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Revista de Economía Aplicada E Número 14 (vol. V), 1997, págs. 165 a 171 A Avinash K. Dixit The making of economic policy. A transaction-cost politics perspective Cambridge (Mass.),The MIT Press, 1996 Donald Wittman The myth of democratic failure. Why polihcal institutions are efficient Chicago, The UniversiQ of Chicago Press, 1995 XOSÉ CARLOS ARIAS Universidad de Vigo na de las características más notables del desarrollo de las ciencias sociales en las últimas décadas ha sido la aplicación de los supuestos metodológicos bási- cos de la econom’a de la comente principal a campos muy diversos de aquél para el que fueron concebidos, esto es, el intercambio en los mercados econó- U micos. Así, cada vez con más frecuencia se ha echado mano de la noción neo- clásica de racionalidad y del individualismo metodológico para interpretar los com- portamientos políticos, la dinámica de la acción colectiva o el derecho. Del modo más certero supo Jack Hirshleifer expresar la intención de este imperialismo de lo ecotzó- mico: “la economía constituye la gramática universal de la ciencia social” [Hirshleifer (1985)l. Es indudable que este enfoque ha producido algunos resultados muy positivos a la hora de interpretar la relación entre política y economía, logrando capturar aspectos destacados del comportamiento de los decisores políticos. Pero ni la evidencia empíri- ca respalda suficientemente algunas de sus teorías centrales -como la de la ignorancia racional del votante o la del ciclo económico politizado-, ni su grado de rigor y desa- rrollo formal se acerca siquiera al alcanzado en el campo estricto de la econom’a. Por otro lado, su sistema de conceptos básicos dista de ser claro e inobjetable, pues si para el análisis económico es fácil precisar cómo opera un proceso de maximización del beneficio empresarial, no lo es tanto en lo que respecta, por ejemplo, al voto ciudada- no o a la acción de los burócratas. Y no es un problema menor que la implicación ide- ológica de este tipo de análisis se revele con mucha frecuencia descarnadamente obvia. 165

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  • Revista de Economa Aplicada E Nmero 14 (vol. V ) , 1997, pgs. 165 a 171 A

    Avinash K. Dixit

    The making of economic policy. A transaction-cost politics perspective

    Cambridge (Mass.), The MIT Press, 1996

    Donald Wittman

    The myth of democratic failure. Why polihcal institutions are efficient

    Chicago, The UniversiQ of Chicago Press, 1995

    XOS CARLOS ARIAS Universidad de Vigo

    na de las caractersticas ms notables del desarrollo de las ciencias sociales en las ltimas dcadas ha sido la aplicacin de los supuestos metodolgicos bsi- cos de la economa de la comente principal a campos muy diversos de aqul para el que fueron concebidos, esto es, el intercambio en los mercados econ- U micos. As, cada vez con ms frecuencia se ha echado mano de la nocin neo-

    clsica de racionalidad y del individualismo metodolgico para interpretar los com- portamientos polticos, la dinmica de la accin colectiva o el derecho. Del modo ms certero supo Jack Hirshleifer expresar la intencin de este imperialismo de lo ecotz- mico: la economa constituye la gramtica universal de la ciencia social [Hirshleifer (1985)l.

    Es indudable que este enfoque ha producido algunos resultados muy positivos a la hora de interpretar la relacin entre poltica y economa, logrando capturar aspectos destacados del comportamiento de los decisores polticos. Pero ni la evidencia empri- ca respalda suficientemente algunas de sus teoras centrales -como la de la ignorancia racional del votante o la del ciclo econmico politizado-, ni su grado de rigor y desa- rrollo formal se acerca siquiera al alcanzado en el campo estricto de la economa. Por otro lado, su sistema de conceptos bsicos dista de ser claro e inobjetable, pues si para el anlisis econmico es fcil precisar cmo opera un proceso de maximizacin del beneficio empresarial, no lo es tanto en lo que respecta, por ejemplo, al voto ciudada- no o a la accin de los burcratas. Y no es un problema menor que la implicacin ide- olgica de este tipo de anlisis se revele con mucha frecuencia descarnadamente obvia.

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    Los libros de Avinash Dixit y Donald Wittman aaden nuevos e inesperados ar- gumentos a este listado de objeciones. Si bien entre ellos cabe advertir acusadas dife- rencias en casi todo, comenzando por los propios objetivos de cada investigacin, ambos trabajos presentan el elemento comn de constituir intentos de superar las ver- siones ms conocidas del imperialismo de lo econmico, y lo hacen, adems, sin ale- jarse del propio programa de investigacin neoclsico. Una segunda caracterstica compartida es la importancia que se atribuye a la nocin de coste de transaccin en la construccin de los dos argumentos, la cual ocupa de lleno el centro del escenario en el libro de Dixit.

