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CES EDEN ARMAS, GUERRA Y DERECHO DE GUERRA: ORIGENES,DESARROLLO Y CRISIS (Primera parte) - Por D. Jose’Manuel RAMIREZ SI NEIRO. - Del Seminario de Estudios de la - Defensa del Instituto Español de - Estudios Estratégicos. Marzo 1983 BOLETIN DE INFOR.MACION nQ 163-VIII

ARMAS, GUERRA Y DERECHO DE GUERRA: … · 2014. 10. 2. · CES EDEN ARMAS, GUERRA Y DERECHO DE GUERRA: ORIGENES,DESARROLLO Y CRISIS (Primera parte) - Por D. Jose’Manuel RAMIREZ

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CES EDEN

ARMAS, GUERRA Y DERECHO DE GUERRA:

ORIGENES,DESARROLLO Y CRISIS

(Primera parte)

- Por D. Jose’Manuel RAMIREZ SINEIRO.

- Del Seminario de Estudios de la -

Defensa del Instituto Español de -

Estudios Estratégicos.

Marzo 1983 BOLETIN DE INFOR.MACION nQ 163-VIII

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INDICE

.TQPÇÇIQN . e • • . . . . 1

ORIGENES:.... * . . . ....••• •...•s• . e e 5

a)EsclavitudyeXterm1n10.......d1”.” 61._GuerrasdeeXtermifl10....e.*e.... 72.—Esclavitud. • . • . . e e • • . e . • • .. . . •c 83.—Usos humanitariOS..........8

b) Moral medieval y usos caba1lereSCOS111._Iglesiayguerra............ 122.Reg1asdeCaba11ería........ee.’ 133.-Cruzadas y guerra santa............ 16

c) Estado nacional y razón de Estado:171.-Crisis moral y conducción de la gue.

rra.. 182.-La aparición de la pólvora......... 203.-La guerra como instrumento político 21

RO].1L023

a) Derecho de guerra241.—Guerra 1usta........,.......**.... 25._errade religión273._Guerradediflastía.. 29

b)GuerrayPoderP1ftic0e..... 311.-Guerra limitada y equilibrio de Es—

tados. . • . . . . . . . . . . • • • • • . • e e.. • • . 322.—Guerra nacional y política imperial 343.—Guerra limitada y concierto de Po

tencias.... ....••s•* • 37

c) Conducción y límites de la guerra. 391.—Guerra terrestre.. .e.. e..S* eeC e e. 412.—Guerra marítima y aérea.. .......... 443._Leyeshumafl1tariaS..e.....e

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INTRODUCC ION:

La guerra, en su sentido más clásico, concebida como“lucha exterior que se opone a la paz externa y que se entablaentre dos o más Estados”, (1) es un lugar común en la historiade la Humanidad. Bajo un criterio más genériCo, (2) el uso de lafuerza, en cuanto violencia estatalmente organizada y bajo cualquiera de sus facetas —conflictos no —declarados, revoluCiOflanos, nacionales o totales—, aparece cómo pauta de conducta habitual del hombre. (3)

Originariamente, el recurso a la guerra era totalmente arbitrario. Dependía tan sólo de la voluntad del soberano.

- Las tesis de la “razón de Estado” que Maquiavelo plasma en SUS

obras no son sino su legitimación f1os6fico—po1íti-ca. (4) Siglos después, Clausewitz concebirá la guerra como un instrumento político -a menudo muy eficaz-, en manos del EstadO. (5)

Sin embargo, una corriente jurídico—doctriflalr de —

• indudable origen hispano, tratará de imponer límites a la discrecionalidad y arbitrariedad de la guerra. ‘El Derecho de Guerra -dice Pereña Vicente-, nace como construcción técnica para

• limitar la ambición del vencedor”. (6) Por un lado, se establecen las causas que permitirán recurrir a la fuerza; por otro,se dictan normas que regularán su conducción. La guerra se re—

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viste del carácter de sanción jurídica internacional, legitimándose de la mano del “lus ad bellum” y de la doctrina de la “guerra justa”.. (7)

Diversos “usos bélicos”, asentados sobre una tradición de igualdad caballeresca —treguas para enterrara los.muertos y asistira1o.s. heridos, respeto a la vida de los indefen——sos, inviolabilidad de las personas de carácter sagrado.. .—, yaplicados con un criterio de reciprocidad, hacen que se donfor—me un incipiente “Ius,,in bello” y que,.entre.los horrores de laguerra, se. introduzca un cierto espíritu humanitario. (8)

1’La noción de “guerra justa” pronto se verá desmiti

ficada y’’ios logros humanitarios devaluados, El fanatismo religioso-ideológico contribuirá decisivamente, poblando la guerrade criterios absolutos. Los términos infiel, hereje o extranjeroen las sucesivas guerras santas, de religión o nacionalidad quedevastan Europa, configurarán un enemigo frente al que no habrácuartel. Las Cruzadas, la guerra de los Treinta Años y las campañas de Napoleón son sangriento preludio de ‘la actual concepciónde la guerra total, (9)

El avance científico-tecnológico y sus descubrimientos, aplicados siempre ‘a novedosos medios de destrucción, no hacen sino aumentar los estragos de la guerra. La pólvora, el vapor, ‘el submarino y el avión los amplían a límites insospecha—dos.’Lacarrer’a armamentística precipita a la Humanidad a dos ——

Guerras-Mundiales, donde se producen millones de bajas, “Dado ——

que”la capacidad del hombre para el asesinato en masa había al——canzado’ tal “nivel -dice Reynolds-, resultaba absolutamente necesario descubrir los medios que impidieran en él futuro la violencia armada organizadar;. (10)

Multitud de voces se levantan contra la guerra. El —

movimiento pacifista, ya desde su origen, se escinde en variascorrient1e’s. Las de mayor vitalidad llegan hasta nuestros días.Son las que Propugnan el desarme y la limitaciÓn de armas comoinstrumento más adecuados para evitar la guerra. En cualquier —

caso —opinan otros—, de producirse se impone reconducirla a unoslímites, aunque luego, en la vorágine bélica, sean transgredidos.El Derecho de Guerra se verticila en normas de conducción de laguerra y en leyes humanitarias.

El propósito de normativizar la conducción de las o—peraciones militares se revela ineficaz. Se.suceden los bombardeos sobre grandes nckleos urbanos y el uso sin restricciones —

del arma submarina. Los límites impuestos son sucesivamente vul’—nerados. La Pósibilidad de represalias será la 1nica autolimita—

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ción. eficaz..., El avance :tecnoiógico”exp,e’rimeflta. sus mayores logros en cuanto se dirige al. esfuerzo’.bé1iCó’, Así., dir’GarcíaArias, “la obra de La de reglamentar la...g.ue.rra..,:et.efl.crisis•. (11)1. ,,,

Las leyes.. humanitarias. -la obra.de Ginebra-., en cuanto su propósito...es.. paliar. él.. sufrimiento: por la” guerra, experi

-. mentan un.. considerable... impulso. Desde l864’,. fecha de fundación’de la Cruz Roja Internacional y. merced..a .su.. esfuerzo, no dejarén

de extender.. su mbito.... Se.: confórma.- así.el’ Derechó. Humanitario Bé lico.,. constituído -en palabras de un’ aútor contempOrneó, por“cuantas reglas. prtendaP.. la: protección..dé: ‘los derechos. fundameatales del individuo contra los daños bélicos supérfluos” (12)

Sin embargó, el póder.de los..modernOs mediós de’destrucción en’ masa ‘—en particular, las. armas’ química’s y las nucleares-, hace.pocó menos’qué imposible impedir sus’ efectos colater,les.’ La masa de” población urbana se vería indefectiblemente afeE.tada, caso de que se produjese una guerra que conllevase su empleo, aún en un determinado teatro. No cabría así hablar, en ——

tiempo de guerra, de protección.alguna sobre. las. personas., cualquiera que.. fuese. su condición..... (13) . . ,

.Diversas posturas se concitan en torno a la idea dela guerra.Por un lado, aquéllos que, herederos de las tesis de —

la “razón de. Estado”,..conciben recurrir a ella como un medio o -

instrumento. mas. de. su política.Mediante el esfuerzo bélico, aplicada a su.arbitrio,.el Estado podría invertir a.su favor el órden o equilibrio político internacional. (14) Conforme a esta línea de pensamiento —dice Kelsen—, “la guerra.no.eS según el Derecho Internacional..ni un acto. ilícito ni una .sa-nci6n’. (15)

Los que..postulan la soberanía del Estado en cuanto —

facultado.. para.. intervenir por la fuerza en .la sociedad internacional, no deben....olvidarse.qUe el arma.nuclear.ha modificado -

substancialmente. sulítica. Como dice un.autor, ‘con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, todavía fue posible estimar que se podían obtenermayores beneficios del conflicto armado que de la paz. Sin etnbaL go, en un contexto de las relaciones internacionales como el quese presenta desde 1945, en el que los actores están adquiriendosuficiente capacidad técnica’ como para destruirse unos a otros,es rns que dudoso que sea razonable seguir políticas que puedandesembocar en la autodestrucción”. (16)

La opinión dominante en la actualidad sostiene la ilicitud de la guerra. En principio, el recurso a la misma estáprohibido. La protección de la paz y de la’ seguridad internacio

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nales -al tiempo que el vigente “statu quo”—, prima sobre cual—qnier otra.cons.jde.ración. Sin embargo,.. dela.proscripci.ón..de1a.guerra como instrumento., de. la política.. del... Estado..no.puede.. cole.girse, en modo. alguno, ... su. inmediata desaparición. .Por...otra. parte, “excluir. la..guerra ..como..medio .de auto—ayuda —dice Kelsen—,sin disponer de una sanción colectiva efectiva, tiene la consecuencia indeseable de.favorecer...a. los.Estadosque..violan..e1..De....recho Internacjona1”(L7)

En c.ualquier.. caso, cabe .la..guerraen los.: supuestos..de contraguerra,. frente al. hecho de la agresión .p.revia..sufici.en .

te. (18). Podría. decirse .que.se han retomado por los .autores -

las líneas de pensamiento de la “guerra justa”, (19) en cuantose establecen unas causas específicas ante las cuales será lícito actuar en legítima defensa, propia.o ajena. Los sujetos legi.timados para recabar así el uso de la fuerza serían, bien el Estado atacado, cualquier otro sujeto internacional o título dealiado y, desde luego, la propia Organización Internacional. (20)

i.

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ORIGENES:

Si la guerra es tan antigua como el hombre, su reglamentación, aún incipiente, aparece pareja. Diversas circunstancias contribuyen; en particular, su carácter lúdico o sagrado.Por otra parte, siempre ha habido en la condición humana -juntoa la barbarie—, una aversión congénita a las calamidades de laguerra. Como dice Bainton, “ya en la Antigüedad hubo una críticaa la guerra en general”. (21)

Los “usos” limitativos ms antiguos que se conocenprovienen del óomponente lúdico-sagrado del combate. Cuando en -

los tiempos primitivos las luchas no eran de exterminio, de pug—na por los escasos recursos, se observaban unas reglas..., queeran hechas cumplir estritamente para no ofender a los dioses.El factor sagrado dela guerra aparece en culturas. tan disparescomo la azteca o la helenística.

Respecto al comportamiento bélico en la América pre—• colombina, Guy Annequin aclara: “La guerra abastecedora de víct!mas era considerada como un reflejo humano y terrestre de la lucha cósmica.. Y si por una circunstancia extraordinaria -y desgr

• ciada—, se producía una paz inesperada, las ciudades organizabanrápidamente entre ellas guerras floridas, especie de torneos enlos que cada una participaba con sus mejores combatientes, con

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la esperanza...de.. reabastecersé lo antes. pos.ible..de. prisionerosdestinados. a..ser.sa.cr.ificados. a los dioses. Carcter sagrado dela guerra que, paradójicamente y pese al temperamento belicosoy fanático de los participantes ,...hac.ía.ue..aquélla. tuviese unas.pec.to .po.co...mortífero”. ....(22)...........

La ferocidad primitiva encuentra. también freno. en... —

la afinidad racial o simplemente. estamental de . los combatientes..Diodoro. Sículo..dice: ...“Dejemos.que..lahumanidadsea.e.jercidaconlos de la.misma..estirpe.”(.23) .Refiriéndose.. a las prcticas.dela ántigua.. Megara., Plutarco reseña que 1el cautivo, procedentede los conflictos nacidos en el interior de una constelación depueblos, se convertía..par.a siempre en.huesped.y..amigo.del vencedor”. (24)

Cuando toma cuerpo la noción de guerrero como perteneciente a una casta determinada, su conducta con el enemigo —encuanto guerre:ro como él-, se va a ver sujeta a unas pautas determinadas. No se le despojará, salvo de sus armas, después demuerto. No se profanará su cadáver. Platón será categórico al —

respecto. (25)

“En las sociedades fundadas en el régimen de castas-dirá Bouthoul-, las virtudes guerreras son consideradas como —

correspondientes por derecho a los grupos que son soldados generación tras generación. Estos grupos fomentan con celoso cuidado el sentimiento del honor, de la virilidad y de la bravura, yse cómportan como sintindose depositarios de talesvirtudes”.(26) ,. . .

a) Esclavitudyexterminio:

Pese a tales consideraciones y a que, a1n entre lospueblos de mayor grado de civilización, hubo unos pocós -cirenaicos,,estoicos—, que buscaron la paz mediante la renuncia á —

la política y a la lucha armada, la guerra de exteríniniofue, -

en la Antigüedad, ms norma que excepción. Sin embargo, lentamente, la esclavitud adquiere un sesgo de utilitarismo humanita—rista.

En cualquier caso, dice Jflrg II. Schmid, “las polémicas armadas de los pueblos antiguos ofrecen el carácter de guerras de exterminio”. (27) Recuérdese la destrucción de Jericó -

por los israelitas. “Apoderándose de la ciudad, dieron al anatema todo cuanto en ella había, y al filo de la espada a hombres ymujeres, niños y viejos, bueyes, ovejas y asnos”. (28) En tal

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estadio de la Humanidad y .salvoexcepciones, todos corren igualsuerte si són venóidos. . .

1.- Guerra de. exterminio: La Biblia nos ha legado abundantes --

testimonios.. De sus. pasajes dirá Pastor Rídruejo que “su lectura encoge el njmo”. (29) Sus distintos Libros .ofrecen ejemplosevidentes. El. Deuteronomio describe la guerra de conquista pormandato divino., único instrumento por el que el Pueblo escogido

- accedería a una patria. “Pero en las ciudades de las gentes queYahvé, tu Dios, te da por heredad, no dejarás con vida a nada -

de cüanto respira; darás al anatema esos pueblos, a los jateos,amorreos, cananeos, fereceos, jereós y jebuseos, como Yahvé, tuDios, te lo ha mandado”. (30) . . . -

La conducta dél Pueblo de Dios en sus luchas internas no abandona tal modo de proceder. Así, el Libro de los Jueces describe cómo “los hijos de Israel se volvieron sobre Benjamín y pasaron al filo de la espada las ciudades, hombres y ganados y tódo cuanto hallaron, e incendiaron cuantas ciudades encontraron”. (31) Las atrocidades aumentan cuando se trata de luchar contra la influencia de deidades paganas. “Entonces Mena—jem —rey de Israel-, castigó a Tapuaj y cuanto en ella había,con su territorio, desde Tirsa, porque no había querido abrirlesus puertas, y abrió el vientre de todas las mújeres encintas”.(32)

En Oriente, tampoco la conducta de los vencedores —

se distingue por su humanidad. Réspecto a China, De Gans nos dice: “Los anales de lá época muestran una atroz contabilidad cuya unidad de base sería..,, la cabeza cortada. Citemos algunascifras; en 351 a. de C., Tsin decapitó 80.000 hombres del ejército de Wei, que habían sido hechós prisioneros. En 318, captura de una coalición, que había ayudado a los hunos: 82.000 cabzas. En 312. Tsin vence a. Tchen: 80.000 cabezas. Pasamos por alto algunos áños poco relevantes para llegar al 260, él del grantriunfo sobre Tcheo. El historiador confiesa ingenuamente: aunque se prometió al enemigo.respetar.su vida, han sido decapitados ms dé 400.000”. (33)

En torno a Egipto, la doctriná es unánime. Olívart

lo cataloga de.”pueblo cruel con el extranjéro;noperdonaba enlas luchas ni al niño, nia la mújer ni al anciano. .. País esencialmeñte dédicado a la guerra, éran todas de exterminio”. En —

el sepulcro de los Osymandias -relata Laurent-, se vela representación de un sitio: un héroe egipcio se arroja sobre los enernigos y los .pone en fuga en medio del mayor desorden; los vencidosse vuelven, levantando las manos como para implorar clemen

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cia; pero el vencedor es inexorable; los guerreros egipcios cogen por lo.s cabellos a los enemigos que se encuentran y los pasan a cuchillo, sin que encuentren perdón ni las mujeres ni ——

los ñíños”. (34)

2.- Esclavitud: El grado de civilizaciÓn de los pueblos primitivos va en aumento ysu brutalidad se transforma. No se trata—r entonces deexterminar al enemigo, sino de sacarle el máximoprovecho, “El pillaje -hace notar Georges Contenau-, entraba enlas miras del Estado; en aquel momento, la guerra pagaba”.(35) El botÍn engrosa las arcas del vencedor; y parte del mismo,nada despreciable, eran. las personas de. los vencidos, reducidosa cautividad. La esclavitud sucede al exterminio.

Vea escribé: “El primer gran paso hacia la mejorade las crudezas y crueldades de la guerra primitiva surgió conla institución de la esclavitud, que confirió a los prisioneroscapturados en la guerra un valor económico como esclavos parasus captores”. (36) Países necesitados.de ingente mano de obra-Egipto, Asiria, y Babilonia-, pondrán en práctica traslados masivos de población. Resultado de ese trabajo esclavo serán lasjoyas arquitectónicas que hoy, después .de milenios, aún se conservan.

El utilitarismo humanitarista que preside en sus o—rígenes la idea de la esclavitud hace pervivir la misma durantelos siglos sucesivos. Tan sólo en nuestros días, la aparicióndel maquinismo y de la revolución industrial, tornándola innecesana por improductiva, permitirá abolirla. Al menos formalmente, así se declara por el Congreso de Viena, en su Acta final —

de 9 de Junio dé 1815. (37)

Ya en los tiempos primitivos, diversas voces trataron de disminuir los rigores y crueldades de la esclavitud. Suargumento es que deben quedar ajenos a tal af renta aqu1los quesean pueblos o razas afines, ya que,si no, tal hecho mancillaría a los propios vencedores. Ese es e’ parecer de Platón en —

“La República”. Siglos ms tarde, la identidad dé religión co—artar igualmente el desarrollo de la institución. Vitoria, alreferirse “a sensu contrario” a la posibilidad de someter a esclavitud a infielés , indios y paganos, lo pondrá de manifiesto. (39)

3.- Usos humanitarios: En la Antigiedad predomina la barbarie.No obstante, ciertos usos entre los propios combatientes preten

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derán limitarla. Aparecen en la India por vez primera, refundidos en un código deontológico, hoy conocido como Leyes de Manil.‘1Un guerrero nunca debe. emplear en una lucha contra enemigos ar

mas pérfidas, como palos que encierren estiletes agudos, flechasarpadas o envenenadas, ni dardos inflamados; que no hiera a unenemigo que camine a pie si él se halla en carro, ni a aquél que,juntas las manos, le demanda merced; ni al que esté sentado, nia aquél que diga soy tu prisionero, ni a un •hombre dormido...,

- ni al gravemente herido, ni al fugitivo; que recuerde los deberes de los bravos guerreros”.. (40)

El mundo chino aporta lo que parece ser primitiva -

noción de la guerra limitada, en cuanto sólo atañe a los combatientes. Nussbaum la describe así: “Entre las varias costumbrescuasi-internacionales de la China antigua destaca la de que lospueblos de cada uno de los señores en guerra no se considerabancomo enemigos entre sí, y no se hacía discriminaci6n alguna contra los súbditos de un príncipe enemigo”. (41)

Más próximos a nosotros, Israel y Persia, en ciertascircunstancias, practicaron una conducta humanitaria. Un autormenciona esta 1tima como la nación oriental que más progresóen esta materia. Había incluso en su corte funcionarios encarga—dosde la protección del extranjero, y en sus conquistas concedía a los vencidos, con sagaz política, cierto gobierno autónomo con limitadá. independiencia”. (42) Esclarecedora al respectoes la autonomía de que gozó el pueblo judío bajo la dominaciónpersa. (43)

Al referirse al corportamiento bélico de Israel, elDeuteronomio muestra un cierto humanitarismo, siempre que se trate de luchas contra pueblos no destinados al exterminio, como eran aquéllos cuyo territorio sería la futura patria del Pueblode Dios: “Cuando te acercares a una ciudad para atacarla, le -

brindarás la paz. Si la acepta y te abre, la gente de ella será•hecha tributaria y te servirá. Si en vez de hacer paces contigo

- quiere la guerra, la sitiarás; y cuando Yahvé, tu Dios, la pusiere en tus manos-, pasarás a todos los varones al fi1ode la espada; pero lasmujeres, los niños y los ganados y toco cuanto hayaen la ciudad, todo su botín, lo tomarás para tí y podrás comerlos despolosde tus enemigos, que Yahvé, tu Dios, te da”. (44)

Las treguas sagradas -durante los Juegos—, y el de—reáho de asiló, al amparo de los templos, parecen cobrar especial vigor en la antigua Grecia. .En tales lugares, el saqueo yel pillaje estaban prohibidos. Sin embargo, en ocasiones la diplomacia suplicaría la protección divina. Un historiador de laépoca relata: tL1egados los etolios al templo de Diana, sito entre Clitoria y Cineta y que los griegos venera como lugar de -—

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asilo, intentaron. .robax....los.ganados.de.la diosa...y.lo. demás quehabía en.torno al templo. Mas la prudencia de los lissiatas, —

dándoles parte de los . ornamentos sagrados, evitó. que. cometieranalguna impiedad.o sacrilegio -inexpiable”. (45)

Excepcionalmente, destaca la caballerosidad y. grandeza de .nimo..de1. soldado. .Poljbjo relata. la clemencia del. general cartaginés .Amílc.ar.para..con los mer.cenarios.del enemigo. ——

“Conseguida.la .victoria.. el cartaginés dió.licencia..a los prisioneros que quisieran. para.militar..ba.jo.. sus. bande.ras ..y los armó con los despojos.de los enemigos; y.a los que no, reuniéndo—los, les dijo que. les perdonaba los yerros.hasta.entonces cometidos, bajo cuyo supuesto dejaba al arbitrio de cada uno el re—tirarse donde ms le conviniese; pero les amenazaba que si sorprendía a alguno llevando las armas contra los cartagineses, sería castigado sin remisión”. (46)

Roma nunca dió..muestras de humanitarismo alguno conlos vencidos. En el.mejor de los casos,’ eran reducidos a esclavos, aunque, como señala Pastor, “a diferencia de otros pueblosantiguos, el precio de.. la venta de su persona y bienes no pertenece a los soldados sino al Estado”. No :ser hasta ms tarde,duranteel mandato del Emperador Marco Aurelio cuando, influídosupensamiento por lafi1osofía estoica, el trato.al vencido —

se haga menos cruel y arbitrario...

Sin embargo, la gran aportación romana al Derecho —

de guerra radicará en la noción de “guerra justa”, de tanta ——

trascendencia en el pensamiento cristian.o posterior. Cicerón -—

escribe: “Son injustas las guerras que se emprenden sin causa.Porque sólo puede ser justa -una guerra cuando se trata de ven——gar una injuria o de rechazar al.enemigo... Ninguna guerra puede considerarse justa si no ha sido proclamada o declarada o sino se ha pedido reparación.... Ninguna Ciudad óptima emprenderáuna guerra si no es por fidelidad a sus compromisos o por su seguridad”. (48)

El Cristianismo —al menos en su primera época—, vaa pretender poner en practica la profecía de que después de la -

venida del Mesías “los pueblos harían de sus espadas rejas de arado y de sus. lanzas..,.. hoces.. . No alzará. la espada gente contra -

gente-, ni se ejercitan, para la guerra”. (49) Una corriente pacifista invade el pensamiento de la Iglesia primitiva. “Sentadocomo su principio fundamental la unidad del gérnerb humano enAdn y por Cristo -dirá Olivart-, derivaban como consecuencia 16gica la libertad, la igualdad y la fraternidad humana”. (50)

Sin embargo, a medida que la religión se of icializa,

—lo—

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hacigndose la del Estado, las tesis predominantes serán las dela guerra justa.. “El. Estado cristiano no debe.quédar inerme, -

ni sufrir indefenso la agresión, infame del ma1vado; la doctrinacristiana s1,o anatérnatiza las guerras inicuas que tienen la —

conquista por fin y por medios el•exterminioy el pillaje”.(51)Junto cón uña.noción embrionaria de “ius. ad belluxn”, se decanta también un incipiente “ius in bello”. Las matanzas deTesalónica será enérgicamente condenadas porla Iglesia. Por ellas,San Ambrosio impándrá pública penitencia.al Emperador Teodosio.

b). Moralmedievalyusoscaballerescos:

Cuando el Impérd sedesintegra -víctima más de susluchas intestinas oue del empuje bárbaro-. la constelación defeudos y señoríos resultánte recibe una ténue luz cultural de —

la Iglesia, en cuyos monasterios residía entonces el saber. Seconservarán allí los residuos de las escuelas filosóficas paganas, en particular la cirenaica y la estoica. Amalgamadas con —

el pensamiento cristiano, sus tesis igualitarias y humanitaris—tas informarán la moral medieval.

En el mundo policéntrico y disperso de’ la Edad Media, los señorés •son incontestada. e indiscutible cabeza del —

del feudó que rigen. No admiten más igual que los demás noblesy, desde luego, nunca un superior. Después de un proceso de siglos, que ocupa todoel transcurrir de la época, el rey conseguirá imponerse a sus principales. Sólo la Iglesia ostenta unmagisterio y una potestad moral, aún en ocasiones discutida.

Las luchas de los señores revestirán el carácter deguerra privadá, dada que a ellos queda circunscrita. La gleba —

será ajena á las mismas. Sólo los, caballeros participan de loslances, justáso torneos. De la identidad de sus armas y de susmodos de lucha pronto surgirán pautas uniformés de comportamiento bélico. “La casta de los caballeros —dirá Fritschler—, compuesta deguerreros, cargada. de tradiciones, cerrada y pagada —

de si misma, dictaba desde hacía siglos el aconteCerd91errTodo señor feudal, desde Irlanda hasta Polonia, desde Suecia hasta Africa del Norte, conocía las reglas de la nobleza en la lu—char. (52) ‘ ‘ ‘ . . .

