9
 STEPHEN F. COHEN BOLCHEVISM AND STALINISM If you can look into the seeds of time, and say which grain will grow and which will not... (Si puedes inquirir en las semillas del tiempo y decir cuál de los granos crecerá y cuál no...) SHAKESPEARE TODA gran revolución plantea una cuestión histórica clave, posteriormente debatida tanto por los académicos como por sus adeptos. De todas las cuestiones planteadas por la revolución bolchevique y su desenlace, ninguna es más amplia, más compleja o más importante que la de la relación entre el bolchevismo y el estalinismo. En el sentido más general y esencial, la cuestión que se plantea es la de si hay que interpretar el movimiento bolchevique originario que dominó la Unión Soviética durante la década siguiente a 1917, y los acontecimientos posteriores a esta década y el orden socio-político que surgió con Stalin en los años 30, fundamentalmente como una continuidad o como una discontinuidad. Asimismo, es una cuestión que necesariamente incide en la perspectiva del historiador configurándola en cuanto a una multitud de temas de menor envergadura pero no menos críticos referentes al período comprendido entre 1917 y 1939. Exagerando sólo ligeramente, al historiador de aquellos años se le puede decir: dime tu interpretación de la relación entre el bolchevismo y el estalinismo, y te diré cómo has interpretado casi todos los hechos significativos de aquellos años. A fin de cuentas, ha sido y sigue siendo una cuestión política. Generalmente hablando, si exceptuamos a los devotos occidentales de la historiografía oficial de Moscú, cuanto menos simpatía tiene un historiador por la Revolución y al bolchevismo originario, menos distinciones significativas ve entre el bolchevismo y el estalinismo. Por tanto, un lector no familiarizado con los estudios occidentales sobre historia soviética lógicamen te esperaría encontrar en ella mucha escuelas rivales y un intenso debate acerca de este tema central. La cuestión no sólo es grande y compleja, sino además otras cuestiones parecidas relacionadas con otras revoluciones  la relación entre el bonapartismo y la Revolución Francesa de 1789 es un ejemplo claro  han provocado polémicas de larga duración. 1 Es más, los hechos parecen contradictorios, incluso confusos. Aunque no hubiese otro tema, existe el problema de có mo explicar la revolución «desde arriba» de Stalin de los años 30, un extraordinario trastorno de toda una década, que empezó con una brusca inversión de la política oficial y la colectivización forzosa de 125 millones de campesinos, vio amplias revisiones de los principios y actitudes ideológicas oficiales, y terminó con la destrucción oficial de la élite bolchevique inicial, incluyendo a la mayoría de los padres fundadores soviéticos, así como sus r espectivas reputaciones históricas. Lo que es todavía más asombroso es el hecho de que hasta hace poco la cuestión apenas provocó discusión el ámbito de los estudios académicos sobre temas soviéticos.  Al contrario, durante el período de expansión de este campo entre finales d e los años 40 y los 60, lle gó a formarse un notable consenso respecto al tema del bolchevi smo y del estalinismo. Al sobrevivir al auge y la caída de varias metodologías y enfoques en la sovietología, el consenso postuló una sencilla conclusión: no existían diferencias ni ningún tipo de discontinuidad entre el bolchevismo y el estalinismo, los cuales eran fundamentalmente lo mismo, política e ideológicamente. Cuando alguna vez en los estudios académicos se hacía una distinción entre los dos términos (lo que no era ni frecuente ni sistemático ya que los términos bolchevique, leninista, estalinista se empleaban de forma intercambiable), se decía que cualquier diferencia era únicamente una cu estión de grado, consecuencia de los cambios en las circunstancias históricas y de las necesidades de adaptación del sistema soviético. El estalinismo, según el consenso, fue la lógica, correcta, victoriosa e incluso inevitable continuación, o desenlace, del bolchevismo. Durante varios años, esta interpretación histórica fue axiomática en casi todos los estudios de la historia y política soviéticos. 2 Ha persistido hasta hoy. Nuestro objetivo aquí es reexaminar la tesis de la continuidad, con el fin de mostrar que se apoya en una serie de formulaciones, conceptos e interpretaciones dudosas, y sostener que, independientemente de sus aciertos parciales, dicha tesis oculta más que ilumina. La crítica implicada es necesaria y debería haberse planteado hace ya tiempo por muchas razones. En primer lugar, la concepción de una continuidad sin interrupciones entre el bolchevismo y el estalinismo ha configurado los planteamientos académicos acerca de todos los principales períodos, acontecimientos, factores causales, actores y alternativas durante las décadas formativas de la historia soviética. Es el eje de aquel gran consenso de la sovietología acerca de cuáles fueron los acontecimientos y por qué sucedieron de tal manera entre 1917 y la muerte de Stalin en 1953. En segundo lugar, la tesis de la continuidad ha ocultado la necesidad de estudiar el estalinismo como un fenómeno específico, con su propia historia, dinámica política, y consecuencias sociales. 3 En último lugar, ha tenido una fuerte incidencia en nuestra comprensión de los asuntos soviéticos contemporáneos. Como consecuencia de considerar el pasado bolchevique y estalinista como una única tradición no diferenciada, muchos investigadores han minimizado la capacidad de cambio del sistema en los años posteriores a la muerte de Stalin. Parece que la mayoría de ellos creen que los reformadores soviéticos que invocan una tradición no estalinista en el período inicial de la historia política soviética encontrarán en ella sólo «un organismo social y político cancerígeno roído por una contagiosa malignidad». 4 Como veremos, este punto de vista oculta los grandes conflictos entre los antiestalinistas y los neoestalinistas, los reformadores y los conservadores, que han configurado la política soviética oficial desde la muerte de Stalin. SERÁ conveniente estudiar más de cerca la historia y el contenido de la tesis de la continuidad. La polémica en cuanto a los orígenes y las características de las espec- taculares iniciativas políticas de Stalin empezó en Occidente al principio de los años 30. 5 Sin embargo, fue en gran parte una preocupación de la izquierda, sobre todo de los comunistas antiestalinistas, y más notablemente de León Trotsky. A mediados de los años 30, tras un período inicial de afirmaciones contradictorias y no conclusivas, el opositor exiliado desarrolló su famoso argumento, según el cual el estalinismo no era el perfeccionamiento del bolchevismo, tal como se proclamaba oficialmente en Moscú, sino su «negación termidoriana» y la «traición» del mismo. En 1937, cuando el terror estalinista ya consumía a la antigua élite bolchevique, Trotsky añadió: «La actual purga establece entre el bolchevismo y el estalinismo... todo un río de sangre». 6 La denuncia de Trotsky, inequívoca, aunque un tanto ambigua en su razonamiento, de que el estalinismo representaba un régimen burocrático contrarrevolucionario «diametralmente opuesto» al bolchevismo se convirtió en el tema central de un intenso debate entre izquierdistas occidentales y entre los mismos trotskistas (y ex-trotskistas). Dicho debate, que se ha prolongado hasta hoy, adolecía de un exceso de etiquetado marxista y de análisis por sustitución la burocracia estalinista ¿era una nueva clase? La Rusia de Stalin ¿era capitalista, capitalista de estado, termidoriana, fructidoriana, bonapartista, o era todavía socialista?  y de un comprensible recelo, incluso por parte de los antiestalinistas, de empañar la legitimidad de la Unión Soviética en su enfrentamiento con Hitler. No obstante, el debate fue interesante, y los académicos no le han prestado la debida atención; adelantó muchos argumentos tanto a favor de la discontinuidad como de la continuidad, que más tarde aparecerían en los estudios académicos del bolchevismo y del estalinismo. 8  La discusión académica del tema no empezó seriamente hasta después de la segunda guerra mundial, cuando se ampliaron los estudios soviéticos profes ionales. El momento es significativo ya que coincide con el punto culminante del estalinismo como sistema desarrollado en la Unión Soviética y en la Europa oriental, y con el inicio (o la reanudación) de la guerra fría. Esto, quizás, permita explicar dos aspectos de la tesis de la continuidad que presentan dificultades a la hora de ser documentados, pero que parecen ineludibles. Uno de ellos es la dudosa lógica, advertida por un polemista en los primeros años de la disputa, de la afirmación según la cual era «preciso que el comunismo ruso se desarrollase de la forma en que se había desarrollado porque, efectivamente, ahora se ve que se ha desarrollado como se ha desarrollado». 9 El otro aspecto es que los trabajos académicos tempranos fueron, según palabras de uno de los fundadores de los estudios soviéticos que se quejaba de los mismos, «demasiadas veces escritos en un ambiente de intenso odio al actual régimen ruso». 10 Dichas perspectivas contribuyeron sin duda al punto de vista académico de que los males de la Rusia estalinista contemporánea fueron predeterminados por la «contagiosa malignidad» ininterrumpida de la historia política soviética desde 1917.  A teoría de la «línea recta» entre el bolchevismo (o el leninismo, como s e le suele l lamar erróneamente) y los grandes proyectos es talinistas ha sido divulgada de nuevo por Alexander Solzhenitzin desde que se exilió de la Unión Soviética en 1974. 11 No obstante, ha sido una interpretación canónica en los estudios soviéticos académicos desde hace muchos años, como se puede demostrar con unas afirmaciones representativas. Michael Karpovich: «Aunque han sido grandes los cambios desde 1917 hasta hoy, en el fondo, la política de Stalin es una evolución del leninismo». Waldemar Gurian: «Todos los elementos básicos de su política, fueron adoptados de Lenin». John S. Reshetar: «Lenin aportó los supuestos que  aplicados por Stalin y llevados a su conclusión lógica  culminaron en las grandes purgas». Robert V. Daniels: «La victoria de Stalin... no era personal, sino el triunfo de un símbolo, del individuo que encarnó los preceptos del leninismo y las técnicas para el cumplimiento de los mismos». Zbigniew Brzezinski: «Quizás el logro más duradero del leninismo fue la dogmatización del partido, la cual fue a la vez la preparación efectiva y causa de la próxima etapa, la del estalinismo». Robert H. McNeal: «Stalin preservó la tradición bolchevique» y c asi consiguió «finalizar la obra empezada por Lenin». Adam B. Ulam: el marxismo bolchevique «determinó el carácter del leninismo postrevolucionario así como los rasgos principales de lo que llamamos el estalinismo». En otro contexto Ulam dice de Lenin: «Su propia psicología hizo inevitable el futuro y brutal desenlace que tuvo lugar con Stalin». Arthur P. Mendel: «Con pocas excepciones, estos atributos de la Rusia estalinista derivan del legado leninista». Jeremy R. Azrael: «La "segunda revolución" fue, como sostuvo Stalin, una legítima extensión de la primera». Alfred G. Meyer: «El estalinismo puede y debe definirse como modelo de pensamiento y acción que procede directamente del leninismo». Podría seguir citando pero, finalmente, citaré a H. T. Willets, quien confirma que los académicos occidentales consideran al estalinismo «como una etapa lógica y probablemente inevitable del desarrollo orgánico del Partido Comunista». 12  Debe quedar claro lo que se está explicando y sosteniendo con esta tesis de «una fundamental continuidad de Lenin a Stalin». 13 No son meramente los sucesos se- cundarios, sino los actos de mayor envergadura histórica, y los más mortíferos, del estalinismo entre 1929 y 1939, e incluso después, desde la forzosa colectivización a gran escala hasta las ejecuciones y brutal encarcelamiento de decenas de millones de personas. Todo esto, se argumenta, se deriva de la naturaleza política  o sea, ideológica, programática y organizativa  del bolchevismo originario. 14 Resulta chocante tanto la calidad determinista de este argumento como el hecho de que enfatiza un único factor causal. Este tipo de interpretación es inexplicable si no fuera por la escuela totalitaria que dominó los estudios soviéticos durante tantos años. Además de confundir el tema empleando «totalitarismo» como sinónimo de estalinismo, este planteamiento ortodoxo contribuyó a la tesis de la continuidad de dos formas importantes. Aunque la mayoría de los teóricos occidentales del totalitarismo soviético entendieron que la sacudida de Stalin entre 1929 y 1933 fue un punto de inflexión, lo interpretaron no como una discontinuidad sino como una continuación, culminación, o «paso adelante» en un proceso continuo de un totalitarismo progresivo. Así reza el resumen clásico de Merle Fainsod: «Del embrión totalitario saldría el totalitarismo en su plenitud». 15 Como consecuencia de esto, existía la tendencia a tratar toda la historia y política bolchevique y soviética anterior a 1929 como una sencilla antesala del estalinismo, como un totalitarismo a medio desarrollar. La otra aportación de este planteamiento con su lenguaje

Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen

  • Upload
    tuyop

  • View
    308

  • Download
    0

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El artículo cuestiona que el llamado stalinismo fuera la consecuencia lógica de las políticas desarrolladas por Lenin y los bolcheviques desde 1917.

Citation preview

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 1/9

 

STEPHEN F. COHEN

BOLCHEVISM AND STALINISM

If you can look into the seeds of time, and say which grain will grow and which will not... (Si puedes inquirir en las semillas del tiempo y decir cuál de los granos crecerá y cuál no...)

SHAKESPEARE 

TODA gran revolución plantea una cuestión histórica clave, posteriormente debatida tanto por los académicos como por sus adeptos. De todas las cuestiones planteadaspor la revolución bolchevique y su desenlace, ninguna es más amplia, más compleja o más importante que la de la relación entre el bolchevismo y el estalinismo.

En el sentido más general y esencial, la cuestión que se plantea es la de si hay que interpretar el movimiento bolchevique originario que dominó la Unión Soviéticadurante la década siguiente a 1917, y los acontecimientos posteriores a esta década y el orden socio-político que surgió con Stalin en los años 30, fundamentalmente comouna continuidad o como una discontinuidad. Asimismo, es una cuestión que necesariamente incide en la perspectiva del historiador configurándola en cuanto a unamultitud de temas de menor envergadura pero no menos críticos referentes al período comprendido entre 1917 y 1939. Exagerando sólo ligeramente, al historiador deaquellos años se le puede decir: dime tu interpretación de la relación entre el bolchevismo y el estalinismo, y te diré cómo has interpretado casi todos los hechossignificativos de aquellos años. A fin de cuentas, ha sido y sigue siendo una cuestión política. Generalmente hablando, si exceptuamos a los devotos occidentales de lahistoriografía oficial de Moscú, cuanto menos simpatía tiene un historiador por la Revolución y al bolchevismo originario, menos distinciones significativas ve entre elbolchevismo y el estalinismo.

Por tanto, un lector no familiarizado con los estudios occidentales sobre historia soviética lógicamente esperaría encontrar en ella mucha escuelas rivales y un intensodebate acerca de este tema central. La cuestión no sólo es grande y compleja, sino además otras cuestiones parecidas relacionadas con otras revoluciones —la relaciónentre el bonapartismo y la Revolución Francesa de 1789 es un ejemplo claro — han provocado polémicas de larga duración.1 Es más, los hechos parecen contradictorios,incluso confusos. Aunque no hubiese otro tema, existe el problema de cómo explicar la revolución «desde arriba» de Stalin de los años 30, un extraordinario trastorno detoda una década, que empezó con una brusca inversión de la política oficial y la colectivización forzosa de 125 millones de campesinos, vio amplias revisiones de losprincipios y actitudes ideológicas oficiales, y terminó con la destrucción oficial de la élite bolchevique inicial, incluyendo a la mayoría de los padres fundadores soviéticos,así como sus respectivas reputaciones históricas.