    En The Myht of Democratic Failure, Donald Wittman, profesor de economa en la Universidad de Califomia, se sita tan decididamente contra la corriente que no fal- tar quien interprete que se trata de una simple provocacin intelectual. Y algo de eso tal vez tenga un trabajo que, frente a una plyade de argumentos en contrario, sostiene con firmeza que los mercados polticos democrticos son plenamente eficientes. La posible sorpresa est en que para ello no hace en realidad otra cosa que aplicar de un modo absolutamente consecuente el razonamiento econmico puro, a travs de la for- mulacin de toda una teora de la mano invisible en el mercado poltico.

    Que el punto de vista de Wittman lleva la ortodoxia al extremo se pone de mani- fiesto con la inclusin de un interesante captulo metodolgico, en el que discute sobre la eventual validez de tres conceptos posibles de racionalidad de los sujetos que toman decisiones -la propia del horno psicologicus de la psicologa cognoscitiva, la racionalidad limitada de Simon y la optimizacin neoclsica-, llegando a la conclu- sin de que es esta ltima la que mejor cuadra para explicar la conducta de los deciso- res polticos. Se comprender que desde este postulado se hace particularmente ina- ceptable un supuesto como el del votante amnsico sobre el que se construye la teora del ciclo politizado.

    E l autor no niega que puedan originarse costes de transaccin en los intercam- bios polticos, derivados de imperfecciones en la distribucin de la informacin y la consiguiente aparicin de comportamientos oportunistas. Pero defiende que tales tos- tes han sido muy exagerados, pues el propio sistema democrtico genera continua- mente mecanismos para mitigar esos problemas, de un modo tal que aunque siga exis- tiendo una relacin de agencia entre, por ejemplo, votantes y gobierno, esa relacin tendr efectos menos graves que en el mbito de la economa privada. Entre esos me- canismos figuran el diseo ptimo de contratos y la reputacin; respecto de esta lti- ma, la accin oportunista de los partidos polticos, por ejemplo, quedar muy frenada por la necesidad que stos tienen de labrarse una credibilidad para alcanzar sus objeti- vos de poder en el largo plazo.

    Pero sin duda el mecanismo ms importante que conduce a la eficiencia es la competencia. Porqu aceptar sin ms que los mercados polticos no son competiti- vos, o que lo son en menor medida que los econmicos? No existe razn para ello, afirma Wittman, pues el poder democrtico se construye, en esencia, sobre la compe- tencia. Existe cruda competencia en unos mercados electorales en los que se disputa la facultad de gobernar sobre bases de alternancia. Competencia se registra tambin entre los grupos de inters que disputan por influir en las decisiones pblicas, tal y como expres Gary Becker en un artculo que constituye un precedente ya algo lejano de esta especie de teora de la bsqueda de rentas eficiente -tan distante de la for- mulada por Tullock o Krueger- que ahora se comenta: la competencia entre grupos de presin favorece mtodos eficientes de imposicin [Becker (1983), pg. 3861.

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    Y entre los propios burcratas, sobre los cuales la Public Choice tanto ha enfati- zado una hipottica condicin monopolista, se produce una pugna competitiva por servir eficazmente a sus principales, pues esa es la va ms natural para alcanzar sus objetivos individuales de promocin: la presencia de tales incentivos hara fluir la in- formacin hacia el gobierno o el parlamento, con lo que el peso de la relacin de agencia se reducira notablemente. E l modelo de monopolio sobre el que descansa la maximizacin presupuestaria del burcrata no sera sino un mito, incompatible, por cierto, con otras formulaciones de la misma lnea terica: Si los polticos tienen tanta libertad para olvidar las preferencias de los electores y perseguir sus propios objetivos [tal y como afirma la Eleccin pblica], porqu habran de ceder esa libertad a los burcratas bajo su mando? (pg. 96).

