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Andlisis y Modificación de Conducta, 1991, Vol. 17. N.Q 55 PANORAMA ACTUAL DE LA MODIFICACION DE CONDUCTA: ENSAYO DE UNIFICACION 1. Amigo C. Fernández M. Pérez Alvarez Departamento de Psicología. UNIVERSIDAD DE OVIEDO. RESUMEN En este eshrdio se presenta elpanorama actual de la modijicacibh de conducta, tomando como criterio para su análisis, la continuidad-ruptura, respecto a la lógica conductista inicial, de las diferentes tkcnicas terapéuticas que se han ido incotporan- do a este campo. Este análisis, pretende mostrar que las denominadas rupturas no son una consecuencia natural del desarrollo de la modi'cacibn de conducta, sino que,por el contrario, estas aportaciones podrían ser refomuladasymejor entendidas desde el co~zductismo radical. Palabras Clave: Modificación de conducta, análisis de conducta. SUMMARY In tlzis study tlte current panorama of behaviour modificatio~zis presente4 according witlt the co~tti~tuity-nrpture-e criteria of the initial behavionkm logic that the

Amigo M.operentes, aversivas, cognitivas y de autocontrol, biofeedback y asertividad y habilidades sociales. Wilson y Franks (1982) utilizan un criterio conceptual según el cual,

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Andlisis y Modificación de Conducta, 1991, Vol. 17. N.Q 55

PANORAMA ACTUAL DE LA MODIFICACION DE CONDUCTA: ENSAYO DE UNIFICACION

1. Amigo C. Fernández M. Pérez Alvarez

Departamento de Psicología. UNIVERSIDAD DE OVIEDO.

RESUMEN

En este eshrdio se presenta elpanorama actual de la modijicacibh de conducta, tomando como criterio para su análisis, la continuidad-ruptura, respecto a la lógica conductista inicial, de las diferentes tkcnicas terapéuticas que se han ido incotporan- do a este campo. Este análisis, pretende mostrar que las denominadas rupturas no son una consecuencia natural del desarrollo de la modi'cacibn de conducta, sino que, por el contrario, estas aportaciones podrían ser refomuladasy mejor entendidas desde el co~zductismo radical.

Palabras Clave: Modificación de conducta, análisis de conducta.

SUMMARY

In tlzis study tlte current panorama of behaviour modificatio~z is presente4 according witlt the co~tti~tuity-nrpture-e criteria of the initial behavionkm logic that the

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different therapeutic techniques have mude to this area. An important aspect of this analysis, is that the mpture is no view like a necesas, development of behaviour modificmaRon. Instead of, al1 these contributions, is suggested can be rejormulated and understood from thepoint of view of the radical behaviorism.

Key Words: Beltaviour Modification, behaviour analysis.

INTRODUCCION

Con objeto de ordenar el panorama actual de la modificación de conducta (MC) se han propuesto, entre otros, los siguientes criterios. Desde una perspectiva histórica, Kazdin (1983) ha dividido el area de la MC en tres corrientes fundamen- tales, el análisis aplicado de conducta, la modificación cognitiva de conducta y el autocontrol. Ateniéndose a una exposición didáctica, Mayor y Labridor (1984) siguen un criterio fundamentalmente pragmático y distinguen siete grandes bloques de estrategias terapéuticas, las encaminadas a la reducción de la ansiedad, operentes, aversivas, cognitivas y de autocontrol, biofeedback y asertividad y habilidades sociales. Wilson y Franks (1982) utilizan un criterio conceptual según el cual, dentro de la MC cábría distinguir la teoría neo-conductista mediacionai, el análisis aplicado de conducta, la terapia cognitivo-comportamental y la teoría del aprendizaje social. En una línea similar se encuentra la obra de Cabailo (en prensa), que ordena las técnicas bajo los epígrafes del condicionamiento clásico, condicionamiento operante, aprendizaje observacional, técnicas cognitivas y de autocontrol y otras.

En el análisis del estado actual de la MC que se presenta en las próximas páginas se ha optado por un criterio que respete el desarrollo histórico y concep- tual de la MC. Este, que ha sido desarrollado por Pelechano (1978;1987), ordena las técnicas de la MC en función de su coittinuidad versus nrpíurismo con la lógica conductista inicial. No obstante, este ordenamiento no implica que las rupturas que ha sufrido el conductismo original sean consecuencia lógica de suslinlitaciones qlicativas o su agotantiento. Por el contrario, aun cuando se asume que los planteamientos conductistas no han estado, ni están, definitivamente establecidos, se analizarán críticamente las supuestas mejoras que las rupturas han introducido en este campo.

De acuerdo con este criterio, dentro del continuismo se incluirían el modelo skinneriano, denominado análisis aplicado de conducta, y el pavloviano, bajo el rótulo de continuismo mediacional. Dentro del rupturismo se habla de ruptura conservadora y mixta para referirse a los modelos de autocontrol y modelado, respectivamente, y de ruptura abierta referida a las terapias cognitivas.

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CONTINUISMO

El análisis aplicado de conducta

El análisis aplicado de conducta apela, de cara a la explicación del comporta- miento, al concepto de contingencias de reforzamiento. Según éste, la conducta se presenta como resultado de la interacción funcional del sujeto con el medio, en la cual es necesario detenerse en tres momentos diferentes, la ocasión en que la conducta ocurre (A), la propia conducta (B) y las consecuencias de la misma (C). Se entiende, por lo tanto, que para modificar la conducta habrá que modificar las condiciones antecedentes y/o consecuentes de la misma. Los métodos para el manejo de contingencias se podrían ordenar en cuatro grandes apartados.

En primer lugar, las estrategias para el desarrollo de la conducta, dentro de las cuales encontramos cuatro técnicas diferentes; el moldearniento que consiste en reforzar diferencialmente las aproximaciones sucesivas a la conducta terminal deseada. El encadenamiento trata de establecer una conducta compleja a partir de sus componentes, los cuales deben estar ya presentes en el repertorio comporta- mental del individuo, de modo que las respuestas funcionen al tiempo de estímulos discriminativos y refuerzos, hasta conseguir la integracibn funcional de la respues- ta (p.e. cuando se instauran hábitos de higiene). Con la atenuación estimular se pretende llegar a elicitar una respuesta, desvaneciendo, progresivamente, los estímulos que la evocan, tal y como sucede cuando se van retirando apoyos en el aprendizaje de la escritura. La incitación se refiere a cualesquiera de los recursos que se utilizan para canalizar la atencibno iniciar la conducta requerida con objeto de poder reforzarla posteriormente.

