958

Adueñándote de mi corazón

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Adueñándote de mi corazón
Page 2: Adueñándote de mi corazón
Page 3: Adueñándote de mi corazón
Page 4: Adueñándote de mi corazón
Page 5: Adueñándote de mi corazón
Page 6: Adueñándote de mi corazón

Adueñándote de mi corazón

Vol.IV Saga: ¿Te atreves a quererme?

1.ª edición: Enero de 2.017

Copyright

© Angy Skay 2017

©Editorial LxL 2017

www.editoriallxl.com

direcció[email protected]

ISBN: 978-84-16609-91-8

No se permite la reproducción total o

Page 7: Adueñándote de mi corazón

parcial de este libro, ni su incorporacióna un sistema informático, ni sutransmisión en cualquier forma o porcualquier medio, sea este electrónico,mecánico, por fotocopia, por grabación,u otros métodos, sin el permiso previo ypor escrito del editor. La infracción delos derechos mencionados puede serconstitutiva de delito contra lapropiedad intelectual (Art.270 ysiguientes del CODIGO PENAL).

Diríjase a CEDRO (Centro Español DeDerechos Reprográficos) Si necesitafotocopiar o escanear algún fragmentode esta obra. Puede contactar conCEDRO a través de la webwww.conlicencia.com o por teléfono en

Page 8: Adueñándote de mi corazón

el 917021970

/ 932720447. Los personajes, eventos ysucesos que aparecen en esta obra sonficticios, cualquier semejanza conpersonas vivas o desaparecidas es puracoincidencia.

Impreso en España – Printed in Spain

Diseño cubierta – Alexia Jorques

Maquetación – Rachel’s Design

Page 9: Adueñándote de mi corazón
Page 10: Adueñándote de mi corazón

Para ti, mi querido lector.

Todo el mundo debería tener un Rubénen su vida,

todo el mundo merece un buen amigo.

Quiero agradecerle a esta saga de tantospersonajes locos, el haber podidosacarme

miles de sonrisas y carcajadas cuandotecleaba su historia, mi vida hacambiado con ellos y gracias a ellos. Hesabido lo importante que es una sonrisa

Page 11: Adueñándote de mi corazón

a diario, lo importante que es reír amenudo, y sin ellos, nada será lo mismo,pero siempre les llevaré en mi corazón ypodré releer sus historias tantas vecescomo me apetezca.

A ti, mi querido lector, por serme fiel eneste camino, por encontrar en mí unmaravilloso momento para evadirte delpresente y por darle la oportunidad atodos y cada uno de los personajes deesta saga.

Por último quiero agradecer como decostumbre a las personas que han estadoconmigo desde el minuto uno, mi madrey mi hermana, y a todos aquellos quecon el paso de los días, se han ganado

Page 12: Adueñándote de mi corazón

un hueco en mi corazón, en especial aPili Doria e Isa Jaramillo, quienes meanimaron a seguir con la locura quepretendía para Rubén sin pensarlo dosveces, y tampoco puedo olvidarme demi Ma Mcrae, porque en su estanteríaquedará muy bonito .

Besos.

P.D. No menos importante, no puedodejarme a la persona que me ayudó conel título de esta novela, un díacualquiera mientras intentábamos uniruna frase con todos los volúmenes, migran guerrera vikinga, la que día a díaevoluciona más, mi churry, R.Cherry.Porque un día sin venir a cuentas,

Page 13: Adueñándote de mi corazón

creamos algo muy bonito que dice así:Te robé un beso y de pronto aparecistetú rompiendo mis esquemas,adueñándote de mi corazón. Gracias tesupermegaquiero mi churrina.

Angy Skay

7 meses más tarde…

A las cuatro de la mañana con algunascopas de más entramos en el antro máspellejero de toda Barcelona gracias a

Page 14: Adueñándote de mi corazón

César. Abrimos dos puertas negras convarios botones en ellas, (sí, botones deltamaño de la rueda de una moto), lamúsica me inunda los oídos al son deCher y la canción Welcome toburlesque, mientras, observo comovarias bailarinas se contonean en lo altode pequeñas tarimas redondas mirandoal público de manera sensual. De reojocontemplo como Sara resopla y me daun codazo.

—Mira donde venía el gracioso de mimarido.

—Antes podía hacer lo que quisieraSara, para eso estaba soltero —ledefiendo y

Page 15: Adueñándote de mi corazón

ella me mira con mala cara.

—¿Tú de qué parte estás? Últimamentetengo dudas.

Sonrío.

—No me pongas esa carita derompebragas que conmigo no cuela.

—¿¡Rompebragas!? —Me asombro a lapar que me tengo que reír de nuevo.

—Sí, ese es el mote que te ha otorgadola canija cabezona.

—¿¡Rocío!?

Tengo que apartarme unos pasos de ella

Page 16: Adueñándote de mi corazón

para poder verle la cara, y así verificarque no se está quedando conmigo. Desdeque Berta y Luis se casaron, y ella sequedó sola en el piso, he de reconocerque la amistad que hemos llegado aentablar es asombrosa, eso sí, sin dejarnuestras puntadillas volar de vez encuando, para no perder la costumbrecomo se suele decir.

—Sí, la misma.

La busco con la mirada y la encuentrobailando al compás de la música tantranquila con Patri a su lado siguiéndoleel rollo. Lleva una camisa blanca conadornos en dorado y una falda que lellega a la cintura de color negro con

Page 17: Adueñándote de mi corazón

encaje, a todo eso le ha sumado unostacones de diez centímetros para“intentar” aparentar más altura, lo queno entiendo es como no se ha partido lostobillos ya. Menos mal que el aspecto devampira ha desaparecido, guardando lospolvos blancos en un cajón para dejarver su tez morena.

—No me lo puedo creer… —murmuro,y aun así Sara me oye.

—Aquí todo el mundo tiene mote, nodeberías asustarte, parece mentira queno nos

conozcas. Berta es la pequeña diva,Rocío es la canija cabezona, César es elladrón de corazones, Dmitry el rusito

Page 18: Adueñándote de mi corazón

arrogante, Luis es el árabe de ojosverdes, Patri la princesitaincomprendida y tú el rompebragas —sonríe de oreja a oreja.

—¿Y tú? —Alzo una ceja.

—¿Yo? —Asiento— yo soy yo.

—Tendremos que buscarte uno, demomento eres la única que se salva.

Aparece César a su lado, esta le miraaltiva y resopla hasta que cruza susbrazos a la altura del pecho, a la par quepone morritos intentando parecerenfadada.

—Así que, aquí venía a menudo el

Page 19: Adueñándote de mi corazón

pequeño gañán…

—Yo no he dicho que viniese a menudo,pero sí, alguna vez he estado.

Ella alza una ceja interrogante.

—No hay… mujeres de compañía, ¡malpensada!

Asiente sin creerse lo que dice, chascala lengua y se une al dúo que bailan enmedio de la pista sin importarles que notengamos ni una mesa para sentarnos.César tan amable como de costumbrecon los sitios que no conocemos, hablacon el camarero y nos llevan a unreservado en la parte derecha de la sala,donde hay otro camarero esperándonos.

Page 20: Adueñándote de mi corazón

Diez minutos después, Rocío se sientafrente a mí para refrescarse la garganta,y no puedo evitar preguntarle por mimote.

—¿Se puede saber por qué soy elrompebragas?

Suelta una carcajada que consigue oírsepor encima de la estridente música. Sesujeta la barriga en varias ocasiones,hasta que al final consigue calmarse yme mira negando en repetidas ocasiones.

—¿No te gusta?

—No lo sé —aseguro poniéndome unamano en la barbilla pensativo.

Page 21: Adueñándote de mi corazón

—Creo que te viene que ni pintado.

—¿Y eso por qué?

Se aparta un mechón de su cabello negroque le cae por el rostro, y lo recogedetrás de su oreja. Le vuelve a dar unsorbo a su bebida y me mira.

—Eres el típico chico que anda por lacalle y levanta pasiones, ¿me equivoco?—

Niego con la cabeza sin pestañear—también estoy segura de que mujeres note faltan para calentarte la cama,¿cierto? —Vuelvo a asentir— entonces,¿qué más quieres?

Page 22: Adueñándote de mi corazón

¿Todavía necesitas más motivos?

Me recuesto un poco en el sillóntapizado de color rojo, cojo mi copa y ledoy un

trago.

—Visto de esa forma… puede que hastame lo tenga ganado.

Asiente tan tranquila.

—Lo que no me queda muy claro es dedonde sacas esa parte de paño delágrimas y

amigo fiel, no te pega para nada.

Page 23: Adueñándote de mi corazón

—Tú no tienes amigos por lo que veo.

—No, ni los quiero. Todos tedecepcionan y no puedes confiar ennadie, mejor guardarse las cosas parauno mismo.

—¿Y tú ejerces de psicóloga algunavez? A mí sí me cuentas cosas… —Lachincho.

—No tiene nada que ver mi carrera conmi pensamiento. Supongo que a titambién

te han decepcionado, solo que tú lollevas mejor —sonríe ignorando misegundo comentario.

Page 24: Adueñándote de mi corazón

Ese simple detalle me confirma quealgún problema ha tenido que tener en elpasado para pensar de esa manera.Antes de que pueda preguntarle, llegaBerta con un sofoco de mil demonios, yse tira casi en plancha para “sentarse”.

—¡Uf! Estoy agotada, los pies me estánmatando y creo que no soy capaz debeber

nada más, con lo poco que me gusta elalcohol no sé cómo me sigo atreviendo abeber de esta manera.

—Luis te está llevando al lado oscuro—se ríe.

—Sí canija, me temo que sí.

Page 25: Adueñándote de mi corazón

Veo como lo busca con la mirada hastaque da con él. Se asegura que solo bailacon

Patri y vuelve su rostro a nosotros.

—¿Cómo llevas la vida de soltera? —Sonríe preguntándole a Rocío.

—Bien, tampoco lo vi tan grave comome lo estabais poniendo entre todos.

—Bueno, por lo menos echarás en faltamis gruñidos de primera hora.

—Ya tengo los de la vecina, María —Berta asiente—, ¡qué mujer!

—Es una cotilla, yo también la conozco

Page 26: Adueñándote de mi corazón

—aseguro dejando mi vaso en la mesacentral.

—Podríais iros a vivir juntos vosotros,quien sabe lo que podría salir de ahí.

Veo como Rocío abre los ojos en sumáxima expansión a la vez que yo niegoen repetidas ocasiones, ¡está loca! Unacosa es que ahora tengamos una relaciónmás estrecha, y otra muy distinta es quecreemos una convivencia.

—¿Y aguantar que ronque cada vez quese duerme? ¡Ni de coña!

—Habló la que pudo… —Gruño.

—¡Yo no ronco! —Me fulmina con la

Page 27: Adueñándote de mi corazón

mirada.

—Tendrás tus defectos.

Achica los ojos y da por zanjado el temacuando deja la copa encima de la mesa y

se levanta para irse a la pista de baile.Berta me contempla pensativa lo quehace que me ponga nervioso.

—¿Qué? —Termino preguntándole envista de su silencio.

—¿No te parece una chica atractiva?

—Para nada —sonrío.

—No puedes quedarte solo toda la vida

Page 28: Adueñándote de mi corazón

—refunfuña.

—No lo pretendo, pero no quieropasarla tampoco con ella, ¿tú te estásoyendo? —

Alzo una ceja —además, estamosintentando tener una amistad —me río.

—Sí, y es una persona maravillosa —asegura con una sonrisa.

Niego con la cabeza y miro en direcciónal grupo de personas que se encuentranbailando. La veo moverse con facilidadentre los brazos del ruso y tengo quesonreír cuando observo la imponentealtura de Dmitry y lo pequeñita y frágilque parece ella entre sus brazos. Pocos

Page 29: Adueñándote de mi corazón

segundos después se queda sola y unchico de la barra se acerca hacia ella yle ofrece una copa, la declina y sigue asu rollo, pero él parece no darse porvencido. Vuelve a intentarlo, contemplocomo alza una ceja y leo sus labioscuando dice: te he dicho que no, ¿estássordo? Esto último lo hace tocándose eloído, al chaval parece no hacerle graciay la coge del codo con fuerza.

—Anda, ve a salvar a la damisela enapuros —añade Sara que acaba dellegar.

—No creo que tenga muchos apuros,pero allá voy.

Esto último lo digo cuando veo que

Page 30: Adueñándote de mi corazón

Rocío le pega un pisotón en el piederecho que

hace que el chico la suelte de momento ymaldiga. Me acerco a paso ligero y lacojo de la cintura, hasta que queda frentea mí. Arruga el entrecejo y antes de quepueda apartarse, miro al muchacho.

—¿Algún problema?

Este niega con la cabeza al ver mi tonoamenazante junto con mi cara de pocosamigos.

—No necesitaba ayuda —reniega.

—Se dice gracias —susurro en su oído,a lo que ella no reacciona de ninguna

Page 31: Adueñándote de mi corazón

forma.

—Parecías un hombre temible y todo —se ríe de mí.

—Cuando quiero puedo ser muy rudo —aseguro con una sonrisa perdonavidas.

—No me impresionas.

Me repite lo mismo que la última vezque estuvimos tan cerca en Bulnes.

—No sé por qué no me extraña.

—Que a mí no me llevas al huertorompebragas…

Y con una ligera carcajada se aleja de

Page 32: Adueñándote de mi corazón

mí hasta que llega al reservado.

—¿Has visto? Un caballero andante —grita Sara para que se la oiga.

—Ha ido a salvarte ¡qué bonito! —comenta Patri con euforia.

—Y si no llega a venir, le plantosemejante guantazo en la cara que muereen el acto.

Todos la miramos, Berta traga saliva ycon ella la siguiente frase tonta queseguramente iba a soltar a la misma vezque me mira. Yo estoy que no quepo enmi asombro, con la mala leche con laque ha pronunciado las últimas palabras.

Page 33: Adueñándote de mi corazón

—Pequeña pero matona.

Las palabras brotan solas de mi boca.Ella me mira, sonríe y se pone a milado.

—Has visto… —Ronronea demasiadocerca—, una que no necesita un príncipe

para nada.

Sonríe y se aleja un poco, haciendo queel aire que pasaba entre ambos vuelva afluir de manera rápida y ágil. Trago unnudo que se crea en mi garganta y quesin saber por qué me deja un mal saborde boca.

—Si ligas de esa manera no vas a tener

Page 34: Adueñándote de mi corazón

novio en la vida.

—No lo pretendo Berta —sentencia.

—Espero que por lo menos te des unaalegría al cuerpo de vez en cuando.

—Tampoco lo hago —suelta tan normal.

A Berta le cambia la cara, Sara la mirasin entender y es Patri la que toma lasriendas de la situación.

—¿Qué quieres decir? Como llevescuatros años sin echar un polvo…permíteme

que te diga que no sé cómo no hasmuerto.

Page 35: Adueñándote de mi corazón

—La verdad es que no llevo cuatro años—contesta como si nada.

Todas suspiran y sueltan el airecontenido, mientras nosotrosobservamos la escena

sin decir ni una palabra.

—¿Pero tienes alguna agenda de follaamigos por lo menos? —pregunta Sara.

—¿Perdona? ¿Agenda? —preguntaCésar mirando a su mujer con retintín—¿he

oído bien? —Ahora nos mira a todosnosotros y asentimos a la vez—. ¿Desdecuando

Page 36: Adueñándote de mi corazón

tienes tú esa agenda y dónde está? —Exige extendiendo la mano hacia ella.

—No la tengo, es lo que se lleva ahora—le da una palmada y hace que sesiente,

aunque César sigue con el ceñofruncido.

—No, no tengo —contesta lainterrogada.

—¿Entonces? ¿Tienes juguetes? —pregunta Berta desesperada volviendo altema anterior.

—¿Juguetes? —Alza la ceja conasombro.

Page 37: Adueñándote de mi corazón

—¡Consoladores o algo coño! —Saltael ruso y me tengo que reír por su tono.

—Veo que el tema os tiene expectantes—asegura y nadie le contesta, todos leprestamos atención, incluso yo,parecemos marujas—. No, yo no hetenido ese tipo de relaciones con nadie.

Ahora sí que hasta la música deja desonar, se me había olvidado en las milesde

conversaciones absurdas que habíamostenido durante los últimos siete meses,preguntarle alguna vez por su vidasexual...

—¿Perdona? ¿Te estás quedando con

Page 38: Adueñándote de mi corazón

nosotros? —murmura Berta sincreérselo.

—Me estás diciendo que, en pleno sigloveintiuno, ¿eres virgen? —Patri intentacontener su tono irónico.

—¿Cuántos años tienes? —preguntaLuis sin dar crédito.

—Sí, tengo veintisiete años, y soyvirgen, ¿qué pasa? —pregunta sin unápice de rubor en sus mejillas.

—Madre mía… eso sí que es una buenacosecha —añade el ruso a lo que Césarle

da un codazo.

Page 39: Adueñándote de mi corazón

—Eso se soluciona rápido, ¡por favor!¿Dónde están los chicos de compañía?—

grita Luis a pulmón abierto hacia labarra.

—¡Que aquí no hay ni chicas ni chicosde compañía! —Se exaspera César—,pero

lo solucionamos rápido, vámonos.

En una décima de segundo se lía larevolución. Berta sigue sin dar crédito yla pobre no pestañea como las otras dos,mientras que los chicos recogen todaslas cosas y Luis tira del brazo de Rocíopara que se levante.

Page 40: Adueñándote de mi corazón

—¡Espera, espera! —Le pide la aludida.

—No, no, madre de Dios, veintisieteaños dice, y mírala, tan tranquila. —Nose lo

puede creer.

Rocío se suelta y se sienta de nuevo, sindarle importancia al tremendo revueloque se acaba de montar, no entiendocomo en determinadas ocasiones puedellegar a tener esa parsimonia.

—A ver —pide calma con las manos—,no soy virgen por ningún motivo en

particular, soy virgen por casualidadesde la vida, a las que yo no les doy

Page 41: Adueñándote de mi corazón

ninguna importancia. Pienso que todollegará, y de verdad que gracias, pero nonecesito ningún chico de compañía.

Su tono tan natural, tan normal y tan detodo me desespera hasta a mí.

—¿Tú sabes lo que te pierdes? —pregunto alzando las cejas.

—No me importa —mueve los hombrosde manera desigual—, supongo que ya

llegará, repito. No lo he probado nunca,así que, no sé lo que es y si realmenteme estoy perdiendo algo que no deba.

—Eso no me lo habías contado…pelleja —murmura renegando Berta.

Page 42: Adueñándote de mi corazón

—Tampoco salió el tema —se intentadefender.

—Ni a mí tampoco, si te sirve deconsuelo —ataco también y hace ungesto de indiferencia con los hombros.

Bajo la expectación de todos, nosmiramos los unos a los otros sinentender la postura de ella respecto aese tema, hasta que nos tenemos que reírcuando oigo como Patri dice sin filtrocomo habitualmente hace:

—Entonces nosotras seremos muyligeras de bragas, o muy putas.

Page 43: Adueñándote de mi corazón

El lunes a primera hora entro en lapequeña caseta de chapa que tenemos enla obra, lugar donde realizo mi trabajo.Dejo el montón de planos que meacompañan a diario

en lo alto de la mesa y suelto michaqueta de cuero negro en la silla másque desgastada que tengo detrás de lamesa.

—Tanto estudiar… para terminar en unacaseta prefabricada… —murmuro con

Page 44: Adueñándote de mi corazón

desgana.

Recojo los veinte mil papeles que sedesbordan por la papelera y los metotodos en

una bolsa, abro la puerta para sacarlafuera y me encuentro al jefe de obrallegando a donde estoy.

—Buenos días Rubén, necesito quevengas un momento —me pide concierta

desesperación en su voz.

—Sí, claro, ¿qué pasa?

—Los metros de aquí —me señala el

Page 45: Adueñándote de mi corazón

plano—, no me cuadran con los que hayen la

superficie real.

Arrugo el entrecejo.

—Eso es imposible, ¿seguro que estásmirando el plano que es?

—Que sí, que sí.

Tras media hora dando vueltas dentro detreinta metros cuadrados, descubro queel

jefe de obra se ha equivocado, y el ratoque hemos perdido no sirve para nadade nada.

Page 46: Adueñándote de mi corazón

Le cambio el plano y con mala leche lepongo encima el que le pertenece a esavivienda.

—Vaya… yo… —Titubea.

—Sí, yo… —Le imito con ironía—. Mevoy antes de que se haga más tarde.

Al girarme no me da tiempo a salir de laconstrucción cuando Leire, una de lasingenieras que trabaja aquí, pone sumano en mi pecho y me para. Levanto lavista y sin querer los ojos se me van algran escote que tiene. Con rapidezdisimulo y miro sus dos esferas azulesque brillan más de lo normal estamañana.

Page 47: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué haces esta noche?

—Un buenos días estaría bien.

Sonríe a lo que yo le correspondo. Esuna mujer que físicamente siempre meha atraído, pero con la que nunca heestado y todavía ni yo mismo sé elmotivo.

—Buenos días, y ahora… —Pasea sudedo con firmeza por mi cuello—, ¿quéhaces

esta noche?

Antes de que pueda contestarle una vozalegre y con seguridad grita detrás demí.

Page 48: Adueñándote de mi corazón

—¡Esta noche tiene planes ya!

Mi cuerpo se da la vuelta por inercia,olvidándose de las caricias que Leire leestaba provocando y veo a una mujerbajita con una trenza de raíz y un…¿vestido turquesa con estampados encolor blanco?

—¿Quién eres tú y que has hecho conRocío?

En los últimos meses había cambiado unpoco, pero a tanto como vestir tonospasteles, con estampados…

—¿Te gusta el cambio?

Da una vuelta sobre sí misma tan

Page 49: Adueñándote de mi corazón

sonriente como siempre pegando unpequeño saltito, extiende sus manos paraabrirse un poco el vestido y chasca lalengua con aprobación.

—He pensado que ya estaba bien elnegro, tengo que cambiar el look, o sino… Y

ya que he conseguido guardar los polvosblancos, ¿por qué no cambiar el resto?—Se

pone un dedo pensativa en la barbilla—ven, que te lo cuento mejor en privado.

—Luego no quieres que te llame friki —me río de ella y pone los ojos en blanco.

Page 50: Adueñándote de mi corazón

Leire arruga el entrecejo y no puedoevitar reírme cuando me tira del brazo yme lleva a ninguna parte porque no sabedónde está mi caseta, ya que nunca antesme había visitado.

—Es aquí —ahora tiro yo de ella haciael interior.

Asiente y paso con energía. He de decirque aunque tengamos nuestraspuntadillas

permanentes, es una persona muyparecida a mí, ya que tiene un carácterque le levanta el ánimo a cualquiera, yaunque la primera impresión que tuve deella fue errónea, no me arrepiento dehaberla conocido un poco mejor.

Page 51: Adueñándote de mi corazón

—¿Cómo sabías donde trabajo? Norecuerdo haberte dado la direcciónnunca.

—Patri es una chivata, y Berta ya ni tecuento —se ríe— menos mal que Saraes tu

fiel amiga.

—Si porque con las otras dos, estoyvendido.

—Totalmente —suelta una carcajada.

—Bueno, ¿y por qué me honras con unavisita tuya?

—Pues verás, tengo una duda, más bien

Page 52: Adueñándote de mi corazón

no es una duda, es una proposición untanto... indecente.

—¿Sabes que estás excediendo loslímites conmigo? Al final serás miamiga fiel, lo

veo —me burlo de ella.

—Bueno, pues allá voy, proceso deamigo fiel —asiento y me tengo que reír,el mote de cabezona se lo tiene ganado—. He conocido a un chico, en realidadle conozco desde que empecé a trabajaren Barcelona, es cirujano y bueno… —Suspira con la sonrisa permanente en suslabios— yo no soy de quedar con chicoscada dos por tres y no sé cómoencauzarlo.

Page 53: Adueñándote de mi corazón

—Me parece surrealista que con la edadque tienes me estés preguntando estascosas, pero adelante, te escucho.

—Pero tú eres un experto, véase lapedazo de mujer que tenías delante conun escote que casi le llega al ombligo —alza una ceja.

—¡No seas exagerada! —Abre la bocadesmesuradamente— bueno, quizás unpoco

sí.

Me apoyo en la mesa y cruzo mis brazosa la altura del pecho haciendo que se me

marquen los bíceps, esta me mira y

Page 54: Adueñándote de mi corazón

sonríe, pero ni con esas consigo que sesonroje.

—El caso es que quiero que me enseñesa llevarme a un hombre al huerto, ocomo

se diga.

Arrugo el entrecejo mientras ella haceaspavientos con las manos, no entiendomuy

bien esta conversación.

—No sé si te pillo.

Se retuerce las manos a la vez que se ríecon nerviosismo. Repaso su figura de

Page 55: Adueñándote de mi corazón

arriba abajo un par de veces más,dándome cuenta que en realidad, loscolores pasteles tampoco le quedan tanmal.

—Pues que… —Muevo un poco lacabeza mientras presto suma atención alo que

quiere decirme— he pensado que tupodrías enseñarme que es lo que le gustaa un hombre y qué no.

—¿Pretendes que sea tu Cupido por asídecirlo?

—Más o menos.

—¡Yo no sé hacer esas cosas!

Page 56: Adueñándote de mi corazón

—Pero eres un hombre.

—¿Y?

—No sé, sabrás más que nadie que es loque le gusta a alguien de tu especie.

—¿De mi especie? —Suelto unacarcajada.

Rocío pone mala cara, resopla y se girapara marcharse. Antes de que lo haga,me

levanto, cojo su mano y la giro hasta quequeda frente a mí.

—Espera, no te enfades y salgascorriendo.

Page 57: Adueñándote de mi corazón

—Es que no sé por qué os asombra tantoque con los años que tengo no hayahecho

tantas cosas como vosotros —arruga loslabios— a lo mejor es que soy más rarade lo que pienso.

—Cada cosa lleva su tiempo, no esnecesario que las fuerces. ¿Has habladocon él

alguna vez por lo menos?

—¡Claro!

—¿Entonces? —Ahora sí que no loentiendo.

Page 58: Adueñándote de mi corazón

—Pues que… en una de las citas cuandovino a por mí a saco… me fui corriendo.

—¿En serio? —pregunto perplejo a loque ella asiente—. No puedes huir delsexo

toda tu vida.

—Pero es que me da miedo.

Alzo una ceja.

—¿Miedo?

—Sí, ¡porque no tengo ni idea de cómobarajar esa situación! Y realmente a míme

Page 59: Adueñándote de mi corazón

da igual, pero a quien le cuente que soyvirgen con veintisiete años…

—Es que lo tuyo es un poco grave, peronada que no tenga remedio —recapacitoal

darme cuenta que me estoycontradiciendo a mí mismo.

La veo titubear durante unos segundos,alza la vista y mira las paredes de lacaseta, lo que hace que comience aponerme nervioso.

—¿En qué estás pensando?

—Y si… tu… —Achico los ojos—bueno, si tú y yo… en fin…

Page 60: Adueñándote de mi corazón

—¿No me estarás pidiendo que meacueste contigo? —Alzo una cejainterrogante.

Muestra su perfecta dentadura blancaponiendo cara de no haber roto un platoen su

vida.

—Es la cosa más tonta que me han dichoen la vida —aseguro.

—¿Por qué? —Arruga el entrecejo—,¿no se supone que es solo sexo?

—¡Porque eres virgen!

—¿Y qué? ¿Mejor para ti, no?

Page 61: Adueñándote de mi corazón

Niego con la cabeza.

—No, no, no, y mil veces no.

Me paso la mano por la cara condesesperación mientras sigoescuchándola en la

lejanía, ¡está loca!

—No entiendo por qué la idea te parecetan descabellada, mejor tú que no otrocualquiera, al fin y al cabo todo quedaen “familia”.

Me giro y la miro de nuevo.

—Desde luego no sabes lo que estásdiciendo.

Page 62: Adueñándote de mi corazón

—¿Tan malo eres en la cama? —Sueltacomo si nada.

Doy dos zancadas hasta que llego a ellay la miro desde mi imponente altura, a lo

que no hace ni el amago de ponersenerviosa. Me contempla interrogante conla sonrisa permanente en los labios yniego con la cabeza.

—Berta me ha dicho que venda mivirginidad que me dan una pasta, perome da un

poco de rollo, así sin conocerle y sinnada, a ti por lo menos te conozco.

—¿Has hablado con ellas de todo esto

Page 63: Adueñándote de mi corazón

que me estás diciendo?

—¡Pues claro! Parece mentira que nonos conozcas.

—Sois como una secta, no me digas quete han empujado a venir hasta aquí parahacerme esta proposición indecente,¿no?

—Pero sin el como, y sí, me han dichoque te lo dijese a ti, y aquí estoy.

—No me lo puedo creer…

Y en cierto modo, es así. ¡En cuantoslíos me meteré más por estas mujeres!Solo

Page 64: Adueñándote de mi corazón

Dios lo sabe… Antes de que puedaseguir con mi tema de conversación tanentretenido, llaman a la puerta.

—No te muevas de aquí que no hemosterminado —le indico apuntándola conel dedo.

—Sí mi sargento —se cuadra.

Niego con la cabeza, abro el pomo yantes de que pueda decir ni buenos días,un

puño se estampa contra mi mejilla. Doydos pasos atrás tambaleándome hastaque consigo enfocar la vista al hombreque me acaba de golpear sin piedad, notengo ni idea de quién es.

Page 65: Adueñándote de mi corazón

—¿¡Tú eres el maldito Rubén!? —Megrita.

—¿Y tú siempre pegas puñetazos antesde saber a quién golpeas? —preguntoirónico.

El hombre se abalanza de nuevo haciamí con rabia, le esquivo y antes de quepueda propinarme otro golpe, consigodetenerle cogiendo una de sus manos ala vez que le apreso contra la pared deespaldas.

—¡Te has acostado con mi mujerdesgraciado! ¡Te voy a matar!

—Anda que… —murmura Rocíomeneando la cabeza.

Page 66: Adueñándote de mi corazón

—¿De qué me hablas? —No le entiendo.

—¡De Lola! ¿Con tantas te acuestas queno sabes ni quién es? ¡Has destrozadomi

matrimonio!

Abro los ojos desmesuradamente cuandorecuerdo a “Lola”, la mujer con la queestuve hace una semana, y la misma quejamás me mencionó que estaba casada…

—¡Yo no sabía que tenía marido! —Meintento excusar.

De nada me sirve. Bajo mi desconcierto,el hombre consigue soltarse de miagarre,

Page 67: Adueñándote de mi corazón

da la vuelta y antes de que pueda hacernada se abalanza sobre mí, haciendo queambos nos golpeemos con el escritorio.Los planos caen al suelo junto con todolo que hay encima. Dos minutos mástarde, Rocío intenta poner paz parasepararnos sin conseguirlo.

—¡Eh, tú, déjale! —Le grita.

Coge el hombro del individuo intentandoquitármelo de encima, y él respondedándole un manotazo en su pequeñamano. Vuelve al ataque y esta vez mepropina un

golpe con el pisapapeles en el hombroderecho, le doy un rodillazo en elestómago y consigo que tambalee unos

Page 68: Adueñándote de mi corazón

pasos atrás. Mientras intento ponerme enpie, Rocío se tira encima de élquedándose enganchada a su espalda.

—¡Suéltame imbécil!

Antes de que pueda reaccionar, lasusodicha Lola aparece como unhuracán, este se

gira, Rocío termina espatarrada en elsuelo con el vestido arremolinado yLola agarra con fuerza a su marido.

—¡Cariño por favor! —Le coge delbrazo, yo no puedo hacer otra cosa quemirarlos de hito en hito— vámonos,hablaremos en casa.

Page 69: Adueñándote de mi corazón

—¡Yo no voy a ningún sitio hasta que noacabe con él! —Me señala.

—No merece la pena, él no es nadie,vámonos por favor —le suplica.

Y sin más, salen por la puerta de mitrabajo dejándome desconcertado.Rocío me mira y hace una mueca. Leextiendo mi mano para que se ponga enpie, y ella la acepta agradecida.

—¿Estás bien?

Asiente colocándose el vestido.

—Creo que se me ha visto hasta elsujetador —exagera y me tengo que reír.

Page 70: Adueñándote de mi corazón

—Me gustan tus bragas de Minnie.

Sus labios muestran una sonrisa demedio lado que termina haciéndomesoltar una

carcajada, quizás por la tensión delmomento, o quizás simplemente por elhecho de buscarle algo de humor a ladesconcertante situación.

—Viendo esto… me queda másconfirmado de lo normal que eres unrompebragas.

A las nueve en mi casa.

Me guiña un ojo y se marcha, dejándomecon la palaba en la boca.

Page 71: Adueñándote de mi corazón

Y sin saber por qué motivo, a las nueveestoy plantado en el piso que he visitado

más veces que el mío mismo, con unabuena botella de Vodka caramelo y unabolsa de cubitos, porque si algocompartimos Rocío y yo, es la pasiónpor esa bebida en concreto, en realidadpor todo lo que tenga que ver con elVodka, de ahí que nos llevemos tan biencon Dmitry. Antes de dar dos golpes enla puerta, escucho como alguien saledetrás de mí.

Page 72: Adueñándote de mi corazón

María, la vieja cotilla.

Me contempla con los brazos cruzadossin pestañear, le quito importancia ytoco sin importarme que esté detrás.

—¿Ahora te vas a mudar a este piso? ¿Otambién vais a liarla vosotros?

No contesto.

—¡Eh! Que te estoy hablando a timindungui.

Me giro despacio hasta que consigo quenuestros ojos conecten.

—¿Perdone? —Alzo una ceja conironía.

Page 73: Adueñándote de mi corazón

—¡María! —Suelta Rocío con euforiacuando abre la puerta—, anda márchesea descansar que mañana no la veo yolevantándose a las siete para pasear aMiko.

—No lieis ningún…

—Que nooo —contesta con cansanciosin dejarla terminar de hablar.

Tira de mi camisa y me arrastra alinterior del piso con una sonrisa, sinapartarle la mirada a María, y como no,diciéndole adiós con la mano.

—¿Quién es Miko? —preguntoextrañado.

Page 74: Adueñándote de mi corazón

—Su cerdito.

—¿Tiene un cerdo en casa? —preguntoescandalizado.

Asiente mientras se dirige a la cocina.

—¿Y luego nos llama raros a nosotros?Esa mujer debería de mirarse la entradaa

un psiquiátrico.

—Solo hay que entenderla —me gritadesde la cocina— está sola desde hacediez

años que su hijo el pequeño se casó, ysu hija la mayor no viene ni a verla, una

Page 75: Adueñándote de mi corazón

película en toda regla. Por lo menos conMiko se entretiene.

—Y con nosotros… —Reniego.

—¡Si no tiene otra cosa que hacer! No laentendéis.

Me asomo hasta que veo que hay variosplatos encima de la barra de la cocinatapados. Voy a meter la mano en uno deellos y antes de que pueda probar lo queparecen unas deliciosas croquetas, meda un manotazo.

—¡Te la corto! —Me amenaza.

—¿El qué? —Sonrío picarón.

Page 76: Adueñándote de mi corazón

Pone los ojos en blanco de maneradesesperada y no puedo evitaracordarme de Sara, y las miles de vecesque hace ese mismo gesto. Termina debatir una especie de salsa blanca quelleva en un bol mediano y lo deja al ladode uno de los platos que estáperfectamente adornado con patatas yzanahorias.

—¿Qué tenemos para cenar? —Me frotolas manos.

—Todo lo que ves encima de la barra.Te quejarás que llevo toda la tardepreparando la cena.

—Para nada me quejo, pero sí tengo quedecirte que no me vas a comprar —

Page 77: Adueñándote de mi corazón

sonrío.

—¿A qué te refieres?

Apoya las manos en lo alto de laencimera y me mira con interés. Cruzomis brazos

a la altura del pecho, observándola eintentando ponerme serio, cosa que noconsigo mantener ya que con ella esimposible no sonreír al ver sus muecas.Suspiro un par de veces preparándomepara contarle la decisión que he tomadoviniendo hacia aquí.

—Estoy esperando —tamborilea loscinco dedos de la mano derecha en la

Page 78: Adueñándote de mi corazón

encimera.

—No voy a acostarme contigo.

Alza una ceja.

—No hagas más gestos, que no. Llevopensándolo desde que te fuiste de allí yno,

rotundamente no.

No contesta. Coge los platos que haydepositados en la encimera con unahabilidad

asombrosa, los reparte todos en lo altode la mesa del salón y echa hacia atrásla silla en la que se supone que me tengo

Page 79: Adueñándote de mi corazón

que sentar.

—Pon tu perfecto y esplendido culoaquí, zoquete.

Sonrío y me dirijo con galantería haciadonde está. Antes de sentarme, me parounos segundos a escasos metros de ella,la miro desde mi imponente altura, nicorta ni perezosa clava sus enormes ojosverdes en mí con intensidad. En esemomento por alguna razón, parece que elmundo deja de girar alrededor denosotros. Finalmente soy yo quien apartala mirada, tomando asiento.

—¿No crees que te has pasado haciendocomida? ¿O viene alguien más a cenar?

Page 80: Adueñándote de mi corazón

—Hombre, si tú quieres podemosinvitar a Lola, lo mismo le apetece venircon su

marido —canturrea.

—Oh, no me lo recuerdes —hago ungesto con la mano mientras me río.

—¿No sabías que estaba casada deverdad? —Se interesa.

—Te juro que no. Además soy unapersona a la que no le gusta meterse enlos matrimonios, eso solo traeproblemas, a la vista está.

Asiente y de nuevo hace sus particularesgestos graciosos. Toma asiento y entre

Page 81: Adueñándote de mi corazón

bocado y bocado, nos devoramos lamitad de lo que hay en la mesa.

—Bueno, creo que es el momento de queme hables del famoso cirujano.

—Ajá —murmura masticando—. Sellama Mateo es un poquito más alto queyo, moreno, con los ojos castaños, uncuerpo normalito…

—¿Qué quiere decir un cuerponormalito? —Arqueo una cejainterrumpiéndola.

—Pues que no está así como tú —haceun gesto como si fuera un oso—, tan…

musculoso. Es más del montón, pero es

Page 82: Adueñándote de mi corazón

mono.

—Mmm, si todavía no tenéis nada y yaestás diciendo que es “mono”, mal vas.

—Ya lo has dicho tú —me fulmina conla mirada—, por lo menos no me ponepegas

para acostarse conmigo.

Suspiro a la misma vez que me río.

—Te recuerdo que me estás pidiendoconsejo y sé más que tú, y sí, yo nopienso acostarme contigo. Ahoracuéntame la parte en la que salescorriendo, eso no me lo puedo perderpor nada del mundo.

Page 83: Adueñándote de mi corazón

—Qué gracioso —comenta con retintín—. Pues verás, la tercera vez quequedamos

fue en su casa, y cuando fue a darme unbeso…

—Saliste con el rabo entre las piernas.

Asiente en repetidas ocasiones,mirándome como si me estuvieradiciendo lo más

normal del mundo.

—¿Qué le dijiste?

—Qué al día siguiente tenía quemadrugar…

Page 84: Adueñándote de mi corazón

—Vaya excusa más mala —me río acarcajada limpia—, no me quieroimaginar la

cara que se le quedaría al pobre. Menosmal que no tienes experiencia con estascosas, que si no diría que te hasinventado una excusa de las habitualescuando quieres que alguien te deje enpaz.

—¿Ah sí?

Esta vez el que asiente en repetidasocasiones soy yo. Toma un sorbo de sucopa de

vino, y después continúa.

Page 85: Adueñándote de mi corazón

—Al día siguiente me llamó, no entendíami actitud.

—Obvio.

—Más que obvio, le dije que no mepasaba nada y que el sábadoquedábamos.

—¿Y fuiste o esta vez le dijiste que tedolía la cabeza?

Suelto otra carcajada y ella me tira laservilleta en lo alto de la cabeza, meaparto para que no me dé y lo consigo.

—Mira que tienes mala puntería, habríaque verte jugando a los dardos.

Page 86: Adueñándote de mi corazón

—Seguro que te lo clavaría en el culoidiota.

—¡Que obsesión tienes con mi culo!

Se levanta y al pasar por mi lado mepropina un golpe en el mismo hombroque el

marido de Lola me dio con elpisapapeles, lo que hace que me queje yella se gire.

—¿Tan blando eres? Ni la mantequillanene…

—Soy bastante duro nena… —La imito—, pero me has dado en el hombro queesta

Page 87: Adueñándote de mi corazón

mañana ha pasado por una peligrosabatalla.

—¿Tienes algo?

Niego.

—A ver déjame verlo.

—Que no hace falta.

—Que me dejes —se pone delante demí.

—Que no —arrugo el entrecejo.

Coge un cuchillo de la mesa y me señalacon el dedo.

Page 88: Adueñándote de mi corazón

—O me dejas, o te rompo la camisa feaque llevas.

—¿Qué problema tienes con mi camisa?—Me la miro.

—Que tiene un color cagalera, no sécómo has podido salir a la calle coneso.

Déjame verte el golpe.

Resoplo como un toro y finalmentetermino sacando la camisa por micabeza, y dejándola arremolinada en mismanos sin llegar a quitármela del todo.

—Desde luego que no sabes qué hacerpara verme desnudo…

Page 89: Adueñándote de mi corazón

—¡Calla tonto! —Me regaña—. Menudomorado, espera que te pongo unapomada

para que no se te inflame más.

Con ligereza llega hasta el cuarto debaño, mientras oigo como busca yrebusca por

los muebles, hasta que finalmentetermina resoplando.

—No te preocupes, mañana me comprouna.

Al no recibir respuesta por su parte, melevanto, me dirijo al baño y la encuentro

Page 90: Adueñándote de mi corazón

tirada en el suelo mirando en los últimoscajones del mueble blanco.

—¡La tengo! Siéntate aquí mismo.

Hago lo que me dice. Contemplo comoabre la crema concentrada, se pone unpoquito de ella en el dedo índice y loextiende por el hombro. La observodetenidamente, su largo cabello negroestá recogido en una cola alta, supequeño y llamativo cuerpo se dibujabajo un pantalón vaquero que le quedacomo un guante, y la blusa de coloramarillo con estampados en blanco,hace que resalte un poco más su morenatez, algo que antes era imposiblevisualizar debajo de esos polvos

Page 91: Adueñándote de mi corazón

blanquecinos que se aplicaba.

—¿Ahora toda la ropa que tienes es conestampados?

—Casi —contesta concentrada—, estoya está. Ponte la camisa, a ver si te vas aresfriar.

—¿Sabes que en invierno la gente llevaropa oscura?

—¿Y qué tiene de malo que me pongacolores vivos? A mí me gustan.

Hago un gesto con los labios y sonrío, seda la vuelta y puedo notar como sonríe.

Antes de que pueda marcharse cojo su

Page 92: Adueñándote de mi corazón

mano y la giro para que quede frente amí. Me

pongo de pie clavando mi oscura miradaen ella, observo como entreabre suslabios, lo que hace que mi entrepiernaempiece a endurecerse sin motivo, y sinconseguir entenderlo ni yo mismo.

—¿Por qué no le dices que no hasestado con nadie y listo? —pregunto conun hilo

de voz sin saber por qué.

Hace un gesto de indiferencia con loshombros pero no contesta.

—¿Por qué no quieres acostarte

Page 93: Adueñándote de mi corazón

conmigo? ¿Tan mal te caigo? ¿O tanpoco te atraigo

como mujer? —Arruga el entrecejo.

Niego y tengo que sonreír. La cojo de lacintura y la pego a mi cuerpo, haciendoque note el bulto que tengo entre laspiernas, ella me mira con másintensidad, pero en ningún momento sesepara.

—Si no me atrajeras como mujer noestaría así, si me cayeras mal, no estaríaaquí,

y ese, es el mayor motivo.

—No sé si te entiendo.

Page 94: Adueñándote de mi corazón

—No quiero que perdamos lo que yatenemos por un polvo —aseguro.

—En ningún momento te he pedido quesea algo más que eso —contesta fijandomás sus ojos en los míos.

Durante un segundo se hace el silencioentre nosotros. Acerco mi boca a lasuya, esperando que huya de algunamanera, solo que en vez de hacerlo,permanece expectante hasta saber cuálserá mi siguiente paso. Aprieto más sucuerpo contra el mío, mientras que conla mano libre agarro su nuca para acabarcon la distancia que separa su boca de lamía.

Nos fundimos en un beso pausado y

Page 95: Adueñándote de mi corazón

sensible, que poco a poco comienza aconvertirse en algo peligroso ydemasiado salvaje como para seguirlo.Con lentitud aparto mi boca de la suya,fijo mis ojos en los suyos y veo el brilloextraño… El mismo que te ciega dedeseo cuando cruzas la líneainfranqueable entre un amigo y unamante.

—¿Vamos a por esos chupitos de Vodkacaramelo?

Page 96: Adueñándote de mi corazón

A la mañana siguiente despierto cuandoel dichoso despertador me indica que eshora de ir a trabajar, enredado entre lassábanas de mi cama con un dolor decabeza terrible. Lo apago de unmanotazo y suspiro varias veces antesde estirarme todo lo que puedo y más.Antes de levantarme de la cama veo quetengo un WhatsApp, es de Patri.

— Comemos en mi casa, a la una allí,como tardes un minuto más en llegar, tequedas sin plato.

Tengo que reírme con ella y su humorparticular que no cualquiera entiende.Ahora

sé por qué tanto el ruso como ella se

Page 97: Adueñándote de mi corazón

complementan a la perfección. En esemomento

me fijo en la fecha del móvil, y me doycuenta de que hoy es sábado y noviernes, y como no, se me ha olvidadoapagar la alarma. Me levanto, mecambio de ropa y salgo

un rato a correr para despejar la mente.

Una hora después estoy preparándomepara salir de casa, cuando antes de quelo haga suena el timbre de la entrada. Alabrir la puerta me encuentro con mihermano Pablo, que si no llega a serporque nos llevamos tres años dediferencia y él es un pelín más bajo queyo, podría decir perfectamente que es mi

Page 98: Adueñándote de mi corazón

hermano gemelo.

—¿Ahora te levantas? —grita.

—¡Agg! ¿Por qué chillas? —Me toco lacabeza.

—¿Qué pasa? ¿Estuviste anoche defiesta? No vas a cambiar hermano…

—En cierto modo, sí y no.

—No sé si te entiendo. Es igual, ¿quévas a hacer hoy?

Se tira en el sofá como Pedro por sucasa y me mira. Cierro la puerta y medirijo a mi habitación para terminar devestirme.

Page 99: Adueñándote de mi corazón

—He quedado con unos amigos paracomer, ya tengo planes. ¿Has habladocon mamá?

—Sí, me dijo que en unas semanastendremos comida familiar, ya sabes quevendrán los estirados de tus primoshaciéndose los interesantes con susvidas perfectas y sus mujeres perfectas.Supongo que nos avisará con tiempo.

—¿Y? Tú estás soltero y punto, ni quetuviera que importarte.

Salgo de la habitación y voy direcciónal baño para “bañarme” prácticamenteen el

perfume.

Page 100: Adueñándote de mi corazón

—Ya sabes lo pesada que es tu madrecon ese tema. Aunque si te paras apensar,

después le llevas a alguien y nunca estáa la altura —reniega.

—Entonces, hazte el sueco y listo. No ledes más vueltas.

Abro la puerta y espero a que salgamientras sigue despotricando por lacomida de

la cual, ni siquiera tenemos fecha. Esalgo que a Pablo siempre le gustó, irdelante de la banda sonora.

—¿Tienes algún plan esta noche?

Page 101: Adueñándote de mi corazón

Podríamos quedar para tomarnos unascopas y…

lo que surja —pone cara de interesante.

—Está bien, luego te llamo cuandoacabe.

Cuarenta minutos más tarde aparco elcoche en la casa de Dmitry y Patri, alver los rosales de la entrada, tengo quereírme al recordar lo que tantas vecesdicen cuando tienen alguna riña: te voy aenterrar en los rosales de mi casa.Frase que antes era del ruso y que ahora,obviamente es de los dos.

—¡Vamos!

Page 102: Adueñándote de mi corazón

Patri me hace aspavientos con lasmanos, me bajo con una sonrisa en loslabios.

—He llegado puntual.

—Más te valía.

Al llegar a su altura me da un abrazo delos que si pudieran te partían todos loshuesos del cuerpo.

—Tú y yo tenemos que hablar —laseñalo con el dedo.

—Yo no he hecho nada…

Se da la vuelta con una sonrisa de niñabuena en los labios y desaparece en el

Page 103: Adueñándote de mi corazón

salón. Antes de entrar veo que Rocíollega y deja su coche justamente detrásdel mío, me espero a que se baje y alhacerlo clava sus ojos en los míos.

—Hola —sonrío a la vez que la saludo.

—Hola.

Arrugo el entrecejo al notarla tan seria.Pasa por mi lado y entra sin decir nadamás, al llegar se sienta en el sofá y sepone las manos en los ojos, a la vez quesuspira varias veces.

—¿Estás bien? —pregunta Berta a laque todavía no había visto.

Asiente pero no habla. Decido dejarle

Page 104: Adueñándote de mi corazón

su espacio para después hablar con ellay me

voy a la terraza de atrás donde Luis,Dmitry y César se encuentran haciendouna barbacoa.

—¡Hombre! Llegó el que nos faltaba,cógete una cerveza del cubo —diceLuis.

Miro el susodicho cubo y veo que hanmetido tropecientos mil cubitos con unmontón de botellines de cerveza dentro.

—Está claro que de sed no vais a morir.

—Eso nunca —asegura Dmitry—,¿cómo lo llevas?

Page 105: Adueñándote de mi corazón

Le miro sin entender a qué se refiere.

—Que si ya te has pinchado a la canija,básicamente —me aclara César.

—¿Vosotros también? —Suelto unbufido—, desde luego que no sé quiénes peor si

ellas o vosotros.

—¡Ellas! —contestan al unísono lostres.

—Creo que deberíais pensarlo bien…—murmuro con desgana.

—No sé a qué estás dándole tantasvueltas —comenta Luis.

Page 106: Adueñándote de mi corazón

—Ni yo. Con la fácil que es, mira que tegusta hacerte el interesante…

—No es el interesante Dmitry, es unaamiga.

—Ya claro… ¿Y tú nunca te hasacostado con tus amigas, no? ¡Venga ya!

—No lieis más las cosas vosotrostambién, he dicho que no, y punto.

Niegan con la cabeza en el mismoinstante en el que las chicas aparecen enla terraza, se sientan alrededor de lamesa y la primera en abrir la boca esPatri.

—¿Te ha empotrado ya?

Page 107: Adueñándote de mi corazón

Rocío me mira y yo hago lo mismo,alrededor de nosotros se crea unsilencio extenso en el que esperan larespuesta de alguno de los dos.

—No, ¿no se nota? —pregunta César—sino, Rocío vendría con un brillodistinto

en los ojos.

—O sin poder andar, todo depende decómo esté el menda de dotado —aseguraDmitry.

—¡Por Dios! No seas tan burro, ¿tu esque no le enseñas modales a tu marido?—

Page 108: Adueñándote de mi corazón

pregunta Berta mirando a Patri.

—Perdona, que tú no eres muy fina quese diga, que lo de diva ya se te haquedado

en un mito, o en la suela de los zapatos.

Berta achica los ojos mientras que laotra sonríe con satisfacción, suspiro yniego con la cabeza. Rocío por su partepone los ojos en el cielo y resopla. Y enestas conversaciones es cuando más veoque se me están pegando demasiadascosas del grupo llamado “familia” quetenemos.

—Pues sin desviarnos del tema, siRubén no quiere, tengo un candidato.

Page 109: Adueñándote de mi corazón

—¿Tú te dedicas a decir a pompa ysonete lo de mi virginidad?

Patricia niega con la cabeza, y Rocíoalza una ceja sin llegar a creérselo. Eltema comienza a irse de madre cuandotodos comentan, momento en el que todoel mundo tiene un amigo que estaríadispuesto a terminar con la supuestapureza de la aludida.

—Y si no, esta noche salimos y esto esmuy sencillo, con el primero que pilles—

salta Berta como si tal cosa.

—¡Anda ya! ¿Pero tú te estás oyendo?—pregunto sin dar crédito.

Page 110: Adueñándote de mi corazón

—¿Y a ti que más te da?

La pregunta por parte de Rocío me dejasin habla.

—¿No quieres acostarte de primeras conel cirujano y te vas a tirar a cualquiera?

No te entiendo…

—Te están haciendo la anchoa —murmura Luis muy bajo para que nadiele oiga.

—¿Qué? —pregunto sin entenderle.

Este mueve los ojos a modo: no teenteras de que te la están pegando ytengo que suspirar.

Page 111: Adueñándote de mi corazón

—¡Eh, tú!, ¿qué dices? —preguntaBerta.

—Nada cariñín —contestacanturreando.

—Son mujeres Rubén, no lo olvides, aver si te voy a tener que mandar unWhatsApp —reniega Dmitry.

Achico los ojos un poco hasta quefinalmente consigo cambiar de tema, loque hace

que todo el mundo se olvide de lamaravillosa conversación que minutosantes estábamos teniendo.

Después de una entretenida tarde

Page 112: Adueñándote de mi corazón

soltando una burrada tras otra por partede todos, decidimos ir a tomarnos unascopas a uno de los locales cercanos a micasa sobre las doce de la noche. Saraconsigue dejar a los niños con Soraya,la madre de César quien encantada seinstala en su casa en menos de una horacon todas las cosas necesarias yaprovecha la ocasión para que Katiaduerma con ellas también, ya que Patri yDmitry no tienen a nadie cercano en estemomento. En el trayecto decido enviarleun mensaje a mi hermano y que de paso,se una a nosotros.

—¿Un mal día?

Al entrar al pub me pongo al lado de

Page 113: Adueñándote de mi corazón

Rocío, interesándome por su estado deánimo

horas atrás.

—He discutido con una de las pediatrasdel hospital. No había tenido tantasganas

de arrancarle el pelo a nadie en mi vida,y mira que yo no soy una maleante, aquídonde me ves.

—¿Tan grave ha sido?

—Qué va. Solo que quiere destacar másque yo, y no sabe cómo hacerlo. Elprotagonismo es algo que me repatea, ymás cuando intenta echar por tierra mi

Page 114: Adueñándote de mi corazón

trabajo.

La cojo por los hombros y la estrechocontra mí, dándole un beso en el pelo.Me

mira y sonríe como siempre, momentoen el que confirmo que el beso deanoche no fue nada más que eso, unbeso.

—¿Vais a sentaros o vamos a darlealegría al cuerpo? —pregunta Patri.

—¿Quién es ese que viene tan decidohacia dónde estamos que se parece tantoa ti?

—pregunta Berta señalando con el dedo

Page 115: Adueñándote de mi corazón

a Pablo.

—Mi hermano.

Todos se giran para mirarle y en esepreciso instante oigo como ellassuspiran incluida Rocío. La miro yarrugo el entrecejo.

—No sabía que tenías un hermano tan…parecido a ti —añade Sara.

—Porque nunca os lo había dicho —sonrío.

Después de un sinfín de presentaciones ymiraditas aprobatorias por parte deellas, nos acercamos a la barra a pedir.

Page 116: Adueñándote de mi corazón

—Y bueno Pablo, ¿tienes novia? —pregunta Patri.

—No —sonríe.

—¡Anda! Mira mi amiga Rocío tambiénestá soltera, ¿has visto que atractiva es?

Achico los ojos y la fulmino con lamirada, ella me mira con cara desuperioridad y Dmitry se ríe a mi costasin parar. Le doy un codazo y al finaltiene que darse la vuelta para que no sele note.

—Podrías sacarla a bailar, sabe menearel esqueleto bastante bien.

Esto último lo dice cerca de su oído y

Page 117: Adueñándote de mi corazón

no sé por qué motivo me enfada más, siporque está intentando que mi hermanose la lleve o porque mientras lo hace meestá mirando de reojo.

—A lo mejor no le apetece bailar —sentencio.

—Oh, eso tú no lo sabes —asegura ella.

—O tal vez sí lo sepa.

Tiro de su codo hasta que queda a mialtura, cojo la copa de la barra y denuevo la aniquilo con la mirada.

—Podrías preguntarle —Patri le animay mi hermano sonríe satisfecho.

Page 118: Adueñándote de mi corazón

Y antes de que pueda hacer nada, Pablose dirige a nuestra mesa y la saca abailar.

Me siento cabreado como una mona enuno de los taburetes de la barra y mirolas miles de botellas que tengo delantedurante lo que parece una eternidad,hasta que un rato después Sara se sientaa mi lado.

—¿Por qué te molesta que tu hermanoesté bailando con ella?

—No me molesta Sara.

—Sí que lo hace, llevas sentado en labarra desde que hemos llegado, y deeso, hace más de dos horas. ¿No te duele

Page 119: Adueñándote de mi corazón

el culo?

—No.

—Venga no seas soso, ¡sal a bailar!

Miro por el cristal que tengo a laderecha, el mismo que he estadoevitando toda la noche y observo comoRocío se contonea junto a Pablo demanera sensual, tanto que haría perder lacabeza a cualquier hombre. Suspiro unpar de veces hasta que oigo como denuevo, Sara me habla.

—No es mala chica.

—Yo no he dicho que lo sea —contestocon rapidez.

Page 120: Adueñándote de mi corazón

—Entonces ¿a qué temes?

—A nada. Simplemente no quieroperder la amistad con ella, y muchomenos tener

más problemas de los que ya me daisvosotras.

—Que ataque más gratuito.

La miro de reojo y veo como se ríe.Viene hacia mí y deposita un casto besoen mi

mejilla, para después susurrarme aloído:

—Pues como te descuides, alguien que

Page 121: Adueñándote de mi corazón

sé no va a tener tanta compasión conella.

De nuevo fijo los ojos en el cristal yesta vez, Pablo se acerca más de lacuenta metiendo la cabeza en su cuello.Rocío parece no darse cuenta de lasintenciones de mi hermano, pero yo,conociéndole, las sé de sobra.

El sonido de mi teléfono me saca delsueño en el que estaba en el momentomás oportuno que ahora mismo no

Page 122: Adueñándote de mi corazón

recuerdo, como suele pasar la mayoríade veces que nos

despertamos sin saber qué estábamossoñando y que solo tenemos claro queera algo que nos gustaba y maldecimosalgunas veces por no recordarlo.

Miro la pantalla y veo el nombre de lacanija en él. Cuelgo y de nuevo hundomi cabeza en la almohada para intentaratrapar ese sueño, pero esta vez, unostremendos golpes me hacen levantarlade sopetón. Arrugo el entrecejo y conlos calzoncillos como única prenda quetapa mi cuerpo, me levanto con pasodecidido, hasta que escucho como mellaman detrás de la puerta, a la vez que

Page 123: Adueñándote de mi corazón

la aporrean con más ganas.

—¡Rubén! ¡Rubén!

Abro y ahí está. Despeinada, con elrímel hasta la barbilla casi, y el vestidoque lleva con una mancha considerablede algún líquido. A todo esto hay quesumarle la cara de enfado que tiene a lasnueve de la mañana.

—¿Qué pasa? —pregunto malhumorado.

Se abre paso sin decir nada y entra enmi apartamento. Veo como mira a sualrededor inspeccionando las cuatrocosas que tengo en los cincuenta metrosde mi

Page 124: Adueñándote de mi corazón

“hogar”. Se pone las manos en la cinturay me mira con el entrecejo fruncido a lavez que resopla un par de veces.

—¿Se puede saber dónde estabas?

—¿Y a ti qué más te da? —Espetoborde.

—¡No puedes desaparecer de los sitiosasí como así! —Me regaña.

