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004 La double vie de Véronique, dirigida por Krzysztof Kieslowski

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Dos vidas. dos ciudades, dos marionetas y un reflejo.

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Titulo originalLa double vie de Véronique(The double life of Veronique)

Titulo en españolLa doble vida de Verónica

DirecciónKrzysztof Kieslowski

RepartoIrène JacobWladyslaw KowalskiClaude DunetonPhilippe VolterSandrine Dumas

Guión originalKrzysztof KieslowskiKrzysztof Piesiewicz

Año1991

Advertencia----------------Este listado de mis cien,y más, películas favoritases una excusa para escri-bir sobre éstas, de formapaulatina y contarle a loseventuales lectores porqué me parecen notoriasy maravillosas. El texto noes una reseña, por lo quese sugiere haber visto, deantemano, la película.------

Fotografías

Véronique, la francesa (Irène Jacob)

Weronika, la polaca (Irène Jacob)

Soñadora

La vida como reejo de otro

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Titulo originalLa double vie de Véronique(The double life of Veronique)

Titulo en españolLa doble vida de Verónica

DirecciónKrzysztof Kieslowski

RepartoIrène JacobWladyslaw KowalskiClaude DunetonPhilippe VolterSandrine Dumas

Guión originalKrzysztof KieslowskiKrzysztof Piesiewicz

Año1991

Advertencia----------------Este listado de mis cien,y más, películas favoritases una excusa para escri-bir sobre éstas, de formapaulatina y contarle a loseventuales lectores porqué me parecen notoriasy maravillosas. El texto noes una reseña, por lo quese sugiere haber visto, deantemano, la película.------

Fotografías

Véronique, la francesa (Irène Jacob)

Weronika, la polaca (Irène Jacob)

Soñadora

La vida como reejo de otro

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Predestinación

“Mira ¡se parece a ti!”

La vida como reejo de uno mismo

Una hoja se mueve en otra parte

Dos espejos: un reejo------------------------

Los personajes que, sin importar el drama, ocupan toda la pantalla, todo lo saben, todo lo resuelven y terminan indefecti-blemente parados cuando aparecen los créditos nales, se vuelven ofensivos porque te hacen sentir como un idiota; como un idiota que se divierte y se relaja, y olvida momentáneamente sus problemas pero, nalmente: un idiota. Por eso, con el paso del tiempo, nos empiezan a parecer antipáticos Nicolas Cage, Will Smith o Bru-ce Willis, porque son invencibles y todos los argumentos van encaminados a de-mostrar que, pese a tener el universo en su contra, tienen la razón, el poder y la gloria; cosa excesiva y que produce nauseas por-que, nalmente, el espectador lo único que quiere ver –sin tanto chisporroteo– es que los buenos ganen y los malos pierdan. Parece una contradicción, pero lo que quiero decir es que, muchas veces, a la mitad de la película, o a los veinte minutos, bastaría que le dieran un tiro en la sien al malvado, al anti-protagonista, y nos iría-mos felices para la casa.

Me gustaría que el cine fuera más como La doble vida de Verónica, con personajes indecisos que no tienen ni siquiera las preguntas, con situaciones que suceden más en la mente del espectador que en el celuloide; que en la medida que se desen-vuelve la trama, uno se haga preguntas

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Predestinación

“Mira ¡se parece a ti!”

La vida como reejo de uno mismo

Una hoja se mueve en otra parte

Dos espejos: un reejo------------------------

Los personajes que, sin importar el drama, ocupan toda la pantalla, todo lo saben, todo lo resuelven y terminan indefecti-blemente parados cuando aparecen los créditos nales, se vuelven ofensivos porque te hacen sentir como un idiota; como un idiota que se divierte y se relaja, y olvida momentáneamente sus problemas pero, nalmente: un idiota. Por eso, con el paso del tiempo, nos empiezan a parecer antipáticos Nicolas Cage, Will Smith o Bru-ce Willis, porque son invencibles y todos los argumentos van encaminados a de-mostrar que, pese a tener el universo en su contra, tienen la razón, el poder y la gloria; cosa excesiva y que produce nauseas por-que, nalmente, el espectador lo único que quiere ver –sin tanto chisporroteo– es que los buenos ganen y los malos pierdan. Parece una contradicción, pero lo que quiero decir es que, muchas veces, a la mitad de la película, o a los veinte minutos, bastaría que le dieran un tiro en la sien al malvado, al anti-protagonista, y nos iría-mos felices para la casa.

