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¿NOS QUEDAREMOS AQUÍ?2 REYES 2:1 25

Esta noche los invito a hacer un recorrido junto a Elías y Eliseo desde las colinas al norte de Jerusalén, bajando hacia el este del río Jordán, hasta el monte Nebo. Partimos muy temprano en la mañana porque la caminata cuesta abajo desde 2700 pies sobre el nivel del mar hasta unos 800 pies bajo el nivel del mar nos tomará todo el día. Son unas 25 millas o más a pie.

El recorrido tiene que ver con la entrega del ministerio de una generación a otra. ¿Será esa una entrega exitosa? ¿Dará la generación mayor la oportunidad de tener éxito a la generación más joven? ¿Y querrá la generación más joven recibir lo que la generación mayor le da?

¿NOS QUEDAREMOS AQUÍ?

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Ese es el punto donde realmente nos encontramos en este momento crucial de nuestra Fraternidad. El recorrido junto a Elías y Eliseo tiene mucho que enseñarnos sobre el legado de autoridad y poder espiritual de una generación a otra. Lo que sucedió aquel último día de la caminata de Elías dio paso a las siguientes casi seis décadas del ministerio de Eliseo; un ministerio que perduraría durante los reinados de tres reyes israelitas: Joram, Jehú, Joacaz, y que finalizó al comienzo del reinado de Joás. Lo que sucedió aquel día incluso acompañó a Eliseo a su tumba. A diferencia de Elías, Eliseo murió de una enfermedad y fue enterrado. Pero, en su tumba un día arrojaron a un hombre muerto y cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, el difunto volvió a la vida. ¡Incluso en la muerte, Eliseo tuvo influencia sobre los demás! ¿Acaso no es eso lo que todos deseamos, que algo de nosotros tenga influencia en los que vendrán?

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Comencé con una invitación para que diéramos un paseo con Elías y Eliseo, pero primero tenemos que crear las condiciones para que suceda. Tenemos que retroceder en el tiempo a dos momentos.

Primero, encontramos a Elías escondido en una cueva en Horeb, al sur del Sinaí, deprimido y temeroso de perder su vida. En el punto más bajo de su ministerio, Dios lo sacó de su depresión cuando le susurró: «¿Qué haces aquí, Elías?»

Esa es una buena pregunta para los ministros de más edad que han servido con valentía al Señor y que ahora, al examinar su ministerio, tal vez se sienten como Elías, deprimidos y con la impresión de que la obra del Señor se acaba con ellos. Es por eso que Elías le cuenta a Dios lo mal que andaban las cosas, que él era el único profeta con vida y que la gente quería matarlo.


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Si hubiéramos enfrentado la ira de Jezabel y Acab, es posible que también nos hubiéramos deprimido. De hecho, cuando vemos la creciente mundanalidad y la cultura anti-Cristo en la que vivimos, podríamos pensar como Elías. «Ganaron ellos, perdimos nosotros. Cuando nuestra generación se haya ido, todo colapsará. No me queda mucho tiempo, y después de mí no quedará nadie más».

Fue bueno que el Señor le hablara a Elías en un susurro, con aquel «silbo apacible y delicado», pues tenía suficientes razones de estar enojado con él por su falta de fe, por no creer que del mismo modo que el Señor tuvo un plan para una generación, así lo tenía para la siguiente. En otras palabras, el Movimiento Pentecostal no está llegando a su fin con nuestro ministerio, no importa lo que digan los agoreros que sufren el espíritu de Elías. ¿Cómo podemos estar tan seguros de ello? Porque creemos en la Palabra de

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Dios que dice: «En los postreros días, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne».

En Horeb, al sur del Sinaí, Dios le dijo a Elías que se levantara y se pusiera en marcha, que no ungiría sólo a un nuevo rey, sino también a un profeta que lo sucedería.

El segundo momento en retrospectiva es el siguiente: Elías tuvo que caminar unos 200 millas hacia el norte, hasta el campo de Safat en el fértil valle del Jordán, unas pocas millas al sur de Betseán. El nombre de aquel predio en hebreo es «pradera que baila». ¡Qué drástico cambio de escenario comparado con las duras inmediaciones de la cueva en Horeb! Unas semanas antes Elías había subsistido con una torta de pan y una jarra de agua que le había dado un ángel, y ahora, ¡estaba en un campo cuya pradera bailaba! Qué gran estímulo para la generación pentecostal mayor que la


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posición final que Dios le asigna no sea en una cueva con escasas provisiones, sino en un lugar donde Dios tiene a la generación más joven, en su pradera que baila.

Aquella era un campo más bien rico. Lo sabemos porque el campesino tenía doce yuntas de bueyes, que eran los tractores de la antigüedad. Elías solo se interesó en la persona que trabajaba con la última yunta de bueyes. Se acercó a un joven, que ya casi se quedaba calvo, cuyo nombre era Eliseo y echó sobre él su manto, símbolo profético de llamado.

En el Movimiento Pentecostal, a veces hemos tenido una visión demasiado limitada del llamado al ministerio del evangelio. Le damos más importancia al llamado sobrenatural y con todo tipo de campanas, luces y silbatos, como el que experimentaron Isaías, Ezequiel, Jeremías, o el apóstol Pablo.

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Pero Eliseo recibió su llamado a través de Elías, al igual que Timoteo recibió su llamado a través de Pablo. Fue una invitación que resonó en el corazón de ellos. Ojalá que los ministros mayores sean siempre sensibles a la voz del Señor y reconozcan el potencial en los más jóvenes y los inviten a servir al Señor a tiempo completo.

Como pastores y líderes, debemos estar atentos a aquellos jóvenes que podrían asumir el liderazgo en el servicio al Señor. ¿Qué pasaría si miles de nuestras iglesias identificáramos cada año a una persona joven que promete una excepcional vida dedicada al servicio a Cristo y a su reino, e hiciéramos el sacrificio de concederles becas para que estudien en una de nuestras universidades de las Asambleas de Dios? ¡Cuatro años más tarde se graduarían sin deuda de estudios y preparados para servir en los campos de la cosecha


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de este mundo! Deberíamos ayudar a nuestros jóvenes a echar cimientos sólidos que les permitan soportar el peso de la responsabilidad que el Señor quiere poner sobre sus hombros.