Lo que es todavía más asombroso es el hecho de que hasta hace poco la cuestión apenas provocó discusión el ámbito de los estudios académicos sobre temas soviéticos. Al contrario, durante el período de expansión de este campo entre finales de los años 40 y los 60, llegó a formarse un notable consenso respecto al tema del bolchevismoy del estalinismo. Al sobrevivir al auge y la caída de varias metodologías y enfoques en la sovietología, el consenso postuló una sencilla conclusión: no existían diferenciasni ningún tipo de discontinuidad entre el bolchevismo y el estalinismo, los cuales eran fundamentalmente lo mismo, política e ideológicamente. Cuando alguna vez en losestudios académicos se hacía una distinción entre los dos términos (lo que no era ni frecuente ni sistemático ya que los términos bolchevique, leninista, estalinista seempleaban de forma intercambiable), se decía que cualquier diferencia era únicamente una cuestión de grado, consecuencia de los cambios en las circunstancias históricas

y de las necesidades de adaptación del sistema soviético. El estalinismo, según el consenso, fue la lógica, correcta, victoriosa e incluso inevitable continuación, o desenlace,del bolchevismo. Durante varios años, esta interpretación histórica fue axiomática en casi todos los estudios de la historia y política soviéticos.2 Ha persistido hasta hoy.Nuestro objetivo aquí es reexaminar la tesis de la continuidad, con el fin de mostrar que se apoya en una serie de formulaciones, conceptos e interpretaciones dudosas,

y sostener que, independientemente de sus aciertos parciales, dicha tesis oculta más que ilumina. La crítica implicada es necesaria y debería haberse planteado hace yatiempo por muchas razones.

En primer lugar, la concepción de una continuidad sin interrupciones entre el bolchevismo y el estalinismo ha configurado los planteamientos académicos acerca detodos los principales períodos, acontecimientos, factores causales, actores y alternativas durante las décadas formativas de la historia soviética. Es el eje de aquel granconsenso de la sovietología acerca de cuáles fueron los acontecimientos y por qué sucedieron de tal manera entre 1917 y la muerte de Stalin en 1953. En segundo lugar,la tesis de la continuidad ha ocultado la necesidad de estudiar el estalinismo como un fenómeno específico, con su propia historia, dinámica política, y consecuenciassociales.3 En último lugar, ha tenido una fuerte incidencia en nuestra comprensión de los asuntos soviéticos contemporáneos. Como consecuencia de considerar el pasadobolchevique y estalinista como una única tradición no diferenciada, muchos investigadores han minimizado la capacidad de cambio del sistema en los años posteriores ala muerte de Stalin. Parece que la mayoría de ellos creen que los reformadores soviéticos que invocan una tradición no estalinista en el período inicial de la historia políticasoviética encontrarán en ella sólo «un organismo social y político cancerígeno roído por una contagiosa malignidad».4 Como veremos, este punto de vista oculta los grandesconflictos entre los antiestalinistas y los neoestalinistas, los reformadores y los conservadores, que han configurado la política soviética oficial desde la muerte de Stalin.

SERÁ conveniente estudiar más de cerca la historia y el contenido de la tesis de la continuidad. La polémica en cuanto a los orígenes y las características de las espec-taculares iniciativas políticas de Stalin empezó en Occidente al principio de los años 30.5 Sin embargo, fue en gran parte una preocupación de la izquierda, sobre todo delos comunistas antiestalinistas, y más notablemente de León Trotsky. A mediados de los años 30, tras un período inicial de afirmaciones contradictorias y no conclusivas,

el opositor exiliado desarrolló su famoso argumento, según el cual el estalinismo no era el perfeccionamiento del bolchevismo, tal como se proclamaba oficialmente enMoscú, sino su «negación termidoriana» y la «traición» del mismo. En 1937, cuando el terror estalinista ya consumía a la antigua élite bolchevique, Trotsky añadió: «Laactual purga establece entre el bolchevismo y el estalinismo... todo un río de sangre».6

La denuncia de Trotsky, inequívoca, aunque un tanto ambigua en su razonamiento, de que el estalinismo representaba un régimen burocrático contrarrevolucionario«diametralmente opuesto» al bolchevismo se convirtió en el tema central de un intenso debate entre izquierdistas occidentales y entre los mismos trotskistas (yex-trotskistas). Dicho debate, que se ha prolongado hasta hoy, adolecía de un exceso de etiquetado marxista y de análisis por sustitución —la burocracia estalinista ¿erauna nueva clase? La Rusia de Stalin ¿era capitalista, capitalista de estado, termidoriana, fructidoriana, bonapartista, o era todavía socialista? — y de un comprensible recelo,incluso por parte de los antiestalinistas, de empañar la legitimidad de la Unión Soviética en su enfrentamiento con Hitler. No obstante, el debate fue interesante, y losacadémicos no le han prestado la debida atención; adelantó muchos argumentos tanto a favor de la discontinuidad como de la continuidad, que más tarde aparecerían enlos estudios académicos del bolchevismo y del estalinismo.8 

La discusión académica del tema no empezó seriamente hasta después de la segunda guerra mundial, cuando se ampliaron los estudios soviéticos profesionales. Elmomento es significativo ya que coincide con el punto culminante del estalinismo como sistema desarrollado en la Unión Soviética y en la Europa oriental, y con el inicio(o la reanudación) de la guerra fría. Esto, quizás, permita explicar dos aspectos de la tesis de la continuidad que presentan dificultades a la hora de ser documentados, peroque parecen ineludibles. Uno de ellos es la dudosa lógica, advertida por un polemista en los primeros años de la disputa, de la afirmación según la cual era «preciso queel comunismo ruso se desarrollase de la forma en que se había desarrollado porque, efectivamente, ahora se ve que se ha desarrollado como se ha desarrollado».9 El otroaspecto es que los trabajos académicos tempranos fueron, según palabras de uno de los fundadores de los estudios soviéticos que se quejaba de los mismos, «demasiadasveces escritos en un ambiente de intenso odio al actual régimen ruso».10 Dichas perspectivas contribuyeron sin duda al punto de vista académico de que los males de laRusia estalinista contemporánea fueron predeterminados por la «contagiosa malignidad» ininterrumpida de la historia política soviética desde 1917.

 A teoría de la «línea recta» entre el bolchevismo (o el leninismo, como se le suele llamar erróneamente) y los grandes proyectos estalinistas ha sido divulgada de nuevopor Alexander Solzhenitzin desde que se exilió de la Unión Soviética en 1974.11 No obstante, ha sido una interpretación canónica en los estudios soviéticos académicosdesde hace muchos años, como se puede demostrar con unas afirmaciones representativas.

Michael Karpovich: «Aunque han sido grandes los cambios desde 1917 hasta hoy, en el fondo, la política de Stalin es una evolución del leninismo». Waldemar Gurian:«Todos los elementos básicos de su política, fueron adoptados de Lenin». John S. Reshetar: «Lenin aportó los supuestos que —aplicados por Stalin y llevados a suconclusión lógica — culminaron en las grandes purgas». Robert V. Daniels: «La victoria de Stalin... no era personal, sino el triunfo de un símbolo, del individuo que encarnólos preceptos del leninismo y las técnicas para el cumplimiento de los mismos». Zbigniew Brzezinski: «Quizás el logro más duradero del leninismo fue la dogmatización delpartido, la cual fue a la vez la preparación efectiva y causa de la próxima etapa, la del estalinismo». Robert H. McNeal: «Stalin preservó la tradición bolchevique» y casiconsiguió «finalizar la obra empezada por Lenin». Adam B. Ulam: el marxismo bolchevique «determinó el carácter del leninismo postrevolucionario así como los rasgosprincipales de lo que llamamos el estalinismo». En otro contexto Ulam dice de Lenin: «Su propia psicología hizo inevitable el futuro y brutal desenlace que tuvo lugar conStalin». Arthur P. Mendel: «Con pocas excepciones, estos atributos de la Rusia estalinista derivan del legado leninista». Jeremy R. Azrael: «La "segunda revolución" fue,como sostuvo Stalin, una legítima extensión de la primera». Alfred G. Meyer: «El estalinismo puede y debe definirse como modelo de pensamiento y acción que procededirectamente del leninismo». Podría seguir citando pero, finalmente, citaré a H. T. Willets, quien confirma que los académicos occidentales consideran al estalinismo «comouna etapa lógica y probablemente inevitable del desarrollo orgánico del Partido Comunista».12 

Debe quedar claro lo que se está explicando y sosteniendo con esta tesis de «una fundamental continuidad de Lenin a Stalin».13 No son meramente los sucesos se-cundarios, sino los actos de mayor envergadura histórica, y los más mortíferos, del estalinismo entre 1929 y 1939, e incluso después, desde la forzosa colectivización a gran

escala hasta las ejecuciones y brutal encarcelamiento de decenas de millones de personas. Todo esto, se argumenta, se deriva de la naturaleza política —o sea, ideológica,programática y organizativa — del bolchevismo originario.14 Resulta chocante tanto la calidad determinista de este argumento como el hecho de que enfatiza un único factorcausal.

Este tipo de interpretación es inexplicable si no fuera por la escuela totalitaria que dominó los estudios soviéticos durante tantos años. Además de confundir el temaempleando «totalitarismo» como sinónimo de estalinismo, este planteamiento ortodoxo contribuyó a la tesis de la continuidad de dos formas importantes. Aunque lamayoría de los teóricos occidentales del totalitarismo soviético entendieron que la sacudida de Stalin entre 1929 y 1933 fue un punto de inflexión, lo interpretaron no comouna discontinuidad sino como una continuación, culminación, o «paso adelante» en un proceso continuo de un totalitarismo progresivo. Así reza el resumen clásico de MerleFainsod: «Del embrión totalitario saldría el totalitarismo en su plenitud».15 Como consecuencia de esto, existía la tendencia a tratar toda la historia y política bolcheviquey soviética anterior a 1929 como una sencilla antesala del estalinismo, como un totalitarismo a medio desarrollar. La otra aportación de este planteamiento con su lenguaje

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 2/9

 

100 

determinista de «una intrínseca lógica totalitaria», fue la de hacer creer que el proceso fue no sólo continuo, sino inevitable. Por ejemplo, Ulam escribe: «A partir de suvictoria de octubre, el Partido Comunista empezó a abrir camino hacia el totalitarismo». Añade: «El único problema era el carácter y filosofía que se quería dar a dichototalitarismo».16 

 A tesis de la continuidad no fue únicamente obra de especialistas universitarios. La multitud de intelectuales ex-comunistas (Solzhenitzin entre los más recientes)desempeñó un papel importante. Su odisea intelectual les alejó primero del estalinismo, después del bolchevismo-leninismo, y finalmente del marxismo. A medida queprogresaba su reflexión autobiográfica iban desapareciendo las distinciones, que anteriormente habían sido importantes, entre los dos primeros —y a veces entre los tres.

 Armados con la autoridad de la experiencia personal (aunque muchas veces muy lejos de Rusia) y de la conversión, los antiguos comunistas testificaron de varias formasen favor de la tesis de la «línea recta». Algunos se convirtieron en eruditos historiadores del «totalitarismo».17 Otros, incluyendo a James Burnham y Milovan Djilas, elabo-raron teorías populares presentando al comunismo soviético bajo una nueva luz — como una nueva clase u orden burocrático. No obstante, ellos también interpretaron losaños 30 estalinistas - —el período victorioso de la nueva clase (o burocracia) — como «continuación» y «derivación legítima de Lenin y de la revolución».18

Historiográficamente, su concepción se diferenció principalmente por su terminología: una continuidad ininterrumpida desde una nueva clase o burocracia dirigente mediodesarrollada hasta la misma plenamente desarrollada. Finalmente, Arthur Koestler contribuyó de forma única a la tesis de la continuidad con su novela Darkness at Noon (Del cero al infinito), que representa la aniquilación de los bolcheviques originarios por Stalin como el triunfo lógico del propio bolchevismo.19 La tesis de la continuidad llegóasí a su culminación; el consenso era completo.

El nivel alcanzado por este consenso se refleja en la obra de dos grandes historiadores, quienes, en otros aspectos, no estaban dentro de la principal corriente aca-démica. Dichos autores son E. H. Carr e Isaac Deutscher. Ninguno de los dos compartía la antipatía de la corriente principal hacia el bolchevismo; Deutscher fue partidariode la revolución, y Carr la contemplaba con bastante simpatía. Los dos presentaron perspectivas muy distintas de muchos aspectos de la historia soviética.20 Y aun así, porrazones diferentes y de más complejidad, ambos vieron una continuidad básica entre el bolchevismo y el estalinismo. La monumental Historia de la Rusia Soviética de Carrconcluye antes de la época de Stalin. Pero su tratamiento del período 1917-1929 y su rechazo a cualquier alternativa al estalinismo es consecuente con su temprano juicio,según el cual sin la revolución desde arriba de Stalin «la revolución de Lenin se habría venido abajo. En este sentido, Stalin continuó y culminó el leninismo».21 

LAS opiniones de Deutscher con respecto al tema de la continuidad eran más complicadas y más interesantes, en parte porque él, casi en solitario, hizo del mismo unade las preocupaciones centrales de sus ensayos históricos y biografías de Stalin y Trotsky. Distinguía de una forma muy precisa entre el bolchevismo originario y elestalinismo. Describió importantes discontinuidades, incluso un «abismo entre las fases leninista y estalinista del régimen soviético», y fue implacable crítico de losacadémicos que imaginaban una «continuación lineal» entre los dos. No obstante, en general, por el hecho de que se conservaron los cimientos nacionalizados delsocialismo, y de que el régimen de Stalin había llevado a cabo el objetivo revolucionario de modernizar a Rusia, y porque la única alternativa bolchevique (para Deutscher,el trotskismo) no parecía tener ninguna esperanza en las circunstancias de los años 20, Deutscher creyó que el estalinismo «continuaba en la tradición leninista». A pesardel repudio por parte del estalinismo de algunas ideas cardinales del bolchevismo (principalmente el internacionalismo y la democracia proletaria, según Deutscher) y delgrotesco abuso burocrático del legado bolchevique, «la idea y tradición bolcheviques siguieron siendo, más allá de las sucesivas reformulaciones pragmáticas y de tipoeclesial, la idea rectora y la tradición dominante de la Unión Soviética».22 

Resumiendo, por mucho que discrepasen en cuanto a otros temas, existía un consenso implícito entre la corriente principal académica de la guerra fría y la contraescuela

de Carr y Deutscher con respecto a «una continuidad ininterrumpida de la historia soviética rusa desde octubre de 1917 hasta la muerte de Stalin».23

En apariencia, sobreeste tema la única disputa parecía estribar en si la inexorable marcha hacia el estalinismo empezó en 1902, cuando Lenin escribió ¿Qué hacer?, en octubre de 1917 y lainmediata disolución de la Asamblea Constituyente, en 1921 con la prohibición de las fracciones internas del Partido Comunista, o en 1923 con la primera derrota deTrotsky.

El consenso académico no es natural, incluso cuando se trata de estudios soviéticos. La primera revisión implícita de la historiografía de la escuela totalitaria dominantellegó a principios de los años 60 procedente de los académicos de la corriente principal que trataron de situar el estalinismo en una perspectiva más amplia, la de lassociedades subdesarrolladas y la modernización. Empezaron a plantear el estalinismo a partir de la historia rusa y del problema del cambio social. Pero, en lugar de criticarla tesis de la continuidad, la abrazaron o la reformularon. La política de Stalin en los años 30 —a veces incluso las purgas sangrientas — se interpretó como el programabolchevique (o comunista) de una modernización necesaria o funcional en el contexto del atraso de Rusia y el papel modernizador del partido y, por tanto, como«conclusión lógica» de 1917.24 Como una especie de versión enmendada del punto de vista totalitario, el estalinismo se dibujó como el bolchevismo plenamentedesarrollado en su etapa modernizadora.

Finalmente, en los últimos años, ha surgido un reto a la tesis de la continuidad. Beneficiándose de nuevos materiales soviéticos, los académicos revisionistas estánunidos no tanto por un enfoque especial como por un reexamen crítico de la historia y política soviéticas después de 1917. A pesar de que sus libros han sido acogidos conrespeto e incluso favorablemente,25 su incidencia en el pensamiento sovietológico es limitada. Ya no está intacto el consenso académico en cuanto a la relación entre elbolchevismo y el estalinismo. Sin embargo, la mayoría de los sovietólogos, incluyendo a la nueva generación, todavía creen que «Stalin fue el paradigma del espíritucomunista», que sus actos fueron «el leninismo puro no adulterado», y que «Lenin fue el mentor y Stalin el pupilo que llevó el legado de su maestro a su conclusión lógica».