Me gustaría que el cine fuera más como La doble vida de Verónica, con personajes indecisos que no tienen ni siquiera las preguntas, con situaciones que suceden más en la mente del espectador que en el celuloide; que en la medida que se desen-vuelve la trama, uno se haga preguntas

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con respecto a sí mismo; que si la película sucede en Kabul, Hong Kong o Salvador de Bahía uno sienta que a los seres humanos nos une una misma bra, una misma sensibilidad, que, por momentos, sintamos que nos estamos mirando en el espejo. En este caso, la historia se desa-rrolla en Polonia y en Francia, pero eso no importa; son dos Verónicas y son her-mosas, pero eso tampoco importa; a ellas les sucede algo inusual y eso es lo verda-deramente importante, por la sencilla ra-zón de que nos podría pasar a nosotros. Además, quién no se ha preguntado “¿se-rá que existe una persona igual a mí en alguna parte del mundo, con la que podría haber algún tipo inexplicable de cone-xión?”

Ambas Verónicas son interpretadas por la misma actriz, Irène Jacob quien es la protagonista de Rojo, la tercera película de la Trilogía de Kieslowski: Trois couleurs; es una mujer de la que los hombres nos enamoramos. O sea, no es la mujer seduc-tora que llama más al sexo que a tomarla de la mano bajo la luz de la luna, es de las que calicamos de tiernas y cariñosas, y que invitan al cobijo y a guindar una hamaca en el iris de sus ojos. La una es polaca y la otra francesa, coinciden cuando van de viaje a Cracovia pero no se conocen, escasamente la una ve a la otra subiéndose a un bus y ésta toma fotogra-fías aleatoriamente a la plaza donde se

encuentran, llena de manifestantes; des-pués se dará cuenta que en una de las fotografías aparece una mujer igual a ella pero, aunque la mira con curiosidad, no la trasnocha el asunto, quizá porque no tiene el espectro de conocimiento que tiene el espectador para asociar las similitudes, porque una reproducción fotográca ge-nera siempre dudas –en este caso, la foto es chiquita y hace parte de una hoja de contactos– o porque simplemente muchas veces vemos, o no vemos, lo que quere-mos ver, o no ver.

El espectador se da cuenta, a tiempo, de que buscar, o desentrañar, un nexo mayor entre ambas Verónicas no es el objetivo de la película, por lo que dicha realidad sólo puede explicarse en el ámbito de la coincidencia, con la posibilidad de una justicación de corte casuístico o metafí-sico. En n, la premisa es que puede haber alguien que, además de parecerse a uno, enmienda nuestros errores, como Veróni-ca, la francesa, que corrige y completa la vida que Verónica, la polaca, no tuvo; des-pués de que élla –que ya presentaba sínto-mas de una enfermedad cardiaca– muere cantando como parte del coro de una orquesta de música clásica y frente a un auditorio embelesado con la música de Zbigniew Preisner. Verónica, la francesa, también es cantante y ¡sin saber bien por qué! desiste de sus clases de canto y se dedica a llevar una vida más prosaica

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con respecto a sí mismo; que si la película sucede en Kabul, Hong Kong o Salvador de Bahía uno sienta que a los seres humanos nos une una misma bra, una misma sensibilidad, que, por momentos, sintamos que nos estamos mirando en el espejo. En este caso, la historia se desa-rrolla en Polonia y en Francia, pero eso no importa; son dos Verónicas y son her-mosas, pero eso tampoco importa; a ellas les sucede algo inusual y eso es lo verda-deramente importante, por la sencilla ra-zón de que nos podría pasar a nosotros. Además, quién no se ha preguntado “¿se-rá que existe una persona igual a mí en alguna parte del mundo, con la que podría haber algún tipo inexplicable de cone-xión?”