Con el mismo fervor que creo en la importancia de invertir en becas para hombres y mujeres jóvenes, quiero expresar que nada puede sustituir a la relación de mentor y pupilo que debe ocurrir cada día entre las generaciones, tanto en el hogar como en la iglesia. Quiero lanzar un reto a padres, pastores, miembros del personal, obreros voluntarios de jóvenes y niños para que influyan en la próxima generación mediante algo más que una oración, un sermón, una conferencia, o un programa de la iglesia que se realiza de manera es-porádica. ¿Acaso su horario personal incluye un momento significativo y estratégico en el que usted comparta

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la vida con una persona más joven? Me encanta el poema de Edgar A. Guest:

Sermones que vemos1

Prefiero ver un sermón que en algún momento escucharlo,

Prefiero que alguien ande conmigo y no que simplemente me muestre el camino.

El ojo es mejor alumno y más dispuesto que el oído;

El buen consejo es confuso, pero el ejemplo es siempre claro;

Y los mejores predicadores son aquellos que viven sus credos,

Pues ver el bien hecho acciones es lo que todos necesitamos.

Pronto puedo aprender a hacer lo que haces si me muestras cómo lo haces.

1Edgar A. Guest, “Sermons We See” in The Light of Faith [«Sermones que vemos» de La luz de la fe] (Chicago: The Reilly & Lee Co., 1926).


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Puedo ver tus manos en acción, pero tus palabras brotan con más rapidez.

Y las enseñanzas que tú ofreces sabias y verdaderas pueden ser;

Pero prefiero aprender observando lo que haces.

Pues puedo entenderte a ti y el sabio consejo que das,

Pero no hay mal entendido entre lo que haces y lo que vives.

Quiero decir algo respecto a esto. Nuestro abogado, Richard Hammar, es una de las personas más brillantes que he conocido. Se graduó de Harvard, es un escritor con diversas publicaciones y posee una autoridad nacional reconocida en asun-tos de la iglesia y la ley, es astrónomo y además mecánico de motores diesel. Pero también ha sido maestro de una clase de Escuela Dominical para niños de quinto grado durante veintinueve años. Él termina cada clase con las siguiente

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frase para cada niño: «Eres excepcional, y un día cambiarás el mundo».

Hace un par de años Richard se enteró del incidente por el cual Steve Jobs, fundador de Apple, se apartara de Cristo y de la iglesia. Jobs asistía a una iglesia luterana con sus padres. A los trece años le preguntó a su pastor:

—Si levantara un dedo, ¿sabría Dios cuál es el dedo que levantaré incluso antes de que lo hiciera?

El pastor le respondió:

—Dios lo sabe todo.

Entonces Jobs sacó una revista Life que mostraba niños hambrientos en Biafra y le preguntó a su pastor:

—¿Sabe Dios que esto sucede y en qué terminarán estos niños?


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El pastor respondió:

—Steve, yo sé que no lo entiendes, pero sí, Dios lo sabe.

Steve Jobs nunca más fue a una iglesia. El pastor perdió la oportunidad de continuar su trato con Jobs, de dedicarle tiempo y ayudarlo a entender que había hecho una buena pregunta y que hay una respuesta para ella. Cuando Richard Hammar leyó este relato, se dijo a sí mismo: «¡Esto no puede sucederme a mí!» Y decidió organizar un grupo de estudiantes de secundaria para reunirse regularmente con ellos. En esos encuentros, los jóvenes pueden hacer cualquier pregunta sobre cualquier tema.

Todos deberíamos responder como Richard: «¡Esto no puede sucederme a mí!» No podemos perder a nuestros jóvenes. Tenemos que dedicarles tiempo y recursos para asegurarnos de que

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hemos todo lo que podemos para guiar con eficacia a la próxima generación, tal como hizo Elías con Eliseo.

El joven Eliseo posiblemente era res-ponsable de las tierras de la familia, pues puso fin al negocio al matar los veinticuatro bueyes y asar la carne con la madera de los yugos y los arados. La Biblia no nos dice cómo reaccionaron sus padres a esto; pero sin duda, las acciones de Eliseo claramente les anunciaron que su hijo había elegido un camino diferente. Se dispuso a seguir a Elías y fue su ayudante, pero aún más, se convirtió en su hijo en la fe.

Quiero desafiar a la generación mayor a que salga a buscar jóvenes como Eliseo, a que busquen gente como Timoteo. Como Eliseo, pudiera ser un campesino, o como Timoteo pudiera provenir de una familia de fe mixta. Podría ser una joven o un joven. ¿Estamos dispuestos


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a abrir nuestras iglesias de modo que la selección de un pastor pudiera incluir tanto a una mujer como a un hombre llamado por Dios e investido del poder del Espíritu? He visto muchas mujeres jóvenes que Dios está llamando al ministerio como vocación. Pero ¿cómo pueden cumplir esa vocación, si las puertas están cerradas para ellas, por-que son mujeres? ¿Estamos, nosotros los ministros, pidiendo a Dios, «muéstrame quién es mi Eliseo, muéstrame quién es mi Timoteo; muéstrame quién es mi Priscila, quién es mi Débora»?

Además de buscar a su Eliseo, ¿tienen tiempo para que alguien los siga, o se convertirá ese joven hombre o mujer en una molestia? ¿Cómo puede una generación proyectarse si no hay nadie dispuesto a invertir su valioso tiempo en ella? Jesús no se limitó a predicar o enseñar a sus discípulos; vivió con ellos. Esta generación necesita que creyentes

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de una fe profunda vivan con ellos, para que puedan aprender de su ejemplo.