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 3/9

 

LOS voluminosos estudios dedicados a la tesis de la continuidad presentan ciertos convencionalismos tenaces. Definidos de forma general, son de dos clases: en primerlugar, un conjunto de formulaciones, planteamientos históricos y explicaciones conceptuales de cómo y por qué existió una «línea recta» entre la política del bolchevismoy el estalinismo; en segundo lugar, una serie de interpretaciones históricas interrelacionadas que supuestamente demuestran una continuidad programática bolcheviqueentre 1917 y la sacudida de Stalin en 1929-1933. Ambos deben ser reexaminados, empezando por los aspectos conceptuales.

El problema comienza con la misma formulación de la tesis de la continuidad. Una de sus más conocidas afirmaciones es que el bolchevismo contenía «las semillas»,«las raíces», o «los gérmenes» del estalinismo. Ante esta proposición incluso el partidista más convencido de la tesis de la discontinuidad se ve obligado a contestar quesí, que por supuesto.27 O como afirman correctamente otros convencionalismos sobre el tema, el estalinismo no fue un «accidente»; el leninismo- bolchevismo lo hizo«posible». Por desgracia, estas generalidades dicen muy poco, o más bien dicen lo obvio. Cada período histórico —cada fenómeno político — tiene antecedentes, causasparciales, «semillas» en el período que le precede: la Revolución Rusa en la historia zarista, el Tercer Reich de Hitíer en la Alemania de la República de Weimar, etc. Dichasgeneralidades en realidad no demuestran nada respecto de la continuidad, y menos todavía de la causalidad o de la inevitabilidad. Simplemente, nos recuerdan que nadaen la historia es totalmente nuevo y que todo tiene orígenes importantes en el pasado próximo.

Es cierto que en el bolchevismo de 1917-1928 existían importantes «semillas» del estalinismo, pero no repito el tema aquí porque está de sobra documentado en otrosestudios. Menos advertido, y en realidad lo más importante, es que en el bolchevismo había otras importantes «semillas» no estalinistas; e igualmente que las «semillas»del estalinismo también se encuentran en otros sitios  —en la tradición histórica y cultural rusa, en acontecimientos sociales como la guerra civil, en la situacióninternacional, etc. — Pero, la cuestión no es de «semillas», ni tampoco de continuidades poco significativas, sino de continuidades o discontinuidades fundamentales. Esmás, cambiando la metáfora y citando a un ex-bolchevique al respecto, «juzgar la vida de un hombre en el momento de la autopsia de su cadáver por los gérmenes quele causaron la muerte —los cuales igual ya los llevaba innatos — ¿tiene esto sentido?»28 

Todavía menos aprovechables son los tres componentes definitorios de la tesis de la continuidad: bolchevismo, estalinismo, continuidad. La forma habitual de empleardichos términos confunde más que define. La razón de ser de la escuela totalitaria, según sus mismos partidarios, era la de distinguir y analizar una clase de totalitarismocompletamente nueva. Sin embargo, muchas veces falta precisamente esa distinción crítica, como evidencia la conocida explicación del estalinismo: «del autoritarismo enel leninismo prerrevolucionario surgió de forma natural y quizás inevitable el autoritarismo soviético».29 Las variantes de esta proposición explican que el estalinismocontinuó las tradiciones no liberales, no democráticas, y represivas del bolchevismo.

Ese argumento no atina con el esencial sentido comparativo. (Además supone, equivocadamente creo yo, que alguna clase de verdadero orden democrático —liberal,o proletario u otro — fuera una posibilidad en Rusia en 1917 o después.) El bolchevismo en algunos aspectos importantes —según el período — sí fue un movimientofuertemente autoritario. Pero, el no distinguir entre el autoritarismo soviético antes y después de 1929 confunde la verdadera naturaleza del estalinismo. El estalinismo nofue sólo nacionalismo, burocratiza- ción, ausencia de democracia, censura, represión policial, y todo lo demás en un sentido conocido por sus precedentes. Dichosfenómenos han surgido en muchas sociedades y no resulta difícil explicar sus causas.

El estalinismo fue exceso, un extremismo extraordinario en cada cosa. No fue, por ejemplo, simplemente una política de coacción del campesinado, sino prácticamenteuna guerra civil contra el mismo; no simplemente represión policial, ni siquiera el terror de una guerra civil, sino un holocausto de terror que victimizó a decenas de millonesde personas durante veinticinco años; no simplemente un resurgimiento termidoriano de la tradición nacionalista, sino un chovinismo de tipo cuasi-fascista; nosimplemente un culto a un líder, sino la deificación de un déspota. Para referirse a los años de Kruschev y Brezhnev, muchas veces los estudiosos occidentales hablabande un «estalinismo sin excesos» o de «estalinismo sin encarcelamientos». Las formulaciones de esta índole no tienen sentido. Los excesos fueron la esencia del estalinismohistórico y lo que hay que explicar es a ellos mismos.30 

PROBLEMAS parecidos surgen a raíz del tratamiento habitual del bolchevismo originario, cuando se lo define de una forma tan estrecha y selectiva como estalinismo,o estalinismo «embrionario». He intentado demostrar en otros trabajos que el bolchevismo fue un movimiento político mucho más diverso  —ideológicamente,programáticamente, generacionalmente, y en otros aspectos — de lo que normalmente reconocen nuestros académicos.31 Hay que cuestionar también otroconvencionalismo relacionado con la tesis de la continuidad: la equivalencia del bolchevismo y del leninismo. Lenin fue, evidentemente, el paradigma bolchevique; suscualidades de líder, sus ideas y su personalidad configuraron al movimiento de una forma fundamental. Sin embargo, el bolchevismo era más amplio y más diverso queLenin y el leninismo. Su ideología, proyectos, y política fueron configurados también por otros líderes muy destacados, militantes de menos relieve y los comités del partido,elementos ajenos al partido, y grandes acontecimientos sociales, como la primera guerra mundial, la Revolución y la Guerra Civil.32 No quiero dar a entender que fue el le-ninismo, y no el bolchevismo, lo que dio origen al estalinismo. Los que sí opinan esto, se apoyan también en un elenco selectivo de referencias, resaltando, por ejemplo,al Lenin de ¿Qué hacer? y los años de la Guerra Civil, mientras minimizan al Lenin de El estado y la revolución y de 1922-1923.

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 4/9

 

 Y, entonces, ¿cómo pueden formularse las continuidades y las discontinuidades? Es uno de los problemas más difíciles del análisis histórico. La mayoría de loshistoriadores compartirían la opinión de que este problema requiere el estudio empírico y detenido de las semejanzas y desemejanzas, que tanto las continuidades comolas discontinuidades están normalmente presentes en alguna combinación, y que la cuestión de grado, de si los cambios cuantitativos se convierten en cualita- ' ti vos, esdecisiva. Probablemente no debe sorprender que este planteamiento venerable tenga un papel clave a la hora de razonar acerca de las diferencias entre la historia políticazarista y la soviética y, sin embargo, casi no se tenga en cuenta al analizar el bolchevismo y el estalinismo. De esta manera, un destacado partidario de la tesis de lacontinuidad advierte de los peligros de considerar equivalentes el régimen zarista y el soviético: «Es importante recalcar que existe un abismo profundo que divide elautoritarismo del totalitarismo, y si tratamos a ambos como formaciones políticas idénticas, terminamos mostrando nuestra incapacidad para distinguir entre la continuidady el cambio».33 Pero si aplicáramos la misma sabia advertencia a la historia soviética sería difícil no concluir también que «las diferencias de grado llegaron a ser diferenciasde categoría... Lo que había existido con Lenin se llevó a tales extremos por Stalin que su propia naturaleza cambió».34 

Pero, como sabemos, se reservan unos planteamientos especiales para la interpretación de la historia soviética. Uno de ellos es el extraordinario determinismo y laexplicación monocausal en los que muchas veces se basa la tesis de la continuidad. Posiblemente sea único en los estudios políticos e históricos modernos el vocabularioempleado para plantear una relación directa causal entre «la dinámica política» del bolchevismo y el estalinismo, sobre todo referente a la colectivización y al gran terrorde 1936-1939. Hay abundantes ejemplos del lenguaje del determinismo teleológico: «lógica interna», «rasgos totalitarios inexorables», «proceso inevitable»,«consecuencias ineludibles», «consumación lógica», «etapa inevitable», y así sucesivamente. Para dar un ejemplo más amplio, una obra standard explica que la campañade colectivización de Stalin en 1929-1933 «fue la consecuencia inevitable del triunfo del Partido Bolchevique el 7 de noviembre de 1917».35 

Esto plantea cuestiones muy serias relativas al enfoque histórico. Por una parte, dicho lenguaje hace patente un rígido determinismo no ajeno al que antes dominabala historiografía oficial estalinista y que fue ridiculizado con razón por los académicos occidentes.36 Por otra parte, aunque pretende explicar mucho, este tipo deinterpretación teleológica explica más bien poco. Como observó Hannah Arendt hace muchos años, es más una especie de «juicio de valor axiomático» que auténticoanálisis histórico.37 Y su lógica tiene sus puntos débiles. Contestando a unos argumentos pa- - recidos a estos que circulaban por la Unión Soviética, el historiador disidenteRoy Medvedev explicó que si el estalinismo fue predeterminado por el bolchevismo, y no existían otras alternativas después de 1917, entonces los acontecimientos de 1917y el bolchevismo deben haber sido predeterminados por la historia rusa anterior a ellos. En ese caso, «para explicar el estalinismo debemos remontarnos a épocas más ymás remotas... muy , probablemente hasta el yugo de los tártaros». Y añade un comentario político: «Eso sería un error... una justificación histórica del estalinismo, no unacondena».38 

EL fundamento de todo esto es la versión sovietológica de la interpretación «whig» de la historia, que evalúa el pasado a partir del presente, los antecedentes apartir de los resultados.39 Es verdad, como nos recordó Carr, que todos los historiadores se dejan influir por el presente y por los resultados establecidos,40 y también esverdad que a veces las intuiciones actuales pueden iluminar al pasado. Pero la tradición «whig» en los estudios soviéticos es muy perjudicial para el tema del bolchevismoy el estalinismo. Apoyándose en algún concepto de la predestinación y proyectando el desenlace estalinista al pasado bolchevique, tiende a estalinizar todos los hechossignificativos de la historia y política soviética de los primeros años; haciendo caso omiso, para favorecer la tesis de una «línea recta» que se extiende a 1917, a los años1929-1933, que es el período en que el estalinismo apareció por primera vez como tal; y en todo momento interpretando de forma ahistórica al partido bolchevique ocomunista, como si hubiese actuado por encima de la sociedad y fuera de la misma historia.

La interpretación «whig» sigue dos líneas de análisis distintas que son familiares e igualmente cuestionables. Una de ellas argumenta, claro está, que la «dinámicapolítica» interna (o la «naturaleza») del partido bolchevique predeterminó al estalinismo. La otra insiste en que los cambios del sistema político soviético bajo elbolchevismo y el estalinismo fueron superficiales o secundarios a las continuidades que fueron fundamentales y observables. Sea cual sea la verdad parcial del primerargumento, adolece de una concepción implícitamente ahistórica de un partido que básicamente no cambia después de 1917, un supuesto fácilmente refutado comodemuestran los hechos ya expuestos en otros estudios. ¿Qué quiere decir «el partido» como determinante histórico si, por ejemplo, los miembros del partido, lacomposición, la estructura organizativa, la vida política interna del mismo, y las actitudes de sus miembros sufrieron enormes alteraciones sólo entre 1917 y 1921?41 

La «dinámica» causal citada con más frecuencia es, por supuesto, la ideología del partido.42 Evidentemente, se pueden poner muchos reparos a esta interpretación deldesarrollo social y político. Es incluso más unidimensional. No cuenta con el hecho de que una determinada ideología puede incidir en los acontecimientos de distintasformas; el cristianismo aportó tanto la compasión como la Inquisición, el socialismo tanto la justicia social como la tiranía. Y se apoya en una definición conveniente segúnla cual la ideología bolchevique se identifica básicamente con la «concentración de poder social total».43 

Más importante es el hecho de que la ideología bolchevique fue mucho menos coherente y uniforme de lo que admite la interpretación clásica. Si es verdad que laideología incidió en los acontecimientos, también ella se vio configurada y cambiada por éstos. La guerra civil rusa, por citar un ejemplo temprano, tuvo un fuerte impactosobre los planteamientos bolcheviques, revivificando la teoría llena de auto-confianza de una vanguardia combatiente, que Lenin había desarrollado en 1902, y que habíapermanecido inoperante o sin consecuencias durante al menos una década, e implantando en el partido, caracterizado previamente por una mentalidad civil, lo que unimportante bolchevique llamó una «cultura militar-soviética».44 Sobre todo, la ideología oficial cambió radicalmente con Stalin. Muchos de los cambios en este aspecto ya han sido comentados por los estudiosos occidentales y soviéticos: el resurgimiento del nacionalismo, el estatismo, el anti-semitismo, y unas normas culturales y decomportamiento conservadoras o reaccionarias; la revocación de ideas y legislación a favor de los trabajadores, las mujeres, los escolares, las culturas minoritarias, y deigualitarismo, así como una multitud de símbolos revolucionarios y bolcheviques; y un cambio de énfasis en el que ya no son la gente normal sino los líderes y jefes oficialeslos creadores de la historia.45 Estos cambios no fueron unas simples enmiendas, sino una nueva ideología que fue «cambiada en su esencia » y «no representaba ya al mis-mo movimiento que tomó el poder en 1917».46 

De la misma forma hay que criticar la otra «dinámica» causal que se cita con frecuencia, los «principios organizativos» del partido —la teoría que implica que elestalinismo se originó en 1902 con ¿Qué hacer?, en el que Lenin esbozó su plan de un partido conspirativo de vanguardia capaz de inspirar la revolución de las masas

eludiendo al mismo tiempo la represión policial zarista.

47

Esto también es unidimensional y ahistórico. El tipo de organización bolchevique fue transformándose con los años,muchas veces como respuesta a acontecimientos externos, pasando de ser el partido ingobernable apenas organizado que participó con éxito en la política democráticade 1917, a ser el partido burocratizado y centralizado de los años 20 y el partido aterrorizado de los años 30, muchos de cuyos comités ejecutivos y secretariados habíansido detenidos y ejecutados.48 

 Además, el argumento es en realidad una adaptación de la «ley de hierro de la oligarquía» de Michels, la cual se autoconcebía como una generalización relativa a todaslas grandes organizaciones políticas y su tendencia a hacer una política oligárquica más que democrática. Esto puede ser muy revelador acerca de la ' evolución de lasrelaciones entre los líderes bolcheviques y el partido en su conjunto entre 1917 y 1929, como sucede con su aplicación a los partidos modernos en general. Pero no nosdice nada acerca del estalinismo, que no fue una política oligárquica sino autocrática,49 a menos que concluyamos que la «ley de hierro de la oligarquía» es en realidad laley de hierro de la autocracia.ES cierto que la creciente centralización, burocratización e intolerancia administrativa después de 1917 favoreció al autoritarismo del sistemadel partido único y allanó el camino al ascenso de Stalin. Pero argumentar que estos hechos predeterminaron al estalinismo es otra cosa. Incluso en los años 20, despuésde la burocratización y militarización promovidas por la guerra civil, la élite del partido no era (ni había sido nunca) la disciplinada vanguardia fantaseada en ¿Qué hacer?  La dirección siguió siendo oligárquica; en palabras de uno de sus líderes, «una federación negociada entre grupos, grupillos, facciones, "tendencias"».50 En suma, los«principios organizativos» del partido no produjeron el estalinismo antes de 1929, ni lo hicieron desde la muerte de Stalin en 1953.

