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Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana: una metáfora del cambio Arturo Gutiérrez Plaza

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Calzadilla

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  • Itinerarios de la ciudad en la poesa venezolana: una metfora

    del cambio

    Arturo Gutirrez Plaza

  • 4

    NDICE

    I.- Introduccin..6

    I.1.- De mapas, provincias y ciudades.7

    I.2.- Latinoamrica: naturaleza y ciudad. El caso venezolano...8

    I.3.- La ciudad y lo urbano en la poesa venezolana.....15

    I.4.- Estructura expositiva de esta investigacin.28

    II.-Consideraciones tericas y metodolgicas.....31

    II.1.- Primeras coordenadas: antecedentes bibliogrficos.32

    II.2.- Antecedentes en el caso estadounidense y europeo.39

    II.3.- Hacia nuevas cartografas hispanoamericanas.. 51

    II.4.- Consideraciones tericas generales55

    II.5.- La ciudad, lo urbano y lo rural..78

    II.6.- Condicionantes de la relacin poeta-poema-ciudad.. 83

    II.7.- Consideraciones metodolgicas, hiptesis y objetivos....86

    III.- La ciudad escrita e inscrita en la Natura: del descubrimiento de la Tierra de

    Gracia a las campanadas de la Catedral .89

    III.1.- La ciudad y la poesa en el amanecer del Nuevo Mundo. Entre ciudades

    virreinales y ldeas.90

    III.2.- La faena bellista. Ciudad/campo: Naturaleza ednica y proyecto

    agrcola...109

    III.3.- El refugio romntico: lo campestre, la autorepresentacin y la

    irona.150

    III.4.- La noche y el campanario cubren la ciudad..181

  • 5

    III.5.- Lo heroico, la feminizacin, la ciudad vista desde lo alto y desde

    lejos191

    III.6.- La ciudad real y la metrpolis extranjera en la poesa y la

    novela..206

    III.7.- La ciudad de los poetas laureados, la stira, el humor y las

    costumbres.212

    IV.- Entre la Pequea Pars y la ciudad de los techos rojos...216

    IV.1.- Los albores de la Pequea Pars...217

    IV.2.- La ciudad Edn y el Paraso perdido: los techos rojos de la Sultana del

    vila. Prez Bonalde: poeta de la transicin....229

    IV.3.- Nuevos mrgenes y otros habitantes. La ciudad mundana y bohemia

    comienza a hablar.254

    IV.4.- El cosmopolitismo aldeano o el deseo de modernidad. Los inicios de la

    ciudad mltiple..266

    IV.5.- Nuevos dilogos y desencuentros: el poeta y la ciudad, entre el afuera y

    el adentro, la pasin amorosa encarna la noche urbana281

    IV.6.- La aparicin del tren. Ciudad-Campo: un viejo conflicto sobre nuevos

    rieles...300

    V.- La aldea cambia de piel. Los andinos llegan hasta el vila

    (y en los andes brota el petrleo)310

    V.1.- Paisaje, nacionalidad y senderos. La ciudad y los rumores

    lejanos...311

    V.2.- Dilogos y silencios reclusos. Aislamientos y alejamientos.....341

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    V.3.- El poeta y la ciudad: entre la soledad y las muchedumbres, entre

    prostitutas y mendigos..352

    V.4.- El espacio de la desolacin: la ciudad maldita, mtica y degradada de

    Ramos Sucre.....362

    V.5.- La aoranza por la ciudad que se fue: el reclamo del pasado y las

    tradiciones.....371

    V.6.- Nuevos sujetos, La/el paseante, el encuentro fugaz, el anonimato y la

    masa..381

    V.7.- La muchedumbre de la ciudad real se apodera de los mercados y las

    esquinas..394

    V.8.- Noticias de (y para) el extranjero, la ciudad epistolar y la ciudad que

    vendr: el arribo de nuevas representaciones y metaforizaciones..403

    VI.- Hacia la ciudad (y la poesa) que vendr.418

    VI.1.- Entre la ilusin de progreso y el horror de la ciudad petrolera...420

    VI.2.- Y se hizo Viernes..440

    VI.3.- En busca del lenguaje de la tribu y de la urbe..453

    VI.4.- La ciudad reconciliada o la ciudad de Dios?....................................464

    VI.5.- Calzadilla: de la montaa a la ciudad, entre jauras, smog y formas que

    huyen473

    VI.6.- Liscano, Machado y Montejo: la ciudad adversa, la instantnea y la

    potica..506

    VII.- Conclusiones....564

    Obras citadas......582

  • 474

    VI.5.- Calzadilla: de la montaa a la ciudad, entre jauras, smog y

    formas que huyen

    Entre finales de la dcada del 50 y comienzos de la siguiente comienzan a

    publicar su obra un grupo de escritores nacidos en la dcada de los 30,

    mayoritariamente migrantes de la provincia hacia la capital del pas. Muchos de

    estos escritores se irn a reunir en diversas agrupaciones literarias, signadas por

    la bsqueda de nuevas exploraciones estticas dentro de un ambiente altamente

    condicionado por la poltica. Estos grupos, con distinto cuos ideolgicos y

    estticos, fueron Sardio (1958), Tabla redonda (1959) y El Techo de la Ballena

    (1961). La desembocadura de la dictadura perejimenizta en Venezuela, derrocada

    en enero de 1958, junto con el triunfo de la revolucin cubana, sern dos de los

    elementos fundamentales que impulsarn el debate entre los intelectuales,

    artistas y escritores de la poca, acerca de modelo poltico que habra de seguir el

    pas luego de diez aos de dictadura militar, as como la discusin sobre las

    concepciones estticas que habran de promoverse en tales circunstancias. Una

    generacin a la que por otra parte, le corresponder ser testigo del ms grande

    proceso de cambios demogrficos del pas, en su trnsito de lo rural a lo urbano.

    Basta recordar que para 1930 Venezuela tena una poblacin de alrededor de

    3.000.000 de personas, de los cuales unos 160.000, aproximadamente, vivan en

    Caracas (algo ms del 5%). Veinte aos despus la poblacin nacional rondaba

    los 5.000.000 de habitantes y la poblacin caraquea los 900.000, siendo la

    proporcin de la poblacin capitalina con respecto al resto del pas de ms del

    18%. Para 1961 ms de 7.500.000 de habitantes haba en el pas y alrededor de

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    1.700.000 (aprox. 22.3%) en Caracas. Diez aos ms tarde, en 1971, ms de

    10.700.000 personas conformaban la poblacin venezolana, de las cuales

    alrededor de 2.650.000 (aprox. 24,6%) vivan en la capital (Da Lisio 218)208. Es

    decir en 20 aos (de 1930 a 1950) la poblacin de Caracas se multiplic por ms

    de cinco, casi cuadruplicndose su proporcin con respecto al resto del pas. Y en

    treinta aos (de 1930 a 1960) la poblacin de Caracas aumento 10,5 veces,

    mientras que su proporcin con respecto al resto del pas aument 4,5 veces.