También quiero desafiar a los más jóvenes: «¿Están dispuestos a dejar todo por la causa de Jesús y llevar la obra del Señor a su generación? ¿Cómo se concretaría esto en la vida diaria? ¿Están buscando la oportunidad de servir a alguien que les pueda mostrar el camino? En vez de pedir que “se viertan en ustedes”, comiencen por preguntarse cómo pueden ustedes “verterse en ellos” y ser una bendición». Esto es responder como mentor. Y es lo que hago cuando no sé cómo utilizar mi iPhone. Simplemente le pregunto a mi nieto y él me sirve de mentor.

A nuestros varones y mujeres jóvenes quisiera preguntarles: ¿Están dispuestos a servir al Señor, incluso si no tienen un Elías en su vida? El profeta Samuel tuvo un mal ejemplo en la generación anterior (un sacerdote corrupto) pero eso


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no le impidió servir al Señor y obtener resultados importantes en su vida.

Pero volvamos a nuestra caminata. Elías y Eliseo partieron de las colinas al norte de Jerusalén, que estaba muy cerca y parecería un lugar más lógico donde ir, ya que el templo estaba allí. Cuán maravilloso habría sido para Elías haber dado su último suspiro en un lugar tan santo. Sin embargo, esa no fue la dirección que tomaron.

El destino final de Elías era bajar al río Jordán, cruzarlo y avanzar a la zona en la que Dios enterró a Moisés en el Monte Nebo. Elías posiblemente pensó que le esperaba un final similar al de Moisés. Pero a Dios le gustan las cosas originales, y Elías tuvo un final diferente. Lo que digo a continuación es para todas las generaciones: no pongan sus ojos en quien «entierra»; manténganlos en quien «eleva a los cielos».

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Elías se levantó temprano en la mañana, tal vez todavía estaba oscuro. Eliseo había percibido durante la noche la inquietud de su mentor. Preparó un desayuno rápido para los dos y guardó un almuerzo. Anduvieron un trayecto corto hasta Gilgal, y Elías rompió el silencio: «Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Betel».

Le daré un sentido espiritual a las paradas que hicieron durante el viaje, comenzando con Gilgal. Si están familiarizados con el libro de Josué, saben que Gilgal fue donde primero acamparon los hijos de Israel después de cruzar el Jordán hacia la Tierra Prometida. Se circuncidaron los varones, se observó la primera Pascua en aquella tierra, se sacaron doce piedras del lecho del río Jordán para hacer un altar conmemorativo para que las generaciones futuras recordaran la liberación de Dios, y el maná cesó. Todo eso sucedió unos seiscientos años


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antes de Eliseo. También fue en Gilgal donde siglos más tarde Samuel encaró al rey Saúl por su desobediencia de haber ofrecido a Dios un holocausto no autorizado (1 Samuel 13).

Pero de inmediato nos enfrentamos a un problema geográfica. ¿Dónde estaba ubicado Gilgal? No lo sabemos. Algunos suponen que estaba exactamente al otro lado del Jordán, en la orilla occidental. Otros creen que Gilgal estaba a medio camino en la subida, en el rango medio de las colinas de Benjamín. Y otros señalan que Gilgal significa simplemente círculo o rueda; y que al igual que Springfield, que es un nombre dado a múltiples ciudades en varios estados, Gilgal podría haber estado en más de un lugar y significar simplemente un campamento construido en forma circular.

Visité recientemente esta área con un guía experimentado y creo que la

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explicación más razonable es que el Gilgal que menciona Elías era el sitio original del campamento de Josué, y donde se enfrentaron Samuel y Saúl. Se encuentra a mitad de camino al ascender por las colinas de Benjamín. No habría tenido sentido que Elías y Eliseo partieran en la mañana de un lugar a 800 pies bajo el nivel del mar, cerca de Jericó, y subieran hasta 2700 pies sobre el nivel del mar en Betel, para después bajar de nuevo.

Gilgal representa la historia espiritual. Es como si Elías le dijese a Eliseo: «Quédate aquí en Gilgal. Sumérgete en todo lo que hizo Dios a favor de una generación hace mucho tiempo. Cuida el museo. Quédate en Gilgal y recuerda todas las cosas poderosas que hizo Dios por otros. Recuerda la Calle Azusa. Recuerda Hot Springs. Recuerda los grandes avivamientos. Recuerda el Movimiento de Jesús. Recuerda la Renovación Carismática. Quédate en


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Gilgal. Los mejores días están en el pasado. Además, estamos en la mitad de la colina y tengo que ascender otros mil pies hasta Betel, que es mi siguiente parada, y será una caminata bastante dura para ti. Entonces quédate aquí y ponte cómodo».

En resumen, Elías le dice a Eliseo: «Apenas comenzamos nuestro recorrido. ¿Por qué no te quedas aquí?»

A los efectos de este recorrido, Gilgal también representa el lugar de los co-mienzos. Algunos creyentes pasan toda su vida en ese Gilgal. Tienen buenas intenciones. Incluso pueden tener planes. Pero nunca los ponen en práctica. Tienen una visión de lo que Dios quiere que se haga. Ven las necesidades, sienten el impulso, pero nunca van más allá de soñar lo que podrían hacer.

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Quiero decirle a la generación más joven: ¡No se detengan en Gilgal! ¡Sigan avanzando!

Miro hacia atrás en mi vida, ahora, y veo diferentes etapas; momentos como Gilgal, en los que me podría haber quedado donde estaba. Uno de esos momentos fue precisamente después de convertirme en el primer pastor a tiempo completo del campus en lo que hoy es la Universidad Evangel. El año anterior había terminado mi doctorado en el Seminario Teológico Fuller en Pasadena, California. Había sido una experiencia muy difícil. Teníamos dos niños pequeños, en un momento dado mi esposa Jewel enfermó gravemente, vivíamos de los ingresos mínimos de profesor adjunto, y nuestro apartamento de bajo costo estaba en una zona infestada de drogas. Nos dirigimos de nuevo a Missouri en nuestro pequeño Renault al día siguiente de la ceremonia


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de graduación de junio, con el título en la mano. Cuando entramos a Arizona desde California, mi esposa y yo acordamos que nunca criaríamos a nuestros hijos en California.

