Abadie, Animal. El Mar y Montevideo

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  • E L M A R Y M O N T E V I D E O A P R O X I M A C I O N H I S T O R I O G R A F I C A

    M E T O D O L O G I C A P R E L I M I N A R

    Por A n i b a l A b a d i e - A i c a r d i

    Al hispanista y americanista Richard Konetzke, historiador rioplatense, editor de Francisco Millau: al maestro y al amigo de aqttel tiempo heroico de nuestro viejo Seminario Historico de la Universidad de Kln.

    Hoy, en sus 70 anos.

    I. E l m a r , e l P l a t a y M o n t e v i d e o

    ( nuestro gran Rio amigo circundandote, el rio amigo, que a todas horas vemos, quin podra olvidarlo?

    Joaquin T o r r e s G a r c i a (Pintor uruguayo, in: La Ciudad sin nombre, Montevideo 1941.)

    No es ciertamente descubrir Montevideo, ni el Plata, ni el mar que, con perdon del poeta, no es su morir sino su vivir mas intenso, la intencion de estas paginas. Ha sido mi inquietud de rioplatense costeno y entrafiado en mi comarca lo que me ha movido a tratar de aclarar, situar, trazar algunas lineas, apoyandolas en ciertas claves documentales y recurriendo a algunas perspectivas geohistoricas. Le-jos de muchas fuentes, con el malaise des lacunes, apremiado por el espacio, he querido rastrear con el lector a traves de diversos testimo-nies, opiniones y datos, a la vez que un esbozo preliminar, un plan-teamiento ms progresivo, mas estrueturado, mas amplio1.

    El Rio de la Plata y su confluencia en el Atlantico es el marco primero de la presente consideracion. En se inscribe historicamente

    !) El presente ensayo bosqueja algunos puntos de un plan mas amplio iniciado en 1962, siendo el suscrito Profesor Encargado del Curso de Historia Moderna de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Montevideo. Otros aspectos apareceran pr

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    la encrucijada de Montevideo bahia, puerto, ciudad, capital con proyeccin a la vez fluvial (entranable, de puerta de la tierra) y oceanica, sobre la rica, problematica, intemperie marina2.

    Ultra et citra, desde esta encrucijada, podemos orientar nuestra inscripcion en un mapa mas comprensivo. Toda America, si la mira-mos de norte a sur, se nos aparece como una isla inmensa, rodeada por cuatro oceanos: el rtico, el Atlantico, el Antartico y el Pacifico. El Rio de la Plata, sobre el Atlantico Sur, constituye conjuntamente con la entrante del mar Caribe y el golfo de Mexico sobre el Atlan-tico Norte una de las dos grandes puertas principales de penetracion y salida de las Indias Occidentales espafiolas. De ahi, pues, la tras-cendencia de la situacion geovial del Plata, en la que en el siglo XVIII vendra a insertarse Montevideo, y que se prolongara, pujante, hasta nuestros dias. Esta insercion implicara para esta ciudad una tension entre la tierra firme y sus rios (el Parana y los rios eponimos de tres republicas actuales: el Plata que da su nombre a la Argentina el Uruguay y el Paraguay) por un lado, y el mar, los oceanos, por otro. En esa tension, llamada desafio oceanico, hemos de ver dos proyec-ciones: la atlantica, inmediata y de vigencia mas prolongada y per-tinaz; la del Pacxfico, mas mediata y con una historia de auge y de-cadencia apasionante y poco estudiada, sobre la que quisieramos de-tenernos algo en otra ocasion. De este escenario derivara Montevideo con su propia reaccion su impronta marinera, en tension receptiva y refractaria a la vez con su traspais fluvial y terrestre, con la patria chica y la patria grande rioplatense.

    2) Para estos aspectos propiamente geograficos y sus implicaciones de espacio y relacion cf., v. gr.: Orestes A r a j , Diccionario geografico . . Montevideo 1900; Elzear S. G i u f f r a , La Republica del Uruguay, Montevideo 1935, pp. 12, 6566, 297 y 299; Jorge C h e b a t a r o f f , Tierra uruguaya. Introduccin a la Geografia fisica, biolgica y humana del Uruguay, Montevideo I960, pp. 5156, 135172, 176206 y Republica Oriental del Uruguay, Brasil s. d., pp. 7, 2534; Homero M a r t i n e z M o n t e r o , Geopolitica del Plata y responsabili-dad derivada sobre la Nacin, Montevideo 1957, pp. 78, 20, 3437; Significaci

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    mediados del siglo X I X un geografo aleman de formacSn hege-liana, Ernst Kapp, relev

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    de l'Amerique, de VAtiantique de la Carriere des Indes*, que sera fundada por Colon. En otra obra suya, el mismo C h a u n u habla con grafico humor de la voie des sages de Vasco da Gama (1498) y la voie d'un fou, par l'ouest, puisque la terre est ronde de Colon (1492). Y en la admirable obra, que obliga la gratitud de los hispa-noamericanistas, de que son autores Huguette y Pierre C h a u n u , recogemos una viva nocion de estos inicios atlanticos: En son premier siecle et demi d'histoire, l'Atiantique transversal, sans passe primero, y, mas adelante, immense, vide, l'echelle de nos exigences, mais deja un peu humanise, de temps a autre sillone de navires dans quel-ques Stroits couloirs, presque conquis, borde d'iles avec leurs ports et leurs peuples nomades de mar ins''.

    Michel M o l l a t 8 el mapa de estos primeros tiempos atlanticos se le revela asi: Au-del du sud marocain, au-del des Aqores, com-mence le royaume du mystere et de la fortune, ... le secteur des mers nouvelles, objets du monopole jaloux des Espagnols et des Portu-gals.

    Es una historia larga y heroica en la que se va pasando, de l'Atlan-tiqueaventure a VAtiantiquecommerce. La division, si no se hace de ella un esquema rigido agreguemos es grafica y util. Se opera un desplazamiento del eje mayor maritimo del Mediterraneo al Atlantico. Sevilla, Lisboa, Amberes, La Rochelle, Saint Malo, Bri-stol, Londres, Amsterdam, seran algunos de los nuevos emporios9. Y hoy en dia vemos, presidiendo el puerto mediterraneo de Barcelona el monumento al mediterraneo Colon, responsable historico de ese giro. Sugestiva y justiciera presencia que enlaza el mar y el oceano como dos momentos de la misma empresa de ampliacion del horizonte maritimo occidental.

    Carl S c h m i t t 1 0 observa: Surgen entonces nuevas proporciones 5) Pierre C h a u n u , L'Amerique et les A n t i q u e s , Paris 1964, p. 61. ) Pierre C h a u n u , Histoire de l'Amerique Latine, Paris 1964, p. 8. Cf.

    quoque: Richard K o n e t z k e , Das spanische Weltreich. Grundlagen und Ent-stehung, Mnchen 1943, passim; y, Entdecker und Eroberer Amerikas. Von Christoph Kolumbus bis Hernan Cortes, Frankfurt und Hamburg 1963, pp. 1225 y 4452.