    Dicho en otros trminos en el perodo comprendido entre 1926 y 1950 Venezuela

    se transform de un pas eminentemente rural, con un 85% de la poblacin que

    viva en al campo, a otro con una poblacin urbana que superaba el 53% para

    1950 y el 76,7% para 1971. Cifra que alcanzar un 87,9% al inicio del presente

    siglo. Todas estas estadsticas nos ilustran con claridad la naturaleza del

    fenmeno, sin precedentes en la historia venezolana, vivido por los miembros de

    esta generacin de escritores. De las obras emprendidas por ellos, la de Juan

    Calzadilla (1931), a nuestro juicio, es la que registra, como ninguna otra en la

    historia de la poesa venezolana, la complejidad y derivaciones de este proceso de

    mltiples trnsitos: de un pas estancado, rural, precapitalista y premoderno a

    otro dominado por el vrtigo de una dinmica urbana, moderna, capitalista y

    profundamente conflictiva, sumida bajo el estigma de un vergonzoso

    208 La cifra correspondiente al ao 1950 la hemos rectificado, pues evidente que

    hay un error en los datos suministrados por Antonio De Lisio (218), al no

    corresponder la cifra referida al porcentaje poblacional atribuido a Caracas con

    respecto a la poblacin nacional y la poblacin caraquea.

  • 476

    subdesarrollo. El recorrido de esta obra es por tanto, tambin, una invitacin a la

    lectura de una parcela del imaginario verbal sobre el que se ha tejido el discurso

    potico de la Venezuela contempornea.

    En estrecha relacin con este trnsito del pas podemos identificar tres

    etapas en la obra potica de Calzadilla. La primera, acotada entre 1954 y 1958,

    aos donde publica los libros Primeros poemas (1954), La torre de los pjaros

    (1955) y Los herbarios rojos (1958). Libros en los cuales estamos ante un poeta

    titubeante, an en bsqueda de una forma y un tono que lo expresen a cabalidad.

    Etapa en la que conviven el poema medido y rimado, el verso libre y el poema en

    prosa, y cuyo espectro temtico girar en torno a una naturaleza, contemplada

    con nostalgia y vista como refugio de lo esencial, en oposicin al ritmo de una

    modernidad anunciada an a distancia por la amenazante presencia de las

    ciudades que se tornan en visiones apocalpticas.

    Su primer libro ya nos permite establecer algunas correspondencias con

    las concepciones e inquietudes de las generaciones emergentes en su poca. Es

    un libro donde predominan poemas con mtrica tradicional, sobre todo versos de

    arte menor y agrupaciones estrficas fijas, fundamentalmente tercetos y

    cuartetos, cuyos temas estn enmarcados principalmente en la contemplacin del

    mundo campesino. Desde el primer poema, titulado gloga, nos encontramos

    con un universo potico regido por una marcada idealizacin de la naturaleza, un

    mundo buclico donde coexisten avecillas, ranas, arbustos, flores, avispas,

    mariposas, rosas, la brisa, el sol, la luna, el bosque y un previsible arroyo, donde

    el tiempo desanda (144). Un impulso descriptivo como proyeccin de una

    mirada introspectiva domina la perspectiva del conjunto, configurando una

  • 477

    nocin espacial armnica, donde el hablante potico celebra, con cierto xtasis

    pantesta, su estado de plenitud y comunin con lo natural. Pjaros, rboles,

    cantos o el agua de la lluvia y el ro, participan de esa invocacin celebratoria. Los

    ttulos de muchos de los poemas dan fe de las caractersticas del espacio potico

    aludido: Invernal,Lluvia, Calma despus de la lluvia, Da de lluvia sobre el

    ro, No ha muerto el cerezo, Cocuyo,Primeras cigarras, Agua nuestra, El

    grillo y rbol, entre otros. Sin embargo, el ltimo poema que lo conforma,

    titulado Cielo estrellado, posee rasgos que lo diferencian del resto del conjunto.

    All se renen varios de los elementos que vendrn a determinar luego, con

    verdadero nfasis, el universo potico de Calzadilla. En ese texto, singular dentro

    de esta coleccin, aparecen tres elementos de su potica venidera: el verso libre

    de largo aliento, una visin maldita de la ciudad (en este caso condenada a las

    profundidades del mar y proyectada en el cielo, con reminiscencias bblicas) y

    cierta imaginera surrealista. Veamos algunos extractos:

    Cielo carcelero del ansia

    cascada en medio de dios, anzuelo de muertos.

    Mentira estrellada, mujer de esplndido torso admitida

    en ese pasto azul con rebaos de ojillos de peces

    . . .

    Corona indescriptible de espinas amorosas,

    ciudad en el fondo del mar,

    mar inservible, idea que el viento saca a relucir

    . . .

    Testigo sin habla, testigo con gestos de luceros,

  • 478

    testigo culpable, testigo ancho, imposible, sospechoso, neutral:

    Reveladora sustancia de puales fatuos

    sobre las ciudades criminales, despabilando

    encadenada a s misma en el fondo

    de la ms antigua prisin del agua.

    Cielo rueda de gritos,

    cielo torre inhumana, campanario inaudito,

    cielo rueda de gritos.

    Fosforescencia de los huesos del mar:

    que a lo mejor son los ojos de las ovejas de Jacob.

    . . .

    Cascada de muertos, anzuelo general de dios,

    ciudad en donde no hay

    !nada que hacer! (1-4;8-10;24-34;42-44)

    No nos remite la imaginera y el tono general del poema a cierta

    simbologa de estirpe viernista? Ciudades sumergidas, peces, visiones abisales,

    morbidez, culpabilidad, maldicin no son acaso elementos reiterados del mundo

    de algunos poetas que ya hemos analizado como Luis Fernando lvarez o el

    Gerbasi de Vigilia del nufrago (1937)? Seguramente la cercana que tuvo

    Calzadilla en su juventud con el ltimo de ellos tuvo un ascendente importante en

    su etapa de iniciacin potica. Veamos. Habra que recordar que para el ao de

  • 479

    aparicin de los Primeros poemas209 de Calzadilla, 1954, ya Gerbasi haba

    publicado los dos libros ms importantes de su obra potica: Mi padre, el

    inmigrante y Los espacios clidos. En el primero, de 1945, Gerbasi recrea en un

    lenguaje introspectivo, imaginativo, exuberante y sensorial, cierta tradicin

    potica venezolana que explora en el paisaje elementos identitarios que tocan la

    cualidad ontolgica del habitante de la zona trrida. Por ello, la crtica ha visto en

    este libro una lnea de continuidad con la Silva a la agricultura de Andrs Bello

    y la Silva criolla de Francisco Lazo Mart, categorizando la obra de Gerbasi

    como aquella que ha alcanzado el mayor grado de apropiacin y subjetivizacin

    de la naturaleza venezolana, en tanto espacio de lo mgico, misterioso y telrico

    que da consistencia y entidad al ser que habita en ella. Ms significativo an,

    resulta observar que para 1952, dos aos antes de la publicacin de los Primeros

    poemas de Calzadilla, se publicara en la misma editorial Mar Caribe, el otro

    libro central de la obra potica de Gerbasi, Los espacios clidos. Encontramos,

    as, la existencia de varios puntos de encuentro entre el primer Calzadilla, poeta

    que se inicia y busca en diversas formas expresivas aqulla que se ajuste a su voz

    y que concentra su primera mirada en su ms inmediato entorno natural, y la

    obra de Gerbasi, el poeta de Canoabo, esa pequea aldea selvtica del estado

    209 Calzadilla y Gerbasi aparecen como directores de la coleccin Poesa

    venezolana, en la que se public el libro. Recordemos, por otra parte, que

    Calzadilla para la poca tena 23 aos, mientras Gerbasi que tena 41, era

    considerado ya el poeta ms importante de Venezuela y de mayor ascendente en

    las jvenes generaciones.

  • 480

    Carabobo, continuamente recreada en su poesa. Curiosamente entonces,

    Calzadilla, el futuro poeta de la ciudad, parte del mismo espacio afectivo de

    Gerbasi, en busca de un decir ms cnsono con las urgencias del momento

    artstico, histrico y poltico que le ha de corresponder a su generacin.

