CARMELITA-SCHIKSAL (Edición del 2011)

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    RICARDO ABDAHLLAH

    CARMELITA

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    CARMELITA ShicksalRicardo Abdahllah

    Primera Edicin, diciembre 2011 - 1000 ejemplaresISBN xxxx

    Becas Bicentenariode creacin ArtsticaGobernador de Santander:Horacio Serpa UribeSecretario de Desarrollo y Cultura:Henrry Parra ArdilaCoordinacin Universidad Industrial deSantander: Luis Alvaro Meja

    Prohibida la reproduccin de este materialpor cualquier medio sin permiso expreso deleditor.

    Diagramado e Impreso en los talleresgrficos de

    ARMONA IMPRESORES LTDA.Carrera 27 No 19 - 74Telfonos 6455753 - 6342159Bucaramanga - Colombia

    [email protected]

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    Contenido

    I.............................................................................. 9

    II............................................................................. 17

    III........................................................................... 27

    IV............................................................................ 35

    V.............................................................................. 41

    VI ........................................................................... 51

    VII.......................................................................... 59

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    Somos, por ventura, los hombres juguetes delviento y variables como el mismo?

    Goethe

    Somos marionetas en manos de un mal titiritero que conoceel final de la obra y all nos lleva improvisando el libreto ymoviendo las cuerdas con torpeza.

    Filemn de Sausage, Respondiendo a Goethe

    (quienes conozcan encontrarn tambin la notoria influencia de Type O Negative yCradle of Filth)

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    I

    En junio o julio de 1948 volv a ver a Carmelita Schicksal. Paraentonces pensaba poco en ella y si lo haca la vea en un rincnde mi memoria que se haba convertido en su lugar natural. Esapuede ser la explicacin a los pensamientos que tuve entoncesy no me han abandonado hasta ahora, cuando el dolor en loshuesos es apenas la consecuencia ms notoria que han dejadolas horas de pie frente a las dos cruces que marcan el final delCementerio Universal de Bucaramanga. Antes de ese da lahaba visto en tantas desconocidas por la calle que supuse otramujer que me la recordaba. Fue al notar cmo tomaba por elbrazo a la mujer que acompaaba, de la misma manera comolo haca con su madre unos aos atrs cruzando la plaza deBarichara, que estuve seguro que era ella, pero no fue alegralo que sent, ni ninguna de esas emociones inmediatas. Ni laimpresin de que era afortunado, de que era uno de los quereciben de la vida esas segundas oportunidades que no existen.

    No pens tampoco que Carmelita Schicksal saldra de mi vidade la misma manera repentina en que haba vuelto a aparecer.

    Aunque no era un regreso. Ya no estbamos en Barichara, elpueblo que dej cuando tena diecisiete aos, Carmelita dosmenos.

    De los das en los que me fui, que fueron los mismos en losque la conoc, tengo suficientes impresiones sueltas paraconstruir lo que de ordinario llamamos un recuerdo. No

    haban regresado todava los viejos que madrugaban a comprarguarapo en Guane, as que todava no eran las doce. Dos dasantes haba tenido una pelea regresando a casa de la escuelay estrenaba esta cojera que con los aos se fue mejorando sinnunca desaparecer del todo. Por eso me haba sentado en elandn alto donde comienza la calle de la iglesia para tomar undescanso antes de la media hora de caminata que me faltaba

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    para llegar hasta mi casa. Entonces llegaron los automviles.A Barichara llegaban automviles, pero no como esos y no dosal mismo tiempo. Se estacionaron frente a la casa de una delas familias alemanas que llevaban sesenta aos en el puebloy de las que sin embargo sabamos poco. Antes de que alguienbajara de los autos o saliera a recibirlos, la mitad de la gente quepasaba por la plaza se haba acercado a curiosear. Dos cosaspasaron al tiempo: una pareja baj de uno de los carros y elseor Schicksal sali de su casa con los brazos abiertos. Slohasta que los visitantes entraron a la casa, bajaron del otro autodos mujeres que deban ser las sirvientas. Luego un conductor yun hombre que se encarg de descargar y entrar los bales. Era

    joven, hablaba poco y los siguientes das se le vio tomar cervezaen una tienda de doa Eva, frente a la parada del transporteque vena de San Gil. El tema del que hablbamos desdeentonces cada da a la salida de la escuela, que ayudaba a que

    mis compaeros no me dejarn atrs cuando salan corriendo,era si el hombre poda ganar el dinero suficiente para bebertodos los das sin realizar otro trabajo que descargar las maletascuando la familia viajaba. No llegamos a saber si adems deba

    volver a cargarlas, porque en esa misma tienda lo mataron unfinal de tarde. El tipo que lo acuchill se llamaba Gamboa ydespus de la treceava pualada sac un libro de su bolsillo y

    se sent a leerlo mientras llegaba la polica. El cuartel quedabaapenas cruzando la plaza, pero tuvo tiempo de avanzar ochentapginas.

    Algunos atribuyeron la muerte del tipo de las maletas a unaconfusin, otros a un altercado que l mismo haba provocado,algunos ms a las trece pualadas; nadie pareci absolverlo

    de su propia culpa y al inspector de polica y luego al juezles pareci que para evitar repeticiones, estara bien castigara alguien. En particular, que estara bien castigar al culpable.Gamboa pas varios aos preso en San Gil, al tipo de las maletaslo enterraron en Barichara. Su lpida fue una maleta marcadacon un guila rampante, que era al mismo tiempo homenaje alimperio austro-hungaro (al que l no perteneca y Alemania

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    tampoco, pero del que se hablaba con frecuencia) y a la marcade cerveza que tomaba cuando lo mataron.

    Fue apenas terminado el funeral que corri el rumor deque los amigos de la familia Schicksal buscaran un nuevoayudante. Un descargador que podra viajar quin sabe adnde en los automviles. Todos los jvenes del pueblo fuerona la casa Schicksal vestidos con el traje de sus padres que lespareciera ms adecuado para un alzador de equipajes. Lamayora parecan trajes de fiesta de bautizo. El resto, trajes de

    velorio, como el mo, pero de eso nadie pueda dar fe, porquemientras la fila frente a la puerta de los alemanes aumentabaa cada hora, yo segua escondido en una gruta a la mitad delcamino que llevaba de mi casa al pueblo. Como estrategia paraevitar conseguir el trabajo fue intil porque cuando volv alterminar la tarde, lo primero que mi padre pregunt fue dnde

    haba estado todo el da. Lo segundo darme una cachetada.Convencido de que en lugar de hacer la fila que me permitiraconvertirme en el nuevo hombre de las maletas, me haba ido abeber cerveza como el hombre de las maletas, me dijo que pormi negligencia iba a terminar como el hombre de las maletas.

    No haba bebido. Nunca tuve un gusto particular por la cerveza

    y de haber nacido en un pas y en una poca donde no estuvieramal visto pedir un vaso de vino en un bar, a lo mejor nunca lahabra probado. Pero podra haberle dicho que haba bebido,que no quera irme porque quera aprender el oficio de la tallade piedra o repetir una frase suya sobre que el mundo es taninmenso como podamos recorrerlo con los pies y mis piesno iran ms all de San Gil o de Villanueva. Ninguna de las

    dos cosas era cierta, pero entre mentir o decir la verdad, elegcallarme.

    Elegir es una de esas palabras hechas para nombrar lo queno existe. Ya dije que segundas oportunidades es otra. Dosen realidad.

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    No lo saba entonces, si hubiera mentido y me hubiera quedadoen Barichara, de todos modos estara en este lugar. Quizshabra sido un buen tallador y para marcar mi tumba no tendraahora lista una tercera cruz de hierro sino una lpida de piedra.Pero estara aqu, arrodillado en esta tierra de muertos. Tal vezrezara y pedira un cielo para el da despus de mi ltimo da.Slo eso sera diferente.

    Mi razn para quedarme tambin habra sido CarmelitaSchicksal.

    Puede que me equivoque si digo que tena dos aos menos queyo porque ni entonces ni despus pregunt su edad. Si lo digoes porque la tarde que la vi y habl de ella con Echeverry dijeque deba tener algo as como quince aos.

    Quince? dijo l.

    Puede que menos o ms

    No, no creo que la conozca

    Al menos debi verla alguna vez

    A no ser que usted est exagerando. Todos ya la hubiramosvisto si en Barichara hubiera una mujer como ella.

    Claro que en Barichara haba una mujer como ella. Ella. Luegoencontr algunos que saban que se llamaba Carmelita e inclusoque, aunque no se pareciera fsicamente a ellos, porque no era

    ni siquiera rubia, era la hija nica de los Schicksal. Echeverrydijo algo ms acerca de la familia, algo que escuch de segundamano: aunque entre los padres y un cura que haba estado a cargode la parroquia haba existido una amistad que se manifestabaen invitaciones mutuas y frecuentes a cenar, ni Carmelita ni sufamilia iban a misa. La gente lo explicaba de muchas maneras,que le atribuan a la familia desde ascendencia juda, rabe o

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    esfuerzo de tratar de traerlos a mi memoria. Puede que nuncalos hubiera mirado, que siempre hubiera estado buscando losojos de Carmelita que terminaba por encontrar cuando yaestaban mirndome.

    Carmelita no iba al colegio con nosotros, como en varias delas familias alemanas, sus padres encargaban su educacin auna profesora privada. Yo saba leer y escribir mejor que miscompaeros, pero mi aficin por la lectura la adquir despus,

    cuando viv en Bogot con la pareja de extranjeros que mecontrat como descargador de maletas gracias a mi padre,que lleg a mi casa diciendo que me haba conseguido para mel trabajo que estaban buscando todos mis compaeros; queen Bogot me iban a pagar bien. O al menos mejor. O que almenos me iban a pagar. Que me ira a la maana siguiente.Antes de que terminara de amanecer, l mismo, cargando

    una de mis valijas, la liviana, golpeaba la puerta de la familiaSchicksal. Durante el tiempo que tardaron en abrir, me dioun par de consejos que escuch sin inters. La puerta no hizoningn ruido o en todo caso no hizo el ruido suficiente paraescucharse sobre el viento que a esa hora se distraa haciendoremolinos con el polvo de la calle. Desde que habamos salidode casa, haba esperado que Carmelita abriera, pero quien lo

    hizo fue el seor Schicksal. A ella no la vi durante el resto dela maana en la que no hice otra cosa que esperar a que losvisitantes estuvieran listos para su viaje.

