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    Blaise Pascal

    Pensamientos

    2003 - Reservados todos los derechos

    Permitido el uso sin fines comerciales

    http://www.biblioteca.org.ar/
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    Blaise Pascal

    Pensamientos

    Seccin I

    1. DIFERENCIA ENTRE EL ESPRITU DE GEOMETRA Y EL ESPRITU DEFINURA. -En el primero, los principios son palpables, pero estn alejados del uso comn;de suerte que cuesta trabajo volver la cabeza hacia este lado, por falta de hbito; pero porpoco que se vuelva hacia l, se divisan de lleno los principios; y sera menester tener unespritu absolutamente falso para razonar mal con principios que caen tan de su peso que escasi imposible pasen inadvertidos.

    Pero en el espritu de finura, los principios son de uso comn, y estn ante los ojos de todoel mundo. No es menester volver la cabeza ni hacerse violencia; basta tener buena vista,pero es menester tenerla buena de veras; porque los principios estn tan desledos y son tannumerosos, que es casi imposible que se nos escapen. Ahora bien: la omisin de unprincipio lleva al error; por esto es menester poseer visin muy clara para ver todos losprincipios, y luego espritu preciso para no razonar falsamente con principios conocidos.

    Todos los gemetras seran, por tanto, finos si tuvieran buena vista, porque no razonanfalsamente sobre los principios que conocen; y los espritus finos seran gemetras sipudieran acomodar su visin a los principios inusitados de la geometra.

    Lo que hace, pues, que ciertos espritus finos no sean gemetras es el que no puedan enmanera alguna volverse hacia los principios de la geometra; pero lo que hace que losgemetras no sean finos es que no ven lo que tienen delante, y que acostumbrados a losprincipios perfilados y globales de la geometra, y a no razonar sino despus de haber vistobien y manejado sus principios, se pierden en las cosas de finura, en que los principios nose dejan manejar de esta suerte. No se ven apenas, se sienten ms que se ven; cuestainfinitos trabajos hacerlos sentir a quienes no los sienten por s mismos; son cosas tandelicadas y numerosas, que es menester un sentido muy delicado y agudo para sentirlas, yjuzgar derecha y justamente de acuerdo con este sentimiento, sin que las ms de las vecessea posible demostrarlas por orden como en geometra, porque no es as como se poseen losprincipios de ella, y sera una faena infinita el intentarlo. Es preciso ver sbitamente la cosa

    en un solo golpe de vista, y no con un razonamiento progresivo, por lo menos en una ciertamedida. Y acontece raramente, por esto, que los gemetras sean finos y que los finos seangemetras, debido a que los gemetras quieren tratar geomtricamente estas cosas finas, yresultan ridculos intentando comenzar con definiciones siguiendo por los principios, cosaimprocedente en esta suerte de razonamientos. No es que el espritu no lo haga; sino que lohace tcitamente, naturalmente, y sin reglas, porque su expresin excede a todos loshombres y su sentimiento no pertenece sino a pocos.

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    Por el contrario, a los espritus finos habituados a juzgar de un golpe de vista, les extraatanto -que se les presenten proposiciones de las que no entienden nada, y para penetrar enlas cuales hay que pasar por definiciones y principios, tan estriles sin costumbre de ver endetalle-, que se ven repelidos y sienten repugnancia.

    Pero los espritus falsos no son jams ni finos ni gemetras.Los gemetras que no son sino gemetras tienen, pues, el espritu recto, pero con tal que seles expliquen bien todas las cosas con definiciones y principios; si no, son falsos einsoportables, porque no son rectos ms que apoyndose en principios bien esclarecidos.

    Y los finos que no son sino finos no pueden tener la paciencia de descender hasta losprimeros principios de las cosas especulativas y de imaginacin, que jams han visto en elmundo, y son absolutamente inusitadas.

    2. Diversas especies de sentido recto; unas, en cierto orden de cosas, y no en los dems, enlos cuales extravagan.

    Unos deducen bien las consecuencias de unos pocos principios, y es una rectitud de sentido.

    Otros deducen bien las consecuencias de cosas en que hay muchos principios.

    Por ejemplo, los unos comprenden bien los efectos del agua, en lo cual hay pocosprincipios; pero sus consecuencias son tan finas que slo una extrema rectitud puede llegarhasta ellas.

    Y aqullos, quiz, no por eso solamente sean grandes gemetras, porque la geometracomprende un gran nmero de principios, y un espritu puede ser de tal ndole que puedapenetrar perfectamente unos pocos principios hasta el fondo, sin que fuera capaz depenetrar en modo alguno las cosas en que hubiera muchos principios.

    Hay, pues, dos suertes de espritu: uno que penetra viva y profundamente las consecuenciasde los principios, el espritu de precisin; otro, que comprende un gran nmero deprincipios sin confundirlos, es el espritu de geometra. El uno es fuerza y rectitud deespritu, el otro es amplitud de espritu. Pero el uno puede darse perfectamente sin el otro,pues el espritu puede ser fuerte y angosto, y puede ser tambin vasto y dbil.

    3. Los que estn acostumbrados a juzgar segn el sentimiento, no entienden una palabra delas cosas de razonamiento, porque quieren penetrar primeramente con un solo golpe devista y no estn habituados a inquirir los principios. Y los otros por el contrario, los queestn acostumbrados a razonar por principios, no entienden una palabra de las cosas desentimiento, pues inquieren en ellas sus principios y son capaces de ver con una solamirada.

    6. Como se estropea el espritu, as se estropea tambin el sentimiento.

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    Se forman el espritu y el sentimiento por las conversaciones. Se estropean el espritu y elsentimiento por las conversaciones. De esta manera, las buenas o las malas lo forman o loestropean. Es, pues, de primera importancia saber escoger, para formarlo y no estropearlo;y no puede hacerse esta eleccin si no se tiene ya formado y no estropeado. Y estoconstituye un crculo; son bienaventurados los que salen de l.

    14. Cuando un discurso natural pinta una pasin o un efecto, se descubre dentro de smismo la verdad de lo que se escucha, la cual no se saba que estuviera ah, de suerte quenos sentimos inclinados a amar a quien nos la hace sentir; porque no nos ha exhibido suhaber, sino el nuestro; y as este beneficio nos lo hace amable, aparte de que estacomunidad de inteligencia que con ella tenemos inclina, necesariamente, nuestro corazn aamarla.

    15. Elocuencia que persuade por dulzura, no por imperio; en tirano, no en rey.

    La elocuencia es un arte de decir las cosas de tal manera: 1. Que aquellos a quienes sehabla puedan entenderlas sin trabajo y con agrado. 2. Que interesen en forma que el amorpropio les lleve ms bien a reflexionar sobre ellas.

    Consiste, pues, en una correspondencia que se trata de establecer entre el espritu y elcorazn a quienes se habla, por un lado, y por otro, los pensamientos y expresiones de quese sirve, lo cual supone que se ha estudiado perfectamente el corazn del hombre paraconocer todos sus resortes y para encontrar despus las justas proporciones del discursoadecuado. Es menester colocarse en el lugar de los que han de escucharnos y ensayar en supropio corazn el giro que se da al discurso, para ver si el uno est hecho para el otro, y sise est seguro de que el auditorio se ha de ver como obligado a rendirse. Es precisorefugiarse lo ms posible en lo natural sencillo; no hacer grande lo que es pequeo, nipequeo lo que es grande. No basta que una cosa sea hermosa, hace falta que sea adecuadaal tema, que no haya en l nada de ms ni nada de menos.

    20. ORDEN. -Por qu me voy a empear en dividir mi moral en cuatro puntos mejor queen seis? Por qu colocar la virtud en cuatro, en dos, en uno? Por qu en abstine etsustine mejor que seguir la naturaleza, o conducir sus asuntos particulares sininjusticia, como Platn o cualquier otra cosa? Pero, diris, se recapitula todo en una frase.S, pero sta es intil si no se explica; y cuando se llega a explicarla, en cuanto se abre esteprecepto que contiene a todos los dems, surgen stos en la primera confusin que se quiereevitar. As, pues, cuando todos estn encerrados en uno, estn en l escondidos e intiles,como en un cofre, y jams comparecen ms que en su natural confusin. La naturaleza losha establecido a todos sin encerrarlos a unos en otros.

    22. No se diga que no he dicho nada nuevo: la disposicin de las materias es nueva; cuandose juega a la pelota, ambos jugadores juegan con la misma pelota, pero el uno la colocamejor que el otro.

    Tanto da que se diga que me he servido de palabras antiguas. Como si los mismospensamientos no formaran, por una diferente disposicin, el cuerpo de un discurso distinto,

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    al igual que las mismas palabras forman distintos pensamientos por su diferentedisposicin.

    23. Las palabras diversamente ordenadas constituyen diversos sentidos, y los sentidosdiversamente ordenados producen diferentes efectos.

    25. ELOCUENCIA. -Hace falta lo agradable y lo real; pero hace falta que lo agradable esta su vez preado de verdad.

    26. La elocuencia es una pintura del pensamiento; y por esto, los que despus de haberpintado aaden algo ms, hacen un cuadro en lugar de un retrato.

    27. MISCELNEA. LENGUAJE. -Los que hacen anttesis forzando las palabras son comolos que hacen falsas ventanas por simetra: su norma no es hablar con precisin, sino hacerfiguras precisas.

    28. Simetra en lo que abarca una mirada, fundada en que no hay razn para hacerlo de otramanera; y fundada tambin en la imagen del hombre, de donde resulta que no se busca lasimetra sino en anchura, no en altura ni en profundidad.

    32. Hay un cierto modelo de agrado y de belleza que consiste en cierta relacin entrenuestra naturaleza, dbil o fuerte, tal como ella es, y la cosa que nos agrada.

    Todo lo formado conforme a este modelo nos agrada: casas, canciones, discursos, versos,prosa, mujeres, pjaros, ros, rboles, habitaciones, vestidos, etc. Todo lo que no est hechoconforme a este modelo desagrada a los que tienen buen gusto.

    Y as como hay una relacin perfecta entre una cancin una casa, hechas segn el buenmodelo, porque se asemejan a este nico modelo, aunque cada una segn su gnero, astambin hay una perfecta relacin entre las cosas hechas segn un mal modelo. No es queel mal modelo sea nico, porque hay una infinidad de ellos; sino que cada mal soneto, porejemplo, cualquiera que sea el falso modelo segn el cual se haya hecho, se asemejaperfectamente a una mujer vestida segn este modelo.

    Nada da a entender mejor lo ridculo que es un falso soneto que el considerar su naturalezay su modelo, e imaginarse inmediatamente una mujer o una casa hechas segn este modelo.

    33. BELLEZA POTICA. -Al igual que se dice belleza potica, debera decirse tambinbelleza geomtrica y belleza medicinal; pero no se dice. La razn es que se sabe cul es elobjeto de la geometra, que consiste en pruebas, y cul es el objeto de la medicina, queconsiste en la curacin; pero no se sabe en qu consiste el agrado, que es el objeto de lapoesa. No se sabe lo que es este modelo natural que hay que imitar. Y a falta de esteconocimiento, se han inventado algunos trminos curiosos: siglo de oro, maravilla denuestros das, fatal, etc., y se llama a esta jerga belleza potica.