Dentro de las estrategias para incrementar la probabilidad de ocurrencia de la conducta deseada se encuentra en primer lugar el refonantientopositivo, que es el elemento esencial tanto para el desarrollo (de ahi que pueda ubicarse, indis- tintamente, en este apartado y en el anterior) como para el mantenimiento e incremento de la frecuencia de la conducta. Su utilizacibn se concreta en el elogio verbal, la atención social o cualesquiera de los reforzadores materiales o sistemas de fichas canjeables (Ayllon y Azrin, 1968; Walker y Buckley, 1976) que se aplican contingentemente a la conducta deseada para incrementar su frecuencia. Su viabilidad se ha concretado en la instruccibn académica (Bijou y Raykey, 1978) asi como en el control de la conducta de retardo, en la delincuencia o en el aula (Ulrich, Stachnick y Mabry, 1970;1974;1976). Por su parte, el reforzamiento negativo tiene su uso más adecuado en el incremento de las conductas adaptativas de evitacibn, por ejemplo, el tabaquismo o la obesidad.

El control del estíntulo, se fundamenta en el hecho de que determinadas condiciones antecedentes pueden facilitar una determinada conducta. Dentro del control del estímulo se incluye usualmente la instruccibn verbal, en cuanto que

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reglas cuyo seguimiento ha permitido, previamente, la consecución del refuerzo, y los estados motivacionales, por ejemplo el tiempo de privación, en tanto que condiciones que incrementan el valor del refuerzo (Karoly, 1987). Si bien ambas condiciones, en la práctica, funcionan de modo similar al del estímulo antecedente, su estatuto teórico no puede considerarse el mismo que el del estímulo discrimi- nativo. En concreto, los estados motivacionales parecerían una condición disposi- cional que el organismo lleva a la situación. Asi, el error que se comete al interpretar el hambre como un estímulo cuya presencia desencadena la respuesta de ingesta, está en que dicho estímulo pierde, precisamente, su funcionalidad al obtener el reforzamiento (el alimento), mientras que conceptualmente la función discriminativa se define por el reforzamiento de la conducta en su presencia. En cuanto a las reglas (cuya importancia para la valoración de los rupturismos se señalará más adelante), expresadas a través de la conducta verbal, no podrían considerarse como estímulos meramente discriminativos ya que las reglas definen, además de la funcionabilidad de la conducta, su topografía.

El contrato de contingencias es otro procedimiento utilizado para manejar las consecuencias de la conducta con la particularidad de ser llevado entre dos partes (p.e. pareja, padres-hijos, etc.) que convienen las conductas deseadas y los reforzamientos mutuos que dispensarán (Kirschenbaum y Flanery, 1983). Puesto que el contrato puede ser llevado por un solo individuo, algunos autores lo consideran como un procedimiento de autocontrol (Kanfer, 1987).

Las estrategias para la reducción de conductas suelen aplicarse en combina- ciones diversas, destacando entre ellas la extinción, que consiste en la supresión del reforzamiento que mantiene la conducta indeseable; si bien la lógica y problemas de esta técnica son más complejos que lo que esta definición sugiere (Kazdin, 1978). La estintulación punitiva contingente a la conducta es otro recurso que, a pesar de sus conocidos problemas éticos, se muestra conveniente en el tratamiento de algunos problemas en algunas circunstancias ( Foxx, Timotly y Bittle, 1986). Mediante el refonanzieizto de la conducta incompatible, se intenta reducir la conducta-meta mediante el reforzamiento de una respuesta competidora. El coste de respuesta es la pérdida contingente a la conducta no deseada de reforzadores ya ganados. La supresión temporal de las oportunidades de obtener reforzamiento positivo sacando al sujeto de la situación sedenomina tiempo fiera.. La sobreco- rrección combina la reparación de la situación incómoda creada por la conducta a corregir y la práctica positiva de conductas pro-sociales. La saciacióiz se basa en la práctica masiva para la reducción y/o eliminación de la conducta, tal y como pretende la técnica de fumar rápido.

La estrategias para el mantenimiento a largo plazo de la conducta constituyen una de las preocupaciones más importante de la modificación de conducta en la actualidad (Golstein y Kanfer, 1981). Estas no han recibido la atención que se ha dad3 a las técnicas de cambio, no obstante están en desarrollo diversas estrategias

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(Kazdin, 1983; Karoly, 1987); Una sería el acercamiento terapéutico al ambiente natural y en este sentido se sugiere la utilización de paraprofesionales como agentes del cambio. Otra, se encontraría en el uso del reforzamiento intermitente y una tercera, apunta al entrenamiento del individuo para que aprenda a manejar las condiciones que le afectan.

CONTINUISMOS MEDLACIONALES

La caracterización y conceptualización de los continuismos mediacionales no resulta tan homogénea como la del continuismo. No obstante, se puede mantener como criterio de continuidad, la persistencia del modelo Pavloviano en la defini- ción de los problemas psicológicos y de las estrategias terapéuticas utilizadas, mientras que la consideración de mediacional vendría dada por la interposición entre el estímulo y la respuesta de algún constructo teórico, de naturaleza oréctica o mental.

Según el modelo Pavloviano, los trastornos emocionales se entienden como resultado de un proceso de condicionamiento clásico a través del cual, estímulos inicialmente neutros generan una respuesta desproporcionada e inadaptativa. El hecho de que no siempre se pueda mostrar que estas respuestas de miedo y ansiedad se hayan adquirido conforme a un proceso de condicionamiento clásico ha hecho que se introduzcan nuevos conceptos en la explicación de los trastornos emocionalestales como el depreparación biológica, la nocibn de diatesis y la teoría de la incubacibn de la ansiedad (Eysenck, 1957; 1979; 1981). Por su parte, la teoría bifactorial de la ansiedad postula que la adquisición de dicha respuesta se ajustaría al modelo pavloviano mientras que su mantenimiento sería el resultado de un proceso de condicionamiento operante a través del cual las respuestas de evitación serían auto-reforzadas por el alivio de la ansiedad que producen (Dollar y Miller, 1950). Las estrategias terapéuticas mediacionales tienen como objeto, por lo tanto, extinguir esa ansiedad disfuncional para lo cual se utilizan las siguientes técnicas.