    Si este tipo de razonamientos resulta inaceptable para el comn de los economis- tas, afirma Wittman, es sencillamente porque a las decisiones democrticas no se les suele aplicar el principio de presuncin de inocencia. La caracterizacin de los sujetos centrales en los intercambios polticos est marcada por notables prejuicios que hacen referencia a comportamientos decididamente patolgicos -el votante es ignorante y amnsico, el burcrata es gandul-, lo cual no se aplica, desde luego, a los consumido- res o las empresas: lo que al anlisis econmico interesa de la conducta de stos es su evolucin normal, no sus errores o perversiones. En relacin con ello, formula el autor una curiosa observacin centrada en la figura del burcrata y la validez general de la teora principal-agente: si se da por cierto que la actuacin del funcionario/agente se mantiene opaca frente a la mirada del poder poltico/principal, surgiendo de ello un amplio margen para el comportamiento oportunista del primero, jcmo es posible que un agente externo -por ejemplo, un terico del poder burocrtico- pueda observar ese comportamiento con la claridad suficiente como para convertirlo en categora?. La respuesta es obvia: el argumento no se sostiene sobre una base de observacin o con- trastacin emprica, sino sobre un simple juicio previo e indemostrable (o si se prefie- re, infalsable) .

    Este tipo de razonamientos surgen repetidamente en la sucesin de captulos de que consta el libro, aplicndose a las instituciones de gobierno, a la accin de los gru- pos de inters, a los mercados electorales, legislativos y burocrticos. La bsqueda si- multnea del autointers por parte de cada uno de estos actores conduce a un equili- brio poltico eficiente, y las posibles desviaciones o perversiones que se hayan producido en el pasado no harn sino inducir mecanismos institucionales que impidan o dificulten su reproduccin en el presente. Claro que de aqu no se puede deducir una legitimacin general de la intervencin pblica en la economa frente al puro merca- do, sino tan slo que los gobiernos democrticos tienden a asignar a los sectores p- blico y privado aquellas tareas en las que cada uno es ms eficiente.

    El esquema terico de Wittman es consistente y trae consigo la frescura de lo poco o nada frecuentado: por ello merece ser celebrado y recomendada su lectura. Constituye, en cualquier caso, un jaln muy destacado en la evolucin de la literatura sobre los problemas de compatibilidad entre democracia y eficiencia, a la cual el pro- pio autor haba dado ya algunas aportaciones en el pasado [vase Wittman ( 1989)]. Pero son numerosos sus defectos, casi todos derivados del entusiasmo con que se apli- ca a llevar su argumento a todos los rdenes de la vida poltica. Es por eso que en no pocas ocasiones es imposible no caer en el escepticismo -0 incluso en la sonrisa des- creda- ante afirmaciones suyas. Por ejemplo, cuando sostiene que los partidos polti- cos ganan sistemticamente posiciones al ofrecer informacin veraz al electorado (lo

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    que juega un papel destacado en su justificacin del votante informado), o cuando deja sentado sin lugar para la discusin que el efecto de las contribuciones de los gru- pos de inters sobre los resultados de los procesos electorales es muy escaso.

    Adems, cabra sealar que estamos ante un trabajo terico que, pese a su condi- cin de tal, est muy basado en las experiencias y particularidades del sistema poltico norteamericano, por lo que su utilidad desde el punto de vista europeo es, al margen de cualquier otra consideracin, limitada. Ello vale sobre todo para el anlisis, en s mismo interesante, que se hace de los mercados legislativos en Estados Unidos, en el cual se niega la conocida hiptesis de que la estructura del Congreso es la fuente de graves fallos polticos, en las formas de polticas fragmentarias, pobre trabajo legisla- tivo y dbil control sobre la burocracia [Weingast y Marshall(1988)l. Toda esta discu- sin es, sin embargo, difcilmente aplicable al funcionamiento de los parlamentos eu- ropeos.

    Pero hay una objecin ms general que puede hacerse a la teora de Wittman, la cual se refiere a una cierta confusin -o al menos, ambigedad- con que maneja su concepto central, la eficiencia. Porque no es lo mismo eficiencia poltica que eficien- cia econmica: en el caso de que una estructura burocrtica, por poner un ejemplo, consiga reducir significativamente los problemas de agencia, ello permitir que sea considerada como polticamente eficiente, pero muy bien podra ocurrir que la poltica econmica diseada por sus principales busque objetivos diferentes al crecimiento econmico y la maximizacin de la riqueza, en cuyo caso sera difcil definirla como econmicamente eficiente [Kantor (1996)l.