    Pero quien se imagine una mujer hecha segn este modelo, consistente en decir simplezascon frases solemnes, ver una bella seorita llena de espejos y cadenas, y se reir de ella

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    porque se sabe mejor en qu consiste el agrado de los versos. Pero los que no entienden deesto la admirarn en estos arreos; hay muchos pueblecitos en que se la tomara por unareina; y por esto, a los sonetos hechos conforme a este modelo los llamamos reinas depueblo.

    37. Puesto que no se puede ser universal y saber todo lo que se puede saber acerca de todo,hay que saber poco de todo. Porque es mucho ms hermoso saber algo de todo que saberlotodo de una cosa; esta universalidad es la hermosa. Si se pudieran tener las dos, tantomejor; pero si hay que elegir, es menester elegir aqulla, y la gente lo sabe y lo hace,porque la gente es con frecuencia buen juez.

    43. Algunos autores, hablando de sus obras, dicen: Mi libro, mi comentario, mi historia,etc. Huelen a burgueses que tienen bienes races y siempre un en mi casa en la boca.Haran mejor diciendo: Nuestro libro, nuestro comentario, nuestra historia, etc. Visto quede ordinario hay en ello ms de cosecha ajena que propia.

    45. Las lenguas son cifras en que las letras no se cambian por letras, sino las palabras enpalabras, de suerte que una lengua desconocida es descifrable.

    50. Un mismo sentido cambia segn las palabras que lo expresen. Los sentidos reciben delas palabras su dignidad, en lugar de conferrsela. Hay que buscar ejemplos...

    Seccin II

    60. PRIMERA PARTE. -Miseria del hombre sin Dios.

    SEGUNDA PARTE. -Felicidad del hombre con Dios.

    De otra manera:

    PRIMERA PARTE. -Que la naturaleza est corrompida. Por la naturaleza misma.

    SEGUNDA PARTE. -Que hay un reparador. Por la Escritura.

    61. ORDEN. -Hubiera acometido este discurso con un orden como el siguiente: paramostrar la vanidad de toda clase de condiciones, mostrar la vanidad de las vidas comunes, ydespus la vanidad de las vidas filosficas pirronianas, estoicas; pero no resultara el orden.S algo de esto y que pocas gentes lo entienden. Ninguna ciencia humana puede respetarlo.Santo Toms no lo ha respetado. La matemtica lo respeta, pero es intil en su profundidad.

    62. PREFACIO DE LA PRIMERA PARTE. -Hablar de los que han tratado delconocimiento de s mismo; de las divisiones de Charron, que deprimen y aburren; de la

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    confusin de Montaigne, el cual haba notado ya el defecto de un mtodo recto, y que paraevitarlo brincaba de un tema a otro, que buscaba el aire puro.

    Estpido su proyecto de pintarse a s mismo!, y ello no de pasada y contra sus mximas,desfallecimientos que pueden acontecer a cualquiera, sino por sus propias mximas y en

    virtud de un intento primero y principal. Porque decir estupideces por azar y por debilidades un mal corriente; pero decirlas de intento es lo que no es soportable, y decir alguna cosacomo la siguiente...

    65. Lo que Montaigne tiene de bueno no puede lograrse sino difcilmente. Lo que tiene demalo, prescindiendo de las costumbres, se entiende, pudo ser corregido en un momento sise le hubiera advertido que era demasiado embrollado y hablaba demasiado de s mismo.

    66. Hay que conocerse a s mismo: aunque ello no sirviera para encontrar la verdad, servirapor lo menos para arreglar su vida, y nada ms justo que esto.

    67. VANIDAD DE LAS CIENCIAS. -La ciencia de las cosas exteriores no me consolarde la ignorancia de la moral en los momentos de afliccin; pero la ciencia de las costumbresme consolar siempre de la ignorancia de las ciencias exteriores.

    69. DOS INFINITOS, MEDIO. -Cuando se lee demasiado deprisa o demasiado despacio,no se entiende nada.

    72. DESPROPORCIN DEL HOMBRE. -He aqu dnde nos llevan los conocimientosnaturales. Si no son verdaderos, no hay verdad en el hombre; si lo son, encuentra en ellosun gran motivo de humildad, al verse obligado a rebajarse de una u otra manera. Y puestoque no puede subsistir sin creer en ellos, deseo que antes de entrar en mayores inquisicionesacerca de la naturaleza, la considere alguna vez con seriedad y a sus anchas, que se miretambin a s mismo, y viendo en qu proporcin est... Contemple el hombre, pues, lanaturaleza entera en su elevada y plena majestad, aparte su vista de los objetos bajos que lacircundan. Contemple esta resplandeciente luz colocada como una lmpara eterna paraalumbrar el universo, que la Tierra le parezca como un punto rodeado por la vasta rbitaque este astro describe y que se asombre de que esta vasta rbita no es a su vez sino unafina punta respecto de la que abrazan los astros que ruedan por el firmamento. Pero sinuestra vista se detiene aqu, que la imaginacin vaya ms all; antes se cansar ella deconcebir que la naturaleza de suministrar. Todo este mundo visible no es sino un rasgoimperceptible en el amplio seno de la naturaleza. No hay idea ninguna que se aproxime aella. Podemos dilatar cuanto queramos nuestras concepciones allende los espaciosimaginables, no alumbraremos sino tomos, a costa de la realidad de las cosas. Es unaesfera cuyo centro se halla por doquier y cuya circunferencia no se encuentra en ningunaparte. Finalmente, es la ms grande nota sensible de la omnipotencia divina el que nuestraimaginacin se pierda en este pensamiento.

    Vuelto a s mismo, considere el hombre lo que es l a costa de lo que es; considreseperdido en este cantn apartado de la naturaleza; y desde esta clula en que se halla alojado,me refiero al universo, aprenda a estimar la tierra, los reinos, las ciudades y a s mismo ensu justo precio. Qu es un hombre infinito?

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    Pero para presentarle otro prodigio igualmente sorprendente, que busque dentro de lo queconoce las cosas ms delicadas. Que un cirn le ofrezca en la pequeez de su cuerpo partesincomparablemente menores, piernas con articulaciones, venas en sus piernas, sangre ensus venas, humores en esta sangre, gotas en sus humores, vapores en estas gotas; que,

    dividiendo todava estas ltimas cosas, agote sus fuerzas en estas concepciones y que elltimo objeto a que pueda llegar sea ahora el de nuestro discurso; pensar tal vez que essta la extrema pequeez de la naturaleza? Voy a hacerle ver aqu dentro un nuevo abismo.Voy a pintarle, no solamente el universo visible, sino la inmensidad concebible de lanaturaleza, en el recinto de este compendio de tomos. Que vea en l una infinidad deuniversos, cada uno con su firmamento, sus planetas, su tierra, en la misma proporcin queen el mundo visible, en esta tierra, animales, y finalmente cirones, en los cuales encontraralo que han dado los anteriores; y al encontrar todava en los otros la misma cosa sin fin ysin reposo, que se pierda en estas maravillas, tan pasmosas en su pequeez como lo son lasotras por su extensin; porque quin no se admirar de que nuestro cuerpo, que antes noera perceptible en el universo, imperceptible en el seno del todo, sea ahora un coloso, unmundo, o ms bien un todo respecto de esa nada a que no se puede llegar?

    Quien se considere de esta suerte, se aterrar de s mismo, y considerndose sostenido en lamasa que la naturaleza le ha otorgado, entre estos dos abismos del infinito y de la nada,temblar ante la visin de estas maravillas; y creo que su curiosidad se trocar enadmiracin y estar ms dispuesto a contemplarlas en silencio que a investigarlas conpresuncin.

    Porque, finalmente, qu es el hombre en la naturaleza? Una nada frente al infinito, un todofrente a la nada, un medio entre nada y todo. Infinitamente alejado de comprender losextremos, el fin de las cosas y su principio le estn invenciblemente ocultos en un secretoimpenetrable, igualmente incapaz de ver la nada de donde ha sido sacado y el infinito enque se halla sumido.

    Qu har, pues, sino barruntar alguna apariencia del medio de las cosas, en una eternadesesperacin por no conocer ni su principio ni su fin? Todas las cosas han salido de lanada y van llevadas hasta el infinito. Quin podr seguir estas sorprendentes andanzas? Elautor de estas maravillas las comprende. Ningn otro puede hacerlo.

    A falta de haber contemplado estos infinitos, los hombres se han lanzado temerariamente ala investigacin de la naturaleza, como si fueran proporcionados a sta. Es extrao quehayan querido comprender los principios de las cosas y llegar con ello hasta conocerlotodo, por una presuncin tan infinita como su objeto. Porque no hay duda ninguna que nose puede concebir este intento sin una presuncin o sin una capacidad infinita, como lanaturaleza.

    Cuando se sabe esto, se comprende que habiendo la naturaleza grabado su imagen y la desu autor en todas las cosas, casi todas ellas tengan algo de su doble infinitud. Y vemos asque todas las ciencias son infinitas por la extensin de sus investigaciones; porque quinduda de que la geometra, por ejemplo, tenga una infinidad de infinidades de proposicionesque exponer?; son tambin infinitas en la multitud y delicadeza de sus principios; porque

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    quin no ve que aquellos que se presentan como ltimos no se apoyan en s mismos, yque, apoyados sobre otros, que tienen a su vez por apoyo a otros, no toleran jams unltimo? Pero hacemos con los que aparecen ltimos a la razn como con las cosasmateriales, en las cuales llamamos punto invisible a aquel allende el cual nuestros sentidosno perciben nada, aunque divisible infinitamente y por su naturaleza.

    De estos dos infinitos de ciencias, el de lo grande es mucho ms sensible, y por esto es porlo que llego a poco menos que a pretender conocer todas las cosas. Voy a hablar de todo,deca Demcrito.

    Pero la infinidad en pequeez es mucho menos visible. Los filsofos han pretendido, sinembargo, llegar a l, y es aqu donde todos han topado. Es lo que ha dado lugar a estosttulos tan corrientes: De los principios de las cosas, De los principios de la filosofa, yotros semejantes, tan fastuosos en realidad, aunque menos en apariencia, que es este otroque hace saltar los ojos: De omni scibili.

    Se cree, naturalmente, ser mucho ms capaz de llegar al centro de las cosas que de abarcarsu circunferencia; la extensin visible del mundo nos sobrepasa visiblemente; pero comosomos nosotros los que sobrepasamos las cosas pequeas, nos creemos ms capaces deposeerlas, y, sin embargo, no hace falta menor capacidad para llegar hasta la nada que parallegar hasta el todo; y es menester tenerla infinita tanto para lo uno como para lo otro, y meparece que quien hubiera comprendido los ltimos principios de las cosas podra llegartambin a conocer hasta el infinito. Lo uno depende de lo otro, y lo uno conduce a lo otro.Estos extremos se tocan y se renen a fuerza de estar alejados, y se encuentran en Dios ysolamente en Dios.