—¿Y te das cuenta que no estoy a lasnueve de la mañana? —Ironizoseñalándome

la muñeca como si tuviera un reloj.

Titubea antes de contestarme y al final

Page 125: Adueñándote de mi corazón

termina resoplando de nuevo.

—¿Y qué maneras son esas de abrir lapuerta? ¿Así recibes a todas tus visitas?

Me señala los calzoncillos negros quellevo puestos. La miro con mala cara,cojo el pomo de la puerta y la abroinvitándola a que se vaya. No estoy dehumor.

—¿Y se puede saber si tú vas con esaspintas a tocarle a la puerta a todo elmundo?

O más bien diría que a echársela aabajo, porque poco te ha faltado —reniego con malas maneras—. Estoybien, estoy en mi casa y voy como me da

Page 126: Adueñándote de mi corazón

la gana.

—Eres un estúpido —se cruza debrazos.

—Y tú una impertinente. Ahora si mepermites, me voy a la cama, y tú tepuedes ir a hacer… —Pienso antes dehablar— lo que estuvieras haciendo —despotrico con cara

de enfado.

Miro al frente evitando cruzarme con susdos hermosos prados verdes que meobservan con rabia. Suspira, descruzasus brazos y se para a mi lado, antes desalir gira su rostro y me mira. Intentomantener la vista al frente pero por

Page 127: Adueñándote de mi corazón

alguna extraña razón, no puedo evitarmirarla.

Mantenemos una conexión fija queninguno de los dos desea interrumpir.Siento como mi pecho sube y bajadesbocado, a la vez que noto como mienfado mengua de

manera considerable, como si sus ojosfueran lo único que necesito para calmarese malestar que tengo dentro. Derepente siento la misma ansia porbesarla que el otro día cuandoestábamos en su casa, giro mi cuerpo unpoco y todo se esfuma de un plumazo

cuando veo aparecer a mi hermano porlas escaleras.

Page 128: Adueñándote de mi corazón

—¡Vaya, le hemos encontrado!

¿Le hemos? O sea que han estadojuntos… Noto como el pulso se meacelera otra

vez y algo parecido a la ira me invade.

—Sí —me mira con desdén—, y encimaestá especialmente gilipollas estamañana.

Empuja la puerta hacia fuera y pasa porella sin mirar atrás, pulsa el botón delascensor y espera paciente.

—¿Por qué te fuiste ayer? ¡Te perdistelo mejor! —Asegura mi hermano.

Page 129: Adueñándote de mi corazón

No le contesto, al revés, mantengo mivista fija en la mujer de cabello negrocomo

la noche que entra en ese precisoinstante en el ascensor. Se gira, me miraaltiva y después se dirige a Pablo.

—¿Vienes?

—¡Claro! —contesta con euforia—, nosvemos luego hermano.

Se gira hacia mí y me guiña un ojo.Mantengo la vista en ella, hasta que laspuertas del ascensor se cierran ydesaparece ante mí. Cuando quierodarme cuenta, me duelen las manos alhaber estado apretando los puños de

Page 130: Adueñándote de mi corazón

manera inconsciente. Cierro dando unportazo que resuena en todo el bloque, ycomienzo a dar vueltas por elapartamento como un león enjaulado.Como si algo me empujara, me dirijo ami habitación, me pongo lo primero queencuentro a mi paso, salgo a toda prisa ycojo las llaves del coche.

Sin saber muy bien qué hago, pocotiempo después me encuentro aparcandoel coche en el portal de Rocío, y lamisma “cosa extraña” que me habíaimpulsado antes a vestirme, lo hace paraque suba las escaleras del piso y graciasa las casualidades, el portal se encuentraabierto. Al llegar a su puerta toco coninsistencia. Nadie me abre.

Page 131: Adueñándote de mi corazón

Me desespero y vuelvo a intentarlo estavez con más energía, mientras espero aque

la vecina de enfrente abra su puerta y mediga quien hay con ella, cosa que nosurge efecto ya que nadie sale arecibirme. Cuando golpeo la puerta porenésima vez, antes de que me dé tiempoa tocarla de nuevo se abre y Rocíoaparece tras ella con un vestido que másbien parece una camiseta de lo corto quees.

—¿Qué quieres?

Pregunta con mal genio como con el queyo la recibí antes en mí casa, mientas se

Page 132: Adueñándote de mi corazón

seca el pelo con brío con un toalla.Entro y cierro de un portazo parecido alque pegué en mi apartamento, buscandocon la mirada como un poseso a mihermano.

—¿Dónde está? —Gruño.

—¿Dónde está quién Rubén?

Paso por su lado y me encamino hacia elpasillo con decisión.

—¡Espera!

Esa simple palabra me saca de miscasillas sin saber por qué demonios.Cojo la manivela de la puerta de suhabitación y la abro con decisión, y al

Page 133: Adueñándote de mi corazón

darme cuenta que no hay nadie, los ojosse me van directos al cuarto de baño.Hago lo mismo y como una

bala voy hacia allí, oyendo como Rocíome persigue por la casa a toda prisa.

—¿Se puede saber qué haces? —pregunta histérica.

Antes de llegar me giro hacia ella.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —Arrugo el entrecejo.

—¡Yo no estoy nerviosa! ¡Pareces unputo loco!

Achico los ojos y abro la puerta del

Page 134: Adueñándote de mi corazón

baño sin importarme lo que despotricapor detrás. Encuentro dos toallas en elsuelo, me da tiempo a inspeccionar eltamaño; una grande y una pequeña. Megiro de nuevo y voy a las doshabitaciones que me quedan,

antes de que pueda abrir la última puertaque me falta, Rocío me para.

—¿¡Se puede saber qué demonioshaces!? —grita fuera de sí —¿o a quiéncojones

buscas? Porque hasta donde yo sé, ¡vivosola!

Noto como mis pulmones cogen aire condificultad, la miro cabreado hasta decir

Page 135: Adueñándote de mi corazón

basta y suelto el aire contenido cuandola abro y no encuentro a nadie tampoco.

—¿Dónde está mi hermano?

—¡Y yo que sé! —Hace aspavientos conlas manos— ¿para eso has venido? ¿Esque eres su canguro o algo por el estilo?

—Eso parece… —respondo de malagana.

Me paso una mano por la cara, ¿quécoño estás haciendo?

—Pues no está aquí, para algo existenlos teléfonos…

Antes de terminar de hablar se calla y

Page 136: Adueñándote de mi corazón

me mira achicando los ojos. Termino defrotarme la cara, momento en el queparo mi mano a la altura de mi barbilla yfijo mis ojos en los suyos.

—¿Qué? —pregunto como si nada.

—Tú no estarás aquí pensando que tuhermano y yo, estábamos haciendo algo,¿no?

Achica tanto sus grandes ojos que enbreve los cerrará por completo.

—No.

Para nada sueno convincente y no sé porqué narices me sale ese tono idiota queme

Page 137: Adueñándote de mi corazón

delata por completo. Desvío la miradahacia la puerta, otro signo que aseguralo evidente.

—Rubén…

Pronuncia mi nombre con retintín yrabia.

—Me voy —añado pasando por su lado.

No la oigo decir ni media palabra hastaque como si un bofetón llegara, escuchoque me dice:

—¿Quieres que te diga si me heacostado con tu hermano? ¿Tanto teimporta?

Page 138: Adueñándote de mi corazón

Me giro como la niña del exorcista,fulminándola con la mirada.

—Yo sé cómo es mi hermano, eso es loque me importa —pienso en la manerade

preguntarlo sin que se note demasiadoque quiero saber si es así o no—, ytampoco quiero que te haga daño.

Asiente sin convencimiento.

—Te debe de dar igual, así que, no te lovoy a decir —sonríe con malicia.

Asiento y por primera vez en mi vida, nosé ni cómo contestar, ni cómoreaccionar.

Page 139: Adueñándote de mi corazón

Avanza unos pasos hasta que llega a mí,me mira altiva inclinando su cuellohacia arriba y con seguridad en suspalabras murmura sin titubear:

—Y ahora si me permites, me voy a lacama, y tú te puedes ir a hacer… —Meimita

con las mismas palabras que le dije enmi apartamento minutos antes— lo queestuvieras haciendo.

Se gira dejándome sin palabras, algo untanto extraño en mí. Cojo su codo antesde

que se vaya, haciendo que quede frente amí. Doy un paso hacia delante,

Page 140: Adueñándote de mi corazón

acortando toda la distancia entrenosotros, mirándola fijamente a los ojos.Puedo ver su enfado en ellos, y antes deque pueda pensar en lo que estoydiciendo siquiera, las palabras salensolas de mi boca.

—Acepto tu proposición indecente.

Su semblante cambia por completo y nosé descifrar si de alivio o de verdaderopánico. Se suelta de mi agarre conrapidez, da un paso atrás y me mira sin

Page 141: Adueñándote de mi corazón

titubear.

—No es necesario. Olvida lo que tedije.

Se gira, encaminándose hacía la cocina.Voy en su búsqueda y antes de que pueda

meterse detrás de la barra me pongofrente a ella. Tiene que parar su caminoen seco para no estamparse conmigo.

—Sí, sí es necesario, ¿no es lo quequerías?

No me mira.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —pregunto con picardía.

Page 142: Adueñándote de mi corazón

Intento disipar toda la tensión que hemosacumulado desde ayer por la noche,pero

no parece ponérmelo fácil. Y por qué nodecirlo, antes de arrepentirme mástodavía de lo que acabo de decir, hagotodo lo posible porque ella misma sea laque me pida que me vaya y no cometauna locura. Cosa que contradigo, ya quecuando me esquiva, mi

deseo por hacerla mía ruge con másfuerza.

—¿Ahora tienes miedo canija?

Me aparta poniendo la mano en mipecho, llega al fregadero y apoya las

Page 143: Adueñándote de mi corazón

palmas de

las manos en los filos, no sé si cogiendoaire o intentando no darse la vuelta ysoltarme una fresca. Me pongo detrás deella, con delicadeza bajo una de las tirasde su vestidito supermegacorto y conlentitud aposento mi boca en su hombro,donde comienzo un reguero de besoshasta su cuello. Una de mis manos se vaa su cintura, mientras que con la otra,repaso el contorno de su figuramilímetro a milímetro en repetidasocasiones. Quiero creer que parará todolo que está sucediendo, pero cuando sucabeza recae sobre mi pecho soltando unsuspiro de placer, mi mente se nubla yen ese instante sé que estoy perdido.

Page 144: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué sientes? —murmuro roncamenteen su oído.

—Un hormigueo —contesta con un hilode voz a la vez que noto como tragasaliva.

Pongo mi mano en su bajo vientre y ellada un respingo al no esperarse esecontacto. Pego su cintura a mí, haciendoque note lo que poco a poco hace quemis pantalones vayan a explotar.

—¿Aquí? —susurro sensual.

Asiente sin poder articular palabra. Lagiro haciendo que quedemos frente afrente, agarro con fuerza su cintura y lasiento en lo alto de la encimera de la

Page 145: Adueñándote de mi corazón

cocina. Por un instante miro sus ojoscargados de un deseo oculto que ni ellamisma sabe que posee.

Junto mis labios con los suyos,fundiéndonos en un temible beso que acada paso que doy comienza aconvertirse en ese peligro del que nosabes si es mejor huir o quedarte.

Con determinación pongo mi manoderecha en uno de sus muslos,ascendiendo sin descanso hasta su sexo,sorprendiéndome al no encontrarmeropa interior encima de este.

—¿Lo tenías planeado? ¿O tanpredecible soy? —murmuro roncamente.

Page 146: Adueñándote de mi corazón

Separo mis labios lo justo para poderpreguntárselo, de su garganta sale unapequeña carcajada lo que hace que tengaque sonreír.

—Casi me tiras la puerta abajo… —musita.

Entrelaza sus manos en mi cabello,juntando de nuevo nuestros labios y deesa manera, los sella. Mi mano vuelahasta su botón, el mismo que desconoceel placer que puede llegar aproporcionarle, mi boca desciende eneste caso por su cuello, hasta formar uncamino de besos apasionados hacia suspechos, en los cuales me entretengo másde la cuenta. Su humedad cae en mi

Page 147: Adueñándote de mi corazón

mano cuando la paso arriba y abajo envarias ocasiones, hasta que por finpresiono su clítoris. Oigo como unpequeño gemido sale de su garganta,haciendo que pierda la cabeza un pocomás.

—Estás preparada…

Muevo mis dedos con agilidad,presionando, pellizcando y estimulandosu hinchado

bulto, hasta que noto como su cuerpocomienza a temblar entre mis manos.Elevo mis

ojos hasta encontrarme con los suyosque me contemplan con decisión e

Page 148: Adueñándote de mi corazón

incertidumbre por lo que está sintiendo.Sin apartar mi mirada de la suya,introduzco en ella un solo dedo sinprofundizar demasiado, y a la misma vezpresiono con más ligereza su clítoris. Sucuerpo tiembla por mis caricias comouna hoja, sus pequeñas manos se clavanen mis hombros presionándome sinpiedad, y cuando está a punto de estallaren mil pedazos, su boca busca la míacon desesperación.

Un arrollador éxtasis la invade, separasu boca y jadea en mi cuello,agarrándose a mí con fuerza. Poco apoco ralentizo mi ataque hasta que sacomi mano de su interior.

Page 149: Adueñándote de mi corazón

Cuando consigue respirar con másnormalidad, levanta un poco su rostro yme mira.

—¿Qué? —pregunto con firmeza.

—Yo… —Frunce los labios— no sé…que…

—No puedes decirme que no te hagustado —aseguro.

Hace una mueca graciosa con los labios.

—Y esto no es nada… —murmuroroncamente— así que, si quieres quepare, es el

momento.

Page 150: Adueñándote de mi corazón

Cuando va a contestarme, el timbre de lapuerta suena… Me mira, la miro yambos

arrugamos el entrecejo.

—¿Esperas a alguien? —preguntoconfuso.

—No.

Se baja de la encimera, recoloca suvestido y se encamina hacia la entrada.Apoyo

las manos en la encimera, pidiéndole ami amigo que mengue su tamaño, peroparece

Page 151: Adueñándote de mi corazón

no hacerme mucho caso. Al abrir lapuerta veo a alguien que no conozco ycuando escucho su nombre, no puedoevitar sentir como se me revuelven lastripas.

—¿Mateo?

—¡Hola! —Saluda con euforia— hetraído unos pasteles para desayunar, ¿te

apetece?

—¿Habíamos quedado? —preguntaconfusa.

—¡No! Pero viendo el disgusto que tepegó Elena ayer en el hospital, hedecidido

Page 152: Adueñándote de mi corazón

darte una sorpresa. No le hagas caso, esuna imbécil del…

Cierra la boca cuando se percata queestoy detrás de la barra mirándole conmala

cara sin poder evitarlo.

—Ho… hola… yo… ¿vengo en malmomento?

Rocío abre la boca y la vuelve a cerrar.

—Bueno, si contamos con las pintas queme pillas, pues… —Termina diciendoella.

Me mira de reojo, y después posa sus

Page 153: Adueñándote de mi corazón

ojos en Mateo.

—Si me disculpáis un momento voy aponerme otra cosa.

Se da la vuelta y sale disparada hacia suhabitación. Mateo contempla las paredes

del piso, mientras yo lo escruto con lamirada. Con decisión salgo de detrás dela barra y me pongo frente a él, haciendoque mire un poco hacia arriba paraverme la cara.

—Así que, tú eres Mateo.

—Sí, eso parece, y tú… ¿eres?

—Rubén.

Page 154: Adueñándote de mi corazón

Asiente pero en ningún momentoextiende su mano, al igual que yotampoco lo hago.

—¿Eres hermano de Rocío?

Alzo una ceja. Tu para mí que erestonto, como nos parecemos tanto…

—No. Soy un amigo.

—Ah.

El sonido de la puerta nos saca delincómodo silencio que se crea.

—¡Ya estoy!

Y esta vez menos mal que va con un

Page 155: Adueñándote de mi corazón

poco más de tela en las piernas. Memira y después lo hace con su cirujano.

—No os he presentado, él es…

—No hace falta —la corto—, ya noshemos presentado.

Cojo las llaves de mi coche de encimade la mesa del salón y encamino mispasos

hacia la salida con decisión. Sería unatontería quedarme aquí cinco minutosmás.

—¿Te vas? —pregunta un tantoasombrada.

Page 156: Adueñándote de mi corazón

—Sí —contesto tajante.

Mateo por su parte no dice ni mediapalabra, lo que me confirma que le hecaído

igual de bien que él a mí. Abro la puertadel piso y salgo, cuando oigo como ellale pide a Mateito que espere un segundo.Sale detrás de mí y la entorna un pocopara tener algo más de intimidad.

—Rubén, espera —coge mi muñeca.

Me giro y quedo frente a ella.

—No sabía que vendría, de verdadque…

Page 157: Adueñándote de mi corazón

—No importa —la corto.

—Pero…

—No pasa nada, luego hablamos. Ahoraentra y desayuna con tu cirujano —sonrío.

Al ver mi gesto su cara cambia y da unsaltito, una pequeña sonrisa se dibuja enmis labios, aunque no entiendo por quéno llega a iluminar mis ojos como decostumbre.

Viene hacia mí y me da un casto beso enla mejilla, se da la vuelta y antes decerrar, oigo como susurra:

—Gracias.

Page 158: Adueñándote de mi corazón

Después del encontronazo en el piso deRocío me voy a mi apartamento dondeaprovecho lo que queda de domingopara adelantar un poco de trabajo.Cuando noto que mis ojos no van apoder seguir aguantando mirar líneaspor todas partes, me voy al salón y metiro en el sofá. Hago un poco de zappingen la tele sin encontrar nada de mi gustoy finalmente termino apagándola. Melevanto y abro la nevera paraprepararme algo de cenar, y aunque lapereza me puede, me esfuerzo por noirme a dormir tan pronto, e intentoentretenerme con algo que no sea eldichoso trabajo. Unos golpecitos en lapuerta resuenan, y el pesado de mihermano me viene a la cabeza. Con

Page 159: Adueñándote de mi corazón

desgana

me dirijo hacia ella y cuando la abro misorpresa es mayúscula.

—¿Has acabado con el cirujano? —Alzo una ceja.

Se ríe.

—No, Mateo se fue esta mañanadespués de desayunar. Tuve que ir alhospital para

una urgencia.

—Eso quiere decir que se te fastidió elplan.

Page 160: Adueñándote de mi corazón

—No tenía ningún plan en realidad.

Vuelve a poner esos morritos conmuecas que tanto la caracterizan y nopuedo evitar reírme, pero la sonrisa seme borra cuando miro sus preciososojos verdes y lo que veo en ellos vuelvea desconcertarme. Da un paso hacia mí,empuja un poco mi duro torso para queretroceda y cierra la puerta tras ella.Deja su bolso en la mesita que hay en laentrada del apartamento y me traspasacon su mirada.

—No has terminado de cumplir miproposición indecente.

Alzo una ceja con gracia, y de nuevovuelve a mostrarme su perfecta

Page 161: Adueñándote de mi corazón

dentadura blanca. Doy un paso hasta queel aire no puede pasar entre nosotros,agarro su mano y antes de continuar giromis talones y me dirijo al único sitiodonde se puede llevar a cabo una tareacomo la que me pide. Cierro la puertade mi habitación y suspiro sin poderevitarlo.

—Soy todo tuyo.

—Creo que en este caso, es al contrario.

Sin necesidad de esperar nada más,comienzo a deshacerme de la ropa quelleva,

ella por su parte coge el dobladillo demi camiseta y la saca con rapidez por mi

Page 162: Adueñándote de mi corazón

cabeza. Nos unimos en un besodesesperado o eso me parece a mí ypoco a poco nos

acercamos al filo de la cama, dondefinalmente Rocío queda tumbada. Paseomi lengua por todo su cuerpo, oyendosuspiros a cada paso que doy,desabrocho su sostén y lo lanzo fuera desu alcance. Bajo mis pantalones que eslo único que me cubre y con suavidadvuelvo a ascender por su cuerpo hastallegar de nuevo a su boca, donde me

pierdo más de lo pensado.

Entrelaza sus manos en mi nuca,mientras una de las mías vuela hasta elfilo de la

Page 163: Adueñándote de mi corazón

única prenda que le queda. Meto lamano por el elástico y poco a poco lovoy deslizando por sus piernas hastallegar al final. Las lanzo junto al restode ropa y antes de continuar apoyo mismanos en el colchón y la miro condetenimiento.

—¿Estás segura? Es la últimaoportunidad que te doy para salirhuyendo.

Sonrío notando como se marcan misparticulares hoyuelos en la cara. Ellaasiente y

sonríe a la vez que presiona mi cuerpocontra el suyo.

Page 164: Adueñándote de mi corazón

—Deja de darle tantas vueltas zoquete, yhazlo ya.

Me río por lo cómica que me parece lasituación, extiendo mi mano y saco de lamesita de noche un preservativo. Loabro bajo su atenta mirada, y sinnecesidad de apartar mis ojos de lossuyos lo coloco en mi miembro.

—Si no lo soportas dímelo y pararé.

Asiente sin articular palabra. Abro suspiernas un poco más y me coloco justoen la entrada de su húmedo sexo, ellapone sus manos en mis hombros y memira con expectación. Despacio,comienzo a hundirme en ella, notandocomo mi cuerpo se tensa más de lo

Page 165: Adueñándote de mi corazón

normal al intentar controlar los impulsosque me vienen por poseerla como unsalvaje. Siento como aprieta mishombros con sus manos a la vez queesconde la cabeza en mi cuello.

—¿Estás bien?

Asiente.

—¿Ya está? —pregunta esperanzada.

Sonrío.

—No nena, no está ni la mitad.

Separa su rostro de mi cuello y me miraasustada.

Page 166: Adueñándote de mi corazón

—¡Joder Rubén! ¿Qué coño tienes entrelas piernas?

Niego con la cabeza y sin poder evitarlome río.

—No hagas que me ría ahora canija.

—¿Por qué? ¿Es malo?

Niego varias veces, y mi tono sale másronco de lo que esperaba.

—Porque estoy a punto de perder lapoca cordura que me queda.

—Entonces… —Se muerde el labio—no esperes más.

Page 167: Adueñándote de mi corazón

Cojo una gran bocanada de aire ysuspiro. Sin quitarle los ojos de encima,termino

de introducirme en ella, cuando veo quecierra uno de sus ojos en forma de guiñoy en ese momento sé que eso ha sido lopeor.

Con lentitud salgo y entro en su interiorvarias veces, hasta que ella comienza amoverse buscando su propio placer, loque hace que mis acometidas se vuelvanmás rápidas y rudas, olvidándome detodo… Haciendo que pierda el sentido.

Page 168: Adueñándote de mi corazón

Con la respiración a tres mil por horapongo uno de los cojines en lo alto de laalmohada y me recuesto en ella. Rocíoapoya su cabeza en mi pecho,cubriéndose a la vez con la sábana yoigo como suelta un suspiro.

—¿Estás bien? —Me preocupo dado susilencio.

—Que síííí —responde como si fuera lacosa más pesada del mundo por lo queme

Page 169: Adueñándote de mi corazón

tengo que reír.

—¿Y bien?

Levanta un poco la cabeza y me miracon los ojos brillantes. Eleva su cuerpoun poco hacia arriba, intentando quedara mi misma altura.

—Pues no sé…

—¿Cómo que no sabes? —La mirofijamente.

Hace un par de muecas con la boca yfinalmente mueve sus hombros a modo:“no sé

qué contestar”.

Page 170: Adueñándote de mi corazón

—Pues que no sé por qué mis primassiempre me decían que dolía mucho, quela

primera vez era una pena porque nosentías nada, que blablabla y todo muynegro —me mira, yo alzo una ceja—. Aver, que doler duele, para qué nosvamos a engañar, pero…

—¿Pero…?

—¿Es raro que me haya gustado tanto?

Rompo en una carcajada sin darmecuenta de su cara de desconcierto.

—Lo siento, lo siento. No estoyacostumbrado a tratar estos temas de

Page 171: Adueñándote de mi corazón

esta manera y

no puedo evitarlo. Todo depende delhombre que tengas en la cama.

—¿Tú no tienes abuela, verdad?

De nuevo la risa me sale sola.

—No es eso. Es cierto que las primerasveces no suelen ser satisfactorias, perotambién es verdad que depende de lapersona con la que lo hagas. Laconclusión es que te ha gustado.

—A parte de tu ego como amante, sí,demasiado diría yo.

Niego con la cabeza sonriendo. Tiro de

Page 172: Adueñándote de mi corazón

su mano hacia mí y en un abrir y cerrarde

ojos, la coloco a horcajadas encima, sucabello negro se extiende por su pecho,y lo que me parece ver no es un serhumano normal, sino una diosa.

—Entonces, digo yo, que podríamos verqué tal se te da de esta forma —sonríocon

picardía.

Alza una ceja, y ni con esas encuentrouna chispa de rubor en sus mejillas, niun ápice de nerviosismo, es increíble.Agarro sus caderas con fuerza,pegándola más a mi pecho, ella acerca

Page 173: Adueñándote de mi corazón

su boca a la mía y con ternura depositaun beso que tarda pocos segundos entomar las riendas de la situación demanera frenética. Noto como mimiembro crece de nuevo a pasosagigantados, y antes de que pueda darmecuenta de ello, siento como resbala porsu sexo. Contemplo sus ojos pudiendover en ellos un poco de dolor, algo quecuando termino de enterrarme en ella,cambia por completo y antes de quepueda preguntarle contesta por sí sola.

—Sí, estoy bien —sonríe— pero ahoraes más…

—… Intenso —termino por ella.

Sube con lentitud hacia arriba para

Page 174: Adueñándote de mi corazón

después dejarse caer de la misma formahacia

abajo. Tenso la mandíbula, apretandomis dientes sin poder evitarlo. Apoyo micabeza por completo en la almohadaquedando semi sentado y cierro los ojoscon fuerza cuando de nuevo repite elmismo proceso.

—¿Lo he hecho mal? —preguntapreocupada.

Los abro de inmediato al escucharladudar.

—No, no es eso.

Me mira sin entenderme, suspiro y la

Page 175: Adueñándote de mi corazón

invito a subir de nuevo. Desconcertadalo hace sin rechistar y de nuevo, unaoleada de placer me arrastra hasta elinfierno. Poco a poco sus movimientoscomienzan a ser más rítmicos, másferoces y llegado un punto temo que sedañe. Aprieto con mi mano un poco sucadera, ella me mira sin entender migesto.

—Ten cuidado… te vas a hacer daño.

—¿Daño? —pregunta irónica— Rubénpor Dios, ¡que no soy de mantequilla!

—De mantequilla no lo creo, estás mástostada —me burlo sin poder evitarlo,por

Page 176: Adueñándote de mi corazón

su color de piel.

Me da un manotazo y se ríe, a la vez queaparta mi mano de su cadera. Coge micara

con ambas manos, y por un momentocreo que la que lleva las riendas de lasituación es ella. Se mueve sin parar, sindescanso y con una lujuria asombrosa.

—Joder… —murmuro entre dientes.

En ese momento sé el porqué de ladiferencia y recuerdo que no llevopreservativo.

Intento contenerme de todas las formasposibles, hasta que ella jadea varias

Page 177: Adueñándote de mi corazón

veces en mi boca y explota en milpedazos.

—Quítate —le pido roncamente.

—¿Qué? —pregunta al no escucharmebien.

Antes de perder la cabeza, cojo suscaderas y en un acto más que rápido ladeposito a mi lado, cojo una toalla quetenía en la otra mesita y dirijo mi manohacia mi erección para terminar lo queno he podido hacer dentro de ella. Antesde que deposite la mano en mi miembro,Rocío la aparta mirándome fijamente alos ojos, la agarra con fuerza y empiezacon un vaivén de movimientos que medescolocan. Agarro su cabello

Page 178: Adueñándote de mi corazón

con fuerza y uno su boca a la mía, en unintento desesperado de no morir deplacer.

Noto como mi liberación se aproxima,pongo una de mis manos encima de lasuya y ayudándola con más brío, explotocomo momentos antes lo hacía ella.

Separo mis labios de los suyos, viendocómo se tornan rosados a la par dehinchados. Paso mi mano libre por ellosy sin poder evitarlo los beso condelicadeza varias veces. Rocío arrugaun poco el entrecejo, como si estuvierarecordando algo.

Mira hacia abajo y abre los ojos de paren par.

Page 179: Adueñándote de mi corazón

—¡Madre mía la que hemos liado!

Observo lo que dice apartándola unpoco de mí.

—Es sangre, no te preocupes.

Mira sus piernas, donde tiene variasmanchas de color rojizo y después fijasus ojos en las sábanas.

—¡Y encima blancas! Quítate —meempuja.

—¿Qué haces? —pregunto cuando casime caigo de la cama.

—Si no quitamos la mancha ya, ¡esto nohay quién lo saque!

Page 180: Adueñándote de mi corazón

—¿Y qué más da?

Antes de que pueda darle un tirón a lasábana, agarro su muñeca y tiro de ellahacia el cuarto de baño, completamentedesnudos.

—Vamos a darnos una ducha, anda.

Pasea sus ojos por mi cuerpo variasveces, lo que hace que niegue con lacabeza.

—No entiendo cómo eres tan descaraday no te has acostado con nadie en tusveintisiete años.

—Sí me he acostado con alguien —alzouna ceja, ahí sí que no me puede engañar

Page 181: Adueñándote de mi corazón

—, contigo —me río abriendo la puertade la mampara— en mi familia hay unascostumbres distintas, y aunque no lascomparto, es cierto que siempre heestado centrada en los estudios.

Abro el agua, y dejo que caiga un buenrato hasta que se pone caliente. Como sinada, seguimos la conversación tananimada sobre la parte de su vida quenunca me había contado.

—Y me imagino que no tenías huecopara amores pasajeros.

—No, ni para amores pasajeros ni paranada. Mis carreras me comían la mayorparte del tiempo, y mi trabajo en unaoficina me ocupaba ocho horas todos los

Page 182: Adueñándote de mi corazón

días, era imposible.

—¿En qué trabajabas?

La ducha es un poco pequeña, tengo quepasar mi brazo por lo alto de su cabezapara coger el jabón. Abre la mano yvierto un poco del líquido en ella,después repito el proceso en la mía,mientras la escucho atentamente.

—Pues se suponía que entraba comoadministrativa, pero al final terminésiendo la

que hacía las fotocopias, la quearchivaba y como no, la que llevaba loscafés.

Page 183: Adueñándote de mi corazón

Pone cara de asco, suelta una carcajaday me río por sus gestos.

—Una mierda entonces.

—Tal cual, pero me sirvió para poderpagarme los estudios. Mis padres nopodían

permitírselo. Éramos muchos en casa.

—¿Cuántos hermanos me dijiste queeráis? ¿Siete?

—Sí, siete niñas.

—En tu casa no había televisión por loque veo. Pobre de tu padre como todassean

Page 184: Adueñándote de mi corazón

como tú.

Me da un pequeño palmetazo y me tengoque reír por su cara de enfurruñamiento.

Nos duchamos como dos personasnormales, como si nada de lo que hacíaveinte minutos hubiese pasado, sinvergüenza, sin miradas extrañas, sin...nada.. Ver ese gesto por parte de ella mealegra, ya que me asegura queseguiremos manteniendo la misma

relación que teníamos. Al salir nospreparamos algo para cenar, y entrerisas y cosas sin sentido pasamos lanoche juntos.

A las siete oigo como el dichoso

Page 185: Adueñándote de mi corazón

despertador me suena, me giro cuandonoto el frío

y veo que Rocío ya no está. Me levantocon rapidez y salgo hacia el salónesperando encontrármela allí, pero envez de eso, una bandeja con un zumo denaranja, una taza y un plato conmermelada de fresa me reciben. En ellahay una nota con una carita sonriente.

“El café está recién hecho y lastostadas no te las hago porque si no sequedarían de pie cuando te las fueses acomer.”

Me preparo, recojo los planos del salón,cojo la tostada con la mano que mequeda

Page 186: Adueñándote de mi corazón

libre y me bebo el zumo de un estacazo.Antes de salir por la puerta me suena elteléfono.

—Joderrrr...

Reniego soltando todo lo que tengo enlas manos en lo alto de la silla. Veo quees

un número que desconozco de Barcelonay descuelgo.

—¿Diga?

—Hola, ¿hablo con Rubén?

—Sí soy yo, ¿quién es?

Page 187: Adueñándote de mi corazón

—Soy Andrea, le llamo del hospitalClínic de Barcelona. Necesitaría que…que viniese cuanto antes, es un asuntopersonal.

—¿Ha pasado algo?

—Por favor, venga, es un asunto de vitalimportancia. Dejaré la nota en laentrada, pregunte por mí directamente.

Cuelgo el teléfono pensando en qué hapodido pasar pero no encuentro ningúnmotivo. Llamo a mi hermano y a mispadres, los mismos que me hablan connormalidad

y ese detalle me confirma que estánbien. De repente caigo en la cuenta de

Page 188: Adueñándote de mi corazón

que Rocío también va al mismo hospitalcuando pasa consulta de psicologíainfantil y la llamo.

No me contesta, así que, decido salir atoda prisa hacia allí, temiendo que hayasido a ella a quién le ha pasado algo.

Al rato entro en el hospital con la caradescompuesta, me dirijo a toda prisahacia el mostrador y pregunto por la talAndrea que me ha llamado. No tardan enmandarme a la sala de espera de una de

Page 189: Adueñándote de mi corazón

las plantas, y cuando llego allí, meencuentro a quién menos pensaba volvera ver en la vida.

—¿Soraya?

—Hola Rubén…

Se gira y me observa desde la distancia.Miro hacia ambos lados en variasocasiones esperando encontrarme conotra persona, pero no es el caso, y mesaca de dudas antes de que puedapreguntar.

—No está, Marta no está aquí —losojos se le llenan de lágrimas—. Antesde ayer

Page 190: Adueñándote de mi corazón

me dejó esto para ti.

Me extiende un papel doblado por lamitad, me acerco hacia ella y lo cojotitubeante.

—¿Qué es esto? ¿Y qué quiere decir queantes de ayer te lo dejó? ¿Dónde estáella?

Demasiadas preguntas sin respuesta yaunque Marta sea una de las personasque menos quiero volver a ver, lasdudas me matan y me ponen nervioso ala misma vez.

—Estaré fuera. Léelo y hablamos…

Trago saliva, ella se marcha de la sala

Page 191: Adueñándote de mi corazón

sin mirar atrás y ya que, en la sala no seencuentra nadie, así que, permanezco depie. Abro la carta dudoso, y en ella meencuentro un pequeño texto.

Querido Rubén,

Siento que tengas que enterarte de estamanera tan fea, jamás lo hubiera hecho

así, y aunque sé que he fallado respectoa esto, solo puedo pedirte perdón y quepuedas aceptar mis disculpas que comosiempre, llegan tarde.

Hace siete años que nuestra relaciónterminó y te puedo jurar que han sidosiete años de lucha sin ti, pero tenía unmotivo. Si te escribo esta carta es

Page 192: Adueñándote de mi corazón

porque sé que no duraré más de lopensado, y porque mi estado seencuentra realmente grave, y dadas lascircunstancias, solo puedo recurrir a ti.

Hace siete años… al llegar a Alicante,descubrí que estaba embarazada. Túestabas ilusionado con tu vida sincargos, sin ataduras, y después decomo terminó nuestra relación y eldaño que sé que te causé, fui incapazde llamarte para contarte lo que acabade descubrir. Así que, decidí ser madresoltera egoístamente. Créeme queestuve tentada en varias ocasiones allamarte, pero jamás pude descolgar elteléfono, y si te pido esto, es porquesabes que estoy sola en el mundo, que

Page 193: Adueñándote de mi corazón

no tengo familia, y la única amiga quetengo, Soraya, no podrá asumir lacustodia de la niña.

Por eso te pido que por favor, cuides deella como yo o más, y le des el cariñoque yo te arrebaté hace siete años. Tepido de corazón que me perdones, perosobre todo te pido que no abandones aDaniela, porque si de algo estoy másque segura, es de que eres su padre.

Marta.

Los ojos se me llenan de lágrimas acada frase que leo, me tambaleo haciaatrás hasta que mis piernas chocan conlas sillas de la sala de espera, me sientoy paso las manos por mi cara para

Page 194: Adueñándote de mi corazón

después sujetar mi cabeza. No me lopuedo creer…

Tras unos minutos en estado de shock,salgo al pasillo y me encuentro a Sorayasentada con cara de pena. Eleva sus ojosbrillantes y me mira.

—Do… ¿dónde está? —pregunto convoz quebrada.

Se levanta y dirige sus pasos al final delpasillo. Abre una de las puertas yagacha la cabeza.

—Está completamente sedada. Losmédicos dicen que de mañanaseguramente no pasará… El cáncer hasido terminal, en dos semanas ha

Page 195: Adueñándote de mi corazón

acabado con ella, y los médicos no hanpodido hacer nada.

Observo el cuerpo casi sin vida de laque fue mi novia hace siete años. Estácompletamente cambiada y su aspecto esterrible. Me acerco hasta la cama y cojosu

frágil mano. Su pelo rubio cae a amboslados de sus hombros y la mascarilla yvarios tubos ocupan gran parte de surostro. Se me parte el alma al verla así,nadie merece correr esta mala suerte pormuy mal que se haya portado en la vida.

—¿Cuánto lleva viviendo aquí? —pregunto con un hilo de voz.

Page 196: Adueñándote de mi corazón

—Dos años.

—¿Y la niña? —La miro condesconcierto.

—Ahora mismo está en la planta depsicología, le han asignado unapsicóloga para

intentar afrontar todo esto de la mejormanera posible, la tienen en una sala dejuegos entretenida.

—¿Ella sabe que… que… soy su padre?

Niega con la cabeza, lo que mederrumba más todavía. ¿Qué se suponeque tengo que hacer ahora?

Page 197: Adueñándote de mi corazón

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —susurro roto de dolor.

Soraya se lleva las manos a la boca ycontiene un gran sollozo que sale de sugarganta. Me siento en la silla que tengodetrás y de nuevo cojo mi cabeza conambas manos. ¿Qué se supone quetengo que hacer? Me repito como unmantra.

—Sé que todo esto te estarádesbordando, pero por favor, no dejessola a Daniela.

Era lo que Marta más quería y si laabandonas…

Niego con la cabeza sin saber qué

Page 198: Adueñándote de mi corazón

contestar siquiera. Como un resorte melevanto y

salgo de la habitación, demasiadascosas en tan pocos minutos. Ando por elpasillo durante media hora por lomenos, dudando e intentando asimilartoda la información de golpe. Cuandoquiero darme cuenta estoy pulsando laquinta planta donde se encuentran lasconsultas de psicología. Llego almostrador y un nudo en la garganta seapodera de mi voz. Antes de que puedahablar, Rocío aparece de la nada conuna niña. Ella la estrecha hacia sí mismacon cariño, mientras que la niña muestrauna cara de pena que no puedo soportar.

Page 199: Adueñándote de mi corazón

—¿Rubén? —pregunta confusa— ¿quéhaces aquí?

Me olvido incluso de respirar cuando lapequeña me mira, y en su rostro veo losmismos rasgos que los míos solo que enniña…

—¿Rubén? ¿Estás bien? —pregunta conpreocupación.

De nuevo mis pies se tambalean haciaatrás y el dolor es más intenso si cabe enmi

pecho. Me presiona los pulmonesimpidiendo que pueda respirar, nopuedo apartar la

Page 200: Adueñándote de mi corazón

mirada de la niña que con pesar mecontempla, hasta que consigo desviarmis ojos llenos de lágrimas a la personaque preocupada me observa con cautela.

En un momento determinado, Rocío pasade mis ojos a los de Daniela en menosde

un segundo. Los abre como platos ydespués hace el mismo gesto de hito enhito.

—Andrea —llama a una de lasenfermeras que se encuentran tras elmostrador—,

¿qué te parece si le damos a Daniela unchocolate caliente?

Page 201: Adueñándote de mi corazón

—Sí, claro, ¿te vienes?

La enfermera le extiende la mano y laniña pasa por su lado sin aceptársela.

—Por favor, ten mucho tacto. No hahablado con nadie del hospital —susurra Rocío para que nadie la oiga,pero yo consigo escuchar la frase entera.

Respiro con dificultad, no pierdo detallecuando comienza a alejarse de nosotros.

Rocío espera paciente a quedesaparezcan por el pasillo, y antes dedoblar la esquina, la pequeña se gira yclava sus ojos en mí.

—Ven conmigo Rubén —me pide

Page 202: Adueñándote de mi corazón

cogiéndome de la mano.

Movido únicamente por mis pies y porella, llegamos a una consulta infantil convarios dibujos de niños en las paredes.Rocío arrastra una de las sillas y meextiende la mano indicándome que mesiente, ella en vez de ponerse en elsillón que tenemos enfrente, se sienta ami lado y coge mi mano con fuerza.

—¿Quieres hablar?

No puedo contestar, no puedo hacergestos…

—Rubén, creo que deberías irte a casay… darte un rato para pensar o paracalmarte.

Page 203: Adueñándote de mi corazón

—Estoy bien —consigo decir confirmeza.

—No, no estás bien —asegura conmucho tacto.

—He dicho que estoy bien.

Mi tono sale más rudo de lo quepretendía, ella me mira con la mismapaciencia que minutos antes, mientrasyo, noto como comienzo a perder losestribos.

—Rubén, vete a casa, por favor —aprieta mi mano.

—¡Que estoy bien, joder! —grito.

Page 204: Adueñándote de mi corazón

Me levanto con rabia de la silla y estacae al suelo debido a la intensidad de miacto. Rocío se pone de pie, pidiéndomecalma con ambas manos.

—Escúchame por favor, esto no es fácil,y debes pensar las cosas, tranquilízate.

La puerta se abre y asoma la cabeza unode los enfermeros de la planta.

—¿Todo bien Rocío?

—Sí, no te preocupes, no es nada.

Este asiente y cierra después deobservarme un par de veces, cuando leecho la peor de las miradas para que semarche.

Page 205: Adueñándote de mi corazón

—Creo que necesitas estar un rato asolas, si no quieres irte puedo dejar quete quedes en esta consulta que es la mía,¿te parece bien?

—No necesito quedarme aquí, ¡nonecesito nada! —Me desespero denuevo.

Acerca su mano a mi hombro einmediatamente la aparto sin querer,puedo ver en

sus ojos como ese gesto le duele, perono dice nada. Salgo de la sala pegandoun fuerte portazo, consumido por larabia, la impotencia y por miles decosas más que no sabría describir.

Page 206: Adueñándote de mi corazón

De nuevo paseo por el pasillo delhospital veinte veces. Ella sale de suconsulta y se dirige al ascensor sinmirarme. Cojo mi teléfono y con rapidezencuentro el número que estababuscando.

—¡Dime! Rápido que me voy y meacabo de subir al coche.

—Necesito que vengas al HospitalClínic.

—¿Para qué? —pregunta sinentenderme.

—Ven por favor. Te espero en la quintaplanta.

Page 207: Adueñándote de mi corazón

Cuelgo el teléfono y me encamino haciala habitación donde se encuentra Marta,y

donde su fiel amiga Soraya espera rotaen mil pedazos. Después de un largosilencio sepulcral, me atrevo apreguntarle.

—¿Por qué me ha escrito esa cartaahora?

Miro a un punto fijo en la pared sinllegar a ver nada.

—No lo sé Rubén, llevaba muchotiempo queriendo hacerlo. Supongo quelas circunstancias han sido las que lahan empujado.

Page 208: Adueñándote de mi corazón

Niego con la cabeza.

—Jamás me podría imaginar que tuvierauna hija y ni yo mismo lo supiese… —

murmuro perdido.

—Te entiendo, y créeme que intenté queentrara en razón muchas veces en esossiete años. Tengo que decirte una cosa…

Alzo la vista y la miro sin moverme delsitio. Aprieto mis manos entrelazadas yle

hago un leve movimiento de cabeza paraque hable.

—Cuando Marta se enteró que tenía

Page 209: Adueñándote de mi corazón

cáncer, se informó de todo lo necesariopara que pudieras tener la custodia si laquerías —esto último lo murmura con unhilo de voz—, solo tendrías queregistrar unos papeles con el tema de lacustodia y ya está.

Aunque entiendo que quieras hacerte laspruebas de paternidad primero, y poreso mismo se preparó todo antes de tullegada.

La información de nuevo embota micabeza. No tengo duda alguna de que esaniña

es mi hija, aun así, todavía no soy capazde asimilar todo lo que me está pasandoesta mañana.

Page 210: Adueñándote de mi corazón

—¿Habéis consultado si eso es legalcon el abogado? —pregunto abatido.

—Sí. No obstante te recomendaría quellamases al abogado tuyo paraasegurarnos,

debes de reconocerla como hija —memira un segundo—, si lo tienes claro.

Asiento, me levanto y salgo de lahabitación. Me paso las manos por lacara desesperado y evalúo lo que llevoen el día de hoy desde que he puesto unpie fuera de la cama; mi ex novia, laenfermedad, una hija, Rocío, todo. Seme está juntando todo…

—Aquí lo tienes.

Page 211: Adueñándote de mi corazón

Oigo el tono de Rocío con desgana, miroa través de mis pestañas y veo al rusomirándome con cara de incógnita.

—¿Qué coño haces aquí? Te estababuscando en la quinta planta y noestabas.

Suelto un gran bufido y me restriego losojos. Rocío me observa, nuestros ojosse

cruzan como una estrella fugaz y antesde que establezcan conexión, se da lavuelta y se marcha.

—Espera un momento —le pido aDmitry.

Page 212: Adueñándote de mi corazón

Salgo corriendo detrás de ella y antes deque doble la esquina la empujo haciauna

de las salas de espera en las que seencuentra una pareja durmiendo a patasuelta. Se deshace de mi agarre paracruzar sus brazos a la altura del pechosin mirarme.

—Escucha… yo…

Continúa sin alzar la vista. Cojo su caracon mis manos y sin saber por qué junto

mis labios con los suyos apretándolacon fuerza junto a mí, doy tres besospausados en su boca y muy cerca de ellasusurro:

Page 213: Adueñándote de mi corazón

—Lo siento.

Mira hacia abajo y asiente. Traga salivay me mira.

—Tengo a un médico esperándote fuerapara hacerte las pruebas de paternidad.

—Tener una hija no es tan malo.

—No he dicho que sea malo en ningúnmomento Dmitry. Pero es todo… joder.

Me froto la cara. Oigo como el ruso

Page 214: Adueñándote de mi corazón

suspira, y de reojo veo que mira a Rocíoquien

habla con el chico que tengo delante.Trae una pequeña bandeja plateada convarias cosas y las deja a mi lado.

—Bien Rubén, vamos a hacerte laprueba mediante saliva, tienes queabrirme la boca para que pueda frotar laparte interna del carrillo.

Hago lo que me dice sin rechistarsentado en la camilla del hospital.Dmitry me observa cruzado de brazos, yRocío se pone al lado del chico que meestá metiendo un bastón en la boca.

—Ya está. Para mañana intentaré tenerla

Page 215: Adueñándote de mi corazón

a última hora.

—¿No puedes agilizarlo un poco más?—pregunta Rocío.

El chico la mira y sonríe. Da mediavuelta y Rocío se pone tras él.

—Sí, para ti sí. Pero tienes que cenarconmigo una noche.

—Gracias —le muestra una sonrisadeslumbrante—. Ya veremos lo de lacena.

Él desaparece de la habitacióndejándonos a los tres solos, cuandoRocío le guiña

Page 216: Adueñándote de mi corazón

un ojo.

—Tienes al personal embaucadototalmente canija.

Sonrío pero en este caso la sonrisa nome ilumina la cara, desde luego, hoy noes mí día.

—Eso parece. Y ahora deberías de ir adescansar. Mañana te espera un día bienlargo, ¿has llamado a tu abogado?

Asiento un par de veces.

—¿Qué va a pasar con la niña? —pregunto preocupado.

—No lo sé. Asuntos sociales estará

Page 217: Adueñándote de mi corazón

mañana también cuando llegue tuabogado. Si

vas a reconocerla como hija tuya, esperoque el proceso no tarde demasiado, oserá un cambio bastante malo si tieneque irse a un centro de acogida hasta quelos papeles estén listos. Intentaréenterarme antes de que lleguen mañana,a ver qué podemos hacer.

Asiento sin saber qué decir, hoy ni laspalabras me salen.

—No sé si… quieres… o quizás esmejor esperar a mañana para que… —titubea.

—Sé que es mi hija. Es igual que yo

Page 218: Adueñándote de mi corazón

Rocío.

—Quizás deberías esperar a que laspruebas llegaran Rubén —añade Dmitry.

—No sé cómo demonios voy aestablecer una conversación con unaniña de siete años a la que jamás hevisto. Yo nunca he tratado con niños conesa edad —me desespero.

—Si quieres… podemos bajar a dondeestá ahora mismo y voy contigo —seofrece

Rocío.

Asiento y miro a Dmitry quien me animaa ir.

Page 219: Adueñándote de mi corazón

—Si lo tienes tan claro, cuanto antesestablezcas el primer contacto, mejor.Yo te esperaré fuera.

—No te preocupes, ya has hechobastante aguantando mis problemasdurante más de dos horas, vete. Mañanate llamo.

Asiente.

—No me importa aguantar tusproblemas, no lo olvides —mira aRocío después de

darme un fuerte abrazo—, si menecesitáis, tenéis mi teléfono.

—Gracias —murmuro sumido en mis

Page 220: Adueñándote de mi corazón

pensamientos.

—No hay de qué.

Rocío abre la puerta y salimos al pasillode nuevo, subimos a la quinta planta ycuando las puertas del ascensor seabren, siento como una horriblesensación de mal estar y angustia meinvade de pies a cabeza, al notarlo, veocomo me mira a través de sus pestañas,coge mi mano con fuerza y me invita adar el primer paso. Llegamos a unapuerta pintada en color verde, se paradelante de ella y me observa.

—Intenta ser delicado, no le desdemasiada información de golpe.Solo… haz que

Page 221: Adueñándote de mi corazón

se convierta en tu amiga. Nada más demomento.

Se gira para marcharse y la agarro delcodo como estoy acostumbrado a hacer.

—No te vayas… —Fijo mis ojos conintensidad en los suyos de manerasuplicante

— por favor.

De nuevo asiente y abre. Me laencuentro de espaldas a nosotros, perocuando escucha la puerta se gira. Sucabello largo castaño cae por su espaldahasta llegarle a la cintura, y un pilla pelode color amarillo recoge parte de suflequillo hacia el lado derecho. Es

Page 222: Adueñándote de mi corazón

bastante alta para tener siete años,delgadita y con los mismos rasgos quelos míos.

—Hola Daniela —saluda Rocío contono dulce.

La niña no contesta, solo me mira.

—¿Has dibujado algo?

Ella niega con la cabeza. Rocío mecontó una vez que cuando los niñosdibujan, suelen mostrar sentimientos queno expresan.

—¿No? Pues me gustaría que mehicieras un dibujo para colgarlo en mipared de

Page 223: Adueñándote de mi corazón

colorines, ¿la has visto antes?

Asiente. Rocío me mira pidiéndomecalma con los ojos. Cuando agarra mimano, la

aprieta con fuerza al sentir como tiemblabajo la suya, creo que estoy a punto dedesmayarme.

—Mira, te voy a presentar a este hombretan guapo. Se llama Rubén y conoce a tu

mamá.

El puñetero nudo de mi garganta denuevo me corta el paso para poderrespirar en

Page 224: Adueñándote de mi corazón

condiciones. Intento tragar saliva y concautela doy un paso hacia la pequeña,que retrocede de inmediato al ver misintenciones.

—¿Quieres decirle hola? —preguntaRocío con delicadeza.

Daniela niega con la cabeza y se agarraa la pierna derecha de su psicóloga,intentando ocultarse de mí. Empezamosbien…

—Él también sabe dibujar. ¿Le pedimosque nos ayude a pintar un dibujo?

De nuevo vuelve a negar con la cabeza yno suelta ni una sola palabra.

Page 225: Adueñándote de mi corazón

—Bueno, no pasa nada, ¿verdad que noRubén? —No sé ni cómo reaccionar—lo

pensamos y mañana lo hacemos, ademásvais a tener tiempo para haceros amigos.

La pequeña me mira de reojo y cuandonuestros ojos se cruzan, se esconde mástodavía. Rocío se agacha para estar a sumisma altura y le susurra bajito, losuficiente como para que solo lo oiga yoy ella.

—Tengo un sitio secreto donde guardoun montón de piruletas, ¿quieres una? —

Asiente— bien, pues te voy a decirdonde están para que solo tú sepas mi

Page 226: Adueñándote de mi corazón

escondite.

Con paso decido las dos se dirigenhacia el interior del escritorio, dondeRocío guarda una gran bolsa de piruletasde diversas formas, tantas, como paraque le pueda dar un subidón de azúcaren cualquier momento. Una tímidasonrisa asoma en los labios de Daniela,la cual mete la mano como si no hubieraun mañana dentro y saca

unas cuantas.

—No puedes comértelas todas de golpeo te dolerá la barriga.

Asiente. Sin esperarlo eleva su mano yle da una a Rocío, ella la acepta con una

Page 227: Adueñándote de mi corazón

sonrisa más que gustosa.

—Muchas gracias tesoro. Mañanacuando vuelva, nos la comemos juntas¿vale?

De nuevo vuelve a mover la cabeza enseñal afirmativa, salen de detrás de lamesa

y salimos al pasillo. Antes de llegar a lasala donde se encuentra Soraya, Danielase gira clavando sus ojos marrones enmí. Da un paso hacia delante y minerviosismo aumenta considerablementecuando extiende su pequeña mano conuna piruleta en forma de corazón. Miro aRocío perplejo y esta me hace un gestopara que la coja, hago caso a lo que me

Page 228: Adueñándote de mi corazón

dice y con voz estrangulada, casi en unsusurro apenas audible le digo:

—Gracias.

Da media vuelta y entra con Rocío a lasala donde Soraya se encuentra. Cincominutos más tarde sale de la habitacióny la miro apoyado sobre mi piernaderecha en la pared. Estoy agotadomentalmente, necesito despejarme comosea.

—Creo que deberías marcharte a casa adescansar, ha sido un día muy largo ynecesitas un respiro mental.

Asiento, lleva razón, como la granmayoría de veces.

Page 229: Adueñándote de mi corazón

—¿Has conseguido que te diga una solapalabra?

Niega con la cabeza.

—Estas cosas llevan su tiempo. Lapérdida maternal no es fácil, y… muchomenos

para ella que es la única persona que hatenido como referente.

Muevo la cabeza en señal afirmativaentendiendo lo que me dice. Ella haceuna mueca con sus labios y finalmentehabla.

—Nos vemos mañana, si necesitasalgo…

Page 230: Adueñándote de mi corazón

—Sí que lo necesito.

Las palabras salen de mi boca solas. Lamiro fijamente a los ojos, ella lo hacedesconcertada, hasta que nuestraconexión se interrumpe cuando llegaMateito.

—Aquí tienes tus cosas muñeca, ¿nosvamos?

Rocío me mira y después le mira a él,exhala una gran bocanada de aire y antesde

que pueda contestar, hablo yo.

—Sí, mañana nos vemos —sonrío.

Page 231: Adueñándote de mi corazón

Miro al susodicho que se pone a su ladode pies a cabeza y le hago un gesto queno

llega ni a saludo, él me imita sin decir nimedia palabra. Me acerco a Rocío queme mira estupefacta y deposito un besoen su mejilla.

—Pero…

—No te preocupes, estoy bien —susurroen su oído—, mañana nos vemos.Gracias.

Con un último vistazo me pongo michupa de cuero y cojo el ascensor paradirigirme a mi casa. De camino conectoel manos libres y llamo a Pablo para

Page 232: Adueñándote de mi corazón

contarle todo lo que me ha pasado hoy,temo que si no me desahogo de algunamanera, termine

dándome algo en pocas horas.

—¿Se lo has contado a mamá y papá?

—No, no he hablado con nadie exceptocontigo, con Dmitry y es de lógica quecon

Rocío.

—Joder Rubén… ¿y qué vas a hacer?

—¿Tu qué crees? No tengo muchasalternativas.

Page 233: Adueñándote de mi corazón

—Una hija… Por Dios…

—Necesitaba ánimos, no que me hundasen el fondo del mar —murmuro conmala

gana.

—Lo siento es que es tan… de golpe.

—A mí me lo vas a contar…

—¿Cuándo te dan la prueba depaternidad?

—Mañana.

—¿Estás seguro Rubén? Una niña eneste caso es un cargo para toda la vida,

Page 234: Adueñándote de mi corazón

y tú no

estás preparado para eso.

Sopeso la idea un segundo. Ni estoypreparado, ni tengo hueco en mi casapara una

niña, ni siquiera sé si seré capaz deafrontar la situación. Y sin más, antes dedecir ni adiós, cuelgo el teléfonodejando a mi hermano al otro lado de lalínea. Necesito una botella de la bebidacon más alcohol que tenga en elapartamento.

Apoyo la cabeza en el volante abatidocuando llego al parking del edificio.Suspiro hasta que creo que no quedará

Page 235: Adueñándote de mi corazón

aire en los pulmones que sacar y piensoen todas las cosas que hasta ahora jamásme había planteado ni de lejos. Bajo delcoche arrastrando los pies, abro lacerradura de la entrada cuando llego yme giro al notar una presencia detrás demí.

—¿Qué haces aquí? —Me asombro.

—Obviamente no estaba escondida enlas escalera para darte un susto —se ríe—,

se supone que para eso están los amigos—hace un gesto de indiferencia con loshombros.

—¿Y Mateito?

Page 236: Adueñándote de mi corazón

—¿Mateito? —pregunta extrañada.

—Ejem… —Carraspeo— Mateo,perdona Mateo.

—Veo que a ti también se te da bien esode poner motes o cambiar nombres —

sonríe—. Luego no te quejes cuando tediga rompebragas.

—Eso parece —le imito el gesto y merío por el comentario.

Me hago a un lado y extiendo mi manopara que entre, asiente agradecida ypasa sonriente. Deja su abrigo en elperchero que tengo a la derecha y se girapara mirarme.

Page 237: Adueñándote de mi corazón

—¡Bueno! ¿Qué cenamos? —preguntacantarina.

Se dirige hacia la nevera con alegría yla abre, me mira y pone mala cara.

—¿Tu sabes lo que es Mercadona? —pregunta irónica.

Creo que es la primera vez en todo eldía que me río con ganas.

—Ya veo que sí. Bueno, puescambiamos al plan B, ¿pedimos unapizza?

—Estaría bien —musito.

—Indistintamente, creo que no tenemos

Page 238: Adueñándote de mi corazón

más opciones —sonríe.

Viene hacia donde estoy para coger elteléfono a mi derecha donde seencuentra su

bolso. Extiendo mi brazo a mitad de sucamino y la empujo hacia mí. Eleva surostro y me mira, yo hago lo mismo queella, para después fundirme en un fuerteabrazo.

Acaricia mi pelo con suavidad,paseando una de sus pequeñas manospor mi espalda.

—Siento que tengas que estar pasandopor todo esto tu solo. Ya verás como alfinal

Page 239: Adueñándote de mi corazón

todo saldrá bien.

—No sé cómo barajar esta situación —murmuro pegado a su cuello.

—Tranquilo, verás como se solucionade una forma u otra. No tienes que darletantas vueltas, lo que tenga que ser, será.

Nos apartamos un poco, hasta que juntomi frente con la suya. Cierro los ojospara

intentar dejar de darle vueltas al mismoasunto una y otra vez, pero de nada mesirve.

—Necesito dejar de pensar por unmomento… Me voy a volver loco.

