Azcarate-Estudios filosoficos y politicos 1877

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    4Z,di c o .4 1t.1ESTUDIOS

    1GOS Y POLITTIIL LoPOR

    GUMERSINDO DE AZCRATEProfesor en la

    Institucion libre de Enseanza,

    DONATIVOANGULO LAGUNA

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    PRLOGO.

    Cuando una cuestion social politicaun problema cientfico, preocupan la ge-neralidad , el que sobre ellos escribe, se in-clina naturalmente creer que su trabajopuede ser til, no por lo que en si valga,sino porque quizs despierte en otros eldeseo de hacer uno mejor. Tal es el mvilque nos ha inducido reimprimir estos es-tudios (1), formando con ellos el libro queofrecemos al pblico.

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    PRLOGOVIY ciertamente que los temas que sonasunto de los mismos , no pueden ser msimportantes: el positivismo, doctrina in-vasora, que va llevando su sentido lasciencias particulares, despues de haber re-suelto con su particular criterio las cues-tiones de ms alto inters ; el pesimismo,esta enfermedad del espritu ms peligrosahoy que nunca, ya que en tiempos de cri-sis y transicion es cuando ms son me-nester la f en los destinos d e la huma-nidad y la esperanza de un porvenir me-jor ; e l municipio de la Edad media , ins-titucion histrica, cuyo mrito y demri-to son la vez exagerados desde opuestoscampos, cuando se trata de buscar solucional grave problema de la organizacion local;los partidos polticos, entidades sociales,cuya conveniencia puede ponerse en duda,pero cuyo influjo decisivo, en bien en

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    PRLOGOIIrecho y la Religion , y consiguientementeentre la Iglesia y el Estado , cuya luchasecular parece revivir cuando se creia pr-xima terminar; y el influjo del principiodemocrtico en el derecho privado, e sto es,en el que se refiere instituciones socialestan importantes como la familia y la pro-piedad ; cuestiones son todas ellas de taltrascendencia, que no nos habramos deci-dido dilucidarlas ante el pblico, si -nonos animara la esperanza de merecer deste la benevolencia que no niega quiende buena f busca la verdad y sinceramen-te la expone.

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    E L P O S I T I V I S M O Y L A C I V I L I Z A C I O N

    LConsideraciones generales. II. Positivismo crtico.III. Positivismo ontolgico dogmtico.IV. Con-cepto positivista de la vida.V. El positivismo y laReligion.VI. El positivismo y la Moral.VII. Elpositi\ismo y el Derecho.VIII. El positivismo y elproblema social. IX. 'Influjo en bien yen mal delpositivismo.

    Es sabido que en el Ateneo de Madrid se po-nen discusion las cuestiones que ms preocu-pan los hombres de ciencia, dando siempre lapreferencia aquellas que, no slo interesan lapura region de las ideas, sino que trascienden in-mediatamente la vida, influyendo en bien enmal en la civilizacion de los pueblos. No es, por

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    2L POSITLS ISAIOcion, si el actual movimiento de las ciencias natu-rales y filosficas en sentido positivista constituyeun grave peligro pura los grandes principios mo-rales, sociales y religiosos en que descansa la civili-zacion. Hacer, con ocasion de la larga interesan-te discusion que con este motivo tuvo lugar, algu-nas observaciones crticas sobre el tema propuesto,es el fin que nos proponemos al escribir este art-culo. No desconocemos las dificultades graves conque habremos de tropezar, puesto que, de unlado, los tiempos actuales piden en las investiga-ciones cientficas un rigor de que no nos creemoscapaces, y mucho mnos discutiendo con un sis-tema, como el positivismo, que es en este puntode los ms exigentes (1); y de otro, abrigamosla ntima conviccion de que la ciencia es maestrade la vida, y por tanto reconocemos la responsabili-dad que acepta todo aquel que se propone diluci-dar cualquiera de las importantes cuestiones - quehoy preocupan al pensamiento humano. Bien se nosalcanza que al lado del conocimiento cientficoencontramos el coma vulgar, y que el hombreno obra en la vida guiado por la fria inteligencia,

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    Y LA. CIVILIZACTON.sino que al lacio de sta est siempre para impul-sarla el sentimiento. Pero hay una gran diferen-cia entre reconocer que la investigacion rigurosay reflexiva de la verdad rectifica al sentido Go-mun y que este seala los extravos en queaquella puede caer (1), y considerar como Com-pletamente desligadas la ciencia y la vida, dejan-do esta sin luz y sin gua, y convirtiendo aque-lla en un puro pasatiempo. De igual modo esevidente que el hombre no obra bajo la sola yexclusiva direccion del conocimiento, sino que lafuerza que le mueve y anima seguir el caminoque aquel le traza, no es otra que el sentimien-to; pero constituir ste en causa nica incon-trastable de nuestra conducta, vale tanto comosuponer que el hombre se deja llevar por las so-licitaciones de un impulso ciego (2). El senti-miento guiado por la razon es la locomotora que,mientras marcha sobre los carriles, salva abismos

    (1) Ancillon hace notar una de las diferencias quedistinguen el conocimiento cientfico del comun, el ca-

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    ELPpSI TIVISMO4traspone montaas con vertiginosa velocidad,yin dao y sin peligro, al paso que cuando pre-tende prescindir de aquella luz, es como la loco-Anotora descarrilada que lleva por todas partes ladestruccion y la muerte. No tenia razon cierta-men .te Augusto Comte al afirmar que la historiade la humanidad es regulada por la del entendi-miento humano; pero mnos le asiste HerbertSpencer, al decir que la sociedad es regida porsentimientos y no por ideas; pues, como diceFlint, sin el sentimiento, el pensamiento nadapuede hacer; pero sin el pensamiento, el senti-miento no puede ni existir.Por esto, los ms de los oradores que tomaronparte en esta importante discusion reconocian suinmensa trascendencia, como que por tenerla, ygrande, para la vida, se habla puesto al debateel tema en cuestion. La historia mu e stra clarame nte e l influ jo real y p ositivo qu e los sistemacientficos, de te rminados por las evoluciones delp ensamiento hu mano, han ejercido directame nteen la marcha de la civilizacion. Qu in p u ede

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    Y LA C I VILIZACION.desconocer la parte que tuvieron la filosofa grie-ga en la formacion del dogma cristiano, el estoicis-mo en el desarrollo del derecho de Roma, Descar-tes y Bacon en la emancipacion del pensamiento, ypor tanto en la vida cientfica y religiosa, Kanten el sentido que ha inspirado hasta el presente la revolucion, Montesquieu en la legislacion,Adan Smith en el rden econmico, y Proutlhonen los problemas sociales contemporneos? Pre-cisamente, como ms adelante tendremos ocasionde repetir, una de las causas de que preocupetanto el movimiento de las ciencias en sentidopositivista, es la rapidez con que sus adeptos sacanlas consecuencias de su doctrina para hacer quesean ellas las que dirijan inspiren la vida de losindividuos y de los pueblos.

    No es por lo mismo niaravilla que en la discu-sion de que nos ocupamos hayan estado repre-sentadas todas las escuelas (I) menos una: la co-munmente llamada tradicionalista ultramonta-na, aunque ella pretende, quizs con razon, no

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    6L POSITIVISMOmerecer, propiamente hablando, otra denomina-cion que la de catlica. Y en verdad que ha sidoobjeto de general extraeza su silencio. Cmo,se decan todos, ella, tan batalladora en los aosanteriores, cuando se discutan la propiedad, la or-ganizacion del Estado, los intereses de las claseconservadoras, se cruza de brazos en este debate, en que se trata de la causa del espritu, de la

    libertad, de Dios? No puede ser la razon de semejante conducta el dejar las puras escuelas filosficas el combatir los principios del positivismocuando con repeticion han sido todas ellas declaradas incapaces impotentes para alcanzar la, verdad. No puede tampoco atribuirse esta actitud consideraciones de prudencia, de una pretendida habilidad (I), puesto que cuando se trata dprincipios tan fundamentales y de creencias sostenidas por una f viva, lo hbil y lo prudente es defenderlas donde quiera que se las v atacadas. Lque ha sellado los labios de los catlicos que asistian esta discusion, es que los ms de ellos estn

    (1) El Sr. Perier, excitado hablar en una sesien

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    Y LACIVILIZACION.imbuidos en los principios de una escuela que con-forma en la parte critica con la positivista. Enefecto, los tradicionalistas comienzan por decla-rar la impotencia y la incapacidad de la razonpara deducir luego de aqu la necesidad de la revelacion, y tan de acuerdo estn en aquella primera afirmacion, qu.e,.como ha hecho notar opor-tunamente Flint, los argumentos que contra lapsicologa y la metafsica de su tiempo emplearonBroussais y Augusto Comte, eran los mismos deque ntes se hahian servido Bonald y Lammenaispara atacar la filosofa. Es verdad que en nues-tro pais pugna por sustituir al tradicionalismo etomismo bajo el influjo de un ilustre filsofo, que,al procurarlo, presta un innegable servicio lapar la religion y la ciencia; pero los princi-pios del que llamaba con razon un escritor fran-cs tradicionalismo sensualista continan domi-nando los espritus de los ms de los catlicos enfuerza del imperio no disputado que por tantosaos ha venido ejerciendo. De aqu que en frentede la crtica del positivismo se encontraban sin

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    EL POSITIVISMOtivoestas palabras de Moleschott: diabeis arro-jado la juventud de la metafsica, y la juventudse ha venido nuestro campo, esto es, al mate-

    Veamos, pues, lo que es este sistema con se-vera imparcialidad, que si ello no nos obligarael respeto debido toda opinion sinceramenteprofesada, bastaria aconsejrnoslo las circuns-tancias verdaderamente extraordinarias con quese nos presenta este poderoso movimiento cient-fico, que parece querer avasallarlo todo. En efec-to, con el nombre de positivismo en Francia, demonismo en Alemania, de psicologismo en Ingla-terra, de experimentalismo en Italia, v exten-dindose rpidamente por todos los pueblos cul-tos; correspondiendo una de las dos direccionesque sealan en el desarrollo del pensamiento hu-mano Platon y Aristteles, Bacon y Descartes, He-gel y Comte, vienen darse la mano algunos delos discpulos de estos dos ltimos filsofos, desdelos cuales siguen aquellas dos tendencias el movi-miento en sentido contrario que vinieran recor-riendo, pero ya no en lnea recta, sino en curvas

