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Scan: Elfowar 1ª Corrección: Centurion (septiembre 2002) GREGORY BENFORD MARTIN H. GREENBERG HITLER VICTORIOSO Once historias sobre la victoria alemana en la II Guerra Mundial CRONOS 9 Colección dirigida por Domingo Santos No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Título original: Hitler Victorious Traducción: Domingo Santos © 1986 by Gregory Benford and Martin H. Greenberg © Ediciones Destino, S.A. Consell de Cent, 425. 08009 Barcelona Primera edición: enero 1990 ISBN: 84–233–1847–8 Depósito legal: B. 3.498–1990 Impreso por Limpergraf, S.A. Carrer del Riu, 17. Ripollet del Valles (Barcelona) Impreso en España – Printed in Spain A todos aquellos que sufrieron bajo el Tercer Reich 1

27518076 Benford Greenberg 1986 Hitler Victorioso

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Scan: Elfowar 1 Correccin: Centurion (septiembre 2002) GREGORY BENFORD MARTIN H. GREENBERG

HITLER VICTORIOSOOnce historias sobre la victoria alemana en la II Guerra Mundial CRONOS 9 Coleccin dirigida por Domingo Santos

No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su incorporacin a un sistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio, sea ste electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin u otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Ttulo original: Hitler Victorious Traduccin: Domingo Santos 1986 by Gregory Benford and Martin H. Greenberg Ediciones Destino, S.A. Consell de Cent, 425. 08009 Barcelona Primera edicin: enero 1990 ISBN: 8423318478 Depsito legal: B. 3.4981990 Impreso por Limpergraf, S.A. Carrer del Riu, 17. Ripollet del Valles (Barcelona) Impreso en Espaa Printed in Spain

A todos aquellos que sufrieron bajo el Tercer Reich

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Prefacio: IMAGINEN EL ABISMOGregory BenfordQu significa pensar en nuestro mundo como surgiendo de una enorme serie de posibilidades del pasado? Es decir, alentar la nocin de que nuestra situacin es en principio precaria..., sensible a sucesos en apariencia arbitrarios, aunque actualmente sellados por la historia con una aparente inevitabilidad? Esta visin ha intrigado a gran nmero de escritores de nuestro siglo, muchos de ellos fuera del campo de la ciencia ficcin. J. C. Squire public en 1931 una recopilacin, titulada Si; o la historia reescrita, que contena ensayos de personalidades tan notables como Winston Churchill, G. K. Chesterton, Andr Maurois e Hilaire Belloc. Examinaban lo que podra haber ocurrido si, por ejemplo, ciertos asesinatos hubieran fracasado, o si (un tema comn en obras posteriores) el Sur hubiera ganado la guerra civil norteamericana. Muchas novelas generales de xito se han basado en las posibilidades de los mundos alternativos, como, por ejemplo, The Alteration, de Kingley Amis, que nos muestra un mundo donde fracas la Reforma. Imaginar senderos no tomados es un mtodo de pensar en el impacto de la historia en el presente y de la gente en la historia. Inherente a los incontables esquemas posibles se halla la batalla entre dos modos de ver la historia. Hay aquellos que contemplan los grandes acontecimientos como algo inevitable, con las actuaciones del azar a escala humana finalmente barridas si se sitan en contra de la marea del tiempo. Otros prefieren una visin ms inquieta, en la cual un fallo de la mano de un asesino puede salvar una nacin. Este tipo de historias y artculos pueden convertirse en experimentos de Gedanken que iluminen uno u otro lado. La primera utilizacin de los mundos alternativos apareci como ciencia ficcin en la novela de Guy Dent Emperor of the If (1926). Se trataba de una narracin inmersa de lleno en el sentido de la maravilla, cuyo poder derivaba de la sorpresa de la propia idea de los mundos alternativos. Ms tarde, los escritores de ciencia ficcin consiguieron mucho ms ocupndose de una posibilidad concreta y confiando en los mtodos de la novela realista. Entre las obras ms importantes del gnero se halla la novela de Keith Roberts Pavana (Pavane, 1968), en la cual la reina Isabel I fue asesinada. A partir de ah, los acontecimientos cayeron como fichas de domin: la Armada venci, la Reforma fracas, y la Inglaterra de nuestros das es un pas tecnolgicamente atrasado, postrado bajo una Iglesia catlica militante. La novela de Ward Moore Lo que el tiempo se llev (Bring the Jubilee, 1953) sigue siendo el ms conseguido tratamiento del Sur triunfante en la guerra civil norteamericana. Incluso las novelas de fantasa, como The Dragn Waiting (1983) de John Ford, han utilizado ese motivo. Hasta ahora, sin embargo, el tema ms popular de todos ellos es el impacto de una victoria nazi en la Segunda Guerra Mundial. Es interesante destacar que la primera de tales novelas apareci antes de la guerra. Swastika Night, de Katherine Burdekin, reflejaba una Gran Bretaa derrotada; fue publicada bajo el seudnimo de Murray Constantin por el editor Gollancz en 1937. (Para un examen ms detallado, vase Women's Studies International Forum, vol. 1, 1984, pgs. 8595.) La guerra en s produjo varias novelas, que eran en su mayor parte propaganda, con ttulos como When Adolf Came, When the Bells Rang y Loss of Eden. El tema demostr ser especialmente popular entre los escritores britnicos despus de la guerra, como en El cuerno de caza (The Sound of His Horn, 1952), de Sarban, seudnimo de John W. Wall, donde se mostraba a los nazis cazando a los britnicos por deporte. Un deprimente filme de estilo documental, It Happened Here, apareci en 1963. Para muchos la idea, en la actualidad, parece slo marginalmente relacionada con la ciencia ficcin, de modo que cuando en la dcada de 1980 apareci SSGB, de Len Deighton, las crticas apenas hicieron mencin de su carcter especulativo. De hecho, casi al mismo tiempo apareci una descripcin no de ficcin de un asalto alemn contra Inglaterra coronado por la victoria germana en el libro Invasin! de Kenneth Macksey, dirigido a los entusiastas de la historia militar. Los dos ejemplos ms sobresalientes de este subtema son El hombre en l castillo (The Man in the High Castle, 1962), de Philip K. Dick, quiz su mejor novela, y El sueo de hierro (The Iron Dream, 1972), de

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Norman Spinrad. Spinrad utiliza la idea con una hbil e incisiva variacin. Su Hitler emigr a los Estados Unidos y se convirti en un escritor de pulps especializado en relatos de espada y brujera. La obra cumbre de Hitler es una visin teida en ciencia ficcin del triunfo nazi. El texto de la novela es este melodrama fascista, lleno de sorprendentes paralelismos con nuestra realidad. Spinrad culmina todo esto con un eplogo satrico firmado por el crtico literario Homer Whipple, que remacha el significado de Hitler el innovador con una insistente estrechez de miras. El libro es un autntico tour de forc. Muchas de las mejores obras de este tipo, sin embargo, son cortas. Algunas se centran en la Inglaterra bajo el tacn nazi (Weihnachtsabend, de Keith Roberts y La cada de Frenchy Steiner, de Hilary Bailey). Muchas ocurren en una cultura expandida de orientacin alemana que cubre varios continentes. Dos destinos de Cyril Kornbluth, por ejemplo, refleja unos Estados Unidos repartidos entre Alemania y Japn. (Aunque algunos no estn de acuerdo, es una de las mejores obras de Kornbluth, aunque su autor muri antes de poder dar los ltimos retoques al borrador final. A ello pueden achacrseles ciertos lapsus; por ejemplo, no hay reservas hopi cerca de Los lamos, ni siquiera en Nuevo Mxico.) Cuando empezamos a trabajar en esta recopilacin, tuvimos la impresin de que el abanico de posibilidades no haba sido adecuadamente explorado. Encargamos varias obras, sugiriendo lneas de ataque alternativas. Con gran alegra por nuestra parte, estas historias no se limitaron a repetir temas anteriores, sino que se alinearon desde el ms sorprendente cmic surrealista (Thor se enfrenta al Capitn Amrica, de Davin Brin) hasta la fantasa de horror (Os llorar a los nios?, de Howard Goldsmith). Brad Linaweaver rehizo casi por completo Luna de hielo para realzar algunos efectos. Sheila Finch escribi La paz del Reich despus de que le sugiriramos explorar un mundo en el cual algunas cosas fueran mejores que en nuestra realidad actual. El profesor Tom Shippey escribi su primera obra de ficcin, Transmisiones enemigas, despus de que le pidiramos que expusiera sus extensos conocimientos sobre la literatura alemana. Los aos de Hitler seguirn siendo probablemente fascinantes durante muchos siglos. En ellos vemos la ms espeluznante encarnacin del mal en el mundo moderno. Como seala Norman Spinrad en su introduccin, los nazis fueron maestros del simbolismo, y hablaban a una retorcida sexualidad que puede hallarse inculcada en la sociedad durante mucho tiempo. Aunque es posible que algunos de ustedes encuentren estas historias demasiado penosas de leer, les pedimos que las vean como exploraciones que arrojan una luz oblicua sobre los tiempos modernos, sobre nuestro propio presente y sobre las incontables posibilidades del alma humana.

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Introduccin: HITLER VICTORIOSONorman SpinradPor qu la memoria de Adolf Hitler se niega a ser exorcizada? Por qu, cuarenta aos despus de su muerte y del fin de la Segunda Guerra Mundial, tenemos aqu Hitler victorioso, una antologa de once historias situadas en diversos mundos alternativos en los que el, ejem, Sueo de Hierro de la Alemania nazi no acab en las ruinas del Fhrerbunker en Berln? Esta recopilacin no agota en absoluto la literatura sobre el tema. Hay al menos tres novelas muy conocidas que exploran mundos nazis alternativos: El hombre en el castillo de Philip K. Dick, El cuerno de caza de Sarban, y mi propia El sueo de hierro. Ms an, Hitler victorioso y este ensayo debe limitarse a lo que se ha publicado en ingls, y puesto que los nazis infligieron directamente su realidad no en el mundo de habla inglesa sino en el enorme tablero de ajedrez de pueblos y culturas entre los Pirineos y los Urales, uno debe suponer que existe tambin una literatura semejante en otros idiomas europeos. Y, naturalmente, la mstica profundiza ms que eso. Hace veinte aos vi una tienda que venda parafernalia nazi nada menos que en Ciudad de Mxico. Y, ms o menos en la poca en que se public El sueo de hierro, Ballantine Books estaba teniendo un buen xito con una serie de libros de bolsillo profusamente ilustrados sobre temas tales como uniformes de las SS y aeroplanos nazis de la Segunda Guerra Mundial. Mel Brooks es casi incapaz de hacer una pelcula que no incluya alguna personificacin de Hitler. Las pandillas de motoristas fuera de la ley llevan tiempo adornndose con atuendos pseudonazis. Tanto las chaquetas negras de cuero de la dcada de 1950 como muchos estilos punk actuales deben su inspiracin a la moda de las SS. Incluso el rostro del propio Hitler se halla grabado ms profundamente en la consciencia (o inconsciencia) del pblico que el de cualquier otro ser humano que haya vivido a lo largo de toda la historia. Un valo vaco, la curva de un flequillo en cualquiera de los dos cuadrantes superiores, un bigote a lo Charles Chaplin, y todos sabemos quin es, no? Lo que no sabemos es cmo y por qu. De acuerdo, Adolf Hitler fue uno de los ms grandes asesinos de masas de la historia, pero Josef Stalin no se qued a la zaga en lo que respecta a la polica secreta, campos de concentracin y exterminios en masa. Como tampoco Torquemada, Atila el huno o Pol Pot se quedan mucho ms abajo en la galera de monstruos histricos cuando los medimos por el nmero de vctimas. Pero Adolf Hitler, de alguna manera elusiva, se halla a la cabeza de todos como el arquetipo del mal humano, y quiz como algo ms incluso, puesto que hay una extraa cualidad ambigua en parte de su literatura, una complicada fascinacin con, me atrevera a decir, algunas virtudes nazis. Virtudes nazis? Durante la crisis de los rehenes en Beirut, un negociador profesional llamado Herb Cohn destac un hecho revelador: Nadie est loco para s mismo, no importa lo loco que pueda parecerle a usted. No parece probable que Hitler hiciera el mal a conciencia, o que el pueblo alemn le siguiera de una forma tan fantica porque estuviera consumido por el ansia autoconsciente de ser malvado. Hitler lleg al poder en una nacin derrotada y humillada cuya economa se haba colapsado en el desempleo masivo y una inflacin desbocada. Al cabo de cinco aos la moneda estaba estabilizada, la economa creca vertiginosamente, Alemania era un lder mundial en tecnologa, y el orgullo y la autoconfianza nacionales haban alcanzado el punto de la absoluta mana. Cmo consiguieron esto Hitler y los nazis? Leni Riefenstahl lo expres de una manera perfecta en el ttulo de un filme de propaganda que form parte del proceso en s y que constituye una autntica obra maestra. Me refiero, naturalmente, a El triunfo de la voluntad.

