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embargo, insuficientes. Pues además de no precisarpor qué se asume que las viejas denominaciones mini-mizaban lo político (el no tan viejo término “post-in-dependiente”, por ejemplo, aludía a un hito político)soslayan el hecho de que los esquemas aludidos fueroncontundentemente cuestionados antes de que el tér-mino postcolonial se convirtiera una moda académica.Un buen ejemplo de este cuestionamiento es el semi-nal trabajo de Paul Gootenberg , Between Silver and 

Guano: Commercial Policies and the State in Post Inde-

 pendent Peru(Princeton: Princeton University

Press,1989) que constituye una de las más efectivascríticas a la teoría de la dependencia desde la historio-grafía y que sin embago se cita en este volumen sólocomo una contribución colateral y ¡“a pesar”! de sutrabajo de archivo4. La crítica de Thurner, por otro lado,es, al menos en parte, aplicable sólo a textos de histo-ria latinoamericana publicados en Estados Unidos, oen inglés en general, ya que términos como “periodonacional” o “periodo moderno” no están igualmenteexpandidos en los países hispanoamericanos, quecuando aluden a sus propias historias nacionales serefieren más comúnmente al “perido republicano”.

Un tercer problema, aunque se trate de una cues-tión de fondo y no específica de este volumen, es laironía de que mientras la llamada teoría postcolonial se

propone “descentrar” Europa, Europa sigue siendo eleje de sus teorizaciones, en tanto el término “colonial”se usa en esa literatura en su sentido convencional, comouna situación de “dominación europea” en un lugar “noeuropeo”. Al llamado postcolonialismo no le interesanlas dominaciones coloniales, postcoloniales, e imperialesque surgieron en el mundo antes o al margen del lapresencia europea, ni antes de la conceptualización de“Europa” tal como la entendemos hoy. Tampoco pareceinteresarle matizar los diferentes procesos de una eracaracterizada homogéneamente como “colonial”. Sibien Thurner argumenta enfáticamente, en polémicacon Mignolo, contra la idea de continuum de “500años” de colonialismo europeo en América, es difícilimaginar cómo el término postcolonial pueda ayudar aevocar algo que no sea una indiferenciada “colonia”,menos aún a superar las dicotomías y maniqueísmosimplícitos en una retórica marxista-dependentista parala cual la “colonia” es siempre la “no-Europa” y la metró-poli una potencia europea (y en el siglo XX norteameri-cana): explotado y explotador, respectivamente. Lo queesta discusión revela tácitamente es que la noción de“colonia” asumida por el postcolonialismo no es ni cro-nológica ni teórica, sin política. Ya que cuando se trae acolación la “colonia”, se alude a ella de manera unívocay abstracta, no en su concreción histórica, como lo ilustrabien el concepto de “colonialidad del poder”, introdu-cido por Anibal Quijano, que muchos postcolonialistas(entre ellos, Mignolo), han hecho suyo y cuyo objetivo esmás la denuncia que la indagación de un problema.

Quiero dejar bien en claro que esta no es la tónica

de los ensayos incluidos en After Spanish Rule, queson, muy por el contrario, bastante más sofisticados.Y por ello, precisamente, resulta difícil estar de acuerdocon que la categoría “postcolonial” que los editores,y algunos de autores del volumen adoptan, contribuye,en sí misma, a la sofisticación teórica de los estudioshistóricos sobre Hispanoamérica. Podría hasta argu-mentarse lo contrario. Por ejemplo, la noción de “post-colonial” hubiera funcionado como un obstáculo parael historiador Gootenberg al argumentar uno de suspuntos más originales en su ya citado libro BetweenSilver and Guano; a saber, que la herencia prevale-ciente en el Estado post-independiente peruano no erasimplemente “colonial”, menos aún borbónica, sinoespecíficamente Habsburgo (1550-1700). Y así podría-mos mencionar momentos decisivos dentro del lla-

mado periodo colonial, como la época del constitucio-nalismo liberal entre 1808 a 1814, cuyo legado en lasla repúblicas americanas difícilmente podría llamarse“postcolonial”. Ya que durante este interregno acon-teció, para decirlo en términos del historiador ecuato-riano Jaime Rodríguez, una revolución democrática enel mundo hispánico, uno de cuyos resultados fue elnacimiento de la propia España como nación moder-