Page 240: Adueñándote de mi corazón

Eleva su rostro un poco hasta que suslabios quedan a la altura de los míos.Los roza, depositando castos besos enellos en repetidas ocasiones, mi pulso seacelera cuando pega su cuerpocompletamente al mío, y tira de lacinturilla de mi pantalón vaquero.

Con suavidad me empuja hacia atrás sinseparar su mirada de mí. Contemplounos

ojos brillantes, llenos de deseo, que medesarman al instante.

—Pues vamos a intentarlo —musita convoz rasgada.

Page 241: Adueñándote de mi corazón

Los rayos de sol empiezan a colarse porla ventana de mi habitación, el brazo me

duele de tenerlo apoyado en mi frente, ylos ojos me pesan al no dejar de darlevueltas a la misma situación. Miro haciami izquierda y me encuentro a Rocíoacurrucada en mí pecho, con la sábanatapando únicamente su cuerpo, de lacintura hasta la mitad de los muslos, osea, prácticamente nada.

Contemplo la perfección de una diosa a

Page 242: Adueñándote de mi corazón

mi lado, ¿cómo hemos podido llegar aeste

punto? Por un momento me sientoculpable al tener el comportamiento deayer con ella, cuando después de todo loúnico que intentó fue evadirme de misproblemas. Me suena un WhatsApp yabro el teléfono al ver que se trata delgrupo que tenemos entre nosotros.

Dmitry: ¡Comité de urgencia en casade Rubén en dos horas!

César: Dejo a César en la guardería ynos vemos allí.

Luis: Ok. Yo llevo el alcohol.

Page 243: Adueñándote de mi corazón

Me restriego los ojos un poco, ¿ha dichoalcohol a las siete de la mañana?

Rubén: Dadme media hora más. Voy aenviar un mensaje al trabajo.

César: Para eso no necesitas dos horasy media…

Rubén: Hacedme caso.

Luis: ¿Es por una buena causa?

Dejo el teléfono a un lado cuando sientocomo se mueve, roza su nariz en mitorso

desnudo y eleva un poco sus ojosdormidos. Pasa su mano por los dos

Page 244: Adueñándote de mi corazón

intentando despertarse, arruga elentrecejo y me mira.

—¿Tienes mensajes tan pronto?

—Más o menos —me río— ¿a qué horaentras a trabajas?

—A las nueve y media, ¿qué hora es?

—Las siete y cuarto —miro mi teléfonode nuevo.

—Entonces todavía me quedan doshoras y poco.

Levanta su puño en señal triunfadora, sedeshace de mis brazos y se tumba bocaabajo, apoyando la cabeza en la misma

Page 245: Adueñándote de mi corazón

postura.

—Te vas a asfixiar.

—No pasa nada —murmura con la bocapegada a la almohada.

Observo su espalda, paso la mano condelicadeza por ella, repitiendo elproceso varias veces de arriba abajohasta la línea que separa su piel de lasábana.

—Mmmm… —Ronronea.

—Creo adivinar que te gustan lascosquillas.

Otro sonido similar al de antes sale de

Page 246: Adueñándote de mi corazón

su garganta de manera afirmativa.Acerco mi boca a su hombro ydescendiendo hacia abajo, paseo milengua por toda su piel. Veo

como el vello se le eriza, dibujandopequeños puntitos en todo su cuerpodebido al frío. Levanta la cabeza unmomento y se revuelve con una sonrisaen los labios cuando llego a su costado.

—¡Rubén! Ahí no, por favor.

Se gira veloz, agarrando mi cara con suspequeñas manos. Elevo mis ojos y lamiro

sonriendo.

Page 247: Adueñándote de mi corazón

—¿Tienes cosquillas? —Alzo una cejadivertido.

—No sabes cuantas, por favor, ¡notoques! —Se ríe.

Pongo uno de mis dedos de maneraintencionada en su costado lo que haceque se

retuerza y dé un chillido que resuena entodo el apartamento.

—Te acaba de oír todo el bloque.

—¡Te he dicho que no toques!

Me da un manotazo sin poder dejar dereírse. Agarro su manos en lo alto de su

Page 248: Adueñándote de mi corazón

cabeza intentando que deje de moverlas,hasta que consigo mantenerlas fijas en lamisma posición.

—Si suelto una mano… ¿sabes quepuedo seguir haciéndote cosquillas?

—Entonces tu entrepierna peligra —asegura con fiereza.

—A no ser que esté ocupada.

Aparto la sábana que separa su cuerpodel mío con fuerza, y la miro fijamente alos ojos y por una vez en varios díaspienso con cordura, quedándomeparalizado encima

de ella.

Page 249: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué pasa? —pregunta extrañada alver mi gesto.

—Creo que esto…

Niego con la cabeza y me levanto conrapidez. Me pongo el primer pantalónque pillo, dejándola sorprendida en lacama observándome. Salgo de lahabitación y me dirijo a la cocina, pongola cafetera en el fuego y apoyo lasmanos en la encimera.

Respiro con profundidad un par deveces, contemplando como sale el humofrente a mí.

Noto un dedo tocando uno de mishombros con firmeza, me giro despacio

Page 250: Adueñándote de mi corazón

y me la

encuentro con el cabello revuelto, laceja levantada y la sábana arrugada enla cintura.

Está preciosa.

—¿Se puede saber qué te pasa?

La contemplo durante unos segundos,exhalando al final un gran suspiro.

—Me he comportado como un egoísta.Solo he pensado en mí.

Acentúa su ceja.

—Por esa regla de tres yo también pensé

Page 251: Adueñándote de mi corazón

solo en mí cuando te pedí que teacostaras

conmigo.

Ahora el que está confuso soy yo.

—No tienes por qué darle vueltas a eseasunto, si no hubiera querido, no habríavenido aquí anoche —me explica.

Pienso y pienso antes de contestar, peroninguna palabra sale de mi boca. Lacafetera empieza a hacer un ruidoestridente que perfora mis oídos. Al nomoverme, Rocío me aparta un poco,quedando justamente pegada a micostado, apaga el fuego y

Page 252: Adueñándote de mi corazón

saca dos vasos. A mitad del camino laparo y niego con la cabeza.

—Hoy preparo el desayuno yo,espérame en el sofá.

Asiente y veo que se dirige hacia lahabitación, hasta que pocos minutosdespués sale y se sienta pacientementecon su teléfono en la mano. Mientraspreparo el desayuno, escucho comollama a alguien.

—Hola, sí, ¿cómo ha pasado la noche?—Una pausa— ¿de verdad? —Veocomo

sonríe— está bien, en media hora estaréallí. —Parece que las noticias no son

Page 253: Adueñándote de mi corazón

malas dentro de lo que cabe— ohvaya… ya me imagino. No te preocupes,no tardaré.

Cuelga y suspira con alegría. Llego ypongo las bandejas en la mesita delsalón.

Rocío se encuentra sentada sobre suspiernas desnudas, intentando estirar lacamiseta que lleva puesta para cubrirseun poco más, mientras que la sábanaqueda arremolinada en sus pies.

—No pasa nada si desayunamos convistas —le guiño un ojo.

Niega con la cabeza y se ríe.

Page 254: Adueñándote de mi corazón

—¿Buenas noticias? —preguntointeresado.

Page 255: Adueñándote de mi corazón

—Sí. ¡Anda! ¿De dónde has sacado esamargarita? —pregunta al ver la flor quehay

en la bandeja.

—Tengo una maceta en la ventana de lacocina —sonrío.

Se la pone en la nariz y aspira su olor,me siento a su lado, viene hacia mí ydeposita un casto beso en mi mejilla.

—Menudo desayuno nos vamos a pegar,veo que eres detallista.

—Eso dicen —sonrío de medio ladomientras le doy un sorbo a mi café.

Page 256: Adueñándote de mi corazón

—Entonces todas tus novias o arrimadasno han podido tener queja de ti nunca.

—Será por eso por lo que estoy mássolo que la una —me río con ganas.

Niega con la cabeza y coge una de lastostadas de la bandeja. La unta demantequilla, y después hace lo mismocon la mermelada de ciruela. La observocon atención, hasta que eleva suspestañas y me mira interrogante.

—¿Dónde está Mateito? —Estoyrealmente interesado.

—Pues se marchaba esta mañana a uncongreso en Londres. Va a estar un mesallí.

Page 257: Adueñándote de mi corazón

Asiento poniendo morritos deindiferencia.

—En un mes pueden pasar muchas cosasen Londres.

—Y en Barcelona —asegura bebiendode su café, después fija sus ojos en mí—no

tenemos nada, así que, es libre de hacerlo que quiera —asegura sin darleimportancia.

—Pero os gustáis.

—¿Y? Eso no significa que tengamosuna relación.

Page 258: Adueñándote de mi corazón

—¿Y si se queda en Londres?

—¿Te gusta chincharme, eh? —Alza unaceja— pues si se queda en Londres,significará que yo no le importaba tanto,y que lo nuestro no tenía futuro.

Hace un gesto de indiferencia y me miraa través de sus pestañas.

—¿Y tú por qué no tienes pareja?

Ahora el gesto lo repito yo.

—Supongo que no ha llegado la personaideal.

—¿Por la que sientes mariposas y todasesas cosas que dicen? —pregunta

Page 259: Adueñándote de mi corazón

interesada.

Pienso la respuesta durante unosminutos.

—No solo eso —miro hacia la mesa—sino también por más motivos.

—¿Cómo cuáles?

—Estás preguntona hoy —me río.

—Nunca he tenido una relación estable,ni no estable. Supongo que eso tienemucho

que ver. Tú en tu caso —medita lo queva a decir—, eres un rompebragas.

Page 260: Adueñándote de mi corazón

Suelto una carcajada que ella sigue ycuando me sereno, le contesto.

—Supongo que tiene que ser unapersona por la que te cueste hastarespirar. Que cuando la mires sientasalgo más que las mariposas, que quierasfundirte con ella. O tal vez, que sientasque si no está a tu lado, no puedes vivir.

—Qué bonito —sonríe con timidez —¿y tú nunca has sentido eso?

—No.

—¿Por nadie?

—Por nadie.

Page 261: Adueñándote de mi corazón

Terminamos nuestro enorme desayuno enun silencio necesario, hasta que laalarma

del móvil de Rocío suena. Se levantacon rapidez para vestirse, tropezandocon mis pies y cayendo encima de mí.

—¡Au!

Su rodilla impacta contra mi pierna, ysuelta un pequeño aullido cuandochocan.

—¿Te has hecho daño? —Me preocupo.

Nuestros ojos conectan con intensidad,hasta que sin darme cuenta, siento suslabios encima de los míos. Gatea hasta

Page 262: Adueñándote de mi corazón

quedarse a horcajadas encima de mí,mete sus manos

entre mi pelo, tirando de él parapresionar su boca contra la mía,deshaciéndonos en un intenso beso.Agarro sus caderas con fuerza, bajo unpoco mi pijama, elevo su cintura lonecesario y sin decir ni una solapalabra, siento como mi miembroresbala por las estrechas paredes de susexo. Un jadeo ahogado sale de migarganta, a la vez que lo hace de la suya.

Su cuerpo sube y baja sin piedad, susmanos se aferran a mi cuello y las míasse tornan blanquecinas al apretar sutrasero con intensidad. Separo un

Page 263: Adueñándote de mi corazón

instante mi boca de la suya respirandocon dificultad en sus labios, echa lacabeza hacia atrás cuando pequeñasoleadas de placer se empiezan aapoderar de su cuerpo, avisándola delgran abismo al que se acerca. Escuchode fondo como tocan a la puerta delapartamento de manera insistente, hastaque oigo como gritan:

—¡Rubén o abres o llamamos a tuhermano que tiene llaves!

La voz de César nos paraliza a los dos.Rocío arruga el entrecejo, mira haciaatrás y después a mí.

—¿Habías quedado? —murmura conasombro.

Page 264: Adueñándote de mi corazón

—Pero no ahora —le contesto en elmismo tono.

—¡Rubén! —Ahora el que chilla es Luis— ¿estará durmiendo el tío este? —

Reniega.

Ambos miramos hacia la puerta, ydespués a nosotros mismos de manera

intermitente.

—Joder Pablo, ya era hora, quellevamos diez minutos esperando quenos abra —

asegura Dmitry.

Page 265: Adueñándote de mi corazón

Abro los ojos como platos y Rocío mesigue.

—¡La madre que te parió! —susurra yme pega un golpe en el hombro.

Escuchamos como la llave entra en lacerradura, Rocío pega un salto del sofá,se

mete en la habitación a toda prisa y yome coloco los pantalones de pijamacomo buenamente puedo. La puerta seabre y pasan todos como caballosdesbocados.

—¿¡Macho qué coño haces!? —exclamael ruso con los brazos abiertos.

Page 266: Adueñándote de mi corazón

Intento controlar mi respiración pero sinpoder pronunciar ni media palabra, melevanto, les pido un segundo con lamano y me meto en mi dormitorio bajoel asombro de todos.

—¿A dónde narices va? —preguntaLuis.

Cierro la puerta y me apoyo en ella.Rocío me mira con los brazos puestos aambos

lados de su cintura. Pienso en todas lasposibilidades que hay para que salga,hasta que fijo mis ojos en la ventana.

—No pienso salir por la ventana —asegura señalándome con un dedo.

Page 267: Adueñándote de mi corazón

—¿Cómo vas a salir por la ventana? —pregunto con un tono más alto del quepretendía— ¡es un tercero!

Resoplo pasándome la mano por lafrente.

—¡Mierda! —Maldigo.

Unos golpes en la puerta me sacan demis pensamientos, me giro y echo elpestillo

con rapidez.

—¿Te estás escondiendo de nosotros?—pregunta César con extrañeza.

—Ahora salgo.

Page 268: Adueñándote de mi corazón

—¿Y por qué cierras el pestillo?

—¡Qué ahora salgo!

Me giro y me paso las manos por lacara. Me acerco a ella, cojo su mano yme la

llevo al otro extremo de la habitación.

—¿Y si te esperas a que se vayan? —murmuro lo más bajo que puedo.

—¡No puedo! Que no llego a trabajar.

—¿Y qué coño quieres hacer? —Hagoaspavientos con las manos desesperado.

Resopla, me mira y pone morritos.

Page 269: Adueñándote de mi corazón

—¿Con quién hablas? —Otra vez César— este se está volviendo loco —añade

diciéndoselo a los demás.

Niego con la cabeza.

—Bueno pues si no hay otra alternativa,tendré que salir por la puerta.

Abro los ojos como platos.

—¿Qué quieres que haga? —Ahora laque eleva los brazos hasta el cielo esella.

—Nos van a coser a preguntas…

Me mira, la miro…

Page 270: Adueñándote de mi corazón

—Rubén… Si tenemos que tirar lapuerta, yo soy un experto —añadeDmitry al otro

lado.

—¡Quitaros del medio! —Chilla Luis—Rubén, te cuento hasta cinco o te quedassin intimidad.

Al ver que no contesto, escucho comoempiezan los tres a la vez una cuentaatrás,

mientras mi hermano se ríe sin poderparar. Miro por enésima vez a Rocíoquien me hace aspavientos con la manopara que me vaya, escondiéndose detrásde la cama.

Page 271: Adueñándote de mi corazón

—Y cinc…

Antes de que termine de decir “cinco”,abro la puerta de malas formas, cojo lacamiseta que hay en la silla al lado de lacómoda y salgo empujando a César quecasi cae encima de mí al abrir. Veocomo todos asoman sus cabezas por loalto de mis hombros, intentandoencontrar a alguien. Empujo alsusodicho un poco y sin mirar atrás,cierro con cuidado.

—Al salón —les señalo con la mano.

Page 272: Adueñándote de mi corazón

Con mala cara todos obedecen sinrechistar, se sientan y miran las dosbandejas de

comida que hay encima de la mesa. Lasrecojo con rapidez y me las llevo a lacocina.

De refilón veo la sábana de mihabitación arrugada en el suelo, meagacho bajo los expectantes ojos detodos, incluido lo de mi hermano.

Page 273: Adueñándote de mi corazón

—¿Desayunas con una margarita? —pregunta Dmitry alzando una ceja.

—Que romántico… —murmura Luis.

Los miro de reojo y mientras dejo lascosas en la cocina, escucho como Césarsusurra:

—Demasiadas cosas había en esasbandejas… y esa sábana…

Me giro y cuando me encuentro con suscaras, les pillo haciéndose gestos conlos

ojos. Tomo una gran bocanada de aire, eintento solucionar todo este trajín de lamejor manera posible.

Page 274: Adueñándote de mi corazón

—¿Podéis volver en quince minutos?

Todos alzan una ceja, para despuésnegar con la cabeza. Suspiro y asientocon lentitud, era una posibilidad que nisiquiera tenía que habérmela planteado.

—Esperarme aquí, panda de marujas.

Me siguen con la mirada cuando entrode nuevo en mi dormitorio con la sábanaarremolinada en mi mano derecha.Cierro la puerta tras de mí, notandocomo ocho pares de ojos me persiguen.Rocío ya está vestida, y me contemplaexpectante cuando entro. Me hace ungesto con la cabeza para que hable, y yome paso la mano por el mentón sinpoder evitarlo.

Page 275: Adueñándote de mi corazón

—Pues… que no se van —murmuro.

—Pues… me tengo que ir… —Imita mitono de voz dudoso.

Asiento, salgo de la habitación echandoun último vistazo a Rocío quién hace una

mueca con los labios. Cierro la puerta yme paro a la entrada del salón,mirándolos a todos, que de nuevo, meinterrogan sin preguntar.

—Afirmado, está con alguien y seguroque es un orco, porque no quiere quesalga

—añade Pablo.

Page 276: Adueñándote de mi corazón

—O quizás está tan buena que teme quese acerque a nosotros —Luis.

—¿No te habrás cambiado de bando? —pregunta desconcertado Dmitry.

No contesto pensando en todas laspreguntas que van a caer sobre mí,cuando Rocío

salga.

—¿Qué te… pasa?

Luis termina la pregunta y el silencio sehace patente cuando Rocío sale detrásde

mí.

Page 277: Adueñándote de mi corazón

—Hola. No soy un orco —apostilla consarcasmo mirando a mi hermano.

Todos la miran a ella, después lo hacenconmigo.

—Hola —contestan a la vez sin podercreérselo.

Carraspeo incómodo. Rocío se acerca ala entrada, coge su bolso y después abrela

puerta bajo la atenta mirada del públicoque tenemos en el salón. Me encaminohacia ella y salgo detrás.

—¿Crees que podrás negar lo evidente?—Titubea.

Page 278: Adueñándote de mi corazón

—Si te preocupa, sí —contesto sindudar.

—Lo prefiero de momento.

Asiento. Da un casto beso en mi mejillay se marcha. Tomo aire antes de entrar,al

hacerlo me los encuentro a todoscuchicheando por lo bajo, y el silencioreina de nuevo cuando cierro la puerta.Luis es el primero en arrancar, quien yase ha recostado en el sofá como si fuesea ver una película en el cine.

—Me parece a mí que tú tienes muchascosas que contarnos.

Page 279: Adueñándote de mi corazón

—Me parece a mí que te equivocas —lecontesto con una sonrisa.

—¿A quién quieres engañar? —Alza unaceja César.

—A nadie. Estáis inventando algo que niexiste.

Dmitry achica los ojos intentandosacarme una respuesta. Niego con lacabeza y este resopla.

—No va a soltar prenda —aseguraPablo.

—No tengo que soltar nada, ya os lo hedicho —añado cuando entro en la cocina

Page 280: Adueñándote de mi corazón

para coger unos vasos.

—Tú mismo, yo ya le he mandado unmensaje con lo que me acabo deencontrar a

Patri.

—Ya veo que no pierdes el tiempoDmitry.

—Te aseguro que pueden ser muyinsistentes —afirma César.

Hago un gesto de indiferencia con loshombros, dejo los vasos para la cervezaque

han traído encima de la mesa y me siento

Page 281: Adueñándote de mi corazón

esperando el tercer grado.

—¿Nos lo vas a contar o qué? —pregunta Luis.

Resoplo.

—Está bien —todos me miran conentusiasmo—. Rocío vino ayer por lanoche.

Estaba mal, me acompañó, cenamos yfin de la historia.

Doy un trago a mi vaso bajo la atentamirada de todos y como no, su gesto dedisgusto.

—No me lo creo —asegura César.

Page 282: Adueñándote de mi corazón

—Ni yo —Dmitry.

Los otros dos niegan con la cabeza,apoyando la desconfianza de estos.

—Vuestro problema es entonces. Noinventéis cosas que no tienen sentido,Rocío está colada por un cirujano delhospital donde trabaja. —Aseguro condeterminación.

—¿Y eso que tiene que ver? La míaestaba a punto de casarse, revolcándoseconmigo.

—Dmitry lo vuestro es diferente.

—Ah, o sea que, ¿vosotros tambiéntenéis un “vuestro”? —pregunta Luis con

Page 283: Adueñándote de mi corazón

una sonrisa pícara.

—¡Luis no me líes!

—No ha sabido mentir nunca, desdeluego que mal se te da —me mira yañade esto

último—. Desde pequeños siempre hetenido que sacarle de los marrones conmis padres.

—Pablo, no me estás ayudando… —Lefulmino con la mirada contestándoleentre

dientes.

—¿Te has pinchado a la canija? ¿De

Page 284: Adueñándote de mi corazón

verdad? —pregunta Luis, yo resoplo.

—Por lo menos ya sabe que es echar unpolvo —Dmitry tan fino como siempre.

—Pues ya que era virgen, tendría quehaber esperado al supuesto príncipeazul.

—¿A cuál? ¿Ese que siempre está devacaciones según ellas? —inquiere elruso con sarcasmo.

Pongo los ojos en blanco, en el mismomomento en el que todos se callan. Semiran

entre ellos y sin previo aviso, sueltanuna gran carcajada a la vez.

Page 285: Adueñándote de mi corazón

—¡Puto príncipe azul!, qué engañadaslas han tenido toda la vida —añadeLuis.

—Pues igual que las princesas —se ríeDmitry—. A ver si tienes cojones tú deencontrar a la Blancanieves o acualquiera de las otras.

—Si se hubieran tenido que enamorardel susodicho caballero andante… —

murmura César arrugando el entrecejo.

—Pues no estaríamos aquí desde luego—asegura Dmitry.

Entre nosotros se hace un pequeñosilencio, hasta que es César quien lo

Page 286: Adueñándote de mi corazón

rompe.

—Vamos al tema más importante,háblanos de Daniela.

Asiento, me levanto y voy a por la cartaque Marta me escribió y que Soraya meentregó en el hospital. Se la dejo a todospara que la lean, mientras les explico lahistoria de nosotros sin entrar en muchosdetalles que ya no tienen importancia ytampoco son importantes.

—Básicamente te puso los cuernos y semarchó —añade Luis dejando la cartaen la

mesa, zanjando el tema de mi relaciónde un plumazo.

Page 287: Adueñándote de mi corazón

—Sí.

—¿Y por qué estás tan seguro de que estu hija? Estuvo con otro hombre.

—Porque es igual que yo, César.

—¿Te han llamado del hospital ya? —pregunta de nuevo.

Niego con la cabeza. Suspiro un par deveces, y entre todos me intentan daránimos

de lo que está por venir, hasta que doshoras más tarde, me suena el teléfono yveo que es Rocío quien me manda unWhatsApp.

Page 288: Adueñándote de mi corazón

Rocío: Las pruebas ya están listas. Vencuando quieras. Te espero en miconsulta.

Una hora después entro en el hospitalbuscándola por todas partes, hasta queal final del pasillo la veo con suparticular bata de color verde agua conanimales pequeños dibujados en ella.Me ve y se dirige hacia mí con pasodecidido. Al llegar a mi altura me haceuna extraña mueca que no reconozco conlos labios, arrugo el entrecejo y meencamino a su consulta. Cierra la puertacuando entramos y hace que me sienteindicándomelo con la mano.

—Que callada estás. ¿No se supone que

Page 289: Adueñándote de mi corazón

esos papeles me los tendría que dar otra

persona?

—Sí, pero he pedido ser yo quién lohiciera. ¿Prefieres que venga micompañero?

—No, prefiero que lo hagas tú —aseguro de inmediato.

—Tengo dos cosas que decirte.

—Te escucho.

Exhala un gran suspiro y me extiende unsobre.

—Marta ha fallecido esta mañana a las

Page 290: Adueñándote de mi corazón

diez, y las pruebas de paternidad estánen

ese sobre.

Trago saliva por ambas cosas. Para lode Marta estaba preparado desde quellegué

ayer y también tengo que reconocer queel tiempo hace el olvido, y con ella fueasí. El tema de las pruebas depaternidad, aunque tengo claro lo quepone en ese sobre, todavía me asaltanlas dudas de si seré o no, capaz decontrolar todos los cambios que estánpor venir.

—¿Y bien?

Page 291: Adueñándote de mi corazón

—Ábrelo —me indica.

Lo cojo y después lo dejo de nuevodonde estaba sin abrirlo. Me mira vonextrañeza en su semblante.

—Dímelo —le pido.

Desvía la mirada del sobre hacia mí através de sus largas pestañas y asiente.

—Es tu hija, Rubén. —Afirma con untono que no desprende ninguna emoción.

Me recuesto de golpe hacia atrás,intentando que la presión no me oprimapor completo. Suspiro varias vecesmirando a un punto fijo, perdido y sinorientación.

Page 292: Adueñándote de mi corazón

Salgo de mis pensamientos cuandoRocío se apoya en el antebrazo de lasilla y coge

una de mis grandes manos con las dossuyas.

—No tienes de qué preocuparte.

—¿Y cómo se supone que tengo queactuar ahora?

—Eso es lo que vamos a ver si quieresen media hora. Tengo a todo el mundoesperando.

La miro a los ojos con ganas de nosepararme nunca de esos prados verdesque siempre me inspiran tanta confianza.

Page 293: Adueñándote de mi corazón

—¿Vienes conmigo? —preguntoesperanzado.

—Por supuesto.

Sonríe y me abrazo a ella con fuerzahaciendo que finalmente se siente delado encima de mi regazo. Gesto quehace que se ría y termine juntando sufrente con la mía, a la misma vez querodea mi cuello con ambas manos.

—Tenemos algo pendiente —murmurocon voz ronca en sus labios.

—Sí…

—Y este me imagino que no es un buenmomento… —Los rozo.

Page 294: Adueñándote de mi corazón

—Creo que no…

No suena convincente, ni yo tampoco.

—Deberíamos salir —susurra pegada ami boca.

—Deberíamos…

Y antes de que pueda sellar sus labios,la puerta se abre de par en par haciendoque Rocío pegue un bote de mi regazo yse recoloque con rapidez la bata.

—¡Dmitry! —Le medio saluda.

—¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que teestaba quitando una espinilla que temolestaba? —Ironiza.

Page 295: Adueñándote de mi corazón

Me levanto de la silla y le apunto con eldedo.

—Punto número uno; se llama a lapuerta, y punto número dos; no inventes.

—Espera que ya te pongo yo el tres —me aparta el dedo de un manotazo—,punto

número tres —pone voz de niño de tresaños—, en el trabajo uno no puederevolcarse

con la enfermera.

Achico los ojos y oigo a Rocío detrás demí rectificándole:

Page 296: Adueñándote de mi corazón

—Psicóloga, soy psicóloga y pediatra,no enfermera.

—Pues eso —me mira y hace un gestocon los ojos de: no me lo creo.

—Y no me estaba revolcando con él. —Apostilla.

Rocío pasa por su lado dándole un leveempujón, el ruso se ríe y yo me enfadoporque en realidad, es la segunda vezque nos interrumpen.

—Sé que te he cortado el rollo.

Me mira chulesco, pongo los ojos enblanco y salgo de la consulta detrás deRocío,

Page 297: Adueñándote de mi corazón

intentando recolocarme el pantalón dealguna manera que no me delate.

Esperamos en la cafetería del hospitaldurante media hora, hasta que llegaAbraham, mi abogado. Un hombre deunos cincuenta años que hace demasiadobien su

trabajo, ese es el motivo por el que es elabogado de la familia desde hace másde veinte años.

—Abraham, antes de nada quería

Page 298: Adueñándote de mi corazón

comentarte una cosa —titubeo un poco.

El hombre alza sus enormes cejas y memira esperando que continúe, mientrasremueve sus papeles sin mirarlos.

—Mis… mis padres no saben nada deesto, y de momento quiero que siga así.

Asiente. Rocío está sentada a miderecha, y Dmitry a mi izquierda,contemplando al

abogado que me observa con atención.

—No te preocupes, no diré nada. —Mueve unos cuantos papeles de sitio yde nuevo se fija en mí— ahora tenemosque rellenar estos papeles que son los

Page 299: Adueñándote de mi corazón

que hay que presentar en el registro paraque la custodia de la niña sea tuya,¿tienes las pruebas de paternidad?

Asiento y le entrego el gran sobre conlos resultados.

—Bien, pues ahora haremos losiguiente, yo me llevaré todo esto juntocon la autorización que tienes quefirmarme para que pueda presentarlo, ymañana puedes pasarte a recoger losdocumentos pertinentes que me den,donde constará que es hija tuya y tienesla custodia.

—Está bien, gracias.

—No hay de qué, solo hago mi trabajo.

Page 300: Adueñándote de mi corazón

Llámame cuando lo necesites.

Se levanta de la silla haciendo unestridente ruido, me estrecha la mano yse despide de mis dos acompañantes conun leve movimiento de cabeza. Rocío leobserva

con detenimiento mientras abandona lacafetería y me preparo para elcomentario.

—Madre mía… en esas cejas cabía unpoblado pitufo.

—Con casas y todo, creo que hasta conmontaña —se mofa Dmitry.

—Sois increíbles —me tengo que reír.

Page 301: Adueñándote de mi corazón

Voy a la planta donde se encuentraSoraya, y al final del pasillo la veosentada con las manos en la cara.

—Hola…

Levanta la vista y me mira, rompiendo allorar de nuevo. Se me quiebra el alma.Sé

que era su mejor amiga y quizás la únicaque tenía. Me agacho para estar a sualtura y le doy un abrazo, dejando quepequeñas lágrimas empapen mi camisa.

—¿Me dejarás ver a Daniela cuandovenga a Barcelona? —susurra.

—Siempre que quieras.

Page 302: Adueñándote de mi corazón

—Por favor, cuídala bien. Ahora tendrásun nuevo reto por delante, y una niña aesa edad no es fácil. Tienes que pensarque solo la tenía a ella, Marta lo eratodo en su vida.

Mis ojos se clavan en la pared que tengoenfrente, no, no va a ser nada fácil y aúnestoy en estado de shock al saber que mivida dará un giro de trescientos sesentagrados.

Después de despedirme de Soraya, yllegar al acuerdo de que no dejaremosque Daniela vea a Marta en el tanatorio,me despido de ella hasta dentro de poco,cuando volverá para ver a Daniela.Entro en una sala donde la asistenta

Page 303: Adueñándote de mi corazón

social y Rocío me esperan sentadas.

Dos horas más tarde, me dan algunaspautas para sobrellevar el tema deDaniela, salgo de la sala con la cabezaembotada de la mano de Rocío.Demasiada información

en dos días va a terminar conmigo.

—¿Dónde está? —pregunto temeroso.

—En una sala que tenemos con juegos.Ya he hablado con ella…

La miro aterrorizado.

—Rubén, el primer paso es que tú tetranquilices, sino ella lo notará.

Page 304: Adueñándote de mi corazón

Pone una mano en mi pecho y me frenahasta que nuestros ojos se encuentran.

Asiento como puedo. Cuando llegamos ala puerta, respiro profundamente trashaberme enterado que Daniela no quiereirse con nadie que no sea su madre. Alabrirla, la niña se encuentra sentada enuna de las sillas con una de las piezasque están en la habitación en suspequeñas manos. Rocío me da un leveempujón para que avance y ella llega asu altura antes que yo.

—Daniela, he venido con Rubén denuevo —le toca la pierna.

La pequeña no levanta la cara, y siguemirando el suelo.

Page 305: Adueñándote de mi corazón

—Ahora tenemos que irnos.

No contesta. Me dirijo hacia ella con elpánico sembrado en todo mi cuerpo. Meacuclillo a su lado y agacho un poco mirostro para poder verle la cara, lamisma que está triste y enfadada.

—Hola Daniela —murmuro.

No responde.

—¿Te vienes conmigo? Yo te puedoayudar a hacer un montón de cosas conestas

piezas —señalo la que tiene en la mano.

De repente eleva sus ojos y me mira con

Page 306: Adueñándote de mi corazón

enfado.

—¡Yo no quiero irme contigo, quierover a mi mamá! —Me grita.

Suspiro y se me parte el alma en milpedazos, ¿cómo se supone que se barajaesto?

—Daniela cariño, ya hemos hablado deeso antes. Mamá… —Rocío se para unmomento antes te continuar y a la niñano le da tiempo a reaccionar.

—… mamá está en el cielo.

Cruza sus brazos a la altura de su pecho,y rompe a llorar.

Page 307: Adueñándote de mi corazón

—No llores cariño, ya verás que bien oslo vais a pasar tu y Rubén —la abraza.

—¡No quiero!

—Tranquila Daniela, ¿confías en mí? —Le pregunto intentando que se calme.

Niega con la cabeza. ¿Cómo se suponeque debo actuar?

—Te aseguro que Rubén es muy bueno, yademás, ¡sabe hacer pasteles! —comenta

Rocío entusiasmada.

—¡No quiero! —Repite.

Page 308: Adueñándote de mi corazón

Tras media hora en la que Rocío intentaque la niña salga de la habitación, y lamisma media hora en la que ella sabeque decir, puesto que yo más bienparezco un mueble, nos subimos a micoche los tres, con una silla provisionalque me deja una de las compañeras deRocío. Dmitry coge su coche también, ynos sigue en dirección a mi apartamento,donde tenemos que desmontar eldespacho entero para poder ponerle eldormitorio a la pequeña.

Al llegar subimos bajo la atenta ydesconcertada mirada de Daniela, que loobserva

todo con detenimiento. Abro la puerta y

Page 309: Adueñándote de mi corazón

extiendo la mano para que paseintentado plasmar en mi rostro unasonrisa que no llega a iluminar mis ojos.

—¿Qué tal si ponemos una película dedibujos? —pregunta Rocío conentusiasmo.

—Yo… yo no tengo ese tipo depelículas —murmuro.

Rocío suspira, Daniela me mira a mí conmala cara y después la gira hacia Rocío.

—Bueno, siempre tendremos la telenormal, ¿no?

La pequeña asiente y se encamina haciael sofá.

Page 310: Adueñándote de mi corazón

—¿Te quedas conmigo? —pregunta consu vocecilla.

Me giro esperanzado porque se refiera amí, y antes de dar un paso hacia ella,dice:

—Rocío, ¿te quedas conmigo?

Asiente y va a su lado, mirándome dereojo cuando pasa. Sé que le preocupademasiado mi estado de ánimo, pero esalgo a lo que tendré que acostumbrarme,y Daniela también.

—Venga, vamos a desmontar eldespacho.

Dmitry me da una palmada en la espalda

Page 311: Adueñándote de mi corazón

cuando ve que estoy petrificado enmedio

del salón.

—No sé como voy a hacer esto…

—Tranquilo, estas cosas son difíciles,pero te acostumbrarás. Solo tienes quedarle tiempo.

—¿Y qué se supone que tengo quehacer? —Me repito como un mantra.

—Intentar entenderla. No todo puede sercoser y cantar, y esta situación, túsituación —recalca— es muycomplicada.

Page 312: Adueñándote de mi corazón

Le miro sin saber a qué se refiere. Trescuartos de hora y gracias a que teníapocas cosas en el despacho, lodesalojamos entero y bajamos la granmayoría de muebles al trastero, elmismo que se queda a punto de reventar.

Subimos de nuevo y al entrar contemploa las dos. Rocío se encuentra tumbadaen

él, con una manta encima, y Danielaentre sus piernas, tumbada boca abajo, yapoyada en su pecho. Se restriega losojos un par de veces y poco a poco, veocomo se le van cerrando.

—Creo que debería acostarla en la camaun poco.

Page 313: Adueñándote de mi corazón

—Ha comido antes de venir, no sé sitendrá hambre —añade Rocío.

Entre pito y flauta se ha hechodemasiado tarde, y los rayos de sol,hace mucho rato que dejaron de iluminarlas calles. Voy a la cocina y preparo unpoco de pasta, que se supone que eso eslo que le gusta a todos los niños, y enese momento, Daniela levanta la cabeza.

—¿Tienes hambre Daniela? —preguntoesperanzado.

No contesta.

—Yo me voy a casa ya, espero que tesea leve tu primera noche. Si necesitasalgo…

Page 314: Adueñándote de mi corazón

—… Te llamo. Gracias Dmitry.

Asiente y me da una pequeña palmadaen la espalda. Se despide de Rocío conun

leve movimiento de mano y se marchaechando un último vistazo a Daniela.

—Bueno, yo ahora tengo que irme a micasa, mañana nos vemos ¿vale?

La niña niega con la cabeza sin parar.

—Tienes a Rubén para lo que necesites—le sonríe.

Vuelve a negar.

Page 315: Adueñándote de mi corazón

—No me quiero quedar con él —seenfada.

—Venga cariño, ya verás que bien os lovais a pasar.

Ella niega y se pone a llorar. Miro aRocío sin saber qué hacer y esta le da unbeso en la frente y se dirige hacia lacocina.

—No te preocupes, ahora se le pasará.Los niños son muy inteligentes, más quenosotros, y no puedes permitir que ellagane siempre. Hay que educarles, y ellatiene que adaptarse a ti.

La miro aterrorizado. Se acerca a mí,deposita un casto beso en mi mejilla y se

Page 316: Adueñándote de mi corazón

da

la vuelta para marcharse. Antes de salirpor la puerta se gira y le dice adiós aDaniela con la mano, ella le contestatímidamente, la canija cierra despacio yse marcha también dejándome solo anteel peligro, nunca mejor dicho.

Quince minutos después, pongo en dosbandejas de colorines los platos con lapasta, echo un montón de queso porencima y evito ponerle orégano por si noes de su agrado. Los dejo encima delmostrador y cojo una botella de agua dela nevera.

—¿Tienes hambre? —pregunto desde lacocina.

Page 317: Adueñándote de mi corazón

No contesta, pero al asomarme veocomo niega con la cabeza. Voy hacia allíy pongo las dos bandejas encima de lamesa, dudo mucho que en el hospitalhaya comido medio en condiciones estosdías, y seguro que tiene hambre. Nodescruza sus brazos y yo comienzo acomer, hasta que se me enciende unabombilla.

—Voy un momento a echarle agua a lacazuela. No tardo.

Ni me mira. Entro en la cocina y measomo desde el marco de la puerta, sinque ella me vea. Se incorpora un poco ytermina sentándose en la alfombra delsuelo, coge el tenedor y se lo lleva a la

Page 318: Adueñándote de mi corazón

boca una y otra vez. Sonrío al conseguiraunque sea que se coma un plato demacarrones sin mí. Espero pacientehasta que termina y salgo de nuevo.

—¡Anda, si ya has terminado!

No contesta. Pienso en que decirle, hastaque de nuevo me asaltan las ideas.

—Mañana iremos a comprar tudormitorio. —La miro pero no haceningún gesto—

lo compraremos verde —me pongo undedo en la barbilla.

Veo como arruga el entrecejo y me mirade reojo con timidez.

Page 319: Adueñándote de mi corazón

—No me gusta el verde… —susurra.

—¿Ah, no? —Me hago el sorprendido—¿entonces qué color te gusta?

—El morado.

Esta vez sí me mira directamente a losojos, aunque con desconfianza.

—Pues morado será.

Dos semanas después de que Daniela seviniera a mi apartamento a vivir todo ha

Page 320: Adueñándote de mi corazón

sido un caos. Aunque han intentadoayudarme, he preferido que nadieconociera a Daniela de momento(excepto Dmitry), hasta que primero sehiciese a mí, cosa que aún no heconseguido, por suerte, tengo a Rocíovado permanente conmigo, ya queDaniela es con quien únicamente quiereestar. Por una parte me siento un inútil,ya que sin que ella esté, es demasiadocomplicado.

—¡Buenos días! —Canturrea.

Rocío entra como un vendaval en micasa, deja las bolsas en la cocina y salecorriendo hacía el salón de nuevo.Empieza a recoger los cuatro trastos que

Page 321: Adueñándote de mi corazón

han quedado por medio y los mete todosen un baúl para los juguetes quecompramos hace

una semana.

—Tengo que irme a trabajar en mediahora, me llevo a Daniela al colegio —añade

atropelladamente— ¿dónde está? —pregunta al no verla.

Señalo la puerta de la habitación, el cualera mi despacho antes y ahora es elcastillo en vivo y en directo de unaprincesa.

—¿La has vestido?

Page 322: Adueñándote de mi corazón

—Sí, y menudo ceño fruncido tenía…

Rocío resopla al ponerse en situación,ya que Daniela odia que la vista, másbien

odia cualquier gesto que venga de mí.Abre la puerta a toda velocidad.

—¡Hola peque! —Saluda alegre.

La niña se tira a sus brazos y yo, desdela distancia las observo sin pestañear.

—¿Dónde estabas? —preguntaenfurruñada.

—Pues verás corazón, he tenido quesalir a comprar comida y te he traído las

Page 323: Adueñándote de mi corazón

galletas que tanto te gustan, ¿quieresdesayunar?

—Sí, pero… ¿Me lo preparas tú? —Lamira con dulzura.

—¿Y qué tiene de malo que lo hagapapá? —Esta vez pregunta Rocíoceñuda.

Papá.

Que rara me suena esa palabra de laboca de Rocío…Y qué poco me habitúoa ella,

ya que Daniela no me ha llamado así niuna sola vez. La niña se enfurruña denuevo y cruza sus pequeños brazos a la

Page 324: Adueñándote de mi corazón

altura de su pecho, mostrando suaparente enfado. Un constante estado enel que se encuentra casi las veinticuatrohoras del día. Creo que incluso duermecon ese genio…

—No pasa nada, sacaré el vaso por lomenos… —murmuro entre dientes.

Me doy la vuelta y suspiro de nuevo,últimamente solo sé hacer eso, resoplarcomo

un búfalo. Saco el vaso y lo dejo encimade una bandeja con un enorme pescadodibujado en color amarillo, coloco todoy lo pongo en la mesa del salón mientrasoigo como hablan entretenidamente.

Page 325: Adueñándote de mi corazón

—¡Ya está! Vamos a desayunar que nosvamos al cole.

Durante las dos primeras semanas hasido un sin vivir escuchar como Danielanos

decía que echaba de menos a su madre,y lo más que podíamos hacer era decirleque se había ido al cielo, y que aunqueella no pudiera verla, siempre estaría asu lado. Las pesadillas por las nochesparece que hace dos días se handisipado un poco, aun así, todavía lequeda mucho para adaptarse.

—¿Cómo lo llevas?

Pregunta veloz a la misma vez que se

Page 326: Adueñándote de mi corazón

sirve un poco de café en un vaso y se lobebe

de golpe. Me cruzo de brazos y meapoyo en la pared perdido y sin rumbo,como desde hace semanas.

—Fatal. Lo he intentado todo y noquiere saber nada de mí.

Me mira con intensidad, tanta que esimposible no quedarse embelesado consus ojos verdes.

—Dale tiempo, seguro que con el pasode los días conseguimos algo. Loimportante

es que tú, no te desesperes.

Page 327: Adueñándote de mi corazón

Me señala con el dedo al decir estoúltimo, mientras sostiene el vaso en sumano.

—Ya… y mientras tanto te estoyobligando a ti a perder tu vida porayudarme —

ironizo a la vez que me cabreo.

Me mira mal, deja el vaso con decisiónen lo alto de la encimera y se cruza debrazos fulminándome con la mirada.

—Si no quisiera no lo haría, para esoestán los amigos. Deja de darle vueltas alo

que no debas. Es mi decisión, no la tuya.

Page 328: Adueñándote de mi corazón

—Rocío tienes que reconocer que nopuedes seguir con este estrés, ¡va aterminar

contigo! —Me enfado.

Doy dos pasos y me acerco a ella deforma intimidante, arruga el entrecejo yretrocede de manera inmediata, acto queme desconcentra.

—Haré lo que quiera, cuando quiera ycomo quiera. —Sentencia.

Sonríe de oreja a oreja y sale de lacocina dejándome con el ceño fruncido,sin darme pie a réplica.

—¡Nos vamos! —Canturrea de nuevo.

Page 329: Adueñándote de mi corazón

Daniela se levanta del sofá de un bote,coge su cartera de la princesa Sofía y seva hacia la entrada, Rocío le pone elchaquetón y se gira para echarme unúltimo vistazo.

—¡Adiós papá! —Medio grita conalegría saliendo al rellano—, ¿lequieres dar un

beso?

—No.

Qué raro… Rocío me mira sin saber quéhacer y le hago un gesto con la manopara

que no le dé importancia. No sé ni las

Page 330: Adueñándote de mi corazón

veces que he intentado que se acerque amí de cualquier forma, pero esimposible, no quiere ni verme. Antes dedarme la vuelta para irme a vestir, suenade nuevo la puerta. Miro encima de lamesa de la entrada y no veo las llaves,por lo tanto, Rocío no puede ser.

—¿Sara?

—Buenos días —entra como unvendaval, la miro— no te preocupes, noestá, se han ido al colegio, me heencontrado a Rocío en la puerta deabajo.

—¿Has hablado con ella? —preguntosorprendido.

Page 331: Adueñándote de mi corazón

—No, con la niña no.

Se sienta en el sofá y da dos palmadasen él para que me encamine hacia allí.

—La semana que viene celebraremos elcumpleaños a César en casa, ¿vais avenir?

—Sí, pensaba presentaros a Daniela allí—me siento a su lado.

—Podías habernos pedido ayuda anosotros también —noto su enfado.

—Ya tenéis bastante con los dosvuestros, como para tener que ocuparosde una más y un desesperado que no dapie con bola.

Page 332: Adueñándote de mi corazón

Resopla, se aparta un mechón de peloque cae por su cara y me mira condetenimiento.

—Rubén…

—Ya sabía yo que venías para algo más—sonrío.

—Llevamos más de dos semanas sinvernos y me tenías preocupada, pero

indistintamente de eso me gustaría quehabláramos, porque tenemos lasuficiente confianza para hacerlo, ¿no?

—¡Ni se te ocurra proponerme algoindecente! —La advierto con cara dehorror.

Page 333: Adueñándote de mi corazón

—Tranquilo —se ríe—, por mi parteprometo no meterte en ningún berenjenalmás.

Menos mal… Por estas mujeres siempresalgo ganando, véase la ironía.

—¿Y bien?

Me recuesto un poco en el sofá,expectante y sin poder adivinar de quese trata el

asunto que tantas vueltas parece estardándole.

—Veras, he visto que… bueno, queRocío te está ayudando y eso con laniña…

Page 334: Adueñándote de mi corazón

La corto antes de que continúe.

—Efectivamente, me está ayudando —arrugo el entrecejo.

—Pero…

Muevo la cabeza un poco hacia un lado,esperando que siga y en sus ojos veo laindecisión.

—Veo que esa inseguridad tuya notermina de desaparecer. Adelante, sinfiltros, suéltalo —la animo.

Asiente y suelta una gran bocanada deaire contenido.

—Estáis haciendo una vida de pareja —

Page 335: Adueñándote de mi corazón

abro los ojos de par en par y esta mecorta

con la mano para que no hable—,déjame terminar. No quiero que piensesque me parece mal, ni mucho menos.Siempre te he dicho que ojaláencontraras la felicidad que te mereces,pero creo que deberíais de hacerlo bien.Jugar a algo así, es peligroso y sobretodo, doloroso después si no es algo a loque estáis dispuestos.

—No entiendo que es lo que estoyhaciendo mal, y tampoco entiendo porqué tienes

ese pensamiento. ¡No estamos jugando anada!

Page 336: Adueñándote de mi corazón

—Es lo que nos parece a todos, Rubén.No solo a mí, analiza bien las cosas ytus

actos.

—¿A todos? No sé a dónde quieresllegar, Sara. Te repito que no tengo nadaque analizar.

Se mira las manos por un segundo,después levanta sus largas pestañas ychasquea

la lengua.

—Lleváis dos semanas a remolquejuntos, codo con codo y parecéis unmatrimonio

Page 337: Adueñándote de mi corazón

sin sexo…

Desvío mis ojos de los suyos antes deque termine, sin saber por qué ya que encierto modo hace un poco más de dossemanas que no sucede nada entrenosotros. En

ese momento veo como arruga elentrecejo, intentando analizarme.

—¿Rubén? —Me llama.

—¿Qué? —pregunto como si nada.

—¿Tienes algo que contarme? —Alzauna ceja.

—No.

Page 338: Adueñándote de mi corazón

Mierda…

—¿Seguro?

Más mierda…

Miro a la izquierda para después pasar ala derecha, ¿por qué se me da mentir tan

mal con esta mujer? Mi silencio se hacepatente en el salón, Sara se lleva lasmanos a la cara y después mecontempla.

—No me lo puedo creer… ¿Os estáisacostando? —pregunta escandalizada.

Da un pequeño bote en el sillón paraquedar frente a mí.

Page 339: Adueñándote de mi corazón

—¿Y eso qué más da?

Abre los ojos en su máxima expansiónsin pestañear.

—¿Y no me lo has contado? —Se señala— que fuerte me parece lo tuyo, veráscuando se enteren Patri y Berta.

—No tiene que enterarse nadie más —lafulmino con la mirada.

—¿No se lo piensas contar? —Seasombra.

—No. Y tú tampoco vas a decir nada.

Arruga un poco la nariz para despuéstocarse la barbilla varias veces.

Page 340: Adueñándote de mi corazón

—¿Me estás pidiendo que te guarde unsecreto?

—Tómatelo como quieras, pero no digasnada. Sé que es superior a tus fuerzaspero

por lo menos, inténtalo. —Me mofo deella, aunque en realidad se lo estoy casisuplicando.

—Intentaré contenerme —suspira y lamiro mal—, es broma, no diré nada.Pero lo

que si te digo —se pone seria—, es queespero que tengáis ambos las cosasclaras, porque si no, después os haréisdaño.

Page 341: Adueñándote de mi corazón

Con esas palabras en mi mente, y sinsaber por qué, me dirijo a mi trabajodándole

vueltas como un mantra a unas cuantasfrases que pocos minutos antes salían dela boca de Sara.

Jugar a algo así es peligroso…

Después os haréis daño…

Y yo, no estoy dispuesto a hacerle dañoa Rocío de ninguna manera.

Page 342: Adueñándote de mi corazón

Trazo las líneas del plano que tengodelante, las miro y de nuevo, lo vuelvo aarrugar hasta hacerlo una gran pelota ylo lanzo a la basura. Abren la puerta ypasa Leire con su habitual entusiasmo enel rostro.

—Pensaba que esta mañana tampocovendrías, ¿cómo estás? —Se interesa.

—Bien, ¿por?

Mi pregunta tan tajante la pilla porsorpresa. En el trabajo de momento nohe comentado nada de lo sucedido,tampoco es que haya tenido tiempo dehacerlo.

—¿Has estado enfermo?

Page 343: Adueñándote de mi corazón

—No.

Me recuesto en la silla de oficina, ellame mira sin entender mi tono seco, llegaa la mesa y me deja unos documentos.

—Estos archivos son de la fase tres, hayque revisarlos por si se me ha escapado

algo, aunque lo dudo.

—Está bien. Cuando termine con estosplanos me pondré a ello. El lunes aprimera

hora los tendrás.

Asiente y se dirige a la salida.

Page 344: Adueñándote de mi corazón

—Rubén… —La miro—, si algún díatienes un hueco, ya sabes, llámame.

Sonrío y niego con la cabeza por suinsinuación.

—Te tomo la palabra.

Ahora la que se ríe es ella, sale y antesde cerrar la puerta otra mano se loimpide.

Veo que pone mala cara y no entiendopor qué hasta que una dulce voz dice conalegría:

—¡Hola! ¡Buenos días!

Rocío.

Page 345: Adueñándote de mi corazón

Pasa tan despampanante como siempre,con un vestido marrón y unos leotardoscon

topos en color crema, algo que habíapasado desapercibido para mí estamañana a primera hora.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con unasonrisa de oreja a oreja.

—¡Tengo una idea!

—¿Alguna vez se te quita esa euforia?—Alzo una ceja risueño.

—Sí, cuando estoy triste o enfadada —sonríe— y ahora mismo, ¡no es el caso!

Page 346: Adueñándote de mi corazón

Se sienta en un sofá marrón pequeño dedos plazas que tengo a la entrada de lacaseta y me mira entusiasmada. Elevo labarbilla un poco y espero a que me digacuál es el ingenioso plan que tiene enmente.

—¿Has ido alguna vez a Sierra Nevada?

—Sí.

Cruzo ambas manos y apoyo mi barbillaen ellas.

—¿Qué te parece?

Veo como tamborilea los dedos en loalto de su abrigo que se encuentraapoyado en

Page 347: Adueñándote de mi corazón

sus piernas.

—¿Quieres que llevemos a Daniela allí?

—Sería una buena idea. Quizás esepequeño detalle y que se divierta es loque necesita. No vamos a estar siempredel parque a casa y de casa al parque.Hay que incentivarla de alguna manera.

—Me parece una idea genial, lo mirodespués y te digo.

—¡Perfecto entonces!

Me levanto antes de que se marche, y leabro la puerta para acompañarla.

—¿Qué tal Mateito? —Me intereso.

Page 348: Adueñándote de mi corazón

—¡Bien! —Sonríe ampliamente—, llegala semana que viene. Me ha mandadouna

caja de bombones y unas flores.

—¿Desde Londres?

—No —suelta una carcajada por mípregunta— desde una floristería deBarcelona,

¿cómo las va a mandar desde Londres?—Pone los ojos en blanco.

—Qué romántico. ¿Has quedado con él?

Tambalea sus pequeños pies haciadelante y hacia atrás con la sonrisa fija

Page 349: Adueñándote de mi corazón

en sus labios y asiente con entusiasmo.Me tengo que reír al ver su gesto. Ponela mano en la manivela de la puerta almismo tiempo que lo hago yo. Esasimple conexión hace que

una chispa se encienda en mí, y terminemirándola fijamente a los ojos.

Durante unos segundos que pareceneternos, ninguno de los dos aparta lamirada del

otro. Veo como entreabre los labios unpoco, y siento mis pulsaciones a mil porhora de inmediato. Me traspasa con esosojos verdes, los mismos que estáncargados de deseo y lujuria.

Page 350: Adueñándote de mi corazón

En vez de abrir la puerta, echo elpestillo que hay un poco más arriba ydespués,

paso a la llave que se encuentra en lacerradura, y la giro hacia la derecha dosveces.

Rocío no pestañea, pero tampoco dice nimedia palabra.

Doy un paso al frente y nuestros cuerposquedan prácticamente pegados, tanto,que

ni el aire puede pasar entre nosotros.Eleva sus ojos hasta encontrarse denuevo con los míos, y antes de queninguno pueda reaccionar, una oleada

Page 351: Adueñándote de mi corazón

arrasa mis sentidos cuando noto suslabios impactando con firmeza.

Pasa una de sus manos por detrás de minuca, y termina agarrando mi pelo confuerza. Con las mías agarro su trasero yla levanto hasta que queda a mi justamedida, manoseo su muslo derecho,haciendo un recorrido hasta llegar a suparte más íntima.

Siento como baja su mano hasta quellega a la cinturilla de mi pantalón, tirade ella un poco para clamar mi atención,después la pasa por el botón yfinalmente termina bajando micremallera.

La deposito en el suelo con urgencia,

Page 352: Adueñándote de mi corazón

bajo sus leotardos a la par que su ropainterior se arrastra y consigo quitarleuna de las botas, mientras quearremolino todo lo demás en la otrapierna. Cuando me levanto, siento susmanos bajando mis pantalones, yarrastrando los bóxer con ellos.

—Rubén… —murmura mi nombreroncamente.

Agarro su cintura y de un solomovimiento la coloco a mi altura. Sindarle tiempo a nada más, de manera ruday salvaje me introduzco dentro de ella,notando como se tensan todos losmúsculos de mi cuerpo. De su gargantasale un profundo gemido de placer, lo

Page 353: Adueñándote de mi corazón

que hace que pierda un poco más lacordura al oír ese dulce sonido de suslabios.

—Rubén…

Elevo mis ojos hasta que impacto conlos suyos, coge mi cara con ambasmanos y

me traspasa de nuevo con esa mirada degata que hace que pierda el sentido.

—Tengo puesto un diu —susurra demanera entrecortada.

Alzo una de mis cejas sorprendido y a lavez aliviado por no tener que usar eldichoso globito más veces, aunque en

Page 354: Adueñándote de mi corazón

esta ocasión, también he olvidado esepequeño

detalle que tanto me repetía mi madre;póntelo, pónselo…

—Me vas a volver loco…

Sonríe. Me lanzo a su boca como si nohubiera un mañana y comienzo abombear

dentro de ella de manera frenética,notando como se deshace a cadaacometida que doy en su interior,sintiendo como me pide más a cadaestocada mientras los músculos de suvagina me presionan cuando se contraen.Unos golpes en la puerta me sacan de

Page 355: Adueñándote de mi corazón

mis pensamientos, giro el rostro haciaella cuando son más insistentes y Rocíoeleva sus ojos hasta el techo.

—No, hoy no… —murmuro.

Me mira con ojos brillantes, a la mismavez que aprieta sus piernas a miscaderas,

indicándome que continúe tal y comotenía previsto. Pocos minutos después,noto sus dientes apretar la fina tela demi camisa, a la vez que siento como latraspasan y se hincan en mi carne. Susmanos agarran mis hombros con fuerza,y en ese momento pierdo toda lapaciencia que me queda y termino dandotres rudas estocadas en ella que acaban

Page 356: Adueñándote de mi corazón

por descargar todos los díasacumulados.

Lentamente la presión de sus manos vaaflojando, apoya la cabeza en la pared ymira con detenimiento.

—Me da a mí que alguien lleva sindesahogarse unos días —musita paraque no nos

oigan fuera.

—Me da a mí que tú tampoco.

Niega con la cabeza a la vez que se ríe.Agarro su cuerpo sin separarme de ellay

Page 357: Adueñándote de mi corazón

me siento en el sofá. Tanteo con mismanos su cuerpo por debajo del vestido,mientras noto como mi miembro crecede nuevo en su interior. Ella me mirasorprendida a la misma vez quegraciosa. Con una de sus manos coge elfilo de mi camisa y la abre despacio,desabrochando botón a botón, hasta quellega a mi pecho y tiene que usar las dospara poder quitármela del todo. Memira, observo como se muerde el labio,y no

puedo evitar acercar mi boca a la suyapara ser yo quién los muerda.

—Creo que hoy se te va a hacer un pocotarde… —murmuro en su boca.

Page 358: Adueñándote de mi corazón

—No entro a trabajar hasta las cuatro…—contesta con una sonrisilla juguetona.

Agarro de nuevo con fuerza sus caderas,y las empujo hacia abajo, indicándoleque

podemos continuar entonces cuandoquiera.

Después de una sesión más quesatisfecha en todos los sentidos, a la unade la tarde salimos de la caseta paradirigirnos a casa de Patri, donde nosesperan todos para comer, ya queDaniela no sale hasta las cinco de latarde del comedor, y de esa manera,podemos hablar tranquilamente de comoharemos para que se involucre con

Page 359: Adueñándote de mi corazón

todos.

—Hoy no te tienes merecido el sueldo—asegura Rocío agarrando mi mano.

—Me temo que no —me río.