De ese modo, “las hazañas del gu,érrerO prevalecen —

sobre el arte de la guerra, convertido a la sazón en un arte deluchar personalmente, en. desafío colectivo o, én ciertos casos,en verdadero duélo individual”. (53) Sólo ese modo de lucha éslícito, ya que es el único propio de caballeros. Pérf ida serátoda batalla que excluya el choque frontal, donde los señores

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se miden.y baten sin abandonar el campo. (54).

El combate a distancia se c.ata.logar de cobarde ydeshonroso y, .el,uso..de. la ballesta —su arma específica-, indigno de caballeros y objeto de excomunión por.el supremo poder —

arbitral .de la po.ca, 1.a Iglesia..... Diversas.. instituciones de siano humanitario son hechas respetar por su autoridad moral. Lastreguas de. Dios. en deatacadas..festi.vidade.s., religiosas.. yel de-.recho de asilo.., en.. los, lugaressagrados son 1asprincipales..

Sin, embargo,esos, logros humanitarios..quedan obsoletos cuando. la guerra.. se.. torna .pb.lica,. El combate se transforma en deber sagrado para el creyente. La lucha deja de ser limitada, envolviendo a señores y siervos. Se incita a la misma -

desde los lugares de oración. y sebendice a los que proclamanla bondad del exterminio del infiel. La cruzada o la guerra santa privan del cuartel al enemigo de la •f•

1.- Iglesia y guerra: La doctrina de la” Iglesia experimenta unadrástica evolución. En sus comienzos, “cuestiona profundamente -

la participación de los cristianos en la defensa del Imperio pagano. Convertido con Constantino a la nueva P4, se postularíala imperiosa necesidad de su defensa y .la protección de sus súbditos de las agresiones bárbaras. Por fin, cuando el pujante poderío del Islam aparezca como una amenaza para la pervivencia -

del ideal cristiano,concebir la Cristiandad la guerra como elsagrado instrumento de la voluntad divina. (55)

La Iglésia de las catacumbas se muestra reacia a -

que los cristianos sirvan en las filas :romanas. Se menciona laidolatría y el robo como sus pecados m’s comunes. El saqueo yel pillaje eran monedá corriente, al igual que el culto al em—perador deificado. Al margen de razones: concretas, se denostala violencia como contraria al mandato de Jesucristo. Dios, al

prohibir que se mate -escribe Lactancio” en el año 305—, desaprueba no solo elbandidaje, contrario a las leyes humanas, sinotambi4n a lo que los hombres consideran legal, la guerra. (56)

La victoria de Constantino en Puente Milvio es elinicio del Imperio romano-cristiano y cónsagra el reconocimiento del Cristianismo como la tnica religión oficial. A la vez,significa el fin del período pacifista en la historia de la 1-glesia. Desde entonces, la no resistencia a la violencia —es—cribe Walters—, o ha sido ya rama importante de las Iglesiascristianas. Con independencia de que muchos maestros hayan seguido’ individualmente tal pensamiento y hayan tenido seguidores dispuestos a morir antes que abandonarla’2. (57)

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La religión se oficializa y su postura en cuanto ala guerra -necesariapara defender,aufl’ Imperio acosado-, varia. Al iaicadose.le permitirá part.icipar en aquellas guerrascuyo objetó sea la defensa del. Imperio.. Se rezará para que —

los ejércitos imperiales sean valientes;, aunque también para -

que su conducta superase las. crueldades propias de la guerra.La doctrina de la Iglesia evolucionará hacia. tesis propias -

de la guerraS justa. y hacia otras de signo...humanitario.

Herederos de los. c1sicos,San Ambrosio primero ySan Agustín después sientan la doctrina cristiana respecto a laguerra justa. Para el Obispo Miln, “la defensa del Imperio equivale a la defensa de la fé”. (58) El Obispo de Hipona, aunque discrepe de esa línea de pensamiento en su “Ciudad de Dios”,defenderá la noción del Imperio cristiano en cuanto órden temporal, frente ‘al caos bárbaro reinante allende de sus fronteras.

Identificará. Agustín la paz con dicho órden -precedente directo de la noción contemporánea del equilibrio político-, siendo’ su consecuóión el óbletivo .ltimo de la guerra. Así,escribe a Bonifacio: “La paz debe ser el objeto de tu deseo. Laguerra debe ser’emprendida sólo como una necesidad y de tal manera que Dios, por medio de ella, libre a los hombres de esacesidad y les guarde en paz. Pues no debe’ buscarse la paz a —

fin de alimentar ‘la guerra, sino que la guerra debe llevarse acabo” para obtener la paz”. (59) .

Se delimita así la .guerra justa como aquella que e—xige una causa, estimándose suficiente la agresiáfl u ofensa previa. San’.Isidoro la define como “aquélla que ha sido declaradapara recuperar los bienes o’para rechazar a los enemigos”. (60)Se exigirn’adems requisitos formales -en particular su declaración efectuada por persona competente-, concibiéndoSe como injustas.por el Obispo de Sevilla “las’ emprendidas por furor, sinrazones legitimas”. (61) Con los escritos de Santo Tomás —rnani—

- fiesta Kelsen-, “la doctrina se convierte en la predominante enla Edad Media”. (62)

En la doctrina elaborada por la Iglesia, para quela lucha pueda considerarse lícita, debe ser conducida’coflf01ea métodos no infamantes. El modo’ de hacer la guerra ha de ser —

también justo. Sus reglas serán un reflejo de las clásicas e in.• formarán lós usosde la Caballería. Así, la palabra dada ál enemigo ha de cumplirse, al igual que se ha de evitar la violenciainútil y la profanación de templos y tumbas. Se permitirá la aña,gaza, •pero se excluirá . la perfidia. (63)

2.- Peglas de Caballería y querra feudal: Dichas prácticas, —

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transformadas .enuso.s. a lo largo. de la.Edad Media.,llegaron..aconstituir., al.. menosen el. mbitoeuropeo, reglas. bélicas..de..general observancia.... Fue.. posible. por.. la-identidad .de casta, armas y técticas de combate. También contrbuy6 decisivamente —argumenta Olivart-,. el hecho deque “los caballeros considerabnse hermanos. de religión, .sin..atender a su nación u origen”. (64)

.La.religión. es el.fundamento de la.institución de laCaballería.. En l.a..misma se basa su código .de..honor, punto de.. -

partida de. posteriores, leyes y usos. de la guerra. Desde entonces, las mismas se determinan por tres principios. El de uso dela violencia, por el que los beligerantes pueden ejercitar cualquier grado y género de fuerza., en cuanto necesaria para la de—rrota del enemigo. El de humanidad, por el que se proscribe aquélla, en la medida en que sea innecesaria para vencer. Y el —

de lealtad, por el que cierto respeto mutuo ha de presidir lasrelaciones entre los ádversarjos. (65)

La similitud de las armas, la pareja forma de combatir y la escasez de caballeros -contados aran los que podían -

permitirse armas, monturas y escudero-, hacen que seconforme -

una moral caballeresca, integrada por usos específicos de conducirse en el combate. Se omitirían por indignos e impropios ciertos actos; matar a un enemigo herido; seguir atacando, sin echarpié a tierra, a uñ compañero de la misma clase social caído delcaballo; ponerse al acecho u ocultarse para atacar de improviso.

“Nada de ésto se hacía —relata Frischler—; si al—guién lo intentaba, su nombre era denigrado por los trovadoresque iban de castillo en castillo, de una corte principesca a o—tra y que, sin duda, referirían éstas y otras escandalosas historias”, (66) Al caballero que había desacreditadá su rango y -

deshonrado su investidura se le negaría trato, mesa y posada.Su conducta sería catalogada de pérfida e infame y atan, en determinados casos, si osare hollar lugar sagrado, pofría ser excomulgado. (67)

Sin embargo, no todos los autores contemplan la caballerosidad medieval a título de regla. Nys estima que se tratade un comportamiénto excepcional, de mbito.restringido, en —-

cuanto que específico de las luchas entre iguales. “El conjuntode ideas que se denominé la Orden de la Caballería, aunque contrapesé la barbarie de aquellos tiempos, solo se observaba en -

los-combates-entre caballeros”. (68)

La iglesia intentó contener laproliferación de e—sas ‘luchas feudales. Como recoge Pastor, “la alta Edad Media —

cristiana’ nos ofrece - el fenómeno- de las guerras privadas entre

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señores y caballeros. así como las contiendas entre pequeñas ciudades, por motivos comerciales o de cualquier otro tipo. Y tangrandes debieron ser los excesos contra la población civil, quepronto surge. el empeño. de protegerla’. (69)

La Iglesia recurre a su magisterio moral y estable—- ce la inviolabilidad de los aucerdos de tregua o paz sanciona—

- dos por ella. En Alemania y Francia se extiende y acepta la noción de la tregua y paz de Dios. (70) Por la primera, la batalla se interrumpía durante varios días, durante los cules estaba prohibida la lucha. Nussbaum señala que “en 1041, los obispos franceses extendieron la tregua al período que comprende —

desde la puesta del sol del viernes a la madrugada del lunes, -

de todas las semanas. (71)

La paz de Dios institucionaliza el derecho de asiloen lugar sagrado, a la vez que limita el número de los participantes en la guerra, al aumentar desorbitadamente la cifra deaquéllos que tenían categoría de exentos. Los Concilios de Cha—rroux, Narbonne, Ansa, Limoges y los sucesivos de Letrfl -primaro, segundo y tercero—, sientan tal doctrina.

En el Concilio de Letrán de 1059 se declara que Hincurren en anatema todos cuantos depojen a los peregrinos, a losque rezan en un santuario, a los clérigos, monjes, mujeres O O

bres que no llevan armas, o si toman sus bienes o les hacen ——

cualquier mal, siempre que no reparen convenientemente sus faltas y expíen sus pecados con total arrepentimiento”. (72)

Durante la baja Edad Media y a impulsos eclesiStcos, se registra la aparición del arbitraje, institución queharía fortuna en la realidad jurídico—internacional. Aunque yaen la Antigedad, -especialmente en Grecia, existían precedentes, será merced a la autoridad moral de la Iglesia a lo que deba su eclosión. Estos siglos ofrecen un elevado número de arbitrajes; bien directamente •ejercidos por el Supremo Magisteriopapal; bien a través de sus delegados -los Obispos-, o aún me-

- diante la simple aprobación de- la decisión arbitral con su sanción moral. (73) -

La soluciÓn de disputas por medios que excluyan soluciones cruentas encuentra así una de sus ms frecuentes vías.Sus manifestaciones postreras —en cuanto que se recurre al Magisterio papal-, alcanzan hasta nosotros, como lo denotan los -

asuntos de las-Carolinas y Beagle. Sin perjuicio de reconocerla-decadencia posterior de la institución, en tanto que ejercida -directamente por la Iglesia —la doctrina alude a su tendencia ;a ser parte interesada-, no puede negarse la contribución —

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papal en pro. de. su cimentación. (74)

Lo avalan hitos como el de las sucesivas.bu1asarbtrales de Alejandro VI., cTue solventaron elconflicto hemisférico suscitado entre españoles yportugueses, apropósito de losdescubrimientos ultramarinos y de la exploración del Nuevo Mundo. Sus manifestaciones recientes, si bien revelan su carácterocasional, no por ello dejan de resaltar su vigencia. (75)

3.— Cruzadas y guerra santa: En el Siglo VII, desde los desiertos del Cercano Oriente, se aproxima sobre el orbe cristiano laamenaza del vendaval musiilmn. El propósito del Profeta era mStaurar un nuevo órden, en principio religioso. Su instrumentosería la guerra santa -la Yihad—. La lucha se transforma así enla obligación suprema del creyente. Brili dirá que “la expan—sión del Islam por las armas es un deber religioso para los musulmanes en general”. (76)

El choque con el mundo cristiano fue brutal. Entredos absolutos religiosos quedaron hechos añicos los incipientesatisbos de humanidad acuñados hasta entonces. La doctrina lo reconoce: “El código de la guerra justa, que estaba siendo elab2.rado y perfeccionado por medio de las ideas seculares de la ca—ballería...,estuvo suspendido en gran parte para la lucha contra el infiel. Desde el momento en que el enemigo estuvo al margen, el código hasta entonces observado perdió paulatinamentesu vigencia’. (77)

En 1095, al grito de “Dios lo quiere”, con que losasistentes al Concilio de Clermont rubrican y aclaman las pála—bras de Urbano II, comienzan las Cruzadas. (78) En correspondencia y oposición al ideal bélico—religioso musulmán, aparecen lasexpediciones a los Santos Lugares como “una guerra hecha bajolos auspicios de la Iglesia o de algún jefe religioso, inspirado no en nombre de la justicia —concebida en términos de vida Ypropiedad-, sino de un ideal: la fé cristiana”. (79)

Las crónicas de la época aluden a mutilaciones, crucifixiones y actos tales como abrir a la mitad a los que se habían tragado monedas. “Imperaba -dirá un reputado autor-, una -

extrana mezcla de ansia bárbara de combate y de cristiano celopor la Eé”. (80) En cualquier caso, el humanitarismo de antañocaería en el olvido.

Raimundo de Agiles ha dejado reseña de lo que suce—dió en la toma de Jerusalén: “En el templo y en el pórtico de -

Salomón los hombres cabalgaban en la sangre que les llegaba hasta las rodillas y a las bridas del caballo. Es verdad que Dios

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juzgó espléndida .y justamente al hacer que este lugar se llenara de la sangre de los no-creyentes, tras haber escuchado tantotiempo sus blasfemias”. (81) En tales circunstancias, los excesos no serían. sólo regla sino virtud.

Las suras del Corán son a su vez harto expresivas —

del clima de violencia teológica entonces reinante: “Mátalos-, donde los alcances y échalos de donde estén, porque las revuel

tas son peores que las matanzas; pero no los combatas en el oratono santo a menos qüe os combatan en él. Si os combaten, matdlos, pues ésa es la recompensa de los infieles; pero si cesanAlá es el que perdona, el MisericordioS&’. (82)

Se inaugura así, mediante las Cruzadas y la Yihad, —

una nueva noción de lucha, absoluta en sij.s términos, que a todosy de todos modos afecta: la guerra total. De esta época son lasoriginarias prohibiciones al libre comercio con el infiel. Seproscribe la venta de armas, barcos, madera para construir naves y otros artículos útiles para la guerra. La Iglesia penaráa los infractores con la reducción a servidumbre y con la excomunión. Diversos Concilios, en especial el tercero de Letrán, —

así lo proclaman. (83)

Sin embargo, aún con carácter simbólico o episódico,ciertas conductas servirán de testimonio y precedente humanitario, aún en época tan sangrienta. Las suras coránicas disponen:“Combate por la causa de Alá a los que te combaten, pero no teexcedas porque Alá no amó a los que se exceden”. (84) En base atales citas, se predicaba moderación por los descendientes delProfeta a los que trataban de extender la fé coránica. (85)

Sobre el Siglo XII disminuye el ímpétu cruzado. Sevituperan la simonía y las corruptelas financieras que rodeanlas indulgencias de la cruzada. El desastre de San Luis, rey dé

- Francia, hace que “los que no se oponen al derramamiento de sangre sarracena deploren, sin embargo, las aventuras que tanta —

sangrecristiafla costaban (86) En el ámbito eclesiástico, algunos —como los franciscaflOs, lindaban con el pacifismo. La —

Edad Moderna estaba en puertas. La laicización de la sociedadserá pronto evidente; y con ella, el fortalecimiento del Rey como poder supremo; es decir, cabeza de los incipientes Estados -

nacionales.

c) EstadonacionalyrazóndeEstado:

El rígido código de honor de la Caballería, la noción deguerra justa y los usoshumanitarios derivados de lamisma, ainque vigente sólo entre iguales aquél y éstos entre -

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hermanos de f, fueron los, pivotes sobre los que se asentó lareglamentación de la guerra en la Edad Media. Paulatinamente,ante el nuevo pensamiento político y militar, tales limitaciones van a. desaparecer.

El código de los caballeros, producto de un mundo -

bélico presidido por modos de lucha considerados imperecederose inamovibles, se verá repentinamente conculcado y caerá en desuso. Pese a las condenas eclesistjcas y al lamento de los poetas, (87) el arco, la ballesta y, sobre todo, la pólvora, desmontarn de sus corceles a los cabal1eros,abat.irn elorgullo delos señores y, de paso, los muros de sus fortalezas.

Desde entonces, se ‘omitir laexigencia de causa ——

aún lalucha contra el infiel—, que justifique el recurso a laguerra órden que se avecina, la misma estará justificada en tanto que sirva a la mayor grandeza del poder real. -

Ya no habr. ms cortapisa bélica que su propia voluntad. Maquia.velo ‘se’r su primer prosélito e inaugurará la larga lista de de.fensores de la “razón de Estado”, en cuanto su discrecional pautade»conducta en la Sociedad internacional. (89)

Sus enseñanzas serán escuela de gobernantes. Harán —

mellaen los soberanos de la época, inclusive en aquéllos que -

ms-agala.tenían su catolicidad. “Resulta así de interés —dirá• Garcíavjiar, señalar lo que Felipe II entendía por medios pacíficos; la compra’de Pareceres favorables a la causa castellana,emitidos por juristas portuguéses; las promesas de cargos a lanobleza y alto clero;ganar mediante ofertas y promesas a los queodiaban a don Enrique; el espionaje sistemático de personas y lugares estra’tégicos, unas veces a título gratuito y otras mediante’pa’gos’cuantioo5. movilización de tropas como prueba de ——

fuerz-ay’amenaza de guerra”. (89)

En último término, se justificarén dichosmedios, iricluso la guerra, ‘porque se entenderá que la anexión de Portugalreportára la paz y el bienestar a ambos reinos y sería un bienpara la Cristiandad, para la Iglesia y para el Catolicismo. Co—mo deja hoy bien patente la doctrina, “el núcleo del maquiavelismoldcomponen la trilogía dela estolatría, la amoralidad delprín’cipe’yla licitud de cualquier medio; y.en particular, el —

hecho de ‘que la diplomacia maquiavélica estaba montada sobre laidea’ de ‘la guerra o, lo que es lo mismo, sobre la posibilidad deusar ±a’s’armas para apoyar en cualquier momento las pretensiones,de’ los príncipes”. (90)

1.- Crisis moral y cónducción de la guerra: De la penetración de

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esa línea de pensamiento en el mbito europeo dan idea las palabras de un tratadista de la época, cuando manifiesta que “ni —

los’claños causados por las herejías en Francia, Flandes, Esco—ciae Inglaterra son tan nefastos como los producidos por la -—

doctrina de Maquiavelo y su falsa y perniciosa razón de Estado”.(91) Las crisis de los antiguos valores, es manifiesta.. Con pesar se dirá que “de tales fuentes beben los políticos; ésas sern las guías que sigan,. tales los preceptos que oigan, cons—tr,uyéndose as.í la regla con que regular sus consejos”. (92)

Se producen comportamientos que poco antes se tendrían por infamantes. Príncipes cristianos llegan a aliarse conel infiel., sin que falten voces que justifiquen la bondad y prudencia de su política. A propósito de la alianza de Francisco 1de Francia y’ la Sublime Puerta, dirigida contrael Emperador —

Carlos, un autor de la época, partidario del francés, argumenta:“Todos los Príncipes cristianos, partidarios del Emperador, seescandalizan de que el Rey, nuestro Señor, haya llamado en su —

ayuda al Turco. Pero si contra el enemigo pueden hacerse flechas de la madera de cualquier árbol, cuando menos también podrárecabarse el auxilio de todos los demonios del infierno, si delo: que se trata es de romper la cabeza a un enemigo que antes-quiere romper la nuestra”. (93)

Alianzas nefandas que se repetirían ms tarde, duranteel reinado de Enrique II de Francia. En España, si bien el -

Turcose considera enemigo irreconciliable, no es menos ciertoque con él se pactan treguas, en cuanto necesarias para mejor sobrellevar el acoso al Imperio. Así, ,reeña un autor contempór—neo, “la misión del enviado papal monseñor Frumenti al monarca —

hispano -Felipe II-, tenía por objeto protestar por la tregua —

con el Imperio otomano; exhortarle a romperla y amenazarle conla suspensión de los beneficios económicos proveñientes de la -

Cruzada y del subsidio de Galeras, privilegios papales otrogados por luchar contra el Turco”. (94)

Si el ideal de la Cristiandad unida en una cruzadacontra el infiel era ya imposible, algo semejante sucedía con elviejo código caballeresco de conducción ‘de la guerra. En realidad, databa de bastante antes la quiebra de las rígidas tcticas medievales y, en consecuencia. de los usos humanitarios e—xistentes”entreloscaballeros. De hecho, Maquiavelo, al decirque “el engaño én la guerra es cosa laudable y digna de elogio”,(95) no hacía mas que recoger el testimonio de una practica bélica que se ‘remontaba a casi dos siglos antes, a la batalla deCrécy,’ ‘donde’ los caballeros franceses sucumbieron ante la inflo—,vadora perfidia de los ‘arqueros británicos.

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Dicha batalla, librada durante la Guerra de los ——

Cien Años, fue..-constata Frischler—, “la primera, significativay grave derrota que el jinete y todo lo que el mismo significaba encajódespués de mil años. (96) El 12 de Julio de 1346, elejército de Fe1ie IV, rey de Francia, con lo ms florido de sucaballería, entró en el angosto valle de Crécy.. Al final del -

mismo, en un desnivel, estaba atrincherado Eduardo III de Inglaterra y sus tropas de arqueros. Cuando aquellos orgullosos caballeros cargaron, se encontraron con una lluvia de certeras f lechas que les impedía arroilar,a las vanguardias enemigas emboscadas.

Narran las crónicas que los valerosos jinetes emprendieron hasta un total de dieciséis cargas aquel día para ellosaciago. Mil doscientos caballeros, el rey Juan de Bolonia y unhermano-y’ un sobrino del rey de Francia perecieron. Al final dela’ jo’rna’da’,’ “cuando Felipe IV de Francia dió por perdida la batalla’, los escasos supervivientes no querían sencillamente -—

creerque’habían sido derrotados por unos hombres cuyo modo de —

luc’har»no era caballeresco”. (97)

Casi un siglo m.s tarde, el 25 de Octubre de 1415,enAz’incourt, también’ en Francia, se registra un episodio análogo.‘Caballeros galos se enfrentan otra vez a arqueros británicos.Parejo será el saldo del encuentro. Enrique V recuerda a su antepasado cuando ordena a sus caballeros desmontar y parapetarse.junto a sus arqueros. Ademas, cuando los caballeros cargaron, -

revestidos con sus imponentes armaduras, los ingleses hincaronen el suelo un sinnúmero de estacas. Quiénes no parecieron ensartados en las cu?as, fueron muertos por las saetas de los arqueros emboscados y -novedad histórica-, por los disparos de —

los primeros y rudimentarios arcabuces. La pólvora había hechosu aparición.’ (98)

2.-La aparición de la pólvora: ,De lo revolucionario de su ent:—pleo existen numerosos testimonios. Carlyle manifiesta: “Su verdadera utilidad residió en poner a los hombres que tomaban par—,te en la guerra, cualquiera que fuese su condición, en pi deigualdad”.’ (99) Cervantes no pudo ocultar su disgusto ante talestado de cosas; el mismo sufrió enLepanto sus letales efectos.(100’)’ En’cualquier caso, con las nuevas armas que la pólvoraintroduce —bombarda, ‘cañón, arcabuz, mosquete.. . —, matar serámás fác’ii’’Reflexionando acerca de su mortífero poder, Fuller -

«‘dirá”que-.”ia’.»pól.vo.ra demccrati2la guerra”. (101)

‘El»prog’resjvoaumentodel.coste de la guerra y lo oneroso de asumir’ y desarrollar ‘‘la tecnología de la pólvora se—

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rían la causa de la quiebra del órden medieval1. Entonces, los —

útiles y arreos de guerra eran asequibles., sino. para..todos, síal menos para el pequeño.. señor íeudal. Este era quien. dirigía -

la lucha,. quien contaba con armadura y montura y quien se precavía así mejor de los efectos del combate,cruel y sangrientopero —en sentido cuantitativo—, escaso en bajas.