La desensibilización sistemática (DS) (Wolpe, 1978) tiene como objetivo inhibir la respuesta de ansiedad que bloquea la interacción entre el sujeto y el estímulo ansiógeno, elicitando una respuesta antagónica, generalmente la relaja- ción. Se intenta descondicionar grados cada vez más altos de ansiedad mediante la extinción producida por la exposición paulatina al estímulo ansiógeno, en un estado corporal incompatible con el de la ansiedad. Un modo habitual de llevar a cabo la DS es de forma imaginaria, de tal suerte que la exposición al estimulo, se hace de modo encubierto. Aun cuando esta forma de aplicación puede ser eficaz., la versión in vivo es la más efectiva. Por otra parte, las técnicas de terapia sexual desarrolladas por Masters y Johnson (1976) se pueden describir como una forma de DS in vivo.

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La inundación es un procedimiento aparentemente contradictorio con la DS que se caracteriza por la exposición prolongada al estímulo ansiógeno y la prevención de la respuesta evitativa. La extinción se produce debido a que la respuesta de ansiedad por encima de cierto punto crítico se debilita. La exposición prolongada parece ser hoy el tratamiento de elección para los trastornos obsesivo- compulsivos (cif.Turner, 1984). Del mismo modo laprácticaprogramada utilizada para el tratamiento de la agorafobia (Matthews, Gelder y Johnston, 1985) puede ser considerada como un procedimiento compuesto de inundación (exposición prolongada) y ensayo de conducta. La implosión es una variante de la inundación que se realiza de modo encubierto, mediante la exageración del estímulo y la sobreprovocación reactiva. En cualquier caso, parece que la exposición prolonga- da en vivo es, de entre ambas, la mejor condición terapeutica.

La practica masiva consiste en la repetición continuada de un hábito involun- tario y persistente hasta alcanzar un nivel de agotamiento. Como elemento expli- cativo de su funcionamiento se postula la inhibicibn reactiva (Yates, 1973).

La terapia aversiva consiste en el emparejamiento de un estímulo'condiciona- do cuyo valor emocional positivo se quiere atenuar con un estímulo punitivo (P.e. alcohol-nauseas).

Este conjunto de técnicas terapéuticas ha sido sometido durante los tíltimos cuarenta años a su valoración experimental, habiéndose contrastado que las técnicas más efectivas para los distintos trastornos referidos incluyen la exposición práctica in vivo (Marks, 1986; Matthews, Gelder y Johnston, 1985; Turner, 1984). No obstante, existen algunos problemas en curso de discusión tanto de naturaleza clínico-empírica como teóricos.

Los primeros englobarían el ya mencionado problema del transfer asi como a la necesidad de posibilitar a un mayor un número de pacientes su acceso a estas terapias porque no todos las aceptan (Emmelkamp y Foa, 1983).

Los problemas teóricos hacen referencia a la necesidad de especificación de los componentes terapéuticos y el estatuto conceptual de la ansiedad. La determina- ción del efecto de cada componente en el resultado teraptutico es una preocupa- ción general en psicoterapia. Un avance en este sentido dentro del ámbito de la MC es, la ya apuntada, de que la exposición in vivo es más efectiva que las modalidades imaginarias ( Rachman y Wilson, 1980). En esta línea, otras formas terapéuticas como la exposición prolongada y la práctica masiva han mostrado su efectividad en las obsesiones-compulsiones, la agorafobia y los tics (Yates, 1970; Rachman y Wilson, 1980; Marks, 1981; Matthews et al. 1985; Turner, 1984). Por lo que respecta al estatuto conceptual de la ansiedad (que es casi tanto como decir de la neurosis), a los problemas ya tradicionales respecto a su definición de acuerdo a la teoría de los dos factores y de la incubacibn, se añaden además, su formulación en términos de un triple sistema de respuesta (Lang, 1%8) y de los modelos actuales del procesamiento de la información (Bermúdez, 1985; Tous, 1985;

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Delpatro y McGlyan, 1984). La importante especificación de las tres modalidades de respuesta propuesta por Lang (Cif. Vila, 1984) no ha mostrado la intuitiva virtualidad en dar cuenta de las tres vias de adquisición del miedo y la consiguiente especialización de las técnicas, según incidan más preferentemente en los compo- nentes más alterados de la ansiedad. En este sentido, la propuesta de Poppen (1989) de una taxonomía estrictamente comportamental que supera la clásica dicotomía mente-cuerpo implícita en la de Lang, parece más adecuada. Por otra parte, el procesamiento de la información añade, quizás, más dudas que aportacio- nes al esclarecimiento de la ansiedad, entre otros destaca el relativo a la relación entre cognición y emoción (Amigo, en prensa). Finalmente, apuntar que, con frecuencia, se habla de la ansiedad como una causa de la conducta. Es evidente que esto no deja de ser una pseudoexplicación del comportamiento del tipo efecto- efecto. La ansiedad es un subproducto emocional (un efecto) de aquellas circuns- tancias en la que un estímulo precede, de manera característica, a un estímulo aversivo. Por lo tanto, cualquier intento terapéutico de reducir la ansiedad tiene que operar sobre esas circunstancias y no sobre ese estado intermedio que, desde el punto de vista del análisis funcional, no tiene importancia alguna.

Modelos mixtos

Dentro del continuismo mediacional se incluirían los modelos mixtos, en cuya definición de los trastornos y tratamientos psicológicos incorporan tanto los procesos de condicionamiento operante como respondiente. El componente mediacional viene dado, sobre todo, por el momento encubierto (imaginario) supuesto en la génesis del problema y/o dado en el proceder terapéutico.

Como modelo &o cabe destacar, precisamente, el encubiextaiismo, que postula la correspondencia entre la conducta operante y coverante (imagenes e ideas) (Pelechano, 1979). El promotor principal de esta línea es Cautela, cuyas investiga- ciones reescriben prácticamente toda la psicología experimental y clínica basada en el condicionamiento, en términos encubiertos (Upper y Cautela, 1983). Entre las técnicas propuestas se encuentran el reforzamiento positivo y negativo encubier- to, la extinción, el castigo y la sensibilización encubierta, todas ellas con las mismas aplicaciones que la versión operante manifiesta. En general, se refieren resultados por encima de grupos de control, de espera o placebo (Uppper y Cautela, 1983).

