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135 135 135 135 135 LIBROS Revista Casa de las Américas No. 270 enero-marzo/2013 pp. 135-140 HÉCTOR BOSCH HERRERA Coloquio del Bicentenario: De la historia, el relato y un documento* E n uno de los pasajes de El general en su labe- rinto, Gabriel García Márquez nos presenta a Simón Bolívar encarando a un francés que –desde una perspectiva europea– critica el proceso liber- tario americano: «[...] no nos hagan más el favor de decirnos lo que debemos hacer. [...] No traten de enseñarnos cómo debemos ser, no traten de que seamos iguales a ustedes, no pretendan que haga- mos bien en veinte años lo que ustedes han hecho tan mal en dos mil». 1 La Historia se constituye, en muchas ocasiones, de relatos devenidos documentos, por ello no debe sorprender que una reseña vinculada con temas his- tóricos se inicie con una cita literaria. En este caso, la elec- ción no responde tanto al valor testimonial de la refe- rencia, como a que, gracias al atrevimiento de la ficción, esta ha conseguido captar esos detalles esquivos a la mirada escrutadora del his- toriador, que subyacen apa- rentemente anodinos tras el método científico, aunque afloren luego por enci- ma de la (¿hasta qué punto inevitable?) severidad académica. El volumen de Casa de las Américas que recoge mucho de lo tratado en el Coloquio internacional La América Latina y el Caribe entre la Indepen- dencia de las Metrópolis Coloniales y la Integra- ción Emancipatoria, se titula Memorias del Bicen- tenario, porque qué otra cosa es la memoria, sino el relato construido a través de años de inmersión en el pasado, al ritmo de los apremios presentes. Las interpretaciones históricas siempre pasan por el tamiz del individuo y las circunstancias desde don- de se enfoca el ayer, para volcarse sobre el hoy y tratar de esclarecer los caminos futuros. La América Latina y el Caribe tienen su propia historia por recoger, en un relativamente «corto» trayecto de algo más de doscientos años luego de * A propósito de Memorias del Bicentenario. Coloquio Internacional La América Latina y el Caribe entre la Independencia de las Metrópolis Coloniales y la Integración Emancipatoria, La Habana, Fondo Edito- rial Casa de las Américas, 2011. 1 Gabriel García Márquez: El general en su laberinto, Bogotá, Editorial Norma, 2012, p. 112. p135-155.pmd 29/04/2013, 11:50 135

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    HÉCTOR BOSCH HERRERA

    Coloquio del Bicentenario:De la historia, el relatoy un documento*

    En uno de los pasajes de El general en su labe-rinto, Gabriel García Márquez nos presenta aSimón Bolívar encarando a un francés que –desdeuna perspectiva europea– critica el proceso liber-tario americano: «[...] no nos hagan más el favorde decirnos lo que debemos hacer. [...] No traten deenseñarnos cómo debemos ser, no traten de queseamos iguales a ustedes, no pretendan que haga-mos bien en veinte años lo que ustedes han hechotan mal en dos mil».1

    La Historia se constituye, en muchas ocasiones,de relatos devenidos documentos, por ello no debesorprender que una reseña vinculada con temas his-

    tóricos se inicie con una citaliteraria. En este caso, la elec-ción no responde tanto alvalor testimonial de la refe-rencia, como a que, graciasal atrevimiento de la ficción,esta ha conseguido captaresos detalles esquivos a lamirada escrutadora del his-toriador, que subyacen apa-rentemente anodinos tras el

    método científico, aunque afloren luego por enci-ma de la (¿hasta qué punto inevitable?) severidadacadémica.

    El volumen de Casa de las Américas que recogemucho de lo tratado en el Coloquio internacionalLa América Latina y el Caribe entre la Indepen-dencia de las Metrópolis Coloniales y la Integra-ción Emancipatoria, se titula Memorias del Bicen-tenario, porque qué otra cosa es la memoria, sinoel relato construido a través de años de inmersiónen el pasado, al ritmo de los apremios presentes.Las interpretaciones históricas siempre pasan porel tamiz del individuo y las circunstancias desde don-de se enfoca el ayer, para volcarse sobre el hoy ytratar de esclarecer los caminos futuros.

    La América Latina y el Caribe tienen su propiahistoria por recoger, en un relativamente «corto»trayecto de algo más de doscientos años luego de

    * A propósito de Memorias del Bicentenario. ColoquioInternacional La América Latina y el Caribe entrela Independencia de las Metrópolis Coloniales y laIntegración Emancipatoria, La Habana, Fondo Edito-rial Casa de las Américas, 2011.

    1 Gabriel García Márquez: El general en su laberinto,Bogotá, Editorial Norma, 2012, p. 112.

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    que sus naciones se independizaran de las metró-polis coloniales, pero ese recorrido coincide con laconvulsa y cada vez más acelerada modernidad,lo cual equivaldría a montarse en un carro que mar-cha a toda velocidad y tratar de tomar el controldel volante.

    La peripecia de los pueblos americanos –en con-junto y cada uno por su parte–, a la luz de los acon-tecimientos actuales, demanda el uso de un buenretrovisor que nos permita mirar el pasado y, des-de ahí, vislumbrar los posibles rumbos futuros. Deeso trata este libro, que es también literatura, puesprocede de ponencias y debates en los que emer-gen los relatos disímiles pero correlacionados de lahistoria de América, para convertirse en un precio-so documento sobre el hoy y el mañana.

    En el principio, ¿era el caos?

    La independencia y la emancipación son dos con-ceptos que surgen constantemente durante la lecturade este volumen donde, desde variadas posiciones–a veces encontradas, pero sin duda complementa-rias–, se evalúa el proceso libertario de la AméricaLatina y el Caribe.

    Definitivamente, la guerra marca pautas en losregistros históricos del Continente, incluyendo laprimera conflagración desatada por los conquista-dores europeos contra los habitantes autóctonosde la región. Al respecto llama la atención Ana Es-ther Ceceña, una vez que se ha contextualizado elperíodo independentista y, volcada hacia el pre-sente, se refiere a una beligerancia que prevalece y«adquiere especial importancia en los momentoshistóricos en que, a decir de los físicos, los siste-mas se hacen inestables y presentan la posibilidadde bifurcarse» (375).

    De este modo, la investigadora sitúa el debate enclaves actuales, al definir la guerra como hilo con-

    ductor desde el pasado, ahora bajo una diversidadde formas: cultural, económica, de género y de es-pecie; por la definición y el control del territorio y delas territorialidades; de sentidos y significados, ma-terial y simbólica, explícita y subliminal. Añade, asi-mismo, los cambios de modalidades, de alcances ycapacidades, y que «se adecua a los desafíos queen cada momento y situación le presenta la necesi-dad de someter lo que por naturaleza es rebelde: lavida, con sus diversidades y variabilidad» (375).

    Tal apreciación debe tomarse en cuenta al aden-trarnos en Memorias del Bicentenario, un libroque ha de leerse y, sobre todo, releerse, más quecomo compendio historiográfico, como punto departida para reflexionar (otra vez) sobre las cons-tantes filosóficas: ¿quiénes somos, de dónde veni-mos, hacia dónde vamos?

    Como, en efecto, señala Ceceña, el hilo conductorde este volumen es la relación no siempre armónicaentre independencias y emancipaciones, concep-tos que por momentos parecen yuxtaponerse o tran-sitar en paralelo, y otras veces se apartan hasta lle-gar casi a oponerse.

    A propósito, Aurelio Alonso trae al debate la con-sideración de que las independencias alcanzadasdos siglos atrás desembocaron en otras dependen-cias, incluso en un estatuto colonial de nuevo tipo,para plantear a continuación la diferencia entre in-dependencia y emancipación:

    Emanciparse es hacerlo «del despotismo, de laignorancia, de la miseria» (Arturo A. Roig), bus-cando precisar en esta distinción algo diferen-te, y de otra complejidad más profunda y defi-nitiva que desprenderse de una dominaciónexterna, aunque muy estrechamente ligada a ella.Condicionada por ella, vale decir. Concebidacomo realización total, la independencia no puede

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    darse por consumada sino desde la seguridaddel país en el concierto internacional [213].

    Esa es la tónica que subyace –y en ocasionesirrumpe de manera volcánica– en varias ponencias;pero sobre todo en los debates, quizá lo más jugo-so del libro por su espontaneidad y honradez, sufrescura y atrevimiento y, en primer lugar, debido aque participan en ellos voces autorizadas por surigor científico y su marcado sentido de pertenen-cia, tanto a la historiografía como al pensamientomenos convencional. De ahí que algunos se cues-tionen, incluso, si es pertinente «celebrar» el bicen-tenario de la independencia de la América Latina yel Caribe.