    En su segundo libro, La torre de los pjaros (1955)210 encontramos un

    espacio regido por la palpitacin de la noche, un mundo rural y campesino

    rodeado de misterios y de espantos, pero protegido por la inocencia y lo sagrado.

    Mundo potico en el que el parentesco con la poesa de Gerbasi se amplifica al

    verificar la nocin de viaje que brinda unidad y cohesin tanto a Mi padre, el

    emigrante como a La torre de los pjaros, pues en ambos subyace una visin

    contrastiva derivada de un viaje existencial y geogrfico. En el caso del libro de

    Gerbasi el leit motiv que sirve de sostn al planteamiento central de ese largo

    poema es: Venimos de la noche y hacia la noche vamos. Viaje existencial que

    tiene como correlato el desplazamiento de un yo potico que se desdobla en una

    multiplicidad de elementos binarios representativos como: Padre-hijo, Europa-

    Amrica, noche-da, vida-muerte. En La torre de los pjaros, el viaje tiene como

    polos opuestos el campo y la ciudad. Un campo donde hay Montaas con senos

    bondadosos (El alba 11) que dan la leche de la alegra siempre (El alba 11),

    donde el sonido/del viento palpita en la sangre de esos gigantes rboles (El

    alba 17-18) y donde el alma se encuentra pletrica de los rboles y los pjaros

    210 Ms que un libro es una plaquette que bien podra leerse como un largo

    poema dividido en cinco partes o como cinco poemas estrechamente

    relacionados, formal y temticamente.

  • 481

    alborozados (El alba 25). Y una ciudad, por su parte, llena de ruidos

    distintos (El alba 3), donde el corazn lati silencioso, como lleno de soledad,

    de una soledad/ms amarga que todo (El alba 16-17), espacio levantado sobre

    un horizonte de crueldad (El alba 17) donde ante la nostalgia de los rboles, se

    dice: Las construcciones de los hombres no fueron nunca ms altas que las

    torres de los pjaros (El alba 13). Aqu dos leit motive se alternan, aumentando

    la tensin de la oposicin planteada. En el primero y cuarto poemas, La noche y

    El alba, el primer verso dice: !Oh la tierra otra vez, a donde vuelve mi pequeo

    corazn (1), observndose las siguientes variantes en el adjetivo que cierra el

    verso, en cada caso: bullicioso! y jubiloso!. Lo mismo ocurre en el segundo y

    tercer poema, Las ciudades y El regreso, cuyo verso inicial dice: Yo fui de las

    montaas a las ciudades oscuras y amenazantes (1), en el primer caso, mientras

    que en El regreso se suprime el adjetivo oscuras. El poema de cierre Las

    montaas, que anuncia el final del ciclo del viaje de ida y vuelta del campo a la

    ciudad, comienza as: !Y ahora estis aqu montaas para siempre! (1). De

    regreso a la naturaleza, alejado de la amenaza urbana, el poeta se siente

    reconciliado con su espacio nativo. De algn modo, con este opsculo, Calzadilla

    se inserta con mayor firmeza en una larga tradicin iniciada con Bello en la

    poesa venezolana, relativa a la conocida oposicin ciudad-campo. Acaso no

    sentimos aqu an la vigencia de versos como: Al campo!!Al campo! La ciudad

    me enoja211? Tradicin que si bien en parte, en el caso de Bello, se gesta como

    211 Verso inicial del tercer canto, llamado La chacra del extenso poema de Bello

    El proscrito.

  • 482

    consecuencia de la reapropiacin de algunos tpicos clsicos como el locus

    amenus y el beatus ille, que vendrn a delimitar una importante parcela de la

    retrica potica del siglo XIX (como lo apreciamos desde las mismas Silvas

    americanas), en Calzadilla se configura ms bien como actualizacin de dichos

    tpicos, pero sobre todo como intensificacin de la vivencia contradictoria y

    compleja que, dentro del indito vrtigo de la modernidad venezolana, comienza

    a dominar la dimensin afectiva y expresiva del hablante potico de esta poesa.

    Sntoma que recorrer toda su obra incluso una vez disuelta, y hasta dejada en

    buena parte de lado, la centralidad de dicha oposicin en su poesa.

    En su tercer libro, Los herbarios rojos, predominan los poemas en prosa y

    la representacin de una naturaleza, ms bien degradada y poseda por el mal y la

    muerte, que no oculta parentescos con el mundo y el tono presentes en la obra de

    Jos Antonio Ramos Sucre, poeta descubierto, celebrado y seguido por las

    jvenes generaciones de aquellos aos, de entre quienes, por cierto, Calzadilla se

    cuenta como uno de los primeros en haber escrito sobre l, en los tempranos aos

    cincuenta212. En este libro se entabla dilogo tanto con la simbologa del espacio

    rural y la naturaleza agreste y misteriosa caracterstica, por ejemplo, de los

    Espacios clidos de Gerbasi, como con la aplastante atmsfera sombra, de

    apretada sintaxis y asombrosa adjetivacin, que impera en toda la obra de Ramos

    Sucre. La infancia, la naturaleza, la inocencia y la crueldad son algunos de los

    212 El artculo se titula Ramos Sucre y la nostalgia heroica y fue publicado

    originalmente en El Nacional (Caracas), 6 de noviembre de 1956. Est recogido

    en el libro Ramos Sucre ante la crtica. Caracas: Monte vila, 1981: 72-74.

  • 483

    ncleos temticos que lo estructuran. All tambin Calzadilla nos alerta ante la

    amenaza de la destruccin apocalptica y la desolacin, ante el acecho de una

    existencia donde, como dice en el poema Equinoccio los pjaros sern

    simblicos/relojes (1-2), en cuyos altos misterios, !Ya no creemos! (4).

    Ahora los rboles de papel oyen el canto/ descorazonador (5-6) y la naturaleza

    ha quedado reducida al desierto/rojo de Belial (7-8). Ahora, el cielo estrellado

    de La torre de los pjaros no es ms que una premonicin bblica, de aqul

    surcado por astros como fros candeleros/ sobre Babel (9-10). La imagen de la

    ciudad maldita y de su condena ser el prembulo de la ciudad siempre adversa

    que existir en su obra.

    Si el estribillo Venimos de la noche y hacia la noche vamos, del clebre

    poema de Vicente Gerbasi, Mi padre, el inmigrante sirvi como motivo para que

    en los aos ochenta el grupo Trfico213 en su manifiesto propusiera el lema

    Venimos de la noche y hacia la calle vamos (Santaella 109) como ndice de un

    cambio de directrices de los discursos poticos predominantes en su tiempo, con

    la pretensin de dar lugar a una poesa de tono ms coloquial y urbano en

    oposicin a una de vocacin metafsica y esencialista que denunciaban como

    normativa para aquel entonces, podramos afirmar que el estribillo Yo fui de las

    montaas a las ciudades amenazantes (El regreso 1), de La torre de los

    pjaros, constituye un paso precedente en tal mudanza. Con la obra potica de

    213 Grupo literario creado en 1981, conformado por Armando Rojas Guardia,

    Yolanda Pantin, Miguel Mrquez, Alberto Mrquez, Rafael Castillo Zapata e Igor

    Barreto.

  • 484

    Calzadilla, sobre todo a partir de Dictado por la jaura, ya nunca ni la noche ni la

    ciudad sern las mismas en la poesa venezolana. Mudanza que se corresponde

    con la de un pas que ya para aquel entonces haba dejado de ser

    predominantemente rural y se aprestaba a conocer una realidad urbana

    compleja, catica y vertiginosa.

