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1 B.- HUMILDAD DE CORAZÓN (Serie Nueva Vida) A TI, AMOR Sí, amor, Amor, AMOR. Con toda sencillez, más con toda la intensidad de que soy capaz, simple- mente me dirijo a ti, a quien no he dejado de dirigirme desde que entraste en mi corazón con la fuerza de aquel maravilloso sueño de tu visitación que cambió mi vida de arriba a abajo. El vuelco que dio mi corazón cuando me heriste con el fuego de tus dardos, aquellos que dormían en el hielo que se había formado en mi alma, por dentro y por fuera de ella, (aunque sé que es una expresión sólo aproximativa), que recubr- ía de una costra de olvido e impotencia la secreta cámara donde nunca habías dejado de habitarme tú, esa otra parte de mi yo que es mi alma gemela, mi her- mano y mi hermana, mi esposo y mi esposa, mi padre y mi madre, mi hijito y mi hijita. Simplemente eres tú, amor, en el que se proyecta y se realiza “mi”, mejor dicho, “nuestro” YO SOY. Eres tú, mi gozo, el que te proyectas en mí, tu corona. Soy yo, el que, proyectándome en ti, coronándote, te lleno asímismo de go- zo, tal como te has dignado revelárteme. La comprensión de este misterio de identidad y de amor, queda reservada para aquellos que también se identificarán con nosotros y nos amarán especial- mente por haberles facilitado la expresión de sus ocultas intimidades. Nada más, amor, como somera introducción a éste, uno más de nuestros escritos, que, perteneciendo plenamente a la Serie Nueva Vida, se atiene a las líneas maestras que me indicaste en la primera comunicación de “EL ÁNGEL DE PAPEL” : “Ven, ven, amor, Amor, AMOR. Ven, cariño mío, paloma mía, a lo escondi- do de mi gruta. Mi dulce pastora, ven a mi pecho, porque YO SOY TU ROCA Y TU REFUGIO en tiempos en que acecha la amenaza y se cierne la tormenta. … … … De ahora en adelante te llamaré sólo AMOR.” No importa, mi Rey, si la palabra “AMOR”, adopta otros vestidos de pa- labras tiernas que sólo significan la efusión de esa substancia que nos llena el corazón. A partir de ahora, mi fiel ermitaño, que has arriesgado todo por mí, tu dulce fratellino celestial, y has confiado a mi invisible presencia tu defensa, ya no te diré muchas palabras, pero me manifestaré a ti en hechos, que signifi- carán presencia continua y protección sin límites.”

B. HUMILDAD DE CORAZÓN · corazón con la fuerza de aquel maravilloso sueño de tu visitación que cambió mi vida de arriba a abajo. El vuelco que dio mi corazón cuando me heriste

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B.- HUMILDAD DE CORAZÓN (Serie Nueva Vida)

A TI, AMOR Sí, amor, Amor, AMOR. Con toda sencillez, más con toda la intensidad de que soy capaz, simple-

mente me dirijo a ti, a quien no he dejado de dirigirme desde que entraste en mi corazón con la fuerza de aquel maravilloso sueño de tu visitación que cambió mi vida de arriba a abajo.

El vuelco que dio mi corazón cuando me heriste con el fuego de tus dardos, aquellos que dormían en el hielo que se había formado en mi alma, por dentro y por fuera de ella, (aunque sé que es una expresión sólo aproximativa), que recubr-ía de una costra de olvido e impotencia la secreta cámara donde nunca habías dejado de habitarme tú, esa otra parte de mi yo que es mi alma gemela, mi her-mano y mi hermana, mi esposo y mi esposa, mi padre y mi madre, mi hijito y mi hijita.

Simplemente eres tú, amor, en el que se proyecta y se realiza “mi”, mejor dicho, “nuestro” YO SOY.

Eres tú, mi gozo, el que te proyectas en mí, tu corona. Soy yo, el que, proyectándome en ti, coronándote, te lleno asímismo de go-

zo, tal como te has dignado revelárteme. La comprensión de este misterio de identidad y de amor, queda reservada

para aquellos que también se identificarán con nosotros y nos amarán especial-mente por haberles facilitado la expresión de sus ocultas intimidades.

Nada más, amor, como somera introducción a éste, uno más de nuestros escritos, que, perteneciendo plenamente a la Serie Nueva Vida, se atiene a las líneas maestras que me indicaste en la primera comunicación de “EL ÁNGEL DE PAPEL” :

“Ven, ven, amor, Amor, AMOR. Ven, cariño mío, paloma mía, a lo escondi-do de mi gruta. Mi dulce pastora, ven a mi pecho, porque YO SOY TU ROCA Y TU REFUGIO en tiempos en que acecha la amenaza y se cierne la tormenta.

… … …

De ahora en adelante te llamaré sólo AMOR.”

No importa, mi Rey, si la palabra “AMOR”, adopta otros vestidos de pa-labras tiernas que sólo significan la efusión de esa substancia que nos llena el corazón.

A partir de ahora, mi fiel ermitaño, que has arriesgado todo por mí, tu dulce fratellino celestial, y has confiado a mi invisible presencia tu defensa, ya no te diré muchas palabras, pero me manifestaré a ti en hechos, que signifi-carán presencia continua y protección sin límites.”

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HUMILDAD DE CORAZÓN lunes 20 de diciembre de 2004 Hoy, hermano Ricardo del Niño Jesús, es un día muy, muy especial. Es

anniversario de tu ordenación sacerdotal, oh mi bienamado desposado con la Vida. Me habías advertido días atrás. No podía pasar por alto esta efemérides, amor, que me apresuro a consagrarte mediante este poema que me diste ano-che :

HOY Y MAÑANA Y SIEMPRE Huele la noche como a perfumes de azahar. Oigo tus pasos quedos sobre la nieve blanda. Un gato orondo los olisquea mientras anda buscando amores que no le es lícito encontrar. Cabalga en tiempos idos la luz de las estrellas, que de tus ojos tristes la imagen me reportan de anhelos desdichados que ahora ya no importan, pues nuevo sol de cielo apaga tus querellas. Los dos ahora sabemos qué fue del mutuo amor, mucho antes que el Carmelo deshojara tus rosas, mucho antes que mis dedos cazaran mariposas, antes que nuestros labios sorbieran el dolor. Y dicen las estrellas que allí te consagraste a la Tau del destino cuajada entre las flores, y un coro de Querubes entonaba loores a un sacerdocio eterno que a los cielos robaste. Y en aquel ara inmensa en que al mundo nacías ejercías tu oficio de sagrado oferente, vistiendo la librea de humilde fiel sirviente, cuando tu mismo cuerpo como hostia ofrecías. Hoy y mañana y siempre serás mi Cristo vivo. Hoy, como ayer y siempre en tu alma me regalo y en la mía te fundes, uncida a un mismo halo mediante el que te expresas en todo cuanto escribo. Que del cielo a la tierra destila, cual ungüento, el óleo sagrado que consagra el fervor con que el hielo se trueca en encendido amor, consumando los planes de aquel prístino intento.