    Sergio Guerra Vilaboy, en cambio, vota por lacelebración: «porque aquellos próceres hicieron unaemancipación con muchas limitaciones, pero con-siguieron en esas condiciones lo que podían, a costade sacrificios personales y de todos, prácticamen-te amplias poblaciones que sufrieron por aquel pro-ceso» (314).

    Por su parte, Claudio Katz se refiere a «[...] laemancipación inconclusa, la revolución con sus li-mitaciones, la participación limitada de las masas yel triunfo aristocrático sobre los movimientos ple-beyos más radicales» (313), y pregunta a GrínorRojo –quien parece cuestionar la idea– si en su cri-terio cabe la celebración, a lo que este replica:

    Otra cosa es la de los beneficiarios de la indepen-dencia. Y aquí viene la pregunta sobre si conme-morar o celebrar, o si irse para la casa. Bueno,todo eso depende de quién es el que conmemoray quién es el que celebra. Y yo recupero algoque aquí ha flotado por momentos, pero queparece olvidarse, y es la enorme heterogenei-dad social que existe en la región [320].

    Quizá esto nos ayude a comprender por quéCarmen Bohórquez, al abrir el Coloquio, subrayóel hecho de que «no se logró concluir la indepen-dencia cultural, la independencia del pensamiento»,para traer el tema al presente y acotar que «[n]otriunfar en este empeño [hoy] equivaldría a cons-truir sobre suelo frágil y cualquier situación de cri-sis podría revertir el proceso» (17).

    De este modo, aunque las páginas del libro sehayan ordenado siguiendo el programa del evento–de los temas propiamente historiográficos a lasperspectivas más contemporáneas–, se percibesiempre una voluntad de diálogo con la Historia (nosolo entre historiadores, pues se suman las visionesde sociólogos, economistas, filósofos y otros pen-sadores) que tiende a desempolvar la memoria, atratar el pasado no por sus valores museísticos, sinocomo acicate del presente.

    Atinadamente, y por esas carambolas del azarconcurrente –como diría Lezama Lima (otro inte-lectual de amplio registro)–, la revista Casa publi-có en su número 269 un revelador escrito del his-toriador cubano Jorge Ibarra, que corrobora laactualidad de estos tópicos. Tras reconocer lo de-batido de la cuestión independentista, destaca doscorrientes opuestas: una historiografía apegada a lavisión de la exmetrópoli, que condiciona la inde-pendencia de nuestras naciones al dominio napo-leónico sobre España; y otra, desde la clase políti-ca y la intelectualidad americana, que se sustentaen el carácter patriótico de un continuo proceso deluchas que desembocan en 1810.2

    2 Jorge Ibarra Cuesta: «La identidad prenacional y el patrio-tismo criollo de los siglos XVII y XVIII: ¿premisas históricaslógicas de las Juntas autonomistas y del independentismoamericano del siglo XIX», en Casa de las Américas, No.269, oct.-dic. de 2012, p. 46.

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    En otro momento del citado artículo, Ibarra apunta:

    Se puede discutir también si las revolucionesindependentistas representaron cambios en elmodo de vida de los estamentos subalternos yen las relaciones sociales de subordinación a laque estos estaban sujetos. Lo que no puedenegarse es que la independencia significó el finde las relaciones de dominio colonial y la liqui-dación de las formas de absorción del exceden-te por la metrópoli española. En ese sentido, elmovimiento hacia la independencia tuvo objeti-vamente un carácter anticolonial.3

    Y concluye enfatizando que «la reconstitución delimaginario patriótico americano creado al calordel diferendo histórico con el poder colonial, nospermite rebatir la afirmación hegeliana de que lahistoria de América no era sino “eco y sombra” dela historia de Europa».4

    En su ensayo, Ibarra arremete –con intencionali-dad pugilística desde la esquina latinoamericana ycaribeña del ring– no solo con el dato, sino contraotra visión amparada con mayores recursos por lasredes de la globalización en el sentido más ampliode la cultura. Y el hecho de que este artículo vuelvaen otro medio de la Casa de las Américas a ponerel asunto de la independencia sobre el tapete, re-vela que el libro Memorias... aún ha de dar batallasi de pensamiento liberador se trata en esta regióndel mundo.

    Volviendo al volumen, ya en su ponencia Katzhablaba de conmemoraciones, celebraciones y dis-torsiones, y destacaba como «reivindicaciones másacertadas» aquellas que «hicieron resaltar la inci-

    dencia de las luchas sociales en la independencia yconfrontaron con la presentación convencional de1810 como un proceso clausurado» (419). El ar-gentino afirma que este punto de vista convencio-nal olvida

    las cuentas pendientes que mantiene la regióncon la sujeción política, la dependencia eco-nómica y la ocupación militar imperialista. Resultaindispensable conocer estos hechos, para com-prender que la derrota sufrida por los virreyes fueel episodio inicial de una revolución inconclusa.Completar esta transformación exige batallar poruna segunda y genuina independencia [420].

    Independencias y emancipaciones, hoy

    Ceceña utiliza el plural en su ponencia, lo cual ma-nifiesta el tono del Coloquio, que, además del es-clarecimiento retrospectivo –muy interesante des-de diversos hechos y naciones puntuales–, se inclinauna y otra vez hacia la actualidad, no menos in-quietante que hace dos siglos, y a la posibilidad deabrir puertas al futuro.

    En otra de sus intervenciones, la intelectual mexi-cana habla acerca de «un enemigo que se descen-tra y se vuelve “multipolar”» (472) cuando el enfo-que del evento se desplaza –como cabía esperaren un contexto semejante– hacia los procesos decambios que viven hoy la América Latina y el Cari-be, en especial aquellos que se inscriben dentro dela línea del socialismo del siglo XXI.

    También resultan llamativos los análisis sobre elcrecimiento económico y la proyección de Brasilen el mapa político mundial, como nación que ge-nera una notable influencia en y desde el continenteamericano.

    No cabe duda de que los distintos estatus posco-loniales de las naciones latinoamericanas y caribe-

    3 Ibíd., p. 65.4 Ídem.

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    ñas han dificultado hasta nuestros días la verdaderaintegración continental, un proyecto soñado desdelos inicios de los movimientos libertarios que aúnno se logra, aunque se den pasos más certeros enla actualidad.

    Con el tema de la revolución asomando en cadaespacio, Juan Valdés Paz señala que

    además del Estado como institución, nos las te-nemos que ver con grupos sociales enmarcadosen dichas instituciones y que, por tanto, el pro-blema del papel de estos grupos, su peligro, suverdadera representación, la posibilidad de quecolisionen con grupos de interés, hasta el cre-ciente peligro de la corrupción, es uno de losproblemas, y uno de los enormes peligros conlos que tenemos que lidiar [...] [471].

    Y añade:

    La izquierda ha sustentado la idea de que lasbases populares serían el contrapeso de esospeligros. [...] [A]quí podemos también volver-nos a encontrar el problema de si a esas basespopulares, a esas masas, las vamos a retomaren términos populistas como recursos políticoso las vamos a retomar en una perspectiva re-volucionaria y marxista como actores reales delproceso [471].

    De ahí que procurar la integración clamada porvarios próceres independentistas compromete, másque a las «naciones», a los «pueblos»:

    [...] cualquier consideración sobre esos proyec-tos nos trae al tema de que si no se acompañande una concepción radicalmente democráticadonde estén todos y actúen todos, estaríamos

    haciendo algo parecido a las historias que yapasaron [...] los pueblos (por generalizar) nosolo resisten y vencen por tener la razón histó-rica, sino por haber alcanzado un nuevo empo-deramiento para cambiar las cosas [471].

    El Coloquio que Memorias... recoge de modofidedigno es expresión de esa unidad en la diversi-dad que tanto aportaría a la futura y necesaria inte-gración.

    Para encontrar acicates del pensamiento

    Esta reseña de un volumen de alrededor de qui-nientas páginas expone una lectura azarosa, puestoque en todo caso se ha escrito tras varias relectu-ras, y ello responde a que el abundante materialreunido en el libro tiene trigo por todas partes. Tantopara el estudioso como para el lector más generalresulta un documento de primer orden, de ahí quesea loable la labor editorial, desde la coordinacióndel evento por Aurelio Alonso hasta la meticulosaedición de Caridad Tamayo Fernández; así como,en este caso puntual, la muy necesaria y con todaprobabilidad extenuante tarea de transcripción rea-lizada por Gladys Pedraza Grandal.