Cierro la puerta de la caseta esta vezpara irnos. A lo lejos escucho quealguien me llama, y sé de quién se tratacuando escucho a Rocío.

—Ahí viene la de la voz decamionero…

La miro y arrugo el entrecejo.

—¿Camionero?

Page 360: Adueñándote de mi corazón

Me da un codazo cuando prácticamentela tengo encima.

—Rubén, he venido antes, pero supongoque estabas ocupado.

No sé por qué motivo veo cierto desdénen su tono de voz, a la misma vez quemira

a Rocío con cara de asco, y despuésposa sus ojos en nuestro agarre sinsentido. Rocío aparta la mano incomoda,acto que hace que la mire con el ceñofruncido.

—Sí, estaba ocupado —contesto untanto aturdido, mirando a la canija.

Page 361: Adueñándote de mi corazón

—¿Podemos hablar?

Le hago un gesto con la cabeza para quecontinúe, hasta que dice con ciertoretintín:

—A solas.

Rocío pone morritos de los graciosos,me guiña un ojo y con aires desuficiencia y

una mirada que no sé descifrar haciaLeire, añade:

—Claro, te espero en el coche.

Esto último lo dice con una sonrisamalévola, da media vuelta y se encamina

Page 362: Adueñándote de mi corazón

con chulería hasta el coche que está aocho pasos de distancia. Se apoya en elcapó y dirige su rostro hacia la granconstrucción. Vuelvo mi cara haciaLeire que no le quita ojo de encima.

—¿Es tu novia?

Su tono no me hace mucha gracia peroprefiero omitir ese pequeño detalle.

—¿Y eso qué más da? —Alzo una ceja.

Asiente y se pega un poco más a mí.Coge el cuello de mi camisa y

“supuestamente”, me lo coloca. Sigomirando su manera de actuar un poco

Page 363: Adueñándote de mi corazón

desconcertado. Aparto sus manos consuavidad y las dejo quietas a la altura desu cintura.

—Si no tengo ninguna oportunidad, porlo menos deja de hacer que pierda eltiempo, Rubén.

Antes de que pueda contestarle, damedia vuelta y se marcha dejándome conla palabra en la boca, nunca mejordicho.

Page 364: Adueñándote de mi corazón

Una hora después estamos intentandollegar a casa de Patri, mientrasentablamos una conversación dedicada aMateito, tan divertida que me dan ganasde taparme los oídos y hacer como queno escucho.

Qué bonito es Mateito, qué románticoes Mateito y qué moñas es el putoMateito...

Le doy un manotazo a mi pensamientosarcástico, y decido no hacerle caso másde

lo necesario, mientras escucho a Rocíoredactarme la lista de cosas pendientesque ya tienen planeadas los dos cuandovuelva de Londres.

Page 365: Adueñándote de mi corazón

—… A todo esto, ¿qué te ha dichoLeire? —pregunta olvidándose del tema.

Resoplo.

—Eso es que nada bueno.

—No, no es eso. Quiere que quedemosalgún día, y se cree que le estoy dandolargas.

—¿Y por qué no lo haces? —inquieredivertida.

—Pss… pues no lo sé, la verdad.Supongo que por tiempo.

Tiro del freno de mano cuando aparcoen la puerta.

Page 366: Adueñándote de mi corazón

—Pues para mí si tienes tiempo.

Termina diciendo como si nada cuandosale a la carrera ya que vamos tardecomo

de costumbre. Eso último me hace quepare a pensar en lo que me dijo Sara, yde nuevo mi conciencia habla por sísola.

¿Qué estás haciendo?

—¡Llegáis tarde!

La voz gruñona de Patri me perfora losoídos, pero no soy capaz de dejar demirar

Page 367: Adueñándote de mi corazón

un punto fijo en el retrovisor.

—¡Rubén! —Me giro y la miro—¿piensas quedarte a comer en el coche?—Alza

una ceja—. Porque yo no pienso sacarteel plato, ¡mueve tu culo!

Dmitry sale a mi encuentro como uncaballero andante y se sube en el asientodel

copiloto, Patri arruga el entrecejo y sesube detrás al ver el gesto de su marido.Quién me iba a decir a mí, que meapoyaría tanto en el imponente ruso.

—¿Qué pasa? —pregunta el ruso.

Page 368: Adueñándote de mi corazón

—Nada.

—¿Y por qué coño no sales?

Miro por el espejo a Patri que es laúltima que me ha preguntado, después alruso y a continuación salgo del coche yme meto dentro de la casa dejándolos alos dos montados mirándose el uno alotro. Desde lejos veo como Berta hablacon Rocío animadamente, Sara encambio está dándole de comer a la niñay César se mueve de un lado a otro conbandejas llenas de comida que colocaminuciosamente en la mesa del

salón comedor.

—¿Dónde está Luis? —pregunto al no

Page 369: Adueñándote de mi corazón

verle.

—¡Aquí!

Aparece de la terraza limpiándose lasmanos con un trapo.

—¿Ya estabas dándole al vicio?

—No. He dejado de fumar.

Alzo una ceja.

—¿Y eso?

Sonríe y me da una palmada en laespalda. Se acerca a la nevera, coge unpar de

Page 370: Adueñándote de mi corazón

cervezas y me tiende una.

—Merece la pena intentarlo, y el tabacono significaba nada en mi vida. Era unsuplemento de lo que no tenía, y ahídelante está lo que realmente necesitaba.

Giro mi rostro hacia Berta y tengo quesonreír. Ni ellos mismos sabían lapareja tan perfecta que nunca debieronromper. Muevo mi cerveza a modo debrindis hacia Luis y este imita el gestode inmediato. Dmitry entra y me miracon el ceño fruncido, agarra mi codo yme guía hasta la cocina bajo losexpectantes ojos de su mujer que nopasan desapercibidos para mí.

—¿Me puedes explicar qué te pasa?

Page 371: Adueñándote de mi corazón

—No es nada, ya hablaremos en otromomento.

Alza una ceja y me señala con el dedo,pero antes de que pueda decir nada más,llega César.

—¿Qué me he perdido?

—Nada —resoplo empezando a perderla paciencia.

Y de nuevo otro que alza la ceja.

—¿Tanto se me nota cuando miento? —pregunto desesperado.

—Un poco —contesta Luis que entra enla cocina.

Page 372: Adueñándote de mi corazón

—¿Nos lo vas a contar o te tenemos queasar como un cochinillo en la barbacoa?

—pregunta César.

—Mira que sois brutos.

—Habló el que pudo —añade Luis—¿bueno qué?

—Ahora no —sentencio.

Sara entra en la cocina y nos mira a loscuatro repasándonos como si tuvierarayos

x.

—¿Qué estáis tramando?

Page 373: Adueñándote de mi corazón

—Rubén, hay algo que no nos quierecontar. —Suelta César como si nada.

Sara me mira, después lo hace con elresto y finalmente se cruza de brazos ysuspira.

—Y, ¿a qué no habéis pensado quequizás no sea el momento para él decontároslo?

Se miran las unos a los otros y al final,el ruso levanta los hombros en señal de:pues no. Sara niega con la cabeza y salede la cocina de la misma manera queentró.

Cuando paso delante de ellos y llego alsalón, una mano tira de mí hacia el

Page 374: Adueñándote de mi corazón

pasillo.

—¿Es por Rocío, verdad? —CuchicheaSara para que no la oiga nadie.

No contesto. Me escruta con la miradade tal manera que intimida.

—Rubén, no me mientas —me señalacon el dedo.

—¿No podemos hablar esto en otromomento?

—Mañana a las nueve estoy en tutrabajo y nos vamos a desayunar. Tengoel día libre.

Asiento y salgo de nuestro “escondite”

Page 375: Adueñándote de mi corazón

en el mismo momento que los chicossalen

de la cocina y todos me mirandiciéndome: c omo se lo hayas contadoa ella y a nosotros no… Pongo los ojosen blanco y me siento en la mesa.Casualmente a los pocos segundos,Rocío ocupa el lugar a mí lado, mientraslos demás toman el resto de asientos.

—¿Y bien? ¿Cuándo conoceremos aDaniela? —pregunta Berta.

—He pensado en traerla a la fiesta decumpleaños de César, quizás con losniños…

aunque sean más pequeños, no sé…

Page 376: Adueñándote de mi corazón

—Yo creo que es una idea estupenda, yle servirá para soltarse un poco más. —

Añade Dmitry.

—Es una niña encantadora, solo hay quecomprender en la situación que seencuentra.

—Claro, a ti como te adora. —Comentoentre dientes a Rocío.

Hago un gesto con la mirada y Rocío meda un manotazo por mi tono irónico.

—Dale tiempo y te querrá igual.

—Lo dudo, no sé qué vamos a hacer, omejor dicho, qué voy a hacer el día que

Page 377: Adueñándote de mi corazón

te

vayas.

—No pretendo desaparecer como unaola. —Se mofa de mí haciendo un gestocon

las manos.

—Eso espero o si no, ya puedes ircavando mi tumba.

Suelta una carcajada que tengo queseguir sin remedio y cuando voy ameterme un

trozo de filete a la boca me da por miraral resto de comensales que nos miran

Page 378: Adueñándote de mi corazón

ojipláticos.

—¿Qué? —Alzo una ceja.

De repente se escucha un murmullo detodos: no nada, nada nada…

Rocío y yo nos miramos, y ellacarraspea un poco, sus ojos se van aBerta acusándola de algo que no sé muybien que es, y los míos se van a Saraquién mira hacia otro lado y poniendo sumano a la altura de la mesa me hace ungesto que dice: yo no sé nada.

—¿Hay algo que no nos hayáiscontando? —pregunta Patri mirándonosa todos.

Page 379: Adueñándote de mi corazón

Todos los chicos miran a diferentespuntos de la estancia menos a ella, Saray Berta hacen lo mismo y mi lengua seva de paseo.

—¿Por qué os estáis haciendo loslocos? —Ataca de nuevo frunciendo elceño.

Nadie le contesta de nuevo y pega unmanotazo en la mesa. Sara le da un tragoa su

copa de vino y en ese momento de nuevovuelve a preguntar:

—¿Vosotros no estaréis liados?

Sara escupe todo el vino al que tiene

Page 380: Adueñándote de mi corazón

delante que no es nada más y nadamenos que

Luis. Este levanta las manos hacia arribadel susto a la misma vez que echa unpoco la silla hacia atrás y se le partenlas dos patas traseras haciendo quecaiga espatarrado al suelo.

—¡Ay que ostia se ha dado! —gritaBerta.

Me levanto corriendo y le extiendo lamano para que la coja. La acepta debuen gusto y me mira por encima delhombro, negando con la cabeza enrepetidas ocasiones mientras se toca laespalda.

Page 381: Adueñándote de mi corazón

Diez minutos después, Patri nos“ordena” que nos sentemos todos en elgran sofá esquinero que tienen en casa, yapretujados la miramos mientras davueltas por el salón. A la primera quemira es a su fiel amiga Sara, esta levantalas manos en son de paz.

—Yo no podía decir nada que loprometí.

—¿Lo sabe? —Me pregunta Rocíoescandalizada.

Patri desvía la mirada hacia Berta quetamborilea los dedos en sus rodillas, yposa los ojos en Rocío.

—Yo también juré que no abriría la

Page 382: Adueñándote de mi corazón

boca.

—¿Lo sabía ella? —Apunto a Berta,preguntándole a Rocío.

Hace un gesto con los hombros deindiferencia y achico los ojos, hasta quenos saca de nuestra rivalidad de miradascuando oigo como Patri pregunta a puntode perder la paciencia:

—Entonces, todos vosotros —les señalaen fila india— también lo sabíais.

—Hombre… si contamos con qué lospillamos saliendo del dormitorio a losdos juntos… —murmura Luis.

Y se arma el gallinero…

Page 383: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué, qué? —pregunta estupefacta.

—No es lo que parece —señalo con eldedo a Patri.

—Pues ya me dirás a mí qué es si no…—ironiza Rocío.

—¿Me estás ayudando o quieres que noslinchen? —Alzo de nuevo la ceja.

Todos hablan a la vez, hasta tal puntoque pienso que estamos en Sálvame envez de

en una comida de amigos. Lasacusaciones de; tú lo sabías, yo no, selanzan como puñales de unos a otros.

Page 384: Adueñándote de mi corazón

—¿Pero tú no le mandaste un mensaje?—pregunto al ruso.

—¡Era un farol! Aunque cuando os pilléen la consulta lo tuve claro.

—¿Y no dijiste nada? —Luis.

—¡¿En tu trabajo?! —Ahora seescandaliza Berta— eso yo no lo sabía,eh.

—¡Esto se hunde como el Titanic!¡Menuda comunicación! —Alza la vozPatri indignada.

Y después de más de una horacontándolo casi todo con pelos yseñales, conseguimos dejar satisfechos

Page 385: Adueñándote de mi corazón

al personal. Ya que de no ser así, jamássaldríamos de esa casa.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Sí.

Dos días después del “revuelo” en casade Patri, y con los humos más tranquilospor parte de toda la cuadrilla de amigos,me preparo para afrontar otra batalla,más difícil si es que se puede decir así.Pablo me acompaña a casa de Rocío,

Page 386: Adueñándote de mi corazón

donde me espera con una buena jarra deté y café para lo que está por venir.Como sé la reacción que tendrán alenterarse de la noticia, pensé que eramejor dársela en territorio desconocido,y esa sin duda, es la casa de Rocío paraellos.

Me bajo del coche y abro la puerta deDaniela, quién termina de comerse untrozo

de tostada tranquilamente. Parece que laconvivencia va mejor, aunque por días.Por lo menos, ya he conseguido que mehable un poco más…

—¿Has terminado princesa?

Page 387: Adueñándote de mi corazón

—Sí —contesta con su dulce voz.

Me entrega la servilleta de papel quellevaba en la mano y a toda prisasubimos los escalones que llegan a lapuerta principal de la escuela. Antes deque entre la giro y ella me mira.

—Tengo que contarte una cosa, ¿sabesque mañana es viernes, verdad?

Asiente apretando sus pequeños labios yhaciendo que una hermosa mueca asomeen ellos.

—Rocío y yo hemos pensado quequizás… te gustaría ir a la nieve, ¿quéme dices?

Page 388: Adueñándote de mi corazón

—¡¿De verdad?! —Pega un pequeñochillido.

—Sí —me río.

—¡Qué guay! ¿Se lo puedo decir a miseño?

—¡Claro! Cuando venga a buscarteiremos a por el traje de la nieve, así nopasaremos frío ¿vale?

Daniela aplaude y cuando me quiero darcuenta la tengo encima de mí,

abrazándome con fuerza, gesto que haceque una pequeña lágrima aparezca enuno de

Page 389: Adueñándote de mi corazón

mis ojos. Se da la vuelta y se marchapegando saltitos de alegría hasta queentra y comienza a decirle a todas susamigas que mañana se irá a la nieve. Megiro y miro a Pablo que me observasonriente desde la ventanilla del coche,a la misma vez que me hace un gesto deaprobación con su dedo pulgar.

Un rato después aparco el coche doscalles atrás de donde se encuentra elpiso de

Rocío, saco las llaves de mi bolsillo ysubimos en silencio. Al abrir me laencuentro de un lado hacia otro dandotumbos por la casa, para dejar todoimpecable.

Page 390: Adueñándote de mi corazón

—Para ya, está todo perfecto. No tepreocupes tanto, creo que no va a salirbien.

Se para en seco y me mira.

—¿Y por qué no?

—Porque conozco a mis padres,conozco a mi madre —recalco.

Pone morritos y da un paso hacia míhasta quedarse a mí altura. Noto comome tiemblan hasta las pestañas de lonervioso que me encuentro.

—Voy a esperarles abajo. —Anuncia mihermano.

Page 391: Adueñándote de mi corazón

—Les queda más de media hora Pablo,no hace falta que pases frío a lo tonto.

—Les espero abajo —sonríe, me guiñaun ojo y sale dejándonos solos.

Rocío me mira y pasa sus manos por misbrazos arriba y abajo en variasocasiones

de manera cariñosa y tranquilizadora.

—¿Estás bien?

—Un poco nervioso.

—Esto no lo has decidido tú, Rubén. Notienes de qué preocuparte.

Page 392: Adueñándote de mi corazón

—Hoy algo me ha dado más fuerza paraseguir adelante.

Me mira sin entender a qué me refiero.

—Daniela me ha dado un abrazo —sonrío cómo un bobo.

Le cuento lo que ha pasado en la puertadel colegio con pelos y señales, estajunta sus manos y da un par de saltitos ala vez que una deslumbrante sonrisa seplasma en su rostro de oreja a oreja.

—¡Eso es genial!

Se tira hacía mí y me da un fuerteabrazo. Al separarnos nuestros labios serozan y ambos nos quedamos quietos

Page 393: Adueñándote de mi corazón

durante un rato sin hacer ningúnmovimiento. De refilón

puedo ver un pequeño rubor en susmejillas que me hace ponerme en alerta,pero ella da la vuelta inmediatamente yse mete en la cocina. Voy detrás y arrugoel entrecejo esperando que se dé lavuelta. No lo hace.

—¿Por qué dices que tu madre no loentenderá? Se supone que las madresson las

que saben comprenderte antes que nadie.

—Rocío…

—Seguro que no es para tanto.

Page 394: Adueñándote de mi corazón

Sigue poniendo unas pastas dentro deuna bandeja, me acerco a ella y agarrosu mano para que pare, escrutándola conla mirada. No levanta la cabeza de laencimera, sabe que me he dado cuenta yestá intentando disimularlo.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?

Hace un gesto de indiferencia con loshombros sin mirarme y con sutilezaaparta su

mano de mi contacto, otro gesto que mehace dudar. Pasa por mi lado mirandohacia otro punto de la cocina y canturreahasta llegar a la mesa, me asomo al

Page 395: Adueñándote de mi corazón

marco de la puerta y cuando voy a irdetrás de ella, Pablo aparece.

—Ya están aquí.

De nuevo la tensión vuelve a mí. Dosminutos más tarde, llaman al timbre y nopuedo evitar pasarme la mano por lacara varias veces.

—Hola mamá —le doy un beso—, papá—le saludo de la misma forma.

—Hijo, ¿qué hacemos aquí? —preguntaextrañada.

—Pasad.

Al entrar, Rocío se encuentra de pie en

Page 396: Adueñándote de mi corazón

mitad del salón junto a Pablo. Mi madrela

mira de los pies a la cabeza y despuésposa sus ojos en mí.

—¿No estará embarazada?

Mi madre tan directa como siempre…

Rocío estalla en una carcajada y todosla miramos, parece darse cuenta eintenta contener la risa bajo los ojos dePablo que muestran querer reírse deigual forma.

—Soy Rocío, y no, no estoyembarazada. —Me mira— si menecesitas estaré abajo.

Page 397: Adueñándote de mi corazón

Asiento tal y como habíamos acordado ysale por la puerta de su propia casa para

dejarme espacio. Mis padres lacontemplan sin entender nada.

—Podéis sentaros en el sofá.

—¿Quién es esa chica?

—Una amiga, mamá.

—¿Y por qué estamos aquí? —Esta vezes mi padre quién habla.

—Tengo que explicaros una cosa,importante.

Después de contar hasta más de cien,

Page 398: Adueñándote de mi corazón

empiezo a relatarles lo sucedido enestas últimas tres semanas. Mi madrecada vez abre más los ojos y mi padrese queda mudo, literalmente.

—¿Y piensas hacerte cargo de esa niñaque ni conoces?

La reacción que esperaba aparece de lanada.

—Mamá, ya me he hecho las pruebas depaternidad y tengo la custodia deDaniela.

—¡Esto es increíble! ¿Y con quién lohas consultado? ¿Acaso estás preparadopara

Page 399: Adueñándote de mi corazón

tener un cargo tan grande?

Y como era de esperar, me acribilla apreguntas sin dejarme contestar aninguna.

Pablo intenta intervenir a mi favor envarias ocasiones, las mismas que ella ledice a viva voz que se calle y no se metadonde no le llaman.

—Creo que soy lo suficientementeadulto como para saber qué es lo quehago y qué

no.

—Pues yo no lo tengo tan claro. Tehaces cargo de una niña que no conoces,

Page 400: Adueñándote de mi corazón

que te

has perdido los siete años de su vida ysin pensar, sin más. ¿Te has vuelto loco?Verás cuando se enteren tus tías, ¡o laabuela!

Mis padres siempre han sido personasque pensaban en el qué dirán, cosa que amí,

nunca me importó.

—Me gustaría que la conocierais yque…

—¡Y qué nada! Ya te veo dentro de unmes dejándola en cualquier centro deacogida por no poder hacerte cargo de

Page 401: Adueñándote de mi corazón

ella…

Su comentario me saca fuera de miscasillas y la corto.

—¡¿Qué estás diciendo?! ¡Por el amorde Dios! ¿Me ves capaz de hacer eso?

—No te veo capaz de criar a una niñaRubén. —Asegura decidida.

Niego con la cabeza mientras intentomantener la calma.

—Piensa las cosas, tú no puedes…

—¡No tengo nada qué pensar mamá!

—Pues luego no vengas llorando por las

Page 402: Adueñándote de mi corazón

esquinas pidiéndonos ayuda.

Ese comentario me duele más queninguno de los anteriores. Miro a Pabloque se

encuentra con el ceño fruncido yenfadado a la misma vez por las cosasque nuestra madre está diciendo.

—Muy bien.

Me levanto después de decir esto últimoy abro la puerta del piso.

—¿Nos estás echando? —preguntaindignada.

—Cómo no voy a pedirte ayuda, y está

Page 403: Adueñándote de mi corazón

claro que no compartes mi opinión ni midecisión, hemos terminado de hablar.

Abre la boca para decir algo,seguidamente la vuelve a cerrar yenfadada se levanta del sofá, agarra lamano de mi padre y lo último que dicees:

—Vámonos Adrià.

Al día siguiente cogemos un avión quenos lleva a Granada, y le rezo a todos

Page 404: Adueñándote de mi corazón

los

Santos para que Rocío no arme un circoen el avión. Después de repetírseloveinte veces, se gira enfadada en elpasillo que nos conduce hasta el interiory resopla.

—¡Qué no voy a liar nada! Era laprimera vez que viajaba en avión, ¡quéno te enteras zoquete!

Daniela se ríe.

—Tu padre me saca de mis casillas —ledice a ella resoplando de nuevo.

—¿Y cómo viniste a Barcelona? —Alzouna ceja.

Page 405: Adueñándote de mi corazón

—¿En tren? —pregunta irónica.

Niego con la cabeza y me río, es única.Se gira enfadada y no puedo evitarponerme

detrás de ella y abrazarla. Meto micabeza debajo de su cuello y le doy uncasto beso, quedándome ahí durante unrato. Daniela me mira con una sonrisapícara y cuando avanzamos escuchocomo dice:

—Papá hace que te pongas roja también.

Me paro en seco. ¿Ha dicho papá? ¿Hadicho roja? ¿Qué se pone roja? Muevomi

Page 406: Adueñándote de mi corazón

cara hacia la izquierda cuando de nuevomi cerebro funciona y me pide que ande.Llego a su altura y la miro sin pestañear.

—¿Te has puesto colorada otra vez?

—¡Yo no me he puesto colorada! —Mira a Daniela— ¿cuándo has visto queme ponga roja yo? ¿Eh? —Pone losbrazos en jarras.

—Ahora —la pequeña se ríe.

—Eso es porque hace mucho calor,¡andando!

Me quedo mirando a las dos con la bocaabierta, ¿por qué se sonroja ahora?

Page 407: Adueñándote de mi corazón

Cuando llegamos y nos sentamos en elavión, Daniela pasa a la ventanilla, yRocío

se pone en el pasillo, dejándome a mí enmedio de las dos. La miro de reojo yesta hace un gesto a modo, qué pesado.

—¿De verdad que estás bien?

Me mira poniendo los ojos en blanco.

—Sí. Quizás estoy un poco nerviosa porla llegada de Mateo el lunes.

Y el tema sin saber por qué, se zanja. Yaque por mi parte no le pregunto nadamás y ella por la suya, tampoco.

Page 408: Adueñándote de mi corazón

Una hora y media después en el másabsoluto silencio llegamos a Granada,donde

alquilamos un coche y nos dirigimos aSierra Nevada, en busca delapartamento que alquilamos medianteuna página de fin de semana. Al llegar,un montón de nieve se abre paso bajonuestros pies, y Daniela es la primera ensalir del coche a toda prisa.

—¡Qué guay! ¡Mira cuanta nieve!

Sonrío.

—¿Habías visto alguna vez tanta nieve?

La pequeña niega con la cabeza, y antes

Page 409: Adueñándote de mi corazón

de que pueda esquivarlo, Rocío le lanzauna minúscula bola y ella contraataca.Me uno a la guerra de bolazos, hasta quediez minutos más tarde, exhaustos nostiramos al suelo.

—Creo que es hora de que vayamos alapartamento, está a punto de empezar lahora

de actividades Daniela.

La niña me mira con una sonrisa deoreja a oreja, e interiormente hace queme sienta más que satisfecho. Comienzaa caminar y con rapidez me pongo a sulado para llegar al apartamento. Sindarme cuenta noto como una pequeñamano agarra mis dedos, tengo que bajar

Page 410: Adueñándote de mi corazón

la cabeza hacia abajo para creer lo queestoy sintiendo, y no pensar que es unsueño. Miro a Rocío con la emociónpatente en mi rostro y ella asientesatisfecha.

Nos registramos en el hostal y diezminutos después llega uno de losmonitores que

espera fuera junto a un montón de niños.

—Bueno Daniela, ese es tu monitor y alque tendrás que hacer caso hastamediodía,

¿entendido?

—Sí, sí, sí —responde

Page 411: Adueñándote de mi corazón

atropelladamente.

—Está bien —me río y toco su pelo condelicadeza—, pues disfruta de tu fin desemana de nieve.

—¡Yuju!

Pega un saltito y antes de marcharsedeposita un pequeño beso en mi mejilladerecha, después con la misma euforiale da otro a Rocío y esta sonríe al verese gesto.

La niña se marcha y nosotros subimos ala habitación.

Un pequeño espacio con las paredes encolor rojo y blanco se abre paso ante

Page 412: Adueñándote de mi corazón

nuestros ojos. Es normalito, con mueblesde madera y dos habitacionesindependientes, una es donde dormiráDaniela y la otra, para nosotros.

—Bueno, parece que ha dado un pasomuy grande. Quizás a partir de ahora yano

necesites mi ayuda.

Dejo la maleta en el suelo y me giro conlas manos en los bolsillos paraobservarla detenidamente.

—¿Y quién ha dicho que no quiera queme sigas ayudando?

—Supongo que algún día tendrás que

Page 413: Adueñándote de mi corazón

valerte por ti solo, y creo que esto hasido un

gran avance. El viaje ha sido una ideamaravillosa.

—Gracias a ti —aseguro mirándolafijamente a los ojos.

Asiente y sonríe. Doy dos pasos haciaella, no se mueve y me mira con unasonrisa

tonta en los labios.

—¿Nos vamos a la nieve o hacemos unpoco de zonga?

La pregunta me pilla por sorpresa.

Page 414: Adueñándote de mi corazón

—Mmmm… —murmuro pegado a sucuello.

Paseo mi lengua por su clavícula ydespués subo de nuevo hasta llegar a suhombro,

escuchando como de su garganta sale unpequeño gemido que desaparece entrelas paredes de la habitación. De fondooigo como suena un teléfono móvil, yantes de que pueda separarme, Rocíoagarra mi trasero y me empuja haciaella.

Une sus labios a los míos sin pedirpermiso y yo le respondo agradecido.Nuestras

Page 415: Adueñándote de mi corazón

lenguas se enredan, jugando una batallasalvaje intentando buscar el ansiadoplacer. De nuevo escucho el teléfonosonar otra vez, y así, hasta que se cortacuatro veces y cuatro veces más quevuelve a sonar.

—Creo que alguien está impaciente porhablar contigo —murmuro pegado a suboca, rompiendo el ardiente beso.

—Es…

Alzo una ceja y chasco la lengua condesgana.

—… Mateito.

Sonríe y sin saber por qué, mi cara se

Page 416: Adueñándote de mi corazón

torna agría.

—Será mejor que lo cojas.

Me aparto un poco de ella bajo suintensa mirada, notando como sus manoscaen a

ambos lados de mis costados. Da lavuelta dando un pequeño resoplido yabre el bolso.

—¡Mateo! —Le saluda con su habitualalegría.

Me posiciono detrás de ella y le toco elhombro para que me mire.

—Te espero abajo.

Page 417: Adueñándote de mi corazón

Asiente y antes de cerrar la puerta de lahabitación, oigo como dice:

—Sí, es Rubén, estamos en SierraNevada.

No creo que mi nombre le haya hechomucha gracia, o por lo menos a mí no melo

haría si mi proceso de novia estuvieracon otro tío en la misma habitación.Bajo a la recepción y desde allí memandan a otra zona donde está nuestraequipación de esquí.

—Pues aquí tiene; el casco, los esquís,las botas y los bastones. Está todo.

Page 418: Adueñándote de mi corazón

Observo a la chica que me tiende lascosas con una pequeña sonrisa y esta sepone

un poco más colorada. Se giraintentando disimular, pero ya es tardepara eso.

—¿Levantando pasiones en SierraNevada también? Estás hecho unrompebragas.

Rocío aparece detrás de mí, y como no,se mofa a mí costa.

—¿Qué se cuenta Mateito?

—Pues nada, que tiene ganas de venir.

Page 419: Adueñándote de mi corazón

—Y de verte supongo.

Me mira con una tímida sonrisa.

—Supongo que sí.

Me quedo paralizado mirándola cuandotermina de decirme la última frasemientras

ella se pone las botas.

—¿Eso es desgana?

Alza la vista y sonríe.

—Para nada. Es solo que no sé cómotengo que actuar. En realidad no somosnada y

Page 420: Adueñándote de mi corazón

de momento tampoco quiero que sea así.

Arrugo el entrecejo.

—No sé si te entiendo, canija.

—Que quiero conocerle primero. No meapetece entablar una relación que acabeen

dos días por no saber con quién estás.Por no hablar de mi inexperiencia en lostemas amorosos.

—Se supone que nunca terminas deconocer a la persona con la que estás, oeso dicen. Y respecto a los temasamorosos, depende de a qué te refieras.Bajo mi punto de vista, manejas muy

Page 421: Adueñándote de mi corazón

bien ciertas situaciones —alzo las cejasde broma.

Me río al ver su expresión. Ata suchaquetón hasta arriba y me mira conuna sonrisa en los labios.

—Yo a ti te conozco —asegura como sinada—, ¡vámonos!

Sale del vestuario donde estamoscolocándonos la equipación dando unospequeños

saltitos, y sin saber de nuevo por qué,las palabras de Sara me vienen a lacabeza.

Tras un rato y después de dar un trillón

Page 422: Adueñándote de mi corazón

de vueltas por todos los rincones, nosparamos frente al Trineo Ruso.

—¿Te vas a subir ahí? —preguntaseñalando con el dedo.

—Nos —recalco—, vamos a subir ahí.

Veo como mira a la derecha y después ala izquierda, posa sus ojos en mí yarruga

el entrecejo.

—¿Con quién hablas?

Me tengo que reír.

—¿Contigo? —pregunto confuso.

Page 423: Adueñándote de mi corazón

Alza una ceja y rompe en una carcajadaque no entiendo. Mueve la mano variasveces negando con ella y respira hastaque consigue que el aire entre de nuevoen sus pulmones.

—¡Ay! —Sigue riéndose y de repentecambia la cara y la risa se le corta—.¿Tú estás tonto o qué?

Ahora el que alza la ceja soy yo.

—¿Por qué me insultas gratuitamente?

—Pues o me pones una tarifa porinsultarte o vas a tener que ir a que teden una paga. ¿Tú viste la que monté laprimera vez que fui en avión, no?

Page 424: Adueñándote de mi corazón

Asiento.

—Pues esto puede ser tres veces peor.

—¿De verdad? —Me río a carcajadalimpia.

Sin dejarla terminar la cojo de la cinturay me dirijo a la entrada desde dondetenemos que subirnos en cuanto lo haganlas dos personas que esperan antes quenosotros.

—Rubén, ¡no! Súbete tu solo.

Niego con la cabeza sin hacerle caso.Cuando la siguiente pareja se sube,Rocío cambia la cara y el terror seapodera de ella. Da la vuelta para salir

Page 425: Adueñándote de mi corazón

corriendo pero se lo impido cogiéndolaentre mis brazos.

—¡Aparta esa masa de músculos de micuerpo que yo me voy pitando!

—¡Ni de coña! —Sonrío y miro a lapareja que tenemos delante que nosobserva atentamente— es que le gustallamar la atención.

Oigo que resopla como un toro y me daun palmetazo en la espalda.

—¡Qué me sueltes!

—Me temo, que hoy no va ser tu día,nena.

Page 426: Adueñándote de mi corazón

—¡Ay! Por mi padre, por mi madre, ypor todos mis santos y antepasados demi alma, que esta sí que no la cuento,que lo sé yo…

—Llevas cinco minutos rezando ytodavía no te has subido —medesespera.

Se gira a toda velocidad y me mira.

—¡Haré lo que me pidas, de verdad!

Page 427: Adueñándote de mi corazón

Me observa suplicante y no puedo evitarsonreír mientras valoro las opciones detodo lo que podría pedirle. Al final latontería se me quita de un plumazo y veoque el hombre que nos da el paso,indicándonos que podemos subir.

—¡Adelante nena, nos vamos!

—No, no, no, no, no… —murmura comoun mantra, a la vez que niega con lacabeza a toda velocidad.

Le doy un pequeño empujoncito hastaque termina montada la primera. Mecoloco

detrás de ella y se gira con la caradesencajada clavando sus ojos en mí.

Page 428: Adueñándote de mi corazón

—Por favor Rubén, no quiero morirjoven, ¡déjame bajar! —Chilla.

Esto último lo dice desesperada y sinmás, miro al hombre que nos observaboquiabierto y asiento para que nos dérienda suelta. Cuando empieza a andar,lo más fino que escucho mientras meclava las uñas en las piernas es:

—¡Zoquete cabrón, cuando baje teapaleo!

Suelto una gran carcajada y cuandoterminamos de subir la gran cuesta, lafiesta está servida para ambos.

—¡Uuuooo! —Suelto a viva voz en laprimera caída, con la sonrisa

Page 429: Adueñándote de mi corazón

permanente en

mis labios.

Curvas, caídas y subidas se abren pasoante nosotros con un paisaje inigualablemientras los chillidos de Rocío se haceneco en toda la montaña dejándomesordo, para qué negarlo. Cuandollegamos al final, se baja como una balay empieza a andar sin esperarme. Doydos zancadas y llego a su lado con unasonrisa de oreja a oreja.

—¿A qué no ha sido para tanto?

Me da un fuerte palmetazo en el pechoque me hace retroceder un paso y mevuelvo

Page 430: Adueñándote de mi corazón

a reír sin poder evitarlo.

—Vamos a por Daniela antes de que temate.

Llegamos a la zona de actividadesinfantiles donde veo desde lejos aDaniela divertirse como nunca. Rocíoavanza a grandes pasos hasta que lapequeña la ve y se tira a sus brazos.

—¡Qué chulo! —Grita.

—¿En serio? ¿Te ha gustado?

—Síííí.

Viene hacia mí y agarra mi mano. Otrogesto que me encoge el corazón debido a

Page 431: Adueñándote de mi corazón

la

alegría.

—¿Vamos a subir a la montaña?

—Sí, pero a la grande no —sonrío.

—No, no, a la grande no —aseguraRocío mirando hacia la enorme montañaque tenemos delante.

Llegamos a una parte donde podemosesquiar con tranquilidad y la primera enponerse en posición es Rocío.

—Bueno, ¿esto cómo va? ¡Venga! —pregunta animada.

Page 432: Adueñándote de mi corazón

—Pues tienes que…

No me da tiempo a decirle nada máscuando uno de los bastones se le escapade las

manos y el agarre con la nieve afloja.Cae cuesta abajo con las piernasabiertas, gritando como una loca.

—¡Cierra los esquís de atrás parafrenar! —Le chillo.

—¡No puedoooo! —contestadesesperada—. ¡Me matooo!

—¡Cierra los esquís para frenar! —Lerepito.

Page 433: Adueñándote de mi corazón

—¡Ahhhhhhhh!

Daniela me mira con horror, giro denuevo mi cara hasta que encuentro aRocío la

cual está llegando al final del todo ytermina tirándose de culo en la nieve.Me llevo las manos a la cabeza y agarroa Daniela de la mano.

—¿Confías en mí?

La pequeña asiente sonriente.

—No me sueltes.

Noto como presiona mi mano con fuerzay juntos, bajamos lentamente hasta que

Page 434: Adueñándote de mi corazón

llegamos a una desesperada canija queintenta levantarse sin éxito, por culpa delos esquís y el ataque de risa que le estádando.

—¿Cómo coño me levanto?

Se tapa la boca con las dos manoscuando llegamos y mira a Daniela.

—¡Ups! —Me mira.

La pequeña se ríe por su comentario, ypor los intentos de Rocío al levantarsesin

éxito.

—Tranquilízate, lo primero.

Page 435: Adueñándote de mi corazón

Le doy mi mano y hago que apoye losesquís en el suelo, poniéndose de lado.

Cuando consigue levantarse resoplacomo un toro y mira a Daniela.

—Como te caigas, estás pérdida, porquea ver quién te levanta.

Se quita la nieve de encima y en esemomento ambos nos miramos cuandodice:

—Papá me puede ayudar.

Otro paso más.

—Claro que sí, yo siempre te ayudaré—la miro.

Page 436: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué os parece si vamos a por unchocolate caliente? ¡Tengo las tripaspegadas a

la espalda!

—¿Qué es eso Rocío? —pregunta lapequeña curiosa.

Alza una ceja pensado en su respuesta.

—Mejor te lo cuento después, andavámonos antes de que doña Rocío sigasoltando

pulmonías por su boca.

—Dices cosas graciosas.

Page 437: Adueñándote de mi corazón

—¿A qué parezco una monologuista?

—¿Qué es eso?

Suelto una carcajada.

—Mmmm… personas que hacen reír alos demás.

—Ajá —contesta como si lo entendiera.

—¡Espera ya lo sé! —Se ríe mientrasmira a Daniela— ¡tengo cara de chiste!

La pequeña suelta una carcajada másgrande que la mía y después agarra sumano

con fuerza.

Page 438: Adueñándote de mi corazón

—Tú me haces reír a mí, y a papá —memira con cierto brillo en los ojos.

—Es que soy única, ¿no lo sabías?

Daniela niega con la cabeza. Cuando mequiero dar cuenta estoy con una absurdasonrisa en los labios, que por algúnmotivo, no desaparece.

Después de una tarde de lo másaprovechada, terminamos cenando en unrestaurante

de la zona, donde acabamos redondosno, lo siguiente. Subimos alapartamento, con Daniela dormida enmis brazos, debido al cansancio.

Page 439: Adueñándote de mi corazón

—Está agotada —afirma Rocío.

—No me extraña, estoy agotado yo.

Me mira, la miro, pero ninguno dicenada más. La meto en la habitación, ycon delicadeza le coloco el pijama defranela nuevo que le compramos el otrodía. La tapo y doy un casto beso en sufrente, sin poder evitar quedarmemirándola durante unos minutos. Sientouna presencia detrás de mí y giro mirostro hasta encontrarme a Rocío en elquicio de la puerta observándome.

—Quién me lo iba a decir a mí… —murmuro volviendo la vista a Daniela.

—Creo que al final has conseguido que

Page 440: Adueñándote de mi corazón

se adapte muy bien. Y estoy segura queya

te has hecho un hueco en su corazón.

—Hemos —la corrijo.

—No Rubén, lo has conseguido por tisolo, yo solo te he ayudado a intentarsobrellevarlo.

—Ha sido todo tan rápido, y tancomplicado… —musito sumido en mis

pensamientos.

—La vida no la elegimos nosotros, pordesgracia. ¿Has hablado con tus padres?

Page 441: Adueñándote de mi corazón

—No. Supongo que tarde o temprano mellamarán para conocerla, mi madresobre

todo es así y ella luego piensa las cosashasta que se arrepiente.

Oigo como suspira.

—¿Vendrás conmigo?

Lanzo la pregunta mirando a Daniela sinpensar.

—Claro —contesta tajante.

—Lo siento, he hecho la pregunta sinpensarlo. Creo que ya estoy abusandodemasiado de ti.

Page 442: Adueñándote de mi corazón

—He dicho que iré Rubén, no le desmás vueltas.

Termino de extender la manta en supequeño y frágil cuerpo cuando melevanto del

filo de la cama. Voy hacia la puerta yobservo a Rocío, quedando justamente asu lado.

—Sin ti no habría sido lo mismo y losabes. Te echará de menos cuando noaparezcas tanto por casa.

Me da un leve empujón para cerrarle lapuerta y se cruza de brazos frente a mí.

—¿Y quién te ha dicho que vaya a

Page 443: Adueñándote de mi corazón

desaparecer?

—Supongo que cuando Mateito vuelvaestarás más ocupada.

—Una cosa no quita la otra —sedefiende y pone cara de enfado.

Alzo las manos en son de paz y meacerco a la maleta para coger mi pijama.Rocío

aprieta la toalla que lleva liada a sucuerpo y viene detrás de mí.

—Al no ser que seas tú el que quieraque me aleje de vosotros —la miro mal—,

Page 444: Adueñándote de mi corazón

todo puede ser —se defiende de miataque no pronunciado.

—¿Y por qué iba a querer apartarte demi vida?

Desvía la mirada hacia la pared, por unmomento me parece ver que susemblante

cambia hasta que vuelve a sus trece sinpensarlo. Niega con la cabeza y sonríesin contestar. Pasa por mi lado, y antesde que dé un paso más, cojo el filo de latoalla que lleva y doy un pequeño tirónpara que caiga arremolinada a sus pies.

Page 445: Adueñándote de mi corazón

—¿Estoy bien? —pregunta tocándose elpelo.

—Que sí.

Muevo mi palillo de los dientes en laboca, es la octava vez que me pregunta.

—¿Tengo alguna arruga en el vestido?¿No será demasiado llamativo para serinvierno?

—Es rosa, ¿qué hay de malo?

Page 446: Adueñándote de mi corazón

—Bff.

Se pasa las manos otras cuatro vecespor el pelo, que hoy especialmente lolleva liso porque viene Mateito, ydespués las baja hasta el vestido,quitando arrugas invisibles de él.

—¿Puedes andar con esos zapatos?

Se mira los pies.

—Sí, ¿qué pasa? ¿No pegan con elvestido?

Pone cara de pánico y yo los ojos enblanco. Me levanto después de llevarmedia

Page 447: Adueñándote de mi corazón

hora sentado en una de las incómodassillas del aeropuerto de Barcelona. Meparo frente a ella, y esta vez me hacegracia ya que no tiene que mirardemasiado hacia arriba para verme.

—Ahora eres más alta.

—Ahora te puedo dar un buen pellizcoen los mofletes —asegura.

—Prefiero un beso antes que eso —merío.

Durante unos segundos nos quedamosfijamente observándonos, el tiempo se

paraliza y parece que nadie más pasapor este gran aeropuerto por el que

Page 448: Adueñándote de mi corazón

miles y miles de aviones llegan a lolargo del día por las pistas. Hoyespecialmente va demasiado guapacomo para dejarla caer en las manos deotro hombre, y ese pensamiento sinsaber por qué, de nuevo me cabrea másde la cuenta.

—¿Qué planes tienes para hoy?

Me despego un poco de ella y vuelvo asentarme rompiendo la conexión,dejándola

con los labios entreabiertos y los ojosbrillantes.

—Pues… —Se sienta a mi lado—, no losé, Mateo quiere darme una sorpresa.

Page 449: Adueñándote de mi corazón

—Ese te lleva a su casa.

—¡Rubén! —Me regaña.

Muerdo el palillo de nuevo.

—Ya lo verás.

—A ver si te piensas que todos loshombres van a ser iguales, alguno seescapará,

¡vamos digo yo!

Hago una mueca con los labios a modono sé yo, ella me mira de reojo yresopla.

—¿Has hablado con la camionera?

Page 450: Adueñándote de mi corazón

Alzo una ceja interrogante, ella ponecara de: ¿eres tonto? Y en ese momento,caigo en la cuenta.

—¡Hija es que siempre estamos con losmotes!

—Perdona que tú llamas a Mateo,Mateito —me echa en cara.

—¡Pero se llama Mateo no camionera!No puedes compararlo.

Eleva una de sus manos en un gesto deindiferencia y me insta con la miradapara

que conteste.

Page 451: Adueñándote de mi corazón

—No, no he hablado con ella. ¿Por qué?

—No sé, deberías de buscar a alguien.

Achico los ojos.

—A alguien, ¿para qué?

Mueve los hombros en señal de nosaberlo, se levanta cuando escucha queel vuelo

que lleva retrasado una hora acaba deaterrizar y me mira dando el tema porzanjado.

—Entonces, ¿cómo estoy?

—Estás preciosa.

Page 452: Adueñándote de mi corazón

Sonríe y nos encaminamos hacia laspuertas de salida. Después de unosveinte minutos, aparece el susodicho conuna sonrisa que yo mismo le borraría deun solo puñetazo. Intento mantener lacalma y cuando llega a nuestra altura,veo que lleva un ramo de flores en lamano izquierda. Abraza a Rocío como sino hubiera un mañana y

deposita un casto pero pausado beso ensus labios, y algo en mi interior sedesarma.

Me mira de reojo y alza la cabeza enseñal de saludo, yo, ni le contesto.

—Estás muy guapa —la piropea.

Page 453: Adueñándote de mi corazón

—Gracias —sonríe de oreja a oreja—¿nos vamos?

—Puedo llamar para que me traigan elcoche y…

Le corta.

—No te preocupes, me ha traído Rubén,tenemos el coche en el parking.

Puedo palpar lo poco que le gusta mipresencia. Me giro y sonrío de mediolado,

jódete.

Una hora después me encuentro plantadocomo un pino en la puerta de la casa de

Page 454: Adueñándote de mi corazón

Sara, junto a Daniela. Esta abre lapuerta y me mira de arriba abajo,después pasa sus ojos a la pequeña yuna tierna sonrisa se dibuja en suslabios.

—¿Estás bien?

—¿Y tú estabas dormida? —pregunto alver su cara de sueño.

—Sí, me he quedado dormida en el sofá,la peque últimamente nos está dando una

guerra tremenda.

Se hace a un lado y me invita a entrar,veo que César aparece por el pasilloestirando sus grandes brazos como un

Page 455: Adueñándote de mi corazón

oso, solo que con el pecho descubierto yunos pantalones de pijama que le quedanjustamente por debajo de la cintura.

—Qué sexy vas —me burlo de él.

—No puedo perder el sexapil ni encasa, no quiero que mi mujer se vayacon otro

—le guiña un ojo a Sara y esta se ríe.

César mira a Daniela y ladea un poco surostro, habíamos quedado en dejar laspresentaciones para este viernes, cuandohiciéramos la fiesta de cumpleaños deCésar.

—Así que, tú eres Daniela.

Page 456: Adueñándote de mi corazón

Sara se agacha a su altura y sonríe,Daniela le imita el gesto y asiente con lacabeza.

—Eres muy grande para solo tener sieteañitos, ¿no?

La pequeña vuelve a asentir.

—Me llamo Sara, y este grandullón sellama César, ¿quieres que te presente amis

niños?

—Sí —murmura pegada a mi piernaderecha.

—No te preocupes pequeña, ya verás

Page 457: Adueñándote de mi corazón

que montón de juguetes tiene César, soloque

es un poquito más pequeño —sonríe.

Sara le extiende su mano para que vayacon ella, Daniela la acepta encantada ycon

una sonrisa que últimamente afloramucho en sus labios, se va con ella.Desde lejos la escucho reírse, y dosminutos después, Sara aparece.

—Está al final del pasillo, si necesitasir, ya sabes.

Me siento en el sofá y apoyo la cabezapara despejar la mente un rato.

Page 458: Adueñándote de mi corazón

—¿Quieres algo de beber?

—Un cubata estaría bien —murmuro.

Sara me mira ojiplática y se sientamientras manda a su marido con la manopara

que traiga algo de beber.

—¿Ha pasado algo?

Asiento.

—Cuéntamelo.

Resoplo un par de veces y la miro sinmenearme del sitio.

Page 459: Adueñándote de mi corazón

—Ha venido Mateito.

—¿Y?

César llega y se sienta a mi lado,quedando yo en medio de los dos.

—Me han venido instintos asesinoscuando le ha dado un beso.

El silencio se hace eco en el salón.Nadie osa decir nada, ni opinar acercadel tema, hasta que Sara, valiente comode costumbre, es la primera.

—Rubén, ya te dije que estábais jugandoa algo muy peligroso. Y cuando no tedas

Page 460: Adueñándote de mi corazón

cuenta de estas cosas, al final, alguientermina sufriendo.

—No estoy diciendo que esté sintiendonada, o sí —me contradigo—, ¡no lo sé!—

Me desespero.

Doy un bote del sofá y empiezo a darvueltas entre la mesita baja del salón yla línea en la que termina el sitio dondedos personas me miran sin entenderme.Resoplo un par de veces, me paso lamano por la cara y después pongo misbrazos en jarras.

—No es lo que pensáis —aseguro.

Page 461: Adueñándote de mi corazón

Sara asiente sin convicción.

—Entonces, ¿qué se supone que es?

Me muerdo la lengua varias veces ydespués miro hacia el techo, ¿qué sesupone que es?

—Creo que es muy simple, más de loque nos creemos —la señalo con eldedo un

segundo—, está claro que es él, no tienebuen fondo. —Niego con la cabeza a lapar.

—¿No tiene buen fondo? ¿Ahora tededicas a “suponer” esas cosas? —Alzauna ceja.

Page 462: Adueñándote de mi corazón

—Sara… —César le regaña.

—No, Sara no —se levanta— Rubéntienes que admitir que te gusta, no haynada

malo en eso.

—¡Claro que me gusta! Pero no de lamanera que tú quieres pintármelo.

—No te equivoques, yo no te pinto nada,eres tú el que se está enamorando sinquererlo.

Niego con la cabeza, no sabe lo quedice.

—Pues el viernes vendrá con Mateo, así

Page 463: Adueñándote de mi corazón

que…

La corto.

—¿Que, qué?

Me mira y sonríe.

—Que el viernes viene con Mateo alcumpleaños de César.

Arrugo el entrecejo y me cabreo más dela cuenta de nuevo. Sara desaparece porel

pasillo para ver cómo están los niños, yme quedo mirando a César que tienecara de circunstancias.

Page 464: Adueñándote de mi corazón

—No sé por qué te niegas a afirmar loevidente.

—Otro… —murmuro cansado.

—No tiene nada de malo. Si te molestaMateo, es porque no quieres que nadietoque a Rocío y eso querido amigo, soloquiere decir dos cosas; la apreciasdemasiado para que esté con otrohombre y estás buscando al príncipeazul del que estuvimos hablando el otrodía para ella —dice con ironía—, oestás enamorándote sin darte cuenta.

—Ninguna de las dos es válida —añadocon rapidez.

—Te equivocas.

Page 465: Adueñándote de mi corazón

—Piénsalo detenidamente, la idea no estan descabellada.

Cuatro días después me encuentro en lapuerta de Sara y César de nuevo, conuna

gran moto automática en mis manosenvuelta entre Daniela y yo. Antes detocar a la puerta la miro y esta eleva suspequeños ojos para saber que me pasa.

—¿Estás segura que le gustará?

Page 466: Adueñándote de mi corazón

—Sí papá, tenía muchas motos.

—Su padre tiene una moto de verdad —sonrío.

—¿Sí? —pregunta entusiasmada.

Asiento.

—¡Qué guay!

—¿Te gustan las motos Daniela?

Presiono el timbre, esperando unarespuesta por parte de mi hija. Mi hija…

Todavía se me hace raro.

—Sí, sí, síííííí.

Page 467: Adueñándote de mi corazón

—Pues un día de estos le pediremos aCésar que nos la deje y damos unavuelta.

Da dos palmadas en el aire, soltando elenorme paquete que llevamos y tengoque

agacharme un poco para que no caiga alsuelo. Veo que salta en un par deocasiones y me tengo que reír. Antes deque la puerta se abra escucho comoDaniela chilla y me giro.

—¡Rocíoooo!

Tan sonriente, tan deslumbrante comosiempre, extiende sus brazos hacia lapequeña y está se tira encima de ella.

Page 468: Adueñándote de mi corazón

Elevo mis ojos un poco más y veo aMateito venir por detrás, lo que haceque resople como un toro.

—¿Por qué no has venido a verme? —pregunta con pena Daniela.

—Tenía mucho trabajo corazón, lasemana que viene intentaré ir más amenudo.

Eleva sus grandes pestañas morenas yme mira. Veo algo distinto en sus ojos yno sé por qué me da la sensación de quequiere marcar una distancia. Cuandollega a mi altura la observo atentamentesin decir ni una palabra, ella hace lomismo hasta que el sonido de la puertanos saca de nuestra conexión.

Page 469: Adueñándote de mi corazón

—¡Hola! —Nos recibe un Césareufórico.

Rocío pasa por mi lado con una sonrisaen los labios, Daniela entra con ella dela

mano, y yo me quedo plantado con elgran paquete en la mano, mientras queMateito me mira de reojo y entra sindecirme ni hola. César espera paciente.

—¿Vas a pasar o te vas a quedar en lapuerta matando con la mirada?

—Mejor voy a pasar.

Se hace a un lado para dejarme entrar.Cuando lo hago me encuentro todo

Page 470: Adueñándote de mi corazón

adornado

con los muñequitos de Nemo y Dori. Mehace gracia cuando veo un enorme pastelde los personajes de la película, junto atodos sus amigos en lo alto de la mesa.

—Sé que estás pensando lo mismo queyo —murmura Dmitry con un dedo en labarbilla.

—¿Ah, sí? ¿Y qué estoy pensando? —Me río.

—La tarta somos nosotros, una piña —giro mi rostro sin entenderle—, si a ti tecae

mal, a mí también, y obviamente si hay

Page 471: Adueñándote de mi corazón

que partirle la cara, yo te ayudo si esnecesario.

Sara pasa por su lado y le da unempujón, después se acerca un poco a ély achica

los ojos.

—Escucha ruso gigantón, aquí nadie vaa hacer nada porque cojo el palo de laescoba ¡y me quedo sola!

Termina de fulminarle con la mirada y semarcha altiva. Escucho como alguien me

llama y a lo lejos veo a la madre deSara, Mónica que se encuentra junto aLorena, la madre de César.

Page 472: Adueñándote de mi corazón

—¡Rubén, mi niño! ¡Cuánto tiempo!

Me acoge bajo sus brazos y deposita dossonoros besos en mis mejillas, tirandode

mis mofletes como no. Mira por encimade mi hombro y me giro un poco. Rocíoestá

detrás.

—Veo que la vida no te está tratandomal —sonríe.

—Oh, no, no, ella es…

—Rocío, lo sé. Nos conocimos en lafiesta de la sobrina de Berta. ¿Qué tal

Page 473: Adueñándote de mi corazón

estás

querida?

La aludida se acerca para depositarledos besos con la misma euforia que loha hecho conmigo. Nos mira a ambos yal final termina cogiendo las manos deRocío.

—¿Me dijiste que eras de Andalucía?

—Sí, soy de Almería —sonríe.

Ambas comienzan a hablar sobre lascostumbres de sus tierras y me hago a unlado,

sintiendo una tensión extraña entre la

Page 474: Adueñándote de mi corazón

canija y yo. Me encamino hacia lacocina y me encuentro a Patri colocandounos bizcochos con forma de peces en loalto de una bandeja.

—Sí que estás entretenida.

—Todo sea por mi sobrino —sonríe deoreja a oreja.

Veo que tiene mala cara y me preocupo.

—¿De verdad estás bien? Te noto…

Se para un segundo para mirarme y leveo las intenciones de negar pero antesde que pueda hacerlo, el imponente rusoaparece por la puerta.

Page 475: Adueñándote de mi corazón

—Sí, sí, toma, llévate estas dos a lamesa.

—¿Qué hago? —pregunta Dmitrycogiendo a su mujer de la cintura.

Ella reparte unas cuantas cosas entre losdos y salimos para dejarlo donde nos ha

dicho. Antes de llegar, veo comoMateito me contempla de reojo hastaque le pillo y aparta la mirada conrapidez. No se separa de Rocío ni porun segundo, mientras que Luis habla conél animadamente. Berta pasa por milado, y deposita un beso en una de mismejillas, sonríe por un extraño motivoque no alcanzo a reconocer y se marchaa la cocina.

Page 476: Adueñándote de mi corazón

Tres horas después, me siento en una delas sillas y estiro mis piernas agotado de

correr detrás de los niños. Cojo unbotellín de cerveza y lo abro junto aCésar.

—Los niños son agotadores —aseguro.

—Me lo dices o me lo cuentas.

—No sé cómo eres capaz de decirle aSara que quieres tener otro.

Me mira y se ríe.

—Es para meterme con ella. Aunque enrealidad no me importaría, pero no lodigo

Page 477: Adueñándote de mi corazón

en serio. —Pone cara de terror.

—¿Y si alguna vez te dice que sí? —Alzo una ceja interrogante.

La mira, sonríe y de nuevo posa sus ojosen mí.

—Pues… ella manda en mí.

Niego con la cabeza y una grancarcajada sale de mí garganta.

—Gracias por retirarte a tiempo —murmura sumido en sus pensamientos—,nunca

te lo he dicho.

Page 478: Adueñándote de mi corazón

Le observo, después paso mis ojos aSara. Es feliz. Es demasiado feliz con lavida

que tiene, con la vida que mi amigo leestá dando.

—Gracias a ti por hacerla feliz todoslos días.

Ambos sonreímos a la vez que le damosun sorbo a nuestra bebida, despuésCésar

me pasa un brazo por encima del cuelloy me estrecha un poco junto a él.

—Siento haberte insultado y todas esascosas que dije de ti en el pasado.

Page 479: Adueñándote de mi corazón

—Pues yo no —viva mi sinceridad.

Niega con la cabeza y me da un levecodazo. De refilón veo como Mateito nonos

quita ojo de encima, él y Luis vienenhasta donde estamos nosotros y cogen unpar de sillas para sentarse.

—Me estaba contando Mateo una de susexperiencias en el quirófano, mejor nosvenimos aquí y estamos todos juntitos —sonríe.

Miro a Luis y este cierra el pico al vermi cara de pocos amigos, y la cosa sevuelve peor cuando pasa una hora yMateito no para de contar sus

Page 480: Adueñándote de mi corazón

batallitas… Resoplo un par de veces ymiro a César quien le observa arrugandoel entrecejo.

—¿Y vosotros a qué os dedicáis? Buenotu no —me señala—, ya me lo hacontado

Rocío.

Page 481: Adueñándote de mi corazón

—¿Ah sí? —pregunto irónico—¿habláis de mí cuando estáis juntos?

El ruso que se acaba de incorporar memira pidiéndome calma con los ojos, séque

estoy perdiendo los estribos sin darmecuenta.

—Sí, bueno, ella me cuenta muchascosas de ti —sonríe chulesco.

—Me imagino que no todas —añado.

—Bueno… Me cuenta bastantes cosasde vosotros. —Asegura con decisión.

Page 482: Adueñándote de mi corazón

—¡Ah! ¿Qué hay un nosotros? Eso nodebe de sentar demasiado bien…

Mi sarcasmo hace que todos me miren.En ese momento Daniela aparece.

—¡Papá! Sara me ha dicho que si mequiero quedar a dormir en su casa te lodiga.

