie que son de fábrica milagrosa: lomás que se ha hecho ha sido atribuirlas al evangelista San Lucas. Solamentede la de Guadalupe (que yo recuerde) se dice que haya sido bajada del

cielo.

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22.- El padre fray Martín de León, dominico, imprimió en 1611 su Camino delCielo, en lengua mexicana, y en el folio 96 casi reprodujo e hizo suyo, despuésde tanto tiempo, el segundo texto de Sahagún. Dice así: «La tercera(disimulación) es tomada de los mismos nombres de los ídolos que en los talespueblos se veneraban, que los nombres con que se significan en latín o

romance son los propios en significación que significaban los nombres de estos ídolos, como en la ciudad de México, en el cerro donde está Nuestra Señorade Guadalupe, adoraban un ídolo de una diosa que llamaban Tonantzin, quees nuestra Madre, y este mismo nombre dan a Nuestra Señora, y ellos siempredicen que van a Tonantzin, y muchos dellos lo entienden por lo antiguo y nopor lo moderno de agora». Se refiere enseguida, como Sahagún, a la imagende Santa Ana puesta en Tlaxcala y a la de San Juan Bautista enTianquismanalco, la más supersticiosa que ha habido en toda la NuevaEspaña. Es digno de notar que cuando estos antiguos misioneros tratan de lasidolatrías encubiertas de los indios, saquen a cuento la devoción a NuestraSeñora de Guadalupe. Mal se aviene esto con la creencia en el milagro1.

23.- Fray Luis de Cisneros; de la orden de la Merced, imprimió en 1621 su Historiade Nuestra Señora de los Remedios. El capítulo 4 del libro I se intitula: «De cómolas mas imágenes de devoción —12 de Nuestra Señora tienen sus principiosocultos y milagrosos». Habla en él de varias imágenes de Europa y deGuatemala: mas no menciona la de Guadalupe, siendo así que trata deimágenes de principios milagrosos. En el siguiente capítulo habla ya de ella enestos términos: «El más antiguo (santuario) es el de Guadalupe, que está unalegua de esta ciudad a la parte del norte, que es una imagen de grandevoción y concurso, casi desde que se ganó la tierra, que ha hecho y hacemuchos milagros, a quien van haciendo una insigne iglesia que por orden y

cuidado del Arzobispo está en muy buen punto». Nada de Aparición.

24.- Entre los libros que le dio el señor Andrade tiene Vuestra Señoría Ilustrísimael sermón de la Natividad de la Virgen María predicado por fray Juan deZepeda, agustino, en la ermita de Guadalupe, extramuros de la ciudad deMéxico, en la fiesta de la misma iglesia: impreso por Juan Blanco de Alcázar elaño de 1622, en 4.º. Dos cosas hay notables en ese sermón: la una, que elpredicador dice en la dedicatoria, que la Natividad (8 de septiembre) es lavocación de la ermita, y la otra que no habla palabra de la Aparición.Confírmase lo primero con el acta del Cabildo Ecco. de 29 de agosto de 1600.Ese día se dispuso que el domingo 10 de septiembre se celebrara la fiesta de la

Natividad de Nuestra Señora en la Ermita de Guadalupe por ser suadvocación, y enseguida se pusiera la primera piedra para dar principio a lanueva iglesia. De donde claramente se deduce que para entonces todavíano le había ocurrido a nadie que la imagen fuera pintada en la tilma de JuanDiego; y que la fiesta titular era la del 8 de septiembre en que se celebran lasde todas las imágenes que no tienen día señalado para su título particular: desuerte que noventa años después del supuesto aparecimiento no se pensabatodavía en celebrar el 12 de diciembre.

25.- Note igualmente Vuestra Señoría Ilustrísima que nada se habla de laAparición de la Virgen de Guadalupe en los tres Concilios Mexicanos, ni en las

Actas de los Cabildos Eclesiástico y Secular, anteriores al libro del padreSánchez. El secular no hizo una alusión siquiera a aquel gran suceso, o a las

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solemnes traslaciones —13 de la imagen, siendo así que en sus actas seencuentran referidos hasta los más insignificantes regocijos públicos.

26.- Por último, el padre jesuita Cavo, que escribió en Roma hacia 1800 sus TresSiglos de México, en rigurosa forma de anales, al llegar al año de 1531 calló el

suceso de la Aparición y pasó adelante.

27.- Si de los escritos nos vamos a los mapas y pinturas de los indios, hallaremosque en ninguno de los auténticos que existen hay nada de lo que se busca.Citaré como ejemplos los códices Telleriano-Remense y Vaticano, publicadospor Kingsborough, y los anales o pinturas históricas de monsieur Aubin, quealcanzan a 1607. De las pinturas alegadas por los apologistas diré algodespués.

28.- Como Vuestra Señoría Ilustrísima ve, es completo el silencio de losdocumentos antes de la publicación del libro del padre Sánchez. No cabe en

buena razón suponer que durante más de un siglo tantas personas graves ypiadosas, separadas por tiempo y lugar, estuviesen de acuerdo en ocultar unhecho tan glorioso para la religión y la patria. Los apologistas de la Apariciónquieren que se presenten todos los documentos de tan larga época, paraconvencerse de que el silencio es universal; pretensión inadmisible, porque deesa manera jamás se escribiría historia, en espera de documentos quepudieron existir y que pudieran hallarse. Los que tenemos dan testimoniosuficiente de lo que contendrían los que tal vez pudieran hallarse todavía.Alguna prueba de ello hay ya. Muñoz, en 1794, fundaba principalmente suimpugnación en el silencio de los escritores: en los noventa años corridosdesde entonces se han descubierto innumerables e importantísimos

documentos, y ni uno sólo ha hablado, sino que han aumentado mucho consu silencio el grave peso de la argumentación de Muñoz.

29.- Sostienen igualmente los apologistas, que están corrompidos los escritos dealgunos de los autores que más los desfavorecen. Citaré tan sólo a Sahagún ya Torquemada. Aquel escribió dos veces el libro último de su Historia, diciendoque en la primera escritura se pusieron algunas cosas que fueron mal puestas,y se omitieron otras que fueron mal calladas. —14 De aquí sacaronBustamante y otros el peregrino argumento de que así como en el libro XIIhubo esas cosas mal puestas y mal calladas, lo mismo debió suceder en losdemás libros, y que en las cosas mal calladas, estaba la historia de la

Aparición. Como si no fuera cosa ordinaria que un autor retoque lo queescribe, cuando adquiere mejores datos; y como si Sahagún hubiera calladosimplemente la historia y no hubiera dejado textos en que claramente la niega,en cuanto podía negarla quien no adivinaba que con el tiempo había deinventarse. A Torquemada se le ha tachado de embustero, y se ha pretendidotambién que su obra está mutilada, precisamente en lo que al caso hacía.Embustero, a la verdad, no fue, sino algo plagiario; y por no haber zurcido conmás esmero los retazos ajenos de que se aprovechó, le han venido esascontradicciones de que se le acusa. A juzgar por lo que dicen los apologistas,no parece sino que Dios se propuso destruir las pruebas escritas del prodigiodespués de haberlo obrado, permitiendo que desapareciesen hasta el último,

los documentos en que se refería, y quedasen los otros: o que hubo desde elmomento mismo de la Aparición, un acuerdo universal para callarla y borrar su

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memoria, pues no sólo desaparecieron los documentos originales, sino quetodas las mutilaciones hechas a los autores fueron a dar precisamente sobrelos pasajes relativos al mismo suceso.

