Upload
ucm
View
0
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
PALEOGRAFÍA, DIPLOMÁTICA Y ARCHIVÍSTICA.
DEFINICIÓN, HISTORIA Y RELACIÓN ENTRE LAS CIENCIAS
Y TÉCNICAS HISTORIOGRÁFICAS Y LA ARCHIVÍSTICA.
TRABAJO DE FIN DE MÁSTER
Santiago Ferreiro. JONATHAN.
Al plantear este trabajo, en un principio pensé en
enfocarlo de tal manera que en la valoración final pudiera
discernir con claridad el hecho comúnmente aceptado de que
las Ciencias y Técnicas Historiográficas que aquí se tratan
son claramente ciencias independientes, a diferencia de la
Archivística; no obstante, al ir completando cada una de
las páginas de que se compone, a raíz del estudio de la
historia de cada una de las disciplinas que se verán a
continuación, cada vez me resultaba más complicado separar
la Paleografía de la Diplomática y, en cambio, me parecía
cada vez menos lógico considerar a la Archivística como una
ciencia dependiente de las demás. Por este motivo (y para
no contrariar a figuras tan ilustres como Tallafigo, ni
ofender a grandes maestros a cuyas clases tuve la ocasión
de asistir, como es el caso Juan Carlos Galende),
finalmente (aunque no sin algún que otro resquemor interno)
decidí limitarme a realizar un estudio comparado de
Paleografía, Diplomática y Archivística, destinado
principalmente a que sea el lector quien decida por sí
mismo lo que planteo en esta introducción, esperando
sinceramente que lo disfrute.
1. DEFINICIÓN E HISTORIA.
1
a. La Paleografía.
El término Paleografía (del griego, παλαιός, “antiguo”,
“viejo”, y “γράφειν”, es decir, “escritura”), hace
referencia al estudio de las escrituras antiguas, en todos
los siglos y naciones, en cualquier tipo de materia. Dicho
estudio se realiza con el fin de adquirir los conocimientos
necesarios para su lectura e interpretación (lo que se
denomina “Paleografía elemental”), y también con el
objetivo de poder distinguir los caracteres gráficos que
dichas escrituras poseen, con el fin de poder juzgar la
autenticidad de las mismas (“Paleografía crítica”)1.
Surge como disciplina, en el seno de la Diplomática2, a
finales del siglo XVII. El primer erudito en emplear el
término Paleografía, fue el monje benedictino Bernardo de
Montfaucon (1655 – 1741), en su obra Paleographia graeca sive de
orbitu et processu litterarum graecarum, publicada en París en el
año 1768. No obstante, se considera que su nacimiento se
debe a la obra de Jean Mabillon (1632 – 1707), titulada De
re diplomática libri sex (París, 1681), escrita en respuesta a
unos escritos de otro monje jesuita, Daniel von Papenbroeck
(1628 – 1714), el cual participó en la publicación del Acta
Santorum, hagiografía que vio la luz en el 1685, con el
objetivo de discernir qué Santos debían entrar en la
historia de la Iglesia Católica y cuáles no, señalando como1 MUÑOZ Y RIBERO, Jesús, Manual de Paleografía y Diplomática española de los siglosXII al XVII, Madrid, Librería de la Sra. Viuda de Hernando y Compañía,1889, pp. 5 y 6.2 Por cuestiones obvias, ya que, si no somos capaces de distinguir loselementos escriturarios de un documento, difícilmente podremosestudiar, como lo hace la Diplomática, los caracteres externos einternos del mismo.
2
falsos una serie de documentos de época merovingia que se
encontraban resguardados en la abadía benedictina de Saint-
Denis, a la que pertenecía Mabillon. Debido a ello, en su
obra, este último incluyó una metodología para el estudio
de los documentos que fueron acusados de falsedad por
Papenbroeck3, tan meticulosa y acertada, que este monje
jesuita tuvo que verse obligado a retractarse tras su
publicación, a través de una misiva que escribió desde
Amberes, en el año 1683.
La obra de Mabillon supuso un hito en la historia de la
Paleografía, sin embargo, ésta no llegó a separarse de la
Diplomática4, como instrumento auxiliar de la misma, hasta
bien entrada la Edad Contemporánea, y siguió durante mucho
tiempo una trayectoria lineal, que consistía básicamente en
una clasificación de escrituras, hasta que, ya en el siglo
XIX, como consecuencia del surgimiento de las distintas
“Escuelas Nacionales”, como la llamada École de Chartres5, y
diversas instituciones de investigación, como la Societas
aperiendis fontibus rerum germanicarum6, durante un momento de
expansión de las ideas del Romanticismo y de afán de las3 Que incluía su lectura, transcripción y datación, así como laidentificación y clasificación de las escrituras de que se componían.4 Pese a la aparición de obras de carácter puramente paleográfico, comola ya mencionada obra de Bernardo de Montfaucon, y a la aportación aesta disciplina que hicieron eruditos como Scipione Maffei (1675 –1755), el cual se considera el primer autor en definir a laPaleografía como “Historia de la Escritura”, en su Istoria Diplomática,publicada en Mantua en 1727, en la que además destacó los escasoscambios a los que sometió la escritura romana, al ser empleada por losdistintos pueblos bárbaros que ocuparon los dominios de Roma, tras lacaída del Imperio. Véase: GARCÍA TATO, Isidro, “Paleografía yDiplomática: génesis, evolución y tendencias actuales”, en: Cuadernos deestudios gallegos, LVI, Nº 122, enero-diciembre (2009), Instituto deEstudios Gallegos “Padre Sarmiento” del CSIC, p. 415.5 De la que se tratará con mayor profundidad más adelante.
3
distintas regiones europeas de recuperar su Historia, con
motivo de poder autoafirmarse como naciones propiamente
definidas. Éstas instituciones resultaron ser de vital
importancia para el desarrollo del carácter científico y
académico de la Paleografía, debido a la difusión
documental que propiciaron y a los instrumentos que se
generaron en su seno para facilitar un adecuado estudio de
la Historia7.
El apogeo del historicismo que tuvo lugar con la
aparición de las Escuelas Nacionales durante el siglo XIX
sirvió como caldo de cultivo para el desarrollo de nuevas
formas de plantear el análisis de la Historia durante el
siglo XX. En el campo de la Paleografía, si bien hasta este
momento los distintos expertos en la materia se limitaban a
la lectura de los textos (lo que se denomina “Paleografía
de lectura”) y a la clasificación de escrituras según tipos
gráficos, datación y localización (“Paleografía de
análisis”), estas nuevas formas de vislumbrar la Historia
contribuyeron al hecho de que, por primera vez, además de
plantearse qué está escrito, cómo, cuándo y dónde, se6 Creada en el año 1819 por Heinrich Friedich Karl Reichsfreiherr vomund zum Stein (1757 – 1831), político reformador prusiano, dio origena un proyecto de recolección de fuentes para el estudio de la historiade los pueblos germánicos (desde el año 500 al año 1500; fechasabsolutas simplificadas que hacen referencia a la desaparición deldomino imperial romano y a la aparición de la imprenta, siendoexcluidas las cruzadas y la historia puramente eclesiástica), conocidacon el nombre de Monumenta Germaniae Historica, en la que se ofrecendistintas pautas e instrumentos para el estudio de los textos de quese compone, lo que resultó también de suma importancia para eldesarrollo diplomático y paleográfico (y también archivístico, altratar de reunir un solo proyecto fuentes que se encontraban dispersasen diferentes archivos). 7 Como se ha podido apreciar en el caso de los Monumenta GermaniaeHistorica.
