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Para definir la palabra ballet se debe hacer la distinción entre el ballet como técnica y el ballet como espectáculo. Como técnica, la danza clásica es un conjunto de movimientos y posiciones estilizadas que concatenadas al ritmo de la música llegan a expresar argumentos, estados de ánimo y simplemente la expresión del cuerpo en movimiento. Ballet también es el nombre con el que se designa al grupo de bailarines que pertenecen a una misma compañía o escuela de danza clásica o académica. El idioma internacional del ballet es el francés, de allí que todas las posiciones y pasos sean en este idioma. Cualquier bailarín, independientemente de su nacionalidad, puede llegar a entenderse con coreógrafos o maestros de otros países porque en el salón de clases el lenguaje es uno solo. A pesar de ello, muchos se equivocan al considerar que el país de origen del ballet es Francia. El ballet como espectáculo, al igual que su nombre, nació en Italia y de allí se ha expandido por todo el mundo, hasta llegar a convertirse en una de las expresiones artísticas más admiradas y practicadas del planeta. Aunque muchas mujeres alguna vez en su vida han pasado por las salas de una escuela de ballet porque quieren ser bailarinas –o porque sus madres consideran que es bueno para la postura corporal–, para serlo hace falta una serie de condiciones artísticas y físicas necesarias para realizar los pasos que le dan vida a una coreografía. La mejor edad para comenzar a estudiar ballet es entre los seis y nueve años. En esta etapa de crecimiento los músculos y articulaciones están lo suficientemente flexibles como para adaptarse y modelarse a las posiciones y exigencias de esta disciplina artística. El trabajo con zapatillas de puntas, se comienza generalmente después de cuatro años de formación en la técnica clásica, pues el cuerpo y las piernas de las bailarinas deben estar lo suficientemente fuertes para ese entrenamiento. La base de la técnica La base de la técnica del ballet es la rotación externa de piernas y pies: cada pierna gira hacia afuera desde la articulación de la cadera de manera que los pies formen un ángulo de 180° sobre el suelo. Esta posición girada no es exclusiva del ballet; también se utiliza en la danza de otros lugares, como ocurre en la Bharatanatya, la danza clásica de la India. El ballet comprende cinco posiciones específicas y numeradas de los pies, las cuales constituyen la base de casi todos los pasos posibles. También existen las posiciones correspondientes para los brazos, que generalmente se mantienen con los codos suavemente curvados. La técnica del ballet acentúa la verticalidad. Puesto que todos los movimientos de los miembros del bailarín proceden del eje vertical del cuerpo, todas las partes del mismo deben estar correctamente centradas y alineadas para permitir la mayor estabilidad y comodidad del movimiento. La verticalidad implica resistencia a la gravedad, un concepto que es ampliamente desarrollado en los pasos de elevación, como los saltos. El ballet posee mucha variedad de pasos, incluyendo los que exigen a los bailarines, mientras están en el aire, girar, batir las piernas o los pies al mismo tiempo, o cambiar la posición de las piernas. Tradicionalmente se ha considerado que los pasos de elevación

Ballet

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Técnica del ballet.

