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1 “SOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL: LA APORTACIÓN DE LOS ABUELOS A LA VIDA FAMILIAR EN ESPAÑA” EVA RAMÓN CARRO 1 (Universidad Complutense de Madrid) RESUMEN: La familia como principal núcleo de socialización ha experimentado una gran transformación en las últimas décadas; el clásico prototipo de familia tradicional ha dado paso a una diversidad de tipologías familiares que suponen una restructuración mental y organizativa de las mismas en cuanto al cuidado y la crianza de los más pequeños. Esta trasformación ha venido de la mano de dos factores; por un lado, demográficos, debido al proceso continuo de envejecimiento de la población en las sociedades desarrolladas, y por otro, sociales, destacando la continua incorporación de la mujer al mercado laboral, las escasas políticas de conciliación familiar de las que disponemos así como el actual contexto de crisis, llegando a generar nuevas necesidades de cuidado dentro de la familia. Las consecuencias de estos cambios sociodemográficos se pueden apreciar en aspectos que afectan a las relaciones familiares al convertir la figura del abuelo en un pilar fundamental en la sociedad española actual dando lugar a la aparición de nuevos roles en las relaciones intergeneracionales. Los abuelos han tenido un papel importante en la transmisión de valores y muestra de afecto hacia sus nietos, pero en estas últimas décadas, el papel ha cambiado y están asumiendo su cuidado, crianza y educación. La dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a ser diaria y casi a jornada completa, y en muchos casos, ha pasado de ser una ilusión a una obligación, implicando un esfuerzo físico, emocional y económico muy importante. PALABRAS CLAVE: Solidaridad, familia, nietos, cuidado, generaciones 1 Graduada en Sociología. (Universidad Complutense de Madrid ).Máster Psicología Social

“SOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL: LA APORTACIÓN DE LOS ... · personas y nos ayuda a adquirir los valores predominantes de nuestra sociedad. A lo largo de la vida, constituye un

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“SOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL: LA

APORTACIÓN DE LOS ABUELOS A LA VIDA

FAMILIAR EN ESPAÑA”

EVA RAMÓN CARRO1

(Universidad Complutense de Madrid)

RESUMEN:

La familia como principal núcleo de socialización ha experimentado una gran

transformación en las últimas décadas; el clásico prototipo de familia tradicional ha

dado paso a una diversidad de tipologías familiares que suponen una restructuración

mental y organizativa de las mismas en cuanto al cuidado y la crianza de los más

pequeños. Esta trasformación ha venido de la mano de dos factores; por un lado,

demográficos, debido al proceso continuo de envejecimiento de la población en las

sociedades desarrolladas, y por otro, sociales, destacando la continua incorporación de

la mujer al mercado laboral, las escasas políticas de conciliación familiar de las que

disponemos así como el actual contexto de crisis, llegando a generar nuevas necesidades

de cuidado dentro de la familia. Las consecuencias de estos cambios sociodemográficos

se pueden apreciar en aspectos que afectan a las relaciones familiares al convertir la

figura del abuelo en un pilar fundamental en la sociedad española actual dando lugar a

la aparición de nuevos roles en las relaciones intergeneracionales. Los abuelos han

tenido un papel importante en la transmisión de valores y muestra de afecto hacia sus

nietos, pero en estas últimas décadas, el papel ha cambiado y están asumiendo su

cuidado, crianza y educación. La dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a

ser diaria y casi a jornada completa, y en muchos casos, ha pasado de ser una ilusión a

una obligación, implicando un esfuerzo físico, emocional y económico muy importante.

PALABRAS CLAVE:

Solidaridad, familia, nietos, cuidado, generaciones

1 Graduada en Sociología. (Universidad Complutense de Madrid ).Máster Psicología Social

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1. INTRODUCCIÓN

La familia es el principal núcleo de socialización que permite desarrollarnos como

personas y nos ayuda a adquirir los valores predominantes de nuestra sociedad. A lo

largo de la vida, constituye un marco de referencia estable, una fuente de apoyo a la que

acudir así como un espacio donde prestar y recibir cuidados. Sin embargo, esta

importante estructura y marco de relación ha experimentado una gran transformación en

las últimas décadas; el clásico prototipo de familia tradicional ha dado paso a una

diversidad de tipologías familiares que han supuesto una restructuración mental y

organizativa de las mismas en muchos aspectos, pero especialmente en el cuidado y la

crianza de los más pequeños.

Esta trasformación ha venido de la mano de dos factores: demográficos y sociales. Por

un lado, demográficos, ya que debido al proceso continuo de envejecimiento de la

población en las sociedades desarrolladas, se permite a las personas mayores de 65 años

tener oportunidad para una mayor presencia y participación en las decisiones y

responsabilidades dentro del sistema familiar, incluyendo una incorporación activa en

las tareas del cuidado de los nietos. Además, es también relevante la progresiva

comprensión de la morbilidad2, que posibilita que las personas mayores alcancen la

“abuelidad” en condiciones cada vez más aceptables de salud, permitiéndoles realizar

actividades que eran impensables hace treinta años. Y por otro lado, sociales, en los que

cabe destacar la continua incorporación de la mujer al mercado laboral, las escasas

políticas de conciliación familiar de las que dispone nuestro país así como el actual

contexto de crisis en el que estamos inmersos, llegando por ende a generar nuevas

necesidades de cuidado dentro de la familia.

Las consecuencias de estos cambios sociodemográficos se pueden apreciar en diversos

aspectos que afectan a las relaciones familiares, sobre todo porque están convirtiendo la

figura del abuelo en un pilar fundamental en la sociedad española actual debido a que la

prolongación de la vida está permitiendo la coexistencia de diferentes generaciones y

por tanto, la aparición de nuevos roles en las relaciones intergeneracionales. Cabe decir

que desde siempre los abuelos y abuelas han tenido un papel muy importante en la

2 Diccionario RAE: “Proporción de personas que enferman en un lugar durante un periodo de tiempo

determinado en relación con la población total de ese lugar”.