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    Y LA CIVILIZACION.bia comenzado el suyo Hegel. Nace el positivis-mo como protesta contra las exageraciones de latendencia opuesta, y, sin embargo, coincide enpuntos esenciales con Kant, que la inici, y conHegel, que la cierra; niegan algunos de sus secua-ces la existencia del espritu, y tiene la escuelauna rica literatura psicolgica; reniegan de laMetafsica, y otros de sus adeptos construyen sis-temas ontolgicos; amenaza destruir las dos fuer-zas cuya' resultante empuja en nuestros Bias lavida de los pueblos, la tradicional y la progresi-va, la Religion y la Filosofa; desciende con unarapidez pasmosa las aplicaciones prcticas, con-tando por lo mismo en su seno, no solo filsofosy naturalistas, si que tambien jurisconsultos, eco-nomistas, historiadores, literatos, etc., que pro-curan llevar las ciencias particulares el sentidode la doctrina; encierran en su seno una gran va-riedad de matices, hasta uno denominado positi-vismo creyente, lo cual debia, al parecer, estor-bar la propaganda de su doctrina, y, sin embar-go, aprovechando en Francia los recuerdos de la

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    EL POSITIVISMOlomo,y en Italia el renacimiento filosfico y litera-rio (1), cunde y se extiende m odo de M ahoma cien-tfico que todo lo inunda y lo avasalla; movimien-to sorprendente, del cual puede decirse lo queel ilustre Tocqueville deca de la Revolucion Eran-cesa: Religion sin Dios, sin culto y sin la creen-cia en la otra vida, y que, sin embargo, ha invadi-do toda la tierra con sus apstoles y sus solda-dos.En medio de la variedad de matices que, segunhemos dicho, se dan dentro del positivismo, debi-dos las tradiciones cientficas de cada pas, las ciencias particulares que profesan sus adep -tos, los distintos sistemas filosficos de que sederiva con los que se relaciona, y la ndolemisma del sistema, hay dos que son los principa-

    (1) En Espaa el positivismo est penetrando pordos puertas, abiertas, la una por los dedicados lasciencias naturales, la otra por los neo-kantianos. Qui-zs los esfuerzos de los primeros sean ms eficaces quelo fueron en otros tiempos los de aquellos que, consa-grados las ciencias mdicas, trataron de propagaruna doctrina anloga, pues no es posible desconocerque los actuales positivistas disponen de ms medios y

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    Y LA CIVILIZACION.1les y que corresponden problemas cuya solucion viene agitando y agitar p erptuamente apensamiento humano : el problema crtico y eproblema Ontolgico. Por este . motivo, limitaremos nuestro trabajo examinar el tema propues to bajo este doble punto de vista, que futambien, como no podia mnos, el que aparecien la importante discusion del Ateneo.Es verdad que uno y otro positivismo, el crtico yel ontolgico, tienen una nota comanpuesto que ambos se declaran enemigos de lMetafsica y de la Teologa, ambos clan la preferencia los hechos sobre los principios, amboproclaman como nico mtodo lgico la observacion y la experiencia, ambos declaran que la Filosofa es tan solo una induccion, una generalizaclon, y ambos afirman que, si ms all de lohechos hay algo, este algo es incognoscible, y quel rden trascendental, si es que existe, no noes dado conocerlo. La consecuencia lgica de todas estas afirmaciones es suprimir el problemontolgico imponer respecto de l la ms com

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    EL POSITIVISMO1 2caer en el dogmatismo que tanto les repugna,otros, por el contrario, atraidos por la impres-cindible necesidad que de resolver aquel tieneel hombre, llegan afirmar la existencia de unaesencia, de un nouinenos, cayendo as en el mate-rialismo. Los positivistas del primer grupo recha-zan esta tendencia, puesto que, dicen ellos, vie-ne concluir en un dogmatismo tan censurablecomo cualquiera otro; y si bien es cierto que en-tre uno y otro matiz hay con frecuencia relacio-nes lgicas que no es posible desconocer, tam-bien lo es que no hay derecho alguno para atribuir los que se mantienen fieles al punto de vistameramente crtico las afirmaciones que los otroshacen desde el punto de vista dogmtico; y esoque todo el que imparcialmente atienda estemovimiento positivista, encontrar que los ms delos que pretenden abstenerse de dilucidar el pro-blema ontolgico sienten una secreta simpatia h -cia las doctrinas de los que en su mismo juicioson infieles al mtodo propuesto.

    Por este motivo examinaremos el tema en caes-tion bajo este doble aspecto, ya que, de un lado,

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    Y LA CIVILIZACION3nerse en el problema del conocimiento, porqueel hombre necesita para vivir, saber, no solo c-mo conoce, sino tambien lo que es el mundo,lo que es la realidad, para poder asi descubrir elpuesto que en ocupa y la obra que le tocallevar cabo en relacion con todos los sres. Nosproponemos, por tanto, examinar el influjo queen la civilizacion pueden producir las doctrinasde uno y otro positivismo con ladebida separacion,y con la misma vamos exponer y juzgar breve-mente las afirmaciones de ambas tendencias, pre-liminar inexcusable para estimar luego la relacionde aquellas la vida, que es el objeto propiodel tema.

    Yo de ontolgico dogmtico y no, corno es frecuente, elde materialista. Aparte de que el darle este ltimo nom-bre no seria justo respecto de todos los que siguen es-ta tendencia, nos mueve no emplearlo la consideraciondel sentido que este trmino se d en la vida ordinaria,y que puede ser ocasion que suscite en el espritu delas gentes respecto de aquellos quienes alcance, unaidea contra la cual con razon protesta enrgicamente

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    14L POSITIVISMDEl positivismo crtico plantea el problema del

    conocimiento del siguiente modo. El hombre ve yconoce cosas que pasan, cambian y suceden, ylas conoce atendiendo ellas, observndolas; ycomo nota entre las mismas relaciones de seme-janza desemejanza, de continuidad, de causali-dad, las agrupa y clasifica mediante la asociaciony diferenciacion, reduciendo varios fenmenos uno ms general, y llamando la sucesion conti-nua ley. Pero al hacer todo esto, nosotros aadi-mos, vemos suponemos algo que no es el hechomismo, que no es el fenmeno, como la relacion,la continuidad, la ley, la causalidad. Ahora bien:qu es todo esto? de dnde proviene? Esto, diceel positivismo, no es real; solo existe en nuestropensamiento, y de aqui la estrecha relacion de es-ta doctrina con la de Kant (1), la cual, mantenida

    (1) No consienten los lmites de este trabajo en-

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    Y LA CIVIL ZACION.5de nuevo en su parte ms esencial por el neo-kantisrno, es hoy un elemento que con razon esincluido por muchos dentro de la corriente gene-ral positivista.Si aquel elemento del conocimiento, continadiciendo el positivismo crtico, fuera real, se darlaen algo, y no siendo este algo el fenmeno, ten-dria que ser algo oculto los sentidos y la obser-vacion, esto es, seria un noumenos. Mas como elelemento componente del conocimiento, que entraen este con el dato de hecho, no tiene realidad ysolo existe en nuestro pensamiento, no hay nadaeste punto de los principios del ilustre autor de la Cr-lica de la razon pura con los del positivismo crtico, yaque fu objeto de debate, principalmente entre los se-ores Moreno I\Zieto y Revilla, el primero de los cualessostenia lo contrario de lo que hemos afirmado. En nues-tro juicio influia en su nimo, de un lado, cierta pasionde escuela que le hace ser veces injusto con el positi-vismo, y de otro, el comparar la doctrina toda de aquel,con inclusion de las ltimas consecuencias que hanllegado los menos discretos, con el conjunto de las doc-trinas filosficas, morales, religiosas y jurdicas de

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    1()l, POSITIVISMOnEls all del fenmeno, si hay algo que de esteexceda, es inaccesible nuestro entendimiento,y es, por tanto, una pura abstraccion el suponerdetrs de cada srie de fenmenos un noumenosy con todos estos componer el mundo..

    El positivismo, colocado en este punto de vista,comienza por incurrir en una inconsecuencia,puesto que lo que hace es negar unos conceptosmetafsicos, como los de esencia, sustancia, etc.,y afirmar otros, como los de causa, relacion, con-tinuidad, unidad, etc.; olvidando que es arbitra-ria tal distincion, puesto que, por ejemplo, no esposible atribuir un efecto una causa sin admitirlos principios de identidad y de esencia, ya quesin ellas rte se daria aquella relacion; que admitirla continuidad es reconocer algo sobre lo que sub-siste y en lo que se d la mudanza; que la leylleva en si envuelta la afirmacion de lo permanen-te; que la agrupacion de fenmenos supone la uni-dad como principio de clasificacion, etc.; y portanto, que lo lgico sera limitarse declarar queconocemos fenmenos y no ms, y abstenerse ri-gurosamente de emplear idea alguna, categora

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    Y LA CIVILIZACION.'7u realidad, sosteniendo que existe slo en nues-

    l e xme n de cu alqu ie ra clase de fenme nos, nos e n-

    estion, por tanto, es la misma para todos ellos:

    dos. Hay algo en que esto se verifique?Los positivistas, incurriendo en el error deuela escocesa y del espiritualismo fran-confunden la observacion psicolgica con las /,ntuiciones de la conciencia (1).

    pienso ntes,ahora y despus, sino que s que soy ser pen-sante, que tengo esta propiedad, y que ella re-fiero todos mis pensamientos; y no solo s quetengo esta propiedad y otras, sino que por en-

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    I L18cima de ellas , contenindolas y fundndolas,afirmo la existencia del sr que las tiene; afirmoel sr mismo: yo. De suerte, que respecto deste, conozco en junto y la par, el nournenos yy el fenmeno, puesto que no se trata aqu deuna cosa exterior la que aado algo que sloen m se d, sino que lo conocido mismo es am-has cosas; porque, como ha dicho un escritor (1),cuando veo un hecho exterior , digo que hay unacausa; cuando se trata de un hecho mio, veo yafirmo la causa al producirse el efecto, ntes yy despees. En este caso, por tanto, no es ni si-quiera posible suponer, que de los dos elemen-tos del conocimiento, se d uno en lo conocido yotro en el que conoce, sino que ambos se danen lo conocido; puesto que encuentro que porencima de todos los estados hechos, trasforma-ciones evoluciones, queda invariable, perma-nente inagotable en mi algo que ni muda, nicambia, ni se disuelve, y en este algo se fundatodo lo que de comen y constante se d en losfenmenos, sin excluir el mudar mismo, puestoque ella es en si una propiedad inmutable. As,