-. Sin embargo, con el alborear de la pólvora, el factor económico se hizo notar. Así —relata MontrosS—, “bombardasy armas de fuego •no solamente serían costosas sino escasas..,

- tan escasas, en verdad, como para que no las poseyera nadie si—ño las grandes ciudades y los más poderosos barones De ahí quela primera víctima destinada a la nueva arma fuese el pequeño -

noble feudal, que antaño había sobrevivido no tanto gracias a -

su fuerza como a la endeblez de sus atacantes”. (102)

Gracias a la artillería, la igualitaria monarquíafeudal se transforma en absoluta. Se aúpa tanto sobre los demás señores como sobre la Iglesia. Florece el comercio, libre -

de alcabalas y tributos. Los banqueros serán antiguos comerciantes que multiplican su beneficio financiando las nuevas armasdel poder real. El rey demolerá los muros de las fortalezas medievales, a la vez que somete a los episcopados demasiado proclives a Roma, Lo hará bajo la amenaza de sus cañones, obligando a rendirse a señores, eclesiásticos y aún, caso de la política hispana en Italia, al propio Papa. (103)

La artillería posibilita la formación del Estado moderno, aún difuminado bajo el oropel real. La complejidad de lasnuevas armas requiere expertos adiestrados en su manejo. Los -

ejércitos nacionales permanentes habían nacido y, de su mano, —

la incipiente estructura administrativa, logística y financieracuyo desarrollo originaría la moderna burocracia. Las actualesrelaciones internacionales encuentran en ese momento históricosus primeros atavismos. Se observa entonces un símil de carreraarmamentística y de política de equilibrio entre los recientes

- Estados. “La pólvora y el cañón -dice Fuller-, dieron lugar aun nuevo género de paz”. (104)

3.- La guerra como instrumento político: Al correr de los SiglosXV y XVI, los distintos Estados van adquiriendo personalidad -

• propia, fundiándose su identidad histórica en el crisol de susluchas. El Estado moderno surge de un proceso de fusión regional; cuando aquél pretenda hacerse Imperio o, al menos, ejercerel control hegemónico de los diversos Entes estatales, se producirá la guerra, concebida entonces —dice Kelsen-, “como la fuerza dinámica óapaz de producir un resultado que en vano cabría

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esperar del cambio pacífico realizado de común. acuerdo”. (105)

La guerra se.,r..de.sde entonces -uno. de los ms socorridos instrumentos de la política de los Estados. La políticaeuropea adquirir..de ese modo, durante. cuatro siglos y.de forma mas. o menos evidente, el carácter de. una diplomacia armada..Los distintos Estados recurrirán discrecionalmente a la guerra,en cuanto lo estimen oportuno para el mejor logro de sus propó-.sitas. La guerra se transforma en expresi6n última de sus relaciones internacionales. Con toda propiedad podrá afirmar un autor que, en adelante, “el sistema de Estados europeo se basaríaen un equilibrio de poder, en el mejor de los casos, bastanteprecario”. (106)

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DE SARROLLO

La tesis del libre y arbitrario recurso a la guerra,sujeto tan solo a la discrecional decisión del soberano, se impone en los albores de la Edad Moderna. Frente a la misma, se con-figura y afianza la noción del “lus ad bellum”.El Derecho de guerra, propio de comienzos del S.XVI, se concibe así como un derecho subjetivo del Ente soberano a hacer la guerra, al exigirse una causa justa, previa y suficiente de la misma. Además, como residuo caballeresco del mundo medieval, se pretende limitar sus —

estragos regulando su conducción. (107)

Suárez, al preguntarse acerca de los justos títulos —

de la guerra, descalificaba abiertamente a los partidarios del:voluntarismo b1ico. “creyeron los gentiles que los derechos delos reinos estaban basados en la. fuerza de las armas, y que estaba permitido declarar lá guerra sdlo para adquirir prestigio y -

riqueza. Esta tesis és totalmente absurda aún desde el punto devista de la razón natural. Ninguna guerra puede ser justa si rioexiste una causa legítimá y necesaria”. (108)

Sin embargo, pronto se verán desbordados por el fanatismo religioso los límites establecidos, al parecer como justacausa de la guerra velar por la pureza de la f. Durante la guerra de los Treinta Años, Europa se ve devastada, sucediéndose excesos y, tropelías. Transformado en hereje el enemigo, el defen-sor de su respectiva ortodoxia se reviste de dogmas bajo los quepretende legitimar su conducta. No habrá límite alguno a su ari--sia de victoria, Su paz siempre exigirá la previa destrucción yanatéma del adversario. (109)

-2.3—

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Pierde así calidad moral ta noción de guerra justa,aunque sobre la misma se substente toda la construcción teóricadel “lus ad bellum’. Se produce después de las guerras de religión una paradoja histórica. Se relativiza la guerra y se asu——men las nuevas armas. Se reclutan ejércitos permanentes y se limita a los mismos el desarrollo de las hostilidades. La guerra,reducida a un marco estrictamente profesional y objeto de rigurosas limitaciones, se libra —en opinión de Toynbee-, como un -

“deporte de reyes”. (110)

La conscripción generalizada, implantada por la Re—volución Francesa, suplanta dicha concepción, Transforma la querra limitada en general; amplía el ámbito de la guerra de nacionalidad e implica en ella a toda la población. En el Siglo XIXaparecen nuevos ingenios -las armas automáticas—, y se producela asunci6n de la guerra como instrumento político —expresión —

última delvoluntarismo bélico-. Sus efectos se hacen aún ms -

mortíferos, siendo cada vez ms los afectados por sus secuelas.

El Derecho de guerra responde al desafío pretendiendo ampliar su esfera de protección. Adquieren progresiva importancia el “lus in bello” y el Derecho Humanitario Bélico, siendo objeto de repetidos intentos de codificación. Con desigual éxito, se reglámenta la conducción dé las hostilidades. La obrade La Hayá vera mermada su efctividad por clusu1as “si omnes”,de reciprocidad y, sobre todo por el desarrollo armamentístico.Por contra, la tarea emprendida en Ginebra, pronto concebida como derecho necesario, se revela como elemento insustituible para paliar, ya que no evitar, la barbarie bélica.

a) Derecho de guerra:

Conectada con la tradición esco1stica, la EscuelaEspañola del Siglo XVI concibe al soberano, en cuanto cabeza ——

del Estado, como el único legitimado para acudir a la guerra.(111) Cabe por elló s6lo entre Entes soberanos y se declara --

cuando así lo determinan aquéllos cuya áutoridad dentro de su —

Réino no admite superior. ‘El empleo de la fuerza, prohibido alos distintos grupos o facciones sociales -afirma Snche-Ape11niz—, esta admitido en aquellos casos, como ocurre con el Esta—do Soberano, en que se trata de una comunidad o grupo social -—

que no tiene instancia superior a la que acudir”. (112)

La imposibilidad de ejercitar el propio derecho pormedios pacíficos va a ser el argumento que legitimeel recursoa la fuerza por parte del Estado. Entonces le cabré la posibilidad de ejecutarlo mediante la guerra, confiriéndosele a ésta —

el carácter de justa y de sanción internacional. Sin embargo, —

—2.4-

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sólo en última instancia podré acudirse a dicha vía. El parecerdel jesuita Gabriel Vézquez. a propósito de la cuestión de la -

anexión de Portugal por Felipe II, abunda en esta cuestión. (113)

1- Guerra justa

Según la doctrina de la época, seré la que el Estado haga cuando no tenga otro medió para reivindicar su derecho.Sin embargo, los autores de la Escuela Española exigirían que -

previamente se hubiesen agotado todos los medios para satisfa-cer el interés del Estado. Conveniéncia política y justicia seyuxtaponen. Por ello, en un intento de excluir la guerra, se exhórtaré a los príncipes a que, por si o por terceros, lleguen aacuerdos que satisfagan su mutuo interés. (114)

Categórico es ‘Suérez al respecto. Los príncipes estén obligados a evitar la guerra acudiendo a todos los medios -

honestos que sea posible. Si no existe peligro de injusticia, -

el arbitraje es evidentemente el mejor medio. Porque es imposible que el Autor de la naturaleza haya dejado las cosas humanasen tan críticas condiciones que todos los litigios entre los Estados deban ser sancionados y decididos únicamente por la gue——rra”. (115)

Solo estaré jústificado dicho recurso cuando se dende forma inequívoca los requisitos que la catalogan de justa. -

El pensamiento de entonces plantearé “los capítulps de condiciones para que la guerra se haga lícitamerte;’primero.. poder legitimo para hacer lá guerra segundó,. una causá justa .0 un títuljurídico; tercero, que se observe un modo digno y la equidad enel comienzo de la lucha, durante las hostilidades y después dela victoria”. (116)

El soberano era el único legitimado para declarar- la guerra.. (117) Formalmente aún lo sigue siendo, según acredi-’ta nuestro Texto constitucional: “ Al 1ey corresponder previa -

autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y ha—cer la paz” (Art. 63,3) . Sin embargo, entonces.. según la opi——-’nión de,juristas y teólogos, no habría ya lugar a unaactitud —

- ‘. discrecional por su parte.

Su arbitro. se supeditaría a la exigencia de una causa previa. Dicha cuestión sería el núcleo del pensamiento pro—-pio del “lus adbellum”. La tradición aludía ala ofensa y a’la

• injuriá a su honor ,psbna como motivos suficientes. La defeasa de la fe, antes contra el infiel y después contra el hereje,fue objeto de prolija argumentación. y, desde luego, razón o excusa de múltiples guerras y excesos. (118)

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“Varias clases de injurias — escribe Su.rez—’, son —

causa de guerra justa. Primero, cuando un príncipe se apodera —

de propiedades de otro y no quiere restituirlas. Segundo, cuan.do sin causa razonable niega.los derechos comunes de gentes, tales como el derecho de tránsito por la vía o el comercio internacional. Tercero, una grave injuria a la reputación o al honor.También son causa suficiente estas injurias cuando son inferi—das al propio soberano o a sus súbditos, pues el príncipe es elguardián del Estado y de los ciudadanos’. (119)

Una postura minoritaria, de corte extraordinariamente actuai,postula que sdlo será. causa bastante para la guerra —

la ofensa que entrañe un ataque prévio. Alonso de Madrigal y L6pez de Segovia serán sus valedores. Este último únicamente califica de “guerra necesaria y justa la hecha por los fieles defendiéndose; entonces su violencia contra los que voluntariamentelos combaten estaría justificada por el Derecho, porque todos —

los Derechos permiten rechazar la violencia con la fuerza para—defender la vida y los bienes, aunque, eso si, empleando moderación en la defensa bélica no provocada por el atacado”. (120)

En la formulación de la doctrina de la guerra justase haya inmerso un germen de derecho de guerra, relativo a su —

conducción. Vitoriá no duda en tachar el tema de cuestión principal, en tanto que versa ‘sobre las cosas que están permitidasen una guerra justa”. (121) Se incorporan así su doctrina ——

los usos humanitarios medievales. Heredera de los mismos, sus —

planteamientos basculan en torno a la exclusión de ciertas personas -consideradas inocentes-, de los males de la guerra, ref 1riéndose ademas —al soslayar conductas insidiosas—, al modo dellevar la lucha y al comportamiento del vencedor.

La conducta del caudillo victorioso ha de regirse —

por una idea de justicia, impregnada de prudente mesura, “Unavez ocupada la ciudad y ha11ndose fuera de peligro el vencedor,ya no le será lícito al rey triunfante matar.a los inocentes, -

como son los niños, las mujeres, los religiosos y clérigos queno prestan auxilio al enemigo... A este respecto debo advertirque siempre debe presumirse que en la ciudad hay algunos inocentes y, por lo tanto, no es piadoso ni cristiano disponer la matanza de todos, porque aparejaría muertes de inocentes”. (122)

Justifica sin embargo la doctrina de la época las -

muertes inocentes que acontecen en el curso de la guerra. Así,“cuando es necesario para el fin de la victoria matar a los mocentes, es lícito hacerlo, como ocurre al bombardear una ciudadpara tomarla, aunque ello cause la muerte, ya que estos muertosse siguen sin intento. De esto no puede dudarse, lo mismo que —

-2 6-’

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si se expugnara un castillo”. (123)

Preocupa también la cuestión de la licitud de las -

estratagemas. Se suscitan opinionés encontradas, fruto de la colusión de las nuevas tácticas --Gonzalo Fernández de Córdoba lasusa con profusión y éxito en sus campañas deItalia-. y de la -

antigua tradición caballeresca de lucha en campo abierto. Suá-rez •no las excluye. “Están permitidas cuando se intenta.pruden

- temente ocultar los planes de guerra. No hay obligación de manifestar la verdad cuando el otro no tiene derecho a exigirla; sele puede satisfacer entonces con una mentira aparente que oculte la verdad”. (124)

El comportamiento cristiano en la guerra justa se —

encuentra sincréticamente expuesto por Vitoria, cuando dice que“las reglas para hacer la guerra pueden deducirse de unos pocoscánones. Como primera regla y supuesto que el príncipe tiene autoridad para hacer la guerra, no debe buscar ocasión y pretextopara hacerla, sino que, en cuanto le sea posible, debe guardarpaz con todos los hombres.

“Como segunda regla y demostrado que es indispensa-ble la guerra en virtud de justas causas, debe procederse en e—ha, no para ruina y perdición de la nación a quien se hace, sino para la consecución de su derecho y para defensa de la pa———tria y de la propia república y para que por dicha guerra se --

llegue a conseguir la paz y su seguridad.

“Como tercera regla. obtenida la victoria y terminada la guerra, conviene usar del triunfo con moderación y modes—tia cristiana, y que el vencedor se considere como juez entre -

dos Repúblicas, una ofendida y otra que hizo la injuria, para -

que de esta manera emita su sentencia no como acusador, sino como tal juez, de manera que, aunque su fallo haya de satisfacera la nación agraviada, sea, en cuanto sea posible, con el menordaño y perjuicio para la nación ofensora”. (125)

2.,— Guerra de religión: Se quiebran los límites de la guerra --

justa, pacientemente.montados sobre un ideal teológico-temporal

—la hermandad de las naciones cristianas europeas en el Catolicismo—, cuando los herejes se erigen en sucesivos credos nacionales. La Reforma protestante y sus secuelas polítíco—religiO—sas —luteranismo, anglicanismo, calvinismo—, cuestionaban no s6lo la unidad religiosa sino la propia férula política a la queaquélla servía de soporte: la diarquía Papa—Emperador.

De hecho -dice Peña-, “la religión se proyecta polÍ.•ticamente”. (126) Aunque es al Papa en último término a quien -

—27-.

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le corresponde declarar la guerra, dado- que en ocasiones no ——

cuenta con los medios necesarios, puede delegar su ejercicio -

en los distintos príncipes y obligarles a tomar las armas endefensa de los derechos de la Iglesia. Los reyes son entoncessus delegados. Este poder vicarial del poder político en defensa de la religión católica convierte a los soberanos en mandatarios de la potestad pontificia. Los reyes serán así sus delegados y su magisterio moral sobre el orbe se convierte en derecho político, al ser puesto en practica por los distintos soberanos.

Tales principios , aplicados primero como título —

bastante para la evangelización y conquista de las Indias,(127) fueron luego puestos al servicio de la Contrarreforma. -

El obispo de Roma —afirma un reputado autor—. tenía un poder —

directo permanente sobre los pueblos herejes, ya que eran súb—-ditos de la Iglesia. Los cristianos tenían derecho a la rebeldía y a pedir ayuda a los príncipes católicos. El- Sumo Pontífice podía obligar a éstos a defender a aquéllos. Sería lícito ocuar el reino de los herejes y expulsar a los príncipes rebel.des para defender el bien común de la Iglesia y el bien espíntual de cada uno de sus súbditos”. (128)

Si no hubo consideración alguna con el infiel, tampoco la habrá con el hereje. Como dice Pastor, “las sangrien—tas-practicas de la Edad Antigua revivían en una sociedad cristiana y de cultura. refinada”. (129) En la misma nohabía lugarya para el humanitarismo. Grocio, testigo directo de muchos delos excesos,-escribír que “es lícito en la guerra lo que es —

necesario para alcanzar el fin1’. (130) Ya no habrá pie a dis——tinguir entre inocentes y culpables. Los herejes siempre seránculpables; lícito será reducirlos a esclavitud sean hombres,mujeres, niños o ancianos. (131) La guerra no estaba ya sujetaa ningún Derecho.

Las matanzas, saqueos y pillajes se suceden. La —

Guerra de los Treinta Años (l.6l8--1.648) ofrece una buena muestra de horrores. t’En 1.631 - afirma Watson—, en la matanza deMagdeburgo, unas veinticinco mil personas fueron asesinadas yni siquiera una de cada cincuenta tenía armas”. (132) “Estadisticas referidas a dicha guerra —dice Veale—, arrojan que peree-’.ció una tercera parte de la población de Europa Central. La población de Bohemia se redujo de tres millones a ochocientas ——

mil personas. Al principio de la guerra, la importante ciudadAugsburgo tenía setenta mil almas; al terminar,sólo quedaban —

dieciocho mil. Durante ms de una generación, un tercio de buenas tierras de Alemania quedaron sin cultivar”. (133)

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No fué hásta los Tratádos de Minster y Osnbruck -

—firmados el 24 de Oátubre de 1.648, domponen la paz de Westfaha—, cuando Europa alcanzó la ‘paz. Enella, bajo el principio“cuius regio, eius religio’, se ponía fin a las guerras de religión. Las confesiones luterana y cáIvinÍsta fueron así ofí——cialmente reconocidas. Tras la independencia •de Suiza de los -

Habsburgo, después de la dé los Paísés Bajos de la dominaciónéspañola y de que se fortalebiesen a su costa Suecia y Francia,un nuevo órden político regiría en Europa. Su vigeñcia se ex--tendería hasta la llegada de los vientos de la Revolución Fran

- cesa y del liberalismo burgués. (134)

3 Guerra de dinastía: Después de la Paz de Westfalia, se producen. una serie de guerras rnóderadas, verdadero interludio entre las sangrientas batallas anteriores, propias de las gue-rrasde réligión,y lasque habría més tarde, con la eclosiónde los nacionalismos. Toynbee estima que, en réalidad, ‘pode——mos limitar el período de la moderación dieciochesca de 1.732a 1.755, si tomámos la fecha •de expulsión de una minoría pro-—‘testante del principado’eclesiésticode Salzburgo como el último acto de persecución religiosá en Eurápa y la expulsión de —

los colonos franceses de Acadia — en Norteamérica-, como el --

primer’:aáto positivo de persécución por rázones de nacionalidad’. (135) :

En cualquier caso’,’ se entenderé después de la Guerra de los Treinta Años que los pueblos nó estén ya en guerra.Aunque por un corto período; serén las’ clases populares ajenasa la misma, pues las contiendas se sostendrén por las distintasdinastías o casas reales. Es el moménto de las guerras lirnita—das, en las que los adversarios eran príncipes qu&hacían la --

guerra mediante éjércitos profesionales, a menudo integrados—por mercenarios. (136)

Se comprendé entonces -dice Fuller-, que si los -

hórrores de la güérra no se réglamentan como se reprimen los —

crímenes porla ley de la paz,’ las ‘náciones perecerían. El re—sultado fué él siguiente. Así como en la Edad Media había un -

código de honor entre los caballeros que excluía al pueblo llano, ahora se trataba de establecer otro entrelos’aristócrataSque mandaban los ejércitos; dejándo •al rrargen á las masas populares” (137)

Durante gran’ parte del Siglo XVIII las gierras seconsideran juegos reales, en cuyás batallasevolucionaban vistosamente los ejércitos, perfectamente encuadrados. Su entrenamiento’ era coétoso y sus armas caras y escasas, siendo ademésdifíciles de reemplazar Se organiza con eficacia la intenden—

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cia militar para mantener las sucesivas campañas, de manera —

que los depósitos de aprovisionamiento substituyeron al anterior vivir sobre el terreno y al consabido pillaje”. (138)

Emérico de Vattel escribe entonces: “La primera regla que se debe tener en cuenta en la guerra..., es que las reglas de la guerra normal —se entiende la ejecutada por ejércitos profesionales—, deben ser observadas por los dos bandos. Esto es absolutamente necesario..., si el hombre quiere introdu——cir orden en una actividad tan violenta como es la de las armas,fijar limites a las calamidades que la guerra lleva consigo y -

dejar una puerta abierta al retorno de la paz”. (139)

Esta reedición del comportamiento caballeresco tie—nesums directo precedente en la rendición de Breda. El Mar-qués de’Spínola dispuso -en un gesto que Velázquez impresionó -

para la historia-, que se rindiesen honores al vencido; que nose detuviese, importunase o molestase al enemigo, ni a sus mujeres; hijos •o criados y que no se hiciese pillaje alguno sobresus ganados obienes.’Lamagnanimidaddél vencédor, quizá porexcepcional, no pasó inadvertida.

Se tachan las guerras entrelosmonarcas europeos —

de juegos de salón. Las galanterías se suceden. Cuando Carlos —

XII de Suecia toma Copenhague, sus soldados pagan a los ciudadanos vencidos los víveres y la leña que les eran necesarios. Austría y Prusia acuerdan en 1.759 neutralizar las estaciones balnearias de Teplitz, Carlsbad, Landeck y Warbrummen. En 1.762, —

Francia y Prusia reconocen la neutralidád de la ciudad de Pyr——mont. El tratado suscrito en 1.783 entré Federico II de Prusiay Benjamín Franklin, plenipotenciario de los recientes EstadosUnidos, plasma en un instrumento jurídico tales miramientos.(140)

La doctrina de la época evoluciona en sus practicashumanitarias; se persigue una progresiva y mayoritaria exclusión de los afectados por la lucha. Si dos siglos antes se presumía que todos eran combatientes, ahora la presunción se formulaa la inversa, “Las mujeres, los niños, los viejos, los enemigosenfermos, los ministros de la religión, los dedicados al estu——dio y aquellas otras gentes cuyo género de vida diste del of i-cio de las armas -dice Vattel-, son enemigos porque pertenecena la nación con que se está en guerra, pero no oponen ninguna —

resistencia y no hay derecho a maltratarlos, a usar contra elbs de violencia y, mucho menos. a quitarles la vida”. (141)

Rousseau iría a1n ms all. Sólo cabra ejercer la —

vioiencia contra aquéllos que hagan uso de la misma. La guerrano esunarelación de hombre a hombre, sino de Estado a Estado,

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donde los particulares no son enemigos ms que accidentalmente,no como hombres ni comp ciudadanos, sino como soldados... Por —

ello, siendo el fin de la guerra la destrucción del”Estado enemigo, hay derecho a matar a los defensores mientras conserven —

sus armas en la mano; pero encuanto las entreguen y se rindan,dejan de ser enemigos, vuelven a ser simplemente hombres y no —

hay derecho sobre sus vidas’. (142)

b) Guerra y Poder Político:

El ilustrado mundo del Siglo XVIII se haya jalonadopor una ininterrumpida serie de guerras, fruto de las sucesivasluchas’dinsticas. Su propósito no era otro que mantener el de—licadoequilibr’io político europeo. La estabilidad del sistema—y de’ las coronas que ‘eran su cabeza,—, dependía de que ningunode los Estados- que’ formaban parte» del mismo sobresaliese hastael puntode que’ supoder’lo se impusiese••a’»•los demás.

‘‘Los cataclismos’que-SupOflen,tanto la Revolución burguesade aparición de una Potencia imperial —personificada”en ‘la Francia de Napoleón-. se deben a su propósitode “desvincularse de. :un sistema de Estados cuyo’ fin último era -

perpetuarse a sí mismo. Al comentar los autores el acontecimieato’—la.. Paz de Utrecht (1.713)—, que puso fin a la guerra de Sucesión’ española y que apuntaló el órden político europeo hastalas calendas revolucionarias, mencionan ya la humillación que -

la-misma’ supuso para Luis XIV, al tener que renunciar a sus ambiciones hegemónicas. (143)

Napoleón será el perturbador europeo por excelenciadurante el Siglo XIX. Hasta Waterloo, toda la política de las —

distintas Cancillerías europeas se hace contra él, La Europa dela época encontraba insoportables sus ambiciones; no sólo por--que pretendiese instaurar un imperio al que deberían rendir vasallaje; sino porque era heredero -ya que no, depositario-, delideario revolucionario. Elorden conservador europeo—personifcado en la Santa Alianza-, y el pensamiento liberal eran enton—ces incompatibles. Nuestra azarosa historia del Siglo pasado lopone de manifiesto.

La -propia conducción de las operaciones militares -

recupera la’ferocidad y’los excesos que parecían decididamente• arrumbados durante el Siglo anterior. La pasión de los nacionalismos, el masivo sistema de reclutamiento impuesto por la Revolución -la “levée en masse” o conscripción y las nuevas tcti

• cas de lúcha -los sitios y, en especial, la guerrilla-, hicie——ron imposible la distinción del régimen de combatientes y no --

combatientes. (144)

-31»

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Bainton dice: UA1 mismo tiempo, la Revolución Francesa barriótoda cortesía y volvió a establecer el saqueo; la —

revolución democrtjca terminó con el sistema de mercenarios ——

profesionales en favor de las milicias civiles, con la inmediata consecuencia de que la guerra no podía ser aislada de la totalidad de la población”. (145)

Superadas las campañas napoleónicas, pervivió sin -

embargo la eclosión nacionalista, a duras penas contenida por -

los suces±vos conciertos de Potencias.a los que se llega des--—pués delCongreso de Viena. En cualquier caso, si bien la brutalidad individual parece ceder la población civil queda al margen de los cornbates a aumentar enormemente el núme-.ro de bajas a consecuencia de los nuevos ingenios bélicos, sobretodo las innovaciones artilleras y las armas automáticas.

La guerra se va a transformar en el instrumento último ydecisívo de la política internacional. Los Estados van arecurrir a ella para trastocar a su favor el precario equili—-brio internacional. El hecho de que su mantenimiento requirieseun complejo sistema de alianzas y coaliciones no supuso ms queun intento fallido de mantener la paz. Pese a todos los esfuerzos, la misma se truncó en el holocausto que supuso la 1 GuerraMundial.

1.- Guerra limitada y equilibrio dé Estados: El Siglo XVIII contempla la apariójón de unas rigídas “reglas de juego” en el carnpo de batalla. Tácticas y armamentos eran semejantes. Por otraparte, su creciente complejidad requería ejércitos profesiona——les -a menudo mercenarios-., quedando al margen la población civil.

Durante este siglo, las guerras se limitaron a loscombatientes. Los civiles no tenían excésivamente restringidossus movimientos; los actuales pasaportes tuvieron su origen enlos salvoconductos extendidos a los extranjeros, sobre todo sieran neutrales. Y aún así, narra Nef, “cuando un tal LawrenceSterne fue a Francia sin salvoconducto durante la guerra de losSiete Años, en seguida se procuró uno de un duque francés,quien se lo concedió convencido de que un hombre que ríe nuncaes peligroso”. (146)

Sin embargo, las batallas eran sangrientas. Las ——

formaciones en cuadro costaban innumerables bajas, cuando caíande las mismas bajo el fuego cerrado de las descargas enemigas.Rota la formación, imposibilitado entonces el ordenado ciclo decargar, apuntar, disparar y dejar sitio a la segunda línea de —

tiradores para que hiciera lo propio. la caballería exterminabaa los infantes.

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El fusil de .chispa era el arma de la infantería; ésta trataba de cómpensar su pr.cticamente nula cadencia de tirocon la masa de fuego que le proporcionaba su formación táctica.Así, dice un autór, ‘se constituían gigantescas ametralladorashumanas, basadas en unadisciplina férrea’. (147)

Se iba en columna de a tres •hacia el enemigo; frente1 a él, se constituían tres filas de tiradores, de pie y de rodi

llas alternativamente. Las líneas se subdividían en pelotones,—que abrirían fuego sucesivamente a la orden de sus oficiales.El príncipe de Hohenlohe decía que rla acción de la infanteríacoménzaba a los 1.600 metros,’esimportante a 1.200, crece a --

500, a cuya distancia su efecto es decisivo, e insufrible a 2006 100 metros’. (148)

El modo de impedir que se acercase el nutrido fuegode los infantes eran las sucesivas cargas de caballería. Aqué-lbs, para evitar ser rodeados, se concentraban formando un ce—.rrado cuadro de bayonetas, desde donde abrían fuego a discre——ción sobre la caballería. La batalla se decidía cuando la arti—lberíá —pesada y difícil de mover-, conseguía hacer blanco so-—bre las cerradas formaciones de los infantes. (149)

Los combates frontales eran cuidadosamente evitados.Como las batallas costaban muchos hombres, se trataba de eludiral enemigo mediante maniobras, hasta lograr encontrar una posi—ción ventajosa y favorable en la que lograr emplazar la artillería.. Así, decía Defoe, bos ejércitos dé cincuenta mil hombres -

solían pasar la campaña entera ésquivndose mutuamente. El arte• de la guerra . -se dirá cón soma-, consistía menos en sabercómo defender un fuerte que en encontrar la ocasión para rendirse con honor”. (150)

La’guerraprimaba,en cuanto era el instrumento in—

dispénsable de la política exterior de los Estados. Todo el Si-- gb XVIII’transcurre en un contínuo forcejeo entre lás distin——tas Potencias europeas. Se neutralizan éstas unas a otras me———diante contínuas alianzas y contraalianzas, sucedidas de guerrasypaces que trastocan contínuamente el mapa político de Europa.(151) . . . .