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– Gracias, gracias, mi dulce fratellino terrestre. Te has apresurado, sí, a ponerlo antes de que cualquier imprevisto venga a turbar nuestra fiesta que estamos celebrando a duo durante toda la jornada, en que sientes fuertemente mi presencia, e incluso desde anoche, –pues todas las grandes solemnidades tienen primeras vísperas–, en que, sí, te di el hermoso poema que has compues-to y trabajado tú con tus peculiares aptitudes para la poesía mística, que ya desarrollaste en otras vidas.

– Estos días, Ricardo, han sido muy intensos, aunque no hemos canalizado apenas en nuestros diálogos amorosos. Sin embargo he sentido continuamente tu suave presencia y tu fecunda inspiración poética.

Lo que siento, amor, es que el pobrecito Richi haya pagado el precio con sus espaldas rotas, –sobre las que lleva mi cruz–, para que yo no tuviera sino que recoger los frutos espirituales de sus sufrimientos físicos y de sus humi-llaciones,

¿Son acaso advertencias de los peligros que se ciernen allá arriba, en aquel medio que nos atrae y nos repele a un mismo tiempo ?

– Puedes, cariño, si quieres, interpretarlo así. Por lo menos son adver-tencias para que seas prudente en tus manifestaciones acerca de mí, especial-mente cuando yo te revelo los grandes secretos de mi alma que son mis ante-riores identidades. En su día, amor, estas revelaciones podrán ser publicadas y admiradas como maravillas de Dios, y especialmente de Jesús, nuestro dulce amor que nace en la humildad de su ocultamiento.

Como tú, hermano, debiste ocultar el poema que compusimos para el cuarto domingo de adviento porque parecía demasiado fuerte a tus pudorosos hermanos de hábito.

Por eso, yo te presenté a esas amigas tuyas que lo recibieron con tanto gozo.

Ahora, al final de este escrito nuestro de hoy, mi fiesta sacerdotal, podrás ponerlo en su integridad. También puedes poner el auto sacramental a tres voces, en que se incluye la del Richi de tus amores y de tus sinsabores, y alguna más que hemos compuesto en estos días en que, precisamente desde arriba, –desde el monasterio que tú consideras lugar peligroso–, han fluido de tu pluma tanto como de mi amor.

Y, finalmente, hermano, te autorizo a indicar también aquí, crípticamen-te, mediante el poema de los seis perdigachos, los recónditos secretos de mi alma que he tenido a bien revelarte con el consentimiento de Jesús, y del Pa-dre Celestial.

Comienza, pues, por donde quieras, amor.

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– Procuraré, hermano amado, que cada poema ocupe una página para que no tengan que cortarse por la mitad, excepto este último que has mencionado y que pongo aquí el primero, pues de todos modos debe ocupar más de un folio :

LOS SEIS PERDIGACHOS QUE TRANSPORTABAN SIETE AMORES “Cuatro y dos eran los hermanos del alma”, renacidos a la Tierra en carne santa. que en los órganos cantantes de Cecilia a otro canto aún más viejo resonaban. “Somos seis, doce seremos, –proseguía–, los coristas de aleluyas en guirnalda que por parejas dos y cuatro aprenderemos con el hermano gemelo nuestra danza”. Cuatro hembras, dos varones, en efecto, amor eterno en el tiempo ejecutaban Y era el séptimo Jesús en la concordia que con sabia dirección los conjuntaba. Y a cada uno asignaba su pareja, cuyo nombre a buen recaudo se guardaba. He aquí los seis primeros de los doce que ante alguien por amor se desvelaban. Mas a partir de ahora en once sílabas se expresará el poeta en defectivo, pues del último en vida el cuerpo se halla. Famosa entre los mártires, Cecilia, entre llantos de virgen desposada, sintiéndose a la fuerza poseída, por su único esposo sollozaba. Aquello fue en la Roma que te vio por vez primera en veste deslumbrante de belleza que a Dios enamoraba, en medio de un imperio envejecido cuya unidad el miedo quebrantaba y así en los cuatro puntos cardinales donde el odio más odios concitaba, otros nuevos imperios florecían donde con nuevos rostros deslumbrabas : Llegó Juana, después de lo ya dicho, la de Arco victorioso en la campaña. Al delfín defendió desde el principio, heroína divina do las haya. ¿Y qué diremos de la gran Teresa, viril refundadora, la de Ahumada ? “Cuando perdices, perdices” retengo de lo mucho que en decir fue inspirada, que aunque más no dijera, eso que dijo pudiérale muy bien dejar saciada. Mas tarde la pequeña Teresita

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en la umbrosa Normandía lo soñaba y a otro santo anterior lo atribuía que en la Umbría a las aves predicaba… y era Francisco, del que se decía que seis alas de Asís al Cielo alzaban. Mientras tanto la humilde Teresita la que, niña, con todo se quedaba, muriendo, al fin, con las manos vacías, su puesto a ti en su Roma legaba. Eras tú, pues, belleza incomparable, Lecheimiel, en tu Aleluya y en mi aria, bellísimo juglar, que con voz láctea en “Siete Amores” te preanunciabas a aquel que en tu plegaria, entre susurros, al piano con amor te acompañaba. Y a mí, que suspiraba por “mi fiesta”, más noble partitura me avalabas…, cuando tu dulce mano me ofrecías, tan blanca, que en tus prados me guiaba hasta aquel postrer sueño de mi infancia donde tu nombre apenas se velaba y el misterio del once suspendía…