    Seleccionar la mayor información posible, cote-jarla y luego disponerla de manera potable es unproceso engorroso cuando se trata de palabras quefueron expresadas oralmente, en el calor de losdebates. Pero ese es el gran mérito del libro: reco-ger las sustanciosas intervenciones de renombra-dos intelectuales que, de lo contrario, solo seríanrecordadas –de manera parcial, probablemente–,por quienes estuvieron presentes. De ahí la tras-cendencia de este documento que a su vez hacetrascender un momento único.

    Palabras aparte merece el diseño de cubierta dePepe Menéndez –derivado del cartel del evento

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    del propio Menéndez)–, que supo captar la esenciade ambos al aludir a las diferentes épocas y la diver-sidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños,y asimismo sintetiza la continuidad de la Historia y suimportancia para el presente. Posee, además, la fres-cura para interesar a los jóvenes, a quienes les ven-dría muy bien la información que aquí se compendiapara encontrar acicates del pensamiento.

    La pluralidad y, al mismo tiempo, el compromisointelectual que expresan las diversas opinionesreflejadas, es prueba de la honestidad con queasumieron el evento tanto los invitados como losorganizadores. Y Memorias... merece, por la pro-fundidad de su contenido y su lograda factura, fi-gurar entre los logros editoriales de la Casa de lasAméricas.

    RICARDO ALARCÓN DE QUESADA

    Un libroindispensable*

    Quisiera ante todo expresar mi profunda alegríapor encontrarme una vez más con el queridocompañero Luiz Inácio Lula da Silva, que siempreha estado y siempre estará donde las causas de nues-tros pueblos de la América Latina lo reclaman. Salu-do también la presencia de mi querido amigo FreiBetto. Y estando ambos aquí, yo quisiera comenzarexpresando el dolor y la solidaridad que los cuba-nos sentimos ante la reciente tragedia que ha sufridoel pueblo brasileño. Quisiéramos en esta ocasión, através de Lula, de Betto, de todos los amigos y ami-gas brasileñas que participan en esta Conferencia,trasmitir a los familiares de las víctimas nuestros sen-timientos de pena y de solidaridad.

    Paso ahora a las palabras que he preparado paraesta ocasión.

    Fue sabia la decisión de abrir este espacio den-tro de una conferencia internacional dedicada a JoséMartí en su aniversario ciento sesenta.

    Vamos a hablar sobre un libro que él habría leídocon amoroso interés en alguna noche de insomnio,en la soledad de su pobre aposento, sin que lo apar-tase de su lectura el frío rumor del [río] Hudson.Allí, en Nueva York, el Apóstol había descubiertoantes que nadie la naturaleza oculta de aquellasociedad, la corrupción y la violencia de la que

    * Palabras en la presentación del libro de Fernando MoraisLos últimos soldados de la Guerra Fría, durante elevento «Por el equilibrio del mundo», La Habana, 28 deenero de 2013.

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    brotaba un Imperio cuyaamenaza él convocara a re-sistir. Lo habría leído conemoción y asombro al ren-contrarse en sus páginas, encinco jóvenes que supieroncomo él vivir dentro delmonstruo y preservar intac-tos la dignidad y el amor ala Patria lejana. Son ellos,

    con su altruismo irreductible, quienes rinden a JoséMartí, desde hace ya casi quince años, el tributomás puro.

    El caso de nuestros cinco compatriotas injusta-mente castigados en los Estados Unidos por lucharcontra el terrorismo que tanto dolor ha causado anuestro pueblo necesitaba de una obra como la quehoy presentamos. Faltaba una voz que fuera capazde llegar al corazón de la gente, sin retórica vacía,sin la cansona repetición de fórmulas estereotipa-das, con la fuerza creadora de un escritor para quienel lenguaje no guarda secretos, un periodista queno conoce límites en su afán investigador.

    El capitán Dreyfus estaría aún sepultado en laignominia; Sacco y Vanzetti jamás habrían sido,aunque tardíamente, reivindicados si Émile Zola yFelix Frankfurter no hubieran sabido asumir su res-ponsabilidad ética e intelectual. Eso es justamen-te lo que ha hecho mi querido y admirado amigoFernando Morais.

    A Fernando no le hacía falta publicar este libropara promover o consolidar su bien ganada repu-tación como uno de los mayores escritores de nues-tro tiempo. Sus obras, reproducidas en incontablesediciones, se leen en todo el mundo y prácticamenteen todos los idiomas. Por su innegable maestría, hapenetrado a través de los grandes circuitos de lallamada industria cultural, incluyendo el cine, sin

    haber renunciado jamás a sus convicciones ni a sucondición de artista independiente, ni a su lucidez eintegridad intelectual.

    No le voy a agradecer lo que ha hecho porque estano es una obra por encargo; nadie le pidió y por su-puesto, mucho menos, le indicó lo que habría de es-cribir. Aunque contó con los testimonios de otros y senutrió con la revisión de inagotables fuentes documen-tales, esta es su obra, pertenece por entero a Fernan-do, es suya como La Isla, Olga, El Rey de Brasil,Montenegro, El Mago, y otras que forman parte deuna brillante trayectoria que en el futuro nos traerámuchas más, estoy seguro, de excelencia semejante.

    Aclaro lo que acabo de decir. Por supuesto que lagratitud que él merece es grande porque siemprerescata de la rutina y la mediocridad un oficio que notodos los escritores aprecian ya como una misiónhumanista.

    Cuando trató, desgraciadamente sin éxito, desalvar la vida a dos inocentes, Frankfurter repitióuna frase que parecía como un ruego desesperadoa los intelectuales y a los periodistas de su tiempo:«Please, read the transcripts» (Por favor, leanlas actas). Porque la inocencia de aquellos humil-des inmigrantes italianos estaba claramente demos-trada en las actas y documentos del Tribunal deMassachusetts. La inocencia de Gerardo, Ramón,Antonio, Fernando y René la comprueba quien-quiera que lea lo que consta en la documentaciónde la Corte Federal del Distrito Sur de la Floridaen el voluminoso expediente titulado Estados Uni-dos versus Gerardo Hernández et. al.

    Quien lo haga, quien lea esos documentos com-probará que la verdadera causa por la cual fuerondetenidos nuestros compatriotas era única y exclu-sivamente la lucha abnegada que ellos libraban con-tra los grupos terroristas; que la libraron sin armas,sin emplear la violencia, sin maltratar a nadie, sin

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    desconocer ninguna de las normas de la conviven-cia civilizada. Así lo reconoció el Gobierno una yotra vez, desde antes de comenzar el juicio hastaen las últimas sesiones en las que la jueza dictó lasdesmesuradas sentencias contra ellos. El terror alque fueron sometidos los jurados por unos medioslocales de prensa que actuaron más como acusa-dores y persecutores que como órganos de infor-mación, algo que como consta en las actas fue pro-testado por la jueza desde los días iniciales del juiciohasta los días finales del mismo. Varias veces ella lepidió al Gobierno, o sea, a la Fiscalía, que la ayu-dase a poner fin a aquella situación que hacía im-posible la justicia. Obviamente, no tuvo éxito. Ahíse puede encontrar también, revisando el expe-diente ya referido, cómo el propio Gobierno en mayode 2001 reconoció que había fracasado en su acu-sación principal, la supuesta conspiración para co-meter asesinato, formulada contra uno de nuestroscompañeros, contra Gerardo. Y podrán encontrartambién la determinación unánime del pleno de laCorte de Apelaciones ordenando reducir las sen-tencias de algunos de los compañeros que habíansido condenados ilegalmente a exageradas conde-nas por un delito que no existió. Así lo dijo en variasocasiones esa sentencia de la Corte de Apelacionesde Atlanta: «Aquí no hubo nada de espionaje, nohubo nada que pusiese en peligro la seguridad na-cional de los Estados Unidos». Pero la gente co-mún no lee esos expedientes judiciales.

    La gente común no hace tal cosa. No estudia lostortuosos procesos judiciales, no tiene tiempo pararecorrer las interminables y farragosas disputas dejueces, fiscales y abogados. Depende de los me-dios, de lo que diga su diario local, de lo que re-porten la radio o la televisión. Depende, en fin, delo que digan los periodistas, quienes divulgan la in-formación o la manipulan o la esconden.

    Este libro es, entre otras cosas, una indagaciónperiodística encomiable que ilumina incluso aspec-tos claves del juicio desconocidos hasta ahora,como los antecedentes del Majesty of the Seas yde su capitán, que sirvieron para calzar la mentiranorteamericana sobre la provocación del 24 de fe-brero de 1996.

