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Página 6/LA NACION Domingo 30 de enero de 2011 Turis En medio del Gran Océano, en una región por la que nadie pasa jamás, hay una isla misteriosa y perdida: no existe otra tierra en sus proximidades, sólo inquietas y vacías inmensidades la circundan. Sembrada está de altas estatuas monstruosas, obra de ignorada raza, degenerada hoy, o desaparecida, y es un enigma su pasado.” (Pierre Loti, 1899) HANGA ROA.– Parece mentira que una acción tan ordinaria como la de to- mar un avión pueda depositar a alguien, cinco horas y un refrigerio después, en semejante lugar de fantasía. Pero así es y así lo comprueban ca- da año los 50 mil viajeros que aterri- zan en esta pequeña y despojada isla de origen volcánico nada menos que a 3700 kilómetros de la costa chilena y a otros intimidantes 4000 kilómetros de la Polinesia Francesa. La representa- ción geográfica de la soledad: no hay lugar más aislado del resto del mun- do, como bien observaba el francés Pierre Loti, que escribió un imperdi- ble diario de su visita a la isla en 1877. Pascua es famosa por sus moáis, gran- des rostros esculpidos en piedra volcáni- ca y esparcidos por toda la costa. Son los íconos más reconocibles de la misteriosa cultura rapa nui. Una estirpe sobrevi- viente, que habría llegado a esta tierra hacia el siglo IV, navegando precaria- mente desde las Islas Marquesas. Y que a partir de la llegada de los europeos (en la Pascua de 1722) padeció pestes, pira- tas y traficantes de esclavos, entre otros males que en algún momento redujeron a los rapa nui a apenas 111. El primer moái se ve pronto, en el mismo aeropuerto de Mataveri, buena locación para el comienzo de la aven- tura. El avión de LAN, única compañía que llega a la isla (con 4000 habitantes) desde el continente, suele posar solitario en su pista rodeada de palmeras y con una pequeña terminal custodiada, cla- ro, por el moái junto al que los turistas estrenan la tarjeta de memoria en sus cámaras de fotos. Los extranjeros son recibidos con una guirnalda de flores, como en Tahití o en Hawai, y con un volante que advierte en castellano y en inglés que la isla es un monumento protegido por ley: Mire, no toque. No se arriesgue: quien provoque daños o alteraciones en los sitios arqueológicos se expone a penas de cárcel y multas. Museo a cielo abierto La estada promedio es de tres días y medio. Suficiente, aunque una semana es aún mejor, para avistar moáis, ha- cer compras en la feria de Hanga Roa (el pueblo de la isla), bucear, explorar la antigua aldea ceremonial de Oron- go, tomar sol en la bonita playa Anake- na, ver algún espectáculo de música y danza folklóricos, probar las empana- das de atún y desenchufarse de todo, como nunca. De diciembre a marzo es la tempora- da fuerte para el turismo chileno, que representa un 20 por ciento de los visi- tantes que arriban en los siete vuelos semanales. La isla dispone de unas 1500 camas gracias a la reciente apertura de hoteles como el Hangaroa Eco Village & Spa, a mediados del año último. “Po- dríamos recibir el triple de gente, pero ahora queremos trabajar en la calidad; la cantidad ya es suficiente”, admiten desde la Oficina de Turismo. Ante el aumento del movimiento tu- La resurrección de Pascua Por Daniel Flores Enviado especial [ DESTINO EXOTICO ] Territorio chileno, cultura polinesia Bajo la atenta mirada de los enigmáticos moáis, el pueblo rapa nui vive tiempos de cambio en la isla más solitaria del planeta Caras de piedra: de roca volcánica y distribuidos por toda la isla, los moáis habrían sido creados entre los siglos XII y XVII MIGUEL ACEVEDO RIU / ENVIADO ESPECIAL rístico, existe una fundada preocupación por el cuidado del patrimonio de la isla. Ha habido problemas en el pasado con turistas no muy respetuosos. Como se suele definir, la isla es un gran museo a cielo abierto y, como tal, con sus mara- villas esparcidas por toda la superficie, es imposible vigilarla de manera cons- tante y