    Adoptando una perspectiva argumenta1 muy diferente a todo lo que se acaba de comentar, en The Making of Economic Policy construye Avinash Dixit una aportacin muy trascendente a la corriente de aplicacin del conocimiento econmico a los fen- menos polticos. Y lo hace adems -lo que constituye una novedad- sin que medie por su parte un afn particularmente colonialista, pues desde el prefacio se reconoce la necesidad de un enfoque integrador entre ambas disciplinas. Para ello, este profesor de Princeton utiliza un conjunto de nociones fundamentales de la moderna investiga- cin econmica -el contrato como unidad de anlisis, la importancia de los compro- misos y su credibilidad, las asimetras informativas, el problema de la especificidad de los activos, la racionalidad limitada-, asociadas todas ellas al concepto central de coste de transaccin, insertndolas en una estructura rigurosa de anlisis poltico. Se tratara, en ltimo trmino, de construir toda una teora poltica de los costes de tran- saccin (PCT), a partir de la ya bastante establecida nueva economa institucional ( o de los costes de transaccin, ECT).

    La originalidad de este esfuerzo no radica tanto en su definicin misma de la PCT -cuya necesidad ya fue sugerida por Douglas North hace algunos aos [North (199O)l-, como en que es sta la primera vez que tal estructura analtica se presenta en un intento sistemtico y coherente, adems de con gran claridad expositiva. Lo que no quiere decir que algunos razonamientos no pasen de ser meramente tentativos y la mayora de sus conclusiones, aunque sugerentes en alto grado, slo preliminares, tal y como el propio autor reconoce de forma expresa.

    Antes de exponer su propia visin, Dixit pasa revista a los enfoques establecidos para el anlisis de las polticas econmicas, tanto los de tipo normativo (el enfoque in- genieril que ve la poltica como un mero problema tcnico) cuanto los positivos, que se adentran en la discusin de las motivaciones de los decisores polticos. Particularmente luminoso es el anlisis de los problemas que subyacen en el modelo

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    contractario, asociado sobre todo a la obra de James Buchanan, y sus propuestas de polticas regladas frente a discrecin.

    En efecto, niega Dixit la posibilidad de establecer una tajante distincin entre la elaboracin de reglas (poltica econmica constitucional) y los actos polticos concre- tos, y ello por varias razones entre las que destacan las dos siguientes. En primer lugar, las constituciones son contratos incompletos, dado que no es posible prever todas las posibles contingencias, ni especificar reglas para cada contingencia; ello quiere decir que los diseos constitucionales tienen un componente de ambigedad, que son interpretables e incluso manipulables por los actores polticos para favorecer sus propios intereses. La segunda razn radica en que los actos polticos concretos producen efectos de largo plazo y con frecuencia originan inercias (lo que guarda re- lacin con la idea neoinstitucionalista de la dependencia de la senda). Todo ello lleva a este autor a plantear una actitud relativizadora y evolutiva frente al dilema de las re- glas y la discrecin: la elaboracin de la poltica econmica debe entenderse como un juego dinmico, cuyas condiciones son inciertas y cambiantes, y cuyas reglas son al menos parcialmente fijadas por los participantes a lo largo de su discurrir (pg. 30). Dixit plantea incluso un interesante modelo de alternancia entre compromisos y normas incondicionales, que debieran prevalecer en determinados perodos, y flexibi- lidad decisora, en otros.

    El libro incluye una exhaustiva taxonoma de los costes de transaccin y de las peculiaridades que cada uno de ellos presenta en el orden poltico. Pues bien, un punto central en la construccin de la PCT es la constatacin de que tales costes son ms intensos y penetrantes en ese mbito que en el econmico. Los contratos entre ac- tores polticos son de ms difcil ejecucin; y ello no slo porque se expresan por lo general en trminos ms vagos, sino tambin porque se suscriben entre mltiples par- tes (y no entre dos agentes perfectamente identificables). Tambin los problemas de seleccin adversa y riesgo moral, y con ello los costes informacionales, tienden a ser mayores: pinsese en la relacin entre partidos y votantes, en los que estos ltimos con frecuencia tienen serias dificultades para conocer cules son los autnticos prop- sitos que estn detrs de cada oferta electoral: el juego de la sealizacin -emitir sea- les y saber captarlas- se hace aqu particularmente relevante.

    Relacionado con todo ello, los problemas de agencia muestran tambin una com- plejidad muy superior en las relaciones entre actores polticos. De hecho, lo que ca- racterizara en mayor medida tales relaciones sera la existencia de una agencia comn -un agente frente a mltiples principales-, en la que la accin de un nico po- licy muker (por ejemplo, el gobierno) es influida por diversos actores en el juego pol- tico (cuerpo de votantes, distintos grupos de inters). No cabe duda de que una situa- cin de este tipo ampla el margen para los comportamientos oportunistas y, con ello, los costes del intercambio.