    Fernando hizo lo que pocos han hecho. Se batiócon las decenas de miles de páginas del caso máslargo de la historia norteamericana, buscó y hablócon quienes tuvieron relación con el proceso en Cubay en los Estados Unidos, hurgó en archivos y bi-bliotecas y, sobre todo, se empeñó por descubrir,más allá de los papeles, quiénes eran las personasinvolucradas, los seres humanos protagonistas deuna historia real que a veces desafía la imaginación.

    El resultado no es una explicación jurídica de esteprolongado y complicado proceso. Tampoco es unalegato probatorio de la ilegalidad cometida contralos Cinco ni una descripción detallada de sus vidaso de la lucha que ellos libraron para salvar a supueblo y a otros del terrorismo. Sin dejar de tratarestos aspectos importantes, a ello no se contraeel libro, que también ofrece en diestras pincela-das el contexto de lo que sucedía en Cuba y en losEstados Unidos, y las tensiones públicas y priva-das entre ambos países, mientras se desarrollabala larga saga de estos hombres.

    El libro se propone una meta superior imposiblepara quien no posea el genio de un artista verdade-ro. Sin ser la biografía de ninguno de ellos, sin em-bargo nos acerca a los héroes y los muestra comolos seres de cuerpo y alma que son. Al asomarnosasí a su humanidad concreta nos revela la dimen-sión exacta de su heroísmo, un heroísmo nada dis-tante del lector.

    Por eso Los últimos soldados de la Guerra Fríaha alcanzado una impresionante difusión en Brasil,

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    donde se han agotado varias ediciones y ha mere-cido especiales reconocimientos. Hoy sale esta, laprimera versión en castellano, y debo anunciar queya se trabaja para que pronto se pueda presentaruna nueva edición en Cuba.

    Son muchos los que gracias a este libro conocie-ron en Brasil la verdad de nuestros cinco hermanosy accedieron a una historia que el Imperio y susgrandes corporaciones mediáticas han condenadoal silencio y al olvido. Para ellos, para los que hanleído este libro, cayó el muro de la ignorancia conque se ha tratado de impedir que la justicia preva-lezca. Serán muchos más los que accedan a la ver-dad a medida que se multipliquen futuras edicionesen inglés y en otros idiomas.

    El libro aparece cuando se le requiere con más ur-gencia, ahora que nuestros compañeros libran la últi-ma batalla ante el sistema judicial norteamericano.

    Se trata, como probablemente sepan ustedes, delo que allá se denomina el procedimiento de apela-ción extraordinaria o habeas corpus. Una oportu-nidad, solo una, que tiene un acusado después quehaya recorrido todo el sistema judicial norteameri-cano hasta la Corte Suprema para de un modoextraordinario volverle a pedir al mismo tribunal quelo condenó en primera instancia que anule o modi-fique esa condena y que rectifique la situación. Paraello se precisa la presentación de nuevos argumen-tos, de nuevas evidencias que no estaban a dispo-sición del tribunal en el momento en que se produ-jo la condena inicial.

    Hablé de la campaña mediática de terror sobrelos jurados, que condenó a los acusados antes deque empezase el juicio, en la opinión pública, perocuando terminó el juicio y el proceso de apelaciónnormal, no se sabía lo que habría de descubrirsedespués, en el año 2006, que esos periodistas real-mente, todos, estaban en una nómina del gobierno

    de los Estados Unidos, que les pagó para que hi-cieran lo que hicieron.

    El caso de los Cinco ha ido siempre acompaña-do de esta situación paradójica: es prácticamentedesconocido en el mundo porque las grandes cor-poraciones mediáticas no les han prestado la me-nor atención durante catorce años, pero en Miamilos medios locales de prensa pagados por el go-bierno federal se convirtieron en instrumentos paracastigarlos y crear un ambiente imposible en aque-lla comunidad. No se sabía entonces, no lo sabía lajueza cuando se quejó más de una vez, que susquejas eran inútiles puesto que las personas quecreaban ese ambiente de violencia y hostilidad eranen realidad empleados del gobierno federal. Ade-más de eso, poco a poco, en un largo y complica-do esfuerzo de la defensa, se han ido sabiendo al-gunas cosas más. Estoy hablando de supuestosperiodistas, que todos tienen estas características,todos sin excepción o son miembros de gruposterroristas de Miami o están estrechamente vin-culados a esos grupos. Algunos de ellos han sidodeclarados culpables de acciones terroristas en losEstados Unidos por tribunales norteamericanos,pero están en la nómina del gobierno federal. Se halogrado saber que en esa operación se gastaronmillones de dólares, cuántos millones de dólaresno lo sabemos porque, como ustedes habrán su-puesto ya, desde que se presentaron las solicitudesde habeas corpus, donde este elemento está en elcentro de la petición, el Gobierno sistemáticamen-te se ha resistido a descubrir, a mostrar los datosque explican esta operación.

    La esencia de esa pelea, de esa última batalla a laque me refería, es, precisamente, la exigencia algobierno de los Estados Unidos para que pongafin al ocultamiento de evidencias que lo obligaría aliberarlos ya, sin más dilación, a todos y cada uno

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    de ellos, a los Cinco, sin ninguna excepción. Wáshing-ton debería revelar lo que esconde sobre su cons-piración con esos supuestos «periodistas» de Mia-mi a los que dirigió y pagó para desatar unacampaña de odio que incluyó amenazas a los miem-bros del jurado, para crear lo que el panel de laCorte de Apelaciones de Atlanta en el 2005, alanular el juicio, describió como, y lo cito, «una tor-menta perfecta de prejuicios y hostilidad». El tribu-nal debería rechazar la insólita demanda de la Fis-calía que busca eliminar documentos esenciales delhabeas corpus de Gerardo y, por el contrario,debería anular su brutal condena o al menos, comoprimer paso, darle la oportunidad de comparecery refutar la falaz acusación que lo llevaría a morirdos veces en prisión.

    La Corte de Apelaciones de California, por suparte, también tiene ante sí la demanda formuladapor una prestigiosa organización privada para queWáshington muestre las imágenes tomadas por sussatélites espaciales sobre el incidente del 24 de fe-brero de 1996, que fue utilizado maliciosamentepara inculpar a Gerardo en un cargo que el propioGobierno admitió haber fracasado en demostrar.Durante diecisiete años los Estados Unidos hanimpedido que nadie más pueda ver esas imágenes,porque sabe que ellas prueban que el incidenteocurrió en territorio cubano y en consecuencia eltribunal de Miami nunca tuvo jurisdicción al res-pecto. El panel de esa Corte superior de Californiaacaba de tomar una importante decisión al ordenarque sea revisada la decisión tomada antes por unainstancia inferior que había sostenido la negativa delGobierno a mostrar dichas imágenes. Estamos a laespera ahora de la reacción gubernamental. Estoocurrió a finales de la semana pasada.

    Algún día triunfará la justicia. Pero no será solopor lo que ocurra en una Corte federal. Gerardo lo

    predijo hace años. Será un jurado de millones quienles devuelva la libertad. El libro que hoy presenta-mos es una muy valiosa contribución al empeño duroy difícil para crear ese jurado.

    Fernando dedica palabras muy justas a LeonardWeinglass, quien entregó los últimos años de una vidaejemplar a luchar por la justicia dentro y fuera de lostribunales. La última foto suya, tomada pocas horasantes de la muerte, muestra a Lenny revisando laapelación final de nuestros compañeros. Que él nosdé ánimo para multiplicar la lucha hasta el último alien-to, para anticipar el día en que Gerardo, Ramón,Antonio, Fernando y René, aquí en La Habana, ce-lebren con Fernando Morais la victoria.

    Muchas gracias. c

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    SILVIA LLANES

    Un camino hacia la culturade los pueblos indígenasdel Paraguay*

    En 1984 –cuando cursaba mi primer año comoestudiante de Historia del Arte– compré un li-bro que se convertiría en uno de mis mejores com-pañeros. Subrayado, marcado, dobladas las pun-tas de sus páginas, ha sido leído cada vez que eltema indígena se convertía en una duda de estu-diante o en una preocupación docente. Hasta aho-ra, Nuestros primeros padres, de Manuel Galich,me acompaña, y llenó muchos de los espacios quemarcaron mis interrogantes sobre este asunto.

    Apuntaba Galich que «[...] penetrar en el pasadoguaraní es como adentrarse en un monte virgeno casi cubierto de maleza hermética y apenas trilla-do por la huella humana».1 Hoy, después de leerLa belleza de los otros, y de la mano de Ticio Es-cobar, he conseguido que, en esa maleza herméti-ca, se abra un camino hacia la cultura de los pue-blos indígenas del Paraguay.