eficiente. Así que en los últimos años se ha enfatizado la concientización sobre el cuidado del legado arqueológico. Una tendencia que coincide en tiempo con otro movimiento más controvertido: el reclamo, en distintos grados, de mayor independencia del gobierno chileno (la isla está integrada a Chile desde 1888). Algunos plantean una reforma consti- tucional, particularmente para frenar el ritmo de la inmigración; otros, en es- pecial el minoritario pero visiblemen- te activo grupo Parlamento Rapa Nui, reclaman la autonomía y también un drástico límite a las expediciones ar- queológicas extranjeras. “Acá no tenemos problemas con los visitantes, sólo tenemos problemas con los que se quieren quedar a toda costa –dice Leo Pakarati, guía turístico y edi- tor del diario local El Correo del Moái–. Varios estudios indican que en la isla no pueden vivir más de 8000 personas; no sería sustentable. Pero muchos chi- lenos han llegado, por ejemplo, para tra- bajar en la construcción de hoteles y se han quedado. Esta gente ahora vive en condiciones miserables. Y nosotros so- mos humildes, pero miserables, no. Se debería poner un límite a la radicación de continentales en la isla.” De espaldas al mar Son tiempos de debate y de posible transición a una nueva etapa en la vi- da política de Pascua. Y con ese clima se encuentran los extranjeros que arri- ban, en realidad, para ver de cerca los moáis. Los moáis, cierto. Hay más de 700 (el número varía según se cuenten o no los rotos, los incompletos, los... llevados a museos de mundo) y habrían sido escul- pidos entre los siglos XII y XVII. No re- presentan a dioses, como se podría creer, sino a antepasados de sus creadores. Se supone que los primeros fueron más chi- cos, pero que luego se fueron haciendo más y más grandes, en una especie de carrera competitiva. Así es que el más alto conocido tiene 22 metros, aunque no está terminado. Todos fueron derri- bados ya hace siglos por factores natu- rales o, teóricamente, por el hombre, probablemente como consecuencia de guerras tribales. Pero a mediados del siglo XX unos cuantos fueron erguidos nuevamente y alineados sobre sus ahus o altares, de espaldas al mar. Algunos lucen otras rocas cilíndricas, a modo de sombreros, sobre la cabeza. Otros tienen los huecos de los ojos pintados o rellenos con coral. Entre las formaciones más conocidas Domingo 30 de enero de 2011 LA NACION/Página 7 smo “Acá Kevin Costner pasa inadvertido” HANGA ROA.– En algún rincón del tesoro arqueológico que es la Isla de Pascua hay alguien que se desespera cada vez que a miles de kilómetros los once de Rosario Central salen a la cancha. Suena a cuento de Roberto Fontanarrosa, pero no: en la remota tierra Rapa Nui, un hincha canalla se pega a su computadora y ruega que la conexión de Internet se manten- ga estable hasta que termine el partido. Se llama Carlos Carossi, tiene 45 años y es uno de los poquísi- mos argentinos que residen en Pascua (hay por lo menos otros dos, hijos de padres argentinos y pascuenses), para confirmar de al- gún modo aquello de que en todas partes se encuentra algún compa- triota suelto. Ingeniero industrial, llegó a la isla hace cinco años después de una temporada en Chile conti- nental. “Cuando asumió Menem, en 1989, sentí que ya no tendría mucho espacio para desarrollar- me en la Argentina, así que fui a Chile a ver qué pasaba”, relata el rosarino. Consiguió trabajo en una compañía telefónica y al po- co tiempo conoció a la pascuense Camila Pakomio, cuando los dos coincidieron de vacaciones en Valparaíso. Siguieron meses de contacto a la distancia y reencuentros espo- rádicos, en la típica rutina de los romances remotos, hasta que de- cidieron pasar juntos el resto de sus días. Se instalaron en Viña del Mar y (en una brutal síntesis de la historia) tuvieron cinco hijos: Vaitiere (de 20 años), Yerco (18), Tipananie (16), Vaitea (11) y Se- bastián (5). Derechos de familia Cuando ya parecía definitiva- mente instalado en su segunda