    Reconozcamos, pues, nuestro alcance; somos algo y no somos todo; lo que tenemos de sernos arrebata el conocimiento de los primeros principios que nacen de la nada; y lo poco quetenemos de ser nos oculta la visin del infinito.

    Nuestra inteligencia posee, en el orden de las cosas inteligibles, el mismo rango que nuestrocuerpo en la extensin de la naturaleza.

    Limitados en todos los sentidos, este estado que ocupa el medio entre los dos extremos seencuentra en todas nuestras potencias. Nuestros sentidos no se dan cuenta de nada extremo:demasiado ruido, ensordece; demasiada luz, ofusca; demasiada distancia y demasiadaproximidad, impiden la visin; demasiada longitud y demasiada brevedad en el discurso, looscurecen; demasiada verdad, nos pasma (conozco quienes no pueden entender que si seresta de cero cuatro, queda cero); los primeros principios tienen para nosotros demasiadaevidencia, demasiado placer incmodo; demasiadas consonancias son desagradables enmsica; y demasiados beneficios irritan, queremos tener con que sobrepagar la deuda:Beneficia eo usque laeta sunt dum videntur exsolvi posse; ubi multum antevenere progratio odium redditur. No sentimos ni el calor extremo ni el fro extremo. Las cualidadesexcesivas nos son enemigas y no sensibles; no las sentimos ya, las padecemos. Demasiadajuventud y demasiada vejez privan de espritu, las cosas extremas son para nosotros comosi no fueran, y nosotros tampoco somos respecto de ellas: nos escapan, o nosotros a ellas.

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    He aqu nuestro verdadero estado; es lo que nos hace incapaces de saber ciertamente y deignorar absolutamente. Bogamos en un vasto medio, siempre inciertos y flotantes,empujados de un extremo a otro. Si damos con un trmino a que pensamos vincularnos y enque pensamos afianzarnos, titubea y nos abandona; y si lo seguimos, se nos escapa de lasmanos, se desliza y nos huye con una fuga eterna. Nada se detiene por nosotros. Es el

    estado que nos es natural, y, sin embargo, el ms contrario a nuestra inclinacin; ardemosen deseos de encontrar una sede firme y una ltima base constante para edificar sobre ellauna torre que se alce hasta el infinito, pero todos nuestros cimientos se quiebran y la tierrase abre hasta los abismos.

    No busquemos, pues, punto de seguridad y de firmeza. Nuestra razn se ve siempredecepcionada por la inconstancia de las apariencias; nada puede fijar lo finito entre los dosinfinitos que lo envuelven y le huyen.

    Una vez bien comprendido esto, creo que cada cual quedar tranquilo en el estado en que lanaturaleza le ha colocado. Estando este medio que nos ha sido legado en herencia siempredistante de los extremos, qu importa que el hombre tenga un poco ms de inteligencia delas cosas? Si la tiene, toma a aqullas desde un poco ms arriba. No se halla siempreinfinitamente alejado del trmino?; y la duracin de nuestra vida, no est igualmente,infinitamente, alejada de la eternidad, aunque dure diez aos ms?

    Ante la visin de estos infinitos, todos los finitos son iguales; y no veo por qu asentar suimaginacin en uno ms bien que en otro. Nos apena la sola comparacin que establecemosentre nosotros y lo finito.

    Si el hombre fuese lo primero que se estudiase a s mismo, vera lo incapaz que es de seguiradelante. Cmo es posible que una parte conozca el todo? Pero aspirar tal vez a conocerpor lo menos las partes con las cuales guarda proporcin. Pero las partes del mundoguardan entre s una relacin tal y una tal concatenacin las unas con las otras, que creoimposible conocer la una sin la otra y sin el todo.

    El hombre, por ejemplo, tiene relacin con todo lo que conoce. Necesita lugar paracontenerlo, tiempo para durar, movimiento para vivir, elementos para componerlo, calor yalimentos para nutrirlo, aire para respirar; ve la luz, siente los cuerpos; finalmente, todo seala con l. Para conocer al hombre es preciso, pues, saber de dnde viene el que tenganecesidad de aire para subsistir; y para conocer el aire, saber por dnde tiene ste relacincon la vida del hombre, etc. La llama no subsiste sin aire; por tanto, para conocer la una espreciso conocer al otro. Siendo, pues, todas las cosas causadas y causantes, ayudadas yayudantes, mediatas e inmediatas, y mantenindose todas por un nexo natural e insensibleque liga las ms alejadas y las ms diferentes, tengo por imposible conocer las partes sinconocer el todo, as como conocer el todo sin conocer particularmente ms partes.

    La eternidad de las cosas en s mismo o en Dios tiene tambin que pasmar a nuestrapequea duracin. La inmovilidad fija y constante de la naturaleza, la comparacin con elcambio continuo que acontece en nosotros tiene que producir el mismo efecto.

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    Y lo que remata nuestra impotencia para conocer las cosas es que ellas son simples en smismas, y nosotros estamos compuestos de dos naturalezas opuestas y de distinto gnero:alma y cuerpo. Porque es imposible que la parte que razona en nosotros no sea sinoespiritual; y si se pretendiera que furamos simplemente corporales, ello nos excluiramucho ms del conocimiento de las cosas, puesto que nada hay tan inconcebible como

    decir que la materia se conoce a s misma; no es posible conocer cmo habra de conocersea s misma.

    Y as, si somos simplemente materiales, no podemos conocer nada en manera alguna, y siestamos compuestos de espritu y de materia, no podemos conocer perfectamente las cosassimples, espirituales o corporales.

    De aqu viene el que casi todos los filsofos confundan las ideas de las cosas, y hablen delas cosas corporales espiritualmente y de las espirituales corporalmente. Porque dicenaudazmente que los cuerpos tienden a bajar, aspiran a su centro, huyen de su destruccin,temen el vaco, que la naturaleza tiene inclinaciones, simpatas, antipatas, cosas todas queno pertenecen ms que a los espritus. Y hablando de los espritus los consideran como enun lugar, y les atribuyen movimientos de un lugar a otro, cosas que no pertenecen sino a loscuerpos.

    En lugar de recibir las ideas de estas cosas puras, las teimos con nuestras cualidades eimpregnamos con nuestro ser compuesto todas las cosas simples que contemplamos.

    Quin no creer, vindonos componer todas las cosas de naturaleza y de espritu, que estamezcla nos haba de ser muy comprensible? Es, sin embargo, la cosa que se comprendemenos. El hombre es para s mismo el ms prodigioso objeto de la naturaleza; porque nopuede concebir lo que es ser cuerpo y menos todava lo que es ser espritu, y lo menos delmundo, cmo un cuerpo puede estar unido con un espritu. Es ste el colmo de la dificultady, sin embargo, es su propio ser: modus quo corporibus adhaerent spiritus comprehendi abhominibus non potest, et hoc tamen homo est.

    Finalmente, para consumar la prueba de nuestra flaqueza, terminar con estas dosconsideraciones...

    76. Escribir contra los que profundizan en las ciencias: Descartes.

    77. No puedo perdonar a Descartes; bien hubiera querido, en toda su filosofa, poderprescindir de Dios; pero no ha podido evitar el hacerle dar un papirotazo para poner elmundo en movimiento; despus de esto, no le queda sino hacer de Dios.

    78. Descartes, intil e incierto.

    79. DESCARTES. -Hay que decir en lneas generales: Esto sucede por figura ymovimiento, porque es verdad. Pero decir cules y componer la mquina es ridculo.Porque es intil, incierto y penoso. Y aun cuando fuera verdad, no creemos que toda lafilosofa merezca una hora de esfuerzo.

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    82. IMAGINACIN. -He aqu la parte que decepciona en el hombre, esta maestra de errory de falsedad, tanto ms embustera cuanto que no lo es siempre; porque sera regla infaliblede verdad si fuera infalible de mentira. Pero siendo casi siempre falsa, no da seal ningunade su cualidad, marcando con un mismo carcter lo verdadero y lo falso.

    No hablo de los locos, hablo de los ms cuerdos; entre ellos es donde la imaginacin tieneel gran don de persuadir a los hombres. Por mucho que la razn grite, no puede poner lascosas en su punto.

    Esta potencia soberbia, enemiga de la razn, que se complace en controlarla o endominarla, para mostrar cun poderosa es en todo, ha establecido en el hombre una segundanaturaleza. Tiene sus afortunados, sus desgraciados, sus sanos, sus enfermos, sus ricos, suspobres; hace que la razn crea, dude, niegue; suspende los sentidos, les hace sentir; tienesus locos y sus cuerdos; nada nos produce tanto despecho como ver que llena a sushuspedes de una satisfaccin mucho ms plenaria y entera que la razn. Los hbiles porimaginacin se complacen a s mismos de modo muy diferente a como los prudentespueden complacerse razonablemente. Miran a las gentes con imperio; disputan con audaciay confianza; los otros, con temor y desconfianza; y esta alegra de semblante les otorga, confrecuencia, una ventaja en la opinin de los que escuchan; de tal manera los prudentesimaginarios gozan de favor ante jueces de misma naturaleza. No puede volver cuerdos a loslocos; pero les hace felices con envidia de la razn, que no puede hacer a sus amigos sinomiserables, cubrindoles la una de gloria, la otra de vergenza.

    Quin distribuye la reputacin? Quin confiere respeto y veneracin a las personas, a lasobras, a las leyes, a los grandes, sino esta facultad imaginante? Todas las riquezas de latierra seran insuficientes sin su consentimiento!

    No dirais que este magistrado, cuya venerable ancianidad impone respeto a todo unpueblo, se gobierna por una razn pura y sublime y que juzga de las cosas por su naturalezasin detenerse en vanas circunstancias que no hieren sino la imaginacin de los dbiles?Vedle entrar en un sermn cargado de un celo devoto, reforzando la solidez de su razn conel ardor de su caridad; helo aqu presto a escucharlo con un respeto ejemplar. Pero queaparezca el predicador, que la naturaleza le haya dado una voz cascada y un semblante raro,que su barbero le haya afeitado mal, si el azar lo ha ensuciado por aadidura, por grandesque sean las verdades que anuncie, me juego la prdida de la gravedad de nuestro senador.

    El mayor filsofo del mundo, colocado en una plancha que sobresale ms de lo debido, sitiene bajo s un precipicio, aunque su razn le convenza de su seguridad, prevalecer suimaginacin. Muchos seran incapaces hasta de soportar la idea sin palidecer ni sudar.

    No voy a referir todos sus defectos.

    Quin ignora que la vista de gatos, ratas, el pisar un carbn, etc., sacan de quicio a larazn? El tono de la voz impone a los ms prudentes, y cambia la fuerza de un discurso yde un poema.

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    La afeccin o el odio cambian la faz de la justicia. Y un abogado bien pagado de antemano,cunto ms justa encuentra la causa que defiende!; su gesto audaz, cunto mejor lo haceante los jueces, engaados por esta apariencia! Graciosa razn que el viento maneja y encualquier sentido!

    Recordar casi todas las acciones de los hombres que apenas vacilan sino por sussacudidas. Porque la razn se ha visto obligada a ceder, y el ms sensato acepta comoprincipios suyos los que la imaginacin de los hombres ha introducido temerariamente encada lugar.