    7) Huguette et Pierre C h a u n u , Seville et l'Atlantique: 15041650, Paris 1955, tome I, pp. 2021.

    8) Michel M o l l a t , Le commerce maritime normand la fin du Moyen-Age, Paris 1952, p. 249.

    ) Claude D e l m a s , Le Monde Atiantique, Paris 1955, pp. 16 y 23. 10) Carl S c h m i t t , Tierra y Mar. Consideraciones sobre la Historia Uni-

    versal, Madrid 1952, p. 58.

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    medidas de la actividad historico-polxtica, nuevas ciencias, nuevas ordenaciones, vida nueva de pueblos nuevos que vuelven a nacer. El ensanchamiento puede ser tan grande, tan sorprendente, que cam-bien no solo proporciones y medidas, no unicamente el horizonte ex-terno del hombre, sino la estructura del concepto mismo del espacio.

    En imagen de F. r a u d e 1 el Atlantico queda como el centre horloge du monde nouveauu. Y D e l m as pone el acento sobre ce monde atlantique dont I'affirmation apparait ... comme un des traits les plus importants du monde moderne12. De ahi el interes fecundo que la nueva historiografia, segun expresara uno de sus mas eminentes maestros, Lucien F e b r e , prestara a ... ces etudes de relations maritimes, ces reconstitutions d'histoires des oceans con-siders comme des etres veritables, des personnages historiques, des facteurs primordiaux de l'effort solidaire des hommes, ces etudes si neuves que des generations d'historiens a qui ne manquaient ni I'apti-tude au labeur, ni I'intelligence, n'ont jamais songe a nous donner pen-dant des siecles..

    Permitasenos, por el valor fermental de reflexion y aplicacion historiografica que tienen para el mundo hispanoamericano, hacer presentes aqui algunas ideas de B r a u d e l 1 4 sobre el Mediterraneo que mutatis mutandis se adentran vigorosamente en nuestro tema. Dice asi este maestro: Porque esta unidad humana hacia la que se orienta nuestro libro y que de antemano traza los limites y el sentido de esta obra, no es simplemente obra de la naturaleza, mas especifica-mente, de las aguas del Mediterraneo. El agua es, sin duda, todo lo que se ha dicho que es: union, transporte, intercambio y acercamiento; pero a condicion de que el hombre consienta en ello y mas aun, a condicion de que este dispuesto a pagar lo que cuesta. El mar tambien es, y lo ha sido durante largo tiempo, una separacion, un obstaculo, barrera que ha sido menester franquear. Y esta victoria no es de las que se obtienen de una vez y para siempre; ha representado y sigue representando un esfuerzo continuo, una hazana sin cesar reno-

    u ) F. r a u d e 1, en: Annales, Janvier-Mars, Paris 1953, p. 73. !2) D e 1 m a s , op. cit., p. 5. 13) Lucien F e b r e , Priface C h a u u , Seville et 1'Atlantique . . ., tome I,

    p. XV. 1 4) F. r a u d e 1, El Mediterraneo y el mundo mediterrineo en la ipoca de

    Felipe II, Mixico 1953, 2 vols., tomo I, passim.

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    vada . . . No es el mar el que une las regiones del Mediterraneo; son los pueblos del mar. Verdad evidente y banal, que, sin embargo, es necesario repetir, ante un tema como este, donde tantas formulas e imagenes de una poesia facil y desorientadora suelen derramarse tan generosamente [pp. 255256].

    Y pone el acento, con L. F e b r e , en las rutas, y luego en las escalas y las ciudades en esas rutas. En un marco similar podriamos, con sus palabras, situar a Montevideo en el Atlantico: . . . es un espacio-movimiento vasto, vivo y eficaz . . . Sin las rutas, jcomo seria posible todo es to? . . . No hay rutas de tierra de mar sin sus etapas . . . La mayor parte de las veces estas paradas, estos refugios sin los que no habria rutas vivas, son ciudades, grandes altos hacia los cuales se marcha con ansia y a los cuales se llega con alegria y con un senti-miento rayano en la gratitud . . . la unidad humana . . . [esta dada], a la vez, [por] esta red de rutas y este espacio urbano, estas lineas y estos centros de fuerza. Ciudades y rutas forman un solo y unico aspecto del equipo humano del espacio . . . Agitada desde un principio por los grandes traficos, la vida mediterranea tenia el privilegio de tocar universos diferentes y de reunirlos, atrayendolos [pp. 257258] . . . La vida de la ruta lo gobierna y lo abarca todo. ,jDeclina prospera la ruta? Los comercios, las ciudades y los Estados decaen florecen con ella [p. 260] . . . Las ciudades viven siempre de una apropiacion del espacio. Son verdaderas colmenas, que enjambran y construyen hasta lejos, muy lejos . . . puntos inmoviles en el mapa, se nutren de movimientos... Toda ciudad esta . . . hecha de movimientos, que atrae y absorbe, reteniendolos en beneficio suyo, acumulandolos para ex-pelerlos despues . . . por las mismas rutas por las que vinieron [pp. 279280] . . . Todos los bienes materiales e inmateriales arriban a las ciudades por las rutas . . . A su paso, la ruta va distribuyendo sus faenas entre estas ciudades, como obreros que trabajasen en cadena [p. 281] . . . Tambien se ve claro como las grandes ciudades se alzan en el cruce de las grandes rutas. No nacen forzosamente de su con-fluencia y por el solo hecho de la encrucijada, . . . pero si viven de ella . . . Y es que el encuentro de las rutas senala, con harta frecuencia, un cambio en los medios de transporte, y por ende, un alto obligatorio [p . 282].

    Veremos en otro lugar como los diversos viajeros por el Plata y la bahia puerto de Montevideo, desde el siglo XVI hasta nuestros dias,

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    coincidiran en ilustrar con sus testimonios estas profundas observacio-nes. Y entonces nos referiremos a lo mucho que debe nuestra historia general y maritima al relevamiento que en obras tan llenas a la vez de disciplina como de devocion y atractivo, han hecho, v. gr., Mario F a l c a o E s p a l t e r , Horacio A r r e d o n d o , Jacques D u p r e y , Ariosto D. G o n z a l e z . Pero recojamos aqui todavia algunas re-flexiones de B r a u d e l que nos habran de orientar mas adelante en esta labor y nos ayudaran ahora en nuestro intento de esbozar este cuadro introductorio: No hay un solo puerto que no sea al mismo tiempo la terminal de una ruta de tierra de agua dulce . . . Genova es hija, tanto como de sus navios, de los convoyes muleteros. . . [pp. 282283] . . . Las ciudades son grandes almacenes, organizaciones de transporte, tiendas, familias de comerciantes y revendedores. La vida comercial lo mueve y transporta todo, llevando de un lado a otro la simiente de la actividad industrial, como el viento arrastra lejos las semillas [p. 285] . . . Lo esencial era senalar el obsesionante lugar que las ciudades ocupan en la historia del mar . . . Las ciudades son una escuela de envidia y de pompa [pp. 315316].