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Para definir la palabra ballet se debe hacer la distinción entre el ballet como técnica y el ballet como espectáculo. Como técnica, la danza clásica es un conjunto de movimientos y posiciones estilizadas que concatenadas al ritmo de la música llegan a expresar argumentos, estados de ánimo y simplemente la expresión del cuerpo en movimiento. Ballet también es el nombre con el que se designa al grupo de bailarines que pertenecen a una misma compañía o escuela de danza clásica o académica. El idioma internacional del ballet es el francés, de allí que todas las posiciones y pasos sean en este idioma. Cualquier bailarín, independientemente de su nacionalidad, puede llegar a entenderse con coreógrafos o maestros de otros países porque en el salón de clases el lenguaje es uno solo. A pesar de ello, muchos se equivocan al considerar que el país de origen del ballet es Francia. El ballet como espectáculo, al igual que su nombre, nació en Italia y de allí se ha expandido por todo el mundo, hasta llegar a convertirse en una de las expresiones artísticas más admiradas y practicadas del planeta. Aunque muchas mujeres alguna vez en su vida han pasado por las salas de una escuela de ballet porque quieren ser bailarinas –o porque sus madres consideran que es bueno para la postura corporal–, para serlo hace falta una serie de condiciones artísticas y físicas necesarias para realizar los pasos que le dan vida a una coreografía. La mejor edad para comenzar a estudiar ballet es entre los seis y nueve años. En esta etapa de crecimiento los músculos y articulaciones están lo suficientemente flexibles como para adaptarse y modelarse a las posiciones y exigencias de esta disciplina artística. El trabajo con zapatillas de puntas, se comienza generalmente después de cuatro años de formación en la técnica clásica, pues el cuerpo y las piernas de las bailarinas deben estar lo suficientemente fuertes para ese entrenamiento. La base de la técnica La base de la técnica del ballet es la rotación externa de piernas y pies: cada pierna gira hacia afuera desde la articulación de la cadera de manera que los pies formen un ángulo de 180° sobre el suelo. Esta posición girada no es exclusiva del ballet; también se utiliza en la danza de otros lugares, como ocurre en la Bharatanatya, la danza clásica de la India. El ballet comprende cinco posiciones específicas y numeradas de los pies, las cuales constituyen la base de casi todos los pasos posibles. También existen las posiciones correspondientes para los brazos, que generalmente se mantienen con los codos suavemente curvados. La técnica del ballet acentúa la verticalidad. Puesto que todos los movimientos de los miembros del bailarín proceden del eje vertical del cuerpo, todas las partes del mismo deben estar correctamente centradas y alineadas para permitir la mayor estabilidad y comodidad del movimiento. La verticalidad implica resistencia a la gravedad, un concepto que es ampliamente desarrollado en los pasos de elevación, como los saltos. El ballet posee mucha variedad de pasos, incluyendo los que exigen a los bailarines, mientras están en el aire, girar, batir las piernas o los pies al mismo tiempo, o cambiar la posición de las piernas. Tradicionalmente se ha considerado que los pasos de elevación

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más exigentes eran competencia especial de los bailarines masculinos, pero, en realidad, pueden ser ejecutados por virtuosos de ambos sexos. El ballet tiene cinco posiciones básicas, que se conservan desde el inicio de la técnica en el siglo XVII. Según investigaciones, se dice que dichas posiciones fueron establecidas por el maestro Pierre Beuchamps en Francia. Luego, el maestro italiano Carlos Blasis, registró por escrito estas bases que son las que se siguen hoy en día en cualquier parte del mundo.

Las cinco posiciones de las piernas estipulan que los pies y las caderas van giradas hacia afuera, lo que en francés se conoce como en dehors, ya que se considera que esta postura facilita el equilibrio, la extensión de las piernas y la ejecución de los saltos. Así como existen posiciones para los pies, también existen cinco posiciones básicas para los brazos los cuales se mantienen generalmente curvados. A estos movimientos se les conoce como port de bras.

La gran mayoría de los bailarines tratan de ejecutar en el escenario sus coreografías y movimientos con el mayor grado de perfección técnica posible. La única forma que