    Quien no quiera seguir ms que a la razn sera un loco a juicio del comn de los hombres.Hay que juzgar a juicio de la mayora de las gentes. Puesto que as le plugo, hay quetrabajar todo el da y cansarse por bienes reconocidamente imaginarios, y cuando el sueonos ha repuesto de las fatigas de nuestra razn, hay que levantarse incontinenti,sobresaltado, para echar a correr en pos del humo, y enjugar las impresiones de esta seoradel mundo. He aqu uno de los principios de error, pero no es el nico. El hombre ha hechobien en aliar lo verdadero con lo falso, aunque en esta paz la imaginacin haya salidoampliamente aventajada; porque en la guerra es mucho ms aventajada; jams supera larazn a la imaginacin, mientras que la imaginacin con frecuencia desmontacompletamente a la razn.

    Nuestros magistrados han conocido bien este misterio. Sus vestiduras rojas, sus armios,con los que se disfrazan de gatos forrados, los palacios en que juzgan, las flores de lis, todoeste aparato augusto era muy necesario; y si los mdicos no tuviesen togas y mulas, y losdoctores no tuviesen birretes cuadrados y amplias hopalandas, jams hubieran seducido almundo, que no puede resistir a tan autntica demostracin. Si poseyeran la verdaderajusticia, y si los mdicos poseyeran el verdadero arte de curar, no necesitaran fabricarbirretes cuadrados; la majestad de sus ciencias sera ya suficientemente venerable por smisma. Pero a no poseer sino ciencias imaginarias, hace falta que echen mano de estosinstrumentos que impresionan la imaginacin para la que estn hechos; y con ello, enefecto, se atraen el respeto. Los nicos que no se han disfrazado de esta manera son lasgentes de guerra, porque efectivamente su cometido es ms esencial; se establecen por lafuerza y los dems por la astucia.

    Por esto es por lo que nuestros reyes no han buscado estos disfraces. No se hanenmascarado con vestiduras extraordinarias para parecer tales; se han hecho acompaar deguardias, de alabardas. Estas tropas armadas, que no tienen manos y fuerzas sino para ellos,las trompetas y los tambores que les preceden, y estas legiones que les rodean, hacentemblar a los ms firmes. No tienen solamente ropaje, tienen fuerza. Hara falta tener unarazn muy depurada para considerar como un hombre cualquiera al Gran Seor rodeado ensu soberbio serrallo de cuarenta mil jenzaros.

    No podemos ni tan siquiera ver un abogado con toga y birrete sin formarnos una opininfavorable de su suficiencia.

    La imaginacin dispone de todo; fabrica la belleza, la justicia y la felicidad, que es el todoen el mundo. Quisiera sinceramente ver el libro italiano cuyo ttulo es lo nico que conozco

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    y que por s solo vale muchos libros: Della opinione, regina del mondo. Lo suscribo sinconocerlo, salvo lo malo, si hubiere.

    He aqu poco ms o menos los efectos de esta engaosa facultad, que parece que nos hasido expresamente otorgada para inducirnos a un error necesario. Tenemos tambin muchos

    otros principios de error.Las impresiones antiguas no son las nicas capaces de engaarnos: los encantos de lanovedad tienen el mismo poder. De aqu provienen todas las disputas de los hombres, quese reprochan, o de seguir sus falsas impresiones de la infancia, o de correr temerariamenteen pos de las nuevas. Quin se mantiene en el justo medio? Que comparezca y que lodemuestre. No hay principio alguno, por natural que pudiera ser, incluso despus de lainfancia, que no se haga pasar por una falsa impresin, sea de la instruccin, sea de lossentidos.

    Porque -se nos dice- habis credo desde la infancia que un cofre est vaco cuando novemos nada en l, habis credo que es posible el vaco. Es una ilusin de vuestros sentidos,fortalecida por la costumbre, que es menester sea corregida por la ciencia. Y los otrosdicen: Como se os ha dicho en la escuela que no hay vaco, se ha corrompido vuestrosentido comn, el cual lo comprenda muy claramente antes de esta mala impresin, que esmenester corregir recurriendo a vuestra primera naturaleza. Quin ha engaado, pues?Los sentidos, o la instruccin?

    Tenemos otro principio de error: las enfermedades. Nos estropean el juicio y el sentido; y silas grandes enfermedades lo alteran sensiblemente, no tengo la menor duda de que laspequeas producen una impresin proporcional a ellas.

    Nuestro propio inters es tambin un maravilloso instrumento para hacernos saltar los ojosagradablemente. No es lcito al ms ecunime hombre del mundo ser juez en su propiacausa; conozco algunos que, para no caer en este amor propio, han sido los ms injustos acontrapelo: el medio seguro de perder una causa absolutamente justa es hacer que larecomienden sus parientes prximos.

    La justicia y la verdad son dos puntas tan sutiles, que nuestros instrumentos son demasiadoembotados para tocar exactamente en ellas. Si lo logran, abollan la punta y se apoyan entorno de ella, ms sobre lo falso que sobre lo verdadero.

    El hombre se halla, pues, tan felizmente constituido, que no tiene ningn principio justo deverdad, pero muchos y excelentes de falsedad. Veamos ahora cuntos... Pero la ms gratacausa de estos errores es la guerra reinante entre los sentidos y la razn.

    83. Hay que comenzar por aqu el captulo de las potencias engaosas. El hombre no essino un sujeto lleno de error, natural e indeleble, sin la gracia. Nada le muestra la verdad.Todo le engaa; estos dos principios de verdades, la razn y los sentidos, aparte de quecarece cada uno de ellos de sinceridad, se engaan recprocamente el uno al otro. Lossentidos engaan a la razn por falsas apariencias; y esta misma celada que tienden a la

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    razn la reciben a su vez en ella; la razn toma su desquite. Las pasiones del alma perturbanlos sentidos, producindoles impresiones falsas. Mienten y se engaan a porfa.

    Pero adems de estos errores que se producen por accidente y por la falta de inteligenciacon sus facultades heterogneas...

    91. SPONGIA SOLIS. -Cuando vemos que un efecto acontece siempre de la mismamanera, deducimos una necesidad natural, como, por ejemplo, que maana ser de da,etctera. Pero muchas veces la naturaleza nos desmiente y no se sujeta a sus propias reglas.

    92. Qu son nuestros principios naturales sino nuestros principios habituales? Y en losnios, qu son sino los que han recibido del hbito de sus padres, como la caza en losanimales?

    Una costumbre diferente nos dara otros principios naturales: esto se ve por experiencia; ysi los hay imborrables, por el hbito, existen tambin hbitos contra natura, que ni lanaturaleza ni un segundo hbito pueden borrar. Depende de la disposicin.

    93. Los padres temen que el amor natural de los hijos se borre. Cul es, pues, estanaturaleza sujeta a ser borrada? La costumbre es una segunda naturaleza que destruye laprimera. Pero qu es naturaleza? Por qu la costumbre no es natural? Tengo muchomiedo de que esta naturaleza no sea a su vez sino una primera costumbre, al igual que lacostumbre es una segunda naturaleza.

    94. La naturaleza del hombre es toda naturaleza, omne animal.

    No hay nada que no se convierta en natural; nada natural que no se haga perder.

    95. La memoria, la alegra, son sentimientos; y hasta las proposiciones geomtricas llegan aser sentimientos, porque la razn hace que los sentimientos sean naturales, y lossentimientos naturales se borran por la razn.

    99. Hay una diferencia universal y esencial entre las acciones de la voluntad y todas lasdems.

    Es uno de los principales rganos de crdito; no que ella forme el crdito, sino porque lascosas son verdaderas o falsas segn la faceta por donde se las mire. La voluntad que secomplace en una ms que en otra, aparta al espritu de la visin de las cualidades deaquellas que no le gusta ver; y as, el espritu, que va a una con la voluntad, se detiene paramirar la faceta que le gusta; y juzga de la realidad por lo que ve en aqulla.

    100. AMOR PROPIO. -La naturaleza del amor propio y de este yo humano consiste enno amarse ms que a s mismo y en no considerarse sino a s mismo. Pero qu hacer? Nopuede evitar que este objeto que ama est lleno de defectos y de miserias: quiere ser grande,y se ve pequeo; quiere ser feliz, y se ve miserable; quiere ser perfecto, y se ve lleno deimperfecciones; quiere ser objeto de amor y de la estima de los hombres, y ve que susdefectos no merecen sino su aversin y su desprecio. Esta situacin embarazosa en que se

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    encuentra produce en l la ms injusta y criminal pasin que es posible imaginar; porqueconcibe un odio mortal contra esta verdad que le reprende y le convence de sus defectos.Deseara aniquilarla, y no pudiendo destruirla en s mismo, la destruye, en la medida de loposible, en su conocimiento y en el de los otros; es decir, se cuida escrupulosamente decubrir sus defectos ante los dems y ante s mismo y no puede sufrir ni que se los hagan ver

    ni que se vean.Es, sin duda alguna, un malestar lleno de defectos; pero es un mal todava mayor estar llenode ellos y no quererlos reconocer, porque esto es aadirles todava el defecto de una ilusininvoluntaria. No queremos que los dems nos engaen; no encontramos justo que quieranser estimados por nosotros en ms de lo que merecen; tampoco es, pues, justo que lesengaemos y que queramos que nos estimen en ms de lo que merecemos.

    Por esto, cuando no descubren sino imperfecciones y vicios que efectivamente poseemos,es claro que no son injustos, porque no son ellos la causa de tales defectos; y nos hacen unbien, puesto que nos ayudan a liberarnos de un mal, que es la ignorancia de estasimperfecciones. No debemos enfadarnos porque nos conozcan y nos desprecien: porque esjusto que nos conozcan en lo que somos y que nos desprecien si somos despreciables.

    He aqu los sentimientos que naceran de un corazn lleno de equidad y de justicia. Quhabremos de decir, pues, del nuestro, viendo en l una disposicin completamentecontraria? Porque no es verdad que odiamos la verdad y a los que nos la dicen y nos gustaque se equivoquen en favor nuestro, y que queremos ser tenidos por distintos de lo queefectivamente somos?

    He aqu una prueba de ello que me espanta. La religin catlica nos obliga a descubrir suspecados indiferentemente a todo el mundo: tolera que se est escondido para todos losdems hombres; pero excepta uno solo, a quien ordena descubrir el fondo de su corazn yhacerse ver tal como se es. No hay ms que este nico hombre en el mundo a quien nosordene desilusionar, y le obliga a un secreto inviolable, que hace que este conocimiento esten l como si no estuviera. Puede imaginarse nada ms caritativo y ms dulce? Y, sinembargo, la corrupcin del hombre es tal que todava encuentra dureza en esta ley; y es unade las principales razones que han hecho rebelarse contra la Iglesia a una gran parte deEuropa.

    Qu injusto y poco razonable es el corazn del hombre, que encuentra malo que se leobligue a hacer con un hombre lo que en cierto modo sera justo que lo hiciera con todos!Porque es justo que les engaemos?