Queda, entonces, el argumento según el cual las discontinuidades fueron secundarias respecto de las continuidades en la configuración del sistema político soviéticobajo el bolchevismo y el estalinismo.51 Aunque en realidad es una cuestión empírica, parece que aquí también hay un importante lapsus metodológico. La importancia dela distinción entre la fachada oficial, o teatral, y la realidad interna (a veces disfrazada) de la política ha sido manifiesta ai menos desde que Walter Bagehot destruyó en1867 la teoría prevaleciente de la política inglesa al distinguir las partes «elegantes» y las «eficientes» del sistema. El argumento de los estudiosos occidentales en lo que

se refiere a las continuidades fundamentales en el sistema político soviético se ha apoyado principalmente en lo que Bagehot llamó «elegante», las partes meramenteaparentes o ficticias.Observando la realidad «eficiente» o interna hace vanos años, Robert C. Tucker llegó a una conclusión muy diferente. «La mejor forma de ver y analizar lo que nosotros

descuidadamente llamamos "el sistema político soviético" es como una sucesión histórica de sistemas políticos dentro de un marco institucional más o menos continuo.»El sistema bolchevique fue la dictadura del partido caracterizada por la política oligárquica de los líderes del partido gobernante. Después de 1936 y la Gran Purga de Stalin,a pesar de una aparente «continuidad en las formas organizativas y la nomenclatura oficial... el sistema de partido único fue sustituido por un sistema unipersonal, elpartido gobernante por un personaje gobernante». Esto significó un cam- ; bio de carril, de un régimen con un partido oligárquico 5 a un régimen autocrático tipo Führer, y fue «reflejado en todo un sistema de cambios del proceso político, del modelo ideológico, de la organización del poder supremo, y de las pautas de comportamientosoficiales».52 Las aparentes continuidades citadas con frecuencia en los estudios de sovietología —el líder, el partido, el terror, la guerra de clases,, la censura, el marxismo-leninismo, la purga, etc. — fueron sintéticas e ilusorias. Puede que los términos todavía tuvieran aplicación, pero su significado era distinto.53 

La conclusión de Tucker de que el terror de Stalin «destruyó la columna vertebral del partido, eliminándolo como... clase dirigente», «ha sido confirmada ampliamentepor otras pruebas más recientes.54 Después de que las purgas eliminaran como poco un millón de sus miembros entre 1935 y 1939, la primacía del partido —la «esencia»del bolchevismo-leninismo citada en la mayoría de las definiciones académicas- — desapareció. Su élite (casi la totalidad de ella fue eliminada), los militantes normales (el70% de sus miembros en 1939 habían entrado en el partido después de 1929), su ethos, y su papel ya no eran los del viejo partido, ni siquiera los del partido de 1934.Evidentemente, el Partido Comunista seguía jugando un papel en el sistema soviético y quedó consagrado en la cultura política oficial. Pero, incluso en su nueva formaestalinista, su importancia política fue muy inferior a la de la policía, por ejemplo, \ y su estimación oficial muy inferior a la del estado. Sus órganos deliberantes - —elcongreso del partido, el comité central y, al final, incluso el Politburó — raramente fueron convocados.55 Como consecuencia, la historia del partido anterior a estosacontecimientos, que fue distinta, ya no pudo escribirse, ni para distorsionarla: -entre 1938 y 1953 se redactó sólo una tesis doctoral acerca de este tema tan tratadoanteriormente.56 

 A veces se señala como última defensa de la tesis de la continuidad que el «estalinismo» no fue reconocido nunca oficialmente durante el gobierno de Stalin, sólo el«marxismo-leninismo». Aplicando el método de Bagehot, esto no nos dice nada.57 Además, el argumento no es del todo correcto. A medida que el culto de Stalin como líderinfalible (lo cual, hay que decirlo, era muy distinto al anterior culto bolchevique a un partido históricamente necesario pero no infalible) se transformaba la deificación literaldel líder después de 1938, el adjetivo estalinista se aplicaba cada vez más a la gente, las instituciones, las ideas ortodoxas, a los sucesos, e incluso a la historia. Esto fueuna desviación de la línea marcada, incluso al principio de los años 30, cuando estas cosas se llamaban leninistas, bolcheviques, o soviéticas. El hecho reflejaba, entre otrascosas, el declive del propio Lenin en la estimación oficial.58 Permanecieron las frases tópicas como «las enseñanzas de Lenin y Stalin». Pero surgieron otras menosecuménicas para caracterizar la construcción del socialismo soviético como «la gran causa estalinista», a Stalin sólo como «genio-arquitecto del Comunismo», y a la historiasoviética como «la época de Stalin».59 El término «estalinismo» fue prohibido para el uso público oficial, pero el concepto estuvo profundamente arraigado tanto táci-tamente como oficialmente.60 

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 5/9

 

Si los símbolos pueden decirnos algo de la realidad política, habría que prestar atención al comentario de un disidente soviético acerca de la estatua del PríncipeDolgoruky que Stalin erigió en el lugar donde Lenin, en una ocasión, había descubierto un monumento levantado a la primera Constitución soviética: «El monumento delsangriento príncipe feudal se ha convertido en una especie de personificación de la sombría época del culto a la personalidad. El caballo del príncipe feudal se sitúa deespaldas a los Archivos del Partido donde se conservan las obras inmortales de Marx, Engels y Lenin y donde se erige una hermosa estatua de Lenin».61 

LA idea de la «línea recta» programática a partir de 1917 subyace a los otros argumentos de la tesis de la continuidad. Es la opinión, muy extendida en los estudiossovietológicos, de que la colectivización en masa de Stalin y el fuerte, impulso de industrialización entre 1929 y 1933, la sacudida paroxística que más tarde el propio Stalinllamaría justificadamente «revolución desde arriba», todo ello representaba la continuación y la consumación del pensamiento bolchevique con respecto a la moderniza-ción, o a la construcción del socialismo en Rusia. En otras palabras, aunque se concediese que el terror de 1936-1939 fue una ruptura con el bolchevismo originario, ¿quédecir de los acontecimientos de 1929-1933?

El argumento de la continuidad programática se apoya en unas interpretaciones interrelacionadas de los dos períodos de la política bolchevique anteriores al terror: elcomunismo de guerra —la nacionalización extrema, requisa de cereales, y la intervención monopolista del estado realizada durante la guerra civil 1918-1920 — y la NuevaPolítica Económica (NEP) —las políticas agrarias e industriales moderadas y la economía mixta de 1921-1928 con el sector privado y el sector público. Esencialmente elargumento discurre de i la siguiente forma: el comunismo de guerra fue principalmente un producto de las ideas programáticas- I ideológicas originales del partido (a vecesse llaman «proyectos»); una especie de programa intensivo de socialismo.62 Estos frenéticos proyectos fallaron en 1921 (debido a la oposición de la población, y el partido

se vio forzado a retirarse al terreno de una nueva política económica de concesiones a la empresa privada en el campo y en las ciudades. Por tanto, en la bibliografía

1

seinterpreta la política oficial bolchevique durante los jocho años de la NEP (y la misma NEP como orden socio-político) como «meramente un período de respiro», «unaoperación de espera» o «una retirada estratégica, durante la cual las fuerzas del socialismo en Rusia se agruparían de nuevo, se recuperarían, y entonces reanudarían sumarcha».63 

La forma en que estas dos interpretaciones convergen en una única tesis de la continuidad programática entre el bolchevismo y la revolución desde arriba de Stalinqueda ilustrada en una obra clásica de historia general. El comunismo de guerra se presenta como «un intento, que resultaría prematuro, de realizar los objetivosideológicos declarados del partido», y la NEP, en el pensamiento bolchevique, como «una maniobra táctica a seguir sólo hasta que el inevitable cambio de condicioneshiciera posible la victoria». Así, el autor se s queda maravillado ante la política de Stalin de 1929-33: 1 «Es difícil encontrar un régimen o partido semejante a éste, el cualestuvo en el poder durante diez años, esperando con paciencia hasta sentirse lo suficientemente fuerte como para cumplir con su programa original».64El problema de estainterpretación es que no concuerda con la mayor parte de los hechos históricos. Puesto que he expuesto estos temas bastante detalladamente- en otros estudios,65 seréconciso.

Hay tres opciones fundamentales en contra de la tesis que localiza los orígenes del comunismo de guerra en el programa bolchevique originario. En primer lugar, aunqueparezca extraño para un partido llamado en tantas ocasiones «doctrinario», los bolcheviques no tenían una política económica definida al llegar al poder en octubre de1917. Existían unos objetivos y preceptos generales —el socialismo, el control obrero, la nacionalización, la agricultura a gran escala, la planificación y cosas de este tipo — pero se expresaban de una forma muy imprecisa y con interpretaciones de lo más dispar ¡dentro del mismo partido. Los bolcheviques habían pensado más bien poco acercade política económica práctica antes de octubre y, después, pocos fueron los puntos en los que llegaron a un acuerdo.66 En segundo lugar, el programa inicial del gobierno bolchevique, en el sentido de una política oficialmente definida, no fue el comunismo de guerra, sino lo que Lenin llamó

en abril-mayo de 1918 «el capitalismo de estado», que fue una mezcla de medidas socialistas y concesiones a la estructura capitalista existente y el control de laeconomía.67 Si aquel primer programa bolchevique se parecía en algo a algún programa posterior, era a la NEP. Y en tercer lugar, la misma política del comunismo de guerra

no empezó hasta junio de 1918 y como respuesta a la amenaza de una guerra civil prolongada y a la disminución del aprovisionamiento, una situación en la que «elcapitalismo de estado» conciliador de Lenin quedó inmediatamente desfasado.68 Esto no quiere decir que el comunismo de guerra no tuviese su componente ideológico. Mientras la guerra civil se profundizaba en un gran conflicto social, las medidas

oficiales se extremaban cada vez más, y el significado y «la defensa de la revolución» se hacían inseparables. Los bolcheviques, naturalmente, infundieron a estosproyectos improvisados un significado programático altamente teórico más allá de la victoria militar. Se hicieron ideológicos.69 Hay que estudiar a fondo la evolución delcomunismo de guerra y su legado relacionado con el estalinismo (aunque no hay que exagerar las semejanzas). Pero los orígenes no se encontrarán en el programabolchevique de octubre.

 A cuestión de la NEP es todavía más importante. Las medidas económicas oficiales de 1921-28 -J no sólo fueron muy distintas a las de Stalin de 1929-1933, sinoque el orden socio-político de la NEP, con su pluralismo social oficialmente tolerado en la vida económica, cultural-intelectual, e incluso política (en los soviets locales y altosorganismos del estado), representa un modelo histórico del comunismo soviético radicalmente diferente al estalinismo.70 Además, la consideración habitual delpensamiento bolchevique tiene más problemas porque todos los estudiosos son conscientes de que hubo un intenso debate político en los años 20, una circunstancia queno se compagina fácilmente con la interpretación simplista de la NEP como un simple expediente programático, o una antesala del estalinismo.

Las tensiones inherentes a esta interpretación están relacionadas con unos convencionalismos secundarios pero significativos de la investigación sovietológica sobre laNEP. Los debates programáticos de los años 20 son vistos generalmente como una extensión de la rivalidad Trotsky-Stalin, y emplean estos términos (o perpetúan lostérminos faccionales de equivocada aplicación, «la revolución permanente» o «el socialismo en un solo país»). Trotsky y la oposición de izquierdas son supuestamenteanti-NEP y embrionariamente estalinistas y los progenitores de «casi todos los puntos importantes del programa político que fue llevado a cabo más 'tarde por Stalin». Sedice que Stalin robó, o adoptó la política económica de Trotsky en 1929. Y después de pintar «una afinidad fundamental entre los planes de Trotsky y las acciones deStalin», y después de excluir cualquier alternativa real, dichas interpretaciones secundarias sugieren que hubo al menos una continuidad significativa entre el pensamiento

bolchevique y el estalinismo en los años 20, y están detrás de la interpretación general de la NEP.

71

Pero los hechos citados no son correctos.El tratamiento tradicional de los debates económicos (no nos interesa aquí la polémica relacionada con la política del Comintern o con la burocracia del partido) enfocado

desde el punto de vista de la rivalidad de Trotsky y Stalin no tiene ninguna relación con las discusiones que tuvieron lugar de hecho entre 1923 y 1927. Si se puedendicotomizar y personalizar tales políticas rivales, entonces éstas fueron las de trotskistas y bujarinistas. La política de Stalin relativa a industria, agricultura y planificaciónfue la del máximo teórico del partido, Nikolai Bujarin, es decir, pro-NEP, evolutiva, moderada. Esta afinidad fundamental fue el cementó del duunvirato Stalin-Bujarin, elcual hizo la política oficial y encabezó la mayoría del partido contra la oposición de izquierdas hasta principios de 1928. Durante aquellos años no hubo ideas públicamente«estalinistas», excepto «el socialismo en un solo país» que también fue de Bujarin.72 Si hay que fijar algún «ismo», no hubo estalinismo, sino bujarismo o trotskismo, comose entendía entonces. Así, la oposición de 1925 se quejaba de que «el camarada Stalin se ha hecho prisionero de esta línea política, cuyo creador y autentico representantees el camarada Bujarin». Stalin no fue prisionero, sino un partidario voluntario. Contestó: «apoyamos y apoyaremos a Bujarin.»73 

Las propuestas económicas bujarinistas para la modernización y la construcción del socialismo en la Rusia soviética de los años 20 son muy claras. Desarrollando ostemas de los últimos escritos de Lenin, que constituían una defensa de la NEP y, al mismo tiempo, una ampliación de la misma como camino hacia el socialismo, y añadiendoalgunos temas suyos, Bujarin se convirtió en el teórico principal de la NEP. A pesar de que sus proyectos entre 1924 y 1928 evolucionaron hacia una mayor planificación,una fuerte inversión en la industria, la creación de un sector agrícola colectivo parcial y voluntario, permaneció fiel al marco económico de la NEP de un sector estatal o«socialista» (principalmente la industria a gran escala, el transporte, y la banca), y un sector privado (granjas de campesinos, la fabricación a pequeña escala, el comercio,y empresas de servicios) interrelacionados a través del mercado. Incluso durante la crisis de 1928-1929, la NEP fue para los bujarinistas un modelo de desarrollo viable (noestático), del cual dependía la paz civil, y que era capaz de compaginar las aspiraciones bolcheviques y la realidad  social rusa.74 ¿Y Trotski y la izquierda? A pesar de que muchas veces su retórica política fue el heroísmo revolucionario, las propuestas económicas concretas de Trotski en los años 20se basaron en la NEP y su continuación. Pidió con anterioridad a Bujarin, mayor atención a la industria pesada y a la planificación, y le preocupaban más los «kulaks»; perosus remedios eran moderados, orientados hacia el mercado o «nepistas», según la expresión utilizada entonces. Como Bujarin, fue un «reformista» de la política económica

que confiaba en la evolución de la NEP para conducir a Rusia hacia el industrialismo y el socialismo.75

 Incluso Evgeni Preobrazhenski, el profeta de la «superindustrialización» de la oposición de izquierdas, cuyos temidos argumentos a favor de la necesidad de «unaacumulación socialista primitiva» basada en la «explotación» del sector campesino se citan muchas veces como la inspiración de Stalin, aceptó el sello oficial de la economíade la NEP. Pretendía «explotar» la agricultura campesina a través de las relaciones del mercado, fijando, de forma artificial, más altos los precios industriales del estadoque los precios agrícolas.76 Tanto él, como Trotski, como la izquierda bolchevique en general contaron con la agricultura campesina para un futuro previsible. Por muyinconsistentes que hubiesen podido ser sus ideas, ninguno de ellos abogó nunca por imponer la colectivización, y muchísimo menos por la colectivización en masa comométodo de requisición o solución al retraso industrial.77 

Los debates entre bujarinistas y trotskistas en los años 20 representan toda la gama del alto pensamiento programático bolchevique, de derecha a izquierda. Los dosbandos discreparon en cuestiones económicas importantes, desde la política de precios e impuestos agrícolas, hasta las posibilidades de realizar una planificación global.Pero, al contrario que los temas internacionales y políticos que tanto agriaron la lucha fraccional, las discrepancias fueron limitadas dentro de los parámetros del «nepismo»aceptado por los dos ¡bandos, aunque con distintos grados de entusiasmo.