Los problemas que plantea esta versión encubierta estan en el uso indiscrimi- nado que puede forzar una analogía meramente nominal, en la inobsevabilidad y falta de control de los procesos encubiertos y en un isomorfsmo más asumido que documentado (Pelechano, 1979).Aún con la reserva de su utilidad pragmática, un problema que presentan estas técnicas es el suponer que la mente es algo así como un laboratorio en miniatura en el que se experimentan las interacciones del sujeto

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con el medio. Por el contrario, hasta ahora se había visto que el cambio psicológico es tanto más efectivo, cuanto más práctico y realista sea. La relativa utilidad informada por Cautela y sus colegas puede estar ligada a la influencia que tengan los ensayos encubiertos en promover prácticas comportamentales, en la medida que las instrucciones encubiertas pueden resolverse en reglas (verbales) definito- rias de contingencias relevantes, más que suponer que el cambio se da por si mismo en el ensayo encubierto (* Lowe y Higson, 1983).

Se trata de acercamientos clínicos inspirados en otras tradiciones de la psicología humana experimental no directamente relacionados con la MC. Dentro de ellas habría que diferenciar entre las aportaciones más comportamentales con la lógica conductista y otras más distanciadas por lo que se hablará de rupturismo conservador y mixto para referirse, respectivamente, al autocontrol y al aprendi- zaje observacional. Dentro del rupturismo abierto se incluirán aqueliias orienta- ciones inspiradas en el cognitivismo, la psicología social y las provenientes de una filosofía práctica (Pelechano, 1987)

Rupturismo conservador: el autocontrol

Las prácticas de autocontrol son inherentes a la vida dentro de cualquier marco cultural por lo que, en mayor o menor medida, todos los individuos, consciente o inconscientemente, utilizan estrategias de autocontrol. Un refinamiento especial- mente notorio de las mismas se encuentran, dentro de la tradición cultural española, en el autocontrol ascético. En este contexto, San Ignacio de Loyola en el siglo XVI ( cif. PCrez Alvarez., en prensa) sugería una estrategia de autocontrol que implicaría, de acuerdo a las tres potencias del alma, tres etapas, memoria, entendimeinto y voluntad. Es curioso destacar el paralelismo existente entre esta propuesta y algunos modelos actuales de autocontrol (Kanfer y Philipos, 1976; Kanfer, 1987) que apuntan tres fases similares para el desarrollo del autocontrol, hablándose ahora de auto-observación, auto-evaluación y auto-reforzamiento. No obstante, se habrá de reconocer que fue Skinner (1953), el que planteó por primera vez el estudio del autocontrol desde un punto de vista psicológico, libre de connotaciones mentalistas, al formularlo como un caso particular de cambio psicológico en el cual es el propio individuo el que dispone las condiciones necesarias para hacer más probable una determinada conducta. Kazdin (1978)es el autor que ha hecho expresa esta filiación entre el autocontrol practicado por la gente según lo analiza Skinner y su desarrollo formal,por parte de la MC.

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Todas las estrategias de autocontrol se pueden dividir en dos grandes catego- rias. Las técnicas de planificación ambiental que tienen como objeto modificar las condiciones antecedentes con objeto de hacer más probable, o en su caso, improbable, la conducta deseada y las técnicas de programación de la conducta cuyo objeto es modificar las consecuencias de los comportamientos alterando, de este modo, su probabilidad de ocurrencia. Dentro de las primeras se encontrarían el control del estfmulo, anteriormente mencionado, y elprograma de automanejo de la ansiedad de Suinn y Richardson, que tiene por objeto hacer de la activación del sujeto señal para el inicio de respuestas incompatibles con el descontrol nervioso (relajación). También aqui habría de citarse la inoculacibn del estrés (Meichen- baum, 1977) cuyo objetivo es la autorregulación de la conducta a través del lenguaje, tal y como los trabajos de Vigotsky planteaban. Su fundamentación se entendería desde la perspectiva de que el autocontrol personal y privado como un caso particular del control social y público. En concreto, Meichenbaum desarrolló, como una de las técnicas terapéuticas de la inoculación del estrés, el entrenamien- to autoinstruccional cuya primera fase es el modelado (observación de un terapeu- ta que se habla a sí mismo mientras hace algo), la segunda de control instruccional (por parte del terapeuta), y la tercera y cuarta de autogeneración de instrucciones (guiadas por el clínico) que tratan de modular la acción (anteriormente descontro- lada, hiperactiva o psicótica).

Dentro de los procedimientos de programación de la conducta se encuentran el contrato de contingencias que de este modo también se aviene a la perspectiva de autocontyl (Kanfer, 1986). Asímismo, cabria aquí la modalidad de autoaplica- ción de la reestructuración racional sistemática de Goldfried y Davison (1981) que, amedio camino entre la terapia racional y la DS busca modificar las consecuencias de la conducta del sujeto.

El hecho de haber incluido el programa de automanejo de la ansiedad de Suinn, la reestructuración racional sistemática de Goldfried y la inoculación del estrés de Meichenbaum bajo el epígrafe del autocontrol no es azaroso, ya que todas estas técnicas que actualmente se conocen comunmente como de coping (afrontamien- to), han aportado, en términos conceptuales, muy poco de ahi que pueda situárse- las en la línea del rupturismo conservador, mejor que dentro del cognitivismo o rupturismo abierto.

Rupturismo mixto: procedimiento de modelado

El estudio del aprendizaje observacional realizado por Bandura durante la década de los setenta tuvo un importante impacto en la MC, tanto en un plano teórico, como en cuanto a sus aplicaciones clínicas entre las que destacan los procedimientos de modelado.

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En el &lado nopdcipuíivo, el modelo no mantiene relación alguna con el observador y éste tan solo recibe información de las consecuencias de la conducta del modelo. La utilidad clínica de este procedimiento es escasa aunque se puede utilizar como un recurso terapéutico secundario. En el modeladop~cipativo, por el contrario, el modelo, que es una importante fuente de refuerzos, interacciona con el modelo. Ahora bien, dentro de éste procedimiento cabría distinguir el mode ladopa ica t iw gradual (similar a la DS), en el que modelo realiza tareas de dificultad creciente incitando al observador a repetirlas y el modelado con reproducción fonada (similar al moldeamiento) utilizado, fundamentalmente, para la implantación de ciertas conductas en casos muy graves. Se dispensan refuerzos contingentemente a la ejecución por parte del observador de la conducta realizada, previamente, por el modelo. Finalmente, decir de la existencia del modelado encubierto. Ahora bien, haciendo factor común de los procedimientos de modelado resulta que con este procedimiento se abordan problemas que, en muchos casos, han sido tratados con técnicas más clásicas de MC como puede ser la DS. Al igual que ocurría en la DS, el modelado basado en la ejecución práctica parece más efectivo que el modelado simbólico.