    Las maletas, que yo imagin que, pierna lastimada y todo,tendra que cargar en los autos, estaban listas desde la nocheanterior. Mi padre agradeci varias veces al seor Schicksal por

    la oportunidad que me estaba dando. Se despidi de m CONuna bendicin y SIN un beso en la frente. Nunca supo que yoera el nico en el pueblo que no quera ese trabajo y no lo volva ver. No tuvo la culpa. Los padres no tienen la culpa nunca ysobre todo no tienen la culpa cuando las madres han muerto.Hace tiempo lo perdon, supongo que cuando imagin quehabra envejecido al punto en que uno se muere. Los padres no

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    tienen la culpa nunca y sobre todo no tienen la culpa cuandoellos tambin se mueren. Como las madres. Tena razn al creerque irme era lo mejor que poda pasarme y eso yo lo intua.No hay ningn mrito: irse siempre es mejor e irme no era laprincipal razn para ese particular tipo de odio adolescentehacia los padres sobre todo si las madres han muerto y uno nose imagina que los padres van a morir. La razn era que al irmeme estaba alejando de Carmelita.

    Fue esa partida la que con los aos termin ponindome a sulado.

    Si ahora mi padre volviera, como un espectro al menos, le diraque fui injusto y que lo supe con el tiempo.

    Que fui injusto con mi clera y con su amor.

    Que supe con el tiempo que con su amor fue injusta mi clera.Lo reconocera si volviera como un espectro?. Arrastraracadenas y una placa con su nombre? En Barichara todo se tallaen piedra, tambin esa placa, que le rompera las vrtebras o ledara una joroba de esas jorobas de los muertos. Pero an, si mehubiera buscado en vida, con los aos debi haber cambiado

    tanto que a lo mejor no habra podido reconocerlo. Tampocoyo podra buscarlo. Podra ir hasta su tumba en Barichara quedebe tambin tener una lpida de piedra, golpear tres vecesla tierra para llamar su atencin y decirle que termin porentenderlo; pero tal vez l tampoco me reconocera y no haraotra cosa que preguntarse por el resto de la eternidad quinhaba sido el desconocido que lo haba molestado en un reposo

    que hasta entonces haba sido ms bien tranquilo.

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    II

    El camino desde Barichara fue largo pero ms que el cansanciorecuerdo el cambio en el paisaje. Hasta entonces slo conocael pueblo donde haba nacido y lo que contaban del mundo lasfamilias alemanas de Barichara; pero esos relatos nos llegabande segunda mano. Algunos de mis compaeros haban vistofotografas de Bogot y a partir lo que me decan de esasfotografas imaginaba el resto. La capital deba ser una sucesinde casas parecidas a la de la familia Schicksal que se extendapor kilmetros y kilmetros hasta detenerse contra un ro o unamontaa; las ciudades de Europa, una sucesin de Bogots queuno tardaba das en recorrer. La casa del matrimonio Hardersse pareca en algo a la de la familia Schicksal. La fachada lucaen el frente emblemas parecidos aunque fundidos en bronce enlugar de tallados en piedra. Las casas vecinas tambin tenanadornos, pero era la manera como la fachada de la Casa Harderspareca sobria a pesar de los emblemas lo que le daba un lugarnotorio dentro del barrio. Podra decirse que esa sobriedad enla construccin imitaba o inspiraba el carcter de los espososHarders, aunque para que esa correspondencia fuera exactahabra sido necesario suprimir las ventanas, entre ellas la de

    mi cuarto que daba a la calle. El hermetismo era su rasgodistintivo y si llegu a saber algo de ellos, que haban llegadodesde Leipzig un par de aos atrs, que el seor Harders eraaficionado a la pintura y haba conocido a los Schicksal en unbarco, fue porque los dems empleados de la casa me lo dijeron.

    Tampoco mis asuntos personales les interesaban. Los das

    diez y venticinco de cada mes reciba mi sueldo en un sobrepor debajo de la puerta de mi cuarto, pero mi nica accinen el tiempo que dur con ellos fue descargar los bales el daque llegamos de Barichara. Ignoraba cules eran mis otrasresponsabilidades si es que exista alguna y creo que si mehubiera ido de la casa o muerto en mi habitacin, el dinerohabra seguido acumulndose por meses antes de que alguien

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    lo notara y desapareciera con l. Luego me habran sacado,me habran dado un buen funeral como el del hombre queme haba precedido en el cargo de descargador de maletas yhabran contratado al primero que llegara.

    No al primero dijo el seor Harders. Su padre nos convencide que deba ser usted.

    La exposicin de mi padre haba incluido que tena buenascalificaciones en la escuela, que me portaba bien en la casa yque la lesin de la pierna tal vez nunca se curara, por que aspasa con esas infecciones espordicas de la piel que se tratanmal desde un principio, por lo que los trabajos del campoterminaran por resultarme difciles. La apreciacin de que unalesin tan reciente no iba a curarse nunca era exagerada perotermin siendo exacta.

    Sin ninguna ocupacin, slo me tom un par de das formar laque sera mi rutina. En la maana, protegido con un abrigo queya estaba en mi armario el da que llegu, daba un paseo hastalos bosques de eucalipto que comenzaban al cruzar la ltimacalle oriental de Bogot. A medioda tomaba el almuerzo en lacocina con los dems empleados y despus me sentaba en una

    de las salas del primer piso, la que el seor Harders preferapara pintar. Como lo vea entonces, el seor Harders era elmejor pintor del mundo. Trabajaba de memoria, en silencio yhasta el final de la tarde. Prefera el leo pero a veces arriesgabagrabados que iba incorporando a una coleccin de bocetosy dibujos que enrollaba y ataba con cintas sin que entre lospapeles y lienzos de un mismo rollo existiera ninguna relacin.

    Como pasaba toda la tarde observndolo, fui creyndomecapaz de poder imitarlo. Primero tom una de sus hojas y unlpiz para dibujar una montaa, luego rostros, luego barcosque no parecan barcos, que empezaban con lneas sueltascomo las del seor Harders y luego haba velas y un mar y luegoparecan no naves sino algo entre un autorretrato y los animalesque los marineros encuentran en el mar de los Sargazos. Ms

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    complicado todava fue el paso al pincel, un da en el que elseor Harders, molesto con un cielo que no se pareca al quel hubiera querido, me ofreci su pincel con un gesto ms deoficial del ejrcito que de maestro.

    Quiere intentarlo? dijo.Quera, pero no iba a pasar mis trazos sobre un trabajo que elseor Harders llevaba ya bastante avanzado.

    Es igual dijo nunca voy a poder marcar lo suficiente elcontorno de estas nubes.

    El seor Harders estaba equivocado, lo arruin por completoy su paisaje con un mal cielo se convirti en una coleccin demanchas que incluan colores que yo no recordaba haber uti-lizado.

    Habra que empezar otra vez dijo. Arranc el lienzo delmarco, mont uno nuevo y volvi a darme su pincel.

    Fue as como cada tarde, mientras l continuaba con los paisajesque sacaba de sus recuerdos, yo trataba de hacer algo parecidocon las escenas que vea en mis caminatas de la maana. As, con

    el encanto de lo que llega a parecer inalterable, transcurrieronmis das durante esos aos. En un principio destin las nochesal descanso. No porque lo necesitara sino porque las actividadesdel da tenan una hora precisa para finalizar y en la CasaHarders eso significaba que despus de la cena, nadie debaandar por los corredores. En una de las pocas ocasiones en lasque el seor Harders habl de su pasado, lo hizo para decir que

    en una mejor poca haba sido un noctmbulo y que entoncesno hubiera podido pintar siquiera por un par de minutosmientras an fuera de da, pero haba abandonado la pinturapor mucho tiempo y al volver a pintar, ya sabiendo que no seconvertira en un artista reconocido, estaba tan acostumbradoal da que no poda mantenerse despierto mucho tiempodespus del atardecer.

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    Y ya sabe, siempre hay que tener el sueo suficiente fue loque dijo.

    Mis noches de sueo suficiente terminaron la primera vez quebaj al stano. Una combinacin de malestar de fiebre, dolorde cabeza, congestin en los pulmones, flemas, retortijones,un dolor en el esternn y en el resto de mis huesos, miedoares, hormigueo constante en las extremidades, sensacin deangustia, rigidez en el cuello y fosfenos que tal vez quera decirque mi salud no era perfecta, me haba tenido todo el da en camay en la noche, aunque ensay leche tibia, jezebela y granadilla,no poda tener los ojos cerrados ms all del momento en elque pensaba Ahora lo he logrado y voy a dormir. Decid salira caminar. Me puse el abrigo. Baj las escaleras tratando deque no sonaran y me di cuenta que la puerta de la calle estabacerrada con llave. Cuando nos haban dicho que nadie deba

    andar por la casa antes de que amaneciera, lo haba imaginadocomo un consejo ms que como una regla que nos obligabana cumplir.

    Entonces remplac mi caminata por las calles de Bogot por unpaseo de lo ms buclico por el primer piso. La Casa Hardersno era un palacio de corredores interminables, pero las dos

    salas que se abran en direcciones opuestas apenas pasandola puerta principal y las dos escaleras, que llevaban a un pisointermedio, permitan al menos dar los suficientes pasos enlnea recta que se necesitan para dar vueltas a una idea antesde dejarla transformarse en otra. Era la poca en la que sepensaba al caminar, pero yo era ms lento en lo primero que enlo segundo y como mi idea no acababa de desarrollarse, decid

    empujar la puerta que llevaba a las escaleras que llevaban alstano.