    Y tambien viajan los bienes culturales, los de uso diario y los mas inesperados, a todas horas, acompanando al hombre [p. 599].

    El Plata, ruta fluvial, llega, desde lo hondo de la tierra hasta la periferia meridional de este mundo atlantico, a articularse e incor-p o r a t e a el, al ser surcado por las proas del descubridor del siglo XVI. La composicion de el en este complejo geohistorico se har bajo diversos y sucesivos nombres, algunos de los cuales coincidiran ya con los cronistas, historiadores, viajeros y geografos en recoger como su nota ms senalada la de su anchura sin igual. El viejo Parana Guazti (Para: mar; na: parecido; guazti: grande): rio grande como mar, de los indigenas, sera el Mar Dulce para Solis; el Rio de Solis, que hon-rara su memoria luego de su muerte en sus riberas y Rio de la Plata finalmente, como impropio y duradero rastro de aquel relumbron de sus tiempos viejos que concentro en sus tierras riquezas argentinas que venian de lejanas regiones.

    Las bases urbanas regionales de esta composicion se remontan a la primera y precaria fundacion del fuerte de Buenos Aires (1536), la fundaci

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    El historiador brasilero Alvaro T e i x e i r a S o a r e s 1 5 senalo en una excelente conferencia que tuvimos el placer de oir personalmente: Quien se propusiera escribir una historia del rio de la Plata, como Lengeyl lo hizo con el Danubio, Caryl Haskins con el Amazonas German Arciniegas con el mar de las Antillas, por cierto que propor-cionaria una obra de gran interes. Prestar a esa cuenca una persona-lidad historica constituye por cierto un asunto realmente fascinante. Un gran rio, como el Nilo, el Danubio el Rin, rios verdaderamente historicos, tienen siempre una vida autonoma, una personalidad pro-pia. Pueden ser estudiados como verdaderas figuras humanas . . . En nuestra bibliografia, poco existe sobre la cuenca del Plata, considerada en su aspecto politico, economico historico. Aparte de los trabajos de Oliveira Lima, Helio Lobo Armando Duval, nuestra bibliografia es pobre [pp. 5556] . . . Si el rio de la Plata fuese una personalidad que tuviera algo de humano, podrfa revelarnos, a traves de la historia, ensefianzas admirables, desde aquel remoto instante en que la Cruz de Cristo fue plantada sobre la margen platina, senalando el comienzo de la obra de la colonizacion a traves de innumerables peligros. Nos con-taria de la dramatizacion de la fundacion de las primeras villas, con sus defensas rudimentales, rodeando la iglesia y el cabildo y resguardando-les de los asaltos de los interlopers extranjeros; la lucha epica por el do-minio del suelo, por el amano de la tierra, por la cria del ganado; el des-envolvimiento de lasociedad colonial, adquiriendo lentamente unafiso-nomia psicologica tipicamente americana, y sintiendo ya confianza en sus recursos. Nos contaria de las luchas por la independencia con la llegada de los constructors de nuevas patrias; la historia del enrique-cimiento de la burguesia de Buenos Aires, sefiora entonces de las llaves de los rios, y de Montevideo; el fenomeno de Rosas, obedeciendo a un llamado subterraneo y unanimista del gaucho; la obra de Urquiza y Mitre; la conquista de la Patagonia y la contribucion de la emigracion espanola e italiana; el desarrollo de la cria del ganado y de la agricul-tura; la transformacion de las estancias patriarcales en estancias in-dustrializadas. Todo eso, a traves de trescientos y pocos anos ven-ciendo las contingencias del medio fisico, desenvolviendo riquezas y probando que al influjo generoso de la vieja tradicion castellana, como sucedi

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    constituyen hoy dia un ejemplo interesante de la capacidad de organi-zation, capacidad de absorcion de emigrantes europeos y capacidad de creacion de nuevos bienes materiales [p. 64].

    Interesantes reflexiones que, con otras diversas, hemos ido recogien-do en estas paginas con el animo de trazar someramente, de manera incompleta y preliminar, un esbozo del estado historiografico de la cuestion para situarnos mejor en nuestro tema. Anadamos solamente que, quien quiera llevar adelante estos proyectos con solidez y buen criterio, ha de superar a la vez la atomizacion de cronicon y de tipo positivista de los datos y el peligro de los simplismos y las esquemati-zaciones deformantes. De estas ultimas s

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    dades historicas, como tampoco lo puede ser el nacimiento de un Montevideo hijo meramente de una geografia maritima marcial y / mercurial.

    Hay trabajos rioplatenses de valia y de interes en los que encontra-mos a veces en el mismo autor y obra simplificaciones de tipo de-terminista geopolitico, asi como afirmaciones contrarias y aun con-tradictorias18.

    En cuanto a la Geopolitica mas menos ortodoxa (y no pensamos solo en la alemana y en la nacionalsocialista, sino, tambien con J . V i c e n s V i v e s 1 9 y Oskar K h l e r 2 0 en la del sueco R. Kjellen, el ingles . Mackinder, los norteamericanos . T. Mahan y N. J . Spykman, etc.), tan rica en lecciones, no puede, sin embargo, encerrar-nos en sus aparentes leyes de hierro. Porque tras ellas hay exceso de relatividad, de contradicciones internas y de imprevisiones graves. Y tambien, en diversos planteamientos, un fondo confuso de incohe-rencia radical entre estos elementos normativos de un determinismo naturalistico y las categorias subjetivas, el designio consciente, la libre eleccion. No convence esa especie de conciliacion de ultima hora de estas leyes inflexibles, con un concepto voluntarista y mitico de la libertad del hombre de ciertos hombres, con la voz del pueblo y de la sangre21. No es facil dejar de evocar los estragos que la experiencia historica ha revelado y revela puede causar esta mentalidad cuando es instrumentada por grandes potencias: Vestigia ... terrent! Hay demasiada verdad en la lamentacion de Leon Bloy de que se vive entre lugares comunes y brutalidades.

    Un ultimo aspecto metodologico reclama ahora nuestra atencion. Se ha dicho que la Geopolitica es una materia fronteriza entre la Geo-

    18) Cf. v. gr.: Justo P a s t o r B e n i t e z , Temas de la Cuenca del Plata, Montevideo 1949, p. 25. . M a r t i n e z M o n t e r o , Significacin mari-tima . . .: ora en pp. 11, 17, 19, 32, 74, 75, ora en pp. 1316, 24, 29, 32; y, Geopolitica del Plata . . .: ora en pp. 7, 18, 23, 24, 31, ora en pp. 710, 18, 3437. J . M. F e r n n d e z - S a l d a f i a e Ing. Eduardo G a r c i a d e Z i i f i i g a , Historia del Puerto de Montevideo, Montevideo 1939: I Parte, hasta 1887 por J . M. F. S. y II Parte, hasta 1931, por E. G. de .: en la I Parte su autor incurre en determinismo a pp. 3 y 5 y se libera de a p. 4.

    l e ) J . V i c e n s V i v e s , Tratado General de Geopolitica, Upiversidad de Bar-celona, 2. ed., 1956, pp. 46 ss.