La cuestión anterior nos introduce en uno de los problemas que se presentan en los estudios sobre aprendizaje observacional, este es, el hecho de que los procedimientos de modelado parecen no aportar eficacia incremental respecto a técnicas más tradicionales de la MC, tanto en términos de una mayor tasa de mejoría como en términos de un mayor rango de problemas susceptibles de ser abordados. Desde un punto de vista teórico una segunda cuestión que se plantea es la de si ¿constituye el aprendizaje observacional un proceso básico de aprendizaje o, por el contrario, podría explicarse como una forma más de conducta operante?. Según Bandura (1983) el aprendizaje vicario ocurre comd consecuen- cia de la mediación simbólica que permite que el observador sea reforzado vicariamente a travésde las consecuencias que observa en la conducta del modelo, las cuales, a su vez, le permiten generar expectativas sobre dicha conducta. La dificultad que encierra esta formulación se encuentra en que, al sustituir el modelo por la codificación que el observador hace del mismo, y el reforzamiento por la 1 aplicación simbólica que el observador se autodispensa, se esta planteando de 1 nuevo la dualidad mente/cuerpo en virtud de la cual es un homúnculo que, desde dentro del observador, dirige su conducta. El problema radicaría entonces en explicar la conducta de dicho homúnculo, para lo cual habría que suponer la existencia de otro dentro de este y asi ad infinitum.

Desde el punto de vista skinneriano, la conducta imitativa se concibe como una clase de comportamiento que se aprende de acuerdo a las contingencias de reforzamiento. En concreto, la conducta del modelo se entendería como un estímulo discriminativo en cuya presencia la ocurrencia de la conducta que ejecuta

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será muy probablemente reforzada. Desde esta perspectiva, la imitación se

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entiende como un clase de respuesta que, una vez adquirida, no ha de ser, necesariamente, reforzada para explicar su mantenimiento ya que, tal y como Baer y Deguchi (1985) han observado, el imitar acaba adquiriendo un valor reforzante condicionado. En apoyo de tan sugerente explicación estos autores han mostrado como las imitaciones contingentes a una respuesta instrumental pueden reforzar dicha respuesta instrumental, incrementándose su valor reforzante (el de las imitaciones) entremezclando, durante el ensayo, imitaciones que son, a su vez, reforzadas. La función de reforzamiento se observó, incluso, cuando los sujetos podían discriminar claramente, entre las imitaciones reforzadas y no reforzadas. Por otra parte, la ejecución de la conducta aprendida vicariamente, en un momento pasterior, en el cual el modelo no está presente, no indica otra cosa que un incremento en la probabilidad de ocurrencia de la respuesta en función de ciertas circunstan- cias presentes, sin necesidad de invocar la metáfora del almacenamiento.

No obstante, es importante reconocer la relevancia que los estudios de modelado tienen tanto para la investigación de los procesos de socialización como para el desarrollo de los tratamientos psicológicos. Particularmente, en lo referido al inventario de variables relativas al modelo, al observador y a los procesos de interacción, así como los arreglos técnicos que se han introducido en los procedi- mientos de modelado. Por otra parte, es también destacable el énfasis en el acercamiento de la investigación conductista al ámbito social natural y la sensibi- lidad por los procesos interactivos en las situaciones clínicas (aunque esté pendien- te una perspectiva bidireccional).

Por todo lo expuesto, en vez de ver revoluciones conceptuales inherentes a la investigación psicológica y la necesidad del llamado salto cognitivo, (Mahoney, 1984), lo que se aprecia en el modelo social de Bandura son viejas maneras con un nuevo acento y nuevo lenguaje (Pelechano, 1987).

Rupturismo abierto

Como ya se apuntó, dentro delrupturismo abierto y, en particular, dentro de la tradición cognitiva, se encuentran los llamados métodos de solución de problemas en los cuales cabe diferenciar dos alineamientos principales, el isoprocesualismo e ideoprocesualismo. No obstante, antes de intentar esclarecer sus diferencias, es necesario recordar que la solución de problemas ha sido ya explicitada desde el conductismo radical (Skinner, 1966). Las aportaciones del análisis skinneriano, si bien no ofrecen aplicaciones prácticas al campo terapeutico, si permiten entender esta conducta como resultado de las conductas precurrentes que los sujetos generan y que dan lugar, a su vez, a los estímulos discriminativos necesarios para facilitar la respuesta final deseada. Obviamente, en un gran número de los problemas que el hombre resuelve, no se puede observar di!ectamente su conducta

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ya que es verbal y encubierta. Ahora bien, esto no modifica el planteamiento anterior en la medida que, lo único que cambia, es que el sujeto, a través de.la conducta verbal, construye reglas que, en calidad de discriminativos, facilitan la conducta final. Tanto los procedimientos iso como ideoprocesulistas tienen como objetivo favorecer que los sujetos elaboren reglas ajustadas a la situación-proble- ma que le permitan resolverla.

Elisoprocesulismo supone que en la solucibn de loss problemas de competenc- dia social están implicados los mismos procesos que en los problemas impersona- les (Pelechano, 1984), tal y como D'Zurrilla y Goldfried (1985) y Goldfried y Davidson (1981) han delineado. El procedimiento que da lugar a la solucibn de problemas se concibe como un proceso que incluye, fundamentalmente, cinco etapas. La primera de orientación general intenta desarrollar en el individuo una actitud positiva hacia problemas de lavida cotidiana, de tal suerte, que el sujeto comience a considerarlos como obstáculos inevitables que hay que aprender a sortear. En segudo lugar, se trata de definir y formular el problema en términos operativos. A continuación se hace uso de la "tormenta de ideas" con la cual se pretende incrementar las probabilidades de encontrar la mejor solución posible o cuando menos, la menos mala. Seguidamente, se pasa a elegir la más apropiada teniendo en cuenta sus consecuencias personales y sociales, tanto a corto como a largo plazo. Finalmente, se inicia la puesta en marcha de la solución adoptada que, si funciona, cierra el proceso y si no, lo remite a la consideración de otras posibilidades estudiadas. En principio, esta técnica se propuso, dentro de la MC, para la evaluación de los procedimientos más adecuados a seguir, espe- cialmente, con el cliente "dependiente" y con situaciones que se presentan sin salida tanto para el cliente como para el terapeuta (D'Zurrilla y Gold- fried, 1987). Asimismo, también se han abordado desde esta perspectiva la ansie- dad, las fobias, la depresión, etc. ( Goldfried y Davidson, 1981)). Aun cuando se han referido estudios de caso, su eficacia carece de datos sobre su consolidación empírica. Así por ejemplo, Rachman y Wilson (1980) no mencionan esta técnica en el análisis de la eficacia de las terapias. Su interés, no obstante, radica, desde el punto de vista de la MC, en la operativización de los problemas, mientras que su limitación más importante se encuentra en suponer que las alteraciones psicológicas se solucionan del mismo modo que los problemas lógicos (abstractos).

