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SOLARIS O EL OCÉANO PLATÓNICO
Carlos Maldonado
“El ser humano ha emprendido viaje en
busca de otros mundos, otras
civilizaciones, sin haber conocido a
fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos, o sus
oscuras puertas atrancadas.” 1
Un planeta, una estación espacial que estudia a ese mismo planeta y la novela que encierra
la historia de los tripulantes de la estación, llevan el mismo nombre: Solaris. El presente
texto abordará tres temas acerca del planeta: el planeta como creador; el planeta como una
aproximación al sujeto; el contacto humano con otra inteligencia.
A través del personaje de Kris Kelvin, un psicólogo enviado a la estación Solaris, el autor
Stanislaw Lem nos ofrece interesantes perspectivas acerca de un problema que intriga
desde que el humano ha podido salir del planeta y explorar (aunque por el momento sea
únicamente a través de telescopios) el cosmos: el encuentro con una forma de vida
inteligente. De esto, el autor deriva la problemática relación del hombre con el cosmos y
consigo mismo.
La historia de Kelvin comienza cuando arriba a la Estación Solaris a petición de su mentor
Gibarian. Cuando llega se encuentra con que Gibarian se suicidó. La sorpresa es que el
planeta puede crear seres que se parecen mucho a los seres humanos, pero no sólo eso, las
creaciones del planeta son materializaciones de los recuerdos reprimidos de los astronautas.
Ellos mismos los llamarán «visitantes» porque no son humanos y están estrechamente
relacionados con el planeta.
En el primer apartado se examinará la posibilidad de pensar al planeta Solaris desde la
teoría cósmica propuesta por Platón en el Timeo. A través de una explicación de cómo se
creó el universo se puede trazar una analogía sobre la naturaleza del planeta. Sin embargo
el planeta parece ser al mismo tiempo más y menos que la creación directa de un Demiurgo,
en el sentido de que parece ser creador por sí mismo, y a la vez un ser muy cercano al ser
humano.
1 Solaris p.228
2
Lo anterior nos lleva a explorar, en el segundo apartado, la posibilidad de que el planeta
tenga una relación estrecha con el ser humano. En caso de que esta hipótesis prospere nos
encontraríamos con que existe la posibilidad de interacción entre dos tipos de inteligencia
diferentes, la del hombre y la de un organismo gigantesco que habita un planeta lejano.
Veremos si tienen cualidades en común que permitan la comunicación entre estos dos seres.
Después, en el tercer apartado, revisaremos la ansiada búsqueda humana por establecer
dicho contacto. Tomando en cuenta lo que los personajes de la novela expresan sobre esto.
El texto finalizará con las reflexiones del personaje principal, Kris Kelvin, que remiten al
Timeo platónico, pero, como nos daremos cuenta, el pesimismo permea las reflexiones y no
dan cabida a ningún tipo de teología cósmica.
Océano platónico
En primer lugar inspeccionaremos las implicaciones de que Solaris efectivamente tenga
creaciones, tanto las que aparecen en la superficie del océano como las que atormentan a la
tripulación de la Estación. Esto no presenta problema.
Si nos aventuramos un poco y tomamos al pie de la letra lo que nos dice Platón en 40b
sobre la creación de las estrellas fijas y su papel en la creación del cosmos, así como si
también le concedemos a Lem que Solaris esté en un sistema de estrellas binarias, entonces,
el planeta, por sí mismo, no es cercano a la perfección de los animales divinos (las mismas
estrellas fijas que se diferencian de los animales aéreos, terrestres y acuáticos). Sin embargo,
lo anterior es caer en un anacronismo épico. Tomar los modelos actuales de la ciencia
podría servirnos, sin embargo, este texto no podrá abarcar las ramas necesarias para
analizar Solaris. Si juntamos las neurociencias, la astrofísica, las teorías cuánticas, la
psicología y la sociología, podríamos acercarnos a la naturaleza precisa del planeta, en caso
de que de hecho existiera. Únicamente nos queda examinar el desarrollo que se da a lo
largo de la novela para adelantar hipótesis y encerrarla dentro de un marco filosófico que
sirva al propósito del presente texto.