patria, un cambio de socios y la consiguiente reestructuración en la empresa telefónica le recorda- ron a Carossi la inestabilidad de las cosas: lo echaron. Así, una fan- tasía que había rondado la pareja por muchos años cobró sentido: Camila, Marcelo y los cinco chicos se fueron a esa isla que siempre, aunque lejana, había asomado en el horizonte. “En casi dos décadas habíamos ido sólo dos veces a Pascua porque el pasaje era caro y porque, la ver- dad, yo priorizaba los viajes a la Argentina –explica él–. Pero Cami- la siempre les habló mucho a los chicos en rapa nui, así que ellos ya manejaban bien el idioma y yo también entendía bastante.” Por ser rapa nui, Pakomio y fa- milia tenían derecho a un terre- no en la isla, así que una de las principales cuestiones estaba re- suelta. Lo laboral, sin embargo, no tanto: el ingeniero industrial guardó su título en un cajón y co- menzó a trabajar en una ferrete- ría de Hanga Roa, el pequeño po- blado isleño. “La adaptación fue difícil. Como en todos lados, cuesta ser extran- jero. Y cuesta aún más trabajar de lo que yo estudié. Un ingenie- ro industrial, ¿qué hace acá?”, plantea Carossi, ahora más esta- blecido, como gerente de compras en un flamante hotel boutique de la isla. También tiene una lavan- dería y una cabaña que alquila a los turistas. “La vida en Pascua es sencilla –confirma Marcelo lo que cual- quiera podría imaginar–. Acá no existen los lujos ostentosos. A ve- ces vienen famosos, como Kevin Costner, y pasan inadvertidos. Acá todos somos iguales...” MIGUEL ACEVEDO RIU MIGUEL ACEVEDO RIU Tapati Rapa Nui: por quince días locos... Este es un momento muy espe- cial en el calendario pascuense: desde el jueves y durante dos semanas se realizará una nueva edición de la Tapati Rapa Nui, principal festividad anual de la isla, instalada desde el reconocimiento de la ciudadanía de sus pobla- dores, en 1977. El festival, una celebración de la cultura polinesia, consiste en una serie de competencias tanto artísticas como deportivas: la elec- ción de la reina de la isla, represen- taciones teatrales, bailes y coros se alternan con exóticos desafíos físicos como el haka pei, donde atletas desnudos se deslizan a peli- grosa velocidad sobre dos troncos, barranca abajo en el cerro Pu’i. COMO LLEGAR: LAN vuela con siete frecuencias a Isla de Pascua vía Santiago de Chile. Desde Buenos Aires, las ta- rifas en clase económica parten de 812 dólares. Recientemente, la compañía comenzó a unir la isla también con Lima, con dos vuelos semanales, lo que permite una inte- resante combinación de destinos. www.lan.com DONDE DORMIR: El hotel Taha Tai, en el centro de Hanga Roa y frente al mar, tiene buenas habitaciones a partir de 135 dólares. Es un ejemplo de ho- tel de calidad media y conveniente ubicación. También hay opciones tanto de camping como de hoteles de calidad superior, como el Han- garoa y el tradicional Explora. DATOS UTILES AFP CORBIS están las de Ahu Tahai, junto al pueblo de Hanga Roa; y, sobre todo, la de Ahu Tongariki, la mayor de todas, con quin- ce monumentales colosos de roca vol- cánica. Allí se encuentra el moái más grande erguido en la isla, con nueve metros de alto. Ahu Tongariki está muy cerca del volcán Rano Raraku, la cantera de don- de salió la mayor parte de los moáis y típico destino de tours. Por sus laderas todavía reposan muchísimos moáis a medio terminar, acaso abandonados durante su frustrado traslado. Cuando le preguntan sobre el misterio del transporte de semejantes moles a lo largo de varios kilómetros, de la cantera al otro extremo de Pascua, el guía Leo Pakarati aclara rápido las cosas sobre los moáis, pero más aún acerca del or- gullo de los rapa nui: “¿Qué misterio? No hay ningún misterio, nuestros ante- pasados fueron perfectamente capaces de desarrollar técnicas para transpor- tar los moáis”. Para los turistas, guirnaldas de flores como en Tahití Carossi, un argentino en Pascua El puerto de Hanga Roa, también custodiado por un gigante