    20) Oskar K h l e r , Raum und Gesdiidite, en: Saeculum. Jahrbudi fr Univer-salgeschichte XIV, Mnchen 1963, pp. 383-428. Cf. p. 403.

    2 1) Cf. v. g r . : R . H e n n i g y L . K r h o l z , Introduccin a la Geopolitica, Buenos Aires 1941, pp. 232 ss.

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    grafia, la Ciencia del Estado, la Historia y la Sociologia. Pero, su-perando sus limitaciones, en consideraciones que, al decir de Her-mann e 11 e r 22, se insertarian en esta dificil zona intermedia entre la ciencia de la cultura y la ciencia de la naturaleza, no podriamos dejar de atender de manera significativa los aspectos culturales. Por eso coincidimos con O. K h l e r cuando sostiene que: Die Problem-geschichte der Geographie bietet ein interessantes Kapitel der Geistes-geschichte und der Geschichte des politischen Denkens>23.

    Acerquemonos ahora a Montevideo desde el mar, desde este marco oceanico que nos llevo hasta el. Y detengamonos aqui, recordando el voto por ver escrita una historia cabal de Montevideo que ha hecho un maestro de inspiracion generosa, Juan E. P i v e l D e v o t o 2 4 a l proponer: Una historia en la que sean estudiados, conjuntamente con los origenes del presidio que fue Montevideo, las luchas por el dominio del Rio de la Plata que determinaron su fundacion; el destino militar del Real San Felipe, la mision que cumplio como plaza fuerte; el esfuerzo de sus pobladores para conquistar y extender el dominio de la jurisdiccin terrestre; la vida del puerto, la rivalidad con Buenos Aires, los azares del contrabando y la mision del apostadero; una historia que explique el papel que le cupo a Montevideo en el proceso de la independencia nacional y en la etapa previa de las Invasiones Inglesas, el espiritu portuario que animo a sus dirigentes y su aversion a los caudillos; una historia que estudie sin pasin el destino politico, militar y economico de la ciudad de Montevideo en la conjuncion de intereses y de ideas que origin

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    de la escena de ambiente y sefiale, a la vez, las corrientes inmigratorias que contribuyeron a la formacion de una sociedad plastica y receptiva, sensible a todas las corrientes del pensamiento universal.

    II. U n t e m a y v a r i o s a u t o r e s

    Homero M a r t i n e z M o n t e r o 2 5 , al estudiar la significacion maritima del Montevideo de los siglos XVIII y XIX , afirma que antes de sus propios trabajos en el Museo Naval de Madrid y en el Archivo Alvaro de Bazan: El tema existia, pero su estudio cabal era imposible por cuanto una parte fundamental de la documentacion correspondiente debia buscarse en los archivos espanoles. Esta afir-macion envuelve, a nuestro parecer, aspectos positivos dignos de ser directamente recibidos y otros algo desajustados que conviene, asi-mismo, considerar. Hagamoslo asi, no por via de digresion, ya que no lo es, e incluso si acaso lo fuera porque creemos deben ser acepta-das como centrales las digresiones que, en un planteamiento histrico, releven aspectos historiograficos relacionados, unque no sea intima-mente con el mismo, y que sean procedentes en cuanto al cumplimiento de la ingrata pero siempre necesaria obligaci

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    aspectos politicos y culturales medievales, contrarreformistas, deci-mononicos de mas reciente actualidad, con argumentos mas menos respetables (segun el tipo de planteamiento y su solidez en relaci

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    reservas, si echamos una primera mirada sobre la historiografia nacio-nal, llegamos ya a una conclusion mas positiva que la expresada por Martinez al decir escuetamente el tema existia, formula que nos resulta reticente hasta la injusticia.

    El tema existia, si, y son numerosos los testimonios al respecto, in-cluso en las fuentes subsidiarias. Pobre a veces en documentacion planteamiento; vacilante descentrado otras; deducible otras por el absurdo, por aquella agresiva ausencia que Ortega observo en las piedras saltadas del viejo mosaico romano. Solida y brillantemente esbozado en otras, existia, y procede verificarlo. Y precede tambien pensar en un por que mas hondo que el de la mera distancia de los fondos documentales escritos, tratando de hallar una explicacion mas plena de lo menguado de su desarrollo.

    Lamento no disponer ahora de todo el material documental y bi-bliografico que hubiera querido revisar para tener un panorama mas completo y hacer, ademas, justicia a todos aquellos historiadores, escritores, periodistas, funcionarios, politicos, militares y marinos, artistas, que entrevieron, vieron e incluso trataron, breve y a menudo acertadamente, el problema. A todos ellos, a los efectos de nuestro tema, podemos considerarlos como autores, en el sentido etimologico profundo que tiene la palabra auctor, sea el que aumenta, el que hace avanzar.

    Intentare hoy bloqueado por la distancia de las fuentes y las consultas un primer acercamiento a ellos. Un acercamiento a todos estos ausentes, meritorios incluso cuando su posicion haya sido negativa, por cuanto dejaron el testimonio de una actitud digna de ser analizada. Sera pues una revision incompleta, y asi lo declare desde ya, anticipandome al eventual reproche de ser injusto con autores que por razones de fuerza mayor no he podido consultar a este respecto. Y la mas garrafal de estas ausencias sera, a no dudarlo, la de Don Pablo B a n c o A c e v e d o en la que es quiz su obra capital26. Al dejar esta constancia lo hago con el animo de completar esta resena tan pronto me sea dado salvar las dificultades materiales aludidas. Entretanto, me acerco al tema escudado en un pragmatico apotegma: el de que lo mejor es enemigo de lo bueno; o, por si ello pudiera resultar pretencioso de mi parte en su formulacion, quiza por-

    2) Pablo B a n c o A c e v e d o , El Gobierno colonial en el Uruguay y los origenes de la Nacionalidad, Montevideo 1929.

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    que repiquetea en mi animo aquella verdad a medias de Sarmiento de que las cosas hay que hacerlas, hacerlas mal, pero hacerlas. Con este animo, batido de razones y sinrazones, paso pues adelante.

    III . E l P l a t a : ^ B a r r e r a p u e r t a de l a t i e r r a ?