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Adolf Hitler, al parecer, fue un hombre que jams tuvo la menor duda, y un hombre capaz de proyectar esta certidumbre tanto a sus subordinados como a las masas. A mediados de la dcada de 1930, por ejemplo, orden al doctor Ferdinand Porsche que diseara lo que iba a convertirse en el Volkswagen, con motor trasero refrigerado por aire porque, proclam, deseaba un coche para las masas que pudiera resistir el invierno en las grandes autopistas que planeaba construir en Rusia despus de conquistarla. Incluso en las postrimeras en el bunker, con los complots como los de Himmler, Goering, Goebeels y compaa arremolinndose alrededor, ninguno de los conspiradores plane en algn momento el derribo de der Fhrer; todos seguan planeando conseguir sus favores. ste era el corazn de la ideologa nazi, el Fhrerprincip: una obediencia y una lealtad totales, y una confianza total en un lder heroico, de hecho divino, que era la mstica Voluntad de la Nacin encarnada. Deutschland ist Hitler, Hitler ist Deutschland. Dada esta identificacin del Fhrer y del Reich, proezas que parecen desafiar poltica y econmicamente los lmites de lo posible pueden realizarse sin problemas con una eficiencia absolutamente despiadada. La inflacin puede ser dominada fijando un valor arbitrario a la moneda y reforzndolo con el poder de la polica del Estado totalitario. Un desarrollo masivo de las fuerzas armadas engulle todo el desempleo. Se halla un chivo expiatorio, se arrojan sobre l los problemas de la nacin, y luego se le ejecuta ritualmente en las cmaras de gas. Estamos tratando aqu con una especie de magia, no con una ideologa. Hitler se envolvi deliberadamente con el manto de Fausto, de Siegfried, de Carlomango (aka Karl der Gr e), y lo hizo todo con msica de Wagner. En alemn, la svstica es la Hakenkreuz, la Cruz retorcida, emblema del Anticristo no como la nmesis del Bien sino como la anttesis del degenerado culto cristiano del Santo Pobre Hombre, el antiguo hroe guerrero germano, el Mesas del Heldesleben de Sangre y Hierro. En privado, e incluso indirectamente en pblico, Hitler y el crculo interior nazi eran profundamente anticristianos, brbaros paganos que consideraban la piedad, el perdn y la humildad como vicios que minaban la voluntad de la gente. La nica tierra que se supona que heredaran los mansos era una fosa comn. Quizs el antisemitismo de los nazis fuera un compromiso frustrado con las realidades polticas, porque ni siquiera Hitler fue tan lejos como hasta atacar frontalmente la religin de la Alemania profundamente cristiana, excepto a travs de sus progenitores subrogados, es decir, los judos. Pero, en el corazn de sus corazones, los nazis aspiraban ciegamente a extirpar este extrao y afeminado culto no germano a la paz y reemplazarlo con una versin germnica del bushido, el Cdigo del Honor del Guerrero, la narcisista autoadoracin de una Raza Superior autocreada que se alzara por s misma a la divinidad a travs de su voluntad de hierro, de una Herrenvolk de superhombres faustianos, destinados por genes y sangre no slo a gobernar, sino a trascender de la propia evolucin humana. Quin puede negar honestamente que hay un poco del sueo nazi en cada uno de nosotros? Porque, muy profundamente enterrado bajo las capas civilizadas de nuestros espritus, no hay acaso un ego desencadenado? Acaso no todos nosotros, a algn nivel, nos consideramos como el hroe secreto de la historia? Acaso nuestra especie no busca trascender de la evolucin natural a travs de la ciencia y la tecnologa? De hecho, tras romper las cadenas del planeta, conseguir el acceso a los fuegos secretos del tomo, y empezar a jugar con el propio cdigo de la vida, no nos hallamos ya a ms de medio camino? El superego puede mirarse la punta de la nariz ante las presuntuosas ambiciones de Fausto, pero el ego se ve a s mismo como un hroe. Consideremos que Satn, el arquetipo del ego orgulloso y maligno, es conocido tambin como Lucifer, el Conductor de la Luz, o, en un avatar anterior, Prometeo, que rob el fuego sagrado de los dioses y puso su destino en manos de los hombres. Hitler, el mstico pagano profundamente anticristiano, aficionado a la astrologa, fan de Wagner, y pretendido superhroe fustico, saba ciertamente todo esto a algn nivel, sino en esos trminos. Y Hitler, el manipulador maestro de los medios de comunicacin de su poca, gast ciertamente mucho tiempo, energas, dinero y atencin elaborando sistemas de smbolos, ceremonias, esquemas de color, arquitectura, e incluso uniformes, que encajaran y capturaran la carga libidinosa encerrada en este interior nazi del ego. Si el cristianismo es esencialmente un culto que refuerza las virtudes del superego de la humildad, la contencin, la empata y la caridad, entonces, en trminos cristianos, el nazismo puede calificarse ciertamente como un culto satnico, que celebra virtudes (y pecados cristianos) tan egostas como el orgullo, el poder, la venganza, la crueldad, la voluntad y, finalmente, el pecado central de Lucifer, el anhelo de trascender a la creacin de Dios y conseguir para s mismo la divinidad. Resulta interesante constatar que tanto el cristianismo como el nazismo suprimen las expresiones

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naturales del impulso sexual con la finalidad de capturar sus energas para servir a sus propios fines. El cristianismo canaliza este impulso libidinoso embotellado hacia la liberacin orgsmica y lo enfoca hacia s mismo como el nico camino hacia el autntico xtasis trascendente. El nazismo lo canaliza en un militarismo fetichista sexualmente cargado y en una violencia al servicio del Estado expansionista. As el francamente flico saludo nazi, los ajustados uniformes negros de las SS, las calaveras plateadas, los dos rayos gemelos, el brbaro esplendor de las antorchas, la incitante msica marcial, la Divisin Licntropo de las SS, el absolutamente obsesivo y retorcido satanismo de los sistemas de smbolos nazis, mientras los superhombres en sus atuendos negros y cromados alzan rgidamente sus brazos derechos y, con los culos prietos y el fuego ardiendo en sus ojos, avanzan a sodomizar al mundo. Lo cual explica por qu, cuarenta aos despus de la muerte del nazismo como fuerza poltica o ideologa coherente, personas sin una percepcin histrica o sin la menor conexin con la cultura o las teoras del Tercer Reich, incluso judas, se sientan an atradas por el sistema de smbolos nazi, se sienten an fascinadas por su difunto sumo sacerdote, Adolf Hitler. Pero, por qu esta antologa de relatos de ciencia ficcin que exploran futuros en los que Hitler y su Sueo de Hierro triunfaron? Por qu El cuerno de caza y El hombre en el castillo y El sueo de hierro? Aunque ha habido ciertamente una gran cantidad de ciencia ficcin y fantasa inconscientemente nazi (en el sentido psquico) publicada desde que el space opera y el Tercer Reich nacieron ms o menos simultneamente en la dcada de 1930, ninguna de las historias de este libro, y ninguna de las novelas antes mencionadas, son pornografa nazi inconsciente. Todas esas obras, en sus diversos estilos, exploran las consecuencias de un Hitler victorioso antes que complacerse en las interioridades secretas nazis. Teniendo en cuenta que existen unas interioridades secretas nazis, buscan formar parte de la solucin antes que exacerbar el problema. Esta fascinacin intelectual, como opuesta a la psicosexual, hacia el tema surge, creo, de la percepcin de que la Segunda Guerra Mundial fue el nexo ms importante hasta ahora de la historia humana, de que el Armagedn se ha librado ya, en la forma de una guerra total entre modernas civilizaciones humansticas y la encarnacin del ms profundo mal dentro del espritu humano que jams se haya manifestado por s mismo en la Tierra. Si alguna vez puede decirse que slo ha existido una guerra, una guerra inevitable, y una guerra en la que las fuerzas de la Luz triunfaron clara y completamente sobre las fuerzas de la Oscuridad, sa es la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo... Y, sin embargo, cuarenta aos despus del Armagedn, nos hallamos en el Milenio? Difcilmente. Una vez ms, vemos al mundo polarizado entre dos campos armados, dos ideologas, dos sistemas de moralidad, y cada uno se considera el depositario de la virtud y la vanguardia de la evolucin humana, y cada uno considera al otro El Imperio del Mal. Irnicamente, estos dos campos fueron aliados contra los nazis, aunque fue el occidental el que, en un determinado momento, vio a la Alemania nazi como una fuerza que esgrimir contra la Unin Sovitica, y aunque la Segunda Guerra Mundial empez esencialmente con un pacto entre Hitler y Stalin para apoderarse de Polonia. Adems, ambos lados poseen ahora este poder fustico definitivo en el que Adolf Hitler slo pudo soar, el poder de la vida y la muerte sobre la civilizacin, la raza humana, de hecho quizs incluso sobre la propia biosfera del planeta. La Segunda Guerra Mundial fue una confrontacin que a muchos de nosotros nos gustara ahora contemplar. Si Hitler hubiera invadido Inglaterra en 1940, cuando estaba sola, en vez de atacar la Unin Sovitica y abrir un Frente Oriental, si Japn no hubiera atacado Pearl Harbor, y arrastrado as a los Estados Unidos a la guerra, si el Tercer Reich hubiera resistido un par de aos ms, hasta disponer de ojivas de combate nucleares para los proyectiles balsticos intercontinentales que estaba desarrollando al final de la guerra... Dnde estaramos todos nosotros ahora? Nos habramos extinguido como civilizacin o incluso como especie, tras haber precipitado un invierno nuclear? Hubiera evolucionado una Europa nazi o incluso un mundo nazi hacia un barbarismo neomedieval? Hubiera evolucionado a una Pax Germnica que habra acarreado una paz forzada al mundo? Ondeara ahora la bandera con la svstica en la Luna y Marte? Se habran apoderado Alemania y Japn de los Estados Unidos a lo largo del Mississippi? Seran ahora Japn y los Estados Unidos islas aisladas en medio

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de un mar mundial nazi? O, dcadas o siglos despus de una victoria nazi, volveramos a estar empeados como siempre en el juego de las nacionesEstado? As que aqu tienen un libro formado por historias que exploran no uno, sino toda una serie de caminos no tomados en esa encrucijada vital de la historia humana, una diversidad de futuros que avanzan en todas direcciones a partir de una sola, simple pero importante premisa: Hitler victorioso. Estuvo a punto de conseguirlo. Habra podido hacerlo. Y, en un sentido psquico al menos, podra ocurrir an. Porque, cuarenta aos despus de su muerte, no puede decirse que la sombra de Adolf Hitler haya sido exorcizada de las ms oscuras profundidades del corazn humano.