Argentina 2011 7

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Por Daniel Flores De espaldas al mar Derechos de familia Museo a cielo abierto DATOS UTILES Página 6/LA NACION Domingo 30 de enero de 2011 Domingo 30 de enero de 2011 LA NACION/Página 7 Mire, no toque. No se arriesgue: quien provoque daños o alteraciones en los sitios arqueológicos se expone a penas de cárcel y multas. Enviado especial El puerto de Hanga Roa, también custodiado por un gigante Carossi, un argentino en Pascua Para los turistas, guirnaldas de flores como en Tahití CORBIS

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Page 1: Argentina 2011 7

Página 6/LA NACION Domingo 30 de enero de 2011 Turis

“En medio del Gran Océano, en una región por la que nadie pasa jamás, hay una isla misteriosa y perdida: no existe otra tierra en sus proximidades, sólo inquietas y vacías inmensidades la circundan. Sembrada está de altas estatuas monstruosas, obra de ignorada raza, degenerada hoy, o desaparecida, y es un enigma su pasado.” (Pierre Loti, 1899)

HANGA ROA.– Parece mentira que una acción tan ordinaria como la de to-mar un avión pueda depositar a alguien, cinco horas y un refrigerio después, en semejante lugar de fantasía.

Pero así es y así lo comprueban ca-da año los 50 mil viajeros que aterri-zan en esta pequeña y despojada isla de origen volcánico nada menos que a 3700 kilómetros de la costa chilena y a otros intimidantes 4000 kilómetros de la Polinesia Francesa. La representa-ción geográfica de la soledad: no hay lugar más aislado del resto del mun-do, como bien observaba el francés Pierre Loti, que escribió un imperdi-

ble diario de su visita a la isla en 1877.Pascua es famosa por sus moáis, gran-

des rostros esculpidos en piedra volcáni-ca y esparcidos por toda la costa. Son los íconos más reconocibles de la misteriosa cultura rapa nui. Una estirpe sobrevi-viente, que habría llegado a esta tierra hacia el siglo IV, navegando precaria-mente desde las Islas Marquesas. Y que a partir de la llegada de los europeos (en la Pascua de 1722) padeció pestes, pira-tas y traficantes de esclavos, entre otros males que en algún momento redujeron a los rapa nui a apenas 111.

El primer moái se ve pronto, en el mismo aeropuerto de Mataveri, buena locación para el comienzo de la aven-tura. El avión de LAN, única compañía que llega a la isla (con 4000 habitantes) desde el continente, suele posar solitario en su pista rodeada de palmeras y con una pequeña terminal custodiada, cla-ro, por el moái junto al que los turistas estrenan la tarjeta de memoria en sus cámaras de fotos.

Los extranjeros son recibidos con una guirnalda de flores, como en Tahití o en Hawai, y con un volante que advierte en castellano y en inglés que la isla es un monumento protegido por ley:

Mire, no toque. No se arriesgue: quien provoque daños o alteraciones en los sitios arqueológicos se expone a penas de cárcel y multas.

Museo a cielo abiertoLa estada promedio es de tres días y

medio. Suficiente, aunque una semana es aún mejor, para avistar moáis, ha-cer compras en la feria de Hanga Roa (el pueblo de la isla), bucear, explorar la antigua aldea ceremonial de Oron-go, tomar sol en la bonita playa Anake-na, ver algún espectáculo de música y danza folklóricos, probar las empana-das de atún y desenchufarse de todo, como nunca.

De diciembre a marzo es la tempora-da fuerte para el turismo chileno, que representa un 20 por ciento de los visi-tantes que arriban en los siete vuelos semanales. La isla dispone de unas 1500 camas gracias a la reciente apertura de hoteles como el Hangaroa Eco Village & Spa, a mediados del año último. “Po-dríamos recibir el triple de gente, pero ahora queremos trabajar en la calidad; la cantidad ya es suficiente”, admiten desde la Oficina de Turismo.

Ante el aumento del movimiento tu-

La resurrección de PascuaPor Daniel FloresEnviado especial

[ DESTINO EXOTICO ] Territorio chileno, cultura polinesia

Bajo la atenta mirada de los enigmáticos moáis, el pueblo

rapa nui vive tiempos de cambio en la isla más solitaria del planeta

Caras de piedra: de roca volcánica y distribuidos por toda la isla, los moáis habrían sido creados entre los siglos XII y XVIIMIGUEL ACEVEDO RIU / ENVIADO ESPECIAL

rístico, existe una fundada preocupación por el cuidado del patrimonio de la isla. Ha habido problemas en el pasado con turistas no muy respetuosos. Como se suele definir, la isla es un gran museo a cielo abierto y, como tal, con sus mara-villas esparcidas por toda la superficie, es imposible vigilarla de manera cons-tante y eficiente.