    Francisco B a u a (18511899)27, el principe de nuestros historia-dores, no capto cabalmente, nos parece, pese a su clara y solida in-teligencia, este tema. Su interpretacion de la llegada de Solis al Plata (1516) significa ya parte de su perspectiva: Espana acababa de mar-car la huella de una nueva conquista, y las tierras del Uruguay, hasta entonces amuralladas por la barrera del Oceano, descubrian su punto vulnerable en esa misma barrera (III, 93).

    El autor, en esta caracterizacion sintetica del descubrimiento rio-platense, pone pues el acento en dos aspectos. El primero es el de dicho descubrimiento como nueva huella jal

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    Ganges, el Tigris el Eufrates; el Nilo, el Senegal, el Niger, el Congo el Zambeza; el Danubio, el Rodano, el Rin, el Escalda, el Elba el Volga; el San Lorenzo, el Misisipi, el Orinoco, el Amazonas, el San Francisco), solo y unilateralmente como una brecha, como una curia de penetraci

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    miento despejado y preciso de la geografia de esta inmensa region. Pero tambien se puede ver tras ellas, si bien se lee, una borrosa pero certera perspectiva unitaria, a la que se llega tal vez por el impacto abrumador que produce en los primeros exploradores, conquistadores y colonizadores, la avenida de todos esos rios, que se van descubriendo y entretejiendo como la trama de una gran red que confluye hacia el Plata, que es desde donde se va por lo general internando en ellos la mirada de los expedicionarios, venidos del oceano, aportando bordeando aguas montevideanas. Quiza hemos de ver en esto un aspecto de lo que K. Dunkmann llamo los efectos sintetizadores del paisaje. Resulta sumamente interesante ir leyendo este proceso desde Del Barco Centenera a Azara, por ejemplo.

    A partir de aperturas tales como esta de Solis que revel6 a la vez el mar y la tierra surgio y ha de prosperar todavia la vieja idea de las puertas de la tierra, del aperire terrain gentibus, en doble camino, desde y hacia el mar, como disputando al nantuckes de la enjundiosa novela de Herman M e l v i l l e 3 0 el privilegio de que su gente sea la unica que . . . reside y se refocila en el mar, y esto, dicho a la manera biblica, arandolo en un sentido y el otro, como si fuera su propia hacienda.

    Jose A r t i g a s (17641850) caudillo oriental y del federalismo rioplatense tuvo una politica local y regional amplia, basada en las autonomias provinciales y en su vinculacion por pactos en un marco federal. Y tuvo una vision rioplatense terrestre y fluvial bien probada, articulada con un pensamiento maritimo, como lo revelan, v. gr., su tratado con Inglaterra y su adopcion del corso en su guerra defensiva contra la expansion portuguesa.

    El Paraguayo Independiente, periodico de Carlos Antonio Lopez, hablando en el siglo XIX por el Paraguay, proclamaba: . . . no somos una potencia extrana a las aguas del Parana, y, en 1811, el Dr. Fran-cia reivindicaba el rio camino libre para su tierra. Era el mismo animo que movia a la Cancilleria paraguaya, en su Nota del 25. VII. 1845, a sostener: La Providencia ha creado las corrientes del Para-guay y Parana para la comunicacion y comercio de las regiones inter-iores: que sus altos designios se cumplan.

    Las vicisitudes de la conexion de esas regiones interiores con la

    so) Herman M e l v i l l e , Mobby Dick, Barcelona, pp. 4951.

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    natural doble via rioplatense constituyen una de las constantes de la historia de la Argentina, el Brasil, el Paraguay y el Uruguay.

    En ese marco es que el marino paraguayo Jose a vete-rano de la Guerra del Chaco ve el estuario rioplatense como una masa de agua, un volumen de energia formado por los rios interiores y una prolongation del mar Atlantico hasta las bocas del Parana; estuario que tiene su hinterland que es por antonomasia el Paraguay, el Brasil y Bolivia. De ahi que, segun sus palabras, todas estas aguas integran un mismo caudal hidraulico. Es todo esto lo que recoge Justo P a s t o r B e n i t e z para presentar al Plata como la con-fluencia de otros [rios] que atraviesan diversos Estados31.

    Entre la gran olla del Plata, la mesopotamia argentino-para-guaya y el mar abierto, hay pues un flujo reciproco y una continuidad geografica e historica, que no quedan expresados en la vision quie-tista, acotada y unilateral del acceso a las tierras del Uruguay por la quiebra de la barrera del oceano, que sirve a Bauza de imagen sinte-tica para caracterizar su ingreso historico al mundo oceanico, que se va abriendo ante el descubridor de 1516. Y ello se corrobora con la consideracion del punto de vista mismo de este. Porque Solis, como tantos de sus companeros en otras aguas y tierras de Indias, buscaba el paso y comunicacion del Mar del Norte indiano con el Mar del Sur descubierto por Baiboa en 1513, paso que recien habria de hallar Magallanes (15191520). Y esta perspectiva implicaba una tension mayor y mas rica que la que queda encerrada en la imagen del maestro.

    En esa busqueda golfo tras golfo, cuenca tras cuenca, como apunto Gonzague d e R e y n o l d para el caso del Mediterraneo32

    y con ese hallazgo, se fue modelando, inventando, ademas, el perfil continental de America. Pierre D e f f o n t a i n e s ha descrito muy bien este proceso, con su palabra plastica y segura: Se hizo el des-cubrimiento de America solo al rebasar la barrera, para pasar al otro lado. Los descubridores se detenian en la desembocadura de cada rio creyendo haber encontrado el tan buscado paso hacia el Oeste; los lusitanos, en el Amazonas; los ingleses, en la Bahia de Hudson; los franceses, en la desembocadura del San Lorenzo; los espanoles, por ultimo, encontraran con Magallanes el paso, pero por debajo de los

    3) Justo P a s t o r B e n i t e z , Temas . . ., pp. 34, 38, 3940, 4647 y 39 respectivamente.

    '2) Gonzague d e R e y n o l d , La formacin de Europa, I, p. 181.

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    50 de latitud sur. . . . Los europeos llegados a America se vieron desorientados por la concepci

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    Luis D i e z d e l C o r r a l 3 4 , uno de los mas finos y sugestivos ensayistas espafioles actuales, aduce en breves lineas, a proposito de la mentalidad marina en el arte antiguo, algunas interesantes reflexiones que deriva de los antecedentes lingisticos de la palabra mar en otras lenguas. El pantah (camino); el (pontos) griego, puente que coteja con el pons latino le permiten referirse al aspecto aproxi-mador del mar, aspecto esencial a tener en cuenta para atemperar la nocin cortante del mar como barrera (barrera con puntos vulnera-bles) que capto, quiza mas por la via plastica de la imagen que por la intelectual, a a u z a.

    H. G. W e l l s 3 7 se refirio tambien a la barrera de plata (silver streak) del mar que rodea a Inglaterra. No se si influyo en el la imagen del bastion que Shakespeare vio en Albion:

    joya en un mar de plata engarzada que el servicio de muralla presta, y el de foso que la morada protege.