    Slo que no saba que esa puerta llevaba al stano. De hechono llevaba al stano, sino a un piso bajo la casa. Su tamao, supeso evidente a la vista y la uniformidad de su color caoba, queyo tocaba a oscuras y senta helado, parecan seales de que

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    adentro habra algo que, para no desgastar la palabra secretoque de aqu en adelante usar tantas veces deba, al menos,ser privado. Buscando disminuir la intensidad del ruido, asaumentara su frecuencia, prolongu todo lo posible el chirridode las bisagras. Luego de bajar a oscuras los veinticuatropeldaos de la escalera, encontr un interruptor e hice la luz.La palabra biblioteca no corresponda a la magnitud de lo quetena enfrente. Salvo por un retrato de la seora Harders pintadopor su esposo, la coleccin de libros, en estantes hasta el techo,ocupaba por completo las paredes de todo el subsuelo de la casa.Tom varios al azar, todos en idiomas que no conoca porque elalemn, que escuchaba en las conversaciones de los Harders, nohabra podido reconocerlo por escrito. El primero que encontren espaol se titulaba Nemos en el Edn y estaba firmadopor Filemn de Sausage, que adems era su autor. Lo abr enla mitad. Recuerdo mal la frase Debemos tener por cierto que

    en el universo real, aquel que podramos percibir si nos fueradado, el pasado y el futuro coexisten. Cuando recordamos,somos en realidad profetas y as los grandes profetas no hansido ms que hombres de una memoria extraordinaria. O tal

    vez profetizo mal la frase. Recorr el libro sin llegar a leerlo.Con el tiempo entendera que no me deca nada un libro queno contaba una historia y que por eso en los primeros meses

    haba preferido los volmenes de aventuras. Un par de vecescada semana, las primeras horas del da me sorprendieron enmedio de un viaje a tierras vrgenes donde la mano del hombrenunca haba puesto el pie. Los filsofos llegaron a su tiempo. Seme ocurre que los filsofos siempre llegan a su tiempo, es decirtarde. A Sausage lo le aos despus, en otra biblioteca. Conotra alma y con otros ojos segn aprend de sus palabras.

    El trasnocho no afect mis caminatas del principio de lamaana, aunque las pocas horas de sueo se hicieron notoriascon los das en una somnolencia despus del almuerzo, conlas semanas en una prdida de peso y con los aos en ojeraspermanentes. Sobre todo, y fue algo de lo que pronto medi cuenta, fui cambiando la manera de mirar a la gente que

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    mercaba o se sentaba o hacer nada en las plazas del centro.Un da vi a un tipo que me record a Gamboa y me acerqua preguntarle si ya haba salido de la carcel de San Gil, perocuando me acerqu tom por el brazo al hombre que loacompaaba y le dijo Vamos, Roa, que se nos hace tarde para

    ver a Umland. Pens entonces en que en si Umland era unhombre o una mujer, si era alemn o alemana y si los Schicksalo los Harders lo conocan o la conocan.

    Antes, es decir unos meses antes, ni siquiera me habrapreguntado si Gamboa haba salido ya de la crcel.

    A veces me dedicaba a conjeturar posibles pasados y destinospara los transentes. Saba que corroborar mis suposiciones eraimposible, pero me diverta y pasaba horas hasta imaginar unarazn coherente que justificara, por ejemplo, el ngulo que un

    anciano daba su bastn al pasarme por enfrente o las razonespor las que un hombre elegante y pulcro en extremo llevabacada da que lo vi una chaqueta rota por todos lados, el peloen desorden, comida en la barba, los zapatos llenos de barro yun perfume barato que no ocultaba su desprecio por la ducha.

    La razn de ese cambio no era sino en parte esa sensibilidad

    aumentada que dejan las noches en blanco; se deba tambin alos libros de la biblioteca de la Casa Harders. No saba cuntosejemplares podan ocupar los estantes del stano. Tampocoimporta. Los libros siempre son muchos, una montaa enorme,y aunque terminaba un libro y comenzaba otro que si no meinteresaba dejaba de lado, los rasguos del campesino que ibaa ser, que nunca hubiera ledo ms que los libros de la escuela,

    vistos desde lejos no lucen menos profundos que los del lectorque fui, que sigo siendo, que ser mientras me queden vista yolfato.

    No haba tampoco un orden en la biblioteca, pero uno de losestantes estaba ocupado por libros que se diferenciaban delresto. En apariencia ms antiguos que los dems, ms pesados

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    y menos consultados, porque el polvo formaba una capa decasi quince centmetros de espesor sobre ellos, aunque tal

    vez exagero. Con el tiempo, porque las visitas a la bibliotecacontinuaron, supe que algunos eran traducciones al espaol yalemn de textos anteriores; otros se encontraban en su lenguaoriginal, que a veces era el rabe o algn idioma eslavo quenunca pude identificar. Algunos tenan cubiertas que a pesarde que hubieran sido retocadas, hacan pensar que esos librosesperaban que ese stano fuera su refugio final tras muchosaos de quemas y persecuciones. Unas pocas de ellas antenan marcos metlicos de oro y plata o huecorrelieves querecordaban los smbolos que se repetan en pginas internasy uno dira haban sido grabados por un grabador experto enpesadillas.

    Ese detalle, los smbolos, me hizo pensar que esos libros en

    particular eran el tesoro de la biblioteca, pero tambin de queseran an ms difciles de comprender que los de Sausage. Melimit a observarlos con una curiosidad ms bien esttica y aleerlos por fragmentos con el respeto de quien lee epopeyasque han sobrevivido a los pueblos que los escribieron. Algunoscontenan historias, otros tratados en los que abundabanfrmulas y diagramas y algunos ms poemas que describan

    ceremonias de lo que yo imaginaba eran antiguas religiones.He olvidado los detalles. Los olvid desde entonces incluso unoque hablaba de la unin inmortal y que me fue recordado aosms tarde. De vez en cuando algunos de esos libros desaparecany en su lugar alguien colocaba otros que parecan tan antiguoscomo los que se haban llevado. Era fcil saber cules acababande llegar. El polvo toma tiempo. Los cambios deba hacerlos

    el seor Harders. Aunque l bajaba poco a la biblioteca, tuvoque darse cuenta de que yo lo haca. Nunca me lo mencion.Lea de vez en cuando a su edad? Como propsito para sus

    visitas, adems de sacar algunas obras y traer otras, supuse quese encerraba para contemplar los libros como quien admira auna mujer desnuda que ahora es incapaz de poseer.

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    Una madrugada, regresando de la biblioteca cuando el sueome venca y las ganas de dormir me empujaban a los brazosde Orfeo, tropec o casi con un bal enorme junto a la puertaprincipal. Era uno de los que haba descargado al llegar deBarichara. De eso estoy seguro porque estaba marcado consmbolos que parecan la obra de un marcador de balesespecialista en smbolos pesadillescos. Intent abrirlo no tantopor curiosidad, cmo por el inters de saber qu poda contener.Nadie estara despierto a esa hora en la Casa Harders y quienquiera fuese el que lo haba dejado ah no se haba preocupadopor asegurar los candados. O eso cre porque luego sabra quelos candados nunca estaban asegurados. Al levantar la tapaencontr algunos vestidos de mujer, pero al tratar de moverlopara que no estorbara, not que era demasiado pesado paraque slo estuviera lleno de ropa. Bajo los vestidos y cubiertospor algunos adornos de bronce sin valor, sobre todo cubiertos,

    estaban ocultos unos veinte libros. Saba de qu seccin de labiblioteca los haban sacado. Nadie mencion el bal al dasiguiente. Nadie hablaba casi nunca en la Casa Harders. Desdemi ventana, dos das despus, vi un automvil del que bajarondos hombres con el rostro cubierto. El fro de la madrugada

    justificada esa indumentaria que en otras circunstancias habraparecido excntrica. Lo siguiente fue mecnico. Sacaron

    del portaequipaje un bal idntico al que esperaba adentro,golpearon a la puerta y lo intercambiaron con el que yoacababa de ver. El seor Harders los despidi levantando lamano. Cuando volv a verlo, horas ms tarde al regresar de micaminata, lo encontr en el primer piso y me salud con esacalidez habitual que slo los alemanes logran dar a expresionesque sonaran bruscas en otro idioma.

    Cada dos o tres meses el seor Harders repeta la operacin yme bastaba revisar el estante de los libros ms antiguos paranotar cules haban sido recin despachados y cules acababande llegar y que los lotes enviados no eran nunca los mismosrecibidos. Vi al seor Harders cumplir con sus envos durantenueve aos y hasta un mes antes de que la enfermedad que lo

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    haba estado drenando terminara su labor. Aunque para l eratan obvio como para m que no tendra fuerzas para prepararde nuevo el bal, el envo no tena nada de particular. Loprepar al caer la noche, lo arrastr con una dificultad enormeque me hizo difcil mirarlo desde las escaleras en lugar deayudarlo y fue a acostarse tan pronto termin. Tambin hicetambin lo mismo que haba hecho cada vez que haba tenido laoportunidad, levant la tapa, acomod los vestidos de maneraque pudiera hacerme un orden mental para volver a meterlosy saqu en tres manotadas las bandejas, tazas y cubiertos decobre que separaban la ropa de los libros. Esa era la nicaparticularidad cuando esperaba una seleccin especial, algoque hiciera de ese envo el de un hombre que sabe que va amorir. El desencanto que senta mientras empacaba de nuevo,se me convirti en rabia cuando me cort con lo que cre eraun cuchillo de cocina. La herida no era gran cosa, pero me

    obligaba un cuidado especial para que no cayera alguna gotade sangre sobre la sbana o la ropa que tena que volver a poneren su lugar. Cuando termin y haba cerrado el bal, notque haba olvidado volver a meter el cuchillo con el que mehaba cortado. Como perteneca a los objetos que servan decamuflaje a los libros y nadie iba a inquietarse por su falta, loescond entre mi ropa y lo llev a mi habitacin.

    El seor Harders no baj a recibir a los hombres del automvil.Ellos no dejaron un bal a cambio del que se llevaron. El cuchillose qued sobre la mesa de mi cuarto y slo al da siguiente,cuando volv a mirarlo, me di cuenta de que no estaba hecho encobre sino en oro. En la oscuridad haba imaginado un cuchilloordinario, pero era ms bien una daga adornada en su lmina

    con la imagen de un reptil alrededor de una cruz, que uno dirahaba salido del taller de un herrero experto en pesadillas. Loque hice fue entrar a la biblioteca y dejarla junto al estante delos libros antiguos. Quien fuera por ella entendera que si nohaba viajado con los libros se haba debido a un olvido delseor Harders comprensible debido a su estado. Al volver a mihabitacin ca en cuenta que no haba limpiado las gotas de

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    sangre que deban haber quedado sobre el filo, pero no regresa la biblioteca hasta la muerte del seor Harders y entonces noencontr la daga por ninguna parte.