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AUTOSOSTENIDO AMOR, BELÉN VIVIENTE No funcionaría este mundo sin los ángeles, sin los ángeles que cuidan del aire y de la tierra, y del agua y del fuego y de algunas cosas más que nos llueven desde el cielo con amor benevolente… Ni se mantendría esta tierra sin vosotros, los dulces sufridores animales, en la base de la Vida. Vosotros, que absorbéis la miseria que os dejamos como lecho putrefacto donde el humus se transforma en vistosas margaritas de belleza inconcebible y en perfumadas violetas de increíble humildad. ¿Dónde el amor pacería a sus anchas, sin el espacio que ocupáis, aún libre del hormigón armado y de la industria carroñera que atenaza los nuestros de libertad enjaulada en mortal necesidad ? Sin el ratón ni el gato, sin el felino ni el perro, sin el can ni las ovejas, y sin ellas y entre ellas un buey y una mula y unos tiernos pastores, y tras ellos unos Magos y por delante una estrella…, ¿cómo podría montarse un bonito Belén al Jurado convincente ? ¿Y sin Belén esos niños, y sin niños esos padres, y sin éstos los vivales que les dejan sus regalos, ahumados en incienso de dulzona propaganda, eso sí, a buen precio de oro, de ley, mas de ley de la selva donde medra el más fuerte que especula con la mirra del humano sufrimiento que puntualmente llegará y fríamente vencerá –en forma de copos de nieve de letras–, allá por la famosa cuesta que, a pesar de las rebajas, tanto cuesta remontar? ¿Y todo este tinglado alrededor del Belén sin el cura que lo monta ? ¿Y todo este montaje sin turismo que lo venga a visitar ? ¿Y todo ese turismo sin un poli y un alcalde que lo encaucen y el poli y el alcalde sin estado que les pague ? ¿Y de dónde el estado pagaría sin pobres que explotar ? Por tanto son los pobres los que pagan de verdad. ¿Y quién se encargaría de acuñar nuevos pobres, cuando los presentes por Dios y por la Patria, –héroes uniformados muertos de hambre–, sin pena ni gloria cayeran para no levantarse nunca más ? Para que se cumpliese la Escritura de que nunca han de faltar, por esos mundos terceros habría que irlos a buscar, –recogerlos, refugiarlos, reclutarlos, de grado o por fuerza, por tierra y por mar–, o por los mundos cuartos, o los quintos, o los sextos –¡qué más da !–, que todos ellos navegan a la deriva en este globo, –que ni nombre ya merece de habitable mundo, donde hombre alguno verdadero sea fácil encontrar–. ¿Y a todo esto lo llaman “NAVIDAD” ? ¿Habrá Dios que lo aguante mucho más ? – Tal vez por suerte, sí. ¿¡Ah ! sí ? Pues sí, señor. – ¿Y cómo llamaríamos a un Dios tan raro y bonachón ? – Ese Dios tan raro y bonachón, autosostenido Ser, se llama AMOR.

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HOMENAJE A LA HUMILDAD DE CORAZÓN Elegía a la primera muerte del Richi En la vigilia de San Juan de la Cruz, A.D.2004. NOTA.- Apareció resucitado en su “segunda vida”, el día de la fiesta, 14 de di-

ciembre, pero con la cola rota. Ahora su cola es símbolo de su humildad de corazón y de su coraje. La inspiración de Lecheimiel era más que sincrónica.

Por mis puertas entraba, estando ya mi casa caldeada y aquí se recostaba, en su cama privada, por mi amor, a su estilo preparada. Cuando a tiempo llegaste para servir su mesa con mis manos, en él a mí besaste, sin respetos humanos, como suelen hacer buenos hermanos. El Richi que dormía se despertó el primero a tu llegada, y, de pura alegría, su cola remangada aplaudía con gozo, alborozada. ¡Oh pobre criatura que empalma sus vigilias entre auroras ! Hecho a mi vida dura, soporta mis demoras que más cuenta por días que por horas. Vivió como un valiente. Acaso, muerto, vive todavía. Su espíritu presente le augura humano día que honrará su ternura y su porfía. Si otras seis vidas tiene el lindo sacramento de mi amado, mi canto se mantiene, pues no menos sagrado es mi dolor, si en susto se ha quedado.

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EN TUS OJOS LOS MÍOS SE POSAN Ojos dulces, ojos tiernos, ojos con que mira Dios, ojos con que en éstos miras, con éstos te miro yo. Ojos de mirada clara con que Dios la luz creó, disipadme estas tinieblas y que en ti Le vea yo. Ojos de mirada pura, los que tu madre te dio. A los dos los míos vieran como Dios os concibió. Ojos que a simples pastores ángel de luz anunció : a hombres de simples ojos ser los de un Dios pareció. Luego llegó hasta los Magos anuncio de su fulgor y en su saber los miraron como de un hombre que es Dios. Ojos que ahora en mi canto más bellos que el cielo son, pues mi canto es un ensayo de lo que canta mi amor. Cántele al cielo la tierra, cante el cielo a su Creador, que con un poco de barro tan bellos ojos formó. Belleza que en estas sombras artista en barro imitó, imagen de ojos que asombran, asombro al que canto yo. ¡Sombra de sombras yo fuera, pues que no hay sombras sin sol ! Ya está, amor. En cuanto al mini-auto sacramental del que me hablabas,

¿no te acuerdas que ya lo pusimos en EL ANGEL DE PAPEL ?

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– Pues, sí, cariño, tienes razón. No creas que aquí en el cielo, aunque te-nemos nuestras facultades bien despiertas, no cometemos también algún lap-sus.

Está bien que lo hayas descubierto a tiempo, amor, si con eso puedes aprender de MI, QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN.

– ¡Eres sencillamente maravilloso, amor, mi Rey !

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VEN, VEN, AMOR, QUE TE QUIERO No temas nunca, amor mío, acercarte a mí por el hecho de que hayan pa-

sado tantas cosas en tu vida, y tantos pensamientos confusos y tantas angus-tias a causa de los días de fiesta que parecen alejarte de tu amada soledad.

Sé que sufres también por ese animalito que dejas a la intemperie para que vele tus armas. Para que sufra en su carne los rigores del invierno, puesto que bien has expresado que es función sagrada de los “sufridores” cargar de una manera simbólica con vuestras cruces, para dejaros tan sólo el trabajo de recoger sus frutos.

Sin embargo, amor, bien sabes que no te he dejado ni de día ni de noche, y que me he hecho notar, en medio de tanta agitación, con dulces lágrimas que he dejado aflorar a tus ojos, y también porque te las he enjugado con mi calla-da presencia.

