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ASSOCIACIO DE MEDICINA AERONAUTICA I ESPACIAL CANUDAS Y LA AERONAUTICA ADOLFO Azoy José Canudas, mejot dicho Pep Canudas es uno de aquellos tecuet- dos ent rañables que son evocados en cualquier momento de nuestra vida. Desapareció suavemente víctima de cualquier enfermedad y de dolores espirituales que le circundaron; por fin un día cualquiera este año 1975, su corazón en el que cabía cariño para todos, se detuvo y su persona física se extinguió. Nació en 1894 y su vida fue lo suficientemente larga para que su talento y su afectividad rindieran una ingente. De él surgieron el hom- bre, el símbolo, el poeta y el soñador y forjador de empeños, su obra es un «humo dormido» o «una nube enjaulada» como dirían Azorín y Gabriel Miró. También Antonio Machado destaca como la obra es lo permanente de la humanidad en el transcurso de los tiempos. « ... Todo pasa, todo queda porque lo nuestro es pasar pasar haciendo caminos caminos sobre la mar .. . » Hombre con las máximas afinidades con el planeta en el que nació, su camino se trazó en el aire y su des tino se configuró hacia el mundo del espacio. Del espacio donde vuelan l as aves. Canudas sintió el poder de la fantasía como el <<Principito» de Saint Exupery y la «Gaviota» de George Bach, pero supo intuir en el transporte aéreo de nuestra atmósfera circundante, la realidad fea- dente que él mismo pudo disfrutar. Hizo de un suspiro un vuelo y de una lágrima una galaxia, porque en su vislumbre genial existió la Cosmonáutica y la Astronáutica. El siglo XX se inicia con la consecución de grandes y bellas reali- dades tenidas como utopías en prolongadas épocas anteriores. Motor

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ASSOCIACIO DE MEDICINA AERONAUTICA I ESPACIAL

CANUDAS Y LA AERONAUTICA

ADOLFO Azoy

José Canudas, mejot dicho Pep Canudas es uno de aquellos tecuet­dos entrañables que son evocados en cualquier momento de nuestra vida. Desapareció suavemente víctima de cualquier enfermedad y de dolores espirituales que le circundaron; por fin un día cualquiera d~ este año 1975, su corazón en el que cabía cariño para todos, se detuvo y su persona física se extinguió.

Nació en 1894 y su vida fue lo suficientemente larga para que su talento y su afectividad rindieran una ingente. De él surgieron el hom­bre, el símbolo, el poeta y el soñador y forjador de empeños, su obra es un «humo dormido» o «una nube enjaulada» como dirían Azorín y Gabriel Miró.

También Antonio Machado destaca como la obra es lo permanente de la humanidad en el transcurso de los tiempos.

« ... Todo pasa, todo queda porque lo nuestro es pasar pasar haciendo caminos caminos sobre la mar .. . »

Hombre con las máximas afinidades con el planeta en el que nació, su camino se trazó en el aire y su destino se configuró hacia el mundo del espacio. Del espacio donde vuelan las aves.

Canudas sintió el poder de la fantasía como el <<Principito» de Saint Exupery y la «Gaviota» de George Bach, pero supo intuir en el transporte aéreo de nuestra atmósfera circundante, la realidad fea­dente que él mismo pudo disfrutar. Hizo de un suspiro un vuelo y de una lágrima una galaxia, porque en su vislumbre genial existió la Cosmonáutica y la Astronáutica.

El siglo XX se inicia con la consecución de grandes y bellas reali­dades tenidas como utopías en prolongadas épocas anteriores. Motor

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de explosión, cinematografía, comunicac10n inalámbrica y aeronáutica, como destacados hallazgos. En este siglo dejó la niñez José Canudas para entrar en una adolescencia en la que sus rasgos caractereológicos se impregnaron de algo que llevaba en su alma, «un humanismo inte­gral» a lo Jacques Maritain.