De hecho, el programa bujarinista revisado que fue adoptado como primer Plan Quincenal en el XV Congreso del partido en diciembre de 1927, y que propugnaba unainversión industrial más ambiciosa así como una parcial colectivización voluntaria, representaba una especie de fusión del pensamiento bujarinista y trotskista, resultadode los debates desarrollados a lo largo de los años 20.78 Cuando Stalin, año y medio más tarde, abandonó dicho programa, abandonó al mismo tiempo el pensamiento dela corriente principal del bolchevismo relativo al cambio económico y social Después de 1929 y del final de la NEP, la alternativa programática bolchevique al estalinismode hecho y reconocida dentro del mismo partido, fue básicamente bujarinista. Desde lejos, en el exilio, Trotski dirigía sus acusaciones contra el régimen de Stalin; noobstante, sus propuestas económicas a principios de los años 30 se aproximaban, igual que en los años 20, mucho más a las de Bujarin y llegaron a ser «enteramenteindistinguibles» de éstas.79 

La NEP surgió en 1921 como una retirada poco noble, y el resentimiento contra la economía, política, y cultura de la NEP continuó a lo largo de los 20. Dicho

resentimiento se perpetuaba en la tradición heroica bolchevique de Octubre y de la guerra civil, y probablemente era muy fuerte entre los cuadros formados por laexperiencia de guerra de 1918-1920 y la generación más joven. Stalin sacaría partido de estos sentimientos. reales para su repetición de la guerra civil en 1929-1933. Pero,por razones que van más allá de lo que nos ocupa aquí, en 1924 la NEP había adquirido una legitimidad general entre los líderes bolcheviques. Ni siquiera Stalin se atrevióa desafiar dicha legitimidad en su contienda final con los bujarinistas en 1928-1929. Hizo campaña y ganó, no como supresor de la NEP, ni como partidario de «la revolucióndesde arriba», sino como un líder «tranquilo y lúcido», capaz de hacerla funcionar.80 Incluso después de derrotar al grupo bujarinista en abril de 1929 y mientras la NEPse desmoronaba bajo la política radical de Stalin, sus editoriales seguían insistiendo en que «la NEP es la única política correcta de la construcción socialista», ficción quese mantuvo oficialmente hasta 19 31.81 

No se trata aquí de explicar los fatídicos acontecimientos de 1928-1929, sino de recalcar que la nueva política estalinista de 1929-1933, que se conocía por el nombredel «gran cambio», fue una desviación radical del pensamiento programático bolchevique. Ningún líder ni fracción bolchevique había abogado jamás por nada semejante

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 6/9

 

a la colectivización forzosa, la «liquidación» de campesinos supuestamente prósperos (kulaks), la industrialización pesada a marchas forzadas, la destrucción del sector demercado en su totalidad, y un «plan» que en realidad no era ningún plan, sino el control hipercentralizado de la economía conseguido a base de órdenes y directivas.82 Estosaños de la «revolución desde arriba» fueron, histórica y programáticamente, el nacimiento del estalinismo. Partiendo de esta gran discontinuidad, seguirían otras.

LA tesis de la continuidad, por su tratamiento del estalinismo como bolchevismo «plenamente desarrollado» y de la Unión Soviética de los años 30 como función yextensión de 1917, ha impedido que el estalinismo sea estudiado como un sistema específico con su propia historia y cuyo legado específico pesa todavía sobre dicho país.Es cierto, como ha demostrado Tucker que algunos aspectos definitivos e incluso esenciales del estalinismo, incluyendo algunos cambios decisivos de su historia y muchosde los “excesos”, no pueden entenderse sino desde el punto de vista de Stalin como personaje polí tico. No obstante, quedan por estudiar muchos factores políticos, socialese históricos importantes que contribuyeron a la complejidad del estalinismo como fenómeno histórico y contemporáneo fundamental. Dichos factores se estudian hoy endía con más detenimiento debido al acceso a nuevas fuentes, a perspectivas académicas más maduras, y a la discusión de los mismos temas a lo largo de las últimas tresdécadas dentro de la propia Unión Soviética.

Como primer paso, es importante desechar la costumbre ahistórica de pensar en el sistema estalinista como un fenómeno que no cambia. El desarrollo histórico delestalinismo ha de ser trazado y analizado en sus varias etapas, desde los acontecimientos de auténtico carácter revolucionario del principio de los años 30 hasta el ordensocio-político rígidamente conservador de 1946-1953.84 Claro está que el mismo cambio de una transformación radical a un orden profundamente conservador debe serobjeto de un estudio más detenido. Los mismos años 30 deberían dividirse en distintos períodos, incluyendo por lo menos la sacudida social de 1929-1933, el interregno

de 1934-1935 cuando se discutía la política del futuro entre los altos mandos, y el período de 1936-1939 que vio el gran terror contra la vieja élite del partido y el triunfofinal del estalinismo sobre la tradición bolchevique y la consumación política de la revolución desde arriba.Los años 1929-1933, que normalmente son tratados de una forma confusa en las teorías occidentales y soviéticas oficiales sobre el estalinismo,85 son especialmente

importantes. Fueron los años formativos del estalinismo como sistema; presagiaron y dieron lugar a muchos acontecimientos posteriores. Por ejemplo, varias ideas fijascaracterísticas del estalinismo pleno, incluyendo la mortífera noción de una inevitable «intensificación de la lucha de clases» que se convirtió en la ideología del terrormasivo de 1937, aparecieron por primera vez en la campaña de Stalin de 1928-1930, en la cual intentó desacreditar todas las ideas bujarinistas y las relacionadas con laNEP. De modo parecido, el papel personal desempeñado por Stalin en 1929 al desencadenar la colectivización forzosa y elevar los objetivos industriales sin contar con lacolaboración de los órganos deliberantes del partido, anticipó la autocracia plena de sus últimos años.86 De forma más general, como ha mostrado Moshe Lewin en susestudios de la historia social entre 1929 y 1933, muchas características administrativas, legislativas, de clase, e ideológicas del estado estalinista maduro empezaron aconfigurarse como soluciones improvisadas al caos social, a la «sociedad de arena movediza» que se produjo con la destrucción de las instituciones y procesos de la NEPdurante el primer impulso de la revolución desde arriba. En la perspectiva desde abajo que aporta Lewin, pionero estudio de este género en nuestra bibliografía y ricoejemplo de la historia social multidimensional, el sistema estalinista fue más una serie de intentos desesperados de hacer frente al caos social y a las crisis creadas por lamisma jefatura estalinista entre 1929 y 1933 que el producto de los programas o planificación bolcheviques.

RESPECTO a los acontecimientos posteriores, sería un error interpretar el asalto terrorista estalinista a los cuadros dirigentes soviéticos entre 1936 y 1939 como un derivado«necesario» o la revolución social impuesta de 1929- 1933. En 1934-1935, muchos líderes del partido probablemente una mayoría, abogaron por una línea muy distinta.Es más, existen pruebas muy claras de que las purgas no fueron en cierto modo racionales, como las han imaginado algunos académicos, en función de la modernización,una especie de Geritol terrorista que aceleraría el proceso y eliminaría a los funcionarios más obsoletos. En realidad, el terror destruyó o retrasó muchos de los auténticos

logros de 1929-1936.88

 No obstante, las dos grandes sacudidas están relacionadas de una forma importante y merecen un estudio detenido. La enorme expansión de la represión policial, de lasfuerzas de seguridad, y el archipiélago de campos de trabajos forzados entre 1929 y 1933 fueron al mismo tiempo el trasfondo y el mecanismo de los acontecimientos de1936-1939. Además, el período tuvo otras consecuencias menos obvias pero quizás de igual importancia. Aun cuando la masiva colectivización forzosa no se originó comopolítica del partido, ni / siquiera de la dirección colectiva, por otra parte toda la élite del partido, y probablemente todo el partido, estuvieron implicados en las calamidadeseconómicas y criminales producidas por las medidas de Stalin que culminaron en la terrible hambre de 1932-1933. Todo funcionario medianamente informado debió saberque la colectivización era un desastre que destruía la producción agrícola, diezmaba el ganado y mataba a millones de personas.89 

Sin embargo, en la ideología oficial fue obligatorio elogiar la colectivización como un gran logro del líder Stalin. Aquella singular discrepancia entre las declaracionesoficiales y la realidad social, que no era una característica del bolchevismo originario, fue un gran paso hacia la progresiva ficcionalización de la ideología soviética bajoStalin. Debió tener un efecto profunda- i mente desmoralizador entre los funcionarios del partido, contribuyendo a que su resistencia fuera aparentemente escasa cuandoel terror estalinista cayó sobre ellos mismos en 1936-1939. Como mínimo, les implicaba en el culto de la infalibilidad de Stalin, que aumentaba a medida que la situaciónse hacía más desastrosa, y que se convirtió en un rasgo inherente al sistema estalinista.90 

Los pocos intentos auténticos de analizar el estalinismo como sistema socio-político han sido los de marxistas críticos que presentan teorías de una «nueva clase» o deuna «burocracia gobernante» cuando hablan del tema. Este tipo de obra son de corte muy diverso e incluyen distintas discusiones de si la burocracia estalinista puede versecomo clase o estrato, y de qué tipo. Asimismo, aportan datos valiosos relacionados con la sociología del estalinismo, un tema que normalmente los estudios académicospasan por alto, y nos recuerdan que los estratos administrativos creados en los años 30 tuvieron una fuerte incidencia en la naturaleza del estalinismo maduro, sobre todoen su anti-igualitarismo, estratificación rígida, y su conservadurismo cultural y social.91 

Sin embargo, como teoría o interpretación general del estalinismo, el planteamiento tiene graves defectos. El argumento según el cual una clase burocrática gobernante

fue la fuerza animadora detrás de los acontecimientos de 1929-1930 no tiene sentido, ni lógica ni empíricamente. Empezando por el demostrable papel de Stalin, que endichas teorías se limita al de un jefe burocrático más, queda por explicar cómo pudo ser que una burocracia que se define como profundamente conservadora concertaray llevara a cabo una política tan radical y peligrosa como la de la colectivización forzosa.

 Y, de hecho, las repetidas campañas de Stalin con el propósito de radicalizar y animar al funcionariado durante los años 1929-1930 y después, apuntan a una burocraciadel partido-estado amedrentada y reacia, y no a una burocracia capaz de actuar. Tampoco queda muy claro si esta teoría es capaz de explicar la matanza masiva de loscuadros soviéticos de alto nivel durante el período 1936-1939, a menos que concluyamos que la clase burocrática «gobernante» se suicidó.

 Aquí nos enfrentamos otra vez más con la inherente dificultad de aplicar los conceptos occidentales, sean marxistas o de la teoría de la modernización, a una realidadpolítica y social como la soviética, configurada por las tradiciones históricas y culturales rusas. Una razón por la que las teorías inspiradas en Occidente son poco aplicablesa las élites administrativas estalinistas creadas en los años 30, es que éstas se parecen más a los tradicionales soslovie zaristas, una clase funcionarial privilegiada que servíaal estado —en este caso al resurgido estado ruso92 — más que gobernaba al mismo. Hoy en día puede que haya una clase o burocracia soviética gobernante que se haemancipado en las últimas décadas; está claro que el alto funcionariado ha desempeñado un papel muy importante a la hora de hacer o deshacer la política de los líderesdesde la muerte de Stalin. Pero durante los años de su formación y martirio con Stalin, la burocracia, a pesar de su posición y poder sobre sus inferiores, en última instanciano gobernó.

HAY un problema parecido cuando se confía acríticamente en el paradigmático concepto occidental de la modernización para caracterizar todo lo que ocurrió en los años30 estalinistas. Evidentemente, es cierto que la política de Stalin creó unos aspectos importantes de lo que se llama la modernidad, entre ellos, el industrialismo, latecnología, ciudades grandes, y la alfabetización de las masas. Sin embargo, también es cierto que el estalinismo trajo otros cambios importantes a la vida económica, socialy política que no fueron ni «modernos» ni «progresivos», sino tradicionales e incluso retrógrados. Al lado de las grandes fábricas, ciudades y escuelas, se desarrollaba unaautocracia política tipo zarista, un culto casi medieval al líder, la semi-servidumbre de los campesinos colectivizados y un amplio uso de trabajo en condiciones casi de

esclavitud. Estos aspectos del sistema estalinista eran anacronismos impuestos que tenían más que ver con el pasado ruso que con los modelos occidentales de lamodernización; y han constituido también un legado de los años 30. Cincuenta años más tarde, es todavía erróneo hablar de la Unión Soviética como un país'«modernizado» sin matizar. En realidad sigue siendo dos países: uno de ellos es moderno e incluso occidentalizado, el otro  —incluyendo vastas zonas del campo, lasprovincias y la economía, e implicando a grandes segmentos de la población — tiene más afinidades con lo que los teóricos de la modernización llaman el subdesarrollo oel tercer mundo.

Por tanto, los estudios del estalinismo que toman en cuenta las tradiciones histórico-culturales rusas son esenciales aunque también a veces han sido mal interpretadospor los académicos occidentales. No raramente los estudios tempranos de la era estalinista desde el punto de vista histórico-cultural se convirtieron en interpretacionesmonocausales de una revolución comunista inevitablemente deshecha o fatídicamente transformada por la fuerza inexorable de las tradiciones históricas rusas. En lugarde plantear la tradición con- textualmente, aquellos autores la trataron como si fuera casi autónoma y determinista.93 «Toda revolución lograda tiene su Termidor», comoseñaló Carr.94 Pero el resultado no está determinado por el pasado; es una mezcla de nuevos y viejos elementos, y el carácter del resultado depende en gran parte de lascircunstancias sociales y políticas contemporáneas. En 1932 y 1933, por ejemplo, los líderes estalinistas reintrodujeron el sistema del pasaporte interno, el cual seconsideraba símbolo del zarismo y era por tanto despreciable en la mentalidad de todos los revolucionarios rusos, incluidos los bolcheviques. Esto es un ejemplo de unatradición resucitada, pero también de una política y de una crisis contemporánea, pues esta medida retrógrada surgió como respuesta directa al caos social, en concretoa las masas de campesinos que vagaban por el país en busca de alimentos como consecuencia de la colectivización.

Las tradiciones rusas y la cultura política prerrevolucionaria nos permiten comprender muchas cosas, desde la mentalidad personal y los rasgos autocráticos de Stalin,como ha demostrado Tucker, hasta la base social del estalinismo como sistema. En particular, surge la importante cuestión del apoyo popular al estalinismo en la sociedadsoviética. Los estudios sovietológicos más antiguos suelen pasar el tema por alto e incluso negarlo porque no es consecuente con la imagen de un régimen «totalitario»que domina únicamente con los mecanismos del poder a una población desventurada y «atomizada». Aunque difícilmente pueden exagerarse los poderes de coacción yla diaria represión del sistema estalinista, como explicación satisfactoria de la relación entre el partido-estado estalinista y la sociedad no es más válida que unainterpretación semejante aplicada a la Alemania de Hitler.

 Aunque la naturaleza y extensión del apoyo popular al estalinismo varió a lo largo de los años, es evidente que fue sustancioso desde el principio y durante los peoresaños. No todo este estalinismo popular se explica con dificultades. La revolución desde arriba de Stalin de los años 30 fue impuesta; sin embargo, precisaba de agentesentusiasmados de abajo y los encontró, aunque fueran sólo una relativa minoría de los ciudadanos. Funcionarios muy dedicados, intelectuales, trabajadores e inclusoalgunos campesinos se presentaron para luchar y ganar en los «frentes» —así se llamaban — culturales, industriales y rurales.95 Además, una revolución desde arribasupone una gran expansión del estado y sus funciones, lo cual a su vez supone una expansión pareja de trabajos oficiales y privilegios. Millones de personas fueron víctimasdel estalinismo, pero también millones se beneficiaron del mismo y, por tanto, se identificaron con el sistema  —no sólo la plétora de «pequeños Stalin» por toda laadministración soviética, sino también la multitud de pequeños funcionarios y trabajadores que fueron trepando la escala social y ganando posiciones aventajadas e incluso

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 7/9

 

elitistas. Medvedev sugiere que es posible que incluso las purgas sangrientas tuviesen algún apoyo entre los trabajadores que vieron en la repentina caída de sus jefes oburócratas «el sueño del desquite de los de abajo ayudados por una justicia superior».97 

Por otra parte, a mediados de los años 30, todos estos acontecimientos formativos del estalinismo se desenvolvían en un ambiente oficial de resurgimiento nacionalistay de los valores tradicionales que incluía una rehabilitación selectiva del mismo zarismo. La jefatura estalinista identificaba cada vez menos su revolución desde arriba conlas ideas del bolchevismo originario y más con la larga historia de la Rusia zarista relativa a la construcción del estado, la lucha contra el atraso, y las aspiraciones de unapotencia mundial, todo lo cual sin duda ganó todavía más apoyo popular para Stalin.98 Al final, el gran impulso patriótico popular durante la guerra contra Alemania entre1941 y 1945, a pesar de los desastres iniciales y de los más de 20 millones de bajas (o quizás a causa de ellos), se tradujo en un importante nuevo apoyo para un sistemaestalinista todavía más nacionalista, y ahora también victorioso.