    La cremacin, que se realiz en un horno clandestino delbarrio Teusaquillo a donde llevaban a las personas con dineroque haban manifestado no querer ser enterradas, tuvo pocostestigos. Fui el nico de los empleados presente y mi segundalabor al servicio de la familia fue transportar la urna con las

    cenizas de regreso a casa. No volv a ver a la seora Hardershasta casi una semana despus, cuando nos reuni paradecirnos que haba encargado a un abogado la venta de la casay regresara de inmediato a Leipzig. Se despidi entregndonosa cada uno una carta de recomendacin y mucho ms dinerodel que nos correspondera por el tiempo que habamos duradoa su servicio. Sobre todo en mi caso. Algunos das despus,

    escog algunos libros de la biblioteca y abandon Bogot. Entrelos tipos humanos en los que alguien que me conociera podraclasificarme est el de aquellos que nunca regresan.

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    III

    La rutina me ha llevado a saber qu tumba estrena unanueva grieta y dnde ha comenzado a nacer la hierba queterminar por cubrirla y aunque no s por qu la hierbanace en un determinado lugar, porque la hierba hace lo quequiere, puedo distinguir las grietas que se forman por elcansancio de la piedra de las que abren los que entran a robarhuesos y pedazos de mrmol. Algunas son combinacionesde las dos, el mrmol tambin se cansa de la gente y desdehace un tiempo hay personas que entran a tomar vino en lanoche, roban huesos y se sientan en los mausoleos. Eso dijola persona que cuida el cementerio. Yo lo saba, por supuesto.Se llama Alfredo Cifuentes. Hered de su padre el lugar, elterreno, las tumbas y los rboles y los huesos y ha tenido la

    delicadeza de no pedirme que me vaya yde abrirme la puertacuando llego demasiado tarde. De ofrecerme un vaso de aguaalguna vez y de entender que en una ocasin tuve que orinaren un rincn tras una lpida porque era lo nico que podahacer para aliviar ese dolor de la arena que siento que tengoen mis riones y que cuando duermo me obligan a dormir deun lado y del otro para que se muevan y dejen de presionarme

    desde adentro. Sal con la cabeza baja, es cierto, pero habrapodido interpelarme, decirme que no estaba bien, que la orinarecorrera el suelo y llegara hasta los huesos de Felix Quirogao de Laureano Montero. No soy el primero en orinar en estecementerio. Sonre al pensarlo. De todas maneras nunca le hecontestado a Cifuentes cuando ha querido hablarme. No tengonada que ensearle sobre el cementerio en el que l ha vivido

    toda la vida. No iba tampoco a hablarle por primera vez conuna mancha en el pantaln o para quejarme de que me duelenlas rodillas cuando camino por la calle, pero no cuando lo hagoen el suelo desigual del cementerio. Puede ser que mis zapatosse han ido acostumbrando y les resulta extrao el asfalto quepisan en las pocas calles que al final de cada tarde recorro hastallegar a casa. Puede tambin que ya est acabando de envejecer.

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    A nadie le puede interesar tampoco una reflexin sobre aqu se han acostumbrado mis zapatos. A nadie le interesanlas reflexiones de un hombre que camina solo y menos si esehombre es viejo. He dicho que termin de envejecer. Es unacosa de las que se admiten cuando es inevitable. Tampoco hayun punto en el que se comienza a ser viejo. He pensado quees cierto (Sausage dixit) que lo que llamamos ocurrir es elinstante en que se hace notorio algo que ha estado pasandodesde siempre y cada segundo de cada vida, incluso el segundode la muerte, divide la historia.

    Y nada dura dos instantes, pero a nadie le interesa lo que piensaun viejo al salir de su casa, cerrar la puerta con llave y caminarsiguiendo la misma ruta de todos los das.

    Por todo esto creo que se equivocan los que dicen que el 9 de

    Abril de 1948 dividi la historia. E incluso los ms modestosque dicen que ese da dividi la historia de Colombia.

    En cuanto a m ese da, gracias a la recomendacin de laseora Harders y a que la cojera que me haba dejado esefatdico accidente de caballo se me notaba lo suficiente comopara que me viera lamentable cargando materiales, trabajaba

    como asistente del ingeniero que diriga la construccin de unseminario en la Mesa de los Santos. Cada vez que el ingenieroviajaba a visitar otros proyectos, una manera de decir quese largaba por cualquier razn, la obra quedaba bajo miresponsabilidad, lo que no era gran cosa, porque los obreros,campesinos de la Mesa o del pueblo de Los Santos, saban hacersu trabajo y organizaban sus propios grupos para las labores

    que lo requeran. Coma y dorma en la obra y a pesar de laincomodidad de una habitacin en la que se amontaban miropa y algunos intentos fallidos de pintura de los paisajes dela montaa, el alojamiento me permita ahorrar casi todo misalario y no terminar de gastar lo que haba recibido de losHarders. De la Harders. Confiaba en los trabajadores y poreso pasaba varias horas cada da junto a una cascada a medio

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    de ellos lleva el alma de un atormentado y no lo contradijeroncuando dijo que conoca muchos secretos de los Umpal.

    Est loco ese viejo dijo Arnulfo cuando Demetrio se retir.

    Tambin en eso sus compaeros estuvieron de acuerdo.Durante las siguientes noches, que fueron las normales nochesde un duro da de trabajo porque nada se supo de lo que estabapasando en Bogot, lo escuch hablar de pactos secretos entrelos ltimos indgenas y los primeros alemanes, de una damaque haba visto flotar sobre el agua del Mamre y de tesorosescondidos. Bastaba que Demetrio se apartara del fuego paraque Arnulfo resumiera en cuatro palabras a las que cambiabael orden.

    Ese viejo est loco dijo el diez de abril.

    Est viejo ese loco dijo el once.

    Ese loco est viejo dijo el doce.

    Y por qu nadie dice nada? dije yo.

    Porque nos desaburre dijo Arnulfo

    Y no le gusta que le digan que algo de lo que dice no es ciertodijo el achinado.

    Y usted tampoco le ha dicho nada dijo el que tena cara deindio.

    Tal vez porque Demetrio me diverta, porque sus historiasrompan con la monotona de las historias de mujeres queesperaban a los obreros en hogares o whiskeras de luces rojas.Esa noche bebimos hasta tarde. El aguardiente caa bien enuna noche as de fra. Arnulfo termin repitiendo una de lashistorias del viejo loco segn la cual la roca saliente sobre el

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    salto en la que yo a veces me sentaba deba llamarse Cabezadel dragn y no cabeza de la serpiente como yo hasta ahora

    vena a enterarme que le decan. En la versin de Demetrio,contada entre burlas por Arnulfo, un brujo vestido de dragnhaca sacrificios en esa piedra y esos eran los dibujos que podan

    verse en el camino de Los Santos a Jordn, que yo por supuestotampoco haba visto. Y el viejo deca que como luego de losUmpal nadie haba visto un dragn le haban puesto cabezade la serpiente y repeta tiene patas, el animal del dibujo tienepatas.

    A la mitad de la maana siguiente descansaba sobre la cabezade dragn o de serpiente. La vista del can de trescientosmetros que se abra bajo la piedra y el ruido del agua en la cadase sumaban en mi cabeza y me senta un poco lejos del mundoen el momento en que Arnulfo y el achinado llegaron hasta el

    borde. Haban venido corriendo desde la construccin. Uno delos dos dijo Mataron al doctor Gaitn en Bogot. Regres conellos hasta el campamento y averig lo que pude. Los rumores,que cada uno narraba a su manera, no dejaban ver los hechosms all de que el asesinato haba ocurrido el nueve de abril yBogot estaba siendo saqueada desde entonces. Pensando que almenos hasta el regreso del ingeniero no debera interrumpirse

    la obra decid que lo mejor sera continuar el trabajo, perolas deserciones comenzaron al da siguiente con el achinadoy el cara de indio que desaparecieron llevndose una buenacantidad de herramientas.

    Al cabo de unas semanas, slo Arnulfo, Demetrio y yoseguamos en el campamento y luego de preparar un sancocho

    ejemplar que nos alcanz para tres das, la seora Beltrn habadesaparecido con casi todos los vveres que nos quedaban.Estbamos junto al fuego cuando escuchamos alguien que seacercaba. Era Humberto, que haba caminado varias horas

    vestido de negro para que nadie lo viera.

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    Estn disparando en las fincas dijo pero tena que darles lanoticia. Demetrio le ofreci a Humberto un vaso de aguardienteque rechaz diciendo que tena pensado que regresara a LosSantos apenas nos diera la noticia.

    Qu es cul, la noticia?

    Humberto lo cont sin sentarse a pesar de que haba caminadola maratnica distancia de cuarenta y dos kilmetros. Lanoticia era que en el pueblo corra el rumor, que se confirmaradcadas despus, de que la iglesia haba hecho parte de laconspiracin para matar a Gaitn. La gente haba linchado alcura y haba quemado lo que quedaba de l en el centro de laplaza. Lo siguiente que haran sera marchar en la madrugada eincendiar lo que se haba construido de seminario.

    Si ustedes se quedan, los van a coger de combustible dijoHumberto. l mismo me dio indicaciones para llegar a lacarretera que llevaba a Bucaramanga y finalmente acept eltrago que haba servido Demetrio. Lo perdimos de vista antesde que dejramos de escucharlo, as de oscura era su ropa.

    Demetrio y yo nos despedimos al amanecer. Dijo que ira haca

    San Jos del Diamante y Arnulfo se fue con l. Desde la nicacolina ms alta que aquella donde construimos vi llegar dosgrupos. El aindiado y el cara de chino estaban en el primero.Llevaban machetes y escopetas y no les tom mucho tiempoderribar los andamios de la construccin. Mientras los primerossaqueaban lo que quedaba de herramientas y provisiones, elsegundo grupo, ms numeroso, se encarg del fuego.

    Alguna vez le en un peridico que tena en la primera pginala foto de un ritual en el que una muchacha haba asesinadoa otra en un apartamento del Paseo Espaa, que una partede la construccin del seminario de la Mesa qued en pie yse utiliz para construir una escuela. El mismo diario, en loque deba ser una semana generosa en dramas, registraba el

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    caso de un joven que tras la muerte de su novia y de prenderlefuego al techo de la catedral de Barichara se haba suicidadoen el cementerio. En alguna ocasin contempl el suicidio,pero lo contempl con anteojos telescpicos. Acarici la ideade matarme, pero la acarici con guantes, divagu alrededor dela posibilidad de tal vez terminar con mi existencia pero nuncame acerqu lo suficiente, pens en poner punto final a mis dasy si acaso agregu comas sucesivas como si se tratara de unerror tipogrfico. Por eso estoy rodeado de muertos, muchosde ellos suicidas. Por eso, y no porque crea que alguien bajotierra pueda escucharme, estoy hablndole a estas dos crucesidnticas.