3

transmisión de valores y muestra de afecto hacia sus nietos, pero en estas últimas

décadas, el papel ha cambiado y están asumiendo su cuidado, crianza y educación. La

dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a ser diaria y casi a jornada

completa, y en muchos casos, ha pasado de ser una ilusión a una obligación, implicando

para los abuelos un esfuerzo físico, emocional y económico muy importante.

Es por ello que las relaciones intergeneracionales en general y los vínculos que los

abuelos establecen con sus nietos en particular, son temas que están adquiriendo un

indudable interés por los investigadores sociales, puesto que el número de personas que

llegan a ser abuelos aumenta progresivamente así como también lo hace el número de

años que el abuelo o la abuela puede compartir con sus nietos. De esta forma y

partiendo de una revisión bibliográfica, pretendo desarrollar el tema de cómo los

abuelos contribuyen al bienestar de sus familias dentro de un entorno donde la

conciliación de la vida laboral y familiar es cada vez una tarea más ardua. Para ello,

resulta especialmente importante dar cuenta de los factores que han hecho posible un

despliegue mayor de dicho rol, el estudio de las características del rol de abuelo/a actual

junto con la relación y actividades que comparte con su nieto/a, y finalmente, es

relevante aportar información acerca de las posibles repercusiones y beneficios que

conllevan dichas tareas de cuidado en la salud de éstos.

2. SOLIDARIDAD FAMILIAR: UNA APROXIMACIÓN

CONCEPTUAL

Los procesos de transformación que estamos experimentando en nuestra sociedad

afectan, a ritmos e intensidades diferentes, a todas las instituciones sociales construidas

durante la primera modernidad3. En este sentido, y teniendo en cuenta el tema que nos

compete, la estructura y dinámica de la vida familiar en España no ha sido ajena a los

profundos cambios que se han registrado en el pasado reciente en la sociedad española,

y en general, en todos los países desarrollados (González y Requena, 2008).

3 Época histórica en Occidente que siguió a las revoluciones americana (1787) y francesa (1789) y

abraza los siglos XIX y XX.

4

Mientras que por un lado, ha aumentado la libertad individual y se ha reducido el

control social sobre múltiples dimensiones de la vida familiar tradicionalmente sujetas a

modelos normativos muy arraigados, por otro, se ha reforzado el control social sobre las

dinámicas de poder que se desarrollan en el seno de la realidad familiar, anteponiendo

los derechos individuales a los de la institución; todo ello tanto en el plano legislativo

como en el de las actitudes y comportamientos. Este proceso de transformación del

control social y la correspondiente ganancia de la autonomía personal en los proyectos

de vida de los individuos ha sido sintetizado por Ulrich Beck (1986) mediante el

concepto de “individualización”. Con este concepto se pretende poner de relieve el

mayor protagonismo que la cultura actual concede a las opciones y decisiones

individuales frente a las normas sociales en ámbitos tales como la profesión, la política

y la vida familiar (Meil, 2011).

En este caso, ni Beck ni sus colaboradores desarrollaron los posibles efectos de la

individualización en las pautas de solidaridad familiar; sin embargo, implícita en su

tesis se encuentra la afirmación de una erosión de ésta como corolario del menor control

social ante comportamientos familiares, de la mayor vulnerabilidad de los matrimonios

y de las aspiraciones profesionales de las mujeres. Es decir, formulado en términos más

generales, la mayor libertad de los individuos derivada del menor control social sobre

los proyectos de vida redundaría en una menor capacidad de ayuda y de fiabilidad de las

redes sociales y en una mayor dependencia de las instituciones. En esta línea

argumental, la tesis de Popenoe (1993) sobre el declive de los valores familiares, y por

extensión de la familia nuclear occidental, abundaría en la misma dirección. La tesis

central de este autor es que la familia ha perdido funciones, poder y autoridad, y que el

“familismo” como valor cultural está erosionándose debido a que las personas están

menos dispuestas a invertir tiempo, dinero y energía en la vida familiar, porque

prefieren invertirlo en sí mismos. No obstante, este enfoque del declive de la

importancia de la familia y de la solidaridad intergeneracional ha sido cuestionado por

otros muchos autores. En España por ejemplo, la fortaleza de dichas relaciones se ha

puesto de manifiesto a través de estudios que están centrados en el cuidado de mayores

dependientes, pero sobre todo hacia el cuidado de niños (Pérez Ortiz, 2008; Tobío et al.,

2010). Sus trabajos han evidenciado que las relaciones intergeneracionales durante la

vida adulta y en la vejez siguen siendo fuertes y constituyen un recurso de gran

relevancia para el bienestar de las familias.

5

¿Qué entendemos entonces por “solidaridad familiar”? El término hace referencia a las

normas y prácticas de ayuda mutua entre los miembros de la familia. Concretamente, el

investigador Höpflinger (2009) (citado en el Libro Blanco sobre Envejecimiento Activo,

2011; p. 572) señala que “la noción de relaciones entre generaciones designa los

procesos recíprocos de orientación, influencia, intercambio y aprendizaje entre los

miembros de dos o más generaciones. La forma y la dinámica de las relaciones entre

ellas resulta de una experiencia subjetiva de las similitudes y diferencias, así como de

la realización de roles y funciones no prescritas institucionalmente”.

Por otra parte, autores como Bengtson y Roberts (1991) (Citado en Meil, 2011) lo

entienden como un constructo multidimensional que se refleja en seis dimensiones

diferentes en cuanto a las relaciones entre padres e hijos adultos, a saber: la dimensión

asociativa (se refiere a la frecuencia y pautas de interacción en distintos tipos de

actividades en las que participan los miembros de la familia generando identidad),

afectiva (recoge la dimensión subjetiva de las relaciones y los vínculos que se crean a

través del sentimiento de pertenencia al grupo), consensual (alude al hecho de compartir

valores, actitudes y opiniones entre los miembros de la familia), funcional (se refiere a

las acciones de dar y recibir ayudas y recursos a otros miembros de la familia sin recibir

contraprestación directa alguna a cambio de la ayuda o los servicios prestados),

normativa (representa la fuerza del compromiso de los miembros de la familia para

asumir los roles y cumplir con sus obligaciones familiares) y estructural (se entiende la

estructura de oportunidades para que se produzcan las relaciones familiares, de acuerdo

con el número, tipo y proximidad geográfica de los miembros).