    La segunda etapa en la obra de Calzadilla, se inicia luego de la cada del

    dictador Marcos Prez Jimnez en 1958, en el momento de mayor irrupcin y

    cambio en la poesa venezolana, despus de la experiencia viernista que marc el

    inicio de la era postgomecista. Su activa participacin en El Techo de la Ballena

    214, vendr a ser adems un decisivo detonante en la bsqueda de un lenguaje

    completamente rupturista, de vocacin anrquica y parasurrealista, destinado a

    expurgar y denunciar las miserias de la vida urbana percibida como una realidad

    monstruosa, alienante e inhumana. Con El Techo de la Ballena:

    se afianza en Venezuela segn Jos Barroeta el concepto de la no

    valoracin de la obra de arte como tal, se amplan los conceptos del

    objeto artstico y de la materia potica, jerarquizando ciertos

    elementos que apareceran marginados por la preceptiva

    tradicional, al mismo tiempo se va a consagrar el espritu de

    214 Sus principales miembros fueron: Adriano Gonzlez Len, Edmundo Aray,

    Carlos Contramaestre, Caupolicn Ovalles, Daniel Gonzlez, Juan Calzadilla,

    Francisco Prez Perdomo, Alberto Brandt, Rodolfo Izaguirre y Hugo Batista,

    entre otros.

  • 485

    ruptura con todo lo que bordee o limite con lo convencional, con lo

    anterior (Barroeta 59).

    Dentro de este marco artstico e ideolgico la visin de una ciudad

    degradada y degradante ser un tema central en las obras de muchos, si no todos,

    los miembros de esta agrupacin. De ellas, sin embargo, la obra de Juan

    Calzadilla ser la que llegar ms lejos dentro de la tradicin potica venezolana,

    al procurar una renovacin esttica conjugada con una inusitada rebelda y

    desenfado, en el abordaje de la ciudad como espacio poetizable. Su lenguaje, ya

    alejado de las formas tradicionales y de sus iniciales tentativas e influencias, logra

    asentarse y adquirir buena parte de los rasgos que lo caracterizarn en el resto de

    su obra, y que le otorgarn atributos distintivos, y en cierto modo inconfundibles,

    dentro de la poesa venezolana e hispanoamericana. Calzadilla, en esta etapa, le

    da paso desde distintas mscaras poticas a una imaginera parasurrealista que

    hurga en el mundo degradado y degradante del espacio urbano, para denunciarlo

    de un modo agresivo y descarnado que no oculta parentescos con la esttica del

    fesmo y el decadentismo, surgida, con Baudelaire, un siglo antes tras la aparicin

    de la ciudad moderna en Europa. Este perodo abarca unos 15 aos, desde 1962

    hasta 1977, y est conformado por seis libros: Dictado por la jaura (1962),

    Malos modales (1965), Las contradicciones sobrenaturales (1967), Ciudadano

    sin fin (1970), Manual de extraos (1975) y Oh, Smog (1977). En todos ellos se le

    da preeminencia a la temtica urbana y a la representacin del ser alienado que

    vive y sobrevive en ella. Es por tanto, la etapa en la que Calzadilla profundiza en

    la exploracin de las formas de envilecimiento que la ciudad comporta. sta, en

    su carcter monstruoso, es vista como una bestia en la que ese ciudadano,

  • 486

    enajenado y sin propsitos vive, mientras hace la digestin de todas sus

    vctimas (Vivo a diario 24). Ciudadano que, adems, emparentado con Jons,

    lleno de incertidumbre (Jons siempre 1) habita en el vientre de la ciudad

    (Jons siempre 2). La ballena, es vista as en la poesa de Calzadilla como la

    ciudad misma, lugar donde los ciudadanos moran y son digeridos, ms que como

    el animal que tiene como techo el mar, de acuerdo a las llamadas Kenningar215,

    de las que se vali Carlos Contramaestre para darle nombre al grupo. Calzadilla

    elabora buena parte de su potica alrededor de la figura del ciudadano, hace de l

    un personaje que se posesiona de la voz del hablante lrico, en la misma medida

    que la ciudad lo posee. As dice: Mis movimientos son tuyos, ciudad,/ Me

    habitas cruelmente/ Hostigas mi xodo/ Orientas mis pasos hacia los estados de

    postracin (Legtima defensa 5-8) o Alrededor te tengo ciudad/ me tienes

    somos el uno en el otro//soy eres somos el hecho en s (Ciudad 1-2;8). La

    creacin de esta figura de intermediacin del enunciado potico supone un

    cambio decisivo en su obra. Estamos en presencia de un yo muy distinto al de

    sus libros anteriores. Ya aqul grandilocuente y autocentrado, de estirpe

    whitmaniana o nerudiana, o el de tono nostlgico o el sombro ramosucreano de

    muchos de sus poemas de los primeros libros ha dejado de existir. Ahora el

    215 Metforas descritas por Borges en su libro sobre las Antiguas literaturas

    germnicas. Una referencia anecdtica sobre el origen del nombre del grupo,

    donde se hace mencin al libro de Borges, aparece en la entrevista que Carmen

    Daz Orozco le hiciera a Contramaestre (Daz Orozco 137-146).

  • 487

    hablante lrico se postula como un personaje pardico e irnico, que trata de

    cumplir a cabalidad sus funciones de buen ciudadano (Ocupaciones 3) tal

    como todos aqullos que lo rodean. Hay una distancia entre el yo convencional

    y este yo dramatizado, que reproduce a su vez el desapego afectivo o ms bien el

    franco rechazo que produce la ciudad en el hablante potico. Distanciamiento,

    por dems necesario para dar cumplimiento al logro de la perspectiva requerida

    para la formulacin del discurso pardico e irnico, constitutivo del decir

    potico-crtico calzadillano, que a partir de esta etapa se erigir como constante

    en su obra. Ese ciudadano sin fin es por una parte el sujeto sin objeto, errtico y

    alienado que se desplaza entre la multitud, un hombre sin aspiraciones de

    liderazgo ni convicciones (como dice en Funcionario que celebra un ritual: hay

    que reconocerlo no estoy hecho para dirigir la multitud 32) que trata de

    ajustarse a las convenciones, que al reconocerse slo observa su oficio de

    espectador (Me reconozco 2), que tiene la grandeza de lo que anda a rastras

    por el suelo (Decisiones 27) y tan slo aspira obtener ttulo de ciudadano

    comn (Aquel 3), pero por otro lado es ese ser que conforma la masa

    indiferenciada y que resulta innumerable, sin trmino que lo cuantifique, pues en

    realidad, como dice en el poema Todos una sola persona: sin saberlo cada

    individuo est formado/ por multitud de seres que le precedieron y le siguen/ La

    suma de mi cuerpo es la resta de todos/ los dems cuerpos que me acompaan

    (2-5). Se trata de un individuo enajenado, al que la selva urbana le propone

    una mscara (Me reconozco 5) para uniformarlo, para hacerlo otro distinto a

    s mismo, pero tambin para condenarlo de modo kafkiano al igual que los

    dems. Es lo que vemos, entre muchos otros, en el siguiente poema:

  • 488

    una partida de dados comienza a jugarse, sigue

    a las palabras de la sentencia

    mas las pruebas existen

    siempre han existido estn a la vista

    no necesitan ser presentadas para que se te condene

    inmediatamente

    puesto que las descubres por todas partes

    asidas como pulpos a tu mesa

    transformadas de repente en las flores

    que han enviado para el fin del acto

    el pndulo interviene en la ejecucin de la sentencia.

    seala las pautas trenza el tiempo

    cuenta uno a uno los segundos de esos diez aos

    que permaneces sentado p e n o s a m e n t e

    all ante el juez

    (Fin del acto 7-21).