na.5 En similar sentido, la terminología postcolonialistaque equipara colonia con la “no-Europa” y metrópolicon una ciudad europea, deviene en una distracciónfútil dentro de algunas de las más elocuentes interpre-taciones sobre la independencia y el nacionalismopropuestas por autores latinoamericanos. Es el caso delhistoriador boliviano José Luis Roca, quien argumentaque el nacionalismo de Charcas (la Audiencia que en1825 se constituye como Bolivia), surge no tanto enlucha contra España sino contra Lima y Buenos Aires,capitales de los dos grandes virreinatos de América delSur.6 Roca confirma, así, una idea propuesta por elhistoriador peruano Jorge Basadre en el sentido de queel nacionalismo más militante de los países hispano-americanos se forja no tanto en la lucha contra Españadurante la independencia sino contra los países vecinosdespués de ella.

Todo lo dicho me lleva a pensar que, al menos ensu encarnación latinoamericanista, el postcolonialismoexpresa menos una nueva epistemología que unintento por recrear una retórica de denuncia, “progre-sista”, capaz de reemplazar al marxismo. Pero a dife-rencia del marxismo latinoamericano, que nació de lamano con luchas políticas que afectaban a veces asociedades enteras, los llamados debates postcolonia-les discurren en un universo puramente académico. Y

es quizá este exacerbado academicismo, que se tra-duce a veces en un lenguaje impenetrable (ejemplosen este volumen son la breve nota introductoria deGuerrero y las oscilaciones sin término en el texto intro-ductorio de Thurner), más que la “pobreza de libros ybibliotecas”, como señala Thurner,7 lo que explicaríala indiferencia con los que los llamados estudios post-coloniales son recibidos en América Latina, excepto (enparte) en los círculos académicos más favorablementeconectados a Estados Unidos. Esta sería una de las másnotables, y con seguridad la más patética, de las ironíasde este nuevo progresismo.

Preocupa, además, el tono de conmiseraciónpaternalista que exhibe Thurner frente a nuestras malnutridas bibliotecas latinoamericanas, lo que para élexplicaría el carácter localista y nacional-céntrico –enuna palabra, provinciano– de nuestras historiografías,implícitamente descalificándonos como sus interlocu-tores intelectuales. Pero su benevolencia lo lleva aexhortarnos a seguir adelante porque confía en que“llegará el día” en que seamos capaces de escribirhistorias más que nacionales y, por ende, a formarparte del cosmopolitismo intelectual de cual él ya sesiente parte.8 Thurner busca legitimar estas asevera-ciones valiéndose de una cita del historiador peruanoPablo Macera como afirmando, entre líneas, que lospropios latinoamericanos (y en particular, un historia-dor de tanto prestigio) le damos la razón.9 A lo que espreciso responder que Thurner comete aquí el errorque a otros endilga, pues él mismo había increpado alos historiadores desarrollistas y dependentistas el con-

cebir a América Latina como una versión fallida odefectuosa de Europa y por vivir a la espera de que“algún día” llegaría también a sus países la anheladamodernización capitalista; en suma, por decir que tododevenir histórico debía ser una avance hacia esa meta.Basta remplazar Europa por “Estados Unidos”, historiapor “historiografía”, y modernización capitalista por“bibliotecas estadounidenses” (o “historiografíastransnacionales”) y tendremos a un Thurner entram-pado en su propia crítica. Lo más infortunado no eseso. Lo más infortunado es que ponga como ejemplocanónico de la teleología dependentista latinoameri-cana –la que él denomina la historiografía de la “largaespera” o “el no todavía”– a la magistral síntesis deTulio Halperín Donghi, Historia contemporánea de