• •Pese a lasconvulsiones que experimenta el teatro —

europeó, los autores ven reflejadó en esta época “el ejemplo —-

ms realy aproximado de un sistema de equilibrio de poder’.(152) Había fundamentalménte cinco actores:. Francia, Austria, —

Prusia, Rusia e Inglaterra. Supotericia era aproximadamente lamisma y el progreso técnico avanzaba a ritmo lento,

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La flexibilidad de las posibilidades dé alianz.a era

clevada y no había antagonismos ideológicós que excluyéran una-determinada. Ninguno de los Estados depéndía fundamentalmente —

de otro para sus suministros bélicos y los intercambios económicos no imponían graves exigencias. Los gobernantes no tenían ——

que dar cuenta alguna de su gestión y, adems, “veían ventalasen el sistema de Estados imperante, de modo que estaban ms dispuestos a aceptar pequeñas ganancias o pérdidas territoriales,que a fomentar sus objetivos-de-modo que la propia existencia —

del Sistema resultase amenazada”. (153)

La reiaciones internacionales sólo se dán en régimen de igualdad-, entre Estados soberanos. Es decir, entre aquellos Estado’scuyo’poderío fuese’elimprscindible para mantenera salvo-su sobéraní-ae independencia. Polonia vera su suelo y -

población repartido entre Prusia y Rusia. “Por este abominablereparto -diré. Woolseg- perdió cinco millones de habitantes y untercio desu territorio”, (154)

En un sistema deEstadós-como es el del “cóncierto—europeo” del último tercio del Siglo XVIII y donde el equilibriode poder erael fiel de su supérvivéncia, la paz aparecía como moneda pocorentahle’ymen’os valiosa. Por el contrario, la “gue——rra -aunque limitada-,constituía un mecanismo esencial para sufuncionamiento”. (155)

2.— Guerra nacional y. política imperial: Sin embargo, en el plano político, la- quiebra del- sistema se produjo cuando Francia,a consecuencia de la Revolución de 1.789, dejó de dar prioridadal fortalecimiento-del “statu quo”y trató de sustitiiirio por.otro ms ácordé con’ sus postulados. Y en-el plano militar, cuandoagobiada por la reacción realista internacional, tuvo que acu——dir al sistema de conscripción —levée en masse—, ideado por Carnot en 1.793 y que, alimentado por el entusiasmo popular, dej3París fuera del alcance de los coaligados.

Los autores,al referirs-e alas guerras de la Revo—lución Francesa,no dudan en calificarlas de “caso histórico especial”. (156) Y an m’s en concreto, de “guerras totales, ya-—que el’cisma ideológico inducía-a los--”c’ontendientes a intentarimponer su propia-noción--de justicia y fuerza”. (157) Amalgamadas’ las nuevas ideas-con-el florecimiento--de los nacionalismosy eL ansia- de- independencia, el resultado sería un siglo pródigo enguerras-’que, qui’zspor contraposíción’a los horrores de

- las ms recientes,-- calificamos’ modestamente de nacionales.

Los nuevos-tiempos trajeron también innovaciones importantes en-la- tcticamilitar; Napoleón consa’gr6 las innova——

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ciones que en su día había introducido Federico II de Prusia. -

Bsicamente,consistieron eñ el perfeccionamiento de la artillería hipomóViL y en la división orgánica del Ejército, constituido por diferentesarmas, agrupado en divisionés, con fuertes reservas y apto- para la maniobra. El rápido y variado emplazamiento de la artillería mediante armones cobra así particular importancia en el transcurso de la batalla, Permitirá concentrar decisivamente sufuegoydestrozar al enemigo,.desbordado por la-rapidez desusmovimientos. (158)

- La guerra se extenderé. a toda Europa y, esporádica—mente,a sue1onorteafricano. Su objetivo final es la.destruc-ción del modelo deEstado enemigo. Fracasados, por su talante —

expansionista, los intentos de integración del nuevo Estado queNapoleón encarna, el conflicto se plantea en términos absolutos.(159)

Sus ambiciones imperiales sólo se truncan después —

de una largay dolorosa guerra. Sublevada España, .enfangado enla Península en una- agotadora y-estéril- lucha —la--guerrilla—,entonces novedosa sucumbeen la estepa rusa,- donde-el invierno,el hambre y iacaballeríacosaca que dificulta -su retirada, lehacen perder-- “las- cuatro quiñtas partes del medio- millón de hombres que llevaba”. (160)

Después-de sus tropiezos en Bailén y en Bruch, organizadalaresistenciaen España çonayudabritni’ca el ejército francés tiene-que abandonar la Península en 1.813, a raíz desu derrota en Vitoria. En este mismo año, como colofón a su retirada deL-suélo- ruso, Austria, Prusiay Rusia le vencen en ———,

Leipzig, viéndose obligadoa- abdicar Napoleón en Fontaineblau -

(11 de Abril de 1.814), sufriendo así su primer confinamiento -

en Elba. -

Por la primera Paz de Pars se restituye el trono —

de Francia a los Borbones, en la persona de Luis XVIII. Sus límites territoriales se retrotraen a los de 1.792, al mismo tiempo que, con arreglo al plan austro-bitnico, se la circunda --

con un auténticocordón sanitario, integrado por terceros Estados, bajo- la tuteia de las Grandes Potencias. Prusia recupera —

sus antig.uasposesiones y se yergue en el núcleo de la nacienteConfederáción alemana. Austria. recupera Venecia y Mi1n. Bélgica y Holañda forman los Países Bajos.. (161)

-. Dúrante esta época por primera vez se registra la aparición de una estrategia moderna, globalizada; la lucha se desarrolla: tanto en tierra como en la mar. Un poder continental —

hace frente a una coalición, necesitada a la vez de vías maríti

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mas para subsistir y golpear puntualmente al enemigo. Derrotadapor ésteen tierra, persistiré en su hostigamiento al Continente, luegodedeshac’erse Inglaterra en Trafalgar del único poder-la flota combinada franco—española-, que podría impedirle ilevar a cabo su misión: el bloqueo.

Utilizándolo con profundo sentido estratégico, dueña Inglaterrade los mares, monopoliza pr.cticamente todo el comercio con Ultramar, echando asilas bases de su futuro imperiocolonial. Pretende aplicar un bloqueo genérico o de gabinete ——

-establecidoya en su Ru1e of the War” de 1.756-, al prohibira los neutralesel comercio con el Continente, El Almirantazgobritánico es categórico: “La Gran Bretaña bloquea naturalmentetodos los puertos de España y Francia. Ella tiene el derecho desacar parté de- esta posición, como un don que le ha sido concedido por la Providencia”. (162)

Los neutrales pretenden sacudirse esa auténtica tiranía marítima--representada por el bloqueo de despacho. Surgensucesivas declaraciones de neutralidad armada, por las cuales aquéllos declaran estar dispuestos a usar la fuerza para defen——der la inviolabilidad de su pabellón. Catalina 1 de Rusia y susucesor, Pablo I,ademásde exigir-la-efectividad del bloqueo -

como requisito--previo- a su reconocimiento, efectúan sendas de-claracionesel 27 de Febrero de 1.780 y el 16 de Diciembre de -

1.800, pronto secundadas, entre otros, por Francia, los Paísesescandinavos- ylos Estados Unidos.

El rnatiztalasocrátjco de la conducta británica fuépronto percibido. “Hace setenta años -escribe en 1.786 un Mini!trode Luis XV—, que la Corte de-Londres trabaja sin cesar en —

levantar a todas las Potencias contra Francia. El pretexto es —

que quiere destruir la libertad de Europa, el equilibrio de poder y llegar a la Monarquía universal. Con mucho más fundamentoy por iguales motivos se puede excitar a todas las demás naciones contra los ingleses. So capa de querer proteger el equili——brio en tierra, que nadie amenaza, aniquilan absolutamente el equilibrio en la mar, que nadie defiende”. (163)

Los británicos no cejan en su empeño. Interceptan —

el tráfico marítimo neutral, decomisan su mercancla y no dudanen arrestar a los nacionales enemigos, aún cuando estén a res——guardo bajo pabellón neutral. Y como dice Nussbaum, “hecho difÍcii de compaginar con la doctrina aceptada entonces, fue el bombardeo de Copenhague por la flota inglesa, en 1.861, una vez ——

destruida la armada danesa”, (164)

Como colofón, laintransigencia británica en sus --

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bloqueos de gabinete fuerza,, en 1.812, a los Estados Unidos—que veían’perturbados’gravemen’te sus intereses comerciales-, aentrar -en gue’rra’consu antigua Metrópoli; si’ bien el conflictoquedó circunscrito exclusivamente al rnbito marítimo. Terminó -

dos años después’ mediante el •Tratado de Gante, devolviéndose ambos Estados mutuamente sus presas,

Desde luego, el clima bélico que reinaba entonces —

en EurOpa” no’ era” el’ m.s - propicio para la -observancia de la cortesía int’ernacionat’.”Así,dir’’ un’ reputado autor, “en esas guerras ‘se olvidarOn’ comple’tamente los pr-incip-ios’ ms fundamenta-—les del orden’ internacional; el derecho’de la independencia y —

el de la neutralidad de los no’ combatientes fueron violados a -

porfía por Napoleón y sus- adversarios’, especialmente Inglaterra’.’(165)

Lo’s exesos se suceden; los’ principios del derechodiplomtico entonces- vigente entr’an’ en franca crisis con, el asesinato de los embajadores franceses que se dirigían al congresode Ramstadt. Napoleón’ no es menos’ y ordena’ el secuestro, en elterritorio neut’ral’de Baden, del Duque de Enghien; trasladado aFrancia, se le condena y elecuta’ sumariamente.

El comportamiento--con los vencidos dista de ser e—jemplar. Así, se dice’, “los excesos’ cometidos’ por los ejércitosimperiales’ fueron’ atroces’ ‘Especialmente los polacos se distin—guieron por’su fría crueldad y’su desprecio por aquéllos. Después de la bata”l’la’d’e Ocaña, don-de los españoles’ fueron derrota——dos, una división’, “c’asi’to’da”’e—i-’la’compu’est’a por polacos, fue encargada de conducir aBurgos “a’ los prisioneros, muy numerosos;algunos calculabanquetre’int’a’Ifli’L ‘L’a”mitad de-ellos fueron asesinados a sangre” fría p’or’ el camino”’. (166) Estos y otros hechos hacenque’los -‘autores’sean unnimes al hablar”de “la ineficacia del Derecho’Internac’ioflalefl”’l’a era’napoleónica”. (167)

3.-— Guerra iimita’da’y concierto de Potencias; Zanjado en Water—loo el incidente’de”la vuelta ‘d’e Napoleón al suelo europeo, im—puesta a Francia aún más severas condiciones por la segunda Paz -deParís —se retrotraensus fronteras “a’ las de 1.790, ‘se le fija u

- . na indemnización’deguerra de s-i’ete millones de francos y se de- creta su ocupación por’ los coaligados durante cinco años—, co——

mienza en Viena, en los albor’es de 1.815, lo que hoy se conocecomo el sistem’a de congresos. Implícito a finales del SigloXVIII, -aparecerá’ ahora de forma bien patente en la escena internacional el concierto’ de Potencias. (168)

“Se trata entonces —dic’e Kissinger—, de lograr seguridad, más contra’iaconqu’ista universal qu’e contra la revolu——

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ción. La metaera’ei logro del equilibrio de poder estable, --

mediante el sometimiento- deFrancia y_ el-acrecentamiento del poderio de las Potencias neutrales; a su- vez, todo el esquea sería protegido- mediante garantías territoriales”. (169)

de este aserto,conviene recordar que la reunión deViena estuvopresidida por el ansia derestaurar el- princip-iode legitimidad monárquica. Una ola regeneracionita invade Europa, pretendiendo reeditar la situaciónanterior. El abso-lutismopare-ce redivivo. “Las reacciones —diceun autor-de laépocacostumbran a ser, una vez declarádas, -

tan rápidas -corno violentas ateísmo de la Revolución Francesa sucede;apropuestadel-ZarAlejandro y previa aceptación --

del Emperador de Austria-y del rey de- Prusia, la pía manifestación de la Santa Alianza”. (170)

Al amparo de 1-a declaración de Aquisgrán (1.818), —

las Potencias-desarrollarán-su políticade intervenciones, el -

exponente-más- caracterí-stico del espíritu de Viena.Se encarganasí, en un remoto remedio- de lo- que- hoy se conoce como doctrinade la soberanía limitada, de tutelar la política de terceros Estados, ms dbiles. En las- sucesivas reuniones de- Troppau (1820)y Laibach (l821),acuerdan sofocar en Nápoles y Piamonte las.-primeras expresiones- deindependenc-ia. Por ultimo, en su reunión de Verona (1-822), acuerdan a-s-i-st-ir a Fernando VII, para lo —

cual envían a España- los cienmíl hijos-de San Luis. La acciónexterior poníaasí fin--a-nuestro primer intento liberal.

-La- intervención en España-- -de la Santa Alianza ini--cia el declive- del sistema de congresos. A partir de entonces,la pentarquía- -pues Franciase había un-ido en 1.818 a Austria,Prusia., Rusia-- e Inglaterra—, aparecerá más interesada en din——mir sus propias controversias. Inglaterra se desliga del con———cierto europeo nosólo respecto a- su expedición en la Península;en su propósito- de-preservar su monopolio marítimo y comercial,secunda la declaraci-ón de Monroe y apoya su pretensión de des——vincular Amnic-a del intervencionismo europeo.

- - Soslayando dicha cuestión,-saldadapor otra parte —

con la sucesiva-- independenciade-nuestra-s colonias, la razón ——

del ocaso delahegemon-ía-colectiv-a-d-e- las Grandes Potencias sepuede encontrar enque “el equilibrio buscado se basaba- en unaconcepción defensiva: la amenaza de una Franc-ia agresiva.,Miefl—tras- esta amenazase conocieseuniversalmente, bastaría para legitimario. - Pero anteproblemas n-uevo-s y- amenazas diferentes. ..,

se-ría difícil obtene-runanimidad anterior, porque sólo en períodos revolucionarios- asumen alcance univer-s-a-l- las amenazas’t.(171) - -

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• ‘ La’nu’eva relación de’ poder entre las Potencias europeas se es.tab1ece”através d un’a constelación de guerras limitadas, donde la-dipiomaciaarma’da”se”erige en razón última. LosBalcanes,ei’próxirno Orientey’Eur’opaCentral serán epicentro —

de una tensión que desembocaría- en” el holocausto de la PrimeraGuerra Mundial. Durante- el Siglo’ XTX el concierto europeo sémantuvo. “Hubo’ -‘d’irá’Jerrks-,” cuatro fracasos sucesivos, separados por intervalos; ‘ los- tres primeros fueron seguidos de una renovación del concierto’tras’diversas’guerras secundarias. Al -

fracaso final le siguió Guerra Mundial “. (172)

Adems,-hoy es opinión- unánime que causas de la misma fueron tantola’’r’i’g±d’ez’e’importanciade las coaliciones enfrentadas ‘como- su’ ab’ierto-’e--i’rrefrenabl’e’ proceso ‘de armamenta——ción. Con ra’z’ón’se-apost’illa’’que la Gran Guerra “es hija de dos.revoluciones: de” la’ Revolución Francesa y de’ la revolución industrial”. (173)

Sin ‘mencionar inventos genéricos como el vapor olos nuevos acer’o’s,’de inmediata aplicación a los fines bélicos,el Siglo X1Xr’egistracomo’innova’c’iórr excepcional los fusiles -

de retrocarga’ylas’a’rmas automáticas, Su aparición provoca, además de una’ instantánea- mutación en las tácticas -el orden decombate de la infanter’í’a”s’er’á abierto a partir de entonces—, uneventual desequilibrio político -Prusia será la estrella’ despuésde K5nigsgradtz y Sadowa—, pronto nivelado tanto por sucesivasalianzascomoporel acceso del’Estado vencidoa las nuevas armas. (174)

La utilizac’ión’ de’ la guerra como recurso habitual —

de la política interna’cional-•de-’ -los Estados-; las convulsiones —

que en los mismos comenzaba a provocar —la Comuna de París o lacaída de Napoleón III fueron síntomas’ evidentes—; y la convicción general, pot-enciad’aporlareci’ente impronta napoleónica,de la bondad’de un’sist-emainternacional basado en el equili——brio de poder,son circuns-tancias’ apropiadas para que prenda elpropósito de limitar- -sus efectos. Se resucita el espíritu caba——lleresco y se potencian los- sentimientos humanitarios. Aquél, -

como en el Medievo, pretenderá’ reglamentar- la conducción de laguerra. Estos,- aliviar- sus estragos.

c) Conducción’de la guerra:

Desvirtuada la clásica noción del derecho a la guerra —lus ad bellum-’,’ en’ un- modelo ‘internacional forjado a base

• de impulsos’ bélicos, regular’ ‘su ‘ejercicio era tarea no exenta —

de dificultades’. “(‘175)- Ref1e•o’-’de- l’as’mi’smas ydeuna mentali-• dad —el militarismo--,’ que’abocaría’ al d’esastre a ‘la sociedad in

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ternaciona’l’deentonc’es,’son las palabras de Moltke: “La paz e-terna no es’msqueun”-bello- suefio. La guerra-es mandato divinoy, por tanto’, ‘princ’ipioordenador’ del mundo... En’ toda guerra,lo mejores terminarla’ rp’ido’.. Para’ ello todos los medios sonbuenos ,sin exceptuar ‘los ms condenab1es. (176)

Abun’dan-lo s-eguid’ore-s d’e’ ‘Clausewitz.:Hyde afirmaráque “pertenece al poder dei Estado obten-er ventajas políticas ode otra-clase--frente a-’ot’ros;y- no solamente por el empleo de —

la fuerza, sino- tambin por el- d-ire-cto recurso a la guerra”. --

An Oppenheim,’enla’mism’a-lín-ea argumental y refirindose a ——

esa época, mant’ienequ’e’ “l’a ‘guerra as una función natural del -

Estado yunaprerrogativa de su absoluta e’ incontrolada soberanía”. (177)

Concebidala”guerra ‘corno•- un- instrumento habitual dela política estata1,’el ansia’ de limitar sus estragos parece ——

consecuente con la- noción de guerra limitada. La habitualidad —

del recurso a-la guerra se conjuga así’ con la formulación de unas pautas de comportamiento durante, antes y después de la misma.

Se aprecia entonces un fortalecimiento del arbitraje. Seregi’stra-’la aparición de--un-complejo ceremonial diplorn—tico’ en’ torno--a•”-la dec’lara-c’i’6n-’de-’ guerra y paz. Un aire de formalismo’ recorre -los pros’itos-cod’ific’adóres, sin perjuicio dela especial- relevan-cia’- que adquieren’ el armisticio y otras si——tuaciones intermedia-s-;-- -Por ltimose afi’anzan en la práctica —

internacional- 1-as reparacionesindemnizaciones de guerra. (178)

Elinters comn-- de’ los propios- beligerantes pareceexigir-’--’l-a--’ necesidad de’ modera’r su-’ ‘comportamiento bélico. Dichoproceso- —constitutivodelus in- belio’-’, se orienta en diversasdirecciones. Se dictan normas cuyo propósito es regular, de forma ms o menos directa, ‘la conducción de las hostilidades.

Junto a las-que presuponen la comisión o abstención,.por parte del Estado’de-determinada conducta bélica —modelo queque cristaliza’ en La Haya- en- 1.899-, ‘aparecen otras -el modelode Ginebra de 1.864—, que,’bajo la’ forma de derecho mínimo necesano, constituirán-el’tope inferior obligado y legitimatorio -

de la actuación del Estado durante la guerra. (179)

El problema de’ la efectiva vigeicia durante las hostilidades del derecho de-- guerra surge-- de inmediato. Iniciadas -

las mismas, en ausencia de”un ente organizado superior que pu——diese compeler a su observancia —‘aunque no sea desdefiable el e—fecto psicológico’que sobre los’- combatientes ejercen las conde-

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nas hechas por Organismos internacioñaleS-, s6lo la posibilidadde represali’aff pare’ce:ser el’ ltimo’ freno a:que se desate la ——

barbarie. Elprincipio’de rec’iproc’i’dad”’adqU’iere así una impor-—tancia capita’l’ en el’ derecho de-guerra. (180)

Sin embargo-, pronto se’ considera la necesidad de observar’ pauta’s’decomportIflient0 bélico con carcter imperativoy necesario.Las’ieYe humanitarias” -pretenderán imponer comonorma’ de Itiuscogefl5U aI”margen”’decláusUiaS’ limitativas’ nsj —

omnes” o’de participación general.

“As -dirá’ Pastor-, tratándose de reglas humanita-—rias ni una ni otra limitación tienen razón de ser. Dichas cláusulas no encuentran”.auí’su-’ju’stificacin,’pues nó cabe subordinar el respeto a los derechos’ fundamentales de la persona —vida,honor, integridad corporai—,a la-conducta de su gobierno. Igualmente, la cláusula si omnes debe rechazarse por tratarse d’e unalimitación arbitrari’a, de órden formal, sin razón algunade-ser”. (181)

No obstante’, la interrelación entre las leyes que —

han de regular-la conducción’ de-’ las”- operaciones militares y lasleyes humanitarias’ se ‘hace evidente. Si no’ se cumpliesen las --

primeras, las” ‘segundas perderían buena parte de su eficacia. Lahistoria réciente”lo’ha’pue’StO de’ manifiesto. Obsoleta la con-ducción de la’ ‘guerra” por el avance tecnológico aplicado al desarroilo armamentísco, poco’ podrá hacer- la legislación humanitaria para paliar’ sus’éstragOS. (182)

1.— Guerra terrestre:’ conanterioridad al último --

tercio del’ SigloXI’X, los -mecanismos de’ conducción, de la guerracontaban ya” con una’sólida tradición.” S’in’ embargo, el progresivo desarrollo’ de’ armas’ y tácticas supuso’ sucesivas crisis paraeste criterio’ de limitación de la guerra..’ Ahora, un, mundo internacional asentadO’ sobre ba’ses’ relativamente firmes -el sistemaeuropeo—, pretendía relanzar’el intento. ‘ ‘ -

Paradój’icameflte’,’fUé en el curso de una cruelgue-—- rra civil ajena a’ Europal -la guerra de’ Secesión de los Estados

Unidos-, donde’ primero se’regula ‘la ‘actúación de los ejércitOS- en campaña. ‘El Presidente’ ‘L’incoln, ante- las noticias de las a

trocidades del campo de batalla, encarga a Francis Lieber -ju-—rista de origen ‘prus’iano-’, la’ redacci6n’ ‘de un 1Código de compor’tamiento de los Ejércitos de la, Unión en campaña’. (183)

En Europa, diversos grupos de estudiosos, emprenden,una”’labor semejante, ‘presidida por un doble criterio: la limitación de las,armas’yla circunspección’ en las,táctiCaS. Los con—

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tínuos avances de la balística hacen que se produzca un primerinténtode regulación de- los calibres y municiones. En la Declaración de San Petersburgo de’llde Diciembre de 1.868 se pros-criben losproyectiles explosivoso incendiarios de menos de -—

400 gramos de peso.

Lo qué hoy puede parecér ánecdótico, tanto por la -

sofistióación como por la alta tecnología aplicada a las armasligeras4 fue ratificadoen-j.as sucesivas Conferencias de Paz -

de 1.899 y 1.907 deLa Haya,ensus Convenios III y IV, respectivamente. Aunque,desde luego, su vigencia no pueda ser proclamada. (184)

La falta de efectivo eco en las cancillerías europeas desu primérapropuesta.indujo a Alejandro II de Rusia a convocar la Conferencia de Bruselas de 1.874. Sin embargo, ésta-tampoco tuvo el éxito esperado. Al contrario, en la misma se pusieronde relieve las dificultades del proyecto, enconndose ——

las posturas de las diversas Potencias. Se argumentó incluso ——

-no sin fundamento-que el criterio de humanización de la guerra,al ser su propósito desvincular a combatientes y no combatien—tes, de hecho fortalecía al invasor, al impedir la sublevaciónpopular en el Estado vencido. (185)

Fracasados losintentos oficiales, se pretenderá re

dactar al margen de aquéllos un cuerpo de doctrina reguladora —

del comportamiento bélico. Se destacan así diversas obras. A tÍtulo individual, el “Derecho Internacional Codificado”, de Blun.tschi, que, siendo considerada hoy como una de las raíces del —

moderno Derecho de Guérra, no pudo evitar entonces ser tachadade instrumento a]. servicio del imperialismo prusiano. (186)

El propósito-colectivo ms prometedor será el encarnado por el Instituto de Derecho Internaciona1.p’undao en Ganteen 1.874, sus Sucesivas sesiones cubrirán toda Europa y supon——drán importantes avances tanto en el universo jurídico de la é-.poca como en el fortalecimiento de la cooperación científica internacional. En el mbitode-la regulación de la guerra, elabo—ra en su sesión de Oxford, en 1.880, un “Manual de las leyes dela guerra terrestre”. arquetipó y modelo dé similares intentosposteriores. (187)

La codificación- de la conducción de la guerra se --

formula en la 1 y II Asambleas de la Paz de.La Haya, en 1.899 y1.907. El núcleo del moderno derecho regulador de la guerra sehaya contenido en sus diversosConvenjos. (188) A la luz de laexperiencia histórica que suponen dos Guerras Mundiales y el --

sinfín de conflictos cualitativamente menores —aunque en Viet——nam se arrojaron ms toneladas de bombas que durante la ilitima

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Conflagración mundial-, puede afirmarse la falta de vigencia delas normas allí enunciadas.