PARA comprender no sólo los años de Stalin sino también los posteriores a él, también hay que replantear, en un contexto más amplio y desde una perspectiva másdistanciada, otros aspectos del estalinismo que normalmente se consideran parte de la revolución desde arriba y, por tanto, sin raíces sociales. Evidentemente, losprincipales portadores de una tradición cultural son los grupos y las clases sociales. En los años 30, la mayoría rural y «pequeño burguesa» de la vieja Rusia acudió en masaa las ciudades para formar la nueva clase trabajadora, la clase media, y el funcionariado del partido-estado, esa mayoría «filistea» que todavía es causa de frustración tantopara los reformadores como para los disidentes soviéticos. Si los hechos se entienden en este contexto, se comete un error al interpretar toda la cultura popular y políticaestalinista como un simple mecanismo de censura y represión del estado. Una gran parte de la cultura estalinista —hasta las novelas más tópicas y las afirmaciones máschovinistas — probablemente estuvo profundamente arraigada en la nueva y todavía insegura clase media y en el funcionariado disperso, cuyos auténticos valores propios,percepciones de sí mismo y conformismo cultural encontraron expresión en ella.99 

De hecho, el culto a Stalin, en cierto modo la institución más importante del sistema autocrático estalinista, fue un ejemplo dramático tanto de una tradición cultural comode apoyo popular. La cúpula estalinista promovió el culto desde arriba, y éste encontró tierra fértil, convirtiéndose (como dicen muchas fuentes soviéticas) en un auténticofenómeno social. De una celebración interna del nuevo líder del partido en 1929 se transformó en una especie de religión de masas, «una forma peculiarmente soviéticade adoración».100 Ni la tradición bolchevique ni el modesto culto a Lenin, ni la satisfacción personal de Stalin son razones suficientes para explicar las dimensiones popularesque adquirió. Para ello, debemos de tener en cuenta otros valores y costumbres más antiguas, «mandatos no escritos llevados por el viento».101 No es de extrañar, comose constata en la política soviética contemporánea, que dichos sentimientos populares hayan sobrevivido al mismo Stalin. □ 

Traducción de Tom Mattingley.

------------------------------------------------------------------------------------------ NOTAS  —    —  

(1)  Véase, por ejemplo, Pieter GEYL, Nopoleon: For and Against (Londres, 1949); y R. C. RICHARDSON, The Debate on the English Revolution (Londres, 1977).(2)  Esta opinión está basada en un estudio de la literatura publicada a partir de finales de los años cuarenta. Otros autores han opinado,' favorable o desfavorablemente, sobre el consenso. Véase Hannah   ARENDT,

«Understanding Bolshe- vism», Dissent, enero-febrero de 1953, pp. 580-583; Isaac DEUTSCHER, Russia in Transition (Nueva York, 1960), p. 217; y H. T.  WILLETS, «Death and Damnation of a Hero», Survey, abril de 1963, p. 9. Robert  

C. TUCKER fue durante años una importante excepción. Veía una discontinuidad mayor, incluso un «abismo», entre bolchevismo y estalinismo. Véase su libro The Soviet Political Mind, ed. rev. (Nueva York, 1971). Barrington 

MOORE en Soviet Politics-The Dilema of Power, ed. rev. (Nueva York, 1965) discrepa, en aspectos importantes, de la interpretación del consenso pero en general está de acuerdo con la escuela de la continuidad.

(3) 

Para un punto de vista similar, véase Robert T. SLUSSER, «A Soviet Historian Evaluates Stalin's Role in His- tory», American Historical Review, diciembre de 1972, p. 1.393. Hasta hace poco tiempo había muy pocos estudiosacadémicos, si es que había alguno, sobre el estalinismo soviético como fenómeno específico. El primer estudio ambicioso fue el de Robert C.  TUCKER, ed., Stalinism: Essays in Historical lnterpretation (Nueva York, 1977). Paraposteriores y diferentes aproximaciones, véase Alvin W.  GOULDNER, «Stalinism: A Study of In ternal Colonialism», Telos, Invierno de 1977-78, pp. 5-43; G. R. URBAN, ed., Stalinism: Its Jmpact on Russia and the World (Londres, 1982); y Giuseppe BOF- FA, II fenomeno Stalin nella storia del xx secolo (Roma, 1982). 

(4)  Abraham ROTHBERG, The Heirs of Stalin: Dissiden- ce and the Soviet Regime (Ithaca, N. Y., 1972), pp. 377-378. Para un punto de vista crítico similar, véase TUCKER, The Soviet Political Mind, p. 19.(5)  Posiblemente el primer escritor que afirmó que la política de Stalin debería ser llamada «estalinismo» y «no marxismo ni tampoco leninismo» fue el corresponsal americano Walter Duranty. Véase el conjunto de sus

crónicas para The New York Times en junio dé 1931, recogido en Duranty Re- ports Russia (Nueva York, 1934), pp. 186-219. Para una objeción a esta caracterización de la época, véase Jay LOVES- TONE, «The Soviet Union and ItsBourgeois Critics», Revolu- tionary Age, 8 y 22 de agosto y 15 de septiembre de 1931.

(6)  León TROTSKY, Stalinism and Bolshevism (Nueva York, 1972), pp. 15, 17; y también su libro The Revolution Betrayed (Nueva York, 1945). Asimismo véase su libro Their Moráis and Ours (Nueva York, 1937); y Writingsof León Trotsky, 1937-38 (Nueva York, 1970), pp. 169-72.

(7)  Muchos comunistas soviéticos y no soviéticos dijeron más tarde que su actitud crítica hacia el estalinismo disminuyó y cambió en los años treinta cuando vieron que había que escoger entre la Rusia soviética y laAlemania de Hitler. A menudo se rechaza esta explicación injustamente. Este punto de vista influyó también en el pensamiento de los no comunistas, incluidos algunos emigrados rusos anticomunistas. Véase, por ejemplo,Nicholas BERDYAEV, The Origin of Russian Communism (Ann Arbor, 1960), p. 147.

(8)  Las principales fuentes para este debate incluyen el  Biulleten oppozitsii de Trotsky, 4 vols. (Nueva York, 1973), y publicaciones trotskistas y de otras tendencias radicales aparecidas en Europa y en Estados Unidos.Diversos libros de interés fueron resultado de este debate. Algunos de ellos son citados más adelante.

(9)  Dwight MACDONALD en Partisan Review, Invierno de 1945, p. 186. Criticaba un artículo de James Burnham en el mismo número, «Lenin's Heir», que afirmaba que «bajo el poder de Stalin, la revolución comunista no fuetraicionada, sino realizada plenamente» (p. 70). Para un punto de vista metodológico similar véase TUCKER, The Soviet Political Mind, p. 6.

(10)  Michael KARPOVICH , «The Russian Revolution of 1917», Journal of Modern History, junio de 1930, p. 253.(11)  The Gulag Archipelago, l-II (Nueva York, 1974), p. 137; y su artículo «Understanding Communism», The New Leader, 4 de agosto de 1975, p. 8.(12)  Véanse respectivamente, KARPOVICH en Partisan Review, julio de 1949, pp. 759-60; Waldemar GURAIN, ed., The Soviet Union (Notre Dame, Indiana, 1951), p. 7; RESHE- TAR, Concise History of the Communist Party of the Soviet 

Union (Nueva York, 1960), pp. 218-219; DANIELS, Conscien- ce of the Revolution: Communist Opposition in Soviet Russia (Cambridge, Massachusetts, 1960), p. 403; BRZEZINSKI en Donald W. Treadgold, ed., The Development of the USSR(Seattle, Washington, 1964), p. 6; MCNEAL, The Bolshevik Tradition (Englewood Cliffs, New Jersey,  1963), pp. 136-137; ULAM, The Unfinished Revolution (Nueva York, 1960), p. 198, y The Bolsheviks (Nueva York, 1965), p. 477; MEN- DEL, ed., 

 Essential Works of Marxism (Nueva York, 1965),  p. 199; AZRAEL en Samuel P. Huntignton y Clement H. Moore, eds., Authoritarian Politics in Modern Society (Nueva York, 1970), pp. 266-267; MEYER, Leninism (Nueva York,1962)  , pp. 282-283; WILLETS en Survey, abril de 1965, p. 9.(13)  Waldemar  GURAIN, Bolshevism (Notre Dame, Indiana, 1952), p. 3.(14)  Ésta ha sido la explicación habitual de la colectivización y las purgas. Se pueden citar muchos ejemplos, pero véanse dos trabajos estándar: Zbigniew K. BRZEZINSKI, The Permanent Purge (Cambridge, Massachusetts,

1956), p. 50 y passim; y Naum Jasny, The Socialized Agriculture of the USSR (Stanford, 1949), p. 18.(15)   How Russia Is Ruled (Cambridge, Massachusetts,

1963)  , p. 59. Uno de los mejores libros en lo que respecta a los estudios soviéticos, se vio afectado sobre todo por la perspectiva interpretativa del inexorable proceso hacia un «régimen totalitario plenamente desarrollado» (pp.12, 31, 37, 91, 95, 102, 109, 116, 128). Para referencias similares, véase TUCKER, The Soviet Political Mind, p. 178; Robert V. DA- NIELS, The Nature of Communism (Nueva York, 1962), p. 111; GURIAN, Bolshevism, p. 72; BRZEZINSKI enTreagold, ed. The Development of the USSR, p. 6; McNEAL, The Bolshevik Tradition, p. 70; ULAM, The Bolsheviks (Nueva York, 1965), p. 541; John  A. ARMSTRONG, The Politics of Totalitarianism (Nueva York, 1961), p. X.

(16)  Adam B. ULAM, The New Face of Soviet Totalitarianism (Nueva York, 1965), pp. 48, 49. Asimismo, «El avance constante del sistema soviético hacia el absolutismo, o el totalitarismo, desde el estalinismo pleno hace queel proceso parezca inevitable» (Robert G. WESSON, The Soviet Russian State [Nueva York, 1972], p. 96).

(17)  Véase, por ejemplo, Bertram D. WOLFE, An Ideo- logy in Power (Nueva York, 1969). (18)  Milovan DJILAS, The New Class (Nueva York, 1957), pp. 51, 53, 56, 57, 167-168; y su artículo «Beyond Dogma», Survey, Invierno de 1971, pp. 181-188. En cuanto a Burnham, véase su libro The Managerial Revolution 

(Nueva York, 1941), pp. 220-221; y la anterior nota 9. Asimismo, véanse las conclusiones del filósofo ex comunista Leszek Ko- LAKOVSKI en Tucker, ed., Stalinism pp. 283-298.(19)  Muchos otros ex comunistas contribuyeron a la tesis de la continuidad. Sobre este tema, véase el inmoderado pero interesante ensayo de Deutscher «The Ex-Communist's Cons- cience» en su libro Russia in Transition, pp. 223-236. Una notable excepción es Wolfgang Leonhard, que insiste en que «el estalinismo no representa de ningún modo la continuación lógica o coherente del leninismo» (The Three Faces of Marxism [Nueva York, 1974],p. 358). Véase también su solitaria postura en un estudio sobre este tema en The Review: A Quaterly of Pluralist Socialism (Bruselas), número 2-3 (1962), páginas 45-68.(20)  Para una discusión de Carr y Deutscher, véase Walter LAQUEUR, The Fate of the Revolution: lnterpretation of Soviet History (Nueva York, 1967), pp. 96-108, 111-133.(21)  E. H. CARR, Studies in Revolution (Nueva York,1964)  , p. 214.(22)---------------------------------------------------- «Russia in Transition», Dissent, Invierno de 1955, p. 24; Russia in Transition, pp. 216-218; Russia after Stalin (Londres, 1969), pp. 21-22, 28-29, 33-34, y cap. 2 passim; y The Prophet Unarmed: Trotsky, 1921-1929 (Londres, 1966), p. 463. Deutschpr r'nnciH^oU^ M" continuidad» como el «problema más difícil y complejo al que se enfrenta el estudioso de la Unión Soviética». Negaba que hubi era «encontrado

ningún equilibrio perfecto» en esta cuestión (Ironies of History [Londres, 1966], p. 234; Russia in Transition, p. 217).(23)  Estoy citando a Hannah Arendt. Hablando de los participantes en un congreso en 1967, decía: «Aquellos que eran más o menos pa rtidarios de la revolución de Lenin también justificaron a Stalin, mientras que aquellosque denunciaban el gobierno de Stalin estaban seguros no sólo de que Lenin era responsable del totalitarismo de Stalin sino de que realmente pertenecía a la misma categoría, de que Stalin era una consecuencia necesaria de Lenin»(Richard Pipes, ed., Revoluíionary Russia [Cambridge, Massachusetts, 1968], pagina 345).Hay que mencionar también otra tradición académica, que se mantiene apartada de la corriente general. Algunos autores han interpretado la época de Stalin en el contexto de las tradiciones históricas y culturales rusas. Este énfasisen el persistente carácter ruso del estalinismo podría haberlos llevado a conceptualizar la discontinuidad existente entre bolchevismo y estalinismo. En lugar de ello, eliminaron las diferencias calificando simplemente a ambos de«comunismo» y tratándolos como algo continuo o rastreando el origen de las persistentes tradiciones remontándose a la historia soviética inicial. Véase, por ejemplo, Nicholas S. TIMASHEFF, The Greaí Retreat: The Growth and 

 Decline of Communism in Russia (Nueva York, 1946); BERDYAEV, The Origin of Rus- sian Communism; Dinko TOMASIC, The Impact of Russian Culture on Soviet Communism (Glencoe, III, 1953); y Ed- ward  CRANKSHAW, Cracks in the

Kremlin Wall (Nueva York, 1951). Más recientemente, Zbigniew Brzezinksi ha tratado la historia política soviética en términos de una «cultura política rusa» dominante y autocrática. Interpreta el bolchevismo- leninismo como«una continuación de la tradición dominante» y por tanto el estalinismo como «una extensión — más que una aberración — de lo que le precedió inmediatamente» («Soviet Politics: From the Future to the Past?» en Paul Cocks,Robert V. Daniels, Nancy Whittier Heer, eds., The Dynamics of Soviet Politics [Cambridge, Massachusetts,

1976)  , cap. 17).(24)  Maximilien RUBEL en Pipes, ed., Revolutionary Russia, p. 316. Asimismo, véase Cyril E. BLACK, ed., The Transformation of Russian Society (Cambridge, Massachusetts, 1967), p. 678; Theodore H. Von LAUE, Why Lenin?Why Stalin? (Filadelfia, 1964); Alee NOVE, «Was Stalin Really Necessary?» Encounter, abril de 1962, pp. 86-92 . Un defensor de la teoría del desarrollo lineal dijo que el «hecho más destacable de la revolución soviética... es sunotable historia de continuidad» (Alex  INKELES, Social Change in Soviet Russia [Nueva York, 1971], p. 41).(25)   M OSHE Lewin, LENIN 'S LAST STRUGGLE (N UEVA Y ORK  , 1968) Y  RUSSIAN PEASANTS AND SOVIET POWER (EVANSTON  , 111., 1968), APARECIDOS AMBOS PREVIAMENTE EN FRANCÉS .  D E LOS LIBROS QUE CABE DEFINIR COMO RE VISIONISTAS EN UNO U 

OTRO SENTIDO PUBLICADOS EN LOS AÑOS 70 CITAREMOS:  D AVID Joravsky, THE LYSSENKO ÁFFAIR (C  AMBRIDGE ,  M  ASSACHUSETTS , 1970); S HEILA Fitzpatrick, THE COMMISSARIAT OF ENLIGHTENMENT (LONDRES , 1970) Y  EDUCATION AND SOCIAL MOBILITY IN THE