Además, hablamos de solidaridad porque va más allá de la reciprocidad, ya que no

necesariamente conlleva a la obligación de devolver; es decir, en ciertos casos o en

ciertos momentos, una generación puede aportar más de lo que va a recibir o recibir más

de lo que ha aportado o va a aportar. Por tanto, la solidaridad intergeneracional puede

verse como un reflejo de la confianza incondicional de los miembros de una o varias

generaciones, en especial en el seno de la familia. La solidaridad familiar es un “capital

social” con el que cuentan los individuos para aumentar su bienestar subjetivo y

material, pero para que este capital esté disponible, las personas deben invertir tiempo y

6

esfuerzo en mantener unas relaciones continuadas y satisfactorias que garanticen la

fortaleza de los vínculos.

3. ABUELOS CUIDADORES: FACTORES PARA EL

DESPLIEGUE DEL ROL

Desde hace varios años, a la luz de los nuevos modelos familiares, las dificultades para

conciliar la vida familiar y laboral hacen que colectivamente se asuma el hecho de que

los abuelos y abuelas desarrollan una labor básica en nuestra sociedad. Hace tan solo

treinta años, no se había manifestado con tanta claridad el conflicto de la conciliación;

la unidad familiar estaba compuesta por el padre, que realizaba un trabajo remunerado

fuera del hogar para obtener los recursos económicos necesarios, y la madre, que se

dedicaba a la atención del hogar y de los miembros de la familia. Sin embargo, la

evolución social ha propiciado de manera acelerada una restructuración de los roles de

la “familia tradicional”, lo que supone asumir unos cambios importantes en la actitud y

en el comportamiento de sus integrantes. Bajo este contexto podemos decir que han sido

tres los factores que han desplegado el rol de los abuelos en cuanto al cuidado de los

nietos:

I. La progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral

Comenzando por el proceso de incorporación de la mujer al mundo del trabajo, éste se

inicia en nuestro país recientemente aunque debe señalarse que con una progresión

notable. En un estadio previo, la sociedad española se muestra como una sociedad

principalmente patriarcal, caracterizada por una división sexual del trabajo y por

contemplar roles claramente diferenciados para hombres y mujeres. En esta sociedad las

mujeres quedaban relegadas al ámbito de lo doméstico y privado, en tanto el hombre

ocupaba el rol de proveedor, inserto en el ámbito de lo público. Es evidente que, en este

contexto, resulta totalmente innecesario plantear siquiera una política de conciliación de

la vida familiar y laboral (De la Cuesta, et al., 2006). Este modelo ha funcionado

durante un largo período de tiempo, sin embargo, la actividad laboral femenina como

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nueva normalidad social no aparece hasta prácticamente los años 80’ cuando la mujer

comienza a introducirse de una manera paulatina pero constante e irreversible en el

mercado de trabajo. Como puede observarse en la gráfica 1, desde los años 80’ hasta la

actualidad la tasa de actividad (resulta del cociente entre la población activa y la

población en edad de trabajar) refleja un incremento constante de mujeres incorporadas

Gráfica 1. Tasa de actividad de la mujer (1980-2015)

Fuente: INE (Elaboración propia)

Los factores que han contribuido a dicha incorporación son múltiples; entre otros, la

prosperidad económica que ha caracterizado la evolución de nuestro país en las últimas

décadas multiplicando la necesidad de mano de obra en las empresas, así como la

ampliación del número mujeres que acceden a una formación académica. Por otra parte,

los ingresos en la familia que proporciona el trabajo de la mujer permiten elevar el nivel

de vida y consumo de la misma, situación a la que ya no se renuncia.

Si tenemos en cuenta los últimos datos disponible de la Encuesta de Población Activa,

2015 registra una tasa de actividad femenina total de 53,9% y para el grupo de 25 a 49

años en torno al 69% (INE 2015). No obstante, las políticas de conciliación siguen

siendo escasas (Tobío, C; Cordón, F. 1999) a pesar de las mejoras previstas o

implementadas a partir de 2004 pero paralizadas desde 2010 como efecto de la crisis

económica. Tampoco el empleo parcial femenino ha sido una forma de conciliación

muy extendida, ya que del total de ocupadas (7,934.6), sólo 2.073,9 millones de mujeres

tienen una jornada de este tipo4.

4 Según la Encuesta sobre empleo y Familia del INE, algunas de las maneras de conciliar trabajo y vida

familiar son el trabajo a tiempo parcial, la creación de guarderías gratuitas en los centros de trabajo, la

posibilidad de tener horarios flexibles y aumentar la duración de los permisos de maternidad, entre otras

27,7 28,6

34,337,8

41,546,3

53,01 53,90

1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015

TASA DE ACTIVIDAD al mercado de trabajo,

aumentando en 35 años

25 puntos porcentuales,

lo que en datos absolutos

refleja un paso de a

3,835.2 a 7,934.6 miles

de personas.

8

Por otro lado, el impacto sobre la participación en el mercado de trabajo cuando existen

hijos o adultos que requieren cuidados es muy diferente en hombres y mujeres, lo que es

reflejo no sólo de un desigual reparto de responsabilidades familiares, sino también de

la falta de servicios o servicios muy caros para el cuidado de niños, implicando una falta

de oportunidades para conciliar trabajo y familia. Es por ello que el recurso principal

para sostener la actividad laboral de las madres con hijos pequeños es la ayuda de la

generación anterior, de los abuelos, es decir, de la familia extensa tal y como numerosas

investigaciones empíricas han puesto de manifiesto (Pérez Ortiz, 2007; Villalba

Quesada, 2002).

En este sentido se puede afirmar que es en realidad la red familiar la que sustituye al

Estado, que es la institución a la que hoy correspondería el protagonismo del cuidado de

los niños cuando las mujeres se han incorporado a la actividad laboral y no tienen por

tanto, su anterior disponibilidad para atender a sus menores. No obstante, los problemas

derivados del empleo y la familia se resuelven en el ámbito privado; es decir, se acude a

la familia y generalmente a los abuelos para delegar en ellos el cuidado de los menores,

y esto se debe a la limitada cobertura pública de atención prestada por el Estado. De esta

forma, la estricta regulación del mercado laboral y familiar han contribuido a reproducir

un modelo cultural basado en la solidaridad, y es por ello que la realidad nos define la

importancia de los apoyos informales de la familia en el cuidado de los menores, porque

gracias al esfuerzo y dedicación de los abuelos muchas parejas pueden conjugar vida

laboral y familiar.