    Hay diferentes grados en esta aversin por la verdad; pero se puede decir que en todos seencuentra en cierto grado, porque es inseparable del amor propio. Es esta mala delicadezalo que obliga a los que se ven en la necesidad de reprender a los dems de buscar tantosrodeos y templar tantas gaitas para evitar razonamientos. Tienen que disminuir nuestrosdefectos, aparentar que los excusan, combinarlos con elogios y testimonios de afeccin y deestima... Y con todo ello, esta medicina no deja de ser amarga para el amor propio. Tomade ella lo menos que puede, y siempre con disgusto, y muchas veces hasta con un secretodespecho contra los que se la presentan.

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    Sucede por esto que, si se tiene el menor inters en ser amado por nosotros, se evita elhacernos un favor que se sabe nos es desagradable; se nos trata como queremos sertratados; odiamos la verdad, y se nos la oculta; queremos ser adulados, y se nos adula; nosgusta engaarnos, y se nos engaa.

    Es lo que hace que cada grado de buena suerte que nos eleva en el mundo nos aleje ms dela verdad, porque se tiene ms reparos de herir a aquellos cuya afeccin es ms til y cuyaaversin es ms peligrosa. Un prncipe podr ser la fbula de toda Europa, y ser l el nicoque no la conoce. No me sorprende: decir la verdad es til para aquel a quien se dice, perodesfavorable para aquellos que la dicen, porque se hacen odiar. Ahora bien: los que vivencon los prncipes prefieren sus intereses propios a los del prncipe a quien sirven; y por estono se preocupan de procurarle un beneficio perjudicndose a s mismos.

    Esta desgracia es sin duda mayor y ms frecuente en las ms grandes fortunas; pero laspequeas no estn exentas de ella, porque hay siempre un inters en hacerse amar de loshombres. As, la vida humana no es sino una perpetua ilusin; no se hace sino entreengaarse y entre adularse. Nadie habla de nosotros en presencia nuestra tal como habla ennuestra ausencia. La unin existente entre los hombres no est fundada sino en este mutuoengao; y pocas amistades subsistiran si cada uno supiera lo que su amigo dice de lcuando l no est, aunque hable entonces sinceramente y sin pasin.

    El hombre no es, pues, sino disfraz, mentira e hipocresa, tanto en s mismo como respectode los dems. No quiere que se le diga la verdad, evita el decirla a los dems; y todas estasdisposiciones, tan apartadas de la justicia y de la razn, tienen una raz natural en sucorazn.

    110. El sentimiento de la falsedad de los placeres presentes y la ignorancia de la vanidad delos placeres ausentes causan la inconstancia.

    112. INCONSTANCIA. -Las cosas tienen diversas cualidades, y el alma diversasinclinaciones; porque nada de lo que se ofrece al alma es simple, y el alma jams se ofrecesimple para nada. De aqu proviene el que se llore y se ra de una misma cosa.

    113. INCONSTANCIA Y EXTRAVAGANCIA. -No vivir ms que de su trabajo y reinarsobre el ms poderoso Estado del mundo son cosas muy opuestas.

    Estn unidas en la persona del Gran Seor de los turcos.

    115. DIVERSIDAD. -La teologa es una ciencia, pero al propio tiempo cuntas cienciashay! Un hombre es un supuesto; pero si se le anatomiza, ser la cabeza, el corazn, elestmago, las venas, cada vena, cada porcin de vena, la sangre, cada humor de la sangre?

    Una ciudad, una campia, de lejos, son una ciudad y una campia; pero a medida que nosacercamos son casas, rboles, tejas, hojas, hierbas, hormigas, patas de hormigas, hasta elinfinito. Todo se encierra bajo el nombre de campia.

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    119. Se imita la naturaleza: una semilla arrojada en buena tierra, produce; un principioarrojado en un buen espritu, produce; los nmeros imitan al espacio, a pesar de ser denaturaleza tan diferente.

    Todo est hecho y conducido por un mismo maestro: la raz, las ramas, los frutos; los

    principios, las consecuencias.121. La naturaleza recomienza siempre las mismas cosas, los aos, los das, las horas; losespacios, igualmente, y los nmeros estn codo a codo, los unos despus de los otros. Asse produce una especie de infinito y de eterno. No es que todo esto sea infinito y eterno,sino que estos seres terminados se multiplican indefinidamente. Por esto no hay nada quesea infinito, sino el nmero que las multiplica.

    122. El tiempo cura los dolores y las querellas, porque se cambia, no se es ya la mismapersona. Ni el ofensor ni el ofendido son ya los mismos. Es como un pueblo que se hubierairritado y se volviera a contemplar despus de dos generaciones. Son siempre franceses,pero no los mismos.

    124. No solamente miramos las cosas por lados distintos, sino con otros ojos; no nospreocupa el encontrarlas parecidas.

    127. Condicin del hombre: inconstancia, aburrimiento, inquietud.

    129. Nuestra naturaleza est en el movimiento; el reposo completo es la muerte.

    131. ABURRIMIENTO. -Nada es tan insoportable para el hombre como estar en plenoreposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin divertimiento, sin aplicacin. Siente entonces sunada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vaco.Inmediatamente surgirn del fondo de su alma el aburrimiento, la melancola, la tristeza, lapena, el despecho, la desesperacin.

    135. No nos agrada sino el combate, pero no la victoria: gusta ver los combates deanimales, pero no al vencedor ensaado sobre el vencido; qu es lo que se quera ver sinoel fin de la victoria? Y en cuanto llega se est harto de ella. As en el juego, as en lainvestigacin de la verdad. Gusta ver en las disputas el combate de las opiniones; pero enmanera alguna contemplar la verdad encontrada; para contemplarla con gusto es precisoverla nacer de la disputa. Igualmente en las pasiones, se experimenta placer en verentrechocarse a dos contrarias; pero cuando una es duea, ya no es sino brutalidad. Nobuscamos jams las cosas, sino la bsqueda de las cosas. As, en las comedias, las escenascontentas sin miedos no valen nada, ni las extremas miserias sin esperanza, ni los amoresbrutales, ni las speras severidades.

    136. Pocas cosas nos consuelan, porque pocas cosas nos afligen.

    139. DIVERTIMIENTO. -Cuando me he puesto a considerar algunas veces las diversasagitaciones de los hombres y los peligros y las penas a que se exponen en la corte, en laguerra, de donde nacen tantas querellas, pasiones, empresas audaces y con frecuencia

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    malas, etc., he descubierto que toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: elno saber quedarse tranquilos en una habitacin. Un hombre que tiene suficientes medios devida, si supiera estar en casa a gusto, no se marchara para ir al mar o sentarse en una plaza.No se comprara tan caro un puesto en el ejrcito si no fuera insoportable el no moverse dela ciudad; y no se buscan las conversaciones y los divertimientos de los juegos sino porque

    no se puede permanecer en casa a gusto.Pero al pensar ms detenidamente y cuando despus de haber encontrado la causa de todasnuestras desgracias he querido descubrir su razn, me he encontrado con que hay una muyefectiva, que consiste en la desgracia natural de nuestra condicin flaca y mortal, y tanmiserable que nada puede consolarnos cuando nos paramos a pensar en ella.

    Cualquiera que sea la condicin que nos imaginemos y reunidos todos los bienes quepudieran pertenecernos, la realeza es el ms hermoso puesto del mundo, y sin embargo,imaginmosla acompaada de todas las satisfacciones que pudieran corresponderle. Si notiene divertimiento y si se le deja considerar y reflexionar acerca de lo que es, esta lnguidafelicidad no le sostendr ya, caer necesariamente en la visin de lo que le amenaza, de lasrebeliones que pueden acontecer, y finalmente, en la muerte y en las enfermedades que soninevitables; de suerte que si no tiene lo que se llama divertimiento, helo desgraciado, y msdesgraciado que el ms nfimo de sus subordinados que juega y se divierte.

    De aqu viene el que sean tan buscados el juego y la conversacin con las mujeres, laguerra, los grandes empleos. No es que efectivamente se sea feliz con ello, ni que seimagine que la verdadera felicidad consista en tener el dinero que puede ganarse en eljuego, o corriendo la liebre; no lo querramos si nos lo ofrecieran. Lo que se busca no eseste uso muelle y apacible y que nos permite pensar en nuestra desgraciada condicin, nilos peligros de la guerra, ni el trabajo de los empleos, sino el ajetreo que nos impide pensaren ello y nos divierte.

    Razones por las que se prefiere la caza a la presa.

    De aqu viene que gusten tanto a los hombres el ruido y el jaleo; de aqu viene el que laprisin sea un suplicio tan horrible; de aqu viene que el placer de la soledad sea una cosaincomprensible. Y, finalmente, el mayor motivo de felicidad de la condicin de los reyes esque se busca incesantemente divertirlos y procurarles toda suerte de placeres.

    El rey est rodeado de gentes que no piensan sino en divertir al rey y le impiden pensar enl. Porque por muy rey que sea, es desgraciado si piensa en ello.

    He aqu todo lo que los hombres han podido inventar para hacerse felices. Y los quequieren pasar en esto por filsofos y creen que la gente es muy poco razonable al pasar todoel da corriendo tras una liebre, que no quisieran haber comprado, no conocen nuestranaturaleza. Esta liebre no nos ahorrara la visin de la muerte y de las miserias, pero la caza-que nos aparta de aqulla- nos la ahorra.

    El consejo que se daba a Pirro de tomarse de antemano el descanso que iba a buscar contantas fatigas, tropezaba con muchas dificultades.

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    Decir a un hombre que viva tranquilo es decirle que viva feliz; es aconsejarle tener unacondicin completamente feliz y que pudiese contemplar a placer sin encontrar en ellomotivo ninguno de afliccin. No es, pues, entender la naturaleza.

    Por esto los hombres que sienten naturalmente su condicin no evitan nada tanto como elreposo; nada hay que dejen de hacer para buscar la perturbacin. No es que no tengan uninstinto que les haga conocer la verdadera felicidad. La vanidad, el placer de mostrarla a losdems.

    Por esto no se sabe censurarlos debidamente; su falta no consiste en que busquen eltumulto, si no lo buscaran ms que como un divertimiento; lo malo es que lo buscan comosi la posesin de los bienes buscados fuera a hacerles verdaderamente felices, en lo cual setiene razn de acusar a esta bsqueda de vanidad; de suerte que en todo ello, tanto los quecensuran como los censurados no entienden la verdadera naturaleza del hombre.

    Y por esto, cuando se les reprocha el que aquello que buscan con tanto ardor no puedesatisfacerles, si respondieran, como debieran hacerlo bien pensado, que no buscan con ellosino una ocupacin violenta e impetuosa que les desva de pensar en s mismos y que poresto se proponen un objeto atractivo que les encante y les atraiga con ardor, dejaran sinrplica a sus adversarios. Pero no responden esto porque no se conocen a s mismos. Nosaben que lo que buscan no es la presa, sino la caza.

    La danza: hay que pensar dnde se van a colocar los pies.

    El gentilhombre cree sinceramente que la caza es un gran placer y un placer real; pero elcarnicero no es de esta opinin.