Katia también se queda —me mira conuna sonrisa.

Cambio mi gesto hosco y una sonrisasale de mis labios. Deposito un pequeñobeso

en su frente y la miro.

Page 483: Adueñándote de mi corazón

—Claro que sí.

Da media vuelta y se marcha a todaprisa para seguir jugando. Posiciono misojos

en Mateito de nuevo, y espero paciente aque me conteste. No sé por qué motivo,me

siento con ganas de guerra. Al ver queno lo hace, le insto con la mirada, perocomo es tan sumamente corto, parece noenterarse.

—¿Y bien? —Termino preguntando denuevo.

—La verdad es que me da igual. A fin

Page 484: Adueñándote de mi corazón

de cuentas soy yo el que va a estar conella,

no tú —se ríe con maldad.

Una sonrisa ilumina mis labios,dándome la sensación más extraña quejamás he sentido, ya que la malicianunca ha sido una virtud para mí.

—Te recuerdo que yo también estoymucho tiempo con ella. Quizás esepequeño detalle se te ha olvidado.

—Pero no te mira con los mismos ojosque a mí.

Dmitry carraspea, César no dice ni mu, yLuis susurra por lo bajo, pero yo le

Page 485: Adueñándote de mi corazón

escucho:

—Comienza el concurso de meadas.

Omito el último comentario que oigo porparte de uno de mis amigos, y dirijo mis

ojos hacia mi “contrincante”, no sé nipor qué pienso eso, pero estoy en esemomento en el que cegado, seríaquedarse corto.

—Claro, porque supongo que tú eres unexperto en eso, ¿me equivoco?

—Indistintamente —la busca con lamirada y evita responderme—, sé quetarde o

Page 486: Adueñándote de mi corazón

temprano aceptará ser algo más que miamiga con derecho a roce.

—O sea, que buscas el amor de tu vidaen la canija —vuelvo a ironizar sinquerer.

Esta vez gira su mirada y la clava en mícon una intensidad que no había vistoantes.

Desde luego no le caigo bien, ya estávisto y comprobado y no solo por mí,sino por todos los que están alrededornuestra.

—Por supuesto que pienso que sea algomás. Y ya que estamos, ¿podrías dejarde

Page 487: Adueñándote de mi corazón

llamarla canija? —Se echa un pocohacia delante para darle más énfasis asus palabras

—, quizás no hayas pensado que lepuede sentar mal.

Cruzo mis enormes brazos a la altura delpecho y me recuesto en la silla de laforma más chulesca que se haya vistonunca.

—¿Y has llegado a esa conclusión túsolito?

Veo como tensa la mandíbula, lecontesto con una sonrisa y antes de quepueda decir nada, bajo el partido de pinpon que estamos vivienda, aparece la

Page 488: Adueñándote de mi corazón

persona de la que estamos hablando.

—Uf, ¡estoy agotada! —Nos miracuando ve que Mateito y yo nos miramoscon mala cara— ¿qué pasa?

—Ejem… nada, estamos intercambiandoopiniones —se apresura César a

contestar.

Me da un golpecito en el hombro, peropara mí pasa desapercibido, esteimbécil no

va poder conmigo. Al ver que no le hagocaso, y que la tensión se palpa en elambiente, César me coge del brazo eintenta que me levante.

Page 489: Adueñándote de mi corazón

—Vamos a por unas cervezas Rubén.

No me muevo del sitio. Rocío nosobserva sin entender nada.

—Rubén —alzo mis ojos con mala cara— ya está bien.

Me levanto de la silla haciendo unestridente ruido y me giro fulminando aMateo

con la mirada. Me encamino hacia laterraza y César me acompaña, seenciende un cigarro y extiendo mi manopara que me de uno.

—¿Desde cuándo fumas? —preguntadándome uno.

Page 490: Adueñándote de mi corazón

—Desde que me sacan de mis casillas.

—Creo que no deberías de entrar altrapo. Todavía estoy intentado entendera qué

ha venido eso —señala el circulo dondeestán sentados.

Resoplo como un toro y no le contesto.Oigo como la puerta de la terraza seabre y

en el mismo instante que Césardesaparece de mi vista, sé que se tratade Rocío.

—¿Por qué estás fumando?

Page 491: Adueñándote de mi corazón

Cruza sus brazos a la altura del pechointerrogante. No le contesto, ni siquierala miro, ya que por muy raro queparezca, la rabia me está consumiendo.

—¿Piensas contestarme?

—¿Quieres que te dé explicaciones depor qué hago las cosas? —pregunto conrudeza en mi voz.

—No pretendía eso, solo digo…

—Pues entonces no preguntes —lacorto.

Se hace el silencio, hasta que de nuevolo rompe con otra pregunta más molestatodavía.

Page 492: Adueñándote de mi corazón

—Mateo se quiere ir, dice que no está agusto, ¿qué ha pasado?

—Nada. Y si algo le ha molestado quete lo cuente.

Resopla.

—¿Por qué actúas así con él?

No contesto.

—¿Rubén? Te estoy hablando.

Apago el cigarro en el cenicero quetengo delante y me giro para mirarla.Está enfadada.

—Actúo así con él porque no le trago,

Page 493: Adueñándote de mi corazón

¿algún problema?

—Que no te caiga bien, no te da derechoa hablarle de esa forma, ni a decirletodo

lo que has soltado por tu boca. ¿A dóndequerías llegar con las preguntitas?

—Veo que está hecho toda una portera.

Ironizo dándole a entender que le hafaltado tiempo para ir a contárselo conpelos y señales.

—No entiendo por qué has hecho eso,sabes lo importante que es para mí y…

De nuevo no la dejo terminar. No pienso

Page 494: Adueñándote de mi corazón

escuchar ni una sola vez más; quéperfecto es Mateito.

—Pues si tan importante es para ti eseidiota, no lo traigas donde no se sienta agusto y así, no tendrás problemas paraque se sienta cómodo.

—¡¿Quieres dejar de interrumpirme?! —Se desespera.

—¡Pues tú deja el puto tema ya!

Al elevar la voz más de la cuenta, sientocomo varios ojos se giran hacianosotros.

El primero en abrir la puerta; el putoMateo, que encima viene con aires de

Page 495: Adueñándote de mi corazón

chulería.

—¿Se puede saber por qué le estásgritando?

Como si fuera la niña del exorcista, giromi rostro hasta que mis ojos impactancon los suyos, que también estánechando humo. Rocío da un paso haciamí y queda justamente pegada a micuerpo. Noto como mi respiración subey baja descontrolada y me temo lo peorcuando de nuevo escucho comopregunta:

—¿Estás sordo? ¿O no te lo hepreguntado lo suficientemente alto?

Aprieto mis dientes tanto que creo que

Page 496: Adueñándote de mi corazón

en cualquier momento se me partirán,con los puños hago igual, hasta que estavez es Patri quién sale junto con Dmitry.

—Creo que ya está bien por hoy —Dmitry me pone una mano en el hombro.

No le quito la mirada amenazante aMateo ni por un instante y cuando creoque voy

a darme la vuelta e intentar no montar elcirco de mi vida, escucho su voz denuevo:

—¿Te ha comido la lengua el gato?

Lleno de ira me giro para tirarme haciaél, Rocío pone sus dos manos en mi

Page 497: Adueñándote de mi corazón

pecho y

sin poder evitarlo le señalo con el dedopor lo alto del cuerpo de la canija,mientras el ruso intenta agarrarme pordetrás.

—¡¿Tengo que darte explicaciones a tide lo que hable o no?!

—Sí es con ella sí.

Intento avanzar dos pasos más,llevándome conmigo a Rocío a rastras.

—Rubén por favor, ¡basta ya!

Se arma un revuelo de insultos por partede los dos, hasta que al final terminan

Page 498: Adueñándote de mi corazón

saliendo todos a la terraza. Laparsimonia de Mateo me enerva más ymis ganas de ahogarlo en el mismo sitioincrementan de manera considerable.Sara alza la voz y es en ese momento, enel que el ruso consigue arrastrarme alinterior sin que roce siquiera a micontrincante.

El viernes por la mañana, y una semanadespués de lo ocurrido, me levanto ypreparo el desayuno para Daniela y paramí. Al ver que no sale de su habitación,

Page 499: Adueñándote de mi corazón

me preocupo y voy en su búsqueda.

—¿Daniela? ¿Estás bien?

Abro la puerta al ver que no me contestay me la encuentro tapada con la mantahasta la cabeza. Voy hacia ella con pasofirme y cuando llego, la destapo paraobservarla.

—¿Estás bien? —Me preocupo.

Niega con la cabeza.

—¿Qué te pasa?

Le toco la frente, según indicaciones deRocío cuando Daniela se vino a vivirconmigo, para ver si tiene fiebre.

Page 500: Adueñándote de mi corazón

—¿Te duele aquí?

Ella niega con la cabeza y se levanta unpoco su pijama para señalarme labarriga.

Al notar que no está caliente, mepreocupo más por no saber que le puedeocurrir.

—Me duele la barriga, ¿podemos ir aver a Rocío?

Asiento con rapidez, nunca he tenidoestos problemas entre comillas, y no sémuy

bien cómo actuar.

Page 501: Adueñándote de mi corazón

—Está bien, voy a vestirte y nos vamosal médico para que te vean, a ver si hascogido algún virus y hoy te vas conSoraya.

Asiente y me ayuda a vestirla sinrechistar. Cojo el cepillo del pelo y lehago una coleta alta, recogiéndolofinalmente con una goma, le echo unpoco de colonia y estamos listos.

Cuarenta minutos después aparco elcoche en la puerta del hospital dondeRocío pasa las consultas de pediatría yme encamino hacia el mostrador parasaber si está en su consulta.

—Buenos días, la pediatra Rocío Cortés¿está pasando consulta?

Page 502: Adueñándote de mi corazón

—Sí, pero hoy no tiene más citas, losiento señor. Tendrá que ir a urgencias.

La pequeña pone peor cara y se toca labarriga molesta.

—¿Vamos a urgencias? —La miro sinsaber qué hacer.

—No, yo quiero que me vea Rocío.

Asiento frenético.

—Por favor, puede llamar a la consultay decirle que está Rubén aquí —laenfermera me observa sin inmutarse—,sabe quién soy, por favor llámela.

—Nos ha dicho que no la molestemos en

Page 503: Adueñándote de mi corazón

toda la mañana, lo siento.

Resoplo como un toro. Agarro a Danielade la mano y tiro de ella hacia elascensor.

—Si Mahoma no va a la montaña, lamontaña irá a Mahoma —murmuro entre

dientes.

—¿Quién es Mahoma?

Niego con la cabeza quitándoleimportancia. Llegamos a la planta y meencamino por el pasillo hasta que llegoa la puerta de la consulta, donde docepersonas por lo menos esperan a que letoque su turno. Cuando la puerta se abre,

Page 504: Adueñándote de mi corazón

aparece ella tan deslumbrante comosiempre. Me mira, y después pasa susojos a Daniela, la niña se le tira encimacomo de costumbre.

—¿Ha pasado algo? —preguntaextrañada.

—Ahora me toca a mí —dice una de lasmujeres que está detrás.

—Un momento por favor —pide Rocío,a lo que la mujer pone mala cara.

Extiende su mano y me invita a pasarjunto a la pequeña, cierra la puerta yalza sus ojos hasta que se encuentran conlos míos.

Page 505: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué ha pasado?

—Dice que le duele la barriga. Laenfermera de abajo no ha queridollamarte —

reniego.

Asiente. Se dirige hacia la camilla ycambia el papel que tiene, extendiendoel gran rollo que está anclado en la partede la cabeza. Coge a la pequeña ylevanta un poco su camiseta cuando latumba en la camilla para inspeccionarlade arriba abajo.

—¿Te duele aquí? —Niega— ¿y aquí?

Niega de nuevo.

Page 506: Adueñándote de mi corazón

—¿Por qué no has venido a verme estasemana? Desde el cumpleaños de Césarno

te he vuelto a ver.

Rocío achica un poco los ojos y deja deexaminarla.

—¿Te encuentras mal o has venido paraverme?

La niña muestra una sonrisa de las de nohaber roto un plato en su vida y suspiro.

¿Cómo no me he dado cuenta antes?Rocío me mira y niega con la cabeza.

—Es que llevaba muchos días sin saber

Page 507: Adueñándote de mi corazón

nada de ti. —Se excusa.

—Pero por eso no puedes mentir a papáy decirle que estás malita, porque si noél

se asusta.

Me cruzo de brazos observando laescena, manda pantalones…

—Tendrías que mirarle a él, lleva todala semana muy gruñón. —Arruga suentrecejo.

—¿Ah sí? Vaya por Dios…

Me mira de reojo y puedo ver como lecuesta fijar sus ojos en mí.

Page 508: Adueñándote de mi corazón

—¡Yo no estoy gruñón! —Me defiendo.

Daniela alza una ceja como lo hago yode vez en cuando, me hace gracia esegesto

pero no me río.

—Luego me voy con Soraya, ¿vendrás adarme un beso antes de irme? —pregunta

con su dulce voz.

Se lo piensa durante unos segundos yfinalmente responde.

—Sí, pero no mientas si no estás malita,¿de acuerdo?

Page 509: Adueñándote de mi corazón

—¡Te lo prometo!

La pequeña pega un bote de la camilla yda dos palmadas en el aire.

—¿A qué hora se marcha? —preguntasin mirarme.

—A las cuatro vendrá Soraya.

—Pues a las cuatro estaré allí.

Tres horas después de comer y mediopreparar la maleta, me encuentro dandotumbos por el apartamento buscando lamitad de las cosas que me faltan. Suenael timbre de casa y con todas las cosasencima de las manos, que casi ni se meve, abro a toda prisa rezando para que

Page 510: Adueñándote de mi corazón

no sea Soraya.

—¿Rubén?

Rocío intenta mirarme a través de lamontonera de cosas que me tapan elrostro por

completo.

—¿Es que has perdido las llaves? —pregunto metiéndome en la habitación.

—No, pero no las llevaba —oigo quecontesta.

—¡Rocío! ¡Has venido!

La niña sale disparada por el pasillo

Page 511: Adueñándote de mi corazón

hasta que llega a ella, yo resoplo al vercómo ha dejado el dormitorio.

—¡Daniela! Como no recojas esto…

—¿Ves cómo está hecho un gruñón?

Oigo como Rocío suelta una pequeñacarcajada y resoplo de nuevo. Me girocon la

montonera de cosas y la miro achicandolos ojos.

—No estoy hecho un gruñón, es quellevas una mañana muy desobediente.¡Ya no sé

ni qué te he metido en la maleta!

Page 512: Adueñándote de mi corazón

Rocío viene hasta donde estoy yo, mequita el montón de cosas de las manos ylas

deja en la cama con una sonrisa.

—¡Vamos a ver que hay por aquí! —canturrea con su euforia habitual.

Entre los tres empezamos a meter cosasen la maleta, escuchando como Rocíonos

pide a cada uno algunas pertenencias dela niña. Diez minutos después está todorecogido y la maleta preparada.Increíble…

—Y llevo yo dos horas… —murmuro

Page 513: Adueñándote de mi corazón

mirando a mi alrededor.

Rocío se ríe y escucho como suena denuevo el portero de casa. Daniela correpara

abrir y yo le chillo para que no abra.

—¡Daniela no abras si no sabes quiénes!

Llego a su altura y la regaño con lamirada, esta pone una sonrisa inocente yme tengo que reír. Esta niña medescoloca. Soraya pasa como unvendaval y se la come a besos, es ciertoque desde que Marta falleció, no hapasado una semana sin hablar con lapequeña, y es un gesto que me alegra ya

Page 514: Adueñándote de mi corazón

que demuestra el cariño que le tiene.

—Hola, ¿eres Rocío?

—Sí, encantada.

Se dan dos besos después de saludarmea mí.

—Me habla mucho de ti —murmura sinque Daniela la oiga.

La canija sonríe y pasa sus ojos a lapequeña que eufórica salta con la maletade la película de Frozen que compramosen cuanto Soraya quiso llevársela unasemana a Benidorm. Algo a lo que yo nome opuse en ningún momento, sé que lacuidará como si fuera suya, y además le

Page 515: Adueñándote de mi corazón

servirá a la pequeña para estar con lahija de Soraya.

—¡Ya estoy lista! —grita eufóricaDaniela.

—¡Pues nos vamos! —Aplaude Soraya.

La pequeña se tira a los brazos de Rocíoy la besuquea unas cuantas veces, meagacho para estar a su altura y antes deque abra mis brazos de par en par, ellase abalanza encima de mí haciendo quecaiga de culo y ambos nos reímos. Meda un abrazo de los que aprietan todoslos huesos, y por muy extraño queparezca por el poco tiempo que llevaconmigo, el corazón se me oprime alsaber que no la veré en una semana.

Page 516: Adueñándote de mi corazón

Toco su pelo con cariño y le doy unoscuantos besos en la cara para despuéscoger su diminuta mano y darle otro conternura.

—Pórtate bien y haz caso a Soraya.

—Sííííí —asiente con pesadez y unasonrisa.

—Me vas a echar de menos, lo sé —curvo mis labios.

—Pero te llamaré todos los días papá.

Se ríe y me da otro abrazo. De reojo veocomo Soraya se limpia una lagrima que

resbala por sus ojos y me sonríe,

Page 517: Adueñándote de mi corazón

mientras que de la misma forma, veocomo a mi canija particular le brillanlos ojos.

—Venga, ya está bien de despedidas,vete y disfruta.

Me levanto con ella en brazos y le doyuna vuelta que hace que suelte unacarcajada y se agarre a mi cuello confuerza.

—Una semana —señalo con el dedo.

Asiente, me da un último beso y ladeposito en el suelo con cuidado. Cogela mano

de Soraya y ambas se despiden con un

Page 518: Adueñándote de mi corazón

movimiento de mano. Rocío se queda ami lado

y lo último que escuchamos es el clic dela puerta al cerrarse.

—Bueno… —Suspira a la par que se dala vuelta.

Se encamina hacia el sofá y coge suabrigo y el bolso. Cruzo los brazos a laaltura de mi pecho y me pongo detrás deella, notando como se tensa de pies acabeza.

—¿Por qué me estás esquivando?

—Yo no te estoy esquivando, Rubén —asegura sin mirarme.

Page 519: Adueñándote de mi corazón

Hago que se gire cogiendo su brazo perono me mira.

—¿Es por lo que pasó el otro día?

—No me pasa nada, y no es por lo delotro día. No entiendo la tontería que teha

dado con Mateo ahora.

—La verdad es que no me cae bien.

Me mira altiva.

—Pues tu problema es.

Intenta pasar por mi lado pero se loimpido. Me pego un poco más a ella,

Page 520: Adueñándote de mi corazón

momento

en el que ni una mosca podría pasar enmedio de nosotros. Puedo ver como denuevo

sus mejillas cambian de color.

—Te estás sonrojando…

Toco su mejilla y esta aparta mi manocon suavidad de su rostro.

—No me estoy sonrojando.

Alzo las cejas y sonrío de medio lado.

—Lo siento. No pretendía darte el día.—Me refiero a la fiesta.

Page 521: Adueñándote de mi corazón

Ahora sí me mira. Durante unossegundos se queda callada, hasta quefinalmente se

pasa la mano por la frente connerviosismo.

—No pasa nada. Ya está olvidado.

—¿Trabajas ahora?

Niega con la cabeza sin quitarme losojos de encima y pasa por mi lado parallegar

a la puerta.

—No te vayas —le pido.

Page 522: Adueñándote de mi corazón

—Tengo que… —Piensa una excusa.

—No tienes que nada… Venga, te invitoa cenar. Vamos a poner la cocina patasarriba que en eso somos expertos.

Consigo sacarle una tímida sonrisa quetengo que imitar.

—Quedan cuatro horas para la cena.

—Bueno —me pongo un dedo en labarbilla mientras camino hacia ella—,se me ocurren muchas cosas que hacermientras pasan esas cuatro horas. Y sicuentas que dos las pasamosperfectamente entre cacharros y comida,solo quedan otras dos.

Page 523: Adueñándote de mi corazón

—¿Quieres jugar a las cartas mientrasnos tomamos un café? —pregunta conironía.

Una sonrisa se instala en mis labios.Subo mi mano derecha hacia su mejilla,y poco a poco acerco mi rostro al suyosin ser consciente de mi acto. Veo comoentreabre sus labios y mi pulso seacelera.

—Se me ocurren muchas más cosas quejugar a las cartas… —susurroroncamente.

—¿Cómo qué? —pregunta con un hilode voz.

Sin quitarle los ojos de encima, paseo

Page 524: Adueñándote de mi corazón

mis labios por encima de los suyos sinllegar a besarlos, notando su cálidoaliento en mi rostro. Los junto sintiendocomo mi cuerpo tiembla, y el únicoempujón que necesito para continuar,llega cuando Rocío tira a ambos lados elbolso y el abrigo, para enredar susmanos en mi cuello. Agarro su cintura yla pego a mí cuando el beso pasa a serfrenético y desesperado por parte deambos. Me separo de ella un instante sinpoder evitarlo, la miro a los ojos, ytragando saliva como puedo, musito:

—Vete.

Me contempla sin moverse del sitio,agacha los ojos un poco y después los

Page 525: Adueñándote de mi corazón

vuelve a

fijar en mí de esa forma tan amenazantey segura que siempre he visto en ella.

—No quiero… —susurra sin voz.

Mi corazón late frenético, las manos metiemblan y el cuerpo me pide a gritosque

la haga mía de todas las formas posiblesque puedan existir. Agarro su nuca conuna de mis manos, mientras que con laotra intento fundirla junto a mí. Cojo elúltimo botón de su camisa azul y lodesabrocho con urgencia, siguiendo elmismo proceso con el resto.

Page 526: Adueñándote de mi corazón

Los tres últimos se me resisten y decidoterminar cuanto antes; le pego un tirón ysalen todos disparados por el salón.

Sin decir ni una palabra coge micamiseta y la quita poniéndose depuntillas, la ayudo con la tarea quequiere llevar acabo para después bajarmis manos hasta su pantalón.Desabrocho el botón y tiro de lacremallera hacia abajo. Me giro sobremis talones y la apoyo en la mesa delsalón, donde me entretengo haciendo uncamino de

besos hasta llegar a sus pantalones, quecon urgencia desaparecen para dejar versu piel morena.

Page 527: Adueñándote de mi corazón

Veo como se agarra con fuerza al bordede la mesa mientras dibujo una línea debesos desde su muslo hasta su empeine,para después continuar el mismoproceso por

la otra. Meto mis manos por la fina telade su tanga, haciendo que desciendapoco a poco hasta terminar en sustobillos. Paseo mi lengua de nuevo porsu barriga, repartiendo pequeños besospor ella.

Como he echado de menos esto… Omejor dicho: a ella…

Elevo mis ojos un momento hastaencontrarme con los suyos que mecontemplan expectantes, y algo me

Page 528: Adueñándote de mi corazón

impide descifrar lo que quieren decirme.Bajo mi mano sin apartar mi mirada deella para pasearla por su sexo sindescanso. Donde con impaciencia pongomi lengua en su abultado clítoris queclama mi atención urgente.

Oigo como jadea según avanzo en misataques, bajo mis labios y beso variasveces la cara interna de sus muslosmientras noto como comienza a temblarentre mis manos.

Termino el reguero de besos al llegar asus labios que me esperan con ansias.

Agarra mis hombros con fuerza y losempuja para poder enroscar sus piernasen mi cintura, a la vez que sus pies

Page 529: Adueñándote de mi corazón

empujan el pantalón de mi pijama quetarda medio segundo en quedarsearremolinado en el suelo.

En un abrir y cerrar de ojos siento comomi miembro resbala en su interior,provocándome el mayor placer que hayapodido existir. Mi cuerpo se tensa alrecibir oleadas de placer a cadaembestida que doy, noto como clava susmanos en mi espalda, ese pequeñodetalle hace que pierda la cabeza a lapar que escucho como susurra mi

nombre en mi oído y terminoderramándome en ella sin control.

La miro a los ojos, a la vez que juntomis labios con desesperación.

Page 530: Adueñándote de mi corazón

—Todavía me quedan dos horas.

Cuatro horas después, habiéndosepasado el tiempo para preparar la cena,miro a

mi derecha y tengo a Rocío apoyada enla almohada, durmiendo plácidamentecon una

mano puesta en mi pecho.

Y me asusto…

Page 531: Adueñándote de mi corazón

Me asusto más de la cuenta al ver ladesesperación con la que la necesitaba,al saber que sus labios no saben comolos de otra, al ser consciente de que sinella todo es más difícil, y al contemplar,que la estampa que tengo ante mí, es lamás bonita que he visto en mi vida.

Ese mismo pánico hace que me levantecon cuidado de la cama, me vista a todaprisa y salga de mi dormitorio haciendoel menor ruido posible para huir. Sí, pormuy tonto que parezca, salgo con el raboentre las piernas como diría Patri.

Bajo las escaleras de mi edificiopensando en mil y una cosas, y cuandoquiero darme cuenta lo que tengo en las

Page 532: Adueñándote de mi corazón

manos es mi teléfono móvil, donde misdedos teclean sin control en el grupo quetenemos los chicos.

Rubén: Comité de urgencia en el Saler,el que está a dos calles de mi casa.

Cierro el teléfono sin ni siquiera mirarsi alguien se digna a contestarme, que séque sí, cuando escucho como vibradentro del bolsillo de mi pantalónvaquero. Llego al pub en el que no hayni ratas, el camarero me mira con malacara y lo único que sé hacer es sentarmeen la barra, levantar la mano y pedir unwhisky doble.

¿Pero qué haces demonio…? Que túnunca bebes esto…

Page 533: Adueñándote de mi corazón

Mi subconsciente me grita, pero otraparte de mí me dice que beba hastadesfallecer para aclararme las ideas, yaunque dicen que con el alcohol se vanlas penas, lo que yo quiero es que sequeden flotando y me dejen vivir. Ellaestá enamorada de Mateo, no de mí. Yen este mismo instante, mientras le doyvueltas al vaso de cristal que tengo entrelas manos, me doy cuenta de una cosa,antes tuve un pensamiento en el que noreparé. Dije para mí mismo: mi canija.¿Desde cuándo puedo adueñarme de unapersona que no me pertenece?

De una estacada me bebo el vaso entero,lo apoyo en la barra de maderadesgastada

Page 534: Adueñándote de mi corazón

y levanto mi dedo índice para que elcamarero vuelva. Obviamente no tardaen llegar ya que soy el único que está eneste sitio, y junto a él, otro camareromás.

—Déjala aquí, vamos a terminar antes.

—Un día duro por lo que veo —añadecuando termina de llenarme la copa.

—Más o menos.

Doy otro trago al líquido amargoamarillento y lo dejo en la barra,mientras lo muevo de un lado a otrosumido en mis pensamientos. No puedenllevar razón, no me

Page 535: Adueñándote de mi corazón

puedo estar enamorando, y si realmenteamar a alguien es esto, es una putada.

—Buenas noches amigo, veo que hasempezado la fiesta sin mí.

Me giro un poco y al que menosesperaba es el que aparece primero. Vadespeinado, con los ojos pegados y loprimero que ha pillado del armario, sinduda.

—¿Berta te ha dejado salir de la cama?

—No, estaba dormida como un tronco,no he dicho ni adiós —mueve un pocolos

ojos y después pone morritos—. Verás

Page 536: Adueñándote de mi corazón

cuando se despierte.

Esta vez de su garganta sale una pequeñacarcajada que termina por morir en untono de terror. Se queda mirando labarra, arruga un poco el entrecejo yllama al camarero.

—Tenía que haber dejado una nota… —murmura entre dientes.

—¿Has traído el teléfono?

Niega con la cabeza, acto que me ponemás que en alerta.

—Pues entonces apago el mío, que si nome lo va a freír.

Page 537: Adueñándote de mi corazón

—¿Y por qué debe de suponer que estoycontigo?

—Porque llamará a los demás, seguro.Por cierto, llevas la camiseta al revés.

Mueve los hombros en señal deindiferencia y toma asiento a mi lado enla barra.

En ese mismo momento siento como otrapersona se sienta a mi izquierda y veo alruso con el ceño fruncido.

—No, si al final venís todos… —murmuro.

—¿Dónde está Patri? —pregunta Luispensando que ha hecho lo mismo que él.

Page 538: Adueñándote de mi corazón

—En casa.

—¿Le has dicho donde venías?

Niega con la cabeza y Luis me mira.

—¿Ves?, otro que no ha sido del todosincero.

—Luis —le miro—, tú has salido porpatas que no es lo mismo.

—Yo no le he mentido —anuncia elaludido—, le he dicho que había comitéde urgencia y que me tenía que ir, ¿ospensáis que ellas no lo tienen? Ilusos…Además, yo a Patri no pienso mentirlejamás, ya lo pagué caro en su día cuandose me ocurrió decirle que iba a por el

Page 539: Adueñándote de mi corazón

pan, y me fui a ver un coche quelógicamente no llegué a comprarme bajoamenaza —arruga el entrecejo, seguroque recordando ese momento.

Me tengo que reír, Patri y sus cosas.

—¿Qué castigo se supone que tuviste?—pregunto interesado.

Hace un sonido con la boca sin decirnada, se gira para vernos a los dos yantes de contárnoslo llama al camareropara que le ponga un Vodka. Mira mibotella, y no da pie a que se lleve lasuya.

—Déjala también, que creo que esto vapara largo.

Page 540: Adueñándote de mi corazón

El camarero asiente y seguro queinteriormente piensa que esta noche connosotros

ha triunfado o por lo menos hará caja…

—¡Ya estoy aquí! —Anuncia César coneuforia cuando llega a nuestro lado.

Se quita el abrigo y lo lanza encima dela barra, coge un taburete y se sienta allado del ruso, tamborilea los dedosencima de la mesa y antes de pedir, miralas dos botellas.

—Mejor me pido solo un vaso con hielo—murmura entre dientes—. Perdón porel

Page 541: Adueñándote de mi corazón

retraso, tenía la moto sin gasolina.

—¿Y Sara? —pregunta Dmitry.

—Durmiendo.

—¿No le has dicho nada? —Alza unaceja.

César une sus labios en una fina líneaque después separa para hacer unamueca, el

ruso niega con la cabeza.

—Parece mentira que no las conozcáis,a ti mejor ni te pregunto —mira a Luis—.

Page 542: Adueñándote de mi corazón

Bueno, lo que os venía contando.Después de que le dijese esa pequeña“mentirijilla”

porque ella se empeñaba en que nonecesitábamos un nuevo cocheblablabla, llegué un día a casa. Llevabaun picardías y claro, llamó mi atención,para que nos vamos a engañar. —Da unsorbo de su copa y prosigue— me ató ala cama con unas esposas, y

después cogió un consolador.

Entre nosotros se hace el silencio ytodos nos miramos los unos a los otros,sin entender que nos quiere decirexactamente.

Page 543: Adueñándote de mi corazón

—No entiendo la pregunta… —murmuraLuis de broma.

—¿De verdad no le dais importancia aesas cosas? —Alza una ceja incrédulo.

Negamos a la par sin saber a quédemonios se refiere.

—Los consoladores funcionan a pilas,nosotros no —le miramos incrédulos denuevo— ¡son nuestros sustitutos!

Luis suelta una gran carcajada que haceque los dos camareros que hay en el pubse

giren para mirarle, el resto, no podemosevitar seguirle.

Page 544: Adueñándote de mi corazón

—¿Tú te estás oyendo? ¿De verdadcrees que un consolador va a darles loque nosotros?

—Hombre… si un consolador lasempotra contra la pared, yo le hago laola y me

pongo a sus pies —se burla César.

Dmitry le da un palmetazo con cara depocos amigos, y es Luis quien empieza ahacer que me tense de los pies a lacabeza. Por un momento casi se meolvida porque estoy metiéndome en elcuerpo casi una botella de whisky.

—¿Por qué estamos aquí?

Page 545: Adueñándote de mi corazón

Luis se cruza de brazos y yo me bebotodo el contenido del vaso del tirón.Todos

me miran cuando me estoy sirviendo denuevo.

—Como te bebas dos más como ese, novas a ver ni el escalón de salida —asegura

César.

—Por lo menos cuando llegue a míapartamento tengo la excusa de queestoy borracho.

—¿Quién hay en tu apartamento? —pregunta Dmitry con horror en su tono.

Page 546: Adueñándote de mi corazón

—Rocío.

—No te entiendo si no entras endetalles. Está en tú casa, ¿y te vienesaquí?

—Sí Dmitry, me vengo aquí porque haycosas que no entiendo. Y sí, está en micasa, en mi cama, con mis sábanas y conmi almohada ¿quieres más detalles?

—Vamos, que se ha vuelto a pinchar a lacanija —añade Luis.

Suspiro y bebo un trago.

—No es eso.

—¿Entonces? —Luis se desespera— ¡si

Page 547: Adueñándote de mi corazón

hablas en clave no te entendemos! Y sino

te entendemos poco vamos a poderayudarte.

—Que tengo sentimientos extraños —termino soltando.

Todos me miran, Dmitry deja el vaso ala mitad entre su mano y su boca y antesde

que pueda decir algo más, se lo bebe deun trago.

—Tener sentimientos no es malo. Esoquiere decir algo, otra cosa es quequieras huir de ellos —añade César—

Page 548: Adueñándote de mi corazón

¿lo has hablado con ella?

Niego con la cabeza.

—¿Qué quieres que le diga? ¿No sé loque siento por ti? —pregunto consarcasmo.

—Quizás ella tenga algo que decirte —murmura Luis.

Giro mi rostro y le escruto con lamirada.

—¿Qué te ha contado Berta? —Alza susojos hacia el techo y me ignora—Luis…

—¡Está bien! —Levanta las manos en

Page 549: Adueñándote de mi corazón

son de paz bajo mi tono amenazador—,pero

como se lo cuentes… —Me señala conel dedo.

—¡Venga coño que se nos va la noche yno nos enteramos! —dice César coninquietud.

—Me ha contado solo que con Mateo nose ha acostado —me mira cuando lepongo

cara de circunstancias— todavía.

—¿Y eso qué quiere decir? —Ahora elque alza la ceja soy yo.

Page 550: Adueñándote de mi corazón

—No lo sé, pero algo tendrá que ver. Sesupone que se acostó contigo para algo,

¡yo que sé! ¿Por qué no le preguntas aellos? —Les señala.

Tras tres horas y pico de rondas depreguntas, chupitos y varias botellas dealcohol, entendemos menos de lo quequeremos y la lengua se nos comienza atrabar de una manera considerable.

—Puessss… yo creo, que deberíais dehablar —resopla César dándole elúltimo trago a su copa—, porque yo quequieres que te diga —mira al techo, ytras pensar un rato en lo que iba a decir,hace un gesto de acordarse— benditagasolinera en la que me crucé con Sara,

Page 551: Adueñándote de mi corazón

y bendito el trabajo que antes tenía. Sino hubiera sido por eso…

—Suerte la tuya, a mí me costó dos añosque la hija de la gran puta de Berta mehiciera caso —resopla Luis a la vez quese tambalea hacia atrás— y prefiero quenunca saquemos la conversación de concuantas personas hemos estado paraintentar olvidarnos el uno del otro.

—¡Venga ya Luis, si tú has sido un putomujeriego! —Asegura Dmitry riéndosede

él.

—¿¡Y ella!? ¡Una bragas flojas! Ay quejoderse, cada vez que llegaba a su casa

Page 552: Adueñándote de mi corazón

y

encontraba a alguien nuevo… —Lopiensa y niega— no, no, no, no pienses—se dice a

sí mismo— me daban ganas de asesinara alguien.

—Eso me pasa a mí con Mateito —merío— el día que menos se lo espere letiro

los dientes abajo.

—Te estás volviendo un macarra —asegura César.

—Pues ya se me está pegando algo de

Page 553: Adueñándote de mi corazón

vosotros entonces.

—¡Ayyy! —Suspira el ruso— ¿quéhubiera sido de mí si mi Patricia nohubiese venido a por mí. Somos igual decabezones, pero la quiero más que a mivida.

—¿Y que más que a todas las botellasde Vodka? —Se mete Luis con él.

—¡Qué imbécil eres, pues claro!

—Yo creo que… ¡ay que me mato!

Luis deja la frase a medias cuando selevanta del taburete y casi se parte lacabeza en el suelo. Me intento levantarpara ayudarle sin darme cuenta de que

Page 554: Adueñándote de mi corazón

Dmitry está a mi lado, tropiezo con él ycaemos los dos encima de Luisaplastándolo.

—¡Qué me asfixiáis panda de cabrones!

César intenta ponerle remedio, perocuando va a darla la mano a Dmitry,niega con

el dedo índice y se ríe.

—No, no, no, que seguro que me caigotambién, y aunque del suelo no pase, novoy

a poder levantarme. ¡Puto comité deurgencia!

Page 555: Adueñándote de mi corazón

Como podemos nos ponemos de pie ysalimos del pub agarrados los unos a losotros, más bien cortando la calle.

—¿Habéis escuchado alguna vez lacanción de Los Rebujitos? Esacomparsa que dice: Por ti, alargo losdías, enciendo las noches, las nochesmás frías, con rayos de luna mientrasestás dormida, suenan dulces melodías,tus melodías... Nací para custodiarte,para que los vientos no puedanllevarte, nací para ser un pedacito deti, nací solo pa quedarme, contigoquedarme.

Mientras César canta la comparsallamada; Por ti, a grito pelado en la

Page 556: Adueñándote de mi corazón

calle, todos le seguimos puesto que nosla sabemos y en cierto sentido, la letranos viene que ni pintada a los cuatro,además, sé que es uno de los gruposfavoritos de Rocío. Las tres personasque cruzan por la calle nos miran conlos ojos como platos, e incluso puedoescuchar a una anciana que caminatranquilamente con su mascota comodice: panda de borrachos.

—¿Por qué está paseando al perro aestas horas? —pregunta Dmitry a medialengua.

—¿Qué hora es? —Luis.

—Las seis de la mañana —añade Césarcuando mira su reloj después de darle

Page 557: Adueñándote de mi corazón

tres

golpes y arrugar el entrecejo al no ver nila hora— si llego así a casa, mi mujerme capa.

—¡Nada, nos quedamos en elapartamento! —Anuncio alegre.

—¿Te has olvidado de Rocío? —inquiere Luis con retintín.

—¡Ups!

Nos paramos en mitad de la calle, unaluz se me enciende en mi menteperturbada

por el alcohol y me da por mirar el

Page 558: Adueñándote de mi corazón

teléfono que tengo apagado. Cuando loenciendo…

—Eso te va a explotar en las manos —se ríe César.

—Pues tengo cuatro llamadas de tumujer, y el WhatsApp mejor que ni loabra.

La risa se le corta de un plumazo. Todosme miran.

—Nos vamos a tu casa, si la canija estáen bolas, que se tape con lo primero que

pille —añade con rapidez Dmitry—.Ah, y a mí no me digas las veces que teha llamado Patri, ¡no quiero ni saberlo!

Page 559: Adueñándote de mi corazón

Miro mi teléfono y me encuentro cincollamadas de esta.

—¡Dímelo! —Me suplica.

—¿No has dicho que no quieressaberlo?

—Venga, ¡dímelo!

—Cinco.

—¡Ay… que esta me capa a mí!

Nos quedamos en silencio durante unossegundos, nos miramos y estallamos a lavez en una enorme carcajada en lapuerta de mi edificio. Miro hacia arribay no veo ninguna luz encendida, por lo

Page 560: Adueñándote de mi corazón

tanto hay dos posibilidades; una, Rocíose ha ido, dos; no se ha enterado ni deque he salido.

—No hagáis ruido —les pido con mitrabalenguas particular.

—Shhhh que no nos oiga nadie —murmura Luis poniéndose el dedo en laboca mientras que le da un ataque derisa.

—Mejor dicho que no nos oiga Rocío—añade Dmitry a viva voz.

Subimos las escaleras y cuandollegamos al primer tramo, nos paramos.

—¿Por qué coño no subimos en el

Page 561: Adueñándote de mi corazón

ascensor? ¿Acaso queréis subir a cuatropatas?

—pregunta César.

—Shhh ¡qué no chilles coño! —Leregaña Luis sin dejar de reírse. Él y suparticular simpatía y entusiasmo portodo.

—Bah, si no se va a enterar nadie. Tedigo yo, que la canija se ha ido. Vamos,yo si fuera ella, te plantaría semejantebofetón cuando te viera, que te iba adoler una semana y media. —AseguraCésar.

Le miro con mala cara y este asiente.

Page 562: Adueñándote de mi corazón

—Es que lo tuyo es muy fuerte. Estáisintercambiando fluidos y la dejasdurmiendo

en la cama. No tienes perdón. —Luis.

—¡Luis no seas tan basto! —Reniego.

—No es basto, es que… tienes delito,con lo bonitos que son esos momentos.

Alzo una ceja y le pongo mala cara aCésar que es el último en decirme esto.

—Desde luego que si lo sé, no os llamo.Y tú cállate que últimamente escupesalgodones de azúcar, y encima de colorrosa.

Page 563: Adueñándote de mi corazón

—¡Yo no escupo algodones de azúcar!

—No que va… —murmura entre dientesLuis.

—¿Me estás llamando moñas? —Seauto señala César— ¿a mí? ¿Me estás

llamando moñas a mí? —Repite dediferente forma la frase, arrugando elentrecejo.

—Con lazo y todo —afirma Dmitry.

—¡Oh venga ya! ¿Y tú? ¿Qué le temes aun jodido consolador?

—¡Eh! Yo no le temo a un consolador,¡eso no ha salido de mi boca! —Le

Page 564: Adueñándote de mi corazón

amenaza

con el dedo.

Cuando nos queremos dar cuentaestamos en la puerta de mi apartamentoa viva voz, la puerta se abre y una canijacon una camisa de dormir de las mías,se cruza de brazos y me mira. La carame cambia, pero cuando menos me loespero veo que otra

persona con cara de pocos amigosasomar la cabeza, a la vez que se poneen la misma posición que Rocío.

Berta.

Page 565: Adueñándote de mi corazón

Rocío se hace a un lado bajo nuestrosepulcral silencio, y Berta hace lomismo, una a cada lado.

—El alcohol ha desaparecido de misangre de un plumazo —murmura Luis.

Entramos temerosos bajo la fulminantemirada de las dos mujeres que tenemos aambos lados. Nos dirigimos al sofá ycaemos de cualquier manera en él. Oigocomo la puerta se cierra con delicadeza,y escucho los pasos de Rocíoacercándose a nosotros.

Page 566: Adueñándote de mi corazón

Berta es la primera en hablar.

—¿Se puede saber dónde demoniosestabais?

Intenta mantener la calma, pero laconozco demasiado bien como paratragarme esa

trola que quiere meternos.

—Está un poco enfadada, diría yo —susurra Dmitry por lo bajo.

—Yo creo que sí, pero no me atrevo apreguntarle —le contesta Luis sinquitarle los ojos de encima a su mujer.

—Pues pregúntale —se ríe el ruso.

Page 567: Adueñándote de mi corazón

Los ojos de Berta y Rocío van de uno aotro de manera intermitente.

—Yo no me atrevo, que esta es capaz deplantarme el divorcio otra vez, y comome

tenga que tirar dos años más detrás deella…

—¡Que estamos aquí! —grita la aludidaperdiendo la paciencia.

El silencio reina de nuevo en el salón ytodos nos quedamos mudos, hasta queescuchamos como a César se le escapauna risita por lo bajo, lo que hace dedetonante para que todos estallemos enuna carcajada sin motivo.

Page 568: Adueñándote de mi corazón

—Os van a coser a ostias —asegura elculpable de todo.

—Veremos si te ríes tanto cuando tumujer llegue.

Y la risa se le corta cuando piensa en laposibilidad de que Sara entre por lapuerta.

—Rubén —miro a Rocío que me llamacon tono firme— entra en el dormitorio.

Señala la puerta y cuando intentoponerme de pie, las piernas me fallan ycasi caigo de culo. Mientras voy detrásde ella, escucho como me dicen:

—Uhhhh —Luis.

Page 569: Adueñándote de mi corazón

Berta le da con un cojín en la cabeza, yeste se ríe más todavía.

—¡Vamos campeón! —Me animaDmitry.

—No te preocupes, que tu mujer ya estáal tanto, en cuanto entres por la puertade tu casa veremos a ver si te ríes tanto.O vas a temerle a los consoladores parael resto de tu vida.

Otro que cierra la boca de sopetón.Rocío pasa y empuja la puerta condelicadeza

de nuevo, en sus ojos puedo ver el fuegoardiendo, y lo que está por venir. Antesde que hable, alzo las palmas de mis

Page 570: Adueñándote de mi corazón

manos hacia ella.

—Lo siento —casi ni se me entiende.

—¿Lo siento? —pregunta irónica— ¿mepides que me quede contigo y te vas con

tus amigotes de copas?

—Es que…

—Es que nada —sentencia—, es queeres tonto, ¿o te lo haces? —Me fulminacon

la mirada.

Su tono va cogiendo intensidad. Mesiento en la cama y sin querer noto como

Page 571: Adueñándote de mi corazón

mi cuerpo se cae hacia atrás, hasta quemi cabeza choca con algo blandito,mientras oigo de fondo como alguiendespotrica por su boca todo lo quepuede y más, pero mi estado ahoramismo no me permite enterarme de nada.

—¡Rubén!

Abro los ojos de golpe cuando sientoque me pegan con una almohada en lacara,

me incorporo de nuevo y la miro con losojos achicados.

—¿Me estás oyendo? —Se desespera.

—Rocíoooooooooo.

Page 572: Adueñándote de mi corazón

Oigo como la llaman a viva voz tras lapuerta; es Dmitry. Suspira un par deveces,

dando vueltas por la habitación como unleón enjaulado.

—No te enfades con él, tenía unproblema de sentimientos…

Escucho como alguien le tapa la boca,esta me mira y alza una ceja, yo muevomis

hombros en señal de no saber de quéestá hablando.

—Con una compañera de trabajo —termina de rematar el ruso.

Page 573: Adueñándote de mi corazón

Ahora me aniquila con la mirada.

—¿Te has ido porque tenías un problemade sentimientos con Leire? ¡Esto esincreíble!

—No, no, a ver, que nos estamos liando.

Intento levantarme de la cama pero laspiernas me fallan, así que, me vuelvo asentar. Me mira mal y vuelve a resoplarperdiendo todos los estribos.

—Si me dejas que te lo explique…

Observo como aprieta la mandíbula yasiente.

—Te traeré un café para que por lo

Page 574: Adueñándote de mi corazón

menos puedas explicármelo conclaridad.

Abre la puerta y cuando va a salir, meencuentro a todos, incluida a Bertaasomados como la vieja del visillo,como dice Patri.

—¿Vosotros sabéis lo que es laintimidad? —pregunta molesta— siquisiera que os

enterarais habría hablado con él en elsalón —reniega.

Se hace paso entre ellos y se marcha apor su cometido.

—Yo creo que deberíamos dejarlos

Page 575: Adueñándote de mi corazón

solos —anuncia Berta.

—¿Ahora que están en lo másinteresante? —pregunta César con carade desagrado.

—Vamos, que tengo el coche abajo —murmura entre dientes.

—¡Oh qué aguafiestas! —Añade Dmitrya lo que esta le da un codazo.

—He dicho que ¡vamos!

—Menuda sargento… —murmura Césarrenegando.

—No lo sabes tú bien —afirma Luis.

Page 576: Adueñándote de mi corazón

Berta le mira con cara de pocos amigosy se acerca a él amenazante.

—Todavía no hemos llegado a casaLuisito, cállate.

Me mira y pone los ojos en blancohaciendo que me ría. Oigo como sedespiden con un: Ey en el idiomaextraño que tenemos todos ahora, y porúltimo escucho como la puerta se cierradejando el apartamento en silencio.Recuesto mis cuerpo de nuevo, y antesde que pueda decir ni mu, se me nubla lavista y el sueño me atrapa.

Abro los ojos de golpe cuando notocomo algo frío y líquido cae por micara.

Page 577: Adueñándote de mi corazón

—Ya está despierto.

Me levanto de un salto tocándome lacara con desespero. Al darme cuenta deque es

agua, miro a Rocío asustado y entoncesempiezo a recordar cosas… La veo conel teléfono móvil mío en la mano y me loextiende.

—Es tu hermano, necesita hablar contigourgentemente. No hubiera descolgado sino te hubiese llamado las diez veces quelo ha hecho.

Estiro mi mano y lo cojo con desgana.

—¿Qué? —pregunto de malas formas.

Page 578: Adueñándote de mi corazón

—¿Dónde estabas? ¿En serio estásborracho?

—¿Qué quieres Pablo? —pregunto conimpaciencia.

—Se me olvidó decirte que la comidacon los primos es este mediodía, con eldisgusto de tus padres, me han pedidoque te lo dijese.

—¿¡No me jodas!?

Ahora sí que pego un bote de la cama.

—Sí, se me había pasado, lo siento. Alas dos tenemos que estar allí, por lotanto

Page 579: Adueñándote de mi corazón

—hace una parada—, te queda una horapara llegar.

La madre que lo parió.

Cuelgo el teléfono despidiéndome a todaprisa y me levanto de la cama como unhuracán. Paso por el lado de Rocío quese encuentra cruzada de brazos

inspeccionándome con la mirada,paralizo mi marcha hacia la ducha y megiro.

—Te juro que hablaremos de esto enotro momento, pero cámbiame esa cara yno te

enfades. —Le pido poniendo cara de

Page 580: Adueñándote de mi corazón

angelito.

Me acerco un poco a ella temiendo sureacción, así que, me mantengo a unadistancia prudencial.

—Hazme un breve resumen.

Suspiro y pienso con rapidez, no puedodecirle la verdad, no ahora que surelación

con Mateito dejará de ser una simpleamistad.

—Desde que llegó Daniela… he estadoagobiado con todo este tema, y…

necesitaba desconectar un poco —

Page 581: Adueñándote de mi corazón

murmuro.

—¿Y no podías haberlo habladoconmigo? —Se extraña.

—Sí, pero no quería calentarte la cabezamás, lo siento de verdad.

Suspira y asiente. Sé que hago mal, perotambién sé que el tema de Daniela esmás

convincente que decirle cualquiermentira piadosa.

—Y ahora… ¿puedo aprovecharme unpoco más de ti? —Pongo cara de niño

bueno.

Page 582: Adueñándote de mi corazón

Doy dos zancadas y me posiciono frentea ella.

—Me va a salir cara la proposiciónindecente que te hice a este paso.

Me río y ella me acompaña.

—¿Quieres venir conmigo a mi casa? —Pone cara de horror— es solo unacomida

de primos estirados, así tendremos unaexcusa para marcharnos antes.

—¿Y cómo se supone que voy? ¿Cómoamiga? ¿Conocida?

—Cómo lo que quieras —sonrío de

Page 583: Adueñándote de mi corazón

medio lado— hoy decides tú.

Agarro su mano y la arrastro conmigohacia la ducha, abro el grifo y el aguacae helada. Me desprendo de la ropaque llevo y entro en su interior, pegandoun bote debido al frío.

—Así se te pasará la cogorza quellevas… —murmura entre dientes.

Cuando el agua se pone a buenatemperatura, cojo su mano y tiro de ella.Cierra la

mampara y quedamos demasiadopegados como para que no salten laschispas que últimamente brillan entrenosotros.

Page 584: Adueñándote de mi corazón

Me pego un poco más a ella bajando mirostro hacia su cuello, echa la cabezahacia

atrás y pone una de sus manos en minuca. Agarro con fuerza su pequeña yesbelta cintura, haciendo que me roce envarias ocasiones.

—Rubén… —murmura.

—Mmm…

Paseo mi boca desde el cuello hasta suhombro, para después repetir el mismoproceso hasta llegar a su rostro, dondedeposito varios besos en distintospuntos sin llegar a su boca.

Page 585: Adueñándote de mi corazón

—¿No me digas que no te gusta? Porquesi es así, eres toda una actriz —sonríoescondido en su cuello.

—Ese es el problema, que me gustademasiado.

Su tono se me antoja extraño yestrangulado. Elevo mis ojos y los fijoen los suyos que brillan más de lacuenta.

—¿Estás bien?

Asiente sin decirme nada, y antes de quepueda reaccionar, noto sus labiosencima

de los míos. Al final, creo que vamos a

Page 586: Adueñándote de mi corazón

llegar tarde como ya tenía previsto, soloque con un poco más de retraso por losacontecimientos de “la ducha”.

Una hora y media después llegamos a laque hace muchos años era mi casa. Mimadre no ha parado de llamarme desdehace más de media hora, y yo, encontraprestación por no habermeavisado de la comida, le ignoro lasllamadas. Cuando escucha el coche en lapuerta sale como un vendaval arecibirme.

—Bueno bien… aquí la tienesendemoniada.

—No te preocupes, no es tanto lo queparece —la miro— no hagas caso de

Page 587: Adueñándote de mi corazón

nada de

lo que digan mis primos.

—No entiendo a qué viene esto último—me mira extrañada.

—Son un poco… raros y tienen algunasveces comentarios que…

—No te preocupes —pone una mano enmi muslo— perro ladrador, poco

mordedor. Además, vengo en conceptode amiga, veremos a ver qué pasa.

Sonrío, es imposible no hacerlo. Mebajo del coche y lo primero que reciboes un

Page 588: Adueñándote de mi corazón

bocinazo de manera fina por parte de mimadre.

—¿Se puede saber dónde estabas?

—Mejor no te lo cuento —paso mis ojosa Rocío que se ríe por lo bajo.

Mi madre gira su rostro y se topa conlos de la canija. Ella la saluda con sualegría habitual y mi madre como decostumbre, me mira.

—¿Quién es esta?

Pregunta malhumorada al reparar en queRocío es la misma persona con la queestaba el otro día en el piso.

Page 589: Adueñándote de mi corazón

—¿Y tú me has enseñado modales a mí?—Alzo una ceja irónico.

—Rubén, así tengas cincuenta años, nome faltes al respeto o…

—¿O qué? Todavía estoy esperando tullamada. Así que, dale gracias que hevenido.

Su rostro cambia y por un instante puedover la culpabilidad en sus ojos. Miradentro del coche buscando a Daniela.

—No está.

—¿La has dejado sola? —Seescandaliza.

Page 590: Adueñándote de mi corazón

—¿Acaso te importa?

Paso por su lado y cojo a Rocío de lamano, Pablo nos espera en la entrada yal llegar me da un abrazo, mientras que aRocío le deposita dos sonoros besos enlas mejillas. Me encuentro a mi padrefrente a la chimenea hablandoanimadamente con mi primo Toni y sumujer Estrella.

—¡Hombre, el que faltaba! —Anunciami primo al verme.

Viene a darme un abrazo en el momentoen el que aparecen por la cocina lospadres

de Toni, junto a mí otro primo de

Page 591: Adueñándote de mi corazón

dieciséis años. Tras las presentaciones,y sin recibir todavía ni un mísero abrazopor parte de mis padres, nos sentamosen la mesa, donde Rocío me aprieta elmuslo en señal de tranquilidad. Hastaque de nuevo, se me quita de un plumazocuando oigo a mi primo Toni, hacerse elinteresante como siempre.

—Y bueno Rocío, ¿a qué te dedicas?

—¡Camarera seguro! —Señala su mujer.

—¡Seguro! —Añade riéndose.

Alzo una ceja cuando voy a contestar,pero ella me lo impide.

—Soy pediatra y psicóloga infantil. Y

Page 592: Adueñándote de mi corazón

tú, ¿parado permanente o rasca pelotas?

Suelto una carcajada que Pablo sigue,mis padres no caben en su asombro yveo como mi madre deja hasta de comer.

—¡Vaya…! —murmura sin creérselo porel corte que le acaba de meter.

Estrella pone mala cara y antes de quepueda decir nada, mi primo vuelve ahablar.

—Soy notario.

—Oh, mira que bien, ya nos hemosequivocado los dos —sonríe conmalicia mientras coge su copa de vino.

Page 593: Adueñándote de mi corazón

—De todas las personas que conozco,nadie me la había devuelto de esamanera —

se ríe.

Estrella le mira mal, y después lo hacecon Rocío.

—Dicen que siempre hay una primeravez.

Mi primo asiente y yo me sientoorgulloso de mi canija.

—Rocío, supongo que tu trabajo serábastante complicado sobre todo el temade la

Page 594: Adueñándote de mi corazón

psicología infantil.

Miro a mi padre cuando se interesa porel tema y ella asiente, deja su tenedor yambos entablan una conversación sobrelos problemas que muchas veces se handado

en su consulta, sin entrar en detalles.Veo como mi padre le presta sumaatención a todo lo que dice y eso haceque vuelva a ver los buenos modales demí familia aunque no

estén a gusto con alguien.

Cuando terminamos de comer, bajo laanimada conversación entre Toni, mipadre y

Page 595: Adueñándote de mi corazón

Rocío, me levanto para ayudar a mimadre a poner el café. Cojo las tazas ylas coloco en una bandeja, mi padreviene a la cocina y se para a mi ladopara coger la leche que acaba decalentar mi madre.

—Me gusta. Es lista y directa.

—¿No estás haciendo el papel de losbuenos modales?

Niega con la cabeza y me da unapalmada en la espalda.

—Espero que podamos hablar otro día,siento lo de hace unas semanas, nospilló

Page 596: Adueñándote de mi corazón

todo de improvisto y… —Mira a mimadre que tiene los ojos anegados enlágrimas.

En ese instante Rocío entra en la cocinay nos observa a todos.

—¡Perdón! Yo me llevo esto ydesaparezco como si no hubiera entradopor esa puerta nunca —comentaatropelladamente con su encantohabitual.

—No te preocupes hija —murmura mipadre— ¿eres la psicóloga de la niña?

Rocío me mira a mí pidiéndome permisoy yo asiento.

Page 597: Adueñándote de mi corazón

—Sí —asiente con firmeza en su voz—soy la psicóloga de Daniela.

—¿Y cómo está? —Se preocupa mimadre.

Suspira y una sonrisa ilumina sus labios,vuelve sus ojos a mí, se acerca un poco,

me quita la bandeja de las manos ydespués pasa los ojos a mis padres demanera alternativa.

—No soy yo quién tiene que contarleseso.

Me guiña un ojo, lanza una últimasonrisa y desaparece.

Page 598: Adueñándote de mi corazón

—¿Cuánto tiempo llevas con ella? —pregunta mi madre.

—No estamos juntos mamá.

Ambos me miran.

—¿Entonces?

—Es una buena amiga —afirmo.

Les cuento el progreso de Daniela desdeel primer día que entró en mi vida ycomo

poco a poco se ha ido adaptando demanera considerable. Sé que se alegran,al igual que también supe cómoreaccionarían al saberlo.

Page 599: Adueñándote de mi corazón

—Siento mucho nuestro comportamientoRubén, espero que me perdones, y me

encantaría conocerla.

—Lo sé mamá. El viernes que vienevendrá de Benidorm, podéis venirconmigo si

queréis a recogerla al aeropuerto.

—¡Me encantaría! —Mira a mi padre yeste sonríe contento.

Antes de marcharme mi madre agarra mimano con ternura, deposita un beso enmi

mejilla y me mira con cariño.

Page 600: Adueñándote de mi corazón

—A una amiga no se la mira con losojos que la ves tú, mi niño.

De vuelta a casa pienso varias veces enlo último que me dijo mi madre al salirde

la cocina, ¿todo el mundo va a opinarsobre lo que siento o no? ¿Lo van asaber antes que yo? Escucho a Rocíocomo habla animadamente sobre lacomida, y sobre lo bien

que le han caído mis padres, y por

Page 601: Adueñándote de mi corazón

supuesto el corte que le ha pegado a miprimo y la cara de su mujer es un temaque no se puede obviar.