Hay algo inherente en cierta índole de hombres y es un sentido benevolente en la comprensión y justificación y valoración de los seme­jantes, sea cual fuere su condición, estados de ánimo, grado de cultura y circunstancias interiores o exteriores que motivan su sensibilidad y expresiones «Horno humanos», sería la mejor calificación para definir su personalidad.

Libre albedrío y libertad, junto al concepto del bien social, fueron conceptos un tanto bergonianos de su tan arraigado concepto de la solidaridad humana. Las ideologías sentimentales, los apasionamientos artísticos y las convícciones de índole elevada, despertaban siempre su interés, su atención y su angustia, si revelaban sufrimientos o sinsabo­res. Su alma altruista por esencia, trataba siempre de socorrer, aliviar o remediar cualquier aflicción de los demás. Enemigo de la violencia, sin asomo de agresividad en su conducta habitual, tuvo el sentido de lo que debía ser la paz en la grey humana; magnanimidad, buena vo­luntad y ausencia de rencor; concebía la amistad con lealtad senequiana y alegría franciscana. Un tenue pero aparente aroma de felicidad se respiraba a su lado; prefirió consolar a ser consolado.

Fue símbolo del prototipo de investigador científico porque unía a su entusiasmo sin barreras, la constancia en sus realizaciones y el razo­namiento sereno de autocrítica constructiva. Seguro e imperturbable en sus ensayos y demostraciones, siempre descubría el caudal de posi­bilidades y el interés en resolver los más acuciantes problemas aeronáu­ticos. Fue audaz pero no temerario.

El camino quedó trazado merced a momentos de abstracción espi­ritual, que desligan su ser de cuanto le es común, para comprender y realizarse en un sentido apasionado y permanente. Así surgió la llamada de la aviación como sortilegio e inspiración del milagro de volar como nuevo arte dado para el hombre.

Ello polarizó la verdad en la que modeló su alma de adolescente, en la oue cristalizaron sus mayores y esperanzadas ilusiones: La aviación. · ¿Y qué era la Aviación o Arte de Volar?, al igual que los pájaros,

con alas propias manejadas y dirigidas por el propio hombre, la Aviación era también la historia de un grupo , de soñadores elegidos que vieron volar las aves en gráciles v rápidas :figuras, surcando el espacio intan­gible en aros, rizos y ondulaciones, para posarse en la ti~rra, en un risco o en una rama de árbol cuando deseaban el reposo y les acuciaba el sueño o el hambre; pues al :6.n v al cabo eran seres terrenos y en su ecología satisfacían sus elementales necesidades .

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La muerte por precipitación truncaba uno tras otro los soñados éxitos de conseguir un nuevo «Eureka».

Un vuelo de Luden Manuel realizado en Barcelona el 11 de no­viembre de 1910 es el impulso avasallador que imprime el signo de destino hacia lo que aún no era una profesión sino un arte expuesto a todos los riesgos pero con panoramas de bellezas inauditas de cente­lleantes valores, solamente vividos por los incomprendidos poetas del espacio surcado por alas inertes que muchas veces les llevaban al arcano de la muerte.

Una escuela barcelonesa creada por otro catalán idealista de apellido Pujol, abrió sus puertas a José Canudas y la entelequia cristalizó en realidad: El flamante título de Piloto Aviador; era el año 1914.

No era en aquel momento fácil y muchos menos seguro adiestrarse en el vuelo. No existían aparatos de doble mando y el aspirante debía entrenarse solo en un aparato que no se elevaba, pero que permitía el adiestramiento de despegue, picado, inclinaciones por medio del timón y los alerones de profundidad o lateralización. La «suelta», es decir, el primer despegue real del vuelo. Elevarse, estabilizar el aerostato, girar a derecha e izquierda y la toma de tierra, eran las funciones que, ensa­yadas, había que realizar realmente rogando a Dios que la falta come­tida no fuera la última .