Ambas Verónicas son interpretadas por la misma actriz, Irène Jacob quien es la protagonista de Rojo, la tercera película de la Trilogía de Kieslowski: Trois couleurs; es una mujer de la que los hombres nos enamoramos. O sea, no es la mujer seduc-tora que llama más al sexo que a tomarla de la mano bajo la luz de la luna, es de las que calicamos de tiernas y cariñosas, y que invitan al cobijo y a guindar una hamaca en el iris de sus ojos. La una es polaca y la otra francesa, coinciden cuando van de viaje a Cracovia pero no se conocen, escasamente la una ve a la otra subiéndose a un bus y ésta toma fotogra-fías aleatoriamente a la plaza donde se

encuentran, llena de manifestantes; des-pués se dará cuenta que en una de las fotografías aparece una mujer igual a ella pero, aunque la mira con curiosidad, no la trasnocha el asunto, quizá porque no tiene el espectro de conocimiento que tiene el espectador para asociar las similitudes, porque una reproducción fotográca ge-nera siempre dudas –en este caso, la foto es chiquita y hace parte de una hoja de contactos– o porque simplemente muchas veces vemos, o no vemos, lo que quere-mos ver, o no ver.

El espectador se da cuenta, a tiempo, de que buscar, o desentrañar, un nexo mayor entre ambas Verónicas no es el objetivo de la película, por lo que dicha realidad sólo puede explicarse en el ámbito de la coincidencia, con la posibilidad de una justicación de corte casuístico o metafí-sico. En n, la premisa es que puede haber alguien que, además de parecerse a uno, enmienda nuestros errores, como Veróni-ca, la francesa, que corrige y completa la vida que Verónica, la polaca, no tuvo; des-pués de que élla –que ya presentaba sínto-mas de una enfermedad cardiaca– muere cantando como parte del coro de una orquesta de música clásica y frente a un auditorio embelesado con la música de Zbigniew Preisner. Verónica, la francesa, también es cantante y ¡sin saber bien por qué! desiste de sus clases de canto y se dedica a llevar una vida más prosaica

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como profesora de música, a niños de colegio. Inclusive, hay una escena fugaz en la que se le ve en un consultorio de cardiología: podemos decir que ella es más práctica y la otra más “en las nubes” pero ambas son profundamente soñado-ras y viven a la espera de que el universo las sorprenda. No en vano, la primera Verónica, muere “en su ley” cantando: las líneas de Dante Verso il cielo, de su obra Paradiso.

La película tiene metáforas claves que, ya sea porque sirven de indicio o porque despejan dudas, la autodenen: la lectura de predestinación de las marionetas; el comentario de ambas Verónicas de que a veces se sienten “como en otra parte”; la pelota transparente cuyo reejo, se ve al revés pero paralelo y en el mismo sentido; el acto extraño de frotar la pestaña inferior con el anillo; la escena nal en que Veró-nica para el carro para tocar el tronco de un árbol y el diálogo, inmediatamente ante-rior, en que su amante marionetista le dice: “esta marioneta eres tú” y ella le pregunta: “¿pero por qué hiciste dos? Y él le res-ponde: “porque durante las presenta-ciones las manipulo demasiado y se estropean fácilmente”.

El mundo al revés, a través,paralelo y desde diversos ángulos.

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como profesora de música, a niños de colegio. Inclusive, hay una escena fugaz en la que se le ve en un consultorio de cardiología: podemos decir que ella es más práctica y la otra más “en las nubes” pero ambas son profundamente soñado-ras y viven a la espera de que el universo las sorprenda. No en vano, la primera Verónica, muere “en su ley” cantando: las líneas de Dante Verso il cielo, de su obra Paradiso.

La película tiene metáforas claves que, ya sea porque sirven de indicio o porque despejan dudas, la autodenen: la lectura de predestinación de las marionetas; el comentario de ambas Verónicas de que a veces se sienten “como en otra parte”; la pelota transparente cuyo reejo, se ve al revés pero paralelo y en el mismo sentido; el acto extraño de frotar la pestaña inferior con el anillo; la escena nal en que Veró-nica para el carro para tocar el tronco de un árbol y el diálogo, inmediatamente ante-rior, en que su amante marionetista le dice: “esta marioneta eres tú” y ella le pregunta: “¿pero por qué hiciste dos? Y él le res-ponde: “porque durante las presenta-ciones las manipulo demasiado y se estropean fácilmente”.

El mundo al revés, a través,paralelo y desde diversos ángulos.

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“Hago dos marionetas, decada una, porque ...se estropean fácilmente.”

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