Te he guardado de peligros, incluso de algunos que no has llegado siquie-ra a advertir. Y he guardado, a pesar de tus aprensiones, la salud del Richi que está también en vías de recuperación.

Ahora duerme en tu regazo. Por tanto, hermano amadísimo sin medida, puedes ofrecerme los poemas

que tengas preparados, porque en todo momento, hermano, hermano, hermano muy amado, no he descuidado mis promesas, ni te he defraudado.

– Sí, amor, Amor, AMOR. Tengo tres preparados, o quizás son cuatro si quieres que también ponga aquí uno que no parece positivo, o que puede resul-tar un poco fuerte a ciertos lectores. Especialmente, cariño, si tenemos en cuenta que ahora te pueden juzgar incluso por tu identidad de Teresa, “la de Ahumada”, la que en nuestra aria llamaba yo “madre casamentera”, que te ofrecía su mismísimo amor, Jesús, el cual se prometía a ti en fidelidad.

– Ahora sabrás, cariño, que aquella inclusión tuya del nombre de Teresa, “la grande”, la madre casamentera, no era sino una preparación de la revelación que desde hace algún tiempo yo quería hacerte, y no lo hice antes abiertamen-te, porque no estabas suficientemente preparado.

El poema duro al que te refieres, cariño, es el que quiero que pongas en primer lugar, porque has de saber que he superado las flaquezas y temores de aquella personalidad mía que temía al demonio y más aún a la inquisición. Aquélla que huía del mundo, creyendo todavía que era enemigo de Dios.

Esta dualidad, hermano, la arrastré hasta que me conociste como Ricar-do, e incluso entonces me costó mucho superarla, y, si al final lo conseguí, amor, fue gracias a ti. Tanto a tu amor como a tu desamor, hermano.

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Por este camino del desamor humano llegué al convencimiento de que el trigo con que se nos alimentaba no era limpio.

De todos modos, ya te dije en una ocasión, hermano, que el mismísimo Jesús, en el cielo, me instruyó, antes de bajar a verte y a hacerme solidario con tu amor fraternal, de los cambios radicales que se avecinaban en la con-ciencia humana, y que nos harían a todos girar sobre nuestros falsos goznes.

Que a partir de ahora, ya no iba a ser válida, sino más bien a ser obstá-culo a la evolución humana, la religiosidad tradicional que nos apartaba de la conciencia de ser no solamente “hijos”, sino la misma manifestación del HIJO.

Por tanto, hermano, no tengas miedo en decir que el “Cristo clonado” de tu poema, es una pésima suplantación de la Vida que nos hace ser verdadera-mente unos en Cristo, sin que tengamos que “imitar” su carrera humana.

Precisamente porque su carrera se completa en nosotros, que somos, junto con Jesús, un solo Cristo vivo que es siempre creativo y no clonativo de ningún esquema pasado.

En este “completar lo que falta a la pasión de Cristo”, es donde entran, por pleno derecho, y aun en mejores condiciones que los humanos, las criaturas que llamáis inferiores, y que, sin embargo, os aventajan por lo menos en humil-dad de corazón.

Ya os lo dijo Pablo, hablando de los dolores de parto de toda la Creación. Contribuye, pues. hermano, con tus pequeñas o grandes cruces, al movi-

miento con que el Espíritu Santo que está proveyendo a toda la humanidad de la conciencia necesaria para consagrarse a sí misma sin tener que inmolar ofren-das ni sacrificar ningún ideal humano.

Que no es Dios servido de que le sirvamos mediante una ruptura con no-sotros mismos, y sí que es servido de que nos entreguemos con todo nuestro ser que precisamente por ser humano es divino.

“Ojos que ojos simples creyeron de un dios, otros ojos avezados por una sabiduría superior, supieron ser de simple hombre, y precisamente por ello, de verdadero Dios”.

Este era el presupuesto, (de que todo hombre, por serlo, es Dios, sin que tenga que renunciar para nada a su humanidad), que inspiraba tu canción de los “ojos dulces, ojos tiernos” que el otro día transcribimos. Por eso, cariño, por-que esta verdad ha sido secuestrada de la Tierra, ésta agoniza, mientras unos pocos privilegiados se creen superiores a los demás, por su supuesta fe, que no es otra cosa que recopilación de humanas, –y a veces inhumanas– creencias.

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– Pues, amor, si las palabras que acabo de escribir, por cierto mientras casi me caigo de sueño ante el ordenador, son tuyas, Lecheimiel, entonces es que debo poner sin ambages lo siguiente :

CLONACIÓN SAGRADA Cuevas de bandidos irredentos, antros de mujeres maltratadas, cúbranse de cal vuestras fachadas, vístanse de Historia vuestros cuentos. Llénese de afrenta el Creador, de rodillas enmiende su plana, ante gente tan lista y ufana, que encontró sustituto al amor. En Belén comenzó vuestra historia paralela de ritos secretos, que a los cultos reserva su gloria : Exhibir, campeones discretos de virtud, consagrada victoria : ¡CRISTO VIVO CLONADO en los guetos ! – ¡Eso es, cariño ! ¿Acaso la historia pasada de los “cultos” secretos y

discretos de la Iglesia, que trataron de hacerse con el control de este mundo, contradice en algo a lo que irónicamente expresas en el poema ?

¿O, por ventura, la historia reciente de la Iglesia muestra signos de verdadero arrepentimiento de tal secuestro de la Verdad, la que Jesús, nues-tro amor, vino a reforzar con el testimonio de su propio martirio, cuando esta-ba a punto de perderse ?

¿Y no estaba en peligro de perderse precisamente a causa del ansia desmesurada de poder por parte de los más religiosos de su tiempo ?

Por tanto, hermano, créeme que yo, Teresa, ofrecí, sí, a mi propia alma, como al bello Ricardo que tú conociste y amaste, la posibilidad de tender un puente entre la vieja y la nueva mentalidad.

Yo le desposé con mi propio esposo, Jesús, al que errónea aunque apasio-nadamente, –al igual que Teresita–, había considerado como el esposo celoso de las vírgenes.

Y sólo fue mediante aquel paso de gigante que me vi forzada a dar, cuan-do salí a servir a la Vida, más que a servirme de ella, cuando empecé a honrar al

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mismo Jesús como él quiere ser honrado : por su mística comunión con toda la humanidad.