    Ignoro asimismo si a u z a , hombre de letras hondas y refinadas, pudo haber derivado del plastico dramaturgo su imagen rioplatense. Pero, en cuanto a lo que su imagen comporta, tal cual la estampo en las lineas que comentamos, nos parece de todos modos prudente senalar sus limitaciones. Por lo que se refiere al caso historico de Ing-laterra y su splendid isolation tras su barrera de plata marina, no podemos tampoco quedarnos con esa presentacion superficial. En otro lugar nos referiremos a el, con la intencion de aclarar algunos puntos de nuestro pasado, intentando una aproximacion que pudiera resultar ilustrativa.

    IV. Q u i e t a m o v e r e

    Mas adelante, en otra parte de su medular obra, al analizar B a u z a el trafico maritimo de alta mar y el de cabotaje en 1802, expone de manera compacta una serie de conclusiones, en varias de las cuales vemos aspectos que nos parecen fragiles e incluso poco defen-dibles. Dice el texto a que nos referimos:

    Asi, la mayor amplitud de comerciar subsanaba en parte el gran

    3e) Luis D i e z d e l C o r r a l , Ensayos . . p. 90. 37) H. G. W e 11 s , The Outline of History. Being a Plain History of Life and

    Mankind, New York 1921, p. 803.

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    mal que nos hiciera Espafia con matar los instintos marinos de la poblacion primitiva del Uruguay, y preparaba los medios de explotar esa tupida red de rios cuya utilizacion sera la que decida nuestro por-venir38.

    Digamos ante todo que compartimos plenamente su conclusion final, que valoriza el Camino de los rios y su futuro. Resulta, ademas, de una punzante actualidad, y su reflexion, sobre hechos basicos y evidencias que rompen los ojos, es altamente recomendable. Tenemos ya aqui una perspectiva mas penetrante y amplia que la que surgia del fragmento en el que habiamos detenido antes la atencion del lector. Enhebrando estas dos reflexiones, estos dos momentos de su obra, podemos relevar ya una existencia evidente en el pensamiento de a u a del problema que nos atrajo a escribir estas lineas.

    El desarrollo es minimo, casi imperceptible a la mirada de quien le busque esperando hallarle con el debido relieve, pero el tema existe. a u a en su obra tuvo, por una parte, nocion clara de la vigencia de la cuenca fluvial rioplatense y, por otra, parece haber entrevisto visto la perspectiva maritima de una manera mas amplia que la que llego a expresar por escrito, que, por lo que al texto antes propuesto se refiere es, a nuestra manera de ver, superficial y poco feliz.

    Es de lamentar que el ilustre maestro no haya aplicado su solido talento a desarrollar mas extensamente un tema tan capital. Pero decimos que lo lamentamos, pero no lo culpamos por ello. Lo lamenta-mos, porque pensamos en el aporte que, de haberse inclinado sobre el tema, podria haber hecho, contribuyendo al esclarecimiento de nuestro pasado e, incluso por la suscitacion de ideas de nuestro porvenir.

    Pero, teniendo ante nosotros su magnifica obra de historiador, de escritor y de estadista, en la que prodigo en su breve vida tanta ener-gia fecunda, seria injusta y temeraria pretension reprocharle lo no realizado, cuando tanto es lo realizado.

    Por otra parte, es preciso no dejar de tener en cuenta su obra dentro del estadio historiografico de su epoca. Tulio a 1 e r 3 9 , en una interesante conferencia que no se si ha sido publicada se refirio al relativo arcaismo de la cultura propiamente historica de los historia-

    3 8 ) B a u z a , Historia de la dominacin espanola . . ., III, p. 371. 39) Tulio H a l p e r i n , La investigaci6n hist

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    dores rioplatenses de la epoca mitrista. No me propongo ni comparar, ni simultanear a B a u z a con Bartolome Mitre (18211906), lo cual resultaria improcedente, aunque un cotejo pudiera resultar sumante interesante. Lo que si quiero, es recoger la sagaz observacion de a 1 e r i . Y, al hacerlo, se puede ver que la figura de a u a se destaca notoriamente con una selecta minoria por haber sabido unir una erudicion laboriosa y bien templada a una inteligencia cultivada con coherencia.

    Hay en un librito de Eugenio d' r s 4 0 sobre tema muy distinto, una reflexion que deberia considerarse norma de trabajo por todos los historiadores. Dice asi, con esplendido laconismo, este escritor: El conocimiento concreto, la noticia, nos da la mitad del saber; la clasi-ficacion, el orden, la otra mitad. Lo primero satisface a nuestro im-petu de curiosidad; lo segundo a nuestra exigencia de razon.

    Pero esta sabia leccion no tenia vigencia general en una epoca en la que regia (pero, jha dejado acaso hoy aun de hacerlo?) la que Michelet, con incisiva y certera ironia denomino histoire-bataille, caracterizable por una especie de tropismo agudo hacia los hechos militares. Y criticamos esto como exceso, no como ingrediente a rele-var, como rama de especializacion historica.

    Era un momento en que, adems, a esta tesitura se venia a agre-gar otro tropismo absorbentemente politico o, cuanto mas, politico-institucional, que oscilaba entre una concepcion de la historia politica que yo calificaria de cuerpo a cuerpo y un acartonamiento supers-ticioso de lo institucional.

    Con todo esto, el horizonte historico se presentaba atomizado, dis-perso en un cumulo imponente pero sin configuracion ni inteligibili-dad, y, ademas, almidonado, falsamente retorico y muy distante del hombre: libre, espiritual y situado en un escenario tenso de presiones favorables contrarias.

    El cuadro se completaba con la presencia cotizadisima y dis-tinta de los historiadores improvisados, periodisticos compro-metidos en presentar visiones interesadas panormicas.

    Situado en esta atmxisfera, y sufriendo a menudo el influjo de algunas de estas limitaciones ambientales, B a u z a surge, sin embar-go reparos y objeciones aparte como figura sefiera. De ahi la vigencia de su obra mayor, cuya reedicion seria interesante enca-

    40) Eugenio d ' r s , Tres horas en el Museo del Prado, p. 11.

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    rar, como tambien lo seria la de otro gran historiador hispanoameri-cano, el mexicano Lucas Alaman (17921853). Y reiteramos que no entramos aqui en comparaciones 7 distingos, solidaridades criticas a sus respectivas concepciones, a menudo discutibles, sino que nos cefiimos a apuntar la calidad de las obras y la importancia derivada de la presencia que ellas encarnan de una historiografia madura y sol-vente, nacida y desenvuelta en un ambiente que poco se prestaba a comprenderla y sostenerla.