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DOS DESTINOSC. M. Kornbluth

Era mayo, todava faltaban cinco semanas para el verano, pero el calor de la tarde era cada da ms insoportable bajo los techos de chapa ondulada de las instalaciones del Distrito Manhattan de Ingeniera del Laboratorio de Los lamos. En los nueve meses que llevaba en aquel desierto, el joven doctor Edward Royland haba perdido casi siete kilos. Y nunca haba sido lo que se dice gordo. Cada tarde, mientras contemplaba la columna de mercurio del termmetro subir lenta e inexorablemente hasta su mximo de las 5:45, se preguntaba si no habra cometido un error que lamentara el resto de su vida aceptando trabajar en aquel Laboratorio en vez de dejar que la oficina de reclutamiento dispusiera libremente de sus huesos. Desde Saipan hasta Bruselas, sus compaeros de clase de la Universidad de Chicago cosechaban medallas y prestigiosas heridas; uno de ellos, un matemtico de primera lnea llamado Hatfield, ya nunca ms se ocupara de las matemticas de primera lnea: haba cado envuelto en llamas con su bombardero Mitchell en una incursin de la Octava Fuerza Area sobre Lille. Y t, pap, qu hiciste en la guerra? Bueno, es algo difcil de explicar, chicos. Tenan aquel absurdo proyecto de bomba atmica que nunca lleg a ningn lado, y enviaron a un montn de tipos a aquel horrible lugar perdido de la mano de Dios en Nuevo Mxico. Elaborbamos hiptesis y hacamos clculos y trastebamos con el uranio, y algunos de nosotros recibimos quemaduras radiactivas, y luego la guerra termin y nos enviaron a casa. Royland no se senta divertido ante esta perspectiva. El calor irritaba sus sobacos mientras esperaba con impaciencia a que la Seccin de Clculos le diera sus cifras sobre la Fase 56c, que era el (malditamente infantil) cdigo designado para el Tiempo de Ensamblaje de Elementos. Estaba a las rdenes de Rotschmidt, supervisor del PROGRAMA III DE DISEO DE ARMAS, y Rotschmidt estaba a las rdenes de Oppenheimer, que era el jefe de los trabajos. A veces se presentaba por all un tal general Groves, un hombre de esplndida figura, y en una ocasin, desde una ventana, Royland haba visto al venerable Henry L. Stimson, secretario de Guerra, bajando lentamente la polvorienta calle, apoyado en un bastn y rodeado por una cohorte de jvenes oficiales de Estado Mayor. Eso era todo lo que Royland vea de la guerra. El Laboratorio! Aquella palabra haba provocado en l en un principio la prometedora y refrescante idea de un trabajo indudablemente intenso, pero tranquilo. Sin embargo, cada maana, exactamente a las siete, el silbato de Oppie lo haca saltar de la cama que ocupaba en un cubculo de los dormitorios; deba luchar para tomar una ducha y afeitarse en medio de la barahnda de otros treinta y siete cientficos solteros que hablaban ocho idiomas distintos; engulla rpidamente un nauseabundo desayuno en la cafetera, y cruzaba la alambrada de espinos de la Lnea Restringida hasta su oficina..., otro cubculo de paredes de machihembrado, ms pequeo, ms caluroso y ms ruidoso, donde las conversaciones y las mquinas de escribir y las calculadoras resonaban todo el da a su alrededor. En aquellas condiciones haca un buen trabajo, supona. No se senta feliz de verse restringido a un solo problema menor, la Fase 56c, pero no dudaba que se senta mucho ms feliz de lo que se deba haber sentido Hatfield cuando su Mitchell se incendi. En aquellas condiciones... stas incluan un extrao arreglo para los clculos. En vez de disponer de una mquina analtica diferencial decente, tenan un mar humano de chicas oficinistas con calculadoras de sobremesa Burroughs; las chicas gritaban Banzai!, y cargaban contra las ecuaciones diferenciales, y las vencan por puro nmero; golpeteaban hasta la muerte con sus pequeas mquinas de sumar. Royland pensaba con hambrienta envidia en el enorme y hermoso diferenciador analgico de Conant en el MIT; probablemente era empleado en lo que fuera que el misterioso Laboratorio de Radiacin estaba haciendo all. Royland sospechaba que el Laboratorio de Radiacin tena tanto que ver con la radiacin como su propio Distrito Manhattan de Ingeniera tena que ver con la ingeniera en el distrito de Manhattan. Y se supona que el mundo se echara a temblar sobre sus cimientos cuando entrara en funcionamiento un Nuevo Dispensador de Clculos que volvera obsoleta incluso la mquina del MIT: tubos, rels y aritmtica binaria, y una velocidad cegadora en vez de las suaves ruedas dentadas y lisas palancas y elegantes curvas externas8

de la obra maestra de Conant. Decidi que no iba a gustarle aquello; le gustara menos an de lo que le gustaban las pequeas oficinistas con su constante golpeteo, apartndose mechones de lacio pelo de sus sudadas frentes con manos maquinales. Se sec su propia frente con un empapado pauelo y se permiti echar una mirada a su reloj y al termmetro: 17:15 horas y 39 grados. Pens vagamente en abandonarlo todo, en cometer los errores suficientes para ser separado del proyecto y alistado. No; haba que pensar en la carrera de posguerra. Pero uno de los tipos listos, Teller, no haba dudado; haba divagado tanto y tan concienzudamente en la misin que le haba sido asignada que el propio Oppenheimer haba terminado por dejarlo ir, y en ese momento Teller estaba trabajando con Lawrence en Berkeley en algo que se deca que se haba ido a pique tras gastar doscientos cincuenta millones de dlares... Una muchacha vestida de caqui llam a su puerta y entr. Su material de la Seccin de Clculo, doctor Royland. Comprubelo y firme aqu, por favor. Royland cont las doce hojas, firm el formulario que ella le tenda sujeto a una tablilla, y se sumergi en el material durante treinta minutos. Cuando se ech hacia atrs en su silla, el sudor goteaba sobre sus ojos sin que se diera cuenta de l. Sus manos temblaban ligeramente, aunque tampoco se daba cuenta de eso. La Fase 56c del PROGRAMA III DE DISEO DE ARMAS estaba terminada, rematada, cumplida con xito. La respuesta a la pregunta: Pueden los lingotes de U235 ser ensamblados en una masa crtica dentro de un tiempo fsicamente factible? estaba all. Y era: S. Royland era un terico, no un Wheatstone o un Kelvin; le gustaban los nmeros por s mismos, y no senta ninguna pasin especial hacia los cables, la mica y los trozos de grafito que materializaran los nmeros para convertirlos en un maravilloso y nuevo artilugio. Sin embargo, poda visualizar de inmediato el ensamblaje de una bomba atmica operativa dentro del marco de la Fase 56c. Tienes tantos microsegundos para ensamblar tu masa crtica sin que se convierta en vapor; los utilizas para reunir los subensamblajes hacindolos estallar con cargas controladas; se ahorran montones de microsegundos con este mtodo; prcticamente es a prueba de idiotas. Y, entonces, se produce el Gran Bang. Son el silbato de Oppie; era hora de irse. Royland sigui sentado inmvil en su cubculo. Por supuesto, deba ir a Rotschmidt y decrselo; probablemente Rotschmidt le dara una palmada en la espalda y le servira un vaso de ginebra Bols de la alta botella de barro que guardaba en su caja fuerte. Luego, Rotschmidt ira a Oppenheimer. Antes del anochecer, el proyecto sera rediseado! Los PROGRAMA I, PROGRAMA II, PROGRAMA IV y PROGRAMA V seran cancelados, y la gente que trabajaba en ellos metida con calzador en el PROGRAMA III, el que haba dado resultado. Una nueva excitacin ardera en todo el proyecto; haca tres meses que los nimos estaban bajos. La Fase 56c era la primera buena noticia al menos en este tiempo; hasta entonces todo haba sido un maldito callejn sin salida tras otro. El general Groves se haba mostrado hosco y dubitativo la ltima vez que haba estado all. Los cajones de los escritorios chasqueaban por todo el edificio de chapa ondulada sobrecalentado por el sol; las puertas de los cubculos se cerraban; al final del corredor se oy una risa estrepitosa, una risa tensa. Cuando pasaba por delante de la puerta de Royland, alguien grit impaciente: ...aber was kan Man tun? Maldito estpido, en qu ests pensando t? murmur Royland para s mismo. Pero lo saba..., estaba pensando en el Gran Bang, el Gran y Sucio Bang, y en la tortura. La tortura judicial de los viejos das, increblemente cruel a la luz de hoy, que tensaba todo el cuerpo, o lo aplastaba, o lo quemaba, o destrozaba dedos y piernas. Pero incluso esa vieja tortura judicial evitaba cuidadosamente las partes ms sensibles del cuerpo, los rganos genitales, pese a que el dao en ellos, o una autntica amenaza de dao en ellos, hubiera producido rpidas y copiosas confesiones. Uno tiene que estar ms o menos loco para torturar a alguien de ese modo; el hombre cuerdo ni siquiera piensa en ello como posibilidad. Un PM con galones de cabo abri la puerta de Royland y mir dentro. Es hora de irse, profesor dijo. S, de acuerdo respondi Royland. Cerr mecnicamente los cajones de su escritorio y sus archivos, asegur el cierre de su ventana y sac su papelera al corredor. La puerta se cerr tras l con un clic; otro da, otro dlar. Quizs el proyecto estaba a punto de ser eliminado. Lo hacan de tanto en tanto. El enorme fiasco de Berkeley lo demostraba. Y en el dormitorio de Royland faltaban dos fsicos; sus cubculos permanecan vacos desde que haban sido trasladados al MIT para algo antisubmarino. Groves no pareca contento la ltima vez que estuvo por all; y cmo tomaba sus decisiones un general? Daba tres meses de margen, y