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tienen para perfeccionarla es a través de supervisión de un maestro en la llamada Clase de Ballet en donde deben realizar los básicos. Toda clase comienza con los ejercicios con la barra que sirven para desentumecer y preparar el cuerpo para ejercicios más difíciles que se realizan en el centro del salón de clases, sin apoyo de las barras. Los ejercicios del centro suelen comenzar con ejercicios lentos y alargados, que ayudan al bailarín a darle fluidez y equilibrio. Estos ejercicios son conocidos como adagios. Seguidamente, se pasa a los trabajos de salto y giros. Es preciso señalar que los bailarines no van a las clases a aprender nuevos pasos, sino a mantener y perfeccionar sus niveles de ejecución. Además de la clase básica, existen clases de puntas especialmente para mujeres y clases en pareja que sirven para preparar a los bailarines para los famosos pas de deux. Un poco de historia El ballet como espectáculo nace en las cortes italianas de la época del Quattrocento, inspirado en las danzas y bailes de tradición popular. En esta época aún no existían los teatros o los lugares donde se podía ver un ballet y en consecuencia se representaban en amplias salas donde además de representar el espectáculo, que no sólo se componía de danza, sino también de pintura y poesía, se servían banquetes. A causa de esto, los primeros ballets estaban muy relacionados con la comida que se servía en ese momento. Con la llegada de Catalina de Médicis a Francia, se introdujo en este país el que empezaba a ser un nuevo arte, pero el ballet aún no poseía ningún bailarín profesional, sino que todos sus componentes eran gente de la nobleza, aficionados a este entretenimiento. A consecuencia de que la mayor parte del público veía el espectáculo desde arriba, la coreografía dio más importancia a las figuras que formaban los bailarines sobre el suelo que a los movimientos que hacían con el cuerpo. La función principal de estas actuaciones era divertir a la nobleza y para ello se hacía uso de lujosos vestuarios, decorados y efectos escénicos complicados, además de mezclar la danza con la lírica y la declamación para aligerar la obra. Con el tiempo se fueron sustituyendo los aristócratas y colocando en su lugar a bailarines profesionales, aunque a estos les estaba prohibido bailar en el gran ballet final, que estaba reservado a los primeros. El primer ballet del cual sobrevive la partitura completa es el llamado Ballet Comique de la Reine, creado por Balthazar de Beaujoyeux por encargo de Catalina de Médicis para animar los festejos del matrimonio de su hijo Enrique III con Margarita de Lorena, representado en París en 1581. Lo más importante que dejó sentado el Ballet Comique de la Reine fue que, por primera vez, los bailarines que conformaban su elenco se sometían a una coreografía.

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En 1661, el Rey Sol, Luis XIV, abre paso a la danza clásica profesional al fundar la Académie Royale de Musique et Danse, una organización para profesionales de la danza que admitió por primera vez a las mujeres. En esos tiempos gran parte de los bailarines ya eran profesionales, exceptuando las mujeres, que todavía no salían a escena, sino que eran sustituidas por hombres disfrazados. La primera vez que una mujer subió a un escenario para bailar fue en 1681, en la obra Le triomphe de l'amour. Uno de los grandes inconvenientes que tenían los bailarines del siglo XVIII era el suntuoso vestuario de la época que también era utilizado para el escenario. Esto desapareció cuando Marie Ann Camargo acortó las faldas y utilizó zapatillas sin tacón para poder mostrar sus pasos y, por otro lado, María Sallé se deshizo del corsé y se puso ropas griegas para poder bailar su ballet Pigmalión (1734). De la segunda mitad del siglo XVIII, se recuerdan grandes figuras de la danza. Ejemplos de ello son los bailarines Gaetano Vestris, quien perfeccionó la técnica académica, y su hijo Auguste Vestris, virtuoso de la danza en saltos. Entre las mujeres destacó Anne Heinel, primera bailarina que ejecutó la doble pirouette. Los coreógrafos más representativos de la época fueron John Weaver, que demostró que no hacían falta las palabras para darle dramatismo a una obra, y Franz Hilferding y Gasparo Angiolini, quienes pusieron en pie el ballet de pantomima, el mayor defensor del cual fue Jean Georges Noverre con Cartas sobre la danza y los ballets (1760), donde aconsejaba la utilización de movimientos realistas y naturales. Noverre pudo mostrar su ideología en el ballet Medea y Jasón (1763), producido por él mismo. Otro personaje que plasmó estas ideas fue Jean Duverbal, alumno de Noverre, en la obra La fille mal gardée (1789). Además conviene mencionar a Salvatore Viganó y a Charles Didelot, discípulos de Duverbal, por sus aportaciones a la danza.