    Se imaginan que si hubiesen obtenido este cargo reposaran con placer, sin darse cuenta dela naturaleza insaciable de su codicia. Creen buscar sinceramente el reposo, y en realidadno buscan sino la agitacin.

    Tienen un secreto instinto que les lleva a buscar en el exterior el divertimiento y laocupacin, instinto que procede del resentimiento de sus continuas miserias; tienen otrosecreto instinto, residuo de la grandeza de nuestra primera naturaleza, que les hace conocerque la felicidad no se halla efectivamente ms que en el reposo y no en el tumulto; y conestos dos instintos contrarios se forma en ellos un proyecto confuso que se esconde de suvista en el fondo de sus almas y les lleva a tender al reposo por la agitacin y a figurarsesiempre que la satisfaccin de que carecen les vendr si, superando ciertas dificultades,pueden abrirse por esta va la puerta al reposo.

    As transcurre toda la vida. Se busca el reposo combatiendo algunos obstculos; y cuandose han superado, el reposo se hace insoportable; porque o se piensa en las miserias que setienen o en las que nos amenazan. Y aunque nos viramos bastante defendidos por todaspartes, el aburrimiento, con su autoridad privada, no dejara de brotar del fondo delcorazn, donde tiene races naturales, y de llenar el espritu con su veneno.

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    As, es el hombre tan desgraciado, que se aburrira sin causa ninguna de aburrimiento por elpropio estado de su complexin; y es tan vano, que estando lleno de mil causas esencialesde aburrimiento, la menor cosa, como un billar y una bola que empuja, bastan paradivertirle.

    Pero, me diris, qu se propone con todo esto? Gloriarse maana entre sus amigos de queha jugado mejor que otro. As, los otros sudan en sus despachos para mostrar a los sabiosque han resuelto una cuestin de lgebra que no se hubiera podido encontrar hasta aqu; ytantos otros se exponen a los ltimos peligros para vanagloriarse despus de una plaza quehan tomado, y tan tontamente para mi gusto; y, finalmente, los otros se matan para anotartodas estas cosas, no para ser ms sensatos, sino solamente para mostrar que las conocen, ystos son los ms tontos de la compaa, porque lo son con conocimiento, mientras quepuede pensarse de los otros que no lo seran si poseyeran este conocimiento.

    Un hombre pasa su vida sin aburrirse jugando todos los das un poco. Dadle todas lasmaanas el dinero que puede ganar cada da, con la condicin de que no juegue: le harisdesgraciado. Se dir tal vez que lo que busca es la diversin del juego y no la ganancia.Hacedle, pues, jugar sin apostar; no se encender y se aburrir. No es, pues, la simplediversin lo que busca: una diversin lnguida y sin pasin le aburrir. Es menester que seencienda y se pille a s mismo, imaginndose que sera feliz ganando lo que no quisiera quese le diera, a condicin de no jugar, con el fin de que se forme un motivo de pasin, y quecon l excite su deseo, su clera, su temor, por el objeto que se ha formado, como los niosse asustan de la cara que se han embadurnado.

    De dnde viene que este hombre, que hace pocos meses perdi a su hijo nico, y que,apesadumbrado por procesos y demandas, estuviera esta maana tan emocionado, ahora yano piense en ello? No os sorprendis: est absorto en ver por dnde pasar este jabal quelos perros persiguen con tanto ardor desde hace seis horas. No necesita ms. El hombre, pormuy lleno de tristeza que est, si se puede obtener de l que se embale en algndivertimiento, helo feliz durante este tiempo; y el hombre, por feliz que sea, si no estdivertido y ocupado por alguna pasin o por alguna diversin que impida desbordarse alaburrimiento, pronto estar triste y desgraciado. Sin divertimiento no hay alegra, con eldivertimiento no hay tristeza. Y es tambin esto lo que constituye la felicidad de laspersonas de gran condicin; el que tienen un nmero de personas que les divierten y poseenla capacidad de mantenerse en este estado.

    Tened cuidado. Qu otra cosa es ser superintendente, canciller, primer presidente, sinohallarse en una condicin en la que desde la maana se tiene un gran nmero de personasque vienen de todas partes para no dejarles una hora al da en que puedan pensar en smismos? Y cuando estn en desgracia y se les enva a sus casas de campo, donde nocarecen ni de bienes ni de criados para servirles en sus necesidades, no cesan de sentirsemiserables y abandonados porque nadie les impide pensar en s mismos.

    144. Me dediqu mucho tiempo al estudio de las ciencias abstractas; y la pocacomunicacin que se puede tener con ellas me disgust. Cuando comenc el estudio delhombre, he visto que estas ciencias abstractas no son propias del hombre y que me desviaba

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    de mi condicin penetrando en ellas, ms que los otros ignorndolas. He perdonado a losdems el conocerlas tan poco. Pero cre encontrar, por lo menos, muchos compaeros en elestudio del hombre, pensando que es el verdadero estudio que le es apropiado. Me heequivocado; hay todava menos gente que lo estudie que la geometra. Se busca lo dems, afalta de saber estudiar esto; pero no es tambin verdad que no se halla aqu la ciencia que

    el hombre debe tener, y que es mejor para l ignorarse para ser feliz?146. El hombre est visiblemente hecho para pensar; ello constituye toda su dignidad ytodo su mrito; todo su deber consiste en pensar como es debido. Ahora bien: el orden delpensamiento est en comenzar por s mismo, por su autor y por su fin.

    Pero en qu piensa el mundo? Jams piensa en esto; sino en bailar, en tocar el lad, encantar, en hacer versos, correr la sortija, etc., en luchar, en hacerse rey, sin pensar en qu esser rey y qu es ser hombre.

    147. No nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros y en nuestro propio ser;queremos vivir, en la idea de los dems, una vida imaginaria, y nos esforzamos por esto enparecerlo. Trabajamos incesantemente en embellecer y conservar nuestro ser imaginario,descuidamos el verdadero. Y si tenemos tranquilidad, o generosidad, o fidelidad, nosapresuramos a hacerlo saber, con el fin de vincular estas virtudes a nuestro otro ser, yestaramos dispuestos a arrancrnoslas para unirlas al otro; preferiramos ser poltrones contal de adquirir la reputacin de ser valientes. Gran signo de la nada de nuestro propio ser elno estar satisfecho del uno sin el otro, y de canjear con frecuencia el uno por el otro!Porque quien no muriera por conservar su honor sera infame.

    162. Quien quiera conocer plenamente la vanidad del hombre no tiene ms que considerarlas causas y los efectos del amor. Su causa es un no s qu (Corneille), y sus efectos sonterribles. Este no s qu, tan poquita cosa que apenas es perceptible, conmueve toda latierra, los prncipes, las armas, el mundo entero.

    La nariz de Cleopatra, si hubiese sido ms corta, hubiera cambiado toda la faz de la tierra.

    171. MISERIA. -La nica cosa que nos consuela de nuestras miserias es el divertimiento, y,sin embargo, es la ms grande de nuestras miserias. Porque es lo que nos impideprincipalmente pensar en nosotros, y lo que nos hace perdernos insensiblemente. Sin ellonos veramos aburridos, y este aburrimiento nos impulsara a buscar un medio ms slidode salir de l. Pero el divertimiento nos divierte y nos hace llegar insensiblemente a lamuerte.

    172. No nos limitamos jams al tiempo presente. Anticipamos el porvenir, como demasiadolento en venir, como para apresurar su curso; o recordamos el presente para detenerlo comodemasiado pronto, tan imprudente que erramos en los tiempos que no son nuestros, y nopensamos en el nico que nos pertenece; y tan vanos, que pensamos en los que ya no sonnada, y dejamos escapar sin reflexin al nico que subsiste. Es que de ordinario el presentenos lastima. Lo ocultamos de nuestra vista, porque nos aflige, y si nos es agradable, nospesa el verlo escapar. Tratamos de sostenerlo para el porvenir, y pensamos en disponer lascosas que no estn en poder nuestro, para un tiempo a que no estamos seguros de llegar.

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    Examine cada cual sus pensamientos, y los encontrar completamente ocupados en elpasado y en el porvenir. Apenas pensamos en el presente; y si pensamos en l, no es sinopara pedirle luz para disponer del porvenir. El presente jams es nuestro fin: el pasado y elpresente son nuestros medios, slo el porvenir es nuestro fin. As, jams viviremos, sino

    esperamos vivir; y disponindonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamosjams.

    175. Nos conocemos tan poco, que muchos creen que van a morir cuando se sienten bien; ymuchos creen que se sienten bien cuando se hallan prximos a morir, al no sentir cercana lafiebre o el absceso a punto de formarse.

    Seccin III

    185. La conducta de Dios, que dispone todo con dulzura, consiste en implantar la religinen el espritu por razones, y en el corazn por la gracia. Pero querer implantarla en elespritu y en el corazn por la fuerza y con amenazas no es implantar la religin, sino elterror, terrorem potius quam religionem.

    187. ORDEN. -Los hombres sienten desprecio por la religin; la odian, y tienen miedo deque sea verdadera. Para curar esto, hay que empezar por mostrar que la religin no escontraria a la razn; que es venerable; producir respeto para ella; hacerla despus amable;hacer desear a los buenos que sea verdadera; y mostrar finalmente que es verdadera.

    Venerable, porque ha conocido perfectamente al hombre; amable, porque le promete elverdadero bien.

    194. Que aprendan por lo menos cul es la religin que combaten, antes que a combatirla.Si esta religin se vanagloriara de tener una visin clara de Dios, y de poseerla aldescubierto y sin velo, sera combatirla decir que no se ve nada en el mundo que la muestrecon esta evidencia. Pero puesto que dice, por el contrario, que los hombres se hallan entinieblas y en alejamiento de Dios, el cual est oculto a su conocimiento, que ste es elnombre que se da a s mismo en las Escrituras: Deus absconditus; y, finalmente, puestoque trabaja igualmente por establecer estas dos cosas: que Dios ha establecido notasvisibles en la Iglesia para darse a conocer a aquellos que lo buscan sinceramente; y que lasha encubierto, sin embargo, de tal suerte, que no podr ser percibido sino por aquellos quele buscan de todo corazn, qu provecho podrn sacar, cuando en medio de la negligenciaque profesan para la bsqueda de la verdad vociferan diciendo que no hay nada que se lamuestre, puesto que esta oscuridad en que se encuentran y que objetan a la Iglesia, no hace

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    sino establecer una de las cosas que ella sostiene, sin afectar para nada, a la otra, y establecesu doctrina, lejos de arruinarla?

    Para combatirla sera menester que proclamaran haber realizado todos los esfuerzos parabuscarla en todas partes, incluso en lo que la Iglesia les propone para informarse de ella, y

    que no han hallado satisfaccin ninguna. Si hablaran de esta suerte, combatiranverdaderamente una de sus pretensiones. Pero confo mostrar aqu que no hay personarazonable que pueda hablar de esta suerte, y me atrevo incluso a decir que jams ha habidoquien lo haya hecho. Demasiado conocida es la manera como obran los que proceden coneste espritu. Creen haber realizado grandes esfuerzos para instruirse, cuando han dedicadoalgunas horas a la lectura de algn libro de la Escritura, y cuando han interrogado a algneclesistico acerca de las verdades de la fe. Despus de esto se las dan de haber buscado sinxito en los libros y entre los hombres. Pero, en verdad, yo les dir lo que he dicho muchasveces: que esta negligencia no es tolerable. No se trata aqu del ligero inters por unapersona extraa que justificara esta manera de proceder; se trata de nosotros mismos y denuestro todo.