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    Y LA CIVILIZACION.9siempre es lo mismo; de otro, lo pasajero y mu-dable; mi pensamiento y mis pensamientos, misentimiento y mis sentimientos, mi voluntad ymis voliciones; en una palabra, mi esencia y mivida, el sr que soy y lo que hago y vivo.Resulta, por tanto, que hay algo que contieneen s mismo y en lo que se d realmente eso queel positivismo supone puramente formal; que noes este elemento, como se dice, una creacionde nuestro pensamiento que aplicamos cuandoconocernos, ni algo que est dado en nuestro es-pritu como para este fin, sino que se d en len cuanto es sr y solo como sr, y no en unarelacion particular,,esto es, como sr que conoce.Ahora bien, si en el conocimiento de nosotrosmismos no pone este elemento el espritu comoconocedor, sino que se d en l mismo orno ob-jeto conocido, cmo puede ser otra cosa en losdems conocimientos, ya que estos mismos doselementos se dan en todos ellos?Dado este punto de vista del positivismo cr-tico, tenia que concluir necesariamente por pro-

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    EL POSITIVISMOBajo el influjo de los asombrosos adelantos quomerced estos procedimientos han realizado lasciencias naturales y de los graves errores en quehan incurrido algunos filsofos ('1) al aplicar alestudio de la naturaleza el opuesto procedimiento(de la deduccion, los positivistas han llegado des-conocer el valor y legitimidad de esta y afirmarque ni la filosofa general, ni las ciencias parti-culares son otra cosa que una induccion y unageneralizacion. Bien pudiera llamar su atencionel hecho de estar sometidas continua correc-clon las verdades y las leyes que los naturalistashan afirmado siguiendo el procedimiento induc-tivo, y el contraste que forman con el valor abso-luto de las debidas la deduccion. Las clasi-necesidad de encontrar otras deducidas de la naturalezahit-mana; pero en rigor la cuestion queda siendo la mis-ma, y lo nico que se hace es trasladarla de la historiade la humanidad la historia del individuo, puesto quepara conocer esa naturaleza humana, de que se quierendeducir aquellas leyes, no se reconoce otra fuente quela obsevracion, ni otro procedimiento que la induccio9z.

    (1) Los positivistas exageran estos errores, y tansolcitos como estn para recordar algunos, verdadera-

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    Y LA CIV1LTZACION.1&aciones zoolgicas y botnicas, por ejemplo,mientras no tengan otro fundamento que el datode hecho,, estarn pendientes de modificacion,como lo muestra la experiencia, al paso que noconsienten correccion ni enmienda verdades comoesta: la suma de los tres ngulos de un trin-gulo es igual los rectos (I). El que investigala verdad empleando la induccion se encuentraen un caso anlogo al en que se halla el que, sa-biendo que hay bolas de dos colores en una urnacerrada, no tiene otro medio de averiguar la rela-cion en que estn las de un color con las de otro\que ir sacando bolas y notando la proporcion enque estn las blancas con las negras que van sa-liendo. Si sabe que el nmero total de ellas es,por ejemplo, noventa y nueve, y en las experien-cias sucesivas que va haciendo encuentra que sa-len en la proporcion de dos blancas y una negra,

    (1) El Sr. Simarro trat de demostrar que la afir-macion de esta verdad se habia llegado por la observa-clon, esto es, despees de medir cierto nmero de trin-

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    EL POS1TIVISVO22inducir ,que hay en la urna sesenta yseis deaquellas y treinta y tres de estas; pero la segu-ridad que ir alcanzando, segun va siendo mayorel nmero de bolas sacadas, aunque va crecien-do sucesivamente, no puede adquirir un carcterabsoluto, hasta el momento en que se han ex-traido las noventa y nueve, Ahora bien; sin quepretendamos afirmar que la induccion sea unmero clculo de probabilidad, antes bien recono.-ciendo su valor real, se encuentra, por lo que su carcter relativo hace, en un caso anlogo alpropuesto en el ejemplo. Para el posivitismo, laesencia de cada sir es una urna cerrada, cuyocontenido no nos es dado conocer sino observan-do los hechos y fenmenos que de su seno brotan,al modo que sallan las bolas de la urna; mientrasque cuando se afirma la existencia de esa esenciay la posibilidad de conocerla, de ella es posiblededucir el carcter y naturaleza de los hechos enque aquella se ha de mostrar y realizar, al mo-do que el que hubiese presenciado la introduc-clon de las bolas en la urna, poclria predecir laproporcion en que saldrian de la misma las de

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    Y LA CIVILIZAC1ON.3graves errores aquellos que han pretendido formar especulativamente una historia de la iTatura-loza de la humanidad, como si fueraposibleencontrar en una deduccion lgica las trasformaciones particulares de un planeta la aparicionen la vida de un Scrates, de un Csar de unNapoleon; y por esto, al paso que las leyes biolgicas se deducen de la naturaleza de los srede cuya vida se trata, no es posible obtener econtenido y forma de esta de otro modo que pormedio de la observacion y de la experiencia.

    Este punto relativo al mtodo tiene , naturalmente una estrecha relacion con el modo de considerar los dos rdenes que ntes hicimos notarel de la esencia y el de la vida, el noumenos y efenm ' eno, uno de los cuales suprime declaraincognoscible el positivismo. Cuando se admitenambos, se reconoce el uno como fundamento delotro, y se afirma por consiguiente que los srestienen una naturaleza propia, de la cual puedendeducirse las leyes de su vida y el contenido ge-neral de esta, y que la completa realizaclon de

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    24L POSITIVISMOS ea naturaleza y esencia de un sr, todo 10que haf de desenvolver ste en el tiempo es cog-noscible y existe como posible, mientras que si,por el contrario, no puede conocerse, desapare-cen para el sr racional y libre, as el ideal ab-soluto corno los relativos que forma en vista deaquel y de las circunstancias histricas de cada mo-mento.De todo lo dicho puede deducirse el carctergeneral que este sentido critico imprime lasciencias, y que habremos de tener presente alexaminar el influjo que en consecuencia ha deejercer en la vida. Respecto de la Metafsica 6iencia primera, el positiv ismo critico, la anu-la, ya negando la realidad del objeto que estudia,ya declarndola incognoscible, , arrojndola de laesfera de la Ciencia, entrega el estudio de que seocupa la Religion al puro sentimiento, laconfunde, como ha hecho Hegel, con la Lgica.Respecto de las ciencias particulares, concluye,como no podia menos, en la exaltacion de lashistricas y en la desestima de las filosficas; ypor esto, como hacernotar oportunamente Flint,

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    Y LA CIVILIZACION.5humanidad, de parte de aquellos que pretendenelevar el hecho la categora de principio, olvi-dando que, cuando se desconoce la realidad deun elemento esencial y permanente, es arbitrarioel declarar si aquello que se encuentra constan-temente y sin interrupcion en la historia est no llamado perecer y morir. Este sentido tienemayor trascendencia respecto de las ciencias quetienen por objeto al hombre, puesto que, debien-do ste, como sr racional y libre que es, deter-minar por s su vida, se queda sin luz y sin guaen ella cuando se declara pura y vana abstrae-clon el rden de las ideas, y se le priva de crite-rio cuando se niega, la existencia y el valor delos principios (I).

    (1) As como Platon vena negar el carcter deciencia la Historia, al afirmar que slo hay ciencia delo que es y no de lo que pasa; el positivismo, por el con-trario, como no admite otra realidad que la del fenme-no, la de lo que muda, concluye en negar la subsistenciade la Filosofa, que tanto vale el convertirla en unamera generalizacion que se deriva del hecho. El positi-

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    21)LPOSITIVISMOEl positivismo ontolgico tiene de comun conel critico el considerar slo posible el conocimien-to de los hechos (1), el no reconocer otra fuente

    que la observacion, ni otro procedimiento, portanto, para adquirir la verdad , que la induccion;pero se aparta de l en que, infiel las conse-cuencias que de tal doctrina se deducen, en vezde abstenerse de investigar qu pueda ser ese algoque trasciende de los fenmenos y que el positi-vismo critico declara incognoscible (2), afirma unaesencia, la materia, incurriendo asi en un dogma-tismo, que rechazan los que se colocan en el pun-to de vista que queda examinado.

    Esta inconsecuencia tiene su explivacion. Y es,que no solo, segun en otro lugar hemos indicado,es imposible al hombre detenerse en el problemalgico y prescindir del ontolgico, sino que de tal

    (1) Buchner pone al frente de una de sus obras estas

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    Y L4 CIVILIZACION.7modo se nos imponen las categoras, que, quer-moslo no, referimos los hechos una esencia.Ahora bien; los naturalistas, que son los princi-pales mantenedores de este sentido; se encuentrancon una que estudian y que no pueden descono-cer; lo que hacen es negar que los principios, lasideas, las categoras, supongan la existencia deotra sustancia que aquella, creyendo, por el con-trario, que todos los fenmenos que en nosotros yfuera de nosotros se nos ofrecen, son de unamisma naturaleza y que estn colocados en unasrie entre cuyos extremos hay gran distancia,pero sin solucion de continuidad entre todos ellos,viniendo as construir todo un sistema ontolgi-co, el monismo, despues de haber declarado unasana abstraccion el rden metafsico. Prescindien-do de lo que tienen de comun ambas tendencias yque hemos examinado ya, veamos 'las consecuen-cias ms importantes que de esta doctrina se dedu-cen con relacion al hombre y la realidad toda.