 América Latina, originalmente publicada en castellano

en 1969 y traducida por primera vez al ingles en1993.10 

Quienquiera que haya leído Historia contempo-ránea, especialmente la primera edición castellana de1969, tendrá que concurrir en que Thurner ha esco-gido no sólo el ejemplo equivocado, sino, en muchossentidos antitético, para ilustrar el paradigma historio-gráfico dependentista. Para ello toma el título de uno

de los capítulos de La Historia contemporánea, deno-minado efectivamente “Una larga espera”, y hace unalectura ya muy sesgada o ya muy remota, de sus con-tenidos. Por un lado, porque cuando Halperín alude a“una larga espera” no se refiere necesariamente a suspropias expectativas, sino a las de los actores históricosdel periodo que describe.11 Por otro, porque lejos deconcebir el periodo post-independiente como una erainmóvil –como le endilga Thurner–12 el célebre histo-riador argentino fue un pionero en propugnar –cuandoello no estaba de moda y a contracorriente de los dog-mas dependentistas que insistían en el las continuida-des coloniales– la magnitud de los cambios que laindependencia trajo consigo en Hispanoamérica. Hal-perín propuso la original idea de la “ruralización delpoder” y llamó la atención, particularmente, sobre loscambios políticos y sociales que la guerra y la militari-zación del periodo trajeron consigo. Esta es una inter-pretación que hoy muchos historiadores –entre ellosMarixa Lasso y Peter Guardino, cuyas contribucionesaparecen en After Spanish Rule– redescubren, confir-mando –aunque no siempre reconociendo– las viejastesis de Halperín.13 Y ello, por no hablar de la proyec-ción global de su narrativa, mas cercana a una lúcidahistoria mundial (lo que hoy en EE.UU. se denomina“World History”, por oposición a la “Historia de la

Civilización Occidental”) que a una teleología marxista-dependentista proclive a dividir el mundo en dualismossin salida (imperio/colonia, explotador/víctima, desa-rrollo/subdesarrollo).

Un ejemplo más adecuado para ilustrar el para-digma historiográfico dependentista hubiera sido, sinninguna duda, el libro de los historiadores estadouni-denses Stanley y Barbara Stein, The Colonial Heritage of 

Latin América: Essays on Economic Dependence inPerspectiva,14 cuyos autores parten por preguntarse,literalmente ¿por qué América Latina “no llegó” a serotro Estados Unidos? Si Thurner hubiera escogido estelibro como el paradigma de la teleología dependentistay de una América Latina “estancada” en vez del de unode los más eminentes y originales historiadores latinoa-mericanos, no sería tan abrumadora la ironía de su crí-tica. Con más razón cuanto que hasta hoy, con todossus recursos y bibliotecas actualizadas, la historiografíalatinoamericanista de los Estados Unidos no ha produ-cido un libro de síntesis de historia latinoamericanacomparable en cariz enciclopédico y proyección globala Historia contemporánea de América Latina. Una desus muchas diferencias con el libro de los Stein es queHalperín incluye en su macroanálisis a los países (hoy)pequeños y más pobres, en tanto que para los autoresde The Colonial Heritage América Latina se descifra apartir de sus países hoy grandes y económicamente másrelevantes, como Brasil, México y Argentina, con elentendimiento –tácito, arbitrario y anacronístico– deque los países chicos no nombrados son meras réplicasde los grandes: un patrón que sería seguido por gran

mayoría de textos de historia latinoamericana para ense-ñanza del pre-grado en los Estados Unidos.Nada de lo dicho desmerece el valor de las con-

tribuciones de After Spanish Rule, algunas singular-mente valiosas, y que el lector podrá apreciar indepen-dientemente de su interés por los llamados debatespostcoloniales y de su juicio sobre la introducción alvolumen. En congruencia con una tendencia cada vezmás generalizada en la historiografía, los artículosparecen propugnar la idea de una modernidad espe-cíficamente latinoamericana, más radical y más tem-prana que la de Europa (la tónica del volumen se ase-meja en algo, en este sentido, creo yo, a la propuestade Benedict Anderson según la cual la idea modernade nación se materializa primero en el continente ame-ricano). Es el caso del artículo del antropólogo e histo-

riador Thomas Abercrombie, con su complejo análisissobre la folklorización de la identidad indígena a travésdel carnaval de Oruro en Bolivia (siglos XVI al XX) yparticularmente, de la historiadora Marixa Lasso, queofrece uno de los artículos más innovadores e impor-tantes del volumen. Lasso cuestiona la expandida ideamarxista-dependentista, según la cual la independen-cia fue un cambio político pero no una “revolución