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luego coga el hacha? Quizs a Stimson se le acabara la paciencia y cortara de raz las prdidas, cerrara totalmente el Distrito. Quiz F.D.R. dijera en una reunin del Gabinete: Por cierto, Henry, qu demonios ocurre con...?, y se sera el fin si el viejo Henry slo poda decir que los cientficos parecan optimistas acerca de un xito final, seor presidente, pero hasta ahora parece que no hay nada concreto... Cruz la alambrada de espinos de la Lnea bajo la atenta mirada de un teniente de la PM, y recorri la calle flanqueada de barracones de las tropas de mantenimiento hasta el aparcamiento de vehculos. Deseaba un jeep y un billete de viaje; deseaba conducir largo rato por el desierto al anochecer; deseaba una cena de frjoles y berenjenas con su viejo amigo Charles Miller Nahataspe, el curandero de la cercana reserva hopi. El hobby de Royland era la antropologa; deseaba emborracharse un poco con ella..., esperaba que aclarara su mente. Nahataspe le dio alegremente la bienvenida a su choza; su milln de arrugas se convirtieron en otras tantas sonrisas. Deseas que hagamos intercambio de informacin por un rato? ri. Haba estado en Carlisle en la dcada de 1880, y desde entonces no haba dejado de rerse del hombre blanco; admita que la fsica era divertida, pero para un autntico chiste que le dieran la antropologa cultural. Quieres alguna buena historia escandalosa acerca de nuestra homosexualidad institucionalizada? Quieres asado de perro para cenar? Sintate en la manta, Edward. Qu les ha pasado a tus sillas? Y al divertido cuadro de McKinley? Y... y a todo lo dems? La choza estaba desnuda excepto los cacharros de cocinar que hervan suavemente sobre el fuego central de piedras. Me desprend de todo dijo Nahataspe intrascendentemente. Uno termina por cansarse de las cosas. Royland crey comprender lo que el otro quera decir. Nahataspe estaba seguro de que iba a morir muy pronto; esos indios en particular no crean en morir abrumados por las posesiones. La cortesa, sin embargo, prohiba hablar de la muerte. El indio observ su rostro y finalmente dijo: Oh, t puedes hablar de ello, si quieres. No te avergences. No ests bien? pregunt Royland nerviosamente. Estoy terrible. Tengo una serpiente devorndome el hgado. Hace un agujero y come. T tampoco tienes muy buen aspecto, no crees? La duramente aprendida costumbre de la seguridad hizo que Royland eludiera la pregunta. Supongo que no hablars literalmente acerca de la serpiente, no, Charles? Por supuesto que s insisti Miller. Meti una escudilla en el pote y la sac llena del humeante guisado, y sopl. Qu quieres que sepa un ignorante hijo de la naturaleza acerca de bacterias, virus, toxinas y neoplasmas? Qu quieres que sepa yo de la medicina rompecielos? Royland alz bruscamente la vista; el indio se puso a comer despacio. Has odo hablar algo acerca de esa medicina rompecielos? pregunt Royland. No he odo hablar nada, Edward. Pero he tenido unos cuantos sueos al respecto. Seal con la barbilla en direccin al distante Laboratorio. Tus amigos de all no deberan soar tan fuerte; trasciende. Royland se sirvi un poco del guiso, sin responder. Era bueno, mucho mejor que lo que daban en la cafetera, y no tena que preguntar el origen de la carne que contena. Miller dijo, consoladoramente: Todo eso no es ms que historias de nios, Edward. No te preocupes demasiado por ello. Nosotros tenemos una larga y triste historia acerca de un sapo cornudo que comi astrgalo y se crey el Dios de los Cielos. Se puso furioso e intent romper el cielo, pero no pudo, as que se hundi en su agujero, avergonzado de enfrentarse a los dems animales, y muri. Pero ellos nunca llegaron a saber que haba intentado romper el cielo. Pese a s mismo, Royland pregunt: Tenis alguna historia acerca de alguien que realmente rompi el cielo? Sus manos temblaban de nuevo, y su voz era casi histrica. Oppie y los dems iban a romper el cielo, patear a la humanidad directamente en las ingles, liberar un monstruo acechante que ira arriba y abajo da y noche mirando por todas las ventanas de todas las casas del mundo, haciendo que todo hombre cuerdo se aterrorizara por su vida y por las de sus semejantes. Con la Fase 56c, todo haba quedado malditamente orquestado, estaba seguro de ello. Bien hecho, Royland; hoy te has ganado tu dlar! El viejo indio deposit decidido su escudilla a un lado Y dijo: Tenemos un proverbio que explica que el nico rostro plido bueno es el rostro plido muerto, pero har

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una excepcin contigo, Edward. Tengo algo fuerte procedente de Mxico que te har sentir mejor. No me gusta ver a mis amigos torturarse de este modo. Peyote? Ya lo he probado. Ver unas cuantas luces de colores no har que me sienta mejor, pero gracias. No se trata de peyote. Es el Alimento de los Dioses. Yo no me atrevera a tomarlo sin un mes de preparacin; de otro modo, los Dioses podran recogerme en sus redes. Eso se debe a que mi gente ve con claridad, mientras que tus ojos estn nublados. Mientras hablaba, rebusc en un cajn de mimbre trenzado cuyas rendijas estaban cubiertas con arcilla; extrajo un plato tapado. Tu gente slo ve su visin algo aclarada con el Alimento de los Dioses, as que para ti es seguro. Royland crey comprender de lo que estaba hablando el viejo. Uno de los chistes clsicos de Nahataspe era que los nios hopi comprendan la relatividad de Einstein apenas aprendan a hablar..., y haba algo de verdad en ello. El lenguaje y el pensamiento hopi no posea tiempos verbales, de modo que no posea tampoco el concepto del tiempo como una entidad; no tena nada parecido a los sujetos y predicados del habla indoeuropea, y en consecuencia ninguna metafsica innata de causa y efecto. En el lenguaje y en la mente hopi, todas las cosas estaban congeladas juntas para siempre en una gran relacin, una estructura cristalina de acontecimientos espaciotemporales que simplemente existan porque existan. Aquello era lo que la gente de Nahataspe llamaba ver con claridad. Pero Royland crea que tanto l como los dems fsicos compaeros suyos vean tan claramente como eso cuando estaban elaborando un problema tetradimensional en las variables X Y Z del espacio y la variable T del tiempo. Hubiera podido estropear el chiste del viejo indicando esto, pero por supuesto no lo hizo. No, no; aceptara un dolor de cabeza e incluso quizs un clico producidos por las hierbas medicinales de Nahataspe, y luego volvera a su cubculo con su problema sin resolver: patear o no patear? El viejo empez a murmurar en hopi y cubri la puerta de su choza con una deshilachada tela; cort los ltimos rayos del muriente sol, largos y sesgados en el desierto, de un rosado rojizo contra los cubos de adobe del asentamiento indio. Royland necesit un minuto para que sus ojos se acomodaran a la parpadeante luz del fuego y el cuadrado ndigo del humero en el techo. Nahataspe estaba danzando, arrastrando los pies, agachado, en torno de la choza, sujetando el plato tapado ante l. Por una comisura de la boca, sin interrumpir el ritmo, le dijo a Royland: Ahora bebe un poco de agua caliente. Royland dio un sorbo de uno de los potes sobre el hogar; hasta entonces todo era muy parecido al ritual del peyote, pero se sinti mucho ms calmado. Nahataspe lanz un fuerte grito y aadi, como disculpndose: Lo siento, Edward. Y se agach delante de l y retir la tapa del plato como un experimentado maitre. As que el Alimento de los Dioses eran setas negras secas, unas pequeas cosas arrugadas y miserables. Trgalas y hazlas pasar con agua caliente dijo Nahataspe. Obediente, Royland engull unas cuantas y dio un nuevo sorbo; el viejo reanud su danza y su canto. Un poco de la vieja autohipnosis, pens amargamente Royland. Acepta un poco de imitacin de sueo y olvida el 56c, si puedes. Ahora poda ver la horrible asquerosidad, una bola de fuego infernal, quizs encima de Munich, o de Colonia, o de Tokio, o de Nara. Gente abrasada, las piedras de las catedrales fundidas, el bronce del gran Buda fluyendo como agua, tal vez derramndose sobre los tobillos de un sacerdote y quemando sus pies hasta hacerle caer de bruces sobre el metal lquido. No poda ver las radiaciones gamma, pero deban estar all, una cellisca invisible cumpliendo con su horrible e impensable misin, cauterizando framente el sexo de hombres y mujeres, destruyendo incontables posibilidades de vida en su mismo origen. La Fase 56c poda apagar de un soplo toda una familia de Bach, o cinco generaciones de Bernoulli, o hacer de modo que el gran cruce HuxleyDarwin jams llegara a producirse. La bola de fuego se cerna muy alto, prpura y roja y orlada de verde... Los grandes hongos lo estaban alcanzando, pens turbiamente. Poda verlos. Nahataspe, acuclillado y golpeando el suelo con los pies, avanzaba a travs de la bola de fuego del mismo modo que lo haba hecho la ltima vez, y la vez anterior a sa. Un dj vu extraordinariamente fuerte, ms fuerte que las otras veces, lo aferr. Royland supo que todo esto le haba ocurrido ya en otras ocasiones, y record perfectamente lo que vendra a continuacin; lo tena en la punta de la lengua, como se deca... Las bolas de fuego empezaron a danzar a su alrededor, y sinti que sus fuerzas lo abandonaban bruscamente; se senta ms liviano que una pluma; la brisa poda arrastrarlo; poda ser arrojado de un lado para otro como una mota de polvo en el crculo que formaban las bolas de fuego que le rodeaban. Y supo que aquello no estaba bien. Con sus ltimas energas, dndose cuenta de que se deslizaba fuera del mundo,

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gru: Charlie! Aydame! En un rincn de su mente, mientras se alejaba deslizndose, tuvo la sensacin de que el viejo estaba arrastrndolo ahora por los sobacos, intentando sacarlo de la choza, exclamando confusamente en su odo: Tenas que haberme dicho que no veas a travs del humo! T ves claro; yo nunca lo supe; yo nun... Y entonces se desliz a travs de la oscuridad y el silencio. Royland despert enfermo y mareado en la choza; era por la maana; no haba la menor seal de Nahataspe. Bien. A menos que el viejo hubiera ido a un telfono e informado al Laboratorio, en esos momentos habra jeeps recorriendo el desierto en su busca, y se habra desatado el infierno en Seguridad y Personal. Algo de este infierno caera sobre l cuando regresara, pero podra eludirlo con su noticia sobre el tiempo de ensamblaje. Entonces observ que la choza haba sido despojada de las escasas posesiones de Nahataspe que quedaban, incluso de la tela que cubra la puerta. Una punzada atraves su cuerpo; habra muerto el viejo durante la noche? Coje fuera de la choza y mir a su alrededor, en busca de una pira funeraria, un grupo de plaideras. No estaban all; los cubos de adobe permanecan vacos a la luz del sol, y ms hierbajos de los que recordaba cubran la nica calle. Y su jeep, que haba aparcado la noche antes junto a la choza, haba desaparecido. No haba huellas de neumticos, y las hierbas que se alzaban altas all donde haba estado el jeep no se vean aplastadas. El Alimento de los Dioses de Nahataspe era bueno. Royland se pas inseguro la mano por el rostro. No; no haba barba. Mir a su alrededor, atentamente ahora. Hizo los esfuerzos necesarios para ver los detalles. Observ la choza y, puesto que era aproximadamente idntica a como siempre haba sido, concluy que era inmutable y eterna. Pero a su alrededor vio cambios por todas partes. Los ngulos de adobe que antes haban sido afilados eran redondeados; las vigas de los techos que asomaban se vean como huesos blanqueados por quin sabe cuntos aos de sol del desierto. Los marcos de madera de las ventanas profundas, como las de una fortaleza, se haban desmoronado; el tercer edificio a su izquierda tena manchas negruzcas encima de los agujeros de sus ventanas, y sus vigas estaban carbonizadas. Se dirigi hacia ella, pensando torpemente: Al menos la Fase 56c ha sido solucionada. Ahora ya no es como el viejo Rip van Winkle. Me reconocern por mis huellas dactilares, supongo. Cunto tiempo ha pasado? Un ao? Diez? Me siento el mismo. La casa incendiada era un autntico matadero. En un rincn haba un montn de resecos huesos humanos. Royland se apoy mareado contra el marco de la puerta; su carbonizada madera se desmoron y tizn su mano. Aquellos crneos eran indios..., saba lo bastante de antropologa como para reconocerlos. Hombres, mujeres y nios indios, asesinados y amontonados en un rincn. Quin mata a los indios? Hubiera debido haber algn indicio de ropas, jirones quemados, pero no haba nada de eso. Quin desnuda a los indios y los mata? Haba seales de una horrible matanza por todas partes en la casa. Agujeros de balas en las paredes, altos y bajos. Salvajes muescas dejadas por bayonetas... y espadas? Manchas oscuras de sangre en algunas de esas muescas. Un fragmento de metal destell en una caja torcica al otro lado de la estancia. Tambalendose, se dirigi hacia all y meti la mano en ella. La cosa le mordi como el filo de una navaja; no la mir mientras la sacaba y la llevaba a la polvorienta calle. De espaldas a la casa incendiada, estudi su hallazgo. Era un trozo de hoja de espada de quince centmetros de largo, perfectamente afilada a mano y con un par de muescas en ella. Tena los costillares de refuerzo y el habitual canaln para la sangre. Su perceptible curva slo poda encajar con una forma: la tradicional espada samurai de Japn. Por mucho tiempo que hubiera tomado, la guerra, evidentemente, haba terminado. Se dirigi al pozo del poblado y lo hall cegado por el polvo. Fue mientras contemplaba el seco agujero que sinti miedo por primera vez. De pronto, todo era real; ya no era un espectador, sino un hombre asustado y muy sediento. Registr la docena de casas del asentamiento y no hall nada que le sirviera..., el esqueleto de un nio aqu, un par de cajas de cartuchos all. Slo quedaba una cosa, y era el camino, el mismo sendero de tierra batida que siempre haba sido, lo suficientemente ancho como para permitir el paso de un jeep o la destartalada camioneta del asentamiento indio. El pnico le invit a correr; no cedi a l. Se sent en el bocal del pozo, se quit los zapatos para