Entre el siglo XVIII y XIX empezó a surgir la danza de puntas. En estos momentos se veía poco por los escenarios ya que las zapatillas de punta actuales aún no se habían inventado y llevaban sus zapatillas de siempre reforzadas con zurcidos. Carlo Blasis, coreógrafo italiano, ha pasado a la historia por escribir sobre la técnica de la danza del siglo XIX en su libro Código de Terpsícore (1830) por ser el inventor del attitude, idea que tomó de la estatua de Juan de Bolonia que representaba al dios griego Hermes, apoyado sobre la punta del pie izquierdo y con la otra pierna ligeramente doblada.

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El Ballet Romántico Uno de los ballets más representativos del ballet romántico es La Sílfide, estrenado en 1832 en París. El argumento trata de un ser sobrenatural que es amado y luego abandonado involuntariamente. Éste papel fue protagonizado por Maria Taglioni, hija del coreógrafo Filippo Taglioni, quien se encargó de esta obra, en la que hizo un gran uso de la danza de puntas para dar más sensación de ligereza al ser sobrenatural. Este ballet supuso un cambio importante respecto a la danza de aquellos tiempos por lo que hace al tema, al vestuario, a la técnica y al estilo. Giselle, con música de Adolphe Adam y coreografía de Jean Coralli, fue otra de las obras importantes de este movimiento donde también se mezclaba lo natural con lo sobrenatural y donde se utilizaron de nuevo los tutús que se dieron a conocer en La Sílfide.

La presencia en estos dos ballets de seres sobrenaturales no era la norma para hacer un ballet romántico. Fanny Elssler creó sobre la misma época un personaje más terrenal para el ballet Le diable boiteux (El diablo cojo, 1836), donde bailó una cachucha o danza española acompañada de castañuelas. En esta época las mujeres dominaban los escenarios por ser los seres más delicados y dulces sobre la tierra. Ejemplos son María Taglioni, Fanny Elssler, Carlotta Grisi y Fanny Cerrito entre otras, pero también nos constan bailarines masculinos de esta época como Jules Perrot y Arthur Saint-León. En esta misma época nace en España la "escuela bolera". Se trata de un estilo de baile parecido al europeo, que en estos momentos era ballet romántico, mezclado con bailes populares. El resultado es una danza clásica muy sencilla acompañada de castañuelas y bailada con zapatillas de media punta. Con respecto al mundo de la danza, España no era un país olvidado. Los temas y los bailarines españoles estaban muy presentes en los ballets europeos. Ejemplos son Dolores Serral y Mariano Camprubí en El bolero, y Francisco Font y Manuela Dubinon en Los corraleros de Sevilla. Ballets de los que se recuerda su éxito fuera de España son El toreador, La ventana, Far for Denmark (Lejos de Dinamarca, 1860) y La gitana española en 1938. Marius Petipa fue uno de los coreógrafos no españoles que plasmó el estilo español en dos de sus ballets considerados obras maestras. Taglioni y Elssler bailaron en Rusia, donde Perrot y Saint-Léon crearon ballets. Elssler además bailó en Estados Unidos donde surgieron dos bailarinas memorables: Augusta Maywood y Mary Ann Lee.

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En el siglo XIX el ballet perdió interés artístico y dio lugar al virtuosismo y al espectáculo, y, en consecuencia desapareció la danza masculina. En esta época se crearon pocos ballets a excepción de Coppélia, con música de Leo Delibes y coreografía de Saint-Léon.