Podrían argüirseiasarmas químicas como exponentecontradictorioa dicha afirmación. Sin embargo, no creemo,s quequepa aludirlas como ejemplo. Sobre todo, si se piensa que,auñsiendo proscritas en- ambas Declaraciones de La Haya —“Las Potencias contratantes se prohíben el empleo de proyectiles qué tengan por Inico objeto el esparcir-gases asfixiantes odeletéreos”—,fueron prolijamente utilizadas durante la 1 Guerra Mundial. Después, tan salo laposibiiidaddesu empleo recíproco —a títulode represalias-, fu causa de su no utilización. (189)

Seha centrado la obsolescencia de dicha normativaen la cuestión de-1as’-”armas nuevas”.Se entienden por tales --

-dirá Shubiszewski-,”los medios y métodoé de dañar al enemigo -

que no eran conocidos y no: formaban parte de los arsenales na——cionales en el tiempodeia codificación del derecho de guerra”.(190)

Asimismo, los principiosrectoreS de la guerra hanexperimentado trascendentales transformaciones. El desarrollo 3Cnológico ha revolucionado la estrategia -militar, provocando la —

aparición de la guerra total y dejando archivadas las limitaciones técticas impresas en los distintos Convenios deLa Haya.

‘Lo que falta notoriamente —mantiene Pastor—, son —

principios generales. ‘Sus reglas se limitan a aplicar princi--pios, que desde luegono se formulan, a las situaciones bélicasprovocadas por la particular manera de conducir la guerra en el1timo tercio-del siglo pasado. Pero ante nuevas situaciones dehecho, ante las técnicas nuevas ocasionadas por el incesante -—

progreso de los armamentos, tales Reglamentaciones iban a carecer de disposiciones concretas”. (191)- -

Argumentos an1ogos, relativos a las lagunas lega—les de estos Convenios, serían utilizados durante los procesosde Nüremberg. Sin entrar en la cuestión de la tipicidad de lasconductas enjuiciadas, -a la vista de la reciprocidad bélica ——

practicada tanto por los Aliados como por el Eje, •no deja de tener sentido el alegato en defensa de los acusados. -

G6ering dijo’: “Para concluir, voy a emplear las palabras de uno de nuestros ms encarnizados enemigos —Winston ——

Churchill—, quien dijo que la lucha por la vida no reconoce la -

• legalidad y que la guerra moderna no puede hacerse dentro del —

Derecho Internacional. Los principios de la Convención de La Haya no pueden utilizarse para-regir una guerra moderna, ya que

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no contienen una sola cléusuia referente ala guerra aérea, lasarmas modernas y la propaganda”’ (192)

Desde un plano exclusivamente teórico, dicha argumentación pódría ser contrarrestada en base al Art. 22 de los III

y IV Convenios de las correspondientes Asambleas de La Haya; a-sí, dispone que “los beligerantes no tienen un derecho ilimitado en cuanto a elección dañar al enemigo”.

La denom±nada”ciusuia•Martens” -impresa en el Preiabulo dé dichos Convenios—,. abunda ental línea de pensamientoal establecer que- “hasta que se haya redactado un código més -—

completo de las leyesde la guerra..., las poblaciones y los beligerantes quedan bajo la protección y el imperio de los principios del Derecho de Gentes tal como resultan de los usos bélicos establecidos entre los pueblos civilizados, de las leyes dehumanidad y de los dictados de la conciencia p1blica”.

Shubiszewski sostendrá entonces que “la falta de --

prohibiciones expresas no equivalea la legalización de cualesquiera armas ...,y, enningún caso debe entenderse que la necesidad militar privasobre los efectos mitigadores de la leyes -

de la guerra”. (193)

Aunque tal postura parezca la més acorde con los ——

criterios que presidenel derecho de guerra, casi un siglo de -

experiencia bélica de todo género permite observar la irrealidad o inefectividaddeias’limitacionesa la guerra formuladasen base a criterios restrictivos en el uso de armas y tácticasde combate. (194)

2.— Guerra marítima y aérea: La conducción de la ——

guerra en la mar cuenta con una añeja tradición. En sentido amplio, puede extenderse•a•los primeros códices que reglaron el —

trafico marítimo y, especialmente, el comercio entre beligerantes y neutrales.

Aún sin remitirnos a épocas pretéritas, el Llibre —

de Consolat de Maren el Mediterráneo, las Reglas de Wisby en -

los mares nórdicos y la Ordenanza de Colbert de 1.681 en las navegaciones transocenicas, asientan gradualmente la primacía --

del pabellón sobre la carga, bajo el principio “barco libre, ——

mercancía libre, barco enemigo, mercancía enemiga”. (195)

La “Rule of the War” británica de 1.756- también -

conocida como Regla de los “comercios nuevos”-,trastoca el régimen hasta entonces vigente, al invertir la primacía anterior, —

considerndose él transporte de mercancía enemiga motivo bastan

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te para considerar a los buques neutrales como “buena presa”.

El obstinado ejercicio de tales practicas -nunca aceptadas por los Estados’neutraleSY causa de sucesivas Declaraciones de neutralidad armada-, permitiría a Inglaterra afianzarse -

como potencia talasocrtica, monopolizando las derrotas maríti-mas hasta bien entradoeste siglo.

- La razón dela política brit.nica se halla en el largo pulso que durante el Sig1oXVIII mantuvo con Francia. Acosadaésta por los pertinaces ataques. corsarios británicOs a su trfi—co colonial, nole quedó para mantenerlo otra alternativa que otor.gar licencias de transporte —exclusivas de la potencia colo——nial—, a buques de distinto pabellón, sobre todo holandeses.

“Por su Regla de 1.756, el Gobierno británico -dice

Azcrraga—, prohibi&quelosfleUtrale.S asumieran el tr.fíco calonial de un beligerante; arguyendo que lo que estaba prohibido entiempo de paz —el comercio con ultramar estaba entonces reservado a la metrópoli y a la marina nacional—, no podía ser lícito —

en tiempo de guerra”. Así, los buques ingleses apresan navíos holandeses, condenndolos sustribunales. (196) . —

Por la 1 Declaración de Neutralidad armada de 1.780se enuncia, contra las tesis británicas, el principio de líber-tad absoluta del comercio de los neutrales, excepción hecha delcontrabando de guerra —concepto adem.s limitado a las municiones.Tan solo transigirán los neutrales en la pérdida de sus mercan-cías cuando sean- transportadas bajo pabellón beligerante y,aún,“como-una concesión hecha a los beligerantes para obtener la inmunidad de las mercancías enemigas sobre barco neutral”. (197)

En 1.800, las Potencias neutrales —aquéllas entonçeSal margen de la guerra franco.—bitflica-,efectúan la II: Declaración de Neutralidad Armada. Por la misma, ademas de reiterar lostérminos de la anterior,, establecen la efectividad del bloqueo -

-denunci.ndose su modalidad “surpapier”-., como requisito impresc-í--ndible para su reconocimiento. Aparece igualmente la noción de“navegación en conserva”, es decir, la inviolabilidad del convoy ¡

neutral al ejercicio del derecho de visita por los beligerantes. •1

Las raíces de la moderna conducción de las hostilidades marítimas se encuentran en ambas Declaraciones de Neutrali-dad armada. No supusieron la’adopción general de un determinadorégimen convencional regulador de la guerra marítima, dado que una Potencia —Gran Bretaña—, se mantenía al margen.

Sin embargo, por vez primera, un modelo de comporta

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miento bélico, reglado y limitado, fue admitido por un conjuntode Estados -Rusia, los Países escandinavos, Estados Unidos y —-

Francia—, aunqueel motivo fuese hacer frente a la tiranía tala.socrática británica.

Es medio siglo después,durante la Convención de París de 1.856, cuando se alumbran concretos atisbos de una reglamentación de laconducción de la guerra en la mar. Inglaterra —

accede por fin a- las’ antiguas demandas de las Potencias conti——nentales y de los Estados neutrales y en dicha Conferencia se —

consagran dos principios: ‘la abolición del corso y la inviolabílidad del comercio neutral.

Lo que movióa :tnglaterra a aceptar los postuladosde sus antiguosenemjgosfu la inversióndesu estrategia naval.Convertida Gran Bretaña después de Trafalgar en la potencia ta—iasocrátca por excelencia, ostentaba un auténtico monopolio ma.rítimo mediante el dominio positivo de sus derrotas.

El corso —arma fundamental de aquellos Estados quequisieran ejercer a través de la guerra al tráfico una presen-cia negativa en los mares—, fue considerado entonces como una —

gravísima amenaza a los intereses británicos. La contrapartidaque obtuvieron los neutrales fue la declaración de que su co-mercio sería respetado y protegido,inclusjve cuando su carga——mento fuese sorprendido a bordo de un buque enemigo. (198)

Desde luego, la quiebra de los principios acuñadosen París no se hizo.esperar. Aquellas Potencias cuyo poderío naval era reducido y sensiblemente inferior al británico no dudaron en revitalizar nuevas modalidades de ataque al tráfico.La institución de una reserva naval o de marinas auxiliares—que suponían la transformación de buques mercantes en buquesde guerra-, adquiri6pronto carta de naturaleza. Hecho consumado que los Convenios de La Haya de 1.907 -Convenio VII-, no hicieron más que regular.

Utilizadas por Prusia durante su guerra con Francia;sin olvidar el destacadísímo papel de los bous” nacionales durante la Guerra Civil española, sus manifestaciones bélicas demayor renombre estarían. constituidas por las campañas de los buques ItQt! alemanes en laGran Guerra —auténticos buques de guerra camuflados de mercantes-.; o bien, por los buques mercantesque daban apoyo logístico a los submarinos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Los sucesivos intentos de reglar la conducción de —

las hostilidades en la mar fracasan uno tras otro. A lo sumo, -

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tendrían cierta influencia temporal o bien, jugaría el arbitrale como medio pacífico-de arreglo decontroverSiaS un relevantepapel en conflictos de índo1e bilateralLos asuntos del Freya,Alexandra y Alabama loponen de manifiesto. Intentos privados —

-como el Código Stockton-, son-recogidos en la-II Convención deLa Haya, pero la crisis de sus principios no tarda en hacerse —

notar. (199)

La laxanormativa acerca-de la primacía del comer-cio neutral impresa en-Par1sen 1.856, -recortada ya en las Re-glasde Washington-de 1.876, en cuanto se retornaba al princi——pio anterior de-la prioridaddel pabellón, experimentará su ocaso durante las dosGuerras Mundiales -después de hechos f raca--sar por lapropia Gran BretañaloS principios de La Haya-.

La sucesiva ampliación de la noción de contrabandode guerra, el sistema de navicerts’ yde 1istas negras” seránsu evidencia. La acusada pervivencia de la angaria revela asi-mismo el devaluado papel de los neutrales en beneficio de los -

beligerántes. (200)

- Sin embargo, será nuevamente el progreso tecnológi—.co quien reitere la imposibilidad de reconducir a límites normativos la política estratégica de los Estados. El fiasco con quese saldan los intentos de entreguerras de reglar la guerra submarina así-lo denotan. A la vistade los nuevos ingenios, el ——

principio acuñado en la Declaración Naval de Londres de 1.930 -

de que “los submarinos deberán someterse alas mismas reglas ——

que los buqués de superficie, no deja de ser un despropósito -

carente de realismo. (201)

Utilizada con profusión por Alemania el arma submarina durante la 1 GuerraMundial, se reveló —al igual-que en suépoca el-corso—,. como el instrumento ideal para ejercer eficazmente un dominio negativo del espacio marítimo. Fue la gran baza para contrarrestar el enorme potencial naval de superficie -

británico y, sobre todo, uno de los síntomas de la aparición deun nuevo modelo de lucha, en cuanto aspiraba al estrangulamiento económico del adversario: la guerra total.

Ignorados los límites éticos quela cláusula “Mar—tens” pudo haber significado en el plano internacional, el an——sia de próvocar el colapso del enemigo llevó a los alemanes a una progresiva utilización del arma submarina sin restricciones.E, incluso, a soslayar su propia normativa interna -el Código Alemán de Presas—, en la medida en que la misma podía poner en —

peligro el resultado-de la guerra. A su vez, las nuevas tácti—cas antisubmarinas aliadas y la navegación en convoy produjeron

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un endurecimiento gradual de la guerra en la mar. (202)

Tras la- derrota alemana-, los Aliados introdujeron,tanto en el Acuerdo-de Armisticio de 1,918 como-en el Tratado dePaz de Versalles de 1.919, la prohibición á Alemania de poseerningún submarino-en las -unidades a que se limitaba su flota de -

guerra’. (203)

De todas formas, como persistiesen los sumergibles -

enlasArmadas enel período-de entregtterras repetidos intentos’dereglamentar su utilización, Fracasados tales —

propósitos en el Tratado-de-washington de 1.922, se elabora porfin un acuerdo aceptable para todos -Estados Unidos, Inglaterra,Francia, Italia y Japón—,--en -la Conferencia Naval de Londres de1.930.

Denunciado- este Acuerdo pocos meses después por Italia y Japón, se llega en 1.936, también en Londres, a la firma -

de un Protocolo “a fin de-la humanización de la guerra submarinaque -dice Azcrraga—, aún-cuando recibiese en crecido número laadhesión de terceros Estados, incluyendo Italia, Alemania y Ja-—pón, fue total y prácticamente inobservado en la II Guerra Mun-—dialt1. (204)

La misma lenidad conque se juzgó al Almirante Doe——flitzenNüremberg -presdntoresponsable de la violencia de dichoProtocolo en las operaciones en alta mar de la flota submarina —

del III Reich-, ayala implícitamente que los mutuos excesos de -

los contendientes suponen la inefectividad practica del sistemanormativo como medio para 1-a -conducción de las hostilidades. (205)

Habiendo declarado los Aliados -por boca del Almirante Nimitz, de la U.S. Navy-, que los Estados Unidos en el Pacífico, desde el primer-día de--la- contienda, “llevaron a cabo una ——

guerra submarina-sin--restricciones; que sus sumergibles no recogieron a los supervivientes en--aquellos casos en que su salvamento entrañaba peligro-para ellos o bien, si ello les impedía llevar a cabo nuevas mis-iones bélicas”, bien podrá convenirse “quetodos los beligerantes violaron el Prbtocolo de 1.936 y que laculpa, por tanto, -era cuasiuniversal”. (206)

- Los techos éticos que presidieron la obra de La Hayapueden resumirse en la-ya reiterada cláusula Martens,en cuantopretendía salvaguardar del avance científico-tecnológico los logros obtenidos en materia de “lus in belio”. Aunque, como diceAzcrraga, t1no sería difícil encajar la guerra aérea en los Convenios de La Haya’1, (207) dichas operaciones supondrén la eviden

--cia definitiva de la crisis -dei derecho--de-conducción-de la guerra.

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Pese aiasindudabies-refereriC’ias contenidas en lasReglamentaciones de La Haya a las operaciones aéreas r.Declara——ción relativa al lanzamiento de proyectiles desde loalto de ——

globos o por medios análogos nuevos (III Convenio de 1,899 y -—

XIV de 1.907)—, o a los que luego se revelarían como sus primordiales objetivos -III y IV de 1.899 y 1.907, en lo que se re—fiere a la protección de ciudades no- defendidas, centros de destacado interés artístico, cultural...—, “es dudoso -dice Kelson7de que aquéllas no hayan quedado descartadas por la práctica delos beligerantes durante las dos Guerras Mundiales”. (208)

Los bombardeos de saturación fueron práctica habi-tual durante la II Guerra Mundial. Ciudades enteras fueron arrasadas y millones de personas fueron muertas, heridas o dejadassin hogar. “Casi el doble del peso de bombas lanzadas por los Aliados contra todos los objetivos fabriles juntos del III Reichfue el arro’jado en ataques aéreos contra grandes centros de población. Estos ataques -destacaría en 1.945 el Informe de la Comisión estadounidense de-investigación sobre los efectos del --

bombardeo aéreo estratégico—, superaron en potencia destructivaa todas las demás formas de ataque”. (209)

Además, Coursier dirá que ralos bombardeos, por la -

práctica reiterada de las’ represalias, han ignorado la salvaguardia de las poblaciones”. (210) -Si el n.mero global de bajas ocasionadas por los’ ataques de la Luftwaffe a suelo británico, a -

lo largo de toda la guerra, “fué de•6O.O00, los Aliados destruyeron el 20% de la totalidad -de- las- casas alemanas; dejaron sinhogar a 7.500.000 personas; mataron a 300.000 é hirieron a780.000”.. (211)

La obra de La Haya y-,- en general,los mecanismos jurídicos posteriores que pretendieron reglamentar la conducciónde las hostilidades se mostraron ineficaces, dominados por la -

vorágine bélica. En ese sentido, plantea Shubiszewski, “el usoindiscriminado de la fuerza aérea tiene una neta influencia sobre la validez de las restricciones impuestas a los beligeran-tes por el derecho de la guerra terrestre 6 marítima”. (212)

3.- Leyes humanitarias: La Legislaci6n humanitariá es, desde hace poco más de un siglo, el reverso sobre el que se extiende el“lus in bello”. El Derecho Humanitario Bélico —la obra deGine—bra-, catalogado con toda propiedad como derecho protector de -

las víctimas de la guerra, considerado por ello derecho mínimonecesario para los beligerantes, vivirá un agudo proceso de ex—pansión, a: fin de constituirse en último dique frente a la barbarie bélica. (213)

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Los criterios de humanidad aparecieron amalgamadosen principio en el conjunto denormasreguladoras de la guerra.Sus rasgos,en cuanto protegían las bajas respectivas, se en——cuentran en diversos Acuerdos de índole bilateral —así, el Tratado de 1.784, entre Estados Unidos y Prusia-,

Pero, sobre todo, se desvela su presencia en la caballeresca postura de los jefes militares, al pie mismo del carnbate. “Esta tendencia —afirma Nussbaum—, quedó reflejada duran—te los Siglos XVI y XVII, en diversos pactos militares en los -

que se acordaba una cierta protección para los heridos y enfermos, en caso de capitulación de una ciudad, fortaleza o unidadmilitar”. (214)

Aunque pautas de humanitarismo son reconocibles yaen los inicios de movimiento codificador de la guerra -según -

Pictet, en la propia Convención de Viena de 1.816, al proscri——birse el tréfico humano-, (215) su origen propiamente dichocoincide con el de una institución cuya labor benefactora se haextendido en él ultimo siglo a todos y cada uno de los teatrosde guerra y calamidades.

La Cruz Roja Internacional, fundada merced al es——-fuerzo de unos hombres, conmovidos por la visión directa del ——

campo de batalla, hizo posible que el trato a los heridos y, engeneral, a todos aquéllos que sufrían las consecuencias de la —

guerra, se hiciese ms humano. (216)

La Convención de Ginebra de 22 de Agosto de 1,864 -

—de la que España fue parte originaria—, “sobre el mejoramientode la condición de los soldados de los ejércitos heridos en carnpaña”, (217) inaugura una sucesiva serie de Convenios que, peseal progresivo horror y expansión de los estragos de la guerra,decanta la practica internacional al respecto,

“El Convenio de Ginebra -sostiene Pictet—, es la ——

pi.edra angular de todo el Derecho Humanitario, en cuanto tiendea salvaguardar las víctimas de las hostilidades. Sus principios,limitados primero a los heridos militares, se extenderán por e—tapas sucesivas a otras personas y ámbitos, igualmente dignos -

de su atención. (218)

Sin perjuicios de ocasionales y paradójicas críti--,cas, (219) dicha trascendencia se verticila en el nuevo Conve——nio que, con idéntico propósito, se firma también en Ginebra, —

el 6 de Julio de 1.906. Se impuso entonces la casi general acetación de los principios establecidos en el anterior, a la vezque, celebradas la 1 y II Conferencias de Paz de La Haya, se a—

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seguró su extensión al ámbito de la guerra en la mar. (220)

Los Convenios de 1.929, relativos tanto al trato deenfermos y heridos como de los prisioneros de guerra, nos reconducen a los hoy vigentes, igualmente suscritos en Ginebra en ——

1.949. Estos, en númerode cuatro,•se refieren: “Al trato de ——

• los prisioneros deguerra.i1meioramientOde la condición de -

los heridos yenfermosde 1asfuerzas armadas en campaña. Al me- joramiento de la condición de los heridos, enfermos y náufragos

de las fuerzas armadas en la mar. Y a la protección de las personas civiles en tiempo de guerra”. (221)

Es notorio el unánime parecer doctrinal reivindicando su carácter necesario. Sin embargo, de la práctica bélica delos Estados —y ms si están empeñados en guerras totales—, no —

puede co1egire otra cosa que su reiterada inobservancia. In-clusive, podría aducirse en su descargo, las nuevas armas de ——

destrucción en masa, empleadas durante.y después de la II Gue-rra Mundial, hacen inviable la sucesiva compartimentación de --

los individuos protegidos.

La insuficiencia protectora de la obra de Ginebra —

era puesta de relieve por la doctrina patria hace ya ms de dosdécadas. Así, se decía, “su radio de protección es excesivamente limitado; no ampara a todas las personas..., aunque todas merecen idéntico trato humanitario; y tampoco protege contra to——dos los efectos perjudiciales de una guerra, sino tan solo contra las medidas políticas o administrativas que pudiera practicar respecto a tales personas la autoridad enemiga en cuyo po-der se encontraren...

Se. hace sentir, pues, la necesidad de contar con u—nasreglas protectoras de todala población..., que la amparasen

incluso contra las ms temibles consecuencias bélicas: el inmenso poder destructivo de las armas modernas”. (222)

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NOTAS

1.— Suárez, Francisco,S.J.: “Guerra,Intervención,PazInternacional”. I1adrid, Espasa-Calpe, Austral. 1946, p. 47.

2.— Un destacado sector doctrinal mantiene que “elestado de guerra en el verdadero y pleno sentido del término rsulta solamente de actos de guerra, es decir, del uso de la --

fuerza armada... En consecuencia, la guerra es una acciÓn específica, no una situación’1, Kelsen, Hansa “PrincipiosdeDerechoInternacionalPúblico”. Buenos Aires, El Ateneo, 1965, p, 23.

3.— Recientes estudios polernológicos así los demuestran: “durañte los dos siglos escasos que van entrelos años —

1740-1974, se puede entresacar sin esfuerzo una lista de 366 -

conflictos armados que los autores no dudan en calificar de’ma—yores”. Bouthoul-Carrére: “Eldesafiodelaguerra”.Madrid, -

Edaf Universitaria, 1977, pp.259 y ss.. En una obra de recienteaparición, sé dice que “desde que terminó la Segunda Guerra Muridial en 1945 y hasta el momento presente, se registran ms decien conflictos armados. España, desde el año 1000, ha participado en 1.700 acciones guerreras que representan, en 980 añosde vida nacional, una media de 1,7 acciones bélicas al año”.Salas López, Fernando de: “NosinteresalaO.T.A.N.? Madrid,S.E.I., 1981,p. 23

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4.— Maquiavelo, Nicolás: “ElPríncipe”. Madrid, Espasa-Calpe, Austral, 1979, PP. 30 y ss. En particular, su Capítulo VI, acerca de “las soberanías que uno adquiere con sus propias armas y valor”.

5.- Von Clausewitz, Karl: “DelaGuerra”. Madrid,Ejército, 1978, Pp. 715 y ss.

6.- Suárez: Op. cit., p. 41. Su estudio preliminarpor Pereña Vicente, Luciano.

7.- En ese sentido,. .“la..guerra no es un simple hecho, sino que significa una realización cruenta del derecho-alservicio de la paz Internacional”. Ibidem, p. 40. Idéntico criterio se postula por un autor de formación bien diversa, aldecir que “al prohibir la guerra, no debe ser pasado por alto —

que la guerra no es necesariamente un acto ilícito internacional, sino que es una sanción: que la guerra es la sanción última del derecho internacional general y que no debe abolirse sinser reemplazada por una acción colectiva coercitiva organizada,que comporte el uso de la fuerza armada...”. Kelsen, op. cit.,P. 37.

8.— “Son inocentes como por derecho natural los niños, las mujeres y todo aquél que no pueda tomar las armas; porderecho.de gentes, los embajadores; entre los cristianos, porderecho positivo, los religiosos y sacerdotes”. Suárez: Ibidem,p. 111.

9.— “Para el que necesite sentir su guerra a niveluniversal, cualquier caballerosidad con el enemigo supondría -

ofender y escarnecer la suprema dignidad que aspira a reclamarpara su causa, ya que tales relaciones tendrían que reputarsede rango irferior; ya que sino tal caballerosidad quedaría expuesta a ser interpretada como un desmentido a aquella pretendida universalidad”. Snchez—Fer1osio, Rafael: “La espada deAla. (La moral ecuménica y el código. de los caballeros)”. ElPaÍs”, 28—VIII—l98l, p. 16. —

10.- Reynolds, P.A.: “Introducción,alestudiodelas— RelacionesInternacionales”. Mad]Eid, Tecnos, 1077, .p. 14.

11.— Cit. Pastor Ridruejo, José Antonio: “Laprotecciónalapoblacióncivilentiempodeguerra”. Universidad deZaragoza, 195.9. p. 11.

12.- Pastor Ridruejo: “Contribución al estudio del

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Derecho Humanitario Bélico: Concepto, Contenido y Naturaleza”.“flevistaEspañoladeDerechoMilitar”. núm. 7, Julio, 1959, p.56.

13.— La idea fue ya puesta de relieve por Pastor —

Ridruejo: !7La protección a la población...”, pp. 227 y Ss..

14.— Para el historiador alemán Treitschke, “las -

virtudes humanas superiores sólo podían hallar su verdadera expresión en la guerra. Para los nazis, la historia del hombre e-

- ra la historia de la lucha entre las razas superiores y las inferiores. Todo progreso se debía a la raza aria, de la que losteutones constituían la rama superior, y el destino de Alemaniay del mundo sólo podría cumplirse mediante el dominio de la Comunidad por los teutones a través de la conquista del globo. Este sistema de valores exigía, por consiguiente, el ejercicio dela violencia militar contra otros estados o pueblos”. fleynolds;Op. cit., p. 53.

15.— Kelsen: Op. cit., p. 28

16.—Reynolds: Op. cit., p. 54.

17.— Kelsen: Op. cit., p. 37.

18.- En síntesis, ésa es la opinión de Kelsen en loque se refiere al principio del “be.llum justum” en el DerechoInternacional positivo, en especial, respecto al Art. 231 de —

Tratado de Paz de Versalles, al Pacto de la Sociedad de Naciones de 1919, al Pacto de París de 1928 o Pacto Briand-KellOg ya la propia Carta de la O.N.U.. Ibidem, pp. 24,25, 32 y SS..