SOVIET UNION (C  AMBRIDGE , 1979);  LOREN Graham, SCIENCE AND PHILOSOPHY IN THE SOVIET UNION (N UEVA Y ORK  , 1972); Tucker, STALIN AS REVOLUTIONARY (1973); Cohén, BUKHARIN AND THE BOLSHEVIK REVOLUTION (1973);  R ICHARD B. D ay , LEÓN TROTSKY AND THE

POLITICS OF ECONOMIC ISOLATIONISM (N UEVA Y ORK  , 1974); V  ERA Dunham, IN STALIN'S TIME (C  AMBRIDGE , 1976);  ROBERT C. T UCKER , ED ., ESSAYS IN HISTORICALINTERPRETATION (N UEVA Y ORK  , 1977)   ; S HEILA Fitzpatrick , ED ., CULTURAL REVOLUTION IN RUSSIA, 1928-1931 (B LOOMINGTON  ,  I  ND ., 1978);  K  ENDALL E. Bailes, TECHNOLOGY AND SOCIETY UNDER LENIN AND STALIN (P RINCETON  , 1978)  . Uno de los primeros trabajos que cuestionó indirectamente las tesis de continuidad fue The Soviet Industrializa- tion Debate, 1924-1928 (Cambridge, Massachusetts, 1960) de Alexander Erlich.(26)  La primera observación procede de Adam B. ULAM, Stalin (Nueva York, 1973), p. 362; véanse también las páginas 282, 294, 362. Las otras dos pertenecen a la introducción de Richard GREGOR a Resolutions and Decisionsof the Communist Party of the Soviet Union. Vol. 2 (Toronto, 1974), p. 38. Asimismo, véase Ronald HINGLEY, «The Cleve- rest of Them All», Times Literary Supplement, 18 de marzo de 1983, y Sheila FITZPATRICK, The Russian Revolution(Nueva York, 1982), pp. 2-3, 108-109, 117, 141, 154. He basado esta afirmación en un estudio de textos históricos recientes de estudiosos de ambas generaciones y en reseñas académicas de cinco libros pub licados en los años setenta quetratan sobre las relaciones entre el bolchevismo y el estalinismo: Roy A. MEDVEDEV, Let History Judge (Nueva York, 1971); SOLZHE- NITSIN, The Gulag Archipelago; ULAM, Stalin; Robert C. TUCKER, Stalin as Revolutionary (Nueva York, 

1973); Step- hen F. COHÉN, Bukharin and the Bolshevik Revolution: A Political Biography, 1888-1938 (Nueva York, 1973). (27)  Como hace, por ejemplo, MEDVEDEV en Let History Judge. (28)  Victor SERGE en The New International, febrero de 1939, pp. 53-55. Sobre la cuestión de las «raíces», véase también TROTSKY, Stalinism and Bolshevism, p. 23.(29)  Thomas T. HAMMOND, «Leninist Authoritarianism Before the Revolution», en Ernest J. Simmons, ed., Conti- nuity and Change in Russian and Soviet Thought (Cambridge, Massachusetts, 1955), p. 156. (30)  La cuestión de si el estalinismo puede ser definido separadamente de sus excesos ha aparecido predominantemente en los debates sobre el pasado realizados en la Unión Soviética después del régimen de Stalin. Loshistoriadores revisionistas soviéticos argumentaron, por ejemplo, que la colectivización llevada a cabo entre 1929 y 1933 era incomprensible si la separábamos de sus excesos (peregib). Un líder soviético se quejó de que para estoshistoriadores «la colectivización no fuera más que una cadena de errores, violaciones, crímenes, etc.» («Rech tov. D. G. Sturua», Zar i a vostoka, 10 de marzo de 1966.) Al contestar a un escritor de samizdat, Roy Medvedev hace

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 8/9

 

10 

la misma afirmación: «La esencia del estalinismo eran esos 4'extremos tan imbéciles y salvajes" que Mijailov considera un detalle insignificante» (On Socialist Democracy [Nueva York, 1975], pp. 398-399). Para una concepciónoccidental del estalinismo sin tener en cuenta los «excesos excesivos», veáse NOVE, «Was Stalin Really Necessary?».(31)  BUKHARIN AND THE BOLSHEVIK REVOLUTION, PP .  2-5 Y PASSIM  . (32)  Por ejemplo, los escritos de Bujarin influyeron considerablemente la ideología leninista y bolchevique en lo relativo al imperialismo y el estado {ibid., pp. 25-53). En The Bolsheviks Come to Power (Nueva York, 1976),Alexander Rabinowitch nos muestra un Partido Bolchevique en 1917 dramáticamente distinto al estereotipo de una vanguardia conspiradora y disciplinada — un partido sensible a la política de base popular y apoyado por la misma.Para conocer el impacto de la guerra civil en el Partido Bolchevique y en el nuevo gobierno soviético, véanse los trabajos de Adelman, Rigby y Service.(33)   Fainsod EN S IMMONS , ED ., CONTINUITY AND CHANGE IN RUSSIAN AND SOVIET THOUGHT, P. 179.(34)  Boris SOUVARINE, «Stalinism», en Milorad M. Drachkovich, ed., Marxism in the Modern World (Stanford, 1965), p. 102.(35)   Jasny, SOCIALIZED AGRICULTURE OF THE USSR , P . 18. (36)  Como señaló una vez Isaac  DEUTSCHER. «The Fu- ture o f Russian Society», Dissent, Verano de 1954, pp. 227-229. Asimismo, véase Robert D. WARTH, Lenin (Nueva York, 1973), p. 171. Y para conocer el comentario deun historiador soviético sobre la norma en la historiografía soviética, véase cap. I, nota 57.(37)   Dissent, enero-febrero de 1953, pp. 581-582.(38)  LET HISTORY JUDGE, P .  359. (39)  Véase, por ejemplo, Zbigniew BRZEZINKSI en Trea- gold, ed., The Development of the USSR, p. 40.(40)   E. H. Carr, WHAT IS HISTORY? (LONDRES , 1964), P . 42.(41)  He aprendido mucho sobre este tema en d iscusiones con Moshe Lewin.(42)  La insistencia de Alexander Solzhenitsin en que la ideología «tiene la completa responsabilidad de todo el derramamiento de sangre» es sólo una reciente, aunque en cierto modo extremada, versión de la explicación(Pismo vozhdiam Sovetskogo Soiuza [París, 1974], p. 41). Para conocer las versiones académicas, véase, por ejemplo, ULAM, The unfinis- hed Revolution, p. 198; Donald W. TREAGOLD, Twentieth- Century Russia (Chicago, 1959), p. 263; y

Zbigniew K. BRZE- ZINSKI,  / deology and Power in Soviet Politics , ed. rev. (Nueva York, 1967), p. 42. (43)  El intérprete puede definir entonces «el estalinis- mo... como un leninismo maduro» (Philip SELZNICK, The Organizational Weapon [Nueva York, 1952], pp. 5 , 39, 42, 216, y el artículo en el índice de la p. 348). «El pecadooriginal» del movimiento fue, según Ulam, «la codicia del poder» (Stalin, pp. 261, 265).(44)   N. Osinski EN  DEVIATYI SEZD RKP (B). MART-APREL 1920 GODA: PROTOKOLY (M OSCÚ  , 1960), P . 115. (45)  Véase TIMASHEFF, The Great Retreat; Frederik C. BARGHOORN, Soviet Russian Nationalism (Nueva York, 1956); Robert V. DANIELS, «Soviet Thought in the Nineteen- Thirties: An Interpretative Sketch», en Michael Ginsburg yJoseph T. Shaw, eds., Indiana Slavic Studies, I (Blooming- ton, Indiana, 1956), pp. 97-135; y Paul WILLEN «Soviet Ar- chitecture: Progress and Reaction», Problems of Commu- nism, noviembre-diciembre de 1953, páginas 24-34. Losintelectuales soviéticos han comentado el traslado del centro de atención desde las masas hasta los líderes. Véase M. V. NECHKINA en Istoriia i sotsiologiia (Moscú, 1964), p. 238. Para tener un vivo ejemplo de esto, compárense laspelículas realizadas para conmemorar el décimo y el vigésimo aniversario de la revolución de  1917: Octubre, o Diez días que conmo- cionaron al mundo  (1927), y Lenin en Octubre (1937). (46)  DANIELS, «Soviet Thought in the Nineteen- Thirties», p. 130. Como anteriormente en 1932, el antiguo bolchevique Olminsky se quejaba de que los cambios ideológicos en la historiografía oficial del partido estaban condu-ciendo hacia un «leninismo castrado» (citado en L. A.  SLE- POV, Istoriia KPSS -vazhneishaia obshchestvennaia nauka [Moscú, 1964], p. 11). Algunos recientes disidentes soviéticos han llegado a la conclusión de que el estalinismo tenía pocoque ver con las tradicionales ideas comunistas o socialistas. Véase, por ejemplo, Valerii CHALIDZE, Pobeditel kommuniz- ma (Nueva York, 1981) y M. AGURSKII, Ideologiia natsional- bolshevizma (París, 1980). (47)  Véase, por ejemplo, SELZNICK, The Organizational Weapon; y la introducción de S. V.  UTECHIN a What Is To Be Done? (Oxford, 1963), p. 15, de V. I. Lenin. Para una crítica polémica pero efectiva de esta teoría, véase MaxSHACHTMAN, The Bureaucratic Revolution: The Rise of the Stalinist State (Nueva York, 1962), pp. 202-223. Como señaló Shachtman, unos cuantos intelectuales occidentales han desperdiciado la oportunidad de citar con aprobaciónla predicción hecha por Trotsky en 1904: «La organización del partido ocupará el lugar del partido; el Comité Central ocupará el lugar de la organización; y finalmente el dictador ocupará el lugar del Comité Central».(48)  V  ÉASE OCHERKI ISTORII KOMMUNISTICHESKOI PARTII TURKMENISTANA ,  2. A ED . (ASHKHABAD , 1965), P .  495; OCHERKI ISTORII KOMMUNISTICHESKOI PARTII KAZAKHSTANA (A LMA-ATA , 1963), P . 377. Y VÉASE EL TESTIMONIO SOBRE LOS AÑOS TREINTA EN 

 ROBERT Conquest, THE GREAT TERROR: STALIN'S PURGE OF THE THIRTIES (N UEVA Y ORK  , 1968), CAP . 8, 13; Medvedev, LET HIS- TORY JUDGE, CAP . 6; Y  A NTÓN Antonov-Ovseyenko, THE TIME OFSTALIN (N UEVA Y ORK  , 1981),  2. A Y 3. a PARTE . (49)  Tucker, THE SOVIET POLITICALMIND, CAP . 1 Y P . 212. (50)  Nikolai BUJARIN, K voprosu o trotskizme (Moscú, 1925), p. 11. Un tratamiento diferente de este aspecto, la infame prohibición de las tendencias en el partido en  1921 no fue, como sugieren muchos intelectuales, laculminación de la tradición bolchevique-leninista, sino un intento desesperado de j- unos dirigentes aterrorizados de suprimir o encauzar su propia tradición política. Como lamentaron durante años los historiadores oficiales, la historia del partido ha sido la historia de las «luchas de las facciones» dentro delpartido. M. GAI- » SINSKII, Borba s uklonami ot generalnoi liniie partii: istori- cheskii ocherk vnutripartiinoi borby posleoktiiabrskogo periodo, 2.a ed. (Moscú, 1931), p. 4; y  SLEPOV, Istoriia KPSS, 

(51) 

Véanse, por ejemplo, INKELES, Social Change in Soviet Russia, p. 41; y Bertram D. WOLFE en Samuel Hendel y Randolph L. Braham, eds., The USSR after Fifty Years (Nueva York, 1967), p. 153. (52)  Tucker EN T  REAGOLD , ED . THE DEVELOPRNENT OF THE USSR, P .  33; Tucker, THE SOVIET POLITICALMIND. , PP . 18, 179. V  ÉASE TAMBIÉN  N  EILS E RIK Rosendfeldt, KNOWLEDGE AND POWER: THE ROLE OF STALIN 'S SECRET CHANCELLERY IN THE SOVIET SYSTEM

OF GOVERNMENT (C OPENHAGUE , 1978). (53)  Sobre las «purgas» y la «lucha de clases» véase por ejemplo el análisis de Robert M. SLUSSER del libro de Brze- zinksi, The Permanent Purge, en American Slavic and East European Review, diciembre de 1956, pp.543-546; y Tuc- KER, The Soviet Political Mind, pp. 55-56.(54)  The Soviet Political Mind, p. 135. Véase CONQUEST, The Great Terror, cap. 8, 13; MEDVEDEV, Let History Judge y cap. 6; ANTONOV-OVSEYENKO, The Time of Stalin, 2.A y 3.A parte. Conquest define la destrucción del partido «como unarevolución tan completa, aunque más disfrazada, que cualquier cambio anterior en Rusia» (p. 25). Se puede aprender mucho en las bibliografías no censuradas sobre las diferencias entre la antigua élite bolchevique y la élite del par-tido que surgió durante y después de la época del terror. Véase, por ejemplo Lidiia SHATUNOVSKAIA, Zhizn y kremle (Nueva York, 1982); Arnosht (Ernest) KOLMAN, My ne dolzhny byli tak zhit (Nueva York, 1982); Raisa BERG, Suk- hovei:vospominaniia genetika (Nueva York, 1983); y Raisa ORLO VA Memoirs (Nueva York, 1983). (55)  Entre 1918 y 1933, hubo diez congresos del partido, diez conferencias, y 122 plenos del Comité Central. Entre 1934 y 1953, hubo tres congresos del partido (sólo uno después de 1939), una conferencia, y veintitrésplenos del Comité Central (ninguno entre 1941 y 1943, entre 1945 y 1946 ni entre 1950 y 1951) (Sovetskaia istoricheskaia entsiklopediia, 8 [Moscú, 19651, p. 275). Según Medvedev, la expresión «soldado del partido» fue sustituidapor «soldado de Stalin» (Let History Judge, p. 419). Para un ejemplo del culto al Estado, véase K. V. OSTROVITYANOV, The Role of the State in the So- cialist Transformation of the Economy of the USSR (Moscú, 1950). Parece ser queel papel del partido en el sistema disminuyó algo a causa de la política de guerra. Véase Sanford R. LIBERMAN, «The Evacuation of Industry in the Soviet Union During World War II», Soviet Studies, enero de 1983, pp. 90-102.(56)  VSESOIUZNOE SOVESHCHANIE O MERAKH ULUCHSHENIIA PODGOTOVKI NAUCHNOPEDAGOGICHESKIKH KADROV PO ISTORICHES- KIM NAUKAM, 18-21 DEKABRIA 1962 G. (M OSCÚ  , 1964), P . 242. (57)  Como argumentó Boris SOUVARINE en «Stalinism», en Drachkovich, ed., Marxism in the Modern World, pp. 90-107. Desde la muerte de Stalin, el eufemismo oficial para designar el estalinismo ha sido, evidentemente,«culto a la personalidad».(58)  Compárense, por ejemplo, las referencias a la dirección del partido, al Comité Central, a las ideas políticas, etc., en las siguientes reuniones: XVIII konferentsiia vsesoiuznoi kommunisticheskoi partii (b): stenograficheskii otchet  (Moscú, 1932); XVII sezd vsesoiuznoi kommunisticheskoi partii (b), 26 ianvaria-10 frevalia 1934 g. stenograficheskii otchet  (Moscú, 1934); y XVII sezd vsesoiuznoi kommunisticheskoi partii (b), 10-21 marta 1939 g.:stenograficheskii otchet  (Moscú, 1939). Conforme pasaba el tiempo, se iba produciendo una prohibición parcial de la literatura sobre Lenin ( Spravo- chink partiinogo rbotnika [Moscú, 1957], p. 364). La reducción de laimportancia de Lenin comenzó pronto. En el aniversario de la Revolución en noviembre de 1933, un corresponsal americano contó en los escaparates de las tiendas de la calle Gorkii 103 bustos y retratos de Stalin, 58 de Lenin y5 de Marx (Eugene LYONS,  M OSCOW Carrousel [Nueva York, 1935], pp. 140-141).(59)  XVII SEZD, P . 68; V. K. Oltarzhevskii, STROITELS- TEVO VYSOTNYKH ZDANII Y MOSKVE (M OSCÚ  , 1953), PP . 4, 214. 