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alisar meticulosamente las arrugas de sus calcetines caqui suministrados por el Ejrcito, volvi a ponerse los zapatos, y se anud de nuevo los cordones, bastante flojos previendo la hinchazn, y dud un momento. Luego sonri, seleccion cuidadosamente dos guijarros de entre el polvo y se los meti en la boca. Patrulla de los Castores, adelante..., marchen! dijo, y ech a andar. S, estaba sediento; pronto estara tambin hambriento y cansado; y qu? El camino de tierra batida desembocaba a unos cinco kilmetros en una carretera asfaltada, y all habra trfico, y alguien podra llevarle. Que discutieran acerca de sus huellas dactilares si queran. Los japoneses haban llegado hasta Nuevo Mxico, no? Entonces, que Dios les ayudara cuando sus islas natales hubieran recibido el contraataque. Los estadounidenses eran una gente feroz cuando se vean invadidos. Era concebible que no quedara ni un solo japons vivo... Empez a elaborar su historia mientras caminaba. En muchas de sus partes era un repetido No lo s. Poda decirles: No espero que crean esto, as que no me sentir dolido cuando no lo hagan. Simplemente escuchen lo que tengo que decir y no hagan nada hasta que el FBI haya comprobado mis huellas dactilares. Me llamo..., etctera. Era ya media maana, y pronto llegara a la carretera. Sus fosas nasales, agudizadas por el hambre, captaban una docena de aromas en la brisa del desierto: el intenso olor de la salvia, una vaharada de acetileno de una serpiente de cascabel dormitando en el lado en sombra de una roca, el acre aroma del alquitrn que flot unos instantes en el aire. Eso poda ser la carretera: quiz la reparacin reciente de algn socavn. Luego, un sorprendente efluvio de anhdrido sulfuroso ahog todo lo dems y se alej, hacindole toser y jadear y escupir y buscar un pauelo que no estaba all. Qu haba sido aquello, en nombre de Dios, y de dnde haba venido? Estudi lentamente el horizonte, sin dejar de andar, y descubri una columna de humo all a lo lejos al oeste, ensombreciendo ligeramente el cielo. Pareca como una pequea ciudad, o una fbrica de un cierto tamao: polucin. Una ciudad o una fbrica donde, en su tiempo form reluctante el pensamiento no haba habido nada. Entonces lleg a la carretera. Haba sido mejorada; tena an dos carriles, pero haba sido ensanchada y alzada con grava y alquitrn al menos unos ocho centmetros por encima de su nivel anterior, y dotada con un amplio arcn a cada lado. Si hubiera tenido una moneda la habra arrojado al aire, pero uno pasaba semanas sin gastar ni un centavo en el Laboratorio de Los Alamos; el To Sam se ocupaba de todo, desde los cigarrillos hasta la lpida para tu tumba. Gir a la izquierda y ech a andar hacia el oeste, en direccin a la mancha de humo en el cielo. Soy un animal racional, se dijo, y aceptar con un espritu racional todo lo que venga. Controlar todo lo que pueda, e intentar comprender el resto... El dbil chillido de una sirena comenz a sus espaldas y se acerc rpidamente. El animal racional salt hacia la zanja de la cuneta, ms all del arcn, y se ocult en ella. En el momento culminante del enloquecedor chillido, Royland alz la cabeza para echar un vistazo, y volvi a caer en la zanja como si una granada hubiera estallado en su cintura. El convoy pas rugiendo a toda velocidad, por el centro de la carretera de dos carriles, como guindose por la lnea blanca. Primero los tres pequeos vehculos de reconocimiento con las ametralladoras de caones gemelos, y en cada uno tres soldados japoneses con casco. Luego el alto coche blindado de seis ruedas, con una torreta de tiro en la parte de atrs, probablemente ceremonial los caones niquelados no suelen ser prcticos, y un almirante japons con bicornio sentado altivamente al lado de un oficial de las SS de huesudos rasgos enfundado en un resplandeciente uniforme negro. Luego, cerrando la marcha, otros dos vehculos de reconocimiento... Hemos perdido se dijo meditativamente Royland en su zanja, en voz alta. Tanques ceremoniales con ventanillas de cristal..., perdimos hace mucho tiempo. Haba visto la insignia de un Sol Naciente, o lo haba imaginado? Sali de la zanja y sigui caminando hacia el oeste por la mejorada superficie asfltica. No se puede decir Rechazo el universo, no cuando uno est tan sediento como lo estaba l. Ni siquiera se volvi cuando el jadear de un vehculo que se diriga al oeste se hizo ms y ms fuerte hasta detenerse a su lado. Sieg Heil! dijo una voz curiosa. Qu ests haciendo aqu? El vehculo, a su manera, era tan extrao como el tanque ceremonial. Era un transporte de motor mnimo, una especie de trineo infantil con ruedas, accionado por un ruidoso motor fuera borda refrigerado por aire. El conductor permaneca sentado en la parte de delante sin ms confort que una breve tabla donde apoyar sus posaderas, y tras l llevaba dos sacos de harina de diez kilos que ocupaban todo el espacio restante

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proporcionado por el pequeo fondo del vehculo. El conductor tena el aspecto curtido del sudoeste; vesta un holgado atuendo azul que evidentemente era un uniforme, y evidentemente no era militar. En su pecho llevaba una placa con su nombre sobre una hilera incomprensible de descoloridas cintas: MARTFIELD, E, 1218824, F/7 NQOTD43. Vio que Royland fijaba su vista en la placa y dijo amablemente: Me llamo Martfield..., furriel de sptima, pero no es necesario utilizar mi rango aqu. Ests bien? Tengo sed dijo Royland. Qu quiere decir NQOTD43? Sabes leer! exclam Martfield, sorprendido. Esas ropas... Algo para beber, por favor dijo Royland. Por el momento no importaba nada ms en el mundo. Se sent en el vehculo como una marioneta a la que le hubieran cortado los hilos. Hey, amigo! restall Martfield de una manera curiosa, estrangulada, forzando las palabras a travs de su garganta como si quisiera afectar un efecto convencional de furia controlada. Puedes esperar a que te invite a sentarte! Tiene algo de agua? pregunt Royland con voz ronca. Quin te crees que eres? dijo Martfield, con el mismo ladrido. Soy fsico terico... argument cansadamente, con la dbil imitacin de la voz de un sargento instructor. Oh..., oh. Martfield se ech a rer de pronto. Su rigidez se desvaneci; rebusc entre sus holgadas ropas y extrajo una resonante cantimplora. Luego la olvid en su mano, le lanz a Royland un amistoso golpe en las costillas y dijo: Hubiera debido sospecharlo. Ustedes los cientficos! Se supona que alguien tena que recogerle..., pero ese alguien era otro cientfico, no? Jajajaja! Royland tom la cantimplora de su mano y dio un largo sorbo. As que se supona que un cientfico era un idiota sabio, no? Ahora no importaba: bebe. La gente deca que no deba llenarse uno el estmago de agua despus de pasar mucha sed; le sonaba como una de esas reglas puritanas que establece la gente a partir de la nada slo por el hecho de que suenan razonables. Vaci la cantimplora mientras Martfield, furriel de sptima, adoptaba una expresin alarmada, y lament que no tuviera tres o cuatro ms. Tiene algo de comida? pregunt. Martfield se ech ligeramente hacia atrs. Doctor, lamento terriblemente no llevar nada conmigo. Sin embargo, si quiere hacerme el honor de subir en la parte de atrs... Vamos dijo Royland. Se acomod sobre los sacos de harina, y partieron a unos buenos cincuenta kilmetros por hora; era un motor pequeo pero potente. El furriel de sptima sigui mostrndose deferente, se disculp por encima del hombro de que el vehculo no tuviera parabrisas, luego adopt un tono algo ms familiar para explicarle a Royland que iba sentado sobre harina..., harina blanca, comprende?, e hizo un guio por encima del hombro. Tena un amigo en la panadera de Los lamos. Varios vehculos parecidos se cruzaron con ellos en direccin contraria. A cada encuentro haba un atento examen de las insignias para decidir quin saludaba a quin. En una ocasin se cruzaron con un vehculo cerrado algo ms lujoso, que proporcionaba a su conductor un asiento bajo en vez de obligarle a ir sentado con las piernas incmodamente dobladas, y el furriel de sptima Martfield casi se disloc el hombro saludando primero. El conductor del otro vehculo era un japons en quimono. Llevaba una larga espada curva sobre sus rodillas. Kilmetro tras kilmetro, el olor a azufre y sulfuros se fue haciendo ms fuerte; finalmente se alzaron ante ellos las torres de una instalacin de procesado Frasch. Pareca un yacimiento petrolfero, pero en vez de oleoductos y tanques de almacenado haba colinas de amarillo azufre. Avanzaron por entre ellas, con ms saludos de trabajadores de holgados uniformes con palas y llaves Stilson de un metro de largo. A la derecha haba cosas que podan ser torres de procesado Solvay para la fabricacin de cido sulfrico, y el resplandeciente horror de un edificio neorromnico de administracin y laboratorios. La bandera con el Sol Naciente ondeaba en su mstil central. La msica lleg hasta ellos a medida que se adentraban en la zona; primero fue un bienvenido antdoto al poppop del motor de dos tiempos del vehculo, luego una molestia. Royland busc, irritado, los altavoces, y los vio por todas partes: en los postes de conduccin elctrica, en los edificios, en las puertas. Los sensibleros valses de Strauss los baaban como si fueran bruma, haciendo que el pensar resultara un poco ms duro, las comunicaciones un poco ms confusas incluso despus de que uno haba aprendido a vivir con el ruido. Echo a faltar la msica ah fuera le confi Martfield por encima del hombro. Disminuy la velocidad hasta que avanzaron al paso; haban rebasado alguna especie de lnea que Royland no haba reconocido, y ms all de la cual uno ya no saludaba a todo el mundo..., slo a los ocasionales japoneses en traje de calle