    Respecto de aquel,- el positivismo ontolgico con-cluye en la negacion del espiritu. No desconoce,

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    1'.L POSITIVISMO2$11a srie de h e chos no es ms qu e la flore scencia m spura de la materia, y de aqu que busquen los man-tenedores de esta doctrina en la organizacion ymodo de ser del sistema nervioso la explicacion delos fenmenos ms ntimos y delicados de la con-ciencia humana, habiendo Ilegal) formular es-ta. doctrina uno de sus secuaces, diciendo que almodo que el hgado segrega la bilis y los riionesla orina, el cerebro segrega el pensamiento; sinque los detenga en el camino de sus afirmacionesla dificultad de explicar ciertos hechos de la vidahumana, puesto que con la teora del hbito y dela herencia, y tomando . como cmplice al tiempo,encuentran solucion - todo en los tomos de lamateria. Es debido este que consideramos graveerror la confusion, por parte del positivismo on-tolgico, de dos conceptos que son muy distintos,el de causa y el de condicion.En efecto, todos los argumentos que aducenpara negar la existencia del espritu, los tomanen el rico arsenal constituido por las observacio-nes y experimentos relativos la relacion y de-pendencia de aquel respecto del cuerpo. Son bien

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    Y LA CIVILIZACION.9cmo la supresion alteracion de un rgancorporal corresponde la desaparicion modificacion de una de las funciones que se atribuyen aespritu, de lo cual deducen inmediatamente, quesiendo evidente esta correlacion, los hechos quesolemos atribuir en nosotros un sr que no esmaterial, no son sino efecto del cuerpo. Ahorabien; salta la vista que, como decamos, aqui seconfunde la causa con la condicion. Un mhsicotocar, mejor peor un instrumento, segun seaeste bueno malo; cualquiera de nosotros escri-bir de uno de otro modo, segun sea la plumaque se ponga en nuestras manos; un industrial.producir ms m.nos, segun que tenga nomercado para dar salida los productos que fa-brica; y sin embargo, ni el instrumento toca, ni lapluma escribe, ni el mercado produce, sino queen todos estos casos, el hombre es la causa de lamsica, de la escritura y del producto, siendosolo el mercado, la pluma y el instrumento,condiciones para que el efecto se produzca. La di-ferencia esencial de estos dos conceptos, es que

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    EL FOSITIVI; M(1:30fenarieno de otra naturaleza completamente dis-tinta (I). Por esto, viniendo al caso presente, en-tre el hgado y la bilis se d la relacion de causa efecto, porque entre ellos existe dicha identidadde ciencia, mientras que esta no se d, entre elcerebro y el pensamiento.Adems, esta correlacion, que pretende verconstantemente y en todas partes el positivismoontolgico, entre el estado del cuerpo y la vida quereferirnos al espritu, lejos de mostrarse con elcarcter de necesidad de permanencia con quese nos presentaria si ambos trminos estuvieranunidos por la relacion de causa efecto, podernosobservar que veces se interrumpe y que encon-tramos verdadera contradiccion en vez de esa su-puesta armona. Qu significa, siti, el que coin-cidan veces la alegra espiritual y la pena corpo-ral y al contrario? Qu es el disimulo sino laprueba manifiesta de que existe en nosotros unprincipio que es capaz de alterar aquella armona?

    (1) Enefecto; ntese en los ejemplos propuestos quelo esencial y propio de los efectos producidos es algo de-bido al hombre y no la naturaleza, puesto que puede

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    Y LA CIVILTZACION1Qu explicacion tiene el martirio para la doctri-na que estamos examinando, puesto que dentro deella es imposible dist:ingir el que sacrifica y lo sa-crificado? Cmo darnos cuenta del revivir del es-pritu de los nios y de los ancianos en la hora dela muerte, cuando vemos que, al mismo tiempoque el cuerpo dbil y apenas desarrollado en losunos, debilitado y consumido en los otros, v ,deshacerse .y desmoronarse, el espritu parece querecobra la frescura de la edad viril en los segun-dos y que muestra el desarrollo que no llegara alcanzar en los primeros? (1) Cmo podramosexplicarnos que en el cuerpo dbil y enfermizodel ilustre Kant habitara un espritu tan pode-roso como el suyo, y cmo que, siendo iguales engnio Goete y Schiller, mientras el uno encerradoen su habitacion y respirando los miasmas queexhalaban manzanas podridas produca sus mag-nficas creaciones, el otro necesitara para las su-

    (1) Este fenmeno es ms notable todava respectode los nios que de los ancianos. Pocos habr que no

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    EL POSITIVISMO:3 2vas respirar en una atmsfera pura y el aire libredel campo? Todos estos hechos demuestran quecuando el mismo materialista pronuncia estas pa-labras: yo conozco mi cuerpo, no dice meramente una frase, sino que se las arranca la existenciareal y verdadera de esta dualidad de sr que ennosotros se d y que l niega, pretendiendo des-truir los poderosos argumentos con que le contra-dicen sus adversarios, hasta los relativos la con-ciencia y la libertad.Para demostrar la dualidad de cuerpo y de espiritu se ha hecho notar que ste, diferencia deaqul, tiene la propiedad de ser consejo, resul-tando de aqu la posibilidad de trazar entre unoy otro rden una lnea divisoria, que el ilustreJouffroy seal con gran elocuencia y precision (I),mostrando corno al paso que de los hechos delcuerpo no tenemos conciencia alguna, la tene-rnos de los del espritu, pues que mientras yos que pienso y lo que pienso, que quiero y loque quiero, ignoro cmo se verifica en mi est-mago la digestion de "los alimentos y cmo circu-

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    Y LA CIVILIZACION.3la la sangre por mis venas. Y de tal suerte esesencial esta distincion, que no tenemos, para co-nocer todo lo que nuestro cuerpo se refiere,otros medios que aquellos de que nos servimospara`conocer los cuerpos extraos, siendo as quetodos sabemos bien que conocemos directa in-mediatamente nuestros pensamientos y nuestrasvoliciones, dndose el caso de que muchos hom-bres terminan su vida en esta tierra sin saberapenas nada de lo que constituye su organismocorporal; y siendo de notar la singular circuns-tancia de que aquella parte de ese organis-mo que est en las lindes que confinan con la es-fera del espritu, y que segun los positivistas esla causa de los fenmenos que aquel referirnos,esto es, el sistema nervioso, es precisamente elque nos es ms extrao y desconocido.Qu tiene que oponer este argumento el po-sitivismo? Lo que podemos llamar la teora de loinconsciente, que tan importante papel desempe-a en algunossistemas filosficos novsimos. Diceque en la esfera del espritu no se d siempre la

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    EL POSITIVISMO.34piritnal del corporal, es una condicion que dentrode aquel se d unas veces y no se- d otras, resul-tando por lo mismo que es esta una propiedadque se adquiere y que no puede servir de lmiteque separe estas dos esferas. El positivismo on-tolgico, al argir de esta manera, olvida una di-ferencia importante, y es, que lo inconscienterespecto del cuerpo es esencial imborrable,mientras que en el espritu corresponde un es-tado transitorio, que depende tan slo del sujeto,y es por lo mismo posible convertirlo hacerloconsciente.

    Ni el esfuerzo individual, ni el poder del hbi-to y de la herencia dan seales de que sea posibleal hombre tener conciencia de los hechos queconstituyen las funciones de su organismo cor-poral, mientras que no hay quien deje de reco-nocer que es conscio de todos los actos que severifican en su espritu; sin otra diferencia entreunos y otros que la mayor menor reflexion conque _ellos atiende. Es verdad que parece ve-ces que somos extraos las operaciones de nues-tro espritu, corno si estas se verificaran sin nues-

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    Y LA CIVILIZACION.5conciencia de lo que vemos y de lo que oimos;pero sbemos bien que est siempre en nuestramano el convertir el ver en mirar, y el oir enescuchar, as como que podemos regir los nume-rosos movimientos que de ordinario verificamosinconscientemente. As, pues, este principio, estehecho de la conciencia es un lmite infranqueableentre los dos rdenes que constituyen el dualismoque en nosotros se d, puesto que siempre viene resultar que s que tengo un espritu y lo quel es; que yo s que tengo un cuerpo, pero no loque es l.

    Dado este punto de vista del positivismo dog-mtico respecto de la naturaleza humana, teniaque concluir necesariamente en' la negacion de lalibertad, en el determinismo, y esto por dos ra-zones, una que alcanza tambien al positivismocritico, otra que es propia del ontolgico. En efec-to, de una parte, como el nico elemento quetrasciende del fenmeno, segun los mantenedoresde la primera de estas dos tendencias, es la leyque rige aquellos, deducen de aqu que, siendo

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    3L POSITIVISMO6que, para afirmar la existencia de ste, se fundanprincipalmente en su condicion de libre, dife-rencia del cuerpo sometido distinta, ya que nocontraria, ley.Por esto, bajo el primer punto de vista, re-cuerdan con frecuencia los positivistas una cono-cida frase del estadstico Quetelet, el cual deca,que con la misma regularidad con que el hombrepaga tributo al Estado y la Naturaleza, lo paga las crceles y los presidios; con lo cual que-ra dar entender, deducindolo de los datosreunidos por la estadstica criminal, que necesa-ria y fatalmente salen cada ao del seno de lassociedades cierto nmero de delincuentes. Y si-guiendo por este camino, el malogrado historia-dor ingls Buckle afirmaba que de tal suerte es-taban sometidos los hechos del hombre estasleyesue la estadstica de correos deInglaterra acusaba en cada ao un nmero decartas que se haban puesto sin sello en los buzo-nes, que guardaba una proporcion prximamen-te igual con el nmero total de ellas, es decir,que lo que parece en nosotros ms arbitrario, la

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    Y LA CIVILIZACIO1N . "7Consiste aquel en afirmar una regularidad yuna exactitud en la produccion de los actos delhombre que no existe, puesto que basta examinarlas estadsticas criminales, por ejemplo, de dis-tintos aos, para observar cmo la delincuenciacrece y mengua, cmo vara la naturaleza de loscielitos, cmo se altera la relacion en. este respec-to entre una y otra provincia dentro de un pue-blo, etc.; diferencias y variaciones que serianimposibles inexplicables, si el hombre no fueralibre. Hojese un anuario estadstico y saltar la vista que al paso que en unos puntos se ob-serva esa regularidad, como, por ejemplo, en lorelativo los datos climatolgicos, en otros,tanto no existe, como que nos servimos de susvariaciones para venir en conocimiento del pro-greso del retroceso de la civilizacion de unpueblo.Fndase tambien esta objecion en un equivoca-do concepto de la libertad, porque se confundeesta con el libre albedro . Cuando se estima queaquella consiste en escoger entre el bien y el mal,

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    38L POSITIVISMOde regir nuestra vida, de ser dueos de nuestrodestino, de ejercer imperio sobre nosotros mismos, no hay tal incompatibilidad , por que ehombre, obrando, corno no puede mnos, segunleyes que se derivan de su propia naturaleza, elibre en cuanto dentro de ellas acta y determina su vida por s mismo. De otro modo, vendramos parar en que aquel que con ms frecuencillevara cabo esa eleccion entre el bien y el malseria el ms libre, cuando la sana razon declaresclavo de las pasiones al que en tal caso se encuentra, al paso que estimamos que es ms soberano de s propio aquel que muestra en su viduna rectitud y una regularidad, que siendo en lapariencia anloga la que impera en la Naturaleza,, es en realidad producto de la librrima accion del hombre.