30.- Dije al principio que en los documentos de la época había algo más que

argumentos negativos, y es tiempo de dar prueba de ello. Tiene VuestraSeñoría Ilustrísima en su poder una información original, en catorce fojas útiles ytres blancas, hecha en 1556 por el señor Montúfar, sucesor inmediato del señorZumárraga. El caso que dio motivo a la información fue el siguiente. El día de laNatividad de Nuestra Señora, 8 de septiembre de 1556, se celebró unasolemne función religiosa en la capilla de San José, con asistencia del clero,virrey, audiencia y vecinos principales de la ciudad. Encomendose el sermón afray Francisco de Bustamante, provincial de los franciscanos, que gozabacréditos de grande orador. Después de haber hablado excelentemente delasunto propio del día, hizo de pronto una pausa, y con muestras —15 exteriores de encendido celo, comenzó a declamar contra la nueva devoción

que se ha levantado sin ningún fundamento «en una ermita o casa de NuestraSeñora que han intitulado de Guadalupe», calificándola de idolátrica, yaseverando que sería mucho mejor quitarla, porque venía a destruir lotrabajado por los misioneros, quienes habían enseñado a los indios que el cultode las imágenes no paraba en ellas, sino que se dirigía a lo querepresentaban, y que ahora decirles que una imagen pintada por el indioMarcos hacía milagros, que sería gran confusión y deshacer lo bueno queestaba plantado, porque otras devociones que había tenían grandesprincipios, y que haberse levantado ésta tan sin fundamento le admiraba: queno sabía a qué efecto era aquella devoción, y que al principio debióaveriguarse el autor de ella y de los milagros que se contaban, para darle cien

azotes, y doscientos al que en adelante lo dijese: que allí se hacían grandesofensas a Dios: que no sabía a dónde iban a parar las limosnas recogidas en laermita, y que fuera mejor darlas a pobres vergonzantes o aplicarlas al hospitalde las bubas, y que si aquello no se atajaba, él no volvería a predicar a indios,porque era trabajo perdido. Acusó luego al Arzobispo de haber divulgadomilagros falsos de la imagen: le exhortó a que pusiera remedio en aqueldesorden, pues le tocaba como juez eclesiástico; y por último dijo, que si elArzobispo era negligente en cumplir con ese deber, ahí estaba el virrey, quecomo vicepatrono por Su Majestad podía y debía entender en ello.

31.- Lastimado el señor Montúfar, que no era muy sufrido ni muy amigo de los

franciscanos, con aquella reconvención pública en tal ocasión y ante talconcurso, y acaso más por habérsele echado encima el brazo seglar,comenzó desde el día siguiente a levantar la información que original tieneVuestra Señoría Ilustrísima. Su objeto era, según en ella aparece, saber si elpadre Bustamante había dicho alguna cosa de que debiese ser reprendido. Elinterrogatorio de trece preguntas tenía por único objeto dejar bien fijado loque el predicador había dicho. Fueron llamados nueve testigos, y de susdeclaraciones resulta haber predicado el padre Bustamante lo que dejamosreferido. Algunos —16 añadieron, que él no era el único que pensaba deaquella manera, sino que le seguían los demás franciscanos: que todos seoponían a la devoción, y aun alegaban contra ella textos de la Sagrada

Escritura en que se manda adorar sólo a Dios: que aquella ermita, decían, nodebía llamarse de Guadalupe, sino de Tepeaca o Tepeaquilla: que ir a tal

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peregrinación no era servir a Dios, sino más bien ofenderle, por el mal ejemploque se daba a los naturales, etc. El Señor Arzobispo trataba también de probarque en un sermón que él predicó pocos días antes había dicho que en elConcilio Lateranense estaba mandado, so pena de excomunión, que nadiepredicase milagros falsos o inciertos, y él «no había predicado milagro ninguno

de los que decían que había hecho la dicha imagen de Nuestra Señora nihacía caso de ellos: que andaba haciendo la información, y según lo que sehallase por cierto y verdadero, aquello se predicaría o disimularía: que losmilagros que Su Señoría predicaba de Nuestra Señora de Guadalupe, es lagran devoción que toda esta ciudad ha tomado a esta bendita imagen, y losindios también». La información se suspendió y quedó sin concluir. Nada se hizocontra el padre Bustamante, quien, a pesar de aquel sermón, fue otra vezelecto provincial en 1560 y después Comisario general.

32.- Vuestra Señoría Ilustrísima tiene a la vista el expediente original, y puedecerciorarse por sí mismo de su autenticidad, y de que en él se encuentra lo

que dejo extractado. Después de leído el documento, a nadie puede quedarduda de que la Aparición de la Santísima Virgen el año de 1531 y su milagrosapintura en la tilma de Juan Diego es una invención nacida mucho después.Desde luego coincide extrañamente este instrumento jurídico con lo que diez ynueve años después escribía el virrey Enríquez. El provincial decía en 1556 quela devoción era nueva y no tenía fundamento, sino que se había levantadopor los milagros dudosos que de la imagen se contaban: el virrey tampoco leasigna origen cierto y da a entender que comenzó en 1555 o 56, por haberpublicado un ganadero, que había cobrado la salud yendo a la ermita. Unode los testigos de la información, el Bachiller2 Salazar, acabó de confirmar quela fundación —17 de la ermita no venía de aparición ni milagro alguno, pues

dijo «que lo que sabe es que el fundamento que esta ermita tiene dende suprincipio, fue el título de la Madre de Dios, el cual ha provocado a toda laciudad a que tengan devoción en ir a rezar y a encomendarse a ella». Desuerte que ese solo título, el de la Tonantzin de que habla Sahagún, fue el quedio origen al culto.

33.- Dijo el padre Bustamante, que la imagen fue pintada por el indio Marcos, ycon otro testimonio se confirma la existencia y habilidad de ese pintor, puesBernal Díaz, en el capítulo 91, menciona con elogio al artista indio Marcos deAquino.

34.- Tenemos, pues, comprobado de una manera irrecusable, que a losveinticinco años de la fecha que se asigna al suceso, y a la faz de muchoscontemporáneos, condenaba el padre Bustamante en ocasión solemnísima, lanueva devoción a Nuestra Señora de Guadalupe; pedía severo castigo parael que la había levantado con la publicación de milagros falsos, y publicabaque aquella imagen era obra de un indio, sin que se alzase una sola voz paracontradecirle. Becerra Tanco dejó escrito que apenas se verificó la últimaaparición al señor Zumárraga, se difundió «por todo el lugar la fama delmilagro» y un gran concurso de pueblo acudía a venerar la imagen. ¿Puescómo el señor Arzobispo, tantos testigos de vista, el pueblo entero, noaniquilaron los cargos del predicador con sólo echarle a la cara el origen

divino de la imagen, bastante para justificar aquella devoción? ¿Cómopudieron oír sin escándalo que se atribuyese a un indio la obra maravillosa de

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los ángeles? ¿Cómo quien tales cosas decía en un púlpito, no fue inquietado?¿Cómo el señor Arzobispo que se veía acusado coram populo de fomentaruna devoción idolátrica y de predicar milagros falsos, trata de justificarsetímidamente de tales acusaciones en vez de confundir al predicador con lacomprobación del gran prodigio? Si los documentos originales existían,

bastaba con publicarlos, pues imprentas no faltaban; si ya habían perecido,aquella era la ocasión de reponerlos con una información facilísima, en vez dedejarla para ciento diez años después. Nada se hizo. Considere VuestraSeñoría Ilustrísima el efecto que causaría hoy, —18 no ya el sermón enterodel padre Bustamante, sino la simple proposición de que la imagen era obrade un indio: qué clamor se levantaría entre los muchos que creen la Aparición,las defensas que saldrían (pues sin tanto motivo se escriben) y los malos ratosque pasaría el predicador. Recuérdese lo que le avino al padre Mier sólo porhaber dicho que la imagen no se pintó en la tilma de Juan Diego, sino en lacapa de Santo Tomás. Pero a los veinticinco años del suceso, aquel sermón noescandalizó sino porque en él se atacaba irrespetuosamente al señor

Arzobispo, y porque en cierta manera se procuraba menoscabar el culto a laReina de los Cielos.

35.- La devoción de 1556, fervorosa como todas las nuevas, fue cediendohasta desaparecer. Testimonio de ello nos ha dejado el licenciado donAntonio de Robles en su Diario de sucesos notables: documento privado enque indudablemente se encuentra la verdad. Registrando a 22 de marzo de1674 el fallecimiento del bachiller Miguel Sánchez, dice «que de la Aparicióncompuso un docto libro, que al parecer ha sido medio para que en toda lacristiandad se haya extendido la devoción de esta sacratísima imagen deGuadalupe, estando olvidada aun de los vecinos de México, hasta que este

venerable sacerdote la dio a conocer, pues no había en todo México másque una imagen de esta soberana Señora en el convento de Santo Domingo,y hoy no hay convento ni iglesia donde no se venere, y rarísima la casa y celdade religioso donde no esté su copia». De manera, que en 1648, nadie sabía dela Aparición, nadie conocía ya la imagen; la devoción había acabado porcompleto.

36.- Mas he aquí que el bachiller Sánchez publica su libro (el primero en que sevio la historia de la Aparición a Juan Diego), y todo cambia como porencanto. ¿Era que en aquel libro se relataba, apoyada con documentosauténticos e irrefragables, una historia gloriosa, hasta entonces desconocida?

No. La verdad siempre se abre camino, y el autor principia por esta confesión:«Determinado, gustoso y diligente busqué papeles y escritos tocantes a lasanta imagen y su milagro: no los hallé, aunque recorrí los archivos dondepodían guardarse: supe que por accidentes del tiempo y ocasiones se habíanperdido —19 los que hubo. Apelé a la providencia de la curiosidad de losantiguos, en que hallé unos, bastantes a la verdad». Sigue diciendo muy a laligera, que confrontó esos papeles con las crónicas de la conquista, que seinformó de personas antiguas, y por último, que aun cuando todo eso lehubiera faltado, habría escrito, porque tenía de su parte la tradición.