Cuatro meses más tarde, durante un gran avivamiento en el campus, con mil estudiantes que llenaban la capilla en el servicio nocturno, sentí que el Espíritu me decía: «Mira a tu alrededor. Dentro de poco, este dejará de ser tu lugar de ministerio». Quedé atónito. Inmediatamente deseché la idea y consideré lo sucedido como un capricho. Pero una semana después, llegó una carta no solicitada procedente de una pequeña iglesia en California. En ella se me preguntaba si yo consideraría presentarme como candidato a pastor. Tuve la tentación de rechazarla de plano, pero había tenido aquella impresión mística.

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¿Cómo escuchamos la voz del Señor? La mayoría de nosotros nunca escuchará la voz audible de Dios durante la vida terrenal; y si la oímos, entonces el patrón en la Escritura indica que posteriormente sufriremos mucho y es por eso que Dios nos habló de forma audible al inicio. Pero para la mayoría de nosotros la voz de Dios es apacible y silenciosa. He aprendido que durante la oración hay momentos en los que el Espíritu Santo deja caer algo en nuestro corazón. Debemos estar atentos a esa impresión. Si se trata del Señor, los acontecimientos lo confirmarán. Otros lo confirmarán. Se confirmará en su propia experiencia de la vida.

En resumen, el Señor nos confirmó que debíamos ir a aquella iglesia. Muchos de mis amigos y mentores me dijeron: «Quédate aquí». Entendí su preocupación. Era un gran riesgo abandonar la seguridad


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que representaba tener un millar de estudiantes que debían escuchar mis predicas todas las semanas para ir a una pequeña iglesia con sesenta personas que podrían dejar de asistir en cualquier momento. Pero si me hubiese quedado, esta noche no habría estado en esta plataforma con ustedes.

Quiero decirle a los jóvenes y a los ministros jóvenes: no se queden atascados. Reciban la capacitación que necesitan, la educación que necesitan, la experiencia práctica que necesitan. Escuchen atentamente al Espíritu. Lo más fácil del mundo es quedarse donde uno está, donde hay comodidad. Es mucho más fácil tener grandes ideas y grandes sueños que asumir el riesgo de hacerlos realidad.

Hay una interesante posdata al momento de Gilgal. Mucho más tarde, después

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de que había recibido la doble porción, Eliseo regresó a Gilgal. Había hambre allí. Mientras cenaba con los pastores locales, los hijos de los profetas, descubrieron que el guisado estaba envenenado. El veneno los habría matado a todos; es decir, todos habrían muerto si Eliseo se hubiese quedado inicialmente en Gilgal. Pero como rehusó quedarse, porque quería recibir una doble porción del espíritu de Elías, tuvo el poder de hacer inofensivo el veneno.

Como pentecostales, podríamos quedar-nos en nuestros propios Gilgales. Y si no nos mantenemos fervientes en el Espíri-tu, orando en el Espíritu, investidos de poder por el Espíritu, no tendremos el discernimiento y la autoridad espiritual para enfrentar el veneno que hay en la olla de nuestra cultura, y a veces, las actitudes venenosas que también vemos en la iglesia.


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Cualquiera que no crea que nuestra cultura está envenenada solo necesita mirar a las angustias de la familia, el poder de la adicción a las drogas y el alcohol, la confusión de la identidad sexual, el modo en que se mata dentro y fuera del útero, el tráfico sexual, la animosidad racial y la desesperada situación de los huérfanos, las viudas y los pobres. En la raíz de todo se encuentra el veneno del pecado. Si esta generación no se llena del Espíritu, si esta generación solo se queda en el Gilgal de las buenas intenciones o en el museo de la historia pentecostal, entonces no habrá una cura para el veneno que hay en la olla. La cultura actual puede ser más atea de lo que cualquier Elías o Eliseo jamás enfrentó. Este momento de gran maldad exige que el pueblo de Dios tenga una doble porción de su Espíritu.

No solo eso, a menos que tengamos líderes llenos del Espíritu e investidos de su poder, seguiremos teniendo

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iglesias tóxicas que son más bien una mancha para la causa de Cristo que un ejemplo esplendente de su gracia, misericordia y amor. ¡Es necesaria una generación de líderes espiritualmente sanos para asegurar que haya una iglesia espiritualmente saludable!

En Gilgal, Elías dijo: «Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Betel». Nótese la palabra me. «Jehová me ha enviado». En otras palabras, el Señor me ha enviado a mí, no a ti. Puedes quedarte aquí si quieres. No tienes que ir. Ustedes pueden permanecer en un lugar donde un día no tendrán el poder para hacer frente a lo que les viene encima, o pueden decidir venir conmigo y obtener de Dios lo que necesitarán.

Eliseo no se quedó en Gilgal. Él le dijo a Elías: «Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré». Durante las siguientes horas Eliseo caminó con Elías cuesta arriba,


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hacia el sudoeste, las siete millas que los separaban de Betel. No se dice nada de su conversación. Tal vez se mantuvieron en silencio.

Cuando llegaron a Betel, los hijos de los profetas se acercaron a Eliseo y le preguntaron:

—¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti?

—Sí, lo sé —respondió Eliseo—, callad.

Es decir, no solo Elías sabía que aquel era su último día; Eliseo también lo sabía. Entonces Elías le pidió a Eliseo por segunda vez que se quedara: «Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán».

Dios los estaba guiando por etapas, como siempre hace. Primero, Elías solo dice que va a Betel; después, en Betel, dice

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que Dios lo envía a Jericó; y en Jericó, dice que Dios lo envía al Jordán.

El Señor también guía a cada uno de nosotros por etapas, paso a paso, y es muy probable que nos atasquemos en alguna de ellas y que perdamos lo que Dios nos tiene reservado.