3
Si Solaris crea un humano a imagen del humano mismo (usando de modelo los recuerdos
que se tienen sobre esa persona), ¿no supera acaso la capacidad creadora del hombre?2
Como si fuera suficiente conformarnos en pensar que hay creador de las cosas, que toma
como modelo las formas inmutables, y nosotros, sometidos al mundo de las cosas que
cambian tomamos como modelo estas mismas cosas y creamos a partir de ellas objetos que
sin duda serán copias inferiores de los modelos eternos.
Quizá sea que Solaris no contempló el modelo eterno para la creación de sus seres. Parece
que las formaciones que salen expulsadas del océano (mimoides, simetriadas, asimetriadas)
son reflejo de algo. Entre la necesidad de las misiones de investigación para clasificar
dichos fenómenos en la superficie del planeta y el completo desconocimiento de la
naturaleza—en sentido amplio—del planeta, lo que restaba era usar analogías o metáforas
de las cosas que existen cercanas a los seres humanos para poder siquiera describir tales
fenómenos. La forma y estructura de los mimoides asemejan ciudades en ruinas, tanto en
tamaño como en paisaje de desastre, pero bien podrían no parecerse a nada. Las simetriadas
y sus aparentes estructuras de edificios, formas geológicas o sin fin de elementos que
podríamos encontrar sobre la superficie terrestre son fugaces.
La novela parece apuntar que el planeta reacciona cuando se encuentran los humanos cerca,
como si pudiera analizar lo que hay en las mentes de los hombres que están en las cercanías.
Lo vemos después de que ese es el caso, dando origen a los «visitantes». Es como si el
planeta, consciente de que está tomando como modelo para sus creaciones objetos que son
inherentes al horizonte de conocimiento humano, confeccionara estas copias de una manera
mecánica y carente de significación. Es ahí, en el sentido y la significación, en donde
comenzaría la desesperación de cualquiera que se ponga frente al planeta y trate de
entenderlo.
Por las vagas descripciones que tenemos de los «visitantes» de Snaut y Sartorius, no
podemos decir que sean humanos. En cambio, la mujer negra que Kelvin encuentra en la
estación y la cual es el «visitante» de Gibarian, tiene, por lo que podemos ver, rasgos
humanos. Harey es el «visitante» que mejor podemos examinar y a la cual resultaría difícil
no concederle rasgos humanos si no estuviéramos del todo seguros de su origen.
2 Cf. Timeo 28b
4
Cualquiera de las creaciones del planeta (simetriadas, asimetriadas, mimoides, incluso los
«visitantes») tiene una fundamentación matemática, generalmente como representaciones
en cuatro dimensiones de ecuaciones geométricas avanzadas3. Al pareces es la única forma
en la que los científicos pueden aprehender lo que son estas creaciones del océano. Quizás
en el caso de los «visitantes» sea dudoso por la constitución de su sangre4, pero, en un nivel
subatómico Kelvin encuentra que son sistemas de neutrinos estables. Aquí tenemos un
elemento que refleja la relación que se tiene actualmente con la naturaleza, no podemos
conformarnos con experimentar el fenómeno, es de suprema importancia que podamos
analizar cada una de sus partes, es una búsqueda hacia lo más elemental, de lo que está
compuesta la realidad; esto es así porque de esta manera se cree que podemos entender y
comprender todo. Sin embargo, esta búsqueda por los bloques básicos de lo que está
compuesta la realidad parece no llevarnos a ninguna parte.