    Es tal 1.a evidencia del principio de la libertay con tal claridad la v el hombre en su conciencia (1), que son pocos los que, arrastrados pouna lgica inflexible, llegan , defender esta co

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    Y LA CIV1LIZACION9secuencia manifiestamente errnea de su r doctrina. Y cuando, desafiando la sana razon, sepretende elevar la categora de un principio Verdadero el determinismo, todos los argumentos dsus mantenedores enmudecen ante la voz de la libertad que todos olmos en la conciencia, y quparece puesta all por Dios como dique en quese estrellan los dos grandes peligros en que puedecaer la razon humana , el materialismo y epanteismo.Esta cuestion de la libertad tiene una grantrascendencia, porque ella suscita en el espritucontradicciones que solo pueden tener solueionen la Metafsica. Nada dentro del mundo, nentre el mundo y el hombre, si otra cosa no hu-biera, puede explicar este hecho maravilloso: quesabindonos libres, nos sintamos en el punto ycon la misma voz limitados, y, sin embargo, ni lalibertad sea amenguada por la limitacion, ni stasea borrada, contrariada por la libertad. El mun-do slo no explica esta primitiva armona de unacontradiccion primitiva tambien; si por este slofuera, el individuo no sera libre; si por el indi-

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    EL POSITIVISMOdiccion y el vaco en la esfera ms alta del Espi-ran, hemos de reconocer un principio y ardensupremo de la vida, que funde igualmente nues-tra libertad y nuestra limitacion, como depen-dientes y causados por este fundamento. Bajo esteprincipio y ley suprema, al lado receptivo denuestro sr, que al ojo vulgar parece pura nega-cion y contradicciones inconciliable con el expont-neo y activo, es reconocido como la limitacioninfinita de nuestra libertad por la libertad divina,que la comprende de todos lados, la penetra portodos los modos , y, sin embargo, la deja entera ilesa en su lmite y anloga s misma. (1)

    (1) Sanz del Rio.Discurso inaugural pronunciadoen la Universidad de Madrid en 1857. No podemos re-sistir la tentacion de copiar aqu el prrafo que siguesobre la libertad; es tan profundo y tan bello como todoslos de este clebre discurso, que no han podido menosde admirar hasta los ms apasionados adversarios desu ilustre autor.Nuestra vida es el teatro y testimonio permanentede nuestra libertad. A todas nuestras obras precede elprposito, la deliberacion, la resolucion; las buenas yordenadas sigue el propio contento, la paz de la concien-cia; las desordenadas sigue el pesar, el remordimiento;

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    Y LAcivILIzA.cro.x.1A la negacion de este fundamento la p ar denu estra libe rtad y de nu estra limitacion llega e lpositivismo ontolgico p or otro camino, p u e stoqu e , no detenindole en el desarrollo de su doc-trina las consideraciones de e stos dos hechos,p rincip ios y p rop iedades, la conciencia y la li-bertad, t ienen qu e conclu ir necesariamente e nexhortamos amenazamos con el premio el castigo.Qu es la Ley promulgada solemnemente para el gobier-no de la Sociedad y del Estado? Qu es el Tribunal, don-de el Juez promete. Dios administrar justicia, no in-justicia, el testigo decir verdad, no mentira, y dondeel acusado escucha su condenacion su absolucion?Direcciones, garantas, testimonios de la libertad. Lostemplos donde ofrecernos Dios nuestras buenas obras expiamos nuestras faltas con el dolor y el arrepenti-miento, recibiran una ofrenda inmeritoria, si las bue-nas obras no son nuestras, si las malas no son nuestrohecho, si el hombre no causa su vida. No somos educa-dos, no vamos Ja.escuela, al tribunal, al templo paraaprender nuestra libertad; la traemos aprendida, laejercitamos antes de conocerla; ella se reverbera en eldolor, en la alegra, en la compasion, en el amor; lossofistas que pretenden razonar el fatalismo religioso,moral natural, enmudecen ante la voz de la libertaden su conciencia. Sabindose libre el hombre, autor de

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    42L POSITIVISMOafirmar una sola sustancia, la materia, y desdeeste momento, claro es que, asi como la dualidadde cuerpo y espritu lleva consigo la afirmacionde un sr que sea razon y fundamento de ambosy de su union, desconocida aquella, no es posibleni hay para qu admitir la existencia de cosa al-guna que de la materia trascienda, puesto quelos motivos, resuelto, por ltimo, lo que el interssolicita el deber ordena, con la certeza de haber podi-do querer lo contrario, de poder suspender la resolucion la ejecucion, deshacer lo hecho y comenzar, del mis-mo de otro modo. Si la pasion vence en nosotros,nuestra voluntad le ha dado la victoria; si el debertriunfa de la pasion, nuestra voluntad se ha puesto desu parte. Con la libre voluntad damos movimiento yeficacia nuestras dems facultades; movemos el en-tendimiento atender y reflexionar, movemos el cora-zon inclinarse desinclinarse, amar aborrecer,comunicando la voluntad misma por la simpata rec-proca de todo el espritu la fuerza del querer; y segun

    esta misma ley, si la voluntad afloja cede, el entendi-miento no ilumina, el corazon no calienta, la vida todamarcha tarda y enervada; porque la voluntad va adheri-da, corno el nervio al msculo, todas las funciones de lainteligencia y del sentimiento, y nos ayuda fundar elimperio sobre nosotros mismos, el ms alto grado y e l.fruto ms precioso de nuestra libertad. La libre causa-

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    Y LA CIVILIZACION.3declarada la unidad de sr en el hombre casi todaslas llamadas pruebas. de Dios vienen al suelo. Enefecto, si la consideracion del movimiento noslleva afirmar un motor inmvil, por qu noha de ser ste la Naturaleza? Si el principio decausalidad nos conduce reconocer la existenciade una causa causarum, por qu no ha de seresta asimismo la Naturaleza? Si la induccion esla que nos ba de llevar, ascendiendo de grado engrado, hasta Dios, por qu, puesto que es pre-ciso pararse en algun punto, no hemos de dete-nernos tambien en la Naturaleza ? Si cuanto elhombre produce de ordenado y bello en la vidaes producto de su cuerpo, es secrecin de su ce-rebro, por qu atribuir el rden y la belleza deluniverso otro sr que esa misma Naturaleza,en cuyo seno fu engendrado el cuerpo? As queno es en verdad extrao que el positiv ismo onto-lgico, despues de afirmar la unidad de sustancia,atendiendo la naturaleza ndole de los argu-mentos aducidos por ciertas escuelas para demos-trar la existencia de Dios, haya venido con-

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    44L POSITIVISMOque el espritu sereno y reflexivo ve gut el nom-bre de Dios est escrito en todas partes, en loscielos y en la tierra, en el polvo y en el sol, en lacabeza de los filsofos, en la fantasa de los artis-tas, en la boca de sus sacerdotes, y especialmen-te en el fondo de la conciencia humana. S, esverdad, en su conciencia encuentra el hombreeste sr, por ms que los preocupados no acier-ten comprender que en el seno de un sr finitose albergue el que es infinito y absoluto (1).Confundiendo la comprension fsica con la espiri-tual, creen imposible esta relacion de presencia,que ellos estiman de continencia, porque olvidanque no llevamos Dios en la conciencia al modoque los alimentos en el estmago, sino la mane-ra que llevamos la patria en el corazon.sobre la educacion de la mujer, y en el que desenvol-vi con un sentido tan profundo como piadoso y conaquella admirable claridad con que explicaba todas lascuestiones, este tema: la Religion en la conciencia y enla vida.(1) El Sr. Simarro, sincero, discreto ingenioso de-fensor del positivismo, reconociendo que acaso la con-ciencia podria llevarnos donde por otros caminos no

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    Y LA CIVILIZACION.5Si atendemos la conciencia, encontraremosen todas y cada ua de sus esferas la presencia

    de Dios. En la referente al conocimiento, hallamosal lado de datos particulares, mudables, transito-rios, que debemos la observacion y la espe-riencia, principios inmutables, universales y ab-solutos; al lado de elementos que pone la activi-dad de nuestra inteligencia, otros que se nos im-ponen y que son condicion necesaria para quetenga lugar el conocimiento; y hallamos tambienque en este vemos siempre un ms all; que losobjetos y relaciones que conocemos son poca cosaal lado de la infinita realidad y de las infinitasrelaciones que unen los sres que la constitu-yen. Ahora bien: eso que ni muda ni cambia,que es siempre lo mismo ,y que con soberano im-perio se nos impone; ese conjunto de ideas, deprincipios, de categoras, que penetra en todoslos sres y no procede de ninguno, no puede te-ner su razon y fundamento, sino en un sr que,siendo absolutamente infinito infinitamente ab-soluto, sea fundamento y razon de todos ellos. Y

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    EL POSITIVISMOalcanza . conocer sino una pequea parte de esarealidad y un corto nmero d las infinitas rela-ciones que unen los sres que la constituyen,es evidente que ha de existir un sr infinito quereciba en s la presencia de la infinita realidad.De igual modo, atendiendo nuestra concien-cia, hallamos una srie de sentimientos que nosunen todo cuanto existe; pero encontramos queaquellos constituyen una srie ascendente, desdelos sensibles hasta los racionales, los unos pasa-jeros y transitorios , los otros particulares in-completos; y por encima de todos ellos tene-mos conciencia de uno que ni muda, ni cambia,ni recae sobre un objeto particular, sino que, porel contrario, se nos muestra permanente, siempreigual infinito; de aqu que, mientras que losprimeros aparecen y desaparecen, producindonosen el espritu el gozo la pena, el ltimo nosmantiene perptua ntimamente unidos algoque ni es particular ni deja de estar siemprepresente en el espritu, para que el hombre puedasatisfacer la eterna necesidad de amar. Yde talsuerte se diferencia este sentimiento- de lo abso-

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    Y LA CIVILIZACION.$7cuando la naturaleza, bajo el influjo de alguno desus procesos, en lugar de atraernos, nos repele;cuando el amigo nos es desleal, la mujer queamarnos nos engaa, la familia nos abandona y lasociedad es cona nosotros ingrata, parece comoque cerramos los ojos para no ver todos estosdesencantos, y volviendo sobre 'nosotros mismos,encontramos all en el fondo de nuestro sr algoque ni nos falta, ni nos abandona, y al calor delo cual, no slo sentimos consuelo en el corazon,sino que su contacto el alma se templa y vuel-ve al exterior dispuesta entrar de nuevo en estarelacion de union con todos los sres y pagarlescon amor su dio y su indiferencia.En la esfera de la voluntad es igualmente fcilencontrar el Dios de la conciencia. Todo el queatienda si propio, hallar que, en el fondo de.suespritu, hay perptuamente un dilogo interior dedos voces que son esencialmente distintas (1). Launa nos aconseja la mentira, el dio, el inters, laconveniencia; la otra, la verdad, el amor, el desin-