    Condena que termina siendo autoinculpacin, al derivarse de ella la

    justificacin de su propia negacin como ser individual, distinto a la masa, lo cual

    lo hace inexorablemente repudiable y culpable, pues, como dice el personaje del

    poema Las armas invisibles: A fin de cuentas, mi miedo emana slo de m. Soy

    el ciudadano culpable, el origen y el fin de mi asco. Siento pavor y, al descubrirme

    bajo este aspecto repelente, me lanzo detrs de m mismo, perseguido por la ms

    espeluznante de las bestias (19). El poema se instaura como espacio para la

    escenificacin. Al igual que la misma vida en la ciudad caracterizada por la

  • 489

    violencia, las pequeas tramas de lo cotidiano y lo absurdo ocupan el escenario

    textual, donde los ciudadanos-personajes-actores (que parecieran seguir el

    mtodo Stanislavky y actuar en obras de Ionesco o Beckett) nos ofrecen

    parlamentos como estos:

    Mi vocacin de actor que toma

    demasiado en serio

    la representacin de un crimen haba sido decretada

    . . .

    debo ejecutar a diario nmeros de magia

    para un pblico enfermo,

    vido de ver la sangre corriendo en lugar del agua

    . . .

    (mi pblico est formado exclusivamente de fieras)

    escuchaba sus burlas horribles cuando an

    mi sangre destilaba bajo el entarimado

    (Mi vocacin de actor 1-3;10-12;18-20).

    El ciudadano, ahora en su rol actoral, nos advierte sobre el sin sentido de

    su trnsito por la urbe. Conciente de su estado de enajenacin confiesa ante su

    pblico (sus lectores?), con nostalgia por la inocencia de la niez, la sin razn de

    su juego (su vida?):

    Como lo que a diario vemos

    de lo que aqu se trata es de representar el juego

    que en el juego de todos los das tomamos en serio.

    Que un nio no entienda el juego

  • 490

    tal como se ver en esta pieza

    no indica eso que nuestro juego es torpe?

    Porque del juego de los nios

    todos sabemos que para ellos tiene algn sentido.

    El nuestro, para nosotros,

    ninguno.

    (Los actores 1-10).

    Pero adems, este ser posedo por la ciudad, condenado en su ejercicio de

    la ciudadana, obligado a actuar sobre un escenario regido por la violencia y el sin

    sentido, sufre tambin una escisin en su ser que lo enfrenta a otro que tambin

    es l, dejado en evidencia, constantemente, en la asuncin de sus roles, dados sus

    continuos e inevitables desdoblamientos. Todo ello lo impulsa a afirmar:

    Vives demasiado adentro y fuera de la ciudad

    para poder cumplir a cabalidad tu oficio de vivir.

    Oficio que desempeas del mejor modo en lugar

    de otro y que te es impuesto desde dentro y de

    fuera de ti mismo

    para que de ningn modo puedas cumplirlo a

    cabalidad

    (Tomas el pavimento por la forma exacta de tu piel

    1-7)

    Sentimiento que lo impele tambin a asegurar: diariamente soy

    empujado a ser otro/ y el papel me va bien (He sido otro 1-2). Sin embargo,

    tras la aceptacin de esta acuciante transformacin y su consecuente

  • 491

    enmascaramiento, surge la pregunta y los paisajes? (He sido otro 15).

    Pregunta que sirve ante todo como constatacin de una imposibilidad: volver a

    ser quien se era. Ante el acoso de la nostalgia por la naturaleza, la nica respuesta

    es el desengao, la amarga aceptacin, la negacin, por eso dice: Nada tengo

    que ver con lo que he sido/ ni con lo que ahora mismo soy, existo simplemente

    (En memoria del ngel 1-2), afirmacin que en otro tono, encontramos de

    nuevo en uno de los recurrentes personajes bblicos de la obra de Calzadilla, el

    morador de la ballena, Jons: cuando dice: y as vivir bajo un cielo inmvil, sin

    deseos/ odiando la palabra el sentimiento/ las cartas de retorno/ el silencio de los

    cactos (jons siempre 12-15). Ese yo-otro surgido de la rememoracin del

    pasado rural lo encontramos en otros poemas como Donde los ciudadanos

    evocan la vida rural o Los impenitentes de ayer del libro Oh, Smog, ya no como

    mera oposicin reactiva a la ciudad, en confrontacin con sta o impulsada por el

    nimo de vencerla. El sentimiento que queda es ms bien de resignacin sin

    estrpito, de asumida imposibilidad. Pero entre las mltiples formas de

    desdoblamiento que se dan en esta poesa, como expresin del carcter alienante

    de la vida citadina percibida por los poetas de los 60, hay tambin la presencia

    fantasmal, el otro amenazante contra el que se debe combatir y vencer, como

    forma paradjica de vencerse a s mismo, pues ese otro no es ms que la imagen

    escindida de un yo atormentado, vctima y victimario sin cuartel. Es lo que

    podemos ver en un poema como El doble hace su entrada:

    Pierdo mi tiempo dibujando monstruos

    en las paredes

    de una habitacin desierta

  • 492

    espectros que sin atreverse a entrar se asoman por la ventana

    yo les hago seas los invito a que pasen

    todo en vano: siempre terminan escapndose

    saludo sus sbanas de ngeles

    sus apariencias extravagantes!

    ..

    monto en clera

    al cabo soporto en silencio que no se vayan jams

    siempre encuentran un sitio mejor para instalarse

    mas mi clera aumenta, trepa por las paredes del cuarto

    al volver descubro all mismo a un enorme perro

    seguramente hace guardia

    ahora bien yo intento ganar su confianza

    arrojndole las partes de mi cuerpo que an

    no ha terminado de comerse

    que an no ha terminado de comerse (1-8;14-23).

    O en Relevo de guardia

    Veo frecuentemente en las paredes de mi cuarto fantasmas que

    tienen mi propio largo, que ren con mi risa, que parpadean con mi

    nico ojo sano y me llaman con una voz tmida y desesperadamente

    ma. Me hago a la idea de que no existo. Tomo una resolucin,

    comparto una existencia suicida. Doy unos pasos y ruedo por las

    escaleras. Sucede que es slo una manera de empequeecerme

    hasta quedar limitado a mis propios pies. Pies obligados a

  • 493

    tamborilear sobre una superficie curva, que nada saben del resto

    del cuerpo, manos que se me han extraviado y que sin darse tregua

    an me ahogan. Slo soy esa porcin de m mismo que no alcanza a

    existir en ninguna cosa, finalmente reducida a un golpe de sbana.

    Insensato, me digo, t no puedes huir sin dejar un rastro de

    sangre en la ventana.

    Esa es la seal.

    Relaciono todas las cosas. Vivo bajo permiso de muerte (31).