Betel fue un lugar de sueños y desastre espiritual. Fue allí donde Jacob, cuando huía de Esaú, tuvo un sueño en el que vio una escalera apoyada en la tierra, y su extremo tocaba en el cielo, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Fue en ese momento cuando Dios le dijo que sus descendientes serían como el polvo de la tierra, y cuando le prometió: «He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho» (Génesis 28:15).


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Casi mil años después de Jacob y cien años antes de Eliseo, el rey Jeroboam I profanó Betel. Allí puso un becerro de oro y a sus propios sacerdotes para ofrecer sacrificios. Recordarán que Jeroboam I se rebeló contra Roboam, hijo de Salomón, y creó el reino del norte de las diez tribus llamado Israel.

Betel es el lugar donde el sueño se malogra y se rechaza a Dios. Si Eliseo se hubiera quedado allí sin la doble porción, no habría sido capaz de hacer frente a la apostasía espiritual y la rebelión contra Dios de aquel lugar. Poco después de tomar el manto de Elías, Eliseo regresó a Betel. Un grupo de muchachos se burló abiertamente de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube!

No está claro si ellos le estaban diciendo a Eliseo que subiera hasta Betel, o si habían escuchado hablar de la ascensión

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de Elías y se burlaban del suceso diciéndole a Eliseo que hiciera lo mismo. Si es así, no habían creído en absoluto la historia de que Elías había sido levantado al cielo.

Esta incredulidad se duplica en una forma mucho más grave después de la resurrección de Jesús. Las primeras personas que supieron a ciencia cierta que Jesús había resucitado de entre los muertos fueron quienes lo mataron. Para encubrir la verdadera historia, sobornaron a los soldados que habían custodiado la tumba; les pagaron una gran suma de dinero para que dijeran que los discípulos de Jesús habían robado el cuerpo. En otras palabras, lo que impidió que los líderes religiosos creyeran fue su propia corrupción interna. Intelectualmente, ellos sabían que los soldados habían dicho la verdad, pero el corazón de ellos estaba corrompido.


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Los creyentes en cualquier tiempo enfrentan el mismo tipo de oposición impía que Eliseo enfrentó más tarde en Betel o que los seguidores de Jesús enfrentaron en la era apostólica y en la época actual. Si Eliseo no hubiese ido con Elías, y se hubiera quedado en Betel, nunca habría tenido la autoridad para romper la resistencia espiritual entre los burladores en Betel. Si los discípulos de Jesús no hubiesen permanecido en Jerusalén hasta que recibieron poder de lo alto, nunca habrían podido enfrentar la persecución y las dificultades en su contra.

En realidad es fascinante observar que aunque Jesús se apareció a unos quinientos después de su resurrección, solamente había ciento veinte personas en el Aposento Alto, el Día de Pente-costés. ¿Qué pasó con los otros 380? ¿Qué pasa con los millares de personas que aparecen en Semana Santa o en

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Domingo de Navidad, pero que nunca permanecen para ser discipulados? Uno los busca, pero se han ido.

Betel es el lugar donde están los recuerdos de un pasado glorioso y la experiencia de compromiso y entrega al mundo. Es el lugar donde los cínicos dicen: «¿Dónde está tu Dios?» Es un lugar donde la cultura (la política, la diversión y los medios de comunicación) se burla abiertamente de que creamos que la Biblia es nuestra fuente y norma de autoridad, para la fe y para la conducta. Un ministerio sin poder, una iglesia sin poder no tendrá éxito en Betel.

Eliseo sabía que su tiempo de estancia en Betel no llegaría hasta que experimentara la doble porción del espíritu de Elías. Él repitió a Elías las mismas palabras en Betel que en Gilgal: «Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré». Así, continuó su travesía con Elías. Son otras 12 millas


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cuesta abajo hasta Jericó. Ellos llegaron ahí temprano en la tarde.

Al igual que en Betel, los profetas de Jericó también sabían que este era el último día para Elías. Le dijeron a Eliseo: «¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti?» Eliseo reconoció que lo sabía y les pidió que dejaran de hablar de eso.

Elías escuchó la conversación y, por tercera vez, le dijo a Eliseo que no lo siguiera: «Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán».

Seis siglos antes de Eliseo, los muros de Jericó se habían derrumbado cuando Israel marchó alrededor de la ciudad. Fue el escenario de la primera gran victoria en la tierra de la promesa. Pero, su pasado no se parecía en nada al presente.

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Era una tierra estéril y las aguas eran malas (2 Reyes 2:19).

«Quédate aquí, Eliseo. Quédate en este lugar que está viviendo de recuerdos de otros tiempos. Comprueba si puedes hacer algo para curar sus problemas». Pero Eliseo sabía que la solución no era quedarse ahí. Si se quedaba ahí sin la doble porción, nunca habría tenido el poder para convertir las aguas amargas en aguas sanas.

Recuerdo mi primer trabajo remunerado y de media jornada en el ministerio. Yo servía como pastor de jóvenes en una histórica iglesia de las Asambleas de Dios en el centro de una importante zona urbana. Esa iglesia, en su apogeo, tuvo más de mil miembros. En el momento en que llegué allí, quedaban poco más de trescientas personas. Finalmente, la cifra


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siguió bajando hasta que quedaron solo unas treinta personas que parloteaban en un santuario con capacidad para novecientos. El edificio de la iglesia estaba en una zona demográfica cambiante y sus miembros simplemente no querían alcanzar a las personas cuya etnia, idioma y cultura eran diferentes de la suya. Ellos preferían vivir de la gloria pasada de esa iglesia, hablar de su herencia maravillosa y vivir de las inversiones de las generaciones anteriores que habían comprado y pagado la propiedad. Pero la iglesia era estéril en cuanto al evangelismo y se caracterizaba por su orgullo del pasado y su negación de su actual esterilidad espiritual.

Es realmente aterrador pensar en cómo muchas iglesias que fueron muy buenas ya no existen o son una sombra de lo que una vez fueron. Ellas son nuestras Jericó. ¡Pero si hay un liderazgo lleno del

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Espíritu, ellas pueden revivir y florecer! La misma iglesia que acabo de mencionar hoy es un poderoso instrumento de Dios.