El ideoprocesualisrno toma como punto de partida el carácter propio de los problemas personales respecto a los impersonales. Autores de referencia obligada en este area son Spivack y Shure (1987) que han iniciado el estudio de las habilidades sociales en niños y adolescentes perturbados emocionalmente y en pacientes psiquiátricos, en lo que se observa una deficiente sensibilidad para los problemas humanos,habilidad para generar cursos de acción alternativos, habili- dad para conceptualizar medios de resolver un problema, y sensibilidad para las

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consecuencias, causas y efectos de la conducta humana. Sus investigaciones han puesto de manifiesto que las habilidades sociales ni forman un factor general, ni son un componente de la inteligencia (definida por los tests). El momento consiguiente es la modifícaci6n de las habilidades sociales defícitarias, cuyos programas de entrenamiento muestran algunos resultados favorables (Pelechano, 1986).

Bajo este epígrafe se recogeran diversas aportaciones de la psicologla social en función de las cuales la situación terapeutica es susceptible de ser analizada. En particular nos referiremos al locus de control, la atribucibi, la disonancia y la reactancia psicológica.

El locus de control ha sido utilizado como un constructo central para una reformulación conceptual de la depresión ( Abramson, Seligman y Teasdale, 1978) y, consiguientemente, como estrategia terapéutica, la reestructuración atribucio- nal (cif. Rehm, 1981) cuyo objetivo es la de aumentar la sensación de control del sujeto sobre los eventos del medio.

A pesar del interés y la razonabiiidad que la percepción de control y la atribución pueden tener para el entendimiento de los trastornos psicológicos en general, y la depresión en particular, éstas presentan problemas tanto prácticos como teóricos. Respecto a los primeros todavía está por determinar con qué paciente y en qué momento será conveniente la promoción de la internalidad o por el contrario, de la externalidad. Desde una perspectiva teórica los problemas surgen cuando se aborda el papel que estos constructos pueden jugar en la determinacióp de la conducta, en cuyo caso, el locus de control más que verse como un dinamizador del comportamiento podría reentenderse como un efecto colate- ral o subproducto de las contingencias de reforzamiento que caracterizan el tipo de situaciones a las que el sujeto se ve expuesto. En este sentido, no es extraño que su eficacia terapéutica se haya probado hasta ahora, únicamente, con problemas subclínicos en estudios de análogos. Del mismo modo, la atribución no indicaría otra cosa que el conocimiento que el sujeto tiene sobre las variables que controlan su conducta siendo, una característica fundamental de dicho conocimiento no ya su racionalidad o irracionalidad, sino la expresión, en términos de conducta verbal, de las contingencias de reforzamiento a las que el sujeto se ha visto expuesto, tal y como en esta línea sugiere Hamilton (1988).

Por otra parte, el interés de la disonancia cognitiva en el proceso terapéutico estaría en relación con que criterios influyen en la decisión de acudir a terapia y los cambios que durante ella se puedan producir, todo ello mediado por el nivel de implicación del sujeto en el proceso. En esta línea se encontraría el llamado efecto hola-adios, de acuerdo al cual, el paciente suele exagerar, al inicio de la terapia, su malestar y la importancia de sus problemas y a su finalización enfatiza la mejora conseguida. La disonancia tendría mucho que ver con la complejidad de los programas de reforzamiento a los que el sujeto se ve expuesto, de tal manera que

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podría ser reforzado un tipo de conducta verbal y, al mismo tiempo, un tipo de conducta opuesta, precisamente, a la que se manifiesta a través de dicha conducta verbal.

La reactancia psicológica se describe como el rechazo que el cliente puede mostrar tanto hacia el terapeuta como hacia las instrucciones terapéuticas, Este efecto se entendería com una reacción de contracontrol cuya ocurrencia es más probable cuando la conducta se ha controlado, principalmente, a travks del castigo, además, este concepto es interesante en la medida que su aparición pueda prevenirse o, incluso, justificar técnicas tales como la prescripción paradójica.

Por lo tanto, la importancia de estos fenómenos tiene que ver, fundamentai- mente, con la relación terapéutica, ya que de hecho, no constituyen técnicas formales de cambio y, por otra parte, tampoco serían útiles para establecer una categorización de los problemas clínicos en base a ellos.

Finalmente, dentro de este apartado se encuadrarían las terapias de la Modi- ficacibn Cognitiva de Conducta (MCC) que suponen el origen de los problemas psicológicos en el sistema de creencias. A partir de dicho sistema el sujeto desarrollaría espectativas y formularía predicciones sobre la rcalidad que en escasa medida se ajustarían a ésta. El objetivo de la psicoterapia será entonces la reestructuración cognitiva de ese sistema de creencias &funcional.

Entre estas terapias se encuentra la Terapia Racionai Emotiva (TRE) (Ellis, 1970; Ellis y Grieger, 1983). La TRE se describe conforme al modelo A-B-C-D-E. A es un suceso real al que se expone el individuo. B es la cadena de pensamientos erróneos en respuesta a A, los cuales tienen un origen social. C señala las emociones y conductas consecuentes a B. D se refiere a los esfuerzos argumenta- tivos del terapéuta por esclarecer y convencer al paciente de la irracionalidad de sus pensamientos y creencias a las que "en realidad" responde coa alteraciones emocionales y comportamentales. E es la experimentación que pondría a prueba la forma racional de repensar las experiencias.

La TRE es, por lo tanto, una terapia verbal y persuasiva que incluye la argumentación y las pruebas de realidad, por lo que Ellis insiste en el carácter emotivo, cognoscitivo y comportamentai de una terapia aplicable a todos los trastornos, excepto la esquizofrenia y el retardo de las que se sugiere una importante base biológica.