La guerra europea primero y mundi'al después, por la participación de los Estados Unidos de América en la conflagración, había dado un impulso gigante a la aviación . Adolfo Pegoud había descubierto la «Acrobacia» y la guerra que se inició en 1914 para terminar en 1918 y gracias a ella inventó la «Aviación de Caza». La aviación de guerra completó las armas de combate con el Ejército del Aire, para trans­porte, reconocimiento, bombardeo y caza. De cualquier modo ello dio lugar a la aviación civil, llamada postal en sus comienzos y de trans­porte después.

Canudas emprendió este sendero, sin embargo sus sentimientos tenían calor social y sus conocimientos aeronáuticos, junto a una des­treza admirable en la conducción de aviones, destacó en él al maestro y un grupo de discípulos eminentes surgieron de su escuela, que pudo llamarse por ello: Escuela Catalana de Aviación Civil.

Rodeado de su grupo de técnicos y aficionados, formó pilotos pro­fesionales y deportivos, entre los que se encontraban: Carreras, Xuclá, Castañondo, Balcells, Camarasa, Aguilera, Foye, Doménech entre los más destacados y dos mujeres Josefa Colomer, su primera alumna femeri.ina y M.a Dolores Vives, segunda fémina en obtener el «brevet» de aviadora civil de Barcelona.

El momento aviatorio en los años treinta era de gran inquietud; militar, deportiva y postal, dominante esta última ya que comenzaban los ensayos postales y el transporte de pasajeros hacía sus primeros

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ensayos de los cuales quedó huella indeleble, llevada a la novela por el escritor y piloto militar francés Antoine de Saint Exupery, caído en la guerra mundial iniciada en 1939.

Las hazañas aviatorias españolas tuvieron como teatro de opera­ciones nuestra guerra de Marruecos desde los años 1909.

La guerra europea iniciada en 1914 y terminada en 1918 fue como un laboratorio de ensayo inmenso donde tomó valor combativo la «caza» en la que las aves de acero luchaban entre sí, entre vistosos arabescos y piruetas, hasta que uno de ellos lograba derribar al otro, como fin trágico de un bello espectáculo. En esta especialidad aparecieron «ases» del aire, como el francés Guynemer y el alemán Von Richsthofen, seres míticos de la época.

El avance conseguido en esta guerra fue el primer paso al desarrollo de la aviación civil, especialmente en la de transporte. Se consiguieron motores menos pesados y más potentes, progresó la velocidad de cru­cero y se acortaron los aterrizajes con los «flaps» frenadores de aire, aumento de autonomía de vuelo que prolongó las misiones requeridas y amplió distancias. Comenzaron los vuelos regulares y la navegación aérea adquirió seguridad suficiente para admitir pasajeros.

Las condiciones físicas de los aviadores y en general el personal de vuelo limitado entonces a piloto, coopiloto-mecánico y telegrafista, variaron de aquellos primeros y cortos recorridos iniciados por los hermanos Wilsburg y Orville Wright, en los que una buena vista, cora­zón sano, musculatura deportiva y buenos reflejos sensoriomotores eran los elementos fisiológicos necesarios para realizaciones aeronáuti­cas felizmente conseguidas.

Con la nueva etapa de condiciones de vuelo distintas, aun dentro de la «biosfera», comparecieron alteraciones debidas al medio atmos­férico y a las nuevas posibilidades dadas a las naves aéreas. Mayores alturas, aumentadas día tras día, velocidades superiores a todas las tole­radas y distancias que requerían por su magnitud navegación instrumen­tal, impusieron una nueva fisiología de vuelo. Hipoxia e hipobaria, aceleraciones, vuelo sin visibilidad y estados de acomodación a las prolongadas permanencias en el aire, sea con ambientación habitual del medio, sea con climatización y presurización artificiales.