    V. E n t o r n o a l o s i n s t i n t o s m a r i n o s r i o p l a t e n s e s

    Volvamos ahora al texto que estabamos considerando y examine-mos algunos otros aspectos. De inmediato llama la atencion una cosa:

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    instintos marinos de la poblacuSn primitiva del Uruguay que, al decir de nuestro autor, habrian sido muertos por Espana, causandonos asi un gran mal.

    No nos conforma B a u z a con esta referencia tan de paso como asertiva a los dichos instintos marinos. Su formulackSn, meramente verbal, es directa y veloz, le da un tono de cosa consabida, apodictica, sin apoyarla en una explicacion e ilustracion condigna. Lo que en realidad hace es afirmar categoricamente aquellos instintos y seguir adelante, dando con ello por resuelto sin dudas ni matices siquiera uno de los puntos mas delicados e importantes del conocimiento historico: el de la relacion de lo historico y lo sicologico. Ante aspecto tan capital, permitasenos optar por la prudencia magistral de Fernand Braudel: Apres la geographie, la sociologie et l'economie, la Psy-chologie nous oblige a une derniere confrontation. A cette difference pres que la Psychologie collective 'est pas une science aussi sure d'elle, aussi riche de resultats que les sciences de l'homme mises jusqu'ici en cause. Elle s'est rarement aventuree sur les chemins de l'histoire. ... Psychisme collectif, prises de conscience, mentalite ou outillage mental? On ne saurait choisir entre les termes que propose le long titre de ce paragraphe [Les civilisations sont des mentalites collectives]. Et ces hesitations de langage signalent la jeunesse meme de la Psycho-logie collective.... Ces valeurs fondamentales, ces structures psycholo-giques sont assurement ce que les civilisations ont de mo ins com-municable les unes l'egard des autres, ce qui les isole et les dis-tingue le mieux. Et ces mentalites sont egalement peu sensibles aux atteintes du temps. Elles varient lentement, ne se transforment qu'apres de longues incubations, peu conscientes elles aussi*1.

    La simplificacion por la mera disposici6n verbal abstracta no es simplificacion. Bien exhorta Alfred W e b e r a evitar cuidadosamente todas aquellas generalizaciones que, si bien son deslumbrantes, contri-buyen a ocultar la magnitud compleja de la historia42.

    Asi como se puede reconocer que el habito no hace al monje siempre que se reserve un margen de contingencia para los casos en que si lo haga de manera semejante, y con parecido alcance, podria-mos decir que la costa no hace al marino. El recordado catedratico de

    41) S. B a i l i e F. B r a u d e l R. P h i l i p p e , Le Monde actuel. Histoire & Civilisations, Paris 1963, pp. 158159.

    42) Alfred W e b e r , Historia de la Cultura [Kulturgeschichte als Kultursozio-logie], Mexico 1965, Prefacio, p. 7.

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    Barcelona J. V i c e n s V i v e s se pronuncia asi sobre este problema: Por definicion zona de contacto entre dos medios fisicos y biologi-cos distintos la costa es un accidente que puede provocar estimulos humanos y energias sociales. Puede provocar, sea que el litoral, como simple hecho geografico, no es el portador indefectible de las virtudes marineras de sus pobladores. El ejemplo lo hallamos en las prolonga-das y deserticas costas africanas donde la vida maritima queda detenida por la pobreza del traspais y las dificultades de las barras litorales. A este tipo de costas dedico el economista aleman Friedrich List el epiteto de hijastras de los dioses43.

    Pero afiadamos aun en el caso de que las costas sean favorables al desarrolo de aquellas virtudes, el surgimiento de estas no es forzoso. Siempre cabe un margen mas menos amplio de contingencia, de limi-taciones sicologicas y situacionales a las oportunidades abiertas. Un hombre que conocio el mar y las venturas y desventuras de sus ribe-refios del Caribe Ernest H e m i n g w a y nos ha dejado, en diversos momentos de un hondo y breve poema en prosa, reflexiones valiosas para nuestro tema. Habla por los Pescadores, y tambien medita como aventurero poseido por el horizonte marino [p. 57] y va pulsando el contrapunto del hombre y sus limitaciones y oportunidades en el marco situacional en el que se encuentra: Hablaban del mar como de un contendiente un lugar, aun un enemigo . . . que concedia negaba grandes favores [pp. 3536]. Y, reconcentrado en su personaje ma-yor, consigna: Ademas . . . todo mata a lo demas en cierto modo. El pescar me mata a mi exactamente igual que me da vida [p. 136]; y se ubica: Has violado tu suerte cuando te alejaste demasiado de la costa [p. 150]. Todo ello ante el gran mar con nuestros amigos y enemigos [p. 155]44.

    No cabe pues hablar de un valor absoluto del mar como determi-nante del hombre. Asi lo constata E. 2 e c h 1 i concediendo -... wie wenig der historische Wert des Meeres absolut istiS.

    Por su parte, R. H e n n i g y L. K r h o l z 4 apuntan con razon que la misma posicion maritima puede ser aprovechada en forma muy distinta por un pueblo de espiritu marinero y por otro que carece

    4 3 ) J . V i c e n s V i v e s , Tratado General de Geopolitica, p. 110111. 44) Ernest H e m i n g w a y , El viejo y el mar, Buenos Aires 1958, passim. 45) Egmont e c h 1 i , Maritime Weltgeschichte, Hamburg 1947, p. 334. 48) R. H e n n i g / L . K r h o l z , Introduccion a la Geopolitica, p. 2 y 82.

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  • El mar y Montevideo 111

    del mismo. Y, mas concretamente, proponen un caso: Los estados agricolas no necesitaban, en tiempos antiguos, el contacto con el m a r . . . las necesidades de los primitivos agricultores, de por si escasas, no des-pertaban el deseo de poseer una flota.

    La atraccion mayor de la tierra sobre el mar es notoria en los habi-tantes de la campafia gauchesca rioplatense, en los gauchos seminoma-das y en los propietarios afincados, grandes pequenos, dedicados a la ganaderia y en parte a la agricultura. Lo es tambien, incluso, en multitud de extranjeros que no se quieren quedar en la capital por-tuaria y crecientemente cosmopolita, y se internan en la campafia abierta. Desde Louis-Antoine d e B o u g a i n v i l l e 4 7 hasta Otto W o y s c h 4 8 , y mas alla de ellos, podemos leer frecuentes testimonios de esa tentacion de la tierra, que diezma las tripulaciones de las naves surtas en el puerto de Montevideo.