    He llegado a pensar que la muerte de ese joven ocurri slopara cumplirle a la historia con la accin suicida que no comet,esa tarde en la que mi vida se convirti en lo que es. El tiempo

    no precisa de nombres sino de acciones que deben suceder.Shakespeare, casi un campesino, acometi la tarea a la que fallel conde Edward de Vere, no porque estuviera en capacidad dehacerlo sino porque era necesario que esa tarea fuera realizada.Hitler expandi y destruy la nacin alemana slo porque eltiempo no poda esperar ms a que se completara la obra deBismarck. Nos oponemos al viento con la resolucin de una

    hoja que tiembla en el piso. As, un muchacho del que nadallegar a saber, muri para cumplir con mi suicidio y prendifuego a la catedral para eternizar el fuego que los habitantesdel pueblo encendieron en la construccin, que no dej de verdesde el camino que me deba llevar hasta Bucaramanga, quean imaginaba en la columna gris que horas ms tarde, todavacortaba por la mitad el fuego del sol.

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    IV

    Luego de la muerte de Jorge Elicer Gaitn, el seguro ganadorde las siguientes elecciones presidenciales, y por el resto desu historia el pas vivi un desfogue de variedad en mtodosde ejecucin, linchamiento, terror y tortura, al que habraque reconocerle al menos su creatividad, si no fuera porquela crueldad humana agot desde el principio de la historia susposibilidades y desde entonces no ha hecho ms que repetirse.Esos actos no hacan ms que aadirse a la lista de los detodas las guerras y eran ms intiles al saber que las vctimasya haban vencido porque los herederos de los abridores de

    vientres y sacadores-de-lengua-por-la-garganta terminarantambin entre la tierra, el vientre explotado, la piel de lagarganta desgarrada desde adentro. Todo eso pasaba en los

    campos, en la ciudad, los bumangueses ocupaban el parqueGarca Rovira y desocupado todos los estancos, pero el calorde los medios das haba terminado por apaciguar a la genteque se iba haciendo a la idea de que no tendramos el centroincendiado por completo como radio Santander, que habasido tomada el 10 u 11 de abril y no sera censurada hastafinales del siguiente ao, nos contaba estaba ocurriendo en

    Bogot. Con la Casa Harders fuera de peligro, porque la seoraestara en Alemania, y el seor muerto, lo que siempre es unasituacin segura, mis pensamientos eran para la casa Harders yla biblioteca del stano. Me pareca imposible que los libros sehubieran quemado y nadie roba libros a la hora de un saqueo.De eso trataba de convencerme como si algn da yo fuera arecuperarlos.

    Esto no va a llegar a nada. La rabia se gasta rpido, No se lehace?

    Nadie piensa mucho en lo que quieren decir las expresionesdirigir la palabra, por ejemplo. Lo que acababa de hacer elhombre de bastn y una boina de pao apropiada para ese da

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    que fue uno de los pocos en los que la lluvia interrumpi eltrabajo de un sol de bismuto, que luego sabra yo se llamabaIsaac de Merak, era dirigirme la palabra.

    Todos los empleados de la Casa Harders y todos los trabajadoresde la obra me haban sido presentados, yo no haba conocido,digamos que por propios medios, a nadie en la vida a nadieexcepto a Carmelita, me lleg en el Parque Centenario. Esa ideahizo que saliera de mi cmoda porcin de sombra y caminarahacia uno de los cafs vecinos al Teatro Santander. Me habaestado hospedando en una pensin a un par de calles luego delas dos noches de caminata. En el da era imposible, las personasdisparaban a todo el que pasara, que me haba tomado llegardesde la Mesa de Los Santos.

    El calor de esos meses hacia absurda la idea de un caf negro

    caliente, pero eso pedan todos y a eso me haba acostumbrado.Luego saqu una libreta intentando un dibujo de lo que podaver por la ventana. El lugar comn de los libros me haca creerque alguien terminara por hablarme. Por dirigirme la palabra.Los mejores libros estn llenos de lugares comunes.

    Entonces Isaac de Merak me habl. Me dirigi la palabra.

    Qu no va a llegar a nada?

    Lo que est pasando. La gente est matndose porque matarona Gaitn, pero al final no va a pasar nada

    Est esperando a alguien?

    Estoy esperando a alguien. Creo que pediremos cerveza. Elcalor no est para caf.

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    Era el mismo pensamiento que yo haba tenido. En todo casonadie pidi cerveza. El seor De Merak tena la costumbre msbien rara de slo tomar caf y agua de lluvia que recolectabaen el patio de su casa. Los dems eran Agustn C., que haballegado de Molagavita en la parte de atrs de un camin huyendode los conservadores y acababa de casarse con la mujer que lohaba acompaado en su huida. Isidoro Bosnio, un exoficial dela marina que acababa de regresar a la ciudad despus de unaestancia de tres aos en Escocia, y Nahum Usher, un fotgrafoaficionado y aventurero profesional, que deca haber llegadoal pas viajando a pie y un da decidi internarse en el Candel Chicamocha de donde nunca volvi a salir. Las novedadeseditoriales que el hermano menor de Nahum, Zacaras, traacada vez que regresaba de sus giras de negocios en Lake Tahoeal Norte de California, eran uno de los temas recurrentes delcrculo que formaban los cuatro. Si no haban libros nuevos, se

    armaban conspiraciones que nunca llegaban a la accin. Comoconsecuencia de las semanas que se estaban viviendo en elcampo, porque la ciudad es buena ciega en esas cosas, veamosel Parque Centenario llenarse de gente que llegaba a la ciudadcargando animales y bultos con sus cosas. Otro tanto pasabaen el Parque Romero. El tema esa tarde fue la posibilidadde deponer al gobernador y declarar la independencia de

    Santander, que tendra un gobierno autonomo encabezado pordon Isaac.

    Primero, soy extranjero dijo As haya vivido media vida enNirvana y un cuarto en Bucaramanga, nadie me va perdonarlo Noruego.

    La risa que sigui fue enorme. Isaac de Merak con su estaturade gondolero y su tez morena era lo ms lejano en el mundo aun Noruego. Y sin embargo, era Noruego, de Stavanger.

    Y me estoy quedando ciego, adems. Para un gobernador queno lea podemos dejar el que tenemos.

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    Tenamos dos, Ortiz Gonzles y el coronel Hoyos. Nadie, nisiquiera ellos, saba cul era el oficial, pero don Isaac debareferirse al coronel, aunque antes de Hoyos slo hubiera vividocuatro das gobernacin militar y eso haba sido haca dcaday media. En el 48 don Isaac tena alrededor de setenta aos y,ya que lo haba dicho, el hecho de que para leer el peridicotuviera que inclinarse hasta que su nariz supiera el tipo de tintautilizada y de rbol convertido en papel, era una prueba de quese la vista no le serva para mucho ms que para saber que no

    venan carros y poda atravesar cada calle desde su casa hastael Caf Centenario.

    La proposicin de convertirme en su lector lleg un par desemanas despus en ese mismo caf.

    Se lo he dicho a estos dos dijo sealando a Bosnio y a Usher

    A Agustn no se lo he dicho porque ya se cansa tambin de lavista.

    Agustn levant las manos, cruz los pulgares, los descruzmientras se morda los labios y volvi a bajarlas a manera deconfirmacin.

    Yo no podra dijo Bosnio Estoy saliendo con una dama.

    Ya quisiramos conocer las afortunadas damas con las quesale dijo Isaac.

    En privado me explicara que los romances ficticios de IsidoroBosnio haban dado hasta para escribir la historia que haba

    ganado un concurso literario, aos atrs.

    Pinselo. Puede vivir en mi casa y recibir un sueldo slo porleerme. Hay trabajos peores que ese.Haba trabajos peores que ese. Casi todos. Como no tenademasiadas cosas para llevar desde mi pensin, no me molesten que terminara un aguacero que fue de los pocos que en ese

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    verano refrescaron la tierra que comenzaba a resquebrajarse yme instal en la casa de don Isaac esa noche. Su biblioteca noera tan grande como de la de los Harders pero estoy haciendouna comparacin injuriosa porque llevo cincuenta aos entreesos libros y an no me han hastiado y an no puedo decirque los he ledo todos. He cambiado el lugar de los sillones, laslmparas y los cuadros y las mesas hasta que han tenido querepetirse y desde hace una dcada dejo los libros en desorden,he cambiado el color de las paredes, las cortinas y las manijas delas puertas y hace unos aos remplace las manijas oxidadas dela puerta, tumb un muro y remplac los estantes, pero el restoest igual desde la noche en la que comenc mi labor de lector.Como lo hizo siempre, don Isaac ley hasta que literalmente losojos comenzaron a dolerle. Yo estaba leyendo Sausage Somosmarionetas en manos de un mal titiritero que conoce el final dela obra cuando me interrumpi.

    Por qu cojea usted?

    Levant los ojos del libro. Mi mirada deba mostrar molestia,pero a don Isaac no le import.Usted cojea, arrastra la pierna al caminar.

    Le cont toda la historia. Las labores en la finca que comencen la madrugada, el resbaln en el surco recin arado. Al ratodijo que en realidad no le interesaba tanto mi cojera, que hababuscado un pretexto.

    Para que usted me dijera Quiere que le lea, don Isaac?

    Entonces vino su risa de ballena. Esa noche le le, creo, algoms de Sausage o de Daville padre. Tal vez Sausage. En otrabiblioteca. Con otros ojos. Hasta hace unos aos hubierapodido decir qu pasaje, ahora, cuando sera importante quelo recordara, lo he olvidado. Una de las peores consecuenciasde ir acabando de envejecer es que cada cosa olvidada es algoque nunca se vivi, o no se ley. No s si a don Isaac lleg a

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    sucederle, recordaba con facilidad momentos o pasajes peronunca se extenda lo suficiente como para dejar saber si surecuerdo era completo.

    Si as fuera podra decirme por ejemplo cmo estaba yo vestidoo qu si haba olor de almendras en el aire cuando Carmelitaapareci en la esquina.