La «Ergología» que iniciaron Bernouilli, Marey y Taylor y la «Psi­cotecnia» en su desarrollo de comienzo de nuestro siglo, influenciadas por las condiciones físicas y fisiológicas impuestas por la aviación mili­tar organizada por Flack en Inglaterra, Camus y Nepper en Francia, Moede y Piorkowski en Alemania, Gemelli en Italia, Bauer en Amé­rica del Norte y Figueras Ballester en España, dieron lugar a los labo­ratorios de investigación y selección de todo el personal «volante», según tests condicionados a las situaciones ambientales y tareas exigidas

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por la condición de aeroplanos, como fueron denominados los ingenios voladores tripulados por el hombre en aquella época.

Ello dio lugar a que se determinaran las exigencias de cada profe­sión solicitadas al hombre y se investigaran los llamados profesiogra­mas, tarea de extrema importancia realizada y codificada por Lipmann, Spielrein y Baumgarten.

Estaba yo dedicado, en el Instituto Psicotécnico, a la psicología reacciona! y los impulsos sensoriomotores y experimentaba el equilibrio y tono postural, bajo el punto de vista de la psicología de la conducta, que hoy constituye la bien definida «posturología» .

Fue entonces cuando el düector del Instituto Psicotécnico de Bar­celona, Dr. Emilio Mira, me sugirió las posibilidades de este aspecto científico en los pilotos aviadores. La acogida de los componentes de la Aeronáutica Naval fue de extraordinaria amabilidad e interés.

El comandante médico Dr. Luis Figueras Ballester, pionero europeo en la selección de pilotos, me enseñó gran cantidad de materias impor­tantes a trabajar y problemas de interés a delucidar y fue quien me aconsejó hacerme piloto, consejo de gran valor y que seguí sin duda de ningún género.

Así se produjo mi encuentro con Canudas, quien espontáneamente, conocedor de mi trabajo me solicitó una entrevista en la que rogó mi participación en los estudios de la psicofisiología del aviador, cambiante a tenor de la tecnología en desarrollo y en progreso incesante.

Canudas que disponía de un facultativo dedicado a la revisión y conservación de sus aviadores civiles, en conexión con la Dirección General de Aviación Civil con su Departamento de Medicina Aeronáu­tica. Esta es una faceta del pensamiento de Canudas, de su ética cien­tífica y su sentido moral hacia los demás. Sabía de la existencia de quienes investigan bajo un punto de vista aeronáutico fisiológico, y no dudó en ponerse en contacto con quien no conoóa, pero tenía idén­ticos ideales respecto al vuelo y quienes podían beneficiar de tal acti­vidad. Así fue como se consumó una amistad firme, respeto mutuo e interés hacia lo que no era utopía, ni deporte, ni sistema de guerrear, ni profesión, sino progreso: La aviación o sea el vuelo por medio de los «más pesados que el aire».

Con tal espíritu de estudio, afán de perfección y eficacia en las realizaciones, pudo darse un paso fume en la selección de pilotos avia­dores y demás personal de vuelo, crear el profesiograma del piloto avia­dor y poner al día la relación acomodativa del hombre con la profesión aeronáutica, que ya en aquellos años se complicaba y perfeccionaba día a día.

En todos los cambios científicos y técnicos se podría encontrar algo de Canudas, sobre todo su excepcional interés en la conservación de la capacidad de pilotar aeronaves y evitar fallos humanos capaces de

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destruir vidas, porque los accidentes aéreos se llevan con sus víctimas la motivación causal.

Dos aviaciones civiles tuvieron prestancia y valor en aquellas dos décadas, la sevillana de la Tablada y la barcelonesa de Canudas.

Canudas fue maestro porque sentía el aire y el hombre pájaro, por­que soñaba a la luz de las estrellas y vibraba bajo los rayos del sol, las rá.fagas del viento y el correr caleidoscópico de las nubes. Pero sabía también que el despegaba de la tierra, cernía su aparato en las alturas, pero debía volver a la tierra poniendo los pies en el suelo que le era propicio.