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social” y demuestra cómo en Cartagena, en 1811, lamovilización que llevó a proclamar la independenciade España no fue una iniciativa original de los criollos,como es la idea común, sino que fue propulsada porlas poblaciones de descendencia africana, a quienes,irónicamente, tanto las fuentes contemporáneas comola historiografía estigmatizaron respectivamente como“turbas de bandidos” y “escollos de la moderniza-ción”. Lasso va un paso más allá que los estudios sobremovilización popular en la independencia al presentareste temprano radicalismo, o patriotismo “afro-colom-biano”, como precursor de la idea de “democraciaracial” que iría a caracterizar posteriormente el pensa-miento liberal de Cuba y Brasil. Finalmente, sugiere, encomunión con la más reciente historiografía sobreelecciones y ciudadanía, que la apertura a la participa-ción política de los sectores populares iniciada con laindependencia se iría cerrando en la medida en que,al avanzar el siglo, los criterios de ciudadanía se volvie-ran más restrictivos, a la inversa de lo que sucedía enEuropa. Estas conclusiones empalman bien con eligualmente sólido análisis del historiador mexicanistaPeter Guardino sobre la movilización popular en laselecciones de Oaxaca en 1814-1828.

Dentro de la misma linea temática, pero enfati-zando los procesos de exclusión, Andrés Guerrero,

inspirado por Foucault, Bourdieu y Habermas, intro-duce la fascinante idea de “sentido común” o “habi-tus” en la definicion de quién es un ciudadano. Des-pues de 1857, en un contexto en que tras la aboliciónde del tributo indígena las diferencias étnicas se halla-ban legalmente abolidas en Ecuador y se proclama la“igualdad ciudadana”, la exclusión de los indios, sos-tiene Guerrero, se perpetua a través de sentido común,según el cual es inconcebible que un indio sea algomás que un siervo. Y como siervos son tratados, tantoen la práctica política como en la intimidad de lahacienda, a la cual el Estado delega, según Guerrero,la administración de las poblaciones indígenas despuésde la abolición del tributo.15 Guerrero sugiere que estesentido común sólo sería erosionado en décadasrecientes, cuando los indígenas de Ecuador incursionanpor primera vez en la esfera pública como sujetos convoz propia. El argumento es debatible, por cierto, yaque atribuye una dosis de “autenticidad” única almomento presente, como si los intermediarios quehablan por otros no siguieran existiendo, lo cual noquiere decir, por supuesto, desconocer las particulari-dades del los procesos recientes. El volumen concluyecon un artículo de la antropóloga Joanne Rappaportque describe el impacto de los procesos de globaliza-ción en los intelectuales indígenas de Colombia y sucada vez más estrecha relación con el Estado y lasesferas internacionales.

La compilación aborda otros temas de historiapolítica que han venido cobrando nueva popularidadtras el ostracismo de que fueran objeto durante el auge

del marxismo y del anti-hispanismo inherente a losindigenismos. Me refiero, en particular, a la revalora-ción de España en la historiografía latinoamericanista.De manera interesante, así, lo que ahora se presentacomo innovador, y se subsume bajo la elusiva catego-ría “postcolonial”, es lo que hasta hace no mucho sehubiera considerado pro-hispanista y conservador.Jorge Cañizares-Esguerra, por ejemplo analiza creati-vamente la reacción nacionalista de los clérigos ame-ricanos frente a la literatura de viajeros, enfatizando notanto el antagonismo cuanto la identificación de losclérigos criollos con los indios (y con el suelo ameri-cano). La “necesidad de incluir a España” en los estu-dios coloniales –de la cual los mejores trabajos de his-toria social y etnografía andinas, desde José MaríaArguedas a Thomas Abercrombie, pasando por Karen

Spalding y Pierre Duviols, nunca se olvidaron– es, porotro lado, demostrada desde un prisma global en elexcelente análisis de Javier Morrillo-Alicea sobre elfuncionamiento del imperio español tardío en Cuba,basado en archivos metropolitanos.