II. El aumento de la esperanza de vida

En segundo lugar, la responsabilidad de la eclosión del rol del abuelo en las últimas

décadas corresponde al aumento de la esperanza de vida5 . Esta abre para las personas

de la tercera edad la oportunidad para un periodo de vida significativo; oportunidades

asociadas con la participación activa de las generaciones mayores produciendo cambios

que han hecho variar las expectativas sociales de la vejez (Bazo, 2008). Bajo este

contexto, es sobradamente conocido que la configuración de la familia en países como

5 La esperanza de vida al nacer para un periodo de 34 años (1980 – 2014) ha aumentado de 72,3 a 80,1

para los hombres y de 78,4 a 85,6 para las mujeres. Fuente: DatosMacro

9

España ha venido cambiando de forma notable en las últimas décadas; un cambio

caracterizado sobre todo por la rapidez con la que ha tenido lugar. Parte de esta

trasformación se recoge en lo que autores como Knipscheer (1988) han etiquetado como

“verticalización”: por una parte cada generación dentro de la familia tiene menos

miembros (resultado del descenso en la tasa de natalidad) y por otra, aumenta la

probabilidad de coincidencia de múltiples generaciones (consecuencia del fenómeno

comentado). De esta forma, las relaciones intergeneracionales y los vínculos que los

abuelos establecen con sus nietos son cada vez mayores, puesto que hay más tiempo

para compartir experiencias entre los miembros de varias generaciones. (Triadó, C;

Villar, F, 2008). Además, la existencia de un número menor de familiares puede

conllevar a una mayor facilidad para la implicación de los abuelos en el grupo familiar,

es decir, este contexto propicia en muchos casos que se creen nuevos lazos afectivos y

más intensos.

Desde este punto de vista, el enfoque del envejecimiento ha pasado a entenderse como

“vejez productiva” (Caro, F; Sánchez, M, 2005) donde los mayores participan

activamente en una diversidad de ocupaciones de la vida cotidiana colaborando

notoriamente en las dinámicas diarias de la familia. Según estos autores, la

productividad apunta al “hacer con sentido” que puede no necesariamente referirse a la

esfera de la generosidad económica, sino que más bien abarca aquellas actividades que

contribuyen al bienestar del grupo familiar, como por ejemplo y teniendo en cuenta el

caso que nos compete, el cuidado de los nietos.

III. Carácter “familista” del Estado del Bienestar mediterráneo

Por último, cabe decir que hay una extendida percepción tanto en el ámbito científico-

social como en la sociedad en su conjunto, de que la solidaridad familiar en España

como en todos los países mediterráneos, es alta. La supuesta mayor importancia de la

solidaridad familiar en estos países se explicaría por las características del régimen de

bienestar familista, que según la tipología de políticas sociales que Esping-Andersen

(1999) ha popularizado, forman el denominado “régimen de bienestar mediterráneo”.

Estos países (España, Italia y Grecia), comparten una serie de características en lo que

respecta a las formas y políticas familiares; con respecto a la familia, dichos países se

caracterizan por la permanencia de formas familiares tradicionales sustentadas en lo que

10

se ha denominado como “familiarismo”. Este término se refiere a la estrategia familiar

basada en la dependencia y la solidaridad entre generaciones para hacer frente a las

deficitarias políticas de atención a la infancia y a las madres trabajadoras. (Moreno,

2007).

Nos referimos a que con la incorporación de la mujer al mercado laboral, las

insuficientes políticas sociales dirigidas a ayudar la conciliación de la vida laboral y

familiar y la falta de recursos destinados a la población infantil (como son las guarderías

que no dan respuesta a las necesidades horarias de las familias trabajadoras así como el

elevado coste de estos servicios en el mercado) ha hecho necesario que en muchas

familias los abuelos se hayan convertido en un medio imprescindible para la

conciliación de la vida familiar y laboral de los progenitores, por lo que dicha

solidaridad ocuparía un lugar muy importante en la provisión de bienestar individual

(Tobío, 2013). Siguiendo esta línea argumental habría que decir por tanto, que la

solidaridad familiar en estos países no se habría visto sustancialmente afectada por el

proceso de individualización comentado con anterioridad, porque ni el mercado ni el

Estado posibilitan una des-familiarización de los servicios de cuidado y los problemas

derivados del empleo y la familia se resuelven fundamentalmente mediante estrategias

privadas, individuales e informales (Bazo, 2008).

Toda esta articulación de la función cuidadora informal que desarrollan los abuelos crea

dos posturas contrapuestas: por un lado puede entenderse como una tarea de

“sustitución” ante los servicios formales escasos, y por otro lado también se ha

argumentado que no existe relación de sustitución entre los servicios públicos y los

servicios informales, sino más bien de “complementariedad”, porque la labor de los

abuelos sigue siendo importante incluso cuando los servicios sociales de atención están

más desarrollados (Tobío, 2013). En cambio, si la noción de sustitución se asocia al

tiempo y a la competencia, vemos efectivamente “sustitución” en el sentido de que

tareas que antes hacían madres o las mujeres de la familia, ahora en mayor medida, las

hacen otras personas.

Por último, debería tenerse también en cuenta la intervención de otros factores para los

que depende la experiencia de ser abuelo y su duración; se trata de las pautas de

fecundidad y de la edad media a la maternidad. (Pérez Ortiz, 2007). El efecto del retraso

11

de la fecundidad puede determinar, seguramente no la posibilidad de ser abuelo, pero sí

la edad a la que este acontecimiento se produce y la duración de la experiencia.