La relevancia de que estas manifestaciones del planeta tengan como fundamento las
matemáticas es que nos regresan a Platón, como en un ciclo interminable de acercarse y
alejarse; en una corriente que nos empuja a veces hacia orillas de arena finísima y otras
hacia acantilados rocosos. Al fin y al cabo, Solaris es un océano de proporciones cósmicas,
capaz de modificar su propia órbita gravitatoria aun estando atrapado en el tirón
gravitatorio que ejercen las estrellas del sistema binario en el que está localizado5. Sobre las
matemáticas
Una vez que el planeta se da a la tarea de “crear humanos” los materializa, al parecer, de
acuerdo al conocimiento que tiene de ellos. Ya en la novela se relatan diferentes
“experimentos”6 que realiza el planeta para analizar a los humanos. En dado caso, nos es
posible contraponer la forma en la que el planeta Solaris crea a sus copias (tanto objetos
como personas) y la forma en la que los dioses crean a los humanos. Platón nos dice7 que el
Demiurgo dotó a los dioses con la capacidad de crear a los hombres porque si emprendía
esa tarea él mismo no podría darles el grado de imperfección que era necesario en ellos. Lo
que sucede en Solaris es que por más que se busque, no aparecerán rastros de un Demiurgo
3 Cf. Solaris pp. 165 y ss. 4 Cf. Ibid. pp. 148-55 5 Cf. Ibid. pp. 41-4 6 Cf. Ibid. pp. 124 y ss. 7 Cf. Timeo 41b-42b
5
por ninguna parte. El planeta crea hombres, sí, pero son sombras de lo que eran. Simples
recuerdos materializados; por simples no me refiero a que cuentan con poca complejidad, al
contrario, son extremadamente complejos8 en la estructura que los compone. Me refiero a
que invariablemente a estas creaciones les hace falta un ámbito social que los identifique
tanto como individuos y como grupo. Cada uno estos seres no es más que la sombra de una
memoria guardada por un tripulante de la estación espacial Solaris.
Por un lado sucede que una vez que llegamos al átomo, lo indivisible etimológicamente, y
seguimos buscando más, dando como resultado las múltiples partículas subatómicas. No
conformes, y para dar coherencia a las teorías físicas, se han propuesto partículas que
componen a estas partículas subatómicas; y parece que seguiremos así. Lo mismo le sucede
a Kelvin al analizar la sangre de Harey, se encuentra con una composición extremadamente
similar a la de un ser humano. Pero, al continuar con el análisis se encuentra con que la
estructura de las partículas que componen la sangre no es igual a la humana. Descubre que
es un sistema de neutrinos, lo cual apunta a que el planeta tiene conocimiento de cómo
funcionan este tipo de sistemas mientras que los seres humanos tiene diferentes teorías al
respecto que no pueden poner a prueba dado que la naturaleza de los neutrinos es tomada
como la de una partícula teórica.
Por otro lado tenemos a Sócrates, que nos dice que no es suficiente una explicación
mecanicista de las cosas si no dan razón del por qué son de esa manera9. Optar por el relato
más probable 10 quizá sea la manera en la que los misterios encuentran solución. La
búsqueda que parece interminable para develar los misterios de la naturaleza nos da
respuestas momentáneas. Algunos de los modelos que pretenden explicarla funcionaron por
largos periodos de tiempo, sin embargo el carácter mismo de la búsqueda la convierte en
una empresa continua, donde no bastan las respuestas encontradas porque parece que les
falta algo, que no abarcan por completo el problema. Si no fuera nuestro deseo de conocer a
profundidad los misterios de los fenómenos que tenemos frente a nosotros el motor que
impulsa esta búsqueda, no nos preguntaríamos por cosas que se encuentren fuera del
alcance humano.
8 Cf. Solaris, pp. 148-55 9 Cf. Fedón 97e-99c 10 Cf. Timeo 29d
6
La idea que subyace tanto en la teoría platónica como en el desarrollo de la novela es que
Solaris posee una inteligencia. Al estar dotado de razón podemos movernos hacia otro tipo
de hipótesis: el planeta puede ya no ser un dios creador (en el sentido de estar encargado de
realizar una creación que no perdure), sino es un tipo de creación inferior, posiblemente
igual al hombre.
