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しし しし しし しししししししし しし Recientemente es común escuchar la importancia de la sociedad civil para el desarrollo de un país. Efectivamente, el sector público no estatal tiene en nuestros días un gran dinamismo, que nos hace pensar en que hay vida pública más allá del Estado y sus apéndices. Pero igualmente es común escuchar que «la sociedad civil es necesaria para un Estado sano» (tesis socialista) y que «la sociedad civil implica la búsqueda del bien común y el interés público» (tesis socialcristiana). Ambas son interpretaciones propias del colectivismo socialista o socialcristiano que utiliza a la sociedad civil como un objeto para movilizar y, por consiguiente, para legitimar la intervención que hacen en la sociedad. Para ser más claro, para estas ideologías, la sociedad civil es un organismo movilizado y movilizante para los intereses de una élite. Hay que ser cautos con esta forma de pensar. Los liberales tenemos que redescubrir una historia y un rol de la sociedad civil. La historia es que la sociedad es previa al Estado y que esta es quien lo conformó para sus propios intereses, esto es, la defensa de la vida, propiedad y libertad de los individuos. El Estado y el contrato social son, pues, expresión de los individuos asociados en base a sus intereses, los cuales pueden aliarse a un mito fundacional —la nación— que dote de relato la misma unión de los asociados. En esta historia, la sociedad civil es una agrupación de individuos libre y voluntariamente vinculados en distintas dimensiones ad hoc. El rol de la sociedad civil es originalmente nulo. Para que la sociedad civil tenga un rol, quiere decir que tendremos que tratarla como un medio para un fin, y así caeríamos en los vicios de nuestras contrapartes socialista y socialcristiana. Entonces tengamos por rol la inexistencia de un papel para la sociedad civil. Todo lo contrario. La sociedad civil funciona en torno a sus propias reglas, límites y necesidades. Es espontánea y autorregulada.

市民社会の自由意志論理論

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mao yushi

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市みん

民しゃ

社かい

会のリバタリアンり

理ろん

論Recientemente es común escuchar la importancia de la sociedad civil para el desarrollo de un país. Efectivamente, el sector público no estatal tiene en nues-tros días un gran dinamismo, que nos hace pensar en que hay vida pública más allá del Estado y sus apéndices. Pero igualmente es común escuchar que «la sociedad civil es necesaria para un Estado sano» (tesis socialista) y que «la so-ciedad civil implica la búsqueda del bien común y el interés público» (tesis so-cialcristiana). Ambas son interpretaciones propias del colectivismo socialista o socialcristiano que utiliza a la sociedad civil como un objeto para movilizar y, por consiguiente, para legitimar la intervención que hacen en la sociedad. Para ser más claro, para estas ideologías, la sociedad civil es un organismo moviliza-do y movilizante para los intereses de una élite.

Hay que ser cautos con esta forma de pensar. Los liberales tenemos que redes-cubrir una historia y un rol de la sociedad civil.

La historia es que la sociedad es previa al Estado y que esta es quien lo confor-mó para sus propios intereses, esto es, la defensa de la vida, propiedad y liber-tad de los individuos. El Estado y el contrato social son, pues, expresión de los individuos asociados en base a sus intereses, los cuales pueden aliarse a un mito fundacional —la nación— que dote de relato la misma unión de los asocia-dos. En esta historia, la sociedad civil es una agrupación de individuos libre y voluntariamente vinculados en distintas dimensiones ad hoc.

El rol de la sociedad civil es originalmente nulo. Para que la sociedad civil tenga un rol, quiere decir que tendremos que tratarla como un medio para un fin, y así caeríamos en los vicios de nuestras contrapartes socialista y socialcristiana. Entonces tengamos por rol la inexistencia de un papel para la sociedad civil. Todo lo contrario. La sociedad civil funciona en torno a sus propias reglas, lími-tes y necesidades. Es espontánea y autorregulada.

Sin embargo, la sociedad civil conformó al Estado. Lo dotó de poder, como diji -mos anteriormente. En ese momento es probable que ella se haya equivocado. Ahora no se puede controlar su poder. El Estado crece día a día en forma de instituciones, burócratas y operadores políticos. Y para justificar esa actitud, está obligado a emprender proyectos que tengan la apariencia de legitimidad para lograr el bien común. Como dijimos, aquí, la sociedad civil se vuelve un elemento funcional a los intereses de la élite. Muy probablemente, la sociedad civil se equivocó al crear al Estado. Ahora le corresponde vigilarlo constante-mente para evitar su crecimiento. Ese podría ser un rol, aunque correspondería mejor llamarlo una actitud, o una buena costumbre.

Lo que sí tiene la sociedad civil es una expresión emancipatoria. Hoy en día, la sociedad existe porque quiere escapar del dominio del Estado y de sus malas prácticas que por lo demás, le son inherentes. Esto no implica que sea un ejer-cicio mentado de emancipación. Apunto a la evidencia de la emergencia de la

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sociedad civil a través de la asociatividad que trasunta cada acto problemático de la sociedad. Es más, me atrevería a decir que por cada acción que hace el Estado, hay una con que la sociedad civil lo pretende emular o pretende solu-cionar de manera más intensa y eficaz ante las necesidades de los ciudadanos. Por cada política pública de seguridad pública se generan múltiples instancias de seguridad barrial debido a que la función estatal es insuficiente. Por cada política educativa estatal, surgen cientos de proyectos educativos que se ajus-tan a la medida de los ciudadanos.