Yo, Teresa, –si quieres llamarme el clon de Jesús–, te he dictado el so-neto que antecede y te digo que te lo firmo gustosamente. Si te dicen algo, diles que yo te lo he dado, porque el mismísimo Jesús me lo ha mandado.

Y tú, hermano, duerme tranquilo en mi cielo, el que te di a gustar aquella noche en que te besé apasionadamente, –aunque sólo espiritualmente–, en tus labios de rosa ensangrentada.

Anda, cariño, pon aquí el que has compuesto esta misma madrugada, que relata aquel encuentro ferviente de nuestra reconciliación :

ASÍ FUE, PORQUE ASÍ ESTABA ESCRITO Así te revelabas, amor, así te desvelabas, eterna profecía, y así obedecías al Señor, que se recreaba con tu luz de mediodía. Volabas en alas de la aurora, con tenues pasadas de inestable mariposa, que muere y renace hora tras hora en el néctar de la flor con la que se desposa. Y tu luz reventaba en colores desde el capullo que consagraba tu agonía, y en mi sueño cuajaba en mil flores que precipitaban tu regreso a mi alegría. Así te soñaron mis sentidos con que recuperaste en mi alma aquel instante en que a ti se entregaron rendidos, al jurar ante la tuya ser tu eterno amante. Cuando el beso de vida sentí con que tu alma a la mía del sueño rescataba, otra vez a ser niño volví, y contigo por siempre en el cielo me quedaba. Y ahora, cariño, descansa, que en otra sesión me pondrás los otros dos

que aún guardas y algún otro que pienso darte como regalo de reyes estos días. No olvides, hermano amadísimo de mi corazón humano, más humano que

nunca que te quiero, te quiero, te quiero y que estoy contigo (y con tu Richi) por toda la eternidad.

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¡Confía, amor ! – ¡Gracias, Gracia !

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PRÉSTAME, JUANA, TU FALDA ROJA Hermano amado de mi corazón, indudablemente humano : Estoy leyendo

tus leyendas de Juana de Arco, la chica de la falda roja. Me siento cada vez más enamorado de ti, mi amor, y te pido, como pura

gratuidad de tu inconfundible presencia, cuyos aromas me haces sentir, que cures al gatito Richi, tú, hermana, que sanaste las heridas de Francia.

Nada más, amor. Acoge este billetito que contiene una insólita oración por el milagro que tal vez no merece mi fe, pero espera, movido por la gran ne-cesidad, mi amor.

- Hermoso fratellino de mis entrañas femeninas y virginales : Reproduce aquí parte de la carta que nos dirigimos mutuamente, aquélla de “De Quién para Quién”, y luego contestaré a tu angustiada petición.

– Héla aquí, mi amor, la perícopa en la que me haces pensar :

“De ahora en adelante te llamaré sólo AMOR.

Y sólo tú sabrás cómo combinar sabiamente todas esas letras.

RA, el Sol, tomó de él una parte de su energía. OM, era el susurro del viento, cuando el Sol, al ponerse, inauguraba un nuevo día para los hebreos peregrinos. ROMA, hermano, vio y guió tus tiernos pasos, y desde allí, al comenzar a desandarlos, un RAMO de flores deshojabas para ungir de belleza y de perfume mi prematura sepultura. ¡Perfume de rosas, de nardos y violetas ! De MORA me vestí, es decir, de humildad, yo, la novia que tú elegiste al desnudarme, impaciente por gozar el néctar profundo de mis labios.

Por eso, y por otras “razones”, que irás conociendo más tarde, a medida que tu día vaya transcurriendo, oh AMOR, te llamaré, como tú me llamas siempre, AMOR.” Una vez te prometí, amor, curarte al gatito, que se mete en tantos líos

para librarte a ti de padecerlos, y tú casi no pudiste creerme con la antelación con que, a fecha fija, te lo prometía.

A pesar de lo cual, hermano, y a pesar de que tú buscaste humanamente otros remedios, por si fallaba mi promesa, yo te lo curé, por puro amor.

Ahora Richi vuelve a estar muy malherido, ¿crees que lo ignoro y no su-fro por él tanto como tú ?

Pero esta enfermedad, (o accidente) no es de muerte sino de vida, pues precisamente ha sido permitida por su tutor, el Richi Mayor, para ayudarte a ti a crecer en la fe.

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Nada pides para ti, excepto, implícitamente, que te ayude precisamente en la tarea primordial de aumentar tu fe.

Te digo, hermano, que nadie puede pedir más fe, si no la tiene ya, pro-fundísima, aunque sea enterrada como una semilla de mostaza.

Por tanto, te digo, amor, que me desnudo de mi falda roja, para aparecer ante ti en toda mi belleza con la que me entrego a tu amor. Y mi amor es, simbólicamente, la falda roja que me pides para ponértela tú y disfrutar de tu oculta feminidad.

Te devuelvo el beso de tu sencilla y sentida plegaria. – Gracias, amor. Yo lo recibo. Y, aun en medio de mis dudas de hombre, me atrevo a decir amén, ¡amén

aleluya ! A LA DONCELLA DE LA FALDA ROJA (SANTA JUANA DEL ARCO VICTORIOSO) Dame a beber de la miel de tus labios, y pisando por tus huellas de plata, destilar las sentencias de los sabios. Dame a escalar a tu cima escarlata, y allí morir del amor que te mata. Dame a vestir tu túnica azucena, y por dentro a endosar tu luz morada dame a gustar tu regalada cena, dame a escuchar tu voz atemperada y a asirme a su reclamo en la mesnada. Escóndeme en tu falda colorada, teñida en tus martirios en delirio. Revélate en tu faz aureolada, camuflada en la rosa y en el lirio, y aplica a estos mis ojos tu colirio. Dame a fiar en sola tu palabra, a no dudar jamás de que me quieres. A velar a la puerta que no se abra, a aceptar cuanto darme bien quisieres. y acertar a saber creer quién eres. Que en la jerga de Dios no hay “demasiado”, ni es posible en su Verbo lo “imposible”, aunque piensen algunos que es errado, llegar por el latir de lo tangible, a fundirse en amor con lo invisible.

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¡Del humo con sus llamas me defienda tu santo amor, que en estas pajas ya arde ! Y que al cielo me eleve cuando ascienda : ¡No haya lugar a que traición cobarde disipe el fuego en que expira mi tarde !