37.- Al publicar historia tan peregrina, debiera haber hecho constar con la

mayor puntualidad las fuentes de donde la había sacado, y no contentarsecon esas generalidades tan vagas, calificando por su propia autoridad de

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bastantes unos papeles, sin decir cuáles eran ni de qué autor. Contaba muchocon la credulidad de sus lectores, y en eso no se engañó. Para abusar todavíamás de ella y desacreditar por completo su grande arma de la tradición, tuvola ocurrencia de publicar al fin del libro una carta laudatoria del licenciadoLuis Laso de la Vega, Vicario de la ermita misma de Guadalupe, en la cual el

buen vicario confiesa sencillamente que él y todos sus antecesores habían sido«unos Adanes dormidos que habían poseído a esta Eva segunda sin saberlo», ya él le había cabido la suerte de ser el «Adán despertado», lo cual en idiomacorriente quiere decir que ni él ni todos los vicarios o capellanes de la ermitahabían sabido palabra del origen milagroso de la imagen que guardaban,hasta que el padre Sánchez lo había revelado. El Adán despierto o sea ellicenciado Laso de la Vega, tomó la cosa tan a pechos, que el año siguiente,1649, imprimió una relación, suya o ajena, en mexicano, con lo cual acabó decorrer entre los indios la historia del padre Sánchez.

38.- El libro de éste salió en momento oportuno para ganar crédito. La

admirable credulidad de la época, junta con una piedad extraviada, haciaadmitir desde luego cuanto parecía redundar en gloria de Dios, sin advertir,como muchos no advierten hoy, que a la Verdad Suma no se da honra con lafalsedad y el error. Los pergaminos de la torre Turpiana y los plomos delsacromonte de Granada alcanzaron tal crédito, que se pasó un siglo endisputas antes que la Santa Sede los condenase. El padre jesuita Román de laHiguera infestó por largo tiempo la historia de España con sus falsos cronicones,a que —20 siguieron los de Lupián Zapata, Pellicer de Ossau y otros. Aquellasfalsificaciones tenían por objeto completar los episcopologios truncos demuchas sedes españolas; probar la venida de Santiago y de varios discípulosde los Apóstoles a España; dar santos a diversas ciudades que no los tenían, y

en suma, acrecentar glorias a la Iglesia de España. Los que aquello vieron sealamparon cada uno a su ignorado obispo o a su nuevo santo, sin que hubiesemodo de hacérselos soltar. Las ciudades formaron sobre tan malosfundamentos sus historias particulares, que extendieron el contagio. No todosfueron engañados; pero nadie se atrevía a impugnar aquellas torpesinvenciones por temor a la grita que se levantaría contra el que combatieratan piadosas mentiras. El empuje popular era irresistible, y costó mucho tiempoy trabajo limpiar de aquella basura la historia civil y eclesiástica de España. Erauna época de misticismo, en que el espíritu público estaba dispuesto a acogery apoyar cuanto se refiriera a comunicaciones o manifestacionessobrenaturales: cualquiera forma, en fin, de milagro. El que de continuo ofrece

la naturaleza con el cumplimiento invariable de sus leyes, no satisfacía: senecesitaba siempre la excepción de la regla, y que la intervención directa dela Divinidad viniera a derogar hasta en las cosas más fútiles, lo que desde lacreación quedó sabiamente establecido. Los milagros habían de obrarse casisiempre por medio de las imágenes, que eran todas de origen milagrosotambién. De aquí tantas historias de ellas: ya la que dos ángeles en figura deindios dejaban en la portería de un convento; ya la que se renovaba por símisma; ya la que se hacía tan pesada en el lugar donde quería quedarse, queno era posible moverla de allí; ya la que salía de España a medio hacer, yllegaba aquí concluida; o la que se volvía varias veces al lugar de donde lahabían quitado, o la que hablaba, pestañeaba, sudaba o por lo menos

bostezaba. Tan decidida era la afición a los milagros, que aun los hechosnotoriamente naturales eran tenidos y jurados por maravillosos.

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 39.- En terreno tan bien preparado cayó el libro del padre Sánchez, y asífructificó. A nadie le ocurrió preguntarle de —21 dónde había sacadohistoria tan peregrina, que el capellán mismo de la ermita la ignoraba: su librofue sencillamente aprobado como cualquier otro: la autoridad no le llamó a

cuentas, sino que por un procedimiento enteramente opuesto al natural ydebido, en vez de exigirle las pruebas de aquella historia y de los milagros quecontaba, se dirigió todo el empeño a procurarle los fundamentos que no tenía.A esta idea extraviada debemos las tristes informaciones de 1666.

40.- Confirmando el aserto de Muñoz he dicho, que antes de la publicacióndel libro del padre Sánchez, en 1648, nadie había hablado de la Aparición. Losapologistas, conociendo la urgente necesidad de destruir tal aserto, hanalegado diversos documentos anteriores, cuyo valor conviene examinar. Elseñor Tornel (tomo II, pp. 15 y 18) los ha enumerado, dividiéndolos en probablesy ciertos. Los probables son:

1.º Los autos originales formados por el señor Zumárraga.

2.º La carta que él mismo escribió a los religiosos de su orden residentes enEuropa.

3.º La Historia de la Aparición escrita por el padre Mendieta y parafraseadapor don Fernando de Alva.

Los ciertos son:

4.º La relación de don Antonio Valeriano.

5.º El cantar de don Francisco Plácido, Señor de Atzcapotzalco.

6.º El mapa a que se refiere doña Juana de la Concepción en lasinformaciones de 1666.

7.º El testamento de una parienta de Juan Diego.

8.º Los de Juana Martín y don Esteban Tomelín.

9.º El de Gregoria Morales.

10.º La relación de don Fernando de Alva Ixtlilxochitl.

11.º Los papeles de que el señor Sánchez sacó su historia de la Aparición.

12.º Unos anales que vio el padre Baltazar González en poder de un indio.

—22 13.º La Historia de la Aparición en mexicano, publicada en 1649 por el bachillerLaso de la Vega.

14.º Una Historia de la Aparición que hasta 1777 se conservaba en la

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Universidad de México, «cuya antigüedad remonta hasta tiempos no muydistantes del suceso».

15.º El añalejo de la Universidad citado por Bartolache.

41.- Como se advierte, la lista de documentos es bastante larga; pero ladesgracia ha querido que (a excepción del número 13), ninguno se hayapublicado, ni siquiera se sepa que exista en alguna parte. Aunque no seríaextraño que algunos, o los más, se hubiesen perdido, esa desaparición total esinexplicable. Singulares apologistas los que, escribiendo obras, a vecesbastante voluminosas, no reservaron un rincón para los documentos en que seapoyaban, habiendo gastado tanta tinta y papel para remendar un edificioque por todas partes se abre. Una colección de esos antiquísimos y rarísimospapeles en un pequeño cuaderno, valdría más que todas las apologías. Perounos se perdieron, otros fueron robados; aquellos se vendieron por papel viejo,los de más allá se quemaron; en fin, todos han desaparecido, y ninguno se

puede hoy examinar ni sujetar a crítica. Sólo se sabe que existieron, porqueuno que los vio, lo dijo a otro, y éste a otro, y éste último a otro más, quien locontó al que lo va escribiendo; y todos los intermediarios eran, por supuesto,personas ancianas, graves y veracísimas, para venir a parar, después de tantostrámites y ponderaciones, en el cuento de la carta aquella del señorZumárraga que vio el padre Mesquia, y que se quemó tan oportunamente.

42.- Acerca de los números 1 y 2, es decir, los autos originales, y esa carta delseñor Zumárraga, he dicho lo bastante; y pues sólo se dan como probables,afirmo que nunca existieron, y paso adelante. La misma calificación deprobable trae la historia escrita por el padre Mendieta (n.º 3); más valiera decir

con franqueza que nunca la hubo. Trátase de una relación de autor incierto,que Betancurt atribuía en duda al padre Mendieta o a Ixtlilxochitl. Florencia,propenso siempre a añadiduras y ribetes, ya dice que Betancurt le afirmó queera de Mendieta: —23 vino Sigüenza y se enfadó contra el padre Florenciapor haber añadido aquello después que él dio la aprobación a la Estrella delNorte: con tal motivo declara y aun jura que se trataba de la traducciónparafrástica de un original mexicano de letra de don Antonio Valeriano, hechapor Ixtlilxochitl. Cabrera la atribuye a fray Francisco Gómez, que vino con elseñor Zumárraga. Después de esto no comprendo cómo pudo dar el señorTornel, ni aun por probable esa historia del padre Mendieta.