    La belleza de los otros ha sido calificado porAugusto Roa Bastos como un libro bello, un es-fuerzo de humildad ritual y sabiduría científica, perosobre todo un texto iluminador sobre la verdad devida de los indígenas paraguayos.

    La cuestión del arte indí-gena se clarifica a lo largode sus cuatrocientas pági-nas, y no solo por la posibi-lidad de adentrarse en el co-nocimiento de la producciónartística de los habitantesoriginarios del Paraguay,sino también porque el ejer-cicio de su lectura provee deherramientas para la com-

    prensión del arte de los otros, los creadores que seencuentran en la periferia de lo que la cultura occi-dental considera como la producción artística. Ade-más de una gran investigación sobre la cultura delos indígenas paraguayos, este libro de Ticio Esco-bar es una reivindicación que posibilita comprenderla diversidad cultural de los pueblos originarios deAmérica y ofrece la visión de la vitalidad y la per-manencia de sus culturas frente a la occidental do-minante.

    Permite la comprensión conjunta de la produc-ción artística indígena: en su carácter indisoluble deobjeto utilitario, ritual y bello, y recuerda que ellarepresenta la memoria de las comunidades, y queson objetos de resistencia, una oposición cotidiana,continua, significativa, a la acción etnocida de la cul-tura occidental, impuesta por diferentes vías, desdelos tiempos de la colonización hasta la actualidad.

    La belleza de los otros no es solo un minuciosoestudio de la producción artística de los indígenasparaguayos. No ofrece una visión aislada de cadamanifestación –en sus divisiones acostumbradas yque suele aplicarse en los estudios tradicionales dehistoria del arte: arquitectura, pintura, escultura,cerámica, etcétera–; parte del principio productorde pueblos donde estas divisiones son innecesariasy se crea a partir de las necesidades esenciales que

    * Palabras leídas el 29 de enero, como parte de las jorna-das del Premio Literario 2013, a propósito de La bellezade los otros, de Ticio Escobar (La Habana, Fondo Edi-torial Casa de las Américas, 2012).

    1 Manuel Galich: Nuestros primeros padres, La Habana,Fondo Editorial Casa de las Americas, col. NuestrosPaíses, 2004, p. 384. Re

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    diluyen la línea divisoria entre la forma y la funciónpara crear –como bien explica Ticio Escobar–cosas embellecidas que funcionen.

    Partiendo del territorio primero del arte indí-gena, el cuerpo, se extiende por otras zonas de laproducción ritual-material y estética, desde los ta-tuajes hasta los cestos, pasando por los adornosplumarios, la vestimenta y disímiles accesorios (to-cados, máscaras, gargantillas, pinturas corporales),los cuales narran su función y permanencia en lascomunidades, explicadas a partir de los niveles deuso de estos objetos y su inclusión en los rituales yen la vida cotidiana de aquellas.

    A pesar de la estrategia colonizadora y capitalis-ta de anular las expresiones tradicionales de estospueblos, de aniquilar sus ritos, de borrar su simbo-logía o de convertir las producciones rituales-utili-tarias en objetos de demanda comercial, la perma-nencia de estas responde a la necesidad de rescatarsu repertorio cultural, utilitario y simbólico.

    La lectura de este texto de Ticio Escobar hacepensar en un Paraguay multicultural, un principioque puede ser aplicado a los estudios de Américay de la riqueza de una producción que sabiamenteha resistido el paso del tiempo y el empuje del con-sumismo, manteniendo la tradición, adaptándose alas transformaciones en el entorno, volviéndosemestiza cuando fue necesario; cambiando, porqueel cambio no es solo una capacidad del arte occiden-tal, es más necesario en la periferia, donde cambiar apartir de la tradición o, pudiera decirse, reubicarla tradición, es una necesidad de sobrevivencia.

    «Si un pueblo conserva el control de su produc-ción simbólica», sentencia Escobar, «podrá reali-zar las innovaciones, ajustes y readaptaciones queexige cada tiempo sin perder el rumbo colectivo niarriesgar el legado de la memoria» (387).

    REINA MARÍA RODRÍGUEZ

    «Como si nadabastara»*

    El primer libro de Arturo Carrera que tuve fue Ar-turo y yo. Me lo regaló hace más de quinceaños el poeta cubano Ricardo Alberto Pérez y des-de entonces he seguido sus libros, los he persegui-do. No los tengo todos, desafortunadamente, algu-nos al prestarlos ¡los perdí! Pero tengo sus palabrasen mis oídos desde hace tantos años que, como de-predador hambriento que es cada poeta, supongoque muchas de esas imágenes, vocecitas, estructu-ras, recorterías, han pasado también a mis textos.

    Arturo es un excelente narrador, un cuentista quesiempre está moviendo historias, personajes, vidasminúsculas, sin perder su lirismo ni sus imágenesentrelazadas de manera circular y también familiar.

    Hubiera querido publicar toda su poesía, perono fue posible, así que solo entresaqué, picoteé,derramé algunos granos de su obra para el lectorcubano que, lamentablemente, apenas lo conoce,y lo tendrá ahora en Bajo la plumilla de la len-gua. Este poeta minimalista que trabaja con recuer-dos, personajes averiados y marginales –como elCoco–, tiene un pequeño libro, un plegable, Fotosimaginarias con nieve de verdad, donde la rela-ción entre naturaleza y escritura se hace muy fuer-te, se aprieta, en versos como: «no podríamos serla nieve...», «tampoco los copos son las sílabas...»,

    * Palabras en la presentación del poemario Bajo la plumi-lla de la lengua (La Habana, Fondo Editorial Casa delas Américas, 2013), de Arturo Carrera, el 28 de enero,como parte de las jornadas del Premio Casa 2013.

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    con un entretejido entre lanaturaleza –afuera–, que vahacia la naturaleza de la es-critura como naturalezaadentro, asegurándonos laeternidad de la nieve comomateria que no puede ser«retocada» ni «borrada», dela misma forma en que laescritura no puede ser «re-

    tocada» sin correr el riesgo de derretirse entre lasmanos.

    Porque la palabra viene de la arbitrariedad de lamemoria y no puede ser sustituida por algo que nohaya sido ante todo sentido, vivido, contado: «sololos ínfimos copos, como el dolor de la alegría fre-nética / un instante solamente insisten: / no hay olvi-do, no hay rencor».

    Y de pronto, lo que parece de tanta altura inte-lectual es también un tango, un bolero, una cancióninfantil. Esa es la grandeza de Arturo: no jerarqui-zar las sensaciones más que en el código de lo quese ha experimentado y sentido. Por eso, tal vez, losfragmentos que se desprenden de un libro se rela-cionan con el otro y se enlazan de múltiples formaspara entregarnos, más que un libro o muchos li-bros, al poeta.

    Ahora, en su primer viaje a La Habana, ha traídoun nuevo libro, Fastos, que según nos dice en suprólogo narra los días felices –y ellos, indudable-mente, son los de la infancia–, en un día tambiénnevado dejando un rastro en las fotos que se borra-ron en el ordenador. Arturo es ese niño que siem-pre es nuestro: como hijo, padre, hermano, aman-te, amigo, conocedor de los deseos que luego vamosperdiendo con el transcurso de los años. Él noslleva de la mano a la infancia para recuperarla. Tie-ne dentro de su caligrafía –que asoma con disimulo

    por las letricas de los libros con un guiño– ese afánde romper estereotipos y rigidez, sin temor a losdiminutivos: abuelita, mujercita, escuelita, carton-citos... con esa intrascendencia de lo que solo eltiempo devolverá trascendente cuando no los tene-mos más (a los diminutivos), a los deseos. Porquehemos crecido, se han expandido las esferas, losespacios, pero aún tenemos, como él dice: «colo-res / para las vocales; vocales para el dolor».

    Todavía sigue escribiendo en una libretica-pana-dero donde desde los siete años escribe. Sus pala-bras no han cambiado, ni Lezama ni Barthes nitoda la filosofía lo harán caer en la trama de lainteligencia. Sigue siendo un niño, hablándonos aloído, empeñado en recuperar lo que fuimos. Así,agazapado dentro de su libretica, llegó el domingopasado a la azotea recogiendo los refranes, los pre-gones habaneros y el nombre de las flores.