Ahora bien, una reformulación conductual de la TRE sería posible teniendo en cuenta las siguientes consideraciones. En primer lugar, la TRE podría considerar- se como un programa de entrenamiento en discriminación con el que el terapeuta intenta enseñar al cliente a diferenciar el pensamiento racional del irracional. En este punto surge el problema de que muchas de las creencias racionales que Ellis propone pudieran ser tan irracionales como las del propio cliente. Por ejemplo, parecería tan irracional la creencia del cliente que mantiene que "un solo fracaso en la vida significa que una persona es una fracasada", como la del terapeuta que

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se empeña en convencerle de lo contrario. Exito o fracaso parecen más una convención social que una regla cuya veracidad se pueda contrastar (Zettle y Hayes, 1982).

En segundo lugar, aun cuando la TRE no ignora los componentes comporta- mentales del cambio, si pasa por alto las consecuencias ambientales que pueden reforzar, mantener o extinguir las conductas (Poppen, 1989). Por ejemplo, inde- pendientemente del papel jugado por el sistema de creencias en la determinación de los comportamientos depresivos, éstos puede provocar diversas ganancias secundarias que los refuercen y mantengan. Por ello, al omitir este elemento, se está olvidando que cuando el cambio se produce es, probablemente, el propio terapeuta quien con mayor fuerza puede estar reforzando la conducta adecuada.

En tercer lugar, es evidente que el éxito de la TRE depende de que el cliente disponga del repertorio comportamental requerido. Por ejemplo, un cliente que tenga problemas para establecer relaciones interpersonales de cualquier índole, necesitaría un programa de MC que le dote de los comportamientos requeridos para poder comportarse efectivamente en este ámbito, tras lo cual la TRE contribuiría a consolidar tales ganancias.

Finalmente referir, la dificultad que encierra la modificación de las creencias irracionales a través de la persuasión excepto, claro está, en cuanto que conducta verbal controlada por la presencia del terapeuta. La razón de ello se encontraría, fundamentalmente, en que dichas creencias hacen referencia a contingencias culturalmente construidas coy0 cambio vendría dado por la modificación de dichas contingencias. La persuasión funcionaría en un plano fundamentalmente verbal y aunque con ella se consiguiese la modificación de la conducta en este ámbito, ello no presupone la necesaria modificación de la conducta a la que se refiere la conducta verbal. Para conseguir este objetivo sería necesario modificar patrones culturales, lo cual, lógicamente, cae fuera de los límites del trabajo psicológico.

La Terapia Cognitiva de la Depresión fue inicialmente desarrollada para el tratamiento de la depresión aunque se ha extendido su aplicación a la ansiedad o las fobias. Estos estados se entienden como la resultante de las creencias irracio- nales negativas que el sujeto tiene sobre el futuro, el pasado y si mismo y se suponen fundadas en un modo de pensamiento ilógico inductivo (la exageración desde un hecho aislado) o deductivo (a partir de una premisa injustificada extraer una conclusión negativa para el futuro). La terapia tiene como objeto descubrir los procesos ilógicos y hacerselos ver al paciente, sin embargo, durante las primeras sesiones de tratamiento, especialmente, se utilizan un gran repertorio de técnicas conductuales tales como la asignación gradual de tareas, el entrenamiento en habilidades de las que el sujeto carece o la parada del pensamiento, cuyo objeto es incrementar la tasa de reforzamiento del sujeto. Por otra parte, las supuestas modificaciones cognitivas que la terapia de Beck pretende conseguir, en particular durante las últimas sesiones cuando el estado depresivo ya ha mejorado, se podrían

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rtformaiaraimomna m-um k s w n las que el sujeto ordena la realidad, w n objeto de ajustarlas mejor ai funcionamiento de la misma. Este importante componente wnductuai de la terapia tendría mucho que ver w n la efectividad que ha mostrado (Beck, 1983), en el tratamiento de la depresión.

La tempia autoinsbuccional, aln habiendo sido asignada a los métodos de autocontrol, podríí incluirse en este epígrafe por la consideración que Meichen- baum (19n) hace de la estructura cognitiva como un nivel en el que operan los cambios inducidos por el lenguaje. En este sentido se atendría a la misma consideración que los planteamientos de Ellis y Beck, con la diferencia en el énfasis en las autoinstrucciones dirigiéndose al afrontamiento de situaciones.

El constructivismo

Representado en psicoterapia por Guidano y Liotti (1983), Mahoney (1982), Arknoff (1980), Landfield (1987), Neimer (1985) y, en cierta medida por Bandura, el constructivismo podría considerarse como una ruptura de la ruptura cognitiva, ya que se sostiene que las terapias de la MCC son terapias asociacionistas cuyo objetivo no es otro que sustituir unas cogniciones por otras mediante el ensayo repetitivo de la pauta que se quiere instaurar. El wnstructivismo, sin desperdiciar este componente asociacionista, enfatiza el carácter activo del sujeto frente al carácter pasivo que le asignarían las terapias wgnitivas. Su formulación teórica se atiene a cinco nociones básicas.

La noción de "construcción cognoscitiva" según la cual es el sujeto el que construye la realidad, toma como punto de partida la perspectiva evolucionista del conocimiento, de acuerdo al kantismo de Lorenz y Reid, y adquiere (a través de Weimar) en Guidano y Liotti y en Arknoff una suerte de relativismo perceptual (Botella, 1987). Según éste, existirían tantos mundos como individuos, lo cual hace impracticable (teóricamente) la terapia puesto que los mundos del terapeuta y cliente, aun siendo diferentes, se verían como igualmente precisos. Este idealismo epistemológiw que no respeta la existencia de un mundo objetivo es incompatible con la ciencia.

Las teorias motoras de la mente explican el aprendizaje desde una perspectiva cognoscitiva de formación de conceptos según la actividad reconstructiva de la mente (Guidano y Liotti, 1983). El principal problema que presenta esta formula- ción es que "reinventa" el aprendizaje wmo un proceso mental, cuando están bien establecidos toda una serie de procesos básicos de la psicología del aprendizaje de acuerdo a una perspectiva evolucionista (Botella, 1987).

Del mismo modo, el constructivismo enfatiza el carácter activo del sujeto, ahora bien, esa actividad es de naturaleza mentai, no una actividad de construcción psicológica (comportamental). Desde la perspectiva conductista, la actividad

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reivindicada por el constructivista es una actividad ficticia, contemplativa (Pérez Alvarez, 1985) y en relación con el cognitivismo no habría la diferencia que señala Mahoney, Reda y Guidano porque en ambos casos los procesos tanto cognosciti- vos como constructivistas ocurren en la mente o en la estructura cognitiva, de manera que en cuanto a una actividad práctica son iguales.