Por supuesto, no quiero simplificar demasiado las cosas. Sí, Eliseo sabía que necesitaba más de lo que tenía en ese entonces. Pero lo que ya tenía no venía de la nada. Había pasado años observando a Elías y recibiendo enseñanzas de él. Observó cómo Elías trató con los líderes políticos y su fe se formó al ver los milagros que el profeta realizó. Eliseo debe haber tenido alguna conexión con otros profetas del país, ya que tanto en Be-tel como en Jericó ellos se acercaron a él. Si Eliseo hubiese hecho una prueba de conocimiento bíblico, la habría aprobado con notas brillantes. Él conocía sobre el Dios de Elías y conocía al Dios de Elías. Él comprendía la historia redentora y conocía las grandes lecciones del pasado, comenzando con Adán y Eva,


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continuando con Noé y hasta Abraham, y sobre la esclavitud y la liberación del pueblo de Dios. El templo de Jerusalén, construido por Salomón, todavía estaba en pie.

Eliseo no era un traje vacío que esperaba ser alcanzado por un rayo espiritual para ser lleno. Él se había negado a sí mismo al dejar la estancia de su padre, y pasar años en el anonimato sirviendo y aprendiendo de Elías. La pregunta aquel día de la caminata fue si toda esa preparación valió la pena o si había sido en vano. Eliseo sabía que necesitaba más de lo que tenía. Por eso había emprendido esa larga caminata con Elías. No se despediría hasta que tuviera algo de lo que Elías tenía.

Los profetas en Betel y Jericó no tenían nada que ofrecerle. Es por eso que se aferró a Elías. La generación mayor

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necesita tener por lo menos algo de la vitalidad espiritual que los más jóvenes anhelan. La generación mayor necesita ofrecer a los más jóvenes bendición en vez de críticas, fe en vez de dudas, oportunidades en vez de obstáculos.

Animo a los pastores más jóvenes de nuestra Fraternidad: reciban toda la educación que puedan. Lean todos los libros que puedan, especialmente los comentarios sobre las Escrituras. Los libros de métodos son buenos, pero lo mejor es la Palabra de Dios. Busquen los ejemplos de ministerio que admiran. Aprendan de ellos. Aprendan de todas las personas que puedan. Reciban la mejor capacitación del mundo. Eliseo tuvo la mejor capacitación de su tiempo. Pero, cuando todo está dicho y hecho, usted no tenemos suficiente. Eliseo lo reconoció.


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Él no tenía lo que se necesitaba para hacer frente a los problemas espirituales en Gilgal, Betel y Jericó. Pudo haberse quedado en cada uno de esos lugares; pero de haberlo hecho, él nunca habría separado las aguas del Jordán (2:14), ni purificado el agua en Jericó (2:19–22), ni suministrado milagrosamente aceite a una viuda y sus hijos (4:1–7), ni revivido a un niño muerto (4:32–37), ni salvado la vida de los profetas al neutralizar el veneno en el guisado (4:38–41), ni multiplicado los panes para alimentar a los hambrientos (4:42–44), ni instruido a Naamán en cómo sanar de su lepra (5:1–19) ni habría echo flotar una cabeza de hacha de hierro (6:1–7).

La tarea de los creyentes es llevar el antídoto para el veneno que afecta el brío de la vida, echar la sal del Evangelio, hacer que el hierro flote, el hierro que hunde a la gente en el dolor, la enfermedad, el sufrimiento, el pecado o la transgresión.

GEORGE O. WOOD

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Todo el ministerio de Eliseo se puede resumir en dos temas: palabras y hechos. Él habló palabras penetrantes en el momento justo y Dios lo usó para hacer obras que aparentemente eran imposibles. Dios está llamando a esta generación a hacer lo mismo. El hacha de hierro que flotó es un símbolo de lo que Dios quiere hacer en esta generación. Él quiere personas que estén dispuestas a hacer frente a lo imposible. No es posible hacer flotar una cabeza de hacha de hierro; y muchos echan un vistazo a nuestro país hoy y dicen: «La cultura va en una dirección irreversible. No podemos hacer nada al respecto». O bien, podemos ser llenos del Espíritu y creer nuevamente que con Dios todo es posible; que un gran avivamiento espiritual puede venir sobre la nación; que los dos mil millones de personas en este mundo que nunca han tenido la oportunidad de conocer quién es Jesús tendrán esa oportunidad; que esta generación, en el poder del


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Espíritu, cumplirá la mayor obra de evangelización que el mundo ha visto, ¡con señales y prodigios que acompañen la proclamación del evangelio! «¡Dios, danos una generación de personas que tengan el poder para hacer flotar hachas de hierro!»

¡Nunca ha habido una mayor necesidad de creyentes llenos del Espíritu Santo, de ministros llenos del Espíritu Santo que hoy mismo!

Somos llamados a ministrar en Gilgal donde el Espíritu quiere dar nueva vida a las iglesias que están viviendo de sus recuerdos, pero donde no hay visión que obre consecuentemente; un montón de palabras pentecostales, pero que carecen de demostración pentecostal; el comienzo de cosas que nunca se terminan.

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Somos llamados a ministrar en Betel, donde los éxitos espirituales del pasado han sido reemplazados por la vulnerabilidad al mundo y el abandono de la fe.

Somos llamados a ministrar en Jericó, donde la atmósfera espiritual está seca y no ha habido ninguna lluvia del Espíritu de Dios durante mucho, mucho tiempo. Pero, al igual que Eliseo, no podemos permanecer en esos lugares hasta que hayamos recibido el poder de lo alto. Nuestra capacitación nos permitirá avanzar solo un trecho. Nuestra educación y experiencia de vida no son suficientes. Nuestras habilidades y trasfondos no bastan. Si el Movimiento Pentecostal tiene una palabra que debemos atesorar, esta es: más. Siempre debemos buscar más de Él.