    Por su atmsfera, por la asuncin de un hablante potico que proyecta la

    voz de un ser escindido, as como por su visin irnica, escptica y

    autoconmiserativa, estos poemas nos dan cuenta de un cierto aire de poca,

    aquella de los aos 60 donde en textos de otros autores participantes en los

    grupos literarios y artsticos que hemos mencionado encontramos un cercano

    tratamiento temtico y formal al emprendido por Calzadilla. Parentesco

    observable, por ejemplo, en algunos textos de Rafael Cadenas (1930) de su libro

    Falsas maniobras (1966) o en un poema como Derrota, del mismo Cadenas,

    publicado en 1963 y emblemtico de aquella poca signada por la desesperanza

    de la intelectualidad de izquierda, opuesta al modelo poltico impuesto por

    Accin Democrtica, donde dice:

    Yo que no he tenido un oficio

    que ante todo competidor me he sentido dbil

    que perd los mejores ttulos para la vida

    que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme

    es una solucin)

  • 494

    que he sido negado anticipadamente y encarnecido por los ms

    [aptos

    que me arrimo a las paredes para no caer del todo

    que soy objeto de risa para m mismo

    . . .

    que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo

    . . .

    que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma

    que me dejo llevar por los otros

    que no tengo personalidad ni quiero tenerla

    que todo el da tapo mi rebelin

    que no me he ido a la guerrilla

    que no he hecho nada por mi pueblo

    que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y otras

    [cuya enumeracin sera interminable

    que no puedo salir de mi prisin

    que he sido dado de baja en todas partes por intil

    . . .

    que me cre predestinado para algo fuera de lo comn y nada he

    [logrado

    que nunca usar corbata

    que no encuentro mi cuerpo

    que he perseguido por relmpagos mi falsedad y no he podido

    [derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi

  • 495

    [flotacin, mi extravo una frescura nueva, y obstinadamente

    [me suicido al alcance de la mano

    me levantar del suelo ms ridculo todava para seguir burlndome

    [de los otros y de m hasta el da del juicio final

    (1-7; 12; 23-31; 45-49).

    Poema, ste de Cadenas, que como podemos apreciar tiene obvia afinidad

    temtica, tonal y estructural, por ejemplo, con No tengo excusas para explicar

    por qu no soy otro del Calzadilla de Ciudadano sin fin (1970):

    No tengo palabras no tengo excusas por no haber llegado

    a tiempo para decir la verdad ni por no haber nacido en otro pas

    No tengo motivos de vida especiales No tengo

    tres manos cien pies nueve bocas siete puales

    Lamentablemente no tengo conversacin

    No s con qu frases hechas puedo calmar la furia de mi doble

    No tengo tesoro alguno oculto bajo la piedra del espritu

    No tengo en mi propio cuerpo una escala para

    ir a posiciones sobrenaturales

    No poseo ms que la materia inconfundible

    lo que nunca ha podido levantar vuelo

    No tengo inconvenientes en declararme vencido

    hacerme el muerto No tengo excedentes

    de culpa que puedan aminorar la velocidad de mi

    [cada

    No tengo piel inasible

  • 496

    No tengo por cierto disposicin para los dilogos duraderos (1-16)

    Otro personaje recurrente y representativo de la escenificacin potica

    calzadillana, derivado de los mismos condicionantes (la ciudad agobiante y la

    vida enajenada reclamada por sta) es el del suicida. Su primera aparicin es en

    el poema Los mtodos necesarios de Dictado por la jaura, donde luego de un

    verso como ms valdra hacer algo, te digo(9)216 y tras una intensa enumeracin

    y exploracin de alternativas dirigidas a acabar con el opresivo orden instituido

    en aras de constituir la solidaridad y la felicidad a cualquier precio (11), se

    concluye proponiendo hasta los mtodos ms violentos incluyendo el suicidio

    (21). Este personaje, El suicida, lo encontraremos en variadas versiones y

    reelaboraciones a lo largo de la obra de Calzadilla, hasta sus libros ms recientes,

    llegndose al extremo en Oh, Smog de ser el nombre de tres poemas distintos. l

    encarna, de algn modo, la mxima condensacin de la violencia experimentada

    en la ciudad. Su invocacin no es ms que un signo en extremo diciente de la

    desesperacin y la angustia del individuo enajenado que habita la ciudad. Es una

    respuesta dramtica y rebelde al agobiante estado de amenaza y violencia que

    acecha al ciudadano que vive bajo permiso de muerte (Relevo de guardia 31),

    que segn dice no procede ms que en legtima defensa de lo que no es, el

    ser atrapado que sabe que huir de la ciudad es huir de s, el que entiende que hay

    un golpe que no sabe renunciar/ a la tinta de escribir con sangre(El que huye de

    la ciudad huye de s 1), aqul que a diario debe enfrentarse a la identidad

    216 Cuya resonancia con el vallejiano !Ms valdra, en verdad,/que se lo coman

    todo y acabemos! parece evidente.

  • 497

    secreta de los pillos y sus chuzos, as como al detritus, los basurales y las

    distintas formas de contaminacin y degradacin que constituyen y estigmatizan

    el espacio urbano. Ser que padece, transita y deambula por la ciudad trajeado de

    funcionario o de transente annimo, y que se concibe emparentado con un

    prolfico bestiario conformado por perros, sabandijas, buitres, salamandras,

    gusanos, reptiles y ofidios. Un ciudadano que ms que hablar ladra, pues como

    dice en Las armas invisibles: Me denuncio ante los dems como un ser

    valiente, proclamndome del modo ms heroico, con toda clase de instrumentos,

    armas blancas y armas de fuego, con gestos de ciudadano orgulloso, vociferando,

    aullando y, en los momentos menos felices, hasta ladrando (19), y que en lugar

    de caminar se arrastra. Forma de desplazamiento que aunque en el poema

    Hbitos, de Dictado por la jaura, se seala como costumbre infantil, ms bien

    ligada a la etapa formativa en el mbito rural (De nio adquir el hbito de

    arrastrar los pies. Inclinacin/ un tanto morbosa que pronto se apoder de todo

    mi ser./ Se trata, me dije, de la va ms rpida/ para llegar a ser un ofidio (1-4)) y

    que sobre todo nos da indicios de la disposicin corporal de un ser de por s

    sustrado de su propia identidad, vendr a formar parte, en sus posteriores libros,

    fundamentalmente a partir de Diario para una poesa mnima (1986) de las

    caractersticas intrnsecas de ese anodino individuo que se desplaza por la

    ciudad. Es lo que nos dice, por ejemplo, en El presente tiene tambin sus

    sombras: El presente tiene tambin sus sombras/ Lo descubres caminando por

    la avenida con el sol en tu espalda. Entonces/ crees pisar tu identidad/ que se

    arrastra como serpiente en el suelo (1-4) del ltimo libro sealado o en La

    ciudad, de Principios de urbanidad (1997): No llegu a comportarme como un

  • 498

    ser urbano hasta que sent que me arrastraba con miles de patas. Como el

    miripodo conserv, sin embargo, una sola cabeza. Y as me paseo por la ciudad y

    procreo una enormidad de vstagos (33). Esta progresin nos indica adems la

    importancia que va adquiriendo lo corpreo en esta poesa. Elemento que, si bien

    podramos asumir en un principio como representacin alegrica de la dinmica

    psquica del hablante lrico consumido en una suerte de paradoja dialctica

    entre la movilidad y la detencin, en tanto signo de la inutilidad de toda accin en

    la vida citadina, llegar luego a poseer connotaciones profundamente ligadas con

    la concepcin misma de la escritura. Entretanto, otras dos caractersticas

    relacionadas con la dupla cuerpo/movilidad identifican al ciudadano llamado

    comn que se escenifica en esta poesa, dos elementos que denuncian el grado

    de inconsistencia y alienacin de su existencia: los trajes y la ilusin de

    desplazamiento. Lo primero, la metonimia traje-cuerpo, la encontramos con

    insistencia en varios poemas de Dictado por la jaura, es el caso de He sido

    otro (Los modales de reptil con que cubro las apariencias abruman la soledad/

    de mis trajes desmedidos//he vuelto de revs mi traje para cubrir las

    apariencias/ llevo una mscara/ he sido otro(3-4; 19-21)), Golpeando al

    abismo (entre mi espritu y yo estn mis trajes(1)), El invisible sale de

    casa(mas alguien debe hacer el resto cuando el pesado traje/ se queda sin

    cuerpo colgando como res muerta en los ganchos (16-7.)), as como tambin en

    Ocupaciones de Ciudadano sin fin: De pronto, al pretender ocupar mi sitio en

    los trajes/ compruebo que stos se han vuelto excesivamente grandes/ para mis

    modales de buen ciudadano (1-3); otro tanto ocurre con la idea de movimiento y

    la imposibilidad real de desplazarse ms all de la propia interioridad,

  • 499

    inmovilidad que alude tanto a la persistencia de ese otro que hemos sealado y

    por ende su consecuente desdoblamiento corporal, como con la problemtica

    relacin identidad-cuerpo. Esto lo vemos en poemas como Hago un alto de

    Malos modales (1965):

    Hago un alto para ver cunto he caminado. Yo no ando a grandes

    pasos sino que, a cada instante, me detengo para apreciar la

    distancia recorrida. El camino siempre asciende, su trayectoria se

    vuelve penosa como la pendiente de un volcn y, para colmo,

    cumple una vuelta en rbita al cabo de la cual descubro que estoy

    donde mismo y que an no he partido (20).