19.- Si bien, en su formulación actual, bastante —

más restringida que la clásica, se requiere un uso previo y agresivo de la fuerza armada. Sobre el particular, Nussbaum, Arthur: ‘HistoriadelDerechoInternacional”, Madrid,Edersa, 1949,pp. 278 y 279. En nuestra doctrina, postula la noción de “guerra justa” Pastor Ridruejo: Contribución al estudio...”, p. 55.Kelsen sienta con toda precisión que “sólo la guerra de agre—

• sión está prohibida, ésto es, la guerra de parte del Estado quees el primero en cometer un acto hostil de fuerza, y no la guerra hecha por el Estado que se defiende contra el agresor”.Ibid., p. 24.

20.- La Carta de las Naciones Unidas -Arts. 39 y -

SS.—, flO menciona el término guerra. Pese a ello, se hace evidente que tienen tal carácter “aquellas medidas coercitivas queimplican el uso de la fuerza armada” y que ha de aplicar el Con

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sejo de Seguridad, an con carácter provisional, cuando se determine la existencia de ‘amenazas’a1a.paE’.’;o de actos deagre—sión. Sobre el particular, Ielsen,. op.’ cit., ‘p. 40. Sin embargo, concluye 1a doctrina, “la pr.ctica de la Organización de--muestra que la seguridad, colectiva de’las Naciones Unidas.se a—plica exclusivamente a los conflictos’, y situaçiones én qu.e no -

est. comprometida directamente una gran potencia.;... Su istemade seguridad .colectiva ‘es de. aplícaci6n limitada, por .iÓ.’qúe sigue vigente, debido.a. sus.defectos,..el sitema de alianiasaplicado sobre bases nacionales, lo que atestigua la precariedad dela seguridad mundial”. Shubiszewski, K,J.:’..”Uso de la fuerza -

por parte de los Estados. Seguridad..colectniva.. Derecho de.gue—rra y de neutralida&. Cit. Sorensen, .Max: “Mañualde-DerechoInternacionalPúblico”. México, Fondo de Cultura Económica, -

1’973, p ‘720.

21.— “El temor de la guerra fue descrito ‘por Esquilo al retratar la angustia de un asedio: .

Gemidos por dentro; fuera , ,

una red tienden, ‘ , . ,

.atrapando las torres, circundantes.’El hombre golpea-de.múerte al hombrey desarticuladamente,, .

como bestias espantadas,gritan madre e hijo,y corre, roja, ‘la sangre.Corriendo, roban, huyen”. .

Asimismo, Píndaro dijo: “Dulce es la guerra para el que no la co:.noce”. Cit. Bainton, Roland H.: “Actitudescristianasantela—

guerraylapaz”. Madrid, Tecnos, 1963, p. 25.

22.- “Una extraña y singular complicidad se comprueba.en las relaciones entre el prisionero, lógicamente condenadoal sacrificio, y su vencedor. Al hablarse,’ se dedican frases a—fectuosas: ¡Mi venerado padre, mi hijobienamadP.Annequin, Guy:“Lostesoros‘delaméricapre—colombina”. : Genéve, Ferni, 1975,p. 35. .- -.. .

23.—Cit. Bainton; Op. cít,, p. 29. ‘

24.-Cit. Hermand, Jacques: “Laguerraantigua. (DeSumeraRoma)”. Madrid, Edaf Universitaria,1976, p. 54..

25.-”Y qué?, -añadí yo-, ¿esté. bien despojar ‘a losmuertos, excepto de sus armas, después de la victoria?’, ¿no’ es,acaso, una excusa que tienen los cobardes ‘para no, ir conbra elenemigo, como si cumpliesen un, deber cuando, se agachan sobre el

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cadáver, y éso ya causó muchas veces la pérdida de un ejércitopor su rapacidad?..

-Sí, ciertamente,,— ¿No.. te. parece una vil. codicia despojar un cadáver y

propio de una muj.e.r.y de una estrechez de espíritu tratar comoenemigo el cuerpo.de uno que murió, dejando de ser enemigo y haber dejado el instrumento con el que combatía? ¿O crees tu quelos que tal hacen son diferentes de los perros, que se irritancon las piedras que les golpean, pero no atacan al que se las a

- rrojó?.-Ni la ms pequeña diferencia.

-Por lo tanto, ¿se debe desistir de despojar a losmuertos y de impedir que se los lleve el enemigo?.

-Debe desistirse de ello -dijo-, ¡porZeusi”. Platón: “La República”. Libro V, XV. Barcelona, Juventud, 1979,p. 196.

26.— Bouthoul, Gastón: LaGuerra’1. Barcelona, Oikos—tau, 1971, p. 81. -.

27.- Cit. Pastor: “La protección...”, op. cit.,p. 26.

28.— Josué, 6,21. Sin embargo, pese a la barbarie,un rasgo de humanidad. “Pero Josué dijo a los dos exploradores:entrad en la casa de Rahab, la cortesana, y sacad a esa mujercon todos los suyos, como se lo habéis prometido. Los jóvenes,los espías, entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre,a sus hermanos y a todos los suyos, y los pusieron en lugar seguro, fuera del campamento de Israel...1’. “Josué dejó la vidaa Rahab, la cortesana, y a la casa de su padre, que habitó enmedio, de Israel hasta hoy,’ por haber ocultado a los enviadospor Josué a explorar Jericó11. Josué, 6, 22 y 25.

29,- Pastor: Ibidem, p. 27.

30.- “Para que no aprendais a imitar las abominaciOnes a que esas gentes se entregan para con sus dioses, y no pequéis contra Yahvé, vuestro Dios”. Deuteronomio, 20, 16, 17, ——

y18.

‘31.— Jueces, 20, 48.

32.— Reyes, 15, 16.

33.— Gans, Raymond de: “LaChinaImperial”. Gen’eve,Ferni, 1974, p. 20

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34. Olivart, I’arc:ués de. “DerechoInternacionalPúblico”. Barcelona, 1088, pp. 6 y 7’ E igualmente, Laurent: HistoriadelaHumanidad”, T.I, adrid, 1879,p. 166.

35.- “Los soldados matan a mansalva, decapitando acto seguido a sus v’ctímas; las cabezas se amontonan a los piesdel rey, sentado en un trono a las puertas de la ciudad, mientras que un escriba cuenta los siniestros trofeos. Derrotada —

la ciudad, los prisioneros desfilan ante él, con su gobernadora la cabeza. Después de que le hayan sacado los ojos, permanecer encerrado en una angosta jaula para el retorno triunfal; luego seré ejecutado en medio de los més espantosos suplicios. Recordemos que Sargón hizo despellejar vivo, delante de él, al —

rey de Damasco, vencido. Las mujeres y las niñas de buena cunaiban a parar a los harenes de los vencedores, y las de origenhumilde eran reducidas a la esclavitud. Detalle original:la es—tatua.protectora de la ciudad conquistada tambien era conducidaa reclusión. La enumeración del botín confiere a las guerras a—sirias un aire de auténtica operación comercial”. Annequin, Guy:“LostesorosdeBabilonia”. Genve, Ferni, 1975,p. 25.

36.- Veale, F.J.P.: “ElcrimendeNüremberg”.Barce—lona, Ahr, 1953, p. 62. Sobre el particular comenta la doctrinaque en “los monumentos figurativos asirios, al lado de los suplicios que probablemente sólo caían sobre los dirigentes enemigos, hay que tener también en cuenta las múltiples evocacionesde la marcha de las ciudades conquistadas, desplazados sus habitantes pero no degollados”. Goetze, Albretch: tlWarfare in AsiaMinor”, Irak, T. XXV, 1963, pp. 124-130. Cit. Harmand, Op. cit.,pp. 243 y 244.

37.- “Se trataba de una medida que venía pidiendola opinión pública inglesa desde hacía tiempo, movida por razones religiosas y humanitarias. El Gobierno inglés intentó en -

Viena que se acordará la prohibición internacional del comerciode esclavos, pero sólo pudo lograr que se acordara una condenadel mismo en términos muy generales. Sin embargo, Inglaterraprosiguió en sus esfuerzos humanitarios con admirable firmeza,perseverancia y éxito, celebrando gran número de Tratados queculminaron, al fin, en los Acuerdos de la Conferencia Generalde Bruselas de 1890, para lo referente a la esclavitud. Los diversos Tratados contenían medidas interesantes, tales como elderecho de los barcos de guerra a visitar y registrar los barcos sospechosos de realizar ese tréfico, de cualquier nacionalidad que fueran; algunos de los primeros Tratados también disponían él establecimiento de un Tribunal internacional que resolvería sobre la adjudicación de los barcos así capturados, y sobre la emancipación de su cargamento humano”. Nussbaum, op.

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cit., pp. 197 y 198.

38.-”Y qué? ¿Cómo obraran nuestros soldados paracon el enemigo?.

—Pero en qué?—Primeramente, en lo. referente a la esclavitud, -

¿parece que es justo que los griegos reduzcan a esclavitud alas ciudades griegas y no permitir, cuanto sea posible, hacerlo mismo con los otros Estados y habituarles a respetar la raza griega, precaviéndonos de ser esclavos de los bárbaros?.

- -De todo punto -contestó—, es conveniente evitarlo”. Platón,-op. cit., p. 196.

39.— “Así pues, cuando la guerra es de tal condición que se puede despojar indiferentemente a todos los enemigos y apoderarse de sus bienes, es lícito también entonces cativarlos a todos, sean inocentes o cumpables. Y como la guerracontra los paganos es de esta clase, porque es perpetua, ya quenunca podrán ofrecernos satisfacción bastante por las injuriasque nos han hecho, por consiguiente, no hay duda que es lícitohacer cautivos y reducir a servidumbre a los niños y a las mujeres de los sarracenos. Pero como por los principios del derechode gentes recibido entre los cristianos, parece admitido que enla guerra entre ellos no se hagan esclavos, se puede, si es necesario para los fines de la guerra, hacer prisioneros an a —

los mismos inocentes, como son las mujeres y los niños, pero nopara convertirlos en siervos, sino para exigir rescate por e—lbs’1. Vitoria, Francisco de: “ReleccionessobrelosIndiosyelDerecho.deGuerra”. Madrid, pasa-Calpe, Austral, 1975, p.137.

40.— Cit. pastor:Ibidem, p. 30.

41.- Nussbaum: Op. cit., p, 5.

42.- Olivart: Op. cit., p. 6.

43.- Israel, gobernado por un Senado que presidía elSumo Sacerdote, vivía en paz bajo el imperio persa; y cuando éste fué úbstítuído pór el. rñacédánico, pasó autómticamen€e aldáminio de Alejandro LLagno.

44.— “Así harás con todas las ciudades situadas le

jos de tí, que no sean de las ciudades de estas gentes”. Deuteteronomio, 20, 10, 11,12, 13, 14, 15. El exterminio de todos —

los combatientes era la ley de la guerra; se exterminaba a todos los varones, ya que el servicio de armas era universal, esdecir, los prestaban todos los que eran capaces de empuñarlas.

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.4.5.— Polibio: “HistoriaUniversalbajolaRepúblicaromana”. T.I, Barcelona, Iberia, 1968, p. 284.

46.— Ibidem, p. 81.

47.— Pastor, ibid., p. 34. Un conocido autor escribe: “El Derecho romano es. particularmente duro .para con los vencidos y, según él, la victoria sirve de fundamento a los rns te -

rribles excesos. No. existe ninguna distinción entre beligerantes y no beligerantes; las mujeres ,los ancianos y las criaturas son tratados al igual aue los guerreros. Todos pueden ser ipasados por las armas. Bajo la influencia de la filosofía griega, el pensamiento romano se suaviza. El Emperador Marco Aurelio fue un moralista que si hubiera aplicado sus ideas filosó—ficas habría, probablemente, cambiado la faz del mundo”. Coursier, Henrí: “La protección de las poblaciones civiles en tiempo de guerra”. “LaGuerraModerna”, Vol. V. Universidad de Zaragoza, 1958, pp. 432 y 433. Marco Aurelio escribió: “Una arañase enorgullece de capturar una mosca; un hombre,de atrapar a —

una liebre; otro, de coger en la red a un pequeño arenque; —

aquel otro, de cazar fieros jabalíes; otros, osos. ¿No son todos ellos unos bandidos?. Cit. Bainton, op. cit.., p. 30.

48.— Cicerón: “LaRepblicat’.Madrjd, Aguilar, 1979,pp. 100 y 101. En cualquier caso, la justa causa de la guerraera apreciada unilateralmente por Roma, lo que sirvióno pocasveces para extender su poder. Cicerón lo reconoce implícitamente: “Defendiendo a sus aliados es como nuestro pueblo ha conseguido el dominio de toda la tierra”. Cicerón, op. cit., p.101.

49.— Isaías, 2,4,

50.- Olivart, ibidem, .p. 15.

51.— Ibid.,, pág. 15. La doctrina clásica española -

del Siglo XVI fundamentará aquí sus tesis relativas a la “guerrajusta”. Suárez, ibid., p. 114.

52.— Frischler, Kurt: “Historiadelasarmasprodigiosas”. Barcelona, Martfnez Roca, 1969, p. 228.

53.- Martínez de Campos y Serrano, Carlos, Duque dela Torre: “DiscursoderecepciónenlaRealAcademiadelaHistoriael1deDiciembrede1963”. Madrid, Real Academia de laHistoria,1963, p. 16.

54.— Se dispuso en uno de los contados instrumentosjurídicos de la época que “leales conviene que sean en todas

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guisas los caballeros; ça esta es bondat en que se acaban et —

encierran todas las otras buenas costumbres, et ella es así como madre de todas”. (Partidas, II, 21,9). Cit, Beneyto Pérez,Juan: “TextospolíticosespañolesdelaBajaEdadMedia”. Madrid, Instituto de Estudios Políticos. 1944, p. 98.

55.— “Las actitudes cristianas en relación a la guerra maduran en sucesión cronológica, evolucionando desde el pa—cifismo a la guerra justa y a la cruzada”. Bainton, op. cit.,p. 63.

56.— Cit. Ibid., p. 69.

57.- Walters, F.P.: “HistoriadelaSociedaddeNaciones”. Madrid, Tecnos, 1971, pp. 23 y 104.

58.— Cit. Bainton, op. cit., p. 85.

59.— Epistolae, 189,6 y 209,2. cit. Ibidem, p. 90.

60.— García Arias, Luis: “Adiciones sobre Historiade la doctrina hispánica de Derecho Internacional”. Nussbaum,op. cit., p. 336.

61.— Ibidem, p. 337.

62.— Kelsen, op. cit., p. 30.

63.- Acerca del peligro y la honra de la caballeríase decía: “A lo que me preguntaste qué cosa es la caballería,vos respondo que la caballería es estado muy peligroso et muyhonrado. Otrosí, a lo que me preguntaste cómo se puede haber etguardar, vos diré que la puede home haber et guardar con la gracia de Dios et con buen seso et con vergUenza”. “Libro del caballero y del escudero”. Cit. Beneyto, op. cit., p. 97.

64.— Olivart,. op. cit., p. 18. Los caballeros eran,ante todo, servidores de la fé: “Office de cavaller es mantenire deffendre la sancta fe catholica. .., per assó Deus te honratsen este mon e enlaltre aytais cavallers qui son mantenidors edeffendors del offici de Deu, e de la fe per la qual nos harende salvar”. Lulio, Raymurido: “Libre del orde de cavallería”, 2,2. Cit. Beneyto, op. cit., p. 94.

65.- Oppenheim, L.: “TratadodeDerechoInternacionalPúblico”. Barcelona, Bosch, T. II, Vol. 1, 1966, p. 233.

66.’— Frischler, op. cit., p. 229.

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67.- Sobre el particular, nuestros textos medievales disponían: “Si algún cavaller en tant grant malicia voldrentendre que haya aperdre la dignitat de cavalería, quar els —

qui son misper defensión deis aitres layssant lur digne offícifan molta furtz et moltos soberíes, donam per for et per indizi,per totz temps, que quant vendrá al despondre, ciudase el nie—deys lespada,etquant a quo aura fayt,:lo seyunar de.laterraprenga un cotel et sobre les renes taglyalli la correya de les—.pada assí .que le.spada caya en terra, et quant aço ser. fayt -

aquel finqua despost et dampnant per les folies que faytes aura,gui primer era hondrarde orden de cavalería”. Fuero Romanceadode Jaca. Cit. Beneyto, op. cit., pp. 101 y 102.

68.- Nys, Ernest:”LesOriginesduDroitInternational”. Bruselas, 1894, p. 190.

69.— Pastor, op. cit, p. 37.

70.- Así, el juramento de Roberto el Piadoso (996—1031): No abusaré de la Iglesia en modo alguno. No heriré a -

ningún clérigo o monje si están desarmados. No robaré buey, va-ca, cerdo, oveja, cabra, asno, yegua o potrillo. No atacaré avillano, villana o a sirvientes o mercaderes, para cobrar rescate. No cogeré mula o caballo, macho o hembra, o potro, de nadie,que estén en los pastos, desde las calendas de marzo hasta la -

fiesta de Todos los Santos a menos que sean para satisfacer unadeuda. No quemaré casas ni las destruiré, a menos que haya un —

caballero dentro. No arrancaré viñas. No atacaré a nobles damasque viajen sin su marido ni a sus doncellas, ni a viudas o monjes, a menos que sea por su culpa. Desde el principio de Cuaresma hasta el fin de Pascua no atacaré a ningún caballero desarmado”. Cit. Bainton, op. cit.,p. 103.

71.— Nussbaurn, op,, cit., p. 22.

72,- Cit. Pastor.,op... cit., pp. 38 y39. Por lo querespecta a nuestrapatrja,.se. decretó la paz de Dios en numerosos Concilios. Así se dispuso: “tjt negotiatores et peregrini etlaboratores in pace sint, et securi per terras eant, ut nemo ineos vel eorum res manus mittant”. Concilio de Compostela, 1.114.Cit. Beneyto op. cit., p. 50.

73.- Novascovitch ha registrado “hasta ciento veintecasos entre los años 1218 y 1441. Tales ejemplos eran raros enel’Siglo XII, ms numerosos enelXIII y frecuentes.en..eLxlv..yprimera mitad del XV; luego, de repente, desaparecieron”. Cit.Taube,M, de: “Les Origines de l’Arbitrage International. Antiqui.té.et des cours de 1’Academie de Droit Inter

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nationalt, T. 42—1V, 1932, pp. 123 y ss..

74.— Al final de la época, existía una general tendencia a evitar que se epelara a la Iglesia, porque solía insertar sus propias reclamaciones. El Papa mismo fue litigante ylos Obispos lo eran con frecuencia, así como los conventos y —

las órdenes, por ejemplo, la de los caballeros teutónicos...-. Los Papas intentaron eliminar ónicamente aquellas guerras que —

les interesaba eliminar. Durante el Siglo XIV, el 64% de los ingresos papales era gastado en guerras para recuperar los Esta—dos de Italia que habían sido arrebatados a la Iglesia al tras—ladarse el Papado a Aviñón”.Ibidem, pp. 99 y 100.

75— Así,. Bulas “inter cetera” de Alejandro VI, de3 y 4 de Mayo de 1493; la primera de ellas concede a los ReyesCatólicos las tierras que descubran; la segunda traza la líneade separación entre las respectivas zonas de expansión de castellanos y portugueses. E igualmente, sus Bulas “Dudum siquidem”,de 26 de Septiembre de 1493 y “Eximie devotionis”, también de 3de Mayo de 1493. Su texto en García Gallo, Alfonso: “AntologíadefuentesdelAntiguoDerecho;ManualdeHistoriadelDerechoespañol”. Madrid, V Edicióñ,vol. II, 1975, pp. 638—646.

76.- Cit. Frade Merino, Fernando: “ElIslamysucuna”. Madrid, 1981, p. 147.

77.— Baínton, op. cit., pp. 16 y 104.

78.— “El Papa dijo: ¡Oh, raza de los francos;, nosdicen que en algunas de vuestras provincias nadie puede aventu—rarse ni d.e día ni de noche, sin daño a ataque de salteadoresy nadie está seguro ni siquiera en su propia..casa.. Promulguemas, pues, de nuevo la. ley de nuestros antepasados conocida —

con el nombre de Tregua de Dios, Y ahora que habéis prometido -

mantener la paz entre vosotros, esti.s obligados a socorrer avuestros hermanos de Oriente, amenazados por una raza maldita,enteramente alejada de Dios. El Santo Sepulcro de Nuestro Señorseha contaminado de la inmundicia de una nación impía. Recor

dad la grandeza de Carlomagno. ¡Oh valentísimos soldados, descendientes de invencibles antecesores, no os corrompáis. Quetodo odio salga de entre vosotros, se acaben todas las querellas, cesen todas las guerras. Partid por el camino que llevaal Santo Sepulcro para arrebatar el país a la raza maldita y —

someterla a vosotros!. Ibidem, pp. 103 y 104.

79.- Ibid., p. 16. La idea de la unidad de la Cristiandad frente al infiel fue especialmente sentida en España,donde se manifestó como la inspiradora del expansionismo hispa

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no en el Mediterráneo. “La guerra contra los infieles —considerados enemigosdenuestra fé—, es la idea principal, la ideaactiva, fundamental de la política internacional de Isabel y -

Fernando... Siendo ésta la idea central, todos sus esfuerzos —

iban dirigidos a mantener la paz en Europa y a impedir que lasdiferencias.. entre los príncipes cristianos llegaran a produciruna ruptura tal entre ellos quehiciera imposible la continuación de su guerra contra los infieles”. Doussinage, José M.:“LapolíticainternacionaldeFernandoel.Católico”.Madrid, Espasa-Calpe, 1944, p. 10. Esta era la doctrina mayoritaria hastala actualidad. “Fernando guía sus actos desde un punto de vistamuy español y, por tanto, muy tradicional; piensa como sus antepasados los otros reyes españoles, quiénes sabían o debían saber que su ocupación prmordia1 era combatir a los infieles”.Menéndez Pidal, Ramón: “Mispaginaspreferidas. Textosliñgü�sticosehÍstóricos”. Madrid, Gredos, 1973, p. 213.

80.- Bainton, op. cit., p. 104..

81.— Cit. Ibidem, pp. 104 y 105.

82.— El Corén, S. II, A. 181—182. Frade, op. cit.,p. 147.

83.— “Tales violaciones eran consideradas como con—trabannum , por lo que se ha creído ver en esa expresión el origen etimológico de la palabra contrabando. En esta materia, losPapas obtuvieron el éxito de que sus normas eclesiásticas fuesenincorporadas a las leyes seculares. Pero aún así, la legislaciónantisarracena no llegó a ser un Derecho Internacional en sentidomoderno. Obsérvese que las reglas de esta cuestión no estaban dirigidas a los neutrales, como en las modernas reglas del contrabando, sino a. aquéllos que estaban sometidos a la lurisdiccióndel legislador eclesiástico o secular. Adems,no presuponían laexistencia actual de un estado de guerra, sino que su intenciónera privar a los sarracenos de los 1tiles para una guerra futura.Sin embargo, esta legislación antisarracena sólo fue observadade una forma limitada. El deseo de lograr lasriquezas de Orien.te resultó m.s fuerte queel respeto por las prohibiciones, pormuy severas que éstas fueran. Las infracciones, en las que participaron los príncipes, fueron aumentando y al fin hubieron derendirse los Papas. La Curia y los eclesiásticos autorizados para ello concedían licencias para realizar ese trafico prohibido,concediéndose gran numero de absoluciones de tales québrantos —

mediante el pago de una multa de un cuarto o un quinto de lasganancias obtenidas”. Nussbaum, op. cit,. p. 23.

84.-El Coran, S-II, A. 190. Cit. Frade, op.cit,.

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p. 147.

85.— Los tratadistas musulmanes se esfuerzan en hacer ver que las instrucciones del Profeta y de los primeros Ca—ljfas eran de toierancia,comprenSion y de restricción de la guerra. Muy citada es la actitud del segundo Califa, Omar, cuandoconquistó Jerusalem, de respeto hacia el Patriarca Atanasio y

- hacia el templo cristiano. También se cita la proclama que elprimer Califa, Abu Bakr, dirigi6 a su ejército, al enviarlo a —

la fronterasIria :“Alto, hermanos, que quiero daros diez reglasque os servirán de guía en el campo de batalla. No cometáis tración ni os desviéis de la santa regla. No mutiléi-s los cuerposde los muertos. No mateis a un niño, ni a una mujer ni a un hombre de edad. No hagáis daño a los árboles ni los queméis, especialmente los que tienen frutos. No matéis ningún animal de rebaños enemigos. Guardadio para vuestro alimento. Probablementepasaréis delante de gente que ha dedicado sus vidas a serviciosmonásticos. Dejadles”. Cit. Ibidem, pp. 149 y 150.

86.- Cit. Bainton, op. cit,. p. 110.

87.— “Y fue gran desgracia, así fue,Que ese repugnante salitre se extrajeraDe las entrañas de la inocente tierraPara destuir a tantos bizarros camaradasTan cobardemente”. Shakespeare: “Enrique IV”.

Cit. Montross, Lynn: “Historiadelasguerras”. Barcelona, Jano,1963, p. 123.

88.— MaquiavelO, Nicolás: “El Arte de la Guerra”.“Obraspólíticas”. Buenos Aires, poseidón, 1943, PP. 553 y SS..

89.- García Vilar, José Antonio: “El maquiavelismoen las Relaciones Internacionales. (La anexión de portugal a España en 1580)”. “RevistadeEstudiosInternacionales”. Vol. 2,núm. 3,Julio-SePtielflbre, f1, pp. 613 y 614.

90.— ibidem. pp. 600 y 614.

91.- Rivadeneyra, pedro de: “Tratado de la religióny virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar yconservar sus Estados, contra lo que Nicolás Maquiavelo y los -

políticos enseñan”. “Obrasescogidas”. Madrid, B.A.E., T. 60,1952, pp. 455 y 456.

92.- García Vilar, op. cit,. p. 600.

93.— Cit, Fuller, J.F.C. “L’Influencede1’ armement

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surl’histoire”. Paris, Payot, 1948, PP. 118 y 119.

94.— García Vilar, op. cit., p. 610.

95.— Maquiavelo, Nicolás: “Discursos de Tito Livio”.“Obras...”, op. cit,., p. 420.

96.— Frischler, op. cit., p. 232.