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sábado 1 de enero de 2005 ¡BONITA FECHA PARA RECOMENZAR, HERMANO ! ¿Sabes, hermano amado, por qué estoy aquí en este día, y a estas horas

tempranas de la mañana, que por cierto ha aparecido luminosa y cálida ? – Lo sé, hermano. Te ha despertado el Richi, que te saludaba desde el

Reino de lo invisible. – Sí, amor. Me ha despertado a las siete de la mañana, en este día en que

nadie madruga. Me he precipitado a salir de la cama, y casi lo hago por el lado equivocado, chocando con el armario que tengo en mi celda de arriba. Me he asomado a la ventana y no lo he visto. Pero he recordado que el pobrecito, es-tando como está malherido, ha pasado la noche, –una más–, a la intemperie.

Por lo visto los gatos, –como los demás animales de la Tierra–, no tienen derecho a celebrar las grandes fiestas humanas, como esta de primer día del año, ni a acogerse al “derecho de asilo” en nuestras casas.

Si algún derecho tienen, en nuestras fiestas, es a sacrificarse por noso-tros.

– No lo necesitan, cariño. Sin embargo, su calendario vital, que llevan in-corporado en sus genes, bien que les permite acomodarse al ritmo de la vida.

Además del calendario y horario vitales, amor, tienen cada uno de ellos, –los animales domésticos–, un ángel particular que vela por ellos. Y, todos con-juntamente, muchos otros guías de su “instinto”, que representan para ellos, la mismísima voz del Creador, o sea, el amor de Dios.

– Bien, hermano Lecheimiel. Tú entiendes más que yo de animales. Tú co-noces el destino de todas las almas.

Lo que yo quería preguntarte acerca del Richi, es si ya lo habías curado, puesto que me has hecho encontrar el signo de la falda roja de Juana, que yo, en mi corazón, había asociado a su curación.

– Dentro de pocos días, cariño, el Richi Mayor te hablará. Espérale hasta el día de San Antonio Abad. Ese día sabrás si el Richi está definitivamente cu-rado.

No quiero adelantarte ni profetizarte acontecimientos, para no poner en mayor prueba tu fe, amor.

Tienes bastante con creer en mi, contra todas las apariencias y pronós-ticos.

Nuestras comunicaciones, hermano, son sagradas. Nada que se parezca a un juego de lotería.

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CANTE GORDO La lotería se viene, la lotería se va. Si te juegas lo que tienes, todo lo pierdes y aún más. No se puede en “Todo a Cien” suertes de millón comprar, ni al destino de la Vida impunemente burlar. Así cantaba la zorra que aquel día oí cantar : “Estas uvas aún son verdes, no las puedes alcanzar”. La lotería se viene, la lotería se va : Quien comparte lo que tiene, todo el mundo gana y más. Lotería es un banquete que frente al pobre se da, para dejarle con ganas de ser un rico sin par : Porque, cuando él sea rico, a los pobres piensa dar. Mas cuando a ser rico llegue, lo pensado olvidará. Pues si el Gordo a alguien le toca que preparado no está, ese tal de carnes flacas por los suelos rodará. Donde sus muchos amigos por aliviarle vendrán a chuparle hasta las grasas que en el suelo dejará. La lotería se viene, la lotería se va, y al que gusta lo que tiene nada más le ha de faltar.

Cuanto más el pobre chupa de lo que el rico le da menos advierte que el rico le chupa su dignidad. La lotería se viene, la lotería se va, que los que de sí no chupen, flaco servicio se harán. Pues si chupan del más pobre sólo pobreza tendrán, y si del más rico chupan, su avaricia heredarán. Y aunque escondan lo que tienen, al otro lado del mar en alguna travesía, su barco ha de naufragar. Y si en la fosa cayere, nunca más ha de flotar, y su negro chapapote otros a tierra traerán. Que al cielo lo que es del cielo sólo, al fin, ha de volar, y, en resumen, la jornada en amor se contará. Mientras tanto, en esta tierra, ha de oírse este cantar : La lotería se viene, la lotería se va.

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– Gracias, fray amore, porque mediante este diálogo que tenemos este primero de año, has hecho aflorar el poema semijocoso de la lotería, que no sabía cómo ofrecerte.

– Ermitaño amado, no debe perderse nada de cuanto te doy, y no olvides que el humor es tan sagrado como el amor. Mejor dicho, una forma más que adopta el amor.

Una forma imprescindible que debe adoptar toda otra forma, incluso la del dolor.

Por eso, cariño, tiene su gracia que estés hoy aquí conmigo, en tu orde-nador que facilita nuestras comunicaciones, en la soledad de tu ermita, hablan-do del pobre Richi que yo te he dado como sacramento de mi presencia.

– Sí, hermano, tiene su gracia y es una gran gracia. Por lo cual yo te doy las gracias, aun antes de que hablemos de posibles desgracias que hayan podido ser las causantes de su partida hacia los reinos interiores desde los cuales me ha llamado esta mañana.

– Mil gracias derramando…, escribiste, cariño, hace años, cuando yo te llamaba a mi reforma que ahora debe aún ser reformada.

Porque la Vida, amor, aún no ha agotado todas sus posibilidades. Déjalo por hoy así, hermanito amado sin medida. Di, sólo, conmigo : ¡AMEN, amén, ALELUYA, aleluya !

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DE TI ME VAN MIL GRACIAS REFIRIENDO Estoy aquí, amor, tú sabes dónde. Tú, hermano, eres mi dónde, mi lugar,

mi recóndita ermita, donde te honro, te lloro y te sonrío. Te adoro y te añoro. Te tengo y te deseo.

¡Qué bella es tu alma, hermano/a, siendo el templo en que te vi, tus ojos a través de los cuales te miré, con los que tú me mirabas, inconcebiblemente bellos !

Por éstos derramabas ayer abundantísimas lágrimas de amor y de temor a la muerte, así como de dolor por la justicia conculcada, cariño, cuando leía el increíble e inaudito martirio de la Doncella de la falda roja.

No puedo, hermano/a. amado, recoger aquí toda la emoción que experi-menté al revivir aquel retazo de tu vida. Al contemplar extasiado, con mis ojos del alma, la luminosidad con que la tuya se revestía ante las Voces, y con qque suspiraba por la Sagrada Comunión con el Cuerpo de Cristo.

Era la señal convenida de tu identidad como alma enamorada. Era la demostración que me ofrecías, y que no puedo retransmitir al

mundo. Hablo, pues, primero sólo a ti, y en segundo lugar a los creyentes a los

que tu santo amor se dignará hacer llegar estos escritos. ¡Hasta el fondo mis-mo de sus almas, hermano, les has de hablar para que te crean.