    Si esperamos de la poesía esa voz que nos brin-de compañía, confianza, apoyo, sus poemas hanllegado para remover aquellas palabras que a ve-ces ya no escuchamos en graderías de la memoriaque se han petrificado, resignificándolas. No lasaparta de la cotidianidad, para oírlas, como él dice,porque: «las palabras retumban como flores». Cuan-do en Fastos nos responde sus propias preguntas–esas imprescindibles que casi no se pueden res-ponder en el término de una vida–, y que ya estándesde sus libros anteriores: Arturo y yo, El ves-pertillo de las parcas, Carpe Diem, Potlach, Elespejo, Noche y día, Las cuatro estaciones, en-tre otros, donde aparece su duda ante las asercio-nes e imágenes que el poeta confundido imita, esporque ve el «deterioro o crecimiento» y es casiuna clase, donde el poeta, como zarzal rojizo, em-plea el término «natural» para aplicarlo a la palabraque solo él –a semejanza del zarzal– debe encon-trar y tener.

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    «Como si nada bastara», Arturo devela la felici-dad de la nieve, pero también, su parte oscura, elreverso; el blanco y negro de una fotografía, en laamistad, el amor, la alegría, la boda donde está ocul-ta la muerte de la madre, en «la potencia aterra-dora de la nieve», en Pringles, provincia de BuenosAires donde nació y donde también nevaba, o encualquier lugar donde la nieve existe solo en la ima-ginería de Julián del Casal, porque «esta nieve te-nía voz, y / tenía cuerpo...», se esparcía hasta sercontemplada y querida por otros, en «las fotos quese resistieron / en la aparente oscuridad».

    Azotea, 27 de enero de 2013

    MARINELA PIONETTI

    La experienciade la crítica argentina:novela y tradición*

    «Yo bien comprendo que mi obra os dejará espe-rando la Perfección, quizá más agudamente. Si másagudamente, mi libro sirvió. Soy el alguno que adi-vinó que sabéis lo que no es la perfección».

    MACEDONIO FERNÁNDEZ

    La novela argentina. Experiencia y tradición,volumen compilado por Mónica Bueno, conprólogo de Ricardo Piglia, reúne estudios que to-man como eje la narrativa de distintos autores par-tiendo del presupuesto de que en Argentina la no-vela reconoce un giro constitutivo en la poética deMacedonio Fernández; su teoría altera las basesepistémicas que sustentaban las marcas del géne-ro, y propicia la reflexión en torno a las particulari-dades asumidas por la novela en nuestro país des-de su irrupción. Así, un comienzo que analiza lasestrategias que sustentan esta inflexión puestas afuncionar en Museo de la novela de la Eterna,continúa con un análisis en perspectiva de la pro-ducción de escritores como Piglia, Aira, Chejfecy Saer, que permite reconocer el diálogo de susnarrativas con el quiebre instaurado por Macedo-nio y la repercusión de su teoría del arte en aquellas.

    * Mónica Bueno (comp.): La novela argentina. Expe-riencia y tradición, prólogo de Ricardo Piglia, BuenosAires, Corregidor, 2012.

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    En este texto, el prólogode Piglia actúa como pro-legómeno para leer la «di-ferencia [de la novela] ar-gentina» respecto de latradición europea y, funda-mentalmente, de la latinoa-mericana, a partir de lassingularidades que introdu-ce la poética de Macedo-nio en relación con las que

    definen las de Arguedas y Carpentier, quienes tam-bién formulan una base teórica en diálogo con la tra-dición y elaboran una forma que consolida su con-cepción del género en su contexto. Mientras elprimero parte del sustrato nativo, y el segundo delos «orígenes», situados en las crónicas de la con-quista para otorgar una nueva identidad a la novela,Macedonio acude a la esencia de la ficción para ha-cer propia la tradición universal, es decir, acude aluso de formas canónicas, «somete los procedimien-tos y las formas del género» para construir algo nue-vo, también llamado novela, solo posible en lo quetiene de ficcional, cuyo eje es el cruce indispensableentre ilusión y realidad. Así, define las condicionespara una poética en nuestro país y la hace funcionaren Museo de la novela de la Eterna, primera no-vela buena, en tanto anula los usos precedentes delgénero e instaura uno nuevo basado en la autonomíaplena de la ficción respecto de la realidad. Con estaidea dialoga la obra de los autores abordados en losartículos que componen el libro, diseñando trayec-torias individuales donde asoman las huellas de larelación entre experiencia y literatura, entre esta yvida, situadas en la base del belarte de Macedonio.

    En «Experiencia y forma en Museo de la novelade la Eterna», Mónica Bueno abre el panorama delas consideraciones previas referidas por Piglia y

    analiza distintos componentes del trabajo del no-velista que caracteriza la escritura de Macedonio,en relación con el uso ejercido por la tradiciónnarrativa, poética y filosófica, a las que acude paradefinir la relación vida/obra, en función de una con-cepción de la experiencia como experimento, basede su teoría del arte. Para esto, Bueno propone unrecorrido por instancias de Museo... que dan cuentade esta relación y permiten descubrir los artificios delgénero empleados para «impugnar la tensión entrenovela y vida». Desde ese modo, desde la elecciónmisma de la novela para socavar su raíz en la tradi-ción realista, el funcionamiento de la figura del au-sente en la imaginación –de extensa data en la litera-tura desde la consolatio antigua–, su (des)vinculacióncon la vida y con el concepto de lo real, guían unanálisis que, a la manera de Macedonio, exhibe larecurrencia a una proliferación de teorías explora-das para pensar desde su interior la maquinaria fi-losófica que subyace en la puesta en funcionamien-to de esta desarticulación de la tradición operadapor él. La reminiscencia a la literatura de consola-ción, a la lírica trovadoresca y al modo de la Co-media en la figura de la amada, evidencia la maneraen que se filtra la noción de experiencia puesta afuncionar en el relato de la novela. Asimismo, lasteorías sobre el realismo, las polémicas en torno ala concepción de la representación en las que seafincó el género y su problematización desde dis-tintas ópticas son recuperadas por Bueno paramostrar cómo opera la conciencia de ficción en laobra de Macedonio, su extensión a la categoría delector y su relación autónoma respecto de la reali-dad, marca que define la experiencia.

    En «Ricardo Piglia y la máquina de la ficción»,María Antonieta Pereira lee La ciudad ausente apartir de la mirada urbana y la presencia de lamáquina de narrar en ese espacio, concebido

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    paradójicamente como «lugar del exilio del ciuda-dano», internamente sitiado, que constituye el temade la obra. Para pensar su funcionamiento textual,Pereira acude al estudio de Ángel Rama sobre laciudad letrada, su organización concéntrica reduci-da hacia el centro a medida que se incrementa elpoder, y el concepto de orden que subyace en di-cha disposición. Ciudad y máquina son homologa-das en tanto productoras de relatos, «desenvuelve[n]el diálogo de los muertos» como forma de resistir ala desaparición de la experiencia. Allí, Pereira ve elanclaje en la poética de Macedonio, en tanto laciudad es concebida como «museo del arte de na-rrar que se desea Eterna» (49), cuya realización esposible a partir del funcionamiento de la experien-cia como soporte que posibilita escribir la/s histo-ria/s. Esa reminiscencia le permite definir la novelacomo un «laboratorio textual» que construye unared hipertextual donde las jerarquías son descons-truidas y todos los relatos de la máquina asumen elmismo estatuto, descubre una proliferación de iden-tidades, la pérdida de la propiedad autoral y la re-ferencialidad.

    Por su parte, Jorge Fornet recupera, en «Plataquemada en retrospectiva», una novela atípica enla producción literaria de Piglia a la que consideracomo «síntesis de narraciones precedentes», paramostrar el modo en que organiza una tradición den-tro de la cual es posible entender su propia obra. Apartir del descubrimiento de procedimientos deu-dores de la «lectura estratégica» que Piglia reco-noce en Borges, de escribir sobre otros textos para«hacer posible una mejor lectura de los que escri-birá luego», el crítico analiza el diálogo que esta-blece esta obra con su poética, incorporándolo auna genealogía narrativa que se inicia con Mace-donio y continúa en Borges. Para esto, Fornet se cen-tra en el funcionamiento descolocador de «temas

    vagos y una actitud ante la literatura» que, según él,evidencian la coherencia de la obra de Piglia, lacual percibe, en el epílogo como alterador genéri-co, en la incertidumbre respecto a la autoría deltexto y, fundamentalmente, en la relación entre lostrenes y la lectura. Aquí se produce el encuentroentre la realidad y la ficción, entre la tradición lite-raria universal y la argentina, entre el azar y la ética,como condensación de un núcleo generador de his-torias que culminan en El último lector y que anti-cipa caminos futuros de la obra de Piglia. El aciertodel crítico es el reconocimiento de que una lecturaen perspectiva de su novela «más atípica» permiteentender los caminos que se han incorporado a ella,e identificar una genealogía en la que se inscribe laobra de Piglia.