    Yo no lo recuerdo, recuerdo lo que pens y la manera cmotomaba por el brazo a la mujer que la acompaaba.

    No hablo mucho con ellos dijo Isaac esa noche La mujer sellama Trinidad. Es muy religiosa como para sostener con ellauna conversacin interesante. Dijo que era viuda reciente, quela joven haba llegado hace algunas semanas y viva en su casa.

    Un poco como dama de compaa, un poco como empleadade servicio

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    V

    Doa Trinidad siempre quiso a Carmelita. La quiso hasta unpar de minutos antes de morir y quizs desde el da en que llega su puerta minutos antes de uno de los poqusimos aguacerosde esa temporada. La joven traa una maleta enorme que habapuesto en el piso y un papel manchado en el que casi no podaleerse gran cosa. De la explicacin que intentaba dar la recinllegada, doa Trinidad slo entenda que alguien, un nombreque no le deca nada, le haba dado en Barichara el nmerode su casa. Doa Trinidad no conoca a nadie en Barichara.No conoca Barichara. No saba de Barichara ms que era elltimo pueblo antes de aquel a dnde haban mandado losltimos guanes y los ltimos umpal. Slo con las primerasgotas le permiti entrar y obligada por el aguacero, Carmelita

    pudo entrar. Doa Trinidad estaba acostumbrada a algncomentario de admiracin de sus visitantes, pero a pesar de lascolecciones de objetos trados de todas partes, que le mostrsin indicarle ninguna silla para sentarse. La decoracin noimpresion a Carmelita.

    Lo ms importante es el jarrn. Me lo dio mi esposo en nuestro

    viaje por el mar Egeo

    El mar Egeo? dijo Carmelita .

    La siguiente media hora de monlogo se fue alrededor de unjarrn tapado hecho de tierra cocida cubierta de pedacitos decermica que el esposo de doa Trinidad Anczar, se llamaba

    Anczar haba robado en una exposicin improvisada enKea durante su viaje de bodas. A Carmelita le pareci que unfrasco de vidrio habra sido un recipiente ms elegante parael polvito, supuso un endulzante, que doa Trinidad guardabaen l y agregaba al t que tomaba al final de cada tarde. Eranms interesantes la pequea biblioteca, la reja de bronce quedivida los dos cuartos que servan de estudio o los retratos

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    que ocupaban los muros, pero doa Trinidad insisti en queel jarrn era lo nico que Carmelita no podra tocar al hacer lalimpieza de la casa.Porque usted necesita trabajo no?. Puede ayudarmelimpiando, pero el jarrn lo limpio yo.

    As se convirti en un poco dama de compaa, un pocoempleada de servicio de doa Trinidad. Carmelita no dijo queeso no era lo que haba pensado, que haban dado una direccinen esa calle para que le ayudaran y no para que la encargarande los oficios. Ya en su cuarto, volvi a buscar el papel donde supadre haba escrito los datos de la persona que deba ayudarle.No pudo encontrarlo y se le ocurri que se le poda haber cadoen la puerta al tomar sus valijas. Lo que hizo fue bajar corriendoy salir a la calle. No lo encontr. Tampoco habra servido que

    lo encontrara. Nada cambia nada. Si la direccin y el nombrehubieran sido exactos y Carmelita hubiera golpeado en otrapuerta, algn da, en otra circunstancia, habra terminado porencontrarse con doa Trinidad.

    Y sin que yo lo supiera, desde la tarde en que volv a verlaintent forzar un nuevo encuentro. Entonces me quedaba en

    la ventana con una edicin de las cartas de Aspern a JulianaBordereau. Si slo recuerdo que el ttulo de la compilacinera Letras Quemadas es porque ms que leerlas saltaba laspginas pensando en la frase que le dira a Carmelita cuando

    volviera a verla, en si al menos exista una posibilidad de queme recordara desde Barichara o sera mejor fingir que ramosextraos y deslizar Barichara como un recuerdo a partir del

    cual nos convenciramos de que los astros o Dios o el destinoqueran que nos viramos de nuevo.

    Como si nos uniera el destino iba a decir ella mirando desnudapor la ventana en la noche que siguiera a nuestro encuentro. Yorepetira Destino pero en alemn, si es que poda encontrarun diccionario para saber la palabra exacta. Si los alemanes

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    rtmicamente el suelo con sus zapatos o que poda moverlos dedos de sus pies dentro de ellos y golpear el piso comosi desde el subsuelo alguien nos indicara que no podamosquedarnos parados all toda la tarde, hay el mundo que sigue,pero incluso el temblor de sus manos haba desaparecido y sloquedaba el de sus labios. Mi mirada saltaba de su cabello a susojos entrecerrados a su cuello y otra vez a su cabello. Comolas palabras que tena en la garganta eran demasiado torpesy no encontraban el camino de salida, Carmelita se encogide hombros, lista a pasar aunque tuviera que empujarme parahacerlo. No lo hubiera hecho. Nunca la imagin actuandocon la ms mnima violencia. An alcanc a pensar que ladejara partir y le hablara algn otro da y que, si la seguade esa cierta manera misteriosa, llegara incluso a temerme ypedir proteccin y a gritar la prxima vez que me le acercara.Tomaba aire para seguir caminando cuando abri los ojos y

    dej de temblar.

    Barichara dijo. Una palabra que encerraba un punto de par-tida.Nada puede predecirse.

    Cuatro frases despus. Carmelita dijo que doa Trinidad laestaba esperando, pero an as tendramos que vernos algnda. Los mircoles en la maana sala sola. La idea de que laencontrara al da siguiente deba alegrarme el resto de la tarde.No maana dijo ella En una semana. Hoy es mircoles:

    Don Isaac se haba equivocado. Los libros haban llegado

    el da anterior y en el caf confirm que Usher y Bosnioestaban leyendo lo mejor del envo. A Carmelita volva verlael mircoles siguiente. Los mircoles por la maana tena quecomprar pescado y las pescaderas le gustaban a doa Trinidad.El primer caf lo tomamos tres mircoles despus y como fuenotorio que los clientes del Caf Centenario no adoraron elaroma de pescado fresco a las once de la maana, decidimos

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    que el segundo, una semana despus, lo tomaramos a las nueveantes de ir a las pescaderas. El hecho de que nadie abre un cafa las nueve de la maana oblig a un nuevo cambio. Carmelitale dijo a doa Trinidad que el mejor pescado de Bucaramangase consegua en un mercado nocturno del norte. Ella nuncanot que el pescado era el mismo, comprado a la hora de cierrede las pescaderas luego de estar todo el da al exterior, despusde que terminbamos ese caf largo que empezaba a eso delas cuatro de la tarde y terminaba a la hora precisa para queCarmelita regresara a casa y la encontrara aadiendo a su t elpolvo saborizante que guardaba en el jarrn griego.

    Nuestros mircoles necesitaran a lo mejor un horario, unacuadricula.

    Bosnio, Usher y Agustn estaban siempre en el caf a esa hora.

    Don Isaac, en su ausencia lo nombrbamos as sin apellido. Suvisin empeoraba y tener que caminar del brazo de alguien,as fuera yo, lo avergonzaba al punto de que prefera quedarseen casa y slo algunos lunes pasaba por el caf. Carmelitatermin por ocupar su silla. Bosnio dijo que su presencia erauna manera de conservar el perfecto nmero cinco.

    Todos los nmeros son perfectos dijo ella. Prefiero el cuatro.

    Entonces comenz a hacer una lista. Los cuatro elementos,claro. Los cuatro puntos cardinales, los cuatro vientos, loscuatro continentes teniendo en cuenta que Europa y Asia enrealidad estaban unidas, las cuatro letras del nombre de Dios,el carr de la lumire. Bosnio sac sus casos. Las cinco heridas

    de Cristo, el hecho de que los musulmanes oren cinco veces alda, los cinco minutos de soledad, la quinta justa y los cincoplanetas clsicos. Usher empez bien con la Santsima Trinidady su equivalente hind, la cuerda tres veces doblada de Salomny los tres elementos de la dialctica de Hegel. A m me parecaque todo era dualidad bajo el cielo y bajo la tierra.

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    De todas maneras usted tiene razn seor Bosnio. Puede queel nmero de ustedes sea cuatro y yo un quinto elemento, algofemenino, si le parece. O el que rene los otros cuatro.

    Luego ri. Deca solemnidades y rea despus. Me tomdemasiado tiempo darme cuenta que lo falso era la risa.Despus de acompaarla hasta las pescaderas y casi hasta lapuerta de su casa, regres al caf del Centenario. El tema seguasiendo Carmelita. Agustn deca que era notorio que hasta eseda ella se haba limitado a escucharnos y ahora en serio habahablado, que era increble que la mujer que se encargaba delaseo en la casa de doa Trinidad pudiera hablar as.

    Aunque a lo mejor no hace el aseo agreg Tiene manos de nohaber tocado nunca un cepillo de piso.

    Era cierto y se lo haba preguntado. Carmelita haba dicho quehaba aprendido de su madre un remedio natural para protegerla piel. Cuando dijo remedio natural pens en don Isaac, en sipreparaba el caf en agua de lluvia como un remedio contra la

    vejez o la ceguera.Me recuerda una mujer que conoc en Boston aos atrs

    dijo Bosnio T no pudiste haber conocido una mujer as enBoston dijo Usher todas las mujeres en Boston son unasbrujas horribles.

    Bosnio jur que era cierto, que a lo mejor la mujer estaba enBoston slo de paso, que de todas maneras pasaron juntos slouna noche. Los detalles de esa noche ocuparon el resto de la

    nuestra. Bosnio saba ser especfico.

    Yo pensaba en las noches que contaba Bosnio con sus mujeresen todos los puertos del mundo, cuando en medio de una deesas lluvias que fueron tan inusuales en esos meses para lapoca Carmelita y yo, parados en la esquina de la iglesia de SanLaureano, que era el punto en el cual doa Trinidad ya no poda

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    verla si segua asomada a la ventana, escuchamos, junto al finalde la historia de Ezequiel y su encuentro con su extraterrestreso tal vez la de Jess convirtiendo el pan en piedras a un grupode trabajadores que comentaba que la Alcalda haba prohibidola venta de pescado en los prximos das. Ninguno conoca lasrazones, as que compramos una Vanguardia a un voceador quetambin se protega de la lluvia. Tampoco all lo explicaban,porque los grandes temas eran la sequa y la violencia, perose hablaba de que el congelador de uno de los depsitos cercade Girn, donde se almacenaba mucho del pescado que se

    venda en la ciudad, se haba encontrado contaminado por loque pareca ser sangre de animales. Aunque el peridico nodeca de dnde provena la sangre, no era ese detalle el que meimportaba. Carmelita poda decir que haba ido hasta el nortepor pescado y regresar con el peridico como excusa. Con unalluvia como esa, podra adems exagerar el tiempo que le haba

    tomado ir y volver. Tenamos todo el final de la tarde para estarjuntos.