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con rollos de planos y reglas de clculo o en quimono con espadas. Fue un alemn, sin embargo, el que detuvo a Royland: un clsico alemn con botas de montar y uniforme negro de piel generosamente tachonado con plata. Les observ avanzar por un momento tras intercambiar un saludo con Martfield, tom una decisin y dijo: Halt. El furriel de sptima dio un pisotn al freno, par el motor, y salt al lado del vehculo, en posicin de firmes. Royland le imit, ms o menos. El alemn dijo, con una voz rgida pero sin acento: A quin traes aqu, furriel? Es un cientfico, seor. Lo recog en la carretera, de regreso de Los lamos con provisiones personales. Al parecer es un prospector de minerales que perdi una cita, pero naturalmente no le he hecho ninguna pregunta al doctor. El alemn se volvi, contemplativo, hacia Royland. As que doctor. Nombre y especialidad. Doctor Edward Royland dijo rpidamente ste. Me dedico a la investigacin sobre energa nuclear. Si no exista la bomba, que lo condenaran si iba a inventarla para aquella gente. De veras? Eso es muy interesante, teniendo en cuenta que no existe ningn tipo de investigacin sobre energa nuclear. De qu campo procedes? El alemn hizo un gesto al furriel de sptima, que estaba literalmente temblando de miedo ante el cariz que haban tomado las cosas. Puedes irte, furriel. Por supuesto, informars de inmediato del hecho de haber dado asilo a un fugitivo. De inmediato, seor dijo Martfield con voz enfermiza. Se alej lentamente, empujando el pequeo vehculo ante l. El vals de Strauss dej or sus ltimos acordes, y al instante los altavoces iniciaron una sincopada meloda folklrica, con abundancia de instrumentos de metal. Ven conmigo dijo el alemn, y ech a andar, sin mirar atrs para ver si Royland le obedeca. Eso demostraba las pocas posibilidades de xito que tena cualquier desobediencia. As que Royland le sigui pisndole los talones, que por supuesto estaban adornados con espuelas de plata. Hasta entonces Royland no haba visto ningn caballo. Un japons les detuvo educadamente dentro del edificio de administracin: un hombre con gafas sin montura y traje gris convencional de hombre de negocios. Qu alegra verle de nuevo por aqu, mayor Kappel! Hay algo que pueda hacer por usted? El alemn se envar. No quiero molestar a su gente, seor Ito. Este tipo parece ser un fugitivo de uno de nuestros campos; iba a ponerlo en manos de nuestro grupo de comunicaciones para ser interrogado y devuelto. El seor Ito mir a Royland y lo abofete violentamente. Royland, en un puro reflejo infantil, alz inmediatamente un puo, pero los reflejos del alemn tambin eran rpidos. Una pistola apareci en su mano, y la apret contra las costillas de Royland antes de que ste pudiera lanzar su puetazo. Est bien dijo Royland, y baj la mano. El seor Ito se ech a rer. Al menos en parte tiene usted razn, mayor Kappel; ciertamente no procede de uno de nuestros campos! Pero no quiero entretenerle ms. Puedo esperar un informe del resultado de este asunto? Por supuesto, seor Ito dijo el alemn. Volvi a enfundar su pistola y reanud su camino, seguido por el cientfico. Royland le oy murmurar algo que son como: Maldita extraterritorialidad! Descendieron a un stano donde todos los letreros de las puertas estaban en alemn, y, en una oficina etiquetada WlSSENSCHAFTSLICHESICHERHEITSLIAISON, Royland cont finalmente su historia. Su audiencia la formaban el mayor, un gordo oficial al que todo el mundo se diriga deferentemente como coronel Biederman, y un civil viejo y barbudo, un tal doctor Piqueron, llamado de otra oficina. Royland suprimi solamente el asunto de la investigacin sobre la bomba, y no le cost hacerlo debido a la vieja costumbre de seguridad. Su improvisada historia pantalla convirti el Laboratorio de Los lamos en un centro de investigacin dedicado solamente a la generacin de electricidad. Los tres hombres le escucharon en silencio. Finalmente, con voz divertida, el coronel pregunt: Quin es ese Hitler que ha mencionado? Royland no estaba preparado para eso. Su mandbula colg flcida. El mayor Kappel dijo: Sorprendentemente, ha mencionado un nombre que figura, no con mucha fama precisamente, en los anales del Tercer Reich. Un tal Adolf Hitler fue un agitador de los primeros tiempos del Partido, pero, por lo que puedo recordar, intrig contra el Lder durante la Guerra del Triunfo y fue ejecutado.

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Un loco ingenioso dijo el coronel. Esterilizado, por supuesto. Bueno, no lo s. Supongo que s. Doctor, querra usted...? El doctor Piqueron examin rpidamente a Royland y descubri que estaba fsicamente ntegro, lo cual sorprendi a todos. Entonces pensaron en comprobar el nmero tatuado de su campo en el bceps izquierdo, y no encontraron ninguno. Luego, absolutamente desconcertados, descubrieron que tampoco tena nmero de nacimiento encima de su tetilla izquierda. Y tartamude el doctor Piqueron sus zapatos son tambin extraos, seor..., acabo de darme cuenta de ello. Seor, cunto tiempo hace que no ha visto usted zapatos cosidos con cordones trenzados? Debe tener usted hambre dijo de pronto el coronel. Doctor, haga que mi ayudante traiga algo de comida para... para el doctor. Mayor dijo Royland, espero no haber perjudicado al hombre que me recogi. Le dijo usted que se presentara a informar de lo ocurrido. No tema, hum, doctor dijo el mayor. Qu humanidad! Es usted acaso de sangre alemana? No que yo sepa; aunque es posible. Tiene que serlo! exclam el coronel. Un plato de carne picada y un vaso de cerveza llegaron en una bandeja. Royland pospuso todo lo dems. Finalmente, pregunt: Bien, me creen? Tienen que existir an las huellas dactilares que demuestran que mi historia es cierta. Me siento como un estpido dijo el mayor. Podra estar engandonos. Doctor Piqueron, no estableci un cientfico alemn que la energa nuclear es una imposibilidad terica y prctica, que con ella uno siempre tiene que emplear ms que lo que obtiene? Piqueron asinti y dijo reverentemente: Heisenberg. En 1953, durante la Guerra del Triunfo. Su grupo fue luego asignado a la investigacin de armas elctricas y produjo la bomba cegadora. Pero este hecho no invalida la historia del doctor; l slo dice que su grupo estaba intentando producir energa nuclear. Tendremos que investigar esto dijo el coronel. Doctor Piqueron, ocpese de este hombre, sea quien sea, en su laboratorio. El laboratorio de Piqueron, al fondo del pasillo, era un lugar de sorprendente simplicidad, incluso tosquedad. Las piletas, reactivos y balanzas slo eran capaces de simples anlisis cualitativos y cuantitativos, y varios trabajos en progreso atestiguaban que ni siquiera eran utilizados al lmite de sus modestas capacidades. Las muestras de azufre y sus compuestos se analizaban all. El trabajo ni siquiera tendra que exigir la presencia de un doctor de ninguna clase, y apenas la de ningn ser humano. La maquinaria debera estar comprobando constantemente los productos a medida que iban saliendo; las variaciones deberan ser anotadas mecnicamente en una cinta; los controles automticos deberan, como mnimo, detener el proceso y lanzar una seal de alarma cuando las variaciones fueran ms all de los lmites establecidos; como mximo, deberan corregir lo que estuviera mal. Pero all se sentaba Piqueron cada da, titrando, precipitando y pesando, anotando a mano los resultados en un libro y telefoneando los resultados! Piqueron mir orgulloso a su alrededor. Como fsico usted no comprender nada de esto, por supuesto dijo. Quiere que se lo explique? Quiz ms tarde, doctor, si no le importa. Primero deseara que me orientara... Y, as, Piqueron le habl de la Guerra del Triunfo (19401955), y de lo que vino despus. En 1940, el reino de der Fhrer (Herr Goebbels, por supuesto..., ese varonil y gallardo rubio de heroica mandbula y ojo de guila que puede ver usted en ese retrato de ah) fue simultnea y traidoramente invadido por los descarriados franceses, los subhumanos eslavos y los prfidos britnicos. El ataque, para el que los horrorizados alemanes acuaron el nombre de Blitzkrieg, fue preparado de tal modo que coincidiera con una erupcin interna de sabotajes, envenenamiento de pozos y asesinatos por parte de los Zigeunerjuden o juditanos, de los que poco se sabe ahora, ya que al parecer no queda ninguno. Por una ley ineluctable de la naturaleza, los alemanes tenan que ser necesariamente sometidos a la mxima prueba para que pudieran responder plenamente. En consecuencia, Alemania fue atacada desde el Este y desde el Oeste, y el propio Sagrado Berln fue conquistado; pero Goebbels y su Estado Mayor se retiraron como Barbarroja a las inviolables montaas, en espera del da propicio. Y ste lleg inesperadamente pronto. Los ilusos estadounidenses lanzaron un ataque anfibio de un milln de hombres a la patria de los japoneses en 1945. Los japoneses resistieron con un valor casi teutn. Ni uno de cada veinte

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estadounidenses alcanz vivo la orilla, y ni uno de cada mil consigui adentrarse un kilmetro en tierra firme. Particularmente letales fueron las mujeres y los nios, que se ocultaron en pozos camuflados con proyectiles de artillera y bombas tomadas de bombarderos apretados entre sus manos, y los hicieron detonar cuando tuvieron a su alrededor los invasores suficientes para que valiera la pena el sacrificio de sus vidas. El segundo intento de invasin, un mes ms tarde, se efectu con tropas de segunda lnea recogidas de todas partes, incluidas las fuerzas de ocupacin de Alemania. Literalmente dijo Piqueron, los japoneses no saban cmo rendirse, as que no lo hicieron. No podan conquistar, pero s podan, y lo hicieron, proseguir con su resistencia suicida, consumiendo los hombres de los aliados y sus propias mujeres y nios..., un hbil negocio para los japoneses! Los soviticos se negaron a participar en la guerra japonesa; observaron con bestial deleite mientras dos futuros enemigos, como ellos suponan, se lanzaban a la destruccin mutua. Una tercera oleada de asalto cay sobre Kyushu y conquist finalmente la isla. Qu quedaba delante? Slo otro asalto sobre Honshu, la isla principal, sede del emperador y de los principales templos. Era 1946; los inconstantes e infantiles estadounidenses estaban cansados de la guerra y no se ponan de acuerdo entre s; los mejores de ellos haban perecido. Desesperados, los lderes angloestadounidenses ofrecieron a los soviticos una esfera econmica que abarcaba la costa de China y Japn como precio por su participacin. Los soviticos sonrieron ante aquello y asintieron; tomaran eso..., al menos eso. Prepararon un ataque masivo para la primavera de 1947; se apoderaran de Corea y, desde all, saltaran a la parte norte de Honshu mientras las fuerzas angloestadounidenses golpeaban al sur. Seguramente esto proporcionara finalmente un smbolo ante el cual los japoneses podran inclinar la cabeza sin vergenza y admitir su derrota! Y, entonces, desde su refugio en las montaas, brot la voz por radio: Alemanes! Vuestro Lder os llama de nuevo!. A eso siguieron los Cien Das de Gloria, durante los cuales el Ejrcito alemn se reorganiz y expuls a las tropas de ocupacin..., formadas por aquel entonces por meros chiquillos sin experiencia alguna de combate y mandadas por unos pocos veteranos ms o menos impedidos. Los campos de aviacin fueron nuestros de nuevo; la Luftwaffe se recuper. Sigui la marcha, casi un desfile, hasta la costa del Canal, donde nos apoderamos de los inmensos depsitos de municiones que aguardaban a ser embarcados hacia el Teatro del Pacfico, millones de clidos uniformes, buenas botas, montaas de raciones de campaa, grandes cantidades de granadas y explosivos almacenados a lo largo de las carreteras de Francia durante kilmetros y kilmetros, miles de camiones de dos toneladas y media, y lagos de gasolina para abastecerlos. Los astilleros de Europa, desde Hamburgo a Toln, haban estado construyendo furiosamente barcazas de desembarco para el Pacfico. En abril de 1947 partieron a miles contra Inglaterra. A medio mundo de distancia, la Armada britnica estaba golpeando Tokio, Nagasaki, Kobe, Hiroshima, Nara. A tres cuartas partes de camino a travs de Asia, el ejrcito sovitico avanzaba pausadamente; dejemos que los decadentes britnicos pesquen sus propios peces; la gloriosa madre patria estaba consiguiendo al fin su largo tiempo anhelada, y largo tiempo negada, zona costera en aguas clidas. Los britnicos, mujeres cansadas sin sus hombres, nios sin padres desde haca ocho aos, viejos mortalmente agotados, mortalmente preocupados por sus hijos, eran valientes, pero no estaban locos. Aceptaron unos honorables trminos de paz; capitularon. Con el frente occidental seguro por primera vez en la historia, el antiguo impulso hacia el este volvi de nuevo; la lucha inmemorial entre teutones y eslavos regres. Con sus gafas brillando en xtasis, el doctor Piqueron dijo: Aquellos das nos mostramos dignos de los Caballeros Teutones que arrebataron Prusia a los subhombres! El para siempre glorioso veintiuno de mayo, Mosc fue nuestro! Mosc y la monoltica maquinaria del Estado que controlaba, y todas las carreteras y ferrocarriles y lneas de comunicacin que slo conducan a y partan de Mosc. Tanques y camiones construidos en Detroit avanzaron por las carreteras en el esplndido clima primaveral; el Ejrcito Rojo dio finalmente un giro de ciento ochenta grados y retrocedi media Eurasia, para estrellarse, exhausto, en Kazan, contra la Lnea Frederik. Europa era al fin Una y Alemana. Ms all de Europa se extendan las oscuras y hormigueantes masas de Asia, gente misteriosa y repulsiva que sera mejor dominar a travs de los no alemanes, pero caballerosos, japoneses. Los japoneses se vieron reforzados con barcos de Birkenhead, artillera de las fbricas Putilov, aviones a reaccin de Chteauroux, acero del Ruhr, arroz del valle del Po, arenques de Noruega, madera de Suecia, aceite de Rumania, mano de obra de la India. Las fuerzas estadounidenses fueron expulsadas de Kyushu en el invierno de 1948, y tuvieron que retroceder dejando un rastro de sangre por toda la gran cadena de islas.