    (1) Y notareis tambien en ese mundo (el de la con-

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    ELrosyri vismoters, el trabajo; la una es tan propia de cada cual,que, mientras yo no revelo por palabras 6 por ac-tos lo que ella me dice, todos lo ignoran; la otra,por el contrario, tan es verdad que dice lo mismo todos los hombres, que en las relaciones de ca-da uno con los dems, lo damos siempre por su-puesto; la una, mi conjuro se irrita 6 calla, selevanta, 6 se apaga y muere; Jai otra, siempre igualy la misma, parece la voz del varon justo y fuerteque conserva la serenidad de espritu en medio delas ms graves circunstancias de la vida; la unanos aconseja que nos erijamos en centro del mun-do y de la realidad, ponindolos nuestro servi-cio; la otra, por el contrario, que reconozcamosel lugar subordinado que en aquella ocupamos, yque por lo mismo sacrifiquemos nuestro bien par-ticular al cumplimiento del bien uno y todo, deldestino universal de los sres. Voz aquella, quenos hace caer y pecar; voz esta que nos redimey nos levanta, que todo hombre lleva dentro desotros quien le consulta ypregunta y ella os vuelve contestar; y se d entre esas dos voces una conversa-

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    Y LA CIVILIZACION.9si mismo junto al Adam pecador el Cristo reden-tor; voz ,aquella, en fin de un Mefistfeles queyo creo y que yo mato; voz, sta, que es tan s-lo eco de una que se hace sentir al mismo tiempoen todas las conciencias, como la accion de la lu-na se hace sentir la vez en todos los puertosdel Ocano.

    H aqu cmo encontramos, segun decamos,en cada una de las esferas de la conciencia, en e lconocimiento, en el sentimiento y en la voluntad,el Dios cuya existencia niega el positivismo onto-lo'gico. Y no es este el Dios de una secta de unaescuela, sino el Dios de ntes, de ahora y de siem-pre: aqul que proclamaba hace treinta y tres si-glos un Cdigo de Oriente, cuando decia al bom-bre:--mientras que t dices: estoy slo conmi-go mismo, en tu corazon reside permanentemen-te este espritu: supremo, observador atento y si -lencioso del bien y del mal: este espritu, que es-t en tu corazon, es un juez severo que castigainflexiblemente, es un Dios; (1) este es el sr

    (1) El alma es testigo de s misma: no desprecieis

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    EL POSTTIVISMO5 oque hablaba en el interior del alma de Scrates yque le condujo proclamar su existencia en me-dio de aquella sociedad politesta; es el Dos cuyotemplo somos y cuyo espritu mora en nosotros,de que hablaba San Pablo (1); es el Dios, de cuyaverdad depone lo que Tertuliano llamaba testimo-nium animw naturaliter christianw; es el Dios denuestro ilustre Servet, para quien no era otra co.sa el Espritu Santo que el principio que habla enel corazon del hombre; es en el que pensaba Sche-leimacher cuando afirmaba que el hombre llevaen s mismo la conciencia de loeterno y de lo in-finito, constituyendo el fondo de su sr, y que,por tanto, lo que los detractores de la Religiondesprecian es su propio santuario; este es el Dios,criterio de nuestros juicios, fuente de nuestrosamores, norte de nuestra voluntad, piedra angu-lar que no puede ser removida en nuestro espri-tu, sin que retiemble y venga abajo todo el edi-ficio intelectual humano, de que hablaba en oca-sion solemne Sanz del Rio (2); ste es, por Ulti-mo, el Dios que inspir Herder la que fu su

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    Y LA CIVILIZACION.1divisa en vida y despues inscripcion de su sepul-cro : luz , amor, vida: luz para la inteligencia,amor para el sentimiento, vida para la voluntad.Si alguna voz blasfema repitiera algun dia la fra-se que oy la Francia de 1848: Dios, retirare,podrn huir de la tierra dioses antropomrficos ylos que son creacion de la fantasa; pero continua-r el hombre oyendo en, su espritu la voz siem-pre viva, siempre igual, del Dios de la conciencia.

    IV .Hemos examinado hasta aqu los principios yafirmaciones del positivismo en sus dos tenden-cias crtica y ontolgica, lo cual era preliminarindispensable para resolver la cuestion contenida-en el tema propuesto. Pero teniendo ste porobjeto , examinar el gnero de influjo que aquella

    doctrina puede ejercer en la civilizacion, la cualno es otra cosa que la obra realizada por los pue-

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    EL POSITIVISMOla aqu examinado, al punto de vista prctico yde aplicacion. Limitando nuestro estudio la vidahumana, puesto que esto es suficiente para la re-solucion del tema, comenzaremos haciendo notarque los positivistas consideran la sociedad comoun organismo, idea que no es ciertamente nue-va, pero que esta escuela ha desenvuelto y desar-rollado dndole el carcter que no poda mnosde desprenderse de su doctrina; esto es, que haconcluido por asimilar por completo el organismo social al natural. As, por ejemplo, HebertSpencer compara los polticos, comerciantes ytrabajadores de la sociedad con los sistemas ner-vio-muscular, circular y nutritivo del organismoanimal, las mercancas la sangre, y el dinero los glbulos rojos de ste; y Huxley cree queel proceso de la organizacion social tiene ms ana-logia;con el de los compuestos qumicos que nocon el del desarrollo orgnico, en cuanto, dicel, los elementos que entran componer un todoqumico pueden recobrar su individualidad, cuan-do aquel se descompone, como sucede con losmiembros que constituyen la sociedad, y dife-

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    Y LA CIVILIZACION.3que al desnaturalizar la condicion de orga-nismo que realmente tiene la sociedad , dndoleun carcter meramente fsico, viene resultar,corno ya hemos hecho notar en otro lugar, quequeda la vida humana sometida leyes fatales ynecesarias, con las cuales es incompatible la li-bertad (1).Dejando un lado el exmen de esta antino-mia, de que ya nos hemos ocupado, debemoshacer constar aqu tan solamente que este concepto de la vida, en relacion con otros principiosdel positivismo, ha dado lugar que esta escuelaextremara un 'error que encontramos constante-mente en la historia del pensamiento humano.Nos referirnos al influjo que en el modo de serde los pueblos ejerce el medio natural. Desde losfilsofos griegos hasta Montesquieu y desde stehasta Cousin y Herder, se ha venido haciendovuelto el error de la teora del estado antesocial, segunla cual el hombre pierde parte de su libertad indepen-dencia primitiva al entrar formar parte de la socie-

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    5 4L POSITIVISMOconstar aquel gnero de influencia, estimndolaunos causa absoluta de la vida , otros slo causaconcurrente, creyendo estos que inclina pero queno fuerz a , aquellos que es una imposicion nece-saria con la que debe por lo mismo el legisladortratar y capitular (1). Naturalmente el positivis-

    sao(1) Hipcrates creia que la naturaleza del pas cor-respondian las formas del cuerpo y las disposiciones delalma, pero toma en cuenta otros elementos morales;Polibio y Galeno dicen que el pas y la naturaleza de-terminan por necesidad las costumbres; Platon reco-mienda los legisladores que tengan en cuenta las con-diciones climatolgicas; Bodin habla de la necesidad deacomodar las ordenanzas humanas las leyes natura-les, creyendo, sin embargo, que pueden ms que estasel derecho,' la libertad y la educacion, pero que esto noobstante, el legislador debe tratar y capitular con in-fluencias que no dependen de l; Montesquieu, dandouna importancia desmedida al clima, por l explica lasupuesta inmovilidad de Oriente, la esclavitud, la po-ligamia, etc., habiendo sido contradicho por Voltaire,Mably, Hume, etc.; Filangieri dice que el clima es cau-sa concw'rente pero no absoluta; Herder afirma que lahistoria de la humanidad es una pura historia natural,y que por tanto, las condiciones naturales tienen pre-

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    Y LA CIVILIZACION.51120 ha extremado, como decamos, el papel quedesempea el medio natural en que se desenvuel-ve la vida, cayendo as en un verdadero fatalismo.En verdad que el clima, la posicion geogrfica,el territorio, etc., influyen necesariamente enaquella, pero no como causa, sino como medio;que, como tal, condiciona la existencia, haciendoposibles unos desarrollos impidiendo otros, influyendo por lo mismo de un modo directo enlas relaciones econmicas indirectamente en losdems rdenes sociales. Pero no slo no es causa,sino que no es tampoco la nica conclicion, pues-,to que prueban que su lado existen otras, lasmodificaciones que aquella va experimentando,hasta el punto de haber podido decir un filsofoque cada vez hace ms el hombre al territorioque no el territorio al hombre; y de aqu que, siatendemos al desenvolvimiento histrico de la vi-da econmica, encontraremos, primero, una edaden la que la naturaleza se impone al hombre, elcual se siente ante ella como supeditado y ame-drentado ; luego, otra caracterizada por los es-

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    EL POSITIVISMOcomo verdaderas armas de guerra contra la natu-raleza para subyugarla; y llega por fin la terceraedad, en la cual no es ya el predominio de la na-turaleza como en la primera, ni el del trabajocomo en la segunda, y s el del capital su notacaracterstica Comprese sino la situacion queocupaba en la tierra el hombre primitivo, anona-dado bajo el imperio incontrastable de las fuer-zas 'naturales , y la que alcanza en los tiemposactuales en que son aquellas dciles instrumentosque utiliza el hombre y de que se sirve para subien.

    Pero lo verdaderamente caracterstico de la doc-trina positivista respecto del modo de concebir,en relacion con la vida, es el principio de la evolu-cion (1), que no es otro que el devenir de He-

    (1) El principio no es ciertamente nuevo. Aqu debe-mos observar que Krause puso un especial empeo enmostrar que la sociedad es un organismo y que estsometida la evolucion social orgnica. Schelling,como en otro lugar hemos dicho, se sirvi tambien enla filosofa general de la idea de la evolucion orgnica, la cual di una extension antes desconocida, habien-do llegado hacerla popular. Dej, sin embargo,

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    Y LA CIVILIZACION.gel (1), aunque los positivistas han venido afir-mar esta ley empleando el nico mtodo, segunellos, legtimo; esto es, la induccion. Como laescuela de que nos ocupamos concluye en muchosde sus adeptos en la unidad de esencia, y de aquel carcter universal que pretenden dar susprincipios, resulta que el de la evolucion t ieneuna trascendencia verdaderamente metafsica, yalcanza este carcter an en los que se detienenen el punto de vista critico, puesto que, quiranlo no, vienen constituir aquella ley en expli-cacion del modo de ser y de determinarse la rea-lidad toda. En efecto, la evolucion tiene unabasa real sobre que asentarse, y entonces resultaramas de la ciencia social, Krause, bajo el impulso deSchelling; mientras que von Baer y los embriologristas,Savigny y las escuelas histricas de derecho y de eco-noma poltica han aplicado esta doctrina los respec-tivos rdenes que estudian independientemente del in-flujo inmediato de Schelling, aunque no es posible des-conocer que influyera en ellos de un modo indirecto.(17te Philosophy of History in Euroy, chap X. p. 489,por Robert Flint.)