43.- El primero de los documentos ciertos es la historia de don AntonioValeriano. Ya que Sigüenza jura que tuvo una relación de letra de don AntonioValeriano, no pondré duda en ello. Pero aquí de la desgracia, porque estapieza capital no existe, ni la ha visto ningún moderno, ni se ha publicado jamás, para que pudiéramos saber lo que decía y cómo lo decía. El padreFlorencia, que tan ampliamente usó de ella, se proponía imprimirla al fin de suhistoria, y al cabo fue saliendo con la frialdad de que por haber resultadoaquella muy abultada, ya no imprimía la relación; por lo cual le increpafuertemente y con razón Conde y Oquendo. Siempre la fatalidad. Sigüenza,para corroborar que Mendieta no pudo ser autor de la tal relación, dice queen ella se leían algunos sucesos y casos milagrosos «que acontecieron años

después de la muerte de dicho religioso». El padre Mendieta falleció en mayode 1604 y don Antonio Valeriano en agosto de 1605; luego si se hablaba de

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sucesos ocurridos años después de 1604, no pudo escribirlos quien murió en elsiguiente de 1605, y tampoco Valeriano es autor de ese papel, aunquepareciera escrito de su letra; o bien el documento está interpolado. Enresumen, la relación no existe, ni puede conocerse más que por el extractoque de ella da Florencia, en el que no faltan, por cierto, pormenores

inverosímiles. Los apologistas de la Aparición exigen que para comprobar elargumento negativo se les presente hasta el último papel posible eimaginable; al paso que dan como de recibo documentos dudosos, obscurosy enfermizos, que ni siquiera pueden exhibir.

44.- El cantar de don Francisco Plácido (n.º 5) se encuentra exactamente enigual caso. También ofreció Florencia —24 imprimirlo, y también se le dejó enel tintero, por lo abultado del libro. ¿No pudo haber desechado algo de lamucha paja que éste tiene, para dejar hueco a papeles de tan altaimportancia? Y si no quiso imprimirlos el que los tenía, ¿por qué formar quejade que ahora no se dé crédito a lo que sólo conocemos por noticias de

segunda mano y extractos nada seguros? El cantar fue dado al padreFlorencia por don Carlos de Sigüenza, quien le halló entre escritos deChimalpáin. No falta quien piense que no ha habido escritor de tal nombre.Aunque yo no me atreva a tanto, creo que la sola circunstancia de habersecantado el día que «de las casas del señor Obispo Zumárraga se llevó a laermita de Guadalupe la sagrada imagen», basta para negar la autenticidaddel himno, pues no hubo tal ocasión de que se cantase.

45.- Pasemos al mapa de las Informaciones de 1666. Doña Juana de laConcepción, india de 85 años, declaró que por haber sido su padre hombremuy curioso, todo cuanto pasaba en México y su comarca lo escribía y

asentaba en mapas; y que en ellos tenía asentada, si mal no se acuerda, laAparición. Y aquí viene la desgracia de siempre, porque al viejo le robaronaquellos mapas, y la hija no pudo dar más que esa indicación vaga, que no séde qué sirva.

46.- El testamento de una parienta de Juan Diego (n.º 7) aparenta mayorimportancia, porque en él se menciona (según Boturini, único que le vio) unaaparición en estos términos: «En sábado se apareció la muy amada SeñoraSanta María, y se avisó de ello al querido párroco de Guadalupe». Latraducción es de Boturini, pues el original estaba en mexicano, y ciertamenteque la palabra teopixque no corresponde exclusivamente a la de párroco,

como notó muy bien el señor Alcocer, sino que significa padre o sacerdote engeneral; pero no puedo admitir que la indicación se refiera al señorZumárraga, «que era verdaderamente Padre y muy amado de los indios»,como quiere el mismo señor Alcocer, porque el sentido común está diciendoque el alto cargo del señor Zumárraga no era para que se le añadiese elcalificativo de una ermita. Al Obispo llamaban Hueyteopixqui (sacerdotemayor o principal) según Florencia. —25 Lo que pura y simplemente dice eltexto es que la Virgen se apareció en sábado, y que se dio aviso del suceso alsacerdote (capellán o vicario) que estaba en la ermita de Guadalupe. Conesto queda ya dicho que la aparición de que se trata no es la famosa de laVirgen a Juan Diego, pues según todos los que de ella escriben, cuando se

verificó no había nombre de Guadalupe, ni ermita, ni sacerdote allí a quienavisar, sino que todo vino de aquel prodigio. Se trata de uno de tantos

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milagros que por los años de 1555 o 56 se atribuían a la imagen; y esto seconfirma con la seca manera de enunciar el caso sin ninguna circunstanciaparticular que lo distinga.

47.- Concuerda con esta noticia otra que los últimos apologistas no han

aprovechado, aunque habrían podido atribuirle gran valor. Juan Suárez dePeralta en sus Noticias Históricas de la Nueva España, escritas hacia 1589, diceque el virrey Enríquez «llegó a Nuestra Señora de Huadalupe, que es unaimagen devotísima, questá de México dos lehuechuelas, la cual ha hechomuchos milagros (apareciose entre unos riscos, y a esta devoción acude todala tierra) y de allí entró en México». Vemos que Suárez anuncia esa aparicióncon igual sequedad que el testamento, entre un paréntesis, y sin hacer casode ella. No llama a la imagen aparecida, sino devota. Es preciso distinguir3entre una aparición cualquiera, de las muchas que se cuentan, que no dejarastro de sí, ni pasa de la persona favorecida, en cuyo dicho únicamente sefunda, y la Aparición de la Virgen a Juan Diego, delante de testigos, y que

permanece atestiguada perpetuamente en la imagen pintada por milagro.Preciso es repetirlo: lo que se cuestiona no es si la Virgen se apareció a alguienbajo la figura de la imagen de Guadalupe ya existente; sino si se apareció aJuan Diego en 1531 con las circunstancias que se relatan, y al fin quedópintada en su tilma: es decir, si la imagen que tenemos es de origen celestial.

48.- En esto de testamentos de indios hay cierta confusión. El señor Lorenzanavio los de Juana Martín y don Esteban Tomelín (n.º 8): no publicó el primero, porestay enmendado4 el año: en el otro, otorgado en 1575, hay un legado aNuestra Señora —26 de Guadalupe. Este hay que ponerlo a un lado, puesdejar un legado a Nuestra Señora de Guadalupe no es atestiguar su aparición,

y pues en 1575 había ya iglesia, nada tiene de particular ni prueba nada quedon Esteban le dejase una manda o limosna. Del de Juana Martín noconocemos cosa alguna: ni aun la fecha: hay quien piense que es el mismoatribuido por Boturini a una parienta de Juan Diego. El señor Alcocer dice quese envió original a España con los demás papeles de don Fernando de Alva(Ixtlilxochitl). No sé qué fundamento tendría para asentar esto. Lo cierto es, quede los papeles de don Fernando quedaron copias en México, y no quedó deltestamento. Continúa la fatalidad destruyendo los papeles de los apologistas.

49.- Del testamento de Gregoria Morales, otorgado en 1559 (n.º 9) dice el señorAlcocer que poseía copia: que en él se asienta la Aparición, y que muchos

reputan por uno mismo éste y el de Juana Martín. ¿Por qué no publicó la copiaque tenía, para que viésemos cómo se asienta la Aparición, o si no hay másque el legado de una tierra, como en el de Tomelín? ¿Qué crédito merecenestos testamentos desconocidos, cuando ni siquiera se sabe si son diversos ouno sólo?

50.- Menciónase también una relación de don Fernando de Alva Ixtlilxochitl (n.º10), que según la declaración jurada de Sigüenza no era más que unatraducción parafrástica de la atribuida a Valeriano. Por lo mismo no puedeconsiderarse como documento diverso. Los papeles en que fundó su historia elpadre Sánchez (n.º 11) se alegan también. Nadie sabe cuáles fueron, si es que

los hubo. El malicioso Bartolache dice que «hubiera hecho muy bien elbachiller Sánchez en haber dicho qué papeles fueron los que halló y dónde». Y

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pues no lo dijo, ¿qué prueban? ¿Quién puede calificarlos ahora? De másgravedad parecen los anales indios que tenía el padre Baltazar González, dela Compañía de Jesús, los cuales llegaban a 1642, y en el año que le toca estáel milagro de Nuestra Señora de Guadalupe. Son palabras de Florencia. ¿Porqué dijo el milagro y no la Aparición? Estas vagas indicaciones de mapas en

que está asentada la Aparición, no infunden confianza, porque como antesdije, no se trata de una aparición cualquiera de la Virgen de —27 Guadalupe, sino de la aparición a Juan Diego, y de la pintura milagrosa en latilma. Entre los muchos milagros que a mediados del siglo se atribuían a laimagen, es casi seguro que se incluían algunas apariciones, como las querefieren la parienta de Juan Diego y Suárez de Peralta. Aun cuando así nofuera, es costumbre que todavía dura, pintar en los retablos de milagro laimagen del santo que lo hizo, como si se apareciese en el aire al devoto, sinque nadie pretenda por eso que la aparición fue real, sino que es la manerade indicar cuál fue el intercesor. Un retablo semejante pintado en unos analesindios, sin texto que declare el asunto, puede tomarse por una aparición real,

sin serlo.