(60)  Parece que el término estalinismohabía sido usado en privado por los altos dirigentes y también por otras personas. Véase Nikita S. KRUSHCHEV, Krushchev Remembers: The Last Testament (Boston, 1974), p. 193; MEDVEDEV,  Let samizdat desde los años sesenta. Además, el adjetivo estali- nista ha sido un término popular y cotidiano en el discurso oral desde los años treinta.(61)  Leonid PETROVSKY, «Open Letter to the Central Committe», Washington Post, 27 de abril de 1969.(62)  Véase, por ejemplo, TREAGOLD, Twentieth-Century Russia, p. 165; ULAM, The Bolsheviks, pp. 467-468; Paul Craig ROBERTS, «"War Communism,,: A Re-examination», Slavic Review, junio de 1970, pp. 238-261. Craig se muestracontrario a la opinión de que el comunismo de guerra era ante todo de conveniencia, lo que él llama la «interpretación predominante». Esto no ha sido confirmado por un análisis de la literatura científica.(63)  La última cita es de Adam B.  ULAM, The Russian Political System (Nueva York, 1974), p. 37. Las dos primeras son de Arthur E.  ADAMS, Stalin and His Times (Nueva York, 1972), p. 7; y John A. ARMSTRONG, Ideology Politics and Government in the Soviet Union, 3.A ed. (Nueva York, 1974), p. 22. Asimismo, véase FAINSOD, How Russia Is Ruled , pp. 528-529; GURIAN, Bolshevism,p. 76; FITZPATRICK, The Russian Revolution, pp. 108-109, 117; y Solzhenitsien, The Gulag Archipelago, p. 392, donde se dice que «toda la NEP no era más que un cínico engaño».(64)  Treadgold, TWENTIETH-CENTURY RUSSIA, PP . 165, 199, 258.(65)  BUKHARIN AND THE BOLSHEVIK REVOLUTION, CAPS .  3,  5-9. (66)  Para una discusión más completa, véase ib id., pp. 53-57.(67)  V. I. Lenin, SOCHINENNIA, XXII  (M OSCÚ  , 1931), PP .  435-468.(68)  E. H. CARR, The Bolshevik Revolution, II (Nueva York, 1952), pp. 51, 53, 98-99.(69)  Un ejemplo clásico es Nikolai  BUJARIN, Ekonomi- ka perekhodnogo periodo (Moscú, 1920). Para un interesante estudio soviético sobre esta cuestión, véase  E. G. GLMPLESON, «Voennyi kommunizm»: politika, praktika,ideologiia (Moscú, 1973). (70)  Para una discusión sobre la NEP en estos términos, véase mi Bukharin and the Bolshevik Revolution, pp. 270-276; y Moshe LEWIN, Political Undercurrents in Soviet Economic Debates (Princeton, 1974), caps. 4, 5, 12.(71)  Alfred G. MEYER, «Lev Davidovich Trotsky», Pro- blems of Communism, noviembre-diciembre de 1967, pp. 31, 37 y passim. Asimismo, véase Leonard SCHAPIRO, «Out of the Dustbin of History», ibid., p. 86; RESHETAR, Concise History of the Communist Party, pp. 230-231; Basil DMYTRYSHYN, USSR. 2.A ed. (Nueva York, 1971), p. 121; ULAM, Stalin, p. 292, nota 3; e Isaac DEUTSCHER, Stalin: A Political Biography, 2.A ed. (Nueva York, 1967), p. 295, que parececontradecirse en p. 318.(72)  COHÉN, Bukharin and the Bolshevik Revolution, pp. 147-148, 186-188. Para una visión diferente de Stalin en los años veinte, véase  TUCKER, Stalin as Revolutionary, pp. 395-404. TUCKER afirma que gran parte del pensamiento pro-gramático de Bujarin era psicológicamente antitético a Stalin y que la política posterior de Stalin se presagiaba ya en las diferencias de énfasis entre ambos líderes. Aun así, sigue siendo evidente que había pocas diferenciassignificativas entre ellos en el terreno de la política pública y la política respecto a las fracciones en  1924-1927. 

(73)  XIVSEZD VSESOIUZNOI KOMMUNISTICHESKOIPARTII (B), 18-31 DEKABRIA 1925 G.: STENOGRAFICHESKII OTCHET (M OSCÚ  , 1926), PP .  254,  494. (74)  COHEN, BUKHARIN AND THE BOLSHEVIKREVOLUTION, CAPS . 6, 8,  9. (75)  Las ideas económicas de Trotsky y de la izquierda son tratadas de manera elíptica y en cierto modo incongruente por Isaac Deutscher, aunque califica a Trotsky de «reformista» en política económica. ( The Prophet Outcast: Trotsky, 1929-1940 [Londres, 1963], p. 110) . Para estudios más amplios, véase Richard B.  DAY, León Trotsky and the Politics of Economic Isolation (Cambridge, 1973); LEWIN, Political Undercurrents in Soviet Economic Debates, caps. 1-3; Alee NOVE, «New Light on Trotskii's Economic Views». Slavic Review, Primavera de 1981, pp. 84-97; y en plan más general,

 B ARUCH Knei-Paz, THE SOCIAL AND POLITICALTHOUGHT OF LEÓN TROTSKY (O XFORD , 1978). 

(76)   E. Preobrazhensky, THE NEW ECONOMICS (LON - DON  , 1965), PP . 110-111; Erlich, SOVIET INDUSTRIALIZATION DEBATE, PP . 32-59. (77)  Como señaló posteriormente PREOBRAZHENSKY XVII sezd, p. 238.(78)  V  ÉASE Lewin, POLITICALUNDERCURRENTS IN SOVIET ECONOMIC DEBATES, CAPS .  2 Y  3. (79)   I  BID ., PP . 68-72; Cohén, BUKHARIN AND THE BOLSHEVIK REVOLUTION, PP .  347-48. (80)  COHÉN, Bukharin and the Bolshevik Revolution, pp. 328-329. Esta cuestión es tratada teniendo en cuenta el papel dirigente de Stalin en TUCKER, Stalin as Revolutionary, caps. 12-14. Para una discusión sobre los temas de laguerra civil en 1929-31, véase Sheila FITZPATRICK, ed., Cultural Revolution in Russia, 1928-1931 (Bloomington, Indiana, 1978), pp. 8-40. (81)  Pravda, 28 de abril de 1929, y 21 de marzo de 1931. (82)  Es cierto que el economista bolchevique Mijail La- rin fue acusado de haber propuesto una «tercera revolución» contra los kulaks en 1925. Pero Larin era una figura política secundaria no afiliada a las fraccionesdirigentes y una persona de cuyas sugerencias no hacía caso nadie. Medvedev se equivoca al sugerir que Larin era trotskista ( Let History Jud- ge, p. 97. Véase también DEUTSCHER, Stalin, páginas 318-319).(83)  V  ÉANSE LOS LIBROS DE Tucker, STALIN AS REVOLUTIONARY Y  THE SOVIET POLITICAL MIND, Y SU CAPÍTULO EN Tucker, ED ., STALINISM, PP . 77-108. (84)  Me refiero aquí al orden interno soviético de 1946-53, no a los cambios impuestos en Europa Oriental. Desde el pun to de vista del totalitarismo ahistórico todavía se considera revolucionario y dinámico el régimenestalinista de 1946-1953. Para un punto de vista y una conclusión diferentes, véase TUCKER, The Soviet Political Mind, pp. 174, 186-190. El conservadurismo del último estabilismo es señalado incluso en posteriores análisisoficiales. Véase, por ejemplo, N. SAUSHKIN, O kulte lichnosti i avtoritete (Moscú, 1962), pp. 26, 32.

(85)  La teoría de Khrushchev sitúa el auge del estalinis- mo a partir de 1934, ficción que se mantiene incluso en estudios más pormenorizados (SAUSHKIN, O kulte lichnosti i avtoritete). (86)  Para un debate más amplio sobre estos dos puntos, véase mi Bukharin and the Bolshevik Revolution, pp. 314-315, 332-333; y MEDVEDEV, Let History Judge, pp. 85-86, 89-90, 101, 103. Medvedev cuenta que muchas de lasórdenes de Stalin se daban «oralmente».  (87)  Moshe LEWIN, «Society, State, and Ideology Du- ring the First Five-Year Plan», in Fitzpatrick, ed., Cultural Revolution in Russia, pp. 41-77. Véase también LEWIN, Political Undercurrents in Soviet Economic Debates, cap.5; su artículo «Taking Grain» en Ca. Abramsky, ed., Essays in Honour of E. H. Carr (Cambridge, 1974), pp. 282-323; y su artículo «The Social Background of Stalinism» en Tucker, ed., Stalinism, pp. 111-136.(88)  MEDVEDEV, Let History Judge, pp. 314-315; A. F. KHAVIN, Kratkii ocherk istorii industrializatsii SSSR (Moscú, 1962), pp. 305-306; A. NEKRICH, 22 iiunia 1941 (Moscú, 1965), 2.a parte; y Antonov-OVSEYENKO, The Time of Stalin, pp. 182-191.(89)  Circulaban anécdotas, que todavía son un barómetro de la información y de la opinión pública soviéticas, sobre el desastre. La siguiente circulaba por Moscú al principio de los años treinta: Los dirigentes del partido hansido atacados por los piojos. Los médicos eran incapaces de acabar con ellos. Un gracioso (supuestamente Radek, como de costumbre) propuso: «Colectivizad los piojos. Así la mitad de ellos morirá y la otra mitad huirá» (LYONS,  M OSCOW Carrousel, p. 334). Para relatos de p rimera mano sobre los años de colectivización, véase Vasily GROSSMAN, Forever Flowing (Nueva York, 1972); Lev KOPELEV, The Education of a True Believer  (Nueva York, 1980); y Petro 

GRIGORENKO, Memoirs (Nueva York, 1982). Asimismo, se han publicado frecuentemente en la Unión Soviética desde los años sesenta relatos biográficos, a menudo disfrazados de «ficciones».

5/17/2018 Bolchevismo y Stalinismo por Stephen Cohen - slidepdf.com

http://slidepdf.com/reader/full/bolchevismo-y-stalinismo-por-stephen-cohen 9/9

 

11 

(90)  Un superviviente nos dijo que el estalinismo «no sólo destruyó a la gente honesta, sino que corrompió a la que seguía viviendo» (Vsesoiuznoesoveshchanie, p. 270). Medvedev también relaciona el aumento del culto conlos desastres de comienzos de los años treinta ( Let History Judge, p. 149). Para una historia del culto, véase Robert  C. TUCKER, «The Rise of Stalin's Personality cult», American Historical Re- view, abril de 1979, pp. 347-366. Ladoctrina de la infalibilidad de Stalin data probablemente de su famoso artículo «El vértigo del éxito» en marzo de 1930. A pesar dejas objeciones de algunos altos dirigentes del partido, consiguió echar toda la culpa de los«excesos» de la colectivización a los funcionarios locales. El carácter novelesco, o mítico, de la ideología estalinista todavía debe ser estudiado en un contexto histórico y sociológico. Para un estudio de sus aspectos ideológicos,que desgraciadamente confunde el bolchevismo con el estalinismo, veáse Román REDLIKH, Stalinschina kak dukhovnyi fenomen (Frankfurt, 1971).(91)  Véase, por ejemplo, TROTSKY, The Revolution Be- trayed; SHACHTMAN, The Bureaucratic Revolution; M. YVON, What Has Become of the Russian Revolution? (Nueva York, 1937); Peter MEYER, «The Soviet Union: A New ClassSociety», Politics, marzo y abril de  1944, pp. 48-55, 81-55; Adam KAUFMAN, «Who Are the Rulers in Russia?» Dissent, primavera de 1954, pp. 144-156; DJILAS, The New Class; y Tony CLIFF, State Capitalism in Russia (Londres, 1974). Lasteorías del estalinismo basadas en la clase burocrática también han sido expuestas por algunos recientes escritores de sa- mizdat. Véase, por ejemplo S. ZORIN y N. ALEKSSEV, «Vre- mia ne zhdet» (Leningrado, 1969); Seiatel, número 

1 (septiembre de 1971), en Novoe russkoe slovo, 11 de diciembre de 1972; y A. ZIMIN, Sotsializm i neostalinizm (Nueva York, 1981). (92)  Tucker, THE SOVIET POLITICALMIND, PP . 133-134. (93)  Véase, por ejemplo, TIMASHEFF, The Great Re- treat; y la anterior nota 23.(94)  E. H. CARR, «Stalin», Soviet Studies, julio de 1953, p. 3.(95)  V  ÉASE , POR EJEMPLO , Fitzpatrick , ED ., CULTURAL REVOLUTION IN RUSSIA> PP . 8-40; Y SU LIBRO EDUCATION AND SOCIAL MOBILITY IN THE SOVIET UNION, 1921-1934 (C  AMBRIDGE , 1979). (96)  MEDVEDEV, ,Let History Judge, pp. 415-416, 536; FITZPATRICK, Education and Social Mobility in the Soviet Union; y Kendall E. BAILES, Technology and Society Under Lenin and Stalin: Origins of the Soviet Technical Intelligent- sia, 1917-1941 (Princeton, 1978). Podría aplicarse aquí el concepto de «revolución de los status» en la Alemania de Hitler, creado por David Schoenbaum. Véase su libro Hitler 's Social Revolution (Garden City, NuevaYork, 1967), caps. 8-9. La popularidad personal de Stalin es reconocida en las críticas oficiales al estalinismo. Véase, por ejemplo, Kratkaia istoriia SSSR, II (Moscú, 1964), p. 271.(97)  On Socialist Democracy, p. 346. Para un testimonio similar sobre este tema, véase The Times (Londres), 25 de mayo de 1937. Medvedev llama a este sentimiento popular «crítica implícita de la burocracia», pero tambiénpodría ser un sentimiento anticomunista implícito.(98)  Para una discusión relacionada con esto, véase el tratamiento que da Tucker a estos acontecimientos en el mismo, ed., Stalinism, pp. 77-108. Y véanse también los tratamientos diferentes pero relacionados con éste deChalidze y Agursky en los trabajos citados anteriormente, nota 46.(99)  Para un análisis de la ficción estalinista bajo este enfoque, véase Vera S.  DUNHAM, In Stalin's T\me: Middle- class. Valúes in Soviet Literature (Cambridge, 1976). Similares observaciones hace I. ZUZANEK, citado en Medvedev,  Let History Judge, p. 529; Hugh Seton-WATSON, «The Soviet Ruling Class», Problems of Communism, mayo-junio de 1956, p. 12; y Frederick C. BARÓHOORN, Soviet Russian Na- tionalism (Nueva York, 1956), p. 182. Para informes de pri-mera mano que confirmen esta generalización, véanse las memorias citadas anteriormente, nota  54. (100)  MEDVEDEV, On Socialist Democracy, p. 346. En otra parte Medvedev pone objeciones a la teoría según la cual el culto a Stalin tenía sus primeras raíces en la tradicional reli- que era más fuerte entre los obreros, losfuncionarios y la in- telligentsia. Sin embargo, esto deja abierto el problema de los o rígenes sociales de estos grupos urbanos ( Let History Judge, pp. 429-430). Hay muchos otros testimonios personales sobre la naturaleza religiosay auténtica del culto, un tema que volveré a tratar en el capftnln 4. Véase, por ejemplo, Abraham BRUMBERG, ed., In Quest of Justice (Nueva York, 1970), pp. 320, 329. Los estudios científicos soviéticos sobre la religión a menudoson interpretados como análisis implícitos del estalinismo. Véase Iu. A.  LEVADA, Sotsialnaia priroda religii (Moscú, 1965).(101) La expresión es de G. POMERANTZ, en Brumberg, ed., In Quest of Justice, p. 327. Para un estudio del culto a Lenin, véase Nina TUJMARKIN, Lenin Lives! (Cambridge, Massachusetts, 1983).