    En lnea con los postulados centrales de la nueva economa institucional, las dis- tintas instituciones y reglas polticas surgen como dispositivos diseados para econo- mizar costes de transaccin y, por tanto, para favorecer la eficiencia en el juego polti- co. Puesto que, segn se acaba de mostrar, tales costes tienden a hacerse mayores en estos mbitos, los mecanismos institucionales se enfrentan a mayores dificultades para cubrirlos, estn menos disponibles o, sencillamente, son menos efectivos. As, los sistemas de incentivos que se internalizan en el sistema poltico (por lo general, de carcter no monetario) tienden a influir dbilmente en la conducta de los actores: en una agencia comn, los intereses de los mltiples principales pueden estar en conflic-

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    to, afectando ello significativamente al o u f p t del agente [Wilson (1989)l. De igual modo, la sujecin de los intercambios polticos a compromisos aceptados por todos los participantes, lo cual puede incluir la delegacin de poder de decisin en agencias independientes, se revela como un importante mecanismo de eficiencia, pero sus limi- taciones ya han quedado sealadas en un prrafo anterior.

    Hasta qu punto consigue explicar esta estructura terica la complejidad de la vida poltica? Recordando una vez ms que se trata de una teora en construccin, su utilidad y relevancia parecen incuestionables, pues consigue integrar en un mismo y consistente esquema conceptual problemas muy distintos, por lo que cabe esperar que a breve plazo impulsar la aparicin de investigaciones ms especficas y desarrollos analticos en un plano ms formal. De hecho, a la luz de este enfoque algunas visiones anteriores -como ciertos argumentos de la Eleccin pblica- se muestran un tanto in- genuas o incluso triviales. Por lo dems, hay que agradecer a Avinash Dixit que su es- fuerzo de teorizacin no le haya llevado a una presentacin de sus conclusiones de una forma absoluta y universal, que en estos territorios resultara inaceptable. En sus propias palabras, la naturaleza y severidad de los costes de transaccin, al igual que los medios disponibles para mitigarlos, difieren de un pas a otro y de un tiempo a otro (pg. 144). Las diferencias podran ser tanto de estructura como de cultura pol- tica: no se presentan estos problemas con la misma intensidad en sistemas parlamen- tarios que en los presidenciales; ni en pases en los que existen largas tradiciones de vuelco hacia lo pblico (Suecia) o de aceptacin de la autoridad (Japn), que en aque- llos otros en que predominan percepciones del todo individualistas (Estados Unidos). Un amplio espacio queda, entonces, para los estudios comparativos e histricos.

    Hay, sin embargo, dos aspectos problemticos asociados a su propsito central que no pueden ser obviados. E l primero es la excesiva generalidad de la nocin de coste de transaccin, que a medida que la ECT se ha ido expandiendo d e l anlisis histrico a la organizacin industrial- ha acogido en su seno un nmero, acaso excesi- vo, de fenmenos, sirviendo, de hecho, en el trabajo terico, as para rotos como para descosidos. El segundo problema es aun ms general: en este enfoque las instituciones polticas, el Estado, carecen de una lgica evolutiva propia y autnoma, pues son en- tendidos como mera emanacin de la evolucin de las variables econmicas [Serrano y Gmez Uranga (1996)l; una concepcin terica que, por cierto, recuerda bastante la nocin marxiana del Estado como superestructura (lo que quiz contribuya a aclarar porqu tantos antiguos marxistas han sido seducidos por este enfoque), y que resulta en s misma controvertida.

    De todos los comentarios precedentes se deducir fcilmente que las argumenta- ciones contenidas en los libros de Dixit y Wittman son incompatibles entre s en algu- nas de sus formulaciones principales. Ambos son, sin embargo, aunque quiz no en igual medida, ricos en sugerencias intelectuales y constituyen aportaciones relevantes para el avance de la moderna economa poltica.

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    Economy, 97,6, pgs. 1395-1427.

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    PORTADAINDICEDiversificacin productiva a escala regional. Un enfoque de carteraConvergencia real en la Unin EuropeaEl diferencial de rentabilidad en la deuda privada espaolaEl vencimiento de los derivados y el IBEX-35Relaciones entre precios y fundamentos en el mercado de capitales espaolNOTASContraste de hiptesis en diferentes funciones de exportacin e importacin espaolas

    RECENSIONESSantiago Muoz Machado, Jos Luis Garca Delgado y Luis Gonzlez Seara (dres.): Las estructuras del bienestar. Derecho, economa y sociedad en EspaaAvinask K. Dixit: The making of economic policy. A transaction-cost politics perspective - Donald Vittman: The myth of democratic failure. Why political institutions are efficient

    APLICACIONES INFORMTICASSTAMP 5 .0: Un programa para el anlisis de series temporales

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