    Se van a poner felices todos dijo.

    Yo no pensaba en el caf. Era joven entonces, aunque tal vez esslo mi caso el que opone edad a vitalidad. Yo pensaba en las

    mujeres de Bosnio. Le dije a Carmelita que podramos caminarhasta Cabecera del Llano. Nos tomara media hora mximo ydesde las colinas tendramos una vista magnfica de la ciudad.No vamos a caminar con una lluvia as dijo. Supuse que losiguiente que hara sera decir que lo mejor era que regresarade inmediato a casa de doa Trinidad. Carmelita dio dos pasos.Me recordaron los dos pasos que dio el da que la conoc.

    Carmelita Schicksal siempre daba dos pasos en los momentoscumbres de su vida y an as cuando alguna vez dijo que unavida son unos cuantos instantes cumbres separados por suspreparativos y sus consecuencias no estuve de acuerdo.

    Hay una colina ms cerca dijo y comenz a caminar.

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    el punto donde yo la conoca. Carmelita sali a la puerta dedoa Trinidad. El papel con la direccin estaba an all, pero lalluvia lo haba acabado de borrar. De todas maneras no le habaservido de mucho. Carrera Once Bucaramanga era todo loque deca y era all, a la Carrera Once, a donde se haba dirigidoal bajar en el Parque Centenario del autobs que la haba tradodesde San Gil. Si haba golpeado en la casa de Doa Trinidadhaba sido por casualidad y convencida que ya no recordara elapellido que su padre haba escrito y en el que haba pensadoal quedarse dormida durante el camino luego pasar varios dassin poder cerrar los ojos.

    La ltima vez que haba dormido se haba despertado alescuchar a su madre que la llamaba para cenar. Haban instaladola mesa en el patio as que apenas al salir de su cuarto encontrsentados y listos a sus padres y a dos amigos de la familia que los

    visitaban desde Bogot, como en una poca los haban visitadolos Harders. La cena, que haba servido su madre porque losempleados haban desertado, era la mejor que haban tenidodesde el 9 de Abril y por primera vez, gracias a que los invitadoslo haban trado, haba vuelto a servirse vino. Al terminar decomer, los visitantes entregaron al seor Schicksal una nota enmedia hoja de papel. Cuando la recibi volte una de las copas

    y el papel se manch en los bordes.

    No importa dijo uno de los visitantes No es una nota quepueda guardarse.

    El padre de Carmelita limpi el vino. Ley la nota de un golpe,casi sin mover los ojos, y volvi a doblarla.

    Tiene razn, hay que quemarla dijo.

    La llama del encendedor de los visitantes comenzaba a consumirel papel, cuando se escuch a los hombres que forzaban lapuerta. Carmelita no pudo nunca recordar el nmero exactoni los rostros, pero recordaba que eran rostros conocidos. Los

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    cinco comensales fueron llevados al cuarto en el que Carmelitase haba despertado una hora atrs. Nadie dijo nada. Ni siquierase escucharon los disparos ni a los hombres que se llevabantodo lo que encontraban como, ahora lo pensaba, debi pasaren la Casa Harders. Carmelita vio a su padre escribir en elpapel que tena en sus manos desde que los hombres armadoshaban entrado. Carrera Once-Bucaramanga. Nadie se movien el cuarto durante el resto de la noche y nadie se movi msexcepto Carmelita al amanecer. Su cuerpo era el nico calor en

    una habitacin donde la sangre en el piso y las paredes estabatan fras como el aire de la madrugada.

    Haca fro y ya estaba oscuro. Carmelita comenz a bajar lacolina para regresar a la casa de doa Trinidad Ya no quieroque llueva dijo. Cuando la alcanc en el camino de regresohaba dejado de llover.

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    VI

    Lo que conocemos por magia no es ms que ciencia nocuantificada dijo Carmelita parada en la colina donde unasemana atrs me haba contado la historia de lo que habapasado con su familia. No voy a repetir ahora su invocacin.Primero porqu las palabras no revelan lo que se esconde queest en la manera de decirlas. Segundo porque no funcionara.Carmelita me haba prometido que hara llover, pero la tarde,como todas las de ese mes, fue de un azul impecable.

    A lo mejor no sirve si uno quiere presumir dijo mientrasbajbamos de regreso. La marca en el rostro que le haba dejadola bofetada con la que doa Trinidad la recibi la ltima vezque habamos estado en esa colina se haba desvanecido casidel todo y ahora era la sombra de tres lneas que uno pensabaque podran borrarse con saliva.

    Carmelita esperaba que no quedara ningn rastro pararegresar al caf. Usher se haba ido ya al recorrido del Candel Chicamocha del que no regresara y un paisa vendedorde fsforos de apellido Henao haba durado tres tardes en

    nuestra mesa antes de renunciar a convencernos de las buenasintenciones del Partido Conservador. Bosnio y Agustn nodejaban de preguntar por ella, pero Carmelita y yo habamoscambiado nuestros encuentros de los mircoles a un caf dela Avenida 15 del que los habituales del Centenario siemprehablaban mal, lo que serva de garanta de que all no losencontraramos. Ya no slo la vea los mircoles, luego de que

    notara la marca que le haba dejado el golpe de doa Trinidad,las esperaba casi todos los das en la misa de San Laureano.Carmelita me sonrea al pasar como lo haca en Barichara. Yome sentaba unas filas atrs y las segua de nuevo hasta su casa.

    De la discusin que haba terminado en el golpe no hablamosgran cosa. Carmelita dijo que al verla llegar tan tarde en la

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    noche, con la ropa mojada y sucia, no le import que existierala excusa de la prohibicin del pescado, pero tampoco esocambi la rutina y con el tiempo Carmelita regres al caf delCentenario. Como Usher no volva y no volva y no volvi,fuimos un perfecto nmero cuatro. Para hacer apologa delas propiedades cabalsticas del nmero tres, Bosnio encontrmejores argumentos, o ms al menos, que para el cinco,Carmelita dio algunos ms pero insisti en que cualquiernmero Uno tan tonto como el seis, tan en aparienciadesprovisto de significado como el mil ciento venticinco tenasuficientes significados como para que pudiera convencerse acualquiera de que ese nmero era el esencial, el resumen deluniverso.

    En todo caso prefiero el cuatro fue su conclusin Cuadradode Netzcah. Cuatro columnas del mundo segn Sausage.

    Cuatro grandes pintores renacentistas.

    Cinco dijo Bosnio.

    Carmelita los enumer, eran cuatro en su opinin.Cincocontando al maestro, aqu presente dijo Bosnio sealndome.

    Slo que yo no era renacentista y sobre todo no era pintor.De lo poco que haba trabajado junto al seor Harders, lopoqusimo que haba pintado en la Mesa y el abandono total demi carrera como artista en Bucaramanga haba hablado amis compaeros, pero no a Carmelita. Le expliqu, y de paso aBosnio y Agustn, que era algo que haba dejado atrs, que tal

    vez volvera hacerlo algn da cuando estuviera viejo. Decir lo

    har cuando est viejo es una manera de decir lo har cuandono pueda hacer nada ms en la vida aunque tambin puede seruna manera de decir no lo har nunca. Se pierde mucho si sedeja de practicar dije. Luego hablamos de fotografa. Carmelitadijo que a lo mejor Agustn podra tomarle una fotografa conlos equipos que le haba dejado Usher.

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    Tendr que hacer eso si no hay un pintor en esta mesa dijo.Insisti. Insistan. Un reto en broma es el nico que vale la penaaceptar. Aceptarlo significa que uno no tiene miedo. Le dije quepodramos hacerlo all mismo, que podra ir a buscar todo lonecesario en la casa de don Isaac. Carmelita dijo qu ningnpintor podra concentrarse con tanta gente mirndolo.Mirndola.

    Puedes pedirle a Agustn que te tome una fotografa. Yo puedousarla como base para el retrato dije.

    De regreso a casa Carmelita dijo que quera que la pintaraen serio, que ella encontrara la manera de escapar el tiemposuficiente de los ojos constantes de doa Trinidad.

    Luego ri.

    Agustn debi haberla fotografiado. Habra sido simple. Habrasido rpido. A lo mejor habra sido intil, porque si, comocre durante aos, fue la envidia de los dioses egostas que noadmitieron que un mortal intentara crear una copia de algo quequeran slo pudiera ser eterno en su memoria perfecta, a ellosles habra dado igual oleo, grabado, pastel, tinta china, acrlico,

    aguafuerte, grafitti, fresco, gouache, acuarela o polaroid. Nofue el retrato la causa final, si la hubiera fotografiado habrahabido algo ms y todo hubiera terminado igual, pero ahoraesa fotografa sera el impulso para empezar a recorrer todosesos recuerdos que mi mente ya no puede reconstruir. Cuntascosas, en lugar de avanzar hacia el desenlace, podra decir denuestros das. De Carmelita Schicksal.

    Se lo dije tratando de acomodar el caballete de la mejor maneraque pude en el escenario que ella haba escogido Lo ms difcil

    van a ser los ojos.

    No habamos vuelto a hablar del retrato hasta el mircolesanterior. Ese da me dijo que haba encontrado el lugar.

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    Agustn y Bosnio queran saberlo, a m me importaba menos.No necesitaba ser el retratista que no era para saber que elescenario era lo de menos. Nos encontramos a las nueve de lanoche en la esquina de San Laureano donde nos habamos vistola primera vez. Caa una llovizna que era como una bendicinen medio de un ao que fue implacable con la sed de la tierra.Un monaguillo an tardaba en pegar sobre la pared de la iglesialos ltimos anuncios para invitar a la fiesta de Todos los Santosque tendra lugar una semana despus. Carmelita llevaba un

    vestido blanco y para protegerse del fro se haba cubierto conun abrigo de doa Trinidad. El conjunto daba para que alguienque la viera en la calle la considerara un aspecto de dementeo de indigente o del espectro de una loca. El mango cubiertoen cuero de un cuchillo se notaba en el bolsillo derecho de suabrigo.