51.- A cualquiera llamará la atención que entre los documentos anteriores allibro del padre Sánchez se cuente la relación mexicana de Laso de la Vega,que salió al año siguiente. (n.º 13) Es que sin más fundamentos que laelegancia del lenguaje y otros igualmente leves, se ha asentado que ellicenciado Laso no es autor de ella, sino que el verdadero es mucho másantiguo «y probabilísimamente es la misma historia o paráfrasis de don AntonioValeriano». Si se acepta esta superlativa probabilidad, el documento sereduce a otro, y no es uno más. Pero sería bien extraño que después de haberdicho Laso en 2 de julio que no había sabido hasta entonces palabra de tal

historia, ya en 9 de enero de 1649 tuviera presentada y aprobada la relación.¿Dio la casualidad de que dentro de esos seis meses apareciera la relaciónque tanto tiempo había estado oculta? Si ya la tenía el padre Sánchez, ¿porqué no se refirió a tan precioso documento, en vez de contentarse convaguedades? Aquí no hay relación antigua. Inflamada la devoción de Lasocon el relato de Sánchez, quiso divulgarlo entre los indios, y para ello lo abrevióy puso en lengua mexicana. Eso es todo. Si el lenguaje es bueno, para esohabía entonces grandes maestros de mexicano; y basta con recordar elnombre del padre Carochi, que el año de 1645 imprimió su famosa gramática.

52.- El doctor Uribe (1777) habla de una historia de la Aparición en lengua

mexicana «archivada en la Real Universidad, cuya antigüedad, aunque seignora a punto fijo, se conoce que —28 se remonta hasta tiempos no muydistantes de la Aparición, ya por la calidad de la letra, ya por su materia, quees masa de Maguey, de la que usaban los indios antes de la conquista». (n.º14) Mucho después continuaron usándola, y tengo documentos de 1580escritos en ese papel. Pero ¿qué contenía esa relación? ¿Cuál era su fecha?¿Dónde para hoy? No hay quien conteste a estas preguntas. ¿Por qué nopublicar, vuelvo a decir, ni siquiera uno de estos documentos? Dudas había entiempo del señor Uribe, puesto que escribió una defensa; el Cabildo de laColegiata no era pobre: ¿qué le impidió sacar a luz los documentos quecitaba el defensor, como suele hacerse en todo alegato? ¿No le hizo costear

después don Carlos Bustamante la impresión del segundo libro XII del padreSahagún, haciéndole creer que era un documento fehaciente de la verdad

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de la Aparición, aunque no habla palabra de ella? Pues si tanto ha sido eldescuido, ¿por qué se quiere que recibamos como bueno y concluyente loque no se conoce? Cuando vemos la constante e inexplicable terquedad conque los apologistas confunden el culto y la aparición, es muy fundado el temorde que en esos papeles desconocidos no se hable más que de culto, de

mandas o de limosnas, como sucede en el testamento de Tomelín y muyprobablemente en el de Gregoria Morales, que sin embargo se alegan comopruebas de la aparición.

53.- Bartolache, más precavido, no quiso proceder tan de ligero como suspredecesores, sino que habiendo encontrado un añalejo manuscrito, en labiblioteca de la Universidad, hizo que el secretario le certificase la exactitud delos dos pasajes que extrajo. El añalejo no es original sino copia hecha alparecer en Tlaxcala, indudablemente en tiempos comparativamentemodernos, pues según el mismo Bartolache, comprende sucesos desde 1454hasta 1737 inclusive. Los pasajes citados son: uno del año 13 cañas, 1531, que

traducido al castellano dice: «Juan Diego manifestó a la amada Señora deGuadalupe de México: llamábase Tepeyacac». El otro es de 1548, 8pedernales y dice: «Murió el Juan Diego, a quien se apareció la amada Señorade Guadalupe de México». La correspondencia del año está errada, porqueal 1548 toca el signo 4 Pedernal, —29 no 8. Ignoro qué disposición tenía elañalejo: la que comúnmente se les daba era poner al margen, como en unacolumna o tablero, los signos de los años; y al frente de cada uno escribir loque ocurría de notable: si nada había, quedaba el signo solo. Tal es a lo menosla disposición de la pintura Aubin y de otras. Si el añalejo de Bartolachellegaba a 1737, la copia era, cuando menos, de esa fecha, que esprecisamente la de la peste que fue causa u ocasión de la jura del patronato

de Nuestra Señora de Guadalupe. Muy fácil fue añadir entonces en la copiaestos pasajes, al frente de los signos correspondientes. De todos modos hacefuerza que sólo en un añalejo de pocas fojas, no original sino copia, concluidocuando se hallaba más exaltado el sentimiento piadoso en favor de laimagen, se encuentren tales menciones, y no en otros auténticos, conocidos yque no sintieron la influencia del libro del padre Sánchez, porque no llegan asu fecha.

54.- Agrávanse las dudas acerca de la existencia o del valor de todos esosdocumentos con el hecho de que en 1662 el canónigo don Francisco Siles,grande amigo y admirador de Sánchez, hizo que se solicitase de la Silla

Apostólica la concesión de fiesta y rezo propio para el día 12 de diciembre, yen vez de remitir, como era natural, en apoyo de la petición, algunosinstrumentos auténticos que asegurasen un pronto y favorable despacho, sóloacompañó instancias de los cabildos y de las religiones. A lo menos podíanhaber ido aquellos papeles que el bachiller Sánchez calificó de bastantes paralevantar sobre ellos su inaudita historia. De Roma se anunció en respuesta elenvío de un interrogatorio por el cual fuesen examinados los testigos delmilagro. Antes de que llegara; preparó el Canónigo lo necesario para recibir lainformación, que en efecto se hizo a fines de 1665 y principios de 1666. Eldocumento se perdió en Roma y nunca se ha publicado su texto: tenemosúnicamente los extractos que trae Florencia. Estas son las famosas

Informaciones de 1666 que por el número de testigos y la calidad de muchosde ellos, se consideran como de los mejores comprobantes de la verdad del

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milagro.

55.- La información se hacía ciento treinta y cuatro años —30 después de lafecha que se asigna al suceso, y claro es que no podían quedar ya testigos devista. Pero se encontraron oportunamente indios octogenarios y aun más que

centenarios, que alcanzaran a padres o abuelos igualmente longevos, demanera que con dos vidas bastó para remontarse a 1531 y más allá. Loincomprensible es, que antes de 1648 todo el mundo ignoraba la Aparición; nohubo escritor que la refiriese, ni aun por incidencia: el padre Bustamantepredicaba un sermón que equivalía a negarla; ninguno de esos ancianos deCuauhtitlan, que se hallaban tan bien informados por sus padres y abuelos,advirtió a los capellanes de la ermita el valor del tesoro que guardaban: ellosignoraban todo y eran unos «Adanes dormidos»: el culto había decaído alextremo de no existir en lugar público de la ciudad de México más que unacopia de la Virgen de Guadalupe; y enmedio de ese silencio general, apenaspublica el padre Sánchez su libro, sin comprobante, cuando la devoción

vuelve a encenderse, toman parte en fomentarla corporaciones tanrespetables como el Cabildo Eclesiástico; llévase el asunto por aclamación aRoma; aparecen por todas partes testigos calificados que unánimes y bajo juramento declaran saber de mucho tiempo atrás lo que hasta entoncesnadie, ni ellos, habían sabido. La lectura más superficial de la información delseñor Montúfar, sin otra prueba, deja en el ánimo una convicción absoluta deque la historia fue inventada después; y sin embargo, a los ciento diez añoshay quienes afirmen haberla oído a los que la recogieron de la boca misma deJuan Diego. No me haría fuerza el caso si solamente se tratara de los testigosindios, porque siempre han sido propensos a las narraciones maravillosas, y nomuy acreditados por su veracidad; pero cuando veo que sacerdotes graves y

caballeros ilustres afirman la misma falsedad, no puedo menos deconfundirme, considerando hasta dónde puede llegar el contagio moral y elextravío del sentimiento religioso. No cabe decir que esos testigos se cargabana ciencia cierta con un perjurio pero es visto que afirmaban bajo juramento loque no era verdad. Es un fenómeno bastante común en los ancianos, y le heobservado muchas veces, llegar a persuadirse de que es —31 cierto lo quehan imaginado. Se juzgará, sin duda, absurdo y atrevido desechar así uninstrumento jurídico; pero el hecho es que la demostración histórica no admiteréplica, y que las afirmaciones de unos veinte testigos de oídas, por calificadasque sean, no pesan más que la terrible información de 1556 y el mudo perounánime y desapasionado testimonio de tantos escritores, no menos

autorizados que aquellos testigos, y que llevan a su frente al Ilustrísimo señorobispo Zumárraga.