4
comienza a tener en cuenta quién lo escribió y por qué, lo
que da lugar al nacimiento de la “Historia Social de la
escritura”8, con lo que se empieza a considerar a la
Paleografía como una ciencia estrictamente definida. El
primer autor9 en contribuir a este hecho fue Ludwing Traube
(1861 – 1907), quien en su trabajo de doctorado, titulado
Varia libamenta critica (1883), pone a la Paleografía en relación
con la Historia de la Cultura. Posteriormente, cabe
destacar también la figura de su alumno Luigi Schiaparelli
(1871 – 1893), quien realizó notables aportaciones a la
Paleografía, relacionadas con la importancia de las
tendencias gráficas en la evolución de la escritura, el
desarrollo espontáneo e intrínseco de las formas gráficas,
la idea de la escritura como hecho global, etc.10
No obstante, el momento de mayor esplendor de la
Paleografía viene determinado por la publicación de una
serie de trabajos dirigidos por Jean Mallon11, máximo
exponente de la nueva escuela franco – belga y autor de la
obra Paleographie romaine (Madrid, 1952), a raíz de la cual se
considera a la Paleografía como una ciencia autónoma,
8 CASTILLO GÓMEZ, Antonio, SÁEZ SÁNCHEZ, Carlos, “Paleografía eHistoria de la Cultura escrita”, en: RIESCO TERRERO, Ángel (ed.),Introducción a la Paleografía y Diplomática general, Madrid, Síntesis, 1999, pp. 21– 31.9 Sin olvidar a Guillermo Wattembach, cuyas obra, Das Schriftwesen inMittelalter (1869) y su manual de Paleografía Latina, Angleitung zur lateinischenPaläographie (1862), también contribuyeron enormemente al desarrollo deesta ciencia. Véase: MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Paleografía y Diplomática,volumen 1, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid,1991, p. 49. 10 CASTILLO GÓMEZ, Antonio, SÁEZ SÁNCHEZ, Carlos, Opus cit., pp. 23 – 24.11 Entre las que destaca L’ Ecriture Latine (1939), escrita por Marichal,Perrat y Mallon. MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Opus cit., p. 50.
5
independiente ya de otras ciencias, como la Historia o la
Diplomática.
Las conclusiones extraídas de la obra de Mallon son hoy
día aceptadas por la mayoría de los paleógrafos; sin
embargo, dicha obra no profundiza en el estudio de la
escritura como fenómeno cultural y humano. Debido a ello,
tras la figura de este destacable investigador, cabe
mencionar también a dos autores que ayudaron a completar
todos los aspectos que podía abarcar la Paleografía y que
ya se han podido ir apreciando12; en primer lugar, Heinrich
von Fichtenau (1912 – 2000), con su obra Mench und Schift im
Mittelalder (Viena, 1946) y, por otro lado, Giorgio Cencetti
(1908 – 1970)13, con su obra Lineamenti di storia de la scrittura latina
(Bolonia, 1954).
Por último, cabe también señalar, como culminación a
este periodo de renovación de la ciencia paleográfica, la
creación del Comité Internacional de Paleografía, fundado
en París en el año 1953, que ha dado pie a numerosos
congresos internacionales; y la aparición de publicaciones
periódicas, entre las que destacan Paleographia latina o
Scriptorium, entre muchas otras.
b. La Diplomática.
Por su parte, la Diplomática se trata de una voz que
deriva de la palabra griega δίπλωμα (“diploma”, “doblado,
12 Es decir, qué está escrito, cómo, cuándo, dónde, quién lo escribió ypor qué.13 El primero en matizar los conceptos de Mallon para concluir en elhecho de que la Paleografía constituye una ciencia autónoma. Véase:CASTILLO GÓMEZ, Antonio, SÁEZ SÁNCHEZ, Carlos, Opus cit., p. 24.
6
plegado en dos partes”); durante la Antigüedad Clásica
aludía a un objeto escrito que se caracterizaba por constar
de dos partes que se doblaban sobre sí mismas, con el fin
de proteger el texto que contenían, por su carácter
personal e intransferible. Durante la Edad Media, esta
palabra se empleó también para referirse a cierto tipo de
documentos similares a los diplomas antiguos; aunque sin
tener en cuenta el hecho de que estuvieran o no doblados.
Con el Humanismo, el vocablo diploma se utilizó para
significar piezas documentales procedentes de las altas
autoridades civiles y eclesiásticas, como papas, reyes y
emperadores, en primer lugar, y posteriormente se extendió
su alcance a cualquier tipo de documento con carácter
solemne (tanto en su forma interna, como externa). Esta
última forma de concebir la palabra diploma fue aceptada
por juristas e historiadores de los siglos XVI y XVII;
aunque posteriormente, con la aparición de figuras como
Mabillon y los comienzos de la Diplomática como ciencia, se
considera poco adecuada, extendiéndose su uso a un espectro
aún más amplio, hasta el punto de que, a día de hoy, se
considera a la Diplomática como la ciencia de los
documentos14, cuyo fin principal es el empleo de un aparato
crítico (o “método diplomático”) con el que poder obtener
un mejor aprovechamiento y explotación de dichos documentos
en tanto en cuanto fuentes históricas escritas15.14 Cuestión que se abarcará más adelante, con motivo de realizar unadefinición del concepto de documento y tratar de discernir lasdiferencias y similitudes entre “documento diplomático” y “documentode archivo”.15 MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Paleografía y Diplomática, volumen 2, UniversidadNacional de Educación a Distancia, Madrid, 1991, p. 144.
7
Sus orígenes se remontan ya a la época de autores como
Tucídides ( 460 a. C. - ¿390 a. C.) o Flavio Josefo (37-38
– 101), quienes ya en sus respectivas obras, Historia del
Peloponeso y Antigüedades judaicas, extrajeron diversas noticias
y testimonios de determinada documentación de carácter
histórico para su realización. Durante la Edad Media, el
recurso por parte de los historiadores a extraer datos
históricos del contenido de los diplomas también fue
bastante frecuente y lo encontramos en el caso de
escritores como Paulo Orosio (383 – 420) en su Historiae
Adversus Paganos16 o Paulo Diácono (720 – 800), en su Historia
gentis Langobardorum17. Sin embargo, pese al uso de fuentes
históricas, resultaba muy común que los distintos autores
eludieran el análisis crítico de las mismas18. Dicho
análisis, por el contrario, si podía encontrarse en el
ámbito de lo jurídico, donde eran requeridas ciertas
formalidades para admitir la legalidad y veracidad de los
documentos jurídico-prácticos.
Pese a ello, abría que esperar a la persona del papa
Inocencio III (1198 – 1216) para poder apreciar una primera
sistematización de la crítica documental, ya fue él el
primero en establecer una serie de pautas a tener en cuenta
para juzgar la autenticidad de la documentación procedente
de la cancillería apostólica19, surgidas como consecuencia
de la presentación de una falsa bula al cabildo de la16 En la que Orosio cita haber empleado como fuentes a Platón, Polibioe incluso a Homero; pese a que la presencia de estas citas no parececorresponder con el hecho de que hubiera leído a dichos autores. 17 En la que se empleó como referencia la obra anónima con el nombre deOrigo gentis Langobardorum.18 Como demuestra el caso de Paulo Orosio.
8
Catedral de Milán, con el fin de solicitar la adjudicación
de un beneficio eclesiástico. El ejemplo de Inocencio III
se extendió posteriormente al resto de cancillerías
europeas, transcendiendo de ámbito puramente eclesiástico,
a partir del XIII20.