4. CARACTERÍSTICAS Y ROL DE LOS ABUELOS

Como ya hemos anunciado, las trasformaciones en las exigencias laborales y sus

consecuencias en la estructura familiar han afectado al rol de los abuelos

convirtiéndoles en importantísimos soportes de la organización de la vida familiar y

laboral de los españoles. Ello hace que la permanencia de la fuerza en cuanto a la ayuda

intergeneracional actual se centre en la relevancia cada vez mayor de la figura del

abuelo en el sistema familiar en relación a la participación, apoyo y provisión de

cuidados de los nietos; por lo tanto cabe decir que la redefinición de las relaciones que

se establecen en las familias y entre cada uno de los miembros hace que sea necesario

definir un nuevo rol de los éstos. El componente que caracteriza a lo que podríamos

denominar “tipos de abuelos” es precisamente su diversidad, condicionada ésta por las

diferentes funciones que ellos realizan o que van realizando a lo largo de esta etapa de

su existencia (Sanz, R y Moril, R, 2011), ya que se parte del hecho de que convertirse

en abuelo requiere de “nuevas adaptaciones, un cambio en la propia identidad y en la

definición de uno mismo” (Pinazo, 1999; p. 169).

Además es evidente de que no existe un prototipo de abuelo típico, sino que cada

persona se convierte en abuelo en un momento y situación concreta y con unas

circunstancias cambiantes. Como señalan algunos investigadores, se comprende que no

sea posible hablar de un solo tipo de rol de abuelo; el rol de ser abuelo se encuentra

fuertemente individualizado, definiéndose como “diverso y heterogéneo” así como

“multidimensional” (Osuna, 2006) en el que convergen múltiples y complejas facetas

(Pinazo, 1999) entre las que podemos destacar una faceta actitudinal (corresponde a las

normas que gobiernan los derechos y obligaciones del os abuelos), una conductual (se

relaciona con las actividades que los abuelos llevan a cabo con y para los nietos), una

emocional o afectiva (relacionada con la satisfacción con el rol) y por ultimo una faceta

simbólica (corresponde con los diferentes significados de la abuelidad que le dan los

abuelos).

12

Por otro lado, el abuelo actual desempeña un papel mucho más activo; ser abuelo

supone acceder al posicionamiento de una función específica inscrita en la dinámica de

la trama familiar. Según autores como Rico, Serra y Viguer, ese papel posee como

elemento originario y definitorio que no se trata de un cometido elegido sino más bien

atribuido, y además, no es un papel institucionalizado, sino que puede ser descrito como

un “rol sin rol” (2001) al no estar definidas y delimitadas con precisión sus

obligaciones y derechos. Como recuerda Pinazo “no existen normas institucionales

sobre la conducta que debe tener un abuelo” (Pinazo, 1999; p. 169) es decir, no se ha

determinado el deber ser o lo que la inmensa mayoría de la sociedad ha consensuado

que tendría que ser su comportamiento más adecuado.

Al mismo tiempo, el rol de los abuelos podría describirse como un “rol camaleónico”,

ya que como describe Osuna “se trata de un rol estático que irá modificándose y

adaptándose a las nuevas situaciones familiares y características de los nietos”

(Osuna, 2006; p. 35). Este proceso de adaptación de los abuelos a las nuevas

necesidades familiares está siendo vivido desde una doble perspectiva: por un lado,

desde la sumisa aceptación de la responsabilidad de educar y cuidar a los nietos que

puede provocar en muchos casos un distanciamiento (a veces voluntario) de los abuelos

con su entorno natural y por otro lado (como veremos más adelante), se vive a veces

desde el enfrentamiento y la problemática de las relaciones abuelos-padres e hijos, ya

que hacen frente a una nueva realidad para la que nadie se ha encargado de prepararles:

educar a los nietos sin enfrentarse a los hijos.

Factores que modifican la actividad de cuidado

Como hemos visto, la permanencia de la fuerza en la ayuda intergeneracional tiene

sobre todo un fundamento demográfico, y es que la coexistencia cada vez más

prolongada de las generaciones familiares ofrece una oportunidad para que se

produzcan flujos de ayuda en aquellas fases del curso vital en que sea más necesaria.

Sin embargo, las características de la actividad del cuidado y los estilos de ser abuelo

son diferentes y flexibles, por eso según Constanza Tobío Soler (2010) las variables que

tienen poder explicativo para dar cuenta del fenómeno del cuidado por parte de los

abuelos son:

13

Edad. Establece algunas diferencias en la actividad de cuidado de los abuelos, sobre

todo porque con la edad aumenta la probabilidad de ser cuidador de más de un niño/a

menor de 12 años (la razón de esta pauta es de origen demográfico, ya que las mujeres

más jóvenes tienen menos nietos). La edad no reduce la complejidad de la actividad de

cuidados, sino a la inversa; asumir la atención de más de un niño/a no sólo supone una

mayor carga de trabajo para los abuelos, sino que hace la misma más complicada

especialmente si las edades de los niños son dispares. Las mujeres en las edades

centrales son las que asumen una carga mayor de cuidados.

Estado civil. Tener o no tener cónyuge es una variable significativa con respecto al

cuidado de los nietos. La pareja de abuelos cuida con más frecuencia a sus

descendientes que el abuelo o la abuela sola. Además, los datos diferenciados para cada

sexo relevan que el efecto de la pareja es mayor entre los hombres: cuando está la

abuela, ellos son más activos con los nietos.

Relación con la actividad económica. Tener empleo o estar jubilado son dos situaciones

que inciden fuertemente en el cuidado de los nietos por parte de los abuelos. El grupo

más activo suele corresponder a las mujeres que trabajan; es un resultado sorprendente

porque cabría pensar que al estar ocupadas en un empleo tienen menor disponibilidad

que las amas de casa o los jubilados. Ello se matiza sin embargo en que son más jóvenes

y por tanto se encuentran en mejores condiciones vitales para ayudar a sus

descendientes.

Proximidad espacial. La distancia media a la que viven los nietos también es una

variable significativa; cuanto más lejos viven unos de otros, menor es la probabilidad de

ser abuelo cuidador. La distancia que separa a los nietos y abuelos presenta capacidad

para explicar a su vez las horas de cuidado, de forma que cuanto mayor es la distancia,

menor es el número de horas de cuidado.