Así que en los últimos años se ha enfatizado la concientización sobre el cuidado del legado arqueológico. Una tendencia que coincide en tiempo con otro movimiento más controvertido: el reclamo, en distintos grados, de mayor independencia del gobierno chileno (la isla está integrada a Chile desde 1888). Algunos plantean una reforma consti-tucional, particularmente para frenar el ritmo de la inmigración; otros, en es-pecial el minoritario pero visiblemen-te activo grupo Parlamento Rapa Nui, reclaman la autonomía y también un drástico límite a las expediciones ar-queológicas extranjeras.

“Acá no tenemos problemas con los visitantes, sólo tenemos problemas con los que se quieren quedar a toda costa –dice Leo Pakarati, guía turístico y edi-tor del diario local El Correo del Moái–. Varios estudios indican que en la isla no pueden vivir más de 8000 personas; no sería sustentable. Pero muchos chi-lenos han llegado, por ejemplo, para tra-bajar en la construcción de hoteles y se han quedado. Esta gente ahora vive en condiciones miserables. Y nosotros so-mos humildes, pero miserables, no. Se debería poner un límite a la radicación de continentales en la isla.”

De espaldas al marSon tiempos de debate y de posible

transición a una nueva etapa en la vi-da política de Pascua. Y con ese clima se encuentran los extranjeros que arri-ban, en realidad, para ver de cerca los moáis.

Los moáis, cierto. Hay más de 700 (el número varía según se cuenten o no los rotos, los incompletos, los... llevados a museos de mundo) y habrían sido escul-pidos entre los siglos XII y XVII. No re-presentan a dioses, como se podría creer, sino a antepasados de sus creadores. Se supone que los primeros fueron más chi-cos, pero que luego se fueron haciendo más y más grandes, en una especie de carrera competitiva. Así es que el más alto conocido tiene 22 metros, aunque no está terminado. Todos fueron derri-bados ya hace siglos por factores natu-rales o, teóricamente, por el hombre, probablemente como consecuencia de guerras tribales. Pero a mediados del siglo XX unos cuantos fueron erguidos nuevamente y alineados sobre sus ahus o altares, de espaldas al mar. Algunos lucen otras rocas cilíndricas, a modo de sombreros, sobre la cabeza. Otros tienen los huecos de los ojos pintados o rellenos con coral.

Entre las formaciones más conocidas

Domingo 30 de enero de 2011 LA NACION/Página 7smo

“Acá Kevin Costner pasa inadvertido”HANGA ROA.– En algún rincón

del tesoro arqueológico que es la Isla de Pascua hay alguien que se desespera cada vez que a miles de kilómetros los once de Rosario Central salen a la cancha. Suena a cuento de Roberto Fontanarrosa, pero no: en la remota tierra Rapa Nui, un hincha canalla se pega a su computadora y ruega que la conexión de Internet se manten-ga estable hasta que termine el partido.

Se llama Carlos Carossi, tiene 45 años y es uno de los poquísi-mos argentinos que residen en Pascua (hay por lo menos otros dos, hijos de padres argentinos y pascuenses), para confirmar de al-gún modo aquello de que en todas partes se encuentra algún compa-triota suelto.

Ingeniero industrial, llegó a la isla hace cinco años después de una temporada en Chile conti-nental. “Cuando asumió Menem, en 1989, sentí que ya no tendría mucho espacio para desarrollar-me en la Argentina, así que fui a Chile a ver qué pasaba”, relata el rosarino. Consiguió trabajo en una compañía telefónica y al po-co tiempo conoció a la pascuense Camila Pakomio, cuando los dos coincidieron de vacaciones en Valparaíso.

Siguieron meses de contacto a la distancia y reencuentros espo-

rádicos, en la típica rutina de los romances remotos, hasta que de-cidieron pasar juntos el resto de sus días. Se instalaron en Viña del Mar y (en una brutal síntesis de la historia) tuvieron cinco hijos: Vaitiere (de 20 años), Yerco (18), Tipananie (16), Vaitea (11) y Se-bastián (5).