    La inmortalidad del alma es una cosa que nos importa tanto, que nos toca tanprofundamente, que es menester haber perdido todo sentimiento para quedar indiferenteante lo que sea de ella. Todas nuestras acciones y nuestros pensamientos habrn deemprender caminos tan diferentes, segn que haya bienes eternos que esperar o no, que esimposible dar un paso con sentido y juicio si no es regulndolo por la visin de este punto,que ha de ser nuestro ltimo objeto.

    As, nuestro primer inters y nuestro primer deber consiste en ponernos de acuerdo sobreeste punto, del que depende toda nuestra conducta. Por esto, de entre los que no estnpersuadidos de ello, pongo una extrema diferencia entre aquellos que trabajan con todas susfuerzas para instruirse en ella y aquellos que viven sin esforzarse y sin pensar en ello.

    No puedo sentir ms que compasin para aquellos que gimen sinceramente en esta duda,que la consideran como la ltima de sus desgracias, y que, no escatimando nada para salirde ella hacen de esta investigacin la principal y ms seria de sus ocupaciones.

    Pero aquellos que pasan su vida sin pensar en este ltimo fin de la vida, y que, por lasencilla razn de que no encuentran en s mismos luces que les persuadan de ello,descuidan el ir a buscarlas en otra parte, y no examinan a fondo si esta opinin es de esasque el pueblo recibe por una simplicidad crdula, o de aquellas que, aunque oscuras en smismas, poseen, sin embargo, un fundamento muy slido e inquebrantable, a stos lesconsidero de una manera completamente diferente.

    Esa negligencia en un asunto en que se trata de ellos mismos, de su eternidad, de su todo,me irrita ms que me enternece; me asombra y me espanta, es para m algo monstruoso. Nodigo esto por celo piadoso de una devocin espiritual. Entiendo, por el contrario, que hayque abrigar este sentimiento por un principio de inters humano y por un inters de amorpropio: basta ver para esto lo que ven las personas menos esclarecidas.

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    No hace falta tener un alma muy elevada para comprender que no hay aqu satisfaccinverdadera y slida, que todos nuestros placeres no son sino vanidad, que nuestros males soninfinitos, y que, finalmente, la muerte, que nos amenaza a cada instante, ha de colocarnosinfaliblemente dentro de pocos aos en la horrible necesidad de ser eternamente oaniquilados o desgraciados.

    Nada hay ms real ni ms terrible que esto. Podemos bravuconear cuanto queramos: he ahel fin que espera a la vida ms hermosa del mundo. Reflexinese sobre ello y dgaseinmediatamente si no es indubitable que no hay nada de bueno en esta vida, sino en laesperanza de otra, que no se es feliz sino en la medida en que se acerca uno a ella, y que ascomo no habr ya desgracias para quienes abrigaban una entera seguridad en la eternidad,as tampoco habr felicidad para quienes no tuviesen luz ninguna acerca de ella.

    Es verdad, pues, que es un gran mal hallarse en esta duda; pero es por lo menos un deberindispensable el buscar, cuando se est en ella; y por esto, aquel que duda y no busca es, ala vez, sumamente desgraciado y sumamente injusto; si con esto queda tan tranquilo ysatisfecho que haga profesin de ello, y que, finalmente, se vanaglorie de ello, y queincluso haga de este estado objeto de su vanidad, no tengo palabras para calificar a tanextravagante criatura.

    De dnde ha podido sacar estos sentimientos? Qu motivo de goce encuentra en noesperar ms que miserias sin recurso? Qu motivo de vanidad en verse envuelto enoscuridades impenetrables, y cmo es posible que este razonamiento acontezca en unhombre razonable?

    No s quin me ha trado al mundo, ni qu es el mundo, ni qu soy yo mismo; me hallo enuna terrible ignorancia de todo; no s lo que es mi cuerpo, qu mis sentidos, qu mi alma,ni qu esa misma parte del yo que piensa lo que digo, que reflexiona sobre todo y sobre smisma, y no se conoce a s misma mejor que al resto. Veo estos terribles espacios deluniverso que me envuelven, y me veo afectado a un rincn de esta vasta extensin, sin quesepa por qu estoy colocado en este lugar ms bien que en otro, ni por qu este breve lapsoque me ha sido dado para vivir, me ha sido asignado ms bien en este punto que en otro dela eternidad que me ha precedido y de toda la que me sigue. No veo por ninguna parte sinoinfinidades, que me envuelven como un tomo y como una sombra que no dura sino uninstante para no volver. Lo nico que conozco es que pronto voy a morir, pero lo que msignoro es esta misma muerte que no soy capaz de evitar.

    Como no s de dnde vengo, tampoco s adnde voy; y s solamente que al salir de estemundo caigo para siempre jams o en la nada o en las manos de un Dios irritado, sin sabercul de estas dos condiciones me ser eternamente dada por herencia. He aqu mi estado,lleno de flaqueza y de incertidumbre. Y de todo ello concluyo, pues, que debo pasar todoslos das de mi vida sin pensar en averiguar lo que me va a acontecer. Quiz pudieraencontrar algn esclarecimiento en mis dudas; pero no me quiero tomar la pena de ello nidar un paso para buscarlo y despus, tratando con desprecio a quienes trabajen en estafaena, voy a marchar, sin previsin y sin temor, a embarcarme en un acontecimiento tangrande, y a dejarme conducir muellemente hacia la muerte, en la incertidumbre de laeternidad de mi condicin futura.

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    Quin deseara tener como amigo a un hombre que discurriera de esta manera? Quin loelegira de entre los dems para comunicarle sus asuntos? Quin recurrira a l en susaflicciones? Y, finalmente, a qu empleo en la vida podra destinrsele?

    En realidad, es una gloria para la religin tener por enemigos a hombres tan insensatos; y suoposicin le es tan poco perjudicial, que sirve, por el contrario, para el establecimiento desus verdades. Porque la fe cristiana casi se reduce a establecer estas dos cosas: lacorrupcin de la naturaleza y la redencin de Jesucristo. Ahora bien: yo afirmo que si nosirven para mostrar la verdad de la redencin por la santidad de sus costumbres, sirven porlo menos admirablemente para mostrar la corrupcin de la naturaleza por sentimientos tandesnaturalizados.

    Nada es tan importante para el hombre como su estado, nada tan temible para l como laeternidad; y por esto no es natural que haya hombres indiferentes a la prdida de su ser y alpeligro de una eternidad de miserias. Son completamente distintos respecto de todas lasdems cosas: temen hasta las ms ligeras, las prevn, las sienten; y este mismo hombre quepasa tantos das y tantas noches rabiando y desesperado por la prdida de un puesto o poruna ofensa imaginaria a su honor, es el mismo que sin inquietud y sin emocin sabe que vaa perderlo todo con la muerte. Es monstruoso ver en un mismo corazn y al mismo tiempoesta sensibilidad por las menores cosas y esta extraa insensibilidad por las ms grandes. Esun encantamiento incomprensible y un embotamiento sobrenatural, que denota la fuerzaomnipotente que lo produce.

    Es menester que exista una extraa inversin en la naturaleza del hombre para gloriarse dehallarse en este estado, en el cual parece increble que haya una sola persona que puedaexistir. Sin embargo, la experiencia me ha hecho ver un nmero tan grande de ellas, quesera sorprendente que no supiramos que la mayora se desfiguran y no son asefectivamente; son gentes que han odo decir que los buenos modales del mundo consistenen hacerse as el desbocado. Es lo que llaman haber sacudido el yugo, y lo que tratan deimitar. Pero no sera difcil darles a entender cmo se equivocan buscando la estima poreste camino. No es el medio de adquirirla ni tan siquiera entre las personas de mundo quejuzgan sanamente de las cosas y que saben que el nico camino para triunfar es aparecerhonrado, fiel, juicioso y capaz de servir tilmente al amigo, porque a los hombres no lesgusta, naturalmente, sino lo que puede serles til. Ahora bien: qu provecho hay paranosotros en or decir a un hombre que ha sacudido el yugo, que no cree que hay un Diosque vela sobre sus acciones, que se considera como un seor nico de su conducta, y queno piensa en dar cuentas sino a s mismo? Cree que nos ha movido con ello a tener en losucesivo confianza en l, y a esperar de l consuelos, consejos y socorros en todas lasnecesidades de la vida? Pretende habernos regocijado al decirnos que nuestra alma no essino un poco de viento y de humo, y decirlo todava con un tono de voz orgulloso ycontento? Acaso es cosa que pueda decirse alegremente? No es, por el contrario, cosapara dicha tristemente, como la cosa ms triste del mundo?

    Si pensaran seriamente en ello, veran que es cosa tan mal considerada, tan contraria albuen sentido, tan opuesta a la honradez, y tan alejada en toda forma de este buen porte quetanto buscan, que seran ms bien capaces de rectificar que de corromper a los que sintieran

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    la menor inclinacin de seguirles. Y, efectivamente, hacedles dar cuenta de sussentimientos y de las razones que tienen para juzgar de la religin; os dirn cosas tan flojasy bajas, que os persuadirn de lo contrario. Es lo que un da les deca muy a propsito unapersona: Si continuis discurriendo de esta manera -les deca-, verdaderamente meconvertiris. Y tena razn.

    Por esto, los que no hacen sino fingir estos sentimientos seran muy desgraciados situvieran que forjar su naturaleza para hacerse los ms impertinentes de los hombres. Siestn molestos en el fondo de su corazn por no tener ms luz, que no lo disimulen: estadeclaracin no tiene nada de vergonzoso. La nica vergenza es carecer de ella. Nada acusams la extrema flaqueza de espritu que el no reconocer la desgracia de un hombre sin Dios;nada indica ms claramente una mala disposicin de corazn que el no desear la verdad delas promesas eternas; nada ms cobarde que hacer bravatas contra Dios. Dejen, pues, estasimpiedades para los que son lo bastante mal nacidos para ser verdaderamente capaces deellos; sean por lo menos personas honradas si no pueden ser cristianas, y reconozcanfinalmente que no hay ms que dos clases de personas que puedan llamarse sensatas: o losque sirven a Dios de todo corazn, porque le conocen, o los que le buscan de todo coraznporque no le conocen.