    Pero hay otro elemento de sumo interes para este tema: es el que aportan los Pescadores gauchos del litoral rioplatense, cuyo modus vivendi, sumamente peculiar, participa a la vez de lo marino y lo campesino. Su presencia es un documento vivo contra quienes sostie-nen el valor absoluto de la determinante marina sobre la poblacion costefia. Estas populres figuras aparecen registradas, v. gr., en 1820, por el viajero ingles . . V i d a l 4 9 en una hermosa lamina con un breve comentario ilustrativo. Y en 1864, los de la costa de Palermo a San Isidro, inspirarn una memorable acuarela a Prilidiano Pueyrre-don (18231870), arquitecto y pintor argentino hijo del general y Director Supremo que sera comentada asi por su amigo Juan Maria G u t i e r r e z : No es el pescador de Arriaza que tiende sus redes cantando penas de amor, ni tampoco pertenece a la familia de aquellos que nos describe el autor de Graziela. Es el pescador de nuestras pla-yas, tendido como una sabana al soplo del pampero; el pescador cen-tauro de las costas de San Isidro, el que nada como una gaviota, y derriba de una pechada, con el coraje de un len, a la vaca voluntariosa

    47) Louis-Antoine d e B o u g a i n v i l l e , Voyage autour du monde par la frigate (du roi) la Boudeuse et la flute l'Etoile (17671769). Suivi du Supplement de Diderot. Presentation par Michel H e r u b e l , Paris 1966, p. 73.

    Otto W o y s c h , Mittheilungen . . ., pp. 238, 317, 321, 326, 330-332, 334. 4) . . V i d a 1, Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Monte Video

    consisting of twentyfour views: Accompanied with Descriptions of the Scenery and of the Costume, Manners & of the Inhabitants of those Cities and their Environs, London 1820, Lamina entre pp. 4041 y texto en p. 41.

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    o mal intencionada que huye del rodeo; el pescador que prefiere el matambre al mas sabroso de los sabalos, y que cuelga a las paredes de su cabana el piolin de los espineles, mezclado con la rienda y el lazo50.

    Permitaseme traer meramente a colacion diferencias, perspectivas y distancias aparte otro caso de historia comparada ilustrativo de las relaciones complejas y variadas del mar, el litoral y sus pobladores. Lo evoco por asociacion y diferenciacion de situaciones al reflexionar sobre la base geohistorica y humana, el modus vivendi y el instrumen-tal mental de estos pintorescos Pescadores gauchos. Me refiero a aque-llas hermosas iglesias de madera del medioevo nordico europeo, mar-cadas por la impronta mental y ambiental de los arquitectos y carpin-teros navales de aquellas culturas maritimas, que los llevaba a pro-yectar tambien en sus templos el esquema fisico y estetico de sus naves. Pero, hecho, volvamos a nuestro ambito rioplatense.

    La interesante y compleja figura de D. Juan Manuel de Rosas (17931877), gaucho y administrador de estancias, conquistador del desierto (en el que departio con Darwin, segun este testimonia con interes en su famoso Viaje), caudillo federal de Palermo y Goberna-dor federal de la centralista Buenos Aires, querido y odiado en todo el ambito rioplatense, campeon de la lucha contra la intervencion armada franco-britanica en el Plata, brinda, a traves del recuerdo del marino sueco C. S k o g m a n , un elemento mas de interes para un estudio mas amplio de la relacion de la costa, el puerto y la campafia entre si y con sus pobladores y dirigentes. De paso por Buenos Aires, el oficial escandinavo consigna: Una goleta inglesa, que a raiz de un fuerte temporal del sudeste fue llevada tierra adentro, se encuentra completa-mente en seco en medio del parque y Rosas, que la compro, la ha trans-formado en una especie de pabellon51.

    Extraordinaria anecdota, cifra de innumerables reflexiones y evo-caciones. Al leerla surge, en plena evocacion del apogeo rosista, el recuerdo de otra anecdota no menos extraordinaria, de la hora de su ocaso. Derrotado en Monte Caseros (1852), el caudillo, jinete en su ultimo caballo de guerra, abandona el campo y se presenta a pedir el amparo diplomatico britanico para trasladarse a Inglaterra, donde ha

    50) Juan Maria G u t i e r r e z , en: Arminda D ' O n o f r i o , La epoca y el arte de Prilidiano Pueyrred

  • El mar y Montevideo 113

    de morir, afios mas tarde y aun esta enterrado. Todo se ha desmoro-nado para aquel hombre duro y hedio a los tiempos revueltos, en los que se habia impuesto a golpes de merecido prestigio, de habilidad, de violencia y de sangre: estilo familiar en la epoca (y en epocas seme-jantes de la historia universal), con diferencias de matiz, mas menos pronunciado, a ambos bandos rivales. Todo se ha desmoronado, al parecer. Todo, salvo un rasgo de serenidad, que Ramon J. C a r c a n o 5 2

    registra con indignaci

  • 114 Anibal Abadie-Aicardi

    mente consignado en esta pagina. Un esplendido testigo an observer of everything he sees, segun

    mismo se defini W. H. H u d s o n (18411922), enamorado de la pampa y del mar, nos dara en su obra Purple Land (1885) un nuevo elemento de interes para este bosquejo de nuestro tema.

    Nacido en la estancia Los 25 Ombues, Quilmes, en la pampa vecina de Buenos Aires, en tiempos de Rosas, vivio H u d s o n vida de campo hasta los 33 anos. Entonces se march

  • El mar y Montevideo 115

    mano le escribe: ,jPor que continuas quedandote en Inglaterra y que haces alia? Vuelvete a tu pais y vente a vivir conmigo en Cordoba. H u d s o n consignara: Lei la carta con el corazon Ueno de angustia, sintiendo que mi hermano tenia raz

  • 116 Anibal Abadie-Aicardi

    Dos inscripciones, dos constancias de una misma ausencia y de la doble presencia de la pampa y del mar en la vida de este hombre a quien segun constatxi U n a m u n o comentando La tierra pur-purea le gan

  • 1 mar y Montevideo 117

    Tras la apariencia ingenua, tocamos un punto de extremo interes. jHasta d

  • 118 Anibal Abadie-Aicardi

    situaci

  • El mar y Montevideo 119

    V I I . M o n t e v i d e o y e l m a r

    La funcion de Montevideo sera dificil, pues jquien es capaz de poner Guardias a Vn Occeano de tierra?, aunque cada vno fuese un Briareo en brasos y vn Argos en ojos . . ., esto es por tierra. Por mar y por el Rio de Buenos Ayres, es igualmente imposible.. ., dira un documento del ultimo cuarto del siglo XVIII, refiriendose al trafico ilegal, que sera s

  • 120 Anibal Abadie-Aicardi

    Tambien en el mismo siglo habia insistido en el valor primordial de las fuerzas navales D. Cristbal S u a r e z de F i g u e r o a (1571 1639?)72, quien habia expresado: . . . cuando se halla interpolado con mares el cuerpo de la monarquia, dos remedios s01o son importantisi-mos para su conservaci

  • El mar y Montevideo 121

    vagamente au a al reprocharle a Espana el gran mal que nos hizo al matar los instintos marinos de aquella poblaci0n. No po-demos extender ya mas estas paginas con otras consideraciones. Ade-lantemos sin embargo que el reproche de a u a no nos parece ni justo ni fundado. Intentaremos demostrarlo en otra oportunidad.

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