Por otra parte, es preciso hacer notar que la reconstrucción a la que se refieren los constructivistas se puede entender como una versión, en términos del procesa- miento de la información, de la psicodinámica Freudiana cuando ésta habla de sublimación, condensación o desplazamiento. Irónicamente, la ruptura que invoca el constructivismo respecto al cognitivismo en relación a la MC, da la vuelta al discurso (negación de la negación) y, dicho en sentido histórico, remite al psicoanálisis previo a la MC tal y como Ederly (1985) señala, claro está, sin la connotación crítica con la que esto se recoge aqui.

La distinción entre conocimiento tácito y explícito, en base a la que se señala que el cambio constructivista afecta a la estructura profunda mientras que los efectos de las terapias afectaran a la superficial, tal y como lo entienden Arknoff, Guidano y Liotti y Mahoney, no deja de ser una nueva versión de la distinción consciente-inconsciente (Botella, 1987).

El desarrollo del autoconocimiento también presenta algunas dificultades en el tratamiento que dan los constructivistas al lenguaje (conocimiento tácito) y por la contradicción de no usar la acción en el cambio del autoconocimiento en base a la cual, sin embargo, se postula su construcción (Botella, 1987).

Finalmente, desde la teoría del apego se postula que los trastornos psicológicos tienen su origen en los patrones de apego vividos en la infancia (Guidano y Liotti, 1983). En este sentido la psicopatología constructivista presenta los ya de sobra conocidos problemas de la psicopatología freudiana.

Las técnicas terapéuticas que se postulan desde el constructivismo son las mismas que se apuntaban en laMCC, con la incorporación de técnicas semánticas que junto al reto lógico de las teorías de la identidad personal tratan de promover el cambio de las estructuras cognitivas y, quizás lo que es más importante, la revolución personal. A pesar del énfasis que se ha querido poner en las diferencias entre el constructivismo y la terapia cognitiva, especialmente en lo referido a la utilización de las técnicas semánticas (Caro, 1988), parecería que hay entre ambas demasiadas similaridades como para establecer algún distanciamiento. Asimismo, es curioso como no se observa en el constructivismo el énfasis de una terapéutica comprometida con la actividad práctica más allá de las terapias de ensayo, exposición y tareas para casa. Entre los problemas susceptibles de tratamiento desde este enfoque se encuentran la depresión, la agorafobia y fobias múltiples, los trastornos obsesivo-compulsivos y los alimenticios.

De acuerdo con Botella (1987) este cambio constructivista es demasiado vago y global como para que produzca resultados seguros y útiles. Dadas las conexiones

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entre las formulaciones constructivistas yel psicoanálisis es tentador calificar a esta corriente como cognitivo-análisis.

CONCLUSIONES

Tal y como parece poder desprenderse de la exposición anterior, el estado actual de la MC parece caracterizarse por su heterogeneidad, tanto en lo referente a sus formulaciones como a las técnicas terapéuticasDicha heterogeneidad diffcil- mente se puede recomponer en un cuadro ecléctico, por lo que se plantea la necesidad de un análisis critico de este estado de cosas. Un punto central del mencionado análisis debe ser, como no, las aportaciones y estatuto de las formu- laciones y procedimientos cognitivos (Pérez Alvarez, 1986). En esta discusibn, realizada sobre la base de criterios materialistas y de acuerdo al constructivismo (que no formalismo) epistemológico (para distinguirlo del constructivismo de Mahoney que se acaba de reseñar), el análisis aplicado y experimental de la conducta aparece como la estrategia más potente de cambio psicoiógico y la más sólida en lo que a su formulacibn se refiere. Las justificaciones de esta afirmacibn han sido expuestas en las páginas anteriores, en las que se ha tratado de mostrar que las supuestas innovaciones del rupturismo representado por las terapias cognitivas, ya estaban dadas en el análisis de conducta y, por otra parte, como algunos de sus desarrollos técnicas se resolverían en procederes ya establecidos. En este sentido se podría decir que su sentido psicolbgico está asegurado por el lineamiento de dichas terapias en la MC, sin que ello quiera decir que el desarrollo alcanzado por ésta sea satisfactorio o estén explotadas todas sus posibilidades tanto en un plano empírico como conceptual.

Los desarrollos empíricos deberán atenerse entre otros, a los problemas y sugerencias señaladas en los trabajos de Goldstein y Kanfer (1981) y Foa y Emmelkamp (1983). En lo que respecta al desarrollo teórico, sería primordial el reconocimiento de la diferencia entre el conductismo radical y metodolbgico (Fuentes Ortega, 1987; Zettle y Hayes, 1982), lo que permitiría abrir paso hacia un planteamiento unitario de los procesos psicolbgicos en la perspectiva conductista. En particular, especial atención merecería el desarrollo de los conceptos cortducta gobentada por reglas y conducta gobernada por contingencias (Blackman, 1985; Lowe y Hingson, 1981; Skinner, 1984; Zettle y Hayes, 1982), por su posible utilidad en la reformulación de las innovaciones cognitivas en la MC.

No obstante, aun cuando se de ese consenso paradigmático que se plantea implícitamente en el párrafo anterior, es necesario reconocer que el campo de lo psicológico tanto en lo referido a las teorías como a las terapias es un área inherentemente problemática y no sblo porque lo demuestre su historia, sino porque ésta parece ser una característica propia de las ciencias humanas. Es decir,

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la crisis de la psicología y psicoterapia actual, no es algo coyuntural, sino, por el contrario, su esencia. Ahora bien, esto no quiere decir que el estado de crisis en que se desarrolla la psicología sea gratuito o que todo valga lo mismo. Así por ejemplo, el cognitivismo en el panorama actual de la MC no carecería de sentido y utilidad. Su sentido se encontraría en que ha forzado a otras posturas a sumir los aspectos relevantes que ha planteado e investigado. Por lo demás, la historia que se ha descrito muestra que los tratamientos psicológicos no siguen una línea acumulativa en la que se entierren etapas. Por el contrario, en cada época parecen estar presentes una multiplicidad de psicoterapias de un modo que, mientras una se segregan y mantienen en el ámbito mundano, otras se reelaboran en tecnologías formales. Así por ejemplo, los procederes cognoscitivos, se verían como formas de una fdosofía práctica, propia de una ideología estoica conservadora mientras que, quizás, lo que tienen de técnico efectivo es lo que tienen de MC en su sentido más riguroso.

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