    Pero por lo que hace a los que viven sin conocerle y sin buscarle, se juzgan a s mismos tanpoco dignos de preocuparse de s mismos como dignos de ser objeto de preocupacin paralos dems; y es menester tener toda la caridad de la religin que ellos desprecian para nodespreciarlos hasta abandonarlos en su locura. Pero, puesto que esta religin nos obliga aconsiderarlos siempre, mientras estn en esta vida, como capaces de la gracia que puedeiluminarles, y a creer que en poco tiempo pueden hallarse ms llenos de fe que lo estamosnosotros, y que nosotros podemos, por el contrario, caer en la obcecacin en que ellos seencuentran, hay que hacer por ellos lo que quisiramos que se hiciera por nosotros siestuviramos en su lugar, y moverles a tener piedad de s mismos y a dar por lo menosalgunos pasos para que prueben a ver si encuentran luz. Que concedan a esta lecturaalgunas de esas horas que tan intilmente emplean fuera de ella: cualquiera que sea laversin que aporten a ella, tal vez encontrarn algo, y por lo menos no perdern mucho;pero aquellos que aporten una perfecta sinceridad y un verdadero deseo de encontrar laverdad, espero que encontrarn satisfaccin, y que quedarn convencidos de las pruebas deuna religin tan divina, que he reunido aqu, y en las que he seguido sobre poco ms omenos este orden...

    195. Antes de entrar en las pruebas de la religin cristiana, encuentro necesario representarla injusticia de los hombres que viven en la indiferencia de buscar la verdad de una cosaque les es tan importante y que les toca tan de cerca.

    De todos sus desvaros es, sin duda, el que les convence ms de locura y obcecacin y en elque es ms fcil confundirles por los dictados del sentido comn y por los sentimientos dela naturaleza.

    Porque es indudable que el tiempo de esta vida no es ms que un instante, que el estado demuerte es eterno, de cualquier naturaleza que pueda ser, y que por esto todas nuestrasacciones y todos nuestros pensamientos tendrn que emprender rutas tan diferentes, segn

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    el estado de esta eternidad, que es imposible dar un paso con sentido y juicio si no esregulndolo por la verdad de este punto, que debe ser nuestro ltimo objeto.

    Nada hay ms visible que esto y que en su virtud, segn los principios de la razn, laconducta de los hombres ser completamente insensata, si no emprenden un camino

    distinto.Jzguese por esto de quienes viven sin pensar en este ltimo fin de la vida, que se dejanllevar de sus inclinaciones y de sus placeres sin reflexin y sin inquietud, y, como sipudieran aniquilar la eternidad apartando de ella su pensamiento, no piensan sino enhacerse felices en este solo instante.

    Sin embargo, esta eternidad subsiste, y la muerte que ha de iniciarla y que les amenaza entodo momento ha de colocarles infaliblemente dentro de poco tiempo en la horriblenecesidad de ser eternamente o aniquilados o desgraciados, sin que sepan cul de estas doseternidades les est preparada para siempre.

    He aqu una duda de terribles consecuencias. Se hallan en el peligro de la eternidad demiserias; y, como si la cosa no valiera la pena, descuidan, a propsito de ella, examinar sies una de estas opiniones que el pueblo recibe con facilidad demasiado crdula, o deaquellas que, por ser oscuras en s mismas, tienen un fundamento muy slido aunqueescondido. Y as no saben si hay verdad o falsedad en una cosa ni si hay fuerza o flaquezaen las pruebas. Las tienen delante de los ojos; se niegan a mirarlas, y en esta ignoranciatoman el partido de hacer todo lo necesario para caer en esta desgracia, en el caso de queexista, de aguardar a la muerte para probar si existe, y de hallarse, sin embargo, sumamentesatisfechos en este estado, de hacer profesin de l y de vanagloriarse en l. Puedepensarse seriamente en la importancia de este negocio sin tener horror de una conducta tanextravagante?

    Este reposo en esta ignorancia es cosa monstruosa, cuya extravagancia y estupidez hay quehacer sentir a los que pasan su vida en ella, representndosela a ellos mismos, paraconfundirles con la visin de su locura. Porque he aqu cmo razonan los hombres cuandodicen vivir en esta ignorancia de lo que son y sin buscar esclarecimientos. No s, dicen...

    224. Cmo odio estas tonteras de no creer en la Eucarista, etc.!... Si el Evangelio esverdad, si Jesucristo es Dios, qu dificultad hay en ello?

    225. El atesmo denota un espritu fuerte, pero solamente hasta cierto punto.

    226. Los impos, que hacen profesin de seguir la razn, deben estar extraamente fuertesen razn. Qu dicen, pues? No vemos -dicen- morir y vivir a los animales y a los turcoscomo a los cristianos? Tienen sus ceremonias, sus profetas, sus doctores, sus santos, susreligiosos, como nosotros, etc. (Es esto contrario a la Escritura? No dice ella todo esto?)

    Si no os preocupis ms de saber la verdad, esto es bastante para quedaros en paz. Pero sideseis con todo vuestro corazn conocerla, no es bastante; mirad los detalles. Bastara parauna cuestin de filosofa; pero aqu se juega todo. Y, sin embargo, despus de una ligera

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    reflexin de esta ndole ir a divertirse, etc. Infrmese de si esta misma religin no da raznde esta oscuridad; tal vez ella nos la ensee.

    229. He aqu lo que veo y lo que me perturba. Miro a todas partes y en todas no veo sinooscuridad. La naturaleza no me ofrece nada que no sea materia de duda y de inquietud. Si

    no viera en ella nada que denotara una divinidad, me determinara por la negativa; si vierapor doquier seales de un Creador, descansara en paz en la fe. Pero como veo demasiadopara negar y demasiado poco para estar seguro, me encuentro en un estado lamentable y enel cual he deseado cien veces que si un Dios la sostiene, lo seale sin equvoco, y que si lasseales que de ello da son engaosas, las suprima completamente; que la naturaleza digatodo o nada, a fin de que yo vea el partido que debo seguir. Mientras que en el estado enque me encuentro, ignorando lo que soy y lo que debo hacer, no conozco ni mi condicin nimi deber. Mi corazn tiende todo entero a conocer dnde est el verdadero bien paraseguirlo; nada me sera tan caro para la eternidad.

    Envidio a los que veo en la fe viviendo con tanta negligencia, y que usan tan mal de un dondel que me parece que yo hara un uso tan distinto.

    233. INFINITO. NADA. -Nuestra alma est arrojada en el cuerpo, en el cual encuentranmero, tiempo, dimensiones. Razona sobre ello y llama a esto naturaleza, necesidad, y nopuede creer otra cosa.

    La unidad unida al infinito no lo acrecienta en nada, no ms que un pie a una medidainfinita. Lo finito se aniquila en presencia de lo infinito y se convierte en pura nada. As,nuestro espritu ante Dios; as, nuestra justicia ante la justicia divina. No hay desproporcintan grande entre nuestra justicia y la de Dios, entre la unidad y el infinito.

    La justicia de Dios tiene que ser tan enorme como su misericordia. Ahora bien: la justiciarespecto de los rprobos es menos enorme y debe chocar menos que la misericordiarespecto de los elegidos.

    Conocemos que hay un infinito e ignoramos su naturaleza. Como sabemos que es falso quelos nmeros sean finitos, por tanto es verdad que hay un infinito en nmero. Pero nosabemos lo que es: es falso que sea par, es falso que sea impar; porque aadindole launidad no cambia de naturaleza; sin embargo, es un nmero, y todo nmero es par o impar(es verdad que esto se refiere a todo nmero finito). As puede perfectamente ser conocidoque hay un Dios sin saber lo que es.

    No hay una verdad sustancial, viendo tantas cosas que no son la verdad misma?

    Conocemos, pues, la existencia y la naturaleza de lo finito, porque somos finitos y extensoscomo l. Conocemos la existencia del infinito e ignoramos su naturaleza, porque tieneextensin como nosotros, pero no fronteras como nosotros. Pero no conocemos laexistencia ni la naturaleza de Dios, porque no tiene ni extensin ni lmite.

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    Pero conocemos su existencia por la fe; por la gloria conoceremos su naturaleza. Ahorabien: he mostrado ya que se puede conocer perfectamente la existencia de una cosa sinconocer su naturaleza.

    Hablemos ahora segn la luz natural.

    Si hay un Dios, es infinitamente incomprensible, puesto que no teniendo ni partes nilmites, no tiene proporcin ninguna con nosotros; somos, pues, incapaces de conocer ni loque es ni si es. Esto supuesto, quin intentar resolver esta cuestin? No nosotros, que nosomos proporcionados a l.

    Quin acusar, pues, a los cristianos de no poder dar razn de su creencia, ellos queprofesan una religin de la que no pueden dar razn? Exponindola al mundo, declaran quees una estupidez, stultitiam; y os quejis luego de que no la prueben! Si la probaran, notendran palabras: careciendo de pruebas es como no carecen de sentido.

    -S; pero aunque esto excuse a los que la ofrecen, y les ponga al abrigo de la censura deproducirla sin razn, esto no excusa a los que la reciben.

    -Examinemos, pues, este punto y digamos: Dios, o es, o no es. Hacia qu lado nosinclinaremos? La razn no puede determinarlo: hay un caos infinito que nos separa. En laextremidad de esta distancia infinita se est jugando un juego en el que saldr cara o cruz.Qu os apostis? Por razn no podis hacer ni lo uno ni lo otro; por razn no podisimpedir ninguno de los dos. No recriminis, pues, de falsedad a los que han elegido, porqueno sabis nada.

    -No; pero les recriminar de haber hecho, no esta leccin, sino una eleccin; porque,aunque el que se decida por la cruz y el otro hayan cometido igual falta, ambos estn enfalta: lo justo es no apostar.

    -S; pero hay que apostar; esto no es voluntario; estis embarcados. Por cul os decidiris,pues? Veamos. Puesto que hay que elegir, veamos que es lo que nos interesa menos. Tenisdos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer: vuestra razn yvuestra voluntad, vuestro conocimiento y vuestra felicidad; y vuestra naturaleza tiene doscosas de que huir: el error y la miseria. Vuestra razn no queda ms herida al elegir lo unoque lo otro, puesto que, necesariamente, hay que elegir. He aqu un punto resuelto. Perovuestra felicidad? Pesemos la ganancia y la prdida, tomando como cruz que Dios existe.Estimemos estos dos casos: si ganis, ganis todo; si perdis, no perdis nada. Optad, pues,porque exista sin vacilar.

    -Esto es admirable. S, hay que comprometer; pero tal vez comprometo demasiado.

    -Veamos. Puesto que hay el mismo riesgo de ganancia y de prdida, si no tuvierais sino queganar dos vidas por una, podrais todava comprometer algo; pero si hubiera tres que ganar,hara falta jugar (puesto que estis en la necesidad de jugar), y serais imprudentes si,estando forzados a jugar, no aventurarais vuestra vida para ganar tres en un juego en quehay igual azar de prdida o de ganancia. Pero hay una eternidad de vida y de felicidad. Y

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    siendo as, aun cuando hubiera una infinidad de casualidades, de las cuales una sola pudieraser la vuestra, tendrais todava razn en comprometer una para tener dos, y obraraisinsensatamente si, obligados a jugar, rehusarais jugar una vida contra tres en un juego en elque, entre infinitas casualidades, hay para vosotros una, si hay una infinidad de vidainfinitamente feliz que ganar. Y aqu hay una infinidad de vida feliz que ganar, un azar de

    ganancia contra un nmero finito de azares de prdida, y lo que hagis es finito. Esto decidetoda la partida: dondequiera interveng