La feminización del rol

Los estudios que tratan de establecer un perfil de estos abuelos cuidadores han puesto de

manifiesto que el género es un aspecto importante para entender el fenómeno. Las

normas tradicionales de género según la cual las mujeres se orientan más a roles

expresivos y los hombres a roles instrumentales inducen a pensar que, tanto el

significado de la llegada de los nietos como la posibilidad de asumir su cuidado,

variarán poderosamente en función del mismo. En cualquier caso, la situación de la

14

mujer mayor en la familia requiere de una reflexión especial por dos razones concretas;

por un lado, como se vio al principio, la elevada supervivencia actual de las mujeres de

edad avanzada se ha convertido en un factor claro de feminización de la vejez, y por

otro lado, las históricas diferencias de género que a través de las culturas han asignado

como parte de la naturaleza de las mujeres su función de cuidadoras en el ámbito

doméstico. Como lo describe Bover (2004) (citado en Mestre Miquel, 2011; p.8) “el

cuidado, como compromiso para la acción dirigida hacia el bienestar de otros, ha sido

asumida tradicionalmente y en prácticamente todas las culturas como un rol ligado al

género femenino.

Hay estudios que sugieren (Imserso, 2008) que las abuelas tienden a tener relaciones

más íntimas y cálidas y a actuar como madres sustitutas expresando una mayor

satisfacción con su nuevo rol que los abuelos, lo que viene influenciado por la tendencia

cultural de diferenciación sexual de roles. También, estudios como el de Osuna (2006) y

Rico, Serra y Viguer (2000) han llegado a la conclusión de que hay diferencias entre los

cuatro grupos de abuelos según el linaje. La abuela materna es la más comprometida e

implicada en la crianza, la que tiene un contacto más frecuente con los nietos y las que

suelen actuar más como “cuidadoras sustitutos” que los de la línea paterna.

Gráfica 2. Frecuencia del cuidado de los nietos (2010)

Fuente. Encuesta de Mayores: Ministerio de Sanidad y Política Social. (Elaboración propia).

Se puede observar a través de esta gráfica cómo el género sigue siendo importante en el

desempeño del rol del abuelo y específicamente cuando implica el cuidado diario de los

nietos. Los datos reflejan que la frecuencia de cuidado con los nietos es en general

0,4

4,5

45,5

51,2

2

3,7

40,2

47,3

1,3

4,1

42,85

49,25

0 20 40 60

Menos frecuencia

Casi todos los meses

Casi todas las semanas

Casi diariamente

Total

Hombres

Mujeres

15

elevada para ambos sexos, sin embargo, la asiduidad por parte de las abuelas es siempre

ligeramente superior. La mitad de las abuelas (51,2%) cuidan a sus nietos “casi

diariamente”, lo que es reflejo sobre todo de uno de los factores que facilitan el

contacto: la proximidad residencial a la que se encuentran con sus hijos. Situación

similar ocurre con la frecuencia de “casi todas las semanas”, donde un 45,5% de abuelas

tiene una asiduidad de cuidado de este tipo. Para los abuelos, ambas frecuencias de

cuidado son levemente inferiores, con un 47,3% y un 40,2% respectivamente.

Gráfica 3. Abuelos/as según el tiempo de dedicación semanal (en horas) al cuidado de los nietos (2010)

Fuente: Encuesta de Mayores: Ministerio de Sanidad y Política Social. (Elaboración propia).

Esta otra gráfica refleja la mayor dedicación semanal de las abuelas al cuidado de los

nietos, donde destaca la el alto porcentaje de mujeres (24,7%) que dedican más de 40

horas a dicho cuidado, en contraposición de un 13,7% de los hombres en el mismo

tiempo. A grandes rasgos, es mayor el porcentaje de abuelas que ofrecen una dedicación

superior aunque casi equilibrada para casi todos los periodos (a excepción de la citada).

Sin embargo, esta frecuencia de cuidado es más elevada para los abuelos cuando se trata

de tiempo de atención que abarca pocas horas, puesto que se ocupan más de tareas de

ocio y entretenimiento.

En resumen, es evidente cómo en España la distinción del género sigue siendo relevante

en la vida de las personas mayores. Cuando las abuelas asumen el cuidado de sus nietos,

como se ha visto, siempre se inicia a raíz de acontecimientos familiares que les reclama

20,9

15

22,5

14,3

24,7

0 5 10 15 20 25 30

Menos de 7

De 7 a 14

De 15 a 30

De 31 a 40

Más de 40

MUJERES

HOMBRES

16

para el desempeño del papel de cuidador. Un papel que en la mayoría de los casos, y por

razones culturales y educativas, suele recaer fundamentalmente en la abuela que se

convierte en la cuidadora principal; quedando el abuelo como cuidador secundario o

complementario. Aunque probablemente las diferencias que existen entre los abuelos y

abuelas sean más significativas que las que existen en entre padres y madres; por razón

de edad y cultura, lo cierto es que el género sigue suponiendo un factor determinante en

el desempeño de tareas domésticas y en el cuidado de personas dependientes como los

nietos.

Funciones de los abuelos

Las funciones asociadas al estatus del abuelo suelen variar a través del curso vital de los

mismos, así los estilos de abuelidad, como ya hemos visto, están relacionados entre

otras con la edad y con la cultura que marca una definición del rol del abuelo; sin

embargo, el discurso general asume como un pilar básico de la sociedad que los abuelos

sean trasmisores de valores y por tanto, se les sitúa como referentes sociales así como

agentes educativos de primer orden (Megías y Ballesteros, 2011). Por otro lado, también

muchos abuelos en la actualidad se encargan de la crianza total o parcial de sus nietos

por la imposibilidad de los padres para poderlo hacer. Este papel de cuidadores que

asumen numerosos abuelos se puede dar en circunstancias y con intensidades diferentes;

así podemos imaginar un continuo de cuidados: en un extremo se situarían aquellos

abuelos que ejercen como cuidadores auxiliares ocupando relativamente poco tiempo, y

en el otro extremo encontraríamos aquellos abuelos que tienen a su cargo de manera

continua a sus nietos, ejerciendo un papel paternal sustitutorio y ocupando esos

cuidados gran cantidad de tiempo y esfuerzo para ellos (Pinazo y Ferrero, 2003).