    O Con resolucin de Manual de extraos (1975)

    Al cabo descubro que el punto a donde me dirijo

    est demasiado cerca para darme cuenta de que,

    definitivamente,

    me confundo con l

    (los pasos que, en apariencia,

    me empujan hacia otro,

    en verdad slo me permiten

    andar a lo largo de m mismo) (1-8).

    Del mismo modo que en Situacin inversa (De repente mi cuerpo se

    pone en marcha/ y, desplazndose, ocupa mi propio sitio en la calle (1-2)) y

    Ciudadano (Despus de todo, no me resulta extrao a m que/ recorro a

  • 500

    diario la ciudad el hecho de que, a/ veces, a la vuelta de una esquina me

    tropiece/ conmigo mismo (1-4)).

    Existe un obvio consenso crtico en identificar la ciudad referida en la

    poesa de Calzadilla con Caracas. Eso dice, por ejemplo, Ludovico Silva al

    identificar los temas presentes en ella:

    Un tema, obsesionante, es el de la ciudad; concretamente, la

    infernal Caracas, especialmente aquella Caracas de los aos sesenta,

    cuando la violencia era el signo dominante de nuestra ciudad; la

    ciudad interiorizada y convertida en el tema interior de un poeta; la

    ciudad transubstanciada en monstruo interior, casi en personaje

    ntimo (89).

    Similar opinin manifiesta Jos Barroeta, quien afirma:

    considero que es a Juan Calzadilla a quien corresponde el mrito de

    juntar los puntos cardinales de una ciudad, Caracas, en la que el ser

    es hombre tendido para la venta pblica, con riguroso valor de

    cambio, hombre vaciado como un ojo bajo una impostura, pues el

    mercado lo exige as, mientras alrededor, a travs de infinitas bocas,

    el mundo se despelleja, se desgaja, sellado increblemente con toda

    serie de obstculos y maquinaria pesada (68)217.

    Sin embargo, lo cierto es que tales impresiones corresponden ms a la

    constatacin de un dato biogrfico y si se quiere testimonial que a un rasgo

    217 La cita interior corresponde a Edmundo Aray (Prlogo a Dictado por la jaura

    4).

  • 501

    textual, pues la ciudad que Calzadilla registra es una ciudad en buena medida

    annima. En los textos que conforman su obra hasta hoy, ms de 2000, en slo

    dos se hace mencin al nombre de la ciudad218. Esto le otorga, como singularidad

    a su obra, el carcter de atpica, pues no hay un solo referente (calle, avenida,

    plaza, accidente natural, etc.) que permita identificar el lugar donde transita tal

    ciudadano, a lo que luego se le ha de sumar una marcada atipicidad, como

    veremos al comentar la tercera etapa de su obra. En todo caso, volviendo a la

    ciudad, enmascarada en su anonimato, sta representa en la poesa de Calzadilla

    la urbe moderna impuesta por la cultura occidental, el espacio que

    histricamente, funciona como metfora de la instancia burguesa (Morales 18).

    Esa ciudad denunciada por Baudelaire y que Rimbaud concibi como nos lo

    recuerda Calzadilla- como aquella cuyos humos nos siguen de lejos por todos los

    caminos. Ciudad donde la poesa se constituye en el mbito de una experiencia

    dentro de la cual la palabra se revela como palabra desposeda de s misma:

    desquiciada, fuera de s (Morales 19), un espacio donde: la conciencia

    tradicional es desestabilizada, puesta en crisis (Morales 19). Es la ciudad nacida

    del ascenso del orden burgus y del desarrollo comercial e industrial capitalista

    218 Como parte del ttulo de un poema del libro Una cscara de cierto espesor

    (1985): Haiku a propsito del bautizo de un libro de versos en Caracas y en el

    poema Los felices aos sesenta de Manual para inconformistas (2005). Ambos

    poemas son muy posteriores a la etapa de mayor beligerancia contra la ciudad, es

    decir, la comprendida entre Dictado por la jaura (1962) y Oh, Smog (1977).

    Etapa a la que se refieren tanto Silva como Barroeta.

  • 502

    que descolocar y pondr en crisis la conciencia tradicional hasta producir la

    quiebra de los propios supuestos de la modernidad y sus metarrelatos, tal como

    lo denunciara Lyotard al hablar de la condicin posmoderna. Crisis que dar

    paso al derrumbe de las visiones utpicas y los rdenes estables, y exigir y dar

    cabida a nuevas formas de expresin artstica correspondientes a los nuevos

    epistemes de la llamada posmodernidad. Como respuesta a estos cambios,

    Calzadilla inicia a partir de 1982, con la publicacin de Tcticas de viga la

    exploracin de otras rutas expresivas que marcarn el inicio de los que

    podramos llamar la tercera etapa de su obra219. Perodo durante el cual

    Calzadilla se afilia a la bsqueda de lo minimal, tanto por lo sucinto como por la

    significacin que tambin le otorga al trmino, entendido como la crnica de

    males mnimos. Se interesa en alcanzar un texto cada vez ms despojado de

    toda posible retrica donde se cristalice sintticamente el sentido sobre la forma.

    Un texto de corte ms bien epigramtico y de concisin conceptual, donde a la

    crtica a la vida urbana y a la modernidad se sume la reflexin sobre el propio

    219 La cual comprende, adems de Tcticas de viga, los siguientes ttulos: Una

    cscara de cierto espesor (1985), Diario para una poesa mnima (1986),

    Agendario (1988), Aproximaciones a un decir siempre aplazado (1990),

    Grafismos (1991), Tema para el prximo silbido (1991), Curso corriente (1992),

    Minimales (1993), El fulgor y la oquedad (1994), Principios de urbanidad

    (1997), Corpolario (1999), Diario sin sujeto (1999), Notario al garete (2000),

    Aforemas (2004), Eclogo de da feriado (2004), Lecciones de carpintera

    (2005), Libro de las poticas (2006), Vela de armas (2007).

  • 503

    objeto donde se enmarca la reflexin, es decir, el poema. Reflexin que halla

    expresin en un apunte aforstico, tentado por una suerte de automatismo que

    no busca impulso tanto en las fuerzas ocultas del inconsciente como en los

    reflejos condicionados y condicionantes que determinan la inercia caligrfica de

    la escritura y el trazado rpido del dibujante. Esta nueva textualidad surgida en la

    obra de Calzadilla ha de llevar como impronta urbana, varias de las cualidades

    del graffiti220: su cualidad prosaica y reflexiva, la irreverencia con que se postula

    y observa a s misma como un cuerpo ajeno a la retrica potica convencional, sin

    tratarse de anti-poesa (pues ms bien se constituye en exploracin contra-

    potica) y su aspiracin a ser una reflexin nacida del proceso mismo y la

    premura de la escritura caligrfica, de cuya naturaleza derivan sus rasgos

    formales. Una reflexin que no repara en exhibir la importancia que otorga al

    proceso mismo de su constitucin y que incluso, con frecuencia, hace de l su

    resultante, (de)mostrando las trampas y juegos de lenguaje que encauzan y

    encarcelan el pensamiento ms all de toda ilusin de autonoma.