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    EL POSITIVISMO58un noumenos, slo y nico, en el cual aquella sed, lo que le sirve de fundamento es tan sloun principio pensado y sin realidad; si lo uno,desaparece la variedad de sres y de sustancias yqueda la nica y sola que, segun hemos visto,viene afirmar el positivismo ontolgico, la mate-ria; si lo otro, se viene concluir en un idealis-mo subjetiv o, y, consiguientemente, en el excep-ticismo que lgicamente va parar el positivis-mo critico.Por lo que hace al primero de dichos puntosde vista, ya hemos hecho notar en otro lugar queentre el espritu y la materia se d un lmite, quees infranqueable para la trasformacion y la evo-lucion, nica cosa que nos importa hacer constarahora, pues no entra en nuestro propsito exa-minar esta doctrina en su relacion con los sresnaturales, mientras que interesa recordar aqu ydar por reproducida dicha distincion para salir alencuentro de aquellos filsofos y natdralistas que,confundiendo 1.3 que nosotros hemos distinguido,suponen que la evolucion enlaza sin solucion decontinuidad los fenmenos de la realidad toda,

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    Y LA CIVILIZACION.9el determinismo que es conducido- por varioscaminos el positivismo ontolgico.

    En cuanto al segundo punto de vista, propiodel positivismo crtico, que ha utilizado al efectola enseanza que se deriva del idealismo subjetivode Kant y del idealismo absoluto de IIegel, hare-mos observar que es imposible afirmar la evolu-cion el devenir sin reconocer algo en que estapropiedad se d; sin que baste decir que todopasa y todo muda, puesto que siempre resultariaque el mudar mismo era una propiedad perma-nente, era inmutable; y por tanto, es imprescin-dible admitir algo en que se asiente por lo m-nos esta propiedad que, segun ellos mismos, nopasa ni cambia, puesto que la afirman como leyconstante y necesaria. Adems, los positivistas,en su empeo de no ver ms que hechos y fen-menos, no pudiendo ni queriendo, por tanto,admitir que tras de cada srie de aquellos, y enindivisa union con ellos, se dan esencias y sus-tancias, tienen que borrar los lmites que sepa-ran unas de otras, y de aqu el afan con que

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    EL POSITIVISMOt iotras que aquella permanece lkmisrna, adquieren,mediante una trasformacion indefinida, nuevaspropiedades, as como pierden otras; resul-tando de aqu que, as como se resuelven unasespecies en otras especies, un reino en otro rei-no, de igual mo f o, lejos de haber sido y ha-ber de ser siempre el hombre lo que considera-mos hoy como su esencia propia, la cual ni conel tiempo cambia ni nuestra actividad es capaz detrasformarla, ha ido adquiriendo, travs delos siglos, esas que nosotros llamarnos propieda-des esenciales, y que, segun el positivismo, estnen continua y perptua trasformacion, no te-niendo, por lo tanto, , un fondo comun el hom-bre de ayer, el de hoy y el de maana.Como cada cual sabe bien, atendiendo, no ya principios racionales, sino tan slo la propiaexperiencia, que el hombre es impotente para mu-dar la naturaleza misma de los sres, inclusa lasuya propia, y que ante aquella se detiene su li-bertad, esto es, que yo puedo regir mi voluntady dirigir mi pensamiento, pero no ni en modo al-guno suprimir ninguna de estas dos propiedades,

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    Y LA CIVILIZACICP!.1cmplice de sus preocupaciones al tiempo, expli-can esto, que nos parece imposible, por el hbi-to y la herencia.Dejando un lado el exmen de estos princi-pios por lo que hace su aplicacion universal ycontentndonos en este respecto con hacer notarque as el hbito como la herencia suponen nece-sariamente la identidad del sujeto en que median-te aquellos se verifica la trasformacion, y en con-secuencia un principio de enlace entre los resul-tados de la misma, veamos cmo esta doctrina esinexacta con relacion al hombre, que es lo queahora nos interesa. Es verdad que el hbito con-vierte en segunda naturaleza las obras del hom-Ve, tejindolas en la trama de la vida como hi-los de oro urdimbre grosera, segun fu al na-cer bien mal ordenada la voluntad; pero no loes mnos que por encima de esta segunda natura-leza que el hbito crea, est la primera y esen-cial, que sirve de fundamento la otra y de lmi-te para ella infranqueable; y por esto no hay hom-bre alguno que deje de considerarse en todo mo-

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    6 2L POSITIVISNIOpre una lucha, veces terrible, que produce enla existencia del hombre crisis dolorosas, este mis-mo hecho es un testimonio vivo y elocuente delcarcter subordinado, la par que de los lmites,del hbito.Y por lo que hace la herencia, haremos ob-servar tan slo que ella es respecto de la especie, si se quiere de la srie de los sres, lo que elhbito respecto del individuo, .y por tanto, que esaplicable la primera lo que queda expuesto conrelacion al segundo. Adems, la experiencia detodos los dias contradice el supuesto necesario in-flujo de este elemento en cuanto nos muestra cmoindividuos nacidos en iguales condiciones en esterespecto son entre s muy distintos; y por lo queal hombre se refiere, no obstante las investigacio-nes hechas por los historiadores positivistas, qui-zs bajo el imperio de este prejuicio, la verdades que nada se encuentra en la historia del hom-bre sobre la tierra que autorice para afirmar quecon el trascurso del tiempo haya adquirido pro-piedad esencial alguna que antes no tuvieras.

    El errneo concepto que de la vida tiene el po-

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    Y LA. CIVILIZ..ACION.3bre algo que es permanente, que es el ncleo deque aquella se deriva y el fundamento en que seasienta, y el cual no es otra cosa que la esenciade los sres vivos, que van producindola y deter-minndola, aunque sin agotarla, en la srie sucesivade hechos que constituyen la vida. Admitiendo es-te elemento inmutable, se explica llanamente eldevenir, la evolucion, puesto que no es esta otracosa que la propiedad que tienen los sres de irrealizando su esencia y naturaleza en posicionesconcretas y determinadas que se suceden, para locual es preciso que cuando aparece una, otra des-aparezca, y de este modo llegue ser la que an-tes no era, constituyendo srie merced al enla-ce que entre unas y otras se d y que tiene porfundamento la identidad del sr en que se veri-fica.Con lo dicho basta para dar una idea generaldel concepto que de la vida tiene el positivismo,nica cosa que aqu hace al caso; puesto que al exa-minar en lo que sigue el influjo que la tendenciadeterminada en las ciencias por esta escuela pue-

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    (3 4L POSITIVISMOlas esferas expresadas trata de-hacer prevaleceresta doctrina, hoy predominante en el mundo, ycuyos principios filosficos quedan examinadosen todo lo que antecede.

    y

    Examinado en todo lo que precede lo refe-rente las afirmaciones tericas del positivismoen sus dos matices crtico y ontolgico, as comoel concepto que de la vida d este sistema, vea-mos el influjo que la tendencia determinada poreste sentido en las ciencias puede ejercer en el r-den religioso, en el moral, en el jurdico y en elsocial, y as resultar apreciada la relacion entrelos dos trminos que sirven de epgrafe estetrabajo, y contestado el tema que ha sido ocasiondel mismo.

    Comenzando, pues, per la religion, debemosante todo hacer notar que no se trata de inquirir

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    Y LA CIVILIZACION.5tampoco de la solucion que deba pueda tenerel problema religioso en nuestros tiempos. Enfrente del positivismo, le r, religion misma (1), yno sta aquella, debe decir, como Hamlet: tobe or not to be; that is the question; puesto quese trata de saber, si esta vida religiosa es un es-tado transitorio en la historia de la humanidad, si, por el contrario, responde algo quin seaesencial en nuestra naturaleza; si el Sr que sir-ve de base y fundamento esta relacion es ver-daderamente el punto mstico de donde procedey donde vuelve todo bien en el mundo (2)

    (1) Hace unos treinta aos, la teocracia arrojaba desus ctedras por_ medio del brazo secular del Estado; dos hombres ilustres: Edgard Quinet y Michelet,como en otro tiempo arrojaba de las suyas al doctrina-rio Cousin y al cristiano Guizot; y sin embargo, Quinetdecia que el hombre camina hcia la religion como elleon al desierto, corno el guila las cimas de las mon-taas,yMichelet, hablando melanclicamente delcristianismo, decia: la humanidad va dejando desiertossus altares; pero decidme, si lo sabeis, yo os lo suplico,se han levantado otros nuevos? Qu diferencia deaquellos estos tiempos! Hoy pasan por msticos cuan-

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    6 6LP O S I T I V I S M Oy tiene existencia real, es una pura abstraccion,creacion de nuestra mente. Al examinar estacuestion, procuraremos no seguir el ejemplo deaquellos adversarios del positivismo que se con-tentan, al contestar sus observaciones y argu-. mentos sobre este punto, con dar el calificativode ateos los partidarios y secuaces de esta doc-trina. Basta recordar que los paganos tensancontinuamente en boca este epteto, que lanzabansobre los cristianos, para ser cautos, teniendopresente que cada individuo y cada pueblo sesiente inclinado suponer que todo aquel que nocree en el Dios que l adora, niega ese mismoDios, es ateo (1).La religion tiene en nosotros un doble funda-mento : de un lado, el sentimiento de ,dependen-cia, y de otro, el de intimidad, ambos consecuencia de la relacion esencial que se d entre elsr finito y el Sr infinito. Nace el primero deque, segun en otro lugar hemos visto, el hombreencuentra en todas las esferas de su conciencia algoque ni muda, ni cambia, ni es determinado, sino