97.- “Desde los tiempos de los. ang1osajones florecía en Inglaterra el arte de los arqueros. El héroe nacional —

Robin Hood es la personificación de todas las virtudes del arquero a pie, ligeramente armado, el cual, con su arco bien trabado de certera puntería esta a la altura de cualquier enemigo.Eduardo III, en sus luchas contra los rudos galeses, hizo tangrandes experiencias con los arqueros —ademas, en la montana,los caballeros tenían escasa importancia-, que, rompiendo audazmente con todas las tradiciones, transformó su modo de lucha deforma muy poco caballeresca.

Eduardo ordenó a los caballeros apearse de sus caballos y. luchar contra arqueros a infantes en una misma línea. Ademas, rompió con otra tradición sagrada, la de que los ejércitosde caballeros no podían parapetarse defensivamente, El honor yla costumbre querían que cabagalgasenal encuentro del enemigocon-la-lanza enristrada1 Al parecer, Eduardo d16 a entender asus arqueros-cuan absurdo resultaba aguardar la embestida, comosoldados a. pie, de un ejército de cabaileros’.-Ibjdem-, p, 230.

98.— La doctrina no se muestra unánime respecto a —

la efectividad bélica de los primitivos fuegos de la infantería;“La leyenda-ha afirmadoobstinadamente que tanto en Grécy comoen Azincou-rt las nuevas armas de fuego decidieron la batallaen favor de los ingleses, Pormuy bélla que resulte esta histo-.riapara-la aparición de un arma maravillosa, no existe, sin em—bargo,--ninguna prueba de ello. Los arqueros ingleses disparabansusfl-echascon una rapidez ciento ochenta veces mayor que lade un hombre- con las armas de fuego- de aquella época. No puedetomarse—en- consideración el hecho de que el guerrero con el arma de- ego--pudiera seguir disparando y que su proyectil -contal de- que diera-en el blanco.-, siempre atravesaba la armadurade un caballero, si pensamos que los arqueros poseían una maravillosa puntería, mientras que .los arcabuces todavía no teníansiquiera punto de mira, y cuando acertaban era como una agradable casualidad, como un complemento al trueno y al fogonazo’.Ibid., pp. 232 y 233.

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99.— Cit. Fuller, op. cit., p. 96.

100.- justificado estaba para poner en boca de DonQuijote:. “Bien haya aquellos benditos siglos que carecieron dela espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de -

la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infiernose le esta dando premio a su diabólica invenci6n con la. cual -

dió causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero y cTue, sin sabér, como o por donde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientespe—chos, llega una desmandada bala, disparada de quién guiz huyoy se espantó del resplandor crue hizo el fuego al disparar la —

maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quién la merecía gozar luengos siglost. CervantesSaavedra, Miguel de: “ElingeniosohidalgoDonQuijotedela -

Mancha”. Barcelona, SeI, T.I. 1942, p. 440.

101.— Fuller, op. cit., p. 96.

102.- “Cada provincia tenía sus castillos y fortalezas menores que existían depredando el comercio. Estos antros,semejantes a telas de araña cubriendo una ventana, habían ocultado. hasta la luz ins ténue de todo un continente; pero el desarrollo de la artillería de asedio significaba que sus, días estaban contados. Sus muros eran a menudo demolidos con el botínpor incentivo y, cuando menos, la amenaza de una bombarda’ bastaba p.ara arrancar,un tributo de paz”. Montross, op. cit., p. 126.

103._! Sobre el tema de la financiación de las nuevasarmas’cueia aparición de la pólvora trajo consigo, VicensVives, Jaime.; “Coyuntura económica y reformismo burgués”. Barcelona,Ariel,/’1969, pp. 112 y 113. Y en especial, Carande,’ Rarnón:”CarlosV’ysusbanqueros. (LavidaeconómicaenCastilla)

de Estudios y Publicaciones, Vol.1, 1965, pp. 117 y SS.

104.— Fuller, op. cit,. p. 107.

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105.— Kelsen, op. cit., p. 31.

106.- Jenks, C. Wilfred: “ElmtidomásalládelaCarta. CuatroetapasdelaOrganizaciónMundial”. Madrid, Tec—nos, 1972, p. 20.

107.- “Ni an en la guerra contra los turcos es lícito matar a los niños, ya que son inocentes. Así como tampocoa las mujeres, lo que resulta claro ya que, en lo que se refiére a la guerra, se presume que son inocentes, a menos que conste la culpabilidad de alguno.. .“ Vitoria, op. cit., p. 133.

108.— Suárez, op. cit., p. 75.

109.- Refiriéndose a ésto, Kant escribiría:”Solohay una manera de entender ese derecho a la guerra: es muy justo y muy legítimo que quiénes piensen de ese modo se destrocenunos ‘a otros y vayan a buscar la paz perpetua en el seno de latierra’, en la tumba, que con su manto fúnebre tapa y.cubre loshorrores ya los causantes de la violencia”. Kant, Inmanuel:“La Paz Perpetua”. K5nigsberg, 1795, p. 211. Cit. Lledó Emilio:“La paz perpetua’. ‘7El_País”, 10—xII—1981, p. 11. El pensamiertto más reciente también muestra su escepticimo : “La espada so—lose empuña con la esperanza de poder usarla para fines, tanexcelentés que eventualmente no tenga que emplearse más; peroesta esperanza es una ilusión; pues solo en el país de las hadas corta la espada los nudos gordianos que los dedos no puedendesatar. Todos los que toman la espada a espada morirán (Mateo,26, 52), es la ley enexórable de la vida real y la creenciadel hombre de la espada en una victoria definitiva es mera ilu—sión’.Toynbee, Arnold J.: “GuerrayCivilización”. Madrid, Alianza, 1976, pp. 146 y 147.

110.- Toynbee, op. cit,, p. 15.

111.— “Primo .cTuidem, auctoritas principis, cuius —

mandato bellum est gerendum. Non emim pertinet ad personam pri—vatam bellum movere: quia potest ius suum in iudicio superiorisprosequi”. Sto, Tomás de Aquino: “Summa Theológica”, 2,2, Cit.Sánchez -Apellániz, Francisco: “Del Derecho a la guerra”.

-XVI-

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“LaGuerraModerna”, T,V, Universidad de Zaragoza, 1958, p.311. Basndose en la Escolástica y remitiéndose expresamentea Aristóteles, Vitoria escribe que “cualquier república tieneautoridad para declarar y hacer la guerra”.Op. cit. p. 115.

112.- Snchez—Ape1lniz: op. cit.,, p, 311.

113.- Vázquez dirá que si el Rey de portugal dicta sentencia, “aviendo causas morales, para tener por sospechoso al Rey de Portugal en esa causa, recusar su juízio, dandolas razones que ay desta sospecha, y pedirle que comprometa aun tercero”, Si él no acepta esta recusación y remedio del arbitraje, ya puede declarrsele la guerra como remedio último.García Vilar, op. cit., p. 628. Con razón considera Pereña queeste Parecer es “un documento verdaderamente revolucionario”y “la refutación ms perfecta del absolutismo de la guerra yla defensa ms valiente del arbitraje internacional”. Cit. 1—bidem,p. 629. Particularmente interesante es el trabajo deRemuñáñ Ferro, Manuel: “En torno a los conceptos de Desisti—miento y Arbitraje en la doctrina del lus I3elli”. HomenajealProfesorAlfonsoOtero”. Universidad de Santiago de Compostela,1981, pp. 753—766.

l14.”Ar de emprender una guerra esta obligado elpríncipe a exponer el Estado enemigo los motivos que son causade guerra justa y reclamar así una reparación adecuada, Si elótro Estado la ofrece, esta obligado a aceptarla y a desistirdela guerra. Si no lo hace, la guerra ser. injusta. Pero siel otro Estado rehúsa dar satisfacción, legítimamente puede —

entonces emprenderse la guerra”. Suárez, op. cit., p. 105,“Y si se dudare, por ejemplo, de si el heredero es el Rey de —

España o el de los franceses, yno estuviera clara la cuestiónde derecho,parece que si uno ofreciere un arreglo, dividiendoel territorio disentido y compensando debidamente al otro, ésteesta obligado a aceptar tales condiciones, aunque fuera rns —

poderoso y pudiera apoderarse de todo por las armas, yno tendría tampoco causa justa para la guerra”. Vitoria, op. cit,,p. 127.

- XVII -

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• 115. p. 94.

116. Ibidem, p. 57.

117. Formalmente-, aún ---io----sigue-siendo- Nuestro Texto Constitucional así lo ac-redita: ...!!Al previa autorización delas Cortes Generales-,-- declarar-la guerra-y hacer lapaz”. (Art. 63,3).

118 . “Para que laiguerra. sea--justa -dice Alfonso X en susPartidas-, se hande..tenerpresentestres• razones: 10. El inters de la F con vistasa:-su--acrecentamiento.ydestrucción desus enemigos; 2? La defensa-leal-dei Rey; y 30• La honra y amparo del Reino”. Don Juan Manuel-- —---en-su-Libro de los Estados—, —

considera la guerra como un- juicio de Dios, pues “si Dios es deruchero, forzadamente conviene-- que- se tenga con el que tiene derecho, et que lo ayude”. De-be excusarse el Príncipe cuanto pudiere de entrar en guerra:;- pero-hay un-caso en que-se hace necesario-: en el de la des-honra- o -injuria. “La guerra en que tantos males..., debehome antesofri-r-que-pasar et sofrir deshonra”. Esta injuria debe ser grave: “Non debe--comenzar la guerra sin ——

grant-cu-lpa- omerescimient-o de-aquel--su contrario”. Y aún así,el Príncipe- debe- perder de su derecho y pedir al enemigo, antesde- comenzar -la guerra,”que- le--quiera desfacer el danno et el —

yerro que 1-e tiene fecho-,et-- quiera- haber--paz con él”. Si le negare satisfacción, la-guerra--puede- estimarse--justamente declarada. Cit. García Arias, op. - cit.-, pp-. 343, 345 y 346.

119. Surez,pp.-c:±-t. ,. --119-. “No---basta cualquier injuriapara declarar iagüerr-a---.--.-omo-- -todas las cosas que se realizanen la -guerrason graves :y atroces-, -pues- son exterminios, incendios y devastaciones, no-:.-esi-.í.-cito acudir a la-guerra por injurias leves, para pena debe -guardar -proporción --a -la g-rávedad-de-i delito”. Vitoria, op.cit.,p. 119. -

v-i- 120. Cit. JuanLópe-z--de--Segovia, cit. García Arias, op.

cit., p. 355. Alonso de Madrigal señala que, entonces, “6na gue— -rra justa es-, en cierto--sent-ido-- una--ejecución de Derecho”.. Ibídem, p. 353.

121. Vitoria, op. c-it., p. 120.

122. Ibidem, pp. 27 y 28

123. Ibid., p. l27 -

- 124. Suárez, op. cit-., pp.- 122 y 145.

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125. Vitoria, op--cit-.,-pP 146 y 147.

126. Pereña Vicente, Luciano: --‘Estudi0 preliminar..Suárez, op. cit., p, 21.

127. “Así quedíremoS-. SedebenintefltaranteS todos losmedios depaznvitando y rogando repetidas veces a los Estados

a los príncipes infieles que-permitan predicarla fé católicaen sus reinos y 0frezcaydeflgarafltía-aIas personas que en--.tran en sus reinos para cumplir-aquella misión, o a los que per—manecern entre ellos. significóesta doctrina cuando-dijo a los Apóstoles que enviabaa predicarque anunciaran la paz sobre todas las cosas. Si al principio laIglesia no fue practicado este método de coacción, no fue porqueno fuera licito. No tenía entonces la Iglesia fuerzas temporalespara resistir a los enemigos de la fé”. Suárez, op. cit., p. 160.

128.Ibidem, p. 27.

129. Pastor, op. cit., p. 40.

130. Cit. Ibidern, p. 68.

131. Zuinglio escribe: .--“Supón que un mercenario extranjeroirrumpe en tu tierra, arrasa-tus- granjas y viñedos, dispersa tuganado, acuchilia a tus hijoS- cuando éstos tratan de protegerte,viola atus hijas, golpea atusmu-jeres-cuarido suplican por e-has y por tí, te arrastra-;-a-tí, un anciano que estaba acurruCdo en su propia casa-y te- apuñala-ante los ojos de tu esposa yluego quema casa y hogar. Si no•--- saliera- fuego lanzado desde el —

ciélo para- que devorara villanos-- como- ése, ¿no dirías entoncesque Dios-- no-- existe?. Y ésto-, - ¿hecho a otro?. ¿lo llamarías derecho de guerra?.cit.Baifltofl, op. cit., pp 131 y 132. De hecho,Grocio llega a escribir-que “la--matanza de mujeres y criaturasentra en el derecho de guerra-”-.-Cit. Coursier,-OP. -cit.,p. 436.Retornaban los tiempos--de las- primeras herej.aS, - “cuando fue to

--mado Béziers y el legado-pontificioi interrogado cómo distinguir entre los ctarÓsy:lOS catóhic0s, replicó: Mat.d1OS a todos; Dios sabra istinguirqUiéfle5 S0fl los suyos. Desde luego,la afirmación de que la-guerra re-ligiosa-eSm.S brutal que la —

guerra secular es difíci-l- de--probar documentalmente; pero, ciertamente, la creencia- de:que el- eriemigo-eStYa condenado, no empuja a ser caballeroso”. BaintOfl,- op. cit., pp. 106 y 107.

132. Watson, FranciS-:-Walleflsteifl”. London, Chatto & Windus, 1938, p. 326.

- - —XIX-

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133. Veale, op. cit.,. p. 63.

134. “La reuni6n en Munster y Osn.bruck de plenipotenciarios de casi todas laspotencias-ia-solemnidad de las deliberaciones, dan a los Tratados resultantes el carácter de primer documento en el que reconocen las naciones de Europa la existenciade una comunidad-de- derecho e intereses entre-las mismas”. Oh—vart, op. cit., p. 28.

135. Toynbee, op. cit-., p. 135.

13C.Tratábae del siglo en.cué labatallá de Almansa(1737),había-sido ganada por el Ducuede Berwick -súbdito britnico,maran.o :ar.zas franco-eápáiolas -,contra Lord Callov:ay—francés de orjcen c-ue, al. servicio de Inalaterra ayudaba a los

Campos, op. cit., p. 23.

137. Fuller, op. cit., p. 115

138. Ibidem, p. 116.

139. Cit. Ibidem,pp. 121 y 122.

140. “Si sobreviene-- una-- guerra entre las partes contratantes, los comerciantes súbditos de-- los-dos-Estados estarán autorizados para permanecer nueve meses-en el Estado convertido en enmigo, a fin de que recojan--sus-créditos y arreglen sus asuntos;después de lo que podrán- salir- libres, llevando todos sus bienes,sin ser importunados. Las-mújeres,- los niños, las gentes de letras de todas facultades-,- los agricultores, artesanos, obreros,

- pescadores, que no- estén armados- y-- que habiten en ciudades, —

pueblos o lugares no fortificado-s--- y en-general todos aquéllosque trabajanpara-elbienestar• -- del--género-humano, serán libresde ejercer su profesíénin-míedo de -ser molestados o de ver —

destruidos sus bienes o sus casas”. -Cit. Pastor, op. cit., P.44•

.141. Cit. Ibídem, p. 70. -

- 14-2. Rousseau, Jean—Jacques: “ElContratoSocial”. Madrid,Espasa-Calpe, Austral, 1975, p. 34.

143. “Luis YIV tiene--que humillarse ante los decretos dela Providencia que ponen fin a--su efímera grandeza, y la Europaentera le concede la paz de Utrecht (1713), para restablecer elequilibrio tan deseado por las naciones, sin lo que es imposible su independencia y tranquilidad”. Olivart, op. cit.., p.32. -

- -xx-

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144. Ya la gerra-de independenciade los Estados Unidosfue un microcosmo5 dondese --pusieron- de relieve-las atrocidadesque luego traeríaconsigo-el fervor-nacionalista, sobre todo aconsecuencia de la lucha entree1 ejército regular y los prime—ros irregulares o guerrilleros. --Por- otra parte, pronto hubo queañadir los devastadores efectos- del- bombardeo artillero sobrenúcleos urbanossitiados. -Una-patética descripción de los mis

mos en Pérez Galdós, Benitc:- -EpisodiosNaCionale5Zarag0za”.Madrid, Alianza-Hernando, 1976, pp.96 y ss..

145. Bainton, op. cit., pp. 167 y 168.

146. Nef, John y.: “War and Human Progress”.MasSachUSsetS,University Press, 1950, p.233. —____

147. Alez Rodríguez, Octavio: “Nuevas armas, nuevas tC

ticas”. “RevistaGeneraldeMarina”, T. 201,Octubre, 1981, p.311.

148. Cit. Ibidem, p. 311. “Con los fusiles del siglo ——

XVIII se enseñaba a los soldados a disparar a la velocidad decuatro veces por minuto —que, en realidad era bastante menor,si se considera-.que había que cambiar el sílice cada diez disparos por término-medio-, apuntando a la cabeza desde una distancia de300 pasos, a la garganta desde los 200 y al pecho -

desde los 100 pasos. Realmente, rns que el fuego de precisión,lo que contaba era el fuego masivo. Una compañía de 200 hombreslanzaba descargas de 100 disparos de tres a cuatro veces por mi

- nuto,-- lo- que equivale a la velocidad practica de tiro de una —

ametralladora actual”. Ibid., p. 311.

149-. “En cualquier caso, el juego consistía en combinar -

lastres armas de la forma ms adecuada”. Ibid., p. 311. En es-ta época-,.. ló que realmente revoluciona la táctica de la infantería la adopción- de. la bayoneta, al permitirle, en órden cerrado,tanto hacer•• frente a- la caballería como recargar sus armas.So—bre el particular, Fuller, op. cit,, p. 115.

150. Cit. Bainton, op. cit., p. 166.

151. Ademas de la guerra de Sucesión española, a la quepone fin el Tratado de Utrecht (1713) por el que, entre otrascosas, perdimos Gibraltar, durante el siglo XVIII destacan porsu trascendencia para el equilibrio político europeo: las suce.sivas guerras de Sucesión áustríaca; la primera de 1742 a 1745;la segunda, de 1745 a 1748; la guerra de los Siete Años; y,aunque ajena geográficamente, la guerra de la Independencia nortea

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mericana del dominio colonial inglés. Respecto a España, conviene resaltar la importancia del denominado Pacto de Familia, firmado con Francia en 1761, que nos puso en sus manos durante eltercio de siglo restante.

152. Reynolds, op. cit., p. 216.

153. Ibidem, p. 217.

154. Cit.. Oiívárt, op. cit., p. 35.

155. El principio aplicable en•1tirnainstancia en este —

modelo de Sociedad internacional es el de efectividad, entendido en su acepción volteriana: “Ce sont les victoires qui font —

les traités” Cit. Truyol y Serra: “L’Expansión de la Societéinternatjo.naie-auxxIX.et X siécles”.ttRecueil.desCours”,T.116, 1965—111, p. 106.

i56. Cit. Garruccio, Ludovico: “LaeradeKissinger”. Ma—dr±d,Guadarrama,. 1977, p. 17.

Kissinger, Henry A.: “Armasnuclearesypolítica.internacional”. Madrid, Rialp, 1967, p. 18.

158.Sobyeei particular, Fuller, op. cit., pp. 117 y 118.

i59 “Cuando Metternich huboofrecido sus buenos oficios aNapoieónpara-una..-paz.genera],. emprendió una política que sabíairreversjbje- Sihubiese-deseado. simplemente librarse de la pesada aliarrza--conFrancia.1.. pudohaber ofrecido su ayuda para una -

pazseparada. con Rusia,retjrridosea. la neutralidad caso de fracasar. Pero al buscar una paz general, involucraba los interesesdel. Imperio Austríaco de la forma ms directa. De no aceptar Napoleón loa. términos que Metternjch estaba desarróllando, no quedaría ms remedio que sumarse a sus enemigos. Las condiciones —

serían, por definición,, el bosquejo de la 1nica Europa que Austriapodría encontrar. compatible con su seguridad. Metternichse enorgul-lecía de conocer el carácter de Napoleón; pudo enton—‘cestenerpocas esperanzas de que éste aceptara; no porque lascondiciones fuesen poco generosas, sino porque éran condic.ones”.Kissinger: “UnMundoRestaurado. (LapolíticadelConservadurismoen-una--épocarevolucionarja)”.Mxico, Fondo de Cultura Econó—mica,’1973, pp. 62 y.63.

160. Cit. Olivart, op. cit., p. 40. Un testigo presencialnarra--la crueldad de-la-lucha guerrillera. “Entonces comenzó laescenams’horrible que haya sido jamas descrita. Los setecientosinfortunados polacosy franceses; que,desde luego, no espe.

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raban cuartel, pero tampoco un modo tan. tremendo de mor.ir,lanza.ban alaridos de espanto al ver avanzar las llamas prenderse enel cobertizo.,. llenando de chispas encendidas el aire. Con supremos esfuerzos. intentaban romper su cárcel de fuego. Pero, cuan—do, con ayud.a del. fuego mismo, se hacía .una brecha en el cercado, una- fila .de... sables. y- de bayonetas hacía caer de nuevo a aquó1lo.sde.sgraciados espectros.chamu.scados en el horno. Algunos

- afortun,ado.s.,..-hundiéndo.se ellos mismos en.una de estas espadas,i’ograba-n-un.a muerte más- rápida quela que les.había rese.rvado -

el guerrii-lero”.. -.Ha.rdman, Frederick: “ElEmpecinadovistoporuninglés,. Traducción .y prólogo de Gregorio Marañón. Madrid, Espa

sa-Caipe,.-Austrai1964;pp. 156y 157. Pese a lo que pudiera de—duc±’rsedeitítuio., elautor de esta carnicería no fue el Empecinado-sinoe-l.-cura Me.rino.

161-.El concierto europeo cobraba forma. “Europa había deo-rg’anizarse--en --una- sociedad de Grandes Potencias: Austria, Rusia,Prusi-a-e- Inglaterra.Francia-quedaría rodeada de un círculo de —

Poteric±as-secundarias,--cada una de ellas con uná barrera de fortalezas para abserver el primer asalto francas y una Gran Potescia- de- reserva. Holanda, apoyada por Prusia, guardaría el Norte;Cerdeña,- apoyada -por Austria, el Sur; la Alianza austro-prusianadeberíaproteger el centro. Todo el arreglo sería salvaguardadopor un tratado general entre todas las Grandes Potencias en garantía’-delacuerdo territorial, y un tratado separado entre Ru—siay Gran- Bretaña-aseguraría el efecto.de garantía”.. Kissinger:“UnMurrdo”- c-it., p. 5.9.

162. Cit. Azcárraga. José Luis de: “DerechoInternacionalMarítimo”.. Barcelona, Ariel, 1970., p. 178.. . -

163. Cit. Zeller, Gastón: “Los tiempos modernos”. Cit. Re—nouvin, Pierre: “Historia.de.lasRelacionesinternaciona1es”.T.1, Vol. 1, Madrid, Aguilar, 1964, p. 136.

164. Nussbaum, op. cit., p. 196.

165. Cit. Olivart, op. cít., pp. 40 y 41..

‘166. Hardman, op. cit., p. 157. .

167. Nussbaum, op. cit., pp. 196 y 197. Igualmente,OliVartop. cit., pp. 38 y ss..

168. Es decir, concebido como “lá dirección conjunta de lasociedad internacional mediante la hegemonía colectiva de lasGrandes Potencias”. Truyol: “Lasociedadinternacional”. Madrid,Alianza, 1977, p. 121.

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169. Kissinger: “Un Mundo...”, op. cit, pp. 59 y 60.

170. Olivart, op.. cit., p. 47. El texto fundacional de laSanta Alianza lo pone de manifiesto: “Au nom de la trs saintee indivisible Tinité... En conséquence LL.MM. sant convennues —

des articles suivants: Art. 1. Conformment aux paroles des ——

Saintes-Escritures, qui ordonnent taus homxnes de se regarderconime fréres, les trois monarques contractans demeurent unís ——

par les 1iénsd’une franternité veritable et indissoluble, etse considérant comme compatriotes, ils se prteront en toute o—ccasion et en toute lieu assjstence, aide et secouis...”. Su -—

texto original, Ibidem, pp. 47 y ss.

171. “ La estabilidad misma de la paz desintegrará una a—lianza de tiempo de guerra, si no hay nada que la mantenga unidamas que la simplememoria del peligro común”. Kissinger” “Un —

Mundo...”, op. cit., p. 60. Hoy la doctrina es unánime al mantener que estaídea preside la política británica respecto a Europa. “El intento de.castlereagh de crear en Viena, en 1815, un —

justo equilibrio, se basaba en la creencia de que la seguridadbritánica se vería únicamente amenazada cuando un Estado continental adquiriera in excesivo predominio sobre los demás”. -—

Webster, C. K. .: .. “TheForeignPolicyofCastlereagh,1815—1822”.London, Beil, 1925, p. 52.

172. Jenks., op. cit., p. 34.

173. Pastor, op. cit., p. 48. Idéntica tesis se puede extrapolar de García Arias, en cuanto afirma que ambos factores -

“han mellado o. roto los moldes de la milicia profesional, levantando, juntoalos.ej.ércitos que luchan en el campo de batalla,los ejércitos-del trabajó en la industria del armamento o del abastecimiento”-.. -García Arias: •“LaGuerraModernaylaOrganiza—

ci6ninte;rnacional” Madrid, Instituto de Estudios Políticos,1962, p.28.-La 1 Guerra Mundial emerge así como una extrapolación atrofiada-del equilibrio europeo, en cuanto su articulaciónse-producía-tan sólo mediante la guerra. Se conviene hoy que — -

“una dela causas- de la 1 Guerra Mundial fue la rigidez de lasagrupaciones opuestas de Estados —Alemania y Austria—Hungría porun lado y Rusia- y Francia por otro-, lo que ocasionaba que unamedida adoptada por Austria—Hungría llevará inevitablemente a laadopcí6n-deotra por parte de Rusia; lo que obligaba a Alemaniaa emprénder una--acción--que inevitablemente afectaba a Francia yque, dada- la estrategia- que Alemania no tenía ms remedio que se-guir, debíaafectar también a Inglaterra”. Reynolds, op. cit.,p. 217.

174 de-los mismos en la Sociedad interna

—XXIV--.

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cional del momento, al alba ya de este siglo y como consecuenciade Sedan yadowa-yde la guerra chino-japonesa, Van Overstraeten, R.: “DesPrincipes-.e-laGuerratraverslesges” .Bruxelles, Dewit, pp. 245 y ss. y 315 y Ss.

