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ernesto-aranda-suarez
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Al desembarcar, y cuando aún El estaba “junto al mar”, llegó a él “uno de los jefes de la sinagoga”. Parece ser por el uso de palabras compuestas en su idioma original indica que se trata
de un miembro principal o distinguido de la sinagoga.
Cristo reembarca “en el otro lado del mar” de Tiberíades. Debe de ser en Cafarnaúm. Allí se le reunió una gran muchedumbre: “pues todos le estaban esperando.”
Cristo, el Señor, nació de los judíos según la carne, a ellos se presentó en la carne; a los gentiles envió a otros, no fue él personalmente. Su vida corporal y visible se desarrolló en Judea
La hija del jefe de la sinagoga significa al pueblo judío; La hemorroisa en cambio, significa la Iglesia de los gentiles.
En tu linaje serán benditos todos los pueblos; que los gentiles, en cambio, glorifican a Dios por su misericordia. Cristo, por tanto, fue enviado a los judíos. Iba a resucitar a la hija del jefe de la sinagoga”.
Por esto dice el Apóstol: “Digo que Cristo fue ministro de la circuncisión al servicio de la veracidad de Dios para confirmar las promesas hechas a los padres, en efecto, a Abrahán se le dijo:
— Ven a imponer sobre ella tu mano, para que sane y viva. — Estas palabras de Jairo revelan su fe profunda aunque mayor fue sin duda la del centurión, que creyó en el poder de una sola palabra
de Jesús, sin necesidad de su presencia.
Este jefe de la sinagoga se llamaba Jairo, y llegándose a Cristo, se “postró” ante El, e insistentemente le rogaba que viniese a su casa e “impusiese sus manos” sobre su hija “única”, de doce años,
que estaba muriéndose, para que la curase.
La prueba le resultaba especialmente dura a Jairo, cuando acaba de presenciar la curación de la hemorroísa.
Aún estaba rogándole que curase a su hija, cuando vinieron de su casa a comunicarle la muerte de la niña, por lo que no molestase más al Maestro.
Y fue a su casa. Pero no permitió que le siguiera nadie de la turba que le rodeaba, más que tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. Estos tres aparecen como privilegiados testigos de la Transfiguración y Getsemaní.
Pero Cristo, al oír esto, sólo le recomienda que tenga fe. Era ésta la que iba a crear el clima en que El ejercía las curaciones, y que, por faltar tantas veces, no realizó milagros.
Y, según el Talmud, aun el israelita más pobre estaba obligado a alquilar dos flautistas y una llorona para celebrar el velorio de su mujer.
Al llegar a la casa mortuoria, se encontraron con todo el “rito” de lloronas a sueldo, ya evocadas por Jeremías (Jer_9:17-18), que a gritos, y desparramándose el cabello, mostraban el dolor y cantaban las
alabanzas de la difunta; y junto con ellas los flautistas, que acompañaban con notas estridentes y lúgubres.
Y, sabiendo aquellos mercenarios fúnebres la realidad de la muerte de la niña, se rieron de Cristo.
Acabando de morir, quizás en medio de este “ritual” Jesús aparece y les dice que todo sobra, porque la niña “no ha muerto, duerme.”
Y, acercándose al lecho, tomó a la niña de la mano, y le dijo unas palabras aramaicas: "Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate". Seguramente lo dijo con el mismo amor y dulzura
con las que su madre le diría cada día al despertarle.
Ya en la habitación de la niña muerta Jesús echó fuera a todos, sólo permitió la presencia de sus padres y sus tres apóstoles.
Pero a Jesús no le preocupan ese tipo de cosas. No sólo descuida el sábado, los ayunos, las normas de pureza legal..., sino que para él todas esas cosas, tan importantes para los judíos piadosos,
están al servicio de los más pobres y explotados.
Al tocar la enferma a Jesús infringía las leyes y éste quedaba en situación de impureza legal -lo mismo al tocar a la niña muerta-.
Representan al pueblo, cuya única posibilidad de curación y de vida se encuentra en su renuncia a la ley que le impide el contacto con Jesús, que con su doctrina y acción universalistas,
y por su contacto con los pecadores, se ha salido de la ortodoxia israelita.
Y al instante la niña se levantó y echó a andar, pues tenía ya doce años. El número doce, aplicado a los años de la niña, es una alusión a Israel.
Sin embargo, para encontrar la salvación era necesario darle la adhesión a Jesús y renunciar al exclusivismo y separación que imponía la ley.
Para los dirigentes judíos, Jesús era impuro, no tenía acceso a Dios al ir contra las leyes antiquísimas de Israel; leyes por las que habían dado la vida innumerables israelitas.
No sólo la había resucitado, sino curado; la necesidad de comida le haría ver la perfecta salud que ya gozaba.
Cristo mandó que diesen de comer a la niña. Tenía esto dos finalidades: una apologética, demostrar aún más la verdad de la resurrección, y otra demostrar la duplicidad del milagro:
Precisamente en aquel ambiente de expectación mesiánica flotaban, confusamente, diversos signos sobre la aparición del Mesías. Y entre éstos, uno de los que flotaba diversamente interpretado
era la resurrección de los muertos y su relación con los días mesiánicos.
Hecho el milagro recomienda insistentemente que no se divulgue. Buscaba con este silencio el que no se excitasen extemporáneamente los ánimos mesiánicos.
Pero siempre se vería que él no buscaba la exhibición mesiánica, y que en aquel momento permitía evitar aclamaciones y turbulencias.
La resurrección de un muerto podía encender, la explosión mesiánica. Es verdad que no era fácil que se guardase el secreto en aquel caso. La muerta iba a aparecer viva.
Aquí aparece hecho con simplicidad y autoridad. Jesús, sin más, le manda resucitar. Es éste un modo de presentarse Cristo como Dios.
El milagro de la resurrección de un muerto evocaba el poder divino en él. Pero no al estilo de un profeta que invocaba el nombre de Dios (2Re_5:11)
porque en el A.T. el poder de la vida es poder reservado solo a Dios.
Quien viva el evangelio con autenticidad es un hombre vivo.
Hoy el evangelio nos invita a levantarnos. Hemos sido llamados a una forma nueva de vida conforme a nuestro modelo, Cristo.
«Pon, Señor, tu mano sobre mi alma, y vivirá; sobre mis potencias, y se vigorizarán; sobre toda mi vida, y se remozará espiritualmente; y se levantará, como la hija de Jairo, del lecho de sus culpas;
y andará, como ella, con pie firme por el camino de tus mandamientos; y, como ella, tendrá hambre de las cosas divinas, prueba de su total curación y de la plenitud de su vida.»
http://siembraconmigo.blogspot.com/
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