56.- A las informaciones se agregaron dictámenes de pintores y de médicos.Los primeros afirmaron que aquella pintura excedía a las fuerzas humanas, y lossegundos que su conservación era milagrosa. Contra aquellos hay ladeclaración pública del padre Bustamante: él dijo en el púlpito que la imagenera obra del indio Marcos y nadie le contradijo. A los médicos pudiera decirseque se conservan muchísimos papeles de mayor antigüedad, a pesar de queson más frágiles que un lienzo y de que ruedan por todas partes. Los señorescanónigos que en 1795 dieron el dictamen contra el sermón del padre Mier,

decían que «los colores se han amortiguado, deslustrado, y en una u otra partesaltado el oro, y el lienzo sagrado no poco lastimado». En todo caso la

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conservación de la imagen sería milagro diverso y sin relación alguna con elde la Aparición. Se cree también que la imagen de Nuestra Señora de losÁngeles se conserva milagrosamente en una pared de adobe y nadie le haatribuido por eso origen divino.

57.- La Santa Sede, obrando con prudencia, dio largas al negocio, y pareceque la devoción mexicana volvió a enfriarse un poco, porque el expedientedurmió en Roma unos ochenta años, y hasta se perdieron las informaciones de1666. Fue preciso que un acontecimiento tan notable como la peste de 1737viniera a revivir el fervor. La ciudad quiso jurar por su patrona a la SantísimaVirgen de Guadalupe, y con tal motivo se renovaron en Roma las instanciascon grandísimo empuje. El resultado fue la concesión del rezo el 25 de mayode 1754.

58.- Para sacar una copia exacta de la imagen y enviarla a Roma en apoyode las nuevas diligencias, se hizo otra inspección de pintores el 30 de abril de

1751; entre ellos estuvo —32

 el célebre don Miguel Cabrera, quien imprimiódespués su dictamen con el título de Maravilla Americana. Puede suponerse loque diría un pintor preocupado ya con la creencia general, con el resultadode la inspección de 1666, y con la presencia de altos personajes, que no ledejaban libertad, ni le hubieran tolerado la menor indicación de que había enla imagen algo que no fuera sobrenatural y divino. Años después y en tiemposya diversos, sólo porque Bartolache publicó en la Gaceta el anuncio de suManifiesto Satisfactorio, no faltó quien le dirigiese un anónimo tratándole de judío y conminándole con castigos dignos de su pecado, en ésta o en la otravida. Y el caritativo Conde y Oquendo deseaba «que no se atizasen las llamasdel purgatorio de ningún incrédulo» (Bartolache que lo fue sólo a medias);

cuando acabase de caer a pedazos la copia colocada en la capilla delPocito. Así es que Cabrera explicó lo mejor que pudo, convirtiéndolos enprimores, los defectos de arte que se notan en la pintura, y huyó el cuerpo almás aparente, cual es que las figuras doradas de la túnica y las estrellas delmanto estén colocadas como en una superficie plana en vez de seguir lospliegues de los paños. Bartolache hizo practicar tercer examen de pintores el25 de enero de 1787 en presencia del señor abad y un canónigo de laColegiata. Las declaraciones de estos facultativos discrepan ya bastante de loque habían asentado los antiguos. El tosco ayate de maguey se convirtió enuna fina manta de la palma iczotl: aseguraron que tenía aparejo, negaronalgunas particularidades notadas por Cabrera, y en fin: preguntados si

supuestas las reglas de su facultad, y prescindiendo de toda pasión o empeño,tienen por milagrosamente pintada esta santa imagen, respondieron: «que sí,en cuanto a lo sustancial y primitivo que consideran en nuestra santa imagen;pero no, en cuanto a ciertos retoques y rasgos que sin dejar duda demuestranhaber sido ejecutados posteriormente por manos atrevidas». La gravedad delcaso exigía que hubiesen especificado qué era lo añadido por esas manosatrevidas. Grande es la distancia entre el entusiasmo de Cabrera y las fríasreticencias de los pintores de Bartolache. No imagino que aquel —33 obrarade mala fe. Los colores de los indios eran muy diversos de los nuestros, y por esono es extraño que causasen confusión a los pintores de los siglos XVII y XVIII,hasta hacerles imaginar que en un solo lienzo se reunían cuatro géneros de

pintura, diversos y aún opuestos entre sí: ellos no conocían ya aquella especiede pintura. Ésto, las ideas preconcebidas, y el respeto que infunde un concurso

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de personas graves, explican bien los dictámenes de los peritos antiguos.Como algunas de estas circunstancias no obraban ya con igual fuerza en losde Bartolache, respondieron de otra manera.

59.- Vengamos a la tradición, que es el arma más poderosa de los apologistas,

y tanto, que Sánchez se habría atrevido a escribir con sólo ella, aunque todo lodemás le faltase. Traditio est, nihil amplius quaeras, repiten todos. Seaenhorabuena, aunque no estoy del todo conforme con el sentido que se da aproposición tan absoluta. Pero hay que saber primeramente si la tradiciónexiste, y por todo lo que va ya apuntada se advierte que en nuestro caso no lahubo. Tradición es quod ubique, quod semper, quod ab omnibus traditum est.Para que fuera quod semper sería preciso que viniese sin interrupción desde losdías del milagro hasta la fecha del libro del padre Sánchez (1648): en adelanteya no hubo tradición, pues el suceso se refirió en escritos. Precisamente enaquel período crítico es donde nos falta. No la había en 1556 cuando el padreBustamante predicó su sermón, porque si ya la hubiera, él no dijera lo que dijo,

o si lo dijera, se habría levantado un clamor general contra el atrevido queatribuía al pincel de un indio la imagen celestial. No la había en 1575 cuandoel virrey Enríquez escribía su carta, pues no logró saber el origen de aquel culto;ni en 1622 al predicar su sermón el padre Zepeda. No la había en el año de1648, porque los capellanes mismos del santuario o ermita la habían ignoradoe ignoraban, hasta que el libro del padre Sánchez vino a abrirles los ojos.¿Dónde, entre quiénes andaba, pues, la tradición? Tampoco es quod abomnibus, porque ninguno de los distinguidos escritores de ese período laconocía, o a lo menos ninguno la creyó digna de aprecio. No fue aquella unaépoca remotísima y tenebrosa con diez siglos de —34 edad media encima;no vino después ninguna invasión de bárbaros que acabase con todo.

Imprentas hubo que multiplicaran los escritos del argumento negativo; no sehalló una que diera uno de los documentos positivos que ahora se alegan. Sien uno o dos escritores siquiera, de los más inmediatos al suceso, por pocofidedignos que en lo demás fueran, encontrara yo alusiones a la tradición, yacreería yo por lo menos que corría entre el vulgo y que valía la pena deaquilatarla. Mas no sé cómo dar nombre de tradición auténtica, jurídica yeclesiástica a esa que en ninguna parte se halla, que el señor Montúfar y loscapellanes de la ermita ignoran; que no encuentra cabida en ningún escrito;que tiene más bien pruebas en contra, y que al cabo de más de un siglo desilencio, aparece por primera vez con asombro general en las páginas deSánchez, para levantarse luego grande, universal, no interrumpida en las

declaraciones de los ancianos de 1666, que hasta entonces habían calladocomo muertos y dejado perder hasta el culto de la imagen aparecida. Si estodebe entenderse por tradición, no habrá fábula que no pueda probarse conella.