    Graciela Ravetti analiza en «Juan José Saer: Lagrande. Comunidad, memoria e historia», procedi-mientos recurrentes en la narrativa de Saer, que leasignan un lugar singular en la tradición argentina. Elcarácter inconcluso de su última novela permite laasociación con una serie de obras de similarescaracterísticas concediendo, simultáneamente, un ca-rácter universal a su narrativa, rasgo que Piglia atri-buye a la «diferencia argentina» en la producciónnovelística. El funcionamiento de la pareja Gutiérrez-Nula y el descubrimiento de un manuscrito incon-cluso –al igual que la novela– son disparadores apartir de los cuales la autora analiza los mecanismoscaracterísticos de una percepción del tiempo y elespacio por parte de los sujetos, que implican unaconcepción particular de la experiencia individual yla historia colectiva. La exhibición del instante en Lagrande, ese «terco y demorado presente» es, pre-cisamente, producto de un modo de señalar el pasode lo percibido por los sentidos a «las criptas de lamemoria», y de allí al lenguaje, a la escritura, a latradición, es decir, a la literatura. Este énfasis en el

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    momento que deviene demora, lentitud, tiene quever, según Ravetti, con la exposición de la dificultadde reconocer la impresión dejada por la experien-cia, de realizar el pasaje de la percepción del espa-cio y el tiempo a lo biológico –los sentidos– y deestos al relato. Tal puesta en acto de la experienciaen el lenguaje se asocia, aunque partiendo de otrofuncionamiento del experimento, al susto de la inexis-tencia que postula Macedonio Fernández como cons-titutivo de la ficción. En La grande, Saer utiliza ellenguaje como instrumento para hacer visible esanoción de experiencia, ese instante invisible y enig-mático mediante un juego sutil con los límites entrehistoria, memoria y comunidad.

    Otros dispositivos escriturarios analiza NancyFernández en «César Aira. El punto de inicio», paracaracterizar la narrativa de este autor y, a través deellos, situarla en la tradición literaria argentina. Eneste caso, el eje de su prosa se centra en la cons-trucción del narrador, base y sostén de procedi-mientos de repetición y desplazamientos produci-dos a nivel textual, que configuran una suerte de«arte de narrar» cuyos ecos repercuten en el exte-rior, y declaran un posicionamiento específico en elcampo intelectual desde 1975 con Moreira, hastala asunción de cierto protagonismo como referentedel grupo Shangai en la década del noventa. Unaestratégica construcción de la figura del narradorpermite asumir una suerte de «omniscencia reflexi-va» que posibilita el juego con el nombre propio, larecurrencia a motivos como la levedad y la eva-nescencia que colaboran con efectos de simulta-neidad característicos de buena parte de sus nove-las, los cuales ponen a funcionar mecanismosdiversos a los construidos por Saer para exhibir laexperiencia del tiempo. Así, Fernández indaga enlos procedimientos textuales y contextuales con-vergentes en un narrador excéntrico que acude a

    señalar el lugar de la narrativa de Aira en la pro-ducción argentina del último tercio del siglo XX.

    Por último, Edgardo Berg traza un recorrido porla obra de Sergio Chejfec desde su participaciónen la redacción de Tiempo Argentino, en 1982,para señalar la transición desde una narrativa lenta,forjada sobre la base de una sintaxis cargada deparéntesis, guiones y aclaraciones hasta su total di-solución en Los incompletos, una suerte de ensa-yo sobre el género o, mejor dicho, sobre su desapa-rición. El funcionamiento temporal y las estrategiasnarrativas son homólogas al devenir miserable dela ciudad focalizada desde el vagabundeo errantede los personajes que, al circular por espacios he-terodoxos de la tradición literaria urbana, constitu-yen una suerte de exiliados dentro de la propia ciu-dad y transfieren a la novela esta cualidad. Laarticulación de un tiempo alterado y una perspecti-va marginal o, si se quiere, excéntrica, asociada ala emergencia de un retrato de artista «exiliado»,encuentra remanentes en la narrativa de Saer y, aun,de Borges, estableciendo así una filiación con latradición que lleva al extremo la postulación de susantecesores en la experimentación con el espaciourbano y el de la novela.

    Los seis artículos que conforman La novela ar-gentina. Experiencia y tradición establecen undiálogo sobre las posibilidades y los límites del len-guaje, la construcción de la figura de autor, o bien,su ausencia. Todos conversan, a la manera deMacedonio, con su belarte mediante el descubri-miento de los experimentos puestos a funcionar enla novela de autores destacados de la narrativa ar-gentina del siglo XX, cuya obra es asimismo pro-ducto de un intercambio intenso de estrategias ymecanismos en busca de una forma propia, de unapoética que dé cuenta de esa experiencia inefablecon la tradición narrativa que es la novela. c

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    ANA NIRIA ALBO DÍAZ

    ...y no se lo tragó la tierra–dijo el chicano*

    Cuando en el sistema de educación superior nor-teamericano es cada vez más frágil la situaciónde los departamentos de español y estudios étni-cos, llega a este lado de nuestra América un ejem-plar de ...y no se lo tragó la tierra, un clásico delas letras y el discurso chicano en los Estados Uni-dos. Su edición en esta parte del Continente nosobliga a la realización de una lectura crítica.

    La literatura se convierte en espacio donde las for-mas y las estrategias de identificación se manifiestande maneras tan múltiples como en la vida cotidiana.La representación literaria de las identidades latinas–y véase que se habla en plural–, a través de con-textos que las articulan y transgreden, es un refle-jo de historias recogidas desde el imaginario social,fruto de la aprehensión de una realidad que en estecaso está muy cercana a las experiencias de vida delos escritores. Por tanto, aquellas historias constitu-yen importantes referentes extraídos de la cotidiani-dad y relaborados en un producto artístico, que sibien no es copia fiel de lo real, siempre revela algodel ámbito en el que se desempeña el autor.

    La chicanidad es una de esas expresiones deidentidad latina en las que con mayor énfasis seexpresa la fuerza del poder como variable que trans-versaliza la problemática de su representación cultu-ral. Asociada inicialmente a los pobladores que que-daron atrapados por la frontera tras el Tratado

    Guadalupe-Hidalgo, hoy tal iden-tidad va más allá para constituir-se en representación social debuena parte de quienes tienenorigen mexicano y residen en elterritorio norteamericano.

    Como expresión artística, laliteratura chicana se erige sobrela (re)producción simbólica de

    la vida social de sus hombres y mujeres, aun en loscasos de las obras más imaginativas. En la que hoynos ocupa tal análisis es pertinente. Se estableceen ella una relación lógica entre literatura-lenguajey realidad (sociedad) en la cual el signo o lo simbó-lico es una forma específica de la actividad materialpráctica que parte, tomando a Raymond Williams,de «las relaciones sociales y que resulta en la signifi-cación y creación social de significados mediante eluso de signos formales»,1 amparados en la apropia-ción de los sujetos de procesos en los que variablescomo poder y hegemonía resultan claves. De ahí quedesde la recuperación de la oralidad que está en labase del discurso literario chicano en las obras deantropología sociocultural de Américo Paredes, rea-parezca el discurso de la tierra con la recupera-ción de la interacción de los sujetos rurales, despla-zados y migrantes, con las estructuras centrales delmainstream que intenta regirlos.

    A Tomás Rivera (1935-1984), el autor de estelibro, le sobraban experiencias para crear esta obra.Hijo de padres migrantes, se movía junto a ellos deun sitio al otro del oeste del país en busca de labo-res agrícolas para subsistir.2 Parte de esa experien-

    * Tomás Rivera: ...y no se lo tragó la tierra, Buenos Aires,Corregidor, 2012.

    1 Raymond Williams: Marxism and Literature, NuevaYork, Oxford Press, 1977, p. 51.

    2 Ver Tomás Rivera en The Oxford Encyclopedia of Lati-nos & Latinas in the United States, Nueva York, OxfordUniversity, vol. 4, pp. 24-29.Re

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    cia, de la expresión y el lenguaje de aquellos conlos que se topaba, se advierte en los catorce rela-tos (o capítulos) de ...y no se lo tragó la tierra,volumen que fue concebido como una colecciónde cuentos y terminó siendo editado y leído comouna novela.