Otro momento de impulso de la crítica diplomática se da
con el Humanismo italiano, siendo considerados sus19 En su decretal, Quam gravis de Crimin. falsi, en la que se aconsejaestudiar el tratamiento de los documentos, el estilo, el sello y elhilo y la carta, como se puede apreciar en la fórmula empleada por elPontífice “sic litteras apostòlicas studeas diligentius intueri, tam in bulla, filo et carta quamstilo; quod veras pro falsis, vel falsas pro veris, aliquo modo non admittas”. ALONSO, José,Colección de las alegaciones fiscales del Excelentísimo Señor Conde de Campomanes,Madrid, Imprenta de Repullés, 1841, p. 6.20 En España, por ejemplo, destaca en este sentido la figura de AlfonsoX el Sabio (1252-1284), quien mandó redactar el Libro de las Leyes redactar(sobre esto, hay varias teorías; no obstante, ésta, defendida porautores como Antonio Solalinde en su Intervención de Alfonso X en la redacción desus obras, es la más aceptada), más conocido con el nombre de las SietePartidas, el día 23 de junio de 1254, en la víspera de San JuanBautista, siendo completadas en el año 1261 (sin conocerse con certezael lugar donde se llevaron a cabo), en las que se establecen una seriede pautas por las que deben ser expedidos los distintos documentos,para poder con ello evitar la falsificación, reconociéndose por tantodistintos tipos de documentos originales, es decir, documentos libresde sospecha que pudieran ser aportados como prueba, que según lalegislación alfonsí son los siguientes: 1) Originales Autografiados(Cfr. [P]artida 3, [T]ítulo 18, [L]ey 11); 2) Originales Heterógrafos(Cfr. P. 4-15-7); 3) Originales Múltiples: a) Documentos partidos porABC (Cfr. P. 1-18.16), b) Copias de testamentos, P. 6-1-12) y c) laRenovación (Cfr. P. 3-20-12); 4) Copias Cancillerescas bajo sello(Cfr. P. 3-18-44), y 5) Copias Extra-cancillerescas: a) Copiasrealizadas bajo sello (Cfr. P. 3-18-94) y b) Copias simples (Cfr. P.3-18-44). Además de establecer pautas de expedición de documentos,Alfonso X también reglamentó la manera en que debían de ser escritaslos mismos. De esta forma, por ejemplo, en diversas leyes del TítuloXVIII de la III Partida, establece la forma diplomática de las cartasreales: en la Ley IV, hace referencia a las cartas plomadas, y en laLey V a las llamadas cartas abiertas con sello de cera, tantonotificativas” (incoadas por la notificación), empleadas paranombramientos (Leyes VI, VIII y XVII), legitimar ciertos hechos (LeyIX), la exención de impuestos (ley X), etc.; como “intitulativas”(incoadas por la intitulación), que se utilizaban para comisionar alos jueces (Ley VII), anular portazgos (Ley XI) y cobrar impuestos(Ley XIII), entre otras cosas.
9
representantes como los primeros en proyectar dicha
crítica, en tanto en cuanto a su valor histórico, así como
jurídico21. Destacan, de este periodo de desarrollo de la
Diplomática, la figura de Petrarca (1304 – 1364), por un
lado, conocido por sus críticas sobre la veracidad de una
serie de documentos atribuidos a los emperadores romanos
César y Nerón, y sobre todo, la de Lorenzo Valla (1406-1407
– 1457), quien en el año 1440 realizó un exhaustivo
análisis de la llamada Donación de Constantino al papa
Silvestre, fundamento jurídico e histórico de los Estados
Pontificios, demostrando su falsedad.
A dicho impulso contribuyó también la aparición de la
imprenta de tipos móviles en Europa, de la mano de Johannes
Guttemberg (ca. 1398 – 1468), hacia el año 1440, gracias a
la difusión textual y documental que propició22. Sin
embargo, la proliferación de textos y documentos de diversa
temática durante mucho tiempo fue vista como un auténtico
problema por parte de las autoridades regias, ya que
propiciaba la expansión de ideas que escapaban de lo que
durante en el Antiguo Régimen se tenía por correcto, lo que
llevó a éstas a intentar hacer lo posible por controlar la
producción escrita, para evitar con ello desviaciones que
21 MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Opus cit., p. 150.22 Aunque al principio continuaron siendo más apreciadas las obrasescritas a mano, como refleja el hecho de que las primeras edicionesde obras impresas intentaran imitar de manera fiel la escritura propiade los amanuenses, hasta tal punto de que tipógrafos como Juan Fustpretendieran vender obras impresas como manuscritas (por lo cual dichotipógrafo fue encarcelado).
10
pudieran hacer mella en la rígida mentalidad colectiva del
momento23.
Durante el siglo XVI, las autoridades eclesiásticas, por
su parte, también vieron con malos ojos el proceso de
difusión documental que se viene comentando, como
consecuencia del propagación de las teorías emanadas de la
Reforma luterana24. No obstante, dicha propagación supuso
un avance en el campo de la Diplomática, debido al hecho de
que, tanto protestantes como católicos, mostraron en este
momento un mayor interés por el estudio y análisis de las
fuentes documentales religiosas, con motivo de poder
defender mejor sus distintas posturas. La polémica entre
defensores del protestantismo y del catolicismo que ello
generó, se observa en la publicación de la Eclessiastica historia
de los llamados Centuriadores de Magdeburgo25 entre los
años 1560 y 1574, y su réplica por parte del cardenal
23 En Castilla, por ejemplo, esto se llevo a cabo a través de distintosmedios, entre los que destacan principalmente los procesosinquisitoriales y una pragmática sanción dada por los Reyes Católicosen el año 1502, en Toledo, por la cual se creaban distintas licenciasde control de publicación que quedaron en manos de los arzobispos deGranada, Toledo y Sevilla, y obispos de Burgos y Salamanca, pudiendoser objeto de quema y de sanción pecuniaria toda obra consideradaindecente.24 Este hecho se observa en diversos casos, como la prohibición delPapa Alejandro VI de imprimir libros sin licencia; la insistencia deLeón X, en el Concilio de Letrán de 1515, en la necesidad demecanismos de control de la imprenta; la expedición, por parte de estemismo Papa, en el año 1524 de la Bula Domini, con el objetivo de hacerfrente a libros luteranos, o la confección también de Índices de obrasprohibidas como el Index Librorum Prohibitorum (Roma, 1564), del Papa PauloV.25 Entre los que destaca la figura del historiador istrio MatijaVladic, también conocido Flavicus Illyricus, quién fue el primerinteresado en demostrar la continuidad entre la iglesia antigua y elluteranismo.
11
Baronio (1538 – 1606) con sus Annales ecclesiasti, que vieron la
luz entre los años 1578 y 158326.
También en el siglo XVI y parte del XVII se produce, en
el ámbito de lo jurídico un fenómeno conocido con el nombre
de bella diplomatica27 o “guerras de documentos”, caracterizado
por el recurso a las fuentes por parte de juristas,
eclesiásticos, políticos, etc., con motivo de defender o
atacar distintos derechos que poseían algunas personas o
instituciones; sobre todo en Alemania, a raíz de las
disputas surgidas tras la Paz de Westfalia, en materia de
soberanía, justificación de territorios, etc.
Asimismo, en el siglo XVII, tiene su origen la
consideración de la Diplomática como ciencia, como
consecuencia del enfrentamiento entre jesuitas y
benedictinos (ya mencionado en el apartado de Paleografía),
a raíz del nacimiento de la “Sociedad de los bollandos”,
fundada por el padre Juan Bolland (1596 – 1665) y de la
publicación del Acta Sanctorum, en la que participó, como ya
se ha podido apreciar, la figura de Papenbroeck, el cual
aportó un método con el que poder diferenciar documentación
falsa, en su Propylaeum antiquarium circa veri ac falsi discrimen in
vetustis membranis, basado en el análisis interno y externo de
los documentos, tan sumamente crítico, que llegó a acusar
de falsos a todos los documentos de época merovingia,
provocando con ello la reacción de Mabillon en su obra De re
26 Encargados por el papa Pío IV, al observa que la obra de loscenturiadores negaba la legitimidad de la tradición católica, alseñalar a la iglesia de Roma como la culpable de la degeneración delos evangelios que nos hablan de los orígenes de dicha tradición.27 Expresión acuñada por Ludwig Traube.