Escape del planeta o regreso a su núcleo
Si el plantea no es un ente superior entonces puede ser algo cercano a nosotros. Esta vía nos
puede llevar a plantear que el planeta obedece a un principio racional, de igual manera que
los hombres también lo están. Despegándonos un poco de la teoría moral (eminentemente
importante para Platón) hay semejanzas entre el planeta y el ser humano. Sin embargo, no
podríamos concretar que pueda existir algún tipo de comunicación entre ambos. Más
adelante abordaremos esa problemática.
Debemos plantear un punto medio entre la teoría platónica y lo que nos plantea el autor
polaco en su novela. La problemática reside en que, dentro de la novela, la investigación
sobre el planeta Solaris lleva más de ocho décadas de desarrollo y no se había llegado a
ningún resultado que pudiera arrojar un mínimo haz de luz capaz de descifrar la naturaleza
del planeta oceánico.
Aunque Platón se refiera a la tarea de los dioses para crear al hombre, este pasaje nos puede
sugerir que también los dioses crearon Solaris y con él, otra forma de hombre capaz de
razón:
Tomaron el principio inmortal del viviente mortal e imitaron al que los había creado.
Tomaron prestadas del universo porciones de fuego y tierra, agua y aire --porciones que
posteriormente le deberían ser devueltas— y las unieron y pegaron, no con los vínculos indisolubles que ellos mismos poseían, sino que las ensamblaron con numerosos nexos
invisibles por su pequeñez. Hicieron de todo un cuerpo individual y ataron las revoluciones
del alma inmortal a un cuerpo sometido a flujos y reflujos. Éstas, atadas a la gran corriente,
ni dominaban ni eran dominadas, eran movidas con violencia y con violencia movían, de modo que todo el animal se movía y, de manera desordenada e irracional, avanzaba sin
dirección porque poseía los seis movimientos. En efecto, iba hacia adelante y hacia atrás,
hacia la derecha y la izquierda y hacia arriba y hacia abajo y erraba en todas direcciones según los seis lugares. Aunque la ola alimenticia que fluía y refluía era grande, los procesos
desatados por lo que se introducía ocasionaban una conmoción todavía mayor, cuando el
cuerpo de alguien chocaba con un fuego ajeno exterior, con la solidez corpórea de la tierra o
7
con el deslizamiento húmedo de las aguas o era atrapado por un huracán de vientos
movidos por el aire, y, los movimientos que éstos suscitaban, tras transmitirse a todo el
cuerpo, afectaban el alma.11
La descripción nos hace remitirnos al océano con sus movimientos y construcciones.
Incluso con la línea que sigue, la cual serviría para diferenciar a hombre de masa
gelatinosa: “Por eso, más tarde se denominó a estos procesos percepciones y aún hoy se les
llama así”. Lo que nos da una clave para tratar de interpretar al planeta como un cuerpo,
dotado de intelecto, dispuesto, como cualquier cuerpo humano a la percepción.
Si vamos por el camino de la percepción, Platón también nos puede ayudar en la tarea de
cimentar un tipo de conocimiento que no esté fundamentado en la abstracción. A través de
la explicación de Timeo sobre cómo captamos el espacio, como un razonamiento bastardo
ya que parece ser la condición para que podamos pensar a las cosas, lo que deviene:
Cuando despertamos, al no distinguir claramente a causa de esta pesadilla todo esto y lo que le está relacionado ni definir la naturaleza captable solamente en vigilia y que
verdaderamente existe, no somos capaces de decir la verdad: que una imagen tiene que
surgir en alguna otra cosa y depender de una cierta manera de la esencia o no ha de existir en absoluto, puesto que ni siquiera le pertenece aquello mismo en lo que deviene, sino que
esto continuamente lleva una representación de alguna otra cosa. Además, el razonamiento
exacto y verdadero ayuda a lo que realmente es: que mientras uno sea una cosa y el otro, otra, al no generarse nunca uno en otro, no han de llegar a ser uno y lo mismo y dos al
mismo tiempo.12
El nexo entre representación y mundo aparece al necesitar de un medio para producirse. Si
seguimos a Platón y de la misma manera que él pone a la percepción como el medio entre
el mundo y las representaciones que nos hacemos de él, para proponer que Solaris es de
igual categoría ontológica que el hombre.