Esta asunción de responsabilidades parentales por parte de los abuelos generalmente no

es fruto de una decisión personal, sino consecuencia de ciertas circunstancias en las que

se ven inmersos y que suelen implicar algún tipo de problemática psicosocial o personal

(temporal o no) que afecta a los padres, lo que hace convertirles en cuidadores

primarios. Así, ciertas situaciones como el divorcio, los embarazos adolescentes, los

problemas económicos o la incapacidad de los padres para cuidar de sus hijos (debido a

por ejemplo, problemas de drogadicción, encarcelación, muerte o enfermedad mental)

podrían precipitar esta implicación.

17

Recientemente, Castro Gallardo (2007) estableció las “funciones típicas” de los abuelos

y las diferenció en las influencias directas, es decir, aquellas relacionadas con el papel

del abuelo como compañero de juegos, cuidador, historiador […] e influencias

indirectas, referidas al apoyo emocional y económico que ofrecen a los padres.

Tabla 1. Roles y funciones de los abuelos en la sociedad actual

ROLES FUNCIONES

Cuidador Canguro y cuidado de los nietos

Historiador Relación activa y participativa en la

actividad lúdica del niño

Trasmisor de valores Consejo y guía de los valores que han de

guiar la existencia

Amortiguador entre padres e hijos Arbitraje de las relaciones familiares

Ayuda en los momentos de crisis Disponibilidad ante cualquier tipo de

necesidad

Mimar y malcriar Aplicación de límites

Confidente y compañero Afinidad y compresión

Fuente. Elaboración propia

La mayoría de las tareas que llevan a cabo según la literatura existente son las de

cuidado. Según un estudio realizado en 2008, dichas tareas están divididas en:

instrumentales (llevarle o traerle del colegio, vigilarle mientras se entretiene, hacerle la

comida), de ocio, (jugar y pasear), disciplina y en menor medida de estudio. Todas ellas

sustituyen la acción de los padres o de los agentes educativos externos; algunas tienen

un carácter específico donde se desarrolla una función determinada y acotada en el

tiempo, y otras son más estructurales. Cabe decir que este tipo de ayuda se intensifica en

circunstancias específicas como las vacaciones o los fines de semana, por eso los

abuelos son para los padres una red de seguridad en situaciones especiales que se dan

con regularidad, incluso aunque puedan disponer de otros recursos (Tobío, 2010).

Es importante destacar que puesto que muchos abuelos se encargan de la crianza total o

parcial de sus nietos, en ciertos casos llegan a producirse conflictos de roles y conflictos

en los criterios de crianza de los nietos, es decir, se generan conflictos entre padres e

hijos puesto que los primeros adoptan una postura mucho más rígida respecto a la

educación de sus hijos mientras que los abuelos se muestran más flexibles y permisivos.

Otro foco de conflicto habitual es que en el momento de nacimiento de los nietos, la

distancia cultural entre padres e hijos es bastante evidente y esas diferencias son

18

generadas, entre otras, por la movilidad social que se han ido produciendo en las últimas

décadas y que está presente en las sociedades actuales y que han ido provocando un

aumento del estatus de los hijos, pero no de los padres: ello genera que se adopten

comportamientos diferentes entre las dos generaciones. Estos conflictos aparecen

principalmente porque los cambios sociales (como por ejemplo en los modelos

educativos, los referentes y estrategias formativas, los valores o el ocio y

entretenimiento) provocan que lo que antes valía en el cuidado de los niños ahora no

valga y que los más mayores no tengan más referentes que su propia intuición

(Rodríguez y Megías, 2005)

5. BENEFICIOS Y REPERCUSIONES EN LA SALUD DE

LOS ABUELOS

A pesar de los escasos estudios que se han realizado sobre este tema, hay que destacar la

diversidad de los resultados obtenidos en cada una de las investigaciones, debido

seguramente a la heterogeneidad de las características de los abuelos y su entorno

familiar y socioeconómico. Según los expertos, los abuelos y abuelas españoles se

sienten divididos entre el disfrute que les produce poder pasar tiempo con sus nietos y el

agobio que supone una excesiva carga de responsabilidad en sus cuidados (Fernández

Marín, 2014)

El cuidado de los nietos proporciona experiencias positivas en la medida en que

posibilita el contacto y la interacción más frecuente con hijos y nietos (Barer, 2001),

también proporciona un sentimiento de utilidad y continuidad frente a las rupturas que

implica la vejez. Muchos abuelos tendrían un contacto escaso con los nietos si no

estuvieran implicados en ese cuidado, y hoy por hoy, los hombres y mujeres españoles

parecen extremadamente dependientes de sus relaciones familiares, especialmente de las

que establecen con sus hijos e hijas (Pérez Ortiz, 2004). No obstante, cuando el cuidado

es muy intensivo en tiempo y actividades o cuando los menores son muy pequeños, el

cuidado y la crianza pueden ser una fuente de estrés y cansancio para ellos. Antonio

Guijarro describe lo que él llama “Síndrome de la Abuela Esclava”, caracterizado

19

básicamente por síntomas parecidos a las situaciones de estrés. El autor lo define como

“un cuadro clínico relativamente frecuente y grave que afecta a mujeres adultas con

responsabilidades directas de amas casa como consecuencia de la interacción negativa

de factores personales y ambientales” (Guijarro, 2001; p.17).

De acuerdo con las teorías del estrés provenientes del ámbito anglosajón, (Sands y

Goldber-Glen, 2000) estas consecuencias de los cuidados no dependen únicamente de la

intensidad e implicación de los abuelos en los cuidados del nieto, sino también de la

evaluación subjetiva que ellos hacen de esos cuidados y de los recursos con los que

cuentan para afrontarlos. Por ello a veces se muestran situaciones antagónicas, porque

se mezclan sentimientos contrapuestos de tal manera que los abuelos pueden estar

satisfechos de cuidar a sus nietos a pesar de que estas actividades les generen problemas

de salud.