Marius Petipa ayudó a mantener la tradición del ballet francés en Rusia ya que llegó a ser director de coreografía del Ballet Imperial Ruso. De él se recuerdan obras memorables que actualmente todavía están en escena. Estas son El Lago de los Cisnes, La bella durmiente y El Cascanueces, hechas todas con ayuda de Liev Ivanov y con música de Chaikovski. Estos ballets se distinguen por tener un argumento extenso y completo y por alternar escenas de danza con mimo, características que definieron el estilo de Petipa. El siglo XX Los Ballets Rusos fueron los grandes iniciadores de lo que es llamado ballet moderno. Fueron creados por Fokine y el empresario teatral Sergei Diáguilev y debutaron en París, en 1909. Tuvieron gran éxito, sobre todo los bailarines masculinos, el más destacado de los cuales fue Vaslav Nijinski. Diáguilev no era bailarín ni coreógrafo, pero sí un hombre de negocios quien reunió a un grupo de bailarines nunca superado y a uno de los mejores coreógrafos de estos tiempos: Mikhail Fokine. Fokine y Diaghilev llegaron a ser sinónimo de innovación y vitalidad. Juntos experimentaron nuevos temas y estilos de movimiento, abriéndole nuevos horizontes al ballet. Ellos fueron los autores de espectáculos de la talla de Chopiniana (después renombrado como Las Sílfides), El Pájaro de Fuego, Petrushka, El Espectro de la Rosa, La muerte del cisne, ballets que les darían la fama y el sitial de honor a Vaslav Nijinski y Anna Pavlova.

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Con Diaghilev, la influencia rusa llegó a todos los países del mundo occidental. Al disolverse los Ballets Rusos, sus múltiples ramificaciones se extendieron por Estados Unidos e Inglaterra y dieron lugar a la fundación de otras compañías como el Britain's Royal Ballet o los Ballets Rusos de Monte Carlo. Así, George Balanchine se quedó en Estados Unidos, Marie Rambert y Ninette De Valois en Inglaterra y así sucesivamente. De esta manera, se implantarían la técnica y la coreografía de los Ballets Rusos en otros países. Los Ballets Rusos han llegado a ser el símbolo del ballet moderno gracias a su innovación y vitalidad. Muchos de sus componentes eran de origen ruso, pero Diáguilev también contrató artistas, pintores y compositores de la Europa Occidental como Picasso o Ravel para que colaboraran en sus espectáculos. Aunque puede decirse que la danza moderna ya se inició a finales del siglo XIX con los Ballets Rusos, en la década de los 20 se empezó a desarrollar en Estados Unidos y Alemania gracias a Martha Graham, Doris Humphrey y Mary Wigman, que rompieron con la danza tradicional. Este estilo se diferenciaba de los otros por ser más realista y por expresar la vida interior de los personajes, y además hizo más amplio el vocabulario del movimiento en el ballet utilizando figuras con los bailarines sentados o recostados sobre el suelo. Alrededor de 1956, compañías como la del Teatro Bolshói o la del Kírov produjeron gran impresión en Europa Occidental a causa de su gran virtuosismo y expresividad ya que detrás de esos pasos se encontraba el ballet académico bien trabajado. Algunos ejemplos notables son Rudolf Nureyev, Natalia Makárova y Mijaíl Baryshnikov.

En cuanto al ballet en España, a partir del siglo XIX se dedicaron a enseñar los dos estilos que existían en España: clásico y español. En 1979 se formó el primer y único ballet de España, con el nombre de Ballet Nacional de España Clásico, cuyo primer director fue Víctor Ullate, gran bailarín español. En 1983 se hizo cargo de los dos ballets, el clásico y el español, María de Ávila, y en 1987 el cargo de director llegó a manos de Maia Plisétskaia. La incorporación en 1990 de Nacho Duato a la compañía supuso un gran cambio innovador.