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La plenitud del Espíritu no es un acon-tecimiento de solo una vez. Usamos la palabra inicial para la evidencia física del bautismo en el Espíritu porque es solo inicial. Cada día necesitamos más del Espíritu, porque hay más que llenar en nosotros de lo que hubo ayer. Cada uno de nosotros enfrentamos nuevos retos, nuevas circunstancias, nuevas oportunidades, y el suministro de ayer no es suficiente para lo que necesitemos hoy.

Aunque Eliseo vivió mucho antes del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, él entendió claramente este concepto de «más». Él necesitaba más de lo que tenía si habría de llevar adelante la obra del Señor en su generación. Es por eso que él se negó tres veces a quedarse: en Gilgal, Betel y Jericó. Él insistió hasta recibir la investidura que necesitaba. Sin ella, sabía que nunca podría ser eficaz.

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Cuando Elías pasó Jericó y se dirigió al este del río Jordán otras cinco millas, en su margen occidental yo no le dijo a Eliseo que se «quedara». Casi puedo ver la sonrisa en el rostro de Elías. Su sucesor ungido había superado todas las pruebas de ese largo día. Ya era avanzada la tarde y Elías ya no era el pesimista adusto que escondido en una cueva decía: «Yo soy el último que queda y la causa de Dios terminará cuando yo muera».

Mas bien, él sabía que el futuro estaba seguro porque la próxima generación estaba decidida a seguir adelante. El derrotista Elías, ahora con confianza, se quitó el manto y en su último acto milagroso golpeó el agua del río Jordán. Las aguas se apartaron y ambos pasaron por tierra seca.

Elías dijo ahora algo que probablemente quiso decir antes, pero el momento no había sido propicio sino hasta ese


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instante: «Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti».

Eliseo había estado esperando todo el día esas palabras. Él ya tenía su respuesta: «Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí».

Detengámonos y consideremos la petición por un momento. Este es probablemente uno de los pasajes más mal interpretados de la Biblia. Comúnmente se escucha decir que Eliseo estaba pidiendo un ministerio dos veces más poderoso que el de Elías, y esto se reafirma al referir que hay el doble de milagros registrados bajo el ministerio de Eliseo en comparación con el de Elías. Pero también habría sido una cosa muy egoísta de Eliseo el decir: «Quiero ser dos veces mejor que tú».

Así que, si Eliseo no estaba pidiendo ser dos veces más poderoso que Elías,

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¿qué estaba pidiendo? Aquí es donde las Escrituras nos dan la respuesta. Deuteronomio 21:17 trata de la ley de la herencia en relación al hijo primogénito a quien se debe dar una doble porción de la herencia en comparación con lo otorgado a sus hermanos menores.

De esta manera, Eliseo no estaba pidiendo más de lo que Elías tuvo, pues eso sería muy egoísta. Él simplemente estaba pidiendo una porción del Espíritu mayor que la de sus propios contemporáneos, los demás profetas. Después de todo, había profetas con los que ya se había encontrado en Betel y Jericó; pero esos profetas no habían pedido unirse a la caminata con Elías. Ellos se quedaron en calidad de observadores.

Aquellos en esta generación que insistan en recibir la plenitud del Espíritu, la habilitación del Espíritu, la bendición del Espíritu, la investidura de poder del


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Espíritu, serán mucho más utilizados por Dios en esta generación que sus contemporáneos que prefieran quedar-se con un ministerio e impacto más limitados.

No es egoísta querer más del Espíritu que los contemporáneos suyos. Ellos tienen el mismo derecho que usted para pedir más. Pero, el hecho de que no lo hagan, no debe impedir que usted lo haga.

Hay que reconocer que a diferencia de Eliseo, la mayoría de nosotros, si no todos, tenemos más de un mentor. Piense por un momento en las personas que más han impactado su vida espiritual y lo que usted quiere absorber de la vida de ellos. Quiero la doble porción de la ética de trabajo de mi padre, un misionero y pastor precursor; quiero la profunda espiritualidad y el amor de mi madre, demostrados en todo momento. Quiero

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la tenacidad de mi tío Victor Plymire que sirvió en el Tíbet y se mantuvo fiel al llamado de Dios a pesar de increíbles dificultades. Y podría seguir nombrando al menos diez personas en mi vida de quienes yo quiero una parte sustancial, una doble porción de lo que tuvieron. Pero tengo que preguntarme: «¿Hay alguien que quiera lo que yo tengo?» Esa pregunta me asusta y me hace pensar.

Este asunto de la doble porción contiene una doble aplicación. La primera es simplemente: «¿He identificado lo que quiero de los padres y madres espirituales que me han moldeado?» Y, en segundo lugar: «¿Qué querría alguien poseer de mi vida en forma sustancial?»

Eliseo quería recibir una doble porción de la herencia que pertenece al hijo primogénito. Y en el momento en que Elías era llevado al cielo, Eliseo clamó


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usando un término que había definido su relación con Elías, el término que le había motivado a invocar la promesa de la doble porción de Deuteronomio 21:17. Eliseo dijo: «¡Padre mío, padre mío!» Como hijo espiritualmente adoptado de Elías, Eliseo había pedido la doble porción que pertenecía al hijo primogénito.

Eliseo no lo hizo por egoísmo. Él sabía que para cumplir el llamado de Dios, necesitaba poder que él no tenía en ese momento. Él no estaba pidiendo riquezas o posición, sino ser guiado por el Espíritu de Dios. Debemos aprender que sin su poder nunca seremos capaces de hacer aquello para lo que el Señor nos ha salvado y nos ha llamado. La iglesia no puede ser eficaz si trata de operar solo con la sabiduría y el poder humanos. En realidad, «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».