No es tan aventurado decir que Solaris es en esencia un ser dotado de razón, sin embargo
no es sencillo para el ser humano pretender que podemos incluir dentro de nuestros
sistemas de razón algo tan diferente y desconocido. Pareciera que el planeta no tiene este
problema, es como si todo el conocimiento estuviera a su disposición, tanto así que puede
extraer la información de los cerebros de los investigadores de la Estación, así lo describe
Gibarian en un audio:
11 Timeo 42e-43c 12 Timeo 52d-c
8
«el dilema que no sabemos resolver. Nos perseguimos a nosotros mismos. Los Polytheria
emplearon únicamente una especie de amplificador selectivo de nuestros pensamientos.
Empeñarse en buscar el origen de este fenómeno sería caer en el antropomorfismo. En un lugar en el que no hay seres humanos, tampoco existen motivos accesibles a los seres
humanos. Con tal de continuar con el plan de la investigación, sería preciso destruir los
propios pensamientos o, en todo caso, su realización material. Lo primero no está en
nuestro poder. Lo segundo guarda demasiado parecido con un asesinato».13
¿Será que era demasiado pronto para que la humanidad se encontrara con un ser tal que
estuviera clausurada toda vía de comunicación? La novela parece apuntar a que sí, pero
permanece la incógnita sobre el motivo de la falla. Por un lado
Quizá podemos tener en cuenta que los sueños que tiene Kelvin después del experimento
que logra que la tripulación de la estación se deshaga de los «visitantes». Con las
descripciones de sus sueños vemos que la conciencia de Kelvin y la del planeta se unen y se
funden, dando cabida a sueños que Kelvin no puede describir e incluso le cuesta trabajo
expresar las sensaciones que tuvo a causa de que es como si se fundiera con el planeta y él
mismo fuera Solaris.14 Lo cual da lugar a que veamos la diferencia entre los humanos y
Solaris como algo que incluso si se intenta unir, quedará heterogéneo; ya que los elementos
son tan disímiles que la incomunicación es total.
El esperado contacto
Más allá de lo dicho en las secciones anteriores, parece ser que el drama humano que se
pinta en la novela es el deseo de establecer el Contacto con alguna civilización alienígena.
Es por antonomasia la búsqueda que persigue el hombre en el infinito cosmos. Si el plantea
es tomado únicamente como un “cerebro gigante”15 estaremos dejando fuera
Entre toda la bibliografía sobre Solaris que existe dentro de la novela, Kelvin nos habla
sobre un panfleto en contra de los humanos:
“El libelo que ahora tenía entre las manos era un trabajo extremadamente frío escrito por un
autodidacta empeñado en demostrar, en menos de veinte páginas, que incluso los logros de la ciencia, los aparentemente abstractos, los más teóricos y basados en cálculos matemáticos,
en realidad estaban a uno o dos pasos de la prehistórica, sensorial y antropomórfica idea del
mundo que nos rodea. Entre las fórmulas de la teoría de la relatividad, del teorema de
13 Solaris pp. 197-8 14 Cf. Ibid. pp. 256 15 Cf. Ibid. pp. 47
9
campos magnéticos, de la paraestática y en la hipótesis del campo cósmico unificado buscó
indicios del cuerpo humano, de la estructura de nuestro organismo, de las limitaciones e
imperfecciones de la fisiología animal del hombre; aquello llevó a Grattenstrom a la conclusión definitiva de que el Contacto del hombre con una civilización no antropomorfa
ni humanoide nunca había sido, ni sería posible. Era un panfleto en contra de toda la especie
que, sin mencionar en ningún momento al océano inteligente, lograba que su presencia,
disimulada bajo un desdeñoso silencio triunfador, se percibiera casi en cada frase.”16