—Tu prima necesita un buen revolcón.

—Creo que sí, tiene cara de estreñida.

Suelta una carcajada que hace que laimite de inmediato.

—¿No has quedado con Mateo?

—No.

Cuando aparco el coche en el garaje desu edificio la miro.

—¿Por qué me lo dices tan tajante?

Page 602: Adueñándote de mi corazón

Mueve los hombros en señal de nosaberlo.

—Primero me animas a salir con él yconocernos, luego me dices que te caemal, ¿y

ahora me preguntas si he quedado conél? No te entiendo.

No me entiendo ni yo…

—Se supone que los amigos están paraeso, ¿no?

Y en realidad es un tema que no quieroni oírlo, pero necesito aclarar mispensamientos cuanto antes. En silenciosalimos del coche, y subimos a su piso

Page 603: Adueñándote de mi corazón

que hace días que no vengo. Cierro lapuerta cuando entramos y cojo su caracon ambas manos.

—No sé cómo agradecerte lo que hashecho hoy.

—Mmmm —ronronea en mí cuello— seme ocurren varias alternativas.

Me mira arqueando una ceja y hace quesonría. Cuando estoy a punto de besarla,el

timbre de su casa suena y la miro.

—¿Esperas a alguien?

Niega con la cabeza y se encamina hacia

Page 604: Adueñándote de mi corazón

la puerta. Al abrirla noto como se tensa,

miro por encima de ella y veo a dospersonas.

—¿Mamá? ¿Papá? —pregunta con eltemor sembrado en su voz.

Se hacen paso entre la puerta y ella yentran en la vivienda.

—Hija mía, como no sabemos nada deti, hemos decidido venir a ver comoestabas.

—No mientas Antonia, hemos venidoporque el tío Tomás se va al extranjero.

—¿El tío Tomás? ¿A dónde? —pregunta

Page 605: Adueñándote de mi corazón

Rocío estupefacta.

—A Londres —asegura su madre.

—Pero si no sabe hablar ni español —ironiza.

—¡No hables así de tu tío niña!

Pone morritos y resopla. El ambiente setensa cuando las dos personas sepercatan

de mi presencia. Miran a Rocío primeroy esta sonríe a la vez que se pone a milado.

—Rocío Cortés… no me digas que…

Page 606: Adueñándote de mi corazón

—¡Este es Rubén! —Me presenta conrapidez— un… un… compañero… ¡depiso!

—¿Vives con un hombre tú sola? —Seescandaliza su padre.

—Bueno, en realidad el piso era suyo,así que, le tengo que dar las gracias a él—

sonríe nerviosa.

El matrimonio se mira y dan un pasohacia mí. El primero que me extiende lamano

es el hombre bajito y regordete con unacalva considerable, unas oscuras cejas y

Page 607: Adueñándote de mi corazón

un rostro cuadrado y firme que denotaseriedad.

—Soy Antonio, el padre de Rocío.

Estrecho su mano con fuerza y dirijo misojos a la mujer que tiene un enormemoño

recogiendo su pelo negro como elazabache, igual que el de su hija. Ella encambio tiene un rostro un poco másalargado y los mismos ojos verdes queRocío. La complexión del cuerpo es muyparecida a la de su marido, y en esemomento no entiendo como Rocío estátan sumamente delgada.

—Yo soy Antonia, la madre de Rocío.

Page 608: Adueñándote de mi corazón

Se acerca a mí y deposita dos besos enmis mejillas que acepto gustoso. Supadre

me repasa más de la cuenta y despuéspasea sus ojos por el piso.

—Bien, ¿quién nos enseña la casa?

Rocío traga saliva y yo la miro.

—Sí tú eres el casero, lo conocerásmejor que nadie —alza una ceja.

—Pero… ¿Cuánto tiempo os pensáisquedar? —pregunta escandalizada lacanija.

—Hoy solo, mañana tenemos el vuelo a

Page 609: Adueñándote de mi corazón

Almería. Queríamos quedarnos unasemana

pero creo que no va a poder ser.

—Ah no, no te preocupes mamá, otravez será.

Rocío me mira y pone cara decircunstancias que no entiendo.

—¿Cuántas habitaciones tiene este piso?—pregunta su padre con interés.

—Tres, ¡tiene tres! —Se adelanta Rocío.

Le enseñamos el piso al completo, conel acelerado paso de Rocío, que abre ycierra una puerta como un vendaval.

Page 610: Adueñándote de mi corazón

Cuando llegamos de nuevo al salón, supadre me

mira.

—¿Y dónde se supone que duermes tú?

—Esto… —murmuro sin saber muy bienqué decir.

—En el cuarto que hay en la entrada —se apresura a contestar primero lacanija.

—¿Vives aquí y ella duerme en unacama de matrimonio y tú en una denoventa? —

Se extraña.

Page 611: Adueñándote de mi corazón

—Bueno, la cama de matrimonio lacompró ella.

—¿Y tienes la habitación tan recogida?—Alza una ceja su madre esta vez.

—¡Oh por Dios! Parad de hacerlepreguntas, es un compañero de piso,¡que no duerme conmigo!

La miro de reojo. Será mentirosa…

—Mmm… —murmura su padre—¿entonces cuál es nuestra habitación?

—Si os esperáis un momento lomontamos todo y ahora pasáis.

—Ya te ayudo yo hija, no va a ir él.

Page 612: Adueñándote de mi corazón

Su madre se ofrece y Rocío niega conenergía.

—Sentaos en el sofá, ahora mismovuelvo.

Pasamos al dormitorio de “invitados”bajo mi asombro y Rocío cierra lapuerta de

golpe, para llevarse las manos a la cara.

—¿Qué te pasa? —preguntopreocupado.

—Rubén, ¡por Dios y por la Virgen!,quédate esta noche a dormir aquí.

Me río.

Page 613: Adueñándote de mi corazón

—¡Rubén! —Me regaña.

—Me quedo con la condición de que mecuentes todo después.

Asiente con rapidez cuando oye como sumadre le dice detrás de la puerta.

—¿Habéis terminado ya? ¿Por quécerráis la puerta?

La abro mientras Rocío coloca a todaprisa unas mantas en lo alto de la cama ysonríe cuando su madre asoma lacabeza.

—Sí, ya puedes dejar la maleta aquí.

Me dirijo al salón para sacar algo de

Page 614: Adueñándote de mi corazón

beber.

—Antonio, ¿le apetece algo para tomar?

—Sí hijo, lo que me des estará bien.

Mientras abro la nevera oigo como eltimbre suena, Rocío sale disparada y memira

con pánico al no saber de quién se trata.Al abrir se encuentra a Mateo que vadirecto a darle un beso en los labios yesta le hace la cobra, ¡jódete Mateito!Sonrío sin poder evitarlo y este me pillade lleno.

—¿Qué pasa? ¿Ahora no puedo darte…

Page 615: Adueñándote de mi corazón

Rocío pega un grito para cortarle.

—¡Mateo! ¿Qué haces aquí, si hastamañana ya no tengo turno?

Arruga el entrecejo y la mira.

—¿Qué? —pregunta sin entenderla—estás intentando evi…

—Sí, sí, que mañana te aviso cuandosepa a la hora que entro, venga adiós.

Y sin ton ni son, le despacha en menosque canta un gallo.

—¿También viene a recogerte unhombre?

Page 616: Adueñándote de mi corazón

—¡Mamá por Dios! Es mi compañero detrabajo y le pilla de paso llevarme, asíno

tengo que coger el autobús o mover micoche.

—¿Te has comprado un coche? —Seasombra.

—Sí, uno de segunda mano, lonecesitaba para poder moverme endistancias más largas.

Pasa por mi lado, yo observo la escenacon gracia, hasta que vuelven a llamar ala

puerta. Rocío, resopla, y puedo ver en

Page 617: Adueñándote de mi corazón

sus ojos una desesperación que nuncahabía visto reflejada.

—Ya voy yo.

Me encamino hacia la entrada, cojo misllaves y salgo encontrándome a Mateitocon cara de enfado detrás de ella.

—No quiero hablar contigo, quierohablar con ella, así que, si no te importa.

Intenta pasar por mi lado y se lo impido.

—Me temo que hoy no va a poder ser.

Alza su rostro y me mira desafiante.

—O me dejas pasar o…

Page 618: Adueñándote de mi corazón

—¿O qué, valiente? —Le vacilo.

Veo como aprieta los puños y en eseinstante Rocío sale.

—Mateo por favor, tienes que irte, estánaquí mis padres.

—¿Y él si se puede quedar? —Eleva lavoz más de la cuenta.

—Shhh, Mateo por favor, vete.

Rocío mira hacia la puerta creo querezándole a todos los santos como elladice, porque ninguno de los dos seasome. Se pone un dedo en la boca paradarle más énfasis a su tono de voz.

Page 619: Adueñándote de mi corazón

—Mañana hablamos con más calma,¡vete ya!

—¿Me estás echando? —preguntaseñalándose.

—Más o menos —contesto con desgana.

Vuelve sus ojos a mí y de nuevo latensión se palpa en el ambiente.

—¡Rubén! —Me regaña— mañanahablamos, y te lo explico, pero ahoratienes que

irte.

Con mala cara se da la vuelta y semarcha sin decir ni adiós, Rocío resopla

Page 620: Adueñándote de mi corazón

y en ese momento su padre asoma lacabeza.

—¿Todo bien?

—Sí, sí, sí —responde apresuradamente—, vamos dentro.

Y después de largas horas hablando conAntonio sobre la pesca, cae la noche yRocío todavía sigue nerviosa. Suspadres se despiden de nosotros, pero nose van a la cama hasta que no me venentrar en mi “supuesta” habitación.Cierro la puerta y después de esperarmás de diez minutos, me levanto ahurtadillas y me meto en el dormitoriode Rocío. Esta pega un bote que casitoca el techo cuando me ve entrar.

Page 621: Adueñándote de mi corazón

—¿¡Qué haces loco!? ¿Quieres que entremi padre con la escopeta? —murmurapara que nadie nos oiga.

Echo el pestillo y me siento en la cama asu lado.

—¡Rubén, no! Vete a tu cuarto, ¡tira! —Señala la puerta.

Me río al ver sus gestos desesperadosporque desaparezca cuanto antes de suhabitación.

—Me da miedo dormir solo —susurroen su oído.

—¡Por el amor de Dios márchate!

Page 622: Adueñándote de mi corazón

—No quiero —la chincho.

Me mira con mala cara y empieza adarme pequeños golpes en la espaldapara que

me levante. Agarro sus manos con fuerzay las pongo por encima de su cabeza,acoplando mi cuerpo entre sus piernas.

—Rubén, para, ¡para!

Pego mi rostro al suyo y sonrío.

—Esto se pone interesante. ¿Vemos sidespués me suplicas que me vaya?

—¡No por favor, no! Como venga algunode los dos se va a montar y gorda, vete a

Page 623: Adueñándote de mi corazón

tu habitación, ¡por los clavos de Cristo!

Niego con la cabeza y miro su conjuntosexy de encaje negro, cubierto por uncamisón fino de seda rosa palo.

—¿Duermes con esto?

—Rubén no me cambies de tema ydesaparece de esta habitación ¡ya!

—Es demasiado atrevido. Me gusta máscuando estás desnuda —sonrío lascivo.

Niega con la cabeza e intenta evitar mibeso al que finalmente termina

sucumbiendo. Pego mi entrepierna a susexo, siento como alza la cadera y se

Page 624: Adueñándote de mi corazón

pega más a mi cuerpo, restregándose enél varias veces.

—Rubén no sigas… —Me suplica.

—No puedo…

Unos golpes en la puerta hacen que mequite de inmediato cuando Rocío meempuja

con brío.

—¡Escóndete! —Me tengo que reír.

—¿Rocío? —Intenta abrir la puerta perono puede— ¿por qué tienes el pestilloechado? ¿Rocío? —Toca de manera másinsistente.

Page 625: Adueñándote de mi corazón

—¡Ya voy! —grita demasiado—¡escóndete!

Solo le falta ponerse de rodillas.

—¿Dónde? —pregunto gracioso.

—¡En el armario!

—¿Cómo pretendes que me meta en elarmario, ¿has visto lo grande que soy?—Me

señalo.

Me empuja con fuerza y abre las puertascon energía.

—¡Vamos! —Me insta.

Page 626: Adueñándote de mi corazón

Niego con la cabeza un par de veces ysu madre vuelve a llamar.

—¡Rocío abre la puerta!

—¡Entra coño! —Se desespera.

Hago lo que me dice con un ataque derisa y me meto como puedo. Escuchocomo

abre la puerta y su madre pasainspeccionándolo todo, pero Rocío no ladeja pasar de la mitad de la habitación.

—¿Qué pasa mamá? Estaba casidormida —se estira haciendo un teatro.

—Mañana tenemos que salir a las

Page 627: Adueñándote de mi corazón

nueve, ¿a qué hora nos vamos?

—Ya te llamo yo sobre las siete, no tepreocupes.

—De acuerdo hija, que descanses.

—Y tu mamá, hasta mañana.

Cierra la puerta de nuevo y muydespacio echa el pestillo. Abro la puertadel armario y la miro, intentando salircomo puedo, ya que casi tengo que hacerun Tetris.

—Esto no está pagado —aseguro, ellase lleva las manos a la cabeza—. ¿Me lovas

Page 628: Adueñándote de mi corazón

a contar ya?

Se sienta en la cama y suelta todo el airecontenido. Me voy hacia dónde está yhago que se ponga en mi regazo.

—Mis padres tienen unas tradicionesque siguen a rajatabla, sobre todo mimadre y

esto, no está bien visto según lascostumbres de nuestra familia.

—Tú no las compartes, supongo. Porcomo lo describes.

—No, las tradiciones gitanas nunca lashe seguido. No es que no las comparta,simplemente no las llevo a cabo. Pero

Page 629: Adueñándote de mi corazón

las respeto y a ellos se lo debo todo, noquiero que se disgusten sin necesidad —resopla.

Había oído alguna campanada sobre esetema, pero nunca le presté muchaatención,

en realidad es que para mí, no es ningúninconveniente.

—Así que, eres gitana.

—Sí, ¿tienes algún problema con losgitanos? —Alza una ceja con mala cara.

Sonrío al ver su gesto.

—Para nada, eres la gitana más hermosa

Page 630: Adueñándote de mi corazón

con la que me he cruzado en mí vida.

—Eres un rompebragas —sonríe pegadaa mi pecho.

—Pues para ser un rompebragas, voy atener que destrozar ese conjunto tanmono

que llevas.

Veo como se ríe intentando evitar queuna carcajada resuene en todo el piso.

—¿Qué pasa si estás con un hombre? Nosé si he hecho la pregunta bien —arrugoel

entrecejo.

Page 631: Adueñándote de mi corazón

—No pasa nada, pero… Digamos quehay que seguir unas pautas, por ejemploantes de acostarme con un hombre.

—Pues tú estás rompiendo los moldes…Como se enteren, los vas a matar de uninfarto.

Sonríe y da un pequeño golpe en mihombro que hace que mi cuerpo se vayaun poco hacia atrás.

—Y ahora dime, Rocío Cortés, ¿cómoarreglamos esto?

Miro hacia el bulto que tengo entre mispiernas y esta sonríe como decostumbre.

Page 632: Adueñándote de mi corazón

—A ver cómo nos lo montamos para queno se oiga ni un muelle.

Tiro la manta que hay en la cama alsuelo, chasqueo la lengua con chulería yla observo.

—Soluciones rápidas, nena.

Después de pasar por todo tipo deinspecciones bajo los atentos ojos de lamadre y

el padre de Rocío la semana pasada,

Page 633: Adueñándote de mi corazón

vuelvo al aeropuerto de Barcelona conuna sonrisa en los labios en busca de mipequeña. En este caso Rocío tenía elturno de trabajo por la mañana y nopodrá venir, pero le ha prometido quedespués pasarían a por ella para ir alcine. Sí, digo pasarían porque Mateito,después de su rebote, arregló y entendiócomo una buena persona la situación porla que Rocío estaba pasando con

sus padres, y, obviamente él también vaal cine. ¡Que viva el amor! Véase laironía.

Me dirijo a las puertas de salida dondeespero nervioso la llegada de Daniela.Al

Page 634: Adueñándote de mi corazón

mirar la pantalla veo que ya hanaterrizado y en menos de lo que esperoestará conmigo. Soraya viene con ella yse irá al día siguiente después de ver aunos amigos, no se fiaba que Danielaviajara sola y en parte yo lo preferítambién. Elevo mis ojos cuando escuchomaletas y de repente la veo tan bonitacomo de costumbre. Va vestida con unmono vaquero con algunas flores enrosa, y el pelo lo lleva suelto y lisocomo Rocío se lo peina en algunasocasiones.

—¡Papá!

Abro mis brazos para que pueda tirarseencima de mí. Doy un par de vueltas con

Page 635: Adueñándote de mi corazón

ella y la hago girar dándole varios besosen las mejillas.

—¿Me has echado de menos princesa?

—Síí, pero te he traído una cosa paraque no te pongas triste.

Abro los ojos sorprendido,exagerándolo todo un poco, lo que haceque Daniela se

ría.

—He traído un montón de moldes parahacer pasteles con forma de la princesaFrozen.

—¿¡Venga ya!?

Page 636: Adueñándote de mi corazón

—Sííí, ¿cuándo vendrá Rocío parahacerlos?

—Luego se lo decimos cuando venga acasa —me sale cara amarga.

—¿Qué pasa papá? ¿No quieres quevenga?

Niego con la cabeza e intento que elpuñetero Mateito se marche de mi

pensamiento.

Tras un buen rato en el coche, dejamos aSoraya en uno de los pueblos cercanos a

Barcelona, donde dos amigos laesperan, nos despedimos de ella y nos

Page 637: Adueñándote de mi corazón

dirigimos a nuestro apartamento parapreparar algo de comer y a toda prisacambiar a Daniela para que se vaya alcine en cuanto Rocío llegue.

—¿Qué quieres comer? —preguntoabriendo la nevera.

Se acerca a la cocina pegando saltitos yme mira con entusiasmo.

—No he comido macarrones…

Sonrío.

—¡Volando esos macarrones!

Se ríe y sale disparada hacia el sofá.Tras una extensa comida en la que me

Page 638: Adueñándote de mi corazón

cuenta

todo lo que ha hecho durante su viaje aBenidorm, oigo como el timbre de lapuerta de casa suena cuando estamosacurrucados en el sofá, haciendozapping en los canales de dibujosanimados, quién me lo diría a mí…

—Hola —la sonrisa se me borra de unplumazo cuando veo a su acompañantetras

ella.

Rocío me mira con una sonrisadeslumbrante, cada día está más guapa ymás me maldigo por tener esepensamiento. Mateo me mira por encima

Page 639: Adueñándote de mi corazón

del hombro y yo directamente le ignoro.Antes de que pueda cerrarle la puerta enlas narices, pone una de sus manos enella y me contempla desafiante, hastaque, con tono amenazador, oigo comosusurra:

—No sé qué jueguecito te traes conRocío, pero ya va siendo hora de que tehagas a

un lado, o te las verás conmigo.

Arrugo el entrecejo a la par que achicolos ojos, ahora el que le desafía soy yo.

—¿Perdona? ¿Me estás amenazando?

—Solo te estoy advirtiendo, y tómatelo

Page 640: Adueñándote de mi corazón

en serio, o las consecuencias seránpeores.

Rocío se percata de que estamoshablando y escucho como manda aDaniela a la habitación a por su abrigo.Se encamina hacia la puerta a toda prisay nos contempla a ambos.

—¿Pasa algo?

—Pregúntale a él, que viene conamenazas a la puerta de mí casa —estoúltimo lo

recalco y bien.

Mira a Mateo y este hace un gesto deindiferencia con los hombros.

Page 641: Adueñándote de mi corazón

—Solo estaba aclarando una cosa conél. El que ha empezado a amenazar hasido

él.

Echo mi cuerpo un poco hacia atrás y lemiro con peor cara si es que es posible.

Paso mis ojos a la canija que meobserva sin creerme y niego.

—¡Está mintiendo como un bellaco!

—Rubén, ya está bien —suspiraagotada.

—No, no, no está bien, él…

Page 642: Adueñándote de mi corazón

Le señalo y antes de que pueda terminarde hablar me corta.

—Déjalo ya Rubén, apesta…

Mateo se toca la nariz con esto último,doy un paso adelante dispuesto a tirarlelos dientes abajo y Rocío me pone lamano en el pecho.

—¡Rubén! ¿Qué narices haces?

—Te voy a partir la cara —aseguromirándole a los ojos.

Se ríe con aires de superioridad y la iracrece en mí interior como si caballosdesbocados corrieran por un amplioprado. Miro a mí canija particular y veo

Page 643: Adueñándote de mi corazón

en sus ojos decepción por mi manera deactuar. La cojo del brazo y tiro de ellahacia el interior de nuevo, y en esemomento, Mateo me pone la mano en elantebrazo para que la suelte.

—¡No me toques!

Mi tono sale más elevado de lo quepretendía, Rocío me mira intentandopedirme

calma con los ojos y termino de perderlos estribos cuando escucho como dice:

—No te atrevas a tocarla si ella noquiere, no eres nadie.

Aprieto mi puño con fuerza y cuando

Page 644: Adueñándote de mi corazón

estoy a punto de levantar el brazo paradarle

un buen golpe donde primero llegue,Daniela me pilla en todo el ajo comoaquel que

dice, y Berta aparece en el rellano.

—¿Papá qué haces?

Rocío baja mi mano con lentitud. Notocomo me tiemblan las manos y como lasvenas se hinchan más y más en micuerpo, incluso podría decir que encualquier momento la tensión terminaráconmigo.

—¿Estás bien Rubén? —Berta me mira.

Page 645: Adueñándote de mi corazón

No aparto mis ojos de Mateo, ya queestoy encolerizado. Me doy la vueltacon dificultad y paso a mi dormitoriopegando un fuerte portazo que hace quetiemble el apartamento entero. Pocosminutos después, mientras intentocontrolar mi respiración, la puerta seabre y una hermosa morena con unvestido color verde oscuro entracerrando la puerta con delicadeza.

—¿Dondé…

Me corta antes de que pregunte donde seencuentra Daniela.

—Está con Berta, Mateo está en la calleesperándonos.

Page 646: Adueñándote de mi corazón

Cruza sus manos y me mira con los ojosbrillantes.

—¿Por qué te comportas así? —pregunta dándose por vencida.

No soy capaz de mirarla, odioencontrarme de esta manera y más odiotodavía tener

que contenerme. Al no recibir respuestapor mi parte, escucho como suspira.

—Rubén, contéstame —me exige— nosé por qué actúas así con él, no te hahecho

nada.

Page 647: Adueñándote de mi corazón

Su tono sale con enfado esta vez y ese esel detonante que necesito para pagarlotodo con ella sin querer. Me levanto dela cama de un bote y me pego a sucuerpo, que impasible, no se menea delsitio. Señalo la puerta y hablo más altode lo que debo.

—Tu querido Mateito es el que havenido diciéndome que a qué coño estoyjugando

contigo, ¡tú sabrás qué le has dicho!

—Yo no le he dicho nada, y no mechilles —intenta mantener a calma.

—¿¡Y entonces por qué no me crees amí y a él sí!?

Page 648: Adueñándote de mi corazón

Durante un momento parece pensar surespuesta, miro sus ojos fijamente ycomo puede intenta apartarlos de mí,evitando así su conexión.

—Porque sé que no te cae bien, y alfinal terminará dejándome gracias a ti.

Achico los ojos y eso me duele.

—¿Qué me estás queriendo decir? Hastadonde yo sé, soy la única persona que te

ha ayudado —escupo con rabia.

Me mira altiva e ignora mi pregunta.

—¿Puedo llevarme a Daniela al cine?

Page 649: Adueñándote de mi corazón

—¿Se supone que para eso has venido,no? —pregunto con cara de enfado.

Asiente, da la vuelta y sale deldormitorio sin hacer el mínimocomentario. Pocos

segundos después, mi hija entra y vienehacia mí, para poner una de sus manosencima de mi pierna.

—¿Te has enfadado con Rocío? —pregunta con su vocecilla.

Niego con la cabeza.

—¿Entonces es con Mateo?

Asiento.

Page 650: Adueñándote de mi corazón

—A mí tampoco me cae bien —arrugael entrecejo un poco y me tengo que reír.

—Pues entonces, ya somos dos.

—Le pegaré un pellizco de los queduelen sin querer en el cine —la miroarrugando

el entrecejo y antes de que me dé tiempoa preguntar me contesta— mamá meenseñó a

defenderme en el cole, y como se hametido contigo…

Hace un gesto de indiferencia con loshombros y me mira haciendo morritos.La estrecho entre mis brazos y le doy un

Page 651: Adueñándote de mi corazón

fuerte beso en el pelo.

—Vete y disfruta del cine, luego mecuentas que tal la peli.

Asiente y ambos salimos del dormitoriobajo la atenta mirada de Berta. Rocío encambio, está mirando hacia el salón conlos brazos cruzados y el ceño fruncido,cuando nos ve, extiende su mano haciaDaniela y se marcha sin decirme niadiós. En cuanto la puerta hace clic,Berta se gira cruzando sus brazos en elpecho y me contempla.

—Habla.

Me río. Dentro de lo que cabe y aunqueesté hecho un basilisco, ella no

Page 652: Adueñándote de mi corazón

cambiará en la vida. Me dirijo hacia lacocina y cojo una botella de agua.

—Sí, mejor bebe agua que ya la cogistey bien hace una semana. Ahora cuéntame

que ha pasado aquí.

Con pelos y señales y sin necesidad deesfuerzo le explico a la pequeña diva,todos los acontecimientos que hantrascurrido en mi apartamento minutosantes.

—¿Qué sientes por ella, Rubén?

Alzo mi rostro y la observo extrañado.

—No sé a dónde quieres llegar.

Page 653: Adueñándote de mi corazón

—¿A dónde quieres llegar tú? —Nocontesto— si tienes claro que Mateo esel hombre de su vida y no tú, déjala yacepta que está con otra persona. Si noes así…

entonces lucha por lo que quieres ypártele la boca a quien sea necesario.

Su tono claro y conciso hace que piensecontemplando un punto fijo en la pared.

¿Qué demonios te pasa?

—El jueves es Noche Buena, vamos acenar todos en la casa de Sara, por eltema

de los niños y tal. ¿Tienes planes?

Page 654: Adueñándote de mi corazón

Niego.

—Bien, pues prepárate, que allí nosvemos.

Se acerca a mí y deposita un casto besoen mi mejilla, antes de salir por lapuerta, se gira y me mira.

—Piensa bien lo que haces Rubén, de laamistad al amor, solo hay un paso.

—Y del amor al odio también —murmuro.

—Entonces, decide.

Page 655: Adueñándote de mi corazón

El fin de semana pasa volando y desdeel viernes no tengo noticias de Rocío, niun

simple WhatsApp, ni nada. Cuando llegódel cine, dejó a Daniela, se despidió deella y no se giró ni para decirme adiós.Después del caos mental que se abríapaso en mi cabeza, decidí irme los dosdías a casa de mis padres, de esamanera conocerían a la pequeña, yempezarían a tener la relación quenecesitaban.

Page 656: Adueñándote de mi corazón

—Así que, la niña ya tiene abuelos —añade Leire alegre.

—Eso parece —sonrío.

—¿Y qué tal se lo ha tomado ella?

—Lo primero que hizo cuando se lospresenté fue preguntarles que si ya teníaabuelos, la verdad es que para tenersiete años, sabe demasiado.

—De alguien habrá tenido que salir eseingenio —se ríe.

—Me imagino que sí, es una chica muylista.

Pienso en ella durante un instante y no

Page 657: Adueñándote de mi corazón

puedo evitar esbozar una sonrisa.

—Ha tenido que ser un cambio muydifícil. No comentaste nada y estabatoda la plantilla preocupada pensadoque no volverías.

—Ha sido complicado, pero solo alprincipio, ahora soy oficialmente papá,dicho

por ella —alzo un dedo y me río.

Leire se mueve un poco en lo alto de miescritorio para acomodarse mejor. Losplanos se me mueven a la izquierda yresoplo cuando tengo que borrarlo todoy comenzar a hacerlo por cuarta vez.

Page 658: Adueñándote de mi corazón

—Lo siento —sonríe con timidez.

—No pasa nada, de todas formas, estono había por dónde cogerlo.

Exhalo un par de suspiros y esta selevanta de su asiento para venir a milado.

Apoya una de sus manos en la mesa ydespués inclina su cuerpo hacia delante,dejando ver un espléndido escote.

—¿Quieres provocarme? —Alzo unaceja con picardía a la misma vez que lamiro.

—Quiero que me hagas caso y no sécómo hacerlo —se sincera con una

Page 659: Adueñándote de mi corazón

sonrisa.

—Pues algún día quedaremos —aseguro.

—No veo llegar ese día nunca —refunfuña un poco.

—¿Qué quieres hacer?

Me recuesto un poco en la silla y cruzomis manos a la altura de mi pecho,esperando una respuesta.

—Pues….

Pasa su dedo índice por mi torso hastaque se para a mitad de él, me mira a losojos y muestra una sonrisa que dice más

Page 660: Adueñándote de mi corazón

que mil palabras.

—Se me ocurren muchas cosas quepodríamos hacer pero… no creo que seael momento.

Como de costumbre la puerta de micaseta se abre y entra la persona quemenos esperaba. Leire se reincorpora unpoco, colocándose la falda y mira aRocío con mala cara.

—Pues no, no es el momento —le dice aella—, ya veo que no pierdes el tiempo—

ahora me mira a mí.

Se cruza de brazos en la entrada y

Page 661: Adueñándote de mi corazón

espera paciente, repiqueteando con supie derecho en el suelo. Con seguridadmira un par de veces a Leire y esta selevanta sin apartarle los ojos, y antes desalir, se para justo a su lado y la observade arriba abajo.

—¿Me estás echando un pulso? —pregunta altiva Rocío.

—Eso ya lo veremos —contesta conchulería.

—No es necesario, puedes quedártelopara ti.

Sonríe con malicia, Leire lo hacetriunfal y a mí me descoloca su actitud.¿A que ha venido eso?

Page 662: Adueñándote de mi corazón

Sin mirar atrás Leire cierra la puerta ynos quedamos solos. Contemplo lopreciosa

que va esta mañana bajo un peto decolor azul marino con una pequeña rosaen una de las esquinas en color rojo. Sequita la gran bufanda que tapa su rostroy me mira.

—¿Qué te pasa y como es que estásaquí?

Me levanto de la silla y me encaminohacia ella, cuando estoy a punto dellegar da

un paso atrás y extiende su mano.

Page 663: Adueñándote de mi corazón

—No te acerques.

Paralizo mi paso, agacho un poco lacara cuando no me mira, busco sus ojos,y ella

responde esquivándome.

—Últimamente no haces nada más quehuir de la forma que sea.

—No estoy huyendo de nada, Rubén.

Abre su bolso y de él, saca el manojo dellaves que le di de mi casa. Extiende su

mano para que lo coja y yo, sin saberque hacer la observo arrugando elentrecejo.

Page 664: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué quiere decir esto? —preguntoatónito.

—Que te devuelvo tus llaves.

—No te entiendo… —murmuro.

—Cuando vaya a ver a Daniela tellamaré…

La corto.

—No me digas que Mateo te ha dichoque no puedes seguir viéndome, ¿no, no?

La rabia amenaza con asomar por todoslos poros de mi piel, y antes de que esosuceda, intento serenarme. No mecontesta, la oigo suspirar y aparto su

Page 665: Adueñándote de mi corazón

mano con un leve manotazo paraacercarme más. Retrocede de nuevo unpaso y no me mira.

—¡Vamos Rocío! ¿No me digas queestás así por lo del otro día? Lo siento¿vale?

Sé que me porté como un capullo, peroque sepas que fue él quien empezó.

Sigue sin contestarme. De refilóncontemplo que sus ojos están hinchados,antes de

que salga por la puerta, vistas susintenciones, la cojo del brazo.

—¿Qué te pasa?

Page 666: Adueñándote de mi corazón

—Nada.

Se suelta de mi agarre de malas formas eintenta salir. Antes de que lo consiga, lagiro apretándola contra mí cuerpo.

—Siento haber sido un estúpido. Estabadesquiciado —murmuro pegado a suoído.

—Da igual —responde con un hilo devoz.

Cojo su cara con ambas manos y lamiro.

—Entonces, si te da igual, ¿por qué tevas de esta forma? ¿Por qué me das lasllaves si no te las he pedido y por qué

Page 667: Adueñándote de mi corazón

no eres capaz de mirarme?

—Porque sí.

—Esa no es una respuesta.

Acerco mi cara a la suya en un intentode darle un beso, pero mira hacia otrolado y sin esperarlo se suelta de miagarre, encaminándose hacia la puerta.

—Rocío, ¿por qué estás huyendo de mí?—pregunto desesperado.

Se para antes de abrirla, se gira denuevo y eleva su ojos hasta que se fijaen los míos. Los tiene bañados enlágrimas. Arrugo el entrecejo y doy doszancadas hasta que llego a ella por

Page 668: Adueñándote de mi corazón

tercera vez en cinco minutos.

—¿Te ha pasado algo con Mateito?

La sangre se me calienta, no entiendo suactitud.

—No.

—Somos amigos, creo que tenemos lasuficiente confianza como para que melo cuentes, vamos siéntate y hablemos.

Le indico el sofá y ella niega, no semenea del sitio.

—¿¡Entonces por qué estás así!?

Mi tono sale más elevado de lo que

Page 669: Adueñándote de mi corazón

pretendía debido a la desesperación deno saber qué demonios le sucede, y creoque ese es el detonante que hace que ellame grite también.

—¡Tú joder, tú eres el problema!

Baja sus brazos abatida, y lo único quepuedo hacer es arrugar demasiado elentrecejo.

—¿Y…Yo…? —Titubeo.

Resopla y se pasa la mano por la frente.Demasiadas veces son las que la hevisto

nerviosa cuando ella no es así conmigo,nunca lo ha sido. De nuevo sus ojos

Page 670: Adueñándote de mi corazón

verdes me abrasan y a la misma vez meponen de los nervios. Suelta una granbocanada de aire

y…

—¿No te das cuenta de lo que pasaúltimamente? —Se frota los ojos paraevitar que las lágrimas se derramen.

—Joder Rocío, que solo fue una peleade nada, si llego a saber que te vas aponer

así te doy la razón, venga no vayas allorar.

Extiendo mi mano de nuevo pero ella nola acepta, resoplo y doy un paso más, el

Page 671: Adueñándote de mi corazón

mismo que ella retrocede. Hacemos elmismo gesto unas tres veces, hasta quequeda entre la pared de la caseta y yo.

—Ya no te puedes mover —me río.

Ella no.

—Ese no es el problema… —musita.

—¿Entonces cuál es? —preguntoconfuso.

Agacha la cabeza, ese simple gesto nome gusta nada y hace que tiemble depies a

cabeza. Ella no es así, me repito comoun mantra.

Page 672: Adueñándote de mi corazón

—No te he visto nunca dudar cuando hastenido que decirme algo, no sé por quélo

estás pensando tanto, siempre hemoshablado con claridad y creo que ahorano lo estás haciendo.

Eleva su rostro y esta vez, sí clava suspreciosos ojos en mí.

—El problema es que sus caricias noson las mismas, sus besos no sabenigual, no

hace que me ría de la misma forma…

Arrugo el entrecejo aturdido. Alzo subarbilla cuando vuelve a agacharla para

Page 673: Adueñándote de mi corazón

mirar el puñetero suelo y hago que memire.

—No sé a dónde quieres llegar y meestás poniendo nervioso. ¿Has habladocon él?

Porque está claro que el problema esMateo.

Intenta agachar la cabeza de nuevo perose lo impido, mientras niega en un parde

ocasiones.

—No es Mateo, Rubén, Mateo ya nopinta nada en esto —murmura abatida.

Page 674: Adueñándote de mi corazón

Suspiro.

—Rocío, por favor, no sé si es que no teestás explicando con claridad o es queyo

esta mañana no me entero de nada.

Tras un silencio que se me antojademasiado largo, escucho como con unhilo de voz dice:

—El problema es que no eres tú.

Mi mano se cae literalmente,quedándose entre ella y yo. Intento deciruna sola palabra, pensando en que hetenido que escucharla mal, hasta queantes de que me dé tiempo a reaccionar,

Page 675: Adueñándote de mi corazón

me saca de dudas.

—Creo que me estoy enamorando de ti.

Noto como la sangre deja de bombear enmi cuerpo, me quedo pasmadomirándola,

sin reaccionar y sin poder articular unapalabra.

—Y tú no estás preparado para queponga tu vida patas arriba —se limpiauna lágrima que resbala por su mejilla—y tampoco sé si quiero hacerlo.

Abro la boca, y la vuelvo a cerrardesconcertado. Asiente con lentitud, damedia vuelta y lo último que escucho es

Page 676: Adueñándote de mi corazón

la puerta cerrándose lentamente,mientras yo sigo plantado como una setaen la misma posición sin podermoverme. Antes de que desaparezca porcompleto mis neuronas se ponen enfuncionamiento y salgo

desesperado al exterior. La veocaminando hacia su coche.

—¡Rocío! ¡Espera!

No se gira, camina con más rapidez yeso hace que mi pulso se acelere más dela

cuenta. Intento correr pero el jefe deobra me corta el paso antes de que levea.

Page 677: Adueñándote de mi corazón

—Rubén, necesito que…

—Déjame un momento —le aparto demi lado—, ¡Rocío! —chillo lo más altoque

puedo.

—Pero Rubén…

Me suelto de su agarre de malas formasy lo aniquilo con la mirada, y pordesgracia, antes de que pueda llegarsiquiera a su altura, arranca el cochedesapareciendo de mi vista.

Page 678: Adueñándote de mi corazón

—¿Y se fue?

—Y se fue.

—¿Y no has vuelto a saber nada de ella?

—No, Dmitry.

—¿Sabes si vendrá hoy?

Elevo mis ojos a la carretera sentado enel porche de Sara, viendo como laniebla

Page 679: Adueñándote de mi corazón

se apodera de Barcelona en el día deNoche Buena. No sé si esperando queRocío aparezca o si lo único que estoyintentando es aclarar los mismospensamientos que llevan ocupando mimente todos estos días.

—¿Le has dicho lo que sientes tú?

—No sé ni lo que siento yo.

—Está claro que no la quieres comoamiga, por mucho que te niegues a

reconocerlo.

—Querido amigo —Luis extiende otracerveza sentándose al otro lado— creoque

Page 680: Adueñándote de mi corazón

tienes un problema llamado; amor.

Le miro de reojo y suspiro.

—Tampoco es un problema en sí, solotienes que aclarar tus ideas antes decagarla

hasta el fondo —añade el ruso.

—Sí, como tú que te fuiste a Rusia —contesto con retintín.

—Pero me aclaré.

—Porque fue a buscarte que si no… —murmura Luis.

—Si no hubiese ido a los confines de la

Page 681: Adueñándote de mi corazón

tierra por ella, te lo aseguro.

Doy un trago a mi bebida y en esemomento el coche de Rocío aparece antemis ojos. No se percata de que estamosen la entrada ya que está demasiadooscuro. Se baja, recolocándose elvestido corto de lentejuelas negro con unescote considerable y unos tacones delmismo color con un tamaño de vértigo.

—Solo sé que no quiero perderla —susurro.

La observamos mientras camina conseguridad hacia la puerta, pero toda esaseguridad desaparece cuando alza surostro y nos ve sentados en las escalerasde la entrada. Luis se levanta para

Page 682: Adueñándote de mi corazón

dejarla pasar y la saluda con unasonrisa.

—Fiu, fiu, ¿pero qué tenemos aquí?

Sonríe tímidamente y da las buenasnoches en un leve murmuro que apenasse escucha. El olor de su perfume inundamis fosas nasales y no puedo evitartensarme cuando pasa junto a mí. Sarasale y baja los cuatro escalones, meextiende la mano cuando Rocío entra enla casa y me mira con atención.

—Vamos a ver —coloca el cuello de micamisa azul claro— tienes que hablarcon

ella, lo sabes ¿verdad?

Page 683: Adueñándote de mi corazón

—¿Y qué se supone que tengo quedecirle? —Alzo una ceja.

Sara pone los ojos en blanco.

—No lo sé, los hombres deberíais deestudiar para eso, pero estoy segura deque

tú, encontrarás las palabras perfectas.Habéis tenido todo este tiempo unaconfianza extrema, hasta tal punto deacostaros por simple gusto o mejordicho, por una simple proposiciónindecente. Esto no puede ni debeasustarte tanto.

Dmitry me mira y asiente a la vez queapoya la opinión de Sara.

Page 684: Adueñándote de mi corazón

—Berta ya le está leyendo la cartilla —comunica Luis mirando hacia el interiorde

la casa.

Me giro y veo como Berta gesticula conlas manos varias veces mientras queRocío

la señala con el dedo despotricando.Miro a los tres que tengo a mi alrededory hago lo mismo que mi canija hace eneste mismo instante, les señalo.

—No quiero que arméis ninguna que osconozco, dejarme a mí.

Asienten sin convencimiento, sobre todo

Page 685: Adueñándote de mi corazón

Sara. Nos invita a entrar y pasamos bajo

el tono cantarín de Luis y sus villancicosmedio inventados.

—Así no se cantaaaaaa.

El pequeño César se pone a su lado y lerectifica con cara de enfurruñamiento.

—Perdona pequeño gañán, pero yo lacanto a mi manera.

—¡Los peces no beben así! —Se enerva.

Me río al verlos, y antes de que girehacia la cocina escucho como Luis ledice con tono cantarín, imitando losvillancicos:

Page 686: Adueñándote de mi corazón

—Escucha César; pero mira como bebenlos peces en el río, pero mira comobeben

y se van borrachos otra vez, beben ybeben y vuelven a beber, que merluzahan cogido, se bebieron un tonel…

—Qué manera más entretenida tienes túde cantar villancicos —reniega Patri.

—¡Oh venga ya! —Se queja este.

—¡Qué tiene tres años melón! —Leregaña Berta cuando deja de cantarle lascuarenta a Rocío.

—Que todo el mundo me preste atenciónque voy a hacer la repartición de

Page 687: Adueñándote de mi corazón

habitaciones para dormir esta noche, quelo mío me ha costado.

Escuchamos con atención a Sara queextiende sus brazos en cruz para que lamiremos.

—Patri y Dmitry podéis dormir en lahabitación de invitados, Berta y Luis enel salón, cuando terminemos pondremosel sofá cama y… —Me observa a mí,para después pasar sus ojos a Rocío—vosotros dos, podéis dormir en la casade madera.

Alzo una ceja y me cruzo de brazoscuando veo como varias miraditas seescapan

Page 688: Adueñándote de mi corazón

en el ambiente entre todos menos Rocío.Aquí hay gato encerrado.

—¿Qué pasa? —pregunta mirándomecuando no le quito los ojos de encima—ya habéis dormido varias ocasionesjuntos y no os ha pasado nada. No creoque por unas horitas os vayáis a morir.

Hago un gesto de indiferencia con loshombros, y de reojo veo como Rocío nirespira. César sale a la casa de maderaque tienen en la terraza que está saliendopor la cocina y me invita con la mano amí y a Rocío para que salgamos. Sientocomo varios pies se mueven detrás denosotros. Rocío va delante, intentandoacercarse lo menos posible a mí, y

Page 689: Adueñándote de mi corazón

cuando abre la puerta de la casita, niegocon la cabeza un par de veces.

Ya sabía yo…

—¿Pretendes que durmamos los dos enuna cama de noventa? —preguntoirónico.

—O menos… —murmura Rocío viendosu tamaño.

—¿Tú has visto el tamaño de micuerpo? —Alzo una ceja y miro a César.

—¡Oyeeee! A caballo regalado no lemires el diente —oigo que salta Patripor detrás.

Page 690: Adueñándote de mi corazón

Me giro y la miro con cara de: os hepillado. Esta hace un gesto deindiferencia con los hombros y mirahacia las vigas de madera que cubrenparte del techo. Rocío suelta la bolsa demano en el primer rincón que ve y segira, en el mismo momento que entro yopara dejar la mía, que antes estaba en elsalón. Se para antes de estamparseconmigo y posa sus ojos en mí solo unasdécimas de segundo.

—Si no… hay una silla de madera —sonríe Sara sabiendo lo que se hace.

—Una silla de madera… —Asientovarias veces mirándola.

Rocío espera paciente que me haga a un

Page 691: Adueñándote de mi corazón

lado para poder salir, ya que pillo todala

puerta de ancho y no hay forma de quepueda irse si no me quito del medio.Antes de girarme oigo como todo elmundo entra en la casa dejándonossolos. Rocío da un paso al lado parapoder pasar y yo hago lo mismo paraque no se vaya.

—Creo que deberíamos hablar.

Intento que mi tono salga tranquiloaunque no sé muy bien si lo consigo.Alza un poco la vista y arruga elentrecejo.

—No tenemos nada de qué hablar

Page 692: Adueñándote de mi corazón

Rubén.

Vuelve a intentar salir pero esta vez laagarro del brazo, gesto que parece nogustarle y lo retira de inmediato.

—Yo creo que te equivocas —murmuro.

Suspira un par de veces y mira al frente,después pasea sus ojos hasta que seencuentra con los míos y asiente.

—Está bien, hablaremos después, ahorano es el momento.

Asiento y sonrío, me hago a un lado yveo como decidida entra en la casa sinmirar

Page 693: Adueñándote de mi corazón

atrás. Me quedo unos segundosobservando el espacio sumamentereducido que tenemos en la casa demadera y tengo que reírme, lo teníantodo planeado.

Después de dos horas tras inflarnoshasta decir basta, gracias a toda lacomida que entre unos y otros traemos,nos levantamos y recogemos todo en unabrir y cerrar de ojos, ya qué se suponeque en breve, Papa Noel aparecerá porla puerta de casa para entregarle losregalos a los niños que se hayan portadobien, y en este caso, Daniela que es lamás mayor está emocionadísima.

—¡Rubén! —Me llama Berta— pídele

Page 694: Adueñándote de mi corazón

las llaves del coche a Rocío, se me haolvidado mi bolsa allí.

Achico los ojos y miro a Rocío que latengo justamente al lado, sacando lascopas

de champán.

—Berta estoy aquí —anuncia con tonocansado.

Se asoma por la puerta de la cocina yhace una exclamación con la boca enforma

de o.

—Vaya, no sabía que estabas ahí.

Page 695: Adueñándote de mi corazón

La canija alza una ceja.

—Me has dicho que viniese a por lascopas…

Me tengo que reír. Rocío me mira yachica los ojos, yo levanto las manos enson de

paz.

—Te juro que no sé qué complot extrañotienen.

—Ya me imagino… —No se lo cree.

Me extiende las llaves del coche, alcogerlas mis dedos rozan con los suyosy ambos nos miramos por un instante.

Page 696: Adueñándote de mi corazón

Veo como Berta asoma la cabeza por elquicio de

la puerta y cuando ve que la he visto, seesconde corriendo. Niego con la cabeza,son increíbles, pero de la primera a laúltima.

Salgo hacia el vehículo y abro elmaletero para coger la bolsa donde estáel disfraz que Dmitry tiene que ponerseen breve, me voy al asiento de delantebajo las indicaciones estrictas de Sara ycojo del suelo del copiloto la bolsa conlas botas. Al levantar la cabeza, veo unafoto en el retrovisor del coche. En ellasalimos los dos junto a Daniela sacandola lengua, tengo que sonreír al recordar

Page 697: Adueñándote de mi corazón

la que pudimos montar para entrar enaquella pequeña cabina en medio de lacalle.

—¡Pss!

Me bajo del coche y veo a Dmitry en laesquina de la casa llamándome con lamano, César va con él y ambos se metendetrás de los rosales que hay. Abro elsaco y cojo una enorme chaqueta decolor rojo, junto con unos pantalones yun montón de cosas más.

—¿Esto te va a entrar a ti? —preguntoextrañado al ver el tamaño.

—Más le vale, porque no tenemos otro.Si no pensaran las cosas a última hora…

Page 698: Adueñándote de mi corazón

Reniega César.

—Yo creo que te va a quedar rabicorto¿eh? —Aseguro.

Dmitry me quita de un manotazo el trajey me mira chulesco.

—Podrías ponértelo esta noche para irtea dormir a la casita del amor —se burla

de mí.

—Sois una panda de cabrones.

—Gracias, nosotros también tequeremos —sonríe César— y que sepas

Page 699: Adueñándote de mi corazón

que no ha

sido idea nuestra, nosotros solo…

—… La hemos apoyado —termina porél Dmitry.

—Ya, claro.

—¡Venga que esta noche hay tema!

Esto último lo dice Luis con una sonrisade oreja a oreja y una botella dechampán

en la mano.

—Si nos tenemos que tapar los oídosantes, avisáis —arruga un poco el

Page 700: Adueñándote de mi corazón

entrecejo y

después continua— bueno, no pasa nada,Berta tiene unos buenos pulmonestambién.

Niego con la cabeza.

—¡Anda! Entonces podríamos hacer unconcurso a ver quién tiene másdecibelios

—comenta el ruso poniéndose lospantalones encima de los vaqueros.

Suelto una carcajada que todos mesiguen.

—Sois unos impresentables —me miran.

Page 701: Adueñándote de mi corazón

—Sí, ahora resulta que Rubén nos hasalido un angelito caído del cielo, ¡andaya!

Que tienes que tener más carrera que elFormula1.

—Luis cállate que tú has sido unmujeriego y te llevas la palma —añadeCésar.

El aludido se pone una mano en labarbilla y niega pensativo. Terminamosde ponerle el traje y efectivamente, lequeda corto.

—Parece que voy a pescar… —Reniega.

Page 702: Adueñándote de mi corazón

—¿Por qué no entras por la chimenea?Así harías la gracia al completo.

Dmitry le mira mal y Luis rompe a reírbajo la mirada amenazante del otro.

—No te preocupes, que el año que vienete compro el traje del ayudante de Papa

Noel y vas a llevar tú los sacos —masculla el ruso.

—Yo paso —asegura Luis haciendo ungesto de mano—, a mí me da por reír yno

hay quién me pare.

Cuando va a ponerse la bota, se oye un

Page 703: Adueñándote de mi corazón

ruido.

—Ahí ha sonado algo a: me acabo derajar y en el sentido literal de la palabra—

añado empezando a reírme sin control.

César suelta una enorme carcajadacuando ve que la raja le llega desde elprincipio del trasero hasta debajo delmuslo.

—¡Joder! Mira que os dije que a mí estetraje me estaba demasiado ajustado.

Me doy la vuelta y cojo unas cuantaspinzas de tender la ropa de la vecina deal lado.

Page 704: Adueñándote de mi corazón

—A ver, date la vuelta que vamos aintentar arreglar esto como sea.

—¿Qué piensas hacer? —pregunta elruso con el terror fijo en su cara.

—¡Pues taparte! Que eres Papa Noel, noun stripper.

—¿Y no tienes unos imperdibles?

—Sí, el bolso de la Mary Poppins tepiensas tú que es Rubén —Luis.

—¿Estás graciosillo hoy, eh?

El ruso menea la cabeza asintiendo ycreo que con ganas de pegarle unpuñetazo en

Page 705: Adueñándote de mi corazón

la boca a Luis, que menudo día lleva.Me tengo que reír al ver el gesto deCésar intentando contener la risa cuandotermino de ponerle las pinzas de la ropa.

—Bueno, esto ya está.

—¿Entonces entras por la chimenea oqué?

—¡Luis! —Alzamos la voz César y yo ala vez.

—Al final vas a entrar tú por lachimenea de la ostia que te voy a dar —le amenaza

con una sonrisa, pero en el fondo todossabemos que sería capaz.

Page 706: Adueñándote de mi corazón

Le terminamos de colocar la barba y lapeluca, junto con las gafas y los guantes.

Sara sale y le mira de los pies a lacabeza.

—Madre mía, te falta una tallita más…

—O dos… —Me atrevo a decir y reciboa cambio una mirada asesina.

—Espera que te falta algo —añade ella.

—¿El qué? —pregunta el rusoextendiendo las manos.

Parece Hulk vestido de Papa Noel, conla talla de la Barbie. Rocío aparece enescena con algo en las manos, el ruso

Page 707: Adueñándote de mi corazón

arruga el entrecejo y esta, antes de quele dé tiempo a decir nada más, le da conuna gran especie de esponja en la cara yle empolva el rostro, dejándoseloblanquecino.

El ruso empieza a toser de maneradescontrolada y cuando da media vueltay se dobla intentando que la tos mengue,se engancha la chaqueta del traje en losrosales haciendo que se raje un buentrozo…

—¡Hala! —exclama Sara.

—¿Hay más pinzas? —Luis se retuercede la risa.

El ruso, hasta los cojones de todo y de

Page 708: Adueñándote de mi corazón

todos, mira a Luis hecho un basilisco ycasi lo agarra del cuello, sino llega a serporque César se mete en medio. Al otroparece importarle un pimiento y sigueriéndose sin parar.

—¿Estos polvos son asesinos? —pregunto sorprendido.

—Creo que no —Rocío se ríe.

—Es que como ya los ha guardado en elcajón, y ya no es la novia de los Cullen,

están cabreados —Luis de nuevo.

Page 709: Adueñándote de mi corazón

César niega con la cabeza y el ruso leapunta con el dedo.

—Cuando me quite esto te vas a cagar.

—No, te vas a cagar tú —le rectifica.

Achico los ojos, Berta le fulmina con lamirada y César mira al cielo. Dmitry seda cuenta de todos nuestros movimientosy pregunta con el ceño fruncido:

—¿Hay algo que tenga que saber?

—Anda, vamos dentro que se van a darcuenta. Espera cinco minutos y pasa —

añade César.

Page 710: Adueñándote de mi corazón

—No me ignoréis…

Muevo los hombros en señal de no sabernada y este me escruta con la mirada.Me

giro para irme con el resto y cuandopasamos dentro, me siento al lado deRocío por instinto propio, o porcostumbre, ya ni lo sé.

Diez minutos más tarde, Papá Noel entraen casa y se lía la revolución. Los niños

Page 711: Adueñándote de mi corazón

gritan como si tuvieran quince años yhubieran visto a Justin Bieber.

—¿Papá Noel ha ido a la guerra? —pregunta Patri con los ojos como platos.

—No lo sé, pero no ha entrado por lachimenea —murmura Daniela como sinada.

Luis la mira y pega un pequeño chillidoque hace que unos cuantos demos unbote

de la silla incluido yo.

—¡Eh! ¡Yo también pensaba que entrabapor la chimenea!

Page 712: Adueñándote de mi corazón

—Encima parece que va a pescar… —murmura Berta.

—Sí, yo creo que tendría que comprarseotro traje —comenta César— este es elde

la virgen del puño cerrao.

—¿Lleva pinzas en el culo? —preguntaRocío levantando una ceja.

—Sí, es lo único que ha podido robar dela vecina, es que echaba de menos eloficio de su anterior vida —se ríe Luisde él.

—Papá Noel va echo un asco —aseguraPatri que se estaba manteniendo al

Page 713: Adueñándote de mi corazón

margen.

Dmitry se da la vuelta y nos fulmina conla mirada, deja todos los regalos en elsuelo, y se encamina hacia la salida sindecir ni adiós. Los pequeños no se dancuenta de nada y locos como cabras, sedirigen cada uno a por sus regalos.

—¡Mira papá! ¡Es la Frozen!

Daniela corretea por toda la casa con lamuñeca en alto como si fuese un grito de

guerra, miro a Rocío de reojo y esta seríe. A los dos minutos, Dmitry entra encasa a hurtadillas para que nadie le vea,mientras que Katia está con Patriabriendo los regalos. Cuando los

Page 714: Adueñándote de mi corazón

pequeños terminan y se van todos a lasala de juegos que improvisadamenteCésar ha preparado, Sara toca una de lascopas con una cuchara.

—Vamos a brindar y ahora abrimosnuestros regalos.

Nos levantamos, elevamos las copas ymiramos a la anfitriona de la casa que seaclara la garganta.

—Porque todos los años sean comoeste, que sigamos unidos pese a lo quevenga y

porque la familia siempre sea una piñaindestructible.

Page 715: Adueñándote de mi corazón

Chocamos nuestras copas con fuerza, almismo tiempo que observo de reojocomo

Rocío me mira a través de sus pestañas.

—Dmitry ¿por qué no abres tu regaloprimero? —Le anima Sara.

Alza una ceja y sonríe.

—¿Esto es por haberme puteadomientras dejaba los regalos?

Coge una cajita diminuta y ladesenvuelve con rapidez, veo como Sarapasa sus ojos a Patri y después a Rocío,en el mismo momento que contemplocomo a Berta se

Page 716: Adueñándote de mi corazón

le llenan los ojos de lágrimas. Giro micara para mirar al ruso y en esemomento, lo veo agarrar una pequeñacaja con un chupete de color azul. Nomenea la mano y, dejándola suspendidaen el aire susurra con un hilo de voz:

—Hola, papá.

Se queda petrificado observando elchupete. Pasa sus ojos a Patri que intentano echarse a llorar en cualquiermomento y después los vuelve alchupete.

—Voy…voy… ¿es… estás…? —Niegacon la cabeza al no poder terminar lafrase.

Page 717: Adueñándote de mi corazón

Bajo la atenta mirada de todos, selevanta de la silla con una energíainhumana, da dos zancadas y se parajusto frente a una mujer que tiembla másque una hoja. Agarra sus manos queestán entrelazadas y la mira con unaintensidad desbordante.

—¿Voy a ser papá?

El tono rudo del ruso aparece en escena.Veo como frunce el ceño, y no sédescifrar su estado de ánimo. Enrealidad nadie entiende si la noticia leha sentado bien, o mal, hasta que Patriasiente temerosa, pero a la vez feliz, sumarido se da la vuelta con una sonrisade oreja a oreja y nos mira, para

Page 718: Adueñándote de mi corazón

después girarse de nuevo hacia ella yabrazarla con sus grandes manos.

—¡Estamos embarazados! —vocifera ensus labios— ¿es un niño? —pregunta

histérico.

—Sí —Patri esboza una amplia sonrisa.

Se ríe mientras besa sus labios en variasocasiones, agarrando su cara con ambas

manos. Se les ve tan felices que esimposible no alegrarse por ellos.

—Quién lo diría… —murmura César.

Asiente dándole la razón, Rocío arruga

Page 719: Adueñándote de mi corazón

el entrecejo sin entender a qué nosreferimos. Cruzo mis brazos a la alturade mí pecho y suspiro.

—No se podían ni ver, pero ni desdelejos —la miro y sonrío—, y una cosallevó a

otra y al final, Patri terminó cogiendo unavión y volando a Rusia para buscarle.

Rocío abre sus ojos de par en par.

—Eso sí que es amor —se ríe.

—Cuando se trata de la persona que másquieres bajas al infierno si hace falta —

murmura César perdido en sus

Page 720: Adueñándote de mi corazón

pensamientos, contemplando a Sara.

—Se nota que vosotros también estáismuy enamorados. Además, habéisnacido el

uno para el otro —asegura la canija.

—Ella no es mi media naranja, ella es…la mitad de mi alma.

Sus palabras me impactan tanto quetengo que pararme un segundo a mirar unpunto

fijo en la pared. En medio de tantossentimientos y sinceridad, oímos comoLuis, suelta una puntadilla de las suyas yse ríe del ruso como habitualmente hace

Page 721: Adueñándote de mi corazón

para sacarle de sus casillas.