175. Sobre la moderna crisis de la doctrina de la “guerrajusta”,Vanderpol,A.: “Ladoctrinescolastiquedudroitdegue—rre” París ., Pedone, 1919,pp..31yss..TambiénRemu?xnFerro:UUrra;..concepc.j5n..delaguerrajusta”. Universidad de Santiago de

Compostela,. 19.71.

176. Cit.Schneider, Fernand: “HistoiredéSDoctrinesMili—raire&’.París,-Presses- de France, 1957, p. 53.

7 cit., p. 319.

178. La eclosión.del arbitraje a’fina1esde1’Sgl0 pasadoes muestra sin duda del prop6.siodeiOSEStadO de esquivar laguerra, dado lo progresivamente onerosode’1amiSma Sin embargo,también es de 5altarquese..ácudíaalprbÇedimiento arbitralcuando se trataba de resolver ..controversjS07UhtU.r3.les y entreEstados sin intereses contra.puestos.demOdO±rreversible. “El nÚmero de arbitrajes entre Gobiernos:duraflte.ei siglo. XiX puede estíinarse en algo.menos de 2.OO,sininciUir aqueilosc’aSOS sobrederechos individuales. Sólo muy pocos. casosquedarów- sin resolver; en la mayoría de ellos se llegó .auna sentencia o a una ——

transacción entre las partes.... Porotraparte,efl los últimosdecenios del siglo se conf ió ordinariamente ‘ladedisi6n arbitrala juristas o queifldica una evolución por delarbitraje internacional.. m.s .jurídicayms fundada”. Nussbauifl, —

op. -cit., p. 23.7.En este sentido, se dice que “los arbitrajesinternacionales del siglo XIX fueron los precursores del Tribunal Internacional de Justicia”. También que “el movimiento de.cadificación fue el gérmen de la Comisión de Derecho Internacionalde las Naciones Unidas”. Jenks, op. cit., p. 33. Sinembargo, la

doctrina de la época no dejó de resaltar el carácter utópico eirreal del movimiento codificador: “Se han organizado sociedadescon el objeto de redactar Códigos constitutivoS del Derecho deguerra o del Derecho internacional respecto a la guerra, comomateria absolutamente legislable..., creyendo. que los usos de la.guerra podrían transformarse realmente en una ley de guerra. S6lo podrían acaso transformarse los usos de guerra enun Derechode guerra, tratándose, por supuesto, de naciones civilizadas, enla hipótesis de que sus respectivos gobiernos pudieran entender-se bien entre sí respecto a tan grave y complicado asunto... Porello, los que, al ocuparse filosóficamente del Derecho Internacional, pretenden circunscribir y definir los usos de la guerra

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bajo la forma de. una ley positiva..y taxativa, deberían ser..ms-modestos de. lo. que pa-recen;. acaso.- no dejarían, de serlo si,. medít.asen algosobre la. inestabilidad e inconsistencia -de sus.pro.

• -pias opiniones.. que -las mudanzas- de -los, tiempos -modifican y alte- ran, y no olvidarían que .hoy se ven -obligados, a reconocer porLey lo mismo que •a.yer.con.denaban y a la inversa”. RUstow,-.W.:“Políticadelaguerrayusosdelaguerra”. Madrid, ImprentaNacional, l873,pp. 211—213. Tales afirmaciones no dejan de tener su lógica si se pien-sa que en una poc.a presidida.. de formalismo diplom-tjc.o.es. cuando hacen su aparicjónlos,,estados de —

conflicto a..caballoentre.la.g.uerrayla paz. Así,. “la expresiónstatus intermedio..parece .haber...sido usada por primera -vez por —

Lord Clarendon, Secretario-del Foreign Office, en. 1854, con ocasión de la guerra de Criméa ., al declarar: No hay guerra, porqueno ha habido declaración de guerra; pero no hay estrictamente —

paz con Rusia.,. Considero que hay un intermediate state”. Cit.García Arias: “La Guerra Moderna y la Organización..” op. cit.,p.102..- - -,

179. Pese a todas las limitaciones-que se le reconocen,la

doctrina- actual postula -la-validez del movimiento codificador

del- derecho de.guerra:. “Mitigó labarbar,íe-de la guerra por me

dio de restricciones que, aunque estuvieron lejos de ser plena—-

- - mente eficaces en la- practica, ayudaron a una sociedad, incapaz

de suprimir la guerra, .-a limitarla...y ..a sobrevivirla”. Jenks, op..

cit., p. 33..... - -- . -

- 180. “Las sancio.ne.s-contra, las -violaciones a las normas —

- que-rigen - la..condu.cc.ión dé la -guerra sólo pueden ser represalias

tomadas por un-Estado que ya.-est en-guerra con..el.Estado.respon

sable de.las mismas”Kel.sen, op. cit., p. 56. Así,-esta clusu

la de reciprocidad - actúa. implícitamente en -la..aplicaci6n -prcti

ca- de-las. normas de conducción de la guerra; y, aún, de forma ex

plícita, como ocurre en el campo de la guerra química. Sobre el

particular, Noel—Baker,. Philip: “Lacarrerade-armamentos”. Ma

drid, Tecnos, 1964, pp. 364 y 365.

- - 181. Pastor:..”Contríbucjón al estudio...”,op. cit., p. 65.

-Pese-al-calor de dicha afirmación, el mismo autor recoge qué -

- “si bien los Convenios de. Ginebra de 1949 excluyen la cláusula

- si: omnes y no hacen depender su eficacia del reconocimiento for

------mal-de las: hostilidades, se inspiran, no obstante, en el princi

- - pi’o de:.recíprocjdadt. Ibidem, p. 66. - -

- - 182. “La primera consideración que hubieron de hacerse los

promotores- de la Cruz- Roja Internacional fue la patente •.insufi—

- -ciencia-de los servicios--sanitarios oficiales Para remediarla,

- -procedería-crear-en cada--País sociedades-de socorro, las futu—

—XXVI

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ras Cruces Rojas nacionales, que resolverían o mitigarían dichacarencia. Mas, en segundo lugar, era preciso que la función auxiliadora de tales sociedades hallase condiciones adecuadas para —

su ejercicio..Se requería, en una palabra, la previa y sustan-cial refórma en laconducta recíproca de los ejércitos”. LasalaSamper, Fernando María de: “Laprotecciónalosheridos,enfer—mosynufragosdelasFuerzasArmadasencampaña”.Universidadde Zaragoza, 1964, p. 65.

183.Sobre el particular, Coursier, op. cit., pp. 438 y SS.

184. Los convenios II y IV de las Conferencias de Paz deLa Haya de 1899 y 1907 respectivamente, en lo que se refiere asu Declaración relativa al empléo de proyectiles explosivos, ——

disponían expresamente y bajo un criterio de estricta reciprOC!dad —dado que solo se aplicaba entre las Partes contratantes, —

cesando de ser-obligatoria cuando entrase en guerra al lado deuna de ellas una tercera Potencia—, “la prohibición del empleode balas que se ensanchan o se aplastan fácilmente en el cuerpohumano tales como las balas de envoltura dura, la cual no cu——briese-enteramente el núcleo o estuviera provista de incisiones”.En- la-actualidad, en las armas-portátiles de la-nueva generación,se pretende-rebajar sus calibres hasta los 5,56 mm., para de esemodo-ocasionar mayor número-de heridos-al-enemigo que bajas mortales.-Los expertos-estiman la conveniencia de dicha medida, yaque se-tiende-a-ocasionar-el colapso de-la-logística del adversrio —incluso,- la sanitaria—. Sobre el tema, Carboneil Armada, Rafael: “El fusil de asalto- en los años- 80”. “Defensa”, núm. 9 -

Enero, 1970, pp. 20 y ss.

- 185-. “Se ha- dicho- que la- humanización-- de la guerra por medio de una ley positiva -o un derecho europeo—de guerra, patente

- y preceptivo..., pudiera--ser únicamente ventajosa y útil para —

- el- conquistador, mas no para- los pueblos libres, como defenso——- res de- su propia independencia. Porque en las circunstancias actuales-parece que solo podría ejercitarse un pensamiento tan se—

- - ductor aislando a los ejércitos dentro del circuito-de los mis—- mos--puebios de que emanan, borrando así-todo-sentimiento de so

lidaridad-general entre el pueblo y el ejército-y haciendo desa-- parecer el interés colectivo de la- nación entera respecto a cuan

to debe ser- vulnerable y sagrado para ella en el - seno de su conciencia”. Ristow, op. cit., p. 218.

- -- 186. Un autor de la época -Monteil-, escribe: “Es el momento de resaltar el hecho de que, entre los-numerosos delegados deAlemania,- se encuentra el Sr. B-luntstchi-. -Respecto al mismo, cabe hablar-de-dos personas-; la de--antes y--de-la-después de laguerra-.- La de--antes- sigue- a- Grocio-, Puf fendorf,- LaibnitZ, Wolff

- - -x)yII

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y Vattel.. La de después de las guerras de 1866.y 1874, es un apologista de-los --procedimientos-prusianOs-, pese-a--ser. un autorde un proyecto de-Código-de Derecho-Internacional; o por eso -

mismo, porque sus principios -contenidos- en la primera secciónde su primer Capítulo-, autorizan todos los excesos de la fuerza”. Cit. Ib.idem, p 213.

187. Dicho Manual es el primero- que distingue fehaciente—mente el régimen. diverso del personal de los Ejércitos beligerantes y la población civil de- sus Estados. Sobre-la labor del Instituto-de-- Derecho Internacíonal,.sus sesiones y el referido Ma—nual, Olívart, op-.-cit.-, pp. 67 y ss.

188. Su texto íntegro en García Arias, Luis: “CorpuslurisGentium-. Zaragoza 1968, pp. 612. y ss.. Cuando se han tratado -

cuestiones- relativas--a- la--guerra-marítima, se han utilizado lostextos de--Azeárraga, - JoséLuis-:-- -“Legislación--InternacionalMarÍtima”. -Madrid-, C-S-.I.c.-Ministerio--de Marina, :1955. Y cuando nosrofirEimos a- la--guerra- aérea-,-- los anexos de-- Díaz Lorda, Jesús: —

“Derecho--Internae-ionalPúblicoen--paz-y-enguerra”. Madrid, Editoral Aeronáutica, 1949.

189.--”Sin duda, los gases--podían-aspirar con razón a ser —

el-arma----que- más- éxito- tuvo en la guerra de--- 1914. Pese a ser usa-- dos- s6lo---contra-soldados que se ha-1-laban- protegidos por másca—--ras---- entrenados---para - su- --uso y a- que-- la--- granada portadora era relativamente ineficaz ,--produjeron-proporcionalmente varias vecesmás-bajas-que el alto explosivo. -De- las- bajas-- estadounidenseshabidas’-er-- la-Gran- Guerra —27!- -.000- muertos—-, 75.000 lo fueron a

- - causa:.deios gase&’Cit-.- Noel-Baker-,-op-. cit., p. 362. --

190. Shubiszewski, op. cit.,p. 752.

191. Cit. Pastor, op. cit., pp. 83 y 84.

192. Cit. Díaz Lorda, op. cit., p. 292.

193. Shubiszewski, op. cit.., pp. 752 y 734. Pastor Ridruejo, al comentar el juego- de la cláusula Martens en las Reglamentaciones de La Haya, dice que “nadie discutirá que sus referencias —a los principios del Derecho de Gentes que resulten de lascostumbres establecidas entre las naciones civilizadas, de lasleyes de humanidad y-de las exigencias de la conciencia pública—,presuponen una cierta libertad en la indagación de aquellos principios. Naturalmente que una interpretación judicial o doctrinalhará buen uso de este arbitrio y llegará a la solución más justa. No es probable, sin embargo, que ocurra lo mismo con la interpretación del destinatario de la norma. El beligerante es ge

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neralmente un intérprete mal intencionado.Y en..los supuestosen que se le conceda. libertad interpretativa, llegará casi siempre, no a .la.solución. justa., sino.a lo que. resulte más conveniente a. sus intereses militares. Las normas bélicas deben ser,por ello, claras y precisas; deben dejar el menor margen posible a la libre interpretación de sus destinatarios”. Pastor,op. cit., p.85.

194. El. mero: análisis de los modernos métodos de. guerra —

irregular o de guerrillas -y, por supuesto, de los equivalentesde la lucha contrainsurgencia—, desvela fehacientemente la futilidad de proscribir el empleo de veneno o armas envenenadas; matar o herir, a traición; matar o herir a un enemigo que,depues—tas las armas o sin medios de defensa, se ha rendido; no dar ——

cuartel o emplear armas, proyectiles o materias destinadas a causar males supérfluos. Paradójicamente, casi se podría afirmar —

que las pautas de conducta bélica proscritas en La Haya son, aúna título individual, el decálogo de los combatientes actuales.

195. Cit. Azcárraga: “Derecho Internacional...”, op. cit.,pp. 177 y 178.

196. Ibidem, p. 177.

197. Ibid., p. 178.

.198. “Entiéndese por corsario el particular, propietario Oencargado como capitán de una nave, debidamente autorizado porel gobierno del cuál es sÚbdito, a perseguir, visitar y capturarlos buques enemigos y a los neutrales que, por haber cometido -

una infracción de las leyes de la guerra, sean asimilados a aquélbs”. Cit. Olivart: “DerechoInternacionalPúblico”. Madrid, Revista de Derecho Internacional y política Exterior. 1906, p. 309.Para un completo estudid monográfico sobre el tema, Azcárraga:“El corso marítimo”. Madrid. C.S.I.C. 1950. Para un éxamen del -

volumen e importancia del corso británico —“privateeriflg”—,efl lafase de afirmación de Gran Bretaña como potencia talasocrátiCa,Perpiñá y Grau, flomán: “OrigenyocasodelasTalasocraCiaS”.

Madrid, Instituto de Estü’diósPolíticos,1965,pp.230ySS.

199. Respecto a las “Alabama claims”, Azcárraga: “Dére—cho..”, op... it., pp. 180 y ss.: el mismo autor, también en SU“Legislación...”, op. cit., pp. 1107 y ss.. Igualmente KelSen,op. cit..,’pp. 71 y ss.,comprensivas de la resolución arbitralrecaída.

200. En cuanto al derecho de angaria,referido a su empleoen la actualidad, Azcárraga: “El Derecho de Angariá”. tladrid,

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“CátedradeAltaCulturaNavalArzobispoGelmirez”. MinisteriodeMarina, 1965, PP. 95 y Ss..

201. Cit. Azcrraga: Derecho...”,. op. cit., p. 204. “Lasleyes de la guerra en general tal como se encontraban vigentesen 1914, íecha de la primera gran guerra que comenzó siendo europea para degenerar encasimundial, eran no sólo incompletas,sino que, en muchos casos, podrán ser rechazadas como ambiguase inaplicables. Las Convenciones de La Haya de 1907, por soloreferirnos a las ms modernas,tenían una validez restringida -

por las reservas y por la cláusula sí omnes; las de aplicaciónmarítima, poco valor practico, como lo demostraría la experiencia y, naturalmente, no pudieron regular las armas o métodos --

nuevos —como el submarino—, que harían su aparición después, ycuyo empleo bélico sin restricciones plantearían el complejo interrogante de su legalidad”. Azcrraga: “El Derecho de la Guerrasubmarina”. “LaGuerraModerna”, T.V, Universidad de Zaragoza,1958, pp. 349 y 350.

202. Durante la 1 Guerra Mundial, el 1 de Mayo de 1915,el trasatintico britníco “Lusitania” zarpó de Nueva York rumboa Liverpool, con un total de 1959 personas a bordo, entre hombres, mujeres y niños. Sobre las 14,10 horas del día 7, fue torpedeado sin previo aviso, hundiéndose por la proa en menos de 18minutos, con un saldo de vidas de 1.195 muertos. Habiendo sido —

iniciados por los familiares de las víctimas diversos litigios -

contra La casa armadora —Cunard S.teamship Company Límited—, éstapromovió a su vez acción judicial como actora, a fin de obtener —

un pronunciamiento favorable en cuanto a su responsabilidad, a —

su interés respecto al flete y al propio valor del buque. El tribunal ínter alia declaró: “No existen dudas, por supuesto, en —

cuanto al derecho de apresar un buque enemigo en la alta mar y,bajo ciertas condiciones, de destruirlo; e igualmente, no hay duda sobre la obligación de salvaguardar las vidas de todas las —

personas a bordo, sean pasajeros o tripulantes...”’ El tribunalse remitío a la Sección 116 del propio Código A1emn de Presas,vigente en la. fecha del hundimientodel Lusitania, que disponía:“Antes de procederse a la destrucción del buque, deberá proveer—se a la seguridad de todas las personas a bordo y, cuando seaposible, a la de sus bienes; y todos los papeles del buque y dems material probatorio, que según las personas interesadas seade valor para la formulación del fallo del Tribunal de Presas, —

deberán ser recogidos por el Comandante”. El tribunal entóncessostuvo: “De este modo, cuando el Lusitania zarpó de Nueva York,su propietario y su capitán estaban justificados en creer que,aun cuando ocurriese cualquier cosa de ahí en adelante, este simple principio humano no sería violado... La falta, por consi——guiente, debe ser imputada a aquellos responsables del hundimien

- xxx—

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to del buque, tanto en el sentido jurídico como en el plano moral. Noes por.tanto la Cunard,,Line, la actora, la que..debe serhecha responsable..de. la. pérdida de vidas. y bienes.. La...causa delhundimientodel... Lus.ita.n,ia...fue el. acto ilícito del Gobierno delImperio A1em.n,que,.actu6-por..med.io.de su instrumeflto.,.el comandante del.submarino.U—30 y.violó una no±rna apreciada y humana,observada,, hasta en ,.es.tag.uerra.,....aúflPOr ...los ms crueles adversanos...”. .C.it,Kelsen.., op. cit.., pp. 69 y 70.

203.. Cit. Garc.ía.,AriaS;,..’CorPUS.Turi5, Op. cit.,pp.13 y ss.

204. Cit. .Azcrraga,.op. .cit., pp.. 356 y 357. RespectO al

empleo del...arma submarina., tres teorías .se barajaron .durante elperíodo de. entregue.r.ras:. la. de. ins.piraci6n alemana..poStulaba elempleo irre,str,ing,ido.,.de.i,...arma...Submarifla las tesis .br,itfliCas -

proclamaban ,l.a .. ilegalidad. .de.lempleo submarino en misionesde ataque..al.trfico;..po.rit.imo-, los... ;.f.ran.c.eses eran partidarios de suregulaci.6n... Sobre .e.l...pa.r.ticU.lar.. .Ibi.dem., pp. 357 y;358. TambiénRousseau,Charles.:“.,De,rechO.,IflternacioflalPúblico” Barcelona.....Ar.ie,l,19.,6,6.,,.ILI. Edi.ci6.npp...60.6yss..Elusosinrestricciones_de,l..arma.,S.Ubmarina. —aún .entre sus propios pioneros—, no...s,.,.impu.so....sin..aguda polémica. .Epropio Canciller ale—m.n Betham_Hollweg...no.era.mUYPartidao de llevar dicha.. guerraa sus últimasconsecuencias... Aunque .muchos. autorizados geoestrategaS comp.ar.tie.r.on....SUcriterio,.,y..se,enfrentar0nabertam1te ala opini6n...del.aMarinade...su.s..jefe5.,primará. la opini6n de éstos, quiénas....co.nsider.aflqueante...y..sobre.todo debe llevarse acabo la,acci6n.,,v.io.1entaenei...mar.La....prensa alemanlos navieros y hasta....elhombre.de.. .la,.retag.uard.ia...ComParten esta .idea, yasí, el..2.0de...Enerod.e...1,9i5.-,ei.E,stado...MayOr. General de Berlínreconoceen..una.nota,...o.f.ic,i.a.ll.a.,.eficacia. de la guerra submarina al comercio..y..a,premia....a,...desar.r.o.l.larlaal0s submarinistas —

que depen.dían.de.l.o.s....Almir.antasVonT.irpitzVon. Ingenohi y VonPohi. Laguarra-submarinabienprontoentra. en ... rieno. . apogeo:.en algunaso.ca.si nesf...nO..rnu.cha.sdesgr.a.ciadamefltese observan las a.l...dere.cho intern. cional vigente.;si totalmente..por..lo.speligros.- a. .auee,s.t.nexpUSStO.Slo.ssubma.—rinos y por.qus,.....adem.S.tlasmediosmas se van.perfe,ccionando...yampl.ia.ndc....-...-’La....mayOrparte.... d.ede las pérdidas...navaleSde....la ...L.. Guerra .,.Muzdial. . (5 7.0.5 . barcos Y11. 115.000 Tm.), fueron debidas a.l.arma.’submarifla, sufriéndOlas,por este órden., ...Ingiate.rra.Noruega1... Franciae.Italia2cit..A2crraga,. .op.....ci.t.,pp.3.5.1y....35.2....

205 Sobre el proceso de Niremberg y sus incidencias respecto a la guerra submarina, Ibidem, pp. 359 y SS..

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206. Cit. Ibid., pp. 363 y 366. Así, se subrayó en círculos aliados, “un crimen de guerra deja de ser punible si la defensa puede probar que la parte victoriosa y acusadora incurrióen las mismas faltas que el acusado”,. Cit. Ibid., p. 363.

207. Ibid., p. 369.

208. Kelsen, op. cit,, p. 7Ó.

209. Cit. Díaz Lorda, op. cit., p. 369.

210. Cit. Coursíer, op. cit., p. 441.

211. Cit. Díaz Lorda, op. cit., p. 370.

212; Shubiszewski, op. cit., p. 754. Para rellenar las lagunas existentes en el Derecho de guerra relativas a la guerraaérea, en el período de entreguerras se elaboraron diversos Proyectos. Unos, oficiales, en el marco de la Sociedad de Naciones,como los relativos a la conducción de la guerra aérea de 1923 y1938. Otros, particulares, como el Pacto Roerich de 1930, que -

pretendía crear una institución similar a la de la Cruz Roja In,ternacional, que salvaguardara los monumentos históricos, artísticos,.. Ninguno de ellos llegó a entrar en vigor.

213. Para la noción del Derecho Humanitario Bélico como Derecho Protector de las víctimas de la guerra, Lasala Samper, op.cit., p. 66. Por otra parte, la doctrina patria lo considera como un Derecho suprainternacional, de rango an superior a laspropias normas internacionales, en cuanto “ius cogens”. Sobre elparticular, Pastor: “Contribución al estudio..,”, op. cit., pp.69—73.

214. Cit. Nussbaun, op. cit., p. 140. “Medidas.semejantes,aunque ms limitadas, se. encuentran a fines del siglo, XVII y alo largo del XVIII, como simples incidencias en acuerdos entrejefes militares para el intercambio.y rescate de prisioneros deguerra; en. unos pocos casos, estos pactos tomaron la forma de —

convenciones pactadas entre los mismos Soberanos en lucha. Un -

punto principal de estos pactos militares era asegurar el pago —

de los gastos hechos por un ejército que, como resultado de sucesos militares, se hubiese hecho cargo de enemigos enfermos o heridos. Lo acordado en esos pactos militares variaba mucho. De ordinario,. los heridos y enfei-mos debían ser devueltosa su ejérci.to de la forma m.s conveniente posible; hasta que se. hiciera asrse les concedía el derecho de ser atendidos por médicos de su -

propio ejército y servidos por sus propios sirvientes; medidaésta 1tima que parece referirse a los oficiales de rango ms —

elevado. Los hospitalés quedaban a menudo’ exentos de, confiscación

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por el enemigo.. Un alto. espíritu humanitario figuró en el pactode 1743 entre el General ing1s Conde Stairs y el General fran—cés Duque de Noailles; su principal mérito fue que. en él se garantizaba la inviolabilidad de los hospitales militares”. Ibidem, p..l4O. . . . ..

215. Sobre el particular, Pctet, Jean .S,: “La CroixROugeet les Conventions de Genéve”. “RecueildesCours”, T. 76, 1950—1, p. 30,

216. Desde el punto de vista de la iniciativa particular yfilantrópiáa “no es que la idea fuese absolutamente nueva. Ya laOrden Hospitalaria de San Juan de Jerusalem prestó en el Medievoasistencia a los enfermos y heridos de guerra, sin distingQS deraza o religión. En la Edad Moderna, los Camilos o Padres de laBuena Cruz -Congregación fundada en Roma, en 1556, por San Camilo de Lellis—, seguían a los ejércitos en campaña para socorrera los heridos, llevando como distintivo una cruz roja sobre elhabito”. García Arias: “La idea de la Cruz Roja y el Derecho —

Humanitario Bélico”. “EstudiossobreRelacionesInternacionalesyDerechodeGentes”, T.II,Madrid,InstitutodeEstudiosPolíticos, 1972, p. 653. Sobre los principios que animaron la fundación de la Cruz Roja, Huber, Max: “Henry Dunant”. “Revue InternationaledelaCroixRouge”, ncim. 484, Abril, 1959Tf7TTambién en Coursier: “L’evolutión du Droit International Humanitaire”. “RecueildesCours”, T. 99, 1960—1, pp.370 y SS.

217. Su texto en García Arias, op. cit., pp. 661 y SS.

• 218. Cit. Pictet: “La premir.e Conventionde Genve”. “Re—vueInternationaledelaCroixRouge”r ntlm. 548, Agosto, 1964,p. 411.

219. “Se ha sostenido con aplomo que cuanto ms se human.ce la guerra, tanto ms tardará la masa general de los hombresen, penetrarse del aborrecimiento real de toda guerra; y en tál

- supuesto, los amigos mismos de la paz perpetua tendrían fundadí— simos motivos para oponerse a la lisongera ideade’ia humanización que halaga a tantos”. Rlistow, op. cit., p. 218.

220. Sobre el particular, Azcrraga: “Derecho InternaciO—nal...”,-op. cit., p. 182.

221. Su texto en García Arias: “Corpus luris,..”, op. cit.,pp.743 y ss. Después de las trauméticas experiencias de la Segunda Guerra Mundial, esta Convención representa la aportación msreseñable en relación con el estado de la Legislación InternaCi2.nal anterior y, sobre todo, por lo que se refiere al período de

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entreguerras.

222. Cit. Pastor: “La protección de la población. ..“op.cit,, p. 227. Idéntica postura, an anterior, es la de NóLouis, Eduardo de: “La discriminación entre combatientes y población civil en la Guerra moderna”, “LaguerraModerna”,T, III,tJniversidadde Zaragoza, 1956, pp. 237 y ss..

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