Derechos de familiaCuando ya parecía definitiva-

mente instalado en su segunda patria, un cambio de socios y la consiguiente reestructuración en la empresa telefónica le recorda-ron a Carossi la inestabilidad de las cosas: lo echaron. Así, una fan-tasía que había rondado la pareja por muchos años cobró sentido: Camila, Marcelo y los cinco chicos se fueron a esa isla que siempre, aunque lejana, había asomado en

el horizonte.“En casi dos décadas habíamos

ido sólo dos veces a Pascua porque el pasaje era caro y porque, la ver-dad, yo priorizaba los viajes a la Argentina –explica él–. Pero Cami-la siempre les habló mucho a los chicos en rapa nui, así que ellos ya manejaban bien el idioma y yo también entendía bastante.”

Por ser rapa nui, Pakomio y fa-milia tenían derecho a un terre-no en la isla, así que una de las principales cuestiones estaba re-suelta. Lo laboral, sin embargo, no tanto: el ingeniero industrial guardó su título en un cajón y co-menzó a trabajar en una ferrete-ría de Hanga Roa, el pequeño po-blado isleño.

“La adaptación fue difícil. Como en todos lados, cuesta ser extran-jero. Y cuesta aún más trabajar de lo que yo estudié. Un ingenie-ro industrial, ¿qué hace acá?”, plantea Carossi, ahora más esta-blecido, como gerente de compras en un flamante hotel boutique de la isla. También tiene una lavan-dería y una cabaña que alquila a los turistas.

“La vida en Pascua es sencilla –confirma Marcelo lo que cual-quiera podría imaginar–. Acá no existen los lujos ostentosos. A ve-ces vienen famosos, como Kevin Costner, y pasan inadvertidos. Acá todos somos iguales...”

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Tapati Rapa Nui: por quince días locos...

Este es un momento muy espe-cial en el calendario pascuense: desde el jueves y durante dos semanas se realizará una nueva edición de la Tapati Rapa Nui, principal festividad anual de la isla, instalada desde el reconocimiento de la ciudadanía de sus pobla-dores, en 1977.

El festival, una celebración de la cultura polinesia, consiste en una serie de competencias tanto artísticas como deportivas: la elec-ción de la reina de la isla, represen-taciones teatrales, bailes y coros se alternan con exóticos desafíos físicos como el haka pei, donde atletas desnudos se deslizan a peli-grosa velocidad sobre dos troncos, barranca abajo en el cerro Pu’i.

COMO LLEGAR: LAN vuela con siete frecuencias

a Isla de Pascua vía Santiago de Chile. Desde Buenos Aires, las ta-rifas en clase económica parten de 812 dólares. Recientemente, la compañía comenzó a unir la isla también con Lima, con dos vuelos semanales, lo que permite una inte-resante combinación de destinos. www.lan.com

DONDE DORMIR: El hotel Taha Tai, en el centro de

Hanga Roa y frente al mar, tiene buenas habitaciones a partir de 135 dólares. Es un ejemplo de ho-tel de calidad media y conveniente ubicación. También hay opciones tanto de camping como de hoteles de calidad superior, como el Han-garoa y el tradicional Explora.

DATOS UTILES

AFP

CORBIS

están las de Ahu Tahai, junto al pueblo de Hanga Roa; y, sobre todo, la de Ahu Tongariki, la mayor de todas, con quin-ce monumentales colosos de roca vol-cánica. Allí se encuentra el moái más grande erguido en la isla, con nueve metros de alto.

Ahu Tongariki está muy cerca del volcán Rano Raraku, la cantera de don-de salió la mayor parte de los moáis y típico destino de tours. Por sus laderas todavía reposan muchísimos moáis a medio terminar, acaso abandonados durante su frustrado traslado.

Cuando le preguntan sobre el misterio del transporte de semejantes moles a lo largo de varios kilómetros, de la cantera al otro extremo de Pascua, el guía Leo Pakarati aclara rápido las cosas sobre los moáis, pero más aún acerca del or-gullo de los rapa nui: “¿Qué misterio? No hay ningún misterio, nuestros ante-pasados fueron perfectamente capaces de desarrollar técnicas para transpor-tar los moáis”.

Para los turistas, guirnaldas de flores como en TahitíCarossi, un argentino en Pascua

El puerto de Hanga Roa, también custodiado por un gigante