Para finalizar, aunque el volumen se presentacomo el inicio de un diálogo de “Sur a Sur” no incluye,irónicamente, contribuciones de investigadores radica-

dos en Latinoamérica. Salvo Andrés Guerrero, historia-dor ecuatoriano independiente radicado en España yafiliado a FLACSO-Ecuador, los nueve autores son aca-démicos establecidos en universidades estadounidenses.Este hecho, sumado a la virtual ausencia de referenciasa latinoamericanistas que escriben en otros continentesy fuera de los circuitos académicos más familiares aNorteamérica, y no siempre en inglés (pienso en JuanCarlos Estenssoro, Marta Irurozqui, Natalia Majluf, DavidCahill, César Itier, entre otros, que han realizado estudiospioneros directamente relacionados con los temas tra-tados en este volumen), sugiere que los intercambiosNorte-Sur, Este-Oeste, y Norte-Norte, siguen siendo nosólo deseables sino urgentes y necesarios.

En cierta medida, la introducción de Thurner da aentender que algunos de dichos intercambios han tenidolugar en la concepción de After Spanish Rule. Pero setrata de una alusión anecdótica (si bien premeditada) auna conversación sostenida entre él y Andrés Guerreroen un café de Madrid. Se requiere, sin embargo, comoespero haber demostrado en este comentario, algo másque una conversación de café entre un historiador sud-americano y uno estadounidense para superar el pro-blema de la falta de intercambio intelectual real entremundos académicos tan dispares del planeta. El primerpaso, no tan difícil de dar, podría ser considerar al objetode estudio como un interlocutor intelectual válido, almargen de lo que le falte a sus bibliotecas. De lo contra-

rio, si se lo percibe como alguien que todavía “no hallegado”, la espera será larga y el encuentro puede nuncaocurrir. Se puede ser localista hasta en el lugar más cos-mopolita. Y aún disponiendo de las bibliotecas mejorsurtidas del planeta.

1 Mk the y aés Gee ees. After Spanish Rule, Postcolonial 

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2 We Mg, Local Histories/Global Designs (pce: pce u-

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3 the y Gee (es.),After Spanish Rule, ccó, . 37-40; y

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Rule [248-271], . 248-249.

4 Ibid , iccó, . 55, 75. E b e Gebeg se bcó cse-

cm Caudillos y Comerciantes: La formación económica del Estado

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gfí e e c, es Cs Sem ass, El Sistema de la

Economía Colonial: Mercado interno, regiones y espacio económico (lm: is-

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ys e Gem rchbú, eceemee ecs e Batallas por la

Teoría: En Torno a Marx y El Perú (lm: is e Ess pes, 2007).

5 Jme E. rígez o, The Independence of Spanish America (Cmbge:

Cmbge uvesy pess, 1998). Exse ccó cse e es e-

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6 Ve Jsé ls rc, Ni con Lima ni con Buenos Aires: La Formación de Un

Estado Nacional en Charcas (lm: iFEa y p Ees, 2007).

7 the y Gee (es.), After Spanish Rule, . 41

8 ibem, . 41-42.

9 ibem, . 41.

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11 tm es g bsevcó e Jsé ls ige, cmccó es.

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12 the y Gee (es.), After Spanish Rule, . 31 y 53, 52.

13 Heí, Historia Contemporánea, esecmee . 134-151. Es ee-

se e e qe e éfss c e qe Heí ese s cmbs

cs e sce hsmec s-eeee es my e

ecó cse e 1969 qe e ecó ges e 1993 p ejem,

fse “s cmbs cs s meses” (. 135 e ecó e

1969 ) y ece e ecó ges e 1993. p , cbe f-

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14 Sey J. y Bb H. Se, The Colonial Heritage of Latin America: Essays

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Se fe my fyee e améc l e s ñs see.

15 Ese gme h s ef eceemee deek Wms, qe

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is, Cezg Gvece Ec”, Mc Becke y Km

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Cuadernos de pensamiento CrítiCo latinoameriCano

* Este comentario es una versión ligeramente modificada de un

ensayo publicado en Histórica, 2, 2006: 117-128. Una versión pre-

liminar se discutió en el marco de un seminario de historiografía

latinoamericana sobre el siglo XIX en la Universidad de California,

Santa Barbara. Agradezco los comentarios d José Luis Igue y de Emily

Engel. Mi gratitud también a Pedro Guíbovich, director de Histórica,

por autorizar la reproducción del texto.

** Universidad de California en Santa Bárbara

[email protected]

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