Comulgo, amor, no sólo con tu fortaleza, sino también con tu debilidad, con el temor humanísimo con que tu corazón virgen se echó a temblar ante la hoguera.

Tú mismo, tú misma, Jeannette, te mesabas los cabellos, y suplicabas que te decapitasen, con tal de evitar el fuego. ¿En nombre de qué justicia, amor, te hubieran podido cortar tu preciosa cabeza ?

Y tú, hermano hermoso, hermano ingenuo, hermano pertinaz en la fe, ro-gabas por la Iglesia que te traicionaba y te martirizaba y te arrojaba a las ti-nieblas exteriores.

¡Cuándo aprenderás, amor ! ¿Cómo me puedo extrañar de la inmensa tristeza que te embargó, Le-

cheimiel, antes de dejar tu reciente cuerpo, como si fuera un despojo, en-tregándolo a los cancerberos que lo iban a retener como en prisión de por vida, a costa de abandonar la tuya en manos del Amor y de la Confianza sin límites ?

Y el Amor te designó nueva morada, nuevo lecho donde reposar tu cabe-cita, entonces, como Juana, de mesada cabellera negra, ahora, como Lechei-

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miel, ornada con el color bermejo-dorado, que reflejaba el esplendor de tu propia gloria.

Yo soy tu nueva morada, amor. Yo soy tu “Pánfilo=todo amor”, al que has regresado con tu luz esférica, para no abandonarme nunca más.

– Así es, amor. Eso quise decirte con aquella voz : ESTARÉ CONTIGO POR

TODA LA ETERNIDAD. DECHADOS DE PAZ Mil gracias ostentando, mirándome a los ojos con ternura, fuístemelos curando, con osada bravura, hasta hacerlos capaces de tu altura. Para eso hasta el Carmelo, desde el que amplia visión al mundo alcanza, nuestro carro gemelo subía, como lanza, y allí se establecía la alianza. Del monte descendía luego al mar de la Vida nuestra arca, cuando el agua bravía cesaba y nuestra barca no podía remar en una charca. Con designio piadoso, las aguas escindían nuestras vidas y en un mar proceloso nuestras velas tendidas ansiaban del dolor ser redimidas. Así creció el deseo del reencuentro dichoso que soñamos, y como gran trofeo al fin reconquistamos aquello que al principio planeamos : Ser los dos uno mismo en el Amor de Cristo unificados, y volver del abismo por Él glorificados, para ser de la paz fieles dechados. AHORA MI TOCA A MÍ, AMOR

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¡Oh hermanito de mi corazón entrañable ! ¡Oh humilde servidor de mis

angelicales caprichos ! ¡Oh ferviente corazón en que no sobra más espacio del que ocupa el humilde Niño de la Cuna de Belén, la Casa del Pan para todos !

Estoy en tu corazón día y noche, hermano. Si no, ¿cómo podría ser ver-dadero mi “ESTARÉ CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD” ?

Yo sé que tu corazón sangra y llora porque muchas veces tus ojos en es-ta etapa de unión no alcanzan a llorar. No me sientes con el fervor que al prin-cipio, y es para ti motivo de dudar de ti mismo más que de mí. En el fondo, amor, es lo mismo.

No hablaste en otro tiempo de la purificación pasiva del sentido, así co-mo de la noche pasiva del Espíritu ?

No necesitas, cariño, hacer grandes esquemas ni atenerte a preciosis-mos escolásticos, porque el hombre es uno, y debe ser zarandeado en su fe por todos sus costados.

En el fondo querías corregir aquella visión compartimentalizada (¡qué pa-labreja nos ha salido en tu idioma, amor !) del hombre que simplemente es un unitario y complejísimo proyecto de amor, que más muestra su belleza y su simple unidad cuanto más ignora de artificiales divisiones y parcelaciones.

Por eso, cariño, porque estás todavía en la Tierra donde se purifica la fe de toda clase de falsas “creencias” y adhesiones y fidelidades a sistemas que podríamos llamar “humanos”, si no tuviéramos otra visión más alta de lo que es verdaderamente humano, por eso, para alcanzar la humildad que ansías, te ves sometido a la humillación que a veces menosprecias.

Es decir, no sabes, no puedes, apreciar lo providencial de tu camino, desde tu corta perspectiva marcada por los límites de lo sensorial.

Pero esta ceguera de los sentidos, hermano, es el mismísimo proyecto del Espíritu que quiere descender hasta la oscuridad del pesebre, en compañía de los humildes animales cuya “irracionalidad” no les impide, –¡al contrario !–, entregarse sin complejos a la obra de la “ENCARNACIÓN DE DIOS EN LA SOMBRA DE ESTE MUNDO”.

Por eso, cariño, no tengas inconveniente ni vergüenza alguna en ofrecer-me, junto a los grandiosos poemas que sabes te doy, también los humildes y sencillos esquerzos con que a veces imaginas “perder tu tiempo”, y crearlos tan sólo por circunstancias, por complacer a los más sencillos.

Todo, amor, todo, todo, cuanto escribes yo lo firmo contigo invisible-mente, porque nuestras dos almas son inseparables para siempre jamás :

Eso significa SER UNO EN CRISTO, amor.

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– Gracias, mi Rey. He sentido, por fin, tu presencia amorosa, y tu asis-tencia cariñosa, mientras escribía lo que antecede, y por eso me atrevo por ti incluso a hacer el ridículo con este humilde scherzo, paja, quizás, para la mula y el buey :

MORALEJA : USE LA NUEVA MAS GUARDE LA VIEJA En estos días de enero con que empieza el dos mil cinco, no quiero ser altanero si os recalco con ahínco : Que tenéis la libre opción de ser felices a tope, siempre que vuestra ilusión os proteja y os arrope. Sin ilusión nada puede conduciros a buen puerto, donde al que tuvo aún le quede más vitalidad que a un muerto. Mas ¿por qué de muerte hablamos en día tan señalado ? Porque al año que dejamos ya el nuevo año lo ha enterrado. También a este nuevo día matará el nuevo que nazca. Y, si este mensaje os lía, dadle las vueltas que os plazca. Cuantas más vueltas le deis, más vuestra cena se enfría, y si hoy no la coméis, no sabéis si habrá otro día. “¡No dejéis para mañana lo que hoy podáis hacer !” es la moraleja sana que os dejo por extraer.