Antonio Luis Martínez (2010) menciona en su estudio los efectos positivos y negativos

de los cuidados partiendo de investigaciones realizadas por autores anglosajones como

Burton, (1992); Minkler y Roe, (1993) y Strawbridge et al (1997). De esta forma, los

“efectos” que se destacan pueden resumirse en:

Tabla 2. Efectos positivos y negativos de los cuidados de los nietos (2010)

EFECTOS POSITIVOS EFECTOS NEGATIVOS

Percepción de ser importantes tanto

socialmente como para sus familias

Falta de dedicación y tiempo para ellos

mismos

Sentimientos de utilidad y solidaridad Falta y pérdida de relaciones de intimidad

Revitalización y rejuvenecimiento Percepción de aislamiento social

Aumento de autoestima Cansancio y agotamiento físico y

psicológico.

Sentimientos de amor y ayuda hacia sus

hijos y nietos

Alteraciones y conflictos en las relaciones

con los miembros de la familia

Fuente. Estudio Antonio Luis Martínez. Elaboración propia

Para este autor, los datos sobre la salud que presenta este colectivo poblacional no son

homogéneos, pero existen dos variables que aparecen con una probabilidad altísima en

casi todos los casos presentados actuando como foco de conflictos y generadoras del

declive del estado de salud entre la población de abuelos cuidadores. Dichas variables

son “el número de nietos a cargo” y “la duración en el tiempo de los cuidados”. Sin

embargo, a pesar de todos los esfuerzos, el discurso mayoritario de los abuelos sitúa en

20

primer término que todo eso compensa; porque los nietos dan alegría y aportan una

dosis de ilusión y felicidad en una época en la que no parece tan fácil que la vida

sorprenda con nuevos proyectos.

6. CONCLUSIONES

Desde hace varios años, a la luz de los nuevos modelos familiares, las dificultades para

conciliar la vida familiar y laboral de los padres provocan que colectivamente se asuma

el hecho de que los abuelos desarrollan una labor básica en nuestra sociedad. La oferta

potencial de abuelos cuidadores es cada vez mayor en virtud del aumento de la

esperanza de vida y de la comprensión de la morbilidad, que posibilita que los mayores

alcancen su condición de abuelos en mejores condiciones de salud. Asimismo, esta

demanda también ha crecido de forma sustancial en los últimos años como

consecuencia de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, así como de la

escasez de servicios formales de cuidados, que junto con la crisis económica, se ha

ocasionado un reforzamiento de las normas de solidaridad familiar ante la desconfianza

de que el mercado y el Estado del Bienestar puedan proporcionar la ayuda que se

necesita. Todo ello ha llevado a la emergencia de una nueva familia extensa donde los

abuelos son la mejor alternativa para el cuidado de los nietos, sustituyendo a sus hijos

mientras trabajan o complementando el cuidado realizado por otras instituciones.

Todos estos cambios abren la oportunidad a los mayores para un período de vida

significativo, además, se acrecienta la diversidad de los estilos de ser abuelo/a debido a

la incorporación al rol de personas con características socioeconómicas diferentes y

porque incrementa el tiempo que dura la situación de abuelo/a. Al mismo tiempo, este

rol se muestra para la mayoría de los autores como un rol ambiguo (gracias a la

diversidad de edades y circunstancias con las que se accede a esta posición social) y con

escasa regulación social, de manera que los individuos que llegan a esta etapa de la vida

se encuentran con derechos y obligaciones poco claros. Asumir la función de cuidar,

como consecuencia de la necesidad de otros, está en consonancia con las previsiones de

la perspectiva del curso vital con respecto a las últimas etapas de la vida, y es que a

21

medida que los seres humanos envejecen, la consideración de las propias necesidades

pierde peso en relación a las necesidades de los demás como consecuencia de la

importancia creciente de las relaciones familiares. Sin embargo, que la actividad

responda a una necesidad, y además, a las necesidades de otros/as, aumenta el carácter

sobrevenido e impuesto de la función, de manera que dicho colectivo ve limitada su

libertad y capacidad de elección con respecto a su disposición a implicarse activamente

en el rol, en qué medida implicarse y en qué momento hacerlo; es decir, que la

naturaleza y el grado de implicación de los abuelos están mediatizados por las actitudes

y decisiones de los padres.

En cambio, esta ambigüedad del rol de abuelo/a no es negativa en sí misma pues puede

proporcionales mayor flexibilidad y libertad para actuar, pero sin embargo, también

puede crear conflictos en las familias ante las expectativas de los padres y abuelos sobre

la manera de ejercerlo. Sobre todo, estos conflictos suceden cuando al rol de abuelo se

añade una faceta educativa subsidiaria de la labor parental; es precisamente ante esta

faceta donde se pone de manifiesto una de las normas más estrictas en el ejercicio de la

función de abuelo/a, que es la norma de la distancia o de la no interferencia en las

labores educativas que los hijos/as ejercen sobre los/as nietos/as.

No obstante, a parte de la función educativa se han identificado múltiples facetas del rol

de abuelo/a que van desde los aspectos más emocionales hasta los más instrumentales.

Para ambos casos, es un papel que por razones culturales y educativas suele recaer

fundamentalmente en las abuelas, llegando a convertirse en las cuidadoras principales

quedando el abuelo como cuidador secundario o complementario. Cabe decir además

que el cuidado de los nietos les proporciona experiencias positivas en la medida en que

posibilita el contacto y la interacción más frecuente con hijos y nietos, en cambio,

cuando el cuidado es muy intensivo en tiempo y actividades o cuando los menores son

muy pequeños, el cuidado y la crianza pueden ser una fuente de estrés y cansancio para

ellos.

En resumen, el cuidado de las abuelos se enmarca no sólo en el contexto de las

características demográficas de las sociedades actuales, sino también en las

transformaciones recientes que ha experimentado la institución familiar y que se

resumen en individualización, flexibilidad y en un refuerzo de las relaciones verticales

22

(intergeneracionales) ante la debilidad potencial o real de las horizontales

(intrageneracionales). Es por ello que a pesar de los cambios en las relaciones

familiares, de la investigación existente se desprende que la familia sigue siendo una

institución social fundamental en el apoyo a las personas que lo necesitan, y en cuyo

seno todavía se sigue practicando el intercambio de bienes y servicios entre

generaciones; es la permanencia en las sociedades contemporáneas de la solidaridad

familiar intergeneracional.

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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