    Se trata, adems, de una poesa en la cual cada vez alcanza ms relevancia

    lo visual, aspecto que como veremos tiene tambin implicaciones en la

    exploracin de los urbano. En los libros que van de Dictado por la jaura (1962) a

    Oh, Smog (1977), el ojo acta como receptculo denunciante de la violencia

    220 Entre las cuales estaran, segn Armando Silva: la marginalidad, el

    anonimato, la espontaneidad, las escenicidad, la precariedad, la velocidad y la

    fugacidad (31). Todos atributos a los cuales aspira la escritura de Calzadilla en

    esta etapa.

  • 504

    urbana, tal como podemos constatarlo en algunos versos contenidos en poemas

    de aquella etapa: cierro los ojos y digo tnel carnvoro sin omitir slaba (Vivo a

    diario: 11), mi ojo grosero siempre dispuesto a vaciarse como vaso de vino

    (Vivo a diario 28), mi alegra cifrada por los despojos de miseria que apuala

    mi ojo(Me reconozco 8), me miran con ojos de flecha desgastada (He sido

    otro 11), la viga cae justamente sobre tu ojo abierto(Fin del acto 6), con una

    daga al interior de mi ojo (Subsisto 13), mi nico ojo sano (Relevo de

    guardia 31) o vibra en la punta de un ojo aparentemente furioso (Antenor,

    personaje de un cuadro 9). Este ojo luego se ha de transformar, sobre todo a

    partir de Tcticas de viga (1982), en una especie de elemento regulador del

    propio texto, brindndole un orden geomtrico y simtrico tanto a la composicin

    como a la reflexin implcita en l, la cual alude por lo general a diversos rasgos y

    atributos visuales y espaciales que se hacen consustanciales al pensamiento

    potico que intenta expresarse. Veamos un ejemplo donde adems esta

    visualidad est regulada por lo urbano:

    El punto de vista urbano consiste en el error de suponer que

    la mirada tiene por marco a un rectngulo

    que crece en el ojo.

    (Lgica uno 1-3)

    En el punto de encuentro entre el aforismo y el epigrama la escritura de

    Calzadilla se aventura, en esta etapa, desde una honda raz urbana, ya no tanto

    referencial sino digamos consustancial, como posmoderna o ms an como

    post-poesa (Calzadilla Arreaza VIII). Pues desechando las convenciones

    formales del gnero se constituye en una asctica de los recursos meldicos e

  • 505

    imaginarios del poema tradicional (Calzadilla Arreaza IX), a favor del

    predominio del sentido como efecto intelectual o lgico (paradjico, irnico,

    humorstico, poltico, tico, etc.) (Calzadilla Arreaza IX). Lo cual dicho en

    trminos de los procedimientos poticos distinguidos por Pound, se traducira en

    una textualidad dominada fundamentalmente por la logopoeia en menoscabo

    de la melopoeia y la phanopoeia221.

    Todo lo cual ha de ser entendido como resultado de un trayecto, como la

    consecuencia de un largo recorrido hacia una urbanidad, ni deseada ni aorada,

    pero tampoco evadida, y en su caso ms bien padecida. Pues como advirtiramos

    con anterioridad la obra de Calzadilla, vista en conjunto, tiene entre muchos

    otros atributos el de haber sabido registrar el trnsito de un pas y de su tradicin

    potica por una ruta que nace en el mundo rural y pasa por las etapas

    heterogneas, conflictivas y contradictorias propias de las versiones

    subdesarrolladas de la modernidad y posmodernidad latinoamericanas y

    venezolana en particular. Un trnsito potico que surge del desarraigo producido

    por el profundo conflicto entre el campo y la ciudad moderna y se interna

    progresivamente en el mundo psquico del individuo hecho ciudadano que

    sobrevive en permanente conflicto consigo mismo y con los otros, hasta llegar a

    221 Esta apreciacin, hecha por Calzadilla Arreaza (VIII), Ezra Pound la expresa

    en estos trminos: you still charge words with meaning mainly in three ways,

    called phanopoeia, melopoeia, logopoeia. You use a word to throw a visual image

    on to the readers imagination, or you charge it by sound, or you use groups of

    words to do this (37).

  • 506

    una escritura que sustituye al referente urbano, pues en su naturaleza

    fragmentaria, prosaica y reflexiva, se postula como la ms autntica expresin de

    la experiencia vital y concreta de la ciudad y del mundo contemporneo. Una

    escritura que quiere hacerse corprea y que no deja de anhelar en su interior el

    impulso lrico que subyace en su interior como aspiracin de reconciliacin.

    Quizs por eso, tras el largo proceso de decantacin verbal que se puede observar

    en el curso de esta obra, finalmente quede tambin reducido el nmero de

    personajes y animales que la habitan. Lo que antes era un profuso bestiario que

    connotaba la magnitud de la degradacin humana en la vida moderna, si

    observamos con atencin, ahora se limita bsicamente a dos: el perro y el pjaro.

    El primero nos sigue ladrando como los ciudadanos de nuestras ciudades,

    testigos de la violencia urbana, tal como podemos apreciarlo en poemas como

    Este monstruo, la ciudad, entre otros:

    Este monstruo te tiene en el firmamento de su boca

    Te modela te reabsorbe

    como el papel secante. Ah, crece

    a costa de excavar

    bajo el fino suelo

    de tus prpados. Te vigila

    alimenta la opacidad triste de tus sueos

    Te habita te viene

    con cuentos

    y ladra en ti tan pronto descubre

    que tus argumentos son los mismos del perro (1-11).

  • 507

    Mientras que por su parte y en oposicin, el pjaro representa la voz lrica

    ligada a lo esencial y a lo natural (y tambin a la escritura). As dice en Los

    Pjaros: Es que volaron antes de que nos diramos cuenta/de que podan

    hacerlo sin necesidad de tener alas?/O fue que nuestras miradas se las

    prestaron?/As el poema (1-4). De este modo el conflicto ciudad-campo se ve

    transpuesto a estas dos figuras, as como sus hablas (el ladrido y el canto) a la

    prosa citadina y a la lrica de la naturaleza222

    VI.6.- Liscano, Machado y Montejo: la ciudad adversa, la instantnea

    y la potica

    Es indiscutible la importancia que la obra potica de Juan Calzadilla tiene

    en el devenir de la poesa venezolana de la segunda mitad del siglo, en trminos

    generales, y especialmente en lo que se refiere al tratamiento de la

    representacin de la ciudad y lo urbano. Sin embargo, junto a l coexisten otras

    voces que desde perspectivas distintas sobre la ciudad y desde concepciones

    estticas divergentes han aportado un legado significativo, tanto para la

    ampliacin de esa larga tradicin nacida desde Bello, referida a la ciudad, como

    222 Habra que recordar tambin que la torre de los pjaros, nombre de su

    segundo libro, no es ms que una metfora del rbol, otro de los elementos

    naturales con mayor carga lrica en esta poesa, de cuya simbolizacin se

    desprende tambin una clara oposicin a los edificios citadinos, y a la vida de los

    ciudadanos en ellos.