Canudas enseñó que la eficacia está más cerca de la prudencia que la temeridad. Que el riesgo excesivo es casi siempre un fracaso en la misión, una pérdida económica, un retraso en el progreso de la aero­náutica en todas sus aplicaciones y que una vida perdida por impru­dencia o defecto técnico de maniobra es imperdonable y puede evitarse con una exactitud de las actividades de pilotaje y del conocimiento perfecto de las condiciones del medio sobrevolado, lo cual era el perfecto brevet que debían aprender e incorporar en su mente y espí­ritu los que se inicien en el pilotaje elemental.

Canudas era el maestro ideal de pilotos noveles, quienes no se crean en la inconsciencia audaz, sino en la adquisición de confianza en sí mismos, por conocer, automatizar y ejecutar las tareas necesarias justas y suficientes para lograr seguridad, exactitud, suavidad en todo el com­plejo efecto de dirigir el vuelo deseado, requerido u obligado en todas sus contingencias.

La aviación empieza en un anhelo del hombre por conquistar el cielo, que ve de día iluminado por los rayos refulgentes del sol y por la noche centelleante de estrellas en el fondo oscuro y cuando hay luna por su resplandor azulado.

Un piloto que despertó sus inquietudes aeronáuticas con Canudas, era un fino de manos, delicado de pies, alerones y timón daban movili­dad a la aeronave con sutileza de vuelo de pájaro y las tomas de tierra eran deslizamientos insensibles. No admitía brusquedades ni «tiro­nes», los vuelos de los alumnos de Canudas, volaban o no eran alum­nos suyos.

Sabía evitar complicaciones de amor propio, apuestas atrevidas y vanidades incontroladas. Un piloto con escasas horas de vuelo o un alumno novel, era probado de volar con estados atmosféricos no com­patibles, que eran estudiados diariamente antes de comenzar los vuelos de aprendizaje. Era por ello el maestro idóneo para el pilotaje elemental.

Era excelente navegante, que tenía un sentido fácil de la orienta­ción, especialmente lejana y podía preveer y resolver infinitas contin­gencias imprevistas. Sabía volar y enseñar a volar.

En tierra se comportaba con sencillez y rara cordialidad, aun en

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los momentos más difíciles. Sabía escuchar con gran atención y obser­var oportunamente. Su alma flotaba en el aire en todo momento por­que su precepto tamizaba las cosas por encima de las nubes, a veloci­dades supersónicas y su mente y su corazón volaban también de forma arrolladora a tenor de la evolución del arte de volar desde el ensayo mítico de !caro, los estudios de Leonardo da Vinci, la travesía del Canal de la Mancha por Bleriot, el traspaso de la barrera del sonido por Charles Y eager y el alunizaje de Armstrong, que aún alcanzó a ver.

En la calle, en el campo, se oye el roncar violento de un motor, es casi musical, como el final de una sinfonía heroica, se mira al cielo y apenas se percibe un brillo, un destello o una cola de humo, pero se sabe que es un Jett militar o comercial que discurre como un mundo vivo lleno de hombres, como resultado de la inteligencia apa­sionada del hombre y se piensa en Canudas. A veces uno mismo es pasajero de una de estas aeronaves que le llevan a un continente dis­tante o a un mundo primitivo. Los aviones desde el aire no se ven si no están cercanos, se vuela a 9.000 metros de altura, con presuriza­ción a 2.000, se cruza el Atlántico en pocas horas, cuántos errores y y cuántos víctimas se dejan atrás y sobre todo, cuántos Canudas han consumido su existencia poniendo su pensamiento y su alma como ínfi­mo grano de arena en esta playa infinita que es la Civilización. Ahora llega el turno de la astronáutica como obra ingente de tantos desvelos en lo más profundo de los corazones de ellos y de todos los seres humanos que mediten la estela romántica de la historia, un signo huma­no como aureola nítida que en un fondo lejano del espado son signo de amor a los que habitan la tierra desde las galaxias.

Es la cima de que hablaba Unamuno: « . .. La vida, nuestra vida, nuestra verdadera vida, esa esperanza

que se inmola y vive así inmolándose en la espera.»