—¡Rusito! Qué dos no son uno, ¡se te haterminado el chollo! A partir de ahoravas

a estar muy ocupado y no vas a poderdedicarlo a otras cosas. Dos llorando,dos llamándote; papá, papá, papá —imita a un niño repelente—, se te acabólo de dormir, ya que ahora con Katia yasí podías… Ains, en fin —se recuesta ensu silla y se mira las uñas— la próximavez, a ver dónde apuntas. —Se ríe.

El ruso no le contesta, se gira de nuevopara mirar a su hermosa Patricia quesonríe de oreja a oreja por loscomentarios de su amigo, este como es

Page 722: Adueñándote de mi corazón

normal, se saca el dedo corazón demanera vulgar y omite decir ningúncomentario al respecto.

Luis se incorpora y se mete un cacahueteen la boca de manera chulesca, coge suregalo un poquito más grande que el deDmitry, quita el papel que hay encima, yuna caja pequeña de color marrón clarose abre paso ante sus ojos. Miro unsegundo a Berta y veo que le prestasuma atención, con los ojos llenos delágrimas, supongo que debido a laemoción de lo vivido hace unosinstantes.

Cuando Luis abre la caja y saca de ellaun pequeño body de color rosa, eleva

Page 723: Adueñándote de mi corazón

sus ojos al ruso y después los pasaojiplático a Berta.

—Pon una pequeña diva en tu vida… —murmura sin creérselo.

Se apoya en la silla, Dmitry se acerca asu lado y palmea su hombro, mientrasBerta llora como una magdalena a sulado. Luis se gira un poco para mirarla,abre la boca y la vuelve a cerrar sinpoder pronunciar ni una palabra. Dereojo veo como Rocío limpia variaslágrimas que caen de sus ojos,mirándoles a ellos. Paso mi brazo porencima de sus hombros y sin pensarlodeposito un beso en su pelo, un gestoque no desprecia en ningún momento.

Page 724: Adueñándote de mi corazón

—¿Os habéis puesto de acuerdo? —Seme ocurre preguntar.

Patri se ríe. Luis todavía no ha dicho nimedia palabra.

—Para nada, el mismo día que meenteré yo, lo hizo Berta y nos llamamosa la vez.

—¿Desde cuándo lo sabías? —preguntaLuis aturdido.

—Tenía mis dudas, y me lo confirmó laginecóloga la semana pasada —contestaentre hipidos.

—¿Y por qué lloras? —Arruga elentrecejo mientras sigue preguntándole

Page 725: Adueñándote de mi corazón

con su tono de parsimonia tan habitual,que en ocasiones saca a relucir.

—No lo sé.

Se sorbe la nariz, Luis que la conocemejor que todos los que estamos en elsalón,

la coge entre sus brazos y la sienta en suregazo, le da un enorme beso en loslabios y toca su mejilla con cariño.

—Todo va ir bien, ya lo verás —unbrillo asoma en sus ojos a la vez quepronuncia

esas palabras—, además, si ya sabemosque es niña, tendremos que ir montando

Page 726: Adueñándote de mi corazón

el castillo.

Berta se ríe y le abraza. Dmitryaprovecha la ocasión y silbando llegahasta su mujer.

—Bueno Luis… Ahora tendrás menostiempo para irte a correr, o para jugar ala play, porque claro —esto último lodice con tonito— tienes que iraprendiendo a jugar a las Barbies.

Menudo zasca…

Chasca la lengua y le guiña un ojo, Luislo fulmina con la mirada pero terminariéndose al ver que se la ha devuelto.Todos cogemos nuestros regalos y Césarposa sus ojos en el suyo que lo tiene

Page 727: Adueñándote de mi corazón

delante. Es bastante grande, mira a Sarade reojo y esta suelta una carcajada. Seabalanza a por él y cuando lo abresuspira.

—¡Es un casco! —grita eufórico.

Todos estallamos en una carcajada sinpoder evitarlo. Miro a la canija queobserva

al resto sin dejar de sonreír y le susurroen el oído:

—Tú y yo tenemos que hablar, peroantes, creo que tienes un regalo queabrir.

Mira la cajita que tiene delante y quita

Page 728: Adueñándote de mi corazón

el papel de Navidad con cuidado.

—¿Qué es? —pregunta impaciente.

—Ábrelo —la insto agarrando confirmeza su cintura.

Termina de quitar el envoltorio y unacaja de color plata con terciopelo,espera impaciente ser abierta. Destapala parte de arriba y veo como sonríe.

—¿Una llave? —Alza una ceja.

—La llave —recalco ese “la”.

—¿La de tu casa? —Se ríe.

Asiento imitando la misma sonrisa que

Page 729: Adueñándote de mi corazón

se instala en sus labios.

—No se te ocurra devolvérmela jamás—nuestros ojos se conectan conintensidad.

Asiente, la invito a levantarse y ambossalimos del salón bajo las miradas denuestros amigos que nos observan sinpestañear. Llegamos a terraza donde estála casita de madera y nos sentamos enlas tumbonas que Sara tiene puestas enel césped artificial. Ha decorado condetalle todo, se nota que lo tenían másque preparado. Unas bonitas lucesblancas con corazones están colgadas deun extremo a otro rodeando toda laestancia, mientras que una pequeña pita

Page 730: Adueñándote de mi corazón

está iluminada con luces de navidadazules, y algunos adornos con forma denieve, cuelgan en sus ramas, creando unadorno de Navidad espectacular.

Cruzo mis piernas en un extremo de latumbona, y Rocío hace lo mismo frente amí.

Me mira a través de sus pestañas.

—No me gusta que mires cohibida.Nunca lo has hecho.

—No puedo evitarlo.

—¿Por qué?

—Ahora me da vergüenza lo que te dije

Page 731: Adueñándote de mi corazón

el otro día.

—¿Qué crees que estás enamorada?¿Ahora me vas a decir que no era deltodo cierto? —Sonrío de medio lado.

Niega con la cabeza y pasea uno de susdedos por la gruesa tela de la tumbona.

Pongo mi mano encima de la suya y esohace que pare de hacer movimientos yme mire.

—Enamorarse no es malo, y tampocotenemos que dejar de hablarnos por eso.

—Pero…

—Son cosas que no decidimos Rocío,

Page 732: Adueñándote de mi corazón

no tienes por qué avergonzarte. Tú nohas hecho nada malo.

Suspira un par de veces.

—¿Y qué se supone que tengo que hacera partir de ahora? ¿Llorar por losrincones

porque el amor no es mutuo? —Alza unaceja y sonríe.

—Yo no he dicho que no sienta nada porti.

Las palabras salen solas de mi bocaantes de que pueda detenerlas, mecontempla

Page 733: Adueñándote de mi corazón

sin entender muy bien qué he queridodecirle, para después poner esosmorritos que tanto la caracterizan.

—¿Y si se vuelve más intenso? —pregunta con sus habituales dudas,obviando mis

palabras.

—Siempre puedes salir corriendo, sesupone que es lo que hace todo el mundo—

esbozo una sonrisa.

—Pero nosotros no somos todo elmundo, estamos sentados en unatumbona

Page 734: Adueñándote de mi corazón

hablando de que me estoy enamorandode ti, y me ha parecido entender que mequieres decir que no tenemos que dejarde ser amigos por eso —añade contranquilidad.

—Claro que no tenemos que dejar deserlo, sería de ser un poco idiotas pornuestra

parte.

Me río al ver su expresión dedesconcierto.

—Rocío —titubeo un poco— lo quenosotros tenemos es algo especial y…no me

Page 735: Adueñándote de mi corazón

gustaría perderte por esto. No sé si meestoy explicando bien.

Suspira un par de veces.

—Entiendo que no estés preparado paradar un paso hacia delante, ya que yotampoco sé sí quiero hacerlo siquiera, yentiendo que lo que más te importa es laamistad que tenemos.

—No me asusta dar un paso haciadelante, me asusta poder hacerte daño—me sincero con un hilo de voz.

Sonríe.

—Siempre tan atento —dramatiza.

Page 736: Adueñándote de mi corazón

—Qué tonta eres —de mi garganta saleuna pequeña carcajada.

—Por eso en el fondo me quieres.

Nos miramos durante unos minutos a losojos, hasta que finalmente, se acerca amí

para darme un enorme abrazo, de losque siempre digo que si pudieran,romperían las costillas.

—No aceleremos nada, démosle tiempoal tiempo —le pido.

—Vamos a dárselo —murmura sinsoltarme.

Page 737: Adueñándote de mi corazón

Sonrío oliendo su cabello negro, y derefilón me parece ver una sombra en elcristal de la terraza, cuando elevo misojos, me encuentro a seis personasmirando tras la cortina, esto esincreíble.

—Creo que nos están esperando —asegura Rocío riéndose, y sin poderevitarlo, tengo que sonreír yo también.

Me despierto con un calor sofocantedebido a la madera, y el Lorenzo queamenaza

Page 738: Adueñándote de mi corazón

desde lo alto del cielo con quemarnos.Me giro a la derecha y me encuentro aRocío

envuelta con las sábanas en su esbeltafigura desnuda. La conversación quetuvimos ayer, se zanjó cuando entramosal salón donde los demás no preguntaronnada, aunque sé que por mí parte mecoserán a preguntas cuando tengan laocasión, igual que lo harán con ella.

Tengo claro que no quiero perderlacomo amiga, y también que no quierohacerle

daño por no saber cumplir con susexpectativas en otro ámbito que no seael que tenemos ahora. Aun así, sigo

Page 739: Adueñándote de mi corazón

pensando que el tiempo lo dirá todo, yque no es necesario aligerar ningúnproceso. Lo que sí sé, es que me encantaestar con ella.

Me incorporo un poco de la cama,quedando apoyado sobre uno de miscodos, la

repaso con la mirada durante lo queparece una eternidad, fijándome en cadauna de sus partes, impregnándolas en mimemoria para siempre.

Deposito un pequeño beso en suhombro, ella se mueve y de su gargantasale un pequeño sonido al estardormida. Abre un poco los ojos,parpadeando en varias ocasiones ya que

Page 740: Adueñándote de mi corazón

el sol la ciega igual que a mí. Pongo laotra mano a la altura de su pecho y laobservo con una sonrisa en los labios.

—Buenos días.

—Buenos días —sonríe.

Con lentitud me agacho hasta llegar asus labios, donde me pierdo más de lacuenta, fundiéndonos en un ansiado besomañanero. Pone su cuerpo boca arribapor completo

mirándome a través de sus largaspestañas y al final, terminaempujándome hacia atrás para quequede sentado y ella a horcajadasencima de mí.

Page 741: Adueñándote de mi corazón

—Al final vas a saber tú más que yo —me río.

—Sí, creo que sí.

Se pone un dedo pensativa en la barbillay me tengo que reír al ver su gestoalocado como de costumbre. Su pelorevuelto cae por su pecho tapándolo másde la cuenta, y su fina y sexy figura meembriaga por completo.

—¿Por qué me miras tanto?

Veo como alza una ceja antes deaposentar sus labios en mi cuello,creando un reguero de besos queterminan llegando hasta mi ombligo.

Page 742: Adueñándote de mi corazón

—Me gusta mirarte… —susurroroncamente.

—Mmm… a mí me gusta mássaborearte.

—Algunas veces me asustas.

Levanta un poco la cabeza y me observacon picardía esperando unacontestación.

La cojo por los brazos, empujándolahacia arriba para que quede sentada denuevo encima de mí. Recojo uno de losmechones de su pelo que caen por sucara y se lo coloco detrás de la oreja,ella me mira ansiosa por una respuesta.

Page 743: Adueñándote de mi corazón

—Estoy seguro que no has estado conningún hombre antes que conmigo —asiento a

la vez que se lo digo, ella se ríe— perono entiendo cómo puedes ser tanatrevida, aunque ya sé que eres muyextrovertida. Se supone que en la camalas personas se cortan un poco más, porlo menos las que no tienen experienciaen estas cosas.

Muevo los hombros en señal de nosaberlo.

—¿Tiene algo de malo?

—No —me río— no tiene nada de malo,es solo que me asombra.

Page 744: Adueñándote de mi corazón

—Imagino que no te habías topado conalguien así en tu vida —esboza unasonrisa.

—No, no me he topado con nadie comotú en mi vida ni creo que lo haga.

Un silencio se hace eco entre nosotros,supongo que cada uno sumido en suspensamientos. Los suyos no tengo niidea de los que serán, los míos se estánconfundiendo más de la cuenta y es algoque está empezando a asustarme deverdad.

Para romper el silencio sepulcral que secrea, extiendo la mano al lado de mialmohada y le doy una pequeña rosa quehe recogido esta mañana.

Page 745: Adueñándote de mi corazón

—¿De dónde la has sacado? —Se lapone en la nariz para olerla.

—De la casa de la vecina —sonrío.

—¡Vaya tela! Le robáis las pinzas de laropa y ahora le quitas una rosa, quépoco

considerado —me mira de nuevo con larosa puesta en la nariz— gracias.

Mis labios se curvan como la granmayoría del tiempo que estoy con ella.Veo como la deja a un lado, paraacercarse peligrosamente de nuevo a mí.Pasea por mis

labios con urgencia, los abandona y

Page 746: Adueñándote de mi corazón

sigue el mismo camino hasta llegar a laparte en la que la sábana se amontonatapando un gran bulto que emerge cadavez más rápido. Le

da un manotazo y la quita para dejar alaire libre mi erección, mientras lacontempla con expectación.

Agacha su cuerpo un poco para estar ala altura, y antes de que pueda decirlealgo, siento como el primer lametónllega sin avisar. Echo la cabeza haciaatrás y dejo ir un largo suspiro, que meindica que estoy listo para someterme alo que quiera.

Noto como se sumerge dentro de lahumedad de su boca y lentamente vuelve

Page 747: Adueñándote de mi corazón

a salir

cada vez más rápido, cada vez con másurgencia. La cabeza empieza a darmevueltas,

aprieto mis manos a la sábana cuandocierra el contorno de sus labios másfuerte haciendo que la presión sea aúnmayor, y antes de perder los pocospapeles que me quedan le pido que pare.

—Rocío…

Toco su hombro como puedo, ella memira a los ojos pero en ningún momentose

reincorpora. Veo como brillan de deseo,

Page 748: Adueñándote de mi corazón

de lujuria y perdición. Sin rompernuestra conexión se introduce mimiembro de nuevo en la boca y chupacon rapidez, regalando a mi cuerpopequeñas sacudidas que anuncian untremendo final. Aprieto su hombro conmás fuerza y con un hilo de voz, susurro:

—Para…

Quita mi mano a la vez que noto comoclava sus uñas en mi trasero, ganandomás

profundidad dentro de ella. Cierro losojos un segundo cuando sé que ya no hayvuelta atrás, un gemido ronco sale de migarganta cuando me descargo en ella yantes de que pueda levantarse, me

Page 749: Adueñándote de mi corazón

encuentro abalanzándome como unanimal encima de ella.

Doy la vuelta a su cuerpo, dejándolaapoyada por sus rodillas y sus brazos enel colchón, paseo mi mano por sucolumna, a la vez que comienzo arecorrer su espalda

plagándola de besos y pequeñossenderos con mi lengua. Bajo una de mismanos a su

sexo y lo toco notando la humedad quecada vez es más abundante, me colocotras ella y sin avisar la penetro confuerza, tanta que me olvido del mundodurante más de veinte minutos en los quenuestro asalto es descontrolado.

Page 750: Adueñándote de mi corazón

Un rato después cuando escuchamos unalboroto considerable en la cocina,

anunciando que ya se ha levantado lamitad de la cuadrilla, me dispongo aponerme los zapatos observando aRocío de reojo mientras se viste.Cuando termina se sienta a mi lado y memira con una expresión extraña en surostro.

—¿Qué pasa? —La observopreocupado.

Mira sus manos y después vuelve susojos hacia mí. Arrugo el entrecejo unpoco sin

saber muy bien que es lo que pasa por su

Page 751: Adueñándote de mi corazón

mente hasta que finalmente habla.

—Tengo que contarte una cosa.

Giro un poco mi rostro instándola paraque continúe.

—Bueno… es que…

—¿No estarás embarazada tú también?—Me escandalizo.

—¡No! —Se apresura a contestar y seríe— Dios me libre de llegar a mi casacon

un bombo y sin “enseñarle” a mi padremi honra.

Page 752: Adueñándote de mi corazón

Ahora alzo las cejas sorprendido.

—¿Me lo estás diciendo de verdad?

Asiente mientras se ríe.

—Aunque no sigamos las tradiciones arajatabla, hay cosas que no cambian. Porlo

menos en mi casa.

—Pero, ¿eso no se supone que lo hacéiscuando os casáis?

—Sí, así debe de ser. Si no lo hace elnovio lo hace una mujer que se contrataespecialmente para eso.

Page 753: Adueñándote de mi corazón

—¿Y pagáis por ello? —Me sorprendomás todavía.

En muchas ocasiones he visto algunosreportajes que dan en televisión sobrelas costumbres gitanas, y en cierto modome asombra la manera en la que hacenlas cosas, incluso sus costumbres que notienen que ver nada con las que yo tengo.

—Sí, y se le paga bastante —se ríe.

—¿Y tú qué vas a hacer el día quetengas que casarte?

Mueve los hombros en señal deindiferencia.

—Pues… o soborno a mi futuro

Page 754: Adueñándote de mi corazón

marido… o no me caso nunca —ponemorritos y

me tengo que reír.

—Pues tienes un problema —aseguro.

Me da con un cojín en la cara, lo quehace que tenga que agarrarla de lasmanos para que no lo vuelva a repetir.

—O en su caso, puedo darle a mi padretu dirección y te apañas con él.

—Y con tu futuro marido —apostillo.

—Y con mi futuro marido —se ríe.

—Siempre puedo usar en mi defensa que

Page 755: Adueñándote de mi corazón

me chantajeaste de alguna manera.

Sus carcajadas son música celestial paramis oídos, otro punto que me preocupamás de la cuenta.

—¿Qué tenías que decirme? —Recuerdoel hilo de la conversación.

—Verás, ayer no dije nada porqueprefiero hacerlo por separado…

Arrugo el entrecejo de nuevo.

—Me estás poniendo nervioso.

Suspira y deja caer sus manos en lasrodillas, mientras mueve sus pies

Page 756: Adueñándote de mi corazón

balanceándolos.

—La baja que estaba sustituyendo…bueno… que la persona que estaba en mipuesto ya ha vuelto y se reincorpora lasemana que viene.

Me paro a pensar mirando a amboslados de la habitación.

—¿Qué me quieres decir con eso?

—Pues que… En una semana me quedosin trabajo.

—No sabía que estabas suplantando unabaja —murmuro pensativo.

—Pues sí…

Page 757: Adueñándote de mi corazón

Mira de nuevo hacia abajo.

—¿Y? Ya encontrarás algo.

Me levanto para dirigirme hacia lapuerta, rezando en cierto modo para queno continúe con la conversación, peromis temores se hacen realidad cuando alabrir la puerta, ella la empuja para quese vuelva a cerrar. Se pone entre ella yyo y me mira con las típicas muecas quehace, solo que esta vez, empiezan apreocuparme de verdad.

—Rubén me vuelvo a casa en unasemana.

El pulso se me paraliza, mi lengua sequeda en estado de shock y todas las

Page 758: Adueñándote de mi corazón

terminaciones de mi cuerpo noresponden.

—Que… ¿qué?

Exhala un gran suspiro.

—Que me voy a mi casa, a Almería. Nopuedo mantener el piso si no trabajo, nipuedo permitirme vivir aquí —hace unaparada, y se muerde el labio— además,mi hermana se casa en tres semanas y meha pedido que la ayude, así que,intentaré recuperar el tiempo perdidocon mi familia —mueve los hombros enseñal de indiferencia.

—¿Te vas? —murmuro paralizado.

Page 759: Adueñándote de mi corazón

—Sí.

—Pero…

Me giro confuso y paso una de mismanos por mi rostro, ¿cómo que se va?

—¿No puedes esperarte un tiempo? Lomismo te sale otra cosa y, ¡no sé! Peroirte

así, sin más… —Las palabras salenatropelladas de mi boca.

—No puedo, ya te lo he dicho —contesta con un hilo de voz.

—Puedes quedarte en mi casa, ya nosapañaremos con el tema del espacio

Page 760: Adueñándote de mi corazón

como sea, y ya veremos cómo lohacemos para que encuentres otra plaza,o…

Pone una mano en mi pecho para quepare mi verborrea de palabras queapenas se

entienden. Contemplo su mano, y esesimple gesto me quema hasta el alma,cosa que me dice que algo dentro de micorazón, no va bien.

—Rubén, no voy a ser una carga paranadie, ni una mantenida. Quítatelo de lacabeza. Me conoces lo suficiente y estaes mi decisión. Cuando encuentretrabajo ya veremos, pero mientras tantono puedo hacer otra cosa.

Page 761: Adueñándote de mi corazón

—Pero…

No sé ni qué decir.

—Sabes que el mote de cabezona me lotengo ganado, ¿verdad? —Asiento sinninguna emoción en mi rostro— noinsistas por favor, más difícil que lo espara mí, no lo será para ninguno devosotros.

Y en ese momento, es donde meconfirmo a mí mismo, que por una vezen la vida,

se equivoca, se equivoca demasiado.

Page 762: Adueñándote de mi corazón

Como era de esperar, dos días despuésde la Navidad, Rocío se habíaencargado de

decírselo a todos, uno por uno para noarmar revuelo, pero lo peor es que ellano sabía que la fiesta estaba servidaigualmente, y el “comité de urgencia”que teníamos nosotros, se convirtió enun comité de urgencia masivo en la casade Berta.

—¡No lo entiendo! —grita furiosa Berta.

Page 763: Adueñándote de mi corazón

—¿El qué no entiendes, nena? —Lepregunta Luis intentando mantener lacalma.

—¡Por qué se va!

Todos hablamos, todos opinamos y estoparece un gallinero en vez de unaconversación de adultos.

—A ver, por favor, ¿podéis mantener lacalma? —Pide César.

—¿Acaso has hecho algo para impedirque se marche? —Berta me ataca a míahora.

—Berta, Rubén no tiene la culpa —Luisintenta de nuevo calmarla.

Page 764: Adueñándote de mi corazón

—¡Pero sí podría hacer algo! —AhoraPatri.

—Patri, no saques las cosas de contexto,él no tiene la culpa —Dmitry se poneentre ella y yo.

—¡Si por lo menos le dijera lo quesiente!

—Patri no sirve de nada lo que le diga,lo tiene claro. —Añado sumido en mispensamientos.

—No Rubén, no lo sabes, ¡quécabezones sois los hombres!

Miro a Sara en busca de ayuda, peroella está inmersa en sus cosas

Page 765: Adueñándote de mi corazón

observando lo

bonita que es la mesa baja del salón,véase la ironía. Luis se pasa las manospor la cara desesperado, he intentadopensar con claridad, cosa que ningunode los que está aquí hace.

—Vamos a tranquilizarnos todos, porfavor y vamos a escuchar todas lasversiones.

Rubén, ¿entonces que te dijo a ti? —pregunta Luis.

Por enésima vez se lo cuento, incluida laparte en la que antes de despedirnos eldía de Navidad me dijo textualmente:

Page 766: Adueñándote de mi corazón

Tienes una semana para hacer que mevaya con una sonrisa que me duremeses.

Cosa que obviamente, estoy cumpliendoa rajatabla, por mucho que me sangre elcorazón al saber que se marchará,porque desde que me dijo que se iba, lavenda que tenía en los ojos se me hacaído de un plumazo, dando paso a laverdad, a la única verdad; la quiero y lanecesito más de lo que pensaba.

—Si es que nos ha dicho a todos lomismo… —murmura César.

—¿Es qué estáis poniendo en duda supalabra acaso? —Berta está que echahumo.

Page 767: Adueñándote de mi corazón

—Berta cálmate —le pide Sara.

—¡No puedo! —Se sienta de golpe en elsofá y se pone a llorar— no puedoperder

a la única persona que ha hecho que mimuro infranqueable se rompa, no puedoperderla…

Si tú supieras que yo la necesito más oigual que tú….

Con la cabeza como una bota, salgo dela casa para que me dé el aire y measomo a

la terraza donde contemplo el horizontedurante un buen rato. Escucho como la

Page 768: Adueñándote de mi corazón

puerta se abre, y a mi lado aparece elcomité de urgencia real al completo. Megiro un poco para mirar el interior, yantes de que haga recuento, Dmitry mehabla:

—No va a salir ninguna, están bajoamenaza.

Me río.

—No tengas en cuenta lo de Berta, esque… —Me pide Luis.

Le corto.

—No te preocupes, entiendoperfectamente lo importante que es ellaen su vida, y

Page 769: Adueñándote de mi corazón

por eso sé que no pretende culparme deque se vaya porque en realidad no es asítampoco.

—¿Y cuán importante es para ti? —César alza una ceja mientras se enciendeun cigarro.

Nos pasa la cajetilla de tabaco a todos,y es la única vez que veo con un cigarroen la boca a Dmitry.

—¿Desde cuándo fumas?

—No fumo —sentencia con la voz ruda.

—¿Entonces para qué lo coges?

—Para no haceros el feo.

Page 770: Adueñándote de mi corazón

Al encendérselo y darle la primeracalada, un ataque de tos se apodera desu cuerpo, produciéndole variassacudidas que un poco más y lo dejananestesiado.

—Con lo grande que eres… tanto rusotanto ruso, y no sabe ni fumarse uncigarro.

—¡Luis! Que se ahoga y estás tú con laspuntillas —le regaña César.

—Un día de estos te voy a dar la palizade tu vida —asegura el ruso.

—Sí, o te la doy yo con un cigarro, vistolo visto, no tengo que emplear muchoesfuerzo con mis potentes puños.

Page 771: Adueñándote de mi corazón

Le muestra el cigarro que tieneencendido y se ríe de él con malicia,Dmitry lo fulmina con la mirada y pasade su cara durante un buen rato. Menosmal que se llevan bien en el fondo, peroambos se tienen unos piques que no sonnormales, y lo peor de todo, es que ellosse lo pasan en grande.

—Retomando la pregunta —César memira.

Miro de nuevo el horizonte sin pensar ennada, solo la veo a ella de todas lasmaneras posibles. ¿Por qué ahora?

—No me había dado cuenta de loimportante que era para mí hasta hacedos días.

Page 772: Adueñándote de mi corazón

Oigo un gran suspiro, y escucho comoDmitry dice por lo bajo:

—Está perdido…

Le miro de reojo y resoplo gracias a susánimos.

—¿Y por qué no hablas con ella? Quizáscambie de opinión y se quede —añadeLuis.

—¿Y si no lo hace y se va destrozada?Parece mentira que no la conozcas —mepaso las manos por el pelo.

—Eso también es verdad —aseguraCésar— si le has dicho que se quede entu casa

Page 773: Adueñándote de mi corazón

y no ha querido… difícil veo que lohaga de cualquiera de las formas.

—Creo que todos le hemos ofrecido quese quede en nuestras casas —añadeLuis.

Un largo silencio se hace entre nosotros,supongo que pensando en todas lasposibilidades para que se quede, lo cualse resume en nada, ya que los dos díasque llevamos juntos, intentarlo ha sidoen vano.

—¿Quieres que te acompañe a buscarla?—pregunta Dmitry.

Asiento. Hoy es su último día en amboshospitales ya que la persona que vuelve

Page 774: Adueñándote de mi corazón

cubría los dos puestos que ella ocupaahora mismo, y sé que saldrá destrozadaal tener que despedirse de las personascon las que ha estado trabajando cercade un año mano a mano. Miro el reloj demi muñeca y veo que se aproxima lahora, giro sobre mis talones y meencamino al interior del salón donde elsilencio reina en el ambiente.

Berta me mira enfadada todavía, no ledoy importancia y en ese momento, Sarame hace un gesto con los ojos, se levantay me acompaña hasta la puerta.

—Si no puedes conseguirlo… —Mirahacia el suelo— por lo menos intentaque no

Page 775: Adueñándote de mi corazón

se olvide de todos nosotros nunca.

Veo como sus ojos se llenan de lágrimasa la vez que se da la vuelta para entrarde nuevo.

—¿Queréis venir conmigo a buscarla?No va a ser fácil para ella dejarlo todosin

más… —murmuro.

Asienten a la vez que se levantan.Mónica cierra la puerta de uno de losdormitorios donde los pequeños estándurmiendo la siesta y nos mira.

—Podéis marcharos, yo me quedaré conel mini escuadrón, si necesito algo os

Page 776: Adueñándote de mi corazón

llamaré.

Asiento agradeciéndoselo, veo comocogen sus abrigos y en silencio denuevo, bajamos las escaleras hasta quellegamos a los coches.

Veinte minutos más tarde nos paramos enla puerta del hospital esperando a queRocío baje, y a lo lejos veo llegar aMateito, del cual no sabía nada desdehace unos días. Me mira con rabia yantes de entrar por la puerta del hospitalse gira.

—Se avecina tormenta… —murmuraentre dientes Dmitry apoyado en lapuerta del

Page 777: Adueñándote de mi corazón

coche.

Cruzo los brazos a la altura de mi pecho,por qué no decirlo, desafiante. Mateo se

aproxima a mí con el ceño fruncido sinun ápice de temor por las miradas de micomité de urgencia.

—¿Qué coño haces aquí? —preguntaaireado.

—Se supone que esto es un hospital, yme temo que todavía no eres el dueño —

sonrío chulesco— no creo que tenga quedarte más explicaciones.

Asiente con rabia un par de veces. Está

Page 778: Adueñándote de mi corazón

apunto de marcharse, pero antes dehacerlo

se lo piensa mejor y me fulmina con lamirada, a la vez que me señalatemerario con el dedo.

—¿Sabes? Estoy harto de ti —abro losojos vacilándole— siempre te ha tenidoen

la boca, que si Rubén esto, que si Rubénlo otro, Rubén, Rubén, Rubén —repitecomo

un niño de cinco años.

—No sé de qué me hablas, perotampoco me importa, y ahora si no es

Page 779: Adueñándote de mi corazón

mucha molestia, estoy esperando aalguien que me necesita más que tú.

Descruzo mis brazos y paso por su lado,momento en el que me coge delantebrazo

con fuerza y tira hacia atrás de mí. Lemiro de reojo con cara de pocos amigosy me suelto de su agarre de un fuertetirón, fulminándolo con la mirada. Mequedo a su lado, chocando casi suhombro con el mío y veo como Dmitryda un paso hacia delante pero

le paro con la mano.

—No se te ocurra volver a tocarme —siseo cerca de su cara.

Page 780: Adueñándote de mi corazón

Se ríe y ese acto me desconcierta más dela cuenta.

—Espero que te la hayas tirado losuficiente por los dos —terminadiciendo con sorna.

Intento asimilar lo que acaba de decirantes de cometer una locura, en elmismo momento en el que veo comoRocío sale del hospital, y Berta y laschicas lo hacen del coche.

—¡Eh tú! ¿Qué has dicho gilipollas? —Le chilla Patri acercándose a él.

—¿Eso es lo que es para ti? —preguntoconfuso y a la misma vez lleno de rabia.

Page 781: Adueñándote de mi corazón

Ignora el comentario de Patri, la mismaque su marido para cuando está a puntode

llegar a nosotros. A lo lejos veo comoRocío aligera el paso. Esta vez, mepongo frente a él y le miro amenazante.

—Contesta —le exijo.

—Eso es —recalca la última palabra—lo que era para mí. Aunque fracasé en elintento por tú culpa, como no.

Lo sabía. Sabía que la quería solo parallevársela a su terreno y después lamandaría a freír espárragos como diceella. Que predecibles somos loshombres algunas veces…

Page 782: Adueñándote de mi corazón

—Un simple polvo… —murmuro sinquitarle los ojos de encima.

—Ni más, ni menos, así que, que ladisfrutes.

Me guiña un ojo como si fuera su amigode toda la vida. La rabia crece en mí apasos agigantados y antes de que puedapronunciar ni una sola palabra más, notoun fuerte impacto de mi puño cuandochoca contra su ojo.

—Se lo merece por capullo —escucho aLuis mientras le propino otro golpe en el

pómulo.

Intenta defenderse y en un descuido mío

Page 783: Adueñándote de mi corazón

me da un golpe en el labio con tantafuerza que noto como un líquido se cuelapor mis labios. Le separo de mí de unempujón, volviéndole a dar otropuñetazo en la otra parte de la cara, quehasta ahora tenía intacta. Unas enormesmanos intentan separarme sinconseguirlo, hasta que veo como micanija particular se mete entre nosotrose intenta separarnos, al igual que variosde los enfermeros que se encontraban enla puerta lo hacen con Mateo.

—¡Ya basta! ¿Pero qué hacéis? —gritaRocío sin creerse lo que está pasando.

—¡Espero que no haya una próxima vezo te arranco la lengua! —Le amenazo y

Page 784: Adueñándote de mi corazón

este

se ríe.

—Mira, aquí la tienes, ¡qué la disfrutes!—vocifera mientras sus compañeros selo

llevan.

Intento ir hacia delante pero las manosde Luis y Dmitry me lo impiden mientrasCésar se envalentona.

—¡Eh tú! No te pases ni un pelo o te vasa quedar sin dientes.

—César, que no es plan de queterminemos de nuevo todos en

Page 785: Adueñándote de mi corazón

comisaría, que al final nos tienen queponer una mesa —añade Dmitryintentando poner paz a su manera.

—¿Qué ha querido decir eso? —pregunta Rocío confusa mirándome a míy después

a Mateo.

Sara le cuenta apresuradamente lo queacaba de ocurrir mientras que Mateosigue

despotricando en dirección al hospital.

—¡Panda de locos! ¡Que estáis comouna puta cabra todos! ¡TODOS! —Noschilla.

Page 786: Adueñándote de mi corazón

Dmitry se cabrea más de la cuenta y mesuelta, momento en el que soy yo el quelo

agarra del antebrazo para que no avancemás. Rocío quita las manos de mi pechoy se da la vuelta decidida hacia él. Voytras ella y llego a su altura cuando muycerca de Mateo sisea:

—Esta es mi familia y no voy a permitirque les hables así. Si para ti he sidosolo eso, te deseo toda la suerte delmundo con otra persona porque quizásyo no me haya dado cuenta, pero estoysegura de que no todas serán taningenuas de tragarse tus estupideces —le fulmina con la mirada— ¡ah! Y si

Page 787: Adueñándote de mi corazón

necesitas hacer todo eso para conseguirllevarte a una mujer a la cama, creo quete vas a tirar mucho tiempo sin mojar elchurro.

Gira sus talones y antes de hacerlo se dala vuelta de nuevo y le propina unafuerte patada en sus partes que hace quese doble. Me acerco a él antes demarcharme y le digo entre dientes:

—Que te jodan…

Rocío me agarra del brazo y tira de míhasta que llegamos al coche sin miraratrás

por la cuenta que le trae a Mateito.

Page 788: Adueñándote de mi corazón

Hacemos el trayecto en silencio hastaque llegamos al centro de Barcelona,mientras, mi cabeza no deja de funcionara mil por hora.

—Quita el ceño fruncido, te van a salirarrugas.

Resoplo pero no contesto.

—No le des importancia, la tonta hesido yo por no darme cuenta de lasintenciones

que tenía.

Suspiro intentando evitar los instintosasesinos que afloran por todos los porosde mi cuerpo.

Page 789: Adueñándote de mi corazón

—No sabía que no estabas con él —mascullo.

—Nunca he estado con él, te recuerdo.

Paro el coche cuando llegamos alparking y la miro, esperando algo más.

—El día que te dije que me estabaenamorando de ti, le dije que nopodíamos seguir conociéndonos niquedando ni nada de nada —confiesa.

—¿Y eso por qué? —Alzo una cejaconfuso.

Suspira un par de veces y mira al frente.

—¿Recuerdas el día que llegó de

Page 790: Adueñándote de mi corazón

Londres y me dijiste que queríallevarme al huerto? —Asiento— puesfue exactamente eso lo que hizo.

—¿Y qué había de malo en ello? ¿No sesupone que es lo que querías?

—Se suponía. El problema vino cuandome dio un beso y…

Para un momento y vuelve a coger airepero no continua.

—¿Y qué Rocío? —Me desespera.

—Y no eras tú Rubén.

Junta sus labios en una fina línea, abre lapuerta del coche y se baja en silencio

Page 791: Adueñándote de mi corazón

hasta que llega a donde el resto nosespera. Hago lo mismo y la observodesde la distancia, esto se nos estáyendo de las manos a grandes escalas.

—¿Qué se supone que vamos a hacerhoy?

Oigo como resopla mientras se terminade poner la falda. Ayer perdimos todo eldía

recogiendo las cosas de su piso que con

Page 792: Adueñándote de mi corazón

una pena apabullante dejó, a la vez quele entregaba las llaves a suspropietarios. El piso que vio tantascosas de todos nosotros, lo que enrealidad se merecía era un monumentoen toda regla.

—Ya lo verás —respondo canturreando.

—Creo que ya no me quedan sitios deBarcelona que visitar, ¡estoy agotada!

Y es cierto, llevamos una semana de noparar visitando todo, o por lo menos,intentando que recuerde el año casi queha estado en Barcelona como algomaravilloso por así decirlo. Voy haciaella y la giro para que quede frente a mí.Recojo uno de los mechones de su pelo

Page 793: Adueñándote de mi corazón

y lo pongo tras su oreja contemplándolacon detenimiento.

—Me diste una semana, y me quedantrece horas antes de que te marches, porlo tanto, todavía no hemos terminado,nena.

Trece horas…

Deposito un casto beso en sus labios ysalgo de la habitación cuando le guiñoun ojo.

—Ya hemos ido al barrio gótico, laSagrada Familia, la Boquería, el CampNou

—se para a pensar— hemos hecho

Page 794: Adueñándote de mi corazón

puenting, y casi me muero, porque si nome llegas a empujar ¡yo no salto! —Asegura recordándolo—, también hemosvisitado más pueblos

que en toda mi vida y encima lassecuelas del Paintball de ayer por latarde, todavía me persiguen.

Entro de nuevo después de coger la ropade la plancha y me pongo la camisa devestir con brío, mirándola a la vez quesonrío por como gesticula. Me señalacon el dedo una parte de su costado quese torna de un color morado casiamarillo.

—Tenías más de cien bolas en la pistolay apuntabas a la casa en vez de a las

Page 795: Adueñándote de mi corazón

personas —pongo los ojos en blanco—por no hablar del disparo que le pegastea mis

pelotas y eso que íbamos en el mismoequipo.

Suelta una carcajada que resuena entodo el apartamento. Oigo unospequeños pasos

y enseguida sé que Daniela se aproximaa nuestra habitación. Rocío se pone lacamisa a toda prisa y la pequeña abre lapuerta sin llamar.

—Daniela… ¿qué te he dicho de nollamar a la puerta?

Page 796: Adueñándote de mi corazón

—Perdón papá, ¿os vais ya?

Asiento y esta pasa para darle un abrazoa Rocío.

—¿Vendrás está noche?

—Sí cariño.

Una sonrisa tímida se dibuja en loslabios de Rocío. No ha sido fácilexplicárselo a Daniela y en cierto modose enfadó con ella, hasta que la hiceentrar en razón para que aprovechara losdías que tenía y no los perdiera estandoenfadada.

—¿De verdad tienes que irte? —pregunta llorosa.

Page 797: Adueñándote de mi corazón

—Sí —me mira— pero prometo quevendré en cuanto pueda para verte.

—¿Te vas a olvidar de mí?

—¿Cómo voy a olvidarme de ti?

Rocío se agacha para estar a su altura yla coge de la mano. Daniela ronronea un

poco alrededor de la canija y esta cogesu mentón para que la mire.

—Daniela, ¿qué te preocupa?

Tras unos minutos de silencio, lapequeña me mira a mí con los ojosllorosos y después a ella.

Page 798: Adueñándote de mi corazón

—Mi mamá se fue al cielo y…

Un nudo se siembra en mi garganta.

—Pero papá está aquí, siempre estaráaquí. Y yo también, aunque esté lejos —

sonríe aunque sus labios no iluminan susojos.

—Es que yo… ya te quería como sifueras mi mamá…

Noto como Rocío se descompone pormomentos. Su mano queda suspendidaen el

aire, y por unos segundos me temo quehaya dejado de respirar. La puerta de

Page 799: Adueñándote de mi corazón

casa se oye y detrás de ella a Patri yBerta chillar.

—¡Ha llegado el equipo de rescate yvenimos a llevarnos a una niña llamadaDaniela!

—¡Danielaaaaaa! —Canturrea esta vezBerta.

La niña le da un beso a Rocío en lamejilla y toca su cara con ambas manos,después pasa sus bracitos por el cuello yla abraza.

—¿De verdad que no te vas a olvidar demí?

Rocío niega varias veces con los ojos

Page 800: Adueñándote de mi corazón

empañados. Veo como traga saliva, lapequeña sale del dormitorio como unvendaval en busca de sus ya amigas ychilla a la vez de ellas.

—¡Papá ha venido la policía!

Dejo un momento a Rocío a solas. Salgopara ver qué han hecho y me lasencuentro

a las dos disfrazadas de policías.

—A vosotras las hormonas se os estánrevolucionando de mala manera.

—¡Eh tú! No te pases que no te llevamosdetenido a nuestra fiesta de disfracesporque tienes una cita —añade Berta.

Page 801: Adueñándote de mi corazón

Sonrío y levanto las manos en señal depaz.

—¡Bien! ¡Pues nos vamos! —AnunciaPatri.

Se despiden con un leve movimiento demano, Daniela se acerca a mí y depositaun

pequeño beso en mi mejilla y antes demarcharse dice:

—Papá, vas muy guapo y hueles muybien, seguro que a Rocío le va a gustar.

Estos niños nacen enseñados…

Me tengo que reír. Veo como Berta y

Page 802: Adueñándote de mi corazón

Patri me guiñan un ojo y cierrantirándome un

beso. Me giro y entro en la habitación,al no encontrármela allí, voy hacia eldormitorio de Daniela pero tampocoestá, por lo tanto el único sitio que mequeda es el cuarto de baño. Toco a lapuerta varias veces y no reciborespuesta. Giro un poco el pomo y me laencuentro sentada en la taza del vátercon las manos entrelazadas mirando alsuelo, me agacho para estar a su altura yasomo mi cabeza para intentar verle lacara, lo que hace que descubra que másde una lágrima ha caído de sus ojos.

—¿Estás bien?

Page 803: Adueñándote de mi corazón

Toco su pierna cuando no me contesta.Asiente varias veces pero no me mira.Veo

como junta sus labios varias veces y losvuelve a separar, a la vez que sorbe sunariz.

Me levanto y hago que ella lo hagaconmigo, estiro un poco su falta deencaje y coloco bien su blusa de colorcrema.

—Es una niña y…

Me corta.

—Los borrachos, los niños y los legginssiempre dicen la verdad.

Page 804: Adueñándote de mi corazón

Tengo que sonreír, a todo sabe sacarleuna dosis de humor.

—Bueno, tampoco es tan descabelladoque te vea como una segunda madre ocomo

quieras llamarlo. Has estado con elladesde que llegó, ¿qué querías?

—No sé si exactamente eso. Y ahora mevoy y… —Se pasa la mano por la frente—

¡yo que sé! —Se desespera.

Suspiro un par de veces, aparto lasmanos de su cara y la observo condetenimiento.

Page 805: Adueñándote de mi corazón

—No te pongas triste el último día quete queda o te juro por Dios que te llevode

nuevo a que hagas puenting —sonríe—en realidad te gustó, al final chillastecomo una loca.

—Es cierto que sueltas un poco deadrenalina —se ríe.

—Pensé que te pondrías a llorar —meburlo de ella.

—¿En plan nenaza?

—Total.

—Que mal concepto tienes de mí.

Page 806: Adueñándote de mi corazón

—Después de lo del avión cuandofuimos a Bulnes, no sé cómo tomarme tuavance

con las alturas y los deportes de riesgo.

Sonríe hasta que de nuevo se pone seria.

—Gracias —murmura.

—¿Por qué? —pregunto confuso.

—Por una despedida tan bonita, por estasemana en la que todos los días heabierto

los ojos y me he encontrado una flordistinta en la mesita, menos mal que notengo alergia —esboza otra sonrisa.

Page 807: Adueñándote de mi corazón

—Se me hubiera ocurrido otra cosa, yasabes que soy un romanticón.

Toco su mejilla, a la vez que la miro conintensidad a los ojos. Mis labios buscan

los suyos hasta que los encuentran demanera desesperada.

—Esta semana vas a terminar conmigo—murmuro en su boca y se ríe.

Los roza y después los mordisquea sinpiedad. Agarra uno de mis cachetes,haciendo que su cuerpo y el mío sejunten de nuevo. Cojo su cara con ambasmanos y la beso con frenesí, ansiandotodo de ella.

Page 808: Adueñándote de mi corazón

—O paramos o no nos vamos, y teaseguro que terminaré arrancándote esafalda tan

insinuante que llevas.

—Mmmm, no te metas con mi falda.Hueles muy bien… ¿es muy importanteel plan

que tenemos para hoy?

—¡Claro que sí! —Me separo de ella yvuelve a juntarme cogiéndome delcinturón

— no, no, aparta las manos de mí, nosvamos.

Page 809: Adueñándote de mi corazón

Sonrío y me giro tirando de su mano.Resopla haciendo un gesto de desganaque sé

que en realidad no siente. Nos subimosal coche y pongo rumbo hacia uno de lossitios que estoy seguro que no seimagina ni por asomo.

—Cómo me hayas hecho ponerme estostaconarros para andar…

—¡Qué noooo!

—En juego está tu vida, tú mismo.

—Qué poco te fías de mí…

—Después de la semana que me

Page 810: Adueñándote de mi corazón

llevas… Te recuerdo que me dejaste ir a

Monserrat con tacones.

—Te dije que te pusieras las zapatillasde deporte y tus palabras fueron; antesmuerta que sencilla.

Se para a pensar un momento y nocontesta.

—¿Qué? ¿No llevo razón, no? —Ironizo.

Sonríe, y otra vez esta conversación merecuerda a la de una pareja normal quehablan de cualquier cosa, lo que haceque pequeños pinchazos se claven en micorazón con más intensidad, deseando

Page 811: Adueñándote de mi corazón

que se pare el tiempo y que jamáslleguen las nueve de la mañana…

—¿De verdad vamos a cenar en unMcDonalds? —Alza una ceja.

La miro y la imito a la vez que sonrío.

—Si lo prefieres hay un Burguer King,o bocadillos, pizza, tenemos de todo.

Suelta una enorme carcajada que mehace hacerme el sorprendido.

Page 812: Adueñándote de mi corazón

—¿No te gusta nada? Pues te has vueltomuy exquisita en una semana ¿eh?

—¿Sueles llevar a todas tus citas acomerse una hamburguesa?

Alzo las dos cejas dramáticamente.

—¿Qué hay de malo? —Me pongo undedo en la barbilla haciéndome elinteresante

y con la otra mano la acerco a mícogiendo su cadera— ¿entonces soy tucita?

—Eso ha dicho Berta, y sabes que loque dice Berta…

Page 813: Adueñándote de mi corazón

—… Va a misa —sonrío— pues a míme parece súper romántico cenar una

hamburguesa.

—¿Ah sí? Pues ya me dirás qué tiene deromántico ver como a “tu cita” se lecaen

los churretes de kétchup por los lados—pone morritos y cara de asco.

—Si te enamoras así de una persona, esque es la mujer o el hombre de tu vida.

—¿Y nunca ha sido el caso me imagino?—Pone cara de circunstancias.

—No, creo que no —lo pienso con

Page 814: Adueñándote de mi corazón

chulería.

—¿Vas a probar suerte conmigo? Terecuerdo que me voy mañana.

Su tono sale normal y mi cara setransforma. Se para antes de llegar a lamesa y me inspecciona.

—¿Estás bien?

Asiento.

—¿De verdad?

Suspiro y me paso la mano por labarbilla.

—No me recuerdes que te vas mañana,

Page 815: Adueñándote de mi corazón

bastante tengo con acordarme por mímismo.

Pongo la cara más triste que hayapodido ver en el mundo, pero enrealidad, odio la idea y maldigo aldestino y a ella por ser tan cabezona yno querer quedarse. Nos sentamos en laprimera mesa que encontramos “vacía”y lo digo entre comillas porque estárepleta de las cosas de las personas queestaban sentadas antes.

—Guarros… —murmura— que lecostará a la gente tirar las cosas a labasura que

la tienen enfrente.

Page 816: Adueñándote de mi corazón

Hago un gesto con la cabeza, lo quito yme siento.

—¡Bueno! —Intento que el humorvuelva a nosotros como de costumbre—¿qué vas

a pedir?

—¿Lo más marrano que haya para queme caigan churretes?

—Claro, si no, no tiene gracia.

Se ríe y me indica una de lashamburguesas con más cosas que hay entodo el panel,

yo la imito y a la hora de comer, es

Page 817: Adueñándote de mi corazón

imposible que ninguno de los dos semanche.

—He visto que casi necesitas un babero—se ríe de mí.

—¿Estás segura de estar enamorándotede mí, o se te han quitado esos

pensamientos?

—No me ha hecho cambiar mucho deparecer, la verdad.

—¡Genial! O sea que sigo estando igualde sexy con churretes colgando y todo—

sonrío.

Page 818: Adueñándote de mi corazón

Veo como se agarra la barriga de tantoreírse y tengo que imitarla al ver sugesto

desaliñado. Sin preocupaciones, sinpensar en el mañana, solo estando ella yyo.

Contemplo su hermosa piel morena, susojos verdes que dicen más de lo queexpresa

algunas veces y esa felicidad que tantola denomina, la misma que me hacesentirme el hombre más dichoso de laTierra al poder tener una sola cita conella.

—¿A dónde vamos ahora?

Page 819: Adueñándote de mi corazón

—Eres una impaciente, ¿dónde quieresir?

Alza las manos en señal de no saberlo.

—¡Ah, no! Eres tú el que te encargabasde esta cita.

—¿Quieres ir al cine?

—¿Tú quieres ir al cine? Espero que nosea para meterme mano, sería muy pococaballeroso por tu parte.

Niego con la cabeza, esta mujer esincreíble.

—Me estás sorprendiendo más de lacuenta últimamente, y he de reconocer

Page 820: Adueñándote de mi corazón

que me

estás asustando.

—No temas, de momento sigo teniendodos dedos de frente, aunque si me metesmano, no puedo asegurarte que no teimite.

Me mira de reojo y me tengo que reír.Paso mi brazo por sus hombros y laestrecho

junto a mí, agarra la mano que cuelga deellos y la entrelaza con fuerza. Al pasardos calles más, me paro y saco unpañuelo del bolsillo para ponérselo enlos ojos.

Page 821: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué haces loco? —preguntasorprendida.

—Déjame a mí.

—No, no te dejo que como me caiga yme quede sin dientes voy a estarhorrible.

Miro su gesto enfurruñado con elpañuelo y sonrío.

—Hasta sin dientes estarías guapa, anda,déjate de rollos y agárrate a mí.

—Verás donde termino yo esta noche…

Llegamos a uno de los locales de moda,abro la puerta y entramos. La música

Page 822: Adueñándote de mi corazón

estridente resuena en mis oídos, meacerco un poco más a su cuerpo, cuandocoge mi

camisa y tira de ella para decirme algo.

—¿Me vas a dejar toda la noche con elpañuelo puesto?

—¡Qué no! No te muevas de aquí,enseguida vuelvo.

Me acerco a la barra y me indican dondeestán las dos personas con las que había

quedado esta noche, le estrecho la manocon fuerza y me dirijo de nuevo a ella.

—¿Estás preparada?

Page 823: Adueñándote de mi corazón

—Síííí —responde con desesperación.

La música deja de sonar, la gente parade hablar y todos observan el círculoque se forma estando Rocío y yo enmedio, rodeándonos. Agarro su cintura,a la vez que pongo una mis manos en sucintura, invitándola a bailar. Veo comopone una de sus particulares caras dedesconcierto cuando la música empieza,al compás de dos voces inmejorables.Desato su agarre y lo suelto bajo sumirada de sorpresa.

Por más que intente de salvarme,veneno…

Que poco a poco en este tiempo se haido fundiendo.

Page 824: Adueñándote de mi corazón

Por más que intente de salvarme, meenredo…

En los hilos de su camisa, también ensu pelo…

Por eso mírame,

aquí quedaré encerrado de por vidapara siempre amor,

afortunado en la condena de tenerte yyo, tengo todo yo…

Por ti, alargo los días,

enciendo las noches, las noches másfrías,

Page 825: Adueñándote de mi corazón

con rayos de luna mientras estásdormida,

suenan dulces melodías, tus melodías.

Nací para custodiarte,

para que los vientos no puedanllevarte,

nací para ser un pedacito de ti,

nací solo pa’ quedarme,

contigo quedarme…

De vez en cuando me detengo…

Y pienso...

Page 826: Adueñándote de mi corazón

Que éramos piezas destinadas a unirseen el tiempo.

Por eso mírame,

aquí quedaré encerrado de por vidapara siempre amor,

afortunado en la condena de tenerte yyo, tengo todo yo...

Sonríe cuando la canción sigue suproceso y se pega más a mi cuerpo.Eleva sus ojos y los clava en mí cuandosuena el estribillo, sin poder evitar queuna sonrisa asome por sus labios. Lagiro al compás de la música y me pego asu oído en el último estribillo parasusúrrale:

Page 827: Adueñándote de mi corazón

—Por ti, alargo los días, enciendo lasnoches, las noches más frías, con rayosde luna mientras estás dormida, suenandulces melodías, tus melodías. Nacípara custodiarte, para que los vientosno puedan llevarte, nací para ser unpedacito de ti, nací solo pa’ quedarme,contigo quedarme…

Eleva sus ojos llenos de lágrimas y memira con una sonrisa permanente en suslabios. Nos movemos como si nada másexistiese en este momento, como si losúnicos

que habitan en el planeta fuéramos ella yyo, sin importar el resto del mundo, sinpensar en despedidas ni futuros

Page 828: Adueñándote de mi corazón

acontecimientos y eso, hace que sientaalgo que jamás había experimentado. Nosolo hablo de las mariposas, no, hablodel dolor intenso que se instala en tupecho cuando crees que no podrásquerer a nadie más de lo que quieres ala persona que tienes delante, y lo peorde todo, es no poder decírselo conformelo sientes por temor a provocarle undaño del que no pueda recuperarse.

Cuando la canción termina, el púbicorompe en aplausos. Veo como Rocío selimpia los ojos y después los posa en lagente que nos rodea, ni se había dadocuenta…

—¡Ah! —Suelta un grito— son… son…

Page 829: Adueñándote de mi corazón

son… —tartamudea señalando a los dos

chicos del grupo de Los Rebujitos.

—Sí, son ellos; Manuel y Yerai —sonrío.

Me mira a mí, después a ellos, ydespués a mí otra vez.

—Pero… pero… ¿qué…?

—¡Vamos, ve a hacerte mil fotos! —Laanimo riéndome.

Pega un bote que un poco más y llega altecho como muchas veces dice Patri ysale

Page 830: Adueñándote de mi corazón

corriendo hacia ellos. Después de másde veinte minutos hablando con ellos,llegan hasta donde estoy yo y nosdespedimos. Rocío me mira como unaniña a la que le acaban de dar una bolsade caramelos para un mes.

—¡No me lo puedo creer! ¡No me lopuedo creer!

Da varias palmadas en el aire y se tira ami cuello, haciendo que tenga queagarrarme para no caer de culo. Me ríoy agarro su pequeña figura entre misenormes brazos.

—¿Cómo lo has hecho? ¿Por qué? Nosé, se me agolpan las preguntas —pregunta

Page 831: Adueñándote de mi corazón

histérica.

—Me diste una semana y hoy es tuúltimo día —mi tono se apaga, sonríopara quitarle hierro al asunto y continúo— y este es el regalo de despedida quequería hacerte.

Me mira sin saber qué decir con unasonrisa instalada de manera permanenteen su

rostro, reparte mil y uno besos en micara y al final termina abrazándose a mícomo si no hubiera un mañana.

—Te voy a echar mucho de menos… —susurra en mí oído.

Page 832: Adueñándote de mi corazón

El corazón se me encoge.

—Todavía no te has ido —respondoroncamente.

Se separa de mí un instante, su expresióncambia y en ella puedo ver el futuroanhelo que nos deparará dentro de sietehoras.

Siete horas… y se irá…

—Entonces dejemos de perder más eltiempo que nos queda juntos —sonrío

débilmente.

Asiento, agarro su mano con fuerza ysalimos del local despidiéndonos con un

Page 833: Adueñándote de mi corazón

leve

movimiento de cabeza.

Casi una hora después llegamos a miapartamento donde finalmente Danielano dormirá. Salimos del garaje ycogemos el ascensor, cuando las puertasse cierran una extraña tensión seapodera de los dos y comenzamos abesarnos con impaciencia.

A tientas abro la puerta de miapartamento y de una patada la cierro,desesperado

por colmarla de besos hasta que losrayos de sol aparezcan por la ventanadel dormitorio. Ansiando el momento de

Page 834: Adueñándote de mi corazón

hacerle el amor todas las veces que seannecesarias, de oír sus gemidos en micuello, de sentir sus manos en mishombros, o de notar el simple roce desus dedos pasear por mi pecho desnudo.

Nos deshacemos de la ropa en un abrir ycerrar de ojos, empujando todo lo que se

interpone en nuestro paso, cuando llegoa la puerta del dormitorio, dejo debesarla y la contemplo durante unossegundos, dispuesto a grabar a fuegolento cada gesto, cada beso y cadasegundo que trascurra en esta noche;nuestra última noche.

Page 835: Adueñándote de mi corazón

Me bajo del coche en silencio, abro elmaletero y saco una pequeña maleta demano, el resto de sus pertenencias lasenvió hace unos días a través de unaempresa de transportes hacia Almería.Daniela se baja del coche con elsemblante serio y triste a la misma vez.Rocío intenta bromear con ella como decostumbre, pero no surge mucho efectoya que su sonrisa no ilumina suspequeños ojos castaños. El día se tornagris, como lo es mi estado de ánimo estamañana.

Page 836: Adueñándote de mi corazón

Al llegar a la entrada nos encontramosal resto que nos observan con la mismacara

que Daniela. Con un murmullo nosdamos los buenos días a regañadientes ypasamos

dentro. Vemos las grandes pantallas quese abren paso ante nuestros ojos, lasmismas donde pone que en diez minutoscomenzará el embarque de su vuelo. Nosdirigimos en

el mismo silencio sepulcral a la entradade los controles de seguridad, momentoen el que Rocío se gira con los ojosencharcados en lágrimas.

Page 837: Adueñándote de mi corazón

—No hacía falta que vinierais todos, lasdespedidas se me dan fatal…

Dmitry carraspea un poco y se acerca aella, deposita un sonoro beso en sumejilla

y la abraza con fuerza suspirando. Uno auno pasan por sus brazos soltando másde una lágrima en su camino.

—Como no se te ocurra volver en menosde un mes, vamos y te secuestramos —

asegura Patri.

—¿Pero te lo has pensado bien? Todavíaestás a tiempo de no irte —añade Berta

Page 838: Adueñándote de mi corazón

con la esperanza sembrada en su voz.

—Berta, ya lo hemos hablado…

Esta asiente y junta sus labios en unafina línea intentando no derramardemasiadas lágrimas, que finalmente leson imposibles de contener.

—Gracias por todo lo que has hecho pormí, no lo voy a olvidar en la vida —laabraza con fuerza— no te olvides nuncade que eres mi canija cabezona.

Rocío sonríe a la vez que se limpia laslágrimas que ya bañan su rostro. Luis esel siguiente y último en pasar por susbrazos antes de llegar a Daniela y a mí.