60.- No quiero detenerme a examinar los autores posteriores al libro deSánchez: todos bebieron en esa fuente, añadiendo, perfilando, ponderando yexagerando más y más. Son autores de segunda mano, que no publicarondocumento nuevo. Entre ellos se distingue el padre Florencia por la multitud depormenores que refiere, sacados nadie sabe de dónde, y algunos taninverosímiles como el de la castidad que guardó Juan Diego en su matrimonio,

por haber oído un sermón de fray Toribio de Motolinía. ¿Cómo pudo averiguarcosas tan íntimas el autor de la relación que Florencia dice haber visto, si no

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confesó a Juan Diego? El fecundo jesuita empleó la mayor parte de su largavida en escribir historias maravillosas de Nuestra Señora de Guadalupe, deNuestra Señora de los Remedios, de Nuestra Señora de Loreto, del Santo Cristode Chalma, del de Santa Teresa, de San Miguel de Tlaxcala, y de los Santuariosde la Nueva Galicia. Era el representante genuino de la época y tenía sed de

milagros. En sus manos todo es maravilloso, y cerró su carrera dejando inéditoel Zodiaco Mariano, que el —35 padre Oviedo, del mismo instituto, refundió yaumentó para darlo a la prensa. Libro detestable, que merecía más que otrosestar en el Índice, por la multitud de consejos, milagros falsos y ridículos de queestá atestado, con no poca irreverencia de Dios y de su Santísima Madre.

61.- Algún reparo merecen las inverosimilitudes de la historia de la Aparición,según la trae Becerra Tanco, que pasa por ser el autor más fidedigno.

62.- Juan Diego era un indio recién convertido: así lo dice Tanco, y loconfirman otras circunstancias. En los primeros años sólo a los párvulos se

administró el sacramento del Bautismo, y rara vez a los adultos, cuando dabanseñales extraordinarias de su fe, o se hallaban en artículo de muerte. Verdades que lo reciente de la conversión del indio no era en sí un obstáculo paraque recibiese un señalado favor del cielo; mas parece que su instrucciónreligiosa era escasa. Luego que vio el resplandor y oyó el concierto depajarillos en el cerro le ocurre una exclamación gentílica: «¿Por ventura he sidotrasladado al paraíso de deleites que llaman nuestros mayores origen denuestra carne, jardín de flores o tierra celestial oculta a los ojos de loshombres?» Y a poco para no encontrarse con la Virgen y evitar unareconvención, toma otro camino: esto no es candidez sino ignoranciaabsoluta de la religión que había abrazado. ¿Qué idea tenía de la Santísima

Virgen el buen Juan Diego, cuando con esta pueril estratagema pensabaexcusarse de ser visto por la Soberana Señora? La falta cometida consistía enno haber acudido a la cita que ella le dio el día anterior, porque fue aTlatelolco para pedir que se administrasen a su tío Juan Bernardino lossacramentos de la Penitencia y Extrema unción. Nadie ignora, pues Mendietalo dice, que «a los principios en muchos años no se dio a los indios la Extremaunción». La Penitencia se les escaseaba.

63.- Cuando el indio quiso entrar a la presencia del señor Obispo, se loestorbaron los familiares y le hicieron aguardar largo tiempo. Quisiera yo saberqué familiares tenía el señor Zumárraga en 1531, y cómo era que los indios

encontraban dificultades para acercarse a un prelado que siempre andaba—36 entre ellos, al extremo de que algunos españoles se lo tenían a mal.

64.- La última vez que Juan Diego se presentó al señor Obispo le llevó lascredenciales de su embajada, que eran las rosas solamente, según unos, yesas y otras flores, según otros. Ciertamente que la seña no era para creída. Sehace consistir lo maravilloso del caso en que el indio hallara flores en laestación del invierno, y que estuvieran en la cumbre de un cerro estéril. Loprimero nada tenía de particular, porque los indios eran muy aficionados a lasflores y las cogían en todo tiempo. Vemos hoy que no hay mes del año en queno se vendan en México ramilletes de flores a precio ínfimo. La segunda

circunstancia no le constaba al señor Zumárraga: no sabía en qué lugar sehabían cortado aquellas flores, que bien podían provenir de una chinampa.

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Así es que ninguna sorpresa podía causarle que cayesen al suelo flores cuandoel indio descogió la manta, ni aquella seña servía para acreditar la embajada.

65.- Pero al tiempo mismo de caer las flores apareció pintada en la manta laSantísima Virgen, «y habiéndola venerado (el señor Obispo) como cosa

celestial, le desató al indio el nudo de la manta, y la llevó a su oratorio». Segúneso, ligero en creer era el señor Zumárraga, y no puede atribuírsele cualidadmás ajena de su carácter, escrupuloso y severísimo como era en materia demilagros. Disertan mucho los autores guadalupanos sobre cuándo se pintó laimagen; aunque todos concuerdan en que al soltar Juan Diego la tilma yaapareció pintada. Éste fue el gran prodigio; pero tampoco le constaba alseñor Zumárraga. Si se dijese que por un momento, al descogerla, estuvoblanca la manta y enseguida apareció en ella la Santa Imagen, el prodigiohabría sido evidente, y como obrado a su vista, no podía ponerlo en duda elseñor Zumárraga. Para Juan Diego lo sería, pues habiendo salido de casa consu manta blanca, la veía repentinamente pintada sin intervención humana:

mas no para el señor Obispo. Éste debía dudar, y con muy buenosfundamentos, del origen de la pintura. El indio se había ofrecidoanimosamente a traer la seña que se le pidiese, y venía saliendo con unasflores que nada significaban: si —37 hubiera obrado en presencia del señorObispo alguna maravilla, como Moisés delante de Faraón, ya sería otra cosa.Enseguida muestra una imagen pintada en su tilma. Sólo por luz especial delcielo podía haber conocido instantáneamente el señor Zumárraga, queaquella pintura era celestial: sin eso, lo natural era pensar que aquel indio nohabía hecho más que procurarse de algún modo la imagen, para dar fuerzacon ello a la pobre credencial de las flores. Aunque no sepamos de cierto queya para esa fecha hubiese en México pintores, tampoco nos consta lo

contrario; y en todo caso, bien valía la pena de que en negocio tan grave elcauto señor Zumárraga hubiese averiguado muy detenidamente de dóndevenía la pintura, en vez de arrodillarse ante ella tan pronto como la vio,quitarla desde luego de los hombros del indio con sus propias manos, yexponerla inmediatamente al culto público en su oratorio. Ningún Obispoprocedía tan de ligero, y menos un varón tan grave. Otra circunstancia debióaumentar su justa desconfianza: la de que la imagen está pintada en unamanta fina de palma, y no en un grosero ayate de maguey, que era lamateria de que usaban sus tilmas los macehuales o plebeyos, como JuanDiego. ¿De dónde le había venido esa capa tan ajena de su humildecondición?

66.- El nombre de Guadalupe que la Santísima Virgen se dio a sí misma cuandose apareció a Juan Bernardino, ha atormentado a los autores y apologistas. «Elmotivo que tuvo la Virgen para que su imagen se llamase de Guadalupe(escribe Becerra Tanco), no lo dijo; y así no se sabe, hasta que Dios sea servidode declarar este misterio». Realmente es extraordinario que la Virgen, cuandose aparecía a un indio para anunciarle que favorecería especialmente a losde su raza, eligiese el nombre, ya famoso, de un Santuario de España: nombreque ninguno de sus favorecidos podía pronunciar, por carecer de las letras d yg el alfabeto mexicano. Así es que fue preciso dar tormento al nombre, paratraer por los cabellos otro que en la lengua mexicana se le pareciese, y atribuir

luego a las ordinarias corrupciones de los españoles la transformación enGuadalupe. De ahí que Becerra Tanco conjeture —38 que la Santísima

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Virgen dijo Tecuatlanopeuh, esto es, «la que tuvo origen de la cumbre de laspeñas», o Tecuantlaxopeuh, «la que ahuyentó o apartó a los que nos comían».Notable diferencia hay, a mi ver, entre estas voces y la de Guadalupe: no esnecesario inventar dislates. Entre los conquistadores había muchos andaluces yextremeños, grandes devotos del santuario español, que está en la provincia

de Extremadura. Ya antes habían puesto los descubridores el nombre deGuadalupe, que todavía conserva, aunque ya no es española, a una de lasAntillas menores; y como dice fray Gabriel de Talavera (que imprimió en 1597su Historia del Santuario de España) «arraigose de esta suerte la devoción yrespeto del santuario en aquellos moradores (de ambas Indias) de forma quecomenzaron luego a dar prendas del buen ánimo con que habían recibido ladoctrina, levantando iglesias y santuarios de mucha devoción con título deNuestra Señora de Guadalupe, especial en la ciudad de México de NuevaEspaña». Aquí tenemos ya declarado sencillamente el origen del nombre, porun autor que escribía en el siglo mismo de la Aparición, y la ignoraba. Los queemigran a lejanas tierras tienen propensión a repetir en ellas los nombres de las

suyas, y a encontrar semejanzas, aunque no existan, entre lo que hay en sunueva patria y lo que dejaron en la antigua. Así México recibió el nombre deNueva España, porque dijeron que se parecía a la antigua; y los extensosterritorios descubiertos y conquistados por Nuño de Guzmán se llamaron laNueva Galicia, por una soñada semejanza con aquella pequeña provincia deEspaña. Los españoles creyeron advertir que la imagen de la Madre de Diosvenerada en el Tepeyac se parecía en algo a la del coro del santuario deExtremadura, y eso bastó para que le dieran el mismo nombre. Así lo dice elvirrey Enríquez.