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    Y LA CIVILIZACION7que, por el contrario, est siempre presente en suespritu, le sirve constantemente de gua en la obrade la vida, y ljos de estar , su alcance el reha-cerlo reformarlo, aparece como lmite y barrerade la esfera en que se mueven su libertad y su ac-tividad.. Procede el segundo de que nos sentimosen ntima relacion con \ la realidad toda, y as con-sideramos que nuestro destino se auna al de todoslos sres, debiendo por lo mismo determinarnuestros actos, no constituyndonos en centrodel mundo y poniendo ste , nuestro servicio,sino antes bien sometindonos y subordinndo-nos al fin universal de todo cuanto existe, cuyocumplimiento por tanto contribuimos y nos aso-ciaros, reconociendo que slo as la obra querealizamos responde un tiempo la energaque nos mueve desenvolver nuestra propia na-turaleza y al sentimiento que nos lleva no seruna nota discordante en la armona universal.Por esto, lo primero y fundamental en la reli-gion es que el hombre obre siempre en vista deeste sentimiento, de esta intuicion del infinito,

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    EL POSITIVISMOdo en que de esa suerte contribuimos al cumpli-miento del destino universal de los sres y endebido acatamiento las leyes que derivndosede la naturaleza y esencia del Sr absoluto in-finito, rigen la existencia de todos ellos.Pero no es la Religion nada ms que esto? Naes adems de forma algo real y sustantivo, y portanto distinto de los otros fines de la vida? Elhombre no se somete aquella dependenciacomo algo que se le impone fatal y necesaria-mente, ni tampoco estima como impuesta, igual invariable, la intimidad que le une con el Srinfinito; antes, por el contrario , siente una ne-cesidad interior que le mueve no contentarsecon realizar su vida con sujecion aquel doblesentimiento y un impulso que le lleva entraren comunicacion mstica con el Sr que consideracomo razon y fundamento de su propia existencia,lo cual hace que constantemente pugne por pene-trar ms y ms en el misterio que parece sepa-rarle del Sr absoluto, que busque apoyo, anima-con y consuelo en este espritu religioso, sin elcual la vida es un desierto (1) , aspirando en-

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    Y LA CIVILIZACIO9religion , adems de acompaar todos los actos(le nuestra vida como una santa msicaquenuestro odo oye en medio de las ruidosas diso-nancias del mundo, como ha dicho Schleierma-ther, es un vinculo personal y directo entre nues-tra personalidad limitada y finita y la absoluta infinita personalidad de Dios, donde tiene sufundamento la oracion, la cual, junto con la con-dicion de sociable que el hombre tiene y quemuestra necesariamente en todas las esferas de lavida, d lugar la constitucion y organizacionde los cultos y de las Iglesias.No es, pues, el misterio lo caracterstico y co-mo la nota comun de todas las religiones que hanido apareciendo sucesivamente en la historia dela humanidad (1). Es verdad que lo encontramosconstantemente en nuestro camino, y que la f yla creencia toman su cargo el descifrarlo desdeel punto en que la reflexion y la ciencia se decla-ran impotentes para el caso; pero es un prejuiciosuponer qne esto sea exclusivo de la religion, elcual procede de considerarlo como consecuencia

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    EL POSITIVISMOagotable, sino que otro tanto puede decirse de ca-da cosa y sr particular, puesto que cualquierade estos , en cuanto forma parte de la realidad to-da, se une con ella por infinitas relaciones , mu-chas de las cuales escapan la inteligencia; nopudiendo , por tanto , el hombre ufanarse de te-ner un conocimiento completo y acabado ni si-quiera del grano de arena. Lo que realmente seencuentra en el fondo de todas las religiones his-tricas y que es todas comun , es el doble senti-miento de dependencia inferioridad, de intimi-dad y union, que antes hemos hecho notar , y lacreencia en el hombre de que el Dios que adorapuede intervenir en la vida de algun otro modoque el que se deriva de las leyes generales quepresiden al desarrollo y desenvolvimiento de lossres. La humanidad ha reconocido siempre en elDios que ha rendido culto un Sr superior, unSr que llamaba al hombre contribuir al desti-no que l fijara los sres, un Sr , en fin , quepoda oir al hombre y ser oido por ste.

    Veamos ahora qu es la religion, as para elpositivismo crtico como para el ontolgico.

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    Y LA CIVILIZACION.ta meramente critico, 6 en entregar la religiontoda aquella esfera, considerndola por completdesligada de la ciencia y como la propia del misterio que reinaria en ella en absoluto. Si lo primero, es escusado decir las consecuencias quconduce con relacion , la vida religiosa del hombre, el cual no puede contentarse con dar solucion al problema lgico y abstenerse de buscarlpara el ontolgico, puesto que no le basta sabeque conoce y cmo conoce , sino que necesita darse cuenta de lo que es la realidad toda para drsela de este modo tambien del lugar que l ocupdentro do aquella y la obra que en consecuenciale toca llevar por su parte cabo en relacion conla de todos los sres; y por esto, como en la religion busca el hombre la clave de la solucion este problema, es para l completamente imposi-ble esta abstencion, contra la cual protestan ener-gas poderosas que se levantan en su espritu,empujndole penetrar por ese camino que elpositivismo crtico declara infranqueable. Si lo se-gundo, si se pretende con Flerbert Spencer tra-

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    72L POSITIVISMOes decir, lo absoluto y lo trascendental, lo que sehace es, en la apariencia, dejar la religion unamplia esfera, dentro de la cual puede moverse contanta ms libertad, cuanto que se considera comolo propio de ella el misterio y como medios adecua-dos de descifrarlo la f, la creencia, el presenti-miento , que escapan las leyes que al conoci-miento impone la lgica; pero en la realidad loque se hace es dejar en el aire el fundamento esen-cial de la relacion que sirve de base la vida reli-giosa, puesto que es imposible afirmarla y vivirlacuando se declara incognoscible uno de los tr-minos por ella unidos, cuando se niega al hom-bre la posibilidad de conocer la unidad absolutaque sirve de base al doble sentimiento de depen-dencia intimidad de que ms arriba hemos ha-blado.

    Yh aqu el punto de contacto, que en otraparte hemos hecho notar, entre el positivismo yel tradicionalismo cat lico (1 ). Este como aquelconsidera que la razon humana es impotente pa-ra conocer ese rden trascendental, y por tanto .Dios; y en esto funda la necesidad de una reve-

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    Y LA. CIVILIZACION.3mostrarnos la existencia del Sr infinito y quenos dicta adems los principios y las reglas deconducta que nos han de guiar en la vida, yaque no nos es dado descubrirlas por nosotrosmismos, en cuanto somos incapaces de abarcarcon el pensamiento la realidad toda de que aque-llas se derivan. Pero, no obstante este punto deconjuncion, el positivismo ha declarado cosa pere-cedera, y un muerta ya, la religion con la teora,formulada por Augusto Conste de los tres esta-dos: teolgico, metafsico y positivo (I); los dosprimeros, transitorios y pasados ya; el tercero,nico real y el llamado suceder en perpetuidad aquellos. Es escusado que nos detengamosexaminar este modo arbitrario de concebir el des-arrollo de la vida humana, contradicho por losprincipios de la filosofa de la historia y por loshechos de la historia misma. Ni la religion, ni lametafsica, constituyen en el desarrollo de la ci-vilizacion estados transitorios y pasajeros, ni senos muestran en la historia sustituyndose el unal otro, ni dejndose sustituir ambos por la lla-

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    EL. POSITIVISMOnunca borrarse por completo ninguna de ellas,ni dejarse sentir su influjo en la vida. Ntese,adems, que lo ms arbitrario de esta concepcionconsiste en crear como independiente y en frentede la metafsica, este estado llamado positivo, ecual es tan slo una tendencia y direccion dentrodel movimiento general determinado por la filo-sofa.Sin ms que recordar que una de las conclu-siones que va parar el positivismo ontolgicoes, segun en otro lugar hemos visto, la negacionde Dios, bastara para dejar ver el gnero de influjo que puede ejercer en el rden religioso. Sinembargo, es justo y obligado distinguir dentro desta tendencia dos matices: es el uno el sealadopor aquellos escritores que, declarndose francamente materialistas, proclaman de igual modo eateismo, que tanto monta el no reconocer otrarealidad ni otro ser superior que la Naturalezael otro es el conocido con el nombre de monismoel cual afirma que as como el hombre, mirado pola lente de la observacion externa, se llama cuer-po, y por la de la interna espritu, de igual mo-

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    YLA CIVILIZACION.75religioso de la humanidad, tiene grandes puntosde contacto y de analoga _con el atesmo que bro-t fines del siglo pasado de la filosofa sensua-lista, no slo destruye la religion negando la exis-tencia de lo que es su fundamento esencial, sinoque toma en esta cuestion una actitud tal de vio-lencia y de encono, que ha valido sus adeptosla denominacion de les enfants terribles del posi-

    tivIsmo .Por el contrario, los mantenedores del monis-mo, aunque para algunos pasan tambien por ma-terialistas y ateos, para otros es su doctrina unpanteism o naturalista, y de aqu que conservecierto sabor religioso que tiene siempre todo pan-teismo, porque dentro de esta doctrina, no sloes posible reconocer la dependencia intimidadque sirve de base la vida piadosa, sino que an-tes bien las extrema y exagera, llegando desco-nocer el carcter personal y libre de la relacionque une Dios con el hombre.Resulta, en suma, que ni el positivismo crticoni el ontolgico favorecen en verdad la causa de

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    76L POSITIVISMOtan solo en su lugar un commune quid, la unidadde la universa realidad.

    VI

    Al examinar el influjo que la doctrina positi-vista puede ejercer en el rden moral, debernoscomenzar distinguiendo aqul de la religion. Deun lado, hay quienes consideran completamenteseparadas estas dos esferas, concluyendo porproclamar la llamada moral independiente. Otros,por el contrario, las confunden, hasta tal punto,que no admiten otra moral que la que predicany proclaman las religiones positivas. Los prime-ros olvidan que el sentimiento moral slo, sin elsentimiento y el conocimiento de Dios, declina,entre las sombras y luchas de la vida, en unamoral emprica, en simpata subjetiva, incapazde los grandes motivos y sacrificios, de la cons-tante voluntad y universal amor todos los s-

  • 8/7/2019 Azcarate-Estudios filosoficos y politicos 1877

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    Y LA CIVILIZACION.7ras, ni sabe traer ningun motivo ni obra nuevaal tesoro de la virtud; no es moral activa, ycomprensiva, ni progresiva, porque no es religio-sa (1). Los segundos no tienen en cuenta queslo cayendo en el escepticismo, puede descono-cerse el derecho que la razon y la filosofa tienen investigar los principios que deben regir la vidahumana en este rden, que de otro modo, conser tau importante y trascendental, quedaria rele-gado de la esfera de la ciencia.Claro es, por lo mismo, que si de un ladotodo lo dicho respecto del influjo del positivismoen la religion es base y complemento de lo