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Pero no iban a rendirse. Era una monstruosa afrenta que los Estados Unidos se atrevieran a extenderse entre el Atlntico alemn y el Pacfico japons, amenazndolos a ambos. La afrenta fue lavada en 1955. Ahora haca ciento cincuenta aos que alemanes y japoneses se observaban inquietos unos a otros a ambos lados de las orillas del Mississippi. A sus oradores les gustaba referirse a ese ro como una enorme frontera no manchada por fortificacin alguna. Incluso exista una cierta interpenetracin; una colonia japonesa pescaba en Nueva Escocia, en la frontera misma de los Estados Unidos alemanes; una mina de azufre que formaba parte del sistema Farben estaba localizada en Nuevo Mxico, el corazn mismo de los Estados Unidos japoneses..., era aqu precisamente donde se hallaba ahora el doctor Edward Royland, escuchando la disertacin del doctor Piqueron, el doctor Gastn Fierre Piqueron, alemn convencido. Aqu, por supuesto dijo melanclicamente el doctor Piqueron, somos tan malditamente provincianos. Pocas ceremonias y menos modales. Bueno, sera pedir demasiado esperar que asignaran alemanes alemanes a este horrible lugar, as que tenemos que soportarlo como podemos nosotros, los alemanes franceses. Todos ustedes son franceses? pregunt Royland, sorprendido. Alemanes franceses le corrigi rgidamente Piqueron. El coronel Biederman tambin es alemn francs; el mayor Kappel es, uf, alemn italiano. Buf expresivamente para demostrar lo que pensaba de aquello. El alemn italiano entr en aquel momento, no a tiempo para cortar la siguiente pregunta: Y todos ustedes proceden de Europa? Le miraron, desconcertados. Mi abuelo s dijo el doctor Piqueron. Royland record; tambin las legiones romanas acostumbraban guardar su Imperio..., romanos nacidos y educados en Bretaa, o en el Danubio, romanos que nunca en sus vidas veran Italia o Roma. El mayor Kappel dijo afablemente: Bueno, esto no tiene por qu preocuparnos. Me temo, mi querido amigo, que su pequea superchera no ha dado resultado. Le dio a Royland una alegre palmada en la espalda. Admito que nos ha engaado admirablemente a todos; ahora, podemos conseguir de usted los hechos reales? Piqueron, sorprendido, dijo: Su historia es falsa? Los zapatos? El Geburtsnummer que falta? Y parece que entiende algo de qumica! Ahhh... Pero l dijo que su especialidad era la fsica, doctor! Sospechoso por s mismo! S, por supuesto. Una discrepancia. Pero, el resto...? En cuanto al nmero de nacimiento, quin sabe? En cuanto a sus zapatos, a quin le importa? Tom algunas discretas notas mientras hablaba con nosotros, y las he comprobado cuidadosamente. Jams hubo un Distrito Manhattan de Ingeniera. Jams hubo ningn doctor Oppenheimer, o Fermi, o Bohr. No existe ninguna teora de la relatividad, ninguna equivalencia entre masa y energa. El uranio slo tiene un uso: tie el cristal con un hermoso color naranja. Existe una cosa llamada istopo, pero no tiene nada que ver con la qumica; es el nombre usado en la Ciencia de la Raza para una variacin permisible dentro de una subraza. Qu dice usted a todo eso, mi querido amigo? Royland pens en un primer momento, tal era la seguridad con la que hablaba el mayor Kappel, si no se habra deslizado a un universo con unas propiedades fsicas y una historia completamente distintas, uno en el cual Julio Csar hubiera descubierto el Per y la molcula de oxgeno fuese ms ligera que el tomo de hidrgeno. Consigui hablar. Cmo ha descubierto todo esto, mayor? Oh, no piense que he hecho un trabajo chapucero sonri Kappel. Lo busqu todo en la gran enciclopedia. El doctor Piqueron, qumico, asinti gravemente su aprobacin ante la diligencia del mayor y su profundo conocimiento del mtodo cientfico. Sigue sin querer decrnoslo? pregunt con voz meliflua el mayor Kappel. Slo puedo repetir lo que ya les dije. Kappel se encogi de hombros. No es trabajo mo persuadirle; no sabra cmo empezar. Pero s puedo, y lo har, enviarle a un campo de trabajo. Qu... es un campo de trabajo? pregunt Royland, inquieto. Por los cielos, hombre, un campo donde uno trabaja! Evidentemente es usted un Ungleichgeschaltling, y tiene que ser gleichgeschaltet. No pronunci esas palabras como si fueran extranjeras; evidentemente

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formaban parte del vocabulario cotidiano de trabajo de los estadounidenses. Gleichgeschaltet significaba para Royland algo as como coordinado, puesto a tono con. As que iban a ponerle a tono..., con qu, y cmo? El mayor prosigui: All recibir ropas y un camastro, y le darn comida, y trabajar, y finalmente sus irregulares hbitos vagabundos desaparecern y podr ser liberado al mercado del trabajo. Y se sentir malditamente agradecido de que nos hayamos tomado todas estas molestias con usted. Su rostro se ensombreci. Por cierto, llegu demasiado tarde con su amigo el furriel. Lo siento. Envi un mensajero al Control Disciplinario con orden de detener el proceso. Despus de todo, pens, si nos enga a nosotros durante una hora, por qu no poda haber engaado a un simple furriel de sptima? Demasiado tarde? Acaso lo han matado? Por recoger a un autostopista? No s lo que significa esa ltima palabra dijo el mayor. Si es dialectal por vagabundo, la respuesta es normalmente s. El hombre, despus de todo, era un furriel de sptima; saba leer. O bien sigue aferrndose usted a su engao con una notable fidelidad, o ha estado viviendo totalmente aislado. Es posible eso? Acaso hay una tribu de ustedes en alguna parte? Bueno, ya lo descubrirn los interrogadores; se es su trabajo. La leyenda de los Insumisos! estall el doctor Piqueron, abrumado. Puede que sea un abnerita! Por los cielos murmur lentamente el mayor Kappel, podra ser. Vaya medalla en mi pecho si he encontrado a un abnerita vivo. Qu pecho? pregunt framente el doctor Piqueron. Creo que voy a revisar la leyenda de los Insumisos dijo Kappel, y se encamin hacia la puerta y probablemente la gran enciclopedia. Yo tambin anunci firmemente el doctor Piqueron. Lo ltimo que Royland vio de ellos fue que corran pasillo abajo, con Kappel ganando por una cabeza. Muy divertido. Y haban matado al ingenuo del furriel Martfield por recoger a un autostopista. Los nazis siempre haban tenido un gran sentido del humor..., el gordo Hermann imaginando que era el joven Siegfried. Tan rubio como Hitler, tan esbelto como Goering y tan alto como Goebbels. Unos rufianes inmaduros que ni siquiera haban sido capaces de forjar unas pruebas convincentes para acusar a Dimitrov del incendio del Reichstag; el mundo haba rugido de risa ante su ineptitud. Enormes mtines, innombrables absurdos como el hacer que todas las banderas de las organizaciones locales del partido tocaran la ensea sagrada en la que Horst Wessel haba sangrado por la nariz. Y haban dominado Europa, y haban matado gente... Una cosa era cierta: la vida en el campo de trabajo terminara como mnimo matndole de aburrimiento. Se supona que era un simple analfabeto, as que las cosas que se le disculpaban a l no le eran disculpadas a un exaltado furriel de sptima. Rebusc en un armario del rincn del laboratorio; l y Piqueron tenan aproximadamente la misma talla... Encontr un reluciente uniforme de recambio y lo que deba ser un traje civil: unos pantalones algo holgados y una especie de chaqueta con un clsico cuello ruso. Evidentemente sera lo ms apropiado para llevar en aquel lugar; tan apropiado como inapropiado era seguir vestido con unos tjanos y una camisa de franela. No saba exactamente en qu lo converta aquello, pero Martfield haba sido muerto por recoger a un hombre con unos tjanos y una camisa de franela. Royland se puso el traje civil, ocult su camisa y sus pantalones en el fondo del estante superior del armario; aqul era sin duda un escondite suficiente para aquellos payasos asesinos. Sali de la estancia, subi las escaleras, y cruz el concurrido vestbulo hasta el exterior del complejo industrial. Nadie le salud, y l no salud a nadie. Saba dnde ir..., a un buen y saludable laboratorio japons donde no hubiera alemanes. Royland haba conocido a algunos estudiantes japoneses en la universidad, y los haba admirado ms all de las palabras. Su inteligencia, su frugalidad, su dedicacin y su buen humor los converta, en lo que a l se refera, en la gente ms sensata que jams hubiera conocido. Tojo y sus seores de la guerra no eran, en lo que a Royland se refera, esencialmente japoneses, sino ms bien soldados y polticos malditamente estpidos. Los autnticos japoneses le escucharan con cortesa, comprobaran con calma todos los hechos disponibles y... Record al seor Ito y su terrible bofetada y se frot la mejilla. Bueno, segn caba presumir, el seor Ito era un soldado y poltico malditamente estpido..., deseoso de demostrar su celo en beneficio de los alemanes en una regin fronteriza sensible y llena de problemas jurisdiccionales. En cualquier caso, no iba a ir a un campo de trabajo a partir rocas o reparar muebles hasta que aquellos