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El repertorio de las compañías de ballets hoy en día es tan variado como infinito. Sin embargo, aunque bailarines y coreógrafos intentan constantemente innovar, ya sea desde el punto de vista técnico o expresivo con sus creaciones artísticas, la base del ballet clásico se mantiene hoy en día. Sus posiciones y pasos son la esencia de cualquier montaje y siguen siendo la pauta de este difícil arte del movimiento. La coreografía de un ballet se puede hacer sobre una música especialmente compuesta para ello o sobre una música ya existente. Hasta el siglo XX, lo más común era utilizar músicas expresamente compuestas para el ballet. En ocasiones el coreógrafo y el compositor trabajaban en estrecha colaboración, pero otras veces tenían poco o nulo contacto. La utilización en la danza de música compuesta previamente se fue haciendo más frecuente gracias en gran medida a la bailarina estadounidense Isadora Duncan. Fue una de las pioneras del ballet moderno y utilizó con frecuencia música de compositores como Ludwig van Beethoven y Frédéric Chopin. La música que ya existe se puede utilizar en su forma original o puede también ser adaptada y arreglada por otro compositor según las necesidades del coreógrafo. El argumento de un ballet recibe el nombre de libreto o guión. El contenido narrativo de un ballet puede ser escrito especialmente para él o puede ser adaptado de un libro, un poema, una pieza teatral o una ópera. Los modernos coreógrafos a veces adoptan recursos de movimiento como la escena retrospectiva, o emplean otras innovaciones tomadas de la literatura, el drama o las películas. En contraste con los ballets de argumento están los ballets que no lo tienen; éstos son creaciones formales, interpretaciones musicales o simples exaltaciones de la danza por la danza. El decorado en el ballet se ve limitado por la necesidad de respetar el espacio máximo para bailar. El centro del escenario se mantiene casi siempre vacío. Muchos ballets utilizan sólo un telón de fondo y piezas laterales o bastidores. Algunos ballets modernos sustituyen el decorado con proyecciones de diapositivas, películas e iluminación especial. Otros simplemente confían en la expresividad de los efectos de luz que permite la moderna iluminación escénica.

Glosario A continuación se presenta algunos de los términos más utilizados en el mundo de la danza clásica:

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Arabesque: Una de las posturas básicas en el ballet clásico, el arabesco toma su nombre de una forma de ornamento Moro. En el ballet clásico esto es una posición del cuerpo, en el perfil, apoyado sobre una pierna, que puede ser estirada o en demi-plié, con otra pierna que se extiende por detrás y perpendicularmente a ello, y los brazos sostenidos en varias posiciones armonizan y creando una larga línea desde las yemas del dedo que pisan en suelo. Los hombros deben ser sostenidos a la línea de dirección. Las formas de arabesco son variadas e infinitas. Attitude: Posición basada en la estatua del Dios Mercurio de Giovanni da Bologna. El cuerpo se sostiene con una pierna, mientras la otra se levanta hacia delante o hacia atrás y la rodilla se dobla, volteándola hacia fuera. Bourrée: Serie de pasos pequeños que hacen que parezca que le bailarín se desliza sobre el suelo del escenario. Coreógrafo: artista que diseña el ballet y decide los pasos de los bailarines y cómo han de moverse por el escenario. Divertissement: Serie de pasos de exhibición que no tienen relación con la historia del ballet. También sirve para designar aquellos que carecen de tema o historia. Fouetté: paso con el que la bailarina se mantiene sobre una pierna y utiliza la otra en forma de látigo, para impulsar una vuelta del cuerpo. Es un paso muy famoso pues en ballets como El Lago de los Cisnes o Don Quijote la bailarina ha de llevar a cabo 32 vueltas en un mismo sitio. Línea: término que se refiere a la configuración del cuerpo del bailarín, ya sea en movimiento o en reposo. Una buena línea es en cierto modo producto del físico con el que nace el bailarín, pero también puede adquirirse con entrenamiento. Pas de deux: Pieza que se baila entre dos bailarines. Pas, significa paso en francés por eso un Pas de Trois, Pas de Quatre significa baile entre tres o entre cuatro, según sea el caso. Pirouette: Giro sobre una pierna. Tour en l’air: Giro en el aire que generalmente realizan los bailarines masculinos y con un efecto extraordinario. Tutú: Famosa falda hecha de tul utilizada por las bailarinas. Se remonta a principios del siglo XIX, pero en aquella época se utilizaba hasta el final de la rodilla.