Pareciera que la crítica aquí es por ese deseo inalcanzable de encontrar otras civilizaciones,
de encontrar seres inteligentes diferentes a nosotros. La esperanza puesta en Solaris para ser
el esperado interlocutor del hombre en la soledad infinita del cosmos se esfuma después de
todos los intentos por establecer algún tipo de comunicación. Todos los intentos tanto por
entenderlo como por comunicarse con él fallaron. Snaut resume muy bien la condición de
impotencia que permean los actos humanos
“Salimos al cosmos preparados para todo, es decir: para la soledad, la lucha, el martirio y la
muerte. La modestia nos impide decirlo en voz alta, pero a veces pensarnos, de nosotros
mismos, que somos maravillosos. Entretanto, no queremos conquistar el cosmos, solo pretendemos ensanchar las fronteras de la Tierra. Unos planetas habrán de ser desérticos,
como el Sáhara; otros gélidos, al igual que el polo; o bien tropicales, como la selva
brasileña. Somos humanitarios y nobles. No aspiramos a conquistar otras razas, tan solo deseamos transmitirles nuestros valores y, a cambio, recibir su herencia. Nos consideramos
caballeros del Santo Contacto. Esa es otra falsedad. No buscamos nada, salvo personas. No
necesitamos otros mundos. Necesitamos espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos.
Con uno, ya nos atragantamos. Aspiramos a dar con nuestra propia e idealizada imagen: habrá planetas y civilizaciones más perfectas que la nuestra; en otras, en cambio, esperamos
encontrar el reflejo de nuestro primitivo pasado. Mientras, al otro lado subsiste algo que no
aceptamos, de lo que nos defendemos, ¡pero si de la Tierra no hemos traído más que un destilado de virtudes, la heroica estatua del Hombre! Hemos llegado aquí tal corno somos
en realidad y cuando la otra parte, la parte que silenciamos, nos muestra esa verdad ¡no
somos capaces de aceptarlo!”17
Es de esta manera que desde un principio está vedado para los seres humanos la posibilidad
del contacto con otros seres inteligentes. No tenemos los medios para comprender a
cabalidad nuestra propia naturaleza, mucho menos seremos capaces de comprender otra en
el caso de encontrarla.
Conclusión—el falso dios.
16 Ibid. p. 245 17 Ibid. p. 117
10
Una búsqueda exhaustiva de respuestas puede llevarnos por caminos inhóspitos y desolados.
Lo cierto es que la ciencia parece que se las arregla para dar con algún tipo de respuesta que
deje satisfechos al menos a los que “encuentran” la respuesta. El camino de la filosofía
puede asemejar de la misma manera un paisaje árido, de tundra congelada. Es como si,
enclaustrados dentro de nuestra condición humana, estuviéramos condenados a reproducir
un ciclo de búsqueda, respuesta y búsqueda, el cual, aunque no podemos negarle el
desarrollo de muchos campos de conocimiento, podemos recriminarle que ha dejado de
lado el conocimiento de la realidad de las cosas que hay en el mundo.
La búsqueda puede llevar a la desesperación. Quizá hemos tenido la respuesta frente a
nosotros pero nos hemos rehusado a ponderarla. Al final de la novela parece que Kris
Kelvin llega a un punto en el que respuestas a las interrogantes dejan de ser intelectuales y
se convierten en afectivas. La desesperación es lo que condujo su actuar al encontrarse en la
situación de enfrentar su culpa, su remordimiento y frustración encarnados. Las respuestas
que encuentra no son satisfactorias, y el problema se resuelve sin que haya podido
comprender el por qué la situación. Le queda recurrir a una vía teológica de matiz negativo,
como si retomara a Platón (o a cualquier religión) para traer a cuenta un dios creador; en
parte para dotar de significado a los eventos que ocurrieron en la estación espacial.