    A partir de esto se puede entender hasta qué puntolo que Rivera revela es lo que percibió como so-lemnizado o importante por y para los farmwor-kers, protagonistas ineludibles de la narración;cómo fija las conductas socialmente aprobadas ono y los subterfugios que eso entraña; desde quéesquemas percibe y aprecia lo real y lo mágico,tan fuertemente arraigado en la cultura chicana. Losobjetos, lugares y personajes seleccionados, lasocasiones relatadas, muestran el modo en que cadasector representado en la lectura se distingue delos otros (los migrantes agrícolas de los espaldasmojadas, de los maestros, de los mexicanos quefueron como soldados a la guerra de Corea, et-cétera).

    Parafraseando a Pierre Bourdieu, el capital sim-bólico específico del cual parte Rivera, sus dispo-siciones constitutivas de lo hegemónico, la inclina-ción a transformarlo que lo llevan a formar parteactiva del Movimiento Chicano, están en la basede la obra a partir de sus tomas de partido estilís-ticas y hasta políticas. Es un miembro más del gru-po al que representa a través de su relato, y suescritura lo convierte en su vocero; a la vez queposee una lucidez, conciente o no, que lo haceplasmar en la obra literaria su axiología, de ma-nera crítica. Como refieren Julio Ramos y GustavoBuenrostro, autores del prólogo a la presenteedición, al leer este texto estamos ante una lite-ratura militante.

    En cada uno de los relatos (o capítulos) se radi-caliza el testimonio alrededor del migrante mexica-

    no y las problemáticas que lo acompañan. Ejem-plo de ello es la muestra del trabajo como mediode subsistencia del desplazado y el migrante, quetiene el mayor énfasis en «Los niños no aguanta-ron». Por medio de la retórica del tiempo y la me-moria, el autor se adentra en el complejo mundodel trabajo infantil a través de la recurrencia de lossueños. Otro tema que se cruza y se percibe en«Es que duelen» resulta el de los procesos de asi-milación en el país receptor y cómo en ocasionespasan por fluctuaciones que van desde la conflic-tualidad filial hasta la incorporación a grupos desubculturas y márgenes socioetales, siempre pres-tándole mucha importancia, ya sea desde la estruc-tura narrativa o la estética del testimonio, al papelque desempeña el lenguaje como portador de unaidentidad específica dentro de esta cultura. En elrelato hay una actitud de denuncia de los factoresque conducen al fracaso escolar de los niños mi-grantes, y aunque pareciera que el tono es pesi-mista, más bien estamos ante el uso de un realismocruento, en el cual la escuela es la institución en-vestida con el poder de manifestar el desprecio yla discriminación hacia este niño que no puede con-fesar a los padres su expulsión del colegio tras unaltercado con otro alumno que ha intentado humi-llarlo por ser a mexican kid.

    Pero ahora qué les digo. ¿Que me echaron dela escuela? Pero, si no fue todo la culpa mía.Aquel gringo me cayó mal desde luego, luego.Ese no se reía de mí. Nomás se me quedabaviendo y cuando me pusieron en una esquinaaparte de los demás cada rato volteaba la caray me veía, luego me hacía una seña con el dedo.Me dio coraje, pero más vergüenza porque asíme podían ver todos. Luego cuando me tocóleer, no pude [86-87].

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    Cada uno de estos elementos se enlaza con unaintención de visualizar la representación desdela interseccionalidad. Nótese cómo se busca po-tenciar las formaciones del imaginario social en laproducción y reproducción de diferencias y des-igualdades partiendo de los criterios que las histo-rias de los personajes marquen como excluyenteso inclusivas en un «nosotros» y los «otros» respec-to a la vida de los migrantes. Como expresa StuartHall en ¿Quién necesita identidad?,

    [...] pareciera ser que en el intento por rearticu-lar la relación entre sujetos y prácticas discursi-vas, el problema de la identidad regresa –o másbien, si se prefiere poner el acento de los pro-cesos de subjetivización en las prácticas dis-cursivas y las políticas de exclusión que todasubjetivización semejante parece suponer, elproblema de la identificación.3

    La novela, que esta vez edita la naciente colec-ción Vía México, de la editorial Corregidor, mues-tra el cruce entre variables como nacionalidad/fron-teras/etnia-raza-generación, sin ánimos de heroizara este sector poblacional, sino de mostrarlo comoes a los ojos y oídos del autor. Al texto de Rivera loacompaña en esta edición, además del pertinenteprólogo de Ramos y Buenrostro, un ensayo de Jean-Luc Nancy.

    De lo expuesto por los prologuistas se destaca lacapacidad de señalar rutas comunes entre esta obray toda la línea del discurso de la tierra que inicióMartí con «Nuestra América», que está en cadauna de las reformas agrarias y de manera incisiva

    en algunas de las obras de los integrantes del boomde la literatura latinoamericana. Especialmente, seacercan a los puntos comunes con Juan Rulfo y suEl llano en llamas, identificando en ambas obrasno solo el tema de la tierra, sino símbolos constitu-tivos del Estado mexicano, la presencia de perso-najes que se mueven desmarcando las cartografíasgeopolíticas y la aparición de narradores orales. Deahí que la frontera termine siendo, en el caso de laobra de Rivera, la real protagonista.

    Los ensayistas declaran que el objetivo centralde esta edición de ...y no se lo tragó la tierra espermitir al lector reconocer categorías pertinentespara el contexto social actual, tales como la perte-nencia, residencia o ciudadanía reproducidas porlas nociones de identidad nacional y sus institucio-nes literarias, así como la utilización de un lenguajerelaborado y próximo a los flujos coloniales entrelos Estados Unidos y México, pero que resaltaporque ha sido adoptado por los sujetos de unaminoría que intenta develar los procesos del colo-nialismo interno, de la mente, presentes en el dis-curso de una obra que se inscribe históricamenteen una época de movimientos sociales e intelectua-les de defensa de los derechos de las minorías, dedenuncia de discriminaciones, de luchas por libe-raciones nacionales, de los estudios poscolonialesy de la negritud.

    Para comprender lo contextual de la obra y surelevancia, los editores decidieron añadir el ensayo«Sol cuello cortado», del ya mencionado Jean-LucNancy. Este permite encauzar la lectura de la no-vela dentro de lo chicano, sus definiciones históri-cas, culturales, sociales e identitarias. Además, des-cubrir a otros importantes escritores y artistas comoPat Mora, Guillermo Gómez Peña, Omar Salinas,herederos –como Tomás Rivera– de la cosmovi-sión de Aztlán.

    3 Stuart Hall: «Introducción: ¿quién necesita identidad?»,en Questions of Cultural Identity, eds. Stuart Hall yPaul du Gay, trad. Natalia Fortuny, Londres, SagePublications, 1996, p. 2.

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    La edición que presenta Corregidor es relevanteno solo porque devela para la América Latina lasingularidad de un escritor que supo darles voz asus personajes desde la tradición oral que tambiénha acompañado a los latinoamericanos que emi-graron o fueron desplazados al «otro» lado del ríoBravo, sino porque además cuenta con un exce-lente trabajo de investigación de archivo que semuestra en los anexos.

    En ellos se puede leer una introducción de Gus-tavo Buenrostro que muestra el camino recorridopor la novela desde que era un manuscrito presen-tado como Debajo de la casa y otros cuentos enla edición de 1970 del premio Quinto Sol convo-cado por la revista El Grito, hasta las repercusio-nes que para el movimiento chicano tuvieron la pu-blicación como novela y la propia figura de Rivera.

    Además, lo acompañan los relatos «El Pete Fon-seca», excluido de la publicación original debido alas implicaciones que tenía en aquel momento lafigura del pachuco, así como «En busca de Bor-ges», posterior a la novela y resultado de sus cla-ses de creación literaria; y más de una decena dedocumentos originales relacionados con el libro,entre los que se encuentran cartas a Herminio Ríos,de Publicaciones Quinto Sol, parte de la corres-pondencia entre Luis Valdez y Tomás Rivera querelaciona la aparición de «El Pete Fonseca» en laantología Aztlán, y las felicitaciones del dramaturgopor el premio al escritor; la nota que acompañó elejemplar de la novela enviado a Octavio Paz, lamisiva en respuesta a Jesús Chavarría sobre el usodel español en el original, y una a David Epstein enla cual leemos del propio autor que el origen deltexto se encuentra en referencias de su infancia.

    Entonces, esta primera edición latinoamericanade ...y no se lo tragó la tierra es el inicio de uncamino de reconocimiento y resignificación de la

    cultura chicana, sus implicaciones e interaccionescon la América Latina y los Estados Unidos. Sirva,pues, para ubicar en nuestra cartografía temática lamigración, el trabajo y la memoria, como parte denuestra agenda de análisis del mundo de hoy. c

    S/t, 1966. Litografía/papel, 1655 x 615 mm

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