12
diplomática libri sex, considerada como el primer tratado
científico de esta disciplina, dedicando el primer libro a
la materia, concepto y las clases de documentos (In quo
veterum Inftrumentorum antiquitas, materia, et scripturae explicantur)28; el
segundo, al estilo y distintas fórmulas diplomáticas (Cuius
argumentum est diplomatum aiIus, subscriptiones, sigilla, et notae
chronological)29; el tercero, a refutar las teorías de
Papenbroeck (In quo quaedam adversariorum objesta diluuntur: tum
Noticiarum et Chartariorum expenditur auctoritas)30; el cuarto, a
realizar un estudio de las distintas procedencias de los
documentos (Ubi agitur de Francorum Regum palatiis, villisque regiis in
quibus Diplomata condita sunt)31; el quinto, a su escritura, a
través de una gran cantidad de ejemplos que simulan
documentos de distintas épocas y alfabetos que ayudan a su
lectura (In quo exhibentur explicanturque Specimina veterum
scripturarum)32, y en el sexto, a transcribir y comentar un
enorme colección de diplomas (Complectens varia diplomata et
instrumenta ad praecedentium librorum probationem)33. Todo ello
acompañado de índices y apéndices que hacen de ella una
instrumento imprescindible y primordial tanto para la
Diplomática, como para la Paleografía, como se ha venido
observando.
28 MABILLON, Jean, De Re diplomatica libri VI, in quibus quidquid ad veteruminstrumentorum antiquitatem, materiam, scripturam et stilum ; quidquid ad sigilla,monogrammata, subscriptiones ac notas chronoligicas ; quidquid inde ad antiquaria...,París, Luteciae-Parisiorum, 1709, pp. 1 – 53.29 Ibídem, pp. 54 – 216.30 MABILLON, Jean, Opus cit., pp. 217 – 242.31 Ibíd., pp. 243 – 342.32 Con todo el esfuerzo que ello debió suponer. Ibíd., pp. 343 – 460.33 Ibídem, pp. 461 – 622.
13
El siglo XVIII se caracteriza por la difusión de las
teorías expuestas en la obra de Mabillon, que calaron
hondamente en la mente de los diplomatistas europeos de
está época, sin producirse durante mucho tiempo, como en el
caso de la Paleografía, avances significativos. Destaca en
este momento la obra de los monjes benedictinos Toustain
(1700 – 1754) y Tassin (1697 – 1777), titulada Nouveau Traité
de Diplomatique y publicada en París entre los años 1750 y
1765, en la cual ambos autores se propusieron completar la
obra de Mabillon, planteando una serie de pautas de
cronología para datar de los documentos de manera efectiva
y desarrollando la distinción clásica entre los caracteres
internos y externos de los mismos34.
En el siglo XIX, debido al historicismo emanado de
procesos que tuvieron lugar en esta época, como la
Revolución Francesa, el Romanticismo y el nacimiento de los
distintos movimientos nacionales, se produce un aumento del
interés histórico del documento, en detrimento de su
interés jurídico, lo cual ayudó en gran medida al
desarrollo de la Diplomática, dándose origen a un proceso
de especialización, que repercutiría en la renovación del
método diplomático. En este sentido destacan las figuras de
Theodor von Sickel (1827 – 1908), a quien se le considera
el padre de la Diplomática moderna, a raíz la publicación
de obras como Berträige zur Diplomatik (Viena, 1861) o su Acta
regum et imperatorum Karolinorum, digesta et enarrata, publicada en
Viena en el año 1866, y Julius von Ficker (1826 – 1902),
34 MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Opus cit., p. 151 – 152.
14
con su obra principal, Beiträge zur Urkundenlehre, publicada en
Innsbruck en el año 1877, en la que realiza un exhaustivo
estudio de las fases fundamentales del documento: la actio y
la conscriptio (o Handlung y Beurkundung, en palabras del
propio autor). También cabe mencionar, al igual que pudo
verse en el apartado de Paleografía, la creación de la
Escuela de Chartres35 de París; la aparición de distintas
sociedades e instituciones de carácter científico, como la
ya mencionada Sociedad para el estudio de la antigua
historia alemana, que dio origen a los Monumenta Germaniae
Historica36, y la aparición de nuevos tratados de Diplomática,
como el de Harry Bresslau (1848 – 1926), titulado Handbuch
der Urkundenlehre für Deutschland und Italien (Leipzig 1889), o el
Manual de Diplomatique, publicado en París en el año 1883 por
Arthur Giry (1848 – 1899).
Durante el siglo XX, mientras que la primera mitad se
caracterizó por un continuismo con respecto al siglo
anterior, marcado por el desarrollo de las teorías de
Sickel y Ficker; así como de otros investigadores como
Heinrich Brünner (1840 – 1915)37 o Luigi Schiaparelli (del
que ya se habló al tratar punto de Paleografía)38; en la
segunda, en cambio, nos encontramos ante un nuevo momento35 En la que estudio Theodor von Sickel.36 Cuya sección de “Diplomas” estuvo dirigida por Sickel.37 Historiador del Derecho alemán que también realizó destacadosaportes a la Diplomática, a través de sus estudios sobre el documentoprivado en la Edad Media, que le llevaron a realizar la distinción,hoy en día aceptada, entre carta y notitia, en un escrito que publicó enel año 1927, con el nombre precisamente de Charta und Notitia.38 Autor de diversas monografías sobre diplomas reales (I diplomi dei red'Italia. Ricerche storico-diplomatiche, publicado en Roma en el año 1905) o eldocumento longobardo (Codice diplomatico longobardo, Roma, 1929), entreotros.
15
de revisión de la ciencia diplomática, en cuanto a su
naturaleza, método y fines que esta debía perseguir, donde
nos encontramos con figuras como Heinrich von Fitchtenau
(1912 – 2000)39, Armando Petrucci o Giulio Battelli (1904 –
2005). Revisión que, por otro lado, vino también de la mano
de la creación, dentro de la Asociación Internacional de
Ciencias Históricas, de la Comisión Internacional de
Diplomática, en el año 1968.40
c. La Archivística
Según el Diccionario de Terminología Archivística de la
Subdirección de Archivos Estatales (Madrid, 1995), podemos
definir a la Archivística como la “Disciplina que trata de
los aspectos teóricos y prácticos (tipología, organización,
funcionamiento, planificación, etc.) de los archivos y el
tratamiento de sus fondos documentales”.
Aunque los archivos existen prácticamente desde los
comienzos de la escritura, los distintos expertos en la
materia sostienen que, como disciplina científica, surge en
el siglo XIX; según la mayoría de ellos41, a raíz de la
publicación de la obra Handleiding voor het ordenen en beschrijven
van archieven (es decir, Manual de clasificación y descripción de
archivos), de los archiveros Samuel Muller, J. A. Freith y
Robert Fruin, en el año 1898 (traducida posteriormente en
el año 1940 por Arthur J. Leavitt con el nombre de Manual
39 Director del Institut für österreichische Geschichtsforschung (otra destacadaescuela nacional, surgida en el año 1854), entre los años 1962 y 1983.40 MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Opus cit., p. 153.41 Como Lodolini, quien considera a esta obra como la “Biblia de losArchiveros”. Véase: LODOLINI, Elio, Archivística. Principios y Problemas,Madrid, ANABAD, 1993, p. 187.