El diálogo final de Kelvin con Snaut revela las conclusiones a las que llegó el psicólogo,
después de la experiencia que tuvo con la materialización del recuerdo de su esposa muerta,
en donde nos pone en perspectiva lo que significa Solaris para los humanos; ya que no
fuimos capaces por nosotros mismos, ni con la ayuda del planeta, de comprender los actos
del océano ni de su voluntudad.
El diálogo final:
Ha de ser un dios con limitaciones de su omnisciencia y omnipotencia, falible a la hora de
prever el futuro de sus obras y a quien el desarrollo de sus propias creaciones pueda causar
pavor. Un dios minusválido cuyos deseos superen con creces sus posibilidades y que no sea consciente de ello inmediatamente. Un dios capaz de construir relojes, pero no el tiempo
que miden. Creador, con determinados fines, de regímenes y mecanismos que acaben
superando sus objetivos y traicionándolos. Creador, asimismo, del infinito que, en vez de ser una medida que refleje su poder, se termina convirtiendo en la medida de su fracaso.
[…] Ese dios no existe fuera de la materia y no es capaz de liberase de ella, siendo esto lo
único que desea... […] estás pensando en un dios evolutivo, que se desarrolla con el tiempo y madura, que se hace cada vez más poderoso, pero consciente al mismo tiempo de su
impotencia. Tu dios es un ser para quien la divinidad es un callejón sin salida y, una vez que
11
comprende eso, se entrega a la desesperación. De acuerdo, pero un dios desesperado sigue
siendo un ser humano […]. Como mucho, en calidad de algo que ha tenido la oportunidad,
en su desarrollo, de alcanzar la divinidad, que malogró al encerrarse en sí mismo demasiado pronto. Él es, más bien, un anacoreta, un ermitaño del cosmos, no su Dios... Él se repite,
Snaut; quien tengo en mente nunca haría algo así. Quizás esté creciendo en algún rincón de
la galaxia y pronto, en un arrebato de juvenil embriaguez empezará a apagar y a encender
estrellas; y nos daremos cuenta al cabo de algún tiempo...[…]
—Es posible que Solaris sea precisamente la cuna de tu divino infante —añadió Snaut.
[…]—. Quizás él sea, a tu entender, el origen, el germen del Dios de la desesperación;
quizás su vital infantilismo supere con creces su inteligencia, y todo lo que albergan las
bibliotecas solaristas no sea más que un enorme catálogo de sus reflejos infantiles...
—Y nosotros, en cambio, durante un tiempo hemos sido sus juguetes —acabé—. Sí, es posible. ¿Sabes qué hemos conseguido? Crear una nueva hipótesis sobre Solaris, y eso ¡no
es cualquier cosa! De paso, obtienes una explicación de la imposibilidad de establecer el
Contacto, de la falta de respuesta, de ciertas llamémoslas extravagancias, a la hora de
interactuar con nosotros.18
De esta forma, la mejor Kelvin sintetiza las hipótesis anteriores y le da un giro a pensar al
planeta como un dios. Ya no es un dios creador en el sentido platónico, tiene una
inteligencia y está dotado de razón, sin embargo, definitivamente es una razón que no tiene
correlato con la razón humana. En palabras de Kelvin: “Es el único dios en el que estaría
dispuesto a creer, un dios cuyo martirio no significa redención, que no pretende salvar a na-
die, ni está al servicio de nada, sino que simplemente está.”19
Bibliografía
Lem, Stanislaw, Solaris. Impedimenta, Madrid, 2011.
Platón, Diálogos III, Gredos, Madrid, 1968
Timeo. Gredos, Madrid, 2011.
18 Ibid. pp. 282-4 19 Ibid. P. 285