Page 839: Adueñándote de mi corazón

—Te espero de vuelta pronto, no teolvides de nosotros nunca.

—No lo haré, Luis, no lo haré.

—Recuerda que aquí siempre tendrásuna familia Rocío, una de verdad —añade Sara.

Asiente con una triste sonrisa en suslabios y se gira suspirando con fuerza.Se agacha junto a Daniela y coloca unmechón de pelo que cae en su rostrodetrás de su oreja.

—¿Me prometes que te vas a portar biencon papá?

La pequeña asiente.

Page 840: Adueñándote de mi corazón

—No dejes de hablarme ahora pequeñagranuja.

Esa palabra hace que se ría.

—¿Vas a volver pronto?

—Espero que sí. Pero mientras tanto, mepodrás llamar siempre que quieras, ¿me

das un beso?

Esto último sale de su garganta demanera estrangulada. Exhalo un gransuspiro y contengo las inmensas ganasde llorar como un niño de tres años. Mepaso las manos

por la cara con desesperación, viendo

Page 841: Adueñándote de mi corazón

de reojo como el resto de la piña mecontempla con expectación. Rocío selevanta y se acerca a mí.

—Daniela, vente conmigo cariño, dejaque papá se despida de Rocío.

La pequeña se marcha junto a Sara quellora sin poder evitarlo y se alejan unospasos para dejarnos algo más deintimidad.

—Bueno…

Tambalea sus pies varias veces, mira alsuelo y después a mí. Mis labios sejuntan

en una fina línea, observándola con

Page 842: Adueñándote de mi corazón

detenimiento.

—Rocío, no te vayas.

Mi tono sale casi suplicante y sinpensar. Eleva sus ojos y me contempladurante unos minutos. Una lágrimaescapa de ellos, la recojo rápidamentecon el dedo pulgar, y después no puedoevitar abrazarla con fuerza.

—No me pidas eso Rubén, por favor, nome lo hagas más difícil —susurrapegada a

mi pecho.

—Entonces no cojas ese avión.

Page 843: Adueñándote de mi corazón

Noto como traga saliva varias veces, ydespués de unos minutos se separa de míy

me mira con ternura.

—Ha sido el “casi” año másmaravilloso de mi vida, y sin duda túhas tenido mucho que ver —sonríe contimidez— no voy a olvidar nunca todolo que has hecho

por mí.

—Rocío… —Intento que entre en razón.

Me corta con la mano y suspiro con lapaciencia totalmente perdida, y sin saberque más hacer.

Page 844: Adueñándote de mi corazón

—Esto no es un adiós, es un hasta luego.

Junta sus labios y hace una pequeñamueca.

—Además, ahora podrás respirarzoquete, te vas a quitar un gran grano delculo.

Me río por su expresión, en los peoresmomentos una sonrisa es la mejorcompañera.

—Tú nunca has sido un grano en elculo…

Coge mi cara con ambas manos ydeposita un beso que parece no tener fin,y sé que

Page 845: Adueñándote de mi corazón

en el fondo, lo hace a conciencia.Separa sus labios un poco y susurra:

—No sigas por favor, no lo hagas —suplica.

Trago el nudo de emociones que intentansalir a flor de piel e intento calmar a mi

corazón desbocado que amenaza consalir corriendo.

—Nos veremos pronto.

Sonríe y lentamente siento como sumano va soltándose de la mía, dejándolafría y

solitaria. Echa un último vistazo a los

Page 846: Adueñándote de mi corazón

demás y se marcha bordeando lospivotes que están antes de llegar alcontrol. Una vez que lo pasa sinproblemas sus hombros se sacuden enuna ocasión, me acerco un poco más a labarrera y al final, veo como se giraconectando sus empañados ojos con losmíos. Siento como una lágrima resbalapor mi mejilla una vez que la pierdo devista por completo.

****

Una semana después de la arrolladoradespedida, me encuentro con un humorde mil demonios, cambio los planos desitio veinte veces y los vuelvo a colocar,me pongo la mano en la cabeza, para

Page 847: Adueñándote de mi corazón

después frotármela con energía.

—Tranquilízate, así no vas a conseguirnada.

Leire se pone a mi lado y pasea su manopor mi brazo en varias ocasiones. Sinquerer, la miro de reojo y aparto mibrazo molesto. Al ver mi gesto se cohíbeun poco a la vez que carraspea.

—Lo siento, no pretendía…

—Pues entonces haz el favor decentrarte en el trabajo y mantén lasdistancias. —

Sentencio cortándola.

Page 848: Adueñándote de mi corazón

Asiente y no dice nada más. Media horadespués, Dmitry irrumpe en la caseta demi

trabajo como un vendaval. Elevo misojos y de nuevo le echo una miradaabrasadora.

—¡Eh! Buenos días, menuda bienvenida.

Se sienta en una de las sillas que tengodelante y apoya sus manos en lo alto dela mesa. Observa a Leire de reojo ydespués pasa sus ojos a mí.

—Es Leire, mi compañera de trabajo.

—Ah… Pues hola Leire.

Page 849: Adueñándote de mi corazón

—Hola —ella pone una sonrisapicarona.

El ruso me mira y después pasa sus ojosde nuevo a ella, viendo sus clarasintenciones de ligar con él. Le enseña lamano derecha donde reluce el anillo decasado y sonríe, yo lo tengo que hacertambién y por primera vez en unasemana.

—Casado felizmente, con una hija y unhijo en proceso, no tienes nada quehacer chata —se explica con rapidez.

Directo y conciso. Como siempre. Leiresonríe al ver su tono.

—Os dejaré un rato a solas, a ver si

Page 850: Adueñándote de mi corazón

consigues que cambie el humor duranteun rato.

—¡Lo intentaré!

Leire sale de la caseta sin mirar atrás,mientras yo sigo concentrado en losplanos de encima de mi mesa. El rusopone una de sus grandes manos encima ylos aparta un

poco.

—Llevo una semana intentando hablarcontigo desde que desapareciste del

aeropuerto como una polvorilla —nocontesto— ¡es que no dijiste ni adiós!

Page 851: Adueñándote de mi corazón

—He estado ocupado.

Intento poner los planos de nuevo, y éllos retira otra vez.

—Rocío me ha llamado.

Se me paraliza el corazón.

—Muy bien —intento no darleimportancia.

—¿De la noche a la mañana has dejadode preocuparte por ella? —Se extraña.

Le ignoro y sigo con lo mío, hasta quede un manotazo me tira todos los planosal

Page 852: Adueñándote de mi corazón

suelo, incluyendo los bolis, las reglas,los archivadores, todo.

—¿¡Qué haces!? —le grito.

Pega un manotazo en la mesa.

—¡Qué me escuches coño! —Me mirafurioso— ¿te crees que es normal que

apagues el móvil una semana? ¡Unasemana! Que no des señales de vida yque no aparezcas ni por tu casa, ¡quéhemos hecho hasta campaña en la puertaa ver si llegabas!

Le contemplo con rabia, me agacho ycojo todo lo que ha esturreado con ungenio

Page 853: Adueñándote de mi corazón

de mil demonios.

—¿¡Me quieres contestar!? —Pierde lospapeles por completo.

Al no hacerle caso, se acerca a mis piesy le da una patada de nuevo a todo,haciendo que la mitad de las cosas quenecesitaba sean inservibles después.Elevo mis ojos hecho un basilisco y melanzo a por él de cabeza. Le estampo mipuño en la mejilla, cosa que no le hacenada, y en vez de devolverme el golpe,se deja pegar.

—¡Venga, descarga toda tu rabiaconmigo! —Me ánima.

—Deja —puñetazo— de tocarme —

Page 854: Adueñándote de mi corazón

puñetazo— ¡las narices!

Oigo como la puerta se abre y alguienme agarra de los brazos intentandosepararme del ruso que serio, me grita:

—¡Esa no es la actitud!

Pataleo intentando soltarme del agarreque me aprisiona los brazos y en undescuido consigo darle un codazo en lacara para que me deje.

—¿¡Qué haces!?

César.

En ese momento la puerta se vuelve aabrir y es Luis el que entra, echa el

Page 855: Adueñándote de mi corazón

pestillo y con tono firme y decididodice:

—Como vea un solo puño volar, latenemos y gorda.

Me levanto del suelo con la mandíbuladesencajada y casi echando espumarajospor la boca. Aplasto mis puños contrami mesa de trabajo y suspiro variasveces, dándole la espalda a los tres queme clavan los ojos.

—Tienes a la mitad de los trabajadorespasando por la puerta cuchicheando quépasa dentro de aquí y qué no.

—Que le den por culo a los trabajadoresy al que quiera preguntarlo, dos veces.

Page 856: Adueñándote de mi corazón

Me sorbo la nariz y paso por delante delescritorio sin mirar atrás. Abro unmueble bajo que tengo y saco unabotella de Vodka que hay escondidacomo oro en paño, la misma que hetenido que reponer en esta semana unascuatro veces.

—¿Dónde está tu hija?

—En casa de mi madre.

Contesto sin mirar a Luis, que ahoramismo es la voz cantante y seria de laconversación.

—¿Ahí es donde has estado toda lasemana? ¿O tal vez has estado aquímetido bebiendo día tras día?

Page 857: Adueñándote de mi corazón

No contesto. Le doy un trago a la botellay la aporreo con fuerza en la mesacuando me giro.

—¡Contéstame!

Su tono sale más elevado de la cuenta,nunca había visto a Luis con semejanteenfado, en realidad, nunca lo había vistoenfadado. Le miro desafiante y este daun paso hacia mí.

—Si vas a pegarme a mí también, teaseguro que yo no me estaré quietocomo Dmitry para que descargues todatu rabia conmigo. La misma rabia que tehas buscado tú solito.

Le miro con chulería y me siento en la

Page 858: Adueñándote de mi corazón

silla, hago un gesto de indiferencia conlos ojos y sigo sin hablar. Luis se acercaa mi mesa, César le agarra del brazo yeste se suelta, apoya las manos en miescritorio y me contempla de formaamenazadora.

—No pongas a prueba mi pacienciaRubén, no se te ocurra.

Me inclino hacia delante con el mismosemblante que el suyo. El ruso selevanta del suelo, escupe de maneravulgar por la ventana para deshacersedel hilo de sangre que le cae por lacomisura y se pone detrás de Luis.

—Dejadme en paz… —Deletreo una auna de las letras de la frase para darle

Page 859: Adueñándote de mi corazón

más

énfasis.

—No nos da la gana… —Me imitaCésar en el mismo tono.

Suelto un gran suspiro y cojo mi cabezacon ambas manos. Luis echa una de lassillas hacia atrás, César le imita elgesto, y el ruso se apoya en lo alto de lamesa.

—Tengo a tres Marías esperando a quelas llame para decirles que vengan o no,y

como no lo haga en un minuto, seplantaran aquí y te aseguro que ellas no

Page 860: Adueñándote de mi corazón

tendrán piedad para patearte el culohasta que llores como un niño —anunciaCésar con determinación en su voz.

Asiento en repetidas ocasiones.

—Hueles a cloaca —arruga la nariz elruso.

Me recuesto en la silla de oficina y lesmiro sin mostrar ni un signo de emociónen mi rostro.

—¿Qué queréis? —pregunto al fin.

—Que hables con nosotros, queconvoques un puto comité de urgencia,pero que no

Page 861: Adueñándote de mi corazón

estés de esta manera —me señalaDmitry.

—No tengo nada de qué hablar.

Miro la ventana de la caseta, intentandoevitar sus ojos.

—Claro, por eso te has convertido en elborrachín del extrarradio de Barcelona,

¡no te jode! —Añade Luis esta vez.

Noto como mis ojos queman y pongo lamirada en la mesa, agarro un bolígrafoque

hay por ella desparramado y resoplo unpar de veces.

Page 862: Adueñándote de mi corazón

—No nos vamos a mover de aquí —asegura César.

Asiento de nuevo. Tras unos largosminutos que parecen eternos, y al verque seis

pares de ojos no despegan su mirada demí, me dispongo a contarles lo divertidaque ha sido mi semana en este diminutositio, más pequeño que una caja decerillas.

—Llegué a casa y el primer día se mehizo insoportable. Preparé la maleta,dejé a

Daniela con mis padres, y me vine aquí.Fin de la historia, podéis iros.

Page 863: Adueñándote de mi corazón

Oigo que resoplan como toros.

—¿No has visto a tu hija en una semana?—pregunta extrañado Luis.

—La he visto todos los días Luis, solome he quedado aquí por las noches.

El ruso niega con la cabeza variasveces.

—No sé qué haces perdiendo el tiempo,cuando deberías de estar luchando porlo

que realmente quieres y que tú solito hasdejado escapar.

—No tenía otra opción.

Page 864: Adueñándote de mi corazón

—Siempre hay otra opción Rubén —afirma César esta vez.

—No puedes rendirte a la primera decambio. Si sabes que ella lo es todopara ti,

¿qué demonios te va a solucionar esteantro y una botella de Vodka? —pregunta Luis con seriedad.

Trago saliva y giro la botella que tengoen mis manos, la misma que desaparececuando el ruso me la quita y le da untrago para después pasársela al resto,que le imitan el gesto. Llaman a lapuerta, Luis se levanta para abrir, ycuando veo a las tres Marías como lasllama César, exhalo un enorme suspiro

Page 865: Adueñándote de mi corazón

que me deja casi sin aire. Esta vez, Saraes la que me mira atravesándome, a lavez que dice autoritaria:

—Levanta tu bonito culo de ese asientode inmediato si no quieres que lo hagayo.

A la mañana siguiente, con unas ojerasde infarto y tras haber intentado dormirdos horas seguidas, me encuentro metidoen un coche con Dmitry y Patricia endirección a Almería, sin saber cómoreaccionará Rocío, ni que haré yo

Page 866: Adueñándote de mi corazón

cuando la vea. Todo esto

gracias a la presión a la que mesometieron ayer entre la gran piña queformamos y a la que se incluyeron mispadres, mi hermano, mis primosrepelentes y por supuesto, Daniela.

—Te va a patear el culo —asegura Patri.

—Gracias por los ánimos…

—Llevas una semana sin dar señales devida, ¿esperas que te dé todo el mundobesitos? —Ironiza Dmitry.

—¿Qué nos queda para llegar? —pregunto de los nervios, obviando suúltima pregunta.

Page 867: Adueñándote de mi corazón

—Media hora, así que, ve preparándoteel discurso, que no sabemos ni con quénos

vamos a encontrar.

Me paso las manos por la caradesesperado, ¿qué se supone que tengoque decirle?

Sin ella no quiero volver a Barcelona,¿cuál será el siguiente paso? Las dudasasaltan mi mente, y empiezo a temer demanera considerable.

—Olvídate de la idea de darnos mediavuelta, llevamos en el coche ocho horascomo para que quieras salir huyendo —me mira por el espejo retrovisor— ¡no

Page 868: Adueñándote de mi corazón

me seas

nenaza! —Añade Patri.

—No es tan sencillo… —murmuromirando por la ventilla.

—Pues échale cojones al asunto, porquees lo que te toca.

Veinte minutos después, entramos en unbarrio un tanto extraño de Almería.

Contemplo las viviendas antiguas deplanta baja, las miles de cuerdas que seforman en las entradas de las casas paracolgar la ropa y el montón de gente quehay en la calle a las diez de la mañana.

Page 869: Adueñándote de mi corazón

—¿Dónde coño estamos? —preguntointeresado.

—Supuestamente en el barrio dondeviven los padres de Rocío, y ella, obvio—

contesta el ruso.

Nos paramos frente a una casa blancacon la misma construcción que lasanteriores

solo que esta tiene dos plantas, respiroun par de veces y en ese momento, veocomo Rocío sale a la puerta, deja uncubo en la calle y de nuevo vuelve aentrar. El corazón se me paraliza y tengoque pensar para ponerlo en

Page 870: Adueñándote de mi corazón

funcionamiento de nuevo antes de quemuera en el acto.

—Ha llegado el momento. Nosotros teesperaremos en el coche —añade elruso.

Patri se da la vuelta y me mira concariño.

—Nadie mejor que tú sabrá qué tieneque decirle y qué no, no temas a nada,ella te

escuchará.

Sonríe y se levanta un poco de suasiento para darme un casto beso en lamejilla.

Page 871: Adueñándote de mi corazón

Asiento con decisión, me froto lasmanos y abro la puerta con rapidez, lamisma que se esfuma de un plumazocuando veo que tras la cortina rosachillón, sale el padre de Rocío, Antonio.

Noto como mis piernas tiemblan a la vezque parecen flanes. Cierro condemasiada

fuerza, notando como la puerta retumbaen mi mano. El ruso gira su cuello a todavelocidad y me chilla de forma irónica:

—¡Mira a ver si has cerrado!

Lo escucho de lejos renegar: que sicomo el coche no es tuyo, que anda quevas a darle un poco más flojo, que te

Page 872: Adueñándote de mi corazón

vas a llevar la puerta pegada a lamano, blablablabla. Y digo lo escuchode lejos porque cuando miro al frente,me encuentro a Antonio achicando losojos mientras me contempla conatención. Llego a su altura titubeando(por qué no decirlo), entrelazo mismanos y le miro con indecisión, ¿peroqué me pasa?

—Hola… —Casi ni se me oye.

Arruga su entrecejo a la vez que dejaver sus abundantes arrugas de la frente,no sé si para darle más énfasis a lasituación, o porque no se acuerda de mí.

—¿Está…

Page 873: Adueñándote de mi corazón

No me deja terminar de hacer lapregunta, y no entiendo ni por qué lequería preguntar si estaba cuando laacabo de ver.

—¿Tú no serás “la persona” por la quemi hija ha estado llorando una semana?

Cierro la boca.

Las palabras no me salen de ninguna delas maneras. Le observo cuando esperaimpaciente una respuesta, mientras yobusco algo que poder decirle. Suspiro alno conseguirlo y me paso las manos porla frente.

—¿Tú sabes que es mi hija, no?

Page 874: Adueñándote de mi corazón

Alzo una ceja interrogante.

—Pues te voy a dar un detalle para queno lo olvides nunca —le miro sinentender

por dónde van los tiros— tiene trecetíos que la quieren igual que yo, y a esostrece tíos le tienes que sumar las trecetías.

Una amenaza en toda regla.

—Y supongo que de esos trece tíos ytías habrá unos tantos primos más, ya meimagino.

No sé de donde me sale la voz pero lohace.

Page 875: Adueñándote de mi corazón

—Exacto, veo que eres rápido.

Sonrío y antes de que pueda contestarle,ella sale… Me mira con los ojosabiertos

de par en par y después los pasa a supadre de forma alternativa. Abre la bocapara decir algo, cuando la vuelve acerrar de nuevo. Da un paso haciadelante y se para a escasos metros demí.

—¿Qué narices haces aquí? —preguntaenfadada.

—He venido a hablar contigo.

Alza las cejas sorprendida.

Page 876: Adueñándote de mi corazón

—¿Ahora quieres hablar conmigo?¿Después de no dar señales de vida enuna semana? ¡Vete a la mierda!

—Tengo una explicación, si me dejasque…

Me corta con el peor genio que habíavisto en toda mi vida.

—¡No quiero que me expliques nada! Yapuedes darte la vuelta antes de que mimadre saque la escopeta del armario.

Se da la vuelta como un huracánentrando en su casa de nuevo. Intento irtras ella

pero su padre se pone delante y niega

Page 877: Adueñándote de mi corazón

con la cabeza.

—Haz lo que te ha dicho, por la cuentaque te trae. Antonia no será tan pacíficacomo yo. —Se gira y de fondo escucho— ya sabía yo… que eso del compañerode piso era un rollo… —Niega con lacabeza.

Le miro, y después paso mis ojos a lacortina que ni se mueve. Doy mediavuelta

pensando en qué hacer hasta que entroen el coche y me siento.

—No ha ido muy bien por lo que veo —masculla Dmitry.

Page 878: Adueñándote de mi corazón

—Vamos a tomarnos un café pararefrescar las ideas —añade Patri.

El ruso pone el coche en marcha y nosparamos en la primera cafetería quevemos,

no muy lejos de donde estábamos. Alsentarnos, nos pedimos los cafés yempiezo a darle vueltas a la cucharillade manera impaciente, partiéndome lossesos.

—¿Qué hacemos?

Patri lanza la pregunta a los dos, el rusohace un leve movimiento con loshombros

Page 879: Adueñándote de mi corazón

en señal de no saberlo y yo, no levantola cabeza de mi vaso.

—No pienso irme de aquí sin ella —sentencio.

—Pues ya estás pensando en qué vas ahacer.

Levanto la vista y clavo mis ojos enPatri.

—¿Por qué me miras así? —preguntaachicando los ojos.

—Llámala tú.

—¿Qué?

Page 880: Adueñándote de mi corazón

Me levanto como un resorte.

—Llámala venga, dile que baje a lacafetería, que estás aquí, ¡ella no losabe! A ti si va a querer verte y tendré laoportunidad de decirle… ¡lo que sea!

El ruso la anima a que lo haga conrapidez y esta al final bajo presión lallama delante de nosotros. Me coloco enla entrada de la cafetería, en una esquinadonde no me ve, y espero paciente a queaparezca por la cuesta.

Cinco minutos más tarde la veo…

Me impaciento de nuevo, a la vez queme escondo para que no me vea. Cuandosé

Page 881: Adueñándote de mi corazón

que está a punto de entrar, me colocofrente a ella. Se da un susto llevándosela mano al pecho, me mira con mala carae intenta hacerse paso para entrar en ellocal.

—No vas a pasar. —Sentencio.

Agarro su muñeca y tiro de ella hastaque nos quitamos de la entrada.

—¡Suéltame! —Espeta de malasmaneras.

—Tengo que hablar contigo, no herecorrido ochocientos kilómetros parairme sin

más.

Page 882: Adueñándote de mi corazón

—El problema es tuyo, no mío.

—Muy bien —asiento— pues como elproblema es mío me vas a escuchar.

Se pone los dedos en los oídos demanera infantil, poniendo cara de chula.Aparto

sus manos y las agarro con fuerza.

—No voy a escucharte —sentencia.

—Me da igual… sé que lo harás —murmuro traspasándola con la mirada.

Un silencio se hace entre nosotros ytomo todo el aire contenido en mispulmones.

Page 883: Adueñándote de mi corazón

—No podía suplicarte de otra maneraque te quedaras. No sabía si lo harías ytampoco quería que te marcharasdestrozada, eres una cabezona nata —eleva sus ojos y me mira de refilón—¿qué querías que hiciera Rocío? ¿Qué tedijera que no podía vivir sin ti? —Memira— que eres la mitad de mi alma… oque simplemente llegaste a mi

vida adueñándote de mi corazón.

Veo como sus ojos se inundan delágrimas pero no contesta.

—No pienso irme si no es contigo… —susurro demasiado cerca de ella.

Se suelta de mi agarre para limpiarse

Page 884: Adueñándote de mi corazón

una de las lágrimas que resbalan de susojos, y después de un extenso silencioque se hace eterno, habla.

—Ya es demasiado tarde, márchate.

Gira sus talones y se encamina de nuevopara esconderse, para esconderse demí…

bajo los brazos abatido pensando entodas las posibilidades que tengo paraque entre en razón. Hasta que la únicaque se me ocurre es una.

—Tengo un último cartucho, si no… —Pienso— nos marchamos.

Anuncio cuando entro en la cafetería.

Page 885: Adueñándote de mi corazón

—¿Qué piensas hacer? —pregunta Patriescandalizada.

Elevo mis ojos y los clavo en los suyos.

—Asaltar el sitio donde se esconde.

—A ti se te ha ido la cabeza porcompleto.

César se lleva las manos a la caracuando hacemos un comité de urgenciavía Skype

Page 886: Adueñándote de mi corazón

desde el coche en una explanada perdidade la manos de Dios.

—Tampoco es tan grave —aseguro sincreérmelo ni yo.

—Vamos a ver Rubén, ¡que es su casa!Te acaba de “amenazar” su padre, y tú,

¿quieres entrar como Pedro por su casapara sacarla a rastras?

Durante unos minutos medito toda lainformación mientras ellos tres peleancomo gallinas, a la vez que las chicas semiran entre ellas sin saber muy bien si elplan va a funcionar como es debido.

—Hemos estado dando una vuelta por

Page 887: Adueñándote de mi corazón

fuera…

—¿La has estado espiando? —Se alteraLuis.

—Solo lo justo y necesario, vamos acalmarnos —les pido.

—Vas a terminar en el calabozo,¿lleváis dinero para pagar la fianza?

—¡Luis! —Le regaña Berta a la vez quele da un manotazo.

Pero Luis está realmente preocupadopor mi “plan suicida”, tanto que ni se dacuenta cuando esta le golpea en elhombro. Me paso las manos por mibarba incipiente y resoplo varias veces,

Page 888: Adueñándote de mi corazón

miro a Dmitry y pego un bote de miasiento cuando abro la puerta y bajo delcoche.

—¿A dónde va? —chilla Luis.

Y la que más me preocupa es Sara quetodavía no ha abierto la boca.

—Si me sigo guiando por los consejosque me estás dando, me suicido antes dellegar a Barcelona.

—¡No hombre! Esa tampoco es laintención.

Encima se ríe de mí.

Comienzo a andar de un lado a otro

Page 889: Adueñándote de mi corazón

pensando en todas las posibilidades quetengo

para poder entrar dentro de la casa deRocío a las once de la noche y noencuentro ninguna que vaya a salir bien.

—Vámonos —sentencio.

—Pero Rubén…

Corto la comunicación antes de que Luispueda decirme nada más y en esepreciso

instante mi móvil vibra en mi bolsillo.Lo saco y me encuentro un WhatsApp dela persona que se ha mantenido tandistante durante la hora y media de

Page 890: Adueñándote de mi corazón

conversación.

Sara: Haz lo que tengas que hacer, séfeliz. Y si tengo que ir yo misma asacarte del calabozo o incluso adefenderte, lo haré.

Sonrío al ver su mensaje, y ese es elúltimo empujón que necesito parahacerlo.

Quince minutos más tarde, aparcamos elcoche en la calle de atrás. La zona estáen

pleno silencio y por no haber, no hay niun alma en la calle. Dmitry se vieneconmigo, mientras que Patri esperacerca de la entrada de su casa para

Page 891: Adueñándote de mi corazón

entretener al personal si algo saliesemal. Miro la única habitación de la casaque se encuentra con luz y suspiro, es eldormitorio de Rocío.

—¿Estás seguro que duerme sola? —pregunta preocupado.

—Sí, me contó la distribución de sucasa de pies a cabeza, ¿quieres que terecuerde en qué trabajo? —Alzo unaceja.

—¿Y cómo sabes que esa es suhabitación?

—Porque es la única que tiene unacortina negra, ella me lo dijo.

Page 892: Adueñándote de mi corazón

El ruso suspira sin estar convencido,asiente y me sigue cuando me pongojustamente debajo de la ventana.

—No sé si acabaremos en el calabozo oen urgencias… —masculla consarcasmo.

Pongo los ojos en blanco y me agarro ala enredadera que sube hasta el techo dela

casa. Le hago un gesto a Dmitry y esteme pone su mano para que me impulsehacia arriba, al hacerlo, veo como estese pone de todos los colores y resopla.

—¡Dios mío como pesas cabrón!

Page 893: Adueñándote de mi corazón

Niego con la cabeza y me agarro al filode la vieja y desgastada ventana demadera, toco varias veces sin hacerdemasiado ruido, hasta que Rocío correla cortina y me ve.

Abre los ojos como dos platos y mirahacia ambos lados, se gira hacia lapuerta y eso hace que toque de maneramás insistente. Veo como echa elpestillo de la puerta y abre la ventana atoda prisa.

—¿¡Qué coño haces que te vas a matar!?—Se desespera al verme suspendido enel

aire agarrado a la madera.

Page 894: Adueñándote de mi corazón

—¡Me voy a matar por tu culpa! —Arrugo el entrecejo.

—¡Vete! Que como te vean ¡te matan!

De nuevo mira hacia ambos lados yasoma la cabeza por la ventana paraverificar

que no hay nadie en la calle. Intentopasar y esta pone su mano para que no lohaga, el ruso da un traspié y se tambalea.

—¡Ah! ¡Qué me caigo!

Dmitry suelta un pequeño alarido en elmismo instante en el que noto como mipie

Page 895: Adueñándote de mi corazón

deja de apoyarse en su mano, Rocío meagarra por el brazo cuando mis piesresbalan

por la pared y la miro echando humo.

—¿¡A quién se le ocurre empujarme!?

—¡Ha sido por inercia! —Se arrepienteasustada— ¡Rubén por Dios no tesueltes

que te partes la cabeza!

Intenta tirar de mí pero le es imposible.Colgado como un chorizo de Pamplona,intento trepar entre la enredadera y lospequeños filos de la madera, hasta quepor suerte para mí y mi salud, me

Page 896: Adueñándote de mi corazón

impulso y entro en la habitación cayendoencima de Rocío.

Un fuerte estruendo se oye en la casa yella me tapa la boca con las manos paraque ni respire. No oímos que nadiepregunte ni haga caso a lo que se acabade escuchar, así que, me levanto y measomo para hacerle un gesto a Dmitrycon la cabeza y que se vaya, este asientey me enseña el teléfono por si lenecesito, asiento y desaparece de mivista.

Rocío pasa por delante de mí y cierra laventana a toda pastilla, corriendo lacortina a su vez para que desde la calleno pueda verse nada.

Page 897: Adueñándote de mi corazón

—A tus casi treinta años y te da miedoque vean a un hombre en tu habitación—me

burlo de ella.

—¡Esta es la casa de mi padre y aquí serespetan sus normas! —Se desespera—

¡casi te matas! —susurra.

Hago un gesto con los labios en señalafirmativa, viendo cómo se pasea por elpequeño dormitorio como un leónenjaulado.

—¿Y ahora por donde vas a salir? —pregunta nerviosa.

Page 898: Adueñándote de mi corazón

Suspiro y me acerco a ella hasta queestoy completamente pegado a sucuerpo.

—La intención es no salir.

Me mira sin entender lo que acabo dedecirle. Comienza a negar con la cabezarápidamente y se intenta girar para abrirla puerta y buscar una salida. La agarrodel brazo y tirando de ella, me siento enla cama colocándola a horcajadasencima de mí.

—No pienso irme hasta que nohablemos —aseguro.

Se intenta levantar pero se lo impidoagarrando sus caderas con fuerza, lo que

Page 899: Adueñándote de mi corazón

hace que se junte más a mí, y que de enmedio de mis piernas comience aemerger un bulto a grandes escalas.Niega con la cabeza sin poder creérselo,yo hago un gesto con los hombros enseñal de indiferencia.

—¡Está bien!

Se cruza de brazos, y yo sonrío al ver sugesto.

—Siento no haberte devuelto lasllamadas, y haber pasado de ti durantetoda esta

semana, estaba hecho un lío porque…—Miro un momento hacia abajo.

Page 900: Adueñándote de mi corazón

—Nunca he visto que te costara hablarconmigo, no sé por qué lo haces ahora—

repite las mismas palabras que un día ledije yo.

Elevo mis ojos, clavándolos en lossuyos que brillan más de lo normal.

—No pude soportar estar un solo día sinti, sabiendo que te habías marchado yque

solo Dios sabría cuando volverías…

—Y decidiste huir.

En este momento me da la sensación que

Page 901: Adueñándote de mi corazón

la cabeza pensante y sensata es la deella.

—Tú has hecho lo mismo —susurro másbajo de lo normal.

No contesta y mira hacia otro lado, loque hace que agarre su mentón y lo girede

nuevo para contemplarla. Intentamantener la vista fija en mí sinconseguirlo.

—Yo no lo he hecho.

—Sí lo has hecho Rocío. Podríashaberte quedado, y no me vengas con elrollo del

Page 902: Adueñándote de mi corazón

trabajo, hubieras encontrado algo, o ensu caso, nos habríamos apañado.

Asiente varias veces hasta que por fin,consigue mirarme con cierta vergüenza.

—Yo no sabía cuál era tu posiciónrespecto a esto Rubén. Lo que si teníaclaro era

que mis sentimientos se estabandisparando demasiado… tanto que… yano podía ni dormir si no era contigo. Asíque, recordé las palabras que me dijiste;siempre puedes huir.

Resoplo, yo, y mis malditos consejosque luego me dan en toda la boca.

Page 903: Adueñándote de mi corazón

—Pero no me refería a huir a la otrapunta del país —reniego.

—¿Y tú qué se supone que has estadohaciendo esta semana? —pregunta a ladefensiva.

—Tienes razón, y ese es el motivo porel que estoy aquí.

El silencio se hace entre nosotrosmeditando cada palabra, cada suspiro ycada segundo de este mismo instante.

—No pienso salir por esa puerta si noes contigo… —musito.

Ella no contesta.

Page 904: Adueñándote de mi corazón

Recuerdo una cosa cuando empieza amolestarme en la espalda, giro la mano ycojo

una pequeña bolsa que llevabaenganchada en el cinturón. Rocío memira sin saber muy bien que es lo quellevo dentro, y en realidad, ni yo mismosé por qué lo he hecho sabiendo quepueden fusilarme por así decirlo.

—Sé que no sigues las… tradiciones detu casa, pero… —Intento explicarmebajo

su ceño fruncido, me rasco el pelo yprosigo— también sé que tus padres sílo hacen y había pensado que esto…quizás querrías esto, no sé…

Page 905: Adueñándote de mi corazón

Antes de que pueda conseguir quealguna palabra coherente salga de miboca ella

me quita la bolsa y la abre. Sesorprende, baja la tela y me miraestupefacta.

—¿La has guardado?

Asiento.

—¿Por qué la has guardado? —preguntaperpleja.

Su asombro no sé si me tranquiliza o measusta.

—No lo sé… Cuando me contaste las

Page 906: Adueñándote de mi corazón

tradiciones que tenéis en tu familia…

—Pero eso te lo conté después —mecorta— has… has… guardado mi…

Mira de nuevo la tela que tiene delantesin poder creérselo, donde la prueba desu

pureza se marca bajo un líquido rojizo, yes que en las tradiciones gitanas, es algodemasiado importante como paradejarlo pasar.

—No sé si esto lo querrás para algo,pero sé que para tu familia puede serimportante. Tampoco sé si tu padre mequerrá más o… le entrarán impulsos másasesinos cuando se lo des, si es que lo

Page 907: Adueñándote de mi corazón

haces.

Ojiplática deja la tela a un lado, memira, y antes de que pueda saberdescifrar su gesto me besa con pasión.Pocos segundos después, viendo que elbeso se intensifica de maneraconsiderable se separa de mí con larespiración entrecortada y me clava sushermosos ojos.

—Primero tendré que quererte yozoquete, ¿no crees? —Alza una ceja.

Sonrío al igual que ella.

—Creo que ya me quieres lo suficiente—la contemplo con devoción— lomismo

Page 908: Adueñándote de mi corazón

que yo a ti.

Se pone un dedo en la barbilla pensativay pregunta:

—Y cuéntame, ¿qué sientes?

Entiendo a la perfección su pregunta,después de la conversación que tuvimosacerca de los enamoramientos.

—Siento que me falta el aire si no estása mi lado, me desespero si me despiertoy

no te encuentro acurrucada en mi pecho,y… sé que me falta la mitad de mi almasi no estás conmigo.

Page 909: Adueñándote de mi corazón

Sus ojos se empañan, al igual que losmíos.

—¿Y lo de las mariposas? —preguntacon diversión.

—Lo de las mariposas es cascarillacomparado con esto.

—Entonces… ¿Te atreves a quererme?

—Hasta el infinito y más allá —contestocon seguridad en mi tono.

Esboza una amplia sonrisa que deja vera la perfección su hermosa dentadura.

—¿Y ahora cómo arreglamos esto?

Page 910: Adueñándote de mi corazón

Elevo mis caderas hacia arriba y ella seríe con ese gesto que me enamoró desdeel

primer día en el que la conocí, desde elprimer día, que no supe descifrar lo querealmente sentía por ella.

Extiende su mano y coge una de lasmantas que tiene dobladas en lo alto desu cama, la tira al suelo, y de nuevo,repite lo que hace poco yo le dijecuando sus padres estuvieron en su casa,haciendo que pierda más la cabeza si esque se puede por ella.

—Soluciones rápidas, zoquete.

Page 911: Adueñándote de mi corazón

Contemplo la cortina negra que tengodelante de mí, mientras acaricio como sifuese un rizo, el cabello negro y largo deRocío. Noto su respiración en mi pecho,en el mismo momento que siento comosus ojos se abren poco a poco, a la vezque aprieta

más sus pequeñas manos contra micuerpo para acurrucarse a mí. Eleva suspreciosos

ojos verdes, mirándome con una sonrisaplasmada en los labios.

Page 912: Adueñándote de mi corazón

—Buenos días… —musita.

Sonrío y beso su frente.

—Buenos días.

—¿Has estado pensando en cómo salirde aquí? —Arruga el entrecejo con susparticulares muecas.

Niego con la cabeza observándola condevoción. Es tan… hermosa, tan… todo.Sin

duda es y será mi vida, mis ganas derespirar y la persona con la que quierolevantarme el resto de mis días. Cojo supequeño cuerpo entre mis manos paracolocarlo de una forma precisa encima

Page 913: Adueñándote de mi corazón

de mí. Ella me traspasa con la mirada, ala vez que puedo ver sus ojos arder.Sonríe de medio lado, colocando susmanos en mi pecho.

—Se supone que tenemos que encontrarla forma de que no te vean en mihabitación.

Alzo mis cejas de manera graciosa ydespués presiono su cintura hacia abajo.Noto

como mi erección crece por segundos,buscando su interior sin descanso, hastaque siento como resbala entre susestrechas paredes. Cierra los ojos porun instante, soltando un pequeño suspirode placer que me perfora los oídos,

Page 914: Adueñándote de mi corazón

haciendo que el deseo por poseerla decualquier forma amenace con salir encualquier momento, hasta hacermeperder la razón.

—Nos tenemos que ir… —jadeaempezando a moverse.

Hago un gesto de indiferencia,acercándome a sus labios.

—¿Hoy no piensas hablar? —musita enmi boca.

Sonrío, la beso con pasión y despuésdeposito cuatro castos besos en suslabios, a

la vez que la aprieto más contra mí.

Page 915: Adueñándote de mi corazón

—Sí, uno y nos vamos —contesto con larespiración entrecortada.

—¿Esto es como cuando te vas decervezas? —Alza una ceja divertida,enredando

sus manos en mis hombros.

Una pequeña carcajada sale de migarganta. Aprieta sus piernas contra miscostados, la empujo de nuevo arriba yabajo, sintiendo cada milímetro de mimiembro resbalar en su interior con unasoltura admirable. Veo como se tensa,agarrándose a mis hombros mientrasrespira con dificultad.

Incorporo mi cuerpo un poco para estar

Page 916: Adueñándote de mi corazón

cerca de ella, la pego completamente amí y

la abrazo como si fuese mi salvavidas,mío, solo mío…

—Bésame… —Le pido.

Nuestros ojos conectan un instante contanta pasión, y tantos sentimientos queabrasarían a cualquier persona que sepusiera entre ellos. Sin pensárselo, posasus labios encima de los míos,atrapándolos con lujuria. Su lenguajuega en mi interior experta y sinmiramientos. Su cuerpo comienza atemblar, cuando pequeños jadeosahogados terminan muriendo en mi boca.Aprieto sus caderas con fuerza, y ese es

Page 917: Adueñándote de mi corazón

el momento en el que me dejo ir dentrode ella con una intensidad desbordante.

—Lo quiero todo de ti Rocío.

Separa su rostro de mi boca un poco,para contemplarme confusa y expectante.

Conecto mi mirada con la suya sintitubear, dispuesto a ser sincero con ellapara el resto de mi vida.

—Quiero que te despiertes todas lasmañanas a mi lado con el pelo revueltode haberte amado sin descanso hasta eldía siguiente —noto como mis ojos mequeman, y

también veo como los suyos se llenan de

Page 918: Adueñándote de mi corazón

lágrimas—. Quiero ver tu sonrisailuminar todos los días de mi vida,comerte a besos cada vez que llegues detrabajar, o incluso comerme tus pastelescuando te salgan duros —se ríe—. Y meda igual que el día de

mañana comience a convertirse enrutina, porque contigo siempre serádistinto.

—Y cuando me ponga bragas de abuela,¿me vas a querer igual? —Bromea.

—Cuando te pongas bragas de abuelaseré el hombre más feliz del mundoporque sé

que habré tenido a la mejor mujer que

Page 919: Adueñándote de mi corazón

hay encima de la Tierra junto a mí —mivoz se quiebra.

Sus labios se juntan en una fina líneaintentando aguantar las ganas de llorar,la conozco. Trago el nudo de emocionesque asfixian mi garganta, la aprietocontra mi cuerpo, notando como mihombro se moja.

—No quiero pasar un segundo más sinti. —Susurro con un hilo de voz en suoído

— prometo amarte hasta mi últimosuspiro como te mereces, hacer que cadadía sea mejor que el anterior, y desearteen cada momento del día.

Page 920: Adueñándote de mi corazón

Aparta su cara de mi cuerpo, para poyarsu frente en la mía.

—¿Esto es parecido a los votos? —Sesorbe la nariz.

—Si tengo que poner una rodilla en elsuelo —la miro con los ojosencharcados en

lágrimas y suspiro amándola más si esque puedo— lo haré.

Mi voz suena firme y contundente. Rocíodeja ir sus lágrimas sin intentarreprimirlas, en el mismo momento en elque siento que mi mejilla se mojatambién.

Page 921: Adueñándote de mi corazón

—Te quiero, zoquete —susurra.

Besa mis labios con fuerza, y se agarra ami cuello , fundiéndonos en un abrazoque aplastaría hasta el alma.

—Yo te quiero, y te amo, canija, te amédesde el primer día que apareciste en mi

campo de visión —sonrío.

—Pues te recuerdo que me llamaste friki—murmura pegada a mi cuello.

Noto como sus labios se curvan en unasonrisa, tan encantadora y alocada comosuele tener siempre.

—Fue sin pensar —me río.

Page 922: Adueñándote de mi corazón

—Ya, ya… —No me cree.

Aparta su cara de mi cuello y mecontempla.

—¿Tienes miedo? —pregunta sinpestañear.

—Estoy acojonado —se ríe sin quitarmelos ojos de encima— pero no piensomarcharme de aquí si no es contigo —aseguro serio.

Asiente, da un casto beso en mis labios,y se levanta.

—¿Quieres conocer a mi familia? —pregunta con decisión.

Page 923: Adueñándote de mi corazón

Giro mi rostro hacia un lado, arrugo unpoco el entrecejo y achico los ojos.

—Ya sabes que tengo algo que darle ami padre.

Mis ojos se van a su mano, la misma quellega hasta el suelo y coge la tela quetraje.

—¿Sabes que pueden matarme?

Sonríe.

—Las cosas no son así, ni deben hacersede esta manera, pero… como dice mimadre; a lo hecho pecho.

Asiento con convencimiento.

Page 924: Adueñándote de mi corazón

—Pues entonces —de un salto me pongoen pie, cojo la ropa del suelo ycomienzo

a vestirme— si te terminan matando a ti,que lo hagan conmigo también.

Se ríe en el mismo momento que alguienllama a la puerta. Intentan abrir pero elpestillo se lo impide, lo que hace quetoquen con más insistencia.

—¡Rocío! No puedes tirarte toda la vidaencerrada en tu habitación, ¡te vas aquedar en los huesos! —Antonia…

Mi canija me mira pidiéndome permiso,yo asiento y esta se para ante la puerta,respira y abre.

Page 925: Adueñándote de mi corazón

Los ojos de Antonia al verme se abrenen su máxima expansión, mira a su hija ydespués a mí. Verás la que se va a liar…

—Mamá… —Intenta llamarla en tonocalmado.

—Qué… Quién… ¿cómo…? —tartamudea.

Su expresión va del asombro al enfadoen menos que canta un gallo.

—¡Antonio! —vocifera.

Veo como se da la vuelta y comienza abajar las escaleras hacia la planta deabajo.

Page 926: Adueñándote de mi corazón

—¡Antonio! —Le llama con másinsistencia.

—No nos va a dar cuartelillo… —murmuro con desgana.

Rocío se gira y me mira con una sonrisaen los labios.

—Perro ladrador…

Asiento sin convencimiento.

—¡Antoniooooooo!

Y Antonio entra por la puerta de su casaa las diez de la mañana y pone cara deespanto cuando me ve.

Page 927: Adueñándote de mi corazón

—Estaba hablando con un muchacho quese ha perdid… —Deja de hablar degolpe.

Pasa sus ojos de Rocío a mí en cuestiónde segundos, arruga su entrecejo, y elenfado hace eco en su rostro.

—¿Qué es esto? —masculla.

—¡Estaban en la habitación de Rocío!¡Juntos! —Su madre pone el grito en elcielo.

—Madre mía, la que te va a caer… —murmura una niña de unos quince añosque

aparece de la nada.

Page 928: Adueñándote de mi corazón

—Jessica, ¡vete a tu habitación! —Lemanda Antonia con genio.

—Es una de mis hermanas —me informaRocío en medio del revuelo.

Muevo mis ojos hasta la cortina de laentrada de la casa cuando veo como semueve.

—Buen hombre, que digo yo que con laexplicación que me ha dado, mi mujer yyo

no sabemos salir… —Deja de hablarcuando nos ve a los dos—. ¡HombreRubén!

Arruga el entrecejo, después pone mala

Page 929: Adueñándote de mi corazón

cara, y finalmente termina mirado a Patrique está tras él, dándose cuenta de quela acaba de cagar. Rocío se tira a losbrazos de su amiga y la besuquea conénfasis bajo los expectantes ojos detodos. Antonio pone peor cara si esposible y me fulmina con la mirada.

—¡Esto es el colmo! —Anuncia cuandose da cuenta de la mentira de Dmitry.

El ruso se pasa la mano por el mentón, ydespués clava sus ojos en mí.

—¿Alguien puede explicarme algo? —grita su madre desesperada.

Rocío se gira, con cautela se pone a sulado y toma una de sus manos para

Page 930: Adueñándote de mi corazón

acariciarla con suavidad.

—Mamá… ¡me voy a Barcelona! —Sonríe.

La cara de espanto de sus padres estremenda…

—Pero… —Intenta hablar su padre.

—Papá, escúchame —le pide, su padreno la deja.

—¿Este es el hombre por el que hasestado llorando una semana y ahora tevas con

él? ¿Así, sin más? —Se enerva.

Page 931: Adueñándote de mi corazón

—Papá…

Le corta de nuevo, y el gran revuelo seorganiza peor cuando Antonia empieza aperder los papeles. Respiroprofundamente y doy un paso adelante,momento en el que todo el mundo secalla y me mira.

—Antonio —le miro, y después paso losojos a su encrespada madre—Antonia…

sé que no hemos hecho las cosas bien —miro a Rocío—, pero… —titubeo unmomento, y con decisión miro alpatriarca de su familia— no pienso irmede aquí sin su hija.

Page 932: Adueñándote de mi corazón

—Te van a matar… —Oigo comomasculla el ruso.

Le doy un codazo de los que duelen yeste cierra el pico. Observo como elpadre de

Rocío respira entrecortadamente y antesde que hable, Rocío termina de ponerlela guinda al pastel.

—Papá… Sé que las cosas no se hacenasí, pero… quiero darte esto.

Extiende su mano, entregándole la telade la que antes hablábamos. Ambos noscontemplan de hito en hito, Antoniaarruga el entrecejo más de la cuenta y lequita el trozo de tela a su hija de un

Page 933: Adueñándote de mi corazón

manotazo.

Me espero todo tipo de reacciones, y noacierto con ninguna…

Antonio se acerca hasta su hija, coge sucara con ambas manos, y despuésdeposita

un beso con cariño en su frente. Sumadre, agarra la mano libre de su hija, yrompe a llorar.

—Espero que seas feliz, te mereces esoy mucho más, hija mía —la mira a losojos,

y después pasa su seria mirada hacia mí— y espero que no vuelvas nunca como

Page 934: Adueñándote de mi corazón

hace

una semana o…

Antes de que termine la frase, lo hago yopor él.

—O vendrán a buscarme con laescopeta, me queda claro —sonrío.

Veo como sus labios dibujan una finasonrisa. Se separa de su hija, llega hastaa mi altura y palmea mis hombros variasveces.

—Hazla la mujer más dichosa delmundo, hijo.

Su madre la abraza con fuerza, mientras

Page 935: Adueñándote de mi corazón

Rocío limpia unas cuantas lágrimas quese

derraman de sus ojos. Besa a Antoniacon fuerza y después, la mujer, se acercapara darme un enorme abrazo.

—No me esperaba esta reacción —aseguro agradecido.

—No somos tan malos como nos pintami hija —se ríe—, pero si le hacesdaño, la

amenaza la cumpliré en toda regla.

Una pequeña carcajada sale de migarganta al escuchar esto último. Rocíosube de

Page 936: Adueñándote de mi corazón

nuevo a su habitación a toda prisa, cogelas cuatro cosas que necesita y baja denuevo como un huracán, con unapequeña maleta en la mano.

Salimos a la calle después dedespedirnos veinte veces, y antes demontarnos en el

coche del ruso (que milagrosamente haestado en silencio durante todo eltiempo), oigo como su madre nospregunta:

—¿Cuándo os pensáis casar?

Rocío y yo nos miramos con cara dehorror.

Page 937: Adueñándote de mi corazón

—Mamá, para eso queda tiempo, noaceleres las cosas…

—¡Pero me tendrás que dar nietos! —Reniega.

Le dice adiós con la mano omitiendo sucomentario y se sube en el coche, viendo

como su padre se ríe a mandíbulabatiente.

—De la que os habéis librado…Celebrando vuestro entierro estaba…

—¡Dmitry! —Le regaña Patri dándoleun codazo— demasiado tienen con los

nervios para que vengas con tonterías,

Page 938: Adueñándote de mi corazón

¡anda calla ya!

—Rubia… —murmura con sensualidad— no te reveles que paro el coche en

cualquier descampado y…

Patri le da de nuevo otro manotazo yestos se ríen sin parar.

—Entonces… ¿tenemos claro que no nosqueremos casar? —pregunto dudoso.

—Hombre, ahora mismo, no. A no serque te lo curres demasiado —contestarisueña.

—Mmmm… ¿Me estás retando? —Sonrío con picardía.

Page 939: Adueñándote de mi corazón

—Pienso retarte cada día, amor mío.

18 meses después...

Después de que Rocío abandonara sucasa bajo los expectantes ojos de sufamilia,

y previa aprobación de su padre, al quecontentó con el simple hecho de darle loque sus tradiciones marcaban, Rocío se

Page 940: Adueñándote de mi corazón

mudó ese mismo día a Barcelona dondepocos días

después, Rubén le consiguió un trabajoen las oficinas donde se instalaría enunas semanas, dadas las circunstanciasde que una parte del edificio dondeestaban trabajando había finalizado, ymuchos de los empleados dispusieron deun despacho.

Obviamente, Rubén se encargó de hablarcon su superior y solicitó una secretariapara que le ayudara con el papeleo, ymientras a Rocío le daban o no unaplaza en el hospital, decidió aceptar elpuesto bajo las miradas insinuantes desu amado que no le proponían nada

Page 941: Adueñándote de mi corazón

discreto trabajando ocho horas en unmismo espacio, lo cual le dio a entenderque se entretendrían más de la cuenta.

Finalmente Rocío se convirtió en unamadre y un ejemplo a seguir paraDaniela, quien ansiosa esperó sullegada. Pocos meses después, los tresse mudaron a una casa cerca delresidencial donde Patri y Dmitry vivían,siendo así vecinos inseparables.

Desde aquella noche en el dormitorio deRocío, nada cambió para ninguno, alrevés, seguían siendo la alegría de lahuerta y juntos, construyeron un hogarlleno de sonrisas y buenos momentos,donde el humor y las puntadillas a

Page 942: Adueñándote de mi corazón

propósito seguían siendo uno de susfuertes. Al final, Rubén consiguiópedirle matrimonio cuando ella menosse lo esperaba, en uno de los consiertosde Los Rebujitos, delante de miles depersonas. Su particular zoquete se subióal escenario, y ya no huvo Dios que loparara…

Berta y Luis tuvieron a dos hermosasgemelas, lo que los unió más todavía,siendo

impensable una posible separación en unfuturo, ya que ambos se amaban más delo que pensaban, y el día a día, poco apoco se lo demostraba. Luis consiguióempezar a trabajar en una de las revistas

Page 943: Adueñándote de mi corazón

más famosas de España, otorgándole asu mujer un gran empujón en el mundoeditorial, donde Berta continúotrabajando y debiéndose a su gente. Elpadre de Luis, tras uno de los viajes aDubái, y tras el nacimiento de las niñas,cogió a Berta cuando menos se lo esperay le pidió perdón por todos los años enlos que pensó que ella no era la mujerapropiada para su hijo, reconociendoque se había perdido a alguienexcepcional, a alguien que hacía que suhijo sonriera las veinticuatro horas deldía, si es que era posible que con Luis ysu picardía alguien se aburriera…

Patricia y Dmitry, tras tener a suprecioso bebé de ojos grises como los

Page 944: Adueñándote de mi corazón

de su padre, la familia de Patricia seinteresó por ella, y la respuesta no tardóen llegar; les dio un portazo en lasnarices. Juntos siguieron con su historiaapasionante donde los encuentrosimprovistos no dejaron de surgir enningún momento. Tuvieron sus altibajosdebido al gran carácter que les igualaba,y marcaron una distancia que durómenos de dos días cuando Dmitry volvióa Rusia y su madre le dio unas cuantascollejas. Ella no estaba dispuesta aperder a su nuera por la cabezonería desu hijo. Finalmente el ruso se dio cuentade que sin ella no tenía sentido vivir, ycon todo lo grande y rudo que es, seplantó de nuevo en su casa y esta vez,quién estuvo atada a la cama con unas

Page 945: Adueñándote de mi corazón

esposas fue Patricia, hasta que la hizoentrar en razón bajo la presión de unomnipotente Dios desnudo frente a ella.Supongo que la reconciliación os laimaginaréis en todo su esplendor…

Por último, Sara y César siguieron elcurso de su vida de la misma forma en laque

se entregaron el uno al otro tiempo atrás.Juntos construyeron una vida en la queella perdió por completo susinseguridades, haciéndola una mujer másfuerte y valiente de lo que ya era,mientras que él, a cada sonrisa que ledaba, le demostraba que el oficio nuncase olvida, y que seguía siendo un ladrón

Page 946: Adueñándote de mi corazón

de corazones en toda regla. El mismoladrón que tiempo atrás, unió parasiempre el camino de ocho personashaciéndolas inseparables. César por suparte siguió picando a Sara para quetuvieran otro hijo, hasta que ella se diocuenta que solo lo hacía para sacarla desus casillas, y fue ella la que decidiódarle el gusto o el disgusto de su vida,depende de cómo se mire, ya que a unamujer, nunca hay que subestimarla…

Porque todo comenzó en una gasolinerasin sentido, un día normal como hoy, yterminó siendo algo llamado; familia.

****

—Le zumba las pelotas que nos

Page 947: Adueñándote de mi corazón

tengamos que venir aquí de vacaciones—renegaba

Patri con un calor asfixiante — ¡haycuarenta grados por lo menos!

—¡Hala! No exageras tú ni nada —negaba Berta.

—Pues yo estoy a punto de morir…

Rocío, la última en añadir algo, tocabasu abultada barriga mientras andaban endirección a la casa de unos amigos queCésar y Dmitry conocían desde hacíatiempo.

Entre todos pensaron un sitio para irsede vacaciones, y papelito tras papelito

Page 948: Adueñándote de mi corazón

el nombre de la ciudad de la Tacita deplata salió el primero.

—Vete tú a saber dónde nos llevanestos… —murmuraba Luis por lo bajo— menos

mal que yo en mis tiempos pasados hesido decente.

—Luisssss, que te recuerdo que tú hassido…

Berta cortó a Dmitry con un gesto demano para que no siguiera, la palabra

“mujeriego” se había prohibido, ya queBerta no soportaba oír hablar a todos delas tantas y tantas amantes que tuvo Luis

Page 949: Adueñándote de mi corazón

en sus tiempos mozos.

Tras llegar a una gran verja negra, desdedonde se veía una hermosa playa dearena

fina, todos miraron hacia el interior perono vieron ninguna vivienda que asomaratras los enormes pinos que se alzabanante sus ojos.

—¿Vamos a dormir en un camping? —preguntó Rocío con el horror sembradoen su

cara.

—¿Cómo vamos a dormir en un campingcanija?

Page 950: Adueñándote de mi corazón

Rubén miró a los guías de turno y estosesbozaron una amplia sonrisa que elpobre

no supo descifrar.

—No pensaréis dejar que duerma en elsuelo ¿no? —Alzó una ceja— porque ¡nide

coña!

Mientras Rocío resoplaba, Dmitry tocóel timbre del portero, donde una vozmasculina les atendió a la vez que seabrían sus grandes puertas. La gran piñaascendió por el camino de tierra hastaque sus ojos vieron una bonita casaescondida frente al mar.

Page 951: Adueñándote de mi corazón

—¿Es aquí? —preguntó Saraesperanzada.

—Es aquí —afirmó César con unasonrisa.

Una sonrisa que se intensificó cuando alo lejos, uno de los hombres con los quemás había trabajado en su vida tiempoatrás, salió para recibirlos. Llevabapuestos unos pantalones de deportegrises junto a una camiseta de mangacorta informal, dejando ver su enormebrazo tatuado, y a su lado, una mujermás hermosa que cualquier diosa, seagarraba a su brazo.

—Venid, quiero presentaros a alguien.

Page 952: Adueñándote de mi corazón

Justo en el momento en el que César seabrazaba al hombre que estaba

esperándoles, dos personas másaparecieron por la pequeña puerta quedaba a la playa.

—Madre mía… Se me estánrevolucionando las hormonas con tantobuenorro… —

Añadió Rocío al ver el ambiente.

Rubén la miró de reojo achicando susojos, ella le contestó con una sonrisa deoreja a oreja.

—Pues yo no sabría si tirármelos aellos, o ellas…

Page 953: Adueñándote de mi corazón

Aseguró Patri tan basta como siempre,lo que hizo que estallaran en una grancarcajada, incluso el ruso que loescuchó mientras besaba las dosmejillas de la mujer morena.

—Creo que vamos a tener una semanade vacaciones interesantes, me da a míque

nos van a llenar de anécdotas —murmuró Luis por detrás.

César se hizo a un lado cuando terminóde tocar con cariño la mejilla delhombre

con el brazo tatuado que tenía delante, ala vez que palmeaba su espalda con

Page 954: Adueñándote de mi corazón

esmero.

Todos observaron al ruso y al ladrón sinentender el motivo por el cual a ambosle brillaban los ojos de aquella manera,porque eso significaba seguro, que eranpersonas especiales.

—Me alegro de verte, no sabes cuánto,quiero presentarte a mi familia.

César los nombró uno a uno, y elmisterioso hombre hizo lo mismo…

Page 955: Adueñándote de mi corazón

—Bienvenidos, yo soy Bryan, ella es mimujer Annia y ellos son Max y Meg.

Y entre abrazos y besos, pasaron alinterior de la vivienda donde lesesperaban unas vacaciones que daríanmucho de qué hablar, y sobre todo, quelos uniría más de lo que se imaginaban.

Page 956: Adueñándote de mi corazón

Document Outline0.10.20.30.40.50.612345678

Page 957: Adueñándote de mi corazón

91011121314151617181920212223242526

Page 958: Adueñándote de mi corazón

2728293031323334353637