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Una generación baja del escenario y la siguiente, sube. Habrá un legado exitoso a la siguiente generación pentecostal si esta anhela una doble porción del poder del Espíritu tan encarecidamente como Eliseo lo expresó. Hay una frase maravillosa escondida en 2 Reyes 8:4, donde el rey de Israel habló con Giezi, criado de Eliseo. Él dijo: «Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo». Será que cuando nuestro tiempo pase, la generación que siga nos dirá: «Dígame todo acerca de las grandes cosas que Dios ha hecho a través de usted».

Dios quiere hacer grandes cosas a través de la generación emergente de Eliseo.

Pero, quiero que sepa que a veces la entrega no resulta bien.

Giezi tenía una relación de siervo con Eliseo similar a la que él mismo tuvo


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con Elías. Pero, la codicia por las cosas materiales impidió que Giezi fuera sucesor.

Casi sesenta años después de que Eliseo pidió una doble porción, tuvo él su última conversación con Joás, el cuarto rey de Israel que gobernó durante los últimos días de su vida. Joás apenas comenzaba su reinado. Eliseo padecía la enfermedad que lo llevó a la muerte. El rey fue a él y le dijo las mismas palabras que décadas antes Eliseo le había dicho a Elías: «¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!» (2 Reyes 13:14).

Eliseo no se levantó de su lecho de muerte para llevar a Joás a una caminata. Pero Eliseo quiso probar a Joás. Le dijo que abriera la ventana que daba al oriente y lanzara una flecha. Joás lo hizo y Eliseo declaró que la flecha que había lanzado significaba que Joás tendría victoria sobre los sirios. Después, Eliseo

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le dijo a Joás que tomara las flechas y golpeara el suelo. Joás golpeó el suelo solo tres veces.

Eliseo supo al instante que Joás no tenía la disposición para el éxito. Ese último día de Elías, Eliseo no se quedó en Gilgal, en Betel o en Jericó. Insistió hasta que tuvo lo que buscaba. No fue así con Joás. No es de extrañar que Eliseo se enojara con él por haber golpeado el suelo solo tres veces. Aunque Joás usó las mismas palabras que Eliseo, «¡Padre mío, padre mío!», fueron solo palabras sin la tenacidad de Eliseo. Debemos preocuparnos mucho de proclamar el Evangelio no «con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder» (1 Corintios 2:4).

Joás desistió antes de tiempo; las últimas palabras de Eliseo antes de su muerte estuvieron dirigidas a Joás: «Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado


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a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora solo tres veces derrotarás a Siria» (2 Reyes 13:14–20).

El reinado de Joás terminó de manera desastrosa. Él llamó a su hijo Jeroboam en honor al primer rey de Israel que había puesto el becerro de oro en Betel. Su hijo fue peor que él; y se dijo de Joás: «E hizo lo malo ante los ojos de Jehová; no se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel; en ellos anduvo» (2 Reyes 13:11).

Esta noche hemos reflexionado en el legado espiritual de una generación a otra. Debido a que Eliseo perseveró en esa caminata en aquel largo y último día en la vida de Elías, el Señor usó poderosamente la vida de Eliseo por casi sesenta años. Pero Giezi, el criado de Eliseo, no tuvo la misma tenacidad y quedó a un lado debido a un espíritu

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de error. Y el joven rey, Joás, resultó ineficaz durante todo su reinado porque al principio no estuvo dispuesto a demostrar el tipo de compromiso que conduce a un liderazgo eficaz.

¿Y qué de nosotros?

Líderes, espero que entreguen su manto e inviertan tiempo de su rutina diaria con la próxima generación de manera que ellos estén preparados para recibir el manto que ustedes le entreguen. ¿Lo harán? ¿Darán un paso deliberado al respecto?

Jóvenes, yo creo que su generación está lista para recibir. Pero ¿están ustedes listos para servir? ¿Están listos para emprender el largo y duro viaje que Eliseo una vez inició y nunca darse por vencidos? ¿Seguirán adelante en su viaje o se desviarán?


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No importa si somos jóvenes o viejos, ¿qué esperamos que el Señor haga en nuestra vida y ministerio?

¿Estamos contentos de permanecer en Gilgal reviviendo el pasado, pero sin movernos hacia el futuro? Si nos quedamos en Gilgal, nunca tendremos el poder para hacer frente a la hambruna espiritual en la tierra.

¿Estamos contentos de permanecer en Betel sin el poder que necesitamos para enfrentar la impía oposición de este siglo?

¿Nos contentamos con quedarnos en Jericó y vivir del pasado, el idealizado recuerdo de lo que Dios hizo en ese entonces, pero sin el poder para cumplir lo que Dios quiere hacer hoy?

O ¿quiere recibir esta noche una doble porción en su vida?

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Oh, ciertamente, Elías pudo haber enfrentado los retos en Gilgal, en Betel y en Jericó. Pero cada generación deja algunas cosas sin hacer. Esas son las oportunidades que enfrenta la próxima generación. Jóvenes y ministros jóvenes en este auditorio, mi generación no ha terminado su tarea. Es posible que hayamos alcanzado algún progreso, pero, todavía hay mucho por hacer. ¿Nos quedaremos en Gilgal? ¿Nos quedaremos en Betel? ¿Nos quedaremos en Jericó? ¿O nos negaremos a adoptar el camino fácil, a conformarnos con lo segundo o tercero en nuestra vida? ¿Iremos con Dios todo el camino?

Este podría ser un momento crucial e importante para usted como lo fue aquel largo día para Eliseo. Una caminata cambió el curso de las siguientes seis décadas de su vida. Los momentos importan. Este es el momento de Dios


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para usted. ¿Quiere estar en una posición en la que el Dios del cielo lo use para su gloria en este mundo? ¿En qué lugar del viaje está usted esta noche? ¿En Gilgal? ¿En Betel? ¿En Jericó? ¿O está siguiendo a Dios de cerca? ¿Anhela usted ver a Dios moverse con más poder? ¿Quiere experimentar personalmente el tema de este Concilio General y elevarse al futuro con el viento del Espíritu de Dios que lo sostiene? Si Él lo está llamando, entonces venga y búsquelo para recibir la doble porción que necesita para su vida, su familia y su iglesia.

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