67.- Pero si la historia de la Aparición no tiene fundamento histórico, ¿de dónde

vino? ¿la inventó por completo Sánchez? No lo creo. Algo halló que le dierapie para su libro. Tal vez llegó a sus manos una relación mexicana, a queañadiría nuevas circunstancias como acostumbraban los escritoresgerundianos, casi sin apercibirse de ello, sino llevados —39 por aquel pruritode ponderar y exornar cuantos asuntos les caían en las manos. A ese gremiopertenecía Sánchez, y de ello da buen testimonio su insufrible libro, que quizápor eso nunca se ha vuelto a imprimir, siendo la pieza capital del proceso, yhabiendo sudado tanto las prensas con las historias de Nuestra Señora deGuadalupe. Lo que puede saberse por documentos históricos y rastrearse porconjeturas, es lo siguiente.

68.- Los primeros religiosos levantaron, luego de llegados, muchas capillas yermitas en diversos lugares. Con deseo de destruir la idolatría, prefirieron paracolocar esas pequeñas iglesias aquellos sitios en que antes se tributaba mayorculto a los ídolos, y aun les dieron títulos análogos. Si en eso hicieron bien o mal,no es ésta ocasión de averiguarlo: bástenos saber que así pasó, y que una deesas ermitas fue la del Tepeyac, con el título de la Madre de Dios, sinadvocación particular, como lo indica Sahagún, lo declara el bachiller Salazaren la información de 1556, y era natural que fuese para corresponder alnombre Tonantzin, o Nuestra Señora Madre, que tenía el ídolo adorado allí. Nosabemos en qué año se labró la ermita, ni qué imagen se puso en ella: tal vezninguna, por ser entonces muy escasas. Poco después los indios se dieron a

hacerlas, para lo cual se contaba ya con los discípulos de la escuela de frayPedro de Gante, «y así es (dice Torquemada) cosa muy ordinaria remanecer

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en cada convento de cuando en cuando imágenes que mandan hacer delos misterios de nuestra Redención, o figuras de santos en que más devocióntienen». Sin duda una de éstas fue la de Guadalupe, y hallándola bastantebien pintada, devota y atractiva, como realmente lo es, la enviaron losreligiosos a la ermita, llevando a otra parte la que allí estaba, si alguna había; y

cuando los españoles la vieron, le dieron ese nombre por lo que antes hedicho. Hacia los años de 1555 y 1556 comenzó a encenderse la devoción conmotivo de la curación milagrosa que refería el ganadero, y se contó tambiénla aparición simple (a ese o a otro indio) de que hablan Juana Martín y Suárezde Peralta. Estaban entonces en boga y continuaron mucho después lasrepresentaciones sacras de autos o misterios, a que los indios —40 eranaficionadísimos. Don Antonio Valeriano, indio ilustrado, catedrático en elcolegio de Tlatelolco, tenía capacidad suficiente para esta clase decomposiciones. Él u otro aprovecharon la relación de los milagros de NuestraSeñora de Guadalupe, y tomando por base la Aparición que se refería,añadieron circunstancias que dieran forma y animación a la pieza, sin

intención de hacerlas pasar por verdaderas, como suelen hacer todavía losautores dramáticos. La historia de la Aparición tiene una contextura dramáticaque a primera vista se advierte. Los diálogos entre la Virgen y Juan Diego; lasembajadas al Obispo; las repulsas de éste; el episodio de la enfermedad deJuan Bernardino; la huida de Juan Diego por otro camino; las flores nacidasmilagrosamente en el cerro, y por último, el desenlace con la aparición de lapintura milagrosa ante el señor Obispo, forman una acción dramática. Ésasería la pieza o relación mexicana que cayó en manos de Sánchez, quien latomó al pie de la letra y la dio por historia verdadera. Hizo lo demás el espíritude la época, propenso a aceptar sin examen, como obra meritoria, todo lomilagroso. Se había contado la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe a

un pastor, y la sabrían por sus antepasados los testigos indios de lasinformaciones de 1666: fácilmente le acomodaron las circunstancias quecorrían ya con general aceptación. Haber puesto el suceso en el día 12 dediciembre provino sin duda de que en igual día de 1527 fue presentado elseñor Zumárraga al obispado, lo que en aquellos tiempos equivalía a unnombramiento en forma. Lo que no acierto a explicarme satisfactoriamente espor qué se puso el suceso en el año de 1531. Hay que notar, sin embargo, unarara coincidencia. Refiere Sahagún (libro 8, capítulo 2) que don Martín Ecatlfue el segundo gobernador de Tlatelolco, después de la conquista: quegobernó tres años, «y en tiempo de éste, el diablo en figura de mujer andaba,y aparecía de día y de noche, y se llamaba Cioacoatl». Haciendo el cómputo

del tiempo en que gobernó dicho don Martín, según los datos que ofreceSahagún en el propio capítulo, resulta que fueron los de 1528 a 31; y por otropasaje del mismo autor (libro 1.º, capítulo 6) sabemos que la diosa Cioacoatlse llamaba —41 también Tonantzin. Aquí tenemos que por aquellos años sehablaba entre los indios de apariciones de la Tonantzin, nombre con que ellosconocían a Nuestra Señora de Guadalupe, según el propio padre Sahagún.

69.- He concluido, Ilustrísimo señor, con el examen de la historia de la Apariciónbajo el aspecto histórico. No he querido hacer una disertación, sino unosapuntes para facilitar a Vuestra Señoría Ilustrísima el camino, si gustare, deexaminar por sí mismo este grave negocio. En el argumento teológico no me

es permitido entrar. Vuestra Señoría Ilustrísima sabrá si los milagros estándebidamente comprobados; si en caso de estarlo prueban la Aparición; si la

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Santa Sede hace declaraciones sobre hechos; si la concesión del oficio ypatronato es una aprobación explícita; si no se han corregido muchas veceslos breviarios, y si alguna no se ha prohibido, después de mejor examen, unamisa ya concedida de mucho tiempo atrás.

70.- Católico soy, aunque no bueno, Ilustrísimo señor, y devoto, en cuantopuedo, de la Santísima Virgen: a nadie querría quitar esta devoción: la imagende Guadalupe será siempre la más antigua, devota y respetable de México. Sicontra mi intención, por pura ignorancia, se me hubiese escapado algunapalabra o frase malsonante, desde ahora la doy por no escrita. Por supuestoque no niego la posibilidad y realidad de los milagros: el que estableció lasleyes bien puede suspenderlas o derogarlas; pero la Omnipotencia divina noes una cantidad matemática susceptible de aumento o diminución, y nada leañade ni le quita un milagro más o menos. De todo corazón quisiera yo queuno tan honorífico para nuestra patria fuera cierto, pero no lo encuentro así; ysi estamos obligados a creer y pregonar los milagros verdaderos, también nos

está prohibido divulgar y sostener los falsos. Cuando no se admita que el de laAparición de Nuestra Señora de Guadalupe (como se cuenta) es de estosúltimos, a lo menos no podrá negarse que está sujeto a gravísimas objeciones.Si éstas no se destruyen (lo cual hasta ahora no se ha hecho) las apologíasproducirán efecto contrario. En mi juventud creí, como todos los mexicanos, enla verdad del milagro: no recuerdo de dónde me vinieron las —42 dudas, ypara quitármelas acudí a las apologías: éstas convirtieron mis dudas en certezade la falsedad del hecho. Y no he sido el único. Por eso juzgo que es cosa muydelicada seguir defendiendo la historia. Si he escrito aquí acerca de ella, hasido por obedecer el precepto repetido de Vuestra Señoría Ilustrísima. Le ruegopor lo mismo, con todo el encarecimiento que puedo, que este escrito, hijo de

la obediencia, no se presente a otros ojos ni pase a otras manos: así me lo haprometido Vuestra Señoría Ilustrísima.

Me repito de Vuestra Señoría Ilustrísima afectísimo amigo y obediente servidor,que su pastoral anillo besa.

Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe deMéxico

Joaquín García Icazbalceta