    Trajiste un cuchillo para defenderos ? dije.

    No sabra cmo utilizarlo dijo.

    Carmelita haba aadido jezebela al polvo del jarrn griego.Doa Trinidad, se la agregara ella misma a su t de la tardey podramos trabajar hasta la madrugada. Segua pensando

    que el escenario no importaba cuando llegamos a la pared delCementerio Universal. Habamos dado un largo rodeo para nopasar por la calle donde quedaban nuestras casas y en medio desemejante oscuridad nadie nos vio esa noche ni las siguientesque nos tom el retrato. No era extraa la soledad con el climade miedo (por el clima y por el miedo) de la ciudad que nohaba cambiado desde el 9 de Abril. Yo recuerdo el silencio. No

    esa idea abstracta del silencio como ausencia total de sonido,sino un silencio como el que debi reinar cuando no existanlas ciudades, como si una plaga que nadie esperaba hubieradado buena cuenta de los habitantes de Bucarmanaga y las lucesde los faroles seguiran encendidas al da siguiente y la nochesiguiente y as hasta que los filamentos reventaran y desde lasmontaas no pudiera verse ms que una mancha negra y los

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    rboles comenzaran a crecer entre los muros. La puerta dehierro era pesada pero no tena ningn seguro. El sonido delhierro signific la dulce muerte de ese silencio. Tras la puerta,la segu bajo la cpula que formaba un vestbulo. Ahora se hacado a pedazos y las imgenes que la adornaban no son msque manchas, pero en esa poca, los conos catlicos centralesestaban acompaados de frescos que parecan pintados por unpintor de frescos especializado en pesadillas. Dimos un par depasos y nos encontramos a campo abierto. Entonces entend,entender es una palabra intil para las revelaciones, laimportancia del escenario. No tena un sombrero de ala anchapara poner las velas que necesitara para mi trabajo, pero elcementerio a la luz de la luna pareca pensado como una piezamusical, donde cada reflejo en las hojas, la piedra virgen o elmrmol aportaba un giro que pareca esencial para la armonadel conjunto.

    Esa fue la primera vez que entr a este lugar que no he dejadode frecuentar desde entonces. Caminamos casi jugueteandoentre los mausoleos, imaginando pasados para los nombresdesconocidos y escondindonos tras las rocas tradas de lospramos y los ngeles de piedra. Si esa noche hubiera podido

    ver sus rostros los hubiera vistos sonrientes. Como nosotros.

    Carmelita se detuvo al fondo, frente a una lpida ubicada a lospies de una ceiba pareca el monumento ms alto de todos. Dijoque era el lugar. No dej de sonrer cuando tom el cuchilloe hizo una pequea incisin en su antebrazo izquierdo. Losdados fueron lanzados con la primera pincelada. No importaque a m me tomara media hora alistarlo todo, que en ese mediahora ella comenzara a molestarse porque deba hacer presin

    para que la sangre no dejara de caer.

    Por seis noches ms repetimos el ritual. Ella no mir mi trabajohasta la ltima. Cuando lo hizo fingi prolongar la observacin,pero pensaba en otra cosa. Yo haba llevado vino. Ella una copametlica como si supiera que yo llevaba vino. De mi fraseHemos terminado, celebremos sali una conversacin que

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    no haber vuelto a buscar el stano bajo los escombros si es quelas turbas haban incendiado la casa Harders. Estaba solo conCarmelita en medio de la noche y por ella habra hasta recitadouna plegaria. Una invocacin.

    Hay una invocacin

    Prende una vela y acrcate para que pueda leerla dijo. La leymurmurndola para memorizarla, lo que no fue difcil puesapenas se trataba de trece prrafos. Carmelita me quit la velaque puso en el piso, tom mi mano izquierda. Yo comprend yfui yo mismo quien hund la punta del cuchillo en mi antebrazo.

    No soy un buen mstico.

    Ni siquiera un mstico.

    Nunca hay que enterrar el cuchillo, lo que provocaba un dolorhorrible, sino deslizar el borde sobre la piel. Jams he tenidoun violn en mis manos, pero debe ser como deslizar el arcosobre las cuerdas de un violn. Adems de no haber tocado un

    violn, tampoco he visto uno de esos cristos que lloran perolas gotas de sangre que caan de nuestras heridas abiertas en

    la copa deban ser como las lgrimas de esos cristos llorones.Carmelita repeta an en voz baja, lo contrario habra sidovulgar, los prrafos que acababa de aprender. Supongo quecambi frases, supongo que involuntariamente, pero no ibaa interrumpirla para corregirla y menos entonces cuandoempezaba a llover lo que era un milagro en Bucarmanga en eseao de 1948. Mientras pona mi antebrazo sobre su boca tena la

    expresin de las mujeres de los puertos en los relatos de Bosnio.Intent tener la misma mirada mientras beba de su brazo,Slo quien ha bebido la sangre de quien ama puede describirlos miles de matices que el sabor metlico toma al recorrer laboca? . Yo imaginaba lo que seguira, eran de nuevo las mujeresde las historias de Bosnio. Siempre pasaba lo mismo despus deesa mirada, senta el pulso de Carmelita bajo la presin de mi

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    mano. Era la cuerda baja de un piano que marcaba el ritmo dela msica de la noche, y sin embargo le bast un movimientopara liberarse. Fue corriendo detrs de otro rbol. Pens que

    jugaba de nuevo, que rodaramos entre las sepulturas, que suespalda quedara marcada con las inscripciones invertidas deuna columna, pero me pidi que no la siguiera. Escuch quelloraba. Otro ruido de lluvia tras el ruido de la lluvia. Intentexplicarlo mientras yo guardaba el retrato de tal manera queno se arruinara en el camino de regreso. No podan mezclarsela divinidad y la lujuria. No me interesaba la divinidad. Nome interesaba lo que pudiera decir en el libro de donde habacopiado sus trece prrafos ni en el libro similar que haba vistoen la Casa Harders, pero si luego de regresar a casa no me romplos nudillos contra un muro ni romp lmparas con las manosni romp a patadas las cajas de verduras de quienes armaban losprimeros puestos del mercado hay un cierto sentimiento que

    llega alguna vez en la vida, cuando las cosas dejan de querersede inmediato y que vuelve a sentirse cada vez menos conformepasa el tiempo. Es la idea de que el tiempo puede repararse, deque la ocasin ideal que no aprovechamos nos volver algnda, virgen e idntico, y ya sabremos que no podemos perderlo.Algn da volveramos, algn da vera a Carmelita recoger susropas y ponrselas de nuevo luego de que dejramos marcas

    de sudor salado sobre una loza de mrmol. En el lugar dondedebamos separarnos, se acerc, abri un poco los labios y msque besarme se dej besar. De nuevo estbamos tragndonos larespiracin del otro en sorbos cortos cuando ella me empuj yse alej de un salto. Estaba aterrada y se alej volteando a mirarcada dos pasos. Aunque dira que no era cierto estoy seguro deque estaba llorando.

    En cuntas cosas minti Carmelita Schicksal? El hecho deque nunca admitiera que esa noche haba llorado era cosade nada, pero la ceremonia que realiz no era uno de esoshallazgos casuales que traen las lecturas clandestinas y no lahaba improvisado como juego. Punto a punto estaba escritade su propia mano en cada uno de los cuatro libros que tras su

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    muerte encontr en una caja de madera y ocult en una de lasparedes de la casa de doa Trinidad. Hace unos aos casi todala casa fue demolida. Ignoro si alguien los encontr y si as fueruego porque no hayan desencadenado su desgracia.

    Yo miento tambin. Las desgracias ajenas hace aos me tienensin cuidado.

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    VII

    Don Isaac muri el Mircoles de Ceniza del ao siguiente.Como no haba vuelto a saber de su familia en Nirvana, no fuesorpresa que me nombrara heredero y adems de la casa donde

    vivamos quedaran a mi nombre varias fincas en Lebrija y SanSebastin del Diamante que nunca he visitado, pero cuya rentame ha permitido sostenerme sin otra ocupacin que la lecturay la visita diaria a este cementerio. Como haba sido su deseo, ysin ms atrevimiento de mi parte que el de conservar su boina,simulamos un entierro en el Cementerio Catlico en una tumbaque, sin nunca haber hablado de ello a nadie, haba compradomeses atrs. Junto al atad vaco, los compaeros de caf y dosplaideras que Bosnio insisti en contratar y luego afirmarahaber seducido, realizamos todas las ceremonias habituales.

    l dijo Dle, Seor, el descanso eterno y nosotros repetimosBrille para l la Luz perpetua. A m me correspondi anudarun cordn a los pies del cristo que cubra el cajn, Carmelita,siendo la nica mujer, tuvo que dibujar una cruz sobre lamadera con el dedo que antes haba deslizado entre sus piernasy Agustn cont los frijoles correspondientes a los aos de vidadon Isaac que luego reparti para que los tirramos mientras

    los sepultureros terminaban su trabajo sin preguntarse por qupareca tan liviano el nuevo muerto. Tristes como estbamos, apesar de la risa que nos provocaba el esfuerzo de las plaideras,tomamos una botella de vino en una cantina poco presentablefrente al cementerio. La ltima lgrima. Luego recogimosla urna con las cenizas en una ladrillera cuyo propietario,desesperado y sin dinero porque desde abril haba parado su

    produccin, slo nos pregunt si el cuerpo que le pedamoscremar era liberal o conservador y se content con dos billetesms en lugar de una respuesta. Fui yo el encargado de regar suscenizas en el Parque Centenario. Las cenizas humanas formangrumos pero se disuelven en los dedos como talco, y cada vezque hunda los dedos en la ceniza para sacar una manotada mequedaba pensando en esa sensacin y en ese color entre gris y

  • 8/13/2019 CARMELITA-SCHIKSAL (Edicin del 2011)

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    ocre que haba notado luego de la cremacin del seor Harders.Igual no hubiramos podido llevar un ataud lleno alcementerio dijo Bosnio A Usher lo hubiramos remplazadopor Carmelita pero usted con esa cojera le hubiera dado malaspecto al cortejo.

    Despus de la muerte de don Isaac