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imbciles decidieran que era gleichgeschaltet; se volvera loco en menos de un mes. Royland se dirigi a las torres Solvay y sigui las conducciones de cristal que contenan el cido sulfrico resultante a lo largo del suelo hasta llegar a una planta envasadora donde una serie de hombres de abultada frente llenaban en silencio grandes garrafones protegidos con mimbre y los llevaban fuera. Sigui a otros hombres que los alzaban a carretones tirados a mano y los transportaban hasta la puerta de un depsito de almacenaje. Fuera de la puerta, al otro lado, ms hombres los cargaban en camiones cerrados que partan de tanto en tanto. Royland se instal en un rincn del depsito de almacenaje, detrs de una barricada de garrafones, y escuch cmo el encargado de los camiones maldeca a sus conductores y los que manejaban los garrafones maldecan los garrafones. Terminad de cargar el jodido embarque para Prisco, estpidos! No me importa lo que hagis luego, pero esto tiene que quedar listo a medianoche!. As que, unas pocas horas despus de anochecer, Royland se diriga hacia el oeste, sin mucho aire que respirar, y en la peligrosa compaa de varios miles de litros de cido. Esperaba que el conductor fuera cuidadoso. Pas una noche, un da y otra noche en la carretera. El camin no se detena nunca excepto para cargar combustible; los conductores se turnaban y coman bocadillos al volante y dorman fuera de turno. La segunda noche llovi. Royland, diestra y quizs un poco alocadamente, lami las gotas que resbalaban hacia abajo por la lona embreada que cubra la parte de atrs del camin. A las primeras luces del amanecer, agachado entre dos garrafones recubiertos de mimbre, vio que estaban circulando por entre campos de regado llenos de verduras, y el agua en los canales fue demasiado para l. Oy la transmisin descender de revoluciones cuando el camin fren para tomar una curva, se asom por detrs y salt a la carretera. Estaba lo suficientemente flojo y dbil como para caer como un saco. Se levant, ignorando las magulladuras, y coje hasta uno de los brillantes canales de regado; bebi, y bebi, y bebi. Esta vez el puritano folklore demostr tener razn; lo vomit todo de inmediato, o al menos aquello que no fue absorbido por su encogido estmago. Pero no le import; ya era suficiente bendicin poder estirarse. El campo era de tomates, casi maduros. Los dese fervientemente; apenas vio las rojizas bellezas supo que los tomates eran la nica cosa en el mundo que anhelaba. Trag uno con tanta precipitacin que el jugo resbal por su barbilla; comi los dos siguientes con ms tranquilidad, dejando que sus dientes quebraran la dbil resistencia de su piel y el hermoso sabor se esparciera por su lengua. Haba tomates hasta tan lejos como sus ojos podan ver, a cada lado de la carretera, con el verde de las plantas y los puntos rojos de los frutos maduros surcados por el entrecruzado de plateados canales que reflejaban la primera luz. De todos modos, se llen los bolsillos de ellos antes de seguir andando. Royland se senta feliz. Adis a los alemanes y su srdida carne picada y sus mtodos asesinos. Mira estos hermosos campos! Los japoneses son un pueblo innatamente artstico que trae la belleza a cada detalle de la vida cotidiana. Y son unos fsicos malditamente buenos tambin. Confinados en su pedregoso hogar, apretujados como l lo haba estado en el camin, crecen retorcidos y doloridos; por qu no podan ir en busca de ms espacio donde crecer, y qu otro modo tenan de conseguirlo excepto haciendo la guerra? Poda sentirse muy comprensivo hacia cualquier pueblo que hubiera plantado aquellos hermosos tomates para l. Una mancha oscura del tamao de un hombre atrajo su atencin. Estaba tendida en el margen de uno de los canales, all a su derecha. Y, entonces, rod suavemente y cay al canal con un chapoteo, flot unos instantes, y luego empez a hundirse. Royland ech a correr cojeando, alejndose de la carretera y cruzando el campo. No saba si tendra fuerzas suficientes para nadar. Mientras se detena jadeante al borde del canal, mirando al agua, el pelo de una cabeza surgi a la superficie cerca de l. Se agach, tendi alocadamente la mano y agarr aquel pelo..., mientras era consciente con cierto desprendimiento y una punzada de dolor que los tomates que haba guardado en el bolsillo de su chaqueta se reventaban. Tranquilo murmur para s mismo, y tir de la cabeza hacia l, busc apoyo con la otra mano y la alz. Un rostro sorprendido se enfrent al suyo, y luego qued flcido e inconsciente. Durante media hora Royland, dbil como estaba, luch, maldijo dbilmente y sud para conseguir sacar aquel cuerpo del agua. Finalmente se meti en ella, descubri que slo le llegaba hasta el pecho, y empuj el peso muerto por encima de la resbaladiza y lodosa orilla. Por entonces no saba si el hombre estaba vivo o muerto, ni hasta qu punto le importaba. Slo saba que no poda marcharse de all dejando el trabajo a

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medio terminar. El cuerpo era el de un gordo oriental de mediana edad, seguramente chino antes que japons, aunque Royland no pudo decir por qu lo pensaba as. Sus ropas eran empapados harapos excepto una cartera de piel del tamao de una caja de puros que llevaba en un ancho cinturn de tela sobre su barriga. Su nico contenido era una elegante botella de porcelana esmaltada en azul. Royland oli su contenido y frunci la nariz. Era alguna especie de superginebra! Oli de nuevo, y luego dio un conservador sorbo. Cuando an estaba tosiendo, not que la botella le era retirada de la mano. Mir y vio que el chino, con los ojos an cerrados, llevaba con toda precisin el cuello de la botella a su boca. El chino bebi y bebi y bebi, luego devolvi la botella a la cartera y finalmente abri los ojos. El honorable seor dijo el chino, en llano y claro ingls californiano se ha dignado salvar mi intil vida. Puedo suplicar su honorable nombre? Oh, Royland. Mire, tmeselo con calma. No intente levantarse; ni siquiera debera hablar. Alguien grit detrs de Royland: Han estado robando tomates! Hay plantas aplastadas y destruidas! Nios, vosotros sois testigos ante los japoneses! Cristo, y ahora qu? En ese momento, un delgado hombre de piel muy oscura, pero no negro, con un sucio taparrabo, y tras l cinco nios delgados como flautas, con la piel tan oscura como la suya y taparrabos igual de sucios, avanzaban hacia ellos en orden descendente. Todos saltaban, sealaban y amenazaban. El chino gru, rebusc en sus radas ropas con una mano y extrajo un empapado fajo de billetes. Separ uno, lo alz para que pudieran verlo y grit: Desapareced, pestilentes brbaros de ms all del TianShang! Mi amo y yo os damos esta caridad, no un tributo. El drvida, o lo que fuera, agarr el billete y cay de rodillas. Insuficiente para tan terrible dao! Los japoneses... El chino los despidi hastiado con un gesto y dijo: Si mi amo condesciende en ayudarme a levantarme. Royland, inseguro, le ayud a ponerse de pie. El hombre se tambale, ya fuera por haber estado a punto de ahogarse o por la enorme cantidad de alcohol ingerida. Se dirigieron hacia la carretera, seguidos por gritos de que fueran cuidadosos y no pisaran las plantas. En la carretera, el chino dijo: Mi indigno nombre es Li Po. Se dignar mi amo indicarme en qu direccin debemos viajar? Qu es todo esto de amo? pregunt Royland. Me parece muy bien que est usted agradecido, pero no me pertenece. A mi amo le gusta bromear dijo Li Po. Educadamente, con circunloquios, y empleando la tercera persona hasta la pura irritacin cada vez que se refera a Royland, explic que Royland, al mezclarse con los decretos celestes que haban dictado que Li Po, estando borracho, cayera al canal de riego y se ahogara, tena ahora a Li Po en sus manos, puesto que las potencias celestes se haban lavado las suyas en lo que a l se refera. Como mi amo recordar sin duda dentro de uno o dos momentos. Expres comprensivamente su simpata hacia la desgracia de Royland por haberlo adquirido como una obligacin, especialmente teniendo en cuenta su gran apetito, su declarada deshonestidad y el hecho de que sufra accesos de desvanecimientos y espasmos cada vez que se enfrentaba con cualquier trabajo. No s nada acerca de todo esto dijo Royland, divertido. No hubo otro Li Po? Un poeta? Tu sirviente prefiere venerar su nombre como uno de los mayores borrachines que el Celeste Imperio haya conocido nunca observ el chino. Y un momento ms tarde se inclin bruscamente, aferr a Royland por detrs de las rodillas y lo arroj de bruces al suelo, y realiz el mismo movimiento de tocar el suelo con su cabeza, aunque de una manera algo ms graciosa. Un vehculo pas petardeando por su lado mientras permanecan as tendidos. Li Po dijo en tono de reproche: Observo humildemente que mi amo no es consciente de la etiqueta que exigen nuestros nobles seores. Una negligencia as cost la cabeza de mi insignificante hermano mayor a sus veinte aos. Le complacer a mi amo explicarme cmo puede haber alcanzado sus honorables aos sin haber aprendido lo que se ensea a los bebs en sus cunas? Royland respondi con la verdad. Li Po suplic educadamente alguna aclaracin de tanto en tanto, y un esbozo de sus horizontes mentales emergi de aquellas preguntas. No dud ni por un instante de que algn

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tipo de magia haba transportado a Royland un siglo o ms hacia delante, pero hallaba difcil comprender por qu no se haban tomado las oportunas precauciones fung shui para evitar los desastrosos resultados del experimento con el Alimento de los Dioses. Sospechaba, por la descripcin de la choza de Nahataspe, que una simple pared en ngulo recto con la puerta hubiera mantenido a todos los demonios realmente importantes fuera. Cuando Royland describi su escapatoria del territorio alemn al japons, y por qu lo haba hecho, se qued completamente alucinado. Royland juzg que Li Po pensaba para s mismo que no era muy inteligente a juzgar por el hecho de haber abandonado cualquier lugar para ir all. Royland esper no estar en lo cierto. Cunteme cmo es esto dijo. Este reino se apresur a decir Li Po, bajo nuestros benvolos y nobles seores, es el cielo de todos aquellos cuya piel no tiene el color de los huesos blanqueados que indica la maldicin eterna de los dioses celestes. Aqu los hombres de Han, como este indigno servidor, y los hijos de Hind, ms all del Tian Shang, podemos labrar nueva tierra y educar a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, para que nos veneren cuando ascendamos al ms all. Qu es esa historia acerca de los huesos blanqueados? pregunt Royland. Acaso disparan contra todos los hombres blancos apenas verles? Li Po respondi evasivamente: Nos acercamos al poblado donde trabajo indignamente diciendo la buenaventura, profeso el fung shui, y ocasionalmente acto como poeta y narrador de historias. Permtaseme decir que mi amo no tiene que preocuparse por su color. Este humilde servidor le volver la piel rugosa, dir una o dos mentiras artsticas, y har que su amo pase por un simple leproso. Tras una semana en el poblado de Li Po, Royland lleg al convencimiento de que la vida era buena all. El lugar era un asentamiento de caas y arcilla ocupado aproximadamente por unas doscientas almas, a orillas de un canal de riego lo bastante grande como para ser dignificado con ese nombre. Nadie saba exactamente dnde estaba situado; Royland pens que aquello deba ser el valle de San Fernando. El suelo era rico y frtil y proporcionaba abundantes cosechas durante todo el ao. El principal cultivo era una especie de enormes rbanos. Su sabor era demasiado basto para ser comido por el hombre; los del poblado saban que se empleaba