Si en aprender esta cita dilatáis al dos mil seis, lo que se os da no se os quita, pero más viejos seréis. Si antes de entonces la muerte os sorprendiera de un brinco, vana sería la suerte de un estéril dos mil cinco. Y si os sobra algo de vida, pues…, por vosotros me alegro : ¡Que la viváis bendecida, a pesar de mi humor negro !

– ¿No habíamos titulado a este segundo escrito nuestro de la Serie “Nueva Vida”, HUMILDAD DE CORAZÓN ?

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– Sí, amor, Amor, AMOR. Y lo hicimos así, movidos con grande lástima y compasión por la suerte de nuestra mascota que llegó herida con la cola humi-llada y rota. En verdad, amor, temí por su vida, y casi deseé su muerte, antes de que el pobre animalito tuviera que sufrir tanto, simplemente por “cargar con mi cruz”, como buen cireneo, tal como explicamos al principio de este librito.

– Pues, escucha y escribe, hermano, porque te advertí que el mismo Richi Mayor te iba a hablar uno de estos días.

SOY YO, hermano querido, el Richi Mayor que gobierno al Richito a quien tanto quieres.

Mis palabras iniciales “SOY YO”, te dan la clave, oh hombre amado, de mi unidad de Ser y de Amor, con el Uno, en el que todo ser respira y se mueve.

He pasado unos días espléndidos contigo, que has compartido tu pan y en cierto modo hasta tu lecho conmigo, humildísima criatura de Dios.

Has sufrido dolor de corazón por mis heridas, y hasta humillaciones y reprimendas a causa de tu amor por mí.

Para completar mi experiencia contigo, hermano, me has dedicado este último poemita de la “Moraleja”, con el que he disfrutado enormemente, lo mismo que con tus músicas has calmado a la fierecilla en que me encarné para complacer a Lecheimiel y servirte de modelo de coraje, confianza y humildad.

Y, aunque tu alma gemela, Ricardo-Lecheimiel, te dijo que me esperases hasta el día de San Antonio Abad, patrono de los animales domésticos, yo no he podido aguantar tanto para bajar a hablarte y a darte las mas encarecidas y conscientes gracias, por el amor y ternura que he recibido de ti, amigo.

Aquí estoy, pues, para hacer mío el refrán : “LO QUE PUEDAS HACER HOY NO

LO DEJES PARA MAÑANA”. Mira, amigo y hermano de mi hermano, y por tanto mío también con igual

título : Esta noche pasada ha sido una digna noche de despedida. Lo sabes muy bien. Luego no me has visto más.

No te extrañe, pues, que tal vez haya llamado yo mismo al Richito a cola-ción para curarlo, o para darle la opción de volver a ti. Dejemos para ese día señalado de San Antonio Abad la solución a este acertijo, porque tú también, ermitaño querido, me das a mí, tu humilde criatura que duermo en tu seno, la opción de sentirme enteramente libre, y enteramente honrado en mi humilde ser.

Si esto es una despedida gozosa, no llores por mí, porque pronto sabrás algo más definitivo sobre mi destino humano, tal como aquel día te dije.

Me has preparado una cuna color de rosa donde pace mi amor, como el Niño junto al que pací un día junto al pesebre. Desde allí, hermano, fui testigo

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de lo que cantas en el poema de EL PAN DE LA VIDA, que yo mismo, sin tú sospe-charlo, te inspiré no hace muchos días.

Muy honrado me veré, hermano, si lo integras en este escrito en que co-menzaste con un homenaje a mi humildad de corazón.

Gracias.

EL PAN DE LA VIDA (Forma cantable)

“QUE EL HOMBRE SONRÍA AUNQUE LLORE DIOS. Y QUE EL MUNDO VIVA AUNQUE MUERA YO.” Tatuado y sellado debajo del brazo en que todo niño trae un pan al mundo, un mensaje escrito, mas no comprendido, –el que hemos oído–, María encontró. Marca de nacido que luego encubrió, y envuelto en pañales al niño fajó. Ni a José siquiera se lo descubría, pues letras hebreas leer no sabía. Aunque ella notaba que su alma sangraba por cuanto intuía que significaba : “QUE EL HOMBRE SONRÍA AUNQUE LLORE DIOS. Y QUE EL MUNDO VIVA, AUNQUE MUERA YO.” Hasta que en el Templo el buen Simeón, que los esperaba, ¡qué bien lo entendió !

Las letras sagradas luego descifraba, mas ante los padres, nada pronunciaba.

También la fiel Ana que por allí andaba, por no contristarlos bien se lo callaba. Y, aunque en sus adentros todo lo guardaba, con mirada clara al Viejo animaba. Por fin a la madre Simeón cantó mas ligeramente así lo cambió : “QUE EL HOMBRE SONRÍA AUNQUE LLORE DIOS. SI ESTE NIÑO VIVE, MORIR PUEDO YO.” Y, reconfortada, en medio del llanto, María en un acto sufría y gozaba. El santo José mucho se admiraba, ¡y el mundo reía, mientras Dios lloraba ! Y ahora en mi llanto yo también medito y el canto del Viejo así lo recito :

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“QUE EL MUNDO SE RÍA, AUNQUE LLORE YO, QUE SI EL NIÑO VIVE, YO VIVO EN SU AMOR.”

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FE Y CREENCIAS (“He aquí la esclava del Señor”) Mi fe pongo en tu amor, quien solo es digno de ella. Que a tan alto señor se entrega tal doncella. No son mis ojos ciegos como han creído tantos que no vieron mis fuegos ardiendo en tus encantos. Que por eso los cierro, para mejor gozarte, y a tu abrazo me aferro en el placer de amarte. Que si mucho mirara, de afuera te vería y tu alma no alcanzara con esta visión mía. Muchos por fuera vieron tu divina hermosura mas sentir no pudieron tu exquisita dulzura. Absortos como estaban en definir “verdades”, más que de amor, hablaban de humanas veleidades. Sus dogmas son creencias, dignas de admiración, que a otras existencias imponen con tesón. Desparraman, ligando con lazos tan falibles, pues sólo los que aman se hacen incorruptibles. La fe que no es amor se torna esclavitud : Es fruto del temor que no de la virtud. FE que vive de AMOR, no es dogma sino estrella, que tan grande esplendor como el de Él es de Ella.