16
for the arrangement and description of archives), a cargo de la
Asociación de Archiveros Holandeses42.
Sin embargo, puesto que la necesidad de organizar dichos
archivos es mucho posterior a la obra de los archiveros
mencionados, debemos remontar el estudio de esta disciplina
a un periodo anterior de “desarrollo prearchivístico”,
caracterizado por la indefinición en los presupuestos en
el tratamiento de los fondos documentales43. Dicho periodo
comienza, como consecuencia de esta necesidad organizativa,
en la propia Antigüedad; aunque los conocimientos que se
poseen para este periodo de la Historia en referencia a
cómo se llevaba a cabo la clasificación y la ordenación de
los fondos de los distintos archivos que se crearon durante
el mismo resulta bastante limitado, debido a que, durante
mucho tiempo, los investigadores que se dedicaron a su
estudio mostraron siempre una mayor preocupación en
recuperar los textos de que se componían, que de
reconstruir su organización44.
En la Edad Antigua nos encontramos ante los llamados
“Archivos de Palacio”, según la división que realizó Henri
Bautier (1922 – 2010) de la Historia de los Archivos por
edades, en el año 196145. Surgieron en Siria y Mesopotamia,
conociéndose, por ejemplo, el edificio de los archivos
42 FUSTER RUIZ, Francisco, “Los inicios de la archivística española yeuropea”, Revista General de Información y Documentación, Vol. 6-1 (1996),Madrid, Servicio Publicaciones UCM, p. 74.43 CRUZ MUNDET, José Ramón, Archivística. Gestión de documentos y administración dearchivos, Madrid, Alianza Editorial, 2012, p18.44 Ibídem. P. 22.45 BAUTIER, Robert-Enri, “Les Acrchives”, en: SARAMAN, Charles (dir.),L’Histoire et ses méthodes, París, Gallimard, 1961.
17
reales Ugarit, compuesto por tres depósitos, cada uno de
los cuales, recogía un tipo de documentación diferente (de
carácter diplomático, financiero y administrativo)46. La
producción documental de las distintas civilizaciones que
surgieron en Asia Menor se basaba principalmente en
tablillas de barro, cocidas o secas, en gran cantidad, cuyo
contenido era básicamente de gestión. Del Antiguo Egipto se
conserva documentación escrita en papiro, mucho más
abundante que en caso de Mesopotamia. Cabe destacar, que
tanto en el caso de Asia Menor, como en el de Egipto, dicha
documentación servía como arma de los burócratas que se
encontraban al servicio de los gobernantes, ya fuera como
forma de control de la producción47, como para otras formas
de control social. Debido a ello, los archivos en los que
los documentos eran almacenados, normalmente se encontraban
custodiados por una serie de figuras cercanas al poder. De
Ugarit, por ejemplo, existen referencias sobre un personaje
conocido como Uternu, alto funcionario de dicho reino; en
el imperio persa, se tiene constancia de la figura de los
hamarakara, y en Egipto, la función de custodiar los
archivos dependía directamente de la persona del visir48.
Pese a todo, el archivo como institución con identidad
propia tiene su origen con los inicios de la Antigüedad
Clásica, en concreto, en Grecia, con el nombre de archeion,
46 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 22.47 Como demuestra el hecho de que la mayoría de las tablillas de barroencontradas tuvieran un contenido fundamentalmente de gestión.48 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. pp. 22 y 23.
18
a cuyo cargo de los hiromnémones49 y los epistates50, y en
Roma, con el nombre de tabularium, al frente del cual se
encontraban los censores y los pretores51. No obstante, existen
diferencias entre ambos modelos de archivos, relacionadas,
por un lado, con el acceso a los mismos (público en el caso
de Grecia y limitado a ciertos funcionarios en el caso
romano), y por otro, relacionadas también con la
existencia en Roma de una red centralizada de dichos
archivos (como consecuencia de su modelo de Estado,
igualmente centralizado), que no se dio en el mundo griego
(por la división del modelo griego en distintas polis o
“ciudades estado”)52.
Continuando con la división realizada por Bautier, tras
la caída del Imperio Romano y el comienzo de la Edad Media
nos encontramos ante una nueva etapa de dentro del periodo
de desarrollo prearchivístico, en el que este autor
denomina a los archivos como “Tesoros de cartas”53. Esta
etapa se encuentra caracterizada, en sus inicios, por una
progresiva disminución de la producción documental como
consecuencia de la invasiones germánicas y la paulatina
sustitución del Derecho romano, basado el valor probatorio
49 Oficiales religiosos a los que hace referencia Aristóteles en suPolítica.50 Cuya traducción al español vendría siendo “el que está situado porencima”, lo que da a entender el hecho de que, el la AntigüedadClásica, al igual que ocurría en Asia Menor y Egipto, la función decustodia de los archivos también estaba vinculado estrechamente algobierno de la ciudad, probablemente debido a esa idea de control delpoder a través de los documentos que se viene mencionando. 51 Magistrados en ambos casos, lo que viene a reforzar la teoríaanterior. 52 Ibídem, pp. 24 – 25.53 BAUTIER, Robert-Enri, Opus cit.
19
de los documentos, por el germánico, fundamentado
principalmente en la tradición oral. Otro factor que
influyó notablemente en esta declive documental fue el
descenso del nivel cultural, a raíz de la decadencia del
mundo urbano y el comienzo de un proceso de ruralización
que influyó notablemente en el deterioro de la enseñanza y
el mantenimiento de la escritura54.
Durante este periodo, en cuanto a la situación
archivística, resulta destacable el hecho de que, debido en
gran medida a la imposición de la regla benedictina, a la
hora de organizar los archivos, los límites entre el mundo
bibliotecario y el archivístico no se encontraban bien
definidos, por lo se empleaban métodos similares para la
utilización y conservación tanto de libros como de
documentos de archivo, hasta tal punto, que durante mucho
tiempo estos últimos fueron escritos en formato códice.
Además, el único resquicio de la tradición administrativa
romana lo constituyó la cancillería pontificia, que
denotaba unos usos archivísticos desfasados. Por último,
cabe señalar que apenas se conoce nada con respecto a la
organización de los archivos reales, debido principalmente
al carácter itinerante de las distintas cortes; aunque si
se conoce la existencia de diversos thesauri, en los que, a
parte de almacenarse el erario real, se conservaban también
distintos documentos de gran importancia para los
monarcas55.
54 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 25.55 Ibídem, p. 26.
20
Esta situación de decadencia en materia de documentos
cambió radicalmente a partir del siglo XII a raíz de la
recuperación del Derecho romano y del valor probatorio del
acto documentado como fundamento jurídico y político, lo
que repercutió en el desarrollo archivístico, debido a la
preocupación por conservar dichos documentos, lo que dio
origen, entre otras cosas, a nuevas tipologías de
agrupaciones documentales, como los libros registro56 y los
cartularios57, y a la reaparición y reforzamiento de los
archivos como depósitos de las mismas58.
La caída del sistema feudal y el fortalecimiento de las
monarquías absolutistas da origen a un nuevo periodo de la
Historia conocido como el Antiguo Régimen. Durante este
periodo, también conocido como Edad Moderna, surge un nuevo
modelo de archivos (a los que Bautier denomina “Arsenales
de la autoridad”59): el modelo de los “Archivos de del
Estado”. Se trata de una concepción de los archivos como
fuente de poder como consecuencia de la conciencia que
56 Que son aquellos volúmenes que recogen los documentos expedidos porlas distintas cancillerías a medida que éstos han sido expedidos osellados, a través del acto de la registratio, que consiste el latranscripción de dichos documentos, ya sea íntegramente o sólo enparte. 57 Colección de copias de documentos realizada (con posterioridad a suexpedición) por una institución o entidad particular para su posteriorutilización, debido al valor probatorio que puedan tener dichosdocumentos ante un tribunal, para la defensa de títulos, privilegios,posesiones, etc.58 Y, en consecuencia, a la aparición de diversas figuras encargadas desu administración, como el Keeper of the Rolls of Chancery, en la Inglaterradel siglo XIII o el tinent les claus del nostre archiu, del Archivo Real deBarcelona, en el año 1318, y también al surgimiento de inventarios yreglamentos, como los que se dieron en el reino de Nápoles, bajo ladinastía de los Anjou, en el año 1284. Véase: CRUZ MUNDET, José Ramón,Opus cit. p. 2859 BAUTIER, Robert-Enri, Opus cit.
21
adquieren los gobernantes de su importancia para el
gobierno y la administración60. Si en la etapa anterior la
documentación que se conservaba era empleada como medio de
justificación de ciertos derechos, privilegios y posesiones
que pertenecían a los integrantes de la nobleza y el clero,
principalmente, a raíz de los procesos de recuperación y
centralización del poder por parte de las distintas
monarquías, los archivos se convirtieron en fuentes
jurídicas que evidenciaban y reforzaban dicho poder.
Durante este periodo de la historia se crean nuevos
archivos y modelos de organización de los mismos en función
de esta nueva mentalidad. El caso de España resulta
significativo, ya que fue pionera en este sentido, con los
Reyes Católicos, quienes ordenaron, en el año 1489, la
concentración de sus archivos en la Chancillería de
Valladolid. Años más tarde, Carlos V ordenaría además
transferir los toda la documentación del reino de Castilla
a Simancas, tarea que no culminaría hasta el reinado de su
hijo, Felipe II y la promulgación del Reglamento para el
Gobierno del Archivo de Simancas, en el año 1588. El modelo
español de archivos se extendió posteriormente por toda
Europa, creándose en Italia, por ejemplo, los archivos de
Florencia, Siena y los Archivos Vaticanos, en el año 1610,
o el State Paper Office en Inglaterra en 1619; produciéndose
además una nueva oleada de concentración y reagrupamiento
de los mismos en el siglo XVIII, con figuras como Pedro I
el Grande, quien mandó construir dos archivos centrales
60 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 32.
22
para todo su imperio, estableciendo en ellos, además, por
primera vez en la historia, un sistema de transferencias
periódicas; siendo el acceso a todos ellos restringido y
estando custodiados por altos dignatarios, debido a los
deseos de control de la documentación por parte de las
distintas monarquías (y debido a las cuestiones
anteriormente mencionadas).
Pese a la consideración de los documentos como fuente de
justificación jurídica del poder, a partir del siglo XV, va
aumentando también paulatinamente la consideración del
documento escrito como fuente de conocimiento para la
Historia; aunque se vio notablemente afectada por el
carácter exclusivo de los archivos en cuanto a su acceso,
por un lado, y por otra parte, por la inexistencia de una
metodología adecuada en materia archivística, debido a la
influencia ejercida por el mundo bibliotecario, que
conllevó la organización de la mayoría de los fondos
europeos a través de criterios sistemáticos (de materias),
lo que provocó la desnaturalización de los mismos61.
Aunque el proceso de apertura de archivos no tendría
lugar en Europa hasta la caída del Antiguo Régimen, tras
los procesos revolucionarios que tuvieron lugar tras la
Revolución Francesa y surgimiento de los llamados “Archivos
Nacionales”, si que se produjo, en cambio, un proceso de
renovación de la práctica archivística, con la aparición de
una serie de una serie de autores, cuyas obras
proporcionaron nuevas formas de concebir el tratamiento de
61 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 33.
23
la documentación, entre los que encontramos a Jacob von
Rammingen (1510 – 1582) y su Von der registratur un jren gebäwen
und regimenten62, publicado en el año 1571; a Heildelberg y su
Summariches Bericht was es mit einer Künslichen und volkommenen
Registratur fur eine Gestalt (1571); a la figura de Baldassarre
Bonifacio (1585 – 1659), con su obra De archivis liber singularis,
publicada en Venecia en el año 1632; a Nicolò Giussani y su
Methodus archiviorum, seu modus eaden textendi ac disponendi (Milán,
1632)63; Albertino Barisone (1587 –1667) y su Commentarius de
Archivis antiquorum, publicado entre los años 1619 y 1636;
Albert Frisch (Tractatus de jure archivi et cancellariae, Jena, 1664);
Pierre Camille Lemoine y su Dipomátique pratique, publicada en
Metz en 1765; B. De Bonvoulou (L’archiviste françois, París,
1775), o Georg August Brachmann y su Über Archive, deren Natur
und Eigenschaften, Einrichtung uns Benutzung [...], publicada en el año
1801.
Tras la caída del Antiguo Régimen entramos, por tanto en
una nueva etapa de la Historia, conocida con el nombre de
Edad Contemporánea y también una nueva etapa en la
concepción del mundo de los archivos (para los que Bautier
emplea ahora el concepto de “Laboratorios de la historia”64), conocido con el nombre de “periodo de desarrollo
archivístico”, caracterizado por la apertura de los mismos
62 Obra en la realizó una propuesta de clasificación de documentos entres escalas: dominio territorial, asuntos internos y relacionesexteriores, distinguiendo además dos categorías dentro de las mismas:la “regalía” (documentación referida a asuntos generales) y la“personalía” (intereses de entidades o personas). Influyó en larealización del Reglamento de Simancas. Ibídem, p. 35. 63 Manual dedicado a la organización y la descripción de fondos entorno a tres agrupaciones documentales: corpus, classes y seriem. Ibíd.64 BAUTIER, Robert-Enri, Opus cit.
24
en pro de los intereses (culturales y de investigación) de
los ciudadanos65, pasando componer ahora lo que se viene
denominando como “Archivos de la Nación”, que surgen de la
necesidad de concentrar los fondos documentales de las
instituciones desaparecidas66. El primer ejemplo de archivo
nacional apareció tras la Revolución de 1790, y su modelo
se expandió al resto de ciudades europeas como Bucarest
(1831) o Bélgica (1836), en muy poco tiempo.
Junto con a apertura de los distintos archivos
nacionales surge la necesidad de creación de un sistema de
global de organización de los fondos de que se componían.
En este sentido, debido a la gran renovación
historiográfica que tuvo lugar en el siglo XIX (y que se
viene comentando en puntos anteriores), con el surgimiento
de numerosas escuelas de formación como la Escuela de
Chartres o el Instituto para el Estudio de la Historia
Austriaca, y de la promulgación de la ideas del
Romanticismo, entre otras cosas, la Archivística
experimenta un proceso de evolución enormemente destacado.
Esta evolución viene determinada por el nacimiento de
nuevas innovaciones de orden práctico y teórico, destacando
sobre manera la enunciación de los principios de
procedencia y de respeto a la estructura interna de los
fondos, por parte de Natalis de Wailly (1805 – 1886),
65 Aunque el acceso a dichos archivos quedaba aún limitado a investigadores.66 Como puede observarse en el caso del Archivo Histórico Nacional,construido con motivo de albergar la documentación procedente de ladesamortización eclesiástica llevada a cabo por Mendizábal entre losaños 1836 y 1837.
25
contenidos en la Circular de 24 de abril de 1841, firmada
por el ministro Duchatel, y que constituyeron la base para
el desarrollo científico de la Archivística67.
A partir de los aportes de Natalis de Wailly el
desarrollo de esta disciplina siguió un avance imparable,
extendiéndose sus principios por toda Europa, viéndose
además ampliados, como se observa en la publicación de
obras como la de Heinrich von Sybel (1817 – 1895) con el
nombre de Regulativ für die ordnungsarbeiten im geheimen Staatsarchiv
(Berlín, 1881), en la que se expone el registratuprinzip, o el
manual de los archiveros holandeses Muller, Feith y Fruin,
del que ya se ha tratado con anterioridad68.
Durante el siglo XX esta tendencia continua, a través de
la consolidación de las teorías elaboradas en el siglo
anterior y con la aparición de nuevas y numerosas
aportaciones, como consecuencia del desarrollo de una
conciencia social de uso de los archivos y el nacimiento de
una corriente historiográfica de corte aún más científico
emanada de los postulados de la llamada Escuela de los
Anales, que impulsó un mayor empleo del uso de los archivos
por parte de los investigadores69.
Sin embargo, todos estos avances en el campo de la
Archivística estuvieron durante mucho tiempo ligados, casi
en exclusiva, al ámbito de los archivos históricos, sin
tener en cuenta muchas veces la producción documental que
se generaba en el ámbito de las administraciones. No67 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 42.68 Ibídem, p. 43.69 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 45.
26
obstante, a raíz del incremento de las actividades
administrativas en Estados con una industrialización
fuertemente arraigada, con un modelo de sociedad complejo y
un enorme volumen de actividades que necesitan ser
documentadas, comienza a emerger una vertiente cada vez más
interesada en la gestión científica de este los archivos de
la Administración, destinada al control de la documentación
generada en durante el transcurso de las actividades de
dicha Administración, a través de lo que se viene
denominando como records management, como observa en el caso
de los Estados Unidos, donde en el año 1934 se crean los
National Archives, con motivo de dar solución a estas
necesidades70.
Otro momento de avance de la Archivística se produce
también al finalizar la II Guerra Mundial, tras la cual se
ve reforzada la idea de Democracia como modelo de
organización social, lo que lleva a los distintos Estados
democráticos a plantearse la apertura al público en
general, lo que contribuyó a una mayor percepción social de
los expertos en Archivística, que se manifestó en una
aceleración del proceso de especialización, que a su vez
quedó reflejada en la creación de nuevas y diversas
asociaciones de archiveros y una producción en materia de
archivos cada más amplia y profusa, destacando en esta
nueva etapa figuras como la de Theodor Roosvelt
Schellenberg (1903 – 1970), con su obra Modern Archives
(1958), en la que analiza cuestiones tan importantes como
70 Ibídem, pp. 45 – 46.
27
la clasificación, la ordenación y el expurgo,
convirtiéndose en un referente para la Archivística
moderna; Aurelio Tanodi y su Manual de archivología
hispanoamericana (1961), o Elio Lodolini, con su obra
Archivistica. Principi e problemi, entre muchos otros. Este momento
de esplendor de la Archivística culminó además con la
creación del Consejo Internacional del Archivos en el año
1948, gracias al cual esta ciencia pudo trascender de lo
nacional a lo mundial71.
2. RELACIÓN ENTRE LAS CIENCIAS Y TÉCNICAS
HISTORIOGRÁFICAS Y LA ARCHIVÍSTICA: EL CONCEPTO DE
DOCUMENTO.
Teniendo en cuenta las definiciones aportadas sobre las
disciplinas de las que se trata en este trabajo, puede
apreciarse que el principal elemento de unión de unión
entre las Ciencias y Técnicas Historiográficas (en concreto
de la Diplomática) y la Archivística es precisamente el
documento; sin embargo, ¿es el documento el documento
objeto de estudio de la Diplomática el mismo documento que
estudia la Archivística?. A continuación se presentan una
serie de definiciones que ayudarán a responder a esta
cuestión.
Son muchas y muy variadas, en función de su valor
histórico y probatorio. Etimológicamente la palabra
documento procede del vocablo latino documentum,
sustantivación de docere, es decir, “enseñar”.
71 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 47 – 48.
28
Atendiendo a dicha etimología, el Diccionario de autoridades
(Madrid, 1732) lo definió como la “doctrina o enseñanza con
que se procura instruir a alguno en cualquier materia, y
principalmente se toma por el aviso u consejo que se le da,
para que no incurra en algún yerro u defecto”.
Atendiendo a su valor histórico72, valor que se le
conferido a partir del siglo XIX, raíz de los postulados
de la escuela histórica positivista, nos encontramos con la
definición que proporcionó el Diccionario del uso español de María
Moliner (Madrid, 1973): “testimonio escrito de épocas
pasadas que sirve para reconstruir su historia” y “escrito
que sirve para justificar o acreditar algo”.
Una definición parecida aporta la R.A.E: “diploma,
carta, relación u otro escrito que ilustra acerca de algún
hecho, principalmente de los históricos” y “escrito en que
constan datos fidedignos o susceptibles de ser
empleados como tales para probar algo.”
Se debe tener en cuenta que documento consta siempre de
un soporte material en el cual se plasman los signos
gráficos, de manera que estos resulten perceptibles73.
Y también que existe una distinción entre documento
público y documento privado, siendo el público “el que
procede de una autoridad pública y en forma pública ya
tratando asuntos de derecho general, ya refiriéndose a
particulares personas y lugares”, y el privado “el que se
72 Y probatorio.73 NÚÑEZ CONTRERAS, Luis, “Concepto de documento”, en Archivística. Estudiosbásicos, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1981, p. 32.
29
refiere a asuntos de derecho privado y está escrito no por
mano de cualquiera, sino de un notario o escriba”74.
Además, nos encontramos también con el documento
jurídico: “cualquier testimonio escrito legalmente válido,
destinado a ser prueba de un hecho”75. Y el documento
notarial: “la configuración escrita (scriptura:
conscriptio), y como tal formalmente determinada, de una
actuación jurídicamente relevante (negotium: actio)”
En cuanto a nomenclatura, existen distintos nombres que
se han empleado como sinónimos o sustitutos del documento
en general, como diploma, actum, instrumentum, scriptura,
pagina, charta, littera, epistola, preceptum, privilegium,
mandatum, testamentum o chirographum76.
Teniendo en cuenta todas estas definiciones, se entiende
que el documento diplomático estricto es, según la
definición proporcionada por Sickel en su Acta regum et
imperatorum Karolinorum, “cualquier testimonio escrito sobre
un hecho de naturaleza jurídica, en el que concurren
determinadas y especiales formalidades (variables según las
circunstancias de persona, lugar, tiempo y materia),
dándole valor de prueba”; lo que significa que los
documentos diplomáticos son, por tanto, únicamente los
documentos jurídicos y notariales; mientras que el
documento archivístico sería tan solo aquella “entidad de
carácter único, producida o recibida en la iniciación,
desarrollo o finalización de una actividad, cuyo contenido,74 MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Opus cit., p. 163.75 Ibídem, p.161.76 Ibídem, p.162.
30
estructurado y contextualizado, se presenta como evidencia
y soporte de las acciones, decisiones y funciones de las
personas físicas y jurídicas”77.
Se observa, por tanto, que el concepto de documento
archivístico es más amplio, ya incluye no sólo al documento
diplomático, sino también otros que no tienen porqué
incluir derechos y obligaciones.
Entonces, una vez apreciada la relación entre Ciencias y
Técnicas Historiográficas y Archivística en cuanto al
documento se refiere, y habiendo determinado que la
Archivística abarca un espectro más amplio de
documentación, como consecuencia de tratar no sólo
documentos jurídicos y notariales, sino todos aquellos
producidos por organismos o particulares en el transcurso
de sus actividades, en el siguiente punto se tratará de
dicha relación, a través de un estudio comparado de la
historia de estas disciplinas.
3. RELACIÓN ENTRE LAS CIENCIAS Y TÉCNICAS
HISTORIOGRÁFICAS Y LA ARCHIVÍSTICA DESDE UNA
PERSPECTIVA HISTÓRICA. VALORACIÓN FINAL.
A lo largo del recorrido por la historia de las
distintas ciencias que se estudian en este trabajo se
observan varios momentos de especial relevancia para el
desarrollo de las mismas como tales y que por lo tanto
merece la pena analizar desde una perspectiva
multidisciplinar.
77 CRUZ MUNDET, José Ramón, Diccionario de Archivística, Madrid, Alianzaeditorial, 2011, p. 146.
31
Comenzando por la Edad Moderna, un primer punto de
inflexión en el desarrollo conjunto de la Archivística y
las Ciencias y Técnicas Historiográficas se produce en el
siglo XVI, durante las llamadas “guerras de documentos”78.
Se trata de una época de rivalidad entre los distintos
componentes de la sociedad, que se manifestaba en distintos
pleitos, a través de los cuales los contendientes
pretendían atacar o justificar los derechos, posesiones,
etc., que unos u otros pudieran tener. Este hecho supuso el
recurso a la fuentes por las partes beligerantes, por un
lado, lo cual, como ya se ha podido apreciar, repercutió en
gran medida en el desarrollo de la Diplomática; mientras
que, por otro, propició una concepción del archivo como
elemento de vital importancia para la conservación de
documentación que podía ser empleada como arma jurídica en
estos pleitos79, lo que resultó de especial relevancia
también para el progreso de la Archivística.
Entonces, puesto que el documento ofrecía la posibilidad
de ser presentado ante los distintos tribunales de justicia
como prueba80, surgió la también la necesidad de establecer
una serie de pautas que garantizaran su autenticidad. En
este sentido, encontramos un segundo momento de desarrollo
conjunto entre las distintas disciplinas que se están
tratando, en la lucha entre el monje jesuita Daniel von
Papenbroeck y el benedictino Mabillon, que llevó a este
último a publicar su obra De re diplomática, trascendental78 O bella diplomática, como se ha podido apreciar en puntos anteriores.79 CRUZ MUNDET, José Ramón, Opus cit. p. 34.80 Ya desde la Alta Edad Media, a raíz de la recuperación del Derechoromano, como también se ha visto.
32
tanto para la Paleografía, al ofrecer pautas para el
estudio de escrituras de épocas diversas, como para la
Diplomática, al contener nociones para el estudio de los
caracteres internos y externos de una gran cantidad de
documentación; así como para la Archivística, al tratarse
de un estudio destinado a juzgar la autenticidad de la
documentación conservada en archivos81.
Dentro ya de lo que se ha venido denominando como el
“periodo de desarrollo archístico”82, se aprecia un nuevo
momento de evolución de las todas estas disciplinas en el
siglo XIX, con la creación de distintas escuelas de
formación tanto diplomática, como paleográfica y
archivística, como la Escuela de Chartres y el Instituto
para el estudio de la Historia Austriaca. Evolución que se
dio también durante el periodo nacimiento de los
nacionalismos, a raíz de las ideas emanadas del
Romanticismo; nacionalismos que propiciaron la creación de
sociedades para el estudio de las distintas historias
regionales, que en muchas ocasiones decidieron publicar
colecciones documentales, como es el caso de los Monumenta
Germaniae Historica, en la que participaron profesionales de
todas las disciplinadas que aquí se analizan.
Durante este periodo se publicaron además obras de vital
importancia para la Archivística como el Manual para la
clasificación y descripción de los archivos, de los holandese Muller,
81 En este caso, en el archivo de la abadía de Saint Denis.82 En consideración a los postulados de la obra de José Ramón Cruz Mundet que se empleando para el desarrollo de este trabajo, con el nombre de Archivística. Gestión de documentos y administración de archivos.
33
Feith y Fruin, y más adelante Modern Archives de T. R.
Schellenberg. En este sentido, la relación histórica de las
Ciencias y Técnicas Historiográficas, vendría determinada
por la necesidad de adquisición de conocimientos,
fundamentalmente diplomáticos, con los que poder elaborar
una descripción adecuada, ya que para ello es necesario
saber distinguir los formularios, cláusulas y datos
informativos esenciales de cada serie documental, que son
delimitados claramente tras determinar las tipologías83.
4. BIBLIOGRAFÍA
ALONSO, José, Colección de las alegaciones fiscales del
Excelentísimo Señor Conde de Campomanes, Madrid, Imprenta
de Repullés, 1841.
BAUTIER, Robert-Enri, “Les Acrchives”, en: SARAMAN,
Charles (dir.), L’Histoire et ses méthodes, París,
Gallimard, 1961.
CASTILLO GÓMEZ, Antonio, SÁEZ SÁNCHEZ, Carlos,
“Paleografía e Historia de la Cultura escrita”, en:
RIESCO TERRERO, Ángel (ed.), Introducción a la Paleografía
y Diplomática general, Madrid, Síntesis, 1999.
CÁTEDRA GARCIA, Manuel y LÓPEZ VIDRIERO-ABELLO,
Maria Luisa, “La Imprenta y su Impacto en
Castilla”, en: GARCÍA SIMÓN, Agustín, Historia de la
Cultura, Vol. 2, Compañía de Ediciones & SEHL, 1998.
83 HEREDIA HERRERA, Antonia, Archivística General. Teoría y práctica, Sevilla,Diputación. Provincial de Sevilla, 1986, p. 67.
34
CRUZ MUNDET, José Ramón, Archivística. Gestión de documentos
y administración de archivos, Madrid, Alianza Editorial,
2012.
CRUZ MUNDET, José Ramón, Diccionario de Archivística,
Madrid, Alianza editorial, 2011.
FUSTER RUIZ, Francisco, “Los inicios de la
archivística española y europea”, en: Revista General
de Información y Documentación, Vol. 6-1 (1996), Madrid,
Servicio Publicaciones UCM.
GALENDE DÍAZ, Juan Carlos y GARCÍA RUIPÉREZ,
Mariano, “El concepto de documento desde una
perspectiva interdisciplinar”, en: Revista General de
Información y Documentación, 13, núm. 2 (2013), Madrid,
UCM.
GARCÍA TATO, Isidro, “Paleografía y Diplomática:
génesis, evolución y tendencias actuales”, en:
Cuadernos de estudios gallegos, LVI, Nº 122, enero-
diciembre (2009), Instituto de Estudios Gallegos
“Padre Sarmiento” del CSIC.
HEREDIA HERRERA, Antonia, Archivística General. Teoría y
práctica, Sevilla, Diputación. Provincial de Sevilla,
1986.
LÓPEZ GUTIÉRREZ, Antonio J., “La Tradición
Documental en la Cancillería de Alfonso X”, en: La
Cancillería de Alfonso X a través de las fuentes legales y la realidad
documental (tesis doctoral), Oviedo, 1990.
35
MABILLON, Jean, De Re diplomatica libri VI, in quibus quidquid
ad veterum instrumentorum antiquitatem, materiam, scripturam et
stilum ; quidquid ad sigilla, monogrammata, subscriptiones ac notas
chronoligicas ; quidquid inde ad antiquaria..., París, Luteciae-
Parisiorum, 1709.
MARÍN MARTÍNEZ, Tomás, Paleografía y Diplomática,
Universidad Nacional de Educación a Distancia,
Madrid, 1991.
MUÑOZ Y RIBERO, Jesús, Manual de Paleografía y Diplomática
española de los siglos XII al XVII, Madrid, Librería de la
Sra. Viuda de Hernando y Compañía, 1889.
NÚÑEZ CONTRERAS, Luis, “Concepto de documento”, en
Archivística. Estudios básicos, Sevilla, Diputación
Provincial de Sevilla, 1981.
VV. AA., Